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VALORACIÓN CRÍTICA
El encuentro basado en el verdadero amor entre dos personas, que funda la
auténtica comunicación interpersonal, como nos explica Lain Entralgo, dado a partir
de aquella chispa de intersubjetividad, donde las conciencias personales se abren una
a otra, para darse y recibir, en una presencia expectante, que se convierte en
compromiso personal1, lleva a la fraternidad desde la filiación divina. Es que
conformando el hombre a tenor de su esencia una comunidad, vivirá su condición
fraternal, en tanto en cuanto en las obras de amor, refleje el mismo ser de Dios en él,
pues ha sido hijo antes que hermano, y hermano porque es hijo en Jesucristo. Esta
relación posibilita que desde su propio ser personal, se abra al tú, se entregue y a su
vez se alcance a sí mismo y se proyecte fuera de sí2. En pocas palabras agregaría
Karl Rahner, el hombre será persona, y por tanto sustentaría dicha comunión
interpersonal, “en la medida en que se abre al amor y servicio de otras personas”3.
Por tanto, en cualquier intercambio interpersonal, por más mínimo que sea, no estará
presente la mera aprehensión de imágenes e ideas, sino la donación del propio ser
personal, manteniendo la diversidad, siempre que el amor tenga presencia.
1
Cf. VÉLEZ, JAIME. El hombre un enigma. Antropología Filosófica (CELAM: Bogotá
2005), 246-247.
2
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, JUAN. El don de Dios (Sal Terrae: Santander 1991), 384-389
3
RAHNER, KARL. Escritos de teología II. Dignidad y libertad del hombre (Taurus: Madrid
1967), 257.