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La rebeldía en la adolescencia es causada por los numerosos cambios

físicos y endocrinos que experimentan los adolescentes, algunos de los


cuales influyen negativamente sobre su autoestima y bienestar psicológico.

Estos cambios biológicos llevarán consigo muchos cambios


comportamentales, como apatía, tristeza o rebeldía. Lo primero que debes
hacer es aceptar es que tu hijo ha entrado en una nueva etapa de la vida y
que, inevitablemente, se producirán cambios en muchos aspectos.

En esta época, los factores neurobiológicos van a cobrar especial


relevancia, aunque no serán los únicos. La rebeldía, debido a los conflictos
familiares que conllevan, es una de las conductas que se perciben con
mayor facilidad, y la que recibe mayor atención.

Aunque te parezca difícil tratar con un adolescente que muestra un


comportamiento desafiante, deberías saber que esta actitud también
supone beneficios futuros. El hecho de que un adolescente se rebele contra
la “autoridad” –es decir, padres y profesores-, le ayudará a convertirse en
un adulto que defiende sus ideas y sus derechos.

Por otro lado, encontramos que adolescentes sumisos no desarrollarán


estas habilidades y llegarán a ser adultos igualmente sumisos. Por tanto, te
proponemos que empieces a concebir esta actitud desafiante como una
“rebeldía adaptativa”.
Causas de la rebeldía en la adolescencia
Factores neurobiológicos y psicológicos
Como ya hemos comentado anteriormente, son muchos los cambios
biológicos que atraviesa un adolescente, provocando que éste se muestre
irascible, triste o agresivo.

Por ejemplo, es común entre las adolescentes que manifiesten desagrado


por los cambios corporales como ensanchamiento de las caderas o
desarrollo de vello en piernas y axilas.

A los chicos suele afectarle más el cambio de altura que están atravesando,
lo que les hace percibirse como torpes en deportes en los que antes
destacaban. La siguiente analogía que te ayudará a entender mejor esta
situación: Imagina que cada mañana tuvieses que conducir un coche que
va creciendo paulatinamente.

Al adaptarte al nuevo cambio de tamaño, se produciría un nuevo “estirón”,


por lo que nunca te sentirás seguro al volante. A estos cambios biológicos,
se le suma un periodo de inestabilidad psicológica que dificultará su
interacción familiar, social y escolar.

Entre los mayores desafíos, se encuentra una crisis de identidad a la que


tienen que hacer frente, tras la cual tendrán un mayor conocimiento de sí
mismos y una personalidad más estable.

Desapego parental

En esta fase en la que los niños comienzan a entrar en la etapa de la


adolescencia, dejan a un lado a sus padres como figuras de apego
principales, y comienzan a estrechar las relaciones con sus amigos y
compañeros de clase.
Esto se debe a que están intentando llevar a cabo un distanciamiento
parental. Crear una identidad propia es uno de los retos de esta etapa. Por
ello, puede que percibas que tu hijo/a es muy vulnerable e influenciable a
la opinión de sus amigos, pasando más tiempo con éstos que con su
propia familia.

También es posible que te desagrade la forma en la que comienza a


vestirse o peinarse. A veces, incluso se muestran interesados en tatuajes y
piercings. Como veremos más adelante, este aspecto es muy importante
para sentar las bases de su identidad individual.

Relaciones inadecuadas con compañeros

En esta época en la que cobran especial relevancia las relaciones sociales,


un adolescente experimentará una gran tristeza y abatimiento ante
unas relaciones sociales insatisfactorias –tanto con amigos como con
parejas sentimentales-.

Todos los cambios que se produzcan en esta etapa se vivirán con una
intensidad mucho mayor.

Por ejemplo, un cambio de residencia, una ruptura en una relación de


pareja, un conflicto con algún amigo, etc., pueden provocar una mezcla de
sentimientos difusos que el adolescente no sabe manejar.

Además, el hecho de no tener buenas relaciones en el ámbito escolar –si es


víctima de bullying, por ejemplo-, puede provocar una inadaptación en
muchos ámbitos de su vida.

Esta situación se agrava cuando los jóvenes no quieren compartir sus


problemas con sus padres ni amigos, por miedo o vergüenza.
Inadecuada disciplina familiar

En la sociedad actual se han producido cambios en el modelo familiar


tradicional, en el que el padre era el que se encargaba de trabajar y la
mujer se preocupaba de la educación de sus hijos.

Afortunadamente, hemos dejado atrás ese modelo familiar obsoleto, y la


mujer ha entrado, igualmente, en el mercado laboral. No obstante, con
esta nueva estructura familiar, puede suceder que los hijos sientan que sus
padres están ausentes.

Para evitarlo, y para promover relaciones paterno-filiares sanas, se


recomienda que ambos progenitores se impliquen más en la educación de
los hijos. Por otra parte, a veces también sucede que el adolescente percibe
injusticias que se producen en el ámbito familiar.

Por ejemplo, seguro que conoces algún caso de celos entre hermanos, en el
que uno de ellos suele quejarse de los beneficios del otro. En este punto
hay que ser especialmente cuidadoso, puesto que la percepción de
desigualdad de un adolescente es un desencadenante claro de violencia
y agresividad.

Toma una actitud equitativa con tus hijos, de forma que los hermanos
tengan los mismos derechos y obligaciones.

Violencia en los medios de comunicación

La conducta de rebeldía adolescente va asociada –en muchos casos- a


manifestaciones de agresividad. Numerosos estudios han tratado de
encontrar una relación entre la violencia percibida en medios de
comunicación y la violencia manifestada por población infanto-juvenil.
Aunque no se trata de una relación muy clara, sí que se han encontrado
indicadores de que la exposición a actos de violencia fomenta que los
adolescentes se comporten de este modo.

Uno de los modelos más interesantes que intenta dar explicación a este
fenómeno es el de Albert Bandura:

Según este autor, las personas que se comportan agresivamente tienen


dificultades para ser empáticos y les falta sensibilidad ante los sentimientos
de los demás.

Bandura afirma que la exposición de modelos violentos en su entorno o en


medios de comunicación es una condición necesaria pero no suficiente para
que el adolescente se comporte de esa forma.

En otras palabras, que los adolescentes tengan acceso a modelos violentos


potenciará conductas agresivas, pero se necesitan otros factores.

Según Bandura, la población infanto-juvenil presentará un comportamiento


agresivo cuando perciba que esto le aporta algún tipo de beneficio. Por
ejemplo, los chicos que consiguen la aprobación de los demás
comportándose de forma agresiva, tenderán a perpetuar esta conducta.

Además, es importante para el adolescente que el modelo agresivo sea


relevante para él, como un compañero al que admira o un héroe de ficción.

Por otro lado, el autor también habla de los mecanismos cognitivos que
utilizan los jóvenes al usar la violencia (como deshumanización de las
víctimas, autoengaño con respecto a las consecuencias, etc.).
6 Consejos para tratar la rebeldía en la
adolescencia

Muestra comprensión y empatía

Ten en cuenta que se trata de una etapa pasajera. Acepta los cambios que
se están produciendo en este periodo. Seguro que tu hijo se ha quejado en
más de una ocasión de que nadie le entiende, o manifiesta abiertamente
que es un incomprendido.

Puede que te resulte complicado aceptarlo, pero es posible que tenga parte
de razón. Intenta no centrarte en los castigos que le impones a tu hijo
y procura comprender su punto de vista.

Si te muestras abierto/a, si le hablas de tus miedos e inquietudes cuando


tenías su edad, te verá de una forma más cercana, como alguien en quien
se puede confiar. Háblale también de tus amigos, de tus primeras
relaciones sentimentales, y no intentes indagar en las suyas –esto sólo lo
distanciaría aún más-.

Coméntale también como era tu relación con tus padres, para que se sienta
identificado en tu experiencia. Fomenta la comunicación familiar durante las
comidas, sin encender la televisión ni otros aparatos electrónicos.

Disfruta de esos momentos familiares y mantén la calma si se producen


altercados en la mesa.
No prohibirle todo lo que pida

Ya hemos visto algunos de las exigencias que te pueden imponer tus hijos
–piercings, tatuajes, cambios de look, entre otros-. Selecciona algunos
ámbitos en los que puedes ser más permisivo/a, para que no te conviertas
en su enemigo.

Por ejemplo, podrías permitirle que escoja la ropa que le gusta o que
decore la habitación a su antojo. De hecho, puedes implicarte aún más si le
acompañas a ir de compras y aceptas el estilo de ropa o música que le
guste.

Ser democráticos

Si aprendes a negociar con tu hijo, comprobarás cómo su comportamiento


presenta un cambio positivo. Deja a un lado la educación consistente en
una dictadura, en la que los padres imponen las normas y no hay
posibilidad de discutirlas. Todo puede dialogarse.

También es importante que tu pareja y tú estéis de acuerdo –crear


enemistades entre vosotros solo provocará que el menor aproveche la
situación en su propio beneficio-.

Utiliza esta técnica de negociación para temas como hora de llegada a casa,
viajes, etc. Recuerda que siempre se puede llegar a puntos medios.

Animarle a que practique algún deporte

Los adolescentes suelen estar llenos de energía y, a veces, esta es la causa


de que se comporten de forma agresiva. Por tanto, una buena opción es
que le propongas que realice algún deporte.
En este punto se recomienda ser especialmente cautos, puesto que algunos
deportes competitivos –como el fútbol o el baloncesto- pueden potenciar
las conductas agresivas. Considera otras opciones como el atletismo, pádel,
jogging, entre otros.

Evita gritar y que te grite

Está comprobado que gritando no se solucionan los conflictos. En vez de


eso, sólo conseguiréis estar más enfadados y agresivos. Explica a tu hijo/a
que mientras utilice un tono de voz elevado, no podrá dialogar contigo.

En la mayoría de las ocasiones, los adolescentes gritan para llamar la


atención y tratar de arrebatarte la autoridad. No entres nunca en ese
juego, tú eres un adulto y debes estar por encima de esas provocaciones.

Te recomendamos que ignores este comportamiento hasta que tu hijo se


haya calmado y te hable como una persona adulta. Poco a poco, irá
instaurando esta conducta de diálogo contigo, puesto que comprobará que
no conseguirá nada gritando.

Si el problema persiste, acudir a un especialista

Por último, deberías conocer los peligros de percibir estas conductas


desafiantes como un comportamiento normal, cuando se trata de algo más
grave.

Numerosos adolescentes presentan depresiones enmascaradas –algunos


por causas graves como bullying o acoso-. Se les llama de esta forma
porque los jóvenes, lejos de presentar los síntomas típicos de apatía y
tristeza, manifiestan conductas agresivas.

Si esta es la situación de alguno de tus hijos, deberías considerar la


posibilidad de que estén atravesando un periodo de inadaptación
psicológica. Implícate en su vida, sin agobiarle, para indagar un poco más
sobre el motivo real de su comportamiento agresivo o desafiante.

Muestra preocupación por las notas y visita a los profesores con frecuencia,
para saber qué comportamiento muestra en el colegio y si sus
relaciones sociales son adecuadas. Los síntomas de problemas mentales
pueden pasar desapercibidos, confundiéndose con la crisis típica de la
adolescencia.

Otro de los motivos para estar preocupado/a por tu hijo o hija es que las
enfermedades mentales como depresión pueden estar acompañadas por
consumo de sustancias o tentativas de suicidio.

Por tanto, en el caso de que percibas una conducta anómala, lo


recomendable es que acudas a un especialista –psicólogo o pediatra- para
que te indique si es necesario o no iniciar una terapia psicológica.

Esperamos que te hayan sido útiles estos consejos. Recuerda que nadie nos
enseña a ser padres, por lo que lo hacemos lo mejor que sabemos.

No te culpes por el comportamiento de tus hijos adolescentes, y disfruta de


ellos en cada etapa.

Al fin y al cabo, como dijimos al principio, esta rebeldía les convertirá en


adultos con ideas e identidad propias.

Referencias
1. Alvarez-Solís, R.; Vargas-Vallejo, M. Violencia en la
adolescencia. Salud en Tabasco (2002), vol. 8, núm. 2, pp. 95-
98.
2. Amanda Céspedes. Niños con pataleta, adolescentes
desafiantes. Cómo manejar los trastornos de conducta en los
hijos.
3. Bruce E. Levine. How Teenage Rebellion Has Become a
Mental Illness (2008).
4. Lamas, C. Para comprender la adolescencia problemática.
Pág 63-85 (2007).
5. Romero Romero, R. La depresión y el suicidio en niños y
adolescentes. Revista del Sistema Cetys Universidad (2002).

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