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Pasó nuestra primera semana, estuvimos presentándonos en el primer Foro y aprovechamos para
conocernos un poco entre todas/os. Damos por iniciados los intercambios que nos mantendrán
comunicadas/os entre mensajes, noticias, clases, foros, lecturas y reflexiones.
Se habrán dado cuenta que en el curso hablamos, escribimos, nos comunicamos, utilizando un
lenguaje que se propone ser más inclusivo, por eso hablamos de “nosotras y nosotros”, “las y los
estudiantes”, "las/os alumnas/os", etc. Entendemos que el lenguaje y las palabras construyen
realidad y la hacen visible o la invisibilizan. Sabemos que dependiendo de cómo usamos el lenguaje
muchas veces se producen situaciones de discriminación o exclusión. Por eso, creemos que usar un
lenguaje no sexista y que se salga de lo heteronormativo -donde la heterosexualidad no sea la
norma-, es clave para aportar al desarrollo de infancias, adolescencias y juventudes libres de
violencia y de estigmas. El lenguaje se encuentra en permanente revisión y cambio, y la Educación
Sexual Integral es una puerta para incidir en un debate que no está cerrado, que cuestiona el
androcentrismo -el hombre/varón como centro del mundo- y la necesidad de visibilizar la
diversidad existente, nombrándola.
Para ampliar sobre la temática de lenguaje inclusivo recomendamos leer la Guía de lenguaje
igualitario y no sexista en la HCDN, páginas 18-36 y 57-59. Donde, entre otras cuestiones, se
profundiza y ejemplifica diversas formas de evitar el sexismo en el lenguaje.
Educar en la diversidad no es algo tan fácil de lograr porque históricamente la diversidad sexual se
ha venido construyendo en un marco de vulneración de derechos, de desigualdad, de silencios,
prejuicios y rechazos que en el presente dificultan las posibilidades de valorarla y celebrarla.
Incorporar y hacer efectivo el principio de respetar las diferencias en el campo de la sexualidad, a
pesar de los importantes avances que se han venido dando, sigue siendo un desafío para las
instituciones educativas y para la sociedad en su conjunto.
Seguramente quienes formamos parte del sistema educativo, hayamos llevado adelante alguna
propuesta vinculada con la ESI o no, nos hemos hecho estas preguntas en algún momento. Para
poder empezar a construir una respuesta significativa, transformadora, donde la dimensión
pedagógica no quede separada de las historias de vida de quienes hacemos los institutos y escuelas
todos los días, las propuestas de ESI que implementemos deben incorporar los siguientes objetivos:
Tenemos que plantear estrategias de trabajo y acciones claras que propicien el respeto y
la valoración positiva de todas las personas, sea cual sea la orientación sexual, la
expresión y/o la identidad de género.
Necesitamos contribuir para que en los espacios educativos todas las personas tengan la
libertad de poder expresar su orientación sexual, expresión o identidad de género sin
sufrir violencia, ni sentir temor a ser discriminadas o estigmatizadas. No nos olvidemos
que la heterosexualidad no es la única orientación sexual.
Desde hace un largo tiempo, en muchas sociedades incluida la nuestra, la sexualidad de los seres
humanos se organiza a partir de una estructura binaria que clasifica a las personas bajo las
categorías varones y mujeres. Esta forma particular de organización social es presentada como algo
que se define sobre la base de la biología y es asumida como “natural”. El sexo es asignado al nacer
-basándose en nuestra genitalidad- y, en nuestra sociedad, determina si las personas son mujeres o
varones. Esta definición influye en la mayoría de aspectos de nuestra vida como el trabajo, la
economía, el parentesco, la sexualidad, entre otras dimensiones de la vida humana.
El concepto “estructura binaria” hace referencia a una particular manera de clasificar a las
personas de un modo excluyente. El sistema de géneros, pensado desde el binarismo,
establece dos formas opuestas, que son complementarias y a su vez están desconectadas.
Esta estructura binaria de lo femenino y lo masculino, instituye la diferencia sexual
anatómica -genital principalmente- como “natural”. Desde esta concepción existe una
frontera cultural, que se presenta como infranqueable e impide que las personas transiten
libremente de un lado a otro de los extremos de esta estructura.
Uno de los principales problemas de las miradas binarias y esencialistas -que consideran que las
personas nacemos varones y mujeres- es que vinculan a la diferencia sexual genital de manera
lineal con la identidad de género y el deseo sexual y afectivo.
De acuerdo a este esquema, definido como heteronormativo y cisnormativo, una persona que nace
con vulva está destinada a identificarse con el género femenino y a sentirse atraída por varones.
Mientras que una persona que nace con pene, portará una identidad de género masculina y deberá
sentirse atraída por las mujeres. En la clase 2 desarrollaremos en profundidad los conceptos de
heteronormatividad y cisnormatividad, pero nos parece importante que tengan una idea previa.
Cuando hablamos de heteronormatividad, nos referimos al sistema que instala la noción de que
Si observamos este esquema con detenimiento, notaremos que esconde un gran entramado de
desigualdades que se sostienen y se justifican porque se asumen como parte de la naturaleza.
Seguramente podremos encontrar ejemplos históricos o actuales –como el racismo– en los que se
busca dar una explicación a lo injusto de manera reduccionista, basándose en que es lo “natural” o
“esencial”. Cuando se plantean las diferencias en esos términos, se afirma que son siempre así
(esenciales) y son así en todos lados (universales).
Las miradas esencialistas, afirman que la identidad de género y el deseo sexual ya están
determinados desde la naturaleza. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, otras
voces comenzaron a cuestionar fuertemente esas miradas sobre los cuerpos y desarrollaron lo que
se denomina un planteo constructivista de la sexualidad.
Las agrupaciones de mujeres, feministas, gays, lesbianas, trans y travestis vienen planteando, desde
el activismo, la investigación científica, la educación, el Estado y las políticas públicas, que las
relaciones sexuales son básicamente relaciones sociales y que, como tales, están atravesadas por
vínculos de poder. Numerosos estudios antropológicos e históricos pusieron en evidencia que cada
sociedad construye los vínculos de parentesco y las relaciones sexo-afectivas de formas muy
diversas. Para resumir, la mirada constructivista considera que el esquema del cuadro 1 (más
arriba) es un modo, no el único, entre muchos otros posibles, de organizar los cuerpos “sexuados”.
El concepto de cuerpos sexuados refiere entonces a la dimensión subjetiva de la sexualidad,
involucra nuestro cuerpo, nuestro conocimiento, la posibilidad de comunicarnos con otros y otras,
de sentir y brindar placer.
En esta misma línea, las tareas y funciones asignadas a cada persona según la genitalidad con la que
nace responden a una división sexual que se construye culturalmente y se emparenta falsamente
con esta idea de naturaleza. Sin negar que existen las diferencias anatómicas, debemos tener en
mente, que esto no deriva necesariamente en la existencia de roles sociales ni formas de ser o
sentir específicas que estén determinadas por el cuerpo. Esto es lo que llamamos la construcción
del género.
Pero antes, ¿qué es el género? El concepto de género nos habla de relaciones de poder desiguales
entre las categorías históricas: masculino y femenino. El género, abarca el conjunto de ideas,
representaciones y prácticas que se esperan e imponen a las personas. En nuestras sociedades, el
género se define de manera binaria o dicotómica, esto significa que se aceptan socialmente dos
géneros. Entonces, la sociedad, a través de sus instituciones -la familia, la escuela, las instituciones
educativas, relaciones con pares-, establece patrones de conducta para cada uno de los sexos y
para las formas en que deben relacionarse. Esto se refuerza a lo largo de la vida a través de
mensajes, reglas y normas institucionales que distribuyen los roles y comportamientos esperables
en mujeres y varones.
Si bien estas estructuras culturales son históricas también son dinámicas. Un ejemplo del
dinamismo lo encontramos en algunas prendas de vestir, como los zapatos de taco, los pantalones
apretados, las pelucas, que durante el Siglo XVII eran símbolo de masculinidad y luego fueron
reconfiguradas como símbolos de femeneidad.
Género: son las diversas prácticas, roles y capacidades promovidas y esperadas de forma
diferencial a partir del sexo asignado al nacer. El género refiere a atributos que no son
naturales e individuales sino producto de una relación social de poder construida
históricamente a partir de las nociones de masculinidad y feminidad.
Todas las personas estamos atravesadas por el género. Este sistema sexo genérico está tan
profundamente instalado en nuestras vidas que muchas de nuestras decisiones, nuestras maneras
de pensar y formas de actuar dependen del género y su correspondencia o no al sexo asignado al
nacer. Por ejemplo, cuando le decimos a una nena “no seas machona” o cuando afirmamos que
“los hombres no lloran”, detrás de estos enunciados excluyentes encontramos al sistema de género
binario.
Este sistema actúa desde antes de que nazcamos, cuando el/la profesional de la salud comunica el
sexo del embrión y se elige el nombre -de acuerdo con el abanico establecido para cada sexo-, la
ropa con una determinada paleta de colores y si llevaremos aritos en las orejas o no. Todas estas
pequeñas acciones van conformando estereotipos sobre cómo debe ser un varón y cómo debe ser
una mujer. Y estos estereotipos de género muchas veces son el fundamento para decorar las
habitaciones de los hijos y de las hijas, para elegir sus juguetes, películas o juegos de roles. Lejos de
terminar en la niñez, se reproducen durante toda la vida. Por ejemplo, el entrenamiento
diferenciado para varones y mujeres, en fuerza y resistencia, produce y reproduce las ideas de
“sexo débil” y “sexo fuerte”. Es importante tener en cuenta que, en las relaciones de género, donde
los varones cis -aquellos que se identifican con el sexo masculino, asignado al nacer- ocupan un
lugar dominante y las identidades feminizadas, no solo las mujeres cis -aquellas que se identifican
Estas prácticas diferenciadas están tan fuertemente instaladas que muchas veces son consideradas
como naturales. Por ello, a este proceso en el que se asimilan las categorías de género y sexo se lo
denomina “naturalización”.
A partir de estas categorías podemos comprender mejor por qué no siempre son bien vistos tanto
la chica a la que le gusta jugar a la pelota, como el chico que prefiere la lectura a la carrera de autos
o que elige dejarse el pelo más largo que el resto de sus compañeros. Este chico y esta chica eligen
algunas opciones que no se corresponden con lo que se espera de alguien por ser varón o por ser
mujer. La manera en que nos presentamos ante los demás se denomina expresión de género.
Todas las personas tenemos una forma de expresar cómo vivimos el género que es independiente
de la orientación sexual y la identidad de género.
Expresión de género: este concepto hace referencia a cómo cada persona manifiesta el
género. Puede incluir la forma de hablar, las modificaciones corporales, el modo de
vestirse, el comportamiento personal, entre otros aspectos. La expresión de género es
independiente de la orientación sexual y la identidad de género.
En esta clase vimos que, durante siglos, fuimos socializados/as como varones y mujeres, y
educados/as siguiendo modelos de masculinidad y de feminidad pensados como pertenecientes a
un “orden natural”. Aprendimos que se definió de manera binaria, basándose en el sexo asignado al
nacer, que los varones debían ser fuertes, audaces y valientes y las mujeres, frágiles, tímidas y
temerosas. Ese repertorio de cualidades para unos y otras era diferente y opuesto; así, de los
varones se esperaba que tuvieran la capacidad para dirigir, mandar y gobernar, y de las mujeres, la
disposición para obedecer, acompañar y atender y cuidar a las demás personas.
Pensando en sus institutos, y teniendo en cuenta lo visto a lo largo de clase sobre los
conceptos sexo, género y expresión de género: ¿qué procedimientos o normativas (que se
encuentren escritas o se sostengan por medio de la costumbre) dan cuenta de lo
permitido y lo no permitido en la institución? ¿Esas formas de proceder, actitudes y
normas son iguales para todas las personas más allá de su identidad de género y
orientación sexual? ¿Por qué les parece que son o no son iguales?
Las diferencias sexuales -de orientación, de expresión y de identidad de género- están atravesadas
por relaciones de poder que se sostienen desde las distintas instituciones, a través de prejuicios y
estereotipos sobre lo masculino y lo femenino. Reflexionar acerca de este proceso nos permite
afirmar que existen muchas maneras de vivenciar la identidad y que cada persona tiene un modo
particular y único de expresar su género. Es importante remarcar nuevamente que la asignación
sexo genérica es realizada cuando nacemos, de manera independiente a nuestra vivencia interna.
Conocer esta categorización es un primer paso para comprender algunas de las violencias que
atraviesan las personas cuya experiencia se corre de esta asignación y de las expectativas de
género. Es importante que podamos habitar y/o acompañar estas trayectorias desde un marco de
derechos y respeto. Sabemos que los institutos y las escuelas pueden constituirse ámbitos
privilegiados para que así sea.
En esta primera clase pudimos ver que las categorías de sexo y género son importantes para
comprender cómo las sociedades y las culturas les van dando significado a las relaciones sociales,
los afectos, el deseo, las emociones, los mandatos respecto al cuerpo, los roles dentro de la
sociedad. Y de qué manera estas diferencias se han ido transformando en desigualdades sostenidas
Actividad
Compartimos en el FORO
Les pedimos vean el siguiente video, realizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación
y el Archivo Nacional de la Memoria, que rescata testimonios de activistas gays, lesbianas y trans,
sobre cómo fue su paso por la escuela y compartan en el foro una breve reflexión, considerando las
preguntas orientativas que proponemos:
https://youtu.be/EBtDHE-ItgU
Bibliografía de referencia
CTERA (2007). “¿Cuáles son los temas que componen la sexualidad? Educación sexual en las aulas,
una guía de orientación para docentes”. (Pág. 46-54) Buenos Aires.
Maffia, D. (2003). Sexualidades Migrantes. Género y Transgénero. Buenos Aires: Feminaria Editora.
Morgade, G. (2011). Toda educación es sexual. Introducción. Buenos Aires: La Crujía Ediciones.