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2 de junio del 2023

Azkoitia – Euskal Herria

Siento mucho mi prolongado silencio. Esta carta tenía que llegar hace por lo menos un
mes, que creo que es cuando usted estaba por allá disque internado (espero con ansias que
me cuente en qué consistió eso al detalle y sus opiniones al respecto).
Las buenas cosas que no llegan pronto llegan tarde pero llegan. Pese a que han pasado
muchas cosas en estos últimos meses, le tengo que confesar que escribo esto con más
ganas de leerlo que de contar mis choco aventuras. En realidad, todo este tiempo lo puedo
dividir fácilmente en tres narraciones que le voy a resumir (porque muchas son carentes
de interés) para justificar un poco todo el tiempo que tardé en escribirle.
Supongo que ya le conté que estaba preparando unas oposiciones para que me hicieran
un contrato fijo de cartero. Estuve trabajando en la entrega de cartas y es el trabajo
perfecto para los planes que tengo los próximos años. Pero tener un contrato decente
implica una competencia feroz entre un montón de gente que quiere lo mismo. Me metí
en esa carrera de ratas de la que tendré respuesta a finales de verano. Ni en la carrera de
filosofía ni en la de antropología había estudiado tanto como lo que estudie estos últimos
meses. Quiero pensar que por lo menos, en el peor de los casos, me queda eso, la
disciplina que gané, la capacidad de negarme placeres en pro de una seguridad y unos
placeres más sostenibles.
Otro momento que marco todo este tiempo es la preparación de la cirugía maxilofacial
que me hicieron hace dos semanas. Los últimos años se agravó la situación de mi
mandíbula. Creo que en la edad que tenemos se empiezan a acentuar nuestros defectos
tanto físicos como psicológicos. En mi caso noté una tendencia al alcoholismo, la adicción
por las imágenes y una solastalgia frente a la extinción de las especies. En lo físico, la
mandíbula estaba empeorando migrañas, problemas digestivos, respiratorios, eso sin
contar que cualquier golpe me la abría fracturado por la mala posición en la que estaba
(menos mal ya no soy tan bonchero). Ahora estoy en convalecencia porque, como ya le
mencioné, hace dos semanas me operaron y encajaron la mandíbula. Mi rostro a cambiado
un poco pero no tanto como toda la gente decía. La gente habla de lo que no sabe. En
realidad es un cambio pequeño, cualquier amigo de la infancia puede seguir
reconociéndome.
Acabo de caer en cuenta que usted puede que no se haya enterado que Brian ( ¿lo
recuerda? Del salesiano, creo que compartimos curso alguna vez, Brian Gómez Suarez)
Pues el man se murió en diciembre del año pasado, de un cáncer que se le regó por todo
el cuerpo. Si sobrevivimos a esta edad creo que lo tendremos ganado ¿Sumercé cómo está
de salud?
Su hermano me contó que se cambiaron de barrio. Tengo curiosidad sobre su nuevo
recorrido. Supongo que ya se patinó media localidad. Por favor, descríbame el paisaje de
ese nuevo lugar que lo ve crecer.
Pese a mis silencios, sepa que lo pienso bastante. Extraño la ciudad. Calculo que en
diciembre podré ir a pasar unos días. Los hijos de mi hermano están creciendo y eso me
atormenta un poco, el ser un tío tan distante que no juega con sus sobrinos. Creo que esos
niños son lo mejor que hasta el momento ha hecho mi hermano ¿Su otro hermano cómo
siguió? El otro día pensé en su familia y la relación que tiene con ustedes dos ¿me puede
contar un poco al respecto?
Como le dije al comienzo de esta carta, son más las ganas que tengo de leerlo que de
contar mis cosas. En realidad, supongo que se debe a la inmediates y la cercanía de la
propia vida, no encuentro demasiado interesantes “mis cosas”. Eso es buena señal, quiere
decir que he dejado de ser tan egoísta.
Su última carta me pareció llena de contenido aunque un poco encriptada. En mis
próximas cartas me sumergiré más en todo eso que queda por responder en nuestras
anteriores cartas. Por el momento, espero que responda a las preguntas que he dejado
regado al transcurso de la presente epístola.
Salúdeme por favor a su hermano cuando termine de leer esta carta
Por favor, no tarde tanto como yo en responder. Ya le expliqué las razones de mi ausencia,
justifíqueme pues y respóndame en un ratico de su ocupadísimo cotidiano. Un abrazo y
hasta la próxima epístola.

Francisco

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