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Tema 2. ¿Transición o ruptura?

: la crisis del Imperio romano en Hispania, las


migraciones germanas y el reino visigodo de Tolosa (siglos III-V)

1. Crisis del Imperio Romano y reorganización de estructuras.


1.1 Causas de la crisis del poder político romano
Problemas internos: Hacia el siglo III se produce una crisis de la vida urbana,
favoreciendo de este modo la ruralización, se produce la reorganización de las villae
(una reconstrucción con unas dimensiones mayores). Aparece también fenómenos de
dependencia personal (encomendación, patrocino). De esta manera asistimos a una
profunda crisis económica, además se opta por aumentar la presión en el limes (frontera
del imperio) para mantener a raya las invasiones de los germánicos. Para dar salida a
esta crisis en el 301 se produce la llamada reforma fiscal de Diocleciano, que
promulgara el edicto precios máximos, además de remodelar la administración de
Imperio y la administración provincial, logrando de esta manera que el Imperio
sobreviviera unos 200 años más.

Problemas externos: En el siglo III se producen diversas derrotas ante los germanos, las
más sonadas serán las del Rin y las de Danubio, además de producirse derrotas en Asia
frente a los persas sasánidas. El Imperio pasa de tener una visión expansionista a una
visión defensiva por lo que se ve en la necesidad de incrementar los impuestos para
facilitar el abastecimiento de las limes romanas.

1.2 La situación de Hispania en el siglo IV.


A partir de la ya mencionada reforma de Diocleciano (284-305) la organización
provincial en Hispania sufrirá diversos cambios. Se crea de esta manera la Diócesis
Hispaniarum dentro de la Prefectura de las Galias, de la cual estará al frente de su
administración un vicarius prefectorum per Hispania. Se produce también un
incremento del número de las provincias, organizadas esas en conventi iuridici, es decir,
sedes de la administración de la justicia, por lo que no se les puede considerar
demarcaciones propiamente dichas. El territorio queda dividido en:

Bética: Se trata de una provincia muy romanizada. Su capital se estabecía en Corduba


(colonia Patricia). Su principal actividad económica es la exportación de productos
(aceite) principalmente a Roma, aunque en el siglo IV se empezará a exportar a
Germania. Lusitania : Con capital en Emerita Augusta. Cartaginense : Se trata de una
de las nuevas provincias creadas y ocupaba gran parte de la Meseta y el Sudeste
peninsular llegando hasta Almería. En esta reigón se produce mucha desigualdad.
Gallaecia : Abarca a zona de la actual Galicia hasta la provincia de la actual Santander.
Su capital estaba situada en Braccara Augusta. Se trata de una provincia muy poco
romanizada debido a su estilo de vida rural y a la pervivencia de prácticas pagana
(penetración más débil del cristianismo). Tarraconense : Ocupaba la parte de la actual
Cataluña y la cuenca del Ebro, con capital en Tarraco, se trata de una zona muy
romanizada y urbana.

Mauritaia Tingitania : Se trata de la zona norte de África perteneciente a territorios


romanos, su capital se establecía en Tingis (Tánger). Esta zona tiene un marcado
carácter defensivo, debido a los ataques de los mauris, por lo que su incorporación tras
la reforma de Diocleciano a la Diócesis Hispaniarum se debe a mejora del control de
Estrecho y al control de las actividades de los piratas.

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Balleraica : Desde el 385 se añade esta nueva provincia, desgajada de
Carthaginense

A partir del siglo III también se producen nuevas condiciones estructurales:


Se produce una gran difusión de la gran propiedad, las llamadas villa por todo el
territorio peninsular hispano, lo que se traduce en una ampliación de espacio productivo,
ante la necesidad de productos para las limes (annonae), produciéndose de esta manera
el enriquecimiento de algunas provincias, como es el caso de la Bética. Los productos
exportados son sobre todo grano, vino, aceite, peles, lana y carne. Difusión del
patrocinio y la encomendación: Debido a las condiciones de inseguridad y ruina de los
campesinos ante el incremento de los impuestos que generan las reformas de
Diocleciano.
Desigual penetración del cristianismo (difusión a partir del siglo III): Celebración de los
primeros concilios sínodos en Hispania, participación de obispos hispanos en los
grandes concilios ecuménicos -Osio de Córdoba- defiende posturas antiarrianas en el
Concilio de Nicea (325). Organización del territorio en diócesis. Menos penetración del
cristianismo en el Norte peninsular.

Difusión de controversias religiosas: el Priscialianismo y su condena (ejecución de


Prisciliano en el 385). Su fundador es Prisciliano, un aristócrata hispano obispo de Ávila
desde el 381. Desde el 370 asceta y rigorista extremo, fundado una comunidad en la que
se difuminan las diferencias de las jerarquías. Incluso acabando con la diferencia entre
hombre y mujer. Su doctrina está basada en la mundanización de la Iglesia y la jerarquía
eclesiástica, teniendo de esta manera un gran fundamento social (anuncia los
movimientos socio-religioso medieval). En el 380 es condenado a través del Sínodo de
Zaragoza a raíz de las protestas de la alta jerarquía católica, llevándose de sta manera a
cabo un proceso judicial contra Prisciliano en el 385 que culminaría con su ejecución en
Tréveris (tratándose de la primera vez que el brazo secular de la iglesia ejecuta a un
hereje). El presciliaismo continúa en Hispania (Galicia) hasta el siglo VI. Condena en el
I Concilio de Braga (561).

2. La irrupción de los pueblos germanos en Hispania.


Periodo 400-507 en Hispania.

Confusión desde el punto de vista de la trayectoria política. Fase de extinción


en Hispania de poder imperial.

A través de las fuentes que nos proporciona la Crónica de Hidacio (del Obispo
de Chaves) podemos observar cómo se tiene una visión muy negativa del fenómeno de
las invasiones y un odio a “bárbaro” y una actitud muy pro-romana, pnsando que con
estas invasiones el fin del mundo se acerca (llegará en el 482). Para muchos romanos de
la época era como si se estuviera acercando el momento final de Roma, núcleo de la
civilización considerada eterna (Si Roma cae, caerá el mundo). Frente a esta visión
apocalíptica que Hidacio presenta encontraos la de Paulo Orosio en la que muestra una
imagen positiva viéndolo como una posibilidad de renovación a partir de la oportunidad
de conversión al cristianismo de los pueblos germánicos.

La irrupción de los pueblos germánicos como fenómeno desestabilizador del


Imperio. Las causas son las llamadas migraciones “bárbaras o germanas”, pero también
causas climáticas, demográficas, políticas… El concepto de bárbaro (= extranjero) para

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los romanos implica una etnicidad teórica, que luego en la práctica es difícil aplicar,
esto es debido a la necesidad de Roma de definir con unos rasgos concretos o categorías
fijas a sus vecinos.

La irrupción de suevos, vándalos y alanos en Hispania.


El origen de estos pueblos parece residir a otro lado del limes de Renania a
comienzos del siglo V. Los suevos: Origen en el Elba. Confederación de pueblos que
vivían en eRin medio. Vándalos: Origen en la costa báltica. Divididos en dos grupos
(asdingosy silingos) Alanos: Pueblo de origen iranio, asentados en el Cáucaso cuyo
territoriohabía sido ocupado por los hunos.

El 31 de diciembre de 406 aprovechando que el Rin se había congelado cruzan,


favorecidos también por el abandono de las defensas romanas en la Galia,
produciéndose de esta manera el saqueo de la Galia durante tres años (Carta de
SanJerónimo donde se lamenta lo ocurrido, debido a la toma de ciudades como
Mangucia, Worms o Reims). Esta situación de inestabilidad se da en el contexto de las
luchasinternas en el Imperio romano tras la muerte de Teodosio (395) y el poder arbitral
que elvándalo Estilicón ejercía sobre el emperador Honorio que era menor de edad.

En el 409 se produce el Cruce de los Pirineos (Roncesvalles) y la irrupción en Hispania


de estos grupos germánicos, aprovechando la actuación de usurpador Constantino, que
se establece en Árles, y desde allí manda a su general Geroncio para captar hacia su
causa a los partidarios de Honorio. La falta de oposición por parte del ejército romano
inmerso en una guerra civil, la cual habría facilitado el paso de los germanos para ser
utilizados como aliados por parte del general Geroncio. Con esta situación los grupos
germánicos aprovechan para buscar botines, atacar ciudades provocado una gran
situación de caos como nos cita las fuentes (Hidacio), para posteriormente buscar
asentamientos donde establecerse.

El reparto territorial de los invasores (sin contar con la aprobación de Roma, inmerso en
el caos). Los suevos y vándalos asdingos se establecen en la zona de la Gallaecia,
siendo los territorios más occidentales para los suevos (Lugo, Braga, Chaves) y el
interior para los asdingos. Los alanos se establecen en el territorio de Lusitania y en la
parte occidenta de la Cartaginense (son poco numerosos). Los vándalos silingos se
establecen en la antigua provincia de a Bética al tratarse de una provincia muy rica. Son
un grupo reducido, estableciéndose en villaes y zonas con riqueza natural para e
aprovisionamiento (gran preocupación de pueblos semi-nómadas hasta tiempos
recientes). No existiendo e ningún caso un control efectivo de estos territorios.

La Tarraconense no fue invadida y siguió estando en manos del poder Imperial.


Ante la imposibilidad de contención por parte del Imperio (No parece existir
ningúndestacamento militar), este busca la intervención de otro pueblo germánico, los
Godos.

3. Los orígenes del pueblo Godo y su etnogénesis: la peregrinatio goda


Orígenes remotos: Jordanes (Getica) y Casiodoro (siglo VI). Tienes orígenes remotos en
la isla de Escanda, aunque proceden originariamente de Goetland, al sur de la península
de Escandinavia.

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S. III. Asentamiento en los márgenes del Danubio y mar Negro: Hacia el 250 d.C se
produce una división entre ostrogodos y visigodos. En el 270 los visigodos se
establecen en la Dacia (actual Rumanía) teniendo fuertes contactos con los romanos.

Paso progresivo de un conglomerado tribal a formas de concentración del poder (siglos


III-IV): Se produce la elección del dux, rex o caudillo del pueblo en armas, además se
observa la existencia de séquitos militares (Gefolge) unidos mediante juramentos de
fidelidad personal. Sustitución de los antiguos lazos de parentesco por lazos personales,
produciéndose además un proceso de aristocracización (concentración de riqueza),
siendo estos los encargados de la elección del rex (limitando así su poder).

La peregrinatio gotica en tierras imperiales: En el 376 los Godos cruzan el Danubio


presionados por los Hunos, asentándose en Mesia actual Bulgaria) tras llegar a un
acuerdo (foedus) con el emperador Valente, en el que los godos se comprometían a
acatar las leyes romanas, a prestar servicio militar al emperador a cambio de recibir
provisiones y a convertirse al cristianismo arriano (predicación de Ulfila –traducción de
la Biblia al gótico- y conversión masiva del pueblo godo sobre el año 380 d.C). En el
378 se produe la llamada Batalla de Adrianópolis como consecuencia de la ausencia de
llegadas de provisiones, tras esta batalla los godos derrotan a Valente muriendo este en
combate. En el 382el emperador Teodosio busca la paz a través de un Nuevo foedus
para el asentamiento de los godos en Tracia, siendo esta la frontera entre el Imperio de
Occidente y el de Oriente, cediéndole así tierras a cambio de la colaboración militar de
los Godos.

Alarico I (395-410) dux o caudillo godo (estirpe de los Baltos) mira hacia Occidente:
Intenta introducirse en Italia desde el 408 buscando tierras para asentar a su pueblo en
unas mejores condiciones, además de la obtención de estipendios para sus soldados.
Este intento de introducirse en Italia responde a un contexto de gran debilidad por parte
de Occidente, donde gobierna el emperador Honorio desde Rávena (siendo este un
adolescente); en este contexto se produce el llamado “saco” de Roma” el 24 de agosto
del 410 d.C. produciéndose el saqueo de la ciudad por parte de los godos de Alarico y
capturando a Gala Placidia, la hermana del emperador Honorio. Este hecho supone una
gran conmoción para el Imperio que se verá agravado por el intento de los godos de
cruzar a África (el granero del Imperio) aunque este no resultará fructuoso ante a falta
de barcos de los godos. En el 410 muere Alarico y le sucede en el poder su cuñado
Ataúlfo.

4. El reino visigodo de Tolosa (418-507).


409. La invasión de Hispania por suevos, vándalos y alanos provoca a necesidad del
poder imperial por restablecer el dominio efectivo sobre Hispania. El asentamiento de
los visigodos de Ataúlfo en la Galia Narbonense se traduce como un intento claro de la
ocupación marítima de la Galia, que Roma por supuesto o desea persistiendo de esta
manera el problema del asentamiento. 411. Acuerdo de Roma con Ataúlfo:
desplazamiento a Hispania para luchar contra suevo, vándalos y alanos. 414.
Nombramiento por Ataúlfo de un nuevo emperador (Atalo). También se produce el
matrimonio entre Ataúlfo y Gala Placidia en Narbona, con la clara intención de
legitimarse y erigirse como restaurador de Roma, una Roma donde quepan romanos
y godos, teniendo con esta idea un hijo con Gala Plaidia que morirá joven. Esta idea
será rechazada por autores como Hidacio.

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-415. Asesinato de Ataúlfo en Barcelona en un posible nuevo intento de cruzar el
Mediterráneo, a manos del noble Sigerico, cuyo gobierno durará una semana.
Posteriormente se elegirá a Walia como rey visigodo, evidenciando de esta manera el
fuerte arraigo de la institución monárquica en la sociedad goda, aunque se observe de
forma clara electividad.
-416. Acuerdo entre Constancio y Walia para la expulsión de los bárbaros de la
Península a cambio de trigo (acciones dirigidas contra los alanos y los vándalos
silingios: aniquilamiento de estos pueblos).
-418. Acuerdo o foedus entre Walia y Honorio (Aquitania Secunda). Se produce la
devolución de Gala Placida a su hermano Honorio (es entregada al general Constancio,
que se casa con ella y tiene dos hijos, de los cuales uno de ello será el emperador
Valentiniano III). En adelante Gala Placidia será defensora del entendimiento y
colaboración entre godos y romanos hasta su muerte en el 450, ya que ella es depositaria
de los derechos imperiales.

Se produce una colaboración estrecha entre los visigodos con Roma, en el combate de
los invasores germanos de Hispania. Frutos de estos acuerdos se produce el
asentamiento de los godos en la Aquitania Secunda (desde el Loria) estableciendo su
capital en Tolosa (Roma esta interesada en alejar lo máximo posible a los godos del
Mediterráneo, además también es una estrategia para facilitar la defensa del Rin. Se
funda de esta manera un regnum dentro del Imperio romano, esta entrega de tierras se
basa en el principio romano de hospitalidad (hospitium). Teodorico I (418-451, muerte
en la batalla de los Campos Cataláunicos, frente a los hunos de Atila) y Turismundo
(451-453, asesinado posteriormente por su hermanoTeodorico II) mantienen el pacto
con Roma, pero aprovechan la anarquía del Imperio para extender su dominio hacia el
litoral mediterráneo.

El asentamiento visigodo y el sistema de hospitalidad


Hospitium: pacto a través del cual se regulaban las relaciones entre una comunidad y los
extranjeros que llegaban a ella. División de los terrenos en sortes goticas e tertiam
romanorum (Código de Eurico). División de los terrenos con sus esclavos y
dependientes en tres partes: 2/3 para los godos y 1/3 para los romanos. El sistema, en
origen, era una forma de regularización de las relaciones entre romanos y “barbaros”
basada en la fides (lealtad) y la amiticia (amistad mutua), sancionada con un carácter
ritual. La aristocracia romana accedía al reparto: obtenía como contraprestación la
protección militar de los godos.

Revisión historiográfica: El problema del asentamiento godo en la historiografía


-W. Goffart y J Durliat: Señalan las dificultades para proceder al reparto efectivo
(complejidad jurídica, problemas para repartir el terreno…). Consideran que únicamente
se repartieron las tierras abandonadas (bona vacantia) o sin dueño, no el valor fiscal de
las mismas. Lo argumentan a partir de la imagen de los visigodos como guerreros, que
no habrían querido convertirse en campesinos. Pero, los visigodos ya habían sido
campesinos al otro lado de las limes, por lo que parece poco sensato pensar que se
trataban
simplemente de un grupo de bárbaros viviendo en unas tierras sin hacer nada, salvo
exigir sus tercias a los campesinos y acudir en ayuda de las tropas imperiales. -P.D.
King: Considera que solo la nobleza visigoda recibió tierras que se encargaría de
repartir entre sus fieles; el resto del pueblo se asentó en tierras abandonadas (bona
vacantia), baldías o sin propietario, que podrían en funcionamiento y donde fundarían

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sus poblados. -R. Sanz Serrano: Considera la convivencia de diversidad de situaciones
(godos que recibieron tierras y se integrarón en el paisaje general; hombres ligados al
monarca que dejaron las tierras en explotación a sus habitantes, a cambio del pago de
una renta; reparto de tierras sin dueño y tierras donadas voluntariamente por las
poblaciones locales).

5.Hispania durante la primera mitad del siglo V.


Etapa de predominio vándalo asdingo (419-429). Esta época esta marcada por las
guerras civiles, por el establecimiento de los vándalos en la Bética (Gunderico, 406-
428), así como el control del tramo costero entre Cádiz y Alicante, la toma de Cartagena
y la obtención de barcos. En el 429 Genserico (hermano de Gunderico) vence a los
suevos y se produce el paso de 80.000 vándalos al norte de África fundando de esta
manera el reino vándalo de África (toma de Cartago en el 439).

Etapa de predominio suevo (430-456)


La expansión del reino suevo en época de Hermerico (430-438) se produce gracias a
que el monarca logra reunir en su emigración a Hispania entre 30 y 40000 efectivos.
Instalándose en las inmediaciones de Braccara (sede regia de los suevos).
Posteriormente Rekhila (438-448) lleva a cabo campañas contra Bética y Carthaginense,
acaba controlando Gallaecia y Lusitania (440 toma de Mérida y en el 411 toma de
Sevilla) aunque este control será meramente nominal. En el 448 se produce un cambio
significativo y es que accede al poder Rekhiario quien se convertirá al catolicismo en un
posible intento de aglutinar a la población sueva. También intentará el dominio suevo
mediante el matrimonio con la hija del monarca visigodo Teodorico I. Intentará
expandirse hacia la Tarraconense, considerada hasta el momento como indiscutible (este
acto desatará la reacción del monarca visigodo Teodoríco II). La campaña del visigodo
Teodorico en el año 456 tiene como objetivo el reino suevo (en virtud de su alianza con
Roma fruto del foedus del 418). Esta campaña acabará con la derrota sueva en la batalla
de Astorga o del Órbigio que llevará a la ocupación por parte de los visigodos de Braga
(la capital sueva) y de Mérida, además de la ejecución de Rekhiario y de parte de la
nobleza sueva. Posteriormente los visigodos rechazan luchar contra los suevos (su
principal objetivo será consolidar el dominio en Aquitania y en Tarraconense). El reino
suevo pervivirá en Gallaecia y en el norte de Lusitania hasta el 585, aunque la historia
de este reino que comprende entre los años 462 al 558 es escasa. Tenemos que destacar
también la escasa penetración del cristianismo en esta zona, debido a los cultos paganos.

La revuelta bagauda en la Tarraconense


En primer lugar, tenemos que explicar el término bagaudas y esque este proviene de la
palabra “vagantes” o de una derivación del celta que podría interpretarse como guerrilla.
Lo que sí es seguro es que se tratan de movimientos contrarios al poder político,
primero al romano y después al godo, siendo estos el origen de las dificultades
económicas y tensiones sociales del Bajo Imperio (para la historiografía marxista
corresponde a un exponente de la “lucha de clases” de la época). El historiador Gonzalo
Bravo, elaborará una teoría en la que afirma que el movimiento baugádico es un
fenómeno de revuelta social llevado a cabo por campesinos libres, colonos, libertos y
esclavos desarrollado por grandes terratenientes que tenían el apoyo de los ejércitos
imperiales. Es en este contexto cuando aparecen los fugitivos que huyen de la justicia y
de las obligaciones del fisco. Estos grupos cuentan con líderes carismáticos y con una
organización paramilitar que los distinguen fácilmente de grupos incontrolados como
salteadores o latrones. Entre el 443 y el 454 los ataques de los bagaudas liderados por

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jefes carismáticos (como Basilio) en el curso medio del Ebro, llevarán a tomar serias
medidas, tanto es así que hasta el 454 Frederico, hermano de Teodorico II no logrará
someter el movimiento (dando así cumplimiento al foedus del 418).
6. Desarrollo y fin del reino visigodo de Tolosa: de la ruptura con Roma a la instalación
goda en Hispania.

455-476. Hispania está teóricamente sometida a la autoridad imperial, pero de facto no


hay autoridad efectiva. Existe un vacío de poder imperial y es que en la práctica
hablamos de un auto-gobierno de las aristocracias locales hispanorromanas, hasta
mediados del s.VI, dando de esta manera lugar a un incremento del poder visigodo en el
reino de Tolosa. Teodorico II (453-466) extiende su poder hasta la Narbonense (en un
contexto de luchas internas en el Imperio) consiguiendo llegar al Mediterráneo. Su
hermano Eurico (466-484) tras asesinar a su hermano Teodorico II asciende al trono
aprovechando el vacío de poder para posteriormente ocupar la Tarraconense desde el
468.

La ruptura con la autoridad imperial.


Tras la deposición de Rómulo Augusto, el último emperador romano, por el hérulo
Odoacro, se produce la ruptura del foedus por parte de Eurico y actúa como rex
independiente de cualquier otra autoridad. Según el cronista Jordanes, Eurico observar
la debilidad vacilante de la soberanía romana tiene ya bajo su propia jurisdicción a toda
Hispania y Galia”. En este momento los godos se convierten en el pueblo germano más
fuerte (controlan desde el Pirineo hasta Loria y desde el Atlántico hasta el
Mediterráneo). Surge entonces la necesidad de codificación del derecho; promulgando
un Código legislativo (Código de Eurico) que provocará un debate sobre si sus leyes
afectan únicamente a la población visigoda (“personalismo” legislativo versus
“territorialidad”).

Alarico II y el fin del reino de Tolosa


Alarico II (484-507) sucede a su padre Eurico al frente del reino de Tolosa (gran
extensión, desde Loria hasta el Ródano, y desde la costa atlántica hasta los Pirineos y
parte de la Tarraconense -Hispania es todavía una región secundaria-). Derrumbamiento
del reino ante los francos de Clodoveo (católicos, frente al arrianismo profesado por los
visigodos). Tras la batalla de Vogladium en el 507 (cerca de Poiters) se produce la
derrota de los visigodos y la muerte de Alarico II cuyas consecuencias serán: El fin del
reino de Tolosa, siendo este anexionado por el reino franco de Clodoveo. De la antigua
Galia solo permanece en el poder visigodo la Septimania (Galia Narbonense).
Inestabilidad de la monarquía visigoda, sometida como protectorado al ostrogodo
Teodorico el Grande. Asentamiento definitivo del pueblo visigodo en Hispania,
produciéndose una migración de carácter aristocrático-militar, precedida de una
migración popular (desde fines del siglo V). Contingente demográfico de unos 70.000-
100.000 individuos.

El protectorado ostrogodo sobre Hispania (507-549)


Alarico II estaba casado con la hija de Teodorico el Grande (Teodegonda), monarca
ostrogodo de Italia. Tutela hasta el 526 del hijo de Alarico II (Amalarico) intentando de
esta manera los ostrogodos frenar la expansión franca. En el 526 se produce la muerte
del monarca ostrogodo Teodorico el Grande. Amalarico sube al trono visigodo y se
produce un desplazamiento del centro político a Hispania (se produce el definitivo
alejamiento emocional y político de la Galia). 531. Se produce el asesinato de

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Amalarico en Narbona. Proclamación por parte del ejercito del general ostrogodo
Teudis (531-548) que estaba casado con una rica noble hispanorromana muy rica
(importancia de sus clienteles). Rechazo de las incursiones francas en el Norte
peninsular. -548. Asesinato de Teudis. Sucesión de Teudiselo (548-549), que pronto
será asesinado también. Desplazamiento del centro político al sur peninsular en un
intento de control de la Bética.

7. El asentamiento de los visigodos en Hispania durante el siglo VI: las necrópolis.


Hipótesis tradicional: Los asentamientos visigodos se enmarcan en el triángulo entre
Palencia, Toledo y Calatayud. Trazado a partir del hallazgo de necrópolis con ajuar
militarizante. Los materiales hallados (elementos de prestigio) son armas (cuchillos),
fíbulas (de puente, aquiliformes), broches de cinturón y joyas. Desde el siglo VI se
encuentran decoración con fíbulas y broches de cinturón con la técnica cloisonné
(decoración con celdillas rellenas de esmaltes, de origen bizantino).

Las necrópolis con ajuar militarizante, ¿se pueden adscribir éticamente?


Hipótesis Tradicional (Santa Olalla, H.Zeiss, Aberg y gotze): consideraron estas
necrópolis como visigodas y a sus materiales como puramente germánicos, siguiendo la
tradición centroeuropea (WW. Reinhart). Influencia de las teorías raciales alemanas
(visita nazi de 1940, exaltando a los visigodos) Imposibilidad de identificación étnica
(Gisella Ripoll). Se aclara la imposibilidad de conceder a los materiales dce las
necrópolis un carácter étnico, tras el estudio de la necrópolis de Carpio de Tajo (Toledo,
Gisella Ripoll demuestra que lo que había sido considerado un cementerio visigodo
puro, era en realidad una necrópolis mixta, con poblaciones romanas y germanas. Así,
mientras en unas tumbas se encontrarían variados de materiales godos, bizantinos y en
menor medida romanos, la mayoría de los enterramientos (2/3) carecían de ajuar. En
realidad, los materiales que encontramos se pueden considerar más bien como señas de
identidad cultural de una época, y no de un pueblo, pues ya habrían sido utilizados, por
ejemplo, por el ejército romano asentado en el limes y en las provincias.

Dificultad de asociación a un hábitat concreto: ¿casas de madera que no han


dejado rastro?. Establecimiento de una clasificación de las tumbas en función del hábitat
al que se asocian, y no en función de criterios étnicos.
-Horizonte cultural Duratón-Madrona (necrópolis urbanas)
-Horizonte cultural Carpio Tajo (necrópolis excavada en 1924, con 275tumbas,
1/3 contienen ajuar). Necrópolis rural.

Tema 3. El reino visigodo de Toledo. Evolución Política (549-711)

El Reino visigodo de Toledo (conocido en la época como Regnum gothorum y, después,


Regnum Hispaniae o Spaniae) fue fundado tras la derrota de los visigodos en la batalla
de Vouillé (507) a manos de los francos, lo que los obligó a desplazarse con su
población a Hispania, y de la Galia sólo conservaron el extremo occidental de la
Narbonense, conocido como Septimania, poniendo fin así al reino visigodo de Tolosa
(Toulouse). La nueva capital la situaron en Toledo y aunque no se tiene constancia del
momento exacto, se cree que fue durante el reinado de Atanagildo (555-567).1234 La
conversión del rey Recaredo en el 589 al catolicismo, abandonando la fe cristiana
arriana, divide su historia en dos grandes períodos, con el reinado de Recaredo (586-
601) como nexo: el Reino visigodo arriano (507-589) y el Reino visigodo católico (589-

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711). La invasión musulmana de la península ibérica, desencadenada a partir de la
batalla de Guadalete, en 711 puso fin al Reino visigodo de Toledo.

El proceso de formación del Estado visigodo comenzó con el asentamiento del pueblo
visigodo al sur de las Galias, en virtud de un pacto (foedus) celebrado en el 418 entre
Valia y Honorio que, en principio, no otorgaba al rey visigodo poder político sobre la
población romana, al menos hasta la etapa de consolidación iniciada por Eurico, que
vinculaba ya como súbditos de este rey a visigodos y romanos. Por su origen y
formación, el Estado visigodo fue consecuencia del ideario germánico sobre la
comunidad política y del del romano que había informado la estructura del Imperio al
que los godos inicialmente quedaron incorporados. A esto habrá que agregar una tercera
concepción que será la de la Iglesia sobre la comunidad pública, el poder y su ejercicio,
ya que influirá de manera decisiva en la conversión de los visigodos al catolicismo.

1. Guerra civil y establecimiento bizantino en la Península (549-567).

A Teudiselo le sucedió Agila I (549-554), que no pudo impedir que los bizantinos
cruzaran el estrecho de Gibraltar y ocuparan parte de la provincia de la Bética y de la
Cartaginense, fundando la provincia bizantina de Spania, en el sur y sureste de la
península.

La invasión bizantina fue propiciada por las luchas internas entre los propios visigodos
que estallaron durante el reinado de Agila. En 550 se inició la primera rebelión que tuvo
lugar en Hispania contra «los godos», con su epicentro en la ciudad de Córdoba, y que
consiguió derrotar al ejército de Agila, quien perdió a su hijo y el tesoro real. Mientras
Agila se refugiaba en Mérida, Atanagildo, un noble visigodo, se rebelaba también en
Sevilla y pedía ayuda a los bizantinos situados al otro lado del estrecho. Así en junio o
julio de 552 un ejército bizantino al mando de Liberius desembarcaba en el sur de
Hispania, uniendo sus fuerzas a las de Atanagildo. Tres años después, en marzo de 555,
Agila era asesinado por sus propios partidarios, quienes proclamaron a Atanagildo como
rey para que rompiera su alianza con los bizantinos y los combatiera y expulsara de
Hispani.

Atanagildo (555-568) fracasó en su intento de recuperar la zona ocupada por los


bizantinos, lo que tampoco consiguieron sus sucesores durante casi tres cuartos de siglo.
Se consolidó así la provincia bizantina de Spania, que se convirtió en la posesión más
occidental del emperador Justiniano que intentaba recuperar la unidad del antiguo
Imperio Romano. Tampoco consiguió dominar a los rebeldes de Córdoba y tuvo que
hacer frente a otras revueltas. Casó a sus dos hijas, Brunegilda y Galsuinda, con los
reyes francos Sigeberto I de Austrasia y Chilperico I de Neustria, aunque al parecer no
lo hizo para fortalecer su frontera norte, sino que la iniciativa partió de los reyes francos
merovingios las dos princesas visigodas se convirtieron al catolicismo, la religión de sus
esposos y del reino franco—. «Atanagildo dejó el reino arruinado» y el año de su
muerte (568), «el reino daba la impresión de que se iba a fragmentar en una serie de
reinos independientes», pero «Atanagildo fue el primer rey visigodo, desde Eurico, que
murió en su lecho».

Tras la muerte de Atanagildo, trascurrieron cinco meses sin que se hubiera elegido un
nuevo rey —y sin que sepamos las razones—. Los magnates de Septimania eligieron a
Liuva I (568-572), pero esto no satisfizo a los magnates de la península, en especial al

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clan de Atanagildo, lo que produjo un compromiso de elegir a su hermano Leovigildo, y
repartirse el poder, mientras Liuva se ocupaba de la defensa de la Septimania, de nuevo
amenazada por los francos, Leovigildo quedó encargado de los asuntos de Hispania y
contrajo matrimonio con la viuda de Atanagildo.18 Cuando Liuva murió en 572,
Leovigildo quedó como gobernante único del reino. «Iba a ser el más grande de sus
reyes», afirma E. A. Thompson.

El problema de la sucesión al trono.


Durante estos años del reino visigodo arriano «nada menos que cuatro reyes sucesivos
fueron asesinados: Amalarico, Teudis, Teudigiselo y Agila. Eso es demasiado incluso
para el siglo VI. Tras contarnos el asesinato de Teudigiselo, Gregorio de Tours observa
que los godos han adoptado la odiosa costumbre de matar con la espada a los reyes que
no les satisfacen y hacer rey a cualquiera que les venga en gana. Isidoro de Sevilla
parece incluso desaprobar a los asesinos de Agila. De hecho, el principio de la sucesión
hereditaria al trono nunca arraigó entre ellos, aunque algunos reyes intentaron
implantarlo por todos los medios; la forma de la sucesión constituía todavía un
problema sin resolver cuando el reino fue destruido».

2. El reinado de Leovigildo (572-586).


El reinado de Leovigildo se conoce con detalle gracias a la extraordinaria crónica escrita
por Juan de Biclaro, un monje godo católico de Scallabis (la actual Santarem), quien a
pesar de haber sido desterrado por Leovigildo escribió encendidos elogios de este
monarca, quien «de manera sorprendente consiguió restaurar en sus antiguos límites la
provincia goda, disminuida hasta entonces por las rebeliones» (Provinciam Gothorum,
quae iam pro rebellione diversorum fuerat diminuta, mirabiliter ad pristinos revocat
terminos) Isidoro de Sevilla escribió sobre Leovigildo: «que afrontó los problemas con
los suevos, los pueblos del norte y los bizantinos, devolviendo la grandeza al reino
visigodo».

Leovigildo fue el más notable de los reyes arrianos de España. Restauró el poder de la
monarquía, reimplantó el control visigodo sobre las enormes zonas del país que
Atanagildo había perdido, y al final de su reinado incorporó a sus dominios el reino
suevo de Galicia. Reformó la moneda, restableció el orden después del caos financiero,
y mandó acuñar monedas totalmente diferentes de las bizantinas.

2.1. La restauración del reino.


Entre el 570, cuando solo estaba asociado al trono, y el 578, cuando ya llevaba seis años
siendo rey, Leovigildo llevó adelante una ambiciosa política de restauración de la
autoridad de la monarquía visigoda sobre las zonas de Hispania que Atanagildo había
perdido.

Comenzó en 570 con el ataque a la provincia bizantina de Spania, en un momento en


que las preocupaciones del emperador estaban centradas en las amenazas que provenían
del otro extremo del Imperio. Devastó la región de Bastetania (alrededor de las ciudades
de Baza, que cayó en sus manos, y de Málaga), «pero no tenemos pruebas de que fuera
capaz de penetrar en medio de la provincia bizantina y al alcanzar el mar en algún punto
entre Málaga y Cartagena». En la campaña del año siguiente capturó Asidona (Medina-
Sidonia), que fue entregada por un tal Frumentarios, de «nacionalidad» desconocida, y
los soldados de la guarnición bizantina fueron muertos. Sin embargo, Leovigildo no
pudo tomar ninguna otra ciudad y ya no volvió a combatir contra ellos.

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Su siguiente objetivo fue poner fin a la rebelión de Córdoba que había comenzado en
tiempos de Agila y que Atanagildo no había conseguido reprimir. Al mismo tiempo
tuvo que hacer frente a una revuelta campesina que se desarrolló cerca de allí y que le
obligó a someter «muchas ciudades y fortalezas» (Multasque urbes et castella). Años
más tarde, en 577, también tuvo que acabar con una segunda revuelta de campesinos
(rustici) que se produjo en Orospeda (la parte oriental de Sierra Morena).

Entre el 573 y el 576 se ocupó del noroeste del reino, fronterizo con el reino de los
suevos. Así en 573 sometió la Sabaria, un territorio del que se desconoce su localización
exacta. Al año siguiente tomó la ciudad de Amaya, y con ella toda la provincia de
Cantabria quedó sometida. En 575 se apoderó de la región de Orense haciendo
prisionero a Aspidius, loci senior de aquel territorio. De esta forma recuperó la enorme
franja de terreno de la parte visigoda de la frontera con el reino suevo, formada por
Orense, Asturias y Cantabria, y que en la práctica eran independientes. En 576 penetró
en el reino suevo, pero llegó a firmar la paz con su rey Miro (570-582).25 Durante esos
años también luchó contra los runcones (pueblo independiente entre Salamanca y
Extremadura).nota 2 También fundó el campamento de Villa Gothorum (actual Toro) y
en el 582 la ciudad de Victoriacum, desde donde controlará los ataques de los vascones.

Así pues Leovigildo «gobernó toda la Península Ibérica, aparte de la provincia bizantina
y el reino suevo (a los que había puesto en peligro), y a los vascones en el norte, a los
que los reyes godos nunca consiguieron subyugar. Celebró el final de sus campañas
fundando en Celtiberia la ciudad de Recópolis, llamada así (cosa curiosa, en griego) por
el nombre de su hijo menor, Recaredo. Es el único rey germano que fundó una nueva
ciudad. Sus ruinas están todavía en la colina del Cerro de la Oliva, mirando al Tajo, al
sur del pueblo de Zorita de los Canes.

2.2. El fortalecimiento del poder del rey


Al mismo tiempo que restablecía el dominio territorial de la monarquía visigoda,
Leovigildo se ocupó de fortalecer el poder del rey. Para ello, por primera vez en la
historia del reino visigodo, se vistió con ropajes que le distinguieran de sus súbditos y
adoptó el ceremonial de la corte del emperador bizantino, poniendo fin así también al
fácil acceso que tenían los nobles visigodos al rey, como ocurría con los antiguos jefes
germánicos. Isidoro de Sevilla dice que llevaba «ropajes regios y estaba sentado en su
trono» (regali veste opertus solio resedit). Con la misma finalidad mandó acuñar
monedas totalmente diferentes de las bizantinas, que mostraban el busto del rey y su
nombre.

Leovigildo también quiso poner fin al eterno problema de la sucesión al trono,


intentando conseguir que la monarquía visigoda fuera hereditaria. Para ello, como había
hecho su hermano Liuva I con él, en el 573 asoció al trono a sus dos hijos Hermenegildo
y Recaredo, con la idea de que le sucedieran a su muerte. Pero su acción tuvo un éxito
relativo. Le sucedió su segundo hijo Recaredo —su primer hijo Hermenegildo se rebeló
contra él y fue ejecutado—, y a este le sucedió su hijo, pero Liuva II fue destronado y
asesinado en 603, solo dos años después de haber sido proclamado rey. Además, con el
nacimiento de su hijo Recadero, fundara una nueva ciudad en su nombre, Recopolis en
el 578.

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Leovilgido llevó a cabo una revisión completa del Código de Eurico por el que se regían
los visigodos (los hispanorromanos y los galorromanos de Septimania se regían por un
código legal diferente: el Breviarium de Alarico) lo que dio nacimiento a un nuevo
código que es conocido como el Código de Leovigildo, pero su título original no ha
llegado hasta nosotros ya que no se ha conservado ninguna copia del mismo. Su
contenido lo conocemos gracias a que trescientas cuatro de sus leyes fueron incluidas
sin cambio alguno en el Código de Recesvinto publicado a mediados del siglo siguiente
y en el que aparecen con el nombre de leyes antiquae. Entre las nueve leyes que
promulgó —que nunca las justifica recurriendo a argumentos religiosos— destaca una
por la que abolió la prohibición de los matrimonios mixtos entre godos e hispano-
romanos —en el Breviarium de Alarico estaban castigados con la pena de muerte y la
Iglesia católica de Hispania también los había condenado.

2.3. La rebelión de Hermenegildo.


En el 579 Hermenegildo se había casado con una princesa franca católica llamada
Ingunda, hija de Sigeberto I (rey de Austrasia). La personalidad de esta chocó con
Goswinta (mujer de Leovigildo), que era arriana. Esto llevó a Leovigildo a mandar a su
hijo a Sevilla, encargado del gobierno de la Bética, con una amplia autonomía.

En Sevilla Hermenegildo conoció a Leandro (hermano de Isidoro de Sevilla), que junto


con la influencia de su mujer hacen que Hermenegildo se convirtiera al catolicismo.
Además dio un segundo paso que fue la acuñación de moneda con el título de rey. Se
levantó en armas contra su padre y pidió apoyo a los bizantinos en el 582 (Leandro se
dirige a Constantinopla para pedir el apoyo de Bizancio). La primera reacción del padre
fue reunir un sínodo arriano en Toledo e intentar negociar con su hijo una salida a la
situación, pero no se llegó a un acuerdo, lo que provocó una guerra civil.

En 582 Leovigildo se dirigió con su ejército a Mérida (donde había muchos seguidores
de Hermenegildo) y la tomó. En el 583 reunió un gran ejército e impidió que los
bizantinos intervinieran en el conflicto. Después atacó Sevilla y venció a un grupo de
suevos bajo el rey Miro que había venido a socorrer a Hermenegildo. Tomó y restauró
Itálica y se asentó en ella con su ejército hasta que tomó Sevilla al asalto.

Hermenegildo se trasladó a Córdoba donde fue apresado por el ejército de Leovigildo


(el hijo y la mujer de Hermenegildo fueron llevados por los bizantinos hasta
Constantinopla y la princesa Ingundis murió durante el viaje). Hermenegildo fue
trasladado a Valencia y desde allí a Tarragona, donde fue asesinado probablemente por
orden de Leovigildo.

Fue considerado por la Iglesia católica como un mártir, al morir por ser católico y diez
siglos después fue canonizado como san Hermenegildo. Los cronistas hispanos y
visigodos de la época hablan de él como un «tirano» (san Isidoro dice que provocó una
guerra civil innecesaria), mientras que los escritores «extranjeros» lo tratan de mártir
(como Gregorio de Tours). Por otro lado, según Gregorio de Tours, Leovigildo poco
antes de morir se convirtió al catolicismo.

2.4. La anexión del reino Suevo


Tras la muerte del rey suevo Miro en 583, le sucedió su hijo Eborico. Pero la derrota
ante los visigodos, que quebrantó la fortaleza militar del reino suevo, y el malestar
creado entre la aristocracia del reino por la renovación por el nuevo rey de la fidelidad a

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Leovigildo jurada por su padre, pudieron ser las causas de que al año siguiente Eborico
fuera destronado por su cuñado Andeca y obligado a ingresar en un convento. Andeca
para fortalecer su posición se casó de inmediato en segundas nupcias con la viuda del
rey Miro, Siseguntia. Leovigildo no intervino en seguida porque todavía estaba
intentando acabar con la rebelión de Hermenegildo, pero en cuanto consiguió ponerle
fin, encabezó un ejército en 585 que penetró en el reino suevo y se apoderó de él. El rey
Audeca fue recluido en un monasterio y Leovigildo se hizo con el tesoro real. Así dejó
de existir el reino suevo que quedó convertido en una provincia del reino visigodo de
Toledo. Tras la marcha de Leovigildo, hubo un intento de restauración del reino por
parte de un tal Malarico pero fue derrotado por los ejércitos visigodos. Como
consecuencia de la conquista, fueron establecidos obispos arrianos en Viseu, Lugo, Tuy
y Oporto, aunque «no parece que Leovigildo llevase a cabo ninguna acción violenta
contra la Iglesia católica del antiguo reino suevo: los obispos católicos continuaron en
sus sedes, incluso allí donde se establecieron arrianos».

3. La solución al problema religioso: el reinado de Recadero (586-601)


3.1 La conversión al catolicismo.
En el 586 muere en Toledo Leovigildo y le sucede su otro hijo Recaredo, que adoptó
como madre a Goswinta (que no era su madre natural), debido al poder que tenía esta
mujer. Recaredo (586-601) desde el comienzo ya mostró su intención de abrazar al
catolicismo. Lo primero que hizo fue buscar y matar al verdugo de su hermano llamado
Sigberto, con lo que se atrajo el apoyo de los católicos. En el 587 reunió un sínodo
arriano en Toledo y en él se produjo un debate religioso: al final la decisión fue que era
mejor convertirse al catolicismo, antes que intentar que toda la población se convirtiera
al arrianismo. Pero esta conversión del pueblo no fue tan fácil y en ciudades como
Mérida y en la región de Septimania hubo una fuerte oposición a esta conversión; ante
esta situación Recaredo convocó el III Concilio de Toledo. En Mérida se levantaron
algunos magnates y quisieron derrocar al rey y al obispo Masona que tenían un gran
poder y riqueza, pero el dux de Lusitania Claudius (de origen romano) la sofocó. En
Septimania pidieron ayuda a los francos, pero fracasaron en el intento. También
Goswinta se rebeló pero dada su avanzada edad no tuvo éxito. En tiempos de
Leovigildo y Recaredo hubo relaciones con los francos además de tensiones por la
Septimania. Hubo una serie de enlaces entre los francos y los visigodos, así Recaredo se
casó por poderes con Regunta (que fue capturada en Tolosa por un conde opuesto a la
conversión católica cuando se dirigía hacia Toledo) y después con Clodosilda, que
tampoco llegó a realizarse. Finalmente se casó con la visigoda Baddo.

3.2. El III Concilio de Toledo.

Los Concilios de Toledo van a ser muy importantes ya que a partir de este momento
gracias a sus actas se conoce gran parte de lo que ocurría en el reino no solo en lo
religioso, sino también en lo político, social y administrativo. El III Concilio empieza el
8 de mayo del 589 y se tratan aspectos religiosos y de administración pública. En el
aspecto religioso en el Concilio los representantes de la Iglesia Católica ofrecieron a la
firma de Recaredo un documento en el que abjuraba del arrianismo, además de tener
que hacer una profesión pública en nombre del pueblo visigodo (esto significará el final
del arrianismo). El concilio trató todo lo que estaba escrito en el Tomo Regio; en
adelante todos los concilios tendrían un libro en donde se analizarían todos los
problemas del reino y se aportaría la documentación necesaria. Ese Tomo Regio tenía
23 cánones (propuestas), y se cerró con un discurso de san Leandro. Gracias a este

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documento se sabe las personas que asistieron, ya que todos firmaron. Además de la
firma de Recaredo aparecen las firmas de 72 obispos. Las actas del concilio permiten
ver, que fue mediante la imposición de manos de un sacerdote católico, como se realizó
la incorporación de los arrianos a la iglesia católica. Los obispos arrianos siguieran
manteniendo su cargo; solo se les obligó al celibato. En las diócesis donde hubiera dos
obispos, ambos se quedarían en la ciudad hasta que uno muriese y se quedase el otro los
bienes de las dos Iglesias. A las reliquias, libros y demás símbolos de culto de los
arrianos se les aplicó una ordalía.

Medidas administrativas. La primera consecuencia política fue la ordenanza a todos los


obispos de que cuando llegaran a sus diócesis, comunicaran las medidas tomadas en el
Concilio, realizando sínodos y concilios regionales dirigidos por los metropolitanos
(arzobispos y obispos). Ramón de Abadal y de Vinyals dice que este concilio nos revela
una nueva estructura del reino, ya que a partir de ese momento se dispuso que las
reuniones o concilios regionales debían estar presididas por un alto funcionario o por un
administrador del patrimonio fiscal, siendo elegidos por el rey. Con esta medida los
obispos se convirtieron en vigilantes de los administradores, para poder avisar al rey de
los abusos, o incluso con poder para excomulgar a los administradores. A partir de aquí
se sabe que hubo concilios provinciales en Sevilla, Toledo, Narbona, Huesca y
Barcelona. En el de Barcelona hubo un documento llamado Epistola de fisco
barcelonensis en el 592. En este documento se fijan los impuestos y quién tiene que
pagarlos. Pocos años después la Iglesia se queja de que estos concilios regionales no se
celebren y consiguen ser ellos los que nombren a los agentes fiscales que realizan la
recaudación de impuestos. Se pueden denunciar ante el rey las irregularidades, pudiendo
ser penados por el propio obispo cuando fuese claro que se estaba atentando contra los
pobres.

4. La crisis política del Reinado visigodo de Toledo (S.VII).

Cuando acaba el Concilio, Recaredo envía un documento al papa, en el que anuncia su


conversión al catolicismo, pero en el año 591 aún el papa no lo había recibido por los
problemas con bizantinos y burgundios. Finalmente consigue llegar un emisario
llamado Provino a Roma en el 595. Este retraso se especula que pudiera ser debido a
problemas internos tras la conversión al catolicismo.

En el 601 muere Recaredo, pero antes se le practicó una penitencia pública, esto es un
acto que promueve la Iglesia visigoda, donde el obispo de Toledo le aplica la extrema
unción. Esta penitencia se administraba cuando el rey estaba moribundo; si sobrevivía
dejaba de ser rey. A Recaredo le sucede un hijo ilegítimo, Liuva II (601-603). Para
muchos este hijo no podría ocupar el trono, ya que su madre no era de sangre noble. Los
nobles decían que era un rey muy joven sin experiencia y que había sido muy rebelde a
la monarquía visigoda (Baddo también intentará derrocar a Liuva II). La nobleza busca
un noble para que ocupe la corona y, dando un golpe de estado, coronarán a Viterico,
que mata a Liuva II en el 603.

Viterico (603-610) era un experimentado guerrero que destacó luchando contra los
bizantinos (conquistó Medina-Sidonia). Intentó casar a su hija con Teoderico II, hijo de
Childeberto II (rey de Austrasia), aunque su hija fue rechazada, por lo que su política de
alianzas matrimoniales con los francos fracasó. Fue acusado de usurpar el poder, por lo
que se le denominó tirano. Los que le acusaron fueron perseguidos y desterrados a

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Septimania, entre ellos el conde Búlgar y muchos obispos. En el 610 Viterico muere
asesinado en un banquete y sube al trono Gundemaro.

Gundemaro (610-612) lo primero que hizo fue reestructurar el gobierno. Se iba a


producir un cambio en la política exterior ya que este había sido duque de Septimania, y
es allí donde conoció a todos los desterrados de Viterico, entre ellos al conde Búlgar,
que luego va a ser su ministro y va a jugar un papel muy importante en el gobierno. A
todos los desterrados les son devueltas sus tierras e inicia una persecución contra los
fieles a Viterico, a los que se expropian sus bienes. En cuanto a la política exterior inició
campañas contra los bizantinos, los francos y los vascones. En la lucha contra los
francos en Septimania se alió con el reino franco de Austrasia y tuvo como enemigos a
Neustria y al Reino de Borgoña. Sus relaciones con la Iglesia fueron muy buenas. En
este momento se produce el extraño hecho de que Toledo, capital del reino, no era la
capital religiosa y Gundemaro eleva a Toledo como sede metropolitana de la provincia
de la Cartaginense. Para ello alude que la capital de la Cartaginense (Cartagena) está
ocupada por los bizantinos, por lo que convierte a Toledo, capital de la Carpetana, en
sede metropolitana (Todo esto se sabe gracias a san Isidoro). Este nombramiento lo
realiza en dos pasos: 1. El rey reunió a todos los obispos y pidió su parecer al respecto.
Los obispos estaban de acuerdo en el cambio, sobre todo los de la Cartaginense, por lo
que firmaron un documento que así lo atestiguaba. 2. Gundemaro publicó un documento
donde decreta la supremacía de Toledo sobre las demás sedes episcopales, firmada por
los demás obispos de la Bética, Lusitania, Septimania, etc.

4.1. Sisebuto, el rey sabio.

Sisebuto (612-621), fue el rey más culto, ilustrado y piadoso, según san Isidoro. Luchó
contra los bizantinos, se preocupó de la religión y perdonó a sus enemigos; fue de una
gran religiosidad, e intentó convertir a otros reyes arrianos al catolicismo. También
sabemos que escribió una carta a su hijo Teudila intentando que este saliera del
monasterio para acometer sus responsabilidades en el reino.

Los monasterios y la vida cenobítica fueron impulsados por la corona. Escribió un libro
sobre la vida de san Desiderio. En cuanto a la política religiosa se mostró muy exigente
con los obispos. En el concilio de Mentesa se trató el problema de la conversión en
monjes de algunos obispos, abandonando sus funciones, Sisebuto intentó acabar con
esta situación. En este concilio se puso en marcha la política antijudía, actualizando toda
la legislación contra los judíos que fue entregada a los obispos de Illiberis, Jaén,
Córdoba, etc. En ella se les prohibía la tenencia de siervos cristianos y los matrimonios
mixtos. Otras leyes serán la de pena de muerte contra los judíos que no cumplieran estas
leyes y la confiscación de sus bienes. Esto obligó a los judíos a la conversión, aunque
muchos de los judíos trataron de obviarlo, marchándose fuera, y otros tuvieron que
convertirse de forma ficticia, con lo que aparece el problema de los conversos, que se
trata de solucionar en el IV Concilio de Toledo.

También aparece la irrevocabilidad de la oblatio (todos aquellos bienes y personas


cedidas a la iglesia), que no podían ser devueltas. Esto se completa con la consiguiente
profesión monástica del niño (estos niños pasan a ser monjes dependientes del
monasterio). Los monasterios van a cumplir un papel muy importante ya que no solo se
reza en ellos, sino que también tienen funciones de cultivo de la tierra, ganadería, etc.

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Las campañas militares se desarrollan en varios frentes, y por primera vez se construye
una flota para luchar en el mar contra los bizantinos y contra los vascones. Hubo una
rebelión astur y vascona que fue sofocada mediante esta flota por los duques Riquila y
Suintila y además se recuperó parte de Cantabria que había sido ocupada por los
francos. Gracias a esta flota también se tomaron Cartagena y Málaga, donde se
estableció un obispo en 619. Además de la guerra se tomaron medidas diplomáticas que
llevaron a Cesáreo, gobernador bizantino en la península, a pedir la paz y para
conmemorarlo Sisebuto mandó construir una serie de basílicas en las que se celebrarán
los concilios regionales. Entre estas destaca la basílica de Santa Leocadia en Toledo. Se
produce además un resurgimiento de los sínodos provinciales y se sabe que en la Bética
y en la Tarraconense se realizaron dos.

En el 621 muere Sisebuto por un exceso de medicamento. Le sucede su hijo Recaredo II


(621) que muere a los pocos días y finalmente accede al trono Suintila, que era uno de
los militares más importantes del reino y que había luchado contra vascones y
bizantinos en el reinado de Sisebuto.

4.1.1. Expulsión de los bizantinos.


Suintila (621-631) expulsó definitivamente a los bizantinos, con lo que extiende el
poder del reino de Toledo por toda la geografía peninsular. En el año 625 hay una
rebelión en el valle del Ebro que es aplastada. San Braulio dice que la zona del Ebro en
el 625 volvió a conocer la paz, quedando libre de una pesadilla. También se produjeron
ataques de los vascones en este mismo valle, que pudieron ser rechazados finalmente,
restaurándose a continuación la ciudad militar de Oligicus (Olite) para mantenerlos a
raya.

Conocemos gracias al tesoro de Guarrazar la existencia de la corona votiva que Suintila


ofreció a Dios por sus campañas militares. En el 631 se produce una revuelta de la
nobleza encabezada por Sisenando, que con el apoyo de Dagoberto I (rey de los
francos) logra destronar al rey, ya que su propio hermano Geila o Iundila (asociado al
trono de su hermano) le había traicionado, manteniéndose rebelde en el sur de la
Península, donde llegó a acuñar moneda. En el 633 Sisenando aplasta a su rival y
convoca el IV Concilio de Toledo para legitimar su poder. Sisenando (631-636) tuvo
como primer problema la reclamación de los francos del missinium (una bandeja de oro,
plata y joyas preciosas) por los servicios prestados en la usurpación de Sisenando. Los
francos llegaron a invadir Zaragoza, y al final consiguieron una indemnización de
200.000 sueldos. Suintila es perdonado, gracias a la intervención de la Iglesia, y morirá
más tarde en Toledo. La aclamación como rey de Sisenando tampoco fue aceptada de
buen grado por todos, y fue acusado de tirano.

4.2. Problemas de la monarquía electiva y el IV Concilio de Toledo.

En esta fase se entra en el período constituyente, en el que hará un gran esfuerzo por
legislar y estructurar las instituciones en la monarquía, para estabilizar la monarquía y la
participación de las fuerzas sociales en el reino. El encargado de esto fue san Isidoro,
que escribe un catálogo de las virtudes del verdadero rey: «el gobierno nunca puede ser
arbitrario, ni caprichoso y estará sujeto al derecho». La realeza adquirirá ahora un
carácter sagrado, porque desde ahora todo rey elegido debe ser ungido por la Iglesia
(unción sacra) y debe pasar por la reunión de un Concilio donde será aclamado como
rey, por lo tanto nadie puede atentar contra un «elegido de Dios». Además, establece

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unas leyes para la sucesión en el trono. Todo esto se pone en marcha, ya que la falta de
legislación provocaba la inestabilidad política.

Esta reorganización política del reino se pone en marcha en el IV Concilio de Toledo


que se celebró en el 633. Los dos años que trascurren entre el Concilio y el comienzo
del reinado de Sisenando se explican por las conversaciones entre las distintas familias
de magnates y la Iglesia. Algunos historiadores creen que todos los problemas políticos
antes del concilio se reflejan en que han aparecido monedas acuñadas en Iliberris y en
Emérita por Iudila (Geila). Existe la teoría de que ambos hermanos se repartieron el
trono y después de la revuelta de Sisenando en la Tarraconense, Iudila no apoyó a su
hermano y permaneció como rey en el sur.

En este concilio condena a Iudila y también se trata el problema de Suintila que estaba
aún vivo, aunque ya no era rey. Todo el que a partir de ahora conspire contra el rey
auténtico será considerado traidor, rebelde y será castigado. El IV Concilio de Toledo
introduce una serie de reformas políticas a partir de un compromiso entre la Iglesia, el
rey y la aristocracia. El rey debe ser una persona de signo nobiliario y goticista. El
Concilio se puede dividir en dos apartados:

La obra disciplinar o eclesiástica. En este apartado se establece la disciplina eclesiástica


y la unidad litúrgica, creándose la Iglesia nacional visigoda. El nombramiento de los
obispos no será realizado como hasta ahora por el rey; a cambio de esto se prohíbe a los
obispos escribir cartas a obispos de otros reinos sin la autorización del rey. Se dicta la
inmunidad del clero en los tributos (aunque se diferencian los bienes personales de los
eclesiásticos), también se legisla el papel de las escuelas para la formación de los
clérigos y se siguen promulgando leyes en contra de los judíos. El Concilio se
institucionaliza y cada concilio ratificará o no lo aprobado en el concilio anterior, y
también ratificará los sínodos y concilios provinciales que se celebren después de éste.
Además del Tomo Regio ahora los obispos presentarán otro documento que será la
orden de celebración del concilio.

La obra administrativa El canon nº 75, es el fundamento de la constitución política del


reino visigodo. En el siguiente concilio este canon 75 se ratificó y va a ser leído al
comienzo de los demás concilios. Tendrá como objetivo la estabilidad del reino. En la
monarquía visigoda la legitimidad no vendría por herencia sino por elección y
consagración del elegido, y el que atente contra eso caerá en un crimen abominable por
dos razones: 1. Ya que había sido previamente jurado por los demás nobles. 2. Ya que
era consagrado, por lo que caerán sobre el tirano las leyes de la Iglesia (excomunión).
Muerto el rey se tienen que reunir los magnates y los obispos, que elegirán al nuevo rey.
El rey debe de gobernar con justicia, piedad y será condenado por la Iglesia todo rey
que gobernare despóticamente. Además, el Concilio trató el tema de Suintila y
dictaminó que no tiene derecho a gobernar, ya que había cometido irregularidades en su
gobierno y además Suintila firmó un documento en el que renunciaba a cualquier
derecho al trono. Suintila devolvió los bienes adquiridos durante su reinado y muere en
el 641 en Toledo, mientras que Sisenando y san Isidoro mueren en el 636.

4.3. El breve fortalecimiento de la autoridad regia.


La obra administrativa El canon nº 75, es el fundamento de la constitución política del
reino visigodo. En el siguiente concilio este canon 75 se ratificó y va a ser leído al
comienzo de los demás concilios. Tendrá como objetivo la estabilidad del reino. En la

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monarquía visigoda la legitimidad no vendría por herencia sino por elección y
consagración del elegido, y el que atente contra eso caerá en un crimen abominable por
dos razones: 1. Ya que había sido previamente jurado por los demás nobles. 2. Ya que
era consagrado, por lo que caerán sobre el tirano las leyes de la Iglesia (excomunión).
Muerto el rey se tienen que reunir los magnates y los obispos, que elegirán al nuevo rey.
El rey debe de gobernar con justicia, piedad y será condenado por la Iglesia todo rey
que gobernare despóticamente. Además el Concilio trató el tema de Suintila y dictaminó
que no tiene derecho a gobernar, ya que había cometido irregularidades en su gobierno
y además Suintila firmó un documento en el que renunciaba a cualquier derecho al
trono. Suintila devolvió los bienes adquiridos durante su reinado y muere en el 641 en
Toledo, mientras que Sisenando y san Isidoro mueren en el 636.

En el 638 se convoca el VI Concilio de Toledo en el que se reunieron muy pocos


obispos del centro de la península, en santa Eulalia. Se trató la disciplina eclesiástica,
destacando la figura de san Braulio de Zaragoza; se garantizan los beneficios de los
hijos de reyes, la no pena de muerte y en cuanto al poder de los reyes, se da una lista de
razones para impedir gobernar: 1. Tonsurados. 2. Calvos. 3. Personas de origen servil y
esclavos. 4. Extranjeros (es decir que no pertenecieran a las familias godas). Además se
garantiza el estatus de los fideles regis ante el cambio de un rey, siempre que no se
demuestre que hayan fallado en su cargo.

El problema de los judíos hace que estos tengan que pagar grandes cantidades de dinero
para no ser expulsados. En este concilio sabemos que hubo problemas con el papa
Honorio I; este mandó un enviado para que le informara del estado de la iglesia con
respecto a la conversión de los judíos. San Braulio escribe una carta el papa para
informarle que desconoce lo sucedido en el reino y que no haga caso de las habladurías
que llegan a Roma. A los judíos se les obligó a firmar un documento por el que se
comprometían a convertirse a la fe cristiana, pese a lo cual siguió existiendo una gran
cantidad de judíos sin convertirse. Chintila muere en el 639 y le sucede su hijo Tulga
(639-642), de débil carácter incapaz de controlar a la nobleza visigoda. En el 642 se alza
una revuelta dirigida por Chindasvinto que se hace con el trono.

Bajo el reinado de Chindasvinto (642-653) vamos a asistir a las «grandes


depuraciones». Los cronistas francos de los siglos VI y VII emiten unos juicios sobre la
conducta de los reyes visigodos. Así Gregorio de Tours habla de «la detestable
costumbre de los godos». Chindasvinto llegó al trono porque Tulga era un adolescente
inexperto, y dio un golpe de estado en Pamplona donde será aclamado rey por una parte
de la nobleza; la entronización oficial se realiza en Toledo. Cuando llegó al trono era un
hombre de una edad avanzada (unos 79 años), pero tenía una gran energía y vigor.
Había intervenido en todas los hechos importantes del reino desde Leovigildo, e
intervino en todas las intrigas y golpes de estado. Las purgas que realizó contra sus
enemigos son lo que han dado a Chindasvinto su fama. Se habla en la crónica de la
Continuatio hispana de Chindasvinto como: «demoledor de los godos» Chindasvinto no
dejó de dar muerte con la espada a cuantos tenía por sospechosos hasta quedar
convencido de que el morbo de los godos había quedado extinguido. Los godos,
domados por Chindasvinto, no osaron ya tramar contra él ninguna de sus acostumbradas
conspiracione.

Chindasvinto elaboró una legislación destinada a dar fundamento político a sus medidas
represivas, de las que no se escaparon ni los prófugos, que son considerados por las

18
leyes como reos de alta traición. En el 642 promulgó una ley que distingue a los que
atentaron contra el rey, la nación o la patria desde su reinado y los que lo hicieron desde
el reinado de Chintila. Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus
bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera. El rey, para
asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligase a aceptarla bajo
juramento a los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como a los obispos.
Y como última garantía, para que la ley eclesiástica reforzase lo dispuesto por la ley
civil, Chindasvinto promovió la reunión del VII Concilio de Toledo donde se decretaron
severas penas canónicas contra los clérigos y laicos autores de los delitos políticos
contemplados por la legislación real. Se producirá la excomunión de por vida, hasta el
momento de su muerte, en el que, con el permiso del rey se levantaría la excomunión, a
los rebeldes y prófugos. Los obispos que levantaran esta excomunión serán castigados,
y si el hecho es grave serán también excomulgados. El obispado se levantó contra
Chindasvinto, pero este se impuso a estas protestas. Muchos obispos no asistieron a este
Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado
hispano). Sin embargo sí se vieron obligados a jurar la ley.

Chindasvinto elaboró una legislación destinada a dar fundamento político a sus medidas
represivas, de las que no se escaparon ni los prófugos, que son considerados por las
leyes como reos de alta traición. En el 642 promulgó una ley que distingue a los que
atentaron contra el rey, la nación o la patria desde su reinado y los que lo hicieron desde
el reinado de Chintila. Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus
bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera. El rey, para
asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligase a aceptarla bajo
juramento a los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como a los obispos.
Y como última garantía, para que la ley eclesiástica reforzase lo dispuesto por la ley
civil, Chindasvinto promovió la reunión del VII Concilio de Toledo donde se decretaron
severas penas canónicas contra los clérigos y laicos autores de los delitos políticos
contemplados por la legislación real. Se producirá la excomunión de por vida, hasta el
momento de su muerte, en el que, con el permiso del rey se levantaría la excomunión, a
los rebeldes y prófugos. Los obispos que levantaran esta excomunión serán castigados,
y si el hecho es grave serán también excomulgados. El obispado se levantó contra
Chindasvinto, pero este se impuso a estas protestas. Muchos obispos no asistieron a este
Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado
hispano). Sin embargo sí se vieron obligados a jurar la ley.

Chindasvinto elaboró una legislación destinada a dar fundamento político a sus medidas
represivas, de las que no se escaparon ni los prófugos, que son considerados por las
leyes como reos de alta traición. En el 642 promulgó una ley que distingue a los que
atentaron contra el rey, la nación o la patria desde su reinado y los que lo hicieron desde
el reinado de Chintila. Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus
bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera. El rey, para
asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligase a aceptarla bajo
juramento a los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como a los obispos.
Y como última garantía, para que la ley eclesiástica reforzase lo dispuesto por la ley
civil, Chindasvinto promovió la reunión del VII Concilio de Toledo donde se decretaron
severas penas canónicas contra los clérigos y laicos autores de los delitos políticos
contemplados por la legislación real. Se producirá la excomunión de por vida, hasta el
momento de su muerte, en el que, con el permiso del rey se levantaría la excomunión, a
los rebeldes y prófugos. Los obispos que levantaran esta excomunión serán castigados,

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y si el hecho es grave serán también excomulgados. El obispado se levantó contra
Chindasvinto, pero este se impuso a estas protestas. Muchos obispos no asistieron a este
Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado
hispano). Sin embargo, sí se vieron obligados a jurar la ley.

Durante el reinado de Recesvinto (653-672) empieza un periodo que se denomina de


«deshielo político», que consiste en buscar la paz con los nobles castigados por su
padre, sin que la figura de este se vea desprestigiada. Para ello convoca el VIII Concilio
de Toledo, donde se tratarán los modos de castigar a los que atentasen contra el reino.
La muerte de Chindasvinto produjo un cambio de coyuntura política puesto que
Recesvinto era un monarca deseoso de contar con la aristocracia para su gobierno. La
Crónica Albeldense dice que durante su reinado «Hispania descansó».

VIII Concilio de Toledo. Se elaboraron una serie de textos donde se exponían los dos
principales temas a tratar en el concilio: 1. La llamada de los huidos y refugiados en
tiempos de su padre. 2. Determinar a quiénes de estos se les devolverían sus posesiones
que habían sido expropiadas. El 16 de diciembre se celebró el Concilio en la basílica de
Santa Leocadia, aunque después fue trasladado a la iglesia de San Pedro y San Pablo.
Las actas del Concilio fueron firmadas además de por los obispos, por los magnates
laicos (18 nobles y pertenecientes al oficio palatino). Se trata el asunto de la
diferenciación entre el patrimonio real y la fortuna privada del monarca. Además
aquellos nobles que reclamasen tierras, que hubieran sido adquiridas de forma ilegítima,
no tendrían derecho a que se les devolvieran. Para ello tenían que aportar
documentación de la compra o cesión de esa tierra. Ante esta demanda se comprueba
que la mayoría de tierras habían sido adquiridas de forma ilegal. Recesvinto firma un
documento por el que, ni él, ni sus hijos, podrán heredar las tierras adquiridas por su
padre. El rey visigodo acepta esta situación, retrotrayendo la ley hasta el reinado de
Suintila. Con esto se observa que lo que había hecho su padre era algo común entre los
reyes anteriores. Otro tema tratado en el Concilio fue que Recesvinto era rey sin haber
sido elegido, por lo que todos los obispos y magnates lo ratifican en su cargo y lo ungen
como rey. Otra ley trata sobre el lugar de sucesión: el sucesor será elegido allí donde
muera el rey anterior o en Toledo.

En cuanto a la cuestión judía, los obispos piden que esta cuestión se trate ya que la
unidad de fe del reino era fundamental, por lo que se les obligó a cumplir las leyes
dictadas en los anteriores concilios, ya que tanto los judíos no bautizados como los
conversos judaizantes constituían la única mancha en la unidad religiosa del pueblo. El
concilio dedicó un canon a la cuestión, pero el rey, en cambio, publicó diez leyes civiles
y una vez más se obligó a los judíos a un nuevo compromiso colectivo en el que
prometían ser fieles a la fe cristiana. La empresa más importante de Recesvinto fue la
promulgación del Liber Iudiciorum en el 654, ya iniciado por su padre. En el Concilio
se le da permiso para que promulgue este código. Con este, se construye un derecho
común para godos e hispanorromanos, algo, a juicio del historiador José Soto Chica,
revolucionario en la época, pues «en una Europa occidental en la que por esos mismos
años y durante mucho tiempo aún, cada pueblo (francos salios, francos ripuarios,
burgundios, alamanes, galorromanos, bávaros, etc.) se regía por sus propias leyes pese a
vivir todos juntos y bajo unos mismos monarcas, los merovingios».32 En el 655 se
celebró el IX Concilio de Toledo que trató solo materias eclesiásticas y fue presidido
por Eugenio II, arzobispo de Toledo. En el 656 se celebró el X Concilio de Toledo a
petición de Recesvinto, pero que no fue presidido por él. Se trataron temas poco

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relevantes como la celebración de la fiesta de la Virgen o nombrar a un nuevo
metropolitano para Galicia. Otras noticias (que son muy escasas, ya que no hay fuentes)
del final del reinado de Recesvinto es que nombró a san Ildefonso como metropolitano
(arzobispo) de Toledo. En el 666 se tiene noticia de la celebración de un sínodo en
Mérida, por el que conocemos que se realizaron algunas campañas contra los vascones y
que se le devolvieron algunas diócesis a la provincia de Lusitania que le habían sido
arrebatadas cuando esta región estaba ocupada por los suevos. En el 657 murió su mujer
llamada Reciberga, y no se sabe que contrajera nuevas nupcias ni que tuviera
descendencia. Construyó la iglesia de San Juan de Baños en Palencia y ofreció una
corona votiva a Dios perteneciente al famoso tesoro de Guarrazar. La muerte sorprendió
al monarca lejos de Toledo, en la villa de Gérticos, en territorio salmantino,
seguramente una residencia veraniega de la Corte, donde el rey se encontraba
acompañado de un numeroso séquito de magnates palatinos. Fue el primer día de
septiembre del año 672.

5. Los ultimo monarcas visigodos y la crisis del reinado (672-711).


5.1 Wamba (672-680).
Con Wamba (672-680) se puede decir que comenzó el fin del reino visigodo, ya que a
partir de su reinado se produjeron unas interminables luchas entre dos familias de
nobles visigodos. Wamba fue elegido rey a la muerte de Recesvinto por los magnates
palatinos presentes en Gérticos. Sobre este momento se tiene un amplio conocimiento
gracias al documento que ha dejado san Julián de Toledo: Historia excellentissimi
Wambae regis. Wamba es elegido porque gozaba de un gran prestigio dentro del reino y
era un hombre maduro y vigoroso. Aunque rechazó la corona aludiendo su elevada
edad, se le obligó a aceptar el reino. San Julián dice que los demás optimates le
obligaron ya que era una persona que reunía todos los requisitos, aduciendo incluso que
la voluntad divina había influido en la decisión. Wamba aceptó la corona pero puso la
condición de ser ratificado en Toledo antes de ser ungido como rey. Finalmente fue
aclamado como rey en Toledo y ungido en la iglesia de San Pablo y San Pedro por el
metropolitano Quirico. Wamba en un último intento pidió a los allí presentes, que si
alguno tenía algo en contra de su nombramiento, lo dijera. Y a pesar de que nadie dijo
nada pronto empezaran los alzamientos contra su persona.

En la zona de la Septimania se produce una rebelión en la primavera del 673. Wamba se


entera de esta rebelión cuando salía de Toledo para sofocar una rebelión de los
vascones. Esta rebelión se extendió por parte de la región y estaba dirigida por tres
personajes (el conde Ilderico, el obispo Gumildo y el abad Ramiro). Aunque en un
principio se creía una simple escaramuza regional, se complicó por la lejanía de la
provincia y porque Wamba envió para sofocarla al duque Paulo. El motivo de la
rebelión fue que la mayoría de los cargos estaban en manos de los hispani (a los
habitantes de la Septimania se les llamaba gali) enviados desde Toledo. También es
importante decir que en esta rebelión participó el clero. Wamba al recibir la noticia de la
rebelión envió a Paulo (hispano) para sofocarla con un ejército, pero este, una vez
llegado a Septimania se convierte en jefe de los rebeldes. En Narbona se declaró rebelde
a Toledo y se suma a la rebelión el duque de la Tarraconense, por lo que la rebelión se
expande. En una asamblea, Paulo propone que se elija un nuevo rey y todos los
presentes eligen a Paulo, que se hizo ungir allí mismo y envió una carta a Wamba en la
que se denomina rey de la parte oriental y llamará a Wamba rey de la parte austral.
Requisó el tesoro de las iglesias para disponer de un tesoro como todos los reyes. Buscó
el apoyo de francos, vascones y sajones; después intenta atacar a Wamba, pero este

21
reacciona y vence a los vascones y dirige su ejército hacia Narbona. Allí, dividirá su
ejército en tres partes. Domina la parte de la Tarraconense, se apodera de las ciudades
de Barcelona y Gerona y el ejército pasa los Pirineos, donde se une a la otra parte del
ejército, tomando y saqueando Narbona. Después toma Béziers, Agde y Nimes donde
estaba refugiado Paulo que es vencido y capturado.

El duque Paulo y los demás rebeldes se rinden y Wamba se compromete a respetar la


vida de cada uno de ellos. En primer lugar libera a los prisioneros que no eran visigodos
para no entrar en conflictos con francos y sajones. Después se realizará un juicio contra
Paulo (conocido gracias a la crónica de san Julián). En este fueron juzgados 53 jefes, de
los cuales 28 se entregaron en Nimes y el resto fue capturado. El juicio fue una
asamblea judicial dirigida por Wamba, en el que además participaron el ejército y la
nobleza no militar. En el juicio fue acusado de: Haber violado el juramento de fidelidad
hacia Wamba. Haber incitado al pueblo visigodo a la rebelión. Reconocida la
culpabilidad de Paulo y los otros, la pena se estipuló en función al canon nº 75 del IV
Concilio y a dos leyes de Chindasvinto, en las que se culpaba a los que ponían la vida
del rey en peligro. Todos los acusados fueron excomulgados en función a las leyes
eclesiástica. Además fueron condenados a muerte por las leyes laicas, pero Wamba
respetó la vida de Paulo y los rebeldes como había prometido. Se devuelven todos los
bienes requisados por los rebeldes y se renueva una serie de cargos en la administración
de la zona. También se expulsa a los judíos de esa zona, ya que habían participado en la
rebelión. A los seis meses Wamba vuelve a Toledo con los rebeldes rapados y con una
espina de pescado en la cabeza.

El duque Paulo y los demás rebeldes se rinden y Wamba se compromete a respetar la


vida de cada uno de ellos. En primer lugar libera a los prisioneros que no eran visigodos
para no entrar en conflictos con francos y sajones. Después se realizará un juicio contra
Paulo (conocido gracias a la crónica de san Julián). En este fueron juzgados 53 jefes, de
los cuales 28 se entregaron en Nimes y el resto fue capturado. El juicio fue una
asamblea judicial dirigida por Wamba, en el que además participaron el ejército y la
nobleza no militar. En el juicio fue acusado de:  Haber violado el juramento de
fidelidad hacia Wamba.  Haber incitado al pueblo visigodo a la rebelión. Reconocida
la culpabilidad de Paulo y los otros, la pena se estipuló en función al canon nº 75 del IV
Concilio y a dos leyes de Chindasvinto, en las que se culpaba a los que ponían la vida
del rey en peligro. Todos los acusados fueron excomulgados en función a las leyes
eclesiástica. Además fueron condenados a muerte por las leyes laicas, pero Wamba
respetó la vida de Paulo y los rebeldes como había prometido. Se devuelven todos los
bienes requisados por los rebeldes y se renueva una serie de cargos en la administración
de la zona. También se expulsa a los judíos de esa zona, ya que habían participado en la
rebelión. A los seis meses Wamba vuelve a Toledo con los rebeldes rapados y con una
espina de pescado en la cabeza.

En el 681 la mitad de la población había caído en la infamia (no había cumplido estas
leyes). Esto se sabe gracias al Concilio XI de Toledo. En el 675 se celebraron concilios
en Toledo y en Braga. El primero tuvo lugar en la basílica de Santa María y fue el XI
Concilio de Toledo que trató temas eclesiásticos: episcopado, decadencia de la moral,
disciplina eclesiástica, abusos de algunas personas de la iglesia; y además se trataron
temas teológicos como el dogma de la Santísima Trinidad o de la Virgen. También hay
que destacar que en su reinado se produjeron problemas con la Iglesia, debido a que en
las leyes militares se obligaba a los religiosos a tomar las armas y a que Wamba creó

22
una serie de obispados que entregó a personas adeptas a su figura. Gracias a la Hitación
de Wamba,33 documento del siglo XII publicado por Ramos Loscertales, se conoce la
creación de estos obispados y su configuración dentro de las distintas provincias.
También conocemos que en el 670 hubo una amenaza de los árabes que desde su base
en Kairuán lanzaron diversos ataques.

5.2. Ervigio
El 14 de octubre de 680, el rey Wamba cayó en un estado de inconsciencia, por lo que
recibió la penitencia, sacramento que de acuerdo a la práctica se aplica a alguien
cercano a la muerte, pero debido a la práctica de la época fue vestido con los hábitos
religiosos y tonsurado en presencia de magnates laicos de su palacio,34 lo que de
acuerdo al VI Concilio de Toledo le incapacitaba para reinar.35 Cuando volvió en sí se
encontró en un estado irreversible y firmó documentos para que Ervigio fuera
proclamado horas después, el día 15, y ungido como su sucesor por el metropolitano
Julián de Toledo el día 21 de octubre. Sin embargo, la designación de un rey por su
predecesor no formaba parte de la elección del nuevo monarca, y dado que Ervigio fue
proclamado con gran celeridad, esto induce a pensar en una intriga palaciega, a lo que
se añade que fue el propio Ervigio el mismo que instaba a los obispos del XII Concilio a
publicar los hechos.36 En la intriga parece haber intervenido el metropolitano de
Toledo, que era amigo de Ervigio, y contrario a las medidas de Wamba para debilitar la
sede toledana.37 Sin embargo, existe la hipótesis que Ervigio no formara parte de la
conjura: ante el desvanecimiento de Wamba, el entorno palatino aprovechó para
destronarle mediante el sacramento de la penitencia y la tonsura eclesiástica, y cuando
Wamba se recobró renunció al trono y designó como sucesor a Ervigio como su propio
candidato para desbaratar los planes de los conjurados, algo que la Iglesia aceptó, pero
con eso Ervigio se ganó así la anivamersión de los conjurados que habrían tenido otro
candidato, lo cual explica la debilidad del monarca en su reinado y el designar a Égica
como su propio sucesor.

XII Concilio de Toledo.


Las circunstancias de su ascenso al trono hicieron que Ervigio hiciera una política de
grandes concesiones y sometimiento a la nobleza y a los obispos.39 En primer lugar
buscó asegurarse la posición en el trono, y en el XII Concilio de enero de 681 los
obispos certificaron la autenticidad de los documentos que acreditaban la toma de
hábitos religiosos por parte de Wamba, y que este pidiera que Ervigio fuera proclamado
como su sucesor, con lo que así se declaró la legitimidad de Ervigio.

En el XII Concilio, el rey tenía preparadas veintiocho leyes antijudaicas,40 como las
referidas a la obligatoriedad del bautismo, la prohibición de la circuncisión, no poder
tener esclavos cristianos, prohibición de celebrar fiestas judías, o el seguimiento de los
desplazamientos, aunque se derogó la pena de muerte indiscriminada presente en la
legislación de Sisebuto.41 Esta rapidez da a entender que algunas leyes ya estaban
preparadas por Julián de Toledo antes de la abdicación de Wamba. También se produjo
la confirmación de la primacía de Toledo, se sancionaron todas las leyes contra los
judíos y se ultimó la revisión del Fuero Juzgo, recogiendo en ese nuevo código la
promulgación de una nueva ley militar. Esa nueva ley ratifica algunos aspectos de la ley
de Wamba, pero modifica aquello en lo que no está de acuerdo la Iglesia. Cuando se
produzca una invasión deben acudir los señores con sus clientes y una décima parte de
los siervos, pero quedan libres los eclesiásticos.

23
XIII Concilio de Toledo.
Crisis económica y social La época de Ervigio es de una gran fragilidad y crisis
económica, con secuelas de hambre que marcan el período, hasta el punto que la
población no tenía para pagar los impuestos. Esto se puso de manifiesto en el Tomo
Regio del XIII Concilio de Toledo: Amnistía a los nobles y familias que habían
participado en la revuelta de Paulo. El concilio recogió esta medida, que se extendió a
estas familias hasta tiempos de Chintila, con orden de que se les restituyan todos los
bienes que tenían cuando participaron en la rebelión de Paulo. La condonación de
impuestos atrasados que no podían ser pagados. La exclusión de los cargos palatinos de
siervos y libertos. Además se acordó para los nobles el habeas corpus: 1. Cuando se
celebre un juicio contra un noble el tribunal estará formado por nobles que serán como
mínimo de su mismo rango. 2. El juicio debe tener garantía de ser imparcial, por lo que
el inculpado puede impugnar a miembros del tribunal. También se promulgan medidas
que favorecen la posición de la familia real: casamiento de su hija Fisido con un sobrino
de Wamba llamado Égica. este se compromete a defender a la familia de Ervigio una
vez fuera rey. El concilio ratificó ese matrimonio. En los últimos años del reinado, se
sabe que llegó en el 683 un emisario del papa León II para garantizar la adhesión de la
Iglesia Visigoda a las decisiones tomadas en el III Concilio de Constantinopla (es decir
a la condena del monotelismo como herejía). este consistía en decir que Cristo tenía una
sola naturaleza, porque la ortodoxia decía que Cristo tenía naturaleza humana y divina.
Estos documentos fueron mandados a los distintos obispados donde se celebraron
concilios regionales. San Julián manda a Roma la Apología de la fe en la que la Iglesia
Visigoda se adhería a estas decisiones.

Sucesión de Ervigio
Ante la debilidad del monarca, los conflictos con la nobleza y para evitar represalias
contra su familia, casó a su hija Cixilo con Égica, un magnate pariente de Wamba y que
encabezaba un clan nobiliario hostil,43 en algún momento de su reinado.44 Puesto que
Ervigio no podía esperar que un hijo suyo pudiera mantenerse en el trono el matrimonio
de Cixilo con Égica era una forma de compatibilizar ambas familias. Para evitar que sus
hijos quedaran desamparados cuando él desapareciera hizo jurar a Égica que garantizara
la protección de la reina y de sus hijos.45 En 687 sintiéndose mortalmente enfermo,
Ervigio proclamó a Égica como su sucesor el 14 de noviembre y el 15 recibió la
penitencia, y desligó de su obediencia a los magnates para que fueran a acompañar al
nuevo rey a Toledo.

5.3. Égica.
XIV Concilio de Toledo El nuevo rey trató de debilitar la posición de su familia política
para impedir que se presentaran como sus rivales.47 Pero además quería atraerse al
sector de la nobleza que había sido combatido por Ervigio y para ello debía devolverles
las propiedades que les había confiscado Ervigio y repartido a sus hijos.48 El 11 de
mayo de 688 el rey inauguró el XV Concilio de Toledo para liberarse del juramento que
le había hecho a Ervigio de proteger a la familia real. El rey presentó a los obispos la
disyuntiva entre el juramento prestado a Ervigio de proteger a la familia de Ervigio y el
juramento que había tenido que hacer a Ervigio, antes de ser rey, relativo a prestar
justicia al pueblo. Égica planteaba que ambos juramentos eran incompatibles, y esto
suponía que Ervigio había condenado injustamente a personas y les había arrebatado
bienes para otorgárselos a su propia familia, pero revertir tales injusticias suponía
perjudicar a la familia de Ervigio, por ello planteaba ser liberado de alguno.49 Además
les planteó revocar los medidas acordadas en el XIII Concilio de Toledo acerca de la

24
protección de la familia de Ervigio. En el XV Concilio, Égica no tuvo el éxito esperado
para perjudicar a la familia de su mujer, pues aunque los obispos juzgaron que el interés
público estaba por encima del de una familia, esto no implicaba que la familia del rey
precedente debía quedar desprotegida.47 Respecto de la revocación de la protección de
la familia de Ervigio aprobada en el XIII Concilio, los obispos indicaron que tal
protección no podía impedir que se hiciera justicia si hubiera culpabilidad en delitos.

También aparece otro problema con el episcopado que está en contra de algunos
escritos de san Julián y otros autores. San Julián envía modificaciones de estos escritos
al papa Benedicto II y después al emperador de Oriente que las darán como buenas.
Égica esperó la muerte del metropolitano de Toledo, Julián de Toledo, para continuar
perjudicando a la familia de Ervigio, y en el III Concilio provincial de la Tarraconense
celebrado en Zaragoza en noviembre de 691, la viuda de Ervigio fue recluida en un
convento, lo que revocaba parcialmente lo acordado en el XIII Concilio, en el que se
prohibía a la reina viuda el casarse en segundas nupcias pero le garantizaba no ser
obligada a ingresar en la vida monástica.5152 De este modo el monarca reinante se
aseguraba la estabilidad del poder al impedir el engrandecimiento de otra facción
nobiliaria en caso que la reina viuda pudiera casarse de nuevo.

Etapa de rebeliones: Suniefredo y Sisberto


Las medidas contra la familia de Ervigio le pudo acarrear el enfrentamiento con un
sector poderoso de la nobleza y el clero. Fue en este contexto cuando Égica tuvo que
enfrentarse a una conspiración para reemplazarle en el trono y asesinarle.54 Se ha
conservado una moneda a nombre de Suniefredo que muestra que los conspiradores
tuvieron el control de Toledo durante un tiempo. En mayo de 693 el rey convocó el XVI
Concilio de Toledo para sancionar las medidas contra el metropolitano de Toledo,
Sisberto, —que habría ungido rey a Suniefredo en Toledo—, puesto que su destitución
debía ser sancionada por un procedimiento canónico.55 Por las actas de los firmantes al
Concilio se pone de manifiesto la renovación del personal palatino a raíz de la
conspiración.56 Entre los conspiradores aparecieron parientes del rey Ervigio43 como
la reina Liuvigoto, pero parece que esto fue una artimaña de Égica para liquidar a la
familia de Ervigio;5758 Además el rey intervino políticamente para ubicar a leales en
los obispados de Toledo, Sevilla y Braga, lo que fue aprobado en el XVI Concilio. La
sentencia de Sisberto se incluyó en los cánones del Concilio XVI de Toledo: política
antijudía, restauración de la disciplina eclesiástica, buenas costumbres, manejos de los
conspiradores, etc.

El concilio actualizó la legislación contra los judíos que traduce en leyes efectivas: 1.
Los judíos quedan restringidos a la libertad comercial. 2. Se prohíbe a los judíos el
acceso al cataplus o lonja de contratación, una especie de aduana donde llegaban los
productos del exterior. 3. Se prohíbe el comercio entre los judíos y los cristianos; solo
podían hacerlo con gente de su misma religión. 4. Si se convertían al cristianismo
tendrían la igualdad con los cristianos. 5. Los judíos pagarían una cuota integra que
recaía sobre las comunidades hebreas, esto significa que cuando algún judío se
convertía al cristianismo los demás judíos veían incrementado su impuesto. 6. Los
conversos estarían exentos de estas cuotas, por lo que la carga fiscal era cada vez más
importante sobre los que quedaban. Égica pidió la confirmación de medidas a adoptar
contra cualquiera que conspirase contra el rey: a los futuros conspiradores se les
prohibiría el desempeño de cargo palatino, lo que se aplicaba también a su
descendencia, se convertiría en esclavo del Fisco y sus bienes serían confiscados y a

25
disposición del rey,60 y los obispos anatematizaron quien conspirare contra el rey.5961
Además el rey dictó una ley para reforzar su poder real por la que se prohibía cualquier
juramento que no fuera al rey o a los tribunales de justicia,6062 con lo que se trataba de
impedir que los vínculos entre los nobles estuvieran al mismo nivel que con el rey.

Se modifica el habeas corpus, que se recorta, no teniendo derecho a él los


conspiradores. Es decir, un noble que conspirara no tenía derecho a ser juzgado y era
culpado de delito de alta traición: 1. Cuando un rey es elegido, los miembros del aula
regía realizarán el juramento en persona (para evitar que algunos alegaran que ellos no
habían realizado dicho juramento). 2. Sí alguno no podía ir para realizar el juramento el
rey enviaría unos representantes para que lo realizaran. 3. Se dispone que se incorporen
al ejército los libertos manumitidos por el rey, en el caso de cualquier movilización
militar. 4. Los siervos fiscales estaban también incluidos en los grupos que tenían que ir
a la guerra si fuera necesario.

El XVII Concilio de Toledo: se agudiza la persecución judía En el 694 se celebra el


XVII Concilio de Toledo en la basílica de Santa Leocadia para ratificar todas estas
medidas y la promulgación de nuevas leyes antijudías. En el Tomo Regio hay opiniones
sobre el problema judío de varios padres de la Iglesia, se alude a que se había
descubierto una conjura contra el reino visigodo, y por lo tanto contra la religión y la fe
cristiana del reino visigodo. Se toman medidas muy duras contra los judíos solicitadas
por Égica: 1. Los judíos que no se convirtiesen serían reducidos a la servidumbre. 2. Las
comunidades judías serán eliminadas y repartidas por la Península. 3. Los hijos de los
judíos, una vez cumplidos los siete años, serían dados a una familia cristiana para que
los educasen dentro de la fe cristiana. 4. Los siervos cristianos se harían cargo de las
tierras de los judíos pagando los mismos impuestos que estos pagaban. Esto no se
llevaría a cabo con los judíos de la Narbonense ya que estaban ayudando
económicamente a los visigodos contra los francos, además de eran una mayoría en la
población, por lo que podían suponer un peligro en posibles alianzas con los francos.
Además, la Galia Narbonense había sufrido una serie de pestes por lo que si se echaba a
los judíos esta zona se quedaba despoblada. Esta serie de leyes antijudías provocará en
el futuro la colaboración de los judíos con los musulmanes en la conquista de España.

Gobierno conjunto de Egica y Witiza.


Égica tuvo un hijo llamado Witiza. La Crónica de 754, más cercana a los hechos,
establece que Witiza fue asociado al trono en el año 698, sin embargo, existe un
documento contemporáneo por el que se indica que Witiza fue asociado al trono a
finales de 693 o en 694, lo que viene corroborado por el número total de moneda
acuñada en relación con otros Égica tuvo un hijo llamado Witiza. La Crónica de 754,
más cercana a los hechos, establece que Witiza fue asociado al trono en el año 698, sin
embargo, existe un documento contemporáneo por el que se indica que Witiza fue
asociado al trono a finales de 693 o en 694, lo que viene corroborado por el número
total de moneda acuñada en relación con otros reinados del siglo VII. De este modo,
esto vendría a ser consecuencia de la rebelión de Suniefredo para asegurar y
monopolizar el trono para su familia frente a otros candidatos.

La Chronica regum Visigothorum establece que Witiza fue ungido el 15 de noviembre


del año 700, de lo que parece derivarse que fue en ese año cuando alcanzó la edad para
no estar sometido a una tutela, esto es, en torno a los catorce años de edad,64 y entonces
es factible que Witiza fuera hijo del matrimonio de Égica con Cixilo.64 Por el contrario,

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hay autores como Julia Montenegro y Arcadio del Castillo que establecen que Witiza
tendría los catorce años al inicio de la corregencia hacia 694,65 con lo que el acto de la
unción en el año 700 es el que habría generado un verdadero cogobierno.6667 Esto
puede verse como demostración de que no era hijo de Cixilo, pues si Witiza hubiera
sido hijo de Cixilo no habría oposición entre las dos familias a la sucesión, y la unción
de Witiza se presentaba como la forma de garantizar el apoyo del clero ante una
eventual oposición a dicha sucesión.

La corregencia fue un periodo turbulento,67 así pues, la Crónica de 754 indica que el
reino visigodo sufrió una epidemia de peste, por la que los reyes tuvieron que abandonar
Toledo hacia 701.68 Y alrededor del año 700 hubo campañas de los aquitanos sobre la
Narbonense que posiblemente capturaron Carcasona.69 El Cronicon Pacense establece
que en los reinados de Égica y Witiza hubo confrontaciones bélicas entre visigodos y
bizantinos,70 que estuvieron enmarcadas en la debilidad de los emperadores Leoncio y
Tiberio III Apsimaros en la defensa de África.71 En este reinado conjunto se conoce
que una flota bizantina atacó las costas del sur de Hispania y fue rechazada por un noble
llamado Teodomiro,72 que se puede deducir que es el mismo que pactó en 713 con los
musulmanes en el pacto de Teodomiro.737475 La fecha de este evento es dudosa:
Roger Collins indica que pudo haber sucedido durante la expedición mandada por el
emperador Leoncio entre 697-698 para recuperar Cartago de los árabes;76 o quizás al
finalizar el reinado de Witiza.77 No se tiene constancia de la muerte de Égica, la última
mención figura en una ley promulgada a finales de 702, pero quizás podía haberse
producido en 703.78 Su hijo Witiza quedó como rey único.

6. Witiza. (703-710)
Witiza (703-710) llegó al poder por una sucesión tranquila. Las crónicas asturianas
redactadas en torno al año 900 son de carácter antiwitizano ya que responsabilizan a
este rey de la decadencia política y moral que produjo la ruina del reino de manos de los
musulmanes. Por otro lado, para los mozárabes del siglo VIII el reinado de Witiza fue
caracterizado como buenos tiempos.

Tras la muerte de Égica, se convocó el XVIII Concilio de Toledo comprendido entre los
años 702-703, pero sus actas no se han conservado,80 ya que la conquista árabe dio fin
a proseguir con la compilación, con lo que las actas del XVIII Concilio no llegaron a
tiempo a ser incluidas.81 Sin embargo, dado que se ha conservado las actas del Concilio
de Córdoba de 839, la ausencia de las actas pudiera deberse a una acción deliberada.
Puesto que la Crónica de Alfonso III indica que obligó a los clérigos a casarse, esto
puede dar indicio que el XVIII Concilio se hubiera aprobado los cánones del Concilio
Quinisexto (692), rechazado por la Iglesia de Roma, cánones en los que se aceptaban un
clero casado.

La Crónica mozárabe de 754 muestra un carácter más conciliador de Witiza en contraste


con el autoritarismo de Égica. En este sentido la Crónica indica que concedió una
amplia amnistía a los que habían sido condenados por su padre, restauró el Oficio
Palatino, que había sufrido una gran merma a causa de las conjuras como la de
Suniefredo y Sisberto, restituyendo el cargo y las propiedades confiscadas a los que
habían sido despojados, también compensó a los desterrados, y quemó públicamente las
declaraciones sobre deudas al Tesoro que habían sido firmadas a la fuerza.828384
Además devolvió al Tesoro público las propiedades que Égica había tomado como
posesión personal, diferenciando entre el patrimonio personal del rey, y el del

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cargo.8586 Puede suponerse que estas medidas en favor de la nobleza perseguida por
Égica pudieran haber sido adoptadas en el XVIII Concilio.87 Se sabe también que
durante el reinado de Witiza se produjeron hambrunas por las malas cosechas en los
años 707 y 709, y una gran epidemia de peste.6688 Y que el Código de leyes se amplió,
lo que puede entenderse como muestra de debilidad política.

No se tiene constancia de su muerte ni de las circunstancias de su sucesión, aunque se


puede deducir que no fue pacífica.87 Según la Chronica regum Visigothorum el reinado
de Witiza terminó en 710, mientras que la Crónica mozárabe lo sitúa en 711. De forma
general se acepta que el reinado de Witiza terminó cuando murió, cuando aún no habría
cumplido los treinta años de edad, alrededor de sus veinticinco años de edad,6786 si se
considera que fue hijo de la reina Cixilo; aunque si se considera que Witiza no fue hijo
de Cixilo sino de un matrimonio anterior de Égica, entonces tendría una edad avanzada
relativamente.

7. Rodrigo VS Aguila II.


Del siguiente rey, Rodrigo, la Crónica mozárabe parece indicar que se apoderó del trono
de forma violenta con el apoyo de una significativa parte de la aristocracia que
conformaba la élite seglar y eclesiástica del reino que intervenía en la elección del
rey.90 De este modo Witiza habría sido derrocado y muy probablemente asesinado.86
Si hubiera muerto por causas naturales y Rodrigo hubiera sido elegido entonces no se
hubiera producido la situación conflictiva.91 Aunque pudiera haberse dado el caso que
Witiza muriera por causas naturales y que Rodrigo se hubiera alzado para evitar que los
parientes de Witiza pudieran designar a uno de sus miembros al trono.92 Este golpe de
Estado no produjo un consenso entre la aristocracia, y la subida al trono de Rodrigo
produjo conflictos internos que ocurrieron en el momento en el que los musulmanes
habían comenzado a atacar poblaciones al sur de la península ibérica. La élite nobiliaria
se habría dividido y como ya ocurriera con la sucesión de Chindasvinto en 653 y de
Recesvinto en 672,93 hubo una rebelión regional de territorios que no reconocieron la
autoridad de Rodrigo,92 por lo que es posible que Rodrigo hubiera tenido que afrontar
la división del reino con Agila II en el noreste,93 puesto que las monedas acuñadas a
nombre Agila proceden del noreste del reino —de la Narbonense y Tarraconense— sin
que haya superposición geográfica con las monedas acuñadas a nombre de Rodrigo.

Mientras las crónicas árabes indican de la existencia de una única incursión árabe, la
Crónica mozárabe de 754 indica que los musulmanes estaban realizando una serie de
incursiones cuando Rodrigo emprendió la ofensiva para hacerles frente.96 La situación
de la batalla no está clara, Isla Frez indica que el ejército visigodo siguió la ruta de
Córdoba a la bahía de Algeciras, lo que marginaba a Sevilla, donde la Crónica de Abu
Bakr Ibn Umar AlQutiyya indica que había familiares de Witiza, y donde Rodrigo no
esperaría encontrar apoyos.97 Se puede entrever que el resultado de la batalla de
Guadalete en julio de 711 fue decidido por una traición, de la que no da nombre alguno,
que produjo una deserción en las filas visigodas.91 La traición al rey no solo aparece en
la Crónica mozárabe sino también en las árabes, lo que puede corroborarse en el sentido
que Rodrigo no se habría decidido a dar batalla a los musulmanes si no hubiera tenido
ventaja numérica y logística, de ahí que el resultado final hubiera sido fruto de una
traición.98 Sin embargo, dado que Rodrigo había accedido al trono de forma conflictiva
contra los intereses witizanos y aún no habría afirmado su autoridad, y que en el ejército
visigodo habría clientelas nobiliarias afectas a la familia de Witiza, estos habrían
abandonado al rey en el mismo momento de la batalla lo que habría sentenciado el

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desastre final.99 La intención de los traidores sería que el rey fuera eliminado o muy
debilitado de modo que pudieran hacerse con el poder,100101 y por tanto no era
entregar el reino a los invasores sino conseguir el cambio del rey.102 Pero su plan no
fue como esperaban y también perecerían, pero no se sabe si fue en esa batalla o poco
después.

El resultado fue la completa destrucción del ejército visigodo y la muerte del propio
monarca.104 La muerte del rey y de la élite cortesana tanto partidaria como adversaria
de Rodrigo, así como la conquista de la capital paralizó el sistema político, y la nobleza
regional se sometió a los invasores negociando la conservación de su estatus político y
económico.105 El final del reinado de Agila II puede datarse con las victorias
musulmanas en el valle del Ebro y en Zaragoza, de modo que puede deducirse que
murió luchando.106 Tras su muerte fue sucedido elegido Ardón como rey. En 716 los
musulmanes mandados por el valí AlHurr cruzaron los Pirineos e invadieron la
Narbonense, la campaña fue continuada por su sucesor As-Samh, quien finalmente
completó la conquista de la Narbonense en 720.107 Ardón podría haber muerto
luchando entonces.

Causas de la desaparición del reino visigodo


Pero para explicar la desintegración del reino visigodo hay que tener en cuenta otros
aspectos como son: el desarrollo de instituciones de carácter feudal, el aumento de las
clientelas y la aparición de una fuerte oligarquía militar de carácter familiar que llega a
enfrentarse al rey con frecuencia. Hay una alternancia de represión y amnistía en los
últimos reinados que produjo una fuerte inestabilidad social y política. Además hay un
estado de desmoralización de la sociedad que se refleja en las leyes militares de
Wamba. También las amnistías tributarias denuncian una economía precaria para una
gran parte de la población. El aumento de los suicidios, los problemas con los obispados
—por la falta de moralidad y por el nombramiento de obispos germánicos. También las
causas económicas son importantes para explicar la conquista: así se produjo una
desaparición del comercio a larga distancia, que además de deberse a la ocupación del
Norte de África por los musulmanes se debió a la dura política antijudía (los judíos eran
los principales controladores del comercio). Todos estos factores hicieron que el reino
visigodo se encontrara en una situación de debilidad interna que favoreció la invasión
musulmana.

Tema 4. La Hispania Visigoda, ¿una sociedad feudal?


1. La conformación de la gran propiedad como base del ejercicio del poder.
1.1. La administración de territorial en la España visigoda.

Provincias y territorios visigodos.


La base de la organización territorial visigoda fue la romana, aunque no todos los
territorios se organizaban de igual modo. El mayor problema fue la coexistencia de
instituciones romanas y germánicas y la perduración de instituciones romanas.
Siguiendo a Torres López las divisiones administrativas se agrupan en dos:

1. Provincias ducados: coincidentes con las antiguas provincias romanas, cuyo frente se
colocaba a un dux (nombrado de entre los grandes magnates) que tenía atribuciones
militares y de administración de justicia, con varios condes (comes) bajo su autoridad. o
Se mantenían así las provincias existentes en la época romana: Tarraconense,
Cartaginense, Bética, Lusitania, y Gallaecia, a las que se añadió una provincia al sur de

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las Galias y en la zona norte de los Pirineos: Narbonense o Septimania. Los conflictos
bélicos con los pueblos del norte debieron justificar una frontera militar alrededor de la
cual surgiría una provincia o territorio militar en Cantabria. Otra provincia fue la
Asturiense acabando el siglo VII.
2. Provincias condados procedentes de los territorios o terrenos circundantes a las
ciudades, que integraban varias fincas rústicas que con el tiempo se independizan de las
mismas y a cuyo frente estaba un comes territorii o comes civitatis. Eran por tanto
territorios integrados en las provincias-ducados, compuestos por latifundios de la
Corona o los particulares.

Las autoridades: duques y condes.


El dux detentaba el título de magnifica potestas, ostentando la máxima representación
del rey en el territorio y llegando a ser juez de apelación de las sentencias dadas por los
condes. Sánchez Albornoz considera que el dux o duquese identificaba con el rector
provinciae romano, mientras que Torres López mantiene que éste fue suplantado en sus
funciones muy pronto por aquel. García Moreno piensa que la sustitución de una figura
por otra no se produjo hasta el reinado de Leovigildo. Sánchez Albornoz identifica el
comes territorii con el comes civitatis, con atribuciones militares, fiscales, judiciales y
administrativas. García Moreno sitúa a éste en un nivel inferior al dux. También se
designaban con el nombre de iudices los funcionarios que estaban al frente de los
territorios. El iudex era un cargo que se presta a confusión, pues bajo ese término
designa con carácter general a cualquier funcionario y no sólo a los que tienen
competencia judicial. Estos iudices a veces, eran comites. Los títulos de conde y duque
eran concedidos por el monarca en virtud de relaciones personales.

La Administración local en la España visigoda.


La administración local y territorial corrieron paralelas en la etapa de los visigodos.
Controversia sobre la persistencia del municipio romano. Surge una polémica centrada
en la continuidad de los esquemas romanos, pudiendo diferenciarse tres doctrinas: Los
autores que consideran que la causa del a crisis del Bajo Imperio el municipio
hispanorromano desaparece a lo largo del siglo VI (Sánchez Albornoz). Los que
sostienen que el municipio hispanorromano presenta su continuidad en la etapa
visigoda. Según Herculano, se conservaron las instituciones municipales romanas fruto
de la actividad de los mozárabes bajo dominación musulmana. Los partidarios de un
término medio (Torres López) que indican que se conservaron algunos aspectos del
municipio, pero otros desaparecieron.

La Curia municipal.
A comienzos del siglo VI aún subsistía la curia municipal romana, compuesta por
quienes no habían conseguido desvincularse de la adscripción hereditaria al oficio. Las
posibles vías de escape fueron perfectamente cerradas por diferentes preceptos del
Breviario de Alarico. Así, la curia, mantuvo algunas de los viajes funciones y adquirió
otras nuevas como la formalización de muchos actos de jurisdicción voluntaria. La
recaudación de impuestos siguió recayendo sobre esos curiales que debían seguir
respondiendo con sus bienes del montante global de la recaudación. A pesar de la
presión legal por mantener la Curia, dejó de existir ya que de hecho muchos particulares
hubieron de desplazarse a otras ciudades para formalizar actos jurídicos. Así mismo, la
recaudación de impuestos también hubo de pasar a otras manos.

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Los funcionarios: el defensor de la ciudad.
Los magistrados municipales son ahora el curator y el defensor, elegidos ambos entre
los curiales por el pueblo. El defensor civitatis era elegido por los vecinos entre los que
habían ocupado cargos de la curia, pero a partir de la extinción de la curia en algunas
ciudades pueden ser elegidos por los obispos, lo que es interpretado por los autores
como una prueba de la decadencia municipal. De cualquiera de las formas, este defensor
civitatis, aparece como un magistrado autoritario y opresor. Su significación decayó con
el tiempo y pasan a ser funcionarios a quienes simplemente les compete la ejecución de
los acuerdos.

La asamblea de vecinos.
Su origen estaba en las costumbres germánicas. En el ámbito municipal se celebran dos
tipos de Asambleas: el conventus rusticorum (las Etimologías de San Isidoro) y el
conventus publicus vicinorum (Liber Iudiciorum). El conventus rusticorum sirvió para
designar las reuniones de campesinos en los cruces de caminos para tratar temas de
interés comunitario. Al existir tierras comunes a la vecindad, fue preciso que se
convocaran asambleas generales de vecinos de las aldeas, los conventus publicus
vicinorum que presentaba un carácter agrario. En ellas se determinan límites,
propietarios de tierras, tipos de cultivos, los ganados, aprovechamiento comunal,
estimación de daños y la sanción a los delincuentes, etc.

2. Las relaciones de dependencia en el ámbito militar y político.


2.1. La hacienda en la España visigoda.
En el Concilio VIII de Toledo se hace distinción entre los patrimonios del Estado y del
rey. Existe una cierta unanimidad al pensar que la organización financiera se basaba en
la hispanorromana, aunque hay autores como Pérez-Prendes, que señalan que aunque se
mantuviera el sistema romano, ello no supone que se conservaran los principios que lo
sustentaban, señalando, así como principios del sistema fiscal visigodo, el principio de
economía, el de imposición no agobiante y el de utilidad pública. García Moreno
considera que durante el reino de Tolosa perduró la organización del Bajo Imperio, pero
desde Chindasvinto quedó en manos militares (dux). Otro tema de discusión es sobre el
sujeto impositivo. Algunos consideran que los godos estaban exentos del pago, otros
que estaban sometidos a iguales cargas tributarias o que las desigualdades se producían
por las condiciones sociales. También se duda si las iglesias y monasterios estaban o no
exentos. La separación entre los patrimonios de la Corona, administrado con criterios
de utilidad pública, y personal del monarca, se pone de manifiesto en la existencia de un
Tesoro Real.

Los impuestos. Dentro del apartado de recursos fiscales, gastos e ingresos podían ser
tanto ordinarios como extraordinarios. Los gastos ordinarios eran destinados al
mantenimiento del ejército y al pago de los funcionarios. Mientras que los
extraordinarios eran los destinados a edificaciones, donativos, regalos, donaciones, etc.,
realizados por los reyes. Por su parte, los ingresos ordinarios procedían de los dominios
fiscales, confiscaciones, impuestos indirectos y directos, regalías como la acuñación de
moneda y penas pecuniarias. La determinación de los impuestos dependía del rey y
recaían sobre todo en las clases inferiores. En ocasiones su recaudación llegó a
arrendarse a particulares. Hay que distinguir entre impuestos directos e indirectos:
Directos: capitatio, procedente de la antigua capitatio iugatio, impuesto
personalterritorial, del que estaban excluidos los judíos que pagaban una capitatio

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especial. o También perduró la antigua collatio lustratis, ahora como solutio auraria.
Indirectos: los más importantes gravaban las aduanas y el tránsito, las ventas y la
circulación de bienes. o Los ingresos extraordinarios procedían de donaciones y legados
al monarca, regalos y botines de guerra.

2.2. El ejército.
El ejército no era otra cosa que el pueblo en armas. Bajo la advocación de sus dioses
entra en campaña, y en nombre de ellos se mantiene la disciplina o se castigan los
delitos militares. El rey aparece como caudillo de unos súbditos que en potencia son
soldados, mientras las relaciones privadas de acompañamiento y séquito entre el
monarca y los hombres libres armados fortalecen el clima guerrero de la vida pública.

El ejército visigodo se basaba en la obligación y el derecho a servir en el ejército de


todos los hombres con capacidad de llevar armas, es decir, existió una limitación de
edad establecida entre los 20 y los 50 años para distinguir entre un ejército permanente,
formado por la clase militar y otro para casos de necesidad, que se nutría en virtud del
llamamiento realizado ocasionalmente. En este último no era el rey el que convocaba
levas a través de unos agentes (compulsores exercitus), que reclutaban soldados por
todo el reino.

A este llamamiento debían responder todos los hombres libres y señores, yendo estos
últimos acompañados por sus siervos. Pero la práctica habitual fue que se incumpliese el
llamamiento, y dada la cantidad de revueltas internas que se produjeron, y los ataques
desde el exterior, Wamba promulgó una ley militar en el 673 en la que se ordenaba la
movilización de todos los súbditos en un territorio de 100 millas a la redonda de la zona
que en se presentase una situación excepcional de peligro, bajo pena de destierro (para
obispos y sacerdotes), entrega en servidumbre y confiscación de bienes (para seglares) o
destierro y pérdida del patrimonio, puesto que el incumplidor debía reparar los daños
producidos por los enemigos. Dado que una de las penas que se imponía era la pérdida
del derecho a prestar testimonio, se constató poco tiempo después que más de la mitad
de la población no podía testificar en los tribunales con el consiguiente deterioro de la
administración de justicia. Esto hizo que la ley de Wamba fuese modificada por Ervigio
limitando el número de siervos que debía llevar el señor, e incluyendo a los siervos
fiacales en la obligación de acudir a la llamada a las armas.

Como tipos de soldados las fuentes mencionan a fideles, gardingos, etc. que
acompañaban a los grandes señores a la guerra, sustituyéndose en muchas ocasiones el
deber de acudir a la llamada. Existían los bucelarii (hombres libres que luchaban al lado
de un señor) y los sayones (que pasaban a ser propietarios de las armas que les
proporcionaba el señor, pero no del botín de guerra). La presencia de soldados privados
se debió fundamentalmente a la obligación de los señores de llevar a sus hombres y
esclavos a luchar. Se discute la participación de soldados hispanorromanos en el ejército
visigodo. Entre ambas posturas (afirmándose y negándose) hay autores (Sánchez
Albornoz) que indican que al principio no participaron, pero que, poco a poco, se fueron
incorporando. La organización militar se basaba en una estructura jerarquizada entre
duces, comites, thiufadus acorde con las divisiones del ejército que eran realizados en
base a múltiplos de 10, de forma que el decanus era el responsable de una docena de
hombres, si bien se cree que con el tiempo formaron unidades territoriales. De entre
estas figuras destacan el thiufadus que podían reunir en su persona las condiciones de
jefe militar, recaudador y juez.

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Tema 5. La conquista musulmana de la Hispania visigoda y la formación de Al Andalus
1. La expansión del islam por el norte de África.
Las primeras campañas dirigidas al N de África y su conquista se inician hacia el 647.
Fueron expediciones difíciles, pero sólo consistieron en la búsqueda de botín. Los
primeros resultados se consiguieron en 670 con la creación de la ciudad-campamento de
Cairuán. Desde ella se dirigirán los árabes al Atlántico y ya, en los años 705 y 708,
controlarán definitivamente el N. de África.

La ocupación de las zonas urbanas y de las zonas habitadas por poblaciones sedentarias
no presentó problemas; no ocurrió lo mismo en el litoral a causa de los ataques de los
nómadas del Sahara. El gobernador árabe Musa Ibn Nusayr incorporará a los beréberes
al ejército para luego lanzarlos contra la Península en un intento de dar salida a su
belicosidad. Este sistema ya fue usado por los califas de Siria para librarse del peligro
beduino.

La descomposición interna del reino visigodo explica en gran parte el éxito de las
expediciones musulmanas en las que numerosas crónicas conceden gran importancia al
conde D. Julián. Por asuntos personales con los reyes visigodos parece ser que apoyó a
los musulmanes para entrar en la Península colaborando en el desembarco de
reconocimiento que tuvo lugar en 710 dirigida esta maniobra por el beréber Tarif Ibn
Malluk.

El éxito de esta campaña animó a Musa a enviar una nueva expedición cuyo mando
confió al liberto Tarik Ibn Ziyad al que nadie opuso resistencia por encontrarse Rodrigo
combatiendo con los vascones. Los musulmanes entraron en contacto con Witiza (con
sus partidarios) y esto supuso la victoria musulmana de Guadalete. Desde aquí, Tariz
Ibn Ziyad avanzó sobre Toledo, que capituló sin ofrecer resistencia.

Los resultados económicos y políticos de la campaña animaron a Musa a intervenir


directamente al frente de un ejército de árabes y se dirigió contra Medina Sidonia,
Carmona, Alcalá de Guadaira, Sevilla y Mérida. La facilidad de la ocupación
musulmana en la península se explica por la descomposición del mundo visigodo y por
la política de pactos que los musulmanes llevaron a cabo.Ciudades como Sevilla, Écija,
Córdoba, Mérida, Lisboa, Toledo y Pamplona capitularon si ofrecer resistencia y sus
dirigentes firmaron un pacto similar al que se firmó en Murcia, firmado por Abd Al-
Aziz y el conde Teodomiro. Las crónicas hablan de una política de terror, pero la
realidad es que el pacto es un modelo de convivencia.

Numerosos nobles hispano visigodos se acogieron al sistema, otros nobles prefirieron la


conversión al islam para, de este modo, mantener así sus derechos. La importancia que
las crónicas y los pactos dan al botín ha llevado a hablar no de una política de
ocupación, sino de explotación del territorio. Sólo en una 2ª etapa, cuando desaparece la
posibilidad del botín y de cobrar nuevos tributos, tras ser derrotados los musulmanes en
Poitiers, se plantea la posibilidad de establecerse definitivamente en Al-Ándalus. La
operación enfrentará a conquistadores entre sí y con el califa. En este contexto se sitúan
las luchas que enfrentan a qaysíes y yemeníes; a los árabes con los beréberes y a los
primeros conquistadores o Baladíes con los grupos llegados posteriormente.

2. Fuentes sobre la conquista musulmana de Hispania

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Carácter disperso y fragmentario de las fuentes sobre la conquista islámica. Existen
diferencias fundamentales entre las fuentes narrativas cristianas y musulmanas, que
presentan además diversas tradiciones: Las fuentes cristianas son, por lo general, más
cercanas al momento de la conquista, con obras de mediados del siglo VIII y finales del
siglo IX, pero presentan una imagen por lo general muy distorsionada. Las fuentes
narrativas musulmanas son más tardías y parecen presentar dos tradiciones
contrapuestas, según pongan el acento en la conquista a través por las armas o mediante
capitulaciones. Existen, por tanto, importantes incoherencias y contradicciones, que
impiden alcanzar un relato verificable de los hechos acaecidos. Si bien la arqueología ha
logrado despejara algunas incógnitas, su aportación aún resulta insuficiente para aclarar
todos los interrogantes que las fuentes narrativas suscitan sobre este complejo proceso.

Las primeras fuentes narrativas cristianas (Crónica bizantina-arábiga del 741 y Crónica
mozárabe del 754) son anteriores a las primeras fuentes narrativas musulmanas
conservadas, compartiendo, en ambos casos, un fuerte componente legendario. Por lo
general, las fuentes narrativas cristianas presentan un fuerte desconocimiento de la
realidad islámica, si bien incluyen algunas ideas destinadas a perdurar en los reinos
cristianos peninsulares: Estrecha vinculación con la población mozárabe, sosteniendo
una idea llamada a tener un amplio desarrollo historiográfico posterior:
salvusHispaniae. Elevado interés por los orígenes del reino astur, presentado como un
heredero legítimo de la tradición visigoda. En este sentido, el punto de inflexión es el
reinado de Alfonso III (r. 866-910). Fuerte patetismo, que en la Crónica profética
quedará vinculado definitivamente a la escatología cristiana, idea, la unión del islam y
el fin de los tiempos, destinada a tener un fuerte arraigo en Europa Occidental.

Obras anteriores al reinado de Alfonso III: Crónica bizantina-arábiga del 741. Obra
compuesta como continuación de la Historia Gothorum de Isidoro de Sevilla. Transmite
una gran cantidad de datos sobre los sucesos acaecidos en Oriente en los siglos VII y
VIII, algo bastante infrecuente en las fuentes con las que contamos para esta etapa.
También trata el tema de la conquista. Crónica mozárabe de 754. Los especialistas
consideran que el autor de esta última sería un clérigo mozárabe. La profundidad del
análisis histórico es bastante mayor, por lo que según algunos expertos el autor
quizádominase el árabe.

En un mundo musulmán en plena formación, la preocupación principal no son los


relatos históricos de las conquistas, sino la codificación de la tradición jurídico-
religiosa, especialmente los hadices o dichos del Profeta y los textos de las diferentes
escuelas jurídicas. Las primeras narraciones históricas musulmanas que conservamos
para la conquista de al-Andalus fueron redactadas a partir de finales del siglo VIII y
principios del siglo IX. Existieron recopilaciones de tradiciones más antiguas, en
algunos casos orales, comprendidas con cierto grado de distorsión en los relatos que han
llegado hasta nosotros, y obras hoy en día desaparecidas, pero que también fueron
glosadas con posterioridad.

Las primeras obras presentan una interpolación frecuente de relatos legendarios, más
comunes aquí que en otras partes del imperio árabe. Las obras más tardías, sobre todo
las escritas a partir del siglo X, privilegian interpretaciones diferentes de la conquista en
función de la posición de los autores frente a debates propios del periodo califal. En
muchos casos, todas estas obras permiten conocer, por medio de interpolaciones
fragmentarias, relatos anteriores, hoy en día perdidos.

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Por tanto, a la obra de analizar las fuentes narrativas árabes cobre la conquista de
alAndalus debemos tener en cuenta tanto la antigüedad de la obra (las historias más
antiguas incluyen selecciones temáticas y datos luego profusamente reproducidas) como
la tradición intelectual y textual y las motivaciones del autor.

Teniendo en cuenta todos estos datos, tenemos dos grandes tradiciones narrativas árabes
sobre la conquista de al-Andalus: La primera de ellas es una tradición elaborada en
Egipto en torno a mediados del siglo VIII, con un fuerte componente jurídico. La
segunda es una tradición andalusí, originada a partir de esta a través de la obra de Abd
al-Malik ibnHabib, al que siguen, con diferencias, los restantes autores. Sin embargo, la
tradición andalusí tiene un carácter más histórico y cronístico, frente al acento jurídico
dela elaboración egipcia, y está caracterizada también por una fuerte cercanía a la
familia omeya, expresada de diversas formas. Junto con esto, también existieron otras
tradiciones, como la elaborada en Medina durante la primera mitad del siglo VIII,
también con un marcado componente jurídico, pero diferenciada de los relatos egipcios.
Sin embargo, el impacto de estas especulaciones en las obras andalusíes fue muy
limitado.

Esto quiere decir que la mayor parte del relato de la conquista que aparece en las fuentes
andalusíes llegadas hasta nosotros se remonta de una forma u otra a tradiciones
históricas elaboradas en los círculos religiosos malikíes, escuela jurídica predominante
en alÁndalus, durante el siglo VIII. Esto es patente en la selección de temas, que
replican los presentes en las obras egipcias, aunque puedan recibir un tratamiento
diferente. Existen pocos temas tratados únicamente por los autores andalusíes, entre los
que destacan las noticias sobre la política visigoda, las particularidades del reparto del
botín y la exaltación de Musa ibnNusayr. Estos responden a los intereses y las
tradiciones propias de al Ándalus

De este modo, parece claro que las fuentes narrativas árabes sobre la conquista de
alAndalusno informan tanto de hechos concretos, algo difícil por la distancia
cronológica y geográfica en muchos casos, sino que conforman grandes tradiciones,
donde en ocasiones es importante la transmisión oral, quedefinen temáticas a partir de
las cuales surgen marcos de referencia y debates. Entre estas nos interesan
especialmente los siguientes elementos: Todas las fuentes parecen coincidir en la
importancia del botín obtenido en al-Andalus, si bien existen dudas acerca de la posible
existencia de fraudes (gulul) en su reparto, una práctica condenada de manera unánime
por las diferentes escuelas jurídicas. En este sentido, las interpretaciones de Medina
inciden en los fraudes perpetrados por los andalusíes, mientras que las tradiciones
surgidas en Egipto indican que estos tuvieron lugar en otras zonas, como Cerdeña. En
ambos casos, darían pie a castigos divinos. Los problemas derivados de la forma de
reparto del botín, que dependen de la manera en que se desarrolla la conquista, por las
armas (anwatan) o mediante capitulaciones y pactos (sulhan). En este sentido: En la
conquista producida por la fuerza de las armas, un quinto (jums) de los bienes obtenidos
pertenece a la Umma bajo la administración, en la mayoría de las interpretaciones, del
poder político (sultán). En la conquista mediante capitulaciones, la tierra quedaba en
manos de los anteriores propietarios, o de los beneficiarios del pacto. Estos debían
entregar únicamente los tributos recogidos en el acuerdo a cambio de mantener la
propiedad de la tierra, siempre que respetasen la capitulación. La presencia o no en al-
Andalus de personas que conocieron a los compañeros del Profeta (tabies) o, incluso, de

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compañeros (sahaba) del Profeta, algo muy improbable (seguramente inventado) debido
a la distancia temporal. Estas interpretaciones buscan prestigiar la conquista de al-
Andalus, así como sus responsables, llegando a ser considerado como tabii ncluso el
propio Musa ibnNusayr(caso de haber existido algún ashaben la conquista). Todo ello
tiene impacto en los debates anteriores.

Teniendo en cuenta estas problemáticas, podemos comprender mejor las divergencias


presentes en las fuentes narrativas árabes sobre la conquista: Conquista por la fuerza,
reparto equitativo de la tierra y reserva del quinto. Interpretación desarrollada en Egipto.
Esta intepretaciónes profundizada por autores como Abd al-Malik ibnHabib y Ahmad
alRazi, alineados con los intereses de la familia omeya. Según esta interpretación,
existió un reparto de tierra entre los conquistadores en tiempos de Musa ibnNusayr, que
fue confirmado por los califas al-Walid y Umar II. También existió una reserva del
quinto (jums), que fue iniciada por Musa ibnNusayry culminada por al-Samh(con
diferencias, Ahmad al-Razicarga las tintas contra Musa ibnNusayr). Las tierras del
quinto quedaban en plena disposición de los gobernantes, siendo también empleadas
para el asentamiento en régimen de iqta de las sucesivas oleadas de conquistadores, que
no habían asistido al reparto original. Para estos autores existieron muy pocos pactos (el
de Teodomiro, y alguno más según la fuente, que varía) siendo las tierras del norte
(Yilliqiya), donde permanecieron los poderes cristianos), las que recibieron
capitulaciones. Esta interpretación tiene importantes implicaciones. No solo el quinto es
administrado directamente por la dinastía la dinastía (leyenda sobre la vinculación
temprana del quinto a Abd al-Rahman I), sino que en realidad toda la tierra conquistada
pertenece al sultan y es gozada en régimen de iqtapor sus poseedores, siendo por tanto
reversibles. Esto tiene influencia no solo en el dominio de la tierra, sino también en el
régimen fiscal. Es importante señalar que ambos autores escriben en momentos de
tendencias centralizadoras, durante los emiratos de Abd al-Rahman II y Abd alRahman
III (por ejemplo, mostrando cambios en el estatus jurídico de algunas tierras durante la
fitnadel emirato, cuando fueron confiscados por la familia omeya). Arib ibnSadse aparta
de algunos elementos de este relato, hecho que puede responder a la existencia de
cambios en el estatus de determinados territorios en tiempos de al-HakamII.

Interpretaciones alternativas. Existen diversas versiones alternativas: La obra de Ibn


alQutiyya, que en otras cuestiones coincide con Abd al-Malik ibnHabib, plantea la
existencia de una conquista mediante pactos, en la cual los propietarios de la tierra
poseían su dominio a cambio del pago de impuestos previamente acordados. De este
modo, no existieron ni repartos de tierra, ni reserva del quinto (que no se pudo realizar
por problemas puntuales, pese a la intención en tiempos de al-Sahm), salvo en tierras
marginales. Esta interpretación está alineada con los intereses de las aristocracias
conversas (muladíes), a las que pertenecía Ibn al-Qutiyya, que poseían y vendían la
tierra. En este contexto, el autor pone el énfasis en las relaciones trazadas entre
conquistadores y conquistados, que permitieron a los baladíes asentarse en al-Andalus.
De este modo, cada oleada provocaba nuevos acuerdos, que posibilitaban el
asentamiento de los conquistadores (por ejemplo, la llegada del yund en el 741 fue
resultado de acuerdos entre sus líderes y los aristócratas indígenas). Esto también
beneficiaba a los conquistadores, que tampoco podían ser desposeídos de la tierra. Otras
interpretaciones ponen énfasis en el deseo de los conquistadores de no permanecer en el
país, y que hubo concesiones de iqtamuy limitadas. Otros autores afirman la conquista
por la fuerza de las armas, pero anárquica, negando la existencia de un reparto
equitativo y reserva del quinto. Esta interpretación sitúa énfasis en la violencia de los

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baladíes, en la que cada cual toma lo que puede, pero también en las relaciones entre
conquistadores y conquistados, que en ocasiones permitieron acceder a la tierra
mediante el matrimonio mixto o las compras. Pero, al no ser tierras de iqta, el poder
central no podía desposeerlas. Esta interpretación da más fuerza a los baladíes frente al
poder central. Todo esto tiene que ver con intereses contrapuestos, que salieron a relucir
en aquellos momentos en que los omeyas trataron de establecer una formación política
centralizada, algo que chocó con los intereses de los muladíes y los baladíes y que
estuvo detrás de estas fuentes, pero también de los conflictos sociales del emirato y el
califato.

En tiempos de la conquista, está vigente la reforma monetaria promovida por el califa


Abd al-Malik (r. 685-705) en 697-698. Esta establecía un sistema bimetálico formado
por: Dinares de oro, basados en el sólido bizantino. Dirhams de plata, basados en la
dracma sasánida. En ambos casos, se trata de tipos íntegramente epigráficos, que
incluyen la profesión de fe y la justificación coránica de la soberanía. Esta doble
metrología permitía integrar en un único modelo la diversidad de sistemas monetarios
del Imperio Árabe hasta entonces, por lo que el nuevo sistema se adaptaba muy bien a
las particularidades de la circulación monetaria en cada región (o la ausencia previa de
moneda a gran escala, como en Ifriqiyay al-Andalus).

La moneda.
Los conquistadores de al-Andalus acuñan moneda para el pago de las tropas,
sustituyendo el numerario visigodo, que carecía de prestigio por su escaso contenido
metálico (alrededor de un tercio del dinar). Estas acusaciones realizadas por los
conquistadores dan lugar a tipologías de transición, fuera de la reforma monetaria de
Abd al-Malik: Dinares latinos o sólidos de indicción (711-714). Probablemente
anteriores en los primeros ejemplos a la llegada de Musa ibnNusayra la Península
Ibérica. Dinares bilingües latinos y árabes (716-717) En ambos casos, aparece una
estrella en el reverso, posiblemente una referencia a las Hespérides, como dijimos. Es
probable que la acuñación de estas monedas provisionales se produjese en cecas
portátiles, trasladadas por los conquistadores con sus campamentos. Esta moneda es
rápidamente sustituida por las tipologías de la reforma monetaria de Abd al-Malik,
siempre con predominio del oro, el metal predominante en este momento en el mundo
mediterráneo. Probablemente, las monedas de la ceca alAndalus eran acuñadas de
manera centralizada en Oriente, como el resto de las emisiones del periodo, conclusión
deducida mediante estudios de ocultamientos de moneda (un hecho posiblemente
relacionado con la fiscalidad). La adopción de esta reforma monetaria marcaría un
cambio entre la conquista y la voluntad de permanencia y establecimiento del estado
omeya en el territorio. La importancia de losfeluses, monedas de cobre, con la leyenda
nafaqa bi sabil Allah (probablemente acuñados con anterioridad a la expedición de
Tariq ibnZiyad, que serían una muestra de la preparación previa de esta y la
islamización de los primeros conquistadores).

3. El nuevo término “Al-Ándalus”


El topónimo al-Andalus tiene dos significados principales en el contexto de la
asignatura: Designación geográfica árabe para la Península Ibérica y, por asimilación,
también para los territorios situados fuera de ella, pero dominados por estados
musulmanes asentados en la misma (como la Septimania, en la Galia, o las islas
Baleares). Termino historiográfico para definir las entidades políticas de la Península

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Ibérica dominadas por musulmanes, fuesen árabes, bereberes e, incluso, de origen
étnico europeo. Sin embargo, no debemos olvidar:

Que los musulmanes del periodo denominaron como al-Andalusa toda la Península
Ibérica, incluyendo las regiones bajo dominio cristiano. Que las entidades políticas
musulmanas de al-Andalus experimentaron numerosos cambios territoriales a lo largo
de su historia. Que siguieron existiendo musulmanes en la Península Ibérica tras la
conquista del emirato nazarí de Granada, el último estado islámico de la Península
Ibérica, en1492.

4. Desarrollo de la conquista musulmana de Hispania.


Ocupación de la península 710
Los resultados económicos y políticos de la campaña animaron a Musa a intervenir
directamente al frente de un ejército de árabes y se dirigió contra Medina Sidonia,
Carmona, Alcalá de Guadaira, Sevilla y Mérida. La facilidad de la ocupación
musulmana en la península se explica por la descomposición del mundo visigodo y por
la política de pactos que los musulmanes llevaron a cabo. Ciudades como Sevilla, Écija,
Córdoba, Mérida, Lisboa, Toledo y Pamplona capitularon si ofrecer resistencia y sus
dirigentes firmaron un pacto similar al que se firmó en Murcia, firmado por Abd Al-
Aziz y el conde Teodomiro. Las crónicas hablan de una política de terror, pero la
realidad es que el pacto es un modelo de convivencia.

Numerosos nobles hispano visigodos se acogieron al sistema, otros nobles prefirieron la


conversión al islam para, de este modo, mantener así sus derechos. La importancia que
las crónicas y los pactos dan al botín ha llevado a hablar no de una política de
ocupación, sino de explotación del territorio. Sólo en una 2ª etapa, cuando desaparece la
posibilidad del botín y de cobrar nuevos tributos, tras ser derrotados los musulmanes en
Poitiers, se plantea la posibilidad de establecerse definitivamente en Al-Ándalus. La
operación enfrentará a conquistadores entre sí y con el califa. En este contexto se sitúan
las luchas que enfrentan a qaysíes y yemeníes; a los árabes con los beréberes y a los
primeros conquistadores o Baladíes con los grupos llegados posteriormente.

5. ¿Cuántos fueron los conquistadores?


El objetivo de los estudios realizados por los arqueólogos es responder preguntas
históricas relevantes y problemáticas sobre la conquista de al-Andalus: El número de los
conquistadores y la composición de los ejércitos (únicamente combatientes o también
familiares). La identidad étnica de los conquistadores (bereberes o árabes) y la necesidad de
acudir a testimonios tardíos para aclararla. Los patrones de asentamiento de los baladies.

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Teorias: C. Sánchez Albornoz: 30.000-40.000 árabes = Asimilación por indígenas =
“España musulmana” P. Guichard: 150.000-200.000 árabes y bereberes = Asimilación
de los indígenas E. Manzano: máximo 100.000. El número no es relevante.

6.Los gobiernos de Musa y Abd Al-Aziz


P. Guichard (1976) ha resaltado que Musa ibn Nusayr era un cliente (mawali) de la
familia omeya, pese a lo cual alcanzó un puesto prominente en la administración del
imperio bajo los califas ‘Abd al-Malik y al-Walid I, y pudo dejar como herederos en
Ifriquiya e Hispania, al marchar a Oriente, a sus hijos. Pero después de éstos, todos los
gobernadores de ambas provincias pertenecerán a la aristocracia árabe. Este cambio
quizá deba relacionarse con las tensiones que estaban surgiendo en el seno del imperio,
lo que habría llevado a los omeyas a tratar de ampliar sus apoyos dentro de dicha
aristocracia.

Aunque en general el gobernador (wali) era nombrado desde Qayrawan, en ocasiones lo


designó directamente el califa, bien elevando el rango de Al-Ándalus, segregándola de
Ifriqiya (‘Umar II al nombrar gobernador a al-Sahm), bien con el objetivo de controlar
situaciones conflictivas (segundo gobierno de al-Gafiqí). Finalmente también aparecen
algunos designados por los dirigentes locales, aunque los mismos parecen “interinos”,
entre la muerte de uno (generalmente en combate) y la llegada de su sucesor. Después
del asesinato de ‘Abd al-Aziz, entre 716 y 740 se sucedieron trece gobernadores,
período durante el que realmente funcionó el sistema. Durante el mismo no existió un
criterio fijo de duración en el puesto, sino que éste estuvo en función de diversos
factores, además de la muerte del gobernador de turno, también determinaron cambios
la posible incompetencia del nombrado o la propia sucesión califal, ya que los altos
cargos nombrados por uno raramente fueron mantenidos por su sucesor. A partir del
740-741 se produce una grave crisis al sublevarse los beréberes en el Magreb, cuyas
repercusiones afectarán gravemente a Al-Ándalus. Los intentos de los califas por
recuperar el control fracasan a partir del 743, cuando son absorbidos por sus propios
problemas en Oriente, que conducirían a la caída del Califato omeya. La dependencia de
Al-Ándalus de Qayrawan se vuelve teórica y se desata la lucha por el poder entre los
grupos árabes y beréberes locales.

El walide Al-Ándalus era también el responsable de la ceca, esto es, de la acuñación de


moneda con que se efectuaban todos los pagos estatales, y en la que se cobraban parte
de los impuestos. El sistema califal comprendía monedas de oro (dinares), de
plata(dirhams)y de cobre(feluses),acuñados en numerosas cecas de todo el imperio. En
general llevan leyendas con el nombre de ceca (lugar de acuñación), la fecha y leyendas
religiosas en ambas áreas sin que figure el nombre del gobernante, desde que el califa
‘Abd al-Malik (685-705) prohibió la iconografía en las mismas. Por lo que se refiere a
la Península, inicialmente circularon monedas acuñadas en otras partes del imperio
(Martín, 2005), pero junto a ellas Musa acuñó dinares con nombre de ceca SPN (que
suele identificarse con Spania) y leyenda en latín, quizá como sugiere P. Chalmeta
(1994) para cuantificar y distribuir el botín mueble. El sistema empieza a regularizarse
con al-Hurr, que emite dinares bilingües, con la leyenda en latín en una cara y árabe
cúfico en la otra, así como sus divisores (semises y tremises, es decir, un medio y un
tercio de dinar) y con nombre de ceca Al-Ándalus. A partir del 720/721 (al-Samh) se
acuñarán dinares idénticos a los de Oriente, sólo con leyendas en árabe, pero
continuando Al-Ándalus como nombre de ceca. Asimismo los dirhams y los feluses

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completan un panorama diseñado de acorde con la tradición del Califato omeya de
Damasco.

Los gobernadores se encargaban también de la realización de algunas obras públicas,


aunque los datos concretos conocidos son muy escasos. El mejor documentado es la
reparación del puente de Córdoba sobre el Guadalquivir, realizada por al-Samh (719-
721) utilizando piedra procedente de la muralla, que a su vez reconstruirá con tapial y
ladrillo, aunque para todo ello tuvo que solicitar la autorización del califa. También
debieron de intervenir en la reconversión de iglesias en mezquitas y en la edificación de
otras de nueva planta, aunque ninguna de ellas parece haberse conservado.

Otra de las funciones de estos waliesera la organización de nuevas campañas de


conquista como elemento que legitimaba el poder de los califas omeyas, ya que la
expansión territorial y el botín eran una de las principales fuentes de ingresos del
Estado. No obstante, la intensidad o incluso la realización de estas campañas estará en
función de las directrices impuestas por los califas de Damasco, ya que si bien la
mayoría llevó a cabo una política expansiva, algunos de ellos (Sulayman, ‘Umar)
detuvieron ésta, priorizando la integración de las diversas poblaciones y el desarrollo
interno. Los objetivos fueron primero los territorios no controlados aún en la Península.
‘Abd al-Aziz actúa en el Sur y el Este (Málaga, Granada, Murcia), estableciendo el
pacto con Teodomiro. También extendió su dominio por las tierras de lo que abarca hoy
Portugal y penetró en Cataluña y Septimania ocupando Narbona, territorios que habían
pertenecido al reino visigodo y donde gobernó durante esos años un hipotético último
rey visigodo, Akhila cuya existencia sólo conocemos por las monedas. Los sucesivos
gobernadores continuarían estas líneas, con la conquista de Huesca (719) y las
campañas de ‘Anbasa (721-726) en la Septimania. Por otro lado, con al-Samh se habían
iniciado también los ataques contra el reino franco de Aquitania. Estas campañas
costaron la vida a varios de ellos, como al mismo al-Samh caído en el cerco de Tolosa
en 721, a su sucesor ‘Anbasa, muerto en 726 en Autun y a ‘Abd al-Rahman al-Gafiqí,
vencido en Poitiers (732).

a ‘Abd al-Rahman al-Gafiqí, vencido en Poitiers (732). De esta última derrota se ha


dicho que detuvo el avance árabe, “salvando Europa”, pero esto es una creación
historiográfica muy posterior. La importancia de esta campaña no reside en esa derrota,
sino en que su victoria permitió a Carlos Martel ocupar Aquitania. Este territorio estaba
controlado por el duque Eudes. Éste parece haber intentado crear un reino independiente
de los merovingios y en el 730 se había aliado a Munuza, un beréber que parece haber
dominado durante un tiempo el norte peninsular y a quien entregó a su hija Lampegia en
matrimonio. Pero Munuza fue eliminado por al-Gafiqí, que atacó después a Eudes, a
cuyas tropas aniquiló. Tras su derrota, éste se vio obligado a solicitar la ayuda de Carlos
Martel, a quien hasta ese momento había rechazado por la fuerza. La pérdida de poder
de Eudes y su victoria sobre al-Gafiqí permitiría a Carlos Martel ocupar Aquitania
(Chalmeta, 1994: 286-287).

Los musulmanes continuaron atacando en los años siguientes y en el 734 ocupaban


Arlés, con lo que llevaron prácticamente la frontera al Ródano. Sólo en el 737/738
empezó Carlos Martel a recuperar terreno, con el asedio de Narbona. El gobernador
andalusí concentró un gran ejército en Zaragoza, pero la campaña se vio interrumpida
por la noticia de la rebelión de los beréberes en el Norte de África, y la compleja crisis
posterior; ello será aprovechado por Carlos Martel y Pipino el Breve para recuperar

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Aquitania y Septimania (aunque la conquista de Narbona no se produjo hasta el 751) y
llevar la frontera a los Pirineos.

La principal función de estos gobernadores era la recogida de impuestos, aunque no


sabemos cómo se hacía ésta. En las ciudades episcopales inicialmente aparecen, junto a
los obispos, gobernadores árabes, quizá encargados de esas tareas. Por otro lado, por los
pactos, los propios jefes visigodos debieron de asumir esta función en muchas zonas, lo
que parece derivarse del texto del pacto de Teodomiro, o de la existencia de títulos
como el de conde de los Cristianos, que en ocasiones se da a Artobás, que puede que se
relacionase con la recogida de impuestos, y que quizá apunte a que los cristianos
tuvieron en principio una organización separada. Pero algunas noticias sugieren una
progresiva homogeneización de la fiscalidad con la existente en el resto del Imperio,
sobre todo bajo ‘Umar II (717-720).

7. La imagen de la conquista a partir de los precintos de plomo.


Existencia de precintos o sellos de plomo de época de la conquista, que servían para
cerrar sacos o documentos. Los precintos conocidos presentan una doble procedencia:
Por lo general, se trata de materiales recuperados en diferentes excavaciones y
prospecciones, en ocasiones descontextualizados. Un grupo numeroso se encontró
durante una prospección arqueológica en el oppidum de Ruscino(Perpignan, Francia).
Pueden dividirse en tres categorías, dependiendo de sus inscripciones (no siempre
legibles): Sellos de reparto (qsm): captura y distribución del botín. La mayoría son algo
posteriores, pero hay algunos antiguos incluida la que es, tal vez, la primera mención a
al-Andalus. Especialmente en Ruscino(Narbonense). Sellos de pacto (slh): mención a la
existencia de pactos, en ocasiones con referencias a localidades concretas. Sellos
deyizya(ahl): indicación de la palabra comunidad. Se identifican, por relación con un
tipo similar egipcio, con el pago de impuestos por comunidades no musulmanas.
Muestra de la diversidad de situaciones tras la conquista, constituyendo el mejor mapa
para el conocimiento de la existencia o no de pactos.

8. Al-Ándalus como provincia del califato omeya: el valiato dependiente” (716-741).


Los yemeníes predominan en Andalucía occidental y el valle del Ebro: Hay un relativo
equilibrio entre yemeníes y qaysíes en Andalucía oriental. Los qaysíesson mayoría en la
zona que va desde Mérida hasta las zonas montañosas de Levante. Aunque los orígenes
de los enfrentamientos entre árabes del norte y del sur se remonta a épocas preislámicas,
no parece que pueda hablarse sólo de enfrentamientos tribales; hay que añadir además
posturas enfrentadas respecto a la organización de los territorios, a la distribución del
poder y de las tierras y a la situación de los nuevos musulmanes.

La política qaysí en el N de África lleva a la marginación y explotación de los beréberes


y esto mismo ocurrió en Al-Ándalus, al mismo tiempo que aumenta la presión fiscal. El
malestar beréber será canalizado por los jarichíes, para quienes todos los creyentes son
iguales ante Alá y por consiguiente tienen todos los mismos derechos. Por tanto, el
jarichismo fue el vínculo de unión de los beréberes, que en 739 protagonizaron una
sublevación contra los árabes. El califa respondió enviando un ejército de sirios de los
que sólo se salvaron diez mil que se refugiaron en Ceuta. Se reúnen los sirios de gach
con los yemeníes de Abd al- Malik pese a la desconfianza mutua de los dos personajes y
los emires de Al-Ándalus tratan de dispersarlos, pero procurando que no pierdan
cohesión y que mantengan la organización de sus lugares de origen.

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Pero los enfrentamientos entre yemeníes y qaysiés continúan incluso hasta la llegada de
Abd al-Rahmán (omeya) a Al-Ándalus. Su familia fue depuesta por los abasíes en 750
pero Abd AlRahmán logró salvarse de la persecución gracias al apoyo de la tribu
beréber de los Nafza. Uno de sus libertos, Bard, entró en contacto con los clientes
omeyas de la Península para que fuera aceptado como emir. Lógicamente el nuevo emir
rompió la vinculación política con el islam oriental y con él se inicia un nuevo período
de la historia peninsular.

¿Qué causas explican el fin de la expansión árabe? a) Excesiva extensión del imperio
árabe y alcance de límites ecológicos. b) Difícil coordinación de un extensísimo estado
en gestación. c) Sólida resistencia en algunos de sus límites, tanto por la difícil orografía
de algunos espacios como por la fortaleza de los ejércitos a las que hubieron de
enfrentarse los musulmanes.

9. Los primeros enfrentamientos étnicos: el problema bereber.


La política de predominio árabe llevada a cabo por numerosos califas omeyas había
provocado en el occidente musulmán algunas rebeliones beréberes. Así en el 724 había
sido asesinado Yazid b. Abu Muslim, gobernador de Ifriqiya, y en Al-Ándalus se había
producido el intento de secesión de Munuza en el 730. Pero mucho más grave será la
rebelión iniciada en el Magreb en el 739.

El califa Hisam inició una nueva política fiscal para aumentar la recaudación y la
eficacia administrativa, cambio en el que se enmarca el traslado de ‘Ubayd Allah b. al-
Habbab, desde Egipto –donde había aumentado notablemente la recaudación– a Ifriqiya.
Este último nombró a su vez en 734 como gobernador de Al-Ándalus a ‘Uqba, quien
sistematizó y regló las contribuciones, frente a la arbitrariedad de su antecesor ‘Abd al-
Malik ibn Qatan, actitud alabada tanto en las fuentes árabes como en la Crónica
Mozárabedel 754. Por el contrario, en el Magreb, pretendió tratar a todo el territorio
como conquistado por la fuerza, y no por tratado, y a sus habitantes como infieles, lo
que le permitía elevar considerablemente las exigencias fiscales. Pero esto incidía sobre
una situación de profundo descontento de los beréberes, que se quejaban, entre otras
cosas, de que en las batallas –allí continuaba la expansión hacia el Sur– se les situaba
siempre en vanguardia –siendo los más perjudicados en el combate– se les negaba la
participación en el botín, y por otro lado se les exigía la entrega de mujeres para los
harenes califales.

9.1. La rebelión beréber en el Magreb


Los beréberes presentaron su protesta ante el califa Hisam, pero ante la falta de
respuesta de éste se sublevaron en el 739-740. Musulmanes convencidos, desde hacía
algún tiempo parece que estaban aproximándose al jariyismo, línea religiosa que
defendía la igualdad de todos los musulmanes y, como consecuencia, que el jefe de la
comunidad musulmana no tenía que ser necesariamente árabe, sino que cualquiera que
cumpliera perfectamente con las exigencias del Corán estaba cualificado para ser
elegido. Con ello rechazaban la legitimidad omeya y, sobre todo, la preponderancia
árabe. La rebelión, ampliamente secundada, se extendió por todo el Magreb, con la
derrota de los gobernadores que se les opusieron y la toma de Argel. El gobernador de
Al-Ándalus se trasladó a la zona, pero pese a algunas victorias iniciales, no consiguió
controlar la rebelión, y, enfermo, se retiró a la Península para al menos controlar el

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Estrecho, y evitar la extensión de la rebelión a su territorio. Poco después los beréberes
vencieron al ejército de Ifriqiya –vuelto a toda prisa de una expedición contra Sicilia–,
con lo que la rebelión se extendió hacia el Este.

Ante estos acontecimientos el califa Hisam envió un ejército formado por los
aynad(sing. yund) sirios (Hims, Damasco, Jordán, Palestina, Quinnasrin), además de
reclutar más tropas en Egipto. Los aynaderan cuerpos de ejército permanentes,
instalados en determinados territorios y a los que se pagaba con las rentas fiscales que
producía la zona asignada. Eran las tropas de elite de los omeyas, compuestas por
individuos de todas las tribus árabes con un elevado número de clientes omeyas. Pero
estas tropas también fueron
completamente derrotadas por los beréberes en octubre del 741. No obstante, la
caballería, mandada por Balch ibn Bishr al-Qushayrí, consiguió refugiarse en Ceuta,
donde quedó sitiada, su historia ya continuaría en Al-Ándalus. La sublevación en el
Magreb no sería controlada hasta el 744.

9.1. Las repercusiones en el Al-Ándalus.


Los acontecimientos en la Península son muy confusos, ya que tras su regreso a Al-
Ándalus ‘Uqba murió muy pronto. Para algunas fuentes, ante la difícil situación del
gobernador de Qayrawan los andalusíes se sublevaron, depusieron a ‘Uqba y
devolvieron el poder a ibn Qatan. Con ello los árabes andalusíes tratarían de desactivar
la política anterior, e impedir que las rebeliones de los beréberes se extendiesen a la
Península. Pero, para otras fuentes, sería el propio ‘Uqba quien designaría a Ibn Qatan
antes de morir de muerte natural.

En ese momento Balch, cercado en Ceuta, solicitó ayuda para pasar a la Península, a lo
que Ibn Qatan se negó, según las fuentes por su odio a los sirios y temeroso de la fuerza
militar de aquéllos, aunque también pudo deberse a la ilegalidad de su nombramiento, o
quizá para no provocar el alzamiento de los beréberes peninsulares. Pero a pesar de
todo, estos últimos se sublevan también poco después, y derrotaron a las tropas árabes
que se les opusieron. En estas circunstancias Ibn Qatan se vio obligado a recurrir a las
tropas de Balch y llegó a un acuerdo, según el cual los sirios se comprometían a salir de
la Península cuando la situación estuviese solucionada, mientras que Ibn Qatan aceptaba
devolverlos a todos juntos y en un punto de la costa controlado por los árabes. Balch
derrotó completamente a los beréberes, que al parecer se habían dividido en tres
columnas para atacar otras tantas poblaciones: Toledo, Córdoba y Medina Sidonia.

Aparentemente Ibn Qatan trató entonces de incumplir el acuerdo y devolver a los sirios
a Ceuta. Éstos se negaron, derrotaron con facilidad a Ibn Qatan y lo ejecutaron.
Posteriormente eligieron gobernador a Balch y se adueñaron de las tierras en poder de
los baladíes, es decir, de los árabes que habían participado en la conquista de la
Península, y que habían seguido a Ibn Qatan. Todo ello generó graves conflictos durante
el año siguiente (742), que unieron a los árabes baladíes y beréberes frente a los sirios.
Pese a la muerte de Balch en combate, la lucha se saldó a favor de estos últimos, que
llegaron a vender como esclavos a los árabes vencidos. Ello no hizo sino alentar nuevas
revueltas, todo lo cual podía acabar poniendo en peligro el dominio sobre la Península,
ya que las luchas se desarrollaron exclusivamente entre los conquistadores.

Tema 6. Los Omeya en Al-Ándalus: el emirato independiente y los procesos de


arabización e islamización.

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1. La llegada del Abd Al-Rahman, su gobierno, Hisham I.
A mediados del siglo VIII un miembro de la familia Omeya escapa de la matanza abbasi
y establece en Al-Ándalus un emirato independiente del poder central musulmán que se
hallaba en Bagdad. El protagonista fue Abd-Al-Rahmán I, fundador de la dinastía
hispano-árabe de los Omeyas, que con la llegada a Al-Ándalus se inicia dicho emirato
independiente (756-929), durante el cual el islam peninsular Reconoce la autoridad
religiosa del califa, pero en lo político actúa con total independencia. El reinado del
Abd-Al-RahmánI fue un recital continuo de luchas contra todos los enemigos
imaginables.

Hubo de combatir al antiguo valí Al-Fihri y a su inspirador Al-Sumayl, a yemeníes,


beréberes, a los agentes del califa de Bagdad, a los cristianos del norte y hasta los
mismos miembros de su familia, que intentaron destronarle. Pero él hizo frente a todos
ellos con gran entereza. Su primer paso consistió en procurar un ejército bien
organizado que le garantizase la adhesión a su persona. Consiguió reunir 40.000
soldados repartidos en tres grupos equilibrados de sirios, berberiscos y esclavos. El
ejército fue cuidadosamente dotado de jefes capaces y experimentados y gracias a dicho
ejército y a los caudillos fieles se deben sus éxitos Abd-AlRahmán ensayó la política del
perdón y la conciliación. Al-Fihri y Al-Sumayl que continuaron la lucha y habían sido
derrotados fueron instalados en Córdoba con todaslas comodidades, pero finalmente
encontraron la muerte por manos de Abd-Al-Rahmán porque se sublevaron contra él.

Tuvo problemas con los yemeníes pues no recibieron las ventajas que ellos creían, esto
se suma a la instigación constante de los califas abasíes. Yemeníes y otros clanes de
árabes españoles se alistaron bajo la bandera de los abasíes. También tuvo problemas
con los beréberes que como venía sucediendo en otras comunidades mauritana los
movimientos solían tener a la vez carácter político y religioso.

Sometidos árabes y beréberes, tuvo que hacer frente a conspiraciones urdidas porsus
propios familiares por los gobernadores de algunas regiones alejadas de Córdoba. Uno
de estos rebeldes pidió ayuda al monarca franco Carlomagno y logró que interviniera en
la Península, al frente de sus tropas. A la retirada carolingia sucedió la ocupación de
Zaragoza por el emir cordobés. En la zona noroccidental, los problemas del emir omeya
permiten a los astures consolidad la independencia lograda durante las revueltas
beréberes que hicieron posible la ocupación de Galicia y del desmantelamiento de las
guarniciones de la Meseta, abandonadas porlos beréberes.

Abd al-Rahman I nombró heredero a su segundo hijo, Hisam. Ni éste ni sus sucesores
tendrán ya que en enfrentarse a sublevaciones proabbasíes, pero sí existirán
enfrentamientos dentro de la propia familia omeya. Éstos serán protagonizados por
Sulayman, hijo primogénito de ‘Abd al-Rahman I y a quién apoyará el tercero, ‘Abd
Allah. La rebelión se apoyará en la teoría de los derechos del primogénito, pero aunque
entre los omeyas la sucesión era básicamente hereditaria de padres a hijos, el emir podía
designar de entre los miembros de la familia a quien considerase más conveniente. os de
la familia a quien considerase más conveniente. Entre las razones que justificaban la
elección de Hisam, según las fuentes, estaban, su religiosidad y su correcto
comportamiento, que le granjeaban el apoyo del pueblo, a lo que se agregaba su
conocimiento de las tradiciones tribales y, por tanto, su capacidad para controlarlas.
Sulayman por el contrario no contaba más que con el apoyo de los aynad. Ello parece
indicar que el proceso de islamización se extendía ya a la sociedad civil –esencialmente

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a la árabe, que es la que contaba–, y no sólo al estamento militar, cuya influencia
política estaba en retroceso. Todos estos factores, junto a las riquezas obtenidas en el
reinado anterior, explican la relativa tranquilidad de su reinado. De hecho, Hisam sólo
tendrá dificultades en la Serranía de Ronda y la baja Alpujarra, problemas que pueden
ponerse en relación con la implantación del Estado omeya en las zonas montañosas de
Andalucía.

La tranquilidad interior le permitió reiniciar el yihady posibilitaron que no tuviera que


recurrir a expedientes extraordinarios para sufragar los gastos. No obstante, no podrá
frenar la consolidación del reino asturiano, ya que no se planteó la conquista, dada la
cada vez mayor fuerza militar de aquel y las dificultades para asentar población islámica
en la zona. Igualmente fracasó en sus intentos de recuperar Gerona y Narbona, pese a su
victoria (793) sobre el duque de Septimania Guillaume au Court Nez.

2. Los límites del poder Omeya: la conflictividad durante el reinado de al-HakamI (796-
822).
Hisam designó heredero a su hijo al-Hakam. Sus tíos Sulayman y ‘Abd Allah, que ya se
habían rebelado contra Hisam, y después de su derrota se habían refugiado entre los
beréberes del norte de África, volverán a intentar hacerse con el poder. Si en la ocasión
anterior se apoyaban en los derechos del primogénito, ahora se justificarán con una
legitimidad distinta: la teórica vigencia de las tradiciones tribales que concedían
derechos de sucesión a los hermanos del emir. La consolidación del Estado islámico en
esos momentos puede apreciarse en el escaso apoyo que alcanzaron estas pretensiones
en cada territorio. Sus principales seguidores estuvieron en el valle del Ebro, ayuda
quizá propiciada por el deseo de un cambio de política que frenase el ascenso de los
linajes mula díes, frente a los que no había actuado Hisam, y que posteriormente serán
hasta cierto punto apoyados por al-Hakam (véase subapartado 6.2.2).

Sulayman murió durante la rebelión, y ‘Abd Allah, vencido, acabó pactando su


establecimiento en la región de Valencia, que gobernó hasta su muerte al comienzo del
reinado de ‘Abd al-Rahman II. Quizá la presencia de ‘Abd Allah en ese territorio
potenció la llegada al mismo de una nueva oleada de beréberes del norte de África –ya
que había estado refugiado entre ellos–, puesto que, como ha demostrado P. Guichard
(1976), fue una de las zonas en la que mayor número de grupos se estableció. No
obstante, si ocurrió así no llegarían como un “ejército mercenario” a su servicio, como
ocurrirá en época de Almanzor, puesto que tras la muerte de ‘Abd Allah no hay noticias
de su existencia y los beréberes de la zona parecen ser los menos activos políticamente
si se comparan con los de Santaver, sur de Toledo o Mérida (véase capítulo 6).

Al-Hakam I inició un giro en la política fiscal llevada a cabo por Hisam, con un
importante incremento de los impuestos para sufragar un Estado en expansión y pagar el
aumento de su guardia personal, incrementada con mercenarios y esclavos. Aunque la
parte principal seguirá recayendo sobre los sectores rurales, el aumento también afectará
a los sectores urbanos (artesanos y comerciantes) de algunas poblaciones, cuyo tamaño
había ido creciendo durante el siglo transcurrido.

Serán estos últimos, en gran parte descendientes de los árabes, quienes protagonizarán
en Córdoba conspiraciones y revueltas que culminaron en la llamada rebelión del
Arrabal. Además de que estaban implicados árabes, la principal diferencia con otras
rebeliones es el papel de instigadores jugado por alfaquíes y ulemas (especialistas en

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Teología y Derecho) en su intento de condicionar la política emiral. Esta sublevación
será dominada mediante una violenta represión, que según las fuentes causó cientos de
muertos. Sólo se libraron precisamente los alfaquíes y ulemas, que a partir de ese
momento empezarán a tener mayor preponderancia, es decir, los emires empezarán a
contar con ellos, aceptando orientaciones a su política obteniendo a cambio la
sacralización de su poder y el control ideológico sobre la población. Todo ello debe
enmarcarse en el fortalecimiento de un Estado que empezaba a transformarse.

El nuevo emir Abd al-Rahmán II para aplacar a los alfaquíes hizo condenar al conde
Rabí y mandó destruir el mercado de vinos de Secunda, tolerado por su padre a pesar de
la prohibición coránica. Estas medidas le valieron el apoyo de los alfaquíes que, desde
este momento retiraron su ayuda a los rebeldes y obtuvieron del emir importantes
beneficios. Mérida, Toledo y Zaragoza son las ciudades desde las que defienden la
frontera de Al-Ándalus los muladíes. La desigualdad entre viejos y nuevos musulmanes
aumenta con la política filo árabe de los omeyas y el descontento muladíes transformó
en movimientos de independencia. Estas rebeliones tienen carácter esporádico en
Toledo y en Mérida y una cierta continuidad en el Ebro.

3. La reorganización de Al: Ándalus. El gobierno de Abd Al-Rahman II (822-852).


Abd al-Rahman II iniciará una serie de importantes cambios en la organización del
Estado, que en parte se han considerado de influencia abbasí. Las funciones se
distribuyen entre una serie de Departamentos, cuyo centro serán la Cancillería y la
Hacienda, atendidos por numerosos funcionarios que se jerarquizan (visires y
secretarios en la Cancillería, intendentes y tenedores de libros en la Hacienda). Al
mismo tiempo se incrementa el número de los magistrados urbanos (sahib almadina,
sahib al-suq, dos cuerpos de Policía, etc.) y se establece el protocolo oficial de la corte,
en el que al parecer jugó un importante papel el músico Ziryab, llegado de la corte
abbasí de Bagdad.

El título califal y lo que este cambio lleva consigo se refleja igualmente en la acuñación
de moneda. Abd al-Rahmán II fue el primer omeya en acuñar moneda de plata, aunque
conservando en ella el nombre de los califas abasíes.

3.1. ADMINISTRACIÓN CENTRAL BAJO EL CALIFATO


Las funciones del « Hachib»: está al frente de los diwanes, que son oficinas o
ministerios. Entre éstos tiene gran importancia la Cancillería o Secretaría de Estado, que
en época de Abd alRahmán III se divide en 4 departamentos, cada uno de ellos bajo la
dirección de un Visir (por tanto, el visir dirigía un departamento de la Cancillería o
Secretaría de Estado). Directamente relacionado con la Cancillería se halla el servicio
de correos. Otros medios de comunicación: sistema de señales luminosas, palomas
mensajeras. Por su relación con el califa es importante la función del secretario
particular, que toma nota y elabora un primer borrador de las decisiones que han de
darse a los altos funcionarios.

El diwan de Hacienda está dirigido por tesoreros de la aristocracia árabe bajo los cuales
actúa un gran número de cristianos y judíos. Los ingresos del estados provienen del
cobro de los tributos pagados por las poblaciones sometidas y también de los impuestos
de súbditos, tanto musulmanes como judíos y cristianos. Los creyentes están obligados
a la entrega de la limosna legal, que consistía en la décima parte de los rebaños, las

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mercancías y las cosechas. Cristianos y judíos sustituyen la limosna legal por un
impuesto personal o capitación que pagan los adultos varones.

En las zonas sometidas se paga un impuesto sobre la tierra cuyo importe se fija
anualmente y que se mantiene aunque los ocupantes del suelo se conviertan al Islam.
Las numerosas campañas militares realizadas por Abd al-Rahmán III y sus sucesores
hicieron necesario el cobro de impuestos extraordinarios, según se deduce de los Anales
Palatinos de al-Hakán II.

LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. Está igualmente centralizada en manos de los


omeyas, que nombran a los Cadíes o jueces y se reservan el papel de jueces supremos.
Los jueces son juristas expertos dentro de la corriente malequí y se eligen por sus
cualidades morales. Sus funciones: entienden en las causas civiles reguladas por el
Corán y sus asesores son especialistas en derecho.

Además de sus atribuciones judiciales, el Cadí de Córdoba dirige en nombre del


soberano la oración del viernes. También tiene la misión de administrar el patrimonio de
la comunidad religiosa, cuyos fondos provienen de donaciones y legados y se destinan
al mantenimiento de la mezquita, de sus servidores, socorrer a los pobres y, en
ocasiones, financiar las campañas militares contra los infieles. Además del califa, entre
los jueces especiales, existe el llamado Sahib al-Mazalim o juez de los agravios, que
juzga los casos de abuso de poder. El Juez de zoco o mercado, el zabazoque de los
textos castellanos, que dirige servicios de policía de seguridad y administración urbana
en un principio, pero a mediados del XI vigilará la actividad económica. El Sahib al-
Shurta que entiende en las causas en las que el cadí o juez normal se declara
incompetente. Sanciona los delitos criminales y políticos. A veces el cadí y el sahib al-
shirta eran una misma persona por politización del cargo. Otro funcionario con
atribuciones judiciales el sahib al-medina, perfecto o gobernador de la ciudad. Su
misión es mal conocida, pero puede darse también la coincidencia de poderes ejecutivos
y judiciales.

3.2. Organización territorial.


Los tres primeros emires habían establecido su Estado sobre el medio y bajo
Guadalquivir, ya habían empezado a implantarlo sobre las zonas montañosas del Sur,
además de combatir constantemente para mantener el control de los territorios
fronterizos (Zaragoza, Toledo, Mérida) (véase capítulo 6). ‘Abd al-Rahman II en el 826
aún deberá intervenir en la zona de Takurunna (Ronda) y mucho después en Algeciras
(850). Pero sus actuaciones se orientarán sobre todo a potenciar el crecimiento urbano
(Cressier, García-Arenal, 1998; Caballero, Mateos, 2000), fundando nuevas ciudades y
dotando a algunas de las ya existentes de nuevos elementos, unos para mejorar su
control (alcazabas, murallas), otros para incidir en la islamización religiosa de su
entorno (mezquitas, baños, etc.), y otros para impulsar su conversión en centros
productores y mercados regionales (zocos), de forma que sus intereses coincidiesen con
los del Estado.

Naturalmente buena parte del esfuerzo constructivo se centró en Córdoba, donde amplió
al doble de su tamaño la mezquita levantada por ‘Abd al-Rahman I, reformó
profundamente el Alcázar Real y reconstruyó con sillares la calzada de la orilla derecha
del Guadalquivir, muy dañada por las crecidas. Muhammad I prosiguió ampliando la

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red urbana. En este aspecto durante su reinado se fundaron Qal‘at Ayyub (Calatayud),
Mayrit (Madrid), Larida (Lérida) y Talamanka (Talamanca).

3.3. La política mercantil.


La política de incrementar la acuñación de moneda se completaba con la exigencia de
que cada vez una mayor proporción de los impuestos debían pagarse en moneda, lo que
obligaba a los campesinos a vender productos en el mercado para hacerse con ella. ‘Abd
al-Rahman II reforzó este comercio reformando los sistemas de pesos y medidas y
aumentando el control sobre cambistas, comerciantes, etc., todo lo cual impulsó la
economía monetaria frente a la de intercambio. Ese incremento y la política de
urbanización generaron al mismo tiempo un desarrollo de la artesanía.

Esta política decididamente mercantilista se advierte también en el incremento del


comercio exterior con el estrechamiento de lazos con los principados de Nakur, Tahart y
Siyilmasa, y potenciando el comercio marítimo que se plasmó por ejemplo en el apoyo
dado a la flota mercante que fondeaba en los caladeros mediterráneos. Aunque Leví-
Provençal (1982) destacaba entre estos puertos el de Escombreras en Cartagena,
estudios más recientes como el de J. Lirola (1993) sugieren que el mismo estaba en
decadencia desde mucho antes. A partir del año 884 empezará a cobrar importancia
Pechina (Bayyana), elegida como centro por los marinos que frecuentaban el
fondeadero de Tenés en el norte de África (Leví-Provençal, 1982a: 223-224). Aparte de
ello hay noticias de relaciones con el rey carolingio Carlos el Calvo.

4. La reacción cristiana al proceso de arabización. Los mozárabes y la crisis de los


mártires voluntarios.
El trabajo lo realizan campesinos beréberes o de origen hispanogodo generalmente
convertidos al Islam. El consumo interno en Al-Ándalus se basa en la producción
urbana y agrícola que son a la vez objeto de un activo comercio de exportación que
permite obtener los productos y la mano de obra que los musulmanes peninsulares no
poseen. Sin duda, el comercio más importante es el de los esclavos a los que se
encomienda el trabajo en las minas, el servicio doméstico del emir o califa y de los
grandes dignatarios a los que sirven como concubinas, criados, eunucos del harén,
cantores, músicos y soldados. En Europa, además de esclavos se obtienen pieles,
madera para la construcción naval, metales y armas a cambio de algunos productos de
lujo, pagándose la diferencia en oro y plata. La madera se traía de Europa debido a la
escasez de bosques en la zona controlada por el Islam y estar los existentes alejados de
la costa, cosa que generaba grandes dificultades al desarrollo de la industria naval. La
madera llegará por mar a los astilleros de Almería y Tortosa, donde se construyen los
barcos mercantes y de guerra que no siempre permiten diferenciar las actividades
comerciales de las prácticas: a raíz de los primeros ataques vikingos, los emires crean
una flota de guerra cuya fuerza se intensifica durante el período califal; en el navío de
guerra se distingue claramente entre el caid o jefe militar y el rais o marino encargado
de dirigir la navegación.
Los mejores clientes de los productos de Al-Ándalus son los reinos cristianos de la
Península y el oriente musulmán: pañuelos de seda de Guadix, telas de lino de Pechina y
Zaragoza (con importante industria peletera basada en pieles de castor y de marta) y los
excedentes de todas y cada una de las industrias de Al- Ándalus

4.1.La moneda e impuestos.

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El comercio es posible gracias a la existencia de una moneda universalmente aceptada.
En principio, los musulmanes se limitan a aceptar las monedas de valor comercial
empleadas en los territorios conquistados, que serán sustituidas por el dinar de oro y el
dirhem de plata acuñadas por los omeyas a finales del VII. En Al-Ándalus, los
musulmanes utilizaron, al igual que los cristianos, la moneda visigoda y los dinares y
dirhems omeyas y abasíes llegados a la Península a través de los intercambios
comerciales. La acuñación propiamente hispánica no se generaliza hasta los años de
Abd al-Rahmán II al que se debe la emisión sistemática de monedas de plata pues, pese
al botín conseguido en la conquista y puesto en circulación por los musulmanes, Al-
Ándalus se ve afectado en el siglo VIII y parte del IX por la escasez de oro y sólo se
acuñan monedas de cobre y plata hasta que Abd al-Rahmán III interviene en el N de
África contra los fatimíes. Entra en contacto con las rutas caravaneras del oro sudanés y
acuña las primeras monedas de oro, ha en el año 929. El oro se va a sobrevalorar quizá
por su escasez y por su mayor prestigio comercial y público.

Las acuñaciones hay que relacionarlas, de una parte con el aumento del comercio que
exige una mayor cantidad de moneda circulante y de otra con la desaparición del peligro
abasí y el afianzamiento de los omeyas. La ceca principal se instala en Córdoba y se
traslada a Medina Azahra cuando Abd al-Rahmán elige este palacio como residencia
(948) y centraliza los servicios estatales. Es de suponer que cuando Almanzor traslada la
administración a Medina al-Zahira instale allí la ceca.

La limosna legal zakát es después de la entrega a Dios y a la oración el tercer pilar u


obligación del Islam. Con el tiempo llegó a ser el único impuesto legal del Islam. Con el
primer califa perfecto se convirtió en un impuesto sobre el patrimonio. Se pagaba en
especie y en metálico no gravando los bienes inmuebles (sólo los productos
provenientes de la agricultura, ganadería y comercio). También gravó los capitales.
Equivalía a un diezmo, pero dependiendo del bien a gravar podía reducirse y tomaba el
nombre de usr. Las gentes del libro (dimmíes) pagaban dos impuestos: territorial y
personal. El 1º se denominaba jaray se pagaba anualmente. El arriendo fue la forma más
típica de recaudación. Existían varias categoría de jaray: sobre la tierra, en especie, etc.
Con el tiempo este impuesto territorial acabó haciéndose extensivo a los musulmanes o
mejor a los propietarios de las tierras. El 2º impuesto, personal o de capitación,
denominado yizya, tenía su origen en el contrato de dimma o protección y era el precio
que se pagaba por habitar en tierra islámica. Las mujeres, niños, esclavos, enfermos
entre otros no lo pagaban. Podía hacerse en metálico o en especie de forma escalonada a
lo largo del año. Con el tiempo casi todos los impuestos se acabaron pagando en
metálico. Aparte estos impuestos legales hubo impuestos extraordinarios que solían
gravar bienes inmuebles o transacciones comerciales. Uno de los más conocidos en Al-
Ándalus fue la qabala origen del impuesto castellano alcabala.

Una parte de los recaudado por ellos se destina a atender las necesidades locales. De
todos los ingresos, el Estado atesora la tercera parte, destinada a gastos extraordinarios,
como por ejemplo, los que supusieron la creación de Medina Azahra (trescientos mil
dinares cada año que llevó su construcción y fueron.

4.2. La sociedad Hispano-musulmana.


La población de Al-Ándalus no es homogénea, de ella forman parte: · Los
hispanovisigodos que prefirieron o no pudieron abandonar el país y que, en gran parte,
aceptaron el Islam. Los conquistadores en sus distintos grupos étnicos, que serán

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condicionantes a la hora de señalar la situación social y económica de Al-Ándalus. Los
judíos, aliados de primera hora de los musulmanes y eficaces intermediarios
económicos. Los esclavos importados, entre los que alcanzan especial importancia los
dedicados a las armas, que junto con los mercenarios beréberes contratados por los
califas se convertían en época de Almanzor en una aristocracia territorial.
La coexistencia de una economía urbana con la rural hará aún más complejo el esquema
social de Al- Ándalus. Por razones prácticas se estudia la sociedad hispano-musulmana
en razón de sus diferencias.

4.2.1. Los musulmanes.


Frente a la versión clásica que habla de una rápida fusión de conquistadores y
conquistados, hay otra que habla de la existencia de dos sociedades yuxtapuesta y
claramente diferenciadas: la sociedad indígena y la sociedad árabe-beréber, situación
que explicaría las grandes revueltas de fines del siglo IX y comienzos del X, del mismo
modo que la organización tribal de los conquistadores ayudaría a comprender los
continuos enfrentamientos entre musulmanes, pues árabes y beréberes no llegan a la
Península a título individual sino como miembros de grupos tribales organizados. En
este tipo de sociedades, la fuerza del grupo aumenta cuando disminuye la del grupo
rival y la historia política de Al-Ándalus aparece llena de disputas tribales entre árabes
qaysíes y yemeníes y entre beréberes, igualmente divididos entre sí y unidos por lazos
tribales.

Los árabes. Son los llegados a la Península durante los años de conquista, los
integrantes de los chuds sirios que vienen a combatir a los beréberes y los compañeros
de Abd al-Rahmán I. Todos sin excepción y sea cual sea su clan o tribu actúan en Al-
Ándalus como una verdadera aristocracia que: Se equipara o sustituye a los nobles
visigodos, · Se reserva las mejores tierras con los colonos y siervos que las cultivas y ·
Tiene el monopolio de las funciones militares y judiciales.

Los enfrentamientos entre qaysíes y yemeníes (historia del emirato dependiente) no


impiden que por encima de las diferencia tribales todos se consideren árabes, es decir,
privilegiados y juntos combaten a sus principales enemigos los beréberes. Un grupo
especial de árabes lo forman los orientales que llegan a la corte de Córdoba atraídos por
Abd al- Rahmán II cuando éste intenta emular a los califas de Bagdad y rodearse de
literatos, músicos y hombres de ciencia procedentes de oriente que no tardan en fundirse
con la aristocracia árabe. Entre estos orientales cabe recordar a Ziryab, igualmente
importante es el califato de al-Hakam II por la llegada de orientales (en nº de estos
inmigrados no militares fue siempre reducido y nunca constituyeron un grupo social
aparte). A estos orientales se debe la orientación de Al-Ándalus y un resurgir intelectual
que dará sus mejores frutos en las taifas.

La convivencia en las ciudades con los hispano-musulmanes, la progresiva


hispanización cultural de los árabes e islamización de los hispanovisigodos, la
comunidad de intereses entre los invasores y los dirigentes visigodos convertidos al
Islam y el aumento de las conversiones al Islam a lo largo de los siglos IX y X,
rompieron las barreras existentes hasta el punto que en la época final del califato no
existían diferencias entre la aristocracia de origen árabe y la de procedencia
hispanogoda, aunque siempre mantuvo el prestigio árabe. Hispanos y árabes actúan
unidos cuando se trata de oponerse a quienes les disputan el poder: beréberes,
mercenarios y esclavos

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Musulmanes de religión, aunque no árabes de etnia
Son los beréberes norteafricanos, los numerosos esclavos de la corte y los muladíes. Los
beréberes, utilizados por los árabes como simples auxiliares que, tras la conquista,
quedan relegados a las zonas poco urbanizadas y a las comarcas montañosas,
escasamente pobladas, con lo que se ven apartados de los altos campos y de las fuentes
de riqueza al no disponer de tierras fértiles ni de hombres que las cultiven. Su modo de
vida es idéntico al de sus tierras de origen y la conversión al Islam no les libra del pago
del impuesto territorial que, en principio, sólo han de pagar los no creyentes. Después
de la derrota que sufrieron ante los sirios de Balch, los beréberes que permanecieron en
la Península quedaron equiparados a los hispano- musulmanes y como ellos buscaron la
protección: entraron en la clientela de los árabes para evitar el pago del impuesto. Al
igual que los muladíes, participaron activamente en las revueltas que se desencadenaron
contra el poder cordobés durante el siglo IX. Su nº se vio considerablemente aumentado
con la llegada de contingentes beréberes contratados como mercenarios por los califas y
por Almanzor o llegados como voluntarios para la guerra santa que tan poco entusiasmo
despertaba entre los árabes. Al desaparecer el califato, los jefes beréberes actuaron por
su cuenta y crearon sus propios reinos de taifas tras poner sus tropas a disposición de
quien les contratase.

Los eslavos o esclavos de la corte


El mundo islámico recurre a la mano de obra esclava desde los lejanos tiempos
preislámicos y Al-Ándalus no es una excepción. Comprados en principio o reducidos a
esclavitud para atender las necesidades del trabajo agrícola e industrial, a medida que la
sociedad islámica se hace más compleja, el comercio de los esclavos se convierte en una
especialidad y la importación se hace más selectiva con el objeto de surtir los harenes de
mujeres, eunucos y servicio doméstico y de proporcionar soldados al ejército califal. La
importancia de las concubinas de los emires y califas es extraordinaria y en muchos
casos llegan a intervenir en política. La suerte de los esclavos declinaba con la edad y
sólo podían aspirar a la libertad y a una situación digna tras la muerte del soberano si le
habían dado un hijo. Además la mayor parte de las mujeres recluidas en los harenes no
eran concubinas sino esclavas encargadas del servicio doméstico. Entre los esclavos, los
eunucos gozaban de una situación especial debido a la confianza depositada en ellos por
sus dueños, especialmente por los emires y califas, que no se limitaron a dejar en sus
manos la custodia del harén sino que, en ocasiones, les pusieron al frente de los
organismos civiles y militares por su preparación. Los servidores del califa están
dirigidos por dos esclavos o eslavos, llamados los grandes oficiales (jefes de la casa
civil y militar del califa).

Los muladíes
Hispanos convertidos al Islam que participaron activamente en las revueltas que se
desencadenaron contra el poder cordobés durante el sigo IX. Entre ellos pueden
distinguirse dos grupos claramente diferenciados: La nobleza witizana, mantiene sus
propiedades y no tarda en aceptar la nueva religión cuando la considera un medio de
asegurarse su preeminencia, · La masa de siervos, colonos y pequeños propietarios, se
adhieren al Islam con la esperanza de mejorar económica y socialmente.

Los conversiones fueron numerosas entre los trabajadores del campo, abandonados
religiosa y culturalmente por el clero visigodo, paganos de hecho, a los que daba igual
una religión que otra. Si prefirieron el Islam se debió a las ventajas sociales y

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económicas que ofrecía a sus adeptos: supresión del impuesto territorial y personal y
liberación en el caso de esclavos, al menos en teoría. En las ciudades, la mayor
preparación cultural, el hecho de que no les afectara el impuesto territorial y la
influencia de los clérigos, de los monjes especialmente, limitaron el nº de conversiones
al menos hasta la 2ª ½ del IX, pero la instalación en los centros urbanos de la nobleza
árabe y la emigración constante de campesinos islamizados hicieron que los mozárabes
se encontraran en minoría aunque su situación social y económica fuera en muchos
casos superior a la de los muladíes, al menos hasta mediados del IX, es decir, mientras
los emires tuvieron necesidad de utilizar sus servicios como administradores
culturalmente preparados.

4.2.2. Los no musulmanes.


Debido a las influencias religiosas sufridas por su fundador, el Islam acepta dentro de la
sociedad a cristianos y judíos por considerar que unos y otros poseen una parte de la verdad
revelada. Pero no tan sólo motivos religiosos son los que llevan a esta tolerancia: en vida del
fundador existen en Arabia poderosas comunidades judías que no pueden ser suprimidas y la
conquista de los dominios bizantinos incluye dentro de los dominios islámicos una masa de
población cristiana muy superior a la de los propios árabes y más preparada que éstos, a los
que sirven como administradores y organizadores de los territorios conquistados.

Los cristianos.
Aunque tolerados, los miembros de las religiones bíblicas no son iguales a los
musulmanes, son sus protegidos y, como tales, pueden conservar la religión y
costumbres siempre que renuncien a ciertos derechos. A partir de entonces sobre la
población cristiana recae un impuesto territorial por cada unidad de superficie y un
impuesto personal cuyo importe varía según las fortunas y que pagan los varones entre
20 y 50 años. A estos impuestos legales se añaden durante los siglos IX – X las
contribuciones extraordinarias, que son exigidas también a los musulmanes. La
comunidad cristiana como tal gozó de autonomía y en cada centro urbano tuvo sus
propias autoridades: condes, recaudadores del impuesto o exceptores y jueces que
regulan los conflictos entre cristianos de acuerdo con el antiguo derecho visigodo. Los
miembros más influyentes de la comunidad son utilizados por los emires y califas que
les confían misiones como la dirección de la guardia palatina o la administración de
bienes o embajadas.

La consideración social de los mozárabes estuvo favorecida por el alto nivel cultural de
algunos de sus miembros si se les compara con los árabes y beréberes invasores. Pero a
medida que la cultura islámica oriental arraiga en Al-Ándalus, los mozárabes pierden
importancia y se inicia un proceso de arabización de los cristianos. Contra ésta
islamización creciente en el vestido, en la cultura e incluso en la religión reaccionaron
los mozárabes intransigentes dirigidos por Eulogio y Álvaro que serán desautorizados
por el sínodo episcopal convocado a instancias del emir, el endurecimiento de la
situación y el desprestigio cultural de los cristianos y de sus sacerdotes en la sociedad
cordobesa no debieron ser ajenos a la emigración mozárabe hacia los reinos del norte,
limitada al elemento clerical-monástico. Los mozárabes conservaron su organización
eclesiástica y se mantuvieron las sedes metropolitanas de Toledo, Mérida y Sevilla,
aunque el emir o el califa se reservan el derecho de aprobar los nombramientos de
obispos y metropolitanos. La jerarquía eclesiástica se sometió a los musulmanes y
colaboró con ellos.

52
Los judíos
Están sometidos a las mismas normas que los cristianos, pero parece seguro que su
colaboración inicial con los musulmanes y el papel económico desempeñado les
aseguraron un lugar privilegiado, aunque es de suponer que hubo muchos simples
trabajadores, lo que se conocen son mercaderes, artesanos especializados, médicos,
filósofos, hombres de letras. Algunos desempeñan misiones de gran importancia como
el médico-poeta-diplomático Abu Yusuf que supo extraer para su país las aguas de las
fuentes de la ciencia oriental e importar los tesoros de la sabiduría desde todas las
ciudades lejanas.

5. La revuelta de los mártires voluntarios.


La política de integración que parece impulsada por ‘Abd al-Rahman II condujo a una
progresiva arabización de sectores cristianos, que fue denunciada por los sectores más
radicales de la mozarabía cordobesa como un peligro para la integridad de la comunidad
cristiana. Junto a ello, rechazaban la adhesión pragmática de la jerarquía episcopal al
poder existente y el hecho de que los emires, retomando la tradición visigoda, hubiesen
asumido algunos aspectos de la dirección de la Iglesia, como la preceptiva sanción de
los nombramientos episcopales y la convocatoria de concilios en determinados casos.
Por tanto, el problema para ellos era precisamente la política de integración y la
tolerancia religiosa, que creían que podía producir su desaparición.

Junto a las motivaciones religiosa y cultural existen pocas dudas de que también tuvo
gran importancia la económica. Por un lado, porque la nueva política fiscal gravaba de
forma importante a las familias mozárabes más ricas y a las instituciones religiosas
como los monasterios, que gracias a los pactos, después de la invasión habían
conservado una gran parte de las propiedades que habían acumulado durante la época
visigoda. En este sentido, puede ser relevante el hecho de que unos años después el
comesServando puje por la recaudación de la mozarabía de Córdoba en 100.000
dinares. Por otro lado, la imposición de normas jurídicas en las relaciones de trabajo y la
atracción de Córdoba sobre la población campesina de su entorno debió de privar a unos
y otros de siervos y de las rentas que pagaban.

Sería esa situación lo que provocaría una creciente oposición entre estos sectores y el
Estado islámico y, al mismo tiempo, contra los mozárabes más proclives al pacto, en
general vinculados al palacio del emir, y a los que podemos considerar representados
por personajes como Recafredo, obispo de Sevilla y metropolitano de la Bética, y el
exceptor(recaudador de los impuestos de los cristianos) Gómez. El resultado fue en una
primera fase el episodio de los “mártires voluntarios” de Córdoba y en una segunda,
unos duros debates sobre la naturaleza de Cristo, que en realidad escondían el intento de
algunos sectores “pactistas” por crear una síntesis entre islam y cristianismo, como el
que enfrentó al obispo Hostegesis de Málaga con el abad Sansón. Estos debates recorren
los primeros siglos tras la conquista, el más conocido de los cuales es el que mantuvo
unas décadas antes Elipando, obispo de Toledo, con la naciente jerarquía del reino de
Asturias. En Córdoba, en el siglo IX, parece que esta oposición se organizó en torno a
los monasterios, espacios fuera del control episcopal, demasiado comprometido por el
poder omeya, y con recursos propios, a veces muy abundates. La nómina de estos
monasterios es bastante amplia, aunque en relación a estos hechos sólo se citan algunos:
el desconocido monasterio del abad Speraindeo y los de Tábanos y Peñamelaria,
construidos en esas fechas y financiados por sendas familia de gran riqueza, que se
enclaustran en ellos y los dirigen, lo que presenta ciertas similitudes con los

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“monasterios propios” de época visigoda. Su edificación fue resultado de la propia
política de tolerancia de ‘Abd al-Rahman II, ya que según Arce (1992), debieron de ser
levantados entre los años 930 y 945.

La disidencia de estos sectores monásticos, apartados del conjunto de la comunidad


mozárabe, se realimentaria a sí misma hasta llegar, como forma de protesta más
extrema, a la búsqueda deliberada del martirio, en lo que se ha llamado el “movimiento
de los mártires voluntarios de Córdoba”. El procedimiento consistía en presentarse ante
los cadíes y blasfemar contra el islam, negando la existencia de Alá o la misión
profética de Mahoma, y en el caso de hijas de matrimonios mixtos, apostatando, todo lo
cual acarreaba la pena de muerte. El fenómeno se desarrolló exclusivamente en Córdoba
entre el 851 y el 859 –aunque hay algún caso que algunos autores apuntan que pudo
tener lugar en Zaragoza– y se conocen 51 casos, el 75 % de ellos sacerdotes, religiosos
o monjas, y la mayoría, de clase alta. La intención de sus promotores era que estos
martirios acabasen provocando una persecución religiosa, unificando así a los
mozárabes en su oposición al Estado islámico. Pero la mayoría de los cristianos
permaneció al margen, de modo que prosiguió el proceso de convivencia e integración.

La disidencia de estos sectores monásticos, apartados del conjunto de la comunidad


mozárabe, se realimentaria a sí misma hasta llegar, como forma de protesta más
extrema, a la búsqueda deliberada del martirio, en lo que se ha llamado el “movimiento
de los mártires voluntarios de Córdoba”. El procedimiento consistía en presentarse ante
los cadíes y blasfemar contra el islam, negando la existencia de Alá o la misión
profética de Mahoma, y en el caso de hijas de matrimonios mixtos, apostatando, todo lo
cual acarreaba la pena de muerte. El fenómeno se desarrolló exclusivamente en Córdoba
entre el 851 y el 859 –aunque hay algún caso que algunos autores apuntan que pudo
tener lugar en Zaragoza– y se conocen 51 casos, el 75 % de ellos sacerdotes, religiosos
o monjas, y la mayoría, de clase alta. La intención de sus promotores era que estos
martirios acabasen provocando una persecución religiosa, unificando así a los
mozárabes en su oposición al Estado islámico. Pero la mayoría de los cristianos
permaneció al margen, de modo que prosiguió el proceso de convivencia e integración.

Muchos autores suponen que el “ideólogo” debió de ser el abad Speraindeo, ya que los
principales dirigentes –Eulogio y Álvaro– eran discípulos suyos y el primero está
considerado como el principal animador del movimiento. No obstante, excepto en unos
pocos casos –Flora, María, Aurelio y Leocricia– la intervención de Eulogio parece
limitarse a registrar el martirio y sus detalles, y crear la argumentación que debía
producir la cohesión de la comunidad. Por tanto, los martirios pueden considerarse
producto del ambiente relativamente cerrado en el que se encontraban los miembros de
este sector. La gran mayoría de los martirios se produjo en los dos primeros años y, ante
la magnitud que alcanzaba el problema, en el 852 el emir convocó (como habían hecho
los reyes visigodos) un concilio en Córdoba. Aunque los obispos no condenaron la
búsqueda del martirio, sí la prohibieron a partir de ese momento, aceptando el castigo de
los recalcitrantes. La situación se prolon gó bajo el reinado de Muhammad I. No
obstante, se observa que cuando Eulogio, el principal agitador y propagandista, se
ausentó de la ciudad, desaparecieron los mártires y se reinició a la vuelta de éste,
aunque con menor incidencia: entre el 853 y el 859 sólo se registran 14 martirios.

Los martirios no consiguieron dinamizar la oposición mozárabe, pero sí contribuyeron a


precipitar el final del período de máxima tolerancia de los omeyas. Muhammad I

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prescindió de los cristianos en el servicio palatino–con lo que muchos se convirtieron al
islam para no perder sus privilegios–, y actuó contra las bases del movimiento, ejecutó
en el 859 a Eulogio y destruyó poco después el monasterio de Tábanos, después de lo
cual el movimiento se extinguió. Las fuentes recogen esporádicamente algún intento
posterior (como el que relata al-Jusani ocurrido en época de ‘Abd al-Rahman III), que
resultan difíciles de valorar.

El monasterio de Peñamelaria no fue destruido y siguió siendo uno de los últimos


reductos de la ortodoxia, pero ya en una segunda fase pacífica y defendiendo el dogma,
bajo la dirección del mencionado abad Sansón. El tema de los “mártires voluntarios” ha
constituido un elemento importante dentro de la historiografía hispana. En una primera
fase se pondrá el acento en la cuestión religiosa y nacionalista. En el primer aspecto sólo
insistirán algunos de los miembros más radicales de la corriente que desde P. Guichard
viene denominándose tradicionalista.

En este aspecto, el de planteamientos más radicales, será Simonet (1983) quien quiso
ver en el episodio de los “martires” una auténtica persecución. Este autor llegó a afirmar
que “[...] Córdoba fue uno de los principales campos de la guerra exterminadora que el
islamismo hizo al cristianismo desde su aparición en el mundo”. Pero con excepción del
episodio de los mártires, no hay ninguna prueba de persecución religiosa durante todo el
período omeya. Más importancia historiográfica tendrá la visión de la respuesta
mozárabe como expresión de un supuesto “nacionalismo” hispano frente a los
invasores, “nacionalismo” que tendría su continuidad en las rebeliones muladíes de
finales del siglo IXy principios del Xy que sobre todo se centraría en la figura de ‘Umar
ibn Hafsun. El tema de la historiografía sobre este personaje y los muladíes ha sido
estudiado en profundidad por Acién (1997).

Más importancia historiográfica tendrá la visión de la respuesta mozárabe como


expresión de un supuesto “nacionalismo” hispano frente a los invasores, “nacionalismo”
que tendría su continuidad en las rebeliones muladíes de finales del siglo IXy principios
del Xy que sobre todo se centraría en la figura de ‘Umar ibn Hafsun. El tema de la
historiografía sobre este personaje y los muladíes ha sido estudiado en profundidad por
Acién (1997). Por lo que se refiere a la cuestión de “los mártires”, existen esencialmente
atribuciones genéricas. Iniciado el tema por Dozy y Simonet en el siglo XIX, se
mantendrá hasta los años setenta del XX, aunque cada vez más atenuada a medida que
mejoraba el análisis del período.

En Simonet se produce una estrecha identificación entre la población romanogoda y la


religión cristiana con España y con una supuesta resistencia ante el invasor: “Durante un
siglo el islamismo había guardado cierta tolerancia con los mozárabes, de cuyos
servicios y apoyo mucho necesitaba; pero reforzadas sus huestes con legiones de
apostatas y de advenedizos, y acostumbrados a triunfos más fáciles y duraderos en otras
naciones más enervadas y corrompidas, no pudo ya sufrir que el espíritu cristiano
animase todavía a una gran parte del pueblo español y sostuviese su patriotismo”

Aunque sin los excesos verbales, intolerantes y casi racistas de Simonet, Leví-Provençal
indicaba en el 1932 que las comunidades mozárabes eran “[...] el foco más activo de los
movimientos nacionalistas que se desencadenaron de manera sorda entre el final del
reinado de ‘Abd al-Rahman I y el de al-Nasir. Los omeyas castigaron más bien rebeldes
que infieles”; con todo, señalaba que el motivo inicial de la gran mayoría de las

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rebeliones estuvo siempre en relación con las exigencias fiscales de los soberanos (Leví-
Provençal, 1982: 150-151). Aún en 1988 Ayala Martínez insistía en la respuesta
“indigenista” de muladíes y mozárabes a la arabización que estaba produciéndose y que
los postergaba. Para M. Acién (1997), la actuación de los mártires voluntarios puede
considerarse como el signo de la resistencia de las comunidades mozárabes urbanas
frente al proceso de islamización, al igual que las sublevaciones y rebeliones de las
ciudades producidas anteriormente, durante el reinado de al-Hakam I, lo habían sido de
los grupos urbanos musulmanes (árabes, beréberes y muladíes). La resistencia pasará
del ámbito urbano al rural a partir de la segunda mitad del reinado de Muhammad I, con
múltiples sublevaciones, ya armadas, en las que figurarán árabes, beréberes y, sobre
todo, muladíes.

6. La fitna.
En el año 1009, con la deposición del califa Hisam II, la proclamación de Muhammad b.
Hisam al-Mahdi en su lugar y el asesinato de Abul-Mutarrif ‘Abd al-Rahman b. Abi
‘Amir Sanyul, segundo hijo de al-Mansur, daba comienzo una grave crisis política que
terminaría con el califato de Occidente, mientras que la siempre difícil unidad de Al-
Ándalus, que los Omeyas habían logrado, se rompía, fraccionándose (fitna)el
territorioen casi una treintena de “reinos” (taifas). La importancia del desarrollo cultural
que se producirá en este último período, y la trascendencia política que tendrá esa
división, aconsejan tratar por extenso a dichos reinos, lo que haremos en el siguiente
volumen; nos limitaremos en éste a abordar la crisis y la división inicial. El análisis
histórico ha intentado determinar los hilos conductores del período y las causas
generales que permiten explicar el desarrollo de los acontecimientos en su conjunto,
superando la mera explicación basada en “odios étnicos ancestrales”, que con frecuencia
ha sido la única explicación acerca de la crisis.

Buena parte de las fuentes árabes ya dividieron el período en dos partes fitna y taifas. La
primera sería de lucha por el Califato, y finalizaría por tanto con la desaparición de éste,
no sólo en su vertiente de ejercicio del poder, sino también como referente simbólico,
necesario para justificar dicho poder. En la segunda parte los individuos que dominan
cada reino empiezan a asumir funciones califales, aunque nunca llegarán a adoptar
dicho título. Sin embargo, las mencionadas fuentes árabes divergen, en algunos casos
ampliamente, con respecto a la fecha en que debe establecerse la cisura (Acién, 1998: n.
2).

Los historiadores contemporáneos han seguido la misma división en dos fases. Hasta
hace poco ha habido una casi unanimidad en la cronología de cada una de éstas, y
aunque ya en el 1016 había en la práctica varios territorios independientes, se situó el
final del Califato en el 1031, año de deposición del último califa omeya en Córdoba
(momento en el que la aristocracia de esta ciudad “abolió” el Califato). Esta cronología
implica afirmar que existe una vinculación absoluta entre la ciudad de Córdoba y el
Califato, darle a la aristocracia cordobesa una relevancia que no tuvo y considerar que
los califas hammudíes posteriores no tuvieron reconocimiento alguno, y que no existen
diferencias entre ellos y el resto de los reyes taifas.

Pero tras los estudios de las últimas décadas, la fecha de 1031 resulta ser cada vez más
arbitraria. Durante la fitnados familias –Omeyas y Hammudíes– se enfrentaron por el
Califato, siendo reconocidos como tales en unos u otros territorios. Tras la deposición
del último Omeya, los hammudíes, aunque establecidos en Málaga, siguieron

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titulándose califas hasta finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, y
como tales fueron reconocidos por otros reinos. Se trató ciertamente de un
reconocimiento sólo simbólico, que no conllevó autoridad real sobre quienes les
reconocían, pero sí mantuvieron prácticamente intactos algunos privilegios califales, sin
que la mayoría de los reyes de los reinos que estaban formándose se atrevieran a
asumirlos (Acién, 1998a). Es decir, una situación muy semejante a la existente durante
la década anterior. Por ello, en los últimos años se ha empezado a replantear todo el
problema de la cronología: se han sistematizado las últimas investigaciones sobre
factores estrechamente relacionados con la legitimidad para ostentar el poder, como la
acuñación de moneda o los laqabhonoríficos adoptados por los distintos reyes.

6.1. La cuestión de la legitimidad.


Desde hace dos décadas el tema de la legitimidad de los taifas para ejercer el poder, o
más bien su falta de ella, se ha ido imponiendo lentamente como el eje vertebrador de
este período, ya que el mismo posibilita establecer con cierta precisión el momento en
que realmente desaparece el Califato de Occidente, más allá de un suceso o una fecha
particular, cuestión a la que M. Acién ha dedicado algunas páginas sumamente
esclarecedoras (Acién, 1998; 2001).

Dentro del islam la legitimidad para ejercer el poder está estrechamente relacionada con
la sari‘a(ley religiosa), que es la ley de Dios, eterna e inmut able. El Estado, el soberano,
no puede por tanto modificarla, no puede fijar las relaciones en el seno de la sociedad,
está únicamente para hacer cumplir la ley. Se trata de una ley dirigida al conjunto de la
comunidad de creyentes, y por ello no puede haber divisiones, grupos o fronteras en el
interior de la comunidad, la única frontera está entre la dar al islam(el lugar del islam) y
el dar al-harb(el lugar de la guerra, los infieles). Por tanto quien desempeñe el poder
tiene como función sobre todo la defensa de la ley, de la fe, de la comunidad. El
problema para el islam es que Mahoma no estableció quién debía sucederle, ni como
elegir al jefe de la comunidad después de su muerte, lo cual representó un problema
insoluble.

Por tanto quien desempeñe el poder tiene como función sobre todo la defensa de la ley,
de la fe, de la comunidad. El problema para el islam es que Mahoma no estableció quién
debía sucederle, ni como elegir al jefe de la comunidad después de su muerte, lo cual
representó un problema insoluble. Según F. Clément (1997) que sigue a su vez a A.
Lambton (1981), en los primeros siglos del islam se produjo un amplio debate acerca de
la legitimidad, es decir, de sobre quiénes podían ejercer la soberanía, el
poder(mulk).Además de los escasos elementos islámicos, los árabes mantuvieron una
serie de tradiciones preislámicas, y los conversos griegos y persas aportaron también sus
propias reflexiones acerca del Estado. A causa de ello durante los primeros siglos del
islam se desarrolló un triple discurso acerca del poder y del estado: el de los juristas,
basado exclusivamente en la ley religiosa (Corán y Hadit) que dibuja sobre todo el
Estado ideal, perfecto; el de los “filósofos” que trazaron o recogieron la imagen del rey-
filósofo y la aplicaron al imamato, teorías de las que se nutrieron inicialmente las
corrientes heterodoxas (shiies, mutazzilies, etc.), pero que acabaron integrándose
también en el sunnismo; y la “teoría literaria” que incluiría los “espejos de príncipes”,
las obras administrativas y las de los historiadores, y que introdujeron en el islam la
concepción sasánida del soberano de derecho divino. Esta tipología no dio lugar a tres
corrientes de pensamiento independientes y enfrentadas, sino que se fundieron y sus
diversos elementos aparecen mezclados en las escuelas coránicas clásicas

57
Todo ello, unido al desarrollo histórico, produjo la aparición de las grandes líneas
teóricas: los partidarios del legitimismo alí(el califa debía ser miembro de la familia del
Profeta) y los que defendían el Califato electivo (sunnies, jariyies, etc.). Para los
sunnitas, y aunque no siempre aparezca expresado claramente –sí lo hace, por ejemplo,
Ibn Hazm (994-1064)– esa elección quedaba limitada a los miembros de la tribu de
Quraysh. Por su parte, los grupos más “radicales” defendían la elección del “mejor
musulmán” con independencia de su origen. Por otro lado, todas las opciones
provocaban fuertes divisiones, no sólo teóricas, con respecto a los mecanismos de
elección: por un grupo de notables (por ejemplo, ulemas, hassa, etc.), designación por y
entre los propios miembros de la familia califal o designación testamentaria por el califa
reinante, sistema que a partir de los omeyas será el más frecuente

A esta variedad de posiciones quizá esté haciendo alusión Hisam II cuando según el
texto recogido por Ibn Idari, al justificar el nombramiento como heredero de ‘Abd al-
Rahman b. Abi ‘Amir Sanyul indicaba: “He considerado en este punto las (diversas)
categorías de hombres de las tribus de Quraysh y otras, en las cuales aquel que fuese
digno le fuera confiado el gobierno”. Aunque su elección se realizaba desde el sunnismo
–el derecho de designación testamentaria del califa–, optaba contradictoriamente por
alguien que sólo podría aceptarse desde el jariyismo, puesto que Sanyul no era miembro
de la tribu de Quraysh. Por otro lado, al ser la comunidad una, sólo debía haber una
dirección, un califa, algo que ya se había roto a principios del siglo X, al surgir un
Califato de Occidente, disputado por fatimíes y omeyas, algo que ya resultó difícil de
asumir. La ruptura del Califato omeya en múltiples reinos no significó que cada uno de
ellos reprodujera a menor tamaño el Califato, sino que eran sólo partes (taifas) de aquél,
no sólo partes del territorio, sino que cada uno sólo tenía una parte de la soberanía, de la
legitimidad, y por tanto ninguno podría ser nunca legítimo.

6.2. Las familias legitimas para asumir el poder.


Teniendo en cuenta lo anterior, los “reyes taifas” carecían por completo de legitimidad,
no sólo por no pertenecer a ninguna de las familias legítimas, sino por que son el
resultado de la fractura de la propia soberanía, son sólo partes de ella. Por tanto, para
mantener al menos una ficción de legalidad, recurrirán a “reconocer” a un califa y a
asumir ellos los títulos de vaziro hayib. En la Península dos familias contaban con
elementos para ser fuente de dicha legitimidad: los Omeyas y los Hammmudíes, que se
disputarán el Califato durante la primera mitad del siglo XI. Los omeyas basaban su
legitimidad en los varios siglos que la familia había ejercido el poder califal, primero en
Oriente y luego en Occidente. No hay que olvidar que en las sociedades de base
campesina la tradición y el linaje son dos de las principales fuentes de legitimidad. Los
hammudíes eran una rama de los idrisíes y por tanto miembros de la familia de
Mahoma, por lo que reunían también abundantes títulos de legitimidad.

Aparte de los anteriores, abbasíes y fatimíes fueron también en ocasiones “reconocidos”


por uno u otro de los “reyes”. La ficción de tales “reconocimientos” llegaron a su
apogeo en el 1035 con la decisión de Muhammad b. Abbad de Sevilla de “resucitar” a
Hisam II en la persona de un esterero de notable parecido con el difunto califa, al que
“reconoció” y alojó en su alcázar. Aparte de los anteriores, abbasíes y fatimíes fueron
también en ocasiones “reconocidos” por uno u otro de los “reyes”. La ficción de tales
“reconocimientos” llegaron a su apogeo en el 1035 con la decisión de Muhammad b.

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Abbad de Sevilla de “resucitar” a Hisam II en la persona de un esterero de notable
parecido con el difunto califa, al que “reconoció” y alojó en su alcázar.

6.3. La cuestión étnica


El rasgo inicialmente más “visible” de quienes consiguieron fundar reinos es su origen
étnico, distinguiéndose tres grupos: andalusíes, que eran individuos pertenecientes a
linajes (árabes o beréberes) que entraron en la Penín El rasgo inicialmente más “visible”
de quienes consiguieron fundar reinos es su origen étnico, distinguiéndose tres grupos:
andalusíes, que eran individuos pertenecientes a linajes (árabes o beréberes) que
entraron en la Península en la época de la conquista; beréberes nuevos, que entraron en
la Península como miembros del ejército beréber mercenario formado por Al-Hakam II
y al-Mansur, y libertos de éste último y de sus hijos que habían sido los altos
funcionarios del Estado (fatas).

Numerosos autores (Viguera, 1995) siguen considerando que el enfrentamiento, incluso


odio, que las aparentes diferencias –fundamentalmente culturales, de costumbres, etc.–
produjeron entre andalusíes, beréberes nuevosy fatas, constituyeron el “motor” de
lafitna.Pero si bien es cierto que inicialmente hubo un enfrentamiento entre los
cordobeses y los beréberes, y las fuentes se refieren a problemas entre los diversos
grupos, los mismos difícilmente explican lo sucedido. En primer lugar, el
fraccionamiento territorial no se produjo sólo entre unos y otros, sino que entre los
primeros en “independizarse” estuvieron precisamente las regiones que siempre habían
tratado de escapar al control de Córdoba: Zaragoza y Toledo, dirigidas por andalusíes.
En segundo lugar, si el origen étnico hubiese sido la causa, deberían poder indicarse
rasgos comunes –respecto a la política seguida, al califa que “reconocen”, a la
organización, a la fiscalidad, etc.– en la actuación de cada grupo étnico, que debería ser
diferente de los demás grupos. Pero esto no sucede, sino que por el contrario, reinos
dirigidos por miembros de los distintos grupos “reconocieron” a los mismos califas, y
actuaron de forma similar y en bastantes ocasiones conjuntamente. Incluso en una fecha
tan tardía como el 1035, cuando los abbadíes de Sevilla (andalusíes) proclamen que
Hisam II (asesinado en el 1013) seguía vivo y lo “reconozcan” como califa, otros
andalusíes como los tuyibies de Zaragoza se negarán a reconocerlo; mientras que se
formarán coaliciones en las que participarán generalmente andalusíes, árabes del
Magreb (hammudíes), eslavos (Zuhayr de Almería) y beréberes (birzaliesde Carmona,
ziriesde Granada y aftasiesde Badajoz), es decir, una coalición multiétnica, lo que
desmiente la supuesta división en taifas étnicas.

El único rasgo que une a todos los que consiguieron “fundar” un reino, es que todos
tenían funciones relevantes dentro del Estado califal: los beréberes formaron la columna
vertebral del ejercito amirí, los fataseslavoseran los altos funcionarios de la
administración, mientras que los andalusíes, eran en su mayoría cargos de nivel
provincial o local, o pertenecían a linajes –árabes o beréberes– de considerable
influencia en sus territorios. Es decir, prácticamente todos los que fundaron reinos lo
hicieron a partir de posiciones de poder disfrutadas durante el período anterior; pero
tampoco parecen existir rasgos comunes de actuación según la función original que
tenían los distintos individuos: lo que les interesa a todos es asegurar su poder.

6.4. El inicio de la primera fitna.

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Los textos disponibles sugieren que inicialmente al-Madhi pudo haberse consolidado en
el poder, pero que sus actuaciones le granjearon en poco tiempo la oposición de
numerosos grupos. En apariencia sólo contaba con el apoyo de los sectores populares de
la población cordobesa, a los que permitió el saqueo del alcázar y de las ciudades
palatinas (Madinat al-Zahra y Madinat al-Zahira), al tiempo que desencadenaba una
purga entre los altos funcionarios (fatas) que habían servido a al-Mansur y sus hijos. Lo
primero habría inducido a buena parte de los marwaníes (miembros de la familia
omeya) y de la aristocracia cordobesa a temer por su propia seguridad y a apoyar un
candidato alternativo, el también marwaní Hisam ibn Sulayman al-Rasid, pero éste fue
asesinado por al-Madhi. Lo segundo llevó a los fatasa huir a Levante, donde parece que
los amiríes habían conseguido gran influencia, y desde allí intentaron reponer en el
trono a Hisam II, como medio de recuperar su situación y privilegios. Elemento clave en
la crisis será el ejército califal. Tanto los califas omeyas, como sobre todo al-Mansur
habían ido apartando progresivamente a los andalusíes del ejército sustituyéndolos por
mercenarios beréberes contratados en el norte de África; a éstos se les pagaba con un
impuesto especial aportado por los autóctonos para librarse de participar en las
campañas, y posiblemente con parte del cuantioso botín obtenido en las aceifas. Este
ejército no tenía raíces entre los grupos establecidos en Al-Ándalus, pero sí tenían
fuertes lazos de unión entre sí, ya que los contingentes habían pasado encuadrados en
clanes y fracciones de tribu, siendo la mayoría sinhayas dirigidos por miembros del
linaje de los ziríes. Inicialmente se mostraron dispuestos a aceptar la autoridad del
nuevo califa, pero algunas actuaciones de al-Madhi fueron considerados por ellos como
insultos, lo que permitió que quienes habían apoyado a al-Rasid pudieran atraérselos en
apoyo de su nuevo candidato: Sulayman al-Musta‘in, sobrino de aquél.

Los beréberes expulsaron de la ciudad a Muhammad al-Madhi, el cual “contrató” la


ayuda de los condes Ramón Borrel I de Barcelona y Ermengol de Urgel, gracias a los
cuales derrotó en principio a los beréberes. Consiguió recuperar la ciudad (1010), y
persiguió a continuación a las tropas de Zawi ibn Zirí hasta Ronda, donde este último
consiguió vencerles. Muhammad al-Madhi regresó entonces a Córdoba. Pero una vez en
ella, ante el deterioro de la situación, uno de sus partidarios, el fataWadhi le asesinó,
llamó a los fatasamiríes y repusieron en el trono a Hisam II, proponiendo a Sulayman y
a sus partidarios la vuelta a la situación anterior. Sulayman rechazó la propuesta y cercó
Córdoba, estableciéndose con los beréberes en Madinat al-Zahra. Durante los tres años
siguientes lanzaron frecuentes algaras por las coras próximas (Jaén, Elvira, Málaga y
Algeciras) y llegaron a atacar Valencia. Finalmente los cordobeses capitularon en el
1013 y Sulayman al-Musta‘in ejecutó a Hisam II.

Después de su triunfo en el 1013, agotado el tesoro califal y suspendidas las aceifas, al


nuevo califa se le plantearon dos problemas urgentes: a)cómo pagar a las tropas que le
habían colocado en el trono y b)cómo recuperar algún tipo de control sobre amplias
regiones que en los años anteriores habían escapado al poder califal.

Respecto a lo primero, las fuentes divergen acerca de la solución adoptada; así, mientras
que Ibn Hayyan afirma que hubo atribuciones de tierra a los grupos beréberes, Ibn
Buluggin, último rey zirí de Granada, indica que la ocupación realizada por sus
antepasados se hizo mediante acuerdos con la población de Ilbira, que hizo la aportación
económica necesaria para rehacer las fortificaciones, y a los que finalmente
convencieron de que debían trasladarse Granada, ciudad que podía ser mejor defendida.
P. Chalmeta (1975) señala que el acuerdo descrito por Ibn Buluggin presenta cierto

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parecido con las inzalat, fórmulasempleadas ya en época omeya “consistentes en un
impuesto que se cargaba sobre los bienes raíces para sufragar los gastos de un ejército
de mercenarios”. Durante todo el siglo XIabundan los datos sobre concesiones a
servidores y clientes por los distintos “reyes”, que en su mayoría pertenecen al tipo
descrito para los ziríes, y que “radican en que el beneficiario se queda con todos o parte
de los impuestos que adeuda determinada finca o localidad”. En consecuencia se trataría
del mismo sistema que en su día se empleó con los aynad sirios. Pero en opinión de
Pedro Chalmeta, esto parece ser un ropaje jurídico posterior, realizado para justificar
unas apropiaciones de hecho que el califa no podía impedir o cambiar: “...no entrega
nada, no tiene poder para ello, cada uno se queda con los territorios de los que se ha
adueñado”. En cualquier caso, los beréberes van a instalarse en los ricos distritos que
rodeaban Córdoba: los Magraba en el norte de Córdoba, los miembros de la
confederación zanata asentados primero en Jaén, se trasladaron después a Ronda (banu
Ifran), Carmona (Birzalíes) y Arcos (banu Jazrun) y los sinhaya, bajo el mando de los
Ziríes, en Granada, desde donde se extendieron unos años después a Jaén. Los b.
Dammar y los Azdaya obtuveron Sidonia y Morón.

Con respecto a la recuperación del control sobre las regiones más alejadas de Córdoba,
Sulayman trató de consolidar su posición aceptando las situaciones de hecho a cambio
del reconocimiento –más o menos teóricode su autoridad; es el caso de los tuyibíes que
habían gobernado la Marca Superior a finales del Califato y que mantuvieron después el
poder, o de los Hammudíes en el norte de África, que nombraron gobernador de
Algeciras, Tánger y Arcila a al-Qasim b. Hammud y de Ceuta a su hermano Alí, con lo
que esta familia controlaba el Estrecho. De esta forma Sulayman reconstruía una
apariencia de unidad califal, pero al mismo tiempo aceptaba de hecho que carecía de
poder real, y que estaba condicionado por el apoyo de sus partidarios. Éstos se repartían
buena parte del territorio o, mejor dicho, se hacían con los impuestos que generaban las
comunidades campesinas asentadas en ellos, por lo que el califa nunca dispondría de
recursos para llevar a cabo una política independiente. La debilidad de Sulayman se
reflejó además en la persistencia de diversos grupos que se enfrentaron a él y, aunque
sin tener fuerza ninguno de ellos para poder disputarle el poder, si impidieron que
pudiera consolidarse. Especial virulencia tuvo la oposición de los fatasamiríes, que se
habían refugiado en la costa Este, creando una serie de reinos desde Tortosa a Almería.
Desde allí habían colaborado en la restauración de Hisam II (1010-1013) y después de
la muerte de este colaboraron con Alí b. Hammud para deponer a Sulayman.

La alternativa de Hammud.
Aunque tenían títulos de legitimidad islámica para optar al Califato, el hecho de que
además alcanzasen una posición de poder suficiente para hacerlo es considerado por las
fuentes árabes y la mayoría de los estudios contemporáneos como un grave error de
Sulayman al-Musta‘in. Sin embargo, los estudios efectuados recientemente por M.
Acién (1998a), a quien seguiremos, ofrecen una nueva perspectiva sobre esta familia.
Los hammudíes descendían de los idrisíes, cuyo derecho al Califato parece haber sido
reconocido de facto por los propios omeyas durante el siglo X, como se deduce del
especial tratamiento que les dieron en comparación con el que recibieron otros
gobernantes del Magreb, incluso durante los enfrentamientos que mantuvieron con ellos
al aliarse a los fatimíes y que terminó con el envío de varios de ellos a Egipto (Acién,
1998a: 49-50).

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Al inicio de la fitna(1010) Alí b. Hammud se había apoderado de Ceuta y en el 1012
había acuñado monedas de oro –un privilegio exclusivamente califal– aunque a nombre
de Sulayman al-Musta‘in. Éste en el 1013 les reconoció el dominio sobre las ciudades
que habían controlado los omeyas en el norte de África y les entregó el gobierno de
Algeciras. Como se ha indicado antes, fue posiblemente un reconocimiento de una
situación de hecho, ya que seguramente ellos ya controlaban las ciudades del norte de
África, aunque no tenemos noticias acerca de la situación de Algeciras. Sin embargo,
ese mismo año Alí cambió de bando y empezó a acuñar dirhamsde plata a nombre de
Hisam II, en los que él aparece como heredero, lo que puede relacionarse con una carta
de Hisam II, considerada generalmente falsa, en el que efectuaba ese reconocimiento.
En el 1016 Alí ocupó Málaga, quizá con la connivencia del propio gobernador, luego
conquistó Córdoba, hizo ejecutar a al-Musta‘in acusándole del asesinato del califa
legítimo, Hisam II, y se proclamó heredero de este último y defensor de la legitimidad
omeya, adoptando el mismo laqabque ‘Abd al-Rahman III, fundador del Califato
occidental (al-Nasir li-din Allah), y consiguió el apoyo de los ziríes de Granada y del
fata Jayran de Almería.

Pese a su apoyo inicial a Alí ibn Hamud, los fatasamiríes instalados en el Levante
proclamaron como califa a otro omeya: ‘Abd al-Rahman (IV) alMurtadà. Jayrán de
Almería inició una expansión hacia el Oeste apoderándose de parte de las tierras de Jaén
y posiblemente llegando a atacar la capital (1016-1017). Posteriormente junto a otros
eslavos organizó un ejército con el que deponer a Alí ibn Hammud, pero vencidos por
los ziríes cuando se dirigían a Córdoba, ellos mismos asesinaron a al-Murtadá (1018).
Casi al mismo tiempo había sido asesinado Alí ibn Hammud. Fue sucedido por su
hermano Al-Qasim, el cual estableció con los fataseslavos un acuerdo semejante al
realizado por Sulayman con los beréberes, confirmando a Jayrán en la posesión de
Almería, y a Zuhayr en la de Murcia, Baeza y Jaén. Estos intervendrían poco después en
las luchas internas de la familia hammudí, apoyando a Yahya ibn Hammud (hijo de
Alí), frente a su tío al-Qasim, que se vio obligado a retirarse a Sevilla. Yahya ibn Alí ibn
Hammud permaneció en Córdoba hasta 1023, fecha en la que se trasladó a Málaga,
aunque volvería a Córdoba por un breve período (1025-1026), para después afincarse
definitivamente en Málaga, desde donde sus sucesores continuaron siendo reconocidos
como califas. Ese reconocimiento continuó casi hasta la conquista de la ciudad de
Málaga por los ziríes (1057), mientras que poco después Algeciras caía en manos de los
Abbadíes de Sevilla.

El control directo del cinturón costero meridional peninsular proporcionó a los


hammudíes una fuerza que les permitió hacerse con el Califato y tratar de llevar a cabo
una política personal.

Por el contrario, los últimos omeyas carecieron siempre de bases de poder propias. Los
supuestos sectores proomeyas trataron de utilizarles como argumento frente a los
hammudíes, pero sin la menor intención de reponerles en un poder efectivo. Las
“restauraciones” de omeyas en el trono hechas por fatasamiríes, terminaron siempre con
el asesinato del califa por los mismos que le habían encumbrado –‘Abd al-Rahman IV–,
o su abandono ante el ataque de los hammudíes. En el 1027 será la hassade Córdoba la
que, ante el abandono de la ciudad por el hammudí Yahya I, resolvió entronizar a Hisam
(III) b. Muhammad b. ‘Abd al-Malik, pero ante la demostrada incapacidad de éste,
decide deponerlo, y al mismo tiempo suprimir el Califato. Por todo esto, los omeyas
tuvieron en este período bastante menos relevancia que los hammudíes.

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