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CRISIS SANITARIA

La crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia de COVID-19 ofrece


oportunidades de reconstrucción y transformación que permiten crear resiliencia y reducir o
evitar crisis futuras. La pandemia confirma la necesidad de que la salida de la crisis se base en el
principio de “reconstruir mejor”, para lo cual es necesario transformar el modelo de desarrollo
de América Latina y el Caribe (ALC) y realizar los ajustes que los sistemas agroalimentarios
(SAa) requieren para desarrollar resiliencia a riesgos futuros. Las acciones transformadoras
pasan por reconocer el rol central y la importancia de contar con SAa y territorios rurales
prósperos e incluyentes, pues representan una importante fuente de ingresos, empleos y
alimentos para la región y el mundo. En los territorios rurales de ALC se producen alimentos
para más de 800 millones de personas; se siembra el 14 % de los cultivos del mundo; se alberga
gran parte de la biodiversidad global, el agua dulce y los bosques naturales del planeta; se
produce la mitad de la energía de la región y se proveen servicios ecosistémicos de los que
dependen las ciudades. A su vez, se debe reconocer que desde antes de la pandemia se venía
diciendo que los SAa requerían una transformación alineada con los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS). Esto es porque, previo a la pandemia, la población rural ya enfrentaba
importantes rezagos y brechas en sus indicadores de desarrollo, debido a la interacción de
múltiples desigualdades sociales, económicas y territoriales que se reproducen de generación en
generación (ver la sección 3.2). Antes de abordar cuáles podrían ser esas acciones
transformadoras, debemos dimensionar los impactos económicos y sociales que ha tenido la
crisis provocada por la pandemia, que es una de las mayores que ha vivido la humanidad en los
tiempos modernos. En lo que se refiere a los impactos macroeconómicos, las medidas internas
de control de la pandemia, así como los efectos secundarios de una economía mundial en
contracción (-3,3 %), dieron como resultado una caída del PIB de ALC en torno al 7 % en 2020
(ver la sección 2.1). En consecuencia, la reducción de los ingresos de los hogares y el aumento
de los precios de los alimentos han revertido los avances en la reducción de la pobreza, la
inseguridad alimentaria y la desnutrición en el mundo y en ALC (incluidas otras formas de
malnutrición, como el sobrepeso y la obesidad). Es probable también que la desigualdad de
ingresos aumente significativamente debido a la pandemia. De hecho, según datos de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2020 la pobreza y la
pobreza extrema alcanzaron niveles que no se han observado en la región en los últimos 12 y 20
años, respectivamente. En la misma dirección, a pesar de las políticas de apoyo implementadas
por los gobiernos de la región, la incidencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave
aumentó 6,5 puntos porcentuales en relación con 2019, lo que equivale a un contingente
adicional de 44 millones de personas que padecen inseguridad alimentaria moderada o grave, de
las cuales 21 millones pasaron a sufrir inseguridad alimentaria grave (ver 2.1.2). El aumento en
la inseguridad alimentaria y el deterioro en la nutrición en parte se explica por el incremento en
la inflación, particularmente de los alimentos, que en marzo de 2021 alcanzó 4,0 % en el
acumulado regional a 12 meses, 1 punto porcentual más que el índice de precios al consumidor
(IPC) general (aunque en varios países ha sido más que el doble). La inflación doméstica
responde en parte al aumento significativo observado en los precios internacionales de los
commodities agrícolas, el más elevado desde septiembre de 2011, explicado mayormente por la
recuperación de la demanda tras la relajación de las restricciones de la pandemia y el aumento

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