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Dentro del ejemplar de las Rimas que perteneció a Juan María Gutiérrez, se
encuentra, suelto, un folio escrito por el propio Echeverría titulado “Variantes de la
Cautiva”. Se trata de sesenta y ocho versos (dos de los cuales se encuentran tachados y
son en parte ilegibles), indicios de un proceso de escritura que parece contradecir ciertas
imágenes del autor como alguien poco inclinado a las reescrituras y las correcciones.1
A pesar de que las variantes están agrupadas según las distintas partes del poema,
no se organizan siempre de acuerdo con la disposición que ocuparían dentro de cada una
de ellas (si se toman en cuenta los versos de la edición príncipe). Por ejemplo, en la novela
parte (“María”), la variante “Y sombrean de su frente / La resignación paciente, / La
nevada palidez.”, que corresponde a los versos 33, 34 y 35, sigue a esta otra, “Aparece
nuevamente / Un matiz fascinador”, que corresponde a los versos 320 y 321. Esta
correspondencia no es, en rigor, sino una hipótesis, puesto que las variantes no están
acompañadas de precisiones al respecto.
Son escasos, en efecto, los datos que permiten vincular genéticamente el
manuscrito con la versión impresa. Se destaca una indicación, entre paréntesis, ubicada
debajo del segundo subtítulo, “Del Festín”; allí se lee: “Suprimidos”. Se suscitan, por
tanto, determinadas preguntas: si esos versos fueron eliminados, ¿por qué no se los tacha
como sucede con otros? Y, sobre todo, ¿cuál es el estatuto del resto de las variantes
conservadas, de las que no se indica explícitamente que hayan sido suprimidas?;
¿deberían ser interpretadas como verdaderas alternativas, capaces de reemplazar a los
versos publicados en las Rimas?
Algunas variantes son en principio fáciles de situar. No parece haber dudas con
respecto a la siguiente: “Do quier campos y heredades / A los brutos concedidas”: el
primer verso es idéntico al verso 16 de la primera parte del poema, y el segundo se vincula
con el 17 (“Del ave y bruto guaridas”). Otro ejemplo podría ser “Del día el oscurecer”,
que, aunque no esté acompañado de otro verso que le sirva de referencia, se vincula con
Por Alejandro Romagnoli. Publicado en Revista Transas. Letras y Artes de América
Latina, con reproducciones facsimilares, el 24 de octubre de 2019:
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el 40 (“El pálido anochecer”). También dentro de esta primera parte, es posible encontrar
dos variantes para los mismos dos versos; si en la versión publicada se lee “Ya los ranchos
do vivieron / Presa de las llamas fueron, / Y muerde el polvo abatida / Su pujanza tan
erguida.” (I, vv. 161-164; cursivas añadidas), en el manuscrito se registran, unidas por
una línea en el margen, estas dos alternativas: “Al vigor de nuestra lanza / Cayó su fiera
pujanza”, “Y su indómita pujanza / Rindió el cuello a nuestra lanza”. En la segunda parte,
se da un caso particular: cinco versos octosilábicos que, pese a una mayor reelaboración
de la frase, parecen corresponder a otros cinco versos de la misma medida:
(Si bien el empleo del término “amigo” referido a la relación entre los indios permite, por
contraste, señalar el carácter “inhumano” de sus crímenes, resulta sugerente su uso; la
edición príncipe prefiere, en cambio, la animalización directa: “como animales feroces”).
Por otro lado, hay un grupo de variantes que no son tan fácilmente vinculables
con los versos publicados. Se relacionan temáticamente con un pasaje del poema, pero no
pueden establecerse relaciones tan directas, lo que evidenciaría una etapa de escritura
caracterizada por reelaboraciones de mayor alcance. Considérese, por ejemplo, este caso
de la parte séptima:
(La versión del manuscrito le da más espacio a la mención del espíritu pacificador de las
indias, que en el pasaje correspondiente de la versión impresa aparece aludido en la
indicación de que “las mujeres detestan” aquello que “apetecen los varones”. Por lo
demás, en el poema, tal como fue publicado, el afán apaciguador de las indias es
referenciado más extensamente en otro pasaje, posterior).2
José María Rojas (1792-1882) era, cuando escribió la carta a Marcos Sastre
contándole sus impresiones de lectura de dos partes de “La cautiva”, el ministro de
Hacienda de Juan Manuel de Rosas. En el cargo desde el 30 de abril de 1835, fue
reemplazado el 28 de agosto de 1837 por razones de salud (en la carta, del 3 de julio, se
refiere a su “fluxión” y a “el dolor de la cara”). Había sido partidario de Rivadavia,
ministro de Hacienda del gobierno de Dorrego y del primero de Rosas. Después de 1840,
sería legislador. Mantuvo correspondencia con Rosas en el exilio. En su testamento, este
le dedicó las siguientes palabras, al legarle la espada de puño de oro que, por la campaña
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al desierto, le había obsequiado la Junta de Representantes de Buenos Aires: “A mi muy
querido amigo, a mi sincero consuelo en la prisión de mi pensamiento, en la soledad de
mi destino y pobreza, al señor José María Rojas y Patrón”3.
La misiva está fechada casi tres meses antes de que el poema se publicara como
parte de las Rimas y apenas unos días después de que Juan María Gutiérrez leyera las
primeras partes en el Salón Literario. La relación de Sastre con Rojas no es secundaria.
Como lo ha advertido Alberto Palcos (a partir de la dedicatoria que el primero le hiciera
al segundo en un ejemplar del folleto en que se publicaron los discursos inaugurales),
parece haber sido por intermedio del ministro de Hacienda de Rosas que Sastre consiguió
la autorización para abrir el Salón Literario.4
La carta evidencia la lectura por quienes no son amigos ni conocidos; Rojas
escribe “Echavarría” en lugar de “Echeverría”, y menciona, entre quienes accedieron a
los versos, a unas ciertas “Señoras”. Más allá de la menor o mayor popularidad que estos
detalles pueden sugerir, el hecho de que la versión manuscrita circulara por manos muy
cercanas a las de Rosas contribuye a cuestionar –no necesariamente a invalidar–
determinadas interpretaciones que han pensado el poema como una intervención más bien
directa en la política del momento: desde la suposición de Juan María Gutiérrez de que
Brian era en la mente de Echeverría el “caudillo ideal de la cruzada redentora [contra
Rosas] a que concitaban sus versos” hasta la hipótesis sostenida por Noé Jitrik que ve en
“La cautiva” un cuestionamiento de la política de Rosas y su versión triunfal de la
campaña al desierto.5
Otro aspecto que se destaca es de orden estético. Si Rojas elogia al “gran poeta”
que ha podido cantar “la naturaleza solitaria”, es decir, si encarece al poeta romántico, lo
hace desde una retórica de corte neoclásico: se refiere al “favor de Apolo” y cita la oda
III del libro cuarto de Horacio.6
Resalta también el juico con que introduce, entre las “muchas bellezas”, una
crítica: “De nuestro hemisferio no se ve la estrella polar: Venus es la Boyera de nuestros
campesinos”. De esta forma, Rojas parece adelantarse a Gutiérrez en el tópico que señala,
en la obra echeverriana, la mezcla del “oro de buena ley con materias humildes”, o, como
lo dirá luego Paul Groussac, que Echeverría, pese a sus virtudes, “no presenta una página
perfecta”.7 Por otro lado, la indicación de Rojas revela los reflejos que, en estos versos,
hay de otras literaturas: en su intento por ver lo propio, el poeta no deja de mirar el cielo
del hemisferio norte.
Por último, una especulación. Rojas dice haber leído “los dos cantos” del poema.
Si en primer lugar opina sobre “el canto del Desierto” –sería la primera parte–, luego, al
referirse a “el otro canto”, no remite al segundo, sino al tercero, dado que es allí donde se
menciona la “polar estrella” (v. 322). Por lo tanto, la carta de Rojas, fechada el 3 de julio,
permitiría conjeturar que en el Salón Literario no se habrían leído las dos primeras partes,
como suele asumirse,8 sino la primera y la tercera. El anuncio de La Gaceta Mercantil
del lunes 26 de junio deja bien en claro que a las siete de la noche se leería en el Salón
Literario “el primer canto”, pero el del 1 de julio, en cambio, solo indica que se haría la
lectura de “un canto” del poema, sin especificar cuál.9
Por Alejandro Romagnoli. Publicado en Revista Transas. Letras y Artes de América
Latina, con reproducciones facsimilares, el 24 de octubre de 2019:
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Ubicación de los manuscritos y criterios de edición
El folio con “Variantes de la Cautiva” –tal el título que lleva– se encuentra dentro
del volumen de las Rimas que perteneció a Juan María Gutiérrez. El poemario está
encuadernado junto con otros dos, después de la segunda edición de Los consuelos –en el
catálogo solo figura este título– y antes de Elvira (Biblioteca del Congreso de la Nación,
Sala de Colecciones Especiales, Biblioteca y Archivo del Dr. Juan María Gutiérrez;
ubicación: B.G. 87). En el margen superior derecho, en sentido vertical, de abajo hacia
arriba, se lee: “Autógrafo de Echeverría”.10 Se actualizan las grafías y la acentuación,
pero no se modifican ni la puntuación ni el uso de las mayúsculas.11 La tilde en “ondéar”
constituye en realidad una marca que indica la separación de las vocales; de ahí que se la
reemplace por la diéresis (“ondëar”).12 En un caso, se agrega entre corchetes una letra,
que falta por la rotura del margen. Se acompaña la edición del manuscrito con pasajes del
texto de la edición príncipe (sin modernizar la puntuación); se destacan en cursiva los
versos con los que se establecen la correspondencia en los casos en que esta parece ser
unívoca.
La carta de José María Rojas a Marcos Sastre se conserva en la Colección Carlos
Casavalle (1544-1904) del Archivo General de la Nación (ubicación: Autógrafos, Legajo
nº 12, documento nº 1558, 1). Se adaptan o desarrollan las abreviaturas: S.or: Sr.; D.n: don;
q.e: que; p.a: para; p.o: pero; at.o: atento; seg.o: seguro; ser.or: servidor. La palabra
subrayada se edita en cursiva. Se busca mantener el tipo de sangría. Se modernizan las
grafías y la acentuación, pero se conservan el uso de las mayúsculas y la puntuación (con
la excepción de un caso, en que en rigor hay una raya en lugar de punto y seguido). No
se da cuenta de una pequeña tachadura.
——
Y su indómita pujanza
Rindió el cuello a nuestra lanza
A pesar de mi fluxión he leído los dos cantos del Sr. Echavarría, que han parecido tan
bien a estas Señoras como a mí.
El autor se anuncia como gran poeta en el canto del Desierto: para cantar la naturaleza, y
la naturaleza solitaria se necesita el favor de Apolo, y no hay duda que nuestro Bardo
lo ha conseguido.
El otro canto tiene muchas bellezas; pero habiéndome vuelto el dolor a la cara, solo le
haré una crítica. De nuestro hemisferio no se ve la estrella polar: Venus es la Boyera
de nuestros campesinos.
Notas
1
Así explicaba Ángel Battistessa, por ejemplo, aquello que, según su parecer, constituía el mayor defecto
de Echeverría, la redundancia: “Esta falta de poda, más que de su gusto procede de la amontonada
frondosidad con que debió cumplir su tarea. ¿Por qué, frente a los trabajos de Echeverría no hacer memoria
de las circunstancias en que fueron compuestos? En el sobresalto de las facciones, unos; en el desabor de
la enfermedad, otros, y por lo común al dictado o a vuela pluma” (Battistessa, Ángel J., “Echeverría.
Primera atalaya de lo argentino”, en Echeverría, Esteban, La cautiva. El matadero, Buenos Aires, Peuser,
pág. LXVIII).
2
“Sus mujeres entre tanto, / Cuya vigilancia tierna / En las horas de peligro / Siempre cautelosa vela, /
Acorren luego a calmar / El frenesí que los ciega, /Ya con ruegos y palabras / De amor y eficacia llenas; /
Ya interponiendo su cuerpo / Entre las armas sangrientas.” (II, vv. 225-234).
3
Ese era su nombre completo (en rigor, “Roxas”; actualizamos la grafía). Citado por Cutolo, Vicente
Osvaldo, Nuevo diccionario biográfico 1750-1930, t. 6 R-SA, Buenos Aires, Elche, 1983, pág. 465.
4
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, Buenos Aires, Emecé, pág. 57. En su edición crítica y
documentada del Dogma socialista, Palcos cita (conservando la ortografía) la dedicatoria que Sastre le
escribió a Rojas: “Sor. D. José María Roxas – ¿Qué hubieran podido mis deseos sino no hubiesen hallado
la simpatía de una alma generosa y sabia como la de Ud., y el amparo de su protección? – Nada. Quedarían
estériles, como en todos tiempos ha sucedido a votos no menos sagrados, hijos tambien del mas puro
patriotismo. ¡Quiera el Cielo que el Gran Rosas acepte la verdad de los labios de Ud. para que tengamos la
satisfacción de ver una Sociedad Literaria en nuestra Patria! / Su mui atento servidor Q. B. S. M. Marcos
Sastre” (en Echeverría, Esteban, Dogma socialista, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1940, pág.
232, nota al pie; “sino no”: así aparece citado en Palcos).
5
Gutiérrez, Juan María, “Noticias biográficas sobre D. Esteban Echeverría”, en Echeverría, Esteban, Obras
completas de don Esteban Echeverría, t. V, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, 1874, pág. LIV;
y Jitrik, Noé, Esteban Echeverría, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967, pág. 27.
6
Cutolo (op. cit., pág. 465) señala que Rojas tenía entre sus lecturas predilectas a los clásicos.
7
Gutiérrez, Juan María, “Breve apuntamientos biográficos y críticos sobre don Esteban Echeverría”, en
Echeverría, Esteban, Obras completas de don Esteban Echeverría, t. V, Buenos Aires, Imprenta y Librería
de Mayo, 1874, pág. XLV; y Groussac, Paul, Esteban Echeverría, edición crítico-genética en Romagnoli,
Alejandro, El manuscrito inédito de Paul Groussac sobre Esteban Echeverría: emergencia y constitución
de la crítica literaria en Argentina, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,
<http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/tesis/article/view/4815>, folio 19r.
8
Por ejemplo, en Weinberg, Félix, Esteban Echeverría: ideólogo de la segunda revolución, Buenos Aires,
Taurus, 2006, pág. 98.
9
Existiría aún otra posibilidad: que no hayan sido dos, sino tres, las partes leídas; escribió Vicente Fidel
López en su “Autobiografía”: “Se anunció la lectura de tres cantos de La cautiva. El salón se llenó de gente
y Gutiérrez nos leyó esos trozos con énfasis y con elegancia”. Sin embargo, la memoria de López es, en
esta página, poco confiable, puesto que equivoca visiblemente los años en que funcionó el Salón Literario
(López, Vicente Fidel, “Autobiografía”, La Biblioteca, t. 1, 1896, pág. 347; cursivas añadidas).
10
Más allá de esta indicación, el cotejo con otros papeles de Echeverría permite confirmar que se trata de
un texto autógrafo.
11
Sobre los criterios de edición adoptados, véase Tavani, Giuseppe, “Metodología y práctica de la edición
crítica de textos literarios contemporáneos”, en Segala, A. (comp.), Littérature latino-américaine et de
Caraïbes du XXe siècle. Théorie et pratique de l’édition critique, Roma, Bulzoni, 1988, págs. 65-84.
12
En la edición príncipe, la tilde cumple idéntica función en la palabra “crúel”. La tilde en “ondéar” se
justifica en la medida en que en otros versos la secuencia vocálica se articula como diptongo (por ejemplo,
en I, v. 118).
13
Se trata de los versos 3, 4, 11 y 12 de la oda III del libro cuarto de Horacio: “No lo harán ístmicas fatigas
/ púgil famoso [...] / y las espesas cabelleras / de los bosques lo harán noble con eolio canto”. Alejandro
Bekes, a quien pertenece la traducción, sintetiza de la siguiente forma el argumento de la oda: “Aquel a
quien desde la cuna mire benévola la Musa, no vencerá en los juegos ni en las batallas, pero compondrá
cantos perdurables. Si Roma se digna mirar a Horario como poeta, esto se debe al favor de la Musa, que él
agradece” (en Horacio, Odas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Losada, 2015, pág. 450).