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3.9.

- Sociedad Economía y Cultura en el siglo XVIII

La sociedad el siglo XVIII se caracterizará por un continuismo del siglo anterior. Una
sociedad estamental caracterizada por el Inmovilismo social y la desigualdad jurídica.
Esto es, los dos estamentos privilegiados, Nobleza y Clero, representaban el 10% de la
población, acaparaban todos los cargos en la administración y el ejército, y aunque
poseían la mayor parte de la tierra seguían exentos de pagar impuestos, gozando de
privilegios sociales, penales y judiciales. El tercer Estado, el pueblo, heterogéneo y
mayoritario, seguía soportando la mayor carga fiscal y carecía de privilegios. En él se
incluía el campesinado (sector mayoritario), la burguesía artesanal, comerciantes y una
incipiente burguesía industrial y bancaria.
En el terreno económico se aprovechó la buena coyuntura europea, se aumentó la
producción agraria gracias más a nuevas roturaciones de tierras que a adelantos
técnicos, lo cual repercutió en un considerable aumento de la población. El comercio
fue también una preocupación borbónica. Si bien el interior tuvo un desarrollo menor
dadas las dificultades de comunicación terrestre, el comercio exterior, sobre todo con
América, centrado primero el monopolio en Cádiz, y más tarde los Decretos de Libre
Comercio abrieron definitivamente los intercambios directos a otros puertos
peninsulares. No obstante los gremios (a los que se les combatió con el Domestic
System y las Manufacturas Reales), la propiedad vinculada y las frecuentes crisis de
subsistencia, frenaron el desarrollo económico que en otras partes de Europa era
patente.
La cultura ilustrada fue el fundamento intelectual del siglo XVIII, aunque en España fue
moderada en su alcance por la influencia del clero, la indiferencia de la aristocracia y la
ignorancia de las clases populares. En el pensamiento ilustrado la racionalidad y la
utilidad eran las bases del progreso y la felicidad, y los ilustrados teorizan sobre el
protagonismo de la Monarquía (Despotismo Ilustrado de Carlos III) como motor de la
modernización. Se basan en la crítica y el combate a las supersticiones de la cultura
popular (Feijoo, Mayans) para el perfeccionamiento social, la aplicación del
conocimiento científico al bienestar general (Jorge Juan, Malaspina, Celestino Mutis),
la finalidad didáctica de la creación literaria y artística (Cadalso, Moratín, Iriarte y
Samaniego) y la prioridad del fomento económico, desde el mercantilismo de Ulloa, la
fisiocracia de Campomanes o el preliberalismo de Jovellanos que redacta el Expediente
de la Ley Agraria. Entre los instrumentos de difusión y acción reformista destacaron las
Academias (de la Lengua, Historia, de Bellas Artes de San Fernando), las Sociedades
Económicas de Amigos del País que fomentan el desarrollo económico de sus
respectivas regiones, las tertulias y los salones. Los ilustrados españoles hicieron de la
educación el objetivo prioritario para cambiar el país, con la necesidad de imponer una
enseñanza útil y práctica, pero las universidades, en general, se mostraron reacias a las
nuevas ideas

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