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Al poder del amor
Contenido

Staff....................................................................................................................................................7
Sinopsis ..............................................................................................................................................8
Prólogo ...............................................................................................................................................9
Capítulo Uno ....................................................................................................................................11
Capítulo Dos .....................................................................................................................................24
Capítulo Tres ....................................................................................................................................39
Capítulo Cuatro ................................................................................................................................52
Capítulo Cinco ..................................................................................................................................63
Capítulo Seis .....................................................................................................................................98
Capítulo Siete .................................................................................................................................125
Capítulo Ocho .................................................................................................................................147
Capítulo Nueve ...............................................................................................................................173
Capítulo Diez ..................................................................................................................................189
Capítulo Once .................................................................................................................................219
Capítulo Doce .................................................................................................................................241
Capítulo Trece ................................................................................................................................268
Capítulo Catorce .............................................................................................................................285
Capítulo Quince ..............................................................................................................................294
Capítulo Dieciséis ...........................................................................................................................312
Capítulo Diecisiete .........................................................................................................................326
Capítulo Dieciocho .........................................................................................................................340
Capítulo Diecinueve .......................................................................................................................347
Capítulo Veinte...............................................................................................................................370
Capítulo Veintiuno .........................................................................................................................381
Capítulo Veintidós ..........................................................................................................................397
Capitulo Veintitrés .........................................................................................................................405
Capítulo Veinticuatro .....................................................................................................................411
Capítulo Veinticinco .......................................................................................................................431
Capítulo Veintiséis ..........................................................................................................................450
Epílogo ...........................................................................................................................................460
Agradecimientos ............................................................................................................................464
Staff

Hada Fay

Hada Aine

Hada Aerwyna

Hada Anjana
Sinopsis
Érase una vez ella se convirtió en mía.
Mía para cazar.

Un psicólogo criminalista y un asesino en serie.


El amor entre ellos no debería existir.
O eso cree el mundo.
La misión de ella es encontrarlo.
La única obsesión de él es atraparla.
El cazador y la presa.
Que comiencen los juegos, y que gane el más fuerte.

Advertencia: Romance oscuro.


18+ debido al contenido sexual, blasfemia, abuso, violencia
gráfica y temática adulta.
Prólogo

Ella
El sudor me resbala por la espalda mientras aspiro el olor a
lavanda y rosas, y mis piernas me llevan cada vez más lejos en el
campo. Los únicos sonidos disponibles son los de mis pies
golpeando el suelo y mis bocanadas de aire mientras pongo toda
mi energía, o lo que queda de ella, en correr. Ignoro mis ampollas
y cómo el hambre casi hace que sea imposible moverme, y mucho
menos luchar.
No puedo dejar que me atrape; eso significará que gana.
Sin darme cuenta de la resbaladiza mancha húmeda que tengo
delante, me caigo de culo, haciendo que el dolor me recorra el
cuerpo. Me muerdo el labio y dejo que el sabor metálico de la
sangre entre en mi boca seca, que no ha bebido agua ni nada
durante diez horas seguidas.
Tal vez no debería haber sido tan terca.
Colocando la mano en el suelo, miro hacia abajo para estudiar
los dedos ensangrentados y las uñas rechonchas que tienen
mientras me pregunto si la huida y el futuro merecen la pena.
Poco a poco, unos zapatos de cuero negro aparecen ante mis
narices mientras la risa sádica de un hombre resuena en el jardín.
—Pequeña fierecilla, ¿verdad? Menuda pelea me diste por tu
vida. —Se arrodilla y me agarra de la barbilla, mientras lucho
contra su agarre, pero es inútil.
Mi fuerza no es nada contra la suya.
Levantando mi barbilla, nuestras miradas chocan y no puedo
evitar un gemido de desesperación cuando su cara
desenmascarada me recuerda una vez más lo tonta que he sido.
Porque durante todas las semanas de persecución del
psicópata, ni una sola vez preví que sería él.
Y ahora ha venido a recoger lo más valioso que tengo para
ofrecer.
Mi vida.
—Ahora eres mía, Ella. El cazador ha ganado a su presa —
murmura mientras se inclina y lame la sangre de mis labios.
Una parte de mí siente pena por todo lo que ha tenido que
soportar en la vida que le ha llevado a esto.
No es que importe.
El final será el mismo.
O le mato yo, o me mata él.
Hasta que la muerte nos separe, después de todo.
Capítulo Uno
New York, New York
Enero 2018

Psychopath
Lunes

Apoyado en la pared de ladrillos, mis ojos escudriñan el barrio


que me rodea mientras admiro la belleza de la vida suburbana.
La hierba bien cortada y cubierta de ligeros copos de nieve, los
juguetes tirados por ahí para que los niños jueguen sin
preocuparse por nada. Algunos porches tienen columpios y otros
muebles cómodos para descansar después de un día duro de
trabajo.
La gente se ríe a carcajadas de algo que dicen sus amigos
mientras los niños corren por la nieve, participando en guerras de
bolas de nieve o bajando en trineo por la carretera helada.
Los perros ladran con fuerza mientras saltan de alegría
alrededor de sus dueños, que los tratan como si fueran parte de la
familia.
¿Qué no puede gustar de esta vida?
Sobre todo, cuando me da suficientes víctimas para cazar, ya
que nadie tiene más secretos que los que viven en los suburbios.
Recuerda mis palabras.
Finalmente, mis ojos se posan en el hombre alto y rubio que
bebe su café mientras observa a su mujer embarazada en el
columpio. Una sonrisa se extiende por su boca y la felicidad brilla
claramente en su cara. Deja la taza en el suelo y se inclina para
darle un profundo beso mientras ella se aferra a él con fuerza.
No parecen tener más de treinta años; se han mudado aquí
recientemente, si las diversas cajas que hay alrededor sirven de
referencia.
Entonces mi mente hace un clic mientras tomo una decisión.
Él es perfecto.
¿Quién es mejor víctima que el que está completamente
enamorado de su mujer?
Martes

El hombre sale del bar mientras varios tipos lo llaman.


—Nos vemos, hombre. —Los saluda con la mano,
balanceándose ligeramente hacia un lado mientras rebusca su
teléfono en la parte trasera de sus pantalones, y luego maldice en
voz alta cuando la cosa cae sobre el pavimento con un fuerte
estruendo.
A veces los tontos crean una oportunidad fácil para atraparlos.
Ni siquiera tengo que intentarlo.
Mira a su alrededor y resopla con frustración, pasándose los
dedos por el cabello mientras intenta encender el teléfono, pero es
inútil.
Salgo del coche, aburrido de todo esto. Cuando mis zapatos
hacen un sonido inconfundible en la noche, por lo demás
silenciosa, levanta la vista hacia mí mientras el alivio cruza su
cara.
—¡Eh, hombre! ¿Puedo usar tu teléfono? El mío está roto, así
que no puedo llamar a un taxi.
El bar está situado en las afueras de la ciudad, en una zona
apartada, lo que permite a la gente relajarse sin escuchar el paso
constante de los coches.
En lugar de responderle, lo agarro por el cuello, mientras
exclama:
—¿Qué demonios...? —Sus palabras mueren en sus labios
mientras le presiono la arteria hasta que se desmaya, hundiéndose
en mis brazos. Entonces lo levanto y lo arrojo a mi maletero.
No hay un alma a la vista cerca de mi coche, que está
estacionado en el lugar más oscuro del lugar.
Silbando, me meto dentro y arranco el motor, mientras la
electricidad me recorre, recordándome la satisfacción que pronto
obtendré.
Miércoles

—Por favor, tengo una mujer. Estamos esperando un bebé —


suplica el hombre, mientras lo ato silenciosamente a una mesa de
metal, asegurando sus brazos y piernas con correas de cuero. No
es que tenga mucha fuerza, ya que le he inyectado un suero que lo
mantiene despierto para la tortura, pero le impide mover un
músculo o hablar.
Atrás quedaron los días en los que les daba una paliza antes de
infligir mis oscuros deseos en su carne. He aprendido el arte de
destruir su cuerpo de maneras que nunca ven venir, todo mientras
están despiertos para la tortura. Al menos mis oídos no tienen que
sangrar escuchando sus gritos de mierda.
Casi me río cuando lo pienso. Pero funcionará en unos
minutos; hasta entonces, puedo divertirme.
Cojo un par de guantes de látex azul de la mesa de operaciones
cercana. Me encanta el sonido de los guantes al chasquear en mis
muñecas mientras sus ojos se abren y gime de miedo.
Mis cejas se fruncen ante su cobardía. Si eres tan estúpido
como para dejarte atrapar por mí, al menos actúa como un
hombre.
Nunca he llorado mientras experimentaba dolor; supongo que
eso viene con la práctica.
—Por favor. —Vuelve a intentarlo, pero como antes, ignoro
sus palabras y deslizo el dedo por los numerosos dispositivos
expuestos para todo tipo de tortura. Normalmente me gusta
cambiar de método, pero esta vez decido empezar con el bisturí.
Lo coloco sobre su hígado, la piel se hunde con la presión, y
aparece la primera gota de sangre mientras sus gritos resuenan en
la habitación. Ya le he roto las costillas, así que tengo fácil acceso.
Me desconecto mientras la adrenalina recorre mi cuerpo,
despertando todo en mi interior hasta el punto que se me pone la
piel de gallina y el placer me consume.
Por fin, el olor de una presa fresca.
—¿Qué vas a hacer? ¿Qué? —Respira con fuerza y hace una
mueca de dolor.
Esta vez, decido complacerlo.
—Te cortaré en pedazos... pieza por pieza. —Antes que salga
otro grito de su boca, le pongo cinta adhesiva para que se calle y
me deje disfrutar de este momento.
Este tipo de momentos son todo lo que tengo.
Jueves

Coloco las últimas piezas en una bolsa de basura negra, la


cargo en la camioneta y vuelvo a entrar para abrir las ventanas y
limpiar todo con antiséptico. Me tomo mi tiempo con los aparatos
y la mesa, usando cloro por todas partes, porque no quiero que
ninguna prueba de lo que ha pasado aquí se vuelva contra mí.
El ADN lo es todo, después de todo.
Por último, una vez terminado, coloco la foto Polaroid que
tomé en una caja metálica. No colecciono trofeos como hacen la
mayoría de los que son como yo, pero de vez en cuando me gusta
contemplar mi colección de asesinatos y recordar las emociones
que me trajeron. Luego la cierro con un chasquido, la escondo
debajo de la mesa en el estuche especial que nadie puede romper,
y salgo del lugar que más alegría me da.
Una vez al volante, marco el teléfono mientras conduzco por el
estrecho camino que lleva al bosque, donde los animales se
encargarán del resto del trabajo por mí.
—¡Finalmente me llamas de vuelta! —La voz de mi amigo
llena el espacio del coche y una sonrisa de satisfacción se dibuja en
mis labios.
—Lo siento. Me retrasé con el trabajo.
Suspira con fuerza.
—¿No me digas que no vas a poder venir esta noche? —
pregunta, con un tono desagradable. Apenas me contengo para no
soltar una carcajada.
Estoy loco, pero no hasta el punto de perderme una reunión
con él.
—Estaré allí en dos horas.
—Claro, nos vemos allí. —Cuelga, claramente ha terminado
con esta conversación.
Pronto, me detengo en mi destino, saco todas las piezas y las
esparzo por el lugar.
Me paso rápidamente por mi apartamento, me doy una ducha
y llego justo a tiempo para la cena.
Es interesante cómo la gente habla con los asesinos en serie y
nunca sabe de ellos, ¿no?
Viernes

El zumbido del teléfono me saca del sueño; la molestia llena mi


mente cuando una mujer a mi lado gime con desagrado.
Su cálido cuerpo se aprieta más contra mí, su mano recorre mi
pecho y se desliza hacia abajo, pero la empujo hacia atrás, dándole
una mirada de advertencia que hace que sus ojos se abran.
Me la he follado, pero la diversión ha terminado. Es
malditamente preciosa, con unas tetas y un culo increíbles, pero
no meto la polla en el mismo coño dos veces.
Levantándome, enciendo la luz de la mesita de noche,
preguntándome cómo coño he acabado durmiendo con ella,
porque nunca dejo que se queden más tiempo que el del sexo.
Probablemente por todo el alcohol que consumimos anoche.
Entonces Jo, creo que ese es su nombre, procedió a mostrarme los
diversos talentos que poseía.
No es que su forma de follar sea algo para llamar a casa.
—Sí —ladro en el móvil, mientras la persona al otro lado de la
línea me devuelve los ladridos.
—¿Dónde coño estás? Te he mandado mensajes como mil
veces. —La persona sigue gritando, así que me retiro de los brazos
de la mujer desnuda mientras ella desliza sus dedos por su
estómago, sin renunciar a excitarme.
La estupidez acabará con la humanidad, recuerda mis
palabras.
—Fuera. —Ella abre la boca para protestar mientras una
mueca cruza su rostro, pero luego se lo piensa mejor y, con un
fuerte resoplido, coge su ropa y desaparece tras la puerta del
baño.
—¿Qué está pasando? —pregunto, cogiendo una botella de
agua de la nevera y agradeciendo la sensación de frescor que me
proporciona.
—Tenemos un caso. Trae tu culo a la oficina.
¿Olvidé mencionarlo?
Soy uno de los miembros del equipo de la unidad de análisis
del comportamiento del FBI.
Brillante, ¿no?
Domingo

La música suena a todo volumen de los auriculares en mis


oídos mientras respiro uniformemente, corriendo a buena
velocidad por Central Park. Mis músculos doloridos protestan por
el esfuerzo, pero no les hago caso, sino que me empujo con más
fuerza mientras inhalo el aire gélido en mis pulmones,
agradeciendo el ardor que me produce.
Mi capucha y mis gafas de sol me ocultan de las miradas
penetrantes de la gente que camina a mi alrededor, y eso me
alivia.
No puedo soportarlos mientras la matanza está tan fresca.
Todo me molesta en momentos como este. Acelero, mis
zapatillas golpean constantemente el pavimento, y cierro los ojos
por un momento, exhalando fuertemente, y al instante choco con
alguien. La persona rebota por el impacto y aterriza en la hierba
cubierta de nieve, justo en el culo.
Mierda.
Oigo un gemido y mis ojos se centran en la mujer que tengo
delante. Se incorpora, riendo despreocupadamente mientras se
frota el culo y se quita los oscuros mechones de cabello de su
rostro, y entonces sus ojos marrones levantan la vista para
encontrarse con los míos.
No digo nada mientras ella me sonríe.
—Lo siento, soy muy torpe durante mis carreras matutinas. —
Se levanta, gimiendo de nuevo, y extrañamente, este sonido envía
diferentes sensaciones por mi espina dorsal—. Bien entonces,
adiós. —Se ajusta los auriculares y reanuda el ejercicio sin dejar de
frotarse la columna.
Respirando con dificultad, intento bloquear las imágenes que
se reproducen en mi cabeza, los recuerdos de los que siempre
intento huir, pero no puedo.
Recuerdos que nunca vienen a mí cuando miro a las mujeres.
Cierro los puños y cuento hasta diez, esperando que este deseo
pase y pueda olvidar este encuentro. Me invaden emociones
confusas y me doy la vuelta para seguirla, decidido a averiguar
por qué esos malditos ojos suyos me recuerdan a alguien que
conocí.
Lunes

Tengo su carpeta en las manos, pero la arrojo al suelo mientras


me dirijo a la puerta del balcón y contemplo la magnífica vista de
la puesta de sol que tengo delante.
Sorbiendo lentamente mi bebida, comprendo con claridad por
qué necesito cazarla y el placer que me proporcionará.
Por regla general no toco a las mujeres, pero ella será mi
excepción.
El cazador ha encontrado su presa, y nada lo detendrá hasta
que la consiga.
Pero primero, tengo que atraerla a mi trampa.
Capítulo Dos
Bienvenida al Equipo
Richmond, Virginia
Junio 2006
-Ella

—Esto ha sido un error —murmuro, mientras Chloe pone los ojos en


blanco, aplicando una capa más de rímel en sus pestañas mientras
Simone conduce el coche más rápido, ignorando el límite de velocidad—.
Simone.
Se encoge de hombros y me da una palmadita en el hombro.
—¡Relájate, chica! Te llevaremos a casa a tiempo. —Mira
rápidamente el reloj—. Apenas son las once, por el amor de Dios.
Apoyando los codos en las rodillas, murmuro:
—Es fácil para ti decirlo. Conoces a mis padres.
—¿No los conocemos todos? —Chloe resopla, esta vez usando el
lápiz de labios. ¿Por qué demonios lo hace si hace unos minutos que
hemos dejado la fiesta?
A no ser que quieran ir a otro sitio después de llevar a la mojigata de
Ella de vuelta a casa.
A la mierda mi vida, en serio.
—Solo quieren protegerme. —Intento defender a mis padres, aunque
es difícil cuando prácticamente me lo prohíben todo, cerrándome a la vida
por completo.
—Sí, lo sé. Te mantienen como una santa y eso. —Chloe se inclina
hacia delante, apoyando su mejilla en el asiento del coche. —Es un
milagro que incluso salgas con nosotras.
Sí, las dos son las llamadas chicas malas del instituto, aunque mis
padres no conocen su reputación.
Me guardo esa información para mí.
—¿Qué vas a hacer para el baile? —pregunta Simone, mientras gira
a la derecha tan rápido que apenas soy capaz de agarrarme al asiento sin
caerme hacia atrás.
¡Esta chica conduce como una loca!
—No voy a ir. —No hay forma que me compren un vestido o
cualquier otra cosa, así que la conversación es, como mínimo, discutible.
La expresión de horror en la cara de mi padre cuando mencioné ir a
un baile con un chico, aunque sea un nerd de mi clase de ciencias, es
suficiente para aplastar todos mis sueños.
Tiene buenas razones para ser protector, pero estoy tan cansada de
vivir en una jaula.
—¡Eso es tan jodidamente triste, chica!
—No maldigas —añado, mientras Chloe vuelve a poner los ojos en
blanco, pero, por suerte, en ese momento el coche se detiene justo al lado
de la puerta trasera de mi casa y las luces están apagadas.
Exhalando aliviada, me desabrocho el cinturón y me despido de mis
chicas con un beso.
—Entra rápidamente antes que se den cuenta. Si no, también te
perderás el picnic —aconseja Simone, y asintiendo, me apresuro a entrar,
quitándome los zapatos para no hacer ruido.
Me pongo de puntillas en la oscuridad hasta las escaleras, y entonces
piso algo pegajoso y resbalo un poco. Casi maldigo, pues tiene que ser mi
hermana pequeña y su loca obsesión por el zumo de naranja. Ha estado
esparciendo esta cosa por todo el maldito lugar.
Sigo adelante, ignorando la desagradable cosa en mis pies, y llego a
mi puerta, deslizándome rápidamente dentro y cerrándola detrás de mí.
Tengo mucha suerte que la puerta de mis padres no esté abierta. Suelen
vigilarnos a mi hermana y a mí para asegurarse que estamos durmiendo
y no haciendo otras cosas.
Cerrando los ojos y apoyando la cabeza en la madera detrás de mí,
exhalo con fuerza. Una ligera brisa me golpea en el rostro y abro los ojos
de golpe para ver mi ventana con las cortinas blancas como la nieve
soplando en diferentes direcciones.
¡No puedo creer que la dejara abierta cuando me escabullí antes para
encontrarme con las chicas!
Cuando enciendo la luz, con la esperanza de darme una ducha rápida,
me doy cuenta de las manchas rojas en mi suelo de madera.
—¿Qué demonios? —murmuro, y luego suspiro exasperada por las
clases de dibujo de mi hermana y, en consecuencia, por las pinturas que
lo manchan todo constantemente. Yo soy la que hace la limpieza aquí, así
que siempre me paso horas asegurándome que no dañe nada de forma
permanente. Sin embargo, a ella le encanta, y como mi habitación tiene la
mejor vista, o al menos eso dice ella, casi siempre pinta aquí. Lo cual es
molesto, pero ¿qué puedo hacer cuando la quiero tanto?
Cojo mi pijama, me quito cualquier rastro de maquillaje, me doy una
ducha rápida y me visto antes que la sed se apodere de mí.
Decidiendo que no me vendrá mal bajar las escaleras, ya que a mis
padres no les importa, vuelvo a salir de puntillas al pasillo, y el leve y
repugnante olor de algo extraño penetra en mi nariz y casi vomito por
ello. No lo olí cuando llegué a casa.
¿Qué han estado cocinando?
Esta vez, evito el líquido en el escalón y me dirijo al fregadero de la
cocina, llenándome un vaso de agua y bebiendo de él con avidez, mientras
me pregunto si tal vez debería dar otra oportunidad a toda esta
conversación sobre el baile de graduación.
Después de todo, solo se vive una vez, ¿no? ¿No debería luchar más
por mis derechos? No es que mis padres sean unos monstruos; nos
quieren y quieren darnos lo mejor. Son un poco sobreprotectores, ¿y qué?
Con la positividad llenándome, me doy la vuelta y vuelvo, cuando
tropiezo con algo sólido pero blando y casi me caigo.
La inquietud me invade, porque el objeto no me recuerda a uno de los
juguetes de Sarah. Poniendo la mano en la pared, busco el interruptor de
la luz, ya que no quiero despertar a mis padres. Me froto los ojos
mientras la luz me nubla la vista durante un segundo.
Una vez que se aclara, el aire se atasca dentro de mis pulmones
cuando la imagen que me recibe me detiene en seco.
Un grito agónico de dolor resuena en la noche, y tardo un rato en
comprender que se ha escapado de mi boca.
Mecánicamente, cojo el teléfono de la barra de la cocina y marco,
concentrándome únicamente en el sonido del timbre al otro lado de la
línea. Abro y cierro los ojos, esperando que la imagen desaparezca, pero
no lo hace.
—Nueve-uno-uno, ¿cuál es su emergencia? —pregunta la señora, y
tragando la bilis de mi garganta, miro una vez más.
Mi padre está tirado en el suelo en un charco de sangre de su
garganta cortada. Mi madre está cerca, con la cabeza volada, y mi
hermana pequeña... no puedo localizarla, pero su vestido rosa
ensangrentado está sobre el sofá, como si se lo hubieran quitado a toda
prisa.
—Nueve-uno-uno, ¿cuál es su emergencia? —repite la señora, y
encuentro mi voz.
—Mis padres han muerto y no puedo encontrar a mi hermana —
susurro al teléfono, el llanto sacude mi cuerpo mientras apenas me
mantengo erguida.
La vida de la que tan desesperadamente quería huir ya no existe.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
—¡Tienes que estar bromeando! —murmuro, suspirando de
exasperación mientras el líquido pegajoso y caliente se extiende en
una mancha más grande mientras observo mi camisa
perfectamente blanca. El tipo que me ha chocado con el hombro ni
siquiera se vuelve para disculparse y me deja de pie en la carretera
con cara de idiota.
Respirando hondo, saco toallitas húmedas para intentar salvar
de alguna manera la situación, pero probablemente la estoy
empeorando.
De repente, una conserje me grita al oído:
—¡No somos un complejo turístico, señora! Limpie. —Señala la
taza de café vacía que se ha caído al suelo y que todavía está en el
charco de mi expreso matutino.
—Lo siento. Fue un accidente. —Sonrío suavemente,
esperando que eso la apacigüe, pero lo único que hace es levantar
una ceja, claramente no impresionada con mi explicación. Como
no quiero entrar en una pelea por el incidente en un día tan
importante, lo recojo rápidamente y lo tiro en la papelera más
cercana. Mi teléfono suena en el bolsillo y lo contesto mientras
maldigo para mis adentros por el momento.
—Estoy tan muerta —digo en el teléfono, mientras apresuro
mis pasos hacia el otro lado de la carretera hasta el enorme
edificio que tengo delante, que parece más vigilado que el maldito
presidente.
—A mí me parece que estás bien. —Chloe se ríe mientras se
oye de fondo una suave canción de mantra.
Genial, está haciendo yoga de nuevo. Dios sabe por qué, cree
que mi voz la calma y la pone de un humor especial.
—Mi expreso está por toda mi camisa y llego diez minutos
tarde a mi nuevo trabajo. Estoy muerta. —Prácticamente puedo
imaginarla encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa.
—Mierda que pasa. —Su respuesta habitual siempre que algo
va mal; nunca se preocupa mucho ni se estresa. Tal vez debería
haber visto más Forrest Gump en mi adolescencia, como hizo ella.
Claramente cambió toda su perspectiva de la vida—. ¿Por qué
respiras tan fuerte?
Casi haciendo un baile de la victoria, finalmente llego a las
puertas de espejo y entro, mis tacones negros chasquean con
fuerza en el suelo de mármol, el único sonido en el pasillo, que
por lo demás es silencioso.
El guardia de seguridad que ocupa el mostrador
administrativo se levanta en cuanto me ve mientras escudriña mi
aspecto.
—¿Disculpe, señora?
—¡Porque llego tarde! Tengo que irme —le digo a Chloe y
cuelgo. Ella puede hablar durante horas sin importarle nada, y yo
no tengo tiempo para eso. Es mi mejor amiga, pero su actitud
despreocupada no me calma.
Muestro mi carné de identidad al de seguridad, que asiente y
me da una tarjeta de acceso de la empresa.
—Su jefe me ha informado que iba a venir. Tiene que ir al piso
dieciocho.
—¡Gracias! —Me apresuro a cruzar la puerta del ascensor que
se está cerrando mientras un tipo con aspecto de nerd con las
gafas deslizándose por el puente de la nariz pulsa frenéticamente
el botón del mismo piso que yo.
Supongo que no soy la única que llega tarde hoy.
Apoyando la cabeza en el cristal que hay detrás de mí, cierro
los ojos por un segundo, dejando que la emocionante sensación de
victoria me recorra, mientras una burbuja de risa casi se me escapa
de la boca. A pesar de todas las cosas que han salido mal hoy,
incluida la avería de mi coche, no puedo evitar la emoción que me
invade ante la perspectiva de cumplir por fin el sueño de mi vida.
Envolviendo mi mano alrededor del collar de oro, la voz de
Dean Holt me invade y me recuerda la vez que vino a mi
graduación y me lo regaló.
Lo conseguirás, Ella. Recuerda mis palabras.
Espero que, dondequiera que esté en el cielo, esté orgullosa de
mí, a pesar que no apoyó mi decisión de entrar en el campo.
Una vez que el ascensor suena en nuestro piso y las puertas se
abren, salgo, notando cómo el tipo sigue ahí parado sin hacer
nada, aunque sus dedos están a punto de pulsar de nuevo el
número dieciocho.
—Oye —le digo con suavidad, y él sale de su aturdimiento.
Mis ojos se fijan en los suyos, sin perder de vista que algo pasa por
ellos antes que él lo oculte—. ¿Estás bien? —Frunce el ceño ante
mi pregunta, se endereza y sale. Ni siquiera se molesta en
responderme mientras pasa a toda velocidad y, antes que pueda
parpadear, desaparece entre las puertas correderas de espejo que
conducen a la oficina principal de Blake Harrington, el director
general y propietario de su propia empresa de seguridad, Blake
Enterprises.
Gimiendo para mis adentros al ver mi reflejo en la puerta de
cristal, sacudo la cabeza ante mi ridículo atuendo y entro tras el
tipo. Me recibe el alegre secretario, que se levanta nada más
verme. Lleva un polo verde y unos pantalones cortos blancos
junto con unas zapatillas, lo que me sorprende muchísimo. ¿No
hay códigos de vestimenta en estos establecimientos?
—¿Sí?
—Me llamo Ella Gadot. —Su cara inexpresiva me demuestra
que no tiene idea de quién soy, así que vuelvo a intentarlo—. Mi
jefe debía informarle de mi visita.
—Un segundo —murmura, cogiendo el teléfono y marcando el
cinco. Un segundo después habla por él—. Blake, hola. Una tal
Ella Gadot está aquí, afirma que... lo tengo. —Cuelga y, por
primera vez, me agracia con su sonrisa—. Te están esperando.
—Genial. —Repaso mentalmente todos los hitos exitosos de mi
vida para darme más confianza a la hora de dar el paso, y con un
golpe firme, entro en el despacho donde parece que se está
produciendo una profunda discusión, si las voces fuertes que
salen de allí son un indicio.
Sin embargo, todas se detienen en el momento en que sus ojos
se posan en mí, y es en momentos como este cuando deseo que el
universo me escuche de una vez y me trague entera.
La oficina es un gran espacio con un enorme ventanal que
muestra la belleza de la ciudad de Nueva York. Según la imagen
que he visto en varias revistas, se puede ver el Empire State
Building1 en todo su esplendor mientras la gente camina por las
aceras y parece del tamaño de una fruta pequeña. El cielo se abre
magníficamente, tanto que puedes mirar hacia él y olvidarte que
todo en el mundo existe.
Hay una sensación de libertad en eso.
Me gustaría tener la oportunidad de verlo por la noche, pero
mi trabajo no me paga por contemplar el cielo.
Me paga por meterme en la mente de los asesinos en serie.
—Ella, por fin has decidido unirte a nosotros. —Noah escanea
mi aspecto, deteniéndose un poco en mi camisa antes de dirigirse
a Blake—. Ella Gadot, la nueva miembro de nuestro equipo. —Me
presenta con una expresión indiferente, pero no se me escapa su
sarcasmo. Está claro que no aprecia mi tardanza.

1
Ingles en el original. Edificio Empire State.
—Lo siento. Me he perdido un poco por el camino. —Intento
justificarlo, y apenas me contengo de abofetearme. No hay excusa
para llegar tarde en tu primer día. En cambio, tengo que asumirlo.
Deja mis palabras sin respuesta mientras se vuelve hacia Blake,
un apuesto hombre rubio que está sentado detrás de su escritorio
mientras sus vigilantes ojos verdes se iluminan con furia.
¿Qué demonios?
Noah me hace un gesto hacia la silla cercana y me siento
mientras estudio en secreto el despacho. No porque me asombre
todo el lujo, sino porque Blake está siendo investigado.
Por asesinar a su ex mujer.
Así que escudriño sus paredes desnudas, los caros muebles de
cuero, que son comodísimos, y la costosa alfombra persa en el
centro de la habitación. El pesado escritorio de madera negra tiene
figuras muy detalladas talladas en los lados. Tiene un montón de
trofeos de caza adornando sus paredes, lo que me parece fuera de
lugar, teniendo en cuenta que es su despacho. No hay fotografías
enmarcadas de los seres queridos, nada personal que dé una pista
de dónde están sus lealtades. Blake destila poder y dominio, pero
con sus antecedentes militares, es comprensible.
Detallando todo esto en mi mente, saco mi cuaderno y hago
varias anotaciones para mí mientras vuelvo a prestar atención a
Blake, que sigue en una profunda conversación con Noah,
hablando de su coartada.
—Mire, agente, entienda esto, yo no maté a mi mujer. Estaba
en casa, descansando después de mi última misión. —Suena
irritado, mientras que Noah se limita a levantar la ceja.
—¿Hay alguien que pueda confirmar esto, señor? —Sus labios
se afinan mientras niega con la cabeza, y se quiebra, golpeando la
mesa con el puño mientras salto en mi asiento.
—Esto es una puta mierda. Tengo pruebas que estaba en una
misión, las cámaras mostraron cuando entré en mi edificio. Se
supone que debo tener una niñera todo el tiempo para que me
crea... ¿o qué? —Se levanta de su asiento y Noah lo sigue mientras
ambos se enfrentan.
Noah tiene el cabello rapado; su cuerpo musculoso, enfundado
en un traje negro, resalta su fuerza y su experiencia en el trabajo
de campo durante los últimos diez años. Tiene unos ojos marrones
que no delatan ninguna emoción, y sospecho que no tiene muchos
amigos. El expediente que tengo sobre él es breve, así que no
tengo ninguna pista sobre los detalles de su vida.
Pero, por mucho que lo intente, no puedo evitar que mi
instinto o mi mente psicológica estudien a la gente que me rodea.
Lo llevo en la sangre.
—Nadie lo acusa de nada hasta ahora, señor —dice Noah, y
luego se inclina hacia delante—. Así que contrólese —advierte, y
luego continúa—: No abandone la ciudad, ni el país, antes que se
cierre el caso. Estaremos en contacto. —Dicho esto, recoge sus
archivos, toma el teléfono y se dirige hacia la puerta. Aunque me
apresuro a seguirlo, camina tan rápido que casi está de vuelta en
el ascensor.
Pulsa el botón mientras el hombre de antes se une a nosotros.
Tengo un segundo para reaccionar, cuando Noah le pregunta:
—¿Has encontrado algo, Preston? —El tipo niega con la cabeza
y Noah se limita a murmurar algo en voz baja. El ascensor se abre
con un fuerte tintineo y todos entramos, y no puedo evitar
sentirme extraña con todo esto.
No es exactamente como me imaginaba mi primer día en el
trabajo de mis sueños.
—No vuelvas a llegar tarde o serás expulsada de mi equipo.
Mis ojos se abren ante las palabras de Noah, y vuelvo a centrar
mi atención en él, que me sostiene la mirada. Tragando la bilis en
mi garganta por su mirada -siento que algo peligroso se esconde
allí- asiento sin decir nada. Segundos después, salimos, pero no
antes que note un símbolo griego en su mano que llega hasta la
manga.
Mis cejas se fruncen mientras busco en mi memoria. Lo he
visto en alguna parte, pero ¿dónde?
—¿Qué piensas de él? —me pregunta de repente, y choco con
su espalda porque no espero que se detenga.
Un poco desconcertada y actuando como la idiota que soy,
suelto:
—No es culpable. —Por el rabillo del ojo, me doy cuenta que
Preston habla por teléfono mientras continúa su camino hacia un
Jeep negro situado frente al edificio.
Noah se gira para mirarme y me pregunta:
—¿Por qué?
—No tiene ninguna foto en su despacho, lo que significa que
no guarda mucho cariño a su familia o a sus amigos. Está vacío de
cualquier tipo de emoción. El caso que me presentó muestra que
había rabia cuando la persona fue asesinada. Un hombre como él,
al que le gusta cazar, habría planeado todo y nunca habría hecho
algo así con rabia. —Su mujer fue encontrada en un charco de su
propia sangre. La habían apuñalado treinta veces en el pecho,
como si la persona odiara todo de ella.
—Ella podría haberlo provocado y su control se rompió, como
en la oficina —dice Noah, cruzando los brazos.
Sacudo la cabeza.
—Con el debido respeto, señor, un psicópata o sociópata no la
mató. Las pruebas, la escena del crimen y el propio crimen
demuestran que el acto fue improvisado. Y esto solo pudo ser
hecho por una persona altamente emocional en todo. Blake tiene
antecedentes militares, sin mencionar que es dueño de una
empresa de seguridad. Si lo hubiera hecho él, no habríamos
encontrado su cuerpo —termino, respirando profundamente,
esperando no haber arruinado mi futuro.
Un instante y luego su boca se extiende en una sonrisa,
haciéndolo casi accesible, y me tranquiliza por un momento.
—Bienvenida al equipo, Ella Gadot. —Luego se dirige el coche
y me siento en el asiento trasero con Preston, que ya tiene el
portátil abierto, tecleando furiosamente en él.
—¿Adónde vamos? —pregunto, mientras declino una llamada
más de Chloe. Esta chica... en serio. La quiero muchísimo, pero no
tiene idea de espacio personal ni de la importancia de mantener
un trabajo. No tiene que hacerlo con su talento para el trabajo de
diseño.
—A la sede del FBI. Tienes que conocer al resto del equipo.
¡Por fin!
Capítulo Tres
Primera
Richmond, Virginia
Junio 2006
Ella

Una suave manta envuelve mis hombros mientras la mujer, con una
taza de té humeante en la mano, se arrodilla frente a mí cuando intenta
dedicarme una sonrisa tranquilizadora.
¿Qué puede ser tranquilizador en esta situación? Las pesadillas me
perseguirán hasta el final de mi vida.
Intento controlar mi respiración sin tragar aire, porque no quiero que
vuelvan a traer a esa psicóloga que quiere ayudarme. No necesito terapia,
y menos de una persona que no deja de repetirme que con el tiempo todo
se arreglará. De todas formas, ¿qué diablos sabe ella?
—Aquí tienes, cariño —murmura, pero yo solo parpadeo y no hago
ningún movimiento para tomarlo de sus manos, aunque tiemblo tanto
que puedo oír el castañeteo de mis dientes.
Las imágenes siguen apareciendo en mi cabeza, por mucho que me
obligue a olvidarlas.
Sangre.
Cadáveres.
Mis padres sin vida y sin esperanza de sobrevivir.
Y finalmente, mi hermana pequeña.
Los pensamientos sobre ella me sacan de mi estupor y finalmente
establezco contacto visual con la oficial, con la preocupación en sus
rasgos.
—Sarah... ¿la han encontrado? —Mi hermana es la única esperanza
que me queda. Seguro que la vida no es tan cruel como para
arrebatármela a ella también.
Abre la boca para decir algo, cuando otro oficial interviene,
dirigiéndole una mirada severa. Asiente con la cabeza y, con una última
palmada en mi rodilla, se levanta y me deja a solas con el hombre que
exhala con fuerza.
Es diferente a todos los demás; lleva un traje negro y rezuma la
confianza de un hombre que no se deja engañar por nadie. Me fijé en él
antes, cuando ordenaba a varias personas que se parecen a él.
—Me llamo agente Bates. —Me muestra su placa, y mis cejas se
alzan al ver la insignia del FBI. ¿Esto requería que vinieran los
federales?
Coge la silla que está cerca y se sienta frente a mí, mientras repito mi
pregunta.
—¿Han encontrado a mi hermana? —Sus labios se afinan mientras
se inclina hacia delante y busca mis manos, pero las alejo.
No necesito consuelo si eso significa que no tiene una buena
respuesta para mí. Finalmente, habla, y una parte de mí quiere hacerlo
callar.
No tener esta finalidad en mi vida, la verdad de la que nunca podré
huir.
Pero no puedo, así que lo único que me queda es escuchar.
—Encontramos a Sarah en tu sótano. Estaba... estaba herida. —
Traga saliva, como si él mismo estuviera conmocionado por lo que el
monstruo le hizo—. Falleció hace unas horas. Lo siento mucho, Ella —
dice, como si eso mejorara todo.
Toda mi familia ha sido asesinada esta noche.
¿Cómo puede mejorar todo de nuevo?
Mientras las lágrimas caen por mis mejillas, cierro los ojos y aprieto
las manos para que no se me escapen los sollozos. Miro hacia su regazo,
donde hay una carpeta abierta con varias fotos, y la bilis me sube a la
garganta.
—¿Qué es esto?
Maldice y trata de cerrarla.
—No deberías haber visto esto. —No puede detenerme antes que coja
la carpeta y escanee las fotos de personas a las que les hicieron lo mismo
que a mis padres.
Y entonces encuentro la última foto, esta con una niña pequeña.
Me levanto rápidamente, corriendo hacia el baño. Llego justo a
tiempo antes de vomitar el agua que he bebido antes. Las cosas
monstruosas se siguen reproduciendo en mi mente junto con el olor de
mi casa que sé que está grabado en mi cerebro de por vida.
Siento la presencia del agente Parker detrás de mí y susurro:
—¿Eso es lo que le hizo a Sarah?
Un tiempo de silencio y luego:
—Sí. —Encuentro fuerzas para levantarme y lavarme las manos en
el lavabo mientras él me da una toalla de mano—. Es un asesino en serie
que ha hecho esto a varias familias.
Me apoyo en el fregadero, todavía mareada, y temo volver a vomitar.
¿Qué clase de monstruo enfermo y retorcido tiene que ser para hacer
eso?
—¿Así que hay más gente como yo? ¿Niños?
Sacude la cabeza.
—Tú eres la única que mantuvo viva.
¿Qué? ¿Por qué?
—¿Recuerdas algo, Ella? Cualquier detalle nos ayudará.
—No —susurro, porque había estado en la fiesta mientras él hacía lo
que le hizo a mi familia.
Bueno, ahora tengo toda la libertad del mundo.
Por desgracia, tiene un alto precio.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
El coche avanza suavemente por el tráfico de Nueva York
mientras agarro las carpetas que tengo a mi lado y estudio la lista
de todas las personas que podrían haber hecho daño a Claire
Hendricks. La mujer se movió de un hombre poderoso a otro,
aunque la mayoría no tenía más que cosas buenas que decir sobre
ella. Tampoco había enemigos ni escándalos, así que ¿quién
podría haberla matado con tanta rabia?
¿Tal vez un admirador rechazado?
Preston sigue tecleando mientras frunce el ceño y se limpia el
sudor de la frente. Saco un pañuelo de mi bolso y se lo extiendo.
Le echa una mirada, hace una pausa, pero luego vuelve a lo suyo,
ignorándome una vez más.
En serio, ¿qué le pasa a este tipo?
—Tus recomendaciones son espléndidas, Ella. —Noah
conduce el coche y capta mi mirada en el espejo retrovisor—.
Espero que puedas estar a la altura de ellas.
Me froto la frente, preguntándome si así es trabajar para el FBI.
¿Tendré que enfrentarme a constantes sonrisas y bromas?
Aunque Dean Holt me advirtió que no es un trabajo fácil, con
gente constantemente enfrentando el peligro y los psicópatas.
Tienen que encontrar diversión en algo, a menos que quieran
volverse locos.
Solo que nunca pensé que sería yo de quien se burlaran.
El coche se detiene bruscamente y miro a través de la
ventanilla abierta el edificio de la Oficina Federal, la sede del FBI
en Nueva York. El edificio tiene unas paredes de cristal
imposiblemente altas con un aspecto limpio por todas partes.
Noah muestra su placa al personal de seguridad, que asiente y
nos abre la puerta, mientras otros coches esperan su turno. El
territorio está muy vigilado.
—¿Por qué escogiste nuestra oficina?
Me sorprende ligeramente la pregunta de Preston, que ha
desviado su atención hacia mí. Mantiene las manos bloqueadas en
su portátil mientras Noah busca una plaza de estacionamiento.
—¿Como en la Unidad de Análisis del Comportamiento?
Mueve la cabeza, apartando el cabello de la frente, lo que lo
hace ver casi simpático y no como un imbécil.
—Nuestra oficina. La sede está en Quántico. Obtendrías una
experiencia más amplia allí.
La sede principal del FBI se encuentra en Quántico, Virginia.
Allí entrenan a los estudiantes de la academia, se encargan de los
casos más importantes y, en general, trabajan duro. Las demás
oficinas del país son solo oficinas de campo que se ocupan de los
casos en los que tienen jurisdicción.
—Oh, yo estudié en la Universidad de Nueva York, y toda mi
familia está aquí.
Decido no mencionar que Virginia es mi estado natal y que no
quiero volver allí, nunca. Guarda demasiados recuerdos,
recuerdos que intento olvidar cada noche. Aunque no tengo
mucho éxito.
—He escuchado que la gente se divierte allí —dice Preston, y
parpadeo, porque este tipo es tan jodidamente aleatorio.
Noah estaciona finalmente el coche y salimos, mientras le da
órdenes a alguien por teléfono.
—Asegúrate que todos estén en la sala de conferencias en
cinco minutos. Tenemos mucho que discutir. —La forma en que lo
dice, el tono de su voz no deja lugar a preguntas ni el deseo de
desobedecerle.
Mientras subimos en el ascensor hasta nuestra planta, Preston
murmura algo, Noah se comporta como una estatua, y yo pienso
en lo monumental que es este momento en mi carrera.
Todos los años que he trabajado tan duro para esto, a través de
constantes rechazos y noches sin dormir, trabajando en tres
empleos a la vez para mantenerme en la universidad solo para
poder estar aquí hoy y ayudar a atrapar a esas personas que hacen
daño a las familias.
Que destruyen vidas.
He aprendido todo lo que hay que saber sobre ellos, he
estudiado su psicología y su comportamiento. He llegado a saber
qué les hace ser quienes son y cuáles son sus desencadenantes.
Cómo intentan justificar sus acciones debido a su educación o a
las circunstancias de su vida.
El conocimiento no atenúa el dolor de la pérdida de mi familia.
Pero tal vez cuando salve a otras familias, pueda cambiar. No
estoy segura de poder permitirme despertar con pesadillas por el
resto de mi vida.
—¿Ella?
Vuelvo de mis recuerdos para ver a Noah sosteniendo la
puerta del ascensor para mí, ya que Preston se ha apresurado a
salir.
—Lo siento —murmuro, y su mirada se suaviza por un
segundo, pero rápidamente pasa, así que debe haber sido mi
imaginación—. Me perdí en mi cabeza por un segundo.
—Suele ocurrir —dice, y atravesamos más puertas de cristal
que se abren hasta llegar a innumerables escritorios con
ordenadores en los que la gente escribe o bebe café mientras habla
con sus compañeros o estudia carpetas. Noah tiene una dirección
determinada en mente mientras me guía hacia la esquina derecha,
donde unas escaleras bajan un nivel, como una especie de ala, y
varias personas pasan y lo saludan.
Finalmente, llegamos a una espaciosa sala de conferencias con
un enorme televisor en el centro y una mesa redonda con varios
iPads. La gente ocupa la mayoría de las sillas. Un sofá que ha visto
días mejores está colocado en el fondo, y el olor a café es fuerte.
Al menos todos compartimos el amor por el café.
—Todos, conozcan a nuestra nueva miembro del equipo, Ella
Gadot. —Noah me presenta mientras se levantan, cada uno
extendiendo una mano para estrecharla.
—Andrea. —La única integrante femenina es la primera,
atrevida en su acercamiento. Sus largos mechones rubios hacen
juego con sus ojos de zafiro mientras me guiña un ojo—. Soy la
única cuerda aquí. ¡Poder femenino! —Levanta el puño mientras
los chicos ponen los ojos en blanco; una sonrisa se dibuja en mis
labios. Puedo ser su amiga. Su traje gris muestra muy bien su
cuerpo en forma, y sospecho que probablemente sea un éxito aquí.
La mujer es hermosa—. Soy una perfiladora.
—Jacob Ford. —El hombre tiene unos músculos increíbles y
unas venas tensas en el cuello. Su corte de cabello a lo James Dean
le da un aspecto travieso, mientras que sus asertivos ojos verdes
no parecen perderse nada—. Bienvenida. —Algo en él me
inquieta, pero le devuelvo la sonrisa. Aunque lo diga, no creo que
le guste mucho tenerme aquí.
—Preston es nuestro especialista en informática, así que casi
siempre se queda aquí. Rara vez necesitamos su presencia en el
campo —me informa Noah mientras Preston bebe su café y no
presta atención a nadie.
Se hacen los simpáticos, pero sé que no es así. En este tipo de
profesiones, primero tienes que demostrar tu valía. Confían en los
miembros de su equipo con sus vidas, y esa confianza no se da
fácilmente.
—Y Kierian que llega tarde. —Noah suena enojado mientras
sus ojos se centran en la puerta detrás de mí. Me doy la vuelta
para ver a uno de los hombres más guapos de la sala.
Aunque tiene músculos, está más bien en el lado delgado con
un definido paquete de seis que su camiseta negra enfatiza
mientras sus pantalones negros le dan una postura bastante
peligrosa. Su cabello negro está recogido en un moño, mientras
que su barba le da un aspecto brutal pero sexy. Pero lo más
fascinante de él son sus hermosos y exóticos ojos plateados que,
curiosamente, no van con todo lo demás. Parecen guardar muchos
secretos, aunque no es probable que nadie llegue a descubrirlos.
Yo debería saberlo, ya que tuve una aventura de una noche
con él hace dos semanas.
Gimiendo para mis adentros, realmente espero que nunca se lo
mencione a nadie, porque no hay nada como empezar el trabajo
con ese tipo de reputación.
¡Acostándome con un compañero de trabajo!
Mis cejas se fruncen ante su aspecto, porque los agentes del
FBI suelen llevar el cabello corto y no tienen vello facial. En otras
palabras, no destacan para que nadie les preste atención. Las
excepciones son los agentes encubiertos.
Entonces caigo en cuenta que Noah ha mencionado que uno de
los miembros de su equipo ha estado recientemente de incógnito
trabajando en un caso importante para localizar a un asesino en
serie que tenía como objetivo a los habitantes de pueblos
pequeños. Él debe ser ese agente.
Kierian sonríe a Noah mientras lo saluda con su taza de café.
—Buenos días a ti también. —Luego me da la mano—.
Bienvenida al equipo. Soy el único simpático aquí —bromea,
mientras los demás gimen, claramente acostumbrados a su
comportamiento.
Mis ojos se entrecierran ante sus palabras, su atractivo
disminuye rápidamente. Así que va a actuar como si no nos
conociéramos.
Bien, pero eso no significa que pueda hablarme con tanta
familiaridad. Abro la boca para decirle lo que pienso, cuando
Andrea lo hace por mí.
—Kierian, no hace falta que demuestres que eres un imbécil
desde el primer día. —Pero comparten una sonrisa, así que no
quiere decir el calor de sus palabras.
Bueno, está bien.
El equipo sí que es un grupo de gente interesante.
—Necesito hablar con Eva. Cuando vuelva, Preston nos
presentará el nuevo caso. Es urgente, así que nada de holgazanear
—advierte, y todos asienten, mientras Andrea palmea el asiento
de al lado—. Ven a sentarte con nosotros mientras esperamos a
que el caso caiga aquí. ¿Quieres café?
Dios mío, ¿de verdad estoy a punto de recibir mi primer caso?
Psychopath
Sonríe ante algo que dice Andrea cuando coge su café, y sus
ojos se cierran de placer mientras toma su primer sorbo. Hace
girar un rizo oscuro con el dedo índice mientras escucha
atentamente toda la información sobre el caso anterior. Aunque
actúa con tranquilidad, puedo ver tensión en sus hombros, como
si no supiera si la aceptan.
Casi me recuerda a una muñeca con su piel pálida y clara que
probablemente se vea magnífica con la sangre embadurnada por
todas partes mientras sus hermosos ojos marrones se llenan de
lágrimas y miedo por lo que le hago sentir.
Siempre he preferido el cabello rubio en las mujeres, pero sus
mechones oscuros atenúan de algún modo la pureza de su
comportamiento y la hacen más accesible a mí.
A mis deseos.
Mi polla se endurece contra la cremallera de mis pantalones
mientras mi mano se tensa sobre el bolígrafo con el que firmo los
informes, pero no por las imágenes de ella cogiendo mi polla
mientras está extendida en mi cama.
Oh no.
Es por la idea de ella extendida en mi cama mientras uso mi
cuchillo favorito en su piel, para marcarla con diferentes cortes
que me darán sus gemidos y gritos. Entonces me la follaré con
toda la sangre esparcida entre nosotros, uniéndonos para siempre
de forma divina.
Solo su foto como mi trofeo no le hará justicia.
Ella debería haberse quedado en el centro y trabajar con la
psicología cognitiva, no entrar en mi mundo.
Porque se convirtió en mi presa, y más pronto que tarde, la
atraparé.
Solo tengo que jugar bien mis cartas.
Capítulo Cuatro
Sospechoso
Richmond, Virginia
Junio 2006
Ella

El sol brilla con fuerza, iluminando todo el campo mientras los


pájaros pían en los árboles. Una ligera brisa me roza la piel, pero quiero
apartarla porque me recuerda mi paradero, y no hay nada que odie más
que el hecho que este clima sea increíble para un día así.
La chaqueta de terciopelo me araña la piel porque hace demasiado
calor para esa ropa, pero no me importa. El sacerdote sigue leyendo
pasajes que parecen estar relacionados con la situación, mientras la gente
solloza o llora y me lanza miradas de compasión en el proceso.
No es que me centre en ellas, mirando entumecida los tres ataúdes
que tengo delante y que contienen a las personas más queridas de mi
corazón.
Sus cuerpos sin vida están fríos, tan fríos que ya no recuerdo su
calor, aunque solo hayan pasado cinco días.
Mis uñas se clavan en la palma de mi mano, disparando el dolor a mi
cerebro, que agradezco, porque es lo único que me mantiene viva. Lo
único que me permite ser lo suficientemente valiente como para
enfrentarme a cada nuevo día, aunque todo en mí grita que huya, que le
suplique a alguien que me mate. Para no estar sola, para no sentir la
agotadora desesperación mientras mi mundo se desmorona a mí
alrededor.
La mayoría de los periódicos y reporteros de televisión me llaman
afortunada porque soy la única persona que ha conseguido escapar del
asesino en serie.
Afortunada.
Qué ironía.
El sacerdote debe haber terminado en algún momento y los hombres
vienen para bajar los ataúdes al suelo mientras la gente se pone de pie
para dar su último adiós. La mayoría son compañeros de trabajo de mis
padres, vecinos, padres del colegio de Sarah. Incluso los profesores de mi
colegio han aparecido, dándome su apoyo.
Camino lentamente hacia los ataúdes, sabiendo muy bien que los ojos
de todos están puestos en mí mientras las espinas de las rosas me
lastiman la piel. Las arranqué de nuestro jardín, porque son las favoritas
de mi madre.
Eran.
Debería aprender a usar el tiempo pasado cuando pienso en ellos.
Saboreo las lágrimas saladas que caen por mis mejillas mientras los
sollozos amenazan con escaparse, pero no puedo permitirlo.
No aquí, no ahora, quizá nunca.
—Los amo —susurro, y arrojo las rosas sobre cada una de sus
tumbas, limpiándome el rostro mientras el agente Bates se acerca,
poniendo su mano en mi hombro.
—Lo siento —dice, y yo me encojo de hombros, sin querer asentir ni
dar ninguna otra reacción.
¿Por qué no entienden que sus palabras no me traen consuelo? No
me siento mal por actuar así; deberían saberlo mejor.
—Ella, nadie de tu familia quiere acogerte —afirma, y resoplo,
aunque carece de humor. ¿Quiere tener esta conversación aquí?
Como si fuera una sorpresa. A la familia de mi padre nunca le gustó
mi madre, así que no es de extrañar que se hayan negado.
—Normalmente, habría significado que tendrías que ir a una casa de
acogida hasta que cumplieras los dieciocho años. —Frunzo el ceño ante
esta información, y finalmente me encuentro con sus ojos mientras
continúa—. Pero la familia Donovan se ha ofrecido a acogerte hasta tu
graduación, y así no tendrás que mudarte ni poner en peligro tu futuro.
¿Qué?
Por instinto, mi cabeza se mueve en dirección a la familia de Chloe,
que nos mira tentativamente, como si buscara mi reacción a esta noticia.
Nada en mi vida volverá a ser normal, y no estoy segura de lo que
quiero hacer con mi futuro. ¿Pero qué honren así su amistad con mis
padres y estén dispuestos a darme un techo cuando no tienen que
hacerlo?
En este momento vulnerable de mi vida, lo significa todo.
Ignorando al agente, me precipito hacia Chloe y, en un segundo,
acabo en sus brazos, con sollozos sacudiendo mi cuerpo mientras ella me
abraza con fuerza, sin dejarme caer. Alivia mi espalda con sus
palmaditas, mientras me aferro a ella. Ella es lo único que me queda en la
vida.
—Se han ido, Chloe —digo con voz ronca en su cuello mientras ella
gime de dolor.
—Lo sé, cariño. Lo sé. —Y como ella no intenta tranquilizarme ni me
dice tonterías que algún día será mejor, la abrazo con fuerza, esperando
que algún día la vida no sea una pesadilla interminable.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
Sigo dando sorbos a mi café, mientras Andrea pregunta:
—¿Y cuál es tu experiencia en el campo?
—Trabajé unos años con un investigador privado. —Mi
respuesta no impresiona a Jacob, que levanta la ceja.
—Para conseguir un trabajo aquí, tienes que tener al menos
entre siete y quince años de experiencia en las fuerzas del orden.
La única excepción entre nosotros es nuestro hombre Preston. —
Señala al tipo que cambia de canal en la televisión mientras
consulta algo en su iPad y luego resopla con frustración—. Entró
porque hackeó a alguien que no debía, y el FBI siempre mantiene
un talento impresionante. —Sí, esta información es de dominio
público. La gente no tiene más remedio que trabajar para el
gobierno, a menos que prefiera pasar tiempo en la cárcel.
—Bueno, entonces yo fui una excepción. —Intento animar el
ambiente, pero ninguno parece impresionado. Andrea se limita a
jugar con la cuchara de su taza mientras Kierian se inclina hacia
delante, apoyando los codos en la mesa, sin apartar su mirada de
la mía.
—¿Qué te hace tan especial?
Antes que pueda responder a su pregunta, Jacob me
interrumpe bruscamente.
—¿Así que hemos perdido a Jenny porque eres la hija de
alguien o tienes una conexión aquí? —Aprieta la taza con fuerza y
me sorprende que no la rompa.
¿Así que esa es la fuente de su ira? Debería haberlo esperado.
Me informaron hace unas semanas que su agente Jenny se
lesionó durante uno de los casos, y no pudo volver a trabajar
debido a un trauma psicológico. Le dieron varias oportunidades,
pero en algún momento, tuvieron que desistir. Ella había
trabajado con esta gente durante unos cinco años, así que no es de
extrañar que ahora me vean como un enemigo.
Su lealtad está con su amiga.
—No tengo ningún familiar que trabaje en el FBI. —Cualquier
pensamiento o mención de mi familia me inquieta, ya que me
lleva a todos esos horribles momentos que he vivido. A ninguno
de ellos le pasa desapercibida mi respiración entrecortada, e
incluso Preston se gira para lanzarme una mirada curiosa—.
Como le dije antes a Andrea, trabajé en psicología cognitiva a la
vez que ayudaba a un investigador privado a llegar al fondo de
los crímenes psicológicos. Solicité varias veces trabajar con la
policía, pero me rechazaron. —No me apetece compartir con ellos
mi pasado, así que lo mantengo así de impreciso—. Pero
entonces...
Noah entra en la sala de conferencias, asimila la situación y
termina por mí.
—Ella fue la que atrapó a Smith.
Un escalofrío me recorre mientras los recuerdos de ese día me
bañan como una ola del océano, las imágenes se reproducen como
una película frente a mis ojos.
El loco que entró en el tren y dijo que tenía una bomba, el
pánico entre la gente, sus exigencias a la ley. Afortunadamente, lo
convencí de no hacer nada drástico, y la policía llegó a tiempo
para salvarnos a todos.
Todo porque podía reconocer los signos de un psicópata en él
tan fácilmente; era como un talento innato en mí. Eso llamó la
atención del FBI, y como llevaba años solicitando cualquier tipo
de puesto en la UAC, la llamada de Noah fue un regalo del cielo.
Preston silba y luego enciende el monitor mientras las luces se
apagan, y todos se olvidan de mí y centran su atención en el caso.
—Ayer, el departamento de policía de Nueva York recibió una
llamada de la zona del río Hudson. Se encontró un cuerpo, o al
menos lo que quedaba de él.
Hace un clic y aparecen varias imágenes de carne
desparramada y troceada, y casi escupo mi café, aunque el resto
del equipo no reacciona.
Probablemente ya estén acostumbrados, pero ¡mierda! Kierian
incluso consigue dar un mordisco a su dona. ¿Cómo puede comer
mientras mira esto?
—Los animales ya se comieron la mayor parte, pero está claro
que alguien solo destruyó ciertas piezas, manteniendo el cuerpo
intacto en su totalidad. —Vuelve a hacer clic y tenemos un zoom
de los trozos. Todo está manchado de sangre, mientras que un
trozo de la mano de una persona yace en medio del suelo del
bosque. Los dedos están cortados y las uñas han desaparecido—.
Curiosamente, los lobos o coyotes hicieron más daño que el sujeto.
Al menos en el exterior parece que es así. Han escaneado los
dientes y la víctima es Thomas Parker, de treinta y cinco años. No
volvió a casa del trabajo hace cuatro meses, y su mujer presentó
una denuncia por desaparición.
—¿Por qué nos han llamado? —pregunta Jacob, mientras
amplía aún más su iPad para estudiar los detalles—. Para que
tomemos el caso, necesitaríamos más cuerpos que éste.
—Esa es la cuestión. —Preston vuelve a hacer clic y la pantalla
cambia a otras diapositivas que contienen imágenes similares,
pero los pedazos que aparecen en ellas parecen más antiguos, y el
hallazgo consiste más en huesos—. Encontraron un cuerpo más, a
varios metros del primero. —Resopla exasperado mientras se
confunden varias diapositivas antes de dar con la correcta—.
Están buscando más en el lugar. Un lugar bastante extraño para
enterrar a sus víctimas, pero algo debe haberlo llevado allí.
Jacob se echa hacia atrás en su silla, con el disgusto escrito en
él.
—Estamos tratando con un asesino en serie entonces.
—Un peligroso asesino en serie. —Kierian finalmente habla
mientras señala el cuerpo—. Miren todo este trabajo. Eso requiere
tiempo y dedicación. Lo ha planeado. No es algo espontáneo.
—Tampoco hay señales de remordimiento. No respeta a las
víctimas, considerando cómo las tiró. Para él, se lo merecían —
murmuro, haciendo una nota mental para mí.
Un asesino en serie sin remordimientos es igual a un asesino
en serie inteligente. No tienen emociones que nublen su juicio, y
todo es para su beneficio personal solamente. Utilizarán todo,
desde la manipulación hasta la tortura, para conseguir lo que
quieren.
—¿Saben cuánto hace del otro crimen? —Andrea muerde su
bolígrafo—. ¿Cómo escapó de nuestro radar durante tanto
tiempo?
—La autopsia debería estar lista pronto, ¿pero mi suposición?
Alrededor de un año, basándome en el estado de los huesos.
—Dos víctimas al menos en el lapso de unos meses. —Noah
finalmente habla—. Está evolucionando.
Preston asiente.
—Y no cree que nadie pueda detenerlo.
Estoy de acuerdo con su conclusión, porque ni siquiera se
molesta en ocultar bien los cadáveres.
—¿Alguna información sobre la otra víctima? ¿Están
conectados de alguna manera?
Preston sacude la cabeza.
—Ken Aldridge era un hombre de mediana edad que daba
clases de música en una escuela, y tenía un matrimonio amoroso y
dos hijos. Thomas era un abogado con un hijo en camino. No
había amigos comunes, ni aficiones, ni nada. Nunca se cruzaron.
—Para un asesino en serie como este tipo, debe haber un
patrón que desencadene su modus operandi —reflexiona Jacob—.
No los elige al azar. ¿Pero qué es?
—Por eso nos convocaron. Vamos, suban a los coches.
Tenemos que ver la escena del crimen lo antes posible. Tal vez
encontremos algo útil. Andrea y Jacob, vayan a la morgue y
estudien las piezas. Yo hablaré con el detective asignado al caso.
Preston, busca crímenes similares en otras ciudades o estados.
Resueltos o no. Kierian, llévate a Ella contigo y revisa la escena del
crimen. Todavía están escaneando el lugar. —Noah ladra órdenes
rápidamente y todos se ponen en acción.
De todas las cosas, eligió que yo viera la escena del crimen en
mi primer día.
¿Por qué?
Psychopath
Ella se muerde la uña con nerviosismo mientras prepara sus
cosas para salir, y apenas puedo contener la sonrisa siniestra que
amenaza con derramarse ante la perspectiva de su miedo.
La mueca de dolor, el horror que apareció en sus ojos durante
la presentación. Ansío mostrarle más, que vea cómo un hombre
puede volverse loco.
Y también el orgullo... necesita ver de lo que soy capaz para
que lo entienda siempre.
No hay escapatoria de mí.
Pero primero, ella necesita saber. Necesita demostrarme que es
digna para que le cuente mi secreto.
Por desgracia para ella, eso significa resolver un crimen.
Mis dedos se estremecen cuando la excitación familiar me
recorre, pero aprieto la mano y mantengo la expresión indiferente,
porque aún no ha llegado el momento.
Que el aniversario sea una mierda.
Capítulo Cinco
Escena del crimen
Richmond, Virginia
Mayo 2007
Ella

—¡Ella Gadot! —dice el director por el micrófono mientras el público


grita, aplaudiendo ferozmente.
La familia de Chloe se levanta para silbarme y enviarme sonrisas
mientras voy a recibir mi diploma durante la graduación. Todos los
profesores me dan la mano mientras alaban mi inteligencia y predicen
que algún día haré que nuestra ciudad se sienta orgullosa.
Agarro rápidamente mi diploma mientras le guiño un ojo al director,
que todavía está decepcionado conmigo por no querer dar el discurso de
despedida. Se lo pasé a Kyle, que tiene un promedio ligeramente inferior
al mío y le gusta llamar la atención.
Para mí, no significa nada, así que da igual. Además, las tres
personas más importantes nunca lo escucharán, así que ¿qué sentido
tiene?
Miro al cielo y murmuro:
—Lo hice, mamá... papá... Sarah. Los amo. —Y aunque ha pasado un
año, el dolor no desaparece.
Ya no es un infierno furioso, sino más bien una cicatriz que nunca
sanará.
Me reúno con Chloe en el asiento mientras mueve las cejas.
—¿Quiénes son las putas universitarias ahora? Nosotras. —Lanza
su puño al aire en un gesto de victoria y luego nos abraza a Simone y a
mí al mismo tiempo mientras gemimos.
—Ni siquiera vamos a la misma universidad, chica —dice Simone.
Me río en silencio mientras ella comparte mi diversión, pero Chloe se
limita a encogerse de hombros.
—Nuestras universidades están a solo unas horas de distancia. Así
que espero que estén ahí por si tengo una crisis —advierte, mientras me
limito a poner los ojos en blanco.
—Yo estudiaré en Nueva York y tú estarás en Texas. ¿Cómo es eso
de estar a unas horas de distancia? —A veces me pregunto si Chloe vive
en su improvisada realidad.
—Me refería a volar —dice, moviendo los dedos hacia nosotras
mientras su zapato sigue clavándose en la silla que tenemos delante.
Sí, como si eso fuera a ser posible con mi título de abogada mientras
mantengo un trabajo de camarera. Aunque tengo dinero del seguro y una
beca para la Universidad de Nueva York, durante el último año me he
partido el culo en la cafetería local para tener suficiente para mis gastos.
Los padres de Chloe intentan constantemente comprarme cosas, pero me
niego. Tienen dos hijos más que alimentar y vestir. No soy su
responsabilidad, aunque les estaré eternamente agradecida por este
último año.
Ni una sola vez me han convertido en una extraña. Han hecho todo lo
posible por integrarme en su familia. Pero, por desgracia, no cambiaron
las variables de la ecuación de mi vida.
—Noticia de última hora, no somos ricas —añade Simone, pero
Chloe no entiende nada de eso.
—Eso no es jodidamente cierto... —Lo que dice a continuación escapa
de mi atención mientras mis ojos se ensanchan cuando a lo lejos, saliendo
de un coche, reconozco al agente Bates.
El hombre que investigó la muerte de mis padres.
Me levanto rápidamente, ignorando las miradas de sorpresa que me
lanzan, y casi corro hacia el tipo que sostiene una caja con un lazo rojo.
—Hola —digo, mientras él se limita a asentir con la cabeza y me da
el regalo. Aunque lo cojo, no me puede importar menos—. Gracias. ¿Por
qué está aquí? —Hace un año, no pudieron encontrar a la persona que
mató a mis padres, así que cerraron el caso y se fueron.
Me dijo que solo pueden hacer muchos perfiles, y odio saber que el
monstruo está ahí fuera, aterrorizando a otras familias. Aunque nunca
encontré nada en la sección de crímenes del periódico, seguí vigilando
constantemente.
Pero ahora está aquí, así que significa algo, ¿no? No tiene sentido dar
rodeos.
—Sí, hemos encontrado al responsable de lo que le ocurrió a tu
familia. Y lo sentimos.
—¿Lo sentimos? —repito como un loro, muy confundida.
¡Deberían estar orgullosos y felices! Ahora, por fin, puedo escupir en
la cara de ese horrible hombre por lo que ha hecho.
Antes que pueda elaborar, el caos estalla a nuestro alrededor.
Un equipo SWAT nos rodea y, un momento después, oigo un grito
detrás de mí y me giro rápidamente, solo para ver al padre de Chloe
siendo sujetado en el suelo mientras el oficial le recita sus derechos.
No.
No. No.
Pero el agente Bates no me deja vivir en la negación.
—Es él, Ella. Lo siento mucho.
Esto no podría haber sido una pesadilla mayor, ¿verdad?
Pero mientras veo como el tío Benjamin es esposado por los agentes
de policía mientras en su cara se refleja una completa indiferencia, el
horror se convierte en mi realidad.
Y hago lo único que se me ocurre.
Corro en dirección contraria antes que alguien pueda detenerme.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
El coche se detiene bruscamente y me despierto de golpe,
sentándome de inmediato.
—Estamos aquí —dice Kierian, mientras se ríe—. Te fuiste de
fiesta anoche, ¿eh?
Frunciendo el ceño ante su humor, me limito a sacudir la
cabeza y a comprobar mi teléfono junto con mi tableta para
asegurarme que puedo sacar fotos si es necesario.
A pesar que el tipo parecía tan caliente y provocativo en el
club, no ha dicho ni una palabra desde que recibimos la orden. Se
limitó a señalar el coche, indicándome que me subiera, y puso
música clásica que llenó inmediatamente el espacio.
Lo encuentro raro, pero parece que todo el mundo tiene
problemas en este trabajo, así que no me sorprende. Solo desearía
no haberme acostado con él hace dos semanas, aunque haya sido
el mejor sexo de mi vida. Tal vez ni siquiera recuerde que nos
acostamos.
Y ante eso, la ira me atraviesa, porque la idea me sabe amarga.
Sigo adelante.
Estoy a punto de bajar de un salto, cuando su mano en mi
brazo me detiene.
—¿Has visto una escena del crimen antes?
—Sí. —Durante mis prácticas en el FBI y en la academia de
policía, la única razón por la que me sentí mal durante la
presentación del caso era porque nunca había visto partes de
cuerpos tirados al azar. Creo que eso puede inquietar a cualquiera.
—¿También cadáveres? —insiste en la cuestión y asiento con la
cabeza, aunque eso solo sea parcialmente cierto.
Aunque los he visto, nunca me he acercado ni los he tocado
voluntariamente, pero sé que es parte del trabajo.
—¿Crees que podemos encontrar algo?
Se encoge de hombros y salimos del coche, mientras murmura:
—Nunca se sabe. Solo me aseguro de que sepas qué esperar.
Este trabajo no será para ti si te pones verde cada vez.
No tengo la oportunidad de responder o defenderme de lo que
parece un ataque personal, cuando un agente de policía nos
saluda.
—Agentes. —Nos da la mano—. Gracias por venir.
—¿Encontraron algo?
El hombre exhala con fuerza.
—Parte de la primera víctima, y la segunda, piernas. Pero
aparte de eso, no. Creo que fueron solo estos dos cuerpos. —Sin
embargo, Kierian no parece convencido, ya que coge los guantes,
me da un par y se pone el otro.
Mientras él busca más pistas, yo miro alrededor del bosque,
registrando varios detalles en mi mente, intentando construir una
imagen completa que me permita conocer mejor la mente del
sujeto.
El bosque está situado a mitad de la colina, con la carretera a
varios kilómetros de aquí y del lago. Aparte de unas cuantas
cabañas de caza, la zona no está urbanizada a pesar de estar
situada entre dos ciudades. Sin embargo, es un espacio abierto y
no una zona aislada, por lo que cualquier persona que pasara por
allí podría haber visto a la persona arrojando cuerpos o
conduciendo hasta aquí.
Así que el sujeto debía ser fuerte, tener licencia para conducir y
un buen conocimiento de la ciudad y sus alrededores. Sin
mencionar que conocía el lugar exacto donde los lobos o coyotes
estarían buscando comida.
Pero incluso esos animales no suelen darse un gran festín de
carne humana, solo destruyen los cuerpos. Es como si el sujeto
castigara a las víctimas incluso después de la muerte,
mostrándoles básicamente un dedo medio gigante.
Saco mi teléfono y marco el acceso directo al número de
Preston, que responde al primer timbre.
—¿Sí?
—¿Puedes comprobar algo por mí? ¿Qué está más cerca de la
escena del crimen? ¿Nueva York o Nueva Jersey? —Tal vez hemos
buscado en el lugar equivocado, pero teníamos que reducirlo.
Si un estado diferente parece la posibilidad más fuerte,
tendremos que transferir el caso.
—Un segundo. —Los clics de Preston en su teclado resuenan
en mi oído, y en un segundo, responde—: Definitivamente, Nueva
York. Es alrededor de una hora de viaje, más o menos diez
minutos. Hay unas dos horas hasta Nueva Jersey.
—El sujeto es de Nueva York.
—Correcto, su modus operandi no muestra respeto por las
víctimas, así que no pasaría con ellas más tiempo del necesario. En
su mente, significa darles atención que no merecen.
Al menos lo redujimos a la ciudad.
—Revisa a todos los que hayan salido recientemente de la
cárcel o de un centro psiquiátrico, por favor.
—Claro. —Entonces desconecta la llamada, y camino por el
estrecho sendero entre perros que olfatean en busca de pistas.
Kierian se arrodilla, trazando sus dedos en el suelo y mira con
atención. Reconozco la huella de un neumático apenas visible.
—¿Coches de policía?
Sacude la cabeza.
—No conducirán tan cerca de la escena del crimen.
—Pero no puede ser él. Los cuerpos son de hace varios meses y
hemos tenido lluvias intensas.
—A menos que venga aquí semanalmente. —A veces, a los
asesinos en serie les encanta visitar sus escenas del crimen;
obtienen un subidón especial del lugar que alimentó sus deseos
enfermizos. Suele funcionar para ellos hasta que el anhelo de
sangre fresca supera el placer de saber que alguien yace bajo
tierra.
Ese suele ser el momento en que eligen nuevas víctimas, y se
convierte en un círculo interminable.
Excepto que no creo que eso sea lo que mueve a nuestro sujeto;
aún no tengo una explicación para ello, pero algo no me cuadra.
Kierian se levanta, mientras grita a los hombres cercanos.
—Comprueben esas huellas. Necesitamos información sobre
ellas cuanto antes. —Luego me mira brevemente y reanuda la
exploración del entorno—. ¿Qué está pasando en esa cabeza tuya?
—Es más fácil para él matar que venir aquí.
—¿Por qué?
—Está claro que odiaba a esos hombres. No les daría ni la hora
después de la matanza.
—Interesante teoría, pero ya veremos. —Entornando los ojos
ante su tono despectivo, estoy a punto de dirigirle unas palabras
no muy agradables cuando nos giramos en dirección a un enorme
árbol que se alza a unos metros de nosotros, mientras un policía
grita—: Hemos encontrado algo.
Nos apresuramos en ir hacia allí, y cuando el criminalista se
aparta, aparecen restos de carne y partes del cuerpo.
Una pierna y una mano en descomposición, manchadas de
suciedad, tienen marcas de mordiscos visibles en la piel. El olor
que desprenden es tan ofensivo que el ácido del estómago me
sube a la garganta. Cuento hasta diez en mi cabeza para controlar
mi reacción natural y luego trago el sabor amargo.
Kierian se acerca a mí, chocando su hombro contra el mío, y
parpadeo sorprendida por su apoyo silencioso. No puede hacer
mucho más con sus manos enguantadas.
—¿Son similares a los que encontraron antes? —El criminalista
asiente.
—Sí, parecen pertenecer a la última víctima. —Y el hombre
procede a meterlas en una bolsa, mientras se prepara
cuidadosamente para tomar las huellas dactilares en caso de
encontrarlas.
Kierian marca a alguien y, en un segundo, la voz de Noah
resuena entre nosotros por el altavoz.
—¿Qué pasa?
—Hemos encontrado dos trozos de cuerpo más, pero todos
parecen iguales. Parece que solo hubo dos víctimas.
Noah permanece en silencio, y luego pregunta:
—Preston, ¿tienes algo para mí? —¿También está en la línea?
Mis cejas se fruncen, mientras Kierian dice:
—Conferencia telefónica. —Y entonces oímos la voz de
Preston—. No hay deudas ni préstamos, y no hay cosas ilegales.
Así que no es una venganza o un asesinato profesional.
Bueno, podemos tachar a la mafia de la lista, pero de todas
formas no le conviene al sujeto.
No trabaja para nadie más.
—¿Puede ser Sociopath? —El famoso asesino en serie que
limpió a la mitad de la élite hace unos siete años—. ¿Tal vez ha
vuelto? —Noah pregunta.
Antes que ninguno de los chicos pueda responder, intervengo:
—No ha estado activo en años. Y la victimología es diferente.
—Estoy de acuerdo con Ella —dice Kierian.
Noah ordena:
—Vuelvan aquí. Tenemos que revisar la información antes de
proceder.
Kierian asiente al oficial de policía.
—Vamos a salir. ¡Gracias! —Nos quitamos los guantes y los
tiramos a la basura. Luego me agarra del brazo y tira de mí hacia
el coche.
—¿Qué estás haciendo? —Intento apartar el brazo, pero es
inútil. No reacciona más que para apretarme contra el coche,
impidiendo que me vean los demás.
—¿Estás bien? —Me recorre de pies a cabeza y parpadeo,
sorprendida por la oleada de energía que hay entre nosotros
mientras pasa de ser un frío compañero de trabajo a un hombre
dominante que despierta en mi cuerpo nuevos deseos con un solo
toque.
—Sí. —Me relamo los labios secos y exhalo con fuerza—. Es
que no veo... bueno... eso a diario. Pero me adaptaré con la
práctica. —No queriendo crear una situación incómoda para
ambos, digo—: Olvidémonos de eso. —Apartándome de él, voy a
mi lado del coche y entro mientras él hace lo mismo.
Mis manos se congelan en el cinturón de seguridad cuando me
dice:
—No huyes de los cadáveres, pero sí de los hombres. —Bueno,
al parecer, sí se acuerda de nuestra aventura de una noche.
No sé qué me molesta más, si el alivio que me recorre, o el
miedo de saber hacia dónde puede llevar esta conversación.
O más bien cómo me escabullí de su apartamento después que
se durmiera, para no tener que enfrentarme a él la mañana
siguiente.
En una sola noche, me hizo sentir más viva que nunca. Las
emociones que despertó en mi interior no tienen cabida en mi
vida.
—No hui. —Aclarando mi garganta, añado—: Incluso el
término aventura de una noche significa dos personas por una
sola noche.
—Gracias por explicarme la frase. Aquí iba yo por la vida,
dejando que las mujeres me pasaran por encima —responde con
arrogancia, y me dan ganas de darle un golpe en la nuca.
Nada de esto tiene gracia.
—Esto no es gracioso, Kierian.
—Siento discrepar.
Resoplando con exasperación, respiro profundamente,
deseando calmarme.
—De todos modos, no importa. Ahora trabajamos juntos, así
que es mejor que no volvamos a hablar de ello, ¿vale? No tiene
sentido. —Como se queda callado, conduciendo el coche con
suavidad por las diferentes curvas, termino con—: Somos
compañeros de trabajo. —Aunque, curiosamente, la palabra me
sabe amarga en la boca.
¿Qué demonios me pasa? No debería estar tan sentimental por
un tipo que acabo de conocer hace dos semanas y con el que he
compartido unas horas de sexo.
Especialmente no cuando hay gente muriendo por culpa de un
asesino en serie.
—¿Y nada más? —Atrapa mi mirada mientras nos detenemos
en un semáforo—. ¿Serás capaz de mirarme y no pensar en esa
noche? —me pregunta, e instantáneamente un flashback me
golpea, mientras imágenes vívidas bailan frente a mí.
Mordiendo una almohada para amortiguar mis gritos, cierro los ojos,
mi espalda se levanta cuando Kierian me acerca al borde de la cama, sus
dedos se clavan dolorosamente en mi culo, probablemente dejando marcas
que durarán días.
Me abre para su asalto, chupando la parte interior de mi muslo y
enviando ondas de placer a través de mí mientras sus bigotes arañan mi
piel.
Me inhala antes de preguntar:
—¿Alguna vez has sido follada apropiadamente por la lengua de un
hombre, Ella? —Pero no le importa mi respuesta, ya que su lengua
empuja en mi abertura, lamiéndome profundamente, haciéndome a la vez
consciente de cada una de las respiraciones y sensaciones de mi cuerpo.
Desliza su lengua de un labio a otro y luego gruñe contra mi núcleo,
provocando una vibración que hace arder todo mi sistema.
Un gemido se desgarra en mi garganta mientras tiro la almohada a
un lado y meto mi mano en su cabello, presionándolo más cerca de mi
centro, buscando el placer que me ha prometido.
Sacudiendo la cabeza por el recuerdo, me recuesto en el
asiento, con las mejillas sonrojadas y el corazón latiendo
rápidamente contra mi caja torácica. Anhelo tragar aire, pero no
puedo con él tan cerca de mí.
Se ríe, aunque carece de humor, mientras acelera en la
carretera.
—Eso es lo que pensaba, cariño. —Cambia de marcha y me
lanza una mirada decidida—. Estamos lejos de terminar.
Como descubrí durante nuestra noche, Kierian es muy bueno
cumpliendo sus promesas.
Dios, ¿qué voy a hacer ahora?
Psychopath
Emociones desconocidas se arremolinan en mi interior; aunque
no estoy seguro que una descarga eufórica de adrenalina al
recordar su voz llena de miedo pueda considerarse una emoción.
Pero ¿qué es lo que me produce más expectación?
Su mente.
Su deseo de atraparme es tan fuerte. Ve fuera de la caja y
escarba en los detalles que otras personas nunca notarían.
¿Cómo puedo no disfrutar jugando un juego con ella?
Ella habría sido un gran activo para el equipo ayudando a
atrapar a gente como yo.
Lástima que mi caso será el primero y el último que tendrá.
Ella
—Kierian, pareces demasiado engreído para tu propio bien —
reflexiona Andrea mientras se sirve una taza de café y nos envía
una sonrisa mientras el resto del equipo se queda alrededor de su
mesa, sentado en silencio y sumido en sus pensamientos.
Kierian le guiña un ojo y se pone la mano en el pecho mientras
suspira soñadoramente.
—¿Por qué, Andrea, es eso un cumplido? Me siento halagado.
—Ella le da un puñetazo en el estómago, y él se lo permite, riendo
tranquilamente mientras su mirada se fija en la mía, pero evito
rápidamente su mirada perforadora.
Cuando terminó nuestra conversación en el coche, me puse los
auriculares y puse la música a todo volumen para que no me
molestara más con conversaciones que me confundían.
Sin embargo, no presionó, solo siguió silbando en voz baja, y
no sé por qué, pero me molestó.
Por mucho que mi cuerpo lo anhele, o por mucho que
tengamos en común, he aprendido que nada que no sea una
aventura de una noche funciona en mi vida. Entonces, ¿por qué
insiste en intentar complicar las cosas?
Mi cabeza debería estar ocupada con nuestro sujeto, no con los
hombres. Por suerte, no tengo que esperar mucho para
distraerme.
—Entonces, ¿qué tenemos hasta ahora? —pregunta Noah,
tamborileando con los dedos sobre el escritorio mientras mira las
fotos extendidas ante él.
—No mucho, además de los dos cadáveres, con el mismo
modus operandi y nada que los conecte. Ambos escondidos en el
mismo lugar.
—¿Crímenes similares fuera del estado?
Preston chasquea la lengua.
—Nada.
—La autopsia mostró que lo más probable es que el sujeto
usara bisturíes y cuchillos en ciertos lugares para torturar. Como
el hígado, el estómago, la espalda y el cuello. Según el informe del
criminalista, no perderían mucha sangre, pero el dolor habría sido
insoportable. Sus costillas estaban rotas. También detectó suero en
su sistema. —Jacob lee la última parte, deslizándola hacia Noah.
—Despierto para la tortura —afirma—. ¿Así que estamos
tratando con un sádico?
—Excepto... —Cierro la boca, sin saber si debo continuar mi
pensamiento, pero como todos me miran expectantes, me
explayo—. No creo que sea un sádico.
—Les inflige dolor a sus cuerpos. Y luego deja que los
animales se coman los restos. Está claro que quiere que sufran
incluso después de la muerte —afirma Andrea.
—O los está castigando. —Preston parpadea ante mis
palabras—. Es como si se estuviera vengando de algo. Ambos
cuerpos tienen marcas similares. Ambos son hombres. Pero no
están conectados. ¿Y si no es a ellos a quienes está castigando?
Se frota la barbilla.
—¿Sustituto de alguien más?
—Probablemente su padre.
—Normalmente todos los traumas vienen de la infancia,
especialmente esa violencia.
—Entonces las dos víctimas tienen algo en común que le
recuerda a su padre —aporta Kierian, y asiento, pero Jacob solo
maldice.
—Sigue sin darnos nada. Ni siquiera una pista de por dónde
empezar esta investigación o crear un perfil.
Noah escanea el tablero de lado a lado y luego me señala.
—Ella, habla con Mary Parker. Tal vez ella pueda darnos una
pista sobre su marido. Andrea, habla con la otra familia. Si
sabemos más sobre las víctimas, sabremos más sobre el sujeto. —
Luego se dirige a los chicos—. Preston, investiga más a fondo,
¿quizás hubo casos de abandono de cuerpos similares? Podría
haber desarrollado un modus operandi más fuerte con los años.
Es cierto. Los asesinos en serie aprenden a medida que ganan
experiencia. Sus primeras víctimas rara vez sufren la misma
tortura que todas las que vienen después. Tratan de jugar con las
primeras, explorando lo que responde a sus deseos.
—Jacob, tú, Kierian y yo investigaremos sus lugares de trabajo.
Todo el mundo se pone en acción, pero su expresión de
derrota me molesta.
Así que antes que pueda salir, lo llamo por su nombre y se
vuelve hacia mí.
—¿Qué pasa si no encontramos nada?
—La policía seguirá investigando. Por desgracia, el caso para
nosotros estará cerrado. No hay mucho que podamos hacer.
No puede pasar.
Significa que el mal gana, y no he venido aquí para dejar que
los monstruos arruinen vidas inocentes.
Lo encontraré.
Una hora después

Ella
Entrando en la sala común, veo a una hermosa joven sentada
en el sofá, bebiendo agua mientras sostiene a un pequeño bebé
dormido en sus brazos.
Se lame los labios mientras respira con dificultad, y su zapato
golpea el suelo con nerviosismo, como si no supiera qué esperar.
Curiosamente, no veo tristeza ni dolor en sus rasgos, que
suelen estar presentes en este tipo de encuentros.
Hablo lo más suave y silenciosamente posible, sin querer
despertar al bebé.
—¿Sra. Parker? Hola. Soy la agente Ella Gadot.
Se queda paralizada mientras mira mi mano extendida,
pareciendo perdida sin saber qué hacer a continuación.
Finalmente, asiente con la cabeza y bebe un poco más de agua. He
visto a muchas mujeres en mi línea de trabajo y su vacilación a la
hora de coger mi mano me inquieta. Pongo una sonrisa en mi
rostro, esperando que eso la tranquilice un poco.
—¿Quiere poner al bebé en el cochecito?
Ella niega con la cabeza, acercando a su hijo a su pecho.
—No, prefiero tenerlo en brazos. —El cansancio se refleja en su
voz, pero también el miedo. ¿Por qué tiene miedo de esto?
¿Seguro que no cree que la estamos investigando?
—Siento mucho su pérdida.
Mueve al bebé de un lado a otro y finalmente pregunta:
—¿Está realmente muerto?
No hay una forma fácil de decírselo a los seres queridos.
Todavía recuerdo cómo un agente me dio la noticia y cómo me
sacudió hasta el fondo.
Un monstruo mató a su marido, el padre de su hijo. Nunca
tendrá la oportunidad de ver a su bebé. ¿Cómo puede alguien
hacer eso?
—Lo siento mucho —repito y me aclaro la garganta.
—Es él. —Parpadea y mira a un lado, evitando mi mirada.
¿Quizá no quiere que vea las lágrimas en sus ojos? Odio
continuar esta conversación con una mujer que probablemente
aún tenía la esperanza que su marido volvería, pero el trabajo es el
trabajo. Cuanto más rápido atrapemos al sujeto, menos familias
caerán en sus monstruosas costumbres.
—Sra. Parker, ¿actuaba de forma diferente antes de ser
secuestrado? ¿Alguna llamada telefónica extraña? ¿Amistades?
—No. Acabábamos de mudarnos al barrio. No tenía tiempo
para hablar mucho con nadie. No tenía amigos aquí. —Ella hace
una pausa, algo parpadea en sus ojos, pero rápidamente
desaparece—. Acababa de empezar un nuevo trabajo. Era
abogado. —Acaricia al bebé—. Nuestro hijo estaba a punto de
nacer. Todo era normal.
—¿Tuvo algún cambio de temperamento? ¿Más nervioso,
agresivo? ¿Algún problema de ira? —A veces un gran miedo a
raíz de algo provoca un comportamiento agresivo, así que tal vez
solo le ocultó sus problemas.
Y según nuestros registros, no tenía trabajo, así que debió
mentirle a su mujer. ¿Por qué?
El autodesprecio cruza su rostro, pero responde con firmeza:
—No, él era el mismo.
Algo no cuadra aquí, pero veo que Noah me hace un gesto
para que lo termine. Está claro que la mujer no sabe mucho, así
que mantenerla aquí con un niño es inútil.
—Gracias, supongo que no hay más preguntas. —Me pongo
de pie, pero ella sigue pegada al sofá mientras levanta sus ojos
marrones hacia mí, llenos de curiosidad.
—¿Sabe quién ha hecho esto?
Me gustaría tener una respuesta a su pregunta; es la más
válida cuando ocurren este tipo de tragedias.
Quién y por qué, y en la mayoría de los casos el por qué no es
satisfactorio ni justo, pero aprendes a vivir con ello.
—No, pero le prometo que haremos todo lo posible para
atraparlo.
Se da la vuelta para recoger la bolsa de los pañales y su
camiseta se levanta, por un lado, dejando al descubierto un poco
de su espalda. Parpadeo, sorprendida, notando varias cicatrices
débiles bajo la luz dura. Una vez que termina, me dedica una
débil sonrisa.
—Gracias por decírmelo. —Con eso, se va, y por un segundo,
me pregunto si he imaginado el alivio que viene de ella.
No es posible, ¿verdad?
—¿Estás bien? —Andrea se me une adentro, sosteniendo su
taza de café y ofreciéndome la mía.
—Hay algo sospechoso en esta situación.
Hace una pausa con la taza a medio camino de su boca.
—La mujer no pudo haberlo matado.
—No, no se trata de eso. Es como si ella ni siquiera estuviera
triste.
—Probablemente está en shock.
—O no lo llora mucho —murmuro, el sabor amargo en mi
boca se mantiene mientras pienso más en esto—. ¿Y la mujer de
Ken?
—Sorprendentemente, se mantuvo tranquila, solo repitió que
se había acabado. Parecía aliviada en realidad, pero creo que es
más fácil saber con certeza que está muerto, en lugar de pasar su
vida con los “y sí.”
O cuando no se siente realmente mal porque alguien mate a su
marido y no puede disimularlo muy bien.
Vuelvo al caso, estudiando las diferentes partes del cuerpo,
pero siguen sin darme respuestas.
¿Por qué una mujer no lloraría la pérdida de su marido?
¿Qué podría hacer?
¿Qué?
Y lo más importante... ¿lo sabía el asesino?
Psychopath
Sentado en las gradas de la escuela, apoyo la espalda en el
asiento de atrás mientras observo el entrenamiento de fútbol en
pleno apogeo. Los chicos jóvenes se gritan unos a otros, algunos se
empujan y flexionan los músculos mientras otros mantienen toda
su atención en el juego, corriendo de un lado a otro a pesar que
aún no conocen las jugadas.
Las animadoras se ríen cuando los chicos les guiñan el ojo y
murmuran cosas entre ellas, mientras se estiran y rebotan en su
sitio.
Suena un fuerte pitido y su entrenador, un hombre musculoso,
se une a ellas en el campo mientras saluda a todos.
Al instante, toda la actividad cesa y los futbolistas se ponen de
pie mientras él los observa con aprobación. Especialmente a su
hijo, el capitán del equipo, que se esconde de su mirada, pero
hincha el pecho con orgullo para que la gente lo vea.
Es el mejor en el campo; su apodo es “máquina.” Ya ha
recibido varias ofertas de becas, mientras su padre posa en todas
las fotos con él, predicando que el trabajo duro y la disciplina
ayudan a alcanzar el éxito.
Los niños lo miran con adoración y respeto. Después de todo,
¿qué es lo que no me gusta del hombre?
Dos hijos. Un matrimonio duradero. Entrenador favorito del
año en dos ocasiones y trabaja en el refugio local una vez al mes
para ayudar a los necesitados. La comunidad lo valora
profundamente y nadie entra en el equipo sin su aprobación.
Quiere mucho a su equipo, les da lo mejor y siempre los protege.
—Muy bien, chicos. Dejen de mirar a las chicas y concéntrense
en el juego. —Pequeñas risitas resuenan en el equipo mientras él
junta sus manos—. Tenemos el partido más importante por
delante. Vamos a demostrarles quién es el mejor. —Les pasa la
mirada por encima—. No escucho su apoyo.
El rugido estalla y todos saltan a hacer sus cosas mientras el
entrenador llama a una de las chicas que resulta ser su hija.
—Lina, ven aquí —le murmura algo, y como están demasiado
ocupados con sus vidas, la mayoría de la gente no se da cuenta
que el miedo entra en sus ojos y ella hace una mueca de
nerviosismo, sus hombros se hunden con cada palabra.
Ajustando mejor mis lentes de sol en la nariz, tomo una
decisión mientras una sonrisa se extiende por mi cara.
El será perfecto.
No suelo matar tan rápido, prefiero tomarme mi tiempo entre
víctimas. La anticipación me da más subidón y, además, mi
mentor me enseñó mejor. Probablemente cerrarán el caso ya que
no hay nada que conecte mis asesinatos en la superficie y pasarán
a otro. Así es como funcionan los procedimientos de elaboración
de perfiles. Pero si les doy más cuerpos, no tendrán más remedio
que trabajar en ellos.
¿Cómo puedo negarme a crear un caso más para que Ella
encuentre la verdad más rápido?
Cuando finalmente lo descubra, estará a mi merced.
No puedo malditamente esperar por eso.
Ella
Bostezando ruidosamente, estiro mis brazos mientras suspiro
pesadamente. Ninguna pista aparece sin importar cuantas veces
lea todos los archivos.
Hemos pasado el resto del día estudiando los casos que
podrían encajar con el sujeto, pero no encontramos nada. Los
chicos tampoco obtuvieron mucha información de sus
compañeros de trabajo o de otras personas, solo que eran hombres
estupendos y todo el mundo sentía que alguien los hubiera
matado.
A primera vista, parece que el sujeto no tiene preferencias
claras en cuanto a las víctimas, ya que una de ellas era un joven de
treinta años y la otra un hombre de cincuenta.
Estoy tan sumida en mis pensamientos que una voz a mi lado
me sobresalta y mi café casi se derrama sobre la mesa.
—La jornada laboral ha terminado. —Levanto la vista para ver
a Kierian, su mirada recorriéndome.
Solo entonces me doy cuenta que estamos solos en la oficina, la
mayoría de la gente se ha ido. Normalmente, cuando el equipo
viaja por todo el país, trabajan en el caso las veinticuatro horas del
día hasta que se resuelve, pero cuando trabajas en tu propia área
local, puedes ir a casa y reagruparte.
—No tengo nada.
—Quedarse aquí no resolverá el problema. —Señala la puerta
con la cabeza—. Una nueva perspectiva por la mañana será mejor.
Es difícil discutir esa afirmación.
—Tienes razón. —Me pongo de pie, apago el portátil y meto
todo el papeleo en mi bolso—. ¡Mierda! —exclamo, buscando mi
teléfono en el bolsillo—. Tengo que coger un taxi para ir a casa. Mi
coche está en reparación; se ha estropeado precisamente hoy —
murmuro, y parpadeo sorprendida cuando su mano detiene mi
movimiento.
—Te dejaré en casa. —Si viniera de cualquier otra persona,
aceptaría con gusto, pero en este caso es demasiado extraño.
Especialmente con su declaración anterior.
—No creo que...
—Vamos, Ella. No es seguro vagar por la ciudad. Te prometo
que este lobo no muerde. —Levanto las cejas y él se ríe—. Al
menos no fuera del dormitorio.
—No recuerdo muchos mordiscos. —Gimoteo para mis
adentros. ¿Por qué he tenido que ir allí? No debería alentar su
comportamiento juguetón—. Y para tu información, he estado
sola durante mucho tiempo. No necesito un protector. —No
parece impresionado por mis palabras; se limita a sujetar la puerta
para mí, me deslizo rápidamente y pulso el botón del ascensor,
sintiendo que el cansancio me recorre.
—¿Cansada?
—Como no te imaginas. —Finalmente, las puertas se abren,
entramos y bajamos, luego me lleva a su coche.
—Te ofrecería una cena, pero sospecho que mi oferta sería
rechazada.
Hilarante.
—Definitivamente. —Se ríe de nuevo y entramos. Unos
minutos después, nos dirigimos a mi casa, que está a unos treinta
minutos de la oficina.
Entonces caigo en la cuenta.
—No has preguntado dónde vivo. —Mis cejas se fruncen, la
inquietud me invade. No creo que sea peligroso de por sí, pero a
una chica se le pueden ocurrir ideas.
—Está en tu expediente, Ella. Relájate. —Hace un giro brusco y
me balanceo hacia un lado, chocando con él. Al instante, la
electricidad chisporrotea entre nosotros, pero rápidamente me
inclino hacia atrás, evitando el contacto.
Él no hace ningún comentario, solo aprieta más el volante.
Tema. ¡Necesitamos desesperadamente un tema que nos
distraiga de la tensión sexual que hay en este maldito Jeep!
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?
—Unos tres años. Antes estuve en el cuerpo de policía.
—¿Qué te hizo elegir la psicología criminal?
Se encoge de hombros y se detiene en un semáforo, cambiando
su atención hacia mí, y una vez más, estoy en el extremo receptor
de sus ojos de plata.
—Porque sentí que así podría detener a los criminales antes
que hicieran más daño. Me pareció bien en ese momento.
La forma en que lo dice me confunde, así que le pregunto:
—¿Ya no lo es?
—Siempre hay frustración cuando no podemos resolver un
caso o alguien muere mientras intentamos resolverlo, aunque
hagamos todo lo posible. La culpa es constante. Pero, de nuevo,
creo que todo el mundo en las fuerzas del orden tiene la misma
frustración, de una forma u otra.
Es cierto.
—¿Tienes familia?
Me muestra una sonrisa.
—¿Por qué? ¿De repente sientes curiosidad por mi vida,
cariño?
—No me llames así —digo bruscamente, porque odio toda esta
mierda. Dios sabe a cuántas mujeres llaman por ese nombre, y
creo que cuando te diriges a alguien debería ser un apodo
diseñado específicamente para ellos.
Puedo oír cómo Chloe se ríe en mi oído llamándome idiota
mientras Simone asiente con la cabeza. No entendían mis
pequeñas manías como esa.
—En realidad, olvida que he dicho algo.
Responde a mi murmullo con una respuesta sarcástica.
—Aparentemente, "olvídalo, Kierian" son tus palabras
favoritas lanzadas hacia mí.
—¿Acosas a todas tus aventuras de una noche? —No es que
quiera pensar en él con otras mujeres, ya que crea una profunda y
roja rabia dentro de mí.
—Difícilmente te estoy acosando, Ella. Y no fue una aventura
de una noche.
Oh, Dios mío. ¡Es imposible!
Amenaza mi cordura, y ninguna persona debería hacer eso.
Quiero sacrificar mi vida para atrapar asesinos en serie, y no
podré formar ningún tipo de relación con alguien si mi cabeza
está ocupada preocupándose por él.
En circunstancias normales, no me molestaría en explicar o
justificar mis acciones, pero siento que Kierian se lo merece. No es
su culpa que yo esté jodida.
—Mi familia fue asesinada por Benjamin Donovan.
Se congela y murmura en voz baja:
—Mierda.
Hablar de mi familia siempre me produce dolor, pero hay que
decirlo para que pueda dejar de lado toda esta mierda. Así que
continúo.
—Cambió toda mi vida, ¿vale? No quiero volver a casa y
encontrar a mi familia muerta... otra vez. No me gustan las
relaciones. Francamente, no tengo idea de por qué te estoy
contando todo esto, teniendo en cuenta que tuvimos una aventura
de una noche, pero ahí tienes. Por favor, deja el tema, Kierian.
—Eres la única víctima viva de sus crímenes.
—Claro. La afortunada. —El sarcasmo se extiende por mi
voz—. Alguien incluso me ofreció un contrato para escribir un
libro. —Les cerré la puerta en las narices y conseguí una orden de
alejamiento. ¿Qué tan estúpido puede ser alguien para ser tan
insensible a una tragedia?
Espero que me tranquilice o me diga que lo siente; eso es lo
que suele hacer la gente y por lo que odio compartir esta
información.
En lugar de eso, sube el volumen de la radio y continúa
nuestro viaje en silencio, mientras me siento ligeramente
sorprendida por esta actitud. ¿No debería tener más preguntas
para mí? Cualquier cosa para romper el silencio que nos invade.
Y aunque mi plan inicial era que diera un paso atrás, no puedo
evitar la decepción que siento en la boca del estómago al ver que
mi jodido trauma adolescente lo ha hecho cambiar de opinión.
Quién lo entiende.
Por fin, mi edificio aparece a la vista y él se estaciona a un
lado, con el motor en marcha mientras sale, y mis cejas se fruncen.
¿Qué está haciendo?
Lo sigo, solo para ser inmediatamente presionada contra la
puerta cerrada detrás de mí, sin que haya ni un centímetro entre
nosotros.
—¿Qué estás...? —Mis palabras mueren en mis labios cuando
él cubre mi boca con la suya, y jadeo sorprendida, dándole la
apertura perfecta para empujar su lengua dentro. Me agarra el
cabello con una mano y me rodea la cintura con la otra.
Todo el sentido común desaparece de mi mente y, en lugar de
liberarme, inclino la cabeza para permitirle un acceso más
profundo, y ambos gemimos. No puedo evitar agarrar su
chaqueta, acercándonos, aunque acercarnos es imposible en este
momento.
Nadie en este mundo que yo recuerde besa tan bien como
Kierian McAvoy. Con él, no tengo que pensar en nada, porque
solo nosotros existimos en el capullo que crea.
Domina mi boca de una forma que hace una promesa y
reclama, y aunque sé que no está destinado a ser, me entrego por
completo a este beso.
Me arden los pulmones y, con un gemido, separo la boca
mientras ambos respiramos con dificultad, tragando aire. Pasa la
nariz por el pliegue de mi cuello, respirando, mientras susurro:
—Gracias por el beso de despedida. —Me muerde un poco la
piel, lo que me produce un sofoco, y gracias a Dios que ha
estacionado en una zona apartada, para que nadie vea esta
muestra pública de afecto.
Se echa hacia atrás y nuestras miradas chocan; la suya,
acalorada, me taladra como si quisiera conocer mis secretos más
oscuros, pero yo no tengo ninguno.
—En el trabajo, trabajamos. ¿Pero cuando estemos fuera?
Exploraremos esto. ¿Entendido?
La bruma del beso no ensombrece mi determinación cuando
me alejo, y sorprendentemente, me deja.
—Kierian, no puedes darme órdenes.
—No, pero sí puedo sacarte de esas cadenas que te has puesto.
—Con eso, me da un último beso y murmura—: Buenas noches,
Ella.
Me quedo sin palabras mientras él sube al coche y se aleja,
dejándome sola mientras las emociones confusas se arremolinan
en mi mente.
Me pongo los dedos en los labios ardientes y me pregunto
cuán determinado puede ser Kierian.
Capítulo Seis
Richmond, Virginia
Julio 2007
Ella

—Esto es una locura —me grita el agente Jordan en la cara, pero no


me inmuto ante su dura voz. Mira en dirección al agente Bates, haciendo
un gesto con la mano para que haga algo conmigo.
El agente se vuelve hacia mí y nos miramos fijamente durante un
rato. Debe leer mi obstinación, porque con un fuerte suspiro asiente.
—Ella lo necesita —dice como si supiera por lo que estoy pasando,
pero lo dudo.
Para entender mi pesadilla, hay que vivirla.
El agente Jordan pulsa el botón de la puerta y entramos en el
vestíbulo de la prisión, donde cada movimiento resuena en el espacio
lleno de energía peligrosa. Se me pone la piel de gallina cuando el
funcionario de prisiones nos saluda y nos indica el largo pasillo plagado
de puertas con rejas.
Nos lleva al interior, donde pasamos por varias habitaciones con
reclusos.
La mano del agente Jordan en mi brazo se tensa mientras me empuja
hacia adelante, sin dejar que me hunda en la desesperación, el miedo y la
fatalidad.
Tras unos cuantos pasos más, llegamos a la sala de interrogatorios
vigilada y, al pulsar otro botón, la puerta se abre de golpe mientras otros
dos agentes se reúnen con nosotros allí.
—Ya está dentro —dice uno de ellos, encendiendo la pantalla. Se me
corta la respiración al ver a Ben por primera vez desde mi graduación.
La habitación solo tiene una mesa de metal junto a dos sillas con un
espejo de cristal de dos caras. Lleva un mono naranja. Su cabello,
normalmente largo, está cortado al rape, casi calvo. La anticipación está
escrita en sus rasgos. Sus dedos tamborilean con impaciencia mientras
agita las piernas, conteniendo a duras penas su excitación.
—Está esposado a la mesa, así que no hay manera de que pueda llegar
a ti. Sin embargo, estaremos aquí todo el tiempo, y si intenta ponerse de
pie o tratar de hacerte daño, estaremos a tu lado —promete el agente
Bates mientras pulsa un botón más para que las puertas de al lado se
abran.
Sus palabras tranquilizadoras no logran calmarme, pero no puedo
culpar a nadie más que a mí misma de esta situación.
Sin embargo, con el miedo viene la determinación. El padre de Chloe
va a ser ejecutado en unos días, y no puedo dejarlo ir sin obtener una
respuesta a mi pregunta.
Una sola pregunta y que se pudra en el infierno.
Respirando profundamente, me detengo allí mientras la atención de
Ben se centra inmediatamente en mí y su boca se abre en una amplia
sonrisa.
Intenta ponerse en pie, pero las cadenas no lo dejan, chocando con el
metal mientras tira de ellas con rabia.
Luego se calma y dice con asombro y alegría en su voz:
—Ella.
Sentada frente a él, le sostengo la mirada mientras diferentes
pensamientos pasan por mi mente.
Me he estado preparando para esta reunión durante los últimos dos
meses, repitiéndola en mi mente cientos de veces, imaginando que le
escupo a la cara y le exijo respuestas. He aislado a todo el mundo de mi
vida, incluso a Chloe, que sufre su propio dolor. Este hombre destruyó mi
vida y luego fingió ser un buen tipo, cuando en realidad era el malo.
Pero mientras estoy sentada aquí, no puedo reunir un ápice de
emoción, excepto un profundo arrepentimiento. Y antes que pueda
detenerme, le hago la única pregunta que no me deja dormir por la noche
y me destroza el alma cada día.
—¿Por qué?
Él frunce el ceño.
—¿Por qué maté a tus padres? —pregunta con tanta facilidad, tan
despreocupadamente, apenas con curiosidad. Como si estuviéramos
hablando del tiempo o de los últimos chismes. Una pequeña sonrisa
asoma por la comisura de su boca, recordándome a Chloe cuando algo la
alegra. ¿Cómo puedo seguir siendo amiga de ella? Comparte la misma
cara con él. Solía estar celosa de la conexión que tenía con su padre, de
sus viajes de acampada y de sus partidos de fútbol. Mi padre no me
dejaba jugar ni hacer nada peligroso mientras me sermoneaba
constantemente sobre el futuro.
Cómo me gustaría poder escuchar su voz regañona una vez más;
daría cualquier cosa por ello.
—Me trajo placer —dice Ben, y me hace volver a la realidad.
Mientras intento entender de qué está hablando—. Mis víctimas. Cómo
se detiene su pulso una vez que les corto la garganta, el miedo en sus
ojos, y el subidón de poder que me trajo. Allí no era solo un padre o un
marido perdedor. Era el puto rey y su vida me pertenecía.
Me sube la bilis a la garganta por su descripción, pero no se detiene.
Su mirada es lejana, mientras casi se desentiende de todo menos de sus
sensaciones.
Entonces me doy cuenta.
Las está reviviendo de nuevo.
—Pero las niñas... las niñas y sus gritos mientras les demostraba lo
mucho que las quería eran lo mejor. Esos eran los momentos por los que
valía la pena vivir.
Aprieto los puños, conteniéndome a duras penas para no lanzarme
sobre él y darle una paliza a este maldito enfermo.
Asesino en serie y pedófilo, lo odio. Tantas vidas destruidas porque
perseguía un subidón que ninguno de nosotros podía entender.
—Eras la más bonita de todas. —¿Qué?—. Cuando tus padres se
mudaron a nuestro barrio, eras tan bonita. Corriendo por ahí con tu
vestido amarillo y tus coletas oscuras, una niña descuidada de seis años.
—Se lame los labios y casi gime, mientras me doy la vuelta como si me
protegiera de sus palabras—. Me moría de ganas de hundir mis manos en
ti y despojarte de tu inocencia infantil. Pero tu padre siempre se quedó, y
se hizo gran amigo de mi mujer, así que tuve que echarme atrás y buscar
a otras personas. —En el momento en que se registra el significado de
sus palabras, doy un grito de asombro mientras se ríe—. ¿Conseguir
todas esas otras familias? Satisfacían mi deseo de matar. Conquistando a
los dragones que me mantenían alejado de las princesas, los gané
limpiamente. —Este hombre está enfermo; ¿qué otra cosa puede explicar
su jodida forma de pensar?—. Pero Sarah... era demasiado hermosa para
resistirse. No pude evitarlo. —Tira de sus cadenas y grita de frustración
cuando no se mueven—. Ella me rogó que no lo hiciera. Nada se compara
con los pequeños gritos y gemidos de una niña pequeña. Nada. —Clava
los dedos en la mesa, con los ojos brillantes.
Mi pobre hermanita, ¿cómo es posible que nunca hayamos visto esta
locura delante de nuestras narices?
La muerte es una sentencia demasiado fácil para él. Merece pudrirse
en la cárcel de por vida. Pero incluso entonces, no creo que se arrepienta
de sus acciones o sienta remordimientos.
¿Cómo es posible vivir sin remordimientos? ¿Y qué tan buen
manipulador hay que ser para vivir en constante engaño, un lobo con piel
de cordero? Aunque llamar lobo a este pedazo de mierda, un animal tan
hermoso, es un insulto a la propia criatura salvaje.
—¿Por qué? —repito mi pregunta y añado—: ¿Por qué no me
mataste también? —Parpadea sorprendido mientras espero su respuesta,
porque esa es la única pregunta que me interesa.
Es tan arrogante y narcisista que pensó que había venido a hablar de
él o de los asesinatos. Pero por mucho que sea inútil para la policía y los
agentes u otras familias, no lo es para mí.
Solo necesito saber por qué me dejó vivir en este mundo sola mientras
se llevaba a mis seres queridos. No fue tan cruel con otras familias, pero
yo tuve que ser la única víctima viva de todos sus crímenes.
Se queda callado, y no puedo soportarlo más. Me levanto y golpeo la
mesa con el puño, ignorando el disparo de dolor que viaja desde mis
nudillos hasta mi hombro.
—¿Jodidamente por qué? —le grito en la cara mientras él se limita a
frotarse la barbilla.
—Estaba en la casa cuando volviste de conducir con Chloe. Te oí en
la ducha. Hubiera sido tan fácil venir y deslizar el cuchillo sobre tu
arteria. Tu piel pálida está hecha para la sangre. —Una gota de sudor
aparece en su frente, así que vuelvo a bajar la mano, sin dejar que entre
en una especie de nirvana que solo él entiende—. Pero hay algo en ti,
Ella... me produce más placer verte sufrir que matarte.
—¡Bastardo! —grito, tirando la silla a la pared y corriendo hacia él,
pero unos fuertes brazos me agarran por detrás.
El agente Jordan me encierra en su abrazo mientras ladra una orden.
—Llévatelo de aquí.
Los sollozos escapan de mi boca, mientras lloro por la vida que he
perdido por culpa de una mente enferma y retorcida que pensó que sería
interesante verme sufrir.
Mis rodillas se tambalean y vuelvo a sentarme, cubriendo mi rostro
con las manos mientras mis hombros tiemblan por el llanto y la
desesperación que me recorre.
Aunque he obtenido mi respuesta, no me ha traído paz ni alivio.
En todo caso, hizo que mi sufrimiento fuera aún mayor.
Se va, pero no antes de volverse hacia mí con su golpe final.
—Tal vez si entendieras lo que me pasa, podrías identificarte. —
Después de eso, se va, pero sus palabras resuenan en mi cerebro.
Nadie puede entender a los monstruos.
Nadie puede explicar esta maldad.
Nadie puede justificarlos.
Pero hay gente que puede atraparlos.
New York, New York
Mayo 2018

Psychopath
—Por favor, déjame ir —suplica el hombre, y apenas me
contengo de poner los ojos en blanco, porque todas sus súplicas
consisten en lo mismo. Ninguno se lo toma como un hombre de
verdad ni lo intenta.
Pero, de nuevo, los cobardes no demuestran valentía.
—Tengo una familia... —La cinta adhesiva colocada con fuerza
sobre su boca lo hace callar antes que pueda estallar y matarlo en
un ataque de ira, perdiendo todo mi control.
Empuja las ataduras que lo encadenan con fuerza a la silla de
metal situada en el centro de mi sótano. El sudor le resbala de la
frente a la nariz y a la barbilla; su camisa está empapada. Sacude
la cabeza, volviendo a suplicar en silencio.
Últimamente, la tortura no me produce un subidón, y hago
cosas mínimas para hacerlos sufrir y luego matarlos. Pero Ella y
su interés... me ha devuelto algo.
Algo que pensé que había muerto con todos los años de
experiencia.
Un deseo de hacer un arte del proceso.
Su mente funciona de una manera diferente; necesita más
desafío e interés. Más pistas y claves sin respuestas, para que
pueda cavar más profundo.
Entenderme mejor para que finalmente pueda encontrarme y,
a su vez, caer en mi trampa.
Arrastrando los dedos por los distintos cuchillos y cuerdas
expuestas en mis estanterías, una idea se forma en mi cabeza
mientras una sonrisa siniestra se dibuja en mi boca.
Perfecto.
Poniéndome los nudillos de metal, camino hacia él lentamente,
aumentando su expectación. Nada impulsa más la mente que la
incertidumbre.
Se desplaza hacia un lado, no es que ayude en su posición.
Agarrándolo por encima de su hombro, hago una pausa.
—¿Cómo empieza? —le pregunto al maldito, y se congela,
escuchándome tímidamente, probablemente pensando que le
traerá un escape—. Un puño aquí y allá. Tropezando. Luego viene
el cinturón, ¿no? —Sus ojos se abren, mientras murmura algo a
través de la cinta, pero no me importa escucharlo.
De todos modos, conozco las respuestas. Curiosamente, todos
esos malditos tienen los mismos métodos de operación, como si
todos hubieran formado un puto club donde intercambian su
experiencia.
Así que le doy un fuerte golpe en la espalda, haciéndolo gemir
de dolor, pero no le doy tiempo a recuperar el aliento y le doy otro
golpe en el estómago. En todos los lugares donde la camisa lo
cubrirá todo.
Para que nadie lo sepa.
Para que nadie lo note.
Para que a nadie le importe.
Desbloqueando las cadenas detrás de él, le doy un poco de
espacio para moverse, y se lanza hacia adelante, solo para caer de
rodillas con un fuerte grito cuando le doy una fuerte patada.
—Levántate. —Lo hace, y repito mi acción, mientras le doy
más golpes aquí y allá.
La sangre gotea en el suelo, su respiración áspera resuena en el
espacio mientras empieza a llorar, amortiguado por la cinta.
—Para, por favor, para. —Me acerco a él y envuelvo el extremo
del cinturón de cuero alrededor de mi mano mientras la hebilla
chasquea contra mis zapatos.
—¿Lo harías? —responde a mi pregunta con un gemido y se
arranca frenéticamente la cinta de la boca, tragando todo el aire
posible, y lo dejo, porque seguro que me entretendrá con su
explicación.
—Eso no... —Le azoto con el cinturón, dándole un golpe en la
espalda, y vuelve a caer, manteniéndose a duras penas de
rodillas—. A veces... —Continúa justificando sus acciones.
Golpeando sus otros lados con el cinturón, continúo dándole
patadas en el estómago.
Gemidos y jadeos brotan de él mientras se arrastra de nuevo a
la silla, con las manos en alto.
—Haré lo que quieras. Pero, por favor, déjame ir. No lo
volveré a hacer.
Cierto, y el cielo es rosa.
Siempre prometen y nunca cumplen su palabra, y no importa
cuántas oportunidades les dé una persona, seguirán haciendo lo
que les dé la gana.
Los recuerdos del pasado me asaltan, mi cabeza estalla en un
dolor agonizante mientras hago lo posible por bloquear todos los
gritos y golpes, pero no lo consigo.
Una vez más, me recuerda por qué he dejado el arte y me he
centrado solo en darles una lección.
Arrojando el cinturón a un lado, lo levanto y lo golpeo contra
la mesa con un fuerte golpe mientras se agita sobre ella, pero mi
puñetazo en la nariz lo detiene rápidamente. Le inyecto el suero
en el organismo y lo sujeto a la mesa.
Con los guantes puestos y el cuchillo en la mano, procedo a
hacer lo de siempre, pero esta vez mi mente no tiene la claridad
que suele tener en esos momentos.
En su lugar, aparece Ella, y me detengo en su reacción una vez
que vea su cadáver.
Mi regalo de “bienvenida al equipo.”
Ella
Un sonido molesto penetra a través de la neblina de mi sueño,
y me hundo más en la almohada, con la esperanza de escapar de
él.
Apenas he dormido, todavía conflictiva por mi trabajo nuevo y
el beso de Kierian. Caminé por la habitación de un lado a otro,
practicando un discurso que darle para que por fin deje de ser un
idiota y de insistir en algo que nunca va a ser.
Y los cuerpos cortados me trajeron pesadillas, recordándome
aquellas fotos que había visto por accidente. Tuve que tomarme
una pastilla para dormir un poco; de lo contrario, habría parecido
un zombi andante en el trabajo. Necesito tener la cabeza despejada
para el caso, o no podré ayudar mucho, y eso está fuera de lugar.
Tal vez la gente tenga razón: ten miedo de lo que deseas.
El sonido no se detiene y, con un resoplido de fastidio, tiro la
manta a un lado, me siento y enciendo la lámpara de la cabecera.
Solo entonces mi mente confusa registra por fin el teléfono, las
vibraciones y el tono de llamada en la mesilla de noche. ¿Quién
demonios llama en mitad de la noche?
Descuelgo rápidamente y la voz de Kierian me saluda al otro
lado de la línea.
—¿Ella?
—Sí, estoy aquí. —Me aclaro la garganta, temblando
ligeramente bajo el aire acondicionado que me golpea la piel
desnuda.
—Tenemos una nueva víctima y nos necesitan en el lugar.
Estaré en tu casa en diez minutos. Prepárate. —Antes que pueda
responder, me cuelga y miro el reloj.
Son las tres de la mañana. Cuando me contrataron no tenía
idea que podían llamarme a cualquier hora. Pero, de nuevo, los
asesinos en serie tampoco esperan, atacan cuando la gente menos
lo espera. Me apresuro en ir al baño y maldigo cuando mi reflejo
muestra a una mujer exhausta con el cabello revuelto, pero solo
tengo tiempo de lavarme el rostro, cepillarme los dientes y
ponerme los pantalones y el jersey negro.
Cojo las llaves, el teléfono, la placa y el arma del armario, salgo
y bajo las escaleras a tiempo de ver el coche de Kierian
acercándose a la acera.
—Gracias por avisar con tanta antelación —murmuro,
subiendo al coche mientras él conduce directamente hacia la
autopista, moviéndose a una velocidad ligeramente superior a la
habitual.
—Hola, Ella. —Una voz procedente de detrás de mí habla, y
miro hacia atrás.
Preston está apoyando la cabeza en la ventanilla, con un
grueso libro en el regazo.
—Hola a ti también. ¿Así que no soy la única a la que recoges
por la noche? —Kierian se ríe, y mis mejillas se calientan, dándose
cuenta de lo ridículo que suena—. Quiero decir... Cállate. —Le
doy un ligero codazo a Kierian en el costado cuando se detiene en
el semáforo en rojo.
Preston susurra:
—Oh. —Y veo que sus ojos centran su atención en mi codo
mientras ladea la cabeza.
¿Le parece ofensivo que toque a Kierian? Pero antes que pueda
preguntarlo, reanuda su lectura, así que supongo que mi pregunta
no es lo suficientemente importante como para responderla.
—Así es él. No le prestes atención al chico —murmura Kierian,
con la voz baja.
—Ya me lo imaginaba. ¿En el mismo lugar? —Trabajo,
nuestras interacciones deben seguir siendo relacionadas con el
trabajo por el bien de mi cordura.
—Sí, el hecho que hayamos descubierto su lugar especial no
parece disuadirle de ir allí. —Centrándome en la carretera por
delante, me muerdo el labio, pensando en esta información.
Mostrar tanta confianza con los policías y el FBI investigando
habla de su arrogancia, y que no tiene mucha consideración por
nuestra inteligencia.
—Psicópata —concluyo, porque nada más le cuadra. Solo ellos
ansían el poder, y en este caso, él nos muestra su poder
proclamándose inmune a nuestra investigación.
Preston interviene en la conversación.
—He buscado en el sistema algún preso que haya salido
últimamente, pero no aparece nada. O tienen una coartada o
tienen monitores de rastreo solo para tres millas. Sus agentes de
libertad condicional habrían sabido si salieron de sus casas. —Esto
es malo, porque si no está en nuestras bases de datos, significa que
tenemos que buscar en todo el país para captar siquiera un indicio
de quién es.
Los asesinos en serie son consistentes, pero es difícil entender
su consistencia si no conocemos el perfil.
Y para crear el perfil, tenemos que averiguar qué los conecta a
todos. Resoplando de frustración, hojeo el archivo, esperando
encontrar algo.
No puede elegir a sus víctimas al azar si muestra tanta
contención. Algo debe desencadenar su reflejo o su memoria para
actuar. Y si no lo ha hecho antes, entonces un acontecimiento
traumático debe haberlo hecho estallar, creando el deseo de matar.
En este punto, solo tenemos preguntas y ninguna respuesta, y
eso me molesta.
—Pero otro asesinato. Está evolucionando rápidamente. Pasó
casi un año entre los dos anteriores. ¿Por qué otro?
—Para mostrarnos su poder —responde Kierian—. Que no
tiene miedo, aunque hayamos encontrado los cuerpos.
—Y que nunca va a parar —añade Preston.
—Hasta que lo atrapemos.
—Sí, Ella. Siempre es sí, recuérdalo. —El acero se mezcla con la
voz de Kierian—. Nunca prometas a la familia, ni a nadie en
realidad, que puedes atrapar a todos los malditos que hay. A
veces no podemos, por mucho que lo intentemos. No te encariñes
con el caso —advierte mientras parpadeo sorprendida, pero no
tengo la oportunidad de replicar porque detiene el coche
bruscamente.
Al salir, espero que encontremos algo útil, porque sus palabras
no me gustan. Se supone que debemos ser eficientes y hacer el
bien, no rendirnos ante el más mínimo problema.
Los policías ya tienen el lugar asegurado; los perros ladran con
fuerza en busca de pistas mientras Jacob habla con un testigo y
Noah discute con un detective.
Kierian me da un par de guantes mientras caminamos
lentamente hacia la escena del crimen.
Los expertos en criminalística nos saludan con la cabeza
mientras señalan varias partes del cuerpo.
—Ya hemos terminado. Todo suyo.
Agachándome bajo la cinta amarilla, me arrodillo frente al
cuerpo, investigando los puntos de tortura habituales, y
efectivamente, hay una herida de bisturí en el hígado, las uñas
cortadas y su otro distintivo.
Pero hay más.
—¿Ves esto? —Paso un dedo por las marcas rojas alrededor de
su cuello—. El sujeto lo ahogó. —Kierian se acerca más—. Y lo
golpeó en varios sitios. Los moretones aún están frescos. —Traza
las heridas de la hebilla del cinturón, mientras mira debajo de la
cabeza—. Sin embargo, no tocó la cabeza ni la cara.
—Probablemente quería que la víctima estuviera consciente
para la tortura —concluye. Cuando Preston se une a nosotros,
toma unas cuantas fotos desde diferentes lugares y ángulos
mientras camino investigando el suelo, pero no tiene huellas.
¿Cómo diablos es esto posible? ¿Es una especie de fantasma
que no deja rastro?
Pensando lógicamente, es bastante extraño que haya decidido
cometer otro crimen tan pronto y dejarlo en el mismo lugar. Y el
rigor mortis aún no se ha establecido, por lo que el cuerpo ha
estado aquí solo un par de horas, y aun así los animales han
conseguido dañarlo.
—¿Sabemos quién es la víctima? —No pregunto a nadie en
particular, pero es Noah quien me responde por detrás.
—El entrenador Tanner Davidson. Dirigía un equipo de fútbol
americano ganador en el instituto. Marido y padre perfecto. Sin
antecedentes. ¿Preston?
—Hice una búsqueda sobre él. No aparece nada sucio o ilegal.
No está conectado con las otras víctimas.
—Familia perfecta —susurro, parpadeo y me dirijo a Noah—.
¿Puede ser nuestro enlace? Todos ellos eran hombres felizmente
casados y con hijos.
—La mujer de Thomas estaba embarazada.
—Bueno, en camino entonces. No le dejó disfrutar de ser
padre. —Kierian se frota la barbilla mientras recoge algo de la
hierba. Le da la vuelta y lee en voz alta:
—Navidad de los Davidson. La foto familiar está rota. —
Efectivamente, está cortada en dos, justo en el centro, separando al
padre de sus hijos y su mujer.
—¿Tal vez el padre abandonó la familia y ahora el sujeto se
venga de los que tienen algo que él no tuvo? —Andrea y Jacob se
unen a nosotros para pensar en esa teoría. Aunque está claro que
tiene un problema con los hombres de familia, no estoy seguro
que fuera tan fácil como un divorcio. A no ser que la madre
hiciera de su vida un infierno después de eso, pero entonces ¿no
debería su violencia dirigirse a las mujeres?
—Andrea, Jacob, ustedes dos vayan a la morgue, esperen al
patólogo y revisen las otras víctimas de nuevo. Preston, busca
pistas. Yo hablaré con el detective. Tiene que darme acceso a sus
registros archivados. Algo debe llevarlo a este lugar. —Noah
entonces cambia su enfoque hacia nosotros—. Kierian y Ella,
trabajen un poco más en esa teoría, pero también revisen todos los
registros de la escuela sobre el entrenador. No podemos excluir a
nadie. —Una vez que termina de dar órdenes, se aleja mientras
nos separamos para hacer nuestras tareas.
—¿No te convence lo del divorcio? —pregunta Kierian, y niego
con la cabeza—. A mí tampoco. Este tipo quiere algo, pero no es
eso.
Es cierto. Solo me gustaría que pudiéramos averiguar el qué
antes que mate a alguien más.
—Pensemos en su estrategia —dice Kierian, alejándose de mí y
rodeando el lugar con una hoja en la mano—. Los mata, luego los
trae aquí en medio de la noche y se deshace de los cuerpos. Sin
bolsas, sin rastros, nada.
—Y los animales lo ayudan con el resto. Es como si conociera
su ubicación, ¿pero no son áreas restringidas? No debería haber
lobos. —Al menos no de los que pasan desapercibidos.
—A menos que no sea un lobo. —Frunciendo las cejas, niego
con la cabeza, esperando en silencio que se explique—. ¿Qué raza
de perro es similar a un lobo en la naturaleza?
¿Qué?
—No soy una persona de mascotas.
Se ríe de eso.
—Verdad. El perro Tamaskan. Está creado por el cruce de
varias razas y me recuerda a los lobos. Fácil de entrenar, leal.
—¿Crees que deja que su propio perro haga eso? —¿Este
hombre retorcido corrompe a las mascotas?
—Sí, estoy seguro. No puede predecir a los lobos, ¿pero con su
perro? Sabe exactamente cuándo se comete el crimen. —Abre su
teléfono y rápidamente escribe un mensaje—. Preston lo
comprobará más tarde. Acabo de enviarle el nombre por correo
electrónico.
—Si la raza es rara, podemos buscar propietarios entre los
criadores. —Él asiente y suspiro aliviada, esta información es al
menos algo.
—Me muero de hambre. Vamos a desayunar. —Me sorprende
con su afirmación y abro la boca para protestar mientras él se ríe—
. Un desayuno no te matará, Ella. —Mi estómago elige este
momento para gruñir con fuerza, humillándome en el acto—.
Creo que tenemos un trato.
Se mueve hacia el coche, mientras grito:
—¡Más vale que sea bueno!
Se limita a agitar la mano sin volverse, cuando Preston, a mi
lado, murmura:
—Confía en mí. Ese lugar es el mejor.
¿Nos hemos convertido en los tres mosqueteros sin que yo lo
sepa?
—¿Por qué te arrastra Noah? ¿No sería mejor que estuvieras
sentado en la oficina y proporcionándonos información? —Al
menos, según mis investigaciones, eso es lo que suelen hacer los
hackers. ¿De qué sirve tenerlo con nosotros en el campo si no
podemos llamarlo para que verifique cosas importantes para
nosotros?
—Tengo poca tolerancia a los cadáveres y a la sangre. —
Parpadeando un par de veces ante esto, porque no tiene nada que
ver con mi pregunta, espero a que se explique—. Así que Noah
cree que es bueno que venga a las escenas del crimen y las vea.
Así no tengo que vomitar todo el tiempo.
—¿Por qué, entonces, te han asignado a la UAC? —
Seguramente el FBI podría haber encontrado otro uso para sus
habilidades.
—Tengo un título en psicología. Además, es el único
departamento interesante para mí. De todos modos, vamos. —
Con eso, me deja mientras me pregunto sobre Noah.
El hombre seguro que disfrutaba de la mano firme.
Noah, Preston, Kierian.
Hay algo en ellos que me inquieta, cada uno de una manera
diferente.
Psychopath
Mi pequeña presa no es tan fácil de convencer como las
demás. Prácticamente puedo ver los pensamientos que se
arremolinan en su cabeza mientras busca desesperadamente
cualquier pista.

Le he dado una pista con la foto de familia; solo tiene que


moverse en la dirección correcta.
Ella Gadot es una mujer interesante.
Aunque interesante no es una palabra que yo usaría.
Es una cosa de belleza, incluso en pantalones y botas azules
junto con ese jersey negro, que solo enfatiza su feminidad. Nunca
he tocado un cuerpo femenino como mi verdadero yo.
¿Es diferente infligirles dolor? ¿Diferente cuando la mujer sabe
exactamente quién la toca mientras el deseo sexual se combina con
el miedo?
No es que quiera causarle un dolor agonizante como a la
mayoría de mis víctimas, no.
Con ella, se trata de romper el espíritu en ese cuerpo seductor.
Lo único valioso que le ha quedado a Ella después que la vida
le repartiera una mano de mierda es su espíritu inquebrantable
que puede resistir cualquier cosa.
Y quiero ver qué hace falta para despojarla de él.
Tal vez entonces, entenderé por qué es tan fácil romper a otras
personas.
El juego ha comenzado oficialmente.
Ella
Hurgando en los huevos con el tenedor, mastico la tostada y
gimo de placer cuando el sabor se extiende por mi boca.
Kierian se ríe a mi lado, guiñando un ojo.
—No te arrepientes de haber venido aquí, supongo. —
Tragando el delicioso bocado, sacudo la cabeza.
El establecimiento familiar situado en las afueras de la ciudad
me recuerda a las casas de madera de los cuentos de hadas.
Todo es de madera, desde las sillas hasta las mesas, excepto la
vieja rockola, que hace sonar el rock and roll en su máxima
expresión. En las paredes hay fotos en blanco y negro con una
atractiva pareja en diferentes etapas de su vida con su restaurante
al fondo.
¡Está lleno y es hogareño, no puedo creer que no haya venido a
este lugar después de vivir aquí durante la última década!
—¡Ninguno en absoluto! —Entonces me dirijo a Preston, que
hojea su libro, con la concentración escrita en sus rasgos—.
¿Tienes hambre? —Mira sus panqueques y luego se encoge de
hombros, reanudando su lectura.
En serio, a este tipo hay que verlo para creerlo. Una persona
interesante, sin duda, pero me pregunto cómo mantiene amigos y
relaciones con este enfoque. ¿O es que se limita a decir bon voyage2
a quien decida dejar su culo?
—Pres, comida.
Preston lanza una mirada confusa a Kierian, pero luego asiente
y guarda su libro. Prueba tentativamente el panqueque y luego
continúa comiéndolo rápidamente, dando grandes bocados tan
rápido como puede.
—No te atragantes —murmuro, pero no tengo mucho tiempo
para pensar en ello, ya que Andrea y Jacob se unen a nosotros,
sentándose en los asientos cercanos. Kierian los llamó cuando
veníamos hacia aquí, y como nadie había desayunado bien,
aceptaron de inmediato. Todavía tengo que descubrir la dinámica
del grupo, pero parece que comparten una estrecha necesidad de
amistad. Aunque, según lo que dijo Preston de camino en el
coche, rara vez salen juntos fuera del trabajo.
Imagino que quieren pasarlo con gente normal que no les
recuerde su trabajo, que requiere estar siempre indagando en
mentes enfermas. Todo el mundo necesita descansar, incluso los
agentes del FBI.
—Hola, chicos —digo, y Andrea me sonríe mientras Jacob se
limita a gruñir. ¿Cuánto tiempo le toma a este tipo aceptar a un
nuevo compañero de trabajo exactamente? No necesito nuevos
amigos, pero su actitud me molesta.

2
Buen viaje en francés.
—¿Quieres lo de siempre? —le pregunta Jacob, y cuando ella
asiente, se levanta para pedir y ella cambia su atención hacia
nosotros.
—Ok, este es definitivamente nuestro sujeto. —Como si
hubiera alguna duda—. Aunque le dio una paliza, todo lo demás
coincide como dijo Ella. —Hace una pausa y luego dice—: Algo
debió haber hecho para que se enojara con el hombre. —Sacando
la carpeta de mi bolso, la abro para estudiar las fotos de los
asesinatos anteriores y del nuevo.
—O simplemente sintió que tenía que castigarlo más.
Andrea frunce el ceño.
—Pero los asesinos en serie no cambian de firma. —Es cierto,
pero no me cuadra. ¿Por qué se arriesgaría tanto?
—A no ser que algo lo haya provocado. —Lanza Jacob
mientras se sienta a mi lado y señala a la última víctima, que tiene
moretones de cinturón en la espalda—. Esto es violencia
provocada. Estos no están controlados.
—Un recuerdo. —Sacando un bolígrafo, coloco un papel en
blanco frente a nosotros y luego dibujo varios círculos—. Aquí
está nuestro sujeto y todas sus víctimas, bueno, las que
conocemos. Es consistente con estas heridas. —Señalo las líneas en
el hígado, el cuello, el estómago y la espalda—. Pero estas son
nuevas. —Ahora señalo los nudillos, los hombros y los grandes
hematomas que no estaban presentes en las otras víctimas—. ¿Qué
suele inspirar este tipo de rabia en los psicópatas que lo planean
todo?
—La víctima puede haber dicho algo que lo haya
desencadenado —sugiere Preston.
—Correcto. Algo en la vida del entrenador debe haberle
recordado su propia infancia. La gente suele suplicar en esas
situaciones. ¿Qué dijo que provocó la violencia? —Pienso un
momento y luego añado—: Tenemos que hablar con su familia.
Creo que ellos pueden darnos una mejor idea de la situación en su
casa.
Jacob asiente.
—Noah ya los ha llamado.
Solo espero que nos dé algún resultado. Algo le atrae de esas
familias perfectas, pero ¿qué?
Capítulo Siete
New York, New York
Marzo 2010
Ella

Entrando a toda prisa en el edificio, paso rápidamente por delante de


la secretaria, que me dirige una mirada severa, y con un guiño, llamo a la
puerta.
Al cabo de un segundo, oigo un sonoro “pase.” Entro en el despacho
de la decana Holt, que da un sorbo a su café matutino.
—Ella, la impuntualidad ciertamente te caracteriza —dice, y hago
una mueca de disgusto, odiando el hecho que siempre que me llama a su
despacho, acabo llegando tarde.
En mi defensa, ella siempre quiere celebrar nuestras reuniones por la
mañana, y después de un turno de noche, es imposible sacarme de la
cama. Siempre consigo dormirme cinco minutos, pero esos cinco minutos
son cruciales, ya que mi maldita compañera de piso siempre acapara el
baño. Anoche, solo tenía fuerzas para tirarme en la cama, y de ninguna
manera quería que la decana oliera el alcohol en mí, aunque no lo bebiera.
—Mi marca distintiva.
Ella sacude la cabeza ante mi humor, pero noto cómo las finas
arrugas de la comisura de sus ojos se profundizan, y me hace un gesto
para que tome asiento.
La decana Holt es una de las personas más dulces que he conocido,
pero gobierna la facultad de psicología con mano de hierro. Siempre te
ayudará si necesitas ayuda, pero si te metes con ella o con su programa,
estás jodido.
Suele tener reuniones conmigo una vez al mes para discutir mis
progresos en ciertos proyectos y evaluar mis calificaciones para la beca,
porque también estoy obteniendo una licenciatura en periodismo. Me
encanta leer, escribir e investigar, así que pensé, ¿por qué no? Sin
embargo, la beca no cubre las especialidades, pero gracias a mi decana, ha
conseguido un acuerdo para mí. Siempre que dé clases particulares de
inglés a los nuevos alumnos, la universidad me concederá la licenciatura.
Así que, en general, la decana Holt es una de mis personas favoritas.
—¿Qué pasa, Dean? Nunca me llamas más de una vez al mes. —
Nos vimos hace dos semanas, ¿por qué estoy aquí ahora?
Todo el humor la abandona mientras abre su cajón y saca un sobre de
manila. Reconozco mis papeles de transición y mi estado de ánimo se
aligera.
—¿Has aprobado mi especialidad? —Por fin tengo la oportunidad de
elegir mi especialidad en psicología criminal, aunque ya me he leído todos
los libros sobre el tema, porque tengo un amigo en el cuarto año. Tuve
que aplicar para la psicología cognitiva, porque no tenían suficientes
plazas en el programa cuando cambié de carrera.
Encierra sus manos en la carpeta, jugando con los pulgares, y luego
cambia su atención hacia mí. La emoción se apaga en mi interior.
—No puedo hacerlo, Ella.
—¿Por qué? —¿Así que no es una coincidencia que todos hayan
intentado hacerme cambiar de opinión? Todos los profesores están en
contra de mi decisión, alegando que tendré más éxito en la psicología
cognitiva.
Excepto que esa no es la razón por la que me apunté a la carrera, para
empezar.
Vuelve a hacer una pausa, su rostro se ensombrece y me doy cuenta.
—Es por mi familia. —Se estremece, pero no reacciono.
En cuatro años, he aprendido a vivir con la verdad. A ser esa chica
especial que consiguió escapar del asesino, que vivía en la misma casa que
él, que era la mejor amiga de su hija.
Ya no es duro; es solo una molestia que siempre estará ahí, sobre todo
con Internet suministrando toda la información a los curiosos
estudiantes de psicología.
—No tienes que sacrificar tu vida por esto —dice, y frunzo el ceño
mientras ella se explica—: Te dieron un regalo cuando te permitieron
vivir. No significa que tengas que pasar toda tu vida atrapando asesinos
en serie solo porque no sabías que el padre de Chloe era uno. —Sus
palabras son como agua fría lanzada sobre mí; me congelan, y por un
segundo, no puedo respirar.
—Eso no tiene nada que ver. Lo quiero.
Una risa sin humor se le escapa mientras saca un papel.
—Cuando solicitaste el ingreso en esta universidad, soñabas con ser
una periodista internacional que viajaría por todo el mundo, sacando
hermosas fotos y escribiendo apasionantes artículos. —Se mueve en su
asiento y se inclina hacia ella—. Luego, tras la tragedia, decidiste que ser
fiscal era más interesante. Porque de repente querías atrapar a los
criminales. —Abro la boca para defender mis decisiones, mientras ella me
lanza más información—. Y luego, cuando atraparon a Benjamin, te
cambiaste a psicología. Ella, estás en tu tercer año de estudios. No me
digas que no ves el patrón psicológico aquí.
La negación surge dentro de mí, y grito:
—¡No!
—¡Sí! La culpa por haber sobrevivido al ataque y por vivir con él te
hace sentir responsable de todos los demás. Ella, nada de lo que pasó fue
culpa tuya.
No puedo seguir escuchando esto, no puedo dejar que esta psicóloga
de fama mundial me analice a mí y a mi comportamiento. Porque
reconocer sus palabras significará abrirme a las emociones, los recuerdos
y el dolor, y no hay lugar en mi vida para eso.
Me levanto rápidamente, la silla se estrella contra el suelo por mi
empuje mientras me ajusto la mochila al hombro.
—No tengo que escuchar esto. —No amenazo con cambiar de
universidad, ya que estoy atrapada aquí con mi beca. Entonces
conseguiré mi título en un programa de maestría; tardaré un poco más, y
tendré que luchar un poco más, pero, al fin y al cabo, lo conseguiré
igualmente.
Y ayudaré a los necesitados.
Nadie puede detenerme.
Estoy casi fuera de la oficina, cuando la decana Holt me habla por
última vez, y sus palabras apuñalan mi corazón con un imaginario
cuchillo afilado.
—No importa cuántas vidas salves, nunca los traerás de vuelta.
Pero es una verdad más que no quiero ver, así que salgo en silencio de
su despacho mientras bloqueo todos los pensamientos que se arremolinan
en mi cerebro.
Lo que todo el mundo no se da cuenta es que no tengo elección.
Me la quitaron hace cuatro años.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
La chica está sentada en el sofá de la oficina. El capitán del
equipo de fútbol va de un lado a otro mientras se pasa los dedos
por el cabello con nerviosismo, mirando a su madre en otra
oficina, a una puerta de distancia de ellos.
Su hermana, la animadora, revisa cosas en su teléfono.
Probablemente sin darse cuenta, se muerde las uñas, un gesto que
sugiere nerviosismo o que algo le molesta, pero no puede hablar
de ello.
No hace falta que hable con ellos para darme cuenta que
“familia perfecta” no es un término adecuado para ésta.
Ambos detienen sus movimientos y se enderezan al notar que
entro en el espacio.
—Hola, soy la agente Gadot. Siento mucho su pérdida. —
Asienten con la cabeza, pero no veo ni un ápice de pena en sus
caras.
Al igual que no vi en la de Mary Parker.
—Gracias. ¿Así que papá está realmente muerto? —pregunta
Dylan bruscamente, y Kira le da un ligero codazo, el miedo cruza
sus rasgos cuando me mira.
—Sí.
Exhala aliviado, pero rápidamente se aclara la garganta.
—¿Sabe quién lo hizo?
Niego con la cabeza, procediendo con suavidad.
—Haremos todo lo posible por encontrarlo. Pero para eso,
necesitaremos su ayuda. —Él frunce el ceño, mientras su hermana
vuelve a quedarse callada.
—Nosotros no sabemos nada. —Su tono es defensivo, lo que
probablemente hará casi imposible que me escuche.
—¿Han visto algo extraño últimamente en el comportamiento
de su padre? ¿Como si estuviera ausente, callado o tuviera
destellos de violencia? —Básicamente cualquier cosa que pueda
indicar si el sujeto se estaba comunicando con él, amenazando su
paz.
Se mueven incómodos.
—Era el de siempre —responde Dylan, centrando su atención
por encima de mi hombro—. Nada especial. Estuvimos en un
riguroso entrenamiento debido a los campeonatos, pero eso es
todo. Puede preguntarle más a mamá. —Se levanta—. Si no le
importa, ¿podemos irnos ya? Tendrá mucha más suerte
investigando el caso sin perder el tiempo con nosotros. —Agarra
el codo de su hermana para que se ponga en marcha—. Vamos,
Kira.
Ella no escucha; en cambio, me lanza una pregunta.
—¿Fue dolorosa su muerte?
—Kira...
—Quiero saberlo, Dylan —sisea y vuelve a mirarme,
esperando.
—Sí, no puedo entrar en detalles ahora mismo, pero fue
dolorosa. Él sufrió.
—Gracias. —Exhala con fuerza—. Durante las últimas
semanas, ha habido este tipo. Se sienta en los bancos, usando
lentes y una sudadera con capucha. Nos observaba durante los
entrenamientos. —Se muerde la uña—. Siempre viene a la misma
hora. Nunca deja de aparecer.
El sujeto.
Metódico en sus tiempos y en su caza. Así que no nos
equivocamos cuando asumimos que los caza después de saber
ciertas cosas sobre ellos.
¿Pero semanas? Está mostrando una gran contención,
demasiado grande.
—Agradezco esta información. —Asienten con la cabeza, y les
mantengo la puerta abierta mientras se precipitan hacia su madre,
que acaba de dejar a Andrea.
La mujer los abraza y murmura:
—Está bien. —Y entonces parpadeo, sorprendida al ver varios
moretones en su cuello.
—¿Cómo se los has hecho?
Pone cara de sorpresa, pero se encoge de hombros.
—El otro día me caí por las escaleras. No he estado durmiendo
bien desde que mi marido no volvió a casa. No es nada grave. Nos
gustaría irnos si no le importa. Estamos muy cansados. —Evita mi
mirada; tantea con los dedos; tartamudea.
Me está mintiendo y cree que puede ocultarlo; pero, por
desgracia para ella, he visto casos así a diario.
Todas las mujeres maltratadas se vuelven mágicamente torpes
en las escaleras.
Se dirigen al ascensor, cuando Andrea se une a mí y murmura:
—Nada. Un matrimonio perfecto.
—Y sin lágrimas, ¿verdad?
—Sí. Es como si ella estuviera contenta que él se haya ido.
—Los niños también.
Nuestro sujeto empieza a parecerse cada vez más a un Robin
Hood, al menos en su mente.
Pero para comprobar mi teoría, tengo que buscar más
información, pero sé un hecho seguro.
Los salva a todos de la imagen de familia perfecta, dándoles
libertad.
Libertad que le fue negada de niño.
Psychopath
Siempre me resulta interesante ver a las familias de mis
víctimas, especialmente a las que tienen hijos mayores.
Busco alivio en sus caras, o felicidad, pero todo lo que
encuentro es confusión. Especialmente en los rostros de las
mujeres. Es como si ya no supieran qué hacer una vez que el
monstruo se ha ido.
Sin embargo, con los niños es diferente.
Mientras los observo pulsar el botón del ascensor, la ira brota
del niño en oleadas mientras arremete contra su hermana, que
sigue mordiéndose las uñas. Exhala con fuerza, pero baja la
cabeza mientras su madre se limita a negar con la cabeza.
Seguramente está enojado por no haber sido él quien lo matara
o por haber salido indemne. Nunca sentirá lo que es tener al
maldito a su completa merced y ser el que controla la situación.
Pero es lo mejor.
Frotándome la barbilla, vuelvo a ponerme la puta máscara y
me dirijo a mis compañeros para resolver este caso.
Ella
Una pila de carpetas aterriza en mi escritorio, y alzo los ojos
para encontrarme con los de Preston, que exhala agotado.
—Hombre, estas eran pesadas. —Se limpia la frente y luego
explica.
—Noah quiere que las revises.
—¿Qué son estas? —¿No es más fácil comprobar todo a través
de un ordenador?
—Mensajes de los teléfonos de las víctimas. Quizá algo te
llame la atención, algunas similitudes. Hice una comprobación
rápida; no aparecen números relacionados, pero basándonos en
los mensajes, podríamos encontrar algunas pistas.
No estoy segura de cómo puede ayudar esto a la investigación,
y parece más bien una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta que
nada los conecta, pero asiento de todos modos.
¡No puedo discutir con el jefe!
—Claro. ¿Solo tenemos un caso hasta que se resuelva? —Estoy
familiarizada con el protocolo, pero ¿no hay otras cosas a las que
llegar? Según Kierian, ni siquiera estamos seguros de poder
atrapar al tipo.
Preston parpadea y luego asiente.
—Seguimos adelante una vez que hayamos terminado con un
perfil o un semi perfil. De lo contrario, es demasiado agitado hacer
malabares con toda la información a la vez. Aunque, si llega un
caso crítico, cambiamos nuestra atención allí y tiramos de todos
nuestros recursos.
—¿Cuánto tiempo se suele tardar en crear uno?
—Depende del caso. Algunos casos pueden tardar meses, ya
que los asesinos en serie no aparecen y no tenemos pistas. Y luego
ya sabes cómo es con los niños. Tenemos que actuar en
veinticuatro horas. Pero somos BAU-2, así que tratamos con
asesinos en serie. Solo trabajamos con el departamento de niños
cuando necesitan ayuda. —Sí, la regla de oro. La mayoría de los
niños no sobrevivían si se les retenía por más tiempo.
Como Sarah.
El recuerdo de mi hermana pequeña cantando mientras
coloreaba en su libro, tumbada boca abajo en mi habitación, entra
en mi mente y prácticamente puedo oler su zumo de naranja.
—¡Ella, mira! Es un pájaro. —Me sonríe mostrando sus dientes
mientras me siento a su lado y estudio el dibujo.
Ella utilizó tantos colores vibrantes que es difícil entender qué tipo de
pájaro pretendía hacer, pero como me mira expectante y espera mi
reacción, la abrazo fuerte y le digo:
—Es precioso.
—¡Sí! —Y es entonces cuando mamá nos llama para que bajemos a
cenar.
—¿Ella? —Tardo un segundo en darme cuenta que Preston
lleva tiempo llamándome por mi nombre y sacudo la cabeza,
poniendo una sonrisa, porque odio su mirada preocupada—.
¿Estás bien?
—Lo siento. Sí. No me hagas caso.
Me mira fijamente por un momento, pero luego lo deja pasar.
—Kierian debería ayudarte. —Se aclara la garganta—. Me voy
a ir ahora. —Luego se dirige a su despacho, que he descubierto
que se encuentra en la esquina más alejada, al final del pasillo.
Este trabajo sí que me trae recuerdos dolorosos de forma
inesperada. El caso ni siquiera me recuerda mi situación. ¿Qué
pasará si un niño es secuestrado o toda la familia asesinada?
Kierian tiene razón; tengo que aprender a distanciarme del
trabajo.
No puedo encariñarme con el caso.
Mi teléfono vibra sobre el escritorio y, al ver el identificador de
llamadas, me pregunto por qué me llamaría cuando estoy en el
trabajo.
Me dirijo a la esquina más alejada de la oficina, sin querer que
nadie escuche accidentalmente a Chloe al otro lado de la línea.
—¿Sí?
—¡Hola, cumpleañera! —me grita al oído, y caigo en cuenta.
Hoy es mi maldito cumpleaños; no me extraña que hayan
vuelto las pesadillas. Suelen ser más fuertes cerca de mi
cumpleaños, cuando más echo de menos a mi familia. Con toda la
emoción por el trabajo y este difícil caso, no he prestado atención a
la fecha.
Pongo los ojos en blanco, aunque una sonrisa se dibuja en mis
labios.
—Como siempre, te deseo todo lo mejor del mundo. Excepto
nuevos amigos. —Hace una pausa—. Eso ya lo tienes cubierto.
—Bueno, me alegro de al menos tener éxito en alguna parte —
digo mientras ella se ríe.
—En serio, chica. Aprecia lo que tienes. ¿Cómo estás?
—Bien. En el trabajo. —Oigo que David, su marido,
murmurando algo de fondo mientras el bebé Travis gime, y al
mirar el reloj sospecho que es la comida.
—¿Ya?
—Tenemos un caso difícil. —Y toneladas de carpetas que leer,
así que digo—: Si eso es todo...
Otra voz se une a nosotros y me corta.
—No te librarás de nosotras tan fácilmente. Nos vamos de
fiesta esta noche. —Simone me saluda; probablemente ya me ha
enviado un mensaje de cumpleaños por correo electrónico. Por
alguna razón, la chica siempre lo hace a través del correo
electrónico.
—Correcto. Vamos a ir al mejor club de la puta ciudad. Simone
nos ha hecho entrar. Peter fue muy amable.
Peter y Simone se conocieron en un crucero hace dos años, y
fue amor a primera vista, o al menos eso afirman ambos. Se
casaron poco después en una ceremonia en la playa, y solo
entonces se enteró ella que él era heredero de una dinastía de
apartamentos. En resumen, era muy rico y la mimaba todo el
tiempo. Sin embargo, no es que dejara de dar clases en la escuela;
quería mucho a sus alumnos.
—Llevo levantada desde las tres y todavía tengo mucho
trabajo por hacer. Y es miércoles. ¿Podemos reprogramarlo para el
fin de semana? —El vino ya estaba en mi nevera para poder
celebrarlo con la foto de mi familia en la mesa; todo lo demás era
solo para mis amigos.
Estallan gemidos y lamentos colectivos, y suspiro de
exasperación.
—Deduzco que eso es un no. —Mi voz se llena de diversión,
porque son unas bobas. Las dos se aburren mucho con todas las
cosas de la familia; quieren salir, y mi cumpleaños les da la excusa
perfecta para dejar a sus hijos con sus maridos.
—Compramos vestidos. Y ya les hemos prometido a los chicos
un sexo estupendo. Tenemos que ir —suplica Chloe.
Simone añade:
—Y tú te relajarás un poco.
Torciendo el cuello hacia un lado, hago una mueca de dolor
por la rigidez. Quizá no sea mala idea salir esta noche.
Bailar siempre me ayuda a relajarme, y Dios sabe que, después
de todas las imágenes, lo necesito.
—De acuerdo. Entonces nos vemos allá o…
Aparto el teléfono mientras chillan con fuerza, y entonces
Simone dice:
—Te recogeremos. Estate lista a las nueve. —Cuelgan y sacudo
la cabeza.
Chicas locas, pero de la mejor clase. No habría sobrevivido en
este mundo sin ellas.
Vuelvo a sentarme en mi escritorio y abro el primer
expediente, cuando una sombra se cierne sobre mí.
—¿Tú también estás en el servicio de lectura? —La voz de
Kierian me produce escalofríos y me dan ganas de abofetearme.
Estoy actuando como una adolescente hormonal con este tipo.
—Sí.
Su ceño se levanta ante esta respuesta cortante, pero se encoge
de hombros y coge una silla cercana.
—Vamos a dividirlos —ofrece, y asiento.
—¿Solo mitad y mitad o por víctimas?
—Mitad y mitad es mejor, porque así ambos podemos estudiar
diferentes mensajes. Conseguir la sensación de ambas víctimas.
Sí, suena bien.
Espero que hable de lo de ayer o que dé otra insinuación, pero
no lo hace. En lugar de eso, está completamente absorto en el
proceso y, al cabo de un rato, me relajo y me concentro
plenamente en el trabajo.
No surge mucho más allá de lo habitual.
Reuniones, notificaciones de ventas, algunos textos al azar.
Levanto el marcador rojo y hago un círculo en algunas
palabras que parecen repetirse cada vez que ambos mandan
mensajes a sus mujeres. Inclinándome hacia atrás, escudriño
rápidamente otros archivos y, efectivamente, tengo la misma
imagen saludándome.
—No hay afecto —dice Kierian. Debe haber llegado a la misma
conclusión que yo.
Antes que podamos reflexionar sobre ello, Noah y Preston se
unen a nosotros.
—¿Algo? —pregunta nuestro jefe con mala cara, y Kierian me
mira.
De acuerdo entonces.
—Por mucho que esos tipos afirmaran tener matrimonios
perfectos, nada en sus mensajes indica eso. Todos los mensajes son
cortos, van al grano y suelen incluir una orden. Cocina esto.
Limpia esto. Recoge a los niños. No puedes salir. —Le doy el
archivo con algunas palabras marcadas y lo escanea—. Hasta
ahora, eso es lo único que los relaciona. El entrenador es igual con
sus hijos.
—Quizá las víctimas no se dedicaban a enviar mensajes de
texto —señala Noah, y aunque puede ser así, no me convence.
—Sin embargo. ¿Ni una palabra amable? Es inusual.
—Estoy de acuerdo con Ella. Estos hombres parecen imbéciles.
—Kierian sorbe su bebida—. Pero ser un imbécil no significa que
merezcan morir, y no nos da más pistas. —Luego se dirige a
Preston—. ¿Has comprobado las razas de perros?
Preston asiente y coloca un papel frente a nosotros.
—He llamado a todos los de la ciudad que podrían haber
vendido esa raza de perro. Estoy pasando los nombres que me
han dado por el sistema, pero hasta ahora, todos resultan
legítimos. Así que, por ahora, es un callejón sin salida.
—Podría haberlo comprado en otra ciudad. —Tamborileando
con los dedos, añado—: ¿O es otra raza similar a un Tamaskan?
Noah permanece en silencio, solo frunce el ceño, y luego
exhala.
—Preston, continúa la búsqueda de nombres. Es nuestra única
pista. Si no ataca de nuevo, el caso quedará sin resolver. La policía
tampoco tiene nada. El sujeto o conoce nuestro sistema o es
extremadamente inteligente. No hay ADN, ni rastros en los
cuerpos de las víctimas que indiquen dónde podría haberlas
retenido. —Nos hace un gesto seco con la cabeza y se va.
—Espero que lo encontremos —murmuro, y es entonces
cuando Kierian se ríe.
Mis cejas se fruncen en señal de confusión. ¿Qué es tan
gracioso?
—Esto no es un programa de televisión, Ella. Trabajamos con
las fuerzas del orden locales y les ayudamos a ver los rasgos o les
damos pistas sobre quién puede ser. Pero no vamos a atraparlos.
No hacemos trabajo de campo y seguramente no irrumpimos en
las casas con armas. La mayor parte del tiempo, nuestro trabajo es
estudiar la victimología.
—Soy consciente de cuál es nuestro trabajo, muchas gracias. —
La molestia enlaza mi tono, pero él lo ignora.
—No creo que lo sepas. Creamos perfiles, y luego es el trabajo
de la policía atraparlos. Así que no estás aquí para atrapar asesinos
en serie. —Hace comillas en un gesto de burla cuando dice
atrapar—. Pero estás aquí para crear un perfil que pueda ayudar a
atraparlo. Recuerda la diferencia.
¿Qué soy yo? ¿Una niña de quinto grado a quién le explica la
logística del trabajo de la UAC?
—Realmente aprecio la explicación, Kierian. No sé qué haría
sin ti —respondo, con sarcasmo en cada una de mis palabras—.
UAC necesita más gente como tú.
Me guiña el ojo, ¡Imbécil engreído!
—Bien. —Entonces me agarra del brazo, acercándome, y miro
alrededor para asegurarme que nadie nos ve.
—¿Qué demonios estás haciendo?
Ignora mi siseo; en cambio, se inclina hacia mí y me susurra:
—Feliz cumpleaños, Ella. —Parpadeo, sorprendida—. Te
habría comprado un regalo, pero sospecho que no te gustan.
Es cierto. Tienen muy poco significado para mí, y los únicos
regalos que acepto son los de mis mejores amigas, porque no
conocen otra forma.
—El beso de anoche...
—¿Fue algo fuera de este puto mundo? —me dice. Le doy un
puñetazo en el estómago, pero se limita a gruñir suavemente—.
¿Demasiado suave? ¿Debería haber sido más fuerte?
—¡No deberías haberlo hecho nunca!
—No has dicho que no.
—Realmente bajo.
Se ríe, quitándome el mechón de cabello que me cae en la
frente, e inmediatamente miro a mí alrededor, temiendo que
alguien lo haya visto.
—Solo la verdad. Fuera del trabajo, salimos. ¿Pero aquí?
Concéntrate en el trabajo, Ella. —Me guiña un ojo y se levanta,
dirigiéndose a la sala de conferencias mientras me quedo
boquiabierta.
¿Salimos?
Psychopath
Ella recoge sus cosas en el bolso y sale corriendo para escapar
de Kierian.
No aprecia su avance de la manera que probablemente le
hubiera gustado al tipo.
Eso me complace, pero no cambia el hecho que quiero
estrangularla y matarlo por su beso de anoche.
Escuché su llamada telefónica con sus amigas; quieren celebrar
su cumpleaños en algún lugar elegante y creen que la ayudará a
sanar y a relajarse.
Solo un alma rota puede reconocer a la otra.
¿Pero que ella entre en el bar sin compañía?
De ninguna manera.
Me doy la vuelta para mirar a los chicos que me lanzan
miradas interrogativas y les digo:
—¿Qué tal una copa?
La sorpresa cruza sus caras mientras comparten una mirada,
pero asienten de todos modos.
Perfecto.
Me gustaría poder agarrarla y arrastrarla a mi sótano, pero aún
no es el momento.
Estoy tentado de romper mis reglas por ella, muy tentado.
Pero ¿qué gracia tendría eso?
Capítulo Ocho
New York, New York
Mayo 2013
Ella

Se oyen fuertes vítores cuando subo al escenario y saludo a todo el


mundo mientras el jefe del Departamento de Policía de Nueva York
sostiene mi diploma, con una brillante sonrisa en la cara.
—Te lo mereces, chica.
Por supuesto que sí, me lo merezco.
—Gracias —respondo, y me bajo rápidamente mientras Chloe y
Simone aplauden como madres orgullosas cuyo niño se ha graduado por
fin.
—Tranquilas, chicas.
Me abrazan al instante, y entonces Chloe me susurra al oído:
—Ya casi estás ahí. —El placer se extiende por mí mientras la aprieto
más fuerte y miro hacia arriba, esperando que mis padres estén orgullosos
de mí.
A lo largo de todas las noches sin dormir trabajando en la cafetería
local mientras me rompía el culo para obtener mi máster y luego
asistiendo a la academia de policía sin nadie a mi lado, lo único que me ha
hecho seguir adelante es saber que haré algo bueno por la comunidad.
Que seré capaz de detener a esos monstruos que tan
despreocupadamente destruyen todas esas vidas que merecen algo mejor.
—Ahora tenemos que sacarte del basurero en el que has estado
viviendo. —Simone frunce la nariz, una expresión de horror cruza su
rostro mientras imagina mi estudio en las afueras de la ciudad con el
alquiler más asequible.
—Ahora no puedo. Tengo que terminar mis prácticas en el FBI, y
solo entonces podré encontrar un trabajo para permitirme un lugar
decente. —Una chica que trabajaba allí me dijo que jugaría a mi favor
más adelante si hacía las prácticas con ellos, así que esa es mi intención.
Chloe y Simone mueven la cabeza con incredulidad.
—¿Tienes ahorros?
Asiento con la cabeza, sin querer dar más detalles sobre mi secreto.
Principalmente, ayudo a un investigador privado con sus casos
cuando necesita averiguar si el cónyuge es infiel o quién está robando. No
se utiliza mucho la psicología, pero oye, al menos me da experiencia en el
trabajo de investigación y paga bien las facturas.
Además, la mayoría de las veces hago fotos cuando sigo a la gente, y
hay una emoción inconfundible en sostener una cámara profesional en
las manos y dejar que la belleza salga de ella.
A veces, por la noche, me asaltan pensamientos del tipo “qué pasaría
si” como imaginar lo que habría sido si hubiera elegido el fotoperiodismo
como profesión, tal y como siempre había soñado. Pero esos momentos
son raros, y me basta con echar un vistazo a la foto de mi familia para
recordarme que ahora mi carrera tiene un propósito.
—De acuerdo. Entonces vayamos a mi casa, pidamos pizza y
tomemos un poco de vino. —Enganchan sus brazos con los míos,
mientras me arrastran en dirección a la salida, probablemente pensando
que pueden ocultar sus intenciones. Es el momento en que todas las
familias empiezan a hacerse fotos, a disfrutar de su tiempo, y mis amigas
quieren evitarme cualquier emoción conmovedora.
Una sonrisa triste se dibuja en mis labios mientras me aferro a ellas y
doy gracias a Dios que, al menos con todo lo demás jodido, me dio mis
amigas y mi carrera.
De alguna manera, esto tendrá que ser suficiente para el resto de mi
vida.

Un Año Después

—Lo siento, pero no puedes ser agente. —Las palabras son como
agua fría que me salpica.
Tragándome el resentimiento en la garganta, pregunto:
—¿Por qué?
El hombre sentado detrás del escritorio me observa con atención,
como si estuviera sopesando sus próximas palabras. Pero entonces exhala
con fuerza.
—A decir verdad, Ella, serías perfecta. Tienes un título, experiencia
en la academia de policía, prácticas, recomendaciones y eres inteligente.
Por no mencionar que fuiste una de las mejores de tu clase.
—¿Pero? —No necesito su largo discurso sobre que soy buena. Eso
ya lo sé de todos modos. Pero por qué este hombre ha permitido que otros
estudiantes obtengan sus insignias y luego me echa de la academia.
¿Se da cuenta que acaba de destrozar el futuro por el que he trabajado
tan desesperadamente?
—No eres mentalmente adecuada para este trabajo. Tu pasado... —
Respira profundamente y su voz se vuelve suave—. Te hará emocional en
el trabajo. Podría desencadenar recuerdos. Contigo, siempre hay un
riesgo. No has pasado la prueba.
Sí, fallé solo una maldita pregunta cuando me preguntaron cómo me
sentía sobre lo que me había pasado.
Tal vez me emocioné un poco, pero ¿cómo pueden volverlo en mi
contra?
—¿Su decisión es definitiva?
Asiente con la cabeza y cojo mi carpeta.
—Gracias por nada, entonces. Adiós.
Abro la puerta para salir de este lugar antes que las lágrimas
amenacen con derramarse, cuando su voz me detiene.
—Por si sirve de algo, creo que habrías sido una gran agente. —Pasa
un segundo—. Nadie puede dejar atrás su pasado.
Sí, bueno, jodidamente mírame.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
—¿Esto es realmente necesario? —me pregunto en voz alta
mientras el taxi se detiene en el famoso club de la ciudad que tiene
una cola tan larga como el Gran Cañón. Simone estalla en
carcajadas mientras Chloe la fulmina con la mirada.
—No fomentes su comportamiento. —Saca un billete de veinte
para el taxista y nos bajamos, con los tacones chocando contra el
pavimento mientras que la música apenas audible se puede
escuchar detrás de las puertas del club.
Varios porteros se quedan mirando a la gente antes de dejarlos
entrar. No se me escapa que la mayoría de ellos son rechazados y
algunos incluso lloran.
Levanto la ceja ante esto, ocultando mi sonrisa, porque la idea
de entristecerse por una cosa tan insignificante me resulta
realmente hilarante.
Aunque no tengo nada en contra de las discotecas -a veces
incluso las busco-, no me apetece hacerlo en mi cumpleaños.
Cumplir veintinueve años es especial y todo, no me arrepiento,
pero mi cumpleaños siempre me recuerda a mi familia. Así que
Chloe siempre insiste en que hagamos alguna mierda, como venir
a este establecimiento, por esa misma razón. Sé que este fue
creado por Damian Scott hace unos años, pero ese tipo
desapareció, para no volver a ser visto.
No tengo idea de quién está al mando ahora, pero está claro
que las reglas no han cambiado.
Chloe salta hacia los chicos, mostrándoles una sonrisa mientras
engancha sus brazos a los de Simone y a los míos.
—Estamos aquí para divertirnos, chicos. —Uno de ellos abre la
boca para decir algo, pero entonces sus ojos recorren nuestras
figuras.
Asiente con la cabeza, como si nos encontrara suficientemente
guapas, y entonces abre la cuerda para que entremos. Me dan
ganas de darle un golpe en la cabeza por hacer eso, y Cloe debe
haber adivinado mi estado de ánimo, ya que me arrastra
rápidamente hasta el pasillo.
Bueno, el club es otra cosa; eso se lo reconozco al dueño.
El papel tapiz dorado cubre las paredes, mientras que el suelo
es de piedra negra y brillante, lo que permite a las mujeres
caminar libremente con sus altos tacones. Las bailarinas se
mueven con gracia en el escenario, excitando probablemente a
todos los hombres que están cerca; las camareras llevan
provocativos pantalones cortos dorados, corsés negros y medias
negras con tacones de aguja. La luz es tenue y el aire es
extrañamente fresco. Las perlas cuelgan del techo completamente
espejado, decoran las cabinas de las esquinas que están tapizadas
en terciopelo dorado y agregan un toque a la exquisita araña de
diamantes, que de alguna manera logra darle al club un encanto
misterioso. Hay sofás y salas VIP, y aparentemente una esquina
VIP en el segundo piso con un balcón de vidrio espejado que
ofrece una vista a todo el club... y varios porteros. Tengo la
sensación que también hay cámaras, pero no son visibles. La gente
parece haber salido de una revista Vogue, y se dedica a intentar ser
sofisticada mientras bebe y baila, y ahora entiendo a la multitud
de fuera.
La gente que está aquí recibió una invitación privada y es la
élite, la alta sociedad de Manhattan. Así que toda la gente que está
fuera esperando en la cola está destinada a ser un juguete para la
élite invitada. El primer portero tenía que asegurarse que la gente
tenía buenos activos y se vendería bien. El sexo se puede comprar.
Especialmente en una sociedad como la suya.
Que Simone se case con un magnate rico seguramente nos abre
las puertas que nunca esperamos, pero entonces a Chloe le
encanta.
Soy neutral. No puedo decir que me moleste venir a lugares
agradables, porque honestamente, ¿quién lo haría? Pero no es que
me proponga asistir a todos los lugares fabulosos de esta ciudad.
Simone señala la cabina en medio del club y grita por encima
de la música.
—Consigamos una mesa y pidamos algo. Me muero de
hambre. —Aunque los clubes son generalmente lugares para
beber, este caro establecimiento tiene una de las mejores cocinas
del mundo, y vale cada céntimo. Es un crimen venir aquí y no
comer.
Estoy a punto de seguirlas cuando veo que Tim me saluda
frenéticamente desde la barra, y una sonrisa se dibuja en mi
rostro.
—Vuelvo enseguida —digo, señalando a Tim, y Chloe me
guiña un ojo mientras me lanzo hacia él. En un segundo, lo abrazo
por encima de la barra mientras él me aprieta con fuerza.
—¡Hola, chica! —Se echa hacia atrás y silba—. ¿Has venido a
matar esta noche?
Me río mientras me echo el cabello por encima del hombro,
mirando mi vestido negro y ajustado que resalta mi forma
pequeña. El lápiz labial rojo es el único color que he utilizado en
mi atuendo.
—En absoluto.
Tim mueve las cejas.
—No hay que avergonzarse por querer anotar, nena. —Tim y
yo nos conocimos en nuestro último año de instituto. Él soñaba
con ser músico. Me tocaba sus nuevas canciones en el sótano de la
casa de sus padres y soñaba con formar una banda, aunque nunca
congenió con nadie.
Todavía toca de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo
prefiere ser camarero. Sé que sus padres son extremadamente
ricos, así que no entiendo por qué nunca hizo nada con su vida.
Tampoco tengo ganas de preguntar. Nos ponemos al día de
vez en cuando en un bar o en algunas fiestas comunes, pero eso es
todo. Una vez intentó salir conmigo, pero me negué. Los amigos
están fuera de los límites de las relaciones de una noche, es una de
mis reglas.
—Hoy es mi cumpleaños.
Se le cae la mandíbula.
—Bueno, mierda. —Pero entonces coge rápidamente la
coctelera de plata que tiene detrás y saca todos los ingredientes
para un manhattan—. Estará hecho en poco tiempo y por cuenta
de la casa. —La bebida suele agitarse, pero hace tiempo que
aprendí que Tim tiene sus propias maneras.
—¿Qué dirá el jefe? —pregunto, no queriendo que se meta en
problemas por esta estupidez del cumpleaños.
—No tiene ninguna objeción, créeme. —Agita la coctelera y
continúa—: Así que he oído que por fin has encontrado una forma
de trabajar como psicóloga criminalista. Ahora te dedicas a los
asesinos en serie, ¿eh? Siempre he dicho que anhelas el lado
oscuro, mi chica salvaje.
Apoyando las palmas de las manos en el mostrador, susurro:
—No tienes idea. —Él detiene su movimiento como si no
supiera qué pensar de mis palabras, pero entonces debe haber
notado mi sonrisa traviesa, porque sonríe. Luego silba a un
camarero cercano—. ¡Eh, J! Pídele al DJ que cambie la canción a
'Serial Killer' de Lana Del Rey. Encaja con el ambiente. —Y luego
sigue divirtiéndome mientras espero mi bebida para poder volver
con mis amigas y celebrar mi cumpleaños.
Si estoy en el club, también puedo aprovechar la oportunidad
para divertirme y soltarme.
Mañana tendré tiempo para el dolor y el trabajo.
Psychopath
Ella vuelve a estallar en carcajadas, pasándose la mano por
su sedoso cabello negro mientras disfruta de la compañía del
rubio flaco, que prepara eficientemente las bebidas para todos los
exigentes. Su alegre culo es visible a través del vestido cuando se
inclina hacia delante, y mis manos se agitan para azotarla, para
que sepa que no debe coquetear con nadie más.
Quererla no tiene nada que ver con el sexo; de hecho, es lo
último que tengo en mente. Ansío hacerle daño, así que su mente
se llenará solo de mí y del miedo a lo que pueda hacerle. Con ella,
no tendré que esconderme, y solo imaginarlo me pone más duro
que nunca en mi vida.
Pero el hecho que su atención pertenezca a otro hombre me
desagrada hasta el punto que el vaso se resquebraja en mi mano,
cortando ligeramente mi piel, pero me importa un carajo.
Soy el hombre más importante del mundo con el que ella
puede estar, y no debería mirar a simples individuos como ese
tipo.
La gente como yo no siente remordimientos, así que ella
debería tener mucho cuidado. Por la idea de un subidón sexual
con ella, puedo eliminar a cualquiera que se interponga en mi
camino sin pensarlo dos veces.
Cuando lo mío pasea por la ciudad, presa fácil para los
hombres, ¿no haría nada al respecto?
De ninguna manera.
—¿Esa es Ella? —pregunta uno de mis colegas.
No puedo llamarlos amigos si la mayor parte del tiempo se
comportan como idiotas y ni siquiera pueden atraparme. Pero,
además, para eso habría que ser más inteligente que yo, y eso es
imposible para ellos.
—Sí —respondo, y entonces ella gira con su bebida roja en la
mano, chupando la pajita. Explora el lugar, probablemente en
busca de sus amigas, pero entonces su mirada se posa en nosotros,
y sus ojos se abren mientras su respiración se entrecorta por un
segundo.
Y lo odio.
Porque a quien quiere no es a mí.
Ella
¡No puedo creer esto! La única noche que decido salir, y mis
compañeros de trabajo también salen.
De acuerdo, no está prohibido, ¡pero no pensaba ponerme un
vestido corto y maquillaje delante de mi jefe!
Hablando que no me toma en serio.
Justo delante de mí, veo a Noah, Preston y Kierian ocupando
una cabina con whisky y frutos secos en la mesa, mientras las
mujeres que están cerca arrastran los dedos por sus vasos y se
muerden los labios, devorando la atención que les presta Kierian
cuando solo se ríe y guiña un ojo.
Noah lo mira con el ceño fruncido, engullendo su whisky, y
Preston se limita a sentarse en silencio, incómodo por todo
aquello. No tengo idea de por qué está aquí, teniendo en cuenta
que apenas sale del laboratorio.
El club no parece gustarle mucho, por muy duro que suene.
Intento mezclarme entre los cuerpos, pero no tengo esa suerte,
cuando Noah llama:
—¡Ella! —Hago una pausa y luego pongo una sonrisa en mi
rostro, dándome la vuelta y enfrentándome a ellos una vez más,
pero ahora toda su atención está puesta en mí.
Se levantan de sus asientos cuando me acerco, tirándome del
cabello detrás de la oreja.
—Hola, chicos. No los había visto.
—Cierto —dice Kierian, y apenas me contengo para no
gritarle, porque nadie en este planeta me confunde más que este
tipo.
Es caliente y frío, un prostituto, y una mente maestra que
conoce su trabajo. Es dulce en un momento y brusco al siguiente;
sus constantes cambios de humor me dan latigazos.
Y lo más importante, no entiendo por qué me molesta tanto y
por qué pienso en él todo el maldito tiempo. No es que no tenga
asuntos más serios que atender. O que haya sido yo quien lo haya
alejado.
Una aventura de una noche, Ella. Fue una aventura de una noche.
Pero, de alguna manera, repetir esas palabras en mi cabeza no
me ayuda, y quiero sacarles los ojos a las mujeres por admirarlo
demasiado.
Bebo un poco más de mi bebida, esperando que alivie mis
estúpidas emociones, y les doy una sonrisa.
—Bueno, entonces, diviértanse. Estoy aquí con amigas, así
que... —Las palabras apenas salen de mi boca, cuando Chloe
envuelve su brazo alrededor de mis hombros.
—Bueno, hola. ¿También han venido a celebrar el cumpleaños
de esta chica?
Gimo para mis adentros, porque en el momento en que ella
dice eso, Preston y Noah parpadean y rápidamente me felicitan.
—Feliz cumpleaños, Ella —dice Noah, y Preston se limita a
gruñir.
Genial.
—¿Les gustaría...? —Chloe empieza, pero la interrumpo
rápidamente, sin querer pasar la noche con ellos. Una cosa es
verlos y otra beber con ellos.
Prefiero tener mi propio espacio personal y no estar
preocupada por lo que pueda hacer borracha mientras mi jefe me
observa.
—Bueno, no queremos molestarlos. Pásenlo bien esta noche,
chicos. —Levantan sus copas y me doy la vuelta, pero no antes de
ver los ojos de Kierian brillar y escuchar a alguna chica
llamándolo por su nombre desde atrás.
Lo que sea.
Aunque mi furia no tiene lógica, se precipita a través de mí en
oleadas, exigiendo aplastar algo.
Estoy perdiendo la cabeza con este trabajo.
Una vez que llegamos a la cabina, me siento en el lado que no
permite que me vean, y comienza el asalto de mi amiga.
—¿Ese no era...?
—Sí.
—Y esa noche, ustedes…
—Sí.
—¿Y ahora trabajan juntos?
Resoplando con fastidio, respondo:
—¿A qué vienen esas preguntas?
Chloe sonríe y Simone silba.
—Parece que alguien está susceptible con el tema.
—No le veo sentido a esta conversación, eso es todo.
Simone hace un gesto al camarero y dice:
—¿Podemos tomar unos tragos de tequila? —El chico asiente y
ella vuelve a prestarme atención, inclinando la cabeza hacia un
lado, y me muevo incómoda bajo su mirada—. Te gusta —afirma,
y casi me ahogo con la bebida.
—No, no me gusta. Solo es molesto. —Mis mejillas se calientan
por la mentira, pero en realidad, lo van a exagerar y...
—Dios mío, sí que lo hace. —Chloe le da un codazo a Simone
en el costado—. La última vez que la vimos tan irritada por un
chico fue en el instituto, cuando Colton la besó. —Simone asiente
mientras comparten una carcajada, y les dirijo una mirada
desagradable que probablemente diga que quiero matarlas a las
dos.
—Ja, ja. Ahora, ¿podemos pasar a otro tema, por favor? —El
camarero pone nuestros tragos en la mesa junto con unos frutos
secos, y lo saludamos—. Es mi cumpleaños, así que ¿no debería
ser el centro de atención? —Normalmente, lo odio, pero cualquier
cosa es mejor que ellas hablándome sobre Kierian.
—Tienes razón, por supuesto —dice Chloe, y exhalo aliviada,
pero luego continúa—. Pero es este tipo o tu trabajo. Y no te
ofendas, nena, pero estamos cansadas de oír hablar de tu trabajo.
—Teniendo en cuenta que no pasa nada más en mi vida, no me
sorprende mucho—. Entonces... ¿le gustas o no? Porque desde mi
rincón sí que lo parecía.
Terminando mi bebida, me recuesto en la silla, ladeando la
cabeza.
—Lo está y le gustaría más, pero no creo que sea una buena
idea.
—¿Por qué no?
—Porque trabajamos juntos, y si sale mal, será una situación
incómoda.
—Eso no lo sabes. —Chloe parece molesta por mis palabras,
moviéndose incómoda.
—Sí, lo sé. Soy yo. Ninguna de mis relaciones funciona, así que
es una suposición bastante buena.
Se quedan en silencio, todo el humor ha desaparecido de ellas,
y mis cejas se fruncen.
—No estás rota. —Simone me agarra la mano y la aprieta—.
Puedes tener una relación si quieres.
—En serio, este no es el momento...
—Creo que sí lo es —me interrumpe Chloe, con la ira brillando
en sus ojos—. Si te gusta este chico, inténtalo. Incluso si no
funciona, ¿qué tienes que perder?
—Honestamente, ustedes están haciendo un problema mucho
más grande de esto…
—Te quiero, ¿sabes? —dice Chloe, tomando mi mano entre las
suyas y apretándola ligeramente—. Pero creo que nunca has
pasado página de verdad. —Las dos se quedan en silencio.
Hasta aquí llegó mi maldita celebración de cumpleaños.
—Yo también las quiero, y prometo que, si realmente quiero ir
por él, lo haré.
Tardan un poco, pero asienten con la cabeza y levantamos las
copas.
—Por la cumpleañera: que lo celebre el año que viene con el
amor de su vida.
Poniendo los ojos en blanco, decido ignorar sus palabras.
Nos tomamos nuestros tragos rápidamente y luego comemos
unos cuantos frutos secos, porque rara vez bebemos algo más
fuerte que el vino.
La música suena en los altavoces y, mientras el líquido
ardiente se traslada lentamente de mi estómago a mi cerebro,
empiezo a mover la parte superior de mi cuerpo al ritmo.
—Toda esta charla pesada no tiene cabida hoy. ¿Qué tal si
bailamos?
Asienten con entusiasmo y, en pocos minutos, estamos
bailando en la pista al ritmo de algún tema de discoteca, cuando
se detiene bruscamente.
Todo el mundo comparte miradas confusas, hasta que el DJ
grita:
—Esta es para Ella Gadot, que hoy cumple años. —La gente
silba mientras mis mejillas se calientan.
Miro a las chicas.
—Es Tim. Ha pedido 'Serial Killer' de Lana Del Rey para mí.
—Qué bien. —Simone mueve los brazos, porque también es su
canción favorita, pero la canción que empieza a sonar no es esa.
Es de la misma cantante, pero se llama “Gods and Monsters.”
Una risita brota de las chicas.
—Aunque es muy apropiada.
Ignorándolas, lo que solo las hace reír, cierro los ojos y me
entrego completamente a la música, balanceándome de un lado a
otro mientras gritamos la letra de la canción.
Alguien me empuja por detrás, y termino entre unos fuertes
brazos que me hacen girar inmediatamente, poniéndome cara a
cara con Kierian.
—Te atrapé —susurra mientras me río y me agarro a su
camiseta.
—No te rendirás, ¿verdad?
Niega con la cabeza, me quita unos mechones de cabello de la
frente y me acaricia el cuello, inhalándome.
La música cambia a un baile lento mientras nos aprieta el uno
contra el otro y nos movemos suavemente al ritmo de la canción.
Con cada movimiento, siento sus músculos rígidos y me aferro a
él.
Ni siquiera hemos hecho nada, y mi cabeza ya está mareada,
con ganas de más.
—Esto es una mala idea. —Me dedica una media sonrisa
mientras me muerde el lóbulo de la oreja y luego lo alivia con su
lengua, enviando chispas directamente a mi núcleo.
—Esas suelen ser del mejor tipo. —Captura mi boca con la
suya, mordisqueando lentamente mis labios como si pidiera
permiso para entrar antes de morder ligeramente, ganándose un
jadeo.
La abro bajo su asalto y su lengua busca la mía, besándome
intensamente mientras su mano se desliza por mi cabello, sin
permitirme apartarme de él.
Es un beso que por primera vez en mi vida me reclama; me
hace saber que este hombre quiere ser el único que tenga acceso a
mis labios a partir de ahora. Mis rodillas se doblan, pero él me
atrapa, sin dejar ni un centímetro entre nosotros, y cuando por fin
me suelta, respiro profundamente, inhalando su aroma, que no
hace sino aumentar mis deseos.
—Tengo que tener esta noche, Ella, o me volveré loco.
—Podemos esperar.
Gruñe contra mis labios, mordiendo mi barbilla.
—¿Puedes? ¿No quieres que te folle tan profundamente y con
tanta fuerza que me sientas durante días?
Sus palabras me provocan un estremecimiento instantáneo y
mi corazón se aprieta. Me doy cuenta que no voy a poder esperar
en absoluto.
Le doy un beso más y le digo:
—Estoy aquí con las chicas que han planeado todo esto para
mi cumpleaños. No las dejaré. Pero puedes venir a casa conmigo
después.
Con un último beso, vuelvo con las chicas, y la siguiente hora
la pasamos bailando, bebiendo y divirtiéndonos, mientras
esperamos la continuación de la noche.
Ha llegado el momento de ser atrevida y, por una vez, hacer
algo por mí misma.
Unas Horas Más Tarde

Ella
El taxi se detiene frente a mi edificio y Simone dice en voz alta:
—Ya hemos llegado. —Chloe se ríe mientras el taxista se limita
a suspirar. Se le nota que es un abuelo protector.
—Están borrachas —digo, y le doy el dinero, porque en su
estado comatoso, dudo mucho que consigan pagarle al tipo. Él ya
conoce la dirección.
Me despido de cada una con un beso en la mejilla, salgo y
marco rápidamente a David.
—¿Hola?
—Deberían llegar a casa en unos diez minutos, así que te
aconsejo que las esperes fuera. —David suele salir con Peter, así
que también estará allí para recoger a su mujer.
Lanza una carcajada.
—Claro que sí, Ella. Feliz cumpleaños. Te quiero.
—Sí, yo también. —Colgando, subo rápidamente las escaleras,
solo para ver a un hombre apoyado en la pared de ladrillo, y casi
grito antes de reconocer a Kierian.
—¿Podrías ser más sutil? —pregunto, y él sonríe.
—Para qué perder el tiempo, ¿verdad? —La electricidad
pincha entre nosotros, pero lo paso y corro rápidamente hacia el
ascensor, donde se une a mí en tres rápidas zancadas.
Parece una eternidad mientras esperamos el ascensor, sin que
ninguno de los dos diga nada, y cuando entramos, estar muy
cerca de él en un espacio reducido no ayuda mucho al asunto.
Finalmente, llegamos a mi piso y acabo junto a la puerta.
Al introducir la llave, apenas tengo tiempo de entrar en mi
piso antes que Kierian me apriete contra la puerta, con su boca
buscando la mía. Me quito los zapatos, y creo que él hace lo
mismo, porque mientras nos balanceamos a un lado, piso sus pies
descalzos y un cosquilleo me recorre por el contacto con su piel.
Mientras nos arrastra a mi habitación, le desabrocho la camisa
y se la quito de los hombros, y luego me dirijo a la hebilla de su
cinturón, necesitando desesperadamente sentirlo en mis manos.
Hacemos todo esto mientras nos besamos, y finalmente la
parte posterior de mis pantorrillas toca la cama, él me rodea con
su brazo mientras susurra mi nombre y se inclina hacia mi cuello
para su asalto hambriento.
—Me he estado volviendo loco por la necesidad de follar
contigo desde nuestra última vez. —Sus palabras envían una
descarga directamente a mi clítoris mientras se frota contra mí.
Sigo sintiéndolo a pesar que estamos vestidos. Mi gemido no pasa
desapercibido mientras me arrastra más cerca—. ¿Me has echado
de menos, Ella? —Asiento con ganas—. ¿Está este coño mojado
para mí? ¿Listo para la única polla que puede darle satisfacción?
No tengo oportunidad de responder, ya que rompe mi vestido
en dos, los botones volando en diferentes direcciones mientras me
deja de pie en mi tanga de encaje. El vestido no permitía llevar
sujetador.
—Joder. ¿Mi chica se pasea así delante de otros hombres? —
gruñe.
Me empuja a la cama y me dejo caer sobre ella, respirando con
dificultad. Mi cuerpo zumba de necesidad mientras él retira
lentamente el cinturón de las trabillas. Cae al suelo junto con todo
lo demás, dejándolo gloriosamente desnudo para que pueda
admirar cada músculo, pendiente y una notable cicatriz que
probablemente se hizo en el trabajo.
Se arrodilla y frota sus manos contra la sensible piel de mis
muslos, siseo cuando muerde uno, inhalando mi aroma.
—Estás empapada —murmura, apartando mis bragas y, sin
previo aviso, entra en mí con su lengua, recorriendo el interior de
mi núcleo y extendiendo la humedad a su alrededor. Su pulgar
acaricia mi clítoris, mientras agarra con fuerza mi pierna, que echa
por encima de su hombro, sin dejarme escapar de él... como si
fuera a intentarlo.
—Kierian —gimo, y él penetra más profundamente,
poseyéndome por completo con su boca. Su lengua recorre mis
pliegues y los lame con la atención y el hambre que se les ha
negado durante tanto tiempo.
Me acaricia las nalgas y lame mi centro con su boca,
asegurándose de jugar con mi clítoris con su labio superior.
Muerdo mi puño, ahogando un gemido, mientras mi otra pierna
se dobla en la cama, dándole un acceso más amplio para trabajar.
—Tú. Eres. Mía —gruñe contra mí, clavando sus dedos en mi
piel mientras un toque de dolor me recorre—. No vuelvas a
negarme nada.
En este momento, estoy dispuesta a aceptar cualquier cosa con
tal que siga haciéndolo.
—No lo haré. —Mi voz está recubierta de lujuria y deseo. Mi
visión se nubla cuanto más lame y chupa, como si fuera un
hombre hambriento al que se le ha negado su golosina favorita.
Enlazando mis manos en su cabello, me muelo en su boca,
añadiendo fricción, y con cada chupada, subo más y más. Y
entonces empuja un dedo dentro de mí, y mi respiración se vuelve
áspera.
—No pares —grito, y él no lo hace. Añade un dedo más y
siento que está en todas partes.
Entonces levanta mi culo y concentra toda su atención en mi
clítoris, masajeándolo con el pulgar mientras empuja su lengua
hacia dentro y hacia fuera, encontrando ese punto mágico dentro
de mí.
Mi cuerpo se tensa, la conciencia me recorre cuando el
orgasmo me golpea con fuerza, y tiemblo, apartando mi cuerpo de
él.
Pero en lugar de calmarme, necesito más.
Me besa lentamente el vientre hasta llegar a mis pechos, donde
los acaricia y chupa suavemente los picos tensos. Los lame con la
punta de la lengua y los aprieta al mismo tiempo, y gimo, le toco
la cara y la levanto para besarla.
Puedo probarme en él, pero no me importa. Su beso es
posesivo, agresivo, codicioso. Creo que, si tuviera un plan para
hacerme venir solo con sus besos, lo habría conseguido.
Mientras su erección se clava en mi estómago, mis manos
bajan y la envuelven en un apretado agarre. Gime por encima de
mí mientras admiro su gruesa longitud que late con necesidad. La
acaricio y se me hace la boca agua por saborearla, pero él debe
leerlo en mis ojos, porque murmura:
—Hoy no, Ella. Mañana o cualquier otro puto día, puedes
jugar con ella todo lo que quieras y regalarme el cielo de tu boca
caliente, pero hoy no. Apenas puedo mantener el control. —Y por
un segundo, me deja ir mientras busca sus pantalones y los vuelve
a tirar al suelo.
Me fijo en el paquete de papel de aluminio que tiene en la
mano, lo abre y se pone rápidamente el preservativo. Me abre más
las piernas y arrastra la punta de su polla contra mi humedad,
frotando y entrando en mí con la punta, burlándose de mí.
—Kierian, no te burles.
Me muerde el cuello con dureza mientras gruñe.
—¿Nada de burlas?
Sacudo la cabeza, pero respondo igualmente:
—No.
—¿Solo quieres sexo duro, Ella?
—¡Sí! Eso es todo lo que quiero en este maldito momento. Así
que, ¿puedes seguir con el programa de una vez, y…?
Con un rápido movimiento, se introduce en mi interior,
arrancándome un grito que inmediatamente cubre con su boca.
Me penetra profundamente, y luego más profundamente,
sacudiendo la cama con su fuerza. Lo rodeo con las piernas
mientras entrelaza nuestros dedos por encima de mi cabeza.
Es lento, constante y duro. Espera a que cada embestida
sacuda todo mi sistema antes de darme otra, y cada vez, el placer
aumenta en mí más y más, mi piel se enrojece, el calor se extiende
y me recuerda que este hombre es todo un hombre.
—Mía —dice, golpeando más fuerte, arqueo la espalda,
completamente perdida en todo lo que me hace sentir.
Entonces introduce su dedo entre nosotros, presionando mi
clítoris mientras clava su polla en mi interior, cada vez más fuerte,
y es entonces cuando me alcanza.
Con un fuerte grito, me corro, viendo las putas estrellas
mientras él sigue moviéndose dentro de mí, sin ralentizar ni un
segundo. De hecho, disfruto y saboreo la sensación de él dentro de
mí sin la prisa adicional de perseguir el subidón que me saca de
mi mente.
Entra y sale, cada vez más rápido, cada vez más profundo, y
finalmente gime, apretando mis caderas y probablemente
magullándolas durante días.
Termina mientras está por encima de mí y luego se hunde
sobre mí, pero muy cuidadoso con su peso mientras lo abrazo más
cerca, frotando su espalda sudorosa hacia arriba y hacia abajo,
necesitando sentir esta conexión después del sexo.
Estoy completamente satisfecha y no siento que pueda
levantar un maldito músculo, aunque lo intente, así que él rueda
hacia un lado y se tumba de espaldas. Me apoyo en su hombro
mientras ambos jadeamos para respirar.
—¿Por qué no lo hemos hecho antes? —le pregunto.
No, de verdad, ¿por qué?
—Porque tienes la cabeza llena de mierda.
—No le prestes más atención.
Su risa resuena en las paredes, y me doy cuenta que es la
primera vez que es tan genuina o despreocupada.
—Tomo nota. —Un tiempo después—. ¿No te asustarás por la
mañana?
—No. Si lo hago, puedes besarme estúpido.
Me arrastra más cerca y me da un beso suave pero apasionado
que termina demasiado pronto, pero en serio no me quedan
fuerzas para nada más.
Después de varios segundos, se deshace del preservativo,
vuelve a la cama y nos dormimos con total tranquilidad.
Capítulo Nueve
New York, New York
Junio 2014
Ella

—Tu apartamento anterior era del tamaño de una maldita fruta.


¿Por qué tienes tantas cajas? —Chloe se queja mientras mueve la caja
que tiene en sus manos hacia arriba, haciendo que el contenido traquetee.
—¡Ten cuidado, esos son mis platos! —le informo. Ella pone los ojos
en blanco y se apoya en la pared mientras yo forcejeo con la llave,
intentando abrir la puerta lo más rápido posible.
—Lo que sea. Simone, ¿vienes? —grita, y lentamente, Simone sale
del ascensor, respirando con dificultad mientras deja caer la pesada caja
de libros al suelo y coloca las manos sobre las rodillas, jadeando.
—Chica, tu amor por los libros acabará contigo. Recuerda mis
palabras. —La situación es realmente hilarante teniendo en cuenta que
tenían mucha más mierda que mover cuando eligieron lugares diferentes,
pero no digo nada.
Al entrar por fin, sonrío alegremente mientras admiro mi primer
apartamento decente en toda mi vida. Todavía no puedo creer que haya
tenido tanta suerte con el propietario.
Kurt Smith, uno de nuestros clientes en la empresa de investigación,
afirmó que su mujer lo engañaba, pero no tenía ninguna prueba. Según
nuestros informes, era un genio de la informática que se hizo millonario
de joven y siempre triplicaba su inversión, hiciera lo que hiciera.
Su mujer, Matilda, tenía una larga lista de amantes antes que él y le
encantaba la vida de fiesta. Como ella no se quedaba en casa con él y decía
estar con amigos, él sospechaba.
Después de mi primer día de trabajo, comprendí rápidamente que
Matilda no engañaba a su marido, sino que se reunía con su hermano y
que los billetes de tren estaban involucrados. Lo más probable es que lo
estuviera ayudando a huir a algún sitio. Según el informe que tenía sobre
él, se mezcló con la gente equivocada.
No se lo mencioné a Kurt, pero le di un informe completo que era su
hermano y no otro hombre. Estaba tan contento que me ofreció uno de los
apartamentos de su edificio cuando se enteró que buscaba un lugar al que
llamar hogar. Me dio un precio barato por un apartamento de un
dormitorio totalmente amueblado en una ubicación privilegiada. En
circunstancias normales, lo habría rechazado, pero, sinceramente, no
tenía ningún otro sitio al que ir y, desde luego, no quería quedarme en mi
antigua casa.
Además, acepté el alquiler solo durante los primeros meses y luego
pagaría el precio real. Solo necesitaba ponerme en pie, ya que el FBI tiró
mis planes por la puta ventana. La vida me ha enseñado que a veces hay
que tragarse el orgullo para sobrevivir.
He solicitado trabajo en varios sitios, pero aún no me han contestado.
Por muy interesante que sea la investigación privada, no quiero que sea
mi trabajo permanente.
—¡Vaya! —Chloe silba, mirando a su alrededor—. Creo que a partir
de ahora nos quedaremos en tu casa. —Choca los cinco con Simone, y se
dejan caer en el sofá, poniendo los pies en la mesita y gimiendo de
placer—. ¡Por fin, a descansar!
—No quiero ser pesimista, pero tenemos que traer tres cajas más de
abajo.
Se quejan mientras murmuran algo en voz baja, pero no les presto
atención.
En lugar de eso, admiro la preciosa encimera de la cocina, el sofá, una
silla y una alfombra acolchada. Un enorme ventanal da a una vista del
parque desde el undécimo piso, el lugar perfecto para mi entrenamiento
matutino. El dormitorio tiene una cama y un armario, además de un
baño.
Todo está decorado en marrón y beige suave, pero espero añadirle
color con mis diversas almohadas y mantas.
—¡Caramba, Ella, ni siquiera miras las donas así, ¡y eso que te
encantan! —bromea Simone, y luego pasa junto a mí con Chloe a
cuestas—. Vamos a traer las cajas y volver. Vamos a pedir algo. Me
muero de hambre. —Salen y cojo el teléfono para hacerlo, cuando alguien
detrás de mí se aclara la garganta.
Me doy la vuelta y veo a Kurt, que me sonríe.
—Bienvenida al edificio, Ella. —Me da una gran cesta de chocolate, y
mis cejas se fruncen.
—Gracias. No debiste hacerlo.
Agita la mano en un gesto de “no lo menciones.”
—Es el procedimiento habitual. En fin, ¿todo bien?
Asiento con la cabeza, colocando la cesta en el mostrador.
Sinceramente, esto es un poco raro. Ya habíamos hablado de todo antes,
cuando me dio las llaves. ¿Por qué está aquí ahora?
Me amonesto interiormente al instante, porque mis sospechas
presentes en el trabajo a veces se trasladan a la vida real. No hay nada
malo en ser amable.
—De todos modos, estaré en el apartamento al final del pasillo. —
Con un movimiento de cabeza brusco, se dirige a la salida, pero no antes
que pregunte:
—¿Cómo está tu mujer?
Por un segundo, creo que la furia cruza su cara, pero desaparece tan
rápido que debo haberlo imaginado.
—Se ha ido. Me ha dejado.
—¿Qué? —Pero no da más detalles, solo se encoge de hombros y se
va, mientras me quedo confundida.
Matilda nunca habría dejado a su marido según el informe que yo
había reunido. Ella amaba demasiado la vida que él le proporcionaba.
Esos billetes no podían ser para ella.
Pero si lo hizo, ¿qué podría haber hecho él para alejarla?
Chloe y Simone eligen este momento para entrar en el apartamento,
haciendo un baile feliz mientras lanzan las últimas cajas al interior.
—¡Ahora es la hora de la fiesta! —Chloe levanta el puño en el aire
mientras Simone pone los ojos en blanco.
—Una película, comida y vino apenas cuentan como fiesta. —
Lentamente, vuelvo mi atención hacia ellas; vamos a pasar una noche
increíble en la que me ayudarán a colocar mis cosas en su sitio mientras
vemos una película y nos reímos.
Todo está bien en el mundo, y todos los pensamientos molestos sobre
Kurt vuelan de mi mente.
Pero vuelven un año después, cuando la policía encuentra a Matilda
en el fondo de un lago, asesinada con rabia por su marido, que no podía
soportar que ella lo dejara.
Lo que me demuestra una vez más que si tengo un presentimiento
sobre alguien, debo escuchar.
Siempre reconoceré la maldad que se esconde bajo un exterior
perfecto.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
Algo perturba mi sueño y muevo la cabeza hacia un lado para
evitar el molesto contacto, pero me sigue.
Metida en la almohada, agito la mano, esperando que la cosa
desaparezca. Seguramente es una mosca que ha entrado volando
porque me he olvidado de cerrar la ventana. La brisa me acaricia
suavemente la piel, aportando el frescor que tanto necesito en este
ambiente tan cálido.
Entonces me doy cuenta.
Una ventana abierta.
Nunca he dejado una ventana abierta durante la noche, no
después de la tragedia con mi familia. ¿Quién sabe quién y qué
puede entrar?
Abro los ojos de golpe y veo a Kierian en todo su esplendor,
que se cierne sobre mí con las palmas de las manos rodeando mi
cabeza por ambos lados.
Las gotas de agua provenientes de su cabello mojado me
golpean el rostro, y el olor de mi champú penetra en mis fosas
nasales.
Una risita se desliza por mis labios.
—Nunca esperé que olieras a flores exóticas. —Pero él no
comparte la broma, sino que sus ojos plateados me perforan con
su intensidad, y me levanto un poco, sin saber muy bien qué hacer
con tanta atención.
Nunca he conocido a un hombre como él.
Me duele el cuerpo, recordándome que ayer me tomó de todas
las maneras correctas y calientes.
—No me mires así —me advierte, con nuestros labios a un
suspiro de distancia el uno del otro. Sin poder resistirme, deslizo
mi mano por su cabello, acercándome mientras mis pechos se
presionan contra su pecho desnudo, y no puedo evitar gemir ante
el contacto—. Como si quisieras que te follara tan fuerte que me
sentirás durante días —murmura, antes de cubrir mi boca con la
suya, dándome un beso caliente que hace que mi cabeza gire.
Me levanto más y rodeo su cuello, exigiendo una mejor
entrada. Siento su erección clavándose en mi muslo y mi mano
baja, queriendo rodearla, cuando él gruñe contra mí.
Para mi sorpresa, en lugar de colocarme encima de él y
continuar, me quita los brazos y se levanta, respirando con
dificultad.
—Eres una bruja. —Se ríe, y luego se pasa los dedos por el
cabello que he conseguido enredar—. No tenemos tiempo,
preciosa. No hay tiempo. —Mis cejas se fruncen y miro el reloj.
Apenas son las siete, y Noah dijo que teníamos que estar en el
trabajo a las ocho—. Tenemos que estar en la oficina en una hora.
Ve a ducharte y esas cosas, mientras recojo el desayuno de la
panadería.
—No desayuno, y tardo unos veinte minutos en prepararme.
Me has despertado para nada. —Mi voz suena malhumorada e
infantil, pero no me importa.
—Pero yo sí, y si te hubieras despertado sin mí, habrías
pensado que me había ido. —Parpadeo, tratando de procesar esto,
cuando añade—: Tal vez vengándome por la última vez. —Sí, mi
cabeza habría ido totalmente hacia allí. Se ríe al oír mi refunfuño y
le lanzo una almohada, pero él agacha la cabeza y fallo—. Vamos,
prepárate.
Me levanto e ignoro su desnudez, aunque lo único que quiero
es pasar mi lengua por su piel bronceada y disfrutar de sus
pectorales bajo mis manos; así que acelero mi camino hacia el
baño, no sin antes gritar:
—Me gustan los panecillos. —Su risa es lo último que oigo
antes de cerrar la puerta.
Dios, ¿cuándo fue la última vez que me divertí tanto?
Este día parece prometedor.
Psychopath
Me apoyo en la pared de ladrillos donde tengo una visión clara
de Ella a través de su ventana abierta. Como su apartamento está
en el octavo piso, tengo que usar prismáticos.
Ella estira los brazos y luego coloca las manos en el alféizar de
la ventana, levantando su rostro para saludar al sol. Su rostro está
lleno de felicidad y de una calma que no había visto en meses.
Una noche con Kierian le hizo esto. La forma en que lo miró en
el club, la forma en que le respondió me molestó mucho.
Ella es mía para hacer lo que me dé la gana, así que cualquier
hombre que la toque tiene que pensárselo dos veces. ¿Pero cómo
puede saberlo si no le he dado una pista de lo especial que es para
esta investigación?
Mis manos se tensan en torno a los prismáticos, casi
rompiéndolos, pero exhalo un fuerte suspiro.
Control.
Eso es lo más importante para mí.
Como está sola en casa, me alejo de la pared y avanzo,
apretando la caja que tengo en los brazos contra mi pecho.
Tengo un regalo para ella, y espero que lo aprecie.
No es que vaya a hacer que sufra menos cuando caiga en mi
trampa.
Ella
—Compré entradas para los espectáculos de Broadway para
el 4 de julio para todos. No lo olvides —me recuerda Chloe por el
teléfono, mientras lo sostengo entre el hombro y la oreja, tratando
de verter el café en mi taza.
Espero que a Kierian también le guste, porque la otra opción
para beber es agua.
—Haré lo que pueda. —En el momento en que las palabras se
deslizan por mis labios, me arrepiento de ellas cuando una
diatriba estalla el al otro lado de la línea.
—¡Es importante, Ella! De ninguna manera vas a pasarlo sola
en tu apartamento. —Quiero mucho a mis amigas, pero a veces se
empeñan en rodearme de toda la atención posible durante las
vacaciones y las ocasiones especiales.
A nadie le importa la mayoría de las veces. Prefiero quedarme
en casa, porque las vacaciones son demasiado difíciles de
soportar, pero por el bien de su amistad, siempre me aguanto.
Así que, en lugar de discutir, le respondo alegremente:
—De acuerdo, ahí estaré. —No me cree por el modo en que
resopla al teléfono, pero entonces suena el timbre y añado
rápidamente—: Hay alguien en la puerta. Me tengo que ir. —No
le doy la oportunidad de comentar eso y cuelgo, dejando el
teléfono sobre la encimera.
Sacudiendo la cabeza con diversión ante la perseverancia de
Chloe, abro la puerta, lista para Kierian. Mi brillante sonrisa se
transforma en un ceño fruncido cuando no hay nadie.
—Umm, ¿hola? —Llamo, y entonces oigo el eco del ascensor
de fondo. Tal vez pensaron que no estaba en casa—. Qué raro —
murmuro, y estoy a punto de darme la vuelta cuando mi mirada
se posa en la alfombra y parpadeo. Sobre ella hay una caja blanca
con una cinta negra enrollada con fuerza.
La recojo, buscando una nota adjunta y no encuentro ninguna.
La agito, pero no hace ningún ruido, y aunque sé que no debería
hacerlo por el entrenamiento en Quántico, la llevo dentro.
Desenvolviendo el nudo, quito la tapa y encuentro un libro.
—La Ilíada de Homero —leo en voz alta. El título me recuerda
a algo de la escuela, pero no recuerdo la información. Es un clásico
griego. Y entonces me viene a la cabeza.
La historia de la guerra de Troya. Cómo el príncipe de Troya
se enamoró de una reina griega casada y la alejó de su marido,
que le declaró la guerra. Duró diez largos años, con los griegos
finalmente ganando y Elena volviendo con su marido.
Mirando mi enorme colección de libros en la estantería de mi
salón, me río de la broma de las chicas. No paran de decirme que
están a la caza de un libro que aburriría incluso a mí, y como La
Ilíada tiene varios miles de años, es una gran posibilidad.
Sospecho que me encantará de todos modos; solo que nunca
tendré tiempo con el trabajo para disfrutar adecuadamente de la
historia griega.
Abriendo el teléfono, me desplazo por mis contactos para
escribir en el chat de grupo, cuando aparece un mensaje diferente.
<Anónimo> ¿Te ha gustado el regalo?
Poniendo los ojos en blanco ante su sentido del humor y su
deseo de prolongar el secreto, les respondo.
<Yo> Claro, lo leeré.
<Anónimo> Considéralo una pista.
<Yo> Difícilmente puede ser una pista. Llevas toda la vida
dándome por culo con un libro aburrido.
No contestan. De hecho, parpadeo sorprendida cuando mi
teléfono cierra rápidamente todos los programas y, un segundo
después se apaga.
—¿Qué demonios? —Me levanto rápidamente, y entonces una
nota cae a la alfombra. La recojo y me quedo paralizada.

La clave que buscas tan desesperadamente... se encuentra en


esta historia.

El Sujeto

Un torrente de adrenalina me recorre mientras contengo la


respiración, mi mente entra en una espiral al saber que él sabe
dónde vivo y me ha enviado un regalo personal. Pongo la mano
en el arma que hay debajo de la mesa y me calmo un poco,
necesitando desesperadamente llamar a alguien para resolverlo.
¿Qué debe hacer un agente en esta situación?
El sudor resbala por mi espalda mientras me dirijo a la ventana
y la abro, tragando todo el aire posible mientras me dispongo a
avanzar.
Sabe que lo estamos investigando. Sabe que no tenemos pistas
y que eso me frustra. Pero ¿por qué me ha elegido a mí para esto?
¿Obsesión?
Palabras de hace muchos años entran en mi mente, y aunque
deseo bloquearlas, no lo consigo.
Pero hay algo en ti, Ella... me produce más placer verte sufrir que
matarte.
Apretando el alféizar hasta que los nudillos se me ponen
blancos, cuento hasta diez en mi mente, un truco que aprendí en
la universidad.
No importaba a dónde fuera mi mente, la cuenta atrás siempre
me devolvía al presente.
Probablemente también hackeó mi teléfono. ¿Por qué los
asesinos en serie, en la mayoría de los casos, tienen que ser tan
jodidamente inteligentes?
El timbre me saca de mis pensamientos y mi corazón se
acelera, latiendo dolorosamente en mi caja torácica. Trago saliva y
enseguida saco mi arma, quitando el seguro. Como mi teléfono
está apagado, no puedo pedir ayuda, y aunque la idea de
enfrentarme a él me asusta, es mejor estar fuera que dentro con él.
Me dirijo con cuidado a la puerta, haciendo el mínimo ruido, y
me pongo de puntillas para mirar por la mirilla. Exhalo aliviada
cuando me recibe la cara de Kierian.
Al abrir la puerta, me recibe con el ceño fruncido mientras
escudriña mi apariencia.
—¿Ella? —Inmediatamente lo agarro de la camisa y tiro de él
hacia dentro, cerrando la puerta y echando todos los candados
posibles. Enredando los dedos en mi cabello, pienso que, con un
estúpido mensaje, el sujeto me devolvió a la niña que no entendía
qué hacer.
No sobreviviré en el trabajo si me vuelvo neurótica con él.
Al instante, me agarra por los hombros mientras me hace girar
y me aprieta contra la puerta. Arroja la bolsa de panecillos al sofá
y cae perfectamente sin que el contenido se derrame.
El arma que tengo en las manos se clava en mi cadera, pero la
ignoro, aun tratando de recuperar el aliento.
—Ella, empieza a hablar.
Lamiéndome los labios secos, consigo decir:
—Él sabe dónde vivo.
—¿Quién?
—El sujeto. Lo sabe.
La frialdad cruza su cara, y su voz baja mientras lanza otra
pregunta.
—¿Qué ha hecho?
Me inclino hacia un lado y señalo la caja y el libro, con el dedo
ligeramente tembloroso.
—Creo que estoy exagerando.
—No lo estás. —Me suelta, y me sorprende el enojo que
desprende—. No hay nada de qué avergonzarse. No debería
haber ocurrido. Voy a llamar a Noah. —Está a punto de hacer una
llamada que tiene el poder de acabar con mi carrera antes que
empiece.
—¡No! —le grito, y él se detiene mientras elaboro, esperando
como el infierno que me escuche—. Noah me sacará del caso y lo
sabes. Estaré en la sección de "posibles víctimas" y todos me
vigilarán. —A juzgar por su ceja levantada, mi juego de
convencimiento no está funcionando.
—¿Estás loca? Es un asesino en serie. ¿Se supone que debo
dejar tu vida al azar?
—Kierian, si quisiera matarme, lo habría hecho. Se trata del
juego para él.
—Un juego peligroso, Ella.
—Por favor —susurro, sin entenderme tampoco en esta
situación. ¿No debería ser mi seguridad lo primero?
¿Por qué insisto en ello?
—¡No tengo palabras para lo estúpido que es eso! —Me quedo
callada mientras él se pasa la mano por el cabello, suspirando con
frustración—. No se lo diré a Noah, pero si se pone peligroso, se
acaban las apuestas.
El alivio me invade, y antes que pueda siquiera pensar en mi
acción, envuelvo mis manos alrededor de su cintura y lo abrazo
con todas mis fuerzas, respirando su aroma. Aunque haya dicho
todas esas cosas valientes, por dentro, la niña sigue temblando de
miedo, y no tengo a nadie más que me calme que él.
Y el dominio y la protección siempre vienen de la mano de
Kierian.
Sus brazos me rodean con fuerza mientras me acaricia la
cabeza, murmurando:
—Shhh, todo está bien. Pero esto no me gusta, Ella. —Me mece
de un lado a otro, mientras respiro profundamente.
Puede que no le guste, pero incluso él sabe que nos ayudará a
encontrarlo. Este sujeto es tan arrogante que cree que mi mundo
debe girar en torno a él.
—Quiere que lo haga. Es mejor no enojarlo. —Si nos observó,
significa que sabrá cuando les diga la verdad. ¿Quién sabe cómo
reaccionará? No querría otra víctima en mi cabeza.
Un agente experimentado probablemente habría reaccionado
de otra manera, pero yo no puedo.
—Atraparé a este hijo de puta.
Kierian no dice nada, solo me abraza más fuerte.
Demasiado para un día increíble.
Capítulo Diez
New York, New York
Agosto 2015
Ella

Pateando la piedra que está en el suelo, resoplo tan fuerte de


frustración que la mujer que camina a mi lado salta, pero no me importa.
Rechazada, una vez más.
A duras penas me contengo para no romper a llorar cuando la
compresión me golpea y se me doblan las rodillas, pero las fuertes manos
de Chloe me atrapan a tiempo.
—Shhh, nena. Vamos a sentarnos. —Me guía hacia el banco que hay
al lado del edificio del Departamento de Policía de Nueva York, donde
nos sentamos mientras la gente pasa con miradas curiosas,
probablemente por mi cara roja manchada de rímel.
Ni siquiera intento detener mis lágrimas mientras presiono las
palmas de mis manos sobre mis ojos.
—Se acabó —murmuro, con desesperación y resignación en mi voz.
Aunque probablemente se acabó hace unos años, cuando la decana
Holt me advirtió que nadie aprobaría que me dedicara a la psicología
criminal.
Parece que todo el mundo se ha propuesto hacer que sea imposible
para mí. Y finalmente acepto mi derrota, ya sin fuerzas para luchar
contra todo un sistema.
Chloe me da unas palmaditas en la espalda, mientras me dice:
—Está bien, cariño. Siempre puedes buscar en otras ciudades.
—Nadie me dará un trabajo de campo, y sin eso es imposible entrar
en la UAC, y tú lo sabes. —Aunque el FBI me rechazó, aún tenía la
esperanza que, después de tener unos años de experiencia, me dejaran
trabajar para ellos.
Ella permanece en silencio, sin tener nada que decir a eso.
No importa cuánto haya estudiado, no importa que haya leído todos
los libros de psicología criminal y los haya cursado como asignaturas
optativas generales, todos mis conocimientos no cuentan una mierda
para esa gente. Simplemente miran mi pasado y asumen que este trabajo
no es para mí, que estoy en una especie de camino de venganza.
No es así. Solo quiero dar a otras familias una oportunidad de luchar.
¿Está eso tan mal?
—Pensé que te gustaba trabajar con...
No la dejo terminar.
—Sí, trabajo con mujeres y niños maltratados en refugios y en los
centros, porque quiero ayudarlos. Pero si trabajara en la UAC, tendría la
posibilidad de evitar las violaciones y los abusos. ¿No lo entiendes? A
veces es demasiado tarde para arreglar el problema una vez que el
monstruo inflige su maldad. Esos niños y mujeres tienen que vivir con
ello para siempre —le grito en la cara, mientras ella escucha
estoicamente. Toma un sorbo de su té, exhala un fuerte suspiro y luego
me levanta la barbilla para tener toda mi atención.
—Pero eso no significa que tu trabajo no aporte ningún valor. Esas
personas no tienen a nadie más que a ti para hacerles saber que está bien
seguir adelante y que no deberían quedarse con sus cicatrices. También
vale mucho, chica. Si no lo ves, es que tus dos títulos de psicóloga no
significan nada. —Luego se levanta y me echa una mirada por encima
del hombro—. Cuando acabe esta fiesta de autocompasión, llámame.
Necesitamos ir de compras. —Con esas palabras de despedida, me deja
sola, caminando por la calle, con su cabello rubio balanceándose de un
lado a otro.
Por mucho que lo odie, tiene razón. He pasado todo este tiempo
intentando entrar en ese tipo de trabajo mientras devaluaba todo lo
demás en mi vida.
Pero ¿merece la pena? Las sonrisas y las palabras de agradecimiento
de los niños del refugio pasan por mi mente, recordándome que marco la
diferencia en sus vidas. Que saben que son importantes y que nadie
puede tratarlos así.
Les doy algo importante. Les enseño que nadie tiene derecho a
causarles dolor. ¿Cómo puedo considerar que no es nada, simplemente
porque no puedo trabajar para el FBI?
Mi actitud es irrespetuosa para todos ellos y para mí. Me he esforzado
mucho por el puesto que tengo ahora. Aunque la puerta de la psicología
criminal esté cerrada para siempre para mí, el resto me recibe con los
brazos abiertos. Asisto a todas las convenciones, tengo contactos en
muchos lugares y me aseguro de escribir una columna diaria para uno de
los blogs femeninos.
Esto cuenta para algo, muchísimo.
Limpiando la humedad de mis mejillas, me levanto, me pongo los
lentes de sol y sonrío ampliamente, esperando encontrar la paz al saber
que estoy haciendo algo valioso.
Aunque atrapar asesinos en serie no sea una de esas cosas.
New York, New York
Mayo 2018

Ella
El silencio resuena en el espacio mientras la suave luz
muestra la oficina de forma misteriosa, sin otra alma alrededor.
Nadie se queda por aquí después de las horas de trabajo; la
mayoría tiene familia. Todos los escritorios están limpios y
ordenados, pues la señora de la limpieza ya ha limpiado y se ha
marchado, no sin antes advertirme que me asegure de no ensuciar
el lugar o se acordará de mi nombre.
Estoy segura que no voy a dejar un desastre.
Me he pasado todo el día repasando el caso entre unos cuantos
también. Sobre todo, era papeleo, y no teníamos mucho que hacer
con ellos.
Kierian fue fiel a su palabra e incluso me dejó a unas manzanas
para que nadie nos viera llegar juntos. Actuó de forma tan
distante y profesional que nadie podría haber adivinado lo que
habíamos compartido.
Quería llevarme a casa, pero me negué, porque necesito
concentrarme en el caso. O esa fue la excusa que le di.
La verdad es que me sorprendió que lo dejara pasar tan
fácilmente, y me alivió al mismo tiempo. Respeta mis límites y no
trata de presionarme con esto, ahora que he dejado de negar que
existe.
Puedo trabajar totalmente con eso.
Pero en el fondo, puedo admitir que me da un poco de miedo
volver a casa sola cuando el sujeto sabe dónde vivo. Y no quiero
llevar todas esas fotos y detalles malos a casa de todos modos; se
supone que es mi santuario.
En mi casa no debe haber sangre ni asesinatos.
Intento descifrar todas las heridas que el sujeto ha dejado en
las víctimas, devanándome los sesos en busca de una pista de por
qué dejaría que su perro hiciera el resto. ¿Cuál era el objetivo de
secuestrar a esos pobres hombres? ¿Torturarlos y matarlos de las
formas más viles? ¿Por qué se satisface tan fácilmente y no siente
apego por sus víctimas?
Sirviéndome una taza de café recién hecho, gimo para mis
adentros mientras espasmos de dolor viajan desde mi nuca hasta
la parte baja de la espalda, recordándome que las sillas rígidas de
la oficina me vuelven loca. La idea de pasar un minuto más en ella
me mata, pero no tengo otra opción, teniendo en cuenta que
pienso resolverlo todo esta noche.
—Sabes, los antiguos griegos creían que todo nuestro dolor
proviene de nuestra mente.
Salto al oír la suave voz detrás de mí y me doy la vuelta en la
silla para mirar a Preston que sostiene su botella de agua y me
sonríe.
El tipo puede sonreír de verdad.
Parpadeando un par de veces, finalmente hablo.
—No me digas.
Él asiente con la cabeza, sentándose en mi escritorio mientras
continúa con su pensamiento.
—Una mente sana en un cuerpo sano. Creo que entonces no
sabían ponerle nombre, pero se referían a la psicología. Una de las
razones por las que me interesé por este arte hace tantos años.
—Es la ciencia —corrijo, pero él me ignora.
—No, es el arte de aprender una mente. ¿Qué puede haber
más grande que eso?
Creo que no he escuchado al tipo hablar tanto en el lapso de
un minuto.
—Eso es porque te encanta. Supongo que es así para todos los
que aman su profesión.
—Quizá el dolor de espalda se alivie cuando se resuelva el
problema de tu cabeza.
Se me escapa una ligera risa.
—Y aquí estaba yo, Preston, esperando que desapareciera con
un buen baño. Parece que tendré que vivir con el dolor hasta que
se cierre el caso.
No comenta nada, solo se queda mirando, pero entonces sus
ojos se posan en el libro y exclama:
—¡La Ilíada! —Lo coge, lo abre de un tirón buscando una
página determinada, y luego señala con el dedo la cita—. Mi parte
favorita.
Todo en mi interior se congela. Trago el café que de repente se
vuelve amargo en mi boca. Mi mente registra las palabras de la
cita; me sudan las palmas de las manos y se me entrecorta la
respiración.

"Es totalmente normal para un joven muerto en batalla yacer


destrozado por la lanza de bronce. En su muerte todas las cosas
parecen justas".

¿Cuántas personas hay hoy en día que aman este libro y tienen
una parte favorita memorizada?
—Ya veo. —Mi instinto de supervivencia me pide a gritos que
retroceda y huya de él mientras me estudia activamente y luego
exhala con fuerza cuando se ajusta los lentes firmemente en la
nariz.
—Ahora crees que soy un bicho raro o algo así. A Noah y a
Kierian también les encanta. De hecho, tuvimos que hacerlo por
trabajo.
Lentamente reanudo la respiración, maldiciendo mi estupidez,
porque honestamente, ¿en serio pensé que podía ser un asesino en
serie? ¡Ellos no se juntan con nosotros!
—¿Un caso interesante? —¿Por qué Kierian no me lo mencionó
antes, entonces? Podría haber ayudado con la investigación, pero
ni siquiera se ofreció.
Preston asiente mientras se explica.
—Hubo un caso raro de un tipo que estaba obsesionado con la
mitología griega y demás. Tenía diferentes citas repartidas por su
casa, y tuvimos que leer un montón de cosas. Para entenderlo,
tuvimos que leer este libro, porque se asociaba con el rey
Agamenón. —Pone los ojos en blanco, como si la sola idea le
pareciera estúpida—. Pero nos gustó la obra maestra.
—¿Por qué? —Tal vez si me explica su amor por ella, pueda
conectar todas las pistas que el sujeto quiere desesperadamente
que encuentre. Y aunque me doy cuenta que es un juego peligroso
el que estoy jugando con él, no pienso rendirme hasta encontrarlo.
—Muestra lo que la guerra hace con la humanidad en el lapso
de una década, cuando la gente tenía vidas y valores diferentes.
Por supuesto, algunos historiadores afirman que no es más que un
mito, pero se descubrió que Troya sí existió. —Hace una pausa
como si estuviera reuniendo sus pensamientos mientras tomo
algunas notas en mi libreta—. Pero también, son los personajes...
está muy marcado por el carácter, ¿sabes? Creo que todos
podemos encontrarnos ahí si lo intentamos. —Sus mejillas se
sonrojan y evita mi mirada.
Impulsado por los personajes.
Eso debe ser. Ha encontrado su personaje y se asocia a él.
—¿Cuál era tu favorito? —pregunto, pero se levanta
bruscamente, su agua se derrama sobre sus pantalones mientras
maldice en voz baja.
—No te lo voy a decir ahora. Tienes que leerlo primero. Creo
que entonces lo adivinarás. —Con esa extraña declaración, se aleja
mientras me quedo confundida.
Aunque no ha dicho nada importante, no se me escapa una
sensación de fatalidad a su alrededor, y siempre confío en mi
instinto. No puedo nombrar lo que me resulta extraño de Preston.
Sacudiendo la cabeza de los complicados escenarios, devuelvo
toda mi atención al caso mientras mastico las galletas que tuve la
inteligencia de traer.
Me ha costado casi ocho horas, pero por fin lo he resuelto.
Y en cierto modo, la verdad me rompe.
El perfil está listo.
Psychopath
El bocinazo del coche desvía mi atención hacia la derecha
mientras saludo a Christian, nuestro compañero de trabajo que se
ha casado recientemente, y me hace un gesto para que lo llame
alguna vez.
Crujiendo el cuello de lado a lado, disfrutando del placer que
me proporciona, pienso en llevar un iPad la próxima vez mientras
espero a Ella. Nada más que una excelente planificación me ha
llevado a este nivel, el pequeño hecho de la preparación que la
mayoría de los asesinos en serie se saltan.
Y por eso los atrapan.
Anoche decidió quedarse dentro, trabajando para atraparme, y
no podía dejarla sola sin seguridad.
Tengo toda la intención de hacerle un poco de daño, pero
nadie más tiene este derecho, y con la vida, nunca se sabe. No he
trabajado tanto para traerla aquí para que ocurra un accidente y
me arruine los planes, sobre todo con el aniversario tan cerca.
La idea de pasar todas las noches en el coche esperándola no
me molesta mucho. He aprendido a funcionar con un mínimo de
sueño.
Nunca se sabe cuándo un monstruo decidirá perturbar tu
sueño.
Pasándome los dedos por el cabello, salgo del coche y me
dirijo al edificio mientras compruebo las noticias del momento.
No encuentro nada interesante.
—Buenos días —me saluda el personal de seguridad, mientras
aprieto mi placa contra la puerta.
—Hola, Karl. ¿Todo bien?
Asiente con la cabeza, dando un sorbo a su té mientras hay
varias donas cerca.
—Sí. Solo que Ella Gadot se quedó anoche. —Frunce el ceño
ante eso, probablemente no entiende por qué una mujer joven
estaría tan dedicada al nuevo caso.
Yo tampoco lo entiendo, pero un estremecimiento de placer se
extiende por mis venas al pensar en lo mucho que mis acciones
atraen su mente. Debería tener cuidado con su atención, o le traeré
un nuevo cuerpo.
Una vez dentro de la UAC, me detengo en seco mientras mis
ojos beben en la belleza que Ella presenta dormida en su
escritorio, su cuerpo doblado mientras su mejilla se apoya en la
mesa de plástico. Su camisa está arrugada y ligeras bocanadas de
aire se deslizan por sus labios, resaltando la plenitud de los
mismos que anhelo morder para ver lo rápido que puedo extraer
la sangre.
Un sedoso mechón negro cae sobre su nariz haciendo que haga
un pequeño gesto de disgusto, por lo que no puedo resistirme a
quitárselo. Inmediatamente, se calma. Parece tan inocente ahora
mismo, tan joven, tan pura, que la idea de traerla a mi sótano
durante un segundo me parece mal.
Mi oscuridad no debería tocar a una persona que ya ha sufrido
suficientes pesadillas.
Pero entonces el olor de su perfume penetra en mis fosas
nasales y me saca de la neblina creada en mi mente por ella.
Ella es mía.
Y cuidaré de ella una vez que demuestre que puede quedarse...
pase lo que pase.
Por desgracia para ella, eso significa ser secuestrada y
torturada hasta…
Los gritos del pasado me asaltan y me doy una palmada en la
cabeza, agarrándome al escritorio mientras la rabia y el dolor me
sacuden el cuerpo.
Cuento hasta diez mientras me concentro solo en los números
y en cómo se ven en mi cabeza, para que ninguna imagen del
pasado vuelva a entrar en ella.
En segundos, todo pasa, pero me recuerda una vez más que el
remordimiento y el bien mayor no tienen ningún significado para
mí.
Egoístamente, necesito que Ella adormezca el pasado, y tiene
que ocurrir cuanto antes.
De lo contrario, me volveré loco.
Ella
—Ella, despierta. —Una voz profunda penetra a través de la
bruma del sueño y mis ojos se abren de golpe.
Un gemido de dolor me abandona cuando me siento erguida,
desorientada, mientras hago una mueca de dolor por la rigidez de
mi espalda. Debería invertir en masajes con este trabajo, no es
broma.
Finalmente, me doy cuenta de dónde estoy y levanto la vista
hacia los tres hombres que están a mi lado, cada uno con una
expresión diferente. Parpadeo, no estoy acostumbrada a tanta
atención.
Noah, bien vestido con su traje, como siempre, se sorprende al
mirar mis notas. Evitando mi mirada, Preston da un sorbo a su
café y me tiende uno, que tomo con gusto, y ni siquiera me
sorprende que sea mi sabor favorito. ¡Este tipo está lleno de
secretos!
Kierian se ríe divertido, y una vez más, mi cuerpo reacciona a
esa sonrisa, pero sacudo la cabeza, esperando escapar de eso.
—Hola, bella durmiente. ¿Una noche dura?
Noah pone los ojos en blanco, lanzándole una advertencia:
—Kierian. —Pero luego añade—: Cuando dije que pensaras en
el caso, no me refería a quedarte en la oficina las veinticuatro
horas del día.
Es entonces cuando me doy cuenta.
¡El caso!
—Sé quién es. —Se congelan, concentrando toda su atención
en mí. Me humedezco los labios y me levanto, agitando una
carpeta delante de ellos—. Bueno, quiero decir que sé por qué
hace lo que hace.
—Oigámoslo entonces, porque hasta ahora no tenemos nada.
En la sala de conferencias en cinco —ordena Noah y se dirige a su
despacho, dejándome a solas con los chicos.
—Tengo que preparar mi portátil —dice Preston de golpe y
corre a la sala de cómputo.
—No es saludable. —Kierian se inclina más cerca, apartando
los mechones de cabello de mi frente, y este toque apenas
perceptible hace surgir un torrente de energía a nuestro alrededor,
creando un capullo desconocido, y trago saliva. Antes que pueda
siquiera parpadear, me da tres ligeros besos en los labios,
quemándome con cada toque.
Este trabajo será mi fin.
Doy un paso atrás, mirando a mí alrededor, esperando que
nadie lo haya visto.
—Kierian.
Ignora mi siseo, mientras recoge mis libros y apuntes.
—No tenemos restricciones para salir con compañeros de
trabajo.
Casi me atraganto con la bebida, haciendo una mueca de dolor
al quemarme los labios.
—¿Estás seguro?
Se encoge de hombros.
—Nadie me ha informado de lo contrario.
—Las relaciones no me funcionan la mayor parte del tiempo.
—Siento la necesidad de advertirle, porque si realmente
decidimos hacer algo, tal vez no deberíamos informar a nadie.
¿Quién sabe cuánto durará?—. Así que echa el freno, Kierian.
—¿Por qué no? —La curiosidad y el aburrimiento, si es que eso
es posible, se entrelazan en su voz mientras se mueve lentamente
en dirección a la sala de conferencias, donde puedo ver a través de
la puerta de cristal al resto del equipo ocupando sus sillas y
riéndose de algo que Jacob les muestra en su teléfono.
—Simplemente no lo hacen. —He intentado dos veces tener
una relación, y las dos veces fracasé.
—¿Sabes cuál es mi rasgo de carácter más destacado? —
pregunta, justo antes de empujar la puerta.
—¿Qué?
—La terquedad. Y cuando quiero algo, lo consigo. Eres mía,
Ella. Acéptalo —me susurra al oído y luego entra, mientras
suspiro con fuerza, rezando para tener paciencia y resistencia,
porque Dios sabe que la necesitaré con él.
Sujeto, me recuerdo. Piensa en el sujeto, Ella.
Noah levanta la ceja.
—¿Has dicho que tienes algo? —Asintiendo con la cabeza, doy
la vuelta rápidamente a la pizarra que nos muestra a todas las
víctimas extendidas horizontalmente con la descripción detallada
de sus heridas junto con algunas hipótesis sobre nuestro sujeto.
—Ok, ¿recuerdan que dije que era raro que la mujer de la
víctima actuara de forma tan extraña?
Andrea asiente.
—Sí, no estaba llorando.
—Bien. —Agarro el rotulador negro mientras voy a la pizarra
y escribo rápidamente todas las heridas—. Así que primero, va
por los riñones. Luego se mueve lentamente hacia el intestino.
Luego a la espalda. Y finalmente la garganta y la cara.
—Ya lo sabemos —La voz de Jacob está llena de aburrimiento,
y aprieto los dientes y continúo. ¡Un poco de paciencia no vendría
mal!—. Además, una vez que ha terminado con ellos, los deja para
que su perro los destroce. No se molesta en infligirles más dolor
que esas tres heridas principales. La última víctima fue una
excepción.
—Ella, espero que vayas a alguna parte con esto, porque hasta
ahora todo esto está en el archivo. —Noah tamborilea su bolígrafo
sobre la mesa, aunque sus ojos asertivos se centran en mi escritura
como si tratara de averiguar mi línea de pensamiento.
—He pasado los últimos años trabajando con mujeres
maltratadas. ¿Saben dónde suelen estar heridas?
Riñones/costillas. —Con cada palabra, señalo la pizarra, el sonido
que resuena en el espacio lo enfatiza aún más—. Estómago. Los
brazos. Espalda. Garganta. Y finalmente cara. Puedes dar una
patada a un riñón y no quedarán moretones.
Kierian se cruza de brazos y se apoya en la mesa mientras se
frota la barbilla.
Sin embargo, Preston chasquea con los dedos y dice:
—La mujer de la primera víctima. Estaba cubierta de pies a
cabeza y se ponía nerviosa cada vez que le preguntábamos por las
fotos de la familia.
—Conectando todo esto, solo puedo sacar una conclusión.
—Su marido la maltrataba —dice Andrea, pero luego se
endereza—. Así que nuestro sujeto hace daño a los hombres que
maltratan a sus mujeres.
Noah levanta la ceja, mientras se desplaza por su archivo.
—Esa sería la pieza que falta para conectarlas a todas. Esa es su
victimología.
—Investigaré a las familias de las otras víctimas. Sus
historiales médicos, la ausencia en el trabajo o en la escuela, todo.
—Los dedos de Preston chasquean inmediatamente en el portátil,
su enfoque es nítido, y espero que pueda encontrar información
útil.
No importa lo que haga el sujeto, sus asesinatos están mal.
Esos hombres no merecen bondad, pero él no debería ser el juez,
el jurado y el verdugo.
—Llama a Mary Parker. Tenemos que hacerle unas cuantas
preguntas más —le dice Noah a Andrea, y luego su atención
vuelve a centrarse en mí—. ¿Algo más que añadir? —El libro que
llevo en el bolso pesa en mi hombro y en mi conciencia, pero no se
lo digo. Sé que contiene la clave para averiguar dónde está, pero si
descubren que se ha fijado en mí específicamente, podrían
apartarme del caso.
El sujeto me lanzó un reto y pienso ganar. La gente como él es
la razón por la que mi familia murió. Lo pondré tras las rejas, sin
importar el costo. No puedo abandonar mi primer caso.
Sacudo la cabeza y me aclaro la garganta.
—Creo que tendremos un perfil cuando lo confirmemos con
Mary. Entonces podremos seguir adelante. —Y aunque ese suele
ser el alcance de nuestro trabajo, espero como el infierno que dé
un paso en falso más para que estemos más cerca de atraparlo.
Una Hora Después

Ella
—Ella —me llama Noah, y me doy la vuelta para mirarlo—.
Mary Parker está aquí. Está esperando en el despacho. —Asiento
con la cabeza, cojo rápidamente la carpeta y me dirijo hacia el
despacho mientras busco las palabras adecuadas en mi cabeza.
Está sentada en la silla, esta vez sola, mientras tantea con los
dedos. Se mueve incómoda cuando entro.
—Agente Gadot. Su llamada me ha sorprendido. —Me
estrecha la mano, pero al mismo tiempo, la preocupación cruza su
rostro.
—Hay algunos detalles nuevos sobre su caso.
Se queda paralizada, casi sin respirar.
—¿Qué detalles? ¿Está vivo?
Mi expresión sigue siendo neutra, pero con esta afirmación,
ella confirma que nuestro perfil es correcto. Normalmente, la
familia exige ver el cuerpo, pero en este caso, quiere olvidarlo
como un mal sueño.
—No, por supuesto que no. Pero tenemos algunas preguntas
para usted. —Ella exhala aliviada y asiente—. Necesito que sea
sincera conmigo, por favor. Todo lo que diga se queda en esta
habitación, pero será muy importante para el caso.
—Sí, de acuerdo.
Haciendo una pausa por un segundo, pregunto suavemente:
—Sra. Parker, ¿la maltrataba? —Ella traga y baja la mirada. Al
trabajar durante tanto tiempo con esas mujeres, sé lo que está
sintiendo en este momento. Vergüenza por seguir con un hombre
así. Pero no debería—. Es muy importante que lo sepamos.
Respira profundamente y habla.
—No al principio. —Se lame los labios, mientras hace crujir los
nudillos—. Era tan gentil, tan atento. Sentía que yo era la única
chica del mundo para él. —Bebe un trago de la botella de agua y
continúa—. Todo cambió una vez que nos casamos. Se volvió
callado, nervioso, y cada pequeña cosa lo hacía enojar. Empezó
con gritos y poco a poco se transformó en golpes.
Me duele el corazón por ella, imaginando lo aterrador que
debe ser que la persona en la que más confías te dé la espalda y se
transforme en un monstruo. La gente suele preguntarse cómo
todas esas mujeres no pudieron ver las señales, que deben ser
obvias. La verdad es que los maltratadores son los que mejor lo
ocultan.
El engaño es su máscara favorita, porque así es como atraen a
sus víctimas.
Frunzo el ceño, mi mente se detiene en esa información, pero
sacudo la cabeza, apartándola para pensar en ella más tarde. Me
concentro en Mary, que ahora se muerde el pulgar, dando
golpecitos nerviosos con el pie, y por la mirada vidriosa de sus
ojos, me doy cuenta que ya no está aquí, sino de vuelta en el
tiempo con su marido.
—Al principio se disculpaba. Me traía regalos y me rogaba que
lo aceptara de nuevo. Fui débil porque no dije nada —me asegura,
con las mejillas sonrojadas.
—Claro que no. Estaba en una mala situación.
Se ríe amargamente.
—Debí huir de él en cuanto se puso abusivo, pero esperé y
esperé. Luego me quedé embarazada y no tuve más remedio —
termina en un susurro.
Aunque todo esto confirma nuestra teoría, no nos ayuda
mucho en la investigación, así que indago suavemente.
—¿Recuerda a alguien nuevo en su círculo? ¿Alguien que
pudiera saber de su maltrato?
—No, es imposible. Era cariñoso en público, y, además, nos
habíamos mudado hace poco.
Excepto que el sujeto debe haberlos espiado. Si no, ¿qué
explica su obsesión por las víctimas?
Noah levanta la barbilla en forma de pregunta a través de la
puerta de cristal, y sacudo la cabeza, porque esta información no
nos hace avanzar. ¿Cómo encuentra el sujeto a estos hombres?
—Aunque... —empieza, y mis oídos se agudizan. Se endereza
en su asiento, frunciendo el ceño—. Un día, después de su
desaparición, hubo un hombre que se detuvo en la puerta
preguntando si, por casualidad, había perdido una bicicleta.
Estaba en la carretera, pero le dije que no era mía. Pensé que era
solo un vecino. Se disculpó y estuvo a punto de marcharse, pero
entonces murmuró que mi pesadilla había terminado. También
miró a mi bebé, pero me asusté y le cerré la puerta en las narices.
El bebé. No vino a ver a la madre.
Oh, Dios mío.
—¿Recuerda cómo era?
—Llevaba una sudadera con capucha y lentes de sol, y tenía
barba. No lo reconocería. —Ella jadea en shock—. ¿Era el asesino?
—Saber que puede haber sido el asesino que pasó por su casa
puede llenarla de miedo, y como estoy segura que no la atacará,
hago lo posible por tranquilizarla.
—No es probable. Pero esta información nos ayuda. Gracias,
Mary. —Ella asiente y me detengo un segundo, contemplando mi
próxima acción, pero la hago de todos modos. Coloco en su mano
la tarjeta del centro donde solía trabajar—. Si alguna vez tiene
ganas de hablar, es un buen lugar para compartir su dolor.
La sostiene en la mano durante unos segundos y luego
susurra:
—Está muerto.
Sonrío con tristeza.
—Por desgracia, las cicatrices que dejan permanecen.
No dice nada más, pero la mete en su bolso y, con una
palmada en el hombro, sale del despacho mientras resoplo con
frustración.
Hemos cometido un error en el perfil, un pequeño detalle que
lo cambia todo.
¿Qué has tenido que vivir, sujeto?
Psychopath
Al pulsar el botón del ascensor, maldigo la cosa por tardar
tanto cuando siento una presencia a mi lado.
Al mirar a mi lado, reconozco a la mujer, la mujer de una de
mis anteriores víctimas, mientras piensa en algo, mirando
distraídamente las puertas.
El ascensor se abre y ella entra conmigo. Estudio sus rasgos.
Ha ganado algo de peso, lo que probablemente sea normal
teniendo en cuenta que acaba de tener un hijo, pero también hay
un aura de tranquilidad a su alrededor.
Y lo más importante, no tiene moretones recientes.
No sé qué debería sentir una persona cuerda en este momento,
pero lo único que pasa por mi mente es el hecho que su hijo se
librará de todas las pesadillas que sufrió su madre.
Un minuto después, la puerta se abre. Estoy a punto de irme,
cuando su voz murmurada me detiene en seco.
—Gracias. —Una pausa mientras su respiración se
entrecorta—. Reconozco el tatuaje. Fuiste tú.
No reacciono a su afirmación y sigo caminando hacia el centro
de impresión.
Mi trabajo aquí ha terminado.
Ella
—¿Dónde está Noah? —Le lanzo la pregunta a Andrea, que
mastica su dona.
—No tengo idea. Los chicos están dispersos por todo el lugar.
¿Por qué? ¿Tienes nueva información sobre el sujeto? ¿La mujer se
acordó de algo? —Se limpia las manos, toda su atención puesta en
mí.
—El sujeto fue a la casa a ver cómo estaba.
—¿Qué?
—Sí. Pero eso no es lo que lo hace tan interesante, si es que esa
palabra se puede aplicar aquí.
—¿Entonces qué? —Parece realmente confundida, mientras
estudia las fotos que tiene delante de las escenas del crimen—. ¡Es
un asesino en serie! ¿Y no te preocupa que estuviera en la casa? —
Se apresura a revisar las notas—. Tenemos que comprobar las
cámaras de vigilancia. Tal vez lograron captar su cara.
—Está castigando al maltratador.
—Para proteger a las mujeres porque las sustituye por su
madre. Lo sé. —Pero esa es la cuestión: ella no lo entiende.
Noah y Kierian entran, y giro para mirarlos.
—Son los niños. —Sus cejas se levantan, así que me explayo—.
El sujeto está salvando a los niños de tener que vivir la vida que él
pasó. No se trata de las madres.
—¿Significa que se sustituye a sí mismo con niños? —Andrea
se da una palmada en la frente—. Esto es aún peor.
—¿Cómo es esto peor? —Es decir, cambia las variables, pero
no el resultado. Solo significa que tenemos que buscar en los
hombres de familia, porque esas serán sus víctimas. Y este perfil
nos permite buscarlo en las bases de datos.
Noah habla.
—Mata a los padres, porque sabe que nadie protegerá a los
niños. Su madre, en su mente, le falló. Así que hace el trabajo
sucio, por así decirlo.
—¿Pero por qué es peligroso?
Todos guardan silencio y solo Andrea habla.
—Un día conocerá a una mujer que desea. Y la castigará por
ello, porque en su mente, el amor es una emoción fugaz que
necesita ser castigada.
Como en, ¿puede enamorarse de una mujer?
Da miedo pensar en lo que implica su amor.

Los policías se sitúan frente a nosotros, dispuestos a escuchar,


aunque veo que resoplan con fastidio, claramente no esperan oír
mucho.
Un detective da una palmada.
—Bien, todo el mundo, escuchen.
Se hace el silencio en la sala mientras Noah se aclara la
garganta.
—Estamos listos para presentar el perfil. —Le hace un gesto
con la cabeza a Andrea, y ella se adelanta, disparando información
como si fueran balas mientras los agentes la escriben en sus
libretas, sus bolígrafos arañando el papel y recordándome que me
he perdido algo.
El libro. Todavía no he encontrado la conexión con el libro.
¿Por qué me lo envió si no está relacionado con el caso?
—Nuestro sujeto es un hombre de unos veinticinco a treinta y
cinco años. Necesita estar en buena forma para cargar los cuerpos
y luchar contra ellos cuando se resisten. Todas sus víctimas tienen
una cosa en común: maltrataban a sus mujeres, y probablemente a
sus hijos. Por eso todo el dolor que inflige tiene que ver con el
abuso doméstico. —Continúa—: Lo más probable es que haya
crecido con un padre violento y una madre psicológicamente
ausente.
—¿Abuso sexual infantil? —pregunta uno de los agentes, pero
niego con la cabeza.
—No, al menos no a él. Solo hace daño a los hombres, pero no
les toca los genitales, lo que implica que no fue violado de niño.
Su misión es provocar el mayor dolor posible a la víctima. En
otras palabras, las pone en una posición de indefensión. Como lo
fueron todas sus víctimas.
—Es confiado, controlado y meticuloso en la elección de sus
víctimas. Es extremadamente inteligente y manipulador. Es
educado y encantador, por lo que le resulta fácil formar parte de
la sociedad. Teniendo en cuenta que rara vez alguien sabe lo que
ocurre a puerta cerrada, espía a sus víctimas y nunca elige a
alguien al azar —interviene Jacob—. En otras palabras, estamos
ante un psicópata con años de experiencia. Probablemente
empezó en la adolescencia.
—Han mencionado a la madre psicológicamente ausente. ¿Qué
quieren decir con eso? ¿Sus próximas víctimas serán las mujeres?
Compartimos una mirada, y decido responder a eso.
—Su madre probablemente lo tomó todo sin defenderse,
permitiendo que el marido se volviera más violento. En la
mayoría de los casos, estadísticamente, esas mujeres mueren de
sus heridas o se suicidan. —Me duele el corazón por el pequeño y
la mujer que vivieron un infierno, porque nadie merece eso, pero
al mismo tiempo, no excusa lo que hace.
—En la mayoría de estos casos, el niño tiene una oportunidad,
pero nuestro sujeto... —Andrea hace una pausa y el
remordimiento llena su voz—... no la tuvo.
—Nunca dejará de hacerlo, porque en su mente no hace nada
malo. —Jacob comparte la información más importante, ya que es
crucial. Nuestro sujeto no siente remordimientos de ningún tipo.
A sus ojos, él es el salvador.
—Todos esos hombres son sustitutos de su padre. Cada vez
que mata a uno de ellos, vuelve a matar a su padre —digo, y ellos
parpadean sorprendidos.
—¿Crees que su primera víctima fue su padre?
—Una de las víctimas. Normalmente la persona odia tanto al
padre que quiere infligirle la mayor tortura posible. Y hace falta
entrenamiento.
—Entonces, ¿cómo atrapamos a este tipo? —pregunta un
agente de policía, ¿y no es una maldita buena pregunta?
Noah interviene.
—El perfil te da más o menos una idea de él. Si vuelve a
aparecer, lo sabrás, ya que le gusta la atención. Atrapar a asesinos
en serie como él lleva meses, sino años. Necesita cometer un error.
La conversación continúa mientras hacen planes y ajustes, y es
entonces cuando capto la mirada de Kierian, que me lanza una
dura mirada que no consigo entender.
Pero tal vez sea por el libro. En tales circunstancias, ¿realmente
puedo ocultarlo? El equipo merece saberlo.
No cambiará mucho, ya que el caso está ahora en manos de la
policía a menos que surja algo crucial, pero ¿y si pongo a mi
equipo en peligro?

Psychopath
Aprieto el vaso de plástico en mi mano con tanta fuerza que se
dobla, salpicando el café caliente en mi muñeca. Una mujer policía
que está cerca de mí jadea y me da rápidamente un pañuelo de
papel.
—Gracias —murmuro, odiando cada una de las palabras que
pronuncia el equipo al presentar el perfil a los policías, porque
parece como si estuviera justificando mi vida, pero haciéndolo con
frialdad y haciéndome parecer un loco.
Cuando en realidad, ¡soy la persona más cuerda de todas! De
todos modos, ¿qué saben ellos de mi vida? Sociópatas, psicópatas,
asesinos en serie. ¿Quién ve nuestro lado de las cosas, realmente?
La psicología criminal te enseña cómo atraparlos.
No te enseña a entenderlos de verdad.
Pero ella está equivocada. Sobre mis motivos y mi juego final.
Sin embargo, pronto lo sabrá.
La acción debe acelerarse, porque ya no puedo controlar mi ira
y apenas puedo contenerme durante el sexo. No me da el placer o
la claridad mental que solía.
Pero conseguir a Ella lo hará, porque parece que es la única
que me entiende de verdad.
Mia.
Capítulo Once
New York, New York
Abril 2018
Ella

Cayendo sobre la esterilla, me río incontroladamente mientras


Simone me mira desde arriba.
—Tú, perra, no acabas de rendirte.
—Ella, levanta el culo. No te vamos a dar un pase libre —dice Chloe,
mientras hace girar de nuevo el Twister, y luego ordena—: Pie derecho
en rojo. —Gimo en la lustrosa esterilla, pero me levanto para cumplir,
manteniendo una mano delante de mí mientras la otra está en el lateral.
No soy flexible, así que noto la tensión en mis músculos por eso. Dejo
que Chloe recuerde nuestro juego de la infancia e insista en jugarlo para
que nos animemos.
Sé que está muy preocupada por mí después de todo el incidente del
tren, así que accedí a ello, junto con unas cuantas botellas de vino y una
noche de chicas. Simone horneó unas golosinas deliciosas, así que en mi
libro es una situación en la que todos ganan.
—Después de esto, nos vas a invitar a todas a un masaje, por decir
algo —le dice Simone mientras mira la ruleta para saber dónde poner su
mano izquierda.
—¿Yo? ¡Tú eres la que tiene un marido rico! —Chloe suena
indignada y le da un codazo en el hombro, ambas pierden el equilibrio y
acaban cayendo al suelo.
Se produce un golpe y luego unas sonoras carcajadas, y me limito a
sacudir la cabeza.
—¿Quién ha hecho eso a propósito? —Antes que puedan responder,
mi teléfono fijo suena con fuerza, el chirrido lo suficientemente fuerte
como para hacer sangrar mis oídos, y las chicas se tapan los suyos.
—Mierda, Ella, haz que pare. —Por lo visto, la resaca matutina es
una putada para todo el mundo, así que, para aliviar mi dolor y el de
ellas, me apresuro a coger el teléfono rápidamente.
—Hola —digo sin aliento, y hay una pausa al otro lado de la línea
antes que la voz masculina hable, enviando escalofríos, y no del mejor
tipo.
—¿Ella Gadot? —pregunta, y asiento con la cabeza, solo entonces
me doy cuenta de lo estúpido que es, teniendo en cuenta que no puede
verme.
—La única.
—Me llamo Noah Davis. Soy del FBI. —Todo el humor me
abandona, y hago un gesto para que las chicas se callen con el dedo índice
en los labios, y al instante me hacen caso. Rara vez usamos esta señal, así
que saben que es importante.
—¿Está todo bien? Di mi declaración hace dos días. —Aunque la
policía me dejó ir antes que llegaran los federales, pero entonces no había
nada más que decir.
—El caso está cerrado. —Su voz está impregnada de autoridad, como
si le pareciera ofensivo que lo interrumpiera—. ¿Te gustaría trabajar con
el FBI? —Todo en mi interior se congela, y me quito el teléfono de la
oreja, quedándome boquiabierta, porque nunca esperé escuchar esas
palabras.
Y al mismo tiempo, lo son todo para mí.
—Bueno, sí...
—Estupendo. Por favor, ven mañana a la oficina de Nueva York.
Tenemos que entrevistarte primero. Trae toda tu documentación contigo.
—Con eso, me cuelga mientras sigo de pie, parpadeando un par de veces
y tratando de calmar mi corazón que late rápidamente.
¿Se cumplirá mi sueño después de todo?
New York, New York
Mayo 2018

Ella
Respirando hondo, llamo tres veces a la puerta del despacho y,
cuando oigo el áspero “Pase” entro para encontrar a Noah detrás
del escritorio escribiendo, probablemente el informe sobre el
sujeto antes de cerrar el caso por nosotros.
Tiene la chaqueta tirada sobre la silla, las mangas remangadas
y una taza de café humeante envuelta con fuerza en su mano
izquierda mientras escribe furiosamente con la derecha. Con todo,
el jefe parece muy cansado y probablemente sueña con irse a casa,
cuando estoy a punto de traerle más problemas de los que espera.
Me mira con un ceño fruncido, pero luego reanuda su trabajo
como si yo no estuviera presente.
—Ella, ¿por qué sigues aquí?
Jugueteando con mis dedos, trato de buscar las palabras, aun
temiendo su reacción. Mi boca se abre por sí sola, pero las
palabras que salen de ella me sorprenden incluso a mí.
—¿Por qué me has contratado?
Noah hace una pausa en su escritura y levanta los ojos hacia
mí con una expresión ilegible.
—¿Qué quieres decir?
—El FBI no me quería debido a mi pasado. Pero entonces
apareciste tú y me contrataron a pesar de no tener tres años de
experiencia en el campo.
Se echa hacia atrás en su silla, con las manos juntas delante de
él mientras me estudia, y me muevo incómoda, porque su mirada
perforadora tiene la capacidad de ver más allá de la fachada.
Más allá de la mentira que albergo, pero que he venido a
confesar de todos modos. El hombre confió en mí cuando me
eligió, y al ocultar el libro, demostré exactamente lo que todos los
profesores y profesionales predijeron.
Un apego personal y una obsesión por encontrar a un
sospechoso.
¿No estaba hecha para el trabajo después de todo? Todos esos
años dedicados a la formación y a la esperanza, ¿solo para qué?
¿Descubrir que no estaba destinada a ser una agente?
—Demostraste grandes habilidades con el caso Smith.
Además, tu experiencia laboral habló por sí misma. A veces no se
trata de la experiencia en el campo. Creí que serías un buen activo
para el equipo, y no me equivoqué. Acabas de ayudar a descifrar
su perfil, Ella. —Coge la carpeta con el caso y la agita—. Este caso
está cerrado gracias a ti.
—Todavía no lo hemos encontrado.
Se encoge de hombros.
—Ese no es nuestro trabajo. —Hace una pausa—. Ella, somos
perfiladores. Investigamos la mente de un asesino en serie y
ayudamos a la policía a descubrirlo. Eso puede ayudar a la policía
a atraparlos. A veces pueden hacerlo incluso sin nuestra ayuda.
También nos necesitan en otros casos. Sé que es difícil soltarlo,
pero hay que aprender —termina diciendo, y miro hacia abajo.
Tiene razón, por supuesto. Los perfiladores no pueden dedicar
su tiempo a esperar a atrapar a un criminal cuando les esperan
miles de casos, pero no estoy segura que podamos dejar pasar
este.
Así que, sin más dilación, digo:
—Me envió un libro. —Noah se congela, enderezándose de
inmediato—. Después de eso, me envió un mensaje diciendo que
contiene la clave de la investigación.
—¿Cuándo ocurrió esto? —Su voz es baja y dura; sus manos se
cierran en puños mientras su cara se llena de furia apenas
contenida.
—Hace dos días.
La mesa tiembla cuando le da un fuerte puñetazo, el sonido
reverbera en el espacio mientras se levanta, gritándome.
—¿Y me lo dices ahora? —Mis hombros se hunden mientras él
sigue regañándome—. Deberías habérmelo dicho en el momento
en que ocurrió. ¿Te das cuenta de lo peligroso que es?
—Pensé...
—¿Qué? ¿Pensaste qué? Tenemos que informar a la policía.
Eres su objetivo, Ella.
Mis cejas se fruncen mientras mi boca se abre y se cierra,
buscando desesperadamente las palabras.
—Solo juega conmigo para ver si puedo descubrir quién es. —
Hemos estudiado casos como el suyo. Se sienten tan invencibles
que suelen elegir a uno de los miembros del equipo para elevarse
a sus ojos.
Una risa hueca estalla mientras él sacude la cabeza con
incredulidad.
—Ella, no está jugando contigo. Te caza.
—¿Qué? —Seguro que se equivoca, ¿por qué iba a querer
cazarme?
Pulsa el intercomunicador y, en un segundo, la voz de Jacob
responde:
—Noah.
—Que todos vuelvan a la oficina lo antes posible.
—¿Por qué?
La dura respuesta de Noah me congela hasta los huesos
mientras un fuerte oh mierda resuena en mi mente.
—Ha encontrado una mujer.
Una hora después

Ella
Todos me lanzan miradas acusadoras, pero nadie comenta que
nos he puesto a todos en una situación peligrosa.
—¿Podemos dejar el concurso de 'taladrar a Ella' y centrarnos
en el caso, ¿de acuerdo? —sugiere Andrea, y Preston se ríe.
Jacob da una palmada rápida mientras se levanta de su
asiento, se dirige a la pizarra con todos los asesinatos y empieza a
hablar.
—Hasta ahora, no hay indicios de cuerpos femeninos. Lo que
significa que matar a Ella no es su modus operandi, y los asesinos
en serie rara vez los cambian. —Mis cejas se levantan
sorprendidas que realmente intente resolver el rompecabezas en
lugar de gritarme. El tipo no me cae muy bien, pero resulta que
siempre estuvo del lado de su equipo.
Bueno, al menos está eso.
—Pero le envió el libro con una nota sobre pistas. Es como si
quisiera que ella lo encontrara —dice Noah, mientras estudia la
pizarra con el ceño fruncido.
—Ella es nueva. ¿Qué tiene de interesante para que la quiera?
Con esa pregunta que Jacob dirige a mí, me encojo de
hombros.
—Soy aburrida. No tengo idea.
—¿Algún novio que no se haya tomado bien el rechazo?
La bilis sube a mi garganta solo por el hecho que alguien
asuma que mi ex podría ser, bueno, esto.
—No. Mi último novio era un abogado de un bufete que tiene
un padre increíble. Se casó hace dos años. —Mis mejillas se
calientan, porque honestamente, ¿quién quiere discutir este
aspecto de su vida?
Atrapo la mirada de Kierian mientras da un sorbo a su bebida,
una expresión melancólica cruza su cara cuando habla por
primera vez durante esta reunión.
—Quizá tengamos que dar un paso atrás.
Andrea apoya su mejilla en el brazo.
—¿Qué significa?
—Sabemos con certeza que este tipo es víctima de abuso
familiar. Si Ella es la sustituta de su madre, entonces algo en su
pasado la hace similar a su madre. —Hace una pausa—. Él es un
fanático del control. Si sabe dónde vive ella, puede hackear
fácilmente el sistema y conseguir su expediente. O llegar a saber
algo que ya es de dominio público.
Todo dentro de mí se congela cuando comprendo lo que
quiere decir, y mi respiración se entrecorta, la traición corriendo
por mis venas ante el hecho que me haya descubierto de esa
manera ante todos ellos.
He compartido mi dolor con él, ¿y así es como demuestra su
confianza?
—¡Tu hijo de puta! —exclamo, mi silla golpeando la pared, y él
hace lo mismo poniendo sus manos sobre la mesa.
—Te estoy salvando la vida. Si no quieres mirar al pasado, no
lo hagas. Pero nosotros tenemos que hacerlo.
Todos mueven sus cabezas de mí a él, con la confusión escrita
en ellos... excepto una persona.
Noah suspira con fuerza.
—Él tiene razón, Ella. Probablemente por eso eres tan
interesante para él.
—¿Qué coño está pasando? —Jacob finalmente ruge,
claramente harto de todo esto.
Por la terquedad que destella en sus ojos, sé que contarán mi
historia si no lo hago. Así que, con voz temblorosa, respondo a su
pregunta.
—Hace doce años, volví a casa de una fiesta. Mis padres eran
muy estrictos con esas cosas, ponían constantemente un límite tras
otro. Nunca me explicaron por qué, pero sospeché que tenía que
ver con la alocada familia de mi madre, que estaba en contra de su
matrimonio con mi padre. —Abro una botella de agua y bebo un
generoso trago, con la garganta repentinamente seca—.
Resumiendo, cuando llegué a casa, mi padre estaba degollado, a
mamá le habían disparado y a mi hermana se la habían llevado.
» Unas horas después, la encontraron muerta en nuestro
sótano, violada y maltratada. Entonces no sabía quién había sido,
pero un año después descubrimos que era nuestro vecino, el
padre de mi mejor amiga —termino, y me paso la mano por el
cuello, haciendo una mueca de dolor por lo agudas que se sienten
esas palabras incluso después de todos estos años.
Por mucho que pase el tiempo, mi herida nunca sanará.
¿Es lo mismo para él?
Parpadeo ante ese pensamiento repentino y sacudo la cabeza.
Cada asesino en serie está jodido a su manera, y la mayoría de
ellos han tenido una infancia dura. Pero eso no es una excusa para
hacer lo que hacen.
Yo elegí otra cosa. ¿Por qué él no pudo?
El silencio se apodera de la sala mientras me miran, algunos
con lástima, otros con horror a pesar de su profesión. Estoy
acostumbrada a todo esto, y esta es una de las razones por las que
deseaba tanto evitar que lo supieran.
Una cosa es que le ocurra algo a gente abstracta y otra muy
distinta si se trata de un amigo o un compañero de trabajo.
Andrea abre la boca y luego la cierra, sin saber qué decir,
mientras Jacob se mueve incómodo.
El único que no tiene una reacción es Preston, que sigue
tecleando en su portátil, buscando pistas sobre el caso. Una
carcajada sin gracia se me escapa de los labios cuando me doy
cuenta. Probablemente lo sabía todo el tiempo; después de todo,
es un hacker.
—Entonces si esto les da una pista de por qué él podría
haberme puesto como objetivo de caza, adelante. Porque no lo
entiendo. —El sarcasmo se extiende por mi voz mientras me
siento, hundiendo el bolígrafo en el papel, imaginando la cara de
Kierian como mi objetivo.
Y la gente se pregunta por qué tengo problemas de confianza y
no me gustan las relaciones.
—Tu sufrimiento. —Preston se aclara la garganta cuando toda
nuestra atención se desplaza hacia él—. De todos nosotros, eres la
única con una infancia arruinada. No tienes marido ni hijos ni
relaciones serias.
—¿Y qué?
—En su mente, estás sufriendo por lo que te pasó. Y él quiere
aliviarlo.
¿Y ahora qué? Esto no puede ser. Antes que pueda comentar,
Noah chasquea los dedos.
—Y si pone sus ojos en ti, no va a parar.
—Este no es su modus operandi. ¿Por qué yo? Es un asesino en
serie controlado que caza a sus víctimas. ¿Y de repente, decide
salvarme? No tiene sentido. —¿Por qué soy la única que ve la
razón aquí? Me envió el libro, porque probablemente me
considera el eslabón débil del círculo ya que soy nueva.
—A menos que esperara el día específico para que
encontráramos los restos. La llamada vino de un número
anónimo, Ella.
Kierian golpea la mesa con el puño.
—Tú eras su objetivo todo el tiempo. ¿Y esos cuerpos? Eran
para que admiraras su trabajo.
—Esto es una locura —susurro, y es entonces cuando Jacob
vuelve a hablar.
—No, Ella. Este es nuestro trabajo.
La voz de Andrea está llena de derrota.
—Tú eres nuestra única forma de encontrarlo.
—¿Qué significa eso?
—El caso no se resolverá hasta que él quiera. El momento en
que decida dar el siguiente golpe dependerá de las ganas que
tenga de impresionarte. —Noah maldice, pero luego continúa—:
Preston, investiga más sobre los tipos que podrían encajar en el
perfil, pero más allá de eso, dejaremos el caso abierto y
procederemos como siempre. La policía está informada, pero
dudo mucho que hagan algo en los próximos meses.
Probablemente le excita que estés asustada.
Esto es todo entonces.
Tengo que ser la presa del sujeto, y será bajo sus condiciones.
Quiero gritar de frustración, pero ¿de qué servirá?
En lugar de eso, me levanto y corro hacia el ascensor, pulsando
el botón febrilmente, deseando que la maldita cosa llegue más
rápido para no tener que enfrentarme al resto del equipo por el
momento.
—Si rompes la cosa, tampoco vendrá más rápido —dice una
voz ronca a mi lado, pero la ignoro. Finalmente, las puertas se
abren y entramos.
Durante todo el trayecto, permanecemos en silencio mientras
me contengo a duras penas de darle un puñetazo en la cara. No
quiero perder la cabeza en el edificio, o pensarán que el estrés del
trabajo es demasiado para mí.
Una vez fuera, me agarra del brazo y me hace girar para que
me enfrente a él mientras aprieto los dientes.
—Aquí no, Kierian. ¿Puedes al menos cumplir esta petición?
Su boca se transforma en una fina línea mientras la
determinación y la furia cruzan su rostro.
—Alguien tenía que ser la voz de la razón.
—Bueno, entonces, gracias. —Con eso, subo a mi coche y
conduzco en dirección a mi casa, sin importarme lo más mínimo
su versión de la historia.
¿Cómo puedes encontrar el punto débil de alguien y luego
presionarlo antes que esa persona esté preparada? Simplemente,
¡no se hace!
El viaje se hace en una neblina, y una vez en el
estacionamiento, apoyo la cabeza contra el respaldo del asiento,
exhalando una pesada respiración. Llevo tres días en el nuevo
trabajo y me pregunto por qué lo quería para empezar. Mi primer
caso es una mierda, un asesino en serie está obsesionado conmigo,
y no me he acercado a aliviar el sufrimiento de nadie. Al menos en
el centro, cuando pasábamos tiempo con las víctimas, mejoraban.
Sentí que hacía una diferencia en el mundo.
Sin embargo, en este trabajo... Me siento como un fracaso
constante.
Un rápido golpe en mi ventana me sobresalta, y frunzo el ceño
en cuanto reconozco a Kierian. Agarro mi bolso y salgo mientras
resoplo con fastidio.
—Si no te importa, me gustaría descansar después de un día
agitado. Y para tu información, este es un estacionamiento
privado.
Mis palabras no le importan mientras me hace un gesto para
que entre en el edificio.
—Si quieres gritar o ser obstinada, bien. Pero no puedes andar
por ahí sin protección.
Me río en su cara, lo que no aprecia si su maldición, apenas
audible, sirve de algo.
Tiene mucho valor para darme órdenes.
—Soy una agente, entrenada tan bien como tú. Así que puedes
tomar tu preocupación y metértela por la garganta... —El resto de
mis palabras se amortiguan cuando me levanta por encima de su
hombro, y estoy boca abajo viendo cómo se mueve el
pavimento—. ¡Bájame, Kierian! —No me escucha, solo camina
rápidamente hacia el edificio y pulsa el botón de llamada del
ascensor mientras le doy un puñetazo en los músculos y, sí, en su
jodido y sexy culo, aunque no le importe.
¿Qué es? ¿Está hecho de piedra?
Le empujo el hombro, pero cuando entra en el ascensor, tengo
que volver a agacharme y gruñir de frustración.
—Quédate quieta, Ella. O te harás daño. —Hay que ver a este
hombre para creerle.
—¡No me haré daño si me bajas!
Me da una palmada en el culo, y estoy tan sorprendida que
tardo un momento en reaccionar.
¿Me ha dado una maldita bofetada en el culo?
—Tú... —Sale del ascensor y me coloca en el suelo, y lo
empujo, aunque no se mueve—. Sabes que esto se llama acoso,
¿verdad? —Se encoge de hombros, se apoya en la pared y espera a
que abra la puerta—. No estás invitado.
Pone los ojos en blanco y me dedica una sonrisa
condescendiente que me molesta.
Finalmente, la abro y entro, él me sigue, metiendo el pie para
que no pueda cerrarla en su cara.
—Ella, no sabes si está cerca. Deja que me quede un rato para
asegurarme que nada te molesta. Todas las cosas aparte. —Todo el
humor lo abandona mientras me mira con expresión seria, y la
situación se asienta en mí.
El sujeto sabe dónde vivo. ¿Qué se necesita para entrar en la
casa o tocar el timbre para tener fácil acceso a mí?
¡Malditos hombres!
Exhalando con fuerza, lo dejo entrar y me derrumbo en el sofá,
apoyando la cabeza en la almohada y tapándome los ojos con el
brazo.
—Eres una gran anfitriona, simplemente... wow. No hay
palabras —me dice, y le muestro el dedo del medio, a lo que él
solo se ríe.
Oigo correr el agua en el fregadero y luego mi nevera hace
ruido. Mirando a través de mis dedos, lo veo fruncir el ceño
mientras estudia mis armarios muy vacíos.
—No tienes nada.
Curiosamente, esto me produce satisfacción, ya que parece un
cachorro pateado.
—Te dije que no cocino.
—Me has dicho que no desayunas.
—De ahí lo de no cocinar. Duh.
—Me muero de hambre, así que voy a pedir algo. ¿Qué te
apetece?
Llegados a este punto, me doy por vencida y lidio con su
presencia, porque mi cabeza va a explotar por todas sus
estupideces.
—Pizza.
Asiente, marca el teléfono y la pide, mientras reproduzco la
conversación en la oficina y la furia vuelve a aparecer.
Y no quiero guardarla dentro.
—¡Me traicionaste!
Se acerca a mí en el sofá, levanta mis piernas y se sienta debajo
de ellas para que mis pies descansen en su regazo.
¿Qué demonios? Sinceramente, no sé cómo actuar con este
tipo. Ninguno de mis anteriores hombres era... bueno... él.
—No, te protegí. Tenían que saberlo. —Envuelve sus manos
alrededor de mi pie y lo aprieta suavemente, ejerciendo presión
sobre la planta, gimo mientras el placer me recorre—. Pasar la
noche en la oficina no es saludable —murmura, masajeando de
arriba abajo y relajándome cada vez más. Me recuesto más
cómodamente sobre la almohada y gimo cuando mi espalda
encuentra por fin una posición horizontal.
—Simplemente no te detengas y estás perdonado —murmuro,
y él se ríe. Racionalmente, comprendo que, si no es él, habría sido
Noah quien lo hubiera contado.
Lentamente, me duermo, en el cielo con el suave sofá y el
toque mágico de Kierian. Y es entonces cuando suena el timbre,
sacándome de mi nirvana.
Refunfuñando contra la almohada, refunfuño:
—Tú y tu pizza.
Pero entonces mi estómago gruñe y él dice:
—Al parecer no solo la mía. —La paga y la coloca en la
encimera, luego abre mi armario para coger dos vasos para el vino
que vierte de la botella abierta que sacó antes de la nevera.
—Me olvidé de decírtelo, sí. Siéntete como en casa. —Mi tono
es sarcástico, pero me guiña un ojo y me indica que me acerque.
Suspirando, lo hago y mastico con sueño la pizza, y solo
entonces me doy cuenta de lo hambrienta que estoy.
—Estás perdonado.
Se ríe.
—Ya que me voy a quedar por aquí, tendremos que invertir en
comida. La comida para llevar no es saludable.
Sus palabras caen en saco roto, teniendo en cuenta que el
delicioso sabor todavía me tiene en un lugar feliz.
—¿Qué estamos haciendo? —pregunto, apoyando el brazo en
la encimera en posición semi acostada mientras él se sienta a mi
lado.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, vino, comida y tú aquí. Es raro.
Al principio no dice nada, solo come su pizza y luego la baña
con vino.
—Eso se llama una relación. Me has dicho que has tenido dos.
Resoplo, tomando un sorbo.
—Sí, y rara vez hacíamos esto. Casi siempre salíamos o
teníamos sexo. —Su agarre de la servilleta se hace más fuerte, y
no puedo evitar burlarme—. Ya sabes, besándonos bajo las
estrellas mientras me escribían poemas. —Sueno soñadora, pero
se transforma en un grito cuando me acerca y captura mi boca con
la suya, deslizando su mano en mi cabello mientras nos olvidamos
de nosotros mismos en un beso apasionado que hace desaparecer
el mundo exterior.
Lentamente, me suelta para que pueda respirar mientras me
tira del labio inferior y luego me muerde la barbilla.
—Por mi cordura, no menciones a tus ex, Ella.
Se me escapa una risita.
—¿Por qué? ¿No tienes ninguna?
—Tuve mi primera y última supuesta relación seria en la
escuela secundaria. —Recoge su vino y se dirige al sofá,
levantando las piernas sobre la mesa, y mi mandíbula se abre.
Me acomodo en el sillón frente a él y le pregunto:
—¿Cuántos años tienes?
Sus cejas se fruncen.
—¿Qué tiene eso que ver? Treinta y uno.
—¿Estás cuidando un corazón roto o qué? —La idea no me
gusta. ¿Hay una chica que tiene su corazón y todo el mundo es
algo pasajero para él?
Mírate ahora, Ella. ¡Bienvenida al club de los locos!
—No. Solo me gusta el sexo, y he tenido mucho sin el apego
emocional.
¿Se supone que esa explicación me hará sentir mejor?
—¿Pero quieres una relación conmigo? ¿Por qué? —Realmente
me siento como una maldita adolescente en su primera cita.
Algo cruza su cara, pero desaparece tan rápido que no puedo
leerlo.
—Tuvimos una conexión instantánea; eso nunca había
ocurrido antes. Encajamos en la cama. Y, por si fuera poco,
trabajamos en el mismo campo. Eres perfecta.
La forma en que dice las últimas palabras me pone la piel de
gallina y no sé cómo reaccionar ante ellas.
—Solo recuerda que te dije que nunca funcionaron para mí.
—Tomo nota, pero aquí funcionará. —Coloca su brazo en el
respaldo del sofá y mueve el dedo—. Ven aquí, estás agotada.
Sin quejarme, me uno a él y apoyo la cabeza en su hombro.
—¿Qué va a pasar ahora?
Exhala con fuerza, pasa sus dedos por mi cabello con
movimientos tranquilizadores y me besa en la cabeza.
—Seguiremos adelante, y si aparece, la policía investigará.
Mientras tanto, intenta no pensar mucho en él. Podría haber sido
cualquiera. Quizá pensó que te asustaría más porque eres nueva.
No me lo creo, pero no quiero seguir discutiendo sobre el
trabajo.
Él enciende la televisión y pone alguna película de acción,
mientras escucho los latidos de su corazón y pienso en lo cansada
que estoy, aunque no quiero salir del capullo de seguridad que ha
creado a mi alrededor.
Poco a poco, me quedo dormida, completamente segura entre
sus brazos.
Y eso es una novedad para mí.
Psychopath
La paciencia es una virtud.
Lástima que yo nunca la haya tenido.
Solo un poco más... y ella será mía.
Capítulo Doce
New York, New York
Mayo 2018
Ella

Abriéndome paso entre los cuerpos sudorosos en la pista de baile, me


dirijo hacia el baño mientras la música que sale de los altavoces de la
discoteca crea emociones eufóricas en mi interior.
¡Conseguí el trabajo! ¡Conseguí el maldito trabajo!
Al entrar en el baño, me lavo rápidamente las manos de la cerveza
derramada y salgo, dispuesta a continuar mi celebración, sabiendo muy
bien que una vez que empiece el trabajo no tendré noches fuera. Al salir
del baño, me tropiezo con alguien.
Su espalda es sólida como una roca, y no puedo evitar que se me
escape una risita, mientras murmuro:
—Lo siento. —Se da la vuelta rápidamente, y parpadeo varias veces
mientras admiro su belleza.
Santo infierno, ¡hola!
Se me entrecorta la respiración y mis manos se deslizan hacia sus
hombros para estabilizarme, porque estos malditos zapatos me están
matando, aunque Chloe insistió en que me quedaban bien.
Una oleada de energía desconocida chispea entre nosotros, creando
una conciencia que me inunda en una ola que despierta cada pequeño
vello de mi cuerpo. Nunca he sentido nada parecido, la atracción
instantánea de la que habla la gente.
Todo en mí grita que dé un paso atrás y corra en otra dirección,
porque si alguien tiene el poder de tener tal efecto en mí en el primer
minuto de encuentro, ¿de qué sería capaz en el futuro?
Pero no me muevo. En cambio, se presenta ante mí.
—Kierian. —Su voz es ronca, perturbándome de la manera más
burlona.
Asiento con la cabeza, mientras respondo:
—Ella. —Pero luego suelto—: Qué nombre más raro. —Mis mejillas
se calientan al darme cuenta de lo que he dicho a un desconocido, pero él
se limita a reírse junto a mi oído, y eso me produce escalofríos.
¡Contrólate, Ella!
—Es un nombre irlandés.
—¿Qué significa?
Una sonrisa siniestra adorna su rostro.
—El oscuro.
Me sorprende un poco su explicación, o su insinuación, pero luego
me doy cuenta al tocar los sedosos mechones de su cabello negro.
—Es por tu cabello, ¿eh?
Hay algo que brilla en su sonrisa y su abrazo se hace más fuerte.
Normalmente, eso haría saltar las alarmas de mi sistema, pero esta vez no
puedo apartar la vista de él.
—¿Te importaría tomar una copa? —pregunta sin responder a mi
pregunta, desplazándonos un poco hacia un lado para que la gente pueda
pasar sin chocar con nuestros hombros.
Como resultado, termino presionada entre su pecho musculoso y la
pared, porque no podemos apartar los ojos el uno del otro.
—Estoy aquí con mis amigas. —Por mucho que me gustaría decirle
que sí, esta noche no se trata de chicos guapos, sino de amistad. Así que,
aunque todos los nervios de mi cuerpo protestan por la acción, doy un
paso atrás, liberándome de sus brazos, y le guiño un ojo—. Pero gracias.
—Y me lanzo de nuevo a la pista de baile, donde Chloe y Simone saltan
al ritmo de la música.
—Ese viaje fue largo —dice Simone, pero luego mira detrás de mí y
sonríe—. ¡Qué caliente!
Chloe hace lo mismo, y sus ojos se abren mientras guiña un ojo.
—Te conseguiste un macizo para la noche.
—¿Quién habla así, Chloe?
Se golpea el pecho con el puño ligeramente.
—Yo. —Pero luego susurra, que sigue siendo fuerte al intentar
hacerlo por encima de la música—, si quieres irte con él, no nos importa.
Necesitas echar un polvo, chica. —Simone asiente con ganas, y apenas
me contengo de poner los ojos en blanco ante su sugerencia.
¿Por qué todo el mundo se preocupa por mi vida sexual? No es que
tener sexo a diario sea una obligación.
Y, además, diez meses no es mucho tiempo. Simplemente no he
conocido a nadie interesante con quien compartir la noche.
—Vamos a votar —ofrece Simone, y luego añade rápidamente—:
Listo, votado. Te quedas con el tipo caliente mientras nosotras nos vamos
a casa.
Mis cejas se fruncen.
—¿Ya?
El arrepentimiento inunda sus rostros.
—Los chicos se sienten un poco inquietos con los niños. Así que es
mejor que nos vayamos.
La soledad me golpea con fuerza, recordándome que mis amigas han
seguido adelante con sus vidas y tienen sus propias familias.
No debería doler, pero lo hace.
Tal vez porque nunca me permitiré tener una, ¿qué me queda
entonces en esta vida?
—Claro. —Me dan un beso de despedida mientras me quedo en
medio de la pista de baile, contemplando mi próxima acción.
Poniendo la mano en mi pecho, odio la emoción que amenaza con
despertar viejas pesadillas, así que me doy la vuelta, y afortunadamente
Kierian está apoyado en la barra, con toda su atención puesta en mí.
Sus ojos arden cuando me acerco, y mi respiración se entrecorta ante
la intensidad de su mirada.
Podemos tomar una copa, charlar y bailar sobre el inevitable final de
esta noche.
Pero ¿por qué iba a desperdiciar esta oportunidad si él tiene la
capacidad de borrar esta soledad, aunque solo sea por una noche?
Así que, con una determinación que nunca antes había sentido, me
acerco a él y choco con su pecho mientras él me atrapa rápidamente,
rodeándome con su brazo cuando aprieto su camisa y levanto la cabeza
para darle un beso.
Él accede inmediatamente, cubriendo mi boca con la suya, y me da el
mejor beso de mi vida.
No sé lo que nos depara el futuro, pero seguro que es perfecto para
esta noche.
Un Mes Después

New York, New York


Junio 2018

Ella
Un dedo recorre mi espina dorsal, haciéndome cosquillas
mientras una suave risita se desliza por mí, y entierro mi rostro
más profundamente en la almohada, sin querer despertarme.
—Despierta, bella durmiente —murmura Kierian junto a mi
oído, con su cuerpo pegado al mío, pero sacudo la cabeza e
intento taparme con la manta.
—Es demasiado temprano. —Se ríe detrás de mí, los sonidos
vibrando en mí mientras chupa la piel en el pliegue entre mi
cuello y mi hombro, e inclino la cabeza, para que tenga mejor
acceso.
—Es casi mediodía. —Su mano se desliza por mi cadera
mientras la aprieta, enviando sacudidas a través de mí, pero no
me muevo.
Con un gruñido, me pone de espaldas, cubriéndome con su
cuerpo, y me tira del cabello para que no tenga más remedio que
jadear, y es entonces cuando busca mi boca.
El beso es húmedo y profundo, mientras me devora como si no
lo hubiera hecho durante días en lugar de varias horas, como si
me reclamara de nuevo.
Aunque podría besarlo durante horas, lo empujo hacia atrás
porque mis pulmones piden aire, pero eso no lo hace desistir de
sus intenciones.
Lame alrededor de mi clavícula, bajando hasta mis pechos y
prodigando atención a cada uno de ellos, envolviéndolos en su
boca caliente y tirando con pequeños mordiscos. Mis manos se
deslizan por su espalda mientras le hago un hueco entre mis
muslos, pero él se detiene y sopla suavemente en mis pezones, lo
que los hace más conscientes, transformándolos en picos
endurecidos que podrían hacerme estallar en cualquier momento.
Desliza su lengua hacia abajo, mordiéndome el estómago y
dejando chupetones en su camino hacia mi centro, donde siento la
humedad cubriendo mi piel. Me late el deseo de sentirlo dentro de
mí.
Cada vez que estoy con él, me vuelvo más adicta a su tipo de
tortura, más desesperada por cada una de sus caricias y por hacer
el amor.
Kierian está siempre tan hambriento de mí, siendo capaz de
hacerlo durante horas y exigir una completa sumisión. En esos
momentos, no es un novio compatible que me entiende; es una
bestia furiosa que quiere poseer a su mujer.
—Mía —gruñe justo antes de colocar mis piernas sobre sus
hombros y rozar las paredes de mi coño con la punta de su
lengua, apenas tocándome, pero es suficiente para enviar
electricidad a través de mí y mi gemido llena el espacio.
Frota su barba sobre la piel de mi muslo interior, raspándolo
ligeramente, y chupando porque sabe que es mi punto sensible.
—Eres tan hermosa. —Su voz está llena de lujuria, mientras
me agarra las mejillas del culo y me acerca, su aliento abanica mi
núcleo y finalmente le presta toda su atención.
Me devora con su lengua, lamiéndome y mordiendo la carne,
rozando con sus dientes mi piel sensible.
Se me escapa un sollozo mientras agarro la almohada que
tengo cerca y amortiguo mis gemidos con ella, sin querer que los
vecinos me oigan. Ya se quejaron una vez, y Kierian lo odiaba
porque oían mis gemidos.
Estaba mortificada.
Sigue lamiéndome, envolviendo mi clítoris entre sus labios y
chupándolo, y una carga eléctrica me atraviesa. Sigo repitiendo su
nombre y jadeando, necesitando más, pero al mismo tiempo
temiendo lo que viene después.
Empuja su lengua hasta el fondo, barriendo mis paredes y
saboreando todo lo que puede.
Está hambriento, dominante. Cierro mis piernas alrededor de
su cuello, mi coño se aprieta, pero no es suficiente.
¡Kierian tiene que seguir con el puto programa antes que
pierda la cabeza!
Mis caderas se sacuden, levantándose buscando su lengua,
mientras tiro de su cabello, restregándome descaradamente en su
boca, y él lo agradece.
Sus dedos empujan dentro de mí mientras me sujeta, con su
brazo sobre mi estómago... no es que vaya a ir a ninguna parte.
Siento como si el fuego parpadeara sobre mi piel, la liberación
se acerca cada vez más, necesitando solo un poco de fricción que
él me niega.
Se levanta cuando me sale un gemido de protesta, pero se
limita a murmurar:
—Te dije que no te burlaras de mí. Ahora tendrás tu castigo.
Mis cejas se fruncen, mi cuerpo aún está hambriento de sus
caricias. Me volveré loca si no termina lo que ha empezado.
—Si no quieres ayudarme... —advierto, y grito cuando me
pone boca abajo y me agarra de las caderas, sentándome sobre las
pantorrillas mientras hace un espacio más amplio entre mis
piernas.
Y entonces resuena un fuerte golpe cuando me abofetea la
carne magullada, haciéndome sisear de dolor, y también de
placer, ya que me hace tomar conciencia de todo mi cuerpo,
alertando cada nervio. Encendiendo mi piel con cada toque.
Muerdo la almohada, disfrutando del juego mientras desliza
lentamente una mano por mi espalda hasta llegar a mi cabello,
agarrando un puñado con una mano y haciéndome subir mientras
su otra mano se mueve hacia mi núcleo, buscando la entrada al
húmedo calor que ha creado.
Kierian inclina la cabeza para darme un beso caliente,
prácticamente comiéndose mi boca mientras compartimos el sabor
del otro. Sus dedos se hunden en mí y ambos gemimos, mientras
alejo la boca y apoyo la cabeza en su hombro, necesitando más.
Me suelta de nuevo. Resoplo con frustración, pero vuelvo a
ponerme boca abajo mientras él me besa por la espalda, lamiendo
y chupando por el camino, dejando sus marcas por todas partes.
Quien me vea desnuda sabrá que estoy tomada.
Me muerde en una nalga y luego en la otra, pero antes que
pueda escocerme, me rocía de besos, calmando la piel y
volviéndome loca.
Incluso consigue darme un lametón por detrás, y mi núcleo se
aprieta alrededor de su lengua, pero ya no es suficiente.
Mi respiración entrecortada es un aviso que estoy cerca, muy
cerca, pero no quiero correrme así.
Lo necesito.
—Kierian —grito, y esta vez él accede, probablemente ya se ha
burlado bastante.
Alisando sus manos a lo largo de mi culo, me agarra de las
caderas mientras entra profundamente, empujándome hacia
delante en la cama, y aprieto las sábanas como fuente de
estabilidad.
Por un segundo, no se mueve mientras se ajusta dentro de mí,
jadeo, moviéndome un poco, porque no puedo aguantar más.
Las uñas de Kierian se clavan en mi piel cuando se retira y
luego empuja hacia delante. La cama se mueve con él mientras
repite la acción una y otra vez, haciendo que mi coño palpite a su
alrededor. Mis pechos se agitan y mi estómago se hunde cuando
el fuego se extiende a través de mí, despertando cada nervio y
enviándome a un charco de sensaciones que hace que el mundo
exterior desaparezca.
Tirando de mi cabeza hacia arriba, me da un empujón más
fuerte mientras toca mi clítoris, presionándolo ligeramente, y es
suficiente para acabar conmigo.
El fuego arde y quema dentro de mí, exigiendo una salida, y
finalmente todo explota, con un fuerte grito que arranca de mis
pulmones, me aprieto alrededor de él. Gime por encima de mí y
sigue moviéndose de un lado a otro mientras respiro con
dificultad, intentando volver a la realidad.
Se derrama dentro de mí con un fuerte rugido. Me tumba
suavemente sobre la espalda y los dos miramos al techo, con los
cuerpos cubiertos de sudor mientras el sol de la mañana se cuela
por la ventana.
—He cambiado de opinión. Estoy muy despierta.
Se ríe y me da una palmada en el culo, y lo fulmino con la
mirada, frotándomelo ya que la piel aún está sensible.
—Estoy aquí para tu placer, Ella. —Me calienta el corazón que
no use apodos estúpidos conmigo, ya que sabe que no me gustan.
No hay nada mejor que tu hombre diga tu nombre; al menos no
tienes que preguntarte a cuántas mujeres más ha llamado por el
mismo nombre.
Me da un ligero beso en los labios, que parece tan casto
después de lo que acaba de ocurrir, se levanta, coge su pantalón
de deporte y se va a la cocina.
Suspirando de placer, estiro los brazos mientras una sonrisa se
instala permanentemente en mi boca.
Me levanto y me dirijo rápidamente al cuarto de baño para
quitarme toda la suciedad pegajosa y sudorosa, aunque me
encanta su olor en mí.
Entro en la ducha, la abro y gimo cuando el agua caliente toca
todos los músculos doloridos.
Hemos tenido tres días intensos y llenos de acontecimientos en
el trabajo, en los que han secuestrado a un niño y todos los
analistas de la UAC han tenido que acudir a ayudar. Con suerte, el
niño ha sobrevivido la marca de las cincuenta horas. Hemos
conseguido localizar una red de prostitución que operaba en otro
estado. Recogían niños por todo el país y los vendían al mejor
postor.
Un escalofrío me recorre solo de pensar en lo que podría haber
sucedido si la policía no hubiera logrado llegar al barco a tiempo.
Lavándome el cabello, pienso en todo lo que ha pasado en el
último mes y me pregunto cómo ha podido cambiar mi vida de
forma tan drástica en tan poco tiempo.
Hemos tenido muchos casos diferentes en los que trabajar,
incluido un asesino en serie que asesinaba a hermosas mujeres
rubias, y un hombre al que le gustaba torturar a sus víctimas y
luego liberarlas después de cortarles la oreja como trofeo.
Ayudamos a la policía todo lo que pudimos y rara vez nos
equivocamos en la elaboración de perfiles, aunque nuestros
perfiles no siempre fueron el factor principal para atrapar a los
asesinos.
La policía incluso resolvió el caso de Blake; resultó que su
supuesta secretaria mató a su mujer por un ataque de celos. Me
sentí bien al saber que mi primera impresión del hombre era
correcta y que no era un asesino.
El equipo por fin me ha aceptado, y solemos pasar el rato en el
bar después del trabajo. Jacob organizó una barbacoa en su casa
hace una semana, donde él y Andrea anunciaron su compromiso.
Eso salió de la nada, teniendo en cuenta que no tenía idea que
estaban saliendo.
Kierian y yo nos hemos dado una oportunidad, así que él
prácticamente vive aquí. Solo va a casa por ropa o cuando lo visita
su familia.
No los he conocido, y tampoco estoy preparada para ello.
Tenemos citas y normalmente mantenemos conversaciones
interesantes. No tenía idea que pudiera haber tanta armonía entre
compañeros. Él me entiende a mí y a mi pasión por este trabajo, y
poco a poco, con cada día, me convence más y más que esto entre
nosotros puede funcionar.
A Chloe y a Simone también les gusta. Incluso hemos tenido
una noche de fiesta en la que fuimos juntos con los chicos a un bar
y bailamos toda la noche.
Todo esto es tan surrealista para mí, y a veces me pregunto
cuál es la trampa... aunque se me pasa rápidamente.
El problema es que nada en mi vida sale según lo planeado, y
si suceden cosas buenas, inevitablemente aparece alguien o algo
malo que me lo arrebata.
Tras salir de la ducha, me seco rápidamente el cabello y me
pongo una suave bata blanca. Una sonrisa se dibuja en mis labios
por el olor a café y tostadas recién hechas.
Me dirijo a la cocina, donde Kierian da la vuelta a los huevos
en la sartén y los coloca en los platos mientras coge las tostadas de
camino a la isla de la cocina.
—Nunca vas a aceptar el hecho que no desayune, ¿verdad? —
pregunto, y me subo a un taburete, gimiendo cuando el primer
sabor del café golpea mi lengua.
—Los dos sabemos que estás mintiendo. Es que eres
demasiado perezosa para prepararlo —responde arrogantemente,
y suelto una carcajada, porque es muy cierto. Desde que pasamos
la mayor parte de las mañanas juntos, me ha convertido en una
fanática del desayuno. Ahora espero con impaciencia esos
momentos especiales de la mañana en los que estamos solos.
—¡Así que tenemos dos días enteros para nosotros! —El último
caso fue brutal, así que el equipo tiene dos días libres para dormir
y reagruparse antes de volver al trabajo—. ¿Tienes algún plan?
Ocupa el asiento de al lado, comiendo una tostada.
—Tengo que reunirme con mi familia para cenar; hay algunas
noticias que quieren compartir. —No parece muy contento, pero
no busco detalles.
Su familia es un tema delicado para él y, aunque me cuesta
entenderlo, no lo presiono. Daría lo que fuera por recuperar a mi
familia y disfrutar de tiempo con ella. Cada uno tiene su propia
historia, así que ahí está.
—Genial.
Tira de mi bata y me da un suave beso en la nariz.
—Puedo quedarme si quieres.
Sacudiendo la cabeza, le palmeo la cara y le froto la mejilla.
—Estoy bien. Hemos salvado a esos niños, y eso es lo más
importante.
Asiente con la cabeza, pero entonces sus ojos se entrecierran y
se inclina hacia un lado, y maldigo interiormente.
¿Por qué lo dejé en la mesa de café?
—Tienes que estar bromeando —murmura, y luego me mira
con dureza—. ¿Otra vez este puto libro?
—No hay nada malo en leerlo. ¡Tú lo hiciste!
—Sí, porque tenía que hacerlo. ¡No porque estuviera
obsesionado con un asesino en serie!
—No estoy obsesionada con él, Kierian. —Pero fue mi primer
caso, y fallamos. Además, ¡el asesino me envió ese libro!
Seguramente significaba algo. Aunque mataba a los imbéciles
maltratadores, eso no hacía que sus crímenes fueran menos
malos—. Solo quiero encontrar la pista de la que habló.
Se levanta, con la comida a medio comer. Se agarra a la
encimera y se apoya en ella, y espero a que estalle la furia, porque
vamos a volver a tener la misma discusión que llevamos teniendo
desde hace semanas.
—Deja este caso, Ella. —Cruzando los brazos, sacudo la cabeza
y él gruñe.
Demasiado mal para él.
—No puedo.
—¿Por qué?
Parpadeo, sorprendida por su pregunta.
Porque hay algo que me molesta, como si me faltara un dato
importante.
Siento constantemente que la fatalidad se cierne sobre mí, y no sé
cuándo dará en el blanco, ósea, en mí.
Pero no puedo decir todas esas cosas en voz alta, así que me
conformo con:
—Es importante para mí, porque es mi primer caso. —Exhala
con fuerza, pero luego me abraza y me besa en la cabeza.
—Entonces, si te da paz, continúa, pero no creo que sea
saludable. —Y luego vuelve a preguntar—: ¿Seguro que no
quieres que me quede aquí contigo esta noche?
¿Por qué sigue insistiendo?
—No, no quiero. —Debe leer la convicción en mi voz, porque
durante el resto del día no insiste; bromea y empaca sus cosas
para el fin de semana con su familia.
Una vez que Kierian sale de la casa, le envió un mensaje a
Preston.
<Yo> ¿Has encontrado algo?
<Preston> Sí. Te lo estoy enviando por correo electrónico. Para
tu información, está muy jodido. No estoy seguro que sea él, pero
es el único caso que coincide.
Un segundo después, mi teléfono suena con un nuevo correo
electrónico y leo la información allí.
Y toda la sangre se me escurre de la cara cuando descubro lo
que tuvo que vivir de niño. No es que me dé una pista bajo que
nombre opera ahora, pero me permite comprender mejor lo que lo
mueve.
Una conversación de hace una semana con Preston se
reproduce en mi mente.
—Andrea, ¿has visto a Preston? —le pregunto, y ella me señala su
oficina. Con un gesto de agradecimiento, me apresuro a entrar y lo veo
tarareando una canción mientras teclea información de unos archivos.
Me aclaro la garganta y espero a que se gire en su silla. Sus cejas se alzan
sorprendidas cuando apoyo la espalda en su mesa.
—¿Ella? ¿Pasó algo?
Me muerdo el labio y medito antes de hablar.
—Necesito un favor. —Si es posible, sus cejas se elevan aún más.
—¿De mí?
—Sí.
Frunce el ceño.
—¿Por qué yo?
—Eres el único mago informático que conozco.
Él sonríe y pone las manos detrás de la cabeza.
—Es cierto. ¿Qué necesitas?
Bien, aquí viene la parte más difícil. Técnicamente, no debería ir por
ahí rebuscando información, pero podría ayudar al caso, así que ahí va.
—He estado pensando en nuestro sujeto del río Hudson
últimamente. La violencia y esas cosas. Si vuelve a matar a su padre,
¿qué pasa si él fue su primera víctima?
Preston parpadea un par de veces.
—Es una posibilidad, pero es vaga.
Agarrando la silla cercana, coloco el archivo frente a él.
—Lo he reducido. Debería de estar en sus treinta. Podemos buscar
cualquier crimen que involucre a padre e hijo. Tal vez todavía lo estén
buscando.
—No tengo acceso ilimitado a varias bases de datos, solo lo digo. —
Su sarcasmo no es muy bien recibido.
—No será información secreta, solo el informe policial.
—¿En qué estado?
—Estados del sur, porque tanto Grecia como Troya se encuentran en
el sur. —Aunque parece una locura, se encoge de hombros y teclea eso.
—¿Qué más?
—Suburbios, sin grandes ciudades. Lo más probable es que sea hijo
único. —Se pasa los dedos por el cabello y me mira—. Vuelve a sonar
vago, pero escucha más. Chico altamente inteligente. Tal vez con
moretones raros. En esa línea.
—Saldrán cientos de casos, para que lo sepas.
Hay una cosa más que creo que ayudará a reducirlo al máximo sin
ningún factor clave.
—Su madre se suicidó o murió en casa, antes que fuera adolescente.
—Algo debe haber desencadenado sus tendencias.
—Bien, una vez que tenga más información, te lo haré saber.
¡Preston es el más dulce!
Lo abrazo más fuerte y le doy un ligero beso en la mejilla mientras él
gime, no le gusta mucho el contacto.
Bueno, ya tengo el nombre. Pero para saber el resto, tengo que
averiguar sobre él.
Menos mal que tengo todo un fin de semana para eso.

Psychopath
Termina esta noche.

Ella
Colocando el libro sobre la mesa, me levanto y un gemido se
desliza por mis labios mientras estiro la espalda. Está rígida de
tanto agachar la cabeza sobre el libro, buscando cualquier rastro
que pueda ayudarme a atrapar al sujeto.
¿Por qué Homero tuvo que usar un lenguaje tan duro? He
tenido que buscar la mitad de las cosas en Google para
entenderlas.
Encendiendo la cafetera, apoyo la espalda en la encimera y
pienso en toda la información que he encontrado hasta ahora.
La guerra de Troya duró diez años y los griegos ganaron.
Lógicamente, el sujeto es un narcisista que se asociaría con el
bando ganador.
Usando este hilo de pensamiento, reúno toda la información
posible sobre Aquiles, ya que parece ser la única persona lógica
del bando ganador, pero nada en su vida o libro o guerras se
conecta con nada con este caso.
Tirándome del cabello con frustración, estoy a punto de
echarme el café en la taza cuando tres rápidos golpes en mi puerta
llaman mi atención.
—Abre, Ella. Sé que estás en casa. —Riéndome, lo hago, solo
para ver a Chloe en todo su esplendor con vino y chocolate en las
manos, junto con un ejemplar de La Ilíada—. Ya que estás tan
ocupada con el trabajo, he decidido ayudarte. —Mi ceja se levanta
y ella pone los ojos en blanco—. No hace falta que te sorprendas
tanto. Era uno de mis libros favoritos en el instituto.
—Claro —murmuro mientras ella entra, se quita los zapatos y
coloca sus regalos sobre la mesa. Se deja caer en el sofá, poniendo
los pies sobre un reposabrazos—. Olvidaste que fuimos juntas al
instituto. ¿Y quién te ayudó a aprobar literatura inglesa?
Ella se ríe, y cojo dos vasos mientras me siento en la alfombra
frente a ella.
—Es cierto, pero también me gustaba Billy Jenkins.
Me atraganto con la bebida, y ella vuelve a reírse.
—¿Qué? ¿El nerd de la segunda clase? —No es que juzgue ni
nada, pero el tipo siempre decía cosas raras y consideraba a todo
el mundo estúpido porque no se sabía la tabla periódica de los
elementos de memoria. Es difícil que un tipo así te caiga bien, de
ahí que nunca tuviera amigos. Así que, con el tiempo, sus padres
lo trasladaron a otra escuela.
—Oye, tenía unos ojos preciosos. Pero eso no viene al caso.
Estaba obsesionado con toda la guerra de Troya y quería
impresionarlo, así que leí esos dos libros.
Mis cejas se fruncen.
—¿Dos?
Ella asiente con entusiasmo.
—Sí. La Ilíada y La Odisea. Ya sabes lo que pasa con Odiseo
después de la guerra.
Sí, el rey de Ítaca, que amaba mucho a su mujer Penélope.
Durante veinte años, mantuvo su voto a él y nunca se casó, a pesar
que otros hombres se le acercaron. Le llevó otros diez años volver
a casa, pero los dos amantes se reunieron por fin.
—¿Qué tienes hasta ahora? —pregunta Chloe, llevándose un
chocolate a la boca, y exhalo con fuerza, rebuscando entre mis
apuntes dispersos por todo el lugar.
—No mucho. Debe haber alguna conexión, ya que me envió el
libro. Pero se me escapa, ¿sabes?
—Quizá no se trate del personaje. —Ella toma los mapas de las
guerras mencionadas en el libro—. ¿Tal vez se trata de una
victoria que alguien logró? Es un psicópata, ¿verdad? Esto puede
ser su fuerza motriz. —Después que su padre fuera descubierto
hace tantos años, aprendió todo lo que pudo sobre ellos. Le trajo
paz, como ella misma explicó. Así que cada vez que tenía
exámenes en la universidad, ella estudiaba conmigo para
aprender más. Tal vez no debería haber compartido mi caso con
ella, pero me estoy ahogando en este asunto.
Necesito encontrar respuestas pronto, y mi mejor amiga está lo
suficientemente capacitada para ayudarme, al menos en el
proceso de investigación.
—¿Como algo que él admiraría?
—Sí. —Mordisqueando el bolígrafo que tengo en la mano, me
devano los sesos, escudriñando toda la información que he
encontrado hasta ahora, pero me quedo en blanco—. El único
acontecimiento que se menciona en La Ilíada, y tengo que
concentrarme en este libro porque él lo envió, es la Guerra de
Troya. —Señalando tres gruesas pilas de libros en el suelo junto a
ella, digo—: Y créeme, mi mente lo sabe todo sobre el tema en este
momento.
Chloe hace un “Hmm” y luego chasquea los dedos.
—Entonces, temas. —Una de las razones por las que quiero
tanto a Chloe es que, debido a su cerebro artístico, tiene la
capacidad de mirar cada situación desde diferentes ángulos y
nunca se rinde.
—¿Temas? —repito, y ella pone un papel en blanco del tamaño
de un libro mayor delante de nosotras mientras retira todo lo
demás de la mesa.
—Sí. No has entrado en detalles del caso, ya que es trabajo y
demás, pero vamos a desglosar la historia en temas y ver cuál
podría ser el más aplicable a él. Puede que contenga la pista que
buscas desesperadamente.
Deposito unos cuantos marcadores diferentes junto a nosotras
y digo:
—Gran idea. Así que el rojo es el tema, el azul es una
explicación y el verde es la probabilidad que ocurra.
—Tú y tu obsesión por las notas —murmura, pero escribe
amor, familia, amistad, guerra, victoria y engaño—. Hagamos la
iluminación, ¿de acuerdo?
Y aunque estoy muy cansada y sé que probablemente esto no
dará muchos resultados, no puedo resistirme a sentarme a su lado
y abrazarla fuerte.
—Gracias, cariño. Es genial tenerte de mi lado. —Me guiña un
ojo y me abraza también. Aunque quiero mucho a Simone, Chloe
y yo siempre compartimos un vínculo especial que nada, ni
siquiera nuestra historia, podría romper.
—Cuando quieras. Entonces puedes contarme sobre la nueva
relación que se está desarrollando entre Kierian y tú —añade con
picardía, y mi risa es una agradable pausa para el silencio que
tenía antes que ella apareciera.
Psychopath
Colocando la manta sobre el colchón, doy un paso atrás para
admirar el lugar cuidadosamente creado para Ella por última vez
antes de terminar nuestro juego de una vez por todas.
Después de ponerme una capucha y unos guantes,
asegurándome de no dejar ningún rastro, salgo de mi casa secreta.
Inhalo profundamente, llenando mis pulmones con el aire que
tanto necesito.
Le he dado todo el puto tiempo del mundo, pero aún no se ha
dado cuenta. Y aunque jugar con su mente se ha convertido en
uno de mis pasatiempos favoritos, ya no es suficiente.
Esto tiene que terminar esta noche para que por fin podamos
empezar el último capítulo de este desafío que nos hemos
impuesto mutuamente.
Todos mis dispositivos están limpios y listos para su hermosa
piel. Romperé su espíritu pieza por pieza hasta que se rinda.
Su rendición será su perdición final.
Desgraciadamente para ella, es inevitable, ya que ninguno de
ellos se mantuvo por mucho tiempo.
Y aunque las emociones desconocidas en mi pecho me
molestan, recordándome que ella es inocente y no se merece lo
que estoy a punto de hacer, eso no me detiene.
Perdí mi alma hace mucho tiempo.
Ella
Moviéndome en la cama una vez más, renuncio al sueño por
completo y, con un fuerte resoplido, muevo las mantas a un lado y
me levanto. Mis dedos se enroscan en la mullida alfombra blanca,
agradeciendo el calor que me da.
Apago el aire acondicionado mientras me recorre un escalofrío
y me dirijo suavemente a la cocina. Agarrando la jarra, la pongo
en la cafetera y la enciendo.
Resisto el impulso de enviar un mensaje a Kierian y distraerlo
de su reunión familiar. Teniendo en cuenta que prácticamente lo
empujé a ir, llamarlo ahora sería una estupidez. Lo último que
necesito es que se preocupe por mi seguridad.
Cuando la máquina suena al terminar, me sirvo un café
mientras mi mente regresa instantáneamente a la conversación
que tuve con Chloe sobre el libro. Nos bebimos todo el vino y
pedimos comida china, pero eso no nos ayudó a buscar la verdad.
Discutimos los temas y el libro hasta la saciedad, pero nada
encajaba con el sujeto. Incluso estudiamos los momentos previos a
la guerra y los posteriores, pero nos quedamos en blanco. Se fue
hace solo unas horas, cuando David vino a recogerla.
Algo no me cuadra. La conexión entre el sujeto y el libro es
clara, porque él me lo envió. ¿Pero cómo puede contener una pista
sobre su identidad?
Utiliza sustitutos de su padre, pero La Guerra de Troya no
trata de una relación familiar. Es una historia de amor que salió
mal. ¿Por qué está tan fascinado con ella?
Entonces las palabras de Chloe resuenan en mis oídos.
Quiero decir, la Guerra de Troya no fue una broma, pero realmente
me siento mal por Odiseo. Se le ocurrió este plan para el caballo, pero le
costó mucho más volver a casa con su mujer. Un poco irónico si me
preguntas.
La taza se detiene a medio camino de mi boca cuando todos
los recuerdos me asaltan a la vez y la comprensión me golpea
como una tonelada de ladrillos.
Este es un gran libro.
Todos lo hemos leído.
Todos tenemos este tatuaje.
He investigado sobre Aquiles y Héctor, los dos guerreros más
importantes de esta historia. Eran personajes fuertes, queridos por
la gente, y arrogantes por naturaleza. El psicópata solo admira a la
gente con la que puede asociarse, a nadie más.
Entre todo este lío, nunca he considerado a Odiseo, el único
hombre que ideó el caballo de Troya que ganó la guerra.
Un engaño, algo que parecía un regalo de los dioses cuando en
realidad era un arma para matar.
La taza cae sobre el suelo de mármol, rompiéndose en
pequeños trozos mientras el charco húmedo gira alrededor de mis
pies.
El hombre que intentamos atrapar tan desesperadamente es
uno de nosotros, el mayor engaño de todos.
Dios mío.
Me doy la vuelta rápidamente para coger mi teléfono, pero
detengo mis movimientos cuando veo al hombre sentado en mi
silla, jugando con una hoja de plata que brilla a la luz de la luna
llena que se cuela por el gran ventanal de mi salón. La única otra
luz del apartamento proviene de la cocina.
—Sabía que acabarías por descubrirlo —dice, con la voz vacía
de cualquier emoción mientras juega con la hoja, moviéndola
entre sus dedos—. Por eso te elegí a ti.
Trago saliva. Dando un paso atrás, me pregunto cuánto
tardaré en llegar a mi arma situada bajo la mesa a unos metros de
mí. Abro el cajón que tengo al lado y saco un cuchillo; al menos no
me encontraré con mi enemigo con las manos vacías.
—Nos has engañado a todos. —Por extraño que parezca,
mantengo la calma, sin dejar que el miedo se apodere de mí. La
mujer que hay en mí llora por la crueldad de la situación, por el
monstruo que no he visto, aunque siempre ha estado tan cerca.
Tal vez ese sea mi destino, ser siempre engañada por ellos.
Dios, toda esa gente que decía que la psicología criminal no era
para mí, claramente tenía razón.
—Un rasgo de un asesino en serie es la alta inteligencia, y otro
es la manipulación. Pero eso ya lo sabes. —Se frota la barbilla
mientras algo pasa por sus ojos—. Pero el juego ha terminado, ha
llegado el momento. —Sabiendo muy bien que no tendré otra
oportunidad, me lanzo a mi habitación para activar la alarma y
coger mi arma, pero él está a mi lado como un rayo, tirándome al
suelo donde aterrizo dolorosamente.
Grito de dolor, pero le doy una fuerte patada en el estómago,
arrastrándome por debajo de él para avanzar, pero sus fuertes
manos que me sujetan las caderas no me dejan. Intento apuñalarle
el brazo con el cuchillo, y gruñe, pero me empuja hacia mí espalda
mientras ambos respiramos con dificultad. Su mano se levanta y
cierro los ojos, esperando un duro golpe, pero en cambio sus
dedos recorren suavemente mi mejilla y nuestras miradas chocan.
Y eso es todo lo que recuerdo antes que me clave una aguja en
el cuello que drena lentamente mi energía y todo se quede en
blanco.
Capítulo Trece
El Mal No Nace, El Mal Se Hace
Psicópata, siete años

Abriendo los ojos, oigo que algo se estrella en el suelo de la planta


baja y que unos fuertes gritos resuenan en la casa. Metiendo los dedos en
la manta, me cubro de pies a cabeza, esperando que la oscuridad me
trague por completo y no tenga que formar parte de ella nunca más.
Afuera llueve a cántaros, los árboles se balancean de un lado a otro, y
el viento se cuela en el interior de la habitación a través de las rendijas de
las ventanas de la vieja casa, lo que me asusta profundamente.
Cuento hasta diez, con la esperanza que eso aleje al monstruo de mí.
Me castañetean los dientes de miedo cuando oigo unos pasos pesados
subir las escaleras, cada vez más cerca de mi habitación. Se me llenan los
ojos de lágrimas, pero las seco rápidamente.
Eso solo lo enfurecerá más.
La puerta se abre de golpe y la fuerte luz me ciega por un momento
mientras él retira la manta y me agarra con dureza de la mano.
—Vamos, chico. —Ignorando mi grito de dolor, me arrastra escaleras
abajo, donde mi madre está sentada en la alfombra, sujetando su labio
roto. Me arroja a sus pies, donde caigo dolorosamente sobre mi estómago.
Me muerdo los labios para que no lo vea.
—Ahora tu bastardo está aquí —sisea padre, con un fuerte olor a
alcohol en el aire mientras da un trago a la botella—. ¿Crees que no me
he dado cuenta de cómo le has sonreído al nuevo vecino? ¿También te lo
has follado? —pregunta, y aunque soy pequeño, sé lo que significa.
Papá siempre le pregunta esto a mamá cada vez que salimos, lo que
ocurre en contadas ocasiones, porque no se fía que “se quede quieta”
como él dice.
—Ni siquiera levanté la vista —responde en voz baja, mirándose las
manos mientras me acerco a ella, esperando sentir su calor, pero se echa
hacia atrás como si le doliera mi contacto. Y, aunque lo hace por él, me
sigue doliendo.
—¿Crees que soy estúpido? —Y con eso, oigo el silbido del cinturón
cuando lo saca de sus pantalones. Juega con el cuero, el olor penetra en
mis fosas nasales y me hace sentir miedo, porque sé lo que vendrá
después—. Decide, ¿tú o el chico? No me importa quién. —Sonríe, se
inclina hacia ella y le pasa el cinturón por la mejilla.
Ella traga y luego se vuelve hacia mí, palmeando mi cara.
—Escóndete, cariño —susurra, y luego señala su rostro magullado—
. Por mucho que grite, no salgas del armario —me suplica, abrazándome
más fuerte y meciéndome de un lado a otro. Cierro los ojos y cuento hasta
diez, imaginando que mi canción favorita suena de fondo.
Nuestro abrazo no dura mucho. Me separa de ella y me empuja con
dureza en dirección al pequeño armario que hay cerca de la televisión,
que está emitiendo un ruidoso partido de fútbol.
—Conoce tu lugar bastardo. —He intentado encontrar esta palabra
en el diccionario, pero nunca lo consigo, y preguntar a la gente está fuera
de lugar. Es todo perfección y sonrisa con ellos, lo que nunca entiendo,
porque en casa se transforma en un monstruo.
En el exterior todo el mundo lo quiere; siempre está ahí para ayudar a
sus amigos y a su familia, enseñando a los niños a montar en bicicleta y
haciendo la mejor barbacoa de la ciudad.
Pero cuando llega la noche y las copas están fuera, es el único padre
que tengo.
Cerrando la puerta tras de mí, me siento en el suelo y observo a
través de los pequeños agujeros cómo le ordena a mamá:
—Levántate, puta. Que esto les sirva de lección a ti y a tu bastardo.
Mamá escucha, y en cuanto se levanta, él la golpea con el cinturón en
el costado. Ella se dobla y él le golpea la espalda, una, dos veces más, y
entonces ella cae de rodillas. Le da una patada en el estómago y tose,
luego escupe sangre por la boca. Probablemente porque se muerde los
labios en lugar de gritar mucho, para que nadie acuda al rescate.
—Maldita puta, siempre lo fuiste. Nunca debí casarme contigo.
Aprenderás a no sonreírle a todos esos hombres. —Golpe, golpe, golpe.
Mis manos se aprietan y quiero salir corriendo para ayudarla de
alguna manera, pero entonces capto su mirada mientras me mira
directamente -no sé cómo adivina dónde está mi mirada- y niega con la
cabeza.
No quiere que forme parte de esto.
Entonces oigo el sonido más odioso de todo el universo, la cremallera
bajándose, mientras papá escupe:
—Ya que tenías tantas ganas de abrirte de piernas para él, hazlo
ahora para mí.
—Por favor, no delante de él —suplica ella, apartándose, aunque
apenas puede mantenerse en pie por sus golpes. Su risa llena el espacio
mientras vuelve a dar un sorbo a su whisky.
—Que le sirva de lección al chico que las mujeres no son más que
putas que te dan la espalda en cuanto alguien pasa alrededor. —Me doy
la vuelta y me pongo unos auriculares conectados a un pequeño aparato
de música. Pulso el botón de encendido y la música clásica llena mis
oídos, eclipsando lo que ocurre en el salón.
Le he prometido a mamá ser un buen chico y hacerlo en caso que papá
vuelva a hacer esto.
Ella siempre me ha dicho que cuente hasta mil, y así lo hago.
En un momento dado, abre la puerta y me abraza ferozmente cerca de
ella mientras los sollozos desgarran su cuerpo, y hago todo lo que puedo
para calmarla.
Mientras el monstruo duerme en el sofá, arrullado por el sonido de
un partido de fútbol que he aprendido a odiar.
New York, New York
Junio 2018

Ella
Un molesto olor penetra en mi nariz y muevo la cabeza hacia
un lado, intentando evitarlo, pero es inútil, ya que me persigue. El
agua gotea en mis mejillas, frente y labios, y finalmente mis ojos se
abren de golpe.
Un dolor punzante me asalta desde todos los rincones, como si
pequeñas agujas se clavaran en mi cuero cabelludo, arañándolo.
Hago una mueca de dolor y me pregunto cuánto vino consumí
anoche con Chloe para tener semejante resaca.
—Creía que tenías un sueño ligero. —Una voz profunda y
ligeramente ronca llena el espacio, y me paralizo cuando los
recuerdos vuelven a aparecer, reproduciéndose como una vívida
película frente a mí.
Inmediatamente, miro hacia abajo y me veo tumbada en un
colchón. Con esfuerzo, me incorporo solo para oír el traqueteo de
una cadena colgante enrollada alrededor de mi tobillo derecho, lo
suficientemente larga como para caminar libremente si el montón
de metal que hay cerca es una indicación, pero lo suficientemente
apretada como para clavarse en mi piel y causar un dolor
insoportable si alguna vez intento liberarme.
Una bombilla que brilla constantemente sobre mi cabeza es la
única fuente de luz que me permite estudiar el lugar, y con cada
nuevo detalle, mi estómago se hunde, creando apretados nudos
de desesperación.
Estoy en una jaula de grandes dimensiones que tiene barrotes
metálicos que me rodean por todos lados. Un colchón y una mesa
con dos sillas son los únicos muebles en el suelo de cemento.
Cerca hay un fregadero con un goteo de agua que me crispa los
nervios y una pequeña puerta con un espacio reducido a un lado,
probablemente un baño.
Al menos está cerrada con llave, pienso, conteniendo a duras
penas la risa histérica que amenaza con desbordarse.
El lugar apesta a cloro y antiséptico. Oigo un zumbido apenas
audible que resuena en el espacio. Tras los barrotes de la jaula, veo
una amplia mesa de metal, estantes con diferentes tipos de armas
y unas escaleras que suben, suben, suben, y solo entonces, jadeo
sorprendida.
No.
—Bajo tierra, Ella —habla, y por fin desvío mi atención hacia el
hombre, el sujeto, cuando coge una silla, se da la vuelta y se sienta
a horcajadas sobre ella, clavando sus asertivos y fríos ojos
plateados en mí. No lleva más que unos pantalones negros y unas
botas, con las que patea las patas de la silla.
Abro y cierro la boca, incapaz de encontrar las palabras,
aunque la furia me invade en fuertes oleadas. Quiero arrancarle
los ojos, dolorosamente.
Al mismo tiempo, también llega la profunda comprensión que
fui una tonta, y el dolor.
Un dolor insoportable por haber confiado en una persona que
me ha demostrado que estaba equivocada una vez más.
—Felicidades —susurro finalmente, y él levanta la ceja—. Has
ganado tu presa. —En mi situación, lo más probable es que todos
exigieran respuestas, gritaran pidiendo ayuda o suplicaran. O
intentarían hacer entrar en razón al psicópata, esperando que
hiciera una excepción solo con ellos y los liberara de la pesadilla.
Esa es la reacción normal, pero no hay nada normal en esta
situación entre nosotros, porque yo ya tengo todas las respuestas.
Él nunca me dejará ir por voluntad propia, así que es mi
trabajo sacarme de aquí. Aunque en este momento parezca inútil.
—¿Por qué? —pregunto finalmente, preguntándome si este era
su plan desde el principio, o si simplemente ha decidido
retenerme en un impulso.
—Eres fuerte. —Su afirmación me toma por sorpresa mientras
frunzo el ceño—. No te rindes. —Sus nudillos se vuelven blancos;
por lo fuerte que aprieta la parte superior de la silla—. Me quieres.
—La forma en que lo dice, como si se alegrara y lo lamentara al
mismo tiempo.
¿Mi amor le agrada?
Kierian me lanza esas palabras a la cara, palabras que le he
dicho, abriendo mi corazón por primera vez en mi vida.
—Creía que tú también me querías —susurro antes de poder
detenerme, y él se queda helado, pero luego suelta una risita,
aunque carece de humor.
—Soy incapaz de hacerlo. —Las imágenes de nuestro tiempo
juntos, todos los momentos tiernos, las noches de cine y de hacer
el amor, se reproducen en mi mente, y me pregunto cómo puede
haber sido una mentira. ¿Es tan bueno ocultando sus emociones?
Ha conseguido engañarme.
A mí.
Y yo que pensaba que lo sabía todo sobre los asesinos en serie.
—¿Soy como ella?
—¿Cómo mi madre? No. Ella era rubia. Joven. Atormentada—
murmura mientras se desconecta—. Tú eres todo lo contrario a
ella. —Se ríe de nuevo—. La mayoría de las cosas que escribiste en
el perfil eran correctas, pero no lo de mi madre. No veo el
parecido; habría sido demasiado enfermizo y extraño, incluso
para mí. —Al menos existe eso, aunque en la situación actual me
consuela poco.
—¿Entonces por qué? —Como hace años con Benjamin,
necesito saber la razón por la que estaba obsesionado conmigo.
Se queda un segundo en silencio, estudiándome, y luego se
levanta rápidamente.
—Tienes que comer. Llevas unas cinco horas fuera.
Parpadeo ante este cambio de tema, comprendiendo
claramente que no tiene intención de responder a mis preguntas.
—¡Vaya! Gracias por ser tan considerado. Ojalá lo hubieras
pensado antes de secuestrarme solo para matarme.
Se congela, pero luego reanuda su marcha, aunque no antes de
decirme por encima del hombro:
—Nunca he dicho que ese sea mi objetivo.
Le veo ir a lo que supongo que es su mesa de tortura, coger
una bandeja de madera y volver dentro. Al verlo ahora, me
pregunto por qué creía que era despreocupado y no posesivo.
Es que sabe ocultar mejor sus tendencias.
Kierian coloca la bandeja de comida en la mesa dentro de la
jaula y, por el olor, reconozco la pizza y el pollo a la parmesana,
mis favoritos. Me sirve agua y luego ordena:
—Levántate. —No me muevo ni escucho, mirando al espacio
por encima de su hombro, sabiendo lo mucho que le molesta.
Los asesinos en serie se consideran los reyes de su mundo; o
les gusta que les presten atención o no les gusta en absoluto.
Quizá debería ser más sabia y no contrariarlo, pero no puedo.
No soy solo una víctima; soy una mujer a la que ha roto el
corazón. Y es aún peor, porque nunca podré escapar
completamente de él, aunque consiga salir de este lugar.
Gruñe con frustración y se lanza hacia mí, y retrocedo, pero es
inútil contra él. Me agarra del brazo y me empuja hacia la mesa, la
cadena que cuelga de mi tobillo araña con fuerza el suelo,
recordándome mi condición de prisionera.
Como si los moretones no fueran suficientes.
Me detengo ante la silla y él me aprieta el hombro. No tengo
más remedio que desplomarme sobre ella con un fuerte golpe.
Ignoro el dolor que viaja desde la parte baja de la espalda hasta el
hombro, que está rígido por haber estado en la misma posición
durante horas.
—Tienes que comer.
Una risa hueca brota de mí.
—¿Por qué? ¿Prefieres a tus víctimas totalmente alimentadas?
—No aprecia mi sarcasmo, si su ceño y su gruñido sirven de algo,
pero me importa un carajo.
No me dejará con vida de todos modos, así que ¿qué sentido
tiene escucharlo? Prefiero morir con dignidad.
—Come.
Cojo el tenedor que está a mi lado y, mirándolo fijamente a los
ojos, lo dejo caer al suelo, donde resuena con fuerza en el espacio,
que por lo demás es silencioso.
La furia brilla en sus ojos plateados mientras aprieta la mano.
—Ella, no me hagas...
—¿Hacer qué? ¿Secuestrarme? ¿Torturarme? ¿Violarme? —
Suministro todas las opciones, y una parte de mí se siente mal por
haberle lanzado todas esas palabras cuando ni una sola vez
intentó hacer nada de eso, pero sinceramente no entiendo sus
intenciones.
Me ha cazado y ha ganado, pero en lugar de seguir con su
plan, sea cual sea, me da comida y mantiene conversaciones
conmigo. ¡En cualquier momento, vamos estar jugando al ajedrez!
Con un rápido movimiento, se levanta, llevándome con él, y
me aprieta bruscamente contra la pared. Gimoteo de dolor.
—No sabes lo que es la tortura —dice con dureza contra mí, y
me sacude con tanta fuerza que mis dientes chocan entre sí. Una
emoción irreconocible cruza sus ojos mientras se inclina hacia
delante y me susurra al oído—: ¿Y este cuerpo? —Aprieta mis
caderas a pesar que intento zafarme—. Solo ama mi tacto. Arde en
llamas cada vez que lo toco, y nada cambiará eso. —Hay que ver
su confianza para creerla.
—¡No! No te quiere. Antes quería a Kierian. Ya no tienes
poder.
—No me hagas demostrar que estás equivocada, Ella. No te
gustará.
—Haz lo que quieras, sujeto. Ambos sabemos que es una tarea
fallida. —A decir verdad, necesitaba callarme como ayer, porque
no conozco a este hombre.
Todavía actúo como si mi novio estuviera delante de mí, y
necesito separar a los dos en mi mente lo antes posible.
Aunque no me da mucho tiempo.
En el momento en que el desafío se me escapa de las manos,
me levanta y me arroja sobre el colchón. Antes que pueda
parpadear, está a mi lado.
Forcejeo, dándole patadas a ciegas, mientras él ni siquiera se
inmuta ante mi asalto y, en cambio, me cubre de pies a cabeza,
envolviendo un cinturón de cuero -solo Dios sabe de dónde lo ha
sacado- alrededor de mis muñecas y asegurándolas con fuerza por
encima de mi cabeza.
Luego saca algo de su bolsillo y me lo pone alrededor de los
ojos, asegurándolo detrás de mi cabeza. Solo entonces la suave
tela se registra como una venda para los ojos.
—¡Déjame ir! —Jadeo.
Su respiración es el único indicio de dónde está.
Estoy completamente a su merced, y aunque este hombre ha
visto mi cuerpo desde todos los ángulos posibles, nunca he sido
más vulnerable a él que ahora.
—¿Todo desapareció, así como así? —Chasquea los dedos
junto a mi oreja, recordándome mis palabras anteriores, mientras
solo resoplo con fastidio.
¿Debería estar asustada?
Estoy más bien disgustada.
—¡Sí! ¡El hombre que quería era Kierian, no tú! —le grito en la
cara.
Su risita, que resuena en el espacio, carece de humor, y se tensa
sobre mí, claramente disgustado por mi respuesta.
—Por desgracia para ti, es el mismo hombre. Y tu cuerpo me
desea. —Su peso desaparece en un instante, y siento cómo sube mi
vestido de franela hasta que cuelga sobre mis brazos, creando un
capullo aún mayor alrededor de mis manos.
Una ligera brisa toca mi piel desnuda. Siseo y me revuelvo en
el colchón, necesitando escapar, sobre todo cuando sus manos se
deslizan por mi cintura hasta las caderas y el culo y luego vuelven
a subir.
Aunque parezca una locura, se me pone la piel de gallina y se
me eriza el vello de la piel, despertando sensaciones que solo él es
capaz de evocar.
Al parecer, mi cuerpo no ha recibido el memorándum que
nuestro amante ha resultado ser un asesino en serie.
—¡Te odio! —Él no escucha, sino que chasquea la lengua.
—Puede que sí, pero tu cuerpo sabe a quién pertenece. —Con
eso, su boca caliente envuelve mi pezón endurecido.
Mi espalda se arquea mientras él lo chupa con firmeza, como si
tratara de arrancármelo, dándose un festín con la carne que envía
escalofríos directamente a mi clítoris, y me muerdo los labios,
porque no quiero que me oiga gemir y darle satisfacción.
Sin embargo, no me deja escapar, ya que pinza ligeramente el
otro, pellizcando la punta del pezón dolorido por la necesidad, y
luego se abalanza de nuevo, mordiendo ligeramente la carne.
—Kierian. —Mi voz está llena de odio y deseo al mismo
tiempo, pero no estoy segura de sí va dirigida a él o a mí.
¿Cómo puedo someterme a sus deseos?
—¿A quién perteneces, Ella? —me pregunta, y casi resoplo,
porque si cree que voy a admitir que es él, le espera otra cosa.
Gruñendo, se desplaza hacia el otro pecho y repite la acción,
volviéndome loca. Aprieto las manos y las uñas se clavan
dolorosamente en las palmas.
La humedad me cubre los muslos, tan humillante como
parece, y él desliza su lengua por mi vientre, rodeando mi
ombligo y metiéndola dentro, haciendo que mis caderas se agiten.
—Todo a su tiempo, Ella —murmura, dándome una palmada
en el culo y ganándose un grito—. No habrá alivio hasta que lo
admitas.
—En tus sueños. —¿No debería actuar de otra manera después
de descubrir la verdad? Aparte de este momento, puedo pensar
racionalmente, ¿pero ahora?
Ahora es como si mi ser no viera la diferencia entre Kierian y
Psychopath, y debería.
¡Malditamente debería!
Agarrando mis nalgas con fuerza -y probablemente dejándome
moretones, el puto cavernícola-, me carga los muslos y debe de
haberse acostado entre ellos, porque su aliento abanica mi núcleo.
Trato de cerrar mis piernas, pero no me deja.
Espero que apunte a mi carne caliente, pero en su lugar, algo
frío se desliza por el interior de mi muslo y mi corazón se detiene
por un segundo, mi estómago se revuelve.
Mi adrenalina se dispara y trago saliva mientras el miedo me
recorre, intensificado por el placer que antes sentía.
—Ah, tienes miedo —murmura contra mi piel, lamiéndome, y
mi cuerpo se estremece. Me sujeta, sin dejarme mover—. ¿Sabes lo
que me ha estado impulsando desde hace meses?
Raspo a través de mis labios secos en silencio, temiendo
incluso parpadear.
—¿Qué?
—Ver cómo tu pálida piel se ve recubierta de sangre, solo
gotas. Cuando tu cuerpo sabe exactamente quién es su dueño.
Cuando no te haces ilusiones con Kierian. —Habla de sí mismo
como si no fueran la misma persona—. Cuando no tengo que
compartirte con nadie, ni siquiera con mi alter ego. —Es entonces
cuando la hoja me corta y un grito es arrancado de mi garganta al
sentir la sangre caliente deslizándose por mi piel, mientras el
molesto escozor me asalta.
Repite la acción en el otro lado, cortando ligeramente toques
aquí y allá para que no me queden cicatrices profundas en el
futuro, pero sí escozor y marca.
¡Su puta marca permanente!
Las lágrimas corren por mi cabello y mis sienes, el sabor salado
se registra en mi mente, cuando él susurra:
—Shh, lo haré mejor. —Y su boca caliente cubre mi carne,
aferrándose a mi clítoris mientras sus dedos presionan las heridas,
creando un placer desconocido envuelto en dolor.
Desliza su lengua en mi interior, profundizando como si me
besara con lengua, pero luego se aleja, la punta de su lengua solo
toca ligeramente mis labios inferiores, dándome un minuto para
respirar mientras la desesperación y el deseo llenan cada uno de
mis poros.
Se sumerge de nuevo, pero esta vez es más dominante, más
exigente, pidiendo mi completa sumisión. Introduce un dedo en
mi interior, y mi respiración se entrecorta, el dolor casi desaparece
de mi mente cuando levanta mi culo, chupándome con más fuerza
mientras los dedos de mis pies se curvan y el fuego se extiende
por mi interior.
Tiro de mis ataduras, intentando escapar de este confuso
encuentro, pero él no me lo permite; en su lugar, sigue dándose
un festín conmigo, gruñendo en mi coño, y la vibración aumenta
mi placer.
Entonces es demasiado; todo lo que ha hecho culmina en un
único momento de éxtasis que estalla dentro de mí y grito.
Continúa lamiendo mi humedad durante un momento antes
de subir a mi ombligo y dejar probablemente un chupón allí.
Sigue lamiendo, chupando y besando hasta que siento su boca a
un palmo de la mía.
—¿A quién perteneces, Ella? —El deseo se desvanece
lentamente y la realidad vuelve a deslizarse, dejándome
mortificada por lo que he permitido que ocurra con el hombre que
me secuestró.
Aunque sea un hombre al que amé primero.
—A Kierian —respondo, y él se tensa, y sé que eso lo enojará.
Espero que grite y me haga daño, tal vez incluso lo desee,
porque entonces me dará una excusa para no volver a sucumbir
ante él.
Pero en lugar de eso, se va de mi lado, y oigo sus pesados
pasos mientras la jaula se abre y se cierra. Me trago las lágrimas
que amenazan con salir, y hago una mueca de dolor por los
pequeños cortes que me ha dejado.
Al cabo de un minuto, está de vuelta, presionando algo cálido
y frío contra mí. Me pica la piel, como si alguien me hubiera
echado sal. Grito.
—No te muevas. Tengo que poner antiséptico en las heridas.
¿Ahora se preocupa por eso? Permanezco en silencio, porque
se ha llevado todo lo que tenía para dar.
Una vez que ha terminado, me quita la venda de los ojos,
ajusto lentamente mi visión y rasga las ataduras.
Al instante me bajo el vestido, me arrimo a la esquina y me
cubro con una manta. No presto atención a mis piernas ni a la
forma en que me observa.
¿Cómo he podido hacer esto con él?
Así que me tumbo de lado y rezo para que me llegue una
solución, porque esta situación me va a matar lentamente por
dentro.
A menos que él lo haga primero.
Capítulo Catorce
Psychopath, 9 años
—En serio, Matt, ¿qué le pones a esta carne? ¡Está jodidamente
deliciosa! —El tío Bill gime alrededor de su bocado de la hamburguesa,
mientras la tía Hetty lo regaña.
—No digas palabrotas delante de los niños. —Envía una sonrisa de
disculpa a mi madre, que sirve más té helado para los invitados—. Lo
siento, Margaret. Es un bruto.
Mi madre lleva uno de sus mejores vestidos rosas que hace que sus
ojos verdes, que permanecen muertos la mayor parte del tiempo, brillen
con fuerza, sin que nadie lo note.
Al fin y al cabo, lo ha elegido personalmente para ella.
—No pasa nada —la tranquiliza, pero mira rápidamente a papá, que
da vueltas a la carne en la parrilla a unos metros de nosotros. Debe de
estar satisfecha con lo que ha visto, porque cambia su atención hacia mí
mientras desliza un plato lleno de patatas fritas hacia mí—. Aquí tienes,
cariño. Diviértete con tus amigos. —Me pasa un dedo por el cabello y me
empuja en dirección a la piscina, donde juegan todos los vecinos. Gideon
y Alp ya están allí, saludándome frenéticamente desde el agua mientras
saltan al flotador.
Esta reunión ha sido organizada por mi padre, que ha invitado a los
vecinos a celebrar juntos el primer día de verano, una especie de tradición
que hay que mantener. Como nadie cocina mejor que mi padre, todos
aceptaron con entusiasmo.
Al fin y al cabo, tiene una fachada que mantener; le gusta decirle a mi
madre que nadie le creerá si acude a la policía o a sus amigos. La llevará a
la clínica psiquiátrica con un trastorno mental y le darán la custodia de
su “bastardo.” De todos modos, no nos relacionamos mucho con ellos si
no es bajo la mirada de papá. Todo el mundo piensa que mamá prefiere
quedarse en casa sin hacer nada. He oído a algunas mujeres susurrar que
mamá se cree demasiado buena para su amistad.
Sacudiendo la cabeza por el mal recuerdo, prácticamente reboto en mi
camino mientras pienso en sumergirme en el agua. Mastico las patatas
fritas y el placer se extiende por mí, ya que no he comido nada más que
sopa y arroz en más de un mes después del último castigo de mamá. De
repente, la voz del tío Bill me congela en el acto.
—Matt, Alp dice que tu hijo no sabe nadar ni aguantar la respiración
bajo el agua.
Papá detiene sus movimientos, sus labios se aplanan, pero mantiene
su sonrisa intacta mientras levanta la ceja.
—¿De verdad?
El tío Bill asiente, se acerca y le da un ligero golpe en el hombro.
—¿Qué clase de padre eres que tu hijo no sabe hacer eso? Has estado
holgazaneando. —Todos se ríen colectivamente, y me relajo un poco.
Papá no está enojado, lo que siempre es bueno, pero con sus cambios
de humor, mamá y yo no sabemos qué lo hará estallar.
Con alivio, me reúno con mis amigos, que hablan del PlayStation y
de los viajes a Disney mientras escucho con avidez, ya que no tengo más
que libros para ocupar mi tiempo.
Incluso los dibujos animados están estrictamente prohibidos, porque
le quitarían a papá el tiempo de los canales de deportes.
—Este fin de semana nos vamos de camping con papá —dice de
repente Alp, mientras Gideon añade:
—Yo también. —Entonces me salpica con agua y me sumerjo,
agradeciendo que no manche mi camiseta favorita—. ¿Vienes con
nosotros? —pregunta esperanzado, pero solo niego con la cabeza.
—No me gusta salir. —Esa es la excusa que siempre doy a todo el
mundo, que nada más que la escuela me interesa, y no es difícil de creer
con mi nariz constantemente metida en un libro. En los días malos, me
pregunto por qué siguen siendo amigos míos y me compran helados si yo
no puedo.
La mayoría de las veces no puedo, porque no hay dinero de sobra.
El resto del día transcurre entre comida sabrosa, buenos momentos y
agua caliente, mientras el tío Bill me enseña a nadar y a bucear.
Una vez que papá cierra la puerta después que se vaya el último
invitado, coloca la palma de la mano, abierta, en la puerta, y la
respiración de mi madre se entrecorta al verlo temblar con una furia
apenas contenida.
Me empuja en dirección a mi habitación, pero él se da la vuelta
rápidamente y me agarra por el cuello. Reprimo un gemido de dolor en la
garganta porque no le gustan, y me grita en la cara:
—Te gusta insultarme, bastardo, igual que a la puta de tu madre,
¿eh?
Me está arrastrando por el salón cuando mamá le golpea la espalda,
rogándole:
—Suéltalo, Matt. —Él no le hace caso y la tira al suelo con su
fornido brazo mientras sigue caminando.
—¿Mamá? —llamo, sin saber qué hacer mientras el miedo corre por
mis venas. Nunca había tenido su ira dirigida a mí. Ella siempre estaba
ahí para intervenir. Una de las razones por las que siempre empezaba
conmigo era porque sabía que ella siempre me protegería y nunca dejaría
que me hiciera daño.
—El tío Bill es tu persona favorita ahora, ¿eh? Bueno, veamos lo que
te ha enseñado. —Con eso, terminamos en el baño de abajo. Abre el agua
de la bañera y me levanta, para que caiga dolorosamente de espalda
mientras el agua me salpica. Está helada, empapando mi ropa al instante,
e intento incorporarme, pero él me presiona el pecho, manteniéndome en
el fondo, mientras murmura—: A ver cuánto tiempo puedes permanecer
abajo. —Y poco a poco el agua me cubre toda la cara y las orejas. Está
demasiado alta para respirar, así que aguanto la respiración, pero es
difícil, tanto que me muevo frenéticamente, desesperado por encontrar
una salida a su agarre, pero sin conseguirlo. Entonces me levanta, y
trago todo el aire posible, pero entonces me empuja de nuevo hacia abajo.
Me ahogo bajo el agua, con los pulmones ardiendo por la falta de oxígeno.
Repite la acción, levantándome y sumergiéndome cinco veces más antes
de levantarse, limpiándose las manos con una toalla mientras me agarro
a los bordes de la bañera, respirando frenéticamente y consiguiendo
finalmente cerrar el agua.
Mi cuerpo está casi paralizado por el frío, funcionando solo con
adrenalina, pero tengo que salir de aquí antes que vuelva.
Las lágrimas mezcladas con el agua corren por mis mejillas y le
oculto la cara, sin querer darle la satisfacción, pero él se ríe mientras sale
del baño.
—Que te sirva de lección, chico.
Una lección.
Todo es una lección con mi padre.
Mamá entra corriendo, pálida como un fantasma, y noto una marca
roja en la frente; debe de haberse golpeado con la cabeza en la mesa. Eso
es lo que más le gusta hacer. Se balancea un poco cuando viene hacia mí,
probablemente todavía mareada por la herida. Me envuelve en una toalla
y me mece de un lado a otro.
Murmura suavemente en mi oído:
—Mi bebé, mi pobre, pobre bebé. —Mientras aspiro su aroma, pienso
que todo está bien, porque ella está aquí para protegerme del monstruo.
New York, New York
Junio 2018

Psychopath
Ella se echa hacia atrás, tumbada de lado, y se cubre con una
manta de pies a cabeza. Respira con tranquilidad, aunque
probablemente se esté muriendo por dentro.
Al fin y al cabo, a pesar de sus reclamaciones, su cuerpo se ha
rendido a mí; aunque su mente nunca pueda aceptarme, su
cuerpo sabe quién es su dueño desde hace un mes.
Todo este tiempo, cuando he imaginado secuestrarla e
introducirla en todos mis deseos enfermizos, que por alguna
razón quiero infligirle desesperadamente, nunca pensé que una
vez que estuviera aquí lo único que querría hacer sería llevármela
malditamente lejos.
Mi oscuridad exigía ser vista por ella, porque decía que me
amaba. Pero por primera vez en mi vida, mi oscuridad no
necesitaba herir; necesitaba poseer.
El daño que he hecho a su hermosa piel es mínimo. Claro, le
escocerá, así que recordará su desafío, pero eso es todo. Nunca
podría causarle más daño, y eso enoja a una parte de mí.
Fingir una relación con ella era parte del juego, y ciertamente
me entretenía. Necesitaba aprender sus debilidades, hacer que se
enamorara de mí primero para poder disfrutar plenamente de
todo esto. Era difícil algunos días actuar como un tonto
enamorado, pero si me traía la victoria... No me importaba.
Sin embargo, ahora mismo no me siento del todo bien con mi
victoria, porque, aunque su cuerpo estaba en ella, mentalmente,
Ella no lo estaba.
¿En quién coño me he convertido?
El asco me invade mientras me levanto, me pongo los
pantalones y me tiro del cabello, con recuerdos desagradables
entrando en mi mente.
La bestia que llevo dentro ruge por salir, y necesito estar lejos
de ella para poder controlar estas confusas emociones que me son
tan ajenas.
Agarrando otra manta de la silla, la cubro con ella; aunque
tiene los ojos cerrados, sé que está despierta.
Con una última mirada, cierro la jaula tras de mí y vuelvo a la
casa, donde el furioso infierno que llevo dentro puede calmarse.
Aunque tengo la sospecha que nada volverá a ser igual.
Ella
Me despierto aturdida una vez más y me incorporo
rápidamente, solo para recordar lo mucho que me duele el cuerpo
después que Kierian haya hecho de las suyas, y el asco que me
produce mi cuerpo.
¿Cómo he podido permitirlo?
Retiro la manta y me veo vestida con un vestido blanco de
franela que me llega a los tobillos. La cadena está cerca; estoy libre
de ella. Un zumbido viene de encima de mí, y el lavabo gotea
lentamente agua, lo que me pone de los nervios, así que hago todo
lo posible para bloquear el sonido de mis oídos.
Me levanto y miro a mí alrededor, pero no veo a Kierian por
ninguna parte.
¡Me ha dejado sola en el sótano! Me acerco a la jaula y tiro de
los barrotes, pero no se mueven. Me arrodillo frente a la
cerradura, estudiando la pequeña abertura que la rodea.
Buscando en mi pequeña prisión, intento encontrar algo que
me ayude a salir de aquí, pero no encuentro nada. Si tuviera un
sujetador, podría haber usado el metal de allí, pero tuvo que
secuestrarme en medio de la noche.
Gritando de frustración, doy una patada a los barrotes, solo
para que el dolor viaje hasta mi rodilla, y murmuro: “Ouch.” Toco
la pared, con la esperanza que haya una abertura en ella, pero
también me quedo en blanco.
Lo mismo ocurre con el suelo, con tanta puta piedra que sería
imposible cavar.
Tengo los dedos rojos e hinchados de buscar constantemente
una vía de escape, y siento la garganta seca, aunque ignoro la
comida y el agua que me ha dejado en la mesa.
Comer y beber significará acceder a sus métodos o aceptar su
generosidad, y no lo haré.
Intento un par de veces más apretarme entre los barrotes,
gritar pidiendo ayuda, encontrar una salida, cuando por fin me
doy cuenta que no hay escapatoria de aquí.
Con un grito silencioso, me arrodillo frente a los barrotes,
agarrándolos con fuerza mientras mi cuerpo tiembla con sollozos.
—Piensa, Ella, piensa —me murmuro, necesitando
desesperadamente escuchar mi voz para no volverme loca—.
¿Cómo puedes salir de aquí?
Lentamente, vuelvo al colchón y me siento allí, meciéndome
de un lado a otro, hasta que la realización me golpea.
Y con eso, me duermo.
Capítulo Quince
Psychopath, 9 años

—Mami, es tan hermoso —susurro, aplaudiendo mientras un


pequeño cachorro busca el origen de la palmadita que le estoy dando, y la
señora se ríe suavemente.
—Creo que ya le gustas.
Apartando mi mirada del labrador, alzo los ojos hacia ella
esperanzado.
—¿De verdad lo crees?
Ella asiente, sonriendo ampliamente, pero luego se estremece y se le
escapa un ligero estornudo.
—Lo siento —se disculpa, pero me encojo de hombros.
Las luces de Navidad iluminan el barrio, ya que todo el mundo se ha
esforzado por decorar sus casas, algunas con Santas, otras con trineos y
renos, y algunas con ambos.
La gente se ríe a nuestro alrededor, participando en peleas de bolas de
nieve mientras corren hacia el final del pueblo, donde se encuentra el
árbol de Navidad más grande.
Mi madre capta mi mirada anhelante hacia los niños
inexplicablemente felices y me abraza más fuerte, pasándome los dedos
por el cabello, mientras exhalo con fuerza.
—¿Te gusta el cachorro, cariño? ¿Qué te parece si le damos un
hogar? —pregunta alegremente, y parpadeo sorprendido, porque conozco
las normas tan bien como ella.
Nadie puede entrar en la casa sin el permiso de papá.
El rostro de la señora se ilumina cuando me extiende el cachorro
mientras se inclina y me lame la nariz, ladrando suavemente, y una
risita se me escapa.
—Toma, llévatelo gratis. Feliz Navidad. —Parece aliviada, ya que es
el último cachorro al que tiene que encontrarle un hogar. Su perra tuvo
recientemente una enorme camada y, como no tenía forma que dárselos a
todos, se limitó a regalar los cachorros a cualquiera que quisiera uno.
Probablemente ni siquiera la habríamos conocido si no fuera porque
papá le ordenó a mamá salir un par de veces esta semana para pasear por
el barrio y desear a todo el mundo felices fiestas para que nadie
sospechara. Casi siempre hablaba con mi madre, y yo no entendía la
mitad de las cosas que decía.
—Gracias —susurro, acercándolo a mi pecho y escondiendo mi cara
en el suave pelaje, la felicidad como ninguna otra se extiende por mí
cuando las imágenes de cómo podemos jugar juntos bailan en mi mente.
Un compañero y amigo que estará conmigo todo el tiempo, incluso
cuando mamá llore en el baño o cuando duerma todo el día porque ha
tomado pastillas mágicas.
Al menos así las llama ella.
Mamá me empuja en dirección a la casa justo antes que llegue un
coche. Se queda paralizada y aprieto mi agarre en el cachorro mientras
papá sale del coche, saludando a la señora y sonriéndonos cariñosamente.
Oh, no. Esto suele significar cosas malas.
—Cariño —saluda a mamá, colocando una bolsa de la compra en sus
brazos, y luego me revuelve el cabello, enredando sus dedos en él y
tirando dolorosamente, pero no lo muestro.
Nada de emociones delante de la gente. Su lista de pedidos es siempre
interminable.
—Hace frío aquí fuera. —Las bocanadas de aire salen de su boca
mientras señala la puerta—. Entremos. —Entramos, y con cada paso, mi
corazón late cada vez más rápido, y lo siento en la garganta, ya que no sé
qué esperar de él a continuación.
Una vez que estamos en el pasillo, la puerta se cierra tras nosotros y
el doloroso jadeo de mamá resuena en toda la casa. Mis hombros se
hunden y cierro los ojos, con las lágrimas brotando en las esquinas.
Oigo caer la bolsa al suelo y me doy la vuelta para verlo arrastrando a
mamá por el cabello hasta el salón, sin importarle lo más mínimo cómo se
golpea las caderas y las rodillas contra los muebles. La tira al suelo y le
da una fuerte bofetada en la mejilla que le hace perder la cabeza.
—¿Qué tipo de ropa es esta? —Coge en un puño la pequeña chaqueta
y la camisa que apenas la cubren del frío, ya que se negó a comprarle
cosas nuevas para el invierno, alegando que las usaría para seducir a
alguien. Cada vez que le preguntaba a mamá qué significaba, se limitaba
a decirme que lo olvidara, pero ¿cómo iba a hacerlo? ¿Hay algún niño
que pueda olvidar las lágrimas de su madre?
—Lo compraste —dice, y luego me envía una sonrisa como si me
asegurara que todo está bien.
—Nunca compré esto. Solo quieres atención. Pues yo estoy aquí para
darte la mía. —Le arranca la ropa mientras ella intenta ocultar su piel
desnuda de su mirada, y luego se desabrocha el cinturón—. Prepárate.
—Por favor, Matt. No lo hagas. Hoy no. No en Navidad.
Papá se ríe sádicamente mientras le aprieta la barbilla con tanta
fuerza que se le juntan los labios y respira profundamente por la nariz.
—¿Por qué me iba a importar una mierda eso? —Pero tiene razón.
No tenemos árbol, ni juguetes, ni regalos. Ni siquiera permite las
canciones de Navidad. Dice que la odia, y quienquiera que haga lo que él
odia... siempre tiene que enfrentar su ira.
Saca el cinturón de las trabillas con un fuerte silbido.
Inmediatamente, me rasco la piel, recordando la última vez que me
golpeó con él en la espalda y cómo los moretones no desaparecieron
durante días, a pesar que mamá me ponía pomada a diario. Papá incluso
me excusó de la educación física en el colegio para que nadie lo supiera.
El cachorro elige este momento para gemir de angustia mientras se
revuelve en mis brazos, ansioso por bajar, pero no se lo permito. Papá
deja de hacer lo que está haciendo y estrecha sus ojos hacia mí.
—¿Qué tienes ahí, chico? —Doy un paso atrás, sin contestar, pero
eso no le sirve. Arroja a mamá sobre su espalda y ella gime mientras él
me arrebata el cachorro, mientras grito—: ¡No! —Lo levanta en el aire,
balanceándolo de un lado a otro, con la incredulidad escrita en él, y luego
lo deja caer, pero afortunadamente el cachorro aterriza sobre sus patas,
aunque un poco inestable.
—Tienes que estar jodidamente bromeando —murmura, y luego me
agarra por el cuello, apretando tan fuerte que me ahogo—. ¿Quién te ha
permitido traer esto aquí?
Mamá se cubre el rostro, preparada para su golpe una vez que sepa la
verdad, pero miento, queriendo protegerla.
—Yo lo hice. Mamá no lo vio.
Su ceño se levanta mientras se acerca, su aliento abanica mi cara,
mientras pregunta, con veneno en su voz:
—Así que eres lo suficientemente valiente como para tomar tus
propias decisiones, ¿eh? —Me da unas palmaditas en la mejilla,
dándome un fuerte golpe con cada toque—. Entonces lárgate de mi casa.
—Entonces da una patada al cachorro que tropieza y se golpea contra la
pared, los gemidos se extienden por la habitación. Corro hacia él y lo
recojo; el asustado y herido cachorro tiembla y gime en mis brazos.
Papá abre la puerta trasera y me lanza al exterior. Aterrizo
dolorosamente en la nieve, pero sigo sosteniendo al perro. Mamá le ruega:
—Por favor, Matt, por favor. No era su intención.
—Las reglas son las reglas. Despídete de tu bastardo.
—¡Mamá! —la llamo, pero lo único que veo es su rostro aterrorizado
mientras cierra la puerta. Apoyo la espalda contra los escalones mientras
mi ropa empapada se enfría más con cada respiración y las respiraciones
del cachorro son ásperas contra mi pecho.
—Sshh. —Mientras los ligeros copos de nieve se posan sobre mi piel,
le doy una palmadita, esperando que el golpe de papá no haya hecho
mucho daño.
Mi cuerpo tiembla, mis dientes castañean entre sí mientras el aire
gélido se registra cada vez más en mi mente, pero uso todo el calor de la
chaqueta sobre el cachorro.
—Si sobrevivimos, te llamaré Max —le susurro al oído, aliviado al
oír los ligeros ronquidos que salen de su hocico.
Sin embargo, no puedo bloquear los sonidos que provienen de la casa
mientras los platos se rompen y papá ruge:
—¡Inútil pedazo de mierda! —Entonces la carne golpea contra la
carne, probablemente él usando el cinturón en ella, porque esa es su
tortura favorita cuando ella no logra prepararle un buen té para él.
—Matt, por favor. Mi bebé... —Otra bofetada.
—Tu bastardo. —Ella grita de agonía, y no tengo que verlo para
saber que le ha dado una patada en el costado mientras probablemente
esté tirada en el suelo, empapada en el té caliente extendido en nuestra
cocina—. Repite después de mí si quieres verlo aquí. Tu bastardo. —No
pasa nada mientras él, obviamente, espera su respuesta, pero no puedo
oír su respuesta antes que algo más se estrelle y él grite—: ¡Puta! —
Ahora los oigo mejor, lo que significa que la ha arrastrado de nuevo a la
sala de estar—. Bastardo. Dilo.
Mamá finalmente se rinde, con la derrota evidente en cada palabra.
—Mi bastardo.
—Buena chica. Y ahora ya sabes qué hacer para levantarme el ánimo
antes que tenga que ver a tu bastardo, ¿no?
Cierro los oídos, porque me imagino lo que vendrá a continuación.
Empiezo a cantar mi canción favorita y a imaginarme un lugar
diferente, con la esperanza de eliminar todo lo demás, aunque mamá suele
quedarse callada durante estos momentos.
Estoy en una playa, leyendo un libro, con el océano acariciando los
dedos de mis pies, mientras disfruto del sol y la arena mientras mi madre
ríe suavemente detrás de mí. Un lugar al que papá no tiene acceso y en el
que nunca tendré que tener miedo.
Un lugar donde no tenga que vigilar cada una de mis palabras ni
esperar el dolor cada día.
Un lugar que no existe.
No sé cuántas horas pasan, pero estoy casi entumecido por el frío
mientras mis párpados se cierran, el sueño reclamándome cuando mi
madre abre la puerta y me mete dentro, envolviéndome al instante con
sus brazos y una suave manta.
—Mami —digo aturdido—, Max...
—Saca a ese perro de mi puta casa, ahora —ordena papá desde el
sofá, con su partido de fútbol a todo volumen en el que algún hombre
comenta sobre un increíble quarterback... y lo odio.
Lo odio con todo mi corazón.
—Lo siento, cariño —dice mamá mientras se lleva a Max. Intento
detenerla, pero es inútil y lo deja salir—. Intentaré hacer algo al respecto
por la mañana. —Pero ¿qué va a cambiar por la mañana? ¡Entonces no
debería haberme permitido tenerlo!
Me dio esperanzas. Ante esos pensamientos, vuelvo a la realidad y me
siento culpable por sentirme enojado con mamá. Ella no tiene la culpa.
La tiene él.
—No, mamá, por favor. Se va a morir. —Las lágrimas corren por mis
mejillas, pero ella se limita a sacudir la cabeza y me lleva al baño, donde
me prepara un baño caliente mientras se aplica un antiséptico en sus
heridas.
Por la mañana, lo primero que hago es buscar a Max en el patio
trasero, con la esperanza de llevárselo a alguien que pueda quererlo
libremente porque no vive con un monstruo.
Pero lo único que encuentro es su cadáver tirado sobre los montones
de nieve.
Que te sirva de lección, muchacho.
Algún día, yo también le daré una lección. Es un voto que pienso
cumplir.
New York, New York
Junio 2018

Psychopath
Tan silenciosamente cómo es posible, abro la jaula y entro
mientras Ella esta acostada en el colchón, con la manta cubriendo
suavemente su cuerpo.
Una sola bombilla brilla en lo alto y su zumbido se suma a su
experiencia de cautiverio. Me dirijo al lavabo y cierro el grifo, ya
que el sonido empieza a irritarme. Quería tenerla inquieta para
que todos sus instintos de supervivencia entraran en juego y
pudiera ver cómo reaccionaba cuando el peligro la golpeaba, pero
no pude malditamente hacerlo.
Irme durante todo un día, aunque solo fuera arriba, no me
ayudó a aliviar mis agitadas emociones con respecto a ella ni el
hecho que lo que estoy haciendo no me parece bien.
Mis puños se aprietan al ver la comida y el agua sin tocar, una
cautiva malditamente terca.
Su rostro parece tan tranquilo mientras apoya la mejilla en la
mano, respirando uniformemente sin ninguna preocupación en el
mundo. No debía esperar que volviera tan pronto; de lo contrario,
no se habría dormido.
¿Dónde está su entrenamiento en el FBI? Esperaba de ella más
lucha que esta rápida rendición.
El grupo de búsqueda comenzó en el momento en que
denuncié su desaparición, y el equipo ha estado como loco desde
entonces, pero ha llegado a callejones sin salida dondequiera que
miren.
Actúo como un amante preocupado, pero al mismo tiempo me
odio porque en parte es verdad.
Soy un puto amante preocupado que está apegado a su
víctima.
Arrodillado frente a ella, trazo mi dedo sobre su rostro,
cerrando los ojos ante la suavidad de su piel, y respiro su aroma.
Debería usar mis cuchillos en ella para ver cómo se rompe,
para que admita que no tiene nada a lo que aferrarse.
Eso es todo lo que quiero.
Pero no hago nada de eso. En su lugar, la observo en silencio,
odiando su estado de agotamiento.
Se pone de espaldas, exponiendo más de sí misma ante mí, y
de repente abre los ojos y nuestras miradas se cruzan. Una sonrisa
se dibuja en su rostro, mientras estira los brazos, con la confusión
cruzando su rostro.
—¿Por qué estás despierto? —pregunta con sueño, y luego se
levanta ligeramente para coger mi camisa con el puño—. Ven
aquí, chico sexy. —Me atrae hacia ella y caigo, nuestros pechos se
presionan el uno contra el otro mientras ella pasa su nariz por el
pliegue de mi cuello como siempre hace por las mañanas.
Chico sexy.
Así me llamaba cada vez que tenía ganas de sexo.
Sus manos suben por mi estómago, rozando ligeramente la
piel bajo la camisa, pero luego se deslizan hasta rodear mi cuello.
—Relájate, Kierian. —Me pellizca la barbilla y levanta un poco
las caderas, pidiéndome que empuje.
No se da cuenta de dónde está ni que ya no soy solo su “chico
sexy.” La niebla de su sueño la consume, así que sigue creyendo
que estamos de vuelta en nuestro apartamento, donde hice que su
cuerpo anhelara mi tacto.
Su mente puede rechazarme, pero su cuerpo... Su cuerpo lo
recuerda todo.
Un hombre mejor se habría alejado, pero nunca he pretendido
ser un santo. Quizá esto nos ayude a los dos.
Me quito la camiseta y vuelvo hacia ella. Aplasto mi boca
sobre la suya y gime, bastante fuerte, pero una extraña emoción se
desliza a través de mí cuando sus manos tantean mi cremallera y
busca mi lengua con la suya. Su suavidad aterciopelada succiona
mi lengua y mis manos agarran sus caderas, acercando mi
erección a su coño, que probablemente esté goteando para mí.
Entonces, un pensamiento impresionante me golpea como una
tonelada de ladrillos, deteniendo mis movimientos al darme
cuenta que he echado de menos esta completa aceptación por
parte de ella.
Cuando me acoge en sus brazos en lugar de luchar contra mí.
Le acaricio el rostro y le sostengo la mirada mientras jadea y
me quedo helado, odiando a la bestia que se enfurece para que le
haga daño y la proteja... al mismo tiempo.
¿Por qué no es fácil torturarla?
Enlaza sus dedos en mi cabello, suplicando por mi boca
mientras nos acerca, y mis ojos se cierran mientras la respiro.
Pero entonces ocurre, y no tengo tiempo de reaccionar.
Me muerde dolorosamente el labio, sacando sangre mientras
un dolor punzante me asalta el costado. Resoplo sorprendido y
miro hacia abajo para ver que me apuñalado con un cuchillo.
El puto cuchillo que debo haber olvidado antes.
Mi estado le permite empujarme a un lado mientras se levanta
rápidamente, las llaves de la casa colgando en sus manos que debe
haber cogido de la presilla de mis pantalones.
La sangre cubre mi mano mientras me concentro en un lugar
diferente para que me ayude a ignorar el dolor y seguir adelante.
Un campo, un campo verde donde no tengo que hacer nada.
En segundos, recupero el control y me pongo de pie, corriendo
solo con la adrenalina, pero entonces me doy cuenta que ella no
está a la vista.
Y es entonces cuando la puerta se cierra estrepitosamente
sobre mí.
Mi pequeña presa me ha lanzado un desafío.
Gran error.
Ella
Mis pulmones se llenan de aire fresco mientras intento
estudiar la vista que tengo delante, pero no lo consigo porque mi
visión sigue siendo borrosa. La enorme casa de ladrillo que hay
detrás de mí parece estar situada en medio de un enorme campo
con un bosque en el horizonte y ninguna otra casa o civilización a
la vista.
La desesperación me invade, pero no me rindo. En lugar de
ello, me sujeto el dobladillo del vestido y me precipito hacia
delante, buscando ayuda o un escondite del hombre que, sin
duda, me perseguirá en pocos minutos.
Durante un minuto, la culpa me penetra por lo que le he
hecho, pero desaparece rápidamente en el momento en que se
registra el dolor en todo mi cuerpo.
No se merece mi compasión. Ni nada de eso.
El sudor resbala por mi espalda mientras aspiro el olor a
lavanda y rosas, y mis piernas me llevan cada vez más lejos en el
campo. Los únicos sonidos son mis pies golpeando el suelo y mis
bocanadas de aire mientras pongo toda mi energía, o lo que queda
de ella, en correr. Ignoro mis ampollas y cómo el hambre casi me
impide moverme, y mucho menos luchar.
No puedo dejar que me atrape; eso significará que gana.
Sin darme cuenta del lugar resbaladizo que tengo delante, me
caigo de culo, haciendo que el dolor me recorra el cuerpo. Me
muerdo el labio y dejo que el sabor metálico de la sangre entre en
mi boca seca, que no ha bebido agua ni nada durante diez horas
seguidas.
Tal vez no debería haber sido tan terca. Pero no podía darle la
satisfacción de comer después que usara mi cuerpo como su
juguete personal. Respondió a él y me odié por ello. Sabía que esto
me destrozaría, pero aun así lo hizo.
Y sabía que el hecho que yo no comiera alteraría su plan, así
que lo usé. No importa cuánto diga que no significo nada, no lo
creo.
No soy una tonta enamorada para pensar que lo hace por
amor.
Simplemente no puede soportar que alguien o algo más me
cause dolor aparte de él; así es como funciona su retorcida mente.
Desde luego, no esperaba que adoptara la postura que he
adoptado, y se me escapa una risa silenciosa junto con un
pequeño gemido.
¿De verdad creía que lo aceptaría y le rogaría que me tocara?
Puede que lo ame, pero de ninguna manera desarrollaré el
síndrome de Estocolmo.
¡Se puede ir a la mierda!
Colocando la mano en la hierba, miro hacia abajo para estudiar
con preocupación los dedos ensangrentados y las uñas hinchadas
que me mordí por la preocupación.
Me pregunto si este escape y lo que sea que me depare el
futuro merecen la pena.
Porque a pesar de lo que todos puedan pensar, a pesar de estar
sola en este mundo, mi vida sí importa.
Y lucharé por ella hasta mi último aliento.
Lentamente, unas botas de cuero negro aparecen ante mis
narices mientras la sádica risa de Kierian resuena en el campo.
—Eres una pequeña fierecilla, ¿verdad? Menuda lucha por tu
vida me has dado. —Se arrodilla y me agarra la barbilla mientras
lucho por zafarme de su agarre, pero es inútil.
Mi fuerza no es nada contra la suya.
Es entonces cuando noto la sangre que rezuma de su herida,
pero ni siquiera se inmuta de dolor. De hecho, tiene una expresión
hueca, como si fuera un hombre diferente.
Ha creado una sub-realidad en su mente para distraerse del
dolor, cabrón inteligente.
Levantando la barbilla, nuestras miradas chocan, y no puedo
evitar gemir de desesperación cuando su cara desenmascarada me
recuerda una vez más lo tonta que he sido.
Porque en todas estas semanas persiguiendo al psicópata, ni
una sola vez preví que fuera él.
Y ahora ha venido a recoger lo más valioso que tengo para
ofrecer.
Mi vida.
Lo que hice en el sótano es probablemente imperdonable en su
mente, pero no me importa.
Prefiero morir tratando de escapar que por rendirme en un
sótano sucio y oscuro.
—Ahora eres mía, Ella. El cazador ha ganado su presa —
murmura, mientras se inclina y lame la sangre de mis labios.
Su sangre.
Me echa por encima del hombro, marchando en dirección a su
santuario.
No puedo mover los músculos, y no importa cuánto patee, no
se mueve bajo mi ataque. Todo mi entrenamiento fue una mierda,
porque, aparentemente, no puedo derribar a un solo tipo.
Una parte de mí siente pena por todo lo que ha tenido que
soportar en su vida y que lo ha llevado a esto.
No es que importe.
El final será el mismo.
O lo mato yo, o él me matará.
Hasta que la muerte nos separe, después de todo.
Psychopath
Al entrar en la casa, mis oídos están casi ensordecidos por sus
gritos, pero los ignoro, centrando toda mi atención en la puerta
marrón del pasillo. Utilizo todas mis fuerzas para continuar hasta
mi baño mientras ella se estremece en mi hombro. Me pregunta:
—¿Qué estás haciendo? —Su cabeza se mueve ligeramente
mientras se agarra de mi cintura para mirar más allá de mí.
Sin embargo, no le doy mucho, ya que la dejo caer al suelo. Se
tambalea un poco y la sostengo, pero inmediatamente retrocede,
con la furia cruzando su rostro.
—¿Qué? ¿Me has traído aquí para infligirme más daño?
—Una afirmación bastante estúpida para una profesional
como tú. —Antes que pueda decir nada más, señalo la ducha—.
Toma una y vístete con el conjunto de ropa que hay en el
mostrador. —Sus cejas se fruncen mientras sus ojos se abren por la
sorpresa—. Y luego vuelve al puto salón. —Cierro la puerta tras
de mí, cojo el botiquín por el camino y me dejo caer en el sofá con
un resoplido de agotamiento.
Solo entonces me permito volver, y el dolor sigue,
golpeándome desde todos los rincones. Me doy cuenta que no ha
tocado ninguna parte importante y que puedo arreglarme solo.
En otras palabras, la herida no es lo suficientemente peligrosa
como para matarme, pero duele muchísimo, alertando a mis otros
sentidos.
El hombre que hay en mí está orgulloso de la habilidad que
posee, pero ¿el asesino en serie?
El asesino en serie quiere rodear con sus manos su bonita
garganta y estrangularla hasta que se arrepienta de su decisión.
Está claro que mi primera táctica no ha funcionado.
Pero no soy nada si no adaptable.
Capítulo Dieciséis
Psychopath, 10 años
Al bajar del autobús a la calle, hago una mueca de dolor por el brazo
y, un segundo después, mi mochila cae a mi lado mientras los niños se
ríen detrás de mí.
—Perdedor —grita uno de los más grandes, pero lo ignoro y me
ajusto mejor los lentes en la nariz antes de volver a meter todos los libros
en la mochila mientras la profesora les grita que se comporten.
Quizá debería haber prestado más atención dentro del autobús, y así
no me dolería el estómago por sus golpes. Sumando eso a todas las demás
heridas que a papá le gusta infligir, apenas puedo caminar la mayoría de
los días. Pero nadie pregunta y a nadie le importa; incluso ignoran mis
zapatos agujereados.
Resulta que, en algún momento, la popularidad se vuelve más
importante que la amistad, porque Gideon y Alp se unieron a las fuerzas
que se burlan de los nerds, y yo siempre estoy en el extremo receptor de
su crueldad. Destruyeron libros escolares que apenas podemos pagar,
encontrando jabón en mi mochila, tropezones en los pasillos y aterrizajes
dolorosos. Intento defenderme, pero eso solo me hace ganar más golpes.
Todos se ríen constantemente de mí, señalándome con el dedo
mientras hago lo posible por levantarme después de cada encuentro.
Durante las clases, la situación no es mejor; los profesores me regañan
por no hacer los deberes o por no estudiar lo suficiente. Soy malo en todo
menos en matemáticas. Los números son mi única salvación.
Odio la escuela con todas mis fuerzas, pero es un lugar más seguro
que mi casa. A veces miro a todos esos niños de nuestro barrio que
montan en bicicleta o comen, disfrutando de su tiempo, y me pregunto
cómo es ser tan despreocupado.
No tener miedo. No tener que disculparse constantemente por
respirar.
Me siento en mi habitación y a menudo intento encontrar qué es lo
que está tan mal en mí que nadie me quiere.
Incluso mamá. Ella siempre me protege, pero hay una mirada en sus
ojos como si se arrepintiera que esté ahí. Tal vez porque papá siempre
grita y la golpea cuando lo hago enojar, que es casi siempre.
¿Qué hay que hacer para que te quieran?
Mi estómago gruñe con fuerza, el dolor interior es tan fuerte que me
impide moverme por un momento, pero exhalo una fuerte bocanada de
aire. Comer en la cafetería del colegio una vez al día no es suficiente, pero
sé que en casa no me espera nada. Mamá dejó de cocinar hace mucho
tiempo, cuando papá la golpeaba constantemente porque había estropeado
algo.
Por suerte, ahora no está en casa; su trabajo de agente de bolsa lo
obligó a salir de la ciudad, y quería aprovechar esta oportunidad para leer
libros en paz.
Al entrar en la casa, llamo:
—¿Mamá? —Ella no responde, y me quito los zapatos, con cuidado
de no dejar ninguna mancha, ya que todo debe brillar perfectamente.
La televisión suena a todo volumen en el salón y frunzo el ceño,
sorprendido que se haya permitido ver las noticias, ya que no está
permitido según las normas de papá. Y mamá actúa como si él estuviera
cerca incluso cuando no lo está.
La mayor parte de los días la desprecio por ello, pero siempre va
acompañado de un sentimiento de culpa, ya que lo aguanta todo por mí.
Pero la pregunta que siempre me persigue es ¿por qué se queda? ¿Por
qué no puede huir de él?
¿Es ese el amor que todo el mundo experimenta?
—¿Mamá? —Vuelvo a llamar, pero aún no hay respuesta. Está de
espaldas a mí, sentada en la silla; puedo ver su cabello rubio apoyado en
el respaldo de la silla. Dejo mi mochila en el sofá y me acerco a ella, solo
para dar un fuerte grito.
Un charco de sangre la rodea desde donde se ha cortado las dos
muñecas. La sangre gotea sobre la alfombra blanca, que la absorbe. Tiene
los ojos cerrados y rápidamente cojo el teléfono y marco el nueve-uno-uno
mientras la sacudo con la esperanza que se despierte.
—Nueve-uno-uno, ¿cuál es su emergencia?
—Mi madre está herida. —Esas son las únicas palabras que consigo
soltar, e inmediatamente me dice que me quede allí, pero apenas la
escucho, el teléfono resbalando entre mis dedos hasta la alfombra
mientras mis ojos se centran en el rostro de mamá.
Ella sonríe, las comisuras de la boca se levantan por primera vez en
lugar de ser finas, y está tranquila. Ni una sola arruga estropea su
rostro, y me acerco, tocando suavemente su mejilla.
No respira, y sé que debería llorar y gritar pidiendo ayuda, pero no
puedo.
Porque en la muerte, ella ha encontrado la paz, y eso no puede
provocar remordimientos en mí. Mi madre nunca fue más hermosa que
en este momento, con la vida desaparecida de su cuerpo magullado para
siempre.
Es como si finalmente hubiera encontrado la felicidad, lejos de este
horrible lugar.
Me arrodillo junto a ella, abrazando sus rodillas con mis brazos,
apoyando mi mejilla en su regazo mientras miro fijamente a la nada,
imaginándola para siempre en este momento. Ni siquiera me importa
ensuciarme de sangre, porque para mí ha supuesto la salvación de mi
madre.
¿Por qué no nos lo hizo a los dos? Entonces seríamos libres para
siempre. Lejos del mal que se alimenta de nuestra miseria.
¿Cómo puedo vivir sin ella?
Al cabo de una hora o apenas unos minutos, la gente irrumpe en el
interior de la casa, con los ojos desorbitados mientras murmuran:
—Dios mío. —Y me apartan de mamá, mientras intento
desesperadamente aferrarme a ella.
Los paramédicos comprueban mis signos vitales mientras me
murmuran palabras que no entiendo, porque ni siquiera pretendo
escuchar. En su lugar, pienso en el hecho que mi padre no podrá volver a
hacerle daño.
Pero con esta constatación también llega una rabia tan profunda que
me atraviesa mientras aprieto las manos e inhalo el aire putrefacto.
Porque me ha dejado solo para vivir con un monstruo.
New York, New York
Junio 2018

Ella
Saliendo de la ducha, piso la mullida alfombra, enroscando los
dedos de los pies en ella, y me inclino hacia el espejo, limpiando el
vapor de este.
He pasado unos quince minutos allí dentro, restregándome
con un nuevo envase de gel de ducha, queriendo eliminar toda la
suciedad que he recogido en la jaula.
El aire húmedo me envuelve en calidez mientras miro mi
reflejo y estudio mi cuerpo como si lo viera por primera vez.
Mi cabello negro cae por mi columna en mechones húmedos
mientras el agua gotea en el suelo. Aparecen moretones en
diferentes partes de mi cuerpo. No son grandes, pero sí lo
suficientemente visibles.
Las ojeras, la mirada atormentada y los labios agrietados crean
la imagen de una mujer que ha sufrido una profunda pérdida,
pero al mismo tiempo no me parezco a una víctima cautiva.
Más bien me parezco a una mujer despechada que ha pasado
por un desamor. En cierto modo, lo he hecho, ¿verdad? El hombre
que amo ha resultado ser un monstruo.
Un monstruo que por alguna razón no me mata ni me tortura
como debería.
Apoyando las manos en el lavabo, inhalo y exhalo, tratando de
reconocer todas las emociones que se arremolinan en mi sistema,
exigiendo ser sentidas.
Hay rabia por haberme engañado y puesto en esta situación,
atrayéndome a su trampa.
Hay dolor por él resultando ser otra persona y poniéndome en
una posición en la que amar a alguien me costó algo precioso.
Hay amor, porque ¿cómo puedo apagarlo, así como así?
Aunque me parezca mal.
¿Pero el más destacado de todos?
El deseo de entender qué lo ha llevado a esto y por qué me
sigue manteniendo viva.
Es como si quisiera matarme, pero no pudiera explicarse por
qué no puede hacerlo. Y descubrir por qué y jugarlo a mi favor
podría ser exactamente lo que necesito para escapar de este
infierno.
Así que no puedo seguir siendo estúpida e irracional. Tengo
que utilizar todos mis conocimientos para salvarme del hombre
que he considerado el amor de mi vida.
Exhalando con fuerza, me pongo la sudadera negra con
capucha que hay cerca y veo que me llega a las rodillas. Me subo
las mangas, disfrutando de la suavidad de la tela. Es gruesa en
comparación con esa broma de vestido, así que me da más
protección, al menos en mi mente.
Hago una mueca de dolor cuando presiono mi pie, aún
sensible después del agua, y salgo, sin saber muy bien lo que me
espera.
Kierian está sentado en el sofá, respirando con dificultad
concentrado en la aguja y el hilo, mientras cose metódicamente su
herida.
Una botella de whisky está cerca, medio llena, así que
probablemente haya usado un poco como antiséptico y haya
bebido un poco para calmar el dolor.
La mujer que hay en mí anhela calmarlo y hacer que todo esté
bien, y doy un paso en su dirección, pero me detengo
rápidamente.
Racional. Debería actuar de forma racional.
En su lugar, me concentro en mi entorno, evaluando el lugar
mientras me sorprende ligeramente el diseño.
El lugar consiste en un salón amplio y espacioso que tiene un
sofá, dos sillas y una alfombra de piel mullida justo delante de
una chimenea, aunque falsa.
La encimera de la cocina tiene forma de arco, por lo que es la
prolongación de la habitación, con un surtido de ollas y sartenes
sobre los fogones. ¿Por qué demonios tiene aparatos de cocina
aquí?
Además, por el rabillo del ojo, veo un pasillo que lleva a una
habitación más, probablemente la principal. Todo está coloreado
en tonos grises, incluso las cortinas, y todo esto da la sensación de
una película en blanco y negro.
Especialmente el silencio que resuena en las paredes más
fuerte de lo que cualquier sonido podría.
Nada en esta habitación indica que su dueño torture y mate a
sus víctimas en el sótano.
—Antes que te plantees huir... —La voz profunda de Kierian
devuelve mi atención a él—. El sistema de seguridad está
activado. Nadie puede entrar o salir sin mi permiso. No lo he
activado antes, pero no eres muy obediente. —Chasquea la
lengua—. Las chicas malas son castigadas.
Sin responder a lo que dijo, pregunto:
—¿Duele?
Su ceño se levanta y se ríe.
—¿Por qué? ¿Quieres venir y besarlo para que mejore? —
Niego con la cabeza, y añade—: Quizá puedas distraerme lo
suficiente y luego apuñalarme de nuevo. Esa es una opción
también.
—No me sentiré culpable por esto. Y cuando vuelva a surgir
una oportunidad, la aprovecharé. —No hay necesidad de ocultar
mis intenciones.
—Tienes que comer. —Señala el plato en la mesa de café
cercana, a su lado—. Y antes que abras esa boca tuya, esto es una
orden.
Es gracioso, de todas formas, no iba a discutir. Tengo que estar
fuerte para escapar, así que no volveré a rechazar la comida ni a
hidratar mi cuerpo. Además, se me hace la boca agua ante la
posibilidad, así que camino hacia él, mis manos están en el plato
cuando su gemido de frustración llena el espacio.
Intenta sujetar la venda a su costado, pero la cosa no deja de
resbalar y no puede inclinar su cuerpo, ya que probablemente le
cause más dolor.
Se la quito de los dedos y se la aprieto en la herida, gruñe
porque no soy delicada. La coloco firmemente en su pecho, me
aseguro que no se deslice y la aseguro también en su costado.
Un aliento caliente abanica mi mejilla, y mis ojos se elevan
para chocar con los suyos cuando se inclina hacia delante.
—Gracias. —Me echo hacia atrás, pero él pone su mano en mi
cabello, tirando ligeramente de él y acercándonos—. No hagas
ninguna tontería.
Una risa sin humor se desliza por mis labios.
—¿O qué? —No responde, pero me suelta, y empiezo a comer,
probando bocados sin probar mucho, porque no importa. Al fin y
al cabo, comer solo tiene un objetivo: la nutrición—. ¿Por qué
estoy aquí?
Se queda un rato en silencio y luego se desliza más abajo en el
sofá, apoyando la cabeza en el respaldo, con los ojos cerrados.
—Tengo otros planes para el sótano.
—¿Cómo?
—¿Por qué, ya lo echas de menos? Entonces, sé mi invitada y
duerme allí.
Apretando los dientes, me muerdo la lengua, porque llevarle
la contraria no me gusta.
—¿Así que me enviaste el libro?
Se ríe.
—Pensé que podría gustarte. Es cierto que no esperaba que te
obsesionaras con él, pero fue divertido verlo. Es una gran obra
maestra.
—Noah, Preston y todos ustedes tienen los tatuajes.
—Sí, y todos lo hemos leído. A Noah le gusta Héctor, lo que
encaja con él, siempre el protector. Y a Preston le gusta París, Dios
sabe por qué.
—¿Así que vine al equipo y me elegiste? —No sé realmente
cómo funciona su victimología con las mujeres, teniendo en
cuenta que nunca me he encontrado con un asesino en serie,
excepto Benjamin.
Si alguien me hubiera dicho que estaría discutiendo los
motivos de un psicópata, me habría reído en su cara.
Bebe de su botella de whisky.
—Te topaste conmigo en tu carrera matutina. —Se ríe—. Al
principio no entendí por qué me llamaste la atención. Las mujeres
nunca faltan. Pero no podía dejarlo pasar y necesitaba saber todo
sobre ti.
Recuerdo vagamente aquel día de enero en el que un tipo con
capucha se topó conmigo y no dijo nada.
¿Así que fue entonces cuando mi destino dio un nuevo giro?
—Pero cuando conocí tu expediente, supe lo que me atraía de
ti. —Se sienta más cerca y me coge la barbilla, aunque intento
evadir su toque—. El dolor que brilla en tus ojos, oculto por la
indiferencia. Pero si uno lo experimenta durante años, es fácil de
reconocer.
Apartando su mano de un manotazo, siseo.
—¿Qué soy yo? ¿Tu juguete?
—Difícilmente. Si lo fueras, ya estaría jugando contigo. —Se
levanta, haciendo una mueca, y me concentro en mi comida
mientras intento digerir esta información.
Todo es un plan y un juego. Pero su explicación no me aporta
nada. ¿Por qué me quiere?
—¿Por qué a mí? Dímelo.
—Cuanto más te conocía, más te deseaba. Para herir. Para
poseer. Para infligir moretones. —Se aclara la garganta—. Nunca
había sentido esto, así que solo tu pasado lo explicaba. —Lo que
describe me recuerda más a un tipo que se enamoró de una chica
a primera vista, pero debido a su jodida educación, la transformó
por completo en otra cosa en su mente para justificar su atracción.
—¿A cuánta gente has matado?
—Mucha. —Cierto. Si empezó en la adolescencia, podría
imaginar cuál es el número ahora.
—¿Trabajaste solo?
—No. He tenido una especie de amigo que me ha enseñado
todo lo que hay que saber sobre la tortura.
—¿Así que te gusta la tortura?
—Me gustaba, al principio. Alimentaba mis deseos. Después
no tanto. Me aburrí. Ya no había impulso en ello, no había interés.
Hasta ti —termina.
—¿Me vas a matar? —Se queda en silencio un rato, y la comida
que he comido yace como una pesada roca dentro de mi
estómago. Aunque quiero romper el plato contra la pared, mi
mente sigue cantando.
Superviviente. Superviviente. Superviviente.
—¿Aceptarás alguna vez la vida con un asesino en serie?
—Nunca.
—Entonces tienes tu respuesta. —Con eso, desaparece detrás
de la puerta de la habitación mientras me siento entumecida, sin
permitir que las lágrimas se derramen por la injusticia de esta
situación o la desesperación o el dolor insoportable, no en mi
cuerpo, sino en mi corazón.
Sonar y actuar de forma dramática no ayudará a mi situación.
¿Pero cómo puedo escapar de él? ¿O hacer que me abandone?
¿Sin hacerle daño en el proceso?
Psychopath
Se queda dormida, moviendo el cuello en una posición
incómoda, y seguro que mañana le dolerá si no la llevo a la cama.
Tragando dos analgésicos más, sacudo la cabeza e ignoro el
pinchazo en el costado.
Sonrío ante la idea que mi hermosa Ella es una tigresa cuando
se trata de luchar. No permite que nada la lastime sin luchar.
Una cualidad que no todo el mundo posee, y aunque me hace
sentir orgulloso, debería estar molesto.
Nada está saliendo según mi plan inicial, pero tal vez no
debería haber empezado una relación con ella primero.
No habría conocido su risa. Cómo le brillan los ojos cuando se
emociona por algo, lo mucho que sufre sin su familia.
Lo leal que puede ser como amiga, lo dedicada que es a su
trabajo.
Hay muchas cosas que admirar en ella, y cualquiera sería
afortunado de tenerla. Pero todas esas cualidades la convierten en
una maldición para mí, porque nunca la dejaré ir, y ella no se
quedará conmigo en estas circunstancias.
Puede que me ame, pero no se quedará.
Así que tengo dos opciones: o la mato o la rompo.
¿Pero qué hago cuando todo mi ser protesta por esto, no
permitiendo que nadie, ni siquiera yo, la dañe?
Deslizando mis manos por debajo de su espalda y sus rodillas,
la levanto y voy al dormitorio, donde la cálida cama está
preparada para ella. La coloco en ella y la arropo mientras
murmura algo, y entonces me aprieta la mano y se la lleva al
pecho.
—Kierian —murmura esta vez, y mi corazón se detiene,
porque hasta que la conocí, pensaba que esa cosa solo existía para
bombear sangre por todo mi cuerpo.
Se mueve inquieta, frunciendo el ceño en su sueño, así que me
subo a la cama, e inmediatamente se apoya en mi hombro,
suspirando profundamente.
—Ella —susurro contra su cabello—. ¿Por qué tienes que ser
tan perfecta?
Cerrando los ojos, me obligo a dejar de ser Kierian para ella y
ser solo un asesino en serie que caza a su presa.
Pero por primera vez en mi vida, no puedo separar las dos
cosas.
Capítulo Diecisiete
Psychopath, 12 años

Me siento en el sofá, esperando a que la doctora Anna termine su


informe. Me da una sonrisa tranquilizadora mientras estudio su
despacho y lo encuentro aburrido.
Paredes blancas, sillas, escritorio. Unas cuantas fotos de seres
queridos, pero aparte de eso, lo tiene todo en orden, como si nada pudiera
desconcertarla. Su hijo está en clase de arte conmigo, y es tan tranquilo
como ella.
Siempre es jodidamente amable con todo el mundo.
—¿Cómo estás? —me pregunta. ¿Cuándo dejarán de hacer sus
interminables y estúpidas preguntas?
Me encojo de hombros, repitiendo siempre lo mismo.
—Bien.
Sus labios se afinan con disgusto mientras muerde el bolígrafo.
—Los informes de tus profesores muestran que has subido tus notas
un sesenta por ciento. Eso es excelente. Y has entrado en el equipo de
fútbol. —Lee con sorpresa.
Después de pensarlo mucho, deduje que la educación era mi única
salida, así que centré toda mi atención en los estudios, que con la
situación actual era pan comido.
Resulta que la muerte de mamá trajo más paz de la esperada. Todo el
mundo, y quiero decir todo el mundo, se compadeció del chico cuya
madre se había suicidado y tuvo que encontrarla. Los vecinos colaboraron
trayendo ropa y comida, asegurándose que siempre estuviera alimentado.
En la escuela no me regañaban por mis notas, sino que me daban tiempo
para concentrarme en mis respuestas. Incluso los niños se apartaron; no
querían ser amigos míos, pero al menos nadie me tocaba. Era como si casi
no existiera.
Papá seguía pegándome de vez en cuando, pero aparte de eso, era casi
soportable vivir con él. Estaba esperando a que la atención sobre nosotros
disminuyera; lo sabía. No podía hacerme moretones de larga duración,
porque la gente los vería. Pasaba mucho tiempo fuera de la ciudad,
alegando que era por trabajo, pero no le creía. Pero mientras no me
molestara, estaba bien. Las madres del barrio me vigilaban. Al fin y al
cabo, eso es lo que “se supone que tienen que hacer” citando las palabras
que salen de sus bocas.
No aprecio su ayuda ni me siento tan agradecido. Deberían haber
ayudado cuando mi madre sufrió. ¿Por qué estuvieron tan ciegos durante
tantos años? ¿No oyeron los gritos? ¿O es que es más fácil sentirse un
héroe cuidando a un niño huérfano en lugar de ayudar a una mujer
maltratada?
Aunque su apoyo no significa nada para mí, lo aprovecho bien.
—El deporte es una buena forma de conseguir una beca.
Sus cejas se fruncen, probablemente porque se supone que aún no
debo pensar en la universidad, pero lo hago. Mi padre nunca la pagará,
así que ser rápido en el campo es mi única salida.
Creo que todos los deportes son estúpidos, pero si me proporcionan
un billete a otro estado... Haré lo que sea para seguir en el equipo.
Y la química. Se convirtió en mi salvación, aprendiendo diferentes
sustancias químicas que pueden combinarse entre sí para crear las
combinaciones más extrañas. Los profesores pensaban que era demasiado
inteligente para mi edad, pero todo esto jugaba a mi favor. Elegí todas las
asignaturas optativas posibles.
—Bien. Hoy es el aniversario de... —Se aclara la garganta, ajustando
su cuello—. La muerte de tu madre.
Sé muy bien lo que se espera de mí, así que, aunque no quiero hacerlo,
consigo sacar una sola lágrima del rabillo del ojo que se desliza junto a mi
nariz hasta la barbilla. Ella saca un pañuelo y me lo da.
—Lo siento mucho.
Asiento con la cabeza, esperando que sea suficiente y me deje ir.
Tengo que hacer los deberes y ella está interfiriendo en mis planes.
Si ella lo supiera, no siento nada; estoy completamente en blanco. La
única fuerza motriz para mí es conseguir lo que quiero. Y con la gente
tan dispuesta a complacer mis deseos, he aprendido a jugar con ellos.
Es divertido en los días buenos, y trágico en los malos.
—Está bien —logro decir, mientras ella camina alrededor de la mesa
hacia mí y me da una palmadita en la espalda.
—Eso es todo por hoy. Recuerda que siempre estoy aquí para hablar.
Me levanto rápidamente y salgo de la oficina mientras me pregunto
qué me espera en casa.
Me dirijo al autobús cuando me detengo, mis ojos se ensanchan al ver
a mi padre de pie a unos metros de distancia con una mujer más o menos
de la edad de mamá, que me sonríe alegremente mientras le aprieta la
mano.
Apenas es visible para los demás, pero no se me escapa la mueca de
dolor que estropea su rostro y que rápidamente es sustituida por la
indiferencia. Una niña pequeña con coletas salta a su alrededor, como si
persiguiera a alguien y contara algo en voz baja.
—Hola, chico —me saluda papá, con voz suave—. Tengo a alguien
que me gustaría que conocieras. —Se acerca mientras sigue hablando—.
Esta es Suzanne; será tu madrastra. Ha aceptado casarse conmigo. Y esta
es su hija, Kim.
La mujer extiende su mano libre hacia mí, pero doy un paso atrás.
—Hola, cariño.
No respondo ni reacciono mientras la niña me saluda alegremente.
Lo único en lo que puedo concentrarme es en los débiles moretones
que se extienden por el cuello de Suzanne junto con el profundo miedo
que se instala en sus ojos verdes.
Con claridad, comprendo que papá ha encontrado una nueva víctima
y una excusa perfecta para que todos nos dejen en paz.
El monstruo ha vuelto.
New York, New York
Junio 2018

Ella
Abriendo los ojos, hago una mueca de dolor mientras muevo
la pierna, y mis cejas se fruncen.
—¿Qué demonios? —Y entonces miro hacia abajo para ver
moretones frescos y todo lo de anoche vuelve.
Suspirando fuertemente, me froto la frente mientras miro al
techo y reflexiono sobre qué hacer a continuación.
La experiencia de ayer fue cuanto menos surrealista, nada de
lo que esperaba. Aunque sé que quiere hacerme daño, no puedo
entender por qué.
No puede hacerlo, y eso le molesta; eso está claro. No es que
me dé una respuesta a lo que realmente está pasando.
O cómo manejar esta situación, para el caso.
Me levanto y entonces noto un hundimiento en la otra
almohada que me indica que Kierian ha dormido a mi lado.
Colocando mi mano sobre ella, la acaricio suavemente y hago una
mueca de dolor, porque la verdad no cambia mi amor por él.
Pero no significa que esté dispuesta a morir o a ser destruida
por este amor.
Me dirijo suavemente a la sala de estar y miro a mi alrededor,
pero él no está a la vista.
La mesa de la cocina tiene el desayuno preparado para mí con
una nota.

—No me dejes morir sin gloria y sin luchar, deja que primero
haga algo grande que se contará entre los hombres de aquí en
adelante. —Homero, La Ilíada
Bueno, si esto no envía un mensaje, no sé qué más debería.
—Buen chico. ¡Atrapa! —La voz de Kierian viene del exterior a
través de la puerta abierta, así que voy hacia allí, y la imagen que
tengo delante me hace parpadear.
Un perro de Tamaskan corre por el campo en dirección a la
pelota y luego se la mete en la boca y se la lleva a Kierian,
moviendo la cola. Kierian se la quita y repite la acción, mientras
sus músculos desnudos se flexionan con cada movimiento.
De pie en la hierba, descalzo y con el cabello suelto, su
atractivo brilla bajo el sol en toda su gloria masculina.
Porque eso es lo que se supone que debes pensar cuando un asesino en
serie te secuestra.
El perro se da cuenta de mi presencia, se detiene a mitad de
camino y levanta una oreja mientras ladea la cabeza.
Teniendo en cuenta que este perro muerde carne humana, no
hago nada cuando lentamente camina hacia mí, rodeándome y
acariciando mis rodillas, hasta que finalmente se sienta frente a
mí, gimiendo.
—El no muerde.
Me río, aunque carece de humor y, en cambio, está
impregnado de nerviosismo. Es fácil para él decirlo. Con
suavidad, acaricio el hocico del perro y él lo levanta, la lengua
hacia fuera, claramente disfrutando.
—Este es tu lobo, ¿eh?
—Somos un equipo.
No puedo evitar molestarlo.
—Incluso has convertido a un pobre animal en la oscuridad.
Se acerca; el vello se me eriza en la nuca cuando, a mi lado,
dice:
—Se llama Rex. Lo encontré en el ring de pelea para perros.
Apenas estaba vivo. Créeme. Yo no lo introduje en el jodido
mundo. Simplemente nos encontramos. —Frota al perro, el
vínculo evidente entre ellos.
Por supuesto.
Después de todo, tienen un dolor y un secreto que los une.
Le doy la vuelta a la nota adhesiva.
—¿Así que ese es tu plan? ¿Matar a la gente hasta que te
atrapen?
Sacude la cabeza y coge una botella de agua del césped. La
engulle con avidez y luego añade un poco al plato de Rex.
—Siempre hay un propósito mayor en la vida. Yo encontré el
mío. El tuyo es atrapar asesinos en serie, o eso crees. —Se dirige
de nuevo al interior y lo sigo, aún más confundida, si es que es
posible en la situación actual.
—Mi propósito es servir a la gente.
Mordisquea un panqueque, asintiendo, y luego señala con el
tenedor.
—¿A la gente o a tu familia? —Me quedo helada, con la boca
abierta mientras él continúa—. Dime que cada caso no te hace
recordar a tus padres y a tu hermana que has fracasado... al menos
en tu mente. No llegaste a tiempo. O lo suficientemente temprano.
O no moriste con ellos. ¿A quién salvas cada vez? ¿No son todos
los casos sustitutos de tu familia? —Como no tengo nada que
decir, esboza una sonrisa—. Cierto. Pero como tengo
pensamientos diferentes sobre la justicia, yo soy el malo.
—Es incomparable. Solo porque piensas que la justicia te ha
fallado...
Deja toda pretensión de comer y centra su dura mirada en mí,
y cierro la boca, dando un paso atrás, porque el asesino ha vuelto
claramente.
—No creo que la justicia me haya fallado. No trabajaría para el
FBI si lo pensara. La gente siempre culpa a la justicia o al sistema,
alegando que no hace nada por los niños, las familias o los demás.
Pero ¿qué puede hacer la justicia si la gente lo permite? ¿Cuánta
gente crees que le preguntó a mi madre si estaba bien? Te lo diré.
¡Ninguna! —brama, y trago saliva, temiendo su siguiente
movimiento—. Porque está bien delatar a tu vecino si su puta
hierba está demasiado alta y no cuida su jardín. Pero Dios prohíbe
interferir en sus asuntos privados, ¿verdad?
No tengo nada que decir a eso, porque en cierto modo tiene
razón.
—Matar a la gente no es la respuesta. Puedes ponerlos tras las
rejas para que se pudran en la cárcel y…
—¿Y crees que eso ayuda? Saldrán y seguirán haciendo esta
mierda con otra víctima. No puedo ayudar a los que no buscan
ayuda.
Esta conversación no nos lleva a ninguna parte.
—¿Por qué estoy aquí, Kierian? —Finalmente pregunto por el
gran elefante de la habitación—. Ayer estaba en una jaula, ahora
estoy en la casa y me invitas a desayunar. ¿Por qué me has
secuestrado? ¿No era suficiente con tenerme como novia?
—¿Quieres saberlo? —pregunta mientras algo oscuro cruza su
cara, pero ya no me molesto en leer las señales.
No puedo andar con pies de plomo a su alrededor.
—¡Sí! No necesito desayunos como si todo fuera normal. ¡Nada
de esta situación lo es! —Ni siquiera se inmuta ante mi grito;
simplemente me agarra por el codo y me arrastra en dirección al
sótano—. ¿Qué estás haciendo?
—Enseñándote exactamente lo que quieres. —Rex nos ladra,
pero Kierian le da un chasquido—. Quédate. —Y entonces
bajamos las escaleras, y todo el tiempo tiro de mi mano, pero es
inútil.
Me mete dentro y me coloca en la silla situada justo en el
centro.
—Esta es nueva —me dice, y parpadeo sorprendida.
Ni siquiera me había planteado que otras personas pudieran
haber muerto en ella.
—Debería apreciar las pequeñas cosas, supongo —murmuro,
mientras me ata y aprieta las cuerdas de mis muñecas por detrás,
así como mis piernas. Tengo que mantener la espalda recta -no
hay otra opción- mientras el metal se clava dolorosamente en mi
piel y mis pies descalzos se enfrían por el concreto que hay debajo.
—Estás muy alegre para una persona que va a ser torturada —
dice, aunque hay algo raro en su voz.
Y entonces me doy cuenta.
Le falta confianza. ¿Duda en hacerme daño?
Pero rompe mi ilusión cuando coge el cuchillo de plata que
brilla a la luz, con la punta tan afilada. Apoya su mano en el
respaldo de la silla mientras traza la piel de mi cuello, pero no
ejerce la suficiente presión como para sacar sangre.
—¿Sabes lo que ha estado constantemente en mi mente
durante todos estos meses? —Desliza el cuchillo hacia abajo, cerca
de mi arteria—. Ver cómo te verías aquí en mi infierno con la
sangre decorando tu piel. Cómo tendría la oportunidad de follarte
después de haberte hecho sufrir. —Me obligo a apartar la mirada
de él, odiando las palabras—. Y aquí estás en mi sótano, sola,
indefensa, completamente a mi merced. —La hoja viaja más abajo,
hacia mi pecho, mi estómago, y finalmente llega a mis muslos
mientras hunde la punta en algunos lugares, profundizando las
heridas anteriores. Grito suavemente. Duele como si me picaran
miles de hormigas.
Repite la acción en la otra pierna y luego me tira del cabello,
inclinando mi cabeza hacia atrás mientras gimo de dolor, y me
sostiene la mirada.
—¿Qué opinas ahora del amor, Ella? ¿Merece la pena? —
pregunta, acercando peligrosamente la hoja a mi mejilla, pero no
hace nada con ella—. En mis fantasías, después de terminar con
esto, uso otras artes de tortura que he aprendido. —Sus manos se
mueven más abajo; llega a mis ataduras y aprieta ligeramente la
piel sensible. Cierro los ojos y, aunque no me duele mucho, me
sigue escociendo.
—¿Eres feliz ahora? —susurro, necesitando saber si el hecho de
hacerme daño calma sus furiosos deseos, pero se limita a gruñir y
a empujarme hacia atrás.
—No. Porque no me produce placer. No me produce ninguna
satisfacción. —Su voz está impregnada de autodesprecio y
aversión, como si prefiriera hacerme daño a amarme.
Que mostrarme su lado tierno.
Tener esta excusa tras la cual puede esconderse de mí.
Es entonces cuando una epifanía me golpea, y todas las piezas
del rompecabezas cobran sentido en mi cabeza. ¿Cómo no lo he
visto antes?
—No se trata de un castigo —respiro a través del dolor,
mientras él se congela cerca de su equipo, su mano se detiene en el
aire agarrando su cuchillo de cocina.
La piel me arde por la cuerda tensa que me rodea las muñecas
y que se clava dolorosamente en mi carne, mientras los cortes
hacen gotear sangre por mis muslos, pero no presto atención a
eso.
—Se trata del amor, ¿no? —pregunto, pero no espero su
respuesta, ya que los músculos de su espalda se tensan, pero él no
se mueve para mirarme—. Se trata de ver hasta dónde puedes
herirme para destruir mi amor por ti. —Mi risa sin humor llena el
espacio—. Por eso querías primero una relación conmigo. —
Lamiendo mis labios secos, rezo para tener la fuerza suficiente
para sobrevivir a esto—. Tratas de entender cuánto puede amar
una mujer a un hombre para ser capaz de vivir con todo esto. Por
qué ha vivido con ello.
Se da la vuelta, llegando hasta mí en dos cortas zancadas, y
traba sus dedos alrededor de mi barbilla, apretándola con fuerza.
—Deja de hablar.
En lugar de escuchar su advertencia, continúo disparándole
con mis golpes mentales, apenas diciendo las palabras a través de
su agarre.
—A pesar del dolor que le infligió a ella y a ti, se quedó. No
pidió ayuda. No lo culpó. No puedes perdonarle eso, así que
tratas de entenderlo. Pero yo no soy ella. —Me suelta, respirando
con dificultad. Sus manos se dirigen a mi cabello, agarrándolo
dolorosamente, mientras hago una mueca de dolor, pero no
difiero mi ataque—. No te amaré a pesar de todo, Kierian. Si hay
una oportunidad de matarte y escapar de mi cautiverio, lo haré.
No responde, sino que presiona la hoja contra mi cuello,
amenazadoramente cerca de una arteria, muchas expresiones
cruzando su cara como si no supiera qué sentir.
—Y eso te mata, ¿no? Porque comparada con tu madre, yo no
tengo nada por lo que vivir. Ella te tenía a ti.
Gruñe y me desata las manos, claramente queriendo
deshacerse de mí.
—¡Cállate! Cállate —me grita en la cara, ensordeciéndome por
un segundo, pero no puedo parar.
Kierian es prisionero de su trauma psicológico que, por
desgracia, mi presencia desencadenó. ¿Por qué? Porque en cuanto
me vio, me deseó.
Un hombre normal me habría perseguido y, con el tiempo,
diríamos que fue una atracción instantánea que desembocó en una
relación.
Pero como no puede explicar su deseo, transformó la primera
atracción en este gran plan.
Matando cualquier oportunidad que pudiéramos haber tenido.
—¡No lo haré! —Apretando su camisa, lo acerco mientras se
estremece con el impacto de mis palabras—. Nunca me romperás.
Nunca. —Lamiéndome los labios secos, añado—: Eso no significa
que no te quiera, pero no puedo estar con un hombre que quiere
hacerme daño. —No veo dónde pongo la otra mano cuando
extiendo la suya y mi palma conecta con el cuchillo, provocando
un grito instantáneo—. Ouch, ouch, ouch. —La sangre brota de la
herida y duele muchísimo. La piel se eriza alrededor, y parece
profunda. Sospecho que necesitará puntos de sutura.
—¡Mierda! —ruge, y me sorprende tanto que cierro la boca.
Me libera y me levanta, casi corriendo hacia arriba.
Allí me coloca sobre la encimera del cuarto de baño mientras
saca el botiquín de primeros auxilios, luego abre el agua y limpia
la sangre. No puedo evitar el gemido de agonía que se me escapa
y las lágrimas que son imparables a estas alturas. Demasiado para
mi frente estoico.
—¿Por qué has tenido que hacer algo tan estúpido? —pregunta
con brusquedad, con el disgusto escrito en él mientras se centra en
mi palma y se pone los guantes para limpiarla bien—. Ahora estás
herida.
En cualquier otra circunstancia, su preocupación habría sido
dulce.
¿Pero ahora?
Es bastante divertido.
—¿No era lo que querías? Solo aceleré el proceso.
Capítulo Dieciocho
Psychopath, 13 años

Caminando por el pasillo hacia la biblioteca, ignoro las miradas que


me lanzan y vuelvo a colocarme los auriculares sobre las orejas mientras
suena el rock duro, eliminando el mundo exterior.
Idiotas.
Al entrar en la biblioteca, la señorita Jane me sonríe ampliamente y
yo sé la devuelvo. Es la única persona que siempre me ha permitido
tomar más libros, así que sí.
Me acerco a la mesa del fondo y voy a buscar un libro.
Revuelvo las estanterías, buscando; se supone que tenemos que
presentar un informe de historia sobre la Guerra Civil. Debo tenerlo
hecho con unas semanas de antelación, porque mi profesor de química, el
señor David, ha prometido enseñarme una reacción química especial que
tienen las plantas con una mezcla tóxica de ciertos átomos. Aunque está
prohibido mostrarme este tipo de información, parece vivir en su propio
mundo y se bebe cualquier atención de los alumnos que muestran interés
por su profesión. Había soñado con un gran futuro en la ciencia, pero no
era “suficientemente inteligente.” Sus palabras, no las mías.
Mis ojos se posan en las extrañas adiciones a la pila de libros usados,
y me detengo mientras muevo el cuello hacia un lado. Los traen personas
que ya no los quieren, por lo que los donan a las escuelas.
—Psicología criminal —murmuro, el título despierta mi interés, y lo
cojo—. Cómo entender la mente de un asesino en serie.
¿Asesino en serie?
Olvidado mi proyecto de historia, abro el libro mientras apoyo la
espalda en la silla y leo.
Porque el libro me da la descripción perfecta, jugada a jugada, de
cómo llevar a cabo un crimen impecable.

Tardé unos meses más en crear un plan para cambiar mi vida a


mejor, pero en ese entonces, no vi que era una señal.
Una señal que era como la gente sobre la que había leído, y
aunque pensaba que lo hacía para protegerme, la verdad era que
me gustaba.
Que más tarde lo usaría con otras personas.
Al fin y al cabo, el mal no nace, se hace.
¿Pero si tuviera que volver a hacerlo?
Lo haría.
New York, New York
Junio 2018

Psychopath
Sus palabras congelan mis movimientos, pero entonces alzo
mis ojos preocupados hacia ella, solo para ver que evita mi
mirada, como si tuviera miedo de mirarme.
Estúpida, hermosa chica.
Se ha hecho un corte profundo; le dolerá como a una perra, y
no podré hacer nada al respecto.
Y lo odio, igual que odio el hecho de no poder hacerle daño.
No quiero hacerle daño.
Ver su pálida piel cubierta de moretones no me produce
alegría ni orgullo ni nada de lo que esperaba. Mis labios anhelan
trazarlos con mi lengua y hacerlos sentir mejor; ella se merece algo
mejor que esto.
Mi Ella.
—¿O solo está bien que me hagas daño, pero no al revés? —
Ella sigue buscando respuestas que no sé cómo darle.
A pesar de reclamar todo bajo la luna, ella me ama y busca el
bien. Pero no hay bien en mí.
Mi padre lo mató.
—Nadie puede hacerte daño. Nadie. Incluso tu —gruño contra
ella mientras su mandíbula se abre y niega con la cabeza.
Pero entonces sus ojos marrones se ensanchan cuando me ve
preparando una inyección.
—¿Qué haces con la aguja?
Mis cejas se fruncen al detectar el miedo en cada palabra.
—Es un analgésico. Te lo inyectaré en la palma de la mano
para que no sientas cómo te coso.
—¿Sabes cómo se hace eso?
Mi boca se levanta en una sonrisa.
—Sí. Aprendí a una edad temprana. —Y luego, Dios sabe por
qué, añado—: Mamá me enseñó. Alguien tenía que atender sus
heridas. Casi siempre era yo si los lugares eran de difícil acceso.
Ella parpadea y luego baja la mirada, suspirando fuertemente.
—Fue un infierno, ¿eh?
Le administro la inyección, hace una mueca de dolor,
mordiéndose el puño mientras patea el armario bajo ella con el
talón.
—Shh. —La mantengo quieta y luego le aplico el antiséptico y
empiezo a coserla—. No será un gran trabajo, así que lo más
probable es que tengas una cicatriz. —Su mano sana viaja por mi
estómago hasta mi barbilla y la agarra, para mi maldita sorpresa.
—No me has contestado.
Una risa sin gracia resuena entre nosotros, mientras ella
aprieta los dientes.
—Si no fuera el infierno, ¿estarías aquí ahora? Pero no importa
lo que viví, ¿verdad? Nada justifica lo que hago en tu mente, así
que esto es un punto discutible. —Esta maldita herida le picará. ¿Por
qué se hirió a sí misma?—. Todos tenemos nuestros propios
demonios. No hace falta que conozcas los míos.
—Pero ya los conozco —murmura, pero es tan poco audible
que creo que me lo he imaginado. Se aclara la garganta—. Siento
lo de tu madre. Nadie se merece eso.
Mi mandíbula hace un tic, al igual que mis manos, porque la
idea de una mujer increíble pero incomprensible siempre provoca
emociones agitadas en mi interior.
Ninguna mujer se merece el infierno que vivió mamá.
Mirando ahora hacia atrás, veo que nunca podría haberla
salvado, porque era solo un niño. Pero me pregunto cómo un
hombre pudo lavarle tanto el cerebro que pensó que morir era
mejor que escapar de él.
¿Es lo mismo que intento hacer con Ella? No la mato, porque
todo mi ser no lo permite, pero la mantengo aquí y espero a que se
rompa.
Romper el espíritu de una mujer... ¿cuáles serán las
consecuencias?
¿Y tendrá sentido ese amor?
Permanecemos en silencio durante los siguientes quince
minutos mientras coso la herida, le aplico crema y la tapo con una
venda, asegurándola firmemente alrededor de su palma.
Luego le limpio los rasguños del muslo, pero ni siquiera
reacciona a ellos.
Finalmente, la levanto y la coloco en el sofá, mientras
murmura:
—Puedo caminar.
—¿Y hacer algo estúpido otra vez? No, gracias.
—Moriré de todos modos. ¿Qué más da cuándo?
Tirando de su cabello con fuerza, acerco su boca a la mía
mientras respira con dificultad.
—Te aconsejo que no dañes lo que es mío, Ella. O que me
muestres descaro.
Ahora se enoja, apartando mi mano de un manotazo.
—Tengo descaro o histeria. ¿Crees que algo de esto es normal?
¿Sabes cómo actúa una mujer en esta situación?
Sacudo la cabeza.
—No por experiencia propia. Yo no secuestro mujeres. —O a
niños. O a cualquiera que no sea un puto abusador que se cree el
rey del mundo.
—Bueno, ella gritaría y rogaría. No puedo permitirme ese
comportamiento, ya que no me servirá de nada ni me ayudará a
escapar de ti. Así que no me importa que no quieras que me haga
daño. Deberías haber pensado en ello antes de secuestrarme.
Sabes que soy una luchadora.
—Por eso te elegí.
Se pasa los dedos por el cabello, suspirando.
—¿Quieres que luche por este amor?
—No. Quería que lucharas por ti misma.
Se levanta y se balancea un poco, hago un movimiento para
ayudarla, pero ella retrocede.
—Bueno, eso lo has conseguido con creces. Esto es un callejón
sin salida, Kierian. Un callejón sin salida. No tenemos ninguna
posibilidad —susurra con resignación y se desploma en su asiento
con un fuerte golpe.
El rugido de su estómago llena el espacio y sus mejillas se
calientan.
—Te dije que desayunaras. —Agarro rápidamente el plato de
panqueques sin tocar y lo colocó en su regazo—. Come. —Ella no
se opone, como ayer, y me golpea—. Más fuerza cuando te
alimentas, ¿verdad?
—No tengo que justificarte nada.
Y continúa masticando su comida mientras trato de estudiar
las emociones desconocidas dentro de mi pecho que me hacen
actuar y sonar como un adolescente hormonal en lugar de un
asesino en serie.
Capítulo Diecinueve
Psychopath, 14 años

—Te dije que jodidamente lo limpiaras ayer —brama la voz de papá


desde el piso de abajo, abro los ojos de golpe y enciendo la lámpara de la
mesita de noche, frotándome la frente. Hay un fuerte estruendo y un
grito ahogado cuando sube el volumen del partido de fútbol más fuerte
para eliminar todos los demás sonidos.
Mi puerta se abre, un rayo de luz del pasillo se hace visible cuando
Kim entra y salta rápidamente sobre mi cama, escondiéndose bajo las
sábanas mientras une su pequeño cuerpo contra el mío. Se estremece y
susurra algo en voz baja, probablemente una canción.
Es lo que suele hacer.
Pongo los ojos en blanco; la niña es molesta. No importa cuántas
veces le haya dicho que no entre aquí, no me escucha.
Curiosamente, el viejo me ha dejado en paz desde que se casó con
Suzanne, pero ella sigue teniendo moretones una vez a la semana. No la
golpea como a mi madre por cada pequeña equivocación; al fin y al cabo,
seguimos teniendo la atención del vecindario sobre nosotros... pero, de
todos modos.
Se queda con él, como mi madre, aunque nunca lo deja tocar a su
hija.
O a mí, ahora que lo pienso.
Solo susurra que él cambiará y volverá a ser ese hombre cariñoso y
atento del que se enamoró. Apenas reprimo mis risas cada vez que lo
menciona, porque honestamente, el maldito no es capaz de tal emoción.
Sin embargo, nunca se pone tan violento con ella como con mi madre, y
me pregunto cuándo su furia apenas contenida volverá a derramarse por
toda nuestra casa.
Parece que ha llegado la hora del espectáculo.
—Está enojado otra vez —murmura Kim, asomándose desde la
manta, y la miro.
Tiene los ojos más azules que he visto nunca, y a veces esa mirada
suplicante me ruega que haga algo que no puedo rechazar.
Quizás porque me reconozco en ella. Solo que entonces no tenía a
nadie a quien rogar.
—Por favor, no. Matt... —Suzanne no termina, ya que suena otro
choque en la distancia, y sé lo que significa.
—Le está haciendo daño —dice Kim, dispuesta a correr a defender a
su madre, pero la detengo y la arropo mientras me apresuro hacia la
puerta.
Le digo por encima de mi hombro:
—No vengas. Quédate ahí. —Ningún niño debería ver cómo golpean
a su madre. Esas cicatrices se quedarían con ella para siempre.
Bajo las escaleras de tres en tres, solo para ver a Suzanne de rodillas
frente a papá, que ha envuelto el cinturón de cuero negro alrededor de su
cuello, una sonrisa adorna sus rasgos mientras ella se aferra a él,
intentando liberarse jadeando por aire. Su rostro se ha vuelto azul y
apenas se mantiene en pie.
Qué maldito imbécil.
—¡Suéltala! —grito, y vuelve su atención hacia mí, con la sorpresa
reflejada en su cara, pero luego la amplia sonrisa vuelve.
—Oh, por fin has decidido venir, ¿eh? —Su voz se llena de
aprobación mientras la arrastra hacia un lado, aflojando el apretado
agarre por un segundo mientras ella jadea para respirar, pero luego lo
vuelve a apretar—. ¿Extrañas que torture a tu madre así? ¿Quieres
quedarte a mirar como en los viejos tiempos? —Se lame los labios
mientras Suzanne se queda con la boca abierta, con el remordimiento y la
conmoción escritos en sus rasgos mientras me mira.
—Suéltala —repito.
—Eres demasiado engreído para tu propio bien. ¿Crees que no te voy
a dar una lección desde que has crecido y tienes el apoyo de todos? —Es
cierto que, poco a poco, me he hecho amigo de los chicos populares, he
subido mis notas y, en general, he construido un círculo de apoyo a mi
alrededor para que Matt no tenga acceso a mí.
¿Pero lo más importante? Logré convencer al motociclista local que
vive a tres cuadras de la escuela para que me diera clases de boxeo, así
sabría cómo protegerme en caso que el viejo decidiera volver a las
andadas. Sabía que ocurriría tarde o temprano, especialmente cuando
tenía una víctima disponible a su alrededor.
Su interés en mí permite que Suzanne se escape de él. Ella comienza
a gatear hacia la esquina más alejada de la habitación, con el objetivo de
llegar al teléfono, pero él le pisa la espalda y ella cae boca abajo, gimiendo
dolorosamente.
—Eres un monstruo —dice ella, respirando rápidamente, y yo quiero
agregar “Duh” pero no lo hago.
Sin embargo, mi padre está asustando a la niña de arriba.
Siempre protegeré a cualquier niño del tipo de cosas que es capaz de
infligir.
Veo pequeñas gotas de sangre que manchan la alfombra blanca, lo
que me hace retroceder en el tiempo hasta cuando le ocurrió a mi madre.
El dolor punzante me asalta y me cubro los ojos, balanceándome de
un lado a otro, esperando que se detenga.
Los recuerdos son demasiado dolorosos para ignorarlos, pero con ello
también viene una profunda furia que exige ser liberada.
Así que no pienso, solo reacciono, mientras me agacho y levanto en
alto el bate de béisbol de debajo del sofá que puse allí en caso de
emergencia.
Matt se ríe.
—Mira quién se volvió valiente. Tú lo pediste muchacho. —Da un
paso hacia mí, el cuero balanceándose con sus movimientos, y entonces la
hebilla metálica golpea la mesa como si me advirtiera de lo que va a
ocurrir.
No espero más, sino que arremeto contra él, golpeándolo en la
espalda. Como no se lo espera, tarda un segundo en reaccionar antes de
contraatacar con el cinturón. Primero me empuja al suelo y luego me
golpea en la espalda. Ataca con el cinturón, la hebilla magullando mi piel
sin camisa mientras me da una patada en el estómago. El bate de béisbol
rueda a un lado y, al parecer, solo aumenta su confianza. Me agarra por
el cuello y me golpea contra el suelo, con un dolor insoportable que viaja
instantáneamente desde mi nariz hasta mi frente. Me muerdo el labio,
tratando de no emitir ningún sonido, porque sé que eso es lo que más le
complace. Las náuseas me recorren, pero espero, dejando que añada unos
cuantos golpes más antes que Suzanne le dé un golpe en la espalda,
gritando:
—¡Matt, para! Lo vas a matar.
¿Qué está haciendo? Frunzo las cejas, confundido. ¿Por qué la mujer
no puede quedarse quieta? Me libero y me levanto, buscando el cuchillo
que metí debajo de la silla. Me doy la vuelta rápidamente, mostrándolo
delante de sus ojos mientras se detiene en medio de lanzar a Suzanne
sobre la mesa.
Todos se congelan mientras él dice.
—Ambos sabemos que no harás nada al respecto, muchacho. Vuelve a
tu habitación. Esta vez te perdonaré —se jacta con una sonrisa,
escudriñando todos mis moretones.
Sí, pues que se joda.
Le clavo el cuchillo en el hígado y se dobla en dos, mi acción es tan
inesperada que ni siquiera tiene la oportunidad de luchar.
Suzanne grita y saco el cuchillo para apuñalarlo en el estómago y
luego en el pecho, asegurándome de no tocar las arterias.
Quiero que sufra, pero no que se desangre. Cae al suelo, sujetándose
las heridas mientras la sangre se le escurre entre los dedos, cojo un
pañuelo de la mesa y limpio las huellas dactilares del cuchillo,
arrojándolo a su lado. Suzanne tiembla y corre hacia el teléfono cuando
hablo en voz baja, pero con firmeza.
—Llamarás al nueve-uno-uno y les dirás que ha habido una disputa.
Para protegerte, no has tenido más remedio que apuñalarlo. Coge el
cuchillo para que tengan tus huellas dactilares. Muéstrales tus
moretones.
—¡Estás loco, muchacho! —él sisea, pero lo ignoro, mi mirada fija en
Suzanne, quien solo parpadea.
—¿Lo entiendes?
En ese momento, Kim se une a nosotros, jadeando.
—Estás herido, Shon. —Entonces me abraza con fuerza, pero no se lo
devuelvo. Ella está a salvo y eso es lo único que importa.
Eso es suficiente, ya que algo cambia en la mirada de Suzanne y
marca el número antes de susurrar en él.
—Ayuda, por favor, vengan a mi casa... —No escucho el resto, sino
que me siento en la silla mientras mi padre se atraganta con su sangre y
una sonrisa tira de mi boca, este momento tan profundo y magnífico
mientras el poder corre por mis venas, incluso bloqueando el dolor.
El viejo podría pensar que es el final, pero no lo es. Algún día lo
mataré, pero solo cuando le cause más dolor.
Una muerte rápida para este maldito es la salvación y no un castigo.
New York, New York
Junio 2018

Ella
Han pasado horas desde nuestra última conversación, y no
hago más que sentarme en este puto sofá mientras él se pasea por
la casa y hace sus mierdas.
Primero, cortó leña. Dios sabe por qué, teniendo en cuenta que
hace calor, y luego la apiló él mismo también. Después de eso,
limpió el lugar, siendo muy OCD3 sobre un poco de polvo. Ahora
que lo pienso, me considero una maniática de los gérmenes, pero
Kierian lo lleva a otro nivel.
Pero entonces, tiene que deshacerse de las pruebas, así que
tiene que ser más cuidadoso.
Ahora mismo está leyendo un libro en su silla, ignorándome
por completo, y eso me vuelve loca. Voy de un lado a otro de la
cocina y finalmente me conformo con apoyar la espalda en la
pared cerca del dormitorio, aburrida y confundida.
¿Quién secuestra a una mujer para hacer esto? Esto me
inquieta aún más, porque no tengo idea de qué esperar de él.
—Este lugar parece caro. —No puedo creer que esté
rompiendo el silencio, y él tampoco si la mirada que me echa por
encima del libro sirve de algo—. ¿Cómo puedes pagarlo?
Se encoge de hombros.

3
Trastorno Compulsivo Obsesivo.
—Tengo buenos amigos e invertí bien hace tiempo. Aunque
con otro nombre. —¿Cuántos nombres diferentes tiene?
—¿Cómo es que nadie ha encontrado este lugar?
—Porque está situado en un campo cerca del bosque. Nadie se
pasea por aquí, y, además, aunque lo hicieran, no va en contra de
la ley tener una propiedad aquí. Pero se necesitaría una orden
para registrar el lugar.
—Esos cuerpos... ¿fuiste tú quien llamó a la policía por ellos?
Porque sabías que me uniría al FBI.
—Sí. —Lo dice con tanta despreocupación, como si fuera algo
cotidiano para un hombre soltar cadáveres como ritual para
cortejar a una mujer.
—Debe ser difícil vivir una doble vida.
—La verdad es que no. Mis dos amigos saben de mí, y las
mujeres estaban allí solo para el sexo sin ataduras. No es que
necesitara mantener una actuación constante.
Los celos me recorren, creando una sensación desagradable en
la boca del estómago. Lo ha repetido muchas veces, pero decido
preguntar de todos modos. Tal vez su respuesta me ayude a
odiarlo más o algo así.
Porque en este momento, mi mente y mis sentimientos están
por todas partes.
—¿Necesitabas sexo regularmente, así que me espiabas y te
follabas a una chica después?
La mano que sostiene su vaso de whisky se detiene en el aire,
su mirada es intensa mientras traga rápidamente. Deja caer el vaso
en la alfombra y está a mi lado en un instante. Me aprieta contra la
pared, apoyando las palmas de las manos a ambos lados de mi
cabeza mientras se inclina hacia mí, con los labios a un paso de
distancia.
—¿Por qué? ¿La idea de otra mujer te desagrada? —Fija su
mirada en mi pecho subiendo y bajando, su cercanía sigue
nublando mis sentidos.
Mi mano está a punto de darle una bofetada, cuando él la
agarra y la atrapa contra su pecho.
—¿Qué pasa, Ella?
¿Qué tengo que perder de todos modos?
Podría morir cualquier día, así que a la mierda.
—¿Así que me consideras tuya y sigues metiendo tu polla en
todas las mujeres disponibles? Genial. Gracias, pero nadie necesita
este tipo de obsesión. —La neblina roja sigue presente en mis ojos,
y no puedo quitármela de encima.
No éramos nada el uno para el otro, pero enferma pensar que
probablemente no permitía que nadie se acercara siquiera a mí
mientras él se prostituía.
—No lo hice —responde, y capto su mirada perforadora—. No
he tocado a nadie desde que puse los ojos en ti. A decir verdad,
solo podía pensar en ti. Así que no había mujeres.
Exhalo aliviada, y no le pasa desapercibido. Y es entonces
cuando el estado de ánimo cambia, trayendo una conciencia tan
familiar, y cuando se inclina más cerca, susurro:
—Esto está tan mal.
—¿Por qué se siente bien, entonces?
Lo fulmino con la mirada.
—¡Porque está mal!
Pero en todo el caos que ha estallado en mi cara, nuestra
conexión física es lo único que nos une, lo único que nos resulta
familiar y, curiosamente, seguro.
Así que, ¿por qué no usarla como ancla? Aunque sea débil e
irracional.
Con determinación, lo atraigo hacia mí, me pongo de puntillas
y lo beso.
Por un segundo, se queda congelado, y luego responde al beso,
apretando mi cabello y echando mi cabeza hacia atrás,
hundiéndose profundamente. Inmediatamente, saboreo el whisky
que ha consumido antes.
Pero su sabor es diferente, más intenso, más vivo, y hace que
su beso sea aún más embriagador.
De repente, me empuja y me hace girar, presionando mi
mejilla contra la pared mientras su cuerpo caliente me encierra.
Me murmura con dureza al oído:
—¿Dónde está el cuchillo esta vez? —Mi corazón se detiene y
luego se acelera cuando desliza su mano desde mi clavícula hasta
mi estómago, que se hunde por su contacto. No se detiene y
traslada su atención a la sensible piel de mi núcleo. Vuelve a
murmurar—: ¿No hay cuchillo? —Mi respiración áspera llena el
espacio mientras me muerde el lóbulo de la oreja, y una ráfaga
fluye a través de mí, aunque la odio.
¿No debería una mujer tener orgullo? ¿O sentido común? El
hombre prácticamente ha admitido que quiere matarme y que es
un asesino en serie. ¿Cómo puede mi cuerpo desearlo? ¿Cómo
puedo seguir sintiendo algo?
—No he tenido tiempo de coger uno por el camino. —El
sarcasmo cubre mis palabras, y él se ríe, la vibración que produce
baila en mi piel.
Y luego se va, una vez más.
—Tentador, pero no lo suficiente. No hay escapatoria de aquí,
Ella, hasta que yo lo diga. Y nunca lo diré. —Me doy la vuelta,
solo para ver su cara vacía de cualquier emoción mientras me
dedica una sonrisa torcida—. Quizá no deberías haberte unido al
FBI después de todo.
Se dirige a una habitación al final del pasillo y le digo:
—¿Qué hay ahí?
—No es asunto tuyo. —Entra después de colocar una especie
de tarjeta cerca y cierra la puerta tras de sí.
Psychopath
Recostado en el sillón, enciendo la cámara del salón y estudio a
Ella mientras corre en busca de móviles o teléfonos fijos,
ordenadores o internet, y viene en blanco.
Resopla con frustración y luego va rápidamente a la cocina,
abre los cajones, probablemente en busca de armas, sin encontrar
nada más que tenedores y cucharas.
Grita mientras agita sus manos y luego apoya las palmas sobre
la mesa, respirando con dificultad, pensando claramente en una
salida, aunque le he dicho varias veces que no hay escapatoria.
Luego se endereza, abrazando su mano herida, y una mueca
de dolor aparece en su rostro.
Habla a algo dentro de mí, porque la idea que sufra me
inquieta y me disgusta al mismo tiempo.
No debería haber interferido; así no se habría hecho daño.
La mujer estúpida no escucha, nunca.
¿Qué estoy haciendo aquí realmente? Desde el principio, ella
era un experimento, una mujer que podía soportar todo y no
rendirse.
¿Pero puede rendirse una vez que el hombre que
supuestamente ama resulta ser, bueno, yo?
Intenta escapar, intenta responderme como si no tuviera
miedo, aunque puedo saborear su miedo; es evidente en cada
movimiento que hace. Eligió una táctica diferente al actuar de
forma complaciente cuando estaba tramando, así que
probablemente esté atendiendo a mi naturaleza narcisista.
Sin embargo, curiosamente, no soy un psicópata. Me perfilaron
como uno, por supuesto, pero los psicópatas muestran tendencias
violentas sin importar su educación. Algunos incluso afirman que
es genético.
Ahora bien, Sociopath me viene mejor, ya que suelen estar
moldeados por su entorno.
En resumen, su táctica no funciona.
¿Pero mis propios sentimientos que no quieren herirla?
Funcionan malditamente.
Ella quita un pequeño gancho de metal de una de las cortinas,
lo parte en dos y lo hace girar en sus manos mientras se arrodilla
frente a la cerradura de la puerta. Lo mete dentro y lo mueve de
un lado a otro, con las cejas fruncidas en señal de concentración, y
mira constantemente detrás de ella como si me buscara.
Una sonrisa se dibuja en mis labios ante esto. Qué luchadora.
La desbloquea, levantando el puño, y se pone los calcetines
que encontró antes en el sofá.
Con una última mirada en dirección a mi habitación, se
escabulle, probablemente muy feliz.
Lástima que vaya a arruinar su felicidad más temprano que
tarde.
Ella
No puedo creer que haya funcionado.
Soy libre.
Sin perder tiempo, busco a Rex, pero no está por ninguna
parte, así que corro lo más rápido que puedo a pesar del dolor,
necesitando encontrar el camino y luego escapar de este hombre.
Puede que mi corazón lo ame y sienta pena por él, pero eso es
todo.
¿Sacrificarme por él? De ninguna manera.
No sé qué tipo de táctica ha elegido. Tal vez es volverme loca
con la espera o para confundirme con su persona mala y buena,
no lo sé.
Sin embargo, hay una cosa que sé con certeza.
No puedo dejar que me convenza que esto está bien, y eso es
inevitable si me quedo aquí el tiempo suficiente.
Así que corro más rápido y llego al bosque, caminando entre
los árboles mientras las hojas crujen bajo mis pies, y hago una
mueca de dolor.
Habría sido mejor llevar zapatos que calcetines, pero no había
ninguno por ahí.
Apoyando la espalda en un árbol, respiro entrecortadamente
mientras estudio apresuradamente mi entorno. Está oscuro y no
veo mucho, pero oigo los coches pasando tan lejos que apenas se
oyen. Estoy a punto de correr de nuevo, cuando aparece delante
de mí, vestido de negro y con una sonrisa de oreja a oreja.
¡No! ¿Cómo lo ha sabido? Ni siquiera estaba cerca cuando me
fui, y estaba lo más callada posible.
—Ella.
—¡Deja de decir mi nombre! —Me pone de los nervios la forma
en que cambia su tono a uno que suena peligroso cada vez que lo
dice.
—Haré lo que quiera, Ella. —Hace una pausa—. Tú no mandas
aquí.
¡El hijo de puta molesto!
Levanto mi mano y le doy una fuerte bofetada en la cara, el
sonido resuena entre nosotros y su mejilla se pone roja por mi
golpe.
Me pitan los oídos mientras me invade el miedo, porque su
cara pasa rápidamente de la diversión a la furia y luego a la
indiferencia total.
Tal vez lo he presionado demasiado esta vez y, después de
todo, este es mi final.
Me rodea la garganta con la mano, me aprieta contra el árbol y
luego presiona con fuerza, cortando el aire de mis pulmones
mientras lucho por respirar.
—Nunca. Me. Golpees. —Enfatiza cada palabra con un apretón
más fuerte mientras me agarro al árbol, esperando que me ayude
a ponerme de pie, aunque siento que me deslizo hacia el olvido.
Me suelta y jadeo para respirar. Me coge antes que mis rodillas
tengan la oportunidad de doblarse y me aprieta con fuerza.
Gimoteo de dolor cuando la tela se clava en mis cortes. La piel ya
me duele mucho.
—¿Esto lo mejora? —me pregunta, mientras mis cejas se
fruncen por la confusión—. Hacer que muestre mi lado más
oscuro. ¿Es más fácil actuar como la víctima? ¿Es por eso por lo
que quieres llevarme al límite?
—¡Quiero alejarme de ti! —Intento gritarle en la cara, aunque
sale como un siseo ronco ya que me duele la garganta.
—Es más fácil odiarme que fingir que no me amas.
¡Esto es una locura!
—¡No!
—¡Sí! Entonces puedes convencerte que lo tomo todo con
fuerza.
Abro la boca para protestar, pero luego la cierro, porque tal
vez sus palabras tengan fundamento. Tal vez lo intente para que
no me muestre más que un monstruo y no tenga que confundirme
o sentirme culpable por ello, una culpa que no entiendo.
Kierian me coge en brazos y, a pesar de mis patadas y
bofetadas, sigue caminando hacia la casa, y me pregunto si
siempre es así con gente como él.
Por mucho que lo intentes, no puedes escapar.
Volvemos a entrar en la casa y se dirige directamente al
dormitorio, me deja caer en la cama y reboto en ella con un
chillido ronco.
Desaparece, pero vuelve enseguida agitando una taza
humeante.
Lo observo con recelo, frotándome los brazos mientras se
sienta en la cama y me entrega la taza. Lo miro con desconfianza y
niego con la cabeza.
—Bebe —me ordena, y resoplo.
—¿Qué es? ¿Algún tipo de sedante para hacerme más
obediente?
Me coge la mano y me acerca, no teniendo más remedio que
inclinarme hacia delante.
—Bebe, Ella. No necesito hacer mucho para que seas
complaciente. —Me acerca la taza a los labios y el olor a miel y té
se registra en mi nariz—. Te ayudará con tu dolor de garganta.
—Si no la hubieras lastimado, no tendría ningún problema en
primer lugar.
Me aprieta la taza contra los labios, así que doy un enorme
sorbo y agradezco al instante la sensación de alivio que me
produce. Envolviendo las palmas de las manos en la taza, la
atraigo hacia mí y me siento en la cama con las piernas cruzadas
mientras él se ríe.
—Deduzco que te gusta.
—Mamá me lo hacía cuando estaba enferma —respondo en
voz baja, se tensa, sacudiendo la cabeza—. ¿Eso es lo que hacía tu
madre también? —No recuerdo haber tomado esta bebida
después que murieran; en mi opinión, es algo muy propio de una
madre.
Pasa un rato y finalmente dice:
—No. Se lo preparaba cada vez que él le hacía daño, aunque
rara vez la ayudaba. —Kierian se mira las manos y luego se da la
vuelta, apoyando el codo en las rodillas mientras respira con
dificultad.
—¿Le pegaba mucho?
Una risa sin humor estalla.
—No recuerdo un día en que no lo hiciera.
Me duele el corazón por el niño que debió de vivir un infierno
y ver sufrir a su madre, y antes que pueda pensar en ello, levanto
la mano y le toco suavemente la espalda. Si es posible, sus
músculos se tensan aún más bajo mi contacto.
—Lo siento mucho, Kierian. Nadie debería experimentar eso.
—Es cierto. Pero rara vez alguien puede impedirlo. —Su voz
está llena de desagrado y odio—. Nunca me disculparé ni sentiré
remordimientos por haber matado a esos hombres. Se lo merecían.
He leído su expediente, así que sé lo que hizo su padre.
Convencerlo de lo contrario es un callejón sin salida.
Pero él no sabe toda la verdad, y tengo miedo de decírselo,
porque no le traerá ninguna paz. Sin embargo, tal vez lo haga ser
más comprensivo con su madre.
Se levanta y gira para mirarme, veo que en sus ojos se reflejan
diferentes emociones, pero ninguna que pueda nombrar.
—Hiciera lo que hiciera, ella siempre se quedaba con él.
Incluso cuando él trasladó sus tendencias violentas a mí, ella se
quedó, aunque me amaba. Nada, nada la hizo dejarlo, aunque tuvo
todas las oportunidades del mundo. —Golpea la pared con fuerza,
y probablemente sea doloroso, pero me quedo en silencio, porque
¿qué puedo decir a eso?
En su mente, su madre lo traicionó.
—Y ella me dejó con él. Así que tenías razón. Yo estaba
salvando a los niños.
—No conoces la historia de tu madre.
—Ahórrate las explicaciones. No estoy diciendo que las
víctimas tengan la culpa de los abusos domésticos. No la culpo
por lo que él hizo, y ella siempre me protegió. Pero no debería
haber seguido con él.
El silencio se apodera de nosotros mientras medito sus
palabras y finalmente hablo.
—Pero tú quieres el mismo tipo de amor de mí.
—Al principio, eras un experimento. Necesitaba entender
cómo una mujer podía quedarse con un hombre que le hacía daño.
—Mis cejas se fruncen, porque eso apenas describe nuestra
situación—. Pero luego todo cambió. Duerme ahora. No voy a
hablar más. —Me deja sola, cerrando la puerta tras de sí, y oigo
cómo gira la cerradura. Bueno, ahí va su actitud despreocupada
acerca de mí deambulando por el lugar.
Al principio, eras un experimento.
¿Qué soy ahora?
Nunca pensé que fuera posible amar y odiar a un hombre al
mismo tiempo, pero Kierian no tardó en demostrar lo contrario.
A pesar de todo, quiero sacar a este monstruo de la oscuridad
y darle la luz que tanto busca, aunque no lo entienda.
Porque todas sus confusas acciones me dejan una cosa
absolutamente clara.
Kierian se enamoró de mí.
Y eso se ha convertido en el mayor pecado a sus ojos.
Psychopath
Apoyando el codo en la ventana, estudio la noche mientras
Rex está tumbado junto a mis pies, roncando con fuerza. El perro
suele correr libremente por el terreno, prefiriendo tener libertad
que estar pegado a mí. Deduzco que incluso él tiene sus traumas
psicológicos.
Todas esas conversaciones sobre mi madre no están sacando lo
mejor de mí, recordándome lo que hizo mi padre.
Especialmente ahora, cuando he herido a Ella de forma similar.
El asco me invade como una ola furiosa, extendiéndose por mi
organismo, doy un largo sorbo a la botella de agua, esperando que
pueda lavar el sentimiento.
¿Qué estoy haciendo con ella? ¿Convirtiéndola en una mujer
que aguantará todo lo que le dé y se quedará?
¿No es eso exactamente lo que les enseñé a esos hombres a no
hacer?
Pero solo la idea de darle libertad me inquieta, despertando
algo oscuro y posesivo dentro de mí que ruge.
Ella es mía.
Y no importa lo malo y lo jodido que sea, ella siempre será
mía.
Con esa decisión en mente, me dirijo a la habitación y entro,
solo para verla tumbada en la cama, durmiendo profundamente
mientras la luz de la luna la cubre con una luz resplandeciente,
resaltando su belleza que podría haber seducido incluso a un
hombre más fuerte que yo.
No hay necesidad física; es algo más que no puedo explicar
mientras me tumbo a su lado y trazo lentamente mi dedo sobre su
rostro. La memorizaría, si no lo hubiera hecho ya.
Su olor, su suavidad, sus suaves respiraciones que me
demuestran que sigue viva y que está aquí conmigo me calman de
una manera que nunca había conocido.
Cuando empezamos nuestra “relación” solía tumbarme así por
la noche y dudar de mí mismo, porque nunca parecía más
vulnerable y mía que durante el sueño. Siempre he tenido un
sueño ligero debido a mi pasado; nunca sé qué o quién puede
perturbar mi vida.
En esos momentos, no quiero hacer otra cosa que protegerla y
mantenerla a salvo de todo lo malo que puede ocurrir ahí fuera.
Lo cual es un poco irónico, teniendo en cuenta lo que ha tenido
que experimentar de mí.
¿Por qué me siento así?
De pronto, sus ojos se agitan y sus charcos marrones me miran
con sorpresa, y espero que se aleje, grite o me moleste -ese parece
ser su mejor instinto defensivo últimamente-, pero no hace
ninguna de esas cosas
En lugar de eso, se pone de lado, de cara a mí, extiende la
mano y me toca suavemente la mejilla, un contacto tan inesperado
que me sobresalta.
Me frota la mejilla con el dedo y luego se acerca y me besa en
la boca, sus labios rozando ligeramente los míos, y luego vuelve a
apoyar la mejilla en la almohada.
No hay nada sexual en todo esto, pero me provoca cosas que
no puedo nombrar ni entender.
Las mujeres adoraban mi aspecto, mi fuerza, mi carácter
melancólico y mi polla, que hacía maravillas en la cama.
Pero nunca nadie mostró aceptación por el monstruo que vivía
dentro de mí, mientras que Ella lo hizo justo ahora, por un
momento.
—Duerme, Kierian —murmura, acercándonos mientras
estamos a un suspiro el uno del otro—. Yo cuidaré tu sueño esta
noche. Duerme —repite, y extrañamente, encuentro paz en sus
palabras, y con su suave tacto y su cuerpo apretado contra mí, por
fin encuentro el sueño, arrullado por saber que no huye de mí.
En cambio, intenta hablar al monstruo que llevo dentro con un
lenguaje que no entiendo.
Amor.
Capítulo Veinte
New York, New York

Psychopath, 16 años

Escondido detrás de la columna, aprieto el cuchillo que tengo en la


mano mientras espero que pase una víctima accesible.
El familiar zumbido llena mis oídos mientras el sudor cubre mi
camisa por la perspectiva de quitar una vida. Lo necesito como un
segundo aliento.
Después que Matt fuera a la cárcel, estudié a todos los asesinos en
serie y la facilidad con la que se ocupaban de sus víctimas, y la mayoría
de las cosas eran asquerosas, pero la idea de centrar tu ira en aquellos que
considerabas irremediables...
Tenía cierta belleza, y cada vez que pensaba en ello, volvía la
sensación de poder total que sentí al apuñalar a Matt.
Explorar esos deseos estaba fuera de lugar en nuestra pequeña ciudad
natal. ¿Pero aquí? ¿En la maldita Nueva York?
¡Es un regalo!
Mi equipo de fútbol jugaba un partido aquí, y mientras ellos se
dedicaban a hacer una lista de edificios que querían visitar, yo tenía otros
planes.
Matar a alguien parecía el mejor de ellos.
Así que me escabullo en mitad de la noche y me dirijo a la calle más
peligrosa a la vista, escondiendo mi arma bajo el abrigo, esperando
encontrar una oportunidad para usarla.
Por desgracia, lo he estado haciendo durante los últimos días, y cada
vez, algo se interpone en mi puto camino, pero esta noche estoy decidido.
De todos modos, esos malditos son la escoria más baja de la sociedad;
probablemente llegan a casa y golpean a sus mujeres, así que no es gran
cosa deshacerse de ellos. Me volveré loco si no resuelvo este profundo
anhelo dentro de mí que exige dolor, miedo y sangre de otra persona.
Un hombre sale del bar, riendo a carcajadas mientras se balancea de
un lado a otro, con una cerveza en la mano. Grita al teléfono:
—¡Nuestro equipo ha ganado! —Todo se congela cuando la voz de
Matt penetra en mi mente.
—Mi equipo ha perdido —grita, lanzando su botella contra la
pared mientras los ojos de mamá se abren con miedo, y me
empuja hacia las escaleras.
No quiero ir, pero ella me hace un gesto silencioso para que
continúe. Sin embargo, es demasiado tarde, ya que sus pesados
pasos se acercan cada vez más. Así que, en lugar de eso, me
empuja rápidamente a la despensa y cierra la puerta justo a
tiempo, mientras él brama:
—Te dije que no cocinaras esa mierda, ¿no? Esa comida no trae
más que mala suerte. —Y entonces mi madre grita de dolor
mientras él la golpea y sigue haciéndolo durante algún tiempo.
Me siento y me tapo los oídos, meciéndome de lado a lado,
contando los minutos en que se cansará y podré correr hacia
mamá y calmarla lo mejor que pueda.
Ya no veo a un extraño. En su lugar, se transforma en Matt y, con
una determinación furiosa, me abalanzo hacia él con un cuchillo
preparado para clavárselo justo en la puta tripa, donde le gusta poner
todo el alcohol.
Pero entonces unos fuertes brazos me rodean y no tengo tiempo de
gritar porque alguien me derriba.
La cara de un hombre de cabello oscuro es lo último que registra mi
mente antes que la oscuridad se apodere de mí.
Más tarde esa noche

Un chorro de agua me despierta mientras jadeo y me ahogo con el


líquido intentando ver a través de mi visión borrosa.
Quiero levantar la mano para limpiarme la humedad de la cara, pero
no puedo, ya que la tengo atada a la espalda.
Finalmente, mi visión se aclara y veo una especie de habitación de
aspecto extraño con varios dispositivos dudosos. Me doy cuenta que hay
dos hombres de pie frente a mí.
Uno de ellos es un tipo moreno, alto y delgado, que da una sensación
de “no jodas conmigo” mientras cruza el brazo y me mira con
indiferencia. Miro al rubio que está a su lado, que me observa con interés,
aunque se ve raro con su traje de tres piezas mientras sostiene un bastón.
Un puto bastón con punta de metal.
—¿Por qué está aquí? —pregunta el moreno en voz alta mientras el
raro esboza una sonrisa. Sin embargo, en lugar de responderle, se acerca
a mí, tiro de mis cadenas, pero es inútil.
¡Es como si estuviera jodidamente pegado a esta silla!
—Realmente es un trabajo de tontos, chico. Nadie puede salir si yo no
quiero.
—¿Qué quieren de mí? Déjenme ir. —¿Son unos hijos de puta
enfermos a los que les gustan los chicos jóvenes y los violan?
Escuché e investigué mucho, y a veces surgieron cosas jodidas. Si
creen que tienen un blanco fácil, les espera otra idea.
No me rendiré sin luchar.
—La pregunta es ¿qué quieres de nuestra ciudad? —Esto detiene mi
movimiento mientras mi frente se frunce en confusión. El rubio exhala
con fuerza, coge una pequeña silla cercana y se sienta en ella mientras
apoya la pierna en otra. ¿Qué coño es esto? ¿Otro siglo?—. Verás, este
barrio de Nueva York en particular me pertenece a mí y a mis protegidos.
Sin embargo, llevas días cazando, y he intentado detenerte de buena
manera. Pero eres obstinado. —¿Así que ellos son los responsables de
todos mis fracasos? O bien las víctimas fueron llamadas por alguien o
aparecieron en mi visión tipos como gorilas, impidiéndome matar a
nadie—. Aunque me gusta, me crea problemas. —Me quedo en silencio,
porque francamente, no tengo idea de qué decir.
¿Así que las ciudades tienen ahora asesinos en serie especiales que las
recorren y nadie pisa el territorio de otro? ¿Qué demonios?
—Déjame ir. —Por fin me decido, pero él se limita a chasquear la
lengua y a abrir una carpeta que tiene sobre las rodillas. Se aclara la
garganta y empieza a leer, la información me hiela los huesos.
—Shon Dawson. Dieciséis años. La madre se suicidó, el padre está en
la cárcel por abuso doméstico. ¿Me estoy perdiendo algo? —Estoy
demasiado aturdido para responder, así que continúa—. Este tipo de
cosas desordenan a una persona. Así que apuñalaste a tu viejo, ¿eh? —Se
frota la barbilla—. Y los impulsos han surgido. Quieres matar. Quieres
sentir ese poder de nuevo. Donde gobiernas la situación y tienes el
control. El control que te ha sido negado durante años. —Con cada
palabra, frunzo el ceño y lo frunzo más, la rabia sube en mí a raudales.
—Vete a la mierda. —Ya podrían matarme, para no tener que
hacerme el simpático.
El rubio sonríe, se levanta y me da un golpe en la cara. Mi cabeza cae
hacia atrás mientras el dolor asalta mi nariz.
—Un poco de respeto por la generación mayor, Shon. Los chicos de
hoy en día no saben comportarse.
¿Qué mierda? Parece un máximo de diez años mayor que yo.
Seguramente no es un abuelo.
Se agarra las manos.
—Te habría matado porque tienes rasgos de psicópata incontrolable
escritos por todas partes. Pero eres un adolescente. Puedes ser entrenado.
Y lo serás.
¿Qué?
Con eso, se va, dando una palmadita en el hombro del hombre de
cabello oscuro y dejándonos solos en la habitación blanca como la puta
nieve.
—¿A qué se refería con lo de entrenado? ¿Quiénes son ustedes? —
¿Dirigen algún tipo de organización?
—Sociopath4. Mi apodo es Sociopath. Eso es todo lo que necesitas
saber.
Mis ojos probablemente se salen de sus malditas cuencas. El tipo ya
tiene una reputación, matando gente por todo el país y dejando solo notas
con su nombre. Es una leyenda.
—¿Por qué estoy aquí?
Se sienta a horcajadas en la silla y me sostiene la mirada.
—Tienes ganas de matar.
—Cabrones como Matt. —No estaba cazando inocentes.
Su risa llena el espacio.

4
Sociopath en español.
—El tipo que querías matar hoy es un buen hombre de familia. No se
parece en nada a tu padre. Pero tú no lo ves. Algo te desencadena, y es
suficiente para que estalles. Justificarás cualquier violencia con tal de
volver a sentir ese subidón. —Hace una pausa, mientras contemplo sus
palabras.
—Puedo controlarme. —El control lo es todo para mí en esta vida. Se
equivoca.
—No, esos impulsos solo aumentarán más y más rápido,
apoderándose de tu cordura. Te controlarán, si no aprendes a dirigirlos
adecuadamente.
—¿Adecuadamente? —¿Cómo pueden las palabras matar y ser
apropiado estar en la misma frase?
—Te enseñaré un arte que te ayudará a controlar tus impulsos y a
dirigirlos sobre personas seleccionadas. Entonces controlarás tu vida, no
al revés.
Esto no tiene sentido para mí.
—¿Pero por qué? ¿No es más fácil matarme?
Su mirada se oscurece, pero vuelve rápidamente a la indiferencia.
—Considéralo una deuda. Lachlan y yo te estamos dando una
oportunidad. No la desperdicies.
¿Así que el otro tipo se llama Lachlan? Esto es tan jodidamente
surrealista. ¿Quién hace esto? ¿Tienen su propia academia o qué?
—¿Quién es él?
—Un hombre al que no le gusta que le lleven la contraria.
—¿Qué pasará si lo hago?
—Te mataremos.
Bueno, son reglas fáciles de seguir.
New York, New York
Junio 2018

Ella
La máquina emite un pitido indicando que el café está listo, y
lo sirvo en una taza mientras miro por la ventana, aunque sea a
través de barrotes, y estudio la naturaleza siempre cambiante.

Aunque es verano, el viento sopla con fuerza y ni siquiera Rex


tiene ganas de salir. Se limita a lloriquear y a pedir comida, y
como encuentro algo de carne dentro de la nevera, se la doy.
Apoyando la espalda en la encimera, la agarro con fuerza y sé
que tengo que decirle la verdad.
La verdad de la que no tiene idea, y que probablemente lo
destruirá, pero ¿cuánto tiempo puede vivir una persona en una
mentira?
Amar a un hombre ha resultado ser el mayor reto de mi vida.
Él es perfecto fuera de esas tendencias psicóticas suyas, e incluso
así, no puede hacerme daño. Sé que debería tener miedo, pero en
lugar de eso siento pena por el niño que era y que no conocía nada
mejor.
Oigo pasos detrás de mí, mientras él dice:
—Ella, no estás dormida. —Me doy la vuelta y lo veo agarrado
a la manija de la puerta, apoyado en ella, mientras me mira, con
una mirada posesiva que brilla en sus ojos plateados.
Sus vaqueros cuelgan peligrosamente bajos, mostrando su
paquete de seis y el pequeño rastro que lleva a... Sacudiendo la
cabeza, me concentro en la tarea.
Si otras mujeres oyeran mis pensamientos, probablemente me
considerarían loca.
Hay algo bueno en él, y me necesita. Pero no sé cómo estar con
él mientras siga haciendo lo que hace, ya que va en contra de
todos los principios que tengo en la vida.
—No podía dormir.
Camina lentamente hacia mí como un animal que evalúa a su
presa, pero luego se detiene justo frente a mí y toma mi mano,
frotándola suavemente con su pulgar.
—¿Te molesta la mano?
—No.
La besa suavemente y parpadeo.
—¿Qué pasa?
—Probablemente tienes acceso a mi correo electrónico. —No
dice nada, pero sé que es cierto—. Imprime lo que Preston me
envió hace dos días.
Frunce el ceño, me agarra la barbilla y exige:
—¿Qué hay ahí?
—Algo que tienes que ver para entender a tu madre.
Retrocede, la furia cruza su cara.
—Si esto es un gran plan...
—Compruébalo, Kierian —susurro y le doy un suave beso en
la mejilla—. Es importante. —Colocando la taza en el fregadero,
vuelvo a la habitación y me meto en la cama, esperando que su
olor pueda calmarme lo suficiente como para prepararme para la
furia que desatará pronto.
Capítulo Veintiuno
Psychopath, 17 años

—¿A dónde vas, Shon? —pregunta Suzanne, colocando un plato


delante de Kim, que mastica las patatas fritas mientras me dedica su gran
sonrisa.
Le doy una palmadita en la cabeza, pues la niña sigue sin gustarme
mucho, pero es la única persona a la que puedo tolerar sin recibir nada a
cambio. Así que ahí queda eso.
—Tengo cosas que hacer —le respondo brevemente, y ella aprieta los
dientes.
—Me gustaría saber más que eso. —Mis cejas se levantan mientras
agarro la botella de agua al salir, pero ella me sigue.
—No eres mi tutora —le recuerdo, esperando que vuelva a sus cosas.
A mi padre lo encerraron entre rejas durante ocho años después que le
contáramos nuestra historia a las autoridades, y todos se la creyeron
fácilmente. Bastó con ver el estado en que nos encontraron. Una vez más,
todo el barrio nos mostró su apoyo. Suzanne consiguió un empleo en la
peluquería, trabajando como recepcionista, mientras que Kim fue
aceptada en mi escuela, donde la vigilaba.
Pero como todo el mundo sabía que era mi especie de hermana,
aunque detestaba la palabra, nadie se atrevía a tocarla, y a mí me parecía
bien.
Las protejo, pero no las quiero. Solo nos utilizamos para tener una
vida normal.
Por el momento, al menos.
—Shon...
Harto de la mierda, la miro mientras las llaves de mi coche cuelgan de
mi mano.
—Mira, cuando metieron a Matt entre rejas, ¿qué acordamos?
Puedes ser mi tutora y quedarte en la casa, ya que no tienes a dónde ir.
—Ella se estremece ante esto, pero no me importa—. Y todos aquí se
desviven por ayudarte. ¿No es así? No alteremos el statu quo.
Se cruza de brazos, abre la boca y luego la cierra, y finalmente exhala
con fuerza.
—Estoy preocupada por ti —dice suavemente, y me río
amargamente, encontrándolo jodidamente divertido mientras ella frunce
el ceño.
—¿Sí? Pues no lo hagas. —Salgo, crujiendo el cuello de lado a lado
para eliminar la tensión de las cinco horas de carrera de esta mañana.
Kathy se apoya en el capó de mi coche, guiñándome un ojo mientras sus
pantalones muestran sus largas piernas que se sienten excepcionalmente
bien alrededor de mi cintura mientras me la follo sin sentido en el asiento
trasero de mí coche.
El hecho de incorporarme al equipo de fútbol y, con el tiempo,
convertirme en el capitán, elevó mi estatus en la escuela. De ser el chico
raro y nerd por el que todos sentían lástima, pasé a ser el chico del que
todos querían ser amigo. Fiestas, juegos, citas.
La vida no es más que un sueño al parecer, al menos en la superficie.
—¡Hola, bebe! —chilla, saltando a mis brazos y aferrándose a mi
boca, pero termino rápidamente, odiando todo eso de los besos.
Follar, sí, pero ¿besos íntimos mientras me murmura alguna mierda
romántica al oído? De ninguna jodida manera.
A decir verdad, se ha encariñado demasiado conmigo, pero no puedo
romper con ella. La única razón por la que empezamos a salir fue porque
es la hija de nuestro sheriff local. Ser el novio de su princesa seguro que
me da una ventaja muy necesaria y me permite postularme a la academia
de policía, con la esperanza que sus conexiones me ayuden a llegar allí.
Con mi historial familiar, podría ser imposible, pero tengo un plan
especial.
Y nadie me impedirá cumplirlo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, apretando su cabello e
inhalando su perfume que, extrañamente, siempre me calma. La coloco
sobre el capó del coche, mientras me meto entre sus piernas, clavando mis
dedos en sus costados, amando sus suaves curvas.
Descubrir que el sexo puede ser una descarga de adrenalina en la que
todo se desvanece fue ciertamente una sorpresa. Me lo presentó una chica
de otra ciudad cuando jugamos un partido allí. Era un par de años mayor
que yo, y sabía mucho. Pensé que no podría parar con todo el vacío que
trajo a mi mente, pero también la claridad.
Después de cada puta sesión, sabía exactamente qué hacer y cómo, y
lo que es más importante, no existían emociones conflictivas en mi
interior.
Pero tenía que ser cuidadoso en esto, así que el acuerdo con Kathy
funcionaba.
Aunque ella lo llamaba relación.
—Pensé que podíamos pasar un tiempo juntos —dice, arrastrando su
dedo por mi estómago—. Ver una película o algo así. —Su voz suena
esperanzadora, pero sacudo la cabeza.
—Hoy no puedo.
Ella resopla, molesta.
—Nunca tienes tiempo para mí si no tiene que ver con el sexo. —
Antes que pueda responder, suena mi teléfono y lo cojo al segundo tono
mientras los ojos de Kathy se entrecierran con sospecha.
—Llegas tarde —dice la voz al otro lado de la línea, y puedo oír un
gemido ahogado de fondo. Una sonrisa se dibuja en mi boca—. He tenido
que empezar sin ti.
—Llegaré pronto. —Cuelgo mientras Kathy prácticamente chilla.
—¿Quién era? —Los celos rezuman por cada uno de sus poros
mientras apunta a mi teléfono, pero rápidamente la detengo envolviendo
mi mano alrededor su cuello, estrangulándola por un breve momento, se
calma al instante, mientras la emoción brilla en sus charcos verdes.
—Shon —ronronea, acercándose a mí.
La levanto, mientras murmuro:
—Volveré mañana y te llevaré a dar un paseo. ¿Qué te parece?
Pone mala cara, pero asiente con ganas. Sabe que un paseo en mi
coche suele significar sexo caliente junto al lago. Hay que ver su
ingenuidad para creerla.
—Papá no me deja.
A duras penas me contengo para no gritarle, pero en su lugar le doy
un duro beso mientras gime en mi boca, pero luego retrocedo mientras
ella respira con dificultad, con las mejillas enrojecidas al tocarse los
labios.
Los chicos de mi edad matarían por tener la oportunidad de follar con
una chica tan sexy como ella. ¿Sin embargo, yo? Me caliento pensando
en la tortura que Sociopath inflige a sus víctimas y aprendiendo de los
mejores.
—Yo me encargo de tu padre —respondo, y me dirijo al asiento del
conductor.
Con un último saludo, conduzco fuera de la ciudad mientras suena
música clásica en los altavoces, lo que me calma y me recuerda que estos
viajes son lo mejor de mi vida, lo que me permite encontrar consuelo para
la necesidad de matar que se ha instalado en lo más profundo de mi ser.
Finalmente, llego a su almacén, estaciono el coche en un lateral y me
dirijo hacia la casa, deslizando la tarjeta de la llave y entrando sin hacer
ruido mientras los gritos de dolor resuenan en el espacio. Cierro los ojos,
saboreándolos como lo que son.
Música creada por un maestro.
—Por favor —suplica el hombre. Está encadenado en su silla contra
la pared. Su cara sangra, probablemente por una nariz rota, al igual que
los numerosos cortes y moretones que marcan su cuerpo. Bajo él hay un
charco amarillo que, por el asqueroso olor, es de orina. Tiembla por todas
partes mientras su mirada se centra en Sociopath.
Sociopath se pone los guantes y coge el cuchillo de su mesa,
chasqueando la lengua.
—La piedad es un concepto curioso. No recuerdo que me hayas
mostrado ninguna. —Este extraño comentario me hace levantar la ceja,
ya que rara vez habla con ellos.
No soy tan estúpido como para interrogarle sobre sus víctimas, pero
tengo Google. Todos ellos son hombres importantes de la sociedad que
tienen una reputación respetable.
Pero entonces, una reputación es solo una ilusión creada para que la
gente crea en ella, y en la mayoría de los casos, no significa nada.
Yo debería saberlo.
El hombre por fin registra mi presencia, y da una patada en la silla,
intentando salir, aunque es inútil.
—Ayúdame.
Sí, claro.
Quienquiera que sea el cabrón... se merece su castigo.
—Por fin te has unido a nosotros. Ya sabes lo que hay que hacer.
Asiento con la cabeza, aunque él no pueda verlo y me pongo
rápidamente mis propios guantes, cogiendo un cuchillo similar, solo que
con una hoja ligeramente más larga.
Va a espaldas del hijo de puta y me hace señas para que me acerque.
Coloca la punta de su arma en el hombro, cerca de la vena, pero sin
tocarla.
—Tienes que presionar lo suficientemente profundo como para dar
dolor y sacar sangre, pero lo suficientemente ligero como para rascarlo
con un nombre. Esto es diferente a apuñalar a alguien al azar. Te estoy
enseñando una forma de arte. —Luego procede a deslizar el cuchillo
sobre la piel mientras la sangre aflora lentamente. El hombre grita de
dolor mientras Sociopath escribe nombres de personas que no tengo idea.
Una vez que termina, hace algo inesperado. Retrocede y se sienta en
la silla cercana, tomando una botella de agua en el camino.
—Continúa. A estas alturas ya conoces mis métodos. Veamos qué has
aprendido.
La excitación aumenta en mí, transformándose en un torrente de
adrenalina que se extiende por todo mi sistema mientras respiro
profundamente y lo apuñalo varias veces y luego procedo con otros
métodos de tortura que he aprendido.
Una vez que hemos terminado, Sociopath me da una palmadita en el
hombro y me hace volver del lugar celestial donde no existe nada más.
—Estás listo.
Oh, sí que lo estoy,
Pero entonces me hace girar para que me enfrente a él, mientras me
advierte:
—Pero solo a los que se lo merecen, Shon. Si empiezas a matar
porque sí, acabaré contigo. Recuérdalo.
Estoy de acuerdo, pero entonces no sé qué pasará en el futuro.
New York, New York
Junio 2018

Psychopath
—¿Qué es esto? —pregunto mientras agito una carpeta en mis
manos, y Ella se sienta en la cama, aguantando mi mirada, pero
sin decir nada. La tiro al suelo, gritando—. ¡Maldita sea,
respóndeme!
Ella ni siquiera se inmuta, sino que carraspea.
—La verdad.
—No es la puta verdad. ¿Cómo se te ocurrió este plan, ¿eh?
¿Lo discutiste con Noah? ¿Qué carajo es?
Se levanta, acercándose a mí, pero no permito que me toque.
Su toque puede destruir cualquier pizca de control que me quede,
y entonces solo Dios sabe lo que le haría.
—Lo siento, Kierian. Pero es la verdad.
Por sí sola, antes que la acción se registre en mi mente, mi
mano rodea con fuerza su cuello, exprimiendo su aliento mientras
ella lucha e intenta golpear mi brazo... y no es que funcione. Su
hermosa y pálida piel se enrojece poco a poco, sus ojos se abren
por el miedo, y entonces salgo de mi furiosa confusión y la suelto
mientras cae en la cama, respirando con dificultad y tragando
todo el aire posible en sus pulmones.
—No intentes manipularme con tus mentiras.
Sostiene su garganta. Veo las lágrimas arremolinándose en sus
pestañas, pero no las deja ir más allá.
En cambio, dice:
—Tu madre era Annette Grace, secuestrada a la edad de
dieciséis años de camino a la escuela. —Traga saliva una vez más,
pero continúa—: Tu padre la violó repetidamente durante años
hasta que lo encontraron muerto. Su mujer finalmente lo delató y
exploraron su ubicación. Pero Annette había desaparecido. Nadie
pudo encontrarla.
Todo lo que dice no tiene sentido, no coincide con mis
recuerdos. No concuerda con la verdad en mi cabeza, y quiero
hacerla callar, pero al mismo tiempo anhelo que finalmente se
abra esta puerta.
—Probablemente se escapó y conoció a tu padrastro. Que
acabó siendo... bueno, él —termina, pero no antes de añadir—:
Todo esto salió a la luz después que lo mataras. Tu madre nunca
tuvo una oportunidad, Kierian, pero lo intentó una vez, por ti.
Solo bloqueaste esos recuerdos como demasiado dolorosos para
recordarlos.
Bastardo.
Por eso siempre me llamaba así. Yo nunca fui suyo.
En cambio, yo era el engendro malvado de otra persona.
Y con eso, un flashback viene a mí, penetrando cada nervio de
mi cuerpo cuando soy transportado lejos de mi casa.
Psychopath, 5 años
—Mami, ¿puedes contarme un cuento de hadas? —susurro, ella me
sonríe y me coloca en el colchón mientras se acuesta a mi lado. Me muero
de ganas que lleguen las historias aventureras de trolls en el bosque.
La habitación en la que vivimos es muy pequeña, solo nuestra cama,
y un retrete a unos metros de nosotros. El olor es muy malo, porque toda
la basura que hay por ahí solo se la lleva él una vez al mes. Mamá se
rasca la mejilla sucia, pero eso no la hace menos bella.
Mi mamá es un ángel con sus mechones dorados que siempre se
balancean suavemente mientras baila conmigo la melodía que tararea. O
cuando juega conmigo, enseñándome a imaginar cosas como si
estuviéramos en un lugar diferente lleno de hierba y árboles. Nunca los
he visto, pero por la forma en que ella habla, puedo imaginarlo todo en mi
cabeza.
—Por supuesto. ¿Cuál? —Antes que pueda responder, unos pasos
pesados sobre nosotros se hacen cada vez más fuertes, y mamá se tensa al
instante, arrojando una manta sobre mí mientras se levanta. Hace una
mueca de dolor por las rodillas magulladas, pero rápidamente me da unas
palmaditas en la espalda—. Cariño, no digas ni una palabra mientras
esté aquí —me ordena, mientras se seca una lágrima.
El monstruo ha vuelto.
Me meto más en las sábanas y cierro los ojos con la esperanza de
fingir que duermo para que no vuelva a tocarme a mí ni a mamá.
Segundos después, la puerta se abre y él baja las escaleras, su aliento
a alcohol llenando el espacio.
Mirando a través de la manta, veo una bolsa de comida y una
pequeña botella de agua en una mano, mientras que del cigarro que
sostiene en la otra sale humo. Su camiseta blanca está manchada con
alguna sustancia marrón y sus pantalones cortos están rasgados por la
mitad a la altura de las rodillas.
Ha venido solo, sin esa horrible mujer que me pega mientras me
llama engendro del mal. A ella tampoco le gusta mucho mamá ya que
afirma que es una pecadora que merece su castigo. No sé qué significa
eso, pero espero que llegue un día en que mamá y yo dejemos de serlo,
porque me duele cuando llora.
—La comida está aquí. —Su voz da mucho miedo, sobre todo cuando
sonríe y mueve la mirada de arriba abajo, admirando a mamá—. Ya sabes
lo que tienes que hacer —dice, y ella tira de la manta fuertemente a mi
alrededor.
La oigo mientras se revuelve, pero de repente, vuelve a hablar.
—Esta vez no te quiero. Eres vieja. Tengo que deshacerme de ti. —
¿Qué? ¿Significa esto que nos dejará ir a mí y a mamá?
—¿Deshacerte de mí? —pregunta con voz temblorosa, y vuelvo a
asomarme para ver que asiente, mientras gruñe con disgusto.
—Ya no eres interesante. El chico puede quedarse. Conozco gente a la
que le gustan los chicos guapos como él.
—¡No! —grita ella, y él la golpea. Cae al suelo, pero no salgo, porque
me ha ordenado que no lo haga.
Lloro en silencio, muy preocupado por lo que va a pasar después.
—Cállate. ¿Quién te pregunta qué quieres? —Tira la manta y mis
hombros se hunden, esperando que no me toque, pero me agarra de la
mano y me arrastra fuera de la cama—. Tengo que sacarte hasta que
venga Missy. No le gusta mirarte. —Pero mamá me abraza con fuerza,
temblando mientras repite—: No, no, no.
Y entonces, antes que entienda lo que está pasando, mamá coge el
bate de metal que ha estado escondiendo debajo de la cama y le da un
fuerte golpe en la cabeza, y él cae con un fuerte gruñido.
—Shh, Shon —me dice, limpiando mis lágrimas—. No llores, ¿ok?
Mamá te sacará de este lío. —Me levanta y la rodeo con mis brazos,
ocultando mi cara y esperando que escape de este horrible lugar.
Sube las escaleras y luego sale de la casa. Cuando oímos fuertes
sirenas moviéndose en nuestra dirección, mami corre y corre y corre
hasta que probablemente no le quedan fuerzas, mientras se sienta al lado
de la carretera, meciéndome mientras el agua empieza a caer sobre
nosotros desde arriba.
—¿Qué es, mami?
Su cuerpo tiembla con fuerza mientras me besa en la frente y susurra:
—Lluvia, eso se llama lluvia, cariño. —Luego se ríe, levantando el
rostro hacia el cielo—. Y esto es hierba. —Señala el suelo. Nunca había
visto un suelo lleno de hierba—. Todo va a estar bien ahora, cariño. Te lo
prometo —dice, y es entonces cuando una luz brillante parpadea sobre
nosotros y oigo a un hombre acercándose a nosotros, sus pesados pasos
me asustan mientras me escondo más dentro de mamá.
Es muy alto. Parece limpio, no como el hombre horrible que nos
retuvo.
—Hola, señorita. ¿Se ha perdido? —pregunta, pero mamá se echa
hacia atrás y él solo levanta las manos—. Tengo algunas mantas y cosas.
Deja que la ayude. —Hablan un buen rato, y luego mamá nos mete
dentro del coche, donde hace calor, y el hombre me da una deliciosa
bebida a la que llama zumo.
Al cabo de un rato, me duermo y todo se siente bien.
Hasta que al cabo de unas semanas llega el primer golpe y ya nada es
igual.
Tirando de mi cabello, echo la cabeza hacia atrás y rujo de
agonía mientras salgo corriendo de allí. Pateo y destrozo todo lo
que se interpone en mi camino: la mesa, las mantas, los vasos.
Mentiras, he vivido putas mentiras.
Mi mente se vuelve loca por la puta verdad que ha
permanecido oculta dentro de mí durante tanto tiempo.
Saliendo a toda prisa, ni siquiera me molesto en contenerla,
porque ¿a dónde diablos iría?
De tal padre tal hijo, ¿verdad?
La comprensión me golpea con fuerza mientras me hundo de
rodillas en la hierba, palmeando mi cabeza y sacudiéndome de un
lado a otro, tratando de evitar otros destellos que vienen.
Nosotros pasando hambre. Él violándola mientras yo crecía. Cómo
todo nos dolía siempre, porque no teníamos agua para lavarnos. Cómo mi
ropa solía ser demasiado pequeña y olía a mierda.
Cómo siempre gruñía y se reía cuando mi madre mostraba alguna
resistencia a él.
El sonido de las hebillas del cinturón golpeando la columna.
Se suponía que Matt iba a ser su salvación, pero en su lugar se
convirtió en una pesadilla aún mayor, castigándola por los errores
de otro maldito enfermo.
Es un milagro que haya sobrevivido tanto tiempo en esta
maldita vida injusta.
¿Y cuál es el legado de mi madre?
Un hijo que hace exactamente lo mismo que todos esos
hombres que la lastimaron.
El ruido de unos pies me llama la atención cuando Ella se
arrodilla suavemente a mi lado poniendo su mano temblorosa en
el hombro, pero me la quito de encima, no necesito el consuelo
que tanto desea proporcionarme.
Su síndrome de Estocolmo probablemente hará que todo esté
bien, pero no es así.
¿Qué diablos le estoy haciendo?
No tengo remordimientos por todos los hombres que he
matado, porque se lo merecían. Tal vez gracias a mi ayuda, menos
niños crecerán con la necesidad de venganza como yo. Menos
madres elegirán el suicidio o morirán lentamente por dentro
mientras los monstruos siguen haciendo lo que les da la gana.
Pero, de nuevo, los asesinos en serie siempre justificarán sus
acciones. Un asesinato es un asesinato. ¿Verdad?
—Kierian, lo siento —susurra.
—¿Lo sientes? —Parpadea sorprendida por mi pregunta y me
giro para mirarla. La luz de la luna nos ilumina intensamente,
resaltando cada uno de los moretones que le he infligido—. ¿Por
qué sientes pena por mí? ¿Por el hombre que te secuestró y te dio
esto? —Señalo todas las heridas mientras ella se lame los labios
agrietados—. ¿O te sientes aliviada porque mi jodido pasado te da
una excusa para sentir lástima por mí y aceptar mi oscuridad?
Pensar que un poco de amor puede arreglar todo esto —cuestiono,
mientras ella niega con la cabeza, pero no la dejo huir de ella.
—Yo misma me hice los moretones cuando intenté liberarme.
Tú no me los infligiste.
La agarro por la nuca y nos acercó, mi aliento abanica sus
mejillas mientras ella tiembla entre mis brazos. Lleva sus manos a
mi cara y limpia la humedad de mi barbilla, no es que importe.
—No soy el bueno, Ella. —Cierra los ojos ante esas palabras,
respirando con dificultad mientras sigo asestando mis golpes
mentales—. Nunca seré el príncipe azul. Este soy yo, Ella.
—No tienes que...
—¿Qué? ¿Matarte?
Ella agita sus ojos marrones hacia mí y aprieta mi camisa
mientras la determinación se instala en su rostro.
—Es tu elección. Puedes elegir otra cosa. —Con todos sus
conocimientos de psicología, ¿realmente cree que una persona
como yo puede cambiar?
Nada ni nadie puede evitar que mate.
Una risa sin humor se desliza entre nosotros. ¿Cómo es que
una simple tortura se ha convertido en algo tan trágico?
—Siempre seré un asesino en serie.
Psychopath parece un término adecuado ahora.
Le quito las manos de encima y la arrastro de vuelta al interior,
donde permanece en silencio, observándome y esperando algo.
No sé lo que es el amor y no tengo ningún deseo de
averiguarlo. Pero en ese único momento, mientras salía de la casa,
lo único que quería era liberarla para que pudiera escapar de un
monstruo como yo, que solo aumenta su dolor.
Y tal vez para un cabrón como yo, eso es el amor.
Tengo que darle una razón para que me odie, porque solo así
podrá sobrevivir.
Capítulo Veintidós
Psychopath, 18 años

Detengo el coche en la zona aislada del almacén de Sociopath, apago


el motor mientras mis manos agarran con más fuerza el volante, me
duelen los labios al morderlos con fuerza para que no se escape ningún
sonido.
—¿Por qué me has traído aquí, chico? —pregunta Matt, moviéndose
incómodo, pero mirando con curiosidad por la ventanilla.
—Quería enseñarte algo. —Me contengo a duras penas para no
romperle el cuello allí mismo, y mantengo la voz uniforme, para que no
haya ni un atisbo de la emoción que me recorre.
Su boca se extiende en una sonrisa mientras su pecho se levanta con
orgullo.
—Ese es mi chico. Consiguiendo regalos para su viejo —dice con
orgullo, y se baja del coche, sin dejar de mostrarme una sonrisa.
Qué tonto de mierda.
Debido a que la policía no tenía mucho sobre él, solo una agresión, y
su gran comportamiento y habilidad para engañar a la gente, terminó en
la cárcel solo unos años, y luego fue liberado.
Destruí la mitad del salón cuando la noticia llegó a Suzanne, que
rápidamente hizo las maletas y se llevó a Kim, huyendo de la ciudad.
Dudaba mucho que la siguiera, porque las autoridades lo vigilarían.
Recibí ofertas de la academia de policía y tenía todo mi futuro por
delante. También me aconsejaron que me fuera y no mirara atrás.
¿Pero cómo diablos iba a hacerlo, si sabía que volvería a las andadas?
Engañaría a alguna mujer despistada que sería tan estúpida como para
enamorarse de él, y le haría la vida imposible.
Se pasea lentamente por el lugar, y yo intento concentrarme en mi
respiración, recordando todas las enseñanzas sobre la tortura, pero me
quedo en blanco.
No quiero jugar con él. No quiero mostrarle mi arte. No quiero ver la
excitación en sus ojos al ver en qué me he convertido, porque
probablemente ese era su único objetivo.
Hacerme tan jodido como él.
Así que con eso llega una decisión, mientras grito desde la ventanilla
del coche:
—Matt, regresa. Cambio de planes. Tengo una sorpresa para ti en
casa. —Él frunce el ceño, no le gusta mucho, y abre la boca para
protestar, pero es entonces cuando tengo suficiente.
Lo taladro con la mirada, él parpadea rápidamente y se mete dentro.
—¿Qué clase de sorpresa? —pregunta, pero lo ignoro, no sintiendo
la necesidad de seguir participando en esta farsa.
Vamos a terminar donde todo empezó.
En la puta casa donde mi madre se suicidó.
New York, New York
Junio 2018

Ella
Paseando por la habitación de un lado a otro, me pregunto a
dónde habrá ido para estar fuera tanto tiempo. No se había
separado de mí en los últimos dos días, y pensé que tal vez podría
convencerlo que cambiara de opinión, pero ahora comprendo que
pensaba con la mente de una mujer enamorada, no con la de una
psicóloga que sabe más.
Las personas como él no cambian; están demasiado rotas por
el pasado para superarlo. La mayoría se fortalece a través de sus
experiencias, pero algunos utilizan esas experiencias para
definirse y perderse en esta vida.
El sonido de la puerta al cerrarse me saca de mi estupor, me
dirijo a la sala de estar y doy un grito de sorpresa.
Kierian tiene a un hombre sobre su hombro. Lo tira al suelo y
marca un código de seguridad en el teclado de la pared para que
nadie pueda entrar o salir. El hombre está inconsciente, una
herida en la mejilla de la que gotean gotas de sangre.
Mi primer instinto es ayudarlo, así que doy un paso en su
dirección, pero el duro “No” de Kierian me detiene a mitad de
camino.
Me agarra dolorosamente del codo y hago una mueca de
dolor, pero lo ignora y me arrastra hasta el otro extremo del
pasillo, al lugar donde nunca me ha permitido entrar.
Presiona una tarjeta cerca de la puerta y esta se abre al
instante. Me arroja dentro y apenas puedo evitar caerme.
¿Qué le ocurre?
Solo entonces las pantallas de computadora que muestran
diferentes ángulos de su sótano de tortura se registran en mi
mente. Me presiona el hombro, forzándome a sentarme en la silla
frente a las pantallas, dándome una visión de lo que va a ocurrir.
—Kierian... —Saca unas esposas y me encadena a la silla para
que no pueda irme, aunque quiera.
—Te quedarás aquí y verás de primera mano cómo se ve
cuando torturo a un hombre. —Pone una carpeta azul sobre la
mesa y ladra—: Puedes leer toda la información que tengo sobre él
mientras lo preparo. Disfruta.
Entonces, ¿Así es como arremete contra mí por decirle la
verdad?
—No hagas esto, por favor. —Me prometí que no rogaría, pero
¿qué más queda?
Por favor, no me hagas pasar por esto. No me hagas ver esta parte de
ti que destrozará para siempre mis ilusiones sobre ti.
Al final del día, la vida me hace enfrentar la dura verdad.
No importa si entiendes de psicología o no; cuando amas a un
hombre, esperas que mejore o cambie.
Aunque sepas que nunca lo hará.
Se inclina más hacia mí para que estemos a solo una pulgada
de distancia el uno del otro, mientras dice:
—No te hagas ilusiones, Ella. Verás quién soy realmente. —
Con eso, se da la vuelta y me deja sola mientras cierro los ojos y
rezo para que cambie de opinión.
Porque en esta pequeña sala con los diez monitores y el equipo
de alta calidad, será imposible esconderse de la verdad.
Y tengo miedo que la verdad me destruya.
Abriendo la carpeta, veo que el hombre es Mark Dacke, un
médico casado con su mujer desde hace veinte años.
Tienen un hijo pequeño y, a juzgar por las fotos de la primera
página, pensarías que no podrías haber visto una familia más
feliz.
Sin embargo, todo cambia en el momento en que pasas a otra
página, un informe recogido por Kierian.
Tratamiento médico. Los ojos atormentados de su mujer e hijo.
Gritos en medio de la noche. Debe haberlos espiado, ya que estas
son sus notas.
Arrojándola sobre la mesa, me cubro el rostro con las manos y
me pregunto qué le hará.
En los crímenes anteriores, no tenía que demostrarme nada y
no sabía toda la verdad sobre su padre biológico. Ahora, sin
embargo, toda esta rabia contenida estallará sobre este tipo.
¿Es inocente el doctor? Por supuesto que no. Pero Kierian no
tiene derecho a proclamarse juez de los malos. Podría haber
pasado su vida atrapando a gente como este tipo y dejar que el
sistema judicial se encargue del resto.
Eso es lo correcto.
¿Pero cómo puedo explicárselo?
Psychopath
Salpicando agua sobre el hijo de puta, lo observo tragar aire
mientras la sangre rezuma de varios cortes y puñaladas que le he
infligido, apenas sostiene la cabeza, exhausto después de una hora
de tortura.
Este es más resistente que la mayoría. No ha pedido clemencia
durante una hora antes de finalmente ceder.
Todos lo hacen, después de todo.
Viéndolo ahora, sé que es el momento de pasar a la fase final
de las cosas y abrirlo, pero no puedo.
Hay mucho más que sé para hacer que una persona se
arrepienta de haber nacido. La mitad de ellas nunca las he
utilizado, porque no tenía ni la paciencia ni las ganas de dedicar
tanto tiempo a la víctima.
Pero tal vez sea una buena oportunidad para mostrarle a Ella
con quién está tratando.
Agarro los nudillos de bronce y estoy a punto de golpearlo,
cuando el rostro de Ella aparece en mi mente, el miedo en sus ojos
de lo que verá, y no puedo continuar con eso.
¡Por el amor de Dios! No debería tener conflictos. No debería
pensar en ella. Ella no es más que la presa.
Pero mi yo egoísta la considera mía, y por muy extraño que me
resulte el concepto, no quiero dañar lo que me pertenece.
Agarrándolo por la camisa, lo coloco sobre la mesa y lo ato a
ella mientras apago las cámaras, para que ella no tenga que ver el
gran final de mi hambre enfermiza.
Creo que ya ha tenido suficiente de todos modos.
Y por primera vez, matar a una persona no me aleja de la
realidad. En cambio, me recuerda que es la gota que colmará el
vaso de Ella.
Capitulo Veintitrés
Psychopath, 18 años

Los pájaros cantan con fuerza cuando me siento en el banco,


apoyando los brazos en las rodillas mientras Sociopath se pasea delate de
mí.
—¿En qué diablos estabas pensando, Shon?
—No lo hice. —¿Cómo diablos iba a hacerlo, si el hijo de puta salió de
la cárcel? Podría haber vivido con la satisfacción que se estaba pudriendo
allí. ¿Pero tenerlo en libertad condicional para que pudiera encontrar a
alguien más a quien torturar?
Jamás.
Me tiemblan las manos al recordar que lo torturé. Sus gritos de dolor
y su sangre acumulándose bajo mis pies me recuerdan todas las veces que
yo era la víctima y él se sentía el rey del mundo.
—Te están buscando. ¡Lo mataste en tu casa, Shon! Espero que estés
jodidamente satisfecho. —Saca un teléfono, probablemente para llamar a
Lachlan mientras pienso en sus palabras.
Sin embargo, esa es la cuestión, no siento una puta satisfacción ni
placer por el hecho que se haya ido. Está muerto, lo que significa que no
puede sufrir, ¿y qué hay de bueno en eso? Si hubiera mostrado más
moderación, podría haberlo mantenido vivo durante un mes,
torturándolo cada día, creando conciencia en su cuerpo con cada paso
para que supiera lo que yo sentía. Lo que pasó mi madre cuando él hizo
de nuestra vida un infierno. Pero la oportunidad se esfumó.
¡Porque el maldito está muerto! Le di una salida, y la tomó.
Rugiendo de furia, me levanto y empujo el banco que debería ser
demasiado pesado para moverlo, y cae al suelo. Lo pateo con todas mis
fuerzas, necesitando sacar mi frustración mientras la ira familiar pincha
mi piel.
Con una decisión irracional y la falta de control, he puesto en peligro
mi futuro y me he convertido en un asesino. Mi vida no traerá justicia a
nadie, y acabo de desperdiciar todo aquello por lo que he trabajado tan
duro.
—Ayúdame a salir de la ciudad —susurro, aunque sé que no lo
merezco. Él confió en mí cuando me tomó bajo su ala, y yo fallé la
primera vez.
Pero por extraño que parezca, no quiero morir ni pasar mis días
atrapado. Quiero hacer algo en la vida. Algo que tenga un maldito
significado para alguien como yo.
Sociopath permanece en silencio durante un rato y luego se acerca,
deteniéndose a mi lado mientras enciende un cigarrillo y exhala una nube
de humo.
—Te he enseñado a tener autocontrol. No este lío.
Me quedo en silencio porque ¿qué puedo decir a esto? Tiene razón.
Pero nada podría haberme detenido en ese momento.
—Pero lo entiendo. En cierto modo. Hay un hombre en este mundo al
que deseo ahogar con mis propias manos. Y si tuviera la oportunidad,
probablemente tampoco lo dejaría escapar. —No da más detalles, aunque
no espero que lo haga. Nunca habla de su pasado... ni de su presente.
—Ayúdame —repito, y él exhala con fuerza.
—Una última vez, Shon. Una última puta vez, te ayudaré. Pero si
rompes mi confianza, te mataré yo mismo. No dejes que te destruya. —
Me golpea el pecho dolorosamente, y me tambaleo hacia atrás debido a su
fuerza—. Mantente enfocado.
Sociopath con sus conexiones me consiguió una nueva
identidad, un nuevo pasaporte y una nueva oportunidad.
Y la aproveché bien.
Atrapar a asesinos en serie es un trabajo excepcional, porque
ayudo a salvar a personas, la mayoría de las cuales no merecen la
crueldad. Y algunas veces al año, actúo como juez, jurado y
verdugo, eligiendo a mis propias víctimas y obteniendo placer de
ello.
En aquel entonces, pensaba que nadie tenía el poder de
romper el statu quo.
Si tan solo hubiera sabido que una belleza de cabello oscuro
tendría el poder de ponerme de rodillas.
New York, New York
Junio 2018

Ella
Estoy sentada en la silla, meciéndome adelante y atrás con las
piernas levantadas y la cabeza apoyada en las rodillas.
Traté de evitar mirar los monitores o escuchar los gritos de un
hombre que rogaba por vivir.
Las lágrimas corren por mi rostro mientras las náuseas se
arremolinan en mí, pero no puedo emitir ningún sonido. Quiero
gritar, defenderme o tratar de liberarme, pero no lo hago.
Me quedo entumecida, recordando el monstruo en el que se
convierte mientras está solo con sus víctimas.
La imagen quedará impresa para siempre en mi mente.
En algún momento, apagó las cámaras, quizá hace una hora.
Tiempo de sobra para terminar.
Escucho un sonido y luego la puerta se abre. Kierian está de
pie en la puerta con otra ropa y oliendo a gel de ducha.
Correcto.
No quiere que queden rastros de sus víctimas en su piel.
¿Me lavará a mí también?
En silencio, me quita las esposas de la silla y me frota
suavemente la muñeca, pero la tiro hacia atrás.
—No me toques.
Sus labios se aplanan ante mis palabras, pero
sorprendentemente no se opone. En cambio, espera a que salga de
aquí y lo hago con gusto, con la esperanza de no volver a terminar
aquí nunca más.
Pero una vez que estoy en el salón, desearía no haber salido de
la sala.
Porque una bolsa de basura negra yace cerca de la puerta
principal, esperando a ser desechada.
—Volveré pronto. No hagas nada estúpido —me advierte, y
me siento en el sofá, ignorándolo a él y a todos los sonidos
asociados a él mientras finalmente se marcha.
Una fuerte carcajada resuena en el espacio, irritando mis
nervios, y tardo un momento en darme cuenta que proviene de
mí.
¿Creía que iba a cambiar por mí?
¿Cómo puede elegir la luz si ha vivido en la oscuridad durante
tanto tiempo?
Estúpida e ingenua Ella. Una mujer se vuelve una tonta
enamorada con la esperanza de calmar todas las aristas de su
hombre, sin comprender que a veces todos esos bordes solo la
lastiman.
Sabiendo todo lo que vivió, ¿puedo exigirle algo más?
Conociéndome, ¿puedo esperar un futuro con él?
Una historia de amor que estuvo condenada desde el
principio.
¿Por qué pensé que tendríamos un final feliz?
Él mismo me lo dijo.
Él no es el Príncipe Azul.
Capítulo Veinticuatro
New York, New York
Mayo 2018

Psychopath
La música suena a todo volumen a través de los altavoces mientras la
gente baila salvajemente cuando entro en el club neoyorquino. John, el
portero, levanta la barbilla en señal de saludo, ya que está acostumbrado
a verme por aquí.
Con una luz verde, me paseo entre los cuerpos sudorosos, evitando a
algunas mujeres que me lanzan miradas seductoras, haciéndome saber
que no les importará repetir la actuación solo para mí.
Por desgracia para ellas, he venido por un objetivo concreto, apoyado
en un taburete, explicando algo al camarero mientras señala la botella de
whisky que tiene detrás. El tipo niega con la cabeza, resoplando, pero saca
la coctelera de plata y le hace un gesto con el pulgar, prefiriendo
claramente darle lo que quiere en lugar de negarse.
Sus dos mejores amigas se unen a ella, chillando con fuerza y
saltando con emoción, aplaudiendo. Luego, con una mirada maliciosa
compartida, dicen “Tadá” y colocan una gran caja envuelta con un lazo
rojo en el taburete, mientras Ella abre los ojos.
Les sonríe brillantemente, cegándome por un momento mientras veo
la felicidad total que se muestra en su rostro mientras las abraza con
fuerza, apretando su agarre sobre ellas por un segundo.
¿Seguirá sonriendo después de la tortura que anhelo infligirle con mi
colección de cuchillos? Utilizaré para ella el nuevo equipo, fabricado con
el mejor acero.
Desde el momento en que mi mirada se posó por primera vez en ella
en ese parque de atletismo, el reloj mental ha estado haciendo tictac en mi
interior, contando los minutos y los segundos hasta que por fin pueda
presentarme y estar un paso más cerca de conseguir mi objetivo.
No se trata del resultado final con ella; se trata de la caza.
Ella necesita responder a una pregunta que me ha vuelto loco a lo
largo de los años, y ningún estudio de los que me gustan me ha aportado
ningún alivio.
¿Es por amor o por desesperación que una mujer se queda con un
hombre malo que la hiere repetidamente?
Ha llegado el momento de averiguarlo. Sé que Noah la ha llamado y
que pronto trabajará con nosotros. Podría presentarme ahora, pero
basándome en el informe que he recopilado sobre ella, nunca aceptaría
esto.
—¡Tu canción favorita, Ella! —le dice su amiga Chloe y la empuja a
la pista de baile, mientras ella tropieza ligeramente con los tacones y
envía dagas a su amiga, que se limita a encogerse de hombros. Pero luego
se deja guiar por la música mientras se hace una con ella, y cada uno de
sus movimientos está lleno de gracia, sensualidad y confianza.
Uno de los hombres cercanos la agarra del brazo, haciéndola girar
hacia él mientras jadea sorprendida.
—Oye, hermosa, ¿quieres bailar? —El arrastra las palabras, ya que
ha bebido demasiado. Rápidamente examino su costoso reloj de oro, su
ropa de diseño y su enfoque bastante egoísta.
Ella tira de su brazo, pero él no lo suelta.
—Vamos. —Él los acerca, y ella se abanica el rostro mientras se
estremece con su aliento. Sin previo aviso, lo empuja, y como no está
sobrio, él retrocede a trompicones, salpicando su cerveza y manchando la
camisa perfectamente blanca. Sus amigos de al lado, que no están en
mejor estado que él, se ríen—. A la mierda. Ninguna perra merece la
pena —se burla de las chicas, que ponen los ojos en blanco. Camina en
dirección al baño y, aunque odio perder de vista a Ella, le sigo, mis manos
en puños.
No hay nadie más en el baño y él se apoya en el lavabo, limpiando la
cerveza con un pañuelo de papel antes de darse cuenta de mi presencia.
—¿Qué estas mirando?
Sin responder, lo agarro por la nuca y lo golpeo contra la pared
cercana, con fuerza, mientras un doloroso gemido resuena en el espacio.
—No toques lo que no es tuyo —digo con calma y repito la acción,
pero esta vez una sonrisa siniestra se extiende mientras la sangre se
desliza de su nariz mientras él está pegado a la pared, temblando.
—Lo siento, hombre, un error honesto.
Quiero lastimar a Ella de todas las formas posibles excepto una, pero
nadie más tiene este derecho.
Nunca lo tendrá.
Ella es mía.
Me enjuago las manos y salgo de allí cerrando la puerta, y una risita
estalla cuando algo suave choca contra mí.
—Lo siento. —Su voz me congela, y permito que me inunde y luego
me doy la vuelta. Mi repentino movimiento la hace girar hacia un lado y
consigo atraparla justo a tiempo, presionándola con fuerza contra mi
pecho.
Ella parpadea un par de veces, sorprendida, su respiración
entrecortada mientras sus manos se apoyan en mis hombros.
Una oleada de energía se extiende entre nosotros, creando una
conciencia a la que no estoy acostumbrado, y a juzgar por su mirada
perdida, ella tampoco. Una emoción desconocida amenaza con brotar,
confundiéndome, y por un segundo considero la posibilidad de dejarla ir
y desaparecer de su vida.
Ella puede ser feliz con su sueño cumplido, y quizás por el camino
conocer a un hombre que ahuyente a todos los monstruos.
Pero lo reprimo con fuerza en mi interior.
No soy capaz de nada más que de ser egoísta.
—Kierian —me presento, y ella asiente.
—Ella. —Con eso, el plan se pone en marcha, y me pregunto cuánto
tiempo le llevará atraparme.
Pero, lo más importante, ignoro la parte de mí que grita que no lo
haga.
¿Qué me dijo Sociopath hace tantos años?
Que soy un monstruo y que ellos no tienen corazón.
En aquel entonces, no me había dado cuenta de la profunda verdad de
esas palabras.
New York, New York
Junio 2018

Psychopath
Entrando en la casa, inmediatamente busco a Ella, pero no la
encuentro por ninguna parte.
Frunciendo el ceño, voy a cada dormitorio y baño, pero no hay
señales de ella. No puede haber escapado, ya que no conoce el
código de la alarma y me habrían avisado.
Golpeando la mesa, grito:
—¡Ella! —Pero no responde, probablemente escondiéndose de
mí en algún lugar y lamiendo sus heridas.
Pero luego me doy cuenta que hay un lugar que no he
revisado, y el sudor me cae por mi espalda mientras me apresuro
a bajar al sótano, esperando equivocarme.
Está de pie cerca de mi pared de armas, pasando los dedos por
varios dispositivos mientras centra su atención en el cuchillo de
cocina con un borde afilado dentado. Aunque no es tan grande
como la mayoría de los cuchillos, provoca un dolor punzante a la
víctima y siempre deja cicatrices.
Tiene el cabello revuelto y sus pies descalzos se rozan entre sí;
actúa como si estuviera en trance.
Maldigo para mis adentros, porque debería haber visto las
señales cuando fui a la sala, pero estaba tan sumido en mi propia
agonía que no vi su estado de aturdimiento.
Finalmente, la rompí.
¿Por qué no me da placer? ¿No es la prueba que
desesperadamente necesitaba?
—Ella —me dirijo a ella con suavidad, pero no se mueve, ni
siquiera se gira para mirarme.
—Está todo tan limpio, a pesar que acabas de matar a un
hombre —susurra suavemente, con la voz ronca.
¿Le duele la garganta?
—Lo limpié. —Siempre lo hago, no queriendo tener su sangre
u olor presente en mi vida.
Se le escapa una risa, pero suena hueca y carente de humor.
—Sí, lo tuyo es el control y matar a quien lo merece. —Hace un
chasquido con los dedos—. Así es como te enseñaron, ¿verdad? —
Finalmente me mira, y solo entonces veo sus mejillas húmedas y
sus labios agrietados, con sangre seca en ellos—. ¿Cómo vas a
limpiarlo una vez que me mates? —pregunta, y me congelo—.
Quiero decir, soy inocente. —Se pone la mano en el pecho
mientras sus labios tiemblan—. Soy inocente de cualquier crimen.
¿Cómo te librarás de mí?
La desesperación me atraviesa. Necesito calmarla, sacarla de
aquí, pero las emociones aún están a flor de piel entre nosotros, y
ella se aleja de mí.
—Ella, vamos. —Niega con la cabeza, llora sacudiendo su
cuerpo mientras trata de controlarse.
—Termina con esto, Kierian. Solo hazlo. Suficiente. Ambos
sabemos que nunca cambiarás. —Levanta la barbilla—. Termina lo
que vinimos a buscar aquí.
—Estás histérica —digo, pero el miedo se apodera de mí,
porque nunca he visto sus hermosos ojos marrones tan
inexpresivos.
No puedo matarla. Por alguna razón, anhelo conservarla y
tenerla en mi vida, tal vez aportarle un poco de luz.
Ella dijo que me amaba. ¿Qué es ser amado en esta vida? La
gente lo llama un regalo.
Yo no lo sé.
Pero ella no quiere esta vida, ¿y en qué me diferencia de mis
padres? ¿Bastardos enfermos que usaron a una pobre y joven
mujer para sus retorcidos deseos?
¿Cómo la salvo de mí mismo cuando ya está aquí?
—Esto es importante para ti, ¿verdad? —grita y toma el
cuchillo rápidamente—. Hacerme daño es lo que te produce
placer. Mental o físicamente, no hace ninguna diferencia para ti.
—Lo levanta y está a punto de apuñalarse en el estómago, cuando
salgo de mi asombro y logro detener sus movimientos.
Envolviendo mis manos con fuerza alrededor del arma,
respiramos con dificultad mientras nos presionamos el uno contra
el otro. Las lágrimas resbalan por sus mejillas mientras grita:
—¡Suéltame! Eso es lo que querías. Ponerme a prueba.
Entonces hazlo. No importa el dolor que sufra, no me rendiré —
termina con un sollozo y se da la vuelta mientras el cuchillo cae
con un fuerte estruendo en el suelo—. Suéltame. Ya has hecho esto
de todos modos. —Se da la vuelta, pero pongo mis brazos
alrededor de su cintura y la abrazo por detrás. Cierro los ojos,
respirando su aroma, mientras llora en mis brazos.
Su champú me recuerda a un campo verde al que solía ir de
niño y mi madre me enseñaba a soñar mientras miraba el cielo
azul y claro. Sueños que nunca se hicieron realidad.
Acercándola, no sé qué hacer con ella. Con nosotros.
Una parte de mí la odia.
Una parte de mí la ama.
Una parte de mí quiere lastimarla.
Pero la mayor parte de mí quiere liberarla para que olvide para
siempre esta pesadilla.
Ella nunca debió ser un apego, solo un experimento.
¿Cuándo se convirtió en una obsesión?
Si pudiera ser otra persona, si hubiera tenido experiencias
infantiles diferentes, entonces tal vez tendríamos un final
diferente para esta historia.
Pero no podemos. Es imposible arreglarme, y ella no me amará
mientras siga haciendo lo que hago. Y no puedo parar nunca.
Está en mi sangre.
Ella tiene razón. Nunca se dará por vencida; incluso ama con
dignidad, teniéndose a sí misma como prioridad.
La decisión está tomada en mi cabeza, pero antes de hacerlo,
necesito sentirla por última vez, dándonos lo que tanto
necesitamos en este momento.
Con ese pensamiento en mente, la pongo de cara a mí mientras
gime con los ojos cerrados. Deslizando mi mano por su cuello, nos
acerco y, sin previo aviso, golpeo mi boca sobre la suya mientras
ella se resiste a mi abrazo. Durante el primer segundo, no
agradece mi contacto, pero luego se relaja en el abrazo, apretando
la parte delantera de mi camisa cuando nuestras bocas se
enzarzan en un beso profundo, lleno de desesperación y fatalidad.
Sin decirlo en voz alta, ambos sabemos que es nuestra última vez
juntos.
Me arden los pulmones por la falta de aire, pero no dejo que
eso me disuada de continuar mi asalto mientras ella se balancea
un poco hacia un lado y la sigo, presionándola contra la pared.
Ella traga todo el aire posible mientras subo su sudadera,
queriendo sentir su piel, cuando me susurra al oído:
—Te odio. Me destruiste. —Y esta vez, estas palabras no se
dicen en el calor del momento, sino que es la verdad honesta de
Dios que veo brillar en sus ojos.
No nos hacemos ilusiones que esta no sea la última vez.
Pero no permitiré que nuestra última vez se vea empañada por
la presencia de todos los fantasmas de los que he matado en este
lugar.
Deslizando las palmas de las manos por debajo de su culo, la
levanto y ella me rodea con las piernas mientras subimos las
escaleras, sin quitarle los ojos de encima ni un segundo, mientras
apoya su mejilla en mi hombro, respirando con tranquilidad.
Tardo varios minutos, pero finalmente la coloco en la cama, se
desliza hacia atrás, sus ojos marrones excepcionalmente vividos
contra su piel pálida mientras se limpia las lágrimas.
Nunca se vio tan rota o sola, y me odio por ello.
—Puedo irme, Ella.
No dice nada, pero se pone de rodillas y se acerca, haciéndome
un gesto para que haga lo mismo, y obedezco inmediatamente.
Coloca sus manos sobre mis hombros y exhala un fuerte suspiro.
—Esto es todo lo que tendremos, ¿no es así? —pregunta, y no
sé qué decir.
No tenemos futuro; no lo tuvimos desde el principio.
Su nombre significa “la luz” qué jodidamente irónico.
La luz nunca se mezcla con la oscuridad, porque no puede ser
contaminada por ella.
Pero yo la corrompí de una manera que ella nunca olvidará, de
una manera que ningún hombre debería.
Y cada parte oscura de mí lo ama, porque deja mi marca en
ella.
¿Qué tan jodido es eso?
—Sí —respondo, y ella cierra los ojos, haciendo una mueca de
dolor, pero luego los vuelve a abrir, dirigiéndome una intensa
mirada que despierta la prisa familiar entre nosotros.
Empiezo a pensar que nada ni nadie podrá apagarlo.
—¿Entonces esta es nuestra última noche? ¿Todo será diferente
mañana? —No espera mis respuestas, sino que pregunta—:
¿Puedes ser realmente mío esta noche, entonces? —Mis cejas se
fruncen, así que continúa—. Renuncia al control que siempre está
presente en todos nuestros encuentros. ¿Puedes hacer eso por mí?
—Sus palabras me congelan en el acto, porque eso es la única cosa
que nunca juré dar.
Entregarlo significa confiar en que una persona nunca me dará
la espalda ni me hará daño con ese poder. ¿Cómo puede ella
pedirme eso?
Pero entonces me suplica.
—Por favor. Por una vez, déjame fingir que te tengo por
completo. Que ha merecido la pena, por mucho que haya durado.
Salté y perdí, pero al menos sabré que lo tuve todo. —Pone su
mano sobre mi corazón, susurrando—: No haré nada malo.
¿Cómo puedo negarme a eso?
Sin decir nada más, doy un paso atrás y tiro de la camisa,
quitándomela rápidamente junto con todo lo demás.
Su respiración se entrecorta, y hace lo mismo con la sudadera,
mostrando el hermoso cuerpo que siempre debió ser mío.
Lástima que no sea por mucho tiempo.
Sin apartar la mirada de ella, espero su próximo movimiento,
porque quiere dirigir el espectáculo, y la dejaré.
Solo por una vez.
Me agarra de las manos, me tira a la cama, y cuando llego a
ella, me tumba de espaldas mientras se cierne sobre mí, con sus
ojos recorriendo todo mi cuerpo.
Sus dedos recorren mis cicatrices y su respiración se
entrecorta, como si le doliera.
—Son viejas. —Siento la necesidad de tranquilizarla y ella
sonríe con tristeza.
—No lo son si todavía tienen el poder de lastimarte. —Sus
palabras me apuñalan como un maldito cuchillo en el corazón que
de repente sabe latir por otra persona, pero ella niega con la
cabeza—. Aquí no hay lugar para los malos recuerdos. —Ella
captura mi boca con la suya mientras nos entrelazamos en un beso
húmedo y necesitado que nos deja solos con el deseo furioso entre
nosotros que aviva las llamas.
El beso despierta mi fuerte necesidad por ella y apenas me
contento de retomar mi control y entrar en ella con facilidad,
encontrando el olvido que solo ella puede darme.
Agarro su cabello, acercando nuestras bocas, pero se aparta
mientras nuestras respiraciones jadeantes llenan el espacio.
—Mis reglas, ¿recuerdas? —dice mientras toma mi mano y la
coloca por encima de mi cabeza, dejando la otra a mi lado.
Me pellizca la barbilla, desliza sus labios por la columna de mi
garganta y luego me lame la clavícula, prestando atención a cada
cicatriz infligida por él, y desearía que su boca hubiera estado
conmigo cuando todo ocurrió.
Para calmar mejor todo en los momentos más oscuros de mi
pasado, para poder aferrarme a ella y no soltarla nunca.
Pero lo que tengo es ahora, y es jodidamente magnífico.
Me besa los abdominales después de dar un mordisco a cada
uno de los pectorales mientras se desliza más y más abajo, y
puedo sentir su humedad deslizándose por mi pierna.
Mi polla palpita dolorosamente, necesitando que calme el
dolor, pero no la apresuro. Quería el puto control; ella lo tiene.
Pero en serio, me está volviendo loco con su lenta seducción y su
deseo de complacer cada parte de mí, a pesar que soy un
monstruo.
Su aliento abanica mi polla y siseo.
Ella
En este momento, no pienso ni me detengo en el futuro.
Simplemente existo con mi amante en nuestro mundo imaginario
donde todo es perfecto y puedo huir de la verdad.
No creo que sea débil ni que esté rota, o incluso con el corazón
roto.
Solo me concentro en Kierian, en sus ojos llenos de deseo, y en
el miedo que brilla también en él porque no sabe qué esperar.
No tiene que esperar nada más que amor de mí.
Su polla reclama atención y la agarro, recorriendo su longitud
con la mano, limpiando el pre-semen y saboreándolo en mi
lengua.
—Ella —me advierte, pero solo sonrío.
—No son tus reglas. —En las raras ocasiones en que me ha
permitido tocar su cuerpo, normalmente ha sido a petición suya, y
me he arrodillado ante él, pidiéndole permiso para darle placer.
Esta vez no.
Soplando un poco en la cabeza, lo tomo en mi boca mientras su
gemido llena el aire, y él se agarra más fuerte a la cabecera,
claramente no queriendo dictar el espectáculo.
Lo chupo con una urgencia hambrienta, deslizando mi boca
hacia arriba y hacia abajo mientras presto especial atención a la
cabeza, mordisqueándola de vez en cuando, y apretando el agarre
de mi mano en su base, mientras más semen se derrama en mi
boca. Estoy hambrienta y salvaje por él, mientras mi núcleo
palpita de urgencia por tenerlo dentro de mí, pero lo ignoro y me
concentro en él mientras empuja un poco hacia delante, y abro
más la boca para acomodarlo mejor.
Pero entonces le inmovilizo las caderas con las manos, y él sale
de mi boca con un fuerte chasquido mientras esparzo besos a lo
largo de su longitud, presionando la punta de mi lengua en su
parte inferior, haciendo que se sacuda de nuevo.
Esta vez gruñe y me agarra la barbilla. Cuando nuestros ojos se
encuentran, él levanta las caderas y me obliga a tomarlo de nuevo.
Mientras lo chupo de nuevo con deseo, deslizo mi mano hasta mi
núcleo, queriendo calmar el fuego que se propaga a través de mí.
Quiero saborearlo y volverlo loco con mi boca para que pierda
todo el control.
Pero parece que él tiene otros planes.
Psychopath
Que me jodan.
No es que las mujeres no prestaran atención a mi cuerpo o
estuvieran encima de mí o no me chuparan la polla. Pero nunca
nadie lo hizo trayendo tanta paz, demostrándome con cada roce
que soy amado, a pesar de todo.
Que puedo confiar sin que me arrojen esta confianza en la
cara.
Ella gime alrededor de mi longitud, el sonido enviando
vibraciones a través de mi, y no puedo aguantar más. Puedo
derramarme en su boca, pero no quiero que eso en nuestra última
vez. Necesito sentirla apretando su apretado coño a mi alrededor,
recordándome que durante un breve tiempo esta mujer me ha
pertenecido.
Aunque ella no lo quisiera.
Entonces agarrando un puño de su cabello, tiro de ella hasta
que finalmente nuestras bocas chocan y me saboreo en ella,
mientras gime dentro de mí. Sus manos me rodean el cuello
mientras frota sus pezones contra mi pecho como si necesitara la
presión que solo yo puedo darle.
Ella está caliente y necesitada, se restriega sobre mí, buscando
alivio, pero no puede encontrarlo.
No sin mi ayuda.
La pongo de espaldas y grita, pero luego se convierte en un
gemido cuando le separo las piernas y encuentro su coño
goteando pidiendo que le preste atención.
—No te burles —me ordena, entrelazando su mano en mi
cabello y acercándome a su calor. Obedezco con facilidad, porque
está claro que chuparme la excita.
Lamo sus pliegues, deleitándome con su sabor único, que es
tan jodidamente dulce para mí que me parece un crimen.
Sacude sus caderas, cerrando los muslos alrededor de mi
cabeza, pero eso no me impide devorarla, lamiéndola de lado a
lado, metiendo la lengua dentro de ella, empujando, follándola
con mi lengua mientras gime, jadea y posiblemente se muerde el
maldito labio inferior. Eso siempre me vuelve loco.
Ella se aprieta a mi alrededor y me detengo, ante su fuerte
protesta. Se estremece mientras paso mi cara por su carne caliente.
Me pregunto si mis bigotes arañan su sensible piel. Atrapando de
nuevo su clítoris entre mis labios, lo chupo suavemente mientras
tira de mi cabello con ambas manos y su fuerte grito resuena en la
habitación cuando entra más sabor en mi boca.
Está a punto de correrse, y me acerco a su pecho subiendo y
bajando mientras ella me observa y me suplica con los ojos que me
ponga en marcha.
—¿Mi Ella me necesita? —Asiente con la cabeza y se toca los
pezones, gimiendo. Me levanto, apartando sus manos de un
manotazo, y los aprieto con las mías, dándome un festín con un
pezón y luego con el otro mientras sus piernas me rodean y sus
uñas me arañan la espalda, pidiendo más.
Me desplazo a su otro pecho y le prodigo la misma atención
mientras dos de mis dedos se deslizan entre nosotros y entro en
ella, estirándola para mí, aunque ella está tan jodidamente
preparada que se restriega sobre ellos, intentando correrse solo
con ellos.
—No funcionará, Ella.
Sus cejas se fruncen, mientras ella chasquea,
—¡Entonces hazlo ya! —Con eso, todos los juegos están fuera.
La electricidad me atraviesa y ninguno de los dos puede aguantar
más.
Con una última succión de su hermoso pezón, paso los brazos
por debajo de sus rodillas y la penetro con tanta fuerza que la
cabecera golpea la pared.
Ella grita, pero rápidamente se convierte en un gemido cuando
retrocedo y vuelvo a empujar, clavando mis dedos en sus caderas
con toda la fuerza posible para que quede marcada por mí.
Espero que cierre los ojos y se pierda en el momento, como
hace siempre, pero en lugar de eso, acerca mi cabeza. Nuestras
miradas chocan por un momento y luego me abraza, dándome un
beso caliente que enciende aún más mi deseo.
Implacablemente, golpeo dentro de ella una y otra vez
mientras disfruto de cada respiración, cada gemido, cada jodida
sensación que me resulta tan familiar y, sin embargo, tan diferente
esta vez.
Pero esto no es lo que ella pidió, ¿verdad?
Mis empujones cambian. Se vuelven más profundos y lentos
cuando suelto sus muslos y deslizo mis manos por debajo de su
cintura mientras ella me envuelve, sin que haya un centímetro
entre nosotros.
Mis labios y los pulmones arden por los besos, pero no me
importa.
Tengo la intención que dure el mayor tiempo posible, mientras
pueda controlar mi necesidad, mientras ella pueda soportarlo.
Ella gime con cada empujón, mientras sus talones se clavan en
mi culo y me insta a acelerar, pero no lo hago. Estamos
entrelazados así durante lo que parece una eternidad, cuando Ella
me palmea la cara, me muerde el labio inferior y susurra:
—Te amo, Kierian. —Y esto acaba conmigo.
Nunca nadie me había dicho que me amaba, no que yo
recuerde.
La penetro con fuerza con un movimiento rápido, y su coño se
aprieta a mi alrededor, arrancando un grito de su garganta
mientras el familiar cosquilleo en mi columna me indica que mi
propia liberación es inminente. Mis bolas se acercan más, mi culo
se aprieta y me derramo dentro de ella con un fuerte gruñido,
respirando con dificultad.
Nos quedamos encerrados el uno en el otro mientras ella frota
sus manos arriba y debajo de mi espalda, sin decir nada.
Porque en el momento en que alguien hable, se romperá el
frágil capullo que existe a nuestro alrededor, y por desgracia es
falso.
Así que me acuesto de lado mientras ella hace lo mismo,
mirándome y pasando sus dedos por toda mi cara mientras las
lágrimas corren por sus mejillas, pero ella no dice nada.
Abrazándola más fuerte y disfrutando de nuestra conexión,
desearía ser diferente y poder darle lo que tan desesperadamente
quiere de mí.
Pero no puedo.

Nos dormimos arrullados por la paz que durante un breve


tiempo se instala en nosotros.
Deslizándome de la cama, hago rodar a Ella suavemente hacia
su lado, murmura algo en sueños, pero se abraza a la almohada.
Me pongo unos pantalones negros y una camisa, porque esto tiene
que acabar.
La miro por última vez, la beso suavemente en la mejilla y
respiro su aroma, memorizándolo para siempre.
Si las cosas hubieran podido ser diferentes, la vida habría sido
diferente.
Los dos hemos sufrido bastante.
Solo quedan dos cosas por hacer, porque sé que el peligro nos
rodea. Puedo sentirlo como una presa siente a su cazador.
En mi sótano, creo un plan específico que pondrá fin a esta
farsa.
Capítulo Veinticinco
New York, New York
Junio 2018

Psychopath
Estaciono el coche cerca del acantilado del río Hudson,
lentamente piso el suelo e inhalo profundamente, cerrando los
ojos y levantando la cara hacia la brillante luz del sol que cae
sobre mí.
Mis pulmones se llenan con el aire del río mientras me acerco
al acantilado, mirando hacia abajo para ver que es jodidamente
alto. Si alguna vez alguien se cayera, probablemente no se
recuperaría.
Oigo pasos detrás de mí, pero no hago ningún movimiento
para mirar a la persona cuando por fin habla.
—Kierian.
—¿Cuál es tu verdadero nombre?
Se ríe, uniéndose a mí en el borde, pero en lugar de responder,
pregunta:
—¿Por qué me has llamado aquí?
Quitándome los lentes de sol, busco las palabras, pero fracaso,
porque nunca me había sentido así en toda mi jodida vida.
Una mujer lo ha cambiado todo, y no debería haberme pasado
a mí. Nunca se ha escrito en ningún libro de texto que los hombres
como yo puedan amar, pero entonces ¿por qué se les niegan esas
emociones? Dicen que pueden formar apegos.
Pero puedo llamarla todo menos eso.
Cada vez que ella no se rinde después de otra pelea, mi anhelo
es aún mayor. Un odio sin igual me asalta hasta el punto que
apenas aguanto, para ignorar las armas de mi casa y no
dispararme en el acto.
A pesar de todas las emociones que ella me hace sentir, se
supone que no debo amar, pero ¿qué puede explicar esta
obsesión?
Ella es un recordatorio andante que una persona puede
aferrarse a la vida, incluso si no le queda nada por lo que vivir.
Pero no le aportaré nada bueno.
—Voy a matar a un alma inocente esta noche. —Mi mente
protesta inmediatamente; grita ante esas palabras, la emoción
desconocida del arrepentimiento.
Ya no puedo funcionar con esto; cada vez que ella llora de
dolor, quiero calmarla y luego infligirle aún más dolor. Este jodido
pensamiento dual solo me confunde, y un psicópata que pierde el
control está un paso más cerca de morir.
Tengo que salvarla, porque se merece ser feliz.
Sociopath se congela a mi lado y asiente.
—¿Quién es ella?
—No importa. Pensé que deberías saber que nuestro trato ya
no es válido. —Si hay una persona a la que respeto en este mundo,
es a Sociopath. El hombre me ayudó a sobrevivir todos esos años,
enseñándome un método de tortura que me permitió mantenerme
cuerdo a través de todas las pesadillas.
La única autoridad en mi vida, como un maldito hermano
mayor que nunca tuve.
Lástima, él tampoco debió confiar en mí.
Como no hay nada más que decir, vuelvo a coche, cuando su
voz me detiene.
—Esta necesidad nunca desaparecerá. Pero si no puedes
controlarla y ver bien, recuerda la promesa que te hice. —Con
esto, se dirige directamente a su coche sin volverse ni una sola
vez.
Un asesino sin control es una persona peligrosa. Hay una misión y
hay matanza por deporte. En el momento en que cruces la línea, Kierian,
te mataré.
No importa dónde estés.
No tiene que preocuparse por eso.
Eso es exactamente lo que quiero de todos modos.
Ella
Escucho que se marca el código de seguridad y luego la puerta
se abre de golpe, y corro rápidamente hacia ella, esperando ver a
Kierian. Cuando me desperté, no estaba a la vista, y teniendo en
cuenta cómo perdí la cabeza anoche, solo Dios sabe por lo que está
pasando.
Lo presioné demasiado cuando descubrió la verdad sobre su
pasado, y como resultado, arremetió con su tortura contra ese
hombre. Pero tal vez fue un mal necesario, aunque ahora suena
como si lo estuviera justificando.
No importa que lo que haga esté mal, eso no cambia las
variables de nuestra ecuación. Lo amo, simple y llanamente, y él
también me ama. Él simplemente no sabe qué hacer con eso. Pero
este conocimiento no trae paz, ya que no resuelve el problema. Él
nunca cambiará, y no creo que pueda aceptar su pequeño
pasatiempo.
Cegada por el sol, protejo mis ojos de la luz y ajusto mi visión
borrosa. El hombre que está frente a mí no es Kierian.
¡Es Preston!
Mis cejas se fruncen mientras mi mandíbula cae. ¿Cómo es que
está aquí? ¡Nadie tiene acceso a la casa de Kierian!
—¿Preston? ¿Qué estás haciendo aquí? —Me acerco a él, pero
resbalo en el suelo y caigo de rodillas, con un gemido de dolor que
se me escapa—. ¡Por favor, ayúdame! —Siempre estuvo conmigo
en los casos, y todo el tiempo, acertó en todas las cosas.
Seguramente también se dio cuenta de esto por su cuenta y luego
siguió a Kierian.
Después de todo, es un mago de la informática. ¿Qué tan
difícil sería para él hackear el sistema de seguridad?
Espero su ayuda inmediata, pero en su lugar, ladea la cabeza,
aparentemente hipnotizado por la visión que le proporciono.
—Ella —dice con asombro mientras mueve su mirada hacia
mis moretones y se lame los labios—, eres magnífica. —Para mi
horror, me pasa el dedo por la mejilla, y casi puedo saborear mi
repulsión mientras intento eludir su contacto.
—No —susurro, negándome a creer lo que mis ojos me
muestran claramente. Una lágrima se desliza por un lado de mi
nariz, mientras la realización amenaza con volverme loca—. No,
Preston.
Su cara cae mientras acaricia mi mejilla.
—Shh, Ella. No llores. No quiero hacerte daño.
¿Qué hay en mí que atrae a los asesinos en serie? Es como si
tuvieran un concurso entre ellos para ver quién consigue matarme
primero, pero todos fracasan, porque encuentran mi sufrimiento
más divertido.
—No me toques. —Le aparto la mano de un manotazo y él
frunce el ceño, con la ira brillando en sus ojos, pero sigue
sonriendo cuando busca otro toque. Me alejo más, mi espalda
golpea la pared dolorosamente mientras él se arrastra tras de mí,
rodeando mi tobillo con su mano y tirando de él. Doy una patada
para alejarme y el pie choca con su nariz, deteniendo sus
movimientos.
Gruñe, la sangre se desliza entre sus dedos, se arrodilla y se
sienta sobre sus talones mientras respiro con fuerza, dispuesta a
luchar.
Puede que esté indefensa y condenada a la muerte, pero que
me aspen si caigo sin luchar.
—Estás enfermo.
Sacude la cabeza, un rizo rubio descansa desordenadamente
sobre su frente mientras exhala pesadamente.
—Estás loca. No deberías enojarte conmigo por mentir. No
podía decírtelo hasta estar seguro. —Su parloteo no tiene sentido
para mí, así que permanezco en silencio mientras él continúa,
sacando un pañuelo de su mochila y limpiando el sudor de su
labio superior. Sus manos tiemblan mientras se ajusta los lentes en
la nariz—. ¿Y que si me juzgas? Pero cuando descubrí tu pasado y
el de Kierian... fue como una epifanía. Nunca me darías la espalda.
—Desliza la palma de la mano hacia mi muslo, agarrándolo
dolorosamente, y grito cuando se clava directamente en el corte
que Kierian dejo atrás. Solo que Preston no trae más que dolor—.
Precioso —susurra.
Una risa histérica resuena en la habitación, y tardo un
momento en comprender que proviene de mí mientras me sujeto
el estómago, con temblores que me atraviesan mientras la
hilaridad y la desesperación de mi situación finalmente se
registran en mi mente.
Nadie va a salvarme, así que la responsabilidad recae
únicamente sobre mis hombros. De los dos males, Preston es el
mayor, porque no puedo predecir su próximo movimiento. Así
que tengo que seguir hablando con él y no agitarlo, solo retenerlo
hasta que llegue Kierian.
Kierian nunca permitirá que nadie me haga daño, porque me
considera suya. Lo sé con profunda certeza. La gente puede
llamarlo Síndrome de Estocolmo o estupidez, pero para mí es
amor. Un amor del que él no tiene ni idea, porque sencillamente
nunca ha vivido con él.
Inhalando profundamente, echo a un lado a la víctima y dejo
solo a la psicóloga criminalista que estudia a su sujeto.
Preston se muerde el labio, abriendo y cerrando la boca como
si buscara palabras, y puedo ver cómo mira nerviosamente el reloj
por encima del hombro mientras sus manos no pueden evitar
volver a buscarme.
Sin control, con timidez, creándome como ese gran ideal, una
persona que nunca tuvo comprensión. Exigiendo que le escuche y
sin comprender que mí no significa no.
Conectando todas las otras piezas sobre él, el perfil se forma en
mi cabeza.
—Fue el libro.
Gime, arrastrándose más cerca, y hago lo posible por no
mostrar mi repulsión mientras asiente con entusiasmo.
—¡Sí! Sabía que lo recordarías. —Coge su mochila que está a su
lado y me sonríe como un tonto mientras agita el libro delante de
mi cara—. En cuanto me dijiste que el libro te haría entender al
sospechoso, supe que me tenías.
Como Kierian no quería tener nada que ver con este caso, me
pasaba la mayor parte del día discutiendo el libro con Preston, que
siempre estaba deseoso de tener una conversación interesante.
Sí, y todos lo leímos. A Noah le gusta Héctor, que le queda bien,
siempre el protector. Y a Preston le gusta París, Dios sabe por qué.
Paris fue el más cobarde de todos, cuando dejó que su
hermano se ocupara del problema.
—Nuestra investigación fue un juego previo para ti —
concluyo, y aunque quiero bloquearlo todo, no puedo—. ¿Quién
era ella, Preston? —Vuelve a lloriquear, palmeando su cara
mientras baja la mirada—. Preston, mírame. —Levanta los ojos
inmediatamente—. ¿Quién era ella?
—Alana —dice él, sentándose en el suelo. Encierra sus rodillas
cerca de su pecho y apoya su mejilla en una de ellas—. Era tan
hermosa.
Bajando mi voz a una constante y tranquilizadora para que se
mantenga en el trance, continúo indagando más profundamente.
—La amabas.
Él asiente con entusiasmo.
—Más que a nadie.
—¿Qué pasó con ella? —Ella era Helena en su mente, lo que
significa que o bien tuvo que secuestrarla o bien pertenecía a otra
persona.
En el siguiente segundo, demuestra que mi teoría es correcta;
se desplaza como si estuviera en trance y me cuenta su historia,
que me enferma más con cada palabra.
A su lado, Kierian no parece tan malo, ¿y qué tan jodido es
eso?
—Mi padre se enamoró de ella y empezaron a salir. Ella no lo
quería, pero sabía que me haría daño si hablaba de nuestra
relación. Siempre me protegió. —Una relación que solo existía en
su cabeza. Un gesto de bondad puede evocar este tipo de reacción
con su locura—. Ella sufría, lloraba todo el tiempo, y él gritaba
mucho. —Se agarra con fuerza a sus rodillas, lanzándose al
espacio. Reviviendo todos los acontecimientos del pasado—.
Entonces mi hermano volvió de la universidad. Y yo decidí atacar
—murmura, y temo sus siguientes palabras—. Papá le pegaba
todo el tiempo, y no pude soportarlo más. Tomé el cuchillo y lo
apunté hacia él, pero solo conseguí sorprenderlo mientras me lo
quitaba de las manos.
No tengo que escuchar para saber cómo termina esto.
O quién sufrió al final.
Exhala pesadamente.
—Papá me habría hecho algo, pero mi hermano me salvó. Se
interpuso entre nosotros y papá lo mató. —termina en un
susurro—: Justo delante de mis ojos.
Oh, Dios mío.
Pero no puedo perder la concentración ahora, así que
pregunto:
—¿Qué le pasó a Alana?
Su cara se transforma en una máscara de indiferencia y asco, si
es que eso es posible. La aspereza se extiende por su voz.
—Ella me culpó de todo. Va a visitarlo todos los meses y
afirma que es el amor de su vida.
—Y desde entonces, ¿has amado a alguien más? —¿A cuántas
personas ha matado? Todas las mujeres serían sustitutas de Alana,
a quien nunca tuvo y nunca pudo salvar.
—¿Además de ti? Cinco chicas más. Las salvé —dice con una
mirada de loco en sus malditos ojos.
Estoy en una casa en medio de la nada con un asesino en serie
cuyo modus operandi son chicas de mi edad en una relación con
otra persona.
¿Cuánto tiempo puedo entretenerlo antes que sea suficiente?
—¿Sabes lo de Kierian?
Se encoge de hombros.
—Al principio no, pero sí. Se volvió descuidado contigo. Y no
es difícil rastrearlo si tienes mis recursos. Solo me uní al FBI por
diversión. Nunca dejé las viejas costumbres. Pero cuando
comenzó una relación contigo, supe que era una señal para actuar
rápido. Pero entiendes por qué tuvo que secuestrarte primero,
¿verdad? —Me pellizca la barbilla, levantándola más, y aunque
deseo apartarme, no puedo, porque podría estar en un estado
violento—. Si no, no habría podido salvarte.
Dos hombres diferentes crecieron en circunstancias similares
en las que su padre esencialmente destruyó sus vidas. Pero donde
uno aprendió de los demás a dirigir su ira y sus tendencias
psicopáticas para el llamado bien mayor, el otro mató a personas
en su intento equivocado de salvarlas, pero en realidad, revivió
los últimos momentos de la vida de su hermano una y otra vez.
Y cada vez, quiere que la chica esté agradecida por lo que hace,
porque entonces cree que encontrará la paz por haber causado
indirectamente la muerte de su hermano.
Viendo todo esto ahora, ¿es tan imposible amar a Kierian?
¿Cuántas vidas más podrían haberse destruido si él no hubiera
matado a esos hombres? Es cierto que la mayoría de los niños no
crecen con esas tendencias, pero muchos tienen heridas sin
cicatrizar que afectan a toda su vida.
¿Puedo estar con él y aceptar todo esto, sabiendo que nunca
dejará de hacerlo?
No tengo mucho tiempo para pensar en ello cuando la puerta
se abre de golpe y entra Kierian. Inmediatamente, Preston me
levanta del suelo y se coloca detrás de mí, apretando mi espalda
contra su frente. Me pone un cuchillo en la garganta y Kierian se
congela en el lugar, esperando las palabras de Preston.
Cerrando los ojos por un segundo, disfruto de la emoción del
alivio mientras mi monstruo viene por mí.
Y él lo arreglará.
—Tenemos que matarla, Kierian. Solo el más fuerte puede
llevarse el premio y el honor. —Las palabras de Preston me hielan
hasta los huesos mientras continúa—. ¡Se lo merece por lo que te
ha hecho pasar! —grita en mi oído, y entonces entiendo que esa es
otra fantasía que quiere llevar a cabo.
Él y su hermano mayor castigan a Alana por traicionarlos. Su
última fantasía que probablemente no tuvo la oportunidad de
experimentar durante todos esos años.
¡Esta pesadilla nunca terminará!
Psychopath
Mi corazón se acelera en el pecho mientras evalúo la imagen
que tengo frente a mí.
Preston sostiene un cuchillo en el cuello de Ella, y ella se
estremece de dolor por la presión que el ejerce sobre sus hombros.
Lo único que quiero es agarrar al hijo de puta y matarlo en el
acto, pero él conoce su trabajo. Sostiene el acero justo al lado de su
arteria, y en el momento en que haga un movimiento hacia él, un
corte y ella desaparecerá.
Mi hermosa presa que pretendía liberar de una vez por todas
no morirá a manos de Preston.
Nunca pensé que el miedo abrumador que había sentido en mi
infancia volvería alguna vez. Nada me asustaba, porque una
persona solo puede tener miedo cuando puede perder algo.
Pero en este segundo, un miedo diferente a todo lo que he
conocido antes entra en mí y penetra en cada parte de mí,
ordenándome que se me ocurra una idea para salvarla.
Curiosamente, el miedo está ausente de sus rasgos. Solo el
alivio parpadea brillantemente hacia mí, como si supiera que voy
a salvarla.
Como si esperara que yo llegara.
A pesar del infierno por el que la he hecho pasar, todavía
confía en mí. Y en este momento, puedo admitir que la presión en
mi pecho no tiene nada que ver con el deseo y todo que ver con el
amor.
Emociones de las que nunca puedo hablar o disfrutar, pero
que están ahí.
Desafortunadamente, no cambia nada para nosotros ni para
esta historia.
Terminará hoy.
Solo tengo que cambiar mi plan.
—Por supuesto que la mataremos. ¿Cuál era el objetivo de
traerla aquí, verdad?
Preston frunce el ceño, lanzándome una mirada acusadora.
—Pero estabas listo para atacarme.
Mierda. Se daría cuenta de eso, teniendo en cuenta que creció
con un monstruo.
Esta es una experiencia surrealista, por decir lo menos.
Lo último que quería hacer es herir a un niño que sufrió
durante su infancia. Pero él amenazó lo que es mío, y nadie daña
lo que me pertenece.
Ella
Abrir mi corazón al amor ciertamente llenó mi vida de
emociones vívidas, como afirmó Chloe.
Ahora tendré que pagar un alto precio por elegir mi amor
sobre matar a Kierian cuando tuve la oportunidad.
—¿Entonces cómo? —El cuchillo de Preston se desliza
mientras afloja su agarre sobre mí para inclinarse hacia adelante,
sin querer perderse las palabras de Kierian.
—¿Qué hay de divertido en ello? Comencemos la caza.
Cierro los ojos, deseando que las lágrimas se queden dentro de
ellos y no concentrarme en cómo mi corazón se agolpa
dolorosamente contra mi caja torácica ante su declaración.
Pensé que me salvaría, pero al parecer mi estupidez tiene que
ser vista para ser creída. No hay nada bueno en él.
Y estoy tan desesperadamente enamorada a pesar de todo que
sigo buscando el bien en él.
Vive y aprende.
—¿El ganador se lo lleva todo? —La anticipación se extiende
por la voz de Preston y, por un segundo, noto que la furia cruza la
cara de Kierian, pero desaparece tan rápido que creo que lo he
imaginado.
—Correcto. Todos tienen una oportunidad.
Preston me lanza a un lado, y tropiezo un poco, apenas
manteniendo el equilibrio. Kierian está a mi lado de inmediato,
agarrándome por el hombro y estabilizándome.
—Escúchame con mucha atención, Ella —susurra en mi oído,
su aliento abanica mi mejilla mientras aspira mi olor como si lo
estuviera memorizando—. Corre tan lejos como puedas. Si quieres
vivir, corre. —Su voz es áspera y carente de toda emoción, lo que
contradice sus ojos plateados, que brillan con posesividad y una
determinación que no he visto en él.
Incluso en este momento, en el que me entrega a los lobos,
siendo los lobos sus sádicos deseos, no puedo evitar sentirme
totalmente segura en sus brazos. Nada es peligroso para mí
excepto él, pero me traicionó, ¿verdad?
Eligió su psicopatía antes que a mí. Aunque no es que pueda
controlarlo. Solo soy una de esas mujeres que creyó que él podía.
Mi historia de la Bella y la Bestia no termina con la bestia
convertida en príncipe.
Su pulgar limpia una sola lágrima de mi mejilla mientras hace
una pausa, y luego me empuja hacia la puerta.
—Preston, ella tiene cinco minutos de ventaja, y luego
podemos seguirla.
—¿Y hacer lo que queramos? —pregunta emocionado,
mientras su mirada frenética me recorre, y me echo a un lado,
despreciando la implicación que tiene.
—Sí.
Kierian se interpone entre nosotros, impidiendo que Preston
me vea, nuestras miradas chocan por última vez, mientras
susurra:
—Ve. —Pero, por alguna razón, me quedo congelada en el
sitio, odiando dejarlo aquí, aunque sé que lo más probable es que
me atrape pronto y me mate. Pero huir parece como entregarlo a
la oscuridad que lo ha perseguido desde que era un niño.
Pero no hay solución, ¿verdad? Él siempre será malo, y yo
nunca lo aceptaré.
Así que, ignorando el sol cegador y las náuseas, me precipito
al exterior, corriendo y corriendo, con los pies ardiendo por el
contacto con las piedras y la hierba que me cortan la carne
magullada.
El viento sopla en mi rostro mientras las hojas de los árboles
me abofetean, y mi respiración áspera es el único sonido que me
acompaña.
Mis pulmones arden por el ejercicio, mis piernas se debilitan,
pero me obligo a continuar, recordando que mi vida está en juego
y que no dejaré que un asesino en serie gane. Incluso si solo
Preston entra en mi mente.
¿Por qué Kierian no viene también a ella?
Es curioso cómo la vida no tenía sentido para mí a lo largo de
los años, pero ahora intento desesperadamente no rendirme.
Como no miro por dónde corro, no veo el cristal hasta que lo
piso. Los gritos de dolor me abandonan en el momento exacto en
que unas manos fuertes me rodean la cintura por detrás y me
levantan. Grito:
—¡No! —Y lucho contra el agarre, pateando a la persona con
todas mis fuerzas, y tardo un segundo en darme cuenta que sus
manos no me resultan familiares.
Antes que pueda pensar en ello, me empuja boca abajo, me
cubre la espalda, y me ordena:
—Quédate agachada. No te muevas. —La voz está
impregnada de autoridad y dureza, pero no reconozco al hombre.
¿Quién es?
En el momento en que ese pensamiento entra en mi mente, se
produce una fuerte explosión que reverbera en el bosque mientras
los pájaros vuelan en lo alto, dando vueltas en círculos, y llueven
trozos de madera a nuestro alrededor. Una oleada de energía me
inunda, congelándome en el sitio por un momento mientras
pienso en el origen de la explosión.
—¿Qué es?
El desconocido se levanta y por fin puedo incorporarme. Me
doy la vuelta y un grito de sorpresa se escapa de mis labios.
Aunque pensaba que había corrido lejos, en realidad solo han
sido unos cientos de metros, y todavía puedo ver la casa de
Kierian, o lo que queda de ella, detrás de todo el humo que rodea
el edificio destruido. El fuego se arrastra por la hierba, y las llamas
consumen lo que queda de la casa mientras un acre de humo
negro llena el bosque con su repugnante olor.
¿Qué diablos pasó?
Toso en mi mano y el desconocido se quita la chaqueta,
arrojándola sobre mis hombros mientras marca en su teléfono.
—¿Nueve-uno-uno? Ha habido una emergencia... —Procede a
dar la dirección mientras estudio aturdida los restos, y solo una
vez que desaparece el shock vuelven los recuerdos de mi
cautiverio.
—Necesitas irte. Vienen detrás de mí —digo a través de la
garganta seca, pero la mirada que me dirige hace que la inquietud
se instale en la boca de mi estómago.
Este hombre podría confundirse fácilmente con el ángel de la
muerte con su cabello negro, su piel bronceada, sus ojos ámbar y
el aura de peligro que lo rodea.
—Se quedaron dentro, Ella. Kierian te salvó. —Hace una pausa
y luego murmura—: Él sabía que vendría tras él y te salvaría.
Soy inteligente, Ella. Puedo predecir todo.
¿Podría haber predicho la locura de Preston? Por eso insistió
en que huyera: al final eligió el amor.
Me eligió a mí, pero al hacerlo, ¿se sacrificó a sí mismo?
—¡No! —grito, corriendo hacia el edificio, pero el hombre me
rodea con sus brazos una vez más, deteniendo cualquier
movimiento que pudiera hacer—. Kierian. —Mi susurro es apenas
audible, pero él lo escucha de todos modos.
—Muerto, Ella. Tu pesadilla ha terminado.
Oh, no.
Mi pesadilla acaba de empezar.
¿Cómo podré vivir con esto?
Sollozando incontroladamente, caigo de rodillas y lloro entre
mis manos por todo lo que podría haber sido y todo lo que nunca
será. El amor y el odio se entrelazan cuando se trata de Kierian,
pero pensar que ya no está conmigo...
Eso mata todo dentro de mí.
El sonido de las sirenas resuena y el desconocido me da una
palmadita en la espalda.
—La ayuda está aquí. Buena suerte, Ella. —Con una última
mirada, me deja sola, y ni siquiera me molesto en preguntarle su
nombre, porque no importa en el gran esquema de las cosas.
En pocos minutos, los paramédicos están a mi lado,
envolviéndome en apretadas mantas mientras atienden mis
heridas y me hacen millones de preguntas a las que
mayoritariamente asiento con la cabeza.
Los bomberos hacen todo lo posible por detener las llamas
mientras la policía sacude la cabeza con incredulidad, pero toma
nota de todos modos.
Me suben en la ambulancia, pero rápidamente administran
sedantes cuando me revuelo en el momento en que quieren
atarme.
En segundos, todo queda en blanco y, por primera vez en mi
vida, recibo el olvido con los brazos abiertos.
Tal vez todas las heridas de mi alma dejen de doler y sangrar
como lo hacen ahora.
Capítulo Veintiséis
Ella
Apoyando la espalda en la almohada, miro a través de la
ventana de la habitación del hospital y me desconecto por
completo de la conversación que tengo entre manos.
Sin embargo, Chloe me hace volver rápidamente.
—¿Ella?
No reacciono, porque no me importa nada más que las cosas
que me han pasado en el lapso de setenta y dos horas.
Descubrir que Kierian se quedó en su casa para morir con
Preston rompió algo dentro de mí, y no estoy segura que pueda
repararlo nunca.
¿Por qué mi amor siempre tiene que girar en torno a asesinos
en serie?
Un asesino en serie se llevó a mis padres. El asesino en serie
era un hombre al que yo consideraba un tío. Y ahora el hombre
del que me enamoré y al que me abrí, terminó siendo uno
también.
Incluso Preston, al que consideraba un amigo, tanto como se
puede ser amigo en el poco tiempo que se tiene con un compañero
de trabajo, resultó estar loco.
—Ella.
Finalmente, vuelvo a prestarle atención y asiento con la
cabeza.
—Sí.
—Sí, ¿qué? —pregunta confundida, mientras Simone me mira
con preocupación.
—Lo que quieras, es un sí. Mira, es que no estoy de humor
para esta conversación, ¿de acuerdo?
Chloe exhala pesadamente y luego se sienta a mi lado, su
palma cubriendo la mía, intento arrebatársela, pero ella la sostiene
con firmeza.
—Ella, Kierian...
—No lo hagas —advierto, y comparten una mirada, pero
francamente no me importa. No estaba segura de querer hablar de
él con nadie, y mucho menos con mis mejores amigas. Sabrían que
mentí.
No podía dejar que nadie supiera lo que hice.
Todos esperaban mi declaración, para poner el último clavo en
el ataúd, por así decirlo, y cerrar el caso. Recibí tantas flores que se
siente como una tienda de flores aquí.
—De acuerdo. —Chloe no me presiona, pero ¿cuándo lo ha
hecho?—. Tu arrendador entiende tu situación y le parece bien
que prolongues el contrato de alquiler una vez que estés fuera —
dice alegremente, como si supusiera que va a levantar mi ánimo o
algo así.
—No lo voy a renovar.
Parpadea varias veces y se aclara la garganta.
—Estamos hablando del apartamento de tus sueños, Ella.
Dijiste que nunca te mudarías. —Sí, me enamoré de mi
apartamento que se abría a la mejor vista de la ciudad y me
recordaba cada día que había logrado todo por mi cuenta.
Pero ahora este lugar no me recordará nada más que a Kierian.
Parte de su ropa todavía está allí. No puedo imaginarme seguir
viviendo allí nunca más.
—Los sueños pueden cambiar.
Simone abre la boca para decir algo, cuando es interrumpida
por Noah, que entra en la habitación con el ceño fruncido.
—No sabía que tenías visitas. Vendré en otro momento. —
Prácticamente camina sobre cáscaras de huevo a mi alrededor,
desconfiando de mi reacción o de sacar a relucir el caso, aunque sé
que tiene que hacerlo.
Si fuera cualquier otra persona, me estaría interrogando y
tomando declaración en cuanto pudiera hablar, pero como estaba
bajo su protección y me falló, me deja hacerlo en mi propio
tiempo.
Esto tiene que terminar, tal vez porque no tendré el valor de
volver a hacerlo.
—Por favor, pasa, Noah. Chicas —me dirijo a ellas y se
levantan, pero no antes que Chloe me lance una mirada que dice
que continuaremos nuestra conversación más tarde. Me limito a
poner los ojos en blanco mientras ella me besa en la mejilla, y
salen, la habitación envuelta en un silencio que solo se ve
perturbado por los sonidos del tráfico que llegan de la calle.
Noah se mueve de un lado a otro, y espero a que haga una
pregunta, preguntándome con quién empezará.
O si sabe que he mentido.
Maldice y luego se sienta en el borde de la silla junto a mí,
aunque sigue manteniendo la distancia.
—Necesito preguntarte.
—Adelante. —Conozco el protocolo.
Hace crujir sus dedos y luego pregunta:
—¿Te violó?
Niego con la cabeza, centrando mi atención en la brillante valla
publicitaria que esta frente a mi ventana. A veces, acostada en la
cama y mirando al techo, me pregunto si lo hubiera hecho,
entonces tal vez habría sido capaz de odiarlo y tachar todas las
partes buenas que pasaron con él.
—No.
—¿Durante cuánto tiempo te retuvo? —Mis cejas se fruncen,
ya que es un poco estresante para mí, pero entonces finalmente
encuentro las palabras.
—Unos cuatro días. Quizá menos. —Veo que toma notas en su
iPad, y luego continúa.
—¿Qué te hizo?
—Has leído el informe del médico, Noah. —Mi voz suave
parece hacer estallar algo en él mientras se levanta rápidamente y
camina por el suelo, yendo de un lado a otro, con los dedos
enredados en el cabello.
—No puedo creer que no haya visto su locura. Quiero decir,
era un buen tipo. ¿Por qué haría esto? —Exhala fuertemente—.
Aunque sé perfectamente por qué hizo lo que hizo. Pero, aun así,
no tiene sentido que un chico tan bueno como él hiciera esto. —Se
agarra al borde de las barandillas de la cama con tanta fuerza que
sus nudillos se vuelven blancos—. Debería haberte protegido de
él. —Se inclina hacia delante, con la derrota marcando cada uno
de sus actos, pero no lo tranquilizo.
Porque, a decir verdad, no sé qué decir a eso.
Nosotros también somos humanos. Se nos permite cometer
errores.
—Noah, tenía un plan y lo ejecutó. Por favor, no te castigues
por ello.
Una risa sin humor se desliza por sus labios mientras se tira
del cabello, sosteniendo mi mirada.
—Podrías haber muerto.
—Sin embargo, aquí estoy. —Mi vida hay que verla para
creerla. Dos veces, los asesinos en serie han intentado matarme.
Dos veces, me han perdonado la vida.
¿Qué tan irónico es eso?
—¿Volverás al trabajo? —Su brusco cambio de tema me
desconcierta y me muevo incómoda; no esperaba esta pregunta
tan pronto—. Llevo mucho tiempo en este trabajo. Está bien
querer una salida.
Jugueteando con los dedos, subo la manta y, de repente, unos
escalofríos me recorren la espalda.
—Creo que mis profesores tenían razón. No hay lugar para mí
en el FBI. —O en la psicología. Nunca debí sacrificar mi vida para
atrapar asesinos en serie. Solo demostré a todos los que se
oponían que tenían razón.
¿Cómo habría sido mi vida si hubiera seguido con el
periodismo fotográfico? ¿Habría sido más feliz? ¿Me habría
casado con Kierian y habría vivido con él sin conocer sus deseos
secretos?
—Voy a preparar los papeles. Para bien o para mal, has
conseguido destruir a un asesino en serie en este mundo. Es un
logro, Ella. —Me da unas palmaditas en la mano y se aclara la
garganta—. Todos echaremos de menos a Kierian.
La adrenalina corre por mis venas mientras mi respiración se
acelera, el sudor me recorre la espalda y mis ojos se abren por el
miedo a que se dé cuenta.
Que sepa que he mentido.
Cree que solo un asesino en serie murió esa noche.
Nadie tiene idea de quién era Kierian, porque mantuve la boca
cerrada.
Para ellos, murió como un héroe tratando de salvar a la mujer
que amaba.
Que sea mi último regalo para él por salvar mi vida cuando no
tenía que hacerlo.
Un regalo dado libremente.
Aunque probablemente me haga acabar en el infierno de una
forma u otra.
Richmond, Virginia
Un mes después

Ella
Mis pies pisan silenciosamente la hierba verde esmeralda
mientras la brisa me acaricia las mejillas. Inhalo el olor familiar del
hogar, ya que, de alguna manera en el camino, el cementerio se
convirtió en mi hogar pues mi familia yace allí, exhalo una pesada
respiración.
Me acerco, tomo la manguera cercana y rocío con agua las
diferentes flores plantadas en las lápidas, y luego quito el polvo
que se ha acumulado durante todo este tiempo.
Terminada la tarea, coloco una sola rosa roja en cada lápida y
luego me siento en el pequeño escalón, apoyando la espalda en la
tumba de mamá, y cierro los ojos, buscando palabras que no
puedo encontrar.
Pensé que venir aquí aliviaría mi dolor, pero este solo se hace
más fuerte.
—Siento no haber estado aquí desde hace tiempo. —Más bien
años. Normalmente me aseguraba de visitarlos una vez al año en
el aniversario de su muerte, pero con cada año, con cada nuevo
logro, se hacía más y más difícil. Así que, en algún momento, hace
cinco años, lo dejé por completo—. Ni siquiera estoy segura de
por qué estoy aquí ahora —murmuro entre mis manos, mientras
presiono las palmas de mis manos sobre mis ojos, pero sí lo sé.
Kierian.
Con la verdad y el cautiverio, debería odiarlo.
Pero no puedo, porque primero me enamoré del hombre.
Todas las cosas monstruosas que hizo no han logrado extinguir
este amor.
Y lo odio, porque el dolor en mi pecho me apuñala cada vez
que su cara parpadea frente a mis ojos. Es porque vivir sin él es
insoportable.
—Está muerto, mamá. —Me limpio la única lágrima de la
mejilla y luego me río, aunque de forma forzada—. Conseguí el
trabajo de mis sueños, solo para darme cuenta que todo el mundo
tenía razón desde el principio. No es lo que quiero hacer. —Cojo
un puñado de tierra y luego la suelto lentamente. Respirando
hondo, me doy la vuelta y coloco la mano sobre la piedra,
ignorando la sensación de quemazón provocada por el sol de julio
que brilla con fuerza sobre ella—. Siempre me sentí culpable por
estar viva, y tenía que pagarlo. Así que me aventuré en las mentes
criminales, pero, a decir verdad, solo ahora comprendo lo
estúpido que fue. —Frotando suavemente la lápida, desearía que
estuviera aquí conmigo para poder compartir con ella todos mis
secretos más profundos.
Pero la vida decidió otra cosa.
—Es un regalo. Que yo siga viva. Porque de alguna manera
una parte de ti sigue aquí. Y lo usaré sabiamente, mamá. —Beso la
piedra sin hacer ruido y me levanto, solo para parpadear
sorprendida cuando noto que una paloma blanca se posa en la
piedra de mi hermana, tan hermosa que anhelo tocarla.
Una burbuja de risa se me escapa de la boca, y miro hacia
arriba, agradeciendo este amable gesto que me hace saber que está
bien dejarse llevar por fin.
La paz que se instala en mi interior es inexplicable, como si me
hubieran quitado un gran peso del pecho. Tengo veintinueve
años, pero parece que acabo de empezar a vivir. Nunca voy a estar
completamente bien con lo que me ha pasado, pero no tengo que
vivir con la ilusión de que voy a conseguir justicia para mi familia.
Nunca lo haré, y esa es probablemente la verdad más dura que
he tenido que aceptar y de la que siempre hui.
Por extraño que parezca, no tengo que agradecer a nadie más
que a Kierian esta comprensión.
Quitándome el polvo de las manos, vuelvo a casa, a la casa que
no he visitado desde aquel trágico día.
Nadie la vendió, ya que todavía tenía los derechos, pero
tampoco había gente interesada. Imaginé que no muchos querían
vivir en una casa donde se cometió un asesinato.
Con la casa del asesino en serie a unos metros de distancia.
Deteniéndome en seco, me paro frente a la casa de madera de
dos niveles. El césped está recién cortado y nutrido, y no parece
una casa abandonada. Tengo que agradecérselo a la señorita Kara,
que se ha propuesto cuidarla. Solo Dios sabe por qué.
Cada paso que me lleva a la puerta se siente más y más pesado
mientras imágenes vívidas bailan en mi mente.
La risa de Sarah cuando la hice girar en el patio trasero.
El ceño fruncido de papá cuando no apreciaba nuestra ropa
mojada por la manguera.
Mamá llamándonos para cenar y guiñándonos un ojo mientras
horneaba un delicioso pastel. Mi nariz aún puede oler su obra
maestra de canela.
Sacudiendo la cabeza por todo esto, inserto la llave y abro la
puerta, el eco de mis zapatos me saluda al entrar. Todos los
muebles fueron tirados ya que estaban cubiertos de sangre y no
les vi ninguna utilidad. Estoy a punto de revisar el resto de la
casa, ya que he planeado quedarme aquí por un tiempo, cuando
se me eriza el vello de la nuca y se me acelera el ritmo cardíaco.
Apenas se oye una respiración detrás de mí, pero mis oídos la
captan de todos modos.
Lentamente, me doy la vuelta mientras las llaves caen al suelo
con un molesto tintineo, y me encuentro cara a cara con el
hombre.
Apoya la espalda contra la pared, relajado, mientras la hoja
plateada se mueve entre sus dedos. Capta mi mirada y luego
cierra la puerta, decidiendo para siempre mi destino.
La muerte finalmente ha cerrado el círculo conmigo.
Es irónico que me enfrente a mi muerte en la misma casa que
una vez me permitió escapar de ella. Pero, después de todo, no se
puede engañar al destino, ¿verdad?
—Ella —dice, todavía perforándome con su mirada—. Te dije
que siempre gano.
Epílogo
En algún lugar del mundo

Ella
Inhalando el fresco aroma del café, salgo a la terraza,
disfrutando de la vista de una magnífica puesta de sol sobre el
océano, la luz anaranjada reflejándose en el agua azul brumosa
que pide que entres en ella y nunca salgas.
La suave brisa toca mi piel, dándole el tan necesario frescor
mientras mi vestido blanco de verano se balancea alrededor de
mis piernas.
Las risas en la playa captan mi atención y mis ojos se posan en
el niño de dos años que persigue al pequeño perro husky. El
cachorro salta de un lado a otro ladrando, dando vueltas
alrededor de sus pies y lamiéndolos de vez en cuando. El niño se
ríe alegremente, aplaudiendo, y luego aterriza sobre su trasero
cubierto de pañal mientras el cachorro salta sobre él, acariciándole
el cuello.
Rex duerme junto a mis pies, roncando con fuerza, y niego con
la cabeza hacia él. Se ha hecho viejo y perezoso, pero todavía juega
con Dean de vez en cuando.
El familiar tic de mis manos me produce malestar, y sé cómo
calmarlo. Agarro mi cámara del gancho que hay cerca y saco una
foto de Dean, capturando este momento perfecto en el tiempo que
nunca volverá a ocurrir.
Enfocando mi lente en él, noto cómo el hombre se inclina a su
lado y le ayuda a estabilizarse, el niño sonríe y levanta los brazos.
El hombre obedece con facilidad, colocando al niño sobre sus
hombros. Finalmente se da cuenta de mi presencia y el hombre
levanta la ceja.
—Mamá nos está mirando —le dice a Dean, que me saluda
alegremente.
—¡Mamá! —El orgullo se adueña de su voz mientras enreda
sus pequeñas manos en el cabello de su padre, y mi hombre ni
siquiera se inmuta.
Creo que a estas alturas ya se ha acostumbrado. Nuestro bebe
esta fascinado con su cabello, quizá porque comparten el mismo
color. El mío nunca tiene el mismo atractivo para él.
—Hola, cariño. —Me acerco, encontrándome con ellos a mitad
de camino y, con una sonrisa, le doy un suave beso en la mejilla a
mi marido mientras le doy unas palmaditas en la espalda a mi hijo
en un movimiento tranquilizador cuando nota la tensión entre
nosotros.
Llevo toda la mañana evitándolos, sabiendo muy bien la fecha
de hoy y odiándola al mismo tiempo.
Porque sé que Kierian saldrá a cazar y desaparecerá durante
toda una semana hasta que sus oscuros deseos sean satisfechos.
Esto nunca mejorará; él nunca cambiará.
Pero entonces, él nunca me oculta la verdad, ya no.
Me dio a elegir hace cinco años, y lo elegí para bien o para mal.
Después que lo declararan muerto, se las arregló para que nos
hicieran nuevos pasaportes con nuestras nuevas identidades, y lo
dejamos todo atrás. Nos encontró un pedazo de cielo donde
pudiéramos vivir y disfrutar cada minuto. A pesar de ser un
monstruo en un sentido bien entendido por la gente, no podría ser
más feliz y nunca me arrepentí de mi decisión.
Habíamos sido dos almas solitarias a la deriva en este mundo
sin mucho propósito, buscando cosas que creíamos correctas.
Pero, a decir verdad, nuestra infancia no debería definirnos ni
dictar nuestras elecciones de vida.
Nuestra historia de amor no tiene sentido para la mayoría de
las personas y nunca lo tendrá. Después de todo, ¿cómo puedo ser
tan débil y amarlo? Cualquiera que sea la razón por la que hace lo
que hace, sigue estando mal. Todavía me toca con sus manos
manchadas de sangre, y sé que, si alguna vez siente que soy una
amenaza para nuestro hijo, me matará de inmediato. Su instinto
de protección es lo que lo define.
Si bien ama a nuestro hijo con todo lo que tiene, eso no lo
cambia.
Y nunca lo hará.
Aunque me da miedo la mayoría de los días, y aunque tengo
pesadillas en las que el termina en la cárcel y la policía llama a mi
puerta preguntándome cómo he podido vivir con él todos estos
años, eso no me impide ser suya.
Porque no puedo imaginar una vida diferente. Mi corazón le
pertenece para siempre, y el amor no es una emoción que se
pueda dictar.
Siempre estará mal. Pero a pesar de todo es una elección que
hago.
Apoyando mi frente en la suya, aspiro su olor y le susurro:
—Te amo. —Él no responde. Creo que el concepto está
demasiado lejos para que lo entienda o quiera reconocerlo.
Kierian guarda silencio por un momento, pero luego su brazo
me rodea, acercándonos, mientras murmura en mi oído:
—Lo sé. —Estas palabras que dice con agradecimiento, y las
sonrisas que le dedica a nuestro hijo son la razón por la que me
quedo.
La razón por la que no huyo. Él nos necesita. Anhela la
aceptación y el amor, una paz que su alma inquieta nunca podrá
encontrar.
Me he convertido en la presa que Psychopath decidió
conservar.
Y en algún lugar del camino, la presa se enamoró del cazador,
y vivieron felices para siempre.
Es una broma.
No tenemos un final feliz, pero tenemos el único final que se
ajusta a nuestra historia.
Y estoy bien con eso.

Fin
Agradecimientos
En primer lugar, quiero dar las gracias a Dios y a mi familia
por permitirme escribir y hacer posible este sueño. El apoyo
significa mucho para mí, y entiendo que a veces los vuelvo locos,
especialmente cuando intento cumplir mis plazos y parezco no
estar disponible para ustedes. Pero los quiero y aprecio todo lo
que hacen por mí.
Este no fue un libro fácil de escribir. La idea de una historia de
amor entre un asesino en serie y una psicóloga criminalista se me
ocurrió una tarde de verano. La escena del prólogo surgió en mi
cabeza y la escribí, sin saber muy bien a dónde me llevaría la
historia.
A partir de ese día, añadí varias escenas de vez en cuando al
manuscrito pensando que funcionarían perfectamente, solo para
borrarlas varios días después. Faltaba algo. Pero finalmente,
varios meses después, tenía una imagen clara de su historia en mi
cabeza y la escribí. Espero que hayan disfrutado de su lectura.
Muchas gracias al equipo de Hot Tree Editing por ayudarme
en el proceso de edición. Especialmente a Becky, Donna, Peggy,
Kayla y Mandy. Además de los lectores beta y los ojos finales, que
me dieron valiosos comentarios y se aseguraron que cubriera
cualquier agujero argumental que tuviera.
Gracias a Hang Le, Olivier Lachance y Rusty Blade por la
fabulosa portada.
Gracias a Mayhem Cover Creations por el increíble trabajo que
hizo con el formato y el diseño.
Heather Roberts y Lauren Rosa, gracias por estar conmigo
durante este lanzamiento en cada paso del camino.
L.Woods PR, gracias por acoger la revelación de mi portada y
el lanzamiento del libro.
Gracias a End y Amanda de Enticing Journey Book
Promotions por acoger también mi lanzamiento. Siempre es un
placer trabajar con ustedes, chicas.
Gracias a mis V's Sapphires, ¡son increíbles!
Gracias a todos los blogueros por correr la voz sobre
Psychopath's Prey y por dejar reseñas.
Y finalmente a todos los lectores que se arriesgaron en este
viaje de amor entre Psychopath y Ella. Gracias a cada uno de
ustedes.

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