Está en la página 1de 48

A FUEGO LENTO

by JemmaDespistada

(MINIFIC CLEXA AU) Costia apareció en la vida de Lexa y la puso patas arriba. Pero
tan abruptamente como entró, salió de ella. Clarke , entones, se convierte en su paño
de lágrimas. ¿Logrará salir de la friendzone como ella desea?
SUMMER LOVE

Costia marcó un punto de inflexión en mi vida. Apareció, puso mi


mundo patas arriba y se me escurrió entre los dedos como los finos granos de arena
de la playa donde nos conocimos.

Mi nombre es Lexa y este último año ha sido el más raro y


convulso de toda mi vida. Acabado mi doctorado y con matrícula cum laudem en
mi tesis y tras haber mandado mi curriculum y mi propuesta de trabajo a decenas de
Instituciones, se agolpan en la mesa de mi escritorio media docena de ofertas de
Universidades de distintas zonas del planeta que desean contratarme como
investigadora. La nanotecnología es mi campo de estudio. Necesito un cambio de
aires, así que estoy por aceptar la oferta de la Universidad más alejada de mi mundo
y de mis problemas: Sidney, Australia.

Sólo he tenido un novio en mi vida, Gustus, con el que empecé a


salir estando ambos en la Universidad. Era un chico dulce y delicado conmigo,
romántico y detallista y yo, la verdad, siempre he estado bien con él. Le quería,
creía, aunque quizás me faltara pasión y entrega. Y cuando me refiero a él utilizo
verbos que expresan un tiempo pasado, porque ya no estamos juntos. Quizás soy
fría o poco tierna. Nunca sentí por él ese desbaratamiento que refieren las novelas
románticas, esas mariposas en la tripa que nos venden las películas. Por eso, cuando
hace tres meses me pidió que nos casáramos, no supe qué decirle. Se sintió
defraudado conmigo y convino que si después de dos años siendo novios, no tenía
claro si quería compartir mi vida o no con él, la respuesta, por mucho que doliera,
era que no. Me dijo adiós, cogió un vuelo a Dublín y desapareció de mi vida.

Así las cosas, mi mundo es un caos de contradicciones, de


decisiones y de consecuencias, que me abruman. Mis padres tienen una casa de
veraneo en Cádiz, en la costa, de forma que pensé que lo mejor que podía hacer en
este momento de total desconcierto en mi vida, era escaparme allí. Y aquí estoy. El
mar siempre ha sido como un bálsamo para mi espíritu, me calma, me da sosiego y
anestesia mis pesares. Y así he recalado en esta costa, buscando esa paz interior que
tanto necesito ahora.

Es mi primer día de playa. Llego temprano. Me gustan las


primeras horas del día, cuando la playa luce solitaria y el sol calienta mi cuerpo sin
abrasarlo. Son las nueve y media de la mañana y acabo de llegar con una toalla
colgada al hombro, un libro bajo el brazo, el ipod, un poco de dinero y la crema solar
en los bolsillos de mi vestido. Apenas hay otras dos docenas de personas en toda la
playa. Me gusta así. Me quito la ropa, me tumbo boca arriba y cierro los ojos.
Vacío mi mente y sólo escucho el golpe de las olas al romper cerca de la orilla. Me
incorporo, me apoyo sobre mis codos y observo la línea del horizonte. Una chica se
coloca cerca de mí. Es extranjera, seguro, su piel la delata. Como no se ande con
cuidado se va a cocer como las gambas. También está sola. Ha roto mi calma, pero
ha despertado mi curiosidad. Se acomoda en una silla de playa y saca un libro
"Death Comes to Pemberley". Lo sabía, es extranjera. ¿De dónde será?.

Me tumbo boca abajo, abro mi libro y comienzo a leer. Son ya las


once de la mañana. La gente comienza a llegar a la playa; a la desconocida y a mí,
nos rodean una pareja de ancianos, un grupo con media docena de chicos y chicas, y
otro bañista solitario. La pandilla de adolescentes ríe a carcajadas y habla en un
tono de voz como si lo hiciesen para alguien colocado en el otro extremo de la playa,
así que decido que ha llegado el momento de darme un chapuzón. Al pasar al lado
de la desconocida, me mira y me sonríe. Hago lo mismo. El agua está fresca y me
gusta. Nado diez minutos y vuelvo a tumbarme en la toalla. Me coloco mi ipod y
en media hora ya tengo el bikini seco; ha llegado el momento de marcharme, de
dejar sitio a la masa de gente que comienza a abarrotar el lugar. Recojo y me dirijo a
uno de los bares del paseo marítimo. Pido un zumo de naranja y un bocadillo de
jamón. Abro mi libro y continúo leyendo. El bar está a rebosar de gente, pero yo he
tenido mucha suerte de encontrar una mesa en la terraza.
Estoy ensimismada en la lectura. Es la tercera vez que leo este
libro ("Orgullo y prejuicio") y siempre encuentro matices diferentes en él. Estoy
enfrascada en la lectura, por eso no me doy cuenta de que alguien se ha acercado a
mi mesa. Cuando levanto la vista, ella está allí; es la chica de la playa, que me
habla en inglés. Por suerte, mi padre es londinense y yo perfectamente bilingüe.

-Hola, me pregunto si no te importaría compartir la mesa conmigo.


El bar está abarrotado y no queda nada libre -me dice con voz suave la
desconocida.
-No, siéntate (cierro el libro y lo apoyo en la mesa).
-Veo que estás leyendo "Orgullo y Prejuicio" -comenta señalando mi
libro-. Me encanta . De hecho, el que yo leo, "La muerte llega a Pemberley" dicen
que es una pequeña continuación, aunque este no lo escribió Jane Austin. Quizás
cuando acabes el tuyo, pueda prestarte el mío. Me llamo Costia.
-Yo soy Lexa. No sabía nada de que existiera una continuación de
este libro (lo señalo). Tomaré en consideración tu oferta. ¿De dónde eres?
-Vengo de California -me responde.
-¿De California? -pregunto extrañada-. Pues sí que estás lejos de
casa. ¿Y qué se te ha perdido por el sur de España?
-Pues soy actriz y me han contratado para protagonizar una serie -
me aclara-. Los productores encontraron las localizaciones adecuadas aquí cerca y
acabamos de terminar el rodaje. Han sido seis meses muy estresantes, pero
definitivamente me he enamorado de Andalucía. Así que al terminar hace dos días
el rodaje, decidí quedarme un mes de vacaciones mientras montan toda la serie y
antes de que tengamos que comenzar con la promoción.
-¡Qué interesante! Y perdona mi estupidez -me disculpo-.
Seguro que eres una actriz famosa y yo una tonta por no conocerte.
-¡Qué va, no soy famosa! -me dice sonriendo-. Este es mi primer
trabajo "grande".

Miro el reloj y me doy cuenta de que son las doce y media. He


quedado en ir a recoger a mi hermano Lincoln que llega hoy, así que, aunque estoy
muy a gusto, tengo que despedirme. Lincoln solo tiene dos años más que yo, pero
ejerce más de padre que de hermano. Está preocupado porque cree que estoy triste
por mi ruptura con Gustus y sé que le inquieta que esté sola aquí. Le he dicho mil
veces que estoy bien. Además, llevamos veraneando toda la vida aquí y tenemos
muchos amigos, pero no puede evitar ese sentimiento protector que le nace
conmigo. Le quiero muchísimo, pero espero que no me vuelva loca con sus planes,
porque crea que lo que necesito es distraerme.
Lincoln es como un torbellino. Todavía no hemos llegado a casa y
ya ha contactado con nuestros amigos para vernos esta noche para cenar.

-¿Qué tal estás, hermanita? -me dice alegre.

-¿Hermanita?¿hermanita? Jajaja. Ya te vale... Estoy bien, Lincoln, ya


te lo he dicho mil veces. Si vas a preguntarme por Gustus o vas a contarme algo de
él, ahórratelo -le advierto.

-¿Pero estás bien? -insiste.

-A ver cómo te lo explico, Lincoln -le digo con un punto de hastío


incluso en mi voz, cansada de responder a la misma pergunta-. Cuando estaba con
Gustus estaba bien, pero ahora que estoy sin él estoy también bien. Lo cual me hace
pensar que, al menos yo, no le quería tanto como creía. Así que seguro que él está
mejor sin mí.

-Vale, vale, cómo te pones -dice mi hermano levantando las palmas de las manos a
la altura de su pecho en señal de paz-. Prometo no volver a mencionarlo. Pero
ahora que tienes el corazón libre, a lo mejor encuentras alguien con quién ocuparlo,
un amor de verano.
-Y dale -digo volteando los ojos- , qué manía de emparejarme...
-Yo lo que quiero es que seas feliz. Y a ser posible que lo seas aquí y
no en la otra punta del mundo. ¿Sidney? ¿De verdad te quieres ir a Australia? -
me dice Lincoln de sopetón.

-No lo sé, Linc. A eso, entre otras cosas, quiero darle vueltas
durante los próximos días.

Estamos en casa y Lincoln se acerca a la playa a darse el primer


chapuzón de la temporada. Yo aprovecho para sacar una hamaca al jardín y seguir
degustando mi libro. El tiempo se me pasa volando. Para cuando quiero darme
cuenta, Lincoln ya ha vuelto y comienza a urgirme para que me duche y me
prepare. Dentro de una hora hemos quedado con nuestros amigos para cenar.

Llegamos al restaurante donde nos hemos citado y la veo al fondo


en una mesa, sola. Es Costia. Me acerco.
-Hola -la saludo.
-¡Hola, qué casualidad volver a encontrarnos! Me vienes
estupendamente. Estaba mirando la carta y la verdad no sé ni qué pedir. A lo
mejor puedes ayudarme a elegir -me dice mientras pasea su mirada distraída sobre
la lista de platos que ofrece el restaurante.

-¿Estás sola? ¿Quieres cenar con nosotros? Estoy allí con mi


hermano y unos amigos -señalo hacia donde se encuentra mi grupo.

-Pero no quisiera molestar...


-No es ninguna molestia. Ven.

Hago las presentaciones y Costia se sienta a cenar con nosotros.


Apenas chapurrea un poco el español y aunque le cuesta seguir la conversación,
con mi ayuda y la de Lincoln creo que pronto comienza a sentirse a gusto y se ríe a
carcajadas con las ocurrencias de mi hermano. Tiene una risa muy contagiosa.
Acabada la cena, vamos a tomar una copa y a bailar un rato y se apunta a venir con
nosotros. Me confiesa que en principio, le asustaba un poco la idea de pasar unas
vacaciones sola, pero que no se arrepiente de haberse quedado. Me agradece que
la haya invitado a compartir cena y copas con nosotros y yo le digo que, cuando no
quiera estar sola, puede llamarnos. Le doy mi número de teléfono.

A la mañana siguiente, dejo a Lincoln en la cama y me dirijo a la


playa, temprano como me gusta. Apenas acabo de instalarme cuando aparece
Costia. Pregunta si me importa que se ponga a mi lado y le digo que no. Pasamos un
par de horas charlando amigablemente y a las once y media aparece Lincoln por la
playa. Una hora después Costia y yo nos retiramos y quedamos con él para comer en
un bar. La comida transcurre distendida y agradable. Después de una larga
sobremesa nos despedimos, Costia regresa a su hotel y Lincoln y yo a nuestra casa.

-¿De qué conoces a Costia? -me pregunta mi hermano.

-En realidad de casi nada. Coincidimos el otro día en la playa y en un


bar y al verla ayer cenando sola, la invité a sentarse con nosotros ¿Por qué me
preguntas?
-Porque no te quita los ojos de encima. Creo que le gustas -me dice
mi hermano y yo inevitablemente me sonrojo.
-Lincoln, qué tonterías dices...
-Yo sé lo que me digo -apunta.
-Sí, habló el oráculo -le digo jocosa-. Has tirado tus huesecitos
de pollo y consultado tu bola de cristal y todo indica que tu hermana, la
rompecorazones, va dejando a su paso un rastro de hombres y mujeres con el
corazón partido.
-Sí, tú tómatelo a broma, pero a esa chica le gustas -seguía
insistiendo cansinamente Lincoln.

-A ver, Lincoln, no conoce a nadie más. Y en esas circunstancias y


con la barrera del idioma, es normal que esté pendiente de mí. Pero de ahí a que le
guste va un abismo. Además, que yo sepa, soy heterosexual.

-Nunca has sido buena para las señales, princesa. Ni siquiera para
las que te hablan desde adentro -añade críptico.

-Vale, don Pitoniso ¿Qué dicen mis señales internas? -le pregunto.

-Lexa, hasta donde yo sé, no eres la más hábil del mundo


reconociendo tus propios sentimientos. Te ha tenido que dejar Gustus para que
te dieras cuenta de que nunca has estado enamorada de él, cosa que los demás ya
sospechábamos. A lo mejor es que estabas buscando donde no debías y tienes que
redireccionar la mira de tu rifle. A lo mejor no has estado disparando al bando
adecuado.

No sé bien qué quiere decir Lincoln y no quiero darle más vueltas.


Hemos pasado una velada tranquila hablando de nuestras cosas. No le gusta nada
la posibilidad de que me vaya fuera de España a trabajar, pero entiende que tengo
que hacer lo que me haga más feliz. El siempre estará ahí para apoyarme. La
verdad es que tengo muchísima suerte de tenerlo en mi vida.

A la mañana siguiente, temprano, en la playa, vuelvo a coincidir


con Costia. Lincoln se incorpora luego y como quien no quiere la cosa la invita a
cenar con nosotros. Yo ya no sé qué pensar. La verdad es que descubro que me
mira mucho, pero descubro que yo la miro también. Maldigo interiormente a mi
hermano y su asombrosa capacidad para liar las cosas. No tengo bastante con lo que
tengo, que introduce una nueva variable en mi ecuación. Nunca me he planteado si
me gustan las mujeres o no. Nunca me he planteado a nadie que no fuera Gustus y
ahora que ya no estoy con él, no sé qué pensar.
SEÑALES

La cena transcurre relajada y agradable. Lincoln nos divierte con sus


bromas, Costia nos habla de su trabajo en la serie que acaba de rodar y yo, yo
sólo trato de interpretar señales. Costia es muy guapa. Cuando sonríe tuerce
graciosamente su boca hacia la izquierda. Tiene dientes perfectos y labios carnosos.
Su boca... ¿pero qué hago mirando así su boca? Creo que se ha dado cuenta.
Bajo avergonzada la mirada y Lincoln dice una nueva tontería para sacarme del
apuro. Se lo está pasando fenomenal observando mi torpe interpretación de señales.
¿Por qué le haré caso?

Suena el teléfono móvil de mi hermano. Le oigo que dice "Si,


claro, no te preocupes, ahora voy para allá". Se excusa diciendo que le ha surgido
un imprevisto y que lo siente mucho, pero tiene que irse. Yo quiero matarle. Le
conozco bien. Todo ha sido una estratagema para dejarnos solas. Le voy a matar.
Algún día. Seguro. Afortunadamente, Costia es muy buena conversadora y el
tiempo se me pasa volando. Acabamos la cena, recogemos y salimos al jardín con
nuestra última copa de vino. Allí, recostadas en las hamacas mientras miramos el
increíble cielo estrellado que nos regala este bello trozo de mundo, el planeta deja
de dar vueltas, el tiempo se detiene y yo, yo no puedo dejar de mirarla de reojo. Se
está dando cuenta, seguro que se está dando cuenta. ¿Pero qué me está pasando?

Le propongo dar un paseo y tomar una copa en un bar del pueblo


y le parece bien. Mi hermano es tonto. Costia es guapa, muy guapa. ¿Qué le
habrá hecho pensar a Lincoln que yo le gusto? ¿Cómo va a fijarse una mujer tan
hermosa y tan mundana como ella en alguien como yo? Decido espantar esos
pensamientos de mi cabeza y nos ponemos en marcha. No deja de reir y yo no sé
qué hacer, ni dónde mirar. No sé qué está pasando; no sé qué me está pasando.

Llegamos al bar y pido un par de copas. Nos sentamos en la


terraza y se hace un silencio incómodo. No sé qué hacer, no sé qué decir. Le
propongo ir a la pista del pub a bailar un rato y le parece bien. Me dice que le
encanta bailar y la verdad es que lo hace muy bien. ¿Habrá algo que esta mujer no
haga bien? ¡Pero qué me pasa!. Un chico bastante borracho y decidido se le acerca
demasiado y ella lo espanta diciéndole "Estoy con ella". ¿Qué habrá querido
decir? ¿Por qué seré tan torpe para darme cuenta de las cosas? Se vuelve hacia mí
y me mira directamente a los ojos. No me quita la vista de encima. No puedo dejar
de mirarla. ¿Está pasando algo? ¿Me está pasando algo? Me pongo muy nerviosa y
le digo que, voy a descansar un poco y voy a sentarme de nuevo en la terraza. Me
toma de la mano y me saca de la pista. Una extraña sensación de calor recorre mi
cuerpo mientras me lleva afuera. Mi mano en su mano, su mano en la mía. ¿Qué
me está pasando?

Nos acabamos las bebidas y me propone dar un paseo. Sé que


ella sabe que estoy nerviosa. Quizás le esté haciendo sentirse incómoda. Paseamos
en silencio. Pasamos por delante de una heladería y me invita a un helado.
Chocolate para mí, fresa para ella. Propone que nos lo comamos sentadas en la
arena a la orilla del mar. Mejor. El mar siempre me tranquiliza y la verdad, ahora
necesito una ración extra de calma. Nos sentamos en la arena y me pregunta por
mi hermano. Ahora lo entiendo, ¡qué estúpida he sido! Es Lincoln quien le
interesa y yo soy la coartada perfecta para conocerlo. Soy medio boba. No me entero
de nada. Le hablo de mi hermano. Le cuento que es pediatra, que trabaja en la
clínica de mis padres, quienes también son médicos. Le cuento que es un encanto
de hombre y que no tiene novia.
-¿Y tú? -me pregunta entonces.

-Yo, ¿qué? -digo extrañada.

-¿Tú tienes novia? -insiste.

-Yo nunca he tenido novia -respondo nerviosa-. Tenía un novio, pero


rompimos hace algo más de un par de meses.
-Así que tienes el corazón libre. Bien, porque me gustas ¿Te gusto
yo a ti? -me dice directa y yo creo que el corazón se me va a salir por la boca, que
voy a hablar tamborileando las sílabas al compás de mis latidos. Trago fuerte.

-Todo el mundo parece saber lo que me gusta menos yo... -acierto a


balbucear.

-Perdona si te estoy incomodando ( se incorpora y se sacude la arena


de la ropa)
( Yo me levanto también y la sigo hasta la orilla con intención de dar
un paseo al borde del agua. Ambas llevamos nuestras sandalias en las manos y
parece que la dos creemos bueno dejar que el frescor del agua acaricie nuestra piel)
No, no me incomodas, lo siento. Quiero decir que en mi vida sólo ha existido
Gustus. Creía que le quería, pero ahora que ya no estamos juntos he de decir que
tampoco le añoro, por tanto comienzo a pensar que sólo fue una salida cómoda y
oportuna. Pero tampoco sé si me gustan las mujeres, la verdad.
-No se trata de que te gusten las mujeres o no. Lo único que me
importa es saber si te gusto yo -añade directa. Desde luego Costia no es de las que
se andan por las ramas...

-Eres una mujer muy guapa -apenas soy capaz de articular palabra.

-No te pregunto eso -insiste ella-. No quiero que me mires sólo por
fuera. Quiero saber si estás a gusto cuando paseas conmigo, si disfrutas cuando
nos reímos juntas, si tu cuerpo reacciona al roce de mi piel, si quieres mirar más
allá de mis ojos...
-No sé, creo que sí -respondo tímida sin saber muy bien el alcance
de mi respuesta. Sólo sé que no puedo dejar de mirar los labios de Costia y sé que el
corazón me late a mil.

-Hubiera preferido un sí, pero, bueno -dice entonces ella mirándome a


los ojos con una leve sonrisa en su rostro-, esa respuesta es cuando menos
esperanzadora.
-No sé, nunca he estado con una mujer -intento arreglar el desastre
que yo misma estoy organizando, pero creo que cada vez meto más la pata-. Creo
que me da un poco de vergüenza.
-Pero vergüenza, ¿de qué? ¿Vergüenza de que te vean? ¿Vergüenza
de reconocerlo? -ella sigue mirándome y yo sé que estoy perdida, que seguro que
estoy perdida.

-(Mirando hacia el suelo) Vergüenza sobre todo de no saber qué


hacer, de no saber hacerlo bien.
-Hay muchas cosas que se aprenden -dice Costia con voz firme-,
con esas no hay problema, pero a querer no, a querer no se aprende. Se quiere o
no. El corazón te palpita en la garganta o no. La tripa te baila o no. Mira

Toma mi mano y la coloca entre sus pechos, encima de su


corazón. Le palpita fuerte. Siento un latigazo recorrer mi cuerpo. Retira mi mano de
entre sus senos y agarrada como la tiene la coloca entre los míos, encima de mi
corazón, que late desbocado. Baja mi mano de mi pecho, pero la mantiene agarrada
con la suya y yo siento su calor quemarme por dentro. Y a lo mejor también por
fuera, a lo mejor estoy roja desde la punta del pie hasta el extremo de mi último pelo
y en cualquier momento arderé en combustión espontánea.

-Y ahora, responde a la pregunta que te he hecho antes (sus ojos no


se separan de los míos )

-¿Qué pregunta? -yo ya no sé de qué me habla, bastante tengo con comprobar a


cada momento que mi corazón sigue encerrado en la seguridad de mis costillas y no
salta de mi boca loco, desbocadao, tan cercanos como siento sus latidos a mi
garganta.

-¿Te gusto yo a ti? -insiste, mi mano entre las suyas, sus ojos sobre
los míos y su perfume avanzando desde mi nariz hasta que la última célula de mi
cuerpo cae rendida ante ella, embriagadas todas mis terminaciones nerviosas de lo
que sea que me baila en la tripa ahora.

-Sí -ya no puedo responder otra cosa.

-Bien. Pues a todo lo demás ya llegaremos -concluye Costia y veo


ensancharse su sonrisa.
Se acerca entonces a mí. Toma mi rostro con las dos manos y
deposita un tierno beso en mis labios. Un beso que me quema la piel, que funde mi
alma. Y comienzo a sentir un revoloteo incesante en la tripa.

Lincoln me espera en el salón de casa y lo sabe antes de que yo


diga nada. Me mira, se levanta, me guiña el ojo y me sonríe .

-Aquí tu pitoniso particular -me dice con una amplia sonrisa en sus
labios-, se va a ir a la cama, guapísima. Misión cumplida.
-Mira que eres tonto -acierto a contestarle ruborizada y con la mirada
en el suelo.

-Para la vida, hermanita, más espabilado que tú, por lo que veo.
¿Ha ido bien? -me pregunta, no por interés morboso, sino por chequear cómo me
encuentro yo realmente y qué es lo que siento.

-No sé, creo que sí. Me dijo que le gusto. Y nos besamos -respondo.
El rubor no abandona mis mejillas ni mi mirada el suelo.

Lincoln me abraza y me besa en la frente. No sé cómo puede


conocerme mejor que yo misma.

Esta pasada noche apenas he podido pegar ojo. Me levanto


temprano, preparo mis cosas en una bolsa y me dirijo a la playa como todos los días.
Bueno, como todos los días no. Hoy voy más nerviosa, más impaciente. Apenas hay
gente en la playa pero cuando llego ella ya está ahí. Me hace un gesto con la mano y
me sonríe. Me observa. La sonrío. Acomodo mi toalla al lado de la suya y me quito la
ropa. Repasa mi cuerpo de arriba a abajo, descaradamente. Me tumbo. Se
recuesta a mi lado y me da un beso en los labios. Un beso dulce, cálido, con sus
labios húmedos, jugosos y sensuales. Se separa y me mira a los ojos. Yo creo que
todo el color ha huido de mi cuerpo, aunque eso estoy a punto de comprobar que no
es lo peor. Lo malo es que me he vuelto de repente totalmente estúpida...
-Buenos días, linda ¿Cómo estás? -me dice con una sonrisa en los
labios y su mirada fija en mis ojos.

-Bien, ¿Y tú? -respondo nerviosa. Y siento que en cualquier


momento todas las neuronas de mi cuerpo se van a escapar por cualquier orificio del
mismo y me van a rodear haciendo un corro a mi alrededor observando y riéndose de
mi versión idiotizada para toda la vida. Ya puedo oirlas nana nana nana burlándose de
mi, todas entre risas

-Un poco mejor que tú, parece. Luces muy nerviosa y tienes cara de
no haber dormido bien -me dice y su expresión se ensombrece un poco.

-Me ha costado mucho coger el sueño. El calor supongo -respondo y


mis labios se curvan en lo que intento que se vea como una sonrisa. Esa soy yo con
cara de todo bien, no pasa nada, nena... Lo que digo, cada día más idiota. Rezo para
que cada neurona de mi cuerpo recupere sus sinapsis y yo deje de parecer
completamente imbécil.

-¿El de dentro o el de fuera? (Sonríe. Costia es buena en este tipo de situaciones.


Sabe que estoy nerviosa e intenta tranquilizarme)
-(Yo le devuelvo la sonrisa; creo que el color va volviendo a mi
cuerpo, afortunadamente) Un poco de ambos
-Bien -concluye.

Se tumba boca arriba y cierra los ojos. Entonces puedo pasear


mi vista por todo su cuerpo e imagino la sensación que sentiré cuando recorra su piel
con la punta de mis dedos. Me acaloro.

El día pasa apacible. Esta noche no nos veremos. Es el


cumpleaños de una amiga y aunque le insisto para que venga, declina mi invitación.
Sin embargo me dice que le apetecería mucho conocer Sevilla y me propone
escaparnos al día siguiente y que si me parece bien, le gustaría pasar allí un par de
días. Ambas sabemos qué significará eso. En verano las cosas siempre transcurren a
la velocidad de la luz y yo tengo que decidir si cabalgo sobre ese fugaz rayo que
Costia me lanza o lo dejo pasar de largo. Le digo que de acuerdo. Me sonríe. Al
despedirnos, me armo de valor y respondo a mi instinto y poso mis labios en los
suyos componiendo un tierno beso . Ella, atrae mi cuerpo hacia el suyo. Inclina
hacia un costado su cabeza, me estrecha entre sus brazos y entreabre su boca. Sus
ojos me miran sensuales y yo no puedo retirar los míos de su mirada intensa. Atrapa
mi labio superior primero y luego siento su lengua lamerlo. Muerdo delicadamente su
labio inferior y entreabro mi boca para ella. Cuando me introduce suave su lengua,
me siento expectante y excitada. Si es capaz de ponerme así con un simple beso,
qué será cuando...

Me dice adiós mientras acaricia mi mejilla y se va. La veo


marcharse. Se gira, me dedica una sonrisa y continúa alejándose. Estoy nerviosa.
No paro de darle vueltas a cómo será tener sexo con ella, si me gustará, si sabré
hacerla disfrutar a ella. Me siento torpe y descolocada.

A la mañana siguiente la recojo en su hotel y nos dirigimos en


coche a Sevilla. Mientras conduzco acaricia distraídamente mi muslo o mi mano, o mi
cara y tengo que hacer un tremendo esfuerzo por concentrarme en la carretera.
Cuando llegamos hace un calor asfixiante, nos registramos en el hotel y subimos a la
habitación. Hay una única cama.

-Vamos a ir a tu ritmo, no te preocupes -me dice tranquilizadora-. El


hecho de que vayamos a compartir cama, no quiere decir que vaya a pasar algo que
no desees.
-¿Y si te digo que, aunque me encuentre muy asustada, lo estoy
deseando? -digo entonces y no puedo creer que haya dicho eso en voz alta-. Pero
vas a tener que enseñarme, vas a tener que ser paciente conmigo. Nunca he estado
antes con una mujer.

Su respuesta es acercarse a mí. Me besa delicadamente en los


labios mientras va soltando los botones de mi blusa. La retira y la deja caer al suelo.
Besa mi escote y pasa sus manos por encima de mi sujetador. Estoy paralizada.
Desabrocha su blusa y se la retira. Desabrocha su falda y la deja caer al suelo. Me
mira a los ojos. Lee mi miedo. Me pregunta si estoy bien y le digo que sí. Sin darme
cuenta, se ha deshecho de mis shorts y ambas estamos en ropa interior. Me recuesta
con delicadeza en la cama. Me mira a los ojos, mientras va acariciando tiernamente
mis brazos y mi torso. Beso su cuello y cierra los ojos. ¡Qué bien huele! A estas
alturas estoy ya bastante excitada. Desabrocho su sujetador y se lo retiro. Sus
preciosos pechos invitan a acariciarlos. Cubro sus senos con mis manos y una ola de
calor inunda mi entrepierna. El contacto con su piel suave me excita mucho. Se
deshace de mi ropa interior y llena mi tripa de besos. Va subiendo su boca y cuando
su lengua roza mi pecho me mira pidiéndome permiso y es el propio parpadeo de mis
ojos quien se lo da. Tengo su boca en mis pezones y los gemidos se acumulan en la
mía sin que pueda hacer nada para retenerlos. Ya no soy más dueña de mi cuerpo,
cada célula del mismo están siendo poseída por sus manos y por su aliento, que me
quema en la piel y provoca que mi sexo palpite y se humedezca cada vez más, para
compensar el fuego en el que me consumo por dentro y por fuera. Costia se
desprende de sus braguitas. Yo estoy todavía paralizada, mis manos apenas se han
movido de su espalda. Abandona suavemente mis pechos y sube sus labios a mi boca
y sus manos a mi cara. Mientras mis gemidos se ahogan entre sus labios y mi lengua
ya ha explorado cada hueco de su boca, separa su rostro del mío y me mira a los
ojos. Deja una de sus manos donde estaba, sobre mi mejilla y con la otra engancha
suave la mía y la hace descender rozando todo su cuerpo, llevando mi mano así
agarrada por la suya, hasta su sexo y susurra en mi oido "mira cómo me pones". Y
mi cuerpo se arquea al contacto húmedo y cálido de su sexo y un sonido gutural y
atávico se escapa desde el lado más primario de mi deseo. Me mira a los ojos y
sonríe.

Y descubro lo que significa hacer el amor. Desear, idolatrar el


cuerpo que yace junto a ti, ofrecer el tuyo y anhelar sus caricias. Sentir sus dedos
dentro de mí mientras cabalgo sobre su mano y degustar sus jugos con deleite.
Descubro el orgasmo después del orgasmo, el placer sobre el placer. Y la miro a
los ojos y me sonríe con ellos. Y el corazón me palpita en la garganta y la tripa me
baila. No tengo duda. Ella me gusta. Me gusta muchísimo.
EN MI PIEL

Cuando salimos del hotel me duele el cuerpo y me sonríe el alma.


Disfruto del placer de recorrer la ciudad cogida de su mano, de mirarme en sus ojos
y dejar que recueste su cabeza en mi hombro. Disfruto enjabonándola,
acariciándola, lamiéndola. Disfruto del suave tacto de su piel y de sus dulces besos,
de sus manos, de su lengua, de su olor. Disfruto del sexo como nunca antes lo había
hecho. Y la magia de Sevilla se me cuela en los huesos y la llama del cariño y del
deseo prende irremediablemente en mis entrañas.

El verano avanza inexorablemente y me doy cuenta de que me he


enamorado como una chiquilla de Costia. El cielo que nos cobija, el sol que nos
calienta, la playa que nos arropa y el mar que nos acuna anestesian mis sentidos. Y
Costia se encarga cada noche de encender una llama que hace hervir mi interior. Ha
dejado el hotel y se ha instalado en casa con Lincoln y conmigo. Mi hermano me
besa y me abraza a todas horas diciéndome que nunca me había visto tan feliz. Y es
verdad, nunca había sido más feliz.
Y me doy cuenta de que lo quiero todo, quiero el verano, pero
quiero también el resto de las estaciones del año. No puedo dejar escapar a Costia
de mi vida, pero a la vez no me atrevo a decirle nada a ella. No me gustaría ser
para ella solo una flor estacional. Me da miedo. No sé qué hacer. Ambas tenemos
nuestros pujantes futuros por delante, ella una prometedora carrera como actriz que
la ancla inexorablemente al otro lado del océano y yo una incipiente carrera como
investigadora para la que llevo preparándome toda mi vida. Me aferro a Costia
como si fuera el único tronco que flota en las turbulentas aguas en las que me
ahogo. Ella no está mejor, creo. Me dice que se ha enamorado de mí. Pero ambas
sabemos que ella no puede quedarse y yo no puedo ir.

Sus vacaciones han terminado y mañana se irá. No quiero pasar


mi último día con ella triste o llorando, pero a mi cuerpo le cuesta horrores remontar
esa sensación de vacío que ha pintado mis entrañas por dentro, esa negrura que me
devora.

-Esto no puede acabar así -me dice Costia entre leves sollozos-. No
es justo. Nunca he querido a nadie como te quiero a ti. Y nunca me he sentido más
querida por nadie de lo que me siento por ti. No es justo.
-Buscaremos la forma de estar juntas, mi amor -intento tranquilizarla
aunque no sé ni cómo mantenerme tranquila yo misma, ella está tatuada a fuego en
mi piel y no sé cómo voy a ser capaz de respirar sin ella-. Tiene que haber alguna.

Se abraza fuertemente a mí. Es nuestra última noche y no quiero


pasarla lamentándome. Quiero grabar en mi memoria cada rincón de su cuerpo,
cada pliegue de su piel. Está prendida fuertemente a mí, abrazada a mi cuello. La
beso en la frente y veo una lágrima rodar por su mejilla. La estrecho contra mi pecho
y le susurro al oído cuánto la quiero. Levanto su barbilla hacia mi boca y bebo de sus
labios. La beso dulcemente. Acaricio su nuca y bajo mi mano por su espalda. Se
aferra a mi cintura, me besa e introduce su lengua en mi boca. Ese contacto
húmedo me excita. Sus besos me excitan. Me gusta muchísimo cómo me besa. La
atraigo firmemente hacia mí y siento sus pezones endurecidos. Está excitada
también, pero las lágrimas siguen bañando sus ojos. Su pelvis contra mi pelvis, su
boca contra mi boca, su desesperación contra mi impotencia todas en una danza loca
. Me deshago de su camiseta y libero sus turgentes pechos de la prisión del
sujetador. Acaricio suavemente su seno con mi mano, mientras voy bajando la
cremallera de su falda. Ella se deja hacer y llora en silencio. Tomo su cara con mis
dos manos y la beso con dulzura "No pares, Lexa, por favor" me dice "Quiero que
me hagas el amor".
Al día siguiente la llevo al aeropuerto. Cuando embarque en el
avión se llevará irremediablemente un trozo de mi alma.

-Sé que lo que te voy a decir suena egoísta, lo sé -me está diciendo
Costia-. Yo tengo que regresar a California. La promoción de la serie que hemos
rodado comenzará enseguida, ya que quieren estrenarla el próximo otoño. Es mi
oportunidad de que mi carrera despegue.
-Soy consciente de ello -apunto.

-Tú tienes muchas ofertas de trabajo, lo sé, pero todavía no has


escogido ninguna. Quizás podrías no hacerlo de momento y venirte a Estados Unidos
y buscar algo allí -me propone, sabiendo que me está pidiendo en el fondo que sea
yo la que ponga en cuarentena mi sueño de ser investigadora en una universidad
prestigiosa, esperando encontrar algo en California que me guste.

-¿De verdad es eso lo que quieres? -pregunto.

-Es lo que más deseo en el mundo -me dice mientras posa sus ojos
sobre los míos. Leo la súplica en su rostro-. Ya sé que te pido mucho, ya sé que te
estoy pidiendo que aplaces de momento tu carrera, pero no quiero perderte y no veo
otro modo de intentar estar juntas. Prométeme que al menos te lo pensarás.
-Lo haré -digo convencida.

-Gracias, mi amor.

Apoya su cabeza en mi pecho. La rodeo con mis brazos y


permanecemos así unos minutos. De repente, se libera de mi abrazo, me besa en los
labios y me susurra "Adiós, amor" y desaparece corriendo de mi vista. Lincoln me
espera en el aparcamiento. Cuando me ve llegar, sale del coche, me abraza y no
aguanto más. Toda la tensión acumulada rebasa mi piel y él aguanta los espasmos
de mi cuerpo, hasta que no me quedan suspiros, hasta que no me quedan lágrimas.
Los próximos días Lincoln se vuelca conmigo y no deja que me hunda.

-Mira, Lexa, no sé la verdad de donde has sacado esa vena tan


intensa. Sé que no quieres oír esto, pero la regla de un amor de verano es que te
alegre las vacaciones y que quizás te deje un recuerdo indeleble, pero que tú puedas
seguir con tu vida. No te puedes quedar anclada a una historia vivida con la
intensidad de un tiempo finito. Los amores de verano nos obligan a quemar todas las
etapas del romance en un cortísimo periodo de tiempo. Por eso pueden confundirnos.
-¿Qué estás diciendo? ¿Qué yo no la quiero? ¿Qué ella no me
quiere? -le pregunto indignada.

- No -el pobre Lincoln está intentando desplegar conmigo toda su


paciencia-. Estoy diciendo que, precisamente durante un mes, tú la has querido
intensamente y ella también a ti. Durante un mes, Lexa. Ella te ha dado su mejor
versión y tú le has mostrado la tuya. Eso puede ser engañoso y puede hacer que nos
creemos una imagen idealizada de la otra persona.
-Pero. No sé qué voy a hacer sin ella -digo con un deje de
desesperación en mi voz que no gusta nada a mi hermano.

-Pues seguir viviendo, Lexa, como todo el mundo -me dice con su
infinita paciencia-. Sé que para ti Costia ha sido tu primer amor. Y de eso estoy
seguro porque es la primera vez que he visto felicidad en tu mirada. Pero, a veces,
todo en la vida no es para siempre y hay que seguir adelante. Desgraciadamente el
corazón muchas veces late sin querer escuchar las directrices de nuestro cerebro y
nos equivocamos.
-Pero no estoy equivocada -me quejo en voz alta-. La quiero
-Claro que la quieres -no sé cómo este hombre puede tener ese
exquisito cuidado , ya que yo tiendo a ponerme cabezota e inflexible cuando intentan
razonar conmigo y no lo veo...-. No estoy poniendo eso en tela de juicio. Pero la
quieres desde hace cuatro semanas. Quieres a su mejor versión de ella y ella quiere
a tu mejor versión de ti.

-¿Y si ella es mi amor con mayúsculas? -continúo machaconamente.

-Pues si es así, tendrás que ir tras de ella, tendrás que ir a buscarla -


me dice Lincoln-. Pero no ahora. Ahora tu corazón va a nublar tu razón. Y los
necesitas a los dos a pleno rendimiento para tomar una decisión que va a cambiar
tanto tu vida.
-No necesito pensarlo más, Lincoln -digo tajante-. Voy a ir tras ella.
Voy a trasladarme a Los Ángeles.
- ¡No puedes hacer eso! ¡Qué cabezotas eres! Tienes que poner un
poco de tiempo y distancia Lexa. En realidad no la conoces. Nunca la has visto en su
ambiente. En realidad no sabes cómo es... -sigue diciendo.
-¡Lincoln, basta! ¿Me vas a apoyar en esto o no? -digo enfadada.

-Lexa, te voy a apoyar en todo y lo sabes. Estaré ahí para


regodearme con tu felicidad y estaré ahí para recoger tus pedazos rotos cuando lo
necesites. Sabes que te quiero.

Lincoln me abraza. Sé que no está de acuerdo con mi decisión,


pero sé que me apoyará. En unos días estamos en nuestra casa de vuelta, comunico
a mis padres mi intención de trasladarme a California. Les cuento lo sucedido, que
me he enamorado y que además lo he hecho de una mujer y me dicen lo mismo que
Lincoln. El quién no les importa mientras a mí me haga feliz, pero
independientemente de eso, quieren que deje pasar un tiempo, que reflexione, que
vea cómo deriva ese amor a distancia y luego tome la decisión que quiera. Pero yo
no quiero esperar. Así que en un par de días he empaquetado mi vida en tres
maletas y cruzo el Atlántico en pos de un sueño.

Costia me recibe en el aeropuerto. Me abraza con firmeza y me


repite "Gracias, gracias" y yo me derrito entre sus brazos y yo estoy feliz de estar
de nuevo con ella. Muy feliz. Carga mis maletas en su coche y no consiente que me
instale en un hotel. Me lleva directamente a su casa, un espacioso apartamento en
Beachwood Canyon. Los próximos dos días no salimos del apartamento. Necesito
recordar el sabor de cada fluido de su cuerpo, el olor de cada centímetro de su piel.
Necesito volver a sentirla, volver a tenerla, aferrarme a la idea de que ambas vamos
a apostar por que nuestra relación funcione. Soy muy feliz. Todavía no ha
empezado a trabajar y tiene todo el tiempo del mundo para mí y yo para ella.
Vivimos unas eternas vacaciones de verano. Paseamos cogidas de la mano y nos
hacemos fotos besándonos en todos los sitios emblemáticos de la ciudad. A la noche
nos arrancamos la ropa con urgencia y poseemos con avidez el cuerpo de la otra.

Pero nuestras eternas vacaciones llegan a su fin. Ella tiene que


comenzar con la promoción de la serie y yo necesito buscarme un trabajo para
procurarme un permiso de residencia. Así que dejo mi currículum en diversas
empresas tecnológicas y pronto comienzan a hacerme entrevistas. Hay varias
interesadas en mí, pero yo me fijo en una pequeña empresa con un gran
laboratorio. Visito sus instalaciones y digo que sí.
Costia no para de hacer entrevistas en la tele y comienzan a pasar
en diversas cadenas los avances de su serie. La verdad es que está creando bastante
expectación y ambas estamos muy felices. No tenemos tanto tiempo para nosotras,
pero las dos estamos de enhorabuena. Esta noche he preparado una cena especial.
Quiero celebrar con Costia la firma de mi contrato, una firma que me asegura poder
quedarme a su lado. Solicité en base a ello la tarjeta de residencia permanente y
hoy, por fin, he recogido mi Green card. Hemos quedado a las siete y estoy muy
ilusionada. La cena está recién hecha y he metido hace horas una botella de champán
en el frigorífico. A las ocho, la cena está ya tibia y el champán más que frío y Costia
ni ha llegado ni ha avisado de que lo haría más tarde. A las nueve, la cena está fría y
yo tremendamente nerviosa. Empieza a preocuparme la posibilidad de que algo le
haya pasado. El teléfono no suena, ni para bien, ni para mal y yo paseo por el
apartamento como si fuera un tigre enjaulado. La he llamado varias veces, pero me
salta siempre el buzón de voz. Decido tranquilizarme. Seguro que todo tiene una
explicación. A las once entra tambaleante por la puerta. Está borracha o por lo
menos muy bebida. La desnudo y la tiendo en la cama. Yo, me pongo el pijama y
me echo en el sofá.

A la mañana siguiente, cuando despierta, me encuentra en el sofá


y la mesa de nuestra cena no realizada está todavía puesta y las velas consumidas. Y
entonces cae en la cuenta de que había quedado conmigo y ni siquiera me avisó de
que no vendría.

-¡Oh, Lexa, lo siento! ¡Soy una estúpida! Cuando acabamos ayer


la entrevista me estaba esperando mi representante con un nuevo proyecto bajo el
brazo que quería que ojeáramos juntos. Fuimos a cenar a un restaurante y tras
estudiar el guion , a ambos nos pareció estupendo y fuimos a celebrar que voy a ser
la protagonista de la película de un director novel que viene pegando muy fuerte -me
dijo entonces con su mano delante de la boca en señal de arrepentimiento.

-Pues vale. Me alegro por ti -yo seguía enfadada.

-Lo siento, Lexa, de verdad, pero es una oportunidad espectacular


para mi carrera. Debí llamarte -me mira con sus preciosos ojos y yo ya empiezo a
olvidar mi enfado.

-Sí, debiste hacerlo -le digo, pero para cuando lo hago ella ya ha
leido en mis ojos que la he perdonado.

-Lo siento, de verdad, perdóname. Déjame compensarte

Yo estoy sentada en el sofá. Se arrodilla frente a mí y va


soltando poco a poco los botones de la chaqueta de mi pijama. Me besa en el cuello y
murmura "lo siento", me muerde el lóbulo de la oreja y me susurra "discúlpame" ,
roza mis labios con los suyos y me dice con voz ronca "déjame compensarte", pasa
su lengua por mis pezones y musita "perdóname" y yo, ya no sé ni por qué estaba
enfadada, ya en lo único que me concentro es en el placer que me proporciona y en el
que yo quiero darle, así que la sujeto firmemente por debajo de los brazos, la coloco
a horcadas sobre mí y desabrocho con urgencia su pijama mientras mi lengua busca
ávida la suya.

Nuestro primer enfado y nuestra primera reconciliación. Pasamos


el resto de la mañana en la cama y luego me invita a comer en un pequeño
restaurante italiano cercano a casa, que sabe que me gusta mucho. Está todo el
tiempo pendiente de mí y yo no puedo ser más feliz. La felicito por su nuevo
proyecto. Estoy muy orgullosa de ella y muy contenta de que le vayan saliendo
nuevos proyectos profesionales. A la tarde damos un paseo por el parque, muy
acarameladas y al anochecer volvemos a casa. Hacemos otra vez el amor y cuando
yacemos exhaustas una en brazos de la otra y creo que ya no se puede ser más feliz,
me suelta la bomba: en un par de días comenzarán con la promoción de la serie por
otros estados y estará un mes fuera de casa.
DECLIVE

Está entusiasmada con la gira de promoción de la serie y yo estoy feliz


de sentirla tan contenta. Hace solo dos días que se ha ido y ya la echo de menos.
Yo, por mi parte, he comenzado a trabajar en el Laboratorio y me encanta lo que
hago. En mi sección, trabajo con otras cuatro personas que me han acogido con
entusiasmo desde el primer momento. Somos un departamento muy variopinto:
Peter y Patricia son americanos, él de Houston y ella de Boston, Fabien es
canadiense, de Quebec y Clarke es francesa (bueno, de padre irlandés y madre
francesa, pero criada en París). Hoy hemos salido todos a cenar y la verdad es que
he disfrutado; reirme y pasar un buen rato con mis compañeros me ha venido muy
bien.

Echo de menos a Costia. Todas las semanas la veo o la leo al


menos en un par de entrevistas. En vallas publicitarias, en el lateral del autobús o en
afiches en las paradas veo su cara y la de sus compañeros de reparto
constantemente. Está guapísima y no puedo dejar de congratularme de la suerte que
he tenido de que, entre todas las mujeres del mundo, me haya elegido a mí para ser
su compañera, su amante, su amor. Estoy muy contenta con mi trabajo en el
laboratorio además, así que pienso que la vida no puede ser más generosa conmigo.

Hoy vuelve de la gira promocional y estoy muy nerviosa. Oigo su


llave en la puerta y la veo aparecer radiante, bellísima. Deja sus maletas en la
entrada. La abrazo fuerte. Me mira con gesto de cansancio.

-Hola amor -la he estrechado fuerte entre mis brazos y la he alzado


del suelo. Le doy un beso leve en los labios-. Te he echado muchísimo de menos.
-Yo también, cielo -me responde mientras se deja achuchar por mi,
aunque como noto un pequeño deje de incomodidad en su rostro, la deposito en el
suelo.
-Tienes pinta de estar muy cansada -le digo y es verdad que tiene el
aspecto de haber dormido muy poco.

-La verdad es que ha sido agotador -me dice, mientras permanece


cómoda entre mis brazos con su cabeza apoyada en mi pecho.
-Lo mejor será que te des un relajante baño. Te voy a llenar la bañera
y luego te ayudo a deshacer el equipaje - rompo nuestro abrazo, coloco mis manos
sobre sus mejillas y beso dulcemente su frente.

La espero en el baño. Se desnuda y no puedo retirar los ojos de


su bello cuerpo. Se mete en la bañera y permanece de pie en ella. Me tiende la
esponja. Le voy enjabonando lentamente el cuello y desciendo acariciando con la
esponja sus breves pero apetecibles senos. Me detengo en sus rosados pezones y la
miro a los ojos mientras sigo enjabonando su delicada piel. Trazo un corazón de
espuma en su vientre y me tiende las manos. "Desnúdate y métete conmigo en la
bañera" me ordena. Y yo obedezco. Ya no soy más dueña de mis actos, ni de mi
cuerpo.

Nos amamos hasta caer exhautas. Pasa la mayor parte del día
acurrucada conmigo, buena parte del tiempo durmiendo entre mis brazos,
recostadas en el sofá y a la noche decido llevarla a cenar. Estoy más que feliz.
Cuando salimos a la calle, la tomo de la mano, como siempre.

-Lexa -me dice un poco nerviosa-, será mejor que limitemos las
muestras de afecto en público. Ahora empiezo a ser un poco más conocida y vamos a
tener que ser más discretas.
-Pues no entiendo por qué -me incomoda en cierta forma su
actitud, la he extrañado tanto estos días y he deseado tanto tenerla cerca otra vez,
que se me hace difícil mantener las manos lejos de ella y en el fondo, lo que más me
incomoda, es que ella no se sienta igual que yo.

-Existen muchas razones - me dice entonces-, pero hay dos fundamentales, la


primera es que no quiero exponer mi vida privada y la segunda es que quiero
preservar la tuya.
-A mí no me importa y no entiendo qué signifaca exponer mi vida -
comienzo diciéndole- y no es que entienda demasiado bien lo que dices o lo que
interpretas que vaya a pasar en la tuya, pero si tú así lo quieres, así será -zanjo la
conversación .

Se me hace raro caminar por la calle con ella sin tomarla de la


mano, sin abrazarla. Y más raro se me hace cuando en el restaurante voy a colocar
mi mano sobre la suya en un gesto de afecto y la retira como si yo le hubiera dado
calambre. Me dice en voz baja "No, Lexa, aquí no". Entran en el restaurante un
par de conocidos suyos y me presenta como "su amiga Lexa". Cuando acabamos la
cena y ya de regreso a casa, un par de personas la paran en la calle para hacerse una
foto con ella, y comienzo a ser consciente de hasta qué punto mi chica comienza a ser
popular.

Me cuesta hacerme a la idea de que nuestro mundo de afecto se


va a ver reducido casi a las cuatro paredes de su casa, pero la quiero tanto, que solo
me preocupa hacerla feliz. Cada vez la veo menos, está constantemente acudiendo a
actos y eventos a los que, por supuesto nunca quiere que la acompañe y de los que
vuelve casi siempre achispada, medio borracha, o peor (comienzo a sospechar que
en algunas ocasiones llega también drograda, aunque ella siempre lo niega). Me dice
que son compromisos que tiene que cumplir con la productora pero que, en cuanto la
serie comience, podremos recuperar nuestra vida, más tranquila y apacible.

Hoy presentan el episodio piloto de la serie en un conocido cine


de la ciudad y hasta el último momento he conservado la esperanza de que me
invitara a ir con ella, aunque solo fuera en calidad de amiga. Está espectacular con
su ceñido vestido negro y unos tacones de vértigo. Lleva el pelo recogido en un
elegante moño y no puede estar más bella. Me debato entre la alegría de saber que
está más feliz que nunca y la tristeza de verme excluida de esos momentos tan
importantes para ella. Desaparece por la puerta dejando un agridulce beso en mis
labios. A las seis y media de la mañana, cuando salgo por la puerta de casa para ir
a trabajar, ella todavía no ha vuelto. Al llegar al Laboratorio, mis compañeros me
reciben extrañados.

-¿Pero qué haces aquí? -me dice Peter con la sorpresa pintada en sus
ojos.

-Hasta donde yo sé, trabajo aquí... -contesto yo sin entender por qué
Peter me está diciendo eso.

-Pero debes de estar agotada -añade.

-¿Agotada? ¿Por qué? -pregunto sin salir de mi asombro.

-Pero, vamos a ver -el que habla ahora es Fabien-. ¿Esta pasada
noche no se presentaba el episodio piloto de la serie que protagoniza tu chica?
-Sí, ¿y qué? -pregunto, aunque empiezo a sospechar por dónde
van a ir los tiros y comienzo a maquinar rápido rápido en mi cabeza una excusa
creible.

-Cómo que "y qué" -es Patricia, que se ha unido a la conversación-.


¿No la acompañaste? (Ahí está ya la maldita pregunta)

-No. La verdad es que decidimos que era mejor que fuera sola, así
podría estar más relajada y disfrutar más de ese día tan especial para ella sin tener
que estar pendiente de mi todo el rato -cruzo los dedos rezando para que esa
explicación sea suficiente para ellos y me dejen tranquila con el tema. Bastante me
ha amargado ya a mi, como para que ellos tengan que recordármelo...

-¡No me lo puedo creer! ¿Has dejado pasar la oportunidad de asistir a una fiesta en
Hollywood, de conocer gente famosa? Eres una sosa... -me Fabien dice sin entender
nada.

-(Yo le saco la lengua) ¿Gente famosa? Ya duermo con una, así que
no necesito más celebritis en mi vida. ¿No tenéis trabajo? -apunto, intentando así
dejar zanjada una conversación que no me apetece seguir teniendo.

De todos mis compañeros con la que he trabado más amistad es


con Clarke, que es precisamente la única que no ha abierto la boca. Todos
reanudan sus tareas, menos Clarke que me mira con una expresión que no sé
descifrar.

-¿Y tú? (Digo dirigiéndome a ella) ¿No vas a reírte de mí un rato,


como los otros?
- (Clarke me agarra del brazo y me saca al pasillo) No, yo no.
Prefiero no decir nada porque no me gusta que me tomen por tonta.
-¿Por qué dices eso? -le pregunto.
-Porque no me creo nada de lo que has dicho -me dice mirándome
con el ceño fruncido.

-¿Qué es lo que no te crees? -sigo insistiendo en mi mentira, como si


repetirla muchas veces fuera a convertirla en verdad y aliviar así el escozor que ya
traigo dentro.

-No me creo que la decisión de no acompañarla haya sido tuya -me


dice Clarke mirándome a los ojos.
-Bueno ¿y qué pasa si no es así? -añado yo desafiante.

-Pues pasa que no debieras dejar que nadie te trate así -me dice
seria Clarke-. Mírate, eres una mujer guapísima, amable, inteligente, cariñosa... No
debieras dejar que nadie te trate así. Tú vales más que eso.
-Tampoco es para tanto -ya me he dado por vencida y no soy capaz
de aferrarme más a la excusa que había inventado-. Una fiesta, nada más
-Una fiesta ayer, pero ¿y todas las demás a las que no te ha llevado?
-me tiene sujeta por ambos brazos y tiene clavados sus preciosos ojos azules en los
míos-. No entiendo por qué dejas que te esconda. Mira, Lexa, cuando el amor
comienza a circular solo en una dirección, a lo mejor llega el momento de plantearse
que te tienes que apear de ese tren.
-Pues anda queno eres dramática tú ni nada... -intento quitarle hierro
al asunto.

-Son tus decisiones y es tu vida, Lexa, pero no debieras dejar que


nadie te imponga cómo vivirla. Las mujeres como nosotras no necesitamos armarios
para escondernos.

Se va y me deja sola en el pasillo rumiando sus palabras. Cuando


vuelvo a casa encuentro a Costia tendida encima de la cama, con el vestido puesto y
sin desmaquillar siquiera. La habitación apesta a alcohol y deduzco que ha debido de
llegar muy tarde y demasiado tomada, como empieza a ser costumbre. Ni me
molesto en desnudarla para ponerle el pijama. Cierro la puerta de la habitación y me
voy a la calle. Tengo que dar un paseo porque tengo que despejar mi mente. Quiero
creer firmemente que ahora que ha acabado la promoción de la serie y todos los
eventos que trae adosados, las cosas cambiarán entre nosotras y volveré a recuperar
a esa Costia atenta, generosa, cariñosa y centrada que conocí en Andalucía, porque
esta Costia egoísta e inmadura que yace en nuestra cama, no me gusta nada.
Cuando vuelvo está recién duchada y se está arreglando para salir de nuevo.

-Hola, ¿qué tal ayer? -le pregunto intentando interesarme en lo que


le sucede.

-Estupendamente -me responde sin dejar de maquillarse delante del espejo. Ni


siquiera ha hecho el amago de acercarse a mi para saludarme con un beso-. Mi
representante estableció un montón de contactos que espero que deriven en
proyectos futuros.
-Qué bien -digo a medio camino entre la alegría y la ironía, aunque
ella no se da cuenta o no quiere darse cuenta de mi tono al hablar-. ¿Vas a salir otra
vez?
-Sí, tengo una sesión de fotos dentro de una hora y una entrevista
en televisión esta noche -me narra.
-¿Quieres que te acompañe? -le pregunto, como siempre, aunque
estoy segura de cuál va a ser su respuesta.

-No, mejor no. Va a ser muy aburrido para ti -contesta casi sin ser
consciente de lo que dice.

-Muy aburrido comienza a ser estar siempre en casa esperando a ver


cuándo encuentras un par de horas para compartir conmigo. Ya casi ni te veo -me
quejo. Mi tono comienza a sonar enfadado.

-Bueno, Lexa, no me montes una escenita - ahora si deja de


maquillarse y desvía su mirada del espejo para dirigirme una fría mirada a mi-. Ya
te dije que durante una temporada iba aser complicado.
-Pero esto ya no es complicado, Costia, es desolador -ya ni siquiera
sueno enfadada, estoy sobre todo decepcionada, abatida-. Empiezo a no entender
por qué tienes que esconderme del mundo y todavía entiendo menos que en toda
esa vorágine en la que se está convirtiendo tu vida no hagas nunca un hueco para
estar conmigo
-Ahora no tengo tiempo para esto. Se me está haciendo tarde.
Luego a la noche hablamos, si quieres.

Y se va, dejándome con la hiel de sus palabras envenenando mis


pensamientos. Entro a la habitación y voy recogiendo sus cosas, que ha dejado
desperdigadas aquí y allá; comienzo a parecer más una criada que una compañera
de vida. Sacudo la cabeza para espantar mis pensamientos, porque aunque mi
corazón me sigue diciendo que la quiere con todas sus fuerzas, mi cabeza comienza
a susurrarme que ella hace tiempo que perdió la fuerza para quererme a mí. Esa
noche veo su entrevista en la televisión; ya casi la veo más a través de ese aparato
que en persona. Está guapísima; el presentador coquetea descaradamente con ella
y ella juega a la ambigüedad

-Nos consta que compartes tu vida con una mujer -le suelta entonces
de sopetón el presentador.

-¿Compartir mi vida? No -no se le mueve ni un músculo con la


mentira-. Solo comparto casa
-¿Solo casa? -insiste el periodista.

-Sí, es una amiga española que ha venido a Los Angeles a trabajar y


está en mi casa mientras encuentra dónde instalarse -dice y se queda tan pancha.
Yo estoy alucinando; hubiera sido el momento ideal para darme mi sitio y allá vuelvo
yo, al armario y con las puertas cerradas.

-Pues nos dejas más tranquilos. ¿Así que tu corazón está libre? -
insiste el presentador.

-Totalmente. De momento -responde coqueta mi novia.

-Menos mal, porque si no hubieras dejado un reguero de esperanzas


rotas por el camino. Así todos podremos seguir soñando con poder conquistarte
algún día. Muchas gracias por habernos acompañado esta noche. Ha sido un placer
que espero que repitamos pronto -se despide así de ella mientras se levanta galante
a besarle la mano, gesto que Costia recibe con una amplia sonrisa.

En menos de tres minutos suena mi teléfono. Es Lincoln.

-Lexa, ¿qué está pasando? -oigo su voz preocupada al otro lado del
auricular.

-¿Qué está pasando de qué, Lincoln? -respondo intentando hacerme


la tonta.

-Estoy de guardia en la clínica y no hay mucho movimiento así que he


estado viendo por internet la entrevista que le han hecho a Costia -me aclara.
-¿Y? -pregunto.

-No juegues conmigo, hermana. Algo no va bien. ¿Amiga? ¿Estás


buscando piso? -me pregunta con cierta ironía en la voz

-A ver, Lincoln, solo es una forma de hablar. Ella está comenzando


una carrera brillante y declararse públicamente como lesbiana, desgraciadamente,
podría ser un lastre -la excuso.

-Hasta ahí lo entiendo -me dice mi hermano-. Pero podría haber


contestado con un mucho más elegante "eso pertenece al ámbito de lo privado" o
"de mi vida personal no quiero hablar" o algo parecido -me dice y yo sé que tiene
razón , pero no puedo ni quiero dársela, porque eso significaría que yo llevaba tiempo
empecinada en mantener vivo algo que hacía tiempo que olía a cadáver.

-Tampoco es tan grave lo que ha dicho -termino diciendo.

-¿Tú estás bien? -sé que Lincoln está preocupado por mi y sé que él
sabe que algo no va bien en mi vida.

-Muy bien, Lincoln, deja de preocuparte. Estoy cansada, voy a


acostarme. Te quiero -y en cuanto acabo de hablar, sé que no he conseguido
engañarle.

-Yo también te quiero, Lexa. Y llámame si necesitas algo, lo que sea,


a la hora que sea. Aunque estemos a un océano de distancia, cuando me necesites
allí estaré. Lo sabes ¿verdad? -me dice con voz dulce.

-Claro que lo sé. No te pongas dramático. Diles a mamá y a papá


que los quiero. Adiós -y en cuanto corto la comunicación con mi hermano, cubro mi
cara con mis manos y me echo a llorar. Nunca me he sentido tan sola, tan mal.

Me acuesto, y aunque me cuesta mucho tiempo conciliar el


sueño, ella todavía no ha vuelto cuando me duermo. A la mañana siguiente, cuando
me levanto para ir a trabajar ella está a mi lado, aún dormida. La beso en los labios
antes de irme, pero no se da cuenta. Yo sí me doy cuenta, de nuevo, de que huele
terriblemente a alcohol. Cuando llego al Laboratorio, mis compañeros callan
discretamente, todos excepto Clarke, quien me vuelve a arrastrar al pasillo.

-¿Estás bien? -me pregunta visiblemente preocupada.

-Sí, Clarke, gracias -contesto lo más serena que puedo aparentar


estar.

-¿Es cierto? ¿Estás buscando piso? -me pregunta.

-No, Clarke, estamos bien, pero ya sabes cómo son estas cosas -
digo.
-No, no sé cómo son esas cosas, la verdad, explícamelo tú -me
responde inquisitiva.

-Ahora ella concita mucha atención mediática y esa es la forma de


preservar su carrera y preservarme a mí -le digo con todo el aplomo que puedo
reunir.

-Vale, entiendo que no quiera declararse abiertamente como lesbiana,


está en todo su derecho de hacerlo dónde y cuándo le dé la gana, pero con decir
que no quería hablar de su vida privada hubiera sido bastante, creo yo -me dice mi
rubia amiga.
-Vaya, lo mismo me dijo ayer mi hermano Lincoln... -se me escapa
antes de que pueda darme cuenta.

-Porque también te quiere, Lexa -me dice entonces Clarke.


-Ya bueno, tampoco es para tanto, luego hablaré con ella y lo
solucionaremos -digo zanjando una conversación que realmente me está empezando
a incomodar

Cuando vuelvo a casa la encuentro en pijama todavía. Le


pregunto que si le apetece comer algo y preparo una ensalada y un filete a la
plancha para cada una. Está ausente. No hablamos. Parecemos un matrimonio
caduco que ya no tiene nada que decirse. Cuando intento sacar el tema de lo
sucedido en la entrevista de la pasada noche, me dice que me estoy volviendo una
asfixiante posesiva. Me dice que no tiene ganas de discutir, que le duele la cabeza
y se levanta dejándome en la cocina con los restos de la comida. Parecen una
metáfora de nuestra relación. Restos nada apetecibles, sobras sin interés que
acabarán en el cubo de los desperdicios.
BRISAS ADVERSAS

Durante los próximos días la situación no mejora. Siguen sus fiestas


y sus entrevistas y yo languidezco cada día un poquito más, cada día más hundida
en el sofá de su casa. Siempre llega cansada y sin ganas de hacer el amor o llega
tomada y entonces soy yo la que no quiere hacerlo. Y no es la falta de sexo lo que
más me entristece. Es la falta de afecto. Compartimos casa y probablemente
también compartamos amargura. Yo la aburro con mis demandas y mis reproches y
ella me aburre con sus excusas y su desatención. Estoy sumergida en un círculo
vicioso del que no puedo salir. No me gusta mi vida con ella, pero no me imagino
tener que vivir sin Costia.

Hoy es sábado y he bajado a la calle a comprar el periódico y


unos croissanes para el desayuno, cuando veo su rostro en la portada de una
revista. La compro y le echo un vistazo. No puedo más. Cuando llego a casa, ella
se levanta de la cama en ese momento y al mirarme a la cara, sabe que algo no va
bien.

-¡Oh, por favor! -me dice antes de que yo haya abierto siquiera la
boca-. ¡Qué pasa ahora! ¿Qué he hecho para que traigas esa cara de vinagre?
Como respuesta, le alcanzo la revista que he comprado y paso de
largo en dirección a la cocina. Será mejor que me tranquilice un poco, porque como
me ponga ahora a discutir con ella, seguro que voy a decir cosas de las que me voy a
arrepentir. A los diez minutos entra en la cocina.

-Vale, relájate -me dice entonces poniendo la revista encima de la


mesa-. Esto no son más que estrategias de promoción, técnicas de marketing-
-¿Promoción? -digo furiosa cogiendo la revista de encima de la mesa
y agitándola entre nosotras.

-Bueno, los productores de la serie pensaron que la audiencia subiría


si los dos protagonistas comenzáramos también un romance en la vida real. Es
solo un montaje -dice seguro que con intención de tranquilizarme, pero yo ya estoy
a punto de reventar.

-¿Un montaje? ¿Y tenéis que hacer ese montaje besándoos en un


restaurante? ¿Alojándoos en la misma habitación de hotel? ¿Pasando juntos la
noche? -digo cada vez más indignada.

-Te estoy diciendo que es solo un montaje -me chilla-. No pasó


nada. Sabes muy bien que a mí no me gustan los hombres
-No se trata de que te gusten los hombres o no te gusten, se trata de
hasta dónde estás dispuesta a venderte para subir un peldaño más en el escalafón de
la fama -digo con rabia.

-No entiendes nada. No quieres entender nada -ella continúa


chillándome y es alucinante, yo que soy la agraviada, intentando mantener un tono
respetuoso y ella chillando cono una loca...

-Lo único que no entiendo es por qué mi novia aparece besándose


con un hombre en la portada de una revista -digo dejando caer el magazine de
nuevo sobre la mesa de la cocina.

-No, tú lo que no entiendes es que si estás conmigo, debes de


aceptarme tal y como soy, debes apoyarme en mis decisiones -me dice con rabia.

-Y a mí ¿quién me apoya? -yo estoy a punto de romperme, pero no


quiero llorar, no delante de ella-. Llevo meses viviendo tu vida, en la que cada vez
hay menos hueco para mí. No soy yo quien debe ordenar sus prioridades
-Qué quieres que te diga...Haz lo que quieras -me dice cansada de mi
actitud.

-Pero yo lo que quiero es estar contigo, estar como estábamos antes,


salir a pasear contigo de la mano, mimarte y dejar que me cuides, quererte y que
me quieras -digo y en ese momento estoy casi segura de que no se puede tragar
más, de que no se puede caer tan bajo.

-Mi vida ahora es esto. Qué quieres que te diga. Haz lo que tengas que hacer, pero
no me vuelvas loca con tus lamentaciones y con tus exigencias -zanja la
conversación.

Desaparece furiosa de la cocina. Me derrumbo en una silla y


lloro. Me dirijo al salón donde ella se encuentra y le digo que voy a alojarme en un
hotel, que quizás nos vendrá bien estar un tiempo separadas y como respuesta me
tira la revista y me deja por segunda vez plantada. A los pocos minutos oigo cerrarse
bruscamente la puerta de la calle. Se ha ido.

Paso la noche prácticamente en blanco en el hotel, dándole


vueltas a nuestra vida. Quizás estoy siendo dura con ella. Quiero recuperar a esa
Costia dulce y amable de nuestros primeros tiempos, quiero ser para ella esa Lexa
pasional y tierna que era. Así que, a la mañana temprano decido volver a casa. Me
colaré entre las sábanas con ella y abrazaré su cuerpo dulce y frágil. Le haré el
amor. Tenemos que arreglar esto. Quiero arreglar nuestra relación.

Cuando entro, la casa está en penumbras y encuentro una botella


de champán vacía tirada en el suelo del salón. Me dirijo a nuestra habitación y lo
que veo hace estallar mi alma en mil pedazos. Quizás no distingo bien en la
oscuridad, así que enciendo el interruptor de la luz y confirmo que junto a Costia
yace desnuda y dormida en nuestra cama una joven pelirroja. Costia se despierta, se
levanta y me arrastra fuera de la habitación
-¡Pero, qué...! -comienzo a decir indignada.

-No me montes una escena -me suelta entonces ella de sopetón-.


Dijiste que te ibas de casa
-Dije que me iba para que ambas tuvieramos un poco de espacio y de
tiempo para reflexionar y poder arreglar lo nuestro -le digo a voz en grito; he
perdido completamente los papeles.
-No dijiste eso -me responde fría.

-Sí que lo dije, pero en cualquier caso veo que no has perdido el
tiempo en rellenar rápido mi espacio - ya ni siquiera tengo temple para gritar. No
me creo lo que me está pasando.

-¿Y qué querías? -me escupe esas crueles palabras a la cara.

-Pues hubiera querido un poco de lealtad, hubiera querido un poco


de sinceridad, hubiera querido que tú también hubieras apostado por nosotras -le
dije abatida.

-Pero me asfixio contigo... -sus palabras se me clavan como puñales.

-De acuerdo, lo entiendo, por fin lo entiendo. Dime cuándo puedo


venir a recoger mis cosas.

Y por segunda vez en el periodo de unas pocas horas desaparece


y me deja sola en el salón. Esa noche duermo de nuevo en el hotel y cuando al día
siguiente aparezco en el Laboratorio, Clarke rápidamente presiente mi abatimiento.
Que me arrastre fuera del Laboratorio tirando de mi brazo se está conviertiendo ya
en una costumbre.

-¿Qué tienes Lexa? -me dice escrutando mi cara, preocupada.

-Nada, estoy bien -contesto

-¡Lexa!
-Vale, está bien -me doy por vencida , he terminado con Costia.
-No te voy a preguntar qué ha pasado -me dice entonces y se lo
agradezco-. Cuando te apetezca ya me lo contarás. ¿Qué vas a hacer ahora?
-Estoy instalada en un hotel, mientras busco un apartamento -le
digo.

-¡Ni hablar, no te vas a quedar en un hotel! Te vienes a mi casa -me


dice con voz imperativa.

-No. Clarke, gracias. Ahora no voy a ser buena compañía -le digo.
-Es que tú ahora no tienes que ser buena compañía -me dice con voz
suave-. Tú ahora tenes que tener buena compañía -añade con mirada tierna-.
Alguien que respete tus silencios cuando no quieras hablar y alguien que quiera
escucharte cuando quieras hacerlo. ¿Cuándo vas a recoger tus cosas?
-Esta misma tarde -le digo.

-Deja que te acompañe -me propone.

-Gracias, porque no sé si podría hacerlo sola... -comento aliviada.

Me abraza y me dejo acunar entre sus brazos mientras siento que


la pena hace jirones cada órgano de mi cuerpo. Esa tarde me acompaña a casa y me
ayuda a empaquetar de nuevo toda mi vida en mis tres maletas, aquellas que traje
cargadas de amor e ilusiones. Unos pocos meses han bastado para que el precioso
castillo de naipes que había construido, ese futuro apacible con el que soñaba se
derrumbara con la primera brisa adversa.

Clarke me lleva a su casa. Me ayuda con las maletas. No habla,


no me interroga. Y se lo agradezco. Mientras me instalo, prepara la cena. Le digo
que no tengo apetito y no insiste. Y se lo agradezco. Sólo quiero estar sola, sólo
quiero borrar de mi mente la imagen de Costia con otra mujer. Lloro. Siento a
Clarke al otro lado de la puerta de mi dormitorio. Pero no dice nada. Y se lo
agradezco.

Ya llevo más de un mes en casa de Clarke. No puedo ser peor


compañera de piso. Sigo ensimismada, recluida en mis pensamientos y lloro, lloro
mucho. Clarke me trata con infinita ternura y mayor paciencia. Me deja mi espacio,
no me presiona. Soy afortunada de tenerla a mi lado. Es una mujer deliciosa. Pero
hoy está a punto de perder los nervios conmigo. En la tele pasan un capítulo de la
serie protagonizada por Costia y yo estoy en el sofá viéndolo. Cuando Clarke entra
en el salón y ve lo que estoy haciendo, pierde la paciencia.
-Vamos, Lexa. No me lo puedo creer -me dice mientras pone sus
brazos en jarras sobre sus caderas-. ¿Por qué quieres torturarte?

-Es que la echo tanto de menos... -logro articular.

-Bueno, a lo mejor solo necesitáis estar un tiempo separadas.


Quizás esto os venga bien a las dos para echaros de menos y daros cuenta en
realidad de hasta qué punto queréis arreglar lo vuestro -me dice Clarke

-Ya no hay nada nuestro -digo yo de repente y sin reflexionar-. Me


engañó
-¿Cómo que te engañó? ¿Qué quieres decir? -me mira con gesto de
extrañeza en su rostro.

-Discutimos -comienzo a decir-. Le dije que a lo mejor


necesitábamos un poco de espacio y tiempo y me fui esa noche a un hotel. A la
mañana siguiente la encontré en nuestra cama con otra mujer.
-¡Qué cerda! -la voz de la rubia sonaba indignada-. Déjame que te
diga, entonces, que no te entiendo.
-¿Por qué? -pregunto.

-¿No sabes hasta qué punto eres estupenda, verdad? La mujer que
esté contigo será afortunada. Eres sincera, amable, inteligente, divertida y
guapísima. Si Costia no supo apreciar todo eso en ti, en verdad no te merecía. Y no
entiendo por qué pierdes el tiempo pensando en una mujer que no te valora, que no
te quiere. Mereces algo mejor que eso.

Y Clarke sale del salón mientras la imagen de una Costia


sonriente me mira desde la pantalla del televisor.
ZAHORÍ DEL AMOR

He estado más de tres meses en la casa de Clarke. Ha sido atenta y


tierna conmigo. He recompuesto mi alma con ella y creo que le he contado cada
minuto de mi relación con Costia, cuándo la vi por primera vez, de qué hablé la
primera vez con ella, nuestro primer beso, nuestra primera escapada... y nuestra
última pelea. Clarke ha sido paciente conmigo, me ha escuchado, me ha consolado,
me ha arrastrado a salir de casa con la pandilla del Laboratorio, pero no soporta que
le diga que echo de menos a Costia. No lo entiende. Por mi parte, me es difícil
olvidarme de ella, ya que la veo constantemente en las revistas del corazón y en la
publicidad de los autobuses. La vida parece que le va bien, cada vez es más famosa
y ahora, por lo que sé, está rodando una película.

He encontrado un apartamento y mi vida parece que , poco a


poco, se va normalizando, aunque me encuentro rara viviendo sola. Antes vivía con
mis padres en su casa, después con Costia y finalmente con Clarke. Me siento rara
cuando llego a mi casa y nadie me recibe, me siento rara cenando sola en la mesa de
la cocina o en el salón y echo de menos oír ruido en mi casa, pero supongo que si no
aprendo a vivir sola, tampoco seré capaz nunca de saber todo lo que puedo dar a la
persona que decida compartir su vida conmigo. Así que me digo que tengo que
aprender a defenderme y a valorarme en mi individualidad y rechazo hasta la idea de
comprarme una mascota, no tanto por la compañía que ella pueda ofrecerme a mí
como por la que no pueda ofrecerle yo.

Trabajo mucho y salgo todos los fines de semana con la pandilla del
Laboratorio, grupo que se ha revelado tremendamente divertido. Peter y Patricia
parece que tontean juntos y es francamente muy agradable verles tan ñoños , Clarke
es una excelente e interesante amiga y Fabian es una loca como yo. Los dos nos
hacemos cada fin de semana los amos de la pista y arrastramos en nuestra locura a
Peter, Patricia y Clarke, quienes se mueren de risa cuando nos ven componer
nuestras coreografías (los Village People palidecerían de envidia ante nuestros
bailes).

Costia no se ha vuelto a poner en contacto conmigo. Aunque la


verdad tampoco hace falta que yo haga mucho esfuerzo por saber cómo le va la vida.
Se está volviendo muy famosa. Su nueva película también ha sido un éxito y otra
vez vuelve a salir en múltiples entrevistas televisivas. Está guapísima. Cada vez que
la veo se me encoge el alma y me lloran los ojos. No puedo evitarlo. Lincoln me dice
que es el "efecto primer amor", una especie de idealización de la primera persona
que has amado, con la que inconscientemente solo tendemos a recordar los buenos
momentos vividos, creando una ilusión que desdibuja peligrosamente la verdad. La
verdad es que de Costia oigo y leo tantas cosas buenas como malas. Su consideración
profesional está al alza, mientras que su reputación personal cae en picado. Veo
constantemente noticias de escándalos protagonizados por ella (bebida, drogada, en
malas compañías...)

Hoy llega mi familia de visita. Estuve las Navidades pasadas con


ellos y desde entonces ha pasado casi un año desde que los vi por última vez. En ese
intervalo fue cuando mi vida colapsó. Mis padres deben acudir a un congreso médico
en Nueva York y Lincoln ha decidido hacer el viaje con ellos y quedarse una semana
conmigo. Voy al aeropuerto y cuando los veo no puedo parar de llorar. Mi madre me
abraza y me besa y yo vacío todo mi dolor en su pecho. Le lloro todo lo que no le he
llorado estos meses y la sensación es hasta un poquitito catártica. Hemos pasado el
día juntos y aunque mañana mis padres deban volar de nuevo a N.Y. estoy
tremendamente contenta de haberlos visto aunque solo hayan sido unas horas. Y
estoy todavía mucho más agradecida de que Lincoln se vaya a quedar unos días
conmigo. Nos despedimos de nuestros padres en la puerta de su hotel y Lincoln y yo
vamos a mi apartamento.

-Pasa -le digo cuando llegamos a mi piso.


-Tiene unas vistas preciosas -me dice mientras se acerca a la
ventana. Como el piso está en penumbras tropieza con una caja que está al pie del
ventanal-. ¡Pero qué coño...! Lexa, no me puedo creer que después de tres meses en
el apartamento todavía no hayas colocado todas las cosas...
-Ya ves, no he tenido mucho tiempo -digo como excusa.
- (El se ha puesto a mi altura, me toma entre sus brazos y se deja
caer conmigo al sofá. Yo río, pero me quedo así con él, apoyada mi cabeza en su
pecho. Lincoln me besa la frente y yo disfruto del momento. Ni sé cuánto tiempo
hace que no siento el calor del afecto ) Lexa, Lexa. Sabes que no es eso. Tienes que
avanzar, hermana. Tienes que dejar que tu vida avance. Ella no va a pedirte que
vuelvas con ella. Y si lo hiciera, eres demasiado buena para alguien como Costia...
-Lo sé Lincoln, pero la echo tanto de menos -le digo.
-No quiero ser cruel contigo, Lexa -me dice entonces-, pero no sé
muy bien qué es lo que echas de menos: que te esconda, que te deje sola, que te
niegue, que te desprecie, que te engañe... -me tenso y quiero deshacerme de su
abrazo, pero él no deja que me escape y vuelve a besarme en la frente.
-Lo único bueno que te dejó Costia fue la certeza de saber que eres
capaz de enamorarte con todo el alma. Y estoy seguro de que habrá alguien por ahí,
no sólo que sepa apreciar eso, sino que además te quiera de la misma forma -me
dijo Lincoln con voz dulce.
-Seguro que debe de haber por ahí unas cuantas dándose de tortas
para ocupar el puesto de Costia - bromeé con mi hermano.
-Ay cariño -me dijo riéndose- como sigas teniendo el punto de mira
tan nefastamente calibrado como acostumbras , no dudo de que las habrá y de que
yo voy a descubrir alguna .
-Anda, si eres el "zahorí del amor" -le digo riéndose.
-Zahorí... mira que eres rebuscada cuando hablas -carcajeó Lincoln-
. Solo que en vez de una varita o un péndulo para buscar agua, voy a poner en
marcha mi detector de Lexadictas.
-Si, cuidado no vas a dar abasto de todas las que vas a encontrar -
dije mientras depositaba un beso en su mejilla. Lincoln tenía la habilidad de hacerme
reir siempre.

Paso todo el tiempo que puedo con mi hermano . ¡Cuánto le he


echado de menos! Pero la semana se pasa volando y mañana coge su vuelo de
regreso. Hoy Lincoln y yo hemos salido a bailar con Clarke, Fabien, Peter y
Patricia. Y mi hermano, aprovecha para agradecer a Clarke todo lo que hizo por mí.
-Clarke, quiero agradecerte todo lo que estás haciendo por mi
hermana -le dice con su mejor sonrisa en la boca. Yo los observo de cerca-. Sin tu
ayuda hubiera sido para ella muchísimo más difícil superar ese trago.
-Lo hago encantada -le responde ella-. Tu hermana es una mujer
estupenda que no merecía lo que le pasó.
-Me preocupa que no lo haya superado del todo -no sé si piensan
que no les estoy oyendo o realmente no les importa que les esté oyendo, pero hablan
de mí como si yo no estuviera a dos metros.

-Y a mí. Y no sé qué más hacer o decir para convencerla de que


Costia, después de lo que la hizo, no se la merece -dice Clarke decididamente
absorta en la conversación con mi hermano.

-Yo pienso lo mismo que tú -está comentando Lincoln-. Ha


idealizado una relación que resultó ser tremendamente destructiva para ella. Padece
lo que yo llamo "El efecto primer amor", del que se tiende a olvidar todo lo mano y a
idealizar lo bueno - estupendo, pienso, por si no fuera poco lo patética que he
debido de parecerle a Clarke durante estos meses después de haberle contado todo lo
que pasé con Costia, encima viene mi hermano a decirle que soy una pringada que no
se había enamorado antes nunca y que Costia es poco menos que mi primera
experiencia.

Yo a estas alturas además de muerta de vergüenza, estoy harta de


que me ignoren y me voy a la pista con Fabien a darlo todo. Desde allí veo cómo su
conversación continúa.

- Sí, estoy de acuerdo contigo -apostilla la rubia-. Tu hermana tendría


que aprender a vivir de realidades y no de quimeras. Tendría que abrir los ojos y
mirar alrededor. Tendría que saber apreciar a quien tiene cerca y olvidar a quien la
alejó de su vida.
-¿Cuándo dices eso te refieres a ti? - le dice Lincoln entonces a
Clarke y vuelve la vista hacia Lexa que se encuentra bailando lejos de donde ellos
están charlando y por tanto ajena a la conversación. ¡A ti te gusta! ¿Por qué no
intentas algo con ella?
-¿Qué? ¿Un polvo de desahogo? No quiero eso -dice Clarke
decidida.
-¿Desde cuándo te sientes así por ella? -le pregunta Lincoln
interesado.
- Desde el momento en que la vi me enamoré de su dulzura, de su
inteligencia, de sus ojos, de su porte delicado, de su sentido del humor, de...

-¿Y por qué no se lo has dicho nunca? - la interrumpió Lincoln sin


entender nada.

- Nunca vi el momento. Primero estaba con Costia y yo jamás me


meto en medio de una pareja. Luego, cuando dejó a Costia y estaba en mi casa,
estaba muy vulnerable y nunca me aprovecho de ese tipo de cosas - comentó la
rubia.
- Vaya, por lo que dices, realmente pareces una tía íntegra - bromeó
Linconln-. No, en serio, entiendo que antes no lo hayas hecho, pero ¿y ahora? -la
interrogó -, ahora no está con Costia, no está en tu casa y hace seis meses que
rompió su relación. ¿Por qué no le dices ahora cómo te sientes, Clarke?

-Porque el sentimiento no es mutuo. Y no quiero ser sólo el consuelo


de nadie, no quiero ser la segunda opción de nadie. No le digas nada, por favor -le
suplicó la rubia a Lincoln.

-Pero nunca lo sabrás si no se lo preguntas. ¡Qué complicadas sois las


mujeres! ("¡Es alucinante! -pensó Lincoln-, es verdad que soy el zahorí del amor.
Acabo de encontrar a alguien no solo que quiere a mi hermana, sino que también se
la merece. Espero que estas dos abran los ojos juntas")

Me dirijo hacia Lincoln y Clarke que ya llevan un buen rato


cuchicheando y los arrastro a la pista de baile con el resto de nosotros. Les veo
mirarse mucho y no sé muy bien qué sentimiento me provoca eso. Sin embargo, no
quiero pensar. Ahora solo quiero disfrutar. Solo quiero estar con mi hermano y mis
amigos, con gente que me quiere y a la que quiero. Bailamos y reimos y por fin creo
que me vuelvo a sentir viva, que poco a poco voy soltando lastre en mi vida y puedo
empezar a caminar ligera. Definitivamente Lincoln y todos sus sermones de estos
días han sido el bálsamo que necesitaba para terminar de sanar mis heridas.
FUEGOS ARTIFICIALES

CAPÍTULO FINAL

Es domingo. Esta noche Clarke y yo salimos a cenar. Hay un


restaurante muy exclusivo que ella quería probar y yo hace semanas que hice una
reserva. Me pareció la mejor forma de agradecerle todo lo que hizo por mí. Está
tremendamente elegante y guapísima. No entiendo cómo una mujer como ella no
tiene pareja. Alguna vez que hemos ido juntas a algún bar de ambiente, siempre ha
tenido mucho éxito. Y cuando habla, muchísimo más. Es una persona divertida,
mordaz y muy inteligente. Si es increible por fuera, lo es todavía más por dentro. Y
por si todo eso fuera poco, ese irresistible acento francés es un imán para las chicas.
Pero nunca la he visto irse con ninguna. Ella dice que le tiene echado el ojo a una,
pero que se le resiste. Afortunada, pero imbécil, sin duda. Tiene que ser tonta, o
ciega. Llegamos al restaurante, pedimos vino y revisamos la carta. Todo nos
parece riquísimo. La cena está buenísima, la compañía es inmejorable y quizás el
vino nuble mis sentidos, pero en un momento de la conversación ella coloca
distraidamente su mano sobre la mía y yo sufro una sacudida y me entran unas
terribles ganas de acariciársela. Pero, ¡cómo le voy a hacer eso! Lo que me
faltaba...hacer el imbécil con mi mejor amiga y arriesgarme a perderla. Retiro mi
mano y me excuso. Voy al servicio a refrescarme y quizás a reflexionar sobre lo que
me ha pasado y cuando abro la puerta, la veo, es Costia. Está de espaldas, pero la
reconocería en cualquier sitio. Está inclinada sobre el mostrador esnifando una raya
de coca. Al levantar la cabeza, ve mi imagen reflejada en el espejo y se vuelve.
- Hola, Costia -la saludo. Mientras ella inhala con fuerza para llevar
dentro de su organismo todo el polvo que se haya quedado atascado en la nariz.
Luego se limpia con la manga de su vestido.

-Hola, Lexa , estás guapísima ¿Qué tal te va? -me pregunta y me


parece que arrastra un poco la lengua. es posible que además de estar drogada esté
también bebida.

-Bien, como siempre. ¿Y a ti? Sé que has renovado para otra


temporada de la serie, que has protagonizado una película... es estupendo que te
vaya tan bien -intento ser amable con ella.

-Te echo de menos -me dice entonces de sopetón y yo no consigo


reaccionar.

-(Consigo recomponerme al cabo de algunos segundos y sobre todo


consigo recuperar en mi mente las imágenes que mi retina han captado hace poco)
No sé qué decirte, Costia. Por lo que acabo de observar cuando entré al baño, no
sé si tú y yo, si tu vida y la mía tienen ya algo que ver.
-Lexa , te necesito -da un par de pasos hacia mi y me sujeta del
brazo. Sus pupilas dilatadas, su mirada perdida y el olor a alcohol que despende me
desagradan profundamente-. Necesito tu cordura y tu cariño, necesito centrarme
otra vez y nadie mejor que tú puede ayudarme a hacerlo.
-Pero esto ya no va solo de tus necesidades,Costia -retiro
suavemente la mano que me sujeta y la dejo allí con su colocón, con su borrachera,
con sus demandas y su egomanía-. Adiós.

Cuando abandono el cuarto de baño del restaurante casi no puedo


respirar. No sé si me entristece ver en lo que se ha convertido, si me enoja su
egoísmo... Pero sé que definitivamente ya ella está fuera de mi vida y de mis
pensamientos. Me detengo en la entrada de la sala y observo a Clarke y una ola de
ternura invade mis entrañas. Cómo he podido estar tan ciega. Abono la cuenta y
arrastro a Clarke, que no entiende nada, fuera del restaurante. Y aunque no
entiende nada, se deja hacer sin rechistar. No le cuento que he visto a Costia y
vamos a un local de ambiente. Solo quiero bailar, solo quiero divertirme, solo
quiero sentir. Tocan una canción lenta y la estrecho contra mi cuerpo. Sé que
quizás no estoy siendo justa con ella, pero es tan guapa y yo estoy tan cansada de
sufrir... Ella se abandona entre mis brazos y yo vuelvo a notar de nuevo mi
corazón latiendo acelerado y vuelvo a identificar el deseo circulando por mis venas.
Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así.

Así que le susurro al oído que está guapísima y le propongo ir a


mi apartamento. Me contesta "mais oui, bien sur " y la arrastro de la mano fuera
del local. Llegamos a mi casa y nos dirigimos a mi dormitorio. Ella sonríe. Yo la
deseo. Deslizo la cremallera de su vestido y la beso en la boca. Entreabre sus labios
para mí y mi lengua encuentra el camino hacia su lengua. La sigo desnudando y mis
manos encuentran el camino hacia sus delicados y abundantes pechos. Se los
masajeo y dirijo mi boca a ellos. Se los lamo, se los mordisqueo. Juego con sus
pezones y acaricio con ternura cada rincón de su piel. Y noto que gime. Yo la hago
gemir. Estoy muy excitada. La despojo de su ropa interior y dejo que me desnude y
acaricie mi cuerpo. Ambas estamos desnudas, su piel cálida contra mi piel.
Desciendo la mano por su vientre y devuelvo mis labios contra sus labios. Llego con
mi mano a su entrepierna y froto su humedad, mojando mis dedos con su fluido.
Muerdo el lóbulo de su oreja y ella suspira. Vuelvo a atrapar sus labios y ella susurra
en mi boca "hazme tuya, Lexa, te necesito. S'il vous plait, ma bichette" Introduzco
primero un dedo en su interior y noto como su cuerpo se curva de placer. Cuando
introduzco el segundo, sus manos se clavan en mi espalda y me susurra "Por fin". Y
yo, estúpida de mí, no digo nada, solo pienso "he sido tonta y ciega".

Nos amamos toda la noche. Ella susurra a mi oído palabras en


francés y yo, que no entiendo nada de lo que me dice, me enciendo cada vez más
con cada sonido emitido por su garganta, palabra o gemido, todo me enloquece. Se
duerme con su cabeza apoyada en mi pecho mientras le acaricio el pelo. Pero
cuando me despierto, no está. Encuentro una nota en la almohada que dice: "Me
ha dado pena despertarte. Pero hoy trabajamos y yo debo de ir antes a mi casa a
cambiarme de ropa. Gracias por una noche deliciosa. Te veo en el Laboratorio".
Mientras me ducho tengo tiempo de pensar en lo sucedido la
noche anterior ¿Por qué seré tan torpe con las señales? ¿Por qué tardo tanto en
identificarlas? ¿Es que nunca voy a aprender?
Cuando llego al Laboratorio Clarke ya está allí. Entro, me sonríe
y me guiña un ojo. Le sonrío también. A media mañana se acerca a mi mesa y me
acaricia furtivamente la mano. En ese momento entra un mensajero que trae un
paquete para mí.
-¿Esperabas algún envío? -me dice Clarke desde la esquina de mi
mesa, extrañada.

-No, no tengo ni idea de qué es o de quién es. No tiene remitente -


digo extrañada.

- (Yo doy vueltas al paquete en mis manos sin decidirme a quitarle el


papel que lo envuelve) Pues ábrelo y así sales de dudas. Te dejo sola- Clarke,
desde luego es una persona discreta

-No ¿Porqué? -digo yo.

-Pues porque a lo mejor es algo personal -comenta ella.

-(Le susurro al oído) ¿Más personal para compartir que lo que tú y yo


compartimos anoche?
-Espero que no -me dice con una sonrisa-. Anda, ábrelo de una vez.

Desembalo el paquete y vemos el contenido. Es un libro "Death


Comes to Pemberley". Y yo sé quién lo envía y qué significa y sé que Clarke
también sabe quién lo envía y qué significa.
-¿Es de ella verdad? -me dice sin poder evitar fruncir el ceño.
-Sí -respondo escueta.

-¿Y qué quiere? ¿Lleva algo escrito? -señala el libro .

-Ya sé lo que quiere. (Abro el libro y veo una nota manuscrita en su


primera hoja). Aunque no trajera ninguna nota, sé muy bien lo que quiere. Me lo dijo
ayer. La vi en el restaurante -digo sin pensar dos veces en lo que digo y en el
efecto que tendrá en ella.

-¿Ayer? ¿Cuándo? -pregunta sin poder creerse todavía que cuando estaba con ella
me encontrara con Costia y no le dijera nada.

-En los baños del restaurante donde cenamos -aclaro.

-Entiendo. Por eso de repente estabas tan rara -dice entonces ella con
expresión abatida.

Se retira hacia su mesa. Yo me quedo en la mía y abro la


portada del libro. Leo la nota manuscrita que lleva en la primera página "Cuando veo
este libro, mi mente vuela a Andalucía y a ti. Vuelve a mi vida. Déjame
compensarte. Te necesito, mi amor"
Cuando levanto la vista, Clarke se ha ido. Llego a mi casa con el
libro en la mano. Pongo la televisión y allí está en una nueva entrevista Costia,
guapísima, pero vacía. La miro y no siento nada y sé que por fin, todo se ha
acabado. Entiendo lo que debí de haber entendido hace muchísimo tiempo, que la
quise, que supuso una etapa muy importante en mi vida, pero que nuestro tiempo
hace mucho que ha terminado. Cuando me acuesto esa noche, huelo el perfume de
Clarke en mi cama. La añoro. La llamo por teléfono, pero no me coge. Esta vez sí he
sabido descifrar las señales. Esta vez sé lo que quiero y entiendo las palabras de
Clarke, he sabido descifrar que la mujer a la que le había echado el ojo y se le
resistía era yo. Pero, imbécil y ciega de mi, ya he dejado de resistirme. Ayer
sucumbí a todos sus encantos físicos, pero me doy cuenta que a sus encantos
personales hacía tiempo que estaba rendida. Ella sí ha sido amiga, compañera,
amante. Retrocedo con la memoria hasta el primer momento que la vi y entonces
me doy cuenta de que ella siempre ha sido extremadamente amable conmigo,
extremadamente tierna, extremadamente comprensiva y extremadamente
generosa. Creo que le gusté desde el principio. En cambio, mi amor por ella se ha
ido cociendo a fuego lento en algún lugar de mi subconsciente, pero ahora soy
consciente de cuánto la quiero, de cuánto la necesito. Me duermo con una sonrisa en
los labios.
Cuando llego hoy al Laboratorio, Clarke no está. Espero
impaciente su llegada. Tengo que decirle cuánto la quiero, tengo que decirle que me
perdone por haber sido tan torpe. Tengo que decirle que mi mente supo tarde lo que
mi cuerpo ya me venía gritando. Tengo que decirle que soy mala para las señales y
que me perdone. Tengo que decirle que cuando no la veo, mi corazón se encoge en
mi pecho y que cuando aparece, su luz ilumina todo mi mundo. Tengo que decirle
que soy estúpida por no haberme dado cuenta antes de lo importante que ella es en
mi vida. Tengo que decirle todo lo que la otra noche no supe decirle. Pero hoy no ha
venido a trabajar. La llamo de nuevo y no me coge el teléfono. Interrogo a mis
compañeros sobre su paradero y Fabien me dice que ha pedido unos días libres y
que cree que ha vuelto a París. Me derrumbo. Cómo puedo ser tan torpe. Cómo
puedo tener tan mala suerte.
Esa noche llamo a Lincoln y le cuento sin dejar de llorar todo lo
que me pasa. Aguanta mis lloriqueos y me dice:
-Vale. ¿Y ahora qué vas a hacer?
-Cómo que qué voy a hacer -digo sin entender muy bien.
- Ay, Lexa, cielo, qué torpe eres a veces cuando se trata de
sentimientos. A ver, piensa. La quieres y se ha alejado de ti pensando que solo la
has utilizado. ¿Hace falta que te diga yo lo que debieras estar haciendo en este
momento? -me dice Lincoln con toda su paciencia.

-No, ahora en cuanto te cuelgue, voy a sacar un pasaje a Paris -digo


decidida, secándome las lágrimas

-Ya ves, parece que tu sino es perseguir a las mujeres que amas a lo
ancho y largo de este mundo -me dice en un tono divertido.

-Te quiero -me despido de él-. Ya te contaré.


-Más te vale. Aunque te advierto que como dejes escapar a ese
pedazo de mujer soy capaz de ir yo a por ella a robártela -me dice-. Yo también te
quiero.
Hoy he llegado al Laboratorio y he pedido una semana por
asuntos personales. Llego directamente con una pequeña maleta y un pasaje de
avión en el bolsillo. Lo último que hago antes de dirigirme al aeropuerto es escribir
un email para Clarke. No me coge el teléfono y cruzo los dedos esperando que lo
lea, porque sino no sé qué voy a hacer, no sé cómo la voy a localizar en París y no
sé qué va a ser de mí si la pierdo. Siento un vacío tremendo en mi pecho, una
angustia infinita, mayor de la que he sentido nunca por nada ni por nadie. Cómo
he podido ser tan torpe. Cómo la he podido dejar escapar.
"Amada Clarke.
Estoy a unas horas de coger un avión y cruzar medio mundo tras de
tí. Sé que he sido torpe, muy torpe, pero sé por una vez en mi vida lo que tengo
que hacer. No te voy a soltar un discurso lacrimógeno sobre la imposibilidad de vivir
sin tu amor. Por primera vez en mucho tiempo estoy en paz conmigo misma y desde
esa certeza quiero decirte que sé que puedo vivir sin ti. Pero no quiero.
Te añoro. Sé que piensas que el otro día te busqué como reacción a
mi encuentro con ella. Pero debes saber que ella hace tiempo que es un capítulo
cerrado en mi vida. Te busqué como reacción a las señales de mi cuerpo, de
nuestros cuerpos, te busqué como respuesta a la llamada de mi corazón, quien
supo mucho antes que el resto de mi anatomía lo que tú significas en mi vida.
Te quiero y espero que me dejes demostrártelo. Has sido generosa y
tierna conmigo, paciente. Pero ahora estás equivocada. Debes dejar que tu cabeza
tome las riendas y escuchar lo que tu corazón seguro ya sabe. En el fondo de tu ser
sabes que te quiero y sabes que lo del otro día fue sincero. Sé que así lo sientes.
Llegaré mañana jueves a París. Estaré todos y cada uno de los
próximos días de esta semana a las cinco de la tarde en el " Café des 2Moulins" de
Montmartre, esperando por ti, deseando cada minuto que allí pase verte
aparecer, porque si lo haces, sabré que tú también apuestas por lo nuestro, que
tú también te arriesgas por lo nuestro, que tú también crees en lo nuestro. Yo creo
profundamente.
Con amor
Lexa"

Es jueves y acabo de llegar a París. Cojo un taxi en el aeropuerto,


descanso un poco en el hotel, me ducho y me preparo. Son las cuatro y media y me
dirijo al barrio de Montmartre. A las cinco en punto estoy sentada en una silla en la
terraza del Café des deux Moulins. Pido una bebida y espero. Sólo espero. Alguien
me toca el hombro por detrás. Es Clarke. Me levanto. Y cuando veo la sonrisa de
sus labios siento ese desbaratamiento que refieren las novelas románticas , esas
mariposas en el estómago que proclaman las películas. Y una lágrima resbala por
mi mejilla y una sonrisa pinta mi cara. Y cuando me susurra "mon amour" y me
besa, veo además fuegos artificiales. Muchos fuegos artificiales explotando en mi
alma.

Muchísimas gracias a las que habéis votado los capítulos y a las que
me habéis dejado vuestros comentarios.
Al resto, mis disculpas y la promesa de intentar hacerlo mejor la
próxima vez.
Fdo: Despistada
I'LL ALWAYS BE WHIT YOU

También podría gustarte