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Tomado de Rabade Romeo. Kant. Problemas Gnoseologicos de la CRP” pag. 26-29.

ESTRUCTURA DE LA “Critica de la Razon Pura” (CRP)

La estructura de la obra es muy clara. Está constituida por dos partes de extensión y valor
muy desigual: Teoría trascendental de los elementos y Teoría trascendental del método.
Esta segunda, a pesar de las páginas un tanto pomposas con las que Kant la inicia, es
reducida en extensión y en efectiva importancia dentro del criticismo kantiano. Por
consiguiente, de ahora en adelante vamos casi a olvidarla del todo. La primera, de mucho
mayor extensión, constituye la parte fundamental no sólo de la obra misma, sino de toda la
filosofía crítica de Kant.
Esta parte, a su vez, se divide en otras dos: Estética trascendental y Lógica trascendental.
La Estética o estudio de la sensibilidad no tiene ulteriores divisiones. La Lógica tras-
cendental, sí. Se divide en Analítica trascendental y Dialéctica trascendental.
La Analítica trascendental constituye el núcleo más denso de toda la obra y significa el
mayor esfuerzo de creación de Kant en su período crítico. La Teoría trascendental de los
elementos tiene aquí su auténtica y mejor realización. Porque si bien es verdad que se inicia
en la Estética, son sólo dos los elementos aprióricos aportados por ésta frente a la enorme
variedad y complejidad de los mismos en la Analítica: la Dialéctica no hará más que extraer
consecuencias de la verdadera lógica trascendental, que es la Analítica . Por ello, la
Analítica debe todavía desmembrarse en dos libros: Analítica de los conceptos, con el
estudio de éstos y de su laboriosa deducción, y Analítica de los principios, con el estudio
del esquematismo y la cuádruple división de los principios (axiomas de la intuición,
anticipaciones de la percepción, analogías de la experiencia y postulados del pensamiento
empírico).
Por fin, la Dialéctica trascendental se centra en el estudio de las ideas: su naturaleza, su
función como príncipios regulativos y las consecuencias de su uso erróneo en las antino-
mias, paralogismos y contradicciones.
Una revisión comparativa de los libros de la Analítica y de la Dialéctica nos podría hacer
caer en la cuenta de curiosos detalles, como, por ejemplo, el repetido montaje de las
divisiones sobre el número cuatro: así, la agrupación de las categorías, las cuatro clases de
principios, las cuatro antinomias . La conexión interna de estas partes es estrechísima,
siempre sobre el hilo conductor del problema de la objetividad, constituyendo la Analítica
un estudio positivo de la misma y la Dialéctica un estudio de carácter negativo .
En esquema, la división de la KrV sería la siguiente:
de los conceptos.
Teoría trasc. de estética analítica . . . . de los principios
los elementos lógica trascen-
dental dialéctica trasc.

Teoría trascendental del método.

La crítica se convierte así en un análisis totalizador de nuestro dinamismo cognoscente y


pensante. Las funciones analizadas se condensan en tres: la intuición sensible, me-
diante la cual entro en contacto con lo trascendente, el conocer intelectual, mediante el cual
sintetizo objetivamente la pluralidad dada en la intuición, y las ideas de la razón, donde el
conocer, al dejar de ser objetivo, señala los límites de la objetividad. Desde otra
perspectiva, podríamos decir asimismo que los temas fundamentales de la obra son tres,
siempre naturalmente centrados en el problema de la objetividad: la cosa en sí en un
extremo y el sujeto en el otro y, mediando entre ambos como puente de enlace, el fenó-
meno.
Aunque la KrV no fue precisamente un aparatoso éxito editorial, el hecho es que en 1786 el
editor desea lanzar una nueva edición. Como la primera había provocado bastantes
discusiones y refutaciones, sobre todo por parte de los leibnizianos, y principalmente
porque se habían dado manifiestos malentendidos de algunas doctrinas fundamentales, nada
tiene de extraño que Kant, que ya había intentado una aclaración divulgadora de su sistema,
bastante infructuosa por cierto, con los Prolegómenos, revise ahora los principales temas de
fricción. En el prólogo a la segunda edición nos dice que se trata de retoques de detalle .
Pero, no obstante, algunas de las correcciones, como la nueva redacción de la deducción,
resulta difícil rebajarlas a la categoría de puro detalle. Vleeschauwer resume así las
modificaciones de esta segunda edición: «1) para oponerse a la objeción de escepticismo,
Kant redacta un nuevo prefacio con el fin de explicar la utilidad positiva del criticismo; 2)
contra el reproche de idealismo expone el fenomenismo y protesta contra la confusión entre
apariencia y fenómeno; 3) intercala en la Analítica de los principios una refutación directa
del idealismo cuyo origen es -me parece- suficientemente claro; 4) introduce en todas
partes una doctrina completa del yo en cuanto a su existencia, en cuanto al sentido interno y
en cuanto a la apercepción; 5) finalmente, vuelve a escribir el capítulo de la deducción» .
Para terminar, nada mejor que la valoración de los frutos de la obra que nos propuso el
mismo Kant en los Prolegómenos: «A quien le ha tomado una vez el gusto a la Crítica, le
repugna ya para siempre la charlatanería dogmática con la que antes por fuerza tenía que
contentarse, puesto que su razón tenía necesidad de algo y le era imposible encontrar algo
mejor para su alimento. La Crítica guarda con la metafísica ordinaria de las escuelas la
misma relación que la química tiene con la alquimia o la astronomía con la astrología de los
adivinos» .
El juicio no puede ser más franco y, si bien es verdad que la historia no le concede del todo
la razón, tampoco se puede negar que hay mucho de verdad en la apreciación kantiana de
su propia obra: quien haya atravesado con reposo las páginas de este libro pierde
definitivamente la inocencia crítica.

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