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Presente y futuro de la agricultura venezolana

Referencial

Pedro Raúl Solórzano Peraza

Julio 2020

La inesperada aparición del COVID-19 en la escena mundial como una mortal pandemia, ha afectado
las actividades humanas en todas las disciplinas y niveles, y el pronóstico para la etapa que vendrá
una vez superada la crisis generada por este virus, es de profundos cambios en el comportamiento
del hombre, de sus artes, considerándose que una de las áreas más afectadas será la agricultura, en
lo que respecta a la producción y distribución de alimentos suficientes para satisfacer las
necesidades de la población.

Venezuela, debido a la crisis humanitaria que atraviesa, es considerada uno de los países donde el
impacto de las consecuencias del COVID-19 será muy acentuado, especialmente en lo referente al
abastecimiento de alimentos para su población.

Esto por dos razones fundamentales:

1.-La gran disminución de la producción interna de alimentos, que para este año 2020, debido a las
limitaciones impuestas por el coronavirus y a la escasez de insumos agrícolas básicos y de
combustibles, se espera que sea menor al 20% de los requerimientos.
2.-La dependencia de las importaciones de alimentos basadas sobre los ingresos generados por el
petróleo, que hoy se ven muy disminuidos debido a la precaria producción de la industria petrolera
nacional, y por la caída brusca y notable de los precios internacionales de los hidrocarburos.

Para el abastecimiento de alimentos en el futuro, también nos afectará el panorama mundial,


porque la producción y distribución de los alimentos en todos los rincones del planeta se encontrará
con muchos obstáculos y exigencias. El confinamiento de la población y la limitación en su
movilización, ha causado caída en la producción e interrupción en las cadenas de suministro de los
alimentos, caída en la oferta por suspensión o rebaja en la exportación de alimentos, disminución de
la demanda porque una menor actividad económica representa decrecimiento de la ingesta per
cápita. Se debe considerar también que la población mundial va en aumento, con una proyección
estimada para el año 2050 de más de 9.200 millones de habitantes, que deben ser alimentados y
lucharán por su seguridad alimentaria.

Como consecuencia de estas expectativas, la agricultura en Venezuela tiene que ser prioritaria,
estratégica para el desarrollo del país en la etapa post COVID-19, para que pueda contribuir con la
seguridad alimentaria de la población. Para ello, es fundamental que se dicten políticas de verdadero
apoyo a toda la cadena del agro,

desde la producción primaria y el procesamiento hasta la distribución y la comercialización de los


alimentos.

Como política pública es perentorio sustituir la economía rentista basada en los ingresos petroleros,
por una de mayor amplitud con la agricultura a la vanguardia.

Hay que acabar con la “Enfermedad Holandesa” que ha oscilado como un péndulo sobre la
economía del país, favoreciendo la importación de alimentos en lugar de apoyar la agricultura y
poniendo en un permanente jaque a nuestra seguridad alimentaria. Esto lo estamos viviendo ahora,
cuando el COVID-19, la disminución del consumo energético mundial originando sobre oferta de
petróleo y caída significativa de sus precios, más la bajísima producción petrolera nacional, han
dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad para asegurar una sana y suficiente

alimentación a los venezolanos.

Una opción para la orientación de nuestra agricultura luego del COVID 19, es incorporar el objetivo
planteado por FAO en el 2011 de implementar el ISPA o Intensificación Sostenible de la Producción
Agrícola, lo cual se define como “el incremento de la producción a partir de la misma área de tierra,
al tiempo que se reducen los efectos negativos para el medio ambiente y se aumenta la contribución
al capital natural y el flujo de servicios ambientales”. Para lograr ese objetivo, FAO decide utilizar el
enfoque ecosistémico en la gestión agrícola, empleando insumos como tierra, agua, semillas y
fertilizantes, en complemento con los procesos naturales que respaldan el crecimiento de las plantas
como son polinización, depredación natural para el control biológico de insectos plaga y de
enfermedades dentro de sistemas de manejo integrado, y la acción de la biota del suelo que permite
mejorar el acceso de las plantas a los nutrientes disueltos en la solución del suelo.

Actualmente, con el desarrollo de la Cuarta Revolución Industrial, que paralelamente promueve lo


que han denominado Agricultura 4, considerada como “la aplicación del bigdata al sector agrícola
con el apoyo de sistemas de captación y trasmisión de datos en tiempo real”, se persigue una
agricultura de precisión, que contemple un uso más racional de los recursos y de los insumos básicos
para la producción con el fin de incrementar los rendimientos, a la vez que se brinda un mejor trato
al medio ambiente.

La Agricultura 4 está en franco proceso de desarrollo, y posiblemente domine el panorama agrícola


en los próximos años. En lo inmediato, la agricultura venezolana debe basarse sobre un enfoque
ecosistémico ampliando la racionalidad en el uso de los recursos, ser más eficientes en el uso de los
fertilizantes químicos; aplicar fertilizantes orgánicos cuando sea posible; utilizar cultivares mejorados
dando importancia a la edición genética y al uso de organismos genéticamente modificados;
considerar el impacto de la epigenética sobre el comportamiento de

los cultivares; multiplicar la aplicación de la fertilización biológica, especialmente con el uso de


diazótrofos para la fijación de nitrógeno y de micorrizas y microorganismos solubilizadores de
fosfatos; seguir ampliando el uso de labranza reducida en las condiciones en que esta práctica
ofrezca ventajas sobre la labranza convencional, para proteger los suelos e incrementar la captura
de carbono; utilizar organismos capaces de controlar insectos plaga y agentes patógenos, mejorar la
vida del suelo. Todo esto sin perder la visión futura de ir incorporando en las unidades de
producción los avances en la Agricultura 4. Este enfoque ecosistémico, contribuye a la consecución
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente los referidos a Hambre Cero y Salud y
Bienestar.

En la etapa post COVID-19 el suministro de alimentos quedará tan afectado, que la agricultura
venezolana tendrá que ocupar un lugar prioritario para que contribuya con la seguridad alimentaria
de la población.

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1 Comment

Juan Manzanilla dice:

diciembre 22, 2021 a las 2:40 pm

Exelente exposición, es muy acertado con referente a los acontecimientos actuales, hay que volver a
lo originario. nuestras costumbres de agriculturas ancestrales. allí es donde se encuentra la clave, sin
envargo surge una pregunta ¿cómo es que antes sin químicos sintéticos se podía cubrir el
abastecimiento Alimentario para las aldeas y poblaciones indígenas, cuando allí no existía, ni la
agroindustria que es la que más ha contribuido a la contaminación de los suelos y sus entornos, no
había gobiernos electos, no había moneda, no había entre otros para resumir entonces por que
antes si se ahora no, y de allí surge otra en las mentes interrogantes de los pequeños y medianos
productores venezolanos y es ¿Que nos impide,?

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las actividades humanas en todas las disciplinas y niveles, y el pronóstico para la etapa que vendrá
una vez superada la crisis generada por este virus, es de profundos cambios en el comportamiento
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Venezuela, debido a la crisis humanitaria que atraviesa, es considerada uno de los países donde el
impacto de las consecuencias del COVID-19 será muy acentuado, especialmente en lo referente al
abastecimiento de alimentos para su población.

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limitaciones impuestas por el coronavirus y a la escasez de insumos agrícolas básicos y de
combustibles, se espera que sea menor al 20% de los requerimientos.
2.-La dependencia de las importaciones de alimentos basadas sobre los ingresos generados por el
petróleo, que hoy se ven muy disminuidos debido a la precaria producción de la industria petrolera
nacional, y por la caída brusca y notable de los precios internacionales de los hidrocarburos.

Para el abastecimiento de alimentos en el futuro, también nos afectará el panorama mundial,


porque la producción y distribución de los alimentos en todos los rincones del planeta se encontrará
con muchos obstáculos y exigencias. El confinamiento de la población y la limitación en su
movilización, ha causado caída en la producción e interrupción en las cadenas de suministro de los
alimentos, caída en la oferta por suspensión o rebaja en la exportación de alimentos, disminución de
la demanda porque una menor actividad económica representa decrecimiento de la ingesta per
cápita. Se debe considerar también que la población mundial va en aumento, con una proyección
estimada para el año 2050 de más de 9.200 millones de habitantes, que deben ser alimentados y
lucharán por su seguridad alimentaria.

Como consecuencia de estas expectativas, la agricultura en Venezuela tiene que ser prioritaria,
estratégica para el desarrollo del país en la etapa post COVID-19, para que pueda contribuir con la
seguridad alimentaria de la población. Para ello, es fundamental que se dicten políticas de verdadero
apoyo a toda la cadena del agro,

desde la producción primaria y el procesamiento hasta la distribución y la comercialización de los


alimentos.

Como política pública es perentorio sustituir la economía rentista basada en los ingresos petroleros,
por una de mayor amplitud con la agricultura a la vanguardia.

Hay que acabar con la “Enfermedad Holandesa” que ha oscilado como un péndulo sobre la
economía del país, favoreciendo la importación de alimentos en lugar de apoyar la agricultura y
poniendo en un permanente jaque a nuestra seguridad alimentaria. Esto lo estamos viviendo ahora,
cuando el COVID-19, la disminución del consumo energético mundial originando sobre oferta de
petróleo y caída significativa de sus precios, más la bajísima producción petrolera nacional, han
dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad para asegurar una sana y suficiente

alimentación a los venezolanos.

Una opción para la orientación de nuestra agricultura luego del COVID 19, es incorporar el objetivo
planteado por FAO en el 2011 de implementar el ISPA o Intensificación Sostenible de la Producción
Agrícola, lo cual se define como “el incremento de la producción a partir de la misma área de tierra,
al tiempo que se reducen los efectos negativos para el medio ambiente y se aumenta la contribución
al capital natural y el flujo de servicios ambientales”. Para lograr ese objetivo, FAO decide utilizar el
enfoque ecosistémico en la gestión agrícola, empleando insumos como tierra, agua, semillas y
fertilizantes, en complemento con los procesos naturales que respaldan el crecimiento de las plantas
como son polinización, depredación natural para el control biológico de insectos plaga y de
enfermedades dentro de sistemas de manejo integrado, y la acción de la biota del suelo que permite
mejorar el acceso de las plantas a los nutrientes disueltos en la solución del suelo.

Actualmente, con el desarrollo de la Cuarta Revolución Industrial, que paralelamente promueve lo


que han denominado Agricultura 4, considerada como “la aplicación del bigdata al sector agrícola
con el apoyo de sistemas de captación y trasmisión de datos en tiempo real”, se persigue una
agricultura de precisión, que contemple un uso más racional de los recursos y de los insumos básicos
para la producción con el fin de incrementar los rendimientos, a la vez que se brinda un mejor trato
al medio ambiente.

La Agricultura 4 está en franco proceso de desarrollo, y posiblemente domine el panorama agrícola


en los próximos años. En lo inmediato, la agricultura venezolana debe basarse sobre un enfoque
ecosistémico ampliando la racionalidad en el uso de los recursos, ser más eficientes en el uso de los
fertilizantes químicos; aplicar fertilizantes orgánicos cuando sea posible; utilizar cultivares mejorados
dando importancia a la edición genética y al uso de organismos genéticamente modificados;
considerar el impacto de la epigenética sobre el comportamiento de

los cultivares; multiplicar la aplicación de la fertilización biológica, especialmente con el uso de


diazótrofos para la fijación de nitrógeno y de micorrizas y microorganismos solubilizadores de
fosfatos; seguir ampliando el uso de labranza reducida en las condiciones en que esta práctica
ofrezca ventajas sobre la labranza convencional, para proteger los suelos e incrementar la captura
de carbono; utilizar organismos capaces de controlar insectos plaga y agentes patógenos, mejorar la
vida del suelo. Todo esto sin perder la visión futura de ir incorporando en las unidades de
producción los avances en la Agricultura 4. Este enfoque ecosistémico, contribuye a la consecución
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente los referidos a Hambre Cero y Salud y
Bienestar.

En la etapa post COVID-19 el suministro de alimentos quedará tan afectado, que la agricultura
venezolana tendrá que ocupar un lugar prioritario para que contribuya con la seguridad alimentaria
de la población.

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lo originario. nuestras costumbres de agriculturas ancestrales. allí es donde se encuentra la clave, sin
envargo surge una pregunta ¿cómo es que antes sin químicos sintéticos se podía cubrir el
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una mortal pandemia, ha afectado las actividades humanas en todas las disciplinas y niveles, y el
pronóstico para la etapa que vendrá una vez superada la crisis generada por este virus, es de
profundos cambios en el comportamiento del hombre, de sus artes, considerándose que una de las
áreas más afectadas será la agricultura, en lo que respecta a la producción y distribución de
alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de la población. Venezuela, debido a la crisis
humanitaria que atraviesa, es considerada uno de los países donde el impacto de las consecuencias
del COVID-19 será muy acentuado, especialmente en lo referente al abastecimiento de alimentos
para su población. Esto por dos razones fundamentales: 1.-La gran disminución de la producción
interna de alimentos, que para este año 2020, debido a las limitaciones impuestas por el coronavirus
y a la escasez de insumos agrícolas básicos y de combustibles, se espera que sea menor al 20% de los
requerimientos. 2.-La dependencia de las importaciones de alimentos basadas sobre los ingresos
generados por el petróleo, que hoy se ven muy disminuidos debido a la precaria producción de la
industria petrolera nacional, y por la caída brusca y notable de los precios internacionales de los
hidrocarburos. Para el abastecimiento de alimentos en el futuro, también nos afectará el panorama
mundial, porque la producción y distribución de los alimentos en todos los rincones del planeta se
encontrará con muchos obstáculos y exigencias. El confinamiento de la población y la limitación en
su movilización, ha causado caída en la producción e interrupción en las cadenas de suministro de
los alimentos, caída en la oferta por suspensión o rebaja en la exportación de alimentos, disminución
de la demanda porque una menor actividad económica representa decrecimiento de la ingesta per
cápita. Se debe considerar también que la población mundial va en aumento, con una proyección
estimada para el año 2050 de más de 9.200 millones de habitantes, que deben ser alimentados y
lucharán por su seguridad alimentaria. Como consecuencia de estas expectativas, la agricultura en
Venezuela tiene que ser prioritaria, estratégica para el desarrollo del país en la etapa post COVID-19,
para que pueda contribuir con la seguridad alimentaria de la población. Para ello, es fundamental
que se dicten políticas de verdadero apoyo a toda la cadena del agro, desde la producción primaria y
el procesamiento hasta la distribución y la comercialización de los alimentos. Como política pública
es perentorio sustituir la economía rentista basada en los ingresos petroleros, por una de mayor
amplitud con la agricultura a la vanguardia. Hay que acabar con la “Enfermedad Holandesa” que ha
oscilado como un péndulo sobre la economía del país, favoreciendo la importación de alimentos en
lugar de apoyar la agricultura y poniendo en un permanente jaque a nuestra seguridad alimentaria.
Esto lo estamos viviendo ahora, cuando el COVID-19, la disminución del consumo energético
mundial originando sobre oferta de petróleo y caída significativa de sus precios, más la bajísima
producción petrolera nacional, han dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad para asegurar una
sana y suficiente alimentación a los venezolanos. Una opción para la orientación de nuestra
agricultura luego del COVID 19, es incorporar el objetivo planteado por FAO en el 2011 de
implementar el ISPA o Intensificación Sostenible de la Producción Agrícola, lo cual se define como “el
incremento de la producción a partir de la misma área de tierra, al tiempo que se reducen los
efectos negativos para el medio ambiente y se aumenta la contribución al capital natural y el flujo de
servicios ambientales”. Para lograr ese objetivo, FAO decide utilizar el enfoque ecosistémico en la
gestión agrícola, empleando insumos como tierra, agua, semillas y fertilizantes, en complemento con
los procesos naturales que respaldan el crecimiento de las plantas como son polinización,
depredación natural para el control biológico de insectos plaga y de enfermedades dentro de
sistemas de manejo integrado, y la acción de la biota del suelo que permite mejorar el acceso de las
plantas a los nutrientes disueltos en la solución del suelo. Actualmente, con el desarrollo de la
Cuarta Revolución Industrial, que paralelamente promueve lo que han denominado Agricultura 4,
considerada como “la aplicación del bigdata al sector agrícola con el apoyo de sistemas de captación
y trasmisión de datos en tiempo real”, se persigue una agricultura de precisión, que contemple un
uso más racional de los recursos y de los insumos básicos para la producción con el fin de
incrementar los rendimientos, a la vez que se brinda un mejor trato al medio ambiente. La
Agricultura 4 está en franco proceso de desarrollo, y posiblemente domine el panorama agrícola en
los próximos años. En lo inmediato, la agricultura venezolana debe basarse sobre un enfoque
ecosistémico ampliando la racionalidad en el uso de los recursos, ser más eficientes en el uso de los
fertilizantes químicos; aplicar fertilizantes orgánicos cuando sea posible; utilizar cultivares mejorados
dando importancia a la edición genética y al uso de organismos genéticamente modificados;
considerar el impacto de la epigenética sobre el comportamiento de los cultivares; multiplicar la
aplicación de la fertilización biológica, especialmente con el uso de diazótrofos para la fijación de
nitrógeno y de micorrizas y microorganismos solubilizadores de fosfatos; seguir ampliando el uso de
labranza reducida en las condiciones en que esta práctica ofrezca ventajas sobre la labranza
convencional, para proteger los suelos e incrementar la captura de carbono; utilizar organismos
capaces de controlar insectos plaga y agentes patógenos, mejorar la vida del suelo. Todo esto sin
perder la visión futura de ir incorporando en las unidades de producción los avances en la
Agricultura 4. Este enfoque ecosistémico, contribuye a la consecución de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS), especialmente los referidos a Hambre Cero y Salud y Bienestar. En la etapa post
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dice: diciembre 22, 2021 a las 2:40 pm Exelente exposición, es muy acertado con referente a los
acontecimientos actuales, hay que volver a lo originario. nuestras costumbres de agriculturas
ancestrales. allí es donde se encuentra la clave, sin envargo surge una pregunta ¿cómo es que antes
sin químicos sintéticos se podía cubrir el abastecimiento Alimentario para las aldeas y poblaciones
indígenas, cuando allí no existía, ni la agroindustria que es la que más ha contribuido a la
contaminación de los suelos y sus entornos, no había gobiernos electos, no había moneda, no había
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en todas las disciplinas y niveles, y el pronóstico para la etapa que vendrá una vez superada la crisis
generada por este virus, es de profundos cambios en el comportamiento del hombre, de sus artes,
considerándose que una de las áreas más afectadas será la agricultura, en lo que respecta a la
producción y distribución de alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de la población.
Venezuela, debido a la crisis humanitaria que atraviesa, es considerada uno de los países donde el
impacto de las consecuencias del COVID-19 será muy acentuado, especialmente en lo referente al
abastecimiento de alimentos para su población. Esto por dos razones fundamentales: 1.-La gran
disminución de la producción interna de alimentos, que para este año 2020, debido a las
limitaciones impuestas por el coronavirus y a la escasez de insumos agrícolas básicos y de
combustibles, se espera que sea menor al 20% de los requerimientos. 2.-La dependencia de las
importaciones de alimentos basadas sobre los ingresos generados por el petróleo, que hoy se ven
muy disminuidos debido a la precaria producción de la industria petrolera nacional, y por la caída
brusca y notable de los precios internacionales de los hidrocarburos. Para el abastecimiento de
alimentos en el futuro, también nos afectará el panorama mundial, porque la producción y
distribución de los alimentos en todos los rincones del planeta se encontrará con muchos obstáculos
y exigencias. El confinamiento de la población y la limitación en su movilización, ha causado caída en
la producción e interrupción en las cadenas de suministro de los alimentos, caída en la oferta por
suspensión o rebaja en la exportación de alimentos, disminución de la demanda porque una menor
actividad económica representa decrecimiento de la ingesta per cápita. Se debe considerar también
que la población mundial va en aumento, con una proyección estimada para el año 2050 de más de
9.200 millones de habitantes, que deben ser alimentados y lucharán por su seguridad alimentaria.
Como consecuencia de estas expectativas, la agricultura en Venezuela tiene que ser prioritaria,
estratégica para el desarrollo del país en la etapa post COVID-19, para que pueda contribuir con la
seguridad alimentaria de la población. Para ello, es fundamental que se dicten políticas de verdadero
apoyo a toda la cadena del agro, desde la producción primaria y el procesamiento hasta la
distribución y la comercialización de los alimentos. Como política pública es perentorio sustituir la
economía rentista basada en los ingresos petroleros, por una de mayor amplitud con la agricultura a
la vanguardia. Hay que acabar con la “Enfermedad Holandesa” que ha oscilado como un péndulo
sobre la economía del país, favoreciendo la importación de alimentos en lugar de apoyar la
agricultura y poniendo en un permanente jaque a nuestra seguridad alimentaria. Esto lo estamos
viviendo ahora, cuando el COVID-19, la disminución del consumo energético mundial originando
sobre oferta de petróleo y caída significativa de sus precios, más la bajísima producción petrolera
nacional, han dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad para asegurar una sana y suficiente
alimentación a los venezolanos. Una opción para la orientación de nuestra agricultura luego del
COVID 19, es incorporar el objetivo planteado por FAO en el 2011 de implementar el ISPA o
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producción a partir de la misma área de tierra, al tiempo que se reducen los efectos negativos para
el medio ambiente y se aumenta la contribución al capital natural y el flujo de servicios
ambientales”. Para lograr ese objetivo, FAO decide utilizar el enfoque ecosistémico en la gestión
agrícola, empleando insumos como tierra, agua, semillas y fertilizantes, en complemento con los
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