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en la preferencia constante de Isabel II hacia los moderados (Narváez y Bravo Murillo). En estas
circunstancias, los progresistas sólo podían alcanzar el poder mediante un pronunciamiento
militar.
La política centralizadora de los moderados, que atentaba contra los privilegios forales, y el
fracaso del proyecto de boda entre Isabel II y Carlos VI dieron lugar a la segunda guerra carlista
(1846-1849). No fue un conflicto armado convencional entre dos ejércitos sino la insurrección
de partidas guerrilleras, muy activas en Cataluña. El ejército isabelino obtuvo la victoria, pero
algunas medidas centralizadoras no se aplicaron en los territorios forales.
Desde 1866 el régimen entró en crisis por el descrédito de la reina, las muertes de Narváez y O
´Donell, la crisis económica y el aumento de la conflictividad social por el avance de
demócratas y republicanos en las ciudades. En 1866 los líderes progresistas (Prim), unionista
(Serrano) y demócrata (Martos) firmaron el Pacto de Ostende para derrocar a los Borbones y
establecer un sistema auténticamente democrático. Tras varios levantamientos fracasados
triunfó el 11868 la Revolución Gloriosa, iniciada en Cádiz con el pronunciamiento del general
Prim y el almirante Topete, que provocó el exilio de Isabel II en Francia y el inicio del Sexenio
Democrático.
Los grupos políticos de esta etapa se basan en el liderazgo militar y una representatividad
social escasa, además Isabel II, escaseó en neutralidad política, prefiriendo siempre a los
moderados, provocando que la única manera de acceder al gobierno fuera mediante un
pronunciamiento militar. El Partido Progresista propugnaba la soberanía nacional, amplios
derechos individuales y un sufragio censitario, pero extenso. Su principal figura fue el general
Espartero. En cambio, el Partido Moderado defendía la soberanía compartida entre rey y
Cortes, amplios poderes para el trono, derechos individuales limitados, un sufragio censitario
muy restringido y la confesionalidad del Estado. Contaron con el apoyo de Isabel II, los
terratenientes y la alta burguesía. Su principal líder fue el general Narváez.
En la segunda mitad del reinado surgieron dos partidos nuevos que, junto con el avance del
republicanismo, hicieron más complejo el panorama político. Por un lado, la Unión Liberal,
ideológicamente situada entre progresistas y moderados. Sus principales figuras fueron los
generales O´Donell y Serrano. Por otro lado, el Partido Demócrata, que fue una escisión del
Partido Progresista, que defendió el sufragio universal, la limitación del poder de la Corona,
reformas sociales y la ampliación de derechos individuales (de asociación y libertad religiosa).
Rivero fue su principal líder.
La Constitución de 1845 fue la única aprobada durante este reinado, de carácter conservador,
se elaboró por iniciativa de Narváez. Defendía la Soberanía compartida entre Corona y Cortes.
Reconocía derechos individuales (expresión, igualdad jurídica, etc.). que podían limitarse
mediante leyes aprobadas posteriormente. Defendía la confesionalidad católica del Estado. La
Corona podía convocar y disolver el Parlamento y vetar las leyes aprobadas. El poder legislativo
residía en las Cortes Bicamerales divididas en Congreso (sufragio muy restringido, el 0,80% de
la población) y Senado (miembros vitalicios designados por la Corona). El poder municipal
recaía en el gobierno, que elegía a los alcaldes.