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NEFROLOGÍA 2022-II

Alumna: Jelika Fiorela Mestanza Hoyos


Docente: Dr. José Pecsén Tema: Evidencia de Rotación práctica

Dieta en Enfermedad Renal Crónica


Actividad física, obesidad y pérdida de peso
La obesidad es el sello distintivo del síndrome metabólico y se asocia con la enfermedad renal crónica.
La evidencia sugiere que el aumento de las medidas de adiposidad (por ejemplo, el índice de masa
corporal y la circunferencia de la cintura) se asocia de forma independiente con una disminución en la
tasa de filtración glomerular. Esta asociación podría resultar de la hipertensión sistémica e
intraglomerular, el efecto de las concentraciones de glucosa en sangre de la prediabetes sobre el estrés
de los podocitos y otros factores no reconocidos. La actividad física es el componente central de las
estrategias de modificación del estilo de vida para controlar el peso y lograr un efecto positivo en la
progresión de la enfermedad renal crónica. La restricción calórica, junto con una dieta rica en vegetales
y baja en proteínas, puede conducir a una pérdida de peso gradual en la mayoría de las personas con
obesidad y enfermedad renal crónica.
En la enfermedad renal crónica más avanzada, se ha informado paradójicamente una supervivencia
prolongada con un índice de masa corporal más alto, un fenómeno que se conoce como la paradoja
de la obesidad o epidemiología inversa. Por el contrario, la pérdida de peso puede contribuir a peores
resultados, mientras que las intervenciones nutricionales eficaces para aumentar de peso, incluida la
masa muscular, podrían mejorar la longevidad. Cualquier pérdida de peso involuntaria justifica una
pronta investigación e intervenciones dietéticas, y se debe evitar la pérdida de peso innecesaria en la
enfermedad renal crónica avanzada, a menos que sea absolutamente necesario.

Dieta predominantemente vegetal e hipoproteica


A largo plazo, la hiperfiltración glomerular puede causar más daño al riñón a través de mecanismos
como el estrés mecánico y la activación de mediadores inflamatorios que promueven la fibrosis
intersticial. La restricción de proteínas en la dieta, al mejorar el tono de la arteriola aferente, podría
aliviar la hipertensión intraglomerular, mitigar la fibrosis intersticial renal y retrasar la progresión de la
enfermedad renal crónica (figura 1). Este efecto actúa en paralelo y es complementario al efecto
posglomerular de los moduladores de la vía renina-angiotensina-aldosterona, como los inhibidores de
la enzima convertidora de angiotensina (ECA) y los bloqueadores de los receptores de angiotensina,
que reducen la presión intraglomerular al promover la vasodilatación arteriolar eferente.
Los beneficios de la restricción de proteínas en la dieta deben considerarse en el contexto de los
riesgos potenciales de desgaste proteico-energético y pérdida de masa muscular y fuerza,
particularmente en personas más frágiles o mayores de 80 años. Por lo tanto, las pautas actuales
recomiendan un rango bajo conservador de 0,6 a 0,8 g/kg por día de proteína dietética en personas
con albuminuria sustancial (más de 300 mg/g) para garantizar la seguridad y la ingesta nutricional
adecuada. Los datos más recientes sugieren efectos saludables de las dietas bajas en proteínas y con
predominio de vegetales, en las que más del 50% de las proteínas ingeridas se derivan de fuentes no
animales (es decir, frutas, verduras, nueces, legumbres y semillas).
Hay diferentes tipos de dietas predominantemente vegetales, enumeradas aquí con cantidades cada
vez mayores de alimentos de origen vegetal: dietas veganas o vegetarianas estrictas que no solo
excluyen la carne, las aves y los mariscos, sino también los huevos y los productos lácteos; dietas lacto-
vegetarianas, ovo-vegetarianas o lacto-ovo-vegetarianas que pueden incluir productos lácteos y
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huevos; y dietas pescetarianas o pesco-vegetarianas que incluyen una dieta vegetariana combinada
con la ingesta ocasional de algunos o todos los tipos de mariscos, principalmente pescado.
Además ciertos datos experimentales sugieren que las dietas con predominio vegetal pueden reducir
la generación de toxinas urémicas y ejercer efectos favorables sobre la salud cardiovascular en
personas con insuficiencia renal; estos efectos aún no se han demostrado definitivamente en ensayos
controlados aleatorios. Existe un interés creciente en el papel del microbioma intestinal en la
enfermedad renal crónica, aunque aún no se ha probado el papel de ninguna intervención relacionada
con el microbioma. El microbioma intestinal en la enfermedad renal crónica puede verse alterado por
la uremia, la ingesta natural de probióticos y el tipo de dieta (incluidos los alimentos de origen vegetal
frente a los de origen animal). Una dieta con predominio de plantas, rica en fibra y baja en proteínas
puede conducir a alteraciones favorables en el microbioma intestinal, lo que podría modular la
generación de toxinas urémicas. Varias toxinas urémicas derivadas del intestino, incluido el sulfato de
indoxilo, el ácido indol-3 acético, el sulfato de p-cresilo, el N-óxido de trimetilamina y la
fenilacetilglutamina, se asocian con enfermedades cardiovasculares y mortalidad en la enfermedad
renal crónica.

Figura 1: Efectos de la ingesta de proteínas y sodio en la dieta y las terapias farmacológicas sobre
el tono arteriolar aferente y eferente, la presión intraglomerular y las estructuras y funciones
glomerulares. GFR = tasa de filtración glomerular. M = células mesangiales. RAAS = sistema renina-
angiotensina-aldosterona.

Bibliografía:
Kalantar-Zadeh K, Jafar TH, Nitsch D, Neuen BL, Perkovic V. Chronic kidney disease. Lancet. 2021
Aug 28;398(10302):786-802. doi: 10.1016/S0140-6736(21)00519-5.

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