Está en la página 1de 5

POSTERGACION

Y es cierto: aplazar las cosas debido a que la angustia nos estalla, mina nuestra imagen

retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras


más agradables o irrelevantes.

el incumplimiento reiterado de los compromisos puede ser el detonante de una pérdida.

Por eso, los postergadores suelen vivir atormentados por la culpa

La procrastinación es la tendencia a gastar el tiempo, demorar y aplazar de forma intencionada


algo que debe ser hecho aun siendo consciente de las consecuencias negativas que ello pueda
comportar. Esta conducta implica posponer el inicio de una tarea, completarla en el último
momento, sobrepasar los límites temporales fijados para la misma o incluso evitar
indefinidamente su realización. Para ello, el individuo procrastinador adopta un papel activo,
decidiendo realizar determinadas tareas antes que las que debería afrontar, frecuentemente por
las compensaciones que obtiene o por eludir experiencias aversivas (Rozental & Carlbring, 2014).

La procrastinación les lleva a retrasar el estudio para los exámenes y a dedicar menos horas de las
necesarias (Lay & Burns, 1991), vinculándose significativamente a un menor rendimiento
académico (Van Eerde, 2003; Kim & Seo, 2015). La procrastinación académica juega un papel
importante en la deserción universitaria (Garzón & Gil, 2017a), la salud física y mental de los
estudiantes o el estrés (Cardona, 2015).

sobre la procrastinación es su relación con otros rasgos o conductas del sujeto.

 En el estudio meta-analítico de Steel (2007), se constataron mayores niveles de


procrastinación, por ejemplo, entre quienes presentan niveles bajos de autoeficacia, y
niveles altos de perfeccionismo, miedo al fracaso, depresión o impulsividad.
 En lo que respecta a las características demográficas, este autor apunta a una disminución
de la procrastinación con la edad, al tiempo que señala la existencia de niveles de
procrastinación ligeramente mayores entre hombres que entre mujeres.
 la menor disponibilidad de tiempo para realizar las tareas académicas. Mezclamos trabajo
y estudio

Definiendo la procrastinación como la demora voluntaria en el curso de una acción, se puede


asumir que esta variable está fuertemente relacionada con los procesos de autorregulación y se
entiende como un fallo en la autorregulación del individuo (Pychyl & Flett, 2012; Rozental &
Carlbring, 2014; Steel, 2007).

. Las tareas que son percibidas como difíciles, poco atractivas, ambiguas y que requieren más
esfuerzo que otras presentan mayor probabilidad de ser objeto de procrastinación (Ferrari,
Mason, & Hammer, 2006).
El presente trabajo se ha centrado en el análisis de la relación entre la gestión del tiempo y la
procrastinación. La gestión del tiempo constituye un elemento crítico en el trabajo académico del
alumnado universitario, resultando ser el factor personal y académico más importante en la
predicción del rendimiento, por delante de otros tales como la inteligencia o el tiempo dedicado al
estudio (George, Dixon, Stansal, Lund, & Pheri, 2008).

La gestión del tiempo académico está dirigida por el establecimiento y logro de metas, al mismo
tiempo que implica una supervisión y regulación de las metas establecidas. Por tanto, dentro del
modelo de autorregulación académica, la gestión del tiempo tiene un fuerte componente
motivacional y de autocontrol.

Teniendo en cuenta que la procrastinación implica un déficit de conductas autorregulatorias en


general, cabe esperar que lo sujetos procrastinadores presenten un bajo nivel en las conductas
relativas a gestión del tiempo. No obstante, aunque los constructos procrastinación y gestión del
tiempo pueden ser enmarcados en las conductas autorregulatorias, con el tiempo como elemento
común a ambos, es escasa la literatura que aborda de manera conjunta la investigación de ambos
conceptos.

Por otra parte, la gestión del tiempo es generalmente conceptualizada como un conjunto de
conductas dirigidas a facilitar la realización de tareas.
En concreto, la procrastinación académica ha sido definida como la posposición de las tareas
académicas (preparación de exámenes y realización de deberes y trabajos) para el último minuto
(Slomon y Rothblum, 1984. Asimismo, este tipo de comportamiento parece ser un fenómeno que
va en aumento (Steel, 2007). Además, la procrastinación ha sido correlacionada de forma negativa
con el rendimiento académico Estos efectos negativos se manifiestan en la nota media de los
estudiantes y las notas de las areas y trabajos desarrollados por los estudiantes (Steel et al., 2001;
Kim y Seo, 2015)

En el contexto académico, la característica ‘procrastinación’ incluye la motivación y el éxito, así


como las habilidades para la planificación y gestión, disciplina, auto-control y habilidades
cognitivas para el estudio (Schouwenbrug, 1995). Es por ello que la procrastinación tiene
importantes consecuencias negativas en los estudiantes universitarios, como la pérdida de tiempo,
mal rendimiento académico, aumento del estrés, ansiedad y depresión (Chu y Choi, 2005, Essau et
al., 2008). Estos factores conducen a un aumento de la presión debido a la escasez de tiempo, lo
que a su vez se traduce en una reducció en la precisión, y consecuentemente sobre el rendimiento
académico (Van Eerde, 2003)

CAUSAS QUE CONLLEVEN A LA PROCRASTINACIÓN:

 El miedo al fracaso
 La poca empatía hacia las tareas
 Las nuevas tencologías
 Además, también estalece un cambio en los valores de los estudiantes de la sociedad
moderna (con objetivos futuros y de trabajo duro), a la sociedad post-moderna
(preferencia por las actividades sociales y el placer)

De hecho, altos niveles de procrastinación hacen que los estudiantes sean incapaces de regular y
organizar sus estudios para alcanzar sus objetivos académicos (Essau et al., 2008). Diferentes
factores los que parecen contribuir a la tendencia de los estudiantes hacia la porcrastinación,
como la falta de compromiso, la falta de constancia o una gestión inadecuada de sus capacidades
(Hussain y Sultan, 2010).

s. Sin embargo, ha sido previamente publicado que periodos de tiempo más largos para la
realización de una tarea promueven la procrastinación (Goode, 2008). De esta forma, la tendencia
a procrastinar en los alumnos del grupo B podría ser explicada por el mayor tiempo del que
dispusieron para la realización del trabajo (18 semanas del grupo B frente a las 7 semanas del
grupo A). Sin embargo, resulta interesante resaltar dos hechos observados en nuestro trabajo: i)
Ninguno de los trabajos del grupo B fue entregado fuera de la fecha límite, mientras que el 15.4%
de los trabajos del grupo A si que fueron entregados tras la fecha límite; ii) 3 de los trabajos del
grupo B (12.5%) fueron entregados entre 3 y 4 semanas antes de la fecha límite, lo que indica la
ausencia de procrastinación.

Consiste en que los estudiantes universitarios tienden a postergar, soslayar o dejar de hacer las
tareas académicas, prefiriendo realizar acciones placenteras y de satisfacción momentáneas.
Habitualmente dilatan, postergan para “más tarde” o para “mañana” o “para la última hora” o
“para horas antes de la presentación de tareas o evaluación o dejan de hacer las tareas,
compromisos, actividades académicas programadas o asignadas por los docentes de asignatura
que deberían hacerlo, realizarlo convenientemente en fechas, horas o cronogramas de ejecución,
sin necesidad real y objetiva para posponerlas y que son reemplazadas por otras actividades más
irrelevantes pero transitoriamente más placenteras.

Vistos desde fuera, los postergadores podrían parecer holgazanes, perezosos, gente desorganizada
con enorme facilidad para distraerse. Sin embargo, estas personas dedican muchísimas horas a
merodear en el asunto aplazado. Y ése es uno de sus mayores problemas: simplemente acechan;
no son capaces de abordarlo. En contraste, las personas diligentes, las que cumplen con sus
obligaciones a tiempo, no se hallan perturbadas por maremotos internos. A la hora de actuar,
pueden sentir más o menos ganas, estar más o menos inspiradas, pero eso no les frena en su
propósito de hacer las cosas. “Muchos postergadores descubren que su continuo posponer parece
tener vida y voluntad propia”, aseguran las doctoras Jane B. Burka y Leonora M. Yuan, en su libro
El hábito de posponer”. “Desean progresar –afirman–, pero son incapaces de moverse, hasta que
la presión y la fecha límite es tan inmediata que de alguna manera salen del lodo, aunque no
siempre con éxito”. Raíces Emocionales ¿Qué les pasa a los postergadores para que difieran una y
otra vez sus compromisos? No es fácil de explicar. Los motivos son complejos, irracionales, y en
algunos casos de difícil solución. Según los expertos entran en juego muchos miedos, como el
miedo al fracaso, miedo al éxito, miedo a perder la batalla, miedo a sentirse mediocre... En
definitiva, unos miedos que ni los propios postergadores son capaces de identificar; y mucho
menos de superar. “Es como si una fuerza interior te bloqueara –comenta Alicia–. Las personas
acostumbradas a despachar sus asuntos al instante, o a planificar con tiempo los días

libres, se quedan atónitas al observar mi parálisis: ¡Hazlo y ya está!, me dicen, ¡No le des más
vueltas!... Pero no es tan sencillo”. “Resulta desesperante –comenta Isabel, otra postergadora–.
Cancelas todos tus compromisos para recluirte a trabajar. Sin embargo, no eres capaz ni de
encender el ordenador. Entonces confías en que al día siguiente, de forma milagrosa, te sentirás
con más fuerza, con mayor inspiración, y podrás empezar. Pero eso no ocurre, y la situación
empeora. Los plazos de entrega te van acorralando, igual que una jauría de perros dispuestos a
clavarte los dientes. Sólo hay una solución: escapar o morir. Gracias a Dios, en el momento más
crítico, se me dispara un resorte mental, el de la supervivencia, supongo. Como por arte de magia
supero los obstáculos. ¡Estoy a salvo! Ha sido por los pelos, pero lo he conseguido”. Los
postergadores suelen sentir que su vida, su autoestima y su dignidad se ve amenazada cada vez
que afrontan un nuevo reto. Pero cuando logran ganar la carrera cobran confianza en sí mismos;
entonces se proponen organizarse mejor para evitar que les vuelva a pillar el toro. Con este
espíritu renovado, se compran libros que enseñan a gestionar el tiempo, estrenan agendas en las
que marcan sus compromisos con antelación..., unos recursos que les sirven de poco. Esos
manuales nada dicen de cómo calmar su tempestad interior, de cómo lograr concentrarse en la
tarea, de cómo domar los miles de pensamientos que se desbocan en su mente. Para los
postergadores la libertad se encuentra en otro sitio, sin perros al acecho. Mas no podemos huir:
las cosas a medias, pendientes de resolver, te persiguen como una sombra a donde vayas. Por eso
los postergadores no disfrutan, no se divierten... aunque se escapen a una fiesta. El asunto
aplazado siempre les golpea la conciencia. Merece la pena, pues, esforzarse por superar
semejante martirio. “Cuando se derrota la postergación –dice Rita Emmet, autora del libro ¡Hágalo
ya!– adquirimos una sensación de control sobre nuestra vida. Esto conduce a una fabulosa
sensación de confianza. A medida que se convierta en un anti-postergador con confianza, se
sentirá capaz de afrontar asuntos más importantes. Cada éxito trae más éxitos: los pequeños
logros conducen a otros mayores”. Y predice: “El día que se diga a sí mismo: ‘odio hacer esto, pero
tengo que hacerlo, así que mejor lo hago ahora mismo y de este modo me lo quito de encima’, se
liberará de la sensación de culpa y tensión causadas por el aplazamiento”.

También podría gustarte