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TEMA 6: LA LÍRICA Y EL TEATRO POSTERIOR A 1936

Al final de la guerra, el panorama par la cultura española es desolador. Lorca y Machado muertos, parte
de la generación del 27 exiliada. Los que se quedaron se dividían entre vencedores y vencidos.
Entre 1939 y 1975 España vive bajo la dictadura del General Franco, época caracterizada por la represión y el
aislamiento internacional. En los años cincuenta se inicia la apertura al exterior y el desarrollo económico, que en
parte mejora las condiciones de vida, pero a cambio de sacrificios como la emigración.
A partir de los años sesenta apenas hubo cambios hasta la muerte de Franco. Con la llegada de la
democracia los cambios fueron innumerables: libertad política, integración en Europa, desarrollo; pero no estuvo
exenta de problemas, como el terrorismo, las crisis económicas o la corrupción.
En los 40 podemos señalar diversas tendencias. Por un lado, el inclasificable Miguel Hernández, que tras
unos inicios formalistas de influencia gongorina encontró su propio camino literario. Es un poeta de técnica
depurada, sentimiento vehemente y sincero. El rayo que no cesa es un conjunto de poemas, casi todos sonetos
amorosos, influidos por los clásicos. Los poetas de ideología más cercana a los vencedores constituyen una
corriente denominada poesía arraigada, dan mucha importancia a la forma del poema recurriendo a veces a la
métrica clásica. Sus temas son el amor, la patria y la religión. Publican en las revistas Garcilaso y Escorial, como
Luis Rosales, poeta que va evolucionando hacia el versículo y recibiendo influencias del surrealismo como vemos
en su obra La casa encendida. Frente a esta poesía se escribirá otra atormentada, cargada de angustia, con
contenidos existencialistas, llamada poesía desarraigada, que aparecerá en la revista Espadaña de la mano de
Dámaso Alonso. En Hijos de la ira (1944) la poesía se convierte en el medio por el que el ser humano expresa su
dolor. Con un léxico coloquial, versículos violentos, metáforas agresivas y forma antirretórica trasmite la angustia
del absurdo de la vida, la maldad y el miedo.
En los 50 se da el paso de yo al nosotros, de sustituir las quejas ante el absurdo de la vida por la denuncia
de las injusticias sociales, dando lugar a la poesía social. En esta poesía el tema será lo más importante, dar
testimonio de las dificultades económicas y la alienación, la preocupación por España y la superación de los odios.
El destinatario ideal es la inmensa mayoría, deja de ser un arte elitista, para ello usarán un lenguaje directo,
coloquial o conversacional, a veces prosaico. Destacan los poetas Blas de Otero con Pido la paz y la palabra;
Gabriel Celaya con Cantos iberos y José Hierro, poeta original e inclasificable, caracterizado por el verso cortado y
los encabalgamientos, Cuanto sé de mí. En los 60, Ángel González, autor de Tratado de urbanismo, mantiene el
compromiso social unido al humor corrosivo y la ironía. Ya en los 70, los Novísmos (Pere Gimferrer, Ana Mº Moix
y Leopoldo María Panero) buscan la creatividad y originalidad, se alejan del tono conversacional, reciben
influencia de la música rock y pop, del cómic o del cine, y exhiben sus conocimientos culturales regresando a los
experimentos vanguardistas como la escritura automática o el collage.
Después de los 80 las nuevas tendencias proponen recuperar la poesía de raíz realista dando lugar a lo
que se llama poesía de la experiencia, corriente predominante, donde se encuadran los poetas Luis García
Montero o Luis Alberto de Cuenca: se inspiran en la esencia poética de la vida cotidiana, en la anécdota personal y
en la experiencia íntima. Emplean un lenguaje sencillo y abordan asuntos urbanos y próximos. Este será un marco
general donde se desarrollarán varias tendencias como la poesía realista de tono machadiano y formas
tradicionales de Andres Trapiello; la poesía figurativa que tiende al poema de argumento como la de Luis Antonio
de Villena. Se llamó poetas de la diferencia a un grupo caracterizado por la heterogeneidad y la búsqueda de la
trascendencia y de verdad creativa como Gregorio Morales. Dentro de las tendencias poéticas inspiradas en las
vanguardias destaca el neosurrealismo, fieles a la irracionalidad, el verso amplio y el lenguaje dislocado como De
una niña de provincias que se vino a vivir a un Chagal, de Blanca Andreu, inauguradora de esta tendencia en 1980.
El teatro mezcla literatura con espectáculo lo que lo hace mucho más vulnerable en los tiempos de
censura. La guerra civil aplasta un teatro que estaba alcanzando sus mayores logros. Muertos Lorca, Valle-Inclán y
Unamuno otros dramaturgos, como Alejandro Casona, optaron por el exilio. Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está
debajo de un almendro) cultivó el humor del absurdo, la ironía y la agudeza. Le gustaba inventar situaciones
inverosímiles y llevarlas al límite para luego solucionarlas de modo ingenioso. Miguel Mihura decide adaptarse a
lo que el público y los empresarios demandan; en Maribel y la extraña familia busca un humor inteligente,
satiriza la hipocresía y aborda el tema de la libertad.
A finales de los 40 Antonio Buero Vallejo encabeza una línea de denuncia social denominada posibilista,
porque no ha pasado las fronteras de lo tolerado por el régimen. Buero intenta, mediante recursos escénicos,
meter al espectador dentro de la conciencia de los personajes. Su mensaje refleja una profunda confianza en el
ser humano y una sincera identificación con los más desfavorecidos, por ejemplo en Historia de una escalera
(1949) o El tragaluz. Alfonso Sastre (imposibilismo) opta por un teatro más combativo para ponerse al régimen
dictatorial como en Escuadra hacia la muerte.
A partir de los 60 algunos dramaturgos producen obras experimentales como Francisco Nieva con Pelo de
tormenta que escribió teatro furioso y teatro de farsa y calamidad, ambas tendencias son vanguardistas y de
difícil comprensión para el público, pero en la segunda el argumento es más explícito. Fernando Arrabal (El
cementerio de automóviles) escribió teatro alejado del realismo, caracterizado por el terror, el humor y la
simultaneidad, enemigo de la lógica y animado por un lenguaje infantil. Se desarrollan grupos de teatro
independiente como Tábano o los Goliardos que representan obras de autores extranjeros y españoles sin cabida
en el círculo comercial; Els Comediants, que incluyen circo y elementos audiovisuales. Ya en democracia José Luis
Alonso de Santos escribe La estanquera de Vallecas, una obra costumbrista comprometida con lenguaje familiar,
sentido del humor y desenlace trágico. En el siglo XXI triunfa un grupo de dramaturgos vinculados al premio
Bradomín, como Juan Mayorga, que mezcla en El chico de la última fila distintos puntos de vista para mostrar un
torrente de conflictos humanos ocultos o Angélica Liddel, autora de un teatro vanguardista con obras
provocativas y violentas como Perro muerto en tintorería.
El periodo que sigue al final de la Guerra Civil hasta la transición democrática en España abarca una
transformación cultural compleja. La dictadura de Franco impuso represión y aislamiento, pero la transición trajo
consigo cambios notables. En la poesía, desde los formalismos de los años 40 hasta el compromiso social de los 70
y el retorno a la poesía realista en décadas posteriores. En el teatro, la censura afectó la creatividad, pero
dramaturgos como Buero Vallejo encontraron formas de abordar temas sociales. A pesar de las adversidades,
este periodo marcó el renacer de la diversidad cultural en España, reflejando la complejidad de la sociedad y su
apertura a influencias exteriores.

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