Está en la página 1de 5

Montemayor del Río, el 7 de febrero.

Cuando propagandistas de la CEDA fijaban


carteles electorales, otro grupo de ideología izquierdista comenzó a arrancarlos. Al
poco, uno de los cedistas increpó a los segundos. La disputa se transformó de
inmediato en un choque violento y los primeros disparos no tardaron en sonar. El
final fue trágico. Bernabé González, de cuarenta y ocho años, izquierdista, mató de
un tiro a Clemente Barragán, un joven de veinticuatro años, hermano de uno de los
derechistas. Esto generó nuevos desórdenes que se prolongaron varias horas[448].
Lo habitual durante la campaña no fue este caso, sino la finalización pacífica de la
propaganda. Pero no es menos cierto que no puede hablarse de normalidad cuando se
registraron diariamente, entre el 1 y el 16 de febrero, una media de quince actos de
violencia. En ellos predominó un tipo semejante a los sucesos de Montemayor:
choques directos entre grupos de propagandistas o afiliados de ideas contrapuestas,
en los que se disputaba el dominio de la calle y la posibilidad de ejercer la
propaganda. Nada menos que una cuarta parte de todos los actos de violencia
corresponden a este patrón, con 38 víctimas entre muertos y heridos graves.

Tabla X
Actos de violencia política (1-1-1936 a 16-2-1936)

ebookelo.com - Página 206


Los falangistas, los socialistas y los comunistas fueron los grandes protagonistas
de esta violencia: uno de cada dos episodios corresponde a choques entre ellos. Los
falangistas estuvieron, por tanto, muy por encima de los cedistas, que protagonizaron
un 22% de los choques; o de los monárquicos y los tradicionalistas, en torno al 10%.
Apenas aparecieron en esos episodios los republicanos moderados y solo en muy
pocos casos los de izquierdas.
En cuanto a la significación de quienes iniciaron las agresiones, una cuestión
pertinente para desentrañar la relación entre los discursos extremistas y los
comportamientos violentos, se conoce en 54 episodios, más de la mitad del total. De
ellos, en 38 la iniciativa partió de personas vinculadas a las izquierdas, mientras que
los derechistas iniciaron 16. Y entre los segundos, los falangistas llevaron la iniciativa
en un 80%. Por consiguiente, se puede apreciar bien la especial agresividad de los

ebookelo.com - Página 207


afiliados de Falange, en consonancia con su predisposición a ejercer la violencia con
determinación. Y, desde luego, destaca claramente la violencia proactiva de
socialistas y comunistas, orientada sobre todo a impedir la propaganda cedista.
Resulta significativo que de cada tres actos con información completa, los miembros
de los partidos obreros iniciaran dos.
Hubo, además, otro tipo de choques, especialmente en el ámbito universitario,
donde se explicitó una fuerte rivalidad entre los jóvenes izquierdistas y derechistas a
través de un goteo constante de incidentes repartido por las principales ciudades del
país. Se produjeron también varias agresiones a vendedores de prensa, alguna muy
grave. En Málaga, el 28 de enero por la noche, un falangista asesinó a un vendedor de
prensa obrera, tras una discusión cuyas circunstancias son poco conocidas. Ese día
otro joven falangista había sido herido de gravedad por un grupo de socialistas y
comunistas[449]. Hubo también una decena de ataques o atentados contra candidatos,
repartidos a derecha e izquierda casi por igual. Junto a ellos, otras formas de
violencia se manifestaron a partir de conflictos político-sindicales o de asaltos a
fincas y enfrentamientos con guardas, además del estallido de bombas o petardos, las
manifestaciones que empezaban o terminaban con violencia y las agresiones en que
se vieron implicadas autoridades locales. Tuvieron relevancia cuantitativa y
cualitativa las detenciones de candidatos durante la campaña: si se excluyen las
amparadas en la justificación de «delitos electorales», fueron un total de 25, y en 9 de
cada 10 ocasiones los detenidos fueron políticos de izquierdas. Este dato podría
reflejar una mayor animadversión de las autoridades hacia los candidatos del Frente
Popular, pero también sugiere un especial protagonismo de algunos políticos
frentepopulistas en las coacciones y violencias.
En resumen, por cuantía y significación política destacaron, al margen de los
choques entre propagandistas ya comentados, cuatro tipos de episodios de violencia
electoral:

Por lo que se refiere a los ataques contra sedes políticas, un aspecto revelador de
la violencia electoral extrema, casi dos de cada tres episodios afectaron a las de
partidos derechistas. El más grave, con diferencia, tuvo lugar en Vigo el 7 de febrero.
Un grupo de pistoleros sindicalistas asaltaron la sede de Falange. Una vez dentro,
hubo un tiroteo que se prolongó en las calles adyacentes, con dos muertos y al menos
cuatro heridos muy graves, lo que da idea de la trascendencia del suceso. En un

ebookelo.com - Página 208


primer momento solo se confirmó la muerte de Robustiano Figuera, sindicalista de 23
años, fallecido por disparos de un guardia de asalto de paisano que estaba cerca de la
sede cuando comenzaron los sucesos y que perdería un brazo. Días más tarde murió
otro de los dos heridos graves, en este caso afiliado a Falange[450].
En cuanto a los atentados políticos, numéricamente importantes y que datan en su
inmensa mayoría de la primera quincena de febrero, dos de cada tres actos con
información completa fueron llevados a cabo por individuos de izquierdas. Los
cedistas fueron los peor parados, pero los falangistas también se convirtieron en
objetivo prioritario. Un caso representativo fue el asesinato del juez municipal de
Cuevas del Valle (Ávila), afiliado a la CEDA, a manos de un comunista. Antonio
Fernández, que así se llamaba la víctima, fue agredido como represalia por reprender
a unos jóvenes que arrancaban carteles, una actividad habitual en aquella campaña y
que provocó varias detenciones. La muerte de Fernández provocó un incidente entre
el candidato cedista Salvador Represa y el gobernador, que ordenó la detención de
aquel por acusarle públicamente de parcialidad y de no proteger a los simpatizantes
conservadores[451].

Reventar un mitin, amedrentar al contrario


Hay otra categoría, la de los mítines reventados, que merece un comentario
especial. Se trata de una de las principales manifestaciones de la violencia durante un
período electoral, buen indicador del grado e intensidad de las coacciones para
impedir la movilización del adversario. Más de medio centenar de mítines no
pudieron llevarse a cabo o se vieron alterados de forma significativa. En este caso, se
ha podido identificar a casi todos los responsables: más del 80% estaban organizados
por grupos de derechas y fueron reventados por individuos de izquierdas, si bien hay
poca información acerca de su adscripción partidista.
Las Juventudes de la CEDA tenían un papel relevante en la organización de los
mítines y la protección de los oradores. Sin embargo, es significativo que más de la
mitad de los mítines reventados a los conservadores fueron organizados por los
cedistas. No parece, por tanto, que los japistas estuvieran especialmente entrenados
para repeler la violencia, lo que cuestiona las tesis acerca de su supuesta
paramilitarización. Ni siquiera protagonizaron o alentaron un número significativo de
actos de violencia electoral, como ya han señalado algunos estudios provinciales[452].
Por otro lado, no hay que olvidar que la CEDA era el partido conservador con mayor
capacidad de convocatoria y proselitismo, por lo que no es extraño que los
extremistas del campo socialista y comunista se ensañaran con ellos si lo que
buscaban era reducir la competencia derechista[453]. Precisamente ello puede explicar
que apenas aparezcan mítines de Falange reventados. Aunque esto también es un
indicio de que los falangistas eran más temibles que sus adversarios y no debía de

ebookelo.com - Página 209


resultar tan fácil reventar sus actos como los de los cedistas. No en vano, en Orense
los falangistas no se conformaron con boicotear algún que otro acto de sus
adversarios, sino que desplegaron una actividad sistemática para seguir a «todas
partes» a Basilio Álvarez, candidato portelista, e irrumpir en sus mítines[454].

Tabla XI
Mítines reventados o alterados con violencia

Otro tipo de la violencia política, menos relevante que las anteriores, consistió en
ataques contra la Iglesia. Hubo una decena de incidentes antirreligiosos entre el 1 de
enero y el 16 de febrero, casi siempre incendios o destrozos en iglesias, en las
provincias de Alicante, Barcelona, Lérida, Lugo y Pontevedra. No siempre estos
actos tuvieron una relación directa con el desarrollo de las elecciones. Sin embargo,

ebookelo.com - Página 210

También podría gustarte