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Sinopsis

Ella me llama loco. Yo la llamo mía.

Ella es una pecadora.


Él es un asesino en serie.

Ella exigió venganza.


Él la exigió a ella.

Ella juró vengarse.


Él juró destruir.

Ella creó una red de mentiras.


Él usó una máscara de engaño.

Ella quería escapar.


Pero él la capturó.

No hay reglas en este retorcido juego de ellos.


Pero hay un ganador que reclama al pecador.
Por el poder del amor
Prólogo
“Hay un método para cada locura.
Pero, ¿existe una cura?”
-Madman

Cassandra

Un empujón desde atrás me envía volando al suelo, mis rodillas


golpeando el duro mármol con fuerza. Mi grito de dolor resuena por la
habitación, mezclándose con los sonidos de los órganos, enviando
escalofríos por mi columna.

Cada nota de la obra maestra de Bach acompaña sus pasos ásperos


mientras camina a mi alrededor, chasqueando los dedos al compás de la
música. La combinación me retuerce de adentro hacia afuera, ya que me
envía a una espiral de locura y una neblina que empaña mi visión.

Porque donde la gente escucha notas, yo escucho un grito de terror tras


otro que nada puede detener.

Y una agonía tan fuerte de la que tal vez no pueda sobrevivir.

La iglesia es un santuario para los que buscan la redención, pero se


convierte en una prisión para los que quieren venganza.

Me clavo las uñas en las palmas de las manos hasta el punto de sacar
sangre, niego con la cabeza y pongo los puños en el mármol frío,
respirando con dificultad mientras las gotas de sangre se deslizan desde mi
frente hasta mi mejilla.

El dolor proviene de tantos lugares de mi cuerpo, de las diversas heridas


infligidas en mí, que no me molesto en concentrarme en nada de eso.

Unos zapatos negros perfectamente brillantes aparecen a la vista cuando


finalmente se para frente a mí, y es entonces cuando otro sonido llena la
habitación.

El fuerte zumbido y golpe de su cinturón cuando lo saca de sus


pantalones y lo golpea contra sus rodillas, el cuero rebota rápidamente,
indica la cantidad de tortura que puede traer.

Reuniendo todo el autocontrol y la fuerza que aún alimentan mi cuerpo


agotado para mantenerse fuerte, me muevo hacia un lado, queriendo
alejarme de él, pero él me agarra el cabello con los puños, paralizando mis
movimientos. Me trago el gemido de protesta exigiendo escapar.
Aguijones de dolor recorren todo mi cuerpo, tan severos que por un
segundo olvido cómo respirar.

—Pequeña pecadora —murmura, tirando de mi cabello con tanta dureza


que mis ojos se llenan de lágrimas, y luego inclina mi cabeza para que
pueda encontrarme con su mirada fría—. ¿Te vas tan pronto?

Me muerdo el labio, tragando el grito que amenaza con salir de mi


garganta, y en cambio me quedo en silencio, levantando la barbilla en alto.

Incluso en esta situación, no conocerá la satisfacción de mi rendición.

No es que tenga algo que perder de todos modos.

Pero que me condenen si le doy lo que busca en esta noche de terror que
diseñó a nuestro alrededor.
—Puedes terminar con esto en cualquier momento, Cassandra —dice
con tanta naturalidad, pero su agarre sobre mí se aprieta cuando dice mi
nombre con un odio tan prominente que me sorprende que no esté muerta
todavía—. Solo ríndete.

Apenas contengo la risa que quiere estallar, porque él realmente cree que
soy así de ingenua.

Es posible que la mayoría de la gente no conozca la naturaleza que se


esconde detrás de su máscara de perfección masculina y la apariencia de un
sueño hecho realidad, pero yo sí.

No es más que podredumbre, y quien entra en contacto con él también


queda cubierto, por lo que nunca hay un escape de la suciedad que mancha
a la gente.

Es como una enfermedad que no tiene piedad del cuerpo, tragando todas
las células a la vez e infectando la sangre hasta el punto que la persona
desaparece de este planeta. Todo mientras languidecen en una agonía que
no tiene alivio ni escape, donde la esperanza muere poco a poco cada día
mientras el mundo prácticamente se burla de ti por creer en las cosas
buenas. Nada más es lo suficientemente bueno para personas como él.

Descubrí que existían monstruos en este mundo hace mucho tiempo, por
lo que rara vez algo me sorprende.

Pero él tomó la palabra monstruo y la torció hasta el punto de que yo ni


siquiera sabía cómo etiquetarlo por las cosas horribles de las que es capaz.

Si otros son monstruos que acechan en la noche en busca de carne fresca


para alimentarse... él es el diablo que quema todo a su paso y luego despoja
a las personas de su cordura para siempre cuando las atrapa en su infierno,
donde la única salida es la muerte.
Un diablo que ni siquiera arde en la iglesia, sino que la convierte en su
coto de caza.

—Vete al infierno —respondo con voz ronca, tosiendo con la sangre en


mi boca y moviéndome hacia un lado, retorciéndome en su agarre, lista
para huir de él en cualquier momento.

Aunque él podría ser el diablo, sin miedo a la iglesia, yo soy la pecadora


que utilizará cualquier camino necesario si eso significa salir arrastrándose
de este infierno.

Incluso si las puertas del cielo me estuvieran cerradas para siempre.

Riendo, me agarra el cabello con más fuerza y me arrastra hacia la


estatua de Jesús que brilla intensamente bajo la luz de la luna que se filtra a
través de las vidrieras, cayendo en cascada de una manera mágica pero
siniestra donde, a pesar del lugar sagrado, los demonios todavía tienen un
lugar para vivir.

Coloco mis palmas en el mármol, pero mi fuerza no es nada contra la


suya, y mi piel continúa deslizándose por el suelo mientras él nos acerca
cada vez más a los escalones que conducen al altar, untando mi sangre por
todo el suelo.

Chocando mis rodillas contra él, ahogo un gemido. Antes que pueda
recuperar el aliento, me arroja a un lado, lo que me hace caer de costado,
con la piel ya magullada por el duro trato que recibió antes.

Aunque, él lo considera nada más que una suave caricia.

—Vamos, cariño, discúlpate —me ordena, su voz profunda y ronca me


cubre como cemento, congelando todas mis emociones—. Con Jesús como
testigo. —Se ríe de nuevo, la frialdad de eso se hunde en mí con cada risa.
Saca un cigarrillo y lo enciende, inhalando profundamente, y lo escucho
gemir de placer.

¿Disculparme?

—No tengo nada de qué disculparme. —E incluso si lo hiciera, no me


habría arrepentido lo suficiente como para hacerlo.

—Cassandra. —Hay una advertencia, apenas audible, pero como estoy


tan en sintonía con él, la capto en su voz. Es capaz de transformar el fuego
en hielo, pero lo ignoro—. Discúlpate por el beso.

En el momento en que las palabras se escapan de sus labios, el recuerdo


del beso destella en mi mente, trayendo de vuelta el caos y las emociones
tan profundas que me pregunto cómo no nos quemamos con eso.

Ese día, un pecador besó a un santo y, curiosamente, no llegaron truenos


ni relámpagos del cielo. Quizás ese fue el día en que Dios y el diablo
tomaron un descanso y no se dieron cuenta de cómo dos simples mortales
cometieron uno de los pecados más grandes.

Por una fracción de segundo, me permito disfrutar del hermoso recuerdo


de cómo el más suave de los labios tocó los míos, cómo él me presionó
contra su pecho y cómo, por primera vez en lo que pareció una eternidad,
el mundo exterior dejó de existir.

Incluso las pesadillas que residen permanentemente en mi cerebro.

Sin embargo, el olor a lluvia y el aroma masculino se desvanecen de mi


mente cuando lo siento acercándose a mí. El humo de su cigarrillo nos
envuelve y mis ojos se abren de golpe. —La terquedad se convertirá en tu
perdición.

No, mi terquedad me permitió sobrevivir en la oscuridad.


Su obsesión será mi perdición.

Sin embargo, antes que pueda parpadear, envuelve su cinturón de cuero


libremente alrededor de mi cuello, como si colgara el collar más caro en
mí, y se inclina hacia adelante, acariciando ligeramente la piel de mi
cuello. La piel de gallina de disgusto me recorre.

—Discúlpate, Cassandra —ordena de nuevo, y esta vez niego con la


cabeza, casi decepcionada de no poder ver la furia en su cara por mi
negativa.

En esta situación, ese es mi único placer, porque negué la satisfacción al


más grande de los monstruos.

El cuero se aprieta lentamente sobre mí, pero cuando oigo otra voz, la
voz que tiene la capacidad de borrar la mayor de las pesadillas cuando
quiere, el movimiento alrededor de mi garganta se detiene.

La voz que también me lastimó, pero al menos me da la esperanza de


escapar de este infierno.

—¡No! —grita, probablemente queriendo detener al loco, y por primera


vez en mi vida, no tengo idea de cómo terminará.

No hay reglas en este retorcido juego suyo.

Pero solo hay un ganador que reclamará al pecador.


Capítulo 1

“Las confesiones tienen el poder de traer paz a la mente”.


El pastor local de nuestra iglesia siempre decía eso cuando tenía un
problema.
Creía que compartir nuestras cargas podía calmar el alma y dejar solo
el amor dentro.
Sin embargo, mi confesión no se trata de paz o amor.
Eso es para santos y gente santa.
Yo soy un pecador.
Mi confesión es sobre la venganza que lleva una década de preparación.

Small Town en el borde de una isla, Estados Unidos

Siete semanas antes

Cassandra

—Así que esta es la casa —anuncia Laura, la inmobiliaria, justo antes de


girar la llave en la cerradura y empujar la puerta, indicándome con la mano
que proceda—. Tiene la mejor vista de toda la ciudad. —Se inclina un
poco hacia mí y susurra—: Vistas al Lago Mágico.
—Ya veo —respondo, ingresando. Al instante, el olor amargo del polvo
y el óxido asalta mis sentidos, mientras que el sonido de nuestros tacones
resuena en las paredes.

—Esta casa en realidad tiene una historia muy rica. Fue construida
durante la Guerra Civil. —Laura toma el control remoto y enciende el aire
acondicionado, el zumbido llena el espacio—. La leyenda dice que un
soldado del norte se enamoró de una mujer del sur y les creó un hogar aquí.
Él fue asesinado trágicamente y ella se quedó para criar a su hijo. —
Suspira profundamente, una expresión ilegible cruza su rostro y mis cejas
se fruncen. ¿Por qué está triste por una historia que sucedió hace cientos de
años?—. Varias generaciones vivieron aquí, apreciando su historia. —Un
matiz de celos cubre su voz, pero no le presto atención.

No me importa mucho su dinámica familiar.

En cambio, mi mirada barre la casa, el espacioso vestíbulo que tiene


varias alcobas que conducen a diferentes habitaciones, una sala de estar
con una enorme mesa de comedor y una cocina en la parte de atrás.

Noto una terraza que muestra la vista del lago en la distancia mientras
varios cisnes nadan en ella, disfrutando del atardecer.

Las escaleras rotas conducen a tres habitaciones más y un ático perfecto


para el verano o los niños, al menos eso es lo que Laura afirmó con las
diversas fotos que me mostró en el camino hacia aquí.

Con todo, a pesar que la casa fue construida con amor, no queda nada de
la magnífica belleza que alguna vez poseyó.

—¿Ya no lo hacen? —vuelvo a centrarme en nuestra conversación y es


entonces cuando el rostro de Laura palidece un poco.
Mira hacia un lado, se endereza la chaqueta perfectamente planchada y
luego se aclara la garganta. —No. —Pasa un momento antes que ella
agregue—: Querían cosas diferentes.

Esa es una manera de decirlo; le daré eso.

—Triste. —Eso es todo lo que digo antes de alejarme y entrar en el


comedor, explorar la casa mientras paso los dedos por las paredes
agrietadas y los muebles gastados. Nada podrá limpiar las alfombras
manchadas. Un suministro interminable de polvo está por todas partes,
tanto que nuestros zapatos dejan huellas y lo envían flotando por el aire,
irritando mi nariz.

Laura me sigue, sin dejar de cantar alabanzas al lugar.

—Y lo que es más importante, está en la ubicación perfecta. A solo


veinte minutos del centro de la ciudad, por lo que, si bien tiene privacidad,
todavía no tienes un largo viaje para llegar a la civilización. Además, una
tienda local entrega comida aquí, por lo que nunca tendrás que preocuparte
por los comestibles. —Su voz está llena de tal alegría y anticipación que
apenas reprimo la risa que amenaza con escabullirse de mis labios.

Ella realmente quiere vender esta casa.

Llego a la cocina y me congelo, notando la pequeña letra con rotulador


rojo en el marco de la puerta con diferentes números y la imagen de un
títere feliz que tiene las manos en alto al lado de cada hito.

Por una fracción de segundo, una respiración se detiene en mi pecho,


congelando todo a mi alrededor, trayendo de vuelta voces que golpean
dentro de mi cabeza y me envían a una espiral de locura.

Donde no queda nada más que la furia, clavando sus garras en mí y


exigiendo justicia.
—Todo esto se puede quitar fácilmente y... —La voz de Laura se vuelve
borrosa en mis oídos mientras varias imágenes me golpean, una tras otra.

Mis manos se cierran con tanta fuerza que mis nudillos se vuelven
blancos, pero la confusión que me atraviesa permanece oculta para la
mujer a mi lado, ya que en mi rostro no se ve más que un atisbo de sonrisa.

—La tomaré. —Mi tono es tan tranquilo que creo que Arson me habría
aplaudido si me hubiera visto en este momento.

Laura se congela con la boca abierta y luego la cierra rápidamente,


parpadeando rápidamente.

—Oh, Dios mío —chilla y salta un poco, su cola de caballo rubia


rebotando—. ¡Nunca antes había vendido una casa! —Presiona sus palmas
contra sus labios mientras la alegría cruza su rostro, iluminando sus ojos
que brillan con tal felicidad que casi se siente tangible—. Es como un
sueño hecho realidad —murmura, y espero que se apresure a revisar el
papeleo.

Sin embargo, Laura suspira derrotada y niega con la cabeza, todo rastro
de alegría desaparece cuando susurra:

—No puedo hacer esto.

Mi ceja se eleva y ladeo la cabeza hacia un lado, deseando que elabore.


—Estoy muy emocionada, pero… —Ella juguetea con sus dedos y luego
encuentra mi mirada, sus ojos verdes me recuerdan mucho a los de su
hermano.

Después de todo, me han perseguido en mis pesadillas toda mi vida. —


¿Pero? —pruebo, preguntándome si, después de todo, hay algo de sangre
decente en los Campbell.
Mi curiosidad se satisface casi instantáneamente, porque después de un
segundo, balbucea tan rápido, como si tuviera miedo que alguien la pudiera
oír o perdería el valor para decírmelo.

—Hace casi diez años, sucedió algo en esta casa. —Se lame los labios
antes de continuar—. Por eso está a la venta y nadie la quiere. Aunque es
un sueño hecho realidad. —Un destello de una chica rubia rebotando por el
campo aparece en mi cabeza, recordándome cuánto le encantaba venir aquí
en las noches de verano.

Apoyada en la encimera de la cocina, coloco mi bolso encima y cruzo


los brazos. —¿Qué pasó? —Alguien realmente debería aplaudirme por mi
tono interesado.

—Un asesinato y un suicidio.

Ah, ella es una Campbell después de todo.

Me sorprende la extraña decepción que atraviesa mi sistema y pongo los


ojos en blanco ante la ingenuidad que queda en mí.

Por supuesto que lo es; ella creció en esta ciudad.

Es difícil no ser uno de ellos cuando todos adoran el suelo sobre el que
caminas porque tienes el poder de destruir a cualquiera que creas
conveniente con solo levantar el dedo.

Ella menciona solo la mitad de los eventos que sucedieron dentro de las
paredes de esta casa que fue construida con tanto amor, pero que luego se
quemó en las cenizas de la codicia y los celos de un hombre.

Ha visto tanto sufrimiento que la tierra debajo de ella probablemente


llora de dolor.

Laura se aclara la garganta y dice:


—Nadie quiere vivir en una casa donde ...

—No me importa —le digo, y ella parpadea sorprendida mientras me


quito las gafas de sol para que tenga una vista clara de mí—. El pasado no
me importa. Me gusta esta casa y estoy dispuesta a pagar lo que quiera el
vendedor.

—¿Qué? —susurra débilmente antes de preguntar—: ¿Estás segura? —


Si la situación fuera diferente, habría encontrado a la agente inmobiliaria
que trata de convencerme que no me compre una casa hilarante.

Pero en la situación actual, no me trae nada más que molestia, porque


estoy perdiendo demasiado tiempo en las cosas más fáciles. —Sí. Y,
Laura... ¿un consejo para el futuro? Cuando un cliente diga que sí, tómalo
y consigue el maldito contrato. —Aunque mi voz se mantiene dulce y
azucarada, como le gusta a este pueblo, ella debe leer mi rostro, porque
asiente y corre hacia el pasillo.

—Lo cogeré del coche. ¡Vuelvo enseguida! —grita por encima del
hombro al mismo tiempo que suena mi teléfono en mi bolso. Lo saco.

Una sonrisa se curva en mi boca cuando veo el nombre en la pantalla y


lo cojo rápidamente. —¿Me estás llamando para desearme suerte? Un texto
hubiera sido suficiente.

Sin embargo, la persona al otro lado de la línea no está muy


impresionada con mis bromas. —¿Está todo arreglado?

Me subo al mostrador y respondo:

—Todavía no, pero con una firma estará todo listo.

—Cassan...
—Déjalo ir. —Se queda en silencio por un momento, y puedo imaginar
el trueno en sus ojos color avellana, pero extrañamente no intenta
convencerme que deje esto de lado.

¿Cómo podría?

Aunque el destino nos unió en la casa de Lachlan hace tantos años, no


interferimos en la vida del otro.

Esta es una ley absoluta entre todos nosotros.

—Muy bien. Espero que estés preparada para las consecuencias de tus
acciones.

Oh, estoy lista.

Repito para mis adentros el verso que ha sido mi mantra durante la


última década como si lo volviera a leer de mi cuaderno andrajoso, mi
única fuente de consuelo en esa cama de hospital cubierta por el olor de los
antisépticos, que aún me retuerce la nariz.

Cinco nombres

Sus iniciales me queman la piel con cada respiración.

Cuatro mentiras.

Destruyeron mi vida.

Tres secretos.

Tienen el poder de encender un infierno en esta tranquila ciudad.

Dos eventos
Me despojaron para siempre de mi cordura.

Una venganza.

Solo entonces encontraré la paz.


Madman

El cielo nocturno retumba con truenos, relámpagos cayendo en medio de


él, y puedo ver el océano inquieto, las olas balanceándose hacia adelante y
hacia atrás señalando que la tormenta se avecina pronto.

Un viento fuerte me azota, me golpea de frente, enfría mi piel caliente y


me brinda el alivio que tanto necesitaba.

Abro los brazos de par en par, una botella de whisky en uno mientras en
el otro sostiene un cigarrillo. Mi camisa negra está desabotonada,
flameando detrás de mí mientras mis pies descalzos pisan el áspero
cemento de mi balcón.

Mi cabello se echa hacia atrás y una sonrisa se dibuja en mis labios


cuando escucho otro trueno y la fuerte lluvia comienza a caer,
empapándome instantáneamente, pero no presto atención.

El agua fría del cielo limpia la sangre esparcida por todo mi cuerpo de
mi última maniobra en mi mazmorra, y parece que el diablo mismo celebra
mi última cacería conmigo.

Tragando el resto de mi bebida con avidez, tiro la botella al suelo donde


se rompe, haciendo que el vidrio vuele en diferentes direcciones. Será
imposible encontrarlo todo hasta la mañana.

Mi teléfono vibra en mi bolsillo y, a pesar de la lluvia, lo saco y lo


presiono contra mi oído. —¿Qué?

Hay un silencio al otro lado de la línea por un momento, y sin mirar la


pantalla, sé quién es.
Solo a él le gusta crear tal anticipación en sus oponentes, amigos y
víctimas por igual. —Ella regresará pronto. —La voz de Callum está
desprovista de cualquier emoción, por lo que es difícil entender lo que
quiere decir, aunque esas cuatro simples palabras iluminan un infierno que
se construye dentro de mí—. Está en marcha, Madman1. —Con eso, me
cuelga, ni siquiera esperando una respuesta, no es que yo le hubiera dado
una.

Miles de emociones, una más oscura que la anterior, me golpean


mientras una rabia profunda tensa cada vena de mi cuerpo.

No me dio un nombre ni ninguna otra información, el cabrón es así de


reservado, pero no necesito que me diga a quién se refiere. Ya lo sé.

Es una maravilla que los haya dejado vivir tanto tiempo después que la
mantuvieron escondida de mí durante una década.

Tomando aire en mis pulmones para que la neblina roja frente a mis ojos
desaparezca, camino dentro de la casa, el vidrio cruje bajo mis pies y se
clava en mi piel, probablemente dejándome cicatrices en el proceso.

Tengo tantas cicatrices marcando mi cuerpo que varias nuevas no harán


la diferencia.

Caminando por el espacio hacia mi oficina, enciendo la luz, lo que me


da una vista perfecta de tres pizarrones diferentes en las paredes blancas
que de otro modo estarían desnudas.

En el lado derecho, tengo a todos los asesinos en serie involucrados en


mi caso, los que se llevaron lo que es mío hace mucho tiempo cuando
confié en ellos para que se encargaran de ello.

1
Loco.
Me engañaron.

En el lado izquierdo están las personas involucradas en la muerte de


Arianna, aquellos que la redujeron a cenizas en esta tierra que todos
llamamos hogar.

Y justo en el medio hay una pizarra que tiene solo tres imágenes con
diferentes líneas que las conectan.

Una mujer que no tiene rostro y dos hombres a su lado, queriendo cosas
opuestas de ella.

He esperado pacientemente su venganza durante una década, sin tocar a


los que nos tienen afecto, y he usado mis habilidades con otras personas.
Nadie sabrá la paciencia que ha requerido de un monstruo como yo, la
cantidad de rabia que tuve que controlar para que ella pudiera divertirse
primero.

Puede pensar que ha venido aquí para vengarse, que es la mente maestra
de su destino y su complicada trampa, pero la realidad es muy diferente.

Todo esto es una red retorcida de mi creación, y todos los involucrados


son simplemente peones que han estado sentados durante una década en mi
tablero de ajedrez, que se encuentra en la mesa justo debajo de todos los
tableros.

Acercándome a él, tomo un peón negro y lo muevo hacia adelante,


anticipándome a su próximo movimiento.

Su pérdida es inevitable ya que no descansaré hasta que se destruya cada


pieza del tablero de ajedrez, dejando solo al rey y la reina a mi merced,
para que podamos ajustar cuentas de una vez por todas.
Érase una vez, un pecador, un sacerdote y un loco que jugaron un juego
peligroso.

Donde todos ellos ardieron en las cenizas de su pasión y traición.


Capítulo 2

“En tu fe encontrarás una respuesta a todo el dolor que llevas dentro”.


Las palabras de mi maestro, el Pastor George, resuenan en mis oídos
todos los días de mi vida.
Pero, curiosamente, la expiación no llega y la fe no tiene luz en esta
oscuridad en la que estoy viviendo.
Soy un sacerdote.
Cuyo pecado del pasado me persigue donde quiera que voy.

Eachann

El tiempo se marca en el reloj de madera detrás de mí, indicando que


está cerca la oración de la tarde, y decido terminar una última cosa antes de
dar por terminado el día y agarrar mi ropa de oficina.

Después de todo, soy el sacerdote en esta iglesia nuestra, y esta ciudad


no es más que un anal con sus misas en la iglesia.

El bolígrafo raspa el papel en la sala silenciosa mientras sigo escribiendo


informes anuales, frunciendo el ceño ante la cantidad gastada por Gloria en
el arroz.

Escribiendo una última cosa, cierro el diario con un ruido sordo y lo dejo
a un lado en la gran pila de informes terminados.
Dando vueltas en mi silla, estoy a punto de levantarme cuando cinco
golpes tocan mi puerta. —Entra —le grito, y Laura irrumpe en el interior,
casi cayendo al suelo—. Laura, qué hermosa sorpresa.

Salta en medio de la habitación y comienza a bailar, sacudiendo sus


brazos y piernas salvajemente mientras canta:

—¿Adivina quién vendió una casa hoy? ¿Adivina quién vendió una casa
hoy?

Una sonrisa se extiende por mi boca y le guiño un ojo. —Laura


Campbell.

Me señala con dos dedos y hace el movimiento de disparar un arma. —


La única. Nadie podrá decirme ahora que estoy perdiendo el tiempo.

Reprimo el deseo de decirle que una sola venta difícilmente contará para
nada con la familia. Está tan feliz que sería un crimen arruinar su estado de
ánimo.

—¿Cuál casa? —pregunto y la sonrisa se desliza de sus labios, mientras


la preocupación cruza su expresión.

Interesante.

Suele reservar este look para reuniones familiares. Y desde mi conexión


con ellos, tengo que estar al frente y en el centro para presenciarlo. Durante
esos momentos, siempre quiero acercarme a ella y asegurarle que no
necesita su aceptación para nada, pero es más fácil decirlo que hacerlo.

Algunos hábitos de la infancia son difíciles de ignorar. Yo debería


saberlo.

Se deja caer en la silla frente a mí, apoya los codos en las rodillas y
levanta los ojos, como si tratara de pegarme la mirada.
—¿Laura? —pruebo, encontrándola extrañamente inquieta, porque ella
nunca mantiene la boca cerrada en mi presencia.

Ahora que lo pienso, su boca nunca se cierra en presencia de nadie, y no


hay una persona en esta ciudad que no sepa sobre su vida. Así de sociable
es la chica.

Ella exhala pesadamente, sus mechones volando un poco hacia arriba en


su frente antes de hablar y con eso gira mi mundo sobre su eje. —La casa
de los Griffins.

Nada más que un silencio sepulcral sigue a sus palabras, interrumpido


solo por el tictac ruidoso del reloj. Los recuerdos chocan contra mí como
una poderosa ola tras otra y me balanceo un poco, apretando mi agarre en
la parte superior de la silla mientras lucho por respirar.

Los recuerdos, como descubrí a lo largo de los años, te condenan a


cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Tal vez para que
podamos recordar nuestros pecados una y otra vez y pedir un perdón que
nunca vendrá.

—Lo siento, Eachann. —Laura se levanta y se acerca, poniendo su mano


en mi hombro, pero me la quito, las emociones se hunden profundamente
dentro de mí, demasiado crudas para su comodidad—. Pero a ella
realmente le encantó y quería la casa más grande disponible en la ciudad.

Sin embargo, la casa de los Griffins no es sobre el tamaño, y ambos lo


sabemos.

No, se trata de prestigio y de la magnífica vista que ofrece.

A pesar que no pertenecían a la élite de la ciudad, poseían la casa que les


fue transmitida de generación en generación. Y, por extraño que parezca,
nadie de la élite intentó quitársela antes o después de su muerte.
Probablemente nadie quería ser perseguido por los fantasmas que
seguramente los habrían ahogado a todos.

—¿Ella? —me las arreglo para rasparme la garganta seca, y Laura


asiente, mordiéndose el labio mientras barre su mirada preocupada sobre
mí.

—Su nombre es Cassandra Scott.

Cassandra.

Probar su nombre en mis labios envía una sensación extraña que se


extiende a través de mi que no debería experimentar ningún sacerdote que
prometa comprometerse con la iglesia.

—¿Le dijiste la verdad? —Una pequeña esperanza todavía brilla dentro


de mi pecho de que tal vez una vez que sepa toda la tragedia que sucedió
en esa casa, Cassandra se escape o elija otra cosa.

Entonces ella no me quitaría el único lugar donde puedo expiar mis


pecados.

A lo largo de los años, nunca me preocupé por perderla, porque ¿quién


querría vivir allí? Las paredes de la casa casi apestan a desesperación y
devastación.

Además, Griffin era un apellido que nadie quiso pronunciar en esta


ciudad, porque todos temían a sus propios esqueletos en el armario.

Laura duda antes de responder, pero su vacilación es una respuesta en sí


misma. —Sí, y a ella no le importa. Lo siento; Realmente lo siento, pero...
—hace una pausa y luego murmura, derramando las palabras
rápidamente—, pero tal vez ahora puedas seguir adelante.

Seguir adelante.
Una risa sin humor se me escapa.

Solo las almas inocentes pueden creer eso.

Porque no hay forma de seguir adelante con lo que he hecho.

Estoy manchado para siempre de sangre y oscuridad que me pertenece


como una segunda piel.
Capítulo 3

“No se puede confiar en los que llevan máscaras de engaño. La gente


debería tenerles miedo, ya que nunca se sabe cuándo el acero de su
espada atravesará tu corazón”.
El Pastor Joseph solía repetir esta frase todo el tiempo durante sus
interminables conferencias en las raras ocasiones en que me molestaba en
visitar esta jodida ciudad.
Nunca me importó una mierda.
No soy una persona.
Soy un loco.
Que busca la carne de los que caen en la máscara del engaño que
marca mi cara todos los días de mi vida.

Madman

La música clásica que resuena por el espacio me pone de los nervios y


una vez más me recuerda por qué nunca permito que nadie use mi
mazmorra.

Ellos joden con la configuración y ajustan mi sala de tortura a sus deseos


enfermizos, y de ninguna manera eso va conmigo.

Recojo el mando a distancia de la mesa, cambio la música a rock,


levanto la mano en el aire, permitiendo que la sensación me invada y
alimente mi sangre con la anticipación que tanto necesito.
Como descubrí a lo largo de los años, a veces la anticipación puede ser
un afrodisíaco más grande que el acto en sí.

La forma en que muerde tu piel, despierta a la bestia dentro de ti,


alimenta los deseos que gobiernan tu vida de los que no hay escapatoria.

Sí, la anticipación es un arte en sí misma.

La música rock fue diseñada por dioses; ¿qué más puede explicar su
belleza y el ritmo constante que te pone cada vez más nervioso?
Alimentando la vocecita en tu cabeza que te dice que eres invencible.

Curiosamente, solo uno de mis conocidos, Arson, está de acuerdo


conmigo en esto. Los demás prefieren la música clásica, que me hace
sangrar los oídos, porque parece una mierda deprimente.

Por qué usan música deprimente en una ocasión tan alegre como matar,
está más allá de mi comprensión.

—Si se trata del préstamo bancario… —murmura la voz en la parte de


atrás, sacándome de mis pensamientos mientras, me acuerdo de su
presencia—. Lo devolveré todo, lo prometo. Solo necesito un poco de
tiempo. —Una sonrisa se desliza por mis labios ante esto, y se transforma
en una risa en toda regla mientras se balancea en las paredes de mi
mazmorra, mezclándose con la nota especialmente alta de la guitarra
eléctrica.

Ignorándolo, me pongo mis guantes de cuero negro, disfrutando de la


firmeza con que presionan contra la piel, a diferencia de los putos de látex
que tienden a romperse en los momentos más divertidos.

Apretando mis dedos un par de veces, estiro mis manos frente a mí antes
de mover mi dedo índice en el aire como si contara a quién elegir.
—Puedo vender la casa si necesito pagar la deuda ahora. —El hombre
habla de nuevo, el pánico se infiltra lentamente en su voz ya que sigo en
silencio.

A través de los años y de innumerables víctimas, he notado que, aunque


te temen, prefieren que hables. Creen que si puedes razonar con un asesino
en serie, él te perdonará y te dejará ir.

Lo cual es realmente gracioso, porque si un asesino en serie se molesta


en cazarte, puedes apostar que ninguna cantidad de dinero o cualquier otra
cosa en el mundo hará que te deje ir.

Nada que no sea sangre, tortura y muerte será lo suficientemente


satisfactorio.

—Puedes decirle a Bill...

Mi mano levantada sobre mi hombro lo calla, y tomo el cuchillo de


cocina de filo dentado que está cubierto con veneno de serpiente. Este en
particular tiene el poder de hundirse en el cuerpo y extenderse a través de
él lentamente, matando desde el interior antes que una persona tenga la
oportunidad de descubrirlo.

Primero, desdibuja la mente, luego te paraliza y después, esta parte es mi


favorita, quema a una persona de adentro hacia afuera hasta que no queda
nada más que un dolor agonizante.

Ah, qué hermoso veneno que lamentablemente ya no puedo encontrar en


el mercado, porque Lachlan jodidamente compra a todo el mundo.

Tengo mis razones para odiar al rey clandestino de Nueva York, y esto
se suma a la pila interminable de sus pecados en mis ojos.
—Por favor —gruñe de nuevo, y ya he tenido suficiente de esta
dramática víctima.

Girándome rápidamente, lanzo el cuchillo directamente a su estómago, y


su poderoso grito resuena por el espacio, lleno de tanta agonía que una
sonrisa se extiende por mi boca.

Ah, ahora es más como mi mazmorra donde las víctimas sufren en lugar
de un hombre quejándose de su estado.

Una vez más, le doy a Mike una mirada más cercana, inclinando la
cabeza hacia un lado mientras mi mirada lo recorre.

El hombre no lleva nada más que pantalones que le caen hasta la cintura
y está envuelto con cadenas de metal en el poste que se encuentra en medio
de un círculo más pequeño que casi parece un altar.

Su frente tiene una gran herida en el medio por el bate de béisbol que
usé con él antes, y su nariz gotea sangre, probablemente por mi puño,
porque no pude escuchar sus gemidos después del golpe con el bate.

Agacha la cabeza, las lágrimas caen por su cara mientras observa el


cuchillo que se le sale y la sangre cae al suelo a sus pies descalzos. —Por
favor —repite de nuevo desde su garganta seca, y yo chasqueo la lengua.

—No. —Esta sola palabra tiene el poder que él salga momentáneamente


de su estado, y parpadea sorprendido.

—¿No? —pregunta, y niego con la cabeza y agarro la mini motosierra


de la mesa.

—No. —Encendiendo mi cigarrillo en el camino, exhalo humo a nuestro


alrededor y continúo hablando mientras mis botas de cuero golpean con
cada paso, probablemente antagonizando cada célula de su cuerpo—. ¿Te
gusta tocar el piano, Mike? —disparo una pregunta propia y él se queda
quieto; el aliento se le queda en los pulmones y su cara palidece—. Sabes,
todas esas lecciones privadas que les das a increíbles protegidos que algún
día se convertirán en grandes músicos —reflexiono, echando humo en su
cara esta vez, haciéndolo toser un poco—. Son tu orgullo y tu alegría. —
Inclinándome hacia adelante, le susurro al oído mientras él tiembla por
todas partes, sacudiendo la cabeza en negación a cada palabra, aunque
ambos sabemos que tengo razón—. La grandeza, el poder, la pasión que
sientes por tus lecciones de piano. —Toco debajo de su barbilla, centrando
su atención en mí para que vea claramente la locura en mí y no le quede
ninguna esperanza—. Eso es lo que siento cuando estás aquí.

—No era mi intención —dice, y asiento con la cabeza, dándole


palmaditas en el hombro para tranquilizarlo.

—Por supuesto que no, Mike. Solo querías que aprendieran. Para
apreciarte. —El hijo de puta suspira ante esto como si estuviera aliviado
que lo entienda.

Por un segundo, una rabia profunda nubla mis ojos, trayendo de vuelta
los recuerdos que me invaden como una película muda, mostrando
imágenes en blanco y negro que tienen el poder de destruir mi cordura si
no me aferro a ella.

Los olores, los gritos, las risas, pero también sus palabras.

No quise hacerlo.

No importa lo que pasó, ellos jodidamente nunca tuvieron la intención


de hacerlo.

¿Por qué entonces, si no es su intención, dejan cicatrices, dolor y


agonía?
—¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo, Mike? —pregunto, sin
importarme realmente su respuesta mientras enciendo la mini motosierra y
el familiar sonido trrrrrr estalla, sus ojos se dirigen hacia él mientras traga
saliva—. Decido cada maldita cosa que hago y no me arrepiento de ello. —
Envolviendo mi mano alrededor de su muñeca, le corto el dedo índice y la
sangre brota sobre nosotros. El grito familiar resuena en mis oídos y se
agita en el poste, pero no importa cuánto lo intente, no puede recuperar su
mano.

Paso al siguiente dedo y luego al siguiente y al siguiente, hasta que todos


sus dedos están junto a los dedos de los pies mientras la sangre a nuestro
alrededor crece y crece. Sin embargo, no puede decir nada al respecto,
probablemente su garganta esté desgarrada por todos los gritos inútiles que
emitió antes.

Al pisar su carne cortada, sonrío cuando cruje bajo mi asalto, y luego


agarro su cabello, inclinando su cabeza hacia mí. Sus ojos entrecerrados
me dejan claro que el veneno ha comenzado a afectarlo poco a poco, junto
con el dolor.

—La música será la respuesta a todas tus oraciones. —La incredulidad


colorea su cara antes de murmurar algo incoherente, pero eso me importa
una mierda—. Hay un lugar especial reservado para todos nosotros en el
infierno, Mike. Reza para que no termines a mi lado, porque también te
cazaré allí. —Aunque puedo trabajar más con él, estoy jodidamente
aburrido en este punto.

Buscando el control remoto en mi bolsillo trasero, presiono un botón y


lentamente el suelo se ilumina, llamando la atención sobre su diseño de
vidrio que muestra lo que hay debajo.
Estamos por encima del agua, ya que lo había construido
específicamente para este propósito, donde varios tiburones y peces nadan,
esperando carne fresca para darse un festín.

—Dios mío —exclama Mike, usando lo último de su fuerza para mover


las cadenas, y yo solo suspiro con resignación.

Las víctimas siempre serán tontas como la mierda. Es un milagro que


tenga tanta paciencia con ellos.

Presiono el control remoto una vez más para que el altar en círculo se
abra y el poste comience a bajar, todo mientras continúan sus gritos roncos
y apenas audibles.

—Lo siento, lo siento. Por favor, ayúdame. —Una vez que está
completamente abajo, el altar se cierra y lo veo en el agua con los
tiburones rodeándolo justo antes de atacar su carne, sus dientes se hunden
en él mientras no se mueve, probablemente porque el veneno lo está
paralizando.

La sangre llena el agua, difuminando la escena para mí, pero después de


unos minutos, los tiburones se alejan nadando, dejando casi nada detrás
excepto las cadenas con rastros de piel en ellos.

Perdón.

Qué palabra tan divertida.

Porque el perdón es un privilegio que no todos ganan en este mundo.

Especialmente no los que se cruzaron con el loco.


Capítulo 4

“El perdón es nuestra mayor fortaleza”.


El Pastor George lo predicó durante sus misas dominicales todo el
tiempo, entre otras cosas.
Sin embargo, el perdón es el privilegio de aquellos que nunca tuvieron
que volver del infierno con garras.

De las memorias de Arianna Griffin...

Mi bolígrafo raspa el cuaderno mientras escribo rápidamente el poema


que mi maestra Mary está escribiendo con un marcador en la pizarra
mientras dice:

—Tengan esto listo para la próxima clase. Quiero que todos presenten
el poema y luego me digan lo que piensan al respecto. —Gruñendo
internamente, tomo nota mental de volver a eso esta noche después de mi
práctica de patinaje sobre hielo y cierro el cuaderno justo a tiempo con el
timbre.

—Salvada por la campana —me canta Patricia al oído, y una sonrisa se


extiende por mi boca mientras me guiña un ojo—. Lo juro por Dios, la Sra.
Mary decidió ser más estricta antes del baile.

—Escuché eso —dice, ajustándose las gafas y señalando a mi amiga con


el dedo—. Cuidado.
Patricia se encoge de hombros y le lanza un beso, y yo pongo todo en mi
bolso antes que me agarre del codo, arrastrándome afuera mientras
nuestros otros compañeros de clase atraviesan la puerta, charlando en voz
alta.

Hago una mueca de dolor ante todos los sonidos.

Prefiero la música dulce e instrumental que me envuelve en su telaraña


mientras actúo en el hielo, haciéndome uno con ella y patinando con el
corazón.

Empujamos a través de todos los cuerpos caminando hacia los


casilleros, necesito agarrar mi cuaderno de música de allí y tirar todos
estos libros que se sienten increíblemente pesados en mi hombro. No
puedo esforzarme, ya que mi cuerpo lo es todo en el hielo.

—Vamos a encontrarnos con Sara para tomar un helado después de esta


clase, ya que es la última. ¡Necesitamos discutir sobre el baile! —Aprieta
mi brazo con más fuerza—. ¿Ya has elegido al chico con el que irás? —
Explicarle que funciona al revés claramente no ayudó mucho.

Frunzo el ceño ante el tono extraño de su voz, pero niego con la cabeza,
hago girar la combinación en mi cerradura y abro la puerta. —Por
supuesto que no. Puede que ni siquiera vaya si el campeonato es el mismo
día. Te lo dije. —Estoy un poco cansada de repetir la misma frase una y
otra vez, desde que comenzó el último año.

Amo a Patricia hasta los huesos, somos amigas desde siempre. Nuestras
madres solían decir que nos conocimos en la sala de partos, ya que
nacimos el mismo día con solo unas horas de diferencia. Pero tiene esta
extraña tendencia a olvidar todo lo que digo si no se ajusta a sus
necesidades o si incomoda sus planes.
Ella resopla con molestia, apoyándose en su casillero y quitándose los
mechones de cabello de la frente. —Por favor, es solo una pequeña
competencia entre escuelas. No es como si estuvieras luchando por la
medalla de oro.

Mi corazón se acelera dolorosamente ante esto, y presiono mi puño


contra mi pecho, respirando a través de él, aunque sus palabras casi me
parten en dos. Porque, de no haber sido por la lesión que tuve hace dos
años, ahora mismo estaría compitiendo por el oro junto con otras
personas que representan a nuestro país.

El trauma en mi rodilla que sufrí al resbalar en el hielo cuando se me


rompió el patín me costó dos años. Pero he entrenado religiosamente y
conseguiré ese oro en los próximos campeonatos incluso si me mata. —
Este concurso es importante para mi portafolio. Por no hablar de una
beca. —Nuevamente, lo he dicho muchas veces.

He estudiado como una loca para calificar para una buena universidad
y no quiero conformarme con nada menos. Mis padres sacrificaron tanto
por mi sueño de patinar sobre hielo; merecen un descanso sin tener que
preocuparse por mis estudios.

—Uf, ahórrame el discurso sobre la universidad. Ya tengo suficiente de


eso en la casa de mi abuelo. —Se queja, golpeando el suelo con los talones
antes de poner los ojos en blanco.

A veces me pregunto si a Patricia simplemente no le importa porque es


una Flores, así que todas las oportunidades se le darán de todos modos.

Y todos en esta ciudad cerca del borde de la isla conocen a una de las
cinco familias fundadoras.

Su poder aquí es absoluto, después de todo.


Sacudiendo la cabeza por los pensamientos sombríos, lo intento de
nuevo. —Piensa en ello de manera diferente. Si no obtengo una beca, no
podremos estudiar juntas. Tendrás que vivir sin mí. —Suspiro
dramáticamente, colocando el dorso de mi mano en mi frente—. Con
Dorothy a tu lado.

Ella jadea y golpea mi brazo. —No es divertido.

Me río de su indignación, pero, de nuevo, nadie odia a Dorothy más que


Patricia. Después de todo, Dorothy es la santurrona que delata a todo el
mundo siempre y cuando los chismes estén calientes. Una de las razones
por las que todos se quedan a una milla de distancia de ella, y las únicas
personas que se han quedado son las hijas y los hijos de las personas que
trabajan para su padre.

No me sorprendería saber que los chantajea de alguna manera para que


permanezcan a su lado.

Antes que pueda responder a su lamento, un sobre rojo cae de mi


estante superior al suelo mientras alcanzo mi libro de música. —¿Qué
demonios? —Patricia murmura. Frunciendo el ceño, me arrodillo para
recogerlo, volteándolo de lado a lado.

No tiene otro nombre que no sea el mío, y mi nariz se contrae debido al


familiar aroma a lavanda del jardín detrás de la escuela, donde la
mayoría de los estudiantes de último y tercer año se relajan.

—Arianna recibió una carta de amor —bromea Cole cuando pasa junto
a nosotras, saludándome en el camino, y parpadeo ante eso, saludándolo
como una idiota y solo saliendo del estupor una vez que desaparece entre
la multitud.
—¿Desde cuándo eres amiga de Cole Calvin? —Patricia pregunta, el
disgusto entrelazando su tono mientras sigue mi mirada—. No es más que
un fenómeno. —Para ser justos, todo el que no encaja en el molde de la
sociedad de perfecto y adecuado o rico, cae en esta categoría para mi
amiga, pero en este caso algunas de sus palabras tienen mérito. Este tipo
es tan extraño y aleatorio que ni siquiera voy a examinarlo.

Es por eso que me confunde muchísimo que él siempre se asegure de


saludarme cada vez que me ve y luego se ría durante varios minutos, lo
que parece divertidísimo.

Pero entonces, ¿quién diablos sabe lo que sucede dentro de la cabeza de


los artistas? Algunas veces lo veo, Cole tiene la nariz pegada en su
cuaderno de bocetos, ajeno al mundo exterior.

—Tuvimos una clase juntos el otoño pasado. —La mentira se me escapa


fácilmente de la lengua, porque sé que Patricia no recuerda mi horario. Es
más fácil que la verdad, incluso me confunde.

Vuelvo mi atención al sobre y lo abro, deslizando la carta donde está


escrita en papel blanco con tinta morada, mi color favorito, leo las
palabras.

¿Irías al baile conmigo?

—E

—Oh, Dios mío —exclama Patricia, sacudiendo mis brazos un poco


mientras sus uñas se hunden en mi piel—. ¡Ethan White te invitó al baile
de bienvenida! —grita tan fuerte que la gente a nuestro alrededor se calla
mientras sus ojos se abren con sorpresa.

—Patricia, no creo… —Quiero evitar que haga suposiciones estúpidas,


especialmente en compañía de aquellos que difundirán la noticia a la
velocidad del rayo por toda la escuela, pero las palabras se me quedan en
la garganta cuando veo a Ethan caminando hacia nosotras, con un ramo
de lavanda en la mano y una caja de bombones en la otra.

Oh.

Se acerca a nosotras y anuncia para que todos escuchen:

—Arianna Griffin, ¿irías al baile de bienvenida conmigo y serías mi


cita? —Él cae sobre una rodilla ante mi maldita conmoción mientras la
escuela grita, la atención de todos está en nosotros, y algunas chicas
suspiran soñadoras, mirando a Ethan.

—Bueno, yo… —empiezo a decir, pero luego la multitud canta, al igual


que lo hacen cuando corre por el campo con el balón listo para hacer un
touchdown.

—Di que sí, di que sí, di que sí… —Miles de emociones agitadas me
recorren, y quiero huir de aquí y concentrarme en mí, sin comprender su
repentino interés.

Ethan White es uno de los chicos más populares de esta escuela. Las
chicas literalmente caen sobre sus pies para llamar su atención. Pero ni
siquiera ha mirado en mi dirección.

Patricia me da un codazo en el costado y me susurra:

—Haz algo. —Hay una nota extraña en su voz una vez más, pero estoy
demasiado distraída con la situación actual para pensar mucho en ella, y
tantos pensamientos me golpean a la vez que no sé qué hacer.

Entonces digo lo primero que me viene a la mente que pondrá fin a esta
farsa de una vez por todas. —Sí.
—¡Gol! —grita, y todos silban cuando envuelve sus manos a mi
alrededor, me levanta y me hace girar antes que pueda parpadear ante sus
continuos vítores.

Huele a la más rica de las colonias masculinas junto con la hierba,


probablemente por su práctica de fútbol, y cuando me sonríe, es el chico
más guapo que he visto en mi vida.

No tengo el corazón para decirle que no frente a toda la escuela, y


además, no importa de todos modos, porque no voy a ir.

Pero parte de mi corazón sangra dentro de mi pecho por la decepción


de esta realidad.

Porque por una fracción de segundo cuando vi la letra E, esperé que


otro chico me invitara al baile de bienvenida.

Y por él, habría movido cielo y tierra para ir.

Desafortunadamente para los dos, nunca tuvo el valor de preguntarme


primero.

Y puso un comienzo a la cadena de eventos que nos cambiaron para


siempre.
Cassandra

Un fuerte golpe resuena a través de las paredes justo antes de oír el


cristal romperse y un hombre murmurar:

—Mierda.

Suspirando, bajo de la encimera de la cocina y camino hacia la puerta


principal para ver a uno de los chicos de la mudanza flotando sobre mi
estatua de gato, o más bien lo que queda de ella.

Levanta su mirada hacia mí. —Lo siento, señorita. —Aunque se


encuentra con mi mirada, da un paso atrás como si tuviera miedo de lo que
podría hacerle.

Lo cual es gracioso en sí mismo, considerando que mide un metro


ochenta y es el doble de grande que yo.

Abro la boca para tranquilizarlo cuando la voz detrás de él ladra:

—¡Maldita sea, Derek! Te dije que tuvieras cuidado. —Y en segundos,


el dueño de dicha voz profunda pero ronca aparece a la vista en todo su
hermoso esplendor.

Tiene el cabello rubio hasta los hombros que enmarca su piel bronceada
y ojos azules cristalinos que se ensanchan cuando aterrizan en mí. Lleva
pantalones cortos y una camiseta que no esconde que debe ir al gimnasio,
ya que es musculoso en todos los lugares correctos. Sus pómulos altos
hablan de su herencia, mientras que la leve sombra del día siguiente solo
aumenta su atractivo.
—Bueno, hola —dice y luego hace una mueca cuando se da cuenta del
cristal roto en el suelo—. Me disculpo por eso. Te reembolsaré todo. —Me
escanea de la cabeza a los pies antes de negar con la cabeza y luego
ladrarle al chico—. ¡Es la segunda vez en una semana, Derek!

El chico, probablemente apenas salido de la adolescencia, encoge los


hombros y se mueve un poco hacia un lado bajo el escrutinio.

—Eso es mi culpa en realidad —le digo, bajando mi voz un poco a un


tono ronco, y ambas cabezas giran hacia mí como en trance—. Grité fuerte
arriba cuando me golpeé el dedo del pie en la cama. —Paso mi dedo por
mi camisa, y la atención del rubio se dirige inmediatamente hacia allí—.
Así que me temo que el pobre Derek no tuvo más remedio que reaccionar.
—Noto cómo Derek exhala ligeramente, enviándome una mirada de
agradecimiento.

Realmente no debería; no es como si lo estuviera haciendo por la bondad


de mi corazón.

Cada palabra que digo y cada acción que hago tiene un propósito.

El rubio se frota la barbilla, su mirada se lanza entre nosotros mientras


inspecciona los daños con su zapato y finalmente habla.

—Lo siento, hombre. Cosas como estas suceden en el trabajo. —Le da


una palmada en el hombro a Derek, pero no me pierdo la mueca de dolor
en la cara del chico cuando la mano del rubio lo aprieta—. Derek lo
limpiará ahora, y aceptarás una taza de café junto con donas para
arreglarlo. —Espera un segundo antes de agregar—: Por el dedo del pie
golpeado y todo. —Me envía una sonrisa traviesa como si lo encontrara
lindo, y me giro, ignorando su declaración y dándole una vista increíble de
mi espalda.
Marchando hacia la cocina, llamo por encima del hombro. —No bebo
café. Déjame mostrarte el recogedor, Derek. —Por sus pasos pesados
golpeando el suelo, sé que me está siguiendo.

Una vez que estamos dentro de la espaciosa cocina, enciendo la tetera


mientras él balbucea antes de susurrar: —Muchas gracias.

Le hago un gesto con la mano y señalo el fregadero. —No hay


problema. Odiaba la estatua de todos modos —digo burlonamente y él se
sonroja, rápidamente se lanza al fregadero y saca un recogedor y un cepillo
nuevos.

Me sirvo un vaso de agua, pero me detengo a medio camino de mi boca


cuando entra el rubio, silbando fuerte. —Vaya, has hecho un trabajo rápido
aquí. —Se da la vuelta, estudiando el entorno con total incredulidad y...
¿maravillado?

Después de todo, el interior de la casa ya no se parece a las películas de


terror llenas de polvo y sangre.

En cambio, los electrodomésticos brillantes reemplazan a los viejos, y el


caro roble marrón brilla intensamente bajo la luz del sol que entra por las
ventanas.

Varios platos de porcelana junto con los equipos de cocina más nuevos
se acomodan en los mostradores, casi recreando una imagen de un
catálogo.

El rubio asoma la cabeza fuera de la cocina, mirando hacia la sala de


estar que ya no tiene esas horribles alfombras y mesas. En cambio, un
suelo de mármol brilla bajo la lámpara de araña y la puerta de la terraza
está abierta de par en par, permitiendo la entrada de la suave brisa y el
sonido de los cisnes en el lago.
Todas las grietas y los olores han desaparecido después que el equipo de
renovación se deshiciera de todos los muebles de mala calidad y tomó un
mes para armar todo, incluido el piso de arriba.

En otras palabras, la casa es magnífica y no merece más que cumplidos.

El dinero, después de todo, puede comprar muchas cosas y rápido; con


un pequeño empujón, lograron terminar dos semanas antes.

Probablemente ayudó que, a pesar del estado interno de la casa, las


tuberías y bombas estuvieran bien cuidadas, como si alguien estuviera
cuidando la propiedad.

Aunque inmediatamente descarto el pensamiento, porque ¿quién sería


tan bueno en esta ciudad de gente cruel y jodida?

La respuesta es nadie.

Así que solo tengo que agradecer a los propietarios anteriores.

—Eso explica las compras —bromea el rubio, señalando con el pulgar


hacia las cajas—. Por cierto, mi nombre es Ethan White. —Ah, el dueño de
la empresa—. Ya que no tomas café, ¿quizás pueda ofrecerte algo más con
donas?

Derek elige este momento para murmurar algo en voz baja y sale
corriendo de la cocina.

Pero entonces Ethan sacude su cabeza, cubre la cara con la palma de la


mano, y ríe de si mismo, el sonido envía espinas por mi espina dorsal. —
Eso salió mal. En cualquier momento pensarás que soy un cretino o algo.
—Sonrío ante eso, y él debe tomarlo como un estímulo, porque sigue—.
Solo sé que es difícil ser nuevo en la ciudad.
—¿Oh? ¿También te mudaste aquí? —le pregunto con curiosidad,
apoyándome en la encimera, y él asiente, metiendo los pulgares en los
bolsillos.

—Sí, quiero decir que tenía diecisiete años y todo. Pero esta ciudad tiene
sus propias costumbres, por lo que podría haber usado a un amigo en ese
entonces.

Que mentira. Basado en mi investigación, él siempre está usando esta


línea en mujeres despistadas que se enamoran fácilmente. Pero tengo la
intención de vivir aquí, por lo que mi presencia debe inquietarlo.

Extiende su mano hacia mí. —Un placer conocerte.

Ella está sangrando. ¡Está malditamente sangrando! ¿Qué diablos


hemos hecho?

Parpadeando para alejar la voz de pánico en mi cabeza, le estrecho la


mano. Su respiración se detiene en sus pulmones, y espero un segundo
antes de retirar mi mano y colocarla en mi cadera. —Encantada de
conocerte, Ethan. Y si alguna vez quiero un té con donas, serás el primero
al que llame. —Frunce el ceño mientras estudia su mano, pero asiente de
nuevo mientras yo sonrío, aunque en este punto apenas puedo mantener mi
expresión intacta.

El teléfono en su bolsillo suena y lo saca, dándome una mirada de


disculpa. —Lo siento, tengo que aceptarlo. Pero asegúrate de llamarme,
Cassandra. —Con eso, camina hacia el pasillo mientras les grita órdenes a
los hombres que entran a la casa y traen mis muebles.

Sorbiendo mi agua, dejo que el líquido se esparza a través de mí y


extinga el infierno que arde ardientemente en mi sangre, apenas
controlando el deseo de tirar el vaso al suelo para que se rompa, el sonido
de ello silenciando los gritos dentro de mi cerebro.

Ethan White.

El nombre número uno de los cinco que pagarán por lo que me hicieron
hace tantos años.

Y para él, la venganza sabrá a la más lenta de las agonías, matándolo


poco a poco.

Al igual que él hizo conmigo cuando le rogué una y otra vez que me
ayudara mientras sus amigos me destruían uno tras otro.
Madman

Limpiando el último dispositivo de mi mesa de armas, lo coloco


ordenadamente antes de presionar el botón que lo quita todo. Una tapa lo
cubre, creando una amplia caja rectangular junto a la pared.

Mirando hacia atrás, veo que mi mazmorra no refleja nada del infierno
que era hace solo unas horas cuando traje a Mike aquí, en cambio luce
como una habitación normal con un televisor de pantalla ancha y un sofá,
diseñado para un poco de tiempo a solas.

Disfraz perfecto.

Incluso si esta pequeña choza está ubicada en las afueras de la ciudad,


lejos de miradas indiscretas.

Si algún policía entra en este lugar, no encontrará ni un rastro de ADN, y


mucho menos algo más.

Tomé medidas extremas para asegurarme que todo estuviera protegido a


toda costa, para que nadie pudiera perturbar mi paz aquí; nada es más
molesto que configurar otro dominio con mis gustos específicos. Construir
este lugar me llevó casi tres años y todavía tengo algunas cosas en las que
trabajar, como una silla eléctrica.

Algunos asesinos en serie no piensan de antemano, prefieren asumir que


la policía no los encontrará, pero yo vivo con reglas diferentes.

Nunca subestimes a tu enemigo, especialmente a aquellos que a los ojos


de la gente tienen todo el poder.
Voy a salir para cerrar este lugar y tomar un descanso muy necesario
cuando mi teléfono vibra y veo el nombre de Laura parpadeando en la
pantalla.

—Eudard —grita, y aparto el teléfono de mi oído. Pateando la puerta


para abrirla, inhalo la brisa fresca del océano en mis pulmones.

Nada mejor en este mundo que caminar hacia este magnífico clima y ver
la puesta de sol prácticamente besando el océano después de quitar una
vida.

—No soy sordo, Laura —le digo, pero solo me hace ganar otro chillido
y me pregunto cómo sobrevive la gente a su alrededor a diario.

Su voz es tan jodidamente molesta que es un milagro que no sellara su


boca con cinta adhesiva hace mucho tiempo. —¿Ah, de verdad? ¿Por qué
no te has molestado en coger el teléfono hasta ahora?

—Para evitar tu voz —le respondo con sinceridad, y ella se queda en


silencio por unos segundos, lo que me permite cerrar la puerta en paz antes
de moverme hacia mi motocicleta estacionada al costado de la carretera.

—Eres un idiota, Eudard. —Aunque suena enojada, no hay calor en sus


palabras y sonrío.

—Sin embargo, todavía me amas, ¿eh?

—Tengo que hacerlo. —Espera un poco antes de agregar—: Después de


todo, eres mi hermano. Viene con el territorio.

—Sí, qué inconveniente —murmuro, y ella resopla con exasperación.

—Eres increíble. —Se ríe por un momento antes que todo rastro de
humor la abandone y la seriedad regrese a su tono—. ¿Dónde estabas?
—No puedo recordarlo.

—¿Recordar qué? —pregunta confundida, y busco un cigarrillo, lo


enciendo, y gimo para mis adentros al primer sabor de nicotina que golpea
mi boca.

Es el cielo para este diablo.

—Un momento en el que te di la impresión que podías interrogarme.

—Oh, Dios mío, eres un...

En este punto, ya he tenido suficiente de esta mierda, así que la


interrumpo. —Laura, ve al grano o colgaré. ¿Y una advertencia? Me aferro
a un hilo muy fino. —Tengo mejores cosas que hacer que escuchar sus
dramáticas súplicas.

Ese es el trabajo de Eachann.

Una rabia hirviendo me atraviesa como un destello de luz y aprieto los


dientes, respirando profundamente para limpiarla.

El sacerdote tiene ese talento, el solo pensar en su nombre tiene el poder


de despertar un odio tan profundo dentro de mí que me sorprende que el
suelo no tiemble con él.

—Vendí una casa hace seis semanas. Por eso llamé. —Exhalando una
bocanada de humo, me subo a la motocicleta y la pongo en marcha,
escuchando el fuerte rugido que vibra entre mis muslos.

Ah, nada como tener una maldita motocicleta.

—Felicidades. —No estoy seguro de por qué quería ponerse en contacto


conmigo para dar esta noticia, considerando que le dije que dejara esa
mierda e hiciera algo útil en la ciudad, ya que rara vez alguien nuevo viene
a vivir en este agujero.

En cambio, está desperdiciando su talento vendiendo casas inexistentes


solo para demostrarle a nuestro padre que no necesita el negocio familiar.

Qué forma de pensar tan idiota. Cuando alguien te da poder, no lo


rechazas, sino que lo agarras con ambas manos. Y luego úsalo como creas
conveniente, asustando a quienes te lo dieron en primer lugar.

Así es como nace el verdadero miedo, pero mi ingenua hermanita vive


en su realidad improvisada. —¿Hay algo más? —pregunto, me acabo el
cigarrillo, lo arrojo a mis pies y lo piso.

—Se trata de la casa.

Ella espera un poco de nuevo, así que le grito:

—Laura, sigue adelante. —Tengo que llegar a casa antes del atardecer o
Micaden va a lanzar un ataque sobre mí por mezclarme en su ciudad sin
permiso.

Siempre podría argumentar que mi mazmorra se encuentra justo en el


medio de nuestras dos fronteras y técnicamente cualquiera puede reclamar
el territorio, pero el hijo de puta tiene un temperamento de una milla de
ancho y no estoy de humor para discutir con él hoy.

O medir quién tiene el pene más grande para el caso.

—Vendí la casa de los Griffins.

Me congelo, el mundo entero se queda quieto a mi alrededor, donde


incluso el graznido de los pájaros en el cielo llega en cámara lenta como si
viniera de muy lejos.
El humo que estaba a punto de exhalar se pega en mi garganta, creando
un fuego ilimitado dentro de mí, todo mientras diferentes emociones giran
en mí como un carrusel vívido.

Pero entre todos ellos, los más destacados son la furia y el deseo.

—Su nombre es Cassandra Scott. —Laura se apresura a decir ante mi


silencio, y escucho algo caer al otro lado de la línea, como si estuviera
revisando papeles—. Ella es una famosa bailarina contemporánea.

Sigo sin decir nada, digiriendo la información y saboreando su nombre


en mi lengua que no sale como debería. Tal vez porque huele a engaño y
falsedad de la red de mentiras en la que se ha empolvado.

—Volveré pronto.

—Eudard... —le cuelgo a Laura antes que pueda decir nada más, porque
de todos modos será inútil.

Ha vuelto y puede intentar engañar a todo el mundo, incluso al santo


sacerdote.

Pero ella nunca podrá engañarme.

He esperado diez años por ella, y finalmente la presa ha regresado a su


cazador, para convertirse en mi último premio en esta guerra que lleva una
década.

Pero primero tiene que terminar su negocio. La euforia familiar recorre


mi piel, despertando al siniestro loco dentro de mí que ya está hambriento
por el dolor y la sangre que va a infligir.

Y luego lo terminaré por ella de la manera más vil posible.

Solo entonces podré capturar a mi fénix que se levantó de las cenizas.


Agarrando el manubrio con fuerza, vuelvo a hacer rugir la máquina y me
dirijo a mi apartamento antes de regresar a mi ciudad natal.

Después de todo, me pertenece; es mi deber saludar a los recién


llegados.

No me llaman loco por nada.


Capítulo 5

“El amor es el regalo más grande que una persona puede dar a otra”.
Ojalá el Pastor Joseph no me hubiera dicho esas palabras hace todos
estos años.
Porque mi amor se convirtió en nada más que una maldición que costó
tantas vidas que estoy seguro que hay un espacio personal reservado para
mí en el infierno a pesar de la ropa clerical que llevo puesta.

De las memorias de Arianna Griffin…

Corriendo hacia el aula, exhalo aliviada, porque la Sra. Ava todavía


está preparando sus instrumentos musicales y no presta atención a la
clase.

De lo contrario, me echaría de la habitación, alegando que llegué un


minuto tarde. Ella es un amor, pero llega tarde solo una vez y terminarás
en su lista negra.

Dejándome caer en una silla al final de la clase, dejo mi violín sobre el


escritorio y le sonrío tímidamente al chico que está a mi lado. Está leyendo
un libro grueso y todavía tiene puestos los auriculares.

Es una maravilla que la música no esté sonando a todo volumen a través


de ellos, ya que prefiere tener el volumen alto, probablemente para
sacarnos a todos de su cabeza.
Debe haber sentido mi mirada fija en él, porque atrapa mi mirada y me
conecto con los ojos más verdes que he visto en mi vida. Me recuerdan al
hielo durante el invierno cuando la luz de la luna brilla intensamente
sobre él e ilumina todo lo demás.

Incluso las pesadas gafas de montura negra no pueden ocultar su


belleza. Hola, le hablo y él asiente con la cabeza, enganchando los
auriculares sobre su cuello mientras sigue mirándome sin decir nada.

Siempre que hace esto, mi corazón se acelera y las mariposas estallan


en mi estómago, creando algo cálido como si estuviera tomando el sol en
un día de verano.

Eachann “Saint” Campbell ha tenido este efecto en mí desde que tengo


memoria.

Su boca se abre para decir algo, pero es entonces cuando Samantha,


que está sentada frente a mí, se da la vuelta y me guiña un ojo. —Escuché
que Ethan White te pidió que fueras su cita. —Parpadeo ante sus palabras,
olvidándome por completo del incidente en presencia de mi crush, y mis
mejillas se calientan—. Entonces, ¿ustedes están juntos o son algo ahora?
—pregunta con genuino interés, y no estoy segura de qué hacer con eso.

A pesar que se mezcla con Dorothy, Samantha es muy amable conmigo e


incluso asiste a la clase extra de música con nosotros, que se considera
una zona nerd.

Pero incluso contando todo eso, su interés en el tema es extraño por


decir lo menos. —No, solo vamos juntos. —Hasta que cancele todo. Por
respeto a Ethan, actuaré como si fuera a ir.

—Oh genial. Porque nos besamos anoche, y solo quería asegurarme de


no pisar el territorio de nadie.
Parpadeando una vez más, le aseguro:

—Sin territorio, sin preocupaciones.

Ella me levanta el pulgar y se gira para mirar a la Sra. Ava, que todavía
tantea con su piano, pero luego siento que mi mejilla derecha está
ardiendo y miro a Eachann de nuevo.

Sus piscinas verdes me perforan con miles de preguntas, pero no


expresa ninguna de ellas. En cambio, aparta la mirada de mí y se vuelve a
poner los auriculares como si nuestro intercambio anterior no hubiera
sucedido.

Y por alguna razón inexplicable, la ira se apodera de mí, junto con una
molestia que exige una salida.

Siguiendo un impulso, le quito los auriculares de las orejas,


devolviéndome su atención cuando la sorpresa destella en su rostro. Siseo
en voz baja, para que nadie nos escuche.

—Si no te gusta que Ethan me lleve al baile de bienvenida, tal vez


necesites decir algo. Invítame tú mismo. —Solo cuando las palabras salen
de mi boca se registran en mi mente, y jadeo, cubriéndolo con mi mano.

Dios mío, ¿qué he hecho?

Estar enamorada de un chico es una cosa, pero que siempre te sonría y


te hable mientras ignora a todos los demás no es una indicación que
también está enamorado de ti.

Incluso he esperado y esperado que me invitara a salir o hiciera algo


todos estos años. Siempre se acuerda de mis cumpleaños y concursos,
dándome regalos o amuletos de buena suerte. Tampoco ha salido con
nadie más, así que lo he esperado, como una tonta enamorada que no ve a
nadie más que al objeto de su enamoramiento.

Incluso me uní a esta clase por él, a pesar de estar tan agotada y
ocupada por todo el patinaje sobre hielo que hice además de estudiar
mucho.

Patricia me llama idiota y me aconseja que permanezca abierta a otras


opciones, pero no voy a permitirme nada de eso.

Aunque tal vez debería.

En medio del momento más humillante de mi vida, en el que me gustaría


que el suelo se abra y me trague con toda rapidez, la Sra. Ava golpea el
bloc de notas en el piano, atrayendo la atención de todos.

—Estoy feliz de ver a todos aquí. —Ella aplaude y luego se sienta junto
al piano—. Voy a introducir una nueva canción hoy. Abran los libros en la
página quince y vamos a empezar desde el segundo verso. —Su boca se
extiende en una sonrisa cuando centra su mirada en Eachann—. Excepto
tú. Vas a venir a tocar aquí una vez que hayamos practicado un par de
veces. —Él es el único que puede acercarse al instrumento, ya que ella
asegura que todos los demás no tienen talento para ello.

Nadie discute, ya que cuando Eachann toca, es como la música de Dios,


tan poderoso y mágico que el mundo exterior deja de existir para mí.
Además, tocar el órgano en la iglesia durante las misas dominicales lo
convierte en el mejor.

Y en esta ciudad nadie pelea con los mejores, porque terminarás


golpeado en el suelo.

Las familias fundadoras son tratadas como reyes por una razón.
Pasando a la página quince, saco mi violín y lo coloco en mi hombro,
rezando para que mis manos dejen de temblar tanto por el intercambio
anterior. Lo último que quiero es que la maestra me avergüence por no
practicar en casa y cavar aún más mi hoyo de humillación.

Respiro hondo y me concentro en nada más que en el violín mientras


coloco el arco en las cuerdas, feliz que haya elegido una melodía triste.

La música deprimente parece adecuada para mi estado de ánimo actual.


Apoyando la barbilla en el resto, toco la melodía, dejo que las notas me
bañen, creando un capullo protector, donde los chicos que no me aman no
existen y solo queda la angustia que me consume.

Cerrando los ojos, lo doy todo, imaginando las cosas hermosas que
puedo realizar en el hielo con tal melodía, mi mente arremolinándose con
el arte que me rodea dondequiera que vaya.

Sigo tocando y tocando, pero luego el fuerte carraspeo de una garganta


detiene mis movimientos, y mis ojos se abren de golpe para ver a todos
mirándome, frunciendo el ceño.

La maestra parpadea un par de veces y luego sonríe gentilmente. —Ah,


fue genial, Arianna. Si tan solo tocaras así todo el tiempo. —Por supuesto,
ninguna alabanza proviene de ella sin crítica—. Una vez más antes que
Eachann tome su posición.

Estoy a punto de reanudar, cuando él habla por primera vez. —


¿Habrías dicho que sí?

Mirando atrás ahora, desearía que nunca me hubiera hecho esa


pregunta.

Quizás entonces mi vida no se habría convertido en una pesadilla sin


una forma de escapar.
Quizás entonces mi vida no se hubiera corrompido en la oscuridad.

Quizás entonces mi vida no se habría vuelto tan trágica.


Eachann

Estacionando el coche en el borde de la carretera, apago el motor


mientras estudio el entorno que me rodea.

El lugar que ha tenido el poder de traer el caos dentro de mí casi


instantáneamente, por extraño que parezca, en este momento no tiene nada
más que paz que ofrecerme.

Saliendo del vehículo, cierro la puerta sonoramente mientras respiro el


aire del otoño en mis pulmones. El olor a lavanda y rosas se mezclan y
crean algo parecido a un aroma agridulce que llena este lugar.

Eachann, ven aquí.

Frunciendo los ojos y tratando de bloquear la voz que entra en mis


sueños casi todas las noches, niego con la cabeza y me concentro en la
naturaleza.

La hierba está perfectamente cortada junto con los diversos rosales que
se extienden por el espacio escondido bajo el enorme árbol, sus ramas
ondeando bajo la suave brisa.

Un camino estrecho conduce a una casa de estilo victoriano de dos pisos,


con un ático que es el sueño de todo niño, que brilla intensamente bajo la
luz del sol, las tablas recién pintadas son especialmente vívidas, como el
cielo más azul.

Varias sillas de aspecto cómodo se colocan alrededor del porche junto


con un columpio, creando una sensación hogareña, pero sin restar valor a
su gloria anterior.
Y de alguna manera, a pesar que todo está finamente pulido y es nuevo y
de moda, el lugar parece estar atrapado debajo de él en lugar de florecer en
él.

Porque la verdadera belleza se perdió bajo todos los lujos.

Gritos familiares estallan alrededor del lugar, y me acerco al lago


reluciente como miles de diamantes donde veo cisnes nadando. Cacarean y
luego se rodean entre sí antes de sumergirse, probablemente para pescar su
comida.

—Eachann, ¿quieres alimentar a los cisnes?

Aunque veo su boca moverse, no escucho nada de lo que dice, porque


solo puedo quedarme quieto, asombrado por su belleza.

Desde sus mechones rojos que casi se vuelven uno con el sol hasta sus
suaves y raros ojos violetas y la piel más suave que me suplica que la
acerque más.

Arianna es un ángel disfrazado de humano. ¿Qué más puede explicar su


belleza y mi atracción hacia ella cuando me prometí dedicar mi vida a
Dios?

—Para. —Me ordeno borrar el recuerdo de ese día, al menos por el


momento. Tiene todo el tiempo del mundo para perseguirme más tarde,
cuando sea incapaz de bloquearlo.

Pero entonces casi me golpean el culo cuando noto la silueta de una


mujer cerca de la orilla, con la cabeza echada hacia atrás y los brazos en
alto, y mi corazón late de una manera de que no debería pasarle a un
sacerdote.
Ahí es cuando, en el campo donde murieron todas mis esperanzas, una
renace y apresuro mis pasos, prácticamente corriendo, agradecido de haber
elegido jeans y una camisa clerical para este viaje.

¿Y si... y si... y si...?

Mi corazón late salvajemente en mi pecho hasta el punto de sentir el


pulso en mi cuello, y el mareo me balancea un poco. Finalmente envuelvo
mi mano alrededor de su brazo, tirando de ella hacia la sombra,
anticipando ver los familiares diamantes violetas.

Pero los que me saludan son de un marrón chocolate oscuro y esa


esperanza incipiente se apaga una vez más, al igual que el fuego que me la
arrebató hace tantos años.

Una risa hueca amenaza con escapar de mí, porque ¿cómo puede una
persona ser tan estúpida?

Yo mismo esparcí sus cenizas en este mismo lago, mientras de rodillas


suplicaba al cielo que me perdonara.

¿Qué pasa si simplemente no puede existir en mi vocabulario?

Sin embargo, la vista de esta mujer lo detiene todo, y mi respiración se


atasca en mis pulmones cuando una emoción desconocida me golpea,
enraizándome en el lugar y haciéndome apretar sus brazos con más fuerza,
todo mientras bebo en sus rasgos.

Sus ricos mechones oscuros caen en cascada por su espalda, su rostro


pálido se ruboriza un poco, y se sacude fuera de mi agarre, retrocediendo
mientras su vestido oscuro de verano se arremolina alrededor de sus
piernas cuando el viento nos golpea.
A los ojos de los hombres normales, probablemente sería considerada
hermosa, pero la intensa atracción que sentí hacia ella hace unos minutos
se desvanece, dejando solo vergüenza atrás.

¿Qué he hecho?

¿Acabo de agarrar a una mujer en su casa, prácticamente agrediéndola?

Por favor, Eachann. Ayúdame.

Mis manos se cierran a mis costados, las uñas se clavan en mis palmas
para mantenerme en el presente con la mujer y el lugar que no trae nada
más que caos a mi ya dolorosa existencia. —Pido disculpas —digo
finalmente, mi voz inusualmente ronca—. No quise asustarla.

Se frota los brazos y luego los cruza, levantando su ceja perfectamente


arqueada. —Entonces, ¿qué quiso decir cuando me agarró? ¿O es una
forma de saludar que no conozco? —La hostilidad en su tono no me
sorprende, pero sí el efecto que su voz ronca y baja tiene en mí.

En el nombre de Dios, ¿qué me está pasando?

—Lo siento de nuevo. Pensé que era otra persona.

Una expresión indescifrable cruza su rostro antes de arrodillarse para


recoger el pan, que debe haberse caído de sus manos cuando la agarré, y le
arranca un trozo.

—Mi casa está a veinte minutos de la iglesia, padre. ¿A quién esperaba


ver aquí exactamente? —Ella arroja los pedazos a los dos cisnes que nadan
rápidamente para masticarlos y luego se limpia el polvo de las manos,
volviendo su atención hacia mí. —¿No es por eso que vino aquí?

—¿Qué? —pregunto confundido, momentáneamente aturdido con sus


piscinas marrones que parecen albergar miles de secretos.
¿Por qué parecen tan familiares? ¿Por qué esta locura y este sentimiento
de fatalidad abrumadora no desaparecen?

—¿Para darme la bienvenida a esta ciudad y convencerme que vaya a la


iglesia todos los domingos? —intenta, y luego me doy cuenta que mi
presencia no tiene otra explicación lógica para ella.

Aclarando mi garganta, asiento. —Sí. Mi nombre es Padre Eachann


Campbell. —Le extiendo mi mano—. Quería darle la bienvenida
oficialmente a la ciudad. —Ya que mi mano todavía cuelga entre nosotros
y ella no se mueve ni un centímetro, elaboro—. Esta casa solía pertenecer a
gente que una vez conocí. Por un momento, pensé que tal vez uno de ellos
regresó. —Me duele físicamente mantener la agonía fuera de mis palabras,
casi sueno como si extrañara a algunos viejos amigos a pesar de las cosas
horribles que han sucedido aquí.

Pero, de nuevo, Cassandra Scott no conoce toda la historia, por lo que


esta mentira es lo suficientemente creíble.

La ironía de esta situación no se me escapa, pero he aceptado durante


mucho tiempo que un día iré directo al infierno y no al cielo.

No todos los sacerdotes son tipos buenos destinados a guiar a los demás
y tener la paz arriba.

Algunos de nosotros somos como ángeles caídos, destinados a expiar


para siempre nuestros pecados entre los mortales que, a pesar de todos
nuestros esfuerzos, aún terminan en el infierno.

Finalmente, toma mi mano entre las suyas, apretándola ligeramente, y


me quedo momentáneamente aturdido por la poderosa fuerza que viaja a
través de todo mi sistema, despertando aún más viejos recuerdos que me
asaltan donde quiera que vaya.
Mira aquí, Eachann.

Dejando caer su mano como si me quemara, engancho mi pulgar en mis


bolsillos mientras ella continúa mirándome con cautela.

Dios mío, probablemente piensa que el sacerdote local es un psicópata


raro. —Laura me contó la historia de esta casa. Siento su pérdida. —Pasa
un latido antes que ella pregunte—: ¿Fue alguien especial?

Especial.

Qué pequeña palabra para lo que Arianna Griffin había sido para mí.

Lo que ella todavía es para mí.

Un fantasma fascinante que me persigue todos los días de mi vida,


recordándome los crímenes que he cometido.

—Todos son especiales para mí.

Ella resopla con diversión, pero de alguna manera se trata de una burla.
Sin embargo, no tengo tiempo para concentrarme en eso, porque ella gira
en dirección a la casa y anuncia:

—Encantada de conocerlo, padre. Pero tengo algo que debo hacer, así
que... —ella se apaga, pero la indirecta es clara.

Quiere al sacerdote raro fuera de su propiedad.

—Tenemos misa mañana. —Me mira por encima del hombro—.


Debería venir. Todos estarán allí. —Si quiere vivir aquí, Dios sabe por qué,
ya que está en medio de la nada, tiene que venir.

Para sobrevivir en esta ciudad, debes tener amigos entre los cinco
fundadores; de lo contrario, serás el más bajo de los más bajos.
Y por ahora, ella es lo suficientemente interesante para ellos, pero si se
niega a ir a la iglesia...

Se convertirá en un enemigo y, por extraño que parezca, no quiero que


esta recién llegada sienta hostilidad por parte de aquellos con los que crecí.

Incluso si ella me quitó la única salvación que me queda en este infierno.

Agita sus manos hacia mí, enganchando los mechones de su cabello


detrás de su oreja. —Oh, no se preocupe por eso. Estaré allí. —Luego
sonríe, casi cegándome con su belleza, pero algo parece extraño—. No me
lo perdería por nada del mundo.

—Bien. —Es todo lo que digo y luego asiento hacia ella de nuevo,
señalando mi vehículo—. Me voy a ir ahora. Lo siento por lo de antes. No
volverá a suceder. —Porque no volveré aquí.

Esta casa me hace actuar como un loco, despertando algo oscuro e


intenso dentro de mí… y no tiene lugar detrás de la cuidada fachada que el
mundo ve.

—Que tenga un buen día, padre.

Mis cejas se fruncen por el disgusto que trae, porque quiero escuchar mi
nombre en sus labios, pero esos pensamientos están tan fuera de lugar y
son tan pecaminosos para un sacerdote que ni siquiera me atrevo a
examinarlos.

Me alejo de ella mientras me mira, voy lo más rápido que puedo y me


meto en el coche, arrancándolo rápidamente.

Venir aquí fue un error.

Y de alguna manera, después de conocer a esta recién llegada, me siento


aún más pecador que antes.
Tal vez porque, por primera vez desde Arianna Griffin, mi corazón late
tan salvajemente que tengo miedo que me rompa las costillas.

Todo por culpa de una mujer de ojos marrones.


Cassandra

Cuando escucho el motor en marcha y el coche alejándose, caigo de


rodillas, golpeo dolorosamente la tierra cubierta de hierba y trago saliva.

Pero no importa cuánto aire trate de introducir en mis pulmones, no es


suficiente para respirar libremente a través del espasmo que me aprieta el
pecho con tanta firmeza que tengo miedo de asfixiarme hasta la muerte.

Me tiemblan las manos cuando me las limpio, odiando su toque, ya que


me quema la piel y está en juego afirmaciones que nunca deberían estar
allí. Siempre cubriéndome con su olor que ningún jabón puede borrar y
manchándome con su oscuridad.

El sudor cubre mi piel, y la brisa que se arremolina a mi alrededor no me


alivia, pero en cambio las emociones que arañan en mi interior exigen una
salida. Me palmeo la cabeza, el latido allí es tan profundo que tengo miedo
de moverme.

Una parte de mí se detesta a sí misma por esta debilidad, aún puedo


sentirme afectada por su presencia después de todos estos años; pero la
otra parte la agradece, ya que la vulnerabilidad da lugar a una venganza
aún mayor.

Porque no importa lo que le dé, nunca será suficiente.

Nunca podría ser suficiente.

Padre Eachann.

Sin embargo, cuando lo conocí, solo era Eachann, el chico más dulce de
la ciudad.
El chico más dulce que me dio de comer a los lobos y traicionó mi
confianza.
Madman

Me sirvo un vaso de whisky, me recuesto en el balcón y enciendo la


grabación de la cámara de vigilancia de la casa de Cassandra.

Las cosas que puedes esconder en esos arbustos interminables sin que el
dueño lo sepa.

Riendo, tomo un sorbo codicioso y veo cómo Eachann se apresura hacia


adelante como si viera un fantasma.

En cierto modo, probablemente lo hizo, el placer se esparce a través de


mí cuando veo la decepción estropear su rostro. Pero cuando una emoción
conflictiva se refleja en él, gruño con disgusto y bebo mi whisky, que tiene
un sabor amargo en la boca.

Un santo, un sacerdote, la persona a la que todos respetan… que tiene


pensamientos tan inapropiados sobre una mujer. ¿Dónde están sus
sermones ahora? ¿El juicio por deseos oscuros? ¿La creencia moralista en
cosas mayores que gobiernan nuestras vidas?

¿Dónde están sus malditos milagros de los que tanto le gusta hablar
durante sus misas dominicales?

Pero lo que es más importante, ¿dónde está Dios cuando lo necesita


tanto?

El primer amor tiene el poder de gobernarnos incluso si alguna vez nos


destruyó.
Los humanos son criaturas tan extrañas. Vuelven a aquellos que los
lastimaron solo para experimentar una vez más ese sentimiento de felicidad
o expiación.

Pero en este mundo, la felicidad y la expiación no existen; son un mito


creado por Dios para hacernos creer y ser buenos.

¿Verdad?

Tu alma se pudre a pesar de todo, una vez que pisas el camino peligroso
o traicionas una confianza. Ninguna cantidad de oración borrará tus
pecados que se aferran a ti como una segunda piel, envolviéndote para
siempre en su retorcida telaraña.

Pecados que cometimos los tres.

Pecados que nos conectan para siempre con un vínculo que nadie ni nada
jamás romperá.

Cassandra vino aquí para destruir a las siete personas que, en esa noche
lluviosa hace diez años, acabaron con la vida de Arianna.

Ella vino por venganza, de eso no tengo ninguna duda.

Y sé quién está en la cima de esa lista, y desafortunadamente para ella...


perderá en su venganza.

Porque por mucho que odie al sacerdote, no puedo permitir que ella lo
mate.

Ha llegado el momento de conocer a Cassandra.

Tomando mi chaqueta y mis llaves, camino hacia la puerta, listo para


seguir el rastreador en su coche, lo que indica que va al estudio en las
afueras de la ciudad.
Que comience el peligroso juego.

El primero en caer será el primero en perder.


Capítulo 6

“El dolor nos da la capacidad de fortalecernos a partir de la


experiencia y permite que el mundo vea nuestra vulnerabilidad. Porque
somos humanos y no deberíamos escondernos de ser heridos, si es
inevitable”.
El consejo del Pastor George a veces me viene a la cabeza,
generalmente cuando pienso en las cosas que han sucedido en esta ciudad.
Pero si mi dolor fue inevitable… también lo será el de ellos.

De los recuerdos de Arianna Griffin…

Los chicos apestan.

Al menos ese es el único pensamiento que tengo en la cabeza cuando


salgo de la clase, con los alumnos respirando en mi espalda mientras
intento divisar a Eachann, que prácticamente desaparece en el aire.

¿Cómo puede moverse tan rápido? ¡Solo tenía la ventaja de unos pocos
pasos! Sobre todo, después de la pregunta que me ha hecho. ¿No tiene
curiosidad por mi respuesta?

Los chicos apestan.

Pero de alguna manera, repetir esta frase en mi cabeza no me ayuda ni


un poco y estoy aún más obsesionada con atraparlo.
—¡Eh, Griffin! —grita una voz conocida, pero no me detengo,
continuando con el empuje a través de varios cuerpos, viendo la parte
superior de la cabeza de Eachann en la distancia, casi junto a la puerta
principal, pero no puedo alcanzarlo ya que era la última clase del día y
esa es la razón por la que está tan ocupado en el pasillo.

Todo el mundo está desesperado por salir o ir a casa, o simplemente


disfrutar de este hermoso día de verano.

Todos menos yo, porque un tipo diferente de desesperación nubla mi


cerebro y alimenta mi determinación.

—¡Griffin! —repite la molesta voz.

Le digo por encima del hombro:

—Tengo un nombre, ya sabes. —Entonces acelero el paso, con toda la


intención de alcanzar a mi enamorado, aunque suene acosador y demente.

Me debe una respuesta, ¡maldito sea!

Si quería invitarme al baile de bienvenida, si todavía lo hace, iré con él


sin pensarlo dos veces. Me viene a la mente la cara de Ethan, junto con la
culpa, pero se desvanece rápidamente cuando recuerdo que besó a
Samantha anoche.

No se le romperá el corazón y encontrará una sustituta rápidamente.


Todavía no entiendo por qué me invitó a salir en primer lugar.

Hemos tenido literalmente cero contacto desde la escuela secundaria,


cuando nos asignaron un proyecto juntos y él no hizo una mierda en todo
el tiempo, porque el marido de nuestra profesora, la Señora Lora,
trabajaba para su padre en la fábrica.

Sin embargo, todos obtuvimos A, así que no puedo quejarme demasiado.


—¡Arianna! —Cole finalmente me alcanza, casi corriendo a mi lado y
respirando con dificultad mientras ajusta su mochila—. Cielos, chica, ¿te
arde el culo? —pregunta y luego me da una palmada en los brazos,
riéndose a carcajadas. ¿Es la vida tan divertida para este tipo? —.
Entonces, Arianna, ya que somos amigos y todo. —¿Qué demonios? —. Te
invito a mi cumpleaños esta noche, en mi casa.

—Umm… gracias —respondo, porque francamente no estoy segura de


qué más decir.

¿Qué malditos amigos?

Desechando ese pensamiento, me contoneo entre dos deportistas que


bloquean la entrada y casi grito un “Aleluya” cuando mi mano envuelve el
picaporte, pero entonces me arrebata el codo hacia atrás con Cole
haciéndome girar para encararlo.

—Así que estarás allí, ¿verdad? —me pregunta de nuevo mientras


retuerzo el brazo, tratando de liberarlo, pero él tiene un agarre
sorprendentemente fuerte—. ¿Arianna?

Resoplando con fastidio, veo que Eachann está ahora fuera de mi vista,
así que encontrarlo será imposible.

Porque una vez que entra en las puertas de su mansión o de su iglesia


favorita, es inalcanzable. Especialmente para gente como yo, que no tiene
acceso a las tierras de los cinco fundadores, aunque mis padres trabajen
para los Campbell.

—Suéltame —ladro, quitándole el brazo, y él frunce el ceño, mirando su


mano. Sus mejillas se calientan y sonríe tímidamente.

—Perdona por eso. Solo quería asegurarme de que vendrías.


—Hoy tengo entrenamiento, así que es un no. —Probablemente podría
haberme pasado por su casa después, pero ahora no me siento
especialmente amable con él.

Mamá me habría dicho que fuera cortés y amable con los que nos
buscan, pero la amabilidad no me ha llevado a ninguna parte hasta ahora,
así que ¿por qué diablos no intentar ser grosera?

Además, es muy sospechoso ir a su casa cuando normalmente no me


relaciono con el tipo, aunque la población de esta ciudad es tan pequeña
que todos se conocen de una forma u otra.

Hace un mohín, me mueve las pestañas y me ruega:

—¿Por favor? Nos divertiremos.

—Cole, ni siquiera somos amigos —le recuerdo, y eso lo hace fruncir el


ceño mientras se frota la barbilla.

—Sí, lo somos.

Exhalando fuertemente, doy una patada a la puerta delante de mí,


saliendo al exterior e inhalando el aire fresco. Es un gran alivio después
de todo el aire sudoroso que hay dentro del edificio, dejado allí por el
equipo de fútbol que siempre tiene derecho a correr desde sus clases.

Mirando de un lado a otro, busco a Patricia, que es quien me lleva hoy


porque mi coche se ha estropeado esta mañana, pero Cole no deja pasar el
tema.

—Siempre te saludo y siempre hemos ido a los mismos colegios. Por no


hablar de que nuestras madres van al mismo club de jardinería.

¿Habla en serio ahora?


—Cole, mira a tu alrededor. —Hago girar mi dedo en un círculo—.
Todos aquí van a las mismas escuelas.

Mueve las cejas hacia mí.

—Pero no las madres de todos van al mismo club, ¿eh? —Me da un


codazo en el brazo, y abro la boca para responder a esta estúpida
afirmación cuando un rugido llena el aire, penetrando a través de todos
los demás ruidos. Todo el mundo gira la cabeza hacia la motocicleta que
entra en el estacionamiento de la escuela, la máquina negra brillando bajo
el sol.

El motorista aparca y se quita el casco, luego se sacude el cabello y lo


recoge en un moño desordenado, dejando algunos mechones sueltos.

Oigo a unas cuantas chicas suspirar de admiración mientras recorren


con la mirada su físico musculoso envuelto en unos vaqueros deslavados y
una camiseta blanca, que resaltan su piel bronceada y su cabello oscuro.

Sus dos brazos están cubiertos de tatuajes de manga completa que


terminan justo por encima de las muñecas. Cuelga su chaqueta de cuero
en el manillar antes de caminar en dirección a las puertas, con sus
pesadas botas de cuero golpeando la acera mientras todos lo observan con
asombro.

Sin importarle una mierda nadie, se pone un cigarrillo en la boca,


enciende el mechero plateado con el pulgar y lo prende, exhalando el
humo por la nariz.

El chico malo de la ciudad ha llegado.

Eudard “Madman” Campbell.


Un heredero de la fortuna Campbell y el gemelo de Eachann, aunque no
podrían ser más diferentes si lo intentaran, a pesar de sus rasgos
idénticos.

Donde uno es un ángel enviado por Dios para traer la bondad a esta
tierra… el otro es el demonio enviado por el mismísimo diablo para traer
el caos y la destrucción a quien él crea conveniente.

Está claro que a su madre le gustaban los nombres gaélicos antiguos


cuando eligió los suyos, porque de niña casi me rompía la lengua
intentando pronunciarlos.

—Ha vuelto —murmura Cole, suspirando con fuerza, y luego me


saluda—. Un placer conocerte, chica. —Luego se inclina hacia delante y
me susurra al oído—. Ven a la fiesta. Eachann estará allí.

—¿Qué? —Pero él ya se está apresurando hacia su coche, lejos de la


furia que representa el gemelo mayor mientras todos se dispersan, dándole
suficiente espacio.

Todo el mundo sabe lo que pasa si uno se cruza con él, y no es bonito.

Cole es una de las personas que puede confirmarlo, ya que Eudard le


dio una lección que nunca olvidará.

Me estremezco al recordarlo, pero en el momento exacto en que pasa a


mi lado, su hombro empuja el mío y tropiezo un poco hacia atrás, mis
libros cayendo al suelo con fuertes golpes en un espacio que, por lo
demás, es silencioso.

Aunque en la mayoría de los días lo habría dejado pasar y lo habría


dejado estar, porque mi tranquilidad es más importante que un
enfrentamiento con un tipo que no escucha a nadie, en este momento, la
ira todavía alimenta mi sangre, así que la palabra sale de mi boca antes
que pueda pensarla o detenerla.

—Cuidado —digo entre los dientes.

Una de las chicas jadea y veo a un chico de mi clase de biología con la


mandíbula abierta, sorprendido por mi atrevimiento.

Eudard se detiene a unos metros de mí —al menos eso es lo que indica


su sombra— y se queda inmóvil mientras todo el mundo se queda
mirando, probablemente esperando su veredicto.

Al fin y al cabo, nadie le dice lo que tiene que hacer, pero que le den.

No me apetece mantener la boca cerrada. No sé por qué he elegido este


día para llevarle la contraria, pero tal vez esté harta de los Campbell y sus
cambios de humor.

O de fundar cinco privilegios en su conjunto.

—¿Qué has dicho? —pregunta, su voz profunda y ronca se desliza sobre


mí como un cinturón de cuero listo para golpearme. Se me eriza el vello de
la nuca, pero no hago ningún movimiento para alejarme.

Lamiéndome los labios secos, aprieto las manos y repito:

—Cuidado. —Luego, con todo el coraje que posee mi cuerpo, añado—:


Si empujas a alguien, tienes que disculparte.

Casi puedo imaginar una sonrisa siniestra tirando de su boca, con sus
ojos verdes permaneciendo fríos e indiferentes.

—¿Debo hacerlo? —Se acerca, su aliento ahora abanica mi mejilla


cuando se desplaza un poco, pero sigo de espaldas a él—. ¿Desde cuándo
una Griffin le dice a un Campbell lo que tiene que hacer?
Me giro a medias hacia él, encontrando su mirada de frente y
levantando la barbilla.

—Desde que un Campbell se comporta como un idiota. —Por un


segundo, la sorpresa y algo parecido a la… ¿diversión… destella en sus
ojos, pero es rápidamente reemplazada por la frialdad familiar.

Aunque sean gemelos, sus charcos verdes no me recuerdan a mi querido


hielo, no. Me recuerdan más bien a los ojos de una serpiente que observa
cuidadosamente a su presa antes que el reptil ataque para inyectar veneno
en su indefensa víctima.

Y su presencia crea una realidad asfixiante a mi alrededor en la que


parece que las nubes se acumulan sobre mí, derramando sobre mi piel una
fuerte lluvia que me lava y me embadurna en su oscuridad.

—Dios mío, lo ha llamado imbécil —susurra alguien, pero en el silencio


que nos rodea, bien podría haber sido un grito.

Eudard levanta la mano y, antes que pueda siquiera parpadear, atrapa


mi barbilla entre el pulgar y el índice, clavándolos con dureza.

Muevo la cabeza hacia un lado, pero su agarre no me permite moverme.


Se acerca tanto que el humo de su cigarrillo nos envuelve en una neblina,
y murmura:

—Lo siento. —Un temblor me recorre, y lo odio por ello, porque este
tipo de emoción no tiene explicación lógica.

¿Por qué un chico que es cruel con todo el mundo evoca sensaciones
extrañas en mi cuerpo que me hacen querer abofetearlo y…?

¿Y qué?
Esa segunda parte del “qué” siempre me cuesta entenderla porque los
pensamientos que me vienen a la cabeza me parecen demasiado
vergonzosos para admitirlos.

Pero entonces se ríe, con una burla que no se me escapa, y se acerca


para que nuestros labios casi se toquen, y pregunta, con sarcasmo en su
tono:

—¿Es esto lo que esperabas? Lamento decepcionarte, cariño. No soy el


santo del que estás enamorada. No me disculpo por nada.

Y aquí viene la furia demasiado familiar que siempre se le adhiere sin


importar la edad que tenga. Siempre está ahí en mi presencia,
asfixiándome hasta la muerte.

Desde que cumplimos seis años y pasamos a primer grado, Eudard


aprovechó las oportunidades para arrojar su amargura sobre la gente,
pero especialmente sobre mí.

Quizá porque Eachann prefería pasar más tiempo con mi familia en mi


casa que con él; no lo sé. Pero Eudard siempre ha sido un imbécil de
proporciones épicas, y yo estaba en el extremo receptor de su crueldad.

Incluso si hace mucho tiempo fue mi mejor amigo y protector.

—Me sorprende cómo pueden estar emparentados, y mucho menos ser


gemelos. —Inmediatamente sé que he cruzado una línea cuando sus ojos
brillan de rabia, sus dedos se clavan más profundo y el cigarrillo cae a sus
pies.

El miedo me invade, y me quejo mentalmente de mi estúpida lengua, ya


que nunca lo había visto tan enojado. Nunca temí que me hiciera daño
físicamente, pero ¿quién demonios sabe, con un tipo como él?
Debería haber sabido que no debía cuestionar su vínculo con su gemelo,
que es legendario, aunque todo lo demás en él es malvado.

—Suéltala. —Llega una voz desde nuestro lado, y ambos giramos


simultáneamente la cabeza en dirección a la orden.

Eachann está de pie a unos metros de nosotros, con los auriculares


enganchados al cuello y una mochila colgada del hombro. Su postura es
absolutamente tranquila, como si simplemente nos dijera que dejáramos
de discutir.

Pero siempre se mantiene imperturbable durante nuestros intensos


momentos.

—Suéltala. —Vuelve a decir en voz baja, dirigiéndose a su hermano, y


por un momento dirige su mirada hacia mí, escudriñándome de pies a
cabeza antes de cambiar su enfoque hacia Eudard—. Suéltala, hermano.

Los gemelos se comunican en silencio durante lo que parece una


eternidad y, finalmente, el agarre sobre mí se afloja, por lo que retrocedo
rápidamente, tropezando con los libros que se me han caído.

Eachann se acerca, se arrodilla para recogerlos y me los da mientras


me quedo atónita junto con la multitud, porque nunca ha hablado antes.

Se sienta en silencio en clase o canta en el coro de la iglesia. Por lo


demás, nunca se relaciona con nadie ni con nada relacionado con la
sociedad o la escuela. Excepto hoy en clase.

Y probablemente en otra ciudad sería considerado un empollón con el


que todos podrían meterse, pero su hermano y su apellido le dan una
protección con la que algunos solo podrían soñar.
—Lo siento por esto. —Es todo lo que dice antes de poner su mano en el
hombro de Eudard—. Tenemos que irnos. Todos nos están esperando. —
Hace un gesto con la cabeza hacia el coche con el chófer, que les abre la
puerta.

Sin embargo, en lugar de escuchar, se echa hacia atrás, dándome una


última mirada antes de darse la vuelta y entrar en la escuela con una
fuerte patada, la puerta se cierra de golpe tras él.

Solo Dios sabe lo que quiere allí de todos modos. No es que se moleste
en ir a clase, no después de una pelea en el campo de fútbol con el equipo
visitante hace casi un mes.

Ni siquiera el poder de su padre pudo ayudarlo entonces. No sé cómo


piensa matricularse en la universidad con esa actitud.

Eachann suspira, pero lo sigue, y todos se quedan boquiabiertos hasta


que él también desaparece tras las puertas.

Patricia salta sobre mí por detrás, abanicándose.

—¿Los gemelos Campbell acaban de pelearse por ti? —No digo nada y
niego con la cabeza, arrastrándola hasta su coche, ignorando las miradas
curiosas. Con Pat a mi lado, nadie se acercará a interrogarme sobre el
encuentro.

En momentos como este, aprecio la jerarquía que tiene nuestra ciudad,


aunque la mayoría de los días la odio.

Este día es tan extraño, desde la proposición de Ethan hasta la


aparición de Eudard de la nada, aunque tiene órdenes estrictas de no
hacerlo.

Sin embargo, Patricia se equivoca.


No se han peleado por mí.

El último incidente no es para nada raro con la otra mierda de locura


que está ocurriendo hoy.

Porque Eudard siempre quiere hacerme daño, y Eachann siempre está


ahí para protegerme de su furia.

El mal y la bondad envueltos en una sola cara, dos caras de la moneda.

En aquel entonces, no tenía idea que mi vínculo con los gemelos sería
mi perdición.

En aquel entonces, no sabía que el verdadero mal se escondía detrás de


una buena fachada e intenciones.

En aquel entonces, no sabía que amar a alguien podía costarte la vida.


Cassandra

Haciendo crujir mi cuello de lado a lado, levanto un pie y lo coloco en la


barra, estirando la columna vertebral, gimiendo cuando los músculos de la
espalda se relajan un poco al disminuir la tensión.

Manteniendo la posición durante cinco minutos, cambio de pierna,


haciendo una pequeña mueca de dolor, porque mi rodilla me ha estado
molestando con esta humedad durante un par de días.

Nunca he creído en toda esa basura sobre el clima y las lesiones, pero mi
rodilla me ha demostrado que me equivoqué a lo largo de los años,
reaccionando incluso a los cambios más leves.

Terminado el estiramiento, enciendo el equipo de música y la música


clásica llena lentamente la habitación trayendo la familiar calma que se
hunde en mí desde todos los rincones y me tranquiliza después del anterior
encuentro con el sacerdote.

Se me escapa una risita sin gracia cuando pienso eso.

Me imagino que el santo Eachann eligió un camino en el que nadie


pudiera cuestionar su autoridad.

La música se acelera un poco, así que me desplazo al centro del estudio


y adopto la posición preparada para hacer la pirueta. Me impulso con el pie
trasero, llevándolo hasta la rodilla mientras giro, y luego vuelvo a girar
antes de estirarlo hacia atrás.

Todo ello mientras permito que cada nota se mueva a través de mí,
tocando con mis manos imaginando todo el dolor y la angustia que el
compositor debió sentir mientras creaba la obra maestra.
Con cada giro de los dedos de los pies, suelto toda la ira y el caos que
nublan mis pensamientos internos mientras las palabras de Lachlan
resuenan en mis oídos.

Si tu corazón gobierna tu cabeza, estás condenada al fracaso. El camino


de la venganza debe estar desprovisto de cualquier emoción, incluso ira.
Cuando hay emoción, la gente puede controlarte. No des ese tipo de poder
a nadie. Perderás, aunque parezca que has ganado.

Paso, paso, paso y salto.

Giro, giro, giro y salto.

Enfoco mis ojos en la pared como punto focal y decido hacer varios
giros de nuevo, retrocediendo en el tiempo donde realicé tales cosas sobre
el hielo, deslizándome mientras el aire gélido se pegaba a mis pulmones y
el sonido de los arañazos llenaba mis oídos.

Todo ello mientras saltaba en el aire y giraba tantas veces que me


parecía estar volando por encima de esta ciudad en una tierra lejana donde
no existía nada más que la belleza del deporte que había sido mío desde los
tres años.

Hasta que dejó de serlo.

La agonía del último pensamiento me golpea tan fuerte que por un


segundo no puedo respirar, y pierdo el equilibrio en el giro, cayendo hacia
atrás, pero unos fuertes brazos me atrapan a varios centímetros del suelo.

Un aroma masculino penetra en mis fosas nasales y mis ojos se abren


bruscamente para ver a un desconocido cerniéndose sobre mí, con sus
brazos rodeando fuertemente mi cintura y su cara ensombrecida por la luz
que se filtra detrás de él.
Al instante, me pica la piel salvajemente, como si miles de hormigas la
pellizcaran, envuelvo su camisa en puños, levantándome y alejándome de
él mientras intento mantener la compostura.

El contacto de cualquier hombre no es bienvenido.

Apoyando las manos en la nuca, me doy la vuelta y reúno una sonrisa.

—Lo siento por eso. —Lo último que necesito es que la gente de la
ciudad piense que soy sospechosa o rara.

Mi reputación debería estar limpia para lo que tengo planeado a


continuación.

Sin embargo, mis cejas se fruncen cuando se me ocurre algo más.

—¿Qué haces aquí? —Este estudio está situado en las afueras de la


ciudad, cerca de mi casa. Lo compré hace unas semanas específicamente
por esa razón.

Necesitaba un lugar para desconectar, pero también un estudio que me


sirviera de tapadera para alimentar a la gente, que les permitiera confiar en
mí lo suficiente como para hundir mis garras en ellos e inyectar el veneno
que se ha ido acumulando en mi interior durante años.

Un veneno que los matará al final, pero no antes que cada uno de ellos
sufra la mayor de las agonías.

—Que cayeras en mis brazos no era como imaginaba nuestro


reencuentro. —La voz profunda y ronca tiene el mismo efecto en mí que
un cubo lleno de agua helada.

Me congelo en el sitio, apenas respirando cuando se acerca, su peligrosa


presencia llena mi santuario.
Un chico que solía atormentarme, porque no podía soportar mi amor por
su gemelo.

Pero, irónicamente, es el único que no me hizo daño esa noche, no con


acciones al menos.

Sigue siendo tan guapo como el pecado, con su cabello cayendo


libremente, terminando junto a sus orejas, mientras varios tatuajes en su
pecho asoman por la V de su camisa. Se ha vuelto más musculoso, pero
también ha desarrollado un atractivo oscuro que no estaba presente antes.
Los vaqueros, la camisa negra y la cazadora de cuero muestran su imagen
de chico malo, y no te habrías imaginado que tienes delante a uno de los
multimillonarios más codiciados de Estados Unidos.

Me coge del cabello, inclinando mi cabeza, y no tengo más remedio que


arquearme, dándole acceso a mi cuello mientras desliza sus labios sobre
él, deslizando su lengua sobre mi piel caliente.

Mis manos se cierran detrás de su cuello, presionando más cerca de él


mientras el deseo que nunca antes había conocido se extiende a través de
mí, calentando mi sangre y necesitando cosas con las que no estoy
familiarizada.

Sube y me pellizca la barbilla antes de morderme el labio inferior,


tirando de él, y jadeo ante la punzada de dolor que me recorre, pero que
es reemplazada al instante por el placer que me produce su lengua. Su
boca captura la mía y nuestras lenguas se enredan en un beso que me
reclama invisiblemente.

Sus manos se deslizan hasta mi cintura y me levanta, mis piernas lo


rodean mientras nos aleja cada vez más de la carretera y de las miradas
indiscretas, donde no siento nada más que a él.
Incluso si lo odio más que cualquiera en este mundo, mi cuerpo le
pertenece a él mientras mi corazón pertenece a su gemelo.

Me dirijo a la ventana, abriéndola de golpe y respiro el aire fresco


mientras me enfría del flashback que aparece en mi cabeza.

¿Cómo puede un hombre tener este tipo de efecto en mí después de diez


años?

Pero entonces sus palabras se registran en mi mente, y me enfrío aún


más, aunque mantengo el rostro inexpresivo.

—¿Reunión? —pregunto con curiosidad, frunciendo el ceño—. Creo que


me has confundido con otra persona. Acabo de mudarme a la ciudad. —Le
tiendo la mano, sonriendo cálidamente aunque quiero salir corriendo o
gruñir de asco, como cuando éramos niños—. Me llamo Cassandra Scott.
Encantada de conocerte.

Su ceja se levanta mientras la diversión reluce en su cara antes de


asentir.

—Debo haberlo hecho. Este estudio solía ser de Allison. —Menciona a


una veinteañera que me lo vendió para poder huir a California con la
esperanza de convertirse en una actriz famosa. Lo último que quería era
ocuparse del negocio que estableció su abuela, recientemente fallecida—.
Eudard Campbell. —Cierra las palmas de sus manos sobre las mías, su piel
envía electricidad a través de mí mientras los recuerdos golpean en mí uno
tras otro, pero son de un tipo diferente al de Ethan y Eachann.

El tacto de Eudard siempre ha sido así, incluso aquella noche.

Apartando mentalmente las imágenes, amplío la sonrisa y la sacudo


antes de quitarla y cruzar los brazos.
—Así que eres el gemelo del Padre Eachann —digo en tono amistoso y
me dirijo a la botella de agua en la esquina para dar un sorbo—. Y el
hermano de Laura, ¿verdad?

Su mirada se desliza hasta mi garganta, y una sensación que perturba mi


mente me recorre, pero una vez más la ignoro, observándolo con
curiosidad, como si estuviera interesada en su respuesta.

—Así es. Hay gente que dice que tengo que darte las gracias. —Se
inclina más cerca y su aroma me hace cosquillas en la nariz, junto con el
olor a tabaco que siempre lo acompaña—. Ya has creado una gran
sensación en esta ciudad mudándote aquí.

O más bien les ha dado algo nuevo de lo que cotillear mientras los cinco
fundadores planean formas de controlarme. Los recién llegados tienden a
asustarlos, porque nadie quiere una revuelta en su ciudad cuidadosamente
planificada.

—¿Por qué? —Nunca he tenido una conversación más idiota y al mismo


tiempo más despreocupada en mi vida, y lo que es más importante, no es
una que haya imaginado con Eudard de todas las personas.

No después de lo que su familia me ha hecho.

No después de lo que su hermano me ha hecho.

No después de lo que ha ignorado.

La rabia familiar se arremolina en la boca del estómago junto con el olor


a gasolina y la música de órgano que están permanentemente pegados a mi
memoria, sin darme nunca un respiro.

—Eres su primer cliente. Gracias a ti, ha vendido una casa. —Se pasa el
casco de mano en mano mientras sus ojos verdes siguen taladrándome
como si se bebieran mis rasgos—. Está en las nubes, creyendo que su
carrera se disparará.

Dejando el agua, me deslizo a través de la música mientras le saludo con


un gesto de no mencionar nada, evitando su mirada.

—Oh, no hace falta que me des las gracias. La casa es preciosa. El


placer fue todo mío. —Dando una palmada, anuncio—: Si eso es todo, me
gustaría volver a ensayar. Tengo que planificar un programa antes de abrir,
así que…

Su tono frío me interrumpe, sin importarle una mierda mis planes.

—No voy a darte las gracias. —Me doy la vuelta para mirarlo cuando
pronuncia estas palabras, paseando despreocupadamente por el estudio y
estudiando las paredes recién pintadas—. Solo lo has empeorado.

—¿Oh? ¿Cómo es eso? —Algunas cosas en la vida nunca cambian,


como la completa falta de aceptación de los Campbell de las diferencias de
Laura.

Incluso de pequeña, prefería cocinar con mi madre durante horas,


riéndose del diferente sabor de los pasteles los días que se le permitía venir
a nuestra casa. Pero su padre le prohibió mezclarse con sus empleados y la
inscribió, a los once años, en una clase para prepararla para una carrera de
administración de empresas.

Después de eso, rara vez vi sonreír a esa niña.

Evidentemente, su hermano compartía la opinión de su padre sobre las


cosas.
—Ahora cree que tiene una oportunidad en el tema de la inmobiliaria. —
Pasa los dedos por la pared y se me pone la piel de gallina, recordándome
lo que se siente al estar en el extremo receptor de su total atención.

Un hombre que podía ser tan cruel durante el día, era sorprendentemente
gentil durante la noche. En ella, sus colores realmente se mostraban para
que el mundo los viera.

Oh, Dios. ¿Cómo es que a mi cuerpo no le importó esto durante diez


años, y en su presencia todos esos recuerdos se despiertan de repente?

—¿Y eso es algo malo? Ahora tiene más razones para seguir adelante.

Una risa sin gracia resuena en el espacio cuando se desplaza para


mirarme, haciendo girar el casco en su dedo como si fuera una pelota de
baloncesto.

—No, ahora tiene más ilusiones que puede hacer carrera de ella. —Si
fuera cualquier otra persona, probablemente estaría de acuerdo con su
afirmación. Pero en la situación actual, tengo que estar del lado de Laura,
aunque tampoco entienda sus decisiones.

—Es muy duro decir eso, ya que eres su hermano.

Se encoge de hombros, inspeccionando el suelo con la punta de sus


botas.

—No endulzo sus sueños. Eres la primera recién llegada en quince años.
¿Cuántas casas más crees que venderá? —Se pregunta, pero no espera mi
respuesta, ya que la contesta él mismo—. Una o dos si las probabilidades
están a su favor. Está desperdiciando sus talentos naturales solo para poder
molestar a nuestro padre.
—Ella quiere seguir su propio camino. —No pongo en duda su deseo de
molestar a Ridge Campbell de todas las personas, pero me sorprende que
con todo el dinero que tiene, ¿por qué no se ha ido de aquí?

Una chica joven como ella no tiene ningún vínculo en esta ciudad aparte
de su familia, y está claro que no se lleva bien con ellos. ¿Qué podría
retener a una mujer en un lugar tan aburrido como este?

—No, ella es terca y esto arruinará su vida. Casi la convencí para que
trabajara en la empresa. Hasta que apareciste tú. —Su voz baja unas
octavas y me estremezco bajo ella, pero no me encojo ante su ira.

Sin embargo, puede ir y metérselo por la garganta; ya no soy la chica


desesperada que tenía miedo de decir algo a los poderosos Campbell.

—Esa es una forma de saludarme. —Es todo lo que digo antes de señalar
la puerta y apretar los dientes—. Ahora lárgate de mi estudio y no dejes
que la puerta te golpee en el culo al salir. —Ya he tenido suficiente
interacción con los gemelos Campbell por hoy, y mi estado emocional lo
atestigua.

No estaba preparada para verlos hoy en absoluto y eso me ha estropeado


las respuestas, pero la próxima vez, todo será diferente.

No puedo permitir que descifren mis secretos, al menos no hasta el


momento en que esté preparada para hacerlo yo misma.

Una expresión ilegible cruza su cara, y da un paso en mi dirección,


deteniéndose a centímetros de mí. Me quedo quieta, enderezando la
espalda y no dándole ningún poder en este intercambio. Se inclina hacia
delante y, cuando habla, la tensión que nos es familiar se agita entre
nosotros. Cada palabra es tranquila, pero está impregnada de un veneno
que se extiende por mi sangre, despertando heridas viejas.
—Si yo fuera tú, no echaría al alcalde de esta ciudad. —Mis ojos se fijan
en los suyos cuando la conciencia parpadea en ellos y una sonrisa curva
sus labios, de naturaleza siniestra—. Tengo el poder de quitarlo todo.

—¿Eso es un chantaje? —pregunto con aburrimiento, aunque el calor se


extiende a través de mí y apenas puedo evitar temblar.

Él hace una mueca.

—Por supuesto que no, Cassandra. Solo es una advertencia. No soy tan
civilizado como los hombres a los que probablemente estás acostumbrada.
—Esta vez, el peligro acecha en los bordes de su tono junto con una
posesividad que me sorprende incluso a mí. ¿La idea de otros hombres en
la vida de una mujer que acaba de conocer le desagrada tanto?

¡Qué puta mierda!

Parpadeo ante la rabia que sacude mi organismo frente a la idea que se


interese tanto por una mujer, como si debiera importarme o como si tuviera
algún derecho sobre este hombre. Además, ¿no he venido aquí para utilizar
mi belleza como arma? ¿Por qué entonces la idea que se enamore de ella
crea un caos en mi interior y despierta el monstruo de ojos verdes que no
sabía que existía dentro de mí?

Necesito un descanso de esto y de toda la preparación, porque parece


que estoy actuando como una loca.

O tal vez porque Eudard es el único semi-inocente en toda esta historia,


aunque su indiferencia haya provocado un dolor mayor que el de los otros
cinco fundadores.

—¿Y si no escucho la amenaza? —Por fin encuentro mi voz, y él se ríe,


echándose hacia atrás y llevándose su calor y su furia mientras se dirige a
la puerta, sin molestarse en mirar siquiera por encima del hombro.
—Entonces prepárate para las consecuencias. ¿Pero un consejo? —Se
detiene en el umbral de la puerta, dejando que el duro viento se cuele
dentro, levantando mi falda por encima de mis mallas de baile—. Yo
siempre consigo lo que quiero. Así que piensa en las cosas que puedes
perder antes de ir contra mí. —Con este último puñetazo verbal, la puerta
se cierra tras él y tristemente no le da en el maldito culo.

Como sé que puede ver todos mis movimientos a través de la enorme


ventana que se abre en la entrada de la casa, vuelvo al equipo de música y
dejo que la música llene el espacio todavía recubierto de su energía y
reanudo mi baile mientras se me eriza el vello de la nuca todo el tiempo.

Porque sé que me está mirando.

Puede mirar todo lo que quiera, pero esta vez todo es diferente.

Esta vez, no soy una víctima. Soy un cazador.

Y voy a ganar sin importar el costo.

Incluso si tengo que eliminarlo.


Madman

Cassandra Scott es exquisita en su belleza.

Desde sus cabellos oscuros hasta su elegante columna mientras se arquea


con el sonido de la música, balanceándose en el estudio, pasando por su
suave piel de porcelana que tiene un brillo hipnótico.

Su atuendo de bailarina, desde la falda negra hasta los leggings con


calcetines altos hasta la rodilla, dejan ver su cuerpo delgado pero con
curvas que resaltan sus pechos y el culo que mis manos están deseando
apretar.

Cada uno de sus movimientos es grácil, correcto, al compás de la música


que casi se convierte en una con ella, creando un sentimiento eterno entre
el artista y el arte, pero la verdadera magia ocurre cuando ambos se
mezclan en un dúo.

Ella hace girar su mano hacia arriba y hacia abajo, cada movimiento
cuidadosamente planeado mientras salta a un lado, y los flashes se disparan
en mi cabeza, recordándome a otra chica que solía actuar de forma tan
hermosa.

Solo que su suelo era hielo que parecía quererla tanto como ella, porque
nunca se caía en él, no. Era tan firme en él que uno podría haberse
preguntado si no poseía poderes especiales.

El orgullo de esta jodida ciudad.

Arianna Griffin.
La belleza de la reina del hielo que pertenecía al escenario de los
campeonatos, pero que en su lugar se convirtió en la reina de las cenizas.

Al fin y al cabo, el fuego derrite el hielo, porque no tiene piedad de


aquellos con los que entra en contacto.

Apretando con fuerza el manillar de mi moto, respiro a través del deseo


que sube lentamente dentro de mí, enviando la señal directamente a mi
polla y a la bestia que exige que vuelva a irrumpir en el estudio y la tome
allí mismo.

Pero no.

Por muy guapa que sea Cassandra, quiero arrastrarla a mi mazmorra y


meterla en el agua, donde se quedaría hasta que el color oscuro de su
cabello se borrara, dejando a la vista sus verdaderos mechones rojos.

Donde las estúpidas lentillas de contacto marrones se desprendan de sus


ojos, mostrándome los verdaderos y raros ojos violetas que siempre brillan
con picardía y felicidad.

Entonces podré poner mi mano en su cabello y reclamarla como mía, de


una vez por todas.

Puede hacerse la despistada y amable, pero sé que su interior le grita que


huya de mí.

Puede que ahora sea la cazadora, pero primero fue mi presa. Y las presas
saben cuándo se acerca su fin, cuando el cazador está tan cerca que tiene la
capacidad de romperles el cuello, y solo entonces empiezan a correr con
todas sus fuerzas, embarcándose en la persecución de su vida.

Sin embargo, todo en la vida es inevitable, especialmente las reglas de la


selva.
El cazador se lanzará sobre la presa, desgarrando su carne poco a poco
hasta que no quede nada de ella.

Puede llamarse Cassandra Scott o Arianna Griffin; me importa un


carajo.

Con cualquiera de los nombres, esta mujer siempre ha sido mía, mía y de
nadie más.

Cada parte de ella me pertenece.

Y que me parta un rayo si permito que su puto sacerdote me la quite esta


vez.

La novia de Madman, puedo imaginar su rostro una vez que se entere de


mi verdadera identidad y de cómo todo en lo que alguna vez creyó era una
mentira.

Su venganza y mi obsesión son como dos espadas en nuestras manos,


donde chocan entre sí desde el primer golpe con el acero brillando a la luz
de la luna, todos esperando a ver quién ganará.

Y en algún lugar entre nosotros, está Eachann, que nunca podría tomar
un arma para matar a una persona, y sin embargo es la razón por la que
estamos en esta guerra para empezar.

Un sacerdote que fue demasiado débil para detener la destrucción que


nos tocó a todos.
Capítulo 7

“La venganza nunca trae alegría; solo la quita de nuestra vida. Si


alguien te hace daño, déjalo ir y no mires atrás. Dios los castigará por sus
actos”.
El Pastor Joseph lo dijo una vez durante su visita a la escuela cuando
estábamos discutiendo uno de los poemas.
El héroe buscó justicia por los males que le habían hecho, pero al final
perdió, porque durante su búsqueda de venganza, su amada mujer fue
asesinada.
Sin embargo, el Pastor Joseph estaba equivocado.
La venganza trae alegría cuando todos a los que amabas murieron a
causa de la codicia de personas egoístas.

Los pecadores como yo simplemente no tenemos nada que perder.

De los recuerdos de Arianna Griffin…

Apoyando la cabeza en el asiento del coche, bajo la ventanilla y levanto


el rostro para que el viento me abofetee las mejillas, esperando que la
brisa refresque mi rostro acalorado por la vergüenza.

Desde que salimos del colegio hace veinte minutos, nuestros teléfonos
no han dejado de sonar con diferentes fotos mías y de los gemelos con
tantos hashtags que no puedo ni examinar.

Especialmente el que decía “triángulo amoroso en ciernes”.


Lo último que imaginé que me pasaría durante mi último año fue la
estúpida suposición que estaba intentando estar con dos hermanos.

Realmente es de risa, ya que ni siquiera puedo conseguir la atención de


uno mientras el otro se molesta conmigo solo cuando quiere hacerme
daño.

—Se calmará para mañana. —Pat intenta tranquilizarme, poniendo su


mano en mi muslo y apretándolo un poco—. De todas formas, a todo el
mundo le importa el baile de bienvenida —dice emocionada, y me muerdo
la lengua para no resoplar por eso.

A nadie le importa, pero Pat, por alguna razón, está obsesionada con
ello. ¿Acaso tiene algún tipo de planes que desconozco?

—Esperemos —murmuro, acomodando la cabeza en la ventanilla


mientras el paisaje de campos verdes y el océano pasan por ella.

Por mucho que odie el funcionamiento de esta ciudad, la naturaleza de


los alrededores merece la pena el sufrimiento.

Está situada en el borde de la isla, cerca de la ciudad vecina que


sobrevive principalmente de la pesca y el turismo. La vida allí es
tranquila.

¿Sin embargo, en nuestra ciudad? No tanto. Además, que tenemos


varias fábricas y empresas, nuestra naturaleza es muy diferente debido a
la política de los cinco fundadores que la rodean.

Tenemos campos interminables llenos de robles de grandes hojas, rosas,


lavanda, orquídeas, de todo. La hierba verde esmeralda está por todas
partes, mientras que el océano está a solo una hora de distancia con una
playa que tiene la arena más cálida en la que puedes acurrucarte mientras
tomas el sol.
Y luego tenemos bosques donde es tan fácil perderse entre los árboles, y
las mejores colinas para hacer una hoguera cuando tus padres te llevan de
acampada y te cuentan historias de miedo, donde no puedes evitar
envolverte bien en tu saco de dormir.

Sí, amo a mi ciudad y espero enorgullecerla con una medalla de oro


algún día. Aunque los cinco fundadores lo usen como su logro y lo
alardeen por ahí.

Patricia toma un giro brusco, balanceando el coche en una curva a la


izquierda, y casi choco con ella.

—Cuidado —le digo, ajustándome, y ella se ríe.

—No he podido resistirme. Este bebé se merece una conducción


temeraria —dice, deslizando las palmas de las manos por el volante—.
Papá se ha superado a sí mismo.

Sí, le compró un coche deportivo rojo que llama la atención a donde


vaya.

—De todos modos, Cole tiene una fiesta de cumpleaños hoy.

Parpadeo ante la información, porque ¿cómo lo sabe ella?

—Sí, la tiene —respondo, esperando que continúe con su hilo de


pensamiento, pero se queda callada, solo mira el espejo retrovisor y da
otra vuelta brusca, pero esta vez estoy preparada.

Me aferro a la manilla, apretándome firmemente a la puerta del coche.

—Y he oído que te ha invitado.


—Sí, lo hizo. —Entonces caigo en la cuenta de lo que está pasando y
hago un gesto de desprecio con la mano—. Él cree que somos amigos, así
que si quieres interrogarme al respecto, realmente no estoy en el…

—Creo que deberíamos ir. —Me interrumpe rápidamente, y de nuevo


parpadeo sorprendida por ello. Así que digo lo único que se me ocurre.

—¿Nosotras? ¿Te invitó a ti también? —¿En base a qué ha decidido que


son amigos? Ojalá hubiera estado allí para ver esa conversación.

Se encoge de hombros, acelerando un poco para que ahora mi cabello


vuele en diferentes direcciones mientras ella mantiene su atención en la
carretera. No tengo forma de saber qué hay dentro de su cabeza.

—No, pero es sabido que si haces una fiesta, la gente puede traer a
alguien.

—Echaste a Dorothy de tu fiesta el año pasado porque trajo a un primo.

Pone los ojos en blanco pasando por la frontera de la ciudad mientras


conduce en dirección a la pista de patinaje que se encuentra a varios
kilómetros de aquí.

Al instante, los interminables campos desaparecen y solo tenemos la


carretera por delante con el bosque rodeándonos.

Todos llamamos a esta zona tierra de nadie, porque no nos pertenece ni


a nosotros ni a la pequeña ciudad, lo que la convierte en un juego limpio
para quien lo considere oportuno.

Conducir aquí siempre me inquieta; por eso prefiero viajar con alguien
a mi lado. La sola idea de estar aquí sola, donde no hay leyes, me vuelve
loca de preocupación, aunque Pat se ríe de mis temores.
Por eso la mayoría de los días se ofrece a traerme en coche cuando mis
padres no pueden. Dice que eso aumenta su nivel de adrenalina, sea lo que
sea que eso signifique.

—El primo de Dorothy se enamoró de mí hace mucho tiempo. No podía


soportarlo con esos ojos de cachorro. Era tan patético.

Momentos como este hacen que me pregunte por qué he seguido siendo
amiga de Pat en primer lugar.

Pero luego tiene momentos en los que me envuelve con sus brazos
mientras lloro porque mi sueño de patinaje sobre hielo se esfumó cuando
me lesioné la rodilla. Estuvo allí cuando una niña destruyó mi casa de
muñecas en el jardín de infancia y se las arregló para traerme una nueva.
Y siempre está ahí cuando alguien quiere empezar una mierda,
protegiéndome con su apellido.

Así que, aunque no es perfecta, puede ser una verdadera amiga; solo
hay que ver a través de las interminables capas de egoísmo.

—Ya te he dicho que estoy ocupada. —Decido volver a la conversación


que tenemos entre manos, porque hablar del pasado no nos lleva a
ninguna parte—. Y además, ¿por qué quieres ir? Lo has llamado bicho
raro hace unas horas.

—Te he preguntado por qué eres amiga de ese bicho raro. Nunca he
dicho nada malo de él. —Ella mira rápidamente en mi dirección, y mis
cejas se fruncen.

Intento buscar en mi mente todas las veces que hemos hablado de Cole,
pero no puedo señalar un momento en el que ella lo haya insultado. Lo ha
llamado raro, sí, pero ¿le ha dicho tonterías como le gusta hacer con
Dorothy o con otras personas?
Nunca.

—Sin embargo, eso no responde a mi pregunta. ¿Por qué quieres ir? —


Puede mentir todo lo que quiera, pero conozco a Pat. Ella nunca hace
nada sin una agenda oculta, especialmente agraciar una fiesta con su
presencia a menos que sirva un propósito para su popularidad.

Se detiene en un semáforo en rojo, revisando su lápiz de labios en el


espejo, y finalmente me mira, golpeando el volante con el dedo.

—Ralph estará allí.

¿El capitán del equipo de fútbol?

Mi boca se abre y Pat la cierra suavemente con su dedo, levantando mi


barbilla.

—Son amigos desde siempre, una de las razones por las que nadie se
mete con Cole. Más o menos como tú y yo. —El semáforo cambia a verde y
los neumáticos chirrían cuando ella acelera, volando por la carretera
como si nuestros culos estuvieran en llamas—. He intentado que asista a
una de mis fiestas, pero siempre se niega. Igual que los gemelos Campbell.
—La molestia y el enojo adornan sus palabras, probablemente porque
siempre los invita, pero nunca aparecen.

Mucha gente se burla de ella a sus espaldas por eso, afirmando que los
chicos de la élite no quieren saber nada de ella.

Ambos pertenecen a las cinco familias fundadoras, y creo que ella


planea crear una dinastía entre dos familias.

Si tan solo Ralph estuviera dispuesto.


—Mira, no creo que debamos ir a la fiesta solo para ver a Ralph. No
conocemos a nadie allí —le digo, pero incluso para mis oídos la excusa es
débil.

Puede que no seamos amigos de todos, pero es imposible no conocer a


todo el mundo. Tenemos el tipo de ciudad en la que una persona estornuda
y en pocas horas todo el mundo sabe que estás resfriado.

O suponen que estás resfriado.

—El baile de bienvenida es en dos semanas y Ralph aún no me ha


invitado.

Me quejo interiormente ante esto. Debería haber sabido que ella


esperaría que lo hiciera. El señor y la señorita populares.

—Pero Frank Whitley lo hizo. Incluso te envió cien rosas. —La única
diferencia entre Frank y Ralph es la condición de capitán y líder de su
banda. Frank también pertenece a los cinco fundadores, y a diferencia de
su capitán, mostró interés en Pat a lo largo de los años y se molestó en
aparecer en sus fiestas.

Por desgracia para él, no tenía planes de formar una dinastía con
Whitley.

—Quiero a Ralph —gruñe y luego pone la música, lo que indica que no


está de humor para hablar.

Exhalando fuertemente, vuelvo a centrar mi atención en el paisaje,


contemplando sus palabras, y decido mirarla desde una perspectiva
diferente. Siempre pensé que su ego estaba herido por la indiferencia de
Ralph hacia ella y que por eso quería atraparlo.

Sin embargo, ¿y si estuviera equivocada?


¿Quizá ha estado enamorada de Ralph todos estos años, igual que yo de
Eachann, y solo está intentando crear una oportunidad para ellos?

En el momento en que los pensamientos del chico de ojos verdes entran


en mi mente, su pregunta vuelve a resonar en mis oídos mientras el deseo
de averiguar más sobre él me domina.

Cole también dijo que estaría allí, como si supiera de mi


enamoramiento, no es que me importe. Según todo el mundo, ya tengo una
relación amorosa con los gemelos Campbell, así que da igual.

¿Y si el universo nos está dando a Patricia y a mí la oportunidad que


nuestros sueños se hagan finalmente realidad? Una vez oí que el universo
sabe lo que hace, pero yo tengo que crear oportunidades para ello.

La fiesta de Cole es una oportunidad lo suficientemente buena para eso


sin que toda la escuela inspeccione cada uno de nuestros movimientos
como si fueran bichos bajo un microscopio.

—Hagámoslo. —Rompo el silencio y Pat sonríe ampliamente,


soplándome un beso, pero mantiene la música puesta porque es nuestra
canción favorita.

El nudo en el pecho de antes me abandona, y en su lugar lo llenan la


esperanza y la emoción, iluminando mi cuerpo ante la perspectiva de
arreglar todo, esta noche.

Mirando ahora hacia atrás, me doy cuenta de lo ingenua que he sido.

En lugar de jugar con diferentes escenarios en mi cabeza sobre cómo


habría sido el encuentro con Eachann, debería haber prestado más
atención a todo lo demás.
Cómo Ethan me invitó a la fiesta, pero sus ojos se mantuvieron
absolutamente fríos.

Cómo Cole me invitó a la fiesta, moviendo nerviosamente la oreja todo


el tiempo que me habló.

Cómo los gemelos Campbell montaron una escena conmigo.

Pero lo más importante es que debería haber visto una sonrisa siniestra
en el rostro de mi mejor amiga cuando acepté ir a la fiesta y cómo apenas
estaba conteniendo una risa, y sus ojos brillaban de emoción.

Pero no lo hice, y en esto, me conduje a mi perdición.


Cassandra

Quitándome las gafas de sol, me detengo frente a la puerta de la iglesia


mientras mis ojos escanean el enorme edificio desde todas las direcciones.

La iglesia, de estilo gótico, tiene tres arcos, cada uno de ellos con dos
agujas puntiagudas, mientras que el tercero, por encima de ellas, tiene una
cruz.

Las interminables vidrieras muestran diferentes escenas de la Biblia,


mientras el color rojo oxidado de la misma se mezcla con el gris. La
combinación crea inquietud, ya que el edificio es enorme y da la sensación
que te aprieta con su poder.

El césped que lo rodea es de un verde intenso, con rosales esparcidos por


el lugar y bancos que bordean diferentes caminos estrechos que conducen
por detrás al cementerio donde están enterrados todos los que han vivido
aquí.

La iglesia se construyó durante la Guerra Civil. La gente quería crear un


santuario para aquellos que buscaban protección en su fe, y la iglesia se
consideraba un lugar tranquilo.

Tiene varias cámaras secretas en su interior, y sótanos comunicados con


túneles que conducen al otro extremo de la ciudad y que proporcionaban
una vía para aquellos que querían huir de la guerra.

Oigo el arrastre de pies en el suelo y la voz estruendosa que viene del


interior, porque la misa ha empezado hace diez minutos, pero no entro.

Todo a su tiempo.
Alisando mi vestido blanco tipo lápiz que levanta mis pechos y mi culo
además de resaltar mis largas piernas, cuento mentalmente hasta quince
mientras espero el momento perfecto para hacer la entrada.

Los planes cuidadosamente trazados requieren preparativos, y nada en el


proceso puede precipitarse. Hasta el más mínimo detalle que salga mal
podría arruinar el castillo de naipes que estoy construyendo.

Una niña salta a mi lado, sus sandalias rosas hacen volar piedras
alrededor de sus pies, y me dedica una sonrisa desdentada, con sus coletas
moviéndose.

—¿Has venido a la misa del domingo?

Asiento con la cabeza, devolviéndole la sonrisa, y ella ladea la cabeza.

—No te conozco.

—Soy nueva en la ciudad.

Su boca forma una O y da una palmada, la emoción ilumina su rostro.

—La bailarina. —Oh, Dios, me bastó una vez que bailara en el estudio
para que la noticia se difundiera.

Ah, las ventajas de una ciudad pequeña. Ni siquiera necesitas redes


sociales.

Y esta linda personita es exactamente a quien he estado esperando.

—¡Mira! —ladra una voz por detrás de ella, precipitándose hacia ella y
resoplando con molestia—. Te dije que no huyeras de mí.

Ella mueve sus pestañas y hace pucheros con sus labios, por lo que el
hombre suspira y le revuelve el cabello.
—Pequeña zorra escurridiza. Tu madre me va a matar si te pasa algo. —
Entonces cambia su enfoque hacia mí, y estoy mirando a los ojos del chico
que solía confundirme mucho.

Hasta que me mostró sus verdaderos colores.

—Oh, hola. —Me extiende la mano—. Cole Calvin. Tú eres la recién


llegada.

Mirando su palma manchada de pintura, muevo mi mano enguantada de


blanco.

—Lo siento, creo que esto se manchará. —Se echa hacia atrás,
sorprendido por mi abrupta declinación, pero en cambio, engancho mi
brazo con el suyo, acercándome a él—. ¿Funciona esto? Me llamo
Cassandra Scott y me da miedo entrar ahí. —Sonrío tímidamente, con las
mejillas sonrojadas en buena medida mientras me echo el cabello por
encima del hombro, y al hacerlo hago que Cole admire los ricos y oscuros
mechones que albergan la combinación de sus dos colores favoritos. El
negro y el marrón oscuro—. ¿Puedo entrar y sentarme contigo? —Añado
un pequeño temblor en las últimas palabras, observando preocupada la
iglesia como si fueran a salir monstruos de ella.

Mientras que este tipo de comportamiento es escandaloso en la mayoría


de los lugares y garantiza una relación estrecha con la persona en otras
partes del mundo, en esta pequeña ciudad, es normal.

Soy una mujer nueva y soltera que necesita ayuda masculina, y Cole
Calvin es un enamorado de todo lo nuevo y brillante.

—¡Por supuesto! —Se aclara la garganta y estrecha su mano con la de


Mira, su sobrina, y hace un gesto con la cabeza hacia la iglesia—. Vamos a
sacudir tu primera misa dominical en esta ciudad.
Me rio nerviosamente, abanicándome.

—Espero que vaya bien. —Vuelvo a suspirar.

Su mirada se suaviza y me guiña un ojo.

—No te preocupes. Aquí las personas son como ángeles.

Si por ángeles se refiere a los del tipo caído, como el mismísimo diablo,
entonces claro. Cole Calvin siempre ha sido una anomalía entre nosotros,
pero nunca pensé que se convertiría en un tonto ingenuo.

Pero bueno, al menos entra perfectamente en mis planes.

Empuja la pesada puerta para abrirla justo en medio del sermón de


Eachann.

—Por eso Dios… —El roce del pestillo y el fuerte chasquido de mis
tacones lo hacen detenerse y levanta la mirada de la Biblia, con su único
foco en nosotros.

Está tan lejos de mí que no puedo distinguir su reacción a nuestra


interrupción, ni me importa. Fue él quien me invitó a venir, así que puede
ocuparse de ello.

—Lo siento —murmura Cole a la congregación, dirigiéndose


rápidamente a su asiento, que debería estar en la segunda fila del lado
izquierdo. Pero mientras él se apresura, dejo caer intencionadamente mi
bolso al suelo, y el sonido del traqueteo resuena en las paredes y atrae aún
más, la atención hacia nosotros.

—Oh —susurro, y a continuación ahuyento a Cole, que quiere


ayudarme, señalando a Mira, que ya está en su asiento tratando de pasar
entre dos señoras—. Ahora mismo voy. —De mala gana, asiente y corre
hacia su asiento, mientras me arrodillo, recojo mi bolso y me coloco el
cabello sobre un hombro.

Luego, levantando la barbilla, camino despacio, agonizantemente


despacio, hacia el asiento mientras Eachann permanece en silencio, pero
también el resto de la congregación.

Al fin y al cabo, los ojos de todos están puestos en mí, exactamente


como quiero.

Añado un balanceo extra a mis caderas, cada movimiento elegante y


calculado para atraer la mayor atención hacia mí, y con el rabillo del ojo,
noto cómo varias cabezas —las cabezas que necesito colgar en una de las
mazmorras de los chicos —se balancean en mi dirección mientras las
mujeres fruncen el ceño.

Los hombres son tan predecibles.

Si se les pone delante un bonito regalo, se convierten en tontos


dispuestos a hacer cualquier cosa.

Oh, pero tengo la intención de utilizar este poder con toda su fuerza,
arrastrándolos lentamente a su caída, despojándolos de su cordura.

Finalmente llegando a la segunda fila, envío al Padre Eachann una


mirada de disculpa, pero su cara es indiferente, como si no supiera qué
hacer conmigo.

Es un sacerdote que juró servir a Dios, pero no puede evitar sentir


emociones hacia mí. El hombre santo que prometió no dejarse tentar por la
carne.

Pero no sería la primera vez que este sacerdote miente sobre algo,
cubriendo la verdad con su santa fachada.
Una fachada que esta pecadora romperá para sacar su verdadera y
podrida naturaleza para que el mundo la vea.

Doblo las rodillas antes de entrar en el banco y me deslizo junto a esas


dos señoras que resultan ser la madre y la hermana de Cole y que resoplan
exasperadas, ocultándolo tras sus abanicos cuando me siento con cuidado
en el banco, sacando un boletín que recogí antes.

—Creo que todo el mundo está mirando —le susurro a Cole, que aparta
mi preocupación.

—No hagas caso. Siempre se quedan mirando. —Espera un minuto antes


de añadir—: Además, eres digna de todas las miradas.

Me río mentalmente y compruebo la hora en mi reloj de diamantes.

A los cinco minutos de nuestra reunión, Cole Calvin ya está muerto. Sin
embargo, tengo planes diferentes para él a diferencia de los cinco
fundadores, aunque su agonía será igual de dolorosa.

—Ya que llegas tarde, Cole, te agradecería que no me interrumpieras


ahora. Puedes tener una cita después de la misa.

Unas leves risitas retumban entre la multitud mientras Cole murmura en


voz baja:

—Idiota.

Vaya, vaya. ¿Acaba de insultar a uno de los Campbell?

Me inclino hacia atrás, pegando mi columna a la madera mientras capto


la mirada de Frank Whitley frente a mí, que rápidamente gira la cabeza
para mirar a Eachann.
Por supuesto, las piernas largas son su debilidad. Él mismo me lo dijo,
después de todo.

Sube más ese maldito vestido. Enséñame esas piernas tuyas con las que
siempre me tomas el pelo cuando patinas sobre el estúpido hielo.

Media hora después, Eachann se aclara la garganta y pregunta:

—Ya que hemos terminado con la misa, me gustaría plantear el tema de


la acampada anual de los niños.

Un gruñido colectivo resuena en el espacio y sonrío, porque nada ha


cambiado.

A pesar que nuestra ciudad es pequeña, tiene un acuerdo con la ciudad


vecina de la isla para que una vez al año reunamos a todos los niños y los
llevemos de acampada. Senderismo, kayak en el lago, dos noches en el
bosque con una hoguera y otras cosas que les encantan a los niños.

Sin embargo, los ciudadanos de la ciudad perdieron el amor por él


después que uno de los niños de acogida, Brochan, se peleara con Ralph
cuando eran niños. Nadie supo cuál fue el motivo, pero creo que fue por un
barco, porque Ralph lo acaparaba.

Desde entonces, todo el mundo desconfía de dejar que sus hijos vayan
allí y se mezclen con esos niños, porque temen los conflictos que puedan
surgir de ello. Mis padres se reían de esta suposición y me enviaban allí
todos los veranos; el viaje era siempre impresionante.

Mi corazón se estremece dolorosamente al recordar a mis padres y


aprieto los puños, escondiéndolos de las miradas indiscretas. No tienen
cabida en mi venganza, así que pensar en ellos solo me produce vergüenza.
—No quiero que mi hija vaya allí —dice una voz femenina, y me asomo
por encima de la multitud para ver a quién pertenece. Ah, Miranda, una de
las antiguas secuaces de Dorothy. He oído que se casó con un médico y
elevó su estatus en la ciudad—. No me fío de ellos. —Unas cuantas
personas hacen muecas a espaldas de Miranda mientras las mejillas de su
hija se ponen rosadas por la vergüenza. No debe compartir el sentimiento
de su madre sobre el tema—. No quiero que un niño de fuera se crea con
derecho a ponerle las manos encima. —Teniendo en cuenta que su hija
tiene ocho años, ¿qué tipo de preocupación es esta?

Antes que Eachann pueda responder, reconozco a Samantha mientras


resopla y se levanta, poniendo las manos en las caderas.

—¿Estás insinuando que los niños de la ciudad cercana son unos


asquerosos pervertidos? Entonces lo mismo puede aplicarse a nuestros
hijos. ¿Por qué no lo mencionas?

Los labios de Miranda se afinan mientras mira por encima del hombro,
levantando la nariz con desagrado.

—No lo harían.

Es mi turno de reírme de su convicción que su hija está a salvo de los


chicos de su ciudad, y la hermana de Cole me mira mal.

Qué carajo, y vaya maldije en la iglesia.

La gente sigue discutiendo sobre el tema durante unos minutos, pero se


calla cuando Eachann golpea la palma de la mano en el podio y la atención
de todos vuelve a centrarse en él.

—No voy a tener discusiones en la iglesia. —Mis cejas se alzan ante la


autoridad que se desprende de su tono, que contrasta con su
comportamiento habitualmente tranquilo—. El viaje de acampada será
dentro de tres semanas. Necesitamos comida, sacos de dormir y los
suministros habituales. —Mira a la multitud—. Espero que todos puedan
dejar de lado sus diferencias y ponerse de acuerdo en todo. Además, quiero
que todos sean amables. —Procede a hablar de la seguridad, y Cole elige
este momento para susurrarme al oído.

—Este viaje está ocurriendo.

Me giro hacia él.

—¿Tú crees? —le susurro, mirando al sacerdote con escepticismo e


interpretando mi papel a la perfección—. La gente no parece muy
entusiasmada al respecto.

—Bueno, no lo están, pero nadie quiere cabrear a Eudard. —Ah, así que
sigue teniendo el mismo poder diez años después. Realmente no me
sorprende, porque el informe lo decía, pero aún así—. ¿El alcalde?

Cole asiente, bloqueando sus dedos sobre la rodilla mientras su pierna se


sacude.

—Sí, quién sabe cómo podría reaccionar.

—¿Porque el sacerdote es su gemelo?

Esa afirmación me hace ganar un resoplido, y mis cejas se fruncen.

—Sí, no. Los gemelos Campbell solían estar unidos, pero ya no. Porque
Eudard apoya a los niños de acogida y siempre asiste a las acampadas en
lugar de Eachann.

Mi mente se tambalea por la información que acaba de darme por dos


razones.
En primer lugar, ¿cómo es que los gemelos ya no están unidos, y en
segundo lugar, por qué va el alcalde de excursión y no el sacerdote?
Siempre eran los miembros de la iglesia los que nos acompañaban.

—¿Así que son enemigos? —concluyo, asombrada por esta información.

Cole se encoge de hombros, mordiéndose el labio.

—No estoy seguro. —Hace una pausa antes de tragar con dureza—. No
mencionan sus nombres y no interactúan en absoluto. —Se inclina más, ya
que algunas personas del frente nos hacen callar mientras la discusión
continúa—. Solían presentar un frente tan fuerte juntos, pero nadie sabe lo
que pasó entre ellos. Eudard ni siquiera aparece en las reuniones familiares
si está Eachann. —Cole es peor que la cotilla local, Tracy. Ella, al menos,
nunca cuenta nada a los extraños o a la gente nueva, pero Cole no tiene
filtro.

Pero todo esto me inquieta, ya que esos detalles no estaban en mi


informe. Solo supuse que se relacionaban, a pesar que Eachann viajó por
todo el mundo para peregrinar por España y los lugares sagrados, y Eudard
pasó la mayor parte del tiempo en el extranjero.

Por eso me sorprendió que hace un año aceptara el cargo de alcalde y se


estableciera en esta ciudad.

¿Qué afectó a su relación hasta el punto que ninguno de los dos fuera
capaz de permanecer en la misma habitación?

Finalmente, Eachann se aclara la garganta una vez más y anuncia:

—Eso es todo por hoy. Espero verlos a todos dentro de tres semanas
para la acampada. —Cierra el libro de un tirón y todos se levantan, con los
ruidos de los zumbidos rebotando en las paredes.
Varias personas se apresuran hacia Eachann, pero yo sonrío a Cole, que
hace un gesto hacia la salida.

—¿Qué tal un café? —sugiere, levantando el codo hacia mí, esperando


una respuesta. Al parecer, en esta ciudad todos los tipos que se interesan
por ti te ofrecen un café.

Me pregunto si es sinónimo de sexo de alguna manera.

Antes que pueda responder, una voz autoritaria pero suave habla desde
mi lado.

—No tan rápido, Cole. —Pero no importa cómo la persona a la que


pertenece esta voz quiera ocultar su verdadera naturaleza con esa suavidad,
mis oídos escuchan al depredador natural listo para atacar a su próxima
víctima—. No puedes llevarte a nuestra recién llegada todavía. Tienes que
presentárnosla. —Su última frase es mordaz, y vuelvo a sonrojarme -
gracias a Dios por la profesora de interpretación que me enseñó a hacer
eso- y me giro, encontrándome cara a cara con una de las mujeres más
hermosas que he visto.

Sus ojos brillan, enmarcados por los mechones rubios que se han
colocado cuidadosamente en su cabeza. Con su vestido de flores y sus
bailarinas, me recuerda a esas perfectas amas de casa de los años
cincuenta.

Un bolso de diseño cuelga de su muñeca mientras me escudriña de pies a


cabeza, como si evaluara a un enemigo, y el fastidio se dibuja en su rostro,
claramente clasificándome como uno.

Con mi aspecto, represento la competencia que ella no quiere.

—Hola, creo que aún no nos han presentado. Me llamo Patricia Brown.
—Se acerca para darme un beso de mariposa en ambas mejillas, y su
perfume me inunda, haciendo que me den arcadas por su dulzura—. Soy la
jefa del comité municipal aquí. —Lo que básicamente significa que ella
controla cualquier actividad social en la ciudad, y nadie puede hacer una
mierda sin su permiso.

¿Si Patricia Brown no quiere que tengas un parque infantil en tu patio?


No tendrás uno; es tan simple como eso. ¿Y si decides hacer una fiesta,
aunque sea un cumpleaños infantil, sin invitarla por respeto? Más te vale
que sea la última fiesta que organices, porque no aparecerá nadie para la
siguiente.

Probablemente habría sido considerada la Primera Dama de la ciudad si


solo se hubiera apellidado Campbell.

—¡Cariño, ven aquí! —llama a un hombre pelirrojo que se gira al oír su


llamada. Lleva un traje perfectamente confeccionado que resalta su físico
alto y fornido. Rezuma clase, y no hay duda que se dedicó a los deportes
en su juventud—. Ese es mi marido, Ralph Brown —dice con orgullo, pero
sus ojos se entrecierran cuando centra su mirada en mí.

Veo aprecio cuando desliza sus charcos azules sobre mí, gustándole lo
que ve, pero lo enmascara con una sonrisa amistosa y rodea los hombros de
su mujer con el brazo.

—Encantado de conocerte y bienvenida a nuestra ciudad. En caso que te


metas en problemas, avísame. —Cierto, su padre era el jefe de policía
antes de morir de un infarto.

Y lo último que he oído es que se espera que Ralph sea el nuevo sheriff.

Le golpeo el pecho, intentando zafarme de su agarre, pero sus fuertes


manos se clavan en mí y me empujan al suelo, donde aterrizo
dolorosamente. Antes que pueda levantarme, está sobre mí,
inmovilizándome mientras sus manos recorren todo mi cuerpo, sus labios
en mi cuello mientras grito de protesta.

—¡No! —Le vuelvo a abofetear, pero es como un muro inamovible.

La repugnancia se apodera de mí y levanto la rodilla para golpearle,


pero él me detiene y se levanta solo para darme una bofetada en la mejilla,
con lo que mi cabeza se desplaza hacia un lado.

—Zorra estúpida, tú te lo has buscado. —Sus amigos se ríen a mi


alrededor mientras Cole sigue haciendo como si nada, a pesar que grito su
nombre pidiendo ayuda.

—Serás el primero al que llame —le aseguro, su mirada se calienta ante


mi sensual voz, y vuelvo a mirar a su mujer—. De hecho, he querido
llamarte. He oído tantas cosas buenas de la reina de la ciudad. —El placer
cruza su rostro, y se endereza un poco bajo mis elogios, relajándose en el
abrazo de su marido.

Sigue siendo una criatura egoísta que cree que el mundo gira a su
alrededor.

—¿De qué querías hablar? —Antes que pueda decirlo, ella mueve los
dedos hacia mí—. No, no. Esta charla apresurada y la conversación rápida
no es nuestra manera. —Me agarra del codo y me tira hacia la puerta—.
Tenemos una tradición aquí, un almuerzo dominical en nuestra casa. —Me
aprieta el codo con más fuerza mientras yo hago la O con la boca,
haciéndome la sorprendida, a pesar que ha estado en mi agenda todo el
tiempo.

—Estás oficialmente invitada. —Sus almuerzos de los domingos reúnen


a la élite de la élite de esta ciudad y de las cercanas, donde se bebe y se
cena mientras se discuten los últimos acontecimientos.
Sin duda planeaban hablar de mí, pero me he adelantado. Y Patricia
quiere toda mi atención cuando todos los demás me quieren a mí.

Mientras me voy con toda esta gente, un pensamiento juega en mi


mente.

¿Cuál de los gemelos Campbell estará allí?


Madman

—Fue un error. Un error de una sola vez —retumba la voz, tosiendo un


poco, probablemente por la sangre que tiene en la boca después que le
arrancara los dientes con unos alicates—. Lo siento.

—Ah, lo sientes —digo, golpeando con mi dedo enguantado de cuero en


la barbilla y suspirando—. Sentirlo lo cambia todo. —En sus ojos brilla la
esperanza, pero antes que pueda pronunciar otra palabra, le abro la boca de
par en par hasta que las comisuras de sus labios se desgarran, lo que lo
hace gemir, y aprieto los alicates alrededor de su lengua antes de cortarla
rápidamente.

Gime, las lágrimas le caen por la cara y la sangre le llena la boca, pero
mantengo su cabeza echada hacia atrás para que no tenga más remedio que
tragársela.

Arrojando su lengua sobre el círculo cercano a sus pies descalzos,


vuelvo a la mesa de las armas mientras él escupe en el suelo, tosiendo una
vez más y murmurando palabras incoherentes para mí.

—Realmente no me importa, así que no lo intentes. —Sin embargo,


sigue murmurando y sacudo la cabeza por la estupidez de algunas
personas.

Oh sí, te corté la lengua y todo, pero oye, si murmuras, puede que te


perdone la vida.

Entre risas, cojo la taza de café de la mesa y doy golosos tragos,


disfrutando del ardiente líquido que recorre mi organismo y lo alimenta de
placer.
Un café negro en la mano y una víctima torturada con su sangre por
todas partes detrás de mí, ¿qué podría ser mejor por la mañana?

Una sonrisa curva mis labios cuando me viene a la mente cierta belleza.

Solo Cassandra a mi lado viéndome hacer todas estas cosas horribles


mientras la vena de su cuello late salvajemente y el miedo estropea su
expresión.

Porque entonces ya no se hará ilusiones con los monstruos. No les


temerá, porque ella pertenece al mismísimo diablo y nadie en este mundo
le hará daño nunca más mientras yo respire.

Otro murmullo, este más prominente, ya que respira por la nariz con
dureza, y me doy la vuelta, dando otro sorbo.

Abre la boca, diciendo algo, y aunque tiene la mandíbula dolorida y


llena de sangre y piel desgarrada, consigue gritar palabras. Es todo un lío
entrecortado, pero puedo leer los labios.

Una habilidad que uno adquiere cuando crece en el infierno.

—No era mi intención. —Leo en ellos y me rio a carcajadas, el sonido se


balancea en las paredes y muere con la nota más alta de la música heavy
metal.

La música rock es para víctimas especiales; las que son solo un


entretenimiento para mí reciben el heavy metal, ya que sirve para
molestarlas más.

Y el efecto que tiene en algunas víctimas es indescriptible.

—No fue mi intención. Simplemente sucedió.

Oh, mi diablo.
¿Cómo puede ocurrir lo que ha hecho? Tienes que pensar que un asesino
en serie es un idiota para creer eso.

Levantando el atizador de la mesa, le echo una generosa cantidad de


whisky antes de encenderlo para que el fuego relampaguee a lo largo de él,
los lametones azules y naranjas envolviendo la punta.

Sacude la cabeza, su mirada se desvía entre el arma y yo, mientras


termino la botella y la arrojo a sus pies, donde se hace añicos. El vidrio
debe cortarle la carne, porque grita de dolor.

—Esas clases de violín y piano. —Sacudo la cabeza, acercándome a él


mientras golpeo la cabeza al ritmo de la música—. Simplemente ocurren
sin tu control, joder. Todos esos alumnos que no escuchan, ¿verdad?

Asiente con la cabeza, pero tiembla por todas partes, aprieta la espalda
contra el poste mientras se agita en las cuerdas, pero no se mueven.

Nunca lo hacen, no importa si son de metal o de cuerda; después de


todo, soy el maestro de envolverlas.

—Eso pasa, porque no puedes controlar esto. —Me señalo el corazón y


suspiro dramáticamente—. Ellos actúan; tú solo quieres que se detengan.

—Nunca lo hacen. Les advierto —murmura, y yo chasqueo la lengua,


chasqueando los dedos hasta la nota especialmente alta, y su mirada se
desplaza ante el sonido—. Y luego, cuando no lo hacen, todos esos deseos
se levantan para darles una lección, ¿no? —Me acerco, pisando sus dientes
y su lengua, y luego le acerco el atizador ardiente a la cara.

—El monstruo que llevas dentro exige sangre por su desobediencia, por
su falta de respeto. —Sus ojos se abren de par en par y algo parecido al
alivio entra en él, y asiente en señal de reconocimiento, casi aliviado que
parezca que alguien lo entiende—. Lástima que incluso cuando dejan de
portarse mal, el monstruo siga queriendo castigarlos. —Me inclino más
hacia él y le susurro al oído—. ¿Lo curioso sobre los monstruos? Nunca se
pueden curar. —Con eso, le clavo el atizador en la ingle, y su grito resuena
en el espacio junto con el olor a carne quemada que llena mis pulmones.

Al sacarlo, le apuñalo los dedos de los pies uno a uno mientras sus gritos
bloquean incluso la música, y casi puedo excitarme con su sonido,
disfrutando cada minuto de su agonía.

—No se arrepienten. Siempre quieren decir lo que hacen, y no se


disculpan por ello —digo y luego le apuñalo en el costado, quemando todo
a mi paso mientras sus protestas se apagan a medida que sus fuerzas le
abandonan, pero sus ojos aún son lo suficientemente claros como para
entender lo que digo—. ¿No es así, Julian? —Respira con fuerza, mientras
la sangre gotea a nuestro alrededor, manchando mis pantalones y mis
zapatos.

Dando un paso atrás, le doy el último golpe en la cabeza, y se desplaza


hacia un lado con él gimiendo como la pequeña perra que es. Vuelvo a mi
mesa justo cuando se abren las puertas de mi mazmorra, trayendo una
brillante luz solar que me ciega por un segundo.

La molestia me recorre por quién se atreve a interrumpir mi tiempo.

Un tipo de cabello azul me sonríe, y sus ojos plateados se llenan de


aburrimiento cuando escudriña a mi víctima antes de bajar las escaleras,
con sus zapatos de cuero golpeando el hormigón.

La víctima levanta la cabeza con dificultad y le murmura palabras que


no me importa entender, pero se calla muy rápido cuando el hombre habla.

—¿Puedo ofrecer una sugerencia antes que lo envíes a tu reino,


Poseidón? —Se ríe, y yo le levanto un dedo, harto de esta broma.
Arson puede seguir siendo todo un caballero, pero no es Zeus en su reino
de Nueva York.

Ambos sabemos quién gobierna esa ciudad.

—Adelante —respondo, sirviéndome más café cuando Arson coge la


gasolina de la mesa y saca un mechero del bolsillo, haciéndolo girar entre
los dedos mientras ladea la cabeza, evaluando a la víctima.

—¿Quién quema la carne así? —pregunta con desagrado, pero me


encojo de hombros, sin importarme demasiado.

Es él quien está obsesionado con el fuego y el dolor que puede provocar;


la cantidad de tortura que este tipo puede infligir solo con las quemaduras
es una forma de arte.

Lástima para él que me importe una mierda, porque el agua tiene más
atractivo para mí.

Además, el tipo está loco. Quiero decir, yo no soy mejor, pero incluso yo
tengo ciertos límites. ¿Pero Arson? No tiene ninguno, y compadezco a
cualquiera que se interponga en su camino.

Suspirando fuertemente por la decepción, salpica la gasolina por todo el


cuerpo de la víctima y luego enciende el combustible, y el tipo vuelve a
gritar cuando el fuego lo rodea y consume su cuerpo, quemando la carne
delante de nuestros ojos. El olor me recuerda a una barbacoa.

Será jodidamente difícil de lavar, pero da igual.

Apretando el mando a distancia, permito que los restos bajen a la piscina


que tenemos debajo, ya que esta casa tiene dos lugares de tortura. Cuando
tengo ganas que los tiburones hagan de las suyas, los cuerpos van al
océano. Cuando decido quemarlos y embadurnarlos de toda la mierda que
pueda herir a los preciados tiburones, van a la piscina.

Finalmente, cuando la tapa se cierra, el silencio nos envuelve ya que la


música ha cesado. Arson se vuelve hacia mí, chasqueando los dedos.

—Esto ha sido una mierda.

—Bueno, si quieres diversión, vuelve a Nueva York. No recuerdo


haberte invitado.

Se acerca a mí y se apoya en la mesa de al lado, mientras yo sigo dando


sorbos a mi bebida.

—Es la tierra de Micaden.

—Es tierra de nadie, porque limita con la mía. Él no tiene más voz que
yo en ella. Si quieres la tierra de Micaden, te sugiero que conduzcas unas
horas más hasta el otro lado de la isla.

¿Por qué diablos está aquí de todos modos?

No es que me mezcle con el círculo social de asesinos en serie que ha


creado.

Especialmente no con Lachlan, ya que nuestra relación puede calificarse


de difícil en el mejor de los casos por lo que me ha hecho.

En el peor de los casos, jodida.

Ni que decir de la presencia de Arson —que resulta ser su mano


derecha— no me gusta nada.

—¿Qué quieres? —pregunto, yendo directamente al grano, porque


ambos podemos hacer esto durante horas.
No tengo tiempo para esta mierda.

Tengo que ocuparme de una pecadora que está a punto de infligir su


primera dosis de veneno, y de un sacerdote idiota y despistado que se fija
en las mujeres cuando no debería.

—No puedes tocarla. —Viene en su lugar, y me congelo, pero luego


engullo mi café.

—¿Es una orden?

—Es una puta sugerencia. Ella es intocable y tú lo sabes. Es como una


hermana para todos nosotros. —Enfatiza cada palabra como si tuviera que
significar algo para mí.

Podría irse a la mierda con su sugerencia.

—Tú no me dices lo que tengo que hacer. —Mi voz baja unas octavas
para que no se equivoque en mi posición—. Cassandra es mía.

Arson se ríe, pero carece de humor.

—Recuerda el trato, Madman —dice, y la ira me recorre al recordar el


trato que hice con Lachlan hace tantos años.

Pero incluso entonces, nunca juré alejarme de ella. Me dijeron que


cuidarían de ella y, en cambio, la reclamaron como su hermana y me
apartaron completamente de su vida, sin mencionar siquiera su nuevo
nombre.

Y luego me la ocultaron durante diez largos años, y ni siquiera pude


exigir venganza, porque ellos eran los únicos que sabían dónde estaba.

En lo que a mí respecta, el trato se rompió hace mucho tiempo.


—Ustedes lo rompieron primero. —Una traición que aún me escuece,
porque nunca imaginé que me darían la espalda sin una explicación.

Arson resopla exasperado, se aparta de la mesa y se engancha los


pulgares en los pantalones.

—Estoy aquí para advertirte. Empezarán una guerra. ¿Quieres una


guerra con nosotros?

Me muerdo la lengua.

—Qué rápido se convierte una sugerencia en una amenaza.

—Todos estarán de nuestro lado. No puedes luchar con todos nosotros.


Es un milagro que Lachlan no te haya matado después que te hayas
rebelado. —Saca un mechero, lo pasa por los dedos y luego lo abre y cierra
de nuevo—. No tientes tu suerte. —Con eso, camina hacia las escaleras,
pero mi fría risa lo detiene en su camino, y mira por encima de su hombro.

—Tengo gente de mi lado. Y eso es lo que te asusta, Arson. —Se gira


hacia mí y su cara se ensombrece, así que sé que he tocado un punto
sensible—. Después de todo, tampoco les gustan mucho el veto de
Lachlan. —Dejando de lado todo esto, admiro a Lachlan por lo que ha
hecho por nosotros y por la profunda lealtad que todos sienten hacia él.
Puede que sea el cabrón más oscuro y malvado que he conocido, pero
gobierna con puño de hierro.

Los que están bajo su protección no conocen las penas… bueno, no


después de conocerlo.

Yo también.

Pero nadie me dice lo que tengo que hacer, y menos advertirme de la


misión de mi vida.
—Estoy tratando de detener una guerra, Madman. Deja que haga lo
suyo. No interfieras. —Espera un poco antes de añadir—: Entonces, y solo
entonces, podrás hacer lo que quieras. —Lanzándome estas últimas
palabras, sube rápidamente las escaleras, cerrando la puerta tras de sí y
dejándome con su maldita sugerencia.

Sin embargo, lo que ninguno de ellos sabe es que no puedo dejar que lo
haga.

Porque su venganza significa la muerte de mi gemelo, y no puedo


permitirlo.

Que tengan una guerra.

Incluso yo estoy interesado en ver quién la ganará.


Capítulo 8

“Los errores de nuestro pasado no gobiernan nuestras vidas. Nos


permiten aprender que cada error tiene un significado, porque nos
convierten en personas más fuertes”.
La Señora Ava solía decirme eso muchas veces durante nuestras
prácticas de piano, afirmando que con mi talento debería estar viajando
por el mundo y yendo a las mejores escuelas.
Por lo general, sucedía cuando yo le decía que todas esas notas eran
una mierda y que no tenía ganas de aprender algo que realmente
apestaba.
¿Pero lo curioso de ese discurso?
No es verdad.
Algunos errores tienen el poder de gobernar nuestras vidas mientras nos
persiguen y nos recuerdan que nuestros errores tienen la capacidad de
herir a personas inocentes que menos lo esperan.

De los recuerdos de Arianna Griffin…

—Ya hemos llegado, cariño —dice mamá, bajando la cabeza para mirar
a través del parabrisas la casa de Cole, todo el lugar cubierto de varias
luces, y sus cejas se fruncen—. ¿Por qué su casa tiene tantas luces
encendidas?
Busco con insistencia una excusa lo bastante creíble, porque yo
tampoco tengo ni puta idea. Pero no estoy segura que mamá aprecie el
hecho que no conozco muy bien a Cole.

Debería haber aceptado la oferta de Patricia de recogerme de mi


entrenamiento de patinaje sobre hielo y arreglarme en su casa, pero no me
apetecía hacerla esperar. Mamá iba a buscarme de todos modos, ya que
tenía que hablar de mi próximo campeonato con el entrenador. Y además,
si Eachann estaba allí, quería estar guapa.

Aunque se sorprendió con una invitación tan tardía para la fiesta, nos
pasamos por el centro comercial para comprar un regalo para Cole, y
luego me preparé rápidamente en casa, eligiendo un vestido rosa de
verano que terminaba justo por debajo de las rodillas y unas zapatillas de
deporte, completando el look con el cabello suelto por la espalda.

Puede que esté desesperada, pero no quería que nadie más lo pensara.

—Es un artista, así que creo que las luces intermitentes lo inspiran. —
La mentira sale fácilmente, porque sospecho que es así. Cole siempre lo
explica todo con su arte, y basándome en lo colorido u oscuro que se
vuelve su atuendo dependiendo de su estado de ánimo, creo que sus padres
están de acuerdo con lo que él quiere.

No es de extrañar que Cole nunca sienta la presión de ser nadie más que
él mismo.

La boca de mamá se mueve un poco y una pequeña sonrisa aparece en


ella.

—Espero que lo pases bien. Te lo mereces después de todo este esfuerzo.


—Su mano me acaricia suavemente la cabeza y, por instinto, me inclino
hacia delante para rodearla con los brazos, respirando su aroma.
Mentirle a mi madre es una mierda, porque es mi mejor amiga en todo
el mundo y me entiende como nadie. No recuerdo ningún momento en el
que no pudiera acudir a ella con mis problemas. No me avergonzaba por
ello ni me regañaba; siempre me escuchaba y me ofrecía una solución o
me decía en qué me equivocaba.

Igual que mi padre. Son una unidad de dos y ambos trabajan en la


alcaldía. Mamá dijo una vez que se querían tanto que no podían imaginar
estar separados durante mucho tiempo.

Y siempre apoyan mi amor por el deporte, hasta el punto que me


permitieron volver al hielo después de mi lesión de rodilla, a pesar que los
médicos afirmaban que si tenía una lesión más, podría perder la pierna.

Todas las riquezas que tienen las cinco familias fundadoras nunca
superarán a mis padres y su amor, que siempre me envuelve en un
apretado capullo. No sé por qué necesito que sus brazos me aprieten
fuertemente en este momento, pero lo necesito.

—Te amo, mamá —susurro.

—Yo también te amo, cariño. —Se echa hacia atrás y me acaricia la


mejilla, con la preocupación grabada en el rostro—. ¿Va todo bien? No es
que no aprecie tus abrazos, pero si no quieres ir a la fiesta, no lo hagas. —
Me gustaría poder decirle que nos lleve de vuelta a casa, donde puedo
ponerme el pijama y ver algunas películas para revolcarme en mi miseria,
pero no puedo.

No puedo seguir siendo una cobarde, y le he prometido a Patricia venir


aquí y ayudarla con su crush de todos modos, y ser una amiga de mierda
no está en mi lista de cosas que añadir a este desastroso día.
Por no mencionar que Cole espera que esté aquí; Patricia me hizo
enviarle un mensaje de texto en el coche y su única respuesta fue un pulgar
hacia arriba.

—Sí quiero. Solo me apetecía. —Le guiño un ojo y abro la puerta,


recogiendo el regalo para Cole del asiento trasero—. Volveré a casa con
Pat. —Vi su coche a un lado de la carretera, y ella juró no beber.

Todavía me estremecen los recuerdos de ella vomitando en el lateral de


mi coche cuando celebramos su decimoséptimo cumpleaños hace dos
semanas. No es una borracha divertida.

—Recuerda tener cuidado.

—Sí, estaré en casa a las doce. —Con eso, salgo, cierro la puerta y la
saludo mientras se aleja en la distancia hasta que se pierde de vista. Me
vuelvo hacia la casa, estudiando la decoración navideña.

La vieja casa tiene dos niveles, cada uno de ellos con unas cinco
ventanas, y curiosamente todas tienen las luces encendidas a pesar que
hay mucha luz en el exterior.

El color de los ladrillos es plateado, y tiene una extraña estructura a la


que se suman las diversas estatuas de bestias esparcidas por todo el lugar,
cada una de ellas con la forma de las criaturas míticas que he visto en los
libros de arte.

El césped está bien cortado, pero no hay flores ni arbustos alrededor.


Parece que solo están ahí porque Campbell ordenó que todos tuvieran
uno.

Un estrecho camino de hormigón conduce al porche con varios


escalones que llevan a las enormes puertas de roble.
—Seguro que tienen una casa deprimente —murmuro, caminando hacia
la puerta y frunciendo el ceño al ver las gotas rojas por todo el césped.

¿Estaba Cole pintando afuera? Pero no hay lienzos alrededor.

Cuando mis zapatillas de deporte golpean el primer escalón, siento la


vibración bajo ellas, y tardo un segundo en comprender que es la canción
de heavy metal que suena en los altavoces del interior. La música resuena
en el interior de la casa, junto con risas, gritos y un grito de “¡Una vez
más!” Aunque es una voz femenina, no la reconozco.

Dios mío, ¿qué estoy haciendo aquí?

Limpiándome las manos sudorosas en el vestido, llego por fin a la


puerta y pulso el timbre, preguntándome si lo oirán con todo el caos.

Sorprendentemente, se abre con rapidez y Cole me saluda con una


sonrisa, con los ojos brillando de emoción.

—¡Arianna! —grita, me rodea con los brazos y me aprieta tanto que me


cuesta respirar. Lo empujo y me suelta—. Has venido. —Su mirada se
desplaza hacia mis manos y me arrebata el regalo, acercándoselo a la
oreja—. ¿Qué es? —Luego se golpea la frente con la palma de la mano y
me arrastra al interior, cerrando la puerta tras de sí—. ¿Dónde están mis
modales? Entra y diviértete. Tengo que hacer margaritas —exclama, sale
corriendo y desaparece por un pasillo estrecho y oscuro.

El interior de la casa es aún más lúgubre que el exterior, con paredes


coloreadas en negro y marrón con varios cuadros que muestran escenas
de tortura.

Es muy extraño.
Siguiendo el sonido de la música, giro a la derecha y entro en el salón, y
al instante el escenario cambia. Aquí la fiesta está en pleno apogeo. Mis
ojos se abren de par en par al ver a una treintena de personas, desde
deportistas populares hasta empollones científicos, y cada uno de ellos
participa en una actividad diferente.

Algunos ocupan sofás y sillas, besándose en ellos. Otros bailan en el


centro de la sala y beben de sus vasos de plástico, probablemente cerveza,
ya que hay un barril en la esquina derecha.

Los artistas están de pie en un círculo, discutiendo algo con sus manos
haciendo movimientos extraños, y los estudiantes científicos golpean sus
cabezas al ritmo de la música, pero en su mayoría permanecen en silencio.

En general, es como una fiesta normal por aquí, excepto que he llegado
a esperar cualquier cosa menos lo normal de Cole.

Un brazo me rodea por la cintura y me muevo bruscamente hacia un


lado, pero la persona no me suelta. En su lugar, me aprieta más, y alzo la
vista para ver la cara sonriente de Ethan.

—Hola, guapa. Me preguntaba cuándo llegarías.

—Hola —respondo y me libero de su agarre.

Da un sorbo a su bebida y luego hace un gesto con la cabeza hacia el


barril.

—¿Quieres un poco?

—No, gracias. No bebo. —No es que se suponga que ninguno de


nosotros lo haga, pero oye, las reglas no parecen existir aquí. Sé que
Ralph siempre encuentra una manera de colar el alcohol al igual que Pat.
Le silba a Stan, que está de pie junto a la mesa y comiendo patatas
fritas.

—¿Puedes lanzarme un refresco? —grita, y Stan coge una lata morada


y la lanza al otro lado de la habitación. Ethan la atrapa con facilidad -no
es un gran receptor para nada- y levanta la anilla antes de dármela—.
¿Esto?

—Claro. —Estupefacta, la tomo pero luego sacudo la cabeza como si


estuviera en trance, saliendo por fin de mi asombro por lo que representa
esta fiesta con todos los deportistas aquí, porque ¿hola, Cole? Y
finalmente la extraña actitud de Ethan—. ¿Qué está pasando?

Frunce el ceño, su taza se detiene a mitad de camino mientras me lanza


una mirada curiosa.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno… esto. —Señalo con el dedo entre nosotros—. Me has invitado


a la fiesta de bienvenida y ahora me traes un trago.

El alivio cruza su cara por alguna extraña razón, y se encoge de


hombros, sonriendo una vez más.

—Eres la chica más guapa de la ciudad. ¿Por qué no?

No me digas.

Cruzando los brazos sobre el pecho, levanto la ceja.

—Sam me dijo que la besaste anoche. ¿También fui la chica más guapa
entonces?

Tose en su bebida.
—Bueno, no somos exclusivos, así que… —Me limito a dar un golpecito
con el pie y continúo clavando mi mirada en él, por lo que suspira
resignado—. Ok, teníamos una apuesta.

Parpadeo ante esto y me aclaro la garganta.

—¿Una apuesta?

—El equipo de fútbol no quería ir a la fiesta de bienvenida. Es para las


chicas. No te ofendas.

—No me ofendo.

Animado por mi tono despreocupado, se explaya.

—De todos modos, a Stan se le ocurrió un juego en el que íbamos a tirar


los nombres de todas las chicas lindas de la escuela en un sombrero y
sacar uno. Yo saqué tu nombre, así que aquí estamos. —Dios mío, son
todos, un montón de imbéciles inmaduros.

Y aunque debería estar molesta con esto, estoy más aliviada que nada.
Lo último que quería era tener que lidiar con un chico que creía estar
enamorado de mí, especialmente uno que forma parte del equipo de fútbol.

—Ya veo. No quiero ir.

Frunce el ceño y gime.

—Oh, vamos, Arianna. Lo pasaremos bien. Tú estás caliente y yo


también. Juntos, podemos ser… —Se mueve más cerca, abanicando mi
mejilla con su aliento, y mueve las cejas, así que no es difícil adivinar a
dónde fueron sus pensamientos.

Lástima que para él me importe un bledo.


—No. Siento haber dicho que sí, pero tengo otros planes para ello. —
Algo cruza su cara, pero pasa tan rápido que no puedo identificarlo.

Luego se traga la cerveza y se encoge de hombros, con la sonrisa


despreocupada de nuevo en su cara.

—Avísame si cambias de opinión. Todas las que están buenas están


ocupadas, así que iré solo. —Saluda a Samantha, que acaba de entrar en
la casa, y se mueve para ir hacia ella, pero le doy un puñetazo en la
camisa, deteniendo sus movimientos—. Oye, ¿has cambiado de opinión tan
pronto?

Me río de su broma, porque es imposible mantenerse enojada con


Ethan; no es de extrañar que lo llamen el bromista del equipo.

—No. Quiero saber quién eligió a Patricia.

Se frota la barbilla con la taza, pensando en ello, pero por su expresión


contundente, sé la respuesta antes que hable.

—Nadie. Es una maldita perra cuando se trata de reuniones sociales.


Ningún hombre quiere que le corten las pelotas por olvidar algo durante el
baile.

No, no.

No, no, no.

Si alguna vez se entera de esto, va a haber un infierno que pagar.

—¿A quién lleva Ralph? —pregunto rápidamente, buscando al capitán


entre los atletas, pero no está a la vista.

¿Dónde está?
Sam se une a nosotros, saltando sobre Ethan y envolviendo sus piernas
alrededor de él mientras le da un profundo beso, y yo pongo los ojos en
blanco, esperando a que terminen.

¿Y este chico me ha invitado al baile de bienvenida?

Ya que lo están haciendo como locos, toco el hombro de Sam y ella se


echa hacia atrás, con su mirada ensombrecida puesta en mí.

—Solo un segundo, chica, por favor. —Ella asiente, rozando con sus
labios el cuello de él mientras chasqueo los dedos en la cara de Ethan—.
¿Dónde está Ralph?

—Ha subido con Meghan. Va a ir con ella. —Eso es todo lo que


consigue decir antes que Sam lo ataque la boca de nuevo.

Dios mío, ¿cómo Meghan Varo, una de las mayores némesis de


Patricia?

Me doy la vuelta para buscar a mi amiga, olvidando momentáneamente


los pensamientos de Eachann hasta que lo veo junto al piano, tocando con
sus dedos sobre él, surgiendo una hermosa melodía que toca las cuerdas
de mi alma.

Es tan angelicalmente guapo, con el codo sobre la tapa, las rodillas


abiertas y la otra mano tocando. Tiene los ojos cerrados, entregándose
por completo al arte, y parece que consigue bloquear el mundo.

—Eachann —susurro, todo mi ser se ilumina al verlo de nuevo, y el


amor familiar me recorre como enormes olas en la playa.

Es como si me oyera, porque sus ojos se abren de golpe y sus ojos se


clavan en mí, con tanta agonía que me estremece.
Doy un paso en su dirección, queriendo calmar lo que sea que esté
pasando en su interior, cuando veo de reojo a Patricia con Stan, que le
está diciendo algo.

La incredulidad brilla en su mirada y sus manos se cierran en un puño


antes de enviarme una mirada de muerte.

Se ha enterado de lo del sombrero, y como mi nombre estaba allí…


acabo de convertirme en un enemigo al que tiene que hacer daño.

Lo siguiente que hace es ir a cámara lenta hacia Eachann, dejarse caer


sobre su regazo y rodearle el cuello con las manos, uniendo sus bocas.

Mi corazón deja de latir por un momento, y el aire se atasca en mis


pulmones mientras sacudo la cabeza, queriendo borrar esta imagen, pero
no desaparece.

Pero el dolor llega cuando los elegantes brazos de él rodean su cintura,


apretándola contra él, y responde a su beso mientras la gente silba y grita
en su dirección.

Eachann, el chico del que estoy enamorada desde siempre, y mi mejor


amiga se besan para que el mundo los vea mientras yo me quedo parada y
sangrando por el cuchillo invisible que me clavaron.

Todo mi cuerpo tiembla. Siento como si alguien me hubiera golpeado en


el pecho con tanta fuerza que no puedo moverme, pero encuentro la fuerza
suficiente para salir corriendo de allí antes de caer de rodillas y llorar a
mares.

Cuando salgo al exterior, me agarro a la barandilla del porche y


sollozo, con la imagen grabada en mi cerebro, destrozándome.

¿Cómo han podido hacérmelo a mí?


Incluso si estaba enojada, ¿cómo pudo besarlo cuando sabe que he
soñado con él toda mi vida?

Guardé todas mis primeras veces para él, y en cambio él besó a mi


mejor amiga.

A pesar de mis sollozos, la música sigue sonando en los altavoces,


haciendo temblar las paredes. El sonido de un mechero abriéndose y de
alguien inhalando un cigarrillo penetra en mis oídos, y me vuelvo hacia el
tipo apoyado en la pared; tiene la pierna levantada hacia atrás y sostiene
el cigarrillo entre los dientes, con una sonrisa de satisfacción en la cara.

—¿Qué pasa, princesa de hielo? ¿Tu santo resultó ser solo un hombre
mortal?

Por supuesto, debería haberlo esperado.

El diablo está aquí para disfrutar de mi miseria.

Si entonces hubiera sabido la verdad, habría huido tan rápido de la


casa de Cole como hubiera podido.

Habría llamado a mi madre y le habría pedido que me salvara de la


perdición que se avecinaba.

Nunca me habría cruzado con Eudard, que tenía las palabras pecado y
engaño escritas por todas partes.

Pero me quedé, encerrándome para siempre en su trampa.

Crueles niños fundadores que no tienen piedad de nadie más.


Cassandra

—Vaya —murmuro, moviéndome un poco en el coche de Cole. Él se


ofreció amablemente a traerme al salir de la iglesia mientras Patricia me
explicaba cómo llegar a su casa, adelantándose a Ethan.

Al bajar la ventanilla, me llevo la palma de la mano a la boca mientras


mi mirada se queda pegada a la enorme mansión que se abre a nuestra vista
mientras atravesamos las grandes puertas.

La casa majestuosa de cuatro pisos está hecha de granito gris y se


extiende horizontalmente, justo en el centro de la finca de los Brown. Una
fuente se encuentra en el centro del camino de entrada circular, y las
estatuas muestran diferentes formas de arte cerca de la puerta principal.

Jadeando, señalo una de ellas.

—Dios mío, son tan hermosas. El artista es un genio. —Me inclino hacia
adelante, como si quisiera beber en cada rasgo tallado en el mármol
cremoso que brilla intensamente—. Es como si estuviera vivo y me
saludara. —Creo que muestra a Venus saludando a los recién llegados con
un pequeño saludo mientras su vestido ondea alrededor de sus piernas; es
algo difícil de hacer con la textura del mármol. Una corona de flores está
sobre su cabeza mientras su cabello cae en cascada por su espalda.

Las estatuas complementan el enorme jardín que rodea la mansión;


diferentes tipos de flores, desde rosas hasta orquídeas, mientras que varios
bancos y alcobas que se ven a lo lejos, contribuyen a la atmósfera
misteriosa. Podría aparecer en las portadas de las revistas, y la gente
acudiría en masa al lugar, queriendo saber más sobre él. Creo que nunca he
visto una hierba tan verde, casi como la más clara de las esmeraldas.
No es que me sorprenda mucho, teniendo en cuenta que los Brown
tienen una de las mejores fincas de esta ciudad, y su jardín es legendario
por los juegos de caza anuales, ya que se abre al bosque que conduce a la
tierra de nadie.

El lugar más prestigioso de la ciudad, aparte de la mansión de los


Campbell.

Después de todo, nadie puede tener nada mejor que la familia reinante
de esta ciudad.

Cole se aclara la garganta, devolviendo mi atención a él, y veo que sus


mejillas se calientan.

—Soy el artista. —Hincha el pecho, con orgullo en cada palabra—.


Tardé unos tres meses en hacer cada estatua. —Espera un poco antes de
añadir—: Eso es rápido para un escultor.

Casi me río de esto, porque durante mis estudios en la escuela de danza


he conocido a artistas que podrían hacerlo en un mes sin sudar, pero Cole
siempre ha vivido en su cabeza y su vanidad no ha hecho más que
aumentar en los últimos años.

Y además, esa es exactamente la reacción que quería, ya que la casa de


Ralph no podía importarme menos.

—¿De verdad? —Me muevo en mi asiento hacia la izquierda para


mirarlo mejor y luego me pongo a batir las pestañas—. ¿Eres un artista? —
Entonces me doy una palmada en la frente y gimo con fuerza—. Por
supuesto. La pintura en los dedos. Soy tan estúpida.

Sigue sonrojándose ante mis elogios.


—Sí, pinto y esculpo, pero sobre todo prefiero esculpir. Hay algo en
tallar esas emociones en las caras de todos. Es como si al tocar el mármol
fuera el dios de mi propio reino y creara lo que quisiera. —Nos mira
fijamente mientras nos detenemos junto a la puerta principal, pero parece
estar a kilómetros de distancia, desconectado de esta conversación. Sus
manos aprietan más el volante, lo que me indica que está en una de sus
zonas.

Años de investigación me han servido para conocer sus estados de


ánimo y comportamientos, sus gustos y disgustos. Todo lo que me permita
manipular la situación a mi favor.

Un chasquido de mis dedos frente a su nariz lo saca de su estupor, y se


sacude en el asiento, deteniendo el coche bruscamente justo en la puerta
donde ya nos espera el mayordomo.

—Lo siento —murmura Cole y sale del vehículo mientras yo hago lo


mismo, sonriendo a James, que debe estar en sus setenta ahora.

Los Browns nunca darían la jubilación a sus mejores trabajadores. Lo


último que supe es que lo amenazaron con quitarle la tierra que había
ganado si renunciaba.

—Gracias. —Me hace un gesto con la cabeza y me señala la puerta—.


Por favor, pasa y bienvenida a la ciudad. —Su voz no contiene más que
amabilidad, pero oigo lo cansado que está y noto cómo sus hombros se
hunden un poco.

Antes que pueda detenerme, le doy una palmadita en el brazo y


murmuro:

—Somos el último coche en llegar. Puedes descansar un poco. —Él


parpadea sorprendido y luego sus ojos se entrecierran como si buscara algo
en mi rostro, pero yo ya estoy dando un paso atrás, maldiciéndome
interiormente por haber hablado cuando no debía.

Había sido como un abuelo para Arianna, siempre ayudándola cuando


tenía problemas de matemáticas y mimándola con caramelos cuando
acudía a sus padres para pedirles consejo legal. Pero no sabe nada de
Cassandra.

Y no tengo ningún sentimiento que transmitirle, porque necesita estar


lejos de mi venganza.

Sin embargo, susurra:

—Gracias. —Y es entonces cuando Cole aparece a mi lado, levantando


de nuevo el codo y haciendo un gesto con la cabeza—. Vamos.

Mis tacones chasquean en las escaleras y controlo cada instinto para no


vomitar del olor de Cole penetrando mis fosas nasales. Junto con su voz
que me hace daño a los oídos con cada palabra.

Ojalá tuviera pintura roja para salpicarle por todas partes. Habría sido
épico.

—Así que he oído que eres una bailarina —dice, probablemente


preguntándose cómo su sobrina sabía algo sobre mí que él no supiera.
Debe haberme visto ayer, porque recuerdo haber visto colas de caballo
balanceándose en la distancia cuando terminé mi práctica y conduje a casa.

Qué gran oportunidad para echarles encima mi retorcida telaraña ahora;


si le cuento algo a Cole, todos los cinco fundadores lo sabrán en
veinticuatro horas.

Patricia no permitirá que me presten más atención durante este


almuerzo; puedo garantizarlo. Así que esto es lo mejor.
—Sí, soy bailarina profesional de danza contemporánea, pero tuve que
dejarlo por una lesión.

Frunce el ceño y luego me aprieta su palma en mi codo, con


remordimiento en su tono.

—Lo siento mucho. Debe haber sido duro. —Sacude la cabeza—. No


puedo imaginarme perder la capacidad de hacer mi arte.

Acabo de decir que tuve una lesión, y Cole actúa como si le hubiera
dicho que no puedo bailar del todo.

Qué idiota.

Pero cuando quieres que un enemigo quede aún más hipnotizado


contigo, actúas como si pudieras identificarte con cada uno de sus
sentimientos, y al hacerlo, lo apegas aún más a ti.

Mirando hacia abajo, suspiro con tristeza.

—Sí, algunos días sentía que no podía respirar.

Cuando llegamos a la enorme puerta de roble, Cole la empuja un poco,


permitiéndome entrar primero. El aroma de las rosas llena mi nariz,
mezclándose con el aroma de la deliciosa comida que flota en el aire,
atrayendo a los recién llegados al comedor que está a varios metros de
distancia, y que conduce a la puerta de la terraza que se abre al jardín.

—Cassandra —me llama Patricia, saliendo del arco de la puerta y


sonriendo alegremente, moviéndome los dedos—. Todos te están
esperando. —Su tono pierde todo rastro de amabilidad y se vuelve frío
como una piedra cuando se dirige a Cole—. Llegas tarde.

Se encoge de hombros, sin importarle una mierda.


—¿Y? No es que nos hayamos perdido nada especial. Apuesto a que
ahora mismo todo el mundo está paseando por la terraza, comentando el
último logro del equipo de fútbol del instituto, con los cinco fundadores
preguntándose por sus acciones.

Resoplo ante esto, porque en este momento, a pesar de mis sentimientos


hacia Cole, es divertidísimo, sobre todo con el rostro de Patricia
poniéndose rojo de la ira.

Le ladra:

—Cuidado, Cole. —Luego respira hondo, vuelve a esbozar su falsa


sonrisa y me dice—: Vamos.

Nos hace pasar al comedor, y parpadeo ante los últimos cambios. Es


evidente que los ha hecho ella, porque no estaban presentes la última vez
que visité este lugar.

La espaciosa sala está decorada en rojo y dorado, con una araña de


cristal colgando encima, que probablemente ilumina la habitación más que
las malditas luces de Navidad.

El mármol dorado está tan bien pulido que puedo ver nuestros reflejos en
él y, por último, todos los caros muebles son de roble, lo que no hace sino
aumentar la lujosa decoración.

El personal está poniendo platos de porcelana en la mesa, cada uno de


ellos lleno de comida que humea y huele como si estuviera en el
restaurante más destacado de la ciudad.

Patricia se tomó realmente en serio su trabajo como nuera de Brown y lo


convirtió en su reino.
Me alegro que se haya convertido en una reina. Será más divertido
quitarle la corona y plantarle la cara en la tierra.

—Patricia, si el resto de la casa es como el exterior y esta habitación,


entonces la tuya es oficialmente la más bonita que he visto. —La
sinceridad se refleja en mi tono, y veo que el placer llena su mirada porque
he elegido el momento en que todos los invitados han vuelto a entrar desde
la terraza, así que mis palabras resuenan por todo el lugar.

Me pone las manos sobre los hombros y me presenta a todos.

—Señoras y señores, esta es nuestra nueva invitada, Cassandra Scott. Se


ha mudado aquí recientemente. Solía vivir en… —Hace una pausa,
esperando mi respuesta.

—Nueva York.

—En Nueva York. —Una de las invitadas abre la boca para decir algo,
pero Patricia da una palmada y anuncia—: El almuerzo está aquí, así que
siéntense todos, por favor. No queremos que la comida se enfríe. —Todos
la obedecen mientras murmuran entre ellos sobre los últimos informes
bursátiles, tal como dijo Cole.

En otra época, cuando era amiga de ella, probablemente habría estado


contenta con lo mucho que consiguió, todo lo que ella quería. Casi logró
adquirir tanto poder como los Campbell.

Es respetada, vive en el mundo del lujo y, a juzgar por mis informes,


logró combinar dos familias en un solo imperio.

Todos sus sueños se hicieron realidad, y ¿qué más podría haber deseado
para mi mejor amiga?
Pero lo que me hizo aquella noche abrió para siempre una brecha entre
nosotras, y ninguna expiación podría borrarla.

Ahora solo su caída me traerá la felicidad.


Madman

Estaciono el coche cerca de la puerta principal y salgo de él


rápidamente, el fuerte viento me abofetea en la cara y me echa la chaqueta
del traje hacia atrás. El puto tiempo no se decide; o hace calor o esto.

Dejando el vehículo en marcha, me precipito hacia la puerta mientras


James baja las escaleras, respirando con dificultad.

—Sr. Campbell, sus llaves. Me disculpo por no haber esperado. No me


informaron que lo esperara.

Haciendo a un lado su preocupación, lo agarro por el hombro y detengo


sus movimientos, cada palabra revestida de autoridad que al instante lo
hace enderezar la espalda.

—Para, James. Saldré pronto, no hace falta que te ocupes de mi coche. Y


además, soy Eudard y no el señor Campbell.

Resopla exasperado y luego coloca las manos en las caderas.

—Me has hecho correr como un loco aquí, chico. Nunca te presentas a
las comidas de los domingos en este infierno.

Me río, porque finalmente me recuerda al hombre que solía perseguirme


por este lugar y luego me tiraba de las orejas cuando no le hacía caso.

También era el que me curaba las heridas cuando…

Sacudiendo la cabeza, por el pasado que no tiene cabida en el presente


por ahora, le guiño un ojo y reanudo mi camino.

—Soy así de misterioso.


—No creo que nadie te espere —grita.

Sin darle la espalda, le respondo:

—¿Dónde estaría la diversión si lo hicieran?

Además, me importa un carajo lo que Ralph y Patricia piensen de mí.


Nunca podrán echarme de sus tierras, no si quieren vivir en paz.

Sin embargo, la paz es algo voluble, y estoy a punto de lanzar una


moneda sobre sus vidas, a la espera que Cassandra elija a quién destruir
primero.

Estoy aquí por mi fénix, que está a punto de traer el caos a los residentes
de esta mansión. Ya la he visto paseando por la iglesia toda seductora,
como si estuviera libre para ser tomada.

Como una viuda negra que atrae a su víctima hacia su telaraña justo
antes de cortarle la cabeza, y luego baila a la luz de la luna.

Aprieto los puños mientras la bestia que llevo dentro gruñe, porque
Cassandra se equivoca en una cosa.

No voy a permitir que haga alarde de su cuerpo para que todo el mundo
lo vea, para que lo cuelgue en sus caras.

Pueden mirar, pero no pueden ni siquiera esperar tocar o saborear,


imaginando sus gemidos de deseo.

Ella me pertenece.

Es mía y de nadie más.

Y estoy a punto de reclamarla.


Cassandra

La vajilla suena con fuerza mientras todo el mundo se lanza a la comida,


alabando a Patricia por sus habilidades culinarias como si fuera ella la que
pasara el tiempo frente al horno.

Si no recuerdo mal, ella nunca se ha metido en la cocina, y mucho


menos ha cocinado una comida decente.

Sin embargo, las apariencias siempre son un engaño, porque nuestro


verdadero yo se esconde detrás de hermosas máscaras que rara vez se
pueden descifrar.

—Cassandra, ¿qué hacías en Nueva York? —pregunta uno de los


invitados, mirándome con curiosidad, y todos cambian su atención hacia
mí, deteniendo momentáneamente su conversación.

Me limpio las patatas de la boca con agua y respondo:

—Danza contemporánea. Actué en escenarios durante años antes de mi


lesión.

Sus cejas se fruncen y luego sonríe tanto que me pregunto si se romperá


la boca.

—¡Ah, sí! ¡Cassandra Scott! Eres una de las mejores bailarinas


contemporáneas de tu generación. Te he visto actuar innumerables veces
en vídeos online. —Se dirige al hombre sentado a su lado, probablemente
su marido—. Tiene un canal donde explica diferentes pasos de baile.
—¡Oh! —exclama él, parpadeando con interés y apoyando el codo en la
mesa—. ¿Hay dinero en eso? —Su mujer le da un codazo en el costado y
él se encoge de hombros.

Resoplo en el vaso, negando con la cabeza.

—No, son gratis y algo que hice para los niños que no pueden permitirse
asistir a las clases. Pero ya no lo hago.

—Es muy extraño que te hayas mudado aquí de entre todos los lugares
después de semejante carrera. —Frank habla desde su lugar frente a mí,
taladrándome con la mirada y sorbiendo su vino mientras una expresión
ilegible cruza su cara.

—No podía quedarme en casa después de lo ocurrido. Así que pensé que
un cambio de aires me vendría bien. Saqué un mapa, apunté a ciegas y
acabé aquí.

La mujer chilla emocionada.

—No me imagino haciendo algo tan aventurero. Por cierto, me llamo


Karen. Soy la dueña de la panadería del centro. —Mis cejas se disparan
ante esto, porque si solo es dueña de una panadería, ¿por qué Patricia
permite su presencia aquí?

Pero al estudiar sutilmente a su marido, que lleva un reloj de oro


adornando su muñeca y un traje de diseño, veo que rezuma el poder que
solo tiene un hombre que ocupa un cargo superior en una empresa, si no es
el dueño de la misma.

—Mi marido, King, trabaja con Ralph en su empresa. Es el


vicepresidente. —Hay tanto amor y orgullo en su voz cuando mira a su
marido que me detengo… estudiándola mientras siento un extraño apretón
en mi corazón y… ¿un arrepentimiento?
Porque nunca sabré lo que es vivir una vida normal con un hombre al
que amo.

Ese sueño se ha perdido para siempre para mí.

—Eso está bien.

—Espera. —Ralph se inclina hacia adelante en la mesa, frotando sus


palmas—. ¿Eres tú quien le compró el estudio de danza a Allison?

Sonriendo tímidamente, inclino la cabeza hacia un lado.

—Culpable.

Karen se queda boquiabierta.

—Dios mío, qué bonito. Siempre he soñado con…

—Yo quería comprar ese lugar —interrumpe Patricia a Karen, que se


calla rápidamente, con el miedo brillando en sus ojos cuando la tensión se
instala en la mesa—. Pero Allison lo vendió muy rápido, alegando que
recibió una oferta que no podía rechazar. —La chica estaba tan ansiosa por
salir de esta ciudad que no le importó enojar a la reina, así que, por
supuesto, me lo dio a mí.

Le ofrecí el triple del precio que quería.

—No pensaba adquirir un estudio aquí, pero cuando vi un folleto con el


cartel de “se vende” sentí que el universo me daba una pista que había
elegido bien.

—Aquí no se baila. Creo que un gimnasio habría sido bueno para ese
lugar en particular. Está justo en el centro de la ciudad y no requiere un
largo viaje en coche desde las oficinas o las escuelas. —Aunque su voz
sigue siendo dulce como el azúcar, no me extraña cómo me muerde con
cada palabra.

Tampoco la gente que se mueve incómoda, compartiendo miradas entre


ellos, ya que probablemente a nadie le gusta poner a Patricia de mal
humor.

Ah, sí, un gimnasio. Sus grandes planes que he aplastado.

Uno de los muchos que vendrán.

—¿No hay alguien que ya tiene un gimnasio en la ciudad? Creo que se


llama Meghan Varo. —Me doy un golpecito en la barbilla, frunciendo el
ceño—. No estoy segura. Así que tener otro gimnasio habría sido como
crearle competencia. —Así son las ciudades pequeñas; normalmente solo
hay un negocio en la ciudad que se transfiere de generación en generación.
La lealtad de los habitantes de la ciudad es tan fuerte que el nuevo negocio
está abocado al fracaso.

Patricia lanza una mirada fulminante a Ralph, que tose en su puño; está
claro que aún no ha olvidado a quién invitó al baile de bienvenida.

—Así es, pero su equipo es obsoleto. Además, su local necesita reformas


y las paredes apestan a sudor. Cualquier día se derrumbará. —Bueno, eso
podría ser cierto y alimentar el deseo de Patricia de aplastar por fin a
Meghan después de todas las deudas que su ex dejó tras su divorcio, pero
no hubo suerte.

La gente tendrá que seguir yendo a su gimnasio mientras yo construyo


mi escuela.

—Creo que esta ciudad necesita un estudio de danza. Para que los niños
aprendan la belleza de la misma y tal vez busquen una carrera profesional,
y para los adultos que solo quieran relajarse. —Hago una pausa y añado—:
De hecho, eso es lo que quería hablar contigo. Ya que estás en el comité de
la ciudad, ¿podrías encargarte que todo el mundo sepa que se va a abrir
pronto?

Mi alegría no es recibida con calidez. Patricia coge su cuchillo y su


tenedor, raspando ruidosamente en su vajilla cuando corta su pollo,
ignorando mi petición. Todos siguen su ejemplo, volviendo a su comida
con las risas y las conversaciones retomando poco a poco, mientras cuento
en mi cabeza cuánto tiempo tardará ella en tomar represalias por tener yo
la última palabra en el asunto.

Acabo de convertirme en un enemigo que ella quiere destruir


desesperadamente, así que su reinado será absoluto.

Tres, dos, uno.

—Qué nombre tan extraño tienes. —La voz de Patricia se abre paso
entre las risas de la mesa, como una aguja afilada que revienta una
burbuja—. Cassandra. —Arrastra mi nombre como si lo probara, pero
suena más como si lo masticara y lo escupiera—. Es griego, ¿no?

Varias cabezas se dirigen hacia mí cuando mi tenedor se detiene a mitad


de camino hacia mi boca y yo esbozo una sonrisa, medio volviéndome
hacia ella, sintiendo las miradas de todos sobre mí mientras apoyo la
barbilla en el dorso de mi mano.

—Es correcto, aunque la versión original en griego se escribe con K. —


Sus labios se curvan un poco antes de ocultarlo con otra sonrisa falsa,
mostrando los treinta y dos dientes blancos, y sonrío para mis adentros.

Si hay algo que Patricia odia es que le digan que está equivocada en
algo. Lo llamo el síndrome del estudiante A.
O simplemente es una zorra, y en su caso probablemente sean ambas
cosas.

—Aun así, ¿hay alguna historia por la que tus padres eligieron este
nombre para ti? —vuelve a indagar, y su marido palidece un poco,
poniendo su mano sobre la de ella y apretando con fuerza, si su repentina
mueca de dolor sirve de algo.

—Cariño, eso es muy inapropiado. —Sí, Dios no quiera que la gente


sepa que la mujer de Ralph cuestiona a alguien por su nombre. Los cinco
fundadores pueden ser poderosos, pero el futuro sheriff no necesita ningún
escrutinio.

Me envía una mirada de disculpa.

—Tienes un nombre precioso, y te sienta bien.

Patricia le arranca la mano de debajo de la suya, casi temblando de rabia,


mientras yo ignoro la afirmación.

A Ralph Brown le gusta la persecución, así que ceder fácilmente a su


protección que solo exhibe para ganar puntos conmigo no es una opción.

Abro la boca para replicar, pero una voz profunda y ronca a mis espaldas
me congela en el acto, arrasando conmigo como una serpiente que se
desliza por la garganta de su presa.

—El significado del nombre está relacionado con un antiguo mito —dice
Eudard, entrando en el comedor. Su energía dominante carga el aire,
actuando como una cadena invisible alrededor de todos nosotros.

Diez años y nada ha cambiado en él, lo que me confunde enormemente,


porque si todos los demás hombres están muertos para mí… ¿por qué él
sigue siendo la excepción?
Varias mujeres alrededor de la mesa jadean mientras recorren con sus
miradas apreciativas su belleza masculina, que su traje, asentado
perfectamente sobre sus anchos hombros, no hace más que enfatizar.

Los hombres empiezan a levantarse para saludarlo, pero él les indica que
permanezcan sentados.

—Kassandra era la hija de Hécuba y Príamo, el rey de Troya —dice


Eudard. Uno de los empleados le acerca una silla al otro extremo de la
mesa, donde se deja caer despreocupadamente, cogiendo una servilleta y
despidiendo al hombre—. Apolo la quería para él, pero no era como los
demás dioses. Intentó cortejarla. —Da un gran sorbo a su vaso de agua,
tragando ruidosamente, y por alguna maldita razón me centro en el
balanceo de su nuez de Adán—. Quería que estuviera dispuesta, para que
disfrutara de sus avances.

—Qué fascinante —dice Karen con entusiasmo, y mi frente se levanta.

Con demasiado entusiasmo.

Pero me imagino que nadie quiere estar en el extremo receptor de la


atención de Eudard cuando sus intenciones no son claras.

Sé que no suele cenar con los cinco fundadores, lo que cabrea


enormemente a Patricia.

Las cabezas de todos saltan entre nosotros, de un lado a otro, anticipando


mi reacción a esto.

—Es correcto. Era la princesa de Troya, por así decirlo.

Eudard se ríe, trazando el borde del vaso.

—Sin embargo, la trataron como una mierda.


—¿Por qué? Un poco más de detalles no vendrían mal —se queja Cole,
limpiándose la boca con la servilleta—. Espera. Kassandra. —Chasquea
los dedos un par de veces como si tratara de recordar algo y luego me
señala—. ¡Claro! Apolo le regaló la capacidad de ver el futuro, y ella le
prometió que sería suya.

—Pero ella mintió, y una vez que obtuvo su don, se negó a ser de él —
dice Frank, ajustándose las gafas en la nariz.

—Creo que lo estudiamos cuando nuestro profesor de historia estaba


obsesionado con todo el asunto de Troya. —Puede que Frank fuera un
deportista en el instituto sin respeto a las normas, pero seguro que
estudiaba bien. Además del fútbol, al que se unió solo porque sus mejores
amigos lo hicieron, también estaba en el club de ciencias, le encantaba
hacer experimentos en el laboratorio de química. Nunca abusó de su poder.

Al menos no en sus estudios.

—Qué carajo. No es que vaya a hablar de ello. Y además, ¿a quién le


importa? —pregunta Frank, encendiendo otro porro y riéndose—. Es la
mejor noche de mi vida, te lo digo yo.

—Se llama Ilíada de Homero, Frank. —Patricia aprieta los dientes y


vuelve a centrarse en mí—. ¿Así que te pusieron el nombre de una mujer
que engañó a uno de los dioses griegos?

Eudard chisporrotea, moviendo el cuchillo entre sus dedos.

—Oh, no. Verás, Apolo quería recuperar su don, pero era imposible. Así
que en su lugar, la maldijo. Ella vería el futuro, pero nadie creería sus
profecías. —Sus intensos ojos verdes perforan en mi cuando continúa,
mientras mi corazón late desbocado en mi pecho, pero mantengo intacta la
sonrisa educada, sin permitir que nadie vea mi turbación. Y mucho menos
al propio diablo—. Advirtió sobre Paris destruyendo Troya por raptar a
Helena y tomarla como su mujer. Luego sobre el engaño del caballo de
Troya, e incluso que Odiseo tardaría diez años en volver a casa. Pero como
todos conocemos la historia, nadie escuchó a la princesa y la ciudad fue
incendiada ganando los griegos la guerra de los diez años.

—Así que, para responder a tu pregunta —me dirijo a Patricia—, me


llamaron así por una mujer que trató de advertir de las cosas horribles que
se avecinaban, pero nadie le creyó. Por suerte, eso rara vez ocurre en la
vida real. —Esta vez, el silencio que sigue a mis palabras es casi
ensordecedor.

Ralph palidece un poco, sus ojos se dirigen a Patricia, que se mueve


incómoda, y por un segundo, la máscara controlada se desprende de su
rostro y hay confusión y… ¿culpa?

Ah, es demasiado tarde para eso.

Un marginado.

Una chica popular.

Deportistas de fútbol.

Un chico de ciencia.

Un artista.

Un santo.

Cada uno de ellos pagará el precio que se han ganado por sus acciones
para cuando acabe con ellos.

Mi mirada vuelve a Eudard, que brinda su copa por mí, y le hago un


gesto con la cabeza, dando otro bocado al pollo.
Aunque tenga que luchar contra el chico malo de la ciudad para
conseguirlo.
Madman

Su rostro es como una máscara de porcelana de calma y serenidad


mientras su belleza brilla entre toda la gente de aquí.

Cada gesto que hace, cada respiración que hace es como una obra de arte
que puedo contemplar durante horas sin aburrirme.

Mientras almuerza, se lame los labios gruesos y carnosos, y me resisto a


las ganas de agarrarle el cabello, arrastrarla hacia mí y deleitarme con su
boca hasta que no tenga duda de a quién pertenece.

Pero entonces levanta la barbilla, y aunque sigue teniendo esa jodida


sonrisa que no le llega a los ojos y que me hace querer morderle los labios
para que la pierda, me está anunciando que piensa ganar esta guerra.

Mi pequeño fénix confundida que se cree invencible solo por haber


vuelto.

No sabe hasta dónde llegué para garantizar su seguridad y su capacidad


de vivir su vida.

Comienza el juego.

Solo tiene que elegir la primera víctima.


Capítulo 9

“Nuestros cuerpos son como templos. No permitas que nadie que no


quieras entre en tu templo o arruinarán todo en lo que crees”.
El consejo de la abuela siempre me calentaba las mejillas,
especialmente durante mi adolescencia, cuando no tenía esos
pensamientos.
Pero ella tenía razón.
Mi cuerpo era un templo que apreciaba mucho y compartía con una
persona.
Pero se arruinó cuando vinieron invitados no deseados, destrozaron mi
templo y lo destruyeron mientras miraban divertidos cómo se convertía en
cenizas.

De los recuerdos de Arianna Griffin…

Secándome las lágrimas con el dorso de la mano, respondo en voz baja


a su golpe con todo el respeto que puedo reunir en la situación actual.

—No estoy de humor para tus crueles palabras, Eudard. —Odio cómo
me tiembla la voz mientras los sollozos siguen sacudiendo mi cuerpo, pero
esta vez en voz baja y sin permitir que se derramen.

Ya es suficiente con que uno de los gemelos me haga daño; no quiero


dar satisfacción al otro.
Se encoge de hombros, golpeando el pie contra la pared antes de
avanzar, la ceniza de su cigarrillo salpicando el porche y dejando una
mancha gris detrás. No es que le importe, a juzgar por cómo la pisa.

—Es una observación válida a la luz de tu enamoramiento. —¿Todo el


mundo sabe de mi enamoramiento por su hermano? ¿He sido tan obvia
todo este tiempo?

Se ríe, echando humo a nuestro alrededor mientras se acerca, y me doy


cuenta que he hecho la pregunta en voz alta.

—No sé si todo el mundo, pero para mí está bastante claro, teniendo en


cuenta que has estado detrás de nosotros toda tu infancia y algo más. —Se
detiene junto a la abertura del porche que da acceso a las escaleras, casi a
mi lado, ya que sigo pegada a la barandilla—. Patético si me preguntas,
porque dedicará su vida a Dios.

¿Qué?

Parpadeo, sorprendida, deteniendo momentáneamente mis sollozos,


tratando de digerir esta información.

Todo tiene sentido dado el tiempo que siempre pasa en la iglesia, ya sea
ayudando al Pastor Joseph con los niños de acogida, cantando en el coro
o pasando el rato con la gente de allí. Además, últimamente, siempre que
alguien le pregunta por sus planes de futuro, se queda callado y nunca
rellena ninguna solicitud de estudiante, según Pat, que tiene los ojos
puestos en todos los estudiantes, queriendo saber quién piensa ir a dónde.

Solo para asegurar que irá a una universidad mejor que ellos, por
supuesto.

¿Cómo es que nunca conecté todos los puntos antes?


¿Quiere ser pastor o… sacerdote?

Eudard mira por encima del hombro.

—Bueno, ese era el plan, pero… —oh Dios, lo he vuelto a preguntar en


voz alta —… no estoy seguro de qué pensar de ese beso. Quizá quiera
probar los placeres de la carne antes de entregar su espíritu. —Su tono es
uniforme, pero parece haber un significado oculto en cada una de sus
palabras, revestidas de odio y desagrado.

Sea cual sea la decisión de su gemelo, ¿no debería apoyarlo?

—Es tu gemelo. Lo menos que puedes hacer es aceptar sus decisiones.


—Las palabras salen de mi boca antes que pueda detenerlas, sus ojos se
abren con incredulidad antes que sus labios se afinen y salte a la escalera
inferior.

—Increíble. Sigues protegiéndolo a pesar que acaba de besar a tu mejor


amiga —dice—. Cuidado, nena. Alguien podría llamarte idiota. —Con eso,
se aleja hacia su moto estacionada casi al final del camino de entrada, sus
botas golpeando fuertemente en el camino de hormigón.

Su despido, junto con el rechazo de su hermano, apesta, porque


crecimos juntos. Desde los primeros pasos hasta el primer día de escuela,
estábamos unidos por la cadera hasta que ambos dejaron de comportarse
con normalidad.

Perdí a dos de mis mejores amigos de golpe y acepté la amistad que me


ofreció Patricia, pues sabía que los gemelos me tenían bajo sus alas de
protección.

Eachann se encerró en sí mismo, bloqueando a todo el mundo con esos


estúpidos auriculares suyos y la iglesia, mientras Eudard se mofaba en mi
dirección, odiando a todos y a todo. Se le consideraba difícil en el mejor
de los casos, y todos contaban los días para que se graduara.

Hasta aquella pelea en el campo de fútbol.

Mis cejas se fruncen cuando pienso en ello; el tiempo coincide con su


madre desapareciendo repentinamente, y después de eso, Ridge Campbell
solo se dejaba ver con Eachann, que lo acompañaba obedientemente a
todas las funciones importantes, dejando atrás a Eudard.

Mamá me dijo una vez que esperaba que fuera capaz de dejar atrás su
pasado, fuera lo que fuera. Como todo esto ocurrió cuando teníamos unos
siete años, no conozco los detalles de lo que estaba pasando en ese
entonces.

¿Es por eso que está tan amargado?

Con un impulso ajeno a mí, bajo corriendo las escaleras y lo alcanzo a


mitad de camino, enganchando su hombro. Lo giro hacia mí y la acción
hace que el cigarrillo se le caiga de la boca mientras sus charcos verdes se
encienden por la sorpresa.

—¿Qué haces, princesa de hielo?

Odio este apodo, pero no es lo que quiero de él.

—¿Por qué eres tan malo conmigo todo el tiempo? —Se congela, su
mandíbula hace tictac mientras algo cruza su cara, pero se va tan rápido
que no tengo tiempo de atraparlo—. Desde que empezamos la escuela, has
cambiado, y yo he sido tu enemiga número uno. Ignorándome, lanzando
comentarios groseros sobre el patinaje sobre hielo, y todo lo demás —
grito la última parte, cruzando los brazos—. ¿Qué he hecho para merecer
tu interminable crueldad? —Me limpio las lágrimas que resbalan por mi
mejilla—. Antes éramos amigos, pero eres más amable con Patricia que
conmigo. —Antes que nuestra relación cayera en llamas, él nunca se
quedaba mucho en su compañía, y siempre que ella empezaba a charlar
con él, se iba en otra dirección.

Me arrebata los brazos, su chaqueta se agita en el aire mientras una


expresión estruendosa se instala en su rostro, que en la mayoría de los
días me habría hecho retroceder, pero en este momento, me mantengo
pegada al lugar.

—¿Malo contigo? —ladra, tirando de mí hacia él con sus manos


enredadas en mi cabello—. ¿Quién estuvo allí para llevarte al hospital
cuando te rompiste la rodilla? ¿Quién asistió a todos los torneos de
patinaje sobre hielo cuando ni siquiera te molestaste en venir a mis
partidos a menos que Patricia quisiera? —Me dispara estas cosas, y estoy
demasiado aturdida como para responder o pensar en sus brazos
encerrándome en su abrazo, rodeándome con todo lo que es él—. ¿Quién
impidió que Dorothy se burlara de tu bolso de segunda mano? ¿Y quién
estaba allí cuando lloraste en la acera, porque dicha bolsa se rajó y todos
tus libros cayeron en un charco de lluvia, arruinándolos? —Me empuja y
me tropiezo un poco, viendo un espectro diferente de emociones destellar
en su cara, dándome un vistazo al chico apasionado que solía ser—.
Seguro que no Eachann. —Entonces me señala con el dedo índice y lo
miro mientras aprieta los dientes—. ¿Sabes todo lo que he hecho por ti?

¿Qué quiere decir con eso?

Quiere volver a girar, pero aprieto su camisa, sosteniendo su mirada, y


algo inexplicable viaja entre nosotros como un imán que ve a su opuesto y
quiere acercarse lo más posible, pegándose.

—Eudard. —Por segunda vez en el día, ambos miramos a Eachann, que


se acerca lentamente hacia nosotros, con el cabello aún despeinado tras el
beso cco Patricia y la preocupación brillando en sus ojos—. Déjala ir.
Una risa amarga se le escapa a su gemelo y se libera de mí, mientras
dice:

—Tu santo está aquí para salvarte del diablo. —Si tuviera un céntimo
por cada vez que se ha burlado de mí, ya sería multimillonaria.

Sin embargo, lo que dice sigue sonando en mi mente, y a pesar de mis


confusas emociones, quiero entenderlo.

Se dirige a su gemelo:

—Es toda tuya, hermano. —Y se lanza hacia su moto tan rápido que ni
siquiera tengo tiempo de recuperar el aliento.

—¿Estás bien? —dice Eachann, pasando suavemente su mano por mi


cabello—. Siento que hayas tenido que enfrentarte a él dos veces hoy. —
Por primera vez en mi vida, la repulsión se apodera de mí ante su toque, y
me balanceo hacia un lado, evitándolo, aunque mi corazón se parte en
dos.

Hemos jugado a esto tantas veces que he perdido la cuenta, con


Eachann acudiendo al rescate en medio de nuestras peleas que nunca
tenemos la oportunidad de terminar.

Quizás por fin haya llegado el momento de hacerlo.

—Creo que deberías volver con Patricia y no interferir en mi relación


con tu hermano —le digo con una mordacidad en la voz. Hace una mueca,
abriendo la boca para quizás explicar todo el intercambio, pero no me
importa.

Ahora mismo, lo único que me importa es Eudard Campbell, lo cual es


tan extraño y ridículo a la luz de mi enamoramiento de Eachann. Ni
siquiera sé qué pensar de ello.
¿Y si me enamoré de uno de los gemelos porque el otro era
inalcanzable?

Sin esperar a que Eachann comente nada, me abalanzo sobre su


hermano, que ya está subido a su moto, con las manos apretando con
fuerza el manillar mientras esta gruñe. Apenas tengo tiempo de subirme,
apretándome contra él mientras la máquina vibra entre mis piernas.

Se me pone la piel de gallina, porque nunca antes he montado en una


moto, y una emoción me recorre ante la perspectiva de experimentarla.

—¿Qué demonios estás haciendo, Arianna? —Mi nombre tiene un


sonido diferente en sus labios, y algo revolotea en mi estómago, pero
sacudo la cabeza, sin querer examinarlo.

—¿Podrías, por favor, llevarme lejos? —pregunto, apoyando la barbilla


en su hombro mientras nuestras miradas chocan—. No quiero estar aquí y
quiero terminar nuestra conversación. —Se tensa bajo mis manos, sus
músculos tensos se vuelven casi rígidos, cuando veo que la vena de su
cuello palpita. Mis ojos se encienden cuando el deseo de morderla me
recorre.

Quita las manos del manillar y espero que me eche, pero en lugar de eso
se quita el casco de la cabeza y me lo da.

—Póntelo —me indica, y yo hago lo que me dice, mientras sus dedos


comprueban en la parte inferior de mi barbilla que lo he cerrado bien—.
Agárrate bien. Estás a punto de montar con el diablo. —Enrollo mis
manos alrededor de su centro, usando toda mi fuerza para apretarlo, y él
acelera el motor, conduciendo hacia la puerta con tal velocidad que el
viento me golpea en el rostro y apenas puedo recuperar el aliento.

La sensación de esto es inexplicable.


Todo se vuelve borroso. La sensación de libertad se hunde en mis
huesos, recordándome los saltos que hago en el hielo. Donde no hay
límites a lo que puedo hacer, y mientras estoy en lo alto, no pertenezco a
nadie, ni estoy sujeta a ninguna regla.

La única diferencia es que la emoción dura y se prolonga en la moto


mientras la conduce hacia el atardecer, permitiéndome ver una magnífica
puesta de sol en la distancia, el cielo volviéndose naranja y azul, y
probablemente besando el océano en algún lugar.

Acelera un poco una vez en la carretera vacía que lleva a las afueras de
la ciudad, y lo rodeo con mis brazos, apretándome tan firmemente contra
él que puedo sentir cada músculo.

¿Todos los jugadores de fútbol son así? ¿Como si estuvieran hechos de


ladrillo?

La máquina vuelve a rugir y se levanta un poco por delante, y grito en


su oído, dispuesta a atraparlo como un pulpo a su presa para que no me
deje caer en medio de la maldita carretera.

Me mira por encima del hombro, con su cabello haciéndome cosquillas


en la nariz, y me pregunta:

—¿Tienes miedo? —Y aunque quiero gritar que sí, niego con la cabeza
y me abrazo a él con tanta fuerza que le debe costar respirar.

Porque probablemente me dejará en medio de este camino si muestro un


ápice de duda sobre acompañarlo.

Extrañamente, no tengo miedo de él ni de a dónde me lleva. A pesar de


toda su imbecilidad hacia mí durante años… no creo que vaya a hacerme
daño de verdad.
O tal vez solo soy una tonta ingenua; solo el tiempo lo dirá, supongo.

—Pruébalo. Te reto —dice justo antes de acelerar de nuevo, y mis cejas


se fruncen ante esta extraña petición.

Me inclino más y repito:

—¿Me retas?

—Levanta las manos en el aire y siente la verdadera libertad.

¿Está jodidamente loco?

La protesta está a punto de salir de mis labios cuando noto por el espejo
retrovisor una ligera sonrisa en su cara, anticipando mi negativa.

La vena obstinada que he descubierto en mí desde nuestro encuentro


matutino me aviva la sangre, y antes de pensarlo demasiado, escupo:

—Por supuesto.

Dios mío, ¿qué demonios estoy haciendo?

Mi corazón late desbocado y el miedo me recorre ante la perspectiva de


confiar tanto en él, pero un reto es un reto.

Estoy harta que la gente piense que soy una flor delicada.

Su cuerpo se tensa cuando suelto lentamente las manos de su estómago,


y lo oigo murmurar:

—Joder. —Pero lo ignoro y levanto los brazos, el viento me abofetea en


el rostro mientras el aire sale disparado de mis pulmones y jadeo, mis ojos
se abren de par en par por el miedo mientras me concentro solo en la
carretera que tengo por delante.
Apretando más mis piernas contra las suyas, cierro los ojos y dejo que
la sensación se extienda por mí, con una extraña sensación de euforia y
felicidad unida a ella. Arqueo un poco la espalda, dejando que el viento
me envuelva por completo.

Eudard tenía razón.

Es la libertad.

—¡Oh, Dios mío! —grito a través del viento, clavando mis uñas en sus
hombros—. ¡Esto es lo mejor!

Se ríe y aprieta el manillar, gritando:

—Disfruta, princesa de hielo. —Y vuelve a acelerar, pero esta vez estoy


preparada, levantando de nuevo los brazos y balanceándolos un poco.

Esto es volar. No tenía idea que algo más que el hielo tuviera la
capacidad de dar una emoción tan fuerte.

En este momento, las preocupaciones de hoy y del futuro -como


enfrentar a mi mejor amiga después de sus acciones- parecen nada,
dejando solo una sensación de pertenencia a la naturaleza y de encontrar
la calma con el chico que siempre trajo solo el caos.

Con el tiempo, el ritmo cambia, disminuyendo gradualmente, y mis ojos


se abren de golpe, con la boca abierta ante la imagen que tengo delante.

Estamos en tierra de nadie, justo en el interior del maldito bosque,


conduciendo por el estrecho sendero que nos adentra cada vez más en él.

Jadeando, abrazo a Eudard y le susurro:

—¿Por qué estamos aquí?


—Quizá deberías haber preguntado eso antes de subirte a mi moto —
responde, pero antes que pueda reaccionar, suaviza su voz—. Es mi lugar
especial.

—¿Tienes un lugar especial aquí? ¿Es siquiera legal? —Por lo que sé,
los cinco fundadores no tenían tierras aquí, así que ¿cómo puede tener un
lugar especial?

Además, ¡es muy peligroso andar por aquí!

—Más o menos.

¿Qué significa eso?

No tengo tiempo de preguntarlo, porque se detiene frente a una pequeña


y extraña cabaña de madera, oculta tras dos robles. Parece fuera de lugar
y probablemente ha visto días mejores, ya que la pintura en ella es casi
inexistente.

Me bajo de la moto y él me sigue, diciendo por encima del hombro:

—Deja el casco en el manillar. —Hago lo que me dice y me uno


rápidamente a él, que busca las llaves, gira la cerradura y entra.

Lo primero que me saluda es el olor a polvo que flota en el aire cuando


sopla sobre la mesa. Enciende el mechero y la vela, añadiendo luz a la
puesta de sol que se asoma por los pequeños agujeros de la madera.

Es una pequeña cabaña con un sofá, así como una alfombra mullida
cerca de la chimenea que parece que nadie ha utilizado desde hace al
menos dos décadas. Y una pequeña mesa con una docena de velas y varias
botellas de agua.

—Es… bonito. —Hago una pequeña mueca, porque mis palabras


suenan falsas, incluso para mí.
Él se ríe, arrojando su chaqueta sobre el sofá y dejándose caer sobre él,
levantando un poco de polvo. Agito la mano para apartarla de mi rostro.

—No hace falta ser educada. Es una choza. —Se frota la barbilla,
escudriñando el lugar—. Lo ideal es derribarla por completo. Así podré
construir una versión nueva y mejorada.

Mis cejas se fruncen mientras me siento en el otro extremo del sofá,


retorciendo las palmas de las manos sobre las rodillas.

—Parece que tienes grandes planes para ella.

Se encoge de hombros, colocando un cigarrillo fresco en su boca y


encendiendo el mechero.

—Algún día.

Me acerco a él y le arrebato el cigarrillo, apretándolo en la palma de la


mano. En sus ojos brilla la furia, pero no me importa.

—No fumes dentro.

Resopla.

—¿Intentas darme órdenes en mi propia casa?

—Esta no es tu casa —digo bruscamente y luego exhalo con fuerza—.


Esto no nos lleva a ninguna parte.

—¿Por qué has venido conmigo? —pregunta, ignorando mi afirmación,


me paralizo, temiendo incluso respirar.

Porque no tengo una respuesta lo suficientemente coherente para ello.


—Eachann estaba allí para salvar el día como siempre. ¿Por qué no te
quedaste con él? —Me lanza otra pregunta, así que miro a un lado,
reuniendo mis pensamientos.

Porque, ¿cómo puedo explicar algo que ni siquiera tiene sentido para
mí? Todo mi día ha sido una cosa extraña tras otra.

Mi falta de respuesta, sin embargo, tiene un significado propio para él,


porque se ríe, aunque carece de humor.

—Supongo que estar en mi compañía es mejor que enfrentarse a


Eachann después de su beso.

—¡No! —Protesto en voz alta, y sus cejas se levantan—. Porque pasa


todo el tiempo —digo finalmente, casi empujando las palabras de mi boca.

La confusión empaña su cara.

—Te aseguro que no va por ahí besando a Patricia.

—Me refiero a nosotros. Dices algo malo. Intento defenderme y aparece


Eachann para salvar el día. —Le sostengo la mirada mientras sus charcos
verdes se convierten en un lago de emociones en blanco, sin permitirme
saber lo que piensa—. Llevamos casi diez años dando vueltas en círculo, y
estoy cansada de ello. Vamos a solucionarlo. —Hago una pausa, tragando
saliva, y luego añado—: No más peleas.

El silencio que recibe mi declaración es casi ensordecedor, aunque él


mantiene su mirada fija en mí, taladrándome, como si buscara mi
debilidad o algún tipo de agenda oculta.

Pero seguro que no cree que debamos seguir como hasta ahora, después
de lo que me ha dicho.
Nos graduamos el año que viene. ¿No deberíamos dejar atrás esta
chiquillada?

Después de una prolongada pausa, habla, aunque su tono es tan


inexpresivo como su maldita cara, sin darme nada.

—¿Y cómo propones que lo hagamos? —Se inclina hacia delante,


apoyando los codos en las rodillas—. ¿Hablando? —pregunta
burlonamente, suspirando dramáticamente—. ¿Para que nuestros
sentimientos queden claros y no quede ningún dolor oculto?

A pesar de mi fastidio, suelto una carcajada.

—Esto suena tan parecido a James con sus sermones sobre las
amistades. —Parpadea, pero luego veo que su mirada es divertida—.
¿Recuerdas esos largos discursos que nos daba en la guardería?

Eudard se ríe.

—Sí. Nos dijo que no pegáramos a nadie que nos mirara mal.

—Pero nunca le hiciste caso. —Recuerdo cómo algunos niños se


burlaban de mis rodillas magulladas por la práctica del patinaje
artístico—. Todos los niños sabían que no debían meterse conmigo. —
Hasta la escuela, eso es. Pero ahora que lo pienso… tampoco nadie se
burlaba mucho de mí allí, aparte de pequeños incidentes.

—Te han hecho daño —es todo lo que dice, como si eso lo explicara
todo, pero eso me recuerda sus anteriores palabras.

—¿A qué te referías cuando dijiste que no tenía idea de todo lo que has
hecho por mí? —Una vez más, esa maldita expresión en blanco cubre su
cara y se levanta, encendiendo varias velas más, porque el sol se ha ido
casi por completo.
—Curiosidad.

¿Se supone que esa es su respuesta?

—¿Qué?

—Eso es lo que te ha traído aquí, lejos de tu santo. El deseo de conocer


el significado oculto debe ser tan fuerte que incluso pasaste por alto la
compañía del mismísimo diablo. —La ira baila en los bordes de su tono,
aunque la mantiene uniforme mientras se dirige a la puerta, abriéndola de
golpe. El sonido resuena en el espacio—. Vives en tu mundo imaginario,
Arianna, donde la gente es inocente y todos son perfectos, sin que la
maldad contamine su sangre. —Sus nudillos se vuelven blancos cuando
agarra la madera, saliendo de la cabaña—. No sobrevivirías sabiendo la
verdad. —Pasa un tiempo, y luego—: Por eso te protegí de ella. Pero no es
suficiente, ¿verdad? —La risa hueca que se desliza por sus labios me
produce escalofríos—. Porque yo no soy él. Y en tu mundo, solo los santos
y la gente santa tienen una oportunidad, mientras que los pecadores como
yo tienen que arder para siempre en el fuego que Dios nos ha enviado. —
Con eso, cierra la puerta con fuerza, las paredes tiemblan por su furia, y
gimo de frustración.

¿No estamos destinados a tener una conversación normal entre


nosotros?

Está hablando en clave, no me deja entrar, y no es que lo culpe. Pero yo


no habría sido mala con él si él no hubiera sido malo conmigo en primer
lugar.

¿Y por qué necesita meter a Eachann en todas partes? ¡No es como si yo


lo hubiera criado!
No me fío mucho de Eudard cuando está de mal humor, así que me
levanto, dispuesta a seguirlo en caso que el muy imbécil intente irse sin mí.
Es entonces cuando varios diarios de cuero negro junto con pastillas sobre
la mesa llaman mi atención.

Frunciendo el ceño, me acerco y deslizo los dedos sobre el cuero,


notando un símbolo celta en él que me recuerda a la letra E. También hay
un emblema de alguna piedra y una serpiente envuelta con fuerza con
fuego saliendo de la garganta.

En mi opinión, un dragón habría encajado mejor con el diseño.

Cada uno de ellos tiene un candado de oro con una llave que no está a
la vista. Si no lo supiera, pensaría que pertenece a algún tipo de
hermandad clandestina o algo así.

Pero incluso esa idea es irrisoria.

Agarro las pastillas para leer la descripción, pero no hay ninguna.


¿Está enfermo? ¿O tal vez tiene una enfermedad que debe ser tratada?

¿Por qué iba a guardar algo en este lugar si no lo necesitaba a diario?


Estoy a punto de abrir algunas y examinarlas más a fondo cuando un
rugido me llama la atención, así que las dejo caer sobre la mesa y salgo a
la calle en medio de la lluvia torrencial mientras los truenos resuenan en
la noche.

Observo a Eudard en la moto, montando en círculo antes de meterse


lentamente bajo el tejado junto a la cabaña que cubrirá la moto de la
lluvia.

Me froto los brazos, porque el tiempo se ha vuelto un poco frío, y él se


baja de la moto, con el ceño fruncido.
—¿Creías que me iba a ir sin ti?

—Contigo, ¿quién sabe? —le respondo, harta de su humor. Está claro


que ser amables no nos ha llevado a ninguna parte, y volvemos a dar
vueltas en círculos.

—Sí, claro. Porque un imbécil como yo haría algo así. Apuesto a que no
habrías esperado eso de Eachann.

Allí de pie, los dos empapados, con el cabello pegado a la cara, el pecho
subiendo y bajando, me quedo con la boca abierta ante esta acusación, y
doy un paso hacia él, clavándole el dedo en el pecho.

—Eres tú quien lo mete en nuestras conversaciones, no yo. Estoy


tratando de entender nuestra relación —grito, y su mandíbula hace un tic,
mientras la furia sigue ardiendo en su mirada.

—No tenemos una relación. Estás enamorada de mi hermano, ¿o lo has


olvidado?

¡Dios mío, no puedo creer a este tipo! Está actuando como si fuera un
novio despechado y yo tuviera algo con Eachann a sus espaldas.

Las palabras salen de mi boca antes que pueda detenerlas.

—Desde luego, nunca me diste una razón para enamorarme de ti,


¿verdad? —Se echa hacia atrás como si lo hubiera abofeteado, y el pánico
se apodera de mí ante mi afirmación, la implicación y las insinuaciones.

¿Pero no es la verdad? Cuando éramos niños, él pasaba más tiempo


conmigo que Eachann. Siempre estaba allí para soplarme en las rodillas
cuando me las raspaba, darme su cartón de zumo o verme bailar en la
hierba, imitando la pista de hielo.
Eachann solía leer libros durante ese tiempo, cerca de mí, pero nunca
participaba mucho. O bien eso, o bien tocaba el piano de fondo, para que
yo tuviera una banda sonora en directo para mis prácticas. Después de
cumplir los siete años, no cambió mucho. La única diferencia era que no
era malo conmigo como Eudard.

¿Y si mi enamoramiento de Eachann fue alimentado simplemente por el


hecho que me recordaba a Eudard en el aspecto y no me alejaba?

Este pensamiento me da más miedo que cualquier otra cosa en el


mundo, porque me doy cuenta que he soñado con un hermano mientras,
sin saberlo, quería a otro.

Nos miramos fijamente durante lo que parece una eternidad antes que él
murmure:

—A la mierda. —Y entonces me mete la mano en el cabello, me aprieta


contra su pecho y atrapa mi boca con la suya.

Sus labios son fríos y duros contra los míos, rozándolos un poco antes
de morderme el inferior. Jadeo y le permito deslizar su lengua dentro de
mi boca y enredarla con la mía, encerrándonos en un profundo beso que
borra todos los pensamientos de mi mente, excepto la necesidad que se
desliza lentamente en mí, despertando en mi cuerpo un deseo que me
resulta tan desconocido.

Intento apartarlo, pero me agarra de las muñecas, sujetándolas junto a


mi cabeza mientras seguimos besándonos, con un pequeño chasquido de
dientes, pero luego encuentra el ritmo y ambos gemimos. Mis pulmones
piden aire y giro la cabeza, tragando saliva, mientras él me tira del
cabello, exponiendo mi cuello ante él. Sus labios se deslizan por mi piel.
Lo pellizca un poco en su camino, dejando pequeños mordiscos a su paso,
todo ello mientras nos acerca.
—No deberíamos hacer esto —murmuro, aunque me acerco más,
empujando mi pecho contra él, necesitando sentirlo lo más cerca posible,
porque él es la fuente de placer que abrasa mi sangre.

Si besar es tan bueno, ¡no me extraña que todo el mundo lo haga tan a
menudo durante las vacaciones escolares! Las películas y los libros no le
hacen justicia.

—Es lo único en lo que estamos de acuerdo, princesa de hielo —


murmura antes de morderme el hombro, provocando un pequeño gemido a
pesar del escozor.

Aunque quizá tenga razón. Las conversaciones nunca nos han ayudado
mucho, pero esto… esto lo conseguimos hacer bien, a pesar de ser mi
primera vez.

¿Qué daño puede hacer un solo beso?

Entrelazando mis dedos en sus oscuros mechones, vuelvo a levantar su


cabeza hacia mí y coloco mis labios sobre él, necesitando experimentarlo
una vez más. Él introduce su lengua en lo más profundo, esta vez con más
fuerza, provocando una electricidad que despierta todos los vellos de mi
cuerpo.

Todo ello mientras los truenos resuenan en el atardecer, anunciando la


inminente fatalidad.

Ese día una princesa de hielo besó a un pecador y todo cambió.

Porque un solo beso me convirtió en pecadora y a él en diablo… una


conexión que nadie podrá romper.

Una conexión que se convertirá en nuestra maldición.


Cassandra

Apoyando mi vaso de agua en la mejilla, estudio las fotos en marcos


repartidos por la pared del pasillo de la casa de Patricia que muestran a un
grupo de niños en diferentes etapas de la vida.

Una es durante una celebración de Halloween, sosteniendo cestas llenas


de caramelos para que el fotógrafo las vea mientras le dedican una sonrisa
desdentada.

En otras, lucen bonitos vestidos y trajes durante uno de sus cumpleaños,


si la enorme tarta del centro es un indicio.

Y finalmente, la última que me llama la atención es la de siete niños


lanzando sus sombreros de graduación hacia arriba con los diplomas en la
mano, con una sonrisa despreocupada en sus caras.

Una felicidad constante que nada puede romper.

Los zapatos de cuero golpean el suelo cuando un hombre se detiene a mi


lado, su olor me produce repulsión al instante, pero lo cubro con otro sorbo
mientras habla.

—Dios, no puedo creer que Pat haya guardado todas esas fotos. —Ethan
se pasa los dedos por el cabello—. Parezco un idiota en la mayoría de ellas.

Resoplo ante eso, dándole una suave palmada en el brazo, y su mirada


vuelve a dirigirse a mí, la apreciación brilla en ellos cuando desliza sus
ojos por mi figura.

—Oye, ustedes chicos son tiernos.


—Sí, muy tiernos. Y tú eres muy agradable. —Por el rabillo del ojo, veo
que Cole frunce el ceño mientras nos estudia, todavía metido en una
conversación con Karen sobre la última tendencia artística que ha utilizado
en sus cuadros.

Después de la incómoda conversación durante el almuerzo, Ralph


cambió rápidamente el tema al último logro deportivo y poco a poco todo
el mundo lo retomó, hablando en voz alta sobre la próxima temporada de
otoño y cómo deberían invertir más en el equipo de fútbol.

Aunque Patricia se metía de vez en cuando en la discusión, la mayoría


de las veces se quedaba callada y me ignoraba. Enviaba miradas a Eudard,
a quien parecía importarle una mierda, ya que toda su atención me
pertenecía a mí.

Como en los viejos tiempos.

Finalmente, anunció a todos que el postre estaría listo pronto, por lo que
todos decidieron estirar las piernas, caminando por la propiedad o tomando
un descanso para fumar.

Enganchando mi cabello detrás de la oreja, le doy a Cole la vista


perfecta de mi perfil, porque sé que su naturaleza de artista no podrá
resistirse a mirarlo, y continúo mi conversación.

—¿Así que has sido el mejor amigo de Ralph y Patricia? Creía que te
habías mudado aquí a los diecisiete años. —Quiero aplaudirme por la
genuina confusión que se desprende de mi tono, y él se atraganta con su
vino, el pánico cruza su cara antes de encontrar su voz de nuevo.

—Esa afirmación no era realmente exacta. Mis padres están divorciados,


así que había ido saltando de aquí a la ciudad de mi madre. Pero me mudé
completamente aquí después de mi último año.
—¿No hay universidad?

Toma un gran sorbo antes de sacudir la cabeza.

—No. No funcionó. —Qué extraño. En el instituto, Ethan era el


engreído que soñaba con su carrera de futbolista y con obtener su título de
empresario para poder ocuparse de sus fábricas.

¿Qué ha cambiado?

Aunque a lo largo de los años he recibido informes sobre todos ellos —


desde el valor de sus acciones hasta su marca de chocolate favorita—,
algunos pensamientos internos detrás de sus elecciones de vida han
seguido siendo un misterio para mí.

Y, curiosamente, en este momento, entiendo que tengo curiosidad por


saber qué son, sin que eso cambie nada.

Su castigo será el mismo, pero todos merecen su última confesión, ¿no?

Aunque no lo sepan.

—Lo siento, ¿alguna razón específica?

Se mueve incómodo y luego sacude los hombros.

—Me lesioné justo antes de la universidad, así que mi beca no funcionó,


y luego la empresa de mi padre quebró. —Mis cejas se disparan ante esta
información, porque no tenía idea que esas dos cosas se siguieran tan de
cerca. ¿Justo en el momento de su admisión? —. Así que no tenía medios
para entrar en la universidad. Papá tuvo que mudarse, así que ahora vive
como un paria. Lo intenté muchas veces a lo largo de los años, pero
siempre había alguna mierda rara con mis solicitudes.

Parece que alguien casi conspiró para hacerle la vida imposible.


Si yo supiera quién es esa persona. Le enviaría flores y regalos.

—Pero aun así te las arreglaste para abrir tu propia empresa —le digo
tranquilizadoramente, dándole unas suaves palmaditas en el brazo como si
tratara de darle mi apoyo.

La comisura de su boca se tuerce ante esto.

—Sí, gracias a Eudard. Me encontró en el fondo hace unos años. Bebí


tanto por la injusticia cometida que casi estrello mi coche contra un árbol.
—Hago una pausa ante esto, mi pulso se acelera al escuchar el nombre de
Eudard en los labios de Ethan—. Pagó mi factura del hospital y me dio un
préstamo para abrir una empresa aquí. —Se ríe, colocando su vaso en la
bandeja de la camarera que pasa—. Me dijo que aún no había llegado el
momento de mi muerte.

Juntando una sonrisa, vuelvo a centrar mi atención en los marcos


mientras las emociones vienen, una tras otra, junto con la confusión.

Y el agradecimiento a Eudard por haber salvado a Ethan de la muerte


todos estos años; de lo contrario, no conocería la satisfacción de castigarlo
yo misma.

Pero al mismo tiempo, la traición del chico que fue mi primera y única
salvación en la oscuridad por haber ayudado a un monstruo como Ethan.

¿Significa que él tampoco me creyó?

Nunca le había dado la oportunidad de expresar su opinión sobre el


asunto en aquel entonces.

¿Y por qué mi corazón late tan rápido en mi pecho sabiendo que está
cerca, cuando permaneció muerto durante años?
—Los cinco hijos fundadores. —Leo la inscripción grabada bajo la foto
de Halloween y envío una mirada interrogante hacia Ethan—. ¿Qué
significa?

Antes que pueda responder, Cole está a nuestro lado y me explica en su


lugar.

—Nuestra ciudad se fundó en plena Guerra Civil. Cinco familias


vinieron aquí en busca de refugio y decidieron establecerse. Les encantaba
la naturaleza, la tranquilidad de esta tierra, y el océano estaba cerca. Lo
llamaban un paraíso en el borde del mundo donde el sol brilla con fuerza.

—Oh —es mi única reacción, pero es lo suficientemente alentadora para


que Ethan continúe justo después de Cole.

—Construyeron las primeras casas aquí, fundaron las reglas y cosas así.
Poco a poco, la gente empezó a venir aquí y a quedarse de paso, o
simplemente querían huir de la guerra.

—¿Por qué? ¿La guerra no tocó esta tierra?

Cole sonríe con tristeza.

—No, sí lo hizo. Pero teníamos una iglesia y otras mierdas que lo hacían
soportable para la gente. Por suerte, fue casi el final, y en 1865, salimos
oficialmente en el mapa —dice con orgullo, y una parte de mí comparte su
sentimiento, porque me encanta esta ciudad.

Aunque haya engendrado un montón de gente horrible.

—Cinco fundadores —murmuro y luego señalo la foto—. Pero ahí hay


siete.

—Creo que puedo responder a eso. —Viene de mi izquierda, y


encuentro a Ralph entrando en el círculo que se forma a mi alrededor.
Apoya su brazo en la pared, con una taza de té en la mano—. Las familias
originales que fundaron esta tierra fueron los Campbell, los Brown, los
Mitchell, los Whitleys y los Flores.

Dando una palmada en la frente, me río un poco.

—Estos son los gemelos Campbell. —Muevo el dedo entre dos chicos
que llevan disfraces de piratas, sosteniendo en alto la bandera negra con un
esqueleto—. Pero aún queda un nombre en el aire.

—Eso es porque Ethan aquí —Ralph levanta la barbilla en dirección a su


amigo—, es mi primo. Así que los cinco fundadores no añadieron otro
nombre, ya que pertenecían a una sola familia. Pero sigue siendo parte de
nosotros. —La calidez llena su voz mientras le guiña un ojo a su mejor
amigo, y Ethan se limita a dedicarle una sonrisa arrogante.

No puedo discutirlo; a lo largo de los años, Ralph no mostró más que


amor por Ethan a pesar que sus padres, que no son ideales, usaron su
fortuna principalmente en mierda mientras no hacían nada. De todos los
cinco fundadores, el padre de Ethan era el único que bebía demasiado y al
que le gustaba pegarle donde le diera la gana.

Sin importarle una mierda quién lo viera, una vez usó su cinturón sobre
Ethan justo al final del partido cuando este no consiguió marcar el gol de la
victoria, perdiendo así contra el equipo de la ciudad vecina.

Hicieron falta los padres de Eudard y Ralph para quitarle de encima a su


hijo, pero para cuando ayudaron, Ethan ya estaba magullado hasta el punto
de no poder jugar.

Recuerdo las ganas que tenía de correr a ayudarlo.

Y una parte de mí sigue sintiéndose mal por el niño que solía ser y que
llegaba al colegio con hambre porque a su padre le encantaba castigarlo
matándolo de hambre, pero esa parte es rápidamente apagada por una voz
diferente que hace aparecer recuerdos en mi cabeza, mostrándome de lo
que es capaz este pobre niño.

—Bueno, eso explica muchas cosas. Así que ustedes son la élite —me
burlo de ellos, y estalla una carcajada colectiva, con Cole frunciendo el
ceño en señal de disgusto, claramente sin gustarle que lo dejen fuera de
esto.

Me inclino más hacia él y le susurro en voz alta:

—¿Y tú eres el artista local junto con los aristócratas? —


Inmediatamente, su tensión se alivia y resopla, ajustándose el cuello de la
camisa.

—El único.

—Es increíble que sigan siendo amigos a lo largo de los años.

—Las ventajas de una ciudad pequeña. Somos un equipo muy unido que
nada puede romper. A los que lo intentan no les suele gustar el resultado.
—Patricia rodea con su mano el centro de Ralph, que se endereza para
acomodarse, y me pregunto cuándo se convirtió en su perro con correa.

¿O es que lo que hicieron aquella noche los unió tanto que se


enamoraron perdidamente?

No tengo tiempo de comentarlo porque dos niñas pequeñas chillan en el


fondo y tengo un segundo para prepararme antes que choquen conmigo,
agarrándose cada una a una rodilla. Sus ojos idénticos me miran con
curiosidad mientras sus vestidos de gasa rosa soplan a su alrededor.

—¡Hola! —dicen al unísono, dedicándome sus desdentadas sonrisas, y


luego, de nuevo al unísono—. Eres guapa. ¿Quién eres tú? —Luego se ríen
entre ellas y corren hacia Patricia y Ralph, que las toman en brazos y las
niñas se agarran fuertemente a sus cuellos, dándoles besos en la mejilla.

Y a pesar de todo, observo con asombro cómo el rostro de Patricia se


suaviza y les acaricia suavemente la cabeza con un amor evidente en cada
uno de sus movimientos, y por la forma en que las niñas se inclinan hacia
su tacto, está claro que lo saben.

Gemelas.

¿Tienen hijas?

Me quedo helada, repasando mentalmente todos los informes que he


recibido a lo largo de los años. Ninguno de ellos mencionó a los niñas. Me
parece extraño, pero teniendo en cuenta lo mucho que Patricia ansiaba el
poder, no le di importancia porque sabía de su deseo de esperar hasta tener
el reinado absoluto.

¿Por qué se ocultó esto en los informes? ¿Arson lo hizo


intencionadamente?

Pienso en el tipo que se ha convertido en uno de mis mejores amigos,


aunque probablemente miraría con malos ojos esa etiqueta. Me pregunto
por qué lo haría.

Pero las palabras de Lachlan vuelven a resonar.

La venganza no tiene lugar para las emociones.

Sin embargo, ¿cómo no voy a sentirlas si estas dos niñas se verán


afectadas por mi venganza?

—Estas son nuestras hijas, Katy y Kira. —Patricia sonríe—. Tienen


cinco años. Siento que te hayan asustado.
—No, está bien —respondo y luego me aclaro la garganta—: Tengo que
ir al baño de mujeres.

—Claro, está al final del pasillo a la izquierda. —Sin prestar atención a


nadie, me apresuro hacia ella y cierro la puerta tras de mí, respirando con
dificultad.

Abro el grifo de agua fría y la bebo de un trago antes de echarme un


poco en el rostro, con la esperanza que el líquido frío calme el fuego que
arde lentamente en mis venas.

Apago el grifo, me apoyo en el fregadero y trago para respirar mientras


el pánico familiar se arremolina en la boca del estómago. Cuento hasta
quince y luego hasta veinte, hasta que los latidos de mi corazón se
normalizan y la nubosidad desaparece de mi mente.

Elevando mis ojos hacia mi reflejo en el espejo, veo la perfección de mi


belleza que no ha sido más que un medio para un fin todo este tiempo.

Pero nunca quise usarla para destruir vidas inocentes, y esas niñas serán
un daño colateral en esta historia.

Sacando un teléfono de mi bolso, marco el número con manos


temblorosas mientras oigo voces en la distancia que anuncian que es la
hora del postre.

El hombre al otro lado de la línea descuelga al tercer timbre y ladra:

—¿Qué? —La música rock lo acompaña, así que debe estar en su sala
de tortura.

—¿Niños? ¿Tienen hijos? —siseo, y el silencio saluda mi pregunta, no


es que espere mucha respuesta.
Después de todo, pueden hacer lo que les dé la gana; lo han dejado claro
a lo largo de los años.

—¿Qué importa?

La incredulidad se dibuja en mis rasgos mientras me quedo atónita con


su respuesta.

—Cambia…

—¿Qué? ¿El pasado? ¿Solo porque tienen hijos borra todos los pecados?
Qué graciosa. —Arson tararea un poco al ritmo de la música, y entonces
oigo un grito de dolor que resuena en el fondo mientras alguien pide
clemencia—. Lo siento, me distraje. Los niños no cambian nada, así que
incluirlos en el informe parecía inútil.

—Estarán heridos y…

—¿Y? —indaga, y odio la falta de emoción de su voz, como si no


importara lo que les vaya a pasar.

Es frío y distante, esas palabras que siempre asocio con él, pero ¿no
debería esto al menos conmoverlo? Puede que sea un monstruo, ¡pero no
es esa clase de monstruo!

—No está bien.

—Pensé que habíamos acordado hace mucho tiempo que la vida no es


justa. —Antes que pueda añadir algo, dice—: Mira, no tengo tiempo para
esto. Si no quieres seguir con la venganza, algo que Lachlan y yo te
aconsejamos desde el principio ya que no estás hecha para ello, vete. Si no,
afronta esto, porque esas son las consecuencias de las decisiones de cada
uno.

—Arson…
—Cassandra, no hay otra opción. Decídete y mantén tus malditas
emociones a raya. Si no, te ahogarás, cariño. —Me cuelga mientras me
quedo mirando el teléfono.

Está claro que esperar que su angelical cautiva lo cambiara un poco era
inútil.

Sin embargo, al final tiene razón.

Con hijos o sin ellos, el pasado no cambia, y tengo que aceptarlo.

Tirando de mi vestido, alzo la barbilla en el reflejo y me digo:

—Me llamo Cassandra Scott y no tengo corazón. —Y por un segundo,


creo ver el parpadeo de Arianna Griffin detrás de mis lentillas, que se
horroriza con mis acciones y me insta a huir de esta ciudad que me ha
traído tanto dolor.

¿Pero cómo puedo hacerlo?

Respirando hondo, giro el pomo y salgo al exterior, solo para chocar con
un amplio pecho y casi caer de espaldas. Pero unas manos fuertes y
musculosas me empujan contra él, y un sofoco me recorre al instante.

Los brazos me rodean con tanta fuerza que no tengo espacio para
inclinarme hacia atrás, y me sobresalto al chocar con unos ojos verde
esmeralda que se quedan completamente en blanco bajo mi mirada.

—Mi destino es salvarte —dice, bañándome con el hipnotizante timbre


de su voz que tantos recuerdos me trae, junto con el reconocimiento que mi
cuerpo desprecia—. De las caídas —añade tras una pausa, abanicándome
con su aliento. El traqueteo de los cubiertos en la distancia me saca de mi
estupor.
Dios mío, ¿por qué mi cuerpo y mi mente se vuelven tan estúpidos a su
alrededor? Es como si tuviera la capacidad de hechizarme y luego mover
los hilos invisibles a mi alrededor de la manera que quiera.

Ningún hombre tiene este efecto sobre mí, y el hecho que todavía lo
haga después de todo lo que ha pasado… me asusta tanto que necesito
correr.

Pero correr es una debilidad que nunca podré mostrar en su presencia,


porque me comerá viva igual que hace con todos sus adversarios de
negocios. He visto suficientes imágenes para atestiguarlo.

Es realmente irónico, teniendo en cuenta lo mucho que se rebeló en el


instituto y que nunca siguió las reglas que le impuso su padre.

—Dos veces no es el destino —respondo secamente, bajando la mirada a


su brazo e insinuando que me suelte.

Pero en lugar de eso, grito cuando nos hace girar y me aprieta contra la
pared del pasillo, que por lo demás está vacío.

No hay ni un alma a la vista.

—¿Qué estás haciendo? —susurro, con un tono de acero, y le empujo el


pecho, pero es como empujar el granito, porque él permanece
inamovible—. Suéltame.

No me hace caso y pone el brazo por encima de mí, apoyando el codo en


la pared y asomándose por encima de mí, reteniéndome en la jaula de su
creación sin salida.

Espero que me invada el pánico familiar, trayendo todas las voces del
pasado como pasa cada vez que alguien se acerca a mí, pero no viene
ninguna.
Como si la presencia de Eudard calmara mis pesadillas en lugar de
agitarlas.

Pero no me da tiempo a estudiar mi reacción, porque murmura:

—Quiero aclarar algunas cosas. —Mis ojos se centran en su pecho, en la


V de su camisa que se abre sobre los tatuajes celtas que se enredan en
forma de letra, pero no puedo adivinar cuál, ya que la camisa oculta el
resto.

Un deseo desconocido de tirar de las solapas y trazar mis dedos sobre su


piel me recorre, y trago saliva, esperando aliviarlo.

¿Qué demonios me está pasando? No puedo ser una de esas chicas que
pierden la cabeza en presencia de la perfección masculina.

El hombre es tan guapo que podría seducir a quien quisiera; el


mismísimo diablo debe haberle dado su belleza para que pueda atrapar a
todas las almas sin esperanza.

Como todas las mujeres dispuestas que probablemente adornan su cama


constantemente. Debe ser por eso que aún no ha sentado cabeza.

Vuelve la rabia latente que, una vez más, no tiene ninguna maldita
explicación, porque ¿a quién diablos le importa con quién se acuesta? No
es mí asunto.

Pero por un momento, este cuerpo me perteneció, y no puedo evitar la


oleada de posesividad que me recorre ante la idea que alguien lo toque.

Oh, Dios, qué venganza tan despiadada. En cualquier momento, me


convertiré en una esclava del deseo de mi cuerpo, lo cual es más confuso
que la oleada de celos.
—¿Qué es exactamente? —Aprieto los dientes y vuelvo a empujar su
pecho, pero todavía sin resultado.

Se acerca, sus labios están a pocos centímetros de los míos, y sus manos
se enredan en mi cabello, arqueando mi cuello. Jadeo conmocionada.

—¿Qué demonios estás haciendo?

Pero él lo ignora. Con el acero marcando cada una de sus palabras


mientras el pulso de su cuello late salvajemente, me sostiene la mirada y
dice:

—Otros hombres pueden mirar a mi fénix, pero nadie puede tocarlo.

Todo en mi interior se congela. Mi aliento se atasca en la garganta y mis


ojos se abren mientras el calor irradia de él y la energía se arremolina a
nuestro alrededor como un tornado, engullendo todo a su paso.

—¿Qué? —jadeo.

Una sonrisa siniestra curva sus labios mientras sus dedos alisan un
mechón de mi cabello, pero me alejo de él, detestando su contacto.

O al menos eso es lo que intento convencer a mi cuerpo.

—Una hermosa mujer llega a la ciudad y ya está volviendo locos a los


hombres de aquí. —¿Qué demonios? —. Incluso Ralph, el único casado
entre ellos, no puede dejar de mirarte. —Hay un borde extraño en su tono,
como si apenas estuviera conteniendo su furia, pero es estúpido, ¿no?

Nunca he visto ninguna foto suya con mujeres, así que no tengo idea de
sus relaciones ni de sus aventuras de una noche, pero no me parece un
hombre celoso y posesivo.
Sin embargo, huele a esas emociones justo en este momento, y una
emoción me recorre antes que pueda detenerla, recordándome por un
segundo al chico que solía ser y que me quitó la virginidad hace tantos
años.

Dios, ¿es por esto que es difícil resistirse a él?

El psiquiatra de Nueva York dijo una vez que a veces nos sentimos
atraídos por personas a las que tal vez no amamos ni nos gustan, pero que
forman parte de nuestros recuerdos felices.

Y eso es exactamente lo que tengo en común con Eudard, porque en


comparación con todos los demás, él no me hizo daño.

Al menos no de forma cruel.

Levantando la barbilla, no rehúyo su mirada y me aprieto un poco más


hacia él, para que no se haga a la idea que le tengo miedo.

—Haré lo que quiera. —Con eso, me contoneo hacia un lado, dispuesta


a salir corriendo, pero su mano viaja hasta mi cintura y me tira hacia atrás,
acompañada de mi fuerte grito.

—Nadie toca este cuerpo, Cassandra —dice con furia y a la vez con
frialdad, como si el tema simplemente le inquietara—. Creo que ayer
repasamos la norma de no ir en contra de mi palabra.

Pongo una sonrisa falsa en los labios, batiendo las pestañas hacia él.

—Ah, ¿sí? Que yo recuerde, no estuve de acuerdo con nada. Así que…
—Le clavo el dedo en el pecho mientras su mandíbula sufre un tic—. Te
aconsejo que dejes de amenazarme o de ladrar órdenes, porque, noticia de
última hora, puedo hacer lo que quiera. Incluso conseguir una orden de
alejamiento contra un alcalde. —Espero un momento, esperando que
comente algo al respecto, pero se queda callado, así que añado—: Además,
esto es acoso sexual. ¿Quieres que vaya a la prensa? —Esa es la única
amenaza que funciona con los cinco fundadores: el escrutinio social y
meter la ley real en esto.

No es algo que la familia Brown pueda encubrir.

Lo único que ganó con mi discurso es una carcajada que me produce un


escalofrío, y no de los buenos, porque la arrogancia no se me escapa.

—¿Acoso sexual? Tendría que tocarte u ofrecerte sexo para que fuera
eso. —Mis cejas se fruncen mientras él pone sus manos a ambos lados de
mi cabeza—. No necesito que mi futuro sheriff se vea envuelto en un
escándalo de infidelidad o en competencia con su mejor amigo. O que el
artista local esté deprimido por haberte perdido. —Me dice—. No
olvidemos al científico que podría dejar de trabajar en el laboratorio.
Sencillamente, no puedo arriesgar la estabilidad de mi ciudad por tu deseo
consentido de seducir a los hombres.

Lo observo incrédula mientras me lo explica todo con voz calmada


mientras sus ojos permanecen ilegibles pero furiosos conmigo, pero esta
vez no tengo explicación para ello.

Bueno, además del hecho que siempre ha sido así conmigo, aparte de
nuestra única noche juntos. ¿Su cuerpo tiene algún tipo de radar que le
anuncia que estoy cerca, aunque su subconsciente no pueda explicarlo, por
lo que tiene que actuar como un gilipollas conmigo?

Pero entonces sus palabras se registran realmente en mi cerebro, y jadeo,


con la decepción llenando todos mis huesos ante sus implicaciones.

¿Así que esta norma de no tocar tiene que ver con ellos y con la ciudad,
no con su deseo por mí?
Envuelvo mis manos alrededor de la garganta mientras respiro hondo,
con la esperanza de alejar todos esos sentimientos confusos.

De todos modos, ¿es una idiotez? Estoy actuando como una mujer
despechada, cuando esto es exactamente lo que esperaba de Eudard
Campbell.

Su dominio en esta ciudad es absoluto, y no dejará que nadie traiga el


caos a ella.

¿De verdad creía que era capaz de perder la cabeza por una mujer tan
rápidamente como todos esos tontos del comedor?

Seducirlo habría sido todo un arte, así que menos mal que no tengo esas
intenciones.

—Creo que son lo suficientemente mayores como para manejar sus


problemas sin que el alcalde esté pendiente de ellos. —Con eso, me agacho
a un lado, pero él vuelve a apretarme contra la pared, con su mirada puesta
en mí, con sus charcos verdes escaneándome, pero gimo para mis adentros,
porque me parece que está reclamando mi cuerpo, y no tiene sentido.

Nada de esto tiene sentido y más bien me recuerda a un mal sueño del
que tengo que despertar.

Este comportamiento nuestro no tiene ninguna explicación lógica; somos


como dos niños discutiendo en el patio de recreo.

—Considéralo una advertencia, Cassandra. No muestres este cuerpo…


—su mano hace el movimiento de arriba abajo sobre mi cintura —…
delante de ellos, o habrá consecuencias. —Me estremezco ante la última
palabra, porque se ha utilizado tantas veces a mi alrededor que he
aprendido a odiarla.
Consecuencias.

Las he aceptado todas, incluida la de arder en el infierno, antes de acudir


a él.

Aunque es una pena para Eudard Campbell, ya que pretendo traer tanto
caos aquí que no sabrá qué fuego apagar primero.

—No se meta en mi vida, Señor Campbell. —Aprieto entre los dientes, y


finalmente se echa hacia atrás, dejándome espacio para liberarme. Me alejo
unos metros de él mientras me agarro a la pared que lleva al comedor—.
Estás loco —digo por encima de mi hombro, y oigo su risa reverberando
por las paredes.

—No, cariño. Soy un loco.

Cierro los ojos, sintiendo que la energía dominante que irradia de él me


alcanza, pero me la sacudo, encerrando el problema con él.

Eudard Campbell no puede ser mi distracción en esto, y yo no puedo


examinar mis emociones, aunque tenga curiosidad por saber si mi
psiquiatra tenía razón.

Me precipito hacia Patricia, que sigue de pie junto a las fotos, pero otra
mujer se ha unido a ellas, una que se balancea un poco con un vaso en la
mano, y tiene el cabello revuelto. El vestido negro que lleva es demasiado
corto para ella, y cuanto más me acerco, más huelo el apestoso olor del
alcohol en ella.

Oh, ha llegado la última. Me preguntaba dónde estaba durante la misa.


Después de todo, los Mitchell nunca faltaron en mis días de Arianna.

Dorothy Mitchell en carne y hueso.


Mientras los miro a todos en círculo, con Eudard probablemente
siguiéndome, estudio a todos los que me hicieron daño en el pasado,
mientras están de pie, sin saber el futuro que les espera.

El único que falta es Eachann, pero rara vez sale de las puertas sagradas
de su iglesia. ¿Teme que sus verdaderos colores brillen en el mundo donde
no tiene protección desde arriba?

Cada vez que he imaginado este momento a lo largo de los años, siempre
he pensado que sentiría una furia y una ira tan fuertes que estaría
temblando y apenas podría sobrevivir a la farsa.

Sin embargo, ahora mismo, solo me rodea la calma, mientras mi mente


permanece completamente concentrada en mi objetivo, y la ira y la agonía
que he experimentado por su culpa están enterradas en lo más profundo,
esperando el momento adecuado para salir.

Dicen que la venganza se sirve fría.

Pero no estoy de acuerdo con esto, porque en mi opinión, la venganza se


sirve mejor cuando el enemigo menos lo espera.
Madman

Ah, mi hermoso fénix. Su fuerza y resistencia son exactamente la razón


por la que siempre me perteneció a mí y a nadie más.

Incluido mi gemelo, que a pesar de su obsesión por la iglesia y el piano


ha conseguido mantener su corazón durante todos estos años.

La rabia familiar regresa cuando la bestia posesiva gruñe dentro de mi


pecho, exigiendo que la agarre y la arrastre a mi calabozo para que no le
quede duda de a quién pertenece.

Pero siempre refreno el deseo de hacerlo, porque mi fénix está herida y


ningún enfoque agresivo, aparte del que le recuerda que existo, funcionará
con ella.

Al pensar en todas las heridas que la gente le ha infligido, la frialdad


recorre mi sistema, alimentando mi sangre con un tipo diferente de deseo
que es calculador y cruel.

Mirando por encima de su cabeza al grupo que discute algo —aunque no


se me escapa cómo sus bocas se tuercen en una mueca cuando Dorothy se
une a ellos—, una sonrisa tira de mis labios, imaginando su inevitable
agonía cuando no les muestre ninguna piedad.

Gritarán, rogarán y suplicarán mientras se ahogan en un charco de su


propia sangre que les extraeré gota a gota, para que nunca olviden lo que
han hecho.

Mi mayor restricción ha sido no tocar a ninguno de ellos durante estos


últimos diez años y dejarlos vivir como si nada hubiera pasado. En el caso
de Ethan, incluso tuve que sacarlo de un agujero que había creado para que
estuviera esperándola.

Lo he hecho todo por ella, pero que me maten si permito que alguien la
toque o se crea con derecho a hacerlo.

Ella es mía.

Y a juzgar por la mirada de Ethan, quiere desobedecer la regla que puse


en silencio en cuanto fui al baño tras ella.

Pero, de nuevo, Ethan siempre ha tenido esa tendencia a salirse de los


límites que he puesto a su alrededor cuando se trataba de mi chica.

Sin embargo, esta vez todo será diferente.

Cassandra ha tardado demasiado en elegir una víctima, así que voy a


hacerlo por ella.
Cassandra

Dorothy se echa el cabello castaño por encima del hombro mientras le


dice a Ethan:

—Estás aquí, mi amor. —Le rodea el cuello con los brazos, colgándose
de él, pero la empuja con brusquedad.

Ella tropieza un poco y se pega a la pared, respirando con dificultad. Su


boca se tambalea mientras susurra:

—Ethan. —Hay tanto dolor en su voz que podría haber sentido lástima
por ella y por su trato, pero hay pequeños detalles que me lo impiden.

Soy incapaz de sentir simpatía por ninguno de ellos, porque Arson y


Lachlan tienen razón.

Sus problemas personales no me interesan; se trata de una venganza


despiadada que no tiene lugar para ningún sentimiento tierno.

Los humanos tendemos a sentir lástima hacia cualquier cosa,


justificando sus malas acciones en función de su pasado o su presente,
alegando que a veces los monstruos nacen de la indiferencia de alguien.

Pero, ¿cambia eso el hecho que hagan daño a personas que tienen
familias que les quieren?

No, no lo hace.

Todas las variables que cambian a lo largo de los años no influyen en el


resultado de esta ecuación que me costó mi identidad, mi vida y mis seres
queridos.
—¿Qué haces aquí? —Patricia sisea, colocando a una de las gemelas en
el suelo y pidiendo a Ralph que haga lo mismo. Las empuja en dirección a
la terraza, donde una de las criadas las está esperando, y en cuanto están
fuera del alcance del oído, le ladra—: ¿Apareciendo borracha para mi
almuerzo del domingo?

Dorothy apoya su mejilla en la pared, mientras balbucea:

—Tenía que venir. Nunca faltamos, ¿verdad, amor? —Se dirige de


nuevo a Ethan y esboza una sonrisa, que solo le vale un gruñido de él.

—No soy tu amor. Estamos divorciados, Dorothy. —Cierto, se deshizo


de ella una vez que pagó su deuda con Eudard y se instaló de nuevo en esta
ciudad con el nombre de Mitchell respaldándolo. Nadie quería mucho a los
White después que su padre jodiera a los trabajadores de la fábrica y
huyera con su dinero.

A veces, a pesar de todos los pecados que han cometido y de su pasado


que implicaba un padre abusivo, creo que Ethan fue el peor de ellos.
Llevaba una máscara de engaño tan bien que uno no sabría que era capaz
de herir a una mujer, pero por la forma en que Dorothy encorva los
hombros y baja la mirada al suelo, sé que no es así.

¿No empezó a beber por los constantes engaños de él después de


casarse?

Se rumorea que antes era virgen, y como nunca se mudó de aquí, no


pudo encontrar un tipo que tolerara su carácter a pesar de su fortuna
familiar.

De todos modos, ¿qué pasa con todas estas chicas que se quedan en este
agujero y no exploran el mundo que las rodea?

—Ethan, tal vez lo reconsideres.


Cole resopla, en su bebida, aunque en voz baja, mientras Patricia sigue
reprendiéndola para que todos la oigan.

—Te he dicho que te quedes en casa cuando estés borracha. Me estás


avergonzando a mí y a mis invitados. —Señala a Ethan—. Encárgate de
este lío.

Ethan resopla molesto.

—Ella ya no es de mi incumbencia. Nos divorciamos hace meses. Si no


te gusta que esté aquí, échala. —Se encoge de hombros y coge una copa
del camarero que pasa por allí, que le lanza a Dorothy una mirada de
lástima.

Sí, Ethan es un ex marido del infierno cuando no está tratando de


seducirme. Ella tantea con sus pulgares, susurrándole de nuevo.

—Ethan, prometiste replanteártelo.

Él da un sorbo a su bebida, poniendo los ojos en blanco.

—He dicho que es definitivo. Acéptalo y, por el amor de Dios, deja de


humillarte con esta charla.

Ralph se adelanta, levantando el codo hacia Dorothy, aunque Patricia


gruñe en voz baja, mirando por encima del hombro para comprobar que
ninguno de los invitados se ha fijado en ella hasta el momento.

—Vamos, Dorothy. Deja que te lleve a casa.

—¡No puedes irte en mitad del almuerzo!

Sin embargo, no se mueve bajo el grito de su mujer, y mis cejas se alzan


ante eso. Después de todo, no está viviendo bajo su control.
—Está borracha y necesita ayuda. Es nuestra amiga. Los dos lo son, les
guste o no. —Luego su mirada se vuelve hostil cuando le dice a Ethan—:
Hablaremos de esto más tarde.

Qué caballero.

Pero la idea es tan risible que toso para disimularla, y finalmente la


atención de todos se dirige a mí cuando Ethan murmura algo en voz baja.
Y luego, en un instante, está a mi lado.

—Siento que hayas tenido que ver esto. —Hace una mueca de dolor—.
Mi ex-mujer… —Pero dicha ex-mujer lo interrumpe, empujando desde la
pared y balanceándose hacia mí, la brillante sonrisa en su rostro solo se
suma a la desesperación que sale de ella en oleadas.

—¿No es esta la recién llegada? Ah, eres tan bonita. —Me abraza contra
su pecho antes que alguien pueda detenerla, y su amargo perfume me
inunda. Me trago el ácido que me sube a la garganta por esto—. Y caliente.
—Suspira y se echa hacia atrás, clavándome las uñas en los hombros
mientras me examina—. Ya veo por qué mi marido quiere follarte.

—Oh, Dios —chilla Patricia, mientras los ojos de Ethan se abren en


estado de shock y Cole solo se ríe.

—Has comprado la casa de los Griffin, ¿verdad? —pregunta, pero no


espera respuesta—. Él también quería follarse a Arianna. —Me quedo
quita, el aire se congela en mis pulmones mientras ella susurra como si
estuviera compartiendo un secreto para mí—. Antes vivía en tu casa. —Se
le escapa una risita sin humor—. Antes que nosotros…

—Quítale las manos de encima. —Ella salta ante la dura pero profunda
orden que viene de detrás de mí, y al instante el calor me rodea,
permitiéndome exhalar con fuerza y deslizar el tan necesario aire en mis
pulmones. Su sola presencia me envuelve en un capullo de protección.

Y aunque en la mayoría de los días lo hubiera odiado, en este momento


en que me encuentro con todos ellos juntos por primera vez, lo necesito,
aunque suene patético.

Él también quería follar a Arianna.

El pánico familiar se instala en mí con la misma pose exacta en el


pasado superpuesta al presente. Todos me rodean con nada más que
palabras crudas saliendo de sus bocas. Es como un caleidoscopio que se
reproduce en mi cerebro, que no me permite apartar la vista con todos ellos
tan cerca de mí, y siento que me asfixio en este vacío que ha creado mi
mente.

Pero entonces siento un suave toque en mi espalda que recorre mi


columna vertebral con movimientos relajantes, y me concentro solo en este
toque que me sitúa en el caos abrumador.

La única diferencia es que esta vez ha venido al rescate.

—Eudard —dice Dorothy con sorpresa en su voz, pero rápidamente


retrocede cuando Patricia se precipita al rescate.

—Me disculpo por esta escena. —No estoy segura de a quién se dirige, a
mí o a él, pero entonces hace acopio de una sonrisa para mí, aunque envía
una mirada a su amiga—. Normalmente no es tan cruda. Se han divorciado
recientemente y…

—Ya ha oído bastante por su cuenta, Pat. Aléjate —dice Eudard


mientras yo sigo congelada en el sitio, con un odio tan fuerte hacia ellos
que casi tiemblo.
Incluso después de todos estos años, el remordimiento y la culpa son un
concepto extraño para ellos por lo que me han hecho.

Él también quería follarse a Arianna.

Me tapo la boca con la palma de la mano, acallando el grito de agonía


que amenaza con escaparse, y hago todo lo posible por sobrevivir a los
próximos cinco minutos que tardaré en salir de aquí.

—La próxima vez que invites a alguien, asegúrate que no sea insultado
en el proceso.

—Eso no es justo…

Ni siquiera tengo tiempo para parpadear cuando Eudard tira de mi codo,


arrastrándome hacia la puerta principal.

—La llevaré a casa. Reza para que esto no llegue a las masas, Patricia.

Ella resopla y sisea a Dorothy, supongo, ya que me está arrastrando.

—Todo es culpa tuya.

—Yo la traje aquí. Puedo… —Cole corre a nuestro lado, tratando de


alcanzarnos, pero se detiene cuando Eudard habla, con un tono de acero.

—Quédate aquí y cuida de Dorothy. Si empieza más problemas, acabaré


con ella. Te quedarás sin patrocinador para tu inútil arte.

Jadea, pero se aleja hacia ella, y a pesar de mi estado de pánico, frunzo


el ceño.

¿Todos hacen lo que él dice? Es como si tuviera un poder absoluto sobre


todos ellos. Puede que su padre fuera un rey aquí, pero incluso él respetaba
a los otros cinco miembros fundadores.
Ralph se aleja, disculpándose una vez más.

—Esto no debería haber ocurrido.

Por fin estamos fuera, y cuando la brisa cálida y fresca me golpea en el


rostro, el nudo de mi pecho se afloja y los latidos de mi corazón se
estabilizan.

Oh, Dios, ¿cómo voy a sobrevivir a esto si casi lo pierdo después del
primer encuentro?

—¿Qué está pasando? —James nos llama, bajando apresuradamente las


escaleras junto a nosotros, aunque respirando con dificultad—. La señorita
está muy pálida. ¿Tengo que llamar a alguien?

—No es necesario, James. Solo necesita salir de este infierno.

James resopla y yo casi comparto su sonrisa, mientras un recuerdo


aparece en mi cabeza.

—Si los encuentro comiendo esas bayas en el jardín, los voy a regañar
gemelos Campbell.

Eachann se queda con la boca abierta mientras se lleva el dedo a la


boca para que me calle, y Eudard resopla, gritando desde los arbustos
ante el suspiro exasperado de su gemelo:

—Pero antes tienes que encontrarnos, ¿no? ¿Hay un límite de tiempo en


esta cosa?

—Pequeño sinvergüenza. —Los pasos de James se acercan y los


gemelos enredan sus dedos con los míos antes que salgamos corriendo,
riéndonos como locos hacia el jardín.
El sonido del coche que se detiene me devuelve al presente, y veo a una
mujer que sale del asiento del conductor para abrirme rápidamente la
puerta del pasajero mientras asiente a Eudard.

—He venido en cuanto he podido.

—El momento es perfecto, Liza. —Probablemente leyendo la pregunta


en mi rostro, me explica—. Ella es mi chófer. Te llevará a casa. —Y sin
más, me empuja al coche, cierra la puerta y Liza se pone al volante,
saliendo a toda velocidad de la mansión de los Brown.

Solo a mitad de camino hacia mi casa, la niebla se despeja junto con mi


mente, dejando solo un pensamiento que se tambalea allí.

¿Por qué Eudard me protegió de ellos, si se aseguró que todos ellos


vivieran en paz todos estos años?
Capítulo 10
“El arrepentimiento es una emoción peligrosa. Si le damos suficiente
poder, tiene la capacidad de ensombrecer toda nuestra vida, mientras nos
murmura al oído: ¿Y si, y si, y si…?”
Mamá siempre me advirtió que evitara los remordimientos, porque no
traen nada bueno. Solo arruinan momentos maravillosos, haciéndonos
pensar en lo que tenemos o las decisiones que tomamos podrían haber sido
diferentes.
He experimentado muchos arrepentimientos en este mundo.
¿Pero el más grande?
Tener un gran sentido de lealtad.
Tal vez entonces, todas mis pesadillas podrían haberse evitado.
Tal vez entonces, mi familia habría estado a salvo.
Tal vez entonces, el odio no se convertiría en mi fuerza motriz.

De los recuerdos de Arianna Griffin…

Me coge del cabello, inclinando mi cabeza, y no tengo más remedio que


arquearme, dándole acceso a mi cuello mientras roza sus labios sobre él,
deslizando su lengua sobre mi piel caliente.

Mis manos se cierran detrás de su cuello, presionando más cerca de él


mientras el deseo que nunca antes había conocido se extiende a través de
mí, calentando mi sangre y necesitando cosas con las que no estoy
familiarizada.
Sube y me pellizca la barbilla antes de morderme el labio inferior,
tirando de él, y jadeo ante la punzada de dolor que me recorre, pero que
es sustituida al instante por el placer que me produce su lengua. Su boca
atrapa la mía y nuestras lenguas se enredan en un beso que me reclama
invisiblemente.

Sus manos se deslizan hasta mi cintura y me levanta, mis piernas lo


rodean mientras nos lleva a donde no siento nada más que a él.

Incluso si lo odio más, mi cuerpo le pertenece en este momento mientras


mi corazón pertenece a su gemelo.

Oigo sus botas golpear el suelo de madera que indica que estamos de
nuevo dentro de la cabaña. Cierra la puerta de una patada y eso es lo que
me saca de la neblina que ha tejido a mi alrededor.

Jadeando en su boca, trago saliva, pero lo empujo para alejarme de él


y, para mi sorpresa, me suelta al instante, colocándome de nuevo en el
suelo y sujetándome cuando me balanceo un poco.

Tocando mis labios con la punta de los dedos, nos miramos fijamente
mientras su mandíbula hace tic y su cuerpo vibra con calor. Intento
bloquear el zumbido de mi propio cuerpo que solo quiere volar de nuevo a
sus brazos.

Oh, Dios mío.

¿Qué son estas emociones?

Es como si mi piel estuviera en llamas y el más mínimo roce de mi ropa


fuera una ofensa a mi cordura.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto, retrocediendo un poco, y él
avanza, su sombra se desliza por las paredes creadas por la luz de las
velas.

—Te deseo —dice en su lugar, y la ya conocida inyección de deseo me


recorre, con la respiración entrecortada en la garganta, pero sacudo la
cabeza, sin querer sucumbir a ella.

Está mal.

Está muy mal.

—No estoy enamorada de ti —le digo, tratando de utilizarlo como


defensa, pero aparte de un destello de dolor que cruza su cara, no me da
ninguna reacción.

En lugar de eso, se acerca un paso más, mientras yo retrocedo de nuevo,


solo para detenerme bruscamente cuando la parte posterior de mis
rodillas golpea el lateral del sofá.

—Dime que no lo quieres. —Su voz baja unas cuantas octavas,


provocando escalofríos en mi columna vertebral cuando se acerca aún
más, su aroma masculino llenando mis fosas nasales, despertando cada
vello de mi cuerpo.

Me relamo los labios secos para darle las palabras, abro la boca, pero
no sale ningún sonido. En su lugar, lo único en lo que puedo pensar es en
la vena que late en su cuello y que deseo chupar desesperadamente, y en la
necesidad de sentir la flexión de esos músculos rígidos cuando me aprieto
contra su pecho. Sus brazos tienen el poder de desvanecer todos mis
miedos y pensamientos, dejando solo el deseo palpitante dentro de mí.

Y eso es aterrador e inexplicable.


—Yo no… —empiezo, inclinándome hacia atrás mientras él se acerca,
las puntas de sus botas tocando mis zapatillas mientras sus ojos verdes me
consumen por completo, esperando la continuación de mi frase—. Yo… —
Me obligo a pensar en lo mucho que no me gusta ni lo conozco, y en lo
estúpido que es acostarse con un chico que no conozco.

La boca de Eudard se curva en una media sonrisa levantando la mano,


toma mi mejilla, su pulgar roza mi piel mientras murmura:

—Tranquila, princesa de hielo. —Luego desliza su mano hacia mi


cuello, donde sin duda puede sentir mi pulso latiendo con fuerza. Estoy
esperando su siguiente movimiento, pero entonces aparta su toque—.
Nunca tomo lo que no se me da voluntariamente. —Mis cejas se fruncen
ante esas palabras, porque parecen tener un significado oculto, pero mis
dudas se desvanecen rápidamente cuando veo que se aleja de mí, dispuesto
a dejarme en paz.

¿Y desaparecer para siempre en este frío caparazón suyo?

Antes que incluso se registre en mi mente, le tiendo la mano y le


susurro:

—No lo hagas.

Él está a mi lado en un instante, enredando sus dedos en mi cabello,


acercándonos.

—Dilo —me ordena, con su aliento abanicando mi mejilla mientras mis


manos aprietan su camisa—. Admítelo y soy tuyo.

Y aunque sé que es un error de proporciones épicas, porque hace solo


unas horas odiaba a este chico con todo mi ser, ya no puedo negar mi
deseo.
Solo por un momento en el tiempo, anhelo saber cómo es pertenecer a
él.

—Quiero esto. Quiero… —jadeo en sus labios, pero él permanece


inmóvil, con la tensión que irradia—. Te quiero a ti.

Me agarra con fuerza y me echa la cabeza hacia atrás para que


nuestras miradas choquen, nuestros labios se rozan mientras pregunta:

—¿Y cómo me llamo?

¿Cree que lo confundo con otra persona?

La sola idea es risible, porque ni siquiera su gemelo se acerca a la


intensidad que él enciende en mí.

—Eudard. —Y eso es todo lo que consigo susurrar, porque con un


gemido me cubre la boca con la suya, apuntando directamente a mis
labios, mordiéndolos dolorosamente y empujando su lengua dentro,
saboreándome de una manera que encuentro inesperada.

Es como si besarme fuera su único objetivo.

—Eudard —vuelvo a susurrar mientras mis manos se deslizan por sus


hombros, pero él se limita a gruñir contra mi boca y coloca sus dedos en
mi espalda, encontrando la cremallera de mi vestido sin tirantes. Tirando
de ella, el vestido cae lentamente, la tela se desliza sobre mi cuerpo
acalorado, y gimo ante las sensaciones.

Sus manos se desplazan desde la base de mi columna vertebral hacia


arriba, hasta llegar a mi nuca, poniendo la piel de gallina. Deja que el
vestido caiga a mis pies, con mis pezones apretados contra su pecho
cubierto.
Mis mejillas se calientan, y puedo sentir cómo el rubor se extiende por
mi cuerpo, probablemente poniéndome roja como una langosta.

Nunca había estado desnuda delante de nadie.

Sus labios vuelven a estar sobre los míos, dándome besos húmedos,
crudos y necesitados que destierran todo pensamiento de pudor y
encienden aún más mi sangre.

Sus palmas se posan en mi culo y me levanta, así que le rodeo la cintura


con las piernas, gimiendo cuando su erección me presiona el centro de mi
cuerpo cubierto solo con bragas.

Mal, mal, mal.

Pero por mucho que esas palabras resuenen en mi mente, no me


impiden experimentar esto con él esta noche.

—Hueles de puta madre —me dice en el cuello, chupando ligeramente la


piel y arrancándome un gemido mientras me aprieto más contra él,
anhelando sentirlo lo más cerca posible de mí, porque su deseo me
mantiene anclada en el momento.

Mis dedos se introducen en sus mechones negros y empujo su cabeza


hacia atrás, queriendo ver su expresión. Lo que encuentro allí me saca el
aire de los pulmones.

—Eres mía. —Su voz se vuelve estoica cuando se detiene en medio de la


cabaña, todavía abrazándome, pero capta mi mirada, esperando una
respuesta mientras parpadeo.

¿Soy suya? ¿Cómo sería pertenecer completamente a este tipo cuyos


ojos verdes brillan intensamente mientras me estudia como un cazador que
examina a su presa?
Pero por mucho que lo intente, no puedo darle las palabras que necesita
oír y me conformo con "Esta noche".

Me tira del cabello, enviando pequeñas punzadas de dolor a través de


mí, y exige:

—Siempre.

Quiero gritarle que está loco si cree que alguien habla así,
especialmente durante la primera vez, pero una vez más, no me da la
oportunidad de hacerlo. Me calla con un beso, haciendo que todos los
pensamientos lógicos salgan volando de mi cabeza, y cuando se arrodilla
conmigo todavía en sus brazos, mis ojos se abren de golpe.

Nos ha llevado a la alfombra del centro, junto a la chimenea apagada.

Eudard me coloca suavemente en el suelo, y me tumbo de espaldas,


sonrojándome bajo su mirada y poniendo los brazos sobre mis pechos,
pero él gruñe, apartándolos suavemente.

—No te escondas de mí. —Aunque lo dice con dureza, hay una suavidad
en su voz que calma el ligero pánico que hay en mi interior, así que lo
escucho, abriéndome, deleitándome con su deseo por mí.

Todavía arrodillado, tira de la parte trasera de su camiseta y se la quita


rápidamente, tirándola y ofreciéndome una visión perfecta de su paquete
de seis. Pero entonces frunzo el ceño y se me escapa un grito de sorpresa
cuando veo que tiene varias cicatrices rojas y profundas en el pecho, como
si alguien le hubiera clavado un cuchillo.

¿O una espada?
Me incorporo y quiero tocarlo, pero me detengo en el aire y levanto los
ojos hacia él. Él traga, con su nuez de Adán balanceándose, y toma mi
mano entre las suyas, poniéndola sobre él.

—Ya no me duele. —Debe leer la pregunta en mi mente.

Frotando mis dedos suavemente sobre ellas, no puedo comprender quién


le habría hecho algo así. Las cicatrices son profundas y dentadas, como si
alguien le hubiera cortado la piel sin miramientos.

—¿Quién ha hecho esto? —Mi pregunta es recibida con silencio, pero


una sospecha me hace deslizar mi mano hacia su espalda, frotando mis
dedos sobre su piel, y detecto cicatrices allí también—. Incluso aquí —
susurro, con lágrimas en los ojos ante la perspectiva del dolor que tuvo
que experimentar, y me inclino hacia delante, besando suavemente la piel
rasgada, con la esperanza de calmar incluso el dolor fantasma que podría
sentir.

Su respiración entrecortada llena el espacio que nos separa, y algo


parecido a la gratitud aparece en su rostro antes que mis labios se
deslicen hasta su clavícula, donde se encuentra una cicatriz
excepcionalmente profunda que me recuerda a la huella de una
quemadura. Me desplazo hasta su cuello, cubierto de varios tatuajes, y le
muerdo la parte inferior de la barbilla antes de lamer un camino hacia sus
labios, sumergiéndome en su boca cuando me aprieta el cabello. Me
levanta sobre las rodillas y nuestras bocas se encuentran sin prisa, con un
beso lento que enreda nuestras lenguas. Mis dedos se clavan en su hombro
mientras me froto contra él, gimiendo por el placer que me invade.

Con un movimiento suave, me coloca de espaldas y se acomoda entre


mis piernas mientras seguimos besándonos. Nuestras manos se entrelazan,
descansando a ambos lados de mi cabeza, y yo me empujo hacia él,
necesitando estar lo más cerca posible.
Me arden los pulmones, pidiendo oxígeno, y trago aire mientras él me
chupa la piel entre el hombro y el cuello, dejando un rastro húmedo a su
paso.

Este profundo anhelo crece lentamente en mi interior, mi núcleo duele


tanto que ruedo un poco las caderas, buscando una fricción que apenas
puedo encontrar.

—Me conviertes en un loco —murmura contra mi piel caliente, bajando


para morderme la barbilla, perforando la piel, y jadeo ante el escozor—.
Me vuelvo loco con cada uno de tus movimientos. —Sus labios se dirigen a
mi cuello, aspirando mi aroma, y arqueo la espalda para facilitarle el
acceso. El placer me recorre cuando dice con dureza—: Me persigues con
tus ojos violetas. —Me lame la clavícula, dándose un festín con la piel, y
seguro que me deja chupetones por todo el cuerpo.

Estoy más allá de cualquier sentido común o decencia. Ansío su huella


en mí para poder memorizar para siempre este momento de locura que
hace girar mi mente.

Su pulgar roza mi duro pezón y lo pellizca. Pero antes que pueda


reaccionar, su aliento caliente lo envuelve y lo succiona en su boca,
arrancando un gemido de mi garganta mientras mis dos manos se enredan
en su cabello.

Estoy desgarrada, enfrentada al dilema de mi vida, mientras mi mente


arde, un borrón nebuloso cayendo en cascada sobre mí manteniéndome
prisionera.

Quiero apartarlo mientras las sensaciones me recorren en espiral y me


dejan al borde de algo desconocido para mí, pero al mismo tiempo quiero
que continúe la tortura.
Juega con mi pezón con la lengua y luego pasa al otro, prodigándole
atenciones mientras su mano viaja más abajo, deslizándose por mi
estómago y llegando al borde de mis bragas.

—Eudard —le ruego, y él accede inmediatamente, deslizando sus dedos


bajo la tela y rozando mi clítoris justo antes que me acaricie el núcleo,
presionando el nódulo con su dedo.

Grito, con olas de calor que me inundan, pero su voz ronca me envuelve,
me enraíza.

—Eres tan hermosa, Arianna —dice asombrado, y me suelta el pezón


con una larga lamida. El aire los roza, poniéndome la piel de gallina y
resaltando mi necesidad de él.

Si el resto es tan bueno como esto, no me extraña que todas las chicas
presuman de salir con sus novios.

Mis caderas se sacuden hacia arriba, pero su otra mano me mantiene


quieta, mientras él continúa su recorrido por mi cuerpo, mordiéndome y
chupándome el estómago mientras se me escapa una respiración
entrecortada. Aprieto la alfombra con el puño, sin importarme el polvo
que me rodea, necesitando aferrarme a algo.

Me saca de mis casillas introduciéndome en sensaciones que no sabía


que existían. En teoría, sabía todo lo que había sobre el sexo, pero en
realidad…

Nada se compara con experimentarlo por primera vez con el chico


que…

No, no puedo ir allí. No puedo reconocerlo. Así que, en lugar de eso,


cierro los ojos y respiro con fuerza, esperando su siguiente movimiento.
Siento que me separa las piernas con los hombros y se instala entre
ellas. El calor rodea mi coño justo antes que me abra y meta su lengua
dentro. Mi jadeo resuena en las paredes mientras mi piel vibra por la
electricidad que alimenta mi sangre.

La presiona hacia dentro y hacia fuera, recogiendo mi humedad antes


de pasar su lengua por mi sensible piel, mordisqueándola. Su leve barba
me araña la piel y aumenta las sensaciones que me recorren y acentúan mi
deseo que continúe.

Los dedos de Eudard se clavan en mi culo, elevándome hacia su boca


mientras sigue dándose un festín conmigo, pero al mismo tiempo
añadiendo sus dedos —uno, dos, tres—, estirándome tanto que gimoteo y
suplico, no acostumbrada a tal penetración.

¿Dónde ha aprendido esas cosas?

Apartando el irracional despertar de celos del monstruo de ojos verdes


que está dispuesto a destrozar a cualquiera que lo haya tocado antes que
yo, tardo un momento en registrar su pregunta en mi mente.

—¿Quién te tiene así, Arianna? —pregunta entre lametones,


mordiéndome el clítoris y luego presionándolo con la lengua. Pongo mis
tacones en su espalda, sin importarme que mis zapatillas probablemente lo
pinchen dolorosamente. Llevo mis manos a su cuello, arañando su piel
mientras mi cuerpo zumba de deseo y necesidad.

—Tú —murmuro, lamiéndome los labios y arqueando la espalda,


buscando su contacto mientras el sudor resbala por mi piel—. Eudard —
añado, suponiendo que necesita la confirmación.
Como si pudiera pensar en alguien más que en él en este momento. Me
convierte en una maníaca ávida de sexo que tiene hambre de él a pesar de
todas las advertencias que no lo haga.

Me recompensa con un lametón más largo, deslizando su lengua entre


mis pliegues y elogiándome.

—Buena chica. Mi chica. —Luego vuelve a lamer y a gruñir contra mí.

Se me doblan los dedos de los pies y se me escapa un jadeo.

Estoy tan cerca de llegar a lo que necesito…

Se desplaza hacia el interior de mi muslo, lamiendo la humedad de mi


piel, y gimoteo, con el fastidio pellizcándome.

—Eudard, no. —¿Por qué tiene que torturarme?

Ya ha ganado. ¿No puede simplemente darme lo que nuestros cuerpos


piden?

Pero sacude la cabeza y vuelve a deslizar su lengua dentro, mientras su


pulgar roza mi abertura.

Me siento como si alguien me hubiera arrojado a las brasas al mismo


tiempo que las suaves plumas se deslizan sobre mí, amplificando todos mis
sentidos y llevándome al borde del tan deseado alivio, solo para hacerme
retroceder y repetir la tortura de nuevo.

Parece que Eudard no se cansa de mí, prestándome tanta atención como


si por fin pudiera expresarlo plenamente.

En cierto modo, es cierto y…

¡No!
Esos pensamientos y la realidad no tienen cabida entre nosotros ahora
mismo.

Finalmente, oigo que se baja la cremallera y abro los ojos para verlo
arrodillado, desnudo, con un paquete de papel de aluminio rasgado en la
mano y su erección en posición de la atención.

Mis ojos se abren de par en par ante esto, y la rabia familiar llega con
toda su fuerza, ya que aparentemente está preparado para esa acción en
cualquier momento con cualquiera. Me cuesta disimular una mueca de
dolor. Demasiado para sentirme especial en mi primer todo.

—Para —ordena, y mi mirada vuelve a dirigirse a él—. Te estoy


protegiendo. —Esa es toda la explicación que recibo antes que mis ojos
bajen, y observo la enorme cosa con la cabeza púrpura y el pre semen que
gotea de ella, la longitud rígida mostrando cada vena bajo la piel
apretada. El repentino deseo de recorrerlo con la lengua y averiguar a
qué sabe me golpea con fuerza, bloqueando otros pensamientos—. Más
tarde, Arianna, aprenderás todo lo que hay que hacer para chuparme la
polla, pero ahora mismo estoy demasiado cerca para ceder. —Sus
palabras son crudas y sucias, pero la excitación brota en mi interior y me
relamo los labios, anhelándolo.

Eudard gime, empujando su polla, y desliza su pulgar por la cabeza,


acercándola a mi boca. Sin pensarlo, la lamo, disfrutando extrañamente
de su sabor amargo, pero no me da tiempo a pensar en ello, pues me
empuja de nuevo hacia atrás. Se instala entre mis piernas, apretando mi
cabello y chocando nuestros labios mientras nuestro sabor combinado me
vuelve loca, encendiendo más el deseo. Tengo hambre de saber cómo es
darle la misma atención que él me ha mostrado.

—Tengo miedo —susurro las palabras, expresando mis temores que se


hacen evidentes ya que está a punto de quitarme la virginidad. Y, por
primera vez, veo dulzura en sus ojos cuando su mirada se centra en mí y
me acaricia la mejilla—. Nunca he hecho esto antes. —Probablemente
señale lo obvio, pero necesito decir las palabras en voz alta.

—¿Sí? —pregunta, mientras su pulgar roza mi mejilla y su voz baja


unas octavas—. Yo tampoco he hecho nunca esto.

Jadeo en shock, porque ¿cómo es posible? Pero no me da la


oportunidad de pensar en ello.

Su polla roza mi núcleo justo antes de entrar en mí rápidamente, con un


duro empujón, y mi grito muere dentro de su boca.

Me duele.

Intento zafarme de su agarre mientras le doy una palmada en los


hombros, pero él me aprieta contra la alfombra, manteniéndome quieta
mientras me besa profundamente, pero hace una pausa, dándome tiempo
para adaptarme a su circunferencia. Poco a poco se me pasa el susto y me
relajo en sus brazos, respondiendo al beso con mis manos entrelazadas en
su cabello. Lo abrazo con fuerza, necesitando estar lo más cerca posible
de él, aunque la posición no deja ningún espacio entre nosotros.

Una punzada sustituye al dolor y los latidos de mi corazón se aceleran.


Un fuego que arde en la boca del estómago me exige algo diferente, y
muevo las caderas. Al instante, un estremecimiento se apodera de mi
interior, llenando cada hueso, y trago saliva, necesitando más.

—Arianna —me gruñe en el cuello, rozando mi piel con los dientes, pero
en lugar de escuchar la advertencia en su voz, vuelvo a contonearme y esta
vez sus palmas acunan mis caderas. Detiene mis movimientos y sisea entre
los dientes—: Un puto meneo más y te voy a follar por el suelo, Arianna.
—Un momento y añade—: Créeme, eso no es lo que quieres para nuestra
primera vez. —Los ojos verdes de Eudard se fijan en los míos durante un
momento, con una miríada de emociones que suceden una tras otra, tan
rápido que no soy capaz de captar ninguna de ellas. Respira con
dificultad, con las pupilas dilatadas, y comprendo que apenas se está
conteniendo por mí.

Una gota de sudor se desliza por su nuez de Adán, y me levanto,


pasándole la lengua. Su pulso late violentamente contra mi dedo índice.

—Hazme el amor, Eudard —susurro.

Nunca me he sentido más unida a él que en ese momento, queriendo ser


suya para siempre y no arrepentirme nunca de esta decisión.

No importa lo que pase.

Todo cambia en un segundo, él retrocede y vuelve a penetrar en mi


interior, provocando el éxtasis. Espera mi reacción, y cuando mi única
respuesta es un gemido, se mueve hacia delante otra vez, llenándome
profundamente, y mi núcleo se aprieta alrededor de él, manteniéndolo bien
sujeto.

Sigue deslizando su polla dentro y fuera de mí. Sus manos suben mis
rodillas por encima de sus codos y aumenta sus golpes. Arqueo el torso y
le clavo las uñas en la espalda, acercándolo para besarlo.

Con cada movimiento, me acerca más y más al borde, empujando más y


más dentro de mí, consumiéndome.

La cabaña se llena de nuestras roncas respiraciones y de mis gemidos


de placer. Mientras empuja con más fuerza, me pregunto dónde estoy por
un segundo.
—Lo eres todo —susurra contra mi piel. Me rodea con las piernas y
chupa suavemente mis pezones, enviando sensaciones directamente a mi
clítoris, y es entonces cuando me da un fuerte empujón, y el fuego dentro
de mí se enciende.

Se traga mi grito, su lengua juega con la mía, todo ello mientras se


ralentiza y sigue haciéndome el amor sin prisas, pero puedo sentir la
tensión que vibra en él.

Finalmente, grita, sacudiéndose dentro de mí, y todo se detiene.

Nuestros corazones laten el uno contra el otro mientras las velas


crepitan, probablemente goteando cera, mientras la oscuridad se instala
en el lugar. Por encima de sus hombros, puedo ver nuestras sombras en el
techo. Dos cuerpos envueltos el uno en el otro con tanta fuerza que parece
que nada ni nadie puede separarlos.

Se siente pesado y celestial al mismo tiempo, pero tengo que respirar.

—Me encantan tus músculos rígidos y todo eso, pero necesito aire. —
Inmediatamente, cambia de posición, conmigo encima de él, y como
resultado, mi cabello cae sobre mí—. ¡Eudard! —Se ríe y me engancha los
mechones detrás de la oreja, y por un segundo me hipnotiza su genuina
sonrisa que no me ha dado en los últimos años.

Colocando la palma de la mano en su mejilla, me inclino para darle un


suave beso y hago una pequeña mueca, algo que sus ojos de halcón no
pasan por alto.

Me pone de nuevo boca arriba, en una posición cómoda, y mis párpados


caen cuando el cansancio golpea mi cuerpo.

Nunca me he sentido mejor que en este momento, y pensar que hemos


tenido que vivir esta locura de día para llegar hasta aquí.
Lo que me recuerda la última escena cerca de la casa de Cole. Las
palabras salen de mi boca antes que se registren completamente en mi
cabeza.

—Eachann…

Quiero expresar lo que ha pasado y lo agradecida que estoy de haberlo


seguido.

Pero el nombre de su gemelo es suficiente para que se enfríe contra mí,


y solo demasiado tarde me doy cuenta del error de mis acciones.

Eudard aparca la moto junto a mi casa, las luces apagadas me indican


que mis padres aún están fuera con sus amigos. Mi mamá comentó antes
de dejarme en casa de Cole, que ella y papá decidieron cenar con los
compañeros de golf en una ciudad cercana.

Salto al suelo, me quito el casco y se lo doy, pero él ni siquiera mira en


mi dirección, simplemente me lo arrebata de las manos.

Aunque no dice una palabra, su tensión es evidente en cada movimiento


y se arremolina a nuestro alrededor con una energía peligrosa.

—Lo siento —susurro y veo que su mandíbula sufre un tic. La


desesperación se apodera de mí, porque este trato silencioso es
insoportable.
En el momento en que el nombre de Eachann se deslizó por mis labios
en el éxtasis post-orgásmico, Eudard se apartó de mí y buscó sus
cigarrillos, encendiendo uno mientras se ponía la ropa.

Me sentí tan avergonzada que lo seguí rápidamente, temiendo su ira, y


por primera vez en toda mi vida, no podía culparlo.

¿Quién dice el nombre de otro hombre, y mucho menos el de su gemelo,


después que un tipo te quite la virginidad?

Pero al mismo tiempo, me molesté con él, porque ni siquiera escuchó lo


que tenía que decir. No es que me imaginara a Eachann en lugar de a él.

No, en el momento en que nuestros cuerpos se entrelazaban, yo le


pertenecí por completo, y esas emociones me confundieron. Si he estado
enamorada de Eachann toda mi vida, ¿cómo pude entregarme tan
fácilmente a Eudard?

¿Es posible desear el cuerpo de un hombre con todo lo que eres y a la


vez estar enamorada de otro?

¿O mi teoría era correcta, y siempre lo quise, pero transferí todos esos


sentimientos a Eachann, porque no podía justificar el enamorarme de un
tipo que era tan malo conmigo?

—Incluso ahora, lo cuestionas. —Parpadeo sorprendida cuando Eudard


habla, su voz profunda y a la vez ronca, acariciando ligeramente mi piel,
pero al mismo tiempo pellizcándola al sentir la mordacidad de sus
palabras—. Estás aquí, delante de mí, y te preguntas por qué me has
elegido.

Busco palabras adecuadas para explicar mis emociones, pero no lo


consigo, gimiendo interiormente de frustración y odiando esto. No quiero
herir a Eudard, pero al mismo tiempo no es que esté enamorada de él.
¿Verdad?

Así que elegí el camino más cobarde.

La evasión.

—Tengo que irme. Mis padres volverán en cualquier momento. No


quiero meterme en problemas. —Voy a lanzarme en dirección a mi casa
cuando sus manos rodean mi cintura, deteniendo mis movimientos, y con
un jadeo termino apretada contra él mientras sigue sentado en la moto.

Sus manos se enredan en mi cabello mientras inclina mi rostro y acerca


su boca a la mía, susurrando contra mis labios.

—Eres mía, Arianna. Siempre lo has sido. Nunca has pertenecido a


Eachann. Solo te has enamorado de él, porque yo lo he orquestado. —Qué
conclusión tan idiota, pero no tengo oportunidad de protestar.

Me besa apasionadamente, profundamente, posesivamente, mientras su


lengua se desliza dentro y se entrelaza con la mía. Mi gemido muere en su
boca mientras me aprieta el cabello con más fuerza, tanteando su lengua
más profundamente antes de morderme el labio inferior y tirar de él.

—Acéptalo o no, pero recuerda siempre, que yo, y solo yo, existo en tus
pensamientos. Solo yo toco este cuerpo, y solo yo existo aquí, joder. —
Desliza su mano hacia mi corazón, que late salvajemente bajo su contacto.

Otro beso, y me empuja hacia atrás, poniéndose el casco y haciendo


rugir el motor. Con una última mirada en mi dirección, se adentra en la
noche, dejando solo polvo tras de sí mientras me quedo sin palabras, con
el cuerpo y los labios doloridos por él.
Rozando ligeramente mis labios con las puntas de los dedos, dejo que la
alegría se extienda por mí y sonrío.

Eres mía.

¿Por qué esas palabras provocan excitación en mi interior?

Dando vueltas en círculo, dejo que estalle la burbuja de la risa y bailo


hasta mi casa, donde doy dos pasos a la vez y vuelo hacia el interior.

Enciendo la luz, quiero quitarme los zapatos y darme una ducha, pero
mi teléfono suena en el bolsillo del vestido. Había olvidado que lo llevaba
conmigo.

Al sacarlo, veo el texto de Patricia parpadeando en la pantalla.

<Pat> ¿Dónde estás?

Resoplo con incredulidad. ¿Esto es lo primero que me va a mandar


después de besar a Eachann?

Sorprendentemente, la idea ya no me produce dolor ni nada parecido,


pero aun así, ¿a quién le importa el beso? Es lo que representa. Me ha
hecho daño esta noche, así que puede irse al infierno.

Estoy a punto de dejarlo cuando suena otro mensaje.

<Pat> He bebido demasiado. Estoy en la tierra de nadie. No tengo idea


de cómo he acabado aquí, pero ¿sabes lo jodidamente altos que son esos
acantilados?

Un escalofrío me recorre la columna vertebral, y rápidamente tecleo de


vuelta, mi enojo olvidado por el momento, en las circunstancias actuales.

<Yo> No hagas ninguna tontería, Pat. Ya voy.


Es incontrolable cuando está borracha y hace un montón de estupideces
que pueden acabar siendo peligrosas para ella. Si no sabe cómo ha
acabado allí, significa que podría haber conducido hasta allí.

Oh, Dios.

<Pat> ¡Vamos, vamos! Vamos a divertirnos. ¿Por qué todo da vueltas?

¿Qué voy a hacer?

Sin pensarlo, marco el número de Eudard, pero no lo coge. Lo intento


de nuevo, y esta vez salta el buzón de voz. ¿Está evitando
intencionadamente mis llamadas?

¿Por qué me ha besado si todavía está enojado?

Decidiendo darle el beneficio de la duda, le escribo un mensaje mientras


salgo.

<Yo> Pat está borracha en el acantilado en tierra de nadie. ¿Podrías ir


allí lo antes posible una vez que recibas este mensaje? Me da miedo ir
allí sola.

Le doy a “Enviar” y cojo las llaves del coche de mamá, ya que se han
llevado el de papá, pero es entonces cuando veo los faros en mi entrada y
reconozco el coche de Ethan.

Colocando las llaves de nuevo en el armario, me precipito hacia él


mientras hace lo mismo y grita:

—Pat está en el acantilado. Acabo de recibir su mensaje.

—Lo sé. Tenemos que detenerla antes que haga algo estúpido.

Asiente, vuelve a su asiento y dice:


—Sube. —Aunque no lo conozco tan bien, la seguridad de mi amiga es
lo primero.

¿Quién sabe lo que puede pasarle si espero, aunque sea un poco?

Rápidamente hago lo que me dice y rezo para que Patricia esté bien,
pero también para que Eudard venga. ¿Cuán gracioso es que hace apenas
unas horas era el chico que me asustaba y atormentaba, y ahora es a él a
quien asocio mi seguridad?

Si no hubiera estado tan preocupada por mi amiga, me habría parado a


preguntarme por qué Ethan había venido a mi casa.

Pero no lo hice y permití que los monstruos me atrajeran a su


oscuridad.
Cassandra

Me miro en el espejo por última vez y me giro de un lado a otro


estudiando mi atuendo, que consiste en unas mallas negras, una falda azul
marino y, por último, un top negro de manga larga y cuello alto. El top es
de tela fina, así que no debería molestarme mucho con el calor.

En general, es lo suficientemente decente para esta ciudad, pero lo más


importante es que es cómodo para la práctica de la danza. Tengo la
intención de aprovechar mi tiempo hoy en el estudio para grabar varios
vídeos nuevos, invitando a los lugareños a participar en las clases que he
programado. Patricia no me ayudará mucho, no es que esperara que lo
hiciera, pero tengo que hacer que mi estudio sea uno de los lugares más
frecuentados de la ciudad esta semana. Así me ganaré la confianza de los
lugareños y alimentaré el fuego de la envidia que ya corre por las venas de
Patricia y Dorothy.

Porque la gente nublada por las emociones tiende a hacer cosas


estúpidas que tienen las peores consecuencias.

Tirando de mi larga cola de caballo, me doy un pulgar hacia antes de


tomar el bolso del suelo y la taza de viaje de la encimera.

Salgo de casa, cierro con llave y bajo rápidamente las escaleras,


dispuesta a caminar a toda velocidad hacia mi estudio para disfrutar de este
hermoso día, cuando me detengo en el último escalón y veo a Ethan de pie
en la acera de mi casa, dedicándome una sonrisa tímida y moviendo la
bolsa de papel transparente que lleva en la mano con un donut.

Me pongo las gafas de sol, doy un sorbo y me dirijo al camino que lleva
al estudio sin mirarlo, buscando mis auriculares.
—Cassandra —me llama, corriendo hacia mí y tragando aire mientras se
mantiene a mi ritmo, pero lo ignoro, concentrándome en la carretera que
tengo por delante y respirando el aire fresco que alivia las aristas de mi
interior que aún están frescas después de lo de ayer.

Liza me llevó a casa en un tiempo récord, teniendo en cuenta que la


mansión de Brown está en la otra punta de la ciudad. Condujo sin hacer
preguntas y me deseó buenas noches antes de alejarse hacia el atardecer.

Estaba tan conmocionada que me metí en la ducha y luego dormí mal


con pesadillas que me atormentaban en el sueño. Me desperté varias veces
cubierta de sudor con gritos atascados en la garganta hasta que me rendí
del todo.

Sin embargo, el hecho de no haber dormido bien esta noche me ha


aclarado varias cosas.

Mi venganza no va a ser tan fácil como había previsto al principio. Creía


que diez años, la terapia y todo lo demás me habían preparado para la
amplitud de emociones que me esperaban aquí, pero me equivoqué.

Quería que durara meses, atrayéndolos a mi red, creando confianza y


amor antes de destruirlos de forma que amenazaban su cordura.

Sin embargo, ahora sé que es imposible. Mi odio hacia ellos es


demasiado fuerte, junto con mis recuerdos, para sufrir tanto tiempo.

Solo tengo un mes como máximo para acabar con ellos sin volverme
loca y dejar atrás el pasado para siempre, pero ¿cómo voy a hacerlo si
todavía les doy el poder de gobernarme?

Basta con que Eudard intervenga en la situación para atestiguarlo.


No puedo volver a ser la chica indefensa, la que se queda quieta mientras
todos la destrozan.

—Cassandra —repite Ethan mi nombre y me devuelve a la situación que


nos ocupa. Como permanezco en silencio, avanzando con mis zapatillas
golpeando el hormigón, suspira frustrado—. Siento lo de Dorothy. Lo que
dijo fue horrible y no es cierto. —Disfruto de mi té, poniéndome los
auriculares uno a uno y recorriendo las canciones—. Quiero decir que me
gustas, por supuesto, pero mi intención no era seducirte para llevarte a la
cama. —Me decido por una e inmediatamente la música estalla,
permitiéndome cerrar los ojos por un segundo y bloquear su molesta voz
de mis oídos.

Ethan es realmente un idiota que probablemente nunca se disculpa con


las mujeres, si su intento a medias es algo para juzgar.

Alza la voz, hablando más alto, y desgraciadamente penetra a través de


la bruma de mi nirvana.

—Dorothy y yo nos casamos hace cuatro años. Ella me pilló en un mal


momento de mi vida, y en cierto modo sucumbí a la tentación, aunque
sabía que no debía hacerlo. El matrimonio fue un error desde el principio.
Exigía constantemente atención, y si no se la daba, se presentaba borracha
en mi trabajo y me insultaba. —Resoplo ante esta mierda, porque nada de
eso es cierto. Dorothy ha estado callada como un ratón desde el instituto, y
el único escándalo en el que se ha visto envuelta fue el de saltarse una
clase durante nuestro último año, y era una que todos habíamos acordado
hacer.

Se convirtió en una borracha por su culpa, pero entonces Ethan White no


es alguien que diga la verdad, así que…
Se toma mi reacción como un estímulo para seguir adelante, así que
profundiza en el tema.

—Le rogué que fuera a rehabilitación, pero no me hizo caso. Así que no
me dejó otra opción que divorciarme de ella. No podía seguir viviendo así.
—Por el rabillo del ojo, lo veo mirar hacia abajo mientras se enhebra los
dedos en el cabello, con la resignación escrita por todas partes.

Dios, esta historia triste debe funcionar muy bien con las damas, porque
suena como una canción sobreactuada.

—Independientemente de nuestra situación, no debería haberte insultado


como lo hizo. —Continúa mientras giro a la derecha y ya puedo ver mi
estudio a lo lejos, con el sol brillando por todas partes—. Quiero que sepas
que le advertí que no volviera a hacer eso, y lo mismo hicieron todos los
demás. No volverá a hacerlo.

Paso. Paso. Paso.

Él resopla con frustración y envuelve sus manos alrededor de mis bíceps,


deteniendo mis movimientos, y lentamente me giro para mirarlo mientras
él trata de medir mi expresión detrás de mis gafas de sol—. Por favor, di
algo.

Lamiéndome los labios, no me pierdo cómo su mirada se posa en ellos


antes que hable.

—¿Qué quieres que diga? No puedo creer esta situación.

Él exhala aliviado y asiente con ganas.

—Sí, lo sé. Dorothy ha sido una pesadilla y…

Mi palma extendida lo detiene, y él frunce el ceño mientras escojo cada


palabra con cuidado, sabiendo qué tipo de efecto tendrán en él.
—Lo que es increíble es que hables mal de tu ex delante de mí. —Sus
ojos se abren en estado de shock; está claro que no esperaba escuchar
eso—. Y sinceramente, no quiero estar en medio de todo esto. Así que, por
favor, toma tus donuts —señalo su bolsa de papel—, y métetelos por la
garganta.

—Pero, como… —dice sorprendido, pero me doy la vuelta, golpeándolo


con mi cola de caballo, y doy una zancada hacia mi estudio, casi
temblando de rabia.

Sinceramente, no tengo paciencia para seducir a los hombres ni para


ganar puntos entre ellos. Tengo que ocuparme primero de la marginada y
de la chica popular, antes de trasladar mi venganza a los deportistas.

Una sonrisa curva mis labios cuando no lo oigo moverse, lo que me dice
que, aunque esté aturdido con mi respuesta, sigue queriendo conquistarme.

Ralph, Ethan y Frank son competitivos, por lo que irán detrás de mi


falda cuanto más me haga la difícil.

Mientras su interés se irá gestando en sus ingles junto con el deseo, ya


que me verán aquí a menudo, me encargaré de sus mujeres y luego…

Entonces llamaré a Arson para que se encargue de ellas, para poder ver
cómo las torturan una y otra vez.

Igual que me hicieron a mí.

Pero no antes que todo el mundo sepa de sus acciones oscuras.

Mi teléfono vibra en el bolsillo y, frunciendo el ceño, lo saco solo para


ver un mensaje que parpadea en la pantalla.

<Eudard> Te dije que te alejaras de ellos.


¿Qué demonios?

¿Cómo tengo su número programado en mi teléfono y cómo sabe lo de


Ethan?

Pero no importa.

Escribo rápidamente una respuesta, aturdida por la audacia de este tipo.


Puede que le agradezca que me ayudara ayer, pero que se meta su actitud
machista...

<Yo> ¿Eres un acosador o algo así? Y ya te dije que no acepto


órdenes. Que tengas un buen día, Eudard.

Veo tres puntos y gimo para mis adentros cuando mi corazón da un


vuelco de emoción, súper curioso por lo que dirá.

Ya basta. Deja de actuar como una adolescente.

La siguiente parte de mi plan es averiguar cómo mantenerme lejos de él


para que nuestros caminos no se crucen. El hombre me confunde sin cesar,
hace que mi mente y mi cuerpo reaccionen, lo que nunca ocurre, y luego
lanza demandas que no tienen ningún sentido.

Aunque él siempre fue quien me torturó, solo para luego salvarme, es


como si a él se le permitiera hacerme daño, pero a nadie más.

Eres mía.

Exhalando rápidamente, espero que todo esto borre los recuerdos que no
tienen lugar en mi vida ahora.

Alguna vez sí.

<Eudard> Oh, será un buen día, mi fénix.


Apretando mis labios contra el borde de mi taza de viaje, me pregunto
por qué su mensaje es tan despreocupado. ¿Me envió un mensaje solo para
desearme eso o para recordarme su poder?

¿Y por qué me llama fénix? ¿Quién le pone un apodo a una mujer que
apenas conoce?

¿A menos que cada mujer en su vida tenga un apodo reservado solo para
ella…?

—Deja de actuar de forma irracional —me reprendo cuando por fin


llego a mi puerta e introduzco la llave en la cerradura… justo cuando un
hombre con traje se acerca a mí, con una expresión completamente
inexpresiva en su cara—. ¿Sí? —pregunto.

Después de cinco minutos, ha terminado, pero mis entrañas gritan de


furia y estoy dispuesta a aplastar la cara de Eudard contra el hormigón.

Puede que el diablo me haya mostrado amabilidad entre sus monstruos,


pero él es igual que ellos.

Me golpea cuando menos lo espero.


Madman

Me dejo caer en la silla de mi amplio despacho, enciendo un cigarrillo y


pulso el botón del interfono.

—Sam, por favor, prepara un té de menta y un café negro.

—¿Esperas a alguien? —Oigo un crujido de papeles en el fondo—. No


tienes reuniones programadas para las próximas dos horas.

—Pronto tendré un invitado. —Sin más explicaciones, desconecto y me


recuesto en la silla, pivotando sobre ella mientras contemplo la enorme
ventana que hace las veces de pared.

Como el despacho del alcalde está situado justo en el corazón de la


ciudad, tengo una vista perfecta de las actividades de todo el mundo en la
iglesia, la escuela y las principales tiendas.

Los habitantes de la ciudad siempre miran hacia arriba para comprobar


si los estoy observando, y a veces me paro aquí solo para irritarlos a todos.

Sí, soy un imbécil; lástima que no haya ninguna bebida en mi mano para
celebrarlo.

De niño, me encantaba venir aquí y sentarme en el suelo con la nariz


pegada al cristal, estudiando a todos y a todo mientras papá tenía
innumerables reuniones y llamadas telefónicas.

Eachann y yo jugábamos por la oficina o corríamos por todo el edificio.


La madre de Arianna nos traía galletas de su casa y escondía de nuestro
padre cualquier travesura que pudiéramos haber hecho.
Después de todo, ella lo conocía mejor que nadie.

Por supuesto, eso fue antes que todo cambiara, y me tocó vivir en una
pesadilla tan intensa que nadie en esta ciudad sospechaba.

Incluida la preciosa Arianna, que nunca vio nada más allá de Eachann y
su silencio, sin saber lo que realmente se escondía debajo de nuestros
exteriores.

Imagino que ella habría corrido gritando en dirección contraria.

La patada a la puerta me devuelve al presente, y en breve las puertas se


abren de golpe justo cuando giro para enfrentarme a la furiosa intrusa.
Cassandra entra corriendo en mi despacho, con la furia escrita en sus
facciones.

Samantha la sigue un segundo después, con una bandeja con tazas


humeantes. Camina alrededor de la mujer, que básicamente me está
matando con sus miradas, y luego coloca la bandeja en mi mesa, me saluda
con la cabeza, le echa una mirada cautelosa a Cassandra y luego cierra la
puerta detrás de ella en silencio, dejándonos solos.

—¡Tú! —ladra Cassandra, prácticamente temblando. Respira hondo y


baja la voz hasta convertirla en un siseo—. ¿Cómo has podido hacerme
esto?

Echando humo entre nosotros, volteo mi mechero entre los dedos y


pregunto con dramatismo, dando un tono alto a mi voz solo para ver cómo
sus hipnotizantes ojos se encienden de molestia. Ah, qué hermosa es.

—Hago muchas cosas para ganarme esa reacción. ¿Podrías ser más
específica? —Mi actitud despreocupada no es bien recibida.
Golpea mi escritorio con las palmas de las manos, tirando algunas
carpetas y bolígrafos al suelo, mientras jadea con veneno en sus palabras.
Veo que apenas se resiste a estrangularme.

—¿Has cerrado mi estudio por una inspección sanitaria?

—Ah, eso. Sí, lo hice. —Vuelvo a tirar del cigarrillo.

Con un resoplido de fastidio, me lo arrebata de la boca y lo tira en el


cenicero mientras soplo el humo entre nosotros, pero ella no hace ningún
movimiento para apartarlo.

Aprieta su mandíbula y sus manos forman un puño en mi escritorio, pero


ella continúa calmada con toda la habilidad de actuación que posee.

—Cuando se lo compré a Allison, ella tenía todo el papeleo. Las


tuberías, el gas, el terreno, todo es seguro.

—Es curioso, porque nunca vimos esos papeles. —Ella frunce el ceño,
así que me explayo—. Su abuela no pagó el alquiler del estudio durante
mucho tiempo, pero lo dejé pasar. Estaba criando sola a su nieta, no me
parecía bien. —Mi fénix se cruza de brazos, y por cómo resopla, me doy
cuenta que no le importan mucho mis cavilaciones, pero oh, mala suerte.
Tendrá que escucharlas—. Cuando falleció, le ofrecí ayuda a Allison y le
dije que tendríamos que revisar el estudio, pero dijo que lo tenía cubierto.
—Abro las palmas de las manos—. Pero ella te lo vendió, así que ahora es
tu problema.

Saca una carpeta de su bolso y la arroja sobre la mesa, la cosa da una


fuerte palmada cuando sisea:

—Por eso contraté a un tipo que lo hizo antes que yo lo comprara. Al


contrario de lo que crees, no soy idiota.
Oh no.

Ella es mi hipnotizante ave fénix que brilla bajo la luz del sol que entra
por la ventana de la oficina, lo que le da un aire dorado haciéndola la única
cosa brillante de mi vida.

Mis manos pican por enredarse en su cabello y acercarla a mí, besarla


tan profundamente que olvidará su nombre mientras gime el mío, y follarla
con fuerza sobre este mismo escritorio mientras su garganta se queda ronca
de tanto gritar.

Su piel se enrojecerá y podré quitarle esta ropa ofensiva para ver todas
las pecas que aún debe tener. Quiero rastrearlas con la lengua después de
atarle las manos para que no me impidan saborearla, todo ello mientras la
tengo a mi merced.

Y el hecho que no pueda hacer ninguna de esas cosas sin que ella huya
de mí me vuelve loco, pero no pasa nada.

Puedo ser un hombre paciente cuando conozco el resultado.

Ella gritando mi nombre en la agonía de la pasión en mi mazmorra sin


poder escapar de mí.

Entonces este hermoso fénix quedará atrapado para siempre en una jaula
dorada de mi creación.

Chasquea los dedos delante de mi nariz, reclamando mi atención, y


continúa su diatriba.

—Quita la maldita citación de mi lugar.

Recogiendo la carpeta, la abro de un tirón y escudriño rápidamente el


informe, buscando una cosa concreta, y cuando no la encuentro, mi risita
de satisfacción resuena en mi despacho.
Por supuesto, sus ojos se entrecierran y me dan ganas de arrastrarla al
baño para que se quite esas malditas lentillas. Puede molestarse mientras
sus diamantes violetas me miren.

—¿Y la inspección de roedores?

Parpadea sorprendida.

—¿Qué pasa con eso?

—¿Has hecho alguna? —Me inclino hacia delante, apoyando los codos
en el escritorio y golpeando la carpeta—. Basado en esto, no la has hecho.
No puedo permitir que dejes entrar a los niños cuando no estamos seguros
que las ratas puedan morderlos. —Suspiro dramáticamente—. ¿Qué dirán
todos los padres preocupados?

Se queda boquiabierta y resopla tirándose de la coleta.

—Esto es ridículo. Esta ciudad nunca ha tenido un problema de ratas. Es


una posibilidad descabellada…

—¿Y has hecho esa suposición después de vivir aquí menos de un mes?
—Se mueve incómoda, así que profundizo—. No se puede. Tendrías que
vivir aquí durante años. En realidad no, tendrías que crecer aquí.

—Creo que…

—No, no piensas. Lo compraste por impulso y ahora tienes que afrontar


las complicaciones que conlleva. —Me levanto, mi silla raspando contra el
suelo mientras camino alrededor de mi escritorio, para posarme en el
extremo de la misma sin dejar de sostener su mirada—. Pero tienes razón.
Nunca hemos tenido un problema de ratas.

Sus brazos se aflojan y respira profundamente, enderezando su columna


vertebral.
—Mira, entiendo que tienes que tener cuidado y todo eso. Pero incluso
tú admites que no hay ratas. Así que, por favor, permíteme usarlo y te
prometo que haré una inspección de roedores. —Ella reúne una sonrisa
para mí, actuando con educación y mierda.

Lo cual me aburre. ¿Dónde está su habitual fuego que arde cada vez que
hablamos?

—No. —Sus ojos se entrecierran, todo rastro de cortesía desaparece


cuando se acerca a mí, me da un puñetazo en el pecho y la furia cubre cada
una de sus palabras.

Así está mejor; ahí está mi fénix.

—Esto es porque tu hermana me vendió la casa, ¿no es así? —Gira su


dedo, clavándolo más profundamente, y casi gimo ante su tacto—. ¿Y
crees que no es un acoso? No soy uno de tus súbditos en este reino en el
que te consideras el rey. —grita la última parte, con su cola de caballo
moviéndose a un lado—. ¿Crees que voy a mantener la boca cerrada? No
tengo idea de cuál es tu problema conmigo, pero si sigues haciendo esto,
tomaré represalias.

Me río a carcajadas, porque solo la idea que me amenace es risible.

—¡Maldito imbécil! —Levanta la mano para darme un puñetazo o una


bofetada, pero la bloqueo, atrapándola en el aire y la atraigo hacia mí,
nuestros pechos chocan entre sí mientras se le escapa un jadeo. Tira de su
muñeca, queriendo escapar de mí, pero no la dejo.

En cambio, mi otra mano rodea su cintura y mis piernas se abren para


acunarla entre ellas.

Ah, completamente a mi merced, justo como me gusta.


—Tranquila, tigresa —murmuro por encima de sus labios, y su
respiración cambia. Es áspera y su espalda se tensa, aunque su mirada se
mantiene obstinada en mí, como si quisiera demostrarme que no me tiene
miedo—. No soy el enemigo. —Espero que siempre recuerde esas palabras
sin importar lo que le haga.

Porque quiero atraparla, pero nunca quiero herirla físicamente, y a pesar


de la locura que es mi vida, ella está más segura en mis brazos.

Lástima que siempre quiera volar lejos de ellos, desapareciendo en la


noche.

Pero esta vez, no la dejaré hacer eso.

—Suéltame —dice, con la voz temblorosa mientras las venas de su


cuello palpitan. Se estremece en mis brazos cuando me inclino más hacia
ella, sus ojos se cierran y se contraen como si esperara dolor de mí.

Sin embargo, mi contacto nunca le ha producido más que placer.

Despacio, muy despacio, recorro con mis dedos desde su cuello hasta su
barbilla, acariciándola ligeramente con el pulgar, poniendo la piel de
gallina a mi paso.

—Tienes la piel más suave que he tocado nunca —susurro, cogiendo su


mejilla y tocando con el dedo su sien para que vuelva a mirarme, con el
miedo y algo parecido al… ¿deseo? brillando en sus ojos, y me acerco aún
más.

Su boca se abre y se estremece entre mis brazos. Sé que espera que la


bese.

Y joder, qué ganas tengo de hacerlo.

Todavía no.
—Tengo una propuesta para ti. —Se echa un poco hacia atrás, aturdida
con mis palabras, y le cierro la boca con el dedo—. Quitaré la citación y
permitiré que se abra el estudio si vas al baile conmigo.

Ella se lame los labios, jodidamente tentadora para que los tome de
todos modos, y solo mi autocontrol me permite contenerme.

—¿Al baile? —Mueve la cabeza, y nuestra postura debe registrarse en su


cerebro, porque tira de su muñeca, y esta vez la dejo ir.

Se tambalea un poco hacia atrás y luego tira del extremo de su cola de


caballo, con la sospecha bailando en los bordes de su voz.

—¿Qué baile?

Recojo el sobre del escritorio y se lo enseño.

—Este. Tengo una invitación honorífica para el baile benéfico anual de


los Browns en su mansión. Mañana a las ocho en punto. —Sus cejas se
levantan al oír esto y me la arrebata, abriéndola y leyéndola rápidamente—
. Es una invitación para un acompañante, así que necesito una cita.

La ira cruza su rostro, pero lo disimula con indiferencia y vuelve a dejar


la invitación sobre el escritorio.

—Estoy segura que un hombre como tú no tiene problemas para


conseguir una cita. —Su afirmación tiene una mordacidad que me divierte.

A mi fénix no le gusta mucho la idea que esté con otras mujeres. No es


que me importen mucho otras mujeres cuando tengo una obsesión singular
con ella.

—Tienes razón. —Sus labios se curvan en un gruñido, así que, con una
risita, añado—: Pero quiero ir contigo. —Frotándome la barbilla, añado—:
Hazlo y volverás a tener acceso a tu estudio.
—Esto es un chantaje, puro y duro.

—Tómalo o déjalo.

Me clava la mirada y finalmente gime, poniendo las manos en las


caderas.

—Todo esto se debe a tu deseo de mantenerme alejada de otros


hombres, ¿no es así? Quieres hacer pública una reclamación. Si soy tuya,
entonces no soy de nadie más.

Me alejo de la mesa y ella se tensa, pero me dirijo hacia el sofá y me


siento en él, subiendo las piernas a la pequeña mesa que tengo delante.

—Sí. ¿Pero a quién le importan las razones? Tendrás tu estudio de


vuelta.

—O puedes dejar de molestarme y darte cuenta que no pienso seducir a


Ralph. —Ella da un paso en mi dirección antes de detenerse—. No tienes
derecho a controlar mi vida aquí.

—Sin embargo, lo tengo. Fíjate —reflexiono, encendiendo otro


cigarrillo dando una profunda calada—. O es a mi manera o la manera de
nadie. —Utilizo su analogía anterior, esperando su respuesta.

Debería estar encantada que le vuelva a dar acceso a la casa de Patricia y


oportunidades de meter su bonita nariz donde no debe. Me importa una
mierda el baile, pero ¿cómo iba a pasar de mostrarla del brazo a todo el
mundo?

Ethan White ya ha ignorado mi advertencia silenciosa, pero sospecho


que no todo el mundo es tan estúpido o tan engreído.

Aunque ninguno de ellos sabe realmente de lo que soy capaz.


—No volverás a tocarme —dice finalmente, con voz tranquila, aunque
una expresión tormentosa se instala en sus delicadas facciones—. No
vuelvas a hacerlo.

—Nunca tomaré lo que no se da voluntariamente. —Ella frunce el ceño


ante mi respuesta, sus mejillas se calientan antes de negar con la cabeza—.
Liza te traerá el vestido que quiero que lleves. —Abre la boca para
protestar, pero le digo que no—. Elige bien tus palabras. No volveré a
hacer una oferta como ésta.

La cierra, resoplando furiosamente, y luego, sin decir nada más, se da la


vuelta, corriendo hacia la puerta y cerrándola tan fuerte que las paredes
suenan.

Recogiendo mi taza de café, brindo por ella mientras mi risa resuena en


la habitación llena de su aroma.

Ah, mi fénix.

Puede que hayas resurgido de las cenizas, pero sigues perteneciendo a


este diablo.

Al fin y al cabo, nuestras vidas están entrelazadas para siempre.


Cassandra

Salgo corriendo de su despacho, paso volando por delante de la mesa de


la secretaria y pulso el botón del ascensor con saña, esperando que llegue
más rápido.

Necesito salir de este lugar antes que Eudard me confunda con sus casi
besos o me enoje más con sus exigencias que arruinan mis planes
perfectamente trazados.

Y, además, ¿por qué mi maldito cuerpo no deja que el recuerdo de su


tacto se aleje o entre en modo pánico? En cambio, parece anhelarlo, la
curiosidad siempre me atraviesa, esperando el miedo, pero solo
experimentando la dulzura.

No te obligues a salir. Cuando llegue el hombre adecuado, te abrirás a


él.

Las palabras de mi psiquiatra resuenan en mis oídos, pero Eudard no es


el hombre adecuado. ¿O es que estoy condenada a quererlo porque fue el
primero?

—¡Cassandra! —Samantha me llama, con sus tacones chocando


fuertemente al alcanzarme y tirando de su vestido lápiz—. No hemos
tenido la oportunidad de presentarnos. Samantha Henry. —Todavía utiliza
su nombre de soltera, lo que significa que nunca se casó.

—Encantada de conocerte —murmuro, y esa es toda la cortesía que


tengo para ella en mi actual estado de ánimo. Si piensa que soy un snob,
puede culpar a su jefe por ello.
—Oh, no te preocupes por eso. Eudard puede ser difícil. —Se ríe y me
guiña un ojo—. De hecho, creo que eres divertida por haberle sacado tanto
partido. Nunca hemos tenido que cerrar nada aquí por razones sanitarias.
—El ascensor hace sonar su llegada, entro y mis cejas se levantan cuando
Samantha hace lo mismo.

Como el edificio tiene literalmente tres niveles, me limito a pulsar la


planta baja y me pego a la pared, mientras ella sigue charlando, ajena a
toda mi onda de mierda.

—Pero siempre se ocupa de la gente de aquí, así que no puedo echarle


en cara nada.

—Bueno, tú eres su asistente personal —murmuro, preguntándome por


qué demonios este ascensor no se mueve más rápido.

—Pero no me paga para que le alabe —dice, y el ascensor vuelve a


sonar. Me apresuro a salir, dispuesta a…

¿Para hacer qué exactamente?

El imbécil que gobierna esta ciudad ha cancelado casi todas las


actividades que había planeado hacer aquí.

Tal vez debería haber aparecido con un arma y matarlos a todos. Sin
problemas, sin trabajo. Esta estrategia de gran plan hasta ahora apesta
como nadie; he jugado como una aficionada con oponentes
experimentados.

—¿Cassandra? —La voz de Sam me saca de mis pensamientos y me doy


cuenta que me ha preguntado algo. Probablemente leyendo mi expresión
de despiste, hace un gesto con la cabeza hacia la puerta—. Voy a salir a
almorzar con Meghan. ¿Quieres venir con nosotras?
Abro la boca para negarme, pero la cierro. Actuar como una solitaria en
esta ciudad cuando acabo de mudarme sería dejar que mis emociones
dominen mi mente, y eso no puede ser. Así que podría dedicar algo de
tiempo a conocer la ciudad de nuevo. Nunca se sabe cuándo puede ser útil
cierta información.

—Claro, gracias.

Ella sonríe y se encoge de hombros, guiando el camino hacia la cafetería


que está a unos metros del edificio. Unas cuantas motos pasan junto a
nosotros, los conductores la saludan y ella se los devuelve, mientras
contengo una sonrisa.

Me había olvidado de la cortesía de todo el mundo con los demás en este


lugar; en las grandes ciudades, todo el mundo se mueve casi siempre de
forma tan borrosa que nadie te presta mucha atención. Puedes vivir en el
mismo apartamento durante años y no saber nada de tus vecinos.

Lo cual me parece bien, pero hay algo en la calidez de este lugar que
siempre me toca la fibra sensible.

—Me encanta este lugar, no solo porque está como a dos minutos de mi
trabajo, sino porque Marta tiene las mejores tortitas de todo el maldito
mundo. —Como he viajado por todo el mundo, estoy totalmente de
acuerdo con esa afirmación.

Una vez que estamos dentro del pequeño establecimiento, el olor a


azúcar y canela entra en mis fosas nasales y mi estómago gruñe mientras se
me hace la boca agua solo de recordar cómo se deshace la masa de este
lugar en mi lengua.

Sam me da un codazo en el hombro.


—Te dije que tenía las mejores tortitas. —Luego mira alrededor del
local, que está abarrotado con unas quince personas, pero bien podrían ser
cien, ya que la cafetería tiene unas diez mesas y una amplia sala en la zona
del mostrador a pocos metros.

Dos de las camareras se apresuran a hacer los pedidos y llevárselos a los


hambrientos clientes. Hay ruidos fuertes por todas partes, desde los platos
que chocan entre sí hasta las fuertes discusiones sobre la última temporada
deportiva, que aquí no se acaba nunca.

Sam mueve la cabeza de un lado a otro, examinando cada mesa, y luego


saluda a la mujer de cabello oscuro que se sienta junto a una mesa cerca de
la ventana, hojeando una revista.

—Vamos. Meghan está aquí.

Ah, sí.

La belleza morena que solía ser popular entre los chicos en el instituto,
no solo por su aspecto sino también por su inteligencia. Era un amor de
pies a cabeza, así que me desconcertó que se casara con Aaron, que era un
imbécil incluso en el instituto.

Al menos consiguió su gimnasio.

—He traído una acompañante —dice Sam, dejándose caer en la silla


para que yo elija la que está enfrente de la ventana y así tener una visión
clara de las dos mujeres.

—Hola. Espero que no te importe —me dirijo a Meghan, y ella resopla.

—¿Importar? Chica, me has salvado del dragón. Puedes almorzar con


nosotros hasta el día de tu muerte. —Espera un poco antes de añadir—:
Que espero que sea en un futuro muy, muy lejano.
—¿Dragón? —pregunto sorprendida y doy las gracias a la camarera que
nos da los menús, desapareciendo entre las mesas—. Ah, te refieres a
Patricia. —Me río un poco ante esto, pero de nuevo no estoy segura que
una criatura mítica tan hermosa deba ser comparada con ella.

—La única. Estaba empeñada en comprar ese lugar para su gimnasio de


élite. —Hace comillas con los dedos—. La gente lo esperaba con
impaciencia. No todo el mundo habría podido permitírselo, pero mis
clientes más rentables habrían ido allí.

Sam apoya su mejilla en la palma de la mano.

—Sí, fue un movimiento de mierda.

Meghan pone los ojos en blanco.

—Fue una jugada de Patricia. —Me mira—. Lo siento. Por lo que sé,
podría ser tu nueva amiga.

Mis cejas se fruncen ante esto, pero es entonces cuando Marta, la dueña,
se acerca, poniendo las dos manos en las caderas mientras ladea la cabeza
y me estudia.

—Qué bonita eres. —Me da unas palmaditas en la cabeza mientras me


quedo sentada, decidiendo que ella puede guiar el espectáculo.

Marta tiene ya más de ochenta años, así que tiene esa tendencia a tratar a
todo el mundo como niños traviesos.

—Supongo que querrán su comida normal, y tú —me dice—, tendrás


tortitas especiales con sirope de fresa. —Ambas mujeres gimen, y ella les
hace un gesto con el dedo—. No, las dos no lo tendrán. —Y con eso, se va
a saludar a otros invitados.
—¡Seguro que sabes guardar rencor! —Meghan grita tras ella y luego
me explica—: Durante nuestro último año, vinimos aquí con toda la clase,
y una cosa llevó a la otra… y derramamos el maldito jarabe de fresa por
todas partes. Desde hace diez años, no se lo sirve a nadie de nuestra clase.

Oh, lo recuerdo.

Nuestro castigo había sido limpiar el lugar después del colegio durante
dos meses seguidos, y curiosamente nadie se quejó nunca, quizá porque
Marta era querida por todos.

—Así que tienes grandes planes para este estudio, ¿eh? Cole nos lo dijo.
—Más bien Cole se lo dijo a su hermana y ella se lo contó a toda la ciudad;
su familia nunca pudo mantener sus trampas cerradas.

Mi estado de ánimo se deteriora al instante al recordar mi estudio, y


clavo el tenedor en las tortitas que la camarera acaba de ponerme delante.

Meghan frunce el ceño, así que Sam le explica:

—Eudard le dio una citación sanitaria, así que no puede hacer nada con
ella durante una semana, en el mejor de los casos.

—Dios mío, tienes que estar bromeando. —Entonces enfoca sus ojos
azules hacia mí—. Nunca hace eso. —¿Todo el mundo me va a señalar
eso? ¡Ya me siento tan jodidamente especial! —. Debe estar loco por ti.
Seguramente no le gustó que todo el mundo se fijara en ti en la iglesia.

Mis mejillas se calientan por alguna maldita razón, aunque ese era el
efecto que buscaba para empezar.

—Si te invita a salir, di que sí. —Sam se acerca más, bajando la voz—.
Pero di que no a Cole, Ralph, Frank o Ethan. Esos tipos son malos.
Parpadeo ante esto, porque ¿no salieron todas con esos chicos en el
instituto?

Sin Cole, por supuesto.

Ni siquiera me molesto en preguntar cómo saben que esos chicos me


quieren, porque una vez más esta es una ciudad pequeña. Me sorprende
que nadie esté gritando que tengo una aventura con Ralph con la pobre
Patricia llorando en casa.

Pero, de nuevo, aún no han pasado veinticuatro horas desde la comida en


su casa, así que el rumor sigue siendo una gran posibilidad.

—No pienso salir con nadie —respondo finalmente. Gimo cuando el


primer sabor de las tortitas mezcladas con sirope golpea mi lengua y luego
lo bajo con té—. Además, Ralph está casado.

Meghan resopla ante eso, pero no da más detalles, y siento que hay una
historia. Interesante.

—¿No estás de acuerdo conmigo?

—Mira, ¿puedo ser sincera contigo?

—Meghan… —El tono de Samantha se vuelve cauteloso cuando lanza


una mirada a Meghan, pero su amiga no le presta atención.

—No me importan los cinco fundadores y sus reglas. Es una recién


llegada y es mi deber decir la verdad. —Apoya su espalda en la ventana,
rodea con la boca la pajita de su bebida y la mastica—. Esos tipos son
malas noticias. Vives en la casa de los Griffin, ¿verdad? —El tenedor de
tortitas se detiene a medio camino de mi boca—. ¿Conoces la historia de
esa casa?

—Sí.
—Genial. De todos modos, en esa época pasaron cosas y sus nombres se
mencionaron mucho en susurros.

—No sabemos qué pasó realmente —dice Samantha y me dedica una


sonrisa tranquilizadora—. Así que hablar de esto no tiene sentido.

—Bien, para ser justos con todos los implicados, no lo sabemos y no


tenemos pruebas. Créeme, soy la última persona que juzgaría a alguien
basándose en un rumor. —Se pone la mano en el pecho—. Pero Arianna
Griffin, era la chica más dulce de la ciudad. Una princesa de hielo. Era
voluntaria en el refugio local; imagina cualquier buena acción y adjunta su
nombre a eso. Si ella reclamaba algo, entonces tenía que tener mérito.

—Pero una vez más, no tenemos pruebas. —Samantha enfatiza la última


palabra y le acerca el plato a Meghan—. Cómete el brunch, chica, porque
tienes que ir a trabajar pronto. —Qué manera tan educada de hacer callar a
alguien, pero no puedo evitar reflexionar sobre sus palabras.

Pensaba que la ciudad se creía las mentiras con facilidad y que nadie las
cuestionaba, pero por su extraña reacción, no es así.

Sin embargo, no tengo tiempo de pensar en ello, porque siento que una
sombra cae sobre nuestra mesa, y una voz melódica y a la vez mordaz nos
envuelve, haciéndome daño en los oídos por el disgusto que resuena en
ella.

—¿No es esto acogedor? —Patricia habla, y nuestras miradas se


encuentran. Ella sonríe alegremente, apoyando su mano en el respaldo de
mi silla—. Te he buscado por todas partes para disculparme por lo de ayer.
—El incidente debe haberla asustado para que haya decidido disculparse
personalmente—. Tengo una invitación para un baile mañana que estoy
organizando. Para los pobres niños, por supuesto. Esperaba verte allí a
pesar del aviso tardío. No todos tienen ese privilegio. —La única razón por
la que quiere invitarme es por lo que pasó con Dorothy y mi personaje algo
famoso.

—Sí, si el equipo de fútbol está formado por niños pobres, entonces yo


soy una bailarina —se burla Meghan, pero Pat la ignora, el fuego de la
molestia en sus ojos es el único indicio de sus emociones.

—Pero veo que tienes otras compañías, así que no quisiera apartarte de
ellas. —Otra sonrisa brillante y me lanza un beso—. Que tengas un buen
día, Cassandra. —Su tono implica que me desea cualquier cosa menos un
buen día.

Una vez que se ha ido, Samantha me lanza una mirada de culpabilidad.

—Lo siento.

—Sí, puede que ya no sea tu amiga.

Me encojo de hombros, sin preocuparme lo más mínimo.

Cortejar la amistad con ella nunca fue parte de mi plan. Solo quería estar
lo suficientemente cerca de ella para tener acceso a Ralph y a sus secretos
más oscuros.

Y de alguna manera creo que los encontraré en el baile al que Eudard me


ha invitado.

—En mi opinión, es un buen momento —dice Meghan y luego mira su


reloj, saltando de su asiento y arrojando algo de dinero sobre la mesa—.
Tengo que irme. Pronto llegará mi primer cliente. Encantada de conocerte,
chica, y cuando necesites una noche de chicas, pásate por mi gimnasio.
Créeme, puede que lo necesites si la zorra de aquí quiere hacer de tu vida
un infierno. —Me da un ligero beso en la mejilla, hace lo mismo con Sam
y nos deja solas.
No sé cómo diablos no tengo un latigazo cervical por todo lo que ha
pasado hoy. Lo último que me imaginaba era estar comiendo tortitas con
dos mujeres a las que apenas conozco y que me dan noticias sobre algo del
pasado.

Pero, ¿importa?

Patricia es la anfitriona de esa preciosa fiesta suya y Eudard me ha dado


un ultimátum que no podía rechazar.

Bienvenida de nuevo al instituto.


Eachann

Paseando por el jardín de la iglesia, saludo con la cabeza a todos los


niños correteando por el lugar y a gente trabajando, mientras aprecio la
belleza de la naturaleza que rodea este lugar que tiene un efecto tan
tranquilizador para los demás.

Por ejemplo, uno de los rosales fue plantado por niños de acogida que
querían dar algo que floreciera y diera esperanza que fuera posible
encontrar belleza en cada momento.

La iglesia no consiste únicamente en rezar y encontrar a Dios como


muchos creen, al menos no para mí. Es una cierta energía que debería
ofrecer siempre comprensión y cobijo a todas esas almas perdidas que
vienen en busca de ayuda.

Pero a veces también se convierte en el lugar de sus mayores pesadillas.

Sacudiendo la cabeza de todas las cavilaciones vespertinas, me dirijo al


interior y detengo mis pasos cuando veo a Dorothy sentada en uno de los
bancos, con la frente apoyada en el respaldo del otro.

En cuanto me ve, se levanta de un salto y casi corre hacia mí, con las
mejillas manchadas de rímel por las lágrimas. Pequeños sollozos sacuden
su cuerpo, y envuelve sus manos alrededor de mi pecho.

—Padre Eachann, me alegro mucho que esté aquí. —Su abrazo me


quema la piel y el asco se refleja en mi cara, pero tengo que refrenar esas
emociones.

Porque detrás de las paredes de esta iglesia, soy un sacerdote dispuesto a


escuchar a cada pecador, sin importar sus crímenes, y no Eachann
Campbell llorando la pérdida de la hermosa chica que no debería haber
estado en mis pensamientos para empezar.

Fue entonces cuando firmé su sentencia de muerte y también lo hizo


Eudard.

—Dorothy. —La agarro por los hombros y la empujo hacia atrás para
poder estudiar sus facciones, y solo me dan devastación—. ¿Qué ha
pasado?

Ella gime en su puño y luego señala el confesionario.

—¿Podemos hablar allí, por favor? —Mira a su alrededor y encorva los


hombros—. No quiero que nadie me escuche. —Eso es muy poco probable
a estas horas, pero su pie golpea furiosamente el mármol, así que sé que
está nerviosa.

Aunque Dorothy Mitchell ha recibido diferentes nombres a lo largo de


los años, nerviosa no es uno de ellos. Solo una cosa más que Ethan le
regaló en su matrimonio y que no sirvió a nadie más que a él.

—Por supuesto. Pasa. —Rápidamente tomamos nuestros lugares, y


apoyo mi espalda contra la pared de madera mientras ella exhala
pesadamente, su perfil visible a través de la pantalla que nos separa—.
Todo el mundo me dice que vaya a rehabilitación. —Asiento con la
cabeza, aunque ella no puede verme, pensando que es una buena decisión.
Su problema con la bebida ha transformado a esta mujer en una persona
que acepta la mierda de todo el mundo.

Ambos enfoques no son sanos, pero al menos entonces no tenía una


adicción ni perseguía a Ethan como una loca.

—Eso es bueno.
—Todo el mundo cree que es por Ethan, pero… no es así. Lo quiero, de
verdad. —Hay tanto anhelo en su voz que por un minuto siento pena por
ella pero espero que Dios la ayude a guiar su camino—. Pero él no va a
volver a mí.

—¿Por qué bebes entonces? —Si se lo permito, se pasará horas


murmurando sobre él, y no tengo tiempo para eso.

Permanece en silencio durante varios minutos. Oigo crujir sus nudillos y


luego exhala con dificultad.

—Hace casi un año, encontré ciertos cuadros en la caja fuerte de Ethan.


—Me quedo quieto, bloqueando todo y concentrándome solo en sus
palabras—. Necesitaba recuperar ciertos documentos, pero él no me los
daba, así que tuve que ser sigilosa. Esos cuadros… ellos… me
horrorizaron. —Su voz baja—. Estaba Arianna en ellos, y… nunca
imaginé… nunca pensé…

Su respiración se acelera como si estuviera al borde del pánico, así que


le suelto:

—Dorothy.

—Lo siento. —Ella traga saliva y continúa—. Desde entonces, no puedo


dormir sin tener esas imágenes en mi cabeza. Sin pensar en lo que pasó. Lo
que dejé que pasara —susurra, apretando su mejilla contra la pantalla—.
Cuando se enteró, gritó. Me enfrenté a él, por supuesto, y entonces lo contó
todo con detalle. Para que supiera cómo había jugado en esto y nunca
pudiera hablar de esto con nadie.

—¿Los detalles de esa noche? —Aunque sabía cómo había jugado en


todo esto, nunca supe lo que realmente había pasado entonces. Seguía
siendo un misterio para mí, a pesar que todos tenían diferentes versiones de
los hechos.

—Quiero expiar mis pecados, pero creo que es imposible —gimotea,


sonándose la nariz con un pañuelo—. Nunca quise que sucediera; por
favor, créame. Pero esta confesión es la única forma en que puedo hablar
de ello, y necesito hacerlo. Arianna Griffin me persigue por todas partes, y
si no lo comparto con alguien, voy a volverme loca.

Empuñando la mano, entono unas cuantas oraciones para que la furia no


penetre en mis huesos, donde no queda más que el deseo de castigar a los
implicados.

En su lugar, me concentro en mi deber y respondo con un tono suave:

—Cuéntame exactamente lo que pasó.

Y lo hace.

Me rompe el corazón de nuevo.

Por primera vez en mi vida, rezo para que mi hermano escuche esas
palabras y pueda hacer algo al respecto, porque comparado conmigo… no
tiene piedad por ningún crimen.

Un sacerdote podría perdonar. Un loco, sin embargo, te hace pagar por


cada pecado que hayas cometido.

Esta verdad la conozco mejor que nadie.


Capítulo 11

"Los monstruos no existen, Munchkin. Solo en tu imaginación".


Papá solía decirme eso cada vez que lloraba por ellos o corría a su
habitación porque escuchaba ruidos por la noche.
Con el tiempo me detuve, porque creía en sus palabras.
Pero papá estaba equivocado.
Los monstruos existen y se esconden detrás de las más hermosas
máscaras, atrayendo a sus víctimas antes de arrancarles el corazón.
Sin embargo, esas criaturas no son tan peligrosas como los que se
esconden tras la fachada de la amistad.

De los recuerdos de Arianna Griffin…

En el momento en que el coche de Ethan se detiene en el bosque en


tierra de nadie, me quito el cinturón de seguridad y salgo corriendo hacia
el bosque, mis zapatillas golpeando ruidosamente contra el pavimento,
mientras mi respiración ronca sopla en el aire a mi alrededor.

—¡Patricia! —grito en la noche y escucho a Ethan trotar a mi lado, con


una pesada mochila en el hombro, y por un segundo me pregunto por qué
la necesita, pero niego con la cabeza, centrándome en encontrar a mi
amiga intoxicada—. ¡Patricia! —Me envió un mensaje hace unos diez
minutos afirmando que se había adentrado más en el bosque, cerca de la
roca mística ubicada cerca del acantilado.
Hay una abertura entre dos rocas que actúa como un techo sobre ella,
creando un lugar apartado en este hábitat natural, pero todos se
mantienen alejados de ella, porque la leyenda dice que allí han sucedido
cosas horribles.

O tal vez sea solo una historia de mierda que se le ocurrió a alguien
para que los niños no se aventuren allí, ya que el acantilado está a solo
unos metros de distancia y la gente podría morir si no tiene cuidado.

—¡Patricia! —grito de nuevo, y finalmente esta vez llega su respuesta


amortiguada.

—¡Aquí! —Me apresuro hacia dentro, entre las rocas para ayudarla,
pero me detengo en seco cuando no la encuentro sola.

De hecho, está apoyada en una de las rocas, sus pulgares moviéndose


sobre su teléfono, mientras Ralph, Frank, Cole y Dorothy están cerca, sus
miradas fijas en mí.

La música viene de una de los altavoces portátiles junto a los zapatos de


Frank.

¿Qué pasa?

—Pat, ¿estás bien? —Me acerco a ella, y ella levanta su mirada


aburrida hacia mí, riendo.

—Como puedes ver.

Frunciendo el ceño, la examino de la cabeza a los pies, pero no


encuentro señales que esté borracha.

—Me enviaste un mensaje para que viniera aquí.

—Lo hice.
—Dijiste que estabas enferma. —Me giro hacia Ethan, quien camina
lentamente hacia las rocas, con un encendedor en los dedos y colocando
su mochila en el suelo. Se me pone la piel de gallina sin explicación.

¿Se volvió frío aquí de repente?

—¿Por qué me mentiste? —Luego cambio mi atención hacía la gente


que todavía me mira en silencio.

Hay una energía extraña proveniente de Ralph, quien se lame los labios
y se acerca, así que me muevo hacia Pat, evitándolo. Lo último que
necesito es su atención después que Patricia se enojara en la fiesta.

—¿Y qué están haciendo todos aquí? —Patricia se aparta de la pared y


se echa el cabello por encima del hombro, suspirando.

—Decidí ayudarte con tu fantasía. —¿De qué está hablando? —. No hay


necesidad de ocultar tales deseos. —Se inclina más cerca como si quisiera
susurrar algo, pero es lo suficientemente fuerte para que todos lo
escuchen—. Considéralo mi regalo.

—No entiendo. —Nunca antes había visto una expresión así en su


rostro; está desprovisto de cualquier emoción mientras un pequeño
gruñido persiste allí. Sus ojos brillan de placer, mientras chasquea cada
palabra como veneno—. Dorothy encontró la carta que le enviaste a
Eachann. —Ella mueve los dedos hacia la chica y Dorothy agita la carta,
sonriendo burlonamente en mi dirección y encendiendo su cigarrillo—.
Ellos son buenos amigos. ¿Sabías?

Aunque todavía estoy confundida con toda la situación, estoy


momentáneamente sorprendida con esta información. ¿Desde cuándo era
su amiga?
—Él compartió esta carta y le aconsejó que se la diera al chico que la
apreciaría. Verás, Eachann no quería romper tu corazón. Sabía que lo
amabas como a un cachorrito perdido. —Tira de su falda corta y menea la
cabeza—. Es realmente patético que pensaras que uno de los cinco
fundadores estaría contigo. —A pesar que es su cuerpo y su voz, se siente
como una extraña de pie frente a mí, ya que no entiendo nada de lo que
dice.

Es como si la reemplazaran por una gemela malvada, porque ¿cómo


podría no haber visto una naturaleza tan podrida escondiéndose detrás de
su apariencia perfecta?

—A estos chicos sin embargo… —Señala con el pulgar detrás de ella—


… les gusta mucho jugar. Estaban felices de conocer tus fantasías. —Ella
aplaude—. ¿No soy genial por ser tan considerada con todos? —Mira por
encima del hombro a Ralph, quien asiente con la cabeza mientras se
comunican silenciosamente.

¿Desde cuándo tienen algo en común?

Pero luego sus palabras cobran sentido, y aunque soy ingenua, no soy
estúpida.

¿Fantasías y juegos? ¿Quiere decir sexo? ¿Les prometió que tendría


sexo con ellos?

—Nos gusta jugar. —Frank habla por primera vez, avanzando hacia la
luz de la luna, y mostrando su sonrisa siniestra mientras su cabello oscuro
brilla en la noche—. Mucho.

—Yo no le envié ninguna carta. —Finalmente salgo de mi conmoción,


disgustada con todos ellos, pero sobre todo con mi amiga—. Y lo que sea
que quieras jugar, no me interesa. —Rápidamente me giro para enfrentar
a Ethan, que se ha quedado atrás durante todo el intercambio, pero lo veo
enrollándose las mangas de su camisa blanca, guiñándome un ojo—. Por
favor llévame a casa. —No puedo creer que estos chicos hayan terminado
siendo tan idiotas. Durante todo este tiempo en la escuela, nunca se
metieron en problemas serios y no abusaron de su poder con nada más
que unas pocas bromas inofensivas.

Pero ahora me han traído como a una puta que no es lo suficientemente


buena para los cinco hijos fundadores, pero el sexo es un juego abierto
siempre y cuando estén listos para jugar.

Si Eduard estuviera aquí, les patearía el culo hasta el suelo con este tipo
de conversaciones sobre mí.

Me invade una extraña sensación de protección cuando pienso en él y el


recuerdo de sus brazos; con un hombre así, parece que ningún peligro
jamás me tocaría.

Con él a mi lado, ni siquiera su gemelo se atrevería a hacerme daño.

—No lo creo, niña bonita —responde Ethan, sacándome de mis


pensamientos y llevándome a mi espantosa realidad—. No hay necesidad
de ser tímida. Estamos aquí para cumplir todo lo que escribiste.

¡Ay Dios mío!

Me lanzo a un lado, queriendo huir de las rocas y gritar por ayuda,


porque seguramente hay alguien ahí afuera.

Pero unas manos fuertes envuelven mi cintura por detrás mientras


Ethan me empuja hacia las rocas y me levanta cuando me giro
violentamente, gritando:
—¡Déjame ir! —Pateo mis piernas hacia adelante y hacia atrás
mientras tiro de las manos, pero Frank ni siquiera se mueve bajo mi
asalto.

—Mira su resistencia —dice Ralph, poniéndose frente a mí y agarrando


mi barbilla mientras trato de soltarme de su agarre, pero no me deja—.
Como en su carta. —Hay tanto asombro en sus palabras, como si estuviera
tan orgulloso de mí—. Léelo para nosotros, Cole. —Por un momento,
olvidé que estaba entre ellos, pero luego se da la vuelta para que pueda
verlo mejor y la repulsión se apodera de mí.

—Bastardo —le grito, pero él se encoge de hombros, resoplando


exasperado.

—No tienes por qué avergonzarte por esto, Arianna. Las fantasías
sexuales son con lo que todos vivimos.

—Con esta nota, nos iremos mientras ustedes se divierten —anuncia


Patricia, entrelazando su brazo con el de Dorothy, quien le sonríe feliz.

Finalmente encontró su aceptación, y supongo que alimentarme con los


lobos vale la pena.

—Ayúdame —le suplico, sin importarme mi orgullo, porque estos chicos


me harán daño—. Por favor, ayúdame —Le suplico de nuevo, pero el
rostro de Dorothy permanece inexpresivo, y levanta la barbilla en alto,
suspirando con disgusto.

—Esto es tan aburrido. Decídete, amor. Somos generosas esta noche,


pero no lo seremos todo el tiempo. —Y así, se alejan, el sonido de sus
tacones crujiendo las hojas bajo sus pies es la única señal que han estado
aquí.
—¡Al fin solos! —Ralph grita y atrapa mi barbilla entre sus dedos,
acercando nuestras bocas, todo mientras Frank me detiene, clavando sus
dedos con dureza en mis caderas mientras algo presiona detrás de mí.

Dios mío, es su erección.

¿Mi resistencia inspira su excitación?

Mi mente busca desesperadamente una solución a esta pesadilla, pero


no llega. Huir de cuatro de ellos es casi imposible en la situación actual, y
esperar un rescate es la única opción mientras detengo sus avances tanto
como es posible.

Eduard.

Le había enviado un mensaje de texto y lo llamé; seguro que revisará


cómo estoy y vendrá al rescate por mí. Eudard me salvará de esto. ¿No me
había dicho que soy suya y de nadie más?

¿Ser suya no implica su protección?

Pero no tengo tiempo para pensar en eso mientras una boca húmeda me
besa, cerrando mis labios en esta prisión mientras me retuerzo de su
agarre. Quiero quitármelo, pero su otra mano agarrando mi cabello no me
deja. Intenta meter la lengua en mi boca, pero no la abro, apenas
controlando el reflejo de vomitar sobre él, pero me muerde el labio
dolorosamente, y me sale sangre y gimo, tragando saliva.

Encuentra la abertura y me ataca con dureza. Mientras hago todo lo


posible para patearlo, pero apenas lo muevo. Sus piernas son demasiado
musculosas para sentir incluso el escozor, y mucho menos el dolor.
Se quita, respirando pesadamente mientras sus ojos brillan de emoción,
y con su pulgar se limpia la sangre de sus labios y gime, ajustando su
polla.

—Joder, toda la espera por ti ha valido la pena en este momento —


susurra, dándome otro beso antes de dar un paso atrás—. Cole, lee la
maldita carta, así no nos perderemos nada.

Cole se aclara la garganta, me muestra una sonrisa y me guiña un ojo


como si estuviera haciendo algo increíble. ¿Cómo puede una persona
engañarse tanto o permitir que una chica sufra tanto?

¡Ninguno de ellos puede llamarse a sí mismo hombres!

—Eachann, te estoy escribiendo esta carta, porque estoy perdidamente


enamorada.

—Llega al punto. No necesitamos toda la mierda del amor. —Ethan


agita la mano, deteniéndose frente a mí mientras palmea mi cabeza y
presiona su boca contra la mía, lamiendo alrededor de mis labios y
gimiendo—. Ah, pero eres dulce.

—¡No me toques! —grito, dándole una bofetada en la mejilla, pero


rápidamente toma mis manos y las aprieta entre las suyas, rompiendo uno
de mis dedos.

Mi grito agonizante llena el espacio, y el dolor viaja desde mi palma


hasta mi hombro, despertando cada nervio en mí mientras Ethan maldice.

—Joder, no era mi intención.

Ralph lo aleja y lo empuja con tanta fuerza que termina en el suelo.

—¿Qué carajo, hombre? ¿Ni siquiera empezamos y ya estás rompiendo


nuestro juguete? —Inspecciona mi dedo, moviéndolo de un lado a otro
mientras las lágrimas corren por mis mejillas, pero se encoge de
hombros—. Ningún daño ha sido hecho. Te lo prometo hermosa, una vez
que hayamos terminado contigo, no habrá nada más que placer para ti. —
La forma en que lo dice realmente implica que todos están delirando y
creen que quiero lo que está escrito en esta carta.

Su voz tranquilizadora sería bienvenida si él no fuera la fuente de mi


dolor y miedo en primer lugar.

—Ralph, por favor —murmuro entre lágrimas e hipo, decidiendo tomar


un enfoque diferente a esto. ¿Quizás si saben que no estoy fingiendo,
estarán tan aterrorizados como estoy yo?

—Yo no escribí esa carta. No quiero esto —suplico con todo mi ser,
presionando mis palmas juntas como en oración, a pesar de la agonía de
mi dedo—. Les ruego, créanme. No quiero esto. Por favor, no me hagan
esto. ¿No ven lo espantoso que es esto? ¿Cómo no lo quiero?

¿Cómo están a punto de violar a una chica basándose en una carta que
ella nunca escribió en primer lugar?

Ralph y Ethan hacen una pausa, la indecisión cruza sus rostros, y


comparten una mirada, moviéndose incómodos, contemplando mis
palabras. Debo estar llegando a ellos.

—Yo nunca…

—Tengo esta fantasía de tú y yo, solos en el bosque. La tierra de nadie.


Donde me llevas al acantilado y entre las rocas me haces tuya —
interrumpe la voz de Cole, leyendo la maldita carta de nuevo—. Pero no
de una manera suave, no. Quiero que me lleves a la fuerza, besándome y
tocándome todo mientras digo que no. Mostraría resistencia y te
suplicaría que me dejaras ir. Diría que no lo quiero, que nunca te lo he
pedido, pero secretamente quiero que continúes.

No.

No no no.

En el momento en que lee esas palabras, sella mi destino, porque los


chicos se sonríen con aire de suficiencia y se quitan la camisa, listos para
cumplir con todo lo que dice esta carta.

Y en esto, destruyéndome para siempre.

Mis gritos resuenan en la noche cuando Ralph me agarra por los


hombros y me tira al suelo donde aterrizo dolorosamente con un ruido
sordo, con cuatro chicos mirándome con expresiones lujuriosas.

¿Y en lo único que pienso?

Eudard, que tiene que venir a ayudarme.

Él me ayudará pase lo que pase.

Oh, qué estúpida había sido.

Si tan solo hubiera conocido a los hermanos Campbell y de lo que eran


capaces… nunca me habría molestado en tener esperanza.
Cassandra

Tomando una respiración profunda, levanto las solapas de mi vestido y


subo lentamente las escaleras hacia la casa de Patricia, guiñándole un ojo a
James en mi camino, quien me mira desconcertado y rápidamente revisa la
lista de invitados, el pánico grabando sus rasgos.

Quiero acercarme a él y calmarlo, pero no hay tiempo para eso.

Con un último saludo a Liza, quien vino a recogerme hace veinte


minutos, acelero mis pasos, permitiendo que mis tacones negros de veinte
centímetros hagan clic, y anuncien mi llegada a la pareja que está parada
junto a la entrada de la terraza, con sus enormes sonrisas en su lugar,
saludando a sus invitados.

Como es un baile, han movido la entrada al gran salón con la terraza,


que se abre a la vista de su magnífico jardín. Su salón de baile es
espacioso, con una lámpara de araña colgando arriba, iluminando la
habitación como mil velas, lo que crea una atmósfera de cuento de hadas.

Dado que la puerta conduce al jardín, dos escaleras rodean la entrada


cerca de la estatua de Venus, justo en el medio de la fuente que rocía agua
generosamente; el sonido tiene la capacidad de calmar a cualquiera.

Cualquiera menos a mí.

Patricia se inclina para saludar a Karen, quien entró delante de mí, y no


me ve hasta que levanta la mirada. Se congela, sus pendientes de diamantes
colgando de sus orejas, mientras su sedoso vestido dorado pierde su
atractivo en contraste con su retorcida expresión de disgusto.
—Cassandra —dice, y Karen mira por encima del hombro, sus ojos se
agrandan, pero se muerde el labio y entra con su marido, que le presiona la
mano en la espalda.

Claramente, Patricia ya me ha vetado.

Es realmente gracioso cómo la gente adulta desea tanto de su


aprobación. Tal vez si hubieran ignorado su culo mimado, entonces no se
habría salido con un montón de mierda a lo largo de los años.

—Cassandra, qué agradable sorpresa. —Ralph comienza a moverse en


mi dirección, pero la mano de su mujer en su codo lo detiene.

—No fuiste invitada. —Su voz es fría y una leve sonrisa toca sus labios
mientras agita su mano en un gesto despectivo—. Así que te aconsejo que
te vayas a casa antes que alguien vea tu humillación. —A juzgar por su
tono, le encantaría que no la escucharan y experimentara el escrutinio de
alguien.

Maldiciendo mentalmente a Eudard por arrastrarme a este lío y no tener


la ventaja en la situación con Patricia, abro la boca para responder, pero
una voz profunda que está detrás de mí, me gana. A continuación, una
mano fuerte se envuelve alrededor de mi cintura y un calor instantáneo
viaja a través de mí, calentando cada hueso de mi cuerpo.

—Ella está conmigo. —Por un segundo, el aire abandona mis pulmones


por la intensidad de su presencia, pero mantengo intacta mi pequeña
sonrisa, volviendo la cabeza hacia él, pero su atención permanece en
Ralph—. Así que hazte a un lado. —Repite el gesto de Patricia y sus labios
finos—. Antes que alguien vea lo dispuesto que estás para besarme el culo
para que esté aquí. —En este punto, la anfitriona casi vibra de ira y se pone
roja. Apenas aguanto la risa, porque no estoy segura de querer hacer una
escena.
Todavía no.

Ralph asiente con la cabeza, apretando el hombro de su mujer,


indicándole claramente que se calle, y señala la entrada.

—Bienvenido. Siempre nos alegramos de verte, Eudard. ¿Quizás


podamos hablar sobre el trato más tarde? —Esperanza enlaza su pregunta y
mis cejas se fruncen ante esto. ¿Qué tipo de negocio pueden tener juntos?

Que yo sepa, la familia de Ralph posee varias acciones de cinco


compañías fundadoras diferentes, pero eso es todo, ¿a menos que él tuviera
las riendas de la compañía de Patricia? Pero de nuevo, dudo que sus padres
lo hubieran permitido. Son los únicos que todavía viven aquí en el lado
costero de la ciudad.

Irónicamente, fueron los únicos que ofrecieron ayuda a mis padres, y


prometieron investigar todas las denuncias, incluso si eso significaba que
su hija era culpable. Estaban horrorizados por lo que me sucedió y la
actitud despreocupada de todos hacia mi dolor. Creo que fueron los únicos
padres que alguna vez nos mostraron amabilidad sin arrojarnos su posición
en la cara también.

Entonces, a pesar de mi odio por Pat, tengo un profundo respeto por sus
padres.

—Lo dudo —responde Eudard, colocando su mano en mi espalda baja,


quemándome con ella, y me empuja en dirección a la puerta—. Planeo
divertirme esta noche. —Y antes que pueda parpadear, estamos adentro,
recibidos por los sonidos de la música, las voces y el tintineo de la
porcelana haciendo eco en el espacio.
Noto que varias personas miran en nuestra dirección, sus bocas se abren
al ver a Eudard a mi lado, pero mi atención está en Ethan, quien nos mira
con incredulidad mientras una mujer sigue hablando sin parar.

¿Esperaba que llorara en casa, lamentando la pérdida de su compañía?

La reacción de Cole no es mejor. Toma una copa de un camarero que


pasa y la traga rápidamente, frunciendo el ceño.

De acuerdo, en el lapso de cinco minutos, me las he arreglado para


enojar a casi todos de los que planeaba vengarme. No es exactamente así
como lo imaginé, pero quería acelerar el proceso.

No puedo ser su enemiga hasta que conozca todas sus debilidades, que
pueden ser usadas para destruirlos de una vez por todas, para que no
contaminen el aire que todos respiran.

Solo Frank se ríe de nosotros, apoyado en la pared. A pesar que mostró


interés en la iglesia, no recibí ninguna otra vibra de él además de
curiosidad. Pero es un hombre soltero, y un nuevo regalo llegó a la ciudad,
lo que casi nunca sucede. ¿No debería al menos sentirse tentado?

¿A menos que haya alguien aquí a quien se esté tirando? Según los
informes que tengo sobre él, ha salido casualmente con varias mujeres a lo
largo de los años, pero nunca ha tenido una sola relación estable. También
prefirió gastar su herencia dedicándola a la ciencia y los laboratorios. Pero
una vez más, se quedó aquí en esta ciudad, sin siquiera molestarse en viajar
por el mundo.

Descarto el pensamiento por ahora, porque tengo asuntos más


importantes de los que ocuparme.

Como el maldito alcalde de la ciudad mostrándome frente a todos como


su último juguete.
—Apreciaría que me liberaras de tu agarre mortal —digo entre dientes,
sonriendo alegremente para todos.

—Me gustas bastante en mis brazos. —Se inclina más cerca susurrando
en mi oído—: Muestra a todos a dónde perteneces sin que tenga que
decirlo. —La molestia se apodera de mí, y giro la cabeza hacia él, nuestros
labios a centímetros de distancia, mientras sus piscinas verdes me perforan
como si estuviera memorizando cada uno de mis rasgos—. Además, te ves
impresionante esta noche. —Da un paso atrás, envolviendo mi palma en la
suya y llevándola a sus labios, dándole un suave beso—. La mujer más
hermosa del salón.

Por un momento, estoy congelada en el lugar, disfrutando de sus


palabras que me calientan de adentro hacia afuera y me dejan a solas con
él. A lo largo de los años, he visto interés y deseo en las caras de los
hombres, lo suficiente como para saber que encontraron atractiva esta
versión de mí. Pero mientras sus miradas no trajeron más que repulsión, la
suya, me hacen anhelar las cosas que prometí evitar.

Al menos hasta que mi venganza esté resuelta.

Su pulgar frota mi mano como si estuviera leyendo mi mente, y me


pregunto qué hubiera ocurrido si esa noche nunca hubiera sucedido.

¿Habríamos ido juntos al baile de bienvenida y hubiéramos formado una


relación diferente?

¿Nos habríamos convertido en una pareja que hizo todo juntos como los
chicos normales de diecisiete años?

¿Habríamos ido a la misma universidad y habríamos sido idiotas


enamorados? ¿O habríamos roto en algún momento y tendríamos buenos
recuerdos el uno del otro por el resto de nuestras vidas?
No tengo respuestas para esas preguntas, porque los habría no traen más
que dolor, pero sé una cosa.

Podría haberlo amado y haber sido suya en este mundo que ha sido tan
cruel conmigo. Y en este momento, por una fracción de segundo, la
devastación me penetra ante la perspectiva de nunca tener la oportunidad
de experimentarla.

Y ahora es demasiado tarde.

Nunca podremos ser una pareja que se ame, y él no pertenece a mi


oscuridad.

No, mi oscuridad es para siempre mía, al igual que el dolor que está
unido a cada respiración que doy.

Sacudiendo la cabeza por la niebla que me ha arrojado, levanto mi


barbilla.

—Deberías saberlo. —Sin pensar mucho en ello, todavía sosteniendo su


palma, hago un giro impecable con toda la gracia de una bailarina, con mi
vestido sedoso que refleja la luz de la lámpara de araña sobre nosotros.
Alguien jadea en el fondo y el zumbido a nuestro alrededor se calma, pero
no prestamos atención a eso mientras nuestras miradas chocan en un dúo—
. Tú elegiste el vestido, después de todo. —El vestido de fiesta rojo con
hombros descubiertos está hecho de la seda más fina y gasa con una falda
en capas que da un aspecto majestuoso pero femenino y resalta mis
atributos. Mi cabello cae por mi columna vertebral en gruesas ondas. Los
guantes de encaje completan el estilo, dándome un aspecto misterioso pero
hermoso.

Una emoción cruza sus ojos, pero se va tan rápido que no la capto; la
única indicación que queda de ella son sus dedos que aprietan con más
fuerza los míos, y él responde casi acariciándome con la suavidad de su
tono, que envía la conciencia a través de todo mi cuerpo.

—Siempre se trata de la mujer del vestido, no al revés. —Me arrastra


más hacia el salón de baile, justo en el medio, mientras la gente se dispersa
a los lados, convirtiéndonos en el centro de atención.

Aunque en este punto probablemente lo somos, ¡incluso si nos


quedamos en la maldita esquina!

Los músicos están a unos pocos metros de nosotros, tocando suavemente


su música clásica que flota por la sala, pero se detienen cuando nos ven,
sus miradas interrogantes se lanzan entre Eudard y yo.

—Me imagino que si estamos dando un espectáculo a todos, también


podríamos comprometernos.

—¿Que se supone que significa eso? —Pero él ya está chasqueando los


dedos a la banda como si estuviera en mando silencioso, y la música
cambia, recordándome esas lecciones de vals que mi coreógrafo
universitario nos hizo hacer cuando nos enseñaba diferentes estilos de
bailes.

Debe estar bromeando.

—¿Quieres que bailemos delante de todos? —siseo cuando su brazo


envuelve mi cintura y su palma agarra la mía, levantándola un poco para
que estemos en la pose perfecta.

—Es el baile de los Browns. Es una tradición.

Mis cejas se fruncen ante esto, porque esta tradición no existía hace diez
años.
Pero, por supuesto, la gente se reúne lentamente en el círculo, las parejas
se abrazan y el director que está al frente golpea con su batuta. La música
aumenta de volumen a medida que el violín se mezcla con el piano.

Y luego Eudard da un paso adelante, así que no me queda otra opción,


que dar un paso atrás, mientras nos hace girar en un vals junto con otras
diez parejas haciendo lo mismo, moviéndose en círculos. Mi espalda está
rígida, con mi cuello elegantemente expuesto mientras dejo que la música
me bañe, mi cuerpo zumba con la emoción familiar y el deseo de actuar.

Agarrando mi cintura, sus dedos tamborileaban en mi espalda, antes de


hacerme girar hacia un lado, y frunzo el ceño cuando todos hacen lo
mismo, dándome cuenta que es una especie de coreografía.

Entonces, ¿no es un vals después de todo?

Las damas agarran sus faldas, mientras giran bajo la mano de su pareja,
y luego abriendo sus manos, presionándolas contra las manos de sus
parejas. Mientras sostengo la intensa mirada de Eudard, nos rodeamos
antes que me vuelva a envolver en sus brazos.

—Podrías haberme advertido sobre la coreografía —le digo, la


acusación acompañando mi tono, y él solo me guiña un ojo antes de
hacerme girar de nuevo, y con un grito ahogado, termino en otro par de
brazos.

Mi cuerpo se enfría cuando veo la expresión juvenil de Cole mientras


nos gira, y enseguida me levanta un poco antes de volver a colocarme
suavemente.

—Pensé que no tendría la oportunidad de hablar contigo esta noche —


dice, mientras bailamos en círculos nuevamente—. Eudard ha estado
acaparando tu atención.
—No sabía que te gustaba bailar. —Ignoro su declaración, burlándome
un poco con él, y sus ojos se iluminan de alegría, sus mejillas enrojecidas.

—Habíamos aprendido este baile para el baile de graduación. —Me


duele el corazón porque me imagino que todos se divirtieron allí.

Graduándose sin preocupaciones en el mundo mientras yo...

—Esto explica la excelencia de todos al bailar entonces —respondo, y él


abre la boca para decir algo, pero luego suspira con decepción mientras
levanta la mano, haciéndome girar en los brazos de Ethan, quien me atrapa
rápidamente, sin perder el ritmo de sus pasos.

—Hola, hermosa —me dice, y casi me echo a reír con esto, pero en
lugar de eso, solo asiento con la cabeza—. Te ves impresionante esta
noche. —Sin embargo, el cumplido en sus labios no tiene ningún atractivo
para mí, mientras que su olor molesta mis fosas nasales, exigiendo que
huya de él.

—Gracias. —Una vez más giramos hacia el centro, moviendo nuestros


vestidos mientras rodeamos a nuestras parejas, y Ethan aprovecha esa
oportunidad para hablar conmigo—. Me sorprendió verte con Eudard de
todas las personas. —Aunque su tono se mantiene neutral, detecto rastros
de molestia—. Ten cuidado con él —me advierte, y adopto una expresión
de asombro, probablemente la preocupación se apodera de mi rostro.

El alivio destella en su mirada ante mi reacción, así que se explica.

—Es un hombre peligroso.

—¿Ah sí? —Bailamos de nuevo, y pongo mi mano sobre su hombro,


deslizándome sin problemas por el suelo, captando rápidamente todo este
alboroto de baile.
Apretando un poco mi palma, se inclina hacia adelante, bajando la voz,
pero para beneficio de quién, no lo sé. De todos modos, a nadie le importa
una mierda nuestra conversación.

—¿Sabes que su apodo es Madman?

Batiendo mis pestañas, jadeo un poco, y esta reacción es suficiente para


que siga adelante. Pero a juzgar por los movimientos, vamos a cambiar de
pareja pronto.

—Las mujeres no tienen capacidad de permanencia en su vida. —La


información pica, porque implica que hay mujeres en su vida, pero niego
con la cabeza, no queriendo que él vea cómo me afecta esta información.

¿Qué esperaba de todos modos? ¿Que viva como un monje y no mire a


otras mujeres solo porque nos enredamos una vez en el pasado?

—Ah, ¿y lo hacen en la tuya? —Ethan parpadea ante esto, así que


endulzo mi voz mientras susurro—: Me imagino que es como si la olla
llamara a la tetera negra, ¿no crees?

—No entiendes…

—No hay necesidad de advertirme, Ethan. Yo tomo mis propias


decisiones. —Puede que lo odie, pero mi interés por Eudard alimentará su
deseo de conquistarme.

Saltando directamente a mi sedosa telaraña que lo atrapará fácilmente


antes de su muerte.

—Cassandra… —Lo que sea que quiera decir se pierde para mí mientras
me gira y termino en otro par de brazos, la calidez me rodea junto con un
conjunto de músculos duros que se hunden bajo mi toque, porque no
esperaba ser jalada tan ferozmente.
Sin embargo, junto con él viene el capullo de protección, lavando esos
otros toques que perturbaron mi cordura más de una vez. En su aroma,
puedo tomar el sol durante horas y no sucumbir a mis pesadillas, sino
recordar algo hermoso.

Eudard me balancea de lado a lado, cogiendo mis dedos y jalándome


hacia él antes de levantarme y repetir la vuelta, y ahí es cuando la música
finalmente se apaga, las últimas notas resuenan en el espacioso salón
mientras la gente nos aplaude por una actuación increíble.

Su agarre en mis caderas se aprieta cuando me coloca en el suelo,


deslizando mi cuerpo sobre el suyo, nuestro aliento mezclándose mientras
ambos jadeamos, necesitando un respiro.

Su mirada permanece pegada a mí, y traza mi mejilla con su dedo, y


estoy demasiado hipnotizada para reaccionar o recordar dónde estamos.

—No lo entienden.

—¿No entienden qué? —pregunto confundida, todavía en el noveno


cielo, porque su sola presencia tiene la capacidad de borrar todas las malas
emociones.

Se inclina más cerca, echando mi barbilla hacia atrás, su boca


imposiblemente cerca de mí mientras murmura, su voz ronca penetrando
en mí como un afrodisíaco.

—Que me perteneces. —Y luego sus labios capturan los míos para que
todos lo vean, su pulgar en mi barbilla presionando dolorosamente,
haciéndome jadear para que pueda empujar su lengua dentro, rozando la
mía, enviando un disparo de deseo a través de mí.

Le doy un puñetazo en la camisa, queriendo alejarme de él, pero en lugar


de eso, arqueo la espalda para darle un mejor acceso a mí, para que pueda
profundizar el beso, y por un segundo, me dejo llevar por la sensación de
estar en sus brazos, su toque despertando las necesidades dormidas dentro
de mí que no habían salido en diez largos años.

Mis labios aprenden los suyos de nuevo, encontrando el familiar ritmo


apasionado que solo él inspira. Se me pone la piel de gallina. El calor de
mi sangre despierta cada pelo de mi cuerpo y el placer viaja desde los
dedos de mis pies hasta mi coronilla.

Su mano viaja lentamente hacia arriba, entrelazando mi cabello antes de


tirar de él con fuerza, y un gemido se me escapa, mientras el mundo
exterior se desvanece lentamente junto con recuerdos dolorosos que no
tienen lugar en este momento entre nosotros.

El beso es profundo pero gentil, a pesar de su agarre sobre mí, que es un


reclamo para que todos lo vean, por lo que nadie tiene dudas de a quién
pertenezco.

Este pensamiento junto con los jadeos femeninos y la rotura de un vaso,


me saca de la neblina en la que estoy envuelta y me lleva a la realidad,
donde mis acciones finalmente se registran.

Él también debe haberlo sentido, porque aparta su boca de la mía y


sonríe, la satisfacción es evidente en cada uno de sus rasgos cuando
susurra:

—Ahora sí.

—No puedo creer que hayas hecho esto —siseo, pero, de nuevo, no es
como si él me obligara a hacerlo.

Yo fui una participante dispuesta, y mis mejillas se sonrojan mientras la


vergüenza se dispara a través de mí, recordándome a la audiencia que nos
rodea.
¿Cómo puedo perder todo pensamiento lógico cuando estoy cerca de él y
actuar como una adolescente con mi primer enamoramiento, cuando
esencialmente no sé nada sobre este hombre?

Investigar su vida ha sido demasiado doloroso, así que evité los informes
sobre él a toda costa.

—No es de extrañar que te llamen Madman —le digo, y él se ríe,


quitando un mechón de cabello de mi frente, pero aparto su mano de una
palmada.

—¿Sabes por qué?

—No me importa, pero tengo la sensación que me iluminarás de todos


modos. —Luego, sin esperar a que él responda, aprieto mi vestido y me
lanzo hacia la puerta de la terraza, deslizándome en la noche como
Cenicienta después de su primer baile.

Y mientras corro y corro, mis tacones repiqueteando y mi vestido


ondeando detrás de mí, no puedo evitar preguntarme cómo, a pesar de
todos los pensamientos racionales que vuelan en mi mente, anhelo darme
la vuelta y correr de nuevo a sus brazos donde él pueda darme consuelo de
la pesadilla en la que se ha convertido mi vida.

Si solo .

Pero si solo existiera en una realidad alternativa.

En esta, nunca sabré una respuesta a eso.


Madman

El apodo me lo puso mi entrenador de fútbol de la escuela secundaria,


quien les decía a todos que cuando quiero o deseo algo, lo persigo como un
loco, con una obsesión singular en mente.

Pensó que el fútbol era mi mayor amor, ya que lo di todo, llevándonos a


logros cada vez más altos. Si no fuera por esa pelea en el campo,
probablemente habría tenido ofertas de diferentes universidades; era así de
bueno.

Sin embargo, el entrenador se equivocó.

Mi mayor obsesión siempre ha sido ella, y el fútbol era solo un medio


para quedarme en esta jodida ciudad y estar cerca de Arianna.

Pero este es solo uno de los miles de secretos que aún debe descubrir
sobre mí, nuestro pasado y los eventos de esa noche que nos destrozaron
para siempre.

Agarro una copa de whisky del camarero que pasa y saludo a Ethan,
quien devuelve el gesto con su copa de champán, aunque la ira sigue
ardiendo en él. Seguro como una mierda, su sonrisa petulante desapareció
de su cara después de escupir algunas tonterías a Cassandra. Vivo para
traer dolor a los cinco fundadores.

Me río entre dientes con mi whisky en la mano, porque ya estoy


anticipando la alegría de Cassandra cuando descubra el regalo que le he
preparado en el jardín de Patricia.

Érase una vez, un loco que deseaba a un ángel mientras su corazón


pertenecía a un santo.
Esta vez, sin embargo, nuestra historia será diferente.

Esta vez, un loco atrapará a su pecadora y la arrastrará a su mundo,


revelándole todos sus oscuros secretos que solo ella tiene la capacidad de
resistir.
Cassandra

—Tu estupidez no tiene explicación, Cassandra —murmuro para mí


misma, gimiendo para mis adentros por el espectáculo que he dado antes a
la audiencia.

No puedo creer que haya huido así. Quizás no estoy hecha para grandes
planes, porque en el momento en que Eudard está cerca, actúo como una
idiota.

—Detente —me ordeno, porque regañarme no me lleva a ninguna parte.


Me dejo caer en el banco de la fuente mientras respiro el aire fresco, el
aroma de rosas y lavanda me rodea.

A pesar de la música que viene de la puerta de la terraza abierta, todavía


oigo grillos en los arbustos y búhos que me alertan de su presencia.

Todas esas estatuas brillan en la noche y sus expresiones me llaman la


atención. Me levanto y camino hacia una de ellas, creo que es Atenea, a
juzgar por la espada que tiene en las manos.

Es como si el dolor permanentemente estuviera grabado en sus rasgos, el


vacío de su mirada enviando escalofríos por mi espalda y trayendo un
recuerdo que me golpea un poco. Gimo de dolor, agarrándome la cabeza.

¡Maldita loca!

Mis manos se cierran cuando el zumbido en mis oídos se intensifica,


pero los sonidos extraños, apenas audibles que vienen del interior del
bosque penetran a través de él, y me congelo, volviendo lentamente al
presente, bloqueando los traumatizantes recuerdos.
Por un segundo, creo que fue solo una ilusión, pero el sonido vuelve, un
gemido femenino y un susurro silencioso que solo puede pertenecer a un
hombre.

—No soporto que te toque. —Suena familiar, pero no puedo identificar


la voz, así que voy en la dirección del sonido, caminando de puntillas para
que no escuchen mi aproximación.

Al llegar a la alcoba, miro detrás de ella mientras localizo la fuente.


Camino a su alrededor, parpadeando en estado de shock por la vista que
me saluda.

Patricia está presionada contra la pared de la alcoba con sus piernas


envueltas alrededor de la cintura de Frank mientras está dentro de ella.
Están completamente vestidos y ambos están tan perdidos en su momento
que ni siquiera me ven.

Así que ella es a quien Frank se está tirando. Patricia finalmente le dio la
oportunidad que había estado pidiendo desde la secundaria. La veo gemir
de placer y echar la cabeza hacia atrás, con incredulidad, ya que nunca
imaginé que alguna vez engañaría a su marido.

Y mucho menos con su mejor amigo, pero honestamente creo que no


conocen el significado de esas palabras. Son tan astutos con este asunto
que ni siquiera tuve la menor pista que estuviera sucediendo algo. Pero su
comportamiento imprudente abre tantas posibilidades para que las use
contra ellos que no puedo creer mi suerte.

La burbuja de la risa se acumula dentro de mí y me la trago, pero es


suficiente para llamar su atención mientras se congelan y vuelven sus
miradas hacia mí, Patricia jadeando en estado de shock. Así que sigo el
juego.
Poniendo la palma de mi mano en mi boca, niego con la cabeza y
murmuro:

—Dios mío. —Moviéndome incómoda por si acaso, tropiezo hacia


atrás—. Tengo que irme.

—No, Cassandra. ¡Espera! —Patricia grita, golpeando el pecho de


Frank, furiosa—. Suéltame —gruñe algo, tratando de soltarla con el mayor
cuidado posible, pero ya he tenido suficiente de esto.

—Puedo explicarlo —dice, pero mi mano levantada la detiene.

—No hay necesidad, de verdad. Tengo que irme. —Con eso a


continuación me levanto el vestido, doy la vuelta y me lanzo en dirección a
la terraza, todo mientras me río en voz baja.

Oh, ahora los tengo en mi trampa y eso está perfecto. Patricia hará todo
por mí ahora, siempre y cuando no revele su sucio secretito, lo que
significa que será como una marioneta en mis manos, lista para cumplir
con todas mis órdenes.

Estar a merced de alguien es algo con lo que Patricia no está


familiarizada.

Y afortunadamente para ella, no planeo ponerla en esa situación, oh no.

El chantaje no está en mi agenda, pero ¿destruirla usando esta


información?

Ah, es hermoso e incluso mejor que mi plan original.

Salgo a la luz, lista para salir corriendo a la terraza y largarme de aquí de


una vez por todas. Estoy segura que Eudard me mostró lo suficiente
durante el baile, pero me detengo en seco cuando veo a Ethan descansando
en la fuente, bebiendo su champán, torciendo la boca en una mueca cuando
me ve.

—¿No es esa la propia Kassandra con una K? —dice, terminando su


bebida y descuidadamente poniendo la copa en la fuente donde cae, pero
afortunadamente no se rompe—. Realmente te pareces a tu tocaya.

Mis cejas se elevan ante esto, y me pregunto cuánto tiempo tendré que
lidiar con este idiota antes que sus amigos me alcancen.

—Creo que estás borracho, Ethan. —Ignoro su declaración y reanudo mi


paseo, aunque ahora con más gracia, hacia la terraza, pero él se levanta,
balanceándose un poco, y detecto el olor a alcohol.

Dios, ¿cuántas copas tomó en tan poco tiempo?

—Me engañaste al igual que Kassandra lo hizo con Apolo.

—¿Perdón?

—Te colgaste delante de mí. —Mueve sus dedos, poniéndose frente a mí


y bloqueando mis movimientos, así que respiro profundamente, esperando
mantener la calma. No necesito otra escena—. Cassandra le prometió a
Apolo a ella misma y, en cambio, no cumplió. Igual que tú.

Pongo los ojos en blanco ante esto. Debería haber sabido que Ethan
pertenece a uno de esos grupos de hombres que piensan que si les sonríes,
al instante estás lista para tener sexo con ellos, patético.

—Terminemos esta conversación antes que digas algo de lo que no


puedas retractarte —le advierto, pero él no se mueve, y en cambio sonríe,
aunque le falta algo de humor; solo la ira vibra de él.

—Si Eudard tiene la oportunidad de probar un juguete nuevo y brillante,


¿por qué yo no también? —Mi cuerpo se tensa cuando me agarra del codo,
listo para tirar de mí, y un recuerdo instantáneo me golpea, recordándome
su aliento inducido por el alcohol con palabras similares en sus labios hace
diez años.

Mi mano se cierra y estoy lista para darle un gran puñetazo, pero su


agarre sobre mí se ha ido, y tengo un momento para parpadear antes de ver
a Eudard envolviendo su mano alrededor de la garganta de Ethan, y luego
torciendo su brazo hacia atrás, golpeando a Ethan directamente en la cara.
Oigo un crujido resonando en la noche seguido por el fuerte grito de Ethan
cuando cae al suelo.

Eudard me empuja detrás de él, mientras observo con sorpresa y


asombro cómo Ralph se apresura hacia nosotros y escucho pasos detrás de
nosotros.

Patricia y Frank deben habernos alcanzado.

—No vuelvas a tocarla. —Eudard habla con calma, con tanta calma que
me congela la sangre y que me aparte un poco de la furia que emana bajo
su piel. Si su mano temblorosa es algo por lo que pasar, apenas está
controlando el deseo de golpear a Ethan nuevamente. Se inclina hacia
adelante y agarra a Ethan por las solapas de la chaqueta de su traje,
sacudiéndolo con tanta fuerza que sus dientes crujen, y Ethan a
continuación se tapa la nariz, gimiendo cuando la sangre se desliza por sus
dedos—. ¿Lo entiendes? —Aunque quiero detenerlo, estoy hipnotizada por
su transformación del chico malo engreído a este hombre… con un oscuro
encanto a su alrededor que todo lo femenino en mí requiere.

¡Felicidades! ¡Estás oficialmente loca!

—Está borracho, Eudard —dice Ralph, acercándose y queriendo ayudar


a Ethan a liberarse de su fuerte agarre, pero se tambalea hacia atrás cuando
Eudard lo empuja.
—No interfieras. —La sorpresa ilumina en los ojos de Ralph, pero
asiente, observando la escena con cautela.

Sacude a Ethan de nuevo, y esta vez el otro gruñe a través de la sangre:

—Sí, lo siento. No quise hacerlo. —Me mira suplicante a los ojos—. Lo


siento.

Es decir, lamenta que lo atraparan, pero debido al pánico que llena


lentamente el aire, sé que los cinco fundadores no entienden el
comportamiento de Eudard, y ya hemos tenido suficiente emoción por esta
noche.

Incluso si quisiera ver cómo aplasta la cabeza de Ethan contra el suelo


para poder patearle culo por si acaso.

Colocando mis palmas en su bíceps, lo aprieto con fuerza antes de


murmurar:

—Eudard. —No reacciona, sus brazos todavía están tensos bajo mi


toque, completamente concentrado en Ethan. Me temo que le va a romper
el cuello en cualquier momento—. Me gustaría irme a casa ahora —le
digo, y finalmente me mira, una expresión ilegible nubla sus verdes
piscinas, pero su agarre se afloja. Ethan cae al suelo con un ruido sordo y
Ralph se arrodilla junto a él, presionando su pañuelo contra su nariz.

—¿Qué diablos estás haciendo? —le pregunta en voz baja, todavía


estudiando a Eudard con recelo, como si temiera su próximo movimiento.

—Vamos —le digo, entrelazando mis dedos con los suyos y tirando de
él en la dirección de la salida.
—Cassandra —llama Patricia, y la miro por encima del hombro, su boca
tiembla mientras niega con la cabeza, rogándome que no se lo cuente a
nadie.

Patricia rogándome.

—No puedo lidiar con esto ahora.

Ella asiente con la cabeza, pero pregunta esperanzada, todo mientras su


marido nos mira confundido, con su amante evitando mi mirada como la
plaga.

—¿Mañana?

—Si ella así lo desea —grita Eudard, y esta vez, es él quien me tira
dolorosamente hacia la salida, ordenando—: Y si todos valoran su
existencia, cierren la boca. —Ellos no discuten con eso, y me apresuro a
seguirlo, haciendo todo lo posible para alcanzar sus pasos, casi tropezando
con mis tacones.

Afortunadamente, solo tenemos que caminar por la casa y James ya está


allí, riéndose de algo con uno de los chicos del valet, pero salta
rápidamente en nuestra ayuda, arrojándole a Eudard las llaves de su coche.

¿Siempre lo deja junto a la entrada y nadie se atreve a llevárselo o qué?


Realmente abusa de su poder real, pero en este momento, realmente me
alegro.

Esbozando una sonrisa tranquilizadora para James, me siento dentro del


coche mientras el chico abre la puerta. Eudard hace lo mismo, pone el
motor en marcha y la puerta apenas se cierra antes que se aleje de la
mansión, conduciendo hacia las puertas tan rápido que mi espalda se
presiona contra el asiento y agarro la manija de la puerta para mantenerme
firme.
—Odio que te haya tocado. —Sus manos se deslizan sobre el volante,
apretándolo con tanta fuerza que los nudillos se ponen blancos—. No
puedo soportarlo. —El silencio en el coche es casi ensordecedor después
de eso, porque no sé qué decir.

¿No suena un poco obsesivo, considerando todas las cosas? Me conoce


desde hace… ¿tres días y tiene esta fuerte reacción hacia mí?

¿Su deseo de poseer a Cassandra es tan fuerte que detesta a cualquier


hombre que esté cerca de mí?

Las emociones conflictivas me recorren rápidamente y no estoy segura


de en qué debo concentrarme.

Una parte de mí lo odia por eso, porque esta versión de mí no es real; es


una ilusión creada para un propósito específico. Mi rostro, mis ojos, mi
comportamiento… ninguno de ellos es realmente yo.

Pero la otra parte de mí está encantada que, incluso con una máscara
diferente, tenga el poder de evocar esas emociones de él hacia mí.

¿Es posible que inconscientemente me quiera porque le recuerdo a


Arianna?

¿A mí?

Con la cabeza apoyada en la ventana, cierro los ojos y deseo que esos
pensamientos se desvanezcan para siempre, porque son ridículos. Todo lo
que tuvimos fue una relación conflictiva con una noche hace diez años.

¿Por qué me vería como una mujer deseable? Según lo que dice Ethan,
ya tiene suficiente compañía femenina.

Las estúpidas lágrimas se forman en mis ojos, y parpadeo para


eliminarlas, odiando lo desequilibrada que estoy a su alrededor.
¿Cómo pude pensar que sería fácil volver aquí? ¿Enfrentarlos?

Pero más importante…

¿Enfrentarlo?

No hay poder en este mundo que pueda hacerme inmune a Eudard


Campbell, y esa es la verdad grabada en piedra.

¿Y no es trágico?

Porque no importa lo que quiera, nunca podremos ser otra cosa que este
recuerdo fugaz en el infinito.

Siempre estamos en diferentes lados de la valla.

El sonido de la puerta cerrándose me devuelve al presente, y jadeo de


sorpresa cuando veo que ya estamos estacionados en el camino de la
entrada. Eudard rodea el coche, abre la puerta y me hace señas para que
salga.

Quitando los mechones de mi cabello de mi rostro, salgo con cuidado


para que mi vestido no se arruine y acepto su mano extendida mientras me
ayuda.

Todavía nos quedamos en silencio mientras giro mis manos,


volviéndome hacia él. La falda de mi vestido, roza mis piernas mientras
sus inquietantes piscinas verdes todavía me estudian, dándome nada más
que oscuridad.

Se posa en el capó del coche, claramente esperando a que entre a la casa


antes de irse, como si sus palabras anteriores o los eventos de esta noche
no importaran.
Deslizando mis dedos sobre la gasa, levanto la falda y me doy la vuelta,
moviéndome hacia mi casa, cuando un recuerdo similar del pasado juega
en mi mente.

¿No nos separamos exactamente así la última vez? ¿Con él


declarándome algo y yo huyendo de la intensidad de eso?

Vine a esta ciudad para descansar para siempre de los fantasmas del
pasado que me persiguen.

¿No es él uno de ellos, incluso si no estuvo involucrado en esos horribles


eventos?

Detengo mis movimientos, respirando el aire de la tarde mientras el


miedo junto con el deseo y la curiosidad penetran en mí, viajando por mis
venas como un cable eléctrico despertando todo a su paso.

Pero tal vez dormir con él me limpie de las manos que me tocaron por
última vez y me permita seguir adelante con mi vida, y algún día… algún
día construirla con otra persona.

Me aterroriza darle esta oportunidad y acceso a mi piel, cuando tantos la


usaron y abusaron de ella.

Pero me aterroriza más no correr ese riesgo nunca.

Con la determinación alimentándome, me doy la vuelta y me lanzo hacia


él, pero él ya ha adivinado mi intención y se encuentra conmigo a mitad de
camino, nuestras bocas chocan en un beso apasionado que lo cambia todo.

Sucumbí al diablo una vez más.

Pero quizás él es el único que tiene el poder de controlar a los monstruos


del infierno que me persiguen.
Capítulo 12

Olvídalo, mi niña. Olvídalo como si nunca hubiera sucedido. Como si le


hubiera pasado a otra persona. Y luego mira a tu alrededor y aprecia todo
lo que tienes.
La enfermera solía decirme mucho eso en el hospital cuando atendía
mis heridas, suspirando por toda la piel magullada o cómo saltaba a cada
toque.
Pero a pesar de mi agonía e histeria, no pude evitar arrojarle mi
almohada cada vez que lo predicaba.
¿Olvidar?
Nadie olvida eso.
¿Apreciar lo que tengo?
Se llevaron mi pasado, mi presente y mi futuro.
Nadie me mostró misericordia.
¿Por qué debería?

De los recuerdos de Arianna Griffin…

Ralph respira con dificultad, terminando en el condón y gimiendo sobre


mí, sus dedos se clavan en mis caderas antes de susurrar:

—Dios, sí. —Coloca sus antebrazos a ambos lados de mi cabeza y


pregunta—, ¿fue bueno para ti?
Estoy inmóvil debajo de él, mi mirada en el cielo estrellado de arriba,
centrándome en la Osa Mayor que noté cuando Ethan me violó en el suelo,
gruñendo todo el tiempo.

Frank fue el primero en hacer los honores, ya que no podía esperar,


según él.

Primero, grité y rogué clemencia hasta que me dolió la garganta y nada


más que susurros roncos salieron de mi boca. Luego usé todas mis fuerzas
para luchar y empujarlos, arañándolos en la cara y los hombros, pateando
sus ingles, pero ellos tenían una solución para eso.

Dos de ellos me tomaron de la mano y el otro me violó hasta que


cambiaron de posición, mientras Cole seguía leyendo la carta una y otra
vez para que nadie se perdiera nada.

Pero también se detenía a veces, mirando con fascinación hasta el punto


que Frank le preguntó si quería un trozo de este dulce caliente.

Cole se negó; según él, era demasiado salvaje hacerlo así.

Me congelé en el suelo, transformando esto en la pista de patinaje sobre


hielo, imaginando diferentes músicas y configuraciones que podía patinar,
bloqueando la realidad. Así que no escuchaba sus gruñidos, gemidos de
placer, ni sentiría sus manos y bocas sobre mí.

Debe haber ocurrido cuando Ralph decidió hacer la tercera ronda entre
todos, y abrieron una botella de bourbon, la tragaron con avidez y
vertieron un poco en mi pecho.

Simplemente no podía sentir nada.

—Casi puedo imaginarme pintándola —dice Cole, llevándome de vuelta


a la realidad mientras se cierne sobre mí, sus ojos escudriñándome—. Una
Venus empañada. —Se inclina más cerca, frotando mis cabellos rojos con
sus dedos—. Qué espectáculo presentaría. —Luego parpadea y la emoción
cruza su cara. Gira la cabeza hacia Ralph mientras hace crujir su cuello
de lado a lado—. Llevémosla a la iglesia.

—¿Por qué coño haríamos eso? —pregunta Frank, encendiendo un


porro y dando una calada con avidez. Sopla el humo, el dulce olor
llenando el espacio entre nosotros y mezclándose con el aroma del sexo.

La bilis sube por mi garganta y arqueo la espalda, lista para escupirla,


pero no puedo mover ni un músculo para moverme hacia un lado.
Respirando por la nariz, permito que el dolor desaparezca gradualmente y
vuelvo a caer sobre mis hombros, raspándome la piel, pero solo hago una
mueca.

¿Qué es un rasguño contra la carne desgarrada y la violación?

—¡Mírala! —Cole me saluda con la mano y luego levanta el vestido


rasgado por encima de mis caderas—. Ella es sexualmente violada, casi
sin ropa. Es como una Venus que cayó de las gracias después de
entregarse al placer de la carne.

—Joder, otra estúpida charla sobre arte —se queja Ethan, poniéndose
la camisa y apenas mirándome—. Tenemos que llevarla de vuelta a casa e
ir a la cama también. Tenemos práctica de fútbol mañana.

Ralph se frota la barbilla y se arrodilla a mi lado, abofeteando mis


mejillas, pero sigo mirando al cielo, aferrándome a la calma que casi
congela la sangre y el aire en mi cuerpo.

Es como si estuviera momentáneamente en un vacío donde no existen


emociones, realidad o dolor. Lo único que me permite permanecer en esta
situación es que los monstruos todavía están a mi lado.
Todavía quieren alimentarse de mi carne, empañarla.

Anhelan mi rendición y mi dolor, y ¿quién soy yo para rechazarlos?

Incluso Dios no puede detenerlos, porque oré y oré para que alguien
viniera a mi rescate.

Pero nadie lo hizo, ni siquiera el mismo diablo.

—Eachann está ahí —dice, y Ethan frunce el ceño.

—¿Por qué? Después que Pat lo besara, pensé que se había ido a casa
en busca de Eudard. —Incluso los nombres de los chicos a los que les di
mi cuerpo y mi corazón no me afectan. ¿Qué tan extraño es eso?

Sin embargo, no culpo a Eachann. Estoy segura que nunca escribió la


carta; no pudo.

Patricia lo hizo.

—Vayamos a la iglesia y pongámosla allí para que pueda pintarla. Él


practica el órgano allí todas las noches. Podríamos atraparlo y
agradecerle su generosidad.

—Vamos, Ralph. —Cambio mi mirada del cielo a Frank, que exclama en


voz alta y golpea a Ralph en el brazo—. Después que Cole nos ayudara,
deberíamos hacer lo mismo. Además, será jodidamente divertido. Nadie
asiste a la iglesia a esta hora y el Pastor Joseph está dormido. —Sus ojos
se deslizan sobre mí y su boca se curva mientras tira de su articulación de
nuevo—. Tendremos esta noche conmemorada para siempre en el lienzo
de Cole.

Cierro los ojos, regreso a la pista de patinaje sobre hielo y tarareo una
melodía mientras continúan discutiendo sobre cómo lo van a hacer.
En unos minutos, alguien me recoge, y aunque mis entrañas gritan para
alejarse, mi cuerpo no puede hacer nada, y en segundos, sucumbo a la
oscuridad que me alcanza, reclamándome como suya y atrayéndome a la
tierra de los sueños.

La risa que resuena en el espacio me agita en mi sueño, y gimo en voz


alta, un dolor agonizante que me atraviesa de la cabeza a los pies, y mi
boca se abre para gritar mi protesta, pero no escucho ningún sonido.

Solo un murmullo ahogado que muere en mi garganta rasposa.

—Esto no es jodidamente gracioso, Ralph —ladra Ethan,


acomodándome en algo antes que sienta que alguien levanta mi pierna y la
separa un poco de la otra, mientras otra persona me despeina el cabello,
poniéndolo encima de mí—. Tal vez ayudar en lugar de simplemente
tragar esa maldita bebida.

—Oh, vamos, no seas tan malo. La última vez… —Hace una pausa
cuando la música del órgano se desprende de las paredes y trato de
levantar las manos para taparme los oídos, pero no puedo.

Al mirar mis muñecas, noto que ambas están atadas con una cuerda
apretada en mi pecho, mis codos están doblados mientras estoy acostada
en el suelo del altar con la estatua detrás de mí.

Estamos en la iglesia, la luz de la luna cae en cascada en diferentes


tonos de color a través de las vidrieras mientras Cole está a unos metros
de nosotros con su cuaderno de bocetos en la mano, el sudor goteando de
su frente mientras raya el lápiz en el papel.

—¿Y qué? ¿Compartirás un jodido boceto? —Frank refunfuña,


arrebatándole la botella a Ralph y sorbiendo—. ¡Es difícil para nosotros
disfrutar de algo tan pequeño!

Cole responde sin apartar los ojos del papel.

—Lo copiaré en un lienzo más grande, agregando todos los colores —él
resopla, tirando de su cabello—. ¡No se ve lo suficientemente perfecta!

Ethan frunce el ceño, mirándome y luego patea mi pierna un poco hacia


un lado, exponiéndome aún más a sus miradas. Mi vestido está medio
rasgado y colgando de mí, mis pies descalzos y doloridos como si hubieran
hecho algo con ellos.

Sin embargo, ¿qué querrían de ellos?

—La pusimos exactamente como querías. Sigue adelante antes que nos
atrapen. —La música del órgano sigue sonando virtuosamente, solo se
añade a esta condenación y desesperación a mi alrededor.

¿Quién puede tocar música mientras estos tipos me hacen esas cosas?
Crecimos en esta ciudad bajo la mirada de todos; nadie en su sano juicio
lo habría apoyado.

Intento levantarme, rodando hacia un lado, pero Ralph me patea el


hombro y termino de espaldas de nuevo, golpeando el espacio entre mis
omóplatos en las escaleras del altar y un crujido reverbera a través de mí.

Grito mientras el dolor me recorre, pero no lo escuchan. Respiro


pesadamente, porque deben haber roto algo.
—Añadámosle cera —sugiere Cole, corriendo hacia el altar y
agarrando una vela. No estoy segura de cómo puedo mantenerme cuerda a
pesar de todo el dolor que me atraviesa, pero me concentro en todas las
cosas que él quiere hacerme—. Ralph, échale un chorrito por toda la piel.

Aunque mi mente está confusa, no puedo evitar preguntarme por qué


todos lo escuchan. No es parte de los cinco fundadores, un solitario, pero
los cinco fundadores hacen lo que él dice.

¿Qué se esconde debajo de Cole Calvin?

Frank obedece la orden, goteando la cera sobre mí, y el aguijón que


proviene de ella apenas se registra en mi mente. La gotea sobre la piel de
mis piernas, estómago, pechos e incluso en el rostro donde se mezcla con
la herida de la roca con la que Ralph me golpeó.

Afirmó que destacaría mi placer.

—¡Suficiente! —Cole grita y luego suspira profundamente—. Ojalá


tuviera pintura roja para salpicarla. Eso sería épico.

—Solo agrégalo en el lienzo —dice Ralph, moviéndose incómodo y


mirando mi dedo del pie mientras mi mirada se encuentra con la suya.
Frunce el ceño y luego mira hacia otro lado como si estuviera
avergonzado.

Casi me río de este pensamiento, porque la persona que puede hacerle


algo así a una chica que repetidamente dice que no y que no lo quiere, esa
persona definitivamente no tiene conciencia.

Dejan que sus oscuros deseos gobiernen sus vidas mientras buscan
víctimas indefensas.
Frank, sin embargo, tiene una solución para eso, ya que abre su llavero
y un pequeño cuchillo sale de él. Todos recibimos esas cosas cuando
fuimos de campamento hace unos años y todos nos aconsejaron tenerlo
con nosotros para poder salvarnos en diferentes situaciones. Tenía un
destornillador, un cuchillo, un abrelatas y todo lo que contenía.

Y la había dejado en casa olvidado por primera vez esta noche. ¿No es
irónico?

Es como si todo el universo hubiera conspirado para llevarme a mi


ruina.

—¿Qué estás haciendo? —Ethan pregunta, y ahí es cuando Frank lo


clava en mi clavícula y arrastra la punta hacia mi estómago, lentamente
extrayendo sangre de mi cuerpo. Lo quita y luego comienza de nuevo en mi
estómago, yendo directo a él. Luego hace lo mismo con mis muslos tan
lentamente que las gotas de sangre están por todo mi cuerpo y se las
limpia con el pulgar, antes de untar un poco en la mejilla y la frente.

—¿Funciona, Cole?

Cole le levanta el pulgar y repasa el lápiz con fuerza. Como un breve


respiro, la música se detiene y una vez más ruego, las suaves teclas del
órgano me envuelven como una correa, tirando de mi garganta mientras la
música se traga mi grito ahogado.

—Ayuda.

—Esto es enfermizo —dice Ethan, dando un paso atrás y pasándose las


manos por el cabello—. No me inscribí en esto. —Señala mi sangre y
señala con el dedo a Ralph—. Acordamos solo follarla desde que escribió
esa carta. Ahora, ¿qué diablos estás haciendo? ¡Esto está dejando rastros!
—grita, y Ralph lo empuja a un lado.
—Eres el menos indicado para hablar después de romperle el dedo en
primer lugar.

—¿Qué carajo? No es como si fuera a hablar de eso. Y, además, ¿a


quién le importa? —pregunta Frank, encendiendo otro porro y riendo—.
Es la mejor noche de mi vida, te lo digo.

—Estás drogado, idiota. Esto nos llevará a la cárcel. La única razón por
la que está tan tranquila es porque le inyectaste un sedante antes. No
podríamos haberla follado durante toda la paliza. ¿Es por eso que me
estoy comportando así?

Que extraño. Ni siquiera lo recuerdo.

—Oh, relájate. Ambos sabemos que esta estúpida carta es jodidamente


falsa. Ella dijo que no muchas veces. Solo la queríamos lo suficiente como
para tomarla en contra de su voluntad —dice Frank y se ríe de nuevo, el
sonido me irrita y me produce escalofríos—. Además, ¿qué van a hacer los
Griffins de todos modos? El padre de Ralph es la ley. Estamos a salvo.

—Toda la maldita ciudad la ama.

—Y la ciudad nos pertenece —dice Frank y luego ladra—: ¿Qué diablos


está tocando en ese órgano?

—No tengo idea. A Eachann le gusta lo que le gusta.

Mi corazón se detiene cuando escucho su nombre y luego late


rápidamente, llenándose de esperanza que pensé que había muerto en el
acantilado.

Eachann.

El chico más dulce.


Él me salvará o hará que su hermano lo haga.

—Eachann, ayúdame —susurro, raspando mis labios agrietados—. Por


favor, ayúdame. —Pero el órgano solo acelera su música como si los
dedos se movieran sin descanso sobre él, y apoyo la cabeza en mi hombro,
notando que él está sentado junto al órgano en la distancia, de espaldas a
mí, pero todo está tan borroso que apenas puedo distinguir sus rasgos.

—¡Oye, Eachann! ¿Quieres unirte a la diversión? —Frank llama y Cole


lo calla.

—No lo interrumpas. La música se suma al estado de ánimo general y


alimenta mi trabajo. Además, él no la quiere. Te lo dije. —¿Él les dijo?
¿Así que era lo que estaba haciendo Cole? —. Frank, intenta pellizcar,
pero solo pellizca —advierte, extendiendo el dedo—, sus muñecas para
que parezca que se cortó las venas.

—Eso es enfermizo —dice Frank, tomando un largo trago de su porro y


luego sonriendo—. Pero me gusta.

—Al diablo con esta mierda. Me voy. No me inscribí para esto —Ethan
grita, la preocupación marca su cara, y agarra algo del banco, caminando
hacia la puerta, parece que Ralph lo detiene.

—Estamos en esto juntos. No creas que puedes salir corriendo de aquí y


luego fingir que nunca fuiste parte de ello. Y además, si ésta habla —dice
mientras patea mi pie, y sus botas presionan la punta de mis dedos—.
Nuestras familias lo cubrirán —le dice, mientras Frank se sienta a
horcajadas sobre mí, levantando mi muñeca mientras jadeo en agonía por
el dolor.

Todo duele tanto que ni siquiera puedo detectar de dónde viene el dolor.
Raspa el cuchillo alrededor de mi muñeca, pero se desliza hacia un lado
y noto que la sangre se desliza por mi muñeca hasta mi codo. Frank
murmura.

—Joder —Y rápidamente intenta hacer un corte correcto probablemente


por mi otra mano, pero una vez más falla—. Joder, joder, joder.

—¿Qué? —Ralph pregunta, empujándolo y sus ojos se abren como


platos—. ¿Le cortaste las muñecas, hijo de puta?

—¡Mierda! —Ethan grita y Cole se levanta de un salto, todos ellos se


ciernen sobre mí una vez más—. ¡Está sangrando! ¡Está sangrando! —
Ethan tira de su cabello y le grita a Cole—. Toma nuestras cosas y
vámonos de aquí.

Esta vez, nadie discute con él, y escucho el ruido de sus pies y le grita a
Eachann:

—Deja de tocar y vámonos.

La sangre sigue goteando y mis ojos se cierran lentamente, el olvido


estira sus manos hacia mí y grita mi nombre. Al lugar donde todo este
sufrimiento se detiene.

Y sucumbo a ello mientras la música continúa sonando, rompiendo mi


corazón para siempre, porque el hermoso chico que siempre amé no viene
a mi rescate.

No, deja que los monstruos reclamen mi alma.


Cassandra

Eudard golpea su boca con la mía y tira de mi cabello, inclinando mi


cabeza para un mejor acceso a mi boca.

Pellizca mis labios, haciéndome jadear y abrir la boca para que su lengua
se deslice, tomándome prisionera mientras el deseo me invade. Él es gentil
al principio, probando las aguas mientras explora mi boca, encontrando sus
debilidades y deseos. Gimo suavemente, no acostumbrada a experimentar
una emoción tan fuerte en un beso, y debe haber cambiado algo en él,
porque gime y sostiene mi cabeza con más fuerza, profundizando y
exigiendo mi completa sumisión. No puedo hacer nada más que cumplir,
siguiendo cada uno de sus movimientos.

El beso es apasionado, crudo, que lo consume todo, ya que cada


pensamiento vuela de mi mente y nada malo existe en ese momento.

No hay voces ni toques del pasado.

Solo las emociones que despierta en mi cuerpo, que poco a poco cobran
vida bajo su calidez como una rosa que florece en primavera bajo el sol.

Su mano se desliza por mi espalda y mis pechos rozan su pecho,


enviando sensaciones desconocidas a través de mí.

La piel de gallina se extiende por mi piel y mis pulmones arden por la


falta de oxígeno hasta que finalmente me suelta, cambiando su atención a
mi garganta. Dándole una ligera mordida y luego esconde su cara en el
hueco de mi cuello.

—¿Está segura? —pregunta, y su pregunta me congela en mi sitio,


porque no lo sé.
Anhelo limpiar su toque con el suyo, pero al mismo tiempo, no sé cómo
irá.

Volver a confiar en un hombre después de todo este tiempo es casi


insoportable, y debe leerlo en mi rostro, porque ahueca mi mejilla y me
besa en la frente.

—Nunca tomaré lo que no se me da voluntariamente. —Repite las


palabras de hace tanto tiempo y del presente, recordándome que este
hombre ha sido amable conmigo.

Amando esa noche en la cabaña cuando me quitó la virginidad y me


prometió que sería suya para siempre.

Él es el único cuyas manos mge trajeron placer y nunca dolor, y toda la


femineidad en mí responde a él, calmado bajo su tono tranquilizador.

—Sí. Solo por una noche —susurro, rodeando su cuello con mis brazos
y apretándome contra él, demasiada asustada para mirarlo directamente a
los ojos o perder el coraje—. Quiero esto, pero… —exhalando
pesadamente, susurro—: Por favor, sé amable. —Inhala con dureza como
si mi admisión le doliera a pesar que no tiene idea de mi pasado.

Luego se agacha, desliza su mano debajo de mi culo antes de


levantarme, me acuna en sus brazos, y se dirige hacia la casa, sus zapatos
de cuero golpean contra el cemento, mientras busca mi boca con la suya,
encerrándonos en un dulce beso.

Una vez dentro, aparto la boca para susurrar con urgencia:

—Arriba, dormitorio principal. —Y sigue, atrapando mi boca de nuevo,


ya que parece que no podemos tener suficiente de beber el uno del otro,
necesitándolo más que nuestras próximas respiraciones.
En sus brazos, encuentro consuelo, incluso si el más leve de los toques
me enciende, creando un frenesí en mí.

Debemos estar en la habitación mientras me coloca lentamente de nuevo


en el suelo, mi cuerpo se desliza contra el suyo, pero apenas sintiendo nada
a través de este vestido. Me empuja hacia atrás, haciéndome girar, sus
dedos en la cremallera de mi vestido.

Cierro los ojos, temblando ante la perspectiva que él vea mis cicatrices
de esa fatídica noche, además de estar desnuda frente a él nuevamente.

Lo oigo tirar la chaqueta al suelo antes que sus dedos regresen a mí,
bajando lentamente la cremallera con agonía, el sonido resonando en la
silenciosa habitación y enviando escalofríos por mi espalda baja. La bilis
sube a mi garganta cuando el pánico se apodera de mí, y quiero gritar
mientras me alejo de él.

Pero luego lo siento.

Sus labios están dejando besos de mariposa en mi nuca, deslizándose


junto con la cremallera, y por cada mancha de piel descubierta, la otorga
con suaves besos que calman la tormenta que se gesta en mi sangre, y la
bilis se desvanece cuando un suspiro se desliza por mis labios.

El vestido cae a mi cintura, exponiendo mi espalda, y una suave brisa


golpea la punta de mis pezones, pero estoy congelada en el lugar.

Las yemas de sus dedos se arrastran sobre las cicatrices allí, justo antes
de lamer mi piel, rompiendo la piel de gallina mientras arrastra sus labios
hacia abajo y continúa explorando mi cuerpo con sus besos. Cuando llega a
mis caderas, sus dos manos tiran del vestido, permitiendo que caiga a mis
pies, dejándome solo en mi tanga negra de encaje.
Cubriendo mis pechos con mis manos, los escalofríos meciendo mi
cuerpo regresan cuando se presiona contra mí, abrazándome cerca de su
cuerpo, y mis ojos se cierran, amando y odiando su toque al mismo tiempo.

—Eres hermosa, Cassandra —susurra en mi oído, enrollándome en sus


brazos, y antes que pueda caer sobre el montón de mi vestido, me levanta
para que mis piernas se envuelvan alrededor de él.

Jadeando en su boca, echo la cabeza hacia atrás, dándole acceso a mi


cuello, donde continúa besándome suavemente hacia abajo mientras se
mueve hacia la cama, su dura erección se clava en mi centro, que se
humedece un poco cada vez que me roza.

Me coloca en la cama donde aterrizo de espaldas, mis cabellos


deslizándose sobre la almohada de seda y mi pecho, cubriéndome
parcialmente de su vista, pero me quedo callada cuando comienza a
desabrocharse la camisa, uno por uno mostrándome el cuerpo que conozco
tan bien, pero aprendiendo de nuevo.

Primero, sus abdominales aparecen a la vista, su pecho y brazos más


musculosos de lo que recordaba, varios tatuajes nuevos marcan su piel y
ocultan algunas de las cicatrices que tiene en su cuerpo.

Sus ojos verdes ardientes se enfocan en mí mientras se quita la camisa


por completo. Sus manos se mueven hacia su cinturón, lo saca con un
fuerte zumbido y luego deja caer el cinturón al suelo.

Mientras se quita los pantalones, me recuerda al diablo que vino al


mundo de los mortales para seducir a personas inocentes, atrayéndolas con
la tentación de su belleza.
Su oscuro encanto que siempre ha estado presente es magnificado por
diez mil ahora, rodeándolo con una energía que huele a peligro y dominio a
la que reacciona mi cuerpo instantáneamente.

Un hombre así tiene el poder de protegerme de todas las pesadillas,


matando al monstruo listo para acercarse sigilosamente a mí.

Finalmente, está completamente desnudo frente a mí, y jadeo cuando


veo su polla, enojada y roja, balanceándose con sus pasos, las venas
pulsando sobre ella, y a pesar de todo eso, mi núcleo se aprieta ante la
perspectiva de experimentarlo.

Pero tan rápido como este pensamiento entra en mi mente, el miedo


regresa, trayendo recuerdos del pasado donde…

—Cassandra —Eudard me llama por mi nombre, arrebatándome de las


garras de mi pesadilla, su rodilla hundiéndose en la cama mientras
ensancha mis piernas, haciendo espacio para él mientras se acomoda sobre
su estómago—. Concéntrate solo en mí. —Se desliza por mi cuerpo hasta
que se cierne sobre mí, pero mantengo mi atención en él cuando
suavemente roza mi boca, imprimiendo su beso en mí—. El sonido de mi
voz. La sensación de mi toque —susurra por encima de mí, sus manos
agarrando mis caderas—. Solo yo. —Asiento, pero mi respiración se
vuelve superficial, el sudor brota en mi cuerpo y me horroriza pensar que
voy a alejarlo en cualquier momento—. ¿Cuál es mi nombre, nena? —
pregunta, y trago profundamente una vez más por su voz ronca que
reconocería en cualquier parte.

—Eudard —gruño a través de mi garganta seca, y él coloca un beso en


mi barbilla.

—Buena chica. —Entonces nuestras miradas se encuentran, sus lagunas


verdes me tranquilizan a su manera—. Concéntrate en mí, pero recuerda,
podemos detenernos en cualquier momento. —El acero que enlaza su voz
calma mis preocupaciones, porque lo dice en serio.

Aun así, mis manos agarran la sábana, la tensión me envuelve por


completo.

No me hará daño incluso si va a ser incómodo para él.

Sus besos viajan más abajo hasta la parte inferior de mi barbilla,


recorriendo sus labios sobre mi piel y succionando mi garganta, y una
flecha de placer se dispara hacia mi clítoris, zumbando mi cuerpo con
anticipación.

Eudard roza mi clavícula con los dientes antes de ahuecar uno de mis
pechos. Su lengua lame alrededor de mis pezones antes de chuparlos con
brusquedad, y se me escapa un grito, el placer me golpea con toda su
fuerza mientras él se deleita con mi piel. Se desliza hacia el otro pecho y
repite sus acciones, mordiendo y chupando mis pezones hasta que se
endurecen, y mis manos se entrelazan en su cabello, manteniéndolo en su
lugar, sin querer que esto se detenga nunca.

Es como si con un toque todo mi cuerpo estuviera vivo, mi núcleo se


humedeciera más y el deseo por él me golpeara tan profundamente que el
aire se me pegase a los pulmones.

Deslizando sus palmas sobre mi cintura, se mueve más abajo,


sumergiendo su lengua en mi ombligo, prodigando mi estómago con
atención antes de deslizarse más abajo, dejando un rastro de besos
húmedos mientras se acurruca entre mis caderas, su respiración abanicando
mi coño. Mientras me arqueo un poco, pidiéndole que alivie este dolor que
se está formando ahí abajo.
—Eudard —lo llamo por su nombre, porque repetirlo y recordarme a mí
misma que él es mi ancla aquí, como ninguna otra cosa lo ha sido.

—Una mujer como tú tiene que ser saboreada, mi fénix. —Su voz cae
unas octavas cuando sus dedos deslizan mis bragas hacia un lado,
mostrando mi núcleo húmedo que está pidiendo un toque o una lamida.

O ambos.

¿A qué se refiere cuando me llama así?

Todos los pensamientos racionales desaparecen cuando siento su aliento


cálido sobre mi piel.

—Todo rosa y necesitado para mí. —Entierra su boca contra mis labios
inferiores, solo su lengua resbaladiza se desliza hacia arriba y hacia abajo
por mis sensibles pliegues mientras recorre su pulgar desde el centro hasta
mi clítoris, rozándolo ligeramente antes que su boca se prenda,
chupándolo.

Gimo, girando la cabeza hacia un lado y mordiendo la almohada,


apretando su cabello con más fuerza mientras él engancha mis piernas
alrededor de su cuello, dándole un acceso completo.

—Si pudiera, nunca dejaría este lugar —gime y gruñe, enviando


vibraciones por todo mi núcleo. Moliendo mi coño en su lengua, le insto
silenciosamente a que deje de hablar y continúe su exploración hasta que la
cama se incendie con mi deseo.

—Hermoso —dice, dando ligeros mordiscos a mis labios inferiores.


Todo el tiempo, sus dedos aprietan mis nalgas, pesándolas. Me levanta más
alto para su boca mientras le da a mi clítoris una lamida más larga—. Y
mío.
—Sí —gimo, sin siquiera comprender mucho sus palabras, mientras la
neblina del deseo nubla mi juicio, y lentamente me elevo más y más alto,
necesitando que él me lleve al borde de una euforia insoportable.

Desliza dos dedos dentro de mí.

—Ahh —grito, apretando mis muslos con más fuerza, si eso es posible,
pero él simplemente vuelve a comerme, arrastrando su labio superior sobre
mi clítoris mientras desliza mi humedad con el inferior.

—Quédate quieta —me ordena, pero me niego a escuchar.

En cambio, miro hacia abajo cuando endurece su lengua, sondeando


profundamente dentro de mí mientras sostengo su cabeza entre mis manos,
permitiéndole follarme con ella. Gemidos suaves se escapan de mis
labios—. Justo ahí… más profundo, más duro, más. —Esas son las únicas
palabras que soy capaz de pronunciar, mientras balanceo mis caderas hacia
adelante y hacia atrás, ante sus estímulos orales.

Me concentro solo en él y su lengua, volviéndome loca, a un lugar donde


solo queda la pasión ardiente.

Pongo mis pies en el colchón mientras su boca se burla de mí, casi


llevándome al clímax, pero luego succiona perezosamente antes de volver
a profundizar su lengua para unas pocas embestidas.

Continúa torturándome durante varios minutos; mis manos se mueven


para agarrar las sábanas, porque apenas lo aguanto, balanceándome en una
delgada línea, pero por más que lo intento, no puedo conseguir el clímax
que anhelo.

Mi cabeza descansa en la cama, cuando él ordena:


—Mírame. —Con mucha dificultad, miro hacia abajo de nuevo,
sosteniendo su mirada mientras empuja su lengua dentro, sus piscinas
verdes encendidas con tanto calor que podría derretirme en ellas.

Entonces lo siento, leves escalofríos extendiéndose a través de mí,


alcanzando la parte superior de mi cabeza cuando todo deja de existir con
su último golpe. Un placer diferente a cualquier otra cosa me golpea en la
cama mientras todo lo que puedo hacer es gimotear y gemir, mi cuerpo
sudoroso empapa las sábanas.

Pero todavía me siento insatisfecha; a pesar del placer, mi cuerpo pide


algo más.

Poniéndose de rodillas, se limpia la boca antes de enrollar un condón


sobre su polla, haciendo una pequeña mueca, y solo entonces noto la
tensión evidente en cada uno de sus rasgos, sus músculos flexionándose.

Mientras se recuesta sobre mí, disfruto de la pesadez de su cuerpo sobre


el mío mientras entrelaza nuestras manos, junto a mi cabeza, y luego
pregunta:

—¿Quieres esto?

—Sí. —Esta vez, no hay vacilación en mi voz, y aplasta su boca contra


la mía justo antes de entrar en mí, empujando dentro con un movimiento
rápido, y ambos nos quedamos quietos.

Jadeando en su boca, mantengo mis labios presionados contra los suyos


mientras respiro sintiéndome llena por él y un ligero dolor. Es como un
doloroso pinchazo que hormiguea, pero que sin embargo me hace muy
consciente.
Pero luego, lentamente, el deseo vuelve con toda su fuerza, y gruñe
cuando inclino mis caderas. Se echa hacia atrás y luego me golpea de
nuevo, atrapando mi gemido con sus labios.

Sus caderas se mueven hacia atrás y entra en mí de nuevo, pero esta vez
relajando sus movimientos, hundiéndose tan profundo que mi núcleo se
aprieta a su alrededor mientras seguimos besándonos.

Cada vez más alto, el placer aumenta a medida que empuja hacia adentro
y hacia afuera, con cada impulso disparando electricidad a través de mí, y
lo abrazo con fuerza, necesitando sentirlo lo más cerca posible.

Continúa haciéndome el amor, nuestros cuerpos se mueven sin


problemas mientras me presiona contra la cama, como si con cada empuje
de sus caderas, me reclamara como suya, siempre queriendo imprimir este
recuerdo en mí.

Arqueando mi espalda, gimo. Estoy casi al límite cuando acelera su


ritmo, pero luego vuelve a bajar la velocidad, alargando esta dulce tortura
que me vuelve eufórica.

Arañando su espalda con mis uñas, levanto mis piernas, empujando mis
muslos contra él, mi coño contrayéndose alrededor de él. Gruñe en mi
cuello, dándome un respiro de sus besos, mis labios se sienten hinchados
por su atención.

No puedo controlar el impulso repentino de morder su hombro, y su


cuerpo se sacude en mi agarre y luego todo cambia. Empuja dentro de mí
cada vez más fuerte, con golpes largos. Más y más profundo hasta que
finalmente llego al borde, gritando mientras los sonidos hacen eco en la
noche, y en poco tiempo él gime sobre mí mientras observo su cara con
asombro, porque me recuerda a un dios griego.
Él cae sobre mí, respirando pesadamente en mi cuello mientras nuestros
cuerpos sudorosos se pegan entre sí, y una lágrima se escapa de mi ojo,
deslizándose por mi mejilla cuando sonrío, mirando hacia el techo, viendo
nuestro reflejo en el espejo que había instalado allí.

Eudard.

El diablo en este infierno de ciudad.

El diablo que reclamó a la pecadora por una sola noche y así le dio un
respiro del infierno.
Madman

Situado en el borde de la cama, pongo mis manos a ambos lados de su


cabeza mientras la veo dormir tan feliz, probablemente por primera vez en
una década.

Su pecho sube y baja, su piel de porcelana marcada con todos mis


mordiscos y besos mientras una leve sonrisa aparece en su rostro.

Lo único más perfecto que esto serían sus mechones rojos extendidos
sobre la almohada en lugar de los oscuros.

Inclinándome más cerca, toco ligeramente su barbilla, mi pulgar


acariciando su piel, y ella suspira de placer, rodando hacia un lado,
envolviendo sus manos alrededor de mi brazo.

—Cómo desearía poder quedarme aquí contigo, mi fénix —susurro,


inhalando su aroma, deseando que llene cada rincón de mi cuerpo y borre
para siempre el infierno en el que estoy viviendo.

Pero no puedo.

Ni siquiera por ella.

—Lo siento por esto. Sé cuánto lo odias. —Presiono la punta de la aguja


contra su cuello, besándola en la frente e inyectándole el sedante al mismo
tiempo—. Pero tengo que ocuparme de algo, y no puedes despertarte antes
de eso o intentarás volar a pesar de las cadenas que te arrastran lentamente
hacia mi jaula. —Con un último beso, me levanto y me pongo los guantes
de cuero.
Agarrando el teléfono de la mesa, bajo las escaleras y marco un número.
Al quinto tono, contesta.

—Hola, ¿qué pasa, hombre? —Su voz está aturdida. Probablemente lo


desperté.

—Nos vemos en la frontera en quince minutos.

—Son como…

—Haz lo que te digo —lo interrumpo, sin importarme una mierda sus
excusas, porque al final del día, él seguirá mis órdenes.

Nadie va en contra de mi palabra aquí.

Yendo al porche, abro los brazos y le doy la bienvenida al viento fresco


que me golpea en la cara.

Porque no hay nada mejor que la anticipación de una nueva muerte.


Capítulo 13

De una forma u otra, la verdad siempre sale a luz. Esa es la forma de


vida.
El abuelo me dijo esto una vez cuando vimos un programa de crímenes
sobre una mujer que le ocultó a su marido lo que le había sucedido cuando
tenía diez años.
Sin embargo, sus palabras no tenían ningún significado en la realidad
de nuestra pequeña ciudad.
Porque la verdad puede permanecer oculta si nadie quiere hablar de
ella.
¿Y aquellos de nosotros que gritamos por justicia? ¿Para entender?
¿Por la verdad?
Nuestras voces se desvanecen en un silencio infinito que es la
indiferencia de todos.

De los recuerdos de Arianna Griffin...

La enfermera entra, sonriéndome ampliamente mientras sostiene la


bandeja con una taza de sopa humeante.

—Hola, querida. —Su voz es tan alegre que me dan ganas de encontrar
una cinta adhesiva y callarla permanentemente.

En lugar de reconocer su presencia, giro mi cabeza hacia la izquierda,


lejos para no mirarla, y me concentro en los pájaros que cantan en voz
alta afuera, sentados en el árbol que se ve a través de esta enorme ventana
del hospital. Uno de ellos agita sus plumas, tomando el sol y
recordándome a nuestros cisnes.

Qué divertido.

Mi vida se detiene, pero el mundo gira alrededor del sol igual que si no
hubiera pasado nada.

La gente vive su vida; los pájaros disfrutan de sus árboles y los


monstruos continúan cazando sin repercusiones por sus acciones.

—Oh, ¿quieres ver mejor? —pregunta la enfermera, colocando la


bandeja en la mesa junto a mis pies, y rápidamente corre hacia la ventana,
abriendo las cortinas transparentes y abriéndola, permitiendo que la brisa
fresca se cuele a través del cristal.

Pero no alivia el fuego que se está gestando en mis venas.

—Tenemos tan buen tiempo estos días, antes que llegue el otoño. —
Presiona un botón sobre mi cabeza y la cama se levanta hasta quedar
sentada, pero mi espalda en el yeso blanco como el papel en el que Cole
me dibujó permanece inamovible y firmemente adherida.

El médico dijo que me rompí el hombro y es un milagro que no esté


paralizada por el daño que me han hecho.

Milagro.

Más como un recuerdo que los demonios dejaron atrás para disfrutar y
continuar torturándome, incluso después de haber terminado con su
diversión.
La enfermera Regina toma la cuchara de la bandeja, la sumerge en la
sopa y me la lleva a la boca, manteniendo la sonrisa intacta, aunque sus
ojos permanecen absolutamente fríos.

—Vamos a comer, cariño. —Lo aprieta contra mi boca, pero la


mantengo cerrada, sin dejarla entrar. Vuelve a sonreír, inclinando la
cabeza hacia un lado y usa su tono tranquilizador que vuelve a irritar mis
oídos—. Venga, cariño. Solo unos sorbos de la sopa es lo que necesitas
para mejorar.

Si no fuera por mis labios agrietados y el dolor de garganta que duele


por cualquier vibración de mi voz, me reiría en su rostro ante tal
suposición.

Sí, la sopa lo arreglará todo.

Levantando mi brazo libre, aparto la cuchara y el líquido gotea sobre


sus zapatos rosas.

—¡Arianna! —me grita, poniendo la cuchara en la bandeja—. Deja de


ser tan difícil y come. ¿O no quieres mejorar? —Tal vez hubiera intentado
ayudar a la enfermera en diferentes circunstancias, pero era la madre de
Cole.

Y no tenía ningún deseo de interactuar con nadie perteneciente a las


familias de quienes me lastimaron.

No estoy segura de quién me encontró en la iglesia, pero los médicos


dijeron que fue un milagro que sobreviviera. Hicieron un par de cirugías,
pero solo pudieron arreglar el exterior. Mi mamá lloró sin parar mientras
estaba sentada junto a mi cama mientras yo miraba a lo lejos; el médico
debió haberles contado sobre la violación. Como no podía hablar por
ahora, nadie sabía la verdad.
Pero tenía la intención de contárselo a todo el mundo.

Abre la boca para decir algo, pero es entonces cuando escucho que se
abre la puerta y una voz profunda habla, congelándome incluso a mí.

—No la obligues si ella no quiere. —La mamá de Cole quiere discutir,


pero no lo hace bajo su mirada dura—. Me gustaría hablar con ella a
solas.

La enfermera resopla molesta, recoge la bandeja y me dice:

—El médico se enterará de esto. —Y no me importa.

Mis padres se encargarán de eso. La única razón por la que tuvo la


oportunidad de meterse con esta mierda fue porque tenían que ir a
trabajar.

Ella debe saber algo para actuar así de raro; el sensible Cole debe
haber derramado los frijoles.

Sin embargo, nada salvará a su hijo. ¡Nada!

Ella se va y Eudard se acerca, su mano elevándose en mi dirección,


pero me encojo por dentro, odiando su presencia. Niego con la cabeza,
pero suspira y susurra:

—Lo siento. —Las lágrimas se forman en mis ojos por esto, porque
lógicamente entiendo que él no tuvo nada que ver con eso.

Pero no soy lógica en este momento, y su presencia no despierta más


que miedo. Las voces de todos los chicos brillan en mi cabeza, y tiemblo
un poco, tapándome los oídos con las palmas de las manos y negando con
la cabeza. Lo escucho acercarse y mi respiración se acelera, pero niego de
nuevo con la cabeza.
—Arianna, puedo explicarlo.

Pero el pánico y todo lo demás estalla dentro de mí, y grito, a pesar del
dolor y la carne desgarrada.

—Vete. Vete. —Pero se queda quieto, su sombra se cierne sobre mí al


igual que la de Ralph a la luz de la luna, y esta vez grito a pesar que me
produce tanto dolor—. ¡Vete!

Es entonces cuando mis padres irrumpen, mi mamá corre hacia mí


mientras las lágrimas corren por mis mejillas, y yo sacudo y sacudo y
sacudo con sangre llenando mi boca.

—¡Sal de aquí! —mi padre grita y luego llama al médico, pero todo se
vuelve borroso.

Nada volverá a ser lo mismo.

Y en esta nueva realidad que estoy viviendo, Eudard Campbell no tiene


cabida.
Madman

La música del órgano rebota en las paredes, creando una sensación de


fatalidad y desesperanza dentro de mi mazmorra, proyectando una sombra
sobre todo lo que nos rodea.

Con cada latido de las notas, se le pone la piel de gallina cada vez más
rápido, el miedo y la agonía grabados en sus rasgos.

Ah, mi banda sonora especial, solo para ellos.

Mis manos conducen un músico imaginario antes de apretar alrededor


del cuello de un bate de béisbol. Golpeé a Ethan en la cara con él, y ahora
llora de dolor, la sangre fluyendo de su nariz y goteando sobre la mesa a su
lado.

Chasqueando la lengua, arranco un pañuelo de la caja y me acerco a él,


sentándome en el borde de la mesa.

—Ethan, Ethan. Estás manchando el suelo. —Colocando el pañuelo en


su nariz, lo aprieto con fuerza y gime, sus pies golpeando contra el suelo—
. Eso es mejor. Ahora escribe. —Respira con dificultad, sus ojos se arrugan
mientras probablemente intenta controlar la agonía que se extiende a través
de él.

No ayudará; incluso si disminuye, daré otro golpe para que nada más
que sufrimiento llene sus últimas horas en la tierra. Murmura a través de la
cinta en su boca, agregando algunos gemidos, y suspiro dramáticamente,
poniendo mi mano en mi frente.

—No quería hacerlo, pero como tú desees. —Tirando del borde de la


cinta, la arranco y su grito reverbera a través del espacio. Tiene los labios
agrietados, la piel colgando de la cinta me recuerda a la carne cruda—.
Aquí. —Agarro la sal que está cerca, lista para esta ocasión específica, y la
vierto, y esta vez, los gritos también entran en la mezcla.

La verdadera música para mis oídos.

—Ahora escribe. —Está sentado en una silla junto a la mesa, con la


mano esposada mientras las cadenas le envuelven la cintura y las piernas,
pegándolo a la silla sin salida. Está completamente desnudo y la silla tiene
bordes afilados por todas partes que se clavan en la piel, dejando pequeños
hematomas que solo aumentan su sufrimiento general—. No tenemos todo
el tiempo del mundo. —Las lágrimas caen por sus mejillas, las manchas
rojas marcan su piel mientras él, con manos temblorosas, continúa
escribiendo lo que está en la tableta frente a él.

Incluso le preparé un mensaje de texto. Todo lo que este tonto tiene que
hacer es entregarlo con su letra.

—Nunca quise hacerlo. Ni siquiera fue mí idea —gruñe a través de su


garganta seca, sin levantar la mirada hacia mí, porque la última vez que lo
hizo, le rompí la mano izquierda. Ahora está retorcida a su lado,
volviéndose rojo de rabia con cada momento que pasa—. Ralph siempre
estuvo enamorado de ella. Fue él. —El bolígrafo tiembla tanto en su mano
que es un milagro que haga algo, pero el raspado del papel continúa, así
que sé que cumple con la orden.

Ah, estas víctimas son otra cosa. Siempre esperan que, si siguen bien
todas las órdenes, tendrán la posibilidad de escapar.

Incluso en la condición actual de Ethan, y a pesar que yo supiera la


verdad y le di una paliza antes que comenzáramos mi verdadera tortura, la
esperanza aún brilla intensamente en su cara. Él cree que, con palabras
suficientemente buenas, lo olvidaré y lo perdonaré.
Sin embargo, lo que pasa con los asesinos en serie es que cuando una
víctima está frente a nosotros, lista para tomarla, nada ni nadie puede
tentarnos a alejarnos de ella. El tirón es tan fuerte, la oscuridad lo consume
todo, exige sangre y una muerte, que es imposible ignorarlo.

¿Y todas las súplicas?

Solo alimenta mi deseo de lastimarlos más.

Saltando de la mesa, camino hacia mis armas y deslizo mis dedos sobre
mi colección de cuchillos mientras él continúa hablando, ahogándose un
poco por la sangre que le llena la boca.

—Por eso nunca le prestó atención a Patricia y porque tenía un pacto con
Frank. —Respira hondo, se detiene por un segundo, y hago clic con los
dedos, de modo que el susurro del papel llena el espacio una vez más—.
Pero entonces Patricia se acercó a nosotros durante la fiesta de Cole, nos
contó sobre esta fantasía, y él estaba encantado con ello. La única
condición que tenía era su estúpido baile de bienvenida. Ella quería ir con
él.

Qué perra psicótica. Por una cita para el regreso a casa para brillar como
la reina de la escuela, inició a su amiga para ser violada.

Mi mano aprieta el cuello del cuchillo plateado, mostrando un reflejo de


furia apenas controlada en mi cara, y me giro para mirarlo, pero él no me
mira.

Ethan es un tipo así, un seguidor de todas las órdenes. En cierto modo,


tiene razón. Él nunca habría ideado el plan por sí mismo ni habría sido lo
suficientemente valiente como para ejecutarlo.

Mi silencio le sirve de aliento, por lo que dispara más detalles.


—Le pregunté muchas veces si estaba segura que era cierto. Ella dijo
que sí, que había estado enamorada de Eachann durante años y que llenaba
su diario de fantasías. No vi ningún daño en eso, ya que ella estaba
dispuesta.

—Que fascinante. —Frotando mi barbilla con la punta de la hoja, digo


con curiosidad—, pero ella dijo que no. Muchas veces.

Palidece un poco, hace una pausa y luego escribe de nuevo.

—Estábamos borrachos y drogados. Quería detenerme, lo expresé


muchas veces, pero estaban demasiado metidos.

Miro el papel y veo que casi ha terminado, así que no hago nada más con
respecto a sus lloriqueos.

—He vivido con este arrepentimiento todos los días de mi vida.


Especialmente después de lo que pasó con los Griffins como un conjunto.
Nunca hemos vuelto a hacer algo así. Por favor créeme.

Cuando escribe la última oración, la tomo y la escaneo para asegurarme


que tengo todo lo que necesito. Satisfecho, lo guardo y luego procedo a
apartar la silla de la mesa, su exhalación de alivio llena mis oídos.

—Lo siento mucho de nuevo.

Descansando mis manos a cada lado de él en el respaldo de la silla, digo:

—Sabes, esa es una buena historia y todo. —Parpadea, la cautela


reemplaza al alivio—. Pero de todos modos lo hiciste. Un hombre los
habría detenido. Pero un cabrón como tú aprovechó la oportunidad para
hacerle daño. Una y otra y otra vez. —Sin más preámbulos, le perforo la
polla con una puñalada, y el grito de agonía que hace es tan fuerte, que
incluso domina la música y las vibraciones que corren por el suelo.
Él está agitado y gritando mientras le corto la polla y se la meto en la
garganta, para que pueda ahogarse con la misma cosa que lastimó a mi
chica.

—El perdón es un privilegio, Ethan. Y no puedes tenerlo en este mundo


mortal. —Luego, pensando en mi gemelo, me río—. Pero tienes mi
permiso para rezar. Y tal vez en el más allá, habrá una manera de expiar
tus pecados —le informo, apuñalándolo ahora en su brazo, dejando la hoja
adentro.

Haciendo crujir mi cuello de lado a lado, me estiro para las cosas por
venir.

Este es solo el comienzo de mi tortura. Para cuando haya terminado,


habrá sufrido durante horas y horas, deseando estar muerto en lugar de
vivo.

Y cuando finalmente muera, habrá cumplido su mayor propósito en la


vida.

Informar la verdad.
Cassandra

El sol que entra por las ventanas me ciega por un momento, mientras mis
párpados se abren, así que los cubro con el dorso de la mano.

—¡Ah! —murmuro, rodando hacia un lado y enterrando mi rostro


profundamente en la almohada, disfrutando del aroma de lavanda que
siempre tiene la capacidad de calmarme.

Solo que el olor que mueve mis fosas nasales no es el de las flores, sino
un aroma masculino que envía conciencia a través de todo mi cuerpo,
haciendo cosquillas en mi piel.

El olor de un hombre que pasó la noche en mi cama.

Con un grito ahogado, me incorporo solo para gemir cuando cada hueso
de mi cuerpo duele por la inusual actividad física, recordándome que
anoche terminó en placer carnal.

Estirando los brazos por encima de mí, cuelgo mi cabeza entre mis
omóplatos mientras una sonrisa tira de mis labios, vértigo hundiéndose en
mí, y una risita se escapa de mi boca.

¡Tuve sexo y lo disfruté!

¿Quién lo diría?

Deslizando mis manos desde mi cuello hasta mi cintura y caderas, me


maravillo del hecho que sus toques ya no son los últimos que he
experimentado.

No, los últimos pertenecen a un hombre que me entregó tanta pasión y


ganas que nunca creí posible. Quien logró despertar mi cadáver y bloquear
todas las voces, la música y el dolor resonante que se mostraba cada vez
que los hombres se acercaban a mí.

En los brazos de Eudard, encontré a la ingenua Arianna que solía esperar


un futuro brillante y tenía tantos planes para ella.

Suspirando, acaricio su lado vacío de la cama y el alivio se apodera de


mí por el hecho que él no está aquí.

Por mucho que esté agradecida por anoche, a pesar de los millones de
razones que tenía en contra, enfrentarlo por la mañana no era algo que
quisiera hacer. No estoy familiarizada con la etiqueta de las aventuras de
una noche, y evitar la incomodidad a la mañana siguiente siempre funciona
de la mejor manera.

Mi teléfono vibra en la mesita de noche y lo levanto, leo el mensaje que


parpadea en la pantalla e instantáneamente mi buen humor desaparece. La
frialdad regresa para asentarse sobre el calor dentro de mi pecho y me
recuerda por qué estoy en esta ciudad.

<Frank> ¡Hola, Cassandra! Conseguí tu número por Patricia.


¿Podemos hablar?

Resoplo ante esto. No me sorprendería que fuera ella quien escribiera


este mensaje. Después que me acerqué a ellos ayer, debe estar
mordiéndose las uñas con la preocupación que suelte la sopa.

Aparece otro mensaje; claramente, mi silencio de cinco segundos agitó


sus nervios.

<Frank> Si quieres almorzar conmigo, puedo explicártelo todo. No


era lo que parecía.
En este punto, no puedo contener la risa, porque Frank es tan estúpido.
¿Realmente cree que esa vieja excusa funcionará aquí?

<Yo> Parecía que te estabas tirando a Patricia en el jardín ;)

Ya no tengo que actuar sutilmente. Además, aunque aprecia mi belleza,


su interés en mí debe haber sido solo una forma de despertar los celos de
Patricia.

Diez años y nada ha cambiado. Él persigue su cola como un cachorro


mientras ella simplemente le permite amarla. El matrimonio con Ralph
debe apestar si ella se empeña en tener una aventura con Frank.

<Frank> Por favor, déjame explicarte.

Dejo las mantas a un lado, me levanto de la cama, doblo los dedos de los
pies en la mullida alfombra blanca y dejo el teléfono en mi mesita de
noche.

Lo dejaré sudar un poco; por supuesto que me reuniré con él para


almorzar.

Aún no es su momento de pagar por sus pecados; su amante se irá más


rápido. Ir a ese gran baile se convirtió en nada más que un regalo, porque
me dio muchas oportunidades para arruinarlos.

Por no hablar de la noche calurosa con el hombre más guapo que he


visto.

Estoy a punto de dirigirme a la ducha, cuando los platos tintineando


unos contra otros en la cocina llaman mi atención y mis cejas se fruncen.

¿Qué diablos?
Rápidamente poniéndome lo primero en lo que mis ojos se posan, que es
mi túnica de seda azul, corro escaleras abajo para comprobar quién es el
intruso, solo para detenerme en seco cuando veo la espalda sexy de Eudard
mientras cocina algo junto al horno. La encimera de la cocina ya tiene una
taza de té, café y dos platos con tostadas al lado.

—Toma asiento. Los huevos están casi listos. —Demasiado aturdida por
su presencia, me siento, siguiendo la orden ciegamente mientras lo miro
confundida.

¿No se fue?

¿Por qué sigue aquí? ¿No le dije que era solo una noche para rascarse la
picazón y todo eso, y que no significaba nada?

¿O el desayuno no significa nada de todos modos, y él solo tenía ganas


de comer en mi casa?

Una vez más, ¿por qué está aquí?

Finalmente encuentro mi voz.

—Pensé que te habías ido.

Se da la vuelta, dándome una vista de sus duros y esculpidos


abdominales, ya que no lleva nada más que una toalla envuelta alrededor
de su cintura.

—¿Pensaste o esperaste? —Guiña un ojo, echa huevos en nuestros


platos antes de volver a poner la sartén en la estufa y apagarla.

A pesar de mi confusión, mi estómago gruñe y mis mejillas se sonrojan


cuando él se ríe.
—No tienes que responder. Come tu comida. —Clavo mi tenedor en el
desayuno y rápidamente pregunto, antes de meter la comida en mi
garganta:

—¿No tienes lugares donde estar? —Casi gimo en voz alta cuando el
sabor golpea mi lengua, pero lo cubro masticando una tostada.

—Tan ansiosa por deshacerte de mí, ¿eh?

—Desayunar juntos no suena realmente a una aventura de una noche —


señalo, y él asiente, tomando un sorbo de café.

—Es cierto, pero nunca estuve de acuerdo con una aventura de una
noche, ¿verdad?

Parpadeando en estado de shock, reproduzco nuestras conversaciones de


ayer, lo cual no es tan fácil, ya que me tenía en un capullo de deseo.

Pero ahora que lo pienso, tiene razón. Cuando le dije que era una
aventura de una noche, él nunca discutió, pero tampoco estuvo de acuerdo.

—No quiero una relación —le informo, el miedo por alguna razón
parpadea dentro de mí.

Una noche de placer es genial, pero ¿tener algo permanente con un


hombre a cuyo hermano planeo castigar?

Es un desastre total, sin mencionar los otros pequeños detalles, como mi


venganza.

Él responde con la boca llena:

—Anotado.
—No estoy bromeando. —Dejo caer el tenedor en el plato donde hace
ruido.

—Anotado también. Sin embargo, no significa que voy a escuchar esta


mierda. —Continúa comiendo como si no hubiera problema.

Dios mío, ¿este idiota cree que ahora tiene acceso a mi cama cuando él
quiera?

—No puedes obligarme a tener una relación contigo.

Un brillo peligroso destella en sus ojos y deja de comer, se levanta y


planta las palmas de las manos sobre la mesa.

—Lo dije dos veces, y lo voy a decir de nuevo. No tomo lo que no se me


da voluntariamente.

—¡No estoy hablando de fuerza! No necesito una relación, punto.

Me estudia por unos segundos.

—Cassandra, anoche, te convertiste en mía, te guste o no.

—¡No, no lo hice! —En serio, todas las emociones asombrosas que me


hizo experimentar palidecen en este momento, reemplazadas con furia.

¡Me doy cuenta que en cualquier momento estará soñando con


arrastrarme a su cueva!

—Esta conversación no tiene sentido —dice, y yo también me levanto,


hundiendo mi dedo índice en su pecho.

—¿Así que ahora tenemos que hacer lo que digas? No lo creo. Anoche
fue genial, pero termina aquí.
—¿Porque ya te has saciado? —pregunta casualmente, demasiado
casualmente, pero estoy tan cegada por su actitud tranquila como para
prestar atención a eso.

—Exactamente. —Estoy mintiendo entre dientes, porque sé que no es


así. Pero cualquier otra implicación con él está fuera de discusión.

—Probemos esa teoría, ¿de acuerdo? —pregunta, y tengo un segundo


para pensar en esas palabras antes que unos brazos fuertes me ciñan de la
cintura, me hagan girar y me suban a la encimera de la cocina.

Eudard toma mi boca en un beso profundo e inquisitivo. Sus dedos se


clavan dolorosamente en mi cintura y se presiona contra mí, arrancándome
un gemido. Mis manos rodean su cuello, rasguñándolo levemente mientras
nos acerca para que tenga un mejor acceso a mí, y que pueda sentir cada
lamida y toque de él.

Un toque y ardo por él. ¡Me hizo adicta a él en solo una noche!

Sus dedos desabrochan el cinturón de mi bata, deslizándola por mi


cuerpo, y por un segundo, quito mis manos de él, enviando la ofensiva tela
de seda al suelo. Entonces mis manos viajan a la toalla, desenganchándola
de sus caderas.

Un gemido se desliza por mis labios cuando su longitud aparece a la


vista. Mis mejillas se calientan, mis palmas cubren mi boca.

—Sé tan ruidosa como quieras. Tus gemidos me pertenecen —gruñe


sobre mis labios, enviando pulsaciones por mi estómago directamente a mi
clítoris cuando encuentra mi boca, exigiendo una sumisión completa.

Su palma baja por mi estómago y luego se dirige a mi coño, rodeando mi


clítoris con sus dedos ásperos. Jadeo, compartiendo mi aliento con él,
enganchando mis piernas con más fuerza sobre sus caderas y
empujándome más cerca de él.

Gime sobre mi pecho, envuelve un pezón con su boca y chupa con


fuerza. Mi cabeza golpea contra el armario, mordiéndome los labios y
lloriqueando en voz alta, suplicando:

—Eudard.

—Puedo correrme con solo ver tu rostro lleno de deseo —susurra,


prestando la misma atención al otro pecho, conforme el deseo sigue
aumentando más alto hasta el punto de la agonía—. Tu olor, los pequeños
gemidos, el rubor que se extiende por todo tu cuerpo, ya no sé cómo vivir
sin ellos. —Un latido y luego—: Has consumido a un loco.

Un escalofrío recorre mi cuerpo, enviando escalofríos junto con la piel


de gallina, y es imposible silenciar cómo me afectan.

En sus brazos, encuentro la libertad de todas las reglas, pasadas y


presentes. Solo los dos existimos donde soy su única obsesión y, a pesar de
lo mal que pueda ser, lo anhelo tanto que puedo saborear la abrumadora
necesidad en mi lengua.

Arqueando mi espalda, presiono mi pezón contra sus labios.

—Te necesito, Eudard. Duro, dentro de mí, follando hasta sacarme los
sesos.

Se congela por un segundo, probablemente sorprendido por las palabras


que he usado, pero no me importa. Me vuelve loca y necesitada, para que
pueda lidiar con ello.

¿No es él el maestro en esto y yo soy la estudiante como dijo anoche?


Rompiendo la bolsa del condón, ¿de dónde sacó eso? Lo enrolla
lentamente sobre su dura longitud mientras observa mi pecho subir y bajar
al ritmo de mi corazón. La excitación se esparce por toda mi piel mientras
lo anticipo empujando dentro de mí. El hambre me está volviendo loca; un
gemido de sufrimiento se desliza entre mis labios, y sus ojos se oscurecen,
mientras suelta un gruñido:

—¿No te has saciado, verdad, mi fénix? —Niego con la cabeza, porque


¿de qué sirve negarlo? Y a continuación agarra mi cabello tirando de él, y
se inclina hacia mí, su aliento soplando en mi mejilla—. Debería castigarte
por negar esto —dice. Sus palabras son como un cuchillo cortando a través
del deseo que nos envuelve—. Tal vez debería dejarte así. —Su otra mano
toma mi coño y sus dedos se hunden profundamente en mí y se me escapa
un grito—. ¿Mojada y dolorida por mí con tu cuerpo rogándome que lo
tome? —Muerde mi barbilla con dureza—. Así que no volverás a negar
nunca que eres mía.

Se me escapa un gemido, mientras suplico:

—Por favor, no lo hagas. —Envuelvo mis piernas con más fuerza


alrededor de él, sacudiendo mis caderas para que la punta de su polla se
frote contra mi núcleo, casi deslizándose hacia adentro—. Tómame.

Puedo rogarle durante horas si es necesario, para que no me deje con


esta abrumadora necesidad.

Golpea su boca sobre la mía mientras se sumerge profundamente, mi


humedad le permite deslizarse fácilmente. Ambos gemimos en la boca del
otro mientras él agarra mis muslos apretándolos, empujándome con más
fuerza.

Mis talones se clavan en su culo mientras mis uñas rasguñan su espalda


sudorosa y mis pulmones arden. Finalmente me suelta, lo que me permite
morder su hombro con rudeza mientras él tira de mi cabello, mi cabeza
cayendo hacia atrás y exponiendo mi cuello para él.

—Tal vez debería marcarte, para que ningún hijo de puta se atreva a
pensar que estás libre.

La posesividad lacera su voz mientras procede a hacer lo que promete,


deleitándose en mi cuello con fuertes chupadas, mientras le suplico:

—Más duro. Más rápido. Más adentro.

Empuja hasta el fondo, sosteniéndome firme para que no me resbale del


mostrador.

—Es imposible tener suficiente de esto —dice, mordiendo el lóbulo de


mi oreja y luego calmándolo rápidamente mientras nos conduce con una
fuerza que nos sacude ambos.

—Sí. —Simplemente, no puede haber otra respuesta a esto, pase lo que


pase.

—Apretada, tan apretada. Siempre jodidamente apretada para mí. —


Empieza a follarme más fuerte pero lento, empujando hacia adentro y hacia
afuera con movimientos suaves y calculados que me llevan más y más alto,
todo mientras mis labios cantan solo su nombre.

Eudard.

Mi loco.

Tirando de su cabeza hacia abajo para un beso, me aprieto a su alrededor


y él gruñe, hundiéndose más profundamente. Necesito que acelere y
termine el trabajo antes que pierda la cabeza.
Mi cuerpo reacciona al suyo como el combustible al fuego, pero esta
vez… hay algo diferente en él. Como si fuera a morir si él no me da un
orgasmo, perdida para siempre en este mundo sin mi ancla.

Sin que él calme el dolor que solo él puede despertar.

Clavando sus dedos con más fuerza en mis muslos, estirando mis
piernas, acelera el paso, dándome caricias suaves pero profundas una tras
otra, los sonidos de la piel golpeando contra la piel zumbando en mis oídos
y bloqueando todo lo demás.

Luego, arrastra su dedo hacia mi clítoris, tocándolo ligeramente, y es


suficiente para enviarme al límite. El placer se esparce a través de mí como
fuego, tirando de mi piel en diferentes direcciones mientras un grito sale de
mi garganta, pero él solo presiona más fuerte, frotando su hueso púbico
contra mi clítoris sensible. Descanso mi cabeza en el armario mientras él
bombea dentro de mí un par de veces más antes de quedarse quieto, sus
ojos vidriosos con deseo y cruda necesidad.

Nunca ha sido más guapo para mí que en este momento.

Un hombre que tiene la capacidad de hacerme ver estrellas en esta


oscuridad que llamo mi vida.

Respira pesadamente en mi cuello, mis piernas todavía envueltas con


fuerza alrededor de él mientras lo abrazo, sin querer soltarlo.

¿El sexo siempre es así para la gente? ¿Dónde experimentas la sensación


de pertenecer completamente a un hombre como si nada existiera en este
mundo excepto ustedes dos?

¿O Eudard y yo somos la excepción?


—Los resultados de la prueba confirman que es una terrible mentirosa,
Señorita Scott —susurra Eudard en mi oído antes de morderme el lóbulo, y
me río, dándole un ligero beso.

—Todavía no quiero una relación.

Suspira dramáticamente.

—Bien. Estoy de acuerdo en no ponerle una etiqueta a esto siempre que


entiendas a quién perteneces.

—Sí, a mí misma —respondo con orgullo, pero grito cuando me muerde


el hombro, sin duda dejando una marca.

—A mí y a nadie más. —No es tan moderno, pero el placer me


atraviesa, porque la idea de ser suya no me asusta en absoluto.

Sin embargo, las consecuencias de esa decisión podrían hacerlo.

—Eudard —comienzo, queriendo encontrar mejores palabras para


explicar, pero el sonido del teléfono me interrumpe.

Gimiendo, me levanta y camina conmigo hacia la estufa donde está su


teléfono y lo levanta, todavía clavando su nariz en mi cuello.

—Campbell. —Se tensa y luego se inclina hacia atrás, frunciendo el


ceño—. No, no lo estoy.

¿Qué está pasando? Hablo con la boca pero él niega con la cabeza,
agarra el control remoto de mi televisor que está en el estante cercano y la
enciende.

Las noticias están en los titulares sobre nuestra ciudad. Si bien no


tenemos una estación de televisión completa en la ciudad, tenemos una que
cubre alrededor de siete pueblos pequeños en todos los ámbitos, y a la
gente le encanta ver las noticias aquí.

Mantenerse al día con el mundo, además que los reporteros siempre son
alegres.

Sin embargo, este no sonríe; en cambio, el horror está grabado en sus


rasgos.

—Hoy, cerca de la estación de policía, se encontró el cuerpo de Ethan


White junto con una carta enrollada en la boca. Según nuestras fuentes de
confianza, esta carta tiene la confesión de él, junto con otras varias
personas, violando a Arianna Griffin hace diez años. Los otros nombres no
se mencionan, solo sus primeras iniciales. La policía se niega a responder
cualquier pregunta, pero podría ser necesario realizar una investigación.

—Joder —murmura Eudard, pero su tono se mantiene tranquilo como si


no estuviera viendo muerto a alguien con quien creció.

Sin embargo, estoy congelada en mi sitio, ni siquiera respiro.

Ethan White está muerto.

Un nombre tachado de mi lista, el primero, ya que fue él quien me atrajo


a ese acantilado.

No solo muerto, sino que alguien logró sacarle una confesión.

Mis ojos se cierran y una pequeña exhalación me abandona, lo que me


permite respirar más profundamente mientras algo de la presión que he
sentido durante tanto tiempo se afloja.

Uno de ellos se ha ido.


Capítulo 14

¿Qué es la muerte, papá? Le hacía esta pregunta a mi padre todo el


tiempo.
Su respuesta era siempre la misma.
Una vez que Dios decida que es hora que me vaya, tendré que volver a
casa al cielo. Y te estaré cuidando allí como un ángel de la guarda, así que
pase lo que pase… siempre estaré contigo.
Sin embargo, espero que papá no se convierta en mi ángel de la guarda.
Porque por lo que me he convertido, no puedo estar cerca de los
ángeles.
Después de todo, soy una pecadora que estará cubierta por la sangre y
el terror de mis víctimas.

De los recuerdos de Arianna Griffin...

—Si firmas este papel, Matilda, esta pesadilla habrá terminado para
todas las partes involucradas —dice Ridge Campbell mientras se sienta en
la sala de estar de nuestra casa y le pasa el papel a mis padres—.
Pagamos todas las facturas médicas. Habrá una compensación monetaria,
por supuesto, y Arianna puede elegir la universidad que quiera. —Espera
un poco antes de agregar, su mirada se posa en mí por un segundo—, no
arruinemos la vida de ocho chicos, porque decidieron jugar y no sabían
cómo. —A pesar que su voz permanece vacía de cualquier emoción, no me
es extraño la autoridad que la enlaza, como si esperara que el asunto se
arregle.

Tal vez porque finalmente tomó el caso en sus propias manos y no dejó
que el padre de Ralph, Maurice, lo manejara.

Después de recuperar mi voz, les grité a mis padres quienes me habían


hecho esto y se horrorizaron. Mamá me meció en sus brazos tanto como
pudo con todos los yesos y moretones que tenía, mientras papá se puso
lívido del shock.

Inmediatamente presentaron una denuncia, sin cuestionarme ni


creyendo esos estúpidos rumores que circulaban en la ciudad que me
había hecho esto a mí misma o me había involucrado con la gente
equivocada.

Papá quería que todos los hijos de los cinco fundadores más Cole
respondieran por esto.

Nadie nos creyó, por supuesto. La pequeña ciudad se había horrorizado


ante tales sugerencias y pensó que yo había mezclado algo. No podían
creer que los niños que crecieron bajo sus ojos pudieran haberlo hecho.

Pero me mantuve fiel a mi verdad y quería justicia, quería un juicio.

Quería que fueran castigados y desesperanzados, quedaran doloridos,


al igual que yo lo estaba mientras me habían hecho todas esas cosas
horribles a mi espíritu y mi cuerpo.

Cosas que nunca podré borrar.

—Esta pesadilla —Mi padre aprieta los dientes, con las mejillas rojas,
probablemente por la furia que lo agita—, nunca terminará para mi hija.
¡Esos chicos merecen ser castigados por lastimar a mi pequeña! —le grita
a la cara de Ridge Campbell y la calidez llena mi pecho por el apoyo de
mis padres.

Han trabajado en su oficina desde hace mucho tiempo y nunca le han


alzado la voz, pero aquí están protegiéndome. ¿Qué más podría desear
una chica?

—Si vas a la corte con esto, perderás —responde Ridge con calma, se
desabrocha la chaqueta del traje y apoya la espalda en el sofá con la
mano en la parte superior—. No quedan rastros de ADN en su cuerpo. No
hay indicios que estuvieran allí los chicos o las chicas. Y lo que es más
importante, mis hijos estuvieron en casa todo el tiempo, según mi personal.
—Mi respiración se entrecorta ante su implicación que puedo leer entre
líneas.

Puede hacer que todos tengan una coartada para este caso si exigimos
justicia.

Ridge Campbell es un hombre despiadado que gobierna esta ciudad sin


piedad y solo se involucra cuando la mierda le golpea. Rara vez agracia a
alguien con su atención, pero cuando lo hace… la gente corre en una
dirección diferente.

Las cicatrices de Eudard aparecen en mi cabeza, su enrojecimiento


vicioso, y cuántas de ellas están esparcidas por todo su cuerpo. ¿Fue él
quien las puso allí? ¿También estaba abusando de sus hijos?

Pero entonces Eachann nunca las tuvo. Tuvimos clases de natación a lo


largo de los años en la escuela y él nunca tuvo una. Ahora que lo pienso,
Eudard siempre se perdía esas clases.
Sacudiendo mi cabeza por esos pensamientos traicioneros, me
concentro en mi enojo y no en el tipo que no vino cuando más lo
necesitaba.

Puede que no haya estado involucrado en mi caída como su gemelo,


pero también contribuyó a ello.

—Nos arriesgaremos —dice mi mamá y se levanta, señalando la


puerta—. Ahora, lárgate de mi casa.

—Ambos están cometiendo un error. —Luego me mira, perforando su


mirada helada en mí, pero levanto la barbilla en alto, sin rehuirla—. Si
insistes, tu vida se arruinará. Con la cantidad de poder que tenemos, no
hay posibilidad que lo ganes. Esto estará en las noticias. La gente sentirá
lástima por aquellos de los que se habla mal. Y entonces nadie te creerá.
—Una sonrisa que envía escalofríos por mi columna curva sus labios—.
Serás esta chica que nunca consiguió la medalla de oro, así que intentó
conseguir su fama de otra manera. Piensa en eso antes de gritar pidiendo
justicia. —Se inclina hacia adelante, y aunque estoy a unos metros de él,
doy un paso atrás como si sus palabras pudieran lastimarme físicamente—
. En esta ciudad, nadie te cree y creciste aquí. ¿Crees que el mundo lo
hará? —Al final de su discurso, estoy temblando mientras la bilis sube en
mi garganta y mi pulso se acelera. El aire se me pega a los pulmones y
estoy tragando saliva, pero siento que no entra nada.

—¡Arianna! —Mamá grita, saltando hacia mí y palmeando mi cabeza—.


Respira, cariño, respira.

Niego con la cabeza y tomo aire de nuevo, lo necesito


desesperadamente, pero por alguna razón no está allí.
Las palabras de Ridge resuenan en mis oídos mientras un temblor tras
otro sacude mi cuerpo y las lágrimas corren por mis mejillas sin darme
cuenta, ante la perspectiva que él podría tener razón.

Que en este mundo nadie me creerá, aunque me conozcan de toda la


vida.

—¡Lárgate de mi casa! —Papá ruge y, a pesar de mi ataque de pánico,


lo veo agarrar a Ridge por las solapas de su chaqueta y arrastrarlo hasta
la puerta—. Y no vuelvas. Iremos a la corte y ganaremos. No tenemos
nada que temer. Mi hija es inocente, y puedes decirles a los cinco
fundadores que se traguen su dinero. Incluso si todos pasan por el infierno
por el que la hicieron pasar, nunca será suficiente para nosotros.

Ridge Campbell ajusta el cuello de su camisa y se ríe.

—Acabas de cometer un gran error, Ted. Ahora tendrás que afrontar las
consecuencias. —Hay un tono extraño entrelazando esas palabras, casi
como una súplica mezclada con arrepentimiento, pero mi papá ni siquiera
mueve un músculo.

¿Y por qué Ridge suplicaría de todos modos? Dudaba que hubiera algo
de lo que tuviera miedo.

Papá abre la puerta y empuja a Ridge hacia afuera.

—Me enfrentaré a lo que sea necesario para que el mundo escuche la


verdad. —Con eso, cierra la puerta en la cara de Ridge, la vibración hace
temblar las paredes un poco, y luego, en un instante, estoy en los brazos de
papá. Me aprieta con fuerza y su familiar aroma de seguridad llena mis
pulmones, finalmente permitiendo que el aire se cuele dentro—. Shhh, mi
pequeña —susurra, apoyando su mejilla en la parte superior de mi cabeza
mientras mamá nos mira con la palma de la mano cubriendo su boca—.
Nadie te volverá a hacer daño. Mientras viva, mataré a todos los
monstruos. —Lo rodeo con las manos, empapándome de su amor mientras
mamá me frota la espalda y lloro en su pecho por mi mala suerte, pero
también de alivio.

Papá matará a todos los monstruos y tal vez no tenga que irme nunca.

Papá cumplió su palabra.

Nadie me hizo daño mientras él vivió.

Acostada en mi cama, resoplo exasperada, tratando de encontrar una


posición cómoda para mi hombro, pero fallo. El médico me dijo, después
de quitarme el yeso, que tal vez tendría que aprender a dormir
correctamente de nuevo, y tenía razón.

Solo una cosa más que me quitaron los cinco fundadores.

Terminando de nuevo en mi espalda, suspiro profundamente mientras


paso mis dedos por mi cabello, pensando en la situación anterior.

Mis padres me acompañaron al piso de arriba para descansar donde


estuve acostada durante las últimas siete horas mirando estúpidamente al
techo mientras repetía en mi mente todas las grabaciones de patinaje
sobre hielo que he visto toda mi vida.

No quería comer ni mirar nada, pero recordar el hielo me alivia. Los


médicos dijeron que debido a mis lesiones nunca podría volver a hacerlo,
pero he escuchado todas esas cosas antes.

Ahora nunca seré un medallista, los cinco fundadores también me


quitaron eso, pero quiero enseñar a los niños a deslizarse sobre el hielo.
Cómo encontrar la belleza en cada movimiento y cada rasguño. Cómo
respetar el hielo y sentir su latido bajo tus patines cuando te subes a él y
confías en que te cuidará.

¿No es irónico? Como patinadora sobre hielo, el hielo nunca me falló,


siempre me atrapaba a tiempo mientras eran las personas las que me
traicionaban.

Toso un poco y me estremezco por el dolor de garganta, probablemente


por todos los gritos y llantos que hice. Me advirtieron que me lo tomara
con calma y que no forzara la voz, ya que el tejido del interior aún se
estaba curando.

Buscando agua o té para calmarlo, frunzo el ceño cuando no encuentro


nada en mi mesita de noche. Mamá lo ha estado poniendo allí todas las
noches antes de irse a la cama, incluso cuando yo le dije que no lo hiciera.

Pero siempre termino bebiéndolo.

Tirando la manta a un lado, me acerco suavemente a la puerta y hago


una mueca cuando chirría ruidosamente en el espacio que de otro modo
sería silencioso.

Mis pies descalzos golpean la madera mientras salgo al pasillo y a las


escaleras, agradecida por ponerme el pijama hoy en lugar de un camisón,
ya que el aire acondicionado está al máximo, lo cual también es extraño.

Mis padres nunca lo dejan encendido, prefieren tener las ventanas


abiertas.

Al llegar al último escalón, mi dedo del pie toca algo líquido y cálido, y
maldigo.
—Oh, diablos. ¿Derramaron algo aquí? —Me pregunto en voz alta,
buscando el interruptor pero no puedo encontrarlo.

Caminando a ciegas hacia la cocina, tropiezo con algo pesado y mis


ojos se abren a pesar que no puedo ver una mierda.

Alejándome de lo que demonios sea, me sirvo un vaso de agua y lo tomo


con avidez, dándole la bienvenida a la forma en que me alivia la garganta
justo cuando el sonido de un jarrón rompiéndose hace eco en la casa.

Hago una pausa con el vaso a medio camino de mi boca, y esta vez
deslizo mi mano sobre la pared, la determinación me impulsa a encender
la luz y descubrir qué diablos está pasando.

La última vez que sucedió tal conmoción fue cuando papá trató de
esconder mi bicicleta debajo del árbol de Navidad y mamá se rio a
carcajadas.

Pero la Navidad no está aquí, entonces, ¿qué está pasando?

En el momento en que la luz brilla, mi corazón se detiene mientras el


fuerte grito que desgarra mi garganta de nuevo reverbera en las paredes.

La sangre está esparcida por todo el suelo y alacenas como si alguien la


hubiera pintado en la cocina. Caminando, me apresuro al pasillo, donde
veo a mi padre tirado en un charco de sangre, con una pistola en la mano
y una herida visible debajo de la barbilla como si se hubiera pegado un
tiro. Sus ojos están abiertos, la conmoción clara en ellos.

—¡Papi! —grito, cayendo de rodillas y golpeándolas contra el suelo—.


¡Papi! —Sacudo su cuerpo aún caliente, pero es inamovible—. ¡Papi! —
Las lágrimas corren por mis mejillas, cayendo sobre su piel, pero no hay
ningún latido cuando busco su pulso.
Entonces escucho pasos pesados y veo, viniendo de la sala de estar,
zapatos de cuero negro que brillan a la luz de la luna parados detrás de
los pies descalzos que hubiera reconocido en cualquier lugar.

Mamá.

Levantando mi mirada por las piernas musculosas cubiertas con


pantalones negros hasta el suéter negro y finalmente un rostro con una
máscara negra donde solo sus ojos son visibles para mí, no puedo
distinguir su color.

Mi mamá está presionada contra él, sus manos sosteniendo un alambre


que está envuelto alrededor de su garganta. Está clavando sus uñas en él,
tratando de apartarlo, pero no puede, y veo cómo llora a través de la
opresión en su garganta.

Ella suelta el cable y en ese momento es cuando el hombre tira de él con


más fuerza, y por un segundo, se congela, sus ojos se abren de par en par.
Cuando jadea mientras me agita la mano para que salga corriendo, niego
con la cabeza.

—¡Mamá! —Quiero correr hacia ella y hacer algo a pesar que el miedo
me penetra desde todos los ángulos, pero el hombre chasquea la lengua.

—No, eh, eh. —Su voz tiene un sonido extraño, como si algo lo ocultara
del reconocimiento—. Un paso más y mamá estará muerta —canta y afloja
un poco su agarre para que pueda respirar.

Mamá grita:

—Huye, Arianna. ¡Vete! —Pero estoy congelada en el lugar, queriendo


ayudarla pero no puedo mientras mi papá esté muerto a mis pies.

¿Mis padres? ¿Quién es tan cruel que nos quiere muertos?


¿Ridge Campbell? ¡Pero no puedo creer eso!

—Por favor, déjala ir. —Presiono mis palmas una contra la otra, mi
respiración es ronca mientras lloro—: Por favor, déjala ir.

—Ahora estás suplicando. —Él inclina la cabeza hacia un lado y aprieta


su agarre una vez más y ella lucha, se retuerce, pero el cable solo corta
más profundamente su piel y la sangre la cubre. El dolor estropea su
rostro, pero no le ruega que la deje ir.

La veo suplicando con sus ojos que me vaya, que me aleje de esta
pesadilla, pero ¿cómo puedo dejarla sola en esto?

—Haré lo que sea, por favor.

Se ríe, el sonido hace que se me ponga la piel de gallina y el reloj de


madera decide que es hora de anunciar que es medianoche.

—Demasiado tarde para eso. Deberías haber mantenido la boca


cerrada, pajarito. —Él palmea la cabeza de mi madre, y en un movimiento
rápido le rompe el cuello hacia un lado, el sonido crujiente resuena a
través del espacio mientras la tira al suelo.

—¡No! —grito, aunque suena más como un susurro ronco y fuerte, y


quiero correr hacia ella, pero él ya está envolviendo el alambre alrededor
de su puño.

—¿Lista para jugar, pajarito?

Aunque todo en mí me impulsa a abrazar a mi madre y rogarle que se


despierte junto con mi padre, no puedo concentrarme en el dolor y la
devastación que me están trayendo sus muertes.
Mis instintos de supervivencia se activan, porque si no vivo lo suficiente
para contárselo a alguien, nadie responderá nunca por sus muertes, y eso
es lo que quiere el enemigo.

Me doy la vuelta y corro hacia el pasillo que conduce a la puerta de la


terraza que me dará la oportunidad de salir con los dos cisnes.

Me esconderán en el lago con sus plumas, y le costará encontrarme; he


jugado juegos como ese mil veces con los gemelos Campbell.

Los cisnes nunca me han tocado, pero cuando me sumergí en el agua, se


reunieron a mi alrededor y me permitieron usarlos como refugio. Mi papá
los cuidó a todos durante tanto tiempo que me ayudarán.

Mis pies golpean el suelo seguido por el fuerte golpe de sus botas
mientras mesas, jarrones y libros caen al suelo. Empuja los muebles fuera
de su camino, y parece que el mundo se derrumba a mi alrededor.

En cierto modo, lo hace.

Estoy casi junto a la puerta de la terraza, lista para volar a través de


ella, cuando me da una patada en la espalda, y con un grito, caigo hacia
adelante, mi barbilla golpea el mármol, y el dolor instantáneo viaja por
encima de mi hombro y las heridas que todavía no han sanado
correctamente.

Me pongo de rodillas, pero él engancha el cable alrededor de mi


garganta, lo gira en dos y corta el oxígeno a mis pulmones mientras los
bordes afilados se clavan en mi cuello, magullando la piel.

—Si tan solo hubieras mantenido la boca cerrada, todo habría sido
perfecto —dice contra mi mejilla, abanicando la parte posterior de mi
cabeza—. Si tan solo apreciaran el regalo que les había dado. Pero tenían
que destruirlo todo. Ahora todos los que amas han pagado por ello. —¿De
qué está hablando?

¿Quiénes son ellos?

Aprieta el cable con más fuerza y mi boca se abre, buscando aliento


pero sin encontrarlo. Se siente como un puño apretado en mi pecho,
congelando mis pulmones mientras mis uñas rasguñan el alambre, pero
solo me corto más en el proceso.

—¡Arruinaste todo! —chilla en mi oído, moviendo el cable de un lado a


otro, aflojándolo un poco, lo que me permite tomar un respiro, pero me
corta la piel. Se ríe, como si disfrutara cortándome—. Tanta belleza
arruinada por tu deseo de hablar. —Trato de empujarlo para que pierda el
equilibrio y me arrastro hacia adelante, pero él se ríe, una vez más y me
trae de vuelta y me corta el oxígeno.

Presiona y presiona hasta que no puedo soportarlo más, y mis ojos se


cierran, llevándome a donde la oscuridad me saluda.

Mis ojos parpadean abiertos cuando mi nariz se contrae por el olor de…
¿gasolina? Escucho que algo salpica.

Plup. Plup. Plup.

Mi visión es borrosa, pero mientras trato de tomar un respiro, veo botas


negras desaparecer en la distancia mientras él enciende un fósforo y lo
deja caer al suelo. Al instante se enciende, las llamas naranjas y azules se
enredan juntas en un dúo, quemando todo en su camino a las cenizas.

Demasiado cansada para hacer otra cosa, mis párpados caen y


sucumbo a la oscuridad una vez más.
Calor.

Tengo tanto calor que parece que el fuego viene de todas partes,
recordándome un día de verano en la playa, cuando no escuché a mamá y
me aventuré a salir durante la parte más calurosa del día.

Pero aquí no hay agua fría para aliviarlo.

Me duele el cuerpo como si alguien lo hubiera pisoteado y mi garganta


está rasposa, necesitando algo.

Mis ojos parpadean y se abren una vez más, solo para llorar por todo el
humo que se acumula a mi alrededor mientras estoy acostada en el suelo.

No no no.

No puedo morir.

Mi historia no puede terminar así con los monstruos ganando mientras


los ángeles dan la espalda a sus actos.

Ruedo hacia un lado, veo la puerta de la terraza a varios metros de mí,


y trato de ponerme de rodillas, pero es como si mis piernas no me
escucharan. Caigo sobre mi estómago, gritando e inhalando
profundamente.

No no no.

No puedo morir.

El mantra me mantiene en marcha mientras me levanto de nuevo,


pegando mis palmas en el mármol, pero se resbalan y termino de espaldas,
apenas capaz de moverme.
Me debe haber pateado también por si acaso, asegurándose que nunca
podría escapar.

Ahí es cuando escucho un fuerte golpe, como si alguien estuviera


usando un martillo, y la puerta de la terraza se rompe. Varios pares de
botas negras suenan dentro, y una voz que no reconozco sisea:

—¡Mierda! —Pero en este punto, el humo nubla mi mente y mi visión


tanto que no puedo distinguir nada.

Cerrando los ojos una vez más, casi me entrego al olvido que siempre
tiene cualidades calmantes al respecto, haciéndome saber que no importa
el que soy aceptada aquí.

Pero antes de hacerlo, escucho varias frases raras que no tienen sentido
para mí, ni me importa entenderlas.

—Santiago, apaga el fuego —ordena esta vez la voz profunda; esa es la


única conocida entre todos ellos. Pero, ¿por qué esta voz familiar crea
pánico a mi alrededor y no me calma? —. La manguera está afuera.

Luego, diferentes voces hablan una tras otra mientras sus botas hacen
vibrar el suelo mientras corren por toda la casa.

—Octavius, todos están muertos.

—Remi, ayúdame con los cuerpos.

—Florian, usa el puto extintor en la sala o perderemos la casa.

Y luego siento unos brazos fuertes que se deslizan por debajo de mi


espalda y me levantan, presionándome contra un pecho donde el corazón
late salvajemente contra mi oído, y él murmura:
—Demasiado tarde. Llegué demasiado tarde. Pero estoy aquí ahora. —
Pero ahí es cuando la oscuridad me reclama de una vez por todas, y todo
lo demás se desvanece.
Cassandra

—Lo siento mucho. —Retrocedo de mi shock, palmeando ligeramente el


bíceps de Eudard con torpeza y ofreciéndole consuelo. Ethan ha sido uno
de sus amigos más antiguos, así que por un segundo, rechazo la felicidad
que se extiende dentro de mí y me concentro en él—. Es una tragedia
terrible.

Eudard palmea mi cabeza y captura mi boca con la suya, imperturbable


por mi grito de sorpresa. Lame mis labios antes de hundir su lengua dentro
y rozar la mía, reclamándome una vez más, y con un gemido, envuelvo mis
manos alrededor de su cuello, acercándolo más. A pesar de nuestro
encuentro anterior, este beso carece de deseo, pero en cambio está cubierto
de posesividad y urgencia que no entiendo. Casi como si intentara
castigarme con eso y recordarme dónde debería estar mi atención.

Antes que pueda rendirme al beso, aparta su boca y apoya su frente


contra la mía, ambos respirando con dificultad. Siento los rápidos latidos
de su corazón bajo la palma de mi mano.

—No lo sientas, Cassandra. No se lo merece. —Mis ojos se abren ante el


odio en su voz. ¿No fue él quien me ayudó en este camino oscuro? ¿Por
qué no le preocupa la muerte de Ethan? —. Arianna nunca debió haber
sido su víctima. —Ahora la ira se mezcla con el odio. Todavía estoy en sus
brazos y mi corazón se acelera dolorosamente por los recuerdos que quiero
evitar, pero su firme agarre no me lo permite—. Era un alma hermosa que
vivía entre pecadores, y desafortunadamente para ella, la untaron en su
suciedad. —Echa mi cabeza hacia atrás, su pulgar frota mis labios, y una
lágrima se me escapa, deslizándose por mi mejilla. ¿Cómo no hacerlo
cuando me describe así? Dios, cómo mi vida habría sido diferente si tan
solo hubiera sabido acerca de la profundidad emocional que él había
sentido por mí en ese entonces—. La oscuridad nunca debería haberla
tocado —susurra.

Pongo mis manos sobre las suyas, temblando un poco y preguntándole:

—¿Ella era alguien especial para ti?

En cierto modo, no me gusta que la amara tanto… incluso si ella era…


soy yo. Porque Arianna Griffin no existe y no hay forma de traerla de
vuelta. ¿Y Cassandra Scott?

Está demasiado dañada para ofrecerle algo.

Las dos versiones, la real y la fantasma de mí nunca pueden estar con él,
no importa cuánto quiera explorarlo.

Su cara se suaviza junto con su voz cuando se ríe, aunque carece de


humor.

—Ella lo era todo, pero le fallé. No volverá a suceder. —Suena como


una promesa escrita en piedra, pero no estoy segura de a quién se la hace.
Antes que pueda detenerme en eso, su máscara controlada está de nuevo,
alejándose de mí agarra su teléfono y se aclara la garganta—. Tengo que
irme por ahora y ocuparme de esto. Estoy seguro que alguien ya ha pasado
por mi oficina preguntando al respecto. —Se pone la toalla alrededor de las
caderas, sus profundas piscinas verdes me observan como si buscaran algo,
pero yo no revelo nada.

Si dejo que mis verdaderas emociones se muestren, esta pesadilla mía


nunca terminará. Y a pesar de cuánto anhelo calmar la angustia en él por
Arianna, no puedo hacerlo hasta que todos paguen por sus pecados.
Incluyendo a su gemelo a quien ama más que a la vida misma, incluso si
su relación se empañó hace diez años. Nunca creeré que no lo ama.

Eudard Campbell siempre tuvo una debilidad, y ese era su hermano.

Se mueve hacia la puerta y me sonrojo cuando noto las marcas de mis


uñas en su espalda, pero hace una pausa, mira por encima del hombro y
dice:

—Esta es una relación, Cassandra. Sin embargo, puedes llamarlo como


quieras. —Con eso, desaparece en el pasillo, dejando el caos a su paso.

Porque a pesar de lo mucho que inconscientemente podría quererlo, la


muerte de Ethan demuestra que es imposible.

Porque, ¿cómo podría haber algo entre nosotros, cuando tengo la


intención de destruir la vida de su gemelo?

Saltando al suelo, doy la bienvenida a la frescura del mármol mientras


tomo mi bata y me la pongo, mis ojos se dirigen a los cuchillos que
cuelgan de la pared sobre la estufa.

Tomando el más pequeño, separo la bata para descubrir mi muslo y


clavo el cuchillo en la piel por encima de la primera letra E que apenas se
ve en mi piel, tachándola y dejando un pinchazo cubierto de sangre.

—Que descanses en el infierno, Ethan —susurro, arrojando el cuchillo al


fregadero—. Pero no te preocupes. Pronto, tus mejores amigos se unirán a
ti también.

Con eso, me lanzo al piso de arriba, lista para prepararme para montar
un espectáculo para toda la ciudad.
Mientras estoy en la habitación, escucho la ducha correr y aprovecho
esta oportunidad para buscar mi teléfono, ir al balcón y marcar
rápidamente el número de Arson.

Lo coge en el quinto timbre, para mi maldita sorpresa, su tono profundo


mezclado con molestia mientras ladra.

—¿Qué?

—Hola a ti también.

Escucho un susurro de fondo, la voz histérica de alguien que me


recuerda a su cautiva, y suspiro exasperada, preguntándome cuándo
terminará su batalla.

Aunque tengo que dárselo por mantenerse fuerte todo este tiempo.

—Perdón. Buenos días, Cassandra. ¿Te puedo ayudar en algo? —El


sarcasmo reemplaza la molestia, y resoplo, cubriendo mi boca con mi
palma para que él no lo note.

Cabrear a Arson por la mañana es lo último en mi agenda, especialmente


cuando necesito información de él.

—Ethan está muerto. —El silencio se encuentra con esas palabras, y mis
cejas se fruncen, porque ¿no debería él tener una respuesta inteligente a
esto? Como no llega nada, continúo—. Incluso escribió una confesión. —
Todavía nada, y me muevo incómoda, empujando las palabras a través de
las lágrimas—. Gracias. Yo… creo que nunca hubiera podido seguir
adelante con eso. Pero sabiendo que lo mataste, sé que fue horrible. —
Dándome una palmada en la frente, gimo para mis adentros, porque la
estoy regando.
Nunca estuve de acuerdo con sus métodos y no quería tener nada que ver
con ellos. Pero no me puedo imaginar amar y vivir con un hombre que
hace lo que hace y lo acepta fácilmente. Es prácticamente imposible.

Pero por más hipócrita que parezca, estoy muy agradecida por ellos y
por lo que han hecho por mí ahora, sabiendo que estaba perdiendo la
compostura aquí.

—Gracias por hacer eso. —Probablemente debería llamar a Lachlan


también, pero es más difícil de localizar que cualquier otra persona.

A menos que quiera hablar contigo él mismo, te encontrará incluso en


los abismos del infierno.

—¿Me estás agradeciendo por matar a Ethan? —Arson aclara, y escucho


el movimiento del encendedor que probablemente voltea entre sus dedos.
Hay un sonido extraño en su voz, pero no me detengo en eso mientras se
aclara la garganta—. De nada.

—¿Es por lo que hizo la otra noche? —pregunto curiosa por saber qué
desencadenó su enojo para que no esperara a que yo les entregara a Ethan
en bandeja de plata.

Él se ríe como si lo encontrara divertido.

—Exactamente eso. —Por un segundo, creo que murmura—. Bastardo


engreído —Pero luego dice—: No te preocupes por nada, Cassandra.
Continúa como mejor te parezca y nosotros nos encargaremos del resto. —
Espero que cuelgue en esto, ya que no le gustan las despedidas, pero no ha
terminado—. Lleva tu teléfono siempre contigo.

¿Instalaron un rastreador en él o qué?


La petición no es inusual, dado lo protectores que son con los suyos, así
que asiento con la cabeza, pero luego recuerdo que no puede verlo.

—Claro. —Y luego nada más que el aire muerto suena en mi oído.

Echando mi cabeza hacia atrás, disfruto del calor de la luz del sol antes
de tener que enfrentar una vez más la frialdad que está permanentemente
unida a mis enemigos.

Después de todo, hay otras presas que atrapar.


Madman

Dando vueltas en la silla de mi oficina, enciendo un cigarrillo mientras


mi risa satisfecha reverbera contra las paredes.

La vida es genial, especialmente cuando mis futuras víctimas corren por


la ciudad como pollos con la cabeza cortada por miedo a ser atrapados.

El cadáver de Ethan es un espectáculo para contemplar por sí solo,


especialmente en las imágenes brillantes que la policía trajo antes a mi
oficina.

Están investigando su asesinato a pesar de sus antiguos actos y, por


supuesto, alguien les pasó la información que tuvimos una pelea anoche.

No tengo que adivinar quién. Ralph probablemente hace todo lo que está
en su poder para cubrirse el culo de la muerte que se avecina.

Lástima que nada lo salvará en esta vida.

Inhalo el humo, observando desde la ventana cómo la gente habla entre


sí, agitando el periódico matutino en sus manos y moviendo la cabeza con
incredulidad ante la verdad descubierta.

Mi boca se tuerce en una mueca y el sabor de la nicotina que golpea mi


lengua se vuelve amargo, porque su terror no me trae alegría.

¿Dónde estaba su incredulidad hace diez años?

El sonido del chasquido de la puerta llama mi atención cuando unos


zapatos pesados golpean el suelo seguidos por el chasquido de los tacones
de Sam.
—Lo siento, Eudard. Irrumpieron sin permiso. Llamé a seguridad y
deberían estar aquí en cualquier momento. —Sin embargo, no tengo que
darme la vuelta para saber quién vino aquí; veo sus reflejos en el cristal.

El de la izquierda es un hombre alto de cabello oscuro y ojos marrones


que esparcen frialdad a cualquiera que pasa. Nadie se pierde la ira oscura
permanentemente unida a él que cubre con una educada sonrisa que
esconde su verdadera naturaleza. Está usando una chaqueta de cuero y
pantalón, engañándote al hacerte creer que es accesible cuando lo es todo
menos eso.

El otro, sin embargo, tiene cabello oscuro y ojos azules claros que
siempre tienen diversión en ellos junto con un odio tan fuerte que me
sorprende que logre controlar sus fuertes deseos de matar a diario. A pesar
de su apariencia despreocupada, es uno de los cabrones más peligrosos que
he conocido.

Y considerando mi lista de amigos… eso es decir algo.

Viste un traje gris que muestra su sangre aristocrática, ya que nació en la


vida del lujo.

Callum MacRae y Santiago Cortez.

En general, ambos son jodidamente presumidos, y debería haber


esperado que hicieran una exhibición con su entrada.

Me giro en mi silla para enfrentarlos y ambos levantan las cejas,


esperando mi respuesta al pánico de mi asistente personal, así que la hago a
un lado.

—Está bien, Sam. Puedes dejarnos y decirle a seguridad que no venga.


—Ella me da una mirada preocupada pero asiente, sabiendo muy bien que
nadie va en contra de mis órdenes si quieren trabajar aquí.
Una de las razones por las que no puedo imaginarme trabajando sin ella.
A pesar de su extraña relación con Ethan que duró hasta su matrimonio,
ella siempre tuvo una moral fuerte, y esa es una de las cosas que más
valoro en las personas.

Sus principios.

—Que oficina elegante tienes aquí —dice Santiago, dejándose caer en la


silla frente a mí y apoyando sus piernas en mi escritorio. Señala la pared
que muestra diferentes trofeos de caza—. ¿Hobby tuyo? —Luego se ríe—.
Tenías algo por la caza desde una edad temprana, ¿sí?

—Son de mi padre. Mierda como esa no me interesa —contesto


casualmente, sin dejarme engañar por su actitud despreocupada.

Santiago es un cabrón en sí mismo. Él esperará a que bajes la guardia y


solo entonces te golpeará cuando menos te lo esperes, disfrutando de tu
agonía y confusión.

Puedo hacer esto durante horas, así que me siento más cómodo en mi
silla, espero la continuación de esta farsa, y Cortez no me decepciona.

—Ah, ya veo. Amante de los animales entonces, ¿no? —propone,


silbando—. Yo disfruto mucho de los caballos, por ejemplo…

Callum aparentemente no tiene paciencia para este juego nuestro, porque


ladra:

—Corta esta mierda, Santiago. —Y luego se dirige a mí, agarrando la


parte superior de la otra silla mientras sus ojos marrones casi me hacen un
agujero—. ¿Qué diablos estás haciendo?

Santiago abre los brazos de par en par, se encoge de hombros y niega


con la cabeza.
—Trato de ser amable, amigo. —¿Desde cuándo usa palabras en español
en cada oración? —. Este, sin embargo, —hace un gesto con la cabeza
hacia Callum—, es grosero como la mierda. —Chasquea la lengua—. Sin
modales.

Mi boca se contrae en diversión con esto, pero Callum no me deja


disfrutarlo.

—¿Mataste a Ethan White?

—Las noticias viajan rápido aquí —respondo en su lugar, girando la silla


mientras Callum me observa con atención, como si estuviera buscando
pistas en mi cara—. ¿Quién te llamó?

—Nadie. —Debe leer la incredulidad en mi cara, porque exhala


pesadamente, apoyándose en sus codos ahora—. Vinimos a verte por
nuestra cuenta, porque sabemos que Arson te hizo una visita. Queríamos
calmar un poco la situación, ¿pero luego vas y matas a uno de ellos? —A
pesar que no levanta la voz debido a que está en mi oficina, es difícil pasar
por alto la letalidad de su tono—. Bien podrías haber ido a Lachlan y agitar
tu dedo medio hacia él. —Antes que pueda decir algo, me señala con el
dedo índice—. Ni siquiera lo pienses.

Presionando mi palma contra mi pecho, suspiro dramáticamente.

—Nunca lo haría. —Santiago se ríe de esto y yo le sonrío.

Callum golpea la parte superior de la silla con fuerza, y me estremezco,


detestando este estallido de emociones.

—Nada de eso es gracioso. Estás declarando la guerra.


Ya he tenido suficiente de su demostración de dominio. Podría
respetarlo y considerarlo un amigo, aunque no lo haga, pero no soy la perra
de nadie.

Y no me regañarán como a un niño.

—¿Protegiendo lo que es mío? —Empujándome hacia arriba en mi


asiento, coloco mis palmas sobre la mesa mientras los miro a las dos—.
Dime, Callum. ¿Qué harías en mi lugar? —Su mandíbula hace tic, pero no
responde, así que lo hago por él—. Espera, no tenemos que preguntarnos
por eso, ¿verdad? Porque te importa una mierda cualquier advertencia
sobre tu orquídea salvaje. —Mi atención se centra en Santiago, que levanta
las manos en señal de rendición.

—No tengo una mujer.

—Por ahora —digo, y una expresión ilegible cruza su cara, así que
profundizo—. Supongamos que la tienes y yo vengo y te digo que te alejes.
Que no reacciones cuando alguien la toca en contra de su voluntad. ¿Qué
harías?

Se frota la barbilla y luego junta los dedos, apoyando los codos en los
brazos de la silla mientras golpea con las yemas de los dedos el uno contra
el otro.

—Matarte —dice finalmente, y parpadeo ante eso, porque habla muy en


serio.

Compartiendo una mirada con Callum, lo veo poniendo los ojos en


blanco, claramente indiferente al nivel de locura de Santiago.

—Mi punto exactamente —digo, dejándome caer en mi asiento, pero


Callum no ha terminado.
—No te están diciendo que te mantengas alejado de ella. Te están
diciendo que te mantengas alejado de ella hasta que termine esta mierda.

—Y les dije que podían joderse con ese plan —le devuelvo el fuego,
pero Callum se mantiene firme.

—Tienen razones. ¿Recuerdas lo que pasó cuando no escuchaste


ninguna maldita advertencia la última vez? Te dijimos que esperaras, pero
¿lo hiciste?

Ambos nos congelamos cuando sus palabras flotan en el aire entre


nosotros, trayendo recuerdos de hace mucho tiempo.

Callum, necesito ayuda.

Estaré allí.

Primera y última vez que supliqué en mi vida.

Pero no para mí, no.

Para ellos.

Sin embargo, me las arreglé para fallarles a los dos.

Santiago silba.

—Golpe bajo, mi amigo. —Pero luego él también se levanta y ambos se


ciernen sobre mí. Todo rastro de diversión ha desaparecido de su rostro,
dejando solo una expresión fría y siniestra que probablemente envía a sus
víctimas al pánico—. Declaraste una guerra al matar a Ethan. ¿Ella tiene
qué? ¿Tres chicos más a los que quiere muertos? ¿Los matarás a todos?
—Hago lo que creo conveniente. —Mi voz no deja lugar a dudas sobre
mis intenciones, porque que se jodan todos por darme la espalda cuando
prometieron ayudarme.

—¿Es esto lo que ella quiere? —pregunta—. ¿Alguna vez te has


detenido a considerar cuáles son sus deseos sobre sus crímenes? Tal vez no
deseaba que Ethan muriera, sino que se pudriera en la cárcel.

A la mierda esta mierda.

—Los mantuve con vida durante diez años. Eso es suficiente.

—Espero que lo sea, Eudard. De lo contrario, habrás empezado una


guerra sin un ganador a la vista —dice y se dirige a la puerta, claramente
dando por terminada nuestra conversación.

Sin embargo, antes de salir, se detiene y lanza por encima del hombro:

—Seu confraternitate vestra mea usque ad mortem.

Que en latín significa “Hermandad hasta mi muerte o la tuya”

Y con eso, desaparece en el pasillo mientras Callum se queda, pasándose


los dedos por el cabello.

—Lo decimos en serio.

Me levanto de la silla, camino alrededor de la mesa y me sirvo un trago


antes de ofrecerle uno, agitando la botella en el aire.

—No, gracias. Estamos de tu lado, Eudard. ¿Pero estás seguro que


puedes mantener el espectáculo con ella en la ciudad? —Pongo cubitos de
hielo en el vaso y chocan entre sí, recordándome que todo es fugaz, como
los cubitos que se funden en agua en poco tiempo—. ¿Protegerla esta vez?
—No tengo elección. —El acto lleva casi dos décadas en proceso; No
puedo perder ahora.

No cuando hay tantas variables en esta ecuación.

Otras palabras en latín suenan en mis oídos, trayendo consigo el familiar


olor a gasolina y sangre manchada en la piel acompañada de risa sádica.

Vincere semper.

Siempre gano.

El vaso en mi mano se rompe, cortando mi piel, pero ni siquiera siento el


escozor.

Esta vez no.

Hasta mi muerte o la suya… no dejaré que gane esta vez.


Cassandra

Fuertes sollozos acompañados de gritos roncos me saludan cuando entro


a la casa de Patricia.

Incluso el pobre James está verde como la hierba, apenas aguantando sus
lágrimas después de enterarse de la verdad.

¿No es interesante cómo algunas personas no pueden vivir con algo solo
porque escucharon esos horribles detalles, pero algunos de nosotros
tenemos que vivir para siempre con eso a pesar de haber experimentado
todas esas cosas viles?

Una forma de vida retorcida, supongo.

Al entrar en la sala de estar, veo a Dorothy en el suelo llorando junto a


las rodillas de Patricia. Patricia toma su mano, pero mira a lo lejos, sus ojos
llorosos.

Cole apoya el codo en la pared, bebiendo whisky creo, mientras Frank


camina de un lado a otro, la preocupación lo atraviesa.

Y finalmente, Ralph, que está sentado en la silla, tomando un sorbo de


café con una expresión en blanco en su cara, como si no supiera cómo
reaccionar ante la nueva realidad en la que se despertaron.

La única persona que falta es Eachann, pero tal vez nuestro sacerdote
celestial no siente mucha culpa, ya que nunca me tocó.

Después de todo, la culpa y el remordimiento están en los ojos de un


espectador.
Cole es el primero en notarme, y luego jadea de sorpresa y dice:

—Cassandra. —La atención de todos se desplaza hacia mí, y Patricia


palidece aún más, probablemente anticipándose a que yo diga la verdad.

Ah, no tan pronto.

—Vine tan pronto como me enteré. —Junto mis manos, permitiendo que
una lágrima se deslice por mi mejilla—. Es horrible. Tal vez no debería
haber…

—No, no. —Patricia se levanta de un salto, liberándose de Dorothy, que


apoya la cabeza en los cojines cuando la anfitriona corre hacia mí, me
abraza y me susurra al oído—: Por favor.

Le devuelvo el abrazo y le doy una palmada en la espalda, murmurando


suavemente:

—Por supuesto. Lo siento mucho por tu pérdida. —Me recuesto y


enfoco mi mirada en Ralph, quien también se levanta—. Perdí a mi familia
hace mucho tiempo. Conozco el dolor. —Relacionarse con el dolor de
alguien es una manera fácil de establecer una conexión cuando alguien está
en duelo, porque le brinda un apoyo silencioso.

Al menos eso es lo que Isabella me enseñó durante su clase de juegos


psicológicos retorcidos.

Ralph asiente. Por un segundo, su máscara se desliza, dejando a la vista


su agonía. Probablemente nunca imaginó que su primo moriría, y sé que su
teoría funcionó.

—Por favor, acepten mis condolencias.

—Gracias. Lo apreciamos.
—Mi Ethan está muerto —susurra Dorothy, sollozando de nuevo en su
puño, su rostro rojo e hinchado de tanto llanto—. Mi único amor está
muerto. —Gira la cabeza para presionarla contra el cojín, sus hombros
tiemblan mientras los sollozos mecen su cuerpo.

Arrodillándome frente a ella, deslizo suavemente mi palma sobre su


cabeza, con movimientos tranquilizadores.

—Mejorará —digo con toda la simpatía que puedo reunir en la situación


actual, incluso si por dentro todo su sufrimiento me deja fría.

¿Esto me hace tan horrible como ellos?

Algunas personas experimentan lo que hice y nunca permiten que la


oscuridad se hunda en ellas, superando todas esas dificultades y viviendo
su vida al máximo.

Brillan como diamantes y encuentran la felicidad.

Pero no puedo. No importa cuánto lo haya intentado, nunca podré


perdonar, y una parte de mí me odia por ello. Mis padres no se habrían
sentido orgullosos de la persona en la que me he convertido.

La vida me dio la oportunidad de vivir mejor y la desperdicié para


vengarme. Pero escarbando en mi alma, nunca encuentro arrepentimiento
allí.

Porque es lo único que me mantiene viva en este mundo en el que estoy


completamente sola.

Entonces, incluso si me convierte en un ser humano despreciable,


disfrutaré este momento, porque la alegría es una emoción que rara vez
existe en mi vida.
—Él era mi todo —dice Dorothy, su voz apenas se oye en la habitación,
y noto cómo Cole hace una mueca, aunque le envía una mirada lastimera—
. ¿Cómo puedo vivir sin él? —me pregunta, sentándose con la espalda
recta, su cabello por todos lados—. Dijiste que perdiste a tu familia.
¿Cómo viviste después de eso?

Mi corazón me duele en el pecho, pero bloqueo la angustia.

—Al encontrar una razón para vivir —respondo, ahuecando su mejilla y


secándole las lágrimas mientras ella gime—. Honramos a los muertos
viviendo nuestra vida a nuestro máximo potencial, para que puedan vivir
por encima de nosotros en paz. Sin preocuparse que suframos aquí. —
Pongo mi mano sobre mi corazón—. Esa es la única manera.

Al menos eso es lo que pretendo hacer una vez que todo esto termine.

Ella atrapa mi mano entre su mejilla y su hombro, susurrando:

—Gracias.

Acariciándola por última vez, me levanto. Paso mi mirada sobre todos


mientras me miran en estado de shock, y los ojos de Cole incluso están
asombrados. Mi naturaleza compasiva debe hablarle a su alma artística.

—Si necesitan algo, por favor háganmelo saber. Debe ser horrible… con
todos los rumores… —Me detengo, y ellos fruncen el ceño en confusión,
así que elaboro—. Sobre la carta donde mencionó las primeras iniciales.
Cómo los tiró debajo de un autobús. —La tensión en el aire aumenta tan
rápidamente que me golpea y parpadeo de sorpresa cuando el pánico cruza
sus caras, e incluso Dorothy detiene su fiesta de lástima por una vez.

—No está hablando de nosotros —dice Frank rápidamente, haciendo


crujir algunos de sus dedos.
—Oh. Simplemente asumí, como todos los demás, que se refería a
ustedes. —Pero luego lo rechazo—. Pero, por supuesto, todo esto es
mentira. Alguien lo mató. Horriblemente. Y luego lo acusó a él y a ustedes
de esto. Estoy segura que no tuvo otra opción. —Miro a Ralph, cuya
mirada se lanza a cualquier parte menos a mí—. No se lo reprochen. Las
víctimas hacen muchas cosas para sobrevivir mientras están en cautiverio.

Patricia resopla exasperada, y está claro que no le importa el sufrimiento


de Ethan de una forma u otra. Solo cómo su carta tendrá repercusiones en
su persona.

—Gracias por no confiar en estos rumores. —Ralph habla, el alivio


viene de él—. Eres nueva en la ciudad, así que no nos conoces. Pero te
aseguro… que no tenemos nada que ver con eso —dice, y veo que
realmente cree en sus propias palabras.

¿Recuerda siquiera lo que hizo o todos estaban tan drogados que nunca
lo registraron en sus cerebros?

Pero punto a mi favor, porque ahora creen que estoy de su lado, lo que
significa que confían en mí a pesar del poco tiempo que llevo aquí.

Misión cumplida.

—Fueron todos tan amables conmigo. ¿Cómo puedo creer lo contrario?


—Aclarándome la garganta, me quito el mechón oscuro de la frente y
anuncio—: Me voy ahora, pero no duden en contactarme. ¿Cuándo se
llevará a cabo el funeral? —le pregunto a Patricia, que se muerde el labio
inferior con disgusto escrito por todas partes, porque tiene que lidiar con
eso.

Oh cielos, ¿la reina tiene miedo del escrutinio público?

—En cinco días. Queremos que termine lo más rápido posible.


—¡Pat! —Dorothy grita, pero nadie está de acuerdo con ella, porque el
miedo corre por su sangre.

Así que quieren enterrarlo en el suelo junto con Ethan para que nadie
descubra sus pecados.

—Estaré allí.

—Te acompaño hasta la puerta. Mev, dile a James que prepare el coche
de Cassandra. —Patricia envuelve su mano alrededor de mi muñeca,
arrastrándome afuera y con un último adiós al grupo, termino en el pasillo,
donde comprueba que estamos solas antes de llevarnos a la puerta—.
Puedo explicar lo de anoche.

—No hay nada que explicar, Patricia. Estás engañándolo; eso es asunto
tuyo. —Parpadea sorprendida—. No me meto en los asuntos maritales de
nadie. —La sinceridad debe sonar en mi tono, porque ella se relaja, suspira
profundamente y juega torpemente con los pulgares.

—Simplemente sucedió una vez. Tenemos problemas, Ralph y yo. Me


sentí descuidada y…

Mi palma extendida la detiene y la abrazo a medias.

—Está bien. Tu secreto está a salvo conmigo —le aseguro—. Espero


que lo arreglen.

—Siento haber sido tan mala. No tengo muchos amigos… bueno,


además de Dorothy. —Ella pone los ojos en blanco—. Pero ella ha estado
loca por Ethan desde que se casaron. Espero que este sea el comienzo de
una amistad.

¡Sobre mi cadáver! grito en mi cabeza, pero sin embargo digo en voz


alta:
—Yo también lo espero. —Con un beso rápido en su mejilla, salgo,
respirando el aire fresco que no está cubierto de egoísmo y engaño.

Bajando las escaleras, pienso en cómo sacar a Patricia de su pedestal y


exponer su aventura sin pruebas.

Quizás encuentre algo en esos informes. Tendré que repasarlos ahora y


luego pasar por el estudio ya que Eudard levantó la prohibición.

Al pensar en el hombre, las mariposas estallan en mi estómago y mis


mejillas se calientan, convirtiéndome instantáneamente en una tonta
enamorada que no puede esperar a ver a su enamorado.

Y mi cuerpo zumba con la conciencia que ha sido negado por tanto


tiempo.

Si tengo este tipo de reacción después de solo una noche, ¿qué me pasará
si permito que continúe esta aventura?

Debería detenerlo antes que vaya más lejos.

Con esa determinación en mente, me siento en mi coche y enciendo el


motor, solo para notar un sobre en el asiento delantero con una rosa roja
florecida sobre él.

Curiosamente, lo abro y saco una carta roja con un aroma persistente a


lavanda.

Ven a mí, mi fénix.

Tengo una sorpresa esperándote.


James instaló la dirección en tu sistema de navegación titulada
Sorpresa.

Eudard

Me pregunto si alguna vez intentará explicarme este apodo que me ha


dado.

Inclinando mi cabeza, veo a James a través de la ventana, saludándome


con una sonrisa en su cara y la devuelvo, sonriendo mientras tomo la rosa,
presionando mis labios contra sus pétalos y luego frotándolos en mi
mejilla.

¿Quién diría que Eudard Campbell podría ser romántico?

Un día más.

Nos lo daré antes de dejarlo ir para siempre.


Capítulo 15

"Por los nuevos comienzos".


He escuchado mucho esta frase a lo largo de mi vida, la mayoría de las
veces durante las bodas o cuándo la gente abría nuevos lugares.
Me hizo creer que los nuevos comienzos siempre son algo alegre, cuando
uno se embarca en un viaje de nuevos descubrimientos que solo se suma a
la felicidad que poseen.
Sin embargo, como he descubierto, los nuevos comienzos también pueden
ser trágicos.
Porque un nuevo comienzo podría significar el final de la vida tal como se
conoce y en esto, perder para siempre a tus seres queridos.
Érase una vez, yo era una santa que vivía en su hermosa burbuja.
Hasta que los monstruos hundieron su veneno en ella, la rompieron y me
convirtieron en una pecadora cuyo corazón está lleno de venganza.

De los recuerdos de Arianna Griffin...

Un olor extraño se infiltra en mi nariz y frunzo el ceño, alejándome de


él. Lista para exhalar de alivio, me estremezco cuando el olor sigue.
Presiona más firme contra mis fosas nasales, y exclamo:

—Apesta. —Alguien se ríe, pero a juzgar por la brisa que lleva el


horrible olor, están agitando algo delante de mi nariz.

—Me temo que necesitamos que despiertes para esto. —Y dado que esta
voz es tan profunda y ronca como nunca antes había oído, mis párpados se
agitan y luego se abren de golpe para ver dos charcos de avellana
mirándome con interés.

Tiene el cabello castaño oscuro un poco más largo en las orejas, piel
bronceada, pantalón y un físico musculoso, a juzgar por la camiseta que se
tensa en su pecho.

Varios tatuajes adornan su cuello, pero eso es todo lo que noto antes
de preguntar. —¿Quién eres tú? y ¿dónde estoy? —El olor de los
antisépticos llena el aire, tan familiar después de pasar las últimas
semanas en el hospital.

¿Es otro médico?

Pero espera... ¿no estaba fuera del hospital ya? Mis padres me
trajeron a casa. ¿Estaba lista para otro chequeo en el que me inyectaron
medicamentos pesados porque estaba actuando mal?

Por lo general, sucedía después de mi histeria cuando me despertaba


sintiendo que el cuchillo de Frank me cortaba la muñeca o cómo Ralph me
violaba en ese terreno.

—Mi nombre es Callum —responde, y luego su enfoque cambia a su


derecha y sigo su mirada solo para ver a dos hombres más parados al
final de la cama en la que estoy acostada.

Primero, me concentro en el tipo que tiene cabello rubio y ojos azules


como el hielo, fríos y llamativos, que parecen esconder tantos secretos que
nadie podrá descifrarlos. Lleva un traje de tres piezas que solo enfatiza su
aura peligrosa y una vibra de poder que parece rodearlo, incluso Ridge
Campbell no poseía tal vibra. No tengo ninguna duda que nadie le
pregunta sobre ningún asunto, y cada vez que él ordena algo, se hace de
inmediato.
Luego miro al hombre de cabello azul y ojos grises que tiene la
curiosidad escrita por todas partes, con sus anchos hombros estirando su
camiseta. A pesar que no tiene la misma vibra que el rubio, hay algo
inquietante en él mientras inclina la cabeza hacia un lado, estudiándome
detenidamente.

¿Quiénes son estos hombres?

Pero entonces el tipo de cabello gris saca un mechero, volteándolo


entre sus dedos casi inconscientemente y lo enciende con su pulgar, el
fuego arde intensamente, y ahí es cuando los recuerdos me golpean en el
estómago, creando un pozo lleno de pánico, miedo e ira.

—No no. ¡Mis padres! —grito, pero sale ahogado como si estuviera
bloqueada, y es entonces cuando Callum maldice, golpeando la pared
cerca de mí, y el timbre en la habitación comienza a sonar como si hubiera
disparado una alarma—. ¿Dónde están mis padres? —grito de nuevo, sin
importarme nada. Quiero tirar las mantas a un lado, pero luego me doy
cuenta que mi cintura está atada firmemente a la cama con varias cuerdas
como si me mantuviera inmóvil en un yeso—. ¡Suéltame! —¿Regresó el
intruso?

¿Quieren tenerme como rehén hasta que cumpla con sus órdenes?

El sonido chirriante de la campana en la habitación atraviesa mi


cabeza, un dolor de cabeza se extiende lentamente por todo mi cuero
cabelludo, y uso la otra mano para tocarlo, queriendo frotarlo, solo para
descubrir que tengo vendas en la cabeza.

Momentáneamente sorprendida, me doy unas palmaditas en la


barbilla, la frente y en todas partes, solo para descubrir que todo mi rostro
está vendado, excepto mis ojos y labios junto con mi nariz.
—¿Qué me han hecho? —grito otra vez, golpeando la cama,
queriendo escapar pero fallando de nuevo en el intento.

Ahí es cuando aparece el rubio y Callum murmura.

—Se está volviendo loca, Lachlan. —¿Es ese su nombre?

Lachlan se inclina sobre mí, sus ojos sosteniendo los míos, y me


congelo en mi lugar, esperando sus palabras.

—Todo estará bien ahora, Arianna. Nadie te hará daño. —Espera un


momento antes de agregar—. Te doy mi palabra.

Durante los próximos diez años, este hombre se convierte en mi


salvación, el hermano mayor que nunca supe que quería. Junto con sus
protegidos, que son asesinos en serie de noche y personas despiadadas de
día.

Tuercen la palabra oscuridad a otro nivel, haciendo que sus víctimas


deseen nunca haber nacido y la parte más interesante de todo esto, es que
no sienten ningún remordimiento por sus actos.

Sin embargo, les confiaría mi vida si fuera necesario.


Porque cuando Lachlan Scott te da su palabra, ya sea una sentencia de
muerte o protección, la cumple. Nadie va en contra de sus órdenes, nadie
que quiera vivir de todos modos.

A menos que esa persona sea un loco.

—¿Lista? —pregunta el Doctor Keith, y yo asiento con entusiasmo,


lista para quitarme los vendajes. He pasado tres semanas en ellos, porque
tuvo que realizar una operación más, para arreglar la piel quemada en la
parte inferior de mi barbilla.

El fuego, como me informaron, solo me tocó un poco de piel antes que


me sacaran. Supongo que fue Callum o Lachlan; mis recuerdos de ese
momento todavía están demasiados confusos para saberlo con certeza. Lo
único que me dijeron fue que mi padre solía ser su amigo, lo que me
pareció extraño, porque Callum y Arson son un poco mayores que yo,
mientras que Lachlan tiene alrededor de diez años más que yo. Parecían
demasiado jóvenes para ser amigos de mi padre, pero no cuestioné su
autoridad.

Estaban allí para ayudarme y luego cuidarme, y ahora


prometiéndome justicia, así que preferí no hacer preguntas inútiles.

También dijeron que me rompí algo en la barbilla por golpearla


repetidamente esa noche, e incluso algunos dientes también.

El yeso de mi hombro se ha ido; solo estaba dislocado y mi garganta se


siente mejor, pero la cicatriz del cable sigue ahí. El Doctor Keith prometió
arreglarlo pronto, pero primero teníamos que ocuparnos de mi rostro.

Finalmente, termina de desenvolver innumerables vendajes y se echa


hacia atrás, evaluando su trabajo, y veo su suspiro de alivio.

Le hace un gesto a la enfermera para que se acerque y ella voltea el


espejo para que pueda mirarme, levantándolo en alto. Jadeo al ver mi
reflejo en el espejo. La chica de allí es hermosa con los pómulos rectos, la
piel impecable y una forma ovalada como si un artista hubiera esculpido
su rostro. Y esta chica nunca me hubiera recordado a Arianna Griffin si no
fuera por mis ojos violetas que nada enmascaran.
Incluso mi cabello rojo no influye en ello, ya que me lo afeitaron
para la cirugía y una parte de él se quemó.

Tocándolo con la punta de mis dedos, niego con la cabeza y se me


forman lágrimas en los ojos con una profunda, profunda pérdida que
inunda mi cuerpo. No sé cómo explicar esto, porque debería estar
agradecida por las cirugías. Después de todo, mi piel estaba en
condiciones horribles e hicieron todo lo posible.

Pero perder mi rostro, es como perder mi identidad y a mis padres de


nuevo, porque ya no me parezco a ellos.

Presionando mi puño contra mi pecho, exhalo pesadamente y raspo a


través de la bilis que sube a mi garganta.

—Buen trabajo Doc. gracias.

Keith extiende su mano para calmarme, pero la retira en el último


minuto, probablemente recordando lo que sucede cuando los hombres me
tocan.

Por lo general, mi piel se siente como si algo estuviera arrastrándose


sobre ella, poniendo sal en la herida una y otra vez hasta que varias voces
resuenan en mis oídos y me llevan de regreso a esa horrible noche.

Así que nadie me toca, excepto las enfermeras y los cirujanos cuando
estoy inconsciente.

—Todo va a estar bien, Arianna. Solo espera y verás. —Quiero


creerle, pero ¿en verdad? Nada va a estar bien.

No mientras los monstruos que destruyeron mi vida y mataron a mis


padres vivan felices. No tengo dudas que los cinco padres fundadores
organizaron la emboscada a nuestra casa. Según las noticias, afirmaron
que papá mató a mamá porque perdió la cordura debido a lo que me pasó.
Todos asumieron que morí en el incendio que él inició antes de suicidarse.
¿Cómo incluso afirmaron eso sin mis restos allí de todos modos?

Sin embargo, esas son preguntas que nadie quiere responder.


No descansaré hasta que soporten la misma miseria a la que me han
sometido.

La música resuena a través de los altavoces mientras respiro


pesadamente y salto de nuevo a la posición de combate, con mis guantes
de boxeo listos para golpear.

Arson golpea las almohadillas de boxeo entre sí con más fuerza y se


inclina un poco hacia atrás mientras nos paramos uno frente al otro en el
ring.

—Dale más fuerte esta vez y lanza una patada —ordena y avanzo,
golpeando las almohadillas con todas mis fuerzas y luego rápidamente
dando vueltas y pateándolas por si acaso.

Arson apenas se mueve, lo que no me sorprende mucho. ¡Es como una


maldita roca!

—Mejor, pero tu rodilla todavía está mal. Necesitas hacer más


fisioterapia al respecto. —Otro golpe y ordena—. Esta vez, da cuatro
golpes con más potencia, uno tras otro sin parar.

A pesar que mis pulmones protestan contra su orden junto con mis
músculos adoloridos, solo asiento y procedo a golpear ambas
almohadillas rápidamente y luego giro una vez más, pero en lugar de una
patada, reboto y caigo de rodillas mientras pierdo el equilibrio.
Arson suspira y lanza las almohadillas fuera del ring.

—Te lo dije, la fuerza está aquí. —Señala sus músculos


abdominales—. Trabaja en ellos, te equilibrarán.

—Lo hago y me ejercito todos los días.

Se encoge de hombros, sumergiéndose bajo las cuerdas y saltando


fuera del ring.

—Entonces, trabaja más duro, con esta resistencia y músculo, no


durarás ni un día en esa escuela de baile, y mucho menos conseguirás un
título. —Agarra agua de la pequeña nevera cercana y me arroja una.

Lo atrapo un segundo antes que golpee mi rostro y resoplo con


exasperación.

—Estoy dando lo mejor de mí. —Su ceja se levanta, e incluso yo


puedo admitir que estoy lloriqueando un poco, pero ¿no puede darme un
respiro?

Aunque la pequeña y molesta voz en mi cabeza elige este momento


para hablar.

Tu pediste esto.

Sin embargo, ¿cómo podría no haberlo hecho, si la venganza


alimenta mi sangre a cada minuto que respiro y mis padres no?

—Arson, por favor no te rindas conmigo. —La botella de agua se


detiene a medio camino de su boca ante mis palabras y frunce el ceño.
Sin embargo, antes que él pueda responder, las puertas del gimnasio se
abren de golpe y Lachlan entra con Levi, su mayordomo, pisándole los
talones.
Poniendo la botella entre mi cuello y mi hombro, me apoyo en las
cuerdas mientras Arson se acerca y Lachlan se une a nosotros, su enfoque
en mí.

—¿Cómo va la práctica?

—Mejor —respondo alegremente, y Arson resopla, casi ahogándose


con su bebida, y lo miro—. Quiero decir, solo han pasado cinco meses
desde que salí del hospital, mi hombro y mi rodilla funcionan mal, pero
debería estar lista para septiembre. —Que es dentro de otros cinco meses.

Parece mucho tiempo, pero no cuando tengo que estar en buenas


condiciones para entrar en una de las mejores escuelas de baile del
mundo. Lachlan podría fabricar cualquier tipo de papeleo, pero si no
demuestro mis habilidades en el escenario, nadie me aceptará.

—Siempre podemos posponerlo por un año. —ofrece Levi,


regalándome una sonrisa, que le devuelvo, porque el tipo tiene escrito
abuelo sobre protector escrito en él.

Pero niego con la cabeza, manteniendo los ojos en Lachlan, ya que él


toma todas las decisiones aquí.

—No puedo perder un año más, quiero regresar en mi décimo


aniversario.

Una vez que estén todos asentados en sus vidas perfectas, tendrán
mucho que perder.

Quiero que mi venganza les cueste todo.

Lachlan finalmente habla, cogiendo documentos de la bandeja


plateada que sostiene Levi.

—¿Estás absolutamente decidida con este nombre?


Oh sí.

Estudié mitología griega y este es perfecto.

—Felicitaciones, entonces. Eres oficialmente Cassandra Scott. —Me


dio su apellido y según lo que dice este papeleo, soy su prima. Me ha
asegurado que con su influencia mi vida será más fácil.

Tampoco es que interactúe mucho con él, y me dijo que puedo tener un
departamento en la ciudad y vivir una vida normal. Es casi sorprendente.
No sé qué hacen, pero según algunas investigaciones que he hecho,
escuché que tienen clubes y negocios.

Billonarios de día y asesinos en serie de noche.

Aun así, siempre estaré agradecida por su generosidad.

La voz de Lachlan cae unas octavas cuando dice:

—Pero si fallas en cualquier etapa de este plan, te llamaré de vuelta,


Cassandra. —Un latido y luego—. Así que entrena bien, de lo contrario
tendrás que olvidarte de esta venganza.

Apretando mi nuevo pasaporte y certificado de nacimiento en mis


manos, prometo no darle nunca motivos para dudar de mí.

Volveré a la ciudad como una persona nueva y me vengaré sin importar


nada, cueste lo que cueste.

¿Quién sabía entonces que el costo sería tan grande?


Cassandra

Al aparcar en el estacionamiento del espacioso edificio blanco ubicado


en las afueras de la ciudad, frunzo el ceño en confusión, porque me parece
extrañamente familiar.

En cierto modo, me recuerda a mi antiguo edificio de patinaje sobre


hielo, pero ese lugar estaba tan aislado y apenas tenía arbustos a su
alrededor. Donde estoy ahora, el edificio frente a mí tiene varios
complementos, rodeado por un jardín que exhibe orquídeas y rosas, al
menos, estas son las flores que he visto cuando he pasado.

—¿Qué es este lugar? —Salgo del coche, mis tacones chocan contra el
pavimento mientras la ligera brisa se cuela por los bordes de mis
pantalones cortos. Veo a un hombre limpiando las hojas que caen del
árbol—. Hola, estoy buscando...

Sin embargo, no me deja terminar de hablar, pero señala con un dedo


dentro del edificio.

—Eudard está dentro. —Mis cejas se elevan ante esto, pero entro al
edificio, notando los marcadores en el suelo que me llevan más y más lejos
en el pasillo.

Sonriendo a pesar de mi molestia, los sigo, pero con cada paso el


reconocimiento se instala; he pasado tanto tiempo detrás de las paredes de
este lugar que se siente como un segundo hogar.

Detengo mis movimientos cuando el último marcador apunta a unas


puertas dobles de color marrón claro que conducen a la pista de hielo, y el
pánico se apodera de mí, mientras un ligero sudor recorre mi piel.
¿Por qué me trajo aquí?

No he estado cerca del hielo durante una década, decidiendo destruir


mi amor por él rápidamente, en lugar de prolongar mi duelo viniendo a él,
viendo a la gente lograr cosas que yo nunca podría lograr.

La felicidad que sentí en el camino hace apenas unos minutos


desaparece, dejando las ganas de gritar de frustración ante esta sorpresa,
pero no puedo hacerlo.

¿No pensará entonces que algo anda mal?

¿Y por qué traería a una nueva mujer a un lugar que solía ser el
dominio de su primer amor? ¿no tiene Eudard consideración por mis
sentimientos?

Tomando una respiración profunda, abro las puertas de golpe, e


instantáneamente me encuentro con el aire gélido y el olor a hielo que casi
puedo saborear en mi lengua.

La gente podría decir que no huele, pero para mí sí, tiene este aroma
agridulce que alimenta mi sangre y hace que mis piernas piquen para
patinar sobre él, para absorber su belleza.

No ha cambiado mucho por aquí, excepto que los asientos y el equipo


parecen más nuevos también en este enorme estadio. Probablemente
permitan las prácticas de hockey aquí también.

Pero además de eso...

Sigue siendo mi pista de hielo.

—¡Mami, mira! Yo hice ese salto. ¿Lo has visto?


Mamá sonríe y aplaude sonoramente mientras mi entrenador frunce
el ceño, no le gusta que mi atención esté en otra parte mientras todavía
tenemos diez minutos de práctica. Sin embargo, ¿cómo podría no
compartir esta alegría que siento?

—¡Lo hiciste, cariño!

—¡Algún día voy a ganar una medalla de oro, mami! Para que
puedas estar orgullosa de mí.

El nudo en mi garganta crece, bloqueando el oxígeno de mis


pulmones mientras mis ojos se humedecen, pero lo empujo con fuerza,
respirando pesadamente por la nariz.

Pero luego noto a Eudard en el medio de la pista mientras me saluda


con la mano, con el control remoto en sus manos, y bajo las escaleras,
inclinando la cabeza hacia un lado.

—Tengo que decir que imaginé algo más cuando mencionaste que
había una sorpresa. —Afortunadamente, mi voz es firme mientras me
pongo la máscara de siempre, para que él no vea la confusión dentro de mí.

—Todo a su debido tiempo —me dice y luego hace clic en el control


remoto que tiene en su mano. La música llena lentamente el espacio y
reconozco las primeras notas de una de mis canciones favoritas de todos
los tiempos. Solía rogarle al entrenador que me dejara practicar las rutinas
dramáticas, y finalmente, cuando tenía quince años, cedió.

Él patina sin esfuerzo hacia la tabla, sus movimientos son elegantes y


seguros, porque solíamos venir mucho a la pista de hielo cuando éramos
niños. Aunque Eachann estaba tan cagado de miedo, que prefirió quedarse
en los asientos y vernos.
Eudard me tiende la mano con unos patines de hielo rojos colgando de
ella.

—¿Te unes a mí? —Mi corazón late tan rápido en mi pecho que creo
que podría escucharlo mientras espera una respuesta. Odio la idea de
volver al hielo.

Irónicamente, es mi mayor miedo, porque el hielo me conoce como


nadie más... no podré ponerme la máscara de siempre.

Exigirá a Arianna, la chica a la que le dio tanto.

Pero por fuerte que sea mi miedo, no puedo negarme a Eudard cuando
hay suavidad en su mirada porque realmente quiere darme algo al respecto.

Asintiendo, le quito los patines con manos temblorosas y me voy a


sentar para ponérmelos, pero me agarra de la cola de caballo y me arrastra
hacia él, la tabla separándonos.

Entrelazando sus dedos en mi cabello, inclina mi cabeza hacia atrás y


sus labios caen sobre los míos. Me sobresalto por su frialdad, pero el calor
que viaja a través de mí me calienta. Pellizca mis labios, tirando de mi
labio inferior con rudeza, y mete su lengua dentro, besándome
apasionadamente hasta que la punta de mis dedos de los pies se enrosca en
mis zapatos, mi gemido enredándose con su gemido.

Palmeando su cabeza, profundizo el beso, acercándolo y odiando la


barrera que nos separa. Quiero trepar sobre él y envolver mis piernas a su
alrededor para que pueda apagar el fuego que se eleva en mí.

Él inclina mi cabeza hacia atrás, nuestros labios a centímetros el uno


del otro mientras respiramos con dificultad, y murmura, la diversión
cubriendo su tono.
—Eres peligrosa.

Abriendo mis ojos en estado de shock fingido, respondo:

—¿Quién, yo? Soy inocente. Tú eres el que buscó un beso cuando vine
por estos. —Sacudo los patines que tengo en la mano y él se ríe, girándome
hacia el asiento y dándome una palmada en el culo.

Indignada, me froto la nalga y grito:

—Oye.
—Eso es lo que obtienes por ser una sabelotodo.

—Idiota. —Le devuelvo el fuego, dejándome caer en el asiento y


poniéndome rápidamente los patines. Mis dedos lo han hecho tantas veces
que ya lo realizo sin esfuerzo alguno.

Solo cuando me levanto sobre ellos, girando los pies para examinar su
color brillante, algo se me ocurre.

—¿Cómo sabes que puedo patinar sobre hielo?

Eudard apoya los codos en la tabla, guiñando un ojo.

—Lo sé todo.

—Presumido, te habría servido bien si no lo hubiera hecho. —


Cruzando los brazos, vuelvo a preguntar—. Pero realmente, ¿cómo lo
sabes? —Se encoge de hombros.

—Es una simple suposición. Eres bailarina, lo que significa que tienes
un buen control de tu cuerpo. No es exagerado pensar que patinas; además,
vienes de un estado que tiene nieve, ¿verdad? Así que fue solo una
suposición de probabilidades. —Estoy un poco desconcertada, pero sus
cálculos tienen mucho sentido, excepto que la queja en mi mente no está de
acuerdo con eso.

O tal vez una parte de mí desea pensar que inconscientemente él sabe


quién soy yo.

Dios, ¿por qué es tan importante para mí que él crea que soy
Arianna?, ¿es posible estar celoso de ti mismo? Porque eso es exactamente
lo que es. Es tan atento y gentil que me pregunto cuántas mujeres tuvo
durante todos estos años.

Y me vuelve loca, porque nunca le podré preguntar.

No sin revelar la verdad al menos.

Pero, ¿estará feliz con esa verdad? ¿O estará dividido entre su


hermano y yo? Aunque la sola idea de tal elección es risible, porque nunca
podrá traicionar una parte de su alma.

El chasquido de los dedos de Eudard me devuelve al presente


mientras me hace señas para que me deslice sobre el hielo.

—La canción casi acaba, así que la pondré de nuevo. —Presiona el


control remoto y la canción comienza desde el principio mientras asciendo
lentamente al hielo. Mi corazón está en mi garganta, y con el primer
bocado del aire gélido que solo asocio con este lugar, me congelo,
asimilándolo todo.

El hielo raspa debajo de mí, y el sonido es como un saludo de un viejo


amigo que siempre te cubría la espalda, pero tenías que separarte debido a
las circunstancias de la vida. ¿Pero cuándo se encuentran de nuevo? es
como si nunca hubieran perdido el contacto el uno con el otro.
Mis movimientos son un poco bruscos y temblorosos por estar fuera
de práctica, pero sin embargo me deslizo sobre este, formando largos
óvalos. Me arremolino un poco sin preocuparme, levantando mi brazo
hacia el techo donde las luces solían brillar intensamente mientras mis
padres me miraban durante las pequeñas competencias que realizaba
nuestra ciudad.

La música se desliza a través de mí como la seda más cara, dirigiendo


cada movimiento familiar, pero no hago ninguno, porque no puedo.

Eudard se sabe mi rutina de memoria.

Entonces, en cambio, giro en círculos, balanceando con gracia mis


manos al compás de la música mientras una burbuja de risa brota de mí,
devolviéndome a mis recuerdos felices.

A una época en la que mi corazón estaba lleno de esperanzas y


sueños, donde imaginaba mi vida futura en diferentes escenarios, uno más
vívido que el otro.

Donde mi mayor preocupación había sido llegar tarde a la práctica o


torcerme el tobillo. Clavando mis patines en el hielo, me detengo en medio
giro y me encorvo, tocándolo suavemente, poniendo mi palma abierta
sobre él y sintiendo el poder que tanto me ha dado. Me alegro de estar de
regreso.

Nuestro entrenador solía decir que debemos tratar el hielo con amor y
respeto, porque nos cuida mientras actuamos en él. Lo encontramos
divertido, pero con los años, sus palabras tuvieron mucho mérito.
Porque ahora mismo, estando aquí, no puedo esconderme de quién fui.

Tampoco puedo bloquear el dolor que me golpea o ponerlo en una


caja en algún lugar dentro de mí.
Al levantarme, quiero deslizarme hacia un lado una vez más, pero en
lugar de eso me quedo quieta, y en ese momento es cuando solo me doy
cuenta que las lágrimas corren por mis mejillas y no puedo controlarlas.

Ninguno de mis sueños se hizo realidad, y el mundo demostró ser


cruel con las almas ingenuas como lo fui yo.

Entonces, ¿por qué anhelo volver atrás en el tiempo y volver a ser esa
chica? ¿Tener mi corazón lleno solo de buenas emociones, donde el odio y
la venganza no existían?

Me cubro la boca con la palma de la mano para que los sollozos no


hagan eco en el espacio y alerten a Eudard, pero es entonces cuando
escucho un zumbido detrás de mí y unos brazos musculosos rodean mi
cintura, su abdomen presionando contra mi espalda y calentando las partes
congeladas dentro de mí.

Apoya la barbilla en mi hombro y, a través de los ojos borrosos por


las lágrimas, veo una rosa colgando frente a mí mientras me la da.

Frotando los pétalos, susurro —Son hermosas.

Me mece en sus brazos, mientras aspiro el aroma floral que


extrañamente me calma, aunque mis mejillas todavía están húmedas.

—Las rosas eran las flores favoritas de mi mamá. Las sembraba en su


invernadero, pasaba horas preparando las macetas y viéndolas florecer.

Apenas recuerdo a su mamá. Huyó de su padre cuando éramos tan


pequeños... pero siempre tenía una sonrisa en su rostro y mucho amor por
sus hijos.

¿Por qué los dejaría?


—Las rosas tienen la capacidad de florecer incluso en las
circunstancias más duras, manteniendo intacta su belleza para que todos la
admiren. —Coloca su mano sobre la mía y lleva la flor a mis labios—. Su
belleza simboliza que el afecto de un hombre es eterno.

Grito cuando me hace girar tan rápido que me mareo y termino de


nuevo en sus brazos, solo que esta vez me abraza con fuerza, sus ojos
verdes absorbiéndome mientras sus pulgares secan mis lágrimas.

—Si compartes tus secretos conmigo, Cassandra, siempre me ocuparé


de ellos.

—Apenas me conoces —le digo, apretando su camisa—. ¿Cómo


puedes... actuar así?

Una expresión ilegible cruza su rostro antes que la familiar


determinación se apodere de él.

—No necesito tiempo para saber qué mujer quiero. —dice


acercándome, mientras desliza una mano por mi cabello mientras la otra
agarra mi cadera—. Has sido mía desde el primer vistazo. —Las mariposas
en mi estómago revolotean y todo lo femenino que hay en mí responde a
las palabras que una vez me dijo.

Pero, ¿cómo puedo confiarle mis secretos, si esos secretos tienen el


poder de destruir esto para siempre? Poniéndome de puntillas, apoyo mi
frente contra la suya, inhalando su aroma y deseando una vida diferente.
Pero esta es la única que tengo y, como tal, no tengo nada que ofrecerle.

—Mis secretos son demasiado oscuros para ti.

Espero miles de reacciones, pero su pecho vibrando de risa no es una de


ellas. —Confía en mí por una vez, mi fénix. Nada en este mundo es
demasiado oscuro para mí.
—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto, queriendo aplastar esa
pequeña esperanza en mi corazón que él sabe quién soy.

Porque entonces todo sería mucho más fácil.

Engancha un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, sonriendo


gentilmente.

—Érase una vez, este lugar tenía el poder de calmarme. Calmar las
tormentas aquí. —Señala su pecho, y el aire se pega en mis pulmones por
la implicación de eso.

¿Quiere decir que lo hice?

—Te traje a mi santuario, compartiendo una parte de mí contigo. —


Me besa suavemente en la frente, sus labios se demoran en mi piel—.
Confía en mí, Cassandra.

Oh, como desearía poder.

Pero en esta vida, solo tengo hoy hasta que pueda reclamar mi
identidad de una vez por todas. Suspirando, se ríe un poco antes de decir:

—¿Recuerdas mi apodo?

—Madman —susurro, inclinándome hacia atrás para que nuestros ojos


se encuentren y el deseo se dispara a través de mí por la pasión que se está
generando en sus piscinas verdes—. Porque cuando quieres algo, lo
persigues como un loco.

—Correcto. Te. Quiero. A. Ti. —Coloca sus manos en mis caderas y


me levanta, así que no tengo más remedio que envolver mis piernas y
brazos alrededor de él, apretándome—. Ganaré esta guerra —promete, y
por primera vez, la diversión se apodera de mí.
—La batalla será brutal —le advierto, bromeando con él, pero él no se
inmuta por ello.

—¿Cuál sería la diversión en eso, si no lo fuera?

Mi risa resuena por todo el espacio mientras se desliza hacia los


asientos, y ni siquiera cuestiono cuáles son sus planes. Puede llevarme a
donde quiera, porque tenemos un máximo de cinco días antes del funeral
de Ethan. Cinco días más de dichosa ignorancia en los que puedo pretender
que un futuro con él es posible.

Cinco días.

No todas las historias están destinadas a tener un final feliz. Pero al


menos quiero ser feliz por ahora.
Madman

Quiero cualquier versión de ella, porque es mi única obsesión en esta


vida.

¿Pero esta versión de ella? Donde la felicidad realmente brilla en sus


ojos y la alegría genuina llena su rostro mientras se arremolina en el hielo,
recordándome mucho a la chica que una vez me salvó la vida sin saberlo.
Quien solía ser la única luz en el túnel oscuro que era mi vida.
Y aunque nunca la mantuve cerca, sabía que estaba en algún lugar,
respirando el mismo aire que yo.

Este tipo de conocimiento puede brindar consuelo a un niño que llora


en la oscuridad mientras los monstruos se deleitan con su carne y los
sollozos mecen su cuerpo.

Esta versión de ella es mía.

E incluso si ella me odia por eso, sacaré esta versión de su interior.


Solo entonces ambos encontraremos la paz.

Nadie antes que ella... y nadie después de ella.

Nunca he estado con nadie más.

Hasta el día que muera, siempre seré solo suyo.


Cassandra

Corriendo dentro de la casa, escucho sus pasos pesados detrás de mí


mientras hago todo lo posible por controlar mi respiración. Mi cuerpo
anhela descansar, pero el sueño no está a la vista.

Apenas tengo tiempo para quitarme los zapatos mientras me lanzo a


mi habitación, queriendo escapar del hombre que me persigue.

Estoy casi dentro de mi habitación, lista para cerrar la puerta y


esconderme detrás de ella, cuando él me alcanza, me agarra el cabello con
un puño y me arrastra hacia su abrazo. Su erección presiona contra mí
mientras grito, clavando mis uñas en sus brazos que se envuelven con
fuerza alrededor de mi cintura.

Su respiración ronca llena mis oídos mientras pasa su nariz por el


hueco de mi hombro, tirando de mi cabello y exponiendo mi cuello para
que sus codiciosos labios se deleiten con mi piel.

—Nunca huyas de un loco, mi fénix —susurra contra mi piel,


mordiéndola. El pinchazo me pone la piel de gallina—. Él siempre te
atrapará. —Apoya la palma de su mano en mi estómago, deslizándola
hacia mi centro, ahuecándolo a través de mis pantalones cortos, enviando
un placer en espiral a través de mí—. Porque lo anhelas, ¿no? —pregunta,
soltándome, pero antes que pueda protestar por la pérdida de su contacto,
me hace girar en sus brazos y me empuja contra la pared mientras su boca
cae sobre la mía.

Sus labios se encuentran con los míos en un beso exigente, húmedo y


apasionado, hirviendo la sangre en mis venas y creando un hambre en la
boca de mi estómago que anhela a este hombre como ninguna otra cosa en
este mundo.

Sus dedos abren el botón de mis pantalones cortos y tira de ellos.


Luego desliza su mano dentro, atrapando mi clítoris entre sus dedos. Gimo
en su boca, colocando mi mano sobre la suya y presionándola con más
firmeza, instándolo a deslizar sus dedos dentro de mí, para calmar el dolor
que ha comenzado a formarse ahí.

—¿Estamos ansiosos, no es así? —murmura mientras cumple con mi


demanda, sus dos dedos se hunden dentro de mí, mientras su boca captura
un fuerte gemido que se me escapa, bebiendo de mí mientras sus dedos se
mueven hacia adentro y hacia afuera, esparciendo la humedad por todo mi
centro—. Tan mojada para mí. —Tira de mi labio inferior, tirando de él
antes de cambiar su atención a la parte inferior de mi barbilla— ¿Quién te
hace mojarte así, Cassandra? —Mi cabeza se dobla hacia atrás y golpea
contra la pared, apenas puedo oírlo, demasiado perdida en las sensaciones
que él me provoca. Aprieto mi coño alrededor de él, esperando una mejor
fricción, pero él solo se ríe, quitando su mano. Gimo en protesta—
¿Quién? —exige, esta vez mordiendo mi piel.

Lamiendo mis labios sedientos, respondo:

—Tú.

—Buena chica —murmura y luego se arrodilla frente a mí, deslizando


mis pantalones cortos hasta mis pies junto con mis bragas, ayudándome a
salir de ellos antes de patearlos hacia un lado. Levanta una de mis piernas
por encima de su hombro, su barba del día después rascando el interior de
mis muslos, enviando pinchazos a través de mí, antes que sus dedos abran
mis piernas por completo. Frota la cara, gruñendo contra mí, y las
vibraciones que me produce me hacen jadear. Enredo mis manos en su
cabello, aferrándome a él y esperando el placer que solo él es capaz de
darme—. Mía.

Captura mi clítoris entre sus dientes, succionando suavemente antes


de lamer mis labios inferiores uno por uno, recogiendo mi humedad
mientras su lengua vaga dentro de mí. Gimiendo, me acerco más,
agarrando mi camisa y anhelando quitármela, porque mis pezones están a
punto de reventar con la fricción de la tela, lo que se suma a la tortura que
me da Eudard.

Mis gemidos son tan fuertes que resuenan en toda la casa,


mezclándose con sus sonidos de succión, todo mientras sus manos me
mantienen firmemente pegada a la pared, sin permitirme el más mínimo
movimiento.

Presiona su pulgar contra mi clítoris justo antes de empujar su lengua,


y arqueo mi espalda, sintiendo el placer formándose y construyéndose
dentro de mí. Mi clímax no está muy lejos de llegar, está tan cerca que
estoy a punto de alcanzarlo y saborearlo mientras floto en el aire.

Pero vuelvo a la realidad cuando su boca me deja adolorida,


arrastrándose hasta mi ombligo y mordiendo mi estómago antes de viajar
hasta la parte inferior de mis pechos. Sus manos suben por mi camisa,
acariciando con la cabeza los suaves montículos, pero continúa subiendo
hasta que está de pie junto a mí de nuevo y finalmente me quita la camisa.

Mi piel arde en estos momentos, parece tan sensible que el más leve
de sus toques tiene el poder de hacer estallar un infierno dentro de mí.
Gimo por la tortura que me da, mientras pongo mis palmas en mis pechos
y giro mis pezones entre mis dedos, necesitando el clímax como mi
próximo aliento.

—Te deseo —le digo, mi voz ronca y necesitada pero sexy a la vez.
Arqueo mi espalda de nuevo, dándole la vista completa de mi
desnudez mientras él respira con dificultad, sus lagunas verdes arden con
intensidad.

—Justo aquí —le digo, cubriendo mi coño y casi deslizando mis


dedos dentro para aliviar el ardor, pero la bestia a mi lado no me deja.
Gruñe y me levanta. Envuelvo mis piernas alrededor de él y gimo al sentir
su dura erección presionada contra mí.

Nos lleva de regreso a mi habitación, besándome todo el tiempo y me


maravillo de mi sabor en su lengua, mientras despierta otro anhelo en mí,
que no he tenido el valor de expresar desde que tenía diecisiete años.

Me deja en la cama y reboto un poco, respirando pesadamente, se


quita la ropa, tocando su erección y dándole una caricia desde la raíz hasta
la punta. Mi respiración se acelera, queriendo morderlo y saborearlo al
mismo tiempo, pero me ordena.

—Mírame, fénix.

Lentamente deslizo mi mirada hacia arriba, notando sus duros


abdominales de seis, su mandíbula fuerte, y finalmente la cara del hombre
que desesperadamente anhelo en esta vida a pesar de todo.

En este momento, parece que puedo romper todos los códigos morales
para estar con él. En cierto modo, lo hago, incluso ahora mismo, a pesar de
lo que planeo hacer con su hermano.

Pero la culpa no existe en este momento, así que me concentro solo en


nosotros, solo en esto, solo en nuestro deseo. Entonces, tomando una
respiración profunda, me vuelvo lo suficientemente valiente como para
pedir una nueva experiencia.
—Quiero probarlo. —Sin esperar su respuesta me acerco más a él, y
colocando mi cabello sobre mi hombro mientras enfoco toda mi atención
en su dura polla, la alcanzo y aprieto mi mano alrededor de ella mientras él
maldice—. No te importa, ¿verdad? —pregunto casualmente, como si no
fuera la gran cosa cuando significa todo para mí en este momento.

Nunca había hecho esto antes, ni siquiera a la fuerza.

Mi boca es una de las cosas que los cinco fundadores no mancharon.


Aunque nunca le dije lo que experimenté, no estoy segura de poder ocultar
mi nerviosismo.

Él levanta mi barbilla para que nuestros ojos se encuentren y noto una


dulzura destellando detrás del deseo.

—Hazme lo que quieras, como quieras y durante el tiempo que


quieras. Hagas lo que hagas será alucinante. —Parpadeo ante eso, la
calidez me invade mientras la gratitud llena mi corazón por este hombre.

Así que decido navegar por este espectáculo de manera intuitiva,


aprendiendo qué es lo que hace que Eudard funcione para brindarle tanto
placer como me da cuando me ama con la lengua.

Placeres.

Mi mente se apresura a recordarme que el amor no debería existir


entre nosotros, pero ya tengo la sospecha que creció hace mucho tiempo;
los años separados simplemente pusieron esas emociones en espera.

Soplo suavemente, rozando mis labios sobre la punta y deslizando mi


lengua para lamer un poco mientras mi mano se desliza sobre la longitud,
ganándome un gemido. Él pasa sus dedos por mi cabello suavemente,
moviendo sus caderas hacia adelante.
Cierro la boca alrededor de la cabeza, succionándola ligeramente
antes de bajar, amando la sensación de él en mi boca y deslizándome hacia
arriba de nuevo.

—Cassandra —dice con voz ronca, apretando mi cabello con más


fuerza, así que repito mi acción, pero esta vez lo chupo más profundo,
disfrutando de su olor y sabor. Luego vuelvo a subir y lamo la gota de su
líquido preseminal, rozando la punta de su polla con mi pulgar. Me
sumerjo de nuevo, esta vez yendo más despacio con la punta y empujando
más abajo, estudiándolo con mi lengua.

Empuja un poco y gimo alrededor de su longitud, preguntándome si


envía vibraciones a través de él. Deslizando mi boca hacia la punta, quiero
jugar un poco más con ella, pero Eudard tiene otros planes.

Me levanta y luego me empuja sobre mi espalda, se cierne sobre mí


mientras me cubre con su cuerpo. Cierra nuestras bocas juntas por un breve
segundo, capturando mis labios en un beso resbaladizo que me permite
compartir su sabor con él. Pero luego se detiene abruptamente y se mueve
más abajo, mordiendo mi cuello y lamiendo mi clavícula, haciéndome
cosquillas ligeramente.

—¿Qué quieres, Cassandra? —pregunta contra mi piel, soplando


sobre los montículos de mis pechos—. ¿Mi lengua, mis dedos o mi polla?
—Se instala entre mis piernas y sus palabras iluminan todas mis
necesidades anteriores a la vez.

Golpeando mi cabeza en la almohada, respondo.

—A ti, dentro de mí. —Todavía no puedo hablar tan crudamente


como él, y siento su sonrisa cuando me da un último beso en la clavícula.
Coloca sus manos a ambos lados de mi cabeza, empujando a casa con
un movimiento rápido mientras me arqueo hacia él, gimiendo silencio y
disfrutando de ello. No para llegar al orgasmo, sino para sentir su carne
gruesa dentro de mí, moviéndose, llenándome con su longitud mientras me
muestra su fuerza.

Cavando tan profundo en mi alma que no quiero nada más ni recordar


nada más.

Se inclina, conectando nuestras bocas mientras empuja cada vez más


rápido. Probablemente esté al borde del orgasmo por todos los
preliminares, dándome tan fuerte que la cabecera se sacude contra la pared
cuando nos movemos en la cama.

El placer se esparce a través de mí como un líquido caliente,


deslizándose sobre mi piel, envolviendo mis sentidos y disparándose
directamente a mi cabeza. Sufro una contracción a su alrededor esta vez en
silencio, y después de algunos impulsos furiosos de su polla, se une a mí
con un fuerte rugido que termina derramándose dentro de mí, la humedad
cubriendo mi núcleo, y jadeo ante la extraña sensación de esa posesión.

Pero entonces me doy cuenta de esa acción y nuestras miradas se


encuentran cuando él mira hacia abajo, respira con dificultad y maldice.

—Estoy limpio —me informa y asiento con la cabeza.

—Yo también. —Pero de alguna manera, debido a la tensión que


crece entre nosotros, esa es la menor de nuestras preocupaciones.

Se desplaza hacia su espalda, envolviendo su brazo alrededor de mí


mientras me acuesto de lado, trazando mi dedo sobre la cicatriz en su
hombro.
—Estoy tomando la píldora. —se lo digo solo para que pueda
relajarse y asiente de nuevo, aunque algo juega en las profundidades de sus
ojos que no puedo nombrar.

Por un segundo, imagino cómo sería tener a su bebé...

Construir una familia con este hombre que me mira como si fuera su
mayor posesión, incluso si siento el peligro viniendo de él.

En algún momento de mi venganza, tendré que tomar una decisión


que podría matarme. Y tengo miedo de las consecuencias que pueda traer
cualquiera de esas decisiones.

Así que en lugar de pensar en eso ahora, me arrastro encima de él y


escondo mi rostro en el interior de su cuello, inhalando su aroma mientras
encierro el mundo exterior. Solo por un tiempo, quiero pertenecer a él y
vivir en esta fantasía que ambos hemos creado, porque me da una
sensación de protección que Lachlan y los demás no pudieron.

Un sentido de pertenencia, incluso si le he mentido a pesar de todo.

Érase una vez, Eudard Campbell había sido la pesadilla de mi


existencia, una maldición de la que nunca podría deshacerme.

Ahora creo que tiene el poder de convertirse en mi salvación.


Capítulo 16
Los monstruos que vivían dentro de mí eran tan diferentes a los que me
hirieron.
Tenían paciencia, tenían moral, pero lo más importante, sabían cómo
hacer daño a quienes más se lo merecían.
Mis monstruos no solo eligieron a una víctima y actuaron según sus
deseos, no.
Mis monstruos los cazaron durante años, encontrando todas sus
debilidades y finalmente desgarrándoles la carne poco a poco. Y los dejé,
porque a estas alturas, mi corazón les pertenecía.
Al menos nunca traicionaron mi confianza.
Hasta que mis monstruos quisieron algo más.
Un diablo que amenazó con destruir mi engaño cuidadosamente colocado.

De los recuerdos de Arianna Griffin...

Llamando a la pesada puerta de la oficina, espero a que el profundo


barítono ladre.

—Adelante —dice antes de girar la perilla y entrar, sonriendo


alegremente a Lachlan, quien bebe whisky mientras está sentado en su
silla. Sus cejas se levantan hacia mí, apoya su espalda en la silla que se
parece más a un trono y me saluda.

—Cassandra.

Al saludarlo, le respondo:
—Lachlan —imitando su voz severa, pero no le parece muy divertido.

No es que esperara una cálida bienvenida después de mi último truco,


pero aún así una chica podría tener esperanzas, ¿verdad?

—Me alegra que encuentres humor en esta situación actual.

Dejándome caer en la silla frente a él, apoyo la barbilla en la palma


de la mano y resoplo.

—Oh por favor. ¿Entonces compré una casa? No es gran cosa.

—Y un estudio —agrega, su mirada taladrándome, y gimo para mis


adentros ante esto.

Lachlan tiene diferentes niveles de ira que he descubierto a lo largo


de los años. Está el leve, que generalmente significa que ladrará una
orden o matará a alguien rápidamente, demasiado aburrido con la víctima
para perder mucho tiempo.

El estado de ánimo levemente enojado implica más tortura,


generalmente con cuchillos y su bastón mientras la víctima suplica durante
horas misericordia, y aún así los mata, perforando sus corazones. En las
relaciones cotidianas normales, significa que nos gritará como un loco.

Y luego está el nivel más alto, donde tortura a la víctima hasta el


punto de ruptura, deja que se cure un poco y la vuelve a torturar. El ciclo
sigue y sigue durante meses hasta que se aburre. Su tono generalmente en
tales situaciones es bajo y melancólico.

Como ahora mismo.

El control de daños está activado.


—Está bien, y el estudio. Pero tuve que comprarlo rápidamente antes
que Patricia lo convirtiera en un gimnasio. —Me toma mucha educación y
mucha paciencia extrema de mi entrenamiento a través de todos los años
para no mostrar cuánto la odio—. Así que fue un momento desesperado y
todo ese jazz.

Gira el vaso en la mano, estudiándolo como si estuviera pensando,


pero sé que no lo hace. Me siento incómoda en este prolongado silencio, y
finalmente sus fríos ojos azules están de vuelta en mí.

—¿Recuerdas lo que te dije? —pregunta, presionando su dedo en su


sien—. La venganza tiene que venir de la mente, no del corazón.

—Esto fue planeado. ¿Cuál es el problema de todos modos? Así que


compré una casa sin tu permiso, pero no es como si tuviera que responder
por cada dólar gastado.

Me dio un fondo fiduciario hace diez años y nunca he pedido nada ni


he usado mucho si no tenía que ver con mi venganza. Primero, trabajé
como camarera mientras obtenía mi título de baile, luego enseñé a los
niños en la escuela e incluso asistí a algunos bailarines en la gira.

—Primero tenías que consultarlo con Arson, pero no lo hiciste. ¿Por


qué?

—Porque no es algo que requiera su intervención. Soy capaz de


cuidarme sola.

Torciendo mis dedos en mi regazo, respiro hondo y digo.

—Ya no soy esa chica indefensa en un hospital, Lachlan. Crecí. —


Uf, se siente bien dejarlo salir, porque últimamente todos se han portado
ridículos conmigo.
Como si hubiera alguien que conociera mi verdadera identidad y que
tuviera el poder de lastimarme y estuviera rondando sobre mí como un
montón de gallinas.

La risa de Lachlan resuena en las paredes y la diversión parpadea en


su mirada mientras toma un gran sorbo y coloca el vaso sobre la mesa,
haciendo que el hielo tintinee un poco.

—No importa la edad que tengas. —Su dedo recorre el borde de su


vaso, emitiendo un chirrido agudo, provocando que me duelan los oídos,
haciéndome estremecer—. Estás gobernada por el monstruo que vive
dentro de ti, queriendo una salida.

¿En serio? ¿Esas son las palabras del rey clandestino de Nueva
York?

—Bueno, si vamos a hablar de monstruos, entonces...

—Pero si no está controlado, podría gobernarte —me interrumpe,


ignorando lo que quería decir—. Y se volverá peligroso, No dejes que te
consuma, Cassandra. Puede que te arrepientas de haberlo despertado. —
A pesar que su voz es severa, hay algo parecido a la suavidad, que
contrasta mucho con su comportamiento general.

No lo he visto mucho este año, por lo general solo durante nuestros


chequeos mensuales, y he interactuado más con sus protegidos. Lachlan
siempre ha sido un enigma con tantos secretos que tenía miedo de
preguntar sobre su vida.

Pero se de su obsesión con una bailarina famosa, es difícil no saberlo


cuando me mezclo en los mismos círculos.

Y aunque estoy un poco molesta que me haya convocado aquí desde


la ciudad... mi pecho se calienta por el cuidado que me está mostrando.
—Sé que te preocupas por mí y estoy agradecida por el apoyo. —
Junto mis manos—, por todo lo que has hecho por mí, dándome la
oportunidad de vivir y luego tomar lo que necesito. —Me mira, todavía
detrás del maldito borde—. Pero no tienes que preocuparte, me he
preparado para esto durante diez años, mis demonios no tienen poder
sobre mí, y además, les daré víctimas para darse un festín. —Con eso, me
levanto, asintiendo con la cabeza—. Me mantendré en contacto contigo y
con Arson, y te prometo que si necesito tu ayuda, serás el primero al que
llame. —Camino hacia la puerta, queriendo salir corriendo de aquí lo
antes posible, pero su pregunta me detiene en seco.

—¿Aún lo amas?

Congelándome, apenas encuentro fuerzas para controlar mi


respiración y mantener la espalda relajada para que él no sepa la
confusión emocional que estoy experimentando con esta pregunta que me
acaba de hacer.

Esbozando una sonrisa en mi rostro, lo miro por encima del hombro.

—¿A quién?

—Cualquiera que sea el gemelo Campbell del que te hayas


enamorado.

La sonrisa casi se escapa de mis labios, pero me río.

—Oh por favor. Por supuesto que no. Además, Eachann es uno de
los siete de mi lista. —Me doy la vuelta para mirar hacia la puerta y doy
un paso hacia ella, pero él no ha terminado conmigo.

—¿Qué pasa con Eudard? No tenía nada que ver con esa noche.
Excepto, por supuesto, no coger el teléfono. —Me balanceo hacia un lado
cuando el recuerdo de ese día vuelve y el ácido me llena la boca.
—¿Qué pasará cuando lo veas?

—Nada —aprieto entre dientes—, no será gran cosa.

—Quieres castigar a su hermano y crear el caos en su ciudad,


¿Crees que estará jodidamente encantado con eso? —Lachlan se levanta,
camina hacia la ventana que da a su jardín de laberinto y apoya el codo
en ella—. Él es tu debilidad.

—No, no lo es. Nunca lo amé —le digo, incluso cuando mi corazón


se aprieta dentro de mi pecho en un nudo retorcido.

Nuestra noche juntos fue mi único sentimiento mágico en ese


entonces, y en cierto modo, estoy agradecida de haberle dado mi
virginidad. Porque eso no me fue robado junto con todo lo demás.

Pero Eudard es como un ángel oscuro que agració mi vida. Me


atormentó en la escuela, me amó en el bosque y luego me persiguió en mis
sueños. A pesar de todo, Eudard se mantuvo en una pieza que conectaba a
Cassandra y Arianna, porque la vieja yo no quería dejarlo ir ni castigarlo.

—Sin embargo, amabas a Eachann y estás dispuesta a hacerle daño,


¿Quién puede decir que tus emociones no cambiarán?

—Porque no lo harán. —Mi cuerpo está muerto al toque masculino;


hay una razón por la que los evité como la peste.

No quiero que nadie me ponga las manos encima.

Abro la puerta de par en par, queriendo correr lo más lejos posible de


esta conversación para no confundirme o dejar que las imágenes de los
gemelos aparezcan en mi cabeza junto con los hermosos recuerdos que los
rodean. Después de todo, todos mis momentos felices los involucraron.
—No puedes huir del pasado. —La voz de Lachlan me sigue hasta la
salida, pero evito darle poder.

No pretendo huir del pasado.

Lo enfrentaré de frente y luego pisotearé a los que me hicieron daño.

Eudard Campbell simplemente tendrá que lidiar con eso.

Si hubiera sabido lo que realmente estaba pasando, tal vez le habría


prestado más atención a Lachlan. Tal vez habría escuchado a Arson, quien
me advirtió que tuviera cuidado.

Pero no lo hice y, en eso, caí directamente en la trampa de un loco.


Cassandra

Manejando mi coche a la iglesia, estaciono entre varios coches.

Me miro en el espejo retrovisor por última vez, asegurándome que mi


lápiz labial y maquillaje estén intactos, pongo mi mejor rostro triste que
puedo reunir en este momento.

Todo esto de actuar triste en los funerales mientras tú sientes todo lo


contrario, es un trabajo muy duro.

El trueno resuena en el aire mientras las nubes oscuras se estrellan en


lo alto del cielo. El viento me golpea cuando salgo del vehículo y avanzo
por el camino del hormigón que conduce a la parte trasera de la iglesia,
donde se encuentra el único cementerio de la ciudad.

—Está tan silencioso —murmuro para mí, esperando que al menos la


mitad de la ciudad asista a este funeral.

Después de todo, ¿no deberían estar todos llorando por el chico rubio,
gritando que se lo llevaron demasiado pronto? Aunque la ciudad sigue
alborotada después de lo sucedido, la policía no encontró ninguna
evidencia que respalde las palabras de Ethan. Es imposible que examinen
mi cuerpo y además de eso, los informes del médico no fueron
concluyentes. Según ellos, estaba claro que Arianna Griffin fue violada,
pero como no se encontraron rastros de ADN o cualquier otra cosa, todos
decidieron que era solo la imaginación de Ethan.

O más bien, el hombre que lo mató fue clasificado como un asesino en


serie con un profundo deseo de justicia, matando a los que considera
oportunos según sus propias reglas. La policía lo buscó e incluso
inspeccionó la ciudad, brindando protección policial a los otros cinco
fundadores, porque las autoridades sospechan que el asesino les guarda
resentimiento.

Siempre es el más oscuro bajo el reflector, lo que significa que pueden


buscar a un asesino en serie hasta que se pongan azules. No cambiará el
hecho que otro tipo de peligro se acercará sigilosamente a los cinco
fundadores.

No hace falta decir que, después de limpiar todos sus nombres,


esperaba ver este lugar lleno. Siempre es así cuando alguien muere, ya que
de una u otra forma, todos los que viven aquí están conectados de alguna
manera con el fallecido. Sin embargo, otra imagen me saluda y estoy tan
sorprendida que detengo mis movimientos, ladeando la cabeza hacia un
lado mientras lo estudio.

A lo lejos, entre la parte blanca del cementerio, donde los cinco


fundadores tienen reservadas parcelas específicas para ellos, veo una
decena de personas reunidas.

EL Padre Campbell está de pie junto a la tumba, leyendo un versículo


de la Biblia mientras Dorothy llora desconsoladamente en el suelo y le
tiemblan los hombros. A unos metros de ellos están Martha, James, la
mamá de Cole y su hermana Laura, y finalmente al fondo, el resto de los
cinco hijos fundadores, que parece que desearían estar en cualquier lugar
menos aquí.

Acercándome poco a poco, puedo escuchar sus voces silenciosas.


Patricia mantiene la espalda rígida, la tensión emana de ellos con tanta
fuerza que es casi tangible.

Tan extraño.
¿No deberían estar tranquilos ya que se eliminaron todas las
sospechas?
Frank es el primero en verme y asiente a modo de saludo. Patricia mira por
encima del hombro, jadeando y corriendo hacia mí, abrazándome fuerte.

—Gracias por venir.

—Por supuesto, lamento no haber respondido a tu mensaje —


respondo y luego presiono las rosas en mis manos contra mi pecho,
suspirando tristemente—. Esta es una gran tragedia.

—Sí, Ethan murió y perdimos nuestra paz. —dice con un tono


molesto, y mis cejas se arquean ante un cambio de tono tan rápido.

¿No estaban todos devastados por su muerte hace solo cinco días?
Además, culpable o no, esperaba algo de compasión por uno de sus amigos
más antiguos.

Aparentemente, estas personas todavía tienen la capacidad de


sorprenderme.

—No puedo creer la mierda por la que estamos pasando por culpa de
él —dice Cole, la molestia cubriendo su voz—. Si estaba a punto de morir
a manos de un asesino en serie, ¿por qué carajo sintió la necesidad de
escribir esa carta? —Mueve los dedos, su pie golpetea nerviosamente
mientras sus ojos se mueven frenéticamente de una persona a otra.

Oh cielos.

¿Todos están perdiendo la cabeza?

—Sin embargo, la policía limpió sus nombres —les recuerdo mientras


froto los pétalos sobre mi barbilla—. Nadie lo creyó de todos modos. —
Patricia lanza un bufido poco femenino.
—Es una ciudad pequeña, Cassandra, en la mente de la gente, Ethan
siempre será un violador que mató a su preciosa Arianna. —Ni siquiera
intenta ocultar el odio que mi nombre le inspira y continúa—. Y como él
mencionó esas iniciales y todos éramos amigos, ahora todos piensan que
también estuvimos involucrados. ¿Ves? —Señala a la pequeña multitud—.
Nadie apareció. ¿Sabes por qué? Porque estamos bajo escrutinio público,
aunque nadie puede probar nada.

Apesta, ¿cierto?

—¡Anoche, alguien tiró piedras a mi estudio! —exclama Cole—.


Escribieron violador en mis puertas con pintura roja —dice mientras él
echa humo, pateando las rocas a sus pies y parpadeo ante esto.

¿La pequeña ciudad tranquila está tan enojada con ellos?

Me sonrojo, sorprendida y no estoy segura qué hacer con eso. ¿No


deberían haberme mostrado su apoyo cuando estaba viva... no ahora?

No tienen pruebas de ninguna manera, pero supongo que su culpa es


muy importante.

—Esto es una vergüenza para todos —murmura Frank, ajustándose


las gafas en la nariz—. Solo estamos aquí por Ralph —me dice, y aprieto
la rosa en mis manos con tanta fuerza que las espinas se clavan en mi piel y
me hacen sangrar.

Al igual que él hizo hace tantos años con el cuchillo, pero


aparentemente ahora, todo es culpa de Ethan. ¿Sabía que sus mejores
amigos le darían la espalda tan fácilmente?

Apuesto a que no.


—Entiendo, debe ser horrible ser culpado por ese horrible crimen. —
Le doy unas palmaditas en el brazo y se relaja un poco, asintiendo.

—Sí, pero especialmente cómo nos apuntó al final de la carta. Todos


amábamos a Arianna. —Coloca su palma extendida sobre su pecho,
inclinándose hacia mí, mientras su colonia golpea mi nariz,
desencadenando mi reflejo nauseabundo, así que aprieto mis labios—.
¿Cómo pudo él haberla lastimado así?

¿Entonces ahora, de repente, están de acuerdo en que él es el


culpable?

—Era mi mejor amiga —dice Patricia, caminando a nuestro lado, su


vestido verde elevándose hacia atrás mientras mantiene su sombrero negro
en la cabeza—. Y pensar que él la lastimó así y mató a sus padres... —Su
voz se entrecorta, y por un segundo, un arrepentimiento genuino cruza su
rostro, sus ojos llorosos, pero no me conmueve nada.

Demasiado tarde para lamentar una tragedia que destruyó a toda una
familia debido a sus deseos egoístas. Al menos Ethan trató de evitar que
ellos, que todos esos años atrás, me dañaran más, pero Ralph y Frank no lo
escucharon.

Qué irónico que muriera primero, pero sin embargo satisfactorio.

Saco un pañuelo de mi bolso, se lo doy y ella se seca las lágrimas,


sonándose la nariz con él.

—Y ahora toda la ciudad piensa que somos parte de eso.

—No seas tan dramática, Patricia —le espeta Ralph y mis cejas se
elevan ante esto, porque durante mí estadía aquí, no lo he visto perder la
compostura ni una sola vez, pero una rabia apenas controlada destella a
través de él—. Nadie cree esas mentiras.
—Son suficientes para que nos cuestionen y puedes irte olvidando de
tu campaña de postularte para sheriff.

Se tira del cabello gimiendo, y varias personas de la parte delantera se


vuelven hacia nosotros, pero luego regresan rápidamente con Eachann,
quien continúa el funeral, su voz monótona mezclándose con los gritos de
Dorothy. Crea una banda sonora bastante deprimente, aunque muy
adecuada para la situación actual.

—¿Eso es todo en lo que puedes pensar? —Aprieta los dientes—.


¡Ethan está muerto! —ruge la última parte y esta vez detiene a Eachann,
quien mira en nuestra dirección, frunciendo el ceño.

Eachann se aclara la garganta.

—Ralph, un momento de paz para tu primo por última vez, por favor.
—Y continúa ese estúpido discurso que parece no tener fin.

Dios, la iglesia aparentemente te convierte en un filósofo.

—A la mierda todo esto. —murmura Ralph de nuevo y luego agarra a


Patricia por el codo. No extraño como los ojos de Frank brillan de ira,
aparentemente sin apreciar su maltrato.

Lo que es realmente gracioso, considerando todas las cosas.

—Nos vamos, volveré más tarde. Ethan no necesita esto. —Y luego,


sin decir una palabra más, arrastra a su mujer en dirección al coche
mientras ella le sisea algo en la cara, él la tira un poco y ella se calla
rápidamente, tropezando cuando sus talones se hunden en el suelo.

Frank está a punto de seguirlos, pero mi brazo lo detiene y capto su


mirada molesta en mí.
—Si sigues actuando así, él conocerá tus verdaderos sentimientos. —
Su mandíbula se aprieta y miles de emociones corren por sus ojos, tal vez
contemplando mis palabras, pero veo que el deseo de salvar a Patricia de
Ralph es mucho mayor que el miedo.

—Él no la aprecia. Nunca lo ha hecho.

—Pero ella lo eligió. —Hace una mueca de dolor ante mi declaración,


así que sondeo más profundo—. Según Sam, te ha estado rechazando
desde la secundaria. —Me encojo de hombros casualmente—. Quiero
decir, ustedes tienen una aventura ahora, pero ella está casada con él y
tienen hijos. Eres la tercera rueda. —Espero un minuto antes de agregar—.
Siempre lo has sido.

Suspira, entrelazando sus dedos en su cabello antes de susurrar.

—Él cambió. Ella prometió dejarlo. Me dijo que me ama, que casarse
con él fue un error. —Una excusa de mierda que todos los mentirosos le
han estado dando a sus amantes desde el principio de los tiempos.

Hay tanta esperanza en su voz que no deja ninguna duda que


realmente la ama.

Ah, entonces es mi deber reunir a los amantes.

—Bueno, espero que ella realmente lo haga.

Él bufa, pero luego me da una sonrisa de disculpa. —Lo siento por mi


temperamento. Todavía no te he dado las gracias por guardar nuestro
secreto. —Pone su mano en mi hombro, pero sutilmente la quito de su
agarre—. Sé que es una carga, pero prometo que lo dejará pronto.

—Por supuesto no hay problema.

Después de todo, la ayudaré a lograrlo muy rápidamente.


Finalmente, el servicio termina, y los hombres con palas se acercan,
esperando que los dolientes se vayan para que puedan bajar el ataúd y
enterrar la tumba, todo esto pasa mientras Dorothy se balancea hacia
adelante y hacia atrás en el suelo, con las manos envueltas alrededor de las
rodillas y cantando el nombre de Ethan.

Las pocas personas que se molestaron en aparecer tiran flores al


agujero y se alejan en dirección a la iglesia mientras Eachann se arrodilla
junto a Dorothy, pasando suavemente su mano por su espalda.

—Vamos adentro —le dice, pero ella se vuelve a balancear, ignorando


sus palabras como si estuviera en un trance.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? Si quieres, te puedo dejar en casa.


—ofrece Frank, listo para salir corriendo de aquí como todos los demás y
jadeo, señalando a Dorothy.

—¿Vas a dejarla aquí?

—Se lo buscó cuando se casó con él, le dije que era una mala
elección. Era mi amigo, pero Dios sabe que ninguna mujer cuerda debería
haberlo elegido jamás.

Sus reacciones durante todo esto me hacen pensar que todos


intercambiaron cuerpos con alguien más, porque ¿cómo pueden mostrar
tanto disgusto por Ethan cuando ninguno de ellos es mejor?

Incluso Eudard no se molestó en aparecer.

Pensar en el diablo de ojos verdes envía calor a través de mí,


recordándome los últimos cinco días que pasé con él. Durante esos días,
me entregué a él sin reservas y me mostró la ciudad, ayudándome a
descubrir de nuevo la belleza de nuestra naturaleza.
Por la noche, amaba mi cuerpo, dándome una parte de sí mismo que
me completaba de una manera que iba más allá del deseo básico.

Patricia con su mensaje sobre el funeral de Ethan rompió la burbuja en


la que nos había colocado y me devolvió a la realidad.

El tiempo con él permitió que el anhelo en mi corazón floreciera,


queriendo explorar la relación con él. ¿Cómo sería pertenecer a este
hombre, ser su singular obsesión en la vida?

¿Darle una oportunidad a una vida normal, aunque sea parte de mi


pasado?

Incluso si eso significa Eachann...

Como si fuera una señal, mi mirada se desplaza hacia él mientras él


todavía trata de consolar a Dorothy, siempre un santo.

—Me quedaré un poco más.

Frank me mira confundido durante varios segundos, pero luego se


encoge de hombros.

—Te veré después entonces. —Con eso se despide de mí y se dirige al


estacionamiento.

Una vez que está a varios metros de distancia, me quito uno de mis
guantes y me quito las lentillas de los ojos, parpadeando de alivio.

Odio esas cosas, incluso si me dan la cobertura perfecta.

Lista, deslizo las gafas de sol en mi nariz y exhalo un suspiro. Ethan


cayó primero, y es lógico que su ex mujer venga después, siguiendo el
orden original.
La hierba cruje bajo mis zapatos, alertando a Eachann de mi
presencia. Cuando me ve acercarme, se levanta, sacudiéndose las rodillas
mientras Dorothy estalla en lágrimas una vez más.

Caray, sigue llorando ¿quieres?

—Cassandra —dice, su tono como de costumbre. Me pregunto si hay


algo que pueda afectar su estado emocional, ¿o su fe le da
permanentemente un sentimiento inquebrantable? —. Te quedaste.

—No podía dejarla sola aquí, no te preocupes, la cuidaré ahora. —La


sorpresa se refleja en su rostro y presiona la Biblia contra su pecho,
contemplando mis palabras—. Todos sus amigos se fueron. —Cubro mi
voz con disgusto, y para mi sorpresa, él se ríe, mirando en la distancia.

—Sí, lo pensé mucho. —Me escanea y parece que mi propuesta le


parece divertida—. Muy bien, ahora tengo que volver a los preparativos
para el viaje de campamento.

Cierto. Eudard lo mencionó cuando se negó a venir al funeral hoy, y


en su lugar asistió a una reunión sobre el viaje. Debería suceder antes de lo
previsto, y la anticipación de su lado es real. Me dijo que iríamos juntos y
casi me reí en su cara.

Nunca volveré a ese lugar si puedo evitarlo, y no entiendo su urgencia


de llevarme allí. Dice que nunca me arrepentiré y quién sabe, tal vez
incluso encuentre la felicidad allí.

¿Qué tal nunca?

—¿Vas a ir? —le pregunto a Eachann, y el arrepentimiento cruza su


rostro cuando me da una sonrisa triste.
—No. Si viene Eudard, entonces... —Su voz se apaga y yo asiento
con la cabeza en comprensión, incluso lo pensé mucho. Ni siquiera puedo
plantear el tema de su relación en compañía de Eudard; instantáneamente
se enfurece, pero toda esta hostilidad no me convence de decirle la verdad
sobre mí, porque el vínculo de los gemelos es absoluto.

Los sollozos de Dorothy llaman mi atención, y me arrodillo a su lado,


pasando suavemente mi mano por su espalda, esperando a que Eachann se
vaya, lo que hace en unos segundos, enviando unas pequeñas rocas
volando en su camino.

—Shhh, Dorothy. No es saludable llorar tanto. —Abriendo mis


brazos, la invito a entrar y con un sollozo me abraza con fuerza, llorando
en mi cuello.

—No apareció nadie —dice, apretándome con los brazos con tanta
fuerza que me cuesta un poco respirar—. Todo el mundo cree que se lo
merece.

—Están conmocionados—murmuro, fingiendo que no me importa


como la mierda este abrazo. Ella niega con la cabeza.

—No, lo dicen en serio. Todo el mundo cree en la carta.

—Sin embargo, no es cierto, ¿verdad? —pregunto, y ella se congela


en mis brazos, ni siquiera respira como si estuviera contemplando la
verdad. Y mi próxima acción dependerá de su respuesta.

Dorothy pudo haber jugado un papel en este plan hace tantos años,
pero nunca fue mi amiga. Podría haber creído cualquier mentira que le
dijera Patricia. Aun así, lo que me hizo fue cruel, pero la vida la ha
castigado lo suficiente por sí sola.
Nadie la amó jamás. No puedo imaginar un castigo mayor que ese.
Siempre soñó con pertenecer, ser parte del equipo.

Lamentablemente, incluso casarse con el pedazo de mierda de Ethan


no la ayudó a obtener afecto genuino y encajar. Puedo vivir con eso,
porque de alguna manera... ella era la menos malvada de ellos.

Pero ella tiene que ser honesta para que yo la deje en paz.

—¿Ethan y el resto de los cinco fundadores hicieron daño a Arianna?


—le pregunto una vez más, esperando su respuesta, pero ella permanece en
silencio.

Finalmente, se inclina hacia atrás, dándome su rostro manchado de


rímel y susurra.

—No. No es verdad. Arianna quería lo que le pasó y simplemente la


ayudamos a lograrlo. No nos equivocamos. —Ella se defiende incluso si su
voz tiene un sonido extraño, como si quisiera que esa fuera verdad.

Apretando mis manos, la odio en este momento más que nada, porque
eligió la respuesta incorrecta, despertando al monstruo vengativo dentro de
mí que extiende sus manos para destrozarla.

Nuestras palabras tienen el poder de sellar nuestro destino; por eso


siempre debemos pensar antes de hablar.

—No es bueno mentir, Dorothy —le digo con frialdad, mi boca se


levanta en una media sonrisa mientras ella frunce el ceño en confusión. —
¿Tu mamá no te enseñó mejor? —siseo y lentamente me quito las gafas de
sol, dándole una vista de mis llamativos ojos violetas que son tan raros que
no puedo ser confundida con nadie.
Ella jadea, sus ojos se agrandan, y la empujo hacia atrás para que
aterrice sobre su culo con un ruido sordo, gimiendo.

—No puede ser verdad. —Ella retrocede, sacudiendo la cabeza en


negación—. Estás muerta —murmura, y ladeo la cabeza hacia un lado,
golpeando mi barbilla con mi dedo índice.

—Entonces debes estar viendo un fantasma, cariño. —Avanzo,


tocando ligeramente su mejilla mientras ella está temblando—. Estás en el
cementerio, después de todo.

Se arrastra hacia atrás, sus uñas se clavan en el suelo mientras susurra.

—Es imposible. —Ella frunce los ojos y luego los abre de golpe como
si quisiera que me fuera, pero todavía estoy aquí—. Eres solo un producto
de mi imaginación. Bebí antes —murmura, y a continuación inclinándome
más cerca, palmeo su cabeza, levantando su rostro para que se concentre en
mí y niego con la cabeza.

—No lo soy. Soy Arianna y he regresado de entre los muertos,


Dorothy. —El miedo cruza su rostro mientras toma aire, así que
continúo—. Ethan logró decir la verdad antes de morir. —Miro su tumba
donde los hombres con palas ya se han ido, dejando solo terreno baldío—.
¿Por qué no admites tus despreciables actos? —Dorothy palidece, las
lágrimas se deslizan por sus mejillas y yo chasqueo la lengua—. Deja de
llorar y responde a mi pregunta.

—¿Mataste a Ethan? —pregunta, sus dientes castañeteando con un


temblor.

—Ethan ha pagado por lo que hizo. ¿No crees que todo el mundo
debería hacerlo?

Tentativamente toca mis manos y mis brazos.


—Eres real. ¿No eres un fantasma? —Desliza sus manos
frenéticamente, así que las atrapo entre las mías, apretándolas con fuerza
hasta que grita de dolor y me las arrebata.

—Verte sufrir no es suficiente, Dorothy. —Suspiro dramáticamente,


pensando—. ¿Debería hacerte pagar como lo hice con Ethan? —Bajo la
voz, haciéndola apenas audible—. ¿Te ayudo a unirte a tu amado? —
Envuelvo mis manos alrededor de su cuello y ella jadea, aunque mi agarre
sobre ella es ligero.

Se trata de tortura psicológica.

—No por favor. Haré cualquier cosa que quieras.

—Quiero que digas la verdad sobre esa noche —digo y ella se queda
quieta, con la conmoción grabada en sus rasgos—. Así toda la ciudad sabrá
lo que hiciste, con pruebas. —Apretando mi agarre en su cuello, la hago
envolver sus manos alrededor de las mías, rogándome en silencio que la
suelte—. ¿Puedes hacer eso, Dorothy? ¿O es más fácil infligir mi propia
venganza sobre ti?

La suelto y ella tose con fuerza, abofeteándose salvajemente antes de


gritar.

—No eres real. —Otra bofetada—. Eres irreal, Arianna está muerta.
—Bofetada. Bofetada. Bofetada—. Está muerta.

—Viva o muerta, no descansaré hasta que todos paguen sus deudas —


le informo a pesar que está demasiado lejos, tapándose los oídos y
cantando.

—Arianna está muerta. —repite balanceándose hacia adelante y hacia


atrás, sus movimientos son frenéticos mientras el pánico y la histeria la
sobrepasan lentamente—. Muerta. Muerta. Muerta. —grita, tirando de su
cabello y abofeteándose de nuevo—. Muerta.

Me levanto, me quito el polvo del vestido negro y me pongo las gafas


de sol. Echo mi cabello por encima de mi hombro y le doy unas palmaditas
en la cabeza, pero ella ni siquiera se da cuenta mientras continúa
meciéndose en su trance.

—Elige sabiamente, Dorothy. —Con eso, la dejo allí mientras grita y


murmura algo de nuevo, lo suficientemente fuerte como para que algunos
niños de la iglesia cercana la señalen, susurrando a sus padres.

Si vivir con Ethan no la volvió loca, la verdad lo hará.

Ella no le dirá nada sobre mi a nadie todavía; la idea que yo aparecí


aquí nunca le dará paz.

La perseguiré en sus sueños, en sus pesadillas y en su realidad por el


resto de su vida.

Camino hacia el estacionamiento, mientras mis tacones hacen clic en


las rocas y me devuelven al presente. Me pregunto por qué no me trae la
satisfacción que estaba esperando. Solo me mancha en más oscuridad ya
que prácticamente volví loca a una persona.

Bueno, al menos por el momento. Ella puede recuperar su juicio una


vez que la verdad salga a la luz.

No la dañaré más.

Estoy al lado de mi coche, casi en las sombras, cuando una voz detrás
de mí detiene mis movimientos y pongo la palma de mi mano en el capó de
mi coche.

—No fuiste amable con Dorothy.


—Nunca prometí ser amable con ella. —Me doy la vuelta para
mirarlo y parpadeo sorprendida cuando noto lo cerca que está de mí, la
preocupación cruza su rostro—. Dije que me ocuparía de ella.

Hace un gesto con la cabeza hacia los gritos que aún vienen del
cementerio.

—¿Llamas a esto cuidar de alguien con un estado mental frágil? —


pregunta, y me cruzo de brazos.

—Ofrecí ayuda y ella la declinó. Gran error. —Realmente no estoy de


humor para discutir con gente santa hoy, así que me doy la vuelta para
abrir la puerta de mi coche, pero él la cierra, atrapándome entre el coche y
su pecho para mi sorpresa.

Debe ver de inmediato el error de sus maneras cuando jadeo, porque


da un paso atrás, tirando de su ropa de oficina.

—Me disculpo por eso.

El latido de mi pecho se acelera y lo odio, queriendo arrancarlo.

¿Por qué reacciono ante él tan cerca de mí?

Incluso en la escuela secundaria, mi cuerpo nunca reaccionó ante él;


no, todas esas emociones pertenecían a:

Eudard.

Eachann solo tenía un pedazo de mi corazón.

—La vida de Dorothy ha sido difícil, pero ella se siente bien bajo la
necesidad de ser amada —dice en el incómodo silencio, y resoplo de
incredulidad. Supuse que estaría defendiendo a los suyos.
—La falta de amor no lo justifica todo.

—El dolor tampoco lo justifica todo —responde mientras nos


miramos el uno al otro, mientras perfora sus piscinas verdes como las de su
gemelo en mí, probablemente tratando de medir lo que estoy pensando
detrás de los bordes de mis gafas.

Sin embargo, no puedo quitármelas o sabrá la verdad, y aún no es su


turno. Todo debería ir de acuerdo con el plan.

—Lo siento, sacerdote, pero no tengo tiempo para disfrutar de la brisa


con usted.

—Cassandra... —Su voz se apaga y me congelo una vez más—. A


veces, el perdón es nuestra única salvación en la pesadilla en la que se ha
convertido nuestra vida. —La angustia baila en los bordes de su tono, y me
pregunto qué sabe al respecto.

Las pesadillas solo están reservadas para pecadores como yo.

Pero mirándolo ahora... por primera vez desde que volví aquí, noto el
arrepentimiento y el dolor grabado permanentemente en él como si lo usara
como un trofeo, expiando sus pecados.

El chico que conocí siempre tenía una expresión serena, ahogada en la


música y sus libros, y su risa siempre estaba llena de alegría.

Parece que incluso después de todo este tiempo... no soy inmune a su


dolor, porque una parte de mí quiere preguntarle qué está pasando.

¿Podré alguna vez liberarme del poder que todavía tiene sobre mí? Él
es como este regalo sin abrir que siempre tuve, pero nunca pude saber qué
había dentro, y por eso anhelaba saber qué pasaría si.

Me traicionó esa noche, cubrió los pecados de otros.


¿Pero eso significa que él también se arrepiente?

¿Quizás ha llegado el momento de desenvolver el regalo para liquidar


a este fantasma también? De lo contrario, no seré de Eudard libremente,
por mucho que lo intente.

Se queda quieto, parpadeando sorprendido cuando me acerco y pongo


mi mano en su pecho. La duda y la confusión entrelazando su tono.

—¿Qué estás haciendo, Cassandra? —¿Tan inocente, tan asustado


como si mi presencia... lo molestara?

¿Él también estaba enamorado de mí en la escuela secundaria?


Aunque imagino que cualquiera que fuera su amor, no incluía protección ni
lealtad.

Mi respiración ronca vibra entre nosotros mientras reúno todo el valor


que tengo en mi puño y me quito la tirita de una vez por todas.

Levantándome, presiono mis labios contra los suyos al mismo tiempo


que las nubes bloquean el sol, desempolvando el atardecer sobre nosotros y
creando una atmósfera sombría.

Un pecador besó a un santo.

Por un segundo, el calor se esparce a través de mí, bloqueando el


mundo exterior mientras me concentro en mi cuerpo. Porque podemos
escondernos de nuestros pensamientos. Pero nunca podemos escondernos
de nuestras reacciones.

Lo miro, sus ojos están cerrados a pesar que respira con dificultad, sus
labios cálidos pero inmóviles debajo de los míos, y siento... Nada.
El regalo que deseaba tan desesperadamente cuando era adolescente
terminó siendo un fantasma de mi imaginación. Una fantasía que siempre
me protegió del diablo que quería y anhelaba.

Eudard.

La frialdad y el arrepentimiento me golpean, casi derribándome,


porque mi loco no se merece esto de mí, incluso si no le prometí un para
siempre. Doy un paso atrás, mi culo golpeando el coche mientras la herida
que ni siquiera sabía que tenía en mi pecho se cura, cerrando para siempre
todas las posibilidades de mis "y si".

Se lo debía a Arianna, entender que Eachann nunca estuvo destinado a


ser mi para siempre, su engaño nunca jugó parte en esta ecuación.
Sus párpados se abren y me mira con una expresión ilegible, tragando
saliva con dificultad, pero antes que pueda decir nada, salto al coche,
arrancando el motor y salgo a la carretera, lo ignoro mientras grita mi
nombre por el espejo retrovisor.

Lo que solo me hace presionar el acelerador más fuerte, queriendo


salir de aquí antes de preguntarle por qué... a pesar que nunca podríamos
ser nada... me traicionó así. Secando las lágrimas de mis ojos, bloqueo todo
y me concentro en el sobre que está a mi lado.

Tendré todo el tiempo del mundo para interrogar a Eachann, pero por
ahora es el turno de Patricia.

Al detenerme en el semáforo, rápidamente me pongo un nuevo par de


lentillas y arreglo mi maquillaje para que nadie sepa de mi agitación
emocional. Apretando el volante con fuerza, le pido a Dios por primera vez
en mucho tiempo que me guíe, porque besar a Eachann demostró una cosa.
Nunca más podré desear que muera. Porque estoy enamorada de su
hermano.

Saliendo de mi coche aun en marcha, me muevo rápidamente hacia


los escalones mientras James baja apresuradamente, la confusión escrita en
todo su rostro.

—Señorita Scott, no esperaba verla hoy aquí.

Dándole una leve sonrisa, le doy una palmada en el brazo y le guiño


un ojo.

—Seré rápida, estoy aquí para ver a Ralph. —Frunce el ceño, pero
asiente, señalando la puerta.

—Él está en su oficina. —Abre la boca para agregar algo, pero yo lo


ignoro, subiendo rápidamente las escaleras hacia la casa, mis tacones
resonando ruidosamente con cada paso consolidando la abrumadora
fatalidad en esta casa.

Es hora de traer el caos a los Brown. No puedo permitir que sean los
únicos que no se vean afectados, después de todo. ¿Y qué conveniente es
que este pequeño secreto arroje a Frank debajo del autobús también?

Riéndome por dentro ante esto, entro a la casa y llamo:

—¿Hola? —Espero que la criada me salude y me lleve a la oficina,


pero en lugar de eso, Ralph entra con un libro en la mano mientras lo
escanea.

Se detiene abruptamente ante mi presencia, parpadea sorprendido por


un segundo, antes de recuperar la compostura y diciendo:
—Cassandra, qué visita tan inesperada. —Pone el libro en el estante
más cercano—. ¿El funeral ha terminado, supongo?

—Hola. Sí, todo está listo. La pobre Dorothy decidió quedarse allí. —
Sus ojos me estudian, recorriendo mi piel expuesta en este vestido de tubo,
pero luego vuelve a mirarme, la cautela también está presente entre el
interés.

Dios, con lo mucho que todo el mundo folla por aquí, me pregunto
por qué se molestaron en casarse en primer lugar. ¿Patricia lo arrastró al
altar o qué? Sin embargo, para ser justos con Ralph, nunca recibí informes
de él siendo infiel, pero no me sorprendería saber que tiene una o dos
amigas para follar.

—Patricia no está en casa, pero debería estar aquí pronto, puedes


esperarla en la sala de estar; me temo que hoy no soy una buena compañía
para nadie. Estoy seguro que lo entiendes. —Se da media vuelta en
dirección del pasillo que conduce a la cocina, gritando—. Lina, por favor,
lleva a nuestra invitada al salón.

—Estoy aquí para verte. —Sus cejas se elevan ante mi interrupción,


así que agito el sobre qué tengo en la mano mientras le explico—. Hay
algo que necesito mostrarte. —A pesar que la bilis sube por mi garganta
ante la perspectiva de pasar tiempo con él a solas sin ninguna protección,
lo rechazo y me propongo mantener mi expresión relajada para que no
tenga ninguna sospecha.

En comparación con los otros cinco fundadores, no parece muy


preocupado por los rumores que circulan sobre su participación en la
muerte de Arianna Griffin, si es que su cara tranquila es algo por lo que
pasar. Pero quizás todavía no se siente culpable por eso, justificando todas
las cosas horribles que me hicieron con las excusas que usó esa noche.
Ralph.

Su final será peor que el de Ethan, pero mejor que el de Frank.


Para Frank, tengo un lugar especial reservado en la mazmorra de Lachlan
donde sufrirá durante siglos antes de morir finalmente y partir de esta
tierra, llevándose consigo la oscuridad que destruye almas inocentes.
Varias emociones juegan en su cara, desde la confusión hasta el miedo,
pero la más prominente es la curiosidad, y finalmente asiente.

—Seguro. —Me hace un gesto para que lo siga a la sala de estar,


mientras señala el sofá y se deja caer en la silla de enfrente.

Sentándome con gracia, cruzo las piernas y no me pierdo cómo por un


segundo su atención se desplaza allí, pero rápidamente se recupera cuando
empiezo a hablar, no queriendo prolongar esto.

De lo contrario, es posible que no me resista a darle un puñetazo en la


cara, y ese es un lujo que no puedo permitirme por ahora.

Después de todo, es el momento de Patricia.

—Durante el baile, descubrí algo y creo que deberías saberlo. —


Cubro mi voz con tanta simpatía como puedo reunir y saco fotos del sobre,
apretándolas en mis manos y suspirando profundamente como si me
incomodara traerle este dolor.

Cuando en realidad es mi mayor placer. Confieso que hice un baile de


salsa cuando el investigador que puse a los amantes me trajo las fotos,
porque fueron lo suficientemente estúpidos como para continuar su
romance incluso después que los pillé.

—Lo siento mucho por esto, pero no puedo ver a la gente siendo
engañada de esa manera. Especialmente después de la muerte de Ethan. —
Limpio la lágrima imaginaria del rabillo del ojo mientras él me mira con
cara de preocupación—. Ya has perdido a alguien a quien amas. No podría
vivir conmigo misma si no te digo la verdad. —Extiendo mi mano con las
fotos y él me las arrebata, con la mirada pegada a ellas mientras estudia
una, luego otra y otra. Los voltea tan rápido que es un milagro que no se
caigan.

Espero un arrebato emocional, de la furia a la rabia, pero mientras su


cara se oscurece, permanece completamente en blanco. ¿No debería un
hombre que está enamorado de su mujer estar furioso con todo esto? ¿O al
menos con Frank que ha estado a su lado desde que tenían dos años?

No me puedo imaginar recibir esas fotos y ver a Eudard en brazos de


otra mujer, mi mejor amiga, en diferentes posiciones sexuales.

Joder, lo mataría.

La voz molesta en mi cabeza se apresura a intervenir.

Besaste a su gemelo, un sacerdote. ¿Qué debería sentir?

¿No es simplemente ridículo? ¡No puedo creer que esté haciendo tal
comparación!

—Lo siento mucho —digo de nuevo, esperando que mi voz lo


impulse a actuar de manera adecuada para la situación. Pero se queda
callado durante varios minutos más antes de hablar con su voz monótona,
aunque detecto rastros de molestia.

—Ella me engañó. Con Frank. —Una risa hueca resuena por la


habitación antes que él se pase la mano arriba y abajo de la cara,
suspirando profundamente—. He sospechado de la infidelidad durante
años. Pero nunca pensé que fuera Frank. —La amargura cubre estas
palabras cuando se levanta, y sigo su ejemplo, torciendo mis palmas y
hablando con preocupación.
—¿Esto ha estado sucediendo durante años? —Quiero felicitar a
Patricia por eso, engañar a su marido y nunca ser atrapada.

Eso requiere cierta habilidad; Le daré eso.

—Nunca hemos sido una pareja feliz de enamorados. Nos casamos


porque ella se quedó embarazada —dice, y mis cejas se elevan ante esto,
porque esta información no estaba presente en el informe. Sin embargo,
como descubrí recientemente, Arson me ocultó muchas cosas, pero nunca
sabré por qué—. Un Brown nunca podría tener hijos bastardos. Siempre
quise solo a Meghan.

Apenas reprimo una risa que amenaza con salir de mis labios.

¿Es por eso que me violó esa noche, a pesar que la pasó con Meghan
solo unas horas antes de capturarme? Ralph tiene una noción muy retorcida
de la palabra amor.

Antes que pueda comentar sobre eso, me abraza con fuerza,


presionándose contra mí. Me congela, la repulsión se hunde en cada hueso
mientras el ácido se acumula en mi garganta. Estoy lista para apartarme de
su agarre, aunque no puedo.

Tiene que confiar en mí para recibir su castigo. Revelarme a él está


fuera de discusión.

El sonido de la puerta cerrándose y un fuerte grito de:

—Estoy en casa. —Me salva cuando Ralph da un paso atrás,


frunciendo los labios con disgusto.

Poco después, entra Patricia, ladeando la cabeza cuando me ve.

—¡Cassandra! —exclama encantada y corre hacia mí, besando mi


mejilla—. ¡Qué adorable sorpresa! ¿Qué estás haciendo aquí? —Su mirada
se lanza entre nosotros—. Lo siento he tenido que pasar por la escuela
primaria, porque los gemelos necesitaban mi atención. —Sin embargo, la
forma en que lo dice, no deja dudas que ha estado con Frank.

—¿Lo hiciste? —gruñe Ralph, y la sonrisa se le escapa de los labios


cuando nota la tensión en el aire junto con la furia que sacude su cuerpo.

—¿Qué se supone que significa eso? —Aprieta los dientes mientras


me mira rápidamente, pero evito su mirada, miro mis zapatos y espero a
que su burbuja estalle—. Tampoco me importa tu tono.

Su risa hueca resuena en la habitación cuando le muestra las fotos,


dejándolas caer una tras otra en el suelo a sus pies mientras ella se pone
cada vez más pálida, tapándose la boca con la palma de la mano.

—Te has estado follando a Frank a mis espaldas. —Casi la golpea con
una de las fotos—. ¡En mi casa también, puta de mierda!

Grita la última parte mientras sus labios tiemblan, murmurando.

—Puedo explicarlo...

—¿Qué puedes explicar? ¿Tu infidelidad, puta? —Él la agarra del


codo, sacudiéndola con tanta fuerza que su bolso se cae y ella grita—.
Siempre supe que eras una perra. Pero resulta que eres una puta cara con la
que fui tan estúpido como para casarme. —Él la mira al rostro y ella trata
de tocar su mejilla, pero él le aparta la mano de un golpe—. Estabas
follando con él hace un momento, ¿eh? —Ella permanece en silencio, las
lágrimas caen en cascada por su rostro, pero solo alimenta la sangre de
Ralph mientras lo miro con sorpresa cuando una oscuridad inusual viene
de él que tiene el peligro escrito por todas partes—. ¿Mi mejor amigo te
folló bien, querida esposa? —Él escupe las últimas palabras antes de
alejarla.
Ella cae al suelo, llorando y luego suplicando

—Ralph, por favor, déjame explicártelo.

—¿Explicar? Oh no. Te largarás de aquí mientras llamo a nuestros


abogados para pedir el divorcio. —Se da la vuelta y luego ladra—. ¡Lina!
—La criada aparece instantáneamente con la sorpresa escrita en todos sus
rasgos, probablemente escuchó desde el pasillo—. Empaca la ropa de
Patricia y ponla en la puerta, a partir de ahora no tiene derecho a entrar en
esta casa.

—Señor... —dice ella, pero él la detiene y levanta la mano.

—Haz lo que te digo o puedes irte con ella. —Ella asiente y


desaparece por el pasillo.

Ralph toma las fotos mientras Patricia envuelve sus manos alrededor
de su pierna, sollozando y suplicando.

—Ralph, por favor, no hagas esto. Nuestras hijas.

—Se quedarán conmigo. —Libera su pierna y la señala con el dedo—.


Haz lo que te digo o no volverás a verlas.

—¡No! ¡Mis pequeñas niñas! —Llora más fuerte, pero no afecta a su


marido.

—Deberías haber pensado en nuestras chicas antes de follarte a mi


mejor amigo. —Luego le atrapa la barbilla entre el pulgar y el índice,
presionándola dolorosamente, a juzgar por su mueca de dolor—. Si
intentas dificultar este divorcio... cuestionas el acuerdo... o vas corriendo
hacia papá —dice, apretándole la barbilla con más fuerza—, nunca
volverás a verlas. Te las quitaré y haré que parezca que nunca has existido
en sus vidas. —Patricia asiente hipando un sollozo.
A pesar de mi venganza, me muevo incómoda y mi corazón se acelera
por el dolor que se ve en su rostro ante la idea de estar separada de sus
hijas.

Como mujer, todo esto es horrible de presenciar, incluso si esas son


las repercusiones de sus propias acciones. Pero como persona que lo
orquestó todo... no podría haber ido mejor.

Él la suelta, respira hondo y luego se dirige a mí.

—Gracias de nuevo por hacérmelo saber. A veces, los extraños son


más tus amigos que los que están cerca de ti. —Espera un poco antes de
agregar—. Si alguna vez necesitas algo... debes saber que los Brown de
esta ciudad te lo proporcionarán. —Luego se aleja detrás de la criada
mientras la cabeza de Patricia se balancea en mi dirección, con múltiples
emociones pasando por su rostro.

De la confusión a la incredulidad y finalmente a la ira mientras se


levanta rápidamente, viniendo hacia mí con toda su fuerza.

—¡Le dijiste!

Sonriendo, coloco mi mano en mi cadera.

—Claro que sí, de lo contrario, no habría sido capaz de vivir conmigo


misma. —Luego le guiño un ojo, bajando la voz—. Ahora por fin puedes
acudir al pobre Frank, que ha soñado con ello durante tanto tiempo. No hay
necesidad de actuar como si fuera una dificultad. Ambas sabemos lo
mucho que te gusta su toque. —Termino el discurso, mirando con
fascinación cómo se pone roja como un tomate, sus manos se hacen puños
y me imagino que sale humo de sus oídos.
Y entonces sus manos están en mi cabello y tirando, arrastrándonos
por el suelo mientras caemos él. Golpeo mi cabeza contra la mesa,
acallando el grito de dolor.

Intenta patearme un par de veces pero la bloqueo, retorciéndola y la


pongo de espaldas. Me levanto rápidamente, hago una mueca de dolor por
mis músculos adoloridos y luego froto mi frente, solo para ver sangre
manchando mis dedos.

¡Esta maldita perra!

—¿Qué te he hecho? —pregunta, levantándose y tratando de


abofetearme, pero la bloqueo con mi brazo y la empujo para que se caiga
en el sofá, gritando—. Arruinaste mi vida.

Cogiendo mi bolso, respondo con frialdad.

—Tu vida aún no está arruinada. Pero lo estará.

Eso obtiene su atención rápidamente mientras el pánico se arremolina


en sus ojos.

—¿Qué significa eso? —Pero he terminado de explicar mientras me


dirijo a la salida, todo mientras ella corre detrás de mí, agarrándome del
brazo, pero una vez más, la empujo para que su espalda golpee la pared.

—Solo destruí tu matrimonio, pero eso no es suficiente. —La miro


por encima del hombro mientras respira con dificultad, tratando de darle
sentido a todo esto. Pero falla, porque no tiene una explicación lógica para
que una recién llegada la odie tanto o vaya en contra de su voluntad.

—Tomaré esa corona invisible que estás usando. —El miedo cruza su
rostro mientras su boca se abre y se cierra. Las palabras deben fallarle—.
Lo único que realmente valoras es tu poder y reputación y una vez que no
lo tengas... —Me pongo mis gafas de sol, sonriéndole alegremente—.
Entonces tu vida estará arruinada.

—No te lo permitiré, no necesito que Ralph gobierne esta ciudad.


¡Soy una Flores! —grita la última parte y yo me encojo de hombros,
suspirando de aburrimiento.

—Tu empresa está casi en bancarrota, Patricia, sin los Brown, no eres
nada. —Parpadea confundida, claramente inconsciente de las dificultades
financieras de su corporación que su hermano está tratando
desesperadamente de salvar.

Bien...
¡Sorpresa!
—Pero no te preocupes, te mostraré la generosidad que nunca me
mostraste. Tus niñas se quedarán contigo, son la única razón por la que te
estoy perdonando —le digo y finalmente camino afuera, respirando el aire
fresco.

No haré daño colateral a sus hijas en esto, porque no se lo merecen.

La venganza no se trata de matar a todos, no.

Se trata de castigarlos quitándoles las cosas que más aman, que les
hacen funcionar y sacrificar cosas en la vida. Solo entonces su dolor será
tan grande como el mío.

Pronto, todos sabrán mi identidad.

Aunque quiero ir a la oficina de Eudard y dejar que sus brazos laven


todas las cosas repugnantes que tuve que hacer hoy... no puedo hacer eso.

No puedo enfrentarlo sin enfrentar primero a su hermano.

Porque ver la escena en la sala de estar demostró una sola cosa.


No tiene sentido prolongar nada, las cuentas deben arreglarse lo más
rápido posible antes que Eudard se lastime en mi retorcida telaraña.
Solo espero que pueda perdonarme por lo que estoy a punto de hacerle a su
gemelo.
Capítulo 17

“Hay una delgada línea entre el amor y el odio. A veces la persona que
amamos puede ser nuestro mayor enemigo… y la persona que más
odiamos puede ser nuestra única salvación”.
Isabella lo sugirió una vez mientras discutíamos sobre las diferentes
emociones agitadas y cómo manejarlas… o jugar con ellas frente a todos
los hombres.
Son armas poderosas, y las que más deseo despiertan.
Sin embargo, el amor y el odio no tienen ningún significado para mí.
Para mí, ambas son emociones destructivas que pueden cambiar en un
abrir y cerrar de ojos.
Y si la persona en la que confiabas y amabas te da la espalda, entonces
tienes que huir.
Ya que nada es más grande que el odio de la persona que antes te
amaba.
Yo soy la prueba viviente de ello.

Cassandra

La lluvia cae con fuerza sobre la acera de la iglesia mientras camino


lentamente hacia la puerta, mi ropa está empapada mientras mis tacones
hacen clic con fuerza en el concreto, rebotando en la noche y mezclándose
con el sonido de las gotas golpeando la carretera.
Echando la cabeza hacia atrás, dejo que las gotas de lluvia caigan sobre
mí, limpiando la sangre que gotea de mi herida en mi frente. Abriendo los
brazos de par en par, doy la bienvenida a los truenos y los sonidos de la
tormenta de la naturaleza como si estuviera celebrando conmigo y
disfrutando de toda la gloria que esta noche de verano tiene para ofrecer.

Respiro hondo, llego a la puerta de hierro y llamo tres veces,


temblando levemente por el frío.

En solo unos segundos, él abre la puerta, sus intensos ojos verdes me


escanean de pies a cabeza se y ensanchan, probablemente, al ver mis
heridas.

—Cassandra —susurra, adentrándose en la lluvia que instantáneamente


empapa su ropa también, y agarra mis hombros—. ¿Qué te ha pasado?

En lugar de responder a su pregunta, voy directamente al


confesionario y entro, colocando mi mano en la pared entre nosotros,
esperando a que él haga lo mismo.

Incluso si está sorprendido, no puede ignorar su deber.

Después de todo, un sacerdote siempre debe estar allí para escuchar a


los pecadores que vienen por la expiación que el cielo les puede conceder.
Incluso si están más allá de la salvación.

Entra, mientras sus zapatos golpean el suelo de madera, y su


respiración profunda llena el espacio entre nosotros, enviando una
conciencia familiar a través de mí que despierta cada célula de mi cuerpo.

Lo que probablemente solo se suma a la pila interminable de mis


pecados. Casi me río, imaginándome su cara si supiera acerca de mis
verdaderas emociones que se precipitan cada vez que él está cerca de mí.
¿Me expulsaría de su iglesia, el lugar que se llevó mi inocencia y me
dejó en el infierno, para siempre?

Acomodándome en el pequeño banco, me limpio la sangre de las


mejillas y lamo mis labios resecos mientras mi mente busca las palabras
adecuadas para comenzar esto.

—¿Cassandra? —Mi nombre en sus labios me recuerda al vino más


rico, como si le pusiera especial énfasis, y tuviera un significado secreto
para él.

Como a pesar de lo imposible o incorrecto que sea... significo algo


para él.

¿Cómo puede un hombre tan prohibido... ser tan irresistible?

Irresistible de matar por lo que me ha hecho.

Pero gracias a su hermano, nunca podré actuar sobre esos impulsos.

Después de la carta de confesión de Ethan, no tengo ninguna duda al


respecto. Quizás antes podía fingir por un segundo que su presencia en la
iglesia era producto de mi imaginación. Pero él es como todos ellos,
monstruos que tan fácilmente me arrebataron mi vida.

Aclarándome la garganta, apoyo la cabeza en la pared y finalmente


me permito hablar.

—Perdóneme Padre porque he pecado.

Ha llegado el momento de mi confesión.

¿Y la parte más irónica de esto?

Ni siquiera me arrepiento de lo que he hecho.


—¿Cómo has pecado, Cassandra? —Su tono es tan tranquilo, incluso
me ofrece apoyo en mi confesión.

Aunque no lo necesito; lo único que deseo es su miseria para que sepa


lo que me han hecho sus acciones.

—Hoy, destruí una familia y una amistad.

Exhala pesadamente.

—¿Estás hablando de los Brown?

—Expuse la aventura de Patricia con Frank a Ralph. —La sorpresa


suena en su voz cuando pregunta.

—¿Eran amantes?

—Durante años. Él ha estado enamorado de ella desde la escuela


secundaria, después de todo. —El silencio sigue a mi declaración, así que
continúo—. Siempre estaba ahí cuando ella lo necesitaba, pero ella quería
a Ralph, así que supongo que se trajo este desastre a sí misma. —Una
punzada de arrepentimiento se registra en mí por lo que sus hijas gemelas
tienen que sufrir.

Sin embargo, sus padres las amarán sin importar qué, y su aventura ha
sido una bomba de todos modos.

Se aclara la garganta.

—¿Cómo sabes eso?

—Solíamos ser mejores amigas. Verá, Padre Eachann... —Me alejo,


moviéndome en mi asiento para mirarlo fijamente a pesar que solo los
bordes de él son visibles para mí—. En otra vida, mi nombre era Arianna
Griffin. Esa es una de las razones por las que sonreí en lugar de llorar
cuando me enteré del fallecimiento de Ethan. Estoy segura que sabes por
qué estoy aquí. Voy según el orden. Tú vienes justo detrás de Patricia.

—No —susurra. Algo pesado golpea en el confesionario, y luego sale,


cerrando la puerta ruidosamente. Enganchando mi cabello sobre mi oreja,
lentamente me levanto y lo sigo.

Lo que veo es un desastre de hombre, con horror llenando sus ojos


cuando me escanea de pies a cabeza, probablemente tratando de encontrar
similitudes con Arianna y fallando.

—Puedo ayudarte con eso —le digo y quito las lentillas fácilmente de
mis ojos, mirándolo con mis piscinas violetas.

Luego, el reconocimiento se instala en sus rasgos, pero, curiosamente,


no me brinda la satisfacción que buscaba. Nunca debí haberme enamorado
de su gemelo.

Esta decisión no habría sido difícil entonces.

Pero lo hice, así que ha llegado el momento de afrontar las


consecuencias.
Eachann

La agonía y el horror se esparcen a través de mí en oleadas, golpeándome


desde todos los rincones junto con la culpa eterna que por un segundo no
me deja respirar.

Imágenes que casi he logrado bloquear de mi mente se reproducen y


reproducen y reproducen como una película muda en un proyector,
cambiando una tras otra, recordándome ese día de verano. Sangre, tanta
sangre. Un dolor tan fuerte que me estaba asfixiando.

Y finalmente el olor a piel quemada después de lo que me había


hecho.

Tirando de mi cabello, gimo en voz alta, cayendo de rodillas, porque


todo esto tiene el efecto de un golpe real. La única diferencia es que lo sé
todo sobre los golpes duros que te dejan sangrando en el suelo durante
horas.

Este fuego de dolor en mi pecho, sin embargo, es incomparable a


cualquier cosa que haya sentido antes.

Nunca quise lastimar la única cosa brillante en nuestras vidas, pero


mis acciones lo hicieron, y ahora ella se ha convertido en una criatura sin
corazón que no me recuerda nada al ángel que solía ser.

Miro sus ojos violetas llenos de odio y le digo con voz ronca:

—Lo siento mucho.

Ella se estremece ante eso, y su risa hueca resuena a través de las


paredes de la iglesia.
—No lo lamentes, no cambia nada. Quiero que te castiguen de todos
modos. —Saca una pistola del bolso y apunta directamente a mi corazón—
. Coge tu teléfono y llama a la policía. Diles que tienes una confesión que
hacer. —Se acerca, respirando con dificultad mientras se quita el cabello
mojado del rostro—. Diles que eres la E en la carta de Ethan. Haga lo
correcto, Padre. —Ella enfatiza la última palabra, burlándose de ella,
porque podría ser llamado cualquier cosa menos un santo—. Y luego
puedo pasar a castigar a quienes más lo merecen.

Ralph, Frank y Cole, a juzgar por lo que me dijo Dorothy en su


confesión.

Su mano con el arma tiembla cuando me grita

—Haz la llamada o te juro por Dios que te mataré. Sin dudarlo. —Y


aunque el odio es todo lo que proyecta, no creo que sea tan fácil para ella.

¿Cómo puede soñar con un futuro con Eudard si me mata?

Hemos tenido nuestras dificultades, pero nada ni nadie, incluida


Arianna, puede romper nuestro vínculo.

Nunca debí haberme interpuesto entre ellos, pero lo hice, lo que no


trajo más que una pesadilla a esta ciudad y a esta gente.

¿Cuánto tiempo puede vivir una persona con la culpa y el


arrepentimiento de perder a sus seres queridos sin que eso lo mate por
dentro?

Ya no puedo hacer esto.

Tomando la cruz y la cadena de mi cuello, la giro en mis palmas


mientras canto la oración final.

—Perdóname Padre porque he pecado en este mundo.


—¡No! —me grita y luego dispara a mi derecha, sacándome de mi
oración y mis ojos se abren como platos—. No puedes orar aquí como si
este pecado fuera borrable, llamarás y te entregarás. Esto es imperdonable.
Tu Dios —dice ella, con voz temblorosa de furia—, tampoco lo perdona,
incluso si dejó que me sucediera. —Debido a esto, incluso perdió la fe.

Ella solía ser la primera en venir conmigo a la iglesia, diciéndome que


podría no ser religiosa, pero que creía en la intervención divina. Otro
disparo estalla, este más cerca de mí y rebota en el suelo, haciéndome
saltar un poco.

—Levántate y haz lo que te digo. —Da un paso más cerca, sus


tacones sonando más fuerte, y eso trae un zumbido extraño pero familiar
en mis oídos.

Porque otros tacones y otras órdenes despiertan en mi memoria, donde


suplicar piedad no terminó bien para mi gemelo y para mí.

—Haz lo correcto por Eudard, Eachann —susurra, pero bien podría


haberme gritado con el silencio cayendo sobre nosotros donde solo
nuestras respiraciones jadeantes llenan el espacio.

Ella se acerca aún más, poniendo la punta de la pistola en mi mano


derecha y repite—. Levántate y entrégate. —Traga, secándose las lágrimas
que le caen por las mejillas—. Piensa en lo que tu muerte le hará.

Un dolor punzante asalta mi cuero cabelludo, como si miles de


cuchillos lo clavaran a la vez, pinchando por todos lados, queriendo que
sangre.

Palmeándome la cabeza, la muevo de un lado a otro cuando la


familiaridad se asienta. Siempre sucede en los momentos en que estoy más
nervioso o de mal humor. Y después que me despierto, siempre estoy en
mi cama con mi cuerpo cubierto de sudor sin recordar cómo llegué allí.

O cualquier recuerdo que siga a ese dolor.

Balanceándome hacia adelante y hacia atrás, espero que desaparezca,


pero solo se intensifica, casi creando un vacío a mi alrededor donde no
existe nada más que dolor.

Lentamente, aparecen puntos negros frente a mis ojos y la negrura


dice mi nombre, queriendo que sucumba al poder que anhela liberarse.

Finalmente, la oscuridad llega y reclama mi cordura, llevándose a


Eachann a algún lugar mientras alguien más toma posesión de mí.

Quizás el mismo diablo.


Cassandra

Doy un paso atrás cuando él gime de dolor, como si tocarlo físicamente


lo lastimara, y estudio sus expresiones que cambian tan rápido que me da
un latigazo. Todo su cuerpo está temblando y un ligero sudor aparece en su
frente. Traga saliva, pero no le ayuda, así que tiembla de todos modos.

La gente que nos mira podría pensar que estoy tratando de exorcizar la
oscuridad de sus pecados mientras el espíritu oscuro se resiste.

Él inclina la cabeza hacia adelante, paralizado en el momento


mientras respira con dificultad, y frunzo el ceño, confundida por todo el
asunto. ¿Es este uno de sus juegos para evitar el castigo? Porque no
funcionará conmigo. Ya le estoy mostrando generosidad al ofrecerle
llevarlo a la policía sin más torturas. Solo por mi amor a su hermano.

—¿Eachann? —lo llamo, pero permanece inmóvil, su pecho subiendo


y bajando es el único indicio que todavía está vivo—. Deja de actuar como
un estúpido y sigue mis órdenes. —No quiero perder ni un minuto más en
este lugar en el aniversario de lo que me pasó.

Trae demasiadas imágenes que siempre están presentes en mi mente.

Una vez hecho esto, puedo proceder a mi gran final y terminar con
esto para siempre. Entonces puedo tratar de encontrar un futuro con el
único hombre que he amado.

Levanto la mano con el arma lista para disparar de nuevo cuando una
risa siniestra rebota en las paredes, enviando escalofríos por mi columna
vertebral mientras proyecta una sombra invisible sobre la iglesia como si
atenuara la luz de las velas a nuestro alrededor.
Y luego habla, su voz tan fría y cruel, mordiendo mi piel como el filo
de un cuchillo.

—Ya no está aquí, Arianna.

Levanta la cabeza, y aunque sus rostros siempre fueron idénticos, en


su mirada reconozco al hombre con el que he pasado todo mi tiempo libre
aquí.

Eudard.

Pero, ¿cómo es posible?

Demasiado sorprendida para hacer algo más que quedarme quieta


mientras junto diferentes piezas en mi cabeza, no veo venir su próximo
movimiento.

Rápidamente, envuelve su mano alrededor del arma, me la arrebata y


me apunta, levantándose de sus rodillas. Me tambaleo hacia atrás, mientras
mi culo golpea una de las esquinas del banco cuando mis rodillas se
tambalean un poco, pero me mantengo erguida, negando con la cabeza.

No es posible. No puede ser posible.

¿Ha sido una sola persona todo el tiempo?

—Oh, la respuesta es un poco más complicada que eso. —Solo


entonces me doy cuenta que dije mi última pregunta en voz alta, pero la
respuesta no me tranquiliza.

En cambio, miro a los ojos del hombre al que decidí dar mi futuro, y
por primera vez no veo nada más que odio. ¿Por qué?

—¿Dónde está Eachann? —jadeo, apenas respirando cuando el miedo


viaja lentamente a través de mí, llenando cada hueso. Porque este hombre
frente a mí me remonta a hace diez años cuando la persona en la que más
confiaba me engañó—. ¿Qué le hiciste?

La ira cruza su cara cuando arroja la cruz de sus manos al suelo, la


cadena se rompe, enviando pequeños pedazos esparcidos por el suelo.

—No le hice nada, siempre lo protegí. —Se ríe amargamente, y por


un segundo veo destellos del Eudard que conozco en él—. Incluso el
nombre de Eudard significa protector. ¿Sabías eso? Seguro que su madre
sabía cómo nombrarlos a los dos. —Él pisa la cruz, el metal crujiendo bajo
sus zapatos mientras doy un paso atrás, avanzando ciegamente hacia la
iglesia—. Siempre fueron inseparables. Hasta que los destruiste.

—Estás enfermo —le digo, sin creerle acerca de su gemelo. Si él es el


que interpreta dos papeles, ¿significa que lo escondió en alguna parte?

Pero luego el impacto inicial desaparece y aprieto el respaldo del


banco, sumando toda la información que ha estado flotando en mi cabeza.

Varias pastillas que siempre llevaba consigo.

Los gemelos nunca aparecen en un lugar.

Cómo rompió el marco que contenía la foto de ambos y se rompió


cada vez que alguien mencionaba su nombre. Lo que haría una conclusión
lógica si Eudard fuera el cerebro detrás de esto, pero...

¿Por qué entonces Eachann gritó no hace mucho y no reaccionó


durante el beso?

Tenía la culpa escrita por todas partes cada vez que me miraba.

¿Es posible ser un actor tan bueno que pueda interpretar ambos
papeles tan bien y engañar a todos durante una década? ¿Especialmente en
la ciudad que los conoció a los dos desde que eran pequeños?
Presiono mis dedos en mis sienes cuando mi cabeza comienza a
palpitar, trayendo un recuerdo de hace mucho tiempo, en la oficina de mi
psicóloga Allegra.

Miro mi reloj que muestra diez minutos más antes de mi sesión y pongo
los ojos en blanco.

Su recepcionista me da una cálida sonrisa y levanta su taza de café,


ofreciéndome un poco, pero la rechazo. Veo un diario en la mesa de la
sala de espera y lo abro sobre un caso de estudio de gemelos.

Ignorando el pensamiento de los gemelos Campbell, leí sobre el


estudio que mostró que ciertos gemelos pueden experimentar el dolor del
otro.

Uno de ellos perdió la pierna y poco después el otro sufrió un dolor


insoportable en la pierna también, lo que provocó que se cortara la pierna
al igual que la de su gemelo.

Algunos gemelos están tan sintonizados entre sí que sienten las


emociones, los deseos y las necesidades del otro. Pero lo que es más
importante, existe como un alma dividida en dos.

Hay una nota que, por supuesto, no todos actúan así, porque depende
de cuántos vínculos ambos hayan tenido que experimentar cuando eran
niños. También hay una nota que si crecieran en un ambiente abusivo, se
pegarían como pegamento, protegiéndose entre sí sin importar el costo.

Pero este vínculo no explica la locura aquí. No solo actúa como


Eachann; vive como él. Luego, otros recuerdos aparecen en mi cabeza, esta
vez de mi infancia.

Cuán despectivo se volvió Ridge Campbell hacia su hijo mayor.


Su madre huyendo.

Cómo a veces veía a Eudard en la calle, paseando con uno de sus


guardias de seguridad, y no me reconocía. O de plano persiguiéndome,
gritando que solo traigo problemas. Cómo faltó a la escuela durante días.

Su cuerpo lleno de cicatrices que probablemente demostraron que


sufrió abusos cuando era niño.

¿Y nosotros? ¿Ellos?

Cuando todas esas cosas se suman en mi cabeza, solo hay una


conclusión que tiene sentido para mí en esta locura, pero es tan
descabellada que no sé qué hacer con ella.

—Eudard, ¿tienes un trastorno de identidad disociativo conocido


también como trastorno de personalidad múltiple? —Pero preguntar esto
no tiene sentido, ¿verdad?

Ni siquiera saben lo que tienen en la mayoría de los casos. Sin


embargo, debe haber sido tratado, así que ¿tal vez se comunicó con esta
parte de sí mismo?

Una vez conocí a un hombre en la oficina de Allegra que tenía doce


personalidades de diferentes edades y ambos sexos viviendo dentro de él, y
llevaba diarios donde cada uno de ellos escribía algo.

Con Eudard, suena más a esquizofrenia, ya que parece que está


creando una ilusión, una realidad retorcida que no existe.

Espera. No.

¿No tienen alucinaciones?

Piensa, Cassandra. Piensa.


Para Lachlan fue siempre importante el aprendizaje de diferentes
aspectos y condiciones psicológicas, afirmando que todo venía de la mente.
Entonces escuchaba cosas aquí y allá; además, estaba esa clase de
psicología en la universidad que tenía un profesor tan interesante que
realmente presté atención.

La única posibilidad aquí es que tenga un trastorno de personalidad


múltiple y luego imprima la vida de Eachann en sí mismo, porque el dolor
de perderlo fue tan fuerte... que su mente no pudo soportarlo. Así que su
desorden y angustia se unieron, creando a Eachann dentro de él.

Ay Dios mío.

¿Qué tipo de trauma experimentó Eudard que lo hizo elegir a Eachann


como una de sus personalidades? Casi como si tratara de predecir cómo
sería la vida de su gemelo y vivirlo en consecuencia, su subconsciente lo
salvó de una realidad insoportable en la que su gemelo no podía estar con
él.

Esto explicaría su odio hacia Eachann. Su subconsciente lo protege de


enfrentar la verdad y admitir que su enojo proviene de perder a su
hermano, no de pelear con él.

¿Es posible que ni siquiera sepa que vive las dos vidas?

Sin embargo, la sonrisa que tira de su boca rompe mis pensamientos


cuando inclina la cabeza hacia un lado y dice:

—Eudard tampoco está aquí.

Oh Dios.

Si ahora mismo no estoy hablando con Eudard o Eachann... ¿quién es


la tercera personalidad que sin duda me odia?
Capítulo 18

Un sacerdote y un loco, dos caras de una moneda. ¿Y la parte más


interesante de todo esto? Nadie sabe quién anhela más la oscuridad.

Cassandra

—Ahora finalmente llegamos a la conclusión de tu juego —dice el


hombre desconocido, arrancando el cuello del sacerdote y sacando un
control remoto de su bolsillo—. Sabía que algún día cumplirías tu
propósito.

—¿Qué quieres de mí? —pregunto, calculando qué tan rápido puedo


correr hacia el altar y luego correr hacia la puerta secreta escondida allí.
Eso me permitiría usar el pasaje para alejarme de él, pero él bloquea la
entrada principal y no me dejará escapar.

No, a menos que uno de los gemelos entre en posesión de su cuerpo.


Pero no tengo idea de la rapidez o la frecuencia con la que suceden los
cambios, así que no pondré mi destino en sus manos.

—¿Yo? —Aprieta el arma y enciende la música que suena tan fuerte.


Me tapo los oídos mientras chilla—. Absolutamente nada. Cumpliste tu
propósito.
—¿Cumplí mi propósito? —repito con cuidado, manteniendo la
calma, pero lentamente dando un paso atrás, maldiciendo por dentro por no
llevar un teléfono conmigo.

Podría haberle enviado el código de peligro a Arson, no es que él


hubiera llegado a tiempo de todos modos.

Se ríe, encendiendo un cigarrillo y gimiendo cuando el primer sabor


golpea su lengua.

—Quería matar a esos cabrones durante mucho tiempo. Pero no


pudimos hacerlo, hasta que regresaras para que pudieras jugar con ellos tú
misma. —Se burla de esas palabras con disgusto, sus ojos brillan con furia
mientras me mira, y me pregunto cómo todas esas personalidades pueden
ser tan diferentes.

Un sacerdote, un loco y... ¿quién?

Y lo que es más importante, ¿cómo se relaciona con lo que nos pasó


hace diez años?

Actuar histérica con él no me ayudará, porque los hombres como él no


aceptan la debilidad.

No, lo que quieren es aceptación, darles el derecho a hablar.

—¿Cuál es tu nombre?

—No tengo uno.

—¿Cómo es eso posible? ¿Eudard siquiera sabe sobre su trastorno o la


existencia de esta persona?

—Oh, lo hace. Difícil no hacerlo cuando todos los médicos estaban


tratando de resolver su pequeño problema cuando su querido papá no podía
hacerle frente. Que se joda. Sí, es seguro decir que no soy el único en su
lista de mierda. Tenemos diarios juntos.

¡Lo que todavía no me explica nada! ¿Cómo puede Eudard ser tan
controlado en su vida y tener toda esta identidad cuando tres hombres
viven dentro de él?

Algo no cuadra.

—¿Qué le pasó a Eachann? —le pregunto de nuevo, dando un paso


atrás con cuidado, queriendo quitarme los tacones para que no escuche el
sonido, aunque con un depredador como él, es probablemente imposible.

Si esta persona surgió para proteger a Eudard cuando era niño en


algún momento, me imagino que no siente mucho remordimiento por el
dolor infligido a los demás.

El único instinto es sobrevivir y proteger a toda costa.

—Yo no lo protegí, eso fue lo que pasó. Gracias a ti. —Gira el gatillo
de la pistola en su dedo—. Hechizaste a los dos gemelos, pero no a mí.

—Me odias.

—No, no lo sé. —La respuesta llega tan rápido que parpadeo


sorprendida—. Odio lo que pasó por tu culpa. Eso son dos cosas diferentes.
—Luego suelto un grito por el ruido cuando deja caer la pistola al suelo,
pero gracias a Dios, no se dispara—. Incluso empezaste a gustarme de
nuevo. Hasta el funeral.

—Qué quieres decir...?

Oh.
—Déjame ir —digo, suavizando mi voz y esperando a que Eudard,
que está enterrado en algún lugar profundo, tome posesión del cuerpo y me
salve esta vez.

No puede fallarme dos veces en el transcurso de mi vida, ¿verdad?


Según lo que sé, cambiar de nuevo puede suceder en cualquier momento.
A veces lleva unos minutos, a veces días. Realmente espero que esta vez
no sea larga.

—No puedo. Podría haberte dado el mundo, pero querías a su gemelo.


—grita—. Entonces él pagaría por el crimen que no cometió hace tantos
años. Aquí.

Solo entonces se registra en mi mente, y el pasado viene estrellándose


contra mí, mordiendo mi piel e invadiendo mi cabeza, y no puedo
soportarlo más.

Esta noche no es más que una locura, pero que me condenen si dejo
que alguien me lastime dos veces aquí.

Con el puño en mi bolso, se lo tiro a la cara y él se tambalea hacia


atrás. Me doy la vuelta y corro con todas mis fuerzas hacia el otro extremo
de la iglesia, concentrándome en nada más que en mi escape.

Todo lo que tengo que hacer es alejarme de él y entonces esta persona


que quiere hacerme Dios sabe qué me dejará ir.

Un empujón desde atrás me envía volando al suelo, mis rodillas


golpean el duro mármol con fuerza. Mi grito de dolor resuena por la
habitación, mezclándose con el sonido del órgano, enviando escalofríos
por mi columna vertebral.

Cada nota de la obra maestra de Bach acompaña sus pasos ásperos


mientras camina a mi alrededor, chasqueando los dedos al compás de la
música. La combinación me retuerce de adentro hacia afuera, ya que me
envía a una espiral de locura y una neblina nubla mi visión.

Porque donde la gente escucha notas, lo único que escucho son gritos,
uno tras otro, de terror que nada es capaz de detener. Y una agonía tan
fuerte que tal vez no pueda sobrevivir.

La iglesia es un santuario para los que buscan la redención, pero se


convierte en una prisión para los que quieren venganza.

Me clavo las uñas en las palmas de las manos hasta el punto de sacar
sangre, niego con la cabeza y coloco los puños en el frío mármol,
respirando con dificultad mientras las gotas de sangre se deslizan desde mi
frente hasta mi mejilla.

El dolor fantasma proviene de tantos lugares de mi cuerpo, de las


diversas heridas que me han infligido, que no me molesto en concentrarme
en nada de eso.

No es real.

Unos zapatos negros perfectamente brillantes aparecen a la vista


cuando finalmente se para frente a mí, y es entonces cuando otro sonido
llena la habitación.

El fuerte zumbido y golpe de su cinturón cuando lo saca de sus


pantalones y lo golpea contra sus rodillas, el cuero rebota rápidamente,
indicando la cantidad de tortura que puede traer.

Dispuesta a todo mi autocontrol y fuerza que aún alimenta mi cuerpo


exhausto, me muevo hacia un lado, queriendo alejarme de él, pero me
agarra el cabello, paralizando mis movimientos, y trago un gemido de
protesta que exige escapar. Aguijones de dolor recorren todo mi cuerpo,
tan severos que por un segundo olvido cómo respirar.
—Pequeña pecadora —murmura, tirando de mi cabello con tanta
dureza que mis ojos se llenan de lágrimas. Él inclina mi cabeza para que
pueda encontrarme con su fría mirada—. ¿Te vas tan pronto?

Me muerdo el labio, tragando el grito que amenaza con desgarrarme la


garganta, y en cambio me quedo en silencio, levantando la barbilla en alto.
Incluso en esta situación, no conocerá la satisfacción de mi rendición. No
es que tenga nada que perder de todos modos.

¿Es él quien se sentó al piano cuando los chicos me torturaron? ¿Fue


él entonces quién mató a mis padres esa noche, queriendo proteger a los
gemelos de mí en su mente retorcida?

Parece que su instinto de protegerlos de quien los hirió lo transformó


de un protector a un monstruo al parecer, que elimina hasta el más mínimo
peligro de sus gemelos.

La lealtad a Eudard es tan absoluta que nunca puede permitir que le


cause dolor, y como en su mente lo hice, soy una amenaza que tiene que
destruir.
Existe una delgada línea entre protección y control, pero esta persona
está demasiado traumatizada para verla, ya que es producto de su
educación. O debería decir... La educación de Eudard.

Que me condenen si le doy lo que busca en esta noche de terror que


diseñó a nuestro alrededor. ¡Merece morir por los crímenes que ha
cometido! Pero, ¿cómo puedo exigir justicia si esta persona vive dentro del
hombre que amo?

—Puedes terminar con esto en cualquier momento, Cassandra —dice


con tanta indiferencia, pero su agarre sobre mí se aprieta cuando dice mi
nombre con un odio tan evidente que me sorprende que aún no esté
muerta—. Solo ríndete. —Apenas reprimo la risa que quiere estallar,
porque él realmente cree que soy así de ingenua.

Es posible que la mayoría de la gente no conozca su naturaleza


escondida detrás de la máscara de la perfección masculina y la apariencia
de un sueño hecho realidad, pero yo sí.

No es más que podrido, y quienquiera que entra en contacto con él


también queda cubierto, por lo que nunca hay un escape de la suciedad que
mancha a la gente. Es como una enfermedad que no tiene piedad del
cuerpo, que se traga todas las células a la vez e infecta la sangre, hasta el
punto que la persona desaparece de este planeta.

Todo mientras languidece en una agonía que no tiene alivio ni escape,


donde la esperanza muere poco a poco cada día mientras el mundo
prácticamente se burla de ti al creer en las cosas buenas. Nada más es lo
suficientemente satisfactorio para personas como él. Descubrí que existían
monstruos en este mundo hace mucho tiempo, por lo que rara vez algo me
sorprende.

Pero tomó la palabra monstruo y la torció hasta el punto que yo ni


siquiera sabía cómo etiquetarlo por las cosas horribles de las que es capaz.
Si otros son monstruos que acechan en la noche en busca de carne fresca
para alimentarse, él es el diablo que quema todo a su paso antes de separar
para siempre a las personas de su cordura cuando las atrapa en su infierno,
donde la única salida es la muerte.

Un diablo que ni siquiera arde en la iglesia, sino que lo convierte en


su tierra de caza.

—Vete al infierno —respondo con voz ronca, tosiendo con la sangre


en mi boca y moviéndome hacia un lado, retorciéndome en su agarre, lista
para huir de él en cualquier momento.
Puede que sea diablo, sin miedo a la iglesia, pero yo soy la pecadora
que usará cualquier camino necesario si eso significa salir del infierno.
Incluso si las puertas del cielo me estén cerradas para siempre.

Riendo, me agarra el cabello con más fuerza y me arrastra hacia la


estatua de Jesús que brilla intensamente bajo la luz de la luna que atraviesa
las vidrieras, cayendo en cascada de una manera mágica pero siniestra,
donde a pesar del lugar sagrado, los demonios todavía tienen un lugar para
vivir.

Coloco mis palmas en el mármol, pero mi fuerza no es nada


comparada con la suya, y mi piel continúa deslizándose por el suelo
mientras él nos acerca cada vez más a los escalones que conducen al altar,
untando mi sangre por todo el suelo.

Golpeando mis rodillas contra él, reprimo un gemido. Antes que


pueda recuperar el aliento, me arrojan a un lado, lo que me hace caer de
costado, con la piel ya magullada por el duro tratamiento que recibió antes.
Aunque lo considera nada más que un suave descuido.

—Vamos, cariño, discúlpate —me ordena, su voz profunda y ronca


me invade como cemento, congelando todas mis emociones—. Con Jesús
como testigo. —Se ríe de nuevo, el frío se hunde en mí con cada risa.

Saca su cigarrillo y lo enciende, inhalando profundamente, y lo


escucho gemir de placer.

¿Pedir disculpas?

—No tengo nada de qué disculparme. —E incluso si lo hiciera, no me


habría arrepentido lo suficientemente como para hacerlo.
—Cassandra —Hay una advertencia, apenas audible en su voz, pero
como estoy tan en sintonía con él, la capto. Es capaz de transformar el
fuego en hielo, pero lo ignoro—. Discúlpate por el beso.

En el momento en que las palabras se escapan de sus labios, el


recuerdo del beso en el cementerio destella en mi mente, trayendo de
vuelta el caos y las emociones tan profundas que me pregunto cómo no nos
quemamos con eso.

Hoy, un pecador besó a un santo y curiosamente, no llegó ningún


trueno ni relámpago del cielo. Quizás ese fue el día en que Dios y el diablo
tomaron un descanso y no se dieron cuenta de cómo dos simples mortales
cometieron uno de los pecados más grandes.

Pero ahora entiendo que en el fondo mi cuerpo reaccionó a Eudard


todo el tiempo, y por eso esas emociones me confundieron. Eudard, sigue
siendo el único hombre que nunca me ha hecho daño. Por una fracción de
segundo, me permito disfrutar del hermoso recuerdo de cómo el más suave
de los labios tocó el mío, cómo me presionó contra su pecho y cómo, por
primera vez en lo que pareció una eternidad, el mundo exterior dejó de
existir para mi. Incluso las pesadillas que tienen residencia permanente en
mi cerebro.

Sin embargo, el olor a lluvia y el aroma masculino se desvanecen de


mi mente cuando lo siento acercándose a mí. El humo de su cigarrillo nos
envuelve y mis ojos se abren de golpe.

—La terquedad se convertirá en tu perdición.

No, mi terquedad me permitió sobrevivir en la oscuridad.

Su obsesión será mi perdición.


Sin embargo, antes que pueda parpadear, envuelve mi garganta con su
cinturón de cuero sin apretar alrededor de mi cuello, como si me estuviera
colgando el collar más caro, y se inclina hacia adelante, acariciando
ligeramente la piel de mi cuello. La piel de gallina de disgusto me recorre.

—Discúlpate, Cassandra —ordena de nuevo, y esta vez niego con la


cabeza, casi decepcionada de no poder ver la furia en su cara por mi
negativa.

En esta situación, ese es mi único placer, porque negué al más grande


de los monstruos su satisfacción.

El cuero se aprieta lentamente sobre mí, pero luego escucho otra voz,
la voz que tiene la capacidad de borrar la mayor de las pesadillas cuando él
quiere, y el movimiento alrededor de mi garganta se detiene. La voz que
me duele también, pero al menos su voz me da la esperanza de escapar de
este infierno.

Llegó a tiempo, esta vez.

—¡No! —grita, probablemente queriendo detener al loco, y por


primera vez en mi vida no tengo idea de cómo terminará.

No hay reglas en este retorcido juego suyo.

Pero solo hay un ganador que reclamará al pecador.


Madman

A veces, debemos herir a los que amamos para protegerlos.

A veces, una mentira es la única solución al problema.

A veces, encubrir un pecado es en realidad una salvación y lo único


correcto que una persona puede hacer, en lugar de hablar sobre el crimen.

Si bien siempre quise secuestrarla para ver al verdadero yo escondido


detrás de la máscara del engaño, nunca planeé lastimarla o dejar moretones
en su piel de porcelana. Pero ella vino a la iglesia, al único santuario que
mi gemelo conocía, pero también al lugar donde se escondían los
verdaderos monstruos. Los que organizaban a todos como marionetas,
jugando con las emociones como mejor les pareciera.

Los cinco hijos fundadores cometieron un crimen hace mucho tiempo,


pero ¿qué habría dicho Cassandra si supiera lo que realmente sucedió en
ese entonces? ¿Que su pesadilla es solo la punta del iceberg de la cosa
horrenda de la que se convirtió en parte, solo porque sus padres se cruzaron
con alguien que no deberían? ¿O el hecho que ni siquiera sabe lo que
estaba pasando a su alrededor la mayor parte de su vida?

Pero lo más importante, ¿qué diría si supiera que justo en este


momento la persona que lo organizó todo está mirando, porque miles de
cámaras invisibles están esparcidas en este lugar?

Al igual que hace diez años, para poder repetir una y otra vez las
cosas que le hicieron a una joven e inocente que se convirtió en un daño
colateral en una venganza de la que ella no sabía nada.
En este momento, mi crueldad es lo único que le salva la vida y, por
eso, me odiará. Que así sea. No me disculpo por cómo elijo proteger a la
mujer que es mía. No después que fallé en proteger a la única otra persona
que me pertenecía.

Mi gemelo. Parte de mi corazón y mi alma.

Como dije, a veces una mentira es la única solución al problema y no


busco una cura. Soy el diablo y ella arderá en el fuego de mi creación.
El Maestro

Dejándome caer en la silla frente a mi televisor de pantalla plana, apoyo


mis piernas en la mesa cercana mientras agrego volumen a las imágenes de
vigilancia de las cámaras que instalé en la iglesia hace años.

—Magnífico —susurro, levantando mi vaso hacia la pantalla cuando


él casi la ahoga con su cinturón, creando miedo en su mirada y
recordándome la hermosa criatura que solía ser hace tantos años.

La risa resuena a través de las paredes del espacio cuando pienso en el


futuro.

Érase una vez, Eudard Campbell rechazó mi bienvenida al lado


oscuro, así que me llevé a su alma gemela, su gemelo. Y los padres de su
amada niña.

¿Pero esta vez?

Esta vez, me quedaré con su reina. Vincere semper.

Siempre gano.

Jaque.

Fin
Créditos

Staff
Traducción

Hada DarkSky

Hada Isla

Hada Gwym

Hada Callypso

Corrección

Hada Branwen

Hada Rose

Corrección Final

Hada Aerwyna

Lectura Final

Hada Aine

Diseño

Hada Muirgen
Próximo Libro

Soy un loco... ella es mi cura.

Érase una vez un diablo y su novia.

Su infierno la esperaba mientras ella trataba de esconderse.

Él la encontró y la atrapó dentro.

Donde ella no tuvo más remedio que permanecer a su lado.

Madman’s Cure es el libro 2 de Madman Duet y debe leerse después


de Madman’s Method.

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