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- Y, en segundo lugar, los bienes PATRIMONIALES, ya que por los mismos entendemos aquellos que
siendo de titularidad de las Administraciones Públicas, no tengan carácter demanial.
En síntesis, podemos afirmar que, todos los bienes y derechos de titularidad pública son de
naturaleza patrimonial salvo los que estén destinados al uso general o al servicio público, que se
califican de demaniales.
La noción de dominio público no aparece, sin embargo, hasta fines del siglo XVIII. Va a ser en ese
momento cuando aparece el Dominio Público como una excepción al régimen general de
alienabilidad de los bienes de la Corona: su mención se hace mediante la referencia a los caminos,
las calles, plazas, los ríos, las playas y riberas de la mar, los puertos, la radas, y, en general, todas las
porciones del territorio nacional que no son susceptibles de propiedad privada, los cuales son
considerados como dependencias del dominio público.
El último siglo de historia ha aportado muchas novedades normativas al régimen general de los
bienes públicos, el cual ha sufrido una evolución un tanto atípica. Así, podemos diferenciar:
a) El régimen de los bienes de dominio público: Los bienes de dominio público han carecido hasta
fechas muy recientes de una disciplina normativa común
b) El régimen de los bienes patrimoniales: La titularidad de bienes por parte de los entes públicos
es, como antes vimos, muy anterior al surgimiento del Estado constitucional.
Todos los bienes y derechos públicos gozan de un régimen exorbitante de protección, que, con
distintas intensidades garantiza su integridad y su destino a un fin público. Para la defensa de los
patrimonios públicos, el ordenamiento jurídico otorga a las Administraciones titulares un elenco de
facultades y potestades. Con carácter general, las Administraciones están obligadas a proteger y
defender su patrimonio, de manera que protegerán adecuadamente los bienes y derechos que lo
integran, procurarán su inscripción registral, y ejercerán las potestades administrativas y acciones
judiciales que sean procedentes para ello.
Estas técnicas de protección pretenden garantizar, tanto la titularidad y la posesión pública de los
bienes (inventarios, catálogos y registros, investigación, deslinde, interdictos, desahucio, privilegio
de inembargabilidad) como su destino o concreta afectación (servidumbres y limitaciones de las
propiedades colindantes), creándose para ello un sistema sancionador. Finalmente, hay que
señalar que existen privilegios predicables de todos los bienes públicos, y otros de se limitan a los
bienes de dominio público y a los comunales (inalienabilidad e imprescriptibilidad).
Ya para terminar, el TC parece consolidar una tercera categoría de bienes, intermedia entre los
demaniales y los patrimoniales: los bienes patrimoniales afectos (Pueden ser inembargables) Es
cierto que el privilegio de la inembargabilidad no tiene sentido para los bienes patrimoniales; pero
esta interpretación sólo es predicable de aquellos que no estén materialmente afectados a un
servicio público o a una función pública. Dicho en otras palabras, el TC parece reconocer la
existencia de unos bienes patrimoniales afectados a un uso o servicio público, que no por ello
pierden su condición de patrimoniales. Esta interpretación es cuestionable sumamente; en efecto,
el TC no ha solucionado la contradicción que supone afirmar que la nota característica del régimen
demanial es la afectación, y afirmar al mismo tiempo que existen bienes afectos que no son
demaniales, sino que conservan su naturaleza patrimonial. à si que pueden ser embargados.
Por ello, la restricción del privilegio de la inembargabilidad se limita al ámbito del Patrimonio del
Estado (artículo 30.3 LPAP y 23 LGP) y al de las Entidades Locales (artículo 173.2 TRLHL). Algunas
leyes de patrimonio autonómicas siguen, por el contrario, extendiendo el privilegio de la
inembargabilidad de los bienes patrimoniales, con carácter absoluto, sin tener en cuenta la
doctrina constitucional citada.
La LPAP impone a las Administraciones Públicas la obligación de inventariar los bienes y derechos
que integran su patrimonio, haciendo constar con el suficiente detalle, las menciones necesarias
para su identificación y las que resulten precisas para reflejar su situación jurídica y el destino o
uso al que están siendo dedicados (artículo 32 LPAP).
En el ámbito del Patrimonio del Estado se crea un Inventario General de Bienes y Derechos del
Estado, cuya estructura, organización y contenido regula la propia LPAP.
Por su parte, la normativa sectorial ofrece otros ejemplo de catálogos y registros de bienes y
derecho públicos; el prototipo de ellos es el Catálogo de Montes de Utilidad Pública (art. 16 Ley de
Montes); en el ámbito de las Aguas, existe el Registro de Aguas, los Libros Registro mineros, etc.
EL REGIMEN REGISTRAL DE LOS BIENES Y DERECHOS PUBLICOS.
Por ello la legislación local y autonómica abrió la puerta a la inscripción en el Registro de todo tipo
de bienes públicos, de modo que, en la práctica, muchos bienes demaniales se encuentran
efectivamente inscritos.
Según el artículo 41 LPAP, las Administraciones Públicas tienen las siguientes facultades y
prerrogativas para la defensa de su patrimonio:
Desahuciar en vía administrativa a los poseedores de los inmuebles demaniales una vez
extinguido el título que amparaba la tenencia.
Estamos ante potestades o prerrogativas de poder público, y por tanto, los recursos frente a su
ejercicio abusivo corresponden a la jurisdicción contencioso-administrativa.
Existe una diferencia esencial entre el reintegro posesorio de los bienes de dominio público y los
patrimoniales. En efecto, mientras que la recuperación de oficio de bienes demaniales puede
hacerse en cualquier momento, ya que el dominio público es imprescriptible, la de los bienes
patrimoniales debe hacerse en el plazo de un año a contar desde la usurpación o despojo.
Transcurrido dicho plazo, que es el general previsto en el Código Civil, la Administración debe de
acudir a la jurisdicción civil.
En el régimen básico de la LPAP, la potestad de desahucio sólo puede ejercitarse para los bienes de
dominio público, y no lleva aparejada indemnización alguna. En la legislación si que aparece
desahucio de bienes patrimoniales.
6. Régimen sancionador: Una de las novedades de la LPAP ha sido incluir un Título IX dedicado al
régimen sancionador.
3.TRAFICO JURIDICO.
Los bienes patrimoniales son, en tanto que bienes de propiedad privada, disponibles por las
Administraciones titulares de los mismos, y sometidos a principios de eficiencia y economía en su
gestión , eficacia y rentabilidad en su explotación. No obstante, esta disponibilidad no es
equiparable a la que pueda tener un propietario privado sobre sus bienes y, aunque los bienes
patrimoniales sean objeto de contratos típicos del Derecho civil y mercantil, se rigen por normas
especiales de naturaleza jurídico-pública.
Todos los contratos de gestión patrimonial tienen la consideración de contratos privados y, por
tanto, asumiendo el principio consagrado ya en la legislación contractual, se regirán en cuanto a su
preparación y adjudicación por la LPAP y por la legislación de contratos de las Administraciones
públicas. En cambio, sus efectos y extinción se regirán por la LPAP y las normas de derecho privado.
Por eso, en la aplicación de la doctrina de los actos separables, los actos dictados en la preparación
y adjudicación de los contratos podrán ser impugnados ante el orden jurisdiccional
contenciosoadministrativo; mientras que las controversias que surjan sobre sus efectos y extinción
corresponden a la jurisdicción civil.
La gestión patrimonial de los bienes patrimoniales de las Administraciones públicas está sometida
al principio de libertad de pactos, aunque la Administración pública puede concretar las cláusulas y
condiciones que tenga por conveniente, siempre que no sean contrarias al ordenamiento jurídico o
a los principios de buena administración.
ENAJENACION Y GRAVAMEN
Una de las grandes diferencias entre los bienes demaniales y los patrimoniales es que éstos son
plenamente enajenables, aunque existen ciertas cautelas o límites impuestos por el ordenamiento
jurídico.
Por lo que se refiere a la forma de enajenación, la LPAP establece, en su artículo 137, tres
modalidades: subasta, concurso o adjudicación directa. La subasta podrá celebrarse al alza o a la
baja, y, en su caso, con presentación de posturas en sobre cerrado; podrá acudirse igualmente a
sistemas de subasta electrónica.
Finalmente, se podrá acordar la adjudicación directa en una serie de supuestos que establece el
apartado 4º del artículo 137 LPAP.
Tratándose de bienes patrimoniales locales, la enajenación requiere un quórum especial del Pleno,
cuando su cuantía exceda del 20 % de los recursos ordinarios del presupuesto, y, en ciertos casos,
la autorización de la Comunidad Autónoma.
La permuta supone, a la vez, una adquisición y una enajenación de bienes patrimoniales. Se trata,
por tanto, de una figura intermedia, con requisitos especiales. La LPAP admite la permuta de
bienes patrimoniales previa tasación pericial encaminada a determinar que los bienes que se
permutan tienen un valor semejante, y, en cualquier caso, que la diferencia de valores no excede
un determinado porcentaje
PATRIMONIO NACIONAL
El Patrimonio Nacional se define como el conjunto de bienes de titularidad del Estado destinados
al uso y servicio del Rey y de la familia real para el ejercicio de las funciones que la Constitución le
asigna. No debe, por lo tanto, confundirse con el Patrimonio del Estado, pese a ser ambos de
titularidad estatal.
La Ley realiza una enumeración exhaustiva de los bienes que integran el Patrimonio Nacional,
entre los que se encuentra el Palacio Real de Oriente, el Palacio Real de La Zarzuela, incluyendo
también los bienes muebles contenidos en dichos Reales Palacios, así como los derechos de
gobierno y administración de las fundaciones conocidas como Reales Patronatos.
La gestión y administración de los bienes del Patrimonio Nacional se encomienda a una entidad
pública denominada Consejo de Administración del Patrimonio Nacional. Los bienes que integran
dicho Patrimonio Nacional tienen un régimen muy similar al dominio público, ya que son
inalienables, imprescriptibles e inembargables. Además deben ser inscritos en el Registro de la
Propiedad.
La LPAP regula por primera vez en una Ley de carácter patrimonial el denominado Patrimonio
empresarial de la Administración General del Estado. Forman parte de dicho patrimonio
empresarial las acciones, títulos, valores, obligaciones, obligaciones convertibles en acciones,
derechos de suscripción preferente, contratos financieros de opción, contratos de permuta
financiera, créditos participativos y otros susceptibles de ser negociados en mercados secundarios
organizados que sean representativos de derechos para la Administración General del Estado o sus
organismos públicos, así como los fondos propios expresivos de la aportación de capital del Estado
y de las Entidades Públicas Empresariales.