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TEMA 4.

ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DEL REINO


VISIGODO I: ÓRGANOS DE GOBIERNO

1. EL PODER REGIO

1.1. Orígenes conocidos de la institución monárquica visigoda

Durante las migraciones “bárbaras” el jefe militar del ejército, conformado por clanes
tribales, era la máxima autoridad de los visigodos. Los clanes estaban subordinados al
control de la aristocracia guerrera. Los primeros reges fueron Alarico I (395-410) y su
antecesor Atanarico (ca. 360-381). Su elección se daba dentro de un linaje lo que
facilitó su transmisión hereditaria. La monarquía visigoda se basaba en la tradición de
las grandes familias de la aristocracia y en la capacidad militar del dux. El rey tenía
funciones militares y judiciales.

Los monarcas visigodos reconocían la autoridad del Imperio y tenían plena autoridad
sobre su pueblo. Además, tenían cierta autoridad sobre la población romana. A partir de
Teodorico I (418-451) la sucesión dinástica se vuelve incuestionable. Cuando
desaparece el Imperio en Occidente, los reyes de Tolosa asumieron las competencias de
los funcionarios provinciales y sustituyeron el antiguo poder político romano. Eurico
(466-484) y Alarico II (484-507) recuperan parte de la tradición jurídica romana. La
actividad legislativa propició la no continuidad entre el reino de Tolosa y el reino de
Toledo. Las hasta entonces potentes clientelas desaparecen con el fin del reino de
Tolosa.

1.2. Asociación y sucesión al trono

Los visigodos no tenían ninguna regulación para legitimar la sucesión al trono hasta el
Concilio IV de Toledo de 633. La “corona” no era hereditaria y podía heredarse
mediante la asociación al trono. Esta fórmula evitaba la aclamación popular y el visto
bueno de la aristocracia. Los aristócratas no podían ser candidatos mediante la elección.
Hubo muchos casos de asociación al trono como Luiva I con Leovigildo, Leovigildo
con sus hijos Hermenegildo y Recaredo o Suintila con su hijo Recimero.

La asociación al poder tenía su origen en la Tetrarquía (298-307). Se trataba de dar


estabilidad política.

El Concilio IV de Toledo de 633 acordó la elección de la realeza visigoda, participando


la nobleza como representante del pueblo. La Iglesia nombraba legítimamente al
sucesor. Chintila sería elegido así. En lo sucesivo, solo Wamba en 672 fue elegido así.
Los demás fueron por designación de su antecesor.

1.3. El rey en la teoría política visigoda

La ciudad era como un cuerpo humano creado por la Providencia, a cuya cabeza que era
el rey, Dios le había encomendado el deber de regir al resto de los miembros. La salud
del rey era más importante que la de sus súbditos. El rey tenía la máxima protección y
autoridad política en el reino.
Tras la conversión al catolicismo en 589, las bases políticas del reino tienen como único
referente de legitimación a la Iglesia y su doctrina, que era el único y verdadero cuerpo
social del regnum. Se origina una societas fidelium Christi, un cuerpo de súbditos
unitario unido por su fe común. En el Concilio IV de Toledo de 633 los obispos
proclaman su unión por la fe en un mismo reino (una fides, un regnum).

Se establecía esta teoría política por la que se dotaba de legitimación religiosa a la


monarquía e identificaba al rey con la doctrina de la Iglesia. Isidoro de Sevilla
relacionaba la legitimidad goda, la continuidad de la tradición patriótica romana y la
monarquía sagrada que se rige por la doctrina de la Iglesia.

Isidoro conforma una teología del poder con el rey como protector de la Iglesia. Se
establece un regnum Christi con enemigos como los judíos y los arrianos. Julián de
Toledo establece un “nacionalismo godo”. Es antifranquista, antigalicista y antijudío y
exalta al reino visigodo como sucesor del Imperio romano y como reunión de fieles en
Cristo.

La legitimación ideológica permitió erradicar la disidencia religiosa. El rey, elegido por


Dios, tiene el deber de defender la integridad de la religión católica y de la Iglesia y la
unión del reino en la fe verdadera.

1.4. La unción regia

La sacralización de la monarquía se inicia con la conversión de Recaredo y se


materializa definitivamente con la unción regia. Era un acto sacramental por el que el
obispo aplicaba los santos óleos sobre el nuevo monarca que había sido designado por
voluntad de Dios. Parece una herencia tardorromana.

Pudo iniciarse con Sisenando en 631. El rey se reviste de sacralidad por lo que los
padres conciliares tienen que protegerle. Un atentado contra el rey es también contra
Dios.

Si el rey se convertía en déspota o iba contra la Iglesia, la unción regia podía ser
revocada por el concilio. Los jerarcas de la Iglesia podían derrocarle y legitimar a otro
candidato sacramentalmente. Parece que esto sucedió con Ervigio.

1.5. Juramento de fidelidad

El juramento tenía carácter sagrado y se basaba en la fides cristiana. Tenía carácter


jurídico-religioso y la persona garantizaba con solemnidad una declaración, trataba de
probar la existencia o no de un hecho o la verdad o falsedad de una acusación. En caso
de perder, había penas judiciales y el castigo divino. El juramento era un sacramentum y
tuvo una gran autoridad espiritual. Los reyes utilizaban el juramento de fidelidad para
reafirmar su poder y era un signo de pertenencia a la Iglesia. Un perjurio era un
sacrilegio y se profanaba a la Iglesia. El juramento de fidelidad unía la fides religiosa
con la fides política, su ruptura provocaba la excomunión y la exclusión de la iustitia y
de los derechos civiles, solo reservados para los fideles.

Este juramento lo usó, se cree por primera vez, Teodorico el Grande quien obligó a los
jefes ostrogodos a utilizarlo hacia su sucesor y nieto Atalarico (526-534). Derrotado
Mirón, rey suevo, Leovigildo le obligó a prestarle este juramento. El juramento hacía
respetar al rey para propiciar la prosperidad del reino. Luego se añade la protección de
la familia del monarca.

El juramento de fidelidad ocupó la atención de los reyes hasta el final del reino. Se
promete fidelidad al rey prohibiendo cualquier atentado hacia él o hacia su poder
legítimo. Los dignatarios palatinos juraban ante el monarca. El resto de los hombres
libres lo hacían ante los funcionarios territoriales. Si te negabas al juramento, te
confiscaban los bienes. Los eclesiásticos también lo tenían que jurar, como los demás
fideles. Si no, eran excomulgados y perdían su honor y su cargo eclesiástico.

La fidelidad al monarca obligaba a la nobleza a dotar de tropas al rey.

1.6. Imagen, titulatura y ceremonial

Los reyes visigodos tenían origen aristocrático y reunían las condiciones y virtudes que
exigía la Iglesia y los altos dignatarios de palacio. Eran los máximos benefactores y
protectores del pueblo y de la Iglesia y hacían donaciones periódicas y fundaban
basílicas y monasterios. Todo esto era posible gracias a un gran patrimonio del rey.
Continuando con el modelo evergético romano, el patrimonio era usado para realzar al
rey. Hubo ofrendas de “coronas” y cruces votivas a edificios religiosos que se
convirtieron frecuentes entre los reyes visigodos. Un ejemplo es el tesoro de Guarrazar.

Los reyes tenían el título de rex. El emperador de Constantinopla tenía el de imperator.


Continuando con la tradición romana, los años eran contados a partir de cuando el rey
llegaba al trono. El rey tenía también el título de Dominus Noster, con poderes plenos
sobre los ministros de la Iglesia y el pueblo. Algunos monarcas tomaron el cognomen
Flavius que continuaba con la legitimidad dinástica de los “segundos Flavios” que fue
iniciada por el primer emperador cristiano Constantino. Además, tenían más títulos y
virtudes personales. El factor religioso también era parte de las titulaciones de los reyes.

Leovigildo inició un ceremonial fastuoso imitando el de Constantinopla. Este rey coge


características de un emperador romano. La imitatio imperii estuvo en la corte visigoda
y el rey cogió formas ceremoniales imperiales tardorromanas, unidas a la influencia de
la Iglesia, que los obispos impusieron.

1.7. Las reinas

La reina Baddo firma junto a Recaredo la declaración oficial al catolicismo en el


Concilio III de Toledo de 589. Esto implicó cierta igualdad entre los dos. Sin embargo,
solo el rey podía reinar, la reina no podía ejercer el poder. Las princesas podían
estrechar lazos de amistad con otros reinos. Las reinas viudas daban “legitimidad” al rey
en caso de poca legitimidad o sin apoyos políticos.

En el Concilio III de Zaragoza de 691, las reinas estaban en la posición más elevada del
reino y gobernaban sobre todos. Muerto el rey, la vida de ellas y sus hijos estaba
protegida, se les prohibía volver a casarse y se les recomendaba retirarse a un
monasterio de vírgenes.

2. EL OFICIO PALATINO
2.1. El entorno del rey

El Officium Palatinum o Aula Regia era el órgano de gobierno central. Estaba formado
por los nobiles, un ordo selecto, en el entorno de la corte de Toledo. Había dos
categorías: los primates, optimates, maiores o seniores palatii, con los cargos y
dignidades más altos dentro del palatinum y los mediocres, en un nivel inferior. Había
también dentro del personal de palacio esclavos, servi y libertos, con funciones
administrativas, muchas muy importantes en la burocracia del Oficio Palatino.

Sus miembros más importantes, que acompañaban al rey a los concilios del reino, tenían
la condición de potentiores y pertenecían a la nobilitas, con una distinción honorífica de
origen tardoimperial de viri inlustres, spectabiles o clarissimi. Gobernaban el reino
junto con el rey. Como los miembros del viejo Consistorium imperial, eran consejeros
áulicos. Asistían al rey con su consilium y eran miembros del tribunal regio. Tuvieron
un papel importante en lo jurídico, muy determinante en la legislación antijudía.

Los nuevos reyes solían proceder del Oficio Palatino, como Wamba y Egica. Los cargos
más altos del Oficio Palatino tenían el título de comites. Los comites officii palatini y
los obispos elegían a los nuevos monarcas.

2.2. Los principales cargos

Había unos comites que formaban el Officium Palatinum, y tenían diferentes cargos.
Los nombres y funciones de los cargos de palacio reproducen los officia de la
administración tardorromana del Imperio.

 Comes thesaurorum: Encargado del tesoro regio.


 Comes patrimonii o patrimoniorum: Al frente de la administración de tierras de
la monarquía. Recauda impuestos.
 Comes cubiculi o cubiculariorum: Supervisa la administración de bienes que
sufragan los gastos de la corte.
 Comes notariorum: Jefe de la Cancillería. Subordinados a él están los escribas y
notarios que redactan los documentos oficiales.
 Comes scanciarum: Al frente del aprovisionamiento de la corte.
 Comes stabuli: Al frente de las caballerizas reales.
 Comes spatharius o spathariarum: Jefe de la guardia palatina. Los soldados
cualificados están a sus órdenes.

Algunos magnates palatinos tenían el título de dux. Podía servir para realzar el honor
personal. El dux era el comandante de tropas. Este título otorgaba una preeminencia en
el entorno del monarca.

Los gardingos pertenecían al Oficio Palatino, inferiores a los seniores. Servían


militarmente, como protectores domestici.

3. LA PARTICIPACIÓN ECLESIÁSTICA EN EL PODER

Isidoro de Sevilla, el mayor ideólogo eclesiástico del reino, preside e inspira el Concilio
IV de Toledo de 633. Este concilio autoriza al monarca sobre los asuntos divinos y
humanos. Esto exigía que el rey fuera investido con la majestad regia y con los
elementos sacros hacia su persona. Desde Recaredo, supuso que las decisiones del
monarca fueran sancionadas por los obispos mediante los concilios. A esto se añadía la
influencia y el dominio espiritual e ideológico de los poderosos obispos sobre él, como
Isidoro de Sevilla, Ildefonso de Toledo, Julián de Toledo o Braulio de Zaragoza.

Normas eclesiásticas eran aprobadas por los obispos y redactadas en cánones


conciliares. Los padres conciliares advertían al pueblo para que no pecase contra el rey.
Esto muestra la colaboración tan estrecha entre la monarquía y la Iglesia.

Desde 589 hasta 702 dignatarios seglares participaron en los concilios y se regularon
asuntos no eclesiásticos. Estas reuniones tuvieron una gran importancia política, siendo
el segundo pilar del Estado. En estas asambleas se unían la potestad del rey y la
autoridad moral de la Iglesia. A los concilios se le dieron las funciones normativas más
altas del reino e intervenían en el ámbito político. Regularon la sucesión de los reyes por
medio de la elección, legalizaron usurpaciones y destronamientos, fijaron garantías
judiciales para la Iglesia y la nobleza, protegieron a la familia del monarca, hicieron
cumplir los juramentos de fidelidad, acordaron anatemas contra los conspiradores,
regularon a los jueces, protegieron los derechos de las personas, etc. Todas estas
medidas eran leges fundamentales del reino y se introducían en los cánones conciliares.
Muchas engrosaron los códigos legales. Las leges eran superiores en autoridad a la del
rey. Los monarcas reforzaban sus normas presentándolas al Concilio. Este era una
institución muy importante y un gran instrumento de control político. La Iglesia
intervino en las periódicas revisiones del Liber Iudiciorum, la legislación más
importante del reino.

Así, el monarca y la Iglesia gobernaban juntos. Se trató de un “regnum eclesiástico”.


Los obispos nombraban a los numerarii locales que recaudaban impuestos.

Los obispos y los nobles eran las dignidades más altas del reino. Algunos laicos
entraban en el alto clero para lograr una posición importante. La Iglesia era contraria a
esto pero era difícil quitar de sus puestos a estos hombres. Se convirtió en una
costumbre muy extendida pero desautorizarlos ahora podría originar un conflicto grave.
Muchos formaban parte de la nobilitas. Hubo obispos que se rebelaron para usurpar el
poder del monarca. Los jerarcas eclesiásticos a veces intervenían en la esfera política
aprovechando su gran poder e influencia.

En la revuelta del dux Paulo participaron el obispo Gumildo y el abad Ranimiro. El alto
clero tenía muchos recursos económicos y un gran poder de control social. La Iglesia
seguía los vínculos de dependencia social con relaciones de poder fundamentadas en el
patrocinio que también se daban en otras esferas de la sociedad.

4. ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL

4.1. La división provincial

La organización eclesiástica toma como base la división administrativa del reino


siguiendo las demarcaciones provinciales romanas de la dioecesis Hispaniarum. Las
provincias de Gallaecia, Tarraconensis, Narbonensis, Lusitania, Baetica y
Carthaginensis formaban el reino visigodo. La Narbonensis se localiza en la Galia. Las
capitales de provincia siguieron siendo sedes metropolitanas.
Hubo duces al frente de provincias que no estaban en la tradición romana como un dux
de Lugo o un dux de Cantabria.

El Concilio II de Braga de 572 muestra la existencia de dos provincias eclesiásticas en


Gallaecia, con sus obispos metropolitanos, una en Braga y otra en Lugo. Parece que
existió un distrito provincial militar que se llamaba Cantabria. Puede ser que la
provincia Carthaginensis estuviera dividida, durante el siglo VI, administrativamente,
en la Cartaginense y la Carpetana o Celtiberia, con Toledo como capital de esta última.

4.2. Cargos provinciales y locales

El dux provinciae ocupaba la cima de la administración territorial. Al principio tenía


funciones militares. Los duces provinciae fueron desplazando a los rectores provinciae,
que tenían funciones civiles y judiciales. El dux asume las competencias más altas en el
ámbito civil, fiscal y judicial dentro de la provincia. Se produce una militarización de la
administración. Algunos nobles romanos accedieron a este cargo.

El iudex o comes civitatis estaba al cargo del gobierno de la ciudad y su territorio, por
debajo del dux. Administraba justicia y recaudaba impuestos en su ámbito local y velaba
por el orden público. Tenía a su cargo a unos hombres que estaban acuartelados en su
praetorium. Como los duces, eran nombrados y pagados por el monarca. El cargo se
volvió hereditario.

Unos delegados asistían al comes civitatis. Estaban los vicarii, funcionarios delegados,
los numerarii, funcionarios fiscales, los vilici, administradores de fundi, los thiufadi,
que tenían el control de la fuerza militar local y los defensores civitatum, que defendían
al pueblo frente a los poderosos. Estos últimos, que tenían un origen tardorromano, con
el tiempo desaparecieron o perdieron poder judicial. Los iudices loci controlaban el
territorium de la ciudad, junto a los vilici. La institución curial perdió todo su peso
político gobernando las ciudades. Los curiales fueron sustituidos por los colaboradores
del comes civitatis y desempeñaron funciones menores.

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