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ADOLESCENCIA

¿Qué son las etapas de la adolescencia?


La adolescencia es el proceso mediante el cual el niño alcanza la madurez sexual y se convierte en
un adulto. Se inicia con la pubertad, esto es, con los cambios físicos y el desarrollo de las características
sexuales secundarias La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el periodo de la
adolescencia está comprendido entre los 10 y los 19 años de vida, aunque tanto la madurez física y
sexual como la psicológica y social dependen de factores individuales, como el sexo (una mujer se
desarrolla antes que un hombre).

Adolescencia temprana (11-13 años)


Es la primera etapa de desarrollo del niño. Se caracteriza porque comienza a experimentar cambios
físicos a una gran velocidad. En esta fase aparecen los caracteres sexuales secundarios.
Los cambios psicológicos y sociales no tienen un gran desarrollo durante esta fase, sino que son
consecuencias o se derivan de los cambios físicos. El adolescente observa cómo su cuerpo se desarrolla
y cambia, y esto provoca una gran curiosidad y una situación extraña para él. por lo que existe una
identificación grupal. Durante esta fase no se producen cambios psicológicos porque en lo que se refiere a
los procesos cognitivos, el adolescente sigue pensando en concreto, no ha desarrollado la abstracción del
pensamiento, no percibe las implicaciones futuras y se encuentra todavía muy lejos del pensamiento
adulto.

Adolescencia media (14-17 años)


Al comienzo de esta fase, el adolescente ya ha finalizado casi por completo su maduración sexual. A partir
de este momento, los cambios físicos se ralentizan  lo que le permite al adolescente fijar su imagen
corporal y desarrollar más fácilmente una imagen de sí mismo. En esta fase adquieren vital importancia
los cambios psicológicos y sociales.
Durante estos años desarrolla el pensamiento abstracto y la capacidad de percibir las implicaciones
futuras, aunque en circunstancias conflictivas, como etapas de estrés, puede sufrir regresiones hacia el
pensamiento concreto y ser incapaz de percibir estas implicaciones. La capacidad de percibir en abstracto
provoca que el joven desarrolle también una cierta capacidad discursiva, además de identificarse con
otras personas, grupos e ideologías. El adolescente también desarrolla y potencia una imagen de sí
mismo, un rol que proyecta hacia los demás. La pertenencia a un grupo social y la necesidad de
independencia respecto del grupo familiar también son consecuencias directas de los cambios
psicológicos y cognitivos durante esta etapa.
El narcisismo. Proyecta su imagen hacia el resto del mundo con el objetivo de acaparar atención. La
sensación de invulnerabilidad y de fortaleza hacen que el adolescente pueda ser más agresivo en ciertas
circunstancias y puede acarrear comportamientos de riesgo, como el consumo de alcohol, tabaco y otras
drogas.
El contacto con el otro sexo se incrementa, aunque no sólo responde a un deseo sexual creciente,
sino también al narcisismo y la exploración de los propios límites del adolescente, que necesita poner a
prueba el grado de atracción que posee.

Adolescencia tardía (17-21 años)


El desarrollo físico y sexual ha terminado. El adolescente ya es físicamente adulto y sus órganos
sexuales están plenamente capacitados para la reproducción.
El pensamiento abstracto también se ha desarrollado en su totalidad y el joven puede pensar en abstracto
sin dificultad y percibe perfectamente las implicaciones futuras de sus actos. El desarrollo del
pensamiento es un factor individual que depende de las condiciones del entorno y de las propias
capacidades de la persona.
A partir de este momento, el adolescente comienza a enfrentarse a las exigencias del mundo adulto, las
necesidades de atención y de pertenencia a un grupo pierden importancia en pro del fomento de las
relaciones individuales.

REBELDIA

La rebeldía en la adolescencia es causada por los numerosos cambios físicos y endocrinos que


experimentan los adolescentes, algunos de los cuales influyen negativamente sobre su autoestima
y bienestar psicológico.

Estos cambios biológicos llevarán consigo muchos cambios comportamentales, como apatía,
tristeza o rebeldía. Lo primero que debes hacer es aceptar es que tu hijo ha entrado en una nueva
etapa de la vida y que, inevitablemente, se producirán cambios en muchos aspectos.

los factores neurobiológicos van a cobrar especial relevancia, aunque no serán los únicos. La
rebeldía, debido a los conflictos familiares que conllevan, es una de las conductas que se perciben
con mayor facilidad, y la que recibe mayor atención.

El hecho de que un adolescente se rebele contra la “autoridad” –es decir, padres y profesores-, le
ayudará a convertirse en un adulto que defiende sus ideas y sus derechos.

Por otro lado, encontramos que adolescentes sumisos no desarrollarán estas habilidades y
llegarán a ser adultos igualmente sumisos. 

Factores neurobiológicos y psicológicos

los cambios biológicos que atraviesa un adolescente, provocando que éste se muestre irascible,
triste o agresivo.

Desapego parental
En esta fase en la que los niños comienzan a entrar en la etapa de la adolescencia, dejan a un lado
a sus padres como figuras de apego principales, y comienzan a estrechar las relaciones con sus
amigos y compañeros de clase.

Esto se debe a que están intentando llevar a cabo un distanciamiento parental. Crear una identidad
propia es uno de los retos de esta etapa. Por ello, puede que percibas que tu hijo/a es muy
vulnerable e influenciable a la opinión de sus amigos, pasando más tiempo con éstos que con su
propia familia.

También es posible que te desagrade la forma en la que comienza a vestirse o peinarse. A veces,
incluso se muestran interesados en tatuajes y piercings. Como veremos más adelante, este
aspecto es muy importante para sentar las bases de su identidad individual.

Relaciones inadecuadas con compañeros

Todos los cambios que se produzcan en esta etapa se vivirán con una intensidad mucho mayor.

Por ejemplo, un cambio de residencia, una ruptura en una relación de pareja, un conflicto con algún
amigo, etc., pueden provocar una mezcla de sentimientos difusos que el adolescente no sabe
manejar.

Además, el hecho de no tener buenas relaciones en el ámbito escolar –si es víctima de bullying,
por ejemplo-, puede provocar una inadaptación en muchos ámbitos de su vida.

Esta situación se agrava cuando los jóvenes no quieren compartir sus problemas con sus padres ni
amigos, por miedo o vergüenza.

Inadecuada disciplina familiar

Para evitarlo, y para promover relaciones paterno-filiares sanas, se recomienda que ambos
progenitores se impliquen más en la educación de los hijos. Por otra parte, a veces también sucede
que el adolescente percibe injusticias que se producen en el ámbito familiar.
Por ejemplo, seguro que conoces algún caso de celos entre hermanos, en el que uno de ellos
suele quejarse de los beneficios del otro. En este punto hay que ser especialmente cuidadoso,
puesto que la percepción de desigualdad de un adolescente es un desencadenante claro de
violencia y agresividad.

Toma una actitud equitativa con tus hijos, de forma que los hermanos tengan los mismos derechos
y obligaciones.

Violencia en los medios de comunicación (Rebeldía)

Uno de los modelos más interesantes que intenta dar explicación a este fenómeno es el de Albert
Bandura:

Según este autor, las personas que se comportan agresivamente tienen dificultades para ser
empáticos y les falta sensibilidad ante los sentimientos de los demás.

Bandura afirma que la exposición de modelos violentos en su entorno o en medios de


comunicación es una condición necesaria pero no suficiente para que el adolescente se comporte
de esa forma.

En otras palabras, que los adolescentes tengan acceso a modelos violentos potenciará conductas
agresivas, pero se necesitan otros factores.

Según Bandura, la población infanto-juvenil presentará un comportamiento agresivo cuando


perciba que esto le aporta algún tipo de beneficio. Por ejemplo, los chicos que consiguen la
aprobación de los demás comportándose de forma agresiva, tenderán a perpetuar esta conducta.

Además, es importante para el adolescente que el modelo agresivo sea relevante para él, como un
compañero al que admira o un héroe de ficción.

Por otro lado, el autor también habla de los mecanismos cognitivos que utilizan los jóvenes al usar
la violencia (como deshumanización de las víctimas, autoengaño con respecto a las
consecuencias, etc.).
6 Consejos para tratar la rebeldía en la adolescencia

Muestra comprensión y empatía

Ten en cuenta que se trata de una etapa pasajera. Acepta los cambios que se están produciendo
en este periodo. Seguro que tu hijo se ha quejado en más de una ocasión de que nadie le
entiende, o manifiesta abiertamente que es un incomprendido.

Puede que te resulte complicado aceptarlo, pero es posible que tenga parte de razón. Intenta no
centrarte en los castigos que le impones a tu hijo y procura comprender su punto de vista.

Si te muestras abierto/a, si le hablas de tus miedos e inquietudes cuando tenías su edad, te verá
de una forma más cercana, como alguien en quien se puede confiar. Háblale también de tus
amigos, de tus primeras relaciones sentimentales, y no intentes indagar en las suyas –esto sólo lo
distanciaría aún más-.

Coméntale también como era tu relación con tus padres, para que se sienta identificado en tu
experiencia. Fomenta la comunicación familiar durante las comidas, sin encender la televisión ni
otros aparatos electrónicos.

Disfruta de esos momentos familiares y mantén la calma si se producen altercados en la mesa.

No prohibirle todo lo que pida

Ya hemos visto algunos de las exigencias que te pueden imponer tus hijos –piercings, tatuajes,
cambios de look, entre otros-. Selecciona algunos ámbitos en los que puedes ser más permisivo/a,
para que no te conviertas en su enemigo.

Por ejemplo, podrías permitirle que escoja la ropa que le gusta o que decore la habitación a su
antojo. De hecho, puedes implicarte aún más si le acompañas a ir de compras y aceptas el estilo
de ropa o música que le guste.

Ser democráticos
Si aprendes a negociar con tu hijo, comprobarás cómo su comportamiento presenta un cambio
positivo. 

Utiliza esta técnica de negociación para temas como hora de llegada a casa, viajes, etc. Recuerda
que siempre se puede llegar a puntos medios.

Animarle a que practique algún deporte

Los adolescentes suelen estar llenos de energía y, a veces, esta es la causa de que se comporten
de forma agresiva. Por tanto, una buena opción es que le propongas que realice algún deporte.

Evita gritar y que te grite

Está comprobado que gritando no se solucionan los conflictos. En vez de eso, sólo conseguiréis
estar más enfadados y agresivos. Explica a tu hijo/a que mientras utilice un tono de voz elevado,
no podrá dialogar contigo.

En la mayoría de las ocasiones, los adolescentes gritan para llamar la atención y tratar de
arrebatarte la autoridad. No entres nunca en ese juego, tú eres un adulto y debes estar por encima
de esas provocaciones.

Te recomendamos que ignores este comportamiento hasta que tu hijo se haya calmado y te hable
como una persona adulta. Poco a poco, irá instaurando esta conducta de diálogo contigo, puesto
que comprobará que no conseguirá nada gritando.

Si el problema persiste, acudir a un especialista

Si esta es la situación de alguno de tus hijos, deberías considerar la posibilidad de que estén
atravesando un periodo de inadaptación psicológica. Implícate en su vida, sin agobiarle, para
indagar un poco más sobre el motivo real de su comportamiento agresivo o desafiante.

Muestra preocupación por las notas y visita a los profesores con frecuencia, para saber qué
comportamiento muestra en el colegio y si sus relaciones sociales son adecuadas. Los síntomas
de problemas mentales pueden pasar desapercibidos, confundiéndose con la crisis típica de la
adolescencia.

Otro de los motivos para estar preocupado/a por tu hijo o hija es que las enfermedades mentales
como depresión pueden estar acompañadas por consumo de sustancias o tentativas de suicidio.

Los padres dejan de verse como seres perfectos y se empiezan a ver sus limitaciones y las

diferencias existentes entre ellos y el adolescente, a pesar de que se sigue siendo dependiente de

ellos. Se produce por lo general cierto alejamiento de la familia y las amistades pasan a focalizar la

atención y la preferencia del futuro adulto.

El pensamiento también cambia, se desarrollan gran parte de las funciones ejecutivas, tales

como la capacidad de planificación, orientación a metas, iniciación del control y la inhibición de la

conducta, la organización de la propia actividad o flexibilidad mental.

Es también una etapa de exploración: y búsqueda de experiencias. Asimismo poco a poco se va

a ir generando la identidad según se van explorando diferentes patrones conductuales y

seleccionando los valores nucleares que van a conducir nuestra conducta.

La rebeldía en el adolescente: ¿por qué ocurre?

1. Cambios biológicos y hormonales

Parte de la rebeldía presente en el adolescente tiene un origen biológico (si bien ello no debe servir

de justificación para conductas indeseables). Por un lado, el cerebro y especialmente el lóbulo

frontal y especialmente el prefrontal aún no están completamente desarrollados, siendo este el

sustrato biológico principal que permite el desarrollo de habilidades como la capacidad de

inhibición de respuesta, el control y capacidad de gestión o la motivación y orientación a metas.

También destaca el hecho de que el cerebro de un adolescente es mucho más sensible a la

estimulación de neurotransmisores como la dopamina, algo que promueve la experimentación y la


búsqueda de sensaciones placenteras (siendo algo que favorece por ejemplo la toma de actitudes

arriesgadas y peligrosas para la propia salud).

Además de ello, también debemos tener en cuenta la presencia de cambios hormonales:

la testosterona está asociada por ejemplo a un aumento de la competitividad y la agresividad,

mientras que los cambios hormonales que se dan durante el ciclo menstrual (que aparece en la

pubertad) pueden generar con mayor facilidad irritabilidad y cambios en el estado anímico.

2. Pensamiento egocéntrico

Otro de los motivos de la rebeldía adolescente es la asunción de un pensamiento egocéntrico típico

de la edad: el adolescente se cree invulnerable y omnipotente, estando excesivamente confiado

en sus propias ideas y presentando sesgos que disminuyen la importancia de información

contraria a ellas.

Resulta más complejo detectar y aceptar la existencia de visiones alternativas de la realidad

igualmente válidas (aunque puedan ser opuestas), considerándolas falsas o equivocadas.

3. Búsqueda de autonomía y creación de la identidad

Otra de las principales causas de la rebeldía es la búsqueda de autonomía y de la creación de la

identidad personal. El adolescente está en una etapa en que necesita experimentar de cara a

poder determinar quién es, realizando diferentes conductas y observando si se ajustan o no a

sus valores y preferencias o los efectos que tienen.

La rebeldía también puede ser una búsqueda de autonomía, un intento de que las figuras de

autoridad le reconozcan no como a un niño o con un papel sumiso sino como un agente activo e

independiente. Puede estar pidiendo una reducción de los límites existentes hasta el momento o

procurar lograr observarse a sí mismo como un sujeto independiente.

Si bien la rebeldía suele verse como algo frustrante o como una respuesta a una autoridad no

reconocida, lo cierto es que el adolescente rebelde también puede en el fondo estar pidiendo que
se le pongan unos límites que indiquen que está bien o que está mal, hasta dónde puede llegar o

qué se espera de él.

5. Confusión ante los cambios y demandas

También es habitual que no sepan hacia dónde dirigir sus esfuerzos, algo que les puede generar
gran frustración. Asimismo el adolescente tiende a sentirse incomprendido, no siendo para él su
experiencia compartida por otros del mismo modo o con la misma intensidad. La rebeldía también
puede aparecer como respuesta de frustración ante dichas contradicciones y sensaciones.

7. Problemas más severos

Por ejemplo, la vivencia de acoso escolar, consumo de tóxicos, abusos de algún tipo o el

padecimiento de algún problema de salud mental como la depresión.

¿Qué hacer ante un adolescente rebelde?

Puede ser complicado relacionarse con un adolescente rebelde, pero lo primero que tenemos que

tener en cuenta es que salvo excepciones la rebeldía es en realidad positiva ya que a la larga les

va a ayudar a encontrar su propio camino de manera independiente. El hecho de que existía

rebeldía no implica que deje de querer a su entorno o que haya dejado de necesitar de su

protección.

Hemos de procurar en primer lugar ser empáticos y entender los profundos cambios que el

adolescente está sufriendo. La comunicación fluida entre entorno y adolescente es también

muy importante. No se trata de forzarle a hablar si realmente no quiere, sino de hacer ver que se

está dispuesto a escuchar. Compartir la propia experiencia también puede ser de utilidad (todos los

adultos hemos pasado por la adolescencia, al fin y al cabo) a la hora de que puedan tener algún

tipo de modelo de conducta, si bien consejos no pedidos por lo general no suelen ser bien

recibidos.
Y casi más importante que hablar es escuchar, siendo relevante que el menor se sienta

escuchado. El adolescente ya no es un niño y su opinión debería ser tenida muy en cuenta,

además de que una escucha activa favorece la expresión de miedos y dudas que otro tipo de

actitudes no permitiría. Asimismo debatir y valorar la opinión respecto a diferentes temas puede

ayudar a una mejor comprensión mútua.

Otro aspecto a tener en cuenta es el entorno social en el que el menor se mueve. Como hemos

visto anteriormente las amistades han pasado a ser una de las influencias más importantes,

siendo relevante favorecer (sin obligar) entornos positivos y analizar problemáticas como el acoso

escolar.

También hemos de procurar no ser autoritarios y respetar la libertad y autonomía del adolescente:

en caso de desacuerdo la negociación puede ser una vía óptima de encontrar una postura que

guste a ambas partes. La prohibición o el castigo injustificado solo generarán reactancia y una

posible desobediencia más marcada. Eso sí, que la rebeldía sea hasta cierto punto buena no debe

cruzar ciertos límites: no deben tolerarse faltas de respeto evidentes ni agresiones, y el hecho de

negociar no implica ceder a cada cosa que desee.

RECOMENDACIONES EN REBELDÍA

Eso significa que, si al principio estos jóvenes no quieren negociar, no debemos forzar la

aparición de pactos, porque los acuerdos a los que podamos llegar van a ser ficticios: sólo

existirán en nuestra imaginación.

Así pues, ante la negativa de dar los primeros pasos para aceptar un proceso de negociación

es necesario actuar consecuentemente con la actitud del adolescente y hacer que la propia

postura sea inflexible. Eso significa, simplemente, que le pondremos normas de forma unilateral.

A fin de cuentas, si un adolescente no está dispuesto a asumir un grado de libertad en el que

pueda aceptar o rechazar opciones en una negociación, entonces debe seguir reglas. El mensaje
aquí es que avanzar hacia un grado de independencia mayor pasa por asumir pactos de

forma adulta. Negociar a cualquier precio no es una opción.

2. Negociar en una situación emocionalmente neutral

Es importante que los primeros pasos de la negociación se den no en medio de enfados y rabietas,

sino cuando reina la calma. Esto hará que las condiciones de la otra parte no se interpreten

como ataques o provocaciones, y además ayudará a detectar esos puntos que realmente no se

está dispuesto a aceptar por sus características objetivas y aquellos otros que no se aceptan por lo

que eso significaría en el contexto de una discusión.

3. La regla sagrada: cumplir con la palabra siempre

No hacer lo que antes se dijo que se haría resulta devastador para las negociaciones con los

adolescentes, aunque solo ocurra una vez.

A fin de cuentas, el valor de las negociaciones está fundamentado en la confianza y en la

coherencia. Sirven para eliminar un grado de incertidumbre acerca de lo que pasara si el

adolescente se comporta de una u otra forma, y si no cumplen esa función, no valen para nada.

4. Volviendo a etapas anteriores

Así pues, en estos casos hay que hacer lo mismo que se ha dicho en el punto número uno:
no negociar y poner normas unilateralmente. Conviene que la sensación de haber hecho progresos
no nos ciegue ni que veamos esto como una señal de que todas las negociaciones anteriores no
han servido para nada. Al contrario, al comparar la vuelta de las normas unilaterales con los
pactos a los que se llegó en el pasado, la segunda opción resulta más atractiva.

5. Conoce los intereses del adolescente


Lo mejor que se puede hacer con las negociaciones es hacer que se adapten a las necesidades

y aspiraciones de la otra parte.

Eso significa que la eficacia de la negociación depende del grado en el que adaptemos nuestras

opciones a las características únicas e individuales de la persona que tenemos enfrente. En el caso

de la negociación con hijos e hijas, los padres y madres pueden llegar a hacer un buen uso sobre

los conocimientos sobre esta persona.

Adolescentes rebeldes: una guía para padres en apuros

El enfoque está en lo que nosotros podemos hacer, lo que está en nuestra manos, no en quejarnos

de sus actitudes y tratar de modificarlas, lo cual solo trae frustración, pues nadie puede cambiar

al otro de la noche a la mañana. 

En cambio, si yo transformo mis actitudes y me hago más consciente, estoy dando el primer paso.

Aclaro que esto no significa abandonar los límites y las consecuencias que son necesarias y serían

tema de otra reflexión.

Seis consejos para mejorar la comunicación con hijos adolescentes

1. Desvinculo mi historia personal de la suya

Como padres, debemos ser capaces de desvincular nuestra historia personal de la de nuestro hijo

adolescente, desvinculando lo que es nuestro de lo que es de él, evitando así hacerle cargar con

una mochila de presión añadida. Es vital que logremos comprenderlo tal como es y que nos

responsabilicemos de nuestra propia vida, y dejemos que él recorra su camino. Como padres

tenemos que intentar facilitar que el hijo adolescente desarrolle su vida con independencia y

viviendo sus propias experiencias. Esto hará que aprenda por sí mismo y se adapte mejor al

entorno social. No es preciso, pues, que como padres añadamos ansiedad o miedos a los hijos.
2. Evito compararlo con los demás

Otro punto esencial. Nuestro hijo adolescente tiene derecho a recorrer su camino en la vida de

acuerdo con sus preferencias y sus decisiones propias, y los padres debemos apoyarlo y

respetarlo para que sea capaz de abordar con éxito sus propias experiencias. Poner

etiquetas a sus preferencias personales o compararle con otras personas no solo no le estimula a

mejorar sino que puede suponerle una pesada carga para su autoconcepto. Debemos ser

capaces de hacer un esfuerzo constante por respetar su forma de ser, incluso en el caso que como

padres pensemos que su actitud no es la más adecuada. Por supuesto, esto implica no desear que

nuestro hijo se parezca a otra persona, comparándolo constantemente con aquel compañero de

instituto que saca mejores notas, o cualquier otra reflexión que pueda mermar su autoestima.

3. Entiendo sus pautas de socialización

Aquí es donde entra nuestra capacidad como padres para mostrarnos flexibles y positivos.

Mientras nuestro hijo muestre un comportamiento respetuoso y cordial, no es necesario que lo

presionemos para que se socialice en base a nuestros estándares ni los del entorno

cercano. Los padres que están constantemente preocupados por si sus hijos "les dejan mal"

delante de otras personas, simplemente actúan en base a unos parámetros rígidos y

convencionalistas de socialización. Demostrar a nuestro hijo que nos importa mucho lo que

piensen de nosotros (a través de su actitud, para más inri) es una forma de transmitirle que

sentimos vergüenza de él. Pelear para que actúe como nosotros queremos que actúe solo

provocará que la relación se desgaste y para que el adolescente no logre adaptarse libremente al

entorno social.

4. Cuidado con la idea de “que él logre lo que yo no hice”

5. Cada uno debe aprender de sus errores

Si nuestro hijo se equivoca, deberá asumir sus consecuencias, aunque eso nos duela y nos

sintamos en el deber de socorrerle. Estaremos siempre ahí para darles el apoyo necesario, pero
los hijos necesitan que les otorguemos el espacio necesario para cometer estos errores que les

van a permitir aprender, tomar conciencia sobre sus responsabilidades en la vida y madurar.

6. Las emociones no me deben boicotear

La auto-observación debe ser un pilar fundamental en nuestra reflexión sobre las actitudes y

medidas que tomamos como padres. Debemos intentar ver un poco más allá de lo tangible e

identificar nuestras emociones y sentimientos. De este modo, cuando nos sintamos bloqueados o

angustiados, podremos reflexionar y detectar qué estamos sintiendo, y cómo gestionar esa

emoción. Lograr que la auto-observación sea un hábito en nuestra cotidianidad es de especial

utilidad en la interacción con hijos adolescentes, sobre todo para identificar cuando nos ponen a

prueba y mostrar una actitud asertiva y relajada, y por tanto controlar la situación. De este modo

podremos actuar de la manera que pensemos que es más precisa y necesaria, y no desde la

reactividad o desde la ira.

7. Muestra tu humanidad

Las faltas de respeto, por mucho que vengan de niños pequeños, duelen. Es bueno mostrar ese

malestar para que tu hijo o hija afronte también esa parte de las consecuencias que ha tenido su

conducta.

Negociación : Para ello es necesario ofrecer varias soluciones, dejando que ellos sean los que
decidan y adquieran el compromiso, la responsabilidad de cumplir, y mostrarle que confiamos en
que harán lo más correcto.

¿Qué puedes hacer cuando un adolescente es irrespetuoso?


1. Aunque sea difícil, no lo tomes de forma personal. La rebeldía es parte normal de la
adolescencia y demostrar desprecio por la autoridad también es parte del proceso hacia la
adultez. Por eso, considera que tu hijo(a) está expresando algo normal para su edad. Con
esto en mente, no quiero decir que dejes que te pase por encima y te falte al respeto.
Simplemente puedes decirle que no te gusta cómo te está hablando y que cuando se calme
pueden hablar sin problema. O puedes usar estrategias como no dejarlo que hable con sus
amigos por unas horas hasta que demuestre que puede tratarte con respeto. En cada
oportunidad que se presente, hazte la pregunta de qué es lo que quieres enseñarle a tu hijo
en ese momento.
2. Prepárate. Si ya tuviste un episodio en el que tu hijo o hija fue irrespetuoso o irrespetuosa,
prepárate para el siguiente con un plan de acción. Pon los límites y recuerda que no tienes
que caer siempre en las discusiones o juegos de poder que te plantea tu adolescente. Dile por
ejemplo: “La última vez que no te dejé salir a una fiesta, me insultaste y eso no se puede
volver a repetir. Soy tu mamá (o tu papá) y lo único que quiero es lo mejor para ti. Me duele
que me trates así, y si vuelves a insultarme, habrá consecuencias”.
3. Sé consistente y actúa con determinación. Si decides cambiar una regla en casa, mantente
en tu posición. Vas  a ver que la consistencia producirá cambios positivos.
4. Ten presente que tu rol como padre o madre es enseñarle un buen comportamiento,
aplaudirlo y motivarlo cuando hace las cosas bien y poner límites cuando hace las cosas mal.
No te olvides que quieres que tu hijo sea un adulto exitoso emocionalmente y en otros
aspectos de la vida como el trabajo.
5. Háblale directamente y evita agresiones hacia él que puede alejarlos más. Sé explícito en
lo que quieres sin rodeos: “No me gusta que me hables así, me duele” en lugar de “ ¿Por qué
me hablas en ese tono?”. La primera frase es mucho más acertada y directa.
6. No lo insultes ni muestres resentimiento, pues esto le dará licencia para hacerte lo mismo.
7. Escucha a tu hijo(a) aunque la manera de comunicarse no sea la mejor. Entender lo que le
pasa es indispensable para poder actuar y apoyarlo. El hecho de que lo escuches creará
confianza en él o ella para hablarte de lo que le sucede.
8. Invita a tu hijo(a) a proponer soluciones a los problemas que surgen. Negocien soluciones
que sean beneficiosas para todos.
9. Elige tus batallas. En ocasiones, no vale la pena pelear. Analiza la situación con
tranquilidad, con la cabeza fría y elige cómo actuar.
10. Ármate de paciencia y aunque sea un proceso doloroso y difícil, recuerda que la
comunicación es la clave para que tanto tu hijo(a) como tú salgan airosos de esta difícil etapa
adolescente.

Los castigos negativos. para que un castigo sea efectivo “tiene que ser cercano al momento en que se
produce la conducta, que el castigado conozca el motivo y que sea consciente de él”, detalla. Esto es
importante ya que, según el experto, aquí es donde más errores se cometen.

 “Muchos padres castigan a sus hijos un mes sin móvil pero, tras la insistencia, agresividad o
cariñosidad del menor, el padre cede y el mes se convierte en unos pocos días”, describe. Con esta
actitud lo que aprenden los niños es que “las consecuencias de sus actos no son tan graves y que con
una sonrisa o con un grito pueden arreglarlo todo”.

Refuerzos de buenas conductas


sino que más importante que castigar es reforzar las buenas conductas. “Si nuestro hijo está en
silencio, callado y haciendo los deberes, será positivo acercarse y decirle que lo está haciendo bien”. En
este proceso se evitarán lo refuerzos materiales.
“Una inyección de autoestima tiene mejores efectos a largo plazo que regalar un móvil por las
buenas notas, ya que en este último caso los niños pierden la motivación intrínseca por aprender y la
transforman en la obtención de bienes materiales y éste es otro error grave que cometen los padres”.

Morales Salinas recomienda a los padres que se pregunten así mismos por qué sienten ese recelo hacia
los amigos de su hijo y si tienen pruebas para sentirse así. Tras esto, “lo mejor es que, a la hora de
tratar el tema, no impongan frases como no quiero que te juntes con este grupo, sino compartir tus
inquietudes de forma natural y, dependiendo del caso, tratar la situación siempre desde el entendimiento y
la comprensión, intentando respetar lo máximo que se pueda la intimidad”

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