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ABC Ley Micaela

INAP Ministerio de las Mujeres,


Géneros y Diversidad
Jefatura de
Gabinete de Ministros
Secretaría de
Innovación Pública
Clase
2

Perspectiva
de género
ABC LEY MICAELA | CLASE 2: PERSPECTIVA DE GÉNERO

¡Bienvenidas, bienvenidos, bienvenides,


a esta nueva clase!
La clase pasada estuvimos recorriendo normas internacional y nacional, que dan marco a las inter-
3
venciones y políticas públicas del estado, dirigidas a eliminar las violencias y discriminación hacia
mujeres y LGBTTTIQ+.

En esta clase les proponemos estudiar algunos conceptos que nos servirán de herramientas para
entender la sociedad en la que vivimos, la base invisible de las violencias y desigualdades, ese entra-
mado que permitió que durante muchos años estas problemáticas se mantuvieran en el ámbito de
lo privado y doméstico, y no como un tema de estado. Buscaremos de esta forma aproximarnos a la
perspectiva de género, para volver a mirar en esa clave, nuestros espacios de trabajo, de intervención,
las políticas públicas, e incluso, por qué no, nuestras vidas personales también.

Sabemos que no son conceptos sencillos de incorporar, que demandan un proceso de revisión de las
propias trayectorias, historias de vida, marcos de ideas, creencias, crianzas, y que en muchos casos
para ustedes pueden significar un primer acercamiento. Por eso resultará muy importante que todas
las dudas y dificultades que puedan ir apareciendo, se trabajen colectivamente en el foro de clase con
el/la tutor/a.

Les proponemos abordar este marco conceptual en dos ejes:

Eje 1: GENERO: En el que trabajaremos las categorías de sexo y género; socialización genérica; roles
y estereotipos de género; identidades sexuales; y masculinidades.

Eje 2: PATRIARCADO: En el que abordaremos desigualdad y patriarcado; cisnormatividad y heteronor-


matividad; división sexual del trabajo; perspectiva de género e interseccionalidad.

La organización en estos dos ejes es una de las lógicas posible para ofrecer un análisis de cada
concepto, pero verán que todos los conceptos tienen relación entre sí. En la realidad, muchas veces
es más difícil distinguir dónde empieza y termina cada categoría, incluso distinguir dónde termina “lo
social” y empieza “lo biológico”. Son debates largos, complejos y encontrarán mucha bibliografía al
respecto. Lo que presentamos aquí es una división esquemática para iniciarnos en la “desnaturaliza-
ción” de las identidades, es el principio de un camino que esperamos que no concluya en esta única
instancia formativa.

Eje 1- Género: El concepto en boca de todes


Escuchamos decir “la perspectiva de género”, la “violencia de género” y otras tantas expresiones que
por suerte son cada vez más renombradas, pero ¿de qué hablamos entonces cuando decimos género?

En primer lugar, es importante saber que se trata de una categoría que no existe desde siempre, sino
que su incorporación en la teoría social se hace visible en la década de 1970 y va de la mano con los
avances del movimiento feminista1.

1. M. Tarducci y M. Zelarallan. Nuevas historias: géneros, convenciones e instituciones. “Ni una menos” desde
los primeros años. Educación en género para infancias más libres.

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El género es todo aquello que nos hace hombres, mujeres, u otres. Es el conjunto de creencias, caracte-
rísticas, actitudes que tenemos que nos construyen en esa identidad. Abarca desde la ropa que usamos
o no, el pelo largo o corto, hasta cómo nos relacionamos con nuestras parejas, amigues, o familias.

El género no refiere exclusivamente a las mujeres, idea muy impregnada aún en el sentido común,
sino que es una categoría relacional de poder que involucra tanto a mujeres como a varones.

Es habitual también escuchar la utilización de la categoría de género como sinónimo de sexo. Pero,
¿refieren a lo mismo? 4

El género no es algo natural, sino que refiere a una construcción social, esto quiere decir que apren-
demos a ser hombres y mujeres según lo que las sociedades van definiendo como lo propio de lo
femenino y lo masculino. ¿Qué quiere decir esto?

Históricamente, la sexualidad de los seres humanos se organiza a partir de una estructura binaria2
que clasifica a las personas bajo las categorías “varones” y “mujeres”. Esta forma particular de orga-
nización social es presentada como algo que se define sobre la base de la “biología” y asumida como
la forma “natural”.

Y ¿Cuál sería la diferencia entre sexo y género?


El sexo es asignado al nacer y en nuestra sociedad es lo que se determina es si las personas “son”
mujeres o varones. Cuando incorporamos la categoría género como una construcción social, sole-
mos esquematizar que el sexo se refiere a nuestra corporalidad. Esta definición influye en la mayoría
de aspectos de nuestra vida como el trabajo, la economía, el parentesco, la sexualidad, entre otras
dimensiones de la vida humana.

Esquemáticamente podríamos verlo así:

SEXO EXPRESIÓN DE GÉNERO IDENTIDAD DE GÉNERO DESEO SEXUAL Y AFECTIVO


Pene Masculina Varón Hacia una mujer
Vulva Femenina Mujer Hacia un varón

En el cuadro señalamos cómo se vincula la diferencia sexual anatómica, con la identidad de género, la
expresión de género, y el deseo sexual y afectivo de una manera lineal. Esto decimos que es binario,
pues solo contempla dos opciones de existencia válidas, y esencialista, pues atribuye a caracterís-
ticas biológicas/esenciales todas nuestras decisiones de vida. Es decir, desde el momento en que
nacemos, muchas expectativas sociales nos son cargadas según la asignación del sexo.

2. El concepto “estructura binaria” hace referencia a una particular manera de clasificar a las personas de un
modo excluyente. El sistema de géneros pensado desde el binarismo establece dos formas opuestas y desco-
nectadas para lo femenino y lo masculino y lo que hace es instituir como “natural” a la diferencia sexual anató-
mica. Desde esta concepción existe una frontera cultural, que se presenta como infranqueable impidiendo que
las personas transiten libremente de un lado a otro de los extremos de esta estructura.

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Entonces:

• Una persona que nace con vulva (vagina, ovarios y útero) está destinada a identificarse con el género
femenino y a sentirse atraída por varones.

• Y una persona que nace con pene (y testículos), portará una identidad de género masculina y se
sentirá atraída por las mujeres.

Este esquema excluye a las diversidades sexuales, y esconde un gran entramado de desigualdades
que se sostienen y se justifican porque se asumen como parte de la “naturaleza”. Seguramente po-
drán encontrar ejemplos históricos o actuales –como el racismo- en donde la explicación de una
injusticia se reduzca a un fundamento igualmente “natural” o “esencial”. Cuando se plantean las di-
ferencias en esos términos, se afirma que son “siempre así”, es decir esenciales, y “en todos lados”
(universales). Las miradas esencialistas nos plantean que aquello que no responde linealmente a
este esquema, es entonces, “anormal”, pues no responde a los “parámetros naturales”, y debe ser ex-
cluido mientras no sea corregido. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, otras voces
comienzan a cuestionar esas miradas sobre los cuerpos, y desarrollan lo que se denomina un planteo
constructivista de la sexualidad.

A su vez, no por ABC, queremos excluir el planteo de algunos debates que surgen en torno a estos
esquemas teórico-prácticos:

Por un lado, en cuanto a lo estático de las “dos categorías biológicas” del sexo: El paradigma de De-
rechos Humanos nos permite desarrollar y reconocer esas diversidades, siendo ejemplo de esto, las
personas intersexuales3, que pueden nacer con una variedad de signos biológicos que no responde
a la categoría macho-hembra. La intersexualidad refiere a “todas aquellas situaciones en las que el
cuerpo sexuado de un individuo varía respecto al standard de corporalidad femenina o masculina
culturalmente vigente”4. Es muy importante incorporar la mirada inclusiva para definir la intersexuali-
dad ya que las personas intersexuales fueron históricamente sometidas a prácticas médicas desde
miradas contrarias a los derechos humanos a través de operaciones y modificaciones hormonales de
“adecuación” que no responden a criterios de salud. La propia existencia de estas personas desafía la
concepción de que “naturalmente” existen únicamente dos tipos de cuerpos, por esto es que han sido
violentados e invisibilizados históricamente.

Por otro lado, sobre la complejización del concepto de género: El filósofo Eduardo Mattio5 trae las
discusiones que se dieron a través del tiempo acerca del concepto de género: primeramente como
la diferenciación de sexo y género, que permitió el cuestionamiento de la naturalización los roles
sociales. En una segunda instancia, Buttler cuestiona esta relación, considerando que la categoría
de género es, en realidad, una cuestión performática, no es una percepción fija, sino que son actua-
ciones que vamos dando a partir de lo que la sociedad espera de nosotres. También, Mattio, presenta
la interpretación transfeminista del concepto biomédico de la diferencia sexo-género, que resalta la

3 Te invitamos a consultar el sitio web del INADI para profundizar sobre estos conceptos: http://inadi.gob.ar/
contenidos-digitales/producto/intersexualidad/

4 M. Cabral y G. Benzur. Cuando digo intersex. Un diálogo introductorio a la intersexualidad.

5 ¿De qué hablamos cuando hablamos de género? Una introducción conceptual (en Morán Faúndes, José
Manuel; Sgró Ruata, María Candelaria y Vaggione, Juan Marco (eds.), “Sexualidades, desigualdades y derechos.
Reflexiones en torno a los derechos sexuales y reproductivos”. Córdoba: Ciencia, Derecho y Sociedad)

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reapropiación de la adecuación de sexo (por medio de intervenciones quirúrgicas y/o hormonales)


para las personas trans “para adaptar los aparentes límites del propio cuerpo a la identidad de género
autopercibida” (Mattio, 2012). Esto deja claro que la discusión no finaliza y que cada uno de los apor-
tes permitió desenfrascar preceptos que sostienen la desigualdad sobre la base del género.

De algo estamos segures: Incorporar la categoría de género permite visibilizar las relaciones asimé-
tricas y jerárquicas entre hombres, y mujeres y personas del colectivo LGTTBI+, la desnaturalización
del binarismo biológico y la posibilidad de reconocer la diversidad tanto sexuales como identitarias.
6
En síntesis:

Sexo: se define a partir de algunas características físicas y anatómicas de los


cuerpos, en especial aquellas que son visibles, asociadas a los genitales. El sexo
es asignado al nacer.

Género: son las diversas prácticas, roles y capacidades promovidas y esperadas


de forma diferencial a partir del sexo asignado al nacer. El género refiere a atributos
que no son naturales e individuales sino productos de una relación social de poder
construida históricamente a partir de las nociones de masculinidad y feminidad.

Ahora bien, la sociedad construye formas de transmitir, comunicar y aprender cuáles son las expec-
tativas que se generan sobre cada persona. Estas expectativas sociales condicionan gran parte de
las decisiones que tomamos (y en cuáles no tenemos poder de decisión) y que, en muchas oportuni-
dades, no se relacionan con nuestros gustos o necesidades, sino con ese mandato o expectativa que
dictamina lo que se espera de cada quien según su sexo biológico.


El género determina qué se espera, qué se permite y qué se valora en una mujer
o en un hombre en un contexto determinado. En la mayoría de las sociedades
hay diferencias y desigualdades en cuanto a las responsabilidades asignadas,
las actividades realizadas, el acceso y el control de los recursos, así como las
oportunidades de adopción de decisiones. El género es parte de un contexto
sociocultural más amplio, como lo son otros criterios importantes de
análisis sociocultural, incluida la clase, raza, nivel de pobreza, grupo étnico,
orientación sexual, edad, etc.

Fuente: UN Women, OSAGI Gender Mainstreaming - Concepts and definitions

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Si el género se construye… ¿dónde, cómo, cuándo pasa? : Socialización genérica


Más arriba decíamos que “aprendemos a ser hombres y mujeres”. Esta idea nos lleva a preguntarnos
¿cómo llegamos a internalizar los mandatos y formas de relacionarnos? A través de lo que llamamos
“socialización genérica”, que es el conjunto de procesos por medio de los cuales las personas apren-
den a ser femeninas o masculinas, de acuerdo con las expectativas de la sociedad en la cual viven
(De Barbieri, 1992).

Este proceso se da a lo largo de toda la vida de las personas, siendo la infancia un momento particu- 7
larmente sensible al proceso de socialización genérica. Los roles de género se construyen sobre la
base de la diferencia sexual fundamentalmente a través de los juegos. ¿Qué significa eso? Que niñas
y niños aprenden, por los estímulos de su entorno, lo que significa “ser” varón, mujer, niño, niña, en
términos de lo que se espera o no de cada una de estas categorías en la vida cotidiana. Esto consti-
tuye formas de socialización genérica a las que las personas están expuestas de manera cotidiana y
continua a través de los medios de comunicación, de la familia, del barrio, desde las publicidades, etc.

La construcción social del género, o proceso de socialización genérica, se origina desde el momento
en que el/la agente de salud, en el momento de nacimiento (o incluso a partir de las ecografías de em-
barazo) establece un sexo u otro. A partir de ese dato se montan una serie de expectativas asociadas
al sexo produciendo y reproduciendo roles y estereotipos de género. A medida que cada persona cre-
ce, la educación se encarga también de fijar estos roles y estereotipos. Cada una de las instituciones
que recorremos a lo largo de la vida nos va dando pautas de esto.

¿Qué juguete solemos regalar a las niñas? ¿Qué color de ropa elegimos para los nenes y para las
nenas? ¿Qué cuentos o historias solemos contarle a los niños? ¿Y a las niñas? ¿Qué solemos decir
cuando un niño llora? ¿Y cuando una niña juega a embarrarse o trepar árboles? Pensemos qué otras
preguntas podemos formular para pensarnos críticamente.

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Roles y estereotipos de género

¿De qué nos hablan estas imágenes?


Lo que aprendemos a través de la socialización de género va a repercutir en cómo nos comportamos,
sentimos, pensamos en el cotidiano, cómo somos mujeres y varones, y va a impactar en las desigual-
dades que se establecen en nuestra participación en la sociedad.

A lo largo de la vida, ejercemos distintos roles: somos estudiantes, trabajadores, trabajadoras, profe-
sionales, docentes, amigues, parientes, etc. Como vimos en el proceso de socialización genérica, la

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forma de desempeñar estos roles se aprende, pero también varía con el tiempo y el momento histó-
rico social. ¿Cómo era ser niñe para sus abuelos? ¿Se esperaba que la mujer trabaje en los años ’40?
¿Era socialmente aceptado que un padre cambie los pañales de su hije hace 30 años?

Nuestro entorno -inmediato y general- nos enseña a cumplir determinados roles y lo hace aprobando
o sancionando nuestra conducta según se adecue, o no, a lo que se espera de nosotres. La manera
de comportarse como varones y como mujeres es algo en lo que la sociedad nos educa apenas na-
cemos.
9
Aprendimos que, según el sexo, se define de manera dicotómica que los varones deben ser fuertes,
intrépidos y valientes y las mujeres frágiles, retraídas y miedosas. Por tanto, se espera que los varo-
nes tengan la capacidad para dirigir, mandar y gobernar. Y las mujeres, la disposición para obedecer,
acompañar, atender y cuidar a las demás personas. El mundo público para ellos, el mundo privado
para ellas.

Los estereotipos de género son justamente estas atribuciones binarias que se dan a cada persona y
que descansan en el imaginario social. Son modelos que se imponen como únicos, lo cual restringe
y limita la posibilidad de expresión de la diversidad, y deja por fuera la complejidad y heterogeneidad
de las personas. Dentro de esas pautas transmitidas, que son entendidas como “naturales”, se repro-
ducen las estructuras de poder y opresión entre las personas.

Por lo general estos estereotipos son rígidos e inflexibles. A su vez, generan una presión y un manda-
to social para cumplir con lo que establecen, por ejemplo, la expectativa de que una mujer debe ser
madre o nunca será una mujer “completa”; o bien, que un hombre es quien debe sostener económica-
mente al hogar sino no es lo suficientemente “hombre” y será visto como un “mantenido”.

La pregunta es ¿qué pasa con las mujeres y varones que no se adecúan dentro de ese molde? O mejor
dicho, ¿cómo podríamos poner en tensión y reflexionar críticamente acerca de esos estereotipos?

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¿Sabías que el Estado y sus agentes tienen un compromiso ineludible de incidir


y fomentar relaciones igualitarias entre las personas? Existe en nuestro país
la Ley 26.150 (mencionada en la clase anterior) que tiene entre sus objetivos
“Asegurar la igualdad de trato y oportunidades, la no discriminación y un acceso
igualitario a la Educación Sexual Integral..” para todes les niñes y jóvenes desde
el nivel educativo inicial.
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Identidad de género
Llegado a este punto, seguramente estén pensando: ¿Todo lo que somos está atravesado por el géne-
ro? Y la respuesta es indudablemente: SÍ. A partir de esto es que cobra mucha relevancia el concepto
de identidad de género, pues es en gran medida, la identidad que tenemos, que mostramos, que nos
asignan, que habla de nosotres mismes en todos los ámbitos.

Para empezar con este concepto les proponemos la siguiente pregunta: ¿se sienten identificades con
el género que les asignaron al nacer? Les traemos un video donde un grupo de adolescentes nos habla
sobre cómo se sienten y cómo se autoperciben.

Recurso audiovisual Pibxs.

La identidad de género refiere a la “vivencia interna e individual del género tal como cada persona la
siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo
la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función cor-
poral a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente
escogido. También incluye otras expresiones de género como la vestimenta, el modo de hablar y los
modales” (Artículo 2 de la Ley 26.743, sancionado el 9 de mayo de 2012 y reglamentada el 2 de julio
de 2012).

Todas las personas tenemos la posibilidad y el derecho de realizar la transición al género


con el que nos autopercibimos.

Si tenemos alguna cercanía con la idea de identidad de género solemos pensar que solo las personas
que desean cambiar lo que les fue asignado al nacer la poseen. Pero como ya lo venimos viendo,
todes tenemos una identidad de género que se construye a lo largo de nuestras vidas. Si frente a la
formulación de la pregunta del comienzo, la respuesta es que existe una identificación con el género
que te asignaron al nacer, entonces estamos hablando de personas cis-genero. Si, por el contrario,
no hay una correspondencia con el género que te asignaron al nacer, estamos hablando de personas
trans- género. También existen persona que, como vimos en el video, no se sienten identificada con
ningún género: no binarie, o bien alguien que se perciba como género fluido.

El debate sobre la “identidad de género” en nuestro país tomó mucha relevancia frente la promulga-
ción de la ley. De aquí que posiblemente para las personas cis puede no haber cambiado mucho su
realidad, pero el desconocimiento legal de la identidad propia es la base para muchas desigualdades
y violencias.

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Es importante saber que muchas personas de los colectivos LGBTTTIQ+ son excluidas y discrimi-
nadas a causa de su orientación sexual o identidad de género en espacios laborales. En contextos
desfavorables la visibilidad de la orientación sexual, la identidad y la expresión de género ocasiona
disminución de oportunidades, situando a estas poblaciones a situaciones de riesgo para subsistir.

Expresión de género
11
Las expresiones de género refieren a la vestimenta, el modo de hablar, el lenguaje, la apariencia, ges-
tos, actitudes o construcciones de género socialmente asociadas a masculinidades o a feminidades
culturalmente establecidas.

No necesariamente las personas se sienten cómodas con las formas y expresiones preestablecidas
para el género con el que se identifican.

Cada persona, en su experiencia y vivencia personal puede elegir de qué manera puede expresar su
género sea en sus modos de hablar, en la forma en la que se viste, en cómo usa su pelo e incluso en
sus características corporales.

Esto quiere decir que una persona (sea trans o cis) puede elegir tener el pelo largo o corto, vestirse de
tal o cual manera o realizarse cirugías sin que esto ponga en cuestión su identidad de género. Escindir
estas dos ideas que durante muchas décadas estuvieron asociadas nos ayuda a ser más atentos/as
y amigables con las experiencias y vivencias de las otras personas, sin juzgarlas por cómo viven sus
cuerpos.

Orientación sexual
Cuando hablamos de orientación sexual podemos utilizar la definición que nos dan Los Principios de
Yogyakarta (vistos en la clase 1): “es la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción
emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo o de su mismo género, o más
de un género, así como a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas”

Entonces, esta atracción afectiva, erótica y sexual tiene múltiples formas de expresarse, tantas como
personas en el mundo hay. Por lo que venimos diciendo, la construcción de la sexualidad también
es una dimensión del género. En consecuencia, también implica entonces una ruptura con las ex-
pectativas sociales, roles, estereotipos cuando no se práctica una orientación no heterosexual. Hay
personas heterosexuales, personas homosexuales, personas bisexuales, entre otras posibilidades.

La heterosexualidad hace referencia a la atracción entre varones y mujeres. Las mujeres que sienten
atracción hacia otras mujeres se reconocen como lesbianas, y cuando los varones se sienten atraídos
por otros varones se denominan gays. Las personas bisexuales sienten atracción por los varones y
las mujeres.

La orientación sexual puede cambiar o mantenerse igual a lo largo de la vida de una persona. Es
importante que cada quien pueda elegir con libertad cómo se define y cómo se nombra y que respe-
temos esta decisión sin patologizar.

Les invitamos a conocer la siguiente página Libres e Iguales.

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Masculinidades
En el entramado de la construcción personal del género, compartimos este apartado particular desti-
nado a pensar la masculinidad hegemónica. Cuando decimos esto nos referimos a aquella construc-
ción de género que ostenta el poder por sobre otros géneros por las atribuciones personales y socia-
les de su construcción de género. La masculinidad hegemónica refiere a un varón cis, heterosexual,
“macho” lo llamamos coloquialmente. Este modelo se sostiene en un deber pertenecer al que nadie
puede responder al 100%. 12
“Está relacionada con la voluntad de dominio y control, es un relato construido sociohistóricamente,
de producción ideológica, resultante de los procesos de organización social de las relaciones mujer/
hombre a partir de la cultura de dominación y jerarquización masculina” (Bonino)

Esta masculinidad es medida a través del cumplimiento de determinados mandatos:

Ser proveedor (Especialmente en lo económico a nivel de la Familia; tiene gran importancia


el trabajo remunerado)

Ser protector / valiente / fuerte (Especialmente respecto de la Mujer y los Niños/as)

Ser independiente (Refiere a los distintos tipos de autonomía)

Ser potente / viril / heterosexual

Ser procreador (Paternidad)

Es una forma de ejercer la masculinidad que apela a NO SER, es decir, que para ser un varón hegemó-
nico no se debe tener rasgos femeninos ni infantiles ni homosexuales (Olavarría). Hay una superiori-
dad por sobre las mujeres (y los varones menos “masculinos”) y esta jerarquización es respetada sin
cuestionamiento. El ejercicio y construcción de la masculinidad hegemónica es, en todas las veces, la
base para la desigualdad y la violencia hacia otras personas.

Actualmente podemos escuchar el concepto de deconstrucción ligado a masculinidades, en plural,


para diferenciarse de la masculinidad hegemónica. Como ésta es un constructo histórico sociocultu-
ral también se puede desandar, pero al estar tan intrincado, es un trabajo que se debe dar continua-
mente cuestionándose los privilegios que ser varón en la sociedad en la que vivimos atribuye sólo
por el hecho de ser varón. Esta revisión identitaria debe ser individual y colectiva. Así como dentro
del movimiento de mujeres y el colectivo LGBTTTIQ+ se producen debates continuamente, es parte
necesaria para el cambio de paradigma que los varones también puedan darse estos debates dentro
de sus ámbitos.

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Eje 2 – ¿Qué es eso que llamamos “Patriarcado”?


Durante el desarrollo anterior, abrimos la puerta a pensar que la forma en que nos concebimos, actua-
mos, decidimos, cómo construimos nuestra identidad, no es un proceso natural signado por nuestra
biología, y tampoco individual, sino que responde a un contexto social, político económico. A conti-
nuación, estudiaremos cómo se ordena ese sistema, cómo se regulan los géneros, cómo se escon-
den las desigualdades y violencias.
13
Cuando decimos patriarcado referimos al sistema social, político, cultural y económico en el que
vivimos, que se basa en la supremacía de los varones y su capacidad de ejercicio del poder como
autoridad.

Esta forma de organización social reproduce un modelo conforme al cual los varones son ubicados
en posiciones de privilegio respecto de las mujeres y otras identidades, y así se establecen relaciones
asimétricas de poder que benefician a unos sobre otras. Esto constituye una situación de injusticia
y falta de equidad que está en la base de las diferentes formas de violencia contra las mujeres. Este
orden está naturalizado y socialmente legitimado.


Para Diana Maffia,, el patriarcado, como forma de violencia sobre las muje-
res está basado

en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de


los varones sobre las mujeres, del marido sobre la esposa, del padre sobre

la madre y los hijos e hijas, y de la línea de descendencia paterna sobre la
materna (2004)6

A esto podemos traer como ejemplo, la revalorización de figuras como Juana Azurduy o María Reme-
dios del Valle, cuyas hazañas no fueron reconocidas hasta hace poco tiempo.

¿Qué mujeres de la historia podés traer a tu memoria que consideres que no han sido reconocidas
verdaderamente?

Les invitamos a ver el siguiente Recurso audiovisual que explica de forma sencilla qué es el Patriar-
cado y aborda su diferencia y relación con lo que llamamos “machismo”: El Patriarcado, Caja de
Herramientas

Heteronormatividad y cisnormatividad
Para comprender cabalmente la estructura social que llamamos patriarcado, es necesario también
que le demos nombre a la estructura social que se conforma en base a las violencias y opresiones a
identidades trans y no binarias, y orientaciones sexuales no heterosexuales.

6 La concepción del poder desde las mujeres. Foro de líderes mujeres políticas de Latinoamerica. Buenos
Aires. Hannah Arendt. 2004

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La heteronormatividad refiere al hecho de dar por supuesto que todas las personas son heterosexua-
les. Esta fijación de roles, identidades y conductas heterosexuales va de la mano con el rechazo y
la violencia que conlleva no adecuarse a la orientación sexual, la identidad de género que se espera
según el sexo asignado al nacer.

Llamamos cisnormatividad al sistema que estructura las expectativas, las prácticas y las institu-
ciones sociales sobre el supuesto de que todas las personas son cis(género), es decir que aquellas
que en base a sus genitales fueron asignadas al sexo masculino al nacer son varones y que aquellas
14
personas que nacieron con vulva serán mujeres.

Tanto una como otra son normas que el patriarcado da por sentado produciendo prejuicios y discri-
minaciones que expresan rechazo a la comunidad LGBTTTIQ+ ¿Escucharon hablar de la homofobia,
la transfobia, la lesbofobia, la bifobia? Es muy importante entender que no son fobias como se carac-
teriza a la fobia como problema de salud mental por lo que organismos internacionales y activistas
LGBTTTIQ+ recomiendan el uso de términos como “expresión de discriminación por orientación se-
xual, identidad de género y/o diversidad corporal”.

División sexual del trabajo


A continuación, nos interesa particularmente abordar el impacto que tiene esta estructura social en
el mundo del trabajo y por lo tanto en la estructura económica de la sociedad en la que vivimos. De
esta forma, buscamos mostrar que el debate sobre el patriarcado, la heternormatividad y la cisnor-
matividad no es solo un debate de ideas, sino que tiene un impacto material muy real en la vida de
las personas.

Cuando hablamos de división sexual del trabajo, nos referimos a cómo se distribuyen las tareas entre
varones, mujeres y otras identidades no binarizadas, cómo se reparte el trabajo en la sociedad en fun-
ción del género, es decir, quién hace qué cosas. ¿Quién cocina? ¿Quién cuida? ¿Quién es la persona
que toma decisiones? ¿Cuál es la tasa de desempleo de mujeres? ¿Y de varones?

Es útil entonces que sepamos que existen dos categorías para clasificar los trabajos:

Trabajo Remunerado: Caracterizado por realizarse en el mundo público, necesita de formación o pre-
paración previa, se le da un valor económico y un reconocimiento social. Dentro de esta categoría,
podemos pensar los trabajos de producción, tanto de bienes materiales como de servicios.

Trabajo No Remunerado. Éste se suele realizar en la esfera de lo privado. Se considera que quienes
realizan estas tareas nacen con las capacidades para hacerlo. No cuenta con un rédito económico ni
una visibilización social, aunque sin estos, no se podría sostener el sistema social. Estos trabajos se
los considera como de reproducción, de cuidados y sostén social.

Tenemos que aclarar que también existen tareas de cuidado que son remuneradas.

¿Cocinar todos los días en casa o en un merendero es un trabajo socialmente valorado? ¿Cuidar de
adultes mayores y niñes en el cotidiano es valorado económicamente? ¿Quiénes son las personas
que mayormente se preparan para ser enfermeres o docentes? Estas tareas están asociadas gene-
ralmente a las mujeres. Es decir que la división sexual del trabajo da por natural la “feminización” de
los cuidados y tareas reproductivas, y por otro lado, la “masculinización” de la producción establece
el predominio de los varones en el mundo laboral.

En los últimos años, por las condiciones económicas que atravesamos, tanto hombres como mujeres
debemos salir a trabajar, pero ¿esto implica que hay una redistribución de las tareas? En algunos cen-

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tros urbanos y de determinada posición económica, esto se puede dar pero esto no implica pensar
que esta cuestión estuviera zanjada. Este fenómeno se llama Doble o triple jornada laboral, mujeres
que salen al mercado laboral, cumplen tareas domésticas y de cuidado e incluso cumplen un rol so-
cial de activismo.

¿De qué trabajos se ocupa cada uno y cada uno en nuestra sociedad? ¿Cuántas mujeres ingenieras
conocés? ¿Cuántos hombres secretarios? ¿Y mujeres albañiles o electricistas? ¿Cuántos maestros
de nivel inicial viste en tu vida? ¿Cuántas mujeres son chofer de colectivo? ¿Cuántos hombres se em-
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plean como niñeros? ¿Cuántas mujeres ocupan cargos de mayor jerarquía tanto en el sector público
como en el privado?

Para seguir pensando esto, podemos traer el concepto de uso del tiempo, que refleja, que aún en los
casos donde hay una mejor redistribución de las tareas de cuidado, sigue siendo la mujer quién ocupa
más tiempo pensando en qué hay que hacer en el día, que compras o cuándo alguien tiene que ir a
un control médico.

Cuando se habla de brecha de género en el ámbito laboral se hace referencia a esta desigualdad que
se evidencia en el salario. Las mujeres cobran menos por ejecutar la misma tarea que un compañero
varón. Por otra parte, las profesiones a las que se dedican en mayor medida suelen ser las peores
pagas. Ambas situaciones hacen que en la actualidad las mujeres perciban aproximadamente un 30%
menos que los varones. Ese porcentaje se llama brecha salarial.

Les invitamos a ver los siguientes ejemplos de Argentina:

Recurso audiovisual: Eso que llaman amor es trabajo no pago

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Para completar el mapa de la división sexual del trabajo, podemos pensar ¿cuántas travestis y trans
hemos visto en ámbitos de trabajo formal? ¿cuántas personas no binarias transitas espacios de for-
mación profesional? No existe un registro exhaustivo de esta situación, pero a modo ilustrativo, po-
demos decir que en la investigación realizada en La revolución de las mariposas, que encuestó una
muestra de población travest-trans de la Ciudad de Buenos Aires, casi el 90% de las personas encues-
tadas declaraban no estar insertas en el mercado formal de trabajo. Estas cifras son alarmantes y
muestran una vez más, que la cisnormatividad tiene un impacto material muy tangible.
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Para completar el mapa de la división sexual del trabajo, podemos pensar ¿cuántas travestis y trans
hemos visto en ámbitos de trabajo formal? ¿cuántas personas no binarias transitas espacios de for-
mación profesional? No existe un registro exhaustivo de esta situación, pero a modo ilustrativo, po-
demos decir que en la investigación realizada en La revolución de las mariposas, que encuestó una
muestra de población travest-trans de la ciudad de Buenos Aires, casi el 90% de las personas encues-
tadas declaraban no estar insertas en el mercado formal de trabajo. Estas cifras son alarmantes y
muestran una vez más, que la cisnormatividad tiene un impacto material muy tangible.

Perspectiva de género e interseccionalidad7


A modo de síntesis y para ir finalizando esta clase, podemos decir que la perspectiva de género es un
marco conceptual necesario para la elaboración de propuestas antidiscriminatorias en el conjunto de
programas, proyectos, planes y soluciones normativas, jurídicas, educativas y comunicativas destina-
das transformar las desigualdades.

Y si bien en esta clase nos centraremos en las desigualdades basadas en el género, es importante sa-
ber que existe una variedades de determinaciones que constituyen el lugar de poder de cada sujeto y
que se intersectan con el género, tal como es la raza, la clase social, la edad, la belleza, discapacidad,
entre otras. Estos distintos determinantes hacer a diferentes lugares y condiciones de vulnerabilidad
que se suman a la cuestión de género. Podemos pensar a una persona con diferentes cruces de vul-
nerabilidad que generan mayores niveles de inequidad en su acceso a derechos a una vida libre de
violencias.

7 Esta mirada se inició con el movimiento de mujeres afrodescendientes que consideraban que la categoría
de mujer no podía abarcarlas al igual que a las mujeres estadounidenses de clase media y blancas, dando a
entender que existen otras opresiones y formas de dominación que las afectaban a ellas como parte de la
comunidad negra en EEUU.

En desarrollos latinoamericanistas, se promovió al “triada de las opresiones “ raza- clase- género para compleji-
zar las experiencias en Brasil principalmente, cuando un feminismo blanco ignoraban las necesidades de estos
colectivos. Es nuevamente, un llamado al cuestionamiento de los privilegios que podemos tener a la hora de
pertenecer o no a determinado grupo.

El desarrollo de este paradigma teórico permitió visibilizar las experiencias que tanto las personas atravesa-
mos, desde cuestiones de identidad de género, orientación sexual, educación, clase social, recursos económi-
cos, migración, raza-etnia, franja etaria, discapacidades mentales o motoras, entre otras.

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Las personas, a nivel individual, no encajamos de manera nítida en una úni-
ca categoría, sino que nuestras vidas transcurren en relación a identidades,
privilegios y formas de opresión étnicas, funcionales, sexuales y de género
interconectadas que no pueden abordarse de manera individual. Por ejemplo,
una mujer negra heterosexual de clase media alta vivirá como mujer, como
persona no blanca, como persona heterosexual, pero como persona de clase
media alta no se puede obviar que, al mismo tiempo, es víctima de opresión
debido a la interacción de esas identidades. En otras palabras, las identida- 17
des sociales no son acumulativas, sino interseccionales. Es decir, no es una
suma de categorías, sino que es el entrecruzamiento de estas lo que favo-
rece la desigualdad estructural. Estos son los contextos en que los daños
interseccionales ocurren: las desventajas interaccionan con vulnerabilidades

preexistentes, produciendo una dimensión diferente de desempoderamiento
(Crenshaw, 2002).

Para quienes gusten, recomendamos la siguiente entrevista a la referenta activista travesti Amancay
Diana Sacayan, cuyo relato está atravesado por esta mirada interseccional trabajada en este último
apartado.

Reflexiones finales
A lo largo de la clase trabajamos una secuencia de conceptos e ideas con el objetivo de visibilizar las
desigualdades y comenzar a plantear las formas en que se manifiestan las violencias por razones
de género, entendiendo que no responden al orden “natural”, sino que refieren a cuestiones sociales,
políticas, decisiones humanas, personales y colectivas. No estamos condenades por la “naturaleza”
a vivir en una sociedad plagada de injusticias, sino, contrariamente, tomamos un compromiso con
la sociedad toda para revertir siglos de vejámenes, en función de construir un mundo con igualdad y
justicia social. En la próxima clase trabajaremos centralmente los distintos tipos y modalidades de
violencias por razones de género.

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Bibliografía sugerida

Mattio E. ¿De qué hablamos cuando hablamos de género?

https://programaddssrr.wordpress.com/sexualidad-genero-y-poder/

La revolución de las Mariposas. A diez años de la gesta del nombre propio. 18

https://www.mpdefensa.gob.ar/publicaciones/la-revolucion-las-mariposas-a-diez-anos-la-gesta-
del-nombre-propio

Masculinidad hegemónica e identidad masculina. En: Dossiers feministes, ISSN 1139-1219, Nº 6,


2002 (Ejemplar dedicado a: Masculinitats: mites, de /construccions i mascarades), págs. 7-36

Barrancos D. Mujeres, entre la casa y plaza.

https://www.clio.fahce.unlp.edu.ar/article/download/clion13a13/5125/

Reguant. D. Patriarcado. Síntesis. Barcelona. 2007

Stolke V. La mujer es puro cuento.

http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0104-026X2004000200005

De la Ley a la práctica. Conceptos desde un paradigma igualitario.

https://www.desarrollosocial.gob.ar/wp-content/uploads/2015/08/5.-De-la-Ley-a-la-pr%C3%A1c-
tica-cuadernillo.pdf

Viveros Vigoya M. La interseccionalidad una aproximación situada a la dominación.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6047763

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