Está en la página 1de 3

Hoy quise darme un tiempo para hablarles, aunque no encontré la manera de decirles a

todos esas cosas que me encantaría poder expresar. Intentaré hacer algo que Sócrates me
enseñó, si este es mi último canto, trataré que sea el más hermoso (eso me hace pensar que
lo hacía por él mismo, porque ese señor deseaba una cosa, conocerse a sí mismo, deseo que
lo hubiese logrado). Ustedes, todos, han sido una parte muy especial en mi formación
filosófica, porque me enseñaron, más que nadie, que la filosofía va más allá de las aulas
académicas. Ojalá pudiera verla frente a mis ojos para lagrimear un rato, ojalá esas cosas
pudieran verse. Sobre mí… Puedo decirles que he estado mejor, ya no me siento tan solo,
porque me tengo a mí mismo, es aquél que me permite amar, el que me permite escribir
esta carta, él, sólo él puede. Han sido días difíciles, los más difíciles de toda mi vida. No
retomé mi frecuencia al escribir cartas debido a sucesos personales, a errores que cometí, a
que herí a otros, y me herí a mí mismo, todavía me sigo perdonando por eso. Pero quiero
compartirles que en aquella miseria en la que estuve, recostado en una cama viendo a la
nada, esperando lo que fuese que fuera a pasar, todos me ayudaron. Es como si en un largo
camino todos estuvieran corriendo y yo me hubiera quedado quieto y pasmado, en ese
momento todos mis amigos, Alejandro, Juan, María, Gerardo, Mónica, y muchos más,
todos se detuvieron a jalarme, me cargaron, me llevaron con ellos. Me rompió el corazón
cuando me dijeron que estaban preocupados por mí, me estaban ayudando porque no
querían verme así, y me duele porque en su momento yo no sabía lo mal que estaba.
Ramona y yo nos hicimos buenos amigos, en uno de mis días más bajos, llegó a dejarse
acariciar como no he vuelto a poder hacer con ella, a ronronearme, a mostrarme afecto. No
me gustaría sugestionarme con las cosas, pero me gusta creer que quiso decirme algo con
ese gesto suyo. No pienso dejarla en lo que me reste de vida, no lo deseo. No podría
abandonar a una amiga.

Retomé mi semestre, tomé una a una todas las clases en jornadas de ocho horas
diarias de estudio. He salido bien en algunas materias, estoy haciéndolo porque mi vida es
muy breve, y quiero saber, quiero que arda mi mundo, que se acabe, quiero agotarlo… Pero
ahora mismo todavía es muy joven. Este, este momento en el que escribo, y en el que tú me
lees, es el final de todas las cosas. Toda mi vida está en este momento, escribiendo, y
después hay un muro enorme en el que ya no puedo ver, porque no puedo ver lo que
todavía no es. Todos los momentos son el último, todos los nuestros parecen ser eso. ¿No
es curioso cómo tuvo que pasar tanto para existir?, para leernos, para darnos un gesto como
un comentario a nuestras cartas. Eso nadie lo pidió, nadie nos exige hacer esas cosas, ¿por
qué en nuestro tiempo breve decidimos sonreír a alguien?, ¿por qué amamos?, ¿por qué
podemos ver a otro distinto a nosotros y decirle que lo estimamos?, ¿no podemos ver lo
maravillosos que son los abrazos después de tantas preguntas que no necesitan muchas
respuestas?

Las lecturas que restaron me fueron un poco indigestas, sobre todo Antígona,
porque en ella hay un sentimiento de pérdida que se puede encontrar en las últimas lecturas
que revisamos. Me pareció maravillosa la manera de expresar la pérdida, los modos
literarios se hacen tremendamente flexibles cuando uno tiene demasiadas cosas por decir. Y
cuando uno pierde a alguien, de esa manera, no queda más que abrazarnos fuerte, y esperar,
esperar… ¿Qué esperaría yo?, yo le diría a aquél, que me espere un poco, pronto estaré a su
lado, no en un más allá, sino en compartir un fin, allá en lo que sea que fuese morir, estaré.
Ojalá tuviera la dicha de pensar todas estas cosas en un lecho de muerte, pero esa te agarra
desprevenido. Es bastante irónico que ahora mismo, en vida, sea el único momento en
donde pueda hacer lo que deseo, antes de morir. O al menos intentarlo.

Mis ojos siempre han estado cargados de tristeza. Y a una parte mía le gustaría que
la tristeza fuera eterna, para saberme seguro de algo. Afortunadamente para una parte
descuidada de mí, se acaba. No les puedo prometer que todo va a estar bien, me gustaría.
Lo que sí puedo decirles, es que en este paraje en donde estamos, quiero abrazarlos, desde
mi vida a la suya, sólo eso, un gesto. Lo siento tanto...

Probablemente nunca alcance esa felicidad y plenitud que todos en cierto modo
buscamos. Pero tampoco me preocupa no hacerlo. Hoy no me siento triste, ni tampoco
feliz, ni tampoco apático, me siento como esto que soy. Podría contarles mis días, pero ya
no es necesario, mis días me los ando contando ahora, dentro mío hay un gran lector.
Podría decirles más, o desearles más, pero sería extender mucho lo que ya dije. Antes de
terminar esta semana con la última materia que tengo pendiente, quería venir a leerlos y a
escribirles, sólo eso. Por si andaban con las dudas, Ramona en aquella otra ocasión se
comió un grillo. Y me hice una cuenta instagram para spamear fotos suyas y de vez en
cuando algo que me agrade expresar (se llama sobretodojuan, pues amo en secreto a Juan
Rulfo).

Viviré mucho, y en los días en donde escriba cartas me acordaré de todos ustedes.

Mi canto ha terminado.

Estoy bien.

También podría gustarte