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Problemas externos: En el siglo III se producen diversas derrotas ante los germanos, las
más sonadas serán las del Rin y las de Danubio, además de producirse derrotas en Asia
frente a los persas sasánidas. El Imperio pasa de tener una visión expansionista a una
visión defensiva por lo que se ve en la necesidad de incrementar los impuestos para
facilitar el abastecimiento de las limes romanas.
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Balleraica : Desde el 385 se añade esta nueva provincia, desgajada de
Carthaginense
A través de las fuentes que nos proporciona la Crónica de Hidacio (del Obispo
de Chaves) podemos observar cómo se tiene una visión muy negativa del fenómeno de
las invasiones y un odio a “bárbaro” y una actitud muy pro-romana, pnsando que con
estas invasiones el fin del mundo se acerca (llegará en el 482). Para muchos romanos de
la época era como si se estuviera acercando el momento final de Roma, núcleo de la
civilización considerada eterna (Si Roma cae, caerá el mundo). Frente a esta visión
apocalíptica que Hidacio presenta encontraos la de Paulo Orosio en la que muestra una
imagen positiva viéndolo como una posibilidad de renovación a partir de la oportunidad
de conversión al cristianismo de los pueblos germánicos.
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los romanos implica una etnicidad teórica, que luego en la práctica es difícil aplicar,
esto es debido a la necesidad de Roma de definir con unos rasgos concretos o categorías
fijas a sus vecinos.
El reparto territorial de los invasores (sin contar con la aprobación de Roma, inmerso en
el caos). Los suevos y vándalos asdingos se establecen en la zona de la Gallaecia,
siendo los territorios más occidentales para los suevos (Lugo, Braga, Chaves) y el
interior para los asdingos. Los alanos se establecen en el territorio de Lusitania y en la
parte occidenta de la Cartaginense (son poco numerosos). Los vándalos silingos se
establecen en la antigua provincia de a Bética al tratarse de una provincia muy rica. Son
un grupo reducido, estableciéndose en villaes y zonas con riqueza natural para e
aprovisionamiento (gran preocupación de pueblos semi-nómadas hasta tiempos
recientes). No existiendo e ningún caso un control efectivo de estos territorios.
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S. III. Asentamiento en los márgenes del Danubio y mar Negro: Hacia el 250 d.C se
produce una división entre ostrogodos y visigodos. En el 270 los visigodos se
establecen en la Dacia (actual Rumanía) teniendo fuertes contactos con los romanos.
Alarico I (395-410) dux o caudillo godo (estirpe de los Baltos) mira hacia Occidente:
Intenta introducirse en Italia desde el 408 buscando tierras para asentar a su pueblo en
unas mejores condiciones, además de la obtención de estipendios para sus soldados.
Este intento de introducirse en Italia responde a un contexto de gran debilidad por parte
de Occidente, donde gobierna el emperador Honorio desde Rávena (siendo este un
adolescente); en este contexto se produce el llamado “saco” de Roma” el 24 de agosto
del 410 d.C. produciéndose el saqueo de la ciudad por parte de los godos de Alarico y
capturando a Gala Placidia, la hermana del emperador Honorio. Este hecho supone una
gran conmoción para el Imperio que se verá agravado por el intento de los godos de
cruzar a África (el granero del Imperio) aunque este no resultará fructuoso ante a falta
de barcos de los godos. En el 410 muere Alarico y le sucede en el poder su cuñado
Ataúlfo.
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-415. Asesinato de Ataúlfo en Barcelona en un posible nuevo intento de cruzar el
Mediterráneo, a manos del noble Sigerico, cuyo gobierno durará una semana.
Posteriormente se elegirá a Walia como rey visigodo, evidenciando de esta manera el
fuerte arraigo de la institución monárquica en la sociedad goda, aunque se observe de
forma clara electividad.
-416. Acuerdo entre Constancio y Walia para la expulsión de los bárbaros de la
Península a cambio de trigo (acciones dirigidas contra los alanos y los vándalos
silingios: aniquilamiento de estos pueblos).
-418. Acuerdo o foedus entre Walia y Honorio (Aquitania Secunda). Se produce la
devolución de Gala Placida a su hermano Honorio (es entregada al general Constancio,
que se casa con ella y tiene dos hijos, de los cuales uno de ello será el emperador
Valentiniano III). En adelante Gala Placidia será defensora del entendimiento y
colaboración entre godos y romanos hasta su muerte en el 450, ya que ella es depositaria
de los derechos imperiales.
Se produce una colaboración estrecha entre los visigodos con Roma, en el combate de
los invasores germanos de Hispania. Frutos de estos acuerdos se produce el
asentamiento de los godos en la Aquitania Secunda (desde el Loria) estableciendo su
capital en Tolosa (Roma esta interesada en alejar lo máximo posible a los godos del
Mediterráneo, además también es una estrategia para facilitar la defensa del Rin. Se
funda de esta manera un regnum dentro del Imperio romano, esta entrega de tierras se
basa en el principio romano de hospitalidad (hospitium). Teodorico I (418-451, muerte
en la batalla de los Campos Cataláunicos, frente a los hunos de Atila) y Turismundo
(451-453, asesinado posteriormente por su hermanoTeodorico II) mantienen el pacto
con Roma, pero aprovechan la anarquía del Imperio para extender su dominio hacia el
litoral mediterráneo.
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sus poblados. -R. Sanz Serrano: Considera la convivencia de diversidad de situaciones
(godos que recibieron tierras y se integrarón en el paisaje general; hombres ligados al
monarca que dejaron las tierras en explotación a sus habitantes, a cambio del pago de
una renta; reparto de tierras sin dueño y tierras donadas voluntariamente por las
poblaciones locales).
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jefes carismáticos (como Basilio) en el curso medio del Ebro, llevarán a tomar serias
medidas, tanto es así que hasta el 454 Frederico, hermano de Teodorico II no logrará
someter el movimiento (dando así cumplimiento al foedus del 418).
6. Desarrollo y fin del reino visigodo de Tolosa: de la ruptura con Roma a la instalación
goda en Hispania.
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Amalarico en Narbona. Proclamación por parte del ejercito del general ostrogodo
Teudis (531-548) que estaba casado con una rica noble hispanorromana muy rica
(importancia de sus clienteles). Rechazo de las incursiones francas en el Norte
peninsular. -548. Asesinato de Teudis. Sucesión de Teudiselo (548-549), que pronto
será asesinado también. Desplazamiento del centro político al sur peninsular en un
intento de control de la Bética.
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711). La invasión musulmana de la península ibérica, desencadenada a partir de la
batalla de Guadalete, en 711 puso fin al Reino visigodo de Toledo.
El proceso de formación del Estado visigodo comenzó con el asentamiento del pueblo
visigodo al sur de las Galias, en virtud de un pacto (foedus) celebrado en el 418 entre
Valia y Honorio que, en principio, no otorgaba al rey visigodo poder político sobre la
población romana, al menos hasta la etapa de consolidación iniciada por Eurico, que
vinculaba ya como súbditos de este rey a visigodos y romanos. Por su origen y
formación, el Estado visigodo fue consecuencia del ideario germánico sobre la
comunidad política y del del romano que había informado la estructura del Imperio al
que los godos inicialmente quedaron incorporados. A esto habrá que agregar una tercera
concepción que será la de la Iglesia sobre la comunidad pública, el poder y su ejercicio,
ya que influirá de manera decisiva en la conversión de los visigodos al catolicismo.
A Teudiselo le sucedió Agila I (549-554), que no pudo impedir que los bizantinos
cruzaran el estrecho de Gibraltar y ocuparan parte de la provincia de la Bética y de la
Cartaginense, fundando la provincia bizantina de Spania, en el sur y sureste de la
península.
La invasión bizantina fue propiciada por las luchas internas entre los propios visigodos
que estallaron durante el reinado de Agila. En 550 se inició la primera rebelión que tuvo
lugar en Hispania contra «los godos», con su epicentro en la ciudad de Córdoba, y que
consiguió derrotar al ejército de Agila, quien perdió a su hijo y el tesoro real. Mientras
Agila se refugiaba en Mérida, Atanagildo, un noble visigodo, se rebelaba también en
Sevilla y pedía ayuda a los bizantinos situados al otro lado del estrecho. Así en junio o
julio de 552 un ejército bizantino al mando de Liberius desembarcaba en el sur de
Hispania, uniendo sus fuerzas a las de Atanagildo. Tres años después, en marzo de 555,
Agila era asesinado por sus propios partidarios, quienes proclamaron a Atanagildo como
rey para que rompiera su alianza con los bizantinos y los combatiera y expulsara de
Hispani.
Tras la muerte de Atanagildo, trascurrieron cinco meses sin que se hubiera elegido un
nuevo rey —y sin que sepamos las razones—. Los magnates de Septimania eligieron a
Liuva I (568-572), pero esto no satisfizo a los magnates de la península, en especial al
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clan de Atanagildo, lo que produjo un compromiso de elegir a su hermano Leovigildo, y
repartirse el poder, mientras Liuva se ocupaba de la defensa de la Septimania, de nuevo
amenazada por los francos, Leovigildo quedó encargado de los asuntos de Hispania y
contrajo matrimonio con la viuda de Atanagildo.18 Cuando Liuva murió en 572,
Leovigildo quedó como gobernante único del reino. «Iba a ser el más grande de sus
reyes», afirma E. A. Thompson.
Leovigildo fue el más notable de los reyes arrianos de España. Restauró el poder de la
monarquía, reimplantó el control visigodo sobre las enormes zonas del país que
Atanagildo había perdido, y al final de su reinado incorporó a sus dominios el reino
suevo de Galicia. Reformó la moneda, restableció el orden después del caos financiero,
y mandó acuñar monedas totalmente diferentes de las bizantinas.
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Su siguiente objetivo fue poner fin a la rebelión de Córdoba que había comenzado en
tiempos de Agila y que Atanagildo no había conseguido reprimir. Al mismo tiempo
tuvo que hacer frente a una revuelta campesina que se desarrolló cerca de allí y que le
obligó a someter «muchas ciudades y fortalezas» (Multasque urbes et castella). Años
más tarde, en 577, también tuvo que acabar con una segunda revuelta de campesinos
(rustici) que se produjo en Orospeda (la parte oriental de Sierra Morena).
Entre el 573 y el 576 se ocupó del noroeste del reino, fronterizo con el reino de los
suevos. Así en 573 sometió la Sabaria, un territorio del que se desconoce su localización
exacta. Al año siguiente tomó la ciudad de Amaya, y con ella toda la provincia de
Cantabria quedó sometida. En 575 se apoderó de la región de Orense haciendo
prisionero a Aspidius, loci senior de aquel territorio. De esta forma recuperó la enorme
franja de terreno de la parte visigoda de la frontera con el reino suevo, formada por
Orense, Asturias y Cantabria, y que en la práctica eran independientes. En 576 penetró
en el reino suevo, pero llegó a firmar la paz con su rey Miro (570-582).25 Durante esos
años también luchó contra los runcones (pueblo independiente entre Salamanca y
Extremadura).nota 2 También fundó el campamento de Villa Gothorum (actual Toro) y
en el 582 la ciudad de Victoriacum, desde donde controlará los ataques de los vascones.
Así pues Leovigildo «gobernó toda la Península Ibérica, aparte de la provincia bizantina
y el reino suevo (a los que había puesto en peligro), y a los vascones en el norte, a los
que los reyes godos nunca consiguieron subyugar. Celebró el final de sus campañas
fundando en Celtiberia la ciudad de Recópolis, llamada así (cosa curiosa, en griego) por
el nombre de su hijo menor, Recaredo. Es el único rey germano que fundó una nueva
ciudad. Sus ruinas están todavía en la colina del Cerro de la Oliva, mirando al Tajo, al
sur del pueblo de Zorita de los Canes.
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Leovilgido llevó a cabo una revisión completa del Código de Eurico por el que se regían
los visigodos (los hispanorromanos y los galorromanos de Septimania se regían por un
código legal diferente: el Breviarium de Alarico) lo que dio nacimiento a un nuevo
código que es conocido como el Código de Leovigildo, pero su título original no ha
llegado hasta nosotros ya que no se ha conservado ninguna copia del mismo. Su
contenido lo conocemos gracias a que trescientas cuatro de sus leyes fueron incluidas
sin cambio alguno en el Código de Recesvinto publicado a mediados del siglo siguiente
y en el que aparecen con el nombre de leyes antiquae. Entre las nueve leyes que
promulgó —que nunca las justifica recurriendo a argumentos religiosos— destaca una
por la que abolió la prohibición de los matrimonios mixtos entre godos e hispano-
romanos —en el Breviarium de Alarico estaban castigados con la pena de muerte y la
Iglesia católica de Hispania también los había condenado.
En 582 Leovigildo se dirigió con su ejército a Mérida (donde había muchos seguidores
de Hermenegildo) y la tomó. En el 583 reunió un gran ejército e impidió que los
bizantinos intervinieran en el conflicto. Después atacó Sevilla y venció a un grupo de
suevos bajo el rey Miro que había venido a socorrer a Hermenegildo. Tomó y restauró
Itálica y se asentó en ella con su ejército hasta que tomó Sevilla al asalto.
Fue considerado por la Iglesia católica como un mártir, al morir por ser católico y diez
siglos después fue canonizado como san Hermenegildo. Los cronistas hispanos y
visigodos de la época hablan de él como un «tirano» (san Isidoro dice que provocó una
guerra civil innecesaria), mientras que los escritores «extranjeros» lo tratan de mártir
(como Gregorio de Tours). Por otro lado, según Gregorio de Tours, Leovigildo poco
antes de morir se convirtió al catolicismo.
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Leovigildo jurada por su padre, pudieron ser las causas de que al año siguiente Eborico
fuera destronado por su cuñado Andeca y obligado a ingresar en un convento. Andeca
para fortalecer su posición se casó de inmediato en segundas nupcias con la viuda del
rey Miro, Siseguntia. Leovigildo no intervino en seguida porque todavía estaba
intentando acabar con la rebelión de Hermenegildo, pero en cuanto consiguió ponerle
fin, encabezó un ejército en 585 que penetró en el reino suevo y se apoderó de él. El rey
Audeca fue recluido en un monasterio y Leovigildo se hizo con el tesoro real. Así dejó
de existir el reino suevo que quedó convertido en una provincia del reino visigodo de
Toledo. Tras la marcha de Leovigildo, hubo un intento de restauración del reino por
parte de un tal Malarico pero fue derrotado por los ejércitos visigodos. Como
consecuencia de la conquista, fueron establecidos obispos arrianos en Viseu, Lugo, Tuy
y Oporto, aunque «no parece que Leovigildo llevase a cabo ninguna acción violenta
contra la Iglesia católica del antiguo reino suevo: los obispos católicos continuaron en
sus sedes, incluso allí donde se establecieron arrianos».
Los Concilios de Toledo van a ser muy importantes ya que a partir de este momento
gracias a sus actas se conoce gran parte de lo que ocurría en el reino no solo en lo
religioso, sino también en lo político, social y administrativo. El III Concilio empieza el
8 de mayo del 589 y se tratan aspectos religiosos y de administración pública. En el
aspecto religioso en el Concilio los representantes de la Iglesia Católica ofrecieron a la
firma de Recaredo un documento en el que abjuraba del arrianismo, además de tener
que hacer una profesión pública en nombre del pueblo visigodo (esto significará el final
del arrianismo). El concilio trató todo lo que estaba escrito en el Tomo Regio; en
adelante todos los concilios tendrían un libro en donde se analizarían todos los
problemas del reino y se aportaría la documentación necesaria. Ese Tomo Regio tenía
23 cánones (propuestas), y se cerró con un discurso de san Leandro. Gracias a este
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documento se sabe las personas que asistieron, ya que todos firmaron. Además de la
firma de Recaredo aparecen las firmas de 72 obispos. Las actas del concilio permiten
ver, que fue mediante la imposición de manos de un sacerdote católico, como se realizó
la incorporación de los arrianos a la iglesia católica. Los obispos arrianos siguieran
manteniendo su cargo; solo se les obligó al celibato. En las diócesis donde hubiera dos
obispos, ambos se quedarían en la ciudad hasta que uno muriese y se quedase el otro los
bienes de las dos Iglesias. A las reliquias, libros y demás símbolos de culto de los
arrianos se les aplicó una ordalía.
En el 601 muere Recaredo, pero antes se le practicó una penitencia pública, esto es un
acto que promueve la Iglesia visigoda, donde el obispo de Toledo le aplica la extrema
unción. Esta penitencia se administraba cuando el rey estaba moribundo; si sobrevivía
dejaba de ser rey. A Recaredo le sucede un hijo ilegítimo, Liuva II (601-603). Para
muchos este hijo no podría ocupar el trono, ya que su madre no era de sangre noble. Los
nobles decían que era un rey muy joven sin experiencia y que había sido muy rebelde a
la monarquía visigoda (Baddo también intentará derrocar a Liuva II). La nobleza busca
un noble para que ocupe la corona y, dando un golpe de estado, coronarán a Viterico,
que mata a Liuva II en el 603.
Viterico (603-610) era un experimentado guerrero que destacó luchando contra los
bizantinos (conquistó Medina-Sidonia). Intentó casar a su hija con Teoderico II, hijo de
Childeberto II (rey de Austrasia), aunque su hija fue rechazada, por lo que su política de
alianzas matrimoniales con los francos fracasó. Fue acusado de usurpar el poder, por lo
que se le denominó tirano. Los que le acusaron fueron perseguidos y desterrados a
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Septimania, entre ellos el conde Búlgar y muchos obispos. En el 610 Viterico muere
asesinado en un banquete y sube al trono Gundemaro.
Sisebuto (612-621), fue el rey más culto, ilustrado y piadoso, según san Isidoro. Luchó
contra los bizantinos, se preocupó de la religión y perdonó a sus enemigos; fue de una
gran religiosidad, e intentó convertir a otros reyes arrianos al catolicismo. También
sabemos que escribió una carta a su hijo Teudila intentando que este saliera del
monasterio para acometer sus responsabilidades en el reino.
Los monasterios y la vida cenobítica fueron impulsados por la corona. Escribió un libro
sobre la vida de san Desiderio. En cuanto a la política religiosa se mostró muy exigente
con los obispos. En el concilio de Mentesa se trató el problema de la conversión en
monjes de algunos obispos, abandonando sus funciones, Sisebuto intentó acabar con
esta situación. En este concilio se puso en marcha la política antijudía, actualizando toda
la legislación contra los judíos que fue entregada a los obispos de Illiberis, Jaén,
Córdoba, etc. En ella se les prohibía la tenencia de siervos cristianos y los matrimonios
mixtos. Otras leyes serán la de pena de muerte contra los judíos que no cumplieran estas
leyes y la confiscación de sus bienes. Esto obligó a los judíos a la conversión, aunque
muchos de los judíos trataron de obviarlo, marchándose fuera, y otros tuvieron que
convertirse de forma ficticia, con lo que aparece el problema de los conversos, que se
trata de solucionar en el IV Concilio de Toledo.
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Las campañas militares se desarrollan en varios frentes, y por primera vez se construye
una flota para luchar en el mar contra los bizantinos y contra los vascones. Hubo una
rebelión astur y vascona que fue sofocada mediante esta flota por los duques Riquila y
Suintila y además se recuperó parte de Cantabria que había sido ocupada por los
francos. Gracias a esta flota también se tomaron Cartagena y Málaga, donde se
estableció un obispo en 619. Además de la guerra se tomaron medidas diplomáticas que
llevaron a Cesáreo, gobernador bizantino en la península, a pedir la paz y para
conmemorarlo Sisebuto mandó construir una serie de basílicas en las que se celebrarán
los concilios regionales. Entre estas destaca la basílica de Santa Leocadia en Toledo. Se
produce además un resurgimiento de los sínodos provinciales y se sabe que en la Bética
y en la Tarraconense se realizaron dos.
En esta fase se entra en el período constituyente, en el que hará un gran esfuerzo por
legislar y estructurar las instituciones en la monarquía, para estabilizar la monarquía y la
participación de las fuerzas sociales en el reino. El encargado de esto fue san Isidoro,
que escribe un catálogo de las virtudes del verdadero rey: «el gobierno nunca puede ser
arbitrario, ni caprichoso y estará sujeto al derecho». La realeza adquirirá ahora un
carácter sagrado, porque desde ahora todo rey elegido debe ser ungido por la Iglesia
(unción sacra) y debe pasar por la reunión de un Concilio donde será aclamado como
rey, por lo tanto nadie puede atentar contra un «elegido de Dios». Además, establece
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unas leyes para la sucesión en el trono. Todo esto se pone en marcha, ya que la falta de
legislación provocaba la inestabilidad política.
En este concilio condena a Iudila y también se trata el problema de Suintila que estaba
aún vivo, aunque ya no era rey. Todo el que a partir de ahora conspire contra el rey
auténtico será considerado traidor, rebelde y será castigado. El IV Concilio de Toledo
introduce una serie de reformas políticas a partir de un compromiso entre la Iglesia, el
rey y la aristocracia. El rey debe ser una persona de signo nobiliario y goticista. El
Concilio se puede dividir en dos apartados:
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monarquía visigoda la legitimidad no vendría por herencia sino por elección y
consagración del elegido, y el que atente contra eso caerá en un crimen abominable por
dos razones: 1. Ya que había sido previamente jurado por los demás nobles. 2. Ya que
era consagrado, por lo que caerán sobre el tirano las leyes de la Iglesia (excomunión).
Muerto el rey se tienen que reunir los magnates y los obispos, que elegirán al nuevo rey.
El rey debe de gobernar con justicia, piedad y será condenado por la Iglesia todo rey
que gobernare despóticamente. Además el Concilio trató el tema de Suintila y dictaminó
que no tiene derecho a gobernar, ya que había cometido irregularidades en su gobierno
y además Suintila firmó un documento en el que renunciaba a cualquier derecho al
trono. Suintila devolvió los bienes adquiridos durante su reinado y muere en el 641 en
Toledo, mientras que Sisenando y san Isidoro mueren en el 636.
El problema de los judíos hace que estos tengan que pagar grandes cantidades de dinero
para no ser expulsados. En este concilio sabemos que hubo problemas con el papa
Honorio I; este mandó un enviado para que le informara del estado de la iglesia con
respecto a la conversión de los judíos. San Braulio escribe una carta el papa para
informarle que desconoce lo sucedido en el reino y que no haga caso de las habladurías
que llegan a Roma. A los judíos se les obligó a firmar un documento por el que se
comprometían a convertirse a la fe cristiana, pese a lo cual siguió existiendo una gran
cantidad de judíos sin convertirse. Chintila muere en el 639 y le sucede su hijo Tulga
(639-642), de débil carácter incapaz de controlar a la nobleza visigoda. En el 642 se alza
una revuelta dirigida por Chindasvinto que se hace con el trono.
Chindasvinto elaboró una legislación destinada a dar fundamento político a sus medidas
represivas, de las que no se escaparon ni los prófugos, que son considerados por las
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leyes como reos de alta traición. En el 642 promulgó una ley que distingue a los que
atentaron contra el rey, la nación o la patria desde su reinado y los que lo hicieron desde
el reinado de Chintila. Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus
bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera. El rey, para
asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligase a aceptarla bajo
juramento a los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como a los obispos.
Y como última garantía, para que la ley eclesiástica reforzase lo dispuesto por la ley
civil, Chindasvinto promovió la reunión del VII Concilio de Toledo donde se decretaron
severas penas canónicas contra los clérigos y laicos autores de los delitos políticos
contemplados por la legislación real. Se producirá la excomunión de por vida, hasta el
momento de su muerte, en el que, con el permiso del rey se levantaría la excomunión, a
los rebeldes y prófugos. Los obispos que levantaran esta excomunión serán castigados,
y si el hecho es grave serán también excomulgados. El obispado se levantó contra
Chindasvinto, pero este se impuso a estas protestas. Muchos obispos no asistieron a este
Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado
hispano). Sin embargo sí se vieron obligados a jurar la ley.
Chindasvinto elaboró una legislación destinada a dar fundamento político a sus medidas
represivas, de las que no se escaparon ni los prófugos, que son considerados por las
leyes como reos de alta traición. En el 642 promulgó una ley que distingue a los que
atentaron contra el rey, la nación o la patria desde su reinado y los que lo hicieron desde
el reinado de Chintila. Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus
bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera. El rey, para
asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligase a aceptarla bajo
juramento a los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como a los obispos.
Y como última garantía, para que la ley eclesiástica reforzase lo dispuesto por la ley
civil, Chindasvinto promovió la reunión del VII Concilio de Toledo donde se decretaron
severas penas canónicas contra los clérigos y laicos autores de los delitos políticos
contemplados por la legislación real. Se producirá la excomunión de por vida, hasta el
momento de su muerte, en el que, con el permiso del rey se levantaría la excomunión, a
los rebeldes y prófugos. Los obispos que levantaran esta excomunión serán castigados,
y si el hecho es grave serán también excomulgados. El obispado se levantó contra
Chindasvinto, pero este se impuso a estas protestas. Muchos obispos no asistieron a este
Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado
hispano). Sin embargo sí se vieron obligados a jurar la ley.
Chindasvinto elaboró una legislación destinada a dar fundamento político a sus medidas
represivas, de las que no se escaparon ni los prófugos, que son considerados por las
leyes como reos de alta traición. En el 642 promulgó una ley que distingue a los que
atentaron contra el rey, la nación o la patria desde su reinado y los que lo hicieron desde
el reinado de Chintila. Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus
bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera. El rey, para
asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligase a aceptarla bajo
juramento a los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como a los obispos.
Y como última garantía, para que la ley eclesiástica reforzase lo dispuesto por la ley
civil, Chindasvinto promovió la reunión del VII Concilio de Toledo donde se decretaron
severas penas canónicas contra los clérigos y laicos autores de los delitos políticos
contemplados por la legislación real. Se producirá la excomunión de por vida, hasta el
momento de su muerte, en el que, con el permiso del rey se levantaría la excomunión, a
los rebeldes y prófugos. Los obispos que levantaran esta excomunión serán castigados,
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y si el hecho es grave serán también excomulgados. El obispado se levantó contra
Chindasvinto, pero este se impuso a estas protestas. Muchos obispos no asistieron a este
Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado
hispano). Sin embargo, sí se vieron obligados a jurar la ley.
VIII Concilio de Toledo. Se elaboraron una serie de textos donde se exponían los dos
principales temas a tratar en el concilio: 1. La llamada de los huidos y refugiados en
tiempos de su padre. 2. Determinar a quiénes de estos se les devolverían sus posesiones
que habían sido expropiadas. El 16 de diciembre se celebró el Concilio en la basílica de
Santa Leocadia, aunque después fue trasladado a la iglesia de San Pedro y San Pablo.
Las actas del Concilio fueron firmadas además de por los obispos, por los magnates
laicos (18 nobles y pertenecientes al oficio palatino). Se trata el asunto de la
diferenciación entre el patrimonio real y la fortuna privada del monarca. Además
aquellos nobles que reclamasen tierras, que hubieran sido adquiridas de forma ilegítima,
no tendrían derecho a que se les devolvieran. Para ello tenían que aportar
documentación de la compra o cesión de esa tierra. Ante esta demanda se comprueba
que la mayoría de tierras habían sido adquiridas de forma ilegal. Recesvinto firma un
documento por el que, ni él, ni sus hijos, podrán heredar las tierras adquiridas por su
padre. El rey visigodo acepta esta situación, retrotrayendo la ley hasta el reinado de
Suintila. Con esto se observa que lo que había hecho su padre era algo común entre los
reyes anteriores. Otro tema tratado en el Concilio fue que Recesvinto era rey sin haber
sido elegido, por lo que todos los obispos y magnates lo ratifican en su cargo y lo ungen
como rey. Otra ley trata sobre el lugar de sucesión: el sucesor será elegido allí donde
muera el rey anterior o en Toledo.
En cuanto a la cuestión judía, los obispos piden que esta cuestión se trate ya que la
unidad de fe del reino era fundamental, por lo que se les obligó a cumplir las leyes
dictadas en los anteriores concilios, ya que tanto los judíos no bautizados como los
conversos judaizantes constituían la única mancha en la unidad religiosa del pueblo. El
concilio dedicó un canon a la cuestión, pero el rey, en cambio, publicó diez leyes civiles
y una vez más se obligó a los judíos a un nuevo compromiso colectivo en el que
prometían ser fieles a la fe cristiana. La empresa más importante de Recesvinto fue la
promulgación del Liber Iudiciorum en el 654, ya iniciado por su padre. En el Concilio
se le da permiso para que promulgue este código. Con este, se construye un derecho
común para godos e hispanorromanos, algo, a juicio del historiador José Soto Chica,
revolucionario en la época, pues «en una Europa occidental en la que por esos mismos
años y durante mucho tiempo aún, cada pueblo (francos salios, francos ripuarios,
burgundios, alamanes, galorromanos, bávaros, etc.) se regía por sus propias leyes pese a
vivir todos juntos y bajo unos mismos monarcas, los merovingios».32 En el 655 se
celebró el IX Concilio de Toledo que trató solo materias eclesiásticas y fue presidido
por Eugenio II, arzobispo de Toledo. En el 656 se celebró el X Concilio de Toledo a
petición de Recesvinto, pero que no fue presidido por él. Se trataron temas poco
20
relevantes como la celebración de la fiesta de la Virgen o nombrar a un nuevo
metropolitano para Galicia. Otras noticias (que son muy escasas, ya que no hay fuentes)
del final del reinado de Recesvinto es que nombró a san Ildefonso como metropolitano
(arzobispo) de Toledo. En el 666 se tiene noticia de la celebración de un sínodo en
Mérida, por el que conocemos que se realizaron algunas campañas contra los vascones y
que se le devolvieron algunas diócesis a la provincia de Lusitania que le habían sido
arrebatadas cuando esta región estaba ocupada por los suevos. En el 657 murió su mujer
llamada Reciberga, y no se sabe que contrajera nuevas nupcias ni que tuviera
descendencia. Construyó la iglesia de San Juan de Baños en Palencia y ofreció una
corona votiva a Dios perteneciente al famoso tesoro de Guarrazar. La muerte sorprendió
al monarca lejos de Toledo, en la villa de Gérticos, en territorio salmantino,
seguramente una residencia veraniega de la Corte, donde el rey se encontraba
acompañado de un numeroso séquito de magnates palatinos. Fue el primer día de
septiembre del año 672.
21
reacciona y vence a los vascones y dirige su ejército hacia Narbona. Allí, dividirá su
ejército en tres partes. Domina la parte de la Tarraconense, se apodera de las ciudades
de Barcelona y Gerona y el ejército pasa los Pirineos, donde se une a la otra parte del
ejército, tomando y saqueando Narbona. Después toma Béziers, Agde y Nimes donde
estaba refugiado Paulo que es vencido y capturado.
En el 681 la mitad de la población había caído en la infamia (no había cumplido estas
leyes). Esto se sabe gracias al Concilio XI de Toledo. En el 675 se celebraron concilios
en Toledo y en Braga. El primero tuvo lugar en la basílica de Santa María y fue el XI
Concilio de Toledo que trató temas eclesiásticos: episcopado, decadencia de la moral,
disciplina eclesiástica, abusos de algunas personas de la iglesia; y además se trataron
temas teológicos como el dogma de la Santísima Trinidad o de la Virgen. También hay
que destacar que en su reinado se produjeron problemas con la Iglesia, debido a que en
las leyes militares se obligaba a los religiosos a tomar las armas y a que Wamba creó
22
una serie de obispados que entregó a personas adeptas a su figura. Gracias a la Hitación
de Wamba,33 documento del siglo XII publicado por Ramos Loscertales, se conoce la
creación de estos obispados y su configuración dentro de las distintas provincias.
También conocemos que en el 670 hubo una amenaza de los árabes que desde su base
en Kairuán lanzaron diversos ataques.
5.2. Ervigio
El 14 de octubre de 680, el rey Wamba cayó en un estado de inconsciencia, por lo que
recibió la penitencia, sacramento que de acuerdo a la práctica se aplica a alguien
cercano a la muerte, pero debido a la práctica de la época fue vestido con los hábitos
religiosos y tonsurado en presencia de magnates laicos de su palacio,34 lo que de
acuerdo al VI Concilio de Toledo le incapacitaba para reinar.35 Cuando volvió en sí se
encontró en un estado irreversible y firmó documentos para que Ervigio fuera
proclamado horas después, el día 15, y ungido como su sucesor por el metropolitano
Julián de Toledo el día 21 de octubre. Sin embargo, la designación de un rey por su
predecesor no formaba parte de la elección del nuevo monarca, y dado que Ervigio fue
proclamado con gran celeridad, esto induce a pensar en una intriga palaciega, a lo que
se añade que fue el propio Ervigio el mismo que instaba a los obispos del XII Concilio a
publicar los hechos.36 En la intriga parece haber intervenido el metropolitano de
Toledo, que era amigo de Ervigio, y contrario a las medidas de Wamba para debilitar la
sede toledana.37 Sin embargo, existe la hipótesis que Ervigio no formara parte de la
conjura: ante el desvanecimiento de Wamba, el entorno palatino aprovechó para
destronarle mediante el sacramento de la penitencia y la tonsura eclesiástica, y cuando
Wamba se recobró renunció al trono y designó como sucesor a Ervigio como su propio
candidato para desbaratar los planes de los conjurados, algo que la Iglesia aceptó, pero
con eso Ervigio se ganó así la anivamersión de los conjurados que habrían tenido otro
candidato, lo cual explica la debilidad del monarca en su reinado y el designar a Égica
como su propio sucesor.
En el XII Concilio, el rey tenía preparadas veintiocho leyes antijudaicas,40 como las
referidas a la obligatoriedad del bautismo, la prohibición de la circuncisión, no poder
tener esclavos cristianos, prohibición de celebrar fiestas judías, o el seguimiento de los
desplazamientos, aunque se derogó la pena de muerte indiscriminada presente en la
legislación de Sisebuto.41 Esta rapidez da a entender que algunas leyes ya estaban
preparadas por Julián de Toledo antes de la abdicación de Wamba. También se produjo
la confirmación de la primacía de Toledo, se sancionaron todas las leyes contra los
judíos y se ultimó la revisión del Fuero Juzgo, recogiendo en ese nuevo código la
promulgación de una nueva ley militar. Esa nueva ley ratifica algunos aspectos de la ley
de Wamba, pero modifica aquello en lo que no está de acuerdo la Iglesia. Cuando se
produzca una invasión deben acudir los señores con sus clientes y una décima parte de
los siervos, pero quedan libres los eclesiásticos.
23
XIII Concilio de Toledo.
Crisis económica y social La época de Ervigio es de una gran fragilidad y crisis
económica, con secuelas de hambre que marcan el período, hasta el punto que la
población no tenía para pagar los impuestos. Esto se puso de manifiesto en el Tomo
Regio del XIII Concilio de Toledo: Amnistía a los nobles y familias que habían
participado en la revuelta de Paulo. El concilio recogió esta medida, que se extendió a
estas familias hasta tiempos de Chintila, con orden de que se les restituyan todos los
bienes que tenían cuando participaron en la rebelión de Paulo. La condonación de
impuestos atrasados que no podían ser pagados. La exclusión de los cargos palatinos de
siervos y libertos. Además se acordó para los nobles el habeas corpus: 1. Cuando se
celebre un juicio contra un noble el tribunal estará formado por nobles que serán como
mínimo de su mismo rango. 2. El juicio debe tener garantía de ser imparcial, por lo que
el inculpado puede impugnar a miembros del tribunal. También se promulgan medidas
que favorecen la posición de la familia real: casamiento de su hija Fisido con un sobrino
de Wamba llamado Égica. este se compromete a defender a la familia de Ervigio una
vez fuera rey. El concilio ratificó ese matrimonio. En los últimos años del reinado, se
sabe que llegó en el 683 un emisario del papa León II para garantizar la adhesión de la
Iglesia Visigoda a las decisiones tomadas en el III Concilio de Constantinopla (es decir
a la condena del monotelismo como herejía). este consistía en decir que Cristo tenía una
sola naturaleza, porque la ortodoxia decía que Cristo tenía naturaleza humana y divina.
Estos documentos fueron mandados a los distintos obispados donde se celebraron
concilios regionales. San Julián manda a Roma la Apología de la fe en la que la Iglesia
Visigoda se adhería a estas decisiones.
Sucesión de Ervigio
Ante la debilidad del monarca, los conflictos con la nobleza y para evitar represalias
contra su familia, casó a su hija Cixilo con Égica, un magnate pariente de Wamba y que
encabezaba un clan nobiliario hostil,43 en algún momento de su reinado.44 Puesto que
Ervigio no podía esperar que un hijo suyo pudiera mantenerse en el trono el matrimonio
de Cixilo con Égica era una forma de compatibilizar ambas familias. Para evitar que sus
hijos quedaran desamparados cuando él desapareciera hizo jurar a Égica que garantizara
la protección de la reina y de sus hijos.45 En 687 sintiéndose mortalmente enfermo,
Ervigio proclamó a Égica como su sucesor el 14 de noviembre y el 15 recibió la
penitencia, y desligó de su obediencia a los magnates para que fueran a acompañar al
nuevo rey a Toledo.
5.3. Égica.
XIV Concilio de Toledo El nuevo rey trató de debilitar la posición de su familia política
para impedir que se presentaran como sus rivales.47 Pero además quería atraerse al
sector de la nobleza que había sido combatido por Ervigio y para ello debía devolverles
las propiedades que les había confiscado Ervigio y repartido a sus hijos.48 El 11 de
mayo de 688 el rey inauguró el XV Concilio de Toledo para liberarse del juramento que
le había hecho a Ervigio de proteger a la familia real. El rey presentó a los obispos la
disyuntiva entre el juramento prestado a Ervigio de proteger a la familia de Ervigio y el
juramento que había tenido que hacer a Ervigio, antes de ser rey, relativo a prestar
justicia al pueblo. Égica planteaba que ambos juramentos eran incompatibles, y esto
suponía que Ervigio había condenado injustamente a personas y les había arrebatado
bienes para otorgárselos a su propia familia, pero revertir tales injusticias suponía
perjudicar a la familia de Ervigio, por ello planteaba ser liberado de alguno.49 Además
les planteó revocar los medidas acordadas en el XIII Concilio de Toledo acerca de la
24
protección de la familia de Ervigio. En el XV Concilio, Égica no tuvo el éxito esperado
para perjudicar a la familia de su mujer, pues aunque los obispos juzgaron que el interés
público estaba por encima del de una familia, esto no implicaba que la familia del rey
precedente debía quedar desprotegida.47 Respecto de la revocación de la protección de
la familia de Ervigio aprobada en el XIII Concilio, los obispos indicaron que tal
protección no podía impedir que se hiciera justicia si hubiera culpabilidad en delitos.
También aparece otro problema con el episcopado que está en contra de algunos
escritos de san Julián y otros autores. San Julián envía modificaciones de estos escritos
al papa Benedicto II y después al emperador de Oriente que las darán como buenas.
Égica esperó la muerte del metropolitano de Toledo, Julián de Toledo, para continuar
perjudicando a la familia de Ervigio, y en el III Concilio provincial de la Tarraconense
celebrado en Zaragoza en noviembre de 691, la viuda de Ervigio fue recluida en un
convento, lo que revocaba parcialmente lo acordado en el XIII Concilio, en el que se
prohibía a la reina viuda el casarse en segundas nupcias pero le garantizaba no ser
obligada a ingresar en la vida monástica.5152 De este modo el monarca reinante se
aseguraba la estabilidad del poder al impedir el engrandecimiento de otra facción
nobiliaria en caso que la reina viuda pudiera casarse de nuevo.
El concilio actualizó la legislación contra los judíos que traduce en leyes efectivas: 1.
Los judíos quedan restringidos a la libertad comercial. 2. Se prohíbe a los judíos el
acceso al cataplus o lonja de contratación, una especie de aduana donde llegaban los
productos del exterior. 3. Se prohíbe el comercio entre los judíos y los cristianos; solo
podían hacerlo con gente de su misma religión. 4. Si se convertían al cristianismo
tendrían la igualdad con los cristianos. 5. Los judíos pagarían una cuota integra que
recaía sobre las comunidades hebreas, esto significa que cuando algún judío se
convertía al cristianismo los demás judíos veían incrementado su impuesto. 6. Los
conversos estarían exentos de estas cuotas, por lo que la carga fiscal era cada vez más
importante sobre los que quedaban. Égica pidió la confirmación de medidas a adoptar
contra cualquiera que conspirase contra el rey: a los futuros conspiradores se les
prohibiría el desempeño de cargo palatino, lo que se aplicaba también a su
descendencia, se convertiría en esclavo del Fisco y sus bienes serían confiscados y a
25
disposición del rey,60 y los obispos anatematizaron quien conspirare contra el rey.5961
Además el rey dictó una ley para reforzar su poder real por la que se prohibía cualquier
juramento que no fuera al rey o a los tribunales de justicia,6062 con lo que se trataba de
impedir que los vínculos entre los nobles estuvieran al mismo nivel que con el rey.
26
hay autores como Julia Montenegro y Arcadio del Castillo que establecen que Witiza
tendría los catorce años al inicio de la corregencia hacia 694,65 con lo que el acto de la
unción en el año 700 es el que habría generado un verdadero cogobierno.6667 Esto
puede verse como demostración de que no era hijo de Cixilo, pues si Witiza hubiera
sido hijo de Cixilo no habría oposición entre las dos familias a la sucesión, y la unción
de Witiza se presentaba como la forma de garantizar el apoyo del clero ante una
eventual oposición a dicha sucesión.
La corregencia fue un periodo turbulento,67 así pues, la Crónica de 754 indica que el
reino visigodo sufrió una epidemia de peste, por la que los reyes tuvieron que abandonar
Toledo hacia 701.68 Y alrededor del año 700 hubo campañas de los aquitanos sobre la
Narbonense que posiblemente capturaron Carcasona.69 El Cronicon Pacense establece
que en los reinados de Égica y Witiza hubo confrontaciones bélicas entre visigodos y
bizantinos,70 que estuvieron enmarcadas en la debilidad de los emperadores Leoncio y
Tiberio III Apsimaros en la defensa de África.71 En este reinado conjunto se conoce
que una flota bizantina atacó las costas del sur de Hispania y fue rechazada por un noble
llamado Teodomiro,72 que se puede deducir que es el mismo que pactó en 713 con los
musulmanes en el pacto de Teodomiro.737475 La fecha de este evento es dudosa:
Roger Collins indica que pudo haber sucedido durante la expedición mandada por el
emperador Leoncio entre 697-698 para recuperar Cartago de los árabes;76 o quizás al
finalizar el reinado de Witiza.77 No se tiene constancia de la muerte de Égica, la última
mención figura en una ley promulgada a finales de 702, pero quizás podía haberse
producido en 703.78 Su hijo Witiza quedó como rey único.
6. Witiza. (703-710)
Witiza (703-710) llegó al poder por una sucesión tranquila. Las crónicas asturianas
redactadas en torno al año 900 son de carácter antiwitizano ya que responsabilizan a
este rey de la decadencia política y moral que produjo la ruina del reino de manos de los
musulmanes. Por otro lado, para los mozárabes del siglo VIII el reinado de Witiza fue
caracterizado como buenos tiempos.
Tras la muerte de Égica, se convocó el XVIII Concilio de Toledo comprendido entre los
años 702-703, pero sus actas no se han conservado,80 ya que la conquista árabe dio fin
a proseguir con la compilación, con lo que las actas del XVIII Concilio no llegaron a
tiempo a ser incluidas.81 Sin embargo, dado que se ha conservado las actas del Concilio
de Córdoba de 839, la ausencia de las actas pudiera deberse a una acción deliberada.
Puesto que la Crónica de Alfonso III indica que obligó a los clérigos a casarse, esto
puede dar indicio que el XVIII Concilio se hubiera aprobado los cánones del Concilio
Quinisexto (692), rechazado por la Iglesia de Roma, cánones en los que se aceptaban un
clero casado.
27
cargo.8586 Puede suponerse que estas medidas en favor de la nobleza perseguida por
Égica pudieran haber sido adoptadas en el XVIII Concilio.87 Se sabe también que
durante el reinado de Witiza se produjeron hambrunas por las malas cosechas en los
años 707 y 709, y una gran epidemia de peste.6688 Y que el Código de leyes se amplió,
lo que puede entenderse como muestra de debilidad política.
Mientras las crónicas árabes indican de la existencia de una única incursión árabe, la
Crónica mozárabe de 754 indica que los musulmanes estaban realizando una serie de
incursiones cuando Rodrigo emprendió la ofensiva para hacerles frente.96 La situación
de la batalla no está clara, Isla Frez indica que el ejército visigodo siguió la ruta de
Córdoba a la bahía de Algeciras, lo que marginaba a Sevilla, donde la Crónica de Abu
Bakr Ibn Umar AlQutiyya indica que había familiares de Witiza, y donde Rodrigo no
esperaría encontrar apoyos.97 Se puede entrever que el resultado de la batalla de
Guadalete en julio de 711 fue decidido por una traición, de la que no da nombre alguno,
que produjo una deserción en las filas visigodas.91 La traición al rey no solo aparece en
la Crónica mozárabe sino también en las árabes, lo que puede corroborarse en el sentido
que Rodrigo no se habría decidido a dar batalla a los musulmanes si no hubiera tenido
ventaja numérica y logística, de ahí que el resultado final hubiera sido fruto de una
traición.98 Sin embargo, dado que Rodrigo había accedido al trono de forma conflictiva
contra los intereses witizanos y aún no habría afirmado su autoridad, y que en el ejército
visigodo habría clientelas nobiliarias afectas a la familia de Witiza, estos habrían
abandonado al rey en el mismo momento de la batalla lo que habría sentenciado el
28
desastre final.99 La intención de los traidores sería que el rey fuera eliminado o muy
debilitado de modo que pudieran hacerse con el poder,100101 y por tanto no era
entregar el reino a los invasores sino conseguir el cambio del rey.102 Pero su plan no
fue como esperaban y también perecerían, pero no se sabe si fue en esa batalla o poco
después.
El resultado fue la completa destrucción del ejército visigodo y la muerte del propio
monarca.104 La muerte del rey y de la élite cortesana tanto partidaria como adversaria
de Rodrigo, así como la conquista de la capital paralizó el sistema político, y la nobleza
regional se sometió a los invasores negociando la conservación de su estatus político y
económico.105 El final del reinado de Agila II puede datarse con las victorias
musulmanas en el valle del Ebro y en Zaragoza, de modo que puede deducirse que
murió luchando.106 Tras su muerte fue sucedido elegido Ardón como rey. En 716 los
musulmanes mandados por el valí AlHurr cruzaron los Pirineos e invadieron la
Narbonense, la campaña fue continuada por su sucesor As-Samh, quien finalmente
completó la conquista de la Narbonense en 720.107 Ardón podría haber muerto
luchando entonces.
1. Provincias ducados: coincidentes con las antiguas provincias romanas, cuyo frente se
colocaba a un dux (nombrado de entre los grandes magnates) que tenía atribuciones
militares y de administración de justicia, con varios condes (comes) bajo su autoridad. o
Se mantenían así las provincias existentes en la época romana: Tarraconense,
Cartaginense, Bética, Lusitania, y Gallaecia, a las que se añadió una provincia al sur de
29
las Galias y en la zona norte de los Pirineos: Narbonense o Septimania. Los conflictos
bélicos con los pueblos del norte debieron justificar una frontera militar alrededor de la
cual surgiría una provincia o territorio militar en Cantabria. Otra provincia fue la
Asturiense acabando el siglo VII.
2. Provincias condados procedentes de los territorios o terrenos circundantes a las
ciudades, que integraban varias fincas rústicas que con el tiempo se independizan de las
mismas y a cuyo frente estaba un comes territorii o comes civitatis. Eran por tanto
territorios integrados en las provincias-ducados, compuestos por latifundios de la
Corona o los particulares.
La Curia municipal.
A comienzos del siglo VI aún subsistía la curia municipal romana, compuesta por
quienes no habían conseguido desvincularse de la adscripción hereditaria al oficio. Las
posibles vías de escape fueron perfectamente cerradas por diferentes preceptos del
Breviario de Alarico. Así, la curia, mantuvo algunas de los viajes funciones y adquirió
otras nuevas como la formalización de muchos actos de jurisdicción voluntaria. La
recaudación de impuestos siguió recayendo sobre esos curiales que debían seguir
respondiendo con sus bienes del montante global de la recaudación. A pesar de la
presión legal por mantener la Curia, dejó de existir ya que de hecho muchos particulares
hubieron de desplazarse a otras ciudades para formalizar actos jurídicos. Así mismo, la
recaudación de impuestos también hubo de pasar a otras manos.
30
Los funcionarios: el defensor de la ciudad.
Los magistrados municipales son ahora el curator y el defensor, elegidos ambos entre
los curiales por el pueblo. El defensor civitatis era elegido por los vecinos entre los que
habían ocupado cargos de la curia, pero a partir de la extinción de la curia en algunas
ciudades pueden ser elegidos por los obispos, lo que es interpretado por los autores
como una prueba de la decadencia municipal. De cualquiera de las formas, este defensor
civitatis, aparece como un magistrado autoritario y opresor. Su significación decayó con
el tiempo y pasan a ser funcionarios a quienes simplemente les compete la ejecución de
los acuerdos.
La asamblea de vecinos.
Su origen estaba en las costumbres germánicas. En el ámbito municipal se celebran dos
tipos de Asambleas: el conventus rusticorum (las Etimologías de San Isidoro) y el
conventus publicus vicinorum (Liber Iudiciorum). El conventus rusticorum sirvió para
designar las reuniones de campesinos en los cruces de caminos para tratar temas de
interés comunitario. Al existir tierras comunes a la vecindad, fue preciso que se
convocaran asambleas generales de vecinos de las aldeas, los conventus publicus
vicinorum que presentaba un carácter agrario. En ellas se determinan límites,
propietarios de tierras, tipos de cultivos, los ganados, aprovechamiento comunal,
estimación de daños y la sanción a los delincuentes, etc.
Los impuestos. Dentro del apartado de recursos fiscales, gastos e ingresos podían ser
tanto ordinarios como extraordinarios. Los gastos ordinarios eran destinados al
mantenimiento del ejército y al pago de los funcionarios. Mientras que los
extraordinarios eran los destinados a edificaciones, donativos, regalos, donaciones, etc.,
realizados por los reyes. Por su parte, los ingresos ordinarios procedían de los dominios
fiscales, confiscaciones, impuestos indirectos y directos, regalías como la acuñación de
moneda y penas pecuniarias. La determinación de los impuestos dependía del rey y
recaían sobre todo en las clases inferiores. En ocasiones su recaudación llegó a
arrendarse a particulares. Hay que distinguir entre impuestos directos e indirectos:
Directos: capitatio, procedente de la antigua capitatio iugatio, impuesto
personalterritorial, del que estaban excluidos los judíos que pagaban una capitatio
31
especial. o También perduró la antigua collatio lustratis, ahora como solutio auraria.
Indirectos: los más importantes gravaban las aduanas y el tránsito, las ventas y la
circulación de bienes. o Los ingresos extraordinarios procedían de donaciones y legados
al monarca, regalos y botines de guerra.
2.2. El ejército.
El ejército no era otra cosa que el pueblo en armas. Bajo la advocación de sus dioses
entra en campaña, y en nombre de ellos se mantiene la disciplina o se castigan los
delitos militares. El rey aparece como caudillo de unos súbditos que en potencia son
soldados, mientras las relaciones privadas de acompañamiento y séquito entre el
monarca y los hombres libres armados fortalecen el clima guerrero de la vida pública.
A este llamamiento debían responder todos los hombres libres y señores, yendo estos
últimos acompañados por sus siervos. Pero la práctica habitual fue que se incumpliese el
llamamiento, y dada la cantidad de revueltas internas que se produjeron, y los ataques
desde el exterior, Wamba promulgó una ley militar en el 673 en la que se ordenaba la
movilización de todos los súbditos en un territorio de 100 millas a la redonda de la zona
que en se presentase una situación excepcional de peligro, bajo pena de destierro (para
obispos y sacerdotes), entrega en servidumbre y confiscación de bienes (para seglares) o
destierro y pérdida del patrimonio, puesto que el incumplidor debía reparar los daños
producidos por los enemigos. Dado que una de las penas que se imponía era la pérdida
del derecho a prestar testimonio, se constató poco tiempo después que más de la mitad
de la población no podía testificar en los tribunales con el consiguiente deterioro de la
administración de justicia. Esto hizo que la ley de Wamba fuese modificada por Ervigio
limitando el número de siervos que debía llevar el señor, e incluyendo a los siervos
fiacales en la obligación de acudir a la llamada a las armas.
Como tipos de soldados las fuentes mencionan a fideles, gardingos, etc. que
acompañaban a los grandes señores a la guerra, sustituyéndose en muchas ocasiones el
deber de acudir a la llamada. Existían los bucelarii (hombres libres que luchaban al lado
de un señor) y los sayones (que pasaban a ser propietarios de las armas que les
proporcionaba el señor, pero no del botín de guerra). La presencia de soldados privados
se debió fundamentalmente a la obligación de los señores de llevar a sus hombres y
esclavos a luchar. Se discute la participación de soldados hispanorromanos en el ejército
visigodo. Entre ambas posturas (afirmándose y negándose) hay autores (Sánchez
Albornoz) que indican que al principio no participaron, pero que, poco a poco, se fueron
incorporando. La organización militar se basaba en una estructura jerarquizada entre
duces, comites, thiufadus acorde con las divisiones del ejército que eran realizados en
base a múltiplos de 10, de forma que el decanus era el responsable de una docena de
hombres, si bien se cree que con el tiempo formaron unidades territoriales. De entre
estas figuras destacan el thiufadus que podían reunir en su persona las condiciones de
jefe militar, recaudador y juez.
32
Tema 5. La conquista musulmana de la Hispania visigoda y la formación de Al Andalus
1. La expansión del islam por el norte de África.
Las primeras campañas dirigidas al N de África y su conquista se inician hacia el 647.
Fueron expediciones difíciles, pero sólo consistieron en la búsqueda de botín. Los
primeros resultados se consiguieron en 670 con la creación de la ciudad-campamento de
Cairuán. Desde ella se dirigirán los árabes al Atlántico y ya, en los años 705 y 708,
controlarán definitivamente el N. de África.
La ocupación de las zonas urbanas y de las zonas habitadas por poblaciones sedentarias
no presentó problemas; no ocurrió lo mismo en el litoral a causa de los ataques de los
nómadas del Sahara. El gobernador árabe Musa Ibn Nusayr incorporará a los beréberes
al ejército para luego lanzarlos contra la Península en un intento de dar salida a su
belicosidad. Este sistema ya fue usado por los califas de Siria para librarse del peligro
beduino.
La descomposición interna del reino visigodo explica en gran parte el éxito de las
expediciones musulmanas en las que numerosas crónicas conceden gran importancia al
conde D. Julián. Por asuntos personales con los reyes visigodos parece ser que apoyó a
los musulmanes para entrar en la Península colaborando en el desembarco de
reconocimiento que tuvo lugar en 710 dirigida esta maniobra por el beréber Tarif Ibn
Malluk.
El éxito de esta campaña animó a Musa a enviar una nueva expedición cuyo mando
confió al liberto Tarik Ibn Ziyad al que nadie opuso resistencia por encontrarse Rodrigo
combatiendo con los vascones. Los musulmanes entraron en contacto con Witiza (con
sus partidarios) y esto supuso la victoria musulmana de Guadalete. Desde aquí, Tariz
Ibn Ziyad avanzó sobre Toledo, que capituló sin ofrecer resistencia.
33
Carácter disperso y fragmentario de las fuentes sobre la conquista islámica. Existen
diferencias fundamentales entre las fuentes narrativas cristianas y musulmanas, que
presentan además diversas tradiciones: Las fuentes cristianas son, por lo general, más
cercanas al momento de la conquista, con obras de mediados del siglo VIII y finales del
siglo IX, pero presentan una imagen por lo general muy distorsionada. Las fuentes
narrativas musulmanas son más tardías y parecen presentar dos tradiciones
contrapuestas, según pongan el acento en la conquista a través por las armas o mediante
capitulaciones. Existen, por tanto, importantes incoherencias y contradicciones, que
impiden alcanzar un relato verificable de los hechos acaecidos. Si bien la arqueología ha
logrado despejara algunas incógnitas, su aportación aún resulta insuficiente para aclarar
todos los interrogantes que las fuentes narrativas suscitan sobre este complejo proceso.
Las primeras fuentes narrativas cristianas (Crónica bizantina-arábiga del 741 y Crónica
mozárabe del 754) son anteriores a las primeras fuentes narrativas musulmanas
conservadas, compartiendo, en ambos casos, un fuerte componente legendario. Por lo
general, las fuentes narrativas cristianas presentan un fuerte desconocimiento de la
realidad islámica, si bien incluyen algunas ideas destinadas a perdurar en los reinos
cristianos peninsulares: Estrecha vinculación con la población mozárabe, sosteniendo
una idea llamada a tener un amplio desarrollo historiográfico posterior:
salvusHispaniae. Elevado interés por los orígenes del reino astur, presentado como un
heredero legítimo de la tradición visigoda. En este sentido, el punto de inflexión es el
reinado de Alfonso III (r. 866-910). Fuerte patetismo, que en la Crónica profética
quedará vinculado definitivamente a la escatología cristiana, idea, la unión del islam y
el fin de los tiempos, destinada a tener un fuerte arraigo en Europa Occidental.
Obras anteriores al reinado de Alfonso III: Crónica bizantina-arábiga del 741. Obra
compuesta como continuación de la Historia Gothorum de Isidoro de Sevilla. Transmite
una gran cantidad de datos sobre los sucesos acaecidos en Oriente en los siglos VII y
VIII, algo bastante infrecuente en las fuentes con las que contamos para esta etapa.
También trata el tema de la conquista. Crónica mozárabe de 754. Los especialistas
consideran que el autor de esta última sería un clérigo mozárabe. La profundidad del
análisis histórico es bastante mayor, por lo que según algunos expertos el autor
quizádominase el árabe.
Las primeras obras presentan una interpolación frecuente de relatos legendarios, más
comunes aquí que en otras partes del imperio árabe. Las obras más tardías, sobre todo
las escritas a partir del siglo X, privilegian interpretaciones diferentes de la conquista en
función de la posición de los autores frente a debates propios del periodo califal. En
muchos casos, todas estas obras permiten conocer, por medio de interpolaciones
fragmentarias, relatos anteriores, hoy en día perdidos.
34
Por tanto, a la obra de analizar las fuentes narrativas árabes cobre la conquista de
alAndalus debemos tener en cuenta tanto la antigüedad de la obra (las historias más
antiguas incluyen selecciones temáticas y datos luego profusamente reproducidas) como
la tradición intelectual y textual y las motivaciones del autor.
Teniendo en cuenta todos estos datos, tenemos dos grandes tradiciones narrativas árabes
sobre la conquista de al-Andalus: La primera de ellas es una tradición elaborada en
Egipto en torno a mediados del siglo VIII, con un fuerte componente jurídico. La
segunda es una tradición andalusí, originada a partir de esta a través de la obra de Abd
al-Malik ibnHabib, al que siguen, con diferencias, los restantes autores. Sin embargo, la
tradición andalusí tiene un carácter más histórico y cronístico, frente al acento jurídico
dela elaboración egipcia, y está caracterizada también por una fuerte cercanía a la
familia omeya, expresada de diversas formas. Junto con esto, también existieron otras
tradiciones, como la elaborada en Medina durante la primera mitad del siglo VIII,
también con un marcado componente jurídico, pero diferenciada de los relatos egipcios.
Sin embargo, el impacto de estas especulaciones en las obras andalusíes fue muy
limitado.
Esto quiere decir que la mayor parte del relato de la conquista que aparece en las fuentes
andalusíes llegadas hasta nosotros se remonta de una forma u otra a tradiciones
históricas elaboradas en los círculos religiosos malikíes, escuela jurídica predominante
en alÁndalus, durante el siglo VIII. Esto es patente en la selección de temas, que
replican los presentes en las obras egipcias, aunque puedan recibir un tratamiento
diferente. Existen pocos temas tratados únicamente por los autores andalusíes, entre los
que destacan las noticias sobre la política visigoda, las particularidades del reparto del
botín y la exaltación de Musa ibnNusayr. Estos responden a los intereses y las
tradiciones propias de al Ándalus
De este modo, parece claro que las fuentes narrativas árabes sobre la conquista de
alAndalusno informan tanto de hechos concretos, algo difícil por la distancia
cronológica y geográfica en muchos casos, sino que conforman grandes tradiciones,
donde en ocasiones es importante la transmisión oral, quedefinen temáticas a partir de
las cuales surgen marcos de referencia y debates. Entre estas nos interesan
especialmente los siguientes elementos: Todas las fuentes parecen coincidir en la
importancia del botín obtenido en al-Andalus, si bien existen dudas acerca de la posible
existencia de fraudes (gulul) en su reparto, una práctica condenada de manera unánime
por las diferentes escuelas jurídicas. En este sentido, las interpretaciones de Medina
inciden en los fraudes perpetrados por los andalusíes, mientras que las tradiciones
surgidas en Egipto indican que estos tuvieron lugar en otras zonas, como Cerdeña. En
ambos casos, darían pie a castigos divinos. Los problemas derivados de la forma de
reparto del botín, que dependen de la manera en que se desarrolla la conquista, por las
armas (anwatan) o mediante capitulaciones y pactos (sulhan). En este sentido: En la
conquista producida por la fuerza de las armas, un quinto (jums) de los bienes obtenidos
pertenece a la Umma bajo la administración, en la mayoría de las interpretaciones, del
poder político (sultán). En la conquista mediante capitulaciones, la tierra quedaba en
manos de los anteriores propietarios, o de los beneficiarios del pacto. Estos debían
entregar únicamente los tributos recogidos en el acuerdo a cambio de mantener la
propiedad de la tierra, siempre que respetasen la capitulación. La presencia o no en al-
Andalus de personas que conocieron a los compañeros del Profeta (tabies) o, incluso, de
35
compañeros (sahaba) del Profeta, algo muy improbable (seguramente inventado) debido
a la distancia temporal. Estas interpretaciones buscan prestigiar la conquista de al-
Andalus, así como sus responsables, llegando a ser considerado como tabii ncluso el
propio Musa ibnNusayr(caso de haber existido algún ashaben la conquista). Todo ello
tiene impacto en los debates anteriores.
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baladíes, en la que cada cual toma lo que puede, pero también en las relaciones entre
conquistadores y conquistados, que en ocasiones permitieron acceder a la tierra
mediante el matrimonio mixto o las compras. Pero, al no ser tierras de iqta, el poder
central no podía desposeerlas. Esta interpretación da más fuerza a los baladíes frente al
poder central. Todo esto tiene que ver con intereses contrapuestos, que salieron a relucir
en aquellos momentos en que los omeyas trataron de establecer una formación política
centralizada, algo que chocó con los intereses de los muladíes y los baladíes y que
estuvo detrás de estas fuentes, pero también de los conflictos sociales del emirato y el
califato.
La moneda.
Los conquistadores de al-Andalus acuñan moneda para el pago de las tropas,
sustituyendo el numerario visigodo, que carecía de prestigio por su escaso contenido
metálico (alrededor de un tercio del dinar). Estas acusaciones realizadas por los
conquistadores dan lugar a tipologías de transición, fuera de la reforma monetaria de
Abd al-Malik: Dinares latinos o sólidos de indicción (711-714). Probablemente
anteriores en los primeros ejemplos a la llegada de Musa ibnNusayra la Península
Ibérica. Dinares bilingües latinos y árabes (716-717) En ambos casos, aparece una
estrella en el reverso, posiblemente una referencia a las Hespérides, como dijimos. Es
probable que la acuñación de estas monedas provisionales se produjese en cecas
portátiles, trasladadas por los conquistadores con sus campamentos. Esta moneda es
rápidamente sustituida por las tipologías de la reforma monetaria de Abd al-Malik,
siempre con predominio del oro, el metal predominante en este momento en el mundo
mediterráneo. Probablemente, las monedas de la ceca alAndalus eran acuñadas de
manera centralizada en Oriente, como el resto de las emisiones del periodo, conclusión
deducida mediante estudios de ocultamientos de moneda (un hecho posiblemente
relacionado con la fiscalidad). La adopción de esta reforma monetaria marcaría un
cambio entre la conquista y la voluntad de permanencia y establecimiento del estado
omeya en el territorio. La importancia de losfeluses, monedas de cobre, con la leyenda
nafaqa bi sabil Allah (probablemente acuñados con anterioridad a la expedición de
Tariq ibnZiyad, que serían una muestra de la preparación previa de esta y la
islamización de los primeros conquistadores).
37
Ibérica dominadas por musulmanes, fuesen árabes, bereberes e, incluso, de origen
étnico europeo. Sin embargo, no debemos olvidar:
Que los musulmanes del periodo denominaron como al-Andalusa toda la Península
Ibérica, incluyendo las regiones bajo dominio cristiano. Que las entidades políticas
musulmanas de al-Andalus experimentaron numerosos cambios territoriales a lo largo
de su historia. Que siguieron existiendo musulmanes en la Península Ibérica tras la
conquista del emirato nazarí de Granada, el último estado islámico de la Península
Ibérica, en1492.
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Teorias: C. Sánchez Albornoz: 30.000-40.000 árabes = Asimilación por indígenas =
“España musulmana” P. Guichard: 150.000-200.000 árabes y bereberes = Asimilación
de los indígenas E. Manzano: máximo 100.000. El número no es relevante.
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completan un panorama diseñado de acorde con la tradición del Califato omeya de
Damasco.
40
Aquitania y Septimania (aunque la conquista de Narbona no se produjo hasta el 751) y
llevar la frontera a los Pirineos.
41
Pero los enfrentamientos entre yemeníes y qaysiés continúan incluso hasta la llegada de
Abd al-Rahmán (omeya) a Al-Ándalus. Su familia fue depuesta por los abasíes en 750
pero Abd AlRahmán logró salvarse de la persecución gracias al apoyo de la tribu
beréber de los Nafza. Uno de sus libertos, Bard, entró en contacto con los clientes
omeyas de la Península para que fuera aceptado como emir. Lógicamente el nuevo emir
rompió la vinculación política con el islam oriental y con él se inicia un nuevo período
de la historia peninsular.
¿Qué causas explican el fin de la expansión árabe? a) Excesiva extensión del imperio
árabe y alcance de límites ecológicos. b) Difícil coordinación de un extensísimo estado
en gestación. c) Sólida resistencia en algunos de sus límites, tanto por la difícil orografía
de algunos espacios como por la fortaleza de los ejércitos a las que hubieron de
enfrentarse los musulmanes.
El califa Hisam inició una nueva política fiscal para aumentar la recaudación y la
eficacia administrativa, cambio en el que se enmarca el traslado de ‘Ubayd Allah b. al-
Habbab, desde Egipto –donde había aumentado notablemente la recaudación– a Ifriqiya.
Este último nombró a su vez en 734 como gobernador de Al-Ándalus a ‘Uqba, quien
sistematizó y regló las contribuciones, frente a la arbitrariedad de su antecesor ‘Abd al-
Malik ibn Qatan, actitud alabada tanto en las fuentes árabes como en la Crónica
Mozárabedel 754. Por el contrario, en el Magreb, pretendió tratar a todo el territorio
como conquistado por la fuerza, y no por tratado, y a sus habitantes como infieles, lo
que le permitía elevar considerablemente las exigencias fiscales. Pero esto incidía sobre
una situación de profundo descontento de los beréberes, que se quejaban, entre otras
cosas, de que en las batallas –allí continuaba la expansión hacia el Sur– se les situaba
siempre en vanguardia –siendo los más perjudicados en el combate– se les negaba la
participación en el botín, y por otro lado se les exigía la entrega de mujeres para los
harenes califales.
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Estrecho, y evitar la extensión de la rebelión a su territorio. Poco después los beréberes
vencieron al ejército de Ifriqiya –vuelto a toda prisa de una expedición contra Sicilia–,
con lo que la rebelión se extendió hacia el Este.
Ante estos acontecimientos el califa Hisam envió un ejército formado por los
aynad(sing. yund) sirios (Hims, Damasco, Jordán, Palestina, Quinnasrin), además de
reclutar más tropas en Egipto. Los aynaderan cuerpos de ejército permanentes,
instalados en determinados territorios y a los que se pagaba con las rentas fiscales que
producía la zona asignada. Eran las tropas de elite de los omeyas, compuestas por
individuos de todas las tribus árabes con un elevado número de clientes omeyas. Pero
estas tropas también fueron
completamente derrotadas por los beréberes en octubre del 741. No obstante, la
caballería, mandada por Balch ibn Bishr al-Qushayrí, consiguió refugiarse en Ceuta,
donde quedó sitiada, su historia ya continuaría en Al-Ándalus. La sublevación en el
Magreb no sería controlada hasta el 744.
En ese momento Balch, cercado en Ceuta, solicitó ayuda para pasar a la Península, a lo
que Ibn Qatan se negó, según las fuentes por su odio a los sirios y temeroso de la fuerza
militar de aquéllos, aunque también pudo deberse a la ilegalidad de su nombramiento, o
quizá para no provocar el alzamiento de los beréberes peninsulares. Pero a pesar de
todo, estos últimos se sublevan también poco después, y derrotaron a las tropas árabes
que se les opusieron. En estas circunstancias Ibn Qatan se vio obligado a recurrir a las
tropas de Balch y llegó a un acuerdo, según el cual los sirios se comprometían a salir de
la Península cuando la situación estuviese solucionada, mientras que Ibn Qatan aceptaba
devolverlos a todos juntos y en un punto de la costa controlado por los árabes. Balch
derrotó completamente a los beréberes, que al parecer se habían dividido en tres
columnas para atacar otras tantas poblaciones: Toledo, Córdoba y Medina Sidonia.
Aparentemente Ibn Qatan trató entonces de incumplir el acuerdo y devolver a los sirios
a Ceuta. Éstos se negaron, derrotaron con facilidad a Ibn Qatan y lo ejecutaron.
Posteriormente eligieron gobernador a Balch y se adueñaron de las tierras en poder de
los baladíes, es decir, de los árabes que habían participado en la conquista de la
Península, y que habían seguido a Ibn Qatan. Todo ello generó graves conflictos durante
el año siguiente (742), que unieron a los árabes baladíes y beréberes frente a los sirios.
Pese a la muerte de Balch en combate, la lucha se saldó a favor de estos últimos, que
llegaron a vender como esclavos a los árabes vencidos. Ello no hizo sino alentar nuevas
revueltas, todo lo cual podía acabar poniendo en peligro el dominio sobre la Península,
ya que las luchas se desarrollaron exclusivamente entre los conquistadores.
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1. La llegada del Abd Al-Rahman, su gobierno, Hisham I.
A mediados del siglo VIII un miembro de la familia Omeya escapa de la matanza abbasi
y establece en Al-Ándalus un emirato independiente del poder central musulmán que se
hallaba en Bagdad. El protagonista fue Abd-Al-Rahmán I, fundador de la dinastía
hispano-árabe de los Omeyas, que con la llegada a Al-Ándalus se inicia dicho emirato
independiente (756-929), durante el cual el islam peninsular Reconoce la autoridad
religiosa del califa, pero en lo político actúa con total independencia. El reinado del
Abd-Al-RahmánI fue un recital continuo de luchas contra todos los enemigos
imaginables.
Tuvo problemas con los yemeníes pues no recibieron las ventajas que ellos creían, esto
se suma a la instigación constante de los califas abasíes. Yemeníes y otros clanes de
árabes españoles se alistaron bajo la bandera de los abasíes. También tuvo problemas
con los beréberes que como venía sucediendo en otras comunidades mauritana los
movimientos solían tener a la vez carácter político y religioso.
Sometidos árabes y beréberes, tuvo que hacer frente a conspiraciones urdidas porsus
propios familiares por los gobernadores de algunas regiones alejadas de Córdoba. Uno
de estos rebeldes pidió ayuda al monarca franco Carlomagno y logró que interviniera en
la Península, al frente de sus tropas. A la retirada carolingia sucedió la ocupación de
Zaragoza por el emir cordobés. En la zona noroccidental, los problemas del emir omeya
permiten a los astures consolidad la independencia lograda durante las revueltas
beréberes que hicieron posible la ocupación de Galicia y del desmantelamiento de las
guarniciones de la Meseta, abandonadas porlos beréberes.
Abd al-Rahman I nombró heredero a su segundo hijo, Hisam. Ni éste ni sus sucesores
tendrán ya que en enfrentarse a sublevaciones proabbasíes, pero sí existirán
enfrentamientos dentro de la propia familia omeya. Éstos serán protagonizados por
Sulayman, hijo primogénito de ‘Abd al-Rahman I y a quién apoyará el tercero, ‘Abd
Allah. La rebelión se apoyará en la teoría de los derechos del primogénito, pero aunque
entre los omeyas la sucesión era básicamente hereditaria de padres a hijos, el emir podía
designar de entre los miembros de la familia a quien considerase más conveniente. os de
la familia a quien considerase más conveniente. Entre las razones que justificaban la
elección de Hisam, según las fuentes, estaban, su religiosidad y su correcto
comportamiento, que le granjeaban el apoyo del pueblo, a lo que se agregaba su
conocimiento de las tradiciones tribales y, por tanto, su capacidad para controlarlas.
Sulayman por el contrario no contaba más que con el apoyo de los aynad. Ello parece
indicar que el proceso de islamización se extendía ya a la sociedad civil –esencialmente
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a la árabe, que es la que contaba–, y no sólo al estamento militar, cuya influencia
política estaba en retroceso. Todos estos factores, junto a las riquezas obtenidas en el
reinado anterior, explican la relativa tranquilidad de su reinado. De hecho, Hisam sólo
tendrá dificultades en la Serranía de Ronda y la baja Alpujarra, problemas que pueden
ponerse en relación con la implantación del Estado omeya en las zonas montañosas de
Andalucía.
2. Los límites del poder Omeya: la conflictividad durante el reinado de al-HakamI (796-
822).
Hisam designó heredero a su hijo al-Hakam. Sus tíos Sulayman y ‘Abd Allah, que ya se
habían rebelado contra Hisam, y después de su derrota se habían refugiado entre los
beréberes del norte de África, volverán a intentar hacerse con el poder. Si en la ocasión
anterior se apoyaban en los derechos del primogénito, ahora se justificarán con una
legitimidad distinta: la teórica vigencia de las tradiciones tribales que concedían
derechos de sucesión a los hermanos del emir. La consolidación del Estado islámico en
esos momentos puede apreciarse en el escaso apoyo que alcanzaron estas pretensiones
en cada territorio. Sus principales seguidores estuvieron en el valle del Ebro, ayuda
quizá propiciada por el deseo de un cambio de política que frenase el ascenso de los
linajes mula díes, frente a los que no había actuado Hisam, y que posteriormente serán
hasta cierto punto apoyados por al-Hakam (véase subapartado 6.2.2).
Al-Hakam I inició un giro en la política fiscal llevada a cabo por Hisam, con un
importante incremento de los impuestos para sufragar un Estado en expansión y pagar el
aumento de su guardia personal, incrementada con mercenarios y esclavos. Aunque la
parte principal seguirá recayendo sobre los sectores rurales, el aumento también afectará
a los sectores urbanos (artesanos y comerciantes) de algunas poblaciones, cuyo tamaño
había ido creciendo durante el siglo transcurrido.
Serán estos últimos, en gran parte descendientes de los árabes, quienes protagonizarán
en Córdoba conspiraciones y revueltas que culminaron en la llamada rebelión del
Arrabal. Además de que estaban implicados árabes, la principal diferencia con otras
rebeliones es el papel de instigadores jugado por alfaquíes y ulemas (especialistas en
45
Teología y Derecho) en su intento de condicionar la política emiral. Esta sublevación
será dominada mediante una violenta represión, que según las fuentes causó cientos de
muertos. Sólo se libraron precisamente los alfaquíes y ulemas, que a partir de ese
momento empezarán a tener mayor preponderancia, es decir, los emires empezarán a
contar con ellos, aceptando orientaciones a su política obteniendo a cambio la
sacralización de su poder y el control ideológico sobre la población. Todo ello debe
enmarcarse en el fortalecimiento de un Estado que empezaba a transformarse.
El nuevo emir Abd al-Rahmán II para aplacar a los alfaquíes hizo condenar al conde
Rabí y mandó destruir el mercado de vinos de Secunda, tolerado por su padre a pesar de
la prohibición coránica. Estas medidas le valieron el apoyo de los alfaquíes que, desde
este momento retiraron su ayuda a los rebeldes y obtuvieron del emir importantes
beneficios. Mérida, Toledo y Zaragoza son las ciudades desde las que defienden la
frontera de Al-Ándalus los muladíes. La desigualdad entre viejos y nuevos musulmanes
aumenta con la política filo árabe de los omeyas y el descontento muladíes transformó
en movimientos de independencia. Estas rebeliones tienen carácter esporádico en
Toledo y en Mérida y una cierta continuidad en el Ebro.
El título califal y lo que este cambio lleva consigo se refleja igualmente en la acuñación
de moneda. Abd al-Rahmán II fue el primer omeya en acuñar moneda de plata, aunque
conservando en ella el nombre de los califas abasíes.
El diwan de Hacienda está dirigido por tesoreros de la aristocracia árabe bajo los cuales
actúa un gran número de cristianos y judíos. Los ingresos del estados provienen del
cobro de los tributos pagados por las poblaciones sometidas y también de los impuestos
de súbditos, tanto musulmanes como judíos y cristianos. Los creyentes están obligados
a la entrega de la limosna legal, que consistía en la décima parte de los rebaños, las
46
mercancías y las cosechas. Cristianos y judíos sustituyen la limosna legal por un
impuesto personal o capitación que pagan los adultos varones.
En las zonas sometidas se paga un impuesto sobre la tierra cuyo importe se fija
anualmente y que se mantiene aunque los ocupantes del suelo se conviertan al Islam.
Las numerosas campañas militares realizadas por Abd al-Rahmán III y sus sucesores
hicieron necesario el cobro de impuestos extraordinarios, según se deduce de los Anales
Palatinos de al-Hakán II.
Naturalmente buena parte del esfuerzo constructivo se centró en Córdoba, donde amplió
al doble de su tamaño la mezquita levantada por ‘Abd al-Rahman I, reformó
profundamente el Alcázar Real y reconstruyó con sillares la calzada de la orilla derecha
del Guadalquivir, muy dañada por las crecidas. Muhammad I prosiguió ampliando la
47
red urbana. En este aspecto durante su reinado se fundaron Qal‘at Ayyub (Calatayud),
Mayrit (Madrid), Larida (Lérida) y Talamanka (Talamanca).
48
El comercio es posible gracias a la existencia de una moneda universalmente aceptada.
En principio, los musulmanes se limitan a aceptar las monedas de valor comercial
empleadas en los territorios conquistados, que serán sustituidas por el dinar de oro y el
dirhem de plata acuñadas por los omeyas a finales del VII. En Al-Ándalus, los
musulmanes utilizaron, al igual que los cristianos, la moneda visigoda y los dinares y
dirhems omeyas y abasíes llegados a la Península a través de los intercambios
comerciales. La acuñación propiamente hispánica no se generaliza hasta los años de
Abd al-Rahmán II al que se debe la emisión sistemática de monedas de plata pues, pese
al botín conseguido en la conquista y puesto en circulación por los musulmanes, Al-
Ándalus se ve afectado en el siglo VIII y parte del IX por la escasez de oro y sólo se
acuñan monedas de cobre y plata hasta que Abd al-Rahmán III interviene en el N de
África contra los fatimíes. Entra en contacto con las rutas caravaneras del oro sudanés y
acuña las primeras monedas de oro, ha en el año 929. El oro se va a sobrevalorar quizá
por su escasez y por su mayor prestigio comercial y público.
Las acuñaciones hay que relacionarlas, de una parte con el aumento del comercio que
exige una mayor cantidad de moneda circulante y de otra con la desaparición del peligro
abasí y el afianzamiento de los omeyas. La ceca principal se instala en Córdoba y se
traslada a Medina Azahra cuando Abd al-Rahmán elige este palacio como residencia
(948) y centraliza los servicios estatales. Es de suponer que cuando Almanzor traslada la
administración a Medina al-Zahira instale allí la ceca.
Una parte de los recaudado por ellos se destina a atender las necesidades locales. De
todos los ingresos, el Estado atesora la tercera parte, destinada a gastos extraordinarios,
como por ejemplo, los que supusieron la creación de Medina Azahra (trescientos mil
dinares cada año que llevó su construcción y fueron.
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condicionantes a la hora de señalar la situación social y económica de Al-Ándalus. Los
judíos, aliados de primera hora de los musulmanes y eficaces intermediarios
económicos. Los esclavos importados, entre los que alcanzan especial importancia los
dedicados a las armas, que junto con los mercenarios beréberes contratados por los
califas se convertían en época de Almanzor en una aristocracia territorial.
La coexistencia de una economía urbana con la rural hará aún más complejo el esquema
social de Al- Ándalus. Por razones prácticas se estudia la sociedad hispano-musulmana
en razón de sus diferencias.
Los árabes. Son los llegados a la Península durante los años de conquista, los
integrantes de los chuds sirios que vienen a combatir a los beréberes y los compañeros
de Abd al-Rahmán I. Todos sin excepción y sea cual sea su clan o tribu actúan en Al-
Ándalus como una verdadera aristocracia que: Se equipara o sustituye a los nobles
visigodos, · Se reserva las mejores tierras con los colonos y siervos que las cultivas y ·
Tiene el monopolio de las funciones militares y judiciales.
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Musulmanes de religión, aunque no árabes de etnia
Son los beréberes norteafricanos, los numerosos esclavos de la corte y los muladíes. Los
beréberes, utilizados por los árabes como simples auxiliares que, tras la conquista,
quedan relegados a las zonas poco urbanizadas y a las comarcas montañosas,
escasamente pobladas, con lo que se ven apartados de los altos campos y de las fuentes
de riqueza al no disponer de tierras fértiles ni de hombres que las cultiven. Su modo de
vida es idéntico al de sus tierras de origen y la conversión al Islam no les libra del pago
del impuesto territorial que, en principio, sólo han de pagar los no creyentes. Después
de la derrota que sufrieron ante los sirios de Balch, los beréberes que permanecieron en
la Península quedaron equiparados a los hispano- musulmanes y como ellos buscaron la
protección: entraron en la clientela de los árabes para evitar el pago del impuesto. Al
igual que los muladíes, participaron activamente en las revueltas que se desencadenaron
contra el poder cordobés durante el siglo IX. Su nº se vio considerablemente aumentado
con la llegada de contingentes beréberes contratados como mercenarios por los califas y
por Almanzor o llegados como voluntarios para la guerra santa que tan poco entusiasmo
despertaba entre los árabes. Al desaparecer el califato, los jefes beréberes actuaron por
su cuenta y crearon sus propios reinos de taifas tras poner sus tropas a disposición de
quien les contratase.
Los muladíes
Hispanos convertidos al Islam que participaron activamente en las revueltas que se
desencadenaron contra el poder cordobés durante el sigo IX. Entre ellos pueden
distinguirse dos grupos claramente diferenciados: La nobleza witizana, mantiene sus
propiedades y no tarda en aceptar la nueva religión cuando la considera un medio de
asegurarse su preeminencia, · La masa de siervos, colonos y pequeños propietarios, se
adhieren al Islam con la esperanza de mejorar económica y socialmente.
Los conversiones fueron numerosas entre los trabajadores del campo, abandonados
religiosa y culturalmente por el clero visigodo, paganos de hecho, a los que daba igual
una religión que otra. Si prefirieron el Islam se debió a las ventajas sociales y
51
económicas que ofrecía a sus adeptos: supresión del impuesto territorial y personal y
liberación en el caso de esclavos, al menos en teoría. En las ciudades, la mayor
preparación cultural, el hecho de que no les afectara el impuesto territorial y la
influencia de los clérigos, de los monjes especialmente, limitaron el nº de conversiones
al menos hasta la 2ª ½ del IX, pero la instalación en los centros urbanos de la nobleza
árabe y la emigración constante de campesinos islamizados hicieron que los mozárabes
se encontraran en minoría aunque su situación social y económica fuera en muchos
casos superior a la de los muladíes, al menos hasta mediados del IX, es decir, mientras
los emires tuvieron necesidad de utilizar sus servicios como administradores
culturalmente preparados.
Los cristianos.
Aunque tolerados, los miembros de las religiones bíblicas no son iguales a los
musulmanes, son sus protegidos y, como tales, pueden conservar la religión y
costumbres siempre que renuncien a ciertos derechos. A partir de entonces sobre la
población cristiana recae un impuesto territorial por cada unidad de superficie y un
impuesto personal cuyo importe varía según las fortunas y que pagan los varones entre
20 y 50 años. A estos impuestos legales se añaden durante los siglos IX – X las
contribuciones extraordinarias, que son exigidas también a los musulmanes. La
comunidad cristiana como tal gozó de autonomía y en cada centro urbano tuvo sus
propias autoridades: condes, recaudadores del impuesto o exceptores y jueces que
regulan los conflictos entre cristianos de acuerdo con el antiguo derecho visigodo. Los
miembros más influyentes de la comunidad son utilizados por los emires y califas que
les confían misiones como la dirección de la guardia palatina o la administración de
bienes o embajadas.
La consideración social de los mozárabes estuvo favorecida por el alto nivel cultural de
algunos de sus miembros si se les compara con los árabes y beréberes invasores. Pero a
medida que la cultura islámica oriental arraiga en Al-Ándalus, los mozárabes pierden
importancia y se inicia un proceso de arabización de los cristianos. Contra ésta
islamización creciente en el vestido, en la cultura e incluso en la religión reaccionaron
los mozárabes intransigentes dirigidos por Eulogio y Álvaro que serán desautorizados
por el sínodo episcopal convocado a instancias del emir, el endurecimiento de la
situación y el desprestigio cultural de los cristianos y de sus sacerdotes en la sociedad
cordobesa no debieron ser ajenos a la emigración mozárabe hacia los reinos del norte,
limitada al elemento clerical-monástico. Los mozárabes conservaron su organización
eclesiástica y se mantuvieron las sedes metropolitanas de Toledo, Mérida y Sevilla,
aunque el emir o el califa se reservan el derecho de aprobar los nombramientos de
obispos y metropolitanos. La jerarquía eclesiástica se sometió a los musulmanes y
colaboró con ellos.
52
Los judíos
Están sometidos a las mismas normas que los cristianos, pero parece seguro que su
colaboración inicial con los musulmanes y el papel económico desempeñado les
aseguraron un lugar privilegiado, aunque es de suponer que hubo muchos simples
trabajadores, lo que se conocen son mercaderes, artesanos especializados, médicos,
filósofos, hombres de letras. Algunos desempeñan misiones de gran importancia como
el médico-poeta-diplomático Abu Yusuf que supo extraer para su país las aguas de las
fuentes de la ciencia oriental e importar los tesoros de la sabiduría desde todas las
ciudades lejanas.
Junto a las motivaciones religiosa y cultural existen pocas dudas de que también tuvo
gran importancia la económica. Por un lado, porque la nueva política fiscal gravaba de
forma importante a las familias mozárabes más ricas y a las instituciones religiosas
como los monasterios, que gracias a los pactos, después de la invasión habían
conservado una gran parte de las propiedades que habían acumulado durante la época
visigoda. En este sentido, puede ser relevante el hecho de que unos años después el
comesServando puje por la recaudación de la mozarabía de Córdoba en 100.000
dinares. Por otro lado, la imposición de normas jurídicas en las relaciones de trabajo y la
atracción de Córdoba sobre la población campesina de su entorno debió de privar a unos
y otros de siervos y de las rentas que pagaban.
Sería esa situación lo que provocaría una creciente oposición entre estos sectores y el
Estado islámico y, al mismo tiempo, contra los mozárabes más proclives al pacto, en
general vinculados al palacio del emir, y a los que podemos considerar representados
por personajes como Recafredo, obispo de Sevilla y metropolitano de la Bética, y el
exceptor(recaudador de los impuestos de los cristianos) Gómez. El resultado fue en una
primera fase el episodio de los “mártires voluntarios” de Córdoba y en una segunda,
unos duros debates sobre la naturaleza de Cristo, que en realidad escondían el intento de
algunos sectores “pactistas” por crear una síntesis entre islam y cristianismo, como el
que enfrentó al obispo Hostegesis de Málaga con el abad Sansón. Estos debates recorren
los primeros siglos tras la conquista, el más conocido de los cuales es el que mantuvo
unas décadas antes Elipando, obispo de Toledo, con la naciente jerarquía del reino de
Asturias. En Córdoba, en el siglo IX, parece que esta oposición se organizó en torno a
los monasterios, espacios fuera del control episcopal, demasiado comprometido por el
poder omeya, y con recursos propios, a veces muy abundates. La nómina de estos
monasterios es bastante amplia, aunque en relación a estos hechos sólo se citan algunos:
el desconocido monasterio del abad Speraindeo y los de Tábanos y Peñamelaria,
construidos en esas fechas y financiados por sendas familia de gran riqueza, que se
enclaustran en ellos y los dirigen, lo que presenta ciertas similitudes con los
53
“monasterios propios” de época visigoda. Su edificación fue resultado de la propia
política de tolerancia de ‘Abd al-Rahman II, ya que según Arce (1992), debieron de ser
levantados entre los años 930 y 945.
Muchos autores suponen que el “ideólogo” debió de ser el abad Speraindeo, ya que los
principales dirigentes –Eulogio y Álvaro– eran discípulos suyos y el primero está
considerado como el principal animador del movimiento. No obstante, excepto en unos
pocos casos –Flora, María, Aurelio y Leocricia– la intervención de Eulogio parece
limitarse a registrar el martirio y sus detalles, y crear la argumentación que debía
producir la cohesión de la comunidad. Por tanto, los martirios pueden considerarse
producto del ambiente relativamente cerrado en el que se encontraban los miembros de
este sector. La gran mayoría de los martirios se produjo en los dos primeros años y, ante
la magnitud que alcanzaba el problema, en el 852 el emir convocó (como habían hecho
los reyes visigodos) un concilio en Córdoba. Aunque los obispos no condenaron la
búsqueda del martirio, sí la prohibieron a partir de ese momento, aceptando el castigo de
los recalcitrantes. La situación se prolon gó bajo el reinado de Muhammad I. No
obstante, se observa que cuando Eulogio, el principal agitador y propagandista, se
ausentó de la ciudad, desaparecieron los mártires y se reinició a la vuelta de éste,
aunque con menor incidencia: entre el 853 y el 859 sólo se registran 14 martirios.
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prescindió de los cristianos en el servicio palatino–con lo que muchos se convirtieron al
islam para no perder sus privilegios–, y actuó contra las bases del movimiento, ejecutó
en el 859 a Eulogio y destruyó poco después el monasterio de Tábanos, después de lo
cual el movimiento se extinguió. Las fuentes recogen esporádicamente algún intento
posterior (como el que relata al-Jusani ocurrido en época de ‘Abd al-Rahman III), que
resultan difíciles de valorar.
En este aspecto, el de planteamientos más radicales, será Simonet (1983) quien quiso
ver en el episodio de los “martires” una auténtica persecución. Este autor llegó a afirmar
que “[...] Córdoba fue uno de los principales campos de la guerra exterminadora que el
islamismo hizo al cristianismo desde su aparición en el mundo”. Pero con excepción del
episodio de los mártires, no hay ninguna prueba de persecución religiosa durante todo el
período omeya. Más importancia historiográfica tendrá la visión de la respuesta
mozárabe como expresión de un supuesto “nacionalismo” hispano frente a los
invasores, “nacionalismo” que tendría su continuidad en las rebeliones muladíes de
finales del siglo IXy principios del Xy que sobre todo se centraría en la figura de ‘Umar
ibn Hafsun. El tema de la historiografía sobre este personaje y los muladíes ha sido
estudiado en profundidad por Acién (1997).
Aunque sin los excesos verbales, intolerantes y casi racistas de Simonet, Leví-Provençal
indicaba en el 1932 que las comunidades mozárabes eran “[...] el foco más activo de los
movimientos nacionalistas que se desencadenaron de manera sorda entre el final del
reinado de ‘Abd al-Rahman I y el de al-Nasir. Los omeyas castigaron más bien rebeldes
que infieles”; con todo, señalaba que el motivo inicial de la gran mayoría de las
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rebeliones estuvo siempre en relación con las exigencias fiscales de los soberanos (Leví-
Provençal, 1982: 150-151). Aún en 1988 Ayala Martínez insistía en la respuesta
“indigenista” de muladíes y mozárabes a la arabización que estaba produciéndose y que
los postergaba. Para M. Acién (1997), la actuación de los mártires voluntarios puede
considerarse como el signo de la resistencia de las comunidades mozárabes urbanas
frente al proceso de islamización, al igual que las sublevaciones y rebeliones de las
ciudades producidas anteriormente, durante el reinado de al-Hakam I, lo habían sido de
los grupos urbanos musulmanes (árabes, beréberes y muladíes). La resistencia pasará
del ámbito urbano al rural a partir de la segunda mitad del reinado de Muhammad I, con
múltiples sublevaciones, ya armadas, en las que figurarán árabes, beréberes y, sobre
todo, muladíes.
6. La fitna.
En el año 1009, con la deposición del califa Hisam II, la proclamación de Muhammad b.
Hisam al-Mahdi en su lugar y el asesinato de Abul-Mutarrif ‘Abd al-Rahman b. Abi
‘Amir Sanyul, segundo hijo de al-Mansur, daba comienzo una grave crisis política que
terminaría con el califato de Occidente, mientras que la siempre difícil unidad de Al-
Ándalus, que los Omeyas habían logrado, se rompía, fraccionándose (fitna)el
territorioen casi una treintena de “reinos” (taifas). La importancia del desarrollo cultural
que se producirá en este último período, y la trascendencia política que tendrá esa
división, aconsejan tratar por extenso a dichos reinos, lo que haremos en el siguiente
volumen; nos limitaremos en éste a abordar la crisis y la división inicial. El análisis
histórico ha intentado determinar los hilos conductores del período y las causas
generales que permiten explicar el desarrollo de los acontecimientos en su conjunto,
superando la mera explicación basada en “odios étnicos ancestrales”, que con frecuencia
ha sido la única explicación acerca de la crisis.
Buena parte de las fuentes árabes ya dividieron el período en dos partes fitna y taifas. La
primera sería de lucha por el Califato, y finalizaría por tanto con la desaparición de éste,
no sólo en su vertiente de ejercicio del poder, sino también como referente simbólico,
necesario para justificar dicho poder. En la segunda parte los individuos que dominan
cada reino empiezan a asumir funciones califales, aunque nunca llegarán a adoptar
dicho título. Sin embargo, las mencionadas fuentes árabes divergen, en algunos casos
ampliamente, con respecto a la fecha en que debe establecerse la cisura (Acién, 1998: n.
2).
Los historiadores contemporáneos han seguido la misma división en dos fases. Hasta
hace poco ha habido una casi unanimidad en la cronología de cada una de éstas, y
aunque ya en el 1016 había en la práctica varios territorios independientes, se situó el
final del Califato en el 1031, año de deposición del último califa omeya en Córdoba
(momento en el que la aristocracia de esta ciudad “abolió” el Califato). Esta cronología
implica afirmar que existe una vinculación absoluta entre la ciudad de Córdoba y el
Califato, darle a la aristocracia cordobesa una relevancia que no tuvo y considerar que
los califas hammudíes posteriores no tuvieron reconocimiento alguno, y que no existen
diferencias entre ellos y el resto de los reyes taifas.
Pero tras los estudios de las últimas décadas, la fecha de 1031 resulta ser cada vez más
arbitraria. Durante la fitnados familias –Omeyas y Hammudíes– se enfrentaron por el
Califato, siendo reconocidos como tales en unos u otros territorios. Tras la deposición
del último Omeya, los hammudíes, aunque establecidos en Málaga, siguieron
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titulándose califas hasta finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, y
como tales fueron reconocidos por otros reinos. Se trató ciertamente de un
reconocimiento sólo simbólico, que no conllevó autoridad real sobre quienes les
reconocían, pero sí mantuvieron prácticamente intactos algunos privilegios califales, sin
que la mayoría de los reyes de los reinos que estaban formándose se atrevieran a
asumirlos (Acién, 1998a). Es decir, una situación muy semejante a la existente durante
la década anterior. Por ello, en los últimos años se ha empezado a replantear todo el
problema de la cronología: se han sistematizado las últimas investigaciones sobre
factores estrechamente relacionados con la legitimidad para ostentar el poder, como la
acuñación de moneda o los laqabhonoríficos adoptados por los distintos reyes.
Dentro del islam la legitimidad para ejercer el poder está estrechamente relacionada con
la sari‘a(ley religiosa), que es la ley de Dios, eterna e inmut able. El Estado, el soberano,
no puede por tanto modificarla, no puede fijar las relaciones en el seno de la sociedad,
está únicamente para hacer cumplir la ley. Se trata de una ley dirigida al conjunto de la
comunidad de creyentes, y por ello no puede haber divisiones, grupos o fronteras en el
interior de la comunidad, la única frontera está entre la dar al islam(el lugar del islam) y
el dar al-harb(el lugar de la guerra, los infieles). Por tanto quien desempeñe el poder
tiene como función sobre todo la defensa de la ley, de la fe, de la comunidad. El
problema para el islam es que Mahoma no estableció quién debía sucederle, ni como
elegir al jefe de la comunidad después de su muerte, lo cual representó un problema
insoluble.
Por tanto quien desempeñe el poder tiene como función sobre todo la defensa de la ley,
de la fe, de la comunidad. El problema para el islam es que Mahoma no estableció quién
debía sucederle, ni como elegir al jefe de la comunidad después de su muerte, lo cual
representó un problema insoluble. Según F. Clément (1997) que sigue a su vez a A.
Lambton (1981), en los primeros siglos del islam se produjo un amplio debate acerca de
la legitimidad, es decir, de sobre quiénes podían ejercer la soberanía, el
poder(mulk).Además de los escasos elementos islámicos, los árabes mantuvieron una
serie de tradiciones preislámicas, y los conversos griegos y persas aportaron también sus
propias reflexiones acerca del Estado. A causa de ello durante los primeros siglos del
islam se desarrolló un triple discurso acerca del poder y del estado: el de los juristas,
basado exclusivamente en la ley religiosa (Corán y Hadit) que dibuja sobre todo el
Estado ideal, perfecto; el de los “filósofos” que trazaron o recogieron la imagen del rey-
filósofo y la aplicaron al imamato, teorías de las que se nutrieron inicialmente las
corrientes heterodoxas (shiies, mutazzilies, etc.), pero que acabaron integrándose
también en el sunnismo; y la “teoría literaria” que incluiría los “espejos de príncipes”,
las obras administrativas y las de los historiadores, y que introdujeron en el islam la
concepción sasánida del soberano de derecho divino. Esta tipología no dio lugar a tres
corrientes de pensamiento independientes y enfrentadas, sino que se fundieron y sus
diversos elementos aparecen mezclados en las escuelas coránicas clásicas
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Todo ello, unido al desarrollo histórico, produjo la aparición de las grandes líneas
teóricas: los partidarios del legitimismo alí(el califa debía ser miembro de la familia del
Profeta) y los que defendían el Califato electivo (sunnies, jariyies, etc.). Para los
sunnitas, y aunque no siempre aparezca expresado claramente –sí lo hace, por ejemplo,
Ibn Hazm (994-1064)– esa elección quedaba limitada a los miembros de la tribu de
Quraysh. Por su parte, los grupos más “radicales” defendían la elección del “mejor
musulmán” con independencia de su origen. Por otro lado, todas las opciones
provocaban fuertes divisiones, no sólo teóricas, con respecto a los mecanismos de
elección: por un grupo de notables (por ejemplo, ulemas, hassa, etc.), designación por y
entre los propios miembros de la familia califal o designación testamentaria por el califa
reinante, sistema que a partir de los omeyas será el más frecuente
A esta variedad de posiciones quizá esté haciendo alusión Hisam II cuando según el
texto recogido por Ibn Idari, al justificar el nombramiento como heredero de ‘Abd al-
Rahman b. Abi ‘Amir Sanyul indicaba: “He considerado en este punto las (diversas)
categorías de hombres de las tribus de Quraysh y otras, en las cuales aquel que fuese
digno le fuera confiado el gobierno”. Aunque su elección se realizaba desde el sunnismo
–el derecho de designación testamentaria del califa–, optaba contradictoriamente por
alguien que sólo podría aceptarse desde el jariyismo, puesto que Sanyul no era miembro
de la tribu de Quraysh. Por otro lado, al ser la comunidad una, sólo debía haber una
dirección, un califa, algo que ya se había roto a principios del siglo X, al surgir un
Califato de Occidente, disputado por fatimíes y omeyas, algo que ya resultó difícil de
asumir. La ruptura del Califato omeya en múltiples reinos no significó que cada uno de
ellos reprodujera a menor tamaño el Califato, sino que eran sólo partes (taifas) de aquél,
no sólo partes del territorio, sino que cada uno sólo tenía una parte de la soberanía, de la
legitimidad, y por tanto ninguno podría ser nunca legítimo.
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Abbad de Sevilla de “resucitar” a Hisam II en la persona de un esterero de notable
parecido con el difunto califa, al que “reconoció” y alojó en su alcázar.
El único rasgo que une a todos los que consiguieron “fundar” un reino, es que todos
tenían funciones relevantes dentro del Estado califal: los beréberes formaron la columna
vertebral del ejercito amirí, los fataseslavoseran los altos funcionarios de la
administración, mientras que los andalusíes, eran en su mayoría cargos de nivel
provincial o local, o pertenecían a linajes –árabes o beréberes– de considerable
influencia en sus territorios. Es decir, prácticamente todos los que fundaron reinos lo
hicieron a partir de posiciones de poder disfrutadas durante el período anterior; pero
tampoco parecen existir rasgos comunes de actuación según la función original que
tenían los distintos individuos: lo que les interesa a todos es asegurar su poder.
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Los textos disponibles sugieren que inicialmente al-Madhi pudo haberse consolidado en
el poder, pero que sus actuaciones le granjearon en poco tiempo la oposición de
numerosos grupos. En apariencia sólo contaba con el apoyo de los sectores populares de
la población cordobesa, a los que permitió el saqueo del alcázar y de las ciudades
palatinas (Madinat al-Zahra y Madinat al-Zahira), al tiempo que desencadenaba una
purga entre los altos funcionarios (fatas) que habían servido a al-Mansur y sus hijos. Lo
primero habría inducido a buena parte de los marwaníes (miembros de la familia
omeya) y de la aristocracia cordobesa a temer por su propia seguridad y a apoyar un
candidato alternativo, el también marwaní Hisam ibn Sulayman al-Rasid, pero éste fue
asesinado por al-Madhi. Lo segundo llevó a los fatasa huir a Levante, donde parece que
los amiríes habían conseguido gran influencia, y desde allí intentaron reponer en el
trono a Hisam II, como medio de recuperar su situación y privilegios. Elemento clave en
la crisis será el ejército califal. Tanto los califas omeyas, como sobre todo al-Mansur
habían ido apartando progresivamente a los andalusíes del ejército sustituyéndolos por
mercenarios beréberes contratados en el norte de África; a éstos se les pagaba con un
impuesto especial aportado por los autóctonos para librarse de participar en las
campañas, y posiblemente con parte del cuantioso botín obtenido en las aceifas. Este
ejército no tenía raíces entre los grupos establecidos en Al-Ándalus, pero sí tenían
fuertes lazos de unión entre sí, ya que los contingentes habían pasado encuadrados en
clanes y fracciones de tribu, siendo la mayoría sinhayas dirigidos por miembros del
linaje de los ziríes. Inicialmente se mostraron dispuestos a aceptar la autoridad del
nuevo califa, pero algunas actuaciones de al-Madhi fueron considerados por ellos como
insultos, lo que permitió que quienes habían apoyado a al-Rasid pudieran atraérselos en
apoyo de su nuevo candidato: Sulayman al-Musta‘in, sobrino de aquél.
Respecto a lo primero, las fuentes divergen acerca de la solución adoptada; así, mientras
que Ibn Hayyan afirma que hubo atribuciones de tierra a los grupos beréberes, Ibn
Buluggin, último rey zirí de Granada, indica que la ocupación realizada por sus
antepasados se hizo mediante acuerdos con la población de Ilbira, que hizo la aportación
económica necesaria para rehacer las fortificaciones, y a los que finalmente
convencieron de que debían trasladarse Granada, ciudad que podía ser mejor defendida.
P. Chalmeta (1975) señala que el acuerdo descrito por Ibn Buluggin presenta cierto
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parecido con las inzalat, fórmulasempleadas ya en época omeya “consistentes en un
impuesto que se cargaba sobre los bienes raíces para sufragar los gastos de un ejército
de mercenarios”. Durante todo el siglo XIabundan los datos sobre concesiones a
servidores y clientes por los distintos “reyes”, que en su mayoría pertenecen al tipo
descrito para los ziríes, y que “radican en que el beneficiario se queda con todos o parte
de los impuestos que adeuda determinada finca o localidad”. En consecuencia se trataría
del mismo sistema que en su día se empleó con los aynad sirios. Pero en opinión de
Pedro Chalmeta, esto parece ser un ropaje jurídico posterior, realizado para justificar
unas apropiaciones de hecho que el califa no podía impedir o cambiar: “...no entrega
nada, no tiene poder para ello, cada uno se queda con los territorios de los que se ha
adueñado”. En cualquier caso, los beréberes van a instalarse en los ricos distritos que
rodeaban Córdoba: los Magraba en el norte de Córdoba, los miembros de la
confederación zanata asentados primero en Jaén, se trasladaron después a Ronda (banu
Ifran), Carmona (Birzalíes) y Arcos (banu Jazrun) y los sinhaya, bajo el mando de los
Ziríes, en Granada, desde donde se extendieron unos años después a Jaén. Los b.
Dammar y los Azdaya obtuveron Sidonia y Morón.
Con respecto a la recuperación del control sobre las regiones más alejadas de Córdoba,
Sulayman trató de consolidar su posición aceptando las situaciones de hecho a cambio
del reconocimiento –más o menos teóricode su autoridad; es el caso de los tuyibíes que
habían gobernado la Marca Superior a finales del Califato y que mantuvieron después el
poder, o de los Hammudíes en el norte de África, que nombraron gobernador de
Algeciras, Tánger y Arcila a al-Qasim b. Hammud y de Ceuta a su hermano Alí, con lo
que esta familia controlaba el Estrecho. De esta forma Sulayman reconstruía una
apariencia de unidad califal, pero al mismo tiempo aceptaba de hecho que carecía de
poder real, y que estaba condicionado por el apoyo de sus partidarios. Éstos se repartían
buena parte del territorio o, mejor dicho, se hacían con los impuestos que generaban las
comunidades campesinas asentadas en ellos, por lo que el califa nunca dispondría de
recursos para llevar a cabo una política independiente. La debilidad de Sulayman se
reflejó además en la persistencia de diversos grupos que se enfrentaron a él y, aunque
sin tener fuerza ninguno de ellos para poder disputarle el poder, si impidieron que
pudiera consolidarse. Especial virulencia tuvo la oposición de los fatasamiríes, que se
habían refugiado en la costa Este, creando una serie de reinos desde Tortosa a Almería.
Desde allí habían colaborado en la restauración de Hisam II (1010-1013) y después de
la muerte de este colaboraron con Alí b. Hammud para deponer a Sulayman.
La alternativa de Hammud.
Aunque tenían títulos de legitimidad islámica para optar al Califato, el hecho de que
además alcanzasen una posición de poder suficiente para hacerlo es considerado por las
fuentes árabes y la mayoría de los estudios contemporáneos como un grave error de
Sulayman al-Musta‘in. Sin embargo, los estudios efectuados recientemente por M.
Acién (1998a), a quien seguiremos, ofrecen una nueva perspectiva sobre esta familia.
Los hammudíes descendían de los idrisíes, cuyo derecho al Califato parece haber sido
reconocido de facto por los propios omeyas durante el siglo X, como se deduce del
especial tratamiento que les dieron en comparación con el que recibieron otros
gobernantes del Magreb, incluso durante los enfrentamientos que mantuvieron con ellos
al aliarse a los fatimíes y que terminó con el envío de varios de ellos a Egipto (Acién,
1998a: 49-50).
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Al inicio de la fitna(1010) Alí b. Hammud se había apoderado de Ceuta y en el 1012
había acuñado monedas de oro –un privilegio exclusivamente califal– aunque a nombre
de Sulayman al-Musta‘in. Éste en el 1013 les reconoció el dominio sobre las ciudades
que habían controlado los omeyas en el norte de África y les entregó el gobierno de
Algeciras. Como se ha indicado antes, fue posiblemente un reconocimiento de una
situación de hecho, ya que seguramente ellos ya controlaban las ciudades del norte de
África, aunque no tenemos noticias acerca de la situación de Algeciras. Sin embargo,
ese mismo año Alí cambió de bando y empezó a acuñar dirhamsde plata a nombre de
Hisam II, en los que él aparece como heredero, lo que puede relacionarse con una carta
de Hisam II, considerada generalmente falsa, en el que efectuaba ese reconocimiento.
En el 1016 Alí ocupó Málaga, quizá con la connivencia del propio gobernador, luego
conquistó Córdoba, hizo ejecutar a al-Musta‘in acusándole del asesinato del califa
legítimo, Hisam II, y se proclamó heredero de este último y defensor de la legitimidad
omeya, adoptando el mismo laqabque ‘Abd al-Rahman III, fundador del Califato
occidental (al-Nasir li-din Allah), y consiguió el apoyo de los ziríes de Granada y del
fata Jayran de Almería.
Pese a su apoyo inicial a Alí ibn Hamud, los fatasamiríes instalados en el Levante
proclamaron como califa a otro omeya: ‘Abd al-Rahman (IV) alMurtadà. Jayrán de
Almería inició una expansión hacia el Oeste apoderándose de parte de las tierras de Jaén
y posiblemente llegando a atacar la capital (1016-1017). Posteriormente junto a otros
eslavos organizó un ejército con el que deponer a Alí ibn Hammud, pero vencidos por
los ziríes cuando se dirigían a Córdoba, ellos mismos asesinaron a al-Murtadá (1018).
Casi al mismo tiempo había sido asesinado Alí ibn Hammud. Fue sucedido por su
hermano Al-Qasim, el cual estableció con los fataseslavos un acuerdo semejante al
realizado por Sulayman con los beréberes, confirmando a Jayrán en la posesión de
Almería, y a Zuhayr en la de Murcia, Baeza y Jaén. Estos intervendrían poco después en
las luchas internas de la familia hammudí, apoyando a Yahya ibn Hammud (hijo de
Alí), frente a su tío al-Qasim, que se vio obligado a retirarse a Sevilla. Yahya ibn Alí ibn
Hammud permaneció en Córdoba hasta 1023, fecha en la que se trasladó a Málaga,
aunque volvería a Córdoba por un breve período (1025-1026), para después afincarse
definitivamente en Málaga, desde donde sus sucesores continuaron siendo reconocidos
como califas. Ese reconocimiento continuó casi hasta la conquista de la ciudad de
Málaga por los ziríes (1057), mientras que poco después Algeciras caía en manos de los
Abbadíes de Sevilla.
Por el contrario, los últimos omeyas carecieron siempre de bases de poder propias. Los
supuestos sectores proomeyas trataron de utilizarles como argumento frente a los
hammudíes, pero sin la menor intención de reponerles en un poder efectivo. Las
“restauraciones” de omeyas en el trono hechas por fatasamiríes, terminaron siempre con
el asesinato del califa por los mismos que le habían encumbrado –‘Abd al-Rahman IV–,
o su abandono ante el ataque de los hammudíes. En el 1027 será la hassade Córdoba la
que, ante el abandono de la ciudad por el hammudí Yahya I, resolvió entronizar a Hisam
(III) b. Muhammad b. ‘Abd al-Malik, pero ante la demostrada incapacidad de éste,
decide deponerlo, y al mismo tiempo suprimir el Califato. Por todo esto, los omeyas
tuvieron en este período bastante menos relevancia que los hammudíes.
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