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1.2. La Guerra de Sucesión
La guerra empezó en 1701 y tuvo diversos escenarios: la península Ibérica,
América, Flandes y el norte de Italia. En general, la iniciativa fue llevada por las
tropas de la coalició n antifrancesa. Los britá nicos se hicieron con Gibraltar en
1704, y en 1705 las tropas austriacas desembarcaron en Barcelona; las tropas
austriacas avanzaron e incluso llegaron a Madrid, aunque el archiduque Carlos
abandonó pronto la capital, sin el apoyo de la nobleza ni el pueblo. En 1707, sin
embargo, las tropas de Felipe V vencieron de forma incontestable en la batalla de
Almansa; este triunfo permitió a Felipe V recuperar Aragó n, Valencia y parte de
Cataluñ a, aunque no Barcelona. Pese a ello, en el escenario internacional la ventaja
parecía aú n en manos de la Gran Alianza.
El escenario cambió totalmente en 1711, cuando murió el emperador de
Austria, José I, siendo nombrado nuevo emperador su hermano el archiduque
Carlos. Ahora, el nuevo peligro para el equilibrio europeo lo constituía un
Habsburgo en el trono de ambos reinos.
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La finalidad general era imponer en Españ a un absolutismo moná rquico
siguiendo el modelo de la Francia de Luis XIV. Uno de sus resultados fue que por
primera vez se puede hablar con propiedad de un “Estado españ ol”; hasta la
llegada de los Borbones, Españ a era má s una entidad territorial o incluso cultural
que política: la monarquía españ ola de los Austrias había sido una aglomeració n de
Estados, cada uno con sus propias leyes e instituciones. Con el nuevo enfoque
absolutista y centralizador de los Borbones, todas las medidas de gobierno debían
proceder del rey y de sus ministros y dichas medidas debían aplicarse a todos los
sú bditos por igual. Para lograr estos objetivos los primeros Borbones,
especialmente Felipe V, llevaron a cabo una serie de reformas políticas y
administrativas que explicamos a continuació n con mayor detalle.
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2.2. El fortalecimiento del poder real
Este proceso de centralizació n administrativa estuvo acompañ ado de un proceso
de creciente concentració n del poder en manos del rey. EN el siglo XVII, los
Habsburgo ya había intentado reducir el papel y la influencia de las instituciones
del reino, pero fue Felipe V, gracias a su victoria en la guerra de Sucesió n, quien
pudo implantar un absolutismo inspirado en el modelo francés.
Las Cortes, por ejemplo, solo se reunirían por petició n del rey, mientras que
el Consejo de Castilla se convirtió en un ó rgano meramente consultivo. De hecho, el
sistema de Consejos propio de la época de los Austrias, fue sustituido por
las Secretarías de Despacho, antecedente lejano de los actuales ministerios.
Ademá s, el reforzamiento del poder real también se tradujo en la revisió n
de las relaciones Iglesia-Estado. Felipe V llegó a cabo una política regalista, es
decir, la preeminencia de las prerrogativas y poderes reales sobre la Iglesia. Su
sucesor, Fernando VI firmó en 1753 un nuevo concordato con la Santa Sede por el
que se reconocía el patronato universal: el poder de la monarquía sobre los
intereses de la Iglesia en su reino (nombrando, por ejemplo, cargos eclesiá sticos).
3. La Ilustració n en Españ a
En Europa, el siglo XVIII fue el Siglo de las Luces, llamado así en referencia a la
Ilustració n. Este movimiento cultural desarrolló un nuevo espíritu fundamentado
en el empirismo y el racionalismo: los nuevos planteamientos serían referentes
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para el desarrollo de una nueva moral basada en la bondad natural del ser humano
y en su derecho a la felicidad a través de la educació n y el progreso econó mico.
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4. El despotismo ilustrado
El reinado de Carlos III (1759-1788) constituye el ejemplo españ ol de despotismo
ilustrados. Como otros monarcas absolutos europeos, se mostró partidario de
seguir algunas de las ideas de progreso y racionalizació n de la Ilustració n siempre
que no atentaran contra el poder de la monarquía absoluta.
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proyectos de reforma de la propiedad agraria. En la industria, se recortaron
los privilegios de los gremios y se fundaron muchas fá bricas reales. En
cuanto al comercio, se fomentó la libre circulació n tanto a nivel interno
como con las colonias con América.
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En general, estas manufacturas reales, que producían casi en exclusiva para
palacios reales y edificios oficiales, resultaron poco rentables. Ello, junto con la
reducció n de los privilegios gremiales, incentivó la aparició n de talleres de
manufacturas privados, que en zonas como Valencia, País Vasco y, sobre todo,
Cataluña, alcanzaron un importante desarrollo. En Cataluñ a, las mejoras
agrícolas y el incremento del comercio con América generaron los excedentes de
capital precisos para poner en marcha un potente sector algodonero, en concreto
el dedicado a las indianas (telas ligeras de algodó n estampadas). El desarrollo de
este sector algodonero catalá n se vio favorecido por la abolició n de las aduanas
interiores, la liberalizació n del comercio americano y la existencia de un mercado
interior algo má s desarrollado, pues la situació n del campesinado catalá n era
mejor que en otras zonas.
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7. Las reformas en la América españ ola
La conquista y colonizació n de América por parte de los españ oles nunca se
detuvo. Desde los tiempos de Coló n, la Corona españ ola no dejó de ampliar sus
posesiones: en el siglo XVII el á rea má s o menos controlada casi duplicó la del XVI,
y en el XVIII volvió a duplicarse. Decimos má s o menos controlada porque la
ocupació n de estos territorios era muchas veces puramente testimonial, en
ocasiones formada ú nicamente por misiones o algú n presidio. La gran dificultad de
la colonizació n españ ola estuvo precisamente en la insuficiencia de colonos para
poblar territorios tan extensos. Esto se debía a la escasez de població n en
Españ a, lo que provocó que las emigraciones desde la metró poli a las colonias
estuvieran muy limitadas por el propio Estado.
Como señ alamos, fue en el siglo XVIII cuando la ocupación española en
América alcanzó su mayor extensión. En las zonas de las actuales Colombia,
Venezuela y Ecuador se ampliaron las posesiones hacia la parte de la selva
amazó nica. Por el sur, se fundaron poblaciones por toda la zona del Río de la Plata
y al sur de Buenos Aires, adentrá ndose en la zona de la Patagonia (a final de siglo
se funda Puerto Deseado, enclave a apenas 500 kiló metros de Tierra del Fuego).
Pero sobre todo, el siglo XVIII vivió una notabilísima expansió n por Norteamérica,
ocupá ndose gran parte de lo que hoy es Estados Unidos.
Conforme aumentaban las posesiones de la Corona española, también
aumentaban sus problemas. La població n era, como hemos dicho, insuficiente
para abarcar tanta superficie y las posesiones españ olas no formaban un continuo:
entre una població n y otra existían vastísimas zonas inhabitadas. En una época en
que las comunicaciones eran muy limitadas, esto constituía una grave dificultad. A
ello había que unir la ambició n cada vez mayor de otras potencias como Gran
Bretañ a, Francia o Rusia por distintas zonas de América.
Para tratar de solucionar estas dificultades, la Corona españ ola se vio
obligada a crear numerosos presidios e incrementar las dotaciones de los ya
existentes. Ademá s, la constante expansió n españ ola había provocado que los
Virreinatos de Nueva Españ a y del Perú (creados en el siglo XVI) fueran demasiado
extensos para ser defendidos y administrados con efectividad. Esta situació n
empujó a los Borbones a realizar una reforma administrativa en América,
encaminada sobre todo a controlar los ataques extranjeros y el constante
contrabando comercial. Para ello se crearon dos nuevos virreinatos durante el
siglo XVIII:
Virreinato de Nueva Granada (1717), cuya capital quedó instalada en
Bogotá .
Virreinato del Río de la Plata (1776), cuya capital correspondió a Buenos
Aires.
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de ciudades europeas, con todo tipo de actividades econó micas, jurídicas y
culturales. En estas zonas se fueron configurando sociedades maduras preparadas
para asumir la independencia. Junto a ello, las desigualdades sociales provocaron
frecuentes conflictos entre comunidades indígenas y mestizas con las autoridades
españ olas. La má s importante de estas revueltas tuvo lugar en Perú en 1780,
cuando miles de indios encabezados por Tupac Amaru intentaron tomar la ciudad
de Cuzco.
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