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Derecho a ser votado.

No lo afecta la disposición estatutaria que limite la


posibilidad de competir en un proceso de selección, a un candidato que guarde
parentesco con la persona que ocupa el cargo público relativo

Recurso de apelación. SUP-RAP-040/2004


Promovente: Partido de la Revolución Democrática
Autoridad responsable: Consejo General del Instituto Federal Electoral
Tercero interesado: María del Carmen Ramírez García
Magistrado ponente: José Fernando Ojesto Martínez Porcayo
Secretaria: Yolli García Álvarez
Fecha de resolución: 19 de agosto de 2004

Materia del disenso:

La mayoría resolvió que la norma establecida en el artículo 14, párrafo séptimo,


inciso h) de los Estatutos del Partido de la Revolución Democrática consistente en la
prohibición para postularse como candidatos, si dichos aspirantes son cónyuges, si
sostienen una relación de concubinato, o parientes consanguíneos, por afinidad, en
línea recta u horizontal hasta el segundo grado, de los titulares en ejercicio de cargos
de elección popular, era inconstitucional por afectar el derecho fundamental a ser
votado.
Lo anterior se sustentó en la consideración de que tal limitante afecta la libertad de
ser votado y el principio de igualdad para poder ser candidato, en virtud de que hace
nugatoria la posibilidad de acceder a un cargo público.
De igual forma se consideró como una generalización (denominada como la
falacia de accidente y de accidente inverso) la situación de que por tener algún vínculo
familiar el posible candidato a determinado cargo público con alguna persona que lo
ocupa, necesariamente implique en todos los casos una ventaja inequitativa en un
proceso de selección interna partidaria.
También se sostuvo que la capacidad autoorganizativa de los partidos políticos no
puede afectar el derecho fundamental de ser votado ya que las limitantes a esta
garantía constitucional debe establecerlas exclusivamente la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos.

Voto particular que formulan los Magistrados Alfonsina Berta Navarro Hidalgo, Eloy Fuentes
Cerda y José de Jesús Orozco Henríquez, en relación con la sentencia recaída en el expediente
SUP-RAP-40/2004

Con el debido respeto a los distinguidos Magistrados que conforman la mayoría en


la presente sentencia y con pleno reconocimiento a su profesionalismo, formulamos
voto particular, con fundamento en lo dispuesto en el último párrafo del artículo 187 de
la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, en virtud de que disentimos del
fallo mediante el cual se confirma la resolución CG85/2004, dictada el siete de mayo
de dos mil cuatro por el Consejo General del Instituto Federal Electoral, respecto de la
procedencia constitucional y legal de las modificaciones al Estatuto del Partido de la
Revolución Democrática, exclusivamente en cuanto al tratamiento del agravio
esgrimido por la parte recurrente identificado con el número cuatro del proyecto de
mérito, en virtud de que, en opinión de los suscritos, tal agravio debe estimarse
fundado y, por tanto, modificarse en la parte conducente la resolución impugnada.
Contrariamente a lo sostenido por la mayoría, estimamos que el adicionado inciso
h) del párrafo 7 del artículo 14 del Estatuto del Partido de la Revolución Democrática
no vulnera el derecho fundamental constitucional de ser votado, establecido en el
artículo 35, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En primer término, es importante señalar que suscribimos la mayor parte de las
premisas de las que parte el proyecto. Más precisamente hasta el punto argumentativo
que establece la necesaria reserva legal para la limitación de un derecho fundamental.
El principal motivo de disenso estriba en que, no obstante lo anterior, la decisión de la
mayoría no obtiene las conclusiones que lógicamente se derivan de tales premisas.
El derecho a ser votado previsto en el artículo 35, fracción II, de la Constitución
federal es un derecho fundamental de carácter político-electoral con base
constitucional y delimitación legal, en cuanto a que deben establecerse en la ley las
calidades (circunstancias, condiciones, requisitos o términos) para su ejercicio por
parte de los ciudadanos, tal como se estableció en la ejecutoria recaída en el
expediente relativo al SUP-JDC-037/2001, resuelto el veinticinco de octubre de dos mil
uno.
Ello significa que el derecho político-electoral del ciudadano a ser votado es un
derecho básico de rango constitucional, cuyo núcleo esencial está establecido por el
Órgano Constituyente Revisor de la Constitución y es desarrollado, en ejercicio de su
atribución democrática, por el legislador ordinario, en el entendido de que el núcleo
normativo esencial debe ser invariablemente respetado por el legislador ordinario.
Lo anterior implica que el derecho fundamental al voto pasivo no es un derecho
absoluto, sino que está limitado, bajo la condición de que las limitaciones impuestas
por el legislador ordinario no sean irrazonables, desproporcionadas o que, de algún
otro modo, violen el núcleo esencial o hagan nugatorio el ejercicio del derecho
constitucionalmente previsto.
Ha sido criterio sostenido de esta Sala Superior que los derechos fundamentales
de carácter político-electoral no tienen un carácter absoluto, como se estableció en las
ejecutorias recaídas en los expedientes SUP-JRC-128/2001 y SUP-JDC-117/2001.
Al respecto, debe tenerse presente que el derecho político-electoral del ciudadano
a ser votado no sólo implica el reconocimiento de una facultad cuyo ejercicio se deja a
la libre decisión del ciudadano, sino que también entraña una facultad cuya realización
está sujeta a condiciones de igualdad, como se corrobora mediante las formulaciones
normativas según las cuales todos los ciudadanos gozan de los siguientes derechos y
oportunidades: Tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones
públicas de su país, las cuales se reiteran en los artículos 21, párrafo 2, de la
Declaración Universal de Derechos Humanos; 25, inciso c), del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, y 23, párrafo 1, inciso c), de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos.
En el artículo XXVIII de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre se establece que los derechos de cada hombre están limitados por los
derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del
bienestar general y del desenvolvimiento democrático.
En el artículo 21, párrafos 1, 2 y 3, de la Declaración Universal de Derechos
Humanos se establece que toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de
su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos. Asimismo,
se establece que toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de
igualdad, a las funciones públicas de su país. Adicionalmente se establece que la
voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se
expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente,
por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento que garantice la
libertad del voto.
En el artículo 29, párrafo 2, de la invocada declaración se establece que en el
ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará
solamente sujeta a las limitaciones establecidas en la ley con el único fin de asegurar
el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de
satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general
en una sociedad democrática.
En el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se
establece que todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de las distinciones
mencionadas en el artículo 2, y sin restricciones indebidas de los siguientes derechos
y oportunidades:
a) Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de
representantes libremente elegidos;
b) Votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas realizadas por
sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la
voluntad de los electores;
c) Tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas
de su país.
En lo concerniente a las distinciones mencionadas en el artículo 2, el mismo
establece que cada uno de los Estados Partes en el pacto se compromete a respetar y
a garantizar a todos los individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos a
su jurisdicción los derechos reconocidos en el pacto, sin distinción alguna de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social,
posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.
En el artículo 23, párrafo 1, de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, Pacto de San José, se establece que todos los ciudadanos deben gozar de
los siguientes derechos y oportunidades:
a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio
de representantes libremente elegidos;
b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por
sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de
voluntad de los electores, y
c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones
públicas de su país.
En el párrafo 2 del mismo artículo se establece que la ley puede reglamentar el
ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere en el párrafo anterior,
exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción,
capacidad civil o mental, o condena por juez competente, en proceso penal.
En el artículo 30 de la invocada convención se establece que las restricciones
permitidas, de acuerdo con la misma Convención, al goce y ejercicio de los derechos y
libertades reconocidos en la misma, no pueden ser aplicadas sino conforme a leyes
que se dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual han sido
establecidas.
En el artículo 32 se establece que los derechos de cada persona están limitados
por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias
del bien común, en una sociedad democrática.
De lo anterior se deduce que cualquier limitación o restricción debida a los
derechos fundamentales político-electorales, en particular el derecho a ser votado,
tiene que estar establecida en la ley y, además, en modo alguno podría vulnerar el
núcleo esencial del derecho fundamental, en el entendido de que, según lo previsto en
la propia constitución y los invocados instrumentos internacionales de derechos
humanos, los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los
demás y por las justas exigencias del bien común o del interés general, en una
sociedad democrática.
La noción de ley debe entenderse tanto en un sentido material como formal, i. e.,
como un conjunto de disposiciones jurídicas que no sólo tienen características tales
como generalidad, abstracción e impersonalidad sino que, además, emanan de un
órgano legislativo.
Lo anterior en el entendido de que en el Estado constitucional democrático de
derecho, a diferencia de lo que ocurre en el Estado de derecho, el legislador ha dejado
de ser omnímodo y la ley ha de estar necesariamente subordinada a la Constitución,
que tiene un carácter normativo, no sólo en el plano formal sino, sobre todo, en cuanto
a su contenido. De ahí deriva la necesidad de que el legislador democrático respete en
todo caso el núcleo esencial de los derechos fundamentales.
Es importante advertir que, contrariamente a lo que se considera en la sentencia
aprobada por la mayoría, en el caso bajo análisis se surte la exigencia de reserva legal
relacionada con la posible limitación del derecho fundamental político-electoral de ser
votado toda vez que son precisamente los artículos 178, párrafo 3, en relación con el
21, párrafo 1, inciso d), del Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales, para ser registrado como candidato y tener derecho a ser votado, el
ciudadano interesado debe acreditar, entre otros requisitos, que fue postulado por un
partido político como resultado de haber sido seleccionado a través de un
procedimiento democrático intrapartidario previsto estatutariamente, en el entendido
de que el procedimiento democrático que al efecto establezca el correspondiente
partido político, en ejercicio de su derecho constitucional y legal a su libre auto-
organización, debe ajustarse a los principios del Estado democrático y, por tanto, entre
otras cuestiones, garantizar el derecho de todos sus afiliados a participar, en
condiciones de igualdad, en el respectivo procedimiento democrático interno de
selección y, así, estar en posibilidad de acceder, en condiciones de igualdad, al cargo
público correspondiente.
Establecida así la exigencia de la reserva legal, la cuestión por dilucidar es si en el
caso concreto la modificación estatutaria bajo examen de constitucionalidad satisface
o no tal exigencia. La exigencia de la reserva legal se satisface en virtud de los
siguientes razonamientos:
Dentro del marco del sistema constitucional de partidos políticos, instaurado en el
año de mil novecientos setenta y siete, tales institutos políticos tienen conferido el
status de entidades de interés público. Ello es así en virtud de que los partidos
políticos constituyen un eje fundamental del moderno Estado democrático.
En efecto, los partidos políticos tienen asignado constitucionalmente como fin
promover la participación del pueblo en la vida democrática del país, contribuir a la
integración de la representación nacional y, como organizaciones de ciudadanos,
hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público. Ello implica que los
partidos políticos son formaciones de base asociativa que actúan, básicamente, en
dos direcciones: en la sociedad, al instituirse en asociaciones que procesan las
demandas e intereses de los ciudadanos, y en el Estado, al contribuir a la formación
del poder político.
Así, los institutos políticos tienen una función permanente que desarrollar en la
reproducción del sistema democrático, toda vez que los partidos políticos —ya sea que
estén formando parte del gobierno o no— son instituciones necesarias para el
mantenimiento y la consolidación del Estado constitucional democrático de derecho,
mediante la renovación de los poderes legislativo y ejecutivo a través de elecciones
libres, auténticas y periódicas, principios constitucionales de toda elección
democrática.
Los partidos políticos constituyen, dados los fines que tienen constitucionalmente
encomendados, una pieza fundamental en la estructura y funcionamiento
constitucional del Estado mexicano, ya que permiten, según lo anticipado, la
reproducción del Estado democrático. Además, aunque los partidos políticos tienen su
base en la libertad de asociación y tienen capacidad autoorganizativa y cuentan con
margen suficiente para normar sus actividades mediante sus estatutos, son personas
colectivas de interés público que deben conducir sus actividades dentro del marco
jurídico, con pleno respeto a los derechos básicos. En consecuencia, no sólo la
sociedad en su conjunto está interesada en su existencia y preservación sino que el
Estado está interesado en su encuadre constitucional. De ahí que los partidos políticos
sean titulares de derechos, prerrogativas y, en general, de garantías institucionales, en
el sentido de aquellas normas materiales de la Constitución que tienen por objeto el
aseguramiento de determinadas instituciones jurídicas. Entre las garantías
institucionales más importantes de los partidos políticos, destaca el régimen de
financiamiento público establecido constitucionalmente en su favor, según lo previsto
en el artículo 41, párrafo segundo, fracción II, de la Constitución federal. Aparejado a
este régimen de derechos, prerrogativas y garantías institucionales, los partidos
políticos nacionales tienen determinadas obligaciones, de conformidad con lo
establecido en el artículo 38 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales, tal como se verá a continuación.
De conformidad con lo establecido en el artículo 38, párrafo 1, inciso a), del
Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, es obligación de los
partidos políticos nacionales conducir sus actividades dentro de los cauces legales y
ajustar su conducta y la de sus militantes a los principios del Estado democrático. Esto
es, los partidos políticos —como los poderes públicos— están vinculados a la
Constitución y, en general, al orden jurídico. Ello tiene su razón de ser en el papel que
los partidos políticos están llamados a realizar en un Estado constitucional
democrático de derecho, es decir, en atención a las finalidades constitucionales que,
como entidades de interés público, tienen encomendadas. Esto es, están obligados a
regir sus actividades por el principio de juridicidad y los principios del Estado
democrático no sólo por mandato legal sino también por razones de congruencia con
el régimen político en el que son actores fundamentales de conformidad con su
encuadre constitucional. Una interpretación distinta implicaría prohijar la existencia de
feudos o zonas de inmunidad, cuya existencia o permanencia es incompatible en un
Estado constitucional democrático de derecho. Ello en virtud de que no puede haber
democracia sin el sometimiento pleno al derecho de todos los sujetos jurídicos,
incluidos los poderes públicos y los partidos políticos en tanto entidades de interés
público.
En adición a lo anterior, la declaración de principios de todo partido político
nacional –declaración de principios a los que deben adecuarse el programa de acción
y los estatutos partidistas- deberá establecer la obligación de observar la Constitución
y de respetar las leyes e instituciones que de ella emanen, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 25, párrafo 1, inciso a), de la ley electoral federal.
En el mismo sentido, en el artículo 24, párrafo 1, inciso a), del Código Federal de
Instituciones y Procedimientos Electorales se establece que para que una agrupación
política nacional pueda ser registrada como partido político nacional, debe cumplir,
entre otros, el requisito legal de formular una declaración de principios y, en
congruencia con ellos, su programa de acción y los estatutos que normen sus
actividades.
Los referidos estatutos, por un lado, deberán establecer las normas para la
postulación democrática de sus candidatos, en conformidad con lo establecido en el
artículo 27, párrafo 1, inciso d), del invocado ordenamiento. Por otro lado, en lo relativo
a la solicitud de registro de candidaturas, el partido político postulante deberá
manifestar por escrito que los candidatos cuyo registro solicita fueron seleccionados
en conformidad con las normas estatutarias del propio partido político, de acuerdo con
lo dispuesto en el artículo 178, párrafo 3, del código electoral federal.
Así, los artículos 27, párrafo 1, inciso d), y el 178, párrafo 3, del Código Federal de
Instituciones y Procedimientos Electorales imponen a los partidos políticos la
obligación legal ineludible no sólo de establecer en sus estatutos procedimientos
democráticos sino también la de postular candidatos a cargos de elección popular en
conformidad con tales procedimientos democráticos.
Ello es compatible con la libertad o facultad autoorganizativa de los partidos
políticos, en tanto entidades de interés público reconocidas constitucionalmente, según
se estableció en la ejecutoria recaída en el expediente SUP-JDC-803/2002, en el
entendido de que semejante capacidad auto-organizativa no es omnímoda ni ilimitada,
sino que debe estar encuadrada, como se anticipó, en los principios del Estado
democrático y, en particular, en el principio de juridicidad.
La libertad autoorganizativa de los partidos políticos entraña la posibilidad de
establecer las reglas democráticas para acceder a dichos cargos mediante la
determinación de ciertos requisitos de elegibilidad internos, acordes con los
programas, principios e ideas que postulan en conformidad con lo dispuesto en el
artículo 41, párrafo segundo, fracción I, párrafo segundo, de la Constitución federal.
En efecto, tal como se estableció en la citada ejecutoria, la capacidad de
autorregularse y auto-organizarse de los partidos políticos implica la potestad de
establecer, por ejemplo, sus principios ideológicos, verbi gratia, mediante la
aprobación y postulación de proclamas o idearios políticos, o bien, cualquiera otra que
esté de acuerdo con la libertad de conciencia e ideológica que se establece en la
Constitución federal y que sean consonantes con el régimen democrático de gobierno;
sus programas de gobierno o legislativo y la manera de realizarlos; su estructura
partidaria, las reglas democráticas para acceder a dichos cargos (mediante la
determinación de los requisitos de elegibilidad y las causas de incompatibilidad,
inhabilitación y remoción), sus facultades, su forma de organización (ya sea
centralizada, desconcentrada o descentralizada) y la duración en los cargos, siempre
con pleno respeto al Estado democrático de derecho; los mecanismos para el control
de la regularidad partidaria, ya sean interorgánicos e intraorgánicos respecto de todos
y cada uno de los actos y resoluciones de las instancias partidarias, así como
horizontales, mediante la desconcentración o descentralización de facultades
conferidas a los órganos decisorios, y verticales, a través de la membresía o militancia,
cuando se reconoce el derecho de impugnar las decisiones de los órganos partidarios
a través de medios de defensa internos, incluido el régimen de incompatibilidades; los
derechos y obligaciones de los afiliados, miembros o militantes; los procedimientos
democráticos para elegir a los candidatos (a través de elecciones directas o indirectas,
mecanismos de consulta o cualquier otro en el que se reconozca el derecho de
participación de los afiliados, miembros o militantes); el régimen disciplinario de
dirigentes, servidores partidarios, afiliados y militantes, en el cual se respeten las
formalidades esenciales del procedimiento, específicamente la garantías de audiencia
y defensa, etcétera.
De igual manera, no debe perderse de vista que los partidos políticos son el
resultado del ejercicio de la libertad de asociación en materia política que, como
derecho fundamental, se confiere a los ciudadanos mexicanos, lo cual conlleva la
necesidad de realizar interpretaciones y luego aplicaciones de las disposiciones
jurídicas relativas que aseguren o garanticen el puntual respeto de ese derecho y su
más amplia y acabada expresión, en cuanto que no se haga nugatorio o se
menoscabe su ejercicio por un indebido actuar de la autoridad electoral; en
consecuencia, desde la propia Constitución federal, se dispone que los partidos
políticos deben cumplir sus finalidades atendiendo a lo previsto en sus programas,
principios e ideas que postulan, lo cual, a su vez, evidencia que desde el mismo texto
constitucional se establece una amplia libertad o capacidad autoorganizativa en favor
de dichos institutos políticos.
La calidad de entes de interés público, con que se les dotó a los partidos políticos,
implicó sustraerlos de la generalidad de las organizaciones privadas, y colocarlos en
un lugar primordial, pues éstos no forman parte de la administración, pero realizan una
función pública de intermediación entre el Estado y la sociedad.
El control administrativo o jurisdiccional de la regularidad electoral se debe limitar
a corroborar que razonablemente se contenga la expresión del particular derecho de
los afiliados, miembros o militantes para participar democráticamente en la formación
de la voluntad partidaria (específicamente, en los supuestos legalmente previstos),
pero sin que se traduzca dicha atribución de verificación en la imposición de un
concreto tipo de organización y reglamentación que proscriba la libertad
correspondiente del partido político, porque será suficiente con recoger la esencia de
la obligación legal consistente en el establecimiento de un mínimo democrático para
entender que así se dé satisfacción al correlativo derecho de los ciudadanos afiliados,
a fin de compatibilizar la coexistencia de un derecho individual y el que atañe a la
entidad de interés público creada por aquéllos.
En consecuencia, uno de los aspectos que se imponen para armonizar el derecho
de libertad y el derecho de igualdad (así como los principios de certeza y objetividad
que rigen la función estatal electoral) que involucra el derecho político-electoral a ser
votado, es la regulación de la postulación de candidatos, porque de aceptar como tal a
cualquier ciudadano que reuniera las calidades precisadas en las leyes, y manifestara
su voluntad de ser votado para un cargo de elección popular, evidentemente, podría
propiciar la multiplicación de aspirantes a los cargos públicos, a tal grado de poder dar
lugar a que el proceso electoral no resultara operativo, por la complicación que se
generara en sus diversas etapas, eso llevado a un extremo de absoluta libertad del
ciudadano, o por el contrario, si se pretendiera que todos los partidos políticos tuvieran
los mismos principios ideológicos o se les limitara en exceso en su capacidad de darse
sus propias normas internas, se llegaría al extremo de eliminar la pluralidad política, lo
cual también resulta inadmisible.
De lo anterior se sigue que los requisitos de elegibilidad internos para ser
candidata o candidato a un cargo de elección popular, que un partido político
establezca en ejercicio de su capacidad autoorganizativa y para atender el mandato de
establecer procedimientos democráticos en sus estatutos para tal efecto, son
requisitos legales por estar previstos expresamente por el legislador, esto es, tienen un
sustento legal. Sostener lo contrario equivaldría a realizar una interpretación
asistemática de las disposiciones aplicables, soslayando la naturaleza sistemática del
ordenamiento integrado por principios constitucionales y reglas, en el entendido de
que, como se mostrará, algunos de tales principios dan sentido a la norma estatutaria
cuestionada.
Semejante interpretación aislada podría generar disfunciones en el sistema
constitucional de partidos políticos, al privar a estos institutos políticos de la facultad de
establecer en sus propias normas estatutarias tales requisitos de elegibilidad internos
de acuerdo con sus principios, programas e ideas previstos constitucionalmente.
Si, como se ha razonado, el establecimiento de un determinado requisito de
elegibilidad interna para ser candidata o candidato de un partido político es un
requisito legalmente previsto, procede mostrar que en el caso concreto el requisito
legal establecido en el inciso h), párrafo 7, artículo 14 de los Estatutos del Partido de la
Revolución Democrática no constituye una limitación o restricción indebida. En
concepto de quienes suscribimos este voto particular, consideramos que se trata de
una limitación o restricción debida o justificada en razón de estar no sólo
constitucionalmente prevista sino ser acorde con los instrumentos internacionales de
derechos humanos firmados y ratificados por México, así como con los principios
generales del derecho establecidos en el orden jurídico mexicano.
En efecto, como se anticipó, en el artículo 32 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos se establece que los derechos de cada persona están limitados
por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias
del bien común, en una sociedad democrática. Disposiciones similares se establecen
en otros instrumentos internacionales. Así, por ejemplo, en el artículo 29, párrafo 2, de
la Declaración Universal de Derechos Humanos se establece que en el ejercicio de
sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta
a las limitaciones establecidas en la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento
y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas
exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad
democrática.
En esa virtud, es inconcuso que una restricción o limitación a un derecho
fundamental de carácter político-electoral es debida o está permitida si, además de
estar establecida en ley, está limitada por los derechos de los demás y por las justas
exigencias del bien común o del interés general, en una sociedad democrática, en el
entendido de que en una democracia el interés individual no puede prevalecer sobre el
interés general.
Si atendemos al contenido mismo de la Constitución General de la República,
advertiremos que en la misma se encuentran inmersos aquellos principios básicos que
tienen como objetivo construir y definir la estructura política del Estado Mexicano, al
regir su vida política, social y económica, principios todos que coexisten y deben
armonizar unos con otros, a fin de dar coherencia y unidad al propio Estado.
De una parte, en lo que constituye su parte dogmática, se encuentra el
reconocimiento a los derechos fundamentales del individuo, mientras que de otra, en
su parte orgánica, se recogen los principios de soberanía popular, forma de estado
federal, representativo y democrático, así como la división de poderes, que persiguen
evitar la concentración del poder en determinados entes y que no dimanen
directamente del pueblo, al instituirse precisamente en su beneficio.
Si todos estos principios coexisten en un mismo cuerpo normativo con el carácter
de supremo, los mismos deben armonizar unos con otros, y por lo tanto, no cabe
estimar que los alcances o condicionantes establecidos para unos, a fin de hacer
vigentes otros, dándoles coherencia, se les opongan; por el contrario, unos y otros
deben converger hacia la vigencia de todos.
En este sentido, el contenido de las garantías individuales no puede llevarse al
extremo de un ejercicio absoluto e irrestricto que pudiera vulnerar un principio
fundamental de la conformación del Estado Mexicano, así como tampoco en aras de la
prosecución de éstos, hacer nugatorio el ejercicio de las primeras.
En el caso de que se trata, si una modalidad o condicionante es impuesta a un
derecho fundamental, en aras de hacer vigentes principios de orden constitucional,
como los de equidad e igualdad en las contiendas electorales, no puede estimarse
restrictivo.
A este respecto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al resolver la acción
de inconstitucionalidad 26/2003, se pronunció en el sentido de que cuando el ejercicio
de las garantías individuales se hace con fines de obtener un cargo de elección
popular, ese ejercicio se encuentra supeditado a los derechos que la propia
Constitución establece tratándose de la materia electoral. Así, que esas garantías
deben interpretarse conforme a lo dispuesto en los artículos 41 y 116, fracción IV, de
la Constitución Federal, en los que se regulan todos aquellos aspectos relativos a la
participación del pueblo en la vida democrática del país y el acceso de los ciudadanos
al ejercicio del poder público mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo. Lo
anterior, toda vez que el ciudadano que aspira a obtener un cargo de esta índole, se
sujeta voluntariamente a las obligaciones que la propia Constitución establece
tratándose de la materia electoral. Asimismo, sostiene el Máximo Tribunal, de una
interpretación sistemática y teleológica de los artículos 41, fracción I, y 116, fracción
IV, de la Constitución Federal, puede concluirse que en éstos se prevé un sistema
electoral en el cual un aspecto toral lo constituye la regulación del actuar de los
partidos políticos como entidades de interés público cuya finalidad es el acceso de los
ciudadanos al ejercicio del poder público conformando la representación nacional,
adquiriendo especial relevancia dentro de esta regulación, los mecanismos que
pretenden garantizar condiciones de equidad que propicien su participación en
igualdad de condiciones en la contienda electoral, entre las que destacan el
financiamiento público y privado y la realización de los actos tendentes a la promoción
de los ciudadanos que pretenden acceder a la representación nacional, así como la de
los propios partidos políticos.
El anterior criterio quedó recogido en la tesis de jurisprudencia consultable bajo el
rubro: GARANTÍAS INDIVIDUALES. SI SU EJERCICIO SE RELACIONA CON EL
SISTEMA CONSTITUCIONAL ELECTORAL, SU INTERPRETACIÓN DEBE
CORRELACIONARSE CON LO DISPUESTO EN LOS ARTÍCULOS 41 Y 116,
FRACCIÓN IV DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL.
En este orden de ideas, si bien es cierto es un derecho fundamental el poder ser
postulado para cargos de elección popular, el hecho de imponer una modalidad o
condicionante a este derecho, en aras de garantizar condiciones de igualdad en la
contienda electoral, ello no debe estimarse como una restricción contraria a la
Constitución.
Ahora bien, en conformidad con los invocados instrumentos internacionales de
derechos humanos, todos los ciudadanos tendrán acceso, en condiciones generales
de igualdad, a las funciones públicas de su país.
Por consiguiente, si una restricción al derecho a ser votado se establece para
salvaguardar los derechos de los demás, en particular el derecho de todo ciudadano
para acceder, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas, será
una restricción debida.
En el caso concreto, la finalidad primordial de la norma estatutaria cuestionada es
justamente asegurar el derecho de todos los demás afiliados del partido político para
acceder, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas a través de su
postulación como candidatos a los cargos de elección popular, en el entendido de que
la citada norma estatutaria garantizaría, incluso, semejante derecho de acceso a los
cargos públicos, en condiciones de igualdad, a quienes supuestamente vieran
vulnerado su derecho a ser elegidos candidatos internos del mencionado instituto
político (v. gr., por ser hijo de determinado presidente municipal), toda vez que al estar
en posibilidad de contender internamente para ser candidata o candidato a diverso
cargo público, podrían participar en condiciones de igualdad (por ejemplo, aspirar a la
candidatura para gobernador sin que el cónyuge o pariente de éste pueda participar
con una ventaja indebida).
El agravio cuarto esgrimido por el partido actor resulta sustancialmente fundado,
sobre todo, en cuanto a que el Consejo General del Instituto Federal no realizó una
interpretación conforme con la Constitución, sino que se limitó a interpretar
aisladamente la última parte de la fracción II del artículo 35 Constitucional, así como
que el requisito consistente en que para ser candidato interno el aspirante no debe ser
cónyuge, concubino o pariente consanguíneo, por afinidad, en línea recta u horizontal
hasta el segundo grado de los titulares en ejercicio de los cargos de elección popular
que aspira a suceder, en realidad no constituye una restricción absoluta al derecho a
ser votado, sino que, en todo caso, sería una limitación relativa y temporal, aunado a
que se trata de una norma que es acorde con el programa y principios ideológicos del
referido partido político.
Lo fundado de tales motivos de inconformidad deriva de que, tal como lo sostiene
el recurrente, la disposición estatutaria contenida en el inciso h) del párrafo 7 del
artículo 14 del Estatuto cuestionado, no contraviene ninguna disposición constitucional
o legal, sino que, por el contrario, resulta acorde con el sistema electoral establecido
en la Constitución Federal y en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales, por las siguientes razones:
Asimismo, como se anticipó, el derecho a ser votado no es absoluto, puesto que,
en principio sólo pueden ser sujetos de este derecho los ciudadanos, es decir, los
mexicanos que hayan cumplido dieciocho años y tenga un modo honesto de vivir, de
manera que aquí observamos una primera restricción al referido derecho, cuestión que
es acorde con lo previsto en el artículo 1° de la propia Constitución General de la
República, el cual señala que en los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará
de las garantías que otorga la Constitución, las cuales no podrán restringirse ni
suspenderse, sino en los casos y condiciones que ella misma establece.
Otra restricción al derecho político-electoral a ser votado deriva de lo previsto en el
mismo artículo 35, fracción II, de la Carta Magna, puesto que, en él se dispone que
para poder ser votado a los cargos de elección popular, el ciudadano de que se trate
debe tener las calidades que establezca la ley, por tanto, esta condicionante revela
que el derecho a ser votado no es absoluto.
Asimismo, en el artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, se establece que los partidos políticos son entidades de interés público,
que tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática,
contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de
ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo
con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal,
libre, secreto y directo.
De tal precepto constitucional, se colige que los partidos políticos son el medio por
el cual los ciudadanos pueden llegar al ejercicio del poder público, y que el acceso de
los ciudadanos al mismo será de acuerdo con los programas, principios e ideas que
postulan dichos partidos, de modo que, la posibilidad de que un ciudadano sea
postulado por un instituto político está íntimamente vinculado a la circunstancia de que
el posible candidato comparta los programas, principios e ideas del instituto político de
que se trate.
A su vez, en el párrafo octavo de la base tercera del mismo artículo 41
Constitucional se señala que el Instituto Federal Electoral tendrá a su cargo en forma
integral y directa, entre otras, los derechos y prerrogativas de las agrupaciones y
partidos políticos.
Ahora bien, como las normas constitucionales en estudio, sólo contienen los
principios fundamentales del sistema electoral es indudable que requieren de un
desarrollo en la legislación ordinaria e inclusive en los estatutos de los partidos
políticos, y aunque estos últimos podrían calificarse como normas infra-legislativas, lo
cierto es que son normas jurídicas en un sentido material que presentan
características tales como generalidad, abstracción e impersonalidad, y, lo decisivo,
forman parte de un sistema normativo.
Así, la configuración legal del derecho político-electoral de ser votado implica:
a) Establecer los procedimientos a través de los cuales el derecho a ser votado
será ejercido, así como estructurar y dotar de atribuciones a las instituciones o
autoridades que garantizarán que tales procedimientos efectivamente estén
disponibles y sean accesibles;
b) Armonizar entre sí al referido derecho político-electoral con otros derechos
políticos y a éstos con los demás derechos fundamentales, delimitando para el
sufragio la extensión más amplia posible de libertad e igualdad en su ejercicio, pero sin
que esto se traduzca en negar de manera injustificada, irrazonable o
desproporcionada, la realización de otro derecho fundamental o principio
constitucional, y
c) Salvaguardar otros bienes, principios, fines o valores constitucionales, como
podrían ser la democracia representativa, la celebración de elecciones libres y
auténticas, el fortalecimiento y preservación de un sistema plural de partidos políticos,
así como los principios de certeza y objetividad que deben orientar la función estatal
electoral.
Con base en la mencionada necesidad de desarrollo de los principios
constitucionales, en el artículo 27, párrafo 1, incisos b) y d) del código electoral federal,
se estableció que son los partidos políticos quienes, dentro de su libertad
autoorganizativa, tienen la facultad de establecer los procedimientos para la afiliación
individual, libre y pacífica de sus miembros, así como los derechos y obligaciones de
éstos, y las normas para la postulación democrática de sus candidatos.
Consecuentemente, para que un ciudadano pueda ser postulado por un determinado
partido político, aquel debe sujetarse a las normas que el propio instituto político haya
aprobado y cuya procedencia constitucional y legal haya sido declarada por la
autoridad electoral, según lo dispone el artículo 38, párrafo 1, inciso l) en el cual se
señala que los partidos políticos tienen la obligación de comunicar al Instituto Federal
Electoral cualquier modificación a su declaración de principios, programas de acción o
estatutos, dentro de los diez días siguientes a la fecha en que se tome el acuerdo
correspondiente por el partido, y que las modificaciones no surtirán efectos hasta que
el Consejo General del Instituto declare la procedencia constitucional y legal de las
mismas.
En el mismo sentido, en el artículo 175, párrafo 1, del código electoral federal, se
establece que corresponde exclusivamente a los partidos políticos nacionales el
derecho de solicitar el registro de candidatos a cargos de elección popular, por tanto,
una restricción más al derecho político-electoral de ser votado, consiste en que los
ciudadanos no podrán participar en la contienda electoral si no es a través de la
postulación por parte de algún partido político.
Conforme con lo anterior, es factible arribar a la conclusión de que el derecho de
los ciudadanos a ser votados no es absoluto o ilimitado, sino que para el ejercicio de
ese derecho se deben reunir ciertos requisitos que derivan de las propias normas
constitucionales y legales que dan sustento al sistema electoral mexicano y, en
concordancia con ellas también resultará aplicable lo que los partidos políticos, en
ejercicio de su libertad autoorganizativa establezcan en sus estatutos.
Así, en la normativa interna de los partidos políticos se debe buscar que el respeto
a los derechos político-electorales de sus afiliados resulte acorde con la ideología del
instituto político de que se trate, puesto que sólo así se garantizará también la
pluralidad política, puesto que si las autoridades electorales intervienen en demasía en
la vida interna de los citados institutos políticos, se estaría limitando esa posibilidad de
que existan distintas corrientes de opinión dentro del sistema político-electoral del
país, siendo que uno de los pilares fundamentales de la democracia lo constituye,
precisamente, la pluralidad política.
Asimismo, lo dispuesto en el artículo 14, párrafo 7, inciso h, de los Estatutos del
Partido de la Revolución Democrática, no vulnera el principio de igualdad, porque con
dicha norma supuestamente se seleccione a un grupo de personas (cónyuge,
concubinario, pariente consanguíneo o por afinidad) para excluirlas temporalmente del
derecho de a ser votadas, con lo cual se les da un trato desigual o de inferiores, en
esencia discriminando, como se sostiene en la sentencia por los magistrados
integrantes de la mayoría.
En efecto, dicha prescripción estatutaria no subvierte el principio de igualdad y,
consecuentemente, tampoco provoca un trato discriminatorio hacia ciertos ciudadanos
en el Partido de la Revolución Democrática, puesto que, contrariamente a lo que se
establece por la mayoría, con dicha disposición se pretende garantizar el principio de
igualdad jurídica, específicamente su proyección en el contenido de las normas para la
postulación democrática de los candidatos de un partido político nacional [artículo 27,
párrafo 1, inciso d), en relación con el 178, párrafo 3, del código federal de la materia],
a fin de que, como legalmente está previsto, se respeten los principios del Estado
democrático [artículo 38, párrafo 1, inciso a), del ordenamiento de referencia].
Es decir, tal prescripción tiene el objetivo de asegurar o garantizar la existencia de
condiciones iguales en el desarrollo de los procedimientos democráticos para la
elección interna de los candidatos del partido precisado, concretamente durante la
fase de campañas electorales o promoción de candidaturas, en tanto que, con dicha
norma estatutaria, se proscribe la posibilidad jurídica de que alguno de los aspirantes a
ser candidato, por su carácter de cónyuge, concubino o pariente consanguíneo o por
afinidad, en línea recta u horizontal hasta el segundo grado del titular en ejercicio de
los cargos de elección popular que aspira a suceder, pueda obtener alguna ventaja
indebida, con quebranto de la igualdad en la contienda electoral.
En este sentido, también se establece una medida que, por una parte, coadyuva
para eliminar la posibilidad de que el propio familiar que sea titular o esté en ejercicio
de un cargo de elección popular y sea sujeto de sucesión, haga un uso indebido de
sus atribuciones o facultades legales (en lo que sería un claro abuso o desvío de
poder) y, por la otra, impide que la situación de predominio de éste frente a los
particulares (en razón de las relaciones políticas, recursos que estén bajo su
responsabilidad o facultades que sean inherentes al cargo de elección popular que
aquél ocupe), además de afectar el buen desempeño del servicio público,
precisamente, como se anticipó, trastocaría el derecho de igualdad.
Además, la disposición estatutaria de referencia no sólo está dirigida a garantizar
la vigencia del principio de igualdad para todos los posibles contendientes en un
proceso electoral intrapartidario en relación con la indebida participación de un
cónyuge, concubino o pariente consanguíneo, por afinidad, en línea recta u horizontal
en segundo grado respecto de los titulares en ejercicio de los cargos de elección
popular a que aquél aspire, sino también a asegurar ese mismo principio de igualdad
para dicho cónyuge, concubino o pariente consanguíneo cuando decida participar en
un proceso electoral estatal distinto sobre el cual pesa la restricción intrapartidaria, de
tal manera que no se hace fáctica ni jurídicamente nugatorio el ejercicio del derecho
de ser votado en un proceso electoral en el partido político y, eventualmente, ordinario
local o federal.
En última instancia, se incurriría en un problema lógico de identidad puesto que
una norma estatutaria como la que es objeto de cuestionamiento en ciertos casos
sería discriminatoria por establecer medidas que, como se vio, restringen en forma
debida (esto es, constitucional, internacional y legalmente permitida) la participación
de una generalidad de sujetos (cónyuge, concubino o pariente consanguíneo, por
afinidad, en línea recta u horizontal hasta el segundo grado), y en otros no lo sería
porque asegurarían la igualdad en la contienda electoral para todos los militantes del
Partido de la Revolución Democrática, inclusive para dichos sujetos sobre quienes
pesa la restricción, como se estableció en el párrafo precedente.
Por otra parte, es necesario advertir que dicho tipo de restricciones se prevén de
manera ordinaria dentro del resto del sistema jurídico mexicano, como se aprecia con
los preceptos jurídicos que se citan más adelante y en el entendido de que también las
normas estatutarias forman parte de tal sistema, por lo cual se puede llegar a la
conclusión de que no se está en presencia de requisitos, circunstancias, condiciones,
modalidades, prohibiciones, restricciones o limitaciones que por su carácter inusitado,
inusual o excepcional sean arbitrarios, ilógicos o no razonables y sean inútiles para el
cuerpo de la militancia partidaria (esto es, dicha disposición es útil en la medida en que
preservan un principio de igualdad en la contienda intrapartidaria), y redunden en
beneficio para la preservación del orden en el partido (ya que previenen la realización
de conductas irregulares en el proceso electoral).
Esto es, con la previsión de este tipo de restricciones se busca asegurar que el
natural afecto cuya existencia es lógico suponer que ocurre entre familiares no sea
determinante para que se obtengan beneficios indebidos con quebranto de ciertos
fines que se busca preservar en el sistema jurídico. Lo anterior sin que se admita
como válida una conclusión por la cual se postule que al legislador sí le está permitido
incurrir en falacias de generalización que por el hecho de que el mismo lo advierta,
formalmente, no deban reputarse como falsas y sólo lo sean cuando las prevea un
partido político en un indebido ejercicio de su libertad autoorganizativa, puesto que
este auténtico proceder en los dos casos sería consecuencia de la necesidad de
establecer disposiciones de carácter preventivo que eviten la posibilidad de que un
actuar ilícito surta sus efectos en detrimento de la igualdad que debe prevalecer entre
todos, inclusive de la objetividad e imparcialidad y no por ello se incurriría en una
falacia accidental.
Esta situación es clara, cuando se establecen ciertas condiciones constitucionales
para ocupar un cargo de elección popular, por ejemplo, como acontece en los casos
de diputado o senador al Congreso de la Unión (artículos 55, fracciones IV y V, y 56 de
la Constitución federal) o Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (artículo 82,
fracciones IV, V y VI, de la propia Constitución federal), o bien, legales, como las
previstas para ser diputado o senador [artículo 7°, párrafo 1, incisos b), c) y d), del
código federal electoral], ya que en estas hipótesis normativas se debe pensar que la
racionalidad llevó al constituyente o legislador ordinario federal a prever este tipo de
medidas en que no se parte de indebidas generalizaciones a partir de supuestos casos
aislados sino de suposiciones que son lógicas y que llevan a establecer medidas
preventivas que preserven un principio de igualdad en la contienda electoral.
Lo anterior, se puede corroborar, a través de las siguientes transcripciones de
disposiciones jurídicas en que se limitan debidamente ciertos derechos fundamentales
en beneficio del orden público o el interés general, pero sobre todo, de un principio de
igualdad:

CÓDIGO CIVIL FEDERAL

I.- De las asociaciones


Artículo 2670
Cuando varios individuos convinieren en reunirse, de manera que no sea enteramente
transitoria, para realizar un fin común que no esté prohibido por la ley y que no tenga
carácter preponderantemente económico, constituyen una asociación.

Artículo 2679
El asociado no votará las decisiones en que se encuentren directamente interesados
él, su cónyuge, sus ascendientes, descendientes, o parientes colaterales dentro del
segundo grado.

CÓDIGO PENAL FEDERAL

Artículo 220
Comete el delito de ejercicio abusivo de funciones:
I.- El servidor público que en el desempeño, de su empleo, cargo o comisión,
indebidamente otorgue por sí o por interpósita persona, contratos, concesiones,
permisos, licencias, autorizaciones, franquicias, exenciones, efectúe compras o ventas
o realice cualquier acto jurídico que produzca beneficios económicos al propio servidor
público, a su cónyuge, descendientes o ascendientes, parientes por consanguinidad o
afinidad hasta el cuarto grado, a cualquier tercero con el que tenga vínculos afectivos,
económicos o de dependencia administrativa directa, socios o sociedades de las que
el servidor público o las personas antes referidas formen parte;

II.- El servidor público que valiéndose de la información que posea por razón de su
empleo, cargo o comisión, sea o no materia de sus funciones, y que no sea del
conocimiento público, haga por sí, o por interpósita persona, inversiones,
enajenaciones o adquisiciones, o cualquier otro acto que le produzca algún beneficio
económico indebido al servidor público o a alguna de las personas mencionadas en la
primera fracción.

Artículo 221
Comete el delito de tráfico de influencia:
...
III.- El servidor público que por sí, o por interpósita persona indebidamente, solicite o
promueva cualquier resolución o la realización de cualquier acto materia del empleo,
cargo o comisión de otro servidor público, que produzca beneficios económicos para
sí o para cualquiera de las personas a que hace referencia la primera fracción del
artículo 220 de este Código.

Artículo 225
Son delitos contra la administración de justicia, cometidos por servidores públicos los
siguientes:

XXV.- Nombrar síndico o interventor en un concurso o quiebra, a una persona que sea
deudor, pariente o que haya sido abogado del fallido, o a persona que tenga con el
funcionario relación de parentesco, estrecha amistad o esté ligada con él por negocios
de interés común; y

LEY DE ADQUISICIONES, ARRENDAMIENTOS Y SERVICIOS DEL SECTOR


PÚBLICO

Artículo 50
Las dependencias y entidades se abstendrán de recibir propuestas o celebrar contrato
alguno en las materias a que se refiere esta Ley, con las personas siguientes:

I. Aquéllas en que el servidor público que intervenga en cualquier etapa del


procedimiento de contratación tenga interés personal, familiar o de negocios,
incluyendo aquéllas de las que pueda resultar algún beneficio para él, su cónyuge o
sus parientes consanguíneos hasta el cuarto grado, por afinidad o civiles, o para
terceros con los que tenga relaciones profesionales, laborales o de negocios, o para
socios o sociedades de las que el servidor público o las personas antes referidas
formen o hayan formado parte;

LEY DE INSTITUCIONES DE CRÉDITO

Artículo 22.
El consejo de administración de las instituciones de banca múltiple estará integrado
por un mínimo de cinco y un máximo de quince consejeros propietarios, de los cuales
cuando menos el veinticinco por ciento deberán ser independientes.

En ningún caso podrán ser consejeros independientes:



VII. Cónyuges o concubinarios, así como los parientes por consanguinidad, afinidad o
civil hasta el primer grado respecto de alguna de las personas mencionadas en las
fracciones III a VI anteriores, o bien, hasta el tercer grado, en relación con las
señaladas en las fracciones I, II y VIII de este artículo, y

LEY DE OBRAS PÚBLICAS Y SERVICIOS RELACIONADOS CON LAS MISMAS

Artículo 51
Las dependencias y entidades se abstendrán de recibir propuestas o celebrar contrato
alguno en las materias a que se refiere esta Ley, con las personas siguientes:

I. Aquéllas en que el servidor público que intervenga en cualquier etapa del


procedimiento de contratación tenga interés personal, familiar o de negocios,
incluyendo aquellas de las que pueda resultar algún beneficio para él, su cónyuge o
sus parientes consanguíneos hasta el cuarto grado, por afinidad o civiles, o para
terceros con los que tenga relaciones profesionales, laborales o de negocios, o para
socios o sociedades de las que el servidor público o las personas antes referidas
formen o hayan formado parte;

LEY DEL MERCADO DE VALORES

Artículo 14 Bis
Se entenderá por consejeros independientes de las sociedades emisoras, aquellas
personas que seleccionadas por su experiencia, capacidad y prestigio profesional, en
ningún caso sean:

VII. Cónyuges o concubinarios, así como los parientes por consanguinidad, afinidad o
civil hasta el primer grado respecto de alguna de las personas mencionadas en las
fracciones III a VI anteriores, o bien, hasta el tercer grado, en relación con las
personas señaladas en las fracciones I y II de este artículo.

Artículo 14 Bis 3
Las sociedades emisoras que obtengan la inscripción de sus acciones en la Sección
de Valores del Registro Nacional de Valores, estarán sujetas a las siguientes normas:

IV...
Asimismo, las sociedades emisoras deberán estipular en sus estatutos sociales, en
cuanto al consejo de administración, que:

d) Será facultad indelegable del consejo aprobar las operaciones que se aparten del
giro ordinario de negocios y que pretendan celebrarse entre la sociedad y sus socios,
con personas que formen parte de la administración de la emisora o con quienes
dichas personas mantengan vínculos patrimoniales o, en su caso, de parentesco por
consanguinidad o afinidad hasta el segundo grado, el cónyuge o concubinario; la
compra o venta del diez por ciento o más del activo; el otorgamiento de garantías por
un monto superior al treinta por ciento de los activos, así como operaciones distintas
de las anteriores que representen más del uno por ciento del activo de la emisora;

Artículo 16 Bis 1
Para los efectos de esta Ley se presume tienen conocimiento de eventos relevantes
con carácter de información privilegiada relativa a las emisoras de que se trate:
...
IX. Al grupo de personas que tenga el veinticinco por ciento o más de las acciones
representativas del capital social de una emisora, relacionadas ya sea
patrimonialmente, como controladoras o sociedades integrantes de un mismo grupo
empresarial; el cónyuge o concubinario, y aquellas personas vinculadas por razón de
parentesco por consanguinidad o afinidad hasta el segundo grado o civil.

Artículo 17 Bis 4
...
En ningún caso podrán ser consejeros:

II. El cónyuge de un consejero;

Artículo 103
Los fideicomisos en los que intervengan las casas de bolsa en los términos del artículo
22, fracción IV, inciso d) de esta Ley, se regirán en lo conducente por lo dispuesto en
el Capítulo V del Título Segundo de la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito, debiéndose observar en todo caso lo siguiente:

IX.- En los contratos de fideicomiso y en la ejecución de los mismos, a los que se
refiere el presente artículo, a las casas de bolsa les estará prohibido:

a) Utilizar el efectivo, bienes, derechos o valores de los fideicomisos en los que la


fiduciaria tenga la facultad discrecional en el manejo de dichos activos, para la
realización de operaciones en virtud de las cuales resulten o puedan resultar deudores
o beneficiarios sus delegados fiduciarios; los miembros de su consejo de
administración propietarios o suplentes, estén o no en funciones; sus directivos o
empleados; sus comisarios propietarios o suplentes, estén o no en funciones; sus
auditores externos; los miembros del comité técnico del fideicomiso respectivo; los
ascendientes o descendientes en primer grado o cónyuges de las personas citadas;
las sociedades en cuyas asambleas tengan mayoría dichas personas o las mismas
casas de bolsa; así como aquellas personas que el Banco de México determine
mediante disposiciones de carácter general;

LEY FEDERAL DE INSTITUCIONES DE FIANZAS

Artículo 15
Las instituciones de fianzas deberán ser constituidas como sociedades anónimas de
capital fijo o variable con arreglo a lo que dispone la Ley General de Sociedades
Mercantiles, en cuanto no esté previsto en esta Ley y particularmente, a lo siguiente:

VIII Bis.- Los nombramientos de consejeros y contralor normativo de las instituciones
de fianzas se sujetarán a lo siguiente:

3.- En ningún caso podrán ser consejeros:

b) Los cónyuges de los mismos o las personas que tengan parentesco por
consanguinidad o afinidad hasta el segundo grado, o civil, con más de dos consejeros;

4.- Los consejeros independientes, así como los contralores normativos, deberán
además acreditar haber prestado por lo menos cinco años sus servicios en puestos de
alto nivel decisorio, cuyo desempeño requiera conocimientos y experiencia en materia
financiera, legal, administrativa o relacionada con la actividad afianzadora, y que en
ningún caso sean:

g) Cónyuges o concubinarios, así como los parientes por consanguinidad, afinidad
hasta el primer grado, o civil, respecto de alguna de las personas mencionadas en los
incisos c) a f) del numeral 3 de esta fracción o bien, hasta el tercer grado, en relación
con las personas señaladas en los incisos a), b), y h) del numeral 3 de esta fracción;

LEY FEDERAL DE RESPONSABILIDADES ADMINISTRATIVAS DE LOS


SERVIDORES PÚBLICOS

Artículo 8
Todo servidor público tendrá las siguientes obligaciones:

XI.- Excusarse de intervenir, por motivo de su encargo, en cualquier forma en la
atención, tramitación o resolución de asuntos en los que tenga interés personal,
familiar o de negocios, incluyendo aquellos de los que pueda resultar algún beneficio
para él, su cónyuge o parientes consanguíneos o por afinidad hasta el cuarto grado, o
parientes civiles, o para terceros con los que tenga relaciones profesionales, laborales
o de negocios, o para socios o sociedades de las que el servidor público o las
personas antes referidas formen o hayan formado parte.

El servidor público deberá informar por escrito al jefe inmediato sobre la atención,
trámite o resolución de los asuntos a que hace referencia el párrafo anterior y que
sean de su conocimiento, y observar sus instrucciones por escrito sobre su atención,
tramitación y resolución, cuando el servidor público no pueda abstenerse de intervenir
en ellos;

XIV.- Abstenerse de intervenir o participar indebidamente en la selección,
nombramiento, designación, contratación, promoción, suspensión, remoción, cese,
rescisión del contrato o sanción de cualquier servidor público, cuando tenga interés
personal, familiar o de negocios en el caso, o pueda derivar alguna ventaja o beneficio
para él o para las personas a las que se refiere la fracción XI;

LEY GENERAL DE SOCIEDADES MERCANTILES

Artículo 165
No podrán ser comisarios:
III.- Los parientes consanguíneos de los Administradores, en línea recta sin limitación
de grado, los colaterales dentro del cuarto y los afines dentro del segundo.

LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN

Artículo 146
Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los magistrados de
circuito, los jueces de distrito, los miembros del Consejo de la Judicatura federal y los
jurados están impedidos para conocer de los asuntos, por alguna de las causas
siguientes:

I, Tener parentesco en línea directa sin limitación de grado, en la colateral por


consanguinidad hasta el cuarto grado y en la colateral por afinidad hasta el segundo,
con alguno de los interesados, sus representantes, patronos o defensores;

III. Tener interés personal en el asunto, o tenerlo su cónyuge o sus parientes, en los
grados que expresa la fracción I de este artículo;

IV. Haber presentado querella o denuncia el servidor público, su cónyuge o sus


parientes, en los grados que expresa la fracción I, en contra de alguno de los
interesados;

V. Tener pendiente el servidor público, su cónyuge o sus parientes, en los grados que
expresa la fracción I, un juicio contra alguno de los interesados o no haber transcurrido
más de un año desde la fecha de la terminación del que hayan seguido hasta la fecha
en que tome conocimiento del asunto;

VI. Haber sido procesado el servidor público, su cónyuge o parientes, en los grados
expresados en la misma fracción I, en virtud de querella o denuncia presentada ante
autoridades, por alguno de los interesados, sus representantes, patronos o
defensores;
VII. Estar pendiente de resolución un asunto que hubiese promovido como particular,
semejante a aquél que le es sometido para su conocimiento o tenerlo su cónyuge o
sus parientes en los grados expresados en la fracción I;

XV. Ser cónyuge o hijo del servidor público, acreedor, deudor o fiador de alguno de los
interesados;

Por otra parte, es convicción de quienes suscribimos el presente voto particular


que el núcleo del precepto estatutario objeto de análisis es conforme con los principios
republicano, democrático y de igualdad establecidos en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos. En tal sentido, lejos de constituir, por sí misma, una
limitación estatutaria a un derecho político fundamental (como lo sostiene la mayoría),
la normativa partidaria bajo estudio reproduce y, con ello, da contenido y aplicación en
el interior de la vida partidaria, a los principios constitucionales invocados, rectores en
un Estado constitucional democrático de derecho, en cabal cumplimiento a la
obligación legal que tiene el partido político de garantizar el derecho de todos sus
afiliados para participar, en condiciones de igualdad, en el correspondiente
procedimiento democrático de selección interna de candidatos a cargos de elección
popular, en el entendido de que, en ejercicio de su derecho constitucional y legal a la
libre auto-organización y a fin de ajustarse a los principios del Estado democrático, con
el objeto de compatibilizar y lograr la armonización y plena realización y ejercicio de
los derechos y libertades fundamentales por parte de todos los afiliados, evitando
privilegiar el derecho individual de sólo alguno de ellos, lo cual podría vulnerar y hacer
nugatorios los derechos fundamentales de los demás afiliados, como se explica a
continuación.
Así, según lo establecido por el constituyente, es voluntad del pueblo mexicano
constituirse en una República, en tanto que el principio republicano implica, entre otros
aspectos, impedir que una persona, dinastía o grupo de personas se perpetúen en el
poder, mediante la renovación periódica, preestablecida, y a través del sufragio libre,
de quienes ocupan los cargos públicos de elección. Por ende, el principio republicano
conlleva que la sucesión y sustitución del gobernante sea a través de elecciones
democráticas e igualitarias, y no por reelecciones o sucesiones hereditarias que
arraigan a una dinastía en el poder político, pues este último tipo de mecanismos de
acceso a cargos públicos, que favorecen la permanencia vitalicia en los mismos de
determinado grupo de personas mediante su transmisión al miembro de familia a quien
corresponda, según la norma o costumbre, es característica indiscutible de las
monarquías.
Es más, de lo que se trata es evitar una regresión a estadios propios de
regímenes no democráticos, en cierto grado semejantes a lo que los teóricos
denominan sultanatos, en los cuales existe un uso personalista y particularista del
poder público, sin sujeción a regla alguna ni a una cierta ideología política, en la que la
familia del gobernante a menudo desempeña un papel político prominente,
apropiándose indebidamente de funciones públicas, en donde el interés particular se
confunde con el interés público (Juan J. Linz, Totalitarian and Authoritarian Regimes,
en Macropolitical Theory, Fred I. Greenstein y Nelson W. Polsby, editores, Reading,
Massachussetts, Addison Wesley, pp. 259-269).
Acorde con lo anterior, desde la perspectiva de los suscritos, en el derecho
electoral mexicano destaca como principio fundamental o sustancial, previsto
expresamente en el artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, que la renovación de los poderes Legislativo y Ejecutivo se realizará
mediante elecciones libres, auténticas y periódicas, ya que ello consagra valores
supremos del orden jurídico mexicano en su conjunto y, por ende, del derecho
electoral mexicano, esto es, valores propios de un Estado constitucional democrático
de derecho. Por tal motivo, el derecho electoral mexicano se integra por aquellas
disposiciones jurídico-positivas que permiten actualizar no sólo la soberanía popular,
sino nuestra naturaleza de República representativa, democrática y federal (artículos
39, 40 y 41 constitucionales).
De igual manera, al pretender evitar que una o varias personas vinculadas al
poder público rompan por ese hecho con el principio de igualdad en las contiendas
intrapartidarias de selección de candidatos, el precepto estatutario de mérito también
hace que deban observarse en forma imperativa e inexcusable determinados
principios, entre ellos, el de igualdad en la contienda, y el consistente en que las
elecciones sean libres, auténticas y periódicas. Principios que no se alcanzarían si se
permitiese que determinada persona o personas vinculadas al poder público
participaran en los procesos intrapartidarios de selección de candidatos, pues ello
vulneraría evidentemente la igualdad en la contienda al encontrarse dichos individuos
en posición de privilegio o ventaja indebida, en tanto que, de la misma manera, se
viciaría la libertad y autenticidad de los comicios internos al existir en favor de uno de
los contendientes la presencia y efecto indiscutible de la cercanía con el poder y su
ejercicio. A su vez, en nuestro concepto, se vulneraría también la periodicidad
ordenada como calidad de una elección democrática, en cuanto a que, si bien
formalmente habría la apariencia de renovación, en los hechos se actualizaría el
fenómeno de permanencia de un mismo grupo de personas que se perpetuaría en la
ocupación y ejercicio del poder público.
Resulta incuestionable que un principio que debe prevalecer en toda contienda
electoral es el de equidad, que tiende a evitar que alguno o algunos de los
contendientes participen con ciertas ventajas, sea de orden económico, o de cualquier
otra índole. De hecho, un buen número de las disposiciones que rigen los procesos
electorales tienden a propiciar tales condiciones. Así por ejemplo, además de las
normas que rigen el financiamiento de los partidos políticos y las erogaciones en
gastos de campaña, existen otras diversas prohibiciones. A título de ejemplo, podemos
citar aquellas prohibiciones que como requisitos de elegibilidad de orden negativo se
encuentran previstas en las leyes electorales, para que los contendientes a un cargo
de elección popular no ostenten la titularidad de un determinado cargo en el servicio
público y, en su caso, se retiren con una antelación prudente para evitar la presunción
de que pudieran aprovecharse de su posición para obtener una ventaja indebida.
Hasta ahora, nadie ha sostenido que tales prohibiciones vulneran el derecho político-
electoral de ser votado, por el contrario, se ha declarado la inelegibilidad de quienes se
han encontrado en tales supuestos; para ello, nadie ha estimado que debía estar
probado que todos los detentadores de cargos públicos utilizan indebidamente
recursos propios de su función para sustentar la validez intrínseca de la norma, con
independencia de que a misma la hubiera establecido el propio legislador, por el
contrario se ha reconocido el valor que tutelan, tanto como su validez formal y
material. Nadie ha cuestionado que tiende a salvaguardar el principio de equidad, la
norma que prohíbe la publicitación de obra pública en etapas previas a la jornada
electoral, antes bien, se ha reconocido que tal difusión propende a constituirse en una
actividad proselitista a favor de los candidatos del partido del que emana el propio
gobierno que tiene a sus cargo tales obras públicas.
Ahora bien, si a través de disposiciones de tal contenido, se tiende a evitar la
actividad que pudiera realizar un militante de un partido político posicionado en un
cargo público, en favor de su propio partido y sus correligionarios, no es dable en este
caso soslayar que vínculos mayormente estrechos no pueden generar o propiciar la
misma proclividad a brindar un beneficio desde una posición de poder, y sí, por el
contrario, se sostiene que se vulnera la garantía de igualdad, cuando ésta, por
naturaleza propia, encuentra su sustento en reconocer un trato igual a los iguales y
desigual a los desiguales, pretendiendo que se encuentran en las mismas condiciones
para contender, aquella persona que se encuentra vinculada por lazos de parentesco
a un funcionario público que ostenta precisamente el mismo cargo al que se pretende
acceder, que aquellas otras que ningún vínculo de semejante naturaleza tienen,
aduciendo que se impone una restricción indebida al derecho político-electoral de la
primera, violentando el derecho fundamental de igualdad.
Contrariamente a ello, el reconocer que tales personas guardan un vínculo de muy
particular naturaleza y contenido, pues va más allá de un interés puramente partidista,
de la lealtad a una institución política o a sus correligionarios, o de la comunidad de
ideales políticos y sociales, por esa sola circunstancia se coloca en una situación de
una ventaja indebida que, precisamente, vulnera el derecho de igualdad y rompe con
el mismo principio que debe prevalecer en las contiendas electorales democráticas, al
interior de un partido para obtener una postulación, como para acceder a un cargo
público.
Sin duda alguna, al interior de los institutos políticos, aquellos militantes que han
logrado acceder a un puesto de elección popular, guardan una situación particular
frente al resto de los militantes, no obstante que formalmente tengan el mismo status.
La participación de personas vinculadas a ellos por lazos de parentesco, en la propia
contienda interna, bien podría verse beneficiada, incluso sin que para ello tuviera que
incurrirse en irregularidad alguna, por el simple parentesco, que de suyo, puede
constituirse en la misma situación de ventaja. Lo mismo cabe sostenerse frente a una
contienda para acceder al cargo público de que se trate, pues como antes se ha
razonado, no se ubicaría en el supuesto de un simple correligionario el que
pretendería ocupar tal cargo, sino de un familiar.
Ahora bien, cabe destacar, como la propia mayoría lo reconoce, que tales
principios que pretende salvaguardar en el interior del partido político el precepto
estatutario bajo análisis, no sólo están previstos en la Constitución federal del Estado
mexicano, sino incluso en instrumentos internacionales de carácter obligatorio como el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículos 2o, párrafos 1 y 2; 3o,
párrafo primero; 25 y 26), y la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(artículos 1°, párrafo 1; 2o, párrafo primero; 23; 29; 30 y 32), en los que, a efecto de
evitar privilegios o ventajas indebidas de persona o grupo de personas, se prevé que
habrán de tomarse medidas oportunas que permitan el ejercicio de los derechos del
voto activo y pasivo de los ciudadanos en elecciones periódicas y auténticas, por
medio del sufragio universal e igual, que aseguren en condiciones generales de
igualdad el acceso a las funciones públicas. Asimismo, en dichos ordenamientos se
acentúa que no se permitirá que persona o grupo de personas supriman el ejercicio o
goce de derechos y libertades, debiendo aplicar las restricciones permitidas a su goce
y ejercicio conforme a las normas que se dicten por razones de interés general, y con
el propósito para el cual han sido establecidas, así como atendiendo a los derechos de
los demás, la seguridad de todos y las justas exigencias del bien común en una
sociedad democrática. Lo anterior, como se expone en el presente voto, en el
entendido de que el precepto estatutario impugnado tiende a garantizar la igualdad de
todos sus militantes en los procesos internos de selección de candidatos, evitando que
determinada persona o grupo de personas que ostentan o tienen cercanía con el
poder público se sirvan del mismo para obtener privilegios o gozar de ventajas
indebidas que podrían influir en tales procesos internos de selección.
En opinión de los suscritos, el cuestionado precepto estatutario confirma y
coincide también con lo resuelto por esta Sala Superior al determinar los requisitos
que deben observar los estatutos de un partido político para poder ser considerados
democráticos, lo cual quedó establecido en la tesis relevante de rubro: ESTATUTOS
DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS. ELEMENTOS MÍNIMOS QUE DEBEN CONTENER
PARA CONSIDERARSE DEMOCRÁICOS (Informe 2002-2003 del Presidente del
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, páginas 226 y 227), dentro de
los cuales, en lo conducente al caso particular, mencionaría esencialmente el de
igualdad para que cada ciudadano participe con igual peso respecto de otro, y el de la
existencia de procedimientos de elección donde se garantice para los afiliados,
miembros o militantes la igualdad en el derecho a elegir dirigentes y candidatos, así
como la posibilidad de ser elegidos como tales, ya sea mediante el voto directo de los
afiliados o a través del indirecto, el cual puede ser secreto o abierto, siempre que el
procedimiento garantice la libertad en la emisión del sufragio.
Asimismo, es importante destacar también que, ante la ausencia de mecanismos
internos de control que pudiesen garantizar la igualdad en la contienda intrapartidaria
de selección de candidatos, y favoreciendo la implantación de medidas preventivas
más que la expedición de disposiciones correctivas, se justifica, a juicio de los
suscritos, que el partido político de mérito, en ejercicio de su derecho constitucional y
legal a su libre auto-organización, pretenda alcanzar los principios aludidos mediante
la previsión de reglas como la contenida en el precepto estatutario bajo estudio.
No es obstáculo a lo anterior que en la legislación electoral puedan encontrarse
los remedios suficientes para una posible situación de irregularidad en las contiendas
electorales y que frente a una situación de indebida ventaja que se hubiera propiciado
se imponga una sanción al partido político, a su candidato, o peor todavía, que se
pudiera decretar la nulidad de una elección, con todos los efectos que ello conlleva,
cuando tal circunstancia, siendo razonable y previsible, pudo evitarse mediante una
norma de carácter preventivo.
Cabe tener presente que el orden jurídico no tiende preminentemente a ser
represivo, sino mayormente preventivo, regulando las situaciones que se pueden dar
dentro de circunstancias ordinarias, propias del acontecer natural de las cosas,
tendiendo hacia un deber ser que alcance un cierto orden ideal, previendo y
previniendo de antemano las posibles situaciones que pudieran contrariarlo o romperlo
y, sólo en casos extremos en que no obstante ello, se quebrante, los remedios
atinentes para su reestablecimiento o las sanciones que resulten aplicables.
En razón de lo anterior, es que se estima que la condicionante estatutaria de que
se trata, no debe tenerse por violatoria del derecho fundamental de igualdad, ni
restrictiva del derecho pasivo de voto, pues tiende a salvaguardar uno de los principios
que rigen las contiendas democráticas en nuestro país, como es el de igualdad.
De conceder con el criterio que asume la mayoría, habrían de tenerse
inconstitucionales todos aquellos requisitos que los institutos políticos imponen a su
militancia para la postulación de una candidatura, mismos que se examinan en la
ejecutoria, tales como una determinada antigüedad, o el haber ocupado previamente
cargos públicos, o el no haber detentado un cargo de dirigente partidista, pues todos
ellos resultan en exceso de lo previsto en la Constitución Federal y en las leyes
electorales y, por ende, habría que concluir vulneran el derecho fundamental de
igualdad, lo que deviene inaceptable y vulnera el principio de auto-organización que
este Tribunal ha concedido priva en el régimen interno de los partidos políticos
nacionales.
Por consiguiente, desde nuestro punto de vista, si el derecho político-electoral del
ciudadano a ser votado no es absoluto sino que se trata de un derecho fundamental
de base o consagración constitucional y configuración legal, es indudable que
válidamente pueden establecerse ciertas delimitaciones al referido derecho, con el
objeto de posibilitar su ejercicio y armonizarlo con otros derechos igualmente valiosos
y determinados principios, valores o fines constitucionales, como lo sería por ejemplo,
el principio de equidad que consiste en tratar igual a los iguales y desigual a los
desiguales. Así, de declararse la inconstitucionalidad del precepto estatutario
cuestionado, implicaría aceptar que una persona obtenga la ventaja natural que le da
la cercanía con el titular del cargo que se pretende suceder, por la relación de
parentesco que aquella persona tiene, de modo que se estaría colocando en una
posición de desventaja a aquellos que no se encuentra en esa misma circunstancia, lo
que reflejaría que se esté tratando de manera igual a quienes no los son.
En este sentido, la disposición estatutaria prevista en el inciso h) del párrafo 7 del
artículo 14 del Estatuto del Partido de la Revolución Democrática, no representa, por sí
misma, una vulneración de las normas y principios constitucionales, pues si bien,
constituye una limitación, ello debe entenderse que deriva de la propia Constitución,
por cuanto que en su artículo 35, remite a la legislación ordinaria en lo relativo a las
calidades que debe reunir el ciudadano que pretenda ser votado para un cargo de
elección popular, dado que, como esta Sala Superior lo determinó en el juicio
identificado con la clave SUP-JDC-803/2002, ni la Constitución Federal ni los tratados
internacionales prohíben las limitaciones o restricciones legales a los derechos
político-electorales, sino que lo que prohíben es que tales limitaciones o restricciones
sean irracionales, injustificadas, desproporcionadas o que se traduzcan en privar de su
esencia a cualquier derecho, fin, principio o valor constitucional o electoral
fundamental.
En este caso, en nuestro concepto, no se trata de una limitación irracional,
injustificada o desproporcionada, dado que su finalidad es evitar que se introduzcan
elementos que pudieran propiciar la desigualdad entre los miembros del partido
político, derivada de la relación de parentesco que uno de ellos pudiera tener con el
titular del cargo de elección popular a quien se aspira a suceder, eso por un lado, y por
otro, se trata de una norma que solamente limita respecto del mismo cargo del que es
titular la persona con la que se tiene la relación de parentesco y únicamente por lo que
ve al período inmediato, de manera que desaparecida esa circunstancia todo miembro
del partido político queda en posibilidad de participar en los procesos de elección
interna para ocupar cualquier cargo.
Es opinión de los suscritos que el precepto estatutario bajo estudio de manera
alguna resulta discriminatorio ni, por tanto, contraviene lo previsto en el artículo 1°,
párrafo tercero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en tanto
que no implica, como lo sostiene la mayoría, un caso de discriminación motivada por el
estado civil de la persona. Ello es así, en razón de que en términos de lo previsto en el
artículo 5o, fracción VIII, de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación,
no se considerarán conductas discriminatorias, en general, todas las que no tengan el
propósito de anular o menoscabar los derechos y libertades o la igualdad de
oportunidades de las personas ni de atentar contra la dignidad humana, siendo que,
como ya se expone en el presente voto particular, lejos de vulnerar o hacer nugatorio
un derecho fundamental, se garantiza el acceso, en condiciones generales de
igualdad, a los cargos públicos, pues la finalidad primordial de la norma estatutaria
cuestionada consiste precisamente en ello, es decir, en asegurar el derecho de todos
los afiliados del partido político para acceder en iguales condiciones a las funciones
públicas a través de su postulación como candidatos a los cargos de elección popular,
evitando que determinada persona o grupo de personas se privilegien u obtengan
ventajas indebidas en razón de su cercanía con el poder público, armonizando,
potenciando y maximizando los derechos fundamentales de todos los afiliados, sin
privilegiar el de alguno de ellos en detrimento del de los demás.
Por estas razones, consideramos que se debe revocar la parte relativa de la
resolución impugnada, a efecto de determinar que debe declararse la procedencia
constitucional y legal de la disposición establecida en el inciso h) del párrafo 7 del
artículo 14 del Estatuto del Partido de la Revolución Democrática.

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