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PONTIFICIA UNIVERSIDAD LATERANENSE

PONTIFICIO INSTITUTO JUAN PABLO II

PARA ESTUDIOS DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

SECCIÓN ESPAÑOLA

TESINA DE LICENCIATURA EN SAGRADA TEOLOGÍA

DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

LA FAMILIA CRISTIANA, COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR CONYUGAL:


REFLEXIÓN DESDE AMORIS LAETITIA

Presentada por:

D. JUAN DAVID GARCÍA OCAMPO

Dirigida por:

VALENCIA, ESPAÑA 2017

1
SIGLAS Y ABREVIATURAS

SAGRADA ESCRITURA

1 Cor Primera Carta a los Corintios

1 Jn Primera Carta de Juan

Ex Éxodo

Gn Génesis

Jn Juan

Mt Mateo

MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Conc. Ecum. Vat. II. Concilio Ecuménico Vaticano II

OTRAS ABREVIATURAS

Cf. Véase

Ib. El mismo autor y obra citados inmediatamente antes

p. Página

ps. Páginas

n. Número

2
INTRODUCCIÓN

En los últimos años, la institución familiar ha sido víctima de unos ataques para
desprestigiarla y acabar con ella, debido a lo que ésta significa para mantener unos
cimientos fuertes en la sociedad. Es así, como desde la promoción del divorcio hasta la
ideología de género, como última arremetida contra la familia, buscan que se distorsione
su significado, dejando abierta nuevas formas de unión entre dos o más personas.

Por esta razón, con el presente trabajo, se pretende tomar conciencia sobre la
importancia de mantener el matrimonio firme, como fundamento de la sociedad y
vínculo sagrado y bendecido por Dios, teniendo como base la Exhortación Apostólica
Amoris Laetitia, donde el Papa Francisco invita a vivir el amor en la familia, y así
resistir los ataques de los cuales son objeto con firmeza y esperanza.

El matrimonio es una antigua institución que ha estado presente en el desarrollo


de la humanidad, independiente de la cultura, las creencias religiosas o la forma como
las clases sociales de estas comunidades estén conformadas.

Tal vez uno de los primeros datos que se tengan sobre la regulación del
matrimonio, está entre las 282 leyes del Código de Hammurabi 1 de Babilonia,2 hace
aproximadamente 3800 años, donde no solamente se establecen los derechos de la
mujer para la sociedad de la época, sino también los derechos en el matrimonio.

En el portal Temas de Derecho, se explica la evolución de la institución


matrimonial desde el punto de vista de las leyes, explicando que el matrimonio ha

1
El Código de Hammurabi, datado hacia el año 1692 a.C, y es uno de los primeros conjuntos de leyes que
se han encontrado y uno de los ejemplos mejor conservados de este tipo de documento de la antigua
Mesopotamia.
2
Aproximadamente entre los años 2000 y 500 a.C., Babilonia fue la capital del imperio babilónico y un
importante centro religioso y mercantil. También fue el lugar donde se levantó la legendaria Torre de
Babel y se construyeron los Jardines de Babilonia, considerados una de las Siete Maravillas del Mundo
antiguo.

3
sufrido una evolución y perfeccionamiento desde la época más primitiva, donde la
poligamia3 y la poliandria4 eran comunes en algunas culturas.

Posteriormente, en el mismo portal, se explica que:

“Con el Derecho Romano el matrimonio empieza a perfilarse hacia su


actual estructura. Durante la etapa del Derecho Romano Arcaico, se
conserva el matrimonio de hecho, pero el extraordinario criterio jurídico
de este pueblo, confiere a esta unión una significación especial, desde el
punto de vista espiritual. Es así que si bien se tiene en cuenta el elemento
material configurado por la deductio de la esposa in dominis mariti, o
sea, el traslado de la esposa a la casa del marido para iniciar la
cohabitación, se le da mayor relevancia al aspecto espiritual, a la
intención de quererse y permanecer unidos para toda la vida, denominada
afectio maritales, cuya importancia es tal que su extinción provocaba la
disolución del vínculo matrimonial”.5

Desde acá se aprecia la indisolubilidad del matrimonio romano, el cual debía


renovarse todos los días, ya que en el mismo Derecho Romano,6 viene explicado que el
matrimonio es la unión entre hombre y mujer, para toda la vida, y es una comunidad de
derechos divinos y humanos.

Con la llegada del Cristianismo, el matrimonio se puede dividir en dos etapas: el


antes y el después del Concilio de Trento.7 En la primera etapa, la institución
matrimonial empieza a ser regulada por las normas cristianas, pero es a partir del citado

3
Unión matrimonial o convivencial de un hombre con varias mujeres. Este tipo de matrimonio está
permitido en las sociedades islámicas.
4
Unión matrimonial de una mujer con varios hombres.
5
TEMAS DE DERECHO. El Matrimonio, in: https://temasdederecho.wordpress.com/2012/06/04/el-
matrimonio/ (última visita 25.9.2017)
6
Derecho romano es el conjunto formado por las disposiciones jurídicas y el sistema legal desarrollado
en Roma desde la primera compilación de leyes, conocida como la Ley de las XII Tablas, en el año 450
Antes de Cristo hasta la muerte de Justiniano I, soberano del Imperio bizantino, en el año 565 después de
Cristo.
7
El Decimonono Concilio Ecuménico se inauguró en Trento el 13 de diciembre de 1545, y se clausuró
allí el 4 de diciembre de 1563. Su objetivo principal fue la determinación definitiva de las doctrinas de
la Iglesia en respuesta a las herejías de los protestantes; un objetivo ulterior fue la ejecución de una
reforma a fondo de la vida interior de la Iglesia, erradicando numerosos abusos que se habían desarrollado
en ella.

4
Concilio, donde se establece que el matrimonio quedará regido por el Derecho
Canónico.8

Todo esto sucede hasta que llega la Reforma del monje agustino9 Martín
Lutero,10 quien considera que el matrimonio no es indisoluble, pues no es un
sacramento, al ser algo mundano y externo, por lo que expresa que no debe ser regulado
por la Iglesia, sino solamente por las autoridades civiles.

Posteriormente, en el año de 1580, aparece en Holanda el matrimonio civil, con


el objetivo que los no católicos puedan oficializar la unión. Luego, en el Siglo XVI en
Francia, se dictan ordenanzas, donde la institución matrimonial se sustrae de los
Tribunales Eclesiásticos,11 hasta que finalmente en la Revolución Francesa,12 se
proclama que el matrimonio es un estado civil y no religioso.

Se puede apreciar que la institución matrimonial ha tenido ataques y cambios a


través de la historia, aunque nunca como en la actualidad, donde se quiere dar al
matrimonio una mayor apertura, en nombre de las libertades, tanto de expresión como
del libre desarrollo de la personalidad.

Por esta razón, en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el Papa Francisco


analiza la base del matrimonio desde el punto de vista divino y humano, pasando por la

8
El Derecho Canónico es el nombre del orden y disciplina, estructuras, normas y procedimientos de la
Iglesia Católica. La Iglesia Católica tiene dos Códigos: uno para la Iglesia Latina y otro para la Iglesia
Católica Oriental.
9
La orden de San Agustín, conocida comúnmente como los Agustinos, son una de las cuatro mayores
Ordenes Religiosa Mendicante del siglo cuatro, edad media. San Agustín de Hipona, es uno de los
teólogos más grandes de la historia del cristianismo. El dejó una marca distinta en la vida religiosa
legando una regla o un sistema de pautas para vivir la vida común. Este documento se ha conocido como
la regla de San Agustín.
10
Martín Luder o Martín Lutero, nació en la noche del 10 al 11 de febrero de 1483 en Eisleben, en
Turingia, región dependiente del electorado de Sajonia. Andando el tiempo y recién conquistado el título
de doctor, Martín cambiaría el apellido Luder por el de Lutero, derivándolo de Lauter, que en alemán
antiguo significa "claro, límpido, puro".
11
Organismos de la Iglesia que presta a la comunidad eclesial el servicio de la administración de justicia.
La Iglesia, por tratarse y ser también una sociedad formada por hombres y mujeres, se puede hablar en
ella, como en cualquier otra comunidad, de implantación y cumplimiento de la justicia, pero no una
justicia cualquiera, sino de una justicia típicamente eclesial, que busca dar lo suyo a las personas y a las
instituciones dentro de la Iglesia y con arreglo a los fines de la misma.
12
Proceso social y político ocurrido en Francia entre 1789 y 1799, cuyas principales consecuencias
fueron: El derrocamiento de Luis XVI, perteneciente a la Casa real de los Borbones, la abolición de la
monarquía en Francia y a proclamación de la 1ª República.

5
esencia y objetivo del mismo, a la vez que alerta sobre los peligros que se alzan contra
la familia para eliminarlo como sacramento.

Una lectura detallada e iluminada por el Espíritu Santo, permite encontrar en


esta Exhortación, el camino para que las nuevas familias logren ejercer con
responsabilidad como cónyuges y padres, entregándoles a la sociedad los mejores frutos
del sacramento.

Hoy en día, cuando la institución familiar está siendo atacada por diferentes
estamentos sociales, el Papa Francisco, preocupado por la situación del matrimonio en
el mundo, publica este documento, el cual, se constituye en un elemento indispensable
para tener claridad sobre la naturaleza de este vínculo, así como de los ataques de los
cuales son objeto.

Para este trabajo, al análisis de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, se


complementa con otros escritos pontificios escritos sobre el valor del matrimonio y la
familia, desde Encíclicas hasta documentos que surgieron durante el Concilio
Ecuménico Vaticano II, el cual ha marcado el camino de la Iglesia en la época moderna.

6
1. FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA Y
BÍBLICA DEL AMOR

1.1 El ser humano creado por Amor y para el Amor

El amor es un sentimiento trascendental, que lleva a que el sentido superior de la


persona sea la donación al otro. Hay que tener en cuenta que el ser humano es sociable
por naturaleza, por lo que desde el punto de la visión antropológica del amor el hombre
busca siempre una compañía, evitando la soledad.
La antropología cristiana recordó las Escrituras del Antiguo Testamento, que el
hombre fue creado por amor, y que si este es imagen y semejanza de Dios, entonces se
puede decir con toda verdad: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece
en Dios y Dios en él”. Precisamente, con estas palabras, inicia la Carta Encíclica Deus
Caritas Est,13 el Papa Emérito Benedicto XVI, con palabras tomadas de la Primera
Carta de San Juan, que sintetiza la esencia de Dios y del mensaje que dejó la segunda
persona de la Santísima Trinidad: Su Hijo.
A través de esta Encíclica, Benedicto XVI, sitúa al amor en el centro del mundo,
ya que, a través de la historia de la salvación, el amor ha estado presente, ya sea entre
Dios y el hombre, ya sea entre esposos.
Como lo indica Juan Fernando Sellés, la semejanza entre el amor humano y el
amor de Dios debe empezar por el ejemplo de la humildad:
“Ser réplica de Dios es la clave de la dignidad de la persona humana.
Notar esta semejanza divina en este carácter creatural de la persona
humana conlleva humildad. Soberbio es el que nada sabe acerca de su ser
personal íntimo. El soberbio se aísla, pero el aislamiento personal es la
negación del ser personal. Por tanto, en el plano de la antropología
trascendental la humildad es inseparable del amor. También por eso, las

13
La encíclica está articulada en dos grandes partes. La primera, titulada: "La unidad del amor en la
creación y en la historia de la salvación", presenta una reflexión teológico- filosófica sobre el "amor" en
sus diversas dimensiones -"eros", "philia", "ágape"- precisando algunos datos esenciales del amor de
Dios por el ser humano y del ligamen intrínseco que ese amor tiene con el amor humano. La segunda,
titulada: "Caritas, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como "comunidad de amor", trata del
ejercicio concreto del mandamiento del amor hacia el prójimo.

7
relaciones personales amorosas entre cualesquiera personas humanas
dejan de serlo cuando se da cabida a la soberbia”.14

El amor es la mejor definición del cristiano, ya que no hay otra criatura sobre la
tierra que albergue este sentimiento, siendo el amor interpersonal, el darse a otros la
plenitud del ser humano. Es tan natural el amor entre los seres humanos, que aunque no
se nace con él, se está en un proceso de búsqueda. Esto se demuestra desde la niñez,
cuando estamos buscando el cariño, amor y aceptación de los mayores.

Desde el nacimiento el individuo está destinado y hecho para el amor, y una


parte de esa existencia consiste en buscar y encontrar ese amor. Nos sentimos perdidos,
solos, si no lo encontramos. El amor nos ayuda a evitar, de esta forma, la soledad. Es
así, como Martín Gelabert Ballester explica la complementariedad de la pareja:

“El amor se da entre dos seres distintos, iguales y diferentes. Iguales,


porque sin la igualdad el otro sería un objeto, una cosa para mi servicio.
Diferentes, porque sin la diferencia, en el otro sólo encontraría un reflejo
de mí mismo. En cualquiera de los dos casos, la soledad no sería
superada. En realidad, la androginia humana, no como metáfora, sino en
sentido estricto, es la destrucción del amor. El deseo del otro no se
traduce en necesidad de identificarme con él, sino en comunicarle este
deseo sin buscar que desaparezca en mi misma identidad. Desear al otro
es desear que el otro sea verdaderamente otro”.15

Dios crea al hombre por amor, para hacerlo partícipe del resto de su creación, y
como Padre, está siempre cerca de sus hijos, con gestos y hechos que llevan al hombre a
buscar a Dios, a encontrar a Dios y a amar a Dios con todas las fuerzas, como única
respuesta adecuada a su amor, que le lleva a entregar a su Único Hijo.
El hombre es espiritual por naturaleza, y muestra su afán por comunicarse con
dioses a través de ceremonias y ritos, tal como sucedía en las culturas antiguas. Como
dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón

14
J.F. SELLÉS, “Trascendentalidad del amor personal humano. Un estudio sobre la antropología de L.
Polo”, in Tópicos 45 (2013) 235-268. 258.
15
M. GELABERT BALLESTER, “Creados desde y para el amor”, in Veritas 16 (2007) 9-24. 12.

8
del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios”,16 es decir, si Dios
es amor, el hombre fue creado por el mismo Amor, y para el mismo Amor. De Él
venimos y hacia Él vamos, porque como dejó escrito San Agustín en las Confesiones17
“nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”.18

Dios ha creado al hombre, varón y mujer, a su imagen y semejanza y dotado de


una dignidad inviolable. Es un ser capaz de amar y de ser amado, llamado precisamente
al amor y no a la soledad. Por esta razón, sabiendo que no es bueno que el hombre esté
solo,19 Dios crea a la mujer, para que le ayude en su paso por la vida en el matrimonio, y
sean una sola carne hasta que la muerte los separe.20

Esto indica la naturaleza sociable del ser humano, que fue creado para compartir
con sus semejantes y no estar aislados. Así mismo, la indisolubilidad de esa relación,
que al convertirse en una sola carne, se convierte en unidad inseparable hasta que Dios
los llame de este mundo. Por último, está la procreación, como fin primordial de esa
unión, donde los hijos son la prolongación de la existencia, son como la colaboración en
el querer de Dios de multiplicarse y poblar la tierra.

Desde la Creación tanto varón como mujer son iguales en dignidad, ya que
fueron creados a imagen y semejanza de Dios,21 pero al mismo tiempo ambos son
distintos en su condición sexuada.

Y es así como se hacen complementarios, sirviéndose de ayuda entre ambos, al


hacerse una unidad de dos, exigiendo fidelidad exclusiva y perpetua, abiertos al don de
la fecundidad, pues el milagro de la vida desde el primer momento de la concepción es
otra muestra más del amor de Dios al ser humano.

El amor entre varón y mujer, y el matrimonio que esto conlleva, es la imagen


visible de amor entre Dios y el hombre, y a su vez muestra la vocación que el hombre

16
Catecismo de la Iglesia Católica, 27.
17
Entre las obras de Agustín, el libro Confesiones es uno de los más conocidos, apreciados e influyentes.
Escrito entre el 397 y 398, como una oración a Dios, es una autobiografía donde el autor relata aspectos
de su vida antes y después de su conversión.
18
San Agustín. “Las Confesiones”, Filosofía y Teoría Social, Madrid 2017.
19
Gn 2,18
20
Gn 2,24
21
Gn 1,26

9
tiene de amar al prójimo, expresado por Jesucristo como nuevo mandamiento,
culminando con la unión eterna con Dios, donde el amor lo será todo en todos.

Eugenio Fenoy22 y Javier Abad23 expresan, que la vocación al amor tiene un


origen divino:

“Por ser creado a semejanza divina, tanto el hombre como la mujer llevan
inscrito en su propia naturaleza la vocación, la capacidad y la
responsabilidad del amor, de la comunión interpersonal y de la entrega.
El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano”.24

El pecado original va a truncar esta amistad de Dios con el hombre, y la relación


entre varón y mujer. Así como el pecado trae la dolorosa experiencia del mal, también
altera las relaciones matrimoniales, como lo expresan Jorge Miras 25 y Juan Ignacio
Bañares:26

“Las relaciones entre varón y mujer sufren tensiones y distorsiones


derivadas del desorden fundamental de la soberbia egoísta (que
incapacita especialmente para el don generoso de sí mismo y para la
comunión personal), y se ven amenazadas por la concupiscencia, el
espíritu de dominio posesivo, el deseo arbitrario, el agravio recíproco, el
temor y la debilidad, la discordia y la infidelidad”.27

22
Español, nacionalizado colombiano, Doctor en derecho canónico y médico.
23
Trabaja, desde su ordenación sacerdotal, en pastoral universitaria y matrimonial; tiene una larga
experiencia como capellán en los colegios de la Asociación para la Enseñanza [ASPAEN], de la que fue
Asesor Doctrinal. Como periodista, ha sido colaborador de diversos diarios en Colombia: El Tiempo, La
Patria, El País. Actualmente es columnista habitual de El Heraldo de Barranquilla.
24
E.FENOY – J.ABAD, Amor y matrimonio, España, Madrid 2012, 53.
25
Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y doctor en Derecho y en Derecho Canónico en la
Universidad de Navarra. Desde 1986 es profesor de Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho
Canónico de la Universidad de Navarra. Ha dirigido, junto con otros autores el Comentario Exegético al
Código de Derecho Canónico, del que ya hay publicadas tres ediciones y está traducido al inglés. Ha
escrito además diversos artículos en revistas especializadas.
26
Licenciado en Filosofía e Historia de la Educación por la Universidad Central de Barcelona y Doctor en
Derecho Canónico por la Universidad de Navarra, donde es Profesor de Derecho Matrimonial desde
1984. Es subdirector del Instituto de Ciencias para la Familia, de la misma Universidad, y desde su
ordenación en 1979 ha trabajado con la juventud universitaria.
27
J.MIRAS – J.I.BAÑARES, Matrimonio y familia, Rialp, Madrid 2007, 16-17.

10
Escriben los mismos autores que, a pesar de la caída, Dios sigue acompañando al
hombre durante toda la historia de la salvación, representado en las Alianzas con el
Pueblo Elegido,28 a través de la alianza establecida con Israel, Noé, Abraham, Isaac y
Jacob:

“Dios es el Esposo que se ha unido a Israel en una alianza exclusiva y


perpetua; que ama a su Pueblo con un amor que no puede fallar. Su
ternura, su cercanía, su deseo de hacerles compartir su vida para siempre,
su fidelidad irrevocable, su dolor y su paciencia ante las debilidades y
traiciones, su misericordia y su prontitud para la reconciliación, son
características de ese amor esponsal, que exige una correspondencia
igualmente fiel”.29

Benedicto XVI en Deus Caritas Est destinada a los Obispos, presbíteros,


diáconos, consagrados y laicos, presenta una imagen del amor matrimonial fundada en
la novedad bíblica de la creación:

“En una perspectiva fundada en la creación, el eros orienta al hombre


hacia el matrimonio, un vínculo marcado por su carácter único y
definitivo; así, y sólo así, se realiza su destino íntimo. A la imagen del
Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo”.30

Quiero citar en este momento al escritor J.R.R Tolkien,31 porque le escribe a su


hijo Michael una carta, donde habla del matrimonio y aquella relación con la pareja que
ha elegido para pasar el resto de su vida, donde expresa que el hombre es polígamo por
naturaleza, pero es precisamente esa negación hacia uno mismo por ser fiel en el
matrimonio, lo que lleva a la “gran mortificación”:

28
Los judíos eran realmente el «pueblo elegido» de Dios, elegido para una misión doble. Eran ellos los
que tenían que mantener viva la idea del Dios único; un pueblo pequeño, rodeado de vecinos poderosos,
que creían en los numerosos dioses de la naturaleza.
29
MIRAS – BAÑARES, Matrimonio, cit., 18.
30
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n. 11.
31
John Ronald Reuel Tolkien, conocido popularmente como J.R.R. Tolkien, nació el 3 de enero de 1892
en la ciudad de Bloemfontein, en el estado libre de Orange, en la República Sudafricana. Autor de libros
famosos como El Hobbit y la trilogía de El Señor de los Anillos.

11
“Para un cristiano, no hay vía de escape. El matrimonio puede ayudar a
santificar y dirigir hacia su objeto adecuado sus deseos sexuales, y su
gracia puede ayudarlo en la lucha, pero la lucha sigue estando ahí. El
matrimonio no le saciará —en el sentido en que comer regularmente
sacia el hambre—, sino que le ofrecerá tantas dificultades para vivir la
pureza propia del estado matrimonial como facilidades”.32

La sexualidad es buena y querida por Dios sólo si se manifiesta en el


matrimonio, debido que es una donación física, donde debe estar presente toda la
integridad de la persona, es decir, el espíritu. Es la entrega total de la intimidad de
ambas partes, la que lleva a la procreación, continuando con la misión encomendada por
Dios Creador de multiplicarse y poblar la tierra.33

La complementariedad conyugal entre varón y mujer se encuentran en las


mismas leyes decretadas por Dios Creador; la sexualidad alcanza la plenitud dentro del
pacto de amor conyugal, es decir, ésta intimidad entre los esposos solo es posible con la
diferenciación sexual entre ambos, según su propia libertad, expresada en la capacidad
de elegir.

En Familiaris Consortio34 San Juan Pablo II35 habla sobre la gracia del
matrimonio, que también abarca la sexualidad:

“Confortados así, los esposos cristianos podrán mantener viva la


conciencia de la influencia singular que la gracia del sacramento del
matrimonio ejerce sobre todas las realidades de la vida conyugal, y por
consiguiente también sobre su sexualidad: el don del Espíritu, acogido y
correspondido por los esposos les ayuda a vivir la sexualidad humana

32
J.R.R.TOLKIEN, Cartas, Minotauro, Londres 1993.
33
Cf. Gn 1,22
34
El texto se refiere a los medios de comunicación y, en particular, a los programas dirigidos a la familia.
Familiaris Consortio cita ampliamente los mensajes pontificios para las Jornadas mundiales de la
comunicación social de 1969,1980 y 1981.
35
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19
ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el
mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las
familias, inaugurados por él en 1994.

12
según el plan de Dios y como signo del amor unitivo y fecundo de Cristo
por su Iglesia”.36

Como se ha visto, el ser humano ha sido creado por Dios, que es Amor, para
amar. Este amor que se da en la interrelación entre el hombre y la mujer, lleva a que los
dos se unan hasta ser una sola carne, sin separarse hasta el final de sus días, y
entregándose hasta dar nuevas vidas, llevando a cabo la gracia procreadora.

1.2 El amor en el Plan de Dios

Se considera al matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, para


formar, por medio de esta figura, un sólo ser y una nueva familia. El matrimonio tiene
sus orígenes bíblicos en el Antiguo Testamento, desde el momento de la Creación,
cuando Dios, después de crear al hombre, pensó que éste no debía estar solo,37 y le
provocó un sueño profundo para sacar una costilla y formar a la mujer,38 convirtiendo
esta figura en el primer mandato sobre el matrimonio declarado en la Biblia.

Es por esto, que los principales propósitos de Dios al formar a la mujer, fue
acabar con la soledad del hombre y brindarle a éste una ayuda para su vida, que
permitiera una persona fortalecer a la otra, apoyarla y ayudarla con amor, y de esta
forma alcanzar la meta que Dios quiere que obtengamos, santificarnos en la vida
matrimonial.

Así como Dios le entrega a Adán un regalo como Eva, el mismo Dios sigue
ofreciendo regalos al hombre, como la mujer, y viceversa, debido que el ser humano fue
creado con la necesidad de complementariedad con un cónyuge, para multiplicar las
habilidades y la descendencia. Desde este punto de vista, se deduce que todo
matrimonio es bueno, como institución creada por Dios.

Como se lee en el Ritual del Matrimonio, número 11:

36
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, (22.11.1981), n.33.
37
Gn 2,18
38
Gn 21-22

13
“Dios que llamó a los esposos al matrimonio, continúa llamándolos a
perfeccionar su propio Matrimonio. Los que se casan en Cristo, desde la
fe en la palabra de Dios, pueden celebrar con fruto el misterio de la unión
entre Cristo y la Iglesia, vivirlo santamente y testificarlo públicamente
ante todos. El Matrimonio para el cristiano es camino de santidad,
deseado, preparado, celebrado y vivido cotidianamente a la luz de la fe”.

El Catecismo de la Iglesia Católica, argumenta que el matrimonio está presente


tanto al inicio como al final de la Biblia, pues la Sagrada Escritura se inicia con la
creación del hombre y la mujer a imagen y semejanza de Dios en el Génesis, y finaliza
con las bodas del Cordero en el Apocalipsis.39
Por su parte, en las Sagradas Escrituras está impreso el Plan que Dios40 tiene
para los hombres, cuyo objetivo es la Salvación,41 enviándonos a su Hijo para morir por
nuestros pecados, pues solo alguien puede amarnos tanto, hasta el punto de mandar a su
propio Hijo a sacrificarse por nosotros.
Pero son variados los acontecimientos que se desarrollan a lo largo de la Biblia,
y que se preparan desde el Antiguo Testamento, como por ejemplo la relación de Dios
con los hombres, fundamentada en el amor de un padre a sus hijos.
Otros planes son el mandamiento nuevo que nos dejó Jesucristo: “Amaos unos a
otros. Como yo os he amado, así también vosotros debéis amaros unos a otros",42 y el
matrimonio: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer,
y serán una sola carne”.43
Estas dos realidades presentes en el Antiguo y en el Nuevo Testamento están
unidas entre sí, ya que en la vida matrimonial debe estar presente el amor, también el
amor eros, como lo define Benedicto XVI: “(El amor eros) orienta al hombre hacia el
matrimonio”.44

39
Catecismo de la Iglesia Católica, 1602.
40
El “plan de amor” es definido como “el misterio” de la voluntad divina, escondido y manifestado en
Cristo. Dicha iniciativa precede toda respuesta humana, es un don gratuito de su amor que nos acoge y
transforma. El acto de fe es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios.
41
La Encarnación no sólo manifiesta el infinito amor de Dios a los hombres, su infinita misericordia,
justicia y poder, sino también la coherencia del plan divino de salvación. La profunda sabiduría divina se
manifiesta en cómo Dios ha decidido salvar al hombre, es decir del modo más conveniente a su
naturaleza, que es precisamente mediante la Encarnación del Verbo.
42
Jn 13, 34
43
Gn 2,24
44
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n. 11.

14
En otro escrito de Benedicto XVI, insiste en ese amor exclusivo y definitivo:

“El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en


el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de
amar de Dios se convierte en la medida del amor humano. Esta estrecha
relación entre eros y matrimonio que presenta la Biblia no tiene
prácticamente paralelo alguno en la literatura fuera de ella”.45

Los padres sinodales de la Iglesia, preocupados por las vicisitudes del


matrimonio en la era moderna, escribieron el documento de Gaudium et Spes46 del
Concilio Ecuménico Vaticano II sobre éste tema:

“La íntima comunidad de vida y de amor conyugal, fundada por Dios y


sometida a sus propias leyes, se establece por la alianza conyugal, es
decir, por el irrevocable consentimiento personal. Así, por ese acto
humano con que los cónyuges se entregan y reciben mutuamente, surge
por ordenación divina una firme institución, incluso ante la sociedad: este
vínculo sagrado, con miras al bien, ya de los cónyuges y su prole, ya de
la sociedad, no depende del arbitrio humano. Porque es Dios mismo el
autor del matrimonio, al que ha dotado con varios bienes y fines: éstos
son de la máxima importancia para la continuidad del género humano,
para el bienestar personal y suerte eterna de cada miembro de la familia,
para la dignidad, estabilidad, paz y prosperidad de la misma familia y de
toda la sociedad humana”.47

En este fragmento se aprecia la bendición de Dios sobre el vínculo matrimonial,


lo que lo convierte en indisoluble y camino de santidad, tanto para los esposos como
para los hijos. Así mismo, San Juan Pablo II en su bella Exhortación Apostólica48

45
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n. 11.
46
Es el documento más importante en la tradición social de la Iglesia. Señala el deber que tiene el pueblo
de Dios de observar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, para darse cuenta de la pérdida de
valores, de los cambios que caracterizan al mundo actual. Las ideas centrales sobre las cuales gira este
documento son: la misión de la iglesia acerca de la persona humana; de la familia y su actividad en el
mundo, procurando atender lo más urgente, familia, economía, política, cultura y solidaridad
internacional.
47
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, (6.03.1964), n.48.
48
Documento por el que el papa comunica a la Iglesia las conclusiones de un Sínodo.

15
Familiaris Consortio expresa la santidad a la que están llamados los esposos en el
matrimonio:

“Todos los esposos, según el plan de Dios, están llamados a la santidad


en el matrimonio, y esta excelsa vocación se realiza en la medida en que
la persona humana se encuentra en condiciones de responder al
mandamiento divino con ánimo sereno, confiando en la gracia divina y
en la propia voluntad”.49

Por lo tanto, el matrimonio no responde solamente a una casualidad histórica,


vivenciada en todas las culturas, ni tampoco un simple compromiso social, es una
institución sagrada creada por Dios para realizar su designio de amor, del cual hace
partícipe a la humanidad entera.

Al donarse de forma personal, los esposos tienden a buscar el perfeccionamiento


interno, y de esta forma colaborar con Dios en la generación de nuevas vidas y su
educación.

Es desconcertante presenciar cómo se quiere poner freno al matrimonio o


desviar su naturaleza divina hacía una concepción solamente terrenal.

Se ha llegado a la cultura que llamamos “light”,50 donde las parejas no se


quieren comprometer, teniendo relaciones con cierta liberalidad o viviendo en unión
libre, dejando a un lado a Dios.

Así mismo, los matrimonios llevados a cabo por las autoridades civiles buscan
comprometer a las parejas ante la ley terrenal, eliminando su compromiso ante la Ley
Divina, siendo la primera cada vez más laxa, convirtiendo al matrimonio más flexible,
tanto en el momento de producirse la unión, como en caso de divorcios, que la leyes de
algunos países lo llaman “divorcio exprés”.51

49
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, (22.11.1981), n. 34.
50
Se ha infiltrado en la personalidad de muchos que han optado por un individualismo exagerado, una
búsqueda inmediata de satisfacción, el desprecio del prójimo, una escasa profundidad en el abordamiento
de un tema, superficialidad, falta de compromiso social o incluso humano, banalidad y liviandad.
51
Permite divorciarse bastando sólo la voluntad de uno de los cónyuges, sin tener que demostrar causa o
motivo y sin requerirse el tiempo mínimo de 3 años de casados.

16
Además el tipo de relaciones que está surgiendo en el mundo es el matrimonio
entre personas del mismo sexo, lo que es contrario con el Plan de Dios, ya que se están
uniendo personas que no son complementarias. Mientras en el Génesis claramente se
expresa la voluntad divina que el varón y hembra sean una sola carne, ahora se está
imponiendo el pensamiento que matrimonios entre hombres o entre mujeres tienen los
mismos derechos.

Este tipo de pensamiento va contra la naturaleza del matrimonio, el cual, a pesar


de ser instituida por el mismo Dios, es también una institución humana, y por tanto, no
se aleja de los cambios culturales y sociales en los que se ha desenvuelto el hombre a
través de la historia, tal como lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica:

“El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las


numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las
diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas
diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes.
A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con
la misma claridad, existe en todas las culturas un cierto sentido de la
grandeza de la unión matrimonial. "La salvación de la persona y de la
sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad
de la comunidad conyugal y familiar”.52

El matrimonio quedó afectado por el ingreso del pecado en el mundo,


imprimiéndole errores que las parejas suelen tener durante su vida matrimonial, pero,
así como Cristo alcanza la redención para la criatura humana, también redime el
matrimonio, devolviéndole la imagen original que es ser sacramento de la relación de
Dios con los hombres, del amor del cristiano por la Iglesia.

Resulta significativo conocer en el Evangelio que el primer milagro de Jesús se


da precisamente en unas bodas: las bodas de Caná, por intercesión de su propia Madre.
Es tan importante la celebración del matrimonio, que el Señor no deja que se vea
interrumpida esta fiesta nupcial por la escasez del vino, a la vez que muestra el amor del
Hijo a su Madre.

52
Catecismo de la Iglesia Católica, 1603.

17
Este hecho bíblico, es una muestra más que el matrimonio no es una invención
del hombre, está fundado por el Creador, autor de la vida, por tanto, la vocación al
matrimonio Dios la impregnó en la naturaleza misma del varón y la mujer. Sin
embargo, en el transcurso de las vidas, a algunas personas Dios los llama a la vida
religiosa o consagrada.53

El Plan de Dios en el matrimonio queda claro en el mismo Catecismo de la


Iglesia Católica:

“Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor,


vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue
creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Habiéndolos creado
Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen
del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor
es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador. Y este amor que Dios
bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del
cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y
multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”.54

La filiación, de la que se habla en la familia, se da a partir que el ser humano,


según su naturaleza, puede ofrecer el don de la vida, y a partir de éste, expresa su
condición de individuo sociable, con dignidad, libre y sexuado, que le otorga el hecho
de ser creación de Dios. Es así, como el acto procreador, se convierte en una condición
de la existencia, ya que es el origen del nacimiento de un nuevo ser, que tiene la misma
naturaleza y la misma dignidad de sus padres. A partir de acá, se evidencia la relación
antropológica de un hombre y una mujer, donde emerge un nuevo ser humano.

53
La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor, es un
don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu. Con la profesión de los consejos evangélicos los
rasgos característicos de Jesús—virgen, pobre y obediente— tienen una típica y permanente
«visibilidad» en medio del mundo, y la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios
que ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo.
54
Catecismo de la Iglesia Católica, 1604.

18
1.3 Los hijos, coronación del amor

Desde el punto de vista antropológico, la familia es diferente a otros grupos


humanos, debido a tres tipos de relaciones: la filiación, la consanguinidad y la alianza.
En estas relaciones encontramos valores como la libertad, el compromiso y la
solidaridad. Así mismo, es importante la educación en valores en la familia, y la
transmisión en la fe.

Lucía Santelices Cuevas plantea que:

“La realidad muestra que llegar a entender antropológicamente la familia


aparece como requisito para plantearse seriamente acerca de su impacto
sobre el desarrollo humano armónico, el crecimiento de la sociedad que
se vincula necesariamente con esta realidad humana y para sustentar todo
intento de educación en valores que sin considerar la familia podría
carecer de sustento y resultar magro en sus alcances”.55
Se nota la influencia, que en el desarrollo de la humanidad, ejerce la familia
como núcleo de la sociedad, donde las personas adquieren los valores con los cuales se
desenvolverán en el entorno que los rodea, el trabajo, el estudio y el hogar.
El Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza los bienes y exigencias del amor
conyugal como:

“…una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -


reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la
afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad -; mira una unidad
profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne,
conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la
indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se
abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de
todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo

55
L.SANTELICES CUEVAS, “La familia desde una mirada antropológica: Requisito para educar”, in
Pensamiento educativo 28 (2001) 183-198. 183

19
las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la
expresión de valores propiamente cristianos”.56

A la indisolubilidad del matrimonio,57 donde hombre y mujer son una sola carne,
hasta que la muerte los separe, se une la fidelidad, que permite mantener la entrega total
hacia el otro. Y posteriormente, a esta fidelidad se une la fertilidad, designio que el
mismo Dios ha propuesto desde el inicio de los tiempos.

Por esta razón, uno de los puntos más importantes en el matrimonio es la


materialización del amor: los hijos, y con estos su educación, que empieza con
insertarlos al Pueblo de Dios, a la comunidad cristiana, responsabilidad que se debe
acrecentar en occidente, donde sus ciudadanos les cierran las puertas a la fecundidad,
aduciendo tiempos duros, situación económica difícil, y otras disculpas, mientras
diversas religiones promueven las familias numerosas en tierras occidentales, poniendo
en cierto riesgo las tradiciones culturales y religiosas que nos formaron.

Por medio de la procreación,58 el hombre continúa con los planes de Dios, que se
iniciaron desde el Génesis con la creación de Adán y Eva, quienes continuaron una
descendencia de hijos, que a través de la historia fueron construyendo el camino para la
venida de Jesucristo.

En Gaudium et Spes, se explica cómo se ordena el matrimonio a la procreación,


que ha sido recibido como regalo de Dios a los esposos:

“El matrimonio y el amor conyugal, por su propia naturaleza, se ordenan


a la procreación y educación de la prole. Los hijos son ciertamente el
regalo más hermoso del matrimonio, y contribuyen grandemente al bien
de los padres mismos. El mismo Dios que dijo: No está bien que el
hombre esté solo y que desde el principio hizo al hombre varón y

56
Catecismo de la Iglesia Católica, 1643.
57
El matrimonio válido, rato y consumado, no puede disolverse ni por la voluntad de uno o de ambos
esposos que lo contrajeron (indisolubilidad intrínseca) ni por la voluntad de ninguna otra autoridad
humana (indisolubilidad extrínseca), sino sólo por la muerte.
58
La generación humana posee características específicas en virtud de la dignidad personal de los padres
y de los hijos: la procreación de una nueva persona, en la que el varón y la mujer colaboran con el poder
del Creador, deberá ser el fruto y el signo de la mutua donación personal de los esposos, de su amor y de
su fidelidad.

20
hembra, queriendo comunicarle una participación especial en su propia
obra creadora, bendijo al varón y a la mujer, diciendo: Creced y
multiplicaos”.59

Así es como se aclara que el matrimonio es una institución donde convergen


varias situaciones, que van desde la unión de los esposos, su crecimiento espiritual y
material, y la concepción y educación de los hijos, como mandato divino.

Por su parte, en la Familiaris Consortio, se habla de una paternidad que debe ser
responsable:

“Esta totalidad, exigida por el amor conyugal, corresponde también con


las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a
engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden
puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo
crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable y
concorde de los padres.

La fecundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio


vivo de la entrega plena y recíproca de los esposos: «El cultivo auténtico
del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él
deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a
capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el
amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y
enriquece diariamente su propia familia»”.60

La cooperación en la obra Salvadora y en el Amor de Dios, no termina con el Sí


mutuo del matrimonio; ése es solo el inicio, ya que puede continuar con la fertilidad,
para así enriquecer los hijos de Dios en la tierra y también a la familia cristiana, y así ser
cooperadores en el amor del Creador, transmitiendo la vida humana y educándola como
misión encomendada.

59
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, (6.03.1964), n.50.
60
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, (22.11.1981), n.11.

21
En Evangelium Vitae,61 se llama a la familia a ser portadoras del Evangelio:

“Como iglesia doméstica, la familia está llamada a anunciar, celebrar y


servir el Evangelio de la vida. Es una tarea que corresponde
principalmente a los esposos, llamados a transmitir la vida, siendo cada
vez más conscientes del significado de la procreación, como
acontecimiento privilegiado en el cual se manifiesta que la vida humana
es un don recibido para ser a su vez dado. En la procreación de una nueva
vida los padres descubren que el hijo, «si es fruto de su recíproca
donación de amor, es a su vez un don para ambos: un don que brota del
don”.62

El acto conyugal tiene dos aspectos inseparables, el unitivo y el procreador,


como perpetuidad de la especie.

Esta doctrina ha sido expuesta por el Magisterio de la Iglesia,63 argumentada en


la inseparable unión que Dios ha manifestado querer desde todos los tiempos para el
amor conyugal, y que el hombre no puede romper por voluntad propia, para dar
cumplimiento a los dos propósitos del acto conyugal: la unión y la procreación.

La relación conyugal no solo une a los esposos, también los hace aptos para la
generación de otras nuevas vidas, que se unen al Plan de Dios en la tierra. La unión y la
procreación dentro del acto conyugal ordenan al hombre hacia la gran vocación de la
paternidad, la que se engrandece con el amor mutuo y verdadero entre los esposos.

El tema de la fecundidad, según Humanae Vitae64 de Su Santidad Pablo VI, lo


trata como la prolongación de la vida:

61
Esta Encíclica se refiere a la bioética, a la cultura de la muerte, así como a temas específicos algunos de
ellos: aborto, eutanasia, anticoncepción y sexualidad.
62
Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, (25.03.95), n 92.
63
Es la enseñanza con autoridad de la Iglesia Católica, ejercida por un Papa, sea por el magisterio
ordinario y universal o por solemne juicio (los pronunciamientos ex cathedra). No todos los
pronunciamientos de un Papa verdadero son enseñanzas del magisterio. Un Papa habla magisterialmente
cuando cumple ciertas condiciones (que fueron definidas en el Concilio Ecuménico Vaticano I). Son
fieles al magisterio quienes son fieles a todo lo que magisterialmente han enseñado los Papas a través de
la historia, tal como la Iglesia Católica siempre lo ha mantenido.
64
Esta Encíclica aborda la cuestión de la transmisión de la vida y el problema de la natalidad.

22
“Es, por fin, un amor fecundo, que no se agota en la comunión entre los
esposos, sino que está destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas.
"El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia
naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin
duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al
bien de los propios padres”.65

Es por esto, que los hijos se convierten en el mayor fruto del matrimonio,
muestra de la confianza que Dios tiene en los esposos para prestarles a su hijos. Por lo
tanto, es deber de los padres de familia, brindarles una educación con valores cristianos.

También en Humanae Vitae, se considera que el acto conyugal y el hecho


unitivo y procreador, son inseparables, debido a la inseparabilidad del matrimonio, así
como Dios lo ha querido, ya que el hombre no debe romper esta relación por iniciativa
propia.

“Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une


profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas
vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer.
Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto
conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su
ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nos
pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se
encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable
y humano de este principio fundamental”.66

Con respecto a la educación de los hijos, los padres la realizarán con la palabra y
el ejemplo en el quehacer cotidiano, con gestos y expresiones, educando así mejor a los
hijos, iniciándolos en la auténtica libertad, cultivando entre ellos el respeto hacia el otro
y la entrega de sí mismo, comprendiendo para el resto de su vida el sentido de la
justicia, el diálogo, el servicio generoso, la solidaridad y otros valores que le aportan a
la vida, y ayudan a vivirla como un don de Dios.

65
Pablo VI, Encíclica Humanae Vitae, (25.07.1968), n. 9.
66
Pablo VI, Encíclica Humanae Vitae, (25.07.1968), n. 12.

23
Entre los deberes de los padres, el Catecismo de la Iglesia Católica expone:

“La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida


moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por
medio de la educación. Los padres son los principales y primeros
educadores de sus hijos. En este sentido, la tarea fundamental del
matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida”.67

Es decir, el trabajo de los padres no solo termina con el nacimiento de los hijos,
por el contrario, ahí empieza su misión, que es para toda la vida, de llevarlos de la
mano, iniciando con una educación en valores, fundamentada en las enseñanzas
cristianas, con el propósito de servir a los demás, tal como Dios lo ha pedido.

Por su parte, la misma Gaudium et Spes, explica que el matrimonio está


ordenado a la procreación y la educación de los hijos, como los mejores regalos de la
relación conyugal, haciendo un bien a los mismos padres, y de ésta forma, cooperar con
el Creador en su proyecto salvífico.

“En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, que han de


considerar los esposos como su misión propia, saben que son
cooperadores del amor de Dios Creador, y en cierta manera sus
intérpretes. Por eso cumplirán su deber con responsabilidad humana y
cristiana mientras, con una dócil reverencia hacia Dios, con un esfuerzo y
deliberación común, tratarán de formarse un recto juicio, mirando no sólo
a su propio bien, sino al bien de los hijos, nacidos o posibles,
considerando para eso las condiciones materiales o espirituales de cada
tiempo y de su estado de vida, y, finalmente, teniendo presente el bien de
la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la Iglesia misma”.68

Sin embargo, hay esposos que durante su vida conyugal no tienen la oportunidad
de ser padres por diferentes circunstancias, por lo que el Catecismo de la Iglesia
Católica, explica:

67
Catecismo de la Iglesia Católica, 1653.
68
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, (6.03.1964), n.50.

24
“Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos
pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y
cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad,
de acogida y de sacrificio”.69

1.4 El amor como Mandamiento Nuevo de Jesús

Hay que partir del Dios Amor, para indicar la unión entre Dios y el hombre, así
como el amor que tiene hacia sí mismo, que es la base para amar, y por supuesto en el
amor al prójimo, como camino fiel y seguro para llegar hasta Dios. Este tipo de amor es
el fundamento de las relaciones entre los humanos, lo que desemboca en una paz
interior y exterior.

Debe existir un afán y una preocupación del hombre por alcanzar la perfección
personal y por lograr una sociedad fraterna y unida, pues el cristiano no tiene la opción
de encerrarse en sí mismo, pensando solo que el amor hacia Dios basta, ignorando que
si Dios deseó estar entre los hombre y quedarse con nosotros, el amor a los semejantes
es fundamental para alcanza la Salvación.

El amor es el eje central del cristianismo, y así ha sido a lo largo de la Historia


de la Salvación. En el Antiguo Testamento Dios amaba tanto al Pueblo Elegido, que le
entregó los Diez Mandamientos,70 para que no se desviaran del camino.

Estos Mandamientos tienen como base el amor. Comienza con el primero:


“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas”, y sigue con los preceptos referidos a las personas cercanas y al prójimo: “No
matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu
padre y a tu madre”. En el Nuevo Testamento, Jesús resume las Tablas de la Ley en:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.71

69
Ib., 1654.
70
En el Antiguo Testamento Dios entregó los Diez Mandamientos a Moisés en el Sinaí para ayudar a su
pueblo escogidos a cumplir la ley divina.
71
Mt 19, 16-19.

25
En la Primera Carta a los Corintios, San Pablo escribe: “Y ahora permanecen la
fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad”.72

Pero antes de expresar que de las virtudes teologales el amor es más importante,
se escribe en el mismo capítulo:

“La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad


no es jactanciosa, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo
suyo, no se irrita, no piensa el mal; no se goza en la injusticia, más se
goza en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta”.73

En el Capítulo IV de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, explica que:

“No podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si


no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del
amor conyugal y familiar”.74

Posteriormente, el Papa Francisco indica una serie de virtudes para vivir dentro
del matrimonio, como la paciencia, la actitud de servicio, la amabilidad, el
desprendimiento, el perdón, la alegría, entre otros, y de esta forma llevar el sacramento
con amor.

Dios crea al hombre por amor, guía a su pueblo por amor, manda a su Hijo por
amor, y es su propio Hijo el que le da plenitud al amor, como lo recoge el Evangelio de
Juan: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo
os he amado, así también os améis los unos a los otros”.75

Y es así como Él promete quedarse con nosotros hasta el final de los tiempos,
para acompañarnos en el peregrinar sobre este mundo, cumpliendo la voluntad de Dios.

72
1 Cor 13,13.
73
Ib., 13, 4-7.
74
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 197.
75
Jn 13, 34

26
En el Antiguo Testamento, muestra el amor de Dios a su pueblo de muchas
maneras. En el Nuevo Testamento, ese amor llega a su plenitud, en la misma persona de
Cristo, que convierte en hechos los conceptos.

En el Nuevo Testamento, Jesucristo enseña el amor de Dios utilizando la


alegoría del buen pastor que va tras la oveja que se pierde, y también al padre que recibe
en sus manos al hijo pródigo. Ambos ejemplos muestran el carácter sincero y un amor
radical del Hijo del Hombre,76 que culmina con la muerte en la cruz, entregando la vida
por salvar a la humanidad.

Benedicto XVI lo escribe así:

“Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de


allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano
encuentra la orientación de su vivir y de su amar.

Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la


Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa su
muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en
el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo maná (cf. Jn 6, 31-33)”.77

Más adelante Benedicto XVI, retoma la imagen nupcial de Dios con su Pueblo,
demostrando el amor humilde y sin límites que debe existir entre los esposos, así como
Dios estuvo dispuesto a encarnarse como hombre y dar la vida por la humanidad:

“La imagen de las nupcias entre Dios e Israel se hace realidad de un


modo antes inconcebible: lo que antes era estar frente a Dios, se
transforma ahora en unión por la participación en la entrega de Jesús, en
su cuerpo y su sangre. La «mística» del Sacramento, que se basa en el
abajamiento de Dios hacia nosotros, tiene otra dimensión de gran alcance

76
La descripción “Hijo de Hombre” era un título Mesiánico. Jesús es Aquel a quien le fue dado dominio,
la gloria, y el reino. Cuando Jesús usaba esta frase en relación a Sí mismo, Él se estaba adjudicando la
profecía del “Hijo del Hombre” a Él mismo. Los judíos de esa época debieron haber estado íntimamente
familiarizados con la frase y a quién se hacía referencia. Él estaba proclamándose como el Mesías.
77
Cf. Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n 12

27
y que lleva mucho más alto de lo que cualquier elevación mística del
hombre podría alcanzar”.78

De hecho, la Sagrada Eucaristía, instituida en la Última Cena, es un acto de amor


de Dios hacia los hombres para toda la eternidad: “Haced esto en conmemoración mía”,
y así como se recuerda a la persona amada por medio de objetos, como se realiza el
memorial del Hijo en la Comunión, porque él lo quiso así.

En Deus Caritas Est, Benedicto XVI, escribe sobre la entrega de amor que se da
en la Eucaristía:

“En la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y el


amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico
del amor es fragmentaria en sí misma. Viceversa —como hemos de
considerar más detalladamente aún—, el «mandamiento» del amor es
posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser
«mandado» porque antes es dado”.79

Si Dios creó al hombre, y vio que era bueno, resulta de cierta normalidad que lo
ame como un padre a su hijo y viceversa, sin embargo que el hombre ame a Dios resulta
de una gran complejidad, debido que nadie lo ha visto, y es difícil amar lo que no se ve.
Las personas se van amando cada vez más, por el trato diario, el verse, el tratarse. La
intangibilidad de Dios dificulta estas situaciones.

El amor “es un sentimiento que puede tenerse o no, pero que no puede ser
creado por la voluntad”,80 por lo tanto, no se puede mandar. Se corre el riesgo que
mienta aquel que dice amar a Dios, si aborrece a su hermano. Es tajante la Escritura
cuando dice: “Quien odia al hermano es un homicida”,81 pues el prójimo es semejanza
de Dios.

Para San Juan el amor a Dios es exigido, debido a que el amor a Él y al prójimo
es inseparable, por lo tanto, amar al prójimo es un camino para encontrar a Dios,

78
Cf. Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n 13
79
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n 14.
80
Cf. Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n 16.
81
1 Jn 3, 15

28
mientras que “cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante
Dios”.82

De hecho, nadie ha visto a Dios de forma directa, tal como se ve al prójimo, pero
al enviar a su Hijo Único, el hombre ha tenido ocasión conocer a Dios, porque como
diría San Juan, “tanto tiempo entre nosotros y no me conocen”.83

Y desde el punto de vista de la realidad, “Dios es visible de muchas maneras”,84


tal como lo ha hecho en la Última Cena, la Cruz, el Corazón traspasado, la
Resurrección, la llegada del Paráclito,85 el apostolado de la Nueva Iglesia, las obras de
caridad de la Iglesia, su Palabra, los Sacramentos, los hermanos desprotegidos y
desfavorecidos, donde se puede ver a Dios, al mirarlos a los ojos:

“Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros
podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un
sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y
nos hace ver y experimentar su amor, y de este «antes» de Dios puede
nacer también en nosotros el amor como respuesta”.86

El amor a Dios y al prójimo son inseparables. Ambos mandatos se


complementan en un único mandamiento que viene de Dios, que Él, hecho hombre, lo
enseñó con la palabra y los hechos, y siendo quien primero amó al hombre, convierte
este sentimiento como elemento de santificación.

1.5 Los lazos de Amor en la comunidad familiar

Los lazos de amor en la comunidad familiar deben hacerla indestructible, y más


en una época donde el ambiente es difícil y los ataques a la familia son más fuertes y

82
Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal, 2013. Mensaje de la Comisión Episcopal de
Pastoral Social para la Festividad del Corpus Christi, Día de Caridad.
83
Jn 14, 9
84
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n. 17.
85
La palabra griega traducida “Consolador” o “Consejero” (como se encuentra en Juan 14,16, 26; 15,26 y
16, 7) es parakletos. Esta forma de la palabra es incuestionablemente pasiva y correctamente significa
“uno llamado al lado de otro”; en otros términos, defensor.
86
Cf. Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n 17.

29
variados, en algunas ocasiones por las leyes adoptadas por el Estado, la cultura que
domina en la sociedad, o como dice Sor Lucía87 en una carta al Cardenal Caffarra,
comentando el mensaje de las apariciones de la Virgen de Fátima:88

“La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del
Matrimonio y de la Familia. No teman, porque cualquiera que actúe a
favor de la santidad del Matrimonio y de la Familia siempre será
combatido y enfrentado en todas las formas, porque ésta es el punto
decisivo”.89

Por esta razón, es indispensable que esos lazos familiares se afiancen, por medio
de la educación, la cultura y especialmente la oración, para estar atentos y enfrentar esos
ataques que la unión familiar tiene en la sociedad moderna.

Juan de Dios Larrú90 (2008), en el documento El designio de Dios sobre el


matrimonio y la familia, expone el desarrollo que se ha presentado en las últimas
décadas los ataques contra la familia, debido a una generación cultural y revolucionaria
que creció con las ideas de Mayo del 68 en Francia:

“La tarea de conocer y profundizar el designio de Dios sobre el


matrimonio y la familia resulta particularmente urgente en el ambiente
social y cultural que nos circunda, pues se constata una creciente pérdida
de la identidad matrimonial y familiar. Tras el utópico anuncio de la
“muerte de la familia”, propio del ambiente revolucionario de mayo del
68, en estos últimos cuarenta años se ha ido cambiando el discurso para

87
Lucía nació el 22 de marzo de 1907 en Aljustrel, aldea de Fátima, y allí, cuando tenía diez años, vio por
primera vez a la Virgen en la Cova de Iría, mientras estaba con sus primos los hermanos beatos Francisco
y Jacinta Martos, ambos fallecidos a temprana edad.
88
Desde el 13 de mayo de 1917 la Sma. Virgen María se apareció en seis ocasiones en Fátima (Portugal)
a tres pastorcitos: Lucía, Francisco y Jacinta. En un hermoso libro titulado "Memorias de Lucía" la que
vio a la Virgen cuenta todos los detalles de esas apariciones.
89
Sor Lucía, Carta enviada al Cardenal Carlo Caffarra. Fuente: Aciprensa, 2016
90
Sacerdote religioso de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, Doctor en Teología por el P.I.
Juan Pablo II de Roma y profesor del mismo, tanto en Italia como en España. También es Director
Académico del Master en Pastoral Familiar que dicho Instituto ofrece en España.

30
poner el acento en la multitud de tipos y modelos de matrimonios y
familias”.91

El matrimonio no se puede reducir a un simple contrato, ni tampoco a una


convivencia forzada por algún tipo de interés. Los hijos son importantes dentro de la
unión conyugal, lo que lleva que ellos comprendan la dimensión del amor si lo ven
reflejado en sus padres.

El amor entre esposos debe manifestarse cada día con elementos como: el
diálogo, la libertad, la confianza, la serenidad, la comprensión, la delicadeza, el perdón92
y la fidelidad, así como en el respeto por las amistades del otro y por las relaciones
sociales, el cuidado en la economía doméstica, la atención en las diversiones, la
educación de los hijos y la religiosidad.93

Teniendo en cuenta el amor que los padres deben tener a los hijos, éste debe
empezar desde el momento de la concepción, ya que los hijos son el fruto de ese amor,
el cual se materializa, siendo la base del matrimonio.94

El hombre y la mujer fueron creados con diferencias, no solo físicas, también


psicológicas, por lo que la unión de los dos, en el Sagrado Vínculo del matrimonio,
debe entenderse como complementarios, y así como es necesaria la presencia y el amor
del padre, de igual forma es necesaria la madre.

La presencia del padre en el hogar es importante para que los hijos maduren
humana y cristianamente, ya que, sin la presencia de este, se carecerá de seguridad y
fortaleza, para que los hijos ganen el equilibrio y la madurez que se requieren cuando
los infantes asuman la vida adulta.

La ternura, la paciencia, el sacrificio y la dedicación, características del ser


humano, y que se ven especialmente en la mujer, son indispensables en el cuidado y
educación de los hijos, pues la influencia afectiva que tiene la madre en el hogar está

91
J. DE D.LARRÚ, “El designio de Dios sobre el matrimonio”, in Iglesia y Familia 2 (2008) 1-6. 2.
92
Cuando perdonamos, nos liberamos de la esclavitud producida por el odio y el resentimiento, para
recobrar la felicidad que había quedado bloqueada por esos sentimientos
93
Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. (22.11.1981), n. 66.
94
Los hijos no sólo forman parte de la familia, sino que son la “materialización o concreción” del amor
profundo que se tienen los esposos.

31
por encima del propio padre, no porque sea mejor que este, sino por los dones que los
hacen diferentes, lo que permite que con la unión de los dos, los hijos tengan los
mejores ejemplos para la formación de un futuro hogar.

La responsabilidad de los padres y el amor por los hijos, son los fundamentos
que deben llevar a los esposos a buscar el mayor bien posible, fruto de un amor
profundo y equilibrado, que evite conceder, a sus propios hijos, los caprichos, y más en
el mundo materialista que se está viendo en la actualidad.

Las manifestaciones que los padres deben conceder a los hijos son: la acogida y
la protección, desde el momento de ser concebidos; la alimentación y el vestido, que
sean suficientes, sin llegar a la opulencia; la confianza y el diálogo constante, que
permite formar y corregir; la educación integral, por medio del diálogo y tocando con
responsabilidad los diversos temas; la corrección, con paciencia y bondad, de forma
oportuna y sin autoritarismos; y el respeto, hacia la libertad, la forma de pensar y las
ideas.

De esta forma, se busca que las familias sean lugares donde se viva con
integralidad la vocación cristiana y los valores que permiten mantener hogares
luminosos y alegres, como ejemplo para el resto de la sociedad, en la cual se debe
influenciar de forma positiva.

Se debe aclarar que el amor debe ser mutuo. Así como hay un deber de los
padres en amar a sus hijos, estos también tienen el deber de amar a sus padres.

Esta misma instrucción está dada desde el Antiguo Testamento: "Honra a tu


padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios,
te va a dar".95 El amor responsable de los hijos a los progenitores se debe dar mediante:
el respeto, la gratitud, la obediencia y la ayuda.

Es a partir de esta relación de respeto entre los integrantes de la familia, que se


llega a tener hogares luminosos y alegres, ejemplo para la sociedad, apoyo a las demás
familias, y de esta forma, ser partícipes en la misión Creadora y Salvífica de Dios.

95
Ex. 20, 12.

32
2. EL AMOR EN LA FAMILIA COMO PARTE
FUNDAMENTAL DEL EVANGELIO DE CRISTO

2.1 La Familia como una “Buena Nueva”

El Señor Jesucristo anunció la Buena Nueva, que es, liberar al hombre del
pecado y del maligno. Esta Buena Nueva se alcanza por medio de su Muerte y posterior
Resurrección, donde vence a la misma muerte y nos ofrece resucitar, para llegar al Cielo
al lado de Dios Todopoderoso.

Precisamente, después de su Resurrección, se aparece a quienes lo seguían y les


manda por el mundo entero proclamando la Buena Nueva, dándoles la sabiduría y el
valor para hacerlo. Este mensaje es para quien quiera escucharlo y seguirlo, sin importar
la situación en que se encuentre.

En Evangelii Nuntiandi,96 Su Santidad Pablo VI recuerda las promesas otorgadas


en la Nueva Alianza en Cristo:

“La Iglesia es depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada. Las
promesas de la Nueva Alianza en Cristo, las enseñanzas del Señor y de
los Apóstoles, la Palabra de vida, las fuentes de la gracia y de la
benignidad divina, el camino de salvación, todo esto le ha sido confiado.
Es ni más ni menos que el contenido del Evangelio y, por consiguiente,
de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente y
precioso, no para tenerlo escondido, sino para comunicarlo”.97

El ejercicio de Evangelizar debe llegar a todos los ambientes de la humanidad,


pues cada uno es hijo de Dios, por lo tanto, no puede quedar exento de recibir la Buena
Nueva. Sin embargo, Dios le da al hombre la libertad para responder con fruto o no al
mensaje de salvación.

96
Entre los documentos postconciliares más citados, Evangelii Nuntiandi es una demostración ulterior del
interés profundo del Papa Pablo VI por los problemas de la evangelización y se considera como una
continuación directa del Decreto conciliar sobre la actividad misionera de la Iglesia "Ad Gentes".
97
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, (8.12.1975), n. 15.

33
La mejor manera de llevar a cabo la evangelización es mediante el testimonio,
ya que el ejemplo enseña más que la palabra, y es así como los cristianos deben acercar
al prójimo hacia Dios por medio, precisamente del testimonio. Mal haría, quien,
hablando de amor, actúe con odio; quien hablando de Dios, no confíe en Él; o quien
hablando de la Resurrección, crea en la reencarnación.

“La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues,
tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay
evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina,
la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de
Dios”.98

En una cultura como la judía, donde nació y creció Jesús, y llevó a cabo su
misión salvadora en la tierra, causa curiosidad la importancia que le da a la mujer. Jesús,
entre otras cosas, le habla a una samaritana, ante el asombro de los discípulos; salva a
una mujer acusada de adulterio de ser lapidada, mientras los “jueces” se retiran sin
mediar palabra; y pone a su Madre como Madre Nuestra, entregándosela a Juan, el
discípulo amado.

Precisamente la Buena Nueva empieza a anunciarla a las mujeres, apareciéndose


a una mujer antes que a los discípulos, aquella mañana de Pascua, hecho que estos no
creyeron cuando les fue comentado el suceso. Sin embargo, es importante notar la
simbología que viene implícita, que si la mujer es la primera en recibir la Buena Nueva,
Dios le encarga que sea el pilar fundamental en la vida familiar, como fruto de la
dignidad que el mismo Señor Jesucristo le dio en el Evangelio, en medio de una
sociedad donde la mujer pasaba a un segundo plano.

En el documento elaborado por el Consejo Pontificio para la Familia99 como


preparación del IV Encuentro Mundial de las Familias, realizado en Manila en 2003, se

98
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, (8.12.1975), n. 22.

99
El Pontificio Consejo para la Familia, instituido por San Juan Pablo II con el Motu Proprio Familia a
Deo Instituta en 1981, sustituyó al Comité para la Familia, creado por Pablo VI en 1973. Al Consejo
corresponde la promoción de la pastoral y del apostolado en campo familiar, mediante la aplicación de las
enseñanzas y orientaciones del Magisterio eclesiástico para ayudar a las familias cristianas a cumplir su
misión educativa y apostólica.

34
advierte que los esposos son llamados a acoger la Palabra del Señor, ya que la Buena
Nueva de su vida conyugal y familiar los santifica, pues mediante la fe, se puede
descubrir a Dios en el matrimonio, a quien eleva a sacramento, convirtiendo a la familia
en un signo de amor entre la alianza de Dios y los hombres, o como lo describe San
Pablo, entre Jesucristo y la Iglesia.

“El momento fundamental de la fe de los esposos está en la celebración


del sacramento del matrimonio, que en el fondo de su naturaleza es la
proclamación, dentro de la Iglesia, de la Buena Nueva sobre el amor
conyugal. Es la Palabra de Dios que "revela" y "culmina" el proyecto
sabio y amoroso que Dios tiene sobre los esposos, llamados a la
misteriosa y real participación en el amor mismo de Dios hacia la
humanidad”.100

La familia se debe convertir en evangelizadora. Así como Dios envió a sus


discípulos a predicar la Buena Nueva por todo el mundo, dentro de un matrimonio
santo, donde la Fe ocupe un lugar importante, se puede continuar con la misma misión y
el mismo apostolado.

La transición de la Buena Nueva de la salvación no se debe encargar a un selecto


grupo de personas dentro de la Iglesia, por el contrario, todos los fieles que conforman
la Iglesia, tienen la obligación de anunciarla, pues desde el estado que cada uno tiene,
como el matrimonio, se debe buscar la santidad, y santificar a los demás.

“En el seno del apostolado evangelizador de los seglares, es imposible


dejar de subrayar la acción evangelizadora de la familia. Ella ha
merecido muy bien, en los diferentes momentos de la historia y en el
Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de "Iglesia doméstica". Esto
significa que en cada familia cristiana deberían reflejarse los diversos
aspectos de la Iglesia entera”.101

100
Consejo Pontificio para la Familia, 2003. Temas de reflexión y diálogo sobre la familia. Encuentro
mundial de las familias. Manila.
101
Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, (8.12.1975), n. 71.

35
Más adelante en la misma Exhortación apostólica, hablando de la evangelización
dentro de la familia, se lee:

“La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el


Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro, pues, de
una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma
evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo comunican a los
hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo
Evangelio profundamente vivido”.102

Es en la familia donde se debe acoger y anunciar la Palabra de Dios, puesto que,


como núcleo de la sociedad y base del cristianismo, también es partícipe de la misión
evangelizadora, siendo apoyo para crear una sociedad creyente y cercana a Dios.

Este concepto de Evangelización en la familia, también es enmarcado por la


Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de San Juan Pablo II, sobre los esposos y
padres cristianos:

“Ya que son llamados a acoger la Palabra del Señor que les revela la
estupenda novedad —la Buena Nueva— de su vida conyugal y familiar,
que Cristo ha hecho santa y santificadora. En efecto, solamente mediante
la fe ellos pueden descubrir y admirar con gozosa gratitud a qué dignidad
ha elevado Dios el matrimonio y la familia, constituyéndolos en signo y
lugar de la alianza de amor entre Dios y los hombres, entre Jesucristo y la
Iglesia esposa suya”.103

El matrimonio y la familia son elevados por Dios a Sacramento, lo que lo


convierte en una institución más cercana a Él, y a la vez, en camino de santificación.

102
Ibidem.
103
Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, (22.11.1981), n. 51.

36
2.2 El Amor cristiano, criterio de una autenticidad familiar

El término autenticidad, tan anhelado en la vida de las personas, pero tan difícil
de cumplir debido a la incoherencia entre el pensar, el actuar y el sentir, se refiere a la
verdad y al bien.

La libertad interior propicia la autenticidad, es decir ser consecuente con uno


mismo, en un mundo donde es difícil encontrar esta virtud, dejándose arrastrar, muchas
veces, por el pensamiento y la espiritualidad de moda.

Desde el punto de vista del amor cristiano, la autenticidad juega un papel


importante, ya que impide que el amor se confunda con falsificaciones, como la codicia,
el poder, el erotismo, elementos que dañan y tergiversan la caridad.

Para un cristiano, la autenticidad no está en pensar que cada persona debe creer
en lo que le parezca, pues si se piensa que la fe en Cristo es la mejor herencia que se
tiene y que se puede dejar en el círculo familiar, es lógico que se quiera transmitir a las
demás personas, empezando por las más cercanas.

Como lo dijo Joseph Ratzinger104 junto a Hans Urs Von Balthasar:105 “Un
hombre que sea privado de toda fatiga y trasportado a la tierra prometida de sus sueños
pierde su autenticidad”.106 La importancia de esta frase radica que el amor cristiano es
una entrega total a Dios y al prójimo, llegando al sacrificio, ya que es olvidarse de uno
mismo para pensar en el otro.

La autenticidad del amor debe ser para todos, empezando por quienes están
cerca, y continuando con el resto, así sean los enemigos, pues como lo dicen las

104
Nació en Marktl am Inn (Baviera, Alemania) en 1927. Estudió en Freising y en la Universidad de
Múnich. Sacerdote en 1951. Profesor de teología fundamental en la Universidad de Bonn y de dogma e
historia de los dogmas en la Universidad de Münster y posteriormente en Ratisbona. Fue nombrado
arzobispo de Múnich y Freising en 1977 y promovido a cardenal ese mismo año. Durante muchos años ha
sido prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, presidente de la Pontificia comisión bíblica y
de la Comisión teológica internacional. El 19 de abril de 2005 es elegido papa, tomando el nombre de
Benedicto XVI.
105
Nació en Lucerna en 1905. Estudió en las universidades de Zúrich, Viena, Berlín, Múnich y Lyon.
Jesuita de 1928 a 1948. Fundó con A. von Speyr un instituto secular. En 1971 fundó con J. Ratzinger y H.
de Lubac la revista «Communio». Fue miembro de la Comisión teológica internacional desde su
fundación (1968). Murió en 1988, dos días antes de su incorporación al colegio cardenalicio.
106
H.BALTHASAR – J.RATZINGER, ¿Por qué soy todavía cristiano?, Sígueme, Alemania 1971, 109.

37
Escrituras: “Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero
yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen”.107

Por su parte, San Josemaría Escrivá de Balaguer108 en Surco109 escribe: “No


pases indiferente ante el dolor ajeno. Esa persona, un pariente, un amigo, un colega…,
ése que no conoces es tu hermano".110

La autenticidad en el amor está reservada a quien lo ha encontrado alguna vez,


ya sea el amor filial, el amor ágape o el amor eros. La autenticidad se da para quien ha
experimentado la entrega de amor, pues el amor cristiano está por encima de la
racionalidad.

Se es auténtico cuando se logra vivir coherentemente con lo que se piensa, y


para el cristiano significa tener criterio en temas de fe, lo que significa estudio, oración
y sacramentos, y consecuentemente a preocuparse por los otros, tanto por lo material
como lo espiritual. La autenticidad cristiana es cumplir los Mandamientos que se
resumen en amor a Dios y al prójimo.

Por último, acerca del amor conyugal, donde se debe vivir la autenticidad en su
plenitud, el Catecismo de la Iglesia Católica escribe lo siguiente:

“El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una
fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se
hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a
ser algo definitivo, no algo pasajero. "Esta íntima unión, en cuanto
donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la
fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad".111

107
Mt 5, 43-48.
108
Josemaría Escrivá, sacerdote y fundador del Opus Dei, dedicó su vida a difundir la llamada universal a
la santidad. Así lo predicaba: "Allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores,
allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo".
109
Surco es fruto de la oración personal y de la experiencia de almas de san Josemaría Escrivá.
Compuesto también por puntos de meditación, presenta una atractiva visión de las virtudes humanas.
110
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco, n. 251.
111
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1646.

38
En el matrimonio, la fidelidad de sus miembros no es negociable, es decir, deben
donarse por completo, al formarse una sola carne, y al comprometerse a estar juntos,
hasta que la muerte los separe, aún en épocas de enfermedad y pobreza.

Por otra parte, en el documento Gaudium et Spes, la autenticidad del amor


conyugal, dentro del matrimonio viene explicado en este bello párrafo:

“El auténtico amor conyugal será más altamente estimado y se formará


sobre él una sana opinión pública, cuando los esposos cristianos se
distingan por el testimonio de fidelidad y armonía en un mismo amor y
en la solicitud por la educación de los hijos, y si participan en la
necesaria renovación cultural, psicológica y social en favor del
matrimonio y de la familia. Se ha de instruir de una manera oportuna y a
tiempo a los jóvenes, y principalmente en el seno de su misma familia,
sobre la dignidad, función y realidad del amor conyugal, para que,
formados en la guarda de la castidad, cuando lleguen a edad conveniente,
pueden pasar de un honesto noviazgo al matrimonio”.112

La influencia de la cultura en la sociedad es grande, hasta el punto de determinar


los valores con los cuales las personas llevan su vida. Entre las instituciones
influenciadas está la familia, la cual se ha convertido en el blanco de ataque por los
enemigos de Dios, debido que Él lo ha santificado.

2.3 Espiritualidad del amor exclusivo y libre

La llamada universal a la santidad, que se encuentra en el Evangelio, aunque no


comprendida por buena parte de la Iglesia hasta la historia reciente del catolicismo, está
dirigida para todas las personas, sin importar la profesión o el estado, bien sean soltero,
cónyuges o padres de familia.

112
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, (6.03.1964), n.49.

39
Así lo recuerda el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Gaudete et
Exsultate, cuando empieza a aclarar que la llamada a la santidad también debe ser
escuchada en el hogar:

“Del mismo modo, hay muchos matrimonios santos, donde cada uno fue
un instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge. Vivir o
trabajar con otros es sin duda un camino de desarrollo espiritual. San
Juan de la Cruz decía a un discípulo: estás viviendo con otros «para que
te labren y ejerciten»”.113

Así es como se da a entender, que quieres asumen el matrimonio como el estado


al que Dios los ha llamado, pueden llegar a ser santos, sin importar la profesión o el
número de hijos.

En la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, San Juan Pablo II les


escribe a los creyentes que se decidan a seguir el camino de la vocación matrimonial:

“La vocación universal a la santidad está dirigida también a los cónyuges


y padres cristianos. Para ellos está especificada por el sacramento
celebrado y traducida concretamente en las realidades propias de la
existencia conyugal y familiar. De ahí nacen la gracia y la exigencia de
una auténtica y profunda espiritualidad conyugal y familiar, que ha de
inspirarse en los motivos de la creación, de la alianza, de la cruz, de la
resurrección y del signo”.114

Pero la santidad dentro de la vida familiar exige unos sacrificios, propios del
matrimonio. La convivencia entre esposos, la educación de los hijos, los problemas
económicos, las dificultades en la salud, entre otras situaciones, llevadas con un sentido
sobrenatural y ofreciéndolas como sacrificio, acercan más a Dios y al sufrimiento de su
Único Hijo.

Y a estos sacrificios, se suman unas prácticas de piedad que la Iglesia propone,


en diálogo con el mismo Dios, siempre respetando la libertad de las personas, ya que la

113
Francisco, Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, (19.03.2018), n. 141.
114
Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, (22.11.1981), n.33.

40
Gracia de la Salvación gratis se nos da, gratis la recibimos, y es el ser humano quien
decide si aceptarla o no.

Entre estas prácticas se suman la asistencia habitual a la Sagrada Eucaristía y el


rezo del Santo Rosario, propuesto por Su Santidad Pablo VI en la Exhortación
Apostólica Marialis Cultus:115

“Y ahora, en continuidad de intención con nuestros Predecesores,


queremos recomendar vivamente el rezo del santo Rosario en familia...no
cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen debe ser considerado
como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la
familia cristiana está invitada a rezar. Nos queremos pensar y deseamos
vivamente que cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de
oración, el Rosario sea su expresión frecuente y preferida”.116

Y es que la devoción a la Santísima Virgen es uno de los pilares para un


matrimonio santo, ya que se constituye en un gran medio para un desarrollo de la
espiritualidad entre los cónyuges y la vida familiar, alimentándose del amor que se tiene
en la misma familia.

Se considera a la Madre de Cristo y de la Iglesia como Madre de las familias


cristianas. Es tal su importancia, que según uno de los tres pastorcitos que vieron la
presencia de la Virgen de Fátima, Sor Lucía, la batalla final del Mal será la familia y el
matrimonio, explicando la testigo de estas apariciones al Cardenal Caffara:117 “No tenga
miedo, porque quien trabaje por la santidad del matrimonio y de la familia será siempre
combatido y odiado de todas formas, porque este es el punto decisivo”.118

115
Se trata de una exhortación apostólica en la que Pablo VI reflexiona, a la luz del Concilio Ecuménico
Vaticano II, el culto bimilenario a la santísima Virgen María. El interés del documento pontificio es
incrementar el culto mariano en el marco de la renovación litúrgica promovida por la Sacrosantum
Concilium, una renovación que tiene a Cristo como punto de referencia. El documento nos presenta a
María como Madre de Cristo y Madre de la Iglesia.
116
Pablo VI, Exhortación Apostólica Marialis Cultus, (2.02.1974), n. 52.
117
El cardenal Caffarra, de 78 años de edad, fue arzobispo emérito de Bolonia y un teólogo de reconocido
valor, especializado precisamente en las cuestiones suscitadas por las "dubia". Desde 1981 a 1995 fue
presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia.
118
Sor Lucía, Carta enviada al Cardenal Carlo Caffarra. Fuente: Aciprensa, 2016

41
La exclusividad y libertad del amor cristiano debe llegar hasta el período de la
ancianidad, ya que es ahí donde se profundiza el amor conyugal, convirtiéndose en
purificado y noble, debido a la fidelidad larga e ininterrumpida en la relación, llevando a
darse a los demás y a su cónyuge, en una etapa donde la soledad se intensifica, debido
en parte a la separación de los hijos, quienes empiezan a construir su camino, y por otra
parte a las enfermedades y el decaimiento de las fuerzas.

2.4 El Amor cristiano se renueva y crece

En la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, San Juan Pablo II afirma,


sobre el mandato bíblico de ser una sola carne:

“La comunión primera es la que se instaura y se desarrolla entre los


cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer
«no son ya dos, sino una sola carne» y están llamados a crecer
continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la
promesa matrimonial de la recíproca donación total”.119

El crecimiento del amor se da en los dos aspectos que integran la unidad


familiar: el espiritual y el material.

Ambos están implícitos desde el momento que se produce el rito matrimonial. 120
En el inicio, cuando el sacerdote llama a celebrar el matrimonio de forma libre y
voluntaria, ante “el ministro de la Iglesia y la comunidad cristiana”, los contrayentes
están presentes en lo que será el inicio de la nueva vida sacramental.

Las preguntas iniciales así lo confirman, donde se les cuestiona a los novios
sobre la voluntad de casarse sin estar coaccionados, y la decisión de respetarse y amarse
durante toda la vida. Este último punto, implica todo el significado de la palabra “vida”,
es decir, social, económico, cultural, y por supuesto en la procreación y conformación
de una nueva familia.

119
Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, (22.11.1981), n.19.
120
Reformado por mandato del Concilio Ecuménico Vaticano II, promulgado por Su Santidad Pablo VI y
revisado por Su Santidad Juan Pablo II.

42
La vida matrimonial implica todos los altibajos que conlleva la vida. La
existencia no siempre se mantiene en las nubes, sintiendo el suave viento, también es
necesario e inevitable tocar el suelo, y levantarse juntos, hombre y mujer, después de
una caída.

Es así como los futuros esposos prometen entregarse al otro siendo fiel, “en la
prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad”, para amarse y
respetarse por el resto de la vida.

Es fuerte el significado de estas palabras. Quienes están en contra del


matrimonio o quienes no entienden la profundidad del amor, poco puede entender lo
que significa entregarse por completo hacia otra persona, y ¿para toda la vida?, eso es
perder la libertad, dirán algunos.

Pero en realidad, en el matrimonio no se pierde la libertad, al contrario, se gana


llegando libremente al altar, creciendo libremente en el amor y renovándolo de forma
libre a través de la existencia, saliendo adelante ante las dificultades, materializando el
amor con los hijos y progresando conjuntamente para sacar adelante al proyecto común:
la Familia.

Benedicto XVI, en Deus Caritas Est, describe cómo el amor no es externo, por
el contrario, nace dentro de cada ser humano que es comunicado hacia otros:

“El amor crece a través del amor. El amor es «divino» porque proviene
de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos
transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos
convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea «todo para
todos»”.121

En este párrafo se explica claramente quién es el autor del amor, Dios, que como
se ha explicado, creó al hombre por amor, para hacerlo partícipe de su hermosa obra
creadora y de su poder salvador.

121
Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas Est, (25.12.2005), n. 18.

43
En el paso por la tierra, la unión con Dios viene dada precisamente por el lazo
del amor, el cual se rompe por medio del pecado, que hace que nos alejemos de Él,
rechazando todo vínculo Divino que nos ofrece, y poniendo en peligro la Salvación y el
descanso eterno al lado del Padre.

Benedicto XVI, describe en Deus Caritas Est, cómo es el amor al prójimo, a


través del ejemplo de una santa moderna:

“Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta—


han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre
renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa,
este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su
servicio a los demás”.122

Y sigue explicando la unión del amor terreno y el amor divino:

“Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único


mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha
amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo
que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida
desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser
ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El
amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante
este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera
nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final
Dios sea «todo para todos»”.123

Cada vez que un cristiano celebra uno de los Sacramentos y entra en oración,
está renovando la unión con el Amor, pues es Dios quien llama al hombre suavemente,
y es por medio de los Sacramentos y la oración que se le escucha. Así mismo, en el
matrimonio, los esposos están llamados precisamente a renovar el amor hacia su
cónyuge y a crecer en él.

122
Ib.
123
Ib.

44
En la constitución de la familia se manifiesta la unidad, realizada en la comunión
entre los padres, y entre estos y los hijos. Precisamente, esta unidad está llena de retos,
los cuales comienzan desde el momento de la bendición del sacerdote al final del rito
del matrimonio.

Posteriormente, los hijos consolidan esta alianza matrimonial, enriqueciéndola y


profundizándola, concientizando a los esposos para que los corazones y pensamientos
estén dirigidos a Dios, y de esta forma la paternidad, ejercida por ambos, sea renovada
continuamente en el amor.

En el documento elaborado por el Consejo Pontificio para la Familia como


preparación del IV Encuentro Mundial de las Familias en Manila (2003), se pone a la
familia como primera escuela de socialidad:

“La familia es una comunidad de personas, para las cuales el propio


modo de existir y vivir juntos es la comunión: communio personarum
(comunión de personas). Por eso la familia es la primera y fundamental
escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de
sí misma la ley que la rige y hace crecer”.124

Acá se reafirma a la familia como núcleo fundamental de la sociedad. No solo en


esta se educan las nuevas generaciones en valores y amor al prójimo, también es una
gran “empresa” que aporta al crecimiento espiritual y moral del mundo, todo esto según
el querer de Dios y la necesidad de la Iglesia, la cual promueve la procreación, para
crecer y hacer apostolado en un mundo plagado por el neopaganismo, y que necesita la
renovación de la Alianza hecha entre Dios y los hombres.

En conclusión, la importancia de la familia en el Evangelio de Cristo, radica en


la importancia que el mismo Dios le otorga, desde el principio de los tiempos, y que
alcanza su mayor plenitud, como todo el mensaje bíblico, en el Nuevo Testamento,
donde eleva al matrimonio a convertirse en Sacramento, y a la vez, se utilizan figuras
que muestran la unicidad e indisolubilidad de esta institución, como ocurre en la
comparación con la relación entre Dios y los hombres.
124
Consejo Pontificio para la Familia, Temas de reflexión y diálogo sobre la familia. Encuentro mundial
de las familias, Manila 2003.

45
3. EL AMOR FAMILIAR SEGÚN “AMORIS
LAETITIA”

3.1 Estructura y finalidad última de la Exhortación Apostólica


“Amoris Laetitia”

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia el Papa Francisco busca que cada


hombre que lea el texto, encuentre un camino seguro para encarar el matrimonio como
una institución sagrada y un camino divino, donde se puede lograr la santificación
personal y de los demás.

Nicolás Alvarez de las Asturias125 escribe sobre la autoridad del Papa en cuanto
a la familia:

“Como sucesor de Pedro, en nombre de Cristo, busca iluminar las mentes


y encender los corazones de quienes están llamados a sacar adelante su
propia familia y, en ella, su propia existencia en plenitud. Para que todos
puedan, al descubrir la belleza de su camino, volver a saberse en la
Iglesia como en su propio hogar”.126

Por su parte, el Arzobispo Bruno Forte127, hablando acerca de la Exhortación


Apostólica Amoris Laetitia, dice:

“De manera particular, la Exhortación apostólica pos-sinodal Amoris


Laetitia ha indicado el discernimiento como estilo propio y ordinario de
una fe responsable, que no busca soluciones fáciles a los problemas, sino

125
El padre Nicolás Álvarez de las Asturias es catedrático de Historia del Derecho Canónico en la
Universidad San Dámaso de Madrid y desarrolla su trabajo pastoral en Santa María de Caná, parroquia
conocida como “la catedral de Pozuelo”, cerca de Madrid.
126
N.ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS. El camino de la familia. Claves de lectura de “Amoris Laetitia”,
in https://www.almudi.org/articulos/10857-el-camino-de-la-familia-claves-de-lectura-de-amoris-laetitia
(última visita 15.01.2018)
127
Sacerdote desde 1973 y arzobispo de Chieti-Vasto desde 2004. Estudió en Tubinga y en París. Doctor
en teología y filosofía, ha sido profesor de teología dogmática en la Pontificia Facultad teológica de Italia
meridional y consultor del Consejo pontificio para la unidad de los cristianos y del Consejo pontificio
para el diálogo con los no creyentes.

46
que se esfuerza por abrirse a las exigencias de la verdad y del amor con
total confianza en Dios y en su providencia misericordiosa y fiel”.128

Es así, como la Exhortación apostólica se está convirtiendo en una guía para


aquellos fieles que quieren iniciar una familia, y continuar con ésta por el resto del
camino, brindándoles ayuda, que les permita estar en la luz y la gracia del Señor, si se
tiene en cuenta la importancia que la institución familiar tiene para la Iglesia y para la
humanidad.

La pretensión del Papa Francisco y de la Iglesia en general, con ésta Exhortación


Apostólica, es ayudar a la familia, haciéndola participe de la Gracia Divina, tal como se
expresa en la misma Amoris Laetitia: “El amor matrimonial no se cuida ante todo
hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino
afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia”.129

En el año de la Misericordia, propuesto por el Papa Francisco a finales del año


2015, Su Santidad redacta la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia130 (La Alegría del
Amor), la cual es un documento extenso donde se trata los desafíos que la familia tiene
en el mundo actual.

En la introducción se lee:

“Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este


Año Jubilar131 de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo
como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a
valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor
fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la
fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos
128
J.M.GORDO, Estuve divorciado y me acogisteis. Para comprender Amoris Laetitia, PPC, Madrid
2016. 5-8.
129
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 134.
130
Esta Exhortación Apostólica es fruto de los Sínodos celebrados en 2014 y 2015; y que entre otras
cosas, reafirma que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, y llama a sacerdotes y
agentes pastorales a acompañar a los fieles en situación irregular para sepan y sientan que son parte de
la Iglesia.
131
El Jubileo consiste en que durante un año se conceden indulgencias a los fieles que cumplen con
ciertas disposiciones eclesiales establecidas por el Vaticano. El Jubileo puede ser ordinario o
extraordinario. La celebración del Año Santo Ordinario acontece en un intervalo de años ya establecido.
En cambio, el Año Santo Extraordinario se proclama como celebración de un hecho destacado.

47
para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida
familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y
gozo”.132

La vida familiar en la actualidad es compleja, por lo que se requiere un


acompañamiento más cercano por parte de la Iglesia y sus ministros, sin importar el
estado de las personas ni su alejamiento de la fe, por lo cual, se pretende que este
documento esté cercano a la realidad de las familias.

Su lectura es para obispos, sacerdotes y miembros de la pastoral familiar, sin


distingo de personas de acuerdo con las necesidades de cada una y el entorno que se
desenvuelven, como por ejemplo los casados, quienes pueden encontrar luz sobre el
amor, la fecundidad y la educación de los hijos.

Entre las novedades, se encuentra la preocupación de la Iglesia por los


divorciados vueltos a casar, donde se les da la tranquilidad que sigue siendo parte de
esta, no están excomulgados,133 aunque no puedan participar en la vida sacramental,
pero sí pueden ser parte activa de la comunidad cristiana.

En el periódico El Nuevo Siglo, el periodista Olano (2017), habla sobre el mayor


desafío de Amoris Laetitia:

“El mayor reto es que se lea sin prisas y se ponga en práctica. El texto
formula propuestas a la Iglesia y a sus pastores para que acompañen a la
familia, la integren, permanezcan cerca de cualquier persona que haya
sufrido los efectos del amor herido. Por encima de todo, desafía a ser
comprensivos frente a situaciones complejas y dolorosas”.134

Se da por entendido que un propósito de la Exhortación Apostólica es acercar la


Iglesia a las personas, que, por diferentes circunstancias, pasan dificultades, desde el
punto de vista familiar o de relaciones, dándoles a conocer que hay una comunidad
comprensiva y a la espera de tenderles la mano y escucharlos.

132
Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 5.
133
Por excomunión, como se ha dicho, se entiende la pena que excluye al reo de delito de la comunión
con la Iglesia.
134
H.OLANO, “El Papa y los documentos pastorales”, El Nuevo Siglo, 2017.

48
En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, la unión afectiva, espiritual y
oblativa del matrimonio, le da un carácter de exclusividad indisoluble, expresada en el
proyecto de los esposos de llevar una existencia, donde todo se construya y se comparta.

Amoris Laetitia está estructurada en nueve capítulos, que se dividen con temas
de la Biblia y del Magisterio, que hace referencias al sacramento del matrimonio y los
desafíos a que se enfrenta en la actualidad la institución familiar.

El primer capítulo se titula A la Luz de la Palabra, ofrece un recorrido por toda


la historia bíblica, que está “poblada de familias, generaciones, de historias de amor y
de crisis familiares”, desde la primera familia, conformada por Adán y Eva en el
Génesis, hasta “las bodas de la Esposa y del Cordero” del Apocalipsis.135

En el capítulo dos, Realidad y Desafíos de las Familias, se realiza un análisis de


la difícil situación actual de la familia, como las “dificultades y los desafíos actuales”
que ponen en riesgo el futuro de la Iglesia, que tiene como base la institución familiar,
que la considera el núcleo de la sociedad.136

El tercer capítulo, La mirada puesta en Jesús: Vocación de la Familia, recoge la


enseñanza que la Iglesia ofrece sobre el matrimonio y la familia, como instituciones
donde el Evangelio tiene que ser enseñado, vivido y transmitido, como una gran
herencia cristiana, ya que “el misterio de la familia cristiana puede entenderse
plenamente si no es a la luz del infinito amor del Padre”.137

El capítulo cuarto lleva el nombre de la base del matrimonio y la familia, El


Amor en el matrimonio, debido a que “un camino de fidelidad y de entrega recíproca” se
debe estimular, haciendo crecer “la consolidación y la profundización del amor
conyugal y familiar”.138

La materialización del amor se logra por medio de la fecundidad, y el capítulo


quinto así lo expresa desde el título, El amor que se vuelve fecundo, con la frase inicial

135
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 8.
136
Ib., n. 31.
137
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 59.
138
Ib., n. 89.

49
“el amor siempre da vida”, resalta cómo los cónyuges “dan más allá de sí mismos la
realidad del hijo, reflejo viviente del amor”.139

En el capítulo sexto, empieza a consignar las reflexiones que dejó el diálogo


sinodal sobre la familia. En Algunas perspectivas pastorales, se plantea “la necesidad
de desarrollar nuevos caminos pastorales”. Estos desafíos son recomendados a “las
distintas comunidades quienes deberán elaborar propuestas más prácticas y eficaces,
que tengan en cuenta tanto las enseñanzas de la Iglesia como las necesidades y los
desafíos locales”.140

En el séptimo capítulo, Fortalecer la educación de los hijos, se realza la


importancia de los padres en incidir “en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o
para mal”, razón por la cual, esta misión debe ser realizada “de un modo consciente,
entusiasta, razonable y apropiado”.141

Acompañar, discernir e integrar la fragilidad, es el título otorgado al capítulo


octavo, donde se plantee el difícil hecho de matrimonios que no cumplen con la
voluntad de Dios, como la propia ruptura, entendiendo, que, aunque la meta es la
perfección espiritual, la Iglesia “también es consciente de la fragilidad de muchos de sus
hijos”.142

Por último, en el capítulo nueve, Espiritualidad Matrimonial y Familiar, se


destaca “la espiritualidad que brota de la vida familiar”, la cual debe ser asumida en el
estado del matrimonio y de la familia por aquellos laicos, que han sido llamados a esta
vocación, teniendo en cuenta “que las preocupaciones familiares no deben ser algo
ajeno «a su estilo de vida espiritual»”.143

En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el Papa Francisco ofrece una


visión de la situación actual de la familia, que se muestra preocupante, debido a la
actitud que el hombre moderno tiene ante ésta sagrada institución, lo que ha llevado a
un declive de su valor, desembocando en la crisis familiar hoy en día conocida.

139
Ib., n. 165.
140
Ib., n. 199.
141
Ib., n. 259.
142
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 291.
143
Ib., n. 291.

50
Esto se aprecia en las posiciones que, desde los gobiernos de la mayoría de
países del Mundo Occidental, se ha tenido en los últimos años, proclamando leyes que
atacan directamente a la familia, las cuales van desde atentados contra la vida desde el
momento de la concepción, pasando por una visión “amplia” del matrimonio, al cual se
le ha dado diferentes formas de conformación.

Es así como el amor se ha visto directamente deformado, pasando de ser una


relación bendecida por Dios de hombre y mujer, a otro tipo de relaciones varias, así
como también ha variado el papel que los padres tienen en el hogar, y el amor que estos
se brindan mutuamente, inclusive a los propios hijos.

Por su parte, el individualismo144 ha permeado los hogares, donde es más


importante la preocupación por uno mismo que por el cónyuge o los hijos, una actitud
que a la vez desemboca en el materialismo, donde unos padres ausentes, en tiempo y
amor, llenan los vacíos con el dinero y los bienes materiales.

Sin embargo, el Papa Francisco tiene la esperanza y la fe en la familia, debido a


la importancia que ésta tiene para la sociedad y la Iglesia, a pesar de las dificultades
presentadas, tanto de índole interno como externo.

Precisamente la Iglesia, a través de la historia, ha sido testigo del desarrollo que


ha tenido el hombre. Tal desarrollo se ha producido en aspectos como la cultura, la
tecnología y la economía, pero en cuanto al amor y la familia, sigue defendiendo los
mismos postulados que se tiene sobre éstos, ya que vienen de Dios y son, a la vez,
bendecidos por Él.

El grado del pensamiento progresista del hombre contemporáneo ha llegado tan


lejos, que ha pasado a un segundo plano conceptos y prácticas como la feminidad y la
masculinidad, la apertura a la vida, la sexualidad, el cariño y el ser feliz siendo fiel.

144
El individualismo considera al hombre – a cada hombre – como una entidad independiente y soberana
que posee un derecho inalienable a su propia vida, un derecho derivado de su naturaleza como ser
racional.

51
Por otro lado, José María Pardo Sáenz145 (2018), hablando sobre Amoris
Laetitia, escribe:

“Fruto de una lectura atenta de la Exhortación postsinodal Amoris


Laetitia, emerge la necesidad de revitalizar la sacramentalidad del
matrimonio. En efecto, para muchos matrimonios cristianos, por
desgracia, la sacramentalidad del matrimonio está vacía de contenido y
de significado; o, a lo sumo, entienden la gracia sacramental del
matrimonio como algo extrínseco y ajeno a sus vidas, a sus crisis y
problemas. Escuché una vez que los sacramentos son “regalos de Dios
sin abrir”. Muchos esposos no han abierto todavía el extraordinario don
que Dios les ha entregado con su matrimonio”.146

Por otro lado, José Granados,147 Stephan Kampowski148 y Juan José Pérez-
Soba149 (2016), dan a conocer, lo que para ellos, son “tres elementos necesarios de
coherencia del documento”, que los califican de la siguiente forma:

- “La primera es la coherencia con un itinerario sinodal en el que se


inserta y que lo contextualiza: El Papa Francisco ha seguido las
enseñanzas de las asambleas sinodales.
- La segunda coherencia es la del documento en sí mismo: Es un texto
sobre la familia, que pone el amor en el centro, sin caer en el
individualismo contemporáneo.

145
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, bachiller en Teología por la
Universidad Pontificia de la Santa Cruz, licenciado en Teología Moral y Espiritual por la Facultad de
Teología de la Universidad de Navarra, doctor en Medicina (Bioética) por el Istituto di Bioetica. Facoltà
di Medicina e Chirurgia “Agostino Gemelli”. Università Cattolica del Sacro Cuore.
146
J.M.PARDO SÁENZ, “Sentido e implicaciones de la sacramentalidad del matrimonio a la luz de
“Amoris Laetitia””, in https://www.almudi.org/articulos/12435-sentido-e-implicaciones-de-la-
sacramentalidad-del-matrimonio-a-la-luz-de-amoris-laetitia (última visita 15.03.2018)
147
Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Vicepresidente del Instituto Juan Pablo II en
Roma. Miembro de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María (DCJM). vicepresidente del
Instituto Pontificio Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, con sede en Roma.
148
Profesor asociado de Antropología Filosófica en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios
sobre el Matrimonio y la Familia en Roma. Es uno de los coordinadores del Máster en Bioética y
Formación organizado por el Instituto Juan Pablo II y la Universidad del Sagrado Corazón, Roma.
149
Licenciado en Teología especialidad de moral por la U.P. de Comillas, con la tesina, Libertad para
amar. Diálogo con Santo Tomás de Aquino. Doctor en Teología por el Pontificio Instituto Juan Pablo II
para los estudios de matrimonio y familia (sede de Roma) y perteneciente a la Pontificia Universidad
Lateranense.

52
- La última coherencia para leer el texto nos la da la tradición de la
Iglesia: No hay un cambio doctrinal ni disciplinar en lo que enseña la
Iglesia”.150

3.2 El Amor en el matrimonio

La Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, se expresa con una belleza literaria y


bien escrita, que llega a lo más profundo de la psicología humana, con todo lo que esto
implica, los dolores, los sufrimientos, las alegrías y la convivencia en pareja, que el
mismo Papa escribe con delicadeza, refiriéndose al amor humano.

Javier de la Torre151 (2016), escribe sobre el tipo amor que manifiesta el Papa
Francisco en el documento:

“El amor cotidiano; el amor que tiene paciencia, que es amable, que es
humilde, que no es envidioso, que sabe perdonar todas las noches antes
de acostarse…Cuando habla del amor dice algo importante: el amor
convive con la imperfección”.152

Es claro que en el matrimonio se unen dos realidades diferentes, y por ser así, no
se puede hablar de una relación perfecta ni utópica, donde todo es un paraíso romántico,
al contrario, las dificultades y los desacuerdos suelen darse, incluso, algunas veces, más
seguido de lo que esperamos, por lo que deben aflorar las virtudes humanas, como el ser
pacientes, amables y humildes, y de esta forma, hacer de la familia un hogar luminoso y
alegre, a pesar de las contrariedades de la jornada.

150
J.GRANADOS – S.KAMPOWSKI – J.J.PÉREZ-SOBA, Acompañar, discernir, integrar. Vademécum
para una nueva pastoral familiar a partir de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, Fonte, Burgos
2016, 11-12

151
Licenciado en filosofía y teología moral por la Universidad Pontificia de Comillas y es doctor en
derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesor de Moral de la persona, Historia de la
teología moral, de la Ética del matrimonio y la familia, de la Ética del amor y la sexualidad y de la Ética
del comienzo de la vida, en la Universidad Pontificia de Comillas.

152
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.

53
Para hablar del Amor en el matrimonio, la Exhortación Apostólica Amoris
Laetitia, empieza con el bello himno de San Pablo, que a la vez, ha servido de
inspiración para poetas y compositores:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace


alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés,
no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino
que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera,
todo lo soporta”.153

En este escrito, San Pablo realza las principales virtudes que tiene el amor, y
que, de ponerse en práctica por parte de los esposos, se llegará al final del camino
juntos, tal como lo define la Doctrina de la Iglesia Católica: “Hasta que la muerte los
separe”,154 y también expresado por Jesús en Marcos: “Lo que Dios ha unido, no lo
separe el hombre”155

“Habla de la indisolubilidad de una manera bellísima; no como un yugo,


una condena perpetua… Él habla de las señales que hay en el corazón
humano, del deseo de indisolubilidad. Quien está enamorado no se
plantea que esa relación pueda ser solo por un tiempo. Cuando alguien
está apasionadamente enamorado de otro no le dice “te quiero hasta el
próximo año”… le quiere para toda la vida”.156

El amor lo puede todo, incluso a amar al prójimo con sus defectos o con
pensamientos diferentes. Así lo expresa el autor Javier de la Torre (2016), para expresar
la delicadeza y maestría, como el Papa Francisco aborda la indisolubilidad matrimonial,
por el bien de los esposos, quienes han adquirido el compromiso Sagrado, y por el bien
de los hijos, que añoran ver a unos padres que se aman, fieles, felices y siempre juntos.

153
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 90.
154
Según el rito del matrimonio, se lee lo siguiente: ¿N., aceptas a N. como tu legítima esposa (esposo),
amarlo y respetarlo, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la
enfermedad y en la salud, hasta que la muerte los separe?
155
Cf. Mc 10, 2-16.
156
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.

54
Dios es el mejor ejemplo de lo que es el amor. Durante toda la historia de la
humanidad, Él ha tenido para sus hijos paciencia. Así se ha visto cómo, a pesar de
nuestros pecados, Dios sigue actuando en el mundo. En vez del castigo, mandó por
amor a su Propio Hijo, entregándolo a la dureza de los hombres, por amor.

Precisamente, Dios, como autor de los sacramentos administrados por la Iglesia,


dona la gracia a través de cada uno de ellos, de forma libre y por distintas vías, como lo
es el matrimonio. Al recibir estas gracias, el ser humano es conocedor de los medios
para llegar a ellas, como también de los que impiden que las obtengamos.

Así lo hace saber Pedro Daniel Martínez Perea157 (2017), cuando expone lo
siguiente, refiriéndose a la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia:

“La grandeza del matrimonio cristiano consiste en ser no sólo un ‘pacto’


(pactus) entre un varón y una mujer según condiciones jurídicas
determinadas (orden natural) sino sobre todo consiste en su profunda
novedad como lo es la unión obrada por Dios entre un varón y una mujer
en una ‘alianza’ (foedus) indisoluble de toda sus vidas que prefigura la
unión entre Cristo y la Iglesia y que el hombre no puede separar (orden
sobrenatural). El matrimonio cristiano, entonces, en su sentido más
profundo es un misterio de gracia, una realidad teológica establecida por
Dios mismo. Por ello, no puede ser considerado por los fieles como algo
dejado a la sola libertad personal reduciéndolo a una mera entidad
sociológica”.158

Esta es la verdad: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”,159 y es esa verdad que
nos permite ser libres: “La Verdad os hará libres”,160 conociendo los caminos del bien y
del mal, con la libertad que Dios nos da para elegir cuál continuar. Dios ama tanto al
mundo, que no nos obliga a creer en Él, ni a seguirle, somos nosotros que en nuestro
libre albedrío y por amor, tomamos la decisión.

157
Actual Obispo de la Diócesis de San Luis, Argentina elegido para tal cargo por Su Santidad Benedicto
XVI.
158
P.D.MARTÍNEZ PEREA, “Matrimonio, nuevas uniones y Eucaristía en el capítulo 8 de Amoris
Laetitia, Carta Pastoral a los Sacerdotes de la Diócesis de San Luis, Argentina 2017.
159
Cf. Jn 14, 6.
160
Ib., 8,32.

55
Sobre la justicia, San Josemaría Escrivá de Balaguer escribió: “Es verdad que
Dios Nuestro Señor es infinitamente misericordioso, pero también es infinitamente
justo: y hay un juicio, y Él es el Juez”,161 donde se muestra que, en el amor y la
misericordia de Dios, también hay justicia, la cual será de acuerdo con nuestros actos.

Desde el Antiguo Testamento, la relación de Dios con su pueblo es descrita a


través de la metáfora del amor conyugal, lo que continúa en el Nuevo Testamento con la
comparación que la Iglesia es la Esposa de Cristo. Bajo esta similitud, la relación de los
esposos dentro del matrimonio debe ser de amor puro y desinteresado, donde el
sacrificio, tal como lo ha hecho Dios por su Iglesia, sea justificado en el Amor.

El matrimonio, al ser sacramento sagrado instituido por Cristo y formado por


seres humanos, no está inmune a las debilidades que cada uno de sus integrantes pueden
tener, entre estas, el difícil manejo de la ira, originada por situaciones naturales de la
vida cotidiana. Por esta razón, la paciencia162 “se muestra cuando la persona no se deja
llevar por los impulsos y evita agredir”.163

En la actualidad, cuando el egoísmo164 se ha afianzado en el ser humano, hasta el


punto de tener cada uno su casa, su carro, su televisor, su territorio, la virtud de la
paciencia nos recuerda que el prójimo tiene los mismos derechos que todos. La
Exhortación Apostólica lo explica así:

“Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene


derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un
estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o
con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un
sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de

161
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 747.
162
La paciencia es una virtud potencial o derivada de la fortaleza, cuya misión es facilitar el vencimiento
de la tristeza para no decaer ante los sufrimientos ya físicos, ya espirituales, anejos a la práctica de
cualquier virtud y mucho más, al seguimiento de las virtudes enseñadas por Cristo.
163
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 91.
164
El egoísmo es lo contrario del verdadero amor, ya que este nos hace salir de nosotros mismos y nos
hace darnos a lo que amamos transformándonos en la cosa amada, en cambio el egoísmo tiene como
centro de todas las cosas a nosotros mismos.

56
este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo
desearía”.165

Como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Para servir, servir”,166 y es en


el servicio donde se muestra el amor, pues es mejor expresarlo en obras que con
palabras, pues el amor no debe entenderse sólo como un sentimiento, ya que en hebreo
amor es “hacer el bien”. “Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite
experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de donarse
sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de
servir”.167

En el matrimonio, el mayor bien que puede sentir un cónyuge, es el bienestar de


los demás, por lo tanto, no hay espacio para la envidia,168 que es “una tristeza por el
bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás, ya que estamos
exclusivamente concentrados en el propio bienestar”,169 por lo que la envidia y el
egoísmo van unidos de la mano.

Esposo y esposa son una sola carne, y por esta razón, no hay espacio para hablar
solo de sí mismo, sino de nosotros. No se puede agrandar uno para empequeñecer al
otro, pues la institución matrimonial es un proyecto para toda la vida entre dos personas,
de crecimiento y progreso juntos.

Según Amoris Laetitia: “La actitud de humildad aparece aquí como algo que es
parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de
corazón, es indispensable sanar el orgullo170 y cultivar la humildad”.171

Sin embargo, a pesar de las dificultades y contrariedades de la jornada, en el


matrimonio cabe la felicidad. La amabilidad en todo momento por parte de los cónyuges

165
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 92.
166
San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, Rialp, Madrid 1971. 50-51.
167
Ib., n. 94.
168
A través de la envidia podemos crear auténticas obsesiones hacia el “objeto” codiciado, bien sea
material, intelectual o incluso espiritual. Llevado al límite, la envidia puede empular a las personas a
hacer daño a otros que poseen lo que entiendo como mi deseo no cubierto.
169
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 95.
170
Orgullo es un término que denota un sentimiento de autosuficiencia, usualmente manifestado en la
arrogancia propia y el desprecio del valor de otros.
171
Ib., n. 98.

57
es a lo que llama la Exhortación Apostólica, la cual recomienda dejar a un lado el
pesimismo de encontrar solo los defectos del otro, y abandonar modos, gestos y
palabras desagradables, que busquen la sociabilidad en la persona pues:

“El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de
integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo,
ya que sin sentido de pertenencia no se puede sostener una entrega por
los demás, cada uno termina buscando sólo su conveniencia y la
convivencia se torna imposible. Una persona antisocial cree que los
demás existen para satisfacer sus necesidades, y que cuando lo hacen
sólo cumplen con su deber”.172

Se ha recomendado que, en la vida matrimonial, uno de los elementos más


importantes es el perdón, si se tiene en cuenta que esta sagrada institución está
conformada por seres humanos, implica que cada uno de sus miembros tienen defectos
y debilidades, con todo lo que esto conlleva, como el cometer errores y tener
actuaciones que no agradan a los demás, no es ajeno a dificultades de parejas, que deben
ser subsanadas para llevar el matrimonio a feliz término.

El perdón es la mayor muestra de amor hacia otra persona, pues al hombre se le


hace difícil, pedirlo y ofrecerlo por su tendencia al orgullo y la soberbia,173 y por la
creencia que, en algunos de los dos casos, se está bajando a un nivel inferior al otro.

“Hoy sabemos que para poder perdonar necesitamos pasar por la


experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros
mismos. Tantas veces nuestros errores, o la mirada crítica de las personas
que amamos, nos han llevado a perder el cariño hacia nosotros mismos.
Eso hace que terminemos guardándonos de los otros, escapando del
afecto, llenándonos de temores en las relaciones interpersonales.
Entonces, poder culpar a otros se convierte en un falso alivio. Hace falta
orar con la propia historia, aceptarse a sí mismo, saber convivir con las

172
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 100.
173
La soberbia consiste en concederse más méritos de los que uno tiene. Es la trampa del amor propio:
estimarse muy por encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y por tanto, de lucidez. La soberbia es
la pasión desenfrenada sobre sí mismo.

58
propias limitaciones, e incluso perdonarse, para poder tener esa misma
actitud con los demás”.174

En la relación de pareja, siempre habrá conflictos, por aquella tendencia


imperfecta del ser humano, pero este tipo de situaciones contradictorias, no pueden
llevar a poner en riesgo el Matrimonio, ya que esto implica finalizar una comunión
frente a Dios, quien mandó a los esposos a ser una sola carne hasta que la muerte los
separe. Por esto, es importante la oración, para que el contacto con el mismo Dios, sea
base segura para fortalecer la vida matrimonial.

El teólogo Bonifacio Fernández, hablando acerca del matrimonio, según le


Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, explica:

“El matrimonio es uno de los siete sacramentos. Hasta ahí nada nuevo. El
punto de interés es la comprensión de la dimensión antropológica,
eclesial y espiritual del sacramento. El sacramento es un don para la
santificación y la salvación de los esposos. El matrimonio es una
vocación y requiere un discernimiento vocacional. El papa Francisco
retoma la definición conciliar del matrimonio. Y recuerda que el
sacramento no es una cosa o una fuerza, sino acción y presencia de Cristo
que sale al encuentro de los esposos. Como todo sacramento el
matrimonio significa, hace presente y comunica el amor de Cristo a su
Iglesia. El consentimiento y la unión de los cuerpos son los instrumentos
de la acción divina que los hace una sola carne”.175

Los cristianos deben tener un compromiso claro ante la sociedad, que es


presentarse como hijos de Dios en cada una de las actividades de la vida ordinaria, por
medio del ejemplo, el cual es más eficaz que la palabra.

Por esto, los miembros de la Iglesia no pueden dejar de presentar la vida


matrimonial como una gran vocación, basada en el amor y bendecida por Dios, lo que

174
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 107.
175
B.FERNÁNDEZ. “La complejidad del amor” aproximación a la Amoris Laetitia, in
https://vidareligiosa.es/la-complejidad-del-amor-aproximacion-a-la-amoris-laetitia/ (última visita
10.04.2018).

59
se refleja en los hijos, el fruto materializado del sentimiento de los padres, y quienes a la
vez, reflejarán, ante la sociedad, lo vivido en la familia.

El ser humano siempre se ha enamorado de lo que conoce. Por esta razón es


importante que conozca qué es la familia, pero sin idealismos que lo lleven a
decepciones, provocadas por los defectos del otro, que desemboque en la finalización de
la relación matrimonial.

Desde el amor reflejado en la familia, el hombre se convierte en pedagogo ante


la sociedad, tanto de la institución matrimonial como de los sentimientos, que son
reflejo del amor Dios en la relación entre los padres, y entre estos con los hijos.

Precisamente, el Papa Francisco, brinda una catequesis sobre el amor humano,


como:

“Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una


mirada amable puesta en él. Esto no es posible cuando reina un
pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizás para compensar
los propios complejos.

Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites,
y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos
diferentes. El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas
redes de integración, construye una trama social firme”.176

Mirar al cónyuge con la mirada del amor de Dios, quien nos ama a pesar de
nuestros defectos y nuestras debilidades, conociendo que si caemos, nunca será tarde
para volver a Él, pues nos estará esperando con los brazos abiertos. Y precisamente, si
el Matrimonio es bendecido por Dios y se presenta como un modelo de relación entre Él
y la Iglesia, se debe actuar perdonando al otro.

Tratando el tema del desprendimiento, el mismo Papa Francisco nos enseña que:
“Hemos dicho muchas veces que para amar a los demás primero hay que amarse a sí
mismo. Sin embargo, este himno afirma que el amor « no busca su propio interés », o «

176
Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 100.

60
no busca lo que es de él »”,177 indicando que primero se debe amar, antes que amarse, es
decir, el amor es una entrega total al otro.

Álvarez de las Asturias (2016), propone que el matrimonio, que da inicio a la


vida familiar, prolongándose durante toda la vida, “es un proyecto que comporta una
serie de elementos constitutivos y que es camino de felicidad y plenitud solo si dichos
elementos se asumen y se viven adecuadamente a lo largo del tiempo”. Por esta razón,
el mismo Álvarez de las Asturias, invita a que la felicidad en la familia se produzca
contemplando “dichos elementos como caminos de plenitud más que como
dificultades”.178

3.3 Dificultades para vivir el amor en la vida familiar

La vida matrimonial exige renuncia y sacrificio. Las dificultades se presentan


desde el mismo momento del inicio de la relación. En un buen noviazgo se debe
conocer la personalidad de cada uno de los cónyuges, siendo este el punto inicial para
que ambos diluciden si es la persona adecuada para pasar el resto de su vida.
Posteriormente, en el matrimonio, con el Sí en el altar, empiezan a florecer las
contrariedades diarias de la vida, las cuales van desde la parte económica, tan
importante para sacar adelante la familia, hasta la salud y la educación de los hijos, los
cuales cuentan en la actualidad con grandes desafíos, debido a las influencias dañinas de
medios de comunicación y la sociedad en general, que ponen en peligro la institución
familiar.
En la actualidad, las crisis dentro del matrimonio, en vez de ser causales de
divorcio y separación, deben fortalecer más los lazos de unión entre los esposos,
impulsándoles a sacar adelante el proyecto por el que decidieron luchar hasta el final de
sus vidas:
“La historia de una familia está surcada por crisis de todo tipo, que
también son parte de su dramática belleza. Hay que ayudar a descubrir

177
Francisco, Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 101.
178
N.ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS. El camino de la familia. Claves de lectura de “Amoris Laetitia”,
in https://www.almudi.org/articulos/10857-el-camino-de-la-familia-claves-de-lectura-de-amoris-laetitia
(última visita 15.01.2018)

61
que una crisis superada no lleva a una relación con menor intensidad sino
a mejorar, asentar y madurar el vino de la unión. No se convive para ser
cada vez menos felices, sino para aprender a ser felices de un modo
nuevo, a partir de las posibilidades que abre una nueva etapa. Cada crisis
implica un aprendizaje que permite incrementar la intensidad de la vida
compartida, o al menos encontrar un nuevo sentido a la experiencia
matrimonial”.179

La felicidad es la meta del ser humano, lo que no significa la ausencia de


problemas, sino la alegría de superarlos en unión con el cónyuge. Lo que el día de hoy
se convierten en duras dificultades en la familia, llegará el día cuando este andar esté
finalizando, ambos mirarán con satisfacción el haber podido sacar adelante la empresa
que iniciaron y que se convirtió en su mejor inversión.

La Institución Matrimonial requiere un estudio constante por parte de los


esposos, algo de lo que pocos tienen consciencia. Un psicólogo de familia, un sacerdote,
un terapeuta familiar, libros, conferencias, documentales, entre otros, deben convertirse
en los elementos de estudio para la conformación de un hogar.

Sin embargo, el matrimonio mismo es un aprendizaje, que también se lleva a


cabo en cada crisis, es decir, los esposos guiados por la Sabiduría Divina, encuentran
una enseñanza en cada etapa que les toca afrontar, permitiendo que, entre dos personas,
con los mismos objetivos, hagan más llevadera la carga familiar, y en unión con Dios,
se llegue a la meta, que es la santidad dentro de la familia.

La comunicación es el principal elemento en el momento de iniciar una relación


de pareja, y así lo expresa la Exhortación Apostólica, Amoris Laetitia, que pone en
evidencia los efectos que pueden surgir cuando los canales comunicativos fallan: “El
problema es que se vuelve más difícil comunicarse así en un momento de crisis si nunca
se aprendió a hacerlo. Es todo un arte que se aprende en tiempos de calma, para ponerlo
en práctica en los tiempos duros”.180

179
Cf. Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 232.
180
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 234.

62
Y esos tiempos de calma se presentan al inicio de la relación como novios,
cuando la pareja se está conociendo, y así, al momento de unir sus vidas, sepan afrontar
las crisis, tal como lo expresa el Papa Francisco:

“Hay crisis comunes que suelen ocurrir en todos los matrimonios, como
la crisis de los comienzos, cuando hay que aprender a compatibilizar las
diferencias y desprenderse de los padres; o la crisis de la llegada del hijo,
con sus nuevos desafíos emocionales; la crisis de la crianza, que cambia
los hábitos del matrimonio; la crisis de la adolescencia del hijo, que exige
muchas energías, desestabiliza a los padres y a veces los enfrenta entre sí;
la crisis del «nido vacío», que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a
sí misma; la crisis que se origina en la vejez de los padres de los
cónyuges, que reclaman más presencia, cuidados y decisiones
difíciles”.181

El conocimiento de las dificultades de la pareja, como la llegada del hijo, los


problemas económicos, las diferencias en el pensamiento y el actuar, son crisis que
deben ser superadas por medio del diálogo, el entendimiento y la comprensión.

En este escrito de la Exhortación Apostólica, se resume la vida matrimonial,


desde el momento de la bendición, hasta la vejez. Dos personas “extrañas” que entran a
convivir, con diferentes culturas y modelos de educación, gustos variados y cada uno
con su carácter, asumen una responsabilidad en la que deben ser conscientes del camino
que empiezan a andar.

Ante las dificultades que se generan en el matrimonio, como económicas,


espirituales o laborales, la vida familiar puede verse afectada, con la incomprensión y la
desesperación. Por esta razón, se exige “un camino de perdón y reconciliación”,182 y
como dice San Josemaría Escrivá de Balaguer (1973) en Es Cristo que pasa: “Evitad la
soberbia, que es el mayor enemigo de vuestro trato conyugal: en vuestras pequeñas
reyertas, ninguno de los dos tiene razón”.183

181
Ib., n. 235.
182
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 236.
183
Cf. San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, Rialp, Madrid 1971. 26.

63
Ahora bien, a las dificultades y crisis presentadas, se suman los desafíos de la
familia en la actualidad, que afectan directamente la convivencia familiar y son
inducidos por los afanes de la vida moderna, poniendo al matrimonio en constante
peligro.

El estrés y el individualismo forman parte de las actitudes “de moda” entre los
humanos, que lastimosamente, influyen en la pérdida de las buenas relaciones sociales,
incluyendo las más cercanas como la familia.

El estrés, llamado por algunos como la enfermedad del Siglo XXI, surge en parte
por la ambición de poseer bienes materiales, ascensos laborales y logros educativos,
como metas principales en la vida, desconociendo que el hogar es el mejor proyecto de
vida que persona alguna pueda buscar.

El Papa Francisco expone en la Exhortación Apostólica, algunos problemas que


ponen en riesgo el matrimonio en la época actual:

“Quisiera agregar el ritmo de vida actual, el estrés, la organización social


y laboral, porque son factores culturales que ponen en riesgo la
posibilidad de opciones permanentes. Al mismo tiempo, encontramos
fenómenos ambiguos. Por ejemplo, se aprecia una personalización que
apuesta por la autenticidad en lugar de reproducir comportamientos
pautados. Es un valor que puede promover las distintas capacidades y la
espontaneidad, pero que, mal orientado, puede crear actitudes de
permanente sospecha, de huida de los compromisos, de encierro en la
comodidad, de arrogancia”.184

En la actualidad, la familia no puede dejar se de ser un espacio de comunión


entre dos o más personas, y más con el creciente individualismo que se está viviendo.
Amoris Laetitia, en el punto 33, dice:

“El individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y


acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla.

184
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 33.

64
Frente al individualismo de una familia de individuos como islas
separadas, otro modelo, el de la comunión cristiana”.185

Javier de la Torre (2016), preocupado por el acompañamiento que debe tener la


familia, desde el inicio del matrimonio, expone:

“Con frecuencia hemos presentado la familia con poca luz sobre la


importancia de la ayuda mutua, obsesionados con el tema de la
procreación; no hemos acompañado a los matrimonios en sus primeros
años, con propuestas que se adapten a sus horarios, a sus lenguajes, a sus
inquietudes más concretas. Hemos hablado de manera demasiado
abstracta… Durante mucho tiempo creímos que, con solo insistir en
cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la
gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el
vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas
186
compartidas”.

Se debe concientizar a los nuevos esposos, que el Sacramento Matrimonial, al


que se llega por amor, es un camino de desarrollo y realización, que no termina el día de
la boda, al contrario, se define como una aventura, una historia, una pasión que hay que
mantener, una fidelidad que hay que cuidar

Acerca de los desafíos que se presenta en el matrimonio, el mismo Javier de la


Torre (2016), expresa:

“También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que


muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus
límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones
donde se rompen todos los esquemas. Ese recordar que hay que dejarles
espacio es esencial.

185
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 101.
186
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.

65
Después enumera una serie de desafíos concretos, porque al papa le gusta
lo concreto. Y termina esta segunda parte diciendo: Doy gracias a Dios
porque muchas familias que están lejos de considerarse perfectas, viven
en el amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan
muchas veces a lo largo del camino. Es importante ese subrayado de que,
quizá la limitación que todos tenemos no impide vivir el amor”.187

La tendencia que el ser humano tiene hacia el pecado y a caer en las debilidades,
no es impedimento para emprender el camino del matrimonio, ya que los límites
naturales que tiene la pareja y su imperfección como personas, pueden ser superadas
con la Gracia de Dios.

Sin embargo, dentro del matrimonio se presentan crisis como la falta de diálogo,
que desestabiliza el hogar. Aunque éste se haya perdido en los últimos tiempos, debido
a factores como los laborales y tecnológicos, los esposos deben buscar la forma de tener
un diálogo diario y fluido, que puede empezar por normas de piedad, recurriendo al
viejo dicho: “Familia que reza unida, permanece unida”.

Otro elemento que lleva a la crisis es el individualismo, pues esa misma


ambición, ya tratada, en diferentes campos de la vida, lleva a muchos jóvenes a
visualizar el matrimonio como un obstáculo para su futuro, por lo que deciden ser
“libres”, entendiendo esta libertad como la ausencia de cualquier compromiso que
ponga en riesgo la vida “light” que quieren llevar.

“En ese contexto, el ideal matrimonial, con un compromiso de


exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las
conveniencias circunstanciales o por los caprichos de la sensibilidad. Se
teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al
mismo tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda
postergar el logro de las aspiraciones personales”.188

187
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.
188
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 34.

66
Por lo tanto, el matrimonio es un Estado de Gracia bendecido por Dios, y es
precisamente esta Gracia que permite que Él sostenga la familia, como la institución
más amada por el Creador, pues de ahí se originaron las personas que hicieron parte de
la historia de la Salvación.

La cultura, implantada por los medios de comunicación, es otro factor que


desafía la institución familiar, por lo que en el punto 39 de la Exhortación Apostólica, se
advierte de “la decadencia cultural que no promueve el amor y la entrega.” Hoy en día,
los matrimonios son tratados como a los objetos desechables, lo que no sirve se bota. De
esta forma, se evita la entrega y se comercializa el amor.

Los medios de comunicación han tergiversado conceptos fundamentales del


amor y la familia entre la población. Por ejemplo, las personas no entienden la
complementariedad entre hombre y mujer, por lo que cada uno quiere tener sus
derechos por encima del otro, ignorando que son complemento, según las diferencias
físicas y psicológicas.

Esto ha generado una serie de conflictos dentro de la familia, debido a la


tergiversación de ésta y del papel que cada uno de los miembros desempeña. Pero a
pesar de las dificultades, la familia tiene la gracia de superarlas, tal como el ser humano
ha superado diversos contratiempos en la historia de la humanidad.

Los Estados, estos deben tomar decisiones sobre la familia, debido a que tiene
una dimensión jurídica, ya que se proyecta a la vida de nuevos individuos, y son estos
los que conforman las realidades sociales de los países.

Por su parte, los organismos internacionales le están haciendo un gran daño a la


institución familiar, debido a un “colonialismo intelectual” y un “imperialismo
ideológico” en contra de la misma familia, que ha sido implantado en la mayoría de
naciones, ya sea porque sus gobernantes apoyan estas ideas, o por presión, ante la
amenaza de suspensión de ayudas económicas para los gobiernos.

67
Entre las teorías implantadas internacionalmente, está la ideología de género,189
que es una especie de “ateísmo contemporáneo”, donde se afirma que el ser humano no
tiene naturaleza, por lo que cada persona construye el género que quiere, hombre o
mujer, pues según estos ideólogos, el ser masculino o femenino, es opcional de cada
persona.

Sin embargo, se tiene la esperanza de que la familia es el mejor antídoto contra


estos males que aquejan la época contemporánea, que ha generado en el pensamiento de
los hijos un relativismo en todos los temas, por lo que se les debe enseñarl qué es bueno
o malo; y sobre la ideología de género, enseñando a amar la dimensión sexual,
aclarando que no se pueden eliminar las diferencias de ambos sexos.

Hay que tener en cuenta, que a pesar de las dificultades, el matrimonio está
sostenido por la gracia. Así lo explica el Arzobispo de Portland, Alexander Sample, en
una Carta Pastoral sobre Amoris Laetitia, Una escultura viva y auténtica:

“La vida familiar y el matrimonio no sólo están sostenidos y fortalecidos


por la naturaleza, sino que también lo están por la gracia. Para los
bautizados, el matrimonio es un sacramento y trae consigo la gracia
sacramental y la gracia de estado para ayudar y asistir, fortalecer y
convertir”.190

Esa Gracia es el fruto del sacramento del matrimonio por la bendición que el
sacerdote imparte en el ritual religioso, siguiendo los preceptos de Dios, de santificar el
matrimonio y presentarlo, ante la sociedad, como imagen de la relación de amor que el
mismo Dios tiene con la Iglesia.

189
El término inglés "gender" apareció hace unos años en la literatura dedicada a las relaciones entre
hombre y mujer. Traducido al español como género sería más fácilmente comprensible si se tradujese
como "sexo". El discurso sobre el género niega importancia a la diferencia genital entre hombre y mujer y
recoge la interpretación de Friedrich Engels al concepto de lucha de clases.
190
A.SAMPLE, “Una escultura viva y auténtica. Carta Pastoral sobre la lectura de Amoris Laetitia a la
luz de la enseñanza de la Iglesia”. Portland 2016.

68
3.4 Amor que se vuelve fecundo

La familia es un proyecto de vida para las personas que deciden seguir el camino
del matrimonio, y que está conformado por elementos que, vividos y asumidos de forma
adecuada, dan felicidad y plenitud a la pareja, a pesar de las dificultades.

Nicolás Álvarez de las Asturias (2016), define estos elementos de la siguiente


forma:

1. “La convivencia. Ayudar a la familia es enseñarla a convivir.

2. La generación y educación de los hijos, que pertenecen al proyecto


familiar desde su mismo origen.

3. La sexualidad como parte fundamental de la vida matrimonial y, para los


cristianos, camino de unión con Dios.

4. El paso del tiempo, con sus consecuencias en el modo de percibir y


expresar el amor y en la situación real de la vida de la familia (sin hijos,
con hijos que van creciendo, otra vez solos).

5. La presencia del sufrimiento y la muerte, ya anunciadas en la fórmula


misma del consentimiento

6. El carácter abierto de la vida familiar, que se manifiesta en su inserción


en la propia familia en sentido amplio, pero también en su capacidad de
tejer relaciones con otras familias”.191

En todos estos elementos está incluida la fecundidad, ya que desde los elementos
de la convivencia, pasando por la sexualidad y la vida familiar, tienen que estar los hijos
presentes, como miembros activos del hogar, y a la vez, partícipes del camino empezado
por sus propios padres en el altar.

191
N.ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS. El camino de la familia. Claves de lectura de “Amoris Laetitia”,
in https://www.almudi.org/articulos/10857-el-camino-de-la-familia-claves-de-lectura-de-amoris-laetitia
(última visita 15.01.2018)

69
Hay que recordar, que el matrimonio tiene dos fines, el bienestar de los esposos
y la procreación. En esta última, también viene incluida la educación que se le imparte a
los hijos, ya que se les debe conducir a un desarrollo integral, donde realicen actividades
que le aporte a la sociedad y le agraden a Dios.

El amor en sí es fecundo y abierto a la vida. Por eso, el Papa Francisco hace uso
de la Exhortación Apostólica para escuchar a muchas parejas y algunas mujeres, que
estiman que los hijos no llegan en el mejor momento, o peor aún, en otros momentos
sienten el peso de la maternidad.

Javier de la Torre (2016), acerca de este momento, expresa que:

“El papa tiene palabras positivas y alentadoras para ese momento. Si un


niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros
miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como
don de Dios y por asumir la responsabilidad de acogerlo con apertura y
cariño. Ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado
costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es
un error, que no vale nada”.192

La psicología del niño está diseñada para sentirse amado y aceptado, de lo


contrario, sienten el rechazo, desde el vientre materno. La triste actitud de los adultos,
que no se sienten preparados para atender la nueva vida que llega, provoca, en algunos
casos, actitudes en los hijos que expresan, de una forma inconsciente, la forma
traumática que llegaron al mundo.

Más adelante, el mismo Javier de la Torre sigue escribiendo:

“El papa es consciente de esa realidad, de que el 40% de los nacimientos


en nuestro mundo, a veces son hijos no planificados, no deseados. Y
habla de paternidad responsable, de una manera genérica pero muy clara,
recuperando algunas de las palabras de Juan Pablo II: La paternidad
responsable no es “procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que

192
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.

70
implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos
tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable.”
Sabiduría y responsabilidad. Es consciente de que el embarazo es una
época difícil – como decía antes, a veces puede no llegar en un buen
momento- y ahí es donde les invita a las madres a soñar, “soñad vuestros
hijos, soñad vuestro futuro…”.193

Por esta razón, el Papa Francisco hace una petición en la Exhortación Apostólica
Amoris Laetitia, dirigida a las mujeres en embarazo, donde les pide que cuiden la
alegría, que no se dejen quitar el gozo interior que provoca la maternidad, ya que el niño
que viene en camino, merece llegar a un hogar luminoso y alegre, donde se vivan las
virtudes cristianas, y donde se enfrenten, las contrariedades de la vida, con visión
sobrenatural.

“Frente a muchos siglos durante los cuales hemos estado hablando de la


fecundidad del matrimonio, el papa recupera la importancia de la
fecundidad ampliada. Habla del sufrimiento tan oculto de tantas parejas
que no pueden tener hijos, habla de la adopción, habla fundamentalmente
de todas esas madres adolescentes, madres solas, niños sin padres,
personas con alguna discapacidad, jóvenes que luchan contra una
adicción, solteros, separados, viudos que viven la soledad, ancianos,
enfermos… y pide a las familias, también a las familias numerosas que se
abran a la relación, al vínculo, al acompañamiento a todas estas
situaciones”.194

Uno de los fines del matrimonio es la procreación, por lo que en el Génesis, Dios
deja como consecuencia que el hombre dejará a sus padres por la mujer, serán una sola
carne, y poblarán toda la tierra, resaltando que los hijos son la materialización del amor,
por lo tanto, no se puede negar el don de la vida para quienes están dispuestos a
conformar una familia, siendo los hijos “la prolongación de la existencia”.

193
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.
194
J.DE LA TORRE, La alegría del amor: Continuidad y novedad, Aula de Teología, Campus Cultural,
Cantabria 2016.

71
La concepción de los hijos exige entrega, un darse a sí mismos el uno al otro, y
dejar que Dios obre el resto. Los hijos son del Creador, dados a cada pareja para
educarlos según las enseñanzas cristianas, y así ser testimonios de Cristo en la
actualidad, y así, los padres conscientes de esta realidad de esta realidad.

La vida es el regalo más grande y gratuito que Dios nos da. No se puede
entender la actitud de algunas personas, que, abrazando ideologías modernas, le niegan
la existencia a nuevos seres, que traen alegría a los hogares y satisfacción al mismo
Dios, ya que Él ama a cada uno desde la eternidad, para quien tiene un plan preparado.

Las familias numerosas son amadas por la Iglesia, ya que son expresión de la
Voluntad Divina, tal como es expresado en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia:

“Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor
expresa su fecundidad generosa. Esto no implica olvidar una sana
advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad
responsable no es «procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que
implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos
tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable,
teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y demográficas, como su
propia situación y sus deseos legítimos»”.195

Desde el momento mismo de la concepción, la ilusión de los padres ya viene


enmarcada en el nuevo ser que está por llegar. La llegada de una nueva vida se produce
por una alianza entre los hombres y Dios, los primeros como autores materiales y Dios
como el gran Creador, que dispone de la familia y confía en ella, para llevar a cabo su
propósito.

Por esta razón, son incomprensibles las leyes que promueven finalizar con la
vida dentro del vientre materno. El aborto, llamado por el Estado como Interrupción
Voluntaria del Embarazo, tratando de suavizar el lenguaje ante este crimen, se ha
convertido en una política mundial, promovida por organismos internacionales, para

195
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 167.

72
defender unos supuestos derechos reproductivos de la mujer y diezmar la presunta
explosión demográfica.

“Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento


en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos
cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido. Hay que
mirarlo con esos ojos de amor del Padre, que mira más allá de toda
apariencia”.196

Estos niños no deseados, ya sea a causa de un abuso o por enfermedades que la


ciencia pronostica que sufrirá, deben ser aceptados por los miembros de la familia, y
ojalá de los mismos padres, como un don de Dios, que son puestos en el camino para
santificación de todos, y para el cumplimiento de un Plan Divino, que no puede
interrumpirse sin la voluntad y acción directa del Creador.

El Papa Francisco, quiere dejar un mensaje a las familias, y sobre el hermoso


don de la procreación escribe:

“Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese


niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones,
los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser
instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo
que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como
María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en
Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva» (Lc
1,46-48). Vive ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega
al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño”.197

El amor de los padres es fundamental en el inicio de la nueva vida. Tener papá y


mamá es un derecho natural de los niños, ya que ayuda a la madurez de la persona. Así
mismo, el amor que los padres expresan a sus hijos, se debe reflejar en el amor que los
cónyuges tienen.

196
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 168.
197
Ib., n. 171.

73
Los niños aprenden más con el ejemplo que con la palabra. Si ven unos padres
que se aman, aprenderán de estos a amar al prójimo, y generar entre sus expectativas la
conformación de futuras familias cristianas, continuando con un círculo cristiano que se
inició desde el Génesis:

“Además, ellos (los padres) juntos enseñan el valor de la reciprocidad,


del encuentro entre diferentes, donde cada uno aporta su propia identidad
y sabe también recibir del otro. Si por alguna razón inevitable falta uno
de los dos, es importante buscar algún modo de compensarlo, para
favorecer la adecuada maduración del hijo”.198

La Exhortación Apostólica, resalta la preocupación por el surgimiento de nuevas


legislaturas, donde el Estado promueve la unión entre parejas del mismo sexo,
confundiendo a la sociedad en la forma como debe estar constituida la familia, e
ignorando que hombre y mujer son el complemente perfecto para la educación de los
hijos.

Hay una cuestión fundamental dentro de la familia, es la importancia que la


mujer adquiere en el hogar, lo que no la exime ni la coarta del derecho que tiene a
prepararse profesionalmente. La madre, por su naturaleza otorgada por Dios, tiene las
capacidades para ejercer el estudio y el trabajo satisfactoriamente, sin descuidar los
deberes del hogar.

“El sentimiento de orfandad que viven hoy muchos niños y jóvenes es


más profundo de lo que pensamos. Hoy reconocemos como muy
legítimo, e incluso deseable, que las mujeres quieran estudiar, trabajar,
desarrollar sus capacidades y tener objetivos personales. Pero, al mismo
tiempo, no podemos ignorar la necesidad que tienen los niños de la
presencia materna, especialmente en los primeros meses de vida”.199

Es triste ver en la actualidad, hogares abandonados y niños “huérfanos” por unos


padres más interesados en adquirir bienes materiales, que, en adquirir sabiduría para

198
Ib., n. 172.
199
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 173.

74
llevar un hogar cristiano, donde los hijos ocupen el lugar que necesitan para su propio
desarrollo integral.

En cuanto a la fertilidad, hay parejas que por diferentes circunstancias no pueden


tener hijos, lo que no es pretexto para que la relación se deteriore. Por el contrario,
existen alternativas que son válidas, y que inclusive hacen parte de la caridad, como la
adopción, donde se pone en prueba la generosidad de los esposos.

“Adoptar es el acto de amor de regalar una familia a quien no la tiene. Es


importante insistir en que la legislación pueda facilitar los trámites de
adopción, sobre todo en los casos de hijos no deseados, en orden a
prevenir el aborto o el abandono”.200

Mauro Marsich en su artículo “Amoris Laetitia: sobre la alegría del amor en la


familia”, expone:

“La generosidad de los padres, que autentifica la nobleza del amor que se
tienen y de su matrimonio, se plasma, sin lugar a duda, en la generación y
educación de los hijos. El acoger una nueva vida, por parte de los padres,
es parte de una historia hermosa que encuentra en el Creador su origen y,
en ellos, sus colaboradores y ministros”.201

Se explica claramente, cómo la procreación expresa el máximo sentimiento que


es el amor, siendo una tarea que continúa durante todos los procesos en la educación de
los hijos, y donde cada una de las personas en el entorno, pueden ser colaboradoras.

Pedro Daniel Martínez Perea (2017), en su carta pastoral recuerda que:

“Recordemos que, ayer como hoy, sigue siendo una inmensa riqueza el
amor fiel, auténtico, estable y fecundo. En ese sentido y movidos por una
solícita caridad en la verdad, valoremos y animemos a los esposos

200
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 179.
201
M. MARSICH, “Amoris Laetitia”: sobre la alegría del amor en la familia, México 2016.

75
cristianos que aún con dificultades o crisis las han superado con la gracia
de Dios permaneciendo fieles con sacrificios y renuncias personales”.202

3.5 El Amor en la Gran Familia (esposos – niños – jóvenes - adultos)

La conformación de una cultura cristiana en Occidente, permitió poner a la


familia cristiana en un lugar importante, como escuela de vida y crecimiento para
aprender a vivir. En la actualidad, es más difícil dar un testimonio familiar que implique
felicidad y orgullo a pesar de las dificultades.

La Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, busca revitalizar la sacramentalidad


del amor, que tristemente se encuentra vacía de contenido y significado el día de hoy,
por considerarlo algo insignificante y ajeno a la vida, y a las crisis y problemas que se
presentan, ignorando el extraordinario regalo que Dios brinda con los sacramentos,
especialmente, el sacramento del matrimonio.

Hasta el momento, se ha hablado de la familia desde el punto de vista de la


unión entre hombre y mujer y los frutos que surge de esta. Pero el término familia tiene
una connotación más amplia en la terminología cristiana, pues abarca a cada uno de los
miembros de la Iglesia.

“El pequeño núcleo familiar no debería aislarse de la familia ampliada,


donde están los padres, los tíos, los primos, e incluso los vecinos. En esa
familia grande puede haber algunos necesitados de ayuda, o al menos de
compañía y de gestos de afecto, o puede haber grandes sufrimientos que
necesitan un consuelo”.203

Son muchas las personas con necesidades económicas y espirituales, que no


necesariamente son conocidas por los demás. Precisamente, el tratar bien al prójimo
como se trata a alguien cercano, alivia las dificultades de esas personas, que, si bien no

202
P.D.MARTÍNEZ PEREA, “Matrimonio, nuevas uniones y Eucaristía en el capítulo 8 de Amoris
Laetitia, Carta Pastoral a los Sacerdotes de la Diócesis de San Luis, Argentina 2017.
203
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 187.

76
soluciona las dificultades, una voz de aliento les ayuda a llevar con esperanza y
paciencia esas cargas.

La relación que debe existir entre padres e hijos debe ser cercana y respetuosa
durante toda la vida, pues se ha presentado el caso de hijos que abandonan a sus
progenitores, olvidando todo lo que estos hicieron por ellos en los primeros años de
existencia. Así mismo, es igual de reprochable los padres que abandonan a sus hijos,
evitando todo tipo de responsabilidad en su crecimiento y educación.

El cuarto mandamiento, “honren al padre y a la madre” (Ex. 20, 12), es un


mandato de respeto a quienes tienen la responsabilidad de guiar a la familia,
acompañado de una promesa que el Creador le hace a su Pueblo Elegido: “…para que
se prolonguen tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar”.204

Sin embargo, este consejo puede ser mal interpretado. Desde el Génesis, se lee
que “…el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola
carne”,205 pero la Exhortación Apostólica expone una preocupación con respecto a este
tema:

“Esto a veces no se cumple, y el matrimonio no termina de asumirse


porque no se ha hecho esa renuncia y esa entrega. Los padres no deben
ser abandonados ni descuidados, pero para unirse en matrimonio hay que
dejarlos, de manera que el nuevo hogar sea la morada, la protección, la
plataforma y el proyecto, y sea posible convertirse de verdad en «una
sola carne»”.206

El nuevo proyecto familiar está conformado por dos personas que inician una
nueva etapa, y esta no puede llevarse a cabo bajo la influencia de terceras personas,
pues los cónyuges deben contar con la autonomía de tomar sus propias decisiones, sin
interferencias de la familia, quienes ya han tenido su propio hogar.

204
Ex 20, 12.
205
Gn 2, 24.
206
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 190.

77
Los ancianos, en culturas antiguas eran exaltados, siendo los más importantes,
pero en la cultura moderna son, muchas veces despreciados y olvidados, hasta el punto,
que en algunos países tienden a aplicarles la eutanasia, más conocida, para suavizar el
término, como Muerte Digna.

“Sus palabras (de los ancianos), sus caricias o su sola presencia, ayudan a
los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que son
herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que
nos antecede. Quienes rompen lazos con la historia tendrán dificultades
para tejer relaciones estables y para reconocer que no son los dueños de
la realidad”.207

Tengamos en cuenta la frase popular: “Quien no conoce la historia está


condenada a repetirla”, y la historia quien mejor la cuenta son los ancianos. No se puede
privar a los niños del amor y la sabiduría de los abuelos, ni a estos de las caricias y el
amor limpio de los nietos. Por su parte, las nuevas generaciones tienen el derecho y el
deber de conocer de boca de los ancianos, de dónde vienen, y así tener claro hacia
dónde van.

Los ancianos son portadores seguros de la herencia cristiana en la sociedad, por


su experiencia, trayectoria y sabiduría. Desde el Antiguo Testamento, ésta población, en
su gran mayoría, es la encargada de llevar los mensajes de Dios y de guiar al Pueblo
Elegido hasta el Nuevo Testamento, porque quienes recibieron y comprendieron la
llegada de la Salvación al mundo, ya contaban con edad avanzada.

La Exhortación Apostólica les da mucha importancia a los ancianos en la


historia:

“La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra


sociedad. Es la mentalidad inmadura del «ya fue». Conocer y poder
tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única

207
Ib., n. 192.

78
posibilidad de construir un futuro con sentido. No se puede educar sin
memoria”.208

Y son precisamente los ancianos los portadores de esa memoria, por lo que su
cuidado debe ser responsabilidad de la sociedad en general, aclarando que entre las
enseñanzas que deben recibir los hijos en la educación, es el respeto hacia este tipo de
población.

Y luego, continúa la Exhortación Apostólica con este consejo:

“Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes,
ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del
barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que
son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que
recuerda es una familia con porvenir”.209

Teniendo en cuenta el tema de los hermanos, la importancia de tenerlos radica


en despertar el valor de la convivencia humana. Entre los hermanos, se aprende la
cooperación con el prójimo, que se ha perdido en la actualidad, debido a la visión
egoísta del ser humano, donde primero es él mismo, antes que los demás.

“Crecer entre hermanos brinda la hermosa experiencia de cuidarnos, de


ayudar y de ser ayudados…En algunos países existe una fuerte tendencia
a tener un solo hijo, con lo cual la experiencia de ser hermano comienza a
ser poco común. En los casos en que no se haya podido tener más de un
hijo, habrá que encontrar las maneras de que el niño no crezca solo o
aislado”.210

Pero la gran familia, es decir, la familia cristiana, no puede estar excluida del
amor, ya que todos somos hijos de Dios, por lo que debemos tener las mismas
oportunidades de acercarnos al mismo Amor, sin importar el estado y la vida que se
lleve. Un Amor donde caben todos.

208
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 193.
209
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 193.
210
Ib., n. 195.

79
“Esta familia grande debería integrar con mucho amor a las madres
adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar
adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna
discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que
luchan contra una adicción, a los solteros, separados o viudos que sufren
la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus
hijos”.211

En la actualidad, la crisis familiar no ha permitido que mucha gente conozca el


concepto de familia, debido a las separaciones, divorcios y otros modelos que no se
adaptan al querer de Dios, por lo que es necesario dar un buen testimonio, donde se
incluya el amor y los hijos.

Entre los esposos, se debe tener un proyecto de vida en común, donde cada
cónyuge debe sacar lo mejor del otro en vez de anularlo, llevando a compartir todo
dentro del matrimonio, en lugar de dejarse llevar por el individualismo.

La misma naturaleza humana defiende a la familia, ya que es el horizonte de vida


que las personas desean, porque se busca la felicidad, comenzando con el ejemplo que
los papás brindan a los hijos, por lo que éstos últimos buscarán repetir el modelo creado
por sus progenitores,

El amor en la gran familia, se empieza a enseñar a temprana edad, educando a los


hijos en temas primordiales como el amor y la sexualidad, antes que la sociedad y los
medios los corrompan, y así se autocontrolen y guarden su vida sexual para el momento
de llegar felizmente al matrimonio y a la conformación de una nueva familia.

Entre los valores que se enseñan en el hogar, la generosidad, la responsabilidad, la


fidelidad y el compromiso, deben ser enseñados a los hijos, de lo contrario, se corren el
riesgo que fuera de la familia aprendan unos antivalores que afecten el desarrollo
normal de los niños, debido a la hipersexualidad que se vive.

En el portal El Observador en Línea, Francisco Xavier Sánchez escribe un artículo


titulado La alegría del amor: síntesis y comentario, donde escribe:
211
Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, (3.19.2017), n. 197.

80
“El amor no se puede limitar sólo a dos personas que se aman ya que está
llamado a crecer. Los hijos son un don de Dios, y cuando no se pueden
tener hijos existe la posibilidad de la adopción. Es importante que las
madres vivan su embarazo con alegría. En todo matrimonio es importante
la figura masculina y femenina. Finalmente el Papa dice que hay que
tomar en cuenta la “gran familia” donde entran los abuelos, tíos, primos,
demás familiares e incluso vecinos que también nos deben ayudar a
crecer”.212

Al final de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, queda presente que la


figura trinitaria está presente en la comunión matrimonial, como indicador que Dios se
encuentra en medio de la familia. Todo este espíritu de la Santísima Trinidad dentro de
las familias, lleva a que estas cuiden a los hijos, a los enfermos, a los ancianos, y a
quienes están alrededor.

212
F.J.SÁNCHEZ, La alegría del amor: síntesis y comentario, in
http://elobservadorenlinea.com/2016/05/la-alegria-del-amor-sintesis-y-comentario/ (última visita
13.11.2017)

81
CONCLUSIÓN

Hemos estudiado la Fundamentación Antropológica y Bíblica del Amor, según


la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, que habla “sobre el amor en la
familia”, escrita por el Papa Francisco y dada a conocer el 19 de Marzo de 2016,
Solemnidad de San José, recoge el fruto de los Sínodos de Obispos, celebrados entre el
2014 y el 2015, donde se reafirma el matrimonio como unión sagrada entre un hombre y
una mujer.

En el presente trabajo, se da a conocer los temas que el Papa Francisco recoge en


esta Exhortación Apostólica, como el valor universal del amor como Mandamiento
Nuevo, pero sin faltar a la doctrina, donde el mismo Papa pide a los sacerdotes y
pastores hacia las familias en situación irregular, con el propósito que estas no se
sientan excluidas de la Iglesia.

Se han querido abordar temas complejos para la vida familiar moderna, ya que la
sociedad, y las nuevas ideologías, credos y estilos de vida, van en contravía con la
naturaleza y el carácter humano de este sacramento, complementando la lectura con
otros escritos, como artículos y trabajos, relacionados con Amoris Laetitia, el amor y la
familia.

Por esta razón, se pretendió con el presente trabajo, acudir a la imagen que los
textos bíblicos nos han brindado del amor de Dios por la Iglesia, para significar que la
formación de una familia es un sueño querido por el mismo Creador, pues de esta
forma, el hombre se une a Él en la construcción del mundo. A la vez, que se utiliza un
lenguaje claro y sencillo, que sirva de documento de investigación y lectura para quién
desee abordar más el tema del amor y la familia.

Es de vital importancia, que el trabajo concientice, no solo a obispos y diáconos,


también a la comunidad cristiana en general, sobre la importancia de la educación de los
hijos, como obligación grave de los padres de familia, ya que estos son de Dios, que
hacen parte del mundo creado por Él, por lo que se necesitan ciudadanos con sentido

82
ético, moral, cristiano y humano, que se enfrenten a la sociedad, y es precisamente esta
responsabilidad la asumida por los padres de familia a la hora de procrear.

Por último, el trabajo se ha realizado de una forma cuidadosa, estudiosa y


consciente, con el propósito que quien tenga acceso a éste, logre entender a lo largo su
lectura, que la familia no puede estar distante de la espiritualidad, pues es allí donde
encuentra el alimento sobrenatural para proseguir con la tarea familiar “hasta que las
muerte los separe”, y que a pesar de todos los ataques que la institución familiar tiene en
la actualidad, sigue siendo lo más querido por Dios, como sacramento instituido por Él
mismo.

83
BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS

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Juan Pablo II. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. 1981.

Juan Pablo II. Carta Encíclica Evangelium Vitae. 1995.

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FUENTES SECUNDARIAS

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84
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integrar. Vademécum para una nueva pastoral familiar a partir de la Exhortación Amoris
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LARRÚ, J. DE. D., “El designio de Dios sobre el matrimonio”. Valencia, España. 2008.

85
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 3
FUNDAMENTACIÓN ANTROPOLÓGICA Y BÍBLICA DEL AMOR .................................... 7
1.1 El ser humano creado por Amor y para el Amor .......................................................... 7
1.2 El amor en el Plan de Dios .......................................................................................... 13
1.3 Los hijos, coronación del amor ................................................................................... 19
1.4 El amor como Mandamiento Nuevo de Jesús ............................................................. 25
1.5 Los lazos de Amor en la comunidad familiar.............................................................. 29
EL AMOR EN LA FAMILIA COMO PARTE FUNDAMENTAL DEL EVANGELIO DE
CRISTO....................................................................................................................................... 33
2.1 La Familia como una “Buena Nueva” ......................................................................... 33
2.2 El Amor cristiano, criterio de una autenticidad familiar ............................................. 37
2.3 Espiritualidad del amor exclusivo y libre .................................................................... 39
2.4 El Amor cristiano se renueva y crece .......................................................................... 42
EL AMOR FAMILIAR SEGÚN “AMORIS LAETITIA” ......................................................... 46
3.1 Estructura y finalidad última de la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” .......... 46
3.2 El Amor en el matrimonio ........................................................................................... 53
3.3 Dificultades para vivir el amor en la vida familiar ...................................................... 61
3.4 Amor que se vuelve fecundo ....................................................................................... 69
3.5 El Amor en la Gran Familia (esposos – niños – jóvenes - adultos) ............................ 76
CONCLUSIÓN ........................................................................................................................... 82
BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................................... 84

86

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