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Por Alejandro Romagnoli. Publicado en Revista Transas.

Letras y Artes de América


Latina, con reproducciones facsimilares, el 24 de octubre de 2019:
https://revistatransas.unsam.edu.ar/dos-manuscritos-ineditos/
Dos manuscritos inéditos:
“Las variantes de La cautiva”, de Esteban Echeverría, y una carta de José María
Rojas a Marcos Sastre a propósito de dos partes del poema

Por Alejandro Romagnoli


aeromagnoli@gmail.com

La importancia de un autor –como la de Esteban Echeverría– vuelve rápidamente


atractivos los manuscritos desatendidos u olvidados. Sin embargo, constituyen piezas
realmente valiosas cuando permiten ampliar con alguna cuota de significatividad la
información existente, posibilitan revisar determinada hipótesis o se abren al interés
diverso de otras aproximaciones críticas. Por este motivo, acompañamos la publicación
de los documentos con comentarios, a fin de apuntar algunos aspectos relevantes.

Las variantes de “La cautiva”

Dentro del ejemplar de las Rimas que perteneció a Juan María Gutiérrez, se
encuentra, suelto, un folio escrito por el propio Echeverría titulado “Variantes de la
Cautiva”. Se trata de sesenta y ocho versos (dos de los cuales se encuentran tachados y
son en parte ilegibles), indicios de un proceso de escritura que parece contradecir ciertas
imágenes del autor como alguien poco inclinado a las reescrituras y las correcciones.1
A pesar de que las variantes están agrupadas según las distintas partes del poema,
no se organizan siempre de acuerdo con la disposición que ocuparían dentro de cada una
de ellas (si se toman en cuenta los versos de la edición príncipe). Por ejemplo, en la novela
parte (“María”), la variante “Y sombrean de su frente / La resignación paciente, / La
nevada palidez.”, que corresponde a los versos 33, 34 y 35, sigue a esta otra, “Aparece
nuevamente / Un matiz fascinador”, que corresponde a los versos 320 y 321. Esta
correspondencia no es, en rigor, sino una hipótesis, puesto que las variantes no están
acompañadas de precisiones al respecto.
Son escasos, en efecto, los datos que permiten vincular genéticamente el
manuscrito con la versión impresa. Se destaca una indicación, entre paréntesis, ubicada
debajo del segundo subtítulo, “Del Festín”; allí se lee: “Suprimidos”. Se suscitan, por
tanto, determinadas preguntas: si esos versos fueron eliminados, ¿por qué no se los tacha
como sucede con otros? Y, sobre todo, ¿cuál es el estatuto del resto de las variantes
conservadas, de las que no se indica explícitamente que hayan sido suprimidas?;
¿deberían ser interpretadas como verdaderas alternativas, capaces de reemplazar a los
versos publicados en las Rimas?
Algunas variantes son en principio fáciles de situar. No parece haber dudas con
respecto a la siguiente: “Do quier campos y heredades / A los brutos concedidas”: el
primer verso es idéntico al verso 16 de la primera parte del poema, y el segundo se vincula
con el 17 (“Del ave y bruto guaridas”). Otro ejemplo podría ser “Del día el oscurecer”,
que, aunque no esté acompañado de otro verso que le sirva de referencia, se vincula con
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el 40 (“El pálido anochecer”). También dentro de esta primera parte, es posible encontrar
dos variantes para los mismos dos versos; si en la versión publicada se lee “Ya los ranchos
do vivieron / Presa de las llamas fueron, / Y muerde el polvo abatida / Su pujanza tan
erguida.” (I, vv. 161-164; cursivas añadidas), en el manuscrito se registran, unidas por
una línea en el margen, estas dos alternativas: “Al vigor de nuestra lanza / Cayó su fiera
pujanza”, “Y su indómita pujanza / Rindió el cuello a nuestra lanza”. En la segunda parte,
se da un caso particular: cinco versos octosilábicos que, pese a una mayor reelaboración
de la frase, parecen corresponder a otros cinco versos de la misma medida:

Variantes de la Cautiva “La cautiva”, en Rimas (1837)


El uno el vientre sajado En su mano los cuchillos,
En su sangre se revuelca, a la luz de las hogueras,
A su contrario tendido llevando muerte relucen;
Otro inhumano degüella, se ultrajan, riñen, vocean,
Quién al pecho de su amigo como animales feroces
La acerada punta lleva. se despedazan y bregan.

(II, vv. 215-220)

(Si bien el empleo del término “amigo” referido a la relación entre los indios permite, por
contraste, señalar el carácter “inhumano” de sus crímenes, resulta sugerente su uso; la
edición príncipe prefiere, en cambio, la animalización directa: “como animales feroces”).
Por otro lado, hay un grupo de variantes que no son tan fácilmente vinculables
con los versos publicados. Se relacionan temáticamente con un pasaje del poema, pero no
pueden establecerse relaciones tan directas, lo que evidenciaría una etapa de escritura
caracterizada por reelaboraciones de mayor alcance. Considérese, por ejemplo, este caso
de la parte séptima:

Variantes de la Cautiva “La cautiva”, en Rimas (1837)


Y a los hombres anunciaban Quién cree ser indicio
Juicios de Dios misteriosos. Fatal, estupendo
Del día del juicio,
Del día tremendo
Que anunciado está.
Quién piensa que al mundo,
Sumido en lo inmundo,
El cielo iracundo
Pone a prueba ya.

(VII, vv. 40-48)


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Existe un ejemplo de una clase distinta a las anteriores: ni correspondencia
unívoca ni reestructuración mayor. Se encuentra en la segunda parte (“El festín”).
Solamente un verso coincide en una y otra versión (“El apetecido néctar”); los restantes
elaboran y organizan las ideas de distinta manera:

Variantes de la Cautiva “La cautiva”, en Rimas (1837)


A la charla interrumpida,
Cuando el hambre está repleta,
Sigue el cordial regocijo
El beberaje y la gresca,
Que apetecen los varones,
Y las mujeres detestan.
El licor espirituoso
En grandes bacías echan,
Y, tendidos de barriga
En derredor, la cabeza
Muchos en vasos de cuernos Meten sedientos, y apuran
El apetecido néctar El apetecido néctar,
Chillando y voceando apuran, Que bien pronto los convierte
Y las Indias siempre alerta En abominables fieras.
Ministran su parte a todos
Para evitar las pendencias

(II, vv. 85-98; cursivas añadidas)

(La versión del manuscrito le da más espacio a la mención del espíritu pacificador de las
indias, que en el pasaje correspondiente de la versión impresa aparece aludido en la
indicación de que “las mujeres detestan” aquello que “apetecen los varones”. Por lo
demás, en el poema, tal como fue publicado, el afán apaciguador de las indias es
referenciado más extensamente en otro pasaje, posterior).2

La carta de José María Rojas a Marcos Sastre

José María Rojas (1792-1882) era, cuando escribió la carta a Marcos Sastre
contándole sus impresiones de lectura de dos partes de “La cautiva”, el ministro de
Hacienda de Juan Manuel de Rosas. En el cargo desde el 30 de abril de 1835, fue
reemplazado el 28 de agosto de 1837 por razones de salud (en la carta, del 3 de julio, se
refiere a su “fluxión” y a “el dolor de la cara”). Había sido partidario de Rivadavia,
ministro de Hacienda del gobierno de Dorrego y del primero de Rosas. Después de 1840,
sería legislador. Mantuvo correspondencia con Rosas en el exilio. En su testamento, este
le dedicó las siguientes palabras, al legarle la espada de puño de oro que, por la campaña
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al desierto, le había obsequiado la Junta de Representantes de Buenos Aires: “A mi muy
querido amigo, a mi sincero consuelo en la prisión de mi pensamiento, en la soledad de
mi destino y pobreza, al señor José María Rojas y Patrón”3.
La misiva está fechada casi tres meses antes de que el poema se publicara como
parte de las Rimas y apenas unos días después de que Juan María Gutiérrez leyera las
primeras partes en el Salón Literario. La relación de Sastre con Rojas no es secundaria.
Como lo ha advertido Alberto Palcos (a partir de la dedicatoria que el primero le hiciera
al segundo en un ejemplar del folleto en que se publicaron los discursos inaugurales),
parece haber sido por intermedio del ministro de Hacienda de Rosas que Sastre consiguió
la autorización para abrir el Salón Literario.4
La carta evidencia la lectura por quienes no son amigos ni conocidos; Rojas
escribe “Echavarría” en lugar de “Echeverría”, y menciona, entre quienes accedieron a
los versos, a unas ciertas “Señoras”. Más allá de la menor o mayor popularidad que estos
detalles pueden sugerir, el hecho de que la versión manuscrita circulara por manos muy
cercanas a las de Rosas contribuye a cuestionar –no necesariamente a invalidar–
determinadas interpretaciones que han pensado el poema como una intervención más bien
directa en la política del momento: desde la suposición de Juan María Gutiérrez de que
Brian era en la mente de Echeverría el “caudillo ideal de la cruzada redentora [contra
Rosas] a que concitaban sus versos” hasta la hipótesis sostenida por Noé Jitrik que ve en
“La cautiva” un cuestionamiento de la política de Rosas y su versión triunfal de la
campaña al desierto.5
Otro aspecto que se destaca es de orden estético. Si Rojas elogia al “gran poeta”
que ha podido cantar “la naturaleza solitaria”, es decir, si encarece al poeta romántico, lo
hace desde una retórica de corte neoclásico: se refiere al “favor de Apolo” y cita la oda
III del libro cuarto de Horacio.6
Resalta también el juico con que introduce, entre las “muchas bellezas”, una
crítica: “De nuestro hemisferio no se ve la estrella polar: Venus es la Boyera de nuestros
campesinos”. De esta forma, Rojas parece adelantarse a Gutiérrez en el tópico que señala,
en la obra echeverriana, la mezcla del “oro de buena ley con materias humildes”, o, como
lo dirá luego Paul Groussac, que Echeverría, pese a sus virtudes, “no presenta una página
perfecta”.7 Por otro lado, la indicación de Rojas revela los reflejos que, en estos versos,
hay de otras literaturas: en su intento por ver lo propio, el poeta no deja de mirar el cielo
del hemisferio norte.
Por último, una especulación. Rojas dice haber leído “los dos cantos” del poema.
Si en primer lugar opina sobre “el canto del Desierto” –sería la primera parte–, luego, al
referirse a “el otro canto”, no remite al segundo, sino al tercero, dado que es allí donde se
menciona la “polar estrella” (v. 322). Por lo tanto, la carta de Rojas, fechada el 3 de julio,
permitiría conjeturar que en el Salón Literario no se habrían leído las dos primeras partes,
como suele asumirse,8 sino la primera y la tercera. El anuncio de La Gaceta Mercantil
del lunes 26 de junio deja bien en claro que a las siete de la noche se leería en el Salón
Literario “el primer canto”, pero el del 1 de julio, en cambio, solo indica que se haría la
lectura de “un canto” del poema, sin especificar cuál.9
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Ubicación de los manuscritos y criterios de edición

El folio con “Variantes de la Cautiva” –tal el título que lleva– se encuentra dentro
del volumen de las Rimas que perteneció a Juan María Gutiérrez. El poemario está
encuadernado junto con otros dos, después de la segunda edición de Los consuelos –en el
catálogo solo figura este título– y antes de Elvira (Biblioteca del Congreso de la Nación,
Sala de Colecciones Especiales, Biblioteca y Archivo del Dr. Juan María Gutiérrez;
ubicación: B.G. 87). En el margen superior derecho, en sentido vertical, de abajo hacia
arriba, se lee: “Autógrafo de Echeverría”.10 Se actualizan las grafías y la acentuación,
pero no se modifican ni la puntuación ni el uso de las mayúsculas.11 La tilde en “ondéar”
constituye en realidad una marca que indica la separación de las vocales; de ahí que se la
reemplace por la diéresis (“ondëar”).12 En un caso, se agrega entre corchetes una letra,
que falta por la rotura del margen. Se acompaña la edición del manuscrito con pasajes del
texto de la edición príncipe (sin modernizar la puntuación); se destacan en cursiva los
versos con los que se establecen la correspondencia en los casos en que esta parece ser
unívoca.
La carta de José María Rojas a Marcos Sastre se conserva en la Colección Carlos
Casavalle (1544-1904) del Archivo General de la Nación (ubicación: Autógrafos, Legajo
nº 12, documento nº 1558, 1). Se adaptan o desarrollan las abreviaturas: S.or: Sr.; D.n: don;
q.e: que; p.a: para; p.o: pero; at.o: atento; seg.o: seguro; ser.or: servidor. La palabra
subrayada se edita en cursiva. Se busca mantener el tipo de sangría. Se modernizan las
grafías y la acentuación, pero se conservan el uso de las mayúsculas y la puntuación (con
la excepción de un caso, en que en rigor hay una raya en lugar de punto y seguido). No
se da cuenta de una pequeña tachadura.

Variantes de “La cautiva”

Variantes de la Cautiva “La cautiva”, en Rimas (1837)


Del Desierto PARTE PRIMERA. EL DESIERTO.
Do quier campos y heredades Do quier campos y heredades
A los brutos concedidas Del ave y bruto guaridas,
Do quier cielo y soledades
De Dios solo conocidas,
Que él solo puede sondar.

(vv. 16-20; cursivas añadidas)


La humilde yerba, el insecto,
La aura aromática y pura,
El silencio, el triste aspecto
De la grandiosa llanura,
Del día el oscurecer El pálido anochecer,
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Las armonías del viento,
Dicen más al pensamiento,
Que todo cuanto a porfía
La vana filosofía
Pretende altiva enseñar.

(vv. 36-45; cursivas añadidas)


Ya el sol su nítida frente
Reclinaba en Occidente,
Y su cabellera [——] Derramando por la esfera
Flotaba en la esfera [——] De su rubia cabellera
El desmayado fulgor.

[Todo el fragmento está tachado. La última


parte de cada verso es ilegible]. (vv. 51-55; cursivas añadidas)
El aura moviendo apenas,
Sus alas de aroma llenas,
La verde grama movía Entre la yerba bullía
Del campo que parecía Del campo que parecía
Como un piélago ondëar Como un piélago ondëar.

(vv. 61-65; cursivas añadidas)


Mientras la noche enlutando Mientras la noche bajando
Viene al mundo aquella calma Lenta venía, la calma
Que contempla suspirando Que contempla suspirando,
Inquieta a veces el alma,
Con el silencio reinó.

(vv. 96-100; cursivas añadidas)


Ya los ranchos do vivieron
Presa de las llamas fueron,
Al vigor de nuestra lanza Y muerde el polvo abatida
Cayó su fiera pujanza Su pujanza tan erguida.

——

Y su indómita pujanza
Rindió el cuello a nuestra lanza

[En el margen izquierdo del folio, una línea


enlaza los dos pares de versos; se trata de dos
variantes]. (vv. 161-164; cursivas añadidas)
Del Festín PARTE SEGUNDA. EL FESTÍN.
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Suprimidos
A la charla interrumpida,
Cuando el hambre está repleta,
Sigue el cordial regocijo
El beberaje y la gresca,
Que apetecen los varones,
Y las mujeres detestan.
El licor espirituoso
En grandes bacías echan,
Y, tendidos de barriga
En derredor, la cabeza
Muchos en vasos de cuernos Meten sedientos, y apuran
El apetecido néctar El apetecido néctar,
Chillando y voceando apuran, Que bien pronto los convierte
Y las Indias siempre alerta En abominables fieras.
Ministran su parte a todos
Para evitar las pendencias

[Un verso se repite en una y otra versión (“El


apetecido néctar”); los restantes elaboran y
organizan las ideas de distinta manera]. (vv. 85-98; cursivas añadidas)
El uno el vientre sajado En su mano los cuchillos,
En su sangre se revuelca, A la luz de las hogueras,
A su contrario tendido Llevando muerte relucen;
Otro inhumano degüella, Se ultrajan, riñen, vocean,
Quién al pecho de su amigo Como animales feroces
La acerada punta lleva. Se despedazan y bregan.

[La variante elabora de manera distinta el


pasaje completo]. (vv. 215-220)
Del pajonal PARTE QUINTA. EL PAJONAL.
Flor por la desdicha hollada Flor hermosa y delicada,
Perseguida y conculcada
Por cuantos males tiranos
Dio en herencia a los humanos
Inexorable poder.

(v. 92-96; cursivas añadidas)


De la Quemazón PARTE SÉPTIMA. LA QUEMAZÓN.
Quién cree ser indicio
Fatal, estupendo
Del día del juicio,
Del día tremendo
Que anunciado está.
Quién que al vicio inmundo Quién piensa que al mundo,
Del inicuo mundo Sumido en lo inmundo,
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El cielo iracundo El cielo iracundo
Pone a prueba ya Pone a prueba ya.

(vv. 40-48; cursivas añadidas)


Pero del cielo era juicio
Que en tan horrendo suplicio
No debían perecer;
Y que otra vez del destino Y que otra vez de la muerte
Triunfase el amor divino Inexorable, amor fuerte
Del pecho de una mujer Triunfase, amor de mujer.

(vv. 131-136; cursivas añadidas)


Y a los hombres anunciaban Quién cree ser indicio
Juicios de Dios misteriosos. Fatal, estupendo
Del día del juicio,
Del día tremendo
Que anunciado está.
Quién piensa que al mundo,
Sumido en lo inmundo,
El cielo iracundo
Pone a prueba ya.

[La variante puede vincularse temáticamente


con toda la estrofa]. (vv. 40-48)
De Dios la justicia
Vierte de repente
Sobre la malicia
Que triunfa insolente
La tribulación

[Si bien es posible conjeturar determinadas


relaciones, no es claro con qué versos de la
séptima parte puede vincularse esta variante].
[E]l fuego ondeando Raudal vomitando,
Venía y tremendo, Venía de llama,
El aire empañando Que hirviendo, silbando
Con humo y rugiendo Se enrosca y derrama
Como tempestad Con velocidad.—

[La variante también puede vincularse,


temáticamente, con otros versos de la séptima
parte; por ejemplo, con los vv. 11-30]. (vv. 74-78)
De Brian PARTE OCTAVA. BRIAN.
¡Oh amor puro [...] ¡Oh amor tierno!
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De lo más frágil y duro De lo más frágil y eterno
Se compaginó tu ser Se compaginó tu ser.

(vv. 93-95; cursivas añadidas)


Se alzó Brian enajenado,
Su largo bigote espeso Y su bigote erizado
Se mueve erizado y tieso. Se mueve; [...]

(vv. 195-197; cursivas añadidas)


De María PARTE NOVENA. MARÍA.
Nace del sol la luz pura,
Y una fresca sepultura
Encuentra; lecho postrero,
Que al cadáver del guerrero
Preparó el más fino amor.
Sobre ella hincada María,
Muda como estatua fría,
Inclinada la cabeza,
Semejante a la belleza Semejaba a la tristeza
Que petrificó el dolor Embebida en su dolor.

(vv. 21-30; cursivas añadidas)


Al oír tan crudo acento Y al oír tan crudo acento,
Como cae el seco tallo Como quiebra al seco tallo
Al menor soplo del viento, El menor soplo del viento,
O como herida del rayo O como herida del rayo
Cayó la infeliz allí;

(vv. 247-251; cursivas añadidas)


Sobre su cándida frente
Aparece nuevamente Aparece nuevamente
Un matiz fascinador Un prestigio encantador.

(vv. 319-321; cursivas añadidas)


Las rosas de su mejilla Su boca y tersa mejilla
Entre nieve sin mancilla Rosada, entre nieve brilla,
Se muestran Y revive en su semblante
La frescura rozagante
Que marchitara el dolor.

(vv. 322-326; cursivas añadidas)


Sus cabellos renegridos
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Caen por los hombros tendidos,
Y sombrean de su frente Y sombrean de su frente,
La resignación paciente, Su cuello y rostro inocente
La nevada palidez. La nevada palidez.

(vv. 31-35; cursivas añadidas)


Pero asilo eres sagrado Pero hoy tumba de un soldado
Donde reposa un soldado Eres y asilo sagrado:
Pajonal glorioso, adiós.

(vv. 104-106; cursivas añadidas)

Carta de José María Rojas a Marcos Sastre

Sr. don Marcos Sastre


Muy apreciado Sr.

A pesar de mi fluxión he leído los dos cantos del Sr. Echavarría, que han parecido tan
bien a estas Señoras como a mí.
El autor se anuncia como gran poeta en el canto del Desierto: para cantar la naturaleza, y
la naturaleza solitaria se necesita el favor de Apolo, y no hay duda que nuestro Bardo
lo ha conseguido.

Illum non labor Isthmius


Clarabit pugilem...
..............................
Et spissae nemorum comae,
Fingent Aeolio carmine nobilem.13

El otro canto tiene muchas bellezas; pero habiéndome vuelto el dolor a la cara, solo le
haré una crítica. De nuestro hemisferio no se ve la estrella polar: Venus es la Boyera
de nuestros campesinos.

Su atento y seguro servidor

Julio 3/837 José M. Rojas


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Notas

1
Así explicaba Ángel Battistessa, por ejemplo, aquello que, según su parecer, constituía el mayor defecto
de Echeverría, la redundancia: “Esta falta de poda, más que de su gusto procede de la amontonada
frondosidad con que debió cumplir su tarea. ¿Por qué, frente a los trabajos de Echeverría no hacer memoria
de las circunstancias en que fueron compuestos? En el sobresalto de las facciones, unos; en el desabor de
la enfermedad, otros, y por lo común al dictado o a vuela pluma” (Battistessa, Ángel J., “Echeverría.
Primera atalaya de lo argentino”, en Echeverría, Esteban, La cautiva. El matadero, Buenos Aires, Peuser,
pág. LXVIII).
2
“Sus mujeres entre tanto, / Cuya vigilancia tierna / En las horas de peligro / Siempre cautelosa vela, /
Acorren luego a calmar / El frenesí que los ciega, /Ya con ruegos y palabras / De amor y eficacia llenas; /
Ya interponiendo su cuerpo / Entre las armas sangrientas.” (II, vv. 225-234).
3
Ese era su nombre completo (en rigor, “Roxas”; actualizamos la grafía). Citado por Cutolo, Vicente
Osvaldo, Nuevo diccionario biográfico 1750-1930, t. 6 R-SA, Buenos Aires, Elche, 1983, pág. 465.
4
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, Buenos Aires, Emecé, pág. 57. En su edición crítica y
documentada del Dogma socialista, Palcos cita (conservando la ortografía) la dedicatoria que Sastre le
escribió a Rojas: “Sor. D. José María Roxas – ¿Qué hubieran podido mis deseos sino no hubiesen hallado
la simpatía de una alma generosa y sabia como la de Ud., y el amparo de su protección? – Nada. Quedarían
estériles, como en todos tiempos ha sucedido a votos no menos sagrados, hijos tambien del mas puro
patriotismo. ¡Quiera el Cielo que el Gran Rosas acepte la verdad de los labios de Ud. para que tengamos la
satisfacción de ver una Sociedad Literaria en nuestra Patria! / Su mui atento servidor Q. B. S. M. Marcos
Sastre” (en Echeverría, Esteban, Dogma socialista, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1940, pág.
232, nota al pie; “sino no”: así aparece citado en Palcos).
5
Gutiérrez, Juan María, “Noticias biográficas sobre D. Esteban Echeverría”, en Echeverría, Esteban, Obras
completas de don Esteban Echeverría, t. V, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, 1874, pág. LIV;
y Jitrik, Noé, Esteban Echeverría, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967, pág. 27.
6
Cutolo (op. cit., pág. 465) señala que Rojas tenía entre sus lecturas predilectas a los clásicos.
7
Gutiérrez, Juan María, “Breve apuntamientos biográficos y críticos sobre don Esteban Echeverría”, en
Echeverría, Esteban, Obras completas de don Esteban Echeverría, t. V, Buenos Aires, Imprenta y Librería
de Mayo, 1874, pág. XLV; y Groussac, Paul, Esteban Echeverría, edición crítico-genética en Romagnoli,
Alejandro, El manuscrito inédito de Paul Groussac sobre Esteban Echeverría: emergencia y constitución
de la crítica literaria en Argentina, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,
<http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/tesis/article/view/4815>, folio 19r.
8
Por ejemplo, en Weinberg, Félix, Esteban Echeverría: ideólogo de la segunda revolución, Buenos Aires,
Taurus, 2006, pág. 98.
9
Existiría aún otra posibilidad: que no hayan sido dos, sino tres, las partes leídas; escribió Vicente Fidel
López en su “Autobiografía”: “Se anunció la lectura de tres cantos de La cautiva. El salón se llenó de gente
y Gutiérrez nos leyó esos trozos con énfasis y con elegancia”. Sin embargo, la memoria de López es, en
esta página, poco confiable, puesto que equivoca visiblemente los años en que funcionó el Salón Literario
(López, Vicente Fidel, “Autobiografía”, La Biblioteca, t. 1, 1896, pág. 347; cursivas añadidas).
10
Más allá de esta indicación, el cotejo con otros papeles de Echeverría permite confirmar que se trata de
un texto autógrafo.
11
Sobre los criterios de edición adoptados, véase Tavani, Giuseppe, “Metodología y práctica de la edición
crítica de textos literarios contemporáneos”, en Segala, A. (comp.), Littérature latino-américaine et de
Caraïbes du XXe siècle. Théorie et pratique de l’édition critique, Roma, Bulzoni, 1988, págs. 65-84.
12
En la edición príncipe, la tilde cumple idéntica función en la palabra “crúel”. La tilde en “ondéar” se
justifica en la medida en que en otros versos la secuencia vocálica se articula como diptongo (por ejemplo,
en I, v. 118).
13
Se trata de los versos 3, 4, 11 y 12 de la oda III del libro cuarto de Horacio: “No lo harán ístmicas fatigas
/ púgil famoso [...] / y las espesas cabelleras / de los bosques lo harán noble con eolio canto”. Alejandro
Bekes, a quien pertenece la traducción, sintetiza de la siguiente forma el argumento de la oda: “Aquel a
quien desde la cuna mire benévola la Musa, no vencerá en los juegos ni en las batallas, pero compondrá
cantos perdurables. Si Roma se digna mirar a Horario como poeta, esto se debe al favor de la Musa, que él
agradece” (en Horacio, Odas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Losada, 2015, pág. 450).

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