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Perry Anderson:

Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo


El marco germánico.
Hacia el año 406 se presentan las invasiones germánicas, cuando los bárbaros germanos cruzaron el Rin.
El mundo romano se encontraba decadente de oligarcas sibaritas, en defensas desmanteladas y con
masas rurales desesperadas. El sistema social de los invasores era de agricultores sedentarios con una
economía predominantemente pastoril y un modo de producción primitivo y comunal; en tiempos de paz
había jefaturas que gozaban de autoridad, jefes militares se elegían en tiempos de guerra; muchos clanes
eran matrilineales. Esta rudimentaria estructura social se modificó muy pronto con la llegada de los
romanos al Rin durante el siglo I d.c; la frontera produjo rápidamente una creciente estratificación interna
en las tribus germánicas por el comercio con los romanos. Así pues, económica y políticamente, por medio
del intercambio comercial y de la intervención diplomática, la presión romana aceleró la diferenciación
social y la desintegración de los modos de producción comunales; los pueblos que tenían un contacto más
estrecho con el Imperio revelaban también, inevitablemente, las estructuras sociales y económicas más
avanzadas. A partir de la época de Marco Aurelio aumentó la presión bárbara sobre el Imperio. Mientras
tanto y dentro del propio Imperio romano, los ejércitos imperiales utilizaban en sus filas a un número
creciente de guerreros germanos; a mediados del siglo IV un porcentaje relativamente alto de generales,
oficiales y soldados palatinos eran de origen germánico y estaban cultural y políticamente integrados.
Había, entonces, cierta mezcla de elementos romanos y germánicos dentro del propio aparato del Estado
imperial. Fue en la época de las ‘Volkerwanderungen’ del siglo V, cuando toda Germania sufrió la
conmoción provocada por la presión de los hunos (invasores nómades procedentes de Asia central)
cuando las tribus comenzaron a lanzarse a través de las fronteras romanas.
Las invasiones.
Las invasiones germánicas que asolaron al Imperio de Occidente tuvieron lugar en dos fases sucesivas y
cada una siguió un modelo y una dirección diferente. La primera entre los años 406 y 410 los visigodos
saquearon Roma al mando de Alarico. Dos décadas después, en 439, los vándalos habían tomado
Cartago. Para el año 480 ya se había establecido el primero y tosco sistema de Estados bárbaros: los
burgundios en Saboya, los visigodos en Aquitania, los vándalos en el norte de África, y los ostrogodos en
el norte de Italia. Fue el comienzo de la Edad Oscura. En la primera mitad del siglo V el orden imperial
había sido asolado por la irrupción de los bárbaros en todo el Occidente. Con todo, las tribus germánicas
no eran capaces de sustituir el Imperio por un orden político nuevo o coherente; a pesar de su progresiva
diferenciación social eran todavía unas comunidades extremadamente primitivas, no habían conocido
jamás un Estado territorial duradero, en lo religioso eran ancestralmente paganos, y la mayoría carecía de
escritura. En estas Volkerwanderungen propiamente dichas, que a menudo fueron inmensas
peregrinaciones a través de todo el continente, el asentamiento final quedó muy lejos de su punto de
partida: los visogodos se trasladaron desde los Balcanes a España, los ostrogodos desde Ucrania a Italia,
los vándalos desde Silesia a Tunicia, los burgundios desde Pomerania a Saboya. El resultado fue que los
grupos de colonos germanos tuvieron desde el principio un número reducido y la imposibilidad de recibir
refuerzos. Ello, sumado a los problemas de administración inmediata generaron improvisados dispositivos
en los primeros Estados bárbaros y reflejaron una situación de relativa debilidad. En consecuencia, se
apoyaban fuertemente en las preexistentes estructuras imperiales, que conservaron en combinación con
sus equivalentes germánicos para formar un sistemático dualismo institucional. Una vez asentados, el
primero y trascendental problema fue el de la disposición económica de la tierra; la solución normalmente
adoptada fue un modelo similar al de las anteriores practicas romanas: los visigodos, burgundios y
ostrogodos impusieron a los terratenientes locales el régimen de la hospitalitas, que concedía a los
huéspedes barbaros dos tercios de la extensión cultivada de las grandes fincas, el hospes burgundio
recibía también un tercio de los esclavos romanos y la mitad de las tierras forestales. Únicamente los
vándalos expropiaron al grueso de la nobleza local y de la Iglesia sin ningún tipo de concesiones. Al cabo
de una generación, ya se había consolidado sobre la tierra una aristocracia germánica, con un
campesinado dependiente, e incluso en algunos casos con esclavos. El Estado vándalo de África se

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convirtió en la más implacable autocracia. Los reinos germánicos de esta fase eran todavía monarquías
rudimentarias, situados a mitad de camino entre el pasado tribal y el futuro feudal.
La comunidad romana, por su parte, conservó normalmente su estructura administrativa. El dualismo se
vio desarrollado sobre todo en la Italia ostrogoda, donde se yuxtapusieron un aparato militar germano y
una burocracia civil romana. Normalmente subsistieron dos códigos legales diferentes aplicables a cada
población: un derecho germánico derivado de las tradiciones, y el derecho romano imperial que se
mantuvo. El paso político a un sistema territorial de Estado fue igualmente acompañado de forma
invariable por la conversión ideológica al cristianismo, aunque adoptaron únicamente el arrianismo y no la
ortodoxia católica y aseguraron su distinta identidad religiosa en los primeros reinos bárbaros. En ningún
sitio cambió la frontera lingüística entre el mundo latino y el teutónico. Estos primeros estados bárbaros no
fueron duraderos la expansión franca sojuzgó a los burgundios y expulsó de la Galia a los visigodos, las
expansiones bizantinas aplastaron a los vándalos en África y tras una larga guerra exterminaron a los
ostrogodos en Italia, finalmente los invasores islámicos arrollaron a los visigodos en Hispania.
La siguiente oleada de migraciones germánicas fue la que determinó de forma profunda y permanente el
mapa del feudalismo occidental. Los tres episodios principales fueron: la conquista franca de la Galia, la
ocupación anglosajona de Inglaterra y, un siglo después, el descenso lombardo sobre Italia. Los francos
habitaban lo que ahora es Bélgica antes de infiltrarse hacia el sur en la Galia del Norte, los anglosajones
estaban localizados en las costas alemanas del mar del Norte enfrente a las inglesas, los lombardos se
habían congregado en la Baja Austria antes de invadir Italia, lo que deja claro que las líneas de
comunicación entre las nuevas regiones conquistadas y las patrias recién habitadas eran cortas por lo que
podían llegar constantemente nuevos contingentes de tribus para reforzar. Esto, sumado a los cambios
lingüísticos que efectuaron, muestran lo profunda y duradera de la sedimentación cultural de esta segunda
oleada. Una de las principales razones de este fenómeno fue que la primera ola ya había barrido
completamente toda resistencia organizada, por lo que las siguientes migraciones tuvieron el peso y el
espacio para construir formas sociales más acabadas y duraderas. Por otro lado, el dualismo del siglo V
desapareció progresivamente en el VI (excepto en la última fortaleza, la España visigoda, donde
desapareció en el VII), y tuvo lugar un lento proceso de fusión que integró elementos germánicos y
romanos en una nueva síntesis que habría de sustituir a ambos. El más importante de estos
acontecimientos fue la aparición de un nuevo sistema agrario; el cambio de manos de la gran propiedad
agraria fue probablemente mucho mayor y sin tantos contratos como hospitalistas sino por la fuerza.
Especialmente fue cuando las comunidades aldeanas, que habrían de construir un rasgo posterior tan
sobresaliente del feudalismo medieval, parecen haber arraigado de forma notable; en medio de la
inseguridad y la anarquía las aldeas se multiplicaron mientras decaían las villae como unidades
organizadas de producción. Así, esta segunda oleada de invasiones, a la vez que producía por doquier
una aristocracia germánica dotada de fincas más extensas que nunca, pobló también el campo con
duraderas comunidades aldeanas y con núcleo de pequeñas propiedades campesinas. Políticamente, la
segunda oleada marcó o presagió el fin de las administraciones y los derechos dualistas con la
desaparición del legado jurídico romano (normas latinas: admin pública o sistema civil y jurídico, derechos
sobre la tierra, recaudación de impuestos); a la inversa, el separatismo religioso germánico comenzó a
desaparecer, y con estos cambios se produjo un constante intercambio matrimonial y un proceso de
asimilación de las dos clases terratenientes [en la Iglesia todos los obispos continuaron siendo romanos, la
fusión étnica no tuvo lugar hasta el siglo VIII]. Con todo, la superposición no produjo una nueva fórmula
política, sólida y permanente a finales de la Edad Media, en todo caso, el abandono de las tradiciones
avanzadas de la Antigüedad clásica condujo a una regresión en el grado de complejidad y de eficacia de
los Estados sucesores, agraviada por las consecuencias de la expansión islámica en el Mediterráneo, S.
VII. La realización positiva más importante de los Estados bárbaros pudiera ser la conquista de Germania
en el siglo VI por las campañas merovingias, éstas adquisiciones integraron y unificaron en un solo orden
territorial y cultural a las dos zonas cuyo conflicto inicial había dado origen a la Edad Oscura.
Hacia la síntesis.
La síntesis histórica que tuvo lugar fue el feudalismo, proceso que se formó entre los siglos III-IV y VIII-IX,
y tuvo como puntos importantes el cambio en los modos de producción agraria, una síntesis cultural, etc.

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El modo de producción feudal.
El feudalismo, que apareció en Europa occidental, se caracterizaba por una unidad compleja y un modo de
producción dominado por la tierra y por la economía natural en el que ni el trabajo ni los productos del
trabajo eran mercancías. El productor inmediato (el campesino) estaba unido a los medios de producción
(la tierra) por una relación social específica, relación definida legalmente como servidumbre: glebae
adscripti o adscriptos a la tierra (prestaciones de trabajo, rentas en especie u obligaciones
consuetudinarias). La propiedad agrícola estaba controlada privadamente por una clase de
señores feudales. Era una amalgama jurídica de explotación económica con autoridad política, el
campesino estaba sujeto a la jurisdicción de su señor. Al mismo tiempo, el señor recibía la investidura de
sus derechos de otro noble superior, a quien tenía que prestar servicios de caballería, una provisión de
ayuda militar eficaz en tiempo de guerra; recibía sus tierras en calidad de feudo.

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