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La crisis sanitaria causada por la pandemia de COVID-19 ha tenido graves impactos económicos y sociales en América Latina y el Caribe. Esto ha revertido los avances previos en reducción de pobreza e inseguridad alimentaria, y ha aumentado la desigualdad. Para reconstruir de manera resiliente, se debe transformar el modelo de desarrollo de la región reconociendo la importancia de sistemas agroalimentarios rurales prósperos e inclusivos.
La crisis sanitaria causada por la pandemia de COVID-19 ha tenido graves impactos económicos y sociales en América Latina y el Caribe. Esto ha revertido los avances previos en reducción de pobreza e inseguridad alimentaria, y ha aumentado la desigualdad. Para reconstruir de manera resiliente, se debe transformar el modelo de desarrollo de la región reconociendo la importancia de sistemas agroalimentarios rurales prósperos e inclusivos.
La crisis sanitaria causada por la pandemia de COVID-19 ha tenido graves impactos económicos y sociales en América Latina y el Caribe. Esto ha revertido los avances previos en reducción de pobreza e inseguridad alimentaria, y ha aumentado la desigualdad. Para reconstruir de manera resiliente, se debe transformar el modelo de desarrollo de la región reconociendo la importancia de sistemas agroalimentarios rurales prósperos e inclusivos.
La crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia de COVID-19 ofrece
oportunidades de reconstrucción y transformación que permiten crear resiliencia y reducir o evitar crisis futuras. La pandemia confirma la necesidad de que la salida de la crisis se base en el principio de “reconstruir mejor”, para lo cual es necesario transformar el modelo de desarrollo de América Latina y el Caribe (ALC) y realizar los ajustes que los sistemas agroalimentarios (SAa) requieren para desarrollar resiliencia a riesgos futuros. Las acciones transformadoras pasan por reconocer el rol central y la importancia de contar con SAa y territorios rurales prósperos e incluyentes, pues representan una importante fuente de ingresos, empleos y alimentos para la región y el mundo. En los territorios rurales de ALC se producen alimentos para más de 800 millones de personas; se siembra el 14 % de los cultivos del mundo; se alberga gran parte de la biodiversidad global, el agua dulce y los bosques naturales del planeta; se produce la mitad de la energía de la región y se proveen servicios ecosistémicos de los que dependen las ciudades. A su vez, se debe reconocer que desde antes de la pandemia se venía diciendo que los SAa requerían una transformación alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esto es porque, previo a la pandemia, la población rural ya enfrentaba importantes rezagos y brechas en sus indicadores de desarrollo, debido a la interacción de múltiples desigualdades sociales, económicas y territoriales que se reproducen de generación en generación (ver la sección 3.2). Antes de abordar cuáles podrían ser esas acciones transformadoras, debemos dimensionar los impactos económicos y sociales que ha tenido la crisis provocada por la pandemia, que es una de las mayores que ha vivido la humanidad en los tiempos modernos. En lo que se refiere a los impactos macroeconómicos, las medidas internas de control de la pandemia, así como los efectos secundarios de una economía mundial en contracción (-3,3 %), dieron como resultado una caída del PIB de ALC en torno al 7 % en 2020 (ver la sección 2.1). En consecuencia, la reducción de los ingresos de los hogares y el aumento de los precios de los alimentos han revertido los avances en la reducción de la pobreza, la inseguridad alimentaria y la desnutrición en el mundo y en ALC (incluidas otras formas de malnutrición, como el sobrepeso y la obesidad). Es probable también que la desigualdad de ingresos aumente significativamente debido a la pandemia. De hecho, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2020 la pobreza y la pobreza extrema alcanzaron niveles que no se han observado en la región en los últimos 12 y 20 años, respectivamente. En la misma dirección, a pesar de las políticas de apoyo implementadas por los gobiernos de la región, la incidencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó 6,5 puntos porcentuales en relación con 2019, lo que equivale a un contingente adicional de 44 millones de personas que padecen inseguridad alimentaria moderada o grave, de las cuales 21 millones pasaron a sufrir inseguridad alimentaria grave (ver 2.1.2). El aumento en la inseguridad alimentaria y el deterioro en la nutrición en parte se explica por el incremento en la inflación, particularmente de los alimentos, que en marzo de 2021 alcanzó 4,0 % en el acumulado regional a 12 meses, 1 punto porcentual más que el índice de precios al consumidor (IPC) general (aunque en varios países ha sido más que el doble). La inflación doméstica responde en parte al aumento significativo observado en los precios internacionales de los commodities agrícolas, el más elevado desde septiembre de 2011, explicado mayormente por la recuperación de la demanda tras la relajación de las restricciones de la pandemia y el aumento
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