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LECCIÓN PRIMERA.
Por último, ha sido deseo del legislador introducir a través de esta reforma el
llamado arbitraje institucional en la Administración General del Estado, para
dirimir las controversias entre ésta y sus entes instrumentales.
1ª. Rapidez: La celeridad con la que son resueltos los conflictos por vía
arbitral frente a aquellos que se someten a Juzgados y Tribunales suele
presentarse como una de las principales ventajas del arbitraje frente a la
jurisdicción. A nadie escapa el gran volumen de asuntos que hoy día reciben
nuestros Tribunales, esa sobrecarga de asuntos hace que la decisión de las
distintas controversias en las diferentes instancias o, incluso para aquellas
resoluciones que tengan acceso, a través de los diversos recursos
extraordinarios, se extiendan en el tiempo mucho más allá de un plazo
razonable.
En absoluto hay que pensar que un arbitraje estará sometido a dicho plazo
─seis meses en el supuesto─ ya que diversas y numerosas actuaciones
previas a la contestación a la demanda arbitral amplían el desarrollo del
arbitraje muchos meses más. No obstante, podemos afirmar que con carácter
general el arbitraje será más rápido que el procedimiento judicial sobre todo
si tenemos en cuenta la posibilidad de recurso que ofrece como mínimo en
apelación y, según los casos, también en casación o extraordinario por
infracción procesal, nuestro ordenamiento procesal civil. Recuérdese que el
laudo que decide una controversia arbitral no es recurrible y tan solo cabe
interponer frente a él una acción autónoma de impugnación por motivos
formales que es la acción de anulación del laudo, hoy atribuida a las Salas
de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia.
4ª. Confidencialidad.
Uno de los principios que inspiran el arbitraje según el art. 24 LA es, el
principio de confidencialidad. El arbitraje no es público a diferencia de los
procesos jurisdiccionales, salvo excepciones que no debemos tratar ahora.
La confidencialidad es exigible a todas las partes que intervienen en el
arbitraje, haciéndose extensible incluso a la institución arbitral
administradora del arbitraje en el arbitraje institucional.
Esta puede ser una cuestión relevante para aquellas partes, quizás
importantes empresas o multinacionales, interesadas en que aspectos
relevantes de su modelo de negocio, clientes, proveedores, datos económicos
o la propia existencia del conflicto, no lleguen a ser públicos por la vía de un
proceso judicial.
LECCIÓN SEGUNDA.
1. El convenio arbitral.
El convenio arbitral es aquel instrumento en virtud del cual dos partes se
someten al arbitraje, es decir, por medio del cual personas físicas o jurídicas,
deciden someter una determinada controversia sobre materias de libre
disposición conforme a derecho, a la decisión de uno o más árbitros,
excluyendo del conocimiento del asunto a los órganos jurisdiccionales y
teniendo la decisión adoptada fuerza ejecutiva pasando en autoridad de cosa
juzgada.
Por eso el convenio arbitral ha sido definido por la ZPO alemana (& 1.029)
como: “un contrato o un pacto contractual sobre la base del cual las partes
someten a arbitraje todas o determinadas disputas surgidas o que puedan
surgir entre ambas en conexión con una relación jurídica, ya sea contractual
o de otra naturaleza”.
Es pues un elemento que instrumentaliza la voluntad de las partes de acudir
a un medio extrajudicial de resolución de conflictos pero con idénticos
efectos, en su decisión, a la de una sentencia judicial.
1
Respecto al objeto y contenido del convenio arbitral, queda claro que no podrá versar sobre materias que
no sean disponibles para las partes, es decir, materias que se refieran en exclusiva a intereses de carácter
privado sobre los que quepa disposición, SAP Alicante de 6 de marzo de 2006 (Secc. 6ª).
respecto de las cuales el art. 2.1 LA no permiten una libre disposición por no
tener el carácter de disponibles (las de relevancia penal, las relativas a la
filiación, aquellas en las que tenga que intervenir el Ministerio Fiscal en
protección de alguna de las partes del proceso, entre otras), con
independencia de que la capacidad general de las partes esté intacta, el
convenio no podrá ser suscrito o, mejor dicho, caso de haberlo sido, podrá
ser impugnada su inexistencia por la vía del art. 41.1.a) LA.
Más aún, si teniendo plena capacidad las partes para llevar a término
el convenio arbitral y siendo la materia perfectamente disponible, para que
éste pueda existir o mantener su validez, será necesario que las partes hayan
prestado su consentimiento de forma libre, sin coacciones, sin que haya
mediado, error, dolo, intimidación o cualquier otro vicio en el
consentimiento que haga éste ineficaz. Cuando alguna de estas
circunstancias haya tenido lugar, el convenio arbitral será igualmente
inexistente y por tanto nulo.
De lo que no cabe duda, es que las partes han de prestar su
consentimiento para someterse a arbitraje de manera expresa e inequívoca2
—si mantenemos la terminología del anterior art. 5 LA/1988—. De no ser
clara la intención de las partes de querer someterse a un tercero distinto de
un órgano jurisdiccional para la resolución del conflicto, el convenio arbitral
no podrá desplegar eficacia alguna (v.gr. como podría ocurrir con los
supuestos de sumisiones indistintas a la Jurisdicción y al arbitraje)3.
2
Así lo ha señalado la SAP de Madrid núm. 585/2005 de 29 de julio: “El convenio arbitral no ha de
aparecer plasmado materialmente en un concierto otorgado con unidad de acto y firma conjunta de ambas
partes, sino que tan sólo requiere la constancia de la voluntad común e inequívoca de una y otra de someter
la solución de controversias que se susciten a la decisión arbitral que se comprometen a aceptar”.
3
Caso planteado en el Auto de 6 de junio de 2001 de la Audiencia Provincial de Madrid (Sección 11ª)
Aranzadi Civil núm. 2001/1602.
La exigencia de un objeto cierto viene ya derivada del art. 1261 CC.
Para que el contrato pueda surtir efecto entre las partes será necesario que
éstas tengan capacidad para suscribirlo y que se determine con precisión
aquello que contiene el acuerdo o aquello que determina el convenio arbitral.
El art. 2.1 LA señala que son materias objeto de arbitraje las
controversias sobre materias de libre disposición conforme a derecho.
Utilizando la terminología clásica en el arbitraje se resuelven conflictos
surgidos o que puedan surgir en el futuro respecto de una determinada
relación jurídica, contractual o no, sobre materias de libre disposición
conforme a Derecho.
Si nos ajustamos a este precepto, la LA permite que las partes puedan
someter a arbitraje cualquier conflicto ya surgido, pero también, otras
controversias que puedan surgir en el futuro.
En este punto aparece alguna de las novedades introducidas por la Ley
11/2011 de 20 de mayo, de reforma de la Ley de Arbitraje 60/2003, al
introducir dos nuevos preceptos, el art. 11.bis y 11.ter, que recogen alguna
de las exigencias que venía siendo demandadas por la mayoría de la doctrina.
Así, en virtud de estos preceptos, se admite la sumisión a arbitraje de
aquellos conflictos que pudieran plantearse en las sociedades de capital,
dando entrada en la Ley al denominado arbitraje estatutario.
Para que sea viable la introducción en los estatutos de una sociedad de
una cláusula de sumisión a arbitraje, será necesario el voto favorable de, al
menos, dos tercios de los votos correspondientes a las acciones o a las
participaciones en que se divida el capital social (art. 11.bis.2 LA).
Se exige que el arbitraje sea de carácter institucional de tal forma que los
estatutos sociales podrán recoger que la impugnación de cualquier acuerdo
societario pueda ser sometido a la decisión de uno o más árbitros (art.
11.bis.3 LA).
Por último, el art. 11.ter LA alude a la incidencia que habrá de tener el
laudo arbitral cuando haya decidido sobre acuerdos societarios que puedan
inscribirse en el Registro Mercantil o que ya estén inscritos. Así, cuando el
laudo declare la nulidad de un acuerdo inscribible habrá de inscribirse en el
Registro Mercantil. En el supuesto de que ya estuviera inscrito el acuerdo
impugnado, el laudo determinará, además, la cancelación de su inscripción
y de los asientos que pudieran ser contradictorios con ella.
2.3. De la forma.
Se desprende un marcado carácter antiformalista en el articulado de la
LA. Prueba de esto lo constituyen las variaciones que han operado respecto
de las exigencias formales para la conformación del convenio arbitral a
propósito de la LA 60/2003 frente a sus antecesoras. Se trata de reformas
preceptivas para dar entrada al uso de las nuevas tecnologías en el ámbito
del proceso arbitral.
En primer lugar, el convenio arbitral ya no debe haber quedado
plasmado por escrito sino que basta deducirlo de un intercambio de cartas o
telegramas; intercambio de los escritos de demanda y contestación o cuando
conste en un documento accesible para ulterior consulta en soporte
electrónico, óptico o de otro tipo (art. 9.3 LA). Asimismo, es indiferente que
el convenio forme parte de un contrato principal como una más de sus
cláusulas, se haya acudido a él por referencia en otro documento contractual
o forme parte de un contrato de adhesión.
Y en segundo lugar, ha desaparecido ya con la nueva regulación la
referencia que la anterior Ley hacía respecto de la necesidad de que las partes
manifestaran expresamente su voluntad inequívoca de cumplir el laudo.
Bastará con que las partes hayan manifestado —por cualquiera de las formas
ahora admitidas— su voluntad de someter el conflicto a arbitraje.
LECCIÓN TERCERA.
1
sentido, ejemplo de ello lo encontramos, de una parte, en el art. 11.1 LA
cuando establece:
2
arbitral, la arbitrabilidad de la materia o sobre cualquier otra cuestión que
impida a los árbitros entrar a resolver el fondo de la cuestión que se les
somete.
Esta regulación es coherente a su vez con el art. 7 LA que establece el
principio de intervención mínima de órganos jurisdiccionales en el arbitraje,
dejando su posible actuación solo para supuestos previamente contemplados
en la Ley que atiendan a situaciones de apoyo y control judicial del arbitraje.
Igualmente, respeta el principio esencial de la autonomía de la voluntad de
las partes que decidieron sustraer dicha controversia a los órganos
jurisdiccionales mediante la plasmación del respectivo convenio arbitral, no
se desvirtúa por consiguiente la voluntad original de las partes.
Finalmente, habilita una solución para aquellos que reclaman un control de
lo ocurrido en el arbitraje a través de tribunales estatales debido a los efectos
procesales que se derivan del laudo arbitral: fuerza ejecutiva y de cosa
juzgada.
3
Por otra parte, también recoge el art. 22 LA la consagración del principio de
separabilidad del convenio arbitral respecto del contrato principal, esto es, el
convenio arbitral tiene identidad propia y goza de autonomía respecto del
contrato principal en el que aparezca inserto. El art. 9.1 LA en relación con
el convenio arbitral reconoce que el convenio arbitral constituye un contrato
diferente e independiente del contrato al que se refiere, razón por la cual
contempla diversas formas de plasmación del convenio arbitral entre las que
se encuentra tanto la cláusula incorporada a un contrato como un acuerdo
independiente.
Así las cosas, la causa de nulidad que afecte al contrato principal en el que
se inserta el convenio o al que se refiere el mismo, puede viciar o no la
cláusula arbitral, lo que establece el art. 22 LA, es que la nulidad del contrato
principal no tiene por qué afectar o, en términos de la LA “no entraña por si
sola” la nulidad del convenio arbitral. Por consiguiente, el convenio arbitral
es independiente del resto de las cláusulas y estipulaciones del contrato del
que pueda forma parte (art. 22.1 LA).
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arbitral y se estaría hurtando la competencia de los árbitros para decidir sobre
su propia competencia ─art. 22 LA─.
Nada impide sin embargo, que los órganos jurisdiccionales con competencia
en su caso, intervengan en supuestos de apoyo y control judicial del arbitraje.
Sobre todo, cuando nos ubicamos en este último supuesto ─control del
arbitraje─ los órganos jurisdiccionales están plenamente capacitados para
“revisar o controlar” el laudo dictado en donde, previamente, los árbitros ya
han analizado su propia competencia. Sabemos que esto se debe a los efectos
procesales que presenta el laudo arbitral, si éste produce efectos de cosa
juzgada y tiene fuerza ejecutiva (arts. 43 y 44 LA) no cabe duda de que ese
control jurisdiccional será no solo posible sino necesario y, en el supuesto en
que se aprecie algún tipo de error en la apreciación de los árbitros sobre su
propia competencia ─v.gr. errores en la arbitrabilidad de la materia, en la
determinación de la existencia del convenio arbitral u otros─ éste podrá ser
subsanado por la vía de la acción de anulación del laudo de la que conocen
órganos jurisdiccionales (Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales
Superiores de Justicia).
En conclusión, corresponde a los árbitros analizar prima facie su propia
competencia sin perjuicio de las oportunidades que, a posteriori, pudieran
tener los órganos jurisdiccionales cuando intervienen en supuestos de apoyo
y control de arbitraje aunque con las previsiones que apuntamos al analizar
esos supuestos.
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a) Materias susceptibles de ser sometidas a arbitraje: como es obvio, los
árbitros carecen de competencia para resolver controversias sobre materias
que no son arbitrables porque así lo impide el art. 2.1 LA. Ya hemos
analizado con anterioridad este precepto, el legislador realiza una afirmación
genérica en torno a las materias que pueden quedar sometidas a arbitraje:
“materias de libre disposición conforme a derecho”. Por tanto, cuando la
materia sometida a los árbitros pueda considerarse no arbitrable, éstos, en
primer término, tendrán la competencia para pronunciarse sobre el carácter
disponible o no de la misma.
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conste en documento accesible para ulterior consulta en soporte electrónico,
óptico o de otro tipo (art. 9.3 LA). Junto a lo anterior el convenio puede
presentarse en alguna de las formas que también recoge el art. 9: como una
cláusula más de un contrato, por referencia o en un contrato de adhesión.
Todos estos presupuestos relativos a la forma del convenio arbitral en cada
caso deben ser apreciados en primer término por los árbitros que, por
ejemplo, podrán determinar si la cláusula arbitral se insertó o no en un
contrato de adhesión, si la misma fue o no consensuada entre las partes o
vino impuesta directamente a una de ellas por la contraria o si se respetan los
principios de protección del consumidor en caso de que éste haya sido una
de las partes del contrato en el que se incluye en convenio arbitral.
7
22 LA desde el primer momento en que se les encomienda la resolución de
la controversia.
Como es lógico, los árbitros solo pueden analizar su propia competencia para
resolver el asunto desde el momento en que éstos son nombrados y se
produce la aceptación del encargo en el periodo de quince días desde la
designación.
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─ La excepción relativa a que los árbitros se exceden del ámbito de su
competencia deberá oponerse tan pronto como se plantee, durante las
actuaciones arbitrales, la materia que exceda de dicho ámbito.
─ Los árbitros sólo podrán admitir excepciones opuestas con posterioridad a
la contestación a la demanda arbitral si la demora resulta justificada.
A la vista del contenido del art. 22.2 LA podemos afirmar que legislador lo
que pretende es que cualquier cuestión que pueda impedir una decisión de
fondo de la controversia sea resuelta a limine, evitando así que inútilmente
se sustancien actuaciones y posteriormente sean declaradas nulas. Por ese
motivo, las partes deben alegar las excepciones que quieran hacer valer en el
procedimiento, como muy tarde, con la contestación a la demanda.
A pesar de lo anterior, el legislador es consciente de que pueden surgir cierto
tipo de cuestiones que pudieran ser objeto de la interposición de excepciones
por las partes en un momento ulterior del procedimiento arbitral, de ahí que
habilite la posible oposición de éstas siempre que la parte justifique la razón
de ser de su tardía alegación y siempre que no conculque los principios
básicos del procedimiento arbitral del art. 24 LA. La Exposición de Motivos
señala que: “la alegación tardía está, a juicio de los árbitros justificada, en
la medida en que la parte no pudo realizar esa alegación con anterioridad
y que su actitud durante el procedimiento no puede ser interpretada como
una aceptación de la competencia de los árbitros”.
Finalmente, como excepción a lo anterior, se permitirá la alegación de
cualquier excepción que afecte a la falta de competencia de los árbitros tan
pronto como se plantee.
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La pauta la establece el apartado 3 del art. 22 LA, los árbitros podrán decidir
las excepciones de que se trata este artículo con carácter previo o junto con
las demás cuestiones sometidas a su decisión relativas al fondo del asunto.
La elección sobre cuándo resolver éstas se deja al arbitrio de los árbitros que
atendiendo a las circunstancias del procedimiento decidirán cuándo procede
resolver sobre las excepciones.
En todo caso, el haber designado o participado en el nombramiento de los
árbitros no influye en la facultad que tienen las partes de oponer excepciones
de todo tipo. Dicho de otro modo, no se produce una renuncia tácita a la
alegación de la excepción de incompetencia de los árbitros por el hecho de
haber participado en el nombramiento de éstos. De esta forma, cuando las
partes nombran a los árbitros tan solo están contribuyendo a designar a quien
o quienes podrán decidir sobre dicha competencia.
La resolución sobre las excepciones en el caso de que los árbitros decidan
hacerlo con carácter previo, deberá adoptar la forma de laudo arbitral, lo que
concuerda con las previsiones del art. 37 LA que permite a los árbitros dictar
tantos laudos parciales como sean necesarios para resolver las cuestiones
procesales o de fondo.
El laudo parcial que resuelve una excepción interpuesta por una de las partes
puede ser impugnado mediante el ejercicio de la acción de anulación del
laudo de la que conocerá la correspondiente Sala Civil y Penal del Tribunal
Superior de Justicia sin que se produzca la suspensión, mientras se resuelve,
del procedimiento arbitral.
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2. Capacidad de los árbitros.
Para que un árbitro pueda ser designado para la resolución de un conflicto
por vía arbitral, debe tener la capacidad reconocida en el artículo 13 LA: que
se trate de una persona física en el pleno ejercicio de sus derechos civiles.
De entre estos requisitos se encuentra de una parte aquellos que se refieren a
la capacidad del árbitro para resolver la controversia. Se exige en el art. 13
LA una capacidad general del árbitro, esto es, estar en el pleno ejercicio de
sus derechos civiles y ser persona física y no jurídica. Además de esta
capacidad general se puede exigir en determinados supuestos una capacidad
que podríamos denominar especial como ocurre en el caso de los arbitrajes
de Derecho en donde los árbitros deben tener la condición de juristas. (art.
15.1 LA). Este precepto ha sido modificado por la Ley 11/2011 de reforma
de la LA ya que el anterior exigía la condición de abogados en ejercicio en
los arbitrajes de Derecho. Sin embargo, con buen criterio, se ha extendido la
posibilidad de intervención en este tipo de arbitrajes a otros operadores
jurídicos (juristas) que perfectamente podrían desempeñar esas funciones
arbitrales sin necesidad de tener la condición de abogado en ejercicio.
En el caso de que el tribunal arbitral esté conformado por tres árbitros, al
menos uno de ellos, deberá tener la condición de jurista (art. 15.1.I LA).
Esas reglas especiales sobre capacidad pueden derivarse de la propia
LA como en el supuesto anterior o de los correspondientes Reglamentos de
las instituciones o Cortes que administren el arbitraje que exijan mayores
requisitos a los árbitros llamados a intervenir1.
Cuando las partes entiendan que el árbitro no cumple con estas
condiciones que puedan exigirse en cada caso, podrán instar la recusación
1
En el mismo caso que el anterior —un arbitraje de Derecho— una determinada Corporación puede
establecer como condición añadida a que el árbitro sea abogado en ejercicio, el hecho de que tenga quince
o más años de ejercicio profesional.
11
del árbitro según establece el art. 17 LA por no contener la cualificaciones
convenidas para realizar dicha función.
12
Si las partes hubieran optado por un arbitraje de equidad el Juez
solicitará de los Colegios profesionales, Cámaras de Comercio, Industria y
Navegación y otras Corporaciones o a su órgano representante de carácter
general, la remisión de las listas de profesionales colegiados para que
conforme al sistema de sorteo comentado con anterioridad se proceda a la
designación de los distintos árbitros.
De entre las reglas que hay que respetar en el procedimiento
establecido para este tipo de nombramientos, destacan la conveniencia de
nombrar a un árbitro de nacionalidad distinta al de las partes y, en su caso, a
la de los árbitros ya designados cuando se trate de nombrar a un solo árbitro
o a un tercer árbitro; y en segundo lugar, la consistente en que el tribunal
tenga en cuenta los requisitos establecidos por las partes para ser árbitro,
manteniendo la exigencias de imparcialidad e independencia de éstos2.
Hemos observado cómo la idea de evitar la paralización del arbitraje
es la razón de ser fundamental del nombramiento judicial de árbitros. Es
cierto que las partes pueden colocarse voluntariamente en una situación de
inactividad que se extienda, en primer término, al nombramiento del tribunal
encargado de resolver el conflicto que hubiera surgido cuando, con carácter
previo, éstas decidieron someter el conflicto al arbitraje excluyendo a la
jurisdicción ordinaria. Sin embargo, la designación que realice el tribunal
competente debe igualmente seguir una serie de criterios que,
fundamentalmente, tratan de salvaguardar la independencia e imparcialidad
de los elegidos para resolver la controversia. En este sentido, el tribunal debe
atender a las cualificaciones que las partes hubieran incluido para el
nombramiento de los árbitros en el convenio arbitral3.
2
Las partes deberán recusar al árbitro que presente alguna causa que afecte a su imparcialidad, tan pronto
como tengan conocimiento de la misma, no pudiendo reservarse esta acción para un momento posterior en
donde ya haya recaído resolución en el asunto y pueda tener esta actitud una finalidad fraudulenta y
contraria a la buena fe [AAP de Santa Cruz de Tenerife núm. 66/2007 (JUR 2007/153250)].
3
Así, puede haberse exigido en el convenio que, tratándose de un arbitraje de Derecho, los árbitros elegidos
tengan acreditados, al menos, quince años de ejercicio profesional.
13
Si tras el nombramiento judicial del árbitro —o árbitros— se aprecia
la conculcación de alguno de los requisitos apuntados: independencia,
imparcialidad, falta de las cualificaciones debidas, etc., el procedimiento
para ese nombramiento se encontrará viciado y podrá ser objeto de
impugnación por la vía del art. 41.1.d). Esta conclusión refrenda las
manifestaciones realizadas por HINOJOSA SEGOVIA en orden a la
designación de los árbitros, cuando se plantea si es posible o no impugnar
el laudo por defectos en la designación de los árbitros cuando tal designación
se hubiera realizado judicialmente. Ante la falta de vías para impugnar
judicialmente (no cabe recurso ni de reposición ni de apelación) la decisión
del tribunal sobre el nombramiento de árbitros pues ésta posibilidad está
excluida explícitamente en el art. 15 apartado 7, compartimos con este autor
la idea de que esta circunstancia pueda ser impugnada mediante la anulación
del laudo cuando en el procedimiento judicial se produjo alguna infracción.
4. Numero de árbitros.
Las partes tienen libertad para fijar libremente el número de árbitros
que resolverá la controversia. En defecto de acuerdo de las partes, el arbitraje
será encomendado a un solo árbitro. Esta precisión de la LA abarata los
posibles costes del arbitraje y sustituye a la exigencia de la LA/1988 cuando
en idéntico supuesto exigía la conformación del tribunal arbitral por tres
árbitros.
Dentro de esta libertad de las partes haya que entender que cuando
éstas encomiendan el asunto a una institución arbitral en virtud del art. 14
LA, el número y cualificación de los árbitros estará en función de lo que
establezca el reglamento de la institución administradora del arbitraje.
Otro de los requisitos que exige el art. 12 LA es la necesidad de
nombrar a un número impar de árbitros cuando el conflicto se encomiende a
un tribunal arbitral, con la idea de deshacer los posibles empates que
14
pudieran concurrir caso de permitir colegios arbitrales formados por un
número par de árbitros.
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5.1. Abstención y recusación de árbitros.
Una vez que se produce el nombramiento de los árbitros aún
conteniendo perfectamente las condiciones exigidas por las partes,
Reglamentos o LA en su defecto, no puedan desempeñar la función para la
que han sido designados porque concurra en ellos alguna causa de abstención
o recusación.
Ya no se trata de una falta de condiciones o aptitudes personales del
árbitro generales o especiales para un determinado arbitraje, sino que el
árbitro tiene con alguna de las partes una relación de carácter personal
profesional o comercial (art. 17.1 LA).
El legislador ha preferido no hacer una remisión a los motivos de
abstención y recusación de Jueces y Magistrados por no cubrir todos los
supuestos posibles —tal y como hacía la LA/1988—. Por ello, ha optado por
incluir una cláusula general impidiendo que un árbitro pueda llevar a cabo
su labor cuando existan dudas sobre su imparcialidad concretando este
extremo en el hecho de que éste haya podido tener algún tipo de relación
personal, comercial o profesional con alguna parte del procedimiento
arbitral.
Se introduce una nueva causa de recusación a través de la
modificación del art. 17 LA y la inclusión de un nuevo apartado 4 por medio
de la Ley 11/2011 de reforma de la LA, que impide intervenir como árbitro
a aquel que hubiera intervenido como mediador en el mismo conflicto, salvo
acuerdo en contrario de las partes.
Como estamos ante posibles causas de abstención o recusación, caso
de tener lugar en el procedimiento alguna de ellas, recae en primer lugar en
el árbitro la obligación de abstenerse de conocer esa controversia o de poner
de manifiesto aquella circunstancia que pueda dar lugar a dudas justificadas
sobre su imparcialidad e independencia (art. 18 LA). Si por hipótesis ese
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control falla o el árbitro entiende que no concurre tal causa, residirá en la
parte afectada la posibilidad de poder recusar al árbitro según el
procedimiento establecido para ello en la LA (art. 18).
El procedimiento a aplicar será, en primer lugar, aquel que las partes
hubieren acordado en este sentido. En su defecto, el procedimiento
establecido en el art. 18 es bastante sencillo y persigue dotar al arbitraje de
la rapidez necesaria y por ello no ha permitido —intra procedimiento
arbitral— recurso alguno frente a la desestimación sobre la recusación del
árbitro sin perjuicio de repetir esta solicitud con la impugnación final del
laudo.
Así, en los quince días siguientes a la aceptación del árbitro, la parte
que desee recusarlo expondrá los motivos o las circunstancias que dan lugar
a dudas justificadas sobre su imparcialidad e independencia. Sobre esta
recusación resolverán los árbitros a no ser que el árbitro recusado renuncie o
la parte contraria acepte la recusación.
De otra parte, la seguridad jurídica en esta decisión de política
legislativa queda garantizada desde el momento en que sobre esta cuestión
podrá volverse a discutir pero una vez finalizado el procedimiento arbitral e
impugnando el laudo definitivo.
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una provisión de fondos que se estime necesaria para atender a los honorarios
y gastos de los árbitros.
Desde el momento en que los árbitros aceptan el encargo asumen la
obligación de dictar el laudo en el plazo establecido. Esa es la principal
función a la que éstos deben responder. El carácter cuasi-jurisdiccional del
arbitraje que ha sido reiteradamente reconocido por nuestro TC, supone que
el recurso a éste por las partes excluyendo de su conocimiento a la
jurisdicción, determine un equivalente al derecho a la tutela judicial efectiva
del art. 24 CE. Precisamente por esa razón y teniendo además presente los
efectos procesales que se le atribuyen al laudo arbitral ─cosa juzgada y
ejecutividad─ se exige que el procedimiento arbitral goce de una serie de
garantías. Y de entre esas garantías, se encuentra la opción de poder exigir
de los árbitros responsabilidad de daños y perjuicios en aquellos supuestos
en los que hayan actuado con mala fe, temeridad o dolo.
Como afirma MERINO MERCHÁN, la regulación de la responsabilidad del
árbitro forma parte de las garantías necesarias para asegurar la finalidad de
justicia, contradicción, igualdad y sometimiento a la Ley.
Pero siendo posible la exigencia de responsabilidad a los árbitros ésta debe
acotarse so pena de afectar negativamente a propia institución arbitral. En
este sentido, tomamos como referencia el régimen de responsabilidad de
jueces y magistrados aunque siendo conscientes de que no cabe una
equiparación completa de unos y otros. Así, los árbitros podrían incurrir en
tres tipos de responsabilidades: (i) responsabilidad penal por la comisión de
algún delito en el ejercicio de su función y que ahora concretaremos; (ii)
responsabilidad disciplinaria como consecuencia de la posible pertenencia
del árbitro a instituciones arbitrales en el marco de las cuales, y segtún su
reglamento, hayan podido ser nombrados, estando limitadas las sanciones en
este caso exclusivamente al ámbito de dichas corporaciones y, finalmente,
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(iii) responsabilidad civil que dará lugar a una posible indemnización de
daños y perjuicios.
a) Responsabilidad penal.
El Código Penal recoge varios tipos delictivos que mencionan expresamente
a la figura del árbitro, y son: el delito de cohecho del art. 423 y el delito de
negociaciones prohibidas del art. 440 CP.
Efectivamente, el art. 422 CP señala que incurrirá en pena de prisión de seis
meses a un año y suspensión de empleo y cargo público de uno a tres años a
la autoridad o funcionario público que, en provecho propio o de un tercero,
admitiera, por si o por persona interpuesta, dádiva o regalo que le fueren
ofrecidos en consideración a su cargo o función.
El delito de cohecho es extendido a la figura del árbitro a través del art. 423
cuando se señala en éste que será igualmente aplicable lo establecido en el
art. 422 CP a los jurados, árbitros, peritos, administradores o interventores
designados judicialmente, o a cualesquiera personas que participen en el
ejercicio de la función pública.
Por otra parte, el art. 439 CP vuelve a ser aplicable a los árbitros en virtud de
lo establecido en el art. 440 CP y señala que la autoridad o funcionario
público que, debiendo intervenir por razón de su cargo en cualquier clase de
contrato, asunto, operación o actividad, se aproveche de tal circunstancias
para forzar o facilitarse cualquier forma de participación, directa o por
persona interpuesta, en tales negocios o actuaciones, incurrirá en la pena de
prisión de seis meses a dos años, multa de doce a veinticuatro meses e
inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de uno a
cuatro años.
Podría sin embargo añadirse un tipo delictivo más relacionado directamente
con el deber de confidencialidad al que deben de responder los árbitros, nos
referimos a la posible relevación de secretos que regula el art. 199 CP. El
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deber de confidencialidad obliga a los árbitros y a cualquiera de las partes
que intervenga en el arbitraje, a no divulgar ningún tipo de información de
la que tenga conocimiento con ocasión del arbitraje, si esa divulgación se
produce, además de conculcar el principio de confidencialidad (art. 24 LA)
podría llegar a encajar también en el tipo relativo a la revelación de secretos.
b) Responsabilidad disciplinaria.
Una de las clasificaciones del arbitraje a la que hemos aludido, distingue
entre arbitraje ad hoc y arbitraje institucional. En relación con este último,
cabe que los árbitros que son nombrados para ejercer las labores arbitrales
por una determinada institución arbitral, queden sometidos a la
responsabilidad disciplinaria y al conjunto de normas que las regulen, para
los casos en que se produzca una deficiente actuación del árbitro en el ámbito
de un arbitraje administrado por una institución arbitral. La identificación de
dichas sanciones dependerá principalmente de lo que cada institución regule
al respecto sin que en este instante debamos profundizar sobre las mismas.
c) Responsabilidad civil.
El art. 21 LA limita la responsabilidad civil por los daños y perjuicios que
los árbitros pudieran provocar por no cumplir fielmente el encargo, a
aquellos supuestos en los que hayan actuado con mala fe, temeridad o dolo.
Esta regulación deja fuera de la responsabilidad civil la actuación de los
árbitros por culpa o negligencia lo que ha sido debidamente criticado por una
gran parte de la doctrina.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia han equiparado los términos
negligencia y culpa de una parte, y mala fe y conducta dolosa de otra. Así,
cuando los árbitros de manera dolosa provocan un daño a alguna de las partes
del arbitraje por acción u omisión durante la tramitación del procedimiento
arbitral, éstas podrán iniciar un procedimiento de responsabilidad por daños
y perjuicios, siempre que, con carácter previo, se haya puesto de manifiesto
20
esta circunstancia a través de la correspondiente acción de impugnación del
laudo arbitral en el que se produjo dicha actuación de los árbitros.
Se requiere pues al menos, que los árbitros incumplan su encargo, que su
comportamiento sea doloso, de mala fe o temerario y, finalmente, que se
deriven daños y perjuicios para las partes o terceros que no tengan por qué
ser soportados (Felix,J.,MONTERO).
Por otra parte, también reconoce el art. 21.1 LA la acción directa que tiene
los perjudicados contra la propia institución arbitral, pues efectivamente es
ésta la que igualmente ha aceptado la gestión y administración del arbitraje,
asimismo, ha participado en el nombramiento de los árbitros llamados a
resolver la controversia y, por consiguiente, tienen participación en aquellos
daños que una irregular actuación de la institución pudiera comportar en
partes y terceros.
No obstante, como no podía ser de otra manera, la institución arbitral, en ese
tipo de casos, tiene acción de repetición contra los árbitros que hubieren
intervenido en un arbitraje por ésta administrado con mala fe, dolo o
temeridad.
Algunas de las responsabilidades en las que podría incurrir la institución
arbitral han sido correctamente ilustradas por GONZÁLEZ SORIA:
─ La designación de árbitros que ene l momento de la aceptación del encargo
no se hallen en el pleno ejercicio de sus derechos civiles, careciendo de
capacidad sufíciente.
─ La designación de árbitros para resolver un arbitraje de derecho que no
sean juristas, salvo acuerdo de las partes.
─ La inobservancia por la institución de sus normas reglamentarias para la
designación de los árbitros.
La designación del árbitro o Colegio arbitral, que coloque a una de las partes
en una situación de privilegio.
21
─ La designación de un número de árbitros que no sea par o contraviniendo
el reglamento que rija el arbitraje.
─ Finalmente, cuando un árbitro hubiera dado muestras inequívocas de su
falta de independencia y la institución no hubiera tomado medidas.
22
Por tanto, a partir de este momento, los árbitros o la institución arbitral en su
nombre, deberán contratar un seguro de responsabilidad civil, no siendo éste
ya facultativo como lo era hasta ahora, sin perjuicio de que algunas
instituciones arbitrales ya hubieran previsto esta circunstancia. El seguro
puede incluir diversos conceptos que van desde posibles infracciones de la
L.O.P.D., daños a expedientes o documentos arbitrales, reclamaciones de las
partes por incumplimiento fiel del encargo por los árbitros, entre otros.
En la actualidad una gran parte de las instituciones arbitrales ya han
cumplido con esta exigencia de la LA tras la reforma de la Ley 11/2011.
Resta por saber si en el futuro próximo la implantación obligatoria de este
seguro o de su garantía equivalente, provocará mayores reclamaciones contra
la labor de los árbitros de las que hasta ahora se venían produciendo, sobre
todo, en aquellos supuestos en que las partes hayan obtenido laudos
desfavorables a las pretensiones deducidas en el arbitraje.
23
legitimación para solicitar el nombramiento judicial del árbitro recae,
indistintamente, en cualquiera de las partes. No es necesario acuerdo mutuo
de las partes para acudir a este nombramiento judicial y basta con que
cualquiera de ellas decida iniciar el procedimiento.
b) En el segundo supuesto (proceso arbitral con tres árbitros), cada
parte va a nombrar a un árbitro para que el tercero sea nombrado por acuerdo
de entre los dos árbitros previamente nombrados por las partes y siendo éste
último el que actúe como presidente del Tribunal.
La intervención del tribunal competente se produce aquí en dos
momentos distintos: cuando alguna de las partes no haya procedido al
nombramiento del árbitro teniendo como plazo máximo 30 días ─cómputo
civil y no procesal del plazo─ desde la recepción del requerimiento de la otra
parte para que lo haga; y cuando los árbitros ya designados por las partes no
se pusieran de acuerdo en el nombramiento del tercero.
También ha previsto el legislador que la parte activa y pasiva de la
relación arbitral esté formada por una pluralidad de sujetos. En ese supuesto,
todos los demandantes nombrarán un árbitro y los demandados otro, siendo
el tercero nombrado igualmente por el tribunal. Y si no se pusieran de
acuerdo en el nombramiento todos los árbitros los nombraría el tribunal
competente.
c) Por último, cuando el tribunal arbitral se compone de un número
superior a tres árbitros, a petición de cualquiera de las partes, el tribunal
competente nombrará a todos ellos.
La petición de nombramiento judicial de árbitros se ha de realizar por
las partes por lo que no cabe un nombramiento de oficio por el órgano
jurisdiccional (art. 15.3 LA), siendo entonces además el proceso adecuado
para dicho nombramiento, el juicio verbal (art. 437 y ss. LEC).
7.1. Competencia.
24
El art. 8.1 LA establece una serie de fueros alternativos para
determinar el órgano con competencia para proceder al nombramiento de los
árbitros cuando las partes no se pongan de acuerdo en el mismo.
A) Competencia objetiva.
La competencia objetiva para todos los supuestos de nombramiento
judicial de los árbitros ─también para la remoción de un árbitro por otro─
recae en las Salas de lo Civil y Penal de los Tribunales Superiores de Justicia
de las Comunidades Autónomas (art. 8.1 LA en su nueva redacción tras la
Ley 11/2011 de reforma de la LA).
A este respecto, la LO 5/2011, complementaria de la Ley 11/2011 de
reforma de la Ley de Arbitraje, modifica igualmente el art. 73 LOPJ para
incluir entre las competencias de las Salas de lo Civil y Penal de los
Tribunales Superiores de Justicia, estas competencias.
Al no caber recurso alguno frente a la designación de árbitros
realizada por el órgano judicial, la especificación de la competencia
funcional deja de tener sentido.
En cuanto al tratamiento procesal de la competencia objetiva, hay que
considerar que las normas que fijan la competencia objetiva son de carácter
imperativo lo que nos conduce a su posible apreciación tanto de oficio como
a instancia de parte:
— En cuanto el tribunal que haya recibido la petición de
nombramiento de árbitros advierta su falta de competencia podrá inhibirse
conforme al art. 48 LEC, previa audiencia de las partes y del Ministerio
Fiscal, por plazo común de diez días y, además, indicando el tribunal
competente para el conocimiento del asunto (art. 48. 2 y 3 LEC).
La decisión que adopte el tribunal sobre su propia competencia
absteniéndose de conocer será susceptible de ser recurrida en apelación (art.
25
66.1 LEC), siendo el recurso de reposición el apropiado cuando dicho auto
mantenga la competencia del tribunal4.
― Si falla el control de oficio de la competencia objetiva por el
tribunal, la parte puede impugnar la falta de competencia objetiva a través de
la declinatoria (arts. 49 y 63 y ss. LEC). La tramitación de la misma
suspenderá el procedimiento con el consiguiente retraso en el nombramiento
de árbitros, efecto no deseable que mencionaremos a continuación a
propósito de la competencia territorial.
Al tener la consideración de normas de carácter imperativo o ius
cogens será declarado nulo de pleno derecho todo lo actuado con falta de
competencia objetiva en virtud de lo establecido en el art. 238.1 LOPJ.
B) Competencia territorial
Es en la competencia territorial donde aparece esa disparidad de fueros
que parten, en primer lugar como fuero principal, el de la Sala de lo Civil y
Penal de los Tribunales Superiores de Justicia de la Comunidad Autónoma
donde tenga lugar el arbitraje.
En virtud de lo establecido en el art. 26 LA son las partes las que tienen
en primer término la potestad para determinar el lugar del arbitraje a todos
los efectos ─normalmente, en el propio convenio arbitral o mediante
remisión a las normas que regulen esta cuestión en el reglamento
correspondiente de la Corporación a la que se haya encomendado el
arbitraje─. A falta de este acuerdo, lo van a determinar los árbitros a la vista
de las circunstancias y la conveniencia de las partes.
4
Creemos que el apartado 7 del art. 15 LA no rige para estos supuestos, sino sólo para las resoluciones que
dictan los distintos tribunales relacionados directamente con el nombramiento no con cuestiones procesales
como la falta de competencia objetiva o territorial. Art. 15.7 LA: “Contra las resoluciones definitivas que
decidan sobre las cuestiones atribuidas en este artículo al tribunal competente no cabrá recurso alguno,
salvo aquellas que rechacen la petición formulada de conformidad con lo establecido en el apartado 5”.
26
Debido al momento procesal en el que se puede producir el
nombramiento judicial de los árbitros, es posible que se desconozca el lugar
donde se desarrollará el arbitraje, lo que impedirá la aplicación de este fuero.
Por ese motivo, de forma subsidiaria y en este caso a elección del actor, se
establecen dos fueros alternativos a éste: el Juzgado del domicilio o
residencia habitual de cualquiera de los demandados. El tercer fuero
establecido a falta de determinación de los anteriores será el del domicilio o
residencia habitual del actor cuando ninguno de los demandados tuviera su
domicilio o residencia en España.
Y finalmente, se establece una cláusula de cierre por si la
identificación del Juzgado competente no pudiera basarse en los anteriores
fueros y que permitirá al actor decidirse por el que considere conveniente.
En relación con el tratamiento procesal de la competencia territorial,
las normas de competencia introducidas son de carácter imperativo de donde
debemos descartar la sumisión expresa o tácita a tribunales distintos de los
comentados por el art. 8.2 LA
Teniendo por tanto las normas de competencia territorial carácter
imperativo puede el tribunal apreciar de oficio su propia competencia o ser
denunciada a instancia de parte.
— En el primer caso, control de oficio, el tribunal examinará su
competencia territorial previa audiencia de las partes y del Ministerio Fiscal,
declarando mediante auto su falta de competencia —sí así fuera—
remitiendo las actuaciones al tribunal que considere competente (art. 58
LEC). Contra el auto que resuelva sobre la competencia territorial no se dará
recurso alguno (art. 67.1 LEC).
— A instancia de parte podrá ser denunciada la falta de competencia
territorial para el nombramiento judicial de árbitros a través de la declinatoria
(arts. 59 y 63 y ss. LEC) al haber concluido que se trata de fueros de carácter
imperativo, declarándose nulo de pleno derecho las actuaciones de
27
nombramiento de árbitros por órganos judiciales con falta de competencia
territorial (art. 238.1 LOPJ).
7.2. Exclusiones.
El apartado 5 del art. 15 LA recoge el único supuesto por el que el
tribunal puede negarse al nombramiento judicial de los árbitros en los
términos examinados más arriba. Sólo cuando aprecie que de los documentos
aportados no resulte la existencia del convenio arbitral podrá rechazar tal
petición.
¿Hasta donde debe llegar el control del órgano jurisdiccional sobre la
existencia del convenio arbitral?
El tribunal sólo puede realizar una valoración superficial de la validez
del convenio arbitral para ver si contiene los presupuestos necesarios para
vincular a las partes y, con base en ello, proceder al nombramiento5. No cabe
en este instante del procedimiento arbitral analizar cuestiones más profundas
relativas al convenio arbitral —como arbitrabilidad de la materia6 o si es o
no contrario al orden público— pues impediría el juego de los arts. 22 y 6
LA.
Por supuesto, cabe que el convenio conste de alguna de las formas
admitidas en el art. 9 LA: en contrato independiente, como cláusula
5
Ese control de la validez del convenio puede extenderse a la propia validación del mismo en los términos
de la SAP de Murcia (Sección n.º 4) núm 175/2005 de 22 de junio (JUR 2005/168440), al recoger que: “si
bien es cierto, como dice la parte recurrente, que conforme a lo dispuesto en los estatutos de la sociedad
(artículo 46) existe un convenio arbitral, es también cierto que ello por sí solo no autoriza ni es exponente
de que cualquier cuestión litigiosa que pueda surgir entre las partes quede sometida a la decisión arbitral.
Entendemos que no basta finalmente con la mera existencia de un convenio arbitral, sino más acertadamente
con la virtualidad del mismo; es decir, se impone para la validación del convenio un necesario control de
legalidad, determinando la exclusión del conocimiento arbitral de aquellas cuestiones no queridas por la
voluntad de los socios plasmada en los correspondientes estatutos sociales. Tal criterio interpretativo no
resulta en modo alguno contradictorio con lo dispuesto en el artículo 15, ni en la Exposición de Motivos de
la Ley de Arbitraje cuando veda al Juez la realización de un control de los requisitos de validez del convenio,
o una verificación de la arbitrariedad de la controversia”.
6
En contra, Sentencia del Juzgado de lo Mercantil de Málaga (Núm. 1) de 27 de abril de 2005 (AC 2005,
1248), para quien el análisis del convenio debe extenderse también al de la arbitrabilidad de la controversia,
incluso de oficio.
28
incorporada a un contrato principal, en un contrato de adhesión o que se
deduzca su existencia de un intercambio de escritos de demanda y
contestación.
Como consecuencia de lo anterior, la acreditación de la existencia del
convenio arbitral para determinar si puede o no rechazarse por el tribunal la
petición de nombramiento judicial de árbitros, ya no deberá basarse
exclusivamente en la aportación documental por escrito del mismo sino que
cabrán otros mecanismos de prueba de su existencia como la referencia a un
soporte digital o de otro tipo siempre que conste su recepción y sea posible
su ulterior consulta (sobre el particular vid. Auto del Juzgado de lo Mercantil
de Cádiz de 4 febrero de 2004 [AC 2005/163)]7.
Finalmente señalar, que el auto que ve desestimada la petición de
nombramiento judicial de árbitros tampoco podrá ser objeto de recurso
alguno ya que la Ley 11/2011 de reforma de la Ley de Arbitraje ha unificado
el tratamiento procesal en materia de recursos en el nombramiento judicial
de árbitros, impidiendo que contra resoluciones definitivas que decidan
sobre dicho nombramiento judicial pueda interponerse recurso alguno (art.
15.7 LA).
7
Efectivamente, el art. 9.3 LA señala que: “El convenio arbitral deberá constar por escrito….Se considerará
cumplido este requisito cuando el convenio arbitral conste y sea accesible para ulterior consulta en soporte
electrónico, óptico o de otro tipo”.
29
En cierta forma se trata de un juicio verbal especial o sui generis ya
que se encuentra acotada la cognición limitándose la actividad de alegación,
prueba y decisión a todo lo relacionado con el nombramiento por el Juez
competente de los árbitros llamados a resolver el conflicto.
En cuanto al procedimiento el Tribunal, recibida la demanda, deberá
examinar −ahora con base en el art. 8.1 LA y de las normas generales de la
LEC− su propia jurisdicción y competencia, siendo posible la interposición
de la declinatoria en el plazo de los cinco días posteriores a la citación para
la vista (art. 64.1 LEC).
Creemos que debería permitirse contestación escrita en este juicio
verbal como ocurre en otras ocasiones donde este proceso es usado
supletoriamente, para dar la oportunidad al demandado de aportar su opinión
al proceso respecto de este nombramiento, al convenio arbitral o cualquier
otra circunstancia que relacionada con la petición principal a la que responde
este proceso.
Debemos excluir como actuación procesal una eventual reconvención
del demandado ya que supondría desvirtuar el objeto al que responde este
juicio verbal e introducir así otras alegaciones que nada tengan que ver con
el nombramiento de árbitros y lo que es peor, con el propio arbitraje.
Habiéndose admitido la demanda y dándose traslado de ella a la otra
parte para que pueda formular la contestación −creemos que necesaria− y
presentada ésta por el demandado, el tribunal citará a las partes a la
celebración de una vista en donde el juez oirá a las partes ratificando o
modificando los extremos de los escritos presentados y que se celebrará
según las reglas generales de los arts. 443 y ss. LEC.
Finalmente, el tribunal competente en una resolución que adoptará la
forma de auto, procederá a la designación de los árbitros continuándose así
con los distintos trámites del procedimiento arbitral.
30
8. Remoción y sustitución de árbitros.
Si elegido el árbitro y aceptado el encargo por su parte, se da alguna
situación que impide que éste pueda ejercer sus funciones —por razones de
hecho o de derecho—, será removido de su cargo por el procedimiento
establecido por las partes o, en su defecto, por el contemplado en el art. 19
LA que vuelve a remitirnos a los cauces del juicio verbal con imposibilidad
de recurrir las resoluciones que allí se dicten en este sentido.
El art. 19 LA recoge tres posibilidades: que el árbitro esté de acuerdo
en que no puede continuar desempeñando sus funciones y renuncie,
repetimos, por causa justificada, a su labor; que las partes de mutuo acuerdo
determinen que el árbitro debe cesar en el ejercicio de sus funciones y debe
ser removido; y por último, que las partes no se pongan de acuerdo en la
remoción del árbitro y ante la ausencia de procedimiento específico
estipulado en este sentido, se vean obligadas a acudir a los trámites de un
juicio verbal para salvar dicho desacuerdo, juicio verbal en el que se podrá
acumular la petición de designación de nombramiento de árbitro a la de la
remoción.
Nombrado nuevo árbitro en lugar del removido o renunciante, previa
audiencia de las partes, se decidirán qué actuaciones se han de repetir y
cuáles se dan por ya practicadas.
Igualmente, el árbitro podrá ser sustituido cuando concurra alguna
circunstancia natural o legal que le impida seguir con el encargo
encomendado (muerte, falta de las cualificaciones debidas, recusación,
abstención, enfermedad, diversas cuestiones de hecho o de derecho, etc…).
Para ello el art. 20 LA exige que el procedimiento elegido para el
nombramiento del árbitro sustituto sea el mismo que el utilizado para
nombrar al sustituido o, mejor dicho, se haga según las normas reguladoras
del procedimiento de designación del sustituido.
31
En el supuesto del arbitraje ad hoc las partes han podido optar por
varias soluciones respecto al nombramiento de los árbitros: una elección
personalizada de los mismos, un procedimiento al uso para el nombramiento
o cualquier otra vía. En el arbitraje institucional, en cambio, los
nombramientos deben adecuarse al procedimiento establecido por el
respectivo reglamento que dará las pautas y presupuestos necesarios.
Nada dice expresamente el art. 20 LA respecto a las concretas causas
que permitirían sustituir a un árbitro pero desde luego no son numerus
clausus. Algunas de esas causas pueden deducirse de los distintos preceptos
de la LA: la imposibilidad de ejercer sus funciones por cuestiones de hecho
o de derecho (art. 19 LA); cualquiera de los motivos de abstención o
recusación basados en la falta de independencia o imparcialidad del arbitro
llamado a resolver (art. 18 LA); renuncia del arbitro o, finalmente, cualquier
otra causa no imputable directamente al árbitro (enfermedad, muerte, entre
otras).
Con buen criterio, el legislador ha optado en la LA por repetir, tan
solo, aquéllas actuaciones ya practicadas que decidan los árbitros previa
audiencia de las partes (art. 20.2 LA). Esta decisión va a provocar
probablemente un ahorro de actuaciones en el arbitraje y, en muchos casos,
también ahorro económico y de tiempo.
32
33
LECCIÓN CUARTA: EL PROCEDIMIENTO ARBITRAL
1
1. El procedimiento arbitral.
Son distintas las formas en las que puede conformarse el procedimiento
arbitral teniendo en cuenta dos premisas fundamentalmente: por un lado, la
necesaria distinción entre arbitraje institucional —cuyo procedimiento
vendrá regido por el reglamento correspondiente de la institución a la que
se dirijan las partes— y arbitraje ad hoc, en donde las partes podrán fijar
las normas de procedimiento una vez surgida la controversia y nombrados
los árbitros por ellas elegidos, o mediante su plasmación en el convenio
arbitral que sirva de compromiso para someter la controversia a arbitraje.
2
La infracción de alguna de las manifestaciones de estos principios en el
desarrollo del arbitraje podrá provocar acciones de anulación contra el
laudo por medio de alguno de los motivos contemplados en el art. 41 LA,
sin perjuicio del acceso a un hipotético recurso de amparo ante el TC como
consecuencia de la infracción de uno de los derechos contemplados a través
del art. 24 CE de tutela judicial efectiva.
3
instrumentos que una parte aporte a los árbitros se dará traslado a la otra
parte. Asimismo se pondrán a disposición de las partes los documentos,
dictámenes periciales y otros instrumentos probatorios en que los árbitros
puedan fundar su decisión”.
4
Se ha afirmado que la confidencialidad de las actuaciones arbitrales
constituye una de las ventajas o bondades del arbitraje frente a la
jurisdicción. Este deber de confidencialidad implica que no se pueda
difundir ninguna información a la que se haya tenido acceso a través del
procedimiento arbitral. La confidencialidad se predica tanto en sentido
subjetivo, pues existen una serie de sujetos que se encuentran obligados a
guardar dicha información; y en sentido objetivo, no se puede publicitar
cuanto se conozca por medio del arbitraje. Entre los sujetos obligados
necesariamente debemos mencionar a los árbitros, las partes del arbitraje,
la institución arbitral —en los casos de arbitrajes institucionalizados— y
aunque la LA nada diga en este sentido, de los peritos y testigos que
hubieran podido intervenir y conocer información por su intervención en el
proceso.
5
además, el carácter dispositivo de la gran mayoría de normas que regulan el
procedimiento arbitral.
Los árbitros también pueden hacer uso de las denominadas por muchos
reglamentos “órdenes procesales”, esto es, dentro de las facultades que se
conceden a los árbitros para dirigir el arbitraje de la manera que consideren
oportuna aunque siempre bajo el marco del principio de igualdad de las
partes, éstos pueden ordenar el procedimiento mediante tantas órdenes
procesales como sea necesario, lo habitual es también dictar una primera
orden procesal que contenga consideraciones como las siguientes: a)
Nombre de los árbitros y de las partes así como su dirección para
comunicaciones en el arbitraje; b) los medios de comunicación que habrán
de emplearse; c) el idioma y lugar del arbitraje; d) las normas jurídicas
aplicables al fondo de la controversia o si ésta deberá o no resolverse en
equidad o, e) el propio calendario de actuaciones.
6
excluye o no alguno, precisiones en orden a las medidas cautelares,
oralidad de las actuaciones o escritura, el uso de las nuevas tecnologías en
el procedimiento u otras, todas estas consideraciones aparecerán siempre
que las mismas no hayan quedado ya plasmado en las referidas órdenes
procesales.
7
art. 24 LA; y de entre los segundos, la LA ha decidido introducir una serie
de precisiones en relación con la prueba que los árbitros deben respetar.
8
el principio de intervención mínima de los órganos jurisdiccionales en el
arbitraje, razones que tienen que ver con la fuerza ejecutiva y de cosa
juzgada predicable de los laudos arbitrales hace que el ordenamiento
establezca determinados supuestos de intervención judicial en el arbitraje.
9
— En cuanto al tratamiento procesal, dado el carácter imperativo de
las normas reguladoras de la competencia objetiva para este tipo de
asistencia, debe tener el mismo análisis que hemos contemplado en el
nombramiento judicial de árbitros en cuanto a su posible apreciación de
oficio (art. 48 LEC) y a instancia de parte a través de la declinatoria (arts.
63 y ss. LEC).
10
hayan acudido directamente al órgano jurisdiccional se precisará que este
documento sea firmado por los árbitros en prueba de su aquiescencia.
11
Tal y como acontece en el proceso jurisdiccional, en el arbitraje pueden
darse los presupuestos y concurrir las circunstancias que hagan necesarias
la solicitud y adopción de medidas cautelares. La entrada en vigor de la LA
de 2003 presenta novedades importantes en esta materia donde debemos
destacar, entre otras, la posibilidad reconocida a los árbitros para la
adopción de las mismas (art. 23 LA) y la determinación de la competencia
para la adopción de las mismas por los órganos jurisdiccionales —cuando
así sea— en el art. 8. 3 LA.
12
A estos presupuestos no se refiere el art. 23 LA cuando hace referencia a la
posibilidad de adoptar las medidas cautelares por los árbitros (con la
excepción de una breve referencia a la caución). Y es que realmente éste no
es lugar apropiado para pronunciarse sobre estos requisitos, tan sólo es el
precepto que pone de manifiesto la posibilidad de que los árbitros, con la
nueva regulación, puedan adoptar medidas cautelares.
A) Periculum in mora.
El simple transcurso del tiempo de tramitación de una causa arbitral puede
poner en riesgo la ejecución del futuro y eventual laudo de condena que
pueda llegar a dictarse. Para evitar que el demandado pueda realizar actos
que permitan poner su patrimonio fuera del alcance del proceso arbitral o
judicial mientras éste es sustanciado, se establecen unos mecanismos
control por medio de las medidas cautelares.
13
A diferencia del fumus boni iuris, el periculum in mora es más difícil
acreditarlo con base documental, por ello en la mayoría de las ocasiones
vendrá fundamentado en las manifestaciones del actor, por eso, el
periculum no se presume ni se sobreentiende, es obligación de quien pide la
medida cautelar afirmar y probar —con prueba plena, pues es presupuesto
de la medida cautelar y no de la sentencia de fondo— la existencia de
periculum in mora.
14
C) Caución.
El art. 23 LA establece que para la adopción de las medidas cautelares los
árbitros podrán exigir caución suficiente al solicitante. Toda medida
cautelar puede provocar en el que la sufre un perjuicio de muy diverso tipo
en función de la medida instada. Con el objetivo de paliar el perjuicio
ocasionado con la medida en el supuesto de que a posteriori se ponga de
manifiesto la falta de justificación en su adopción, el juez o los árbitros,
pueden pedir al solicitante una fianza suficiente para cubrir los eventuales
perjuicios que la medida cautelar pudiera ocasionar para el caso de que no
se obtenga una resolución favorable al fondo del litigio.
15
adoptar medidas cautelares con carácter previo al inicio de un proceso
arbitral. Entonces, basándose en el art. 11 LA, la mayoría de la doctrina y
de la jurisprudencia había venido permitiendo la solicitud de medidas
cautelares con carácter previo al inicio del arbitraje.
Pues bien, sin perjuicio de que el apartado tercero del art. 11 LA ya ofrecía
una solución al respecto, el legislador ha creído conveniente zanjar
definitivamente esta cuestión y así lo ha recogido con la modificación del
art. 722 LEC a través de la Ley 11/2011 cuando señala que: “Podrá pedir
al Tribunal medidas cautelares quien acredite ser parte en un convenio
arbitral con anterioridad a las actuaciones arbitrales…”.
16
convenientemente la correspondiente demandada e incluir esta petición
mediante otrosí.
17
fumus boni iuris— o hacer referencia a los documentos incluidos en la
demanda a propósito de la solicitud de la tutela cautelar, entre otros.
Esta cuestión entra dentro de las materias disponibles para las partes en el
sentido de poder excluir esta potestad de los árbitros mediante el mutuo
acuerdo. Por supuesto, se exige la instancia de parte para que los árbitros
puedan acodar las medidas como en relación con cualquier medida cautelar
solicitada ante un órgano jurisdiccional “…los árbitros podrán, a instancia
de cualquiera de las partes…”.
No cabe duda de que el árbitro tendrá mayores parámetros para poder
adoptar o no la medida de los que pueden deducirse exclusivamente del
escrito de solicitud.
18
Aunque los árbitros tengan reconocida como sabemos la potestad
declarativa respecto de las medidas cautelares, carecen de la potestad
ejecutiva que reside, exclusivamente, en los Juzgados y Tribunales
establecidos en la Leyes en virtud del art. 117.3 CE sin que pueda
predicarse en modo alguno capacidad coercitiva de los árbitros.
19
los términos de los arts. 739 y ss. LEC. Finalmente, en cuanto al momento
procesal oportuno para la solicitud adopción de estas medidas se ratifican
los tres ya apuntados: ante causam, con la demanda o en momentos
posteriores si se justifica la solicitud en esos instantes.
20
Superior de Justicia que corresponda, a quién se hubiera atribuido el
conocimiento de la acción de anulación.
21
demandam pero ahora, claro está, con la presencia de ambas partes y con
idénticas posibilidades de actuación.
Las medidas coactivas que pueda llevar a cabo el Juez serán diversas en
función de la medida acordada por los árbitros sirviendo como referencia
las contenidas en el art. 738 LEC que permite utilizar incluso los medios
previstos para la ejecución de sentencias.
2
Puede ser fácilmente comprensibles especiales razones de urgencia que impidan “perder tiempo” en
otorgar notarialmente un poder para que intervenga en la solicitud el procurador o para que sea necesario
pedir medidas antes de que se tenga tiempo suficiente para formular una demanda ordinaria en forma;
más difícil pueden resultar supuestos en los que el letrado no pueda firmar la petición de estas medidas
aunque entendemos que daba darse el mismo tratamiento que a los supuestos anteriores.
22
En otro orden de cuestiones, en cuanto al posible alzamiento, modificación
o sustitución de las medidas cautelares en el arbitraje, debemos reiterar el
carácter provisional e instrumental de estas medidas. Por tanto, cuando se
produzca un cambio de circunstancias que haga variar la situación que se
tuvo en cuenta en el momento de la adopción de la medida cautelar estará
abogado una modificación, alzamiento o sustitución de la medida. Sin
embargo, cada una de estas situaciones es diferente del mismo modo que
habrá que matizar para el arbitraje el momento en el que se puede adoptar
versus alzar, modificar, sustituir una medida cautelar.
3
El estudio de la acción de anulación del laudo y del recurso de revisión puede verse en mi obra: El
control judicial del arbitraje, Madrid, 2008; mientras que el resto de situaciones de apoyo judicial al
arbitraje puede verse también en mi obra: La asistencia judicial al arbitraje, Madrid, 2009.
23
6. Tramitación del procedimiento arbitral.
El art. 26.1 LA señala que la fijación del lugar le corresponde a las partes
en virtud del principio de autonomía de la voluntad. Sólo cuando éstas no
se pongan de acuerdo o no lo hayan fijado, serán los árbitros los
4
Esto nos permitirá a su vez distinguir entre el arbitraje nacional o extranjero en función de si el laudo se
dictó fuera o dentro de nuestras fronteras. Si se trata de un laudo extranjero, para hacer valer su fuerza
ejecutiva o de cosa juzgada en nuestro país, requerirá de un procedimiento de exequatur que tiene como
principal fuente legal de aplicación, al que remite la LA, el Convenio de Nueva York de 1958 sobre
reconocimiento y ejecución de resoluciones arbitrales en materia civil y mercantil.
24
competentes para su fijación atendiendo, eso sí, a las circunstancias del
caso y conveniencia de las partes5.
En primer lugar, debemos abogar igualmente porque sean los árbitros los
que a falta de acuerdo puedan fijar el idioma ─puede suscitarse cuestión
respecto de su posible fijación por las propias instituciones arbitrales─ de
las actuaciones arbitrales. En segundo lugar, claramente, esta última
referencia a las lenguas oficiales se debe a la presión ejercida por ciertos
grupos parlamentarios durante la tramitación parlamentaria de la Ley
11/2011 de reforma de la Ley de arbitraje. Tan solo destacar que se pueden
5
La SAP de Madrid (Secc. 21ª) de 31 de enero de 2006 (BD619390/2006) estima una acción de
anulación por haber elegido el árbitro Madrid como lugar para el arbitraje teniendo demandante y
demandado domicilios en la provincia de Málaga.
6
V.gr. si el lugar que se fija como sede del arbitraje es Madrid: será competente para el nombramiento
judicial de árbitros o para la acción de anulación del laudo la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal
Superior de Justicia de Madrid; mientras que para la ejecución forzosa del laudo serán competentes los
los Juzgados de Primera Instancia de Madrid y así sucesivamente aplicando las normas del art. 8 LA.
25
producir disfunciones como consecuencia de la aplicación de este precepto
pues, debido a que el arbitraje en estos casos se tramitará en cualquiera de
las lenguas oficiales en el lugar donde se desarrollen las actuaciones, hace
que si en el lugar del arbitraje elegido por las partes existe una lengua
propia distinta del idioma elegido a su vez por las partes para el arbitraje,
puede darse el caso de que algunas audiencias o actuaciones del arbitraje se
desarrollen en un idioma sin conexión alguna con las partes, y esta
disfunción es más que patente en los arbitrajes internacionales que hayan
elegido España como lugar del arbitraje. Dos partes con domicilios en
Estados distintos del español pueden que hayan elegido España como lugar
del arbitraje y, en concreto, un lugar con lengua propia, pudiendo verse
sometidos a actuaciones en una lengua absolutamente desconocida para
éstas.
26
El idioma elegido será el utilizado en todas las fases del procedimiento
arbitral, las comunicaciones, audiencias, escritos, etc…
7
Lo que supone un ahorro de tiempo y gasto en las traducciones de documentos cuando las mismas no
son necesarias.
27
Lo que no queda tan claro es qué documentos habrán de acompañarse a
estos escritos. El art. 29.1 LA tan solo señala que: “Las partes, al formular
sus alegaciones, podrán aportar todos los documentos…”. Por tanto,
constituye una facultad de las partes acompañarlos con la demanda y la
contestación lo que no excluye presentarlos en momentos posteriores,
siempre que los distintos pactos de las partes o las exigencias del
reglamento de la institución arbitral que sea de aplicación no establezcan
otra cosa que, dicho sea de paso, lo suelen establecer. Efectivamente, en la
mayoría de los Reglamentos de las principales instituciones arbitrales suele
seguirse un criterio parecido al estipulado para el proceso civil en la LEC,
de tal manera que suele exigirse la aportación de los documentos en que las
partes fijen sus pretensiones con los principales instrumentos de alegación,
esto es, demanda y contestación a la demanda y, en su caso, reconvención y
contestación a la reconvención.
28
BARONA VILAR, S.,), Madrid, 2004, pág. 1030], que el procedimiento arbitral,
29
Apostar por la oralidad implica también decantarse por la concentración de
actuaciones y sobre todo por la inmediación, decidiendo los árbitros en
torno a sus propias percepciones recibidas en la sustanciación de las
distintas audiencias y no sobre la documentación escrita que hubiera
llegado a su poder cuando se cede a la escritura frente a la oralidad.
30
Finalmente, si alguna de las partes no acude a alguna de las audiencias
convocadas o no presenta pruebas en el momento procesal previsto, el
procedimiento continuará con base en las pruebas y participación en las
audiencias a las que sí que hayan comparecido.
31
La notificación debe realizarse de forma personal o bien mediante entrega
al domicilio o residencia habitual, dirección o establecimiento. Por tanto, la
LA distingue en función de quien vaya a ser el destinatario de la
comunicación, así, si se trata de una persona física se le deberá realizar
personalmente o, en su defecto, en su domicilio o residencia habitual. En
cambio, si se trata de una persona jurídica, deberá producirse en su
dirección o establecimiento, esto es, en el lugar donde tenga su domicilio
social y, en caso de tener varios, en el lugar donde desempeñe las
principales labores de su instituto.
32
supeditar a lo que, en su defecto, hayan podido acordar las partes. En
segundo término, todo lo en él señalado no será de aplicación a los plazos
que otorguen los distintos Juzgados y Tribunales cuando intervengan en
apoyo o control judicial del arbitraje.
Cuando un plazo viene establecido por meses —como ocurre ahora para la
acción de anulación del laudo— se computará de fecha a fecha, por tanto,
no influye en su cómputo la existencia de días hábiles o inhábiles.
Por otra parte, permite la LA admitir escritos que hubiesen sido enviados
dentro del plazo establecido al efecto pero recepcionados con
posterioridad8 lo que facilita el traslado de estos documentos, sobre todo,
en arbitrajes internacionales donde aumentará el tiempo previsto para hacer
llegar esta documentación, siempre que no sean utilizadas alguna de las
nuevas tecnologías citadas.
8
La SAP de Madrid (Secc. 13ª), de 13 de febrero (JUR 2006/264901), estima la anulación del laudo por
no haberse admitido un escrito que formulaba alegaciones en torno a la solicitud de la demandante del
proceso arbitral, cuando fue enviado dos días antes de la finalización del plazo otorgado y decepcionado
con posterioridad a su vencimiento.
33
34
LECCIÓN QUINTA
TERMINACIÓN DEL PROCEDIMIENTO ARBITRAL
2. El laudo arbitral.
El art. 37 LA recoge las exigencias relativas al laudo arbitral: que sea
dictado en un determinado plazo, con una forma concreta, que contenga un
determinado contenido y que sea notificado a las partes siendo facultativa
la protocolización del mismo.
1
Así pues, el laudo debe dictarse dentro del plazo acordado por las partes o
fijado como máximo en la LA, constando la fecha y el lugar donde se dictó;
asimismo deberá ser siempre motivado ─excepto aquel que ha sido dictado
en los términos del art. 36 LA─; contendrá un pronunciamiento sobre las
costas del proceso arbitral y se establecen presupuestos tanto para el
quórum necesario para adoptar la decisión que decida la controversia en el
laudo, como para la posibilidad de que los árbitros puedan manifestar su
voto a favor o en contra del laudo dictado por la mayoría en caso de
haberse sometido la controversia a un tribunal arbitral.
2
arbitral ni a la propia validez del laudo dictado, todo ello sin perjuicio de la
responsabilidad en la que hubieran podido incurrir los árbitros.
De esta manera, se opta por un sistema en el que el procedimiento arbitral
no se ve afectado por las infracciones de los árbitros a la hora de dictar el
laudo en plazo, no pudiendo incluirse como alegación que pretenda fundar
la anulación del laudo, permitiéndose la iniciación de un nuevo proceso
arbitral respecto del mismo convenio arbitral que sirvió de base para iniciar
el procedimiento en donde se ha dictado un laudo fuera de plazo y dotando
de validez ─con lo que ello comporta a efectos de economía procesal─ a la
decisión contenida en el laudo (art. 37.2. LA).
3
— En cuanto a la firma, los árbitros deben plasmarla en el laudo
como símbolo de la intervención en el procedimiento arbitral y más
concretamente en el pronunciamiento del laudo.
Cuando un árbitro firma el laudo arbitral no está reconociendo
implícitamente el contenido de dicho pronunciamiento sino que reconoce
su intervención en el procedimiento arbitral, su condición de árbitro en el
colegio arbitral y la autenticidad de la resolución a la que le está dando su
visto bueno mediante la firma.
Cuando es un tribunal arbitral quien decide el conflicto, los árbitros han de
dejar constancia de su voto a favor o en contra eliminándose ya las
referencias que se hacían a la posible emisión de un voto discrepante.
El motivo de esa falta de firma no es relevante ahora para el legislador. Lo
relevante es que se mantenga la eficacia del laudo cuando éste ha sido
firmado al menos por la mayoría de los árbitros o por el presidente siempre
que se fundamenten las razones de la falta de una o más firmas.
4
deberá firmar lo acordado sin perjuicio de formular su voto particular en el
caso de que no esté de acuerdo con la decisión de la mayoría.
Los árbitros están facultados para formular su voto en contra en el arbitraje
en virtud de este art. 37.3 LA. El desacuerdo puede tener origen diverso ya
sea relacionado directamente con el contenido del fallo arbitral, con los
hechos que se han considerado probados o con los fundamentos —sean
jurídicos o no, se trate de un arbitraje de Derecho o de equidad— que los
árbitros han utilizado para motivar el laudo arbitral.
5
básico de nuestro ordenamiento jurídico —al menos desde el punto de vista
procesal— que exige a nuestros tribunales —también los arbitrales— tomar
decisiones que pongan término a las distintas controversias de forma no
arbitraria sino sobre la base de razonamientos, sean jurídicos o no, que
explican el contenido de la decisión y manifiesta las pautas utilizadas por el
juzgador en el asunto concreto.
La exigencia de motivación cede cuando se trata de un laudo dictado por
acuerdo de las partes del art. 36 LA. En este caso, el hecho de que las
partes haya decidido poner fin a la controversia de mutuo acuerdo
homologando los árbitros tal transacción en forma de laudo arbitral, hace
innecesaria la motivación del mismo, otorgando carta de naturaleza a la
propia autonomía de la voluntad de las partes y esa es la razón de ser de la
excepción al deber de motivación de los laudos ex art. 37.4 LA.
Para terminar, hay que resaltar que en el arbitraje internacional la falta de
motivación de un laudo arbitral cuya homologación se solicita de nuestros
tribunales debe partir de los criterios de art. V CNY y, en concreto, del
número 2 letra b): el reconocimiento o ejecución del laudo son contrarios al
orden público del país donde se solicita la homologación. Por tanto, ante
esta falta de motivación del laudo extranjero podrá evitarse su
homologación o reconocimiento impidiendo su ejecución en España por la
vía del art. V.2.letra b) del CNY.
6
los árbitros por no haber dictado el laudo dentro del plazo acordado por las
partes o establecido como máximo en la LA.
Como sabemos la determinación del lugar del arbitraje incide en diversas
cuestiones: órganos encargados de la ejecución del laudo, competencia del
órgano encargado de conocer de la acción de anulación del laudo o el
carácter nacional o extranjero del laudo. En cualquier caso, se fijará el
lugar del arbitraje atendiendo a los presupuestos que recoge el art. 26 LA.
7
Otra cosa será que las partes puedan acordar un criterio u otro respecto al
pago de las mismas —que está perfectamente sometido a la libertad de las
partes intervinientes—.
Se puede haber acordado la distribución a cada parte de las costas causadas
a su instancia y las comunes por mitad, o puede utilizarse analógicamente
la regla del vencimiento del art. 394.1 LEC o cualquier otro sistema al que
deseen llegar de mutuo acuerdo las partes.
Sin perjuicio de lo anterior, otros gastos podrán ser incluidos en las costas
del arbitraje como los honorarios de los árbitros y la institución arbitral
administradora del arbitraje, los honorarios de los peritos y testigos que
pudieren haber participado en el proceso1 y otros gastos como la utilización
de medios de comunicación o telemáticos (videoconferencia, fax,
teléfono..), desplazamientos, manutención de árbitros, indemnización a
peritos o testigos, traducción de documentos y un sin fin de gastos más que
se hayan originado para poder llevar a término la resolución de la
controversia arbitral.
Dependiendo de qué criterio se haya utilizado para la fijación de las costas
del arbitraje así como del sistema acordado por las partes o establecido por
la institución arbitral para abonar las costas del arbitraje, podrá fundar
futuras solicitudes de anulación del laudo. Efectivamente, un laudo que no
contenga un pronunciamiento sobre las costas del arbitraje o que contraríe
el sistema o las partidas acogidas por las partes o la institución arbitral
podrá permitir la anulación del laudo sobre la base del art. 41.1.d) LA en
relación con el pronunciamiento del laudo.
1
Ya sea a solicitud de las partes o de los árbitros.
8
El apartado 7 del art. 37 señala que los árbitros notificarán el laudo a las
partes en la forma y el plazo acordado por éstas o, en su defecto, mediante
la entrega a cada una de ellas de un ejemplar firmado de conformidad con
lo dispuesto en el apartado 3 y dentro del mismo plazo establecido en el
apartado 2.
Por su parte, el apartado 8 concede ahora como opción, a diferencia de la
LA/1988, la protocolización del laudo arbitral a costa de la parte
solicitante.
Vayamos por partes, la notificación del laudo entronca directamente con el
ejercicio de los derechos de las partes en el procedimiento arbitral. Por ese
motivo se constituye como una actuación imperativa so pena de viciar de
nulidad el laudo arbitral. Actos tan relevantes como el ejercicio de la acción
de anulación del laudo o las solicitudes de corrección, aclaración
complemento y extralimitación del laudo dependen directamente de que las
partes hayan tenido conocimiento de que se ha dictado el laudo y que éste
les ha sido efectivamente notificado.
Son los árbitros —o en su caso, el órgano de la institución arbitral
administradora del arbitraje— los llamados a notificar el laudo, en primer
término, en la forma que las partes hayan acordado. Se deja de nuevo
margen a la autonomía de la voluntad para negociar no sólo la forma en sí
de la notificación sino también el plazo para ello. A falta de acuerdo, la
fórmula que se habilita para la notificación es la entrega de un ejemplar
firmado por los árbitros en la forma del apartado 3 del art. 37 LA y el plazo
que igualmente recoge el apartado 2 del mismo precepto.
Mayores problemas de interpretación puede presentar el plazo para efectuar
esa notificación. Ciertamente, el apartado 7 remite al plazo para dictar el
laudo del apartado 2 del art. 37 LA lo que no queda claro es si se deberá
notificar el laudo, como máximo, dentro del plazo de seis meses que recoge
el precepto o si, dictado el laudo, se abre un plazo de seis meses para la
9
notificación del laudo. Siendo la rapidez del procedimiento arbitral una de
sus bondades y acudiendo al más elemental sentido común, nos inclinamos
por que el plazo para dictar el laudo y su notificación se produzca dentro de
los seis meses, salvo acuerdo en contrario de las partes.
Al día siguiente de efectuada la notificación comenzarán a computarse los
plazos de diez días y dos meses para la solicitud de corrección, aclaración
complemento y extralimitación del laudo (art. 39 LA), así como para la
interposición de la acción de anulación del laudo (art. 41 LA)
respectivamente.
10
El artículo 39 LA recoge la opción de solicitar la corrección, aclaración,
complemento y extralimitación del laudo dentro de los diez días siguientes
a la notificación del laudo a las partes, salvo que éstas hayan acordado otro
plazo.
La extralimitación del laudo ha sido incluido en este artículo 39 a través de
la reforma de la Ley de Arbitraje por medio de la Ley 11/2011, el resto de
los supuestos se contemplan anteriormente.
11
Los árbitros pueden haber incurrido en cualquier error u olvido que haya
provocado dicha omisión siendo la vía más natural para la integración del
laudo la solicitud de su complemento ex art. 39 LA.─ Otra de las
novedades que introduce la Ley 11/2011 de reforma de la LA es la posible
alegación a través del art. 39 LA de la extralimitación del laudo arbitral
cuando se haya resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión o
sobre cuestiones no susceptibles de arbitraje, para lo que habrá que estar,
en este segundo caso, a las materias que según el art. 2.1 LA son arbitrables
─materias de libre disposición conforme a Derecho─. Se permite por
consiguiente poner de manifiesto a través de la petición de extralimitación
del laudo un supuesto tanto de incongruencia ultra petita ─los árbitros
resolvieron más allá de lo solicitado─, como por extra petita ─los árbitros
resolvieron sobre cuestiones no planteadas─
12
─ El laudo tiene eficacia ejecutiva, así se reconoce también expresamente
en el art. 517.2 LEC que le otorga la condición de título ejecutivo
asimilable a una sentencia judicial. Teniendo el laudo arbitral
pronunciamientos de condena podrá instarse la ejecución forzosa del
mismo siempre que no se haya producido un cumplimiento voluntario del
condenado y hayan transcurrido los 20 días a los que alude el art. 548 LEC
desde la notificación del laudo al ejecutado ─todo ellos sin perjuicio de las
actuaciones de ejecución impropia que pudieran ser necesarias en el
pronunciamiento de la laudos constitutivos─.
─ Se ha decidido suprimir la referencia anterior al laudo firme y
definitivo pues generaba confusión al ser términos con significados
procesales diversos y que no eran correctamente utilizados en el art. 43 LA.
No obstante, consideramos que el laudo que pone fin a las actuaciones
arbitrales es firme desde el mismo momento que se pronuncia porque frente
a él, como vemos, no cabe interponer recursos sino solo medios de
rescisión de la fuerza de cosa juzgada del laudo como la acción de
anulación del laudo y el recurso de revisión.
La supresión de la referencia al laudo firme en contraposición al
definitivo en el art. 43 LA tras la reforma operada por la Ley 11/2011 de
reforma de la LA, viene a avalar cuanto aquí hemos expuesto en relación
con los efectos del laudo arbitral.
13
14
LECCIÓN SEXTA: La impugnación del laudo arbitral
1
1. La acción de anulación del laudo.
Como paso previo al estudio de este medio de impugnación del laudo
arbitral, debemos poner de manifiesto los motivos que han llevado al
legislador a mantener la posibilidad de impugnar el laudo arbitral firme.
Dos de esos mecanismos se encuentran ahora regulados en los arts. 40 a 43
de la LA. Por un lado, la acción de anulación del laudo (art. 40 a 42 LA); y
por otro lado, el recurso de revisión del laudo (art. 43 LA) que mantiene
sustancialmente las prescripciones que ya recogía la LA anterior y que
remite a los preceptos de la LEC reguladores de este medio de rescisión de
sentencias ─por lo que ahora nos interesa, también laudos─ firmes (arts.
509-516 LEC).
Basándose en la Ley Modelo de la CNUDMI (UNCITRAL) la LA ha
mantenido la posibilidad de impugnar la validez del laudo, sin embargo,
ahora esa impugnación se realiza por medio de la acción de anulación del
laudo de los arts. 40 y ss.
LA evita hablar de recurso y sustituye el término por el de acción, más
ajustado a la verdadera finalidad de este medio de rescisión de resoluciones
firmes, es decir, no se persigue una nueva decisión sobre la controversia
jurídica por un nuevo tribunal −ahora judicial− sino sólo observar que en el
procedimiento y en la decisión del laudo se han observado ciertas
formalidades y presupuestos.
Entre las dos principales novedades que presenta esta acción respecto de la
que era regulada en la LA de 1988, se encuentra la posibilidad de que el
órgano jurisdiccional de oficio pueda apreciar alguno de los motivos de la
acción de anulación que recoge el art. 41.1 [en concreto, los de las letras b),
e) y f)], con independencia de que la parte los haya ejercitado o no. Y en
segundo lugar, se modifica el tratamiento procesal de esta acción
haciéndose una remisión al juicio verbal civil aunque con demanda y
contestación escritas.
2
Por último, se varía sustancialmente el plazo contemplado para su
interposición, así como el contenido de alguno de sus motivos de
anulación.
3
podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos [art. 41.1.b)
LA].
El legislador ha decidido incluir en este motivo b) del art. 41.1 LA
cualquier defecto relacionado con la notificación a las partes del
procedimiento; por un lado de la designación de un árbitro y, entendemos
que también, de la sustitución de un árbitro por otro; y además, la
notificación de cualquier actuación arbitral. De otro lado, por la vía de este
precepto se permitiría la impugnación de cualquier causa que haya
impedido a las partes hacer valer sus derechos.
Pero sin embargo, parece que la intención principal haya sido dividir
por un lado las cuestiones relacionadas con la posibilidad de que las partes
“hagan valer sus derechos”, esto es, con los principios de audiencia,
igualdad y contradicción que se constituyen en principios jurídico-naturales
del procedimiento arbitral en virtud del art. 24 LA; y de otro lado, incluir
en el motivo del apartado d) infracciones relacionadas con el procedimiento
en sí, bien porque no se hayan ajustado a lo pactado entre las partes o bien
porque no se ajusten a lo establecido en la LA.
Siguiendo con estas últimas, cualquier infracción que haya podido
producirse en la notificación de una de las actuaciones del procedimiento
arbitral o en la notificación a las partes de la designación de un árbitro,
debe haber producido indefensión a la otra para que pueda ser alegada
como motivo que funde la acción de anulación. Será el art. 5 LA el que nos
dará la pauta de cómo habrán de hacerse las notificaciones en el arbitraje.
Creemos que para que pueda interponerse una acción de anulación
basada en este motivo será preceptiva la previa denuncia de esas
circunstancias en el primer momento procesal que se tenga en el
procedimiento arbitral antes de permitir dejar expedito el cauce de la acción
de anulación.
4
2.3. Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no sometidas a
su decisión [art. 41.1.c) LA].
A través del art. 41.1.c), cualquiera de las partes puede poner de
manifiesto a la Sala de lo Civil y Penal respectiva (art. 8.5 LA) una falta
relacionada con el contenido del pronunciamiento del laudo.
No obstante, la congruencia no debe ser interpretada en el arbitraje
de manera tan rígida como en el proceso civil, entre otras cosas, porque la
delimitación del objeto del arbitraje no resulta tan factible como en el
propio proceso civil.
No se puede determinar que un laudo arbitral es incongruente con las
pretensiones de las partes si no se establecen los términos o elementos
sobre los que debe predicarse esa congruencia del laudo.
A este respecto, en principio, el convenio arbitral, la demanda,
contestación a la demanda (con posible o no reconvención) y el fallo
dispositivo del laudo arbitral, se constituyen en los elementos o términos de
correlación de la congruencia.
a) Omisión de pronunciamiento.
Cuando los árbitros no se pronuncian sobre alguna de las
pretensiones deducidas por las partes en el arbitraje, la solución para estos
casos no debe producirse por la vía de la acción de anulación del laudo sino
por medio de la aplicación del art. 39.1.c) LA relativo al complemento del
laudo según hemos aludidos ya .
Otra cosa sería que la LA no contuviera un precepto en este sentido y
nos viéramos obligados a perseguir este tipo de incongruencia por el cauce
de la acción de anulación. De todas formas, el motivo tercero del art. 41.1:
“…resolver sobre cuestiones no sometidas a su decisión” es lo
suficientemente taxativo y restrictivo en su redacción como para excluir de
5
su ámbito de aplicación la mencionada incongruencia por omisión de
pronunciamiento.
Incluso si los árbitros, solicitado el complemento del laudo, no
subsanan la deficiencia y continúa existiendo una omisión de
pronunciamiento, nos inclinamos porque la parte tenga la opción de instar
la anulación del laudo por infracción del orden público (motivo f) del art.
41.1 LA), puesto que se habrá dictado una resolución arbitral que será
incongruente y al no encajar esta omisión de pronunciamiento en ninguno
de los anteriores motivos del art. 41.1 LA.
6
determinada corporación arbitral en los supuestos del arbitraje institucional.
Para todo aquello no previsto por las partes o no acordado por éstas, se
aplicarán las previsiones de la LA.
Ahora bien la concreción de qué actuaciones se comprenderán en
este motivo no puede hacerse de forma general pues dependerá de lo que
previamente se haya acordado.
Sí que podemos hacer alguna apreciación respecto de los trámites
procesales que regula la LA que, en última instancia, podrán ser de
aplicación. Así, si el lugar del arbitraje no se ajusta al contenido del art. 26
LA podrá ser denunciado por la vía de la acción de anulación; igualmente
ocurrirá con el art. 28 LA a los efectos de elección del idioma del arbitraje
o de la forma de las actuaciones arbitrales (art. 30 LA).
Como en el resto de los motivos estudiados, la actuación de las
partes del arbitraje durante la tramitación del procedimiento arbitral tiene
también su repercusión e influencia de cara a la acción de anulación del
laudo, pues las partes no pueden denunciar por esta vía infracción que
pudieron denunciar en el procedimiento y no lo hicieron aún teniendo la
oportunidad.
Lo que está claro es que este tipo de infracciones de procedimiento
deben haberse considerado como esenciales para poder fundar una acción
de anulación del laudo produciendo una efectiva indefensión.
7
con la interpretación y extensión que hemos expuesto en el tema primero
de este manual a propósito del ámbito de aplicación de la LA.
Este motivo es de los que puede ser apreciado por el Tribunal de
oficio.
2.6. Que el laudo es contrario al orden público [art.
41.1.f) LA].
Sin duda estamos ante el motivo más polémico de cuantos hemos
llegado a analizar hasta el momento y ello por varias razones:
En primer lugar, el concepto de orden público ha estado revestido de
un carácter indeterminado fundamentalmente por las variaciones que ha
sufrido en su progresiva interpretación jurisprudencial.
En segundo lugar, porque se ha intentado utilizar la infracción de
orden público como vehículo para conseguir una revisión de la cuestión de
fondo arbitral.
En tercer lugar, porque pudieran existir dudas en el arbitraje sobre
si son trasladables a él las garantías propias del Derecho fundamental a la
tutela judicial efectiva recogido en el art. 24 CE.
Vamos a abogar por un concepto restrictivo de orden público y no
nos referimos a ubicarnos en alguna de las concepciones restrictiva, amplia
o amplísima de orden público que pueden derivarse de la jurisprudencia del
TC, sino más bien a que las partes del arbitraje “sólo” deberán utilizar este
motivo cuando la infracción del procedimiento o la conculcación del
derecho que se haya producido en el desarrollo del proceso arbitral no haya
podido articularse en ninguno de los anteriores motivos de anulación.
Esta interpretación nos aboca a una consecuencia fundamental: el
motivo f) del art. 41.1 LA relativo a la infracción de orden público va a
quedar bastante vacío de contenido a la vista del resto de los motivos
recogidos por el citado precepto.
8
Dejando un poco al margen la amplia literatura doctrinal y
jurisprudencial sobre el concepto de orden público, nuestra interpretación
de su concepto, partiendo de las consideraciones anteriores, es la que se ha
llegado a denominar como concepción amplia, en virtud de la cual a través
de la infracción de orden público se deben salvaguardar los principios
consagrados en la CE, y extendiéndose más allá de los contemplados en
concreto para su art. 24 para abarcar la práctica totalidad de los derechos
fundamentales y libertades públicas constitucionalmente garantizadas.
Esta línea interpretativa se ha recogido en otros términos haciendo
una distinción entre orden público en sentido material como conjunto de
principios jurídicos, públicos, privados, políticos, morales y económicos,
que son absolutamente obligatorios para la conservación de la sociedad en
un pueblo o en una época determinada (SSTC 15/1987, de 11 de febrero,
116/1988, de 20 de junio y 54/1989, de 23 de febrero) y desde el punto de
vista procesal, el orden público se configura como un conjunto de
formalidades y principios necesarios de nuestro ordenamiento jurídico
procesal, sólo el arbitraje que contradiga alguno o algunos de tales
principios podrá ser tachado de nulo por vulneración del orden público.
No obstante, hay que tener en cuenta que las infracciones que pueden
ubicarse en la figura del orden público tienen tal naturaleza que deben
poder permitir su apreciación de oficio sin necesidad de que la parte alegue
su existencia, todo ello derivado de la importancia de los derechos que
tratan de salvaguardarse por este motivo.
9
Pueden surgir dudas sobre la naturaleza jurídica de este
procedimiento, sin embargo, que a este proceso se le califique como juicio
verbal especial, especialísimo o sui generis carece de relevancia práctica
aunque no doctrinal.
Efectivamente, si se tratara de un auténtico juicio verbal especial por
razón de la materia, se habría incluido en el elenco de materias que recoge
el art. 250 LEC y eso no ha sido así.
También es cierto, que este juicio verbal en poco se parece al
procedimiento ordinario regulado en la LEC, entre otras cosas, porque
exige una demanda con los presupuestos formales ex art. 399 LEC; porque
requiere la aportación de documentos que en otros supuestos no son
necesarios (convenio arbitral y laudo arbitral); porque tiene un trámite de
contestación escrita ausente en otros casos; porque la celebración de la
vista no tiene por qué producirse en todos los casos; o porque se regula un
sistema de doble proposición de prueba para el actor que no concurre en
otras ocasiones.
10
B) Respecto a la legitimación activa y pasiva la LA ha mantenido
un concepto amplio de legitimación según se desprende del contenido del
art. 41.1 LA: “el laudo sólo podrá ser anulado cuando la parte que solicita
la anulación alegue y pruebe…”.
Todos aquellos que hayan sido parte en el proceso arbitral podrán
instar la acción de anulación del laudo, entendiendo por parte aquel o
aquellos que hayan intervenido como demandantes o demandados en el
proceso.
11
3.4. El procedimiento.
A) Demanda.
La acción de anulación debe ser instada por el actor por medio de
una demanda que contendrá los presupuestos y el contenidos establecidos
en el art. 399 LEC.
Esta especialidad permite que las alegaciones del actor sean
expuestas con amplitud y extensión en este momento inicial del proceso.
Por tanto, la vista del juicio verbal al que luego serán emplazadas las
partes no tendrá la misma importancia en cuanto a la presentación de las
alegaciones —como ocurriría con el juicio verbal ordinario— quedando
como una fase procesal principalmente orientada a la práctica de las
pruebas previamente admitidas. Todo ello en caso de que la vista
finalmente tenga lugar porque así lo han pedido expresamente las partes en
sus escritos de demanda y contestación.
La demanda debe incluir todos los hechos en los que el actor
pretende fundamentar su petición de anulación y al mismo tiempo cumplir
con las exigencias procesales de este procedimiento.
Respecto de los presupuestos procesales y de fondo que exigen en la
acción de anulación del laudo, resaltar que serán los propios de cualquier
otro juicio verbal ordinario en donde sea preceptiva la intervención de
abogado y procurador más los que deban añadirse por tratarse de un
procedimiento que sustancia una acción de anulación del laudo.
En nuestra opinión, el convenio arbitral y el laudo arbitral son
documentos que se refieren a aspectos materiales o de fondo pero que sin
embargo su aportación al proceso debe entenderse como un presupuesto
procesal. Así parece deducirse del propio art. 42 LA: “la demanda deberá
presentarse conforme a lo establecido en el art. 399 LEC, acompañada de
los documentos justificativos del convenio arbitral y del laudo…”.
12
Admitimos la aplicación para este procedimiento del art. 400 LEC
que lleva al actor a exponer, so pena de incurrir en el instituto de la
preclusión de alegaciones, todos los hechos y fundamentos jurídicos en los
que pueda basar su petición.
c) Finalmente habrán de añadirse los documentos materiales en los
que el actor quiera fundamentar sus pretensiones de fondo. Es claro en este
sentido el art. 265.1.1º LEC “las partes deberán acompañar a toda
demanda y contestación los documentos en que las partes funden su
derecho a la tutela judicial que pretenden”.
Por último, el art. 42 LA exige que la demanda contenga la
proposición de los medios de prueba en que el actor vaya a fundar su
petición de anulación. A diferencia de lo que ocurre con el demandado que
sólo tiene la oportunidad de proponer prueba en la contestación a la
demanda, ésta es la primera de las dos oportunidades que tiene el actor para
proponer su prueba. La segunda se produce tras la interposición de la
contestación a la demanda, el Secretario Judicial dará traslado de nuevo al
actor para que pueda presentar documentos adicionales o proponer la
práctica de prueba.
En su escrito de demanda el actor deberá solicitar, si así lo estima
conveniente y necesario, la celebración de vista.
B) Contestación a la demanda.
El art. 42.1.b) LA establece que: “El Secretario Judicial dará
traslado de la demanda al demandado, para que conteste en el plazo de 20
días…”. Habida cuenta de que estamos ante un plazo de naturaleza
procesal pues se ha de realizar una actuación ante un órgano jurisdiccional,
no hay duda de que su cómputo excluirá los días inhábiles y será posible su
presentación hasta el día siguiente del vencimiento del plazo a las quince
horas (Art. 135.1 LEC).
13
1º. Presupuestos de la contestación a la demanda.
En la misma medida en que el art. 42 LA exige que la forma de la
demanda se adapte a lo establecido en el art. 399 LEC para la demanda del
juicio ordinario civil, la propia contestación por interpretación analógica
también deberá ajustarse a los presupuestos contenidos en el art. 405 LEC
para la contestación a la demanda en el juicio ordinario civil.
En segundo lugar, la parte pasiva de este procedimiento debe
solicitar en el escrito de contestación los medios de prueba que pretenda
practicar y hacer valer frente al actor así como indicar si solicita la
celebración de vista.
Ahora bien, éste es el único momento en que el demandado puede
proponer prueba a diferencia del actor que aún tendrá opción en el inicio de
la vista para proponer prueba en relación por lo alegado por el demandado
en su contestación.
Igualmente, en su escrito de contestación a la demanda deberá
indicar si desea que se celebre vista.
14
autónoma contra el actor que pueda estar basada en una argumentación
distinta.
C) Vista.
Finalizada la aportación de los principales medios de alegación en
esta acción de anulación y su admisión a trámite una vez cumplidos el
conjunto de presupuestos procesales que en su caso se exijan, las partes
serán emplazadas a una vista oral siempre que así lo hayan solicitado en
los escritos de demanda y contestación. Vista que se celebrará de acuerdo
con los principios de oralidad, concentración de actuaciones e inmediación,
practicando el Tribunal las pruebas que hayan sido previamente propuestas
y admitidas.
Asimismo, cuando la única prueba propuesta sea la de documentos, y
éstos ya se hubieran aportado al proceso sin resultar impugnados, o en el
caso de los informes periciales no sea necesaria la ratificación, el Tribunal
dictará sentencia, sin más trámite.
E) Sentencia.
La decisión sobre la anulación del laudo revestirá la forma de
sentencia como consecuencia de la derivación que ha realizado la LA a los
trámites del juicio verbal (proceso declarativo civil) para la resolución de
este tipo de pretensiones.
15
A) Desestimación de los motivos de anulación.
1. En el supuesto de desestimación de la anulación por la Sala de lo
Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia correspondiente confirma la
validez y firmeza del laudo arbitral.
2. Efectivamente, si la parte decidió iniciar la ejecución del laudo por
contener uno o algunos pronunciamientos de condena, y la parte contraria
impugnó el mismo por medio de la acción de anulación, no cabe duda que
la desestimación de la anulación deberá influir en la ejecución instada.
Puede haberse solicitado la suspensión de la ejecución en caso de
ejercicio de la acción de anulación tal y como prescribe el art. 45 LA. Para
que esta suspensión pueda acordarse se exige la prestación de caución a la
parte para responder de los hipotéticos daños y perjuicios que podrían
originarse por el retraso en la ejecución en caso de desestimarse la
anulación.
Por tanto, si la anulación se desestima, otro de los efectos de esta
resolución será la de permitir la reanudación de la ejecución del laudo —si
es que se hubiera acordado— siendo en principio suficiente, la caución
prestada para responder de los daños causados por ese retraso en la
ejecución.
3. Por último, frente a la sentencia que decide la desestimación de la
anulación no podrá interponerse recurso alguno, salvo lo recogido en el
art. 43 LA para la revisión del laudo
16
Si la anulación se basó en el motivo a) del art. 41.1 —existencia o
validez del convenio arbitral—, la vía arbitral quedará definitivamente
finiquitada, no siendo posible iniciar posteriormente un nuevo proceso
arbitral basado en el mismo convenio pues éste no puede llegar a desplegar
su eficacia al haber sido declarado, como consecuencia de la anulación,
inexistente o inválido.
Sin embargo, cuando la estimación de la anulación se ha producido
por aplicación del motivo b) y d) del art. 41.1 LA —esto es, considerar que
no ha sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las
actuaciones arbitrales o no ha podido, por cualquier otra razón, hacer
valer sus derechos y la designación de los árbitros o el procedimiento
arbitral no se ha ajustado al acuerdo entre las partes, salvo que dicho
acuerdo fuera contrario a una norma imperativa de la Ley, o, a falta de
acuerdo no se ha ajustado a la Ley— las posibilidades respecto al proceso
arbitral para resolver la controversia quedan absolutamente intactas. Es
decir, las partes pueden optar por instar de nuevo un proceso arbitral
basado en el mismo convenio puesto que su eficacia y validez en modo
alguno se ha visto afectada.
Hay que descartar en estos casos, no obstante, el recurso a la
jurisdicción puesto que al tener plena eficacia del convenio arbitral y
haberse sometido las partes en su virtud al arbitraje, el inicio de un proceso
jurisdiccional en orden a la decisión de la controversia podría permitir
igualmente a la parte contraria el recurso a la declinatoria y que por esta vía
se obligara a las partes a someter la cuestión litigiosa a arbitraje.
En tercer término, puede quedar expedita la vía judicial para decidir
el conflicto cuando el motivo alegado haya sido el que los árbitros han
resuelto sobre cuestiones no susceptibles de arbitraje [art. 41.1.e) LA].
Cuando se decrete que el laudo es contrario al orden público por
estimación del apartado f) del art. 41.1 LA, la decisión de la Sala Civil y
17
Penal del Tribunal Superior de Justicia invalida toda instancia arbitral,
quedando abierta la posibilidad de plantear ante los árbitros la cuestión
objeto de debate, impidiéndose el acceso a los tribunales en tanto en cuanto
sea válido el convenio arbitral que les somete.
C) Inimpugnabilidad de la sentencia.
No cabe recurso alguno tanto respecto de la estimación como de la
desestimación de la acción de anulación del laudo, sin perjuicio de lo
establecido para los taxativos motivos de la revisión del laudo (art. 43 LA).
18
forma, una vez que se cumplen las identidades propias de la cosa juzgada,
ha de impedirse cualquier otro proceso que se incoe con el mismo objeto o,
en su caso, exigir la vinculación de lo decidido en un proceso respecto de
otro incoado posteriormente con el que tiene una conexión.
Actuar así nos permite dotar a nuestro ordenamiento de una
seguridad jurídica absolutamente necesaria y una certidumbre que permite
a las partes saber a qué atenerse respecto de una resolución judicial y el
gravamen o beneficio que ésta haya podido producir.
Ahora bien, esta loable y necesaria forma de entender la decisión de
los asuntos judiciales (y también arbitrales), puede no casar con situaciones
contra legem en donde se tenga constancia de que lo decidido en un pleito,
versus arbitraje, es injusto y debe ser removido.
De otro modo dicho, la cosa juzgada no debe tampoco ser entendida
en términos absolutos ya que, de concurrir determinadas situaciones, deben
igualmente habilitarse medios para la rescisión del efecto de cosa juzgada.
En estos casos, debiendo ser absolutamente extraordinarios, el “valor
seguridad jurídica” deja su paso al “valor justicia” que debe prevalecer si se
dan ciertas circunstancias.
El ordenamiento no puede permitirse mantener a toda costa
resoluciones arbitrales o judiciales con fuerza de cosa juzgada cuando éstas
puedan haberse dictado sobre la base de documentos falsos, violencia,
maquinaciones fraudulentas o situaciones similares que pongan de
manifiesto la injusticia de la decisión. De ahí que se prevean distintas
posibilidades de rescisión de la cosa juzgada de las resoluciones.
19
debemos deducir todos los aspectos relevantes de la revisión: competencia,
procedimiento, motivos o cualquier otro.
Nuestra labor, teniendo en cuenta que proceso arbitral es nuestro
ámbito, debe consistir en poner de manifiesto aquellos aspectos generales
relevantes del recurso de revisión que regula la LEC, con especial hincapié
sobre las variaciones que éste puede sufrir como consecuencia de su
interposición frente a un laudo arbitral y no frente a una sentencia judicial.
Hemos definido la revisión del laudo como un medio de rescisión de
resoluciones firmes. Ya hemos dejado sentado el carácter firme y definitivo
del laudo desde el momento en que se dicta. Por consiguiente, el laudo que
pone fin a cualquier proceso arbitral cumple con los presupuestos de
resolución susceptible de ser recurrida en revisión.
Respecto a la naturaleza jurídica de este recurso nos decantamos por
su inclusión entre aquéllos medios que permiten la rescisión de la cosa
juzgada de las resoluciones —judiciales y arbitrales— sin que exista
inconveniente alguno para calificarlo como acción autónoma de
impugnación sin ser, en modo alguno, un recurso ordinario o
extraordinario.
La revisión es un proceso autónomo y distinto de aquél en que se
dictó la resolución cuya rescisión se pide1. Es decir, al tribunal competente
le está vedado entrar en el fondo de la decisión de la sentencia o laudo
frente a la que se solicita la revisión.
Tampoco pretende la revisión, de modo fundamental, salvaguardar el
interés público —aunque éste quede fortalecido con la anulación de una
sentencia injusta—; su finalidad se contrae a proteger derechos subjetivos
1
DE LA OLIVA SANTOS, A., y DÍEZ-PICAZO JIMÉNEZ, I., Derecho Procesal Civil. El proceso de
declaración, cit., pág. 527.
20
lesionados, sea porque al actor se le denegó injustamente la tutela a que
tenía derecho, sea porque el demandado fue injustamente condenado2.
2
FERNÁNDEZ-BALLESTEROS LÓPEZ, M.A., “Comentario al art. 43 LA” en, AA.VV., Comentarios
a la nueva Ley de Arbitraje 60/2003 (Coord. GONZÁLEZ SORIA), de 23 de diciembre, cit.,, pág. 472.
21
embargo, ésta constituye una forma anormal de finalización del proceso
arbitral y, por tanto, este laudo es idéntico al que pudiera haberse dictado al
final del proceso arbitral por los árbitros resolviendo la controversia. La
única diferencia estriba en que a él se ha llegado por acuerdo de las partes.
Siendo este laudo idéntico al que pone fin con carácter general al
proceso arbitral con la decisión de fondo del asunto, cabría interponer
frente a él un recurso de revisión basado en cualquiera de los motivos del
art. 510 LEC lo que ocurre es que difícilmente se dará alguno de los
supuestos allí contemplados tras el acuerdo al que llegaron las partes para
poner fin a la controversia.
22
ofrecerá problema, ya que el laudo respecto del cual se ha instado su
anulación ha sido rescindido por la estimación de uno de los motivos del
art. 510 LEC y esto hace que no pueda desplegar ningún tipo de eficacia
dejando vacía de contenido a la anulación del laudo.
23
4.2.1. Recobrar u obtener documentos decisivos.
El primero de los motivos que recoge el art. 510 LEC tiene el
siguiente tenor:
24
Dicho lo anterior, para que este motivo pueda ser acogido, debemos
estar ante documentos que, en primer término, no pudieron ser alegados en
ninguno de los momentos que acabamos de citar durante la tramitación del
la instancia arbitral. Estos documentos no pudieron aportarse, no porque no
existieran, sino porque se produjo alguna de estas dos circunstancias:
fuerza mayor u obra de la otra parte que se vio beneficiada en la resolución
recurrida.
Así, en relación con los documentos se exige lo siguiente:
— Que se trate de documentos que se hayan recuperado después de
la sentencia firme.
— Que fueran detenidos por fuerza mayor o por obra de la parte a
cuyo favor se hubiera dictado el fallo impugnado.
— Que sean decisivos para el pronunciamiento final3.
Estos presupuestos relativos a la sentencia judicial pueden ser
perfectamente trasladados al laudo arbitral. Por tanto, deben ser
documentos anteriores al laudo que puso fin a la instancia arbitral y que no
pudieron obtenerse durante el desarrollo del procedimiento arbitral.
La fuerza mayor no puede implicar en ningún caso una actitud
negligente de la parte. Se ha de tratar de un daño inevitable e imprevisible
de lo contrario podría haberse evitado y no entrar dentro del concepto de
fuerza mayor. El problema en estos casos puede venir a la hora de acreditar
estas circunstancias que permitirán hacer valer el concepto de fuerza mayor
como motivo de revisión4.
Por otro lado, ha podido ser la parte contraria la que pudo ocultar,
destruir o hacer desaparecer temporalmente el documento. Es decir, llevó a
cabo una conducta activa encaminada a evitar que la parte contraria tuviera
3
En la STS de 28 de junio de 2006 se ponen de manifiesto estos presupuestos en el sentido negativo, esto
es, manifestando que no se dan los mismos para poder acordar la revisión.
4
Vid. STS de 31 de diciembre de 1996 (RJ 1996,9693).
25
acceso a uno o varios documentos que, finalmente, se convirtieron en
esenciales en la decisión final del arbitraje que ahora se recurre en revisión.
Podría afirmarse que cuando una parte durante el desarrollo de un
proceso arbitral lleva a cabo actuaciones para ocultar un documento
esencial para las pretensiones de la parte contraria, está realizando
maquinaciones fraudulentas para conseguir una resolución que le resulte
favorable.
Sin embargo, siendo la maquinación fraudulenta otro de los motivos
en que se puede fundamentar la revisión del laudo, entendemos que cuando
estas actitudes fraudulentas estén relacionadas con documentos y la
posibilidad de que la parte contraria no tenga acceso a los mismos, deberán
encauzarse estas peticiones por la vía del motivo primero del art. 510 LEC.
Ejemplo de lo anterior podemos encontrarlo en la STS de 16 de
febrero de 2007 cuando se estima la revisión por ocultar la parte
arrendadora, con pleno conocimiento, el documento —justo título— que
habilita a la contraria a ocupar en arrendamiento una vivienda y solicitar
posteriormente el deshaucio por precario.
Ha de tratarse de un documento determinante del fallo que esté
dotado de valor y eficacia bastante para que el contenido del laudo hubiera
sido contrario o diferente al recaído (SSTS de 15 de enero 1996, 20 abril
1996 y 15 julio 1996).
26
se dictó la resolución que ahora se recurre. Sin embargo, mientras que el
primer motivo alude a que ese tipo de documentos se obtengan o recobren
en estos instantes de cara a la revisión; el segundo motivo tiene como
supuesto de hecho la falsedad de los mismos, pero que se trate de una
falsedad declarada penalmente.
Por tanto, condición sine qua non para la estimación de este motivo
debe ser la de adjuntar como documento a la demanda de revisión,
testimonio o copia de la resolución firme que hubiera declarado la falsedad
del documento en el proceso penal correspondiente.
No se dará el tipo del motivo segundo del art. 510 LEC cuando el
documento en cuestión esté siendo objeto de una investigación penal
(instrucción sumaria o diligencias previas) o haya recaído sentencia sobre
la misma sin que todavía haya adquirido firmeza porque se haya incoado
alguno de los recursos legalmente previstos.
27
4.2.3. Laudo dictado sobre declaraciones testificales o periciales
falsas.
Si la sentencia —laudo— hubiera recaído en virtud de prueba
testifical o pericial, y los testigos o peritos hubieren sido condenados por
falso testimonio dado en las declaraciones que sirvieron de fundamento al
laudo, la parte podrá solicitar la revisión del mismo conforme al art. 510.3
LEC.
― Se requiere que la falsedad de la declaración del testigo o del
perito haya sido recogida en una sentencia de condena dictada por un
órgano penal y que tenga el carácter de firme (art. 458 y ss CP).
28
Como son situaciones que afectan a sujetos diversos las analizamos
independientemente.
a) El cohecho.
El cohecho es un delito contra la administración que constituye un
acto bilateral que ataca a la rectitud y buen proceder propios del
funcionario o servidor en el cumplimiento de sus funciones,
corrompiéndole a base de dinero, dádiva o promesa, para obtener el
cohechador un beneficio justo o injusto a través de la acción u omisión de
dicho funcionario.
De esta definición se deduce rápidamente la condición de
funcionario que debe ostentar el sujeto que comete un delito de cohecho.
Cuando nuestro ordenamiento regula la revisión desde la perspectiva del
proceso civil y de las resoluciones dictadas por Juzgados y Tribunales que
pueden ser objeto de este medio de rescisión de resoluciones firmes, la
condición de funcionario de los jueces que integran los citados Juzgados y
Tribunales no ofrece duda.
El problema es que si trasladamos esta condición al ámbito del
arbitraje y, al menos hasta la entrada en vigor de la Ley 11/2011 de reforma
de la LA, sólo en contadas ocasiones el árbitro tendría tal consideración
―salvando los supuestos en ciertos arbitrajes de consumo donde se exige
que el Presidente del Tribunal arbitral sea un funcionario público―. Tras
dicha reforma, para los arbitrajes de Derecho, se exige la condición de
“jurista” y, como no, dentro de esta categoría se encuentran algunos con
carácter de funcionarios que podrían llegar a incurrir en el presente delito
siendo de aplicación el motivo 4º del art. 510 LEC.
b) La violencia
29
Cuando por medio de violencia se haya impedido a una parte o a los
representantes de ésta ejercer sus pretensiones en el procedimiento arbitral
o ejercitar su derecho de defensa; a un miembro del órgano arbitral se le
haya limitado total o parcialmente tomar una decisión libre sobre la
controversia que se le ha sometido, beneficiando a la parte que proporcionó
la referida violencia o puso los medios necesarios para que ésta tuviera
lugar, podrá solicitarse la revisión del laudo conforme al art. 510.4 LEC.
Si quien ha sido objeto de la violencia fueron los árbitros, éstos
deberán declarar nulo todo lo actuado desde el momento en que haya
cesado esa situación coercitiva en ellos. El problema es que el proceso
arbitral ya habrá finalizado, los árbitros habrán cesado en el ejercicio de sus
funciones, por lo que no cabe que puedan declarar nulo lo actuado
conforme el art. 226 LEC señala para las resoluciones judiciales.
La única opción de rescindir el laudo arbitral ganado injustamente a
través de la violencia ejercida, será la interposición por la parte de la acción
de revisión basado en este motivo. Luego, se requiere la iniciativa de la
parte para la solicitud de la revisión que, como hemos visto, legítima
activamente para la interposición de la revisión a aquéllos que fueron parte
legítima en el procedimiento arbitral y no a los árbitros.
c) Maquinación fraudulenta.
Este concepto puede englobar dentro de sí un mayor número de
ilícitos tanto penales como civiles, por eso este motivo se ha convertido
hasta el momento en la causa más alegada en revisión y que más polémica
ha podido suscitar.
Por maquinación fraudulenta se ha entendido, todo artificio realizado
personalmente o con auxilio extraño por la parte que haya obtenido la
sentencia deseada, o por quienes la representen, que implique una conducta
o actuación maliciosa llevada a cabo mediante falacia o engaño por el
30
litigante vencedor, con consciente y voluntario aprovechamiento a través
de actos directos o inmediatos que provoquen una grave situación de
irregularidad procesal, con la consiguiente indefensión de la contraparte.
Una de las principales actuaciones que comportan una maquinación
fraudulenta en el desarrollo del proceso es aquella orientada a que la parte
contraria conozca el inicio del proceso mediante la ocultación del domicilio
del demandado5 . Si trasladamos esta irregularidad al ámbito del proceso
jurisdiccional observaremos cómo al demandante se le exige cierta
diligencia en la averiguación del domicilio del demandado como
presupuesto para una correcta conformación del contenido de la demanda.
Ahora bien, cuando el demandante, a propósito, evita identificar
correctamente el domicilio del demandado o lo hace en un lugar que, según
conoce, ya no está vigente, está actuando de forma fraudulenta colocando a
la parte contraria en situación de indefensión pues al no tener conocimiento
del proceso no podrá intervenir en las sucesivas actuaciones del mismo
encajándose perfectamente su actuar dentro del término maquinación
fraudulenta del motivo 4º del art. 510 que fundaría perfectamente la
revisión de la sentencia.
Nótese además, continuando en un proceso jurisdiccional, que
cuando la parte pasiva no es hallada en su domicilio será emplazada de
forma edictal. Ya ha señalado la jurisprudencia, que si bien son mayoría las
sentencias de revisión estimatorias basadas o fundadas en maquinaciones
fraudulentas que se corresponden con casos de emplazamiento edictal, no
todo emplazamiento edictal por frustración del intentado en el domicilio
señalado en la demanda es indicio de maquinación fraudulenta6 7.
5
Cuando el demandante dispone de datos suficientes sobre el domicilio del demandado, o al menos sobre
la forma de localizarlo, que pudo aportar al proceso al inicio del mismo o durante su tramitación y no lo
hizo (STS 15 de junio de 2000).
6
Un ejemplo de cuanto comentamos es el relacionado con la posibilidad de emplazar al demandado en el
domicilio de vivienda arrendada en un proceso de deshaucio por una falta de pago de un arrendamiento de
vivienda. No implica maquinación fraudulenta alguna emplazar al demandado en la vivienda arrendada,
31
Sin embargo, en el proceso arbitral las actuaciones que pueden
preceder a la interposición de la demanda arbitral pueden denotar ya la falta
de colaboración de alguna de las partes o las intenciones fraudulentas de
aquéllas. Así podría ocurrir respecto al nombramiento de árbitros —que
podría verse subsanado por un nombramiento judicial de los mismos en los
términos del art. 15 LA— o con el requerimiento para someter la cuestión
litigiosa a arbitraje que puede ser igualmente ignorada por una de las
partes.
A efectos del domicilio dentro del proceso arbitral de cara a posibles
emplazamientos, debe servir de referencia el recogido en el convenio
arbitral que suscribieron las partes. No cabe en el arbitraje, como es obvio,
un emplazamiento edictal, así la notificación a la parte deberá hacerse
respetando las prevenciones del art. 5 LA.
Por consiguiente, el término maquinación fraudulenta como
argumento que sustenta el motivo 4º del art. 510 LEC, engloba
efectivamente conductas diversas encaminadas en definitiva a evitar la
correcta defensa procesal de la parte contraria, pero necesitadas de cierta
cuando conste que el demandado abandonó la vivienda arrendada sin comunicar directa ni indirectamente
al arrendador el lugar donde pasaba a residir (STS 27 de marzo de 2007).
7
En relación con la citación y emplazamiento por edictos, ha señalado el TC que el derecho de defensa,
incluido en el derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión que reconoce el art. 24 de la
Constitución, garantiza el derecho de acceder al proceso y a los recursos legalmente establecidos en
condiciones de poder ser oídos y ejercer la defensa de los derechos o intereses legítimos dentro de un
procedimiento en el cual se respeten los principios de biteralidad, contradicción e igualdad de armas
procesales, lo que, sin duda, impone a los órganos jurisdiccionales un especial deber de diligencia en la
realización de comunicación procesal que asegure, en la medida de lo posible, su recepción por los
destinatarios, dándoles así la oportunidad de defensa y de evitar la indefensión (SS 167/1992, de 26 de
octubre, 103/1993, de 22 de marzo, 316/1993, de 25 de octubre, 334/1993, de 15 de noviembre,
108/1994, de 11 de abril y 186/1997, de 10 de noviembre).
Para lograr esta plena efectividad del derecho de defensa hemos afirmado también que el art. 24.1 CE
contiene un mandato implícito de excluir la indefensión, propiciando la posibilidad de un juicio
contradictorio en el cual las partes puedan intervenir y hacer valer sus derechos o intereses legítimos, lo
que obliga a los órganos judiciales a procurar el emplazamiento, la citación o la notificación personal de
los demandados, siempre que sea factible, asegurando de este modo que puedan comparecer en el proceso
y defender sus posiciones frente a la parte demandante (SS 9/1981, de 31 de marzo, 37/1984, de 14 de
marzo y 186/1997, de 10 de noviembre).
32
matización cuando el proceso donde se produjeron era de carácter judicial o
arbitral.
4.3. El procedimiento.
4.3.1. Competencia.
El art. 509 LEC señala que la competencia para conocer la revisión
recaerá en la Sala de lo Civil del TS o en las Salas de lo Civil y Penal de los
Tribunales Superiores de Justicia cuando se trate de derecho civil, especial
o foral, propio de la Comunidad Autónoma y su Estatuto de Autonomía
prevea esta competencia (art. 73.1 LOPJ).
Hay que resaltar que la competencia queda así establecida después de
no haberse aprobado en el Congreso la reforma de la Ley Orgánica del
Poder Judicial que atribuía a los Tribunales Superiores de Justicia la
competencia para conocer de todas las revisiones y no sólo las que tengan
su razón de ser en materias de Derecho Civil, Foral, o Especial de la
Comunidad Autónoma.
Como se ha planteado ARIAS LOZANO, cabe preguntarse entonces
en materia de arbitraje, ante qué Tribunal Superior de Justicia debe
interponerse la acción de revisión: ¿el que corresponde a la sede donde se
ha desarrollado el arbitraje? o ¿el de la Comunidad Autónoma cuyo
derecho ha sido aplicado en el arbitraje?8
Si atendemos al sentido común la opción por la que decantarse
debiera ser la segunda. No debe esperarse de un Tribunal Superior de una
Comunidad autónoma determinada que se pronuncie sobre el derecho foral
o especial de otra Comunidad Autónoma distinta, sería un disparate.
4.3.2. Procedimiento.
8
AA.VV., Comentarios a la Ley de Arbitraje de 2003 (Coord. ARIAS LOZANO, D.,), cit., pág. 413.
33
El procedimiento principiará por demanda que deberá de contener
los requisitos que establece el art. 399 LEC para la demanda del juicio
ordinario, seguido de una contestación escrita para terminar sustanciándose
por los trámites del juicio verbal.
Pero antes de abordar la tramitación del recurso de revisión debemos
detenernos en el doble plazo que establece la Ley para su interposición.
a) Plazo.
La LEC alude a dos tipos de plazos que hay que tener presente:
Por un lado, que no hayan transcurrido más de cinco años desde la
fecha de publicación de la resolución (art. 512.1 LEC). Debido a que los
laudos arbitrales no deben ser objeto de publicación como sí ocurre con las
sentencias judiciales para las que está prevista esta determinación, habrá
que entender que en el arbitraje, el dies a quo para comienzo de este
cómputo de plazo de cinco años comenzará desde la fecha de notificación a
la parte que interponga la revisión del laudo.
No obstante, dada la posibilidad que ofrece ahora el art. 569 LEC de
suspender la revisión por causa de prejudicialidad penal, dejaremos para un
momento posterior las repercusiones que dicha suspensión puede acarrear a
la revisión y la forma en que debe entonces interpretarse este plazo
absoluto de cinco años desde la notificación del laudo.
Este plazo general de cinco años debe ser completado con un
segundo plazo que exige la LEC de tres meses desde que la parte recurrente
haya recobrado u obtenido los documentos decisivos, el cohecho, la
violencia, la maquinación fraudulenta, o en que se hubiere reconocido o
declarado la falsedad.
Ambos plazos son de caducidad no siendo posible su interrupción
―SSTS de 29 de enero de 2007, 11 de mayo de 2001, 26 de marzo y 4 de noviembre
de 2002, 23 de septiembre de 2004 , 11 de abril de 2005, 26 de enero, 14 de marzo y 14
34
de diciembre de 2000― en virtud de lo establecido en el art. 5 CC, por tanto,
b) Legitimación.
El art. 511 LEC determina que tendrá legitimación activa para instar
la revisión del laudo: “quien hubiere sido parte perjudicada por la
sentencia —laudo— firme impugnada”.
Por parte procesal a estos efectos debemos entender no sólo aquellos
sujetos que intervinieron como demandante y demandado en el proceso
arbitral10 —que será lo más común— sino también aquellos que debieron
ser llamados al proceso y no lo fueron por estar interesados directamente en
el resultado del pleito.
La legitimación activa también se reconoce a aquellos
causahabientes que sustituyan a la parte gravada en la resolución arbitral
recurrida que hubieran obtenido la representación que les habilita para
interponer la revisión bien por transmisión inter vivos o mortis causa (art.
514.1 LEC).
Por otra parte, el apartado 3º del art. 514 LEC dispone que se deberá
informar al Ministerio Fiscal sobre la revisión antes de que se dicte
sentencia sobre si ha lugar o no a la estimación de la demanda.
No creemos que este precepto habilite o legitime activamente al
Ministerio Fiscal para intervenir en la revisión como parte que puede
instarla, antes al contrario, debe interpretarse esta función como plausible
por la entidad de los intereses en juego, no olvidemos que, en definitiva, se
9
A los efectos del cómputo del plazo de caducidad de tres meses del art. 512 LEC se computa como hábil
el mes de agosto (STS de 4 de octubre de 2002 y 26 de septiembre de 2003), por ser un plazo de
caducidad y no de prescripción, y su cálculo de fecha a fecha (STS de 12 de mayo de 2006).
10
SSTS de 15 de diciembre de 1989, 6 de noviembre de 1990 y 7 de junio de 1995, que aunque referidas
a sentencias judiciales es perfectamente extrapolable al ámbito de los laudos arbitrales.
35
pretende atacar la cosa juzgada de las resoluciones (ahora arbitrales). El
Ministerio Fiscal se limitará a informar sobre dicha revisión sin que su
informe sea vinculante para la resolución que deba adoptar el órgano
jurisdiccional.
c) Depósito.
Como presupuesto para conocer sobre la acción de revisión, el
legislador exige la constitución de un depósito previo de trescientos euros
en el establecimiento destinado al efecto (art. 513.1 LEC y R.D. 34/1988,
de 21 de enero por el que se regulan los pagos, depósitos y consignaciones
judiciales).
Al tratarse de un presupuesto sobre la procedibilidad del recurso de
revisión, hay que deducir que de no presentarse éste, el TS o TSJ en su
caso, deberá rechazar de plano la demanda de revisión. No obstante,
tratándose de un presupuesto formal podrá caber la subsanación del mismo
en el plazo de tiempo que para ello estipule el Secretario Judicial y que no
deberá ser en ningún caso superior a cinco días. De no subsanarse, no se
procederá a la admisión a trámite de la demanda de revisión rechazando de
plano la misma definitivamente (art. 513.2 LEC).
Este depósito está pensado para limitar en cierta medida el acceso a
la revisión y evitar peticiones infundadas por los recurrentes. Si no se ven
estimadas las pretensiones de revisión solicitadas se perderá el deposito
constituido, en cambio, si la revisión se estima, el depósito deberá ser
devuelto.
Del mismo modo, si se estima parcialmente el recurso de revisión
pudieran existir más dudas acerca de la devolución o no del mismo, pero en
nuestra opinión, se ha demostrado así —aunque sea parcialmente— que la
parte litigó de buena fe y, por tanto, el depósito deberá ser devuelto al
recurrente.
36
d) Sustanciación.
El proceso de revisión comienza con la interposición de una
demanda en la que el recurrente deberá acompañar los documentos
procesales y materiales que fundamenten su petición indicando el motivo
de revisión infringido, así como el documento que justifique la realización
del Depósito que constituye un presupuesto de admisibilidad de este medio
de rescisión conforme al art. 513 LEC.
Tras la demanda, el Secretario Judicial solicitará que se remitan al
Tribunal todas las actuaciones del pleito cuya sentencia se impugne, y
emplazará a cuantos en él o sus causahabientes (legitimados pasivamente)
para que contesten a la demanda en el plazo de veinte días.
La solicitud del Secretario Judicial de las actuaciones del pleito en el
caso del arbitraje, implica la petición a los árbitros (arbitraje ad hoc) o a la
institución arbitral administradora del arbitraje (arbitraje institucional) de
los antecedentes del procedimiento arbitral donde se dictó el laudo
recurrido en revisión.
Presentada la demanda y emplazada la parte contraria11, ésta puede
optar por una actitud activa que consista en la propia contestación a la
demanda o en una actitud pasiva frente a la solicitud de revisión que
implicará que el proceso continúe en ambos casos por los trámites del
juicio verbal.
Por tanto, vuelve a servir de referencia el juicio verbal como
vehículo para tramitar las peticiones de revisión, aunque eso sí, con
demanda y contestación escritas.
La contestación deberá ajustarse también a los cánones y
presupuestos que para la contestación del juicio ordinario establece el art.
11
Admisión de la demanda que no provocará la suspensión de la ejecución de la sentencia o laudo que se
hubiere instado, no obstante en aplicación del art. 515 LEC, el Tribunal podrá decretar la suspensión de la
ejecución de oficio o a instancia de parte.
37
405 LEC y que remite a su vez a los requisitos de la demanda del art. 399
LEC.
Existiendo como vehículos de alegación de las partes la demanda y
la contestación, la vista se simplifica ya que se deberán ratificar las
alegaciones que se hubieran vertido en dichos documentos y se podrá
practicar aquella prueba que, orientada a la fijación de las circunstancias
que fundan alguno de los motivos de la revisión, haya sido propuesta por
las partes y admitida por el Tribunal12.
Antes aludíamos a los motivos por los que se le debe dar traslado al
Ministerio Fiscal de las actuaciones para que proceda a informar respecto
de la revisión de la sentencia —laudo arbitral—. Pues bien, el art. 514 LEC
exige que el Ministerio Público intervenga antes de la finalización del
juicio verbal mediante la correspondiente sentencia, constituyéndose la
vista de este proceso como momento procesal más oportuno para el
informe del Fiscal.
4.4. Efectos.
La estimación o desestimación de la revisión del laudo —
sentencia— por el Tribunal competente, provoca una serie de
consecuencias que pasamos a analizar a continuación:
4.4.1. Desestimación.
En el momento en que el TS o el TSJ desestiman la pretensión de la
parte recurrente de revisar el laudo arbitral impugnado, provoca
inmediatamente la firmeza de la resolución recurrida, la pérdida del
12
STS de 27 de marzo 2007 permite la prueba testifical a propósito de la revisión de una resolución
judicial, para dotar de certeza a hechos relevantes expresados en la demanda y donde, además, debido a la
falta de previsión para el juicio verbal de la práctica de las diligencias finales, lleva a no acordar la
práctica de dicha declaración como diligencia final.
En parecidos términos STS de 28 de junio de 2006 (fundamento segundo).
38
depósito (art. 516.2 LEC) y el demandante será condenado en costas por la
pérdida de este proceso de revisión.
Si se hubiera instado la ejecución del laudo habrá que observar si
ésta ha sido suspendida a instancia de parte o de oficio. Si la ejecución no
se suspendió, la desestimación de la revisión no afecta en forma alguna a la
misma y ésta continuará por sus trámites. Si la suspensión fue acordada por
la interposición de la demanda de revisión, será necesario reanudarla sin
que implique repercusión alguna la desestimación de la revisión.
39
del arbitraje. Los árbitros en el momento en el que dictan el laudo, cesan en
el ejercicio de sus funciones (art. 38.1 LA), no constituyen un tribunal
permanente como sí podría ser cualquier órgano jurisdiccional.
Para estos casos, no negamos la posibilidad de que pueda haber otro
procedimiento arbitral donde se produzca dicho juicio rescisorio siempre y
cuando el convenio arbitral no se haya visto afectado por la revisión del
laudo, tenga plena vigencia y permita a las partes someter de nuevo la
controversia a arbitraje o que, en caso contrario, decidan acudir a la vía
judicial sin que ninguna de ellas haga valer la excepción de sumisión de la
cuestión litigiosa a arbitraje por vía de la declinatoria.
En conclusión, cuando de juicio rescisorio hablamos no cabe una
transposición sin más de la sentencia judicial y del laudo arbitral en donde
se ha estimado la revisión, pues las especiales características en este caso
del arbitraje —con el cese en el ejercicio de las funciones de los árbitros—
determina que el proceso arbitral nuevo que se incoe nada tenga que ver
con el anterior en donde se dictó un laudo arbitral que ha sido rescindido
tras el proceso de revisión.
40
LECCIÓN SÉPTIMA: EJECUCIÓN FORZOSA DEL LAUDO
ARBITRAL
1
Es al Estado a quien le compete dotar a las relaciones económicas
entre los particulares de la necesaria seguridad jurídica, habilitando por un
lado mecanismos de reclamación frente a los incumplimientos de las
obligaciones generadas en el tráfico jurídico y, de otro, estableciendo
igualmente cauces que permitan ejecutar aquel pronunciamiento judicial-
arbitral con el uso de cuantos medios coercitivos sean necesarios.
En el primer ámbito debemos ubicar las diferentes maneras en que
los sujetos pueden reclamar una determinada tutela jurídica, buscando la
declaración del derecho al caso concreto. Por tanto, aquí se encontrarían los
diversos procesos declarativos conducentes a resolver cualquier pretensión.
Como es sabido, el arbitraje se coloca en una posición “equiparable” al
proceso judicial en términos del TC de ahí que, en materias de libre
disposición, las partes tengan libertad para resolver su conflicto ante
terceros imparciales que no ostenta la potestad jurisdiccional pero que
pueden realizar un pronunciamiento que resuelva la controversia con los
mismos efectos de cosa juzgada y ejecutividad que la sentencia judicial.
2
coercitivas que le permitan obtener la satisfacción de su crédito en sus
justos términos. A todo ese proceso le denominamos ejecución forzosa del
laudo arbitral.
1
STC 9/2005 de 17 de enero de 2005.
3
obstante, se añade a su articulado el art. 45 LA para regular la posible
suspensión, sobreseimiento y reanudación de la ejecución. Quizás entienda
el legislador que la paralización de la ejecución del laudo y su posible
sobreseimiento o reanudación, sí que debe tener una regulación específica
en la LA, sobre todo, en lo relativo a la posible ejecución del laudo aunque
contra él se haya interpuesto acción de anulación.
En conclusión, a pesar de los patentes avances que han supuesto las
precedentes y la actual Ley de arbitraje, hoy día se mantiene la potestad
declarativa de los árbitros para resolver conflictos entre particulares en
materias de su libre disposición conforme a Derecho, se amplía esta
potestad a la posibilidad —anteriormente analizada— de adoptar medidas
cautelares para asegurar la resolución de condena futura que pudiera
dictarse, pero no se llega más allá, esto es, las decisiones de los árbitros
sobre el fondo del conflicto o sobre medidas cautelares, deberán ser
ejecutadas por los únicos órganos con potestad para ello que son los
juzgados y Tribunales establecidos en las Leyes conforme al art. 117.3 CE.
La LEC distingue dos tipos de ejecución: la ejecución de títulos
ejecutivos judiciales donde la sentencia se constituye como el título por
antonomasia y el laudo arbitral es un título asimilado a la sentencia judicial
(art. 517.2. 1 y 2 LEC). Y la ejecución de títulos ejecutivos extrajudiciales
(arts. 517.2 apartados 4º al 7º LEC), éstos, a diferencia de los anteriores,
tienen también fuerza ejecutiva y permiten igualmente el acceso al
despacho de la ejecución pero no vienen precedidos por un proceso
declarativo —ya sea arbitral o judicial—.
2. Sujetos de la ejecución.
El art. 538.1 LEC señala que el ejecutante será aquel que pide y
obtiene el despacho de la ejecución, mientras que el ejecutado será aquel
frente a quien se pide y se obtiene el despacho de la ejecución. Cuando el
4
título ejecutivo contiene las regularidades formales para ser considerado
como tal —a las que posteriormente aludiremos— permite al ejecutante
solicitar del tribunal las medidas necesarias para hacer efectiva esa
responsabilidad contenida en el título: exigir la entrega de dinero, de cosa
distinta a dinero, exigir la realización de una prestación o la no realización
de la misma.
El ejecutante en sus pedimentos se ve respaldado por la existencia de
un proceso arbitral previo que se ha saldado con un laudo de condena que
le permite despachar ejecución y las actividades propias de ésta sin
necesidad de oír al ejecutado que, no obstante, tendrá un posterior trámite
de oposición a la ejecución.
Son las partes que intervinieron en el proceso declarativo previo al
proceso de ejecución los que están legitimados para instarlo, son parte
legítima del proceso de ejecución. Sin embargo, terceros sujetos distintos al
actor o demandado del proceso principal también pueden tener un interés
directo en la resolución del proceso de ejecución y estar perfectamente
legitimados para intervenir en él como podría ocurrir con el tercerista de
mejor derecho o con el tercerista de dominio. En ambos casos, aunque no
llegaran nunca a intervenir en la fase declarativa del proceso, el embargo de
uno de sus bienes durante la ejecución que no debe quedar trabado por su
no pertenencia al ejecutado y sí al tercero, y su crédito preferente frente al
ejecutante, debe permitir su intervención en la ejecución en defensa de sus
propios intereses.
Por otra parte, habrá que tener en cuenta las alteraciones en las
figuras de ejecutante y ejecutado que produzcan situaciones como la
sucesión procesal de alguna de las partes de la ejecución por transmisión
inter vivos o mortis causa, la traba de bienes de naturaleza ganancial que
habilite a intervenir en la ejecución al cónyuge no deudor o las ejecuciones
5
frente a ejecutados en supuestos especiales como: deudores solidarios,
asociaciones temporales o entes sin personalidad2.
2
El tratamiento que se le da a estas alteraciones en el ejecutante y ejecutado pueden verse en GARBERÍ
LLOBREGAT, J., “Comentario al art. 44”, AA.VV., Comentarios a la Ley 60/2003, de 23 de diciembre,
(Dir. GARBERÍ LLOBREGAT) cit.,Tomo II, págs. 1325-1337.
3
Es más, en virtud de la Disposición Derogatoria Única de la LA, se modifica el núm. 2º, del apartado 2
del artículo 517, quedando redactado así: “Los laudos o resoluciones arbitrales”. Es decir, que a los
efectos de la ejecución se considerará título ejecutivo equiparable a la sentencia judicial, no sólo a los
laudos arbitrales sino también a cualquier otro tipo de resolución que tenga naturaleza arbitral.
6
La competencia objetiva para la ejecución del laudo arbitral se
atribuye a los Juzgados de Primera Instancia y la territorial con carácter
improrrogable a los Juzgados del lugar donde se haya dictado el laudo (art.
542.2 LEC y art. 8.4 LA). Los Juzgados de lo Mercantil han dejado de
tener competencias en materia de ejecución de laudos arbitrales como
consecuencia de la supresión del apartado g) del art. 86 ter.2 LOPJ por
medio de la LO 5/2011 de reforma de la LOPJ y complementaria de la Ley
11/2011 de reforma de la Ley de arbitraje.
El lugar de emisión del laudo vendrá determinado en el mismo laudo
conforme a lo establecido en el art. 37.5 LA. Así pues, cabe equiparar el
lugar del arbitraje, que se determinará conforme a lo establecido en el
apartado 1 del art. 21 LA, y el lugar donde se haya dictado el laudo4.
FERNÁNDEZ-BALLESTEROS LÓPEZ5 ha señalado que con esta
distribución de competencias se perpetúa la indeseable dispersión de los
fueros judiciales relacionados con el arbitraje. Ciertamente, pueden llegar a
ser distintos los órganos que deban asistir al arbitraje para la práctica de
algún medio de prueba −cuando se atribuye al Juez del lugar donde debiera
prestarse la asistencia− (art. 8.2 LA); o el órgano encargado de adoptar una
medida cautelar −cuando ésta es acordada por el tribunal donde ésta
debiera prestar su eficacia− (art. 8.3 LA); con el órgano encargado de
ejecutar el laudo arbitral.
Pero aquí parece que el legislador pretende que este tipo de
actuaciones puedan tener una efectividad práctica y ser así complemento
del proceso arbitral aunque para ello se vea obligado a presentar una
dispersión de fueros de competencia. De nada serviría ser riguroso con el
mantenimiento de un único fuero de competencia para todos los supuestos
4
MORAL MORO, M.J., Comentarios a la Ley 60/2003, de 23 de diciembre de Arbitraje (Dir.GARBERÍ
LLOBREGAT), Tomo I, cit., pág. 156.
5
FERNÁNDEZ-BALLESTEROS LÓPEZ, M.A., La ejecución forzosa…, cit., pág. 169, nota núm. 6.
7
cuando la prueba o medida cautelar correspondiente no pudiera practicarse
o desplegar su eficacia en el fuero homogéneo designado por el legislador.
Como ha señalado SENÉS MOTILLA, el problema surge cuando se
pretenden hacer valer —por las partes o por el juez ejecutor—
circunstancias no tomadas en consideración por la ley, tales como el lugar
de celebración del convenio, el domicilio de las partes o de los árbitros, el
lugar de aceptación del arbitraje o el lugar en el que se siguen las
actuaciones.
Adquiere así relevancia en la aplicación del fuero imperativo de
competencia territorial en relación con la ejecución del laudo el AAP de
Madrid (Secc. 21ª), de 19 octubre de 2004: “quizás el fuero (legal) elegido
no ha sido el más acertado. Pero se trata de un criterio legal que tiene que
ser aplicado. Resulta ciertamente llamativo que el árbitro dicte el laudo
fuera del domicilio de la Asociación arbitral que lo ha designado, pero no
podemos afirmar que el árbitro miente cuando hace constar el lugar en el
que ha dictado el laudo”6.
6
AAP de Madrid (Sección 18.ª) de 18 de mayo de 2005 proscribe la apreciación de la incompetencia
territorial del juez a quo con fundamento en el carácter abusivo de la cláusula de competencia territorial
inserta en un contrato de adhesión. En sentido contrario, los Autos de la Audiencia Provincial de Madrid
(Sección14.ª) de 9 de marzo de 2004 y 14 de septiembre de 2005 (JUR 2005\222694) hacen prevalecer el
domicilio social de la institución a la que se encomendó el arbitraje frente al lugar en que fue dictado y
protocolizado el laudo. SENÉS MOTILLA, C., “Sobre la ejecución forzosa de las resoluciones
arbitrales”, AA.VV., Estudios sobre arbitraje: los temas clave (Coord. GONZÁLEZ MONTES, J.L.),
cit.,, pág. 299.
8
correspondiente auto. Esta resolución podrá ser recurrida directamente en
apelación con potestativo recurso de reposición (art. 552.2 LEC). Por el
contrario, la impugnación a instancia de parte deberá realizarse en los cinco
días siguientes a aquel en que reciba la primera notificación del proceso de
ejecución (art. 547 LEC) por medio de la declinatoria que se sustanciará
siguiendo las reglas generales de los arts. 65 y ss7.
El tratamiento procesal de la falta de competencia territorial en el
proceso de ejecución del laudo arbitral no difiere en gran cosa de lo que
acabamos de exponer ante la falta de competencia objetiva, la única
diferencia —además de que ésta sí esté expresamente prevista en la LEC
(arts. 546 y 547)— consistirá en que, al tratarse de competencia territorial,
tanto cuando el tribunal la aprecie de oficio como cuando se realice a
instancia de parte, deberán indicar el órgano, que a su juicio, resulta
territorialmente competente y que hasta ese momento no conoce del asunto.
Por tanto, una vez presentados los escritos de la declinatoria y de
oposición a la misma por las partes (arts. 65 y ss. LEC), decidirá el Juez en
forma de auto que, ahora sí, no será recurrible tanto si deniega la
competencia como si la estima (art. 67 LEC).
9
y que se pone en marcha con la interposición de la demanda ejecutiva (art.
549 LEC).
La demanda ejecutiva es el instrumento que utiliza el acreedor para
solicitar el despacho de la ejecución. Ésta deberá estar acompañada de una
serie de documentos que varían en cierta forma cuando lo ejecutado es un
laudo arbitral pues no bastará con la designación de la resolución que se
pretende ejecutar en los términos del art. 549.2 LEC cuando de una
sentencia judicial —que consta en autos— se trata. Por tanto, junto con el
laudo arbitral, se acompañará el convenio arbitral suscrito por las partes
para someter el conflicto a arbitraje y el documento que acredite la
notificación a las partes del laudo arbitral8.
La demanda ejecutiva deberá contener también la relación de las
actuaciones que se requieren del Juez Ejecutor respecto al título presentado
siempre y cuando sean acordes con el contenido y naturaleza del mismo
(art. 551.1 LEC). Junto con lo anterior, el ejecutante debe relacionar los
bienes del ejecutado susceptibles de embargo de los que tuviere
conocimiento y, en este caso, si los considera suficientes para el fin de la
ejecución (art. 590 LEC).
Por último, la demanda ejecutiva se dirigirá contra aquellos que
resulten responsables en virtud del título ejecutivo (ejecutados) que podrán
aparecer como deudores nominatin en el laudo arbitral o, sin aparecer
expresamente como deudores en el título, serlo en virtud de diversas
circunstancias9.
8
Sobre estos documentos volveremos después.
9
El art. 538 LEC señala que sólo podrá despacharse ejecución frente a los siguientes sujetos:
1º. Quien aparezca como deudor en el mismo título.
2º. Quien, sin figurar como deudor en el título ejecutivo, responda personalmente de la deuda por
disposición legal o en virtud de afianzamiento acreditado mediante documento público.
3º. Quien, sin figurar como deudor en el título ejecutivo, resulte ser propietario de los bienes
especialmente afectos al pago de la deuda en cuya virtud se procede, siempe que tal afección derive de la
Ley o se acredite mediante documento fehaciente. La ejecución se concretará, respecto de estas personas,
a los bienes especialmente afectos.
10
Como puede observarse, no existen importantes diferencias —salvo
lo comentado respecto de los documentos que se han de acompañar a la
demanda ejecutiva— entre la ejecución de una resolución judicial y la
ejecución de un título asimilado como es el laudo u otra resolución arbitral.
Ambas dan acceso al proceso ordinario de ejecución que debe comenzar
con la demanda ejecutiva en donde el ejecutante solicita del órgano
ejecutor que se haga efectiva la responsabilidad contenida en el título
ejecutivo de la que es acreedor.
Se mantienen las mismas características que rigen para todo
despacho de la ejecución, así el tribunal, si concurren los presupuestos y
requisitos procesales, el título no adolece de ninguna irregularidad formal y
los actos de ejecución que se solicitan sean conformes con la naturaleza y
contenido del título, dictará auto conteniendo la orden general de ejecución
y despachando la misma (art. 551.1 LEC), sin oír al ejecutado —que
posteriormente tendrá derecho a un trámite de oposición al despacho de la
ejecución—. Esta auto ha de expresar: (i) la persona o personas a cuyo
favor se despacha la ejecución y la persona o personas contra quien se
despacha ésta; (ii) si la ejecución se despacha en forma mancomunada o
solidaria; (iii) la cantidad, en su caso, por la que se despacha ejecución, por
todos los conceptos; (iv) las precisiones que resulte necesario realizar
respecto de las partes o del contenido de la ejecución, según lo dispuesto en
el título ejecutivo, y asimismo respecto de los responsables personales de la
deuda o propietarios de los bienes especialmente afectos al pago o los que
se ha de extender la ejecución.
En el mismo día o al día siguiente hábil de haberse dictado el auto
despachando ejecución, el Secretario Judicial dictará un decreto que
contendrá:
1º. Las medidas ejecutivas concretas que resulten procedentes,
incluido si fuera posible el embargo.
11
2º. Las medidas de localización y averiguación de los bienes del
ejecutado que procedan conforme a lo previsto en el art. 589 y 590 LEC.
3º. El contenido del requerimiento de pago que deba hacerse al
deudor; en los casos en que la ley establezca el requerimiento (que no es
necesario cuando lo que se ejecuta es un laudo arbitral).
Se despachará ejecución por la cantidad que solicite el ejecutante en
la demanda ejecutiva que deberá incluir el principal de lo condenado por el
laudo, las costas del procedimiento arbitral (en caso de condena en costas)
y la cantidad establecida por los intereses y costas de la ejecución forzosa.
A propósito de las costas del proceso arbitral ya hemos señalado que el
legislador de la LA ha decidido en el art. 37.6 que el laudo debe contener
un pronunciamiento sobre las costas del arbitraje y enuncia una serie de
partidas que deben ser consideradas como tales: honorarios y gastos de los
árbitros, honorarios y gastos de los defensores o representantes de las
partes, el coste del servicio prestado por la institución administradora del
arbitraje y demás gastos del procedimiento. Todo ello sin perjuicio de que
la materia relacionada con la condena en costas puede quedar supeditada a
la autonomía de la voluntad de las partes y, por tanto, que sean éstas las que
determinen la fórmula del pago de las mismas. Lo que sí exige la LA de
manera imperativa es un pronunciamiento sobre las mismas en el laudo.
Que el título ejecutivo sea un laudo arbitral no debe afectar a
aspectos generales del despacho de la ejecución como el relativo a la
cantidad que puede solicitar el ejecutante como despacho de la ejecución o
la necesaria liquidez de la condena que también es extensiva a las
resoluciones arbitrales (art. 572.1 LEC). Rige pues el límite del art. 575.1
LEC en virtud del cual, lo presupuestado para las costas e intereses del
procedimiento no podrá exceder del treinta por ciento del principal de lo
reclamado [AAP de Madrid núm. 146/ 2006, de 18 de mayo (JUR
2006/289441)].
12
El hecho de que el legislador otorgue carácter de título ejecutivo al
laudo arbitral, faculta al Juez ejecutor para despachar directamente
ejecución sin oír a la otra parte cuando compruebe la regularidad formal del
título ejecutivo. La existencia de un proceso declarativo previo donde se ha
dictado una resolución arbitral con efectos de cosa juzgada, permite al
ejecutante solicitar las respectivas actividades ejecutivas con la simple
aportación del título.
13
que el Juez de oficio pueda denegar el despacho de la ejecución basándose
en motivos que tienen que ver con la nulidad del laudo que, de concurrir,
tuvieron que ser impugnados por medio de la acción de anulación o,
incluso, utilizando con carácter previo, las excepciones por la parte en el
marco del art. 22 LA durante el desarrollo del procedimiento arbitral.
De hecho podemos encontrar un gran número de resoluciones que
reflejan esta idea: “El juez debe despachar ejecución en todo caso siempre
que concurran los presupuestos y requisitos procesales, el título ejecutivo
no adolezca de ninguna irregularidad formal y los actos de ejecución que
se solicitan sean conformes con la naturaleza y contenido del título (art.
551 LEC) y haya transcurrido el plazo de veinte días a que se refiere el art.
548 LEC. Lo que no procede es, analizar de oficio la validez y nulidad del
convenio arbitral y denegar el despacho de la ejecución razonando que el
convenio es nulo por abusivo… ”10.
Sin embargo, debemos matizar lo anterior. Ya en otro lugar hemos
escrito sobre las relaciones entre las excepciones en el proceso arbitral,
trasladando esta cuestión al tema que nos ocupa, debemos concluir que a
pesar de que las partes no hayan denunciado determinadas infracciones
durante el proceso arbitral o a través de la acción de anulación del laudo,
llegados al momento de la solicitud de su ejecución forzosa, se ha de
habilitar al tribunal la posibilidad de denegar de oficio el despacho de la
ejecución cuando crea que el título no tiene la regularidad formal que exige
el art. 551 LEC por ser contrario a su naturaleza —cuando verse sobre
materias no susceptibles de arbitraje— o sea contrario a su contenido —
cuando se solicite la ejecución de materias no decididas en el laudo—.
10
En este sentido, Autos de 4 de octubre de 2004 (Sección 13), Auto (Sección) 20 de 15 de octubre de
2004 (JUR 2005/41390, Auto de 23 de diciembre Sección 21 (JUR 2005, 38457), Auto de 23 de febrero
de 2005, Sección 9ª (JUR 2005, 10248), Auto de 14 de marzo de 2005, Sección 8ª, Auto de 7 de marzo de
2005, Sección 19 (JUR 2005, 87311), Auto de 30 de marzo de 2005, Sección 25 (JUR 2005, 107077)
todos de la Audiencia Provincial de Madrid. Igualmente, Auto Audiencia Provincial de Valencia núm.
354/2005 de 11 de octubre (AC 2005/1561).
14
En estos dos supuestos, sí cabrá un análisis más profundo de la
regularidad formal del título ejecutivo, mientras que en el resto —posibles
infracciones de normas dispositivas—, el tribunal ante un laudo que cumpla
los requisitos del art. 551 LEC deberá realizar una revisión prima facie del
mismo, estando obligado a despachar ejecución por la regularidad formal
que éste presenta, sin perjuicio de las posteriores oportunidades de
oposición que ofrezca el proceso al ejecutado11.
Por tanto, el análisis de la regularidad formal del titulo debe quedar
reducido, en primer lugar, a que el laudo conste por escrito o, se entenderá
también suplido este requisito, cuando de su contenido y firmas quede
constancia y sean accesibles para su ulterior consulta en soporte,
electrónicos, ópticos o de otro tipo. Que el laudo esté firmado por los
árbitros que, no obstante, pueden expresar su voto a favor o en contra.
Desaparece asimismo la exigencia de protocolización del laudo que
se convierte en la nueva regulación de la LA en una facultad para las
partes. Repárese sin embargo, que caso de haberse protocolizado resulta
patente la conveniencia de aportarlo con la demanda ejecutiva para reforzar
la regularidad formal del título.
En segundo lugar, la citada regularidad formal no se ha adquirido
hasta que no han transcurrido los 20 días fijados en el art. 548 LEC desde
que se notificó al deudor la firmeza de la resolución de condena cuya
ejecución se pide. Este plazo de cortesía se otorga con la finalidad de dar
11
En este sentido se pronuncian algunas resoluciones como el Auto de la Audiencia Provincial de Madrid
núm. 135/2006, de 5 de abril (JUR 2006/193507) al señalar que: “…los tribunales, a pesar de no haber
sido impugnado el laudo, no deben mostrar una actitud pasiva sino que existen cuestiones que no se
pueden sustraer a su control pues, en otro caso, no se explicaría que la ley ordene acompañar a la
demanda de ejecución el contrato arbitral, ni que el art. 551 exija al Juez antes de despachar ejecución, sin
excepción alguna en función de los títulos base de ejecución, examinar que concurran los presupuestos y
requisitos procesales, que el título adolezca de ninguna regularidad formal y que los actos de ejecución
que se solicitan sean conformes con la naturaleza y contenido del título”. En parecidos términos, las
siguientes resoluciones: Auto de la Audiencia Provincial de Valencia(Sección 9.ª) de 11 de octubre de
2005, la Sentencia de la Audiencia Provincial de Vizcaya (Sección 4.ª) de 25 de mayo de 2005 y los
Autos de la Audiencia Provincial de Madrid, de 8 de noviembre de 2005 (Sección 10.ª), de 4 de octubre
de 2005 (Sección 25.ª), de 27 de septiembre de 2005 (Sección 12.ª), de12 de julio de 2005 (Sección 21.ª)
y de 5 de julio de 2005 (Sección 11.ª).
15
un tiempo prudencial al condenado en el laudo o en la sentencia judicial
para cumplir voluntariamente su contenido.
En tercer lugar, el Juez deberá valorar que el laudo arbitral contiene
pronunciamientos de condena, no siendo posible instar la ejecución de
laudos con contenidos mero-declarativos o constitutivos que, en su caso,
tan sólo podrían dar lugar a actuaciones de la denominada ejecución
impropia (v.gr. inscripciones en Registros Públicos) pero no de ejecución
propia o ejecución forzosa.
Por último, como presupuesto procesal, el tribunal debe vigilar su
competencia funcional y territorial, junto con la legitimación de las partes
en función del convenio suscrito, además de la concurrencia de todos estos
presupuestos deberá cumplirse con la exigencia de acompañar a la
demanda ejecutiva de los documentos que a continuación expondremos.
16
Sabemos que cuando el antecedente del proceso de ejecución es un
proceso judicial, la resolución que va a ser objeto de ejecución consta ya en
autos por lo que el ejecutante podrá limitarse a designar cuál es la sentencia
que desea ejecutar sin necesidad de aportar testimonio de la misma (art.
549 LEC). Sin embargo, el laudo arbitral objeto de ejecución no consta en
autos puesto que la tramitación del proceso arbitral, como es sabido, se ha
producido fuera del ámbito judicial —ya sea ad hoc o institucional— y no
cabe efectuar una designación del laudo al modo de la sentencia judicial
siendo entonces necesario acompañar a la demanda ejecutiva con la
resolución arbitral.
─ El laudo puede haberse protocolizado o no, pues no es ya una
obligación para las partes del arbitraje sino una facultad en virtud del art.
37.8 LA.
Cualquiera de las partes, a su costa, podrá instar de los árbitros, antes
de la notificación, que el laudo sea protocolizado. Ahora bien, que el laudo
esté o no protocolizado sí que influirá en la interposición de la oposición a
la ejecución del laudo por defectos procesales ya que su apart. 4º señala que
si el título ejecutivo fuera un laudo arbitral no protocolizado notarialmente,
será causa de oposición, la falta de autenticidad de éste.
─ En segundo lugar, el ejecutante debe aportar copia del convenio
arbitral al objeto de que el tribunal pueda considerar si la sumisión de las
partes al arbitraje fue válida. Esto es, para que el Juez pueda examinar de
oficio, en los términos antes expuestos, si la obligación de la que dimanó el
laudo era arbitrable y de lícito cumplimiento, para analizar si el
conocimiento de la controversia ha sido válidamente sustraído a la
Jurisdicción y si el laudo es o no contrario al orden público.
No podemos considerar correcta aquella actuación jurisdiccional que
deniega el despacho de la ejecución fundamentándolo en la nulidad del
convenio arbitral por falta de parcialidad del árbitro o de los árbitros. Son
17
variadas las razones que nos llevan a esta conclusión: en primer lugar,
porque las partes ya tuvieron la oportunidad de denunciar la falta de
parcialidad de los árbitros a través de las excepciones del procedimiento
arbitral o por medio de la acción de anulación del laudo desde el mismo
momento de su nombramiento y aceptación del encargo, sin perjuicio de
que los árbitros pudieron abstenerse de oficio por falta de imparcialidad a
lo largo del proceso arbitral. Por otra parte, se le concedería un instrumento
demasiado importante a los jueces en relación con el arbitraje, teniendo
presente el principio de intervención mínima que debe regir en el mismo.
Esta circunstancia puede darse más en la práctica cuando el tribunal
considera que el convenio suscrito por las partes debió ser considerado
como un contrato de adhesión y el árbitro designado ha sido elegido
unilateralmente con criterios de una de las partes que no tiene la
consideración de consumidor sin posibilidad de negociación, en igualdad
de términos, del árbitro llamado a resolver. Aún en estos casos, debe ser la
vía de las excepciones o de la anulación del laudo la que ponga fin a esta
presunta falta de parcialidad, no el recurso a la denegación de la ejecución
del laudo:
El Auto de la Audiencia Provincial de Madrid núm. 89/2007, de 9 de abril (JUR
2007/212739) señala en relación con este asunto que: “el Juez debe por tanto despachar
ejecución en todo caso siempre que concurran los presupuestos y requisitos procesales, el
título ejecutivo no adolezca de ninguna irregularidad formal y los actos de ejecución que se
solicitan sean conformes con la naturaleza y contenido del título. Lo que no procede, es
analizar de oficio la validez o nulidad del convenio arbitral y denegar el despacho de la
ejecución razonando que el convenio arbitral puede ser nulo por abusivo por falta de
imparcialidad del árbitro designado, ya que tales circunstancias deben ser objeto o bien del
correspondiente motivo de anulación, o bien de la correspondiente causa de oposición caso
de se ésta viable —la cursiva es nuestra—”. En similares términos se pronuncia el Auto de la
Audiencia Provincial de Madrid núm. 53/2007, de 30 de abril (JUR 2007/210845).
18
de la naturaleza que ésta tenga. Esta es la causa por la que el art. 548 LEC
exige el transcurso de un plazo de veinte días antes de instar la ejecución
del laudo-sentencia. De nada sirve ofrecer este plazo de cortesía al
condenado si no ha tenido conocimiento de la condena ni del laudo.
Debido a que las partes deben tener perfecto conocimiento del
contenido del laudo es por lo que adquiere la importancia una correcta
notificación siguiendo los criterios del art. 5 de la LA. Ahora bien, ¿qué ha
de entenderse por una correcta notificación del laudo?
Para dar respuesta a este interrogante, debemos bucear en la
legislación arbitral, en concreto en su artículo 5, además de tener
posiblemente en cuenta preceptos de la LEC relacionados con los actos de
comunicación por tratarse el laudo de una resolución asimilada a la
sentencia judicial y, en ese sentido, poder aplicársele los preceptos
contenidos en los arts. 153 y ss. LEC.
A título ilustrativo haciendo un análisis de la jurisprudencia, parece
ser habitual notificar el laudo a las partes a través de correo certificado.
Efectivamente, este medio permite saber si la notificación se ha
recepcionado, el día y la hora en que se ha producido esa circunstancia e,
incluso, el empleado de correos que la ha llevado a término. Aún así, puede
ocurrir que la notificación no sea correcta porque no haya forma de
acreditar el contenido de lo que se pretende notificar. Por tanto, puede ser
recomendable un envío por burofax con acuse de recibo y certificación de
contenido. Si no tiene este último extremo, puede dar lugar a la denegación
del despacho de la ejecución por una errónea notificación del laudo12.
Otro de los supuestos que puede concurrir es el hecho de que se
intente la entrega, en el domicilio designado por la parte, no sea
recepcionada y, asimismo, no se recoja el aviso en correos dando lugar a
12
Resulta válida pues, la notificación o comunicación realizada por correo certificado cuando se practica
en el domicilio designado por el interesado y existe constancia de su remisión y recepción, Auto
Audiencia Provincial de Madrid núm. 177/2006 de 24 de octubre (JUR 2007/166204).
19
fórmulas como: “ausente”, “caducado, estuvo en lista” o “ausente reparto”.
En estos casos, sí que puede concluirse que siendo el mismo el domicilio
designado que aquél en el que se produce la notificación del laudo y no
recogiendo el aviso en correos, al menos en dos ocasiones, estamos en
disposición de afirmar que la notificación “ha sido intentada en el último
domicilio conocido”.
La necesidad de una indagación razonable para comprobar la
vigencia de los domicilios-establecimientos ─ya sean personas físicas o
jurídicas─ vigentes a los efectos de las notificaciones, es siempre requerida
con el objetivo de hacer ver al tribunal de la ejecución que sólo la
negligencia, inoperancia o voluntad en contra de la parte, es la que impide
acceder al objeto de la notificación y conocer la plenitud de aquel13.
Complementando lo anterior, puede interpretarse además que la
notificación de un laudo, por su equiparación como título ejecutivo similar
a las sentencias, debe participar de las características propias de los actos
de comunicación de las sentencias, esto es, de los artículos 163 y ss. LEC.
20
del título (art. 551 LEC)14. Es decir, trasladando estos presupuestos a la
ejecución de un laudo arbitral, no podrá denegarse el despacho de la
ejecución cuando esté conociendo el tribunal competente, las partes
implicadas estén legitimadas tanto activa como pasivamente, no concurra
ninguna excepción procesal o material que impida la ejecución del laudo y
que la materia que se pretende ejecutar sea susceptible de ser sometida a
arbitraje ─A lo que habrá que añadir el plazo de espera de veinte días del
art. 548 LEC cuando se pide el despacho de la ejecución frente a
resoluciones judiciales o arbitrales o convenios aprobados judicialmente. ─.
Todo ello sin perjuicio de la vigencia de la obligación de nuestros
tribunales de no poder entrar en el fondo de la controversia ni por vía de la
ejecución del laudo arbitral ni a través de la acción de anulación.
Al auto denegando el despacho de la ejecución de un laudo, al igual
que ocurre con las sentencias judiciales, le será de aplicación el régimen de
impugnación previsto en el art. 552 LEC, esto es, podrá interponerse un
potestativo recurso de reposición o, en su caso, un recurso de apelación
directo frente al auto.
14
En un momento anterior, hemos observado cómo, en ocasiones, el Juez Ejecutor hace depender el
nacimiento del derecho de crédito a la condena en costas a abonar por medio de la ejecución forzosa del
laudo, del efectivo abono de los gastos del arbitraje por el ejecutante y acreedor de la condena en costas,
AAP de Madrid núm. 135/2007 de 6 de septiembre (JUR 2007/346514).
21
El momento de la oposición a la ejecución es el primer instante del
que goza el ejecutado para intervenir en el proceso de ejecución, en primer
lugar porque el auto de despacho de la ejecución se acuerda in audita parte
debitoris (sin oír a la parte contraria) y, en segundo lugar, porque frente a
dicho auto no puede interponerse medio de impugnación alguno. En este
devenir procedimental, no podemos considerar que los principios de
audiencia e igualdad se vean de alguna manera conculcados pues, el hecho
de no oír al ejecutado antes del despacho de la ejecución se debe a que el
ejecutante presenta un título con fuerza ejecutiva que, tras la comprobación
por el juez ejecutor de su regularidad formal, está obligado a despachar
ejecución.
Vaya por delante, que los motivos de oposición que podrá alegar el
ejecutado frente a un laudo arbitral no varían respecto a los contenidos
frente a la sentencia judicial, si exceptuamos el consistente en la alegación
de la falsedad del título ejecutivo (art. 559.1.4º LEC).
En este momento procesal el ejecutado puede oponerse a la ejecución
por diversos motivos, dado que nuestra LEC establece oposiciones distintas
según se despache ejecución frente a títulos de naturaleza judicial (art. 556
LEC) o frente a títulos extrajudiciales (art. 557 LEC), nos centraremos
como es obvio en la oposición de títulos judiciales de los que forma parte el
laudo arbitral.
22
de forma esencial de la demanda del juicio ordinario regulada en el art. 399
LEC, el ejecutado podrá alegar alguna de las causas de oposición, tanto por
motivos procesales como materiales, que contienen los arts. 559 y 556
LEC.
Sabido es que la oposición al despacho de la ejecución no está
construida como una revisión de la obligación contenida en el título cuya
ejecución se solicita, esto es, en ningún caso puede dirigirse a desvirtuar o
poner en cuestión la legitimidad de la obligación objeto de ejecución15. Por
consiguiente, la oposición se encuentra absolutamente limitada a las causas
explícitamente contenidas en los arts. 556 y 559 LEC ─ no obstante,
FERNÁNDEZ-BALLESTEROS entiende que los motivos de oposición al despacho de
la ejecución por defectos procesales no constituyen numerus clausus, en FERNÁNDEZ-
BALLESTEROS LÓPEZ, M.A. Ejecución forzosa y medidas cautelares, cit., págs. 563
a 565─.
15
GARBERÍ LLOBREGAT, J.M. “Comentario del art. 44 LA”, en AA.VV. Comentarios a la Ley
60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje (Dir. GARBERÍ LLOBREGAT), cit., Tomo II, pág. 1361.
23
4.1.1. Oposición a la ejecución por motivos materiales (art. 556
LEC).
Dado el carácter restrictivo con el que está redactado el art. 556 LEC,
el ejecutado sólo podrá alegar como causas de oposición aquellas
contenidas en el apartado 1 del art. 556 LEC: (i) el pago o cumplimiento de
la obligación, (ii) la caducidad de la acción ejecutiva y (iii) los pactos o la
existencia de pactos o transacciones convenidos para evitar la ejecución.
El carácter limitado de estos motivos impide la utilización de todas
aquellas causas que, aunque pudieran ser apreciadas en un primer momento
como perfectamente válidas para obtener la estimación de la oposición16, su
no inclusión de entre los motivos recogidos en el art. 556 LEC las aboca
directamente a la desestimación. Si el ejecutado considera que existe algún
otro hecho posterior, extintivo o excluyente de la acción ejecutiva del
acreedor, deberá iniciar un proceso declarativo frente a él17.
Efectivamente, no son éstas las vías de impugnación de estos
defectos del laudo. Las partes tuvieron la oportunidad de denunciarlas
durante el desarrollo del proceso arbitral por medio de las excepciones o,
finalizado el mismo, a través de la acción de anulación del laudo. En fase
de ejecución forzosa, ni es el momento procesal oportuno, ni lo permite el
carácter tasado de los motivos de oposición materiales que recoge para las
sentencias y laudos arbitrales el art. 556 LEC.
16
Este es el parecer recogido en el AAP de Castellón núm. 182/2003, de 16 de junio (JUR 2004/11456):
“los arts. 557 y 559 LEC recogen los motivos en que se puede fundar la oposición a la ejecución, según
sea, respectivamente, por motivos de fondo o por defectos procesales. Se trata de una enumeración tasada
y ajustada al ámbito en que se permite dicha oposición, que no es otro que el de la ejecución de un título
que tiene por sí mismo virtualidad suficiente para que la misma sea exigida y llevada a cabo. No cabe, por
ello, el planteamiento de cuestiones que, siendo diferentes a las legalmente previstas de forma expresa y
tasada en la legislación procesal, no deben si quiera ser objeto de examen por el órgano judicial”.
17
DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, I., Derecho Procesal Civil. La ejecución forzosa y procesos especiales (con
DE LA OLIVA SANTOS y VEGAS TORRES), Madrid, 2002, pág. 94.
24
a) El pago o cumplimiento de la obligación.
Para que este hecho de naturaleza excluyente pueda liberar al
ejecutado del proceso de ejecución se exige que su acreditación conste por
escrito. Se ha descartado la necesidad de que sea un documento público el
que recoja el pago, valiendo perfectamente la forma del documento
privado. No obstante, cuando de condenas de hacer, no hacer o entregar
cosa distinta a dinero se trata, puede ser complicado conseguir un a modo
de acta o documento que formalice la realización de la prestación o la no
realización de ésta o la entrega de la cosa. Por ese motivo también se ha
apostado por la flexibilidad en el requisito de la forma documental
resultando válida la acreditación por otras vías o medios de prueba.
El pago o el cumplimiento de la obligación tuvo que haber sido
anterior a la interposición de la demanda ejecutiva o, dicho de otro modo,
posterior al momento en el que surge la obligación tras pronunciarse sobre
ella los árbitros en el laudo.
18
Cuestión relevante en algunos supuestos. Imagínese que se apura el plazo de interposición de la
demanda ejecutiva frente a un laudo y, por error, el ejecutante la presenta frente a un órgano
jurisdiccional no competente funcionalmente. Si como consecuencia del transcurso de tiempo necesario
para que esa falta de competencia pueda ser apreciada de oficio o a instancia de parte, caducara el plazo
de cinco años para el ejercicio de la acción ejecutiva, el ejecutante no podrá obtener el despacho de la
ejecución pues el plazo cuando lo es de caducidad no se interrumpe —incluso aunque se haya intentado
ejercer la acción ante un órgano incompetente—. En cambio si se tratara de un plazo de prescripción, la
25
considerado como de caducidad con los efectos que ello conlleva,
fundamentalmente, el hecho de que no pueda ser interrumpido, que deba
ser apreciado de oficio por el Juez y que acaecida la caducidad el derecho
se extingue ex lege19.
Entre los presupuestos procesales de la actividad ejecutiva se
encuentra el plazo de caducidad de dicha acción que, a diferencia de la
prescripción (que constituye un hecho excluyente de libre y voluntaria
alegación a cargo del demandado) constituye un requisito de orden público
procesal controlable de oficio por el propio órgano judicial.
En el examen sobre la regularidad formal del laudo arbitral, el
tribunal no podrá analizar la posible caducidad de la acción ejecutiva, habrá
de esperarse a que el ejecutado la haga valer como causa de oposición a la
ejecución a lo que le faculta explícitamente el art. 556.1.I LEC.
Cuando el art. 518 LEC establece el plazo de cinco años para la
caducidad de la acción ejecutiva computando el dies a quo desde la firmeza
de la resolución arbitral, hay que entender que esta firmeza se produce
desde el momento mismo del pronunciamiento del laudo y, a los efectos de
la caducidad de la acción, desde que éste es notificado a las partes del
proceso arbitral20. En su caso, puede aparecer una leve variación respecto
del cómputo de este plazo y de este dies a quo, cuando se hubiera solicitado
la aclaración, corrección, complemento o extralimitación del laudo del art.
26
39 LA. Aquí, el laudo arbitral no habrá adquirido firmeza hasta que los
árbitros se pronuncien sobre la solicitud de corrección o aclaración (diez
días), complemento o extralimitación (veinte días).
Cuando se trata de arbitrajes internacionales estos plazos se van a
ampliar uno y dos meses respectivamente. Si los árbitros ante las peticiones
del art. 39 LA no se pronunciaran dentro de plazo, deberá entenderse
denegada la petición de aclaración, corrección, complemento o
extralimitación del laudo.
27
a) Carecer el ejecutado del carácter o representación con que se
le demanda.
Este defecto alude a una doble posibilidad: o bien, en la figura del
ejecutado existe una falta de legitimación que le impide ser responsable de
la condena contenida en el título ejecutivo, o bien, se le ha otorgado por el
ejecutante una representación que no le corresponde.
En el primer caso, los supuestos más relevantes en la práctica tienen
que ver con el instituto de la sucesión (inter vivos o mortis causa) pues se
imputa al ejecutado un carácter que no ha tenido en ningún momento ─ Este
es el caso que se plantea en el AAP de Asturias núm. 30/2003 de 28 de febrero (AC
2003/873)─. También puede deberse el defecto procesal a la circunstancia de
que se haya despachado ejecución frente a bienes que han quedado afectos
a la ejecución pero que no pertenecen al ejecutado o, en último termino y
siguiendo el art. 540.1 LEC, se ha despachado erróneamente ejecución
sobre bienes gananciales.
Por tanto, son situaciones en las que se pretende despachar ejecución
frente a un sujeto que no aparece como deudor en el título ejecutivo, o que,
sin aparecer, tampoco constituye una de las excepciones que permitiría el
despacho de la ejecución en esa circunstancias.
En el segundo supuesto, al ejecutado se le otorga una determinada
representación y ésta, o nunca tuvo lugar, o no está ya vigente ─supuestos
mucho más frecuentes en relación con las personas jurídicas: el ejecutado
ya no es administrador de la sociedad, socio, apoderado o cualquier otra
figura societaria que le vincule con alguna de los tipos societarios
recogidos en nuestra Ley de Sociedades de Capital y Código de Comercio.
Incluso, se puede haber producido cambios en este tipo de representación
por medio de fusiones, liquidaciones o absorciones de sociedades que
impliquen cambios que afecten finalmente a la representación─.
28
b) Falta de capacidad o representación del ejecutante o no
acreditar el carácter o representación con que demanda.
Al despacharse ejecución in audita parte debitoris, el ejecutado nada
puede decir acerca de la representación o la capacidad que el ejecutante
dice tener hasta el momento de la oposición. Así, si aprecia una falta de
capacidad para ser parte, procesal o relacionada con la capacidad de
postulación —que por cierto, es preceptiva tanto la intervención de
abogado como de procurador para instar la ejecución del laudo arbitral—,
podrá impugnarla acogiéndose al art. 559 LEC21.
21
El AAP de Zaragoza de 17 de octubre de 2005 (AC 2005/1939) recoge una falta de legitimación del
ejecutante.
22
La SAP de Santa Cruz de Tenerife núm. 157/2005 de 5 de octubre (JUR 2005/274255) señala que la
oposición a la ejecución deberá presentarse cumpliendo los requisitos establecidos en el art. 23 LEC en
cuanto a la representación por medio de procurador y del art. 31 en cuanto a la dirección letrada.
Asimismo, el AAP de Valencia de 23 de enero de 2003 (JUR 2003/102037).
29
Compartimos con otros autores23, la idea dque este último motivo de
oposición no debe ser interpretado en sentido restrictivo de tal manera que
podemos considerar que no son numerus clausus y englobaría dentro de él
cualquier tipo de causa que haga que, en general, pueda afectar al título o al
despacho de la ejecución.
Ya no podrá incluirse como causa de oposición que pudiera alegar el
ejecutado y que provocaría la nulidad radical del despacho de la ejecución,
el pronunciamiento extemporáneo del laudo arbitral. Hemos observado
cómo el art. 37.2 LA señala que la expiración del plazo sin que se haya
dictado el laudo definitivo no afectará a la eficacia del convenio arbitral ni
a la validez del laudo dictado, luego no podrá denegarse el despacho de la
ejecución por haberse dictado el laudo fuera de plazo en atención al
contenido del art. 37.2 LA
La segunda cuestión a la que queríamos hacer referencia era la
posible alegación como causa de oposición de la pendencia de un recurso
de revisión frente al laudo. La respuesta debe ser, a nuestro modo de ver
negativa, ya que la simple pendencia de la revisión no podría ser
interpretada como causa que afectara a la regularidad del título y que
implicara la nulidad radical del despacho de la ejecución. Otra cosa es que
el ejecutado, obtuviera en el plazo de tiempo que va desde la notificación a
las partes del laudo hasta la ejecución del mismo y, con concreto, la fase de
oposición a la ejecución del mismo, una resolución favorable a la revisión
del laudo arbitral del que se ha solicitado la ejecución24.
23
DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, I., Derecho Procesal Civil. La ejecución forzosa y procesos especiales (con
DE LA OLIVA SANTOS y VEGAS TORRES), cit., pág. 88 y FERNÁNDEZ-BALLESTEROS LÓPEZ,
M.A., La ejecución forzosa y las medidas cautelares, cit., pág. 563 y ss.
24
Teniendo en cuenta que la caducidad de la acción ejecutiva es de cinco años, resulta perfectamente
plausible que una solicitud de ejecución del laudo arbitral que no fuera inmediata al tiempo de la
notificación del mismo y que se dilatara en el tiempo pero siempre dentro de este plazo de cinco años,
podría dar lugar al supuesto que planteamos.
30
d) La falsedad del laudo arbitral no protocolizado.
La supresión de la obligación de protocolización del laudo arbitral
frente a la regulación de la LA/1988 ha hecho necesaria la inclusión de una
Disposición Adicional 1ª en la LA en la que, en su apartado tercero, se
añade un número 4º más del art. 559.1 LEC. Esto es, se introduce una causa
más de oposición a la ejecución, en el caso concreto, del laudo arbitral. Así,
cuando éste no haya sido protocolizado —cuestión absolutamente
facultativa ahora para las partes en virtud del art. 37.8 LA—, podrá el
ejecutado impugnar en el trámite de oposición la falta de autenticidad del
laudo25.
Consideramos que la no preceptividad de la protocolización facilita
la circulación del laudo, hace menos costoso el arbitraje y elimina un punto
más de formalidades en un procedimiento que se pretende ágil y carente —
en la medida de lo posible— de demasiados presupuestos formales.
25
El auto de la Audiencia Provincial de Madrid núm. 350/2007 de 16 de enero (JUR 2007/159189) señala
que la fuerza ejecutiva del laudo no se hace depender de la protocolización de éste, aunque en el proceso
de ejecución, llegado el caso, el ejecutado podrá hacer valer por vía de oposición la falta de autenticidad
de éste, supuesto que puede presumirse excepcional.
31
auto—e imponiendo las costas al ejecutante si el defecto fuera subsanado
fuera de plazo o tuviera naturaleza insubsanable26.
Si no apreciara la concurrencia de los defectos procesales alegados
por el ejecutado, por medio de auto ordenará que la ejecución siga adelante
con el respectivo pronunciamiento en costas en contra del ejecutado.
Si no se hubieran alegado defectos procesales o éstos hubieran sido
desestimados, la ejecución continuará para determinar si concurren
defectos materiales o de fondo —caso de haberlos alegado el ejecutado—.
En este caso, según los arts. 560 y 561 LEC, el ejecutado puede solicitar la
celebración de una vista así como proponer la prueba que considere
oportuna.
Los efectos de la decisión de la oposición están contemplados en el
art. 561.1.1º y 2º LEC:
— Si es desestimada la oposición, la ejecución seguirá adelante
condenado en costas al ejecutante siendo todo ello decidido a través de
auto.
— Si la oposición por defectos materiales es estimada, se dejará sin
efecto la ejecución, alzando los embargos y las medidas de garantía que
pudieran haberse adoptado, reintegrando al ejecutado a la situación anterior
al despacho de la ejecución conforme lo dispuesto en los arts. 533 y 534
LEC y condenando en costas al ejecutante.
El régimen de impugnación previsto frente al auto que resuelve la
oposición al despacho por motivos de fondo será recurso de apelación,
mientras que el auto que resuelva la oposición frente a defectos procesales
será recurrible en reposición al no estar previsto expresamente el recurso de
apelación (art. 562.1 LEC).
A partir de este momento la ejecución continuará sustanciándose —
cuando no se haya estimado la oposición del ejecutado— según sus
26
AAP de Asturias núm. 30/2003 de 28 de febrero (AC 2003/873).
32
trámites hasta la completa satisfacción del acreedor. Por tanto, se llegará a
una fase de apremio donde, fundamentalmente, tratarán de realizarse los
bienes previamente embargados por alguna de las vías establecidas en el
arts. 634 y ss. LEC.
Nuestra exposición en relación con la ejecución del laudo arbitral
debe quedar en este punto, pues a partir de este momento, no se producen
diferencias significativas entre la ejecución de una sentencia judicial y un
laudo. Sin embargo, en último lugar, analizamos los diferentes motivos de
suspensión y reanudación del proceso de ejecución del laudo que
contempla expresamente el art. 45 LA y las especialidades que de ahí se
derivan.
33
Con buen criterio legislativo se recogen tres situaciones concretas
que pueden afectar de diferente manera al proceso de ejecución del laudo
en el momento en que se interpone la acción de anulación:
En primer término, se declara el carácter ejecutable del laudo aún a
pesar de la interposición de la acción de anulación. De darse esta situación,
recae en el ejecutado la carga de solicitar la suspensión de la ejecución
−pues difícilmente le puede constar al Juez esta circunstancia para poder
apreciarla de oficio− para lo que podrá ofrecer caución con la que asegurar
el eventual perjuicio que pudiera derivarse de la demora en la ejecución del
laudo. En cuanto a la prestación de la caución, habrá de estarse a los
requisitos y formas establecidos en la LEC para toda caución (art. 529
LEC) y a los que remite el art. 45 LA.
Hemos afirmado en distintos momentos de esta obra y de trabajos
anteriores27, que el laudo es firme desde el momento en que se dicta —
como ya pusimos de manifiesto al examinar las resoluciones que podían ser
objeto de una acción de anulación—. Si frente a él no caben medios de
impugnación ordinarios sino sólo instrumentos que permiten atacar la
fuerza de cosa juzgada del laudo arbitral, debemos concluir que el laudo es
firme por definición desde que se pronuncia.
El laudo que pone fin a la instancia arbitral pasa a la autoridad de
cosa juzgada material, es ejecutable ab initio y es notificado a las partes.
Asimismo, es invariable o inmodificable excepto por el cauce de los
medios que permiten rescindir el efecto de cosa juzgada material
(anulación y revisión del laudo). Y finalmente, el laudo firme y ejecutable
es susceptible de permitir la entrada en el proceso de ejecución que tendrá
el carácter de ejecución forzosa y no de ejecución provisional28.
27
GONZÁLEZ-MONTES SÁNCHEZ, J.L., El control judicial del arbitraje (acción de anulación y
revisión del laudo arbitral), cit., pág. 154 y ss.
28
Numerosos autores se han pronunciado acerca del momento en el que el laudo adquiere firmeza.
Nuestra posición, que acabamos de exponer, parte de la firmeza desde el momento en que se dicta el
34
Siendo éste nuestro parecer respecto a la naturaleza jurídica del laudo
arbitral y el proceso de ejecución al que da lugar, puede producirse una
suspensión de la ejecución forzosa del mismo por la interposición de la
acción de anulación, quedando ésta a expensas del contenido final de la
sentencia que resuelva sobre la anulación. A continuación expondremos el
procedimiento para la suspensión de la ejecución así como las actuaciones
tendentes a la reanudación y continuación de la misma cuando la anulación
es desestimada.
laudo, que se ve refrendada ahora con las últimas modificaciones de la LA en donde se suprimen las
referencias a laudo firme y laudo definitivo. No obstante, sobre el carácter firme del laudo desde su
pronunciamiento se han pronunciado a favor, entre otros, FERNÁNDEZ-BALLESTEROS LÓPEZ,
M.A., La ejecución forzosa del laudo y las medidas cautelares, cit., pág. 168 y SENÉS MOTILLA, C.,
“Sobre la ejecución forzosa de las resoluciones arbitrales”, en AA.VV., Estudios sobre arbitraje: los
temas clave (Coord. GONZÁLEZ MONTES, J.L.,), cit., págs. 288 ; para SABATER MARTÍN, A., “El
dies a quo de la firmeza del laudo”, Tribunales de Justicia, 2002, 4 págs. 13 y ss. la firmeza se produce
desde la notificación a las partes de la resolución arbitral; para otros autores la acción de impugnación del
laudo lo es de un negocio jurídico que impide la firmeza del laudo desde el momento de su
pronunciamiento, HINOJOSA SEGOVIA, R., “El recurso de anulación contra los laudos arbitrales
(Estudio Jurisprudencial)”, Madrid, 1991, págs. 63 y ss, también, ÁLVAREZ SÁNCHEZ DE
MOVELLAN, La anulación del laudo arbitral. El proceso arbitral y su impugnación, Granada, 1996,
págs. 24 y ss.; para otros autores no existe un concepto autónomo de firmeza exclusivo del laudo en
ORMAZABAL SÁNCHEZ, G., La ejecución de laudos arbitrales, Barcelona, 1996, págs. 40;
Finalmente, para ARTACHO MARTÍN-LAGOS, M., vid. “La controvertida firmeza del laudo”, AA.VV.,
Estudios sobre arbitraje: los temas clave (Coord. GONZÁLEZ MONTES, J.L.), cit.,págs. 191-216, pág.
198.
35
Como la suspensión se hace depender de la interposición de la acción
de anulación, deberá aportarse junto con el escrito, documento justificativo
de haberse interpuesto la “demanda” de acción de anulación además del
auto de admisión a trámite de la misma a los efectos de poder acreditar el
efectivo inicio de la litispendencia29.
Tras la presentación del escrito, el tribunal dará audiencia al
ejecutante para que efectúe sus alegaciones en relación con la concurrencia
o no de los requisitos establecidos para acordar la suspensión —
relacionados con la caución, la acción de anulación del laudo o cualquier
otro relativo a lo establecido en el art. 45 LA—.
A partir de este momento, el tribunal debe decidir sobre la caución y
la efectiva suspensión del proceso, lo que hará por medio de auto que en
caso de ser estimada, no cabrá recurso alguno. En cambio, si se deniega la
suspensión, al no especificar nada la LA, aplicando la supletoriamente la
LEC, podríamos interponer un recurso de reposición sin que sea posible
apelación ya que no está expresamente previsto (art. 451 LEC).
La suspensión de la ejecución tras la interposición de una acción de
anulación y si se cumplen los presupuestos relacionados con el
ofrecimiento de la caución y el plazo, habrá que considerarla automática y
no dependiente de otro tipo de factores o del fondo y contenido de las
pretensiones relacionadas con la anulación.
29
Nótese, que el art. 42 LA remite a los cauces del juicio verbal para la sustanciación de esta acción de
anulación del laudo.
36
Esta suspensión está supeditada, desde que se acuerda, a la
resolución que acuerde la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de
Justicia que acuerde en torno a la acción de anulación:
1. Si ésta es desestimada, el art. 45.2 determina que se alce la
suspensión y que la ejecución continúe por sus trámites, todo ello sin
perjuicio del derecho del ejecutante a solicitar la indemnización de daños y
perjuicios por la demora en la ejecución siendo entonces de aplicación los
arts. 712 y ss. LEC30.
Lo que no señala la LA es el procedimiento que ha de seguirse para
poder alzar la suspensión. Cabría la opción de que el órgano que esté
conociendo de la acción de anulación (Sala de lo Civil y Penal TSJ)
remitiera testimonio de la resolución desestimatoria de la anulación al
órgano encargado de la ejecución del laudo (Juzgado de Primera Instancia),
estaríamos así en un caso de actuación de oficio de la Sala con el objetivo
de comunicar la finalización y desestimación de la acción de anulación.
Pero somos conscientes de que no siempre será posible esta comunicación
entre los tribunales por lo que habrá que promover, a instancia de parte,
otras actuaciones consistentes en la entrega al Juzgado de Primera Instancia
de testimonio de la resolución sobre la acción de anulación instando al
mismo tiempo el reinicio de la ejecución en suspenso.
2. Si es estimada la acción de anulación, lo que se alzará será la
ejecución con los efectos que se prevén en los arts. 533 y 544 LEC (art.
45.2 LA). Es decir, se producen las mismas consecuencias que cuando se
revocan resoluciones judiciales provisionalmente ejecutables. Por ese
motivo se distingue entre ejecuciones pecuniarias y no pecuniarias, así
cuando el laudo condenare a la entrega de una cantidad de dinero, después
de comenzadas las actuaciones propias de ejecución forzosa se suspenderán
30
Habrá que entender que el alzamiento de la suspensión se puede producir sólo a partir del momento en
que la Sentencia de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia correspondiente haya sido
notificada a las partes.
37
éstas por la interposición de una acción de anulación y si ésta fuera
estimada, aplicaremos los presupuestos de revocación contenidos en el art.
533 LEC, lo que nos llevará a la devolución del ejecutante al ejecutado de
la cantidad de dinero que hubiere recibido por este concepto, más las costas
de la ejecución y los daños y perjuicios que la ejecución le hubiere
ocasionado (art. 533.1 LEC).
En cambio, cuando la condena fue no pecuniaria el precepto a aplicar
será el art. 534 LEC y habremos de distinguir entonces en función de la
naturaleza de la condena contenida en el título: de hacer, de no hacer o de
entregar cosa distinta a dinero. Cuando en estos supuestos la revocación no
pueda producirse en los mismos términos en que fue ejecutada —esto es,
no pueda devolverse la cosa o deshacer lo hecho a costa del ejecutado,
entre otras— la ejecución se verá abocada a una indemnización de daños y
perjuicios que será liquidada conforme a los arts. 712 y ss. LEC.
Finalmente, el párrafo II del art. 45.3 LA prevé una posible
estimación parcial de la acción de anulación para cuando la Sala de lo Civil
y Penal del TSJ haya apreciado la existencia de cuestiones decidas por los
árbitros no sometidas a su decisión o no susceptibles de arbitraje, con otro
tipo de pronunciamiento del laudo válidos desde ese punto de vista. En
estos casos, se considera una estimación parcial de la acción siendo de
aplicación el art. 533.2 LEC relativo a la revocación parcial de condenas al
pago de una cantidad de dinero.
38
el despacho de la ejecución no determinarán, por sí solas, la suspensión de
ésta.
39
directamente, y sin posibilidad de separación, en el relato fáctico sobre el
que se apoyen las partes en sede arbitral31.
Siendo ésta a groso modo la regulación de la prejudicialidad penal en
el proceso de ejecución, antes de analizarla con mayor profundidad
debemos realizar algunas reflexiones:
Ya hemos definido las cuestiones prejudiciales como aquellas que
surgen en el seno de un proceso —no distinguimos ahora si declarativo o
de ejecución—, y cuyo objeto se encuentra relacionado con el objeto
principal o de fondo, hasta el punto de que deben ser resueltos con carácter
previo, por el mismo o por otro órgano jurisdiccional, pues impiden o
condicionan la resolución del asunto principal.
Cuando la cuestión prejudicial tiene naturaleza penal, provoca un
conjunto de actuaciones que difieren respecto de otro tipo de cuestiones
prejudiciales. Así, comportará —como ocurre en el asunto que
comentamos— la suspensión del proceso principal en el que surgen, el
traslado del tanto de culpa al órgano jurisdiccional penal que tenga
competencia para conocer de la misma y, tras dictarse resolución que
decida la cuestión penal, reanudación del proceso principal en el que surgió
la misma y que se encontraba en suspenso, con vinculación de la resolución
penal prejudicial sobre el objeto del proceso principal.
Pues bien, es difícil hablar en puridad de prejudicialidad penal
cuando estamos en el proceso de ejecución y quizás hubiera sido más
conveniente calificar este asunto como suspensión de la ejecución por
cuestión penal, pues en la ejecución la sentencia (o su equivalente) se
presupone, y no sería correcto hablar de una cuestión previa al juicio, es
decir, al enjuiciamiento final de un proceso y a la sentencia, si no existen ni
juicio ni sentencia.
40
La consecuencia del planteamiento de una cuestión prejudicial penal
en el proceso de ejecución efectivamente es la suspensión del mismo como
puede apreciarse en el art. 569 LEC, sin embargo, esa no es la finalidad que
persigue la constatación de estas cuestiones en fase de ejecución.
Realmente, con la denuncia de la existencia de hechos delictivos que
afecten al título ejecutivo o al despacho de la ejecución lo que se pretende,
en definitiva, es: o bien que la ejecución no se desarrolle en absoluto; o
bien, que la ejecución se desarrolle de manera distinta.
Con buen criterio, el legislador ha hecho depender la suspensión de
la ejecución, no de la identidad entre hechos delictivos y alguno de los que
fundamentan las pretensiones de las partes en el proceso civil —como
ocurre en el proceso de declaración— sino de que los hechos de apariencia
delictiva puedan incidir en la regularidad formal del título o en el despacho
de la ejecución.
A estos efectos, debemos entender que, cuando el art. 569 LEC se
refiere a la falsedad o nulidad del título ejecutivo como uno de los motivos
de suspensión por prejudicialidad penal, son conceptos equivalentes o
sinónimos pues el la falsedad es una más de las causas que puede provocar
la nulidad del título, esto es, todo título ejecutivo falso es nulo pero no todo
título nulo tiene por qué ser falso, la nulidad es un concepto más amplio.
1º. La entrada en vigor de la LA ha provocado una modificación de
la LEC, en los términos ya expuestos, en virtud de la cual cuando se ejecute
como título ejecutivo un laudo arbitral no protocolizado, podrá alegarse
como causa de oposición por defectos procesales, la falsedad de éste. Si
como estamos observando, la falsedad del título también puede comportar
la constatación de una cuestión prejudicial penal, ¿a qué dará lugar
realmente la falsedad del título ejecutivo?
Nótese que las consecuencias al respecto harán variar el tratamiento
procesal, ya que si creemos que la falsedad del título debe ser considerada
41
como una causa de oposición, caso de ser estimada, provocará el archivo de
la ejecución; sin embargo, si la falsedad del título implica la constatación
de una cuestión prejudicial penal, provocará la suspensión de la ejecución
(art. 569 LEC), remitir la misma al órgano penal para que decida
penalmente si el título es o no falso, para posteriormente —si fuera
declarado válido o fuese desestimada la falsedad— reanudar la ejecución
en suspenso y continuar con las distintas actividades ejecutivas. No cabe
duda de que en términos temporales, la primera solución es mucho más
breve que la segunda, además de otras consideraciones.
En nuestra opinión, la presunta falsedad del laudo arbitral además de
conformar la cuestión prejudicial penal, continúa siendo una causa de
oposición que podría alegar el ejecutado para impedir el despacho de la
ejecución. No en vano ambas cuestiones pueden ser incluidas en el mismo
escrito de oposición al despacho de la ejecución o actividades ejecutivas
concretas. Cuando el Juez Ejecutor crea que la falsedad que afecta al título
tiene naturaleza penal, no tiene más remedio que aplicar en su extensión el
art. 569 LEC y, si se dan los presupuestos, suspender por prejudicialidad
penal. Tanto el art. 10.2 LOPJ como el art. 569 LEC le obligarían a que de
esta cuestión conociera la jurisdicción penal y actuar de esta manera porque
ante hechos de naturaleza penal la forma de abordar la falsedad del laudo es
la apuntada.
Cuestión distinta es que el Juez Ejecutor entendiera que la falsedad
que afecta al título no es de naturaleza penal sino civil, porque entonces,
conformaría una causa de oposición al despacho de la ejecución y no una
cuestión prejudicial penal. Empero, este tipo de falsedad civil del título
ejecutivo sería, en realidad, una causa de nulidad del título que también es
motivo de suspensión por prejudicialidad penal.
42
2º. Por otra parte, el art. 569 LEC señala que otra causa que puede
provocar la suspensión del proceso de ejecución es la “invalidez o ilicitud
del despacho de la ejecución”.
Aquí debemos pronunciarnos en parecidos términos al punto anterior
que acabamos de exponer, la ilicitud y la invalidez se encuentran en planos
diferentes ya que una es la causa (la ilicitud) y otra la consecuencia de esa
causa (invalidez). Si partimos de un concepto de ilicitud amplio, la ilicitud
del despacho de la ejecución cuando se fundamenta en la existencia hechos
de apariencia delictiva, como en el caso anterior, puede fundar tanto una
causa de oposición al despacho de la ejecución por defectos procesales
como una cuestión prejudicial penal.
La LEC no señala qué debemos interpretar por el término ilicitud
pero sí realiza una previsión de lo que deba entenderse por invalidez del
despacho de la ejecución cuando en el art. 559.3 LEC señala que provocará
la nulidad radical del despacho: a) que la sentencia o laudo no tengan
pronunciamientos de condena; b) no cumpla el documento presentado los
requisitos legales establecidos para llevar aparejada ejecución; c) o la
infracción del art. 520 LEC (que está referido sólo a los títulos ejecutivos
extrajudiciales) ─Además, el art. 551 LEC apunta que el despacho no se
producirá si el título adolece de alguna irregularidad formal o los actos que
se solicitan no son conformes con la naturaleza y contenido del título─.
43
44
TEMA 8:
EJECUCIÓN DE LAUDOS O RESOLUCIONES
ARBITRALES EXTRANJERAS: EL PROCEDIMIENTO DE
EXEQUATUR
1. Introducción.
Sabemos que la el legislador de la LA ha optado por un sistema
monista a la hora de regular el arbitraje interno e internacional y, en ese
sentido, los mismos preceptos serán, en gran parte, los que regulen tanto
una clase como otra de arbitraje. Sin embargo, cuando el arbitraje tiene
carácter internacional porque el laudo ha sido pronunciado fuera del
territorio nacional (art. 46.1 LA), para que su contenido pueda ser
reconocido e incluso ejecutado en nuestro territorio −de la misma forma
que ocurre con las resoluciones judiciales de otros Estados− se requiere un
procedimiento de homologación al que genéricamente se ha denominado
exequatur.
Pues bien, en estos casos de exequatur de laudos o resoluciones
arbitrales extranjeras, sin perjuicio de lo establecido en los tratados
internacionales que son de aplicación, existe una remisión en el art. 46.2
LA al procedimiento para reconocimiento y ejecución establecido en
nuestro ordenamiento procesal civil para las sentencias dictadas por
1
tribunales extranjeros, que en este caso viene regulado en la Ley 29/2015,
de 30 de julio de Cooperación Jurídica Internacional.
Así, en primer término, el exequatur se regirá por los tratados
bilaterales y multilaterales que en su caso pudieran ser de aplicación y, de
manera subsidiaria y en ausencia de tales tratados, se aplicaría el
procedimiento establecido en la citada LCJI.
En materia de arbitraje, el principal Tratado internacional sobre
reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales extranjeras es el
Convenio de Nueva York, de 10 de junio de 1958, sin perjuicio de lo
dispuesto en otros convenios internacionales más favorables a su concesión
(art. 46.1 LA). Se convierte así el Convenio de Nueva York en el marco
mínimo aplicable al exequatur de resoluciones arbitrales extranjeras.
Asimismo, debe destacarse el carácter universal al que responde este
tratado internacional que hace que pueda ser aplicado en España a todos los
laudos arbitrales procedentes de cualquier Estado, con independencia de
que sean o no, a su vez, parte del Convenio.
Como apunta CORDÓN MORENO, nada dice la LA en caso de
concurrencia del Convenio de Nueva York con los Convenios bilaterales
ratificados por España1, que es perfectamente posible y que además está
prevista por aquél: “Las disposiciones de la presente Convención no
afectarán a la validez de los acuerdos multilaterales o bilaterales relativos
al reconocimiento y ejecución de las sentencias arbitrales concertados por
los Estados (…)”2.
Por consiguiente, el acceso al procedimiento establecido la LCJI
supone otra situación de apoyo judicial al arbitraje ya que, como no podría
ser de otra manera, este medio de resolución extrajudicial de conflictos
1
Aunque esta apreciación la hacía respecto a la regulación de la LA de 1988 sus previsiones siguen
siendo hoy día aplicables a la situación jurídica actual.
2
CORDÓN MORENO, F., El arbitraje en Derecho Español: Interno e Internacional, cit., pág. 181.
2
necesita de la intervención de órganos jurisdiccionales para labores
atribuidas en exclusiva a los Juzgados y Tribunales reconocidos por nuestro
ordenamiento al suponer ejercicio de la función jurisdiccional,
concretamente, de la faceta relacionada con “hacer ejecutar lo juzgado”.
3
− Junto con la Demanda o escrito en cuyo petitum se solicite la
homologación de la resolución arbitral y su consideración de título
ejecutivo similar a una sentencia judicial o laudo arbitral nacional, habrá de
presentarse el original debidamente autenticado de la sentencia o una copia
de ese original que reúna las condiciones requeridas para su autenticidad
(art. II 1 a) CNY).
Como ha señalado FERNÁNDEZ ROZAS, el procedimiento más
sencillo para cumplir con lo dispuesto en el art. IV.1º del Convenio de
Nueva York es incorporar la sentencia arbitral a un acta notarial y luego
“apostillar” la misma siguiendo los trámites del Convenio de la Haya de
1961. El carácter general de este último instrumento no impide la
aplicación de Convenios bilaterales que contengan disposiciones menos
rigurosas en la materia3. En principio tal documento debería presentarse
traducido pero ha de entenderse este presupuesto formal como un requisito
susceptible de subsanación ante su falta.
− El original del documento o documentos donde se contiene el
compromiso de someter la controversia a arbitraje, o una copia que reúna
las condiciones requeridas para su autenticidad (art. II 1 b) CNY).
La prueba de estos dos extremos ha sido calificada por SABATER
MARTÍN como “hechos constitutivos de la pretensión homologatoria”, ya
que a partir de ahí el peso del proceso de exequatur pasa a recaer sobre la
parte frente a la cual éste ha sido solicitado: a ella −y en ningún caso al
juez− corresponde poner de relieve la existencia de alguno de los hechos
impeditivos que fundan la denegación del exequatur −cuyo número y clase
están tasados por el art. V.1 CNY−4.
3
AA.VV., Comentarios a la Ley de Arbitraje (36/1988) (Cord. Bercovitz Rodríguez-Cano), cit., pág. 828.
4
SABATER MARTÍN, A., La eficacia en España de los laudos arbitrales extranjeros, Madrid, 2002,
pág. 40.
4
Presentados estos documentos se ha de proceder a la citación de la
parte contraria, bien por emplazamiento personal o por medio de comisión
rogatoria, en función de si esta parte se encuentra domiciliada en territorio
nacional o en el extranjero.
Ante esta citación la parte contraria puede optar por:
1. Comparecer e interponer el escrito de oposición basado en las
razones que pudieran impedir el reconocimiento del laudo extranjero por
nuestro ordenamiento. Es aquí donde podrían ser alegadas a instancia de
parte alguna de las causas de oposición que recoge el Convenio de Nueva
York y a continuación comentaremos.
2. No comparecer de forma voluntaria o involuntaria, esto es, porque
aún teniendo constancia del procedimiento de exequatur decide adoptar una
actitud pasiva conforme al mismo o porque no ha llegado a tener
conocimiento −por las razones que sean− de su inicio.
Una vez presentado el escrito de oposición se dará traslado al
Ministerio Fiscal para que emita un dictamen preceptivo acerca de si debe
o no darse cumplimiento a la oportuna ejecutoria5. A partir de la remisión
de los Autos por el Ministerio Fiscal podrá entrarse en la fase de decisión
en la que no cabe la práctica de prueba.
5
Ha sido ampliamente discutida por la doctrina −entre otros, CALVO CARAVACA Y DE LA
GÁNDARA, El arbitraje comercial internacional, Madrid, 1989, Págs. 148 y ss.; IRIARTE ANGEL,
J.L, “El reconocimiento y ejecución de laudos extranjeros según el art. 60 del proyecto de ley de
arbitraje”, El arbitraje internacional. XII Jornadas de la Asociación española de profesores de Derecho
Internacionaly relaciones internacionales, Zaragoza, 1989, Págs. 246 y ss. − los problemas derivados de
la intervención del Ministerio Fiscal a propósito del exequatur de un laudo arbitral extranjero, por tratarse
de un órgano con funciones diferentes en cada uno de los Estado que suscribieron el Convenio de Nueva
York y, por consiguiente, su intervención no debería haberse previsto.
Estamos con BARONA VILAR en que esta figura debe intervenir según nuestro propio sistema de
exequatur pues, en este tema, hay que arrancar de una premisa clara: el otorgar reconocimiento y eficacia
a una resolución extranjera no es algo que escapa del interés de la colectividad; a través de este
procedimiento se está equiparando la sentencia extranjera o el laudo extranjero con una resolución
nacional, se le está convirtiendo en título ejecutivo, para proceder posteriormente a su ejecución en
nuestro país. Es evidente que ello no sólo interesa a las partes intervinientes en el arbitraje, sino que está
en juego algo más que el interés privado resuelto por la vía arbitral, AA.VV. Comentario breve a la Ley
de Arbitraje (36/1988), Madrid, 1990, págs. 301 y 302.
5
Finalmente, en el trámite de decisión el Juzgado otorgará el
reconocimiento y homologará la resolución arbitral si no estima las causas
de oposición que pudiera haber incluido en su escrito la parte contraria o si
entiende que no concurre ninguno de los motivos de oposición que pueden
ser apreciado de oficio por el tribunal, lo que hará por medio de auto frente
al que no cabrá recurso alguno.
Tras las reformas operadas ya no será necesaria ninguna
comunicación de los órganos que conocieron del procedimiento de
exequatur al Juzgado de Primera Instancia o de lo Mercantil pues coincide
ahora el órgano encargado de conceder la homologación con el competente
para la ejecución posterior del laudo previamente reconocido (solicitud que
requiere instancia de parte).
6
Dos de los motivos que pueden generar la estimación de esta causa
de oposición es la falta de capacidad de alguna de las partes o la falta de
representación o la ausencia de su acreditación en el momento de
suscripción del convenio arbitral. Estas circunstancias habrán de ser
observadas a la luz de la legislación nacional de cada parte, teniendo en
cuenta que podrían ser distintas la legislación en la que pudiera estar
basado el convenio arbitral y la ley aplicable al contrato principal.
b) Falta de notificación de la designación del árbitro o del
procedimiento arbitral [art. V.I.b)].
Las partes pueden designar libremente la ley que estimen pertinente
para el desarrollo del proceso arbitral. Ésta, puede estar fijada por el propio
acuerdo arbitral o puede inferirse de la remisión que éste incluya a los
reglamentos de una determinada institución arbitral o a una ley nacional6.
En principio, si se trata de un arbitraje institucional deberá ser de
aplicación a los efectos aquí comentados el Reglamento de la respectiva
asociación o corporación administradora del arbitraje; mientras que, en
ausencia de reglamento, será de aplicación la LA 60/2003 en relación con
el procedimiento para la designación de árbitros o la conculcación de
cualquier fase procedimental arbitral.
c) Incongruencia del laudo [art. V.I.c)].
En virtud del principio de la autonomía de la voluntad de las partes
que rige los designios de esta institución, éstas renuncian a que su
controversia sea resuelta por un órgano jurisdiccional y que sea un árbitro o
conjunto de éstos el que lleve a cabo esa labor. Sin embargo, esa
delegación que se realiza a favor de los árbitros no constituye un cheque en
blanco pues éstos se limitarán en su decisión a las pretensiones que las
partes les hayan deducido en el procedimiento arbitral, por consiguiente,
están sujetos al contenido del petitum de las partes.
6
AA.VV., Comentarios a la Ley de arbitraje, cit., pág. 836 y 837.
7
Cuando los árbitros no deciden sobre todos los aspectos planteados
en el proceso arbitral, omiten algún pronunciamiento o deciden más allá de
lo solicitado, se estará infringiendo esta causa de oposición que recoge el
Convenio de Nueva York art. V.1 c).
8
las titularidades correspondientes por ser de orden público o por
encontrarse reguladas por normas de naturaleza imperativa7 8.
7
AA.VV., Comentarios a la Ley de arbitraje, cit., pág. 20.
8
No pretendemos en esta obra hacer una análisis de cuál pudiera ser el conjunto de materias que pudieran
ser sometidas a arbitraje sino simplemente poner de manifiesto que la no arbitrabilidad de la materira en
el Estado en el que se solicita el exequatur puede implicar su denegación. Ahora bien, sobre las materias
susceptibles de arbitraje vid. AA.VV., Comentarios a la LA, cit., págs. 31 y ss.; AA.VV., Comentario
breve a la LA, cit,.págs. 25 y ss.; CORDÓN MORENO, F., El Arbitraje en el Derecho Español: Interno e
Internacional, cit., págs. 39 y ss.
9
Sobre el particular vid. AA.VV., Breve Comentario a la Ley de Arbitraje, cit., págs. 238 a 241.
10
En “Jurisprudencia Constitucional”, tomo XIV, 1986, págs. 419-431.
11
ESPLUGES MOTA, C., La relatividad del orden público en el derecho internacional privado español,
tésis inédita, pág. 22.
9
que, incluso, pueda esta causa de oposición al exequatur del laudo ser
apreciada de oficio por el tribunal competente para conocer de dicho
procedimiento.
12
AATS de 24-XI-1998 (RAJ 9228), DE 8-IX-1998 (RAJ 6840), 9-IV-1998 (5323), 5-V-1998 (4291) ;
junto con las opiniones doctrinales vertidas en este sentido por : FOUCHARD, GAILLARD Y
GOLDMAN, Traité de l’arbitrage comercial internacional, Litec, París, págs. 986 yss.
13
Hemos visto anteriormente como en el ámbito arbiral sí que existe un importante tratado internacional
que pudiera ser de aplicación como es el Convenio de Nueva York, en los términos expuestos.
10
Por tanto la LCJI internacional se aplicará a las relaciones de cooperación
jurídica con terceros países no miembros de la Unión Europea que no sean
a su vez firmantes de un tratado internacional.
11
causas de denegación del reconocimiento previstas en el art. 46 LCJI,
que son:
- Ser la resolución contraria al orden público español.
- Existir una infracción manifiesta delos derechos de defensa de
cualquiera de las partes. En concreto, se entenderá que existe
infracción del derecho de defensa si la resolución fue dictada en
rebeldía y al demandado no le fue notificada la cédula de
emplazamiento de forma regular y con tiempo suficiente.
- Contener la resolución extranjera pronunciamientos sobre una
materia cuya competencia estuviera reservada en exclusiva a los
órganos jurisdiccionales españoles o en otras materias en las que la
competencia del juez de origen se base en un foro exorbitante (sin
una conexión razonable).
- Ser la resolución inconciliable con una resolución dictada en España.
- Ser la resolución inconciliable con una resolución dictada con
anterioridad en otro Estado, cuando esta última fuera susceptible de
reconocimiento en España.
- Existir un procedimiento en España entre las mismas partes y con el
mismo objeto que hubiera iniciado con anterioridad al procedimiento
extranjero.
Siempre interviene en el procedimiento de exequatur el Ministerio
Fiscal, al que se le debe trasladar de las actuaciones.
Finalmente el Juzgado dictará auto resolviendo la solicitud de
reconocimiento. Este auto es susceptible de un recurso de apelación y,
a su vez, frente a la resolución que dicte la Audiencia Provincial en
apelación, se podrá interponer recurso de casación y recurso
extraordinario por infracción procesal ante el Tribunal Supremo.
12
Una vez obtenido el reconocimiento de la resolución arbitral extranjera
que tenga fuerza ejecutiva en el Estado de origen, ésta será ejecutable
en España como si fuera una resolución nacional.
13
LECCIÓN 9
LA MEDIACIÓN
I. Introducción.
a) La necesidad de desjudicialización.
b) La incorporación de la Directiva 2008/52/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 21 de mayo.
c) La confianza en que el recurso a métodos autocompositivos cifrados en la
capacidad de persuasión y conciliación de personas especializadas.
La propia Disposición Adicional segunda de la Ley de Mediación (LM) señala que las
administraciones públicas proveerán información sobre la mediación como alternativa
al proceso judicial, así como procurarán incluir la mediación dentro del asesoramiento y
orientación gratuitos previos al proceso, previstos en el art. 6 de la Ley 1/1996, de 10 de
enero, de Asistencia gratuita, en la medida en que permita reducir tanto la litigiosidad
como sus coste, incluyendo toda la información necesaria.
1
El Real Decreto se centra en uno de los aspectos capitales de la mediación, el o los
mediadores, regulando aspectos sustanciales: los buenos oficios del mediador que
procurará facilitar el consenso para solventar los conflictos, su formación, publicidad,
Registro de mediadores e Instituciones de mediación, etc. También incorpora el
procedimiento simplificado de mediación electrónico.
Las notas que caracterizan el modelo de mediación acogido legalmente son las
siguientes:
La figura del mediador resulta esencial al modelo (Exposición de Motivos del Real
Decreto 980/2013, de 13 de diciembre). Puede tratarse de una persona física elegida
por sus habilidades en relación con conflicto concreto o un servicio de una
institución de mediación. En todo caso, debe acreditar su formación conforme a lo
dispuesto en los arts. 3 a 7 del citado Real Decreto.
2
Aspecto singular es la obligación del mediador de suscribir un seguro o garantía
equivalente que cubra la responsabilidad derivada de su actuación (art. 11 LM).
C) Procedimiento sencillo, ágil y flexible, cuyo acuerdo final puede adquirir eficacia
ejecutiva y que en tanto perdure excluye la intervención de los órganos
jurisdiccionales.
2. NATURALEZA Y CARACTERÍSTICAS.
3
equitativa, permitiendo las relaciones subyacentes y conservando el control sobre el
final del conflicto. Su intervención y buen quehacer parece ser una circunstancia
significativa para la institución; de ahí que gran parte del Real Decreto citado se
dedique a regular diferentes aspectos de su figura.
3. LAS PARTES.
Son partes de un proceso de mediación los titulares de los derechos subjetivos que
se encuentren en situación de disponer libremente sobre los mismos.
4. EL MEDIADOR.
Puede ser una persona física, singular o plural (art. 18 LM) o una entidad (Cámaras
de comercio, por ejemplo, Disposición Final 1ª); o una institución o servicio de
mediación reconocido por las administraciones públicas (Disposición Adicional 1ª
LM). La elección de los mediadores corresponderá a que concurran las habilidades
que le conviertan en idóneo.
4
facilitar el acceso del ciudadado a este medio de solución de controversias y
garantizar la seguridad jurídica al acreditarse así su condición de mediador o el
carácter de la institución de mediación (art. 8 a 25 RD).
Los mediadores han de ser ante todo “imparciales”, de manera que si concurren
circunstancias que supongan pérdida de la imparcialidad deberán abandonar la
mediación (art. 7 LM). Paralelamente, el mediador está obligado a informar a las partes
de dichas circunstancias a lo largo de todo el proceso de mediación (art. 13.5.III LM).
Son circunstancias de las que el propio texto legal infiera la falta de imparcialidad: a)
tener relación personal, contractual o empresarial con una de las partes; b) cualquier
interés directo o indirecto en el resultado de la mediación, o c)que el mediador , o un
miembro de su empresa u organización, hayan actuado anteriormente a favor de una o
varias de las partes (art. 13.5 LM). Aún así, cabe que las partes –debidamente
informadas- lo consientan de forma expresa, pudiendo continuar en tal supuesto (art.
13.5.II LM).
La “actuación de los mediadores” está guiada por encontrar una solución dialogada,
debiendo velar, asimismo, para que las partes intervengan con igualdad de
oportunidades, equilibrando sus posiciones y el respeto hacia los diversos puntos de
vista (art. 7 LM)
5
A tal efecto, los mediadores deben contar con un seguro de responsabilidad civil o
garantía equivalente que cubra el riesgo del nacimiento a cargo del mediador de
indemnizar los daños y perjuicios causados en ejercicio de su función (arts. 26 a 28 RD
980/2013). Igual obligación contraen las instituciones, en especial respecto a la
responsabilidad que pudiera derivarse de la designación de mediador (art. 29 RD
980/2013).
Los mediadores concursales son objeto de una regulación específica en los arts. 18 y 19
del RD 980/2013.
6. PROCEDIMIENTO DE MEDIACIÓN.
6
Circunstancia relevante es diferenciar entre dos supuestos:
7
En la sesión constitutiva las partes expresarán su deseo de desarrollar la mediación,
haciendo constar:
La mediación puede terminar con o sin acuerdo. El fianl puede obedecer a que se
comunique la imposibilidad de llegar a un acuerdo o que haya finalizado el plazo
acordado a tal efecto. No así la renuncia del mediador, quien podrá ser sustituido
por otro en el que acuerden ambas partes.
El fin del procedimiento constará en un acta firmada por las partes y el mediador,
entregándose un ejemplar original a cada uno. También implica la devolución de
toda la documentación (art. 22.1,2 y 3 LM).
8
Conforme a la falta de ejecutividad del acuerdo de mediación señalada
anteriormente, para que alcance tal carácter, la ley establece una serie de
presupuestos.
9
integridad y permita su archivo e impresión, constando un número de registro, fecha
y hora de presentación, identidad del mediador o institución y una indicación de que
el formulario ha sido tramitado correctamente. El expediente será único para todo
el procedimiento y las partes estarán siempre debidamente informada de éste (art.
32, 33 y 34 RD 980/2013).
Entre los efectos del acuerdo para someterse o del propio acuerdo de mediación
cabe destacar tres:
10
Sin perjuicio de lo que disponga la normativa de la Unión Europea y los convenios
internacionales vigentes en España, el reconocimiento y ejecución de un acuerdo de
mediación se producirá en la forma prevista en la Ley de Cooperación Jurídica
Internacional (LCJI) en materia civil (art. 27.2 LM).
11
TEMA 8:
EJECUCIÓN DE LAUDOS O RESOLUCIONES
ARBITRALES EXTRANJERAS: EL PROCEDIMIENTO DE
EXEQUATUR
1. Introducción.
Sabemos que la el legislador de la LA ha optado por un sistema
monista a la hora de regular el arbitraje interno e internacional y, en ese
sentido, los mismos preceptos serán, en gran parte, los que regulen tanto
una clase como otra de arbitraje. Sin embargo, cuando el arbitraje tiene
carácter internacional porque el laudo ha sido pronunciado fuera del
territorio nacional (art. 46.1 LA), para que su contenido pueda ser
reconocido e incluso ejecutado en nuestro territorio −de la misma forma
que ocurre con las resoluciones judiciales de otros Estados− se requiere un
procedimiento de homologación al que genéricamente se ha denominado
exequatur.
Pues bien, en estos casos de exequatur de laudos o resoluciones
arbitrales extranjeras, sin perjuicio de lo establecido en los tratados
internacionales que son de aplicación, existe una remisión en el art. 46.2
LA al procedimiento para reconocimiento y ejecución establecido en
nuestro ordenamiento procesal civil para las sentencias dictadas por
1
tribunales extranjeros, que en este caso viene regulado en la Ley 29/2015,
de 30 de julio de Cooperación Jurídica Internacional.
Así, en primer término, el exequatur se regirá por los tratados
bilaterales y multilaterales que en su caso pudieran ser de aplicación y, de
manera subsidiaria y en ausencia de tales tratados, se aplicaría el
procedimiento establecido en la citada LCJI.
En materia de arbitraje, el principal Tratado internacional sobre
reconocimiento y ejecución de sentencias arbitrales extranjeras es el
Convenio de Nueva York, de 10 de junio de 1958, sin perjuicio de lo
dispuesto en otros convenios internacionales más favorables a su concesión
(art. 46.1 LA). Se convierte así el Convenio de Nueva York en el marco
mínimo aplicable al exequatur de resoluciones arbitrales extranjeras.
Asimismo, debe destacarse el carácter universal al que responde este
tratado internacional que hace que pueda ser aplicado en España a todos los
laudos arbitrales procedentes de cualquier Estado, con independencia de
que sean o no, a su vez, parte del Convenio.
Como apunta CORDÓN MORENO, nada dice la LA en caso de
concurrencia del Convenio de Nueva York con los Convenios bilaterales
ratificados por España1, que es perfectamente posible y que además está
prevista por aquél: “Las disposiciones de la presente Convención no
afectarán a la validez de los acuerdos multilaterales o bilaterales relativos
al reconocimiento y ejecución de las sentencias arbitrales concertados por
los Estados (…)”2.
Por consiguiente, el acceso al procedimiento establecido la LCJI
supone otra situación de apoyo judicial al arbitraje ya que, como no podría
ser de otra manera, este medio de resolución extrajudicial de conflictos
1
Aunque esta apreciación la hacía respecto a la regulación de la LA de 1988 sus previsiones siguen
siendo hoy día aplicables a la situación jurídica actual.
2
CORDÓN MORENO, F., El arbitraje en Derecho Español: Interno e Internacional, cit., pág. 181.
2
necesita de la intervención de órganos jurisdiccionales para labores
atribuidas en exclusiva a los Juzgados y Tribunales reconocidos por nuestro
ordenamiento al suponer ejercicio de la función jurisdiccional,
concretamente, de la faceta relacionada con “hacer ejecutar lo juzgado”.
3
− Junto con la Demanda o escrito en cuyo petitum se solicite la
homologación de la resolución arbitral y su consideración de título
ejecutivo similar a una sentencia judicial o laudo arbitral nacional, habrá de
presentarse el original debidamente autenticado de la sentencia o una copia
de ese original que reúna las condiciones requeridas para su autenticidad
(art. II 1 a) CNY).
Como ha señalado FERNÁNDEZ ROZAS, el procedimiento más
sencillo para cumplir con lo dispuesto en el art. IV.1º del Convenio de
Nueva York es incorporar la sentencia arbitral a un acta notarial y luego
“apostillar” la misma siguiendo los trámites del Convenio de la Haya de
1961. El carácter general de este último instrumento no impide la
aplicación de Convenios bilaterales que contengan disposiciones menos
rigurosas en la materia3. En principio tal documento debería presentarse
traducido pero ha de entenderse este presupuesto formal como un requisito
susceptible de subsanación ante su falta.
− El original del documento o documentos donde se contiene el
compromiso de someter la controversia a arbitraje, o una copia que reúna
las condiciones requeridas para su autenticidad (art. II 1 b) CNY).
La prueba de estos dos extremos ha sido calificada por SABATER
MARTÍN como “hechos constitutivos de la pretensión homologatoria”, ya
que a partir de ahí el peso del proceso de exequatur pasa a recaer sobre la
parte frente a la cual éste ha sido solicitado: a ella −y en ningún caso al
juez− corresponde poner de relieve la existencia de alguno de los hechos
impeditivos que fundan la denegación del exequatur −cuyo número y clase
están tasados por el art. V.1 CNY−4.
3
AA.VV., Comentarios a la Ley de Arbitraje (36/1988) (Cord. Bercovitz Rodríguez-Cano), cit., pág. 828.
4
SABATER MARTÍN, A., La eficacia en España de los laudos arbitrales extranjeros, Madrid, 2002,
pág. 40.
4
Presentados estos documentos se ha de proceder a la citación de la
parte contraria, bien por emplazamiento personal o por medio de comisión
rogatoria, en función de si esta parte se encuentra domiciliada en territorio
nacional o en el extranjero.
Ante esta citación la parte contraria puede optar por:
1. Comparecer e interponer el escrito de oposición basado en las
razones que pudieran impedir el reconocimiento del laudo extranjero por
nuestro ordenamiento. Es aquí donde podrían ser alegadas a instancia de
parte alguna de las causas de oposición que recoge el Convenio de Nueva
York y a continuación comentaremos.
2. No comparecer de forma voluntaria o involuntaria, esto es, porque
aún teniendo constancia del procedimiento de exequatur decide adoptar una
actitud pasiva conforme al mismo o porque no ha llegado a tener
conocimiento −por las razones que sean− de su inicio.
Una vez presentado el escrito de oposición se dará traslado al
Ministerio Fiscal para que emita un dictamen preceptivo acerca de si debe
o no darse cumplimiento a la oportuna ejecutoria5. A partir de la remisión
de los Autos por el Ministerio Fiscal podrá entrarse en la fase de decisión
en la que no cabe la práctica de prueba.
5
Ha sido ampliamente discutida por la doctrina −entre otros, CALVO CARAVACA Y DE LA
GÁNDARA, El arbitraje comercial internacional, Madrid, 1989, Págs. 148 y ss.; IRIARTE ANGEL,
J.L, “El reconocimiento y ejecución de laudos extranjeros según el art. 60 del proyecto de ley de
arbitraje”, El arbitraje internacional. XII Jornadas de la Asociación española de profesores de Derecho
Internacionaly relaciones internacionales, Zaragoza, 1989, Págs. 246 y ss. − los problemas derivados de
la intervención del Ministerio Fiscal a propósito del exequatur de un laudo arbitral extranjero, por tratarse
de un órgano con funciones diferentes en cada uno de los Estado que suscribieron el Convenio de Nueva
York y, por consiguiente, su intervención no debería haberse previsto.
Estamos con BARONA VILAR en que esta figura debe intervenir según nuestro propio sistema de
exequatur pues, en este tema, hay que arrancar de una premisa clara: el otorgar reconocimiento y eficacia
a una resolución extranjera no es algo que escapa del interés de la colectividad; a través de este
procedimiento se está equiparando la sentencia extranjera o el laudo extranjero con una resolución
nacional, se le está convirtiendo en título ejecutivo, para proceder posteriormente a su ejecución en
nuestro país. Es evidente que ello no sólo interesa a las partes intervinientes en el arbitraje, sino que está
en juego algo más que el interés privado resuelto por la vía arbitral, AA.VV. Comentario breve a la Ley
de Arbitraje (36/1988), Madrid, 1990, págs. 301 y 302.
5
Finalmente, en el trámite de decisión el Juzgado otorgará el
reconocimiento y homologará la resolución arbitral si no estima las causas
de oposición que pudiera haber incluido en su escrito la parte contraria o si
entiende que no concurre ninguno de los motivos de oposición que pueden
ser apreciado de oficio por el tribunal, lo que hará por medio de auto frente
al que no cabrá recurso alguno.
Tras las reformas operadas ya no será necesaria ninguna
comunicación de los órganos que conocieron del procedimiento de
exequatur al Juzgado de Primera Instancia o de lo Mercantil pues coincide
ahora el órgano encargado de conceder la homologación con el competente
para la ejecución posterior del laudo previamente reconocido (solicitud que
requiere instancia de parte).
6
Dos de los motivos que pueden generar la estimación de esta causa
de oposición es la falta de capacidad de alguna de las partes o la falta de
representación o la ausencia de su acreditación en el momento de
suscripción del convenio arbitral. Estas circunstancias habrán de ser
observadas a la luz de la legislación nacional de cada parte, teniendo en
cuenta que podrían ser distintas la legislación en la que pudiera estar
basado el convenio arbitral y la ley aplicable al contrato principal.
b) Falta de notificación de la designación del árbitro o del
procedimiento arbitral [art. V.I.b)].
Las partes pueden designar libremente la ley que estimen pertinente
para el desarrollo del proceso arbitral. Ésta, puede estar fijada por el propio
acuerdo arbitral o puede inferirse de la remisión que éste incluya a los
reglamentos de una determinada institución arbitral o a una ley nacional6.
En principio, si se trata de un arbitraje institucional deberá ser de
aplicación a los efectos aquí comentados el Reglamento de la respectiva
asociación o corporación administradora del arbitraje; mientras que, en
ausencia de reglamento, será de aplicación la LA 60/2003 en relación con
el procedimiento para la designación de árbitros o la conculcación de
cualquier fase procedimental arbitral.
c) Incongruencia del laudo [art. V.I.c)].
En virtud del principio de la autonomía de la voluntad de las partes
que rige los designios de esta institución, éstas renuncian a que su
controversia sea resuelta por un órgano jurisdiccional y que sea un árbitro o
conjunto de éstos el que lleve a cabo esa labor. Sin embargo, esa
delegación que se realiza a favor de los árbitros no constituye un cheque en
blanco pues éstos se limitarán en su decisión a las pretensiones que las
partes les hayan deducido en el procedimiento arbitral, por consiguiente,
están sujetos al contenido del petitum de las partes.
6
AA.VV., Comentarios a la Ley de arbitraje, cit., pág. 836 y 837.
7
Cuando los árbitros no deciden sobre todos los aspectos planteados
en el proceso arbitral, omiten algún pronunciamiento o deciden más allá de
lo solicitado, se estará infringiendo esta causa de oposición que recoge el
Convenio de Nueva York art. V.1 c).
8
las titularidades correspondientes por ser de orden público o por
encontrarse reguladas por normas de naturaleza imperativa7 8.
7
AA.VV., Comentarios a la Ley de arbitraje, cit., pág. 20.
8
No pretendemos en esta obra hacer una análisis de cuál pudiera ser el conjunto de materias que pudieran
ser sometidas a arbitraje sino simplemente poner de manifiesto que la no arbitrabilidad de la materira en
el Estado en el que se solicita el exequatur puede implicar su denegación. Ahora bien, sobre las materias
susceptibles de arbitraje vid. AA.VV., Comentarios a la LA, cit., págs. 31 y ss.; AA.VV., Comentario
breve a la LA, cit,.págs. 25 y ss.; CORDÓN MORENO, F., El Arbitraje en el Derecho Español: Interno e
Internacional, cit., págs. 39 y ss.
9
Sobre el particular vid. AA.VV., Breve Comentario a la Ley de Arbitraje, cit., págs. 238 a 241.
10
En “Jurisprudencia Constitucional”, tomo XIV, 1986, págs. 419-431.
11
ESPLUGES MOTA, C., La relatividad del orden público en el derecho internacional privado español,
tésis inédita, pág. 22.
9
que, incluso, pueda esta causa de oposición al exequatur del laudo ser
apreciada de oficio por el tribunal competente para conocer de dicho
procedimiento.
12
AATS de 24-XI-1998 (RAJ 9228), DE 8-IX-1998 (RAJ 6840), 9-IV-1998 (5323), 5-V-1998 (4291) ;
junto con las opiniones doctrinales vertidas en este sentido por : FOUCHARD, GAILLARD Y
GOLDMAN, Traité de l’arbitrage comercial internacional, Litec, París, págs. 986 yss.
13
Hemos visto anteriormente como en el ámbito arbiral sí que existe un importante tratado internacional
que pudiera ser de aplicación como es el Convenio de Nueva York, en los términos expuestos.
10
Por tanto la LCJI internacional se aplicará a las relaciones de cooperación
jurídica con terceros países no miembros de la Unión Europea que no sean
a su vez firmantes de un tratado internacional.
11
causas de denegación del reconocimiento previstas en el art. 46 LCJI,
que son:
- Ser la resolución contraria al orden público español.
- Existir una infracción manifiesta delos derechos de defensa de
cualquiera de las partes. En concreto, se entenderá que existe
infracción del derecho de defensa si la resolución fue dictada en
rebeldía y al demandado no le fue notificada la cédula de
emplazamiento de forma regular y con tiempo suficiente.
- Contener la resolución extranjera pronunciamientos sobre una
materia cuya competencia estuviera reservada en exclusiva a los
órganos jurisdiccionales españoles o en otras materias en las que la
competencia del juez de origen se base en un foro exorbitante (sin
una conexión razonable).
- Ser la resolución inconciliable con una resolución dictada en España.
- Ser la resolución inconciliable con una resolución dictada con
anterioridad en otro Estado, cuando esta última fuera susceptible de
reconocimiento en España.
- Existir un procedimiento en España entre las mismas partes y con el
mismo objeto que hubiera iniciado con anterioridad al procedimiento
extranjero.
Siempre interviene en el procedimiento de exequatur el Ministerio
Fiscal, al que se le debe trasladar de las actuaciones.
Finalmente el Juzgado dictará auto resolviendo la solicitud de
reconocimiento. Este auto es susceptible de un recurso de apelación y,
a su vez, frente a la resolución que dicte la Audiencia Provincial en
apelación, se podrá interponer recurso de casación y recurso
extraordinario por infracción procesal ante el Tribunal Supremo.
12
Una vez obtenido el reconocimiento de la resolución arbitral extranjera
que tenga fuerza ejecutiva en el Estado de origen, ésta será ejecutable
en España como si fuera una resolución nacional.
13