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I.E.S.

SALVADOR TÁVORA Hª de España


SEVILLA 2º Bachillerato

UNIDAD 7:

LOS PRIMEROS BORBONES

1.- La Guerra de Sucesión y sus consecuencias.

Aunque la crisis del siglo XVII había reducido el peso de la Corona española en la política
internacional, España, con sus dominios europeos y americanos, seguía siendo a finales de aquella
centuria el estado más extenso de Europa. Esto explica que fuera objeto de deseo de las principales
potencias europeas, sobre todo desde que se conociera la incapacidad de Carlos II para engendrar
herederos. Así, la lucha por la sucesión española se planteaba como una lucha por la hegemonía
europea.
Dos candidatos iban a disputarse el trono: Luis XIV de Francia, que defendía la candidatura de
su nieto el duque de Anjou, y Leopoldo I de Austria, que defendía la de su segundo hijo, el archiduque
Carlos. Los dos reyes estaban emparentados con los Austrias españoles por ser hijos y esposos de
princesas españolas.
El candidato designado por el rey español en su testamento era el duque de Anjou, Felipe de
Borbón. Ahora bien, éste debía renunciar a sus derechos a la corona de Francia a fin de evitar una
posible unión entre los dos reinos.
A finales de 1.700 murió Carlos II. Acto seguido, el duque de Anjou fue proclamado en
Versalles rey de España con el nombre de Felipe V de Borbón. Era el fin de la dinastía Habsburgo
(que había reinado en España durante los siglos XVI y XVII) y el comienzo de una nueva: la dinastía
Borbón.
Pero el cambio no se produciría de una manera pacífica, ya que Leopoldo I de Austria rechazó
dicha proclamación y rompió relaciones con Francia. Holanda e Inglaterra, deseosas de mantener en
Europa una situación de equilibrio que les permitiera conservar sus imperios marítimos y ejercer de
árbitros en la política internacional, decidieron apoyar al archiduque Carlos, recelosas de que Francia,
que ya de hecho era la potencia más poderosa de Europa, viera incrementado sus territorios con los
dominios españoles. Este apoyo se materializó en la formación de una gran alianza cuando Luis XIV
renunció a aplicar las cláusulas del testamento de Carlos II y decidió mantener a su nieto como
heredero de la Corona francesa. A finales de 1.701 comenzaba la Guerra de Sucesión. Dos años
después se unirían a la alianza antifrancesa Saboya y Portugal.
La guerra tuvo un doble escenario: Europa y España. En Europa se disputaba la hegemonía y el
equilibrio entre las potencias. En España, la guerra adquirió los rasgos de una contienda civil entre los
partidarios de continuar con el Estado pactista de la monarquía de los Austria y los defensores del
modelo centralista de los Borbones, plasmado en Francia. Esto explica que Castilla defendiera al
candidato francés mientras que los estados de la Corona de Aragón, temerosos de que Felipe V anulase
los antiguos privilegios e instituciones de estos reinos, se decantaran por el candidato austriaco.
Un acontecimiento importante provocaría el fin de esta larga guerra: la muerte inesperada en
1.711 del emperador de Austria hizo que el archiduque Carlos heredara la corona imperial. Esto
significaba la incorporación de la corona española al Imperio austriaco y la formación de una gran
potencia territorial en el continente, lo cual iba contra los intereses anglo-holandeses. Así, ambos
reinos decidieron cambiar de bando y aceptaron a Felipe V como rey de España. Fue el principio del
fin de la guerra. Solo Cataluña, abandonada por los aliados y por el emperador Carlos, continuaba en
solitario su resistencia al nuevo rey. Felipe V tomó Barcelona en septiembre de 1.714. Terminaba la
Guerra de Sucesión y se abría un nuevo período para la monarquía española.

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Las potencias se reunieron para definir la nueva situación y firmaron en 1.713 el Tratado o Paz
de Utrecht. Felipe V de Borbón fue reconocido como rey de España pero debió renunciar a sus
derechos al trono de Francia. España perdió su imperio territorial europeo: Flandes, parte del
Milanesado, Nápoles y Sicilia pasaron al Imperio austriaco (como compensación); Saboya obtuvo
parte del Milanesado y Cerdeña; Inglaterra, la más beneficiada, obtuvo Gibraltar (que había ocupado
en 1.704 en el transcurso de la guerra) y Menorca, y numerosas ventajas comerciales en el imperio
colonial español, como el asiento de esclavos africanos y el envío de un navío de permiso anual con
América; Portugal obtuvo la colonia de Sacramento. Así, la Monarquía española quedó reducida a los
territorios hispánicos (excepto Gibraltar –que aún no hemos recuperado- y Menorca) y al imperio
colonial (excepto la colonia de Sacramento).
Inglaterra fue sin duda la clara vencedora de esta contienda: en Europa se establecía una
situación de equilibrio en torno a dos bloques, Francia y el Imperio, bajo el arbitraje inglés para evitar
la hegemonía de uno de ellos; y en el mar se consolidaba como la gran potencia marítima, rompiendo
el monopolio español del comercio americano.
Definitivamente, quedaba hundido el prestigio de la Corona española. Sin embargo, la
monarquía quedó reforzada y en adelante, se concentraría en la reorganización del gobierno de España
y América, con amplios programas de reformas que darían unidad y solidez al nuevo estado borbónico.

2.- El reinado de Felipe V: 1.700 – 1.746.

La concepción absolutista del Estado según el modelo de la Francia de Luis XIV, que trajo a
España Felipe V al ser entronizado, chocaba con la estructura organizativa que habían tenido los reinos
hispánicos desde la unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón a finales del siglo XV. Así
pues, la primera tarea emprendida por el nuevo rey fue la reforma del Estado. Esta reforma fue iniciada
mediante una serie de decretos promulgados entre los años 1.707 y 1.716: son los llamados Decretos
de Nueva Planta (o de “nueva organización”). Establecían la eliminación de las instituciones político-
administrativas de los reinos de la Corona de Aragón (Virrey, Cortes y Generalitat), de sus fueros y
privilegios fiscales y militares, asimilándolos a los usos y costumbres de Castilla. Con ello se lograba
la unificación administrativa y la centralización del poder. Sólo Navarra y el País Vasco conservaron
sus privilegios e instituciones forales por su fidelidad a Felipe V durante la Guerra de Sucesión y
mantuvieron sus fronteras y aduanas.
Las diversas Cortes de cada uno de los reinos que componían la Corona fueron unificadas en las
Cortes Generales del Reino. Los antiguos Consejos del sistema político de los Austrias, fueron
sustituidos por las Secretarías, según el modelo francés, origen de los actuales ministerios. Su
número, así como sus atribuciones, cambiaron frecuentemente (Estado, Asuntos Extranjeros, Guerra y
Marina, Hacienda, Justicia, etc.). Al frente de cada una figuraba un secretario designado directamente
por el monarca; se trataba de una persona con formación jurídica y acreditada capacidad. La reunión de
todos los secretarios formaba una especie de consejo de ministros, que dirigían una burocracia más
amplia y organizada, subordinada a la autoridad regia.
En 1.713 se promulgó la Ley Sálica, por la que se reformaban las leyes tradicionales que
regulaban la sucesión a la Corona. La nueva ley establecía la preferencia del varón al trono, y solo en
caso de no haber ningún heredero varón en la línea directa ni en las colaterales, podrían acceder al
trono las mujeres. Esta decisión, como veremos, traería importantes consecuencias para el futuro.
Desde el punto de vista de la administración territorial, se implantó un sistema uniforme para
todo el territorio. Se crearon demarcaciones provinciales al frente de cada una de las cuales figuraba
un capitán general que ejercía como gobernador, con atribuciones militares y administrativas. Se
implantaron también reales audiencias, presididas por los capitanes generales, y que tenían
competencias judiciales. Por último, se extendió a todo el territorio la institución de los corregidores
castellanos, para el control de las principales ciudades.

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La mayoría de las reformas consistieron en extender instituciones castellanas al resto del Estado,
pero los Borbones implantaron una nueva figura, de inspiración francesa, que constituyó la aportación
más novedosa del nuevo modelo administrativo: los intendentes. Eran funcionarios dependientes
directamente del rey, que gozaban de amplios poderes, y tenían como misión la recaudación de
impuestos y la dinamización económica del país: controlar a las autoridades locales, cuidar de las
Reales Fábricas, impulsar el desarrollo de la agricultura y la ganadería, levantar mapas, realizar censos,
atender al urbanismo, etc.
También el Ejército y la Armada fueron reformados por Felipe V. Se implantó una nueva forma
de reclutamiento obligatorio, el sistema de “quintas”, así llamado porque obligaba a prestar servicio
de armas a uno de cada cinco jóvenes elegido por sorteo, y suponía el reclutamiento forzoso de
vagabundos; de “vagos y ociosos”. Los regimientos sustituyeron a los antiguos tercios, se modernizó
la artillería y se creó la guardia real. Para proteger el comercio con América, amenazado por la
competencia de Holanda e Inglaterra, era imprescindible renovar y ampliar la Armada. Se
construyeron astilleros en Cádiz, Cartagena y El Ferrol, donde se aplicaron las últimas innovaciones
técnicas a la construcción naval. El número y la calidad de los barcos españoles aumentaron
considerablemente durante toda la centuria, aunque no se consiguió crear una armada capaz de
competir con la inglesa.
La preocupación por los problemas económicos se evidenció en los intentos de reorganización de
la Hacienda. Los Borbones comprendían que si no se reformaba el sistema impositivo procurando que
todos los habitantes pagasen en proporción con su riqueza, incluyendo a los privilegiados (nobleza y
clero), el saneamiento económico era imposible. Aprovechando el derecho de conquista, intentaron esa
experiencia en los territorios de la Corona de Aragón. Así se implantó el equivalente en Valencia, la
contribución única en Aragón, la talla en Mallorca y el catastro en Cataluña.
Se trataba en todos los casos del establecimiento de una cuota fija, por parte de la
Administración, que se repartía proporcionalmente entre sus habitantes. El éxito, sobre todo del
catastro en Cataluña, se evidenció en muy poco tiempo: se recaudaba más y el sistema era más ágil y
menos gravoso para el conjunto de la población. En época de Fernando VI se intentaría extender a toda
España (Catastro de Ensenada, 1.750 – 1.753), pero las fuertes resistencias de los privilegiados
impidieron su aplicación.
Otra de las principales realizaciones del nuevo rey fue el impulso dado a la cultura en España. En
1.713 fue fundada la Real Academia Española de la Lengua, de nuevo según el modelo francés.

3.- El reinado de Fernando VI: 1.746 – 1.759.

Durante su reinado, España vivió una época de paz internacional gracias a la política de
neutralidad practicada por el marqués de la Ensenada, el hombre fuerte del gobierno. Entre sus
principales realizaciones en política interior figura la elaboración de un amplio y pormenorizado
estudio de la riqueza de los pueblos, localidades y vecinos del reino. Se conoce como el “Catastro de
Ensenada”, de 1.750 – 1.753: aunque produjo una mejora de la Hacienda pública, no se logró
implantar en Castilla la pretendida reforma fiscal. El objetivo era sustituir los múltiples tipos de
impuestos que se cobraban en cada provincia castellana por una única contribución, inspirada en el
catastro catalán, que aumentaría la racionalidad y eficacia del sistema tributario. Las protestas y
reclamaciones frustraron el ambicioso proyecto, que habría supuesto un duro golpe a los estamentos
privilegiados, pues los obligaba a contribuir en parte.
Fernando VI, interesado por las artes, dio un impulso notable a la cultura. Fundó la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, y protegió a músicos y artistas.

Casado con la princesa portuguesa Bárbara de Braganza, no tuvieron hijos, por lo que la sucesión
correspondía a su hermanastro, don Carlos, rey de Nápoles y Sicilia.

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4.- Situación demográfica y económica de España en el siglo XVIII.

4.1.- La demografía.

Desde 1.680 aproximadamente se había iniciado en España una nueva fase de expansión
demográfica, que concluía un siglo (el XVII) marcado por el signo de la crisis –pestes, disminución de
matrimonios, caída de la natalidad, etc.- y por la pérdida absoluta de población.
De hecho, se calcula que la población al comenzar el siglo XVIII sería de unos siete millones y
medio de habitantes; y alcanzó en 1.797, según el censo de Godoy, los diez millones y medio.
Este crecimiento no fue sin embargo uniforme; deben señalarse importantes diferencias
regionales:
a) fue mayor en la periferia y en Madrid.
b) Y menor en la España interior.

Los factores del crecimiento demográfico fueron éstos:


a) El aumento de la natalidad. La reactivación económica propició un mayor número de
matrimonios, pero, aún así, la frecuencia del matrimonio tardío y las altas cotas de
celibato (superiores al 10 %) actuaron como un importante freno al crecimiento de la
población.
b) El descenso de la mortalidad catastrófica provocada por las grandes epidemias, con la
práctica desaparición de la peste. Sólo los puertos con un mayor volumen de tráfico
comercial, como el de Cádiz, sufrieron periódicamente los embates de la fiebre amarilla.
No obstante, la mortalidad continuaba siendo alta, particularmente la infantil (agravada
por la intensificación de la frecuencia en el abandono o exposición de niños así como en
el de infanticidios), y la esperanza de vida oscilaba en torno a los veinticinco años.

4.2.- La agricultura.

La agricultura española presentaba en el siglo XVIII una grave deficiencia estructural heredada
de siglos anteriores: el régimen de propiedad de la tierra. La mayor parte de las tierras cultivables no
podían venderse o entregarse a quienes pudieran tener interés en mejorarlas o explotarlas
adecuadamente, ya que eran tierras amortizadas (o en manos muertas). Esto, según las leyes de la
época, significaba que sus titulares podían disponer libremente de sus frutos o de las rentas que
generasen, pero no podían desprenderse de ellas. Existían tres tipos de tierras amortizadas en el
Antiguo Régimen:
a) Las eclesiásticas. La Iglesia era uno de los grandes terratenientes, ya que durante siglos había
ido acumulando enormes riquezas y donaciones de reyes y particulares, hasta constituir un imponente
patrimonio.
b) Las municipales. Era frecuente que los municipios tuvieran la propiedad de ciertas tierras,
que podían ser de aprovechamiento común y gratuito de todos los vecinos (“bienes comunales”, como
prados, bosques, etc.) o tierras de labor cedidas para su explotación a particulares a cambio del pago de
una renta al municipio (“bienes de propio”).
c) Las vinculadas a mayorazgos. El mayorazgo era una institución surgida en la Edad Media,
que permitía a un particular, generalmente de la nobleza, reservar para un único descendiente (el
mayor o primogénito, por regla general) una parte importante de su herencia; ésta podría ser disfrutada
por el heredero, pero no vendida ni donada ni embargada sin permiso del rey, sino que debía ser
transmitida de generación en generación. Por este procedimiento, los bienes patrimoniales de la
nobleza pasaban intactos de un heredero a otro y quedaban protegidos. Por consiguiente, las tierras
vinculadas a un mayorazgo estaban también en manos muertas, como las de la Iglesia o los
municipios.

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La Iglesia y la nobleza explotaban directamente sólo una pequeña parte de sus tierras, mientras
que la mayoría eran arrendadas a campesinos, en pequeñas parcelas, a cambio del pago de una renta y
por un plazo limitado.
Las excesivas rentas que el campesinado arrendatario debía pagar (al señor, a la Iglesia y a la
Corona) rara vez le dejaban margen para invertir en mejoras de la tierra; pero incluso cuando esto era
posible, tampoco le interesaba, ya que, al no ser de su propiedad, las ganancias derivadas de su mejora
apenas repercutirían en su beneficio. En consecuencia, los rendimientos agrícolas eran muy bajos y
se originaban frecuentes crisis de subsistencia.

4.3.- La artesanía y la industria.

La industria española adolecía de graves problemas, como el predominio del pequeño taller de
escasa producción, o los métodos de trabajo arcaicos y rutinarios, derivados de un sistema gremial
que coartaba la libertad, la innovación y la competencia.
Sin embargo, y a pesar de que el sistema de producción gremial era el dominante, también
fueron surgiendo, como en los países más avanzados de Europa, otros sistemas que escapaban al
control de los gremios, aunque en España tuvieran una importancia relativamente menor:
a) El trabajo a domicilio (putting out system) consistía en que un empresario-comerciante
proporcionaba los medios de producción (herramientas) y las materias primas a trabajadores rurales
–fuera, por tanto, del ámbito urbano controlado por los gremios- quienes compaginaban su trabajo en
el campo con estas actividades industriales en sus casas. Obtenían así unos ingresos complementarios
al entregar el producto elaborado al empresario-comerciante, que después se encargaba de su venta.
b) La industria doméstica (domestic system) radicaba en pequeños talleres de manufacturas,
ubicados también por lo general en el medio rural, pero de carácter familiar. La unidad familiar poseía
los medios de producción y vivía fundamentalmente de su actividad industrial (a diferencia del trabajo
a domicilio). Era el caso de las ferrerías vascas, las sederías valencianas o gran parte de la industria
textil catalana.
c) La industria fabril (factory system) suponía la concentración de abundante mano de obra
asalariada en una fábrica, en la que los medios de producción y el control de la misma correspondían al
empresario capitalista. Este sistema era el menos frecuente en España y sólo tenía cierta importancia
en la industria algodonera catalana.

4.4.- El comercio.

El comercio interior en el siglo XVIII era todavía escaso por el elevado nivel de autoconsumo
del campesinado español –salvo en Cataluña-, lo que reducía en gran medida el volumen de los
intercambio comerciales. Pero también era difícil por varias razones:
a) Los obstáculos naturales del territorio español –rebordes montañosos de la meseta
y escasez de puertos naturales de paso-, que dificultaban las comunicaciones, sobre
todo entre el interior del país y la periferia costera.
b) La deficiente infraestructura de vías de comunicación: malas vías terrestres, ríos
apenas navegables.
c) La escasez de medios de transporte terrestre, particularmente mulas, disponibles
sólo cuando no eran necesarias como animales de tiro para la agricultura.
En conclusión, no existía un mercado nacional unificado y eran muy escasos o nulos los
intercambios y comunicaciones entre el centro y la periferia de España.
No era raro que se produjera excedente de trigo en el interior y déficit del mismo en la costa, y
éste se cubría, normalmente, con importaciones de Sicilia (el trigo de mar) porque resultaba más
barato que el castellano, debido a las dificultades y al encarecimiento del transporte terrestre.

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En cuanto al comercio exterior, seguía siendo deficitario respecto a los países europeos
(Inglaterra, Holanda, Francia), que compraban materias primas españolas (productos agrícolas y lana,
fundamentalmente) y, a cambio, introducían en España productos manufacturados caros (textiles y
artículos de lujo).
Esta situación se explica por el comportamiento económico de los estamentos privilegiados, que
no destinaban sus elevados ingresos a la creación de empresas productivas, sino al atesoramiento o al
gasto suntuario, satisfecho en su mayor parte por las industrias extranjeras; de ahí el interés -como
veremos a continuación- de la Corona en fomentar las manufacturas reales de artículos de lujo.

5.- La sociedad española del siglo XVIII: características fundamentales.

La sociedad española del siglo XVIII era fundamentalmente rural.

La nobleza no era un bloque homogéneo. La riqueza condicionaba las diferencias internas. En


general, los ingresos fundamentales de muchos nobles provenían de la posesión de tierras. Estas tierras
eran arrendadas a labradores, campesinos y otros propietarios interesados.
La Corona no se enfrentó a la organización social estamental, considerada natural, pero discutió
la capacidad política de la gran aristocracia y sus exenciones fiscales.
La gran aristocracia se vio marginada del aparato estatal a favor de una baja o mediana nobleza
de familias relativamente acomodadas de la que procedían los nuevos hombres de gobierno. Éstos,
como Campomanes, Floridablanca o Jovellanos, disponían de formación universitaria y amplios
conocimientos económicos, jurídicos y administrativos.

En general, los campesinos vivían inmersos en la inseguridad, la pobreza y la malnutrición.


Pero, existían profundas diferencias regionales e internas: los jornaleros sin tierras eran muy
numerosos en el sur peninsular y menos en las zonas cantábricas. Habían también campesinos que
tomaban en arriendo tierras para trabajarlas y labradores que mantenían una pequeña propiedad,
siempre amenazados por el endeudamiento.

La relevancia cada vez mayor a lo largo del siglo de la propiedad privada y del mercado hizo
más compleja la sociedad española. El crecimiento demográfico y la expansión económica
experimentados produjeron una cierta movilidad social y una estructura social más diversificada. No
se puede hablar de una sociedad polarizada entre nobles y campesinos, aunque éstos fueran los grupos
mayoritarios.
A la estructura estamental se superponía el desarrollo de la riqueza material como criterio para
definir las relaciones entre las personas. Esto provocaba tensiones entre la regulación jurídico-política
y las fuerzas de cambio.

6.- La Ilustración.

La Ilustración fue un movimiento cultural e ideológico surgido principalmente en Francia


durante el siglo XVIII. La característica básica de esta nueva corriente de pensamiento es una
ilimitada confianza en la razón: ni la autoridad, ni la tradición, ni la revelación pueden sustituir a la
razón y todo aquello que ésta no pueda aceptar debe ser rechazado como engaño o superstición. En
resumen, los ilustrados creían que los hombres, conducidos por su inteligencia, podrían alcanzar el
conocimiento, que era para ellos la base de la felicidad. Por ello se mostraban firmes partidarios de la
educación y del progreso, es decir, de la progresiva mejora de las condiciones de vida del ser
humano.

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Con estos principios, los ilustrados sometieron a dura crítica el modelo económico-social y
político del Antiguo Régimen. Afirmaban la tolerancia religiosa, defendían la libertad de pensamiento
y de expresión, criticaban la excesiva influencia política y educativa de la Iglesia, rechazaban las
supersticiones populares y afirmaban la igualdad y derecho a la libertad de todos los hombres.
Criticaron también la organización económica, la falta de libertad para comprar, vender, establecerse o
progresar y defendieron un modelo que garantizase la propiedad y la libertad de comercio e
industria. En el ámbito de la política, la Ilustración defendía un nuevo concepto de nación que se
oponía a la idea tradicional de reino, entendida como patrimonio personal de la dinastía reinante. La
nación la formaban el conjunto de los ciudadanos, que, por consiguiente, tenían derecho a decidir
sobre su futuro. Así, frente al origen divino del poder real, los ilustrados defendían la soberanía
popular, es decir, que el poder emana del libre consentimiento de los ciudadanos, expresado mediante
el voto.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, un gran número de reyes absolutos europeos
adoptaron una concepción y práctica gubernamentales que, sin abandonar los principios propios del
absolutismo monárquico, daban una nueva justificación, esta vez racional, a su poder, siguiendo los
principios de la Ilustración. Esta nueva ideología recibe el nombre de Despotismo Ilustrado. Su lema,
“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, indicaba que los monarcas ilustrados no renunciaban a su
soberanía absoluta y seguían concentrando en su persona todos lo poderes del Estado, pero
consideraban que la finalidad esencial de la monarquía era lograr la felicidad y el bienestar de sus
súbditos a través de un buen gobierno, interviniendo en las actividades económicas para estimular la
producción y aumentar la riqueza del reino. La debilidad de la burguesía y la ignorancia de las clases
populares en algunos estados europeos hacían imposible cualquier programa de cambio que no fuera
asumido por un poder fuerte como el de la monarquía. De esta manera, el rey dejaba de ser el
propietario del reino para convertirse en el primer servidor del Estado.
Para llevar a la práctica estos objetivos, los monarcas del Despotismo Ilustrado desarrollaron una
intensa actividad reformista orientada a impulsar la economía en todos los sectores, mejorar el
gobierno y la administración, e impulsar la cultura y la educación ciudadanas, limitando la influencia
de la Iglesia. Se valieron para ello, de hombres de Estado altamente cualificados.

Aunque estas ideas chocaban frontalmente con el sistema propio del Antiguo Régimen, no por
ello dejaron de propagarse rápidamente por toda Europa. Su penetración en España fue sin embargo
lenta y difícil. La ausencia de amplios grupos burgueses, el conservadurismo de los medios
intelectuales universitarios, el enorme peso de la Iglesia y la inexistencia de clases medias formadas y
capaces de entender las teorías de los nuevos filósofos obstaculizaron, en la primera parte del siglo, la
difusión de la nueva corriente de pensamiento.
Sin embargo, a partir de 1.750 – 1.760, encontramos una generación de pensadores españoles
que en sus escritos reflejan las preocupaciones ilustradas y empiezan a criticar el modelo social
imperante en la España del siglo XVIII: son Feijóo, Campomanes, Cadalso, Jovellanos, Aranda,
Floridablanca, Olavide, Capmany, etc. No forman un grupo homogéneo, pero la mayoría de ellos
coinciden en el interés por la ciencia, el espíritu crítico y la idea de progreso.
Aislados entre la indiferencia de la aristocracia y del clero y la ignorancia de las clases
populares, los ilustrados españoles hicieron de la educación el objetivo principal, el eje sobre el que
debía descansar el cambio del país. Convencidos de que sólo la mejora del nivel cultural podría sacarlo
de su atraso, lucharon contra las órdenes religiosas y contra los estamentos privilegiados y
defendieron la necesidad de imponer una enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los
primeros niveles, común a los dos sexos e impregnada de los nuevos conocimientos y relacionada con
el extranjero.
La otra preocupación básica de los ilustrados españoles fue la cuestión económica. Todos ellos
eran conscientes de que el atraso del país, en relación con otras potencias europeas, provenía de la

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pervivencia del fuerte predominio de la propiedad nobiliaria y eclesiástica, del excesivo control sobre
las actividades económicas, y del desconocimiento de las nuevas técnicas, inventos y avances,
aplicados ya en otros países como Gran Bretaña u Holanda. Por ello, es esforzaron en estudiar la
situación real del país y proponer una serie de reformas.

7.- El reinado de Carlos III: 1.759 – 1.788.

Carlos era hijo del segundo matrimonio de Felipe V con la princesa italiana de Parma Isabel de
Farnesio. La reina había influido mucho en la política exterior española, que desde que acabara la
Guerra de Sucesión se había orientado hacia la recuperación de los dominios italianos perdidos por el
Tratado de Utrecht. Así, cuando las tropas españolas ocuparon Nápoles y Sicilia en 1.739, el príncipe
Carlos se convirtió en rey de dichos territorios. Pero a la muerte de su hermanastro Fernando VI, dejó
en el trono italiano al tercero de sus hijos y se convirtió en el nuevo rey de España. Su reinado
constituyó la etapa más interesante del siglo XVIII español.
En Nápoles, Carlos III se había impregnado de las ideas ilustradas que circulaban por Europa y
había reinado como un monarca ilustrado. Fue el monarca ilustrado español por excelencia.
Al llegar a España, el nuevo rey traía un amplio programa de reformas, aunque decidió actuar
con prudencia y no precipitarse.
Sin embargo, un acontecimiento de crucial importancia daría un giro decisivo a su gobierno: el
llamado “Motín de Esquilache”, de 1.766. En ese año se produjeron una serie de acontecimientos
que extendieron el malestar entre la población española: los estamentos privilegiados se sentían
desplazados del gobierno por el nombramiento de italianos que habían venido con el rey para ejercer
los altos cargos del gobierno y la administración; el secretario de Hacienda, el italiano marqués de
Esquilache, en un momento de carestía provocada por una mala cosecha en 1.765, había decretado la
liberalización del mercado de cereales a fin de estimular la producción, medida que había provocado
una subida del precio de los productos de primera necesidad. Este mismo ministro, a petición del rey,
había emprendido una serie de reformas urbanas en Madrid (limpieza y empedrado de calles,
iluminación y numeración de viviendas, etc.) que provocaron a los madrileños gastos extraordinarios
en un momento de escasez, y había prohibido los juegos de azar, el uso de armas, las capas largas y los
sombreros chambergos (de ala ancha), medidas todas que resultaron un tanto impopulares. Este
conjunto de medidas provocaron el estallido de un motín popular en la ciudad que se dirigió contra el
marqués, cuya vivienda fue asaltada por el pueblo enfurecido. Carlos III hubo de aceptar las exigencias
de los amotinados, destituyendo a su ministro de Hacienda y anulando algunas de los decretos
anteriores. Los motines estallaron por todas las regiones de España, provocados por la carestía de
alimentos y dirigidos contra las autoridades locales. En Guipúzcoa y Zaragoza fueron particularmente
violentos.
Pacificada la situación, el rey, profundamente afectado por estos sucesos, determinó la puesta en
práctica de un amplio programa de reformas, con un equipo de gobierno formado por ilustrados
españoles convencidos de la necesidad de emprender cambios profundos desde el poder. Entre los
nuevos ministros destacaron Campomanes, el conde de Floridablanca, y el conde de Aranda. Junto a
ellos, y desde otros puestos públicos, ilustrados como Pablo de Olavide, Cabarrús o Gaspar Melchor de
Jovellanos estudiaron, informaron y propusieron una serie de medidas tendentes a la modernización
del Estado.
Desde las instancias oficiales se había acusado al clero, y más concretamente a la Compañía de
Jesús, de ser la instigadora de aquella sublevación, así que las primeras medidas que se tomaron iban
dirigidas contra la Iglesia: por una parte aumentó su control por el Estado, potenciando el derecho de
regalismo que tenía el rey y limitando las atribuciones del Tribunal de la Inquisición; por otra parte, en
abril de 1.767 Carlos III promulgó la Pragmática de Expulsión de los jesuitas de España y las Indias,
confiscando todos sus bienes. La Compañía de Jesús era una poderosa fuerza dentro de la Iglesia. Los
jesuitas profesaban un voto de especial obediencia al Pontífice, lo que hacía difícil que se sometieran a

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la autoridad regia, de ahí el interés por eliminar esta poderosa orden. Tenían el monopolio de la
enseñanza: de sus colegios mayores salía una élite que monopolizaba los altos cargos del Estado.
Decisiones similares habían sido adoptadas con anterioridad en Francia y Portugal.

Fue notable el impulso dado por los nuevos ministros a la reforma y fomento de la enseñanza
mediante la creación de escuelas, la introducción de las disciplinas científicas en los estudios
secundarios y la reforma (parcial) de las universidades. Pero sin duda, el campo de atención preferente
de los gobiernos de Carlos III fue el económico. En este sentido se enmarca la creación de las
Sociedades Económicas de Amigos del País. Estas instituciones fueron creadas por Campomanes
para difundir los nuevos conocimientos y técnicas modernas con el propósito de contribuir así al
desarrollo de todas las actividades económicas en España y en los territorios hispanoamericanos:
promovían la introducción de nuevos cultivos en los campos españoles, impulsaban la construcción de
regadíos y canales, la reforestación de los terrenos, la formación técnica de los campesinos en las
“escuelas dominicales”, etc.

Para los ministros ilustrados, la agricultura era el mayor problema de la economía española. El
aumento experimentado por la población española a lo largo del siglo XVIII y el incremento constante
del precio de los productos de primera necesidad, hacían necesario un crecimiento de la producción.
Los motines de 1.766 habían puesto de manifiesto lo peligrosas que podían ser las frecuentes crisis de
subsistencia.
Las propuestas para la reforma y modernización de la agricultura se llevaron a cabo desde las
Sociedades Económicas de Amigos del País a través de una serie de Proyectos de Ley Agraria,
recogidos por Gaspar Melchor de Jovellanos en su Informe de Ley Agraria, publicado en 1.794. Las
iniciativas se encaminaban principalmente al aumento de la superficie agraria, lo cual debía
realizarse limitando los privilegios del poderoso Concejo de la Mesta. Fue el comienzo del declive de
la ganadería transhumante. El máximo exponente de estas reformas fueron las nuevas poblaciones de
Sierra Morena, proyecto ejecutado bajo la dirección de Olavide. De un carácter muy parecido fue la
iniciativa de Campomanes de arrendar las tierras comunales de los municipios a jornaleros. Tanto en
uno como en otro caso, el objetivo era el de formar una clase media de propietarios agrícolas que
pusiera fin a la grave diferencia social existente en cuanto al régimen de propiedad y estimulase la
producción. Estos pequeños propietarios laboriosos serían buenos contribuyentes para el fisco.
Con todo, el alcance de estas medidas fue muy limitado: es cierto que aumentó la producción
agrícola, pero no por la modernización de las técnicas sino por el incremento de la superficie cultivada.
Tampoco se logró crear esa clase media de campesinos propietarios o arrendatarios ya que la mayoría
de ellos carecían del capital y los medios necesarios para poner en cultivo las nuevas parcelas.
Además, el arrendamiento de tierras municipales sólo se llevó a efecto en ciertas zonas de Castilla; en
muchos casos el proyecto fracasó por la corrupción de las oligarquías locales encargadas de aplicarla.
En conclusión podemos decir que el problema de la tierra pasó casi intacto al siglo XIX y que el
régimen señorial permaneció con toda su fuerza.

Mejores resultados produjeron las medidas tomadas para fomentar la industria nacional. Entre las
iniciativas emprendidas por el Estado destacan la fundación de numerosas Reales Fábricas,
financiadas por la Hacienda Pública para abastecer de productos de lujo (tapices, porcelanas, cristal,
etc.) a los reales sitios y a las clases adineradas (e incluso exportarlos), y el fomento de la
construcción naval en astilleros reales. Esta última actividad se vio coronada por el éxito, ya que
España llegó a tener la tercera flota de guerra del mundo, imprescindible para garantizar su imperio
colonial.
La industria textil catalana alcanzó cierto auge gracias a la fabricación y al comercio de
“indianas” (tejidos de algodón estampados), siendo apoyada la iniciativa privada de la burguesía por la
concesión de privilegios estatales.

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El comercio también preocupó a los gobiernos ilustrados, ya que se consideraba que tenía un
papel decisivo en la reactivación de la economía. Durante el reinado de Carlos III, los nuevos
planteamientos económicos del liberalismo se introdujeron en España a través de las Sociedades
Económicas de Amigos del País, e influyeron en los planes ilustrados para estimular el comercio. En
1.778, el Estado terminó con el monopolio de la Casa de Contratación (establecida en Cádiz desde
1.717) en el comercio americano, y autorizó el libre comercio con las colonias a todos los puertos
españoles. Asimismo, se adoptaron medidas proteccionistas sobre la importación de manufacturas
europeas para reducir el déficit comercial y estimular las industrias interiores, liberando las tasas de
circulación de mercancías en el interior. Para estimular el comercio interregional, Carlos III emprendió
la construcción de una red nacional de carreteras que comunicara Madrid con las regiones
periféricas, fiel reflejo de la concepción centralizada del nuevo Estado borbónico.

8.- La política exterior de los Borbones durante el siglo XVIII.

El reinado de los Borbones se había iniciado con una importante pérdida de poder e influencia de
la Corona española en el contexto internacional. Tras el final de la Guerra de Sucesión, los Tratados de
Utrecht (1.713) y Rastatt (1.714) permitieron a Felipe V salvar el trono, pero a cambio de ceder todas
las posesiones en Europa. La pérdida de peso en el conjunto europeo libró, sin embargo, a la
monarquía de la pesada carga militar y financiera que había supuesto en los siglos XVI y XVII el
mantenimiento de las posesiones europeas. Los Borbones pudieron volver sus ojos al interior del país y
concentrar sus energías en mejorar la situación de España.
Éste fue, pues, un siglo de relativa paz y estabilidad, aunque no faltaron acontecimientos
bélicos en los que España se vio implicada. Los principales enfrentamientos se produjeron por el deseo
de recuperar las posesiones italianas, deseo que fue avivado por el interés de Isabel de Farnesio,
segunda esposa de Felipe V, en defender el acceso al trono de Nápoles-Sicilia, Toscana y Parma, de su
hijo Carlos. En busca de aliados para esta guerra, Felipe V firmó una serie de pactos con Francia
(Pactos de Familia) que ligaron a lo largo del siglo XVIII los intereses de ambas monarquías.

La llegada al trono de Fernando VI inauguró una época de neutralidad en la política exterior


española. Sus esfuerzos se dirigieron a la reestructuración del ejército y a la reconstrucción de la flota
con el objetivo de mantener buenas líneas de comunicación con los territorios americanos.

Con Carlos III, España intervendrá en la guerra de los Siete Años del lado de Francia (Tercer
Pacto de Familia, 1.769), contra Inglaterra, perdiendo las posesiones americanas de Florida, que le
será restituida por la paz de Versalles (1.783) junto a Menorca y la colonia de Sacramento (Uruguay),
territorios retenidos por Inglaterra y Portugal tras la Paz de Utrecht (1.713).

9.- Hacia la crisis del Antiguo Régimen: el reinado de Carlos IV (1.788 – 1.808).

A finales de 1.788 murió Carlos III y le sucedió su hijo, Carlos IV, de talante político bien
distinto al de su padre. Si Carlos III se ajustaba en gran medida al modelo ideal de monarca del
despotismo ilustrado, con Carlos IV se estableció lo que algunos autores denominan despotismo
ministerial, ya que el verdadero poder lo ejercía el primer ministro, y no el rey.
El reinado de Carlos IV estuvo condicionado por el estallido en 1.789 de la Revolución francesa
y su evolución posterior. Un acontecimiento de esta magnitud creó una alarmante preocupación en
toda Europa, ante el temor de que sus propuestas revolucionarias se extendieran. Pero en España ese
temor era particularmente comprensible, por la proximidad geográfica con Francia y por las relaciones

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de parentesco existentes entre los monarcas de ambos países. La política exterior española, desde la
guerra de Sucesión y la entronización de la nueva dinastía de los Borbones, había estado marcada por
la alianza con Francia a través de los Pactos de Familia; pero la Revolución francesa obligó a España
a replantearse su actitud hacia la nueva Francia que se estaba configurando. Así, las relaciones con el
revolucionario país vecino atravesaron tres fases: una primera, de neutralidad (1.789 – 1.792); una
segunda, de guerra (1.793 – 1.795); y una tercera, de alianza (1.796 – 1.808).

Prevención y neutralidad (1.789 – 1.792).


Cuando accedió al trono Carlos IV mantuvo como primer ministro, por recomendación de su
padre, a Floridablanca, cuya política se caracterizó por una actitud de vigilancia y neutralidad hacia
Francia, y de represión contra la propaganda revolucionaria. Entre las medidas adoptadas podrían
señalarse las siguientes:
a) La inspección de correspondencia y de paquetes procedentes de Francia para
incautarse de cuanto pudiese servir de propaganda revolucionaria.
b) La prohibición a los periódicos de publicar cualquier noticia referente a Francia.
c) La prohibición a los estudiantes de salir al extranjero sin permiso del rey.
d) El establecimiento de rígidas medidas de control para los extranjeros residentes o de
paso por España.
e) La revitalización de la Inquisición como aparato represivo contra las nuevas ideas.

Ascenso de Godoy y guerra contra Francia (1.793 – 1.795).


Por influencia de la reina, María Luisa de Parma, un joven y apuesto guardia de corps, Manuel
Godoy, ascendió al cargo de primer ministro. Dejando a un lado los motivos por los que un personaje
de estas características había alcanzado de forma tan meteórica y dudosa la cima del poder, lo cierto es
que fue el verdadero gobernante de España desde 1.792 hasta el final del reinado en 1.808, aunque
durante un breve paréntesis de menos de tres años –de 1.798 a 1.800- fue relevado como primer
ministro.
La Revolución francesa había entrado en una fase de radicalización y había abolido la
monarquía. La política de Godoy se orientó a salvar la vida del monarca francés, Luís XVI, lo que
llevó a España a entrar en guerra con Francia. La inferioridad de las tropas españolas obligó pronto a
finalizar la guerra. En la paz de Basilea (1.795) se restablecieron a España los territorios conquistados
durante la guerra por los franceses; España, a cambio, cedió a Francia la parte española de la isla de
Santo Domingo. Godoy recibió el título de Príncipe de la Paz.

La alianza con la Francia revolucionaria (1.796 – 1.808).


La Paz de Basilea significó no sólo la finalización del conflicto entre España y Francia, sino
también el comienzo de una nueva fase de entendimiento y amistad entre los dos países.
En 1.796 se firmó el primer Tratado de San Ildefonso, que equivalía a una renovación de los
antiguos Pactos de Familia, por los que España se vinculaba a Francia en una política de colaboración
y defensa mutua. Esto implicaba, por tanto, asumir el enfrentamiento con Inglaterra, y su aliado
Portugal, que eran los enemigos principales de Francia.
La rivalidad con Inglaterra tuvo para España graves consecuencias, como los ataques ingleses a
barcos españoles en el comercio con América o, muy especialmente, la derrota franco-española de
Trafalgar (1.805), que supuso el hundimiento de España como potencia marítima.

EL MOTÍN DE ARANJUEZ (1.808).


En 1.807 Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, en virtud del cual se
permitía a las tropas francesas su paso por España para conquistar Portugal, país aliado de Inglaterra,
con la que Francia estaba, una vez más, en guerra.

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El objetivo era dividir Portugal en tres partes, de las cuales una se constituiría en principado para
el propio Godoy.
Con ese pretexto Napoleón dispuso sus tropas en distintas partes de España, lo que levantó serias
sospechas sobre su intención de ocupar la Península.
Godoy, al comprender el peligro que se avecinaba, pretendió trasladar a la familia real a
Andalucía, desde donde se podría iniciar la resistencia al avance napoleónico; pero en marzo de 1.808
estalló el motín de Aranjuez, lugar donde se encontraba la Corte.
El origen del motín debe buscarse en el partido que se había formado en torno al príncipe
heredero, futuro Fernando VII, radicalmente opuesto al excesivo poder y protagonismo de Godoy. Este
partido fomentó el descontento entre grupos populares (soldados, campesinos y servidores de palacio),
que fueron quienes protagonizaron el motín asaltando el palacio de Godoy.
Carlos IV, que se vio obligado a destituir a su primer ministro y a abdicar en favor de su hijo
Fernando, comunicó a Napoleón lo ocurrido y reclamó su ayuda para recuperar el trono…

CONCEPTOS PARA LA P.A.U.

CRONOLOGÍA

1.707 – 1.716.- Decretos de Nueva Planta: se implanta en España un nuevo modelo político
absolutista y centralista opuesto al anterior de los Austrias.

1.713.- Tratado de Utrecht: finaliza la Guerra de Sucesión. Felipe V es reconocido como rey de
España a cambio de ceder a otras potencias los territorios europeos que aún conservaba (Flandes,
Nápoles, Sicilia y parte del Milanesado fueron para Austria; parte del Milanesado y Cerdeña para
Saboya; la colonia de Sacramento para Portugal; Menorca y Gibraltar para Inglaterra…).

1.759 – 1.788.- Reinado de Carlos III. Ejemplo de monarca del despotismo ilustrado. Amplio
programa reformista: proyectos modernizadores para España.

1.788.- Reinado de Carlos IV: hijo de Carlos III. Durante su reinado se intensifica la crisis del
Antiguo Régimen en España. Godoy fue su principal valido.

1.808.- Encuentros de Bayona: Fernando VII y Carlos IV acuden a Bayona por mandato de
Napoleón. Destierro de Bayona. Comienza la Guerra de la Independencia.

PERSONALIDADES DE LA HISTORIA DE ESPAÑA

Felipe V: 1.700 – 1.746. Primer rey de la dinastía Borbón en España. Designado heredero al
trono español por Carlos II, que no tenía descendencia. Su nombramiento provocó la Guerra de
Sucesión española (ver Carlos II). Centraliza el gobierno con los Decretos de Nueva Planta, por los
cuales arrebata a Aragón sus privilegios de autogobierno eliminando las instituciones (Cortes).
Además de ser una imitación del modelo francés, el rey era de ese país, castigaba al reino aragonés por
no apoyarle en la Guerra. Felipe V nombró como sucesor a su hijo Luís –Luís I- (1.724) que murió a
los pocos meses, por ello, tuvo que volver a coger la corona. Firmó pactos de familia con Francia y le
sucede otro de sus hijos, Fernando VI.

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Carlos III: 1.759 – 1.788. Hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio, su segunda esposa, sucede a
su hermanastro Fernando VI. Anteriormente había sido rey de Nápoles. Carlos aplicó en España las
doctrinas del despotismo ilustrado, con ilustres ministros como Esquilache y los condes de Aranda,
Floridablanca y Campomanes. Impulsó el avance de la agricultura, promovió fábricas y eliminó el
monopolio comercial de la Casa de Contratación con las colonias americanas. En su reinado surgen las
Sociedades Económicas de Amigos del País, que ayudaron a difundir la cultura y la formación. Firmó
el Tercer Pacto de Familia con Francia (1.761) y ello nos llevó a participar en la guerra de los Siete
Años y en la Independencia de los Estados Unidos (1.775). Expulsó a los jesuitas (1.767) porque los
acusaba de distintos conflictos. Por sus reformas urbanísticas en Madrid, es conocido como el mejor
alcalde de Madrid (Observatorio Astronómico, Museo del Prado, Jardín Botánico, Puerta de
Alcalá…).

Campomanes: Pedro Rodríguez Campomanes, conde de Campomanes. Economista y político


del reinado de Carlos III. En 1.783, es nombrado presidente del Consejo de Castilla y desde ese puesto
lleva a cabo sus ideales ilustrados. Intervino antes en la expulsión de los jesuitas y en los proyectos de
repoblación de Sierra Morena. Fue defensor del poder libre del Estado frente a la Iglesia (regalismo).
Propugnó una reforma agraria que plasmó en sus Memoriales Ajustados. Del mismo modo, intentó
impulsar la industria y el comercio libre frente a los gremios; fomentó la industria popular (1.774).
También presidió la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid.

Godoy: Manuel Godoy y Álvarez de Faria, natural de Badajoz, ingresó a los diecisiete años en la
Guardia de Corps del rey Carlos III. En ese empleo conoció y trabó amistad con el futuro Carlos IV y
su esposa, María Luisa de Parma. Al llegar éstos al trono, le ascienden a diversos puestos hasta llegar a
ser ministro del Estado. Se convierte, así, en el valido del rey, todopoderoso personaje que dirigió
España. Declaró la guerra a Francia cuando fue ejecutado por los revolucionarios el rey, Luís XVI.
Tras invadir Cataluña los franceses, se firma la Paz de Basilea (1.795), en la que se nos devuelve el
territorio y Godoy es nombrado “Príncipe de la Paz”. Por el primer Tratado de San Ildefonso (1.796)
España y Francia se unen contra Inglaterra. Los fracasos militares y la mala gestión económica hacen
que Godoy dimita en 1.798. Vuelve a su puesto de valido y firma el segundo Tratado de San Ildefonso
(1.800), esta vez contra Portugal y siguiendo las pretensiones del emperador francés, Napoleón
Bonaparte. Esta actitud le granjea mayor enemistad con la nobleza, que conspira contra él. Éxito
militar propagandístico fue la incorporación militar de Olivenza (1.801) tras un enfrentamiento militar
en la frontera portuguesa (guerra de las naranjas). Otro acuerdo con Francia, el Tratado de
Fontainebleau (1.807), permite el paso de las tropas francesas por suelo español para ocupar Portugal.
La ocasión se aprovecha para invadir también España, iniciándose así la Guerra de la Independencia
(1.808 – 1.814). Godoy es arrestado a instancias de sus enemigos en el llamado Motín de Aranjuez
(1.808). Luego, marchará al exilio con los reyes. Político que ha gozado de muy mala fama en la
historiografía española, pero al que hay que reconocer su interés por aplicar determinadas reformas
ilustradas y su atrevimiento para limitar algunos de los privilegios de la Iglesia y de la nobleza, así
como algunos intentos desamortizadores, etc.

Jovellanos: Gaspar Melchor de Jovellanos fue un político asturiano. Desempeña altos cargos con
Carlos III y Carlos IV, en los que hace muestra de su espíritu ilustrado. Sus críticas a la Inquisición y a
las propiedades de la Iglesia hicieron que Godoy le destituyera de su cargo de ministro de Gracia y
Justicia. En 1.801, fue desterrado a Mallorca por ser acusado de introducir en España la obra de
Rousseau “Contrato Social”. Pudo volver tras el Motín de Aranjuez (1.808). Escribió distintas obras
sobre política y economía en las que defendía principios ilustrados como la humanización de la

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justicia, el fomento de las obras públicas y la racionalización de la enseñanza; la reforma de la


agricultura, la necesidad de potenciarla suprimiendo mayorazgos, desamortizando tierras que estaban
en manos muertas, aprobando leyes que disminuyesen los privilegios y la fuerza de la Mesta,
permitiendo los cercamientos de tierras, etc. Suya fue la obra “Informe sobre le Ley Agraria”. Más
tarde, participó como diputado en las Cortes de Cádiz (1.810 – 12).

CONCEPTOS

Decretos de Nueva Planta: Conjunto de disposiciones o leyes políticas, administrativas y


jurídicas de carácter centralista dictadas por el rey Felipe V entre los años 1.711 y 1.716. Estos
decretos eliminaron los fueros e instituciones de autogobierno del reino de Aragón (formado por los
territorios de Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares) e instauraron el sistema centralista y absoluto de
poder del rey. Con estos decretos se liquidaba por completo el modelo político de carácter federal que
instauraron en su momento los Reyes Católicos. Aunque este modelo de gobierno fue el usado en la
Francia de la época (Felipe V era francés), no sólo se implantó por ello, sino que fue el castigo
infligido al reino aragonés por haber ido contra Felipe en la Guerra de Sucesión y apoyar al otro
candidato, el archiduque Carlos de Austria. La única excepción fueron Vascongadas y Navarra, que
siguieron con sus fueros y privilegios por haber apoyado en la Guerra de Sucesión a Felipe V.

Propiedad amortizada: En el ámbito agrario del Antiguo Régimen, significa que ciertos bienes
como tierras, inmuebles, casas… estaban en poder de manos muertas, es decir, de entidades
incapacitadas para transaccionarlos (ponerlos en el mercado, venderlos…). Las manos muertas se
clasificaban en laicas o civiles y eclesiásticas. Las primeras eran los mayorazgos y los bienes
comunales de los municipios (ayuntamientos); las segundas comprendían iglesias, monasterios,
conventos, sus tierras y propiedades, así como los hospicios, casas de misericordia, cofradías, etc. El
término propiedad amortizada se usaba, generalmente, para designar el proceso de concentración y
permanencia de la propiedad inmueble en los dueños citados (nobleza, Iglesia y propiedad comunal de
los ayuntamientos). Al proceso para suprimir o liquidar ese tipo de propiedades se le conoce como
proceso desamortizador.

Despotismo Ilustrado: Doctrina política surgida en Europa durante el siglo XVIII. Modelo
político absolutista, pero influido por el pensamiento de la Ilustración, cuyo lema se centraba en la
expresión “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, que expresaba la desconfianza de las clases cultas
hacia la ignorancia del pueblo y que debía remediarse mediante la educación. La política déspota se
basaba en la modernización de la economía y la promoción de las ciencias, lo que traía protagonismo
social y político a la burguesía. En España, el rey Carlos III fue el genuino representante del
despotismo ilustrado.
Modelo político que con un criterio ilustrado y paternalista quería implantar reformas y mejoras
en todos los ámbitos: educación, obras públicas, agricultura, comercio, urbanismo, artesanía,…
reformas hechas desde el poder, sin contar con la base. Reformismo, en gran medida conservador,
propio del Antiguo Régimen, que quería evitar desde arriba la posible revolución desde abajo, desde el
pueblo.

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TEXTO VIII

Decretos de Nueva Planta.

Por decreto de 9 de octubre próximo fui servido decir que habiendo con la asistencia divina y
justicia de mi causa pacificado enteramente mis armas el Principado de Cataluña, tocaba a mi
soberanía establecer gobierno a él y dar providencias para que sus moradores vivan en paz, quietud y
abundancia; por cuyo bien, habiendo precedido madura deliberación y consulta de ministros de mi
mayor confianza he resuelto que en el referido Principado se forme una Audiencia, en la cual presida
el Capitán General o Comandante General de mis armas de manera que los despachos, después de
empezar con mi dictado, prosigan en su nombre: el cual Capitán General o Comandante ha de tener
voto solamente en las cosas del gobierno y esto hallándose presente en la Audiencia; debiendo en
motivaciones de oficios y cosas graves el Regente avisarle un día antes de los que ha de tratar.
(…) 2.: La Audiencia se ha de juntar en las Casas que antes estaban destinadas para la
Diputación y se ha de componer de un Regente y diez ministros para lo civil y cinco para lo criminal,
dos Fiscales y un Alguacil Mayor.
(…) 4.: Las causas en la Real Audiencia se sustanciarán en lengua castellana y para que por la
mayor satisfacción de las partes los incidentes de las causas se traten con la mayor deliberación mando
que todas las peticiones presentación de instrumentos y lo demás que se ofreciere se haga en las salas;
para la corriente y público se tengan audiencia pública lunes, miércoles y viernes de cada semana en
una de ellas por turno de mesas.
(…) 31.: En la ciudad de Barcelona ha de haber 24 Regidores y en las demás ocho cuya
nominación me reservo y en las demás lugares se nombrarán por la Audiencia en el momento que
pareciere y se me dará cuenta; y los que nombrare la Audiencia servirán un año.
(…) 37.: Todos los demás oficios que había antes en el Principado, temporales, perpetuos y
todos los comunes no expresados en este mi Real Decreto quedan suprimidos y extintos; y lo que a
ellos estaba encomendado, si fuese pertinente a Justicia o Gobierno correrá en adelante a cargo de la
Audiencia, y si fuese perteneciente a Rentas y Hacienda ha de quedar a cargo del Intendente o de la
persona o personas que yo disputare para esto.
(…) 39.: Por los inconvenientes que se ha experimentado en los somatenes y juntas de gente
armada, mando que no haya tales somatenes ni otras juntas de gente armada so pena de ser tratados
como sediciosos los que concurrieren o intervinieren.
(…) 40.: Han de cesar las prohibiciones de extranjería porque mi Real Intención es que en mis
reinos las dignidades y honores se confieran recíprocamente a mis vasallos por el mérito y no por el
nacimiento en una u otra provincia de ellos. (…)

Novísima Recopilación de Leyes de España…, Libro V, Título IX, Ley I.

PREGUNTAS PARA EL COMENTARIO GUIADO

1.- La Guerra de Sucesión y sus consecuencias: Paz de Utrecht.


2.- El modelo político y administrativo implantado por Felipe V (Los decretos de Nueva
Planta y las reformas administrativas).
3.- Los reyes de la dinastía borbónica.
4.- La situación demográfica y económica de España en el S. XVIII.
5.- Características fundamentales de la sociedad española del S. XVIII.
6.- La política exterior de los Borbones durante el S. XVIII.

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