Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sí, los prejuicios son imprescindibles. Utilizándolos correctamente, son medios necesarios para
nuestras diferentes situaciones o experiencias vitales. Volviendo sobre el anterior ejemplo, una
persona precisa alimentarse correctamente desde que nace. Recién al ser mayor podrá conocer el
porqué de su buena alimentación.
El problema no es el prejuicio, sino la relación que tiene el prejuicioso con sus ideas. Es decir, la
persona prejuiciosa considera siempre que sus suposiciones son conocimientos. Y, por otro lado,
está negado a descubrir su situación personal. No reconoce ni acepta que no sabe. Pero cree que
sabe la única respuesta correcta a las diferentes preguntas. Por lo tanto, la comunicación del
prejuicioso se ve negativamente afectada. La predisposición al diálogo con el otro está truncada.
Incluso, le es muy difícil escucharse a sí mismo.
Todos tenemos prejuicios y todos podemos ser prejuiciosos. Son dos predisposiciones interiores
diferentes. Quien reconoce que no sabe todo, o más bien, que sabe poco, está apto para descubrir
los verdaderos fundamentos de sus afirmaciones. El diálogo íntimo y confiado nos permite descubrir
y reconocer nuestra ignorancia y nuestra sed de verdad.
¿Por qué podemos ser prejuiciosos?
La verdadera educación es aquella que nos enseña a aprender. Es decir, la que nos moviliza
interiormente a saber y también nos da los recursos necesarios para que nuestros conocimientos
sean realistas. Es decir, que tengan un fundamento sólido. Y que nosotros ejercitemos
cotidianamente una honesta flexibilidad. La honestidad intelectual supone cierta humilde sabiduría.
Podríamos contrastar dos maneras de pensar y de vivir: “Sólo sé que no sé nada” y “sólo yo sé todo”.
Son dos actitudes o predisposiciones interiores.