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Apuntes básicos para asignatura de psicología social


Luis Jiménez Díaz

Hacia una definición de la psicología social

La definición más utilizada es la de Allport, quien define a la psicología social como “un

intento de comprender y explicar cómo el pensamiento, el sentimiento y la conducta de las

personas son influidos por la presencia real, imaginada o implícita de otros”. La esencia

refiere a que la conductas de las personas y sus procesos psicológicos (pensamientos,

emociones, sentimientos, etc) se modifican por la influencia de otras personas.

La influencia hacia las personas no será unidireccional sino que bidimensional, porque la

persona no sólo es objeto de la influencia sino que también responde a ella, y su respuesta

influye en los otros. Por ello se dice que la definición de Allport es un ciclo de influencia

entre la persona y su ambiente o contexto social.

Veamos un ejemplo:

Hace unos años trabajando en una escuela municipal en Santiago con alta taza de

migración, en una entrevista a una profesora básica, ella narró el caso que vivió con un

estudiante peruano. El chico, que estaba descendido en su aprendizaje razón por la cual,

tenía más edad que sus compañeros, tendía a sentarse mal en la silla. En vez de sentarse, se

hincaba en la silla, lo que generaba la molestia de sus compañeros que se sentaban atrás

porque no lo dejaban ver el pizarrón. Tras pedirle en reiteradas oportunidades al niño que se

sentara bien, un día lo retó y le dijo “¿que en tu casa no tienen sillas acaso? ¿por qué no

sabes sentarte bien?”. A lo que el niño le respondió “no profesora, en mi casa no hay

sillas”. En este ejemplo, se puede observar cómo la comunicación (que es el reto por parte


Psicólogo, Magister en Antropología y Desarrollo, Doctor en Psicología. Docente de la Escuela de
Psicología PUCV.
de la profesora) va de A a B, es decir, de la profesora al estudiante. Dicha interacción tiene

una intencionalidad, y es que el niño de una vez por todas se siente bien. No obstante, hay

una respuesta de B a A (del niño a la profesora), respuesta que no es ni violenta ni

confrontasional. Pero es una respuesta que la profesora no esperaba. Por ello, la profesora

reflexionaba posteriormente diciendo, “claro, en las condiciones de las familias migrantes,

en sus habitaciones solo hay camas, porque así puede vivir más gente, y eso abarata los

costos. Por lo tanto, toda la vida se hace sobre las camas”. Esto demuestra que la respuesta

de B a A no sólo impacta y genera una consecuencia (la reflexión de la profesora), sino que

además cambia el foco del diálogo, donde ya no tiene que ver con el cómo sentarse, sino en

las condiciones de hacinamiento e inhumanas que viven los niños migrantes.

Volviendo a la definición de Allport, éste establece criterios relevantes a enfatizar.

El primero es el concepto de presencia de los otros como un factor importante en la

conducta y en los procesos psicológicos. Pero en esta presencia plantea distinciones: la

real, la imaginada y la implícita.

1.- La presencia real: es la presencia física, donde las personas comparten el mismo

tiempo y espacio. En esta, la persona se enfrenta a una audiencia (concepto muy relevante

que profundizaremos más adelante), lo que la condiciona. Por ejemplo, la presión que

enfrentan los o las estudiantes al momento de exponer en público. Donde si bien puede

manejar a la perfección una materia, pero el hecho de pararse en frente de 30 personas y

hacerse entender, le genera toda una ansiedad que puede que hasta se equivoque o se le

olvide todo aquello que sabe.

Ese es como lo más concreto en términos reales. Una situación más compleja refiere a lo

que se conoce con el nombre de co-actuación. Esto refiere a una actividad compartida, que

realiza con otros al mismo tiempo. Un ejemplo (burdo) de ello sería el andar en bicicleta
compartida, en aquellas que pedalea más de una persona, lo cual requiere coordinación.

Pero un ejemplo más real y concreto, es el trabajo en equipo o interdisciplinario, donde si

bien alguien puede poseer expertiz en un área, ésta se puede ver afectada por los otros, para

bien o para mal. Porque por ejemplo, se critique un plan de intervención social desde la

mirada económica, y que el proyecto, que es social en su raíz, sea catalogado como inviable

porque no cumple los parámetros de matemáticas financieras. O muy por el contrario, el

cientista social, sin tener ningún conocimiento de economía, puede presentar un proyecto

que sea alabado por el equipo económico. En ambos casos, la persona, que puede dominar a

la perfección su área, se verá influenciado por las críticas, descordinándose con sus pares, y

tal vez, perdiendo confianza en sus capacidades.

No obstante, uno de los intereses que comenzará a focalizar la psicología social se centra

en las presencias que son cada vez más indirectas, porque son presencias que actúan desde

el imaginario.

2.- La presencia imaginada:

Esta presencia tiene que ver con la interpretación que la persona hace de los otros.

Un ejemplo es cuando uno debe integrarse por primera vez a un grupo. Cómo surgen los

supuestos, los imaginarios sobre las personas con las que uno va a conocer. Un ejemplo

más concreto es cuando un profesor se enfrenta por primera vez a un curso en un colegio

denominado como “alta vulnerabilidad social”. La sola definición de vulnerabilidad social,

implica para algunos docentes crear un imaginario sobre cómo serán los estudiantes. Y si

está recién llegado, y un colega antiguo le pregunta: “¿en qué curso comienzas?”, y él

responde: “en el octavo B”. Y el profesor antiguo le dice: “oh, que mal, ese curso es
terrible”. El profesor nuevo, es probable que llegue con una actitud defensiva y temerosa a

hacer clase a dicho curso, sin jamás haber visto a nadie de los estudiantes.

Por ello acá cobra importancia el concepto de la impresión, dado que las personas son

conscientes del alcance y repercusión que tienen las primeras impresiones, se preocupan

por organizar y planificar cuidadosamente la forma en que van a presentarse ante los demás

en un primer encuentro, imaginando sus posibles reacciones. Relacionado con el manejo de

la impresión podemos citar el familiar fenómeno del qué dirán, en el que modificamos

nuestra conducta en función de los juicios que imaginamos emitirán los demás sobre ella.

Del concepto de la impresión y la presencia imaginada, surge lo que se conoce como la

imitación de los modelos de comportamiento, que comienza a ser clave en el aprendizaje

social. Porque la persona comenzará a imitar aquello que observa en otros y que evalúa

como positivo para enfrentarse a situaciones nuevas. De ahí por ejemplo el dicho “más

vale diablo conocido que por conocer”, porque se asume que si a una persona le funciona

una determinada conducta, a uno mismo también le podría funcionar. Si volvemos al

ejemplo del profesor que se enfrenta con el octavo B, él podría haber observado lo que los

otros profesores han dicho sobre cursos como esos, y donde la disciplina es una

herramienta que funciona, es probable que sin ni siquiera conocer al curso, llegue en una

postura dura, evitando cualquier tipo de risa y siendo un profesor directo, duro y severo.

Por el contrario, si él ha observado anteriormente que cursos de esa índole no funcionan

con la disciplina sino con “la buena onda”, puede que llegue en una actitud diferente,

tratando de dar cercanía a los estudiantes, y que tengan de él un juicio de “simpático y

cercano”. Pero insistimos, el profesor está tomando un actitud frente a una audiencia que

sólo imagina, por datos externos que le han entregado.


3.- La presencia implícita:

En la presencia implícita los otros no necesitan estar presentes ni físicamente ni

imaginariamente para influir. Basta con que sus productos, su legado, su historia, esté

presente. Por ejemplo, las normas sociales, las normas culturales, las estructuras sociales

como el estatus y el poder, las instituciones, los rituales, las modas o las costumbres. Estas

estructuras sociales influyen de manera directa en los comportamientos de las personas.

Un ejemplo concreto de esto es la construcción de la masculinidad. En la cultura más

conservadora, ser hombre no solo refiere a tener pene, sino que a comportarse como

hombre. Y desde pequeño, el niño aprende rápidamente a lo “qué es ser hombre”. Así por

ejemplo sabe de temprana edad que los hombres no lloran, que debe gustarle el fútbol, que

debe ser capaz de defenderse y pelear, la forma de vestirse, de mover las manos, etc. El

niño (o el adulto) no necesita ni la presencia física o imaginaria de otro para representar su

hombría y masculinidad, y si por alguna razón quiere subvertirla, probablemente será

afectado por la culpa de estar actuando con poca masculinidad. Aunque nadie lo esté

mirando.

d.- Las audiencias:

Una influencia directa en los comportamientos así como en las emociones y procesos

psicológicos para la psicología social lo tendrá el concepto de audiencia.

El concepto de audiencia se entrelaza con lo definido como performatividad, es decir,

el acto preformativo, el cómo me presento y cómo me muestro hacia otros. Así por

ejemplo, si volvemos al ejemplo de la masculinidad, yo para presentarme hacia el mundo

como hombre – macho, requiero mostrarme de una determinada forma. Por lo cual, actuaré

estereotipadamente sobre cómo se espera que actúe un macho. Y por ejemplo, un acto de
infidelidad o de tener el mayor número de mujeres no responde sólo a un placer sexual,

sino que a demostrar al mundo que me comporto de manera masculina.

Volviendo al concepto de audiencia, yo me manifiesto de manera performativa hacia un

sector social, hacia ciertas personas. Por ejemplo, más de alguna vez hemos escuchado o

dicho “a mí no me importa lo que opine el resto de mí”, pero la pregunta clave es “¿qué

resto es el que no te importa?”, ¿quiénes son aquellos que no me interesa lo que piensen de

mí?”. Porque cada vez que actúo en términos de interacción social, estoy actuando no para

todos y no para nadie. Estoy actuando para algunos. Y ese algunos, ese público, real,

imaginado o implícito, es lo que se define como audiencia.

Veamos algunos ejemplos:

Cuando en redes sociales, por ejemplo Facebook, vemos que alguien escribe “mamita,

hoy se cumplen dos años de tu muerte, te quiero mucho, un abrazo al cielo”, ¿a quién le

habla esa persona?. Es improbable que esta persona realmente piense que su madre

fallecida, esté dónde esté según sus creencias, lea ese mensaje. Por lo tanto, ¿a quién le

habla?

Un ejemplo más analizado y con mayores respuestas es sobre el accionar de las marchas

públicas de protestas. Cuando se analizan marchas como el 1 de Mayo o el 11 de

Septiembre en Chile, uno observa mayoritariamente gente adulta (a veces adulta mayor)

marchando por la calle. Para el caso de Santiago, estas marchas generalmente buscan como

ruta pasar lo más próximo al Palacio de La Moneda. ¿Por qué?. Porque finalmente, desde

un prisma político, lo que se busca es entregar un mensaje al poder político, el cual, dichas

personas lo personifican en el Palacio de Gobierno. Al momento de observar su

performatividad, estas marchas (especialmente la del 11 de Septiembre) tiende a ser una

marcha triste, que conmemora la caída del Gobierno Popular y los muertos y los vejámenes
producidos en la dictadura. Las banderas tienden a ser rojas, y las consignas y gritos apelan

a la justicia y al poder popular.

Si hacemos el contraste con las agrupaciones de LGTBI, podemos observar la marcha

del orgullo gay. Su performatividad es completamente distinta. Variados colores, alegría,

otras consignas, carros alegóricos. ¿Qué ruta buscan?. Por lo observado, las agrupaciones

LGTBI nunca han solicitado pasar por el Palacio de Gobierno, sino que por las avenidas

más concurridas. ¿Por qué? Porque le hablan a otra audiencia. Para ellos, ellas y elles las

personas a las que se dirigen es a la ciudadanía. No porque el poder político no les interese.

Les interesa mucho, pero lo sitúan en otro lado y no en el Palacio de La Moneda.

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