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Steven Hutchinson
Si la cuestión del valor personal se explora en relación con casi todos los
personajes novelísticos de Cervantes, y sobre todo los femeninos, el caso de
Preciosa en La gitanilla parece paradigmático aunque, paradójicamente,
también atípico. Su nombre gitano ya da la clave de lo que representa y lo que
es, una encarnación del valor mismo. Toda esta complejísima novela reluce de
oro y plata y resuena con el bullicio de los bailes, canciones y buenaventuras,
y en el centro de todo está Preciosa. El ubicuo lenguaje económico ha susci-
tado numerosos estudios sobre diversos aspectos de la obra.1 Cómo se consti-
tuye el extraordinario valor de Preciosa es el enfoque del presente.
Igual que Leonisa en El amante liberal adquiere su máximo valor a través
del cautiverio, Preciosa adquiere el suyo por ser robada cuando era niña. En
ambos casos, por muy diferentes que sean, el personaje pasa de un mundo a
otro, y en la otredad de ese mundo extraño se acrisola su valor, en un caso
mediante el rechazo y en el otro mediante la asimilación a ese mundo dadas las
circunstancias radicalmente distintas que afectan a ambos personajes. Al des-
cubrir que en realidad no es gitana sino noble, Preciosa afirma que «siempre se
había estimado en mucho más de lo que de ser gitana se esperaba» (131). Pero
también es verdad que por haberse criado como gitana, nada tiene que envi-
diarles a las mujeres nobles: en efecto, sería imposible que una muchacha
noble criada en un entorno doméstico tuviera las cualidades y capacidades
—entre ellas su salada picardía, su encantadora desenvoltura, su asombrosa
espontaneidad, su independencia de criterio, su «libertad desenfadada» (87)—
que ha adquirido Preciosa entre los gitanos. Más que sus compañeros gitanos,
y de manera que causa admiración en todos, Preciosa tiene un dominio precoz
tanto de las artes improvisatorias practicadas por los gitanos como del arte
improvisatorio de vivir.2 Mediante la práctica de esas artes, sobre todo en casas
nobles, surge un fascinante intercambio de arte por dinero.
Creo que ciertos aspectos del valor de Preciosa derivan de la instrumenta-
lidad y simbolismo que le son atribuidos al dinero en esta obra. E insisto en
contextualizar este problema dentro de La gitanilla en vez de incurrir en espe-
culaciones desde premisas generales de la filosofía monetaria o desde consi-
deraciones históricas, porque si bien esta novela refleja ciertas condiciones
histórico-económicas de su época, su tratamiento de temas monetarios es al
mismo tiempo muy peculiar; o dicho de otra manera, aunque el dinero con su
lógica general e histórica penetra en la obra, este texto a su vez da una
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[3] «Haga yo lo que en mí es»: preciosa como encarnación del valor 811
[5] «Haga yo lo que en mí es»: preciosa como encarnación del valor 813
dinero.15 Sobra decir que a Cellorigo le harían poca gracia los «oficios» infruc-
tuosos de los gitanos. Sin embargo, gracias a sus múltiples talentos y a su
relación simbiótica con la nobleza, los gitanos de esta novela se valen de sí
mismos para sobrevivir; para ellos el dinero, a pesar del fetichismo que le
rodea, no es más que un medio flexible, un instrumento ágil y móvil. Entre
ellos, quien más se luce como capital humano es Preciosa ya que por lo que
hace y por lo que es generará lluvias de dinero.
En La gitanilla el dinero y las joyas, puesto que representan el valor de
todas las cosas y son a su vez lo que más se estima en el terreno económico,
son índices del incifrable valor de la propia Preciosa. Preciosa es a lo social lo
que estos objetos valiosos son con respecto a lo económico. Muchas son las
métaforas en verso y prosa que unen a Preciosa con el dinero, los metales
nobles y las joyas. La entusiasmada doña Clara, por ejemplo, declara: «¡Éste
sí que se puede decir cabello de oro! ¡Éstos sí que son ojos de esmeraldas!»
(77); «niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbuncos, y niña
del cielo, que es lo más que puedo decir» (78). Este tipo de comparación es
muy frecuente en la literatura de la época, desde luego, pero se usa para fines
diversos desde la exaltación hasta la sátira. Cuando la poesía satírica de
Góngora o Quevedo cuenta que una «niña» es «como un oro», se envilece al
personaje femenino que se enriquece mediante favores sexuales.16 Mientras
que en un poema de Quevedo se afirma que «el dinero no tiene / alegórico
sentido» (Poesía original, nº 785), resulta que el dinero en La gitanilla, además
de funcionar como lo que es, sí tiene «alegórico sentido», un simbolismo que
apunta hacia la vitalidad misma en sus aspectos más positivos, como hemos
visto: protección, eficacia, fecundidad, procreación, vida, y sobre todo valor.
Por medio de una transferencia continua de valor que irá desde lo material
hacia lo social propiamente dicho, y más concretamente desde las piedras y
metales preciosos hacia Preciosa, se encarecerá el valor de la protagonista.
Pero como parece indicar doña Clara («que es lo más que puedo decir»),
el lenguaje metafórico queda corto con respecto a lo que quiere significar:
Preciosa siempre va creciendo «como en valor subido» (74), valiendo inde-
fectiblemente más que aquello con lo que se le compara, superando en precio
a lo que más vale en el ámbito material. Ella trasciende el valor simbólico de
la monetización del oro y dota al dinero de una plusvalía sacralizada con sólo
tocarlo.17 Más significativo aun, en uno de los pasajes clave de la novela,
Preciosa como objeto de amor se declarará incomprable tanto en el ámbito
económico («dádivas») como en el ético («promesas»), orientando así la
conducta de su amante don Juan hacia una idea de matrimonio concebido más
allá de toda compraventa:
Una sola joya tengo, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y vir-
ginidad, y no la tengo de vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será
vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima; ni me la han de llevar trazas
ni embelecos […] Si vos, señor, por sola esta prenda venís, no la habéis de llevar sino
atada con las ligaduras y lazos del matrimonio; que si la virginidad se ha de inclinar, ha
de ser a este santo yugo; que entonces no sería perderla, sino emplearla en ferias que
felices ganancias prometen. (85-86)
[7] «Haga yo lo que en mí es»: preciosa como encarnación del valor 815
[9] «Haga yo lo que en mí es»: preciosa como encarnación del valor 817
empiece como tal, el primer tercio ofrece un retrato en vivo de Preciosa, que
sintetiza todo lo mejor y no muestra nada de lo peor de las dos culturas a las
que pertenece, y a partir de ahí el resto del texto seguirá profundizando en lo
que va a constituir el valor de este singular personaje. Al final Preciosa pro-
bablemente se diluirá entre la nobleza, sí, pero se quedará con el nombre que
adquirió entre los gitanos y que simboliza su esencia.
OBRAS CITADAS
PARRY, Jonathan, y Maurice Bloch, eds. Money and the Morality of Exchange.
New York, Cambridge University Press, 1989.
QUEVEDO, Francisco de. La Hora de todos y la Fortuna con seso. Ed. Luisa
López-Grigera. Madrid, Castalia, 1975.
QUEVEDO, Francisco de. Poesía original. Ed. José Manuel Blecua. Barcelona,
Planeta, 1963. Vol. 1 de Obras completas. 2 vols. 1963.
QUEVEDO, Francisco de. Poesía varia. Ed. James O. Crosby. Madrid, Cátedra,
1982.
RABELAIS, François. Oeuvres complètes. 2 vols. Ed. Pierre Jourda. Paris,
Garnier, 1962.
RESINA, Joan Ramon. «Laissez faire y reflexividad erótica en La gitanilla.»
Modern Language Notes 106 (1991): 257-78.
RICAPITO, Joseph V. Cervantes’s «Novelas Ejemplares» between History and
Creativity. West Lafayette (Indiana), Purdue University Press, 1996.
SHAKESPEARE, William. The Complete Works. Ed. David Bevington y Hardin
Craig. Glenview, Illinois, Scott, Foresman and Company, 1973.
SIMONNOT, Philippe. «De Saint Augustin aux Jeux olympiques (Entretien avec
Martin Gorin).» L’Argent. Ed. Martin Gorin. Paris, Seuil, 1989. 137-50.
TER HORST, Robert. «Une Saison en enfer: La gitanilla.» Cervantes 5 (1985):
87-127.
VILAR, Pierre. A History of Gold and Money 1450-1920. Trad. Judith White.
New York, Verso, 1976.
Weber, Alison. «Pentimento: The Parodic Text of La Gitanilla». Hispanic
Review 62 (1994): 59— 75.
NOTAS
1 Entre ellos figuran los de Ruth El Saffar, Harry Sieber (en su introducción a las Novelas ejem-
plares), Robert ter Horst, Joan Ramon Resina, Georges Güntert, Alison Weber, Joseph Ricapito,
William Clamurro y Carroll Johnson.
2 En mi libro Cervantine Journeys he tratado temas tales como la comunidad móvil de los
gitanos (101-02), mujeres viajeras (103-04), las dotes improvisatorias de Preciosa (142-43) y el
aduar gitano como mundillo (180-82).
3 «Si dineros fueren menester para alcanzar perdón de la parte, todo nuestro aduar se venderá
y llovían en ella ochavos y cuartos como piedras a tablado, que también la hermosura tiene fuerza
de despertar la caridad dormida» (66).
6 Véase Parry y Bloch (18) y también el pasaje de Freud en la nota siguiente.
travail clinique montre que l’argent est polysémique et renvoie tout aussi bien à l’oralité et à la géni-
talité qu’à l’analité, pourquoi l’analité apparaît-elle, autant dans la cure analytique que dans la
culture, le référent essentiel de cette symbolisation?» (52). Freud marcó la pauta desde el principio
con su insistencia en el carácter anal del dinero. Gibeault cita una carta de Freud donde se demuestra
la curiosa relación que hubo entre tradición y observación en los orígenes del psicoanálisis: «J’ai
lu un jour que l’or donné par le diable à ses victimes se transformait immanquablement en excré-
ment; le jour suivant, M. E. […] me dit tout a coup que l’argent de Louise (sa bonne et son premier
amour) était toujours excrémentiel» (53; énfasis mío). Ferenczi sigue la línea ortodoxa evidente en
este pasaje citado por Gibeault: «A ce moment-là, le symbole de l’argent est en gros parvenu au
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terme de son développement. La jouissance liée au contenu intestinal devient plaisir procuré par
l’argent qui […] n’est rien d’autre que des excréments désodorés, déshydratés et devenus brillants.
Pecunia non olet» (56). Más acertado me parece el concepto de Lacan citado en el mismo ensayo:
«L’argent est un signifiant sans signification. Ce que le nez de chacun avait dès longtemps perçu:
Pecunia non olet» (71) —aunque el dinero es más bien polisémico que asémico. Philippe Simonnot,
en el mismo volumen, afirma que «la vulgate psychanalytique ne retient […] qu’un aspect des
choses. Il y a autre chose que l’analité dans l’argent» (138).
8 «Y muy razonablemente es aborrecida la usura, porque, en ella, la ganancia procede del
mismo dinero, y no de aquello para lo que éste se inventó. Pues se hizo para el cambio; y el interés,
al contrario, por sí solo produce más dinero. De ahí que haya recibido ese nombre [tokos, «des-
cendencia»], pues lo engendrado es de la misma naturaleza que sus generadores, y el interés es
dinero de dinero; de modo que de todos los negocios éste es el más antinatural» (1258b).
9 Uno de los tratamientos más interesantes de este tema está en The Merchant of Venice de Sha-
kespeare. En un texto lleno de juegos conceptuales, el judío Shylock justifica su usura con el
ejemplo bíblico en que Jacob le presta a Labán ovejas que se acoplan con carneros y paren corderos.
«Son tu oro y plata ovejas y carneros?», pregunta el mercader Antonio, a lo que responde Shylock
que no sabe, pero que los hace criar tan rápido como si lo fueran (I,3).
10 Más generalmente, podríamos decir que no se aplican a ellos las fórmulas desarrolladas por
Marx para definir el capitalismo: dinero que se invierte en mercancías para producir más dinero
(D—M—D), o dinero que se invierte para producir dinero con intereses (D—D).
11 Del mismo modo, en su tratado Della moneta (1586), Bernardo Davanzati caracteriza el
dinero como «la sangre que corre en las venas de la república», en palabras de Pierre Vilar (190).
Este interesante teórico cita a menudo a Diego de Covarrubias, discípulo de Martín de Azpilcueta
Navarro (véase Grice-Hutchinson 45). Creo que cada idioma y cultura de alguna forma relaciona el
dinero y la sangre, a veces de manera antitética —y a veces de manera sintética, como en el hebreo,
según Emeric Deutsch: «En effet, à côté du terme KeSseF, argent que l’on possède et que l’on
dépense, un autre terme: DaMim, désigne l’argent, véhicule d’une responsabilité, d’une obligation
à l’égard d’autrui. Ce mot DaMim est également le pluriel de DaM: ‘sang’, comme pour signifier
que cette responsabilité est corporelle et vitale, et non seulement légale. Ein lo Da Mim: il est
innocent, veut dire littéralement: ‘son sang n’est pas impliqué, il n’en est pas redevable’» (85).
12 En su introducción al volumen Money and the Morality of Exchange, Jonathan Parry y
Maurice Bloch comentan las actitudes de Simmel y Marx hacia el aspecto impersonal del dinero:
«Simmel ubica el mayor peligro del dinero tanto en su incapacidad para reconocer lo diverso como
en el hecho de que fácilmente puede llegar a considerarse el medio para todos los fines, de manera
que confiere un poder casi divino. Del mismo modo Marx habla del dinero como ‘el nivelador
radical que […] elimina toda distinción’ —ni siquiera los huesos de los santos pueden ‘resistirse a
esta alquimia’» (6) (traducción mía).
13 Explica Antonio Domínguez Ortiz: «Las diversas pragmáticas suntuarias (la última fue
promulgada en 1723) tenían una doble finalidad: de una parte, económica: limitar el lujo y el gasto
consuntivo que arruinaba a muchas familias; de otra, socioestamental: marcar las diferencias,
separar los rangos, prohibir ciertos símbolos, como la posesión de coche o el uso de vestidos muy
costosos a los estratos sociales más bajos. Impedir que por medio del dinero se abatieran barreras
divisorias que se consideraban esenciales» (159).
14 Cito como ejemplos dos pasajes de Quevedo —los tercetos del soneto «Lágrimas alquiladas
del Contento» y parte de un discurso que rezuma de antisemitismo y está puesto en boca de un judío
de Salónica—, uno de Shakespeare y otro de Jonson.
Los sacrosantos bultos estatuas adorados
Ven sus muslos raídos por el oro,
Sus barbas y cabellos arrancados.
Y el ser los Dioses masa de tesoro,
Los tiene al fuego y cuño condenados,
Y al Tonante fundido en Cisne y Toro. (ed. Crosby, nº 36)
«Hemos reconocido que no tienen comercio nuestras obras y nuestras palabras y que nuestra
boca y nuestro corazón nunca se aunaron en adorar un propio Dios. Aquélla siempre aclamó al del
Cielo, éste siempre fué idólatra del oro y de la usura. Acaudillados de Moisén cuando subió por la
Ley al monte, hicimos el oro y cualquier animal que dél se fabricase: allí adoramos nuestras joyas
en el becerro y juró nuestra codicia, por su deidad, la semejanza de la niñez de las vacadas. No
admitimos a Dios en otra moneda, y en ésta admitimos cualquier sabandija por dios. Bien conocía
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la enfermedad de nuestra sed quien nos hizo beber el ídolo en polvos» (La Hora de todos, nº 39,
193).
Thus much of this will make black white, foul fair,
Wrong right, base noble, old young, coward valiant […]
This yellow slave
Will knit and break religions, bless th’accurs’d,
Make the hoar leprosy ador’d, place thieves
And give them title, knee, and approbation,
With senators on the bench […] (Timon of Athens IV,3,28-34)
Volpone: Good morning to the day; and, next, my gold!
Open the shrine that I may see my saint.
[…] O thou son of Sol,
But brighter than thy father, let me kiss,
With adoration, thee and every relic
Of sacred treasure in this blessed room.
[…] Dear saint,
Riches, the dumb god that giv’st all men tongues,
That canst do naught, and yet mak’st men do all things;
The price of souls! Even hell, with thee to boot,
Is made worth heaven! Thou art virtue, fame,
Honor, and all things else! Who can get thee,
He shall be noble, valiant, honest, wise—
Mosca: And what he will, sir. (Volpone I,i,1-2,10-13,21-28)
15 Cito un pasaje representativo: «No podemos esperar menos en nuestra España, por ver a los
más della tan llevados de tanta vana gloria que les haze despreciar la justa ocupación de sus
personas, y no es tenido por honrado ni principal sino es el que sigue la holgura y el passeo, a que
todos aspiran por ser estimados y más respectados del vulgo, contra lo que las demás naciones
siguen y professan. De esto, se puede temer, serán causa las herencias de los rezién heredados, como
lo ha sido hasta aquí, y lo es el dinero, que ha venido de Indias, con que los nuestros han salido tan
de madre, que no siguiendo la ordenacion natural, han dexado los officios, los tratos, y las demás
ocupaciones virtuosas, y dádose tanto a la ociossidad, madre de todos los vicios. […] Esta sobervia
y vana presumpción ha destru_do esta república, y de rica y poderosa más que otra ninguna la ha
hecho pobre y falta de gente, mucho más que la peste que ha corrido» (15r). Véanse también los
folios 4r-4v, 12r y 22r.
16 Considérense, por ejemplo, los versos siguientes:
[13] «Haga yo lo que en mí es»: preciosa como encarnación del valor 821
comparaciones físicas entre la mujer y lo que ésta codicia o adquiere a cambio de sus favores, el uso
paródico del lenguaje petrarquista, si bien piropea la belleza, acaba degradando a la dama misma.
Aunque ella vale «más», su valor en realidad va rebajándose en una transferencia de valor que
abarca desde el ámbito social hacia la pura materialidad.
17 Un ejemplo de lo primero: «aquí tengo un doblón de oro de a dos caras —le dice el padre
de don Juan—, que ninguna es como la vuestra, aunque son de dos reyes» (95). Y de lo segundo:
«vuélveme el escudo —le dice el enamorado Clemente—; que como le toques con la mano, le
tendré por reliquia mientras la vida me durare» (92).
18 Por ejemplo, se usa la palabra precio en su rara acepción de premio («A doquiera que
llegaban, [Andrés] se llevaba el precio y las apuestas de corredor y de saltar más que ninguno»
[108]); y aunque no es nada raro en los textos cervantinos el verbo preciarse, la insistencia con que
aparece este verbo en La gitanilla parece motivada por el nombre de la protagonista.
19 La actitud de la propia Preciosa, por cierto nada original en su época (véase, por ejemplo,
Domínguez Ortiz 301; Elliot 236; Gil Farrés 376-93), se manifiesta en el siguiente pasaje donde
explica que se perjudica la buenaventura cuando primero se hace la cruz con monedas humildes:
«Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores; y el señalar
la cruz en la palma de la mano con moneda de cobre sepan vuesas mercedes que menoscaba la bue-
naventura, a lo menos la mía; y así, tengo afición a hacer la cruz primera con algún escudo de oro,
o con algún real de a ocho, o por lo menos, de a cuatro; que soy como los sacristanes: que cuando
hay buena ofrenda, se regocijan» (78).
20 «La virtud y el buen entendimiento siempre es una y siempre es uno: desnudo o vestido, solo
o acompañado. Bien es verdad que puede padecer acerca de la estimación de las gentes, mas no en
la realidad verdadera de lo que merece y vale.» (2,358-59)