Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans. Si el libro logra llegar
a tu país, te animamos a adquirirlo. No olvides que también puedes apoyar
a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos,
promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.
Por favor no menciones por ningún medio social donde pueda estar la
autora o sus fans que has leído el libro en español si aún no ha sido
traducido por ninguna editorial, recuerda que estas traducciones no son
legales, así que cuida nuestro grupo para que así puedas llegar a leer
muchos libros más en español.
Instagram: Team_Fairies
Hada Fay
Hada Nisha
Hada DarkSky
Hada Dafne
Hada Calipso
Hada Sunshine
Hada Anjana
Orden de lectura según el grupo
Nota: Todos los libros de la autora V.F Mason se relacionan entre sí. Por lo tanto pueden
leerse siguiendo el orden que te recomendamos aquí o de forma independiente. La
autora deja su marca personal en cada libro, lo que te permite entender la relación entre
los personajes. ¡Qué disfrutes tu lectura! Team Fairies
AVISO
El libro original contiene muchas palabras en español dichas por el
protagonista. Muchas de las palabras contienen una nota de pie de
página, sin embargo dada la cantidad, evitamos agregar la nota a
todas las palabras. En su lugar aclaramos que la mayoría de las
palabras que están en cursiva están es español en el original. En el caso
de las narraciones en pasado las palabras en español se identifican
cuando no están en cursiva.
Sinopsis
1 Español en el original.
mejilla, provocando miedo dentro de mí, recordándome como esta
mano puede matar a alguien con un solo golpe.
Giro mi rostro hacia un lado, evitando su caricia, pero él aprieta
sus dedos sobre mí, clavándolos dolorosamente en mi piel, y un
gemido de angustia se me escapa.
—La elección es tuya, amor2. —Prolonga la última palabra, como si
la saboreara en la lengua cuando se dirige a mí.
Deseo abofetearlo con fuerza, para que no vuelva a llamarme su
amor, entonces agarro un puño de la falda de mi vestido y, con mis
tacones altos resonando en el suelo de mármol, corro para travesar las
pesadas puertas de madera que se encuentran al final del pasillo de la
iglesia para esconderme lejos de aquí.
Siempre cumplo mi palabra querida.
No me perseguirá, otorgándome la libertad que prometió desde el
principio, y con el tiempo puedo olvidar todos los eventos que han
sucedido, como un mal sueño que nunca debería haberme
involucrado.
Sin embargo, toda esta cavilación no tiene sentido.
Permanezco en silencio, oleadas de conmoción corriendo a través
de mí, mientras me obligo a decir las palabras que todos esperan, pero
parecen atascarse en mi garganta, no queriendo pronunciarlas por la
destrucción que podrían causar en mi vida.
El novio suspira, guiñándome un ojo.
—Querida, me estoy empezando a aburrir. Y nunca es una buena
señal. —Alguien se aclara la garganta y cambio mi atención al banco
2 Español en el original.
de la izquierda donde un hombre de cabello rubio juega con un
cuchillo entre sus dedos mientras el hombre a su lado, atado con
cuerdas negras y apretadas, gime de dolor, la sangre se filtra de varias
heridas en su torso y su cabeza.
El hombre rubio pone la punta afilada en el cuello de la víctima y
corta la piel, riendo en voz baja, encontrando diversión en cómo su
víctima estalla en lágrimas, sus ojos suplicando misericordia que
nunca obtendrá de personas como ellos.
La víctima murmura algo a través de la cinta que le cubre la boca, y
no tengo que leer la mente para saber lo que piensa.
O más bien lo que quiere de mí.
Después de todo lo que me hizo pasar… todavía espera que lo
haga.
—Elige, Briseis —dice el novio, el aburrimiento se mezcla en su
tono mientras gira mi cabeza hacia él por lo que su cálido aliento
acaricia mi rostro, sus labios a centímetros de los míos—. O te
conviertes en mi esposa o mataré a tu padre. —Espera un poco y
agrega—. Elige sabiamente. No negocies con el diablo si no estás
preparada para las consecuencias, mi amor3.
Si, Santiago Cortez me ha dado a elegir.
Pero no importa el resultado… mi alma será aplastada como una
taza de porcelana golpeando el suelo.
Alejándome de él, enfoco mi atención en el sacerdote y finalmente
encuentro la fuerza para pronunciar las palabras que me cortan de
adentro hacia afuera, mientras el odio hacia mí misma llena todo mi
3 Español en el original.
ser junto con el odio que arde más con cada segundo que pasa hacia el
hombre junto a mí.
—Acepto.
Mi vida se ha vuelto una pesadilla.
Porque un pecador decidió poseerme.
Capítulo Uno
Todas las cosas que haces deberían darte placer.
De lo contrario ¿para qué sirven?
-Santiago
CHICAGO, ILLINOIS
4 Español en el original.
5 Español en el original.
Deslizándome por el concreto, chasqueo los dedos repetidamente
para distraerlo de la música lo suficiente como para que no pueda
concentrarse en ella.
Puede que encuentre consuelo en ella, aferrándose a su miserable
vida, pero ¿qué gracia tendría eso?
Me detengo frente a él, notando cómo el sudor cubre su cara y su
cuerpo. Pisa cada vez más fuerte el cristal, con los labios agrietados de
tanto morderlos.
—¿Tal vez necesitas un poco más de ánimo?
—Lo siento, Santiago. Te prometo...
Su fuerte grito de dolor agonizante rebota en la arena cuando le
clavo el cuchillo en la clavícula, justo en medio de su puto tatuaje que
puedo dibujar en sueños, y luego lo retiro rápidamente, dejando que la
sangre salga de la herida mientras él rompe a llorar.
—Oh, Dios —susurra, poniendo la mano en la herida, pero no hace
nada para detener lo inevitable.
—El tiempo corre, Peter. Baila. Y mantén la boca cerrada mientras
lo haces —le aconsejo, y él palidece aún más, apretando las manos
antes de volver a bailar, apenas respirando por el dolor, ya que es
demasiado para él.
Me acerco a la mesa que está a unos metros de mí y deslizo los
dedos sobre varios frascos, leyendo cuidadosamente todas las
descripciones y reflexionando sobre cuál es el mejor para usar en él.
Finalmente decidiendo mi elección, me pongo los guantes de cuero
y envuelvo la mano en ella, vertiendo la sustancia en el vaso antes de
añadirle agua.
La sustancia brilla un poco, burbujeando antes de disolverse por
completo, y sonrío, anticipando mi próxima acción.
Cuando uno aprende a controlar sus emociones, se abre a tantas
oportunidades en lo que respecta al sufrimiento humano que a veces
resulta increíble.
Peter sigue bailando, murmurando en voz baja, pero por suerte no
lo oigo.
—Debes de tener sed, Peter —le digo y le acerco el vaso a la boca,
ordenándole—: Bebe. —Mueve la cabeza, sus ojos me piden que no lo
haga. Me río y le agarro la barbilla con los dedos, presionando la
mandíbula con tanta fuerza que casi se la rompo, y le meto el agua a la
fuerza antes de cerrarle la boca y la nariz para que no tenga más
remedio que tragar si quiere respirar.
¿Lo más curioso de la muerte?
Nadie quiere enfrentarse a ella. Incluso en el más despreciable de
los momentos de desesperación, en el que te tumbas en tu propio
vómito y deseas que el suelo se abra y te arroje a alguna parte... sigues
respirando y deseando, deseas tanto vivir que es sorprendente.
Una de las cosas que todavía no entiendo de nosotros los humanos.
¿Por qué estamos tan apegados a este mundo cruel que no tiene
piedad con los que más la necesitan y permite que los monstruos
prosperen?
Arrojando el vaso a sus pies también, estoy contemplando otra
arma, cuando su voz penetra a través de la niebla de mis cavilaciones.
—Tengo algo que quieres.
Su cabeza se hace a un lado cuando le golpeo con el puño, sus
huesos crujen bajo mi asalto, y gime, el alcance total del dolor de su
nariz rota ni siquiera se registra en su mente, probablemente debido a
la descarga de adrenalina que toda situación peligrosa inspira en una
persona.
Es la forma que tiene la naturaleza de protegernos durante el
peligro. Nos ponemos al día con todos los desastres una vez que la
tormenta ha pasado y la calma se ha instalado en nosotros.
Aunque la calma nunca llega para ninguna de mis víctimas, ¿y no
es eso magnífico?
Le digo con sorna.
—Te lo advertí, ¿no?
Sin embargo, el maldito estúpido centra su mirada vidriosa y llena
de dolor en mí y dice de nuevo:
—Tengo algo que quieres.
Empujo el brazo hacia atrás, preparado para asestar otro golpe,
cuando sus siguientes palabras detienen mis movimientos. Comienza
el familiar zumbido en mis oídos, junto con una neblina roja que me
envuelve en sus encantos con rabia y un dolor insoportable que
siempre debe ser contenido.
De lo contrario, tiene el poder de destruirme.
—Andreas está vivo.
Aprieta los ojos, respirando por la boca, y un gemido de angustia
brota de él antes de continuar.
—No murió hace tantos años.
Un rugido de negación me sube por la garganta mientras todo mi
cuerpo tiembla con una furia que lo consume todo. Respiro
profundamente, bloqueando por un segundo todo lo que me rodea, y
me pongo en la jaula mental de cristal que imaginé cuando era un
niño.
En esta jaula, no hay emociones, no hay angustia física, pero lo más
importante... nadie puede destruir mi paz. Si me concentro lo
suficiente, el tiempo pasará borroso a mi alrededor y podré salir de
ahí.
La mente humana es tan inteligente que nos salva incluso de
nosotros mismos cuando se siente amenazada.
Una respiración más, y pongo una tapa a la caja de Pandora que
vive dentro de mi alma y sonrío a Peter, que parpadea confundido,
esperando claramente una reacción diferente de mí.
—Qué trágico. No veo qué tiene que ver contigo. —Le doy una
fuerte patada en la ingle y él intenta doblarse en dos, su grito de dolor
es tan fuerte que podría despertar a los muertos, pero, de nuevo, ¿a
quién le importa?
La agonía devastadora es mi mejor banda sonora para bailar, y
estoy a punto de ir por el taladro eléctrico cuando vuelve a hablar.
¿No entiende la autopreservación? Algunos cabrones me asombran
tanto que me pregunto por qué me llaman el loco.
—Si no me matas, puedo contarte un secreto que nadie conoce.
Levanto la ceja y suelto una carcajada.
—No vas a salir vivo de aquí, Peter, así que guarda tus secretos. —
Tomo el taladro, presionando el botón, y el placer se extiende por mí
cuando el sonido drrrr rebota en las paredes, y le guiño un ojo a mi
víctima.
—¿Listo para la verdadera diversión?
Abre la boca, dispuesto a protestar, y suspiro dramáticamente,
harto de esta mierda. No es tan interesante como para perder tanto de
mi precioso tiempo.
Se lo acerco a la polla y la taladro, la sangre y la carne escupiendo
en diferentes direcciones mientras él grita tan fuerte que espero que su
garganta se desgarre de dentro a fuera y se calle de una vez.
Si hubiera sabido que era tan gritón, le habría tapado la boca con
cinta.
Finalmente, cuando su polla está destrozada y la sangre le cae por
los muslos, doy un paso atrás y cojo la llave, aburrido como una ostra,
y le quito el collar del cuello, sonriendo ante las profundas heridas
que, por desgracia, no han tocado ninguna arteria importante.
Cae sobre el cemento con un fuerte golpe, apenas respirando y
empapado de sangre y sudor, todo un contraste con el hombre seguro
de sí mismo que entró en mi club, con ganas de pasar la noche de su
vida.
Bueno, me acomodé a sus necesidades, ¿no?
—Tiene una hija —susurra, y me inclino más para oírle mejor—.
Tiene una hija y vendrá por ella.
Me quedo quieto, sin saber cómo reaccionar ante esta información,
y él gira la cabeza hacia mí, agarrándose muy fuerte por su inútil vida.
—Por favor, no me mates.
—¿Estás pidiendo clemencia?
Palidece aún más y rompe a llorar, sollozando con tanta fuerza que
las lágrimas se mezclan con su sangre.
—¿Has mostrado alguna vez piedad cuando alguien te la ha
pedido, Peter? —Hago una pregunta retórica, colocando el talón de mi
bota en su estómago, presionándolo hasta que se ahoga con la sangre,
escupiéndola sobre sí mismo—. No, no lo has hecho. ¿Por qué
entonces lo esperas de mí?
—Eres el hijo de Lucian Cortez —raspa, sus ojos en blanco, pero
sigue aguantando, sabiendo que, si sucumbe al sueño, morirá.
Mi corazón se estremece por primera vez en mucho tiempo
mientras me río, odiando este hecho, ya que siempre me devuelve a
mi infancia.
—Sí, lo soy —anuncio con orgullo y luego busco el mando dentro
de mi bolsillo, pulsando el botón rojo. Es entonces cuando se oye a lo
lejos el chirrido de las puertas de hierro al abrirse—. Hoy serás tú
quien pague por este hecho.
Y con eso, un rugido reverbera a través de las paredes tan fuerte
que me tapo los oídos, haciendo una pequeña mueca, aunque el
orgullo me llena el pecho al saber que a Leo jodidamente le gusta
presumir.
¿Y por qué no habría de hacerlo?
Los ojos de Peter se abren de golpe mientras el miedo se apodera
de él, y anuncio:
—He terminado aquí. Pero él tendrá su diversión.
Trata de girar la cabeza hacia el distintivo golpeteo en el concreto y
grita, aunque a estas alturas solo es un siseo angustiado cuando ve a la
magnífica bestia merodeando hacia él. Sus enormes patas se mueven
impecablemente mientras su pelaje dorado brilla bajo la luz, sus
bigotes tan largos se crispan un poco en su hocico cuando enseña los
dientes al ver a Peter.
—Te presento a mi mejor amigo y mascota favorita, Leo. —Peter
tiembla y me explayo—. Es un león, por si no te has dado cuenta.
Me dejo caer en la silla cercana y veo cómo hace pedazos a mi
víctima, que está consciente durante la mayor parte del tiempo,
porque le hice beber un veneno que lo mantiene despierto y aumenta
el dolor por mil, de modo que lo destruye de adentro hacia afuera.
Mi león casi nunca participa en mis crímenes, pero hago una
excepción con los que son como Peter. Se merecen cada maldita cosa
que les hace. Además, no se los come, solo juega con sus cuerpos como
si fueran sus juguetes.
Una vez que Leo se ha divertido lo suficiente, corre de vuelta a su
jaula, y yo cierro la puerta con un clic, mientras la información que
Peter pronunció se arremolina en mi mente una y otra vez.
Hasta que llego a la conclusión que quienquiera que sea la hija de
Andreas debe ser una mujer con mala suerte.
Porque acaba de convertirse en un daño colateral en mi plan.
Los monstruos y demonios tienen diferentes formas en esta vida,
sus estados de ánimo y estilos de matar se nutren de su cruel entorno.
Algunos se olvidan de sus pesadillas, viviendo la buena vida de la
gente perfecta, donde sus recuerdos no son más que un mal sueño.
Algunos sucumben a los monstruos que carcomen su alma cada
día y se vuelven aún peores, cometiendo crímenes tan horribles
mientras esas personas siguen vivas, y ninguna intervención divina
los detiene.
Y luego hay gente como yo.
Un monstruo que destruye a su propia especie para acabar de una
vez por todas con ella y que nadie más sufra por sus actos.
Sea quien sea su hija... más vale que se prepare para lo peor.
La vida es cruel6.
Y yo también lo soy.
6 Español en el original.
Capítulo Dos
Si lo hubiera sabido…
-Briseis
Hoy me he enamorado.
Mis manos tiemblan mientras escribo estas palabras, mi corazón late tan
fuerte en mi pecho que trago el aire en mis pulmones.
Howard Dawson.
El hombre más guapo que he visto en mi vida.
Cuando entró en el despacho de mi padre, cabello oscuro, ojos
hipnotizantes y su cuerpo musculoso envuelto en un traje gris, mi estómago
dio un vuelco y, por un segundo, el mundo que me rodeaba dejó de existir.
Todo lo que pude hacer fue mirarlo fijamente, resistiendo el impulso de
correr hacia él y tocar su cara, para asegurarme de que era real.
Un sueño hecho realidad, el caballero blanco de brillante armadura, mi
verdadero amor que siempre estuvo destinado a venir al castillo y rescatarme
de mi estricto padre.
Sin embargo, mientras me quedaba maravillada con él, ni siquiera me
dedicó una mirada, dirigiéndose solo a mi padre, quien, con un movimiento
molesto de su mano, me ordenó que los dejara en paz, cosa que hice.
Tengo que escuchar sus órdenes, aunque mi hermana Matilda diga que no
tengo que hacerlo; según ella, debo mostrar un poco de rebeldía para cumplir
mis sueños.
Quizá por eso le hizo un gesto con el dedo corazón y se escapó con un
músico, gritándole a papá que no quería su dinero ni su influencia para
triunfar en este mundo.
Según los periódicos que las doncellas me cuelan en el castillo, se casaron
hace unos meses, y ella incluso ha empezado a cantar a dúo con él.
Cuando lo eligió a él, sentí resentimiento hacia ella. Me abandonó para
estar con un tipo cualquiera...
Después de conocer a Howard, creo que lo entiendo. Si se enamoró de su
chico como yo lo hice del mío... hizo lo correcto.
Mi amor siempre seguirá sin ser correspondido, así que no hay esperanza
que me ofrezca huir con él.
Pero estoy agradecida, ya que pensé que ni siquiera conseguiría eso en mi
protegida vida.
Tengo dieciocho años, y a pesar de todas las cadenas invisibles que mi
padre me ha puesto, mi alma se eleva por esta emoción abrumadora que me
calienta por dentro.
Un fuerte golpe resuena en la habitación cuando salgo del cuarto
de baño, secándome el cabello con una toalla, y como llevo albornoz,
digo:
—Entra.
Aparece una mano que sostiene una bolsa negra de ropa, seguida
de una despampanante pelirroja que se asoma al interior, me guiña un
ojo y exclama con los brazos abiertos.
—¿Qué pasa cuando tu mejor amiga vuelve y no te informa?
Dejando caer la toalla, grito de alegría, seguido de su risita, y me
precipito hacia ella, envolviéndola en un fuerte abrazo, con mis brazos
rodeando su cuello.
—¡Lenora! —Nos balanceamos de un lado a otro, el vestido
crujiendo entre nosotras mientras me inclino hacia atrás, notando lo
radiante que es su piel con pecas y lo esbelta que es su forma en su
vestido floral—. ¡No puedo creer que estés aquí!
Resopla exasperada antes de echarse el cabello hacia atrás y
recorrerme con la mirada.
—No, gracias a ti. Si no fuera porque la vieja bruja le escupió a mi
abuelo sobre tu falta de modales, todavía no tendría idea. Chica, te he
echado de menos. —Me río de como llama a la abuela, nunca oculta
sus emociones hacia ella a pesar de haberse criado en esta casa.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Parece dolida y con razón. Hemos
sido amigas durante los últimos dieciséis años. Después que me
desterraran de Chicago, Eliot dispuso que ella viniera a visitarme cada
verano, así que nuestro vínculo se hizo más fuerte con el tiempo.
Lenora es la única persona a la que puedo confiar mis secretos más
oscuros y no temer que los utilice en mi contra.
Suspiro con fuerza, dando un paso atrás.
—Porque soy una tonta.
Cierra la puerta con el pie y se adentra en la habitación, dejando la
bolsa en la cama con cuidado antes de poner las manos en la cadera
mientras me mira.
Gimo para mis adentros, sabiendo que es imposible esconderse de
sus ojos indiscretos.
—¿Creías que la vieja bruja te había invitado a una reunión
familiar? —Mi silencio es toda la respuesta que necesita, sus cejas se
fruncen y hace otra pregunta—. ¿No lo hizo?
—No. Solo quiere asegurarse que mantenga la boca cerrada. —
Recojo la toalla del suelo y la arrojo al cesto—. En resumen, no es nada
nuevo.
—Lo siento, cariño.
—Yo también. —Enhebro los dedos en mi cabello, revolviéndolo
un poco y casi llorando de angustia cuando noto que parte de él ya
está seco, lo que significa que no tendré mucho control sobre los
pesados mechones que ya se están formando en mi cabeza. Será un
infierno intentar alisarlos para la fiesta de esta noche.
Me dirijo al enorme espejo vertical de la esquina izquierda, justo al
lado de la puerta del balcón, donde la luz del sol entra en la habitación
a través de la cortina púrpura, creando una iluminación casi mágica
alrededor de la habitación.
Para mi sorpresa, todo aquí sigue igual: los muebles blancos que
consisten en la cama, dos mesillas de noche y un cómodo sillón en la
esquina derecha con la mesa redonda.
Un pequeño armario se encuentra justo al lado del cuarto de baño,
que solo tiene una bañera, ya que Clare, la mujer de mi padre, pensó
que tener una ducha allí también habría sido demasiado lujo para mí.
—Mira el lado bueno —dice Lenora, sentada en el borde de la
cama, resoplando un mechón de su cabello, y la miro expectante—.
Has vuelto a casa.
—Supongo que sí. —Aunque uno podría pensar que a los veintiún
años puedo hacer lo que me plazca y que no necesito el permiso de
nadie para nada, no es cierto cuando se trata de la familia Dawson,
que tiene contactos en todas partes.
Hasta que no se levante el veto a mi exilio, no tengo ninguna
posibilidad de volver. Dios sabe que lo he intentado muchas veces,
pero cada vez que iba más lejos y quería involucrar a las autoridades,
la abuela me llamaba para preguntarme si me gustaban los pabellones
psiquiátricos, porque uno me esperaba en cuanto aterrizara.
Me habría metido en uno para darme una lección de obediencia,
por no hablar de involucrar a los Dawson en un escándalo.
E irónicamente, nunca dudé de sus palabras. Prefiero que me
llamen débil y estúpida a pasar el resto de mi vida en un pabellón
psiquiátrico con gente creyendo que he perdido la cabeza.
Cuando estás solo en este mundo, no tienes a nadie más que a ti
mismo en quien confiar.
Una de las razones por las que trabajé como una loca en Grecia,
ganando dinero siempre que podía y sin tocar nunca las estúpidas
tarjetas de crédito que me enviaron cuando cumplí diecisiete años. Lo
único que pagaron fue mi educación, pero incluso eso cambió cuando
conseguí una beca para mi último año, ya que no quería deberles
nada.
Mi mirada se dirige a la bolsa y levanto la barbilla en su dirección.
—¿Qué es eso?
Ella golpea con los dedos en ella.
—Un pequeño regalo de bienvenida de mi parte. —Debe leer mi
confusión, porque pone los ojos en blanco y se levanta.
Se inclina hacia delante, abre la cremallera y saca un vestido caro
plateado, que sostiene con orgullo para que lo vea antes de exclamar:
—¡Ta-da! —Me quedo mirándolo y ella ladea la cabeza—. Bueno,
no te quedes ahí parada. Di algo.
—¿Te has comprado un vestido nuevo?
Una cosa que Lenora ama más que a su abuelo y a mí es la moda,
su mayor pasión y elección de carrera. Entró en una de las mejores
universidades gracias a sus diseños y tiene grandes planes de
convertirse en alguien famoso algún día.
—Sí, me he comprado un vestido y he decidido enseñártelo. ¿Estás
loca? —Agita el vestido en su mano, levantando su otra mano hacia
arriba y hacia abajo sobre él—. Esto es para ti.
—¿Para mí? —pregunto estupefacta, estudiando el vestido y
preguntándome por qué necesito algo tan bonito cuando no llevo
vestidos y me paso el día en pantalón corto esculpiendo.
El vestido sin tirantes es de longitud media, probablemente me
llega a las rodillas con una falda completa y una cintura estrecha, ya
que la parte superior tiene un corpiño. El plateado refleja la luz, y el
material sedoso casi me pide que lo toque.
—Para la fiesta de esta noche. Es precioso, ¿verdad? —Me incita y
me sonríe—. En cuanto lo vi en el almacén de Frankie, supe que sería
perfecto para ti.
La información tarda solo un segundo en grabarse en mi mente.
—¿Frankie, como Francesca, una de las mejores diseñadoras
nuevas del país? —O en camino de serlo: ahora está intentando
conquistar el mundo de la alta costura mientras su tienda online tiene
listas de espera de un año.
Lenora asiente alegremente y gimoteo.
—¿Cómo lo has conseguido? Es súper caro. —Lenora tiene dos
trabajos para mantenerse, negándose a que su abuelo la ayude. Lo
último que necesita es hacerme regalos caros—. Tienes que devolverlo.
Se echa a reír, se dirige a la percha de la puerta del armario y
engancha el vestido allí, ajustándolo cuidadosamente para que no se
arrugue.
—Mi jefa, alias Frankie, me lo regaló cuando le hablé de ti.
—¿Desde cuándo trabajas para ella? Además, ¿no vive y trabaja en
Nueva York?
—Desde que gané unas prácticas con ella. Ella es increíble.
También tiene un almacén aquí y viene dos veces al mes para
comprobar los suministros.
Respirando hondo, porque a veces coger el hilo de los
pensamientos de Lenora es como tirar de un gato por la cola, hago otra
pregunta.
—¿Nos lo ha alquilado? ¿Tenemos que devolverlo para mañana?
—Frankie te dio como un maldito regalo, Briseis, así que acéptalo.
—No necesito un vestido.
Lenora se vuelve hacia mí, cruzando los brazos.
—De acuerdo. ¿Tienes un vestido para la fiesta, entonces? —Ella ya
sabe la respuesta y echa una breve mirada a mi maleta aún sin hacer—
. Seguro que está llena de pantalones cortos y camisetas.
—La abuela me encontrará un vestido. Ya la conoces. Piensa en
todo por adelantado.
—Dame un respiro. Ella te dará... —Lo que quiera decir es
interrumpido por un fuerte golpe en la puerta antes que una de las
criadas la abra, inclinando la cabeza y diciendo:
—Siento molestarla, señora Dawson. Le he traído un vestido.
—Gracias. —Quiero quitárselo, pero Lenora se me adelanta,
arrebatándoselo a la criada, que se retira apresuradamente con un
movimiento de cabeza, cerrando cuidadosamente la puerta tras ella.
Lenora abre la funda y las dos parpadeamos cuando aparece el
espantoso vestido morado, con el aspecto de haber sido encontrado en
el arcén después que varios coches le hubieran pasado por encima.
No tengo que pensar mucho para saber quién me lo ha encargado.
—No te vas a poner esta mierda. —Tira el vestido en la silla y
señala el plateado—. Tienes que estar guapa esta noche para que todos
ellos se muerdan la lengua.
Por "ellos" se refiere a Clare y a sus dos hijas, Addison y Ava, que
nunca ocultaron su resentimiento hacia mí.
—Lenora, no me importa lo que piensen. Por no mencionar que
nunca podría competir con ellas en lo que se refiere a la apariencia.
Ambas son rubias platino impresionantes, con cuerpos perfectos y
los ojos verdes más brillantes que jamás hayas visto en una mujer. Las
cabezas de los hombres deben girar allá donde van; aunque,
sorprendentemente, siguen siendo solteras.
Aunque me ponga el vestido más bonito del mundo, solo seré una
piedra ordinaria al lado de los caros diamantes que son mis hermanas.
—Lo harás. —La ira destella en el rostro de Lenora cuando camina
hacia mí y me agarra por los hombros, clavando las uñas, y yo hago
una mueca de dolor ante su apretado agarre—. ¿Por favor, hazlo por
mí? La idea que te pongas ese horrible vestido entre toda la alta
sociedad me cabrea, ¿vale? Te ayudaré a prepararte.
—No soy Cenicienta. —Le hago saber, porque empieza a sonar
como si quisiera jugar a las hadas madrinas.
Me guiña un ojo, sabiendo que significa que estoy capitulando a su
petición.
—No. Tú eres Briseis. Así que tenemos que mimarte por si aparece
Aquiles.
Por primera vez, me río, rodeándola de nuevo con mis brazos y
murmurando en su oído:
—Gracias, Lenora. —Significa mucho para mí que intente
animarme a su manera—. Te quiero.
Me da una palmadita en la espalda y me abraza más fuerte por un
momento.
—Yo también te quiero. Y estaré trabajando en la fiesta. —Me
inclino hacia atrás, frunciendo el ceño con confusión—. El sueldo me
pagará las facturas de la comida durante las próximas dos semanas,
así que no podía negarme. Pero así estaré cerca de ti en caso que me
necesites, así que todos salimos ganando.
—Eres la mejor, ¿lo sabes?
—Por supuesto. Tú tampoco estás mal. —Las dos nos reímos, y
entonces ella señala la cama—. Siéntate. La fiesta es dentro de varias
horas, y tenemos mucho trabajo que hacer.
Efectivamente.
Si todo va bien esta noche, por fin tendré mi libertad, y esta familia
no será más que un recuerdo lejano.
Así que me aseguraré de darles la actuación de su vida.
La música clásica resuena en el espacio, y cierro los ojos, casi
imaginando que estoy frente a la orquesta después que el compositor
ideara esta magnífica obra maestra.
Creó una música que se hizo eterna, ¿y no es esa una de las cosas
por las que todos deberíamos esforzarnos?
¿Dejar algo atrás para que las generaciones venideras tengan algo
por lo que recordarnos?
Muevo el dedo al compás de la música mientras las notas altas del
violín suben, suben, suben antes de terminar con el bajo fuerte, y
continúa de nuevo, un instrumento cambiando a otro sin esfuerzo.
Sin embargo, mi nirvana dura poco, ya que la voz chillona y ya
rasposa por los constantes ruegos penetra a través de la música y grita:
—¡No sé nada!
Con un suspiro de disgusto, lo miro de pie en medio de la arena,
encadenado al barril que he instalado bajo el suelo y que, con solo
pulsar un botón, aparece siempre que lo necesito.
Se retuerce con fuerza, las cadenas metálicas que lo rodean por el
centro repiquetean con fuerza mientras traga saliva y lo intenta de
nuevo, con la cara crispada por el esfuerzo. El sudor cubre su ropa y se
desliza por su frente hasta la nariz y los labios agrietados.
Los rastros de su piel siguen pegados a la cinta adhesiva que tiene
a sus pies y que le he arrancado antes.
Presiono mi dedo índice sobre mis labios para hacerlo callar.
—Mark, es de mala educación interrumpir a un maestro. —
Parpadea, mirando a su alrededor, probablemente esperando ver a
alguien más, pero de nuevo, no espero que un cabrón como él aprecie
la grandeza que es la música clásica.
Sin prestar atención a mi advertencia, vuelve a gritar:
—¡No sé nada! —Se lame los labios antes de gritar de dolor, pero
aún encuentra la voluntad de continuar—. No he estado allí.
Cuando uno sigue molestando repetidamente, ¿qué puedes hacer?
—Mark, Mark, Mark —digo, cogiendo un cuchillo de sierra
recubierto de sal y caminando hacia él, mis botas golpeando tan fuerte
que sus hombros se hunden mientras me mira con recelo—. ¿Estás
seguro que mentir es el camino a seguir? Ya no valoro mucho tu vida.
—Abre la boca para decir algo, solo para gritar cuando le pongo el
cuchillo en los labios, disfrutando de cómo la sal, obviamente, hace
que el escozor se intensifique. Sus labios se enrojecen y un poco de
sangre resbala por ellos antes que vuelva a coger el cuchillo y le pase
la punta por la arteria, justo por encima del punto de pulso. Se queda
quieto, sin respirar, con los ojos tan llenos de miedo que casi puedo
saborearlo—. Voy a preguntar de nuevo, y esta vez espero una
respuesta.
Trazo el cuchillo hasta su clavícula y luego bajo para clavar la
punta en su estómago, expresando mi pregunta.
—¿Sabe Andreas lo de su hija?
Peter parecía convencido de tal idea. Sin embargo, uno no puede
confiar en un hombre que vendería su propia alma si eso significara
sobrevivir.
—¿Ahora Mark?
Una imagen totalmente diferente.
Adoraba el suelo que pisaba Andreas y se quedaba a su lado como
un puto perro, observando cómo hacía todas sus hazañas y
ayudándole cuando lo necesitaba. Esa lealtad dada a las personas
adecuadas es un magnífico regalo que uno puede ofrecer y que puede
ser apreciado a través de los años.
De lo contrario...
Te vas al puto infierno
Mark traga con fuerza, permaneciendo en silencio demasiado
tiempo para mi gusto, así que le apuñalo con fuerza en el estómago, y
su grito agónico resuena en todo el espacio antes que me retire y le
apuñale de nuevo, esta vez más abajo, disfrutando de cómo la sangre
brota de la herida.
Dejando el cuchillo dentro, chasqueo los dedos delante de su nariz
mientras él abre y cierra la boca, incapaz de pronunciar una sola
palabra.
—No aprecias la generosidad que te estoy mostrando, Mark.
Enfoca su mirada empañada y llena de agonía, mientras cuento
mentalmente. Tiene unos cinco minutos para hablar antes de
desangrarse, o me aburriré y aceleraré el proceso, ya que no me servirá
de nada.
Pisando su pie, aprecio cómo sus dedos crujen bajo mi pesada bota
y las lágrimas resbalan rápidamente por su mejilla.
Susurra:
—Sí.
Ah, el poder del dolor.
Incluso la más fuerte de las lealtades se desmorona bajo él.
—¿Viene a cobrar?
—Sí. Está enojado. —Oh, seguro. Su hija fue tratada como una
mierda toda su vida. Imagino que Andreas no lo aprecia mucho,
además de todas las mentiras que rodearon su nacimiento.
Hasta los monstruos pueden tener afecto por su carne y su sangre,
por muy podridos que estén.
—Eso es todo lo que quería escuchar.
El baile entre el cazador y la presa solo es interesante cuando la
presa busca el cebo que el cazador ha preparado para ella. Si no, ¿qué
sentido tiene perder el tiempo con Briseis?
—Si eso es todo lo que querías oír, ¿significa que me dejarás ir? —
pregunta, apoyando la cabeza en el palo, tragando saliva y mirando
sus heridas.
—Por favor. —Pasa un tiempo y entonces dice—: He sido amable
contigo, Santiago.
—Efectivamente. —Le doy la razón y me inclino más hacia él, para
que no se pierda ni una sola palabra—. Tu amabilidad bien podría
haber sido una bofetada en la cara mientras te quedabas mirando
cómo me destruía, sin hacer absolutamente nada. —El arrepentimiento
reluce en su cara; sin embargo, es demasiado tarde para esas
emociones.
Puede que Mark nunca haya participado en los horrendos
crímenes, pero su apoyo silencioso lo coloca en el mismo cajón que los
demás.
Acariciando su mejilla, le clavo los dedos con tanta fuerza que le
cruje la mandíbula y se sacude en el agarre, demasiado débil para
molestarse en gritar, y gracias a Dios. Tendría que clavarle un cuchillo
en la boca, ¿y qué gracia tendría eso?
—Voy a mostrarte la misma amabilidad que me mostraste a mí. —
Mueve la cabeza en señal de negación, el miedo se instala en sus
rasgos, y me río, el sonido siniestro en su naturaleza y alertando a
cada vello del cuerpo de Mark mientras la piel se le pone de gallina.
—Después de todo, lo justo es lo justo, ¿no?
Gime, suplicándome en silencio que detenga esta locura, mientras
solo me río.
Nada puede detener al monstruo que me carcome por dentro,
porque soy el producto de su creación.
Caminando hacia la mesa, me pongo los guantes de cuero antes de
rodear con la mano la hoja de plata y levantarla, viendo mi reflejo en
ella. Se agita en la sujeción, encontrando fuerzas después de todo para
luchar por su vida.
Cada elección que hacemos tiene consecuencias.
Y todas las elecciones que ha hecho Mark lo han llevado a este
momento. El placer se extiende a través de mí mientras doy golpe tras
golpe, antes que sus ojos sigan permanentemente con dolor y deje de
respirar.
Dejo caer la hoja recubierta de sangre al suelo, miro el reloj que
llevo en la muñeca y una sonrisa se dibuja en la comisura de los labios.
Me quito los guantes, arrojándolos a una papelera, y me dirijo
hacia el fregadero para lavar cualquier rastro de Mark, el maldito que
nunca será recordado.
Sin embargo, ahora mismo tengo una fiesta a la que asistir y un
cebo que pescar.
Capítulo Cinco
Sus ojos son como el océano claro y azul que te tienta a sumergirte y
descubrir todos sus secretos.
-Briseis
Los sollozos sacuden todo mi cuerpo mientras escribo esta entrada, las
lágrimas cayendo gota a gota sobre el papel y lavando la tinta.
La felicidad ya no envuelve mi corazón. No, ahora la desesperación y la
agonía llenan cada arteria y el órgano me trae tanto dolor que quiero cortarlo
de mi pecho y tirarlo por la ventana.
Anoche, le di mi cuerpo y mi alma a mi Paris, y qué noche mágica fue... o
eso pensaba de todos modos.
Después de todo, le conté mis sueños sobre el matrimonio y tener a sus
hijos. Se tensó en mis brazos, pero no le presté atención.
Cuando casi me dormía, oí un teléfono sonar en la distancia.
Cuidadosamente se deslizó de debajo de mí, cogiéndolo en el quinto timbre, y
su áspera voz dijo:
—Clare, te dije que estoy en un viaje de negocios. Sí. Sí. Diles a las chicas
que papi las ama, y estaré en casa mañana.
Sin pensar, me senté mientras giraba, él en estado de shock por verme
despierta, y susurré:
—¿Papi? ¿Estar en casa mañana? —La comprensión de sus palabras me
golpeó, y trague saliva mientras él se recostó en la cama, abrazándome, las
lágrimas corrían por mis mejillas cuando todo se alineaba en mi cabeza.
Casado.
¡Está casado y tiene hijas!
Empujé sus brazos con tanta fuerza que probablemente lo lastimé, no es
que me importara en ese momento. Envolviendo la sábana a mí alrededor, me
puse de pie.
—Estás casado —seguí diciendo, poniéndome la ropa todo el tiempo que
él trató de suplicarme, y tal vez en su cabeza todos sus razonamientos
parecían legítimos, pero para mí, sin embargo…
Todos sonaban como excusas gigantes.
—Flora, escúchame. No es lo que piensas. No estoy con ella. No nos
queremos. —Solo sacudí mi cabeza, me puse mis zapatos, y corrí hacia la
puerta, solo para que me atrapara a mitad de camino, su mano rodeando mi
cintura y presionándome contra él—. Me quedo por las chicas —me susurró
al oído, meciéndome en sus brazos mientras me quedaba quieta en ellos. En
ese momento, todo el alcance de mi estupidez me golpeó tan fuerte que apreté
los ojos, esperando que todo fuera una pesadilla en lugar de mi horrible
realidad.
Puedo ser protegida, ingenua e inexperta cuando se trata de relaciones; sin
embargo, incluso yo sé que estas son las palabras que cada infiel utiliza para
justificar sus acciones y empañar la mente de una mujer con la que tiene una
aventura.
Finalmente, saliendo de mi shock, le di un rodillazo en las bolas, Matilda
me enseñó cómo hacerlo, y me escapé.
Y ahora estoy en mi habitación, escribiendo esto, así que nunca olvidaré ni
cambiaré de opinión sobre Paris.
No.
No puede ser mi Paris en las circunstancias actuales, ¿verdad?
Paris amaba a Helena de Troya incondicionalmente y nunca tuvo una
vida secreta fuera de su amor.
Ella era la que tenía marido, pero eso nunca detuvo a Paris. Incluso estaba
dispuesto a declarar la guerra.
Mis pensamientos traicioneros destellan en mi mente, formando una
imagen en mi cabeza de mi Paris sufriendo en un matrimonio que nunca
quiso, al igual que Helena.
Basado en lo que me dijo sobre sí mismo, su madre gobierna su vida y
nunca le permitió perseguir sus sueños, siempre insistiendo en una cierta
imagen que su familia debería tener.
Me odio por esto, de verdad, pero no puedo evitar que la emoción se
acumule dentro de mí, exigiendo que vuelva a él y escuche su verdad, la
verdad que podría poner un bálsamo curativo en mi herida sangrante.
Una voz dentro de mi cabeza me grita para que saque todos estos
pensamientos de amor de mi mente y me proteja del golpe inevitable que
siempre viene de asuntos y relaciones secretas como la nuestra.
Pero por más que lo intente, probablemente soy demasiado débil para
resistir el llamado del amor.
Y en este momento cuando estoy lista para correr de nuevo a sus brazos,
algo más entra en mi corazón, mezclándose con el amor que arde
brillantemente allí.
Odio…
Odio dirigido a Howard por destruir la pureza de nuestro amor con sus
mentiras, y a mí misma... por sujetar esposas invisibles alrededor de mis
muñecas que siempre me atan a él.
El amor no es una bendición.
No.
El amor es una maldición.
Encuentro un rincón en la biblioteca, pongo tranquilamente mi
tableta sobre la mesa y dejo caer mi bolso en una de las sillas.
Suspiro de alivio cuando me siento, me quito las cuñas y muevo
los dedos de los pies que lucen algunas ampollas de los tacones de
ayer.
Mirando hacia abajo, resoplo con exasperación por mi vestido
amarillo que termina levemente sobre mi rodilla, el que tomé de la pila
de la ropa que una de las criadas me entregó hoy en mi habitación.
Según ella, se supone que debo usarlos durante mi estancia en
Chicago por orden de mi abuela.
Sin embargo, todo el tiempo que pronunció las palabras, siguió
temblando y mirando por encima del hombro como si estuviera
mintiendo, lo cual era divertido en sí mismo, porque ¿quién más
habría enviado toda esa ropa hermosa y cara?
Mi teléfono vibra sobre la mesa, y veo un mensaje parpadeando en
la pantalla.
Lenora: Lo siento, llego tarde.
Yo: Está bien. Estoy en la biblioteca. La que está más cerca de mi
casa. No es enorme pero es lo suficientemente acogedora.
Lenora: ¿Todavía está por ahí? Quédate allí hasta que llegue y te
recoja. Diviértete *Inserta risa sarcástica*
Justo después de terminar mi ducha anoche, Lenora apareció y
anunció que teníamos que hacer algo divertido hoy.
Nuestros planes incluyen un largo paseo por Chicago, ponerme al
día sobre todos los lugares increíbles que la ciudad tiene para ofrecer y
tener una especie de cita con ella. Llegué un poco temprano y me
detuve en la biblioteca para esperar.
Reviso mis correos electrónicos y me siento derecha cuando uno de
mis profesores manda un mensaje. Me encontró un trabajo en el centro
de arte; necesitan ayuda para enseñar arte a los niños por diversión.
Dado que mis habilidades profesionales son casi inexistentes, es una
carrera alta para mí. Sin embargo, quieren ver uno de mis bocetos
primero, centrándose en algún mito.
Frunzo el ceño. ¿No deberían querer una entrevista conmigo y ver
mi trabajo real? ¿Cómo puede un boceto darles una idea de lo que
puedo hacer con él en la vida real?
Por otra parte, nunca he trabajado en la industria del arte antes, así
que ¿qué sé? Debería agradecer que al profesor le gustara lo suficiente
como para decirle una buena palabra a uno de sus mejores amigos.
Sonrío cuando el recuerdo de cómo le supliqué por eso aparece en
mi cabeza.
—Profesor Matías, ¡por favor! Necesito un trabajo en Chicago. —Hago
manos de oración, suplicando con mis ojos para que él esté de acuerdo—.
Cualquier trabajo.
—Niña, eres un desastre en mi clase. Tú y la escultura... —Se aleja,
probablemente buscando todas las palabras para describir mi mierda, así que
lo ayudo.
—¿Es una combinación horrible y un insulto al arte?
Él agita su mano en un gesto despectivo.
—Pérdida de tu tiempo y talento. —Frunzo el ceño, sorprendida por tal
conclusión, porque es lo último que esperaba—. Tu talento yace en ese
cuaderno de bocetos tuyo. —Mis mejillas se sonrojan cuando me doy cuenta
que sabe mi pequeño secreto, un secreto que guardé durante los últimos años,
e incluso Lenora no lo sabe—. ¿Por qué no trabajas en eso y dejas que la gente
te vea?
Mi cuaderno de bocetos contiene uno de mis secretos más oscuros, mi
dolor y angustia junto con algunas verdades que nadie quiere escuchar.
Invitar a la gente al mundo que he creado en papel, una historia que
consiste en imágenes, es como abrir mi corazón para todos y esperar su
escrutinio y juicio.
—Por favor, profesor.
—Bien. Le preguntaré a mi amiga Rebecca. Tiene varios estudios por todo
el país y un centro de arte. Ella debería tener algo para ti, al menos por el
momento.
Mis dedos se ciernen sobre el teléfono, listos para enviarle mi
agradecimiento, cuando el nombre de su amiga se registra en mi
mente. No presté atención en su oficina debido a mi felicidad sobre
convencerlo que hablara bien de mí.
Oh no.
Oh no no no.
Desplazándome hasta el final, mi estómago da vueltas cuando mis
sospechas se hacen realidad y su nombre completo aparece a la vista.
Rebecca Esmeralda Cortez.
Una de las mejores artistas del mundo en los últimos treinta y cinco
años y la madre de Santiago.
Se rumorea entre la élite que Lucian la cortejaba implacablemente,
pero ella no se rendía, así que la secuestró a Chicago y la chantajeó
para que se casara con él. Ella huyó de él cinco veces, y cada vez, la
arrastró de vuelta a casa. Aunque no creo en esas cosas, porque cada
vez que los veía en videos o en revistas, estaba claro que el
matrimonio era por amor.
¡Oh, Dios mío!
Me pongo una mano en la cabeza y gimo ante la perspectiva de
trabajar para Rebecca y tal vez chocar una vez más con su hijo.
Un hijo en el que hice todo lo posible para no pensar ayer y hoy,
alejando cualquier pensamiento sobre él, porque pensar en nuestro
baile y abrazo crea un caos en mi interior.
Cómo su cuerpo se movía con el mío, cómo sus brazos se
envolvían fuertemente alrededor de mí como si fuera la cosa más
preciosa que jamás había tenido, su voz pecaminosa susurrando...
Clavándome las uñas en las palmas de las manos, me obligo a salir
de ese estúpido enamoramiento de Santiago que ya ha durado más de
lo debido.
Porque a pesar que a la parte femenina de mí le encantó nuestro
pequeño momento de ayer, la parte racional de mí sabe que era un
juego retorcido que los hombres mayores ricos están jugando y no
tenía nada que ver con un verdadero deseo de estar en mi compañía.
Y de alguna manera este conocimiento trae más dolor y decepción
que cualquier verdad familiar.
—Has perdido la cabeza —murmuro antes de notar que Rebecca
tiene una solicitud específica para mi boceto de la entrevista. La
asignación debe representar el mito que ella ha elegido para mí.
Contando la historia solo con mis dibujos de una manera fácil e
interesante para los niños.
Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.
Demasiado para no pensar en su hijo.
—Concéntrate —me ordeno, bloqueando los recuerdos de los
cuatro oscuros y decidiendo empezar a trabajar en el proyecto ahora
mismo.
Puedo ser conocedora de toda la mitología griega y romana; sin
embargo, no tengo idea de los cuatro jinetes.
Levantándome, camino en la dirección del bibliotecario que me
puede aconsejar dónde encontrar los libros apropiados, solo para
fruncir el ceño cuando me doy cuenta que no hay nadie alrededor. De
hecho, la biblioteca está vacía.
—¡Hola! —Llamo. Tal vez el bibliotecario fue a algún lugar en la
parte de atrás, pero solo el silencio me saluda—. ¡Hola! —Tiemblo un
poco cuando la explosión del aire acondicionado me golpea, y suspiro
de exasperación, estudiando varias estanterías para encontrar lo que
podría necesitar. En circunstancias normales, iría directamente a la
Biblia; sin embargo esta vez, voy a la sección de mitología, porque tal
vez alguien escribió un libro específicamente sobre ellos.
Me toma cuatro rondas de caminar hasta encontrar la estantería
correcta, pasando mi dedo sobre los libros mientras leo sus nombres y
me quedo corta cada vez, ya que ninguno de ellos cubre lo que
necesito.
Hasta que mis ojos se posan en el libro rojo brillante y con un
fuerte chillido lo agarro, abriéndolo y buscando a través del índice de
contenidos.
—¿Encontraste lo que necesitabas? —Una voz profunda y ronca
hace eco en el espacio, haciendo que las mariposas estallen en mi
estómago y los latidos de mi corazón se aceleren.
Dándome la vuelta, me encuentro cara a cara con Santiago, que se
encuentra entre los estantes en toda su hermosa gloria, con pantalones
y camiseta blanca, su chaqueta de cuero colgando sobre su hombro en
el dedo.
Me mira de arriba abajo, la apreciación brillando en sus ojos de
zafiro, antes de sonreírme.
—Podría ayudar con eso. —Señala el libro en mi mano, y
finalmente me saca de mi estupor.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Sus cejas se levantan ante mi
pregunta, y mentalmente me abofeteo; estamos en una biblioteca
pública donde cualquiera puede entrar—. Lo siento. No esperaba verte
aquí. —¿Cuáles son las probabilidades que me encuentre con Santiago
en la biblioteca de todos los lugares? No me pareció del tipo que las
frecuenta.
¿A menos que haya venido por mí?
—Y no, gracias. Lo resolveré todo por mi cuenta. —Con una
sonrisa falsa en mi rostro, pego mi mirada de nuevo en el libro, con la
esperanza que capte la indirecta y me deje en paz.
Lo último que necesito ahora es que Santiago me distraiga del
trabajo y juegue con mis emociones.
Sin embargo, en lugar de irse, se acerca, y su olor masculino me
inunda, perturbando mis sentidos mientras descansa su brazo sobre
mí en un estante y me atrapa entre él y su pecho duro.
—¿Es esto a lo que estás acostumbrada en la vida? —pregunta, y
no tengo más remedio que mirar hacia arriba, nuestras miradas
chocando. El aire en mis pulmones se entrecorta ante intensidad
ardiente en ellos que calientan mi cuerpo de adentro hacia afuera, casi
poniéndolo en llamas con su sola presencia—. ¿Manejando todos tus
problemas por tu cuenta?
Empujando un poco su pecho para salir de la prisión que creó a mí
alrededor y al no verlo ceder, respondo:
—Hacer una tarea para el trabajo no es un problema. Por favor,
aléjate.
Él, por supuesto, ignora mi petición.
—Bueno, entonces, negarse a la ayuda es uno.
—¡No tengo ningún problema! —grito y aprieto mi mano sobre mi
boca, gimiendo de frustración y vergüenza en caso que alguien la
escuchara. No quiero que me echen de la biblioteca, y quién sabe,
quizás hayan llegado nuevos visitantes como Santiago—. Mira, sea
cual sea el juego que estés jugando, no quiero ser parte de él.
La diversión parpadea en su mirada, y se inclina cada vez más
cerca, nuestras caras a centímetros de distancia la una de la otra. Me
dice:
—¿Juego?
Lamiendo mis labios secos mientras simultáneamente ordeno a mi
cuerpo a comportarse y a no convertirse en una pila de sustancia
pegajosa por sus pies, elaboro mi humillación.
—¿Apostaste por mí o algo así? —La ira cruza su cara ante esto, su
cuerpo tenso junto al mío, quitando la sonrisa engreída de su boca—.
¿Es por eso que bailaste conmigo y ahora me seguiste hasta aquí? —
Como se queda callado, me enderezo, presionando el libro contra mi
pecho y haciendo mi mejor esfuerzo para mantener mi voz firme, a
pesar que secretamente esperaba que hubiera negado mis
acusaciones—. No estoy segura de cuáles eran las condiciones, pero
puedes decirles que ganaste y dejar de molestarte fingiendo un interés
en mis problemas o yendo por ahí ofreciendo ayuda. —Me encojo de
hombros—. Por favor, deja de actuar como si estuvieras interesado en
mí.
No hay explicación más lógica para su interés que esta, y no voy a
dejar que mi corazón me engañe pensando lo contrario.
Aclarándome la garganta y moviéndome un poco, digo,
—Así que si tú…
Se traga el resto de mi sentencia con su boca mientras la deja caer a
la mía, conectándonos con un beso profundo y excitante cuando su
pulgar presiona mí barbilla hasta que se rinde bajo su asalto. Abro mi
boca para dar la bienvenida a su lengua, deambulando y deslizándose
sobre la mía en un duelo por el dominio.
Gimo contra él, el libro cayendo al suelo junto con su chaqueta
mientras mis brazos rodean su cuello. Me levanto de puntillas e
inclino la cabeza hacia atrás para darle un mejor acceso para
profundizar el beso, el deseo deslizándose por mi piel y despertando
cada vello de mi cuerpo mientras las flechas de la lujuria disparan a mi
núcleo.
He sido besada por varios hombres en mi vida, pero nadie me
besó como Santiago.
Apasionadamente, hambriento, y tan profundo como si quisiera
imprimirse para siempre en mi boca así que cada otro beso que
experimente no será capaz de compararse con este.
Sus manos se deslizan por mi cintura, apretando mi carne durante
su exploración, luego muerde mi labio inferior y lo tira hacia un lado,
dándome un respiro momentáneo antes de sumergir su lengua dentro.
Sus palmas se detienen bajo mi culo, y me levanta, mis piernas le
rodean, y gemimos cuando su erección presiona mi núcleo húmedo y
dolorido mientras me empuja contra el estante, varios libros cayendo
por el impacto.
—Esto es una locura —lloriqueo cuando sus labios se deslizan
hacia mi barbilla, mordiéndola con fuerza antes de calmarla con una
lamida, y miles de sensaciones viajan a través de mí, una más
poderosa que otra, mi cuerpo exigiendo satisfacción de la lujuria que
este hombre ha inspirado—. No deberíamos hacer esto.
—En la locura yace el caos, y donde hay caos, hay diversión,
querida —murmura contra mi piel, moviéndose hacia abajo a mi cuello,
y arqueo mi espalda, dando la bienvenida a cada lamida y mordisco
de su boca que me pone la piel de gallina.
Mi mente me insta a detener todo esto, mortificada por lo que
estoy permitiendo que este hombre me haga, sin embargo, su voz está
bloqueada por mi cuerpo y mi corazón que anhelan saber lo que es
ser el objeto del deseo de Santiago.
Mi coño se aprieta solo pensando en el bulto que hay detrás de su
cremallera, hambriento de él y lo que puede hacer dentro de mí.
Deslizando su boca hacia mi hombro, tira de la correa de mi
vestido hacia un lado con sus dientes antes de engancharse a mi piel,
chupándola tan fuerte que probablemente la marque. Con urgencia,
mis dedos encajan en su cabello, acercándolo más a mí, si es posible.
—Alguien nos verá —digo con mi última protesta, lo
suficientemente poderosa como para detenerme de hacer esto, pero en
lugar de escuchar el ligero temor que alguien tropiece con nosotros,
aprieto mi control sobre él, necesitándolo para cuidar de nuestras
necesidades mutuas que me vuelven loca.
—Nadie entrará sin mi permiso. —Nos aleja del estante,
transfiriendo su atención a mi otro hombro mientras nos mueve de
nuevo a mi asiento y me coloca en la mesa, justo debajo de la dura luz
que fluye sobre mí desde el techo acristalado—. Lo despejé para
nosotros. —Una emoción extraña se apodera de mí en su admisión.
Lloriqueo, arqueando mi espalda, y él se ríe.
Inclinándose hacia atrás, da la vuelta a mi vestido para que pueda
colocar su palma extendida en mi núcleo, sus dedos deslizándose
dentro de mis bragas de encaje, recorriendo mis paredes, arriba y
abajo, volviéndome loca con cada deslizamiento.
—Tan jodidamente mojado. —Me muerde el pezón a través del
vestido, dejando huellas húmedas en él mientras me penetra con dos
dedos, presionándolos tan profundamente que gimo—. La idea te
agrada, ¿verdad, mi sucia chica? —En este momento, estoy dispuesta a
ser su lo que sea, si sigue complaciéndome en la forma que nunca he
conocido antes.
Incluso si mi cerebro me grita que deje de ser tan patética y lo
empuje.
Su boca se desliza hacia mi otro pecho, atrapando mi pezón
cubierto entre sus dientes y tirando de él, enviando sensaciones a
través de mí y despertando cada vello de mi cuerpo.
Un jadeo se desliza más allá de mis labios antes que él lo succione
en su boca, humedeciendo la tela alrededor de él y gruñendo contra él.
Sus dedos ahondan más, de ida y vuelta, añadiendo más fricción a
la locura que se extiende lentamente dentro de mí. Arrastra su boca
hacia arriba y muerde mi clavícula y luego atrapa mi boca, su lengua
empujando hacia adentro, buscando la mía mientras se embarcan en
un duelo que tiene el poder de borrar cualquier cosa de mi mente.
Envolviendo mis piernas alrededor de él, lo acerco, enroscando mis
dedos en su cabello y maravillándome de los fuertes músculos que
presionan contra mis curvas. Es como si fuera la estatua tallada más
perfecta que ha cobrado vida.
Viva para darse un festín con mi carne, y con gusto lo dejaré.
Es dueño de mi boca, clavándose profundamente en mí como si
marcara permanentemente un territorio que no debería ser suyo en
primer lugar.
Cada pincel de su lengua me dice cómo este hombre toma lo que
desea, sin importarle una mierda lo que piensen los demás, y por
alguna razón enloquecedora, él ansía mi cuerpo ahora mismo.
Y por mucho que sé que esto no me traerá nada más que dolor, me
rindo a su abrazo, mis dedos se clavan en su cuello mientras los suyos
recorren mi interior, una y otra vez, aumentando el placer
deslizándose sobre mi piel rápidamente y calentando mi sangre, que
está a punto de estallar como un volcán y quemarme con su
intensidad, reclamándome.
El acalorado beso envuelve mis sentidos. El sofoco quema a través
de mis venas, y aprieto mi agarre alrededor de él, moviendo
ligeramente mis caderas hacia adelante, encontrando sus golpes a la
mitad, y jadeo en su boca cuando su pulgar golpea en mi clítoris. Mi
carne se humedece más, y empujo hacia arriba de nuevo, solo un poco
más de fricción y voy a llegar al borde, lista para caer en un charco de
placer.
Cierro los ojos cuando me suelta la boca y tiro la cabeza hacia atrás,
mostrando mi cuello para su asalto. Lo roza ligeramente con los
dientes, me chupa la piel y la marca para que todos la vean. Susurro:
—Por favor, Santiago. —Mi mano se desliza por mi estómago,
cubriendo su muñeca, empujándola más fuerte hacia mí; solo necesita
ir un poco más profundo—. Por favor —susurro, centrándome solo en
la necesidad de venirme y el placer que mi cuerpo tanto anhela,
exigiéndolo como mi próximo aliento.
—No, querida —murmura, su voz ronca envolviéndome en una
neblina, solo aumentando mi necesidad—. ¿Dónde estaría la diversión en
eso?
¿Dónde estaría la diversión en eso?
Muy lentamente, arrastra sus dedos hacia atrás, mi núcleo
apretándose alrededor de ellos y no queriendo soltarlos, pero los
quita, dejándome vacía de nuevo.
Mientras el fuego consume mi carne sin extintor a la vista.
Gimiendo en protesta, mis ojos se abren, y los azules de Santiago se
encuentran con los míos, quemándome con la necesidad de parpadear
en ellos, pero también noto diversión allí.
Mis manos pican por golpear su sonrisa arrogante, y abro mi boca
para decirle que puede ir al infierno, solo para congelarse cuando
levanta sus brillantes dedos a mis labios, cubriéndolos con mis jugos.
—Lame tus labios, querida —ordena, empujando mi cabello e
inclinando mi cabeza hacia atrás para que nuestras miradas choquen.
Nunca me había probado antes, y mis mejillas se calientan a su
pedido.
Mueve sus caderas hacia adelante, su erección golpeando contra mi
clítoris luego arrastrando arriba y abajo sobre mi carne excitada,
enviándome en una espiral de necesidad consumidora de nuevo.
—Si quieres venirte, querida, lame tus labios.
Rodando mi lengua, trazo mi labio inferior. Mi gusto me golpea a
la vez y curiosamente aumenta el placer dentro de mí, haciendo que
me empuje contra su erección, casi imaginándolo moviéndose dentro
de mí. Mi coño se contrae, intensificando la necesidad de correrme o
podría volverme loca.
—Así es como tu deseo por mí sabe. Solo yo. —Su voz es dura
como el acero. Se inclina más y atrapa mi labio entre sus dientes,
mordiéndolo tan fuerte que deja una picadura detrás. Un gemido
surge de mí cuando el sabor picante de mi sangre se mezcla con mi
propio gusto y golpea mi lengua, creando una extraña combinación
que envía una emoción a través de mi columna—. Mírate toda
necesitada y mojada, moliendo mi polla. —Su otra mano agarra mis
bragas, apretándolas en su puño—. Estas están empapadas. ¿Quién te
mojó tanto, Briseis?
Sin esperar mi respuesta, me captura en otro beso acalorado, sus
dedos raspando mi cuero cabelludo e inclinando mi cabeza, dándose
un mejor acceso. Su lengua vaga dentro de mí, limpiando toda duda y
culpa sobre el encuentro.
Apretando su cabeza, aprieto mi agarre sobre él, mis muslos lo
acunan mientras que el beso se profundiza, volviéndose más lento,
extendiendo la piel de gallina en mi piel mientras mis pulmones gritan
por oxígeno, pero no lo dejo ir, demasiado asustada de que pueda
terminar de nuevo.
Sin embargo, el cruel pero apuesto hombre aparta la boca y empuja
contra mí, la textura áspera de sus pantalones rasguñando contra mis
pliegues sensibles, y lloriqueo, la electricidad viajando sobre mí y
consumiéndome con una necesidad tan fuerte que temo que pueda
estallar.
—Respóndeme. —Me recuerda con dureza su pregunta anterior, y
respondo, dispuesta a decirle cualquier cosa, siempre y cuando se
garantice el fin de esta tortura diseñada para volverme loca.
—Tú. Solo tú.
En el momento en que pronuncio las palabras en español, se
detiene, y la energía entre nosotros cambia, creando una peligrosa y
malvada red a nuestro alrededor, envolviéndonos lentamente en un
capullo donde no existe nada más que este momento.
Un océano de deseo que todo lo consume está listo para golpearnos
con sus interminables olas.
—Quiero otra prueba, querida. —Aflojando su control sobre mí, me
empuja hacia atrás hasta que me acuesto sobre la mesa, su cuerpo se
cierne sobre el mío mientras sus ojos de zafiro vagan sobre mí,
dejando huellas invisibles en mi piel.
Arqueo mi espalda cuando se sumerge hacia adelante,
exponiéndome a sus besos mientras los rastrea desde la parte inferior
de mi barbilla hasta mi cuello, ocasionalmente chupando la piel antes
de desplazarse hacia abajo a mi clavícula, mordiendo la carne. Siseo,
levantando mis muslos más alto y tratando de cerrarlos a su
alrededor, pero sus palmas en mis rodillas no me dejan,
manteniéndolos separados mientras su erección todavía presiona
contra mí.
Su boca caliente viaja a los montículos de mis pechos,
mordiéndolos uno por uno, enviando sensaciones crepitantes
directamente a mi clítoris. Gimo en voz alta solo para cubrirlo
rápidamente con mi palma, temiendo que alguien pueda oírme e
interrumpir este momento.
—Haz mucho ruido, querida. Disfruto de los sonidos que haces, tu
cuerpo prácticamente rogándome que me lo folle —susurra,
deslizando su boca sobre mi estómago, dejando huellas húmedas en
mi vestido mientras muerde la piel a través de él. Y finalmente besa mi
núcleo sobre mis bragas, y esta vez, grito de frustración ya que este
toque solo intensifica la necesidad y no hace nada para calmarla.
Me echa el vestido hacia atrás, su aliento caliente se posa sobre mi
centro, y mi coño se cierra en previsión de su próximo movimiento.
Sus labios besan suavemente mi ombligo, su lengua traza la línea
de mis bragas y se desliza debajo de ella, solo para salirse de nuevo, su
cercanía jugando con mi cordura.
Sus manos se cuelan bajo mis muslos, separándolos con los
hombros. Sus cálidas palmas agarran mis caderas y las acercan a él,
mojándome tanto que la molestia se acumula junto con el deseo.
—Solo hazlo ya, Santiago —le digo, jadeando cuando sus palmas
se deslizan bajo mi culo, cada uno agarrando una mejilla y apretando
fuerte, enviando una avalancha de nuevas sensaciones que el dolor
solo resalta—. Por favor, por favor.
—¿Qué es lo que quieres, querida? Tienes que ser muy específica —
susurra, su tono callado teniendo la habilidad de hacerme venir por sí
mismo, y me lame sobre mis bragas, ganándose un gemido—.
¿Quieres que mis dedos dentro de ti, te abran para mi polla?
Sacudo la cabeza, mi piel revoloteando sobre la madera, aunque
probablemente no pueda verme.
Sus dedos se clavan más fuertes, y me estremezco, entendiendo
que quiere una respuesta.
—No. —Mi voz está tensa, mi garganta tan seca, mientras que todo
lo que puedo pensar es en su lengua dentro de mi núcleo, calmando el
infierno que me traga entera.
Tan perdida en el hambre profunda que él creó en mí, pongo mi
mano sobre mi montículo y deslizo las bragas a un lado, exhibiendo
mi núcleo que gotea, y su aliento caliente me inunda al instante.
Apenas encontrando palabras adecuadas, digo roncamente,
—Quiero que me folles con tu lengua.
Mi llanto lleno de placer hace eco en el espacio cuando su boca
cubre mi núcleo, su lengua apuñalando profundamente en mí
mientras lo besa, enviando sofocos a través de todo mi cuerpo.
Mis muslos le aprietan la cabeza, pero no le presta atención. Sus
manos aprietan mi culo más fuerte mientras me acerca cada vez más a
él, su lengua girando entre mis pliegues, follando más y más con ella
mientras mi espalda se arquea del placer que se extiende a través de
mí en olas. Siento sudor frío goteando sobre mi piel caliente que se
tensa sobre mis huesos.
Sus palmas se deslizan sobre mi culo antes que las tire de debajo de
mí y vuelva a abrirme mis muslos de par en par de nuevo, poniendo
sus manos a cada lado de mi coño mientras me lame de abajo hacia
arriba, chupando mis labios uno por uno. Gemidos de aliento brotan
de mí mientras mi mano se enrosca a través de su cabello, presionando
su cabeza más cerca.
Sus dedos pellizcan mis paredes, y muerde la carne, haciéndome
arquear contra él antes que atrape mi clítoris entre sus dientes,
mordisqueándolo y luego enrollando su lengua sobre él. Me mete dos
dedos tan profundo que grito.
—Por favor, por favor —susurro entrecortadamente, golpeando mi
cabeza y colocando mi pie sobre su hombro, abriéndome más para él,
rechinando su lengua y dedos, necesitando más del placer viniendo
lentamente hacia mí como una bola de nieve gigante lista para
reclamarme. Solo que en lugar de huir de ella, corro hacia ella,
necesitándola para sobrevivir y aliviarme de esta pasión que todo lo
consume y que quema todo a su paso.
—¿Mis dedos no son suficientes, querida? —pregunta, una vez más
quitándolos, y me quejo en protesta cuando el vacío me alcanza, solo
para que se transforme en un gemido cuando vuelve a meter la lengua
repetidamente, cada vez más profundo.
Presiona su pulgar contra mi clítoris, y jadeo, manteniéndolo aún
más cerca mientras continúa dándose un festín con mi carne, mi coño
apretando lentamente alrededor de su lengua.
Mi piel se vuelve tensa, mi respiración rasposa. Me quedo sin
aliento una y otra vez cada vez que él golpea mi carne y envía el calor
abrasador a través de mí; la piel se me pone de gallina en oleadas,
haciéndome cosquillas, y me muerdo el labio, el placer se vuelve casi
insoportable, haciéndome volar cada vez más alto, a punto de estallar.
Solo un poco más y...
—¡No, no, no! —grito cuando lo arranca de nuevo. Pero esta vez
tres de sus dedos entran en mí mientras él lame sobre mi carne,
calmándola con su toque.
Mis ojos se cierran de nuevo, y mi mano se desplaza hacia su cuello
donde le clavo los dedos en la piel, disfrutando de su siseo contra mi
núcleo. Me muevo sobre él y levanto mis caderas lentamente,
encontrando su ritmo que me está conduciendo hacia el deseo en la
distancia que me promete felicidad sin fin.
Solo para que se desvanezca una vez más cuando cambie de
táctica, volteando lugares con su lengua.
Juega conmigo una y otra vez, torturando mi carne como si fuera
su juguete personal, colgando placer delante de mi nariz, solo para
privarme de él más tarde mientras mi cuerpo gira debajo de él,
rogándole que se apiade de mí y me dé lo que busco.
Cada mordida, lamida, puñalada solo aumenta la necesidad y no
hace nada para calmarla.
Casi sucumbo a este sufrimiento sin fin cuando su boca se va y mis
ojos se abren. Lo veo asomándose por encima de mí otra vez,
limpiándose la boca con el dorso de su mano, sus esferas de zafiro
ardiendo de deseo tan fuerte que el aliento se engancha en mi
garganta.
—Podría saborearte durante horas, querida, pero la primera vez que
este lindo coño se venga estará alrededor de mi polla y no de mi
lengua.
Dios mío.
¡Sí, sí, por favor!
Lo veo quitar un condón de su bolsillo trasero. Lo rasga con los
dientes y luego lo envuelve sobre su longitud dura. Debe haber abierto
su cremallera mientras se deleitaba conmigo.
Mi coño se aprieta ante la idea de él dentro de mí, y él se ríe,
rodeando su polla y pasando su mano sobre ella. Me lamo los labios,
preguntándome cómo sabe. Se inclina hacia adelante, colocando una
mano a un lado de mi cabeza, y puedo oler mi olor en él.
A pesar de la necesidad y el deseo de conducir cada uno de mis
pensamientos, mis mejillas se calientan de nuevo, y él muerde en mi
barbilla.
—Chica codiciosa. —Su boca viaja a mis labios, trazando su lengua
sobre ellos—. Puedes chupar mi polla la próxima vez.
Estoy demasiado lejos para preocuparme por tales implicaciones,
porque no habrá próxima vez.
Esto es una locura, donde el sentido no existe, pero no volverá a
suceder.
Así que con este pensamiento en mente, envuelvo mis piernas
alrededor de él, empujándonos más cerca y, maldita sea la decencia
común, susurro:
—Por favor, fóllame, Santiago. —Su otra mano aprieta mi cadera,
sus dedos clavando profundamente en mi piel, mostrándome un
sentido de posesión que nunca había conocido antes, y gimo cuando la
corona de su polla golpea contra mi clítoris, deslizándose sobre mis
labios y sumergiendo solo la punta dentro, dándome una pista de lo
que podría venir—. Por favor.
—No hay necesidad de rogar, querida. —Y me golpea con un
poderoso empuje, estirándome fuertemente alrededor de su larga y
gruesa longitud. Un grito se desliza más allá de mis labios,
reverberando alrededor de la habitación—. Ahora eres mía.
No tengo tiempo para centrarme en las palabras mientras él tira
hacia atrás y luego vuelve a entrar, el movimiento empujándonos a
nosotros y a la mesa a través del suelo. Cogiendo mi jadeo con su boca,
me da un beso profundo mientras continúa plantándose
profundamente dentro de mí, electrizando la energía que nos rodea,
mordiendo nuestra piel y solo añadiendo más fuego consumiéndonos
a ambos.
Todo a mí alrededor y en mí es tan caliente que me temo que nada
me enfriará nunca, dejándome flotando sobre la dicha sin fin pero
nunca llegando a ella.
Envolviendo mis muslos alrededor de él, le rodeo el cuello,
arrastrándolo tan cerca que siento que su pecho roza mis pezones
puntiagudos que, a pesar de la tela que los cubre, son tan sensibles.
El deseo nos mantiene prisioneros, envolviéndonos en un capullo
protector donde el placer vive mientras continúa follándome tan duro
y a fondo que sé que nunca podré olvidarlo.
Cada tirón de sus caderas, los movimientos de su lengua, su
cuerpo musculoso pesando sobre mí, me empujan cada vez más cerca
al borde, enviando emociones a través de mis huesos, listo para
romperse mientras él lo esté haciendo.
Él me da pasión que nunca había conocido antes, y mi cuerpo ya es
adicto a ella, con miedo que pueda irse sin satisfacerme.
Cuando mis pulmones comienzan a quemarse por falta de oxígeno,
él se suelta, y yo tomo un trago para respirar mientras lo mezclo con
gemidos cuando él empuja mis manos, colocándolas sobre mi cabeza.
Empieza a enterrarse más en mí, sus caderas se aceleran, el sonido de
bofetadas llenando el aire a medida que el calor entre nosotros crece y
crece.
Empuje. Empuje. Empuje.
Cada vez, mi coño se aprieta a su alrededor, más y más apretado,
hasta que finalmente todo dentro de mí se rompe, el silencio se asienta
sobre mí antes que el placer devorador llene todos mis huesos,
deslizándose sobre mi piel y cabeza, enviando miles de olas una y otra
vez mientras lucho por respirar.
Arqueando mi cuello, abro mi boca para coger aire mientras me
alimento de la dicha que me envuelve en sus brazos mientras él
continúa golpeándome más y más rápido, buscando su liberación, y
con gusto lo dejo que me use como le parezca.
Pone la boca en el lugar entre mi cuello y hombro, chupando la
piel, y las ondas de placer continúan viajando a través de mi sistema
mientras gruñe contra mí, quieto dentro de mí con su longitud todavía
estirándome.
Sin pensar, lo abrazo cerca de mí, disfrutando de su boca en mi
carne mientras trato de absorber este momento tanto como puedo,
porque es la mejor experiencia sexual que he tenido.
Y solo entonces, la horrible realidad de lo que he hecho se me hace
evidente.
Respirando pesadamente en su cuello, me presiono más dentro de
ella, y sus muslos me aprietan fuerte, sus uñas raspando mi camisa
mientras la falda de su vestido se arremolina en mis brazos. Mis
manos se deslizan hacia arriba y hacia abajo por la piel lisa de sus
caderas, su coño se estremece a mi alrededor una vez más antes que
jadee en mi oído, el sonido y la tensión llenando su cuerpo
alertándome que la niebla de la lujuria se ha aclarado y ella tiene sus
sentidos de vuelta.
Y con la puta resistencia que a ninguno de los dos nos gusta, pero
ella por alguna razón insiste en tener.
Tira de sus manos hacia atrás antes de empujarme fuerte,
ordenando con su voz temblorosa:
—Suéltame.
Hago lo que ella dice instantáneamente, me alejo y me deslizo
fuera de ella mientras los dos gemimos y me meto dentro después de
quitar el condón y tirarlo en el cubo de la basura. Abro mis pantalones
mientras ella ajusta su vestido y salta al suelo, pasando los dedos por
su cabello.
Un trabajo inútil, ya que metí el puño tan fuerte en su cabello que
nadie dudará que estaba apropiadamente corrompida en la biblioteca
como una buena chica. Además, incluso si se las arregla para arreglar
su cabello, no será capaz de quitar los chupones que adornan su cuello
y hombros superiores, las marcas de mordeduras rojas enojadas que
estampan mi propiedad sobre su cuerpo delicioso.
Una sonrisa inclina mi boca; la satisfacción junto con la posesión
desconocida corre por mis venas ante la perspectiva que otros
hombres la vean en esta condición y sepan que ella pertenece a
alguien.
Me pertenece a mí.
Mientras participemos en este retorcido y oscuro juego mío, Briseis
es mía y solo mía, y si alguna vez hay un tonto que se interponga en
mi camino y trate de reclamar lo que ya me pertenece...
Bueno, puede enviar saludos a Dios y al diablo, porque firmará
una sentencia de muerte.
—Esto no debería haber pasado. Fue un error —susurra antes de
agarrar sus cosas y lanzarse hacia la entrada, sus pies descalzos sin
sonido en la alfombra mientras hace su retiro apresurado, dejando el
aroma de su perfume de lavanda flotando en el aire.
Su voz ronca cubre mi polla y la pone alerta, la bestia dentro de mí
queriendo correr tras ella y atraparla antes que pueda escapar y luego
follarla duro en el suelo, para que aprenda a no abandonarme nunca.
Mi hermosa y artística Briseis puede hacerme ir por su voz y
hacerme olvidar todo sobre mi plan.
Peligroso, tan peligroso, porque el plan siempre debe estar
primero.
Briseis no es más que una conquista para lograr mi objetivo, una
conquista muy tentadora y seductora, apasionada que el jinete busca...
cuyos ojos tienen el poder de perseguirme cada vez que cierro los
míos, su expresión atrayéndome hacia ella con la profunda necesidad
de calmarme.
Mi padre ama a mi madre como un loco. La vio y sabía que sería
suya. A pesar de sus resistencias obstinadas, con el tiempo, ella aceptó
su obsesión y se enamoró de él también. No le dejó otra opción,
porque nunca le habría permitido divorciarse de él.
Puede que no comparta muchas características con mi padre, pero
soy su hijo.
Amaré hasta el punto de la locura, en formas más obsesivas que
mis padres. Si alguna vez me dejo cuidar por una mujer, ella será el
centro de mi universo oscuro donde sin ella, la vida no tendrá sentido.
Sin embargo, el amor, el afecto, e incluso el apego son cosas que no
puedo permitirme en esta vida, porque son debilidades.
Debilidades que su maldito padre me enseñó a no consentir,
porque son las primeras cosas que se usan en tu contra si pasa algo.
Por lo tanto, anularé cualquier emoción creciente que no tenga
lugar y le mostraré mi naturaleza cruel, para que ella tampoco se deje
amar por mí.
¿Y para lograr eso?
Tengo que hacer algo imperdonable.
Capítulo Ocho
Fui creada en un romance ilícito...
-Briseis
Han pasado dos meses, pero lo recuerdo todo como si hubiera sucedido
ayer. Su olor, su respiración y su risa sádica me despiertan por la noche, y su
cara parpadeando en mis pesadillas me hace despertar sudorosa mientras grito
pidiendo ayuda.
Tres veces, papá entró corriendo a la habitación, tratando de abrazarme o
calmarme, y nunca lo logró.
No quería sus abrazos, su toque, o el toque de nadie para el caso.
Lo único que quería era golpearlo y ordenarle que se callara, para que
dejara de mencionar tanto el nombre de Andreas o cuánto le ayudó invertir en
su negocio.
La única gracia salvadora en mi vida ha sido Howard, quien destruyó la
mitad de su habitación cuando se enteró de la injusticia que me habían hecho
y luego me meció en sus brazos, prometiéndome que me vengaría.
Siguió disculpándose por haberme arrastrado a esto, sin explicar nunca
del todo por qué Andreas lo odia tanto, y yo tampoco pregunté.
Todas las explicaciones del mundo no borrarán lo que me pasó.
Howard todavía me llamó por el teléfono que me regaló, vino y me habló
en voz baja, sin hacer ningún movimiento sobre mí, porque habría corrido en
una dirección diferente; solo la idea del sexo y todo lo que implicaba me
provocaba pánico.
En sus brazos, encontré consuelo tal como esperaba, un alivio temporal de
la agonía en la que se ha convertido mi vida.
Pero a pesar de toda la ternura que Howard me ha mostrado desde ese día,
vi algo más brillando en sus ojos cada vez que nuestras miradas se
encontraban, y siempre me provocaba escalofríos. Nunca comentó las palabras
de Andreas sobre el embarazo; el desapego que sentía en sus brazos era una
respuesta en sí misma a tal posibilidad.
Sin embargo, nada de eso creó el entumecimiento dentro de mí,
silenciando la despreciable voz que susurraba en mi cabeza y reemplazándola
con el grito interno que resonaba en mis oídos cada minuto.
No.
La prueba de embarazo positiva lo hizo.
¿Y la parte más horrible de todo esto?
No tengo idea de quién es el padre, porque la última vez que me acosté con
Howard fue el día antes que Andreas me violara.
La vida que crece dentro de mí es del hombre que amo con todo mi corazón
o del hombre que odio con toda mi alma.
Lo que significa que una parte de mí lo ama, y la otra lo odia tanto que
quiero apuñalarme con un cuchillo y sacármelo.
La prueba está a mi lado sobre la mesa como un recordatorio burlón de las
palabras de Andreas, aunque existe la posibilidad que no sea de él.
No le he dicho a nadie sobre eso. ¿Cómo puedo?
Mi primer instinto es, por supuesto, llamar a Howard. Pero al recordar su
mirada, sus orbes llenos de resentimiento, sé que será nuestro final.
Me dejará y esto me romperá el corazón si queda algo más por romper. Mi
amor de cuento de hadas quedará manchado para siempre con su reacción a
esta noticia.
Puede sonar débil y patético... pero Howard es el único hombre que existe
para mí.
Mi padre me prohibirá ver a Howard o perseguirá a Andreas para que me
case con él.
¿Y Andreas?
Prometió venir por su bebé si estoy embarazada, la anticipación y la
extraña emoción detectable en su voz me indica de alguna manera que un
niño es importante para él. Algún tipo de gran plan que planea, o
simplemente necesita un heredero al trono, probablemente nadie quiera vivir
voluntariamente con un monstruo.
Pensé en todas las opciones que tengo y solo una parece razonable.
No dejaré que este bebé viva. Lo odio con pasión, pero aun así una parte de
mí lo ama.
Este pequeño amor me impulsa aún más a cumplir mi objetivo y acabar
con esta locura que rodea mi vida.
Andreas es un monstruo que nunca debería haber nacido.
Y su bebé también.
DIECIOCHO DE MARZO
La doctora vino para su última visita antes del parto. Me hizo algunas
pruebas y me revisó internamente. En el momento en que vi el ceño fruncido
en su rostro reemplazado rápidamente por el miedo, haciendo que sus ojos
lucieran como si fueran a salirse, supe que algo andaba mal. Solo Andreas
tiene tal poder sobre sus emociones, y los mataría a todos si algo le pasara a mi
hijo.
Dijo que el bebé yace con los pies hacia abajo y que, sin el equipo médico
adecuado, no sabe qué tan seguro será el parto.
No podemos ir al hospital. Harán muchas preguntas y, por alguna razón,
Andreas quiere un parto lo más natural posible. Según él, su bebé es lo
suficientemente poderoso como para perseverar, pase lo que pase.
Al igual que su bebé en circunstancias similares.
Durante sus breves llamadas telefónicas, siempre menciona algún
misterioso él como si estuviera compitiendo con alguien. Al principio, pensé
que podría haber sido Howard, pero murmuró su nombre una vez.
Lucian.
Estoy inquieta, sin saber qué hacer con esta información.
Hace un mes, con el pretexto de necesitar aire fresco, intenté escabullirme
entre los guardias para encontrar a la policía y hacer que me escucharan.
Debería haberlo hecho en casa después de la violación, pero Andreas me
manipuló con miedo. Aturdida, dejé que me metiera más y más en la jaula
dentro de mi psique, donde casi me convenció de que el mundo entero se
vendría abajo si abría la boca.
No quiero jugar más a este juego, pero fallé en mi intento de escapar. Me
atraparon y esperaba que Andreas viniera con algún castigo. Sin embargo,
para mi sorpresa, las monjas no lo informaron, solo me susurraron que me
quedara quieta hasta que naciera el bebé.
Sin embargo, ¿cómo puedo hacerlo si puedo ponerla en peligro si me quedo
quieta?
Según la doctora, también existe la posibilidad de mi muerte, porque si
hay alguna complicación, ella no podrá ayudarme.
Esto también me asusta, dejar a mi hija para Andreas. Durante estos
pocos meses, incluso acepté el hecho de que estoy dispuesta a permanecer a su
lado mientras me deje estar con ella.
Así que después de reflexionar durante varias horas, encuentro la
solución, la única solución posible en estas circunstancias.
Haré todo lo posible para liberarme a mí y a mi hija del monstruo.
Y espero de todo corazón haber tomado la decisión correcta.
Después de todo, el fracaso no es una opción en el infierno.
—Excelente —dice y saca las llaves de su bolsillo trasero,
balanceándolas ruidosamente en el aire antes de hacerme un gesto con
la mano para que me levante. En cuanto lo hago, envuelve su palma
alrededor de mis muñecas, liberándolas una por una con sus pulgares
frotando mi piel dolorida.
Apartando su mano de un golpe, doy un paso atrás, mirando los
moretones de color rojo claro en mi piel, y me estremezco un poco
cuando me recuerdan mi infancia.
No pasa desapercibido para él.
—No dejarán marcas. Tenemos que ponerles ungüento.
—No hay necesidad de fingir que te importa. —Mi padre comienza
a toser ruidosamente, todo su cuerpo tiembla—. Papá —llamo,
lanzándome en su dirección y agarrando los barrotes de la jaula que se
balancea con el contacto—. Papá, ¿me escuchas? —Extiendo mi mano
hacia adentro, trato de alcanzarlo, pero termino solo tocando su
mejilla con la punta de mis dedos.
—Briseis, Briseis. —Su susurro apenas audible me sorprende, mis
ojos se agrandan al pronunciar mi nombre de todas las personas en
este momento de desesperación. Uno de sus ojos se abre, mirándome
fijamente—. Es tu culpa. Él vino por ti. Es tu culpa.
Retrocediendo, mis pies raspan contra el cemento, y la
incredulidad mezclada con la ira me recorre, mis labios están pegados,
porque de lo contrario mi grito de frustración haría eco en este lugar.
¿Cómo es que todo esto es mi culpa? Yo no fui la que se cruzó con
un Cortez. ¡Increíble!
—Qué típico. —Me sobresalto cuando Santiago se para detrás de
mí, su aliento me avienta la nuca, haciendo que se me erice el vello.
Florian salta sobre la barandilla, caminando hacia nosotros y
disfrutando del espectáculo. Todas esas mujeres no deben tener idea
de qué tipo de persona horrible se esconde detrás del hombre
carismático que es Florian.
—Tu padre es un pedazo de mierda que no es digno de tu lealtad,
pero hiciste un trato con el diablo. Estás obligada por el acuerdo.
—Si crees que eres el diablo, tal vez deberías internarte en una sala
psiquiátrica. Estás golpeado en la cabeza.
Me da la vuelta y me presiona contra él, su musculoso brazo me
bloquea en un fuerte abrazo, y empujo el agarre, golpeándolo fuerte
con mis puños.
No presta atención a mi resistencia, arroja su cigarro al suelo
donde Florian lo pisa, y frota sus nudillos sobre mi mejilla, el
repugnante olor a nicotina golpeando mis fosas nasales.
—Ah, querida. No puedes estremecerte ante el toque de tu
prometido.
Resoplando con incredulidad, empujo su brazo de nuevo y exhalo
con fuerza cuando ni siquiera se mueve, sino que solo moldea su
cuerpo más firme contra el mío. La sensación de un músculo
perfectamente tallado me hace sacudir la cabeza ante la electricidad
que pincha mi piel.
Mi cuerpo todavía recuerda nuestro encuentro; el sofoco que se
extiende a través de mí despierta cada vello de mi cuerpo. Sin
embargo, mi mente me grita que me aleje lo más posible de este
hombre, mostrando imágenes de sus actos oscuros de esta noche para
que sirvan como advertencia para nunca sucumbir a la lujuria que
arde en mis venas.
Hormonas
Mis hormonas aún pueden encontrar atractivo al hombre, mis
ovarios explotan por dentro al saber lo que puede hacerme, pero eso
no significa que nunca más volveré a actuar de acuerdo con esos
deseos.
De buena gana al menos.
Un pensamiento entra en mi mente, uno que no había tenido antes,
y su frialdad me golpea, helando mi sangre ante las dolorosas
posibilidades que me esperan. Las palabras brotan de mis labios antes
de registrarse en mi cerebro.
—Tu toque me repugna. ¿O la violación será parte de este
matrimonio? —Apenas logro terminar la oración antes que envuelva
su mano alrededor de mi cuello, apretándolo muy fuerte y cortando
mi oxígeno de inmediato.
Poniendo mis palmas sobre las suyas, trato de quitarlas,
necesitando desesperadamente respirar aire en mis pulmones, pero
Santiago continúa agarrándome, magullando la carne ya magullada.
—Suéltame —digo a través de mi garganta seca, abofeteándolo
mientras el mareo me inunda y aparecen puntos negros frente a mi—.
Suelta… —Finalmente me suelta, y tropiezo hacia atrás, aterrizando
contra los barrotes de la jaula y cayendo al suelo, mi mano
reemplazando la suya en mi cuello. Toso muy fuerte, tragando el aire
que tanto necesito mientras el escozor y el dolor me queman la
garganta.
Sin embargo, el odio y la rabia que brillan en su mirada borran
cualquier pensamiento de mi incomodidad. Me señala con el dedo,
listo para decir algo, pero luego lo retira, cerrando los ojos ante la ira
que todavía atraviesa claramente su sistema ante mi acusación.
Remi y Octavius marchan hacia nosotros, y Florian se para más
cerca como si quisiera detener a Santiago en caso que se abalance
sobre mi garganta otra vez.
La tensión sube en el aire, tan palpable que me pone la piel de
gallina y el miedo me quema, insinuándome que he hecho algo
horriblemente malo y que podría pagar el precio por ello.
Abriendo sus orbes azules, su mirada se posa en mí antes de
acercarse, entrelazando sus dedos en mi cabello, tirando de él con
tanta fuerza e inclinando mi cabeza hacia atrás mientras mi grito de
angustia rebota en las paredes.
—Nunca. Me. Acuses. De. Eso. —El veneno cubre cada una de sus
palabras, el odio hacia mí es tan fuerte que me encojo por dentro y
gimo cuando tira de mi cabello de nuevo—. ¿Lo entiendes?
En mi asentimiento, su toque cambia. Desliza sus dedos sobre los
puntos doloridos, aliviando la picadura masajeando mi cuero
cabelludo.
—Remi, sácala de aquí —ordena para mi sorpresa, ya que ninguno
de ellos me parece alguien que escuche a nadie y mucho menos las
órdenes de sus amigos.
Pero, de nuevo, no sé nada sobre su dinámica dentro del grupo.
Remi hace un gesto con la mano hacia un lugar lejano, justo
enfrente de nosotros, y le pregunta a Santiago sin quitarme los ojos de
encima:
—¿En dos horas en la iglesia?
—Sí.
—¿Mi padre? —Me estremezco. Hablar parece como si me
estuviera rasgando la piel de adentro hacia afuera, y Santiago se
encoge de hombros.
—Asistirá a la boda. —Su voz no admite discusión, así que sigo a
Remi sin siquiera preguntarle a dónde planea llevarme. —No hagas
nada estúpido, Briseis. Un error y está muerto.
Dándole a mi padre una última mirada, quien nos mira a todos con
horror en su único ojo, lo dejo a merced de los monstruos, porque
francamente, no puedo reunir una pizca de compasión después de su
anterior rechazo.
Cuando estamos casi junto a la puerta escondida en la oscuridad, la
voz de Santiago me inunda, y su significado perturba las cuerdas de
mi alma más de lo debido.
—Cuida su garganta. No la quiero con dolor.
El hombre que acaba de herir brutalmente les ordena que atiendan
mis heridas, confundiéndome sin fin, porque acciones como esas casi
me hacen creer que tiene un corazón enterrado en algún lugar bajo
toda la oscuridad que pesa sobre él.
Remi abre la puerta de una patada, bloqueo los pensamientos
sobre Santiago por el momento, y terminamos en un espacioso...
¿garaje? Sin luces, no veo mucho además de la silueta en la distancia,
por lo que probablemente uno de sus coches esté esperando listo para
conducir a donde sea.
Sin embargo, mi mandíbula golpea el suelo cuando Remi aplaude
y el lugar se ilumina, mostrando dos helicópteros ocupando la mayor
parte del amplio espacio vacío. Uno de ellos se encuentra en medio de
un pequeño círculo pintado en el suelo, su pintura negra pulida brilla
a la luz. Tiene cinco asientos disponibles, dos en la parte delantera y
tres en la parte trasera, y la inquietud me invade ante la perspectiva de
volar en esta cosa.
Si bien mucha gente sueña con subirse a uno de esos para hacer
turismo, la idea siempre me asustó muchísimo.
Remi levanta mi mandíbula con la punta de su dedo, haciéndome
fruncir el ceño, y se ríe, sus ojos oscuros llenos de diversión.
—Súbete. No queremos llegar tarde. —Camina alrededor del
helicóptero, y parpadeo varias veces cuando ocupa el asiento
delantero, ¡solo que ahora me doy cuenta de que planea pilotar la
maldita cosa!
Tragando el nudo que tengo en la garganta, entro en la cabina y
cierro la puerta con un ruido sordo.
Remi me da unos auriculares y me los pongo mientras él hace lo
mismo antes de pulsar un mando a distancia.
—Oh Dios —murmuro cuando empezamos a subir a la plataforma,
y agarro la manija de la puerta, presionándome más cerca del lado de
Remi—. ¿Qué está sucediendo? ¿Estamos en el techo?
—Bajo tierra. La plataforma nos llevará hasta donde podamos
volar fácilmente. —Miles de pensamientos pasan por mi mente ante
esta información, el más destacado de ellos es todo lo que hizo
Santiago para crear su mazmorra.
La escondió bien, y ni siquiera puedo comprender la cantidad de
trabajo que tomó construir algo como esto bajo tierra. ¿No necesita el
permiso del estado? ¿Cómo diablos encubrió sus oscuras acciones todo
este tiempo? ¿Nadie se molestó en revisar su arena con todas esas
acusaciones flotando a lo largo de los años?
Cierro los ojos, el aire se atasca en mis pulmones cuando nos
detenemos solo para que Remi presione varios botones, y la máquina
empieza a zumbar, el fuerte sonido de la turbina con sus rotores
principales y de cola arrancando, bloqueando cualquier otra cosa.
Siento que subimos lentamente, el helicóptero se balancea suavemente
de un lado a otro, y aprieto mis ojos con más fuerza, mi pulso se
acelera. La máquina comienza a moverse hacia adelante y luego
vuelve a subir más y más alto. Sensaciones de cosquillas me recorren
constantemente, y abro mucho mis orbes, pegando mi nariz a la
ventana para ver el círculo que se abre detrás de nosotros y la
interminable cantidad de tierra verde que lo rodea, que parece no
tener fronteras.
Vuela suavemente, las luces de la ciudad en la distancia me indican
que no estamos tan lejos de Chicago.
—¿A dónde vamos? —Con suerte, a sus prisioneros se les permite
hacer preguntas, porque ir a ciegas en los desastres sería la guinda del
pastel.
—A prepararte para la boda —responde, y me tenso cuando un
fuerte viento nos sacude en el aire y me rodeo con los brazos. Remi
apoya su espalda contra el asiento, ambas manos sosteniendo el
control entre sus piernas. —He estado haciendo esto durante diez
años, Briseis. No te preocupes. —Me tranquiliza, su voz incluso
uniforme y tranquila como si debiera confiar en su palabra, el asesino
en serie que participó en el asesinato de mi familia y se rio cuando su
amigo me torturó.
—Te creeré cuando aterricemos —grito, mirando hacia adelante,
sucumbiendo a mi deseo a pesar de mi determinación anterior de
absorber la belleza del mundo que me rodea. Las estrellas llenan el
cielo nocturno, la luna brilla intensamente, lanzando un hechizo
mágico sobre la magnífica ciudad que tenemos delante llena de vida, a
juzgar por lo iluminada que está y todos los coches en movimiento—.
Es bonito.
—Recuerdo mi primera vez volando esta cosa. Nada se compara
con el poder que se arremolina a tu alrededor con el helicóptero
totalmente bajo tu control, observando el suelo desde arriba y dándote
cuenta que nuestras posibilidades son infinitas si solo nos permitimos
soñar.
Lo miro boquiabierta por la descripción que da de volar, sin
esperar que un asesino en serie sea tan poético. Aprieto mis labios y
los enrollo mientras me concentro en el entorno, porque hablar con
Remi me confunde.
Cuando alguien peligroso actúa así de amable, debe haber un truco
escondido en alguna parte; tal vez me necesitan lo suficientemente
relajada antes de atacar de nuevo.
Llegamos a Chicago en unos minutos, sobrevolando la ciudad
donde tengo la oportunidad de mirar las aceras con gente corriendo,
algunos incluso bailando en las calles. Y tanta arquitectura asombrosa
se extiende por todas partes. Algunos de los edificios fueron creados
en el siglo XIX.
Cuando pasamos por Millennium Park, veo gente tomando fotos
cerca de Cloud Gate, y me quema el anhelo, porque nunca tuve la
oportunidad de hacer eso, y quién sabe si tendré esa oportunidad en el
futuro. Mi suerte no ha sido tan buena en los últimos días.
Una verdadera tortura realmente, vivir en una ciudad con piezas
de arte únicas disponibles por todas partes, solo para negarse a
apreciar el increíble talento que representan.
Los camiones de comida callejera tienen gente haciendo cola,
formando pequeñas multitudes en las calles, y los vehículos se
mueven sin problemas en la carretera, un poco más ocupadas de lo
habitual.
Considerándolo todo, Chicago podría ser mi único amor
verdadero, porque nada se compara con mi ciudad natal.
—También amo la ciudad. Nunca querría vivir en ningún otro
lugar —me informa Remi antes de dar un giro rápido y luego hacer
clic en algunos botones mientras aceleramos, dirigiéndonos al
rascacielos alto con el nombre de Cortez.
—A veces, no tenemos otra opción —le digo a Remi, haciendo
estallar mis dedos y disfrutando el crujido a pesar de la leve
incomodidad. Con todo el recorrido que organizó para mí, casi olvido
la verdadera razón de todo y cómo estoy a punto de participar en una
boda que bien podría ser mi funeral.
Remi aterriza fácilmente el helicóptero en el techo del edificio,
antes de apagarlo, y una mujer corre hacia nosotros, sosteniéndose el
cabello con la mano mientras pone una sonrisa falsa en su boca.
—¡Señor Dawson! Lo hemos estado esperando. —Me quito los
auriculares y miro a Remi en busca de una explicación.
Cuelga sus auriculares en su lugar, señalando a la mujer.
—Aly tiene todo listo para ti. Sólo síguela. —Una vez más junto
mis labios para que no se escape un grito de frustración, porque recibir
órdenes como una muñeca sin alma difícilmente puede ser agradable
para nadie, coloco mi pie en el escalón, lista para saltar, cuando su voz
congela mis movimientos.
—Siempre tenemos una opción. Tus elecciones siempre incluyen
ser una víctima. —Mirándolo por encima del hombro, abro la boca
para protestar, porque a la mierda él y su jodida forma de pensar, pero
su palma abierta me detiene—. No podemos cambiar nuestra infancia.
Pero podemos evitar que dicte nuestro futuro.
¡La audacia de este tipo!
—¿Así que debería haberlo dejado matar a mi padre y seguir mi
camino feliz? —Aly se aleja sutilmente varios pasos, probablemente
para darnos una sensación de privacidad durante nuestra
conversación—. ¿O debería haber muerto por su mano?
Una extraña expresión parpadea en sus ojos oscuros cuando
responde.
—La lealtad es una gran fortaleza de carácter. Sin embargo, dada a
las personas equivocadas, podría ser sofocante o estúpida. —Mi
silencio debe indicarle mi completa confusión en algún punto torcido
de su cabeza, así que elabora—. Dicen que la sangre es más espesa que
el agua, y la gente cree ciegamente en esta idea. La familia lástima,
destruye y se deleita con la carne de sus crías, y aun así las crías
vuelven a enfrentar más abusos. Se les ha inculcado desde sus
primeros años que deben esta lealtad, por lo que sacrifican todo por el
gran concepto, y rara vez es una realidad. —Se inclina más cerca de
mí—. La familia Cortez ama y protege a los suyos, y no piden
sacrificios. Lo mismo ocurre con los cuatro oscuros. Cuando llegue el
momento... elige bien tus alianzas y lealtades, Briseis.
—¿O qué? —Entiendo que Remi quiere comunicarme algo, pero no
veo cómo algo de esto es relevante para la situación actual.
Su amigo me chantajeó para que me casara. ¿Por qué importa mi
lealtad?
Una sonrisa siniestra curva su boca, la expresión mortal que se
asienta en sus rasgos transforma a Remi en un hombre peligroso cuya
poderosa energía de dominio me eriza la piel con miedo.
—O te arrepentirás. No damos segundas oportunidades. Si alguna
vez haces algo que ponga en peligro a la familia Cortez. —Su voz baja,
y cierro mis manos, apenas conteniendo el impulso de salir corriendo,
y levanto la barbilla, esperando su amenaza—. Santiago no será el que
acabe contigo. Lo haré por él. —Se recuesta en su asiento y me despide
con la mano—. Vete.
Y ahí es cuando mi parte vengativa y oscura vuelve a asomar la
cabeza, interviniendo para protegerme con la única arma disponible
que tengo, con el objetivo de lastimar a Remi solo un poco, si es
posible.
—Eres un ser humano repugnante, Remi, y es por eso que ninguna
mujer en su sano juicio estará jamás contigo. —Sus orbes oscuros
brillan con sorpresa, y me regodeo internamente, porque significa que
mis conjeturas sobre sus frecuentes viajes a otra ciudad eran correctas.
¡Acechar a Santiago junto con los cuatro oscuros finalmente valió la
pena!
Antes que pueda comentarlo, salgo del helicóptero y camino hacia
Aly, quien comienza a hablar rápidamente sobre los preparativos
rápidos que debemos hacer.
Mientras vamos al ascensor, pienso en las palabras de Remi y niego
con la cabeza con incredulidad.
El infierno podría congelarse mil veces, e incluso entonces no les
daría mi lealtad o mis alianzas a los asesinos en serie.
Cuando le doy una patada en el estómago, Howard gime de dolor,
se hace un ovillo y solloza violentamente mientras canta:
—Por favor. Por favor. Por favor. —El hijo de puta no se ha callado
desde que lo saqué de la jaula.
Si tan solo supiera que rogar por la salvación nunca funcionaría
para los pecadores como él, que están destinados a pasar una
eternidad en el infierno.
La ira se arremolina a través de mí, envolviendo todos mis
sentidos, y la bestia dentro de mí ruge ante la idea que mi Briseis sea
herida por todos esos hijos de puta que se hacen llamar su familia, y la
necesidad de matar a Howard de la manera más vil se vuelve tan
fuerte que apenas logro controlarlo.
Aún no.
—Voy a repetir mi pregunta de nuevo —digo, pateándolo en el
estómago con tanta fuerza que empieza a ahogarse con la sangre, y un
suspiro de placer se me escapa, cuando finalmente su puta voz deja de
perturbar mis oídos con súplicas inútiles—. ¿Cómo conseguiste a
Briseis?
Caminando hacia la mesa de armas, deslizo mis dedos sobre mi
colección de cuchillos hechos del mejor acero y plata, sus puntas
afiladas pueden perforar la carne tan fácilmente con una sola
puñalada, destruyendo órganos internos si la mano que las sostiene es
hábil.
Ah, y tengo toda la habilidad del mundo.
Cogiendo el que tiene el mango de espiga, me doy la vuelta para
mirar a Howard, quien finalmente murmura algo.
—Diarios. Diarios. —Volviendo hacia él, mis pasos pesados sobre
el cemento lo alertan de mi presencia y envían miedo a cada poro.
Miro a Octavius y Florian parados cerca, esperando mi próximo
movimiento.
Por lo general, ninguno de ellos cumple con mis peticiones, y
mucho menos con las órdenes; sin embargo, cuando nos involucramos
en la venganza de uno, seguimos las reglas.
Uno de ellas incluye dejar que el que quiere venganza dirija el
espectáculo.
Hago un gesto hacia Howard, y entienden mi significado al
instante.
Cada uno agarra uno de sus brazos, levantándolo para que pueda
pararse sobre sus rodillas tambaleantes, balanceándose un poco en su
agarre y respirando con dificultad. La sangre gotea de su frente,
cubriendo su cara. Otros moretones están dispersos por todo su
cuerpo, dejando casi ninguna carne sin rasgar por Andreas o por mí.
Aunque no es suficiente.
Nada será suficiente.
Hirió a mi Briseis.
Podría ser el monstruo que caza en la noche sin cualidades
redentoras, pero nadie puede lastimar a mi mujer además de mí.
—Flora escribió diarios —susurra, lamiendo sus labios y haciendo
una mueca, probablemente por la sangre que entra en su boca—.
Encontrarás tu respuesta allí.
Ladeando la cabeza hacia un lado, pregunto:
—¿Dónde están?
Tose, hundiéndose hacia adelante, pero los chicos lo levantan y me
mira con ambos ojos, el otro finalmente se abrió, para mi deleite.
Solo un verdadero asesino en serie aprecia la mirada de una
víctima durante un dolor inimaginable.
—En un banco. A salvo. —Un latido antes de añadir—: Andreas
violó a mi Flora. La única mujer que amaba.
La ira penetra cada uno de mis huesos, el deseo de matar a
Andreas se intensifica diez veces, porque sus horribles crímenes
parecen no tener fin, y debería haber sospechado que ese era el caso.
Andreas podía ser encantador cuando quería, pero incluso una
chica inocente como Flora habría visto su verdadera naturaleza.
—Nunca podría amar a Briseis. —Las palabras de Howard me
sacan de mis pensamientos, frunzo el ceño y aprieto mi mano, dándole
un golpe que no esperaba.
Su cabeza es arrojada hacia atrás, su gemido oscilando entre
nosotros, y limpio su sangre en mis pantalones. Mi odio es tan fuerte
en este momento que estoy pensando en faltar a mi palabra y matarlo.
Cualquiera que piense que los niños deben ser castigados por los
pecados de su padre no merece misericordia ni compasión.
La vida le confió a Howard una niña que fue engendrada por un
monstruo sin culpa propia, y él pudo haberle dado algo en lugar de
abuso y negligencia constante.
No debería hablar de amor, porque no entiende lo que eso
significa.
Si algo tan horrible le pasara a mi madre y ella quedara
embarazada y decidiera mantenerlo, mi padre nunca se habría rendido
con ellos.
Él habría amado al bebé, porque era parte de ella.
Pero no todos tienen el corazón de mi padre.
Comprobando la hora en mi reloj, me doy cuenta que solo nos
queda una hora y media para la boda, así que esta tortura
lamentablemente tiene que acelerarse.
—Extiendan sus brazos. —Me dirijo a los chicos y Howard
encuentra la fuerza para mirarme, la confusión cruza su cara cuando
mis amigos hacen lo que les pido—. Howard, le prometí a Briseis que
no te mataría y no lo haré. —Suspira aliviado, pero se congela cuando
le sonrío—. Pero ya ves, nadie lastima a mi mujer. Y esas manos
abusaron de ella una y otra vez. Así que permíteme dejar claro ese
punto.
Antes que pronuncie otra palabra, le corto la mano derecha y su
grito de agonía resuena en el espacio, trayendo un placer tan profundo
que me quedo quieto por un momento, absorbiendo los sonidos.
Luego, rápidamente hago lo mismo con la izquierda, sus dos
miembros amputados yacen a sus pies, y los piso, disfrutando el
crujido debajo de mis zapatos mientras la sangre brota de sus heridas.
—Ahora, la boda nos espera. —Cambio mi enfoque a Octavius—.
¿Puedes envolverlo y coserlo de una manera que no le muestre a
Briseis el estado de sus heridas?
Aunque todos tenemos conocimientos médicos básicos, Octavius
es el único que terminó la escuela de medicina a pesar que no la
práctica. El único propósito de sus estudios era curar a las víctimas en
caso que surgiera la necesidad o ayudarnos a todos en caso de
emergencia.
Para construir una hermandad duradera, debes pensar
estratégicamente.
—Sí —responde, enganchando una cuerda cercana, y Florian lo
ayuda.
—Vigílenlo en todo momento durante la ceremonia. —Dándome la
vuelta, corro hacia el baño, donde mi traje ya me espera, listo para
terminar con esto.
Una ceremonia de boda llena de lágrimas de la futura novia por las
injusticias que esta vida le ha entregado una vez más.
De alguna manera, nunca imaginé que mi boda fuera otra cosa.
Capítulo Once
Toda mi vida, busqué la verdad.
No esperaba que fuera tan cruel.
-Briseis
Mi amado Howard,
Durante horas, he tratado de escribirte esta carta. Innumerables papeles
arrugados yacen a mí alrededor, cada uno de ellos con palabras que no habrían
sido adecuadas para mi última carta.
Finalmente decidí que no puede ser perfecta o hermosa, porque es
devastadora.
¿Cómo puedo ahorrarte este dolor si me llena cada hueso? Las palabras se
derramaron sobre este papel junto con mis lágrimas, dejando huellas borrosas.
Terminamos las cosas hace meses cuando dije la verdad y nunca
respondiste.
No estoy segura de sí es importante para ti o no. De alguna manera te
entendí y nunca me enojé por tu decisión.
El amor dentro de mí por ti es fuerte; disculpa todos tus defectos, y esto es
una señal para mí de que no habríamos durado de todos modos.
Te amo, Howard. Eres mi primer y único amor. A pesar de lo que pasó en
mi vida, estoy agradecida que hayas estado en ella y me hayas traído tanta
felicidad, incluso si duró solo un momento en el tiempo.
Una sonrisa se abre paso entre las lágrimas de mi rostro mientras te
escribo esto, recordando nuestros días y noches llenas de pasión.
Ha pasado menos de un año, pero parece que ha pasado toda una vida.
Soy una tonta ingenua, creyendo en cuentos de hadas y leyendas cuando
no son más que mitos. Y no sé si me usaste para tu propia diversión o
realmente me amabas, pero de cualquier manera, no me arrepiento de
nosotros.
Por ti, conozco el amor.
Lo que me lleva a esto.
Si has recibido esta carta, significa que lamentablemente no sobreviví a mi
plan. Al embarcarme en este viaje, sabía que era una posibilidad y aun así
asumí esos riesgos.
Estoy en algún lugar del cielo ahora, observándote leerla, esperando con
todo lo que hay en mí que cumplas mi última petición.
La carta tiene una dirección y una foto de mi hija adjunta.
¿No es hermosa? No espero que sea otra cosa. Ella es perfecta en mi
imaginación, aunque probablemente no tendré la oportunidad de verla si
tienes esta carta. La llamo ella, pero podría haber terminado siendo un niño
por lo que sé.
En el lugar indicado, la monja te estará esperando dentro de los próximos
dos meses con mi bebé.
La arranqué de las garras de Andreas, para que no la manchara con su
oscuridad y le hiciera cosas despreciables.
La monja también tiene tres de mis diarios. Este es el único legado que mi
hija tendrá de mí y quiero que sepa la verdad sobre su madre.
No soy perfecta, ni ideal. He cometido errores... pero al final de todo, la
amaba.
E hice todo lo que estaba a mi alcance para darle la oportunidad de una
vida mejor.
Espero que, mientras sea criada por otras personas, al menos sepa esto
sobre mí.
Por favor, Howard.
Si al menos una pequeña parte de ti me amaba, apreciaba nuestro tiempo
juntos... cuida a mi hija.
Sálvala de Andreas.
Y si pudiera tener un último deseo más...
Llámala Briseis.
Briseis amaba a Aquiles. ¿Pero lo más importante?
Aquiles nunca la lastimó y la amaba, así que eso es lo que deseo para mi
hija.
No es una historia de amor legendaria donde se hablaría de mitos sobre
ellos en los años venideros.
Pero un amor que dure.
Lamento el dolor que te trae esta carta o cualquier otra emoción. Tal vez
experimentes enojo porque incluso me atrevo a pedirte tal cosa. Sin embargo,
no hay nadie más en mi mente en quien pueda confiar con tal información.
Si la vida hubiera sido diferente.
Si tan solo Andreas nunca hubiera pasado.
Si solo…
En la realidad que estoy viviendo, sin embargo, "sí solo" no existe.
Te amo hasta mi último aliento, Howard.
Al igual que Paris hizo con Helena, finalmente me di cuenta de que estaba
equivocada en nuestro romance.
Yo soy Paris y tú eres Helena.
No puedo cambiar mi destino.
Aunque espero poder cambiar el de mi hija.
Siempre tuya,
Flora
—Terminamos —anuncia la maquilladora, Erica, rozando mi
mejilla con el rubor por última vez antes de dar un paso atrás y juntar
sus manos—. Te ves impresionante.
—Ella está en lo correcto. Realmente lo haces —dice Aly, y
tomando una respiración profunda, me enfrento al enorme espejo
vertical detrás de mí, jadeando en el momento en que mis ojos se
posan en mi reflejo, sorprendidos de verme tan…
Tan bellamente unida.
Mis mechones castaños tienen un elegante peinado largo, los
pesados rizos caen en cascada por mi columna, el alfiler de cristal que
los mantiene unidos por ambos lados me da una vibra de princesa con
el maquillaje perfectamente aplicado. Mis ojos son excepcionalmente
vivos en mi rostro y, a pesar de sus diferentes colores, de alguna
manera logran resaltar en mi piel pálida. El lápiz labial rojo llama la
atención sobre mi boca llena, mientras que el ligero rubor esculpe mis
pómulos altos.
Mi mirada se desplaza hacia el vestido blanco plateado, un color
inusual para un vestido de novia. Según Aly, Santiago lo escogió él
mismo. Para mi sorpresa, no era el que estaba colgado en la jaula.
¿Quizás eso fue solo un accesorio que usó para demostrar su punto?
El vestido de gala con hombros descubiertos tiene un corsé ceñido
con cordones que enfatiza mi cintura delgada, curvándose hacia mis
caderas anchas donde la seda interminable se desliza sobre la falda.
Los tacones de aguja plateados rematan la composición.
Si fuera una novia real a punto de casarme con el hombre de mis
sueños, sería la mujer más afortunada del mundo, llorando de
felicidad por lo increíble que resultó todo.
Excepto que todo lo que me rodea muestra una ilusión de su
creación destinada a traerme sufrimiento y dolor.
—Necesitamos algo viejo y azul —dice Erica, mirando a su
alrededor. Mueve el ramo de rosas rojas en su mano, haciendo juego
con el color de mi lápiz labial—. Lástima que no sean azules —Inhala
su aroma, suspirando soñadoramente—. Eres muy afortunada, Briseis.
Aly se ajusta las gafas en la nariz, sacudiendo la cabeza,
insinuando que deje de hablarme tan informalmente.
Después de llegar con Remi, descubrí rápidamente cuánto poder
posee realmente la familia Cortez cuando nos llevó al ascensor a través
de su enorme edificio de oficinas vacío mientras tocaba ferozmente en
su tableta, informándome que todo estaba listo.
Entramos en una amplia sala que consta de muebles caros, un
baño, candelabros de cristal y un equipo de personas listas para hacer
su magia conmigo.
Y todos ellos hicieron su trabajo de manera eficiente y silenciosa,
sin siquiera atreverse a levantar la vista hacia mí. Aly me trajo
medicamentos y té caliente con miel, lo que me alivió temporalmente
el dolor de garganta. La asistente me pidió varias veces que le avisara
si necesitaba algo y que mis deseos tienen prioridad sobre cualquier
plan programado.
La pobre chica se esforzó tanto en hacer su trabajo que no tuve
corazón para ser difícil o indiferente; después de todo, no es su culpa,
este es un juego falso que su jefe juega para...
Dios sabe para que realmente.
Estrujarme la cabeza durante una hora mientras era mimada por
diferentes profesionales no me dio ninguna pista de lo que Santiago
podría lograr con esta boda.
La única persona que me dejó sin palabras fue Erica, la chica
burbujeante que descubrí que puede hablar de cualquier cosa y de
todo, escupiendo un millón de palabras por minuto.
Suena el teléfono de Aly, y sus ojos se agrandan antes de lanzarse
hacia la puerta, y dado que estamos justo en el medio, asumo que uno
de los cuatro debe estar aquí para llevarme a la iglesia.
Agarrando la falda de mi vestido, empiezo a caminar tras ella
cuando Erica me agarra del codo, tirando de mí hacia el centro.
—Tenemos que ponerte el velo.
Un velo en ciertas culturas representa la pureza e inocencia de la
novia. En la antigüedad servía como protección contra los malos
espíritus que podían atacar a la novia o maldecir el matrimonio.
Excepto que las tradiciones de boda apenas me importan. Este
matrimonio está maldito desde el principio, y ningún velo rectificará
la situación.
—No lo necesito.
Erica abre la boca para protestar, pero unos taconazos fuertes
golpeando el mármol desvían mi atención hacia la nueva invitada que
camina hacia mí.
Mi mandíbula casi golpea el suelo.
En pocas palabras, nunca he visto a una mujer más hermosa, y por
la confianza que emana de ella, es muy consciente del hecho.
Tiene el cabello largo y negro cayendo por la espalda en pesadas
ondas, la luz brillante se refleja a través de los mechones sedosos, y
deben llegar a su parte inferior, fácilmente peinados en forma de
cascada.
Sus ojos azules me recuerdan el cielo azul claro en un día de
verano y se destacan como dos diamantes contra su piel bronceada. El
vestido de encaje sedoso envuelve su cuerpo, mostrando las generosas
curvas de sus pechos y su culo. El vestido termina ligeramente por
encima de sus rodillas, dejando al descubierto sus largas piernas, y
cuando se acerca, su aroma, rosas mezcladas con orquídeas y lavanda,
me envuelve.
Ella no tiene que presentarse.
Jimena Cortez.
La hermana de Santiago y heredera al trono cuyas formas
diabólicas vuelven loca a toda su familia.
Lo último que supe fue que obtuvo su licencia de piloto y anunció
su deseo de cruzar el océano sola.
Sus orbes azules me escanean de la cabeza a los pies, y una suave
sonrisa ensancha sus regordetas mejillas.
—Eres hermosa. —Levanta la mano con una caja cuadrada de
terciopelo negro—. Santiago me debe mucho por sacar esto a
escondidas de la oficina de papá. Casi me atrapan. —Mis cejas se
surcan en confusión, y ella se acerca, moviendo suavemente mis
mechones sobre un hombro—. Pero lo tengo. —Abre la palma de la
mano, esperando mi mano, supongo, así que se la doy, demasiado
aturdida para pronunciar una sola palabra, y finalmente abre la caja.
Parpadeo ante el hermoso anillo dentro de ella.
Rodeado de diamantes más pequeños, el anillo de zafiro puro y
claro de corte princesa brilla a la luz, reflejando nuestros rostros en él,
y la banda de platino solo se suma al lujo de la joya.
—El papá de Florian lo diseñó para el mío hace años cuando le
propuso matrimonio a mamá. Es un símbolo de su amor. —Lo desliza
en mi dedo, frotando la piedra y explicando la importancia que tiene
esta joya familiar—. En su trigésimo aniversario, papá le regaló otro y
decidieron guardarlo para Santiago. En secreto, creo que ambos
intentaron insinuarle que querían nietos. —Su voz se engancha en la
última palabra, algo parpadea en su rostro, pero lo cubre con una
sonrisa una vez más.
La mortificación me atraviesa ante esta información, y rápidamente
empiezo a quitármelo, odiando aún más a Santiago por tratar de
engañar a sus familiares de esta manera.
—No, no. —Jimena frunce el ceño, sacudiendo la cabeza como si
me hiciera una pregunta silenciosa, así que le respondo:
—Nuestro matrimonio no es… —Cierro la boca, temerosa de
hablar libremente en compañía de sus empleados.
¿Quién sabe qué podría hacerles Santiago si cree que son una
amenaza para sus planes?
Jimena debe adivinar mi hilo de pensamiento, porque despide a las
mujeres suavemente.
—Déjennos solas, por favor.
—Por supuesto —responde Aly, arrastrando a Erica afuera quien,
por lo que parece, habría disfrutado quedarse y escuchar nuestra
conversación—. El coche está esperando abajo cuando estés lista. —
Unos pocos pasos más y la puerta se cierra detrás de ellas.
Jimena me da una palmadita en la mano, indicándome que quiere
que me quede con el anillo, tira la caja en el sofá cercano y va a coger
el velo.
Agitándolo un poco, endereza el tule y comienza a sujetarlo a mi
cabeza, así que respiro hondo, decidiendo contarle todo y espero que
su hermana me entienda.
Todo lo que he oído sobre ella a lo largo de los años no ha sido más
que bueno.
—Nuestro matrimonio no se basa en el amor. Me chantajeó para
que lo hiciera. —Jimena se queda en silencio, recortando el velo con
fuerza, y vuelve a pararse frente a mí, colocando el tul sobre mi
hombro y asegurándose que mi cabello no estorbe—. De lo contrario,
matará a mi padre. —Le ahorro los detalles sangrientos de lo que le
pasó a mi familia; probablemente se enterará por las noticias muy
pronto—. Así que este anillo no debería estar en mi dedo. Quiere que
creas que es un matrimonio real pero no puedo mentir. Por favor,
ayúdame a escapar. —Exhalo pesadamente y espero que rompa a
llorar o jadee horrorizada antes de saltar para defenderme de su
hermano.
¿O tal vez llamar a su poderoso padre que puede ponerle una
correa a su hijo loco?
Aunque Jimena se ríe, y luego se transforma en una carcajada total.
Se dobla en dos, agarrándose el estómago, todo su cuerpo temblando
como si nunca hubiera escuchado nada más divertido. Traga saliva
para respirar, pero luego se echa a reír de nuevo, el sonido melódico
me llena de molestia y desesperación.
—No me crees —susurro, sintiéndome increíblemente estúpida por
mi confesión, y ella finalmente se endereza, secándose las lágrimas
que resbalan por sus mejillas.
—Oh, lo hago. La simple idea de que Santiago haga algo que no
quiere es divertidísima. —¿Qué?—. Así que confía en mí, este anillo es
tuyo. —Mira su reloj de platino con diamantes—. Y será mejor que nos
vayamos antes que él mismo irrumpa aquí y regañe.
¿Está loca, o es la locura un rasgo familiar del que no estaba al
tanto?
—Matará a mi padre —repito, pensando que tal vez no lo escuchó
bien la primera vez—. ¡Y él y sus amigos acabaron con toda mi familia
esta noche! ¡Todos están muertos! —grito la última parte, en este
punto sin importarme quién me escuche.
O examine cómo mis sentimientos son en su mayoría indiferentes a
ellos en este momento. Estoy triste de que alguien haya muerto y todo,
pero ¿emociones más profundas?
Sí, ausentes, lo que solo intensifica mi enojo con Santiago, porque
me hace enfrentar la dura verdad de mi frialdad hacia mis familiares.
Ante esto, las cejas perfectamente recortadas de Jimena se fruncen,
la preocupación brilla en sus rasgos mientras su cuerpo se tensa.
—¿Él realmente dijo eso?
¿Qué demonios pasa con ella?
—¡No, por supuesto que lo negó! —Se relaja, exhalando aliviada,
no es que me ayude ni un poco—. ¿No ves mi punto? Soy su
prisionera.
—Mi hermano tiene sus razones para todo lo que hace. —Mi boca
se abre en estado de shock, y ella agarra mi velo, arrojándolo sobre mi
rostro, así que la miro a través del tul, la incredulidad corre a través de
mi sistema, porque ¿qué clase de lógica jodida es esta?—. Lo más
importante para mi hermano es su libertad. —La tristeza atraviesa los
bordes de su tono, sus ojos se llenan de dolor y, a pesar de saberlo
mejor, mi corazón reacciona anhelando saber qué le pudo haber
pasado a Santiago para valorar tanto su libertad.
A pesar que es completamente idiota, considerando todas las cosas.
—Cuando la gente quiere venganza, hace lo que tiene que hacer
para ganar. —O al menos supongo que es venganza. De cualquier
manera, suena a venganza personal.
Jimena me abraza fuerte. Me quedo quieta, sin esperar el calor que
irradia de ella, y me aprieta entre sus brazos antes de susurrar:
—Mi hermano se casa contigo esta noche porque quiere hacerlo.
No porque tenga que hacerlo. —Se inclina hacia atrás—. Santiago
tampoco miente. Puedes confiar en su palabra. —Da un paso atrás y
señala con la cabeza hacia la puerta—. Ahora, realmente tenemos que
irnos.
Debería gritarle su estupidez y preguntarle dónde está su
solidaridad como mujer, cómo puede hacer a un lado todas mis
acusaciones como si no significaran nada y luego esperar que me case
felizmente con su hermano.
Debería hacer todas esas cosas.
Excepto que mi lucha no es con ella, sino con su hermano,
¿verdad? Entonces, ¿cómo puedo estar enojada con ella por no
involucrarse y posiblemente ponerse en la línea de fuego por el bien
de una chica extraña que acaba de conocer?
Sus palabras se repiten en mi mente mientras me doy la vuelta
para mirar por última vez mi reflejo en el espejo.
Si tuviera que creer eso…
Entonces tal vez Jimena tenga razón, y él no mató a mi familia, lo
que significa que está usando a mi padre como... cebo para que yo
caiga en su trampa.
Él es un cazador, y yo soy su presa que planea atrapar sin importar
el costo.
Los verdaderos asesinos en serie no te dejan decidir quién vive o
muere; hacen lo que quieren.
¿Será esta boda porque… Santiago me quiere, y no sabe cómo
pedir correctamente una relación?
No excusa lo que ha hecho estas últimas horas, pero al menos le da
un giro diferente... uno que puedo...
¿Qué?
¿Aceptar y construir una vida con él?
No importa su razonamiento, esta boda está mal de muchas
maneras, pero curiosamente la esperanza se desliza en mi pecho,
relajando mis pulmones, y mi corazón se contrae ante estos
pensamientos, la oscura realidad cambia a otra cosa.
Algo bastante curioso para mí, si no tengo que odiar al hombre por
lo que hace.
Además, su hermana lo ama y cree en él incondicionalmente a
pesar de su naturaleza oscura. Debe ser una señal que hay bondad
escondida dentro de él.
¿O tal vez esa es la lealtad de la que habló Remi, y simplemente no
la reconocí, porque nadie me amó incondicionalmente?
De cualquier manera, una cosa es muy clara.
A pesar que la oscuridad tiene colores negros, también tiene tonos
grises.
Y de alguna manera entre el gris, necesito encontrar respuestas a
mi pregunta y espero no volverme loca como todos los demás.
Remi tiene razón.
La lealtad dada a las personas equivocadas puede ser sofocante.
Así que tal vez necesito hablar con Santiago antes de la ceremonia,
entender qué diablos está pasando realmente, y luego él pondrá fin a
esto.
Si el hombre realmente tiene corazón, no me obligará a casarme
con él.
Saliendo de la iglesia a varios metros de distancia, muevo el
encendedor entre mis dedos mientras pongo un cigarrillo en mi boca y
lo enciendo, inhalando humo en mis pulmones, el placer instantáneo
hormiguea en mi piel cuando la nicotina que golpea mi lengua me da
una sensación momentánea de indulto.
No soy particularmente religioso ni me importa un carajo toda la
semántica que conlleva, pero la iglesia siempre ha sido una parte
importante de la vida de mis padres, así que me inculcaron ciertas
cosas desde la infancia.
Como no maldecir ni fumar en la iglesia, aunque por las cuantiosas
donaciones que la familia Cortez le da a esta en particular, debería
poder hacer lo que me dé la gana.
Florian me roba el encendedor de las manos y enciende su propio
cigarrillo mientras Octavius y Remi se paran con nosotros, creando un
círculo familiar lleno de tensión y anticipación.
Exhalando humo a nuestro alrededor, paso mi mirada sobre ellos.
—¿Qué está pasando? —Y luego me dirijo a Florian—. ¿Por qué no
estás adentro con Howard? —Aunque lo envolvieron fuertemente con
cuerdas y apenas puede respirar en ellas, no me gusta que mis
víctimas estén desatendidas.
Nuestra ausencia siempre les da la impresión de esperanza y
ayuda que llegará pronto, y eso lo desprecio. Ninguno de esos hijos de
puta merece ni un minuto de consuelo.
Deberían ahogarse en un estanque de desesperación y agonía.
—Está confesando sus pecados al padre Paul.
Me ahogo con el humo y me uno a la risa colectiva que resuena en
la noche, los pájaros vuelan en el cielo y las hojas susurran ante el
sonido, no contentos con nuestra intrusión.
—El hijo de puta realmente cree que limpiará su alma y Dios
evitará que lo matemos, concediéndole la expiación —Remi
reflexiona—. Lamentablemente, la estupidez es una enfermedad que
ningún medicamento puede curar.
El padre Paul es un querido amigo de mis padres, una de las
razones por las que patrocinaron esta iglesia donde tenía un refugio
para muchos niños abusados que no querían volver al sistema. Les dio
un hogar seguro y, a cambio, trabajaron en la tierra, estudiaron en la
escuela y esas cosas.
No es legal de ninguna manera, pero funcionó mientras nadie
causó problemas. Papá envía cheques mensuales a las familias que
debían acoger a los niños, por lo que el padre Paul continúa con sus
acciones.
—Este matrimonio —dice Octavius, sacándome de mis
pensamientos mientras levanto mi mirada hacia él—. ¿Cómo debemos
percibirlo?
—Buena pregunta. —Florian da unos golpecitos a su cigarrillo, la
ceniza cae al suelo—. ¿Es ella la novia o el cebo?
—¿La diferencia es...? —Remi se calla, esperando que Florian
aclare, y lo hace.
—¿Cómo debemos actuar con ella?
—Así que es como una ecuación. Los cambios constantes dependen
de la variable. —Remi señala a Florian—. Buena.
—O un veredicto médico —agrega Octavius—. Se puede obtener
un diagnóstico completamente diferente con un pequeño cambio.
—Como joyas. —Florián sonríe—. Cambias la piedra y su precio
sube o baja.
Contando mentalmente hasta diez para no apuñalar a mis amigos
que intencionalmente me vuelven loco con su charla midiendo mi
reacción, dejo caer la colilla al suelo, torciéndola con la punta de mi
zapato.
—Ella es ambas cosas.
Mi novia porque...
Briseis se ha convertido rápidamente en mi obsesión, el deseo de
poseerla y llenar su alma con nada más que yo es casi insoportable
mientras sacude los cimientos de mi control férreo que tardó décadas
en construirse. Necesito mis marcas de propiedad dibujadas en su piel,
mi anillo en su dedo, para que cada hombre cerca de ella sepa que
tendrá que lidiar conmigo si alguien respira mal en su dirección.
La locura que es ella me consume tanto que no es jodidamente
normal, y odio cada parte de esta profunda necesidad que casi me
ordena tomarla y nunca dejarla ir, envolverla tanto en mi oscuridad
que nunca encontrará una salida. En cambio, la ensuciará lo suficiente
como para quedarse conmigo en mi infierno para siempre, sin encajar
más con los santos de este mundo.
He tenido sexo con tantas mujeres a lo largo de los años que he
perdido la cuenta. Encuentros sin rostro, sin nombre y sin emociones
que me brindan alivio y control, borrando temporalmente las voces
que me susurran al oído sobre el horrendo pasado.
Nunca me acosté con nadie más de una vez.
¿Con Briseis?
Jodidamente anhelo atarla a mi cama y aprender todo lo que la
hace funcionar, así se volverá tan adicta a mi toque que no podrá vivir
sin él.
El odio y la lujuria son una combinación poderosa que puede atar a
una persona a ti, porque te conviertes en el único que puede darle la
satisfacción que busca.
Pero ella es mi cebo, porque...
Casarme con ella asegura que Andreas saldrá de su escondite, así
que puedo acabar con él cuando intente robármela delante de mis
narices.
La rabia estalla dentro de mí como un volcán ante la idea que él
ponga sus codiciosas manos sobre ella, poniéndola en peligro incluso
con mi presencia constante a su lado. El conocimiento de que no
puedo hacer nada para detenerlo me vuelve aún más loco.
Quiero partirme en dos por todas estas emociones conflictivas que
crecen rápidamente, porque ninguna de ellas tiene cabida en mi
venganza.
La lujuria es un pecado.
También lo es la locura.
Érase una vez, juré nunca, nunca amar a nadie.
Porque mi amor solo trae destrucción.
Irónicamente, este matrimonio pone fin a mi dilema,
permitiéndome pensar con la cabeza despejada sin que la locura y la
lujuria nublen todas mis decisiones.
Briseis me pertenecerá ahora, legal y emocionalmente.
Y si a ella no le gusta, me importa un carajo.
Nunca me había sentido antes así, y hasta que esta maldita
necesidad esté fuera de mi sistema, ella permanecerá a mi lado, quiera
o no.
El silencio saluda mi declaración antes que Florian chasquee la
lengua, expulsando humo.
—No, amigo. O tienes un diamante raro o una piedra normal que
cualquiera podría encontrar en las calles.
Ignorándolo, lanzo mi propia pregunta.
—¿De qué se trata esto realmente?
—Las reglas de los Cuatro Jinetes Oscuros, la número diez —dice
Octavius.
Bueno, por supuesto.
Cómo pude haberme olvidado de esa maldita regla que escribimos
porque Remi insistió. El cabrón era el único que planeaba casarse
algún día, alegando que el amor es un regalo que debemos agradecer.
Entre nosotros cuatro, es el romántico como la mierda, aunque
nunca se transfirió a todas las mujeres con las que folló.
Con un fuerte rasguño, Octavius termina de escribir en el pergamino que
ordenamos, mojando su pluma en tinta por última vez antes de ponerle un
punto.
—Así que nueve reglas en total, y tenemos que sellarlo con nuestra
sangre.
Florian toma el cuchillo, listo para cortarse la palma de la mano, cuando la
voz de Remi nos detiene.
—¿Qué pasa con las mujeres?
—¿Qué hay de ellas? Puedes follar a quien quieras. Solo usa protección
porque no necesitamos pequeños jinetes en nuestras vidas —digo,
estremeciéndome un poco ante la idea de traer un niño a este mundo y
someterlo a toda la crueldad que tiene para ofrecer.
—Jaja. Vete a la mierda, Santiago —ladra antes de elaborar—. Si alguno
de nosotros reclama a una mujer como propia, ¿qué sucede?
—Ehh, ¿depende de ti? —sugiere Florian, tan jodidamente confundido
con esta extraña conversación como el resto de nosotros. Además, ¿quién
diablos piensa en esto a los dieciocho años?
—Excepto cuando un hombre toma a una mujer, comparte todo con ella.
Ella se convierte en parte de ti. Contradice la regla número cinco en la que no
revelamos las verdaderas obras de la hermandad.
Gimo internamente por su basura poética. Lee demasiadas baladas
medievales sobre el amor verdadero. Florian se pasa la mano por la cara,
claramente tampoco está de humor para lidiar con eso.
Octavius, siempre el pacificador, encuentra su voz primero.
—Mira, Remi…
—No —responde con firmeza, sin siquiera dejarlo terminar. —No dejaré
esto al azar. Nos pondremos de acuerdo ahora mismo o esta hermandad
funcionará sin mí. —Lanza un ultimátum, y me levanto, enfrentándome a él,
la ira viaja a través de mi sistema y llena mi sangre con adrenalina, mis
puños ansiosos por pelear.
Una emoción constante desde que regresé a casa.
—¿Quién eres tú, Remi, para darme ultimátum?
—¿Quién eres tú para decirme que no puedo proteger a mi mujer? —Me
lanza de vuelta, y he tenido suficiente de esta mierda.
—Ella ni siquiera existe. Es un concepto mítico que crees que podrías
querer tener algún día. —Lo golpeo en el pecho, y él se balancea un poco antes
de recuperar el equilibrio rápidamente y lanzar su propio golpe, enviándome
volando hacia la pared, mi espalda golpeando la piedra con fuerza.
—¡Jodidamente discúlpate! —grita, moviéndose hacia mí rápidamente, así
que retiro mi brazo y lo golpeo justo en la cara.
Tropieza hacia atrás, empujando varias mesas en este estudio mientras el
resto de los chicos saltan.
—Lo siento, Remi. ¿Es esto una disculpa suficiente para ti? —Aprieto
los dientes, cada palabra mezclada con ira y sarcasmo mientras una amplia
sonrisa se extiende por mi boca cuando noto rastros de sangre en su cara.
Sin embargo, mi satisfacción dura poco cuando se lanza hacia mí y me da
un golpe en la cara mientras retrocedemos, pero me reacomodo rápidamente,
lo golpeo en el estómago y se dobla en dos.
—Suficiente, los dos. —Ninguno de los dos escucha a Octavius, y
seguimos golpeándonos, los crujidos reverberan a través del espacio mientras
un intenso dolor viaja a través de todo mi sistema, trayendo a colación el
familiar deseo de destruir a mi oponente con palabras, porque era la única
arma que tuve a mi disposición durante nueve largos años.
—¿Qué pasa, Remi? ¿Quieres una mujer para que pueda compensar tu
infancia? —Soy un maldito idiota por mencionarlo, pero cuando hablamos de
la carga que es el amor, rara vez me mantengo racional.
Golpea, golpea, golpea, y esta vez sus nudillos rozan mi barbilla,
cerrándome la boca.
—¡Cállate!
Lo empujo con más fuerza y cae sobre una de las mesas donde seguimos
dando golpes, solo para que me patee con fuerza y, como resultado, ambos
caigamos al suelo.
Un segundo, Remi está sobre mí, y al siguiente, su peso me abandona
mientras alguien me levanta por detrás.
—¡Basta, Santiago, basta! —Florian grita en mis oídos, envolviendo su
brazo alrededor de mí y alejándome de Remi mientras Octavius hace lo mismo
con él, ambos parados uno frente al otro, respirando con dificultad. La sangre
gotea de su frente a sus labios, ya se están formando moretones debajo de su
ojo y nariz.
Me imagino que no me veo mucho mejor, pero todavía no alimenta al
monstruo en mí que quiere más carne para darse un festín, desgarrarlo por
sacar a relucir el concepto del amor eterno.
La vida me privó de eso en el momento en que esos hijos de puta….
—Déjame ir —ordeno, pero Florian no me escucha.
—No hasta que ambos se calmen.
Remi se retuerce en los brazos de Octavius, pero luego exhala con fuerza,
la resignación cruza su cara antes de preguntar en voz baja:
—Por favor, déjame ir. Estoy bien. No voy a hacer nada. —Octavius
espera un segundo como si estuviera contemplando sus palabras y asiente, da
un paso atrás, y Remi se ajusta la camisa, se limpia la sangre y me señala con
el dedo—. Tienes problemas.
Florian finalmente me suelta y me acerco a Remi, sonriendo.
—Sí, tú también. —Nos miramos por un segundo antes de abrazarnos,
dándonos palmadas en la espalda, y él susurra—: Es importante para mí.
—Sí, lo sé.
Si existen almas gemelas de amistad en este mundo, entonces la mía es
Remi. Aunque somos un grupo de cuatro, él es mi mejor amigo, la segunda
mitad de mi alma. Él es la calma de mi tormenta, un romántico empedernido
cuando yo soy un gilipollas cínico y un bárbaro para mis sofisticados
encantos. No podríamos haber sido más diferentes si lo intentáramos, sin
embargo, en todo este mundo, no confío en nadie más.
—Escribe la ley —digo mientras nos reclinamos, y él cuelga su brazo
sobre mi hombro, instruyendo a Octavius que está de vuelta en su silla, la
pluma en la mano goteando tinta sobre el pergamino.
—Si uno de los Cuatro Jinetes Oscuros reclama a una mujer como su
esposa, ella se convierte en uno de nosotros. —La pluma raspa el papel
mientras Remi continúa—. Tiene nuestra lealtad y protección.
Florian se sirve whisky, dejando caer cubitos de hielo en el vaso y
haciéndolo ruidosamente para atraer nuestra atención hacia él.
—Espera. ¿Qué pasa si ella termina siendo una perra que no merece la
confianza?
Ah, Florian, mi pesimista favorito.
—Considerando quién está del otro lado… —Octavius se calla y deja de
escribir—. Acabamos con ella.
—No sin un voto. —Remi advierte, ya en un estado de ánimo protector.
Con nuestros asentimientos, esperamos hasta que Octavius termine y
cortamos nuestras palmas una por una, sellando nuestros juramentos con
sangre.
Remi me vuelve a preguntar.
—Entonces, ¿quién es ella, Santiago? ¿Una novia que aceptamos y
protegemos... o un cebo?
El coche negro que se detiene frente a la iglesia nos interrumpe, las
luces delanteras intentan cegarnos, y cuando se detiene, Jimena salta,
sus tacones golpeando el cemento mientras corre hacia mí,
abrazándome y poniéndose de puntillas para darme un suave beso en
la mejilla.
—Hola, hermano.
—Hola.
Engancha su brazo en el mío y me sonríe, recordándome una vez
más lo mucho que se parece a nuestra madre. La chica se adueñó de
mi alma oscura en el momento en que la conocí, sus ojos azules me
miraban con asombro y curiosidad, y en ese momento, supe una cosa.
Quizá nunca pueda amarla de verdad, pues llegó a mi vida
después de mi infierno, pero la protegería hasta mi último aliento,
rodeándola de lujos y de lo que ella desee.
Su inocencia y su confianza en el mundo… No quiero que nada ni
nadie la sacuda jamás, porque Jimena es mi salvadora.
Mi pequeña hermana se convirtió en un rayo de sol para mis padres
cuando más lo necesitaban. El pegamento que sostiene a nuestra
familia que podría haber sido destruida por el dolor que la sacudió
inesperadamente.
Si alguien la lastima... lo acabaré.
—¿Dónde está mi novia? —Aunque informar a Jimena sobre mi
próximo matrimonio no era exactamente parte del plan, necesitaba
que nuestra historia de amor fuera creíble para mis padres, y solo el
maldito anillo de papá serviría.
No dudo que Briseis le haya contado toda la verdad.
Jimena señala la puerta del coche que se abre del otro lado.
Escucho tacones suaves en el suelo y la agitación del vestido antes que
Briseis camine, y la luz muestra la hermosura que es ella a la vista.
Por primera vez en mi jodida vida, me quedo sin palabras,
absorbiendo la hermosa visión de blanco, una sirena seductora que
tiene el poder de atraer a todos los hombres cercanos. La seguirían a
ciegas, sin siquiera entender que iban a morir.
No, no porque mi Briseis les hiciera algo o de repente se convirtiera
en una bestia que busca la carne de sus víctimas.
Mi novia es incapaz de tales emociones.
Seré yo quien ponga fin a su enamoramiento, rompiéndoles el
cuello uno a uno hasta que no quede nadie dispuesto a quitármela.
Como descubrí después de conocerla, soy un monstruo posesivo al
que no le gusta que nadie vea, y mucho menos toque, lo que me
pertenece.
—Ahí está ella —susurra suavemente mi hermana, alejándose hacia
Remi, quien la abraza más cerca y le da un suave beso en la coronilla.
Desde que perdió a su familia, la mía se convirtió en suya, y sé que
nunca habrá nada entre ellos.
Porque si alguna vez lo hubiera... pondría fin a nuestra amistad.
—Mi novia —les anuncio a los chicos, y el aire se arremolina con
una energía diferente, las tensiones lo pinchan con fuerza cuando se
dan cuenta que tendrán que aceptarla esta noche en su círculo sin
vuelta atrás.
Las mejillas de Briseis se sonrojan cuando se quita el velo, sus
magníficos ojos están coloreados con confusión y... esperanza, para mi
asombro. Se acerca a mí y respira hondo antes de preguntar:
—¿Puedo hablar contigo?
—Vamos a esperar dentro. Le diré al padre Paul que se prepare —
dice Florian, y todos se mueven hacia la iglesia, permitiéndonos
privacidad, y me quedo en silencio, deseando que ella diga que
mierda le hizo tener esperanza.
—Jimena me dijo que si dices que no mataste a mi familia, es que
no lo hiciste.
Mis cejas se levantan ante esto, porque no es como me imaginaba
que sería esta conversación, una sonrisa se inclina en la comisura de
mi boca.
—No debes confiar en todo lo que te dicen los extraños. —
Parpadea sorprendida y se estremece un poco cuando el fuerte viento
azota sobre nosotros, haciendo volar su cabello hacia adelante—. Si
eso es todo...
—Por favor, no me obligues a casarme contigo. —Se lame los labios
carnosos; la pobre carne ha sido mordida varias veces, a juzgar por las
marcas, y me disgusta. No debe abusar de lo que me pertenece. Solo
mis dientes pueden hundirse en su piel—. Si no mataste a mi familia,
significa que tampoco matarías a mi padre. Santiago, por favor.
Prometo no ir a la policía. Papá tampoco. Hizo algo que te molestó, e
incluso me inclino a creer que tenías tus razones para…
Sin interés en cualquier otra mierda que tenga que decir, la tiro
hacia mí y envuelvo mis manos alrededor de su cintura, su respiración
áspera se balancea entre nosotros, y levanto su barbilla para tener toda
su atención.
—Yo no maté a tu familia.
Ella exhala aliviada, sus rodillas temblando mientras aprieta las
solapas de mi traje, la esperanza brillando ahora intensamente en su
rostro.
Ah, lástima que tengo que aplastarla.
—Esta noche, quería secuestrarte y matar a tu padre —Ella se
congela, sus ojos se agrandan, y trata de salir de mis brazos, pero no la
dejo—. Sin embargo, con la masacre esperándome, encontré la
oportunidad de aprovecharla a mi favor.
—Eres...
—Un humano despreciable, lo sé. Pero te olvidaste de eso después
de una sola afirmación de Jimena. —Me inclino más cerca,
presionándonos aún más para que no le queden ilusiones—. Soy un
monstruo sin cualidades redentoras. He matado a mucha gente y
mataré aún más. Nada más que oscuridad reside en mi alma, así que
nunca lo olvides una vez que entres en mi reino. No soy un príncipe
azul.
Ella tiembla en mis brazos, una desesperación tan profunda cruza
su rostro que, por primera vez, quiero ponerla por encima de mi plan,
no lastimar a esta inocente criatura a la que le queda algo de
ingenuidad.
Nunca he estado realmente expuesto a la dura realidad que posee
este mundo, del tipo que nunca olvidas.
Mi ángel en las tinieblas que vino al diablo, y terminó cortándole
las alas.
Ella sueña con volver al cielo, pero nunca podré liberarla de mi
oscuridad.
—Siempre cumplo mi palabra, cariño. Eres libre de irte si no
quieres casarte conmigo. —Mis palabras flotan en el aire antes que ella
me suelte el brazo, y la dejo, moviéndome hacia atrás mientras sus
manos temblorosas levantan su falda. Pasa junto a mí hacia la iglesia,
con la cabeza en alto, y por dentro la aplaudo.
Así es.
Mi futura novia no inclina la cabeza ante nadie.
Cuando llegamos a las puertas dobles, adelanta el pie, pero antes
de entrar, mira por encima del hombro y me dispara.
—Te odio, Santiago.
Bien.
Porque su amor nos destruirá a los dos.
Un suspiro áspero de angustia se desliza por mis labios cuando
agarro el ramo en mis manos con más fuerza, las espinas de las rosas
se clavan en mi piel y probablemente me hacen sangrar.
La voz atronadora del sacerdote hace eco a través del espacio de la
iglesia, su sonrisa es tan brillante que me pregunto si le duele la cara.
¿O las criaturas despreciables no tienen idea de las emociones
devastadoras de los simples mortales?
—¿Tú, Briseis Dawson, tomas a este hombre… —Con cada palabra,
me alejo más y más de esta situación mientras el zumbido en mis
oídos reemplaza su voz oxidada. Apenas me contengo de escupirle
por lo que está permitiendo que suceda dentro de estas paredes que
deberían haber sido mi santuario.
En cambio, me dio de comer a los lobos para que pudieran
desgarrar mi carne en pedazos, sus dientes afilados hundiéndose en
mí con tanta dureza que no descansarán hasta que me desangre en el
suelo... con Dios como mi testigo.
Monstruos, horribles monstruos, dirigidos por el diablo que...
Una sola lágrima se desliza por mi mejilla, escondida detrás de mi
velo hecho del tul más fino, nada más que lo mejor para la novia,
después de todo.
El novio, a quien prometí odiar hasta mi último aliento por lo que
supuestamente le hizo a mi familia, permanece ajeno a mis súplicas,
solo una pequeña sonrisa en su cara mientras el placer por sus actos
irradia de él.
El Rey de la Oscuridad y el Engaño.
Santiago se ríe, y casi puedo imaginar cómo sus ojos azul zafiro
brillan con algo malvado, la única expresión que llena esos orbes cada
vez que su mirada se posa en mí, y tengo que alejarme de él... bueno,
tanto como pueda en las circunstancias actuales, para evitarlo.
No es que me deje hacerlo por mucho tiempo; el maldito sádico
disfruta de mi incomodidad en su compañía, si sus constantes sonrisas
son algo por lo que pasar.
Remi y Jimena están a nuestro lado, actuando como testigos de esta
farsa, mientras que Octavius solo nos mira fijamente desde las bancos,
bebiendo de una botella de whisky sin respeto por el lugar en el que se
encuentra.
Por otra parte, ¿hay algo que realmente respeten?
La locura tiene muchas formas y rostros en esta tierra, cubierta con
las máscaras de la belleza y el poder, acechándote cuando menos lo
esperas, arrebatándote en su red de engaño y dolor que te sigue a
donde vayas.
¿Pero la locura de Santiago?
No tiene límites ni control. En cambio, absorbe todo el caos que lo
rodea.
Me lo demostró con su última declaración, despojándome de todas
las esperanzas y sueños estúpidos que plagaban mi mente.
El corsé de mi vestido de novia está increíblemente apretado en mi
cintura, y cada bocanada de aire se convierte en una lucha, la presión
me recuerda las cadenas invisibles que el hombre me ha puesto sin
forma de romperlas.
Desviando mi atención del sacerdote, observo esta iglesia inusual
con sus costosos y coloridos vidrios que llenan las ventanas y el techo
de forma ovalada que está tallado de forma que casi brinda una
experiencia de cuento de hadas.
Excepto que estoy atrapada en una pesadilla que, por mucho que
me pellizque, no se transforma en el cuento de hadas que he suplicado
durante toda mi vida.
A pesar de la belleza de la iglesia que tiene el poder de hacer que
uno se quede boquiabierto, el lugar apesta a fatalidad y desesperanza
que ninguna obra de arte costosa o diseño lujoso puede ocultar.
El anillo de compromiso en mi dedo choca contra una de las
espinas, la piedra brilla bajo la luz resplandeciente sobre mí, y resisto
el impulso de arrancármelo y arrojárselo a Santiago, junto con algunas
opciones de palabras coloridas.
Habría sido una ofensa para sus padres, quienes le confiaron una
reliquia familiar.
Por un segundo, capto la mirada del padre Paul sobre mí;
emociones contradictorias cruzan su cara junto con angustia que calma
con su suave sonrisa como si pudiera tranquilizarme.
Nada en esta tierra tiene el poder de calmar el infierno que arde en
mi pecho o el monstruo que me reclama como suya porque así lo
desea.
Los labios del sacerdote dejan de moverse, y me mira expectante
mientras frunzo el ceño, ya que no tengo idea de lo que quiere.
El pánico ensombrece su cara, y sus labios se mueven una vez más.
Niego con la cabeza, esperando que el timbre desaparezca para poder
escucharlo.
Sin embargo, todavía nada y, en cambio, el latido de mi corazón se
acelera en mi pecho, latiendo tan rápido que tengo miedo de que salte
y aterrice en el suelo donde Santiago pueda pisotearlo.
Literalmente esta vez, ya que ya lo ha hecho en sentido figurado.
Una mano fuerte se envuelve alrededor de mi cintura y me hace
girar tan rápido que mi cabeza se marea. Choco contra los músculos
duros como ladrillos de su pecho mientras su otra mano captura mi
barbilla entre sus dedos, levantándola para que nuestras miradas
choquen.
—Te hizo una pregunta, mi novia.
La ira me atraviesa con tanta violencia que el aire se queda
atascado en mis pulmones, mientras quiero gritar de desesperación
por no poder desatarla sobre él con toda su fuerza.
Tal vez entonces se atragante con sus palabras, porque llamarme su
novia es un insulto para todas las parejas casadas de todo el mundo.
La única palabra apropiada es cautiva.
Su voz profunda y ronca envía escalofríos por mi espalda, y la
repugnancia me recorre con su toque, las espinas de las rosas se clavan
más afiladas esta vez, y me estremezco de dolor, sin encontrar margen
de maniobra en su agarre para dar un paso atrás y tirar el estúpido
ramo que nunca quise en primer lugar.
—¿Me tomas como tu amado esposo y prometes cuidarme y
amarme hasta el día de mi muerte? —Una sonrisa siniestra ensancha
su boca mientras me guiña un ojo—. O, en otras palabras, ¿hasta que
la muerte nos separe? —Me congelo, mi pecho sube y baja
rápidamente mientras frota mi mejilla. Su pulgar se desliza
suavemente sobre mí, provocando miedo dentro de mí, recordándome
cómo esta mano puede matar a alguien con un solo golpe.
Giro mi rostro hacia un lado, evitando su caricia, pero él aprieta
sus dedos sobre mí, clavándolos dolorosamente en mi piel, y un
gemido de angustia se me escapa.
—La elección es tuya, amor —Prolonga la última palabra, como si la
saboreara en la lengua cuando se dirige a mí.
Deseo abofetearlo con fuerza, para que no vuelva a llamarme su
amor, entonces agarro las faldas de mi vestido y, con mis tacones altos
resonando en el suelo de mármol, atravieso las pesadas puertas de
madera que se encuentran final del pasillo de la iglesia para
esconderme lejos de aquí.
Siempre cumplo mi palabra, querida.
No me perseguirá, otorgándome la libertad que prometió desde el
principio, y con el tiempo, puedo olvidar todos los eventos que han
sucedido en la última semana como un mal sueño que nunca debería
haberme involucrado.
Sin embargo, toda esta cavilación no tiene sentido.
Permanezco en silencio, oleadas de conmoción me recorren
mientras me obligo a decir las palabras que todos esperan, pero
parecen atascarse en mi garganta, no queriendo pronunciarlas por la
destrucción que podrían causar en mi vida.
El novio suspira, guiñándome un ojo.
—Querida, me estoy empezando a aburrir. Y nunca es una buena
señal.
Alguien se aclara la garganta y cambio mi atención al banco de la
izquierda donde Florian lanza el cuchillo entre sus dedos mientras mi
padre está sentado a su lado, atado con cuerdas negras y apretadas,
gimiendo de dolor, la sangre se filtra de las diversas heridas en su
torso y cabeza.
Es posible que aquellos hombres que se creen invencibles nunca
mientan, pero eso no significa que cumplan sus promesas, utilizando
juegos retorcidos para girar la verdad a su favor.
Claramente hirieron a mi padre después que dejé la mazmorra,
probablemente disfrutando de sus gritos de dolor, buscando su
adrenalina alta como drogadictos para funcionar correctamente.
Ese es el futuro al que me estoy sometiendo. Sobrevivir entre
hombres que necesitan matar para vivir.
Florian pone la punta afilada en el cuello de padre y corta la piel,
riendo en voz baja, encontrando diversión en cómo estalla en lágrimas,
sus ojos suplicando misericordia que nunca obtendrá de gente como
ellos.
Padre murmura algo a través de la cinta que cubre su boca, y no
tengo que leer su mente para saber lo que piensa.
O más bien me pide.
Después de todo lo que me hizo pasar... todavía espera que lo
haga.
—Elige, Briseis —repite Santiago, el aburrimiento entrelazando su
tono mientras gira mi cabeza hacia él para que su cálido aliento
acaricie mi rostro, sus labios a centímetros de los míos—. O te
conviertes en mi esposa o mato a tu padre. —Espera un poco y
agrega—: Elige sabiamente. No negocies con el diablo si no estás
preparada para las consecuencias, mi amor.
Sí, Santiago Cortez me ha dado a elegir.
Pero no importa el resultado... mi alma será aplastada como una
taza de porcelana golpeando el suelo.
Alejándome de él, enfoco mi atención en el sacerdote y finalmente
encuentro la fuerza para pronunciar las palabras que me cortan de
adentro hacia afuera, mientras el odio hacia mí llena todo mi ser junto
con el odio que arde más con cada segundo que pasa hacia el hombre
de pie a mi lado.
—Acepto.
Mi vida se ha convertido en una pesadilla.
Porque un pecador decidió poseerme.
Capítulo Doce
"Para entender a un monstruo, hay que mirar en su pasado."
-Santiago
CHICAGO, ILLINOIS
SANTIAGO, SIETE AÑOS DE EDAD.
El agua fría que se derrama sobre mí me hace despertar. Abro los ojos con
sorpresa y sacudo la cabeza para intentar esquivar el líquido helado, pero por
mucho que me gire, sigue rociándome.
—Detente —murmuro, rodando hacia un lado y gritando de dolor cuando
algo afilado se clava en mi estómago y mi mejilla golpea el duro concreto.
Oh, no. ¿Me he vuelto a caer al suelo mientras dormía?
—Ya basta. El pequeño cabrón está despierto.
Sigo la dirección de la voz del desconocido y jadeo cuando veo a dos
hombres que se ciernen sobre mí, sosteniendo una manguera de agua mientras
sonríen ampliamente, recordándome a todos los villanos de los dibujos
animados.
El agua finalmente se detiene y me froto los ojos hasta que se me aclara la
vista, y entonces grito de horror cuando la imagen que me rodea no me
recuerda en nada a mi habitación en casa.
En su lugar, me reciben paredes oxidadas y un suelo manchado de pintura
roja. La única bombilla del techo se enciende y apaga, iluminando ligeramente
la oscuridad que me rodea. Un desagradable olor a podrido flota en el aire y
un sonido de goteo resuena en la distancia. Es entonces cuando veo un lavabo
y un retrete en la esquina derecha, todo embadurnado de algo marrón y con
moscas volando sobre él, mientras dos cuencos para perros yacen a su lado
junto a un sucio colchón donde yacen dos ratas muertas.
Tragando con fuerza, miro detrás de ellos y encuentro una única puerta
que probablemente conduce al exterior, y me lanzo hacia ella, queriendo
escapar de esta situación, porque debe ser un mal sueño.
Papá me aseguró que mientras luchara por una salida en mis pesadillas,
siempre despertaría en casa donde me protegerían.
Todo es posible en los sueños y en las pesadillas, ¿verdad? Así que los
voluminosos y temibles hombres con cuchillos en las manos no me detendrán.
No consigo dar ni dos pasos antes que las pesadas cadenas atadas a mis
muñecas y tobillos me tiren hacia atrás, donde caigo de rodillas y con los
codos en el suelo, un fuerte grito escapando de mis labios. Los hombres se ríen,
el sonido asusta cada parte de mi interior mientras los latidos de mi corazón
se aceleran tanto que pulsan con fuerza en mi cuello.
—No está mal. —Espera un momento antes de ordenar—: Mírame, chico.
Aprieto los ojos, sacudiendo la cabeza, y recito:
—Eso no es real. Eso no es real. Eso no es real.
—Ya has oído la orden, cabrón —dice otra voz, menos paciente que la
primera, y detecto la ira persiste en su tono, pero centro mi mirada en la
pintura roja embadurnada en el suelo, rogando a Dios que acabe con esto.
—No es real. Es solo una pesadilla. No es real.
Sin embargo, no importa cuánto cante para que estos hombres
desaparezcan, no sucede. En cambio, veo la punta de sus zapatos acercarse
cada vez más a mí hasta que se detienen a centímetros.
Gimo cuando uno de ellos me tira del cabello y me echa la cabeza hacia
atrás, temiendo que me arranque el cabello.
—Cuando un perro oye una orden, escucha, joder —me grita en la cara,
sus uñas se hunden en mi cuero cabelludo, y gimoteo, intentando librarme de
su agarre, pero las cadenas de mis extremidades no me dejan libertad. Son
demasiado cortas.
—¿Lo entiendes? —Me agarra el cabello con más fuerza, sacudiéndome
un poco hasta que me chasquean los dientes mientras sus ojos oscuros me
taladran, la rabia brotando de él.
—¡Papá! —grito, esperando que oiga mis gritos a través de la pesadilla y
venga a mi habitación a matar a todos los monstruos como siempre ha hecho
en el pasado.
—¡Papá! ¡Papá! Ayúdame por favor. —La ira tuerce la cara del hombre
y empuja su codo hacia atrás. Lo siguiente que sé es que su puño me golpea
con fuerza en la nariz, que se resquebraja por la agresión, y un dolor tan
agónico llena mi cuerpo que un fuerte grito sale de mi garganta.
El dolor llega en oleadas una tras otra, golpeándome cada vez más fuerte,
recorriendo toda mi cara y mi cuero cabelludo hasta que no queda más que un
zumbido en mis oídos. Me suelta, la sangre gotea en el suelo mientras lucho
por respirar.
Las lágrimas corren por mis mejillas, cayendo rápidamente y mezclándose
con la sangre, pero no puedo ni siquiera gemir, porque el más mínimo
movimiento me produce dolor.
—¿Qué coño has hecho, Peter? El jefe nos dijo que cogiéramos al chico.
—Necesitaba una lección de obediencia.
—Espero que tengas la maldita razón. Si no, estamos los dos muertos.
—¿Cuántos chicos hemos secuestrado a lo largo de los años? Los vende, y
eso es todo. —Me da una patada en el estómago, y caigo de lado, respirando
con dificultad mientras la sangre sigue saliendo, mi estómago se revuelve
antes de vomitar por todo el suelo y mis rodillas, el amargo olor llena el aire y
me hace dar más arcadas.
—Este no será diferente.
Mi cabeza se marea. Todo a mí alrededor da vueltas mientras me siento
tan mal que me pregunto si me estoy muriendo. Nunca me había dolido tanto,
ni siquiera cuando me caí del muro del jardín y me rompí el brazo.
Mamá y papá me cuidaron entonces, horneando galletas y yendo a los
parques conmigo.
¿Dónde están ahora?
¿Dónde está mi padre?
—Papá —susurro, deseando desesperadamente que aparezca y castigue a
todos estos hombres horribles que me han hecho daño, aunque solo existan en
mi imaginación, pero no ocurre nada de eso.
Siguen hablando, y mis párpados caen lentamente, mi respiración se
calma, pero sigo aguantando, incapaz de volver a dormirme.
O más bien despertar en mi realidad.
—Es el hijo de Lucian.
—¿Qué? —grita Peter, y se pasa los dedos por el cabello, paseando por la
habitación, o quizá sea un sótano, de un lado a otro.
—¿Lucian de Lucian Cortez? ¿Ese puto Lucian?
La puerta detrás de ellos por fin se abre, la luz brillante se cuela dentro de
la oscuridad, y mi corazón se estremece, mi visión se nubla mientras vuelvo a
dormir lentamente, relajado.
Papá ha venido.
Ahora me salvará.
Ese es el último pensamiento que pasa por mi mente antes de cerrar los
ojos, respirar profundamente y que el mundo a mi alrededor se desvanezca.
SANTIAGO, 15 AÑOS
TRES AÑOS DESPUÉS
CHICAGO, ILLINOIS
SANTIAGO, QUINCE AÑOS
CHICAGO, ILLINOIS
SANTIAGO, DIECIOCHO AÑOS.
CHICAGO, ILLINOIS
SANTIAGO, DIECIOCHO AÑOS
CHICAGO, ILLINOIS
DIEZ AÑOS DESPUÉS
El fin
EXTRA