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I. Cosmología
1. Concepto de cosmología
Los primeros filósofos fueron cosmólogos, pues lo que primeramente se conoce es el
mundo material, es decir, el Cosmos. Lo primero que aparece ante los sentidos son los
fenómenos naturales, como las estaciones, los cambios atmosféricos, etc., y lo que intentan
es dar una explicación por las causas de todas las realidades que les asombran. Además, el
hombre no sólo se queda en una contemplación estática de la naturaleza, sino que intenta
dominarla por la técnica.
2. El objeto de la cosmología
2. 1. Objeto material
- Cuerpos: son las realidades observables, extensas, en la mayoría de los casos sólidas, y
poseen cada una de ellas cierta unidad (p. ej.: un cigarro, un vaso, etc.).
- Ente sensible: son aquellos seres que nosotros podemos percibir por los sentidos
externos.
- Ente físico o móvil: es aquel ser que pertenece al mundo físico, que posee capacidad de
movimiento por ser compuesto de acto y potencia. En cosmología nos referimos
principalmente a las realidades corpóreas (no a las incorpóreas, como es Dios).
- Ente material: nos referimos a aquellos entes que poseen materia. A la cosmología
corresponde definir el concepto de materia.
A través de la experiencia sensible vemos que las realidades sufren modificaciones (p. ej.:
crecen, cambian de color, van de un lugar a otro, etc.) y no obstante siguen siendo las
mismas, no cambian. Llamamos substancia a lo que permanece y accidente a lo que cambia.
2. Noción de substancia
Después de haber visto las tres propiedades de la substancia podemos decir que ésta es el
ente en el sentido más pleno y completo, es decir, lo que principalmente es. Por eso, el
término «ser» es análogo y conviene principalmente a la substancia y sólo de un modo
derivado a los accidentes. Y también la definición de substancia es análoga y habrá tantos
tipos de substancia como modos de subsistir.
Aunque los sentidos no llegan a lo que es la substancia, pues lo que conocen son las
cualidades y las cantidades (el color, el peso, la figura, etc.), tenemos que afirmar que la
substancia es inteligible en sí misma. Por eso, la «visión» de las substancias no es a través
de los sentidos, sino del intelecto (p. ej.: de Antonio puedo captar por los sentidos cualquier
tipo de accidente, pero si quiero conocer a Antonio como persona -substancia racional). Sólo
podré conocer lo que es una substancia si antes he percibido por los sentidos los accidentes
(p. ej.: habiendo visto muchas veces una palmera con la forma del tronco y la disposición de
las hojas podré llegar a conocer lo que es dicha palmera.
4. Los accidentes
Como ya hemos dicho, los accidentes son aquellas realidades a quienes compete ser en
otro, es decir, inhieren en la substancia como en su sujeto.
Con relación a la substancia, no todos los accidentes influyen del mismo modo en ella.
Algunos de ellos, aunque se diferencian de la substancia, son propiedades necesarias de ella
(p. ej.: el peso de un cuerpo material, la conductibilidad eléctrica, etc.); en cambio, hay otros
accidentes que son propiedades contingentes (p. ej.: la hoja es propia del árbol, pero se
puede dar sin ella). Las propiedades necesarias tienen gran importancia porque para la
definición de una substancia solemos recurrir a estas propiedades.
Aunque la substancia y los accidentes son totalmente diferentes, hay que tener en cuenta
su íntima unidad. Los accidentes integran con la substancia un único ente compuesto.
Substancia y accidentes son principios inseparables. Ningún accidente puede ser fuera de
la substancia, y la substancia nunca está desprovista al menos de los accidentes necesarios
que emanan de la misma naturaleza (p. ej.: no cabe un cuerpo sin extensión). Por razones
pedagógicas, estudiaremos cada uno de los accidentes después de tratar la composición de
materia y forma.
5 Tipos de cambio
III. EL MOVIMIENTO
En contraste con esta mutación, cambio o devenir, surge el problema de la ciencia, que
sólo es posible cuando se refiere a lo «estable», a lo «permanente». Por tanto, hay una
oposición entre lo mudable y el devenir de la naturaleza y lo estático propio de la ciencia.
Estas dos posturas han dado lugar en la Historia de la Filosofía a los llamados «sistemas
monistas», que se quedan con una parte del problema: o con el «devenir» o con el «ser».
Sus dos primeros exponentes son Heráclito y Parménides.
¿Pero es esto posible? Para que todas estas posteriores realidades puedan existir será
necesario que el ser, que «es» lo que más inmediata y seguramente conozco, tenga unos
límites posibles, porque donde algo es ilimitado no cabe nada más. ¿Y con qué limitará el
ser? ¿Con el ser? En este caso no limitaría porque nada limita consigo mismo. ¿Con el no ser?
El «no ser», «no es»; es imposible, impensable. Entonces si no limita con el «ser» y el «no
ser» equivale a decir que no limita con nada, o sea, que es infinito; pero si es infinito, es uno;
si es uno, es eterno. ¿Qué le precederá? Nada. Y asimismo es inmutable, porque ¿de dónde
vendría?, o ¿adónde iría? Ese ser con estas características es Dios y fuera de El nada hay. Cae
así en el panteísmo: cuanto existe es sólo una manifestación de una sola substancia, un solo
ser que es Dios. Y la existencia de los individuos y de la mutación de las cosas son mera
apariencia.
Estudiados los sistemas monistas, nos podemos adentrar en la solución aristotélica, que
une las dos posturas irreconciliables de Heráclito y Parménides. Explicará, como veremos, el
problema del movimiento, pero partiendo de una «filosofía del ser», es decir, del ser tanto
estático como dinámico, y por ello arrancará del ser como concepto análogo por el que son
reales tanto los entes mudables como los estáticos.
Lo dicho anteriormente supone una deficiencia ontológica del ser en el mundo material,
ya que está en permanente cambio. Pero la inmutabilidad se da plenamente en Dios. Por la
filosofía de la naturaleza poseemos un estudio de la mutabilidad, ya que es propia de los
entes corpóreos, dejando para la teología natural el tema de la inmutabilidad de Dios.
Estudiando los elementos y los tipos de cambio podemos hacer un primer estudio de lo
que es éste. Para ello conviene clarificar las nociones de sujeto, forma y privación.
2.3. 1. Sujeto. Las modificaciones que se realizan en el cambio son propias de lo que
llamamos sujeto (p. ej.: en el movimiento de un tren que va de una estación a la otra, el
sujeto que se modifica es dicho tren). En estas modificaciones el sujeto pierde una perfección
y gana otra a la que llamamos acto. Podemos tomar el sujeto según dos modos:
a) cuando el sujeto no ha recibido la perfección o el acto decimos que está en potencia
respecto de él (p. ej.: la semilla está en potencia de ser árbol);
b) cuando el sujeto ha recibido esta perfección, es decir, posee el acto, podemos decir que
su potencialidad está actualizada (p. ej.: el hombre maduro con respecto al niño).
2.3.2. Forma. En la mutación o cambio se adquiere algo nuevo, que no es otra cosa que
una perfección a la que en filosofía llamamos forma y que también se conoce como acto (p.
ej.: del bronce se adquiere la forma de una estatua humana). La «entrada» de una nueva
forma exige la eliminación de la anterior. Conviene tener en cuenta que la alteración, muchas
veces, no conlleva la adquisición de una nueva forma, sino simplemente la intensificación o
debilitamiento de la misma (p. ej.: el calentamiento de 50° a 100°).
2.3.3. Privación. Para que se pueda dar el cambio, el término inicial, que ya hemos visto,
es una privación de la forma. Cuando se da el movimiento, como éste supone adquirir una
nueva forma, nos indica que en el término inicial no se poseía (p. ej.: al iniciar la construcción
de una casa no se posee la forma de la casa o la actualización de la casa).
Analizados los elementos, tipos y principios del cambio, estamos en situación de poder
definir lo que es el movimiento. Para ello, vamos a tomar la definición de Aristóteles: «el
movimiento es el acto del ente en potencia, en cuanto está en potencia».
Decimos que movimiento es un acto, pero hay que tener en cuenta que es un acto
peculiar, con lo que queremos decir que es un acto que se da entre lo que es la potencia y
lo que es el acto ya realizado (p. ej.: la construcción de un puente es el intermedio que se da
entre el conjunto de elementos que forman el puente en construcción y el puente ya cons-
truido). Por eso, podemos decir que con respecto a la potencia (los elementos del puente)
está ya en acto, pero todavía está en potencia respecto al puente construido. Por eso, al-
gunos le llaman un acto en «flujo».
Entre el «ser estable» o «ser en acto» y el «ser en potencia» cabe admitir una tercera
modalidad de ser que es el «ser en devenir» que no es otra cosa que el movimiento.
La noción de «ser en devenir» es la intuición aristotélica que une el problema antes visto
de Heráclito y Parménides.
No obstante, conviene dejar constancia que el movimiento del que hemos hablado hasta
ahora y de la definición de Aristóteles, anteriormente dada, se refiere a los cambios
accidentales (cuantitativo, cualitativo y local), pero no al cambio substancial, que es
instantáneo y que estudiaremos más adelante.
4. Acto y potencia
4. 1. Acto
Entendemos en filosofía por acto «alguna perfección de un sujeto» (p. ej.: el color de una
planta). Ahora bien, los actos no se dan en sí mismos (no son un ser subsistente), sino que
se dan en un ente. Por eso, es más riguroso hablar de entes en acto, y el estar en acto
significa que está actualmente con la determinación significada (p. ej.: Antonio es gordo
significa que en este momento Antonio posee la gordura). Cuando la perfección está ausente
decimos que el sujeto está «privado» de ella.
Llamamos acto primero cuando consideramos el acto como perfección estable (p. ej.: la
hoja es verde), y acto segundo, a la operación (p. ej.: Antonio piensa).
4.2. Potencia
Entendemos por potencia «la capacidad real de recibir un acto». Al igual que el acto, la
potencia no es subsistente, sino que se da en un sujeto al que llamamos potencial (p. ej.: la
semilla está en potencia de ser árbol).
Sin embargo, el estar en potencia implica siempre estar en potencia respecto algún acto,
es decir, la potencia es siempre «potencia para recibir algún acto». Esto implica que la
perfección o acto que se recibe tiene que estar previamente en potencia (p. ej.: la semilla
está en potencia de ser árbol y no de ser elefante).
El acto y la potencia se distinguen realmente y no sólo por una distinción de razón. De tal
manera que, aunque un ente haya sido actualizado, sigue estando en potencia
-aunque no en el mismo sentido- con respecto a la misma actualización (p. ej.: una piscina
llena de agua sigue teniendo la posibilidad de tener agua, aunque esa posibilidad en aquel
momento se ha realizado).
1. Introducción
2. La teoría hilemórfica
3. La materia prima
En primer término, podemos decir que la materia prima es el sujeto primero de la realidad
corpórea. Además, conviene reseñar que es el principio esencial a partir del cual el ente
corpóreo se genera. Por último, afirmamos que la materia prima permanece en la cosa
generada.
En cuanto que hemos dicho que es sujeto primero, queremos afirmar que no hay nada
anterior a él (es decir, no hay materia de la materia). En este sentido la llamamos materia
prima, y reservamos el nombre de materia segunda a la substancia que es el sujeto del
cambio accidental.
En cuanto la llamamos principio esencial, queremos indicar que es el principio a partir del
cual se generan las cosas, es decir, es el término inicial (a quo); y respecto a que es intrínseco
a la cosa generada, queremos decir que no se aniquila con la llegada de la nueva forma, sino
que permanece en el nuevo ente como parte constitutiva y esencial de él.
Por tanto, la materia es «pura potencialidad e indeterminación». Ahora bien, esa «potencia
pura» no es una posibilidad lógica, sino una capacidad real. Dicho en otras palabras, la
materia prima no puede existir sin la forma substancial, y podemos decir que «es» porque
participa del acto de ser que le da la forma que lo actualiza.
La materia prima, al no ser conocida por ningún sentido, no es sensible ni imaginable, sino
únicamente inteligible. Pero como sólo se conoce lo que «es», y la potencia es un ser
disminuido, es menos inteligible que la forma, que está en acto. Por eso, la materia prima se
conoce solamente en relación a la forma substancial. Como dice santo Tomás, la materia
«en sí misma es incognoscible y no se conoce sino por la forma».
4. La forma substancial
Entendemos por forma substancial aquel principio inteligible (por lo tanto, no puede ser
conocido por los sentidos ni por la imaginación) por el cual un ente tiene un modo de ser o
una esencia determinada.
Las cosas tienen diferentes modos de ser (p. ej.: ser blanco, redondo, etc.) y a ese modo
de ser es a lo que llamamos forma. Ahora bien, un determinado modo de ser responde a un
acto unitario por el cual las cosas son lo que son, y ese acto unitario y real es a lo que
llamamos forma substancial (p. ej.: Roberto es humano porque posee la forma substancial
de hombre), pero también hay unos modos de ser accidentales que responden a las formas
accidentales (p. ej.: Daniel tiene el pelo rubio).
Podremos añadir además que, por la forma substancial, las cosas o los entes tienen un
principio intrínseco de unidad y organización, y así se diferencian de los meros estados de
agregación. Además, la unión de la materia y la forma es a modo de la potencia y el acto,
que unidas forman la esencia o substancia de las cosas (un ente que sólo tuviera forma, al
no poseer materia, sería inmaterial, como pueden ser los ángeles).
De la idea de potencia y acto se deduce que la forma substancial es única para cada
substancia. Pues si no fuese así, la substancia individual podría poseer dos formas
substanciales contrarias (p. ej.: Antonio podría ser perro y hombre a la vez).
Se conocen las cosas en la medida en que están en acto. Como hemos dicho que la forma
substancial es el acto de la materia, podemos concluir que la forma substancial es el principio
de la inteligibilidad de las cosas (p. ej.: un coche se conoce cuando se percibe su estructura
y no cuando se sabe que es de hierro).
5. La individuación del ente corpóreo
Aunque lo que conocemos son las formas, lo que existe en la realidad es el ente individual.
Por tanto, la experiencia nos dice que es un hecho la existencia de individuos singulares. Por
otra parte, los individuos tienen unas propiedades comunes (p. ej.: todos los perros son
iguales en cuanto participan de la naturaleza canina). Entonces, ¿qué es lo que hace que dos
cosas, perteneciendo a una misma especie, es decir, teniendo algo en común, sean
diferentes? Este problema se resuelve encontrando el principio de individuación.
El principio de individuación no es otra cosa que la materia prima, ya que la forma sitúa
a la substancia dentro de una especie. Y como lo que individualiza debe darse en el nivel
substancial, y no es la forma, se deduce necesariamente que tiene que ser la materia prima.
Por esto, decimos que la materia prima recibe a la forma y la individúa, constituyendo el
individuo concreto.
No obstante, hay que añadir que el principio de individuación no es sólo la materia, sino
la materia cuantificada (quantitate signata). La materia prima es una, como principio común
a todo ente corpóreo; pero la materia la encontramos multiplicada en cada ente individual.
Como la forma es lo común a los individuos, en ella no puede radicar el principio de
multiplicidad. Por eso, tenemos que admitir que será la misma materia, pero individualizada
por la cantidad. La cantidad, al tener dimensiones, determina a la materia haciendo que
«esta» materia no sea «aquella» materia.
BIBLIOGRAFIA