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NO ME CONTAMINARÉ - Daniel 1:8 Exposición de 5 min.

Introducción: En las reflexiones pasadas vimos como el rey de Babilonia se llevó cautivo parte del pueblo
de Israel, vimos como Dios permitió que su pueblo fuera castigado y afligido por sus pecados. Y ya estando
en la ciudad de Babilonia, el rey escogió muchachos capaces y aptos de la nobleza de Israel para que le
sirvieran en su palacio. Entre estos muchachos israelitas habían cuatro en particular, que se llamaban
Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Estos muchachos, como dice el pasaje, ahora vivían en una ciudad
diferente, con una cultura diferente, con nombres diferentes, con una educación diferente y con comida
diferente.
Proposición: Y nos vamos a enfocar en este último detalle, en la comida, volvamos a leer el v. 8: “Y Daniel
propuso en su corazón no contaminarse (o no pecar contra Dios) con la porción de la comida del rey, ni
con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”
Estos cuatro muchachos podían aceptar todas las condiciones que les imponían en aquella ciudad, pero lo
único que no podían aceptar era que les obligasen a pecar contra su Creador, el Dios de Israel. Así que,
tuvieron que resistirse ante esta condición, aunque eso los llevase a la muerte, ya que no cumplir la
voluntad del rey de Babilonia, que era la mayor potencia mundial en ese momento, era castigado con la
pena máxima, pero para estos jóvenes, honrar y obedecer la voluntad del Rey del Cielo, Jesucristo, era
muchísimo más importante.
Frase interrogativa: Por eso hermanos, ¿Estamos nosotros, como cristianos, proponiendo en nuestro
corazón no contaminarnos con los deseos y placeres pecaminosos que ofrece este mundo vano y
pasajero?
Principio: Pero tú me dirás, Geanfranco, ¿qué tiene de malo comer de la porción de la comida del rey y
beber de su vino? Bueno, en la Ley Judía esto estaba prohibido, hacerlo era desobedecer la voluntad de
Dios, ya que los israelitas no podían comer ciertos alimentos y también su comida tenía que ser preparada
de una cierta manera, además esta comida que les ofrecían a estos muchachos probablemente haya sido
ofrecida a los ídolos, que eran dioses falsos hechos de oro, u otro material. Claro que, para este tiempo,
para nosotros, que hemos creído en Cristo y en su cruz no aplica esta ley (la de no comer ciertos
alimentos) pero si el principio espiritual que hallamos aquí. Que es el de honrar, obedecer y amar a Dios
sobre todas las cosas, aún sobre tu propia vida.

Conclusión:

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