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PONTIFICIA UNIVERSIDAD LATERANENSE

PONTIFICIO INSTITUTO JUAN PABLO II

PARA ESTUDIOS DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

SECCIÓN ESPAÑOLA

TESINA PARA ACCEDER AL TÍTULO DE

LICENCIATURA EN SAGRADA TEOLOGÍA

DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

LA FAMILIA CRISTIANA COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR


CONYUGAL: REFLEXIÓN DESDE AMORIS LAETITIA

Presentada por:

D. JUAN DAVID GARCÍA OCAMPO

Dirigida por:

VALENCIA, ESPAÑA 2017

1
FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA Y BÍBLICA
DEL AMOR

1.1. El ser humano creado por Amor y para el Amor


El amor es un sentimiento trascendental, que lleva a que el sentido
superior de la persona sea la donación al otro. Hay que tener en cuenta que
el ser humano es sociable por naturaleza, por lo que desde el punto de la
visión antropológica del amor el hombre busca siempre una compañía,
evitando la soledad.
La antropología cristiana recordó las escrituras del Antiguo
Testamento, que el hombre fue creado por amor, y que si este es imagen y
semejanza de Dios, entonces se puede aceptar que: “Dios es amor, y quien
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”. Precisamente, con
estas palabras, inicia la Carta Encíclica 1 Deus Caritas Est2, Benedicto XVI,
palabras tomadas de la Primera Carta de San Juan, y que sintetiza la
esencia de Dios y del mensaje que dejó la segunda persona de la Santísima
Trinidad: Su Hijo.
A través de esta Encíclica, Benedicto XVI, sitúa al amor en el centro
del mundo, ya que, a través de la historia de la salvación, el amor ha estado
presente, ya sea entre esposos, o en la misma relación que Dios tiene con el
hombre.

1
Las encíclicas son cartas solemnes sobre asuntos de la Iglesia o determinados puntos
de la doctrina católica dirigidas por el Papa a los obispos y fieles católicos de todo el
mundo.
2
La encíclica está articulada en dos grandes partes. La primera, titulada: "La unidad del
amor en la creación y en la historia de la salvación", presenta una reflexión teológico-
filosófica sobre el "amor" en sus diversas dimensiones -"eros", "philia", "ágape"-
precisando algunos datos esenciales del amor de Dios por el ser humano y del ligamen
intrínseco que ese amor tiene con el amor humano. La segunda, titulada: "Caritas, el
ejercicio del amor por parte de la Iglesia como "comunidad de amor", trata del ejercicio
concreto del mandamiento del amor hacia el prójimo.
2
Como lo indica Juan Fernando Sellés (2013), en su escrito
Trascendentalidad del amor personal humano. Un estudio sobre la
antropología de L. Polo:

“Ser réplica de Dios es la clave de la dignidad de la persona


humana. Notar esta semejanza divina en este carácter creatural de la
persona humana conlleva humildad. Soberbio es el que nada sabe
acerca de su ser personal íntimo. El soberbio se aísla, pero el
aislamiento personal es la negación del ser personal. Por tanto, en el
plano de la antropología trascendental la humildad es inseparable
del amor. También por eso, las relaciones personales amorosas
entre cualesquiera personas humanas dejan de serlo cuando se da
cabida a la soberbia.3”

El amor es la mejor definición del cristiano, ya que no hay otra


criatura sobre la tierra que albergue este sentimiento, siendo el amor un
sentimiento interpersonal, ya que se da a otros, siendo la esencia del ser
humano. Es tan natural el amor entre el hombre, que aunque no se nace con
él, se está en un proceso de búsqueda. Esto se demuestra desde la niñez,
cuando estamos buscando el cariño, amor y aceptación de los mayores.

Desde el nacimiento el individuo está destinado y hecho para el


amor, y una parte de esa existencia consiste en buscarlo y encontrarlo. Nos
sentimos perdidos, solos si nos deja. El amor nos ayuda a evitar, de esta
forma, la soledad. Es así, como Martín Gelabert Ballestar, O.P. (2007),
explica:
3
Sellés, J.F. 2013. Trascendentalidad del amor personal humano. Un estudio sobre la
antropología de L. Polo. Tópicos, Revista de Filosofía. Núm. 45. p. 235-268.
Universidad de Navarra.
3
“El amor se da entre dos seres distintos, iguales y diferentes.
Iguales, porque sin la igualdad el otro sería un objeto, una cosa para
mi servicio. Diferentes, porque sin la diferencia, en el otro sólo
encontraría un reflejo de mí mismo. En cualquiera de los dos casos,
la soledad no sería superada. En realidad, la androginia humana, no
como metáfora, sino en sentido estricto, es la destrucción del amor.
El deseo del otro no se traduce en necesidad de identificarme con
él, sino en comunicarle este deseo sin buscar que desaparezca en mi
misma identidad. Desear al otro es desear que el otro sea
verdaderamente otro.4”

Dios crea al hombre por amor, para hacerlo partícipe del resto de su
creación, y como Padre, está siempre cerca de sus hijos, con gestos y
hechos que llevan al hombre a buscar a Dios, a encontrar a Dios y a amar a
Dios con todas las fuerzas, como única respuesta adecuada a su amor, que
le lleva a entregar a su Único Hijo.
El hombre es espiritual por naturaleza, y muestra su afán por
comunicarse con dioses a través de ceremonias y ritos, tal como sucedía en
las culturas antiguas. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El
deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha
sido creado por Dios y para Dios”5, es decir, si Dios es amor, el hombre fue
creado por el mismo Amor, y para el mismo Amor. De Él venimos y hacia
Él vamos, porque como dejó escrito San Agustín en las Confesiones6 “nos

4
Gelabert Ballestar, M. 2007. Creados desde y para el amor. Veritas. Vol. 2. Núm. 16.
p. 9-24. Facultad de Teología San Vicente Ferrer. Valencia, España.
5
Catecismo de la Iglesia Católica, 27.
6
Entre las obras de Agustín, el libro Confesiones es uno de los más conocidos,
apreciados e influyentes. Escrito entre el 397 y 398, como una oración a Dios, es una
autobiografía donde el autor relata aspectos de su vida antes y después de su conversión.
4
hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse
en ti”.7

Dios ha creado al hombre, varón y mujer, a su imagen y semejanza y


dotado de una dignidad inviolable. Es un ser capaz de amar y de ser amado,
llamado precisamente al amor y no a la soledad. Por esta razón, sabiendo
que no es bueno que el hombre esté solo, 8 Dios crea a la mujer, para que le
ayude en su paso por la vida en el matrimonio, y sean una sola carne hasta
que la muerte los separe.9

Esto indica la naturaleza sociable del ser humano, que fue creado
para compartir con sus semejantes y no estar aislados. Así mismo, la
indisolubilidad de esa relación, que al convertir un solo cuerpo, se
convierte en unidad inseparable hasta que Dios los llame de este mundo.
Por último, está la procreación, como fin primordial de esa unión, donde
los hijos son la prolongación de la existencia, como el querer de Dios de
multiplicarse y poblar la tierra.

Se puede apreciar que desde La Creación tanto varón como mujer


son iguales en dignidad, ya que fueron creados a imagen y semejanza de
Dios, 10 pero al mismo tiempo ambos son distintos en su condición sexuada.

Y es así como se hacen complementarios, sirviéndose de ayuda entre


ambos, al hacerse una unidad de dos, exigiendo fidelidad exclusiva y
perpetua, abiertos al don de la fecundidad, pues el milagro de la vida desde
el momento de la concepción es otra muestra más del amor de Dios al ser
humano.

7
San Agustín. (2017). Las Confesiones. Madrid, España. Filosofía y Teoría Social.
Editorial Palabra.
8
Gn 2,18
9
Gn 2,24
10
Gn 1,26
5
El amor entre varón y mujer, y el matrimonio que esto conlleva, es la
imagen visible de amor entre Dios y el hombre, y a su vez muestra la
vocación que el hombre tiene de amar de amar al prójimo como nuevo
mandamiento, culminando con la unión eterna con Dios.

En el libro Amor y matrimonio11 de Eugenio Fenoy12 y Javier Abad13


(2001), los autores expresan, que la vocación al matrimonio tiene un origen
divino:

“Por ser creado a semejanza divina, tanto el hombre como la mujer


llevan inscrito en su propia naturaleza la vocación, la capacidad y la
responsabilidad del amor, de la comunión interpersonal y de la
entrega. El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser
humano”.14

El pecado original va a truncar esta amistad de Dios con el hombre, y


la relación entre varón y mujer. Así como el pecado trae la dolorosa
experiencia del mal, también altera las relaciones matrimoniales, pues

11
Los autores de este libro llevan a pensar sosegadamente en la visión optimista de la
institución matrimonial divina, llena de implicaciones sobrenaturales y de perspectivas
humanas. Es un libro especialmente interesante para quienes se preparan para casarse, y
para los esposos que desean ser más felices en su matrimonio.
12
Español, nacionalizado colombiano, Doctor en derecho canónico y médico.
13
Trabaja, desde su ordenación sacerdotal, en pastoral universitaria y matrimonial; tiene
una larga experiencia como capellán en los colegios de la Asociación para la Enseñanza
[ASPAEN], de la que fue Asesor Doctrinal. Como periodista, ha sido colaborador de
diversos diarios en Colombia: El Tiempo, La Patria, El País. Actualmente es columnista
habitual de El Heraldo de Barranquilla.
14
Fenoy, E. y Abad, J. 2012. Amor y matrimonio. Decimotercera Edición. p. 53.
Madrid, España. Editorial España.
6
como lo expresan Jorge Miras15 y Juan Ignacio Bañares16 en Matrimonio y
familia17 (2006):

“Las relaciones entre varón y mujer sufren tensiones y distorsiones


derivadas del desorden fundamental de la soberbia egoísta (que
incapacita especialmente para el don generoso de sí mismo y para
la comunión personal), y se ven amenazadas por la concupiscencia,
el espíritu de dominio posesivo, el deseo arbitrario, el agravio
recíproco, el temor y la debilidad, la discordia y la infidelidad.”18

Escriben los mismos autores que, a pesar de la caída, Dios sigue


acompañando al hombre durante toda la historia de la salvación,
representado en las Alianzas con el Pueblo Elegido 19, es decir, Israel, Noé,
Abraham, Isaac y Jacob:

15
Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y doctor en Derecho y en
Derecho Canónico en la Universidad de Navarra. Desde 1986 es profesor de Derecho
Administrativo en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra. Ha
dirigido, junto con otros autores el Comentario Exegético al Código de Derecho
Canónico, del que ya hay publicadas tres ediciones y está traducido al inglés. Ha escrito
además diversos artículos en revistas especializadas.
16
Licenciado en Filosofía e Historia de la Educación por la Universidad Central de
Barcelona y Doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra, donde es
Profesor de Derecho Matrimonial desde 1984. Es subdirector del Instituto de Ciencias
para la Familia, de la misma Universidad, y desde su ordenación en 1979 ha trabajado
con la juventud universitaria.
17
Este breve Manual ofrece, en sus 15 lecciones, una introducción sintética a los temas
fundamentales sobre el matrimonio y la familia en la revelación cristiana. Los autores
muestran razonadamente, a la luz de las enseñanzas más recientes del magisterio
eclesial, la profunda coherencia de la doctrina y de la moral católicas con una visión
integral de la persona humana.
18
Miras, J. y Bañares, J.I. (2007). Matrimonio y familia. Quinta Edición. p. 16-17.
Madrid, España. Editorial Rialp.
19
Los judíos eran realmente el «pueblo elegido» de Dios, elegido para una misión doble.
Eran ellos los que tenían que mantener viva la idea del Dios único; un pueblo pequeño,
rodeado de vecinos poderosos, que creían en los numerosos dioses de la naturaleza.
7
“Dios es el Esposo que se ha unido a Israel en una alianza exclusiva
y perpetua; que ama a su Pueblo con un amor que no puede fallar.
Su ternura, su cercanía, su deseo de hacerles compartir su vida para
siempre, su fidelidad irrevocable, su dolor y su paciencia ante las
debilidades y traiciones, su misericordia y su prontitud para la
reconciliación, son características de ese amor esponsal, que exige
una correspondencia igualmente fiel.”20

Benedicto XVI en Deus Caritas Est destinada a los Obispos,


presbíteros, diáconos, consagrados y laicos, presenta una imagen del amor
matrimonial fundada en la novedad bíblica de la creación:

“En una perspectiva fundada en la creación, el eros orienta al


hombre hacia el matrimonio, un vínculo marcado por su carácter
único y definitivo; así, y sólo así, se realiza su destino íntimo. A la
imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio
monógamo.”21

Por otra parte, en una carta escrita por el escritor J.R.R Tolkien 22 a su
hijo Michael, donde habla del matrimonio y aquella relación con la pareja
que ha elegido para pasar el resto de su vida, se expresa que el hombre es

20
Miras, J. y Bañares, J.I. 2007. Matrimonio y familia. Quinta Edición. p. 18. Madrid,
España. Editorial Rialp.
21
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n. 11.
22
John Ronald Reuel Tolkien, conocido popularmente como J.R.R. Tolkien, nació el 3
de enero de 1892 en la ciudad de Bloemfontein, en el estado libre de Orange, en la
República Sudafricana. Autor de libros famosos como El Hobbit y la trilogía de El
Señor de los Anillos.
8
polígamo por naturaleza, pero es precisamente esa negación hacia uno
mismo por ser fiel en el matrimonio, lo que lleva a la “gran mortificación”:

“Para un cristiano, no hay vía de escape. El matrimonio puede


ayudar a santificar y dirigir hacia su objeto adecuado sus deseos
sexuales, y su gracia puede ayudarlo en la lucha, pero la lucha sigue
estando ahí. El matrimonio no le saciará —en el sentido en que
comer regularmente sacia el hambre—, sino que le ofrecerá tantas
dificultades para vivir la pureza propia del estado matrimonial
como facilidades.”23

Ahora, en cuanto a la sexualidad, ésta es querida por Dios sólo si se


manifiesta en el matrimonio, debido que es una donación física, donde debe
estar presente toda la integridad de la persona, es decir, el espíritu. Es la
entrega total de la intimidad de ambas partes, que lleva a la procreación,
continuando con la misión encomendada por Dios Creador, de
multiplicarse y poblar la tierra.24

La complementariedad conyugal entre varón y mujer se encuentran


en las mismas leyes decretadas por Dios Creador; aunque es importante el
sentido de humanidad, la sexualidad alcanza la plenitud dentro del pacto de
amor conyugal, es decir, ésta intimidad entre los esposos solo es posible
con la diferenciación sexual entre ambos, según su propia libertad,
expresada en la capacidad de elegir.

23
Tolkien, J.R.R. 1993. Cartas. Londres, Inglaterra. Ediciones Minotauro.
24
Gn 1,22
9
En Familiaris Consortio25 San Juan Pablo II26 habla sobre la gracia
del matrimonio, para también vivir la sexualidad:

“Confortados así, los esposos cristianos podrán mantener viva la


conciencia de la influencia singular que la gracia del sacramento del
matrimonio ejerce sobre todas las realidades de la vida conyugal, y
por consiguiente también sobre su sexualidad: el don del Espíritu,
acogido y correspondido por los esposos les ayuda a vivir la
sexualidad humana según el plan de Dios y como signo del amor
unitivo y fecundo de Cristo por su Iglesia.”27

1.2. El amor en el Plan de Dios

Se considera al matrimonio como la unión entre hombre y mujer,


para formar, por medio de esta figura, un sólo ser y una nueva familia. El
matrimonio tiene sus orígenes bíblicos en el Antiguo Testamento, desde el
momento de la Creación, cuando Dios, después de crear al hombre, pensó
que éste no debía estar solo,28 aprovechando su sueño para sacar una
costilla y crear a la mujer, 29 convirtiendo esta figura en el primer mandato
sobre el matrimonio declarado en la Biblia.

Es por esto, que los principales propósitos de Dios al crear el


matrimonio, fueron acabar con la soledad del hombre y brindarle a éste una

25
El texto se refiere a los medios de comunicación y, en particular, a los programas
dirigidos a la familia. Familiaris Consortio cita ampliamente los mensajes pontificios
para las Jornadas mundiales de la comunicación social de 1969,1980 y 1981.
26
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la
Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se
reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia
se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él
en 1994.
27
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n.33.
28
Gn 2,18
29
Gn 21-22
10
ayuda para su vida, que permitiera una persona fortalecer a la otra, apoyarla
y ayudarla con amor, y de esta forma alcanzar la meta que Dios quiere que
alcancemos, de santificación en la vida matrimonial.

Así como Dios le entrega a Adán un regalo como Eva, el mismo


Dios sigue ofreciendo regalos al hombre, como la mujer, debido que el ser
humano fue creado con la necesidad de complementariedad con un
cónyuge, para multiplicar las habilidades y la descendencia. Desde este
punto de vista, se deduce que todo matrimonio es bueno, como institución
creada por Dios.

Víctor Manuel Cepeda Vargas (2010), en el trabajo para el título de


Doctor en Derecho Canónico, expresa que:

“Dios que llamó a los esposos al matrimonio, continúa llamándolos


a perfeccionar su propio Matrimonio. Los que se casan en Cristo,
desde la fe en la palabra de Dios, pueden celebrar con fruto el
misterio de la unión entre Cristo y la Iglesia, vivirlo santamente y
testificarlo públicamente ante todos. El Matrimonio para el
cristiano es camino de santidad, deseado, preparado, celebrado y
vivido cotidianamente a la luz de la fe.”30

El Catecismo de la Iglesia Católica, argumenta que el matrimonio


está presente tanto al inicio como al final de la Biblia, pues la Sagrada
Escritura se inicia con la creación del hombre y la mujer a imagen y
semejanza de Dios en el Génesis, y finaliza con las bodas del Cordero en el
Apocalipsis.31

30
Cepeda Vargas, V.M. 2010. El matrimonio camino de santidad. Trabajo para optar por
el título de Doctor en Derecho Canónico. p. 25. Facultad de Derecho Canónico.
Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, D.C.
31
Catecismo de la Iglesia Católica, 1602.
11
Por su parte, en las Sagradas Escrituras está impreso el Plan que
Dios32 tiene para los hombres, cuyo objetivo es la Salvación 33, enviándonos
a su Hijo para morir por nuestros pecados, pues solo alguien puede
amarnos tanto, hasta el punto de mandar a su propio Hijo a sacrificarse por
nosotros.
Pero son variados los acontecimientos que se desarrollan a lo largo
de la Biblia, y que se preparan desde el Antiguo Testamento, como por
ejemplo la relación de Dios con los hombres, fundamentada en el amor de
un padre a sus hijos.
Otros planes son el mandamiento nuevo que nos dejó Jesucristo:
“Amaos unos a otros. Como yo os he amado, así también vosotros debéis
amaros unos a otros"34, y el matrimonio: “Por tanto el hombre dejará a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” 35
Estas dos realidades presentes desde el Antiguo al Nuevo
Testamento están unidas entre sí, ya que en la vida matrimonial debe estar
presente el amor, también el amor eros, como lo define Benedicto XVI “(el
amor eros) orienta al hombre hacia el matrimonio”36.
Y siguiendo con la Encíclica de Benedicto XVI, hablando sobre la
relación del matrimonio con Dios y su pueblo, como un amor exclusivo,
similar al promulgado entre esposo:

32
El “plan de amor” es definido como “el misterio” de la voluntad divina, escondido y
manifestado en Cristo. Dicha iniciativa precede toda respuesta humana, es un don
gratuito de su amor que nos acoge y transforma. El acto de fe es la respuesta del hombre
a la Revelación de Dios.
33
La Encarnación no sólo manifiesta el infinito amor de Dios a los hombres, su infinita
misericordia, justicia y poder, sino también la coherencia del plan divino de salvación.
La profunda sabiduría divina se manifiesta en cómo Dios ha decidido salvar al hombre,
es decir del modo más conveniente a su naturaleza, que es precisamente mediante la
Encarnación del Verbo.
34
Jn 13, 34
35
Gn 2,24
36
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n. 11.
12
“El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se
convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y,
viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del
amor humano. Esta estrecha relación entre eros y matrimonio que
presenta la Biblia no tiene prácticamente paralelo alguno en la
literatura fuera de ella.”37

La Iglesia, preocupada por las vicisitudes del matrimonio en la era


moderna, escribió en el Concilio Vaticano II sobre el tema, en el
documento Gaudium et Spes38:

“La íntima comunidad de vida y de amor conyugal, fundada por


Dios y sometida a sus propias leyes, se establece por la alianza
conyugal, es decir, por el irrevocable consentimiento personal. Así,
por ese acto humano con que los cónyuges se entregan y reciben
mutuamente, surge por ordenación divina una firme institución,
incluso ante la sociedad: este vínculo sagrado, con miras al bien, ya
de los cónyuges y su prole, ya de la sociedad, no depende del
arbitrio humano. Porque es Dios mismo el autor del matrimonio, al
que ha dotado con varios bienes y fines: éstos son de la máxima
importancia para la continuidad del género humano, para el
bienestar personal y suerte eterna de cada miembro de la familia,
para la dignidad, estabilidad, paz y prosperidad de la misma familia
y de toda la sociedad humana.”39
37
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n. 11.
38
Es el documento más importante en la tradición social de la Iglesia. Señala el deber
que tiene el pueblo de Dios de observar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio,
para darse cuenta de la pérdida de valores, de los cambios que caracterizan al mundo
actual. Las ideas centrales sobre las cuales gira este documento son: la misión de la
iglesia acerca de la persona humana; de la familia y su actividad en el mundo,
procurando atender lo más urgente, familia, economía, política, cultura y solidaridad
internacional.
39
Conc. Ecum. Vat. II. Gaudium et Spes, n.48.
13
Acá se aprecia la bendición de Dios del vínculo matrimonial, lo que
lo convierte en indisoluble y camino de santidad, tanto para los esposos
como para los hijos. Así mismo, San Juan Pablo II en su bella Exhortación
Apostólica40 Familiaris Consortio expresa la santidad a la que están
llamados los esposos en el matrimonio:

“Todos los esposos, según el plan de Dios, están llamados a la


santidad en el matrimonio, y esta excelsa vocación se realiza en la
medida en que la persona humana se encuentra en condiciones de
responder al mandamiento divino con ánimo sereno, confiando en
la gracia divina y en la propia voluntad.”41

Por lo tanto, el matrimonio no responde solamente a una casualidad


histórica, vivenciada en todas las culturas, ni tampoco un simple
compromiso social, es una institución sagrada creada por Dios para realizar
su designio de amor, del cual hace partícipe a la humanidad entera.
Al donarse de forma personal, los esposos tienden a buscar el
perfeccionamiento interno, y de esta forma colaborar con Dios en la
generación de nuevas vidas y su educación.
Es desconcertante presenciar cómo se quiere poner freno al
matrimonio o desviar su naturaleza divina hacía una concepción solamente
terrenal.

40
Documento por el que el papa comunica a la Iglesia las conclusiones de un Sínodo.
41
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 34.
14
Se ha llegado a la cultura que llamamos “light” 42, donde las parejas
no se quieren comprometer, teniendo relaciones con cierta liberalidad o
viviendo en unión libre, dejando a un lado a Dios.
Así mismo, los matrimonios llevados a cabo por las autoridades
civiles buscan comprometer a las parejas ante la ley terrenal, eliminando su
compromiso ante la Ley Divina, siendo la primera cada vez más laxa,
convirtiendo al matrimonio más flexible, tanto en el momento de
producirse la unión, como en caso de divorcios, que la leyes de algunos
países lo llaman “divorcio exprés”43.
Pero el tipo de relaciones que más se está imponiendo en el mundo
es el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que es contrario con el
Plan de Dios, ya que se están uniendo personas que no son
complementarias. Mientras en el Génesis claramente se expresa la voluntad
divina que el varón y hembra sean una sola carne, ahora se está imponiendo
el pensamiento que matrimonios entre hombres o entre mujeres tienen los
mismos derechos.
Este tipo de pensamiento va contra la naturaleza del matrimonio, el
cual, a pesar de ser instituida por el mismo Dios, es también una institución
humana, y por lo tanto, no se aleja de los cambios culturales y sociales en
los que se ha desenvuelto el hombre a través de la historia, tal como lo
expresa el Catecismo de la Iglesia Católica:

“El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de


las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los
siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes
42
Se ha infiltrado en la personalidad de muchos que han optado por un individualismo
exagerado, una búsqueda inmediata de satisfacción, el desprecio del prójimo, una escasa
profundidad en el abordamiento de un tema, superficialidad, falta de compromiso social
o incluso humano, banalidad y liviandad.
43
Permite divorciarse bastando sólo la voluntad de uno de los cónyuges, sin tener que
demostrar causa o motivo y sin requerirse el tiempo mínimo de 3 años de casados.
15
espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos
comunes y permanentes. A pesar de que la dignidad de esta
institución no se trasluzca siempre con la misma claridad, existe en
todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión
matrimonial. "La salvación de la persona y de la sociedad humana y
cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la
comunidad conyugal y familiar.”44

El matrimonio quedó afectado por el ingreso del pecado en el


mundo, imprimiéndole errores que las parejas suelen tener durante su vida
matrimonial, pero, así como Cristo alcanza la redención para la criatura
humana, también redime el matrimonio, devolviéndole la imagen original
de la relación de Dios con los hombres.
Resulta significativo conocer en el Evangelio que el primer milagro
de Jesús se da precisamente en unas bodas: las bodas de Caná, por
intercesión de su propia Madre. Es tan importante la celebración del
matrimonio, que el Señor no deja que se vea interrumpido por la escasez
del vino, a la vez que muestra el amor del Hijo a su Madre.
El matrimonio no es una invención del hombre, está fundado por el
Creador, autor de la vida, por tanto, la vocación al matrimonio Dios la
impregnó en la naturaleza misma del varón y la mujer. Sin embargo, en el
transcurso de las vidas, a algunas personas Dios los llama a la vida
religiosa o consagrada45.

44
Catecismo de la Iglesia Católica, 1603.
45
La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo
el Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu. Con la profesión
de los consejos evangélicos los rasgos característicos de Jesús—virgen, pobre y
obediente— tienen una típica y permanente «visibilidad» en medio del mundo, y la
mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios que ya actúa en la
historia, pero espera su plena realización en el cielo.
16
El Plan de Dios en el matrimonio queda claro en el mismo Catecismo
de la Iglesia Católica:

“Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al


amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el
hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor.
Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre
ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con
que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los
ojos del Creador. Y este amor que Dios bendice es destinado a ser
fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación.
"Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y
llenad la tierra y sometedla”.46

La filiación, de la que se habla en la familia, se da a partir que el ser


humano, según su naturaleza, puede ofrecer el don de la vida, y a partir de
éste, expresa su condición de individuo sociable, con dignidad, libre y
sexuado, que le otorga el hecho de ser creación de Dios. Es así, como el
acto procreador, se convierte en una condición de la existencia, ya que es el
origen del nacimiento de un nuevo ser, que tiene la misma naturaleza y la
misma dignidad de sus padres. A partir de acá, se evidencia la relación
antropológica de un hombre y una mujer, donde emerge un nuevo ser
humano.

1.3. Los hijos, coronación del amor

Desde el punto de vista antropológico, la familia se encuentra


diferenciada, con respecto a otros grupos, debido a tres tipos de relaciones:
la filiación, la consanguinidad y la alianza, que permite afianzar los valores
46
Catecismo de la Iglesia Católica, 1604.
17
como la libertad, el compromiso y la solidaridad, indicando la importancia
en educar en valores.

Lucía Santelices Cuevas (2001), en La familia desde una mirada


antropológica: Requisitos para educar, plantea que:

“La realidad muestra que llegar a entender antropológicamente la


familia aparece como requisito para plantearse seriamente acerca de
su impacto sobre el desarrollo humano armónico, el crecimiento de
la sociedad que se vincula necesariamente con esta realidad humana
y para sustentar todo intento de educación en valores que sin
considerar la familia podría carecer de sustento y resultar magro en
sus alcances.”47

Se nota la influencia, que en el desarrollo de la humanidad, ejerce la


familia como núcleo de la sociedad, donde las personas adquieren los
valores con los cuales se desenvolverán en el entorno que los rodea, el
trabajo, el estudio y el hogar.
El Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza los bienes y exigencias
del amor conyugal como:

“…una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona


-reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la
afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad -; mira una
unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una
sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige
47
Santelices Cuevas, L. 2001. La familia desde una mirada antropológica: Requisito
para educar. Pensamiento educativo. Vol. 28. p. 183-198. Facultad de Educación.
Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile
18
la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva;
y se abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características
normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado
nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el
punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente
cristianos.”48

A la indisolubilidad del matrimonio49, donde hombre y mujer son una


sola carne, hasta que la muerte los separe, se une la fidelidad, que permite
mantener la entrega total hacia el otro. Y posteriormente, a esta fidelidad se
une la fertilidad, designio que el mismo Dios ha propuesto desde el inicio
de los tiempos.
Por esta razón, uno de los puntos más importantes en el matrimonio
es la materialización del amor: los hijos, y con estos su educación, que
empieza con insertarlos al Pueblo de Dios, a la comunidad cristiana,
responsabilidad que se debe acrecentar en occidente, donde sus ciudadanos
les cierran las puertas a la fecundidad, aduciendo tiempos duros, situación
económica difícil, y otras disculpas, mientras diversas religiones
promueven las familias numerosas en tierras occidentales, poniendo en
peligro las tradiciones culturales que nos formaron.
Por miedo de la procreación50, el hombre continúa con los planes de
Dios, que se iniciaron desde el Génesis con la creación de Adán y Eva,

48
Catecismo de la Iglesia Católica, 1643.
49
El matrimonio válido, rato y consumado, no puede disolverse ni por la voluntad de
uno o de ambos esposos que lo contrajeron (indisolubilidad intrínseca) ni por la
voluntad de ninguna otra autoridad humana (indisolubilidad extrínseca), sino sólo por la
muerte.
50
La generación humana posee características específicas en virtud de la dignidad
personal de los padres y de los hijos: la procreación de una nueva persona, en la que el
varón y la mujer colaboran con el poder del Creador, deberá ser el fruto y el signo de la
mutua donación personal de los esposos, de su amor y de su fidelidad.
19
quienes iniciaron una descendencia de hijos, que a través de la historia
fueron construyendo el camino para la venida de Jesucristo.
En Gaudium et Spes, se explica cómo se ordena el matrimonio a la
procreación, que ha sido recibido como regalo de Dios a los esposos:

“El matrimonio y el amor conyugal, por su propia naturaleza, se


ordenan a la procreación y educación de la prole. Los hijos son
ciertamente el regalo más hermoso del matrimonio, y contribuyen
grandemente al bien de los padres mismos. El mismo Dios que dijo:
No está bien que el hombre esté solo y que desde el principio hizo
al hombre varón y hembra, queriendo comunicarle una
participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón
y a la mujer, diciendo: Creced y multiplicaos.”51

Por su parte, en la Familiaris Consortio, se habla de una paternidad


que debe ser responsable:

“Esta totalidad, exigida por el amor conyugal, corresponde también


con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada
a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden
puramente biológico y toca una serie de valores personales, para
cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable
y concorde de los padres.
La fecundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el
testimonio vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos: «El
cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida

51
Conc. Ecum. Vat. II. Gaudium et Spes, n.50.
20
familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del
matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con
fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien
por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente su propia
familia»”.52

La cooperación en la obra Salvadora y en el Amor de Dios, no


termina con el Sí mutuo del matrimonio; ése es solo el inicio, ya que
continua con la fertilidad, para así enriquecer los hijos de Dios en la tierra y
también a la familia cristiana, y así ser cooperadores en el amor del
Creador, transmitiendo la vida humana y educándola como misión
encomendada.

En Evangelium Vitae53, se llama a la familia a ser portadoras del


Evangelio:

“Como iglesia doméstica, la familia está llamada a anunciar,


celebrar y servir el Evangelio de la vida. Es una tarea que
corresponde principalmente a los esposos, llamados a transmitir la
vida, siendo cada vez más conscientes del significado de la
procreación, como acontecimiento privilegiado en el cual se
manifiesta que la vida humana es un don recibido para ser a su vez
dado. En la procreación de una nueva vida los padres descubren que
el hijo, «si es fruto de su recíproca donación de amor, es a su vez un
don para ambos: un don que brota del don.”54

52
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 11.
53
Esta Encíclica se refiere a la bioética, a la cultura de la muerte, así como a temas
específicos algunos de ellos: aborto, eutanasia, anticoncepción y sexualidad.
54
Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium Vitae, n 92.
21
El matrimonio tiene dos aspectos inseparables, la unión, para toda la
vida y la procreación, como perpetuidad de la especie.
Esta doctrina ha sido expuesta por el Magisterio de la Iglesia 55,
argumentada en la inseparable unión que Dios ha manifestado querer desde
todos los tiempos para el amor conyugal, y que el hombre no puede romper
por voluntad propia, para dar cumplimiento a los dos propósitos del acto
conyugal: la unicidad y la procreación.
La relación conyugal no solo une a los esposos, también los hace
aptos para la generación de otras nuevas vidas, que se unen al Plan de Dios
en la tierra. La unión y la procreación dentro del acto conyugal ordenan al
hombre hacia la gran vocación de la paternidad, la que se engrandece con
el amor mutuo y verdadero entre los esposos.
El tema de la fecundidad, según Humanae Vitae56 de Su Santidad
Pablo VI, lo trata como la prolongación de la vida:
“Es, por fin, un amor fecundo, que no se agota en la comunión
entre los esposos, sino que está destinado a prolongarse suscitando
nuevas vidas. "El matrimonio y el amor conyugal están ordenados
por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole.
Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y
contribuyen sobremanera al bien de los propios padres.”57

Es por esto, que los hijos se convierten en el mayor fruto del


matrimonio, muestra de la confianza que Dios tiene en los esposos para
55
Es la enseñanza con autoridad de la Iglesia Católica, ejercida por un Papa, sea por el
magisterio ordinario y universal o por solemne juicio (los pronunciamientos ex
cathedra). No todos los pronunciamientos de un Papa verdadero son enseñanzas del
magisterio. Un Papa habla magisterialmente cuando cumple ciertas condiciones (que
fueron definidas en el Concilio Vaticano I). Son fieles al magisterio quienes son fieles a
todo lo que magisterialmente han enseñado los Papas a través de la historia, tal como la
Iglesia Católica siempre lo ha mantenido.
56
Esta Encíclica aborda la cuestión de la transmisión de la vida y el problema de la
natalidad.
57
Pablo VI, Carta Encíclica Humanae Vitae, n. 9.
22
prestarles a su hijos. Por lo tanto, es deber de los padres de familia,
brindarles una educación con valores cristianos.
También en Humanae Vitae, se considera que la unión y la
procreación son inseparables, debido a la inseparabilidad del matrimonio,
así como Dios lo ha querido, ya que el hombre no puede romper esta
relación por iniciativa propia.

“Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras


une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación
de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del
hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales,
unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido
de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación
del hombre a la paternidad. Nos pensamos que los hombres, en
particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de
comprender el carácter profundamente razonable y humano de este
principio fundamental.”58

En cuanto a la educación de los hijos, los padres la realizarán con la


palabra y el ejemplo en el quehacer cotidiano, con gestos y expresiones,
educando así mejor a los hijos, iniciándolos en la auténtica libertad,
cultivando entre ellos el respeto hacia el otro y la entrega de sí mismo,
comprendiendo para el resto de su vida el sentido de la justicia, el diálogo,
el servicio generoso, la solidaridad y otros valores que le aportan a la vida,
y ayudan a vivirla como un don de Dios.
Entre los deberes de los padres, el Catecismo de la Iglesia Católica
expone:

58
Pablo VI, Carta Encíclica Humanae Vitae, n. 12.
23
“La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la
vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus
hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y
primeros educadores de sus hijos. En este sentido, la tarea
fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la
vida.”59

Es decir, el trabajo de los padres no solo termina con el nacimiento


de los hijos, por el contrario, ahí empieza su misión, que es para toda la
vida, de llevarlos de la mano, iniciando con una educación en valores,
fundamentada en las enseñanzas cristianas, con el propósito de servir a los
demás, tal como Dios lo ha pedido.
Sin embargo, hay esposos que durante su vida conyugal no tienen la
oportunidad de ser padres por diferentes circunstancias, por lo que el
Catecismo de la Iglesia Católica, explica:

“Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener


hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y
cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de
caridad, de acogida y de sacrificio.”60

Por su parte, la misma Gaudium et Spes, explica que el matrimonio


está ordenado a la procreación y la educación de los hijos, como los
mejores regalos de la relación conyugal, haciendo un bien a los mismos
padres, y de ésta forma, cooperar con el Creador en su proyecto salvífico.

“En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, que han de


considerar los esposos como su misión propia, saben que son
59
Catecismo de la Iglesia Católica, 1653.
60
Ib., 1654.
24
cooperadores del amor de Dios Creador, y en cierta manera sus
intérpretes. Por eso cumplirán su deber con responsabilidad humana
y cristiana mientras, con una dócil reverencia hacia Dios, con un
esfuerzo y deliberación común, tratarán de formarse un recto juicio,
mirando no sólo a su propio bien, sino al bien de los hijos, nacidos
o posibles, considerando para eso las condiciones materiales o
espirituales de cada tiempo y de su estado de vida, y, finalmente,
teniendo presente el bien de la comunidad familiar, de la sociedad
temporal y de la Iglesia misma.”61

1.4. El amor como Mandamiento Nuevo de Jesús

Hay que partir del Dios Amor, para indicar la unión entre Dios y el
hombre, así como el amor que tiene hacia sí mismo, que es la base para
amar, y por supuesto en el amor al prójimo, como camino fiel y seguro para
llegar hasta Dios. Este tipo de amor es el fundamento de las relaciones
entre los humanos, lo que desemboca en una paz interior y exterior.

Debe existir un afán y una preocupación del hombre por alcanzar la


perfección personal y por lograr una sociedad fraterna y unida, pues el
cristiano no tiene la opción de encerrarse a sí mismo, pensando solo que el
amor hacia Dios basta, ignorando que si Dios deseó estar entre los hombre
y quedarse con nosotros, el amor a los semejantes es fundamental para
alcanza la Salvación.

El amor es el eje central del cristianismo, y así ha sido a lo largo de


la Historia de la Salvación. En el Antiguo Testamento Dios amaba tanto al
Pueblo Elegido, que le entregó los Diez Mandamientos 62, para que no se
desviaran del camino.
Conc. Ecum. Vat. II. Gaudium et Spes, n.50.
61

62
En el Antiguo Testamento Dios entregó los Diez Mandamientos a Moisés en el Sinaí
para ayudar a su pueblo escogidos a cumplir la ley divina.
25
Estos Mandamientos tienen como base el amor. Comienza con el
primero: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y
con todas tus fuerzas”, y sigue con los preceptos referidos a las personas
cercanas y al prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”. En el Nuevo
Testamento, Jesús resume las Tablas de la Ley en: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”63

En la Primera Carta a los Corintios, San Pablo escribe: “Y ahora


permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de
ellas es la caridad.”64

Pero antes de expresar que de las virtudes teologales el amor es más


importante, expresa en el mismo capítulo:

“La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la


caridad no es jactanciosa, no se envanece; no hace nada indebido,
no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se goza en la
injusticia, más se goza en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo
lo espera, todo lo soporta.”65

En el Capítulo IV de la Exhortación Apostólica El amor en el


matrimonio, explica que:

63
Mt 19, 16-19.
64
1 Cor 13,13.
65
Ib., 13, 4-7.
26
“No podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega
recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la
profundización del amor conyugal y familiar.”66

Posteriormente, el Papa Francisco indica una serie de virtudes para


vivir dentro del matrimonio, como la paciencia, la actitud de servicio, la
amabilidad, el desprendimiento, el perdón, la alegría, entre otros, y de esta
forma llevar el sacramento con amor.
Dios crea al hombre por amor, guía a su pueblo por amor, manda a
su Hijo por amor, y es su propio Hijo el que le da plenitud al amor, como lo
recoge el Evangelio de Juan: “Un mandamiento nuevo os doy: que os
améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis
los unos a los otros.”67

Y es así como Él promete quedarse con nosotros hasta el final de los


tiempos, para acompañarnos en el peregrinar sobre este mundo,
cumpliendo la voluntad de Dios.

En el Antiguo Testamento, muestra el amor de Dios a su pueblo de


muchas maneras. En el Nuevo Testamento, ese amor llega a su plenitud, en
la misma persona de Cristo, que convierte en hechos los conceptos.
En el Nuevo Testamento, Jesucristo enseña el amor de Dios
utilizando la alegoría del buen pastor que va tras la oveja que se pierde, y
también al padre que recibe en sus manos al hijo pródigo. Ambos ejemplos
muestran el carácter sincero y un amor radical del Hijo del Hombre 68, que

66
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 197.
67
Jn 13, 34
68
La descripción “Hijo de Hombre” era un título Mesiánico. Jesús es Aquel a quien le
fue dado dominio, la gloria, y el reino. Cuando Jesús usaba esta frase en relación a Sí
mismo, Él se estaba adjudicando la profecía del “Hijo del Hombre” a Él mismo. Los
judíos de esa época debieron haber estado íntimamente familiarizados con la frase y a
quién se hacía referencia. Él estaba proclamándose como el Mesías.
27
culmina con la muerte en la cruz, entregando la vida por salvar a la
humanidad.
Benedicto XVI lo escribe así:

“Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a


partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa
mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su
amar.
Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de
la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él
anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus
discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo
maná (cf. Jn 6, 31-33).”69

Más adelante Benedicto XVI retoma la imagen nupcial de Dios con


su Pueblo:

“La imagen de las nupcias entre Dios e Israel se hace realidad de un


modo antes inconcebible: lo que antes era estar frente a Dios, se
transforma ahora en unión por la participación en la entrega de
Jesús, en su cuerpo y su sangre. La «mística» del Sacramento, que
se basa en el abajamiento de Dios hacia nosotros, tiene otra
dimensión de gran alcance y que lleva mucho más alto de lo que
cualquier elevación mística del hombre podría alcanzar.”70

De hecho, la Sagrada Eucaristía, instituida en la Última Cena, es un


acto de amor de Dios hacia los hombres para toda la eternidad, de Dios
hacia los hombres: “Haced esto en conmemoración mía”, y así como se

69
Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n 12
70
Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n 13
28
recuerda a la persona amada por medio de objetos, como los regalos, o
imágenes, como las fotos, hace presente al Hijo en la Comunión, porque él
lo quiso así.
En Deus Caritas Est, Benedicto XVI, escribe sobre la entrega de
amor que se da en la Eucaristía:

“En la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y


el amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio
práctico del amor es fragmentaria en sí misma. Viceversa —como
hemos de considerar más detalladamente aún—, el «mandamiento»
del amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor
puede ser «mandado» porque antes es dado.”71

Si Dios creó al hombre, y vio que era bueno, resulta de cierta


normalidad que lo ame como un padre a su hijo y viceversa, que el hombre
ame a Dios resulta de una gran complejidad, debido que nadie lo ha visto, y
es difícil amar lo que no se ve. Las personas se van amando cada vez más,
por el trato diario, el verse, el tratarse. La intangibilidad de Dios dificulta
estas situaciones.
El amor “es un sentimiento que puede tenerse o no, pero que no
puede ser creado por la voluntad” 72, por lo tanto, no se puede mandar. Se
corre el riesgo que mienta aquel que dice amar a Dios, si aborrece a su
hermano. Es tajante la Escritura cuando dice: “Quien odia al hermano es un
homicida”,73 pues el prójimo es semejanza de Dios.
Para San Juan el amor a Dios es exigido, debido que el amor a Él y al
prójimo es inseparable, por lo tanto, amar al prójimo es un camino para

71
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n 14.
72
Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n 16.
73
1 Jn 3, 15
29
encontrar a Dios, mientras que “cerrar los ojos ante el prójimo nos
convierte también en ciegos ante Dios.”74
De hecho, nadie ha visto a Dios de forma directa, tal como se ve al
prójimo, pero al enviar a su Hijo Único, el hombre lo ha hecho, porque
tanto tiempo entre nosotros y no conocemos al Padre.75
Y desde el punto de vista de la realidad, “Dios es visible de muchas
maneras”76, tal como lo ha hecho en la Última Cena, la Cruz, el Corazón
traspasado, la Resurrección, la llegada del Paráclito 77, el apostolado de la
Nueva Iglesia, las obras de caridad de la Iglesia, su Palabra, los
Sacramentos, los hermanos desprotegidos y desfavorecidos, donde se
puede ver a Dios, al mirarlos a los ojos:

“Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso,


nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos
impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros
mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de
este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor
como respuesta.”78

El amor a Dios y al prójimo es inseparable. Ambos son


complementan un único mandamiento que viene de Dios, que Él, hecho

74
Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal, 2013. Mensaje de la
Comisión Episcopal de Pastoral Social para la Festividad del Corpus Christi, Día de
Caridad.
75
Jn 14, 9
76
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n. 17.
77
La palabra griega traducida “Consolador” o “Consejero” (como se encuentra en Juan
14,16, 26; 15,26 y 16, 7) es parakletos. Esta forma de la palabra es incuestionablemente
pasiva y correctamente significa “uno llamado al lado de otro”; en otros
términos, defensor.
78
Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n 17.
30
hombre, lo enseñó con la palabra y los hechos, y siendo quien primero amó
al hombre, convierte este sentimiento como elemento de santificación.

1.5. Los lazos de Amor en la comunidad familiar

Los lazos de amor en la comunidad familiar deben hacerla


indestructible, y más en una época donde el ambiente es difícil y los
ataques a la familia son más fuertes y variados, en algunas ocasiones por
las leyes adoptadas por el Estado, la cultura que domina en la sociedad, o
como dice Sor Lucía79 en una carta al Cardenal Caffarra, comentando el
mensaje de las apariciones de la Virgen de Fátima80:

“La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del
Matrimonio y de la Familia. No teman, porque cualquiera que actúe
a favor de la santidad del Matrimonio y de la Familia siempre será
combatido y enfrentado en todas las formas, porque ésta es el punto
decisivo.”81

Por esta razón, es indispensable que esos lazos familiares se


afiancen, por medio de la educación, la cultura y especialmente la oración,
para estar atentos y enfrentar esos ataques que la unión familiar tiene en la
sociedad moderna.

79
Lucía nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel, aldea de Fátima, y allí, cuando tenía
diez años, vio por primera vez a la Virgen en la Cova de Iría, mientras estaba con sus
primos los hermanos beatos Francisco y Jacinta Martos, ambos fallecidos a temprana
edad.
80
Desde el 13 de mayo de 1917 la Sma. Virgen María se apareció en seis ocasiones en
Fátima (Portugal) a tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta. En un hermoso libro
titulado "Memorias de Lucía" la que vio a la Virgen cuenta todos los detalles de esas
apariciones.
81
Sor Lucía, Carta enviada al Cardenal Carlo Caffarra. Fuente: Aciprensa, 2016
31
Juan de Dios Larrú82 (2008), en el documento El designio de Dios
sobre el matrimonio y la familia, expone el desarrollo que se ha presentado
en las últimas décadas los ataques contra la familia, debido a una
generación cultural y revolucionaria que creció con las ideas de Mayo del
68 en Francia:

“La tarea de conocer y profundizar el designio de Dios sobre el


matrimonio y la familia resulta particularmente urgente en el
ambiente social y cultural que nos circunda, pues se constata una
creciente pérdida de la identidad matrimonial y familiar. Tras el
utópico anuncio de la “muerte de la familia”6 , propio del ambiente
revolucionario de mayo del 68, en estos últimos cuarenta años se ha
ido cambiando el discurso para poner el acento en la multitud de
tipos y modelos de matrimonios y familias.”83

El matrimonio no se puede reducir a un simple contrato, ni tampoco


a una convivencia forzada por algún tipo de interés. Los hijos son
importantes dentro de la unión conyugal, lo que lleva que ellos comprendan
la dimensión del amor si lo ven reflejado en sus padres.

El amor entre esposos debe manifestarse cada día con elementos


como: el diálogo, la libertad, la confianza, la serenidad, la comprensión, la
delicadeza, el perdón84 y la fidelidad, así como en el respeto por las
amistades del otro y por las relaciones sociales, el cuidado en la economía

82
Sacerdote religioso de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, Doctor en
Teología por el P.I. Juan Pablo II de Roma y profesor del mismo, tanto en Italia como
en España. También es Director Académico del Master en Pastoral Familiar que dicho
Instituto ofrece en España.
83
Larrú, J. de D. 2008. El designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Iglesia y
Familia. Núm. 2. pp. 1-6.
84
Cuando perdonamos, nos liberamos de la esclavitud producida por el odio y el
resentimiento, para recobrar la felicidad que había quedado bloqueada por esos
sentimientos
32
doméstica, la atención en las diversiones, la educación de los hijos y la
religiosidad.

En cuanto el amor que los padres deben tener a los hijos, éste debe
empezar desde el momento de la concepción, ya que los hijos son el fruto
de ese amor, el cual se materializa, siendo la base del matrimonio 85.

La presencia del padre en el hogar es importante para que los hijos


maduren humana y cristianamente, ya que, sin la presencia de este, se
carecerá de seguridad y fortaleza, para que los hijos ganen el equilibrio y la
madurez que se requieren cuando los infantes asuman la vida adulta.

El hombre y la mujer fueron creados con diferencias, no solo físicas,


también psicológicas, por lo que la unión de los dos, en el Sagrado Vínculo
del matrimonio, debe entenderse como complementarios, y así como es
necesaria la presencia y el amor del padre, de igual forma es necesaria la
madre.

La ternura, la paciencia, el sacrificio y la dedicación, características


que debe tener la mujer, son indispensables en el cuidado y educación de
los hijos, pues la influencia afectiva que tiene la madre en el hogar está por
encima del propio padre, no porque sea mejor que este, sino por los dones
que los hacen diferentes, lo que permite que con la unión de los dos, los
hijos tengan los mejores ejemplos para la formación de un futuro hogar.

La responsabilidad de los padres y el amor por los hijos, son los


fundamentos que deben llevar a los esposos a buscar el mayor bien posible,
fruto de un amor profundo y equilibrado, que evite conceder, a sus propios
hijos, los caprichos, y más en el mundo materialista que se está viendo en
la actualidad.
85
Los hijos no sólo forman parte de la familia, sino que son la “materialización o
concreción” del amor profundo que se tienen los esposos.
33
Las manifestaciones que los padres deben conceder a los hijos son: la
acogida y la protección, desde el momento de ser concebidos; la
alimentación y el vestido, que sean suficientes, sin llegar a la opulencia; la
confianza y el diálogo constante, que permite formar y corregir; la
educación integral, por medio del diálogo y tocando con responsabilidad
los diversos temas; la corrección, con paciencia y bondad, de forma
oportuna y sin autoritarismos; y el respeto, hacia la libertad, la forma de
pensar, las ideas.

Se debe aclarar que el amor debe ser mutuo. Así como hay un deber
de los padres en amar a sus hijos, estos también tienen el deber de amar a
sus padres.

Esta misma instrucción está dada desde el Antiguo Testamento:


"Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la
tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar" 86. El amor responsable de los hijos
a los progenitores se debe dar mediante: el respeto, la gratitud, la
obediencia y la ayuda.

Es a partir de esta relación de respeto entre los integrantes de la


familia, que se llega a tener hogares luminosos y alegres, ejemplo para la
sociedad, apoyo a las demás familias, y de esta forma, ser partícipes en la
misión Creadora y Salvífica de Dios.

2. EL AMOR EN LA FAMILIA COMO PARTE


FUNDAMENTAL DEL EVANGELIO DE CRISTO

2.1. La Familia como una “Buena Nueva”

86
Ex. 20, 12.
34
El Señor Jesucristo anunció la Buena Nueva, que es, a todos los
discípulos que lo siguieron, liberar al hombre del pecado y del maligno.
Esta Buena Nueva se alcanza por medio de su Muerte y posterior
Resurrección, donde vence a la primera y nos ofrece la segunda, para llegar
al Cielo al lado de Dios Todopoderoso.

Precisamente, después de su Resurrección, se aparece a quienes lo


seguían y les manda por el mundo entero proclamando la Buena Nueva,
dándoles la sabiduría y el valor para hacerlo. Este mensaje será para quien
quiera escucharlo y seguirlo, sin importar el estado en el que se encuentre.

En Evangelii Nuntiandi87, Su Santidad Pablo VI recuerda las


promesas otorgadas en la Nueva Alianza en Cristo:

“La Iglesia es depositaria de la Buena Nueva que debe ser


anunciada. Las promesas de la Nueva Alianza en Cristo, las
enseñanzas del Señor y de los Apóstoles, la Palabra de vida, las
fuentes de la gracia y de la benignidad divina, el camino de
salvación, todo esto le ha sido confiado. Es ni más ni menos que el
contenido del Evangelio y, por consiguiente, de la evangelización
que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para
tenerlo escondido, sino para comunicarlo.”88

El ejercicio de Evangelizar debe ser aplicado a todos los ambientes


de la humanidad, pues cada uno es hijo de Dios, por lo tanto, no puede

87
Entre los documentos postconciliares más citados, Evangelii Nuntiandi es una
demostración ulterior del interés profundo del Papa Pablo VI por los problemas de la
evangelización y se considera como una continuación directa del Decreto conciliar
sobre la actividad misionera de la Iglesia "Ad Gentes".
88
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, n. 15.
35
quedar exento de recibir la Buena Nueva. Sin embargo, Dios le da libertad
al hombre de recibir con fruto o no el mensaje.

La mejor manera de llevar a cabo la evangelización es mediante el


testimonio, ya que el ejemplo enseña más que la palabra, y es así como los
cristianos deben acercar al prójimo hacia Dios por medio, precisamente del
testimonio. Mal haría, quien, hablando de amor, actúe con odio; quien
hablando de Dios, no confíe en Él; o quien hablando de la Resurrección,
crea en la reencarnación.

“La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser


pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay
evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la
doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de
Nazaret Hijo de Dios.”89

En una cultura como la judía, donde nació y creció Jesús, y llevó a


cabo su misión salvadora en la tierra, causa curiosidad la importancia que
le da a la mujer. Jesús, entre otras cosas, le habla a una samaritana, ante el
asombro de los discípulos; salva a una mujer acusada de adulterio de ser
lapidada, mientras los “jueces” se retiran sin mediar palabra; y pone a su
Madre como Madre Nuestra, entregándosela a Juan, el discípulo amado.

Precisamente la Buena Nueva empieza a anunciarla a las mujeres,


apareciéndose a una mujer antes que a los discípulos, aquella mañana de
Pascua, hecho que estos no creyeron cuando les fue comentado el suceso.
Sin embargo, es importante notar la simbología que viene implícita, que si
la mujer es la primera en recibir la Buena Nueva, Dios la pone encargada a
89
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, n. 22.
36
ser pilar fundamental en la vida familiar, como fruto de la dignidad que el
mismo Señor Jesucristo le dio en el Evangelio, en medio de una sociedad
donde la mujer pasaba a un segundo plano.

En el documento elaborado por el Consejo Pontificio para la


Familia90 como preparación del IV Encuentro Mundial de las Familias,
realizado en Manila en 2003, se advierte que los esposos son llamados a
acoger la Palabra del Señor, ya que la Buena Nueva de su vida conyugal y
familiar los santifica, pues mediante la fe, se puede descubrir a Dios en el
matrimonio, donde Él lo eleva a sacramento, convirtiendo a la familia en
un signo de amor entre la alianza de Dios y los hombres, o como lo
describe San Pablo, entre Jesucristo y la Iglesia.

“El momento fundamental de la fe de los esposos está en la


celebración del sacramento del matrimonio, que en el fondo de su
naturaleza es la proclamación, dentro de la Iglesia, de la Buena
Nueva sobre el amor conyugal. Es la Palabra de Dios que "revela" y
"culmina" el proyecto sabio y amoroso que Dios tiene sobre los
esposos, llamados a la misteriosa y real participación en el amor
mismo de Dios hacia la humanidad.”91

La familia se debe convertir en evangelizadora. Así como Dios envió


a sus discípulos a predicar la Buena Nueva por todo el mundo, dentro de un

90
El Pontificio Consejo para la Familia, instituido por San Juan Pablo II con el Motu
Proprio Familia a Deo Instituta en 1981, sustituyó al Comité para la Familia, creado por
Pablo VI en 1973. Al Consejo corresponde la promoción de la pastoral y del apostolado
en campo familiar, mediante la aplicación de las enseñanzas y orientaciones del
Magisterio eclesiástico para ayudar a las familias cristianas a cumplir su misión
educativa y apostólica.
91
Consejo Pontificio para la Familia, 2003. Temas de reflexión y diálogo sobre la
familia. Encuentro mundial de las familias. Manila.
37
matrimonio santo, donde la Fe ocupe un lugar importante, se puede
continuar con la misma misión y el mismo apostolado.
La Buena Nueva de la salvación no se debe dejar a un selecto grupo
de personas dentro de la Iglesia, por el contrario, todo los fieles que
conforman la Iglesia, tienen la obligación de anunciarla, pues desde el
estado que corresponda, como el matrimonio, se debe buscar la santidad, y
santificar a quienes a los demás.

“En el seno del apostolado evangelizador de los seglares, es


imposible dejar de subrayar la acción evangelizadora de la familia.
Ella ha merecido muy bien, en los diferentes momentos de la
historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de "Iglesia
doméstica". Esto significa que en cada familia cristiana deberían
reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera.”92

Más adelante en la misma Exhortación apostólica, hablando de la


evangelización dentro de la familia, se lee:

“La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el


Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro,
pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros
de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo
comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez
recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido.”93

Es en la familia donde se debe acoger y anunciar la Palabra de Dios,


pues esta, como núcleo de la sociedad y base del cristianismo, también es

92
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, n. 71.
93
Ib.
38
partícipe de la misión evangelizadora, siendo apoyo para crear una
sociedad creyente y cercana a Dios.
Este concepto de Evangelización en la familia, también es
enmarcado por la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de San
Juan Pablo II:

“Ya que son (los esposos y padres cristianos) llamados a acoger la


Palabra del Señor que les revela la estupenda novedad —la Buena
Nueva— de su vida conyugal y familiar, que Cristo ha hecho santa
y santificadora. En efecto, solamente mediante la fe ellos pueden
descubrir y admirar con gozosa gratitud a qué dignidad ha elevado
Dios el matrimonio y la familia, constituyéndolos en signo y lugar
de la alianza de amor entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la
Iglesia esposa suya.”94

El matrimonio y la familia son elevados por Dios a Sacramento, lo


que lo convierte en una institución más cercana a Él, y a la vez, en camino
de santificación.

94
Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 51.
39
2.2. El Amor cristiano, criterio de una autenticidad familiar

El término autenticidad, tan anhelado en la vida de las personas, pero


tan difícil de cumplir, debido a la incoherencia entre el pensar, el actuar y
el sentir, se refiere a la verdad y al bien, siendo éstas dos, dentro del
cristianismo, lo que lleva al amor, requiriendo reflexión, experiencia y
comunión con los demás.

La libertad interior propicia la autenticidad, lo que lleva a ser


consecuente con uno mismo, en un mundo donde es difícil encontrar esta
virtud, dejándose arrastrar por el pensamiento y la espiritualidad de moda.

Desde el punto de vista del amor cristiano, la autenticidad juega un


papel importante, ya que impide que el amor se confunda con
falsificaciones, como la codicia, el poder, el erotismo, entre otros
elementos que dañan y tergiversan la caridad.

Para un cristiano, la autenticidad no está en pensar que cada persona


debe creer en lo que le parezca, pues si se piensa que la fe en Cristo es la
mejor herencia que se tiene y que se puede dejar en el círculo familiar, es
lógico que se quiera dar a las demás personas, empezando por las más
cercanas.

40
Como lo dijeron Joseph Ratzinger95 y Hans Urs Von Balthasar96 en
su libro ¿Por qué soy todavía cristiano?: “Un hombre que sea privado de
toda fatiga y trasportado a la tierra prometida de sus sueños pierde su
autenticidad”.97 La importancia de esta frase radica que el amor cristiano es
una entrega total a Dios y al prójimo, llegando al sacrificio, ya que es
olvidarse de uno mismo para pensar en el otro.

La autenticidad del amor debe ser para todos, empezando por


quienes están cerca, y continuando con el resto, así sean los enemigos, pues
como lo dicen las escrituras: “Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu
prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y
oren por quienes los persiguen.”98

95
Nació en Marktl am Inn (Baviera, Alemania) en 1927. Estudió en Freising y en la
Universidad de Múnich. Sacerdote en 1951. Profesor de teología fundamental en la
Universidad de Bonn y de dogma e historia de los dogmas en la Universidad de Münster
y posteriormente en Ratisbona. Fue nombrado arzobispo de Múnich y Freising en 1977
y promovido a cardenal ese mismo año. Durante muchos años ha sido prefecto de la
Congregación para la doctrina de la fe, presidente de la Pontificia comisión bíblica y de
la Comisión teológica internacional. El 19 de abril de 2005 es elegido papa, tomando el
nombre de Benedicto XVI.
96
Nació en Lucerna en 1905. Estudió en las universidades de Zúrich, Viena, Berlín,
Múnich y Lyon. Jesuita de 1928 a 1948. Fundó con A. von Speyr un instituto secular.
En 1971 fundó con J. Ratzinger y H. de Lubac la revista «Communio». Fue miembro de
la Comisión teológica internacional desde su fundación (1968). Murió en 1988, dos días
antes de su incorporación al colegio cardenalicio.
97
Balthasar, H. y Ratzinger, J. 1971. ¿Por qué soy todavía cristiano? pp. 109. Ed.
Sígueme. Alemania.
98
Mt 5, 43-48.
41
Por su parte, San Josemaría Escrivá de Balaguer 99 en Surco100
escribe: “No pases indiferente ante el dolor ajeno. Esa persona, un pariente,
un amigo, un colega…, ése que no conoces es tu hermano"101.

La autenticidad en el amor está reservada a quien lo ha encontrado


alguna vez, ya sea el amor filial, el amor ágape o el amor eros. La
autenticidad se da para quien ha experimentado la entrega de amor, pues el
amor cristiano está por encima de la racionalidad.

Se es auténtico cuando se logra vivir coherentemente con lo que se


piensa, y para el cristiano significa tener criterio en temas de fe, lo que
significa estudio, oración y sacramentos, lo que lleva irremediablemente a
preocuparse por los otros, tanto por lo material como lo espiritual. La
autenticidad cristiana es cumplir los Mandamientos que se resumen en
amor a Dios y al prójimo.

Por último, acerca del amor conyugal, donde se debe vivir la


autenticidad en su plenitud, el Catecismo de la Iglesia Católica escribe lo
siguiente:

“El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza,


una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos
que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por
sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. "Esta íntima unión,
en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los
99
Josemaría Escrivá, sacerdote y fundador del Opus Dei, dedicó su vida a difundir la
llamada universal a la santidad. Así lo predicaba: "Allí donde están vuestras
aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro
cotidiano con Cristo".
100
Surco es fruto de la oración personal y de la experiencia de almas de san Josemaría
Escrivá. Compuesto también por puntos de meditación, presenta una atractiva visión de
las virtudes humanas.
101
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco, n. 251.
42
hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble
unidad".”102

En el matrimonio, la fidelidad de sus miembros no es negociable, es


decir, deben donarse por completo, al formarse una sola carne, y al
comprometerse a estar juntos, hasta que la muerte los separe, aún en épocas
de enfermedad y pobreza.
Por otra parte, en el documento Gaudium et Spes, la autenticidad del
amor conyugal, dentro del matrimonio viene explicado en este bello
párrafo:

“El auténtico amor conyugal será más altamente estimado y se


formará sobre él una sana opinión pública, cuando los esposos
cristianos se distingan por el testimonio de fidelidad y armonía en
un mismo amor y en la solicitud por la educación de los hijos, y si
participan en la necesaria renovación cultural, psicológica y social
en favor del matrimonio y de la familia. Se ha de instruir de una
manera oportuna y a tiempo a los jóvenes, y principalmente en el
seno de su misma familia, sobre la dignidad, función y realidad del
amor conyugal, para que, formados en la guarda de la castidad,
cuando lleguen a edad conveniente, pueden pasar de un honesto
noviazgo al matrimonio.”103

La influencia de la cultura en la sociedad es grande, hasta el punto de


determinar los valores con los cuales las personas llevan su vida. Entre las
instituciones influenciadas está la familia, la cual se ha convertido en el
blanco de ataque por los enemigos de Dios, debido que Él lo ha santificado.

102
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1646.
103
Conc. Ecum. Vat. II. Gaudium et Spes, n.49.
43
2.3. Espiritualidad del amor exclusivo y libre

La llamada universal a la santidad, que se encuentra en el Evangelio,


aunque no comprendida por buena parte de la Iglesia hasta la historia
reciente del catolicismo, está dirigida para todas las personas, sin importar
la profesión o el estado, bien sean soltero, cónyuges o padres de familia.
Así lo recuerda el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica
Gaudete et Exsultate, cuando empieza a aclarar que la llamada a la santidad
también es desde el hogar:

“Del mismo modo, hay muchos matrimonios santos, donde cada


uno fue un instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge.
Vivir o trabajar con otros es sin duda un camino de desarrollo
espiritual. San Juan de la Cruz decía a un discípulo: estás viviendo
con otros «para que te labren y ejerciten».”104

Así es como se da a entender, que quieres asumen el matrimonio


como el estado al que Dios los ha llamado, pueden llegar a ser santos, sin
importar la profesión o el número de hijos.
En la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, San Juan Pablo
II les escribe a los creyentes que se decidan a seguir el camino de la
vocación matrimonial:

“La vocación universal a la santidad está dirigida también a los


cónyuges y padres cristianos. Para ellos está especificada por el
sacramento celebrado y traducida concretamente en las realidades propias
de la existencia conyugal y familiar. De ahí nacen la gracia y la exigencia

104
Francisco, Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, n. 141.
44
de una auténtica y profunda espiritualidad conyugal y familiar, que ha de
inspirarse en los motivos de la creación, de la alianza, de la cruz, de la
resurrección y del signo.”105

Pero la santidad dentro de la vida familiar exige unos sacrificios,


propios del matrimonio. La convivencia entre esposos, la educación de los
hijos, los problemas económicos, las dificultades en la salud, entre otras
situaciones, llevadas con un sentido sobrenatural y ofreciéndolas como
sacrificio, acercan más a Dios y al sufrimiento de su Único Hijo.
Y a estos sacrificios, se suman unas prácticas de piedad que la Iglesia
propone, en diálogo con el mismo Dios, siempre respetando la libertad de
las personas, ya que la Gracia de la Salvación gratis se nos da, gratis la
recibimos, y es el ser humano quien decide si aceptarla o no.
Entre estas prácticas se suman la asistencia habitual a la Sagrada
Eucaristía y el rezo del Santo Rosario, propuesto por Su Santidad Pablo VI
en la Exhortación Apostólica Marialis Cultus106:

“Y ahora, en continuidad de intención con nuestros Predecesores,


queremos recomendar vivamente el rezo del santo Rosario en
familia...no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen debe
ser considerado como una de las más excelentes y eficaces
oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar.
Nos queremos pensar y deseamos vivamente que cuando un

105
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n.33.
106
Se trata de una exhortación apostólica en la que Pablo VI reflexiona, a la luz del
Concilio Ecuménico Vaticano II, el culto bimilenario a la santísima Virgen María. El
interés del documento pontificio es incrementar el culto mariano en el marco de la
renovación litúrgica promovida por la Sacrosantum Concilium, una renovación que
tiene a Cristo como punto de referencia. El documento nos presenta a María como
Madre de Cristo y Madre de la Iglesia.
45
encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea
su expresión frecuente y preferida.”107

Y es que la devoción a la Santísima Virgen es uno de los pilares para


un matrimonio santo, ya que se constituye en un gran medio para un
desarrollo de la espiritualidad entre los cónyuges y la vida familiar,
alimentándose del amor que se tiene en la misma familia.
Se considera a la Madre de Cristo y de la Iglesia como Madre de las
familias cristianas. Es tal su importancia, que según uno de los tres
pastorcitos que vieron la presencia de la Virgen de Fátima, Sor Lucía, la
batalla final del Mal será la familia y el matrimonio, explicando la testigo
de estas apariciones al Cardenal Caffara 108: “No tenga miedo, porque quien
trabaje por la santidad del matrimonio y de la familia será siempre
combatido y odiado de todas formas, porque este es el punto decisivo”.109
La exclusividad y libertad del amor cristiano debe llegar hasta el
período de la ancianidad, ya que es ahí donde se profundiza el amor
conyugal, convirtiéndose en purificado y noble, debido a la fidelidad larga
e ininterrumpida en la relación, llevando a darse a los demás y a su
cónyuge, en una etapa donde la soledad se intensifica, debido a la poca
atención de los hijos, quienes empiezan a construir su camino, y que a la
vez, llegan las enfermedades y el decaimiento.

2.4. El Amor cristiano se renueva y crece


En la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, San Juan Pablo
II afirma, sobre el mandato bíblico de ser una sola carne:
107
Pablo VI, Exhortación Apostólica Marialis Cultus, n. 52.
108
El cardenal Caffarra, de 78 años de edad, fue arzobispo emérito de Bolonia y es un
teólogo de reconocido valor, especializado precisamente en las cuestiones suscitadas
por las "dubia". Desde 1981 a 1995 fue presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II
para los estudios sobre el matrimonio y la familia.
109
Sor Lucía, Carta enviada al Cardenal Carlo Caffarra. Fuente: Aciprensa, 2016
46
“La comunión primera es la que se instaura y se desarrolla entre los
cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer «no
son ya dos, sino una sola carne» y están llamados a crecer continuamente
en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial
de la recíproca donación total.”110

El crecimiento del amor se da en los dos aspectos que integran la


unidad familiar: el espiritual y el material.
Ambos están implícitos desde el momento que se produce el rito
matrimonial111. En el inicio, cuando el sacerdote llama a celebrar el
matrimonio de forma libre y voluntaria, ante “el ministro de la Iglesia y la
comunidad cristiana”, los contrayentes están presentes en lo que será el
inicio de la nueva vida sacramental.
Las preguntas iniciales así lo confirman, donde se les cuestiona a los
novios sobre la voluntad de casarse sin estar coaccionados, y la decisión de
respetarse y amarse durante toda la vida. Este último punto, implica todo el
significado de la palabra “vida”, es decir, social, económico, cultural, y por
supuesto en la procreación y conformación de una nueva familia.
La vida matrimonial implica todos los altibajos que conlleva la vida.
La existencia no siempre se mantiene en las nubes, sintiendo el suave
viento, también es necesario e inevitable tocar el suelo, y levantarse juntos,
hombre y mujer, una vez se cae.
Es así como los futuros esposos prometen entregarse al otro siendo
fiel, “en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad”,
para amarse y respetarse por el resto de la vida.

Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n.19.


110

Reformado por mandato del Concilio Vaticano II, promulgado por Su Santidad Pablo
111

VI y revisado por Su Santidad Juan Pablo II.


47
Es fuerte el significado de estas palabras. Quienes están en contra del
matrimonio o quienes no entienden la profundidad del amor, poco puede
entender lo que significa entregarse por completo hacia otra persona, y
¿para toda la vida?, eso es perder la libertad, dirán algunos.
Pero en realidad, en el matrimonio no se pierde la libertad, al
contrario, se gana llegando libremente al altar, creciendo libremente en el
amor y renovándolo de forma libre a través de la existencia, saliendo
adelante ante las dificultades, materializando el amor con los hijos y
progresando conjuntamente para sacar adelante al proyecto común: la
Familia.
Benedicto XVI, en Deus Caritas Est, describe cómo el amor no es
externo, por el contrario, nace dentro de cada ser humano que es
comunicado hacia otros:
“El amor crece a través del amor. El amor es «divino» porque
proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso
unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras
divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios
sea «todo para todos».”112

En este párrafo se explica claramente quién es el autor del amor,


Dios, que como se ha explicado, creó al hombre por amor, para hacerlo
partícipe de su hermosa obra creadora y de su poder salvador.
En el paso por la tierra, la unión con Dios viene dada precisamente
por el lazo del amor, el cual se rompe por medio del pecado, que hace que
nos alejemos de Él, rechazando todo vínculo Divino que nos ofrece, y
poniendo en peligro la Salvación y el descanso eterno al lado del Padre.
Benedicto XVI, describe en Deus Caritas Est, cómo es el amor al
prójimo, a través del ejemplo de una santa moderna:
112
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, n. 18.
48
“Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta
— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera
siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y,
viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad
precisamente en su servicio a los demás.”113

Y sigue explicando la unión del amor terreno y el amor divino:

“Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único


mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que
nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un
«mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una
experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su
propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El
amor crece a través del amor. El amor es «divino» porque proviene
de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos
transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos
convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea «todo para
todos».”114

Cada vez que un cristiano celebra uno de los Sacramentos y entra en


oración, está renovando la unión con el Amor, pues es Dios quien llama al
hombre suavemente, y es por medio de los Sacramentos y la oración que se
le escucha. Así mismo, en cuanto al matrimonio, los esposos están
llamados precisamente a renovar el amor hacia su cónyuge y a crecer en él.

En la constitución de la familia se manifiesta la unidad, realizada en


la comunión entre los padres, y entre estos y los hijos. Precisamente, esta
113
Ib.
114
Ib.,
49
realización está llena de retos, los cuales comienzan desde el momento de
la bendición del sacerdote al final del rito del matrimonio.

Posteriormente, los hijos consolidan esta alianza, enriqueciéndola y


profundizándola, concientizando a los esposos para que los corazones y
pensamientos estén dirigidos a Dios, y de esta forma la paternidad, ejercida
por ambos, sea renovada continuamente en el amor.

En el documento elaborado por el Consejo Pontificio para la Familia


como preparación del IV Encuentro Mundial de las Familias en Manila
(2003), se pone a la familia como primera escuela de socialidad:

“La familia es una comunidad de personas, para las cuales el propio


modo de existir y vivir juntos es la comunión: communio
personarum (comunión de personas). Por eso la familia es la
primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de
amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace
crecer.”115

Acá se reafirma a la familia como núcleo fundamental de la


sociedad. No solo en esta se educan las nuevas generaciones en valores y
amor al prójimo, también es una gran “empresa” que aporta al crecimiento
espiritual y moral del mundo, todo esto según el querer de Dios y la
necesidad de la Iglesia, la cual promueve la procreación, para crecer y
hacer apostolado en un mundo plagado por el neopaganismo, y que
necesita la renovación de la Alianza hecha entre Dios y los hombres.

Consejo Pontificio para la Familia, 2003. Temas de reflexión y diálogo sobre la


115

familia. Encuentro mundial de las familias. Manila.


50
En conclusión, la importancia de la familia en el Evangelio de Cristo,
radica en la importancia que el mismo Dios le otorga, desde el principio de
los tiempos, y que alcanza su mayor plenitud, como todo el mensaje
bíblico, en el Nuevo Testamento, donde eleva al matrimonio a convertirse
en Sacramento, y a la vez, se utilizan figuras que muestran la unicidad e
indisolubilidad de esta institución, como ocurre en la comparación con la
relación entre Dios y los hombres.

51
3. EL AMOR FAMILIAR SEGÚN “AMORIS
LAETITIA”

3.1. Estructura y finalidad última de la Exhortación Apostólica “Amoris


Laetitia”

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia el Papa Francisco


busca que cada hombre que lea el texto, encuentre un camino seguro para
encarar el matrimonio como una institución sagrada y un camino divino,
donde se puede lograr la santificación personal y de los demás.

Nicolás Alvarez de las Asturias116 (2016), escribe:

“Como sucesor de Pedro, en nombre de Cristo, busca iluminar las


mentes y encender los corazones de quienes están llamados a sacar
adelante su propia familia y, en ella, su propia existencia en
plenitud. Para que todos puedan, al descubrir la belleza de su
camino, volver a saberse en la Iglesia como en su propio hogar.”117

116
El padre Nicolás Álvarez de las Asturias es catedrático de Historia del Derecho
Canónico en la Universidad San Dámaso de Madrid y desarrolla su trabajo pastoral en
Santa María de Caná, parroquia conocida como “la catedral de Pozuelo”, cerca de
Madrid.
117
Álvarez de las Asturias, N. 2016. El camino de la familia. Claves de lectura de
“Amoris Laetitia”. Recuperado de https://www.almudi.org/articulos/10857-el-camino-
de-la-familia-claves-de-lectura-de-amoris-laetitia
52
Por su parte, el Arzobispo Bruno Forte 118 (2016), en el prólogo del
libro de Jesús Martínez Gordo119 Estuve divorciado y me acogisteis,
hablando acerca de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, dice:

“De manera particular, la Exhortación apostólica pos-sinodal


Amoris Laetitia ha indicado el discernimiento como estilo propio y
ordinario de una fe responsable, que no busca soluciones fáciles a
los problemas, sino que se esfuerza por abrirse a las exigencias de
la verdad y del amor con total confianza en Dios y en su
providencia misericordiosa y fiel.”120

Es así, como la Exhortación apostólica se está convirtiendo en una


guía para aquellos fieles que quieren iniciar una familia, y continuar con
ésta por el resto del camino, brindándoles ayuda, que les permita estar en la
luz y la gracia del Señor, si se tiene en cuenta la importancia que la
institución familiar tiene para la Iglesia y para la humanidad.

La pretensión del Papa Francisco y de la Iglesia en general, con ésta


Exhortación Apostólica, es ayudar a la familia, haciéndola participe de la
Gracia Divina, tal como se expresa en la misma Amoris Laetitia: “El amor
matrimonial no se cuida ante todo hablando de la indisolubilidad como una

118
Sacerdote desde 1973 y arzobispo de Chieti-Vasto desde 2004. Estudió en Tubinga y
en París. Doctor en teología y filosofía, ha sido profesor de teología dogmática en la
Pontificia Facultad teológica de Italia meridional y consultor del Consejo pontificio para
la unidad de los cristianos y del Consejo pontificio para el diálogo con los no creyentes.
119
Doctor en Teología Fundamental y sacerdote de la Diócesis de Bilbao. Profesor de la
Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz y del Instituto Diocesano de Teología y
Pastoral de Bilbao. Es miembro del Cento "Cristianisme i Justícia", de Barcelona, y
profesor invitado en la Facultad de Teología de Italia Meridional, en Nápoles.
120
Gordo, J.M. 2016. Estuve divorciado y me acogisteis. Para comprender Amoris
Laetitia. Editorial PPC. pp. 5-8. Madrid.
53
obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un
crecimiento constante bajo el impulso de la gracia”.121

En el año de la Misericordia, propuesto por el Papa Francisco a


finales del año 2015, Su Santidad redacta la Exhortación Apostólica Amoris
Laetitia122 (La Alegría del Amor), la cual es un documento extenso de casi
270 páginas, donde se trata los desafíos que la familia tiene en el mundo
actual.

En la introducción se lee:

“Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de


este Año Jubilar123 de la Misericordia. En primer lugar, porque la
entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las
estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a
sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el
compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque
procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y
cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no
se desarrolla con paz y gozo.”124

121
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 134
122
Esta Exhortación Apostólica es fruto de los Sínodos celebrados en 2014 y 2015; y
que entre otras cosas, reafirma que el matrimonio es la unión entre un hombre y una
mujer, y llama a sacerdotes y agentes pastorales a acompañar a los fieles en situación
irregular para sepan y sientan que son parte de la Iglesia.
123
El Jubileo consiste en que durante un año se conceden indulgencias a los fieles que
cumplen con ciertas disposiciones eclesiales establecidas por el Vaticano. El Jubileo
puede ser ordinario o extraordinario. La celebración del Año Santo Ordinario acontece
en un intervalo de años ya establecido. En cambio, el Año Santo Extraordinario se
proclama como celebración de un hecho destacado.
124
Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 5.
54
La vida familiar en la actualidad es compleja, por lo que se requiere
un acompañamiento más cercano por parte de la Iglesia y sus ministros, sin
importar el estado de las personas ni su alejamiento de la fe, por lo cual, se
pretende que este documento esté cercano a la realidad de las familias.

Su lectura no es sólo para obispos, sacerdotes y miembros de la


pastoral familiar, sin distingo de personas de acuerdo con las necesidades
de cada una y el entorno que se desenvuelven, como por ejemplo los
casados, quienes pueden encontrar luz sobre el amor, la fecundidad y la
educación de los hijos.

Entre las novedades, se encuentra la preocupación de la Iglesia por


los divorciados vueltos a casar, donde se les da la tranquilidad que sigue
siendo parte de esta, no están excomulgados 125, aunque no puedan
participar en la vida sacramental, pero sí pueden ser parte activa de la
comunidad cristiana.

En el periódico El Nuevo Siglo, el periodista Olano (2017), habla


sobre el mayor desafío de Amoris Laetitia:

“El mayor reto es que se lea sin prisas y se ponga en práctica. El


texto formula propuestas a la Iglesia y a sus pastores para que
acompañen a la familia, la integren, permanezcan cerca de
cualquier persona que haya sufrido los efectos del amor herido. Por
encima de todo, desafía a ser comprensivos frente a situaciones
complejas y dolorosas.”126

125
Por excomunión, como se ha dicho, se entiende la pena que excluye al reo de delito
de la comunión con la Iglesia.
126
Olano, H. 2017. (Agosto 26 de 2017). El Papa y los documentos pastorales. El Nuevo
Siglo.
55
Se da por entendido que un propósito de la Exhortación Apostólica
es acercar la Iglesia a las personas, que, por diferentes circunstancias, pasan
dificultades, desde el punto de vista familiar o de relaciones, dándoles a
conocer que hay una comunidad comprensiva y a la espera de tenderles la
mano y escucharlos.

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, la unión afectiva,


espiritual y oblativa del matrimonio, le da un carácter de exclusividad
indisoluble, expresada en el proyecto de los esposos de llevar una
existencia, donde todo se construya y se comparta.

Amoris Laetitia está estructurada en nueve capítulos, que se dividen


con temas de la Biblia y del Magisterio, que hace referencias al sacramento
del matrimonio y los desafíos a que se enfrenta en la actualidad la
institución familiar.

El primer capítulo se titula A la Luz de la Palabra, ofrece un


recorrido por toda la historia bíblica, que está “poblada de familias,
generaciones, de historias de amor y de crisis familiares”, desde la primera
familia, conformada por Adán y Eva en el Génesis, hasta “las bodas de la
Esposa y del Cordero” del Apocalipsis.127

En el capítulo dos, Realidad y Desafíos de las Familias, se realiza un


análisis de la difícil situación actual de la familia, como las “dificultades y
los desafíos actuales” que ponen en riesgo el futuro de la Iglesia, que tiene
como base la institución familiar, que la considera el núcleo de la
sociedad.128

El tercer capítulo, La mirada puesta en Jesús: Vocación de la


Familia, recoge la enseñanza que la Iglesia ofrece sobre el matrimonio y la
127
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 8.
128
Ib., n. 31.
56
familia, como instituciones donde el Evangelio tiene que ser enseñado,
vivido y transmitido, como una gran herencia cristiana, ya que “el misterio
de la familia cristiana puede entenderse plenamente si no es a la luz del
infinito amor del Padre”.129

El capítulo cuarto lleva el nombre de la base del matrimonio y la


familia, El Amor en el matrimonio, debido a que “un camino de fidelidad y
de entrega recíproca” se debe estimular, haciendo crecer “la consolidación
y la profundización del amor conyugal y familiar”.130

La materialización del amor se logra por medio de la fecundidad, y el


capítulo quinto así lo expresa desde el título, El amor que se vuelve
fecundo, con la frase inicial “el amor siempre da vida”, resalta cómo los
cónyuges “dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente
del amor”.131

En el capítulo sexto, empieza a consignar las reflexiones que dejó el


diálogo sinodal sobre la familia. En Algunas perspectivas pastorales, se
plantea “la necesidad de desarrollar nuevos caminos pastorales”. Estos
desafíos son recomendados a “las distintas comunidades quienes deberán
elaborar propuestas más prácticas y eficaces, que tengan en cuenta tanto las
enseñanzas de la Iglesia como las necesidades y los desafíos locales”. 132

En el séptimo capítulo, Fortalecer la educación de los hijos, se


realza la importancia de los padres en incidir “en el desarrollo moral de sus
hijos, para bien o para mal”, razón por la cual, esta misión debe ser
realizada “de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado”. 133

129
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 59.
130
Ib., n. 89.
131
Ib., n. 165.
132
Ib., n. 199.
133
Ib., n. 259.
57
Acompañar, discernir e integrar la fragilidad, es el título otorgado al
capítulo octavo, donde se plantee el difícil hecho de matrimonios que no
cumplen con la voluntad de Dios, como la propia ruptura, entendiendo,
que, aunque la meta es la perfección espiritual, la Iglesia “también es
consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos”.134

Por último, en el capítulo nueve, Espiritualidad Matrimonial y


Familiar, se destaca “la espiritualidad que brota de la vida familiar”, la cual
debe ser asumida en el estado del matrimonio y de la familia por aquellos
laicos, que han sido llamados a esta vocación, teniendo en cuenta “que las
preocupaciones familiares no deben ser algo ajeno «a su estilo de vida
espiritual»”.135

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el Papa Francisco


ofrece una visión de la situación actual de la familia, que se muestra
preocupante, debido a la actitud que el hombre moderno ésta sagrada
institución, lo que ha llevado a un declive de su valor, desembocando en la
crisis familiar hoy en día conocida.

Esto se aprecia en las posiciones que, desde los gobiernos de la


mayoría de países del Mundo Occidental, se ha tenido en los últimos años,
proclamando leyes que atacan directamente a la familia, las cuales van
desde atentados contra la vida desde el momento de la concepción, pasando
por una visión “amplia” del matrimonio, al cual se le ha dado diferentes
formas de conformación.

Es así como el amor se ha visto directamente deformado, pasando de


ser una relación bendecida por Dios de hombre y mujer, a otro tipo de
relaciones varias, así como también ha variado el papel que los padres

134
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 291.
135
Ib., n. 291.
58
tienen en el hogar, y el amor que estos se brindan mutuamente, inclusive a
los propios hijos.

Por su parte, el individualismo136 ha permeado los hogares, donde es


más importante la preocupación por uno mismo que por el cónyuge o los
hijos, una actitud que a la vez desemboca en el materialismo, donde unos
padres ausentes, en tiempo y amor, llenan los vacíos con el dinero y los
bienes materiales.

Sin embargo, el Papa Francisco tiene la esperanza y la fe en la


familia, debido a la importancia que ésta tiene para la sociedad y la Iglesia,
a pesar de las dificultades presentadas, tanto de índole interno como
externo.

Precisamente la Iglesia, a través de la historia, ha sido testigo del


desarrollo que ha tenido el hombre. Tal desarrollo se ha producido en
aspectos como la cultura, la tecnología y la economía, pero en cuanto al
amor y la familia, sigue defendiendo los mismos postulados que se tiene
sobre éstos, ya que vienen de Dios y son, a la vez, bendecidos por Él.

El grado del pensamiento progresista del hombre contemporáneo ha


llegado tan lejos, que ha pasado a un segundo plano conceptos y prácticas
como la feminidad y la masculinidad, la apertura a la vida, la sexualidad, el
cariño y el ser feliz siendo fiel.

136
El individualismo considera al hombre – a cada hombre – como una entidad
independiente y soberana que posee un derecho inalienable a su propia vida, un derecho
derivado de su naturaleza como ser racional.
59
Por otro lado, José María Pardo Sáenz 137 (2018), hablando sobre
Amoris Laetitia, escribe:

“Fruto de una lectura atenta de la Exhortación postsinodal Amoris


Laetitia, emerge la necesidad de revitalizar la sacramentalidad del
matrimonio. En efecto, para muchos matrimonios cristianos, por
desgracia, la sacramentalidad del matrimonio está vacía de
contenido y de significado; o, a lo sumo, entienden la gracia
sacramental del matrimonio como algo extrínseco y ajeno a sus
vidas, a sus crisis y problemas. Escuché una vez que los
sacramentos son “regalos de Dios sin abrir”. Muchos esposos no
han abierto todavía el extraordinario don que Dios les ha entregado
con su matrimonio.”138

Por otro lado, José Granados139, Stephan Kampowski140 y Juan José


Pérez-Soba141 (2016), dan a conocer, lo que para ellos, son “tres elementos

137
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, bachiller en
Teología por la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, licenciado en Teología Moral y
Espiritual por la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, doctor en Medicina
(Bioética) por el Istituto di Bioetica. Facoltà di Medicina e Chirurgia “Agostino
Gemelli”. Università Cattolica del Sacro Cuore.
138
Pardo Sáenz, J.M. 2018. Sentido e implicaciones de la sacramentalidad del
matrimonio a la luz de “Amoris Laetitia”. Recuperado de
https://www.almudi.org/articulos/12435-sentido-e-implicaciones-de-la-sacramentalidad-
del-matrimonio-a-la-luz-de-amoris-laetitia
139
Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Vicepresidente del Instituto
Juan Pablo II en Roma. Miembro de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María
(DCJM). vicepresidente del Instituto Pontificio Juan Pablo II para los Estudios sobre el
Matrimonio y la Familia, con sede en Roma.
140
Profesor asociado de Antropología Filosófica en el Pontificio Instituto Juan Pablo II
para estudios sobre el Matrimonio y la Familia en Roma. Es uno de los coordinadores
del Máster en Bioética y Formación organizado por el Instituto Juan Pablo II y la
Universidad del Sagrado Corazón, Roma.
141
Licenciado en Teología especialidad de moral por la U.P. de Comillas, con la
tesina, Libertad para amar. Diálogo con Santo Tomás de Aquino. Doctor en Teología
por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios de matrimonio y familia (sede
de Roma) y perteneciente a la Pontificia Universidad Lateranense.
60
necesarios de coherencia del documento”, que los califican de la siguiente
forma:

- “La primera es la coherencia con un itinerario sinodal en el que


se inserta y que lo contextualiza. Las citas constantes a los
sínodos que llegan a constituir números enteros, señalan con
fuerza que el Papa no ha querido ir más allá de lo que las
asambleas sinodales han dicho. Francisco manifiesta así su
profunda convicción de la naturaleza sinodal de la Iglesia. No
podemos entender este camino eclesial como si fuera una mera
ocasión para un documento; más bien ha de leerse el documento
como parte de un proceso. La referencia a los padres sinodales
en los puntos nn. 298-302 corrobora este principio de
coherencia eclesial. No estamos ante un Papa revolucionario
que rompa la Iglesia con intuiciones geniales pero aisladas; sino
ante un Papa que quiere vivir la comunión eclesial hasta el
fondo. Así sus intervenciones se comprenden dentro de su
ministerio petrino de servicio a la comunión de la Iglesia.
- La segunda coherencia es la del documento en sí mismo. Sería
absurdo interpretar un texto sobre la familia, que pone el amor
al centro, en clave de un discernimiento subjetivo, propio del
individualismo contemporáneo. Es cierto que en un texto de
tanta extensión, fruto de una reflexión anterior larga y no
siempre fácil, se pueden observar partes distintas. En particular
descubrimos tres estilos de redacción. El primero, ya notado, se
apoya en los sínodos; el segundo glosa las catequesis sobre la
familia de Francisco y las de Juan Pablo II sobre la “Teología
del cuerpo”; en el tercero el Papa escribe sin notas, ofreciendo
ideas nuevas. Son estos últimos textos los que dan la clave de

61
interpretación de todo el escrito. Aquí se encuentran sobre todo
el capítulo cuarto y quinto, que son la referencia principal con la
que comprender coherentemente el capítulo octavo.
- La última coherencia para leer el texto nos la da la tradición de
la Iglesia. Francisco mismo señala que no hay un cambio
doctrinal ni disciplinar, porque no siempre se debe encontrar
una respuesta en esta dirección. El tercer capítulo se dedica,
todo él, a recoger la enseñanza sobre la familia a partir del
Vaticano II. La unidad de la doctrina y la enseñanza queda
preservada, y no se puede cuestionar desde una pretendida
“creatividad pastoral” que la negase. Las citas en los pasajes
principales son de Familiaris Consortio, del Pontificio Consejo
para los Textos Legislativos y, para sostener la argumentación,
se usa sobre todo el Catecismo de la Iglesia Católica y de la
Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino. Sería difícil
encontrar una lista más “tradicional” como marco de
comprensión que la que ha querido proponer el Papa Francisco.
Rige el principio de continuidad: donde haya, en Amoris
Laetitia, un texto ambiguo o discutido, la única interpretación
válida es la que lo lea en continuidad con el magisterio
anterior.”142

3.2. El Amor en el matrimonio

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, se expresa, con una


belleza literaria y bien escrita, que llega a lo más profundo de la psicología
humana, con todo lo que esto implica, los dolores, los sufrimientos, las

142
Granados, J., Kampowski, S. y Pérez-Soba, J.J. (2016). Acompañar, discernir,
integrar. Vademécum para una nueva pastoral familiar a partir de la Exhortación
Apostólica Amoris Laetitia. Fonte Grupo Editorial. p. 11-12. Burgos.
62
alegrías y la convivencia en pareja, que el mismo Papa escribe con
delicadeza lo referente al amor humano.

Javier de la Torre143 (2016), escribe sobre el tipo amor que manifiesta


el Papa Francisco en el documento:

“Es la importancia del amor, no ideal ni romántico, sino del amor


más importante que hay en el mundo: el amor cotidiano; el amor
que tiene paciencia, que es amable, que es humilde, que no es
envidioso, que sabe perdonar todas las noches antes de acostarse…
Cuando habla del amor dice algo importante: el amor convive con
la imperfección. A veces, cuando hablamos del amor parece que
tiene que ser siempre puro; sin embargo, amamos desde nuestra
limitación y desde nuestra imperfección, pero también amamos. El
otro no es solo eso que a mí me molesta. Es mucho más que eso.
Por la misma razón, no le exijo que su amor sea perfecto para
valorarlo. Me ama como es y cómo puede, con sus límites, pero que
su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real.
Es real, pero limitado y terreno. Por eso, si le exijo demasiado, me
lo hará saber de alguna manera. El amor convive con la
imperfección.”144

143
Licenciado en filosofía y teología moral por la Universidad Pontificia de Comillas y
es doctor en derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesor de Moral
de la persona, Historia de la teología moral, de la Ética del matrimonio y la familia, de
la Ética del amor y la sexualidad y de la Ética del comienzo de la vida, en la
Universidad Pontificia de Comillas.

De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.


144

Campus Cultural. Universidad de Cantabria.


63
Es claro que en el matrimonio se unen dos realidades diferentes, y
por ser así, no se puede hablar de una relación perfecta ni utópica, donde
todo es un paraíso romántico, al contrario, las dificultades y los
desacuerdos suelen darse, incluso, algunas veces, más seguido de lo que
esperamos, por lo que deben aflorar las virtudes humanas, como el ser
pacientes, amables y humildes, y de esta forma, hacer de la familia un
hogar luminoso y alegre, a pesar de las contrariedades de la jornada.

Para hablar del Amor en el matrimonio, la Exhortación Apostólica


Amoris Laetitia, empieza con el bello himno de San Pablo, que a la vez, ha
servido de inspiración para poetas y compositores:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace


alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio
interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la
injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta.”145

En este escrito, San Pablo realza las principales virtudes que tiene el
amor, y que, de ponerse en práctica por parte de los esposos, se llegará al
final del camino juntos, tal como lo define la Doctrina de la Iglesia
Católica: “Hasta que la muerte los separe” 146, y también expresado por
Jesús en Marcos: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”147

145
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 90.
146
Según el rito del matrimonio, se lee lo siguiente: ¿N., aceptas a N. como tu legítima
esposa (esposo), amarlo y respetarlo, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso,
en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los
separe?
147
Cf. Mc 10, 2-16.
64
“Habla de la indisolubilidad de una manera bellísima; no como un
yugo, una condena perpetua… Él habla de las señales que hay en el
corazón humano, del deseo de indisolubilidad. Quien está
enamorado no se plantea que esa relación pueda ser solo por un
tiempo. Cuando alguien está apasionadamente enamorado de otro
no le dice “te quiero hasta el próximo año”… le quiere para toda la
vida.”148

El amor lo puede todo, incluso a amar al prójimo con sus defectos o


con pensamientos diferentes. Así lo expresa el autor Javier de la Torre
(2016), para expresar la delicadeza y maestría, como el Papa Francisco
aborda la indisolubilidad matrimonial, por el bien de los esposos, quienes
han adquirido el compromiso Sagrado, y por el bien de los hijos, que
añoran ver a unos padres que se aman, fieles, felices y siempre juntos.

Dios es el mejor ejemplo de lo que es el amor. Durante toda la


historia de la humanidad, Él ha tenido para sus hijos paciencia. Así se ha
visto cómo, a pesar de nuestros pecados, Dios sigue actuando en el mundo.
En vez del castigo, mandó por amor a su Propio Hijo, entregándolo a la
dureza de los hombres, por amor.

Precisamente, Dios, como autor de los sacramentos administrados


por la Iglesia, dona la gracia a través de cada uno de ellos, de forma libre y
por distintas vías, como lo es el matrimonio. Al recibir estas gracias, el ser
humano es conocedor de los medios para llegar a ellas, como también de
los que impiden que las obtengamos.

De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.


148

Campus Cultural. Universidad de Cantabria.


65
Así lo hace saber Pedro Daniel Martínez Perea149 (2017), cuando
expone lo siguiente, refiriéndose a la Exhortación Apostólica Amoris
Laetitia:

“La grandeza del matrimonio cristiano consiste en ser no sólo un


‘pacto’ (pactus) entre un varón y una mujer según condiciones
jurídicas determinadas (orden natural) sino sobre todo consiste en
su profunda novedad como lo es la unión obrada por Dios entre un
varón y una mujer en una ‘alianza’ (foedus) indisoluble de toda sus
vidas que prefigura la unión entre Cristo y la Iglesia y que el
hombre no puede separar (orden sobrenatural). El matrimonio
cristiano, entonces, en su sentido más profundo es un misterio de
gracia, una realidad teológica establecida por Dios mismo. Por ello,
no puede ser considerado por los fieles como algo dejado a la sola
libertad personal reduciéndolo a una mera entidad sociológica.”150

Esta es la verdad: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” 151, y es esa


verdad que nos permite ser libres: “La Verdad os hará libres” 152,
conociendo los caminos del bien y del mal, con la libertad que Dios nos da
para elegir cuál continuar. Dios ama tanto al mundo, que no nos obliga a
creer en Él, ni a seguirle, somos nosotros que en nuestro libre albedrío y
por amor, tomamos la decisión.

149
Actual Obispo de la Diócesis de San Luis, Argentina elegido para tal cargo por Su
Santidad Benedicto XVI.
150
Martínez Perea, P.D. 2017. Matrimonio, nuevas uniones y Eucaristía en el capítulo 8
de Amoris Laetitia. Carta Pastoral a los Sacerdotes de la Diócesis de San Luis.
Argentina.
151
Cf. Jn 14, 6.
152
Ib., 8,32.
66
En cuanto a la justicia, San Josemaría Escrivá de Balaguer escribió:
“Es verdad que Dios Nuestro Señor es infinitamente misericordioso, pero
también es infinitamente justo: y hay un juicio, y Él es el Juez” 153, donde se
muestra que, en el amor y la misericordia de Dios, también hay justicia, la
cual será de acuerdo con nuestros actos.

Desde el Antiguo Testamento, la relación de Dios con su pueblo es


descrita a través de la metáfora del amor conyugal, lo que continúa en el
Nuevo Testamento con la comparación que la Iglesia es la Esposa de
Cristo. Bajo esta similitud, la relación de los esposos dentro del matrimonio
debe ser de amor puro y desinteresado, donde el sacrificio, tal como lo ha
hecho Dios por su Iglesia, sea justificado en el Amor.

El matrimonio, al ser sacramento sagrado instituido por Cristo y


formado por seres humanos, no está inmune a las debilidades que cada uno
de sus integrantes pueden tener, entre estas, el difícil manejo de la ira,
originada por situaciones naturales de la vida cotidiana. Por esta razón, la
paciencia154 “se muestra cuando la persona no se deja llevar por los
impulsos y evita agredir”.155

En la actualidad, cuando el egoísmo 156 se ha afianzado en el ser


humano, hasta el punto de tener cada uno su casa, su carro, su televisor, su
territorio, la virtud de la paciencia nos recuerda que el prójimo tiene los
mismos derechos que todos. La Exhortación Apostólica lo explica así:

153
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 747.
154
La paciencia es una virtud potencial o derivada de la fortaleza, cuya misión es
facilitar el vencimiento de la tristeza para no decaer ante los sufrimientos ya físicos, ya
espirituales, anejos a la práctica de cualquier virtud y mucho más, al seguimiento de las
virtudes enseñadas por Cristo.
155
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 91.
156
El egoísmo es lo contrario del verdadero amor, ya que este nos hace salir de nosotros
mismos y nos hace darnos a lo que amamos transformándonos en la cosa amada, en
cambio el egoísmo tiene como centro de todas las cosas a nosotros mismos.
67
“Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también
tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No
importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta
con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo
esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión
que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también
cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía.”157

Como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Para servir,


servir”158, y es en el servicio donde se muestra el amor, pues es mejor
expresarlo en obras que con palabras, pues el amor no debe entenderse sólo
como un sentimiento, ya que en hebreo amor es “hacer el bien”. “Así puede
mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar,
la nobleza y la grandeza de donarse sobreabundantemente, sin medir, sin
reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir.”159

En el matrimonio, el mayor bien que puede sentir un cónyuge, es el


bienestar de los demás, por lo tanto, no hay espacio para la envidia 160, que
es “una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la
felicidad de los demás, ya que estamos exclusivamente concentrados en el
propio bienestar”161, por lo que la envidia y el egoísmo van unidos de la
mano.
157
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 92.
158
San Josemaría Escrivá. 1971. Es Cristo que pasa. 44ª Edición. pp. 50-51. Madrid,
España. Editorial Rialp
159
Ib., n. 94.
160
A través de la envidia podemos crear auténticas obsesiones hacia el “objeto”
codiciado, bien sea material, intelectual o incluso espiritual. Llevado al límite, la envidia
puede empular a las personas a hacer daño a otros que poseen lo que entiendo como mi
deseo no cubierto.
161
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 95.
68
Esposo y esposa son una sola carne, y por esta razón, no hay espacio
para hablar solo de sí mismo, sino de nosotros. No se puede agrandar uno
para empequeñecer al otro, pues la institución matrimonial es un proyecto
para toda la vida entre dos personas, de crecimiento y progreso juntos.

Según Amoris Laetitia: “La actitud de humildad aparece aquí como


algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o
servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo 162 y cultivar
la humildad”163.

Sin embargo, a pesar de las dificultades y contrariedades de la


jornada, en el matrimonio cabe la felicidad. La amabilidad en todo
momento por parte de los cónyuges es a lo que llama la Exhortación
Apostólica, la cual recomienda dejar a un lado el pesimismo de encontrar
solo los defectos del otro, y abandonar modos, gestos y palabras
desagradables, que busquen la sociabilidad en la persona pues:

“El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes
de integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí
mismo, ya que sin sentido de pertenencia no se puede sostener una
entrega por los demás, cada uno termina buscando sólo su
conveniencia y la convivencia se torna imposible. Una persona
antisocial cree que los demás existen para satisfacer sus
necesidades, y que cuando lo hacen sólo cumplen con su deber.”164

162
Orgullo es un término que denota un sentimiento de autosuficiencia, usualmente
manifestado en la arrogancia propia y el desprecio del valor de otros.
163
Ib., n. 98.
164
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 100.
69
Se ha recomendado que, en la vida matrimonial, uno de los
elementos más importantes es el perdón, si se tiene en cuenta que esta
sagrada institución está conformada por seres humanos, lo que implica que
cada uno de sus miembros tienen defectos y debilidades, con todo lo que
esto conlleva, como el cometer errores y tener actuaciones que no agradan
a los demás, por lo que no es ajeno a dificultades de parejas, que deben ser
subsanadas para llevar el matrimonio a feliz término.

El perdón es la mayor muestra de amor hacia otra persona, pues al


hombre se le hace difícil, pedirlo y ofrecerlo por su tendencia al orgullo y
la soberbia165, y por la creencia que, en algunos de los dos casos, se está
bajando a un nivel inferior al otro.

“Hoy sabemos que para poder perdonar necesitamos pasar por la


experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros
mismos. Tantas veces nuestros errores, o la mirada crítica de las
personas que amamos, nos han llevado a perder el cariño hacia
nosotros mismos. Eso hace que terminemos guardándonos de los
otros, escapando del afecto, llenándonos de temores en las
relaciones interpersonales. Entonces, poder culpar a otros se
convierte en un falso alivio. Hace falta orar con la propia historia,
aceptarse a sí mismo, saber convivir con las propias limitaciones, e
incluso perdonarse, para poder tener esa misma actitud con los
demás.”166

En la relación de pareja, siempre habrá conflictos, por aquella


tendencia imperfecta del ser humano, pero este tipo de situaciones
165
La soberbia consiste en concederse más méritos de los que uno tiene. Es la trampa del
amor propio: estimarse muy por encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y por
tanto, de lucidez. La soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo.
166
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 107.
70
contradictorias, no pueden llevar a poner en riesgo el Matrimonio, ya que
esto implica finalizar una comunión con Dios, quien mandó a ser una sola
carne hasta que la muerte los separe. Por esto, es importante la oración,
para que el contacto con el mismo Dios, sea base segura para fortalecer la
vida matrimonial.

El teólogo Bonifacio Fernández, hablando acerca del matrimonio,


según le Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, explica:

“El matrimonio es uno de los siete sacramentos. Hasta ahí nada


nuevo. El punto de interés es la comprensión de la dimensión
antropológica, eclesial y espiritual del sacramento. El sacramento es
un don para la santificación y la salvación de los esposos. El
matrimonio es una vocación y requiere un discernimiento
vocacional. El papa Francisco retoma la definición conciliar del
matrimonio. Y recuerda que el sacramento no es una cosa o una
fuerza, sino acción y presencia de Cristo que sale al encuentro de
los esposos. Como todo sacramento el matrimonio significa, hace
presente y comunica el amor de Cristo a su Iglesia. El
consentimiento y la unión de los cuerpos son los instrumentos de la
acción divina que los hace una sola carne.”167

Los cristianos deben tener un compromiso claro ante la sociedad, que


es presentarse como hijos de Dios en cada una de las actividades de la vida
ordinaria, por medio del ejemplo, el cual es más eficaz que la palabra.

Fernández, B. 2016. “La complejidad del amor” aproximación a la Amoris Laetitia.


167

Vida Religiosa.
71
Por esto, los miembros de la Iglesia no pueden dejar de presentar, el
día de hoy, la vida matrimonial como una gran vocación, el cual está
basada en el amor y bendecida por Dios, lo que se refleja en los hijos,
quienes son el fruto materializado del sentimiento de los padres, y quienes
a la vez, reflejarán, ante la sociedad, lo vivido en la familia.

El ser humano siempre se ha enamorado de lo que conoce. Por esta


razón es importante que conozca qué es la familia, pero sin idealismos que
lo lleven a decepciones, provocadas por los defectos del otro, que
desemboque en la finalización de la relación matrimonial.

Desde el amor reflejado en la familia, el hombre se convierte en


pedagogo ante la sociedad, tanto de la institución matrimonial como de los
sentimientos, que son reflejo del amor Dios en la relación entre los padres,
y entre estos con los hijos.

En el portal Catholicus en el Análisis de la Exhortación Apostólica


“Amoris Laetitia”, del Papa Francisco, se analiza el aspecto del amor
humano en el matrimonio en esta vida:

“Por todo lo escrito en la Exhortación, da la impresión de que el


Papa Francisco considera el amor entre los esposos como un fin en
sí mismo, cuando el fin del hombre sólo es Dios, siendo el amor
humano un mero medio en este mundo temporal, en el cual empieza
y acaba. En este sentido, cabe recordar la doctrina católica, que
enseña que a diferencia de lo que ocurre con el sacramento del
Orden, que hace que el hombre que lo recibe se convierta en

72
sacerdote para siempre -en esta vida y en la otra-, el del Matrimonio
empieza y termina en esta vida.”168

Precisamente, el Papa Francisco realiza en la Exhortación Apostólica


Amoris Laetitia, brinda una catequesis sobre el amor humano, como:

“Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere


una mirada amable puesta en él. Esto no es posible cuando reina un
pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizás para
compensar los propios complejos.
Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus
límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común,
aunque seamos diferentes. El amor amable genera vínculos, cultiva
lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social
firme.”169

Mirar al cónyuge con la mirada del amor de Dios, quien nos ama a
pesar de nuestros defectos y nuestras debilidades, conociendo que si
caemos, nunca será tarde para volver a Él, pues nos estará esperando con
los brazos abiertos. Y precisamente, si el Matrimonio es bendecido por
Dios y se presenta como un modelo de relación entre Él y la Iglesia, se
debe actuar perdonando al otro.
En cuanto al desprendimiento, el mismo Papa Francisco nos enseña
que: “Hemos dicho muchas veces que para amar a los demás primero hay

168
Blog Catholicus, 2016. Análisis de la Exhortación Apostólica Postsinodal “Amoris
Laetitia”, del Papa Francisco. Recuperado de
http://catholicvs.blogspot.com.co/2016/04/analisis-de-la-exhortacion-
apostolica_12.html
169
Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 100.
73
que amarse a sí mismo. Sin embargo, este himno al amor afirma que el
amor « no busca su propio interés », o « no busca lo que es de él »” 170,
indicando que primero se debe amar, antes que sentirse amado, es decir, es
una entrega total al otro.
Álvarez de las Asturias (2016), propone que el matrimonio, que da
inicio a la vida familiar, prolongándose durante toda la vida, “es un
proyecto que comporta una serie de elementos constitutivos y que es
camino de felicidad y plenitud solo si dichos elementos se asumen y se
viven adecuadamente a lo largo del tiempo”. Por esta razón, el mismo
Álvarez de las Asturias, invita a que la felicidad en la familia se produzca
contemplando “dichos elementos como caminos de plenitud más que como
dificultades.”171

Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 101.


170

171
Álvarez de las Asturias, N. 2016. El camino de la familia. Claves de lectura de
“Amoris Laetitia”. Recuperado de https://www.almudi.org/articulos/10857-el-camino-
de-la-familia-claves-de-lectura-de-amoris-laetitia
74
3.3. Dificultades para vivir el amor en la vida familiar
La vida matrimonial exige renuncia y sacrificio. Las dificultades se
presentan desde el mismo momento del inicio de la relación. En un buen
noviazgo se debe conocer la personalidad de cada uno de los cónyuges,
siendo este el punto inicial para que ambos diluciden si es la persona
adecuada para pasar el resto de su vida.
Posteriormente, en el matrimonio, con el Sí en el altar, empiezan a
florecer las contrariedades diarias de la vida, las cuales van desde la parte
económica, tan importante para sacar adelante la familia, hasta la salud y la
educación de los hijos, los cuales cuentan en la actualidad con grandes
desafíos, debido a las influencias dañinas de medios de comunicación y la
sociedad en general, que ponen en peligro la institución familiar.
En la actualidad, las crisis dentro del matrimonio, en vez de ser
causales de divorcio y separación, deben fortalecer más los lazos de unión
entre los esposos, al sacar adelante el proyecto por el que decidieron luchar
hasta el final de sus vidas:

“La historia de una familia está surcada por crisis de todo tipo, que
también son parte de su dramática belleza. Hay que ayudar a
descubrir que una crisis superada no lleva a una relación con menor
intensidad sino a mejorar, asentar y madurar el vino de la unión. No
se convive para ser cada vez menos felices, sino para aprender a ser
felices de un modo nuevo, a partir de las posibilidades que abre una
nueva etapa. Cada crisis implica un aprendizaje que permite
incrementar la intensidad de la vida compartida, o al menos
encontrar un nuevo sentido a la experiencia matrimonial.”172

172
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 232.
75
La felicidad es la meta del ser humano, pero esta no debe significar
la ausencia de problemas, sino la alegría de superarlos en unión con el
cónyuge. Lo que el día de hoy se convierten en duras dificultades en la
familia, llegará el día cuando este andar esté finalizando, ambos mirarán
con satisfacción el haber podido sacar adelante la empresa que iniciaron,
que se convirtió en su mejor inversión.

La Institución Matrimonial requiere un estudio constante por parte de


los esposos, algo de lo que pocos tienen consciencia. Un psicólogo de
familia, un sacerdote, un terapeuta familiar, libros, conferencias,
documentales, entre otros, deben convertirse en los elementos de estudio
para la conformación de un hogar.

Sin embargo, el matrimonio mismo es un aprendizaje, que también


se lleva a cabo en cada crisis, que, los esposos guiados por la Sabiduría
Divina, encuentran una enseñanza en cada etapa que les toca afrontar,
permitiendo que, entre dos personas, con los mismos objetivos, hagan más
llevadera la carga familiar, y en unión con Dios, se llegue a la meta, que es
la santidad dentro de la familia.

La comunicación es el principal elemento en el momento de iniciar


una relación de pareja, y así lo expresa la Exhortación Apostólica, Amoris
Laetitia, que pone en evidencia los efectos que pueden surgir cuando los
canales comunicativos fallan: “El problema es que se vuelve más difícil
comunicarse así en un momento de crisis si nunca se aprendió a hacerlo. Es
todo un arte que se aprende en tiempos de calma, para ponerlo en práctica
en los tiempos duros.”173

Y esos tiempos de calma se presentan al inicio de la relación como


novios, cuando la pareja se está conociendo, y así, al momento de unir sus
173
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 234.
76
vidas, sepan afrontar las crisis, tal como lo expresa el Papa Francisco en la
Exhortación Apostólica Amoris Laetitia:

“Hay crisis comunes que suelen ocurrir en todos los matrimonios,


como la crisis de los comienzos, cuando hay que aprender a
compatibilizar las diferencias y desprenderse de los padres; o la
crisis de la llegada del hijo, con sus nuevos desafíos emocionales; la
crisis de la crianza, que cambia los hábitos del matrimonio; la crisis
de la adolescencia del hijo, que exige muchas energías,
desestabiliza a los padres y a veces los enfrenta entre sí; la crisis del
«nido vacío», que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a sí
misma; la crisis que se origina en la vejez de los padres de los
cónyuges, que reclaman más presencia, cuidados y decisiones
difíciles.”174

El conocimiento de los defectos de la pareja, la llegada del hijo, los


problemas económicos, las diferencias en el pensamiento y el actuar, son
crisis que deben ser superadas por medio del diálogo, el entendimiento y la
comprensión.

En este escrito de la Exhortación Apostólica, se resume la vida


matrimonial, desde el momento de la bendición, hasta la vejez. Dos
personas “extrañas” que entran a convivir, con diferentes culturas y
modelos de educación, gustos variados y cada uno con su carácter, asumen
una responsabilidad en la que deben ser conscientes del camino que
empiezan a andar.

174
Ib., n. 235.
77
Ante las dificultades que se generan en el matrimonio, como
económicas, espirituales o laborales, la vida familiar puede verse afectada,
ante la incomprensión y la desesperación. Por esta razón, se exige “un
camino de perdón y reconciliación”175, y como dice San Josemaría Escrivá
de Balaguer (1973) en Es Cristo que pasa: “Evitad la soberbia, que es el
mayor enemigo de vuestro trato conyugal: en vuestras pequeñas reyertas,
ninguno de los dos tiene razón.”176

Ahora bien, a las dificultades y crisis presentadas, se suman los


desafíos de la familia en la actualidad, que afectan directamente la
convivencia familiar y son inducidos por los afanes profesionales y sociales
de la vida moderna, poniendo al matrimonio en constante peligro.

El estrés y el individualismo forman parte de las actitudes “de moda”


entre los humanos, que lastimosamente, influyen en la pérdida de las
buenas relaciones sociales, incluyendo las más cercanas como la familia.

El estrés, llamado por algunos como la enfermedad del Siglo XXI,


surge en parte por la ambición de poseer bienes materiales, ascensos
laborales y logros educativos, como metas principales en la vida,
desconociendo que el hogar es el mejor proyecto de vida que persona
alguna pueda planear.

El Papa Francisco expone en la Exhortación Apostólica, algunos


problemas que ponen en riesgo el matrimonio en la época actual:

“Quisiera agregar el ritmo de vida actual, el estrés, la organización


social y laboral, porque son factores culturales que ponen en riesgo
la posibilidad de opciones permanentes. Al mismo tiempo,
175
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 236.
176
Cf. San Josemaría Escrivá de Balaguer. 1973. Es Cristo que pasa. n. 26.
78
encontramos fenómenos ambiguos. Por ejemplo, se aprecia una
personalización que apuesta por la autenticidad en lugar de
reproducir comportamientos pautados. Es un valor que puede
promover las distintas capacidades y la espontaneidad, pero que,
mal orientado, puede crear actitudes de permanente sospecha, de
huida de los compromisos, de encierro en la comodidad, de
arrogancia.”177

En la actualidad, la familia no puede dejar se de ser un espacio de


comunión entre dos personas, y más con el creciente individualismo que se
está viviendo, tal como se explica en la Exhortación Apostólica Amoris
Laetitia, en el punto 33, donde dice:

“El individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares


y acaba por considerar a cada componente de la familia como una
isla. Frente al individualismo de una familia de individuos como
islas separadas, otro modelo, el de la comunión cristiana.”178

Javier de la Torre (2016), preocupado por el acompañamiento que


debe tener la familia, desde el inicio del matrimonio, expone:

“Con frecuencia hemos presentado la familia con poca luz sobre la


importancia de la ayuda mutua, obsesionados con el tema de la
procreación; no hemos acompañado a los matrimonios en sus
primeros años, con propuestas que se adapten a sus horarios, a sus
177
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 33.
178
Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, n. 101.
79
lenguajes, a sus inquietudes más concretas. Hemos hablado de
manera demasiado abstracta… Durante mucho tiempo creímos que,
con solo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin
motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las
familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de
sentido sus vidas compartidas.”179

Se debe concientizar a los nuevos esposos, que el Sacramento


Matrimonial, al que se llega por amor, es un camino de desarrollo y
realización, que no termina el día de la boda, al contrario, se define como
una aventura, una historia, una pasión que hay que mantener, una fidelidad
que hay que cuidar

Acerca de los desafíos que se presenta en el matrimonio, el mismo


Javier de la Torre (2016), expresa:

“También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que


muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de
sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante
situaciones donde se rompen todos los esquemas. Ese recordar que
hay que dejarles espacio es esencial.

Después enumera una serie de desafíos concretos, porque al papa le


gusta lo concreto. Y termina esta segunda parte diciendo: Doy
gracias a Dios porque muchas familias que están lejos de
considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y
siguen adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del camino.

De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.


179

Campus Cultural. Universidad de Cantabria.


80
Es importante ese subrayado de que, quizá la limitación que todos
tenemos no impide vivir el amor.”180

La tendencia que el ser humano tiene hacia el pecado y caer en las


debilidades, no es impedimento para emprender el camino del matrimonio,
ya que los límites naturales que tiene la pareja y su imperfección como
personas, pueden ser superadas con la Gracia de Dios.

La primera crisis dentro del matrimonio es la falta de diálogo, porque


esta carencia desestabiliza el hogar. Aunque este se ha perdido en los
últimos tiempos, debido a factores como laborales y tecnológicos, los
esposos deben buscar la forma de tener un diálogo diario y fluido, que
puede empezar por normas de piedad, recurriendo al viejo dicho: “Familia
que reza unida, permanece unida”.

En cuanto al individualismo, esa misma ambición, ya tratada, en


diferentes campos de la vida, lleva a muchos jóvenes a visualizar el
matrimonio como un obstáculo para su futuro, por lo que deciden ser
“libres”, entendiendo esta libertad como la ausencia de cualquier
compromiso que ponga en riesgo la vida “light” que quieren llevar.

“En ese contexto, el ideal matrimonial, con un compromiso de


exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las
conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la
sensibilidad. Se teme la soledad, se desea un espacio de protección
y de fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado

De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.


180

Campus Cultural. Universidad de Cantabria.


81
por una relación que pueda postergar el logro de las aspiraciones
personales.”181

El matrimonio es un Estado de Gracia bendecido por Dios, y es


precisamente esta Gracia que permite que Él sostenga la familia, como la
institución más amada por el Creador, pues de ahí se originaron las
personas que hicieron parte de la historia de la Salvación.

La cultura, implantada por los medios de comunicación, es otro


factor que desafía la institución familiar, por lo que en el punto 39 de la
Exhortación Apostólica, advierte de “la decadencia cultural que no
promueve el amor y la entrega.” Hoy en día, los matrimonios son tratados
como a los objetos desechables, lo que no sirve se bota. De esta forma, se
evita la entrega y se comercializa el amor, que es dado a conveniencia.

Los medios de comunicación han tergiversado conceptos


fundamentales del amor y la familia entre la población. Por ejemplo, las
personas no entienden la complementariedad entre hombre y mujer, por lo
que cada uno quiere tener sus derechos por encima del otro, ignorando que
son complemento, según las diferencias físicas y psicológicas.

Esto ha generado una serie de conflictos dentro de la familia, debido


a la tergiversación de ésta y del papel que cada uno de los miembros
desempeña. Pero a pesar de las dificultades, la familia tiene la gracia de
superarlas, tal como el ser humano ha superado diversos contratiempos en
la historia de la humanidad.

En cuanto a los Estados, estos deben tomar decisiones sobre la


familia, debido que ésta también tiene una dimensión jurídica, ya que se

181
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 34.
82
proyecta a la vida de nuevos individuos, y son estos los que conforman las
realidades sociales de los países.

Por su parte, los organismos internacionales le están haciendo un


gran daño a la institución familiar, debido a un “colonialismo intelectual” y
un “imperialismo ideológico” en contra de ésta, que ha sido implantado en
la mayoría de naciones, ya sea porque sus gobernantes apoyan estas ideas,
o por presión, ante la amenaza de suspensión de ayudas económicas para
los gobiernos.

Entre las teorías implantadas internacionalmente, está la ideología de


género182, que es una especie de “ateísmo contemporáneo”, donde se afirma
que el ser humano no tiene naturaleza, por lo que cada persona construye el
género que quiere, hombre o mujer, pues según estos ideólogos, el ser
masculino o femenino, es una obligación de la sociedad hacia la persona.

Sin embargo, se tiene la esperanza que la familia es el mejor antídoto


contra estos males que aquejan la época contemporánea, que ha generado
en el pensamiento de los hijos un relativismo en todos los temas, por lo que
se debe enseñarles qué es bueno o malo; y en cuanto a la ideología de
género, enseñando a amar la dimensión sexual, aclarando que no se pueden
eliminar las diferencias de ambos sexos.

Hay que tener en cuenta, que a pesar de las dificultades, el


matrimonio está sostenido por la gracia. Así lo explica el Arzobispo de
Portland, Alexander Sample, en una Carta Pastoral sobre Amoris Laetitia,
Una escultura viva y auténtica:

182
El término inglés "gender" apareció hace unos años en la literatura dedicada a las
relaciones entre hombre y mujer. Traducido al español como género sería más
fácilmente comprensible si se tradujese como "sexo". El discurso sobre el género niega
importancia a la diferencia genital entre hombre y mujer y recoge la interpretación de
Friedrich Engels al concepto de lucha de clases.
83
“La vida familiar y el matrimonio no sólo están sostenidos y
fortalecidos por la naturaleza, sino que también lo están por la
gracia. Para los bautizados, el matrimonio es un sacramento y trae
consigo la gracia sacramental y la gracia de estado para ayudar y
asistir, fortalecer y convertir.”183

Esa Gracia está determinada por la bendición que el sacerdote


imparte en el ritual religioso, siguiendo los preceptos de Dios, de santificar
el matrimonio y presentarlo, ante la sociedad, como imagen de la relación
de amor que el mismo Dios tiene con la Iglesia.

3.4. Amor que se vuelve fecundo

La familia es un proyecto de vida para las personas que deciden


seguir el camino del matrimonio, que está conformado por elementos que,
vividos y asumidos de forma adecuada, dan felicidad y plenitud a la pareja,
a pesar de las dificultades.

Nicolás Álvarez de las Asturias (2016), define estos elementos de la


siguiente forma:

1. “La convivencia. Ayudar a la familia es enseñarla a convivir. Como


en cualquier aprendizaje, se encontrarán dificultades y ayudas (ya
señaladas en el epígrafe anterior), pero el empeño diario en este

Sample, A. 2016. Una escultura viva y auténtica. Carta Pastoral sobre la lectura de
183

Amoris Laetitia a la luz de la enseñanza de la Iglesia. Portland


84
aspecto constituye requisito indispensable para una vida familiar
plena.
2. La generación y educación de los hijos, que pertenecen al proyecto
familiar desde su mismo origen. Por ello, resulta necesario aprender
a ser padre y madre, y esto desde la necesidad de ser responsables
en la generación de los hijos, hasta el empeño en una tarea
educativa que va desde la formación de la conciencia a la
transmisión de la fe y que exige un uso inteligente de los distintos
recursos pedagógicos que los padres tienen a su disposición, sin
excluir la firmeza y el castigo cuando fuera necesario.
3. La sexualidad como parte fundamental de la vida matrimonial y,
para los cristianos, camino de unión con Dios. Para ello resulta
necesario aprender a valorar y a purificar. Valorar, huyendo de
cualquier visión distorsionada que niegue la santidad de la vida
conyugal y del placer que lleva unido; purificar, para evitar que la
insaciabilidad del deseo de placer lleve a formas de dominio
incompatibles con la dignidad de la persona o ciegue las fuentes de
la vida convirtiéndolo en un acto marcado por el egoísmo.
4. El paso del tiempo, con sus consecuencias en el modo de percibir y
expresar el amor y en la situación real de la vida de la familia (sin
hijos, con hijos que van creciendo, otra vez solos). Enseñar
a reinventarse en cada etapa es enseñar a vivir una de las
características esenciales del amor auténtico, que ni pasa ni
envejece.
5. La presencia del sufrimiento y la muerte, ya anunciadas en la
fórmula misma del consentimiento, pero cuya aparición constituye
siempre un reto para la familia, que debe asumirlo como parte
integrante de esa “historia de salvación” que están realizando junto
a Dios.

85
6. El carácter abierto de la vida familiar, que se manifiesta en su
inserción en la propia familia en sentido amplio, pero también en su
capacidad de tejer relaciones con otras familias con quienes
comparten vecindad o amistad y en su preocupación concreta y
generosa por quienes atraviesan dificultades materiales. Sólo
aprendiendo se evita el riesgo de que el amor, excesivamente
cerrado en sí mismo, se estanque; y se logra que las familias
cristianas, viviendo con naturalidad su propio camino, se hagan
testigos del evangelio de la familia para quienes conviven con
ellas.”184

En todos estos elementos está incluida la fecundidad, ya que desde


los elementos de la convivencia, pasando por la sexualidad y la vida
familiar, tienen que estar los hijos presentes, como miembros activos del
hogar, y a la vez, partícipes del camino empezado por sus propios padres en
el altar.

Hay que recordar, que el matrimonio tiene dos fines, el bienestar de


los esposos y la procreación. En cuanto a esta última, también viene
incluida la educación que se le imparte a los hijos, ya que se les debe
conducir a un desarrollo integral, donde realicen actividades que le aporte a
la sociedad y le agraden a Dios.

El amor en sí es fecundo y es abierto a la vida. Por eso, el Papa


Francisco hace uso de la Exhortación Apostólica para escuchar a muchas
parejas y algunas mujeres, que estiman que los hijos no llegan en el mejor
momento, o peor aún, y en algunos momentos sienten el peso de la
maternidad.
184
Álvarez de las Asturias, N. 2016. El camino de la familia. Claves de lectura de
“Amoris Laetitia”. Recuperado de https://www.almudi.org/articulos/10857-el-camino-
de-la-familia-claves-de-lectura-de-amoris-laetitia
86
Javier de la Torre (2016), acerca de este momento, expresa que:

“El papa tiene palabras positivas y alentadoras para ese momento.


Si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres,
u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por
aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de
acogerlo con apertura y cariño. Ningún sacrificio de los adultos será
considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de
evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada.”185

La psicología del niño está diseñada para sentirse amado y aceptado,


de lo contrario, ellos sienten el rechazo, desde el vientre materno, de la
triste actitud de los adultos, que no se sienten preparados para atender la
nueva vida que llega, lo que provoca, en algunos casos, actitudes en los
hijos que expresan, de una forma inconsciente, la forma traumática que
llegaron al mundo.

Más adelante, el mismo Javier de la Torre (2016), sigue escribiendo:

“El papa es consciente de esa realidad, de que el 40% de los


nacimientos en nuestro mundo, a veces son hijos no planificados,
no deseados. Y habla de paternidad responsable, de una manera
genérica pero muy clara, recuperando algunas de las palabras de
Juan Pablo II: La paternidad responsable no es “procreación
ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos,
sino más bien la facultad que los esposos tienen de usar su libertad

De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.


185

Campus Cultural. Universidad de Cantabria.


87
inviolable de modo sabio y responsable.” Sabiduría y
responsabilidad. Es consciente de que el embarazo es una época
difícil – como decía antes, a veces puede no llegar en un buen
momento- y ahí es donde les invita a las madres a soñar, “soñad
vuestros hijos, soñad vuestro futuro…”186

Por esta razón, el Papa Francisco hace una petición en la Exhortación


Apostólica Amoris Laetitia, dirigida a las mujeres en embarazo, donde les
pide que cuiden la alegría, que no se dejen quitar el gozo interior que
provoca la maternidad, ya que el niño que viene en camino, merece llegar a
un hogar luminoso y alegre, donde se vivan las virtudes cristianas, y donde
se enfrenten, las contrariedades de la vida, con visión sobrenatural.

“Frente a muchos siglos durante los cuales hemos estado hablando


de la fecundidad del matrimonio, el papa recupera la importancia de
la fecundidad ampliada. Habla del sufrimiento tan oculto de tantas
parejas que no pueden tener hijos, habla de la adopción, habla
fundamentalmente de todas esas madres adolescentes, madres solas,
niños sin padres, personas con alguna discapacidad, jóvenes que
luchan contra una adicción, solteros, separados, viudos que viven la
soledad, ancianos, enfermos… y pide a las familias, también a las
familias numerosas que se abran a la relación, al vínculo, al
acompañamiento a todas estas situaciones.”187

186
De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.
Campus Cultural. Universidad de Cantabria.
187
De la Torre, J. 2016. La alegría del amor: Continuidad y novedad. Aula de Teología.
Campus Cultural. Universidad de Cantabria.
88
El fin del matrimonio es la procreación, por lo que en el Génesis,
Dios deja como consecuencia que el hombre dejará a sus padres por la
mujer, serán una sola carne, y poblarán toda la tierra, resaltando que los
hijos son la materialización del amor, por lo tanto, no se puede negar el don
de la vida para quienes están dispuestos a conformar una familia, siendo los
hijos “la prolongación de la existencia”.

La concepción de los hijos exige entrega, un darse a sí mismos el uno


al otro, y dejar que Dios obre el resto. Los hijos son del Creador, que les
son dados a cada pareja para educarlo según las enseñanzas cristianas, y así
ser testimonios de Cristo en la actualidad, por lo que se requieren padres
sin egoísmo.

La vida es el regalo más grande y gratuito que Dios nos da. Es por
esto, que no se puede entender la actitud de algunas personas, que,
abrazando ideologías modernas, le niegan la existencia a nuevos seres, que
traen alegría a los hogares y satisfacción al mismo Dios, ya que Él ama a
cada uno desde la eternidad, a quien le tiene un plan preparado, utilizando a
cada padre como guía en la tierra.

En cuanto a las familias numerosas, estas son amadas por la Iglesia,


ya que son expresión de la Voluntad Divina, expresada desde las primeras
escrituras:

“Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el


amor expresa su fecundidad generosa. Esto no implica olvidar una
sana advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la
paternidad responsable no es «procreación ilimitada o falta de
conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la
facultad que los esposos tienen de usar su libertad inviolable de
89
modo sabio y responsable, teniendo en cuenta tanto las realidades
sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos
legítimos»”.188

Desde el momento mismo de la concepción, la ilusión de los padres


ya viene enmarcada en el nuevo ser que está por llegar. La llegada de una
nueva vida se produce por una alianza entre los hombres y Dios, los
primeros como autores materiales y Dios como el gran Creador, que
dispone de la familia y confía en ella, para llevar a cabo su propósito.

Por esta razón, son incomprensibles las leyes que promueven


finalizar con la vida dentro del vientre materno. El aborto, llamado por el
Estado como Interrupción Voluntaria del Embarazo, tratando de suavizar el
lenguaje ante este crimen, se ha convertido en una política mundial,
promovida por organismos internacionales, para defender unos supuestos
derechos reproductivos de la mujer y diezmar la presunta explosión
demográfica.

“Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el


momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del
Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en
que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor del
Padre, que mira más allá de toda apariencia.”189

Estos niños no deseados, ya sea a causa de un abuso o por


enfermedades que la ciencia pronostica que sufrirá, deben ser aceptados por
los miembros de la familia, y ojalá de los mismos padres, como un don de

188
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 167.
189
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 168.
90
Dios, que son puestos en el camino para santificación de todos, y para el
cumplimiento de un Plan Divino, que no puede interrumpirse sin la
voluntad y acción directa del Creador.

El Papa Francisco, quiere dejar un mensaje a las familias, y sobre el


hermoso don de la procreación escribe:

“Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la


maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los
miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas
apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una
nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar,
pero sin obsesionarte, y alaba como María: «Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su sierva» (Lc 1,46-48). Vive
ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega al Señor
que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño.”190

El amor de los padres es fundamental en el inicio de la nueva vida.


Tanto tener papá y mamá es un derecho natural de los niños, ya que ayuda
a la madurez de la persona. Así mismo, el amor que los padres expresan a
sus hijos, se debe reflejar en el amor que los cónyuges tienen.

Los niños aprenden más con el ejemplo que con la palabra. Si estos
ven unos padres que se aman, aprenderán de estos a amar al prójimo, y
generar entre sus expectativas la conformación de futuras familias
cristianas, continuando con un círculo cristiano que se inició desde el
Génesis.

190
Ib., n. 171.
91
“Además, ellos (los padres) juntos enseñan el valor de la
reciprocidad, del encuentro entre diferentes, donde cada uno aporta
su propia identidad y sabe también recibir del otro. Si por alguna
razón inevitable falta uno de los dos, es importante buscar algún
modo de compensarlo, para favorecer la adecuada maduración del
hijo.”191

La Exhortación Apostólica, resalta la preocupación del surgimiento


de nuevas legislaturas, donde el Estado promueve la unión entre parejas del
mismo sexo, confundiendo a la sociedad en la forma como debe estar
constituida la familia, e ignorando que hombre y mujer son el complemente
perfecto para la educación de los hijos.

Hay una cuestión importante dentro de la familia, es la importancia


que la mujer adquiere en el hogar, lo que no la exime ni la coarta del
derecho que tiene a prepararse profesionalmente. La madre, por su
naturaleza otorgada por Dios, tiene las capacidades para ejercer el estudio y
el trabajo satisfactoriamente, sin descuidar los deberes del hogar.

“El sentimiento de orfandad que viven hoy muchos niños y jóvenes


es más profundo de lo que pensamos. Hoy reconocemos como muy
legítimo, e incluso deseable, que las mujeres quieran estudiar,
trabajar, desarrollar sus capacidades y tener objetivos personales.
Pero, al mismo tiempo, no podemos ignorar la necesidad que tienen
los niños de la presencia materna, especialmente en los primeros
meses de vida.”192

191
Ib., n. 172.
192
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 173.
92
Es triste ver en la actualidad, hogares abandonados y niños
“huérfanos” por unos padres más interesados en adquirir bienes materiales,
que, en adquirir sabiduría para llevar un hogar cristiano, donde los hijos
ocupen el lugar que necesitan para su propio desarrollo integral.

En cuanto a la fertilidad, hay parejas que por diferentes


circunstancias no pueden tener hijos, por lo que no es pretexto para que la
relación se deteriore. Por el contrario, existen alternativas que son válidas,
y que inclusive hacen parte de la caridad, como la adopción, donde se pone
en prueba la generosidad de los esposos.

“Adoptar es el acto de amor de regalar una familia a quien no la


tiene. Es importante insistir en que la legislación pueda facilitar los
trámites de adopción, sobre todo en los casos de hijos no deseados,
en orden a prevenir el aborto o el abandono.”193

Mauro Marsich en su artículo “Amoris Laetitia: sobre la alegría del


amor en la familia”, expone:

“La generosidad de los padres, que autentifica la nobleza del amor


que se tienen y de su matrimonio, se plasma, sin lugar a duda, en la
generación y educación de los hijos. El acoger una nueva vida, por
parte de los padres, es parte de una historia hermosa que encuentra

193
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 179.
93
en el Creador su origen y, en ellos, sus colaboradores y
ministros.”194

Se explica claramente, cómo la procreación expresa el máximo


sentimiento que es el amor, siendo una tarea que continúa durante todos los
procesos en la educación de los hijos, y donde cada una de las personas en
el entorno, pueden ser colaboradoras.

Pedro Daniel Martínez Perea (2017), en su carta pastoral recuerda


que:

“Recordemos que, ayer como hoy, sigue siendo una inmensa


riqueza el amor fiel, auténtico, estable y fecundo. En ese sentido y
movidos por una solícita caridad en la verdad, valoremos y
animemos a los esposos cristianos que aún con dificultades o crisis
las han superado con la gracia de Dios permaneciendo fieles con
sacrificios y renuncias personales.”195

3.5. El Amor en la Gran Familia (esposos – niños – jóvenes - adultos)

La conformación de una cultura cristiana en Occidente, permitió


poner a la familia cristiana en un lugar importante, como escuela de vida y
crecimiento para aprender a vivir. En la actualidad, es más difícil dar un
testimonio de familiar que implique felicidad y orgullo a pesar de las
dificultades.

Marsich, M. 2016. “Amoris Laetitia”: sobre la alegría del amor en la familia. México.
194

Martínez Perea, P.D. 2017. Matrimonio, nuevas uniones y Eucaristía en el capítulo 8


195

de Amoris Laetitia. Carta Pastoral a los Sacerdotes de la Diócesis de San Luis.


Argentina.
94
La exhortación Apostólica Amoris Laetitia, busca revitalizar la
sacramentalidad del amor, que tristemente se encuentra vacía de contenido
y significado el día de hoy, por considerarlo algo insignificante y ajeno a la
vida, y a las crisis y problemas que se presentan, ignorando el
extraordinario regalo que Dios brinda con los sacramentos, especialmente,
el matrimonial.

Hasta el momento, se ha hablado de la familia desde el punto de vista


de la unión entre hombre y mujer y los frutos que surge de esta. Pero el
término familia tiene una connotación más amplia en la terminología
cristiana, pues esta abarca a cada uno de los miembros de la Iglesia.

“El pequeño núcleo familiar no debería aislarse de la familia


ampliada, donde están los padres, los tíos, los primos, e incluso los
vecinos. En esa familia grande puede haber algunos necesitados de
ayuda, o al menos de compañía y de gestos de afecto, o puede haber
grandes sufrimientos que necesitan un consuelo.”196

Son muchas las personas que carecen de necesidades económicas y


espirituales, que no necesariamente son conocidas por los demás.
Precisamente, el tratar bien al prójimo como se trata a alguien cercano,
alivia las dificultades de esas personas, que, si bien no soluciona las
dificultades, una voz de aliento les ayuda a llevar con esperanza y paciencia
esas cargas.

La relación que debe existir entre padres e hijos debe ser cercana y
respetuosa durante toda la vida, pues se ha presentado el caso de hijos que

196
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 187.
95
abandonan a sus progenitores, olvidando todo lo que estos hicieron por
ellos en los primeros años de existencia. Así mismo, es igual de
reprochable los padres que abandonan a sus hijos, evitando todo tipo de
responsabilidad en su crecimiento y educación.

El cuarto mandamiento, “honren al padre y a la madre” (Ex 20, 12),


es un mandato de respeto a quienes tienen la responsabilidad de guiar a la
familia, acompañado de una promesa que el Creador le hace a su Pueblo
Elegido: “…para que se prolonguen tus días en la tierra que el Señor, tu
Dios, te va a dar”.197

Sin embargo, este consejo puede ser mal interpretado. Desde el


Génesis, se lee que “…el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá
a su mujer, y serán una sola carne”198, pero la Exhortación Apostólica
expone una preocupación con respecto a este tema:

“Esto a veces no se cumple, y el matrimonio no termina de


asumirse porque no se ha hecho esa renuncia y esa entrega. Los
padres no deben ser abandonados ni descuidados, pero para unirse
en matrimonio hay que dejarlos, de manera que el nuevo hogar sea
la morada, la protección, la plataforma y el proyecto, y sea posible
convertirse de verdad en «una sola carne»”.199

El nuevo proyecto familiar está conformado por dos personas que


inician una nueva etapa, y esta no puede llevarse a cabo bajo la influencia
de terceras personas, pues los cónyuges deben contar con la autonomía de

197
Ex 20, 12.
198
Gn 2, 24.
199
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 190.
96
tomar sus propias decisiones, sin interferencias de la familia, quienes ya
han tenido su propio hogar.

En cuanto a los ancianos, mientras en culturas antiguas estos


personajes eran exaltados, siendo los más importantes, en la cultura
moderna son despreciados y olvidados, hasta el punto, que en algunos
países tienden a aplicarles la eutanasia, más conocida, para suavizar el
término, como Muerte Digna.

“Sus palabras (de los ancianos), sus caricias o su sola presencia,


ayudan a los niños a reconocer que la historia no comienza con
ellos, que son herederos de un viejo camino y que es necesario
respetar el trasfondo que nos antecede. Quienes rompen lazos con
la historia tendrán dificultades para tejer relaciones estables y para
reconocer que no son los dueños de la realidad.”200

Aquella frase popular: “Quien no conoce la historia está condenada a


repetirla”, y la historia quien mejor la cuenta son los ancianos. No se puede
privar a los niños del amor y la sabiduría de los abuelos, ni a estos de las
caricias y el amor limpio de los nietos. Por su parte, las nuevas
generaciones tienen el derecho y el deber de conocer de boca de los
ancianos, de dónde vienen, y así tener claro hacia dónde van.

Los ancianos son portadores seguros de la herencia cristiana en la


sociedad, por su experiencia, trayectoria y sabiduría. Desde el Antiguo
Testamento, ésta población, en su gran mayoría, es la encargada de llevar
los mensajes de Dios y de guiar al Pueblo Elegido hasta el Nuevo

200
Ib., n. 192.
97
Testamento, donde quienes recibieron y comprendieron la llegada de la
Salvación al mundo, ya contaban con edad avanzada.

La Exhortación Apostólica les da mucha importancia a los ancianos


en la historia:

“La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra


sociedad. Es la mentalidad inmadura del «ya fue». Conocer y poder
tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única
posibilidad de construir un futuro con sentido. No se puede educar
sin memoria.”201

Y son precisamente los ancianos los portadores de esa memoria, por


lo que su cuidado debe ser responsabilidad de la sociedad en general,
aclarando que entre la educación que deben recibir los hijos en el hogar, es
el respeto hacia este tipo de población.

Y luego, continúa la Exhortación Apostólica con este consejo:

“Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y


jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la
familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y
atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia
desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con
porvenir.”202

201
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 193.
202
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 193.
98
En cuanto a los hermanos, la importancia de tenerlos radica en
despertar el valor de la convivencia humana. Entre los hermanos, se
aprende la cooperación con el prójimo, que se ha perdido en la actualidad,
debido a la visión egoísta del ser humano, donde primero es él mismo,
antes que los demás.

“Crecer entre hermanos brinda la hermosa experiencia de


cuidarnos, de ayudar y de ser ayudados…En algunos países existe
una fuerte tendencia a tener un solo hijo, con lo cual la experiencia
de ser hermano comienza a ser poco común. En los casos en que no
se haya podido tener más de un hijo, habrá que encontrar las
maneras de que el niño no crezca solo o aislado.”203

Pero la gran familia, es decir, la familia cristiana, no puede estar


excluida del amor, ya que todos somos hijos de Dios, por lo que debemos
tener las mismas oportunidades de acercarnos al mismo Amor, sin importar
el estado y la vida que se lleve. Un Amor donde caben todos.

“Esta familia grande debería integrar con mucho amor a las madres
adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben
llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna
discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes
que luchan contra una adicción, a los solteros, separados o viudos
que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el
apoyo de sus hijos.”204

203
Ib., n. 195.
204
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 197.
99
En la actualidad, la crisis familiar no ha permitido que mucha gente
conozca el concepto de familia, debido a las separaciones, divorcios y otros
modelos que no se adaptan al querer de Dios, por lo que es necesario dar un
buen testimonio, donde se incluyan el amor y los hijos.

Entre los esposos, se debe tener un proyecto de vida en común, donde


cada cónyuge debe sacar lo mejor del otro en vez de anularlo, llevando a
compartir todo dentro del matrimonio, en lugar de dejarse llevar por el
individualismo.

La misma naturaleza humana defiende a la familia, ya que es el


horizonte de vida que las personas desean, porque se busca la felicidad,
comenzando con el ejemplo que los papás brindan a los hijos, por lo que
éstos buscarán repetir el modelo creado por sus progenitores,

El amor en la Gran Familia, se empieza a enseñar a temprana edad,


educando a los hijos en temas primordiales como el amor y la sexualidad,
antes que la sociedad y los medios los corrompan, y así se autocontrolen y
guarden para el momento de llegar felizmente al matrimonio y a la
conformación de una nueva familia.

Entre los valores que se enseñan en el hogar, la generosidad, la


responsabilidad, la fidelidad y el compromiso, deben ser enseñados a los
hijos, de lo contrario, se corren el riesgo que fuera de la familia aprendan
unos antivalores que afecten el desarrollo normal de los niños, debido a la
hipersexualidad que se vive.

En el portal El Observador en Línea, Francisco Xavier Sánchez


escribe un artículo titulado La alegría del amor: síntesis y comentario,
donde escribe:

100
“El amor no se puede limitar sólo a dos personas que se aman ya
que está llamado a crecer. Los hijos son un don de Dios, y cuando
no se pueden tener hijos existe la posibilidad de la adopción. Es
importante que las madres vivan su embarazo con alegría. En todo
matrimonio es importante la figura masculina y femenina.
Finalmente el Papa dice que hay que tomar en cuenta la “gran
familia” donde entran los abuelos, tíos, primos, demás familiares e
incluso vecinos que también nos deben ayudar a crecer.”205
(Sánchez, 2016)

Al final de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, queda


presente que la figura trinitaria está presente en la comunión matrimonial,
como indicador que Dios se encuentra en medio de la familia. Todo este
espíritu de la Santísima Trinidad dentro de las familias, lleva a que estas
cuiden a los hijos, a los enfermos, a los ancianos, y a quienes están
alrededor.

205
Sánchez, F.J. 2016. La alegría del amor: síntesis y comentario. Recuperado de
http://elobservadorenlinea.com/2016/05/la-alegria-del-amor-sintesis-y-comentario/
101

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