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La descripción de los pacientes que acuden con una obstrucción del intestino delgado se remonta
al siglo III o IV a. de C., en el que Praxágoras creó una fístula enterocutánea para aliviar una
obstrucción intestinal. A pesar del éxito del tratamiento quirúrgico, la norma hasta finales del siglo
xix era el tratamiento conservador mediante una reducción de las hernias, laxantes, ingestión de
metales pesados (p. ej., plomo o mercurio) y sanguijuelas para extirpar las sustancias tóxicas de la
sangre; a finales del siglo xix, los antisépticos y las técnicas quirúrgicas asépticas hicieron más segura
y aceptable la cirugía.
Definición
Se produce cuando un bloqueo impide que los alimentos y líquidos circulen a través del tubo
digestivo. También se puede denominar oclusión intestinal, intestino bloqueado u obstrucción
gastrointestinal (GI). Una obstrucción intestinal puede producirse por muchas causas.
Etiología
Las adherencias secundarias a la cirugía previa representan, con mucho, la causa más frecuente
de obstrucción del intestino delgado. Las adherencias, sobre todo tras la cirugía de la pelvis (p. ej.,
intervenciones ginecológicas, apendicectomía y resección de colon y recto), son responsables de
más del 60% de todas las obstrucciones intestinales en EE. UU. Este predominio de las intervenciones
hipogástricas, que producen adherencias y luego obstrucción, se ha atribuido a que el intestino
pélvico se mueve más mientras que el del tramo alto del abdomen se encuentra más sujeto.
Los tumores malignos responden del 20% de las obstrucciones del intestino delgado. Los grandes
tumores intraabdominales también pueden obstruir el intestino delgado por una compresión
extrínseca de la luz. Los cánceres primarios de colon (sobre todo los que nacen en el ciego y el
colon ascendente) se pueden manifestar por una obstrucción del intestino delgado. Los tumores
primarios del intestino delgado pueden causar obstrucción, pero son muy raros.
Una causa importante de obstrucción del intestino delgado, que no suele sopesarse de manera
sistemática, es el absceso intraabdominal, generalmente por rotura del apéndice, un divertículo o
la dehiscencia de una anastomosis intestinal. La obstrucción puede obedecer a un íleo local del
intestino delgado, adyacente al absceso. Además, el intestino delgado puede formar parte de la
pared de la cavidad abscesificada y obstruirse por acodamiento del intestino en ese punto.
Las demás causas de obstrucción intestinal constituyen del 2 al 3% de todos los casos, pero deben
incluirse en el diagnóstico diferencial. Estas comprenden la invaginación del intestino que, en el
caso de los adultos, suele obedecer a un punto patológico de avance, como un pólipo o un tumor;
cálculos biliares que ingresan en la luz intestinal a través de una fístula colecistoentérica y producen
obstrucción; enterolitos originales a partir de divertículos yeyunales; cuerpos extraños, y
fitobezoares.
Adherencias
Neoplasias
o Neoplasias primarias de intestino delgado.
o Cáncer secundario de intestino delgado (p. ej., metástasis derivadas de melanomas).
o Invasión local por neoplasia maligna intraabdominal (p. ej., tumores desmoides).
o Carcinomatosis.
Hernias
o Externas (p. ej., inguinal y femoral).
o Internas (p. ej., después de cirugía de derivación gástrica en Y de Roux).
Enfermedad de Crohn
Vólvulo
Intususcepción
Estenosis inducidas por radiación
Estenosis posisquémica
Cuerpo extraño
Íleo por cálculo biliar
Diverticulitis
Divertículo de Meckel
Hematoma
Anormalidades congénitas
Fisiopatología
A medida que se incrementa la presión intraluminal en el intestino, disminuye el flujo sanguíneo por
la mucosa. Estas alteraciones se observan fundamentalmente entre pacientes con una obstrucción
de «asa cerrada», pues las presiones intraluminales alcanzan valores más altos. La obstrucción con
asa cerrada, habitualmente producida por la torsión del intestino, puede progresar hasta la
obstrucción e isquemia arterial e incluso ocasionar perforación intestinal y peritonitis.
Manifestaciones clínicas
Todo lo que se necesita para diagnosticar y elaborar el plan de tratamiento, en la mayoría de los
casos, es una anamnesis y exploración física cuidadosas, completadas con una radiografía simple
de abdomen. A veces se precisan estudios de imagen más sofisticados, si el diagnóstico y la causa
resultan inciertos. Sin embargo, la tomografía computarizada (TC) del abdomen no debe constituir
la prueba inicial para el estudio de un paciente con obstrucción intestinal.
Anamnesis
Los síntomas cardinales de la obstrucción intestinal comprenden dolor abdominal cólico, náuseas,
vómitos, distensión abdominal y estreñimiento. Estos síntomas varían según el lugar y el tiempo de
obstrucción. El dolor abdominal espasmódico característico de la obstrucción intestinal se da en
intervalos paroxísticos de 4-5 min y es menos común con la obstrucción distal. Las náuseas y los
vómitos ocurren más con las obstrucciones altas y pueden representar los únicos síntomas de los
pacientes con una obstrucción de la salida gástrica o intestinal alta. Toda obstrucción distal se
asocia con menos vómitos; el síntoma de presentación más llamativo es el dolor abdominal
espasmódico. A medida que avanza la obstrucción, aparece una distensión del abdomen, con
dilatación progresiva del intestino proximal. El estreñimiento sucede tardíamente; conviene
recordar que los pacientes, sobre todo en las primeras etapas de la obstrucción intestinal, pueden
referir antecedentes de diarrea secundaria al hiperperistaltismo. Así pues, el mensaje más
importante es que no cabe excluir una obstrucción intestinal completa si el paciente refiere
antecedentes inmediatos de diarrea. Las características del vómito también son importantes en la
anamnesis. Conforme se complica la obstrucción con el sobrecrecimiento bacteriano, el vómito
tiende a ser más fecaloideo, lo que revela una obstrucción intestinal tardía y establecida.
Exploración física
El paciente con una obstrucción intestinal puede acudir con taquicardia e hipotensión, secundarios
a deshidratación intensa. La fiebre hace pensar en una estrangulación. La exploración del
abdomen revela una distensión, cuyo grado depende del plano de obstrucción. Hay que registrar
las cicatrices previas de laparotomía. En las primeras fases de la obstrucción intestinal pueden
observarse ondas peristálticas, sobre todo entre los pacientes delgados, y en la auscultación del
abdomen se encuentra a veces hiperperistaltismo, con ruidos audibles (es decir, borborigmo). En las
fases finales, los ruidos intestinales son mínimos o nulos. Puede haber un dolor abdominal discreto
con la palpación, asociado con una masa o no; sin embargo, un dolor localizado durante la
palpación, el rebote y la defensa muscular indican una peritonitis y una posible estrangulación. Hay
que efectuar una exploración cuidadosa para descartar hernias incarceradas en la ingle, triángulo
femoral o agujero obturador. Hay que realizar siempre el tacto rectal para revelar masas
intraluminales y sirve para examinar la sangre oculta en las heces que puede denotar una
neoplasia maligna, invaginación o infarto.
Diagnostico
Los signos característicos en la radiografía en decúbito consisten en una dilatación de las asas del
intestino delgado sin signos de distensión del colon. En las radiografías en bipedestación se
observan múltiples niveles hidroaéreos, en la mayoría de los casos con un patrón escalonado. En la
radiografía simple de abdomen, también puede encontrarse la causa de la obstrucción (p. ej.,
cuerpos extraños o cálculos biliares). Cuando el diagnóstico resulta incierto o no puede
diferenciarse una obstrucción parcial de otra completa, se requieren estudios diagnósticos
complementarios.
Ante casos más complejos, con un diagnóstico no demasiado sencillo, la TC abdominal puede ser
útil. La TC ofrece mucha sensibilidad para el diagnóstico de la obstrucción completa de alto grado
del intestino delgado, así como para señalar la localización y la causa de la obstrucción. No
obstante, la TC resulta menos sensible en las obstrucciones parciales del intestino delgado. De todas
maneras, esta técnica ayuda cuando existe una causa extrínseca de obstrucción intestinal (p. ej.,
tumor abdominal, enfermedad inflamatoria o absceso). La TC también facilita el reconocimiento
de la estrangulación intestinal, más habitual en presencia de hernia. Por desgracia, los signos de
estrangulación en la TC se corresponden con los de isquemia irreversible y necrosis.
Los estudios baritados, es decir, la enteroclisis, han constituido un complemento valioso para
algunos pacientes con posible obstrucción. Esta técnica consiste en infusión continua de 500 a
1.000 ml de una suspensión de sulfato de bario diluido y metilcelulosa en el intestino a través de una
sonda duodenal. A continuación, la suspensión se visualiza de forma continua mediante
radioscopia o radiografías tomadas a intervalos frecuentes. Se ha recomendado la enteroclisis
como prueba definitiva cuando no se puede establecer un diagnóstico clínico. Los mayores
inconvenientes de la enteroclisis son la necesidad de intubación nasoentérica, el tránsito lento del
material de contraste por el intestino delgado hipotónico lleno de líquido y la gran experiencia que
requiere el radiólogo encargado de la prueba.
o Se ha demostrado que las ecografías pueden ser útiles ante una paciente embarazada con
riesgo de exposición radiactiva. Se ha procedido a la resonancia magnética (RM) en casos
de obstrucción, pero su rendimiento diagnóstico no mejora el de la TC.
En la mayoría de los pacientes las obstrucciones del intestino delgado son simples y consisten en un
taponamiento mecánico del flujo del contenido luminal sin que se altere la viabilidad de la pared
intestinal. En cambio, la obstrucción con estrangulación, casi siempre de asa cerrada, afecta a la
vascularización del segmento intestinal que puede seguirse de infarto. La obstrucción con
estrangulación se acompaña de mayores morbilidad y mortalidad y por eso es muy importante
diagnosticar la estrangulación precoz y separarla de una obstrucción intestinal simple. Se han
descrito los signos clásicos de la estrangulación, consistentes en taquicardia, fiebre, leucocitosis y un
dolor abdominal constante, no espasmódico.
La TC ayuda solo a detectar las fases finales de la isquemia irreversible (p. ej., neumatosis intestinal,
gas en la vena porta). Se han propuesto diversos análisis séricos como el lactato deshidrogenasa, la
amilasa, la fosfatasa alcalina y el amoníaco, sin ningún beneficio real. En los primeros informes se ha
observado cierto éxito del análisis del d-lactato en el suero, la isoenzima creatina cinasa (sobre
todo, la isoenzima BB) o la proteína fijadora de los ácidos grasos intestinales, a la hora de discriminar
la estrangulación.
Tratamiento
Algunos cirujanos administran antibióticos de amplio espectro de forma profiláctica por los datos ya
descritos de la translocación bacteriana, que sucede incluso en las obstrucciones mecánicas
simples. Si el paciente requiere cirugía, los antibióticos se administran preoperatoriamente.
Aparte de la restitución i.v. de líquidos, la aspiración nasogástrica supone otro complemento valioso
del tratamiento de apoyo a los pacientes con obstrucción intestinal. La aspiración con sonda
nasogástrica vacía el estómago y reduce el peligro de aspiración pulmonar del vómito, además de
minimizar la distensión intestinal progresiva por el aire deglutido antes de la operación. La
descompresión nasogástrica en caso de obstrucción del intestino delgado se considera aún una
pauta de atención estandarizada.
Los pacientes con una obstrucción intestinal parcial pueden recibir un tratamiento conservador
basado en la reanimación y descompresión con sonda únicamente. Hasta el 85% de los pacientes
con una obstrucción parcial experimenta una remisión de los síntomas y recibe el alta sin necesidad
de cirugía. La enteroclisis ayuda a establecer el grado de obstrucción; las obstrucciones parciales
de mayor grado requieren una intervención quirúrgica más temprana. La decisión de continuar el
tratamiento conservador de un paciente con una presunta obstrucción intestinal se basa en el
juicio clínico y exige una vigilancia constante para comprobar que no ha variado la evolución
clínica.
Tratamiento quirúrgico
Generalmente, el paciente con una obstrucción completa del intestino delgado precisa de la
intervención quirúrgica. Algunos cirujanos han propuesto una modalidad conservadora para ciertos
pacientes con una obstrucción completa del intestino delgado, argumentando que la intubación
prolongada del intestino de estos pacientes resulta segura, siempre y cuando no haya indicios de
fiebre, taquicardia, dolor con la palpación ni leucocitosis. No obstante, no hay que olvidar que, en
el caso de que se aplique tratamiento conservador a estos pacientes, existe un riesgo cierto de
pasar por alto una obstrucción con estrangulación. Este retraso del tratamiento definitivo a menudo
requiere intervención quirúrgica de urgencia y aumenta la morbilidad y la mortalidad en relación
con la registrada en pacientes con tratamiento más inmediato. En los estudios retrospectivos se ha
señalado que la demora quirúrgica de 12 a 24 h resulta segura, si bien la incidencia de
estrangulación y otras complicaciones aumentan significativamente a partir de este plazo.
La naturaleza del problema determina el tratamiento del paciente con obstrucción. Los pacientes
con una obstrucción intestinal secundaria a una brida adherida son tratados mediante disolución
de la adherencia correspondiente.
Algunos estudios han evaluado la eficacia del tratamiento laparoscópico en la obstrucción aguda
del intestino delgado. El tratamiento laparoscópico de la obstrucción del intestino delgado parece
eficaz y acorta la estancia hospitalaria y reduce las complicaciones totales de un grupo muy
selecto de pacientes. Los pacientes aptos para el tratamiento laparoscópico son aquellos que
presentan los siguientes síntomas: una distensión abdominal leve que permite una visualización
adecuada; una obstrucción proximal, una obstrucción parcial, y una obstrucción previsiblemente
por una brida simple.
La obstrucción intestinal recurrente ocurre en un 10% en pacientes tratados con adherólisis y esta
incidencia aumenta con cada intervención subsecuente.
Pacientes con adherólisis múltiples se beneficiarán con una pexia organizada de las asas para
promover la producción de adherencias organizadas de una manera no obstructiva: plicatura
transmesentérica. Puntos seromusculares para plicar las asas adyacentes previa maniobra de Noble
(para acomodar las asas), aplicación intraoperatoria del tubo de Leonard o de Baker a través de
una gastrostomía o de una yeyunostomía alta, dejándolo en la luz por 12-14 días, tiene una dureza
suficiente para dejar las asas en posición hasta que se forman adherencias de forma no
obstructiva.
No existe un método totalmente seguro que no produzca adherencias, sin embargo, la limpieza y el
lavado generoso con abundante solución salina es extraordinariamente beneficioso.
La obstrucción del intestino delgado que ocurre en el período postoperatorio inmediato plantea
dificultades de orden diagnóstico y terapéutico. El diagnóstico suele complicarse porque los
síntomas principales de dolor abdominal y náuseas o vómitos se atribuyen a un íleo postoperatorio.
Las carencias electrolíticas, en particular la hipopotasemia, son causa de íleo y necesitan
corrección. En general, la radiografía simple de abdomen no ayuda a separar el íleo de la
obstrucción. La TC ayuda en este caso y, en concreto, la enteroclisis es bastante útil para saber si
existe una obstrucción y, en tal caso, establecer el nivel de esta. Más del 90% de las obstrucciones
postoperatorias son parciales y se resolverán de forma espontánea si se las da tiempo. El
tratamiento médico en forma de reposo intestinal, administración de líquidos, reposición de
electrólitos y nutrición parenteral, si es necesaria, suele tener éxito. Sin embargo, el desarrollo de
una obstrucción completa o de signos de estrangulación obliga a una reintervención quirúrgica. La
obstrucción intestinal postoperatoria tras la intervención laparoscópica suele asociarse a un punto
de obstrucción definitivo como una hernia portal o interna y debe hacernos sospechar con fuerza
la necesidad de una intervención quirúrgica.
Resultados
El pronóstico se relaciona con la causa de la obstrucción. La mayoría de los pacientes que se trata
en forma conservadora por obstrucción del intestino delgado por bridas no requiere
hospitalizaciones ulteriores; menos de 20% de tales pacientes ingresa de nuevo al hospital en los
cinco años siguientes con otro episodio de obstrucción intestinal. La mortalidad perioperatoria que
se relaciona con el procedimiento en el caso de obstrucción del intestino delgado sin
estrangulamiento es menor de 5%, y casi toda se observa en pacientes de edad avanzada con
padecimientos concurrentes importantes. Las tasas de mortalidad relacionadas con la operación
por una obstrucción con estrangulamiento varían de 8 a 25%. Considerando la frecuencia de
obstrucción de intestino delgado y la gravedad clínica variable y su presentación, a menudo no
existe consistencia en si el paciente es hospitalizado en un servicio médico o quirúrgico y existe
variabilidad adicional en si se solicitaron los servicios quirúrgicos o cuándo se hizo esto.
Prevención
Como la obstrucción del intestino delgado por bridas representa una gran carga terapéutica, la
prevención de las adherencias posoperatorias se ha convertido en un área de gran interés. La
técnica quirúrgica adecuada, el manejo cuidadoso del tejido, y el uso y exposición mínima del
peritoneo a cuerpos extraños son la base para prevenir la formación de bridas. A menudo estas
solas medidas no son suficientes. En pacientes que se someten a cirugía colorrectal o pélvica se
informan índices de reingreso al hospital mayores de 30% en los 10 años siguientes por obstrucción
del intestino delgado por bridas. Se ha promovido mucho el uso de cirugía laparoscópica, siempre
que sea posible.
Íleo y seudoobstrucción intestinal se refieren a síndromes clínicos que son ocasionados por un
deterioro de la motilidad intestinal, y los caracterizan signos y síntomas de obstrucción intestinal, sin
que exista una lesión que cause obstrucción mecánica. El íleo es la principal causa de morbilidad
en pacientes hospitalizados. El íleo posoperatorio es la razón más frecuente de que se retrase el alta
del paciente después de operaciones del abdomen; se estima que en Estados Unidos su impacto
económico es entre 750 y 1 000 millones de dólares cada año. El íleo es un desorden temporal de la
motilidad y es reversible si se logra corregir el factor desencadenante. En contraste, la
seudoobstrucción intestinal crónica comprende una gama de trastornos específicos que se
acompañan de dismotilidad intestinal irreversible.
Fisiopatología
Están descritos numerosos factores capaces de deteriorar la motilidad intestinal y, por consiguiente,
originar íleo. Los que se encuentran con mayor frecuencia son operaciones del abdomen,
infección e inflamación, anormalidades electrolíticas y fármacos. Después de la mayor parte de las
operaciones o lesiones del abdomen, se deteriora temporalmente la motilidad del tubo digestivo.
Entre los mecanismos propuestos como causas de esta dismotilidad se encuentran los reflejos
simpáticos inducidos por estrés quirúrgico, liberación de mediadores de respuesta inflamatoria y
efectos secundarios anestésicos o analgésicos; todos ellos pueden inhibir la motilidad intestinal. El
retorno de la motilidad normal suele seguir una secuencia temporal característica; la motilidad del
intestino delgado se normaliza en el transcurso de las primeras 24 h de una laparotomía, y la
motilidad gástrica y colónica, alrededor de las 48 h y a los tres a cinco días, respectivamente.
o Cirugía abdominal
o Infecciones: Septicemia, Absceso intraabdominal, Peritonitis, Neumonía
o Anormalidades electrolíticas: Hipopotasemia, Hipomagnesemia, Hipermagnesemia,
Hiponatremia
o Medicamentos: Anticolinérgicos, Opiáceos, Fenotiazinas, Bloqueadores del conducto del
calcio Antidepresivos tricíclicos
o Otros: Hipotiroidismo, Cólico ureteral, Hemorragia retroperitoneal, Lesión de la médula
espinal, Infarto del miocardio, Isquemia mesentérica