Está en la página 1de 485

IVANKOV.

HIJOS
DE LA MAFIA

NEREA VARA
Título: Ivankov. Hijos de la mafia.
© 2022, Nerea Vara.
De la maquetación: 2022, Nerea Vara.
De la cubierta: 2022, Nerea Vara.
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción
total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema
informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin
autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La
infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la
propiedad intelectual. El copyright estimula la creatividad, defiende la
diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la
libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una
edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al
no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por
ningún medio sin permiso.
Para las personas que todavía
tienen esperanza en el poder del amor.
ÍNDICE
PRIMERA PARTE «Sublimes deseos»
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
SEGUNDA PARTE «Eterna condena»
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
EPÍLOGO
CARTA DE AGRADECIMIENTO
PRIMERA PARTE
«Sublimes deseos»
I

DANTE

Sus labios se posan en mi hombro a la vez que rodean mi cintura con


ambos brazos. Sonrío y tiro el cigarro al suelo, lo apago y me doy la vuelta.
—¿Vamos?
—¿No has visto a Gabi? —pregunto mirando por encima de su hombro.
—No, en la clase de química no estaba, se habrá ido antes.
—Da igual, luego la llamo.
Mackenzie se pone el casco antes de subirse en la moto tras de mí, me
inclino para arrancarla y siento su pecho pegarse a mi espalda para no
caerse. Salgo del aparcamiento del instituto y me incorporo al tráfico de
Manhattan.
Mañana es mi cumpleaños y no puedo esperar ni un día más para que mi
padre me regale el coche de mis sueños. Llevo pidiéndoselo desde los
dieciséis, pero no ha habido manera de convencerle, y no será por dinero.
Mi familia… no es como las demás.

Papá es el jefe de una mafia que lleva reinando en esta costa desde antes
de que yo naciera, y el abuelo antes que él. Cometen delitos diariamente,
aunque procuran mantenerme al margen de todo, en vano. No soy gilipollas,
por lo que estoy al tanto de todos los ámbitos en los que se mueven. En
ocasiones he conseguido sacarle algo de información a mi tía Sasha, es la
que más me consiente. Cuando quiero algo que sé que mis padres no van a
darme ni en sueños, acudo a ella directamente.
—Nos vemos mañana. —Mackenzie se baja de la moto y me da el casco
antes de acercarse para besarme—. Te quiero.
—Y yo. —Espero a que entre en su portal del Upper East Side y me
pongo en marcha.
Llevamos juntos siete meses, pero me gusta desde hace más. Todo el
instituto suspira por ella, a pesar de que no pertenece al grupo de
animadoras ni es parte de ningún club popular. Ella es más de esa clase de
chicas que rompe los moldes y no atiende a protocolos. En la cafetería se
sienta donde le da la gana, ignorando las malas miradas o comentarios del
resto de los grupos. No duda en defender a los empollones cuando Sabrina,
la capitana de las animadoras, se mete con ellos, les pone la zancadilla y
demás crueldades.
Yo no puedo hablar muy alto porque, sí, soy el capitán del equipo de
rugby, pero no soy ningún matón. Mi familia me educó dentro de unos
valores y unos principios muy sólidos, aunque también es verdad que la
gente me respeta sin necesidad de que yo haga nada. Imagino que el hecho
de que todos sepan que soy el hijo de Hell Ivankov, ayuda.

Detengo la moto junto a la entrada y saludo a los hombres que caminan


por el terreno, abro la puerta y me encuentro con una escena nada extraña
procedente del despacho. Saludo a papá, que está con sus papeles en el
escritorio, y me acerco hasta mi madre para darle un beso.
—Hola, cariño. —Mamá acaricia mi espalda.
Dejo los dos cascos sobre la mesa y me cruzo de brazos junto a ella,
observando a mi tía Sasha desesperada por el fuerte carácter de su hija.
—¡Todas se van a quedar hasta las tres! —exclama Gabi con rabia.
—¿Ves algún atisbo en mi rostro de que eso me importe? —La rubia se
echa el pelo a un lado y la señala con el dedo—. Tu padre no quería dejarte
ir, así que agradéceme que te deje hasta la una.
—¡Pero no es justo!
—¿Habrá algún día en el que en esta casa reine la paz? —El abuelo
entra negando con la cabeza y mira a su nieta, la cual se da la vuelta hacia
él y le hace pucheros para que consiga convencer a su madre de que ceda.
—Ayúdame a convencerla —le suplica.
—¿A convencerla de qué? —pregunta el viejo sin entender.
—¡De nada! —Sasha bufa y saca su móvil del bolsillo trasero de sus
vaqueros ajustados cuando comienza a sonar—. Estás castigada —dice
entonces—, verás como la próxima vez te conformas.
—¿¡Qué!? —grita mi prima—. ¡Tengo que ir a esa fiesta!
Mi tía la asesina con la mirada antes de alejarse para poder hablar con
tranquilidad, seguramente se trate de algo relacionado con su marca.
Sas es una reconocida diseñadora, no solo de zapatos, que fue con lo que
comenzó, sino también de ropa interior. Ivankova ha conseguido llegar a
niveles tan altos que ya tiene tiendas en la mayoría de los países del mundo,
consiguiendo que su fortuna ascienda aún más. Y digo aún más porque
nuestra familia maneja mucho dinero; muchísimo. Ya lo entenderéis.

Escuchamos cómo un coche se detiene fuera, voy hacia la entrada


principal para abrir la puerta cuando Marie baja las escaleras tecleando algo
en su móvil.
—Te vas a caer. —Le advierto girando el pomo.
—¡Te nos haces viejo! —exclama el tío Nathan saliendo del coche.
Richard, su marido, choca mi puño y entra en la mansión junto con Kibo.
Le adoptaron hace once años, poco después de casarse. Kibo tenía siete
años cuando le trajeron de África tras haber perdido a sus padres en la
guerra civil de Somalia. No tiene muchos recuerdos, aunque supongo que es
mejor así.
Tiene diecinueve, por lo que la corta diferencia de edad y la estrecha
relación que mi familia ha tenido siempre ha provocado que sea uno de mis
mejor amigos.
—¿Todo listo para mañana? —Me pregunta en voz baja cuando pasa por
mi lado.
—Shh, luego te cuento.
Asiente y vamos de nuevo hacia el despacho.
Mi hermana pequeña está sentada sobre las piernas de Hell, seguramente
comiéndole la oreja para que le dé dinero. Es muy parecida a Gabi, con la
diferencia de que Marie sabe cómo camelarse a su papá, a pesar de tener
solo quince años, es una manipuladora de cuidado.
—A ver. —Mi padre se pone de pie y sale de su escritorio mirando a
todos—. El cumpleaños empieza a las cinco, que nadie se retrase.
—Connor vuelve de Chicago esta noche, y no sé si Nick llegará a
tiempo —comenta Sasha, incorporándose a la conversación tras colgar el
teléfono.
—¿Pero va a venir con Allie o no? —Mi madre frunce el ceño y mueve
la mano sin entender nada.
Mi tío Nicholas es la hostia, nunca para. Ha pasado la vida recorriendo
el mundo, de un lado para otro. Cuando yo nací estaba saliendo con Allie,
pero se separaron poco después cuando ella se incorporó a la universidad.
Tuvieron algunos problemas debido a que ella quería centrarse en sus
estudios y él consideraba que era muy peligroso que saliera de la ciudad
durante tanto tiempo. Una prueba más de que mi familia no es normal.
Total, que al final rompieron y cada uno siguió su camino; Nick lo pasó
muy mal, por lo que me ha contado mi padre algunos días incluso intentó ir
a buscarla, pero le disuadieron. Sin embargo, y eso es algo que he aprendido
con los años al ver a los que me rodean, el amor es algo que no conoce de
barreras, de tiempo ni de espacio. Cuando cumplí diez años, Hope invitó a
Allie a la fiesta, hacía mucho tiempo que no se veían y ninguno había
rehecho su vida. Recuerdo ver cómo estaban hablando agitadamente y de
repente él la tomo por la cintura y la besó. No han vuelto a separarse desde
entonces.
—Allie tiene un congreso en Carolina del Norte hasta las cuatro, dudo
que llegue a las cinco —informa mi tía—, pero vendrá más tarde. ¿Qué más
da?
—Bueno, pues ya está, cada uno que llegue cuando le dé la gana —
zanja el jefe. Nos mira a mis primos, a mi hermana y a mí y hace una señal
con la cabeza para que salgamos—. Venga, id a hacer los deberes, tenemos
que hablar.
—Yo me quedo —digo cruzándome de brazos.
—Y yo —apoya Kibo.
—No pensaréis que yo voy a salir si ellos se quedan. —Gabi arquea una
ceja y nos señala.
—Gabriela Ivankova, sal de aquí ahora mismo —ordena su madre.
—¡Agh, te odio! —gruñe atravesando la puerta.
—¡Estupendo! —Sasha cierra los ojos y expira con fuerza.
—¿Ahora te das cuenta de lo que era aguantarte a diario? —Le pregunta
Nathan, haciendo que todos rompan en carcajadas, ella incluida.
—Yo por lo menos era más educada, joder.
—¡De eso nada! —exclama mi madre.
Los cinco nos miran cuando se dan cuenta de que Kibo y yo seguimos
aquí. Hell señala la puerta con la cabeza y Richard imita el gesto mirando a
su hijo.
—Tengo diecinueve años —apunta mi primo—. ¿Hasta cuándo pensáis
seguir tomándonos por idiotas?
—Hasta que podamos —responde mi madre encogiéndose de hombros.
—Ya no somos unos críos. —Miro a mi padre directamente—. Tarde o
temprano tendremos que entrar en todo esto de lo que intentáis mantenernos
al margen. Sabemos de sobra de dónde viene el dinero y lo que hacéis para
conseguirlo. ¡Toda la puta ciudad lo sabe!
—En ese caso —dice mi abuelo dirigiéndose a sus tres hijos—, ya es
hora de que la nueva generación se ponga manos a la obra.
II
DANTE

El silencio invade el despacho cuando el viejo suelta esa perlita por la


boca, pero solo dura unos pocos segundos.
—¿Te has vuelto loco? —Mi padre lo mira y extiende las manos en un
gesto interrogativo.
—Sí, definitivamente —afirma Hope, mi madre.
Sasha simplemente pone los ojos en blanco y se centra en responder el
mensaje que acaba de llegarle, como si ya supiera lo que va a suceder.
—¿Piensas vivir toda la vida? —Vladimir observa a su hijo con
detenimiento—. Porque yo no, ya tengo casi sesenta años y tú tienes
cuarenta y dos. Y estos dos chicos —dice señalándonos— ya no son
ningunos críos. De hecho, hace tiempo que deberían haber empezado a
aprender a…
—Basta —interrumpe mi madre con seriedad.
—Papá, no. —Se le une el tío Nathan—. Vamos a dejar el tema.
—Dante, salid, vamos —pide Hell, aunque sé que es una orden clara, lo
conozco.
Y no necesita repetírmelo dos veces.
—Vale, nos vamos, pero antes quiero que os quede claro que sabemos
de sobra lo que pasa a nuestro alrededor. Sabemos lo que significa llevar el
apellido Ivankov, os recuerdo que nosotros también lo llevamos, y la gente
lo sabe. No me siento avergonzado de pertenecer a una mafia, porque esa
mafia es mi familia.
—Dante…
—No, mamá, déjame terminar —solicito, y ella suspira dedicando una
mirada significativa a su marido—. Os pensáis que somos gilipollas, que
nos creemos que toda la cantidad de dinero que entra en esta casa es de la
empresa de coches, de las telecomunicaciones o del hotel, pero sabemos de
sobra que todo eso solo es una tapadera. ¡Joder, hemos crecido en esta casa!
—Suelto una risa amarga.
—¿Qué clase de empresarios viven en una fortaleza con dos puertas
blindadas para entrar y dos docenas de hombres vigilando el terreno? —
Kibo me apoya con los brazos cruzados a mi lado.
—Hablaremos de esto en otro momento, ¿de acuerdo? —Hell se expresa
con dureza y seguridad, así que solo asentimos y nos marchamos sin decir
una sola palabra más.

HELL

Espero a que las puertas del despacho se cierren para mirar a mi padre
sin entender a qué cojones ha venido eso.
—¿Acaso pretendes que maten a mi hijo?
—Relájate —contesta haciendo un gesto de despreocupación con la
mano—. Tú hijo no es ningún santo. Ni el tuyo —añade mirando a mi
hermano—. Y mucho menos la tuya. —Arquea una ceja en dirección a
Sasha, la cual pone los ojos en blanco y se encoge de hombros—. Menuda
joyita has parido. Todos vosotros.
—¿Qué propones? —Sas suspira y se cruza de brazos.
—¡Sasha! —Hope la reprende—. ¿¡Cómo puedes siquiera planteártelo!?
—Porque no quiero que a mi hija le peguen un tiro dentro de cinco años
por no estar preparada —responde con firmeza y seriedad.
—Exacto. —V camina tranquilamente por el despacho frotándose las
manos, como si esto fuese algo que llevara tiempo pensando—. Vuestros
hijos deben empezar a prepararse ya, os guste o no. Esto es una familia —
recuerda mirándonos a todos—, y la familia se protege.
—No pienso permitir que mi hijo tenga que pasar por todo esto,
Vladimir.
Sabía que mi mujer diría algo parecido, hemos hablado de esto tantas
veces…
—Tu hijo es un Ivankov, y todos sabíais que este día llegaría. Tú misma
llevas encargándote del blanqueo desde que Nicholas se fue, eres una mamá
con doble vida, igual que vosotros tres —dice mirándonos a Sas, Nate y a
mí—. La diferencia es que yo soy realista y sabía que los chicos acabarían
enterándose de todo, tarde o temprano. A pesar de todos vuestros vagos
intentos por disimular. ¿De verdad creías que las mentiras que habéis
inventado cada vez que nos han atacado, se las iban a tragar? —Ríe y niega
con la cabeza, se cruza de brazos y apoya su cuerpo en el borde la mesa de
mi escritorio.
—Gabi lo sabe desde hace tiempo —confiesa entonces mi hermana la
inoportuna.
—¿Perdona? —Hope despega los parpados con incredulidad—.
¡Acordamos no decirles nada!
—¡Es muy lista, joder! —Se defiende la rubia—. ¿Qué iba a hacer,
mentirla? Me pareció más sensato contarle todo y tratar de que mi hija sepa
defenderse si algún día la atacan igual que a nosotras a la salida de una
discoteca. ¿O es que acaso ya lo has olvidado? —Se dedican una mirada de
reproche hasta que finalmente Hope se rinde y cierra los ojos, los cubre con
su mano y yo me acerco para darle un beso en la cabeza.
—Tienen razón, mi amor —digo levantando su barbilla.
—No quiero que Dante reciba balazos como su padre.
—Ni yo, pero esto es una familia y todo el mundo sabe que es nuestro
hijo, que el legado continuará con él. Tiene que empezar a prepararse.
Niega con la cabeza, pero no dice nada, solo deja escapar una bocanada
de aire y mira a mi padre, el cual gira su cuerpo hacia su hijo menor.
—¿Nathan?
Todos esperamos su reacción, así como la de su marido, Richard, el que
ahora mismo tiene el rostro más pálido que la nieve.
—No estoy de acuerdo —contesta formando una línea con los labios,
voltea la cabeza hacia Richie y éste le mira—, pero tienen razón.
—¿Hablas en serio?
—Mi vida, Kibo ya tiene diecinueve años, los mismos que yo cuando
entré activamente en todo esto. ¿No crees que debería saber utilizar un arma
si algún día necesita hacerlo?
—Está decidido —zanja el patriarca de la familia, a punto de cumplir
los sesenta años—. Dante, Kibo y Gabriella comenzarán su entrenamiento
el lunes a primera hora, dejaremos a Marie al margen de momento.

DANTE

Le doy otro bocado a la sandía sentado en el borde de la piscina, Kibo


hace un largo y regresa para apoyarse con los brazos a mi lado, me hace un
gesto para que le pase su plato de fruta y luego señala a las ventanas del
despacho, las cuales se ven desde el jardín de la mansión en la que me crie.
—¿De qué crees que están hablando?
—No lo sé, pero seguramente estén discutiendo sobre lo que les hemos
dicho. Sé que mi madre no va a querer que nos involucremos, pero espero
que Sas y mi padre la convenzan.
—Está claro que la que más fácil lo va a tener es Gabi, Sasha es una
mujer muy independiente, seguramente quiera que su hija también lo sea.
—Sí, opino lo mismo.
Comemos un poco más y vemos que nuestra prima viene hablando,
bueno, gritando de furia al teléfono, mientras se acerca en bikini con una
toalla colgada del brazo.
—¡Que te he dicho que sí, Deborah! —exclama y se sienta en una de las
hamacas que hay tras nosotros—. ¡Es el club de mi madre! ¡Pues yo que sé!
Que sí, que vale, luego hablamos, adiós. —Cuelga y suelta un grito
frustrado, pataleando sobre la superficie acolchada.
—¿Problemas en el paraíso? —inquiere Kibo.
—¿¡Podéis explicarme por qué todos mis amigos y amigas van a ir a la
primera fiesta pitufo de La Cueva, y yo, hija de la propietaria, no puede ir!?
—Te lo has buscado, Gabi —comento mirándola a través de mis gafas
de sol. Ella arquea una ceja y me lanza una mirada de odio—. Te lo digo en
serio, parece mentira que después de diecisiete años todavía no sepas cómo
manejar a tu madre.
—¿Qué quieres decir? —Se acerca hasta el borde de la piscina y agacha
su cuerpo para introducir las piernas junto a Kibo.
—Joder, si tuvieras a mi madre lo sabrías —contesto mirando a mi
primo.
—O mi padre. —Se une él, a lo que yo asiento.
—Sas es la más fácil de la familia, Gabi, solo tienes que saber cómo
pedirle las cosas.
—Yo no tengo la paciencia que tenéis vosotros. Además, conmigo es
mucho más exigente y estricta. ¡Agh! ¡Es que me saca de quicio!
Kibo y yo reímos ante su cabreo, no se da cuenta de que es una
calcomanía de su madre, por lo que nos han contado, Sas era exactamente
igual cuando tenía su edad.
—Tenéis que ayudarme, ¿ya os ha dado los pases a vosotros?
Asentimos con desinterés.
Mi tía Sasha abrió un club muy exclusivo y privado cuando apenas tenía
veintiún años. Siempre ha sido una mujer muy ambiciosa, pero aquello fue
una locura, no hay otro lugar similar en toda la ciudad. Yo solo he estado
una vez, pero no de noche que es cuando abre, si no de día, ayudando a Sas
con algunas cosas.
La Cueva es un sitio para dejarte llevar; para liberar los sentidos y
disfrutar el momento como si no hubiera un mañana. Memento mori.
Se divide en varias estancias o salas, y tiene tres plantas. Al acceder, lo
primero que te encuentras es una sala en la que te hacen una breve
entrevista para saber el tipo de chica o chico que te atrae y preguntarte la
ropa que querrás llevar durante la fiesta. No puedes quedarte con la que
llevas puesta. Luego pasas a otra en la que diferentes modistas te ofrecen
catálogos con ropa interior, disfraces y atuendos sexys, dependiendo de lo
que hayas respondido en la entrevista previa. Todos están conectados
mediante tablets, de modo que el trato es muy personalizado. Escoges el
atuendo que quieres, y te piden que te lo pongas en un probador y dejes
todas tus pertenencias en la bolsa que encontrarás dentro, así como tu ropa,
cartera, móvil… etc. Tras eso, pasas a la última sala, en la que te ofrecen
todo tipo de juguetes sexuales y, muy importante, antifaces. Además,
dependiendo del tipo de entrada que tengas, también podrás pedir droga,
primeras calidades, claro, las que mi familia trafica.
El interior es un lugar oscuro, elegante y perfectamente pensado para
que todo el mundo pueda practicar sexo en cualquier parte. Está lleno de
sofás de terciopelo rojo, biombos e imágenes sensuales proyectadas en las
paredes negras y luces rojas incrustadas en el suelo. La segunda planta está
cubierta con camas repartidas estratégicamente, pero sin paredes; quien
quiera follar, lo hará delante de otros. Y la última planta se divide en
habitaciones temáticas.
Todo esto me lo ha contado mi tía Sas en confidencialidad, exigiéndome
que no lo compartiera con ninguno de mis primos. Obviamente, Kibo se
excluye de eso.
—¿De qué color es vuestra entrada? —pregunta Gabi.
—Blanca.
—O sea que os incluye el alcohol.
—¿Y tú cómo sabes lo que incluye cada una? —Frunzo el ceño y ella
encoje los hombros.
—Soy más lista de lo que todos os pensáis —responde con indiferencia
—. Mamá me ha contado todo sobre ese sitio. Sé que la entrada amarilla
solo es un pase sencillo, sin extras; la blanca incluye todo el alcohol que
quieras, y la roja —dice con tono interesante— incluye alcohol y droga.
Kibo y yo nos miramos, preguntándonos casi por telepatía hasta qué
punto es Gabi conocedora de todo lo que maneja la familia.
—Y sí, sé que la droga es nuestra. Mamá maneja toda la cocaína de la
costa junto a tu padre —continúa, y luego mira a Kibo—, y el tuyo se
encarga de extorsionar a medio Nueva York para que hagan la vista gorda y
nos dejen en paz. ¿Adivinad quién se encarga de que todas nuestras cuentas
y dinero estén limpios? —Dirige la mirada hacia el interior del despacho,
desde cuya ventana ahora se puede a mi madre—. La dulce e inocente
Hope. Ella blanquea toda la pasta para que parezca legal y procedente de las
empresas de vehículos de alta gama, las telecomunicaciones y el hotel que
tenemos.
Se pone sus gafas de sol, le da un bocado a la sandía que aún tengo en
las manos y se lanza al agua con elegancia, dejándonos atónitos.
—Os lo he dicho, esta cabecita sirve para mucho más de lo que pensáis
—dice cogiendo impulso para nadar.
III
DANTE

A las cinco menos cuarto salgo de mi dormitorio, que antiguamente era


el de mi tío Nate, vestido y preparado para celebrar mi cumpleaños en
familia. Espero que Nick y Allie lleguen a tiempo, tengo ganas de verlos
antes de continuar con la fiesta en La Cueva.
Tras años de incesantes peticiones por redes sociales para que La Cueva
haga una noche semanal para menores, Sas ha decidido probar y la primera
noche pitufo —así la ha llamado—, será hoy. Por supuesto, el pase rojo no
se ofrece y el amarillo es solo para los jóvenes de entre veintiuno y
veinticuatro —que es el tope de edad que se acepta esta noche— excepto mi
primo, yo y algunos amigos. Además, el precio será muy inferior al
habitual, puesto que normalmente la entrada amarilla cuesta doscientos
cincuenta dólares, la blanca, quinientos, y la roja cuesta novecientos
cincuenta. Claro que en esos precios ya entran todas las consumiciones
correspondientes.
Hay que tener en cuenta que es uno de los clubs más cotizados y
famosos del mundo, viene gente desde todo el globo y entre sus habituales
se encuentran muchos famosos y niños ricos que viven de las fortunas de
sus familias. La gente viene a divertirse de un modo que no podrían hacer
en cualquier otro sitio, de un modo que no podrían hacer sin antifaces y con
su identidad al descubierto.
Sasha se cura en salud, así que a los menores de veintiuno se les exigirá
un permiso firmado por sus padres para poder acceder al interior. A pesar
de que no se vayan a ofrecer drogas, todo el mundo sabe lo que hay dentro,
así que es lógico que no quiera arriesgarse a recibir denuncias posteriores.
—¡Dante! —llama mi madre desde la planta principal.
Bajo las escaleras y sonrío al ver a mi novia hablando con ella de forma
animada.
Mackenzie es mi amiga desde los catorce años cuando entré en la
Trinity School, uno de los institutos más exclusivos de Manhattan, en el
Upper West Side. Hace unos cuantos meses decidimos darnos una
oportunidad e intentarlo como pareja, y la verdad es que no nos va mal. Me
gusta y me pone mucho, sin embargo, hay ocasiones en las que he llegado a
pensar que estaríamos mejor solo como amigos, sin el sexo y todos los
celos de por medio. Mackie es genial, pero también es muy celosa, y eso,
para alguien como yo, que tiene tantas amigas, no es fácil.
—Hola —saludo dándole un beso en los labios.
—Feliz cumpleaños —dice sonriente—, otra vez.
—Voy a ver si está todo listo para la merienda. —Mi madre nos guiña
un ojo y desaparece por el pasillo.
Paso un brazo por los hombros de mi novia y salimos al jardín para
sentarnos junto al resto de mis primos.
—Tengo tu pase para La Cueva en mi dormitorio —informo con voz
traviesa—, así que ya no puedes negarte.
Se detiene en seco y aparta mi brazo, da un paso atrás y cruza los suyos.
—Te dije que no iba a ir, Dante. Y, la verdad, esperaba que tú tampoco
lo hicieras.
Pongo los ojos en blanco y miro hacia el exterior por los ventanales,
desde donde Kibo me manda una pregunta muda viendo que Mackenzie se
encuentra con esa postura amenazante que pone antes de enfadarse de
verdad.
—Es mi cumpleaños, Mackie, mi tía nos ha regalado pases vip para mis
amigos y para mí, Kibo también viene. ¡Hasta Gabi va a ir! Es la primera
noche pitufo.
—Como si es pitufa y viene el Papa. Aunque dudo que el Papa aprobase
un sitio como ese.
—No tienes por qué hacer nada que no quieras —contesto empezando a
cabrearme. Siempre que hablamos de Sasha o de cualquier otra cosa
relacionada con mi familia, reacciona igual.
—¿Y tú?
—Yo, ¿qué?
—¿Para qué vas? Porque ese sitio es para solteros, para gente que busca
con quién follar disfrazados y en habitaciones pornográficas.
—A lo mejor me apetecía follar con mi novia después de divertirme con
mis amigos —suelto con demasiada dureza.
—¿Apetecía?
—Sí, la verdad es que se me están quitando las ganas. —Resoplo y me
revuelvo el pelo, disimulando cuando mi padre pasa por nuestro lado y
frunce el ceño al ver la escena—. Escucha, vamos a disfrutar de la tarde,
¿de acuerdo? No quiero hacer esto delante de mi familia.
—Yo creo que lo mejor es que me marche —dice negando con la
cabeza.
—Oye, no, ¿por qué?
—¿Vas a ir a la fiesta?
—Sí, sabes que odio que me prohíbas cosas, Mackenzie, yo nunca te he
dicho lo que tienes o no tienes que hacer. Confío en ti.
—Bien, pues que te diviertas. —Espera unos segundos, probablemente
para que yo la detenga o vuelva a suplicarle para que se quede, pero no
pienso hacerlo—. Feliz cumpleaños.
Niego con la cabeza mientras veo cómo sale por la puerta, que se
encuentra abierta para los invitados que van llegando, y se sube en el coche
de mi familia para que Jamie, nuestro chofer, la lleve de vuelta a su casa.
—¿Qué ha pasado? —Escucho la voz de papá a mi espalda.
—Nada, tiene que irse —contesto con desdén, paso por su lado para
marcharme, pero sujeta mi brazo.
—Dante, ¿qué pasa? ¿Por qué discutíais?
—Por lo mismo de siempre, papá —resoplo aburrido—. Me ha dicho
que no quiere venir a La Cueva esta noche y que no quiere que yo vaya, que
ese sitio solo es para solteros y para gente que quiere buscar alguien con
quién follar.
—¿Y tú qué le has dicho?
—Que no me gusta que me prohíban nada, que yo confío en ella y
espero que ella haga lo mismo conmigo.
—¿Y?
Señalo la puerta como si fuera obvio y él asiente.
—Has hecho lo que tenías que hacer, la confianza y el respeto es la base
de una relación.
—¿Y Mackie? —pregunta mi hermana pequeña uniéndose a la
conversación.
—Se ha largado.

*
Ya le he ganado tres partidas de Blackjack a mi tío Nicholas cuando el
reloj de la entrada marca las nueve y media de la noche. Allie choca mi
mano entre risas por comprobar una noche más lo malo que es su novio a
las cartas.
—Cariño, mejor dedícate a otra cosa —sugiere ella antes de inclinarse
para darle un beso.
—Amor, ¿no se supone que deberías estar de mi lado?
—Dante es mi sobrino.
—Y yo tu novio.
—Los novios van y vienen. —Se burla ella sacándole la lengua antes de
salir corriendo. Él la sigue y damos la partida por terminada.
Río al ver cómo juegan igual que dos adolescentes, me habría encantado
verlos en sus inicios, por lo que me han contado, no fue sencillo porque
Allie proviene de una familia muy convencional y no aceptaron a Nick con
facilidad.
—Bueno, mocosos —anuncia mi tía mientras se coloca la melena rubia
a un lado de los hombros—, La Cueva os espera. Más os vale comportaros,
he dado permiso a mis hombres de seguridad para que os echen de una
patada si os pasáis de la raya.
—Somos tus sobrinos —recuerda Kibo con el ceño fruncido.
—Precisamente por eso, os conozco.
—¿Nos vamos? —Gabi taconea nerviosa desde la puerta y teclea en su
móvil.
—Oye, ¿recuerdas todo lo que hemos hablado? —pregunta su padre, a
lo que ella pone los ojos en blanco, pero enseguida se recompone ante la
ceja alzada de su madre.
—Sí, papá, lo recuerdo.
Connor y Sasha son muy diferentes respecto a la educación que le han
dado a Gabi. Él es más permisivo, aunque se preocupa mucho más que ella,
sin embargo, Sasha le impone mucho más respeto que él. Supongo que es
porque mi tía es una de las mujeres más influyentes y poderosas del país,
puede chasquear los dedos y que a Gabi le prohíban la entrada en todas las
tiendas y clubs de la ciudad, por no mencionar cuando la castiga anulando
su crédito en la tarjeta.
—¿Le has puesto los ojos en blanco a tu padre, Gabriella? —Sasha
camina lentamente hacia ella, todos alrededor enmudecen—. Porque te
recuerdo que te he levantado el castigo bajo condiciones muy claras.
—No, mamá, te lo ha parecido a ti. ¿Podemos irnos ya? Os he dicho que
no voy a hacer nada que vosotros no haríais.
Hell, Nathan, Nick, Allie y Hope rompen en una carcajada, pero cierran
la boca y desvían la mirada en cuanto mi tía les fulmina con la mirada. Creo
que hay pocas cosas que ella no haya hecho en su juventud.
—Mejor no hagas nada que yo no haría —matiza Connor dándole un
beso en la frente. Mi prima asiente y abre la puerta de la calle.
—Pasadlo bien. —Es lo único que mis padres me dicen antes de salir.
—Sobre decir que no podéis comentar con nadie todo lo que hemos
hablado respecto a… —Nathan señala a su alrededor, refiriéndose con
claridad a la familia y el negocio.
—Claro, no somos idiotas —contesta Kibo.
Caminamos hacia el coche y nos dedicamos una sonrisa cómplice al
pensar en la noche que nos espera.
IV
ASIA

Mi mejor amiga da saltitos de emoción cuando el grupo delante de


nosotros ya entra en La Cueva. Somos las siguientes.
—No puedo creer que llevemos hora y media haciendo cola.
—Verás cómo merece la pena. —Me da un abrazo y yo sonrío por lo
contagiosa que es su ilusión.

Cuando me mudé desde Nashville hace unos meses, estaba aterrada por
no ser capaz de iniciar una vida en Nueva York. Siempre he soñado con ser
periodista y trabajar en algún periódico importante como el Times, así que
el año pasado me animé a dar un cambio en mi vida y mudarme a la ciudad
que nunca duerme para hacer el último año de instituto aquí y luego acceder
a la Universidad de Columbia.
Gracias a mis excelentes notas, me concedieron una beca completa para
la Trinity School, la mejor de la ciudad, en la que comenzaré cuando
termine el verano. Sin embargo, a pesar de no tener que pagar los estudios,
sí tengo que pagar el apartamento que alquilé en Queens al llegar, más
exactamente en Long Island. Para ello trabajo duro en una pizzería del
centro, estoy bastante contenta porque allí conocí a Camila, mexicana de
origen emigrada a Nueva York junto a sus padres cuando era bebé.
Ambas andamos en patines por un local ambientado a lo Grease, con
una enorme gramola, colores turquesa y luces de Neón. No se gana mucho,
pero las propinas son geniales porque la mayoría de la gente que viene son
turistas, así que son generosos.
Cuando nos enteramos de que el club más extravagante y exclusivo de
la ciudad iba a preparar una noche para menores, enseguida empezamos a
ahorrar y a meter más horas para poder pagar la entrada. Además, la dueña
es Sasha Ivankova, diseñadora de mi línea de lencería favorita, así que si,
encima de disfrutar de la noche, puedo verla y hacerme una foto con ella,
haremos la noche redonda.
—¡Mira, mira! —exclama Cami señalando dos coches que acaban de
pararse al otro lado de la acera.
Uno de ellos es blanco, deportivo y deslumbrante, mientras que el otro
es negro, un todoterreno muy grande con los cristales tintados.
—Es ella, es su coche —anuncia mi amiga convencida—. ¡Asia, es
Sasha!
Mis ojos salen de sus órbitas al ver una esbelta pierna enfundando unos
Ivankova color crema, sale del coche y se pone en pie. Agita la cabellera
dorada a los lados al indicarle algo a su hija, igual de deslumbrante que ella,
cuando sale por el lado del copiloto. No escuchamos nada debido a los
gritos de la gente que hay haciendo cola tras nosotras, algunos fotógrafos la
graban, pero ella ignora por completo a todos, igual que siempre.
—Es perfecta —dice mi amiga cuando Sasha cierra el coche y camina
hacia sus acompañantes, en los que no había reparado hasta ahora—.
¿Cómo puede caber tanta belleza y tanto estilo en una sola persona?
—Mira, Cami —señalo al resto del grupo.
—Creo que son sus sobrinos.
—¿Sí?
—¿No te acuerdas de esa foto que la prensa les hizo saliendo de aquel
restaurante en Año Nuevo?
—Es verdad.
Hay muchísimos rumores acerca de Sasha Ivankova y de su familia,
pero yo no me creo ninguno. Simplemente es una mujer fuerte que ha
tenido éxito, y por eso todo el mundo la envidia y se inventa cosas sobre
ella. A pesar de eso, es cierto que es muy celosa de su privacidad y en raras
ocasiones se consiguen fotos de su familia, a excepción de su hija Gabi, la
cual tiene sus redes sociales inundadas de fotos únicamente de ella.
—Madre mía, qué guapos —murmura una chica a nuestra espalda
cuando la familia se acerca hacia la puerta.
Pasan justo por delante de nosotras, saltándose la cola y accediendo al
club sin dirigir palabra a nadie. Sin embargo, algo sucede. Uno de los
sobrinos, el rubio, hace contacto visual conmigo durante varios segundos
hasta que el guardaespaldas que camina tras ellos le pide que entre en el
edificio.

DANTE
Jamie detiene el vehículo en la acera de enfrente a La Cueva, pudiendo
vislumbrar desde aquí el enorme letrero, las luces rojas del interior a través
de las sutiles ventanas y la inacabable cola de personas rodeando el edificio.
—Esto está petado de gente —comento mientras salimos.
—Y nosotros vamos a ahorrarnos la cola —vacila Kibo haciendo que
ambos rompamos en una carcajada y choquemos el puño.
—¿Listos, mis pequeños? —Sasha nos hace un gesto para que la
sigamos cuando se pone en marcha hacia la puerta, camina en primer lugar,
sin esperar a su guardaespaldas.
Es espectacular cómo la gente admira a mi tía, la cantidad de personas
que ahora mismo se encuentran gritando. Hay algunos paparazzi tirándonos
fotos, pero seguimos las claras indicaciones de Sas e ignoramos a todo el
mundo, hasta que llego a la puerta del club y me encuentro con dos chicas
en primera fila, esperando para entrar. Me llaman increíblemente la
atención los ojos de una de ellas, parecen dos galaxias repletas de diminutas
estrellas, rodeadas por pestañas negras y muchas pequeñas pecas decorando
su rostro. Entonces, John, uno de los guardaespaldas de Sas, me da pide que
siga caminando.
—Bueno, ya os expliqué cómo va esto —comienza mi tía cuando
llegamos a la primera sala—. Normalmente se entra de dos en dos, pero
haremos la excepción. Voy a ir entrando, paso de saber los gustos sexuales
de mi hija —dice negando con la cabeza. Le dedica una mirada de
advertencia a Gabi y se marcha. Solo ellas saben la conversación que
habrán tenido antes de venir.
—Bien, Gabi, pasa con Kyle —pide una trabajadora—, y vosotros dos
conmigo.
La seguimos hasta un pequeño escritorio y respondemos a todas las
preguntas que nos hace, yo pido un disfraz de vaquero y Kibo uno de pirata,
por supuesto, estilo eróticos todos ellos. No hay de otra clase aquí. Si
vienes, sabes a lo que vienes, si no es esto lo que buscas, hay otras cientos
de discotecas en la ciudad.
Una vez que ya estamos con nuestro respectivo atuendo, pasamos los
tres a la última sala, en la cual nos dan los antifaces, nos preguntan si
queremos algún juguete sexual para que el personal del interior pueda
proporcionárnoslo sin tener que preguntar, y se asegura del color de
nuestras entradas. Entonces, antes de salir, estampa un sello de tinta
invisible en nuestras frentes, cuya información solo puede ser vista a través
de las gafas especiales que llevan todos los camareros y personal del
interior de La Cueva.
—Sasha es la puta ama —concluye Kibo cuando por fin atravesamos la
última puerta y nos adentramos en el interior del club.
—Lo sé —dice ella apareciendo por otra puerta.
Mira a su hija de arriba abajo, observando el disfraz de presa que ha
escogido, y forma una línea con los labios, toma aire y asiente.
—Muy adecuado —comenta con ironía—. En fin, pasadlo bien y
recordad que hay cámaras. —Nos guiña el ojo y vuelve a marcharse.
—¿Eso qué ha significado? —cuestiona Gabi— No creo que vaya a
estar vigilándonos por las cámaras, ¿verdad? —Nos mira preocupada,
nosotros no decimos nada—. ¿¡Verdad!?
—Mira, allí están tus amigas —indica Kibo señalando a Deborah a unos
metros, con un disfraz igual de discreto que el de todas las personas que
estamos aquí.
Vaya orgía de hormonas.
Avanzamos por el la sala principal observando el lugar, reconociendo a
algunas personas por sus tatuajes y cuerpos, ya que todos llevamos la cara
medio tapada con máscaras o antifaces. Vemos a nuestros amigos sentados
en unos sofás alrededor de una mesa, así que vamos hasta ellos.
—Mira que os ha costado llegar —dice Kenan en cuanto nos ve—, y eso
que sois vip.
Todos reímos y chocamos los puños a modo de saludo antes de
sentarnos. Un camarero se nos aproxima con una bandeja, en la que lleva
dos copas de diferentes colores, las deja sobre la mesa frente a nosotros y se
marcha sin decir palabra.
—¿Cómo sabe lo que íbamos a tomar? —pregunta mi primo tras dar un
trago y comprobar que es lo que le gusta.
—Porque os habrá mirado cuando habéis entrado. —Señala nuestra
frente—. Ahí pone lo que habéis dicho en todas las salas, lo que os gusta
beber, las chicas, etc.
—Vuestra tía tiene un cerebro peligrosamente maravilloso —destaca
Alan, otro de nuestros amigos—. Haber creado esto… —mira a su
alrededor— en fin, es la hostia.
—Lo es. —Asiento realmente fascinado por lo que esa rubia creó solo
con veintiún años.
Entonces, la puerta por la que nosotros hemos salido se abre de nuevo,
esta vez para dejar pasar a un sexy unicornio y a una sexy enfermera. Mi
lógica me dice que debe ser la chica cuyos ojos me han dejado impactados,
ya que eran las siguientes en entrar. Y, efectivamente, lo compruebo cuando
pasan por nuestro lado y vuelvo a ver sus ojos, es ella. Su amiga le dice
algo y ambas van hacia la pista de baile, que esta noche anima un famoso
Dj sueco.
—Vamos a la pista ¿o qué? —digo a mis amigos, a lo que ellos asienten
y me siguen.
V
ASIA

Han pasado dos horas más o menos desde que llegamos, no hemos
dejado de bailar excepto por el rato que hemos estado sentadas junto a unos
chicos. No puedo asegurarlo, pero diría que dos de ellos son los sobrinos
que acompañaban a Sasha. No han querido decirme sus nombres y nosotras
tampoco los nuestros, pero lo cierto es que lo estamos pasando muy bien.
—¡Vamos a tomar un chupito! —exclama el rubio por encima de la
música.
—¿¡Otro!?
Él asiente ensanchando la sonrisa más traviesa que he visto nunca y tira
de mi mano hacia él. Camila me comunica con la mirada que se queda
bailando con el otro chico y rompe a reír cuando él la coge por la espalda y
la levanta del suelo.
Nosotros caminamos hasta una mesa alta en un rincón de la barra y el
rubio hace una señal de dos con los dedos al camarero, el cual asiente y se
pone manos a la obra.
—Dios mío, como siga bebiendo no sé cómo voy a llegar a casa —río al
sentir que el alcohol me va subiendo.
—Yo te llevo —contesta él acercándose sutilmente.
Relajo la sonrisa y, sin pensar mucho, me acerco a sus labios, él me
corresponde, pero apenas un par de segundos, ya que enseguida retrocede y
niega con la cabeza.
—Lo siento, no puedo.
—Perdona, no he debido hacerlo. —Me disculpo sintiéndome fatal.
—No, no, en serio. —Se rasca la cabeza y se toma de un trago uno de
los chupitos que el camarero nos deja sobre la mesa—. Lo siento, no es
culpa tuya, es que…
—Tienes novia —afirmo. Él solo asiente—. Y habéis discutido antes de
venir.
Vuelve a asentir.
—Hoy es mi cumpleaños, tenía un pase para los dos, pero ella no ha
querido venir porque opina que este no es un sitio decente para una pareja.
—Vaya… —Desvío ligeramente la mirada porque no sé qué decirle—.
Bueno, creo que será mejor que me marche ya.
—No, por favor, no te vayas por mi culpa.
—No, tranquilo. —Sonrío—. De todas formas, mañana tengo que
trabajar temprano, así que debería irme ya. Ha sido un placer conocerte,
rubio.
—Lo mismo digo, pequeño unicornio.
Me devuelve la sonrisa y se inclina para darme dos besos que me saben
a muy poco, pero, en fin, no voy a romper ninguna relación.
Busco a Camila y le doy tiempo para despedirse antes de marcharnos,
ella concuerda en que, si no, mañana no habrá quien nos despierte. Pasamos
a la sala de cambio para recuperar nuestra ropa y pertenencias, y salimos a
la calurosa noche de Manhattan para buscar un taxi.
—¿Qué ha pasado con ese chico? —pregunta cuando ya podemos hablar
sin gritar debido al volumen de la zona de la pista de baile.
—Le he besado, pero tenía novia. —Le lamento y encojo mis hombros.
—Joder, Asia, qué mala suerte tienes con los tíos.
—La historia de mi vida.

DANTE

Veo cómo mi pequeño unicornio abandona La Cueva tras rechazar el


que seguramente habría sido un increíble beso. Camino hasta el sofá y me
dejo caer junto a mis amigos, Kibo me ve y se acerca, señala la puerta del
baño y yo le sigo hasta allí.
—¿Qué ha pasado? —pregunta mientras saca un porro ya hecho de la
goma de su calcetín. Yo me agacho y saco un pequeño mechero para que se
lo encienda.
—¿Lo has visto? —Lo miro de reojo, él asiente—. Casi me lío con ella,
tío. Bueno, en realidad lo he hecho durante dos segundos.
—No me jodas, Dante, eso no ha sido un beso. No te emparanoyes, que
ya te veo venir, no le digas nada a Mackie.
—Pero tengo que decírselo, Kibo, la he cagado.
—Joder. —Le da una calada al porro y retiene el aire cuando la puerta
de fuera se abre despacio, el sonido de unos tacones se acerca hasta
detenerse fuera de nuestra puerta y ella se aclara la voz.
—Abrid.
No necesita repetirlo. Retiro el pestillo y empujo la puerta para
encontrarnos de frente con Sasha, la cual pone los ojos en blanco y echa el
cuello hacia atrás.
—Pero chicos, ¿por qué me lo ponéis tan fácil? —reclama lloriqueando
—. Suéltalo antes de que te marees, anda —pide a Kibo, el cual abre la
boca y expulsa todo el humo de golpe.
—No se lo digas a mis padres, por favor —suplica.
Ella frunce el ceño varios segundos, mira a la cámara de la esquina
sobre la puerta del servicio y luego nos empuja hacia atrás.
—Dame una calada, si sigo viendo a Gabi con ese niñato de los Morris
acabaré metiéndole un bala… —Cierra la boca y nos mira, dibuja una falsa
sonrisa y da una calada sin acabar la frase—. ¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo
coño habéis colado esto?
—No nos han registrado, como veníamos contigo. —Me encojo de
hombros.
—Mierda de seguridad —murmura—. ¿Estáis bien? ¿Ha pasado algo?
—Me mira directamente a mí, ha tenido que ver el beso.
—Todo bien —miento sin poder mantener su mirada.
—De acuerdo. —Da otra calada profunda—. Ni una palabra de esto a
vuestros padres, acabad rápido y salid de aquí. El baño está para mear, coño
—dice antes de cerrar la puerta.

Nos cuesta un rato convencer a Gabi de que ya tenemos que irnos, que
Sasha nos ha mandado a buscarla, pero nos cuesta aún más separarla de
Kenny Morrison, el hijo malcriado de un famoso empresario, con el cual
Kibo y yo compartimos clase en la Trinity.
—¿Qué más os da? —cuestiona él mientras acaricia la pierna de mi
prima, que se encuentra sentada sobre él en un sillón—. Luego la llevo yo.
—A mí me la suda —respondo aburrido—, a la que no le da igual es a
su madre, que, por si no lo sabes, es la dueña de este sitio.
—Claro que lo sé.
—De verdad, qué incordio de primos sois —rechista la menor.
—De acuerdo, quédate —asiente Kibo y tira de mi brazo—, verás lo que
tarda Sasha en venir ella misma y prohibiros la entrada a los dos.
—Esperad —dice con los ojos en blanco cuando nos estamos dando la
vuelta—. Ya voy.
Esperamos a que se despidan de un modo demasiado cariñoso como
para querer mirarlos, así que me giro y no puedo evitar acordarme de mi
unicornio al ver cómo una pareja ríe en la misma mesa que nosotros
estábamos un rato antes. ¿Quién será esa chica?

ASIA

El ruido en la escalera, justo por fuera de mi apartamento, me despierta


de forma brusca. Sin embargo, me hacen un favor, ya que se me debió de
olvidar poner el despertador y ya llego tarde a trabajar.
—Maldita sea. —Me sermoneo a mí misma a la vez que un pie se me
enreda en la sábana cuando voy a levantarme apresurada.
Vivo sola, y eso es algo que me gusta la mayor parte del tiempo ya que
nadie me obliga a recoger mi desastre. La parte mala es tener que pagar yo
sola el alquiler, pero es un piso bastante pequeño, solo tiene un salón y una
cocina, todo el la misma estancia, cuarto de baño y una angosta habitación.
Más que de sobra para cubrir mis necesidades.
—¿Falta algo, Nino?
Afino el oído cuando el ruido que me ha despertado es ahora
acompañado por voces que desconozco, aunque no hace falta que me
esfuerce mucho, ya que en este edifico las paredes son de papel. Sé que el
apartamento de enfrente estaba vacío, pero parece ser que mis nuevos
vecinos han llegado.
—Mierda —digo al darme cuenta de que me estoy distrayendo, como
siempre, y al final me regañarán con razón cuando llegue al trabajo.
Me quito de la cabeza la esperanza de tener tiempo para desayunar, me
desvisto con rapidez y me pongo el uniforme blanco a rayas azules,
acompañado del delantal con el mismo tono turquesa. Menos mal que no
nos mandan traernos los patines todos los días, pesan un montón como para
ir cargada con ellos.
Recojo mi pelo en un moño despeinado, lo rodeo con la cinta azulada y
me pongo un poco de color en los labios antes de pasar la cabeza por dentro
del bolso para llevarlo colgado. Compruebo que la cartera, el móvil y las
llaves están dentro, y abro la puerta para salir corriendo, con tan mala suerte
que me doy de bruces con una enorme pila de cajas, las cuales no se caen de
milagro, porque un chico las sujeta.
—Lo siento, perdóname —digo avergonzada—, espero no haber roto
nada.
—No te preocupes, soy yo el que estaba invadiendo todo el espacio. —
Sonríe y me tiende su mano a modo de presentación—. Me llamo Niniano
de Luca, pero puedes llamarme Nino, soy tu nuevo vecino.
VI
ASIA

Me sorprendo al comprobar que este chico no debe ser mucho más


mayor que yo, voy a responder cuando otra persona sale del apartamento
con la sonrisa más grande que he visto en mi vida.
—¡Hola! —exclama la chica y se acerca entusiasmada para darme dos
besos—. ¿Eres nuestra vecina?
—Eso parece. —Nino asiente con la cabeza y yo sonrío—. Ella es mi
hermana Fiorella, acabamos de mudarnos.
—Es un placer, yo me llamo Asia. Me encantaría ayudaros con todas
estas cajas, pero ya llego tarde al trabajo. —Levanto mi muñeca para
comprobar la hora—. Madre mía, tarde no, tardísimo. —Rodeo todos los
trastos que tienen en el descansillo y les saludo con la mano antes de bajar
corriendo las tres plantas—. ¡Lo siento!
—¡Tranquila! —grita la chica asomando la cabeza por la barandilla—.
¡Encantada de conocerte!
—¡Igualmente! —contesto sin dejar de mirar los escalones, no vaya a
ser que me caiga rodando.
Salgo del portal y miro hacia ambos lados de la calle antes de cruzar a
toda prisa para no perder el metro de las ocho y diez, ya tendría que estar en
la cafetería hace diez minutos. Corro cuando las puertas están a punto de
cerrarse y consigo entrar por los pelos, con el cuerpo girado y los brazos
levantados.
—Ay, menos mal —murmuro para mí misma y trago saliva para
recuperar el aliento. Siento cómo mi móvil vibra en el bolso, así que voy
hasta un asiento libre y respiro un poco mientras lo saco para responder a
mi mejor amiga—. Ya lo sé, llego tardísimo.
—¿Te has dormido? —interroga Camila al otro lado en voz muy baja,
seguro que se ha escondido para llamarme sin que la vean con el teléfono.
—Sí, se me olvidó poner la alarma, ya estoy en el metro. ¿Ha llegado
Ruffo? —pregunto haciendo referencia a nuestro jefe.
—Todavía no, ha dejado una nota diciendo que llegará sobre las diez,
pero ha mandado a Alicia hasta entonces.
—Vale, intentaré entrar por detrás para que no me vea, llego en unos
quince minutos.
—Hasta ahora.
—Adiós.
Alicia es la hija pequeña del dueño, solo tiene quince años, pero en una
sabelotodo y siempre le cuenta a su padre lo que hacemos cuando la manda
a ella. Viven justo en el portal de al lado y ella ya está de vacaciones en el
colegio, así que hay días que nos manda abrir a nosotras y Alicia viene poco
después para controlarnos. Gracias a Dios que hoy no era mi turno de abrir,
porque de haberlo sido, lo más seguro es que me hubieran despedido por
llegar tarde.
Todavía no sé como me las voy a ingeniar cuando empiece las clases en
otoño, espero que Ruffo acepte ponerme solo turnos de tarde.

DANTE

Me despierto tarde, como cada domingo, voy derecho a la ducha para


despejarme y después bajo a la cocina para desayunar. En esta casa vive
mucha gente, y quien no vive aquí, como mis primos, vienen todos los días,
así que siempre está abarrotada.
—Buenos días, cariño —saluda mi madre cuando me acerco para darle
un beso.
—Buenos días, ¿papá? —Me siento en una silla a su lado y espero a que
Corín, la cocinera, coloque el desayuno frente a mí.
—Está trabajando —contesta sin apartar la vista de la revista que lee.
—Ya, ¿y dónde está trabajando exactamente? —Apoyo los codos sobre
la mesa y la miro con una ceja arqueada.
Mi hermana entra en ese momento por la puerta, mojada y en bañador
por haberse pasado la mañana en la piscina con un par de amigas, las cuales
llevan armando escándalo desde las diez. Mi madre me hace una señal con
los ojos para que no continúe con esa conversación y yo sostengo su mirada
hasta que Corín coloca un humeante plato de bacon y huevos revueltos
frente a mí.
—Mami, ¿pueden quedarse a comer? —pregunta Marie sin preocuparse
por darme los buenos días.
—Claro, Corín os preparará unos sándwiches, ¿os apetece?
—¡Gracias! —exclama mi hermana pequeña antes de volver corriendo
al jardín.
—¿Tú no deberías estar en el hotel? —señalo con la boca llena de
comida—. Se supone que eres la directora, ¿no?
Hope deja la revista sobre la mesa con un sonoro ruido, se cruza de
brazos y me observa con el ceño fruncido. Yo continúo comiendo sin
alterarme por su seriedad.
—Escúchame bien —pide sin moverse—. Sé que ya no eres un niño y
que tienes curiosidad por saber… cosas. —Se calla y sonríe a su hija
pequeña cuando entra a por una bandeja de zumos que Corín estaba
preparando—. Yo solo quiero protegerte, Dante, ¿entiendes eso? No te
haces una idea de… —Niega con la cabeza y cierra los ojos, yo no digo
nada—. Mi juventud no fue sencilla, cariño, tuve que pasar por cosas duras
que quiero evitarte a ti.
—Tal y como has dicho, ya no soy un niño, mamá. —Dejo el tenedor
sobre el plato e intento buscar comprensión en su mirada—. Sé que todos
tratáis de protegernos a los cuatro, y entiendo que Marie siga ajena a todo,
solo tiene quince años, pero Gabi, Kibo y yo no —declaro seguro de mí
mismo mientras ella suspira—. No quiero hacerte sufrir, pero creo que
tenemos la confianza como para empezar a ser sinceros del todo, ¿no te
parece?
—No vas a rendirte, ¿verdad? —adivina con resignación, niego con la
cabeza y ella asiente triste—. De acuerdo, en ese caso, mañana por la
mañana tendremos una reunión con tu abuelo y todos tus primos. —Hace
una pausa, realmente preocupada por lo que se avecina—. Si queréis ser
mayores, vais a tener que serlo de verdad. Mayores, responsables y
discretos.
—¿Lo que nunca fue papá, dices?
Los dos rompemos a reír y yo retiro la silla para darle un beso en la
mejilla antes de seguir disfrutando de mi bacon y mis huevos revueltos.

ASIA
Dejo la bolsa con los patines en mi taquilla de empleada, y me pongo las
sandalias mientras escucho cómo Camila me cuenta sus últimos cotilleos,
todos procedentes de un libro que se está leyendo.
—¡Casi no me lo creó cuando ella se entera de que el chico tatuado es
traficante de armas! —exclama haciéndome reír por su entusiasmo—. ¿Te
lo puedes creer?
—Lo que no me puedo creer es que me estés haciendo spoiler de todo
—protesto a modo de broma—, ya no voy a poder leérmelo.
—Tampoco ibas a hacerlo, nunca te lees los libros que te presto. —Pone
los ojos en blanco y camina hasta mí para esperar a que termine de
guardarlo todo en la taquilla antes de marcharnos.
—Es que no tengo tiempo, Cami —admito—, ya sabes que estoy
intentando adelantar con las clases, la Trinity es una institución muy
importante y tremendamente complicada. Como suspenda una sola
asignatura, me quitarán la beca.
—No te preocupes, eso no pasará porque eres súper lista. Bueno, como
te iba diciendo, Alexis no conocía a Ryder, es prácticamente la única de
toda la ciudad que no sabe de él. —Escucho a Camila y asiento de vez en
cuando para que vea que le presto atención mientras las dos vamos hacia el
metro—. Hasta su mejor amiga sabe que es tipo con asuntos peligrosos
entre manos.
—Bueno, no será para tanto. —Sonrío y le cedo el sitio para que se
siente cuando llegamos a la parada y solo hay uno libre.
—¿¡Que no será para tanto!? —exclama ofendida—. Ese chico, Asia,
estudia derecho en la universidad y su padre es el jefe de policía. ¿A quién
se le ocurre traficar con armas en la casa de un policía? Por Dios, es que
parece tonto. —Pone los ojos en blanco y yo la abrazo por la ternura que
me causa.
—Tu metro —informo cuando su línea se aproxima.
—Nos vemos mañana, recuerda que tenemos turno de tarde.
—Claro, hasta mañana. —La despido con la mano cuando las puertas
del vagón se cierran y ella dibuja una mueca con la cara para hacerme reír.
Soy muy afortunada por haberme hecho amiga suya, si no, estaría más
sola que la una en esta gigantesca ciudad.
Llego a mi edificio agotada, solo he trabajado seis horas, pero el hecho
de tener que llevar los patines prácticamente todo el tiempo, hace que se me
carguen las piernas muchísimo, así que siempre termino muy cansada. Es
por eso por lo que espero al ascensor en lugar de subir andando, apoyo la
espalda en el respaldo y rebusco en mi bolso para sacar las llaves.
Estoy a punto de cerrar la puerta de mi apartamento cuando la de
enfrente se abre.
—Hola. —Nino da un par de pasos son una gentil sonrisa—. Me
preguntaba si podrías hacernos un favor.
—Claro, dime. —Asiento y trato de ser amable, aunque lo único que
deseo es tumbarme en el sofá hasta la noche.
—Hoy es domingo y no conocemos la zona, ¿sabrías decirnos si hay
algún supermercado abierto? Estamos preparando la cena, pero no nos
hemos percatado de que nos falta la sal y la pimienta.
—Pues la verdad es que por aquí cerca no hay ninguno.
—Vaya, qué mala suerte. —Chasquea la lengua y desvía la mirada.
—Pero yo puedo darte un poco de sal y pimienta, no hay problema.
—¿De verdad?
—Claro, pasa. —Sonrío y le hago un gesto para que me acompañe.
Mis padres siempre me han enseñado a ser cuidadosa y no dejar pasar a
extraños, sin embargo, este chico me da buenas vibraciones, no tiene pinta
de ser un ladrón o un asesino, así que, ¿por qué preocuparme?
VII
DANTE

El despacho se encuentra ahora mismo lleno, mis primos y yo


permanecemos sentados en el sofá que hay junto al escritorio, mientras que
nuestros padres aguardan impacientes a que el patriarca comience a hablar.
—Bueno, la semana pasada hicisteis un alegato frente a toda la familia
—comienza Vladimir—, presumisteis de saber de dónde proviene nuestro
dinero y a qué nos dedicamos, ¿es así? —Clava la mirada en Kibo, después
en mí, y finalmente en Gabi.
—Yo lo sé, abue. —La última hace una pompa con el chicle que tiene en
la boca y se pone en pie bajo la atenta mirada de sus padres. Sasha arquea
una ceja y luego pone los ojos en blanco.
—Ilumíname —pide el viejo.
—A ver, tenemos algunos negocios legales que solo sirven como
tapadera para todo el dinero en negro que sacamos de otros sitios. El hotel,
la empresa de telecomunicaciones… etcétera, ayudan a que la pasta ganada
con la droga, las armas, la prostitución y demás parezca legal. —Dibuja
unas comillas con sus manos y luego hace una pompa más con el dichoso
chicle que estoy a punto de sacarle de la boca.
—¿Y tú cómo sabes eso? —cuestiona V con los ojos entornados.
Gabi duda, Sasha cambia el peso de su pierna derecha a la izquierda y se
cruza de brazos, Connor, en cambio, niega con la cabeza y se cubre el rostro
con una mano.
—Bueno, he escuchado rumores por ahí, y soy muy lista.
Su madre sonríe y asiente satisfecha, el abuelo aguarda un momento y
luego se acerca para besar la mejilla de su nieta.
—Buena chica, veo que tu madre te ha enseñado muy bien los valores
de esta familia.
—¿Eh? —pregunta desconcertada.
—Ya les dije que te lo había contado todo —habla entonces la rubia—,
pero me alegra ver que has captado el mensaje de discreción y lealtad,
gracias por no delatarme.
Gabi sonríe orgullosa y regresa a su asiento a mi lado, entonces, mi
padre me mira y luego intercambia otra mirada con mi madre, la cual
asiente en medio de un largo suspiro.
—Está bien, basta de gilipolleces. —Hell camina hasta el centro del
despacho y da una palmada en la espalda de su padre, el cual, con un gesto
de la mano, le cede su puesto—. Dante, Kibo, Gabriella —dice mirándonos
a cada uno de nosotros—, os hemos pedido que vengáis esta mañana porque
os habéis encargado de dejarnos claro que ya estáis preparados para pasar a
formar una parte activa en el negocio familiar. —Hace una pausa y los tres
asentimos en silencio—. Para empezar, debéis tener muy claro que estoy no
es un juego. —Lleva su mano a la parte trasera del pantalón y, de pronto,
nos muestra una pistola—. Las armas matan.
—Si estáis dispuestos a llevar un arma —continúa Sasha—, lo primer
que debéis asumir es que pueden pegaros un tiro. —Mira directamente a su
hija, la cual traga saliva de forma sonora.
—Llevamos muchos años en esto. —Mi tío Nathan da un paso adelante
y se coloca junto a sus hermanos—. Si no hemos querido compartirlo antes
con vosotros, solo ha sido por protegeros —admite, y Kibo asiente cuando
su padre pone los ojos en él—. Hemos perdido gente, hemos visto morir a
personas y…
—Y hemos matado. —Hope se adelanta con los brazos cruzados sobre
su pecho, la mirada dura y una postura de confianza. Mi padre la mira y
lleva su mano hasta la de ella para entrelazar sus dedos.
—No estamos orgullosos de pertenecer a una mafia —confiesa mi padre
—, pero sí lo estamos de ser una familia unida, una familia que se protege y
que se ama.
—Hemos decidido que es hora de enseñaros y contaros todo porque
vuestro abuelo tiene razón —dice mi madre—, nos guste o no, esto es lo
que somos, y vosotros también. Sois nuestros hijos y, por lo tanto, corréis el
mismo peligro que nosotros.
—O más —interviene Sas—. Irán a por vosotros, siempre lo han hecho,
pero hemos intentado protegeros como hemos podido. Sin embargo, los
últimos años se ha ido haciendo más complicado porque ya sois más
mayores, empezáis a salir de fiesta —explica mirando a su hija— y a hacer
cosas que no hacíais cuando eráis unos niños.
—Así es. —El abuelo se levanta del borde de la mesa del despacho, y
desliza la mirada por los ojos de todos sus hijos antes de darse la vuelta
hacia nosotros—. La pregunta es, ¿estáis preparados para lo que todo eso
significa? ¿Estáis preparados para empuñar un arma, defenderos cuando sea
necesario y, matar si vuestra vida o la de un miembro de la familia corre
peligro?

ASIA

El verano avanza a pasos agigantados, las últimas semanas se han


pasado volando y ya estamos a finales de agosto, no puedo creer que solo
falte una semana para comenzar las clases. Confieso que he estado muy
ocupada, entre el trabajo y las horas que he dedicado a estudiar y
prepararme para llevar todo al día, apenas he disfrutado del sol y del calor.
A pesar de todo, no me arrepiento porque ahora tengo un poco más de
confianza en mí misma y sé que me resultará más sencillo cuando llegue el
momento de estudiar para los exámenes.
Camila me dice que debo relajarme y no tomarme las cosas tan en serio,
pero es que ella no sabe lo importante que es aprobar todo este curso, poder
ir a la universidad de Columbia y estudiar periodismo es lo único que me
importa, es lo que me mueve para ir todos los días al trabajo y ganar dinero.

La puerta suena cuando estoy secándome después de salir de la ducha,


imagino que será Nino o Fio, así que me rodeo con una toalla y asomo la
cabeza por la puerta del cuarto de baño.
—¡Pasa, está abierto!
—¿Dónde estás? —La voz de Nino desde el salón me hace sonreír.
—Acabo de ducharme, ahora salgo.
Desde que él y su hermana se mudaron en frente, nos hemos hecho
inseparables. A ver, tampoco pasamos el día entero juntos, pero nos
llevamos bien y siempre que podemos, ellos vienen a cenar o a comer a mi
casa, o yo voy a la de ellos.
Me han contado que vienen de Calabria, en Italia, y que se han mudado
porque, al igual que yo, quieren estudiar en Columbia. La diferencia es que
para ellos el dinero no es un problema, su padre es empresario y todas las
semanas les manda dinero de sobra para que hagan todo lo que quieran.
Cuando les pregunté que por qué no se habían ido a vivir a un apartamento
mejor en Manhattan, cerca de la Trinity —a la que también van a acudir—,
me dijeron que prefieren guardar el dinero para otras cosas, que con esta
casa les basta y les sobra. Es curioso porque luego llevan ropa de marcas
muy caras, Fio tiene maquillaje y cremas que yo ni siquiera soñaría con
comprarme, y Nino conduce un Audi bastante caro. Lo sé porque me tocó
arreglar unos cuantos cuando ayudaba a mi padre en el taller, en Nashville.
—Ya estoy —digo cuando salgo ya vestida y le veo sentado en mi sofá
—. ¿Qué tal el día?
—Aburrido, Fio se ha ido a dar un masaje, así que me ha dejado a cargo
de la cena.
—¿Qué delicia italiana vas a cocinar esta vez? —río dejándome caer a
su lado.
—Había pensado en una lasaña, ¿te apetece?
—Sí, por favor, te quedan buenísimas.
Ríe conmigo y asiente mientras yo enciendo la televisión. Es un chico
muy agradable, educado y super correcto. Me refiero a que no es como
otros que he conocido, parece maduro para su edad y nunca lo he visto
enfadado, siempre habla con calma y, cuando hay algo que no le gusta o no
está de acuerdo, intenta mirarlo desde diferentes ángulos hasta llegar a un
acuerdo. Me atrevería a decir que es un poco frío y calculador, pero en el
buen sentido.
Su hermana, en cambio, es la chica más risueña que he conocido,
constantemente con una sonrisa dibujada en su hermoso rostro. Siempre
está de buen humor y es muy cariñosa, intenta que la gente a su alrededor se
sienta bien y es complaciente.
Estoy feliz porque, a pesar de que Cami ya acabó el instituto hace dos
años y no iré con ella a clase, sí lo haré con Nino y Fio. Quizá no a la
misma clase, pero sí a la misma institución, por lo que no estaré sola del
todo.
—¿Estás nerviosa por empezar las clases? —comenta al ver sobre la
mesa baja que hay entre el sofá y la televisión, los libros que he estado
ojeando durante todo el verano.
—Un poco, pero no por las clases, si no por la gente —admito
mirándole—. He visto muchas series de televisión de adolescentes
ricachones, con sus uniformes perfectamente planchados y ese increíble ego
que llega hasta las nubes.
—¿Te preocupa que te hagan el vacío?
—Supongo. —Me encojo de hombros y paso de canal.
—Serían idiotas si lo hacen. —Intenta animarme y lo consigue en cierta
medida—. Eres una chica estupenda, seguro que, si eres tú misma, ellos
también lo pensarán.
—Ojalá.
—Y si no es así, nosotros estaremos allí. —Me da un toque con el
hombro de forma amistosa y yo río por el gesto.
—Muchas gracias por los ánimos. La verdad es que tengo ganas de que
sea lunes por la mañana, lo peor va a ser la ridícula falda de uniforme y la
camisa abotonada, que, encima, me la he comprado pequeña y ya no me la
cambian, así que me queda super ajustada.
—Si quieres puedo…
—No. —Levanto la mano para rechazar su dinero una vez más—. Me
abrocha, así que la usaré hasta que los botones revienen —río acompañada
por él.
VIII
DANTE

—Limpia todas estas y luego vuelves a montarlas —ordena mi padre.


—¿Otra vez? Ya lo he hecho dos veces —protesto señalando las pistolas
sobre la mesa.
—Pues mira qué bien, así te costará menos. —Se da la vuelta hacia mis
primos sin añadir nada más.
Pongo los ojos en blanco y obedezco mientras escucho cómo Sasha
intenta que Gabi comprenda que es muy importante que no hable de todo
esto con ninguna de sus amigas. La rubia está un poco preocupada porque
su hija ha pasado los últimos meses de verano practicando todo lo que nos
han enseñado, con tal entusiasmo y agilidad, que se ha vuelto una experta
igual que lo era su madre a su edad.
—¿Ahora te das cuenta de lo preocupado que estaba yo cada vez que te
escabas por la ventana para irte a Cielo? —comenta mi padre.
—¿¡Te escapabas por la noche!? —exclama Gabi con estupefacción.
—Estupendo, Hell —celebra mi tía con ironía.
—¡Te escapabas y luego no eres capaz de dejarme a mí hasta más de
medianoche! —reclama su hija con un tono que yo jamás emplearía con
mis padres.
—¡Porque no quiero que te hagan las mismas cosas que me hicieron a
mí! —contesta Sasha perdiendo los nervios por completo. Mi prima la mira
con seriedad ahora, confundida, al igual que Kibo y que yo.
La rubia sacude la cabeza y se aleja del despacho caminando sobre la
madera con sus tacones amarillos. Mi padre me hace una señal para que
continúe con lo mío y sale detrás de ella.
—Gabriella, te has pasado —reprocha mi tío Nathan con expresión
decepcionada antes de seguir explicándole algo a su hijo.
Yo retiro la silla para separarme y me acerco a sofá donde está sentada
mi prima, ahora con la mirada perdida en algún punto de la pared.
—Oye, ¿por qué no vas y le pides perdón? —sugiero con un tono más
amable.
—No, ahora no serviría, está muy enfadada. —Niega con la cabeza y
apoya los codos en sus rodillas—. Es que no sé por qué a veces dice
algunas cosas que no entiendo —declara mirándome a mí—. A ver, sé que
les pasaron cosas cuando eran jóvenes y eso, pero ¿hasta el punto de ser tan
sobreprotectora conmigo?
—¿Sobreprotectora? —río con sarcasmo—. Eres la que más libertad ha
tenido siempre, Gabi, si tuvieras a mi madre, te darías cuenta de lo que es
estar sobreprotegido.
—Me da igual, joder, yo quiero poder salir y hacer las cosas que hacen
mis amigas, pero cada vez que pongo un pie en casa, mis padres me miran
como si acabasen de recuperar el aliento, como si lo hubiesen estado
conteniendo cada minuto que he estado fuera, y tampoco quiero que vivan
preocupados por mí. Sé cuidarme sola.
—Lo mismo decía tu madre. —Giramos la cabeza cuando Hope entra
por la puerta—. ¿Y sabes qué? —Se agacha frente a nosotros y coloca un
mechón suelto de mi prima tras su oreja cuando ésta niega con la cabeza—.
Que era verdad. Sasha siempre ha sabido protegerse sola, se ha protegido a
ella y lo ha hecho conmigo, con toda la familia. Tu madre ha hecho cosas
que probablemente nunca te cuente, y todas ellas han sido por y para cuidar
de nosotros —cuenta sin un ápice de mentira.
—Entonces ¿por qué no deja que yo me cuide sola?
—Porque te quiere, porque es tu madre y por el mismo motivo que yo
intento proteger a Marie y a Dante. Queremos evitar que paséis por ciertas
situaciones que tuvimos que pasar nosotros, las cuales nos enseñaron a
apreciar mejor lo que tenemos.
—¿Qué situaciones? Ella nunca quiere darme detalles cuando le
pregunto.
—Ni lo hará nunca. —Connor camina hacia nosotros con el rostro serio,
puedo ver a Sasha apoyada en el marco de la puerta, hablando con Hell
mientras gesticula y trata de no subir la voz—. Levántate, Gabriella, nos
vamos.
—¿Por qué?
—Porque soy tu padre y te estoy diciendo que nos vamos —habla con
autoridad y enfado.
—¿Y mamá? —cuestiona ella poniéndose en pie.
—¿Ahora te preocupa mamá?
Gabi agacha la cabeza y no dice nada antes de dirigirse hacia la puerta,
cuando pasa por donde está su madre, intercambian una mirada, pero Sasha
no se mueve ni hace comentarios para impedir que Connor se la lleve, el
cual espera a que ella esté fuera para acercarse a besar los labios de su
mujer antes de irse junto a Gabi.
—Joder. —Niego con la cabeza por el mal comportamiento de mi prima
y vuelvo a mi silla antes de que mi padre regrese y vea que no he
adelantado nada.

El verano ha sido un constante ir y venir, hemos tenido que aprender


muchas cosas en muy poco tiempo. Sasha nos ha enseñado a usar armas
blancas, a abrir y cerrar navajas de abanico sin rebanarnos un dedo y a
desarmar sin salir heridos; mi padre ha sido el encargado de ayudarnos con
la puntería y los conocimientos acerca de las armas de fuego, nos ha
instruido en defensa personal y me ha tocado llevarme unos cuantos golpes
antes de aprender a detenerlos; y el tío Nate nos ha explicado cosas más
referentes a cómo consiguen que la policía no nos eche las manos encima,
cómo pasamos desapercibidos y la cantidad de gente a la que hay que pagar
para que no acabemos en la cárcel. Sabíamos que este negocio era grande,
pero hasta que no nos han contado y mostrado todo, no hemos sido
conscientes de hasta qué punto el apellido Ivankov maneja esta ciudad. Esta
costa del país.

ASIA

—Vamos, maldita sea —gruño frente al espejo a la vez que intento atar
los últimos dos botones de la camisa blanca, los cuales se niegan en rotundo
—. Joder.
Me rindo porque, como siempre, veo que voy a llegar tarde el primer día
de clase, así que dejo sueltos los dos botones superiores y coloco la corbata
negra por encima, de modo que cubra un poco la piel expuesta. Lo único
que me faltaba es que me expulsasen por mostrar un poco el canalillo.
—¿Se ve mucho? —pregunto a Nino y Fiorella cuando tocan mi puerta.
—Que va —dice ella negando con la cabeza—. Además, seguro que
todas lo llevan así o incluso más desabrochado, por no mencionar que se
subirán la falda para que parezca aún más corta.
—¿¡Más!? —exclamo y miro la mía muy por encima de las rodillas—.
Es imposible que se la suban más.
—Venga, mirad qué hora es. —Nino se impacienta tras mirar su reloj de
oro.
—Ya voy.
Correteo por la casa para asegurarme de que tengo todo lo necesario,
que la vitrocerámica está apagada y todas las ventanas bajadas, me miro una
última vez en el espejo y cuelgo la mochila en mi hombro antes de salir.
Monto en la parte trasera del impoluto coche de Nino y lleno mis
pulmones de aire para tranquilizarme, estoy muerta de los nervios porque
no tengo ni idea de donde está mi primera clase y encima vamos a llegar
tarde.
—No puede ser.
Levanto la vista cuando Nino suelta una bocanada de aire, y me
encuentro con la increíble caravana que hay para cruzar el puente hacia
Manhattan.
—Teníamos que haber ido en metro —maldigo y echo la cabeza hacia
atrás.

Cuando estacionamos el vehículo, ya hace diez minutos que las clases


han empezado, por lo que los tres salimos corriendo hacia secretaría para
pedir nuestra hoja informativa con todas las clases. La mujer nos mira
asustada al llegar hasta allí casi con la lengua fuera, así que sonríe con
amabilidad y nos pide que respiremos con calma, que, por ser el primer día,
seguro que los profesores no lo tienen en cuenta.
—Tu clase está en esta misma planta, al fondo, la número 3 —indica
mirándome a mi—. Y las vuestras en la primera planta, estáis juntos en la
primera, así que la número 12, junto al cuarto de baño.
—Muchas gracias —dice Nino después de que los tres tengamos ya
nuestras hojas.
—No puedo hacerlo. —Me detengo en medio del pasillo cuando ellos
ya han subido un par de escalones.
—¿Cómo que no puedes hacerlo? —Fio se acerca hasta mí y sujeta mis
mejillas con sus manos—. Haz el favor de ir ahora mismo a tu clase, tocas
la puerta y entras con la cabeza bien alta. Eres la futura periodista del New
York Times, así que haz que todo el mundo se entere. —Me guiña un ojo y
yo sonrío ante sus palabras de apoyo.
—Suerte —dice Nino cuando miro a ambos antes de comenzar a andar.
—Gracias.
IX
DANTE

Bromeo con Kibo sentado en mi pupitre, ligeramente recostado y con la


pelota de rugby entre las manos. El profesor da su discursito de todos los
años acerca del respeto que debemos tenernos los unos a los otros, pide que
no toleremos el acoso a nadie y que, si lo vemos, lo denunciemos al
director. Varias de mis compañeras se miran y arquean una ceja, en especial
Sabrina, la abeja reina, la cual hace un gesto despectivo, seguramente sobre
alguna nueva víctima que ya ha visto por los pasillos.
Mackie no comparte clase conmigo este año más que en dos asignaturas,
pero no me importa, ya no estamos juntos; de hecho, lo dejamos poco
después de la fiesta en La Cueva, cuando le conté que había besado a otra
chica. Montó en cólera y, tras hablar después de que se calmase, llegamos a
la conclusión de que nos iría mucho mejor solo como amigos, así que
digamos que ahora nos estamos dando un poco de espacio.
—Todos los putos años lo mismo —susurro a mi primo y pongo los ojos
en blanco mientras echo la cabeza hacia atrás con aburrimiento.
En ese momento unos golpecitos en la puerta llaman mi atención, así
que levanto la cabeza al tiempo que se abre y una chica nueva entra por
ella. Hace un gesto para recolocarse la mochila, con tan mala suerte de que
debía estar entreabierta y parte del contenido sale desparramado por el
suelo.
—Vaya. —El profesor se acerca para ayudarla a recoger todo mientras
el rostro de la chica, cuya cara me suena muchísimo, empieza a sonrojarse a
la velocidad de la luz.
—Por Dios, mirad qué patosa —ríe Sabrina junto a su séquito.
—Eres la nueva, imagino —dice el señor Looper mientras hace que se
adentre más en la clase, la chica solo asiente—. ¿Cómo te llamas?
—Asia.
—Qué nombre tan interesante, yo soy el señor Looper. —Se ve que
intenta ser amable con ella, pero solo consigue avergonzarla aún más—.
Puedes sentarte en ese pupitre —indica y señala el que está libre justo
delante de Sabrina.
La chica camina temblorosa y puedo ver cómo aprieta la mochila con
fuerza porque sus nudillos se tornan blanquecinos, cuando está a punto de
sentarse y el profesor ya está dado la vuelta, Sabrina se inclina y tira de la
silla hacia ella.
—Este sitio está ocupado, puedes sentarte en el suelo.
Pongo los ojos en blanco y arrastro la silla para levantarme, cansado ya
de su actitud de zorra adinerada.
—Siéntate en mi pupitre —ofrezco con una sonrisa cuando llego hasta
ella—. Yo me sentaré aquí.
—Muchas gracias —murmura y sostiene mi mirada un par de segundos,
hace un gesto como si a ella también le sonase mi rostro, y pasa por mi lado
para sentarse más atrás.
—Mira qué bien me ha salido la jugada —comenta Sabrina enredando
un mechón de mi pelo en su dedo.
—Tienes que dejar de ser tan perra, acabarán saliéndote arrugas antes de
tiempo.
—Cretino —dice mientras me suelta y regresa a su asiento.

ASIA

Intento respirar con calma después de sentar en el pupitre que el chico


rubio me ha cedido, no puedo dejar de mirarlo por detrás mientras el
profesor continúa hablando. Creo que es… No, no puede ser. O sí, me
parece recordar que en alguna parte leí que los sobrinos de Sasha Ivankova
asistían a la Trinity, sin embargo, ¿es posible que el chico que besé en La
Cueva sea el mismo que acaba de cederme su asiento?
—¿Asia?
—Sí, disculpe. —Sacudo la cabeza cuando el rubio se gira hacia mí, al
parecer el profesor me ha preguntado algo y estaba tan distraída que no me
he enterado.
—Decía que si puedes presentarte a la clase para que te conozcamos un
poco más.
—Mmm, claro… —Cierro los ojos un segundo para armarme de valor e
ignorar a la estúpida que me ha llamado patosa y no ha querido que me
siente frente a ella—. A ver, me llamo Asia Levine, hace unos meses me
mudé desde Nashville y trabajo en Meli’s. —Me encojo de hombros y
formo una fina línea con los labios, no sé qué más decir.
—¿¡Trabajas!? —exclama con una mueca de asco una de las chicas que,
imagino, debe ser amiga de la imbécil.
—Sí, trabajo desde hace años. En Nashville ayudaba a mi padre en su
taller y con los chicos de… —Cierro la boca al ver cómo las expresiones de
la mitad de la clase se contraen, igual que si estuviesen mirando a un
extraterrestre.
—¿Y por qué has escogido hacer tu último año en la Trinity School? —
insiste el señor Looper sin dar importancia a lo anterior.
—Me gustaría estudiar periodismo en la universidad de Columbia… —
Dejo la frase en el aire porque imagino que ya lo entienden.
—Como si tuvieras dinero para pagarla. —Se carcajea la pelirroja y sus
amigas la imitan.
—Sabrina, por favor —dice el profesor con un gesto de advertencia que
solo provoca que ella ponga los ojos en blanco—. Muchas gracias, Asia,
puedes sentarte.
Es evidente que estoy sonrojada porque noto el calor en mis mejillas
igual que si tuviese dos mecheros quemándome a cada lado. Yo nunca he
sido una chica vergonzosa, de hecho, soy todo lo contrario, pero aquí no sé
qué me está pasando. En mi hogar, en mi antiguo instituto y con los chicos
que venían a practicar boxeo en el gimnasio de papá, siempre fui muy
extrovertida y risueña; aquí, en cambio, me siento pequeña e insignificante
entre todas estas personas adineradas, encumbradas en lo más alto de la
sociedad.

El timbre suena una hora después, todos los alumnos se levantan y


recogen sus cosas para salir al pasillo y caminar hacia sus próximas clases.
Yo también guardo mis pertenencias mientras busco la hoja orientativa para
saber hacia dónde debo ir, pero se cuela entre dos cuadernos y aterriza en el
suelo. Un tacón negro la pisa cuando me agacho para recogerla, no necesito
levantar la cabeza para saber de quién se trata.
—Yo te voy a llamar África, porque parece que es de donde vienes con
ese pelo grasiento y descuidado. ¿Habéis visto, chicas?
—Sí, da mucho asco —comenta otra con el mismo tono dañino.
—¿Vosotras no tendríais que ir a poneros el uniforme de animadoras? —
El chico rubio se acerca junto a otro con la piel tan negra como un bombón
de chocolate—. La entrenadora ha cambiado los horarios.
—¿Y tú cómo lo sabes?
Me levanto y veo a la tal Sabrina con una ceja arqueada, a su lado, otras
tres chicas parecen cortadas por el mismo patrón que ella. Y sí, para acierto
de Fiorella, todas llevan las faldas mucho más cortas y más de dos botones
de la camisa desabrochados.
—Porque soy el capitán del equipo y mi trabajo es saber esas cosas —
contesta él y se agacha para recoger la hoja, la cual Sabrina tarda un par de
segundos en liberar.
—Que te diviertas con África —ríe ella antes de darse la vuelta junto a
sus abejas tras ella.

DANTE

Observo cautivado esos ojos que reconozco en cuanto vuelvo a tenerla a


menos de un metro. Me he pasado la clase intentando recordar de qué me
sonaba, y finalmente he caído en que es la chica que conocí en la fiesta
pitufo de La Cueva, mi pequeño unicornio.
—Disculpa a Sabrina —digo señalándola con la cabeza—, es mala por
naturaleza.
—Gracias. —Asiente y acepta la hoja cuando se la ofrezco.
—Dante, voy yendo hacia el vestuario, tengo que pasar a por la ropa —
comenta Kibo—. ¿Cojo la tuya?
—Sí, ahora voy.
—Vale. Hasta luego, Asia —habla con una sonrisa antes de darse la
vuelta.
—Hasta luego.
—Oye, puede que me equivoque y que quede como un imbécil —digo
entornando un poco los ojos con una media sonrisa—, pero tú eres la chica
unicornio de la fiesta pitufo de La Cueva, ¿verdad? —Aguardo un segundo
hasta que una sonrisa aparece en su rostro y se cubre la boca con una mano,
muerta de vergüenza.
—Madre mía, ¿rubio? —pregunta sin poder dejar de reír.
—El mismo. —Asiento y me apoyo en el borde del pupitre de atrás—.
Menuda casualidad.
—Sí, últimamente las casualidades me persiguen —comenta mientras
cierra la mochila y se la coloca en el hombro.
—Igual es el destino, ¿crees en él?
—Sí, mucho —admite y se detiene al pasar por mi lado—. ¿Te
importaría ayudarme? —Me enseña la hoja que he recogido del suelo y
señala su segunda asignatura—. ¿Dónde está esta clase?
—Vamos, te acompaño.
—Gracias.
Dejo que pase primero y me coloco a su lado cuando llegamos al
pasillo, camina con precaución y mira hacia los lados cuando la gente anda
igual que si esto fuese una auténtica selva, solo que una con mucho dinero.
—Me ha llamado la atención lo que has dicho de… —No me da tiempo
a terminar la frase.
—¡Asia! —exclama una chica sonriente mientras se acerca junto a un
tío que nunca había visto, por lo que imagino que los tres deben ser nuevos.
—Hola, Fio —saluda ella con un abrazo, parece aliviada.
—¿Qué tal la clase?
—Bueno, bien —miente, ¿por qué miente? —. Perdona, él es Dante…
—dice mirándome pensativa por no saber mi apellido, aunque eso no me lo
creo.
—Ivankov —aclaro con una sonrisa, provocando que la del chico y la
chica que no conozco desaparezca de golpe.
—Es Dante Ivankov, compartimos clase —continúa Asia, ajena al
cambio de expresión de sus dos amigos.
—Qué bien. —La tal Fio intenta disimular y vuelve a sonreír, pero
conmigo no funciona, estos dos me conocen. Al menos conocen mi
apellido. Aunque, por otro lado, ¿quién no?
—Estamos juntos en la tercera clase —habla entonces el chico sin darle
oportunidad a Asia a presentármelos a ellos.
—¿En serio? —cuestiona el unicornio emocionada mientras revisa su
hoja y la de su amiga—. Dante iba a llevarme hasta allí.
—No es necesario. —El chico se acerca y pasa una mano por su espalda
instando a que camine—. Ya sabemos dónde está, vamos antes de que suene
el timbre.
—Gracias —dice ella dedicándome una sonrisa antes de marcharse
junto a sus amigos.
Permanezco de pie en medio del pasillo, con la vista fija en ese tío que
ahora se aleja junto a Asia. Si simplemente conoce mi apellido porque le
suena o porque le han hablado de nosotros, no debería darle mayor
importancia. Sin embargo, si me conoce por otro motivo más específico, no
dudará en darse la vuelta para mirarme antes de desaparecer por las
escaleras.
—Tío, ¿qué coño haces? —Kibo aparece por detrás—. Vamos, el
entrenador nos espera y no me apetece…
—Espera, joder.
—¿Qué pasa? —pregunta al ver mi expresión y sigue mi mirada.
Cuando creo que todo son paranoias mías, los tres suben los primeros
escalones, pero él permanece un poco rezagado, se detiene, apoya la mano
en la barandilla y se gira provocando que nuestras miradas se crucen. Lo
sabía.
X
DANTE

—Ese tío me conoce —explico a Kibo mientras le señalo con el dedo,


sin importarme una mierda que él se dé cuenta.
—Todo el mundo te conoce, Dante. —Ríe quitándole importancia—.
Venga vamos, joder.
—¿¡Quieres escucharme!? —exclamo y me giro hacia él cuando el otro
ya ha desaparecido.
—¿Qué quieres? —Mi primo suspira aburrido.
—¿Te acuerdas de la chica con la que me besé en La Cueva?
—Sí.
—Es Asia.
—¡Venga ya! —Estalla en una carcajada y los dos caminamos hacia el
vestuario para cambiarnos para el entrenamiento—. Qué causalidad, ¿no?
—Ya ves. La cosa es que ha venido con otros dos nuevos, un chico y
una chica —explico mientras bajamos la escaleras hacia el sótano—.
Cuando me ha presentado a ellos y ha dicho mi apellido, los dos se han
quedado flipando y han cambiado la cara, se han puesto serios y me
atrevería a decir que en tensión.
—Bueno, puede que se hayan asustado —dice sin importancia—, si han
oído hablar de nosotros y de todos los rumores que hay, es normal, tío. No
todos los días conoces a los miembros de una mafia —susurra después de
mirar hacia ambos lados para asegurarse de que no hay nadie cerca.
—Que no, estoy seguro de que hay algo más.
—Eres un paranoias. —Ríe y abre la puerta para entrar al vestuario.
—Eso espero, que solo sea una paranoia.
Antes del verano no me tomaba las cosas tan en serio, no le daba mayor
importancia cuando me metía en peleas o cuando algún gilipollas se pasaba
de la raya, pero ahora, tras conocer todos los detalles del negocio familiar y
ser consciente de que los enemigos pueden salir de hasta de debajo de las
piedras, digamos que me he vuelto un “paranoias”, como dice mi primo.
Sudamos la camiseta con gusto, disfrutando de este deporte y pasándolo
en grande mientras el entrenador deja que le hagamos alguna que otra
broma, sin pasarnos, claro. En una esquina del campo las animadoras hacen
lo mismo, con Sabrina en cabeza y Lindsay bajo sus órdenes. Es una buena
abeja reina, ella no suele ensuciarse las manos, siempre manda a Lindsay o
a alguna de sus abejitas a hacer el trabajo por ella. Haríamos una buena
pareja si no fuese tan mala.
—¿Cuándo será la fiesta en la playa, Dante? —pregunta Sean mientras
terminamos de ducharnos.
—Este viernes, Gabi se está encargando, ya sabéis que nadie planea una
fiesta como ella.
—Sabrina debe estar que echa humo —vacila Kibo y cierra el agua para
cubrirse la mitad del cuerpo con su toalla—. El año pasado ya la tuvieron
gorda porque tampoco dejó que ella hiciese nada.
—Que sea la capitana del equipo de animadoras no quiere decir que sea
la reina de las fiestas —comento sacudiéndome el pelo con la mano.
—No, esa es tu prima. —Ríe Sean junto al resto del equipo.
—Y está mucho más buena que el curso pasado. —Kurt se muerde el
labio y otro par de chicos asienten—. En serio, ¿qué ha hecho este verano?
Apenas se la ha visto por ahí.
—Nada interesante —digo con desinterés mientras sonrío de reojo a
Kibo.

ASIA

Nino, Fio y yo nos adentramos en la cafetería a la hora de almorzar, a


sabiendas de que esto será igualito que en el resto de los institutos.
—Veamos —comienza Fio—, allí están los del equipo de rugby. —
Señala una mesa casi en el centro, en la cual puedo ver a Dante y el otro
chico riendo junto al resto, ataviados con sus peculiares cazadoras del
equipo de la Trinity.
—Las abejas —comento con desprecio al ver la mesa de al lado.
—Empollones al fondo —continúa Nino mientras caminamos con
tranquilidad hacia la zona en la que te entregan la comida.
—Mira, esos se marchan —dice Fio señalando una mesa cerca de las del
centro—, voy a reservarla.
—Espera —pide su hermano, pero ella ya se aleja dando saltitos—.
Joder.
Observamos cómo se sienta y nos saluda con la mano de forma
animada, sin darse cuenta de que Sabrina y un par más se han levantado de
sus sillas y se acercan a ella.
—Esa tía otra vez —maldigo mientras nos acercamos.
No escuchamos lo que están hablando, pero Fiorella se pone en pie y
acerca su cuerpo al de Sabrina, la cual echa su pelo hacia atrás
dramáticamente. Entonces, Dante gira la cabeza y nos ve, su rostro cambia
cuando Nino llega hasta su hermana e, igual que Sabrina, se levanta.
—¿Es que no te sirve con una mesa? —pregunta mi amiga sin
acobardarse.
—Todas son mías, cielo. —La abeja reina sonríe con malicia—. Si dejo
que te sientes o no, es decisión mía.
—Venga, chicas, ya basta. —Dante se abre paso entre todas las
animadoras hasta llegar a Sabrina.
Me mira un segundo, pero enseguida se fija en Nino y no aparta la vista
de él, diría que de modo amenazante.
—Fio, vámonos —Nino susurra por detrás de su hermana.
Me resulta extraño que no se enfrente a Dante, que no salga en defensa
de Fiorella y, al parecer, el rubio piensa lo mismo porque parece
desconcertado.
—¡Mira tú por donde! —exclama la idiota—. Si eres amiguita de
África, Dios las cría y ellas solitas se juntan. —Se carcajea junto al resto de
sus secuaces—. Los inodoros tienen tapas muy cómodas en las que podáis
sentaros todos a comer.
—Yo creo que la que debería sentarse allí eres tú. —Fio da otro paso
más y puedo ver cómo el tono de su voz ya no es tan amigable.
Nino rodea su brazo con una mano y tira hacia atrás, se coloca delante
de ella y le lanza una mirada de advertencia que queda entre ellos. Dante da
otro paso más, va a decir algo, pero entonces las animadoras miran por
encima de mis hombros y algunas ponen los ojos en blanco.
—¿Qué está pasando aquí?
Abro los ojos estupefacta al ver a Gabriella Ivankova justo detrás de mí.
Lleva el uniforme personificado con detalles que lo hacen ser único, los
tirabuzones de su pelo caen igual de brillantes que un amanecer, y no me
cabe ninguna duda de que esos zapatos son los Ivankova de la nueva
temporada, la que todavía no ha llegado al mercado.
—No pasa nada, Gabi —contesta Dante—, un malentendido, ¿verdad,
Sabrina?
La pelirroja entorna los ojos y desafía a la reina Ivankova sin pudor
alguno, sus miradas se cruzan durante varios segundos hasta que Gabriella
da un par de pasos despacio hacia ella.
—¿A quién le estás haciendo la vida imposible esta vez? —cuestiona
con la cabeza ligeramente ladeada.
A su espalda, un poco rezagado, veo a un chico que, por su modo de
llevar el uniforme, los adornos con los que lo acompaña, y la expresión de
su cuerpo, diría que es homosexual. También hay otra chica con la misma
expresión de superioridad y confianza que tiene Gabriella ahora mismo,
ambos parecen acompañarla y aguardar pacientes a ver cómo pone orden.
—Venga, ya está —anuncia Dante haciendo un gesto con las manos y
colocándose entre ellas.
—Vámonos de aquí, Fiorella —insiste Nino en voz baja—, no
deberíamos llamar la atención.
—¿Y vosotros sois? —La hija de mi diseñadora favorita gira sobre sus
tacones y pone toda su atención en nosotros, aunque parece más interesada
en el miembro masculino de nuestro pequeño grupo.
—Nadie —contesta Nino mientras tira de su hermana con disimulo—,
ya nos íbamos.
—¿Cómo te llamas? —insiste.
—Eso, ¿cómo te llamas? —Dante se acerca y las animadoras
retroceden, sabiendo que han vuelto a perder frente a la que parece ser la
verdadera reina de la Trinity. Lo siento, Sabrina, pero no puede haber dos
reinas en la misma colmena.
—Niniano —contesta él a regañadientes.
—¿Apellido? —preguntan Dante y su prima a la vez.
—Tenemos que irnos. —De repente, lanza una mirada a su hermana y
ambos se escabullen entre el público que se ha acercado a observar la
escena.
Todo sucede tan deprisa que no me doy cuenta de por dónde se han ido
y permanezco ahí de pie, inmóvil. Gabriella se acerca a mí y me
inspecciona, su primo pone los ojos en blanco y dice algo al chico que
también es sobrino de Sasha.
—¿Eres la nueva? —pregunta con un tono que creo pretende ser
amigable.
—Sí, es mi primer día. —Intento contestar con naturalidad, aunque lo
que me provoque sea abrazarla y decirle lo que admiro a su madre.
—¿Y qué tal está yendo?
—Bueno… —Desvío la mirada hacia Sabrina, que no nos quita los ojos
de encima.
—Curso nuevo, víctimas nuevas. —Gabriella niega con la cabeza y se
encoge de hombros para quitarle importancia—. No dejes que te pise o no
te dejará en paz en todo el año. Es un consejo. —Me guiña un ojo y se aleja
acompañada de sus dos ¿amigos?
Dante sostiene mi mirada y parece que va a decirme algo, pero creo que
ya he tenido demasiadas experiencias por hoy, así que, sin darle tiempo a
hablar, me doy la vuelta y abandono la cafetería de forma apresurada.
Imagino que cuando llegue a casa comeré con más ganas.
XI
DANTE

No sé lo que acaba de pasar, lo que sí pienso saber es quién es ese


Niniano y su hermana, no me ha gustado un pelo que no quisiera decirme su
apellido, ¿acaso oculta algo? Porque si es así, voy a averiguarlo.

Descanso sobre una hamaca de la piscina, acompañado por mis primos y


mi tío Nick, el cual acaba de enterarse de que ya somos conocedores de
todo lo que la familia ha intentado ocultarnos siempre. Allie y él han pasado
el verano haciendo una vuelta al mundo, por lo que llevábamos meses sin
hablar apenas con ellos. Ya es jueves y ha aprovechado que Allie tiene
trabajo para venir a pasar con nosotros el fin de semana.
—¿De verdad crees que estás listo, Dante? —cuestiona y baja un poco
sus gafas de sol para mirarme.
—Sí, después de todo lo que nos han contado, creo que es importante
que sepamos defendernos. ¿Quién te dice que no vamos a tener que hacer
frente a las mismas cosas que vosotros cuando eráis jóvenes?
—Dios quiera que no sea así. —Suspira y vuelve a bajarse las gafas para
seguir disfrutando de los últimos rayos de sol.
—Oye, ¿conoces de algo a esa chica que estaba el lunes en la cafetería?
—averigua Gabi.
—¿A cuál de las dos? —Le pregunto.
—La nueva víctima de Sabrina.
—Se llama Asia, viene conmigo a algunas clases. A la que no conozco
es a la otra y a su hermanito, no me hace ninguna gracia que estuviese tan
misterioso con su apellido.
—Y menos te va a gustar cuando te diga lo que he descubierto.
Se sienta en la hamaca y yo me incorporo un poco para prestarle
atención, Kibo nada hasta la orilla de la piscina cuando nos ve y de un salto
sale del agua, sacude su pelo y se sienta al lado de Gabi.
—¿Qué pasa? ¿Es una especie de espía secreto? —bromea mi primo.
—Peor, no os lo vais a creer.
—Habla de una puta vez, me estás poniendo de los nervios —gruño y
compruebo que Nick tiene los auriculares puestos.
—Niniano y Fiorella De Luca —comienza con ese peculiar tono
interesante que tanto le gusta interpretar—. Provienen de Calabria, de la
Calabria antigua. —Hace una pausa para que sumemos dos más dos, pero
yo no quiero creer en la primera teoría que me viene a la cabeza—. Chicos,
pertenecen a la ‘Ndrangheta.
—Ni de coña. —Kibo suelta una risa nerviosa.
Gabi se levanta sin decir nada y camina hasta la mesa en la que está su
mochila de clase, saca una carpeta amarilla y luego unos papeles, los cuales
nos entrega después de sentarse.
—Su padre es nada más y nada menos que Donatello De Luca, lleva
años en una prisión de Italia —explica mientras yo mismo leo la
información en las hojas que nos ha dado—. Su abuelo fue Capo Crimine
de la ‘Ndrangheta, y después se padre hasta que lo pillaron y lo
encarcelaron.
—Esto es… —Niego con la cabeza igual que Kibo, el cual no ha dejado
de hacer ese gesto desde que Gabi ha puesto los papeles en sus manos—.
¿A qué cojones ha venido a Nueva York? —La miro cuando no encuentro
esa información en el dossier.
—Mi contacto dice que hace unos meses se creó una nueva ‘ndrina en la
ciudad, es como un grupo de miembros de la ‘Ndrangheta que tienen que
obedecer las órdenes de otro tío, no me acuerdo cómo llaman a ese. —Pone
los ojos en blanco y gesticula con las manos—. El caso es que Nino tiene la
doti de trequartino, lo que significa que tiene acceso a tres cuartos de la
organización.
—¿Tiene a gente a sus órdenes? —pregunta Kibo con el rostro serio.
—Sí, unos cuantos. Debe obedecer las órdenes del tío ese que os digo
que no me acuerdo cómo lo llaman, y así ascender en la escala jerárquica
para llegar a ocupar el puesto de su padre y ser un orgullo para él.
—La madre que me parió —maldigo y le devuelvo los papeles para
frotarme los ojos—, esto no es bueno.
—¿Crees que deberíamos contárselo a nuestros padres? —cuestiona
Kibo, ante lo que niego con seguridad.
—No, ellos ya tienen suficiente con todo el trabajo, esto es asunto
nuestro.

ASIA

He sobrevivido a la primera quincena de clase, no puedo creerlo, pensé


que no pasaría del lunes cuando esa zorra, porque no tiene otro nombre,
decidió que yo sería su nueva víctima este curso. No se ha cansado de
hacerme bromas pesadas, como antes de ayer que se las ingenió para
hacerme explotar en la cabeza un globo lleno de agua y harina. Juro que
estuve a punto de matarla, pero no es mi estilo, además, Gabriella se acercó
y se aseguró de dejar en ridículo a Sabrina contándole a todo el mundo que
esa nariz de la que tanto presume es operada.
Hoy es viernes y Dante me ha pedido que vaya a la fiesta que se celebra
en la playa para despedir el verano, la organiza su prima y dice que será
divertido. Personalmente solo lo veo como una nueva oportunidad para que
Sabrina me humille, pero esta vez no iré sola, Camila viene conmigo.
—¿Te gusta este? —cuestiono frente al espejo tras probarme el tercer
biquini.
—Te queda genial, Asia, deja de probarte bañadores ya. —Bosteza en el
sofá mientras espera a que se le sequen las uñas—. ¿Acaso quieren
impresionar a alguien? —pregunta con una ceja arqueada.
—No, idiota, solo quiero sentirme segura entre toda esa gente. No te
imaginas lo crueles que pueden llegar a ser, Cami.
—No tienen nada que decir de ti porque estás estupenda, así que deja de
darle vueltas. ¿Van a venir Fio y Nino?
—No lo sé, han estado muy raros toda la semana. —Me quedo pensativa
mirando cómo mi amiga sopla a sus dedos, la verdad es que no lo había
pensado hasta ahora.
—¿Crees que es por Dante y su familia? Todavía no asimilo que vayas
con ellos a clase —ríe y niega con la cabeza—. Dime, ¿qué posibilidades
hay de que el mismo chico que besaste en La Cueva acabe en la misma
clase que tú?
—Las mismas de que volvamos a besarnos —bromeo y le tiro un cojín
mientras le saco la lengua.
Nino nos ha dicho que tiene que ocuparse de algunos asuntos antes de
venir a la fiesta, su hermana ha querido acompañarle, pero él ha insistido en
que no, que nos adelantemos y después se une a nosotras. Así que hemos
cogido el metro y después de un largo camino, por fin estamos en la playa
de Long Beach, inmensamente larga y con una arena blanca que provoca
quitarte las zapatillas y pisarla.
—Esto está abarrotado —observa Cami a medida que bajamos las
escaleras y vemos a la gente alrededor de hogueras, con grandes altavoces y
diferentes barras improvisadas de bar.
—Gabi ha hecho un buen trabajo —comento y río ante una escena
divertida que están protagonizando unos cuantos chicos a unos metros.
—¿Lo dudabas? Es Gabriella Ivankova, por Dios. —Cami se sujeta en
mí para quitarse las sandalias, las mete en su bolsa de playa y, de un
movimiento, se deshace del vestido y deja a la vista un biquini precioso.
—¿Tú qué opinas? —pregunto a Fio al verla más seria y callada de lo
habitual.
—Está muy bien —dice con una sonrisa, aunque la conozco ya de varios
meses como para saber que le pasa algo. Sin embargo, no soy una persona
entrometida, así que esperaré a que ella misma quiera contármelo.
—Bueno, vamos allá.
Después de unos cuantos minutos paseando y saludando a las pocas
personas que conozco, y sin haber visto todavía a Dante ni a Kibo, decido
que ya es hora de desvestirme. Me quito los pantalones cortos vaqueros y
después la camiseta, guardo todo en la mochila y luego me siento sobre un
tronco situado junto a una de las hogueras, la más grande. Mis amigas se
sitúan a mis costados y esperamos a que la barra se libere un poco para ir a
buscar algo para beber.
—¿Qué hora es? —pregunta Fio cuando, un rato después, su hermano
todavía no la ha llamado para ver dónde estamos.
—Las siete y media, está atardeciendo, mirad qué bonito.
Observamos unos minutos al horizonte cuando el sol comienza a
ponerse, hasta que un rato después, el ruido de música muy alta nos llama la
atención en la carretera. Un impecable Ferrari descapotable negro se detiene
justo frente a las escaleras que dan a la playa, y la gente grita y celebra
mientras lo señala con las manos. Bueno, mientras señalan a sus
integrantes, que no podían ser otros que los Ivankov.
Kibo abre la puerta del copiloto, tras él sale Gabriella y, por el otro lado,
Dante se levanta ataviado únicamente con un sexy bañador blanco. Gabi
lleva una corta bata de seda rosa semi transparente medio desatada, y por
debajo, por supuesto, un biquini de la línea de su madre. Por un momento
me siento orgullosa y contenta por haberme puesto el Ivankova que tan caro
me costó, pero al cual casi no he podido sacar partido este verano. ¿Lo
reconocerá?

DANTE

Apago el motor y rodeo el coche para descender las escaleras hacia la


blanca arena de la playa de Long Beach. Gabi da un saltito tras sujetar la
mano de Kenny Morrison y besa su mejilla antes de que él la ayude a
subirse a una tarima en el centro de todo el espacio que la fiesta ocupa.
—¡Hola a todos! —grita por el micrófono inalámbrico que Oscar, su
mejor amigo, acaba de darle—. Veo muchas caritas nuevas por aquí. —Ríe
y mueve las caderas mientras saca la lengua—. Espero que lo paséis muy
bien esta noche, ya conocéis la única regla, ¿verdad?
Dirige el micrófono a la gente y se lleva la mano a la oreja mientras
todos los presentes, y ya habituales en esta fiesta de fin de verano, gritan:
—¡Memento mori!
—¡Dale caña, Mike! —pide al Dj que ha contratado y sujeta las manos
de dos compañeros del equipo de rugby para que la ayuden a bajar.
No puedo evitar reír por lo diva que es y lo bien que sabe manejar a todo
el mundo, es sorprendente cómo sabe lo que cada persona quiere y necesita
en cada momento, me pregunto si mi tía Sasha era así cuando tenía su edad.
Me habría encantado conocer esa época de su vida, la de todos, en realidad.
XII
DANTE

Sonrío y aplaudo junto la resto cuando Gabi da por iniciada la fiesta.


—Vamos a por una copa —sugiere Kibo señalando la barra más
cercana.
Tardamos más de diez minutos en llegar debido a la cantidad de amigas
que me paran por el camino para saludarme y para coquetear, seamos
claros. Y lo mismo con Kibo, él es muy selectivo y no le gusta cualquiera,
aunque disfruta del buen sexo igual que yo, e igual que todos.
—Brenda está tremenda hoy, eh. —Me da un golpe en el pecho y la
señala a unos metros, bailando con otra amiga de nuestra prima.
Yo busco de forma involuntaria a Asia entre todos los presentes, no la he
visto todavía y algo me dice que no vendrá.
Su semana no ha sido fácil, Sabrina y las demás animadoras han estado
haciéndole la vida imposible, con bromas tan pesadas que yo me habría
dado de hostias con cualquier tío que me hubiese hecho cualquier cosa
parecida. Ella, sin embargo, se lo ha tomado con calma y no les ha dado ni
pizca de atención, que es lo que buscan. He tratado de acercarme a ella en
varias ocasiones, pero no se separa de De Luca ni un puto segundo fuera de
clase, y con él prefiero mantener las distancias. Por ahora.
—¿Qué tomáis?
—Jack Daniels para los dos —contesta Kibo al camarero.
Muevo el cuerpo un poco al ritmo de la música mientras permanezco
con un codo apoyado en la barra, deslizo la mirada por la gente que va y
viene, que baila y que charla animadamente. La busco, no vamos a
engañarnos.
—A eso le llamo yo hacer una entrada triunfal.
Sonrío aún sin haberme dado la vuelta, paso la lengua por mis labios y
ahí está. Las pecas que decoran sus mejillas y parte de su nariz parecen más
visibles con esta luz del atardecer, y debo decir que ese biquini le queda
impresionante. Realza sus pechos, ni muy grandes ni muy pequeños, y me
sorprendo al ver un discreto tatuaje que lleva en el vientre, por el cual
pienso preguntarle más adelante.
—¿Te estabas escondiendo? —pregunto con la sonrisa ladeada y unas
ganas inmensas de retroceder a aquel día en el que rechacé su beso.
—¿Acaso me buscabas? —Arquea una ceja y yo asiento sin más.
—Desde que he llegado.

ASIA

A eso el llamo yo ser sincero. Dante aguarda una respuesta por mi parte,
y yo me arrepiento de haberle hecho esa pregunta porque ahora no sé qué
decir.
—Aquí tenéis.
Se gira cuando el camarero deja un vaso frente a él y luego me mira de
nuevo.
—¿Qué quieres tomar? —pregunta mientras posa una mano en mi
espalda y me insta para que me acerque.
—Sorpréndeme, algo que no sea muy fuerte. —Sonrío y me quedo
absorta por sus facciones cuando le pide algo al chico tras la barra.
Tiene la mandíbula marcada por una fina línea que le hace parecer el
típico chico malo, su nuez se mueve bajo la garganta y se le forman unas
sexys arrugas de expresión cuando sonríe, en la frente y en las mejillas.
—Prueba esto. —Me anima tras tenderme el vaso que le acaba de dar el
camarero. Me abstengo de olerlo y lo acerco a mis labios, no aparto la vista
de él mientras termino por completo con el chupito—. ¿Y bien?
—Te dije algo suave. —Toso y paso el dorso de la mano por mi boca
para limpiar los restos.
—Perdona. —Ríe y me ofrece su copa, no sé lo que está tomando, pero
dudo que sea más fuerte que lo que acabo de deslizar por mi garganta.
Doy un par de tragos y tomo aire sintiendo que el sabor anterior deja
paso al nuevo, el cual, debo decir, no está nada mal.
—Tenía ganas de volver a verte, unicornio —comenta entonces, y una
sonrisa abarca su rostro dibujando las ya mencionadas arrugas.
Voy a responder, pero veo a Nino acercarse por detrás de Dante, cuando
levanto la vista, el rubio me imita y puedo observar cómo tensa la
mandíbula y desaparece su sonrisa como si acabase de ver al mismísimo
Lucifer.
—¿Estás bien? —pregunto colocando una mano en el hombro de Dante.
Nino aún está a unos cuantos metros, por lo que no nos escuchar.
—Sí, pero no deberías acercarte a ese tío —sugiere con voz seria y
convencida.
—¿Por qué dices eso? —Arqueo una ceja y doy un paso atrás,
contrariada y sin que sus palabras me agraden del todo. ¿A qué ha venido
eso?
—No lo conoces, él… —Rasca su nuca y mira de nuevo a su espalda
para comprobar que casi ha llegado hasta nosotros.
—Lo conozco más que a ti —espeto antes de alejarme de él para
reunirme con mi amigo.
Dante intenta sujetar mi brazo, pero me aparto y le lanzo una mirada de
advertencia para que no se le ocurra volver a tomarse esas confianzas
conmigo.
Nino frunce el ceño al percatarse de lo sucedido, siento los ojos de
Dante clavados en mi espalda, pero no vuelvo a mirarlo, solo sujeto la mano
de Nino y me alejo con él antes de que pueda producirse un enfrentamiento
entre ellos. Aunque, pensándolo bien, nunca he visto a Nino enfrentado con
nadie, y no será porque no ha tenido ocasiones, puesto que el rubio se le ha
encarado en más de una ocasión, sin embargo, él ha reaccionado al
contrario de cualquier chico que conozco.
—¿Qué ha pasado? —inquiere mientras regresamos junto a su hermana
y Cami.
—Nada, ¿a qué te refieres? —Me hago la tonta todo lo bien que puedo.
—Dante te ha sujetado por el brazo, parecíais estar discutiendo.
—Ah, eso. —Miro hacia otro lado buscando a mis amigas—. Solo ha
sido un malentendido, nada más. ¿Qué has estado haciendo para tardar
tanto?
—Nada, tenía asuntos que resolver. —Igual de misterioso que siempre,
me deja con la curiosidad.

DANTE
Poso el vaso de cristal sobre la barra metálica con rabia, derramando
parte del contenido. Apenas conozco a Asia y, a pesar de que no puedo
negar que me atrae sexualmente, no puedo permitir que se junte con un puto
capo de la mafia calabresa, ¿acaso nos hemos vuelto locos? Esta jodida
costa es mía, es de mi familia, de los Ivankov. La ‘Ndrangheta no tiene nada
que hacer aquí, al menos nada bueno.
—Hola, guapo. —Tabitha susurra en mi oreja desde atrás, desliza las
manos por mi abdomen y va rodeándome hasta colocarse frente a mí, entre
la barra y yo.
—¿Cómo estás, preciosa?
Le doy un beso en la comisura de los labios y permanecemos así de
juntos varios segundos más, hasta que Kibo me llama con una pelota de
rugby en la mano y me hace un gesto para que vaya.
—¿Podemos acabar esto más tarde? —Rozo mi nariz con la suya y le
doy un beso en la boca cuando sonríe coqueta y asiente.
—Luego nos vemos —dice y pasa por mi lado, admiro su trasero bajo
ese tanga de biquini morado y reacciono al escuchar de nuevo la voz de mi
primo.
Jugamos un pequeño e improvisado partido sobre la arena mientras la
gente arremolinada a nuestro alrededor nos anima y celebra marque quien
marque, puesto que todos pertenecemos al mismo equipo. Río cuando Kibo
me la cuela y ambos nos rebozamos en la arena cuando se tira sobre mí,
hasta que Sean se quita el bañador, realiza unos movimientos de cadera bajo
los gritos y risas del resto, y corre hacia el agua. Nosotros le imitamos,
aunque sin desnudarnos, no me apetece que mi anatomía completa esté
mañana en las redes sociales y en las revistas. No sería la primera vez que
algún cabrón nos vende a la prensa como carnaza por ser sobrinos de Sasha,
la reina por excelencia de la lencería, los clubs exóticos y los zapatos más
altos.
—Deberías olvidarla —comenta mi primo salpicándome con el agua.
—¿Eh? —Lo miro sin comprender y él alza una ceja.
—Le has echado el ojo a Asia.
—No digas gilipolleces.
—Te la quieres follar.
—Igual que cualquier tío que tenga ojos en la cara. —Río para quitar
tensión y me lanzo encima de él para meter su cabeza bajo el océano.
*

Doy otro trago a mi copa sentado en un tronco alrededor de la hoguera,


ya estoy un poco borracho y no puedo dejar de reír con mis amigos. El
encuentro con Tab ha sido rápido y en mi coche, he tenido que ponerle la
capota para que no nos viera medio paseo marítimo, pero ha merecido la
pena; desde que Mackie y yo lo dejamos, me he acostado con diferentes
chicas, ¿por qué negarlo? Estoy soltero, soy joven y responsable —casi
siempre— y disfruto del sexo, así que no me cierro a nada.
—Mira. —Kibo me da un golpe en el estómago con el dorso de su mano
y señala con la cabeza las escaleras de salida hacia el paseo, por las que
ahora están subiendo Asia, Nino y compañía.
Sé que he bebido y que mi padre no aprobaría lo que voy a hacer, pero
que le jodan, seguro que él cometió más irresponsabilidades cuando era
joven.
—¿A dónde vas? —Mi primo se levanta y camina tras de mí cuando me
dirijo hacia ellos—. Dante, no es buena idea, aquí hay mucha gente.
—¿Me ves preocupado?
Nino, que se ha girado para ver si su hermana le sigue, me ve
acercándome hacia ellos y todo su rostro se tensa, provocando que el de
Fiorella haga lo mismo al percatarse de lo que sucede.
—¿Ya os marcháis? —pregunto con una falsa sonrisa.
—Sí, mañana tenemos que madrugar. —La que contesta es la única
chica de quien no conozco el nombre, imagino que será amiga de Asia. Esta
última permanece callada y su postura es ligeramente defensiva, en claro
apoyo al cabrón italiano.
—Veo que siempre vas muy bien acompañado —continúo intentando
provocarle, este tío debe tener cojones si es parte de la ‘Ndrangheta.
—Tenemos que irnos. —Es lo único que dice antes de lanzarle una
mirada a su hermana.
—Yo creo que no. —Sujeto su brazo y subo un par de escalones para
colocarme a su altura—. Niniano De Luca —pronuncio su apellido cerca de
su rostro, el cual termina por descomponerse—. Sé quien eres —hablo en
voz baja para que solo él me escuche, aunque me da igual si alguien más lo
hace.
—Apártate —pide ahondando en su paciencia.
—¿Pensaste que podrías llegar a mi ciudad y pasar desapercibido?
Siento la presencia de Kibo a mi espalda, estoy seguro de que preparado
para cualquier cosa. Soy consciente de que esto es un error, pero llevo días
queriendo enfrentarle y descubrir qué cojones ha venido a hacer a Nueva
York.
XIII
ASIA

Me cosquillean los dedos por lo nerviosa que estoy, no me gustan nada


las peleas y parece que esa es la clara intención de Dante. No comprendo
por qué se comporta así, hasta hace unas horas me parecía un chico
encantador, e incluso me sentía atraída por él, mucho. Sin embargo, desde
que antes me ha dicho que no quería que me acercase a Nino y ahora, ver su
estado de macho poderoso buscando un enfrentamiento que Nino no ha
provocado, solo me produce desprecio. Odio a este tipo de chicos.
—Te he pedido amablemente que te hagas a un lado, te advierto que la
próxima vez
no seré tan simpático —amenaza mi amigo por primera vez. Una sonrisa
triunfante cruza el rostro del que parece ser el rey de esta playa, de la
Trinity y de toda la ciudad.
—Me encantaría verlo, De Luca. —Dante da un paso más y Nino suelta
todo el aire contenido con fuerza por la nariz.
Su hermana rodea su muñeca con fuerza cuando el puño comienza a
temblarle, le habla en el oído para pedirle que se tranquilice y casi suplica
para que nos marchemos.
—¿Por qué siempre me pierdo todo el drama? —Gabriella Ivankova se
cruza de brazos sobre la arena, al lado de Kibo, el cual está claramente
preparado para lo que sea que vaya a hacer el rubio.
—No hay ningún drama —apunta el moreno—, Dante, vamos.
—Nino, ¿por qué no te relajas y te tomas algo conmigo? —Gabi
balancea su cadera hacia un lado y pasa la lengua por sus dientes en lo que
parece ser una seductora sonrisa que el italiano no pasa desapercibida.
—Porque tenemos que irnos. —Le contesta Fio con nerviosismo.
Con el corazón en un puño, observo cómo consigue que su hermano
retroceda y suba las escaleras hacia el paseo, Dante no le quita el ojo de
encima hasta que yo rompo su contacto visual, le lanzo una mirada de
desprecio y cabreo y corro para unirme a mis amigos. Cami me espera y
ambas nos apresuramos hasta alcanzar a los mellizos, los cuales han
avanzado a pasos agigantados. Llegamos justo para escuchar cómo Fio le
dice algo sobre un mastro di giornata, lo cual no tengo ni idea de lo que
significa, y él contesta que ya lo sabe y que no ha podido evitarlo.
—¿Estás bien? —Camino a su lado y sujeto su hombro para que
disminuya la velocidad.
—Sí, perdona el momento incómodo, no pretendía entrar en una
discusión con ese… —Frunce los labios y respira por la nariz—. No debo
entrar en su juego.
—Nino. —Fio le lanza una mirada que solo ellos entienden, y yo decido
no insistir, lo último que quiero es crear un enfrentamiento entre ellos.
En cuanto a Dante, esta noche ha propiciado que mi opinión sobre él
cambie por completo. No sé qué ha sucedido o lo que se le pasa por la
cabeza, el modo en el que ha actuado no es el que me tiene acostumbrada
en los últimos días, aunque tampoco hace mucho que lo conozco, en
realidad. Había escuchado hablar de él muchas veces, pero, por supuesto,
nunca había entablado una conversación con él ni habíamos compartido
tiempo juntos; esta última semana, que ha sido la primera de clase, ha sido
muy atento y cordial conmigo, al menos en la medida de lo posible. Se ha
quedado un poco al margen en lo que a Sabrina respecta, algo que entiendo
puesto que a ella la conoce desde hace años y a mí solo de hace unos pocos
meses.
Aquel día en la fiesta pitufo hablamos de muchas cosas, sobre todo de
sus gustos y de los míos, pero nada que hiciese referencia a quienes éramos
ninguno de los dos o de dónde proveníamos. Sin embargo, no sé, sentí una
conexión especial, y estos días ha mostrado ser un buen chico, pero, al
parecer, tan solo fingía conmigo, puesto que su actitud de hoy me ha dejado
claro que es el mismo matón que Sabrina.

DANTE

Observo cómo los cuatro se alejan y escucho a Gabi resoplar a mi


espalda. Me doy la vuelta para bajar las escaleras de nuevo hacia la arena y
la señalo con el dedo a modo de advertencia.
—¿A qué ha venido eso?
—¿El qué? —pregunta desconcertada, o eso pretende que piense.
—Lo de invitarle a una copa. Es el enemigo, Gabi, no vas a enrollarte
con él, tienes cientos de tíos tras de ti.
—Pero me gusta, es… misterioso. —Se muerde la uña postiza mientras
observa cómo se aleja por el paseo, y yo chasqueo los dedos frente a ella.
—Es parte de la ‘Ndrangheta, ¿se te ha olvidado ya? —Le recuerda su
primo.
—¿Y qué más da? No le quiero para más que un rato. —Pone los ojos
en blanco.
—Eres única cogiendo las reglas y reventándolas. —Niego con la
cabeza y decido regresar a la fiesta antes de que el alcohol me lleve a hacer
otra cosa de la que mañana pueda arrepentirme.

Gabi teclea en su móvil mientras le dan un masaje en los pies, yo espero


a que mi peluquero termine de cortarme el pelo como me gusta y luego
decido salir con el coche a dar una vuelta y despejar mis pensamientos. Es
domingo y, gracias a Dios, no tengo resaca, así que se me ocurre escribir a
los chicos para ir a tomar algo a esa cafetería que me recomendó ayer
Tabitha.
—Acabo de aparcar, ¿ya estáis todos? —pregunto a Kibo al teléfono.
—Sí, y no vas a creerte quién trabaja aquí.
—¿Quién? —Camino con mis zapatillas deportivas de ciento veinte
dólares por encima de la acera de piedra en dirección a la ubicación que me
ha dado antes mi primo.
—Ahora lo verás.
—Estoy en la puerta —digo antes de colgar y guardar el teléfono en el
bolsillo de mi cazadora del equipo de rugby de la Trinity.
Me detengo en la entrada mirando a mi alrededor, el sitio está bien,
ambientado al estilo de los años sesenta o setenta, los colores son fuertes y
veo neones por todas partes. Avanzo un poco a medida que busco a mis
amigos, pero no es a ellos a quien veo primero. Asia se desliza con soltura
sobre unos patines turquesas y rosas, una agradable sonrisa decora su rostro
mientras lleva algunos batidos encima de una bandeja hasta una mesa a
algunos metros. Lleva un vestido corto a rayas y un delantal a juego con sus
patines, además de una cinta del mismo tono rodeando el moño que se ha
hecho.
—¡Dante! —Sean me llama al otro lado de la cafetería, en cuando mi
nombre suena, Asia gira la cabeza y nuestras miradas se cruzan.
Puedo ver cómo su garganta se mueve cuando traga saliva, sostiene la
bandeja con una mano y eleva los hombros para llenar sus pulmones de
aire. Mi intención de ir a hablar con ella desaparece cuando mueve los
patines y se aleja en dirección contraria con el mismo rostro serio que me
dedicó ayer antes de marcharse con Nino.
Camino hasta la mesa en la que se encuentran mis amigos y me siento al
lado de Kibo, los saludo y acepto la carta de batidos que me pasa Jerry para
ver qué tomar.
—¿Por qué hemos venido aquí? —pregunto con fastidio chasqueando la
lengua.
—Porque tú has querido, te recuerdo que Tab te dio ayer la dirección y
cuando te contó que las camareras iban en patines, no dudaste en venir. —
Mi primo me lanza una mirada confusa acompañada de una pregunta muda.
—Joder, no sabía que era aquí donde trabajaba Asia.
—Pues lo dijo en clase —indica Sean—, cuando se presentó.
—¿Crees que me quedé con el nombre de la puta cafetería en la que
trabaja? —maldigo y me callo cuando veo que se aproxima. Genial, encima
es su zona.
—¿Qué vais a tomar? —pregunta ignorándome por completo y mirando
solo a mis amigos.
—Queremos que nos atienda otra camarera —espeto cabreado, ¿quién
se ha creído que es para ignorarme así?
—¿Disculpa? —Entorna los ojos con el mismo enfado y apoya las
manos en sus caderas. Ni mi primo ni mis amigos me contradicen, solo
observan la escena en silencio.
—Que quiero que me atienda otra camarera —repito sin apartar mis ojos
de los suyos.
—Eso no es posible, lo lamento. Si no quieres que te atienda yo, ahí
tienes la puerta. —La señala con el dedo y ahora se cruza de brazos, cambia
el peso de una pierna a otra y yo me controlo para no perder la paciencia,
nadie me habla así nunca, la gente me respeta, y no puedo permitir que me
deje en ridículo delante de mis amigos.
Me pongo en pie y me coloco a su lado, levanta la cabeza para clavar
sus ojos en los míos y no se acobarda. Miro a mi alrededor, necesito tener
una seria conversación con ella, pero no puedo apartarla a ninguna parte
porque esto está lleno de gente.
XIV
ASIA

La tensión en su mandíbula, unida a esos ojos que ahora mismo parecen


estar arrastrándome al infierno más abrasador, hacen que tenga que fingir
toda la seguridad que en realidad no poseo; no con él.
—¿Qué vas a tomar? —hablo muy cerca de su rostro.
—Que sea la última vez que me hablas así —murmura completamente
furioso, sé que no va a ponerme una mano encima, dudo que sea de esos,
pero soy consciente de que estoy llevándole a límite.
Estos días he podido comprobar que absolutamente todo el mundo le
respeta, profesores incluidos, así que no debe estar haciéndole ni pizca de
gracia que yo me enfrente así a él.
—Señorito Ivankov —digo, decidida a sacarle de sus casillas todo lo
que pueda, ¿a qué ha venido eso de pedir otra camarera? Si mi actitud con
él ha cambiado ha sido porque él solo se lo ha ganado a pulso—. No tengo
todo el día. Si no quiere usted tomar nada, solo dígalo y no me haga perder
más el tiempo. —Alzo la barbilla en un vano intento de acercarme un poco
a su altura.
Dante suelta una sonora carcajada, la cual solo dura dos segundos,
puesto que voltea el rostro hacia su primo, le dirige una mirada que solo
ellos entienden, vuelve a mirarme a mí y de pronto se agacha para cogerme
en brazos y echarme a su hombro.
—¿¡Te has vuelto loco!? —exclamo intentando que me suelte.
—No grites —dice mientras sus manos me sujetan por las piernas y se
aleja de la cafetería conmigo encima.
Voy a levantar la voz de nuevo, pero veo a mi jefe a lo lejos hablando
por teléfono, no puedo dejar que vea este espectáculo porque me echará, así
que me muerdo las mejillas por dentro para controlarme.
Dante sale a la calle y se aleja varios metros más sin soltarme, hasta que
escucho cómo abre una puerta y me sienta en su descapotable. La cierra
después y se agacha para apoyar los codos en ella, a mi lado.
—Me importa una mierda lo que opines de mí, no te conozco y por lo
que a mí respecta puedes hacer lo que te dé la gana con ese gilipollas.
—¡Eres un…!
—No he terminado. —Me interrumpe levantando un dedo—. Soy
consciente de que no sabes quién soy, por eso voy a pasar por alto todo este
numerito, pero que sea la última vez que se te ocurre hablarme así o
dejarme en ridículo delante de cualquiera. Si no te interesa que seamos
amigos, perfecto, pero el respeto es algo que nunca puede perderse, Asia.
Con nadie.
—Estás enfermo —espeto cerca de su rostro antes de empujarle para
poder abrir la puerta.
—Tú estás increíble con ese uniforme —dice antes de que le lance una
mirada de odio y me aleje patinando por la acera para regresar a la cafetería.
¿Cómo he podido ser tan idiota de fijarme en alguien como él?
Definitivamente las apariencias no engañan, parecía ser el típico chico
popular, de esos malos que Cami adora en sus libros, de los que es mejor
alejarse y, efectivamente, es todo lo que Dante representa aunque la última
semana no lo haya parecido.

DANTE

Decido que es mejor marcharme y no seguir tentando a la suerte, al


menos no hoy, pero pienso volver aquí más a menudo a partir de ahora.
Aparco entre los coches de mi padre y mi tía Sasha, y saludo a los
hombres de seguridad que pasean por el jardín de la entrada. Me quito la
chaqueta de la Trinity al subir las escaleras principales y la dejo colgada en
el perchero del hall.
—Has vuelto pronto —comenta mi padre cuando entro en el despecho.
—Ya, estoy cansado. ¿Qué haces? —Me acerco a él y me siento en una
esquina de la mesa.
—Repasando cuentas. —Alza la cabeza y entorna los ojos como cuando
está a punto de preguntarme algo—. ¿Tú te drogas?
—No, papá. —Miento.
—Voy a repetir la pregunta —dice y se recuesta en su silla—. ¿Te
drogas?
El sonido de unos tacones por el pasillo me indica que Sasha se está
aproximando, dudo que haya contado lo de La Cueva porque ella misma
nos dijo que no lo contásemos, pero tampoco me gusta mentir a mis padres.
—Solo fumo porros de vez en cuando —admito y él asiente.
—¿Nada más? ¿Has probado la cocaína?
—No.
—¿Y Gabi? —Giro la cabeza y me encuentro con la rubia arqueando
una ceja mientras se acerca hasta donde los dos nos encontramos.
—Que yo sepa, tampoco. Y no será porque no la tenemos cerca.
—Algún día tendrás que llevar toda la cocaína de la costa —recuerda
Hell—, ¿eres consciente de eso?
—Sí, papá, pero falta mucho para eso. Estás hecho un toro —bromeo
dándole un golpe en el hombro para quitar un poco de hierro al asunto.
—Mamá, ¿cuándo me van a llegar los zapatos nuevos? —inquiere Gabi
uniéndose a la conversación.
—Mañana, no seas pesada. —Mi tía pone los ojos en blanco y se aleja
cuando vuelve a sonarle el móvil. Es una mujer pegada a un teléfono y a
una pistola.
—Gabi, Hope me ha dicho que ya ha reservado el hotel para tu
cumpleaños, ha cerrado todas las reservas para ese día. —Le cuenta mi
padre.
—Ay, qué bien. —Celebra dando saltitos mientras desbloquea su móvil
y se aleja, seguramente para contárselo a sus amigas.
Mi familia tiene varios negocios legales para poder justificar la mayor
cantidad posible que ingresamos de forma ilegal.
Por un lado, está La Cueva, de la cual se ocupa solo Sasha, es una gran
fuente de ingresos porque las entradas son carísimas y todos los fines de
semana se llena.
Luego tenemos el hotel que hace muchos años papá le compró a un
italiano, lo lleva mi madre y es un negocio importante también porque las
habitaciones son bastante caras, especialmente las suites. Además, algunas
zonas se utilizan como tapadera para reuniones privadas entre bandas,
negociaciones ilegales entre políticos, banqueros, empresarios
importantes… etc., así cómo habitaciones especiales con entrada
independiente para todas esas personas que quieren acudir acompañadas de
mujeres y hombres… Bueno, digamos que no por sus esposas o maridos.
Por otro lado, la marca Ivankova es otro ingreso importante, tiene
tiendas en casi todo el mundo y las prendas, tanto de lencería como los
zapatos, no son precisamente baratos. A pesar de que solo Sasha es la que
trabaja en ese ámbito, comparte el dinero con toda la familia. Todos somos
uno, la unión y la lealtad es lo más importante que tenemos, son los valores
que siempre me han enseñado y por los que nos regimos todos los Ivankov.
Al margen de esos tres negocios o empresas, también tenemos la de
telecomunicaciones que sigue dirigiendo mi abuelo, y el concesionario de
coches de alta gama, de donde sacamos muchísima pasta.
Todos esos ingresos son repartidos y gestionados por mi madre. Creo
que Hope es una super mujer, sé que hay muchas cosas de su pasado que no
conozco y que ella no me contará nunca, y es precisamente por eso por lo
que estoy seguro de que ha debido de pasar por cosas tan fuertes que la han
convertido en la pedazo de mujer, de madre y de persona que es hoy en día;
capaz de manejar semejantes cantidades de dinero con discreción, elegancia
y siempre con una sonrisa por muy agotada que esté.
Ella se encarga de dividir los ingresos que tenemos con la droga, las
armas y demás negocios que no me gustan nada, y mezclarlos con los
ingresos legales para después ingresarlos en las diferentes cuentas de banco
que tenemos. Por supuesto, más de la mitad no va a parar al banco, sino a
paraísos fiscales en los que nadie pide explicaciones ni mete las narices.
Mamá trabaja junto a mi tío Nathan, cuyo trabajo es extorsionar a peces
gordos de entidades financieras, banqueros e incluso ciertas personas
pertenecientes al Senado y otros ámbitos políticos, además, obviamente, de
jueces y jefes de las principales comisarías; todo ello para que nos dejen en
paz y no se metan en nuestros asuntos. Si hay algo que he aprendido, por
muy triste que suene, es que todo el mundo tiene un precio, y más cuanto
tiene facturas que pagar y familia que mantener.
—Deberías practicar tu puntería, Dante. —Mi padre habla sin levantar
la cabeza de sus papeles y yo resoplo por su insistencia, no es la primera
vez que me lo dice esta semana.
—¿De verdad crees que me voy a ver envuelto en un tiroteo de casa al
instituto? —Reposo los brazos en la superficie de la mesa al mismo tiempo
que me agacho y busco su mirada.
—Los ataques siempre vienen cuando menos lo esperas, así que más te
vale estar preparado. Hay mucho en juego, ¿lo entiendes?
XV
ASIA

Voy tan absorta en repasar los apuntes de la próxima clase, ya que no


quiero volver a hacer el ridículo cuando el profesor me pregunte, que no me
doy cuenta de que Sabrina y sus abejas están a unos metros de mí hasta que
me pone la zancadilla y acabo cayendo de bruces al suelo.
—Parece que alguien tiene dos pies izquierdos. —Estalla en una
carcajada y luego retira su pelo hacia el lado derecho de su hombro
mientras me mira con la barbilla alzada.
Dante aparece junto a Kibo y sus amigos por el lado opuesto del pasillo,
su mandíbula se tensiona al verme en el suelo al mismo tiempo que se
detiene junto a Sabrina y le dedica una mirada seria mientras ella le
devuelve una llena de orgullo, acompañada por una sonrisa traviesa. Recojo
la mochila para volver a echármela en el hombro, a la vez que alargo el
brazo en busca de mi estuche, me pongo en pie y, cuando levanto la cabeza,
Dante ya no está.
—¿Algo que decir? —cuestiona Sabrina cuando me posiciono frente a
ella. Mi nariz se hincha debido a la bocanada de aire que expulso, pero me
muerdo la lengua, rodeo su grupito de harpías y entro en el aula.
Realmente no tendría ningún problema en partirle la cara, pero sé cómo
terminaría esto, lo he visto muchas veces en las películas. Lo más probable
es que Sabrina se hiciese la víctima cuando le rompiese la nariz —porque
eso sería lo mínimo—, y correría al despacho del director para acusarme de
agresión, algo totalmente prohibido en esta institución. Ella lleva aquí toda
la vida y sus padres son dueños de una importante multinacional, están
bañados en dinero; yo, en cambio, acabo de llegar, soy becada y no me
conoce nadie. ¿Adivinamos a quién expulsarían?
Camino hasta mi pupitre y me siento, apoyo los codos en la mesa y
observo la clase con atención, todo es tan típico que resulta insultante.
Cuando decidí venir a Nueva York, reconozco que tenía la esperanza de
vivir algún tipo de aventura, desde luego algo más que conocer a un grupito
de niños y niñas adineradas que se creen los reyes y reinas del universo.
Resulta decepcionante ver cómo Dante juega con la pelota de rugby entre
sus dedos, apoyado de forma desenfadada en su silla mientras comenta
alguna jugada con sus amigos, los cuales están apoyados en las mesas; y,
por otro lado, a las abejitas zumbonas charlando sobre maquillaje mientras
se critican las unas a las otras por tener más grasa de la “adecuada” para una
cheerleader.
Patético. Cómo se nota que no han tenido que trabajar ni un solo día
para ganarse unos dólares con los que llenar la nevera, sus problemas son
tan insignificantes para mí, que no podría sentirme más fuera de lugar.

El timbre suena después de que el profesor nos junte en parejas para un


trabajo sobre la colonización de los Estados Unidos, ¿con quién me ha
tocado?
—A mi casa no podemos ir, así que vamos a la tuya. —Dante se
aproxima con desinterés y apoya los puños sobre mi pupitre.
—¿Qué te hace pensar que voy a dejarte venir a mi casa?
—Pues tú dirás dónde quieres que hagamos el trabajo.
—Existen unos edificios especiales llenos de libros y mesas, en los
cuales se acude a estudiar y a…
—Las bibliotecas me dan alergia. —Suelta una bocanada de aire, como
si le estuviese aburriendo.
—Pues vamos al parque —espeto igual de cansada.
Desciende la vista y rodea mi móvil con su mano, lo levanta y me lo
coloca frente a la cara para que lo desbloquee, frunzo el ceño y lo hago para
ver lo que busca.
—¿Puedo saber qué haces? —pregunto mientras teclea varios segundos
antes de devolvérmelo.
—Ya tienes mi número, mándame la dirección de tu casa y nos vemos
en dos horas.
—Te he dicho… —Cierro la boca y aprieto los labios con rabia cuando
se aleja y sale por la puerta del aula junto a su primo.

DANTE
Cierro mi taquilla y me apoyo en ella para escuchar cómo Sabrina
despotrica sobre algunas chicas, hasta que llega el turno de Asia. Niego con
la cabeza y la apoyo en el metal azul mientras cierro los ojos para llenarme
de paciencia.
Odio ver cómo la acosa cada puto día, cómo le hace la vida imposible y
ella no se defiende. No sé si no lo hace porque en realidad es así y no es
capaz de plantarle cara, o por miedo a las represalias que la de pelo rizado
pueda tomar, como acusarla de agresión y provocar que pierda su beca.
Por otro lado, yo no puedo meterme porque… Simplemente porque no
puedo, joder. Llevo en la Trinity desde que tengo memoria y, a pesar de que
mi familia sea la que es, me ha costado ganarme el respeto de la gente por
mí mismo. Podría haber sido un marginado que se aísla y camina por los
pasillos con una sudadera y la capucha puesta, pero no, decidí honrar a mi
apellido y hacerme notar. No sé lo que haría mi padre en mi lugar, pero las
cosas no son ahora como cuando él era joven, ahora, y aquí, aprovechan
cada mínimo desliz para hacerte la cruz y mandarte al otro pasillo. Y no
puedo permitirme que eso suceda.
—¿Por qué la has tomado con ella? —pregunto a Sabrina con desinterés
a la vez que cruzo los brazos sobre mi pecho.
Ella hace una pompa con el chicle que lleva en la boca y apoya una
mano en mi hombro con confianza.
—¿Tú la has visto bien? —Ríe y señala hacia la puerta del aula, de la
que ahora está saliendo—. No podría haberme tocado una mejor.
Se dispone a ir hacia ella, pero, por algún motivo, rodeo su muñeca y la
detengo. Me mira desconcertada y frunce el ceño, momento que Asia
aprovecha para apresurarse y doblar la esquina del pasillo hacia la salida.
La pobre no ha parado ni en su taquilla para dejar los libros.
—¿A qué ha venido eso?
—Es que te pasas, ¿no crees? —Pongo los ojos en blanco para restarle
importancia.
—No lo creo, no. Verás cuando se entere de lo que le tengo preparado
para el baile de otoño. —Intercambia una mirada con sus amigas y todas
sonríen con malicia.
—¿Qué vas a hacerle?
—Ya lo verás. —Me lanza un beso y guiña su ojo derecho antes de
darse la vuelta para alejarse dando saltitos con su uniforme junto a sus
abejillas.
—Ven un momento conmigo —pido tirando de su mano hacia un pasillo
más desierto.
—Estabas tardando. —Ronronea con una sonrisa coqueta mientras me
empuja contra la pared.
—No. —Coloco una mano en pecho para alejarla—. No te hagas
ilusiones.
—¿Qué es lo que quieres entonces? —Entorna los ojos un tanto perdida
y mira a ambos lados, nos hemos quedado solos. Es la última hora y los
alumnos ya están abandonando la institución.
—Quiero que dejes en paz a Asia.
Una perturbada sonrisa crece lentamente en su rostro, como si estuviese
descubriendo un enorme secreto que se hallaba oculto en lo más profundo
del océano hasta ahora.
—Eso no va a salirte barato, cielo. —Se cruza de brazos y cambia su
peso de pierna.
—¿Qué quieres?
—Que vengas al baile conmigo.
Cierro los ojos por saber que eso sería su precio, lleva queriendo que la
acompañe al baile desde hace tres años. Dice que el capitán del equipo debe
ir con la capitana de las animadoras, algo que me parece absurdo y
estúpido; además de que el año pasado yo estaba con Mackie, así que no le
di ni opción. Sin embargo, sé que si quiero que Asia tenga un curso escolar
lo más normal posible, aunque la relación entre nosotros sea imposible, no
me queda otra que aceptar.
—De acuerdo, pero no quiero que vuelvas a hacerle ni una sola putada
más. —La advierto con el dedo y doy un paso adelante para acercarme más.
—Una pequeñita de vez en cuando. —Dibuja una sonrisa angelical, si es
que eso es posible, y luego estalla en una carcajada al ver que a mí no me
ha hecho gracia—. Estás loco por ella, eh. —Niega con la cabeza y
chasquea la lengua—. Qué decepción y qué desperdicio.
—Una cosa más. —La detengo cuando va a girarse—. Que nadie se
entere de esto, ¿me has entendido? —La miro a los ojos con seriedad,
asiente y la suelto—. Si vuelves a molestarla o hablas de esto con alguien,
puedo asegurarte que le contaré a todo el jodido instituto que tu madre…
—¡Que sí! —exclama mirando nerviosa hacia los lados antes de que
pueda recordarle que su querida y fiel madre, no es lo que aparenta ser.
Observo cómo me lanza una mirada de odio antes de darse la vuelta
sobre sus zapatillas deportivas, y me quedo apoyado algunos segundos más
en la pared, sin saber bien por qué acabo de hacer esto, hasta que mi móvil
vibra en el bolsillo de mi cazadora del equipo.
XVI
ASIA

Apoyo los pies en el sofá, y recojo las piernas mientras coloco las
manos entre ellas y jugueteo con el móvil entre mis dedos. La pantalla
refleja el nombre de Dante en un mensaje abierto que aún no he mandado,
me da rabia que se vaya a salir con la suya, pero, a diferencia de él, yo no
puedo permitirme suspender el trabajo.
Sin dudarlo más, pulso en «enviar» y echo la cabeza hacia atrás a la vez
que dejo escapar un sonoro suspiro. La puerta suena poco después, así que
me acomodo la sudadera de andar por casa —no pienso arreglarme ni lo
más mínimo por él—, y arrastro los pies sobre la moqueta.
—Nino —digo sorprendida porque no lo esperaba, pensaba que sería
Dante.
—¿Te pillo en mal momento? —Frunce el ceño por mi expresión y me
apresuro a negar con la cabeza.
—Claro que no, pasa. —Dejo que él cierre la puerta y me siento en una
banqueta para mirarle y dedicarle una sonrisa.
—¿Cómo ha ido el día? Hoy hemos salido antes, teníamos algunos
asuntos que atender. —Frota sus manos mientras camina y me lanza una
mirada de soslayo.
—Ha ido bien, como todos los días, ya sabes. —Me encojo de hombros
sin darle importancia al episodio con Sabrina—. ¿Y vosotros? ¿Todo bien
con ese misterioso asunto? —Sonrío a modo de broma y me levanto para
rodear el sofá y que ambos nos sentemos en él.
—Todo bien.
—¿Podrías… darme más detalles? —Vuelvo a sonreír, esta vez tratando
de parecer inocente—. Perdona mi lado curioso, pero es que siempre te
surgen asuntos e imprevistos y bueno, no puedo evitar preguntar.
—No es nada importante, temas familiares —habla sin cambiar mucho
la expresión.
—Pensaba que Fio y tú estabais solos aquí, que vuestros padres se
quedaron en Italia.
—Así es, pero tuvimos que arreglar un tema de dinero para pagar el
semestre.
—Comprendo. —Asiento con la cabeza y decido no insistir, no soy
imbécil, sé que ambos me ocultan algo, pero no voy a interrogarlo al
respecto.
Picamos algo y vemos diferentes cosas durante un rato, charlando sobre
nuestra serie preferida y riendo al imaginar lo que sucederá en el siguiente
capítulo. Habrá pasado hora y media cuando la puerta vuelve a sonar, todo
mi cuerpo se tensa de inmediato al recordar que le he mandado mi dirección
a Dante y que, muy posiblemente, sea él.
—¿Esperas a alguien? —Nino pasa de canal apretando los botones del
mando a distancia de modo distraído, sin retirar la mirada de la pantalla.
—Pues… de hecho, sí. —Maldigo interiormente por no haberme dado
cuenta de la hora que es—. Había quedado con Dante para hacer un trabajo,
nos ha tocado juntos.
Mi vecino se estira notablemente, sus hombros se elevan casi de forma
imperceptible y puedo ver cómo su perfil dibuja la marca de su mandíbula
cuando la tensa.
—¿Dante Ivankov? —pregunta al mismo tiempo que se levanta y yo
camino hacia la puerta cuando el timbre vuelve a sonar.
—Lo siento, no me he dado cuenta de la hora. —Me disculpo también
con la mirada y abro sin más remedio.
El rubio ni siquiera posa la vista en mí, directamente lo hace en Nino
que se encuentra un par de metro por detrás, y su rostro adquiere la misma
expresión que la de él.
—Os dejo trabajar —dice el italiano encaminándose hacia la puerta, en
la que todavía se encuentra Dante.
—Después hablamos —murmuro sin saber dónde meterme, odio
haberles puesto en esta situación. Bueno, a Nino, el otro me da exactamente
igual cómo pueda sentirse.
Hago un gesto para que Dante entre en el apartamento y, así, se aparte
de la puerta y Nino pueda salir. Siento que transcurren unos eternos minutos
hasta que eso sucede, aunque no sean más de tres o cuatro segundos.
Ninguno aparta la vista del otro hasta que la madera se interpone entre
ellos, entonces, la puerta de enfrente suena cuando Nino la cierra, y Dante
me dirige una mirada desconcertada.
—¿Sois vecinos?

DANTE

Asia separa su mirada de la mía y camina para cerrar la puerta de su


apartamento, a continuación gira sobre sus propios pies y se cruza de brazos
arqueando una ceja.
—Te he hecho una pregunta.
—Cuya respuesta es más que obvia si das por hecho que acaba de entrar
en la casa de enfrente.
Pasa por mi lado mirándome de reojo y yo lleno mis pulmones de aire
para hacer acopio de paciencia.
—¿Por qué me hablas así? ¿Puedo saber qué te he hecho para este odio
tan repentino? Hace un par de semanas todo estaba bien —La sigo cuando
se sienta en el sofá para imitarla, aunque guardando cierta distancia.
Dejo la mochila en el suelo y apoyo los codos en las rodillas mientras
doy un vistazo alrededor, observando lo diminuto que es este lugar.
—¿Qué me has hecho? —Suelta una carcajada cargada de sarcasmo y
tuerce su cuerpo ligeramente hacia mí—. Veamos, ¿te parece poco echarme
sobre tu hombro igual que si fuese un saco de patatas? O ¿creerte con el
derecho de decirme con quién debo o no relacionarme cuando tú y yo no
somos nada?
—Siento haberte sacado así de la cafetería —digo sin avergonzarme, sé
que no fueron las mejores formas. Se remueve un tanto incómoda, pero no
dice nada al respecto, imagino que no se esperaba una disculpa por mi parte
—. Sé que no es excusa, pero digamos que uno de mis defectos es la
impulsividad desmedida.
—¿Y lo de Nino? ¿A qué vino eso?
—Prefiero no hablar sobre él, yo te di una advertencia. —La miro con
seriedad, este tema no me gusta nada—. Queda en tu mano si aceptarla o
no.
—Pero lo dirías por algo, o ¿es que acaso son simples celos? —Su ceja
se eleva lentamente y yo tengo que mover la cabeza para que no vea la
sonrisa que dibujan mis labios. A pesar de todo, no puedo negarme a mí
mismo que esta chica me provoca demasiadas cosas, cada una mejor que la
anterior.
—Te aseguro, Asia, que si quisiera hacer que te olvides de ese imbécil,
no podrías hacer nada por evitarlo.
—Vaya, veo que la falta de humildad es tu segundo defecto.
Sostengo su mirada unos segundos, igual que si estuviésemos librando
una lucha interna por ver quién aguanta más sin abalanzarse sobre los labios
del otro. Pero, entonces, se aclara la garganta y gira el rostro al ver que no
voy a contestar nada a su provocación, porque lo que en realidad me
provoca es toda ella.
—Creo que lo mejor sería dividir el trabajo para no tener que hacerlo
todo juntos —comenta al mismo tiempo que deja su libro y cuaderno de
historia sobre la mesita baja que hay entre el sofá y la televisión.
—Pues yo creo que deberíamos hacerlo juntos, no sé cómo trabajas y no
me apetece que me pongan una mala nota por tu culpa —hablo mientras
abro el libro en busca del tema que estamos dando ahora, veo que me mira
con incredulidad ante lo que acabo de decir, así que giro el rostro
ligeramente—. ¿Qué? ¿Quieres una foto? Sé que la pegarías en el cabecero
de tu cama para verla todas las noches antes de irte a dormir —bromeo sin
evitar una sonrisa curvada y provocando que ella también se eche a reír.
—Madre mía, desafías las leyes de la matemática, no entiendo cómo
tanto ego cabe en un solo cuerpo.
—Si a ti te cabe tanta belleza, ¿por qué no puede caberme a mí tanto
ego?
—No intentes comprarme con palabras bonitas.
—No necesito comprarte, tú sola vendrás a mí cuando te des cuenta de
que ese cabrón de enfrente no es lo que aparenta. Yo puedo ser un creído,
un idiota, un egocéntrico, y todo lo que tú quieras llamarme, pero al menos
voy de frente.
—¿Qué narices significa eso, Dante? —Deja el cuaderno en la mesa y
me hace un gesto con la mano para que le explique mi comentario, pero eso
es algo de lo que no puedo hablar con ella. Es la única parte de mi vida que
no puedo compartir.
—Nada, simplemente que no es quien tú piensas o quien él te muestra,
Niniano de Luca y su hermana tienen muchas cosas que estoy seguro de que
no te gustarían. —Chasqueo la lengua y me maldigo por haber hablado más
de la cuenta, no sé por qué no soy capaz de cerrar la jodida boca.
—¿Y tú cómo lo sabes? ¿Los conoces de antes?
—Deja de hacerme preguntas, he venido a hacer el trabajo. Podemos
entretenernos de muchas otras formas si es lo que quieres —sugiero sin
privarme de echar un vistazo a sus piernas cuando las cruza—, pero no voy
a hablar de esa familia.
—No puedes dejarme con la miel en los labios —protesta mientras
frunce el ceño.
—Puedo quitártela si quieres. —Me acerco a ella un poco más, y el beso
que nos dimos en La Cueva vuelve a mi mente como tantas otras veces
desde que la conozco.
Ella se aproxima algunas centímetros más, mi boca casi está sobre la
suya, pero entonces arrastra los labios por mi mejilla hasta alcanzar mi oreja
y puedo sentir su aliento caliente sobre ella.
—Me rechazaste un beso hace meses, así que no creas que tendrás otra
oportunidad. Hay trenes que solo pasan una vez en la vida.
XVII
DANTE

Ladeo la sonrisa porque con su rechazo solo ha conseguido que mi


deseo por alcanzar sus labios aumente.
Decido dejar de jugar y ponerme a trabajar en serio porque no puedo
suspender, y sé que ella tampoco, se juega la beca y no me perdonaría que
la perdiese por algo como esto. Nos encargamos de diferentes puntos cada
uno, intercambiamos miradas de reojo y puedo ver cómo se muerde la
mejilla por dentro para evitar sonreír. ¿Acaso le divierte la situación?
Porque a mí sí, aunque me divertiría mucho más si pudiese saciar mi sed de
ella.
—Bueno, mañana podemos seguir, se ha hecho un poco tarde. —Asia
cierra el cuaderno y se recuesta en el sofá para estirar los brazos.
—¿Tarde? —Miro mi reloj de muñeca, los fluorescentes del techo
reflejan un brillo en la esfera de oro—. Solo son las seis.
—Por eso, no me gusta cenar después de las siete, luego no duermo bien
—dice poniéndose de pie, como una invitación para que la imite y me
marche.
—¿Puedo invitarte a cenar entonces? —pregunto al mismo tiempo que
guardo las cosas en mi mochila.
—No.
—¿No? ¿Así, sin más? —Arqueo una ceja y ella suspira.
—¿Por qué quieres invitarme a cenar, Dante? —Cruza los brazos sobre
su pecho.
—Porque sí, ¿tiene que haber un motivo? Empezamos con muy buen
pie, y las cosas se han torcido por mi culpa. Deja que te compense —indico
y le ofrezco mi mano—. ¿Tregua?
Se lo piensa varios segundos, incluso estoy convencido de que los alarga
para hacerme exasperar; mi mano se mantiene extendida esperando ser
estrechada por la suya, hasta que finalmente lo hace.
—Está bien, pero no voy a ir a cenar contigo a ningún sitio de esos en
los que te cobran hasta por retirarte la silla.
—Me parece bien, conozco otro que podría gustarte.
—Vale, dame un par de minutos, voy a ponerme algo decente. —Señala
su atuendo y yo asiento, aunque está preciosa con esa sudadera oversize y
las mallas negras, dudo que la dejasen entras así en el restaurante.
Aprovecho que me quedo solo para ojear un poco más el salón, el cual
solo tiene un sofá de tres plazas, la mesita baja y un televisor de tamaño
estándar. Al lado de la puerta de entrada de la calle, hay una barra de
cocina, para separar un poco ambas estancias en una cocina americana. Las
dos únicas puertas que hay aparte de esa, es la de su habitación y la de lo
que imagino será el cuarto de baño. Supongo que no debe ser sencillo para
ella pagar este apartamento, por muy pequeño que sea, la admiro por eso,
por ganar su propio dinero y administrarse.
—Ya estoy. —Escucho a mi espalda, así que me giro para comprobar
que se ha puesto unos pantalones negros, acompañado de una camisa
abotonada azul y una chaqueta de lana por encima.
—Estupendo, pues vamos. —Me reprimo de piropearla porque no
quiero que piense que soy un pesado o que mis palabras están vacías. Hay
gente que piensa que cuando repites muchas veces algo, deja de tener
sentido.
Salimos a la calle y caminamos uno al lado del otro, ella un par de pasos
rezagada por ir tecleando en su teléfono. La guío hasta una calle trasera
donde he dejado mi moto, puesto que no me atrevía a dejarla en la zona
delantera, digamos que este barrio no es muy seguro… Asia mira la moto
con desagrado, pero no hace comentarios al respecto, así que yo tampoco.
Estoy ya montado cuando un coche negro se detiene a varios metros por
detrás de nosotros, tiene espacio de sobra para pasar, pero no se mueve.
—Asía, súbete a la moto —pido sin dejar de mirarlo con el ceño
fruncido.
—Espero que ese restaurante no esté muy lejos —comenta ajena a mi
preocupación cuando una fuerte lluvia comienza a caer sobre nosotros.
Coloca una pierna a cada lado y yo arranco a la vez que veo cómo una
de las ventanillas baja con lentitud, una mano sale por ella y el arma que la
acompaña nos apunta.
—¡Agárrate fuerte! —grito antes de acelerar.
El primer disparo pasa rozándome el brazo, Asia se agacha contra mi
espalda y da un grito tan alto que me provoca cerrar los ojos un segundo.
—¡Nos están disparando! —exclama entre atónita y acojonada.
—¡No te sueltes y esconde la cabeza! —Doy un brusco giro para
incorporarme a la calle principal y escucho cómo el coche derrapa a nuestra
espalda para seguirnos.
Los dedos de mi acompañante se clavan a mis costados y sus brazos me
asfixian por el agarre tan fuerte. Conduzco todo lo rápido que puedo hasta
que una grúa corta la carretera y me veo obligado a esquivarla, invado el
carril contrario y siento cómo pierdo el control de la moto al resbalar con el
cemento mojado. Caemos al suelo y nos desplazamos violentamente hasta
un descampado de tierra embarrada, las pequeñas piedras abren la carne de
mi pierna izquierda, una rebota en mi ceja y puedo notar cómo se me abre
el labio. Entonces mis manos sueltan el manillar y mi cuerpo sale despedido
varios metros, frenando solo después de dar varias vueltas sobre mí mismo.

ASIA

Cierro los ojos con fuerza para no ver el impacto, el pantalón se


desgarra en la zona de mi muslo cuando nos arrastramos con agresividad
hasta que la moto choca con una farola y nos frena. La cabeza me da
vueltas y me siento muy confundida, alguien nos estaba disparando y de
pronto… No sé qué ha pasado, había una grúa y mucha lluvia, creo que…
—Asía —balbucea Dante a unos metros, alejado de la moto de la cual
ha salido disparado. Muevo la cabeza muy despacio hacia él, y veo el terror
en sus ojos mirando por encima de mí, hacia mi espalda.
De pronto unas manos fuerte me levantan del suelo y un grito
desgarrador sale de mi garganta por el dolor que me produce. La lluvia no
deja de caer sobre mi rostro, impidiéndome ver con claridad, tengo las
manos magulladas y toda la ropa manchada de barro.
—¡Dante! —grito en un acto desesperado.
—¡No la toquéis! —Se pone de pie con dificultad y trata de venir hacia
mí, pero entonces dos hombres pasan por mis costados y lo sujetan. Uno lo
agarra por detrás mientras el otro le da un fuerte golpe en el estómago.
La sangre que le ha provocado en el accidente cae de su ceja y labio al
suelo, mezclándose con los charcos de agua y fango que empapan el
descampado en el que estamos.
—¡Soltadle! —Intento liberarme, pero me encuentro muy mareada,
apenas tengo fuerza.
—Asia. —Mi nombre sale de entre sus labios en un tono tan bajo que
percibo cómo él también está igual de malherido que yo.
—Metedlos en el coche. —Una voz que conozco muy bien suena a mi
espalda, y siento cómo todo mi mundo se viene abajo.
XVIII
ASIA

Una bolsa negra cubre mi cabeza antes de arrastrarme en contra mi


voluntad hacia el maletero del coche en el que imagino que nos seguían.
Intento mantener la cabeza fría y no decir nada sin haberlo pensado antes
porque, al parecer, las cosas son muy diferentes a como yo imaginaba.
—¡Deja de resistirte! —exclaman desde fuera antes de lanzar otro
cuerpo contra mí, el cual acaba a mi espalda.
Cierran el maletero y yo levanto las manos para quitarme la bolsa de la
cara, giro el cuerpo para colocarme boca arriba y hago lo mismo con la de
Dante, ya que a él sí le han atado las manos.
—¿Estás bien? —pregunto en cuanto mis ojos se encuentran con los
suyos.
—Lo siento muchísimo, Asia. —Niega con la cabeza y deja escapar un
gruñido frustrado mientras da una patada a un costado del maletero en el
que nos encontramos.
Llevo los dedos hasta su ceja e intento limpiar la sangre, pero me doy
cuenta de que estoy llena de barro, así que miro a mi alrededor en busca de
algo limpio, hallando una sábana blanca que prefiero no pensar ahora
mismo en cuál es su cometido.
—Cierra los ojos. —Le pido, pero no lo hace, solo se mantiene
mirándome mientras yo limpio la herida de su ceja y la de su labio. El
muslo me arde y sé que se va a infectar, pero es como si estuviese en una
especie de trance, no consigo unir una idea con otra.
—¿No vas a preguntarme nada? —Levanta sus manos unidas para
quitarme la sábana y limpiarme ahora él mis heridas.
—No sabría ni por dónde empezar. —Niego con la cabeza—. Ese… él
era-era Nino.
—Sí. —Asiente sin sorpresa alguna en su voz.
—¿Quién es? ¿Por qué está haciendo esto?
—Prometo que voy a contártelo todo. Ya no me queda más remedio —
dice esto último casi para sí mismo—. Pero ahora necesito pensar, tenemos
que salir de aquí.
—Vale, ¿cómo vamos a hacerlo?
—Mete la mano en el bolsillo trasero de mis vaqueros y dame la navaja
que tengo.
—Voy. —Ladea su cuerpo hacia mí para darme acceso y la saco en
cuanto mis dedos la rozan.
—Ahora ábrela y corta la brida —pide poniendo las manos frente a mí
—, cuidado.
Hago fuerza y consigo hacerlo con facilidad, en cuanto sus manos
quedan liberadas extiende los brazos hacia mí y me envuelve con ellos. Me
quedo petrificada durante algunos segundos, pero en seguida consigo
sentirme ligeramente reconfortada. A pesar de la situación.
—Te juro por Dios que no voy a dejar que te pongan una puta mano
encima. —Sus labios se mueven pegados a mi frente mientras habla, y
puedo notar el absoluto convencimiento en sus palabras.
—¿Conocías a Nino de antes? —pregunto mientras me separo algunos
centímetros, aunque aún muy cerca de su rostro.
—No, pero sé quien es. Te dije que no era bueno para ti y no mentía,
Asia —habla con lástima y resignación—. Aunque la verdad es que yo
tampoco lo soy. Siento mucho que esto haya pasado, claramente venían solo
a por mí, tú no tienes nada que ver.
—¿Soy un daño colateral?
—Por desgracia.
—¿Quién eres Dante? ¿Qué está pasando?
—No es fácil de explicar.
—Estoy encerrada contigo en un maletero, creo que merezco que lo
intentes.
Una bocanada de aire se escapa de entre sus labios, y el olor al chicle de
hierbabuena que tenía en la boca llega hasta mí. Va a hablar cuando el
coche se detiene de pronto con un frenazo brusco que hace que nos
juntemos aún más. Dirijo una mirada alarmada al rubio que tengo delante y
él sujeta mis manos, las lleva hasta sus labios y deposita un beso en mis
dedos.
—No te harán daño. —Me promete antes de que escuchemos pasos
aproximándose.
—Venga, fuera —habla un hombre tras abrir el maletero. Tira de mí
para sacarme, y no me resisto porque sé que entonces será peor.
Veo que Dante sale por su propio pie cuando le apuntan con una pistola,
estamos en una especie de garaje enorme, oscuro y frío. Los dientes me
castañean por lo helada que estoy, el agua de toda la ropa y de mi pelo gotea
en el suelo, creando un charco a mi alrededor. Apenas me mantengo en pie
por lo que me arde el muslo, no quiero ni mirar el aspecto que debe tener.

DANTE

De acuerdo, son cuatro y yo solo uno, desarmado y herido. ¿Qué podría


salir mal? Maldita sea, debí aceptar el arma de mi padre cuando me la
ofreció esta mañana. Sin embargo, no me pareció buena idea acudir al
instituto con una jodida pistola.
—A ella lleváosla abajo, él se queda. —La sangre de todo mi organismo
entra en ebullición cuando Niniano De Luca se aproxima, su semblante está
serio y una 9mm descansa entre sus dedos.
—Nino. —Asia rompe a llorar igual que un vidriera de colores
haciéndose pedazos—. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es todo esto?
—No es nada personal, nunca debiste relacionarte con él —contesta sin
emoción alguna en su voz.
—Deja que nos vayamos —solloza, y yo solo tiemblo de rabia al ver lo
magullada y malherida que se encuentra, completamente empapada y
cubierta de barro, por no mencionar la enorme herida de su muslo, que le
dejará una notable cicatriz—. Sea lo que sea, podemos arreglarlo de otro
modo, esto no es necesario.
—Niniano, ella no tiene nada que ver con esto, suéltala —exijo dando
un paso hacia él, pero freno cuando siento el cañón de un arma en mi nuca.
—Eso deberías haberlo pensado antes de involucrarla.
—¡Tú la has involucrado, jodido cabrón! —Me olvido de la pistola
porque dudo que vaya a matarme, ya lo habría hecho, y ando con decisión
hacia él.
Dos manos me detienen de golpe por detrás y él me asesta dos
puñetazos, uno en las costillas y otro en la cara, como si se estuviese
desfogando por no haber podido dármelos antes.
—¡Basta ya! —suplica Asia sin dejar de llorar—. ¿¡Qué es lo que
quieres!?
—Lleváosla —repite él sin siquiera mirarla.
—No se te ocurra hacerla daño. —Le advierto clavando mi mirada en la
suya.
—¡Dante!
Patalea con fuerza mientras un hombre la levanta en el aire y camina
marcha atrás con ella. Tensiono los brazos y lleno mis pulmones de aire,
cuento hasta tres en mi cabeza y entonces muevo los brazos con violencia
de repente, para conseguir soltarme sin que se lo esperen. Como cuando
retiras el mantel de una mesa que está llena de platos y cubiertos, y estos se
mantienen intactos.
Los hombres miran a Nino desconcertados y, en una fracción de
segundo, le doy un patada en la pierna para que pierda el equilibrio y caiga
al suelo, aprovecho para sujetar con fuerza su muñeca y la levanto al mismo
tiempo que su dedo aprieta el gatillo. Recuerdo el día exacto en el que mi
padre me enseñó este movimiento.
—¡No os mováis! —ordeno después de haberle arrebatado el arma—. Si
movéis un puto dedo os juro que le reviento los sesos —amenazo a los tipos
mientras apunto a Nino, el cual se encuentra furioso y con las aletas de su
nariz en movimiento por la velocidad en la que está respirando—. Suéltala.
—Señalo a Asia con la cabeza y ella corre hasta mí cojeando cuando el
hombre la libera.
Camino marcha atrás sin bajar el arma, hacia el coche en el que nos han
traído.
—¿Sabes conducir? —pregunto a mi unicornio malherido.
—Sí. —Capta el mensaje enseguida porque rodea el vehículo y se sube,
lo pone en marcha y espera a que yo esté montado antes de acelerar a
fondo. Las ruedas chirrían en el suelo del garaje y sale humo de ellas,
mientras yo sigo asomado por la ventana sin dejar de apuntar a los cinco
hombres que ahora nos observan cargados de odio y venganza.
Me siento por fin cuando ya nos hemos incorporado a la carretera,
reviso por el espejo retrovisor que no nos sigan, y giro el rostro hacia Asia.
Ella no dice nada, mantiene la vista al frente cuando me inclino para coger
el cinturón de seguridad y tirar de él para ponérselo.
—Gracias —musita casi sin voz.
Hago lo propio con el mío y después observo el arma aún entre mis
manos, el dedo me tiembla ligeramente sobre el gatillo, creo que en una
mezcla de rabia y miedo por ser la primera situación real a la que he tenido
que enfrentarme.
—¿Hacia donde voy? —Su voz me saca de mis pensamientos.
—Gira a la izquierda ahí delante y después incorpórate en la 77.
Asiente y yo la guío hasta el «Koroleva Brilliantov», nuestro hotel.
Decido ir allí porque no quiero meter a Asia en mi casa, no quiero
involucrarla en toda esta mierda más de lo necesario, y tampoco podemos ir
a la suya, no ahora sabiendo que su puto vecino ha estado a punto de
matarnos.
—¿Sigues teniendo tu teléfono? —Le pregunto después de hacer que se
detenga en la puerta trasera del hotel, en la zona por la que accede la gente
que no quiere ser vista en compañías inadecuadas.
—Sí, pero no sé si funcionará —dice mientras se levanta hacia un lado
para sacarlo del bolsillo de su trasero.
—Como esté igual que el mío. —Niego con la cabeza al recordar cómo
ha salido disparado de mis vaqueros cuando esos cabrones me han
arrastrado.
—Funciona —comunica tras desbloquearlo y entregármelo.
—Bien, dame un momento. —Marco el primer número que viene a mi
mente y aguardo con el móvil pegado en la oreja.
—¿Quién es? —contesta enseguida.
—Sasha, necesito tu ayuda.
—¿Dante?
—Sí, escúchame, no tengo mucho tiempo. Llama al hotel y di que me
abran la puerta de Montecarlo, estoy aquí fuera en un coche negro.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
—Tía, por favor.
—¿Gabi está bien? ¿Está contigo?
—Está bien, no está aquí.
—De acuerdo, ahora mismo llamo, y en una hora estoy ahí. Tengo una
puta reunión que no puedo anular, pero si…
—Estoy bien, te lo juro. No te preocupes y no le cuentes nada de esto a
nadie, después te lo explico.
—Vale, hasta luego.
—Adiós.
Apoyo la cabeza en el respaldo y dejo escapar el aire que no sabía que
había contenido, giro el rostro un poco y me encuentro con la mirada de
Asia clavada en mis manos ensangrentadas y manchadas de lodo, en una de
ellas, la pistola, y en la otra, su teléfono.
Veo cómo alguien del equipo de trabajo se acerca, me reconoce en
cuanto me ve y sus ojos se entornan en una pregunta muda. Bajo la
ventanilla y le doy las gracias cuando me entrega el mando del garaje
individual con acceso directo a la habitación, me dedica un asentimiento de
cabeza y se aleja sin hacer comentario alguno.
—Vamos —digo tras apretar el botón y ver cómo la puerta metálica se
va abriendo despacio hacia arriba.
Asia traga saliva y acelera despacio hasta estar dentro por completo,
entonces detiene el vehículo y me mira sin saber qué hacer. Yo salgo y lo
rodeo para ayudarla a salir, la pierna me duele horrores, pero yo soy el
culpable de todo esto, así que ella es mi prioridad.
—Es aquí mismo —indico mientras paso su brazo por detrás de mi
cuello y rodeo su cintura para que se apoye en mí.
Une sus labios con fuerza y cierra los ojos, imagino que para reprimir un
jadeo de dolor cuando tiene que subir un escalón. Coloco la tarjeta en el
lector y giro la manilla cuando se enciende la luz verde, la empujo con la
mano y hago que los dos entremos despacio.
La suite Montecarlo es una de las mejores del hotel, por eso sabía que
seguramente estaría vacía. Suele reservarse para altos cargos y gente muy
importante, así que lo más probable era que no hubiera nadie ahora.
—Vamos, siéntate. —La acompaño hasta el borde de la cama y ella
estira la pierna herida cuando su trasero toca el colchón.
Sus manos agarran con fuerza el edredón al ver por fin el estado de la
herida, tiene parte de la piel levantada, hay zonas en carne viva y la mezcla
de sangre con barro no ayuda a que el aspecto sea menos alarmante.
—La tuya está igual —dice entonces, al ver que estoy mirándola.
—La mía no importa, voy a encender el agua de la ducha para que se
caliente y puedas lavarte. En una hora vendrá mi tía y podremos solucionar
todo esto.
No dice nada, así que me alejo por el pasillo y accedo al enorme cuarto
de baño, tiene un jacuzzi empotrado en forma de semi triángulo, y luego
una ducha que va de una esquina a otra de la pared, con un asiento dentro
de la misma y múltiples chorros, tanto en la pared como en el techo.
Abro el grifo y me apoyo en la cristalera que hace de mampara mientras
espero a que el agua se caliente. ¿Cómo ha podido suceder esto? Debí
detener a ese hijo de puta en cuanto Gabi me dijo que era parte de la
‘Ndrangheta, pero no lo hice, en su lugar preferí jugar con él al gato y a
ratón, y hoy me ha cazado. Ese cabrón ha decidido jugar con fuego, y en lo
que al infierno respecta, los Ivankov no tenemos competencia.
XIX
ASIA

Me arde la garganta por la necesidad que tengo de llorar, pero no voy a


hacerlo; odio cuando en las películas las protagonistas pierden los nervios y
se ponen histéricas. Esta no parece ser una situación de la que se salga
llorando.
¿Cómo hemos llegado a esto? Cielos, acaban de intentar matarme, mi
vecino y una persona que comenzaba a querer; el mejor amigo que he
tenido hasta la fecha, ¿acaso todos los buenos ratos que hemos pasado
juntos no han significado nada para él? El Nino que he visto y escuchado en
ese lugar oscuro y frío no es el mismo que se ha mostrado ante mí, de
hecho, parecía una persona completamente diferente.
En cuanto a Dante, mi cabeza funciona a mil por hora en este momento,
me manda diferentes reacciones y pensamientos que solo están haciendo
que me vuelve aún más loca. Creía que era un capullo sin corazón, un
niñato pijo y adinerado que solo le preocupaba el marcador al final de un
partido, salir con las chicas más populares y tener el coche más caro; puede
que todo eso le preocupe, pero hoy me ha demostrado que no es lo único.
La forma en la que me ha mirado en ese maletero y cómo su voz se ha
desgarrado para gritar que me soltasen, me ha mostrado otra cara de él, una
que, supongo, se esfuerza por ocultar al resto del mundo. Sin embargo, tiene
muchas explicaciones que darme, empezando por su relación con Nino y el
motivo por el que hoy ha intentado acabar con nuestras vidas.
—El agua ya está caliente. —Su voz desde la puerta hace que alce la
cabeza para encontrarme con sus ojos.
Se aproxima para ayudarme a levantar y atravesamos en silencio la
enorme habitación de este hotel, que imagino será de su famosa tía Sasha
Ivankova.
Dios mío, me va a estallar la cabeza con tanta información.
—¿Crees que podrás sola? —cuestiona cuando me apoyo en la pared de
baldosas blancas. Observo la mancha de barro y sangre que marcan mis
dedos ahora en ellas y niego con la cabeza.
—¿Hay algunas tijeras? No creo que pueda quitarme los pantalones. —
Dirijo la mirada a mi derrotado muslo y trago saliva para no vomitar, jamás
había visto nada tan asqueroso como la pinta que está adquiriendo.
—Déjame ver.
Recorre el cuarto de baño abriendo cajones y armarios hasta que
encuentra el botiquín, lo celebra con un «perfecto» y enseguida regresa a mi
lado con él. Me quita las botas con cuidado y luego introduce la hoja de la
tijera por debajo para ir rasgando la tela vaquera del pantalón negro.
—Lo siento —dice cuando un pequeño gemido dolorido se escapa entre
mis labios al llegar a la herida—. Dios, cómo tienes esto. Maldito hijo de
puta —gruñe en voz baja al mismo tiempo que con unas pinzas retira restos
de tela pegada e incrustada entre los pedazos de piel y carne abierta de mi
muslo.
Aprieto los puños a los lados y me muerdo el labio con fuerza, varias
lágrimas se deslizan por mis mejillas, mezclándose con el lodo y la sangre
en ellas. Dante por fin llega hasta mi ropa interior y también la rasga por
completo, dejándome desnuda por un lado. Aparta la vista y me pide
permiso sin abrir la boca.
La verdad es que esta no era la forma en la que imaginaba que nos
encontraríamos desnudos por primera vez; de hecho, hacía días que había
descartado esa idea de mi mente después de ver su comportamiento con
Nino. En cambio, ahora, creo que carece de importancia después de todo.
Asiento con la cabeza y él vuelve a agacharse para repetir el proceso con
la otra pata del pantalón, puedo ver cómo cierra los ojos ante el dolor que él
mismo debe estar sintiendo. Mis heridas provienen únicamente del
accidente de moto, pero es que las suyas, además de eso, también vienen de
la paliza que le han dado.
—Esta parte es mejor que la cortes tú —indica entregándome las tijeras
cuando ya solo falta cortar la zona delantera del pantalón para que caiga por
completo.
Las acepto y él se da la vuelta, espera unos segundos y luego gira sobre
sus propios pies de nuevo hacia mí, ahora con una toalla blanca en las
manos. Se acerca sin despegar sus ojos de los míos y rodea mi cuerpo con
ella, despacio, cuando ya estoy desnuda de cintura para abajo.
—Gracias.
—¿Puedes sola con el resto? —pregunta mientras me ayuda a quitarme
la cazadora de lana, la cual también está ligeramente pegada a la piel de mi
brazo.
—Sí, gracias.
—Bien, estaré al otro lado de la puerta si necesitas cualquier cosa.
Cuando te duches, ponte este albornoz y cuando venga mi tía le digo que
nos traiga algo de ropa.
Asiento y, cuando se da la vuelta y va hacia la puerta sin evitar disimular
la cojera que le producen sus heridas, lo llamo.
—Dante, espera.
—¿Uhm? —Gira y aguarda a que le responda.
—No… No es necesario que te vayas. Sé que eso te duele tanto como a
mí o más, entra y límpiate, no quiero que se te infecte por estar esperando a
que yo salga.
—No te preocupes, Asia, de verdad. —Niega con la cabeza sin moverse.

DANTE

No voy a mentir, nunca me habían dado una paliza como la de hoy, ni


había tenido accidentes o heridas semejantes. Mi familia se ha encargado de
mantenernos seguros toda nuestra vida, de modo que lo de hace un rato ha
sido nuevo y bastante fuerte para mí. A pesar de que ya nos advirtieron a
mis primos y a mí de que los enemigos están siempre a la vuelta de la
esquina y que, en contra de nuestro pensamiento, podríamos ser atacados en
cualquier lugar y sin esperarlo, jamás habría imaginado que fuese a suceder
de verdad.
Tanto la pierna como las costillas y el resto de las heridas que el
accidente —y esos cabrones— me han producido, me arden y hacen que
quiera retorcerme de dolor. Sin embargo, recordar que mi padre, mi madre,
mi abuelo, y toda mi familia ha debido de pasar por decenas de cosas mil
veces peores, hace que no me vea capaz de emitir queja alguna. Si algo he
aprendido de ellos, es la fortaleza y los cojones ante situaciones
desesperadas.
—Por favor —insiste Asia, se ve tan frágil y tan agotada ahora mismo
—, no estaría tranquila sabiendo que tú estás ahí fuera esperando que yo
salga para poder entrar tú. Vamos, ven.
—Está bien, gracias.
Abre la puerta de la mampara y se mete en la ducha, cuyos cristales se
encuentran ahora empañados por el vahó del interior. Termina de
desnudarse y deja caer la poca ropa que le queda en el suelo, sobre las
baldosas también blancas. Permanezco de pie aquí, sin moverme mientras
no puedo apartar los ojos de su increíble cuerpo, ahora bajo el chorro de
agua caliente, esperando que me una a ella.
Me quito la cazadora de la Trinity y trato de desvestirme por completo
intentando no gritar por el dolor que me provoca la jodida tela del pantalón,
incrustada en mi piel igual que la de ella. Abro la puerta para acceder al
interior de la ducha y no se gira hacia mí, solo alarga la mano para cambiar
el modo de los chorros y que salgan ahora también desde el otro lado,
provocando que caigan encima de los dos.
El agua en mis heridas es igual que una plancha ardiendo, sé lo que debe
estar doliéndole a ella porque yo siento lo mismo. Los mechones de su pelo
caen por su espalda desnuda y mojada, llevándose consigo los restos de
barro y sangre, tiñendo nuestros pies de un color marrón rojizo que me
enfurece.
No soy consciente de que estoy tocándola hasta que me encuentro ya a
su espalda, con las palmas de mis manos en sus hombros. Entonces escucho
un gemido que me revela que está llorando, que toda esta situación al fin la
ha superado y se ha venido abajo. Demasiado ha tardado, otra chica en su
lugar —cualquiera de la Trinity—, habría entrado en un ataque de histeria y
se habría desmayado ante el primer disparo.
—Shh, tranquila —susurro entrelazando mis dedos con los suyos para
llevarlos a su abdomen y abrazarla desde atrás—. Todo ha terminado, no
volverás a pasar por algo así.
¿Por qué le mientes? Ni tú te crees algo semejante.
—Perdona —dice soltándose de mis brazos y colocándose justo debajo
del chorro de agua.
—No tienes que pedir perdón por nada. —La insto a darse la vuelta para
poder mirarla a los ojos, y, una vez más, me quedo embobado ante esas
pupilas llenas de estrellas que ahora brillan incluso más por las lágrimas
que las rodean—. No tienes la culpa de nada, no debí haberte invitado a
cenar. Ahora mismo estarías a salvo y en tu casa si hubiese mantenido la
puta boca cerrada. —Gruño solo para mí mismo y cierro los ojos bajo el
agua, odiándome por haberla metido en esto.
Cuando vuelvo abrirlos, sacudo la cabeza y veo que sigue ahí parada,
mirándome.
—Me debes muchas explicaciones —dice dando un paso hacia mí, sus
pies casi tocan los míos debido a la cercanía—, pero me has salvado la vida,
así que no te culpes por ello.
—Sí, después de haberla puesto en peligro.
—Tú no sabías que esto pasaría, ¿me equivoco?
—No, claro que no, pero debí haber… Tendría que haber… —Niego
con la cabeza sin saber en realidad qué decir, así que solo suspiro y me
disculpo una vez más—. Lo siento. Oye, deberíamos limpiar las heridas con
jabón, pásamelo, está ahí encima. —Señalo con el dedo la repisa en la que
se encuentra todo el material de aseo de muestra.
—Pon la mano —pide después de abrir uno de los botes.
Nos repartimos el jabón y cada uno nos encargamos de limpiar nuestras
heridas, maldecimos y no nos reprimimos a la hora de quejarnos por el
dolor que estamos sintiendo. La pierna de Asia está peor que la mía, ella iba
detrás, por lo que su muslo estaba ligeramente sobre el mío, así que el
impacto ha sido mayor. Por mi parte, las heridas son más internas, los
puñetazos que Nino y sus hombres me han dado no han sido suaves, pero
creo que no tengo nada roto.
—Con cuidado —digo mientras envuelvo a Asia en el albornoz de seda
blanca—, deja la pierna fuera.
Yo me cubro después solo con una toalla para que mi brazo quede al
aire, y los dos vamos al dormitorio para tumbarnos en la cama y esperar
hasta que Sasha llegue.

ASIA

Abanico mi muslo para refrescar la quemazón mientras espero a que


Dante tome la iniciativa y me cuente lo que ha sucedido. No quiero
presionarlo, así que tan solo permanezco semi tumbada a su lado, él ha
volcado el botiquín sobre el colchón y está ojeando lo que hay dentro.
—Creo que le diré a Sas que… —No termina la frase porque alguien
llama a la puerta.
Mi cuerpo se pone alerta y por encima de todo el silencio se escucha
cómo mi estómago se da la vuelta en un sonoro retortijón.
—Nadie sabe que estamos aquí —señala Dante para tranquilizarme—,
voy a abrir.
—Asegúrate —pido mientras camina hacia la entrada, ante lo que él
asiente y me lanza una mirada tranquilizadora.
Escucho voces desde la cama y luego unos tacones aproximándose
deprisa. La mismísima Sasha Ivankova hace su aparición en el dormitorio,
enfundada en unos ajustados pantalones blancos de lino, una camisa
magenta con cremallera en el centro y una cazadora vaquera que se ajusta
perfectamente a sus curvas. Por no mencionar, por supuesto, los tacones
negros de su nueva colección y el bolso a juego. Estoy segura de que por
debajo debe llevar puesta alguna de sus piezas de lencería más caras.
—Hola, ¿cómo te llamas? —pregunta dejando el bolso sobre el diván
antes de quitarse la cazadora.
—Asia.
Creo que voy a vomitar, estoy semi desnuda, herida y acojonada delante
de la mujer que más admiro y que, casualmente, es tía del chico que me ha
metido en todo esto.
—Joder, Dante, debería meterte la puta cabeza en el váter y tirar de la
cadena. —Maldice mientras le señala amenazante con el dedo.
—Lo siento, no lo vi venir.
—¿Que no lo viste venir? —Ríe con cinismo y le lanza una mirada
significativa que solo ellos comprenden—. Te lo dije, te advertí que… —
Frunce los labios y luego se lleva las manos a la cabeza, cierra los ojos y
llena sus pulmones de aire—. De acuerdo, vale, déjame hacer una llamada.
—Tenemos todo el día —contesta Dante mientras se sienta en el borde
del colchón, su tía lo asesina con la mirada y luego pone atención al móvil
cuando quien sea a quien ha llamado, le responde.
—Necesito que me traigas al hotel un juego de ropa deportiva para mi
sobrino, holgada, unas zapatillas y también un juego de ropa femenina… —
Me mira un par de segundos y luego mira mis pies—. Talla 8 de inferior y 6
de calzado… Sí, que sea oversize y rápido. Suite Montecarlo, di que vienes
de mi parte para que te dejen pasar, código 3809. Adiós.
—¿Le has dicho algo a mis padres?
—No, pero la directora de este hotel es tu madre, Dante, ¿acaso te crees
que no se lo van a contar? —Niega con la cabeza y luego rodea la cama
para acercarse a mí, su sola presencia me pone la piel de gallina—. Eso
tiene una pinta espantosa, y la tuya también —indica hablando a su sobrino.
—Ya lo sé, pero no me pareció lo más apropiado ir a un jodido hospital.
—Obviamente no. Hay que desinfectarlo y vendarlo —explica
sentándose a mi lado—, ve pasándome lo que te pida.
—De acuerdo.
Sasha me mira en una advertencia de que lo que va a hacer me va a
doler, pero yo no puedo sentir más que sus manos sobre mi pierna. Me
encuentro tan fascinada por toda su persona, y que sea precisamente ella la
que haya acudido en nuestra ayuda, solo hace esto aún más loco si cabe.
—Muchas gracias —digo cuando termina de vendarme y cubre el muslo
con el albornoz.
A continuación repite el proceso con su sobrino y luego le pide hablar
unos minutos a solas, por lo que decido tumbarme un poco más y tratar de
relajarme, algo me dice que esto no ha hecho más que empezar.
XX
DANTE

Entro en la zona del salón de esta inmensa suite y me preparo para la


reprimenda de mi tía, apoyo mi cuerpo en la mesa de cristal y simplemente
la escucho.
—Habla —exige con los brazos cruzados y el peso de su cuerpo sobre el
lado izquierdo de su cadera.
—Niniano y Fiorella De Luca.
—¿Has dicho De Luca? —Dibuja una mueca preocupada y a
continuación su rostro se va transformando lentamente a uno enfurecido—.
Calabria, ¿no es así?
—Sí, ¿los conoces?
—Son parientes de Marco Manzotti. —Cierra los ojos en un sonoro
suspiro y echa la cabeza hacia atrás, murmura algo que no escucho y luego
clava su mirada en mí de nuevo—. Dante, dime que esto no os lo ha hecho
él.
—He ido a casa de Asia a hacer un trabajo y cuando hemos bajado a la
calle con la intención de ir a cenar, un coche nos estaba esperando junto a
mi moto. —Guardo silencio cuando clava las uñas en sus propios brazos
cruzados—. Nos han disparado, así que he salido con la moto a toda
velocidad y en una obra he perdido el control. Llovía mucho, nos estaban
persiguiendo y el suelo resbalaba, nos hemos ido contra una farola y luego
nos han secuestrado —continúo, pero el rostro de la rubia está cada vez más
descompuesto—. Nos han metido en el maletero y poco después hemos
llegado a un garaje enorme donde estaba De Luca. No me preguntes cómo,
pero he conseguido arrebatarle la pistola y así ha sido como hemos logrado
salir de allí. No he querido ir a la mansión para no meter a toda la familia en
esto, ha sido por mi culpa, Sasha, es asunto mío.
—No sabes lo que dices. —Niega con la cabeza y la sombra de los
recuerdos parece cruzar sus ojos—. No tienes ni puñetera idea de dónde
acabas de meterte. De meternos, porque esto nos incumbe a todos.
—No, yo la he cagado y yo voy a solucionarlo.
—Somos una familia, Dante —habla con firmeza y seguridad—, ¿acaso
te crees que ellos han venido solos?
—Sí, su madre está muerta y su padre preso en una cárcel de Italia de
máxima seguridad. Son parte de la ‘Ndrangheta, Sas.
—Ya lo sé, tu padre y yo tuvimos una buena con ellos cuando tú aún
ibas en pañales. —Niega con la cabeza y se deja caer en un sofá, parece
cansada, como si el peso de la vida se le estuviese cayendo encima en este
momento.
—¿Hablas en serio? —Camino hasta ella y me siento a su lado.
—Nosotros enviamos a su padre a la cárcel, Dante.

ASIA

El sonido de la puerta vuelve a inquietarme, espero a que Dante o Sasha


vengan para abrir, pero nada sucede, imagino que no lo han escuchado. Solo
pasan unos segundos antes de que vuelvan a tocar, así que me tapo con el
albornoz y camino cojeando hasta ella para abrirla, imaginando que será la
persona a la que la reina de la moda ha encargado la ropa.
—¿Sí? —digo mientras giro la manilla.
De repente la puerta se abre bruscamente y pierdo el equilibrio, caigo al
suelo sin reprimir un grito de dolor y el corazón se me sale del pecho al ver
a un tipo con la cara cubierta por un pasamontañas, con una navaja en su
mano derecha y un teléfono en la otra.
—Por favor, no me hagas daño —suplico antes de tragar saliva y
retroceder con las palmas de las manos en el suelo, arrastrando la pierna
vendada.
—No lo haré si te levantas y vienes conmigo.
Sostengo su mirada unos segundos, tengo que llamar a Dante, pero sé
que en cuanto lo haga, el hombre no dudará en agredirme, y no puedo con
un solo golpe más.
—Veo que será a la fuerza —deduce al mismo tiempo que comienza a
andar hacia mí para levantarme.
—¡No! ¡Dante! —Le doy una patada con la pierna buena, consiguiendo
que retroceda apenas un par de pasos, pero enseguida se inclina con la
navaja en alto y a mí se me atasca la voz en la garganta.
—Eh. —Escucho la voz de Sasha por detrás de mí, e inmediatamente
después de que el hombre alce su cabeza para mirarla, el estruendo de un
disparo rebota en las paredes de la habitación.
La bala abre un agujero en el todo el centro de la frente del
encapuchado, y su sangre me baña por completo, cubriendo mi cuerpo por
segunda vez en una tarde.
Sasha se aproxima y me lo quita de encima empujándolo con uno de sus
tacones, Dante me sujeta por los brazos para levantarme y se coloca frente a
mí para examinarme, preocupado.
—Háblame, Asia, dime si te ha hecho algo —pide sujetándome por las
mejillas.
—No. No. No. —Trago saliva sin dejar de negar con la cabeza mientras
mi pecho sube y baja con violencia, paso la mano por mi frente al sentir una
gota resbalando por ella, y una arcada sube por mi garganta al ver cómo se
macha de sangre. Tengo la cara cubierta de sangre.
—¡Seguridad! —grita Sasha desde la puerta—. ¿¡Qué cojones pasa con
vosotros!?
Dante me guía hasta el baño mientras sigo escuchando cómo la rubia
regaña a los guardias, los cuales se disculpan con no se qué excusa y ella les
pide que se deshagan del cadáver. ¿Así, sin más? ¿Es que en esta familia
ven todo esto normal?
—Asia, por Dios, dime algo. Eh, unicornio. —Pasa la toalla por mi
rostro para secarlo después de haberme lavado con agua, y luego levanta
mis manos para besar mis nudillos sin dejar de mirarme a los ojos.
—Cuéntame ahora mismo qué está pasando.
—Asia, necesitas calmarte, tienes que…
—¡Que me lo cuentes! —exclamo apartándolo de un manotazo.
—Joder, ven, es mejor que te sientes. —Intenta tirar de mi brazo, pero
vuelvo a separarlo de mí.
—No quiero sentarme, quiero saber por qué narices nos han
secuestrado, han intentado matarnos, ¡dos veces! —recalco empezando a
sentirme furiosa— y tu tía acaba de matar a un hombre igual que si acabase
de vender un par de zapatos. ¿¡Qué hace con una pistola!? ¿Y qué es eso de
deshacerse del cadáver? —Me llevo los dedos a la frente porque realmente
me encuentro mareada y muy desconcertada ante tantas incoherencias.
—¿De verdad quieres saberlo? Te aseguro que sería mucho mejor que lo
olvidases todo.
—¿Pero es que estás drogado o qué coño te pasa? —Río sarcásticamente
y dibujo un semblante interrogante, no sé si está vacilándome—. ¿De
verdad crees que esto se puede olvidar como si nada?
—Asia, yo… Mi familia… —Despeina su pelo con la mano y luego
mira hacia la puerta cuando escuchamos de nuevo los tacones de Sasha.
—El coche en el que habéis venido es de ellos, ¿verdad? —pregunta
mirando a Dante, el cual asiente sin decir nada—. Debía tener un GPS, no
han dudado en mandar a alguien, están locos, joder. —Niega con la cabeza
y teclea algo en su móvil—. Tenemos que contárselo a tu padre ya.
—No.

DANTE

Me niego a que esto trascienda más, no puedo implicar a toda la familia,


por mucho que mi padre y Sas sean los responsables de que el padre de De
Luca esté en prisión, yo me he buscado esto a pulso.
—Dante, van a venir a por todos vosotros, ¿lo entiendes? —La rubia
intenta hacerme entrar en razón—. Si te han atacado a ti, también lo van a
hacer con Kibo y con… —Su rostro se torna ligeramente pálido al llegar a
la conclusión de que Gabi forma parte del paquete.
—La última vez que hablé con ella me dijo que iba al centro comercial
con sus amigas, que tenía que comprar cosas para su fiesta de cumpleaños
—contesto adivinando sus pensamientos.
—La he llamado cuatro veces, pero no me responde. El localizador de
su móvil la sitúa en Queens, pero no entiendo qué cojones puede estar
haciendo allí —comenta deslizando el dedo por la pantalla a la vez que
provoca que sus largas uñas hagan ruido con cada pasada.
Vuelve a llevarse el aparato a la oreja y Asia permanece en silencio
mientras los tres aguardamos a ver si Gabi contesta.
—Gabriella, ¿dónde estás? —habla poco después mientras se pasea con
los tacones por el cuarto de baño—. Que sea la última vez que tengo que
llamarte cinco veces para poder hablar contigo, ¿me has entendido?... ¡Me
da igual! ¡Si te llamo no es para preguntarte por el puto tiempo, es por algo
importante!... Vete ahora mismo para la mansión… ¡Que muevas el culo
inmediatamente! —Cuelga sin esperar a que su hija la responda y luego se
toma tres segundos para respirar con los ojos cerrados, como cada vez que
mantiene una conversación seria con ella.
—No vamos a ir a la mansión, Sasha —le advierto—, es mejor que nos
quedemos aquí hasta mañana, pon seguridad en la puerta.
—¿Crees que vas a poder manejar a ese niñato tú solo? —Arquea una
ceja y cruza los brazos.
—Sí, la próxima vez no me pillará desprevenido.
—¿Hola? —Asia levanta una mano y nos dirige una mirada atónita a los
dos, primero a Sasha y después a mí.
—¿No sabe nada? —inquiere mi tía con una sonrisa malévola, gesto
ante el que niego con la cabeza al adivinar sus intenciones—. Asia, cielo, te
llamabas así, ¿verdad?
—Sí.
—Bueno, pues como mi sobrino es un cobarde y le va a costar contarte
todo por miedo a que te acojones y salgas corriendo, te lo voy a contar yo
para hacerle un favor.
—Sasha, no.
—Cállate. —Levanta una mano en mi dirección y yo resoplo con
resignación mientras me apoyo en la pared y observo el rostro de mi
unicornio herido—. Verás, supongo que habrás escuchado nuestro apellido
muchas veces.
—Sí, por ti. —Agacha la mirada tímidamente, recuerdo que admira la
colección de mi tía y, por ende, debe admirarla a ella—. Me gusta mucho tu
ropa, no sabía que Dante era tu sobrino hasta que… Bueno, eso no importa.
—Una admiradora. —Sonríe la rubia y ladea un poco la cabeza, se
aproxima a ella y sujeta un mechón de su pelo mojado entre sus dedos
mientras la analiza—. Eres muy guapa, ¿el idiota de mi sobrino ya te lo ha
dicho?
—Al grano, Sasha —imploro con desesperación.
—Por desgracia la belleza es algo que parece perseguir a estos chicos
Ivankov. En cierto modo me recuerdas a cuando llegó la ovejilla de Nick a
casa. —Ríe con añoranza solo para ella ante algún tipo de recuerdo que ni
tan siquiera yo conozco, y luego niega con la cabeza—. Por desgracia, Asia,
Dante te ha escogido, y eso ha dibujado una diana en tu frente, como lo hizo
con Hope cuando Hell apareció en su vida, y Allie cuando Nick lo hizo
después.
—¿Eso qué significa? ¿Por qué nos han secuestrado? ¿Quiénes sois? —
La voz de Asia es prácticamente una súplica, y ahora es a mí a quien mira.
—¿Te ves capaz de continuar tú solito o debo hacer yo todo el puto
trabajo en esta familia? —Sasha pone los ojos en blanco cuando su teléfono
suena con la melodía dramática que tiene puesta para cuando la llama su
hija, y sale por la puerta hacia el dormitorio.
—Asia, mi familia pertenece a una mafia.
La información se apelotona en mi boca y sale sin ningún tipo de filtro,
algo que sobra después de lo que hemos vivido hace un rato.

ASIA

—¿Dónde está la cámara? —Le pregunto mientras río y miro a las


esquinas del cuarto de baño.
—¿Qué cámara?
—La que nos está grabando.
—No hay ninguna cámara, Asia, no estoy bromeando. —Da unos pasos
hasta llegar frente a mí y se agacha un poco para buscar mi mirada—. El
apellido Ivankov no solo pertenece a una marca de ropa, a unos coches
caros o a un hotel, todo eso son solo tapaderas. En realidad somos la familia
más poderosa de la costa este de los Estados Unidos, mi padre y mi tía
fueron los encargados de que el padre de Nino esté ahora en la cárcel,
sospecho que por eso han venido a por nosotros.
Dejo de reírme al ver su semblante serio y es entonces cuando puedo
notar cómo una horrible sensación sube por mi estómago. Me llevo la mano
a la boca y giro bruscamente para alcanzar el váter, agacharme tan rápido
como la herida me lo permite, y vomitar. Vaciar mi estómago por completo
y casi deseo que mi alma caiga con él.
Dante corre hasta mí y sujeta mi pelo aún húmedo por la ducha entre sus
manos, aguarda en silencio a que termine y luego me ofrece una toalla
limpia. La acepto y me apoyo en él para ir hacia el lavabo y enjuagarme la
boca, alargando el momento porque realmente no tengo idea de qué decir.
Dudo incluso que mi cabeza sea capaz de procesar lo que acabo de
escuchar.
—¿El padre de Nino está en prisión? —Es lo primero que viene a mi
cabeza, supongo que porque es lo último que él me ha contado.
—Sí, ellos son parte de otra mafia, la ‘Ndrangheta, pertenecientes a la
Calabria más antigua. —Sostiene mi mirada a través del espejo y hace
pausas como queriendo darme tiempo para asimilar—. Oye, Asia, no sé lo
que él te habrá contado, pero te aseguro que solo han sido mentiras. Creo
que esta noche has podido comprobar que no le importas lo más mínimo,
los ‘Ndrangheta se rigen por un código extremadamente estricto —continua
cuando me doy la vuelta hacia él—. Su mafia está por encima de cualquier
cosa y de cualquier persona, matarían a miembros de su propia familia si se
lo pidiesen.
—Por favor, dime que todo esto es una pesadilla, que te has colado en
mis sueños y voy a despertar en cuanto suene la alarma —imploro con los
ojos cerrados, pero él no habla, solo siento cómo coloca ambas manos en
mis mejillas y espera a que vuelva a abrirlos para encontrarme con los
suyos.
—Lo siento —repite por décima vez—, pero esta es ahora también tu
realidad.
—Y ¿puedo saber cómo voy a sobrevivir a ella?
—No voy a dejar que te pase nada, necesito que confíes en mí para que
pueda mantenerte con vida. Algo grande ha comenzado esta noche, y sé que
Nino ya te ha tachado de su lista, así que deja que yo me encargue de que
no te elimine del todo.
XXI
DANTE

Asia da pequeños sorbos a la tila que he mandado que le traigan, Sasha


está organizando todo un ejército para que nadie pueda hacernos daño aquí,
y yo estoy sentado en el sofá que hay justo frente a la cama, tras una
pequeña mesa baja. Desmonto la pistola que mi tía me ha dado y la limpio
sin quitarle los ojos de encima a la única chica que ha despertado la vena
protectora en mí.
—¿¡Qué es todo esto!?
—Oh, mierda. —Cierro los ojos y me dejo caer en el respaldo del sofá
al escuchar la voz de mi madre desde fuera.
—Te juro que iba a llamarte en cuanto tuviese todo cubierto. —Esa es
mi tía Sasha, seguramente disculpándose ante el semblante preocupado de
mi madre, casi puedo verla en mi cabeza.
—¿Qué ha pasado?
—Entra —pide la rubia.
Dejo el arma sobre la mesa y me preparo para recibir a la señora Hope,
la cual avanza por el pasillo de la suite desconcertada.
—¿Dante? —Frunce el ceño y luego ve a Asia, cuya pierna está al
descubierto bajo unos pantalones cortos—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
—Se acerca hasta mí para darme un beso en la frente y luego busca
explicaciones en Sasha, la cual resopla y me mira a mí.
—¿Quién te ha llamado? —cuestiono levantándome como puedo, no
quiero que se entere de que estoy herido.
—Es mi hotel. —Su semblante es serio y sé que quiere una explicación
inmediatamente—. Si mi hijo aparece cubierto de barro y pide que le abran
una habitación sin que nadie se entere, ¿qué esperas que haga el servicio?
—Alza las cejas como si yo tuviese que responder—. ¡Llamarme!
—Tranquilízate, mamá, estoy bien. Oye, mira, ella es Asia —digo para
que se le olvide un poco la otra parte—, una amiga de clase.
—Hola, Asia. —La saluda y luego vuelve a dirigirse a mí—. O me
cuentas de una maldita vez lo que ha pasado, o llamo a tu padre ahora
mismo.
—No, no. —Levanto la mano para que deje el teléfono y suspiro
resignado.
Hope permanece de pie frente a mí mientras le relato todo lo sucedido,
no me interrumpe y dibuja diferentes expresiones a medida que avanzo en
la historia. De vez en cuando lanza una mirada asesina a mi tía Sasha por no
haberla llamado antes, imagino, y otras veces mira a Asia con lástima por
haberla metido en todo esto.
—Debiste hablarnos de esa familia cuando supiste quien era ese chico,
Dante —indica minutos después.
—¿Mi amor?
—No me jodas. —Maldigo cuando escucho a mi padre acercándose—.
Me has dicho que no le dirías nada si te lo contaba —reclamo a mi madre.
—Te he mentido. —Me dedica una falsa sonrisa y luego le da un beso
en los labios a Hell Ivankov cuando él llega hasta la estancia en la que nos
encontramos.
Con él vienen Gabi y Kibo, los cuales me miran entre confusos y
preocupados, sobre todo el segundo, puesto que la primera está matándose
con su madre por no haberla respondido al teléfono a la primera.
—Pues ya estamos todos. —Niego con la cabeza y me dejo caer en el
sofá otra vez, mi padre posa sus ojos en mí y no es necesario que diga nada
más—. Nos han atacado, tenías razón y yo no, ¿contento? —digo al
recordar el momento en el que me advirtió de llevar un arma siempre
encima.
Hell estalla en una carcajada amarga y luego se aproxima para sentarse
en el borde de la mesa de madera que hay frente mí.
—¿Crees que me pone feliz saber que han atacado a mi hijo? ¿A una de
las personas más importantes de mi vida? —habla ahora con seriedad y yo
solo niego con la cabeza—. ¿Quién ha sido?
—Niniano De Luca.
—De Luca —repite y de inmediato busca la mirada de Sasha, la cual
asiente con los brazos cruzados.
—Ese cabrón ha mandado a su hijo a cobrarnos todo lo que le hicimos
—dice la rubia.
—¿Acaso sabéis quiénes son? —Gabi mira extrañada a su madre y esta
le devuelve la misma mirada.
—¿Y tú? ¿De qué coño conoces a ese chico?
—Fui yo la que descubrí quienes eran —contesta la pequeña rubia
orgullosa—. Tengo contactos, mamá.
—¿Disculpa? —Sasha se lleva la mano al pecho y arquea una ceja.
—Después nos ocuparemos de eso —señala mi padre, el cual apoya los
codos en las rodillas y sujeta su rostro entre las manos, como siempre que
quiere concentrarse. Su mirada se pierde en algún punto de la suite y todos
guardamos silencio esperando qué dirá.
—Vaya, vaya —interrumpe entonces Gabi cuando Asia se levanta
silenciosa y trata de meterse en el cuarto de baño—. ¿Te has perdido? —La
recorre de arriba abajo y frunce el ceño al ver la herida cubierta con una
venda, después me mira a mí y Kibo repite el mismo gesto.
—¿Quién es ella? —pregunta mi padre al darse cuenta de su presencia.
—Otra oveja —contesta Sasha sin más.
—No, por favor. —Mi padre se recuesta en el sillón y mi madre se
posiciona detrás para darle un beso—. La historia se repite.
—Nos aseguraremos de que no sea así. —Le dice ella convencida.
Gabi se cuela entre todos los presentes y llega hasta Asia, le ofrece su
mano para que le de la taza vacía y, después de dejarla sobre una encimera,
vuelve a tenderle la mano para que se apoye en ella y pueda guiarla hasta el
sofá en el que me encuentro.
—Siéntate, ahora eres tan parte de esto como nosotros —informo con
lástima y rabia—. Por desgracia.
—¿Puedes darnos más detalles? —demanda Kibo.
—Resumidamente, íbamos a salir a cenar cuando un coche nos estaba
esperando. Nos dispararon, nos siguieron y tuvimos un accidente con la
moto. —Me detengo al ver la expresión de mi padre al decir todo eso, pero
su mirada pide que continúe—. Nos encerraron en un maletero y nos
llevaron hasta un garaje, allí estaba De Luca y unos cuantos hombres más.
Me… dieron una paliza y conseguí arrebatarle el arma. —Miro a mi padre y
sonrío con tristeza—. Aquellas clases que me diste por fin me han servido
de algo.
—Habría preferido que no tuvieses que ponerlas en practica nunca. —Se
lamenta mientras me da una palmadita en la nuca y tira de mí para besar mi
frente.
—Tu cachorro quiere ocuparse del niño De Luca solito —informa
entonces mi tía, y Gabi y Kibo asienten estando de acuerdo conmigo.
—Sí, nosotros nos encargaremos —apoya mi prima con seguridad—.
Puedo disuadirle, confiad en mí.
—Tú te callas, y como me entere de que andas por ahí…
—A ver, vamos a guardar la calma un segundo. —Mi padre interrumpe
el ataque protector de Sasha y está a punto de hablar cuando mi tío Nathan
llega.
Vuelvo a relatar toda la maldita historia, le presento a Asia y él insiste
en que Kibo se marche para mantenerlo a salvo. Siempre ha sido el más
cuidadoso de la familia, incluso en ocasiones me ha costado imaginarlo
haciendo frente a balas y puñetazos.
—Haremos lo siguiente —decreta el patriarca, me pregunto qué opinará
mi abuelo de todo esto ahora que ya se ha retirado casi por completo—:
vosotros cuatro volveréis el lunes al instituto como si nada hubiese
sucedido, me juego el cuello a que él hará lo mismo.
—Sí, la ‘Ndrangheta es muy cuidadosa —interviene la rubia asintiendo
con la cabeza—. Si hay algo que les caracteriza es el silencio y la elegancia.
Si hubieseis conocido a Marco y Anna… —Su mirada se cruza con la de
mis padres y mi tío, y todos ellos la apoyan con un asentimiento.
—Exacto —continúa Hell—. Ese chico volverá a las clases como si no
hubiese estado a punto de mataros, os cruzaréis por los pasillos y no te
dedicará una palabra más alta que la otra. No puede, su código no les
permite meterse en problemas, deben pasar desapercibidos.
—Entonces lo que tendríamos que hacer es sacar a esa rata de su agujero
—comenta mi primo encogiéndose de hombros cuando mi tío Nathan le
muestra su desacuerdo—. Si lo que quiere es ser invisible, hagamos que le
sea imposible.
—Sí, puedo hacer que pierda los nervios —aseguro—, conozco su punto
débil, puedo hablarle de su padre.
—Yo puedo hablar con él. —Todos miramos a Asia cuando se decide a
participar por fin—. Somos amigos, sé que lo somos. —Agacha la cabeza,
no sé si por la pena de recordar lo que ha pasado, o por lo intimidada que se
siente.
—Asia…
—No, Dante. —Me interrumpe—. Sé que lo que compartimos estos
meses fue real, no me creo que sea capaz de hacerme daño.
—¿Acaso no te ha quedado claro? —Gabi arquea una ceja, señala su
pierna y su madre le da una palmadita en el hombro para que no sea tan
desconsiderada. Como si ella tuviese mucho más tacto.
—Fui un daño colateral, Dante me lo dijo, Nino solo lo buscaba a él.
—Cariño, siento ser yo la que te saque de esa ilusión —anuncia mi
madre con todo el tacto que le falta a las dos rubias—, pero ese chico solo
piensa en su venganza. Hace años que su padre está en prisión por culpa de
Hell y de Sasha, ellos fueron los que consiguieron hacerle salir de su zulo
para ser descubierto por la policía.
—Pero somos amigos. —Solloza y a mí se me parte el corazón por verla
así.
—Esa gente no tiene amigos, todo lo que hacen es por su propio
beneficio, todo tiene unas segundas intenciones. Lo más probable es que
Nino supiese que Dante y tú os conocíais y por eso se acercó a ti —indica
Hope pensativa.
—¿Cuándo os conocisteis vosotros dos? —Hell entorna los ojos y yo
viajo a la noche aquella en la que rechacé el beso de mi unicornio.
—Fue antes de verano, en la fiesta pitufo de La Cueva —responde Asia,
al parecer interesada realmente en todo esto.
—Seguro que ese cabrón estuvo allí, nos vio juntos y después te siguió
para ver dónde vivías y así mudarse justo en frente —reflexiona Dante en
voz alta.
—¿Sois vecinos? —pregunta mi padre sorprendido, ante lo que ella
asiente con el rostro ligeramente empalidecido, como si todo comenzase a
cuadrar.
—Callaos —ordena Sasha con el teléfono en la oreja—. Necesito que
me busques una persona en el registro de la fiesta pitufo del veinte de
junio… Sí… Se llama Niniano De Luca… —Su rostro cambia y asiente en
nuestra dirección segundos después, justo antes de colgar—. Estuvo allí, y
su hermana Fiorella también.
—¿Lo ves ahora? —Mi madre se sienta frente a Asia y la abraza cuando
esta rompe a llorar—. No te culpes, esta gente es profesional, son
entrenados desde bien pequeños para ser unos mentirosos de primera y
manipular a la gente.
—Que hijo de puta —gruño notando cómo me hierve la sangre.
—Escucha, Asia. —Intercambio una mirada con mi padre cuando se
dirige a ella—. Por suerte o por desgracia te has visto involucrada en esto,
no puedo asegurarte que no saldrás herida, y menos ahora que Niniano ha
visto que estás del lado de mi hijo, pero lo que sí puedo prometerte es que
tendrás a todos los miembros de mi familia dispuestos a protegerte. —
Suspira y yo asiento ante sus palabras. Asia me mira, seco sus lágrimas con
mis pulgares y paso un brazo por detrás de su espalda para acercarla a mí—.
Dicho esto, y sabiendo que Dante se va a oponer rotundamente, te
necesitamos para frenar a ese cabrón.
XXII
ASIA

Mi pecho sube y baja con rapidez por los nervios, Dante está
discutiendo con su padre y la familia se encuentra dividida; unos opinan
que sería bueno usarme de señuelo para atraer a Nino, y otros se oponen
rotundamente.
—¿¡Habrías expuesto así a mamá cuando eráis jóvenes!? —reclama el
rubio al otro rubio más mayor y, por cierto, igual de atractivo. Ya sé de
dónde ha salido Dante.
—Tu madre hizo cosas mucho peores, te lo aseguro —contesta Hell con
el semblante serio.
—Hay ocasiones en la vida en las que hay que hacer un pequeño
sacrificio por lograr algo mayor, Dante. —Sasha camina y la madera se
estremece bajo sus tacones—. Os lo hemos dado todo en esta vida —añade,
ahora mirando a su hija—, pero el mundo de ahí fuera es una puta jungla
llena de leones armados y peligrosos.
—Sí, pero nosotros lo somos más. —La madre de Dante, la cual ha
resultado ser muy cariñosa y amable, se pone en pie para frenar la pelea de
sus dos hombres—. Somos una familia y la familia es sagrada —continúa
con la mirada fija en su primogénito—. No se la traiciona, no se la falla y…
—No se la abandona. —Dante finaliza la frase cuando su madre espera
que lo haga, como si fuese una especie de mantra que todos conocen y
aplican.
—No dejaremos que le pase nada —insiste Hell cuando el rubio me
mira lleno de preocupación.
—Miradla, está muerta de miedo —dice señalándome con la mano—, es
imposible que Nino no averigüe lo que pretendéis que haga.
—Eh, no te adelantes. —Sasha dibuja una sonrisa traviesa y me pasa un
brazo por los hombros mientras mueve mi barbilla con sus dedos para
observar mis facciones—. Aquí hay mucho potencial que explotar, solo
déjamela unas cuantas horas.
Me doy cuenta de que Hope quiere decir algo, pero se lo piensa mejor y
se mantiene en silencio; Nathan, mellizo de Sasha, se limita a negar con la
cabeza y a mirar a su hijo, el cual parece igual de poco decidido que Dante.
—¿Tú qué opinas? —El susodicho se acerca a mí, sujeta mis manos
entre las suyas y me observa como si toda su familia no estuviese a nuestro
alrededor.
No habría imaginado nunca que fijarme en un chico guapo me fuese a
traer tantos problemas. Cuando conocí a Dante en aquella fiesta de su tía,
simplemente fue un rato divertido, un momento de dejarse llevar y no
pensar en las consecuencias. Le besé por puro deseo y lujuria, jamás
hubiese pensado que un miembro de la mafia calabresa fuese a estar
pendiente de mis movimientos —bueno, de los suyos—, y todo fuese a
desencadenar en esto.
—Opino que nadie me obligó a besarte —contesto al mismo tiempo que
me encojo de hombros—. Yo sola he tomado todas las decisiones que al
final me han llevado a ti, así que no me queda otra que atenerme a las
consecuencias. Decidme qué tengo que hacer.

Suspiro tras bloquear el teléfono por quinta vez, después de marcar el


número de mis padres para llamarles y contarles lo sucedido. Dante se
despide del último miembro de su familia y regresa al dormitorio tras
asegurarse de que el hotel está protegido.
—¿En qué estás pensando? —Me pregunta tras apoyarse en el extremo
contrario del colchón.
—En mis padres, en si debería contarles todo.
—No lo hagas, Asia. —Niega con la cabeza y aparta la mirada, sé que
se siente muy mal por haberme involucrado—. Si saben que estás en
peligro, vendrán a Nueva York y entonces ellos pasarán a ser un objetivo
tan claro para De Luca como tú.
—Ya, bueno, no soy tan fuerte como tú. Estoy sola aquí. —Lanzo el
móvil sobre el edredón y me tumbo con la mirada fija en el techo.
—¿Estás enfadada conmigo?
El colchón se hunde a mi lado cuando se aproxima un poco más, aunque
sin llegar a colocarse a mi lado del todo.
—No, lo estoy conmigo por haber sido tan estúpida de confiar en ese…
—Me muerdo la lengua con rabia—. Todo-todo pareció tan sincero.
—Está entrenado para hacer exactamente lo que ha hecho contigo, nadie
se habría dado cuenta.
—El resto del mundo me da igual. —Suelto una bocanada de aire y me
incorporo apoyándome en los codos para mirarle—. Dante, yo vine aquí
con el claro objetivo de graduarme en la Trinity y después ir a la
universidad de Columbia a estudiar periodismo. Tengo una beca, unas
obligaciones, un trabajo que necesito para poder pagar el apartamento y…
—Ni se te ocurra pensar que vas a volver a ese apartamento, Asia. —Se
apresura a decir sin dejarme terminar—. ¿Tengo que recordarte a quién
tienes viviendo en frente?
—¿Dónde voy a vivir entonces? —pregunto desconcertada.
—Ya veremos, de momento te quedarás aquí. —Señala la suite con su
mano y alza las cejas—. No me digas que no es mucho mejor que tu…
—Mi ¿qué? —Me levanto de la cama y apoyo las manos en mis caderas
—. Yo no soy hija de mafiosos millonarios. Por si no te has dado cuenta,
trabajo casi a diario para ganar dinero con el que poder comprar comida. No
me llega ni para un maldito uniforme nuevo, así que las mansiones, los
coches lujosos y las suites de hotel no entran en mis preocupaciones. —
Cojeo hasta la puerta que comunica con el salón porque ahora mismo no me
apetece hablar más con él—. No necesito tu dinero.
—Asia, espera. —Me sigue y trata de sujetarme, pero me suelto de un
manotazo y le advierto con la mirada que no se le ocurra volver a intentarlo
—. Lo siento, joder, no he pretendido decir eso. Te admiro por la
independencia que tienes, sé que te esfuerzas cada día y eso es algo que me
encanta de ti. —Sus hombros se elevan cuando respira profundamente, se
rasca la nuca y luego chasquea la lengua—. Oye, yo no elegí nacer en esta
familia, pero doy gracias a Dios cada día por hacerlo. Sí, mis padres y mis
tíos hacen cosas malas, cosas ilegales, pero son las personas más buenas,
generosas y maravillosas que he conocido. Provenimos de mundos muy
diferentes, pero de alguna forma el destino ha querido que nos
conociéramos, dijiste que crees en el destino.
—Así es. —Me encojo de hombros antes de cruzar los brazos, su
discursito me está comprando, pero no quiero parecer tan fácil de
convencer.
—Pues entonces no luches contra algo que ya no tiene marcha atrás. Te
pido perdón si te he ofendido de alguna forma, y también te pido perdón por
no haberte protegido mejor esta noche. A diferencia de mis padres, yo soy
nuevo en todo esto. —Niega con la cabeza y se sienta en el sofá en el que
yo pretendía pasar la noche—. Solo hace unos meses que me enteré de todo
y, bueno, este ha sido mi primer enfrentamiento. Nunca me había visto en
una situación parecida, mi padre ha insistido muchas veces en que tendría
que llevar un arma conmigo todo el tiempo, pero no he querido hacerle caso
y mira lo que ha pasado.
—Pues yo me alegro de que no le hicieras caso —digo sentándome a su
lado, él me mira sin decir nada—. Imagina lo que hubiese pasado si llevas
una pistola a clase o si te da por meterte en un tiroteo con todos esos
hombres que estaban con Nino. Igual ahora mismo estaríamos muertos.

DANTE

Asia y yo decidimos hacer una pequeña tregua, hemos pasado por un día
muy largo y me alegra que no se haya enfadado después de todo. Cuando le
he dicho que se quedaría aquí, en el hotel, en ningún momento se me ha
ocurrido insinuar que su apartamento no sea digno o adecuado, puesto que
no es lo que pienso. De hecho, en numerosas ocasiones la he envidiado por
tener esa libertad que yo no poseo, he deseado tener mi propio espacio
como ella y, bueno, ser independiente. Sin embargo, soy consciente de que
mi situación no es sencilla, dista mucho de serlo. Al contrario de lo que
mucha gente pueda pensar, el dinero no siempre da la felicidad; ayuda
mucho, pero cuando vives con el peligro soplándote en la nuca, las cosas
cambian.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —Le pregunto cuando se cubre con el
edredón y suelta un suspiro. Apoya la cabeza en la almohada, en mi
dirección, y niega con la cabeza.
—Estoy bien, ¿no vas a acostarte?
—Dormiré en el sofá, así estarás más cómoda.
—No digas tonterías, esta cama mide dos metros, Dante. —Pone los
ojos en blanco y separa las sábanas hacia atrás haciendo una señal para que
me tumbe—. Me has visto desnuda, nos hemos duchado juntos, creo que
podemos compartir la cama, ¿no te parece? —insiste al ver que no me
decido.
—Sí, tienes razón. Espera. —Camino hacia la cómoda bajo la televisión
y abro el bote de antibióticos que me ha traído mi madre hace un rato, Asia
extiende la palma de la mano para que le entregue uno, y yo saco otro para
mí.
—Gracias —dice después de que le pase un vaso de agua.
Tras tomarnos la medicación, me quito los pantalones y dejo que la
carísima ropa de cama me reconforte. Asia está como a medio metro de mí,
pero nos encontramos mirándonos el uno al otro.
—Madre mía, Cami no se lo va a creer cuando le cuente todo esto —
comenta segundos después.
—No puedes contárselo a nadie.
—¿Por qué? Ella es mi amiga, mi única amiga real.
—A cualquier persona a la que se lo cuentes, la estarás poniendo en
peligro.
Expulsa todo el aire de sus pulmones y voltea su cuerpo hacia arriba,
clava la vista en el techo y murmura algo que no escucho. Decido
acercarme más, me apoyo en el codo y espero a que me mire.
—Dime en qué estás pensando, por favor.
—Pienso en que no sé cómo confiar en ti, cómo saber si tú no estás
utilizándome al igual que Nino. Con él he compartido muchísimas más
cosas que contigo, le he contado cosas personales de mi vida y me ha
ayudado cuando lo he necesitado. ¿Cómo sé entonces que tú no estás
fingiendo igual que él?
Sostengo su mirada y pienso en las mejores palabras para hacer que me
crea, que entienda que todo lo que le he dicho o hecho, ha sido porque
realmente lo sentía. Entonces me doy cuenta de que por mucho que lo
intente, sus dudas no se disiparán con un puñado de palabras.
Me inclino un poco más y agoto el espacio que separa mi boca de la
suya, acaricio su mejilla con mi mano libre y espero a que ella reaccione,
que me empuje para darme un tortazo o haga todo lo contrario.
XXIII
ASIA

Mis parpados caen involuntariamente ante este inesperado beso que me


ha pillado totalmente por sorpresa. No sé si es por la cantidad de emociones
y cosas que he vivido hoy, si la adrenalina por lo sucedido aún corre por mi
cuerpo, o si es algo tan simple y genuino como la atracción que siento por
Dante, pero no lo separo. Mis manos sujetan su cabeza y se pierden entre
los sedosos mechones rubios de su cabello, su lengua profundiza en mi boca
e intensifica el beso hasta el punto de acelerar mi respiración por la nariz.
—Mi unicornio —susurra contra mis labios unos segundos después,
antes de volver a besarme—. Nunca te he dicho nada que no sintiese. —Se
aparta unos centímetros y su pulgar se desliza por mi labio inferior.
—Lo siento, es que todavía no puedo creer que… —Niego con la
cabeza incapaz de repetirlo en voz alta.
—Es absolutamente normal, han sido unos cuantos meses e imagino que
habéis hecho muchas cosas juntos. —Aclara su garganta y se tumba boca
arriba, mi ceño se frunce al imaginar lo que está pensando, así que ahora
soy yo la que se inclina hacia él.
—No nos hemos acostado, si es lo que supones —aclaro cuando él
sostiene mi mirada sin decir nada—. Ni nos hemos besado, solo somos…
éramos amigos. Buenos amigos.
—No es asunto mío, solo espero que creas en lo que te digo.
Desconozco las cosas que le has contado o lo que habéis hecho, pero ahora
podrá usar todo eso en tu contra, y lo hará. —Fija sus ojos en mí para
dejarme claro que habla en serio—. Te lo aseguro.
—No le tengo miedo.
—Deberías, ya has visto que no se anda con gilipolleces.
—¿Insinúas que intentará… matarme?
—Probablemente. En cuanto dude de ti o piense que te acercas a él por
mí —dice sin más, y yo siento que no seré capaz de otra decepción más,
que necesito alejarme de Nino para aceptar todo lo que ha sucedido—. Pero
no dejaré que te haga daño, y mi familia tampoco.
Suelto el aire contenido y él aparta su brazo a la vez que hace un gesto
para que me tumbe a su lado, le observo un par de segundos y finalmente
cedo. Apoyo la cabeza en el hueco de su cuello y aspiro profundamente su
olor, una sensación de seguridad me reconforta y cierro los ojos sin que
ninguno de los dos volvamos a decir una palabra antes de caer rendidos por
el sueño.

Me despierto por un fuerte estruendo en el exterior, parece provenir de


la zona de la puerta de entrada a la suite. Dante duerme profundamente a mi
lado, creo que podría estallarle una bomba al lado y no se despertaría.
—Dante —susurro y le doy en el pecho.
—Mmm. —Entreabre los ojos y luego se los frota con la palma de su
mano antes de abrirlos del todo—. ¿Qué pasa?
—He escuchado algo fuera.
—¿En serio? —Enseguida se alerta y yo me aparto cuando se incorpora
de un golpe.
—Sí, hace unos segundos.
—Quédate aquí —indica mientras veo cómo carga su arma y camina
hacia la puerta con una leve cojera.
Solo lleva la ropa interior y está descalzo, su cabello se encuentra
ligeramente despeinado y los músculos de su abdomen se mueven con cada
paso.
Ignoro sus órdenes y salgo de la cama, miro a mi alrededor en busca de
algo con lo que defenderme, pero no encuentro nada, así que doy un golpe
frustrado sobre la almohada y, entonces, esta se mueve y me muestra una
navaja bajo la de Dante. Sin pensármelo dos veces, me lanzo a por ella
reprimiendo un jadeo de dolor por la pierna, la abro y me dirijo al mismo
sitio que el rubio armado.
Lo encuentro tras la puerta, con la oreja pegada a ella y la pistola entre
ambas manos, en alto y preparada para disparar. Cuando me ve, hace una
señal para que retroceda y no haga ruido, pero niego con la cabeza y me
acerco un poco más.
—¿¡Qué haces!? ¡Escóndete en el cuarto de baño! —exclama en voz
baja gesticulando a la vez con las manos.
—¡No! —Imito el tono de su voz—. Me has dicho que estoy tan metida
en esto como tú, así que no pienso esconderme.
Me asesina con la mirada unos segundos, imagino que cabreado por no
obedecerle, pero finalmente se lleva un dedo a los labios para que no haga
ruido y abre despacio. Asoma la cabeza y se aparta tras la pared con rapidez
cuando un disparo suena, al mismo tiempo que con su mano me empuja
hacia atrás, provocando que mi espalda dé de lleno contra la puerta del
aseo. Reprimo un grito dolorido y noto cómo la navaja me tiembla entre los
dedos, mis nudillos deben estar blancos por cómo la estoy apretando.
—¡Seguridad! —grita Dante sin moverse.
—¡Todo controlado!
Una voz varonil llega hasta nuestros oídos algunos segundos después,
sin embargo, no nos movemos hasta que vuelve a hablar.
—Señor Ivankov, puede salir, soy Konrad.
—¿Qué ha pasado? —pregunta sin bajar el arma hasta que comprueba
que ese hombre es quien dice ser.
—Han aprovechado el cambio de guardia, se han colado por el sótano
de tuberías y maquinaria y han dado a la cocina del hotel.
—¿Alguna baja?
—Dos, señor —contesta el guardia con lástima—. Ya hemos avisado a
la señora, ha dicho que venía enseguida.

DANTE

Maldigo en silencio a ese hijo de puta que está poniendo todo su


empeño en acabar conmigo, sin importarle a quién deba llevarse por
delante.
Cuando Konrad se marcha, cierro la puerta de la suite y me giro hacia
Asia, la cual está temblando y con la navaja entre sus manos.
—Vamos, dámela —pido extendiendo la mano hacia ella—. Ya no vas a
necesitarla. —Asiento cuando ella suelta el aire que estaba conteniendo y la
deja sobre la palma de mi mano, sus piernas empiezan a temblar más
notoriamente y tengo que pasar un brazo por su cintura para que no se
caiga.
—Estoy bien —dice mientras regresamos al dormitorio.
—Has sido muy valiente. —Me siento a su lado en la cama y sujeto su
barbilla para que me mire—. ¿Habrías sido capaz de usarla? —pregunto al
mismo tiempo que le muestro la navaja, ella asiente y su pecho se mueve al
aspirar en profundidad.
—No parará hasta matarte, ¿verdad?
—Eso parece. —Chasqueo la lengua y le pongo el seguro al arma, la
dejo sobre la mesita de noche y lo mismo con la navaja—. Creo que lo
mejor va a ser que nos separemos. Está claro que viene a por mí, así que por
tu seguridad, deberíamos estar en diferentes lugares.
—¿Y si viene a por mí? —cuestiona asustada y alerta.
—No lo hará, pero igualmente tendrás seguridad. Creo que te quedarás
aquí y yo me iré a la mansión, aquello es una fortaleza.
—No quiero quedarme sola. —Esos ojos llenos de galaxias y estrellas
me parten el corazón, quiero quedarme con ella, pero temo que eso cause el
peor de los desenlaces.
—Te juro que me encantaría quedarme contigo, Asía. —Coloco las
manos en sus mejillas y le doy un pequeño beso en los labios, a
continuación cierro los ojos y apoyo mi frente en la suya—. Me quedaría
aquí encerrado contigo sin dudarlo, pero no puedo seguir poniéndote en
peligro. Llevamos juntos menos de veinticuatro horas y ya han intentado
matarte tres veces.
—¿Y qué hacemos? —pregunta sin apartarse, su mirada alterna entre
mis ojos y mis labios—. Puede que si le llamo o voy a su casa, siente que
no soy una amenaza y me deja en paz. Quizá si hablo con Fiorella…
—Ella es su hermana, los dos han planeado esto juntos. —Niego con la
cabeza, convencido de que no pienso dejar que vuelva a ese apartamento.
—¿Entonces?
—Déjame hablar con mi familia, ¿de acuerdo? Ellos tienen más
experiencia en esto.
Asiente sin mucho convencimiento y luego entrelaza sus dedos con los
míos, apoya la mano en mi rodilla y busca mi mirada. Se aproxima sin
pudor y sin miedo alguno a ser rechazada, y sus labios se encuentran con
los míos igual que si de un imán se tratasen. Nos besamos sin prisa y sin
pensar en que un nuevo ataque pueda producirse, me siento fascinado por el
modo en que Asia está haciendo frente a esto, por cómo se lo está tomando.
Por un momento me viene a la cabeza el día en el que mi madre y mi
padre se conocieron, o Allie y el tío Nick, Nate y Richard, o mi tía Sasha y
Connor. Siempre he querido conocer más de esos tiempo, pero ellos no son
muy detallistas, solo me cuentan las cosas buenas y no los problemas o las
situaciones peligrosas por las que pasaron. Lástima que nunca podré
saberlo.
XXIV
ASIA

Aguardo observando cómo Dante intercambia una calurosa


conversación con su madre, ella está furiosa porque han vuelto a intentar
matarnos y encima han perdido a dos de sus hombres de seguridad. Me
encuentro sentada en el borde de la cama mirando la pistola que Hope lleva
metida en la parte trasera del pantalón, por encima de la camisa, e imagino
si yo sería capad de vivir así; pienso en si podría interpretar ese papel de
novia de un mafioso, la cual debe ir armada para que no la maten. La
verdad es que antes he pasado miedo, bueno, y durante todo el maldito día.
Creo que tendría que coger una libreta e ir apuntando todo el abanico de
sentimientos que he abarcado hoy, desde la decepción hasta la excitación.
—Asia, vístete, por favor —pide la jefa minutos después—, nos vamos.
—Enseguida —contesto y recojo mi ropa del suelo para meterme en el
cuarto de baño.
La venda de la pierna está ligeramente ensangrentada, tendría que ir a un
hospital, pero no creo que esta familia lo frecuente mucho. Más bien parece
que todos ellos tienen nociones de primeros auxilios en heridas de armas y
puñaladas.
—Ya estoy, ¿a dónde vamos?
—A la mansión, allí estaréis a salvo. —Hope me dedica una pequeña
sonrisa, pero, aun sin conocerla, puedo notar que es forzada.
Asiento con la cabeza rehusándome de hacer nuevas preguntas, y
simplemente obedezco las indicaciones que me dan en silencio.
Hope camina delante, lleva la pistola en su mano y fuera de la
habitación nos esperan cuatro hombres enormes, vestidos de negro y
también armados. Nos guían hasta un todoterreno del mismo color y veo
que en el asiento del conductor se encuentra Hell, el padre de Dante.
—¿Por qué habéis tardado tanto? —cuestiona y tira un cigarrillo a
medio fumar por la ventanilla bajada.
—Pregúntale a tu hijo —contesta la pelirroja de mal humor mientras
rodea el coche para montar.
—Espera, te ayudo. —Dante ignora los comentarios de sus padres y me
abre la puerta, sujeta mi mano y me alza con cuidado para poder subir al
asiento trasero.
—Gracias, ya está. —Sonrío tímidamente y él me devuelve el gesto,
más sincero que el de su madre.
Cuando todos estamos ya montados, Hell acelera y sale derrapando por
la curva que da acceso a la calle principal. Su mujer le cuenta lo que ha
sucedido hace unos minutos y Dante no se inmiscuye, en lugar de formar
parte de la conversación, entrelaza sus dedos con los míos y me acerca a su
cuerpo para rodearme con un brazo.
—¿Cómo estás? —pregunta en un tono de voz íntimo, casi susurrando
en mi oído.
—Bien, no te preocupes, soy fuerte. —Froto mi nariz con la suya y él
suspira antes de llevar la mano hasta mi cabeza y depositar un beso en mi
frente.
Nos adentramos en el Bronx y yo veo cómo todo parece ir mejorando,
irónicamente porque, ¿dónde podría vivir una familia de mafiosos que no
fuera en el barrio más peligroso de Nueva York? Para mi sorpresa, el coche
toma un desvío y se adentra en Riverdale, una de las zonas más ricas de la
ciudad y que, sí, forma parte del Bronx. Sin embargo, queda en claro que
valen para todo, tanto para el lujo de hoteles y mansiones, como para
revolcarse en el fango y pasear con pistola en tacones de diecisiete
centímetros, como Sasha. Aunque ella es otra liga diferente, no creo que sea
humana. Esa belleza, talento, gusto para la moda y, bueno, en general para
todo, es como si pusiera un océano de diferencias entre ella y yo.
—Es aquí, ya hemos llegado —anuncia el rubio más joven cuando el
coche se detiene momentáneamente mientras una valla metálica se abre
hacia un costado.
—¿Tenéis una valla?
—Dos —contestan Dante y sus padres al mismo tiempo.
—Oh.
Es el propio Hell quien me abre la puerta para ayudarme a bajar sin dar
tiempo a que su hijo llegue hasta mí, se lo agradezco y escucho cómo Hope
habla con alguien al otro lado. Entonces me doy la vuelta para observar,
maravillada, la impresionante mansión de los Ivankov.
—Ven, ya conoces a casi toda mi familia —dice Dante sujetándome por
la cintura para ayudarme a caminar. La realidad es que él tampoco parece
andar muy bien, su herida es como la mía, pero agradezco las intenciones.
—¿Estáis bien? —Un chico que no conozco sale de la casa y me sujeta
por la mano libre sin preguntar—. Me llamo Nick, es un placer conocerte.
—Asia —sonrío—, igualmente.
—¿Qué coño ha pasado ahora? —Sasha se recoge la rubia cabellera en
un moño despeinado y coloca las manos en sus caderas a modo de jarra.
—Nos han atacado —resume Dante.
—Qué raro, gente intentando matar a mi familia.
Todos desvían la mirada hacia las escaleras cuando un hombre mayor
las baja apoyado en un bastón.

DANTE

—Hola, abuelo.
—¿Estás bien? Cojeas —dice señalando mi pierna—. Y también ella,
que puedes presentármela cuando te apetezca. ¿O es que tengo que adivinar
su nombre?
—Es Asia, una amiga —explico entonces—. Asia, él es mi abuelo,
Vladimir Ivankov.
—Es un placer, Vladimir. —Mi pequeño unicornio le ofrece su mano y
yo ruego interiormente para que V la acepte, cosa que tarda unos segundos
en hacer.
—¡Hola! ¿Os habéis cargado a alguien? —La voz cantarina de mi prima
llega desde mi espalda, así que me doy la vuelta para dirigirle una mirada
de advertencia.
—No, Gabi, pero ellos si han intentado darnos viaje a nosotros. ¿Qué
haces aquí? ¿Qué hacéis todos aquí? Deberíais estar durmiendo en vuestras
casas, son las cuatro de la mañana.
—Yo los he reunido —dice entonces mi padre—, tenemos que tomar
una puta decisión antes de que os vuelen la cabeza a los dos. Ya sabes que
en esta familia no hay horarios, hijo.
—Venga, todo el mundo al despacho, no quiero que Marie se despierte
—ordena la matriarca, alias, Hope.
—A esa no la despierta una bomba nuclear. —Kibo sale de la cocina
junto a su padre y ambos chocan mi mano, el primero con un bocadillo
entre las manos.
Desvío la mirada hacia Asia y puedo ver lo perdida y confusa que se
encuentra, ha conocido a demasiadas personas esta noche y está en una casa
que no es la suya. Además, tiene que estar agotada, yo mismo lo estoy tras
los jodidos ataques que hemos sufrido y toda la tensión de las últimas horas.
—Si quieres podemos ir a dormir y mañana lo solucionamos. —Le digo
frotando su espalda cariñosamente.
—Yo… No creo que a tu padre le haga gracia la idea —comenta
señalándolo con la cabeza cuando ya todos están esperándonos en el
despacho.
—Me da igual, le diré que estás cansada, si quiere yo mismo me
quedaré, pero tú deberías acostarte.
—Te lo agradezco, la verdad es que me pesan los párpados.
—Es por las pastillas que tomamos para la pierna, yo también lo noto.
Espera aquí un segundo, ahora mismo vuelvo.
—¿Qué pasa? —Mi madre frunce el ceño y señala a Asia con la cabeza
cuando me acerco hasta ellos.
—Estamos derrotados —admito—, ella debe acostarse, yo me quedaré
para planear algo, pero Asia tiene que descansar, no está acostumbrada a
todo esto.
—Tiene razón —apoya Nathan—, ya están los dos en la mansión, aquí
nadie los tocará. —Se encoge de hombros en dirección a su hermano, ante
lo que Hell exhala un suspiro y dirige la mirada a mi madre.
—Está bien, id a dormir. Esta noche nos quedaremos todos aquí y
mañana después de desayunar pensaremos en algo. A las diez todos en el
despacho, sin excusas.
—De acuerdo, hasta mañana.
Le doy un beso a mi madre y otro a mi padre, y salgo del despacho con
Gabi y Kibo.
—¿Qué tal estás? —pregunta mi prima a Asia.
—He tenido días mejores. —Sonríe en respuesta.
—Te acostumbrarás. Buenas noches, o madrugadas, o lo que sea. —
Pone los ojos en blanco y sube las escaleras con Kibo después de que este
también se despida.
—¿Quieres un poco de agua o algo de comer? Puedo pedirle al servicio
que prepare algo, seguro que se han levantado con todo este revuelo.
—No, no, solo quiero dormir unas pocas horas seguidas. —Bosteza y
mira a su alrededor, supongo que preguntándose dónde está mi dormitorio.
—No te preocupes, aquí no nos molestarán. Venga, es en la planta de
arriba.
—Así que este es tu castillo, eh —comenta mientras subimos los
escalones poco a poco.
—No, solo es mi casa, pero imagino que has podido comprobar la
seguridad que nos rodea. Hay dos docenas de hombres patrullando el
perímetro las veinticuatro horas, las dos vallas exteriores y el resto de gente
que tenemos fuera de la propiedad. Es casi imposible que nada pueda
pasarnos aquí.
—Reconozco que eso me alivia un poco, necesito poder cerrar los ojos
sin pensar que van a dispararme mientras tanto.
—Aquí no lo harán. Ya estamos, es esa de ahí. —Añado ante su rostro
dolorido—. Solo unos pasos más.
La sujeto por la cintura y abro la puerta blanca con la mano libre, la
empujo y guío a Asia hasta mi cama, la cual abro rápidamente antes de
tumbarla.
—Joder —gruñe y aprieta los dientes durante los segundos que tarda en
acomodarse. Yo mismo me encargo de soltar el botón del pantalón oversize
que Sasha le ha traído, y ella levanta ligeramente el trasero para dejar que lo
saque del todo—. Gracias. —Deja escapar una bocanada de aire y cierra los
ojos.
—De nada, ¿necesitas algo?
—Que te tumbes conmigo y dejemos atrás esta mierda de día.
—Me parece una idea cojonuda.
XXV
ASIA

En contra de los planes, el abuelo y el padre de Hell nos han obligado a


quedarnos en la mansión otras dos semanas más. Sin embargo, me ha
ayudado para que la pierna se cure bastante y poder volver a la normalidad.
Bueno, si a esto se le puede llamar normalidad.
—¿Quién es? —Me pregunta Dante cuando el móvil vuelve a sonarme.
Estamos sentados en el sofá con sus primos, los cuales sí han estado
yendo al instituto, y con su tío Nicholas y su pareja, Allie. Esta semana he
podido conocer mejor a la familia Ivankov y, debo decir que, no me han
dejado indiferente.
—Es Cami, no ha parado de mandarme mensajes. Si no voy a trabajar
me van a echar.
—Es peligroso —recuerda el rubio—, Niniano sabe que trabajas allí.
—No puedo quedarme sin trabajo, ¿qué hago? —Me inclino en el sofá y
le miro, ya hemos tenido esta conversación y le he explicado que no pienso
vivir escondida.
Mira a su primo y a su tío, el cual no parece querer intervenir en la
conversación, supongo que cada cual tiene su propia historia…
—Podemos acompañarla —sugiere Kibo—, estar allí hasta que salga.
—¿Todos los días?
—No, solo hasta que se nos ocurra algo mejor.
—Asia, mira qué preciosidad. —Gabi tira de mi brazo para que me gire
y eche un vistazo a los bolsos que se está comprando por internet—. Me
gustan estos dos, ¿cuál me iría mejor con el vestido que te enseñé ayer?
—¿En serio? —Alzo las cejas y ella levanta la vista de la pantalla, me
mira a mí y después a sus primos.
—¿Qué pasa? ¿Me he perdido algo?
—Sí —digo levantándome—, que me voy a trabajar. Estoy harta de
estar encerrada.
—Te entiendo —comenta Allie lanzando una mirada a su novio—, pero
piénsalo dos veces.
—Espera, espera. —Dante y Kibo también se levantan, Gabi dibuja una
mueca aburrida y se tumba en el sofá absorta en su teléfono—. Te
acompaño.
—Como quieras, pero vámonos ya. Son las tres y media y entro a las
cuatro, con suerte llegaremos antes.
—Joder, eres increíble —resopla el rubio.
Aguardo desde la entrada observando cómo Kibo y él recargan sus
armas, las guardan en su pantalón y también una navaja cada uno. Me
ofrecen otra, pero declino la idea, no tendría dónde guardarla dentro del
uniforme de la cafetería.
—Gabi, ¿vienes? —inquiero cuando sale del salón.
—¿A ver cómo trabajas? —Se carcajea—. Gracias, pero creo que podré
encontrar otro plan más interesante.
—Estoy segura de ello. —Asiento y la despido con un gesto de la
cabeza antes de salir de la casa.
Miro desde el asiento trasero cómo Dante conduce, y pienso en lo que
este chico se ha vuelto para mí desde que lo conocí. He pasado por diferente
fases respecto a él, la primera noche me encantó e incluso lo besé; después,
cuando coincidí con él en clase, pensé que el Dante de La Cueva no existía
y que en realidad era el típico capullo, capitán del equipo y loco por las
animadoras. Gran error, no es para nada así. Es un buen chico, cariñoso,
atento y con una capacidad de aprendizaje y de atención increíble. Durante
estos días he podido observar cómo escucha a su padre y trata de mejorar y
de instruirse con rapidez, sé que todo esto no se lo esperaba —al igual que
yo—, y que ha sido una sorpresa para él. De las malas. Sin embargo, se está
esforzando, y eso para mí es suficiente.
—Ya estamos aquí —dice frente a la puerta de la cafetería—. Kibo, ve a
aparcar y yo entraré con ella.
—Bien.
—Madre mía, no sé qué voy a decirles a todos. He faltado cuatro días
seguidos —comento mientras caminamos hacia la entrada de personal.
—Diles que has estado enferma, en cierto modo es verdad.
Suspiro y él se apoya en las taquillas de otros trabajadores mientras yo
abro la mía para sacar el uniforme. Me he acostumbrado a cambiarme
delante de él, no siento vergüenza y la verdad es que me gusta ver cómo
admira mi cuerpo en silencio.
—¿Estoy bien? —Doy una vuelta frente a él y me ajusto la coleta con
los colores de la cafetería.
—Estás preciosa, igual que siempre. —Da un par de pasos y coloca una
mano en mi cintura, se acerca a mi boca y deposita un lento beso en mis
labios.
No sé lo que somos, no hemos puesto nombre a la relación que tenemos,
simplemente lo disfrutamos y dejamos que vaya evolucionando por sí solo.
Nos gustamos, eso es más que evidente, de modo que no voy a cortar la
única cosa que me hace feliz últimamente.
—Gracias. —Sonrío antes de despeinar su pelo y provocar que ría
conmigo, voy a devolverle el beso cuando la puerta se abre y Cami aparece
totalmente apurada.
—¡Asia! —exclama dándome un abrazo.
—Perdóname, lo siento mucho —suplico entre sus brazos.
—¿Dónde demonios has estado metida?
—No puedo contártelo, solo debes saber que estoy bien y que no
volveré a desaparecer.
—Imagino que él tiene algo que ver al respecto. —Lanza una mirada
nada agradable a Dante y éste le dedica una sonrisa.
—Olvídalo, ¿vale? Él me ha salvado la vida, Nino…
—Asia. —El rubio dice mi nombre con ese tono que sé que es de
advertencia. No debo contarle nada a Cami porque si lo hago, ella querrá
intervenir y solo la pondría en peligro.
—¿Qué? —pregunta Cami— ¿Qué pasa con Nino?
—Nada, tú solo… —Suspiro y le doy otro abrazo—. Estoy bien, voy a
esta bien y todo volverá a la normalidad. No hagas más preguntas, por
favor. Vamos a trabajar.

DANTE

—Es tu decisión y la respeto. —Asiente con lástima—. Pero recuerda


que, tarde o temprano, todo se acaba sabiendo.
Se da la vuelta y cruza la puerta hacia la cafetería, beso en la frente de
Asia e intercambio con ella un puñado de palabras de aliento sin necesidad
de abrir la boca, y la seguimos.
—Siéntate donde quieras, vamos a poner las máquinas en marcha. —Me
dice antes de comenzar con su tarea.
Asiento y camino tranquilamente hasta una de las mesas, me cuelo en el
asiento azul acolchado y espero a que Camilla abra las puertas antes de que
Kibo entre. La amiga de Asia nos dedica una mirada de desagrado a ambos
y se desliza en sus patines para empezar su jornada.
—¿Qué me he perdido?
—La amiga —digo señalándola—, no le caemos muy bien.
—¿Le ha contado Asia lo que ha pasado con Nino?
—Ha estado a punto, pero no.
Levanto la cabeza cuando mi pequeño unicornio se desliza sobre cuatro
ruedas rosas hasta nosotros, ataviada con el uniforme que le queda como un
guante y la libreta entre sus manos.
—¿Qué os apetece tomar? —pregunta con una encantadora sonrisa.
—Vamos a pasar unas cuantas horas aquí, así que toma ochenta pavos y
ve trayéndonos lo que quieras. —Saco los billetes de la cartera y se los
entrego, ella los guarda en su delantal y me guiña un ojo antes de darse la
vuelta para marcharse.
—Le tenías que haber pedido un cubo —comenta mi primo con aire
despreocupado.
—¿Un cubo?
—Sí, para recoger la baba que se te cae cada vez que la ves.
—Imbécil. —Río y le doy un empujón.
—Seré un imbécil, pero tengo razón, ¿verdad?
—Sí, no voy a negarlo, me conoces muy bien. —Me encojo de hombros
y la observo preparar dos batidos de chocolate.
La gente empieza a entrar y la cafetería, famosa en la ciudad por sus
batidos, se va llenando con rapidez. El jefe de mi chica no tarda en llegar,
mantienen una acalorada conversación en la que veo cómo Asia gesticula y
hace muchos gestos con las manos, pero la cosa no parece ir bien, así que
me levanto.
—¿Qué pasa? —pregunta Kibo cuando sale del ensimismamiento que le
causa el dulce sabor de su batido.
—Creo que no ha ido bien.
Sigue mi mirada y también se levanta cuando Asia tira al suelo la
bandeja y grita un “que te jodan” a su jefe antes de desaparecer por la
puerta por la que hemos llegado.
—Ve a por el coche y espéranos en la puerta —ordeno a Kibo antes de
correr tras ella.
Salto la barra apoyándome en una mano e, ignorando a Camilla, entro
en el vestuario y me la encuentro dándole patadas a las taquillas mientras
llora. La abrazo en contra de su voluntad y trato de que se calme mientras
susurro palabras en su oído.
—Todo saldrá bien, no necesitas este trabajo.
—¡Sí lo necesito! —grita en mi oreja cuando no dejo de abrazarla.
—Escúchame. —Sujeto sus mejillas y busco su mirada cubierta de
lágrimas—. Si lo que quieres es trabajar, yo te ayudaré a encontrar otro
trabajo. No necesitas estar en un sitio en el que no te valoran, ¿de acuerdo?
Eres una chica excepcional que merece que el mundo lo sepa, así que sécate
lo ojos, deja de llorar y asume de una vez lo que vales, Asia Levine.
XXVI
DANTE

Kibo conduce mi Ferrari negro mientras yo le doy conversación a Asia


para que deje de pensar en el imbécil de su jefe, además del hecho de que se
ha quedado sin trabajo. Está muy preocupada porque sé que quiere regresar
a su apartamento, o alquilar uno nuevo, y necesita dinero para poder
mantenerse. Ni siquiera se me ha ocurrido ofrecerle mi dinero porque la
conozco lo suficiente como para saber que se ofendería, pero espero que
ella también me conozca lo suficiente a mí para tener claro que no voy a
dejar que se quede en la calle o sin poder pagar el instituto.
—Venga, pediremos pizza y veremos películas de miedo hasta que te
quedes dormida.
—Gracias por el intento. —Sonríe aun con los ojos cristalizados por
haber estado llorando, y sale del coche cuando Kibo aparca en mi parcela
del garaje.
La espero junto a la puerta trasera por la que se accede directamente a la
mansión, y los tres entramos en silencio. Algunas voces nos llegan desde el
salón, así que nos acercamos y vemos a Gabi, Sasha, mi madre y Allie
riendo mientras cenan pizza y patatas fritas.
—Me habéis leído la mente —digo cogiendo un pedazo bien cargado de
pepperoni.
—¿Por qué habéis vuelto tan pronto? —Mi prima arquea una ceja y su
madre observa la mirada triste de Asia.
—Has llorado, ¿qué ha pasado?
—Me han echado —contesta a Sasha, la cual niega con la cabeza
mientras ríe sin disimulo alguno.
—Pues claro que te han echado, mírate, demasiado potencial
desperdiciado. —La señala de arriba abajo y se pone en pie, después
camina hasta la mesa auxiliar frente a la chimenea, saca una caja de la ya
conocida y característica bolsa de productos Ivankova, y regresa a su lado.
—¿Qué es? —Asia acepta cautelosa la caja—. Dime que no es lo que
creo que es —añade ahora con emoción.
—Compruébalo por ti misma —indica mi tía mientras me guiña un ojo.
—¡Oh, Dios mío! —Deja caer la caja al suelo mientras sostiene dos
imponentes zapatos negros con una tira que los rodea a modo de
decoración.
—Son de la nueva colección, aún no han salido al mercado. —Gabi
presume mostrando los suyos, iguales a los de Asia, pero en tonos rosados.
—Muchísimas gracias, Sasha, significa mucho para mí. —Hace ademán
de darle un abrazo, pero se contiene y simplemente le dedica una
encantadora sonrisa antes de deshacerse de sus deportivas para probárselos.
—Joder, has crecido de repente —bromeo al verla mucho más alta.
—Son impresionantes —observa ella dando algunos pasos.
—Quiero que seas mi nueva coordinadora de eventos —espeta Sasha
como si acabase de decir que el coche necesita gasolina.
Tanto Asia como yo la miramos desconcertados, con la diferencia de
que yo sé que no bromea y que ha sido una decisión igual de impulsiva que
sus actos.
—¿Es una…? ¿Estás…?
—Si tartamudeas en un evento, te echará a la calle —comenta mi madre
sonriendo cariñosamente.
—No pienso… No… —Asia toma una bocanada de aire cuando la rubia
alza una ceja y se cruza de brazos—. No pienso tartamudear, pero dime si
estás hablando en serio.
—Por supuesto, ¿por quién me has tomado? —Se lleva la mano al pecho
fingiendo que está ofendida y después cambia la expresión a una más
divertida—. A ver, ya sabrás que Ivankova ofrece presentaciones y jornadas
de puertas abiertas a los almacenes una vez al mes, además de cada vez que
sale una línea o producto nuevo.
—Sí.
—Bueno, también sabrás que acudo a todos los desfiles importantes y a
la semana de la moda de Londres y de París.
—Por supuesto, nunca me pierdo ninguno —habla emocionada.
—Estupendo, pues a partir de ahora los verás en persona porque quiero
que te encargues de algunas cosas. Alma está saturada de trabajo y no le
vendría mal un poco de ayuda, ella se ocupará de enseñarte lo que necesitas
saber y esto te dará libertad para poder estudiar sin trabajar todas las tardes.
Hope sonríe y admira en silencio a Sasha, al igual que Allie; Gabi
sostiene en su rostro una sonrisa igual de grande que la mía y Asia no deja
de tragar saliva para no estallar en lágrimas.
—Bueno, di algo.
Esta vez no se contiene, acaba con los metros que la separa de la rubia y
la rodea con sus brazos mientras no deja de repetir “gracias” una y otra vez.
Es valiente. Abrazar a Sasha sin tener confianza es como rodear una rosa
con la mano teniendo fe en que sus espinas no se te clavarán.
—Yo tengo un primer trabajo para ti —dice entonces Gabi con una
malévola sonrisa.
—Gabriella, tu padre todavía no ha decidido nada al respecto. —Se
adelanta su madre intuyendo sus intenciones.
—Dentro de poco es mi cumpleaños, me ayudarás a organizar la fiesta
en La Cueva.

ASIA

Termino con el último pedazo de pizza cuando Dante ya se ha dormido a


mi lado.
Después de soltar alguna lágrima y de abrazar a Sasha a riesgo de
llevarme un corte por su parte —gracias a Dios no ha sido así—, nos hemos
despedido tras coger una caja de pizza y hemos subido a la habitación del
rubio, donde llevo una semana durmiendo.
Este nuevo empleo me dará la posibilidad de poder alquilar un
apartamento mejor, poder pagar la Trinity e incluso un uniforme nuevo.
Trabajar en Ivankova es un sueño que jamás me había ni tan siquiera
planteado, pero ahora se ha hecho realidad y estoy tan emocionada que no
puedo parar de dar vueltas y de saborear pedazos de pizza. La emoción, la
ansiedad y la tristeza hacen que no pueda parar de comer.
Sasha me ha dicho que el domingo quedaremos para desayunar y me
explicará todo, firmaremos el contrato y nos pondremos manos a la obra. Y,
por si eso fuera poco, me ha dado un adelanto de cinco mil dólares en
efectivo. ¡Cinco mil dólares! En la cafetería tenía que trabajar durante al
menos cinco meses para poder ganar eso, no puedo imaginarme lo que
cobraré trabajando para Sasha.
—Unicornio, ¿tienes ganas de bailar o es que no dejas de moverte
porque necesitas ir al servicio? —pregunta Dante con los ojos cerrados y
voz adormilada.
—Perdona, es que estoy nerviosa, y ansiosa, y emocionada, y…
—Lo pillo. —Ríe y se coloca boca arriba para tomar impulso con sus
manos y sentarse con la espalda apoyada en el cabecero de la cama.
—Tu tía es una mujer increíble, y no lo digo solo porque me haya dado
trabajo. —Matizo por si las dudas—. La admiro desde hace muchísimo
tiempo, cuando vivía en Nashville siempre fantaseaba con verla en persona
y poder llevar algún día unos Ivankova —digo girándome para mirarlo—.
Aunque sabía que nunca podría permitírmelos.
—Pues ya tienes unos regalados por ella —dice retirando un mechón de
pelo de mi rostro sonriendo—, y vais a trabajar juntas.
—Tengo miedo.
Cambio la expresión sin poder evitar sentir unas inmensas ganas de
vomitar de repente.
—¿Miedo?
—Esto es algo demasiado bueno para que me esté pasando a mí, Dante
—reflexiono en voz alta—. Hasta ahora, lo mejor que me había pasado
había sido entrar en la Trinity, me esforcé para ello durante muchísimos
años y mi padre casi se arruina para ayudarme.
—Pues ahora estás dentro, no solo de la Trinity, sino también de
Ivankova. —Sostiene mi mano con la suya y la lleva hasta sus labios para
depositar un beso en mis nudillos—. Créetelo, disfrútalo y vívelo.
Suspiro y asiento, acepto encantada el beso que me da a continuación en
los labios y ambos sonreímos al separarnos.
—Sabes a pizza —dice mordiendo mi labio inferior—, me has dado
hambre. Vamos a saquear la cocina.

Kibo, Gabi, Dante y yo subimos las escaleras principales de la Trinity


con nuestros uniformes enfundados y preparados para lo que sea. Hell nos
ha dado claras indicaciones: “Actuad con normalidad y esperad a ver qué
hace él.” La segunda parte del plan es la que me incluye directamente a mí,
y a la cual Dante sigue oponiéndose debido a que debemos fingir una pelea
delante de Nino y después de eso alejarme del rubio para que el italiano
crea mis sinceras intenciones. Sin embargo, esta parte todavía no está clara
y debemos aclararla después de ver lo que pasa.
—Ese uniforme consigue cortarme la respiración —susurra Dante con
los labios pegados a mi cabeza desde atrás mientras esperamos a que la
marabunta de alumnos descongestione el pasillo.
—Entonces como a mí, necesito comprarme otro con urgencia antes de
que mis pechos queden expuestos delante de todo el maldito instituto.
—Iremos esta tarde, ¿quieres? —pregunta a la vez que seguimos
caminando despacio—. Después podemos cenar en esa hamburguesería
nueva que han abierto en la 5ª avenida.
—Me encanta ese plan. —Giro la cabeza para guiñarle un ojo y a
continuación freno en seco cuando Nino y Fiorella aparecen frente a
nosotros caminando en dirección contraria.
Dante se abre camino a mi lado y me coloca ligeramente a su espalda,
Kibo intenta hacer lo mismo con Gabi, pero ella se adelanta para colocarse
la primera.
—Huele a esa colonia barata que me encontré en Calabria, ¿la
recuerdas, Kibo? —La pequeña rubia finge olfatear y los rostros de los
italianos se descomponen al escuchar el nombre de su región.
—Sí, olía igual que la mierda. —La apoya su primo mayor.
Dante no habla, se ciñe a las órdenes de su padre y su mandíbula se
tensa cuando Nino da un paso adelante buscando mi mirada. Fiorella lo
sujeta por la camisa del uniforme y murmura algo en su oído que no
escuchamos, entonces se abren las puertas de las aulas y el pasillo comienza
a vaciarse.
—¿Estamos en un velatorio? —La voz de Sabrina consigue irritarme de
un modo sobrehumano—. Ya es viernes, chicos, habéis faltado toda la
semana, ¿os habéis pegado la varicela los unos a los otros? Mirad los
zapatos que lleva la africana, seguro que los ha robado. —Ríe junto a sus
abejas y Gabi rompe en una carcajada más sonora que las de ellas juntas.
—Te diría que masticaras bien la envidia para no atragantarte —dice
mientras se aproxima a ella sobre los tacones que su madre le ha regalado,
iguales que los míos y los que también llevo hoy puestos—, pero la verdad
es que me encantaría ver cómo te ahogas en tu propio veneno mientras tus
secuaces te roban toda la ropa para venderla y así poder comprarse más
laxantes para seguir delgadas.
—Eres demasiado afortunada por ser quien eres, Gabriella Ivankova.
Ese apellido te protege y tú…
—No necesito mi apellido para quitarme los zapatos y clavarte la punta
en el jodido…
—Basta ya. —Dante introduce una mano entre ambas y después le hace
una señal con la cabeza a Sabrina para que entre en clase, la cual obedece
sin rechistar.
Cuando volvemos a girar la cabeza hacia Nino y Fiorella, ya no están.
—Si esa zorra vuelve a molestarte, asegúrate de que le quede claro que
ahora eres parte de esta familia. —Me dice Gabi antes de marcharse hacia
su clase.

DANTE

Atiendo a las explicaciones del profesor de historia porque no puedo


suspender, y con todo lo que ha pasado últimamente, y lo que estoy seguro
que está por llegar, no va a ser fácil para ninguno de nosotros mantener
nuestro nivel académico.
—Asia, ¿puedes ir a buscar rotuladores nuevos? —Le pide el profesor
señalando la pizarra, ante lo que ella asiente con una sonrisa y arrastra la
silla para levantarse.
Me mira antes de salir por la puerta y yo le guiño el ojo, embobado por
el efecto que causa en mí. La capacidad que está teniendo para asumir las
cosas, y su afán por querer seguir siendo independiente y cuidar de sí
misma, me parece lo más sexy que he visto en una chica hasta ahora.
Sabrina se da la vuelta —sigue sentada delante de mí—, y planta un
beso en la nota que tiene entre los dedos antes de dejarla sobre mi mesa. Yo
la abro sin borrar la sonrisa de mi rostro y delante de ella la hago pedazos
sin leerla. Une sus labios en un gesto furioso mientras expira con fuerza y
vuelve a girarse dramáticamente al mismo tiempo que la puerta se abre y
Asia entra ya con los rotuladores nuevos. Se los entrega al profesor y se
aproxima entre los pupitres sin despegar sus ojos de los míos, los cuales no
pueden evitar recorrer toda su anatomía sabiendo lo que tiene por debajo de
ese uniforme que le queda pequeño.
Entonces, y sin que ninguno de los dos lo podamos prever, Sabrina
estira el pie y Asia cae hacia delante violentamente. Voy a levantarme harto
ya de esta situación, cuando mi no tan inocente unicornio tira con fuera del
tobillo de Sabrina hasta que ésta aterriza en el suelo totalmente
desconcertada. Asia se coloca a horcajadas encima de ella sin pensárselo
dos veces, alarga la mano hasta el estuche de la abeja reina y saca las
tijeras, las abre y coloca la hoja cortante pegada al cuello de la chica que
lleva acosándola desde que llegó al instituto.
—¡Asia! —El profesor se abre paso entre los alumnos, los cuales ya
están grabando la escena con sus móviles—. ¡Suelta eso!
—Si se te ocurre volver a meterte conmigo, te juro por Dios que los
rizos no será lo único que te cortaré. —Le dice muy cerca de su rostro—.
Has acabado con mi paciencia.
Coloco una mano en su hombro sin hacer presión ni tratar de separarla,
simplemente para que sepa que estoy con ella, que no está sola. Aguarda
unos segundos más y no se quita de encima hasta que gotas de lágrimas
resbalan por los costados del rostro de Sabrina, la cual continúa tumbada en
el suelo.
—Asia Levine, vaya inmediatamente al despacho del director —ordena
el profesor con seriedad.
Ella obedece y guarda sus cosas en la mochila antes de dirigirse a la
puerta, yo hago lo mismo y la sigo. El profesor ni siquiera intenta
detenerme.
Cuando ya estamos en el pasillo, sujeto su muñeca para abrazarla, pero
la aparta y niega con la cabeza mientras traga saliva.
—No me toques ahora, Dante. —Su pecho sube y baja con fuerza, el
botón superior de la camisa se le ha desabrochado y parte del sujetador está
ahora expuesto.
—Tranquilízate, vamos al baño. —Camino para que me siga, pero
respetando su espacio, creo que le está dando un ataque de ansiedad.
Espero a que se acerque y abro el grifo, me mojo las manos y después
las paso por su rostro, le recojo el pelo en un moño desastroso y humedezco
un poco su cuello. Dejo que se apoye en el lavabo y me coloco a su espalda
para soplarle suavemente en la nuca. Asia alza la vista y se encuentra
conmigo en el espejo, tras ella. Entrelazo mis dedos con los suyos y
lentamente llevo nuestras manos hasta su pecho, pego su espalda a mí y la
insto a que respire conmigo, calmadamente, sin dejar de mirarnos a través
de nuestro reflejo.
—Menudo unicornio peleón estás hecha —bromeo antes de depositar un
beso en su mejilla.
XXVII
ASIA

Giro sobre mis talones para hacer lo que mi cuerpo me pide en estos
momentos: besar a mi rubio favorito. Nuestros labios se complementan
como las piezas de una misma maquinaria, sus manos sobre mi cintura me
impulsan a sentarme en el lavabo y a enroscar las piernas alrededor de su
cuerpo.
—No sé por qué he reaccionado así. —Exhalo un suspiro cuando nos
separamos y apoyo mi frente en la suya.
—Porque Sabrina lleva jodiéndote la vida desde que llegaste, otra en tu
lugar no habría aguantado tanto sus humillaciones.
—Me van a expulsar, Dante. —Empujo su pecho con suavidad para
regresar al suelo y rehacerme el moño despeinado que él ha improvisado en
medio de mi ataque de ansiedad.
—No te preocupes por eso.
—¿Qué no me preocupe? —Lo miro y suelto una risa sin una gota de
humor—. La Trinity es mi última oportunidad para poder ir a Columbia,
para ti es fácil porque tu familia…
—Ahora también es la tuya, Asia. —Me interrumpe y toma mis manos
—. Cuentas con nuestro apoyo, confía en mí, no van a expulsarte. Además,
toda la clase ha visto cómo Sabrina te ha puesto la zancadilla, y cómo no ha
parado de acosarte desde el primer día.
—Le he puesto una tijera en el cuello —insisto.
—He podido verlo. —Sonríe con dulzura y acaricia mi mejilla—.
Venga, vamos a hablar con el director, no pasará nada.
Dejo que me guíe por los pasillos con nuestros dedos entrelazados,
subimos unas escaleras hasta la primera planta y me detengo fuera de la
puerta con el letrero del señor Bose. Puedo notar cómo me tiemblan las
piernas y me sudan las manos.
—Adelante —dice cuando el rubio toca el cristal con sus nudillos.
—Buenos días, Patrick.
Miro a Dante entre desconcertada y sorprendida por la confianza con la
que se dirige a él.
—Hola, Dante, ¿qué ha pasado? —Nos hace un gesto para tomar asiento
en las dos sillas que hay frente a su escritorio, tras el cual se encuentra él.
—Nada importante, Sabrina ha vuelto a hacer de las suyas y Asia se ha
defendido. —Se encoge de hombros y vuelve a tomar mi mano, gesto que el
director sigue con sus ojos mientras asiente.
—Asia, ¿os habéis peleado? La violencia está completamente prohibida
en esta institución. Estás aquí con una beca, ¿verdad?
—Sí, pero pronto podré pagar el curso sin necesidad de ella —contesto
sin dejarme intimidar por su tono.
—Dime qué ha sucedido con Sabrina.
Miro a Dante a la vez que dejo escapar una bocanada de aire, y él me
guiña un ojo a la vez que me dedica una sonrisa calmada. Su apoyo me
tranquiliza sobremanera.
—Sabrina no ha dejado de acosarme desde que llegué —admito
clavando la mirada en el director—. Siempre la he ignorado y he tratado de
cumplir con las normas de no violencia del centro, pero es una maltratadora
y sus amigas le siguen el rollo. Hoy ha vuelto a ponerme la zancadilla en
medio de clase para tirarme al suelo y humillarme, y por primera vez me he
defendido.
—¿La has golpeado?
—No, solo la he tirado al suelo, al igual que ella a mí, y le he dicho que
no vuelva a meterse conmigo porque ya ha agotado mi paciencia.
El director guarda silencio y une los dedos frente a su rostro, pensativo y
observando nuestras manos unidas. Me gusta que Dante se mantenga a mi
lado pero me deje hablar por mí misma, creo que empieza a conocerme.
—Comprendo. —Se aclara la garganta e inclina su cuerpo para apoyar
los codos en su mesa—. Y tú ¿por qué estás aquí con ella, Dante?
—Es mi chica y se ha puesto muy nerviosa cuando el profesor le ha
pedido venir a verte, no quería dejarla sola.
—Así que sois pareja. Ya veo. —Asiente con la cabeza y veo de reojo
cómo Dante entorna los ojos y también se inclina un poco hacia delante—.
¿Ya has tenido el placer de conocer a los Ivankov, Asia?
—Sí, Dante y yo estamos viviendo juntos, son todos encantadores.
No sé por qué he dicho eso, creo que ser parte de ellos puede ayudarme
a que las consecuencias sean menores, y no me gusta el modo en el que el
director me está presionando. A la mierda con todo.

DANTE

Tal y como ya imaginaba, Asia no sufre ningún castigo. Sé que el hecho


de que sea mi chica ha tenido mucho que ver, pero en realidad no podrían
castigarla por haberse defendido de su acosadora, lo que ha hecho ni
siquiera se asemeja a lo que habríamos hecho Kibo, Gabi o yo si cualquiera
nos hubiera puesto la zancadilla. Por no mencionar el resto de putadas que
le ha hecho en todo este tiempo.
—Dios mío, he estado a punto de vomitar de los nervios —dice ella
cuando regresamos al pasillo donde se encuentra nuestro aula, el timbre ha
sonado y los alumnos ya caminan hacia sus próximas clases.
—Te dije que saldría bien, no tenía motivo para expulsarte.
—No soy estúpida, sé que el director es amigo de tus padres o…
—No —río—, pero mi familia es la mayor inversora de este centro, se
dejan una pasta aquí todos los años.
—Lo que sea. —Coloca las manos en mi pecho y me empuja contra la
pared, no se pone de puntillas antes de besarme debido a que hoy lleva los
zapatos que Sasha le regaló ayer y ha crecido como quince centímetros con
ellos—. Gracias —susurra sobre mis labios.
—Nadie se mete con mi unicornio. —Sonrío y le devuelvo el beso.
—¿Qué ha pasado? —Gabi se cruza de brazos frente a nosotros con una
expresión divertida en su rostro.
—He seguido tu consejo —responde Asia antes de sonreír.
—Esa es mi prima, bien hecho. Esa zorra no volverá a molestarte. —
Alza su mano para que Asia la choque y Kibo pone los ojos en blanco.
—No te han expulsado, ¿no? —cuestiona él.
—No, le he dicho que ha sido en defensa propia y que Sabrina llevaba
todo el curso tocándome las narices.
—Y es la verdad —dice Gabi con rabia—. La he visto salir de vuestra
clase y parecía acojonada, a ver si aprende de una puta vez que nadie se
mete con un Ivankov.
*

Esperamos a que mis tíos Nathan y Richard lleguen a la mansión para


decidir nuestro próximo paso. Sasha y Connor están en la mesa grande del
despacho, él sentado en una silla y ella sobre la mesa, sonriendo y diciendo
algo a su marido mientras éste acaricia su muslo. Entonces Gabi se acerca a
ellos y les dice algo sobre su fiesta de cumpleaños en La Cueva.
—Te dije que tenía que hablarlo con tu padre. —Le contesta la rubia.
—Papá, por favor —suplica mi prima ignorando a su madre.
—Todavía falta una semana, cariño. —Connor suspira y a continuación
mira a Sasha—. El club es tuyo, nena, tú tienes la última palabra.
—Entonces lo llevo claro —protesta Gabi antes de cruzarse de brazos y
dejarse caer en una silla a su lado.
Dejo de prestarle atención cuando escucho una carcajada de mi madre.
Se encuentra sentada sobre el regazo de Hell Ivankov, ambos en la silla que
hace tiempo perteneció a mi abuelo, Vladimir, tras el escritorio principal del
despacho. Se besan y yo sonrío por la cantidad de amor que se procesan el
uno al otro.
—Tus padres son un encanto —comenta Asia a mi lado. Estamos
sentados en el sillón de cuero frente a la mesa grande, en el que también
están mi tío Nick y Allie.
—Sí, cuando los miro siempre pienso en todas las cosas que han debido
pasar y, aun así, parecen más unidos que nunca.
—Ya estamos aquí, perdonad la tardanza. —Nathan besa la mejilla de su
hermana cuando la rubia se acerca para abrazarlo, y yo choco la mano de
Kibo antes de saludar a mis tíos.
El rostro de Richard me deja claro una vez más que no está de acuerdo
con todo nuestro mundo, solo se casó con Nathan por lo que se quieren,
pero siempre está a al defensiva.
—Bueno, empecemos. —Hell y Hope se ponen en pie y caminan al
centro del despacho donde todos los observamos—. Asia, ¿cómo sigue tu
pierna?
—Mejor, apenas me duele ya y me estoy poniendo todos los días la
crema que me dio Sasha.
—Estupendo, ayudará a que no te quede una gran cicatriz —asegura la
rubia.
—Dante nos ha contado que hoy os habéis encontrado con Niniano y
Fiorella —dice mi madre y nosotros asentimos a la vez que Connor acaricia
la cabeza de su hija con el rostro lleno de preocupación.
—Tenemos que dar el siguiente paso —continúa papá—. Asia, es tu
turno.
—¿Estás seguro de que no hay otra forma? —cuestiono aún sin
resignarme a que mi unicornio deba pasar por esto.
—Sí, hijo, es la única manera de que Niniano salga de su escondite y
exponga a su familia —responde Hope.
—Estaré bien, decidme exactamente lo que queréis que haga. —Asia
sujeta mi mano y sonríe hacia mí para que me tranquilice, pero ella no tiene
ni idea de lo que todo esto conlleva.
—Lo primero que harás será irte de esta casa.
Todos miramos a la puerta cuando Vladimir aparece apoyado en su
bastón y un puro entre los labios.
—Abuelo…
—Si tu novia sigue viviendo aquí, ese chico no se tragará nada.
—Tiene razón, Dante —apoya Sasha.
—¿Y dónde pretendéis que viva? No va a volver a su apartamento para
estar justo frente a esos cabrones. —Noto cómo empiezo a perder los
nervios.
—No, vivirá en Manhattan, alquilaremos una casa para ella —explica V
mientras se sienta en la silla que su hijo menor le ha ofrecido—. Pondremos
seguridad las 24 horas, si quiere podemos darle también un Dobermann
para que la acompañe cuando salga.
—Me encantan los perros, en mi casa tenía tres. —Sonríe ella con un
asentimiento.
—Bien, haremos eso entonces —decide mi padre—. Durante el fin de
semana te encontraremos un apartamento en un edificio seguro, organizaré
tu protección e iremos a la academia de perros donde siempre adoptamos a
los nuestros, y podrás elegir a tu compañero.
—Vale, entendido. —Asia acepta y yo simplemente suspiro, no hay
nada que pueda decir o hacer para que cambie de idea—. ¿Y respecto a
Nino?
—Deberás fingir una bronca con Dante asegurándote de que él lo ve,
pero debe ser muy real. —Sasha nos mira a los dos—. Deciros cosas que os
duelan de verdad, os conocéis, tened claro que todo es ficción, pero no debe
parecerlo.
—En resumen —apoya Nathan—. Tened claro que entre vosotros todo
está bien y no empecéis a darle vueltas a la cabeza tras la discusión sobre
las cosas que os diréis. Tened claro en todo momento que el objetivo es
Niniano de Luca.
XXVIII
DANTE

Este plan no me convence en absoluto. Asia me ha repetido cuarenta


veces que debo confiar en ella, que no la subestime y que es capaz de hacer
lo que sea, pero ella no lo entiende. Yo no dudo de su valía, de hecho, creo
que puede sorprenderme aún más de lo que ya lo ha hecho, lo que temo es
que esta mierda haga que nuestra relación se resienta.
—Rubio, deja de darle vueltas ya.
—Lo siento. —Exhalo un suspiro y desvío la mirada del suelo a ella,
que se encuentra poniéndose el nuevo uniforme que se compró ayer con
Gabi, este sí de su talla.
—Hemos hecho una promesa —dice colocándose frente a mí—. Yo
pienso cumplirla, ¿lo harás tú?
—Haré lo que sea por ti —admito tirando de su mano para acercarla a
mí.
—Voy a decirte cosas muy feas, cosas que te van a doler.
—Y yo a ti.
—Lo sé, pero todo será mentira. Debemos asegurarnos de que Nino lo
vea todo —recuerda acariciando mi pelo.
Yo asiento y después me pongo en pie para besar sus labios y así obtener
esa pequeña dosis de cariño que necesito para comenzar la mañana. Hoy
será el último día que nos levantamos juntos hasta nuevo aviso, y eso me
tiene muy nervioso.

Mientras desayunamos, mi padre me explica que finalmente han


alquilado un apartamento discreto y poco llamativo, acorde con lo que Asia
podría estar ganando para que Nino no sospeche.
—Si la metemos en un ático de lujo, el italiano no se lo tragará. Sabrá
que planeamos algo, no es tonto —comenta mi madre.
—Me parece bien. —Asia asiente y luego entrelaza sus dedos con los
míos bajo la mesa—. Tampoco sabría qué hacer en una casa tan grande, no
estoy acostumbrada al lujo, la verdad.
—Sasha te diría que a eso te acostumbras rápido. —Hope pone los ojos
en blanco y todos reímos, aunque en mi caso no es una risa de verdad.
—Hijo, ¿no vas a comer nada?
—No, tengo el estómago revuelto.
—Ven, quiero hablar contigo —dice entonces el rey de la casa.
Aparto la silla y sigo a mi padre al despacho, cuya puerta cierro después
de entrar. Me cruzo de brazos cuando se apoya en la mesa de su escritorio y
alzo las cejas interrogante.
—Estás perdido por esa chica, eh. —Sonríe con nostalgia y casi puedo
ver el fantasma de los recuerdos en su mirada.
—A ti no puedo mentirte, eres Hell Ivankov. Seguro que tu historia con
mamá fue mucho más complicada que la mía con Asia.
Asiente con la cabeza pero, como siempre, no hace comentario alguno
respecto a esos tiempos.
—No seas igual de idiota que yo, Dante. La cagué mucho con tu madre,
me dejé llevar por la rabia y por las malas decisiones muchas veces y estuve
a punto de perderla.
—Es la primera vez que me cuentas algo de vosotros —indico
asombrado.
—Sí, bueno, fueron tiempo difíciles. Lo único que te quiero decir es que
no dejes que las cosas se vayan a la mierda por nadie más que vosotros
mismos, que el exterior no os influya. Si se tiene que acabar, que se acabe
porque así lo queréis, no por malentendido o gilipolleces de fuera.
—Entendido.
—Bien. —Se acerca con los brazos abiertos y me rodea con ellos
algunos segundos—. Este es mi chico, ahora ve a hacer lo que mejor
sabemos hacer los Ivankov.
—Sobrevivir.

ASIA

Trago saliva dificultosamente cuando veo de reojo cómo Nino y Fiorella


avanzan por el pasillo. Gabi me lanza una mirada de asentimiento y Kibo
suspira, puedo ver cómo sus hombros se levantan bajo el uniforme de la
Trinity.
Cierro los ojos y me lleno de valor antes de darme la vuelta y enfrentar a
Dante, el cual está fingiendo que busca algo en su taquilla. Doy algunos
pasos hasta llegar a él y tiro de su cazadora hacia atrás mientras empiezo la
actuación.
—¡Te pedí que no te metieras en mi vida, pero no has podido evitar
hacerlo, ¿verdad?!
—¿De qué hablas? —Finge desconcierto y ya puedo ver cómo algunos
alumnos descienden la velocidad de sus pasos para enterarse de lo que está
pasando.
—¡Me han despedido, Dante!
—¿¡Y por qué crees que yo tengo la culpa!?
—¡No lo sé! Déjame pensar, ¿a lo mejor por ir todas las malditas tardes
a distraerme y hacer que desatienda mis obligaciones? O no, no, ¡tal vez por
plantarle cara a mi jefe y exigirle que me suba el sueldo! —Desvío un
segundo la mirada hacia Gabi para comprobar que Nino está escuchando
todo, y ella asiente y me guiña un ojo con disimulo.
—¿Quién te ha…?
—¡No se te ocurra negarlo! Ha sido la explicación que me han dado
antes de echarme a la calle de una patada.
—¡Lo siento, joder! —Dante tensiona la mandíbula, lo conozco y está
muy nervioso, espero que esté siendo creíble—. Te dije que no necesitabas
trabajar en esa mierda de cafetería, que yo podría pagarte la…
—¡No quiero tu sucio dinero! —exclamo y muero por dentro porque la
discusión está a punto de ponerse muy fea.
—Asia, cállate. —Me advierte, y no sé si lo hace de verdad o si es parte
de la actuación.
—No pienso callarme, ¿acaso crees que la gente no sabe de dónde viene
el dinero de tu familia?
Todo el mundo literalmente se ha detenido y está observando la
discusión, cuchichean y algunos incluso nos graban con sus móviles.
—¡Por lo menos tengo dinero, joder! —Ríe y mira a Kibo, el cual finge
apoyarlo, aunque no lo está haciendo nada bien.
—¿Qué coño quieres decir con eso?
—Lo sabes de sobra, Asia. No encajas aquí, Sabrina tenía razón,
deberías volver a tu ciudad y dejarnos a todos en paz. Supongo que fue
bonito mientras duró. —Trata de hacer una broma, pero solo él se ríe ante
ella antes de tornar su rostro serio de nuevo.
Un silencio sepulcral se asienta en el pasillo, me repito en bucle que lo
que acaba de decir es solo un guion, uno que tal vez debimos haber
preparado juntos. Sin embargo, acordamos que era mejor no decirnos nada
para que las reacciones fuesen más reales. Pero no voy a mentir, eso
último… Joder, me ha hecho pedazos.
No sé por qué, pero algunas lágrimas resbalan por mis mejillas, miro a
mi alrededor y puedo ver cómo Gabi asiente con la cabeza y me transmite
calma. Kibo ni siquiera me mira, y Dante está luchando consigo mismo por
no mandar todo el plan a la mierda y abrazarme. Lo sé, puedo verlo en sus
ojos.
—De acuerdo. Lo he pillado, no te preocupes. —Asiento con la cabeza
y me aseguro de darme la vuelta para que Nino me vea llorando antes de
secarme las lágrimas y salir corriendo.
Me encierro en el cuarto de baño de chicas y observo mi reflejo herido
en el espejo mientras rezo para que haya dado resultado. Entonces la puerta
se abre y una inmensa sonrisa se dibuja interiormente en mi cabeza.
—Hola… —Fiorella entra cautelosa y apoya la mochila en los lavabos,
saca un paquete de pañuelos y me ofrece uno.
—Gracias.
—Mira, sé que debes estar odiándome por… Bueno… —No encuentra
las palabras, pero no voy a ayudarla porque realmente la odio. Odio el
modo en el que su hermano y ella me usaron para llegar a Dante—. Lo que
quiero decir es que yo no soy como Niniano, Asia. A estas alturas ya debes
estar enterada de todo…
—¿Qué es lo que quieres, Fiorella? —Me cruzo de brazos y la miro con
dureza.
—Esto no tiene por qué acabar así entre nosotras. Dante y su familia son
malas personas, pero nosotros no lo somos. Por favor, deja que te lo
explique todo.
—¿Puedes explicarme por qué tu hermano me secuestró y casi me mata?
—Alzo una ceja y suelto una risa sarcástica.
—Sí. Asia, ellos no son quienes crees que son. Han matado a mucha
gente inocente, y siguen haciéndolo.
—Sé que los odiáis porque mandaron a vuestro padre a la cárcel.
—No lo mandaron a la cárcel, Asia. Hell Ivankov mató a mi padre.

DANTE

—Venga, el circo ha terminado, cada payaso a su clase. —Gabi dispersa


a la gente mientras yo lucho conmigo mismo por no salir corriendo tras
Asia.
—Me he pasado —digo antes de dar un puñetazo a la taquilla—.
¡Mierda!
—Chst. —Mi prima mira a los lados y tira de mi brazo—. Aquí no.
Kibo recoge mi mochila del suelo y se la coloca en el hombro opuesto al
que lleva la suya. Nos sigue y yo me dejo llevar por Gabi, que no sé por qué
está saliendo de la escuela. Giramos la esquina este del edificio y al otro
lado de la calle veo el coche de mi tía.
—Ve con mi madre, le diremos a tus profesores que estás enfermo, tu
padre va a llamar al director.
—¿Qué dices? —pregunto a la pequeña bruja.
—Sabíamos que te pasaría esto, todo está planeado, ahora ve.
—Necesito hablar con Asia, lo que le he dicho… —Revuelvo mi pelo y
me pongo furioso conmigo mismo—. No puedo dejar que piense que iba en
serio.
La puerta del Audi se abre y Sasha sale, me hace un gesto con la cabeza
para que vaya y mis primos la imitan.
—Tenía que ser así. —Kibo me da una palmadita en la espalda y luego
se acerca para darme un abrazo—. La vigilaré —susurra en mi oído.
Lo miro en silencio, cojo mi mochila y cruzo la calle para montarme en
el vehículo antes de que la rubia salga derrapando.
—¿Qué haces aquí? —Le pregunto tras segundos de silencio.
—Te conozco, tienes la sangre de los Ivankov, caliente e impulsiva.
Sabía que te sentirías así. Todos lo sabíamos.
—He sido muy cruel, Sasha. Le he dicho lo peor que podría haberle
dicho, me he puesto de parte de Sabrina.
—Has hecho lo que tenías que hacer. A veces hay que sacrificar
pequeñas cosas para obtener otras mayores.
—¿Algún día vas a decirme lo que eso significa?
—Espero no tener que hacerlo nunca.
XXIX
ASIA

No entiendo por qué Fiorella me acaba de decir que Hell mató a su


padre, estoy segura de que eso es mentira, pero no quiero decirle nada que
pueda hacer cambiar su pensamiento de que lo mío con Dante se acaba de ir
a la mierda.
—Tengo que irme, no quiero llegar tarde a clase. —Miento para
quitármela de encima, si acepto su amistad con mucha facilidad puede que
sospeche de mis intenciones.
—Oye, no me rechaces, por favor. —Niega con la cabeza para sí misma
y murmura algo, entonces puedo ver cómo llena sus pulmones de aire en
una profunda respiración y después cambia su expresión—. Sé que te
hemos defraudado, y soy consciente de que la confianza es igual que un
vaso de cristal, cuando se rompe es imposible unir todos los pedazos.
—Así es. —Me recoloco el asa de la mochila en el hombro y después
cruzo los brazos, a la defensiva.
—Lo sé, solo te pido que nos des otra oportunidad. Nunca se nos
ocurriría decirte cosas tan duras como las que te acaba de decir Dante.
—No, vosotros preferís secuestrarme. —Dejo escapar una amarga
carcajada, pero me aclaro la garganta y suspiro—. Mira, ahora mismo no
estoy para esto, puede que en otro momento.
—Está bien, cuando quieras. —Asiente y espera sin moverse a que yo
abandone el cuarto de baño femenino.
En cuanto pongo un pie fuera, me encuentro con Nino observándome
desde la pared de enfrente, apoyado en ella. Se recompone y hace amago de
acercarse, pero yo niego con la cabeza y desvío la mirada, dando entonces
con la de Kibo y Gabi. Esta última le dice algo a su primo, el cual asiente
antes de marcharse, y ella se aproxima hacia mí.
—¿Estás bien? —cuestiona en voz baja. Nino no aparta la vista de
nosotras y eso solo me produce ganas de ir y partirle la cara.
—¿La verdad? No. —Sonrío sin ganas y ella pasa un brazo por mi
hombro a la vez que me insta a caminar.
—Pues deberías, ha funcionado a la primera —comenta bajando la voz
cuando pasamos por delante del italiano.
—¿Crees que dará resultado si no me alejo de ti? Digo, si seguimos
juntas y eso, tal vez Nino no se acerque a mí.
—Al contrario, si todos nos alejamos será cuando piense que sucede
algo raro. Yo no te he hecho nada para que te enfades, y tú a mí tampoco.
Además… —Se detiene en seco y dibuja una sonrisa igual de traviesa que
ella—. Este fin de semana es mi cumpleaños, y mi madre ha aceptado
dejarme celebrarlo en La Cueva con la condición de que no vuelva a pedirle
nada hasta el año que viene.
—Cosa que no vas a hacer —adivino.
—Correcto, pero eso no tiene que saberlo hasta que pase el cumpleaños.
—Le resta importancia con la mano y regresa la sonrisa a su rostro—. Me
ha llamado mi tío Hell y me ha dado la dirección del apartamento.
Me tiende un papel escrito que saca del dobladillo de su falda y espera a
que lo lea.
—Ya han mandado allí todas tus cosas, y esta tarde cuando llegues a
casa quiere que le llames para que vayáis a elegir a tu futuro mejor amigo.
—¿Eh?
—¡El perro! —exclama ofendida como si fuese obvio.
—Ah, vale, sí. —Asiento sin mucho entusiasmo mientras me acompaña
hasta mi clase.
—No irá Hell, obviamente, lo más probable es que Nino te ponga
vigilancia. Te irá a buscar un taxi, él tendrá todas las instrucciones.
—De acuerdo, gracias, Gabi. Tengo que entrar ya.
—Oye, no te habrás tomado en serio las cosas que te ha dicho Dante,
¿no? Sabes que era todo parte de la actuación.
—Lo sé… —Aparto la mirada, pero ella sujeta mis mejillas con su
mano, puedo ver de reojo las largas uñas postizas de color carmesí que
lleva.
—Tú también te has pasado tres pueblos, bonita.
—Lo siento.
—Da igual, lo habéis hecho muy bien —contesta sin darle mayor
importancia—. Te llamo esta tarde, quita esa cara de pasa, eres demasiado
guapa como para estar tan seria.
Me lanza un beso al aire con la mano y se aleja contoneando el trasero
bajo la falda del uniforme.

Las clases pasan muy despacio, el pupitre de Dante permanece vacío


durante todo el día, y yo no tengo ganas ni fuerza para hacer frente a los
comentarios y cuchicheos de la gente con la que me cruzo por los pasillos.
No he parado de mirar mi móvil cada cinco minutos, con la esperanza de
que mi rubio me haya escrito, pero no lo hace. ¿Estará igual que yo? Tal vez
le haya dolido lo que le he dicho tanto como a mí lo que ha dicho él, a pesar
de que esto ya estaba hablado. No lo sé, creo que si debemos seguir con esta
situación mucho más tiempo, acabaré volviéndome loca. O cagándola, que
es aún peor.
Cuando salgo de clase, veo que un taxi está esperándome en la puerta
exterior; sé que es para mí porque el conductor me hace una señal con la
mano para que me acerque. Imagino que los Ivankov están detrás de esto.
Me relajo en el asiento trasero y dejo que conduzca por Manhattan hasta
que llegamos a la dirección que ponía en el papel, el taxista me dice que ya
está pagado y que él mismo pasará a recogerme dentro de un par de horas
para llevarme a la academia de los Dóberman para elegir al mío.
—Buenas tardes… —Saludo al hombre que se encuentra leyendo el
periódico tras una mesa en el hall del edificio.
—Buenas tardes, señorita. Esta es su llave, planta cinco todo al fondo
cuando salgas del ascensor.
—Gracias —digo a la vez la acepto y le dedico una sonrisa mientras
espero a que se abran las puertas metálicas.
Asciendo en silencio y sin querer mirarme en el espejo que hay a mi
espalda, no me apetece ver mi reflejo triste y apagado devolviéndome un
mirada de decepción. O ¿es miedo? No lo sé, la verdad es que nunca
hubiera imaginado que mi estancia en Nueva York se tornaría semejante
locura.
Estoy perdida en mis pensamientos cuando introduzco la llave en la
ranura y empujo la puerta para acceder a mi nuevo hogar. Sin embargo, es
imposible sentirlo así si mis padres no están en él. O Dante, que es lo más
parecido a una familia que tengo en esta eterna ciudad.
—Vaya —murmuro mientras voy descubriendo el lugar.
No es igual de lujoso que la mansión, pero sin duda tiene el toque de los
Ivankov. De hecho, si no estoy equivocada, el perfume que llega hasta mis
fosas nasales es el de la reina, pero no hay nadie aquí dentro, así que
continúo inspeccionando.
La cocina es pequeña, pero el salón es enorme, con una televisión más
grande que cualquiera que haya tenido en mi vida, y unos sofás que dicen
comodidad a gritos. Avanzo por el corto pasillo hasta la única puerta que
hay, la cual está abierta e imagino corresponde al dormitorio. Las paredes
están empapeladas con un color crema precioso y en el medio hay una cama
un poco más pequeña que la de Dante, pero lo suficientemente grande como
para dormir tres personas. ¿Es que esta gente no sabe lo que es pasar
desapercibidos? Supongo que habrán pensado que lo que importan son las
apariencias, y que mientras el exterior del edificio parezca destartalado —
que tampoco es para tanto—, el interior puede estar lleno de comodidades.
—Oh, por Dios. —Me cubro la boca con las manos ocultando una
gigantesca sonrisa cuando abro el armario y lo veo hasta los topes de ropa,
todas las prendas con la inconfundible etiqueta roja de Ivankova, y cuatro
pares de zapatos de la nueva colección en la parte de abajo.
Me agacho a coger una tarjeta que hay sobre la madera, sin conseguir
borrar la sonrisa de mi rostro.

A veces tenemos días malos, lo sé por experiencia, pero no hay nada que unos buenos zapatos no
puedan mejorar. Disfruta de todo esto, es tuyo, y es un placer para mí que lo lleves. Además,
recuerda que ahora trabajas para mí, así que no puedo dejar que mis empleados vistan cualquier
cosa.
Besitos, Sasha Ivankova.

Increíble. Esta mujer es increíble. Siempre la he admirado por todo lo


que ha logrado, por su actitud y por la seguridad que siempre transmite en
los medios de comunicación; el modo en el que consigue empoderar a la
figura de la mujer, sin importarle los comentarios o las críticas que reciba
por mostrar su cuerpo cómo y cuando quiere. De mayor quiero ser como
Sasha Ivankova.
Cuando me doy la vuelta para probar la cama, veo que bajo una de las
almohadas asoma algo, así que me acerco para ver lo que es. Un nudo se
forma en mi garganta cuando desdoblo la prenda y veo que se trata de la
camiseta con la que he estado durmiendo cada noche en casa de Dante, con
la diferencia de que ahora huele a él. El rubio ha estado aquí con Sasha, y
no puedo evitar interpretar esto como un gesto de que todo va bien. Que
estamos bien.

DANTE

Observo sentado en una silla cómo mi padre charla con mi tía, hablan
sobre los negocios, pero no presto mucha atención. Igual que si fuera un
niño, Hell me ha quitado el móvil, dice que es por mi bien, que si lo tengo
correré a escribir a Asia y seguramente acabe yendo a verla, y tire todo el
plan a la basura. Yo discrepo. Creo que eso es lo que haré si no me devuelve
mi jodido teléfono y me deja comprobar si mi unicornio está bien.
—Cielo, ¿has merendado? —Mi madre acaricia mi pelo cuando entra en
el despacho, Marie viene tras ella con un sándwich en la mano.
—No tengo hambre.
—Mamá no quiere contarme por qué has roto con Asia, ¿vas a
contármelo tú? —inquiere mi hermana dibujando una mirada acusatoria—.
Te ha dejado ella, ¿verdad?
—Cállate, no tienes ni puta idea.
—Eh, no os habléis así —ordena mi madre señalándonos a los dos—.
Marie, a hacer los deberes, venga.
—Pero mamá…
—No me hagas repetirlo. —Amenaza la pelirroja—. Sabes que como no
saques el curso no irás al viaje que está organizando la escuela a Italia, así
que tú misma.
—Joder, qué pesadilla —protesta al mismo tiempo que gira sobre sus
talones para marcharse.
—¡Esa boca, esa boca! —exclama Hope frunciendo el ceño.
A continuación, me mira a mí y me hace una señal disimuladamente
para que la siga al jardín, mira a mi padre para comprobar que sigue
entretenido con la rubia y saca su móvil del bolsillo trasero del pantalón.
—Como papá te vea, la vais a tener —digo aceptándolo cuando me lo
ofrece.
—Dos minutos, ni uno más.
Regresa al despacho y yo sonrío cuando me guiña un ojo desde el
interior, alejándome varios pasos en dirección a la piscina para que mi padre
no me vea. Al principio pienso en mandarle un mensaje, pero no tengo
tiempo de esperar a que responda, así que me decido por una llamada.
Marco su número y aguardo impaciente al otro lado de la línea,
paseándome de un lado a otro con un nudo en el estómago por no saber si
estará cabreada por todo lo que le dije.
—¿Hope? Hola, ¿pasa algo?
—No, solo que un rubio idiota te echa de menos.
—Dante.
Mi rostro se ilumina con una inmensa sonrisa cuando escucho su voz y
percibo el mismo nerviosismo que yo tengo.
—Hola, unicornio —respondo a la vez que rasco mi nuca y echo un
vistazo a través de la ventana para comprobar que mi padre no se ha
percatado de nada—. No tengo mucho tiempo, Hell me ha quitado el móvil
y mi madre me ha dejado el suyo a escondidas.
—Pensaba que no querías hablar conmigo… Ya sabes, por todo lo que
te dije esta mañana.
—¿Yo? No, tenía miedo de que tú te hubieses enfadado conmigo. Me
pasé, no tendría que haber dicho lo de Sabrina, lo siento.
—Tranquilo, yo también fui demasiado lejos. Has estado en el
apartamento, ¿verdad? He encontrado la camiseta.
—Sí, he estado allí un par de horas con mi tía, quería que tuvieses algo
mío, que te acuerdes de mí cuando te vayas a dormir. —Me siento en el
borde de una hamaca y la imagino tumbada en la cama o sentada en el sofá
de su nueva casa.
—No necesito nada para acordarme, Dante. Hemos dormido juntos un
montón de días, desearía que esto no tuviese que ser así… —Suspira al otro
lado de la línea, mis ganas de abrazarla van en aumento y no puedo evitar
sentir rabia hacia mi padre por haber tomado una medida tan extrema.
—Yo también, preciosa, te aseguro que no estoy feliz con esta mierda.
—Quiero verte.
—Y yo a ti, pero mi padre me tiene vigilado. ¿Crees que me va a
permitir ir si me ha quitado hasta el teléfono? Dice que si Nino, o
cualquiera que tenga vigilándote, me ve aparecer por allí, el plan se irá a
tomar por el culo.
—Pues ponte una gorra y unas gafas, disfrázate, no sé, lo que haga falta.
Pero ven a dormir conmigo, esto me viene grande…
—Asia…
—Perdona, no me hagas caso, da igual. —Su tono de voz cambia
entonces, se aclara la garganta y trata de hablar con más firmeza.
—Escucha, mi madre me está haciendo señales ya para que corte, vas a
esta bien, no te preocupes por nada, te han puesto seguridad y esta noche
tendrás ya el perro contigo, los entrenan desde pequeños y va a obedecer
todo lo que tú le mandes.
—Ya. De acuerdo, entendido.
—Por favor, comprende que…
—He dicho que sí, que lo entiendo. Ve a devolver el teléfono, lo último
que quiero es que te metas en problemas con tu familia por mi culpa. Adiós.
No me da la oportunidad de responde porque lo siguiente que escucho
es un pitido al otro lado de la línea. Maldigo en voz baja y vuelvo a
llamarla, pero no responde, y mi madre no para de lanzarme miradas
asesinas para que entre de una vez en el despacho y le devuelva el móvil.
Maldita sea mi existencia, no sé cómo voy a hacerlo, pero tengo que ir a
verla. Por mucho que sepa que esto no está bien, los impulsos pueden más
que la lealtad, y lo que siento por Asia no es solo simple atracción; de
hecho, ni siquiera nos hemos acostado, y no por falta de ganas, sino que
simplemente nuestra relación se ha dado de un modo diferente a otras
chicas con las que he estado en mi vida. Las cosas con Asia van a otro
ritmo, la deseo más que a nada y no me cabe la menor duda de que ella
también a mí, sin embargo, debido a las circunstancias imagino que hemos
puesto otras prioridades por delante, como el cariño, la protección y el
apoyo. Como el que necesita ahora mismo, y no voy a negárselo.
XXX
DANTE

Escucho el tic tac del reloj como si fuese el único sonido que hay en el
salón, ignorando la película que están viendo mis padres y mi abuelo. Ya
son las once de la noche, no he podido ni cenar de los nervios que tengo en
el estómago por lo que voy a hacer, puedo disparar y meterme en peleas,
pero nunca he desobedecido las órdenes de mi padre. Hasta hoy.
—Mi amor, yo me voy a acostar ya, estoy rendida —comenta mi madre
en medio de un bostezo.
—Vamos, yo también, mañana tengo que madrugar —apoya Hell—. ¿Te
quedas?
—Sí, voy a terminar de ver la película. —Asiento de forma
desinteresada antes de darles la buenas noches.
Vladimir está dormido en el sofá, roncando desde hace ya una hora, así
que no será un problema.
Cuando escucho la puerta del dormitorio de mis padres, me asomo a las
escaleras para comprobar que toda la casa está ya en silencio y tranquila.
Fuera está lloviendo, pero no quiero subir a por una cazadora porque
podrían escucharme volver a salir; no puedo arriesgarme. Vuelvo al salón y,
tras asegurarme de que mi abuelo sigue en el quinto sueño, entro al
despacho y pido un taxi, le doy indicaciones para que me recoja fuera del
camino de la mansión y salgo por la puerta del garaje para que no se
escuche la principal.
—Me cago en la puta. —Corro cuando el aguacero me empapa de pies a
cabeza, ignoro las miradas de los seguratas que tenemos haciendo guardia y
salgo atravesando la caseta de Joe, el que controla las verjas metálicas.
—¿Saben sus padres que va a salir, señorito Dante? —cuestiona
extrañado al ver que no me llevo el coche ni la moto.
—Sí, tranquilo, un taxi me está esperando.
—De acuerdo.
Me alejo unos cuantos metros de la mansión y doy un último vistazo
atrás antes de doblar la esquina hacia la calle principal, entonces lo veo. Mi
padre está asomado a la ventana de su dormitorio, me observa sin cambiar
de expresión y yo sostengo su mirada unos segundos antes de darme la
vuelta y continuar mi camino. Esto tendrá consecuencias, pero no me
importa.

HELL

—Tu hijo acaba de escaparse de casa —comento a mi mujer mientras


ella se lava los dientes.
—¿En serio? —Reprime una risa y yo asiento en silencio a la vez que
veo cómo Dante se aleja corriendo y monta en un taxi.
—Llevaba puesto el anillo, ¿verdad?
—Sí, nunca se lo quita, igual que tú el tuyo. —Hope se aproxima ya
ataviada con su pijama de seda blanco, me dedica una sonrisa y después
pasa los brazos por mi cuello para besarme—. Es tu hijo, Hell, ¿qué
esperabas?
—También es el tuyo, tenía la esperanza de que hubiese heredado algo
de tu sensatez.
—Los impulsos amorosos pueden más que la sensatez —contesta con
una mirada cómplice—. ¿O acaso ya has olvidado la de locuras que hice yo
por estar contigo?
—¿Te refieres a cuando acudiste a una cita con tres matones rusos para
que acabasen contigo en vez de conmigo? —Finjo estar recordando y ella
frunce los labios mientras asiente—. O quizá estabas pensando en aquella
ocasión en la que mi hermana y tú os colasteis en una reunión privada entre
dos mafias, en una fábrica abandonada, y os liasteis a tiros de buenas a
primeras. Ah, no, no, espera, seguro que…
—Cualquiera de esas me sirve de ejemplo. —Rompe a reír a la vez que
cubre mi boca con su mano para que deje de recordar las veces en la que
puso en peligro su vida para proteger la mía—. Lo que quiero decir es que
Dante ya no es un niño, mi amor. Está enamorado, y encima le has quitado
el móvil, ¿de verdad pensaste que se quedaría de brazos cruzados?
—Bueno, esperaba que después de que tú le dejases tu teléfono a
escondidas para llamar a su novia, se iría a dormir tranquilo.
—Ups. —Sonríe y retrocede tapándose la boca.
Yo camino despacio hacia ella y le hago un gesto para que se detenga,
ambos reímos y ella corretea por la habitación, saltando a la cama cuando
intento sujetarla. Me tumbo sobre su cuerpo y sujeto sus manos por encima
de la cabeza.
—Sabía que te habías dado cuenta —asegura cuando rozo mi nariz con
la suya antes de darle un beso.
—No pudiste evitarlo, ¿eh?
—No, lo siento. A pesar de haber pasado tantos años, todavía recuerdo
cómo éramos en esa época. La intensidad con la que sentíamos, ¿tú lo has
olvidado?
—Nunca podría olvidar el día en el que me dijiste que me querías, ni el
modo en el que te fuiste metiendo en mi corazón sin que me diera apenas
cuenta.
Ruedo hacia un lado para que ambos quedemos tumbados en la cama,
mirándonos mientras yo acaricio su rostro y la observo igual de enamorado
que hace dieciocho años.

ASIA

Admiro la fuerza con la que la lluvia me está acompañando esta noche,


como si estuviese igual de asustada y confusa que yo. Las gotas repiquetean
en la ventana mientras me tomo una taza de té antes de irme a dormir, en un
vano intento de que la infusión me calme y me ayude a despejar la mente de
todo lo que la cruza ahora mismo.
—¿No te gustan las tormentas? —pregunto a Baxter cuando se acerca y
levanta mi mano al apoyar su cabeza en ella.
El Dóberman que he adoptado no me ha dejado sola desde que hemos
llegado a casa, es muy obediente y listo. Me observa con las orejas tiesas a
través de los profundos ojos negros que tiene, provocándome una pequeña
sonrisa.
—Venga, a dormir.
Le señalo la camita que he colocado en el dormitorio, junto a la puerta,
y enseguida se tumba sin dudarlo. Yo me quito la ropa y la sustituyo por la
camiseta de Dante, en quien no he dejado de pensar en todo el maldito día.
Sé que he sido un poco injusta con él al haberle pedido que viniese a
dormir conmigo, no lo he pensado, simplemente se lo he dicho. Entiendo
que no quiera meterse en problemas con su padre, pero es el primer día que
duermo sola —no solo en una cama, si no en una casa— desde que nos
secuestraron, y no puedo evitar estar alerta a cada ruido que llega a mis
oídos. Debo pedirles un arma, aunque haya un hombre de seguridad
trabajando en la entrada del edificio, no me siento segura.
Acabo de apagar la luz hace unos minutos cuando suena el timbre de la
puerta, no del portal, si no del apartamento, por lo que quien quiera que sea,
no acaba de venir, de lo contrario, el vigilante no le habría dejado pasar.
—Baxter, conmigo —susurro mientras paso por su lado y entro en la
cocina para coger un cuchillo. El más grande que encuentro.
Me sobresalto y el afilado utensilio de cocina se me cae de las manos
cuando el timbre vuelve a sonar de repente. El perro ladra entonces, enseña
los colmillos y yo no recuerdo cómo se le mandaba callar, mi mente se
bloquea, muerta de miedo.
—Asia, soy yo.
La voz de Dante me llega desde el otro lado de la puerta, frunzo el ceño
y me acerco a la mirilla, comprobando que, efectivamente, es él. Sin
embargo, Baxter sigue ladrando y no sé cómo detenerlo.
—Shh, tranquilo. —Le digo haciendo señales de calma con las manos.
—Abre —insiste Dante—, no atacará si tú no se lo pides.
—¿Estás seguro? Todavía me falta mucho entrenamiento con él, me han
dicho en la protectora que no es cosa de unas horas.
—Abre.
—Ahí quieto —ordeno al Dóberman, el cual retrocede varios pasos y
cambia la expresión de su cara—. Madre mía, ¿qué te ha pasado? —
pregunto al ver que el rubio se encuentra completamente calado.
Me hago a un lado para dejar que pase y él entra sacudiéndose el agua
del pelo con la mano, revolviéndolo y dándole un aire más aniñado. Gotas
de agua se le agolpan en las pestañas y está guapísimo cuando se gira y una
sonrisa ilumina su rostro al mirarme.
—Me he escapado, no podía sacar el coche ni la moto para no hacer
ruido, así que he tenido que correr hasta la calle principal para coger un
taxi.
—¿La mafia no usa paraguas?
—Odio los paraguas, se dan la vuelta cuando hace aire y pareces
gilipolla en medio de la lluvia intentando ponerlo derecho.
Uno los labios en una sonrisa por verlo aquí, por haberse escapado para
venir a verme a pesar de haber dicho que no podía hacerlo. Sin
preocuparme por el perro, puesto que se encuentra olisqueando a mi rubio
favorito, me acerco un par de pasos a él y acaricio la curva de su sonrisa
antes de fundirme en un beso con él. Sus manos bajan por mi espalda para
pegarme más, haciendo que el agua de su camiseta traspase la mía y llegue
hasta mis pechos desprovistos de ropa.
—No puedo creer que estés aquí —confieso cuando sus labios se
separan de los míos un segundo.
Ayudo a que se quite la camiseta para no coger una pulmonía, y veo que
él quiere hacer lo mismo con la mía, así que no dudo en levantar los brazos
y dejar que observe mi cuerpo desnudo una vez más. No nos hemos
acostado, pero nos hemos visto sin ropa ya unas cuantas veces, a pesar de
no haber sido en las circunstancias más normales…
—Ven. —Tiro de su mano hacia el dormitorio, me doy cuenta de que
está nervioso por su mirada, por cómo titubea unos segundos antes de
dejarse llevar por mí.
—No pienses que he venido para esto, unicornio —dice cuando me
tumbo y lo insto a que él se coloque sobre mí.
—¿Eso significa que no quieres?
Ríe y niega con la cabeza antes de darme un corto beso.
—Para nada, pero no tengo prisa.
—Deja de hablar.
Asiente cuando sonrío y alzo las cejas, une sus labios a los míos y me
besa unos segundos antes de descender lentamente por mi clavícula,
acariciando toda la piel que va encontrando por el camino hasta llegar a mis
pechos. Los masajea y cierro los ojos al sentir el tacto húmedo de su lengua
rodeando uno de los pezones, escondo los dedos entre mechones de su pelo
y me muerdo el labio en el momento que con sus manos tira de mi única
ropa interior para sacarla por los pies.
—¿Tienes preservativo? —pregunto observando cómo él también se
deshace de toda su ropa.
—Sí. —Saca la cartera del vaquero que ya estaba en el suelo, la abre y
me muestra un envoltorio cuadrado y dorado. Lo lanza al colchón y después
vuelve a trepar por mi cuerpo para buscar mis labios.
Me centro en besarlo y disfrutar de la sensación tan placentera que me
produce cada cosa que hace, pero la situación mejora cuando cuela la mano
entre los dos y comienza a acariciarme donde no lo había hecho antes. La
yema de sus dedos hacer círculos sobre mi clítoris y provoca un sonoro
jadeo procedente de mi garganta, lo que hace que Dante sonría y repita el
mismo movimiento. Un profundo calor se apodera de mí y no puedo evitar
alzar la pelvis para aumentar el roce, algo que parece ser un claro indicador
para él, puesto que se incorpora y abre el preservativo.
—Nunca te he preguntado si eres virgen —dice entonces al mismo
tiempo que se tumba encima de mí.
—¿Importa?
—Sí, ¿lo eres?
—No, pero hace mucho de aquello, no he vuelto a estar con nadie.
—Bien, en ese caso esto puede doler. Avísame si quieres que pare.
Asiento y él me da un beso en los labios antes de deslizar la boca por la
mejilla para buscar mi cuello. Lo acaricia despacio y yo intento relajarme y
pensar solo en él y en lo segura y completa que me siento cuando estoy a su
lado. Ignoro el pinchazo entre los muslos y recuerdo que debo respirar,
Dante me lo pone muy fácil.
—Te juro que me perdería en tus ojos todas las noches —susurra sin
detener el movimiento de sus caderas, mirándome unos segundos para
después besarme de nuevo.

Mastico un pedazo de pizza sentada sobre la encimera de la cocina, la


cual da al salón, mientras observo cómo Dante intenta sintonizarme los
canales de la televisión que se han ido debido a la tormenta.
Acabamos de acostarnos por primera vez, temía que el momento de
después fuese incómodo o extraño, pero nada más lejos de la realidad. El
rubio me ha guiado hasta la ducha, como ya hizo la noche en la que casi nos
matan, y allí hemos seguido besándonos sin pudor y sin sentir que algo
haya cambiado entre nosotros. A continuación, se ha rodeado la cadera con
una toalla mientras toda su ropa está en la secadora, y hemos pedido pizza
igual que una noche más. Adoro a este chico, el modo en el que me hace
sentir y cómo me mira, la admiración que sus ojos me transmiten, el cariño;
el ¿amor?
XXXI
DANTE

Llevo cuatro noches yendo a dormir con Asia, mi padre no me dijo nada
el día después de que me viera escapándome de la mansión, así que las
noches siguientes he salido por la puerta y he ido en moto. No sé si Nino le
ha puesto vigilancia, yo no he visto ningún coche, pero de todas formas he
intentado pasar desapercibido con gorras y gafas; en el edificio de Asia
viven otra veintena de personas, así que podría ser un visitante cualquiera,
además, la moto que he estado trayendo en la de mi tío Nick, así que no la
ha podido reconocer.
Cada minuto que paso al lado de ese pequeño unicornio es uno más que
doy gracias a Dios por haberla puesto en mi camino. Desde el momento en
el que me separo de ella para ir por diferentes caminos al instituto cada
mañana, cuento los minutos que quedan para volver a encontrarnos a la
noche. A pesar de poder abrazarla, besarla y disfrutar de cada rincón de su
cuerpo cuando dormimos juntos, siempre ansío más, nunca es suficiente, es
igual que la más fuerte de las drogas que maneja mi familia, la adicción más
fuerte que he experimentado tiene nombre y apellidos: Asia Levine.
—Estoy tan emocionada por la fiesta de esta noche que ya he ido tres
veces al baño esta mañana —comunica mi prima mientras saco los libros de
mi próxima clase la taquilla.
—¿Qué te ha hecho pensar que necesite tanta información? —cuestiono
con una mueca de desagrado.
—Imbécil, te hablo en serio. Todo tiene que salir perfecto, Asia me ha
ayudado con cada detalle, es muy buena organizando cosas, mi madre
estará muy contenta con ella. Se va a forrar.
—Estupendo, ahora si me lo permites, tengo clase. —Cierro la puerta
metálica y la miro esperando que acabe de explotar la burbuja de chicle que
está formando con sus labios, sin poder evitar pinchársela yo mientras
estallo en una carcajada.
—¡Dante! —exclama dándome un empujón mientras se despega la
goma de mascar de los labios y la nariz.
—Perdona, ¿qué decías? —Río y estiro la mano para retirarle el último
pedazo adherido a su barbilla.
—Me estás ocultando algo —adivina entornando los ojos—. Asia y tú
estáis muy felices, demasiado teniendo en cuenta vuestra situación. —Da
un paso hacia mí y mira a los lados para comprobar que nadie nos escucha
—. Habla.
—He ido a dormir con ella todos los días de esta semana —admito en
voz baja.
—¡Habéis follado por fin! —celebra ella, y acto seguido se cubre la
boca y vuelve a asegurarse de que nadie ha puesto atención.
—¿Eres idiota o qué te pasa? —La reprendo—. Además, ¿qué te hace
pensar que no nos habíamos acostado ya?
—Ella me lo contó —dice sin más—. Pero me alegra saber que la estás
satisfaciendo, así es más productiva.
—Hola, vamos a clase, ¿o qué? —Kibo nos saluda cuando llega hasta
nosotros.
—Dante y Asia ya han follado.
—Por el amor de Dios, Gabriella —resoplo echando la cabeza hacia
atrás.
—Ya lo sabía —contesta mi primo encogiéndose de hombros.
—¿¡Se lo has contado a él y a mí no!?
En el momento que veo que Gabi está a punto de entrar en cólera, le doy
un beso en la frente y me despido con la excusa de que voy a llegar tarde a
clase, pero eso es aún peor porque odia que la deje hablando sola. Después
me devolverá el golpe, lo sé.
—¿Qué tal anoche? —Miro a Kibo mientras nos dirigimos a clase de
economía—. ¿Con quién saliste?
—Con Grigori y Kurt, Sean tenía que hacer no se qué con su madre.
—¿Qué tal Grigori? El otro día estaba un poco irritable, ¿no? —
comento al recordar el momento de tensión que tuvo mi primo con uno de
sus mejores amigos.
—Mejor, me pidió perdón y me contó que está teniendo problemas con
su madre.
—¿Sigue pasando? —Bajo la voz al hablar sobre los trapicheos que
hace el chico que llegó a la Trinity hace un par de años.
—Sí, de eso te iba a hablar, me ha preguntado si queremos algo para
esta noche. No puedes pillar nada en tu casa porque Sasha y tu padre lo
tienen todo contado al dedillo.
—Ya, en casa imposible. —Me siento en mi silla de clase y Kibo sobre
el pupitre, bajo la voz para hablar del tema sin que nadie nos escuche—. Y
en La Cueva va a estar jodido, eh, mira la última vez. El día de la fiesta
Pitufo cuando Sasha nos vio por las cámaras entrando al baño para
fumarnos la hierba.
—Es que no es gilipollas, y nuestros padres tampoco. Joder, ellos lo han
hecho mucho antes que nosotros, saben de sobra lo que hay.
—Además esta noche ni máscaras ni hostias, a cara descubierta. Espero
que al menos nos dejen tomarnos alguna copa.
Kibo sigue mi mirada y no responde al darse cuenta de que Asia acaba
de entrar en clase. A ojos del mundo, nosotros ya no estamos juntos y no
nos hablamos, así que evitamos mirarnos porque no podemos no sonreír
cuando lo hacemos.

GABI

Trato de respirar despacio para relajarme mientras doy los últimos


repasos a La Cueva junto a Asia. Ya son las nueve y media, y la fiesta
empieza a las diez, así que tengo que ir a que me den los últimos retoques al
maquillaje y a quitarme los rulos para dejar que los rizos adornen mi bello
rostro.
—Gabi, me comunican que la gente ya está haciendo cola y que ya da la
vuelta al edificio —dice mi madre antes de que me vaya hacia la sala
número dos, donde te preparan antes de entrar al interior del club.
—Mamá, júrame que no voy a verte en toda la noche, no se te ocurra
aparecer y montarme un numerito.
—Si tú cumples con todo lo que hemos hablado, te aseguro que no me
verás.
—¿Vas a estar mirando las cámaras? —Me cruzo de brazos y ella arquea
una ceja.
—Es mi negocio, ¿tú qué crees?
—¿No puedes pedir que otro lo haga por ti? Joder, mamá, no voy a estar
a gusto sabiendo que tengo tus ojos pegados a la puta nuca.
—¿Acaso piensas hacer algo que no deberías? —Imita mi gesto y
también cruza los brazos, con la diferencia de que ella se ve mucho más
amenazante y segura que yo. No contesto, así que se acerca y acaricia mi
mejilla—. Cielo, soy tu madre, todo lo que estés pensando, yo he tenido
años para perfeccionarlo, así que ten cuidadito y no se te ocurra pasarte de
la raya.
—Te odio. —Le dedico una falsa sonrisa y ella me la devuelve.
—Y por eso yo te quiero —dice marchándose hacia la sala de control
sobre sus tacones.
Por mucha rabia que me dé aceptarlo, dudo que nadie tenga una madre
tan espectacular, inteligente y generosa como la mía. Siempre ha sido mi
punto de referencia, mi modelo a seguir, a pesar de saber que hace cosas
ilegales y que algún día yo tomaré su relevo.
—¡Vamos, vamos! —exclamo a los trabajadores cuando entro en la sala
dos.
Me siento en una silla giratoria y cierro los ojos para que terminen de
maquillarme y de prepararme. Asia está acabando de vestirse y acabo de
escuchar por el walkie-talkie de Bernard, el encargado de las salas, que
Dante y Kibo están fuera.
—Bueno, bueno, la que ha montado la cumpleañera.
Sonrío y abro los ojos para ver a mi primo Kibo entrando junto al rubio,
se acerca para darme un beso sin interferir en el trabajo de la maquilladora
y los dos observamos cómo Dante se cuela en el cambiador donde se
encuentra Asia.
—Qué envidia —comenta el moreno.
—Si lo que quieres es una novia, esta misma noche te busco una —
hablo con la boca abierta mientras me pintan los labios.
—Paso, demasiada responsabilidad. —Ríe Kibo a la vez que niega con
la cabeza.

Doy un sorbo a mi copa de ron antes de subir al escenario con ayuda de


uno de mis amigos, la gente aplaude y grita piropos que me hacen reír y dar
un par de vueltas para lucir el espectacular vestido que me ha regalado mi
madre; azul eléctrico y de cuero, ajustado a más no poder, con una
cremallera en el escote que llega hasta el ombligo. Todo ello acompañado
de una gargantilla de oro blanco, regalo de papá, y unos Ivankova negros.
—Gracias a todos por venir —hablo por el micrófono cuando consigo
que la gente se calle—. Estoy encantada de compartir el día de mi
cumpleaños con vosotros, espero que lo paséis bien y que os portéis mal. —
Guiño un ojo a Asia y ella alza su copa al igual que el resto de los
presentes.
El reggaetón empieza a sonar por los altavoces a todo volumen y yo
estiro la mano hacia Asia para que se suba conmigo al escenario a bailar.
Pego su cuerpo al mío y nos juntamos más cuando algunas de mis amigas
se suben también, la gente silva y la fiesta comienza oficialmente.
No ha pasado más de media hora cuando veo cómo mi madre sale por la
puerta de la sala de vigilancia y se lleva la mano al oído mientras gesticula
con las manos, como si estuviese hablando a través del interfono. Me busca
entre la gente y yo frunzo el ceño cuando me hace un gesto para que me
acerque a ella.
—¿Qué pasa? Te he dicho que no…
—¿Has invitado a De Luca? —pregunta interrumpiéndome.
—No, yo no he invitado a nadie, solo he dado los pases vip que te pedí,
el resto de gente es del instituto, todo Dios sabe que es mi cumpleaños,
mamá.
—Pues está fuera y quiere entrar.
—Déjalo pasar.
—Ni de coña —contesta con una sarcástica carcajada.
—Sé lo que me hago, mamá, confía en mí.
—No tienes ni puñetera idea de lo que hablas, Gabi. Eres un cría, no
eres capaz de…
—¿De qué? —Sostengo su mirada y ella niega con la cabeza a la vez
que deja escapar un suspiro derrotado.
—Dejad que pase —habla al micrófono que tiene adherido a la camisa
—. Espero que sepas lo que haces, hay cosas que no tienen vuelta atrás.
Me dedica una mirada que no sabría decir lo que significa exactamente,
y desaparece por la puerta, esta vez no la de la sala de vigilancia, si no la
que da al patio trasero.
Estoy regresando a la pista de baile cuando veo cómo Dante se
aproxima con la cara furiosa mirando a mi espalda, lo detengo sujetando sus
hombros y trato de buscar su mirada para que me preste atención.
—Yo lo he dejado pasar —aclaro adivinando el motivo de su ira sin
necesidad de darme la vuelta.
—¿Te has vuelto loca? —Kibo se toca la frente en un gesto confuso y
Dante parpadea repetidas veces.
—¿Qué pretendes? —cuestiona el rubio.
—Que me dejes hacer mi parte, no todo se soluciona con violencia. Hay
otro tipo de armas que solo las mujeres poseemos.
—No podré acercarme a Asia en toda la puta noche, ¿lo has pensado?
—habla cabreado y lo cierto es que no había caído en ese detalle—. Me has
jodido la puta fiesta.
Se da la vuelta justo cuando su unicornio se abre camino entre la gente,
supongo que buscándolo a él o a mí. Dante mira a Nino, después a Asia y
niega sutilmente con la cabeza a la vez que se marcha en dirección
contraria; Kibo lo sigue.
—¿Qué pasa? —La morena llega hasta mí, sonrío para quitarle
importancia y ella se da cuenta de que el italiano se encuentra tras nosotras
—. ¿Qué hace aquí?
—Lo tengo todo controlado, vamos a bailar.
—¿Y Dante?
—Con Nino aquí es mejor que mantengáis las distancias, venga, es mi
cumpleaños, pasémoslo bien.
Me subo a un podio cuando una de mis canciones favoritas de reggaetón
empieza a sonar, pero reggaetón del de antes, del 2000. Muevo las caderas y
no despego la vista de Niniano, el cual se encuentra apoyado en la barra,
solo, bebiendo una cerveza y analizando cada uno de mis movimientos. Su
mirada me quema y excita a partes iguales. Saber que es el último tío en la
faz de la tierra con el que debería acostarme, solo hace que tenga más ganas
de morder la manzana. Si existe el purgatorio es porque también existen los
pecadores y, sinceramente, no me importaría pasar por él para purgar los
míos.
Da el último trago al botellín y después se acerca a paso tranquilo, mira
a los lados y encuentra la puerta del cuarto de baño para minusválidos,
vuelve a mirarme a mí y se aleja en esa dirección.
—Ahora vengo —aviso a Asia cuando bajo del podio y paso por su
lado.
—¿Dónde vas?
Sin responderla, me abro paso entre la gente que no deja de saludarme y
de felicitarme cada dos metros. Cuando estoy a punto de abrir la puerta del
servicio, una mano me sujeta con firmeza desde atrás.
—¿Qué cojones te crees que estás haciendo? —El rostro descompuesto
de mi madre consigue ponerme los pelos de punta.
—Suéltame —pido sin moverme.
—Gabriella, no se te ocurra atravesar esa puerta, te aseguro que este no
es el camino que quieres elegir.
Algo en su mirada me está gritando que obedezca, que me quiere y que
solo busca el bien para mí, sin embargo, otra parte me dice que debo seguir
mi propio camino y no el que ella me marca, cometer mis errores y
aprender de ellos.
—Mamá, déjame, sé lo que hago. —Doy un tirón para soltarme y froto
la zona por la que me ha sujetado.
—Ah, ¿sí? —Se carcajea—. ¿Y puedo saber qué es?
—Muy probablemente lo mismo que hacías tú a mi edad.
No me espero la bofetada que me da a continuación. Sus ojos se
cristalizan y puedo notar cómo le tiemblan las manos, su garganta se mueve
cuando traga saliva y mira hacia la pista de baile un segundo, desde donde
nos observan Dante y Kibo. Vuelve a mirarme, se muerde el labio y se
marcha a paso apresurado, esta vez hacia la salida del club. Yo me
recompongo y atravieso la puerta al purgatorio.
XXXII
GABI

Cierro la puerta a mi espalda y veo a Nino apoyado en la pared de


enfrente, fumándose un cigarro y nada preocupado teniendo en cuenta que
está en el club de la mujer que mandó a la cárcel a su padre. Los vaqueros
gastados que lleva le quedan como un guante, casi tan bien como a mí este
vestido.
—¿Tienes otro? —pregunto señalando el cigarrillo.
Duda unos segundos, provocando en mí un nerviosismo nada habitual.
Entonces, se separa de la pared y coge el paquete del bolsillo trasero de sus
pantalones, me ofrece uno y espera a que lo coloque entre mis labios para
acercarse más y dejar que lo encienda con su mechero.
—Es tu cumpleaños —afirma sin separarse, yo solo asiento—.
Felicidades.
—Gracias.
—Te gusta llamar la atención ¿verdad, Gabriella?
Las sílabas salen de entre sus labios con un deje en la voz que le otorga
un aire más atractivo del que me gustaría admitir. Ladeo la sonrisa y doy
una calada en silencio, sin contestar.
—Montas esta fiesta, te pones ese vestido —comenta echando una
ojeada a todo mi atuendo, desde los pies hasta regresar a mis ojos—. Te
encanta ser el centro de todas las miradas.
—¿Hay algo de malo en eso? —Me encojo de hombros con aire
despreocupado.
—Bueno, lo malo de que tanta gente te observe, es que pueden ver tus
puntos débiles. Y tú, Gabriella, tienes unos cuantos.
—Deja de decir mi nombre así. —Expulso el aire del cigarro en su
rostro y trato de recomponerme ante su cercanía.
—¿Cómo?
—No sé, con esa voz.
—Es mi voz.
—Pues no me gusta, así que deja de hacerlo.
—Ahí está —sonríe, pero no da ni un solo paso atrás.
—¿El qué?
—Uno de tus puntos débiles, mientes de puta pena. Dices que no te
gusta mi voz, finges odiarme, seguramente planeas matarme con tu familia,
pero aquí estás. Encerrada entre cuatro paredes con el único tío que se
supone que no deberías estar.
—¿Qué puedo decir? Soy una rebelde. —Intento reír para disimular que
realmente me intimida más que ninguna otra persona, pero creo que me
tiene calada.
—No, te excita lo prohibido, te pone estar aquí conmigo sin saber qué
va a pasar.
—Eres un gilipollas. —Lo empujo sin mucha fuerza y apago el cigarro
con agua antes de tirarlo a la papelera.
—Creo que tu madre no está muy feliz de tenerme aquí —dice antes de
pasar la lengua sutilmente por sus labios.
—Si queremos que esto funcione es mejor que no hablemos de familias,
¿no te parece?
—¿Qué es lo que quieres que funcione? —inquiere entonces
acercándose de nuevo.
—No hemos venido al baño a fumar, eso ha quedado claro.
—No.
Su rostro se acerca despacio, pero de un modo nada dubitativo, coloca
una mano en mi cintura y no tarda en pegar su boca a la mía con la misma
brusquedad que un camión chocando contra un muro de cemento. Rodeo su
cuello con mis brazos y yo misma me siento sobre la encimera del lavabo,
separo las piernas y él se posiciona entre ellas. Desabrocho el botón de los
pantalones para bajárselos sin romper el beso, repito el proceso con los
bóxer negros que lleva y saco un condón de mi escote.
—Dame —pide quitándomelo de las manos. Arqueo una ceja ante su
exigencia, pero no replico, tan solo espero a que se lo ponga para volver a
acercarlo a mí—. Para esto hemos venido, ¿no? —pregunta a la vez que con
una fuerte embestida se abre camino entre mis muslos.
Gimo en su oído y él me empuja hacia atrás haciendo que mi espalda se
pegue al espejo, me baja la cremallera del vestido dejando automáticamente
expuestos mis pechos y su mirada recorre cada centímetro de ellos,
acabando en el punto donde su cuerpo se une con el mío.
—¿Esto es lo que querías? —habla sin detenerse y casi me atrevería a
decir que con rabia—. Un polvo en el cuarto de baño para joder a tu madre.
Me incorporo, y doy un fuerte y brusco tirón a su pelo provocando que
se detenga en seco y me mire lleno de ira. Su boca se encuentra entreabierta
y casi puedo notar el calor abrasador que sale de sus ojos.
—Te he dicho que no hables de mi familia. ¿Acaso no te ha quedado lo
suficientemente claro?
Sostiene mi mirada unos pocos segundos, aguardo a ver si tiene algo que
añadir, pero en su lugar me besa y continúa penetrándome.
Su mano derecha se cuela entre los dos cuando deduce que mi orgasmo
está cerca, acaricia mi clítoris con el ritmo que yo misma le marco y no
tardo en correrme. Por la expresión de su rostro y los jadeos que trata de
ocultar, él también lo hace minutos después. La situación me excita tanto
que mi lado multiorgásmico me regala una nueva sacudida que lo hace
sonreír curvando la comisura de sus labios.
—Esto nunca ha pasado —jadea con la voz entrecortada por la
respiración agitada a la vez que sale de mí y se retira el condón.
—Por supuesto que no —coincido y lo empujo con el tacón hacia atrás
para poder bajarme del lavabo y subirme las bragas.
—Si mi hermana se entera de esto, acabaré contigo —dice mientras se
abrocha los pantalones observando mis tetas antes de que me las cubra con
la tela del vestido.
—¿Acabas de amenazarme? —Río y me llevo una mano al pecho,
ofendida.
—Lo has pillado. —Me guiña un ojo, abre la puerta del servicio y se
marcha sin volver a mirarme ni darme la posibilidad de replicar.

DANTE

Cada célula de mi cuerpo arde cuando veo cómo Nino sale del baño en
el que se había metido Gabi minutos antes. Kibo se lleva las manos a la
cabeza y despeina su pelo, furioso e igual de impotente que yo. Sin
embargo, la situación empeora cuando, entre la gente, observo a ese cabrón
acercarse a Asia.
—¡Quieto! —Kibo me sujeta por la camiseta cuando mis pies echan a
andar solos.
—Lo mato. Te juro por Dios que lo voy a matar —mascullo rabioso
negando con la cabeza.
—Este era el puto plan, no la cagues ahora.
—No, la que la ha cagado ha sido tu jodida prima. —La señalo cuando
sale del cuarto de baño, igual de elegante que después de que su madre la
cruzara la cara. Ahora lo entiendo todo.
—¿Qué pasa? —cuestiona Grigori cuando regresa con nuestras copas.
—Gabi se acaba de tirar a Nino —cuenta Kibo.
—No jodas.
Grigori sabe todo acerca de nuestra familia, Kibo confía en él y eso es
suficiente para mí. Además, nos ha ayudado en varias ocasiones a salir de
apuros en los que no hemos sabido cómo actuar. Su madre tuvo una
juventud un tanto alocada y conoció a tipos bastante peligrosos, así que
digamos que él también ha crecido en un entorno en el que ha tenido que
aprender a defenderse.
—No se os ocurra echarme la charla, ya me la ha dado mi madre. —
Gabi pone los ojos en blanco cuando llega hasta nosotros y ve nuestras
caras.
—Sí, y una buena hostia te ha dado también —recuerda Kibo.
—¿Qué le has dicho para que lo hiciera? —cuestiono preocupado.
Es cierto que Gabi y mi tía discuten a todas horas y tienen muchos
enfrentamientos, pero nunca había visto que le diera una bofetada así, ha
debido decirle algo fuerte para que la rubia haya perdido el control de ese
modo.
—Nada que no sea verdad, supongo que las verdades duelen a veces.
Nuestros padres tuvieron sus guerras y las solucionaron, esta es la nuestra.
—Te viene grande, Gabriella —reprende Kibo—. No puedes ir por tu
cuenta.
—Siéntate y observa. —Alza la barbilla con el semblante serio y se
pierde entre la gente.

ASIA
Estoy yendo hacia la barra para pedirme una copa y beber sola, puesto
que no puedo acercarme a mi novio y mi amiga ha desaparecido no sé
dónde, cuándo quien menos me espero me aborda de repente.
—Nino. —Me aclaro la garganta debido a que ha sonad demasiado débil
—. Hola.
—Hola, ¿podemos hablar?
Miro por encima de sus hombros disimuladamente, encontrándome con
la furiosa mirada de Dante y Kibo a su lado, sujetándolo por la camiseta.
—Depende de lo que quieras decirme. —Apoyo los codos en la barra y
él se posiciona a mi lado.
—Lo siento.
—¿Qué sientes exactamente? —cuestiono frunciendo el ceño sin
creerme ni una sola palabra que sale de su boca.
—Sé que crees que te utilicé para llegar a Dante, imagino que ya te lo
han contado todo.
—Sí, obviamente tuvieron que hacerlo cuando casi me matas —
recuerdo acusatoriamente.
—No sabía que estaríais juntos, solo mandé que lo trajeran a él, fuiste…
—Un daño colateral, sí, Dante me ha dicho lo mismo. —Pongo los ojos
en blanco y doy las gracias al camarero que me entrega la copa—. Eres un
mentiroso de mierda, Nino, confié en ti, en tu hermana, os conté todo,
pensaba que éramos amigos. —Niego con la cabeza y trato de calmarme,
creía que esto sería más fácil, pero realmente me siento dolida por lo que
me hizo.
—Perdóname, es verdad que al principio me acerqué a ti por eso, pero
después te conocí, vi que eres una buena chica, que no mereces que esa
familia te arruine la vida.
—No, para eso ya estás tú, ¿no?
—Bueno, por lo que he visto, las cosas con Dante no van bien, eso debe
ser por algo. Solo te pido que me des otra oportunidad, o al menos a Fio.
Asia, ella está hundida desde que pasó todo, mi hermana no es como yo,
ella no forma parte de la… —Baja la voz y deja en el aire el nombre de su
mafia—. El caso es que no me habla desde entonces, me culpa de que
vuestra amistad se haya roto, ella no sabía nada.
—No confío en ti. —Me encojo de hombros siendo sincera.
—Lo entiendo, pero no hagas que ella pague mis cagadas.
—Yo no soy la responsable de eso, lo eres tú.
—Dame un respiro, ¿tregua? —Me ofrece su mano, aguarda paciente a
ver qué decisión tomo y entonces sonríe.
Esa sonrisa que tantas veces me dedicó en mi casa cuando le contaba
mis problemas y trataba de animarme. La rabia crece en mi interior por todo
lo que me ha hecho y el plan se reactiva.
—Está bien —digo estrechándola.
XXXIII
DANTE

Han pasado tres semanas desde el cumpleaños de Gabi, desde que Nino
y Asia hicieron una tregua y Asia fingió perdonarlo. Desde ese día no
hemos vuelto a dormir juntos y apenas podemos vernos porque está todo el
jodido tiempo con él.
No me imaginaba que ver a Asia entablando relación de nuevo con Nino
me iba a costar tanto, sé que es lo que tenían que hacer, pero no puedo
evitar revolverme al pensar que están juntos.
Por otro lado, Gabi no se lo está poniendo nada fácil a sus padres,
alguien le mandó un mensaje anónimo a Connor contándole que su hija se
había tirado a Nino y, bueno, como era de esperar, la reacción de su padre
no tardó en llegar.
—Sasha, dime que esto no es verdad —pidió casi suplicante mientras
todos estábamos comiendo en la mansión y un mensaje llegó a su móvil.
La rubia cerró los ojos y a continuación miró a su hija, cuyo rostro
estaba empalideciendo a medida que el de Connor iba adquiriendo un tono
rojizo.
—Gabriella, vete al coche, nos vamos —dijo él tras levantarse de la
mesa.
—Oye, ¿qué pasa? —Hell también se levantó y palmeo el hombro de
Connor, confuso al igual que el resto de los presentes.
El afectado salió del salón y lo próximo que escuchamos fue un
profundo grito desgarrador procedente de la entrada principal, todos fuimos
hacia allí y encontramos a Connor tirando el jarrón de una mesa mientras su
pecho subía y bajaba a toda velocidad.
Sasha guardó su móvil en el bolso y pidió a su familia que ahora no
hiciera preguntas, caminó hacia Connor y trató de hablar con él, pero no
tuvo suerte.
—¿Qué cojones está pasando, Sasha? —Sus ojos estaban inundados de
lágrimas, creo que algo se le rompió por dentro al recibir ese mensaje, cuyo
contenido descubrimos después.
—Cálmate.
—¿Que me calme? ¿Estás usando a nuestra hija para acercaros a ese
hijo de puta?
—Repite eso. —Sasha dio dos pasos hacia él y el tono de su voz cambió
por completo, se retaron con la mirada durante algunos segundos, hasta que
mi madre intervino.
—Vale, ya está bien, ¿qué está pasando? —Hope tiro sutilmente del
brazo de la rubia hacia atrás y miró a Connor, el cual volvió a levantar su
móvil y leyó en voz alta:
—“Al parece a tu hija se le da igual de bien hacer el papel de puta que
a tu mujer cuando tenía su edad, deberías controlarla antes de que vuelva a
follarse a Niniano y la deje embarazada. ¿Imaginas lo que sería tener un
bebé del enemigo?”
Gabi se cubrió la boca con sus manos al escucharlo, retrocedió algunos
pasos hasta estar a mi lado y yo simplemente negué con la cabeza. Sabía
que esto no era buena idea.
—Está claro que esto te lo ha mandado alguien que quiere joderos —
reflexionó mi madre y buscó la mirada de Sasha, cuyas mejillas estaban
cubiertas de lágrimas, probablemente, por lo que le había dicho su marido.
—Ha tenido que ser él mismo, ¿quién iba a querer meter mierda si no?
—dije yo cuando ninguno de los dos abrió la boca.
—Desde que te conocí me he quedado en tu sombra y he aceptado lo
que viniera porque eres mi mujer, te amo y te respeto —comenzó entonces
Connor sin apartar la mirada de Sasha—, pero por mi vida que no pienso
permitir que mi hija pase por lo que pasamos nosotros.
—¿¡De qué coño me estás acusando!? —La rubia estalló y entonces
Hell tuvo que intervenir y colocarse en medio de los dos—. ¿¡Acaso piensas
que yo pondría en peligro la vida de mi hija!? ¿¡Crees que dejaría que
pasase por todo lo que yo tuve que pasar!?
—Ya, venga. —Hell le hizo una señal a mi madre y ella se llevó a Sasha
a la cocina, mientras que mi padre hizo lo propio con Connor para llevarlo
al despacho.
Lo que sucedió después prefiero no recordarlo, pero digamos que ahora
Connor está en su casa y Sasha se ha quedado en la mansión desde
entonces. Su maridó se arrepintió de haberla acusado cuando Gabi le contó
que se acostaron porque ella quiso, que su madre, de hecho, trató de
frenarla, pero Sasha dice que necesita tiempo y que prefiere esperar a que se
le pasen las ganas de partirle la cara a Connor.
Tener a la rubia en casa las 24h durante quince días puede llegar a ser
muy estresante, y más en el estado de nervios que se encuentra por lo de su
marido y su hija. Tiene una personalidad igual de explosiva e impredecible
que Gabi, así que hay que escoger las palabras que se dicen cuando se
enfada para que no entre en cólera.
—Buenas, ¿preparado para que te dé una paliza? —Río y choco la mano
de mi primo cuando llega al gimnasio en el que hemos quedado para pelear
sobre el ring y, así, entrenar junto a mi padre y mi tío Nick.
—Estoy de mal humor, así que mejor que te prepares tú.
—¿Qué ha pasado? —inquiere mi padre después de saludarlo.
—Mis padres han estado discutiendo, Richard ha tenido problemas en su
trabajo porque alguien ha soltado el rumor en la oficina de que es el marido
de un narcotraficante, y que seguro que usa el trabajo en la empresa para
justificar el dinero sucio de mi padre. De Nathan —especifica como
siempre que habla de sus dos padres.
—No me jodas. —Nick lo mira desconcertado y mi padre ya ha ido a
por su teléfono para llamar a Nathan, imagino.
—¿Sabe quién ha podido decir eso? ¿Hay alguien que pueda querer
hacer que lo echen?
—No, Richard no tiene enemigos. —Kibo se frota la cara y después se
sube al ring—. Venga, necesito desfogarme.

ASIA

Nunca me había sentido tan sola como en las últimas semanas, menos
mal que tengo a Baxter, que al menos me hace compañía y trata de
animarme con caricias cuando me da el bajón y rompo a llorar.
Me mata cruzarme con Dante por los pasillos del instituto y compartir
clase con él sin poder hablarlo o besarlo. Con Gabi sigo teniendo relación,
pero no es lo mismo, aunque agradezco el apoyo que me da sin levantar
sospechas, Kibo apenas me habla tampoco, supongo que debe posicionarse
a ojos de la gente.
—¿Qué hacías en el cuarto de baño de los chicos? —cuestiono
extrañada al ver a Gabi salir de él mientras se repasa el pintalabios con
ayuda de un espejo de mano.
—Nada que deba preocuparte —dice sin más, pero entonces ella sola se
delata cuando, segundos después, Nino también sale, mira a los lados y
después se marcha hacia la segunda planta por las escaleras.
—¿Te has enrollado con él?
—¿Eh? ¿Con quién? —Mira a su espalda, pero el italiano ya no está.
—Gabi, dime que no te estás acostando con Nino en los servicios del
instituto.
—No me estoy acostando con Nino en los servicios del instituto —dice
cerrando el espejo con una sonrisa.
—¡Estás mintiendo! —exclamo llevándome las manos a la cabeza—.
¿Por qué lo haces?
—Folla bien. —Encoge sus hombros y se cuelga la mochila del hombro
después de guardar su maquillaje.
—Gabi, tienes segundas intenciones, sabes que no deberías estar
haciendo eso, ¿Dante y Kibo están al tanto?
—A medias, saben que nos acostamos la noche de mi cumpleaños, pero
no que llevo haciéndolo casi a diario desde entonces —comenta como si
fuera lo más normal del mundo—. No puedo resistirme, joder, es italiano,
¿qué quieres que haga? Tienen el don de la palabra y de los dedos.
—Agh, no quiero detalles de sus dedos, gracias. —Dibujo una mueca de
asco y niego con la cabeza suspirando—. Me dijo que su padre está muerto,
que Hell lo mató —recuerdo entonces.
—Gilipolleces, su padre está encarcelado.
—Bueno, él cree que no.
—Que piense lo que quiera mientras siga fo…
—Vale, lo he pillado. —La interrumpo y gesticulo con las manos para
que deje ese tema—. ¿Sabe su hermana lo que hacéis?
—No, no quiere que se entere nadie y, sinceramente, para mí también es
mejor así.
—No creo que esto vaya a terminar bien, pero tú sabrás.
—Pues eso, mejor cuéntame tú los avances que has hecho con él. ¿Ya
confía de nuevo en ti?
—Supongo, hace como si no hubiese pasado nada, y yo me pongo de los
nervios, me está costando mucho actuar de esta forma, Gabi, no sé cuánto
tiempo más pueda aguantar sin mandarlo a la mierda. Espera —digo cuando
suena mi móvil—. Es un mensaje de tu primo.
11:25am Dante
Las noches nunca habían tenido tantas horas como
estas tres semanas, me muero por besarte, unicornio.
Estás preciosa.
11:26am Yo
Lo mismo digo, espero que esto acabe pronto.

Alzo la cabeza para encontrarme con sus ojos verdes, acompañados de


una sonrisa sutil después de leer mi respuesta. Miro a ambos lados y me
guiña un ojo con rapidez antes de continuar con la charla en su grupo de
amigos.
—Sois adorables —comenta Gabi tras echar un ojo a la pantalla y leer
los mensajes.
—Nunca pensé que diría esto, pero creo que estoy enamorada de tu
primo.
XXXIV
SASHA

Escucho la puerta del dormitorio desde el cuarto de baño, tiene que ser
él porque nadie más entra y se queda callado. Sé que viene a disculparse,
obviamente, lo que soltó el otro día fue una de las mayores cagadas que ha
podido hacer conmigo hasta la fecha. ¿Cómo cojones se le pudo ocurrir que
yo utilice a nuestra hija para acercarnos a ese hijo de puta? Por más vueltas
que le doy a la cabeza, no consigo entenderlo. ¿Tan poco me conoce
después de media vida juntos?
—Sé que estás ahí. Sal, por favor —pide desde el otro lado de la puerta
del cuarto de baño.
—¿Qué coño quieres, Connor? —Apoyo las manos en las caderas y lo
observo. Sé que ha estado llorando, conozco esa mirada y la expresión que
tiene su cuerpo ahora mismo.
—Disculparme. Otra vez. —Se encoje de hombros y trata de acercarse,
pero levanto la mano para detenerlo.
—Ya te has disculpado, ahora puedes largarte otra vez. —Voy a
encerrarme en el cuarto de baño, pero sujeta la puerta con la mano y la
empuja.
—Por favor, joder. Yo... cuando me llegó el mensaje no pude reaccionar,
no quería creer que...
—No querías, pero lo hiciste.
—Lo siento, Sasha. ¿Qué más puedo hacer o decir para que me
perdones? —Sujeta mi mano, pero la retiro y niego con la cabeza, me doy
la vuelta y comienzo a cepillar mi pelo frente al espejo, ignorando su
presencia.
En lugar de marcharse, apoya la espalda contra las baldosas y me
observa en silencio, sabe que odio que haga eso. Me pone nerviosa, no por
el hecho de que me mire, que eso me encanta, si no por no saber lo que está
pensando. Ahora mismo solo deseo partirle un jarrón en la cabeza y besarlo
a partes iguales.
—Estás preciosa con ese vestido —comenta señalando con la cabeza el
atuendo que he elegido después de ducharme.
—Ya lo sé. ¿Dónde está Gabi? —pregunto sin mirarlo.
—Me dijo ayer que iba a pasar la noche con una amiga, que tenían que
hacer un trabajo.
—¿¡Y la has creído!? —Me giro perpleja a la vez que niego con la
cabeza.
—Joder, no me voy a convertir en un carcelero, Sasha.
—¡Pues deberías! ¿Acaso no te acuerdas de cómo era yo a su edad? —
Salgo del cuarto de baño para coger el móvil de encima de la cama.
—Gabi no es como tú.
Arqueo una ceja incrédula, sin saber cómo tomarme ese comentario. En
cuanto observa mi expresión, cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás.
—Para —dice sin más.
—Te aseguro que me encantaría pensar que la hija que he parido no se
parece a mí, pero ¿sabes lo que me dijo antes de cruzarle la cara en su
cumpleaños? —Me observa en silencio, sabe que la ha cagado con ese
comentario—. Dijo que iba a hacer lo que seguramente yo hacía a su edad.
¿Recuerdas lo que hacía yo a los veinte años, Connor? —Pego mi rostro al
suyo—. Porque si quieres te lo puedo recordar.
—Lo siento, no he pretendido decir eso, me he expresado mal —
contesta, y sé que lo dice en serio, sin embargo, ya es tarde.
—Últimamente no paras de decir cosas de las que después te
arrepientes.
—Lo siento, ¿vale? ¡Joder, Sasha! Sabías que no quería que Gabi
entrase en toda esta mierda, hemos intentado criarla al margen, y ¿para qué?
Para que ahora se acueste con un puto capo de la mafia calabresa. ¿¡Nos
hemos vuelto locos!? ¿En qué punto de la historia me he perdido?
—En el punto de que mi hija es una Ivankova. En ese —digo antes de
salir del dormitorio.

GABI

Observo a los lados un poco confundida, alguien ha dejado una nota en


mi taquilla diciendo que me reúna con quien sea en la puerta trasera de la
Trinity al terminar el recreo. No conozco la letra, pero algo me dice que sé
quién es.
No habrán pasado más de tres minutos cuando el rugido de una moto me
hace girar la cabeza hacia la izquierda, disimulo una sonrisa y me siento en
el pequeño muro que separa el terreno de la calle secundaria, Nino se quita
el caso, lo cuelga del manillar y se acerca. No intercambiamos ni una sola
palabra, alza las manos y yo apoyo las mías en sus hombros para que me
sujete y me ayude a bajar.
Acepto el casco cuando me lo ofrece y me lo coloco, espero a que él se
suba y me siento tras él, rodeando su cintura con los brazos.
No tengo ni puñetera idea de dónde me lleva, sé que mis padres me
cortarían la cabeza por esto, que Asia no lo aprobaría y que mis primos me
odiarían; se sentirían decepcionados. ¿Soy mala persona porque eso ahora
mismo no me importe una mierda?
Frunzo el ceño cuando se salta un semáforo y sale de la ciudad, empiezo
a preocuparme al ver que no se detiene, sigue avanzando y se adentra por
un camino poco transitado.
—¿A dónde vamos? —consulto cuando baja la velocidad al llegar a un
edificio enorme, abandonado. De estas casas piloto que se comienzan, pero
nunca se acaban.
No responde, así que dejo de insistir, no puedo dejar que vea mi miedo o
mi inseguridad. Si me ha traído aquí para matarme, más me vale tener los
ovarios tan bien puesto como siempre, aunque dudo mucho que esa sea su
intención. Llevamos ya un mes teniendo encuentros furtivos y quedando a
escondidas, semanas en las que no solo hemos follado, si no que también
hemos compartido momentos íntimos en el sentido figurado de la palabra.
Bah, es igual, yo me entiendo.
—Nino, ¿qué es esto? —Doy un paso atrás cuando, al bajarnos de la
moto, escucho voces procedentes del interior del lugar—. ¿Quién hay ahí
dentro?
—Lo siento. —No me mira, sujeta mi antebrazo y tira con fuerza de mí.
—¡No! ¿¡Qué coño haces!? —Me resisto, pero poco tengo que hacer
con la fuerza que tiene.
Decido dejar de pelear y aclarar mi mente, tengo una pistola en la
mochila, necesito sacarla antes de llegar hasta donde sea que me está
llevando. Aquí dentro huele a humedad que tira para atrás, me hace
atravesar unos plásticos y lo que en algún momento fueron espacios para
colocar las puertas.
Las voces están cada vez más fuertes y, a menos que me traicionen los
nervios, juraría que eso es italiano.
—Te juro por Dios que te mataré —advierto a Nino sin resistirme.
—Te aseguro que esto no es lo que yo quería, pero no tengo más
remedio —habla en voz baja justo antes de llegar hasta dos hombres
trajeados, repeinados y de la edad de mi padre.
—Buen trabajo, la putita Ivankova es nuestra —celebra uno de ellos
cuando Nino me empuja hacia él.
En cuanto me sujeta para mirarme, le escupo en un ojo y le clavo el
tacón de mis Ivankova en el pie antes de salir corriendo.
—¡Vuelve aquí, zorra!
—¡Gabi! —La voz de Nino me advierte que es él quien me está
persiguiendo.
Desearía poder correr más deprisa, pero estos zapatos no me lo
permiten, de modo que, al pasar por al lado de un andamio, tropiezo y caigo
al suelo. Me doy la vuelta con rapidez para sacar la pistola de la mochila y
no dudo en apuntar al cabrón que me he estado follando durante las últimas
dos semanas cuando llega hasta mí.
—Baja eso —pide con sus manos en alto.
—Me das asco. —Lo miro con desprecio antes de sonreír por la cara de
acojonado que tiene—. ¿Por qué lo haces?
—No lo entiendes, Gabriella, la ‘Ndrangheta está por encima de todo.
Por más que yo quiera... No puedo. —Suspira y baja las manos, ¿se está
rindiendo?
—Puta —masculla una voz antes de que una bala pase silbándome los
oídos.
—¡No! —Nino se tira a por el hombre que acaba de dispararme, le
arrebata el arma y le da un puñetazo.
—¡Estás muerto! —exclama el otro, ahora disparándolo a él.
—¡Corre, Gabi! —grita a la vez que se pone a cubierto tras un muro.
Ruedo sobre mí misma sin darme cuenta de las escaleras que hay a unos
pasos, por las cuales caigo rodando hasta que la pared de lo que iba a ser un
sótano, me frena.
—¡Prometisteis no hacerla daño! —exclama el italiano con rabia.
—¡Tiene que morir, Niniano! ¡Su hija por tu padre!
Pienso en escapar, irme corriendo y llevarme la moto en la que hemos
venido hasta aquí, pero ni siquiera sé si sabré arrancarla. Por otro lado, si
Nino no se hubiese interpuesto, ahora tendría una bala atravesándome la
cabeza, aunque ha sido él quien me ha traído aquí. ¡Joder! ¿¡Qué hago!?
—Maldita sea —hablo para mí misma resignada por lo que ya sabía
hace diez segundos.
XXXV
GABI

Subo las escaleras despacio, ignorando las heridas que tengo por todo el
cuerpo y con la pistola en alto. No me apetece llevarme un tiro en la frente,
así que saco el pequeño espejo que siempre llevo dentro de la camisa del
colegio y lo abro para mirar por él.
Alcanzo a ver a Nino a un par de metros, si corre podría llegar hasta
aquí, aunque quizá le dispararían antes. Sin embargo, debo intentarlo, no
puedo dejarlo aquí tirado, no antes de que me dé una explicación, si tiene
que morir yo misma lo mataré.
—¡Nino! —grito sin asomarme, veo cómo gira la cabeza hacia las
escaleras. Entonces saco el arma y comienzo a disparar en la dirección de
dónde vienen los otros disparos.
Aprovecha para correr despavorido y se tira al suelo, con tan mala suerte
que él también acaba rodando escaleras abajo.
Bajo tras él sin dejar de mirar a lo alto de las escaleras, disparo una vez
cuando una cabeza se asoma por ella y me agacho junto a Nino.
—¡Levanta! —exclamo cuando veo que tiene los ojos cerrados—.
¡Vamos! —Le doy una patada en el estómago antes de volver a disparar.
Me mira desorientado un segundo antes de ponerse en pie, en cuanto
escuchamos una nueva oleada de disparos, me cubre con su cuerpo y me
empuja hacia las otras escaleras que hay al otro lado del edificio, las cuales
supongo nos devolverán a la planta principal.
Corremos despavoridos, magullados y sin dejar de disparar, pero solo
me quedan dos balas. Una de las primeras cosas que mi madre me enseñó
fue a contar los disparos, "no querrás que te vuelen la cabeza por ir de lista"
fueron sus palabras.
—Venga, venga —insta a que suba los escalones para hacerlo él tras de
mí—. Tengo que sacar el cargador, cúbreme.
—Solo me quedan dos balas —informo y señalo la moto al otro lado de
las paredes con los huecos donde algún día pensaron en poner ventanas,
comienzo a correr más deprisa, pero entonces me frena y de un salto sale
del edificio—. Salta, yo te cojo.
—¿Y si te clavo un tacón en el ojo? No lo veo, eh. —Niego con la
cabeza poco convencida.
—¿Prefieres que te maten?
—¡Ah! —grito antes de tirarme cuando me disparan sin acertar.
Caigo sobre él provocando que ambos vayamos al suelo, me pongo en
pie todo lo rápido que puedo y ambos echamos a correr hacia la moto. Veo
cómo tira el cargador vacío y con un ágil movimiento recarga su arma.
—¿Prefieres disparar o conducir? —pregunta cuando estamos llegando
al vehículo de dos ruedas.
—Tú conduces, yo disparo.

DANTE

A tomar por el culo, ya no aguanto más, estoy harto de esta situación y


encima me siento como un gilipollas. Sé lo que mi padre me ha dicho, las
charlas que me ha dado estos últimos días para que "sea fuerte" y "no me
deje llevar por los impulsos"; son la mayor estupidez que me ha dicho en
años. Es que ni siquiera él se lo cree, por no mencionar las caras de mi
madre, a saber lo que hacían ellos a mi edad.
No me lo pienso dos veces al coger mi arma, un par de cargadores extra
como siempre Hell me ha enseñado, y subirme a la moto de mi tío Nick
para ir a verla. Necesito tocarla, olerla, sentir el tacto de sus manos sobre mi
piel y dejarme hipnotizar por las galaxias que tiene dentro de esas hermosas
pupilas negras como el azabache.
Aparco donde siempre, frente al edificio, y rezo en silencio mientras el
ascensor suba para que el cabrón de Niniano no esté con ella.
—Dante. —Me mira perpleja cuando abre la puerta después de que
toque el timbre.
—Los he cortado del jardín de la mansión —digo mostrándole los
tulipanes que traigo, con tierra y todo.
Se abalanza a mis brazos y une sus labios con los míos, sonreímos
mientras nos besamos y yo hago que retroceda para entrar en su
apartamento. Baxter nos observa desde su camita, alza las orejas cuando me
ve, y enseguida vuelve a dormirse.
—¿Sabes que posiblemente hayas mandado todo el plan a la mierda? —
comenta cuando me siento en el sofá con ella sobre mis piernas.
—Me da igual, estaba harto.
—Tendrías que haber llamado, ¿y si Nino llega a estar aquí?
—Si te hubiese avisado, no habría sido una sorpresa y no habrías
sonreído como lo has hecho —digo antes de besar los hoyuelos que se le
forman.
—Habría sonreído igual. —Suspira y apoya su frente en la mía, ambos
guardamos silencio y respiramos con tranquilidad, a pocos centímetros.
No sé el rato que habrá pasado cuando el timbre suena en repetidas
ocasiones, ambos nos miramos extrañados y preocupados a la vez.
—Niniano —adivino.
—Lo dudo, siempre me escribe antes de venir, y desde luego no toca el
timbre como si quisiera quemarlo —contesta ella al mismo tiempo que
camina hacia la puerta.
—¡Abre! —La voz de mi prima hace que todas mis alertas se disparen
de golpe.
—¿Gabi?
Asia abre la puerta y mi mente se nubla ante lo que presencian mis ojos,
igual que si fuesen fichas de un dominó, la primera cae cuando el italiano
entra en el apartamento tras Gabi.
—¡No, para! —exclama la rubia al ver cómo alzo el puño en dirección a
la nariz de Niniano, el cual no se lo espera y cae de espaldas contra la barra
de la cocina—. ¡Dante, joder!
Entre ella y Asia me sujetan, el moreno solo se limpia la sangre, y es
entonces cuando me percato que no es la única que tiene. Miro a mi prima y
sujeto su barbilla para alzársela y ver lo magullada que está.
—¿¡Ha sido él!? —Vuelvo a tirarme hacia el italiano, pero Gabi se
cuelga de mi brazo.
—¡No! ¡Escúchame, joder!
—Calma, por favor, contadnos qué ha pasado. ¿De dónde venís así? —
interroga Asia después de colocarse entre los dos.
—¿Te han hecho algo más? —Muevo a mi prima y levanto sus brazos
mientras la inspecciono, ella pone los ojos en blanco y alza las cejas cuando
termino.
—¿Quieres que me quite la ropa también?
—Gabriella, contéstame.
—No sé ni por dónde empezar. —Resopla y me mira de reojo.
—Puedes empezar contándome lo que haces con este.
—Ha sido mi culpa. —La voz que menos quiero escuchar ahora mismo
es la primera en hablar.
—¿Por qué será que eso no me sorprende? Primero nosotros y ahora mi
prima, te has propuesto acabar con esta familia, hijo de punta —mascullo, y
no vuelvo a golpearlo porque tengo a Asia prácticamente pegada a mi
cuerpo.
—Ha sido un malentendido —interviene la rubia—. Nosotros hemos ido
a dar una vuelta y...
—¿Disculpa? —Arqueo una ceja en su dirección—. ¿Desde cuándo tú
das vueltas con el enemigo? ¿Con el cabrón que ha mandado un mensaje a
tu padre diciendo que habéis follado igual que la puta de tu madre?
—Eh, eh, ¿de qué hablas? —Nino me señala con el dedo y da un paso
adelante.
—Te juro por Dios que como se te ocurra negarlo te comes la encimera
—amenazo sin que mi novia me deje acercarme a él.
—Mi padre recibió un mensaje hace unos cuantos días, decía que soy
igual de puta que mi madre con mi edad y que cuidado si no quiero
quedarme embarazada del enemigo. —Gabi lo mira ahora.
—¿De verdad me creéis tan estúpido? Me ofendéis. —Deja escapar una
carcajada amarga.
—Te he advertido.
Me deshago de Asia y doy varios pasos hasta él, esquiva mis golpes y
me los devuelve, enzarzándonos al fin en una pelea que ambos llevábamos
tanto tiempo esperando.
Gabi se sienta en una banqueta de la cocina tras sacar un batido de la
nevera, Asia no deja de gritar que nos detengamos y mi prima se ve
obligada a moverse cuando nos tiramos sobre ella, protesta y cambia la
banqueta por el sofá.
—¡Ayúdame a separarlos! —insiste el unicornio.
—Déjalos, se tenían muchas ganas.
Asesto un puñetazo en su barbilla y él me devuelve otro en el estómago,
entonces cae sobre mi cuerpo y me sujeta para que me detenga.
—¡Ya! —grita y se levanta con rapidez para alejarse.
Asia corre hasta mí para ayudarme y, seguramente, evitar que vaya de
nuevo a por el italiano, pero lo cierto es que me he quedado bastante a
gusto. Al menos hasta que vuelva a abrir la boca.
—¿Habéis acabado? —comenta Gabi con la boca llena de pan—. ¿Ya
habéis descubierto quién la tiene más grande?
—¿Qué mierdas hacías con él? Te pido por favor que no me digas que
lleváis todo este tiempo follando.
—Pues no te lo digo. —Se encoge de hombros y a mí se me vuelve a
nublar la vista.
—No hay más tíos en el mundo, ¿verdad? ¡Tenías que elegirlo a él!
—Estoy aquí —interviene él levantando una mano desde la otra punta
del salón.
—¡Ya lo veo! —grito y Asia me hace un gesto con las manos para que
me calme— Lárgate antes de que termine de hacer lo que debí haber hecho
en cuanto me enteré de quién eras —amenazo al mismo tiempo que saco la
pistola.
—Guarda eso, anda —pide Gabi sin mucho entusiasmo—. Las cosas
han cambiado.
—¿Que han cambiado? —Asia la mira confusa—. ¿A qué te refieres?
—Nino me ha salvado la vida esta tarde —confiesa a la vez que
intercambia una mirada con él, ambos se observan algunos segundos en
silencio.
—¿Qué ha pasado? —inquiero intentando guardar la calma.
—Unos italianos de la ‘Ndrangheta nos han seguido y nos han atacado,
él me ha salvado. Si no hubiese sido por él, ahora mismo estaría muerta.
—Mientes, Gabriella —digo absolutamente convencido—. Dios, te
conozco demasiado bien.
—Es lo que ha pasado, ¿de acuerdo? —Me mira fijamente y no vuelve a
hablar hasta que suspiro y niego con la cabeza—. Si es verdad que él no ha
sido quien ha mandado ese mensaje, entonces tenemos un problema muy
serio.
—Más serio —especifica Asia.
XXXVI
ASIA

La tensión se podría cortar con esa navaja que Sasha siempre lleva
encima. Gabi intenta convencer a Dante de que tienen que ayudar a Nino
mientras a mí me han dejado con él en el salón, lo cierto es que no sé ni qué
decirle, si todo lo que Gabi cuenta es cierto, quizá el Nino que conocí al
principio no era tan irreal. Aunque, pensándolo bien, ¿el hecho de que haya
salvado a Gabi borra el que quisiera matarme a mí? No.
—Sabía que estabais fingiendo —espeta de golpe en medio del silencio
únicamente interrumpido por los gritos de Gabi en la habitación.
—No sé de qué me hablas. —Trato de mentir, pero siempre se me ha
dado de pena.
—Aquella pelea que tuvisteis en la Trinity fue tan falsa como las chicas
que te acosan, Asia.
—Eso es falso, discutimos de verdad. —Evito su mirada, esto me está
saliendo mal, muy mal.
—Ah, ¿sí? ¿Qué hace aquí entonces?
—Ha venido a disculparse, pero lo estaba mandando a la mierda cuando
habéis llegado —hablo con más decisión.
—Claro, por eso estabas abrazada a él para que no me golpease. —Ríe
para sí mismo a la vez que niega con la cabeza—. Dile a Gabi que te enseñe
a mentir, anda. A ella se le da fenomenal.
—¿Por qué dices eso?
—Por nada. Oye, de verdad que lamento todo lo que ha pasado, las
cosas son demasiado complicadas como para explicártelas, pero yo nunca
quise hacerte daño. Dante y su familia fueron el único objetivo desde el
primer día que me mandaron a Nueva York.
—Vas a tener que ampliar un poquito más esa información —interviene
Dante apareciendo de repente junto a Gabi.
Nino suspira y se levanta del sofá donde estaba sentado, camina en
silencio hasta la nevera, saca dos cervezas y regresa hasta donde se
encuentra ahora el rubio, le ofrece una y aguarda paciente a que este la
acepte.
—Va contra mis principios, Niniano. Has intentado matarme, a mí y a la
chica de la que estoy enamorado. —Desvía la mirada hacia mí y yo trago
saliva por ser la primera vez que confiesa eso.
—¿Qué querías que hicera? Tú, como miembro de la mafia rusa
deberías entenderme mejor que nadie. —Retira la mano al ver que Dante no
acepta la cerveza, pero entonces el rubio lo sujeta por el brazo y se la quita.
—Para mí, y para los míos, la familia está por encima de todo. Y no
vamos matando gente así porque sí, a diferencia de vosotros.
—¿Que no? —Ríe y recoge la banqueta del suelo para sentarse en ella
—. ¿Cuánto te ha contado su familia de sus inicios?
Dante intercambia una mirada con Gabi, la cual niega con la cabeza
adelantándose a las intenciones de su primo.
—Si tienes algo que decir, suéltalo de una puta vez —insta él.
—Tu abuelo ha sido el mayor hijo de puta de la costa este de los Estados
Unidos, Dante.
—No te pases —advierte Gabi señalándolo con un dedo—. Sabemos
que pertenecemos a una mafia y que eso implica muchas cosas, pero
controla lo que dices.
—¿Sabes cómo se conocieron tus padres? —pregunta a Dante tras
ignorar las palabras de Gabi, pero este no responde, solo traga saliva y da
otro sorbo a su cerveza—. Vladimir la compró para prostituirla en uno de
sus burdeles.
—¡Cierra la puta boca! —No me molesto en interponerme en su
camino, y tampoco podría hacerlo porque ahora mismo me encuentro
paralizada.
Nino se las ingenia para sujetar a Dante y empujarlo contra la pared, por
cómo lo hace, se ve que no quiere hacerle daño, tan solo sujetarlo para que
se calme, pero el rubio no deja de retorcerse.
—La verdad es dolorosa, pero si hay algo que valoramos en la
'Ndrangheta es la sinceridad. Por desgracia veo que en tu familia eso no se
estila. —Se aparta de él y retrocede unos pasos sin moverse.
—Siento ser yo quien os saque de la burbuja que vuestros padres han
creado para vosotros, pero las cosas son mucho peores de lo que imagináis.
—Mira a Dante, el cual sigue apoyado contra la pared, ahora con la cabeza
agachada y apoyada en sus manos.
Camino hasta él y alzo sus ojos, los cuales se tornan cristalinos por
momentos, miro a Gabi, pero ella tampoco es capaz de abrir la boca, ha ido
retrocediendo hasta sentarse en el respaldo del sofá.
—Tu abuelo compró a tu madre cuando ella tenía la misma edad que tú
ahora, ella era huérfana y vivía en la calle. Vladimir la metió al prostíbulo y
allí fue de dónde la sacó tu padre, voy a ahorrarte los detalles de todo lo que
pasó. El caso es que se enamoraron y Hell Ivankov se salió un poco del
camino marcado por el vor hasta la fecha.
—Creo que es suficiente, Nino —digo lanzándole una mirada asesina,
me mata ver cómo las lágrimas resbalan por el rostro destrozado del rubio.
—No, deja que hable —interviene Gabi, y Nino gira para mirarla a ella
—. ¿Qué sabes de mi madre?
—¿Estás segura?
—No, pero debo saberlo, quizá así entienda muchas de las cosas que
hasta ahora no... Bueno, tengo que saberlo.
—Sasha Ivankova. Siempre ha sido la reina, nadie ha tenido cojones de
plantarle cara, y quien lo hacía, terminaba con un balazo entre las cejas. Tu
madre ha sido la que más ha sacrificado de la familia, Gabriella.
—¿A qué te refieres? —consulta la rubia, puedo ver cómo traga saliva y
se humedece los labios, debe tener la boca tan seca por los nervios como
yo.
—Lo siento, pero no voy a continuar.
—¿Por qué?
—Porque no, con lo que os he contado es suficiente para que os hagáis
una idea de las mentiras que vuestros padres os han contado.
—¡Solo querían protegerlos! —Me pongo en pie y camino furiosa hasta
Nino—. ¿¡Con qué derecho te crees de venir aquí y soltar todo eso como si
nada!? —Le doy un empujón y su expresión ni cambia ni un ápice—. ¡Eres
un cabrón! ¡Mira cómo los has dejado! —Señalo a ambos con la mano,
Dante arrodillado en el suelo y Gabi sentada contra el respaldo del sofá, con
la mirada perdida—. Lárgate de mi casa ahora mismo.
—Asia, piensa en frío, por favor.
—¡¿Frío!? ¡Para frío ya estás tú! ¡Fuera! —Lo empujo hasta la puerta y
se la cierro en las narices.
Camino hasta Dante y tiro de su cuerpo para levantarlo, lo llevo hasta el
sofá y él se deja guiar en silencio como un autómata, después repito el
proceso con Gabi, con la diferencia de que esta no me deja que la toque.
Cuando los dos están ya sentados, el uno junto al otro, me voy un segundo a
la cocina a por dos vasos de agua y, cuando regreso, me los encuentro a los
dos llorando aún más fuerte, Dante abrazando a su prima y murmurando
cosas que solo ellos escuchan.

Me siento en la mesita frente a ellos y los observo, Dante coge el vaso


de agua que le ofrezco y se lo pasa a Gabi, espera a que de unos tragos y
después limpia el rímel corrido de las mejillas de su prima.
—Necesito ver a mi madre —informa la rubia.
—Y yo a la mía. —Dante asiente y ambos se ponen en pie.
Yo no sé qué hacer, esto es un momento demasiado personal, me
encantaría ir para apoyarlos, pero sé que necesitan estar a solas, de modo
que me adelanto y le evito el tener que pedirme que me quede.
—Llamadme si necesitáis cualquier cosa, por favor —digo a Dante
cuando Gabi ya está llamando al ascensor, él asiente con la cabeza, me da
un beso en los labios y se marcha.
XXXVII
DANTE

Detengo la moto frente a la mansión unos cuantos minutos después, ni


Gabi ni yo hemos intercambiado más palabras, ahora mismo no soy capaz
de hilar dos pensamientos seguidos.
Es que... ni tan siquiera soy capaz de expresar lo que siento.
Mi prima abre la puerta y entra antes que yo, ambos nos dirigimos al
despacho y entramos en silencio, el corazón me va a mil por hora, tengo
retortijones y me pican la yema de los dedos.
La primera persona que veo es mi padre, sentado en su silla ojeando
unos papeles, alza la cabeza hacia mí y frunce el ceño al ver mi cara,
imagino que debo estar hecho un cromo; al venir hacia aquí se me nublaba
la vista por las lágrimas, así que, bueno, creo que mi aspecto debe hablar
por sí solo.
—Cariño, ¿qué ha pasado? —Giro el rostro al escuchar la voz de mi
madre a mi izquierda, se levanta de la silla donde estaba sentada y viene
hacia mí, al igual que mi padre.
De un momento a otro, siento una oleada de sentimientos tan fuerte que
me mareo unos instantes, entre los dos me sujetan y es entonces, cuando mi
madre me abraza, que termino de romperme en miles de pedazos.
Caigo de rodillas en el suelo con ellos a mi lado, no dicen nada, solo me
abrazan. Hope besa mi frente y Hell acaricia mi espalda, pacientes y
resignados.
—Lo siento muchísimo. —Es lo que dice mi madre cuando mis ojos
conectan con los suyos. Los dos están ya llorando igual que yo, y eso no
hace más que confirmar lo que Niniano me ha contado.
Me pierdo en los ojos verdes de mi padre, sé que quiere contarme
muchas cosas, que necesita decirme lo que yo necesito escuchar, pero no es
necesario, con una de sus miradas tenemos miles de conversaciones mudas.
—Pero bueno, ¿qué ha pasado ahora?
—No. —Mi padre me sujeta la cabeza con sus manos y pega mi rostro
al suyo al ver que el mío se descompone—. Hace dieciocho años de
aquello, no lo hagas.
—No es un buen momento —explica mi madre al que, hasta hoy, era mi
abuelo.
—¿Qué está pasando aquí? Gabriella, ¿de dónde coño vienes? —Sasha
entra junto a su marido caminando detrás de Vladimir.
Mi prima corre hasta ella y la abraza deshecha en lágrimas, Sasha busca
mi mirada, la de su hermano, la de cualquiera que le explique lo que está
pasando, pero yo solo puedo observar a la persona que prostituyó al mayor
tesoro de mi vida.
—Desde hoy —mascullo con rabia y con todo el aplomo que mi padre
me transmite con su mano apoyada en mi hombro—, para mí estás muerto.
El rostro del vor v zakone se descompone al igual que el de los demás,
traga saliva y pestañea un par de veces a la vez que llena sus pulmones de
aire. A continuación, asiente y se da la vuelta sin añadir ni una sola palabra
más.
—Lo siento, lo siento —balbucea Gabi entre los brazos de su madre, la
cual la mira un segundo a los ojos antes de volver a abrazarla.
Connor se rasca la nuca, nervioso y muerto de preocupación y se une al
abrazo de su familia.
—Venga, ya está —dice la rubia con voz cariñosa mientras acaricia el
pelo de su hija.
Los tres se acercan a nosotros y entre todos se encargan de que Gabi y
yo nos sentemos en el sofá.
No soy capaz de soltar la mano de mi madre, de modo que ella se sienta
a mi lado, Sasha junto a Gabi, y Connor y mi padre permanecen de pie.
—¿Qué sabéis? —consulta mi padre tras secarse las lágrimas y cruzar
los brazos.
—Todo —digo yo.
—¿Todo? —Sasha mira a su hija alarmada.
—Bueno, sabemos lo que el abuelo te hizo. —Gabi mira a mi madre
entre llantos y después a la suya—. Y que tú eres la que más ha tenido que
sacrificar por la familia.
—¿Por qué no me lo contasteis? —Paso el dorso de mi mano por la cara
para despejarme y respiro en profundidad antes de mirar a mi padre.
—Es algo que pasó hace muchísimos años y que ya no se puede
cambiar, ¿qué sentido tenía contártelo?
—Cariño, hay cosas que sucedieron que nos cambiaron a todos —
explica Hope acariciando mi barbilla—. No estuvieron bien, fueron duras,
mucho—. Traga saliva y dedica una pequeña sonrisa a mi padre—. Pero eso
hizo que nosotros nos conociésemos y tú nacieras.
—¿Cómo puedes mirarlo a la cara? —Me pongo en pie y me dirijo al
patriarca—. Ese hombre prostituyó a tu mujer, ¡a mi madre!
—Eres muy joven para entender muchas cosas, y te puedo asegurar que
comprendo a la perfección cómo te sientes. —Suspira y apoya una mano en
mi cuello—. No voy a decirte que perdones a tu abuelo porque sé que esa es
una decisión que tienes que tomar tú y que, de hacerlo, llevará su tiempo.
Tan solo quiero que sepas que cualquier guerra que creas que tienes que
librar contra él, ya la libré yo en su momento. Tu abuelo fue una persona
muy mala, Dante, hizo cosas horribles por el negocio familiar, por este
imperio que hoy aún conservamos.
—Pero ha cambiado —interviene mi madre desde el sofá—. Vladimir
hace muchos años que ya no es el que era cuando yo lo conocí. Aquella
persona ya no existe, ahora es un hombre bueno, cariño.
Niego con la cabeza, no soy capaz de comprender que hayan podido
perdonarle algo así, esto es demasiado para mí.
—Gabi, deja de llorar ya. —Sasha levanta la barbilla de su hija y la
obliga a mirarla a los ojos—. Seca esas lágrimas, levanta la cabeza y
empieza a comportarte como lo que eres, una Ivankov. Venga, arriba. —La
rubia tira de la mano de su hija, se quita el palo con el que tiene el pelo
recogido y lo hace con el de su hija, después pasa sus pulgares por las
mejillas de Gabi y la sostiene por los hombros para mirarla—. No sé lo que
te han contado, y estoy aquí para cualquier cosa de la que quieras hablar o
quieras preguntarme, pero con poco que sepas, debes ser consciente de que
las mujeres en esta familia no nos rendimos. Nosotras peleamos, somos
fuertes y sabemos cuidarnos, pero eso no significa que debamos hacerlo
solas, porque tenemos una familia que siempre se protege. Así que ahora,
mi pequeña, tienes dos opciones, y quiero que te quede claro que ambas son
igual de válidas y que yo siempre estaré orgullosa de cualquiera que tomes.
—¿Cuáles son? —musita Gabi respirando sin apartar la mirada de la de
su madre.
—Volver a casa y encerrarte en tu dormitorio a llorar hasta que se te
caigan las pestañas, o pedir cita en la peluquería, irte de compras con tu
madre y volver a la batalla con las pilas recargadas. Porque sí, familia, creo
que estamos metidos de lleno en esta mierda y ya no hay vuelta atrás —dice
esto último mirándonos a todos—. ¿Y bien? ¿Qué escoges?
—Lo segundo —habla mi prima con decisión y una pequeña sonrisa, lo
cual provoca otra más grande en la de su madre.
—No lo he dudado ni por un momento.
—Buenas, ¿había reunión? —Kibo entra entonces junto a mi tío Nathan.
—¿Qué pasa? ¿Y esas caras? —inquiere el mayor frunciendo el ceño.
—Se han enterado de todo —cuenta mi madre antes de darle un abrazo.
—¿De qué os habéis enterado? —Kibo me mira a mí directamente—.
Tío, ¿qué hostias pasa? ¿Por qué estáis todos llorando?
Mi primo escucha en silencio toda la historia, de vez en cuando
intercambia alguna mirada con su padre, el cual solo niega con la cabeza y
se seca un par de lágrimas antes de que Hell y Sasha lo abracen. Soy
incapaz de imaginar la cantidad de cosas que han tenido que vivir, creo que
se escapa completamente de mi cabeza, ¿me contarán todo algún día?
Aunque dudo que pueda haber algo peor al hecho de que prostituyan a tu
madre.
—¿Quién os ha contado todo esto? —pregunta Kibo cuando el relato
finaliza.
—Niniano, ¿verdad? —deduce mi tía Sasha—. No ha podido ser nadie
más.
—Sí, Gabi y él... Han tenido un altercado. —Dejo la frase en el aire
cuando mi prima me lanza una mirada asesina.
—¿Qué altercado? —Connor mira a su hija, la cual se ha encargado de
limpiar la sangre que tenía en el labio antes de venir.
—Gracias, Dante. —Me dice ella a mí, yo solo me encojo de hombros.
—Gabriella, ¿qué hacías con ese tío? No me digas que... —La rubia no
es capaz de decirlo en voz alta e intercambia una mirada con su marido.
—¿Te estás acostando con Niniano? —inquiere entonces Hell.
—No... —Agacha la cabeza y su madre la sujeta por el pelo para hacer
que la levante y la mire—. ¡Ay! —Se queja mientras se frota cuando Sasha
la suelta—. ¡Vale, joder, sí!
—Dios mío. —Connor se frota los ojos, incrédulo.
—¿Yo qué te dije? —La rubia trata de hablar sin perder los nervios—.
¿Te dije que te acostases con el enemigo? ¡No! ¡Joder! ¡Te dije que eso era
justo lo que no tenías que hacer!
—¡Ya lo sé!
—Bueno, vamos a darle la vuelta a esto y mirar el lado positivo —
interviene mi madre—. Ya no se puede deshacer, así que busquémosle
provecho.
—Nino se está enamorando de mí —comenta la pequeña rubia con
seguridad—. Hoy me ha salvado la vida, unos italianos nos estaban
esperando y él me ha salvado.
—¿¡Pero qué cojones estás diciendo!? —exclama su padre perdiendo la
cordura.
—Deja de mentir, Gabi, nadie se va a tragar esa historia de mierda —
comento sin ganas, sé que no ha sucedido así.
—Eso es imposible, cielo, la ‘Ndrangheta no traiciona a su
organización. —Hope la mira con cariño, también sabe que está mintiendo
—. ¿Por qué no nos cuentas lo que ha pasado en realidad? Como te ha
dicho Sasha, el hecho de que puedas cuidarte sola no implica que tengas
que hacerlo, somos una familia.
—Joder. —Resopla y se deja caer hacia atrás en el sofá, apoya la
espalda en el respaldo y todos aguardamos a que empiece hablar, incluido
su padre, el cual dejó de fumar hace tres años y, al parecer, acaba de volver
—. Bueno, pues nada, me he escapado del colegio para irme con Nino en su
moto, no sabía a…
—¿Disculpa? —Sasha la interrumpe con las cejas alzadas.
XXXVIII
DANTE

—¿Me vas a estar cortando todo el rato? Porque entonces no lo cuento.


La rubia se muerde el labio con fuerza y hace una señal con la mano
para que su hija continúe hablando.
—No sabía a dónde me iba a llevar hasta que hemos llegado a una casa
piloto, de esas que no terminaron de construir a las afueras, camino a Nueva
Jersey. Al llegar, me ha dicho que lo sentía y me ha llevado dentro, donde
había dos hombres de vuestra edad, más o menos.
—La madre que me parió —masculla Kibo apoyando la cabeza en sus
manos, yo palmeo su espalda y vuelvo a observar a mi prima, estaba
clarísimo que mentía.
—Nino me ha dicho que lo sentía y que tenía que hacerlo, me ha
empujado hacia uno de los hombres, pero le he dado un pisotón con los
tacones y le he escupido en la cara, entonces he echado a correr, pero me he
tropezado con un andamio y me he caído al suelo.
Observo las miradas que intercambian Sasha y mi madre, juro que
desearía poder leer la mente ahora mismo para saber todo lo que está
pensando.
—He sacado la pistola que llevaba en la mochila y he apuntado a Nino
cuando él ha llegado hasta mí, entonces otro de los hombres ha venido
corriendo y me ha disparado.
Los ojos de mi tío Connor están a punto de salirse de sus órbitas, de
hecho, en su rostro puedo ver cómo se marea y necesita sentarse en una de
las sillas junto a la ayuda de mi madre, la cual susurra algo en su oído.
—Obviamente, no me ha alcanzado —continúa Gabi—. Pero no me ha
alcanzado porque Nino se lo ha impedido, él se ha tirado a por el hombre y
me ha dicho que corriese. Me he caído rodando por unas escaleras y, bueno,
he escuchado cómo él les decía a los hombres que habían prometido no
hacerme daño, y uno de ellos le ha contestado: “Su hija por tu padre”.
—Estaba claro —comenta Hell mirando a Sasha—, Donatello ha debido
mandarlo para vengarse.
—Ellos creen que su padre está muerto —apunto al recordarlo.
—Eso les ha querido hacer creer para alimentar su odio —deduce mi tío
Nathan—. ¿Y el tema del mensaje y lo que han hecho con Richard?
—Dice que no ha sido él, que no sería tan estúpido. —Gabi mira a su
madre, y esta asiente con el rostro pensativo.
—Lo cierto es que no es su estilo.
—¿Quién entonces? —pregunta Hope.
—No lo sé, pero Nino no dudó en atacar a Asia y Dante en plena calle,
secuestrarlos y ahora ha intentado lo mismo con mi hija —reflexiona la
rubia tras ponerse en pie—. Esto es algo mucho más rebuscado, esto viene
de antes… —Mira a sus hermanos, a Hope y a Connor.
—¿Eso qué quiere decir? —pregunto, ya estoy harto de secretos—.
Quizá si hacemos una lista con todos los enemigos que habéis tenido o
tenéis, podemos…
—No voy a vivir lo suficiente para enumerarlos a todos.
Miramos hacia la puerta del despacho al escuchar la voz de Vladirmir.
Todos los músculos de mi cuerpo se tensan, y siento cómo Kibo también
reacciona igual a mi lado; él adora a mi madre, siempre ha sido su figura
femenina cuando ha necesitado su consejo.
—¿Podéis dejarme a solas con Dante? —pide para sorpresa de todos.
Tardan unos segundos en reaccionar, pero poco a poco van abandonando
el despacho, Kibo y mi madre son los últimos en hacerlo, y mi padre no
despega los pies del suelo, supongo que él no cuenta.
—Hijo, sé que ahora mismo me odias, y sé lo que es ese sentimiento
porque yo llevo odiándome desde hace dieciocho años —habla con
cansancio, puedo ver lo mayor que está y el agotamiento en su voz—.
Nunca podré perdonarme lo que tus padres sufrieron por mi culpa, lo que
hice con tu madre… —Cierra los ojos, y puedo ver en la mirada de Hell
cómo se debate entre ir hacia él o permanecer a mi lado, pero no se mueve
—. No tengo el derecho de pedirte que me perdones, así que no lo haré,
solo quiero que sepas que tus primos y tú sois lo más grande que la vida
podría haberme regalado, vosotros le dais el sentido a la palabra “familia”,
y entendería que no quieras volver a mirarme a la cara. Lo siento mucho. —
Pestañea y algunas lágrimas caen al suelo, yo me siento incapaz de hablar,
por un momento vuelvo a ver a mi abuelo, al que conozco y adoro, pero
otra parte de mí no puede olvidar todo lo demás.
—Voy a decirle al resto que entre, tenemos que hablar. —Mi padre da el
tema por cerrado y camina hasta la puerta.
La familia se va haciendo sitio en el salón, incluidos el tío Nick y la tía
Allie que acaban de llegar, al parecer quieren contarnos algo, pero con todo
esto que ha pasado, prefieren dejarlo para después.
—Bueno, los chicos dicen que De Luca niega ser el responsable del
mensaje que le mandaron a Connor y de los rumores que han provocado
que echen a Richard —habla el patriarca.
—Ideas —dice Nick alzando las cejas—. Podría ser literalmente
cualquiera, tenemos miles de enemigos.
—Sí, pero ¿cuántos que quieran hacer daño a vuestros hijos? —comenta
Allie—. Quiero decir que, podrían atacarlos como ya han hecho en otras
ocasiones, ¿por qué actuar desde la sombra?
—Siento ser la que diga esto en voz alta —comenta Sasha—, pero si no
fuese porque yo misma rebané la garganta de ese hijo de puta, me atrevería
a decir que está detrás de todo esto.
—¿Qué? —Gabi la mira.
—Ah, ¿que eso no te lo han contado? —Se muerde la mejilla y evita la
mirada reprobatoria de su marido—. Enemigos del pasado.
—¿Y si Oleg tuvo un hijo? —Vladimir habla desde una esquina del
despacho.
—¿Puede alguien explicarnos quién es Oleg? —habla Kibo.
—Fue uno de nuestros mayores enemigos. —Hell informa resignado,
sabe que no puede seguir ocultándonos cosas—. Hizo que perdiésemos a
mucha gente, acabamos con él cuando tú eras un bebé.
—Lo matasteis.
—Sí.
—Yo lo maté. —Sasha suspira y mira a su hija tras intercambiar un
puñado de palabras mudas con su marido—. Él estaba obsesionado
conmigo, así que le tendí una trampa, fingí aceptar el estar con él a cambio
de que dejase en paz a toda la familia y me fui a su casa. —Acaricia la
cabeza de Gabi cuando el labio inferior de esta empieza a temblar, pero se
resiste de llorar—. Estuve viviendo con él unos días... En fin, al final lo
maté y ahí acabó todo.
—No voy a preguntar lo que tuviste que hacer para convencerlo de que
querías estar con él. —Kibo sostiene la mirada de su tía y esta asiente antes
de posar sus ojos sobre los de su única hija.
—Hay ocasiones en la vida, en las que hay que hacer un sacrificio por
obtener algo mayor —repite esa frase que tantas veces nos ha dicho.
Connor tira de la mano de su mujer, Sasha sonríe con nostalgia y no se
resiste cuando Connor besa sus labios. Todos observamos la escena en
silencio y con alegría, ya que estos dos llevaban días sin dirigirse la palabra.
A continuación, él mira a su hija sin soltar a la madre y asiente para
reafirmar todo lo que Sasha acaba de contar.
—Ahora ya sabes lo que significa esa frase, espero que nunca la olvides
—pide a Gabi, ante lo que ella se pone en pie y abraza a los dos.
—De acuerdo —Hell retoma el peso de la conversación—, ¿estamos
todos de acuerdo en suponer que Oleg tuvo un hijo?
—No lo sé, me parece demasiado retorcido —comenta Nathan.
—Bueno, que sea al menos una opción que tener sobre la mesa —pide
mi madre mirándolo.
—Podría ser cualquiera, incluso alguien que ya conocéis. —Allie nos
mira pensativos a Kibo, Gabi y a mí—. Alguno de vuestros compañeros del
colegio.
—Eso tendría sentido, así es cómo podría enterarse de todo lo que pasa
a su alrededor. —Hell asiente convencido.
—Mis amigos no son, ya os lo digo. Oscar y Verónica no serían capaces
de hacerme algo así. —Gabi niega con la cabeza.
—Pues los nuestros menos. —Apoyo yo tras dar un rápido recorrido por
todas las amistades que Kibo y yo compartimos.
—¿Qué sabemos de Asia? —Nathan evita mi mirada al soltar esa
barbaridad.
—¿Qué cojones insinúas? —Me pongo en pie y mi padre coloca una
mano en mi pecho para que no me acerque.
—Lo siento, Dante, pero demasiada gente nos ha traicionado como para
dudar de todo el mundo que no es de la familia.
—Asia es de la familia —habla mi padre.
—Lo siento, Hell, pero ¿tengo que recordarte el nombre de todas las
personas que eran amigos y nos jodieron?
—Jeoff —dice Sasha con rabia en su voz.
—Marco —añade Nathan.
—León. —Nick se encoge de hombros.
—¿De verdad pensáis que Asia podría ser la hija perdida de Oleg? —
cuestiona mi madre con incredulidad—. Por Dios, ¿la habéis visto bien?
Esa chica es un ser de luz.
—Asia no es —insisto sintiendo cómo me queman los brazos.
—¿Pondrías la mano en el fuego? —insiste mi tío menos favorito ahora
mismo.
—Me metería en un puto edificio en llamas por ella.
—Vale, los ánimos están un poco cargados, ¿por qué no hacemos un
descanso y continuamos mañana? Ya se ha hecho tarde y tengo una reunión
mañana a primera hora en el hotel —sugiere Hope.
—Asia no es. —Vladimir interviene cuando todos asentimos ante la
propuesta de la matriarca—. Sé ver el amor en los ojos de la gente, esa
chica está loca por Dante.
XXXIX
ASIA

Ya no me quedan uñas cuando el timbre suena unas horas después, corro


tanto hacia la puerta que por el camino me tropiezo con Baxter, el cual se ha
puesto nervioso por mi repentida espantada del sofá. Gracias a Dios que
antes, en cuanto he visto que las cosas se iban a poner feas entre Nino y
Dante, he decidido encerrarlo para que no mordiese a nadie.
—Por fin —digo haciéndome a un lado para dejar que el rubio pase—.
¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado?
Lo sigo hasta le sofá y acaricio su cabello cuando se tumba, apoyándola
en mis piernas, noto la humedad en mis dedos segundos después, y sé que
está llorando.
—Ay, no, por favor. —Intento que se incorpore y lo abrazo mejor, no
dice nada, creo que no es capaz de hablar, así que no insisto.
No quiero ni pensar cómo me sentiría yo si me enterase de que mi
abuelo prostituyó a mi madre, por muchos años que hayan pasado desde
entonces y por mucho que él haya cambiado.
—Te necesito, Asia —confiesa minutos después.
—No me voy a ir a ninguna parte, y que le den al plan, ya se nos
ocurrirá otra cosa.
—No lo entiendes. —Se sienta para poder mirarme a los ojos—. Te
necesito, pero no puedo estar contigo.
—No digas tonterías.
—Lo que mi familia... Todo esto que he descubierto lo ha cambiado
todo, ¿cómo voy a seguir contigo después de saber lo que las mujeres de
esta familia han tenido que hacer a lo largo de los años? Joder, eres la
siguiente.
—No soy la siguiente en nada, yo no voy a... —No me atrevo a repetir
lo que hicieron con su madre—. Por favor, no pienses eso, ahora mismo nos
necesitamos más que nunca.
—Tengo miedo, Asia, estoy acojonado. —Apoya los codos en las
rodillas y yo me incorporo para girar su barbilla y que me mire.
—¿Sabes? Cami me cuenta muchas cosas sobre los libros que lee. Hace
poco terminó uno sobre un chico que era traficante de armas, estaba
enamorado y le decía a la chica que no podían estar juntos porque no quería
que a ella le hiciesen algo por su culpa.
—¿Cómo acaba el libro? —pregunta con tristeza.
—De la única forma que puede acabar una historia en la que una pareja
se quiere tanto como yo te quiero a ti.
—Estabas aquí cuando antes le he dicho a Nino que estoy enamorado de
ti, ¿verdad? —dibuja una sonrisa inocente y yo asiento imitando su gesto.
—Sí, algo he escuchado.
—Te quiero demasiado para ponerte en peligro —dice de repente
sujetándome por las mejillas—. Perdería la puta cabeza si tú tuvieras que
hacer... Asia, lo que mi madre y Sasha han tenido que hacer durante su vida,
y deduzco que mi tía Allie también, es algo que yo jamás podría soportar
que te pasase a ti.
—Me niego a ser igual de estúpida que todos esos libros en los que
sueltan el discursito de que no pueden estar juntos, es absurdo y gilipollas.
—Ahora soy yo la que lo sujeta a él—. Y ni tú ni yo somos gilipollas,
¿verdad? Estamos por encima de eso, Dante.
—Si te digo que no quiero estar contigo y que todo esto ha sido una
mentira, ¿qué pensarías?
—Que eres un mentiroso de mierda, y me decepcionarías bastante.
Serías un cobarde.
—Joder. —Suspira y se deja caer en el respaldo del sofá.
—Me quieres —digo sentándome sobre su cuerpo, él me mira sin mover
la cabeza y dibuja una pequeña sonrisa a la vez que lleva las manos hasta
mi cintura.
—Demasiado, unicornio. Eres un peligro para mí. —Se incorpora un
poco para abrazarme y une sus labios a los míos.
—¿Por qué?
—Porque sería capaz de cualquier cosa para mantenerte a salvo.
—¿Y eso es malo?
—Escúchame, si quieres que sigamos juntos y que no te suelte el
discursito de los libros, entonces tienes que prometerme que no vas a
meterte más en todo esto, bastante has tenido que aguantar ya.
—Si estamos juntos, estamos juntos, Dante. Dormimos juntos, nos
acostamos, nos besamos, merendamos sándwiches de queso con más queso.
—Ambos sonreímos al recordar el mal experimento que terminó por
convertirse en un manjar—. Y también peleamos juntos.
—Mi familia no usa siempre los puños para pelear, ¿sabes?
—¿Y eso qué quiere decir?
—Pues que no estás en igualdad de condiciones si se te acerca alguien
con una pistola y tú solo tienes tu cuerpo para defenderte.
—Pues aprenderé a disparar —digo convencida—. Y no me subestimes,
mi padre tenía un gimnasio montado en el taller, iban muchos luchadores a
entrenar con él y me enseñaban algunos golpes.
—No te subestimo, solo quiero protegerte.
—Ya lo haces, no has dejado de hacerlo desde que nos conocimos.
—Sí, ¿cómo el día que intentaron matarte tres veces en menos de
veinticuatro horas?
—Anécdotas para nuestros nietos. —Río, y enseguida me arrepiento por
mi comentario al darme cuenta de que le he recordado a su abuelo.
—Me ha pedido perdón, se ha puesto a llorar y mis padres me han dicho
que ya no es el hombre que era hace casi veinte años. Me han contado que
hizo cosas horribles... —Traga saliva y yo acaricio su pelo, intentando darle
apoyo moral de alguna forma—. No sé, Asia, me parece increíble que ellos
hayan podido perdonarlo como si nada.
—Bueno, no sabes tampoco lo que pasaron, no todo al menos. Estoy
segura de que tu padre se volvería loco en aquel momento, probablemente
él se encargó de hacerle todo lo que tú quieres hacerle ahora mismo.
—Eso me ha dicho mi padre. —Suspira y me rodea con sus brazos para
acercarme más a su cuerpo—. No quiero volver a casa, me quedo a dormir
contigo.
—¿Pensabas que iba a dejar que te marcharas? —cuestiono con una
sonrisa y la ceja arqueada.

KIBO

Después de la reunión, dejo a mi padre en casa y le digo que voy a pasar


la noche en casa de un amigo porque lo está pasando un poco mal y sé que
me necesita, duda por un momento, pero finalmente lo acepta.
Conduzco hasta la casa de Grigori, detengo el vehículo fuera de la valla
metálica y, como siempre, espero a que él salga a recibirme antes de entrar.
—Gracias por venir —dice tras chocar mi puño con el suyo—. Vamos,
he preparado unos huevos con patatas que te vas a chupar los dedos. —Ríe
y me insta a caminar.
—Anda que te lo vas a currar un poquito, cabrón —bromeo y lo sigo
hasta la cocina.
—No te quejes, que mi madre quería que pidiera a domicilio.
—¿Dónde está?
—No lo sé, salió hace dos horas y aún no ha vuelto. Tengo que terminar
de empaquetarle la hierba, creo que ya tiene algunos compradores.
—¿Dónde está? Lo voy haciendo mientras tú terminas.
—En la sala, sobre la mesa. Gracias.
Asiento y atravieso la puerta, miro a mi alrededor en busca del mando
de la televisión, pero no lo encuentro, así que pongo un poco de música en
el móvil y comienzo a llenar las bolsitas de plástico con las cantidades que
hay anotadas en la libreta.
Peso la marihuana en la pequeña báscula e introduzco la misma cantidad
en todas.
Cuando me enteré de que su madre, ex prostituta y camella desde antes
de que Grigori naciera, se dedicaba a la venta de hierba, me rayé un poco
porque sabía que mi familia se dedicaba al narcotráfico, pero no a qué
drogas exactamente. No respiré tranquilo hasta saber que solo era cocaína.
—Deja eso y a comer, que se enfría —indica mi colega algunos minutos
después.
Entre los dos hacemos a un lado todo el material y él coloca un pequeño
mantel para que podamos cenar.
—¿Estás bien? —inquiere un poco después—. Sé que te gustan mis
patatas fritas y estás muy callado.
—Hoy nos hemos enterado de algunas cosas, mis primos y yo, sobre la
juventud de nuestros padres.
—¿Como qué? —pregunta con la boca llena.
—Tío, mi abuelo prostituyó a mi tía Hope cuando solo era una
adolescente.
—¿Qué me estás contando? —Me mira perplejo, traga y bebe agua
antes de pasar una servilleta por sus labios—. Hostia, no me quiero
imaginar cómo debe estar Dante.
—Pues mal, esto nos ha pillado a todos por sorpresa. Sabíamos que
habían pasado cosas jodidas, ¿pero esto?
—Lo siento, tío. —Me dedica una mirada de lástima y mete un pedazo
de huevo frito en su boca.
—¿Tu madre cómo está? —Decido cambiar de tema, aparte de por él,
también he venido por mí, Grigori es mi mejor amigo y siempre consigue
que me despeje cuando estoy rayado. Ese ese amigo que todos deberíamos
tener.
XL
GABI

Mis padres se quedan dormidos abrazados en el sofá, los tres hemos


puesto una película después de cenar y enseguida se han dormido, pero yo
no puedo. Estoy demasiado preocupada por Nino. No contesta mis
mensajes y no sé dónde puede estar metido, a su casa no ha ido porque allí
es donde seguramente le habrán ido a buscar, así que no tengo ni idea de
dónde se encuentra.
Me levanto para ir a la nevera a matar mi ansiedad con comida, abro un
paquete de queso de untar y meto la cuchara directamente dentro; la estoy
chupando cuando mi móvil suena en la sala. Corro a por él tan nerviosa que
me doy con el dedo meñique contra la esquina de la mesita junto al sofá.
Me muerdo la mano para no gritar de dolor y voy al cuarto de baño de mi
dormitorio, me encierro y meto el pie bajo agua fría mientras desbloqueo el
teléfono para leer el mensaje.
02:34am Nino
¿Eres consciente de que podría denunciarte por
acoso con todos los mensajes que me has mandado?
02:35am Yo
¡Pues haber contestado al primero!
¿Dónde coño te has metido?
02:35am Nino
Estoy escondido, han ido a casa a por mí, mi
hermana me ha llamado y me ha dicho que han
puesto precio a mi cabeza.

Maldita sea, no puedo dejarlo solo, esto ha pasado por haberme salvado,
por traicionar a su organización para impedir que me pegasen un tiro. Miro
a mis padres durmiendo plácidamente en el sofá, y pienso en el disgusto
que se llevarán si despiertan y no estoy en casa, pero, ¿qué puedo hacer?
Joder, ¿qué habrían hecho ellos en mi situación? Puede que haya cometido
muchos errores e imprudencias, pero si hay algo que he aprendido de ellos,
y de la familia en general, es que no abandonas a la gente que te importa.
No sé lo que Nino es para mí, me niego rotundamente a ponerle nombre,
pero al menos tengo una responsabilidad con él por haberme salvado.
Aunque haya sido él quien me metiese en la boca de los leones.

NINO

Las gotas de agua caen de forma incesante por el aguacero que está
acompañándome esta noche. He vagado por callejones durante horas hasta
encontrar esta fábrica abandonada donde algún vagabundo se habrá dejado
el colchón en el que estoy sentado, y el cual he empapado por completo por
el estado lamentable de mi indumentaria.
No puedo creer que haya acabado en esta situación por un demonio
rubio de pelo semi rizado. ¿En qué momento ha pasado ella a tener el
control de mis acciones y mis sentimientos? Porque lo cierto es que no
puedo negarme más a mí mismo que esto es inviable, lo que Gabriella me
provoca es incorrecto. Saca mi lado más oscuro y mi lado más real, a partes
iguales. Con ella no soy De Luca, trequartino de la locale de Nueva York,
hijo del Capo Donatello De Luca, de la 'Ndrangheta calabresa. Con ella soy
solo Nino.
Cuando la vi por primera vez, algo dentro de mí me dijo que me traería
problemas. La mirada que me dedicó fue de todo menos inocente, ella lo
sabía, yo lo sabía, hasta su primo lo sabía. No pensé mucho con la cabeza
fría antes de acudir a la celebración de su cumpleaños, tan solo me dejé
llevar por primera vez en mi vida.
Como miembro de la organización, debo ser un ejemplo de
comportamiento. Mis acciones deben ser impecables, pasar desapercibido y
no llamar la atención de nadie, especialmente de la familia a por la que me
enviaron. ¿Podría haberlo hecho peor? Desde luego no.
Gabi no deja de escribirme mensajes, sé que está preocupada, pero,
maldita sea, tengo que cortar esto antes de que sea demasiado tarde. Si es
que no lo es ya. Decido tumbarme, pero enseguida me levanto porque estoy
helado de frío por tener la ropa tan mojada, veo que no voy a pegar ojo.
Dios santo, han puesto precio a mi cabeza, ya sé cómo va a terminar esto,
no puede acabar de otro modo que conmigo muerto.
Contesto a los mensajes de Gabriella porque no quiero que se pase la
noche en vela pensando dónde estaré metido, es capaz ponerme en busca y
captura, y bastante tengo con que me busque mi organización criminal,
como para que ahora también lo hagan los Ivankov.
02:34am Yo
¿Eres consciente de que podría denunciarte por
acoso con todos los mensajes que me has mandado?
02:35am Gabriella
¡Pues haber contestado al primero!
¿Dónde coño te has metido?
02:35am Yo
Estoy escondido, han ido a casa a por mí, mi
hermana me ha llamado y me ha dicho que han
puesto precio a mi cabeza.
02:35 am Gabriella
Dime dónde estás.
02:36am Yo
No.
02:36 Gabriella
¿Por qué? ¡Dímelo! Mándame una ubicación.
02:36am Yo
Porque si te lo digo, vas a venir.
02:37am Gabriella
Nino, dime ahora mismo dónde estás. Te llevo lo que
necesites, sabes que no voy a ser capaz de pegar ojo. ¡Dímelo!

No tengo ninguna gana de discutir, así que le mando mi ubicación y le


digo que traiga una manta y una toalla, al menos así podré secarme y no
morir por una pulmonía antes de que me perforen la cabeza.
La espero en lo alto del edificio, en la pequeña estancia que he escogido
como refugio indefinido. No soy nuevo en esto, el móvil con el que me he
estado comunicando con Gabriella desde el primer día es uno de prepago
que nadie de la organización conoce, tan solo mi hermana; el que ellos me
dieron, lo he metido en un autobús que salía en dirección Kansas hace unas
horas, cuando Asia me ha echado de su casa.
Silbo al ver cómo la rubia detiene su coche justo debajo, ella alza la
cabeza cubriéndose los ojos con la mano para que las gotas de lluvia no
penetren en ellos, y se adentra corriendo en la fábrica. Espero a que suba las
escaleras y no digo nada cuando al fin está frente a mí, igual de mojada y
con un cabreo de los mil demonios.
—Que sea la última vez que no me contestas los mensajes. —Dice
tirándome la bolsa de deporte que lleva al pecho—. Ni siquiera he podido
cenar, joder.
—¿Tan preocupada estabas por mí? —comento mirándola de reojo
mientras saco la toalla.
—No, idiota, pero me sentía culpable. Te buscan por haberme ayudado a
escapar, mis principios no me permitían dejarte solo, me han educado muy
bien, ¿sabes?
—¿Cuándo vas a admitir que te gusto, Gabriella? —Dejo la bolsa en el
suelo y me acerco a ella mientras seco por encima las gotas de mi pelo.
—¿Cuándo vas a admitirlo tú? —Arquea una ceja y apoya las manos en
sus caderas.
—Me gustas.
Abre la boca, pero vuelve a cerrarla, se echa el pelo hacia un lado y pasa
por mi lado fingiendo que ojea el lúgubre lugar en el que nos encontramos.
El ruido de sus tacones de aguja retumba en todas las paredes vacías.
—¿Piensas quedarte aquí? Este sitio está hecho un asco.
—Es la idea de momento. Van a matarme, antes o después me
encontrarán.
Gira sobre sus pies para mirarme, en sus ojos puedo ver cómo está
sopesando la respuesta, quiere fingir indiferencia, pero, joder, es inútil
conmigo, sé leerla demasiado bien.
XLI
NINO

—No puedo dejar que te maten, va contra mis principios —indica


encogiéndose de hombros.
—A ver si es que ahora todo lo que haces es por tus principios. —Río y
camino hacia ella, paso la toalla por detrás de su cuerpo y de un tirón la
pego a mi pecho—. Cuando me besas, ¿también lo haces por principios?
—Siempre me besas tú primero, mis principios me impiden rechazarte.
—Se muerde el labio para no romper a reír, yo asiento sin creerme nada y la
suelto.
—Es mejor que te marches, con que uno de los dos enferme es más que
suficiente. Este no es lugar para una señorita de tu categoría. —Recorro su
cuerpo con mis ojos, sin disimular al llegar al borde del vestido que lleva,
solo a ella se le ocurriría ponerse semejante atuendo con la que está
cayendo.
—Pues la verdad es que no, pero ¿qué le vamos a hacer? Es el sitio que
tú has escogido.
—Era esto o debajo de un puente.
—Oye... Tal vez podría hablar con mi tío Hell y...
—No. —La interrumpo de inmediato—. Ni se te ocurra.
—¿Por qué?
—Porque al igual que tú tienes tus principios, yo tengo los míos. No
puedo aceptar la ayuda del hombre que mató a mi padre y a cuyo hijo yo he
intentado matar. Joder, si suena hasta cómico. —Me dejo caer en el colchón
y paso la manta por detrás de mis hombros.
—Ellos dicen que tu padre está en la cárcel. —Gabriella se aproxima un
tanto indecisa, dobla las rodillas, titubea y, finalmente, acaba sentada a mi
lado.
—Eso es mentira, tu madre y Hell Ivankov lo mataron.
—Nino, creo que a ti tampoco te han contado toda la verdad.
—¿Cuál es tu teoría? —inquiero dudoso, ya me han dicho demasiadas
veces que mi padre está vivo, y como eso sea cierto...
—Bueno, ¿cuánto hace que no lo ves?
—Muchos años, desde que tuvieron el enfrentamiento con tu familia, y
él ya nunca volvió a Calabria. Nos dijeron que lo habían asesinado, que le
habían acribillado a cuchillazos por todo el cuerpo y la cara. —Clavo la
mirada en el suelo y dejo que mi visión se emborrone—. Nos trajeron el
cuerpo, pero a Fio y a mí nunca nos dejaron verlo.
—Nino, ese no es el estilo de mi familia. Creo que tu padre sigue vivo,
mi madre me ha contado que ellos fueron los responsables de entregarlo a la
policía y que desde entonces está en una cárcel de aquí, de Nueva York.
—Eso es imposible. —Niego sin querer creérmelo—. No tiene sentido.
—He leído mucho sobre tu mafia y...
—Organización criminal —corrijo más por costumbre que por otra cosa.
—Lo que sea, y sé que los capos cogen fama y prestigio si van a prisión.
Es posible que él esté encerrado y que os haya mentido para alimentar
vuestro odio y que, llegado el momento, toda mi familia muera a manos de
sus propios hijos.
—Mi padre no me habría mentido en algo tan grave —aseguro, aunque
lo cierto es que Donatello es capaz de cualquier cosa.
—No conozco a tu padre, pero sí conozco a mi madre, y te puedo
asegurar que ya no tendría ningún sentido que me mintiese, me ha contado
cosas peores... —Veo cómo traga saliva y entonces recuerdo todo lo que les
he soltado esta tarde en casa de Asia.
—Oye, respecto a lo que os he dicho antes, lo siento. Sé que no era
asunto mío, debí haberme callado. —Sujeto su barbilla para que gire el
rostro y poder ver esos ojos que tan acabado me tienen.
—Da igual. —Fuerza una sonrisa e, involuntariamente, mira mis labios.
En esta ocasión no soy yo el que la besa, somos los dos. Nos acercamos
al mismo tiempo hasta que su boca encaja con la mía tan bien como
siempre.
Acaricio su pelo humedecido e introduzco mi lengua cuando ella hace lo
propio; el olor de su perfume se me mete hasta dentro, me sujeta por el
cuello de la cazadora y me aproxima aún más a ella.
—Que pillemos un catarro es una cosa, pero algo me dice que este
colchón tiene otras muchas sustancias que pueden perjudicarnos
gravemente la salud. —Sonrío al ver sus intenciones, y ella asiente antes de
estallar en una carcajada.
La manta que ha traído es lo suficientemente grande como para que
podamos poner al menos medio cuerpo sobre ella, y cubrirnos con la otra
media. Gabi se posiciona boca arriba y yo me apoyo en un codo para
observarla.
—Dilo —pido, y no hace falta que especifique, ella sabe de sobre a qué
me refiero, pero niega con la cabeza—. ¿Por qué?
—Si lo digo en voz alta, será real.
—Yo lo he dicho, y te aseguro que estoy mucho más jodido que tú.
—¿Para qué quieres que lo diga si ya lo sabes?
—Porque sé que eres muy orgullosa y que tienes miedo, si lo dices me
demostrarás que es real. Sé que solo lo admitirías si lo sientes.
Alza un poco la cabeza para besarme, pero yo retrocedo y sonrío; me
fulmina con la mirada, coloca una mano en mi cuello y trata de acercarme,
pero vuelvo a reír.
—No voy a volver a besarte hasta que reconozcas que te gusto.
—Eso es chantaje —señala—. ¿Acaso ya te dedicas a los negocios
familiares y yo no estoy enterada?
—Se me dan bien muchas cosas, preciosa, algunas de ellas ya las
conoces —susurro cerca de su oído al mismo tiempo que tiro del lóbulo con
mis labios.
—Eres un embaucador nato, cómo se nota que eres italiano —ríe y
niega con la cabeza sosteniendo mi mirada, la cual la insta a que lo admita
de una vez.
—¿Por qué no lo haces? ¿Temes sufrir una combustión espontánea o
algo así?
—Jamás en la vida le he dicho a alguien que me gusta, ¿sabes?
—Tenía que llegar un italiano para que lo hicieras, y aquí estoy. Es tu
turno —bromeo para hacerla reír y que se relaje.
Dejo que me acerque a su boca, solo un sutil roce, percibo el calor desde
aquí y me muero de ganas de besarla, pero la experiencia me ha enseñado a
ser muy paciente.
—Lo admito —dice entonces en un pequeño susurro.
—Dilo.
—Me gustas, joder. Me gustas, ¿contento?
En lugar de responder, pego mis labios a los suyos y me dejo llevar en la
medida de lo posible para el lugar asqueroso en el que nos encontramos. Sé
que ha llegado el momento de frenar cuando a ella se le olvida todo y baja
la mano por mi pantalón.
—¿Ahora el colchón te da lo mismo? —Río y ella lloriquea.

XLII
DANTE

Las caderas de Asia bailan sobre mi cuerpo, adelante y atrás, con la


música de «The Weekend» de fondo y las gotas de lluvia repiqueteando
contra los cristales. Me deleito con el movimiento de su pelo, acariciando
sus propios pezones mientras yo la ayudo a marcar el ritmo perfecto para
los dos ahora mismo.
—Eres una puta escultura, deberías estar en un museo —digo cuando se
detiene sin que salga de ella y se tumba para poder besarme.
—Y tú deberías escribir un libro de piropos —ríe sobre mis labios y
comienza a moverse de nuevo.
Jadea encima de mí y puedo notar que su orgasmo está cerca cuando
siento una presión más fuerte que momentos antes alrededor de mi polla, es
exactamente lo que hace siempre tres o cuatro segundos antes de estallar en
unos gemidos, tan altos, que enseguida detonan mi orgasmo.
Clavo los dedos alrededor de sus piernas y ahora soy yo el que se mueve
con rapidez cuando ella se detiene y apoya los brazos en la almohada, a
cada lado de mi cabeza.
Apoya su frente en la mía y aguarda unos segundos hasta que mis
sacudidas se detienen, momento que aprovecha para besar mis labios y
sonreír con esa mirada cansada y satisfecha que alimenta todos mis putos
sueños eróticos.
—Y querías dejarme —dice ya tumbada a mi lado.
Ambos rompemos a reír y yo me giro para hacerla cosquillas,
provocando que se retuerza hasta que ambos terminamos abrazados de
nuevo.
Estamos besándonos cuando suena el timbre, inmediatamente me tenso
y miro mi reloj de muñeca para comprobar que son las tres y veinte de la
madrugada.
—¿Estás esperando a alguien? —pregunto a Asia mientras me levanto y
me pongo los pantalones.
—Sí, he pedido una pizza —dice, y dibuja una mueca cuando la miro—.
¿A quién voy a estar esperando a estas horas?
—Quédate aquí. —Cargo el arma y Baxter me sigue sin que yo tenga
que pedírselo, pero entonces miro atrás y veo que es a Asia a la que sigue,
ya que, por supuesto, no piensa quedarse en el dormitorio.
—¿Cuándo vas a darme una pistola? —susurra ella a mi espalda.
—¿Te parece el mejor momento para tener esta conversación? —Frunzo
el ceño cuando vuelven a tocar el timbre.
—Soy Gabi, abre.
—¿Otra vez? —Maldigo y guardo el arma en la trasera de mi pantalón
para girar la llave—. Espero que en esta ocasión no vengas con... —No
termino la frase al ver al italiano a su lado.
—Ni una palabra. —La rubia levanta el dedo hacia mí y me hace
retroceder para que Niniano entre, pero este permanece en el umbral de la
puerta sin moverse.
—Dante. —Me llama cuando estoy llenando mis pulmones de aire y
comienzan a picarme de nuevo la yema de los dedos, como cada vez que lo
veo—. Quiero disculparme por haberte contado todo eso antes, no era algo
de mi incumbencia y debí haberme callado. Lo siento.
—No, no era de tu incumbencia, ¿algo más?
—Sí, también siento haberos atacado a Asia y a ti, sé que no lo
entenderías, aunque te lo explicase, así que solo puedo pedirte perdón de
corazón. Lo siento.
Sostengo su mirada varios segundos, Gabi se cruza de brazos y espera
alguna reacción por mi parte. No me sale decirle nada, así que solo me hago
a un lado para que pase y camino hasta sentarme en una banqueta.
—¿A qué viene todo esto, Nino? —inquiere Asia confusa—. Y a estas
horas, no entiendo nada, ¿de dónde venís?
—La 'Ndrangheta lo busca para matarlo. Saben que me salvó la vida y
ahora quieren acabar con él —habla Gabi.
—¿Pretendes esconderte en casa de mi novia para que una organización
criminal calabresa con años de experiencia no te mate? —Suelto una
carcajada amarga y él suspira, mira a Gabi y niega con la cabeza.
—Dante, tenemos que ayudarlo —insiste mi prima.
—¿Por qué debería hacerlo?
—Porque le ha salvado la vida a tu prima, ¿te parece poco? —consulta
ofendida.
—¿Dices después de haber sido él quien te llevó allí para que te
secuestrasen y te matasen? —Frunzo el ceño y el italiano asiente.
—Tiene razón, Gabriella.
—Bien, pues que te den, yo misma me encargaré, no necesito tu ayuda
—espeta ella con el mismo carácter que su madre.
—Espera. —La detengo y sé que voy a arrepentirme de esto—. Quiero
hablar contigo —digo mirando a Niniano—. Necesito que me aclares unas
cuantas cosas.
—De acuerdo. —Asiente y espera a que le dé alguna indicación, de
modo que hago un gesto con la cabeza para que se siente en el sofá.
Las chicas nos imitan, y espero que Gabi sea capaz de mantenerse
callada y no interrumpirme cada dos por tres.
—¿Qué quieres saber? —averigua él segundos después.
—Todo, quiero saber cómo es la ‘Ndrangheta, cuál era exactamente el
propósito que tenías al venir aquí, cuántos hombres tienes, dónde y, sobre
todo, por qué has decidido abandonar tu plan. Porque lo has abandonado,
¿verdad? —Alzo las cejas y él asiente.
—Sí, y todo lo demás… es demasiado complicado.
—Pues hazme un resumen.
—Bien, pues llegué hace unos meses, antes de aquella fiesta —
comienza, yo asiento al saber que se refiere a la de La Cueva—. Me
pidieron que averiguase todo sobre vosotros, que me infiltrase y consiguiese
toda la información que nos faltaba antes de… atacar.
—Por eso te acercaste a mí —interviene Asia.
—Sí, pero eso solo fue al principio. Te vi en aquella fiesta junto a Dante,
y supe que, si me hacía amigo tuyo, tú acabarías llevándome hasta él.
Después te conocí y me di cuenta de que…
—Si, venga, nos saltamos esa parte. —Lo interrumpo porque eso no me
interesa—. ¿Cómo os organizáis? ¿Cuánto poder tienes?
—Yo pertenezco a la Sociedad Mayor y mi doti es la de trequartino.
—En cristiano —pido para entenderlo bien.
—La doti es como el grado que ocupas en la estructura jerárquica, yo
estoy muy arriba, llevo años en esto, desde que era un crío. A diferencia de
otras organizaciones criminales, en la ‘Ndrangheta no se hereda la posición
—revela y nos mira a los tres para ver si estamos entendiendo algo, yo
asiento—. Mi padre era capo crimine, pero con su muerte yo no paso
directamente a su puesto, si no que debo ascender siguiendo las órdenes del
mastro di giornata.
—Tu padre no está muerto —aseguro y él intercambia una mirada con
Gabi.
—Últimamente no paro de escuchar eso. —Deja escapar una bocanada
de aire y yo decido compartir con él la información que Hell me dio una
noche, mientras Asia dormía y yo bajé a su despacho.
—Mi familia lo entregó a las autoridades a cambio de inmunidad para
nosotros, tu padre intentó matar a los míos y ellos solo se defendieron. Por
lo que tengo entendido, fue un problema de drogas, tu padre quería vender
cocaína aquí y, bueno, eso es nuestro. —Hago una pausa para que me
interrumpa, pero, al parecer, se ha quedado mudo, así que prosigo—.
Niniano, tu padre está en la Prisión Estatal de Attica.
—No puede ser, he estado años visitando su tumba. —Niega con la
cabeza y se pone en pie, revuelve su pelo y puedo ver la angustia en su
mirada.
—¿Llegaste a ver su cuerpo?
—No. —Gabi habla por él—. A él y a su hermana nunca los dejaron
verlo, les contaron que tu padre y mi madre lo acuchillaron por todo el
cuerpo hasta matarlo, incluso en la cara.
—Venga ya, ese no es su estilo. Por Dios, ¿imaginas a tu madre
acuchillando la cara de otra persona? Joder, si acaso le rebana el cuello,
pero ¿eso?
—Necesito ver a mi hermana, tengo-tengo que hablar con ella y
contarle…
—Tranquilo, llámala y que venga aquí —propone la rubia.
Yo maldigo en silencio y miro a Asia, esto no es una buena idea, este es
su apartamento donde se supone que ella tendría que estar segura, ¡no
donde se esconde un puto trequar no se qué de la mafia calabresa!
—De acuerdo, llámala y que venga, podéis esconderos aquí, pero, Asia,
tú te vienes a la mansión. Todo el plan se ha ido a la mierda, ya no tiene
sentido que permanezcas aquí.
—Sabía que estabais mintiendo —comenta Nino sin apartar la mirada
de la lluvia a través de la ventana—. En esta familia mentís de pena.
—No nos han entrenado para ser unos hijos de puta como tú desde
pequeño, es lo que hay —contesto, él ni siquiera se gira—. Haz la maleta —
solicito a mi unicornio, el cual obedece sin rechistar—, Gabi, te vienes con
nosotros.
—No, yo me quedo con él.
—¿Y si os han visto llegar? No voy a correr ese riesgo, además, ¿qué
vas a hacer cuando tus padres se enteren de que no estás en casa? Porque
dudo mucho que te hayan dado permiso para salir en mitad de la noche.
—Tú ocúpate de tus asuntos, que yo me ocuparé de los míos. —Me
fulmina con la mirada y camina hasta Niniano, le toca el hombro para
llamar su atención y, no me creo lo que ven mis ojos, cuando él se da la
vuelta y ambos se abrazan de un modo espontáneo y natural.
Decido no insistir porque ya lo hará su madre, me adentro en la
habitación y Asia me lanza una mirada preocupada a la par que inquieta.
—¿O sea que ahora Los Ivankov y los De Luca, tienen una alianza?
—No, Los Ivankov y Niniano de Luca.
XLIII
DANTE

Tras dejarle un par de cargadores llenos a Gabi y a Niniano, y


advertirles de que me avisen en caso de cualquier cosa, llamo a Jamie,
nuestro chófer, para que venga a buscarnos porque no podemos llevar a
Baxter en la moto. Asia lo eligió como su compañero, y no vamos a
abandonarlo ahora que ya no lo necesita para su protección, él ya es uno
más de la familia.
—Dante, ¿qué ha pasado? —cuestiona mi padre cuando nos ve a los tres
entrando en casa—. ¿Qué hacéis juntos?
—Es una larga historia, vamos. —Le pido con un gesto de la mano que
vuelva a entrar en el despacho donde se pasa las horas, y él me sigue con el
ceño fruncido.
—¿Estáis bien?
—Sí, ya sé que no tendría que haber ido a verla, pero ya no lo aguantaba
más, lo siento. —Espero a que diga algo, pero solo asiente resignado y se
sienta en el borde de la mesa de su escritorio—. El caso es que estábamos
en su apartamento cuando han tocado el timbre, eran otra vez Niniano y
Gabi.
—¿Sasha sabe que ha ido a buscarlo? —pregunta preocupado, yo niego
con la cabeza—. Dios santo, esa chica va a terminar por volver loca a su
madre, voy a llamarla.
—Espera que te cuente todo —digo mientras Asia se agacha para
acaricia a su perro—. Niniano ha abandonado la ‘Ndrangheta, ahora lo
buscan para matarlo.
—Dante, eso no es posible, esa organización es la más solida y estricta
que conozco, están entrenados para haceros creer lo que ellos quieren,
seguro que está engañando a tu prima para…
—Los he visto, papá. —Interrumpo negando con la cabeza—. Está loco
por ella, por favor, confía en mí. Podría haber dejado que la matasen esta
tarde, y en su lugar la ha salvado.
—¿Lo estás defendiendo? —consulta perplejo, y lo entiendo porque ni
yo mismo puedo creer que hayamos llegado a este punto.
—Solo estoy diciendo que a él tampoco le han contado toda la verdad.
—Hago una pausa, es un tema delicado—. Les dijeron que su padre había
muerto en vuestras manos, acuchillado por todo el cuerpo, incluida la cara.
—Por Dios, eso es una chapuza —rebate el patriarca dibujando una
mueca de asco.
—Lo sé, le he explicado que los han tenido engañados para alimentar su
odio y ejecutar su venganza, que Donatello está en la Prisión Estatal de
Attica.
—¿¡Le has dicho dónde está su padre!? —exclama llevándose las manos
a la cabeza—. Dante, ahora va a ir a verlo, hablarán y él lo convencerá para
que acabe con todos nosotros. Le va a dar mucho más poder, aumentará su
doti y tendrá un jodido ejército para él solo, maldita sea —gruñe y se
enciende un cigarro.
—No lo creo, estaba destrozado.
—Es cierto —interviene Asia tras ponerse en pie—. Esta noche he
podido ver al Nino que yo conozco, está realmente hundido, dudo mucho
que su padre pueda convencerlo de nada.
—Espero que estéis en lo cierto porque si yo tengo razón, ya podemos
prepararnos.

Asia y yo nos despertamos tarde al día siguiente, nadie nos ha llamado


para ir al colegio, así que deduzco que la cosa está jodida de verdad.
—Ya voy —murmura ella cuando Baxter lame su mano antes de morder
el edredón y tirar de él para destaparnos a los dos.
—Buenos días, cosa bonita. —Sonrío y deposito un beso en su hombro,
ya que está tumbada boca abajo—. Parece que alguien te reclama.
—¿Qué hora es?
—Las once.
—¿¡Las once!? —Alza la cabeza y se pone de rodillas sobre el colchón
—. Dante, hemos perdido tres clases, madre mía, me van a expulsar —
habla atropelladamente.
—Tranquilízate, eres una Ivankov, nadie va a expulsarte. —Tiro de su
mano para que caiga sobre mí y, así, poder disfrutar de su calor y besar sus
labios.
—Demasiados privilegios para una chica que ha nacido sin ellos —
comenta antes de levantarse—. Voy a bajar a darle de comer a Baxter,
¿puede salir al jardín?
—Claro, tiene que acostumbrarse a la casa y a todos los que viven en
ella. Aquí hay mucha gente, no me apetece que le muerda el culo a ninguno
de los escoltas —río y entro al cuarto de baño para lavarme los dientes.

Cuando entramos al despacho para dar los buenos días, encontramos a


mi padre hablando por teléfono, así que saludo a mi tío Nick, al cual Hell ya
ha debido poner al tanto de todo, y aguardo a que termine.
—Claro que sí, sabes que estoy para lo que necesites —aclara a la
persona con la que habla—. Hecho, mándame la hora del vuelo y te llamo
cuando esté con ella. —Sonríe y asiente con la cabeza—. Hablamos, Ryder,
un abrazo para Alexis.
—¿Era Ryder? —averiguo.
Él y Alexis son como dos tíos más para mis primos y para mí, los
conocemos desde pequeños y han venido a vernos unas cuantas veces, al
igual que nosotros hemos ido de vacaciones a Flagstaff en numerosas
ocasiones; me encanta Arizona.
—Sí, dice que Cassandra va a empezar las clases en Columbia dentro de
una semana, quiere que le demos protección y, bueno, que la cuidemos, ya
sabes.
—Al final los ha convencido. —Río, su hija lleva meses pidiéndoles
venir a estudiar a Nueva York, vive enamorada de esta ciudad desde que
nos visitó por primera vez, pero Alexis no estaba muy convencida.
—¿Quiénes son? —curiosea Asia tras abrirle la puerta del jardín a su
perro.
—Ryder es un viejo amigo de la familia, era traficante de armas hace
años, él nos abastecía, pero luego lo dejó y ahora tiene su propio bufete de
abogados en Phoenix, Alexis es pediatra en el hospital de Flagstaff.
—Y tienen una hija que va a venir aquí a estudiar —afirma ella.
—Sí, Cassandra cumple dieciocho en unos meses, pero se adelantó un
curso porque es extremadamente inteligente, siempre ha querido estudiar en
Columbia, como tú. —Sonrío a mi chica y ella me devuelve el gesto—.
¿Cuándo llega? Kibo se alegrará mucho, aunque seguro que él ya lo sabe,
hablan casi todos los días.
—Su vuelo llega esta noche —informa mi padre antes de volver a su
escritorio cuando el móvil suena de nuevo—. Id a desayunar, Sasha está
fuera de sí, no ha dejado de llamarme en toda la mañana, estoy intentado
controlarla para que no vaya al apartamento y acabe con De Luca. Tiene
una reunión y después vendrán aquí, hemos quedado todos para comer.
—Vale.

KIBO

Sonrío como un idiota cuando Cass me dice que su avión llega esta
noche, que está a punto de despegar.
Lleva todo el mes pidiéndome consejo para convencer a sus padres de
que la dejen venir a estudiar a Nueva York, comprendo que ellos hayan
dudado mucho, casi puedo ver la conversación que habrán tenido Ryder y
Alexis hasta llegar a un acuerdo. El hecho de que él fuese traficante de
armas, y todo lo que eso implica, provocó que, tras dejarlo, su forma de
vivir diese un giro radical. Sin embargo, nunca ha dejado atrás a sus
amigos, y menos a mi tío Hell.
Cass y yo hemos crecido juntos como quien dice, somos amigos desde
que tengo memoria, aunque nos hemos visto mucho menos de lo que a
ambos nos hubiese gustado, por motivo de la distancia y eso. No lo
reconoceré en voz alta, pero ambos perdimos la virginidad el uno con el
otro, hace ya dos años de eso y aún puedo recordarlo.
Aquel verano pasamos prácticamente dos meses en la cabaña que tiene
Ryder en un lago, las cosas estaban un poco jodidas por aquí, así que
nuestros padres nos mandaron para allá a mis primos y a mí. Cass y yo
siempre hemos tenido mucha química y, bueno, aquel verano solo hizo más
que agravarla, por mucho que fuésemos dos adolescentes. Cuando llegó el
momento de regresar cada uno a su vida, acordamos que todo quedase en
una amistad maravillosa, puesto que ambos sabíamos que no seríamos
capaces de mantener una relación a distancia, y ni siquiera sabíamos si eso
era lo que queríamos.
Ahora… Bueno, el hecho es que va a vivir aquí y que no sé lo que va a
pasar, lo que sí sé es que acaba de alegrarme el año.
—Me tengo que marchar ya —digo a Grigori tras tirar el cigarro al suelo
de Central Park donde hemos pasado la tarde.
Después de haber pasado la noche en su casa, he podido reafirmar lo
buen amigo que es, ha conseguido que por unas horas me olvide de toda la
mierda que implica ser parte de la familia Ivankov.
—¿Me vas a abandonar por una chica? —Se hace el ofendido y yo
arqueo una ceja—. Es broma, me alegra verte feliz, apenas la conozco, pero
sé que te vuelve loco.
—Tampoco te pases, solo somos amigos.
—Que follan —especifica—. Sois amigos que follan. —Ríe y yo le doy
un empujón amistoso.
—Eso solo ha pasado un par de veces, quedamos en que solo seríamos
amigos.
—Sí, pero eso era porque estabais el uno a tomar por el culo del otro.
Ahora la vas a tener aquí mismo.
—Deja de comerme la cabeza, cabrón. Luego hablamos. —Reímos y
nos despedimos antes de que yo vaya hacia el estacionamiento donde tengo
mi coche.
Aún faltan unas horas para que llegue, pero antes quiero pasar por casa
para darme una ducha y estar presentable. Y no, eso no significa nada más,
joder.
XLIV
ASIA

Me miro las uñas de los pies mientras se secan, con los talones apoyados
sobre la mesa de cristal que hay frente a la televisión gigantesca del salón.
Escucho a lo lejos cómo Dante entrena su puntería en el campo de tiro que
tienen más allá del jardín, junto a su tío Nicholas y su padre. Yo he
preferido dejarlos solos, creo que necesitan pasar tiempo juntos.
—Hola. —Vladimir entra apoyado en su bastón.
—Hola —saludo y bajo los pies de la mesa con rapidez.
—Puedes dejarlos, esta es también tu casa ahora. El rebaño va creciendo
—comenta, y al ver que yo dibujo una mueca con la cara, le quita
importancia con la mano—. ¿Cómo está Dante?
—Bueno, lo lleva como puede... —Supongo que percibe mi nerviosismo
porque, en lugar de acercarse y sentarse en cualquiera de los lugares libres
del enorme sofá, prefiere hacerlo en una silla junto al piano—. Dante tiene
mucho que asimilar.
—Así es. —Asiente con la cabeza y pasa la mano por la cabeza rapada,
o calva, no lo sabría especificar—. Supongo que estás al tanto de todo.
—Sí.
—Te quiero dar las gracias por cómo lo tratas, sé que, sin ti, todo esto le
costaría mucho más. Tú eres su esperanza, al igual que Hope fue la de mi
hijo.
—Supongo que es lo que se hace cuando se está enamorado. —Me
encojo de hombros, aunque sigo tensa—. No voy a salir corriendo por
muchos detalles que descubra, lo quiero y eso pesa más que lo malo.
—Sabía que no me equivocaba contigo. —Sonríe y se pone en pie tras
mirar a mi espalda, yo giro la cabeza y veo cómo Dante se acerca—.
Gracias —repite Vladimir antes de marcharse por donde ha venido.
—Abuelo. —El rubio lo llama y él se queda paralizado en la puerta del
salón, gira despacio y puedo ver cómo la nuez de su garganta se mueve
cuando traga saliva—. ¿Vas a comer con nosotros? Mi padre me ha dicho
que viene toda la familia.
—Me encantaría —dice con la voz un tanto rota.
Dante asiente y ambos se miran unos segundos antes de que el mayor se
aleje, yo me levanto y camino hasta mi novio, rodeo su cuello con mis
brazos y uno mis labios a los suyos.
—Tienes un corazón de oro, Dante Ivankov.
—Es lo que aprendo de ti.
—Oye, ¿de verdad te parece bien que Cami venga a verme aquí? —
consulto por tercera vez.
Esta mañana me he levantado un poco triste porque extraño a mi
familia, con todo lo que ha pasado, además, he perdido la amistad de Fio, y
sé que, aunque volviésemos a hablar, nada sería igual porque he perdido la
confianza en ella, así que solo me queda Camila. Dante me ha dicho que,
bajo mi propia responsabilidad y sabiendo que podría ponerla en peligro,
puedo dejar que venga aquí a verme. Sin embargo, eso implica contarle
varios detalles sobre esta familia.
—Sí, sé que he sido egoísta contigo, no tienes a tu familia y ella es tu
única amiga. Solo te pido que tengas cuidado con lo que eliges contarle,
cuanto menos sepa, mejor.
—Te lo prometo. ¿A qué hora es la comida?
—Al final será una cena —interviene Hell tras entrar al salón por la
puerta del jardín junto a Nicholas—. Allie se va a retrasar, y así también
podrá venir Cassandra, llega a las siete y cuarto. Kibo irá a recogerla.
—¿Ya sabéis algo de Gabi? Sasha al final no ha venido.
—Prefiero no saber nada, de verdad. Tu tía me da unos dolores horribles
de cabeza —contesta el patriarca mientras se rasca la frente y se dirige al
despacho junto a mi tío, el cual choca mi mano antes de irse.
La casa se va llenando de gente a medida que se acerca la hora de la
cena, Camila acaba de llegar y no deja de hacerme preguntas, empezando
con una explicación para que la propiedad esté rodeada de hombres
armados. Cuando le he contado que Los Ivankov son empresarios muy
famosos y que por eso necesitan protección, no se lo ha creído. De hecho,
me ha dicho que ha estado haciendo sus propias averiguaciones y que sabe
que son parte de la mafia rusa, dice que hay muchos rumores y que,
"cuando el río suena, agua lleva". Lo que me ha sorprendido, es que no
parece asustada ni sorprendida.
—¿No te da miedo estar aquí? Ya has visto que hay armas por todas
partes, y esta familia no se anda con bobadas.
—Bueno, supongo que tienen muchos enemigos y que tienen que estar
armados para defenderse. Existen otras mafias, Asia, no creas que Los
Ivankov son el centro del mundo, estoy segura de que hay gente más
poderosa que ellos —dice sin más, como si fuere una reflexión a la que
lleva tiempo dándole vueltas.
—Y tú, ¿por qué sabes tanto? —La miro extrañada.
—Leo mucho —contesta con una sonrisa—. ¿No me enseñas el resto de
la casa? —consulta mirando hacia arriba de las escaleras.
—Arriba solo están las habitaciones, no creo que eso sea muy
interesante.
—Si tú lo dices.

KIBO

Me estoy terminando de morder los últimos resquicios de uña que me


quedan cuando una larga cabellera castaña claro aparece entre la gente,
tirando de dos maletas enormes y una sonrisa aún más grande en rostro al
verme. Sin esperarme a que cruce la puerta de llegadas, salto la barandilla
donde esperan los familiares y ella suelta las maletas para tirarse a mi
cuello.
—¡Por fin! —exclamo levantándola en el aire y dando vueltas con ella.
—¡Te has cortado el pelo! —chilla mientras revuelve el poco que tengo.
—¿Te gusta? —pregunto a la vez que voy a buscar sus maletas y tiro de
ellas.
—Claro, a ti todo te queda bien, ya lo sabes. Te da un aire macarra muy
guay. —Me saca la lengua y yo niego con la cabeza, la he echado mucho de
menos.
—¿Qué tal ha ido el vuelo?
—Fatal, había dos niños que no paraban de llorar, no he podido pegar
ojo y encima me he quedado sin batería en el móvil, mi padre me va a
matar.
—Toma, llámalo —digo pasándole el mío.
—Gracias. —Mira a la pantalla de camino al aparcamiento y se lleva el
teléfono a la oreja—. Ya estoy... Porque el mío se ha quedado sin batería...
Que sí, papá, en cuanto llegue a casa de Hell lo pongo a cargar... No seas
exagerado, no te pongas cursi, eh... Yo también te quiero, dile a mamá que
luego hablo con ella, ya vamos a entrar en el coche... Vale, adiós.
Intercambiamos anécdotas y me cuenta miles de cosas que ha hecho
estos días, aunque la mitad ya las conozco porque hablamos casi todos los
días; sin embargo, me encanta escucharla, así que no la interrumpo.
—La mansión Ivankov —observa después de silvar cuando la segunda
puerta metálica se abre para nosotros—. Esta casa nunca dejará de
imponerme, es magestuosa.
—La verdad es que sí. —Asiento y aparco entre los coches de mi tía
Sasha y de Dante.
—¡Cass! —exclama mi tía Hope bajando las escaleras para abrazarla—.
¿Cómo puede ser posible que estés aún más guapa que la última vez que
nos vimos?
—Los genes de sus padres —comenta Hell con una sonrisa desde la
puerta principal.
—Me alegro de veros. —Cassandra sonríe y todos entramos en la casa
tras sacar las maletas—. Gracias, en serio, si no hubieseis hablado con mi
padre, seguro que no me hubiese dejado venir.
—Ryder es como un hermano, así que tú eres de la familia —indica el
rubio.
—Bienvenida, Cass. —Dante sale del despacho y ambos se abrazan—.
Espero que tengas hambre porque te estábamos esperando para cenar.
—Me muero de hambre —habla con una sonrisa y todos vamos hacia el
comedor para sentarnos alrededor de la mesa.
—¿Ya estamos todos? —pregunta Vladimir tras unirse a nosotros.
Intercambio una mirada con mi primo y, por el asentimiento de cabeza que
me dirige y su mirada, sé que las cosas entre él y nuestro abuelo se han
suavizado un poco.
Hope es como una madre para mí, reconozco que no podré olvidar con
facilidad lo que hemos descubierto sobre aquella época, pero si su hijo lo ha
perdonado, o está en proceso de hacerlo, no sé yo quien inicie una nueva
trifulca.
—¡No estamos todos, no! —grita la rubia loca de la familia—. Falta mi
querida hija a la que adoro más que nada en el mundo, ¡pero a la que pienso
cancelar todas las tarjetas de crédito!
—Y Marie —comenta Hope—, la he avisado dos veces ya, pero no baja.
Mi amor, ¿te importa ir a ver si está en su dormitorio?
—Claro. —Hell le da un beso en la frente y sale del comedor.
—¿Los humos están un poco caldeados, o me lo parece a mí? —susurra
Cassandra, la cual se ha sentado a mi lado, por supuesto.
—Demasiado diría yo, espero que esta noche no se convierta en un puto
circo. —En ese mismo momento, la puerta principal se abre y Gabi entra
por ella, pero no viene sola—. Retiro lo dicho.
—Marie no está en su dormitorio —informa Hell bajando las escaleras a
paso apresurado—. La he localizado y aparece en Nueva Jersey —dice
mirando a su mujer—. ¿Puedes explicarme qué hace mi hija de quince años
en Nueva Jersey?
XLV
HELL

Hope se pone en pie y deja caer la servilleta que tenía sobre sus rodillas,
puedo ver cómo le tiemblan las manos, no necesito que diga nada, su
mirada habla sola. Dante también se levanta y camina hasta mí para
quitarme el localizador de la mano.
—¿Dónde os ha dicho que estaba? —cuestiona mi hijo.
—Se suponía que iba a hacer los deberes con una amiga y luego venía a
casa para la cena —habla Hope—. Pensaba que ya habría vuelto.
—¿Su amiga vive en Nueva Jersey? —inquiere Dante.
—No, vive en Manhattan.
—Yo no he sido.
Todos giramos la cabeza hacia Niniano cuando Gabi entra con él en el
comedor.
—¿Puedes explicarme qué cojones hace este tío aquí? —Connor la mira
lleno de furia.
—Al parecer, tu hija ha decidido hacer todo lo que le digo al revés. —
Sasha, que ya está de pie desde que Gabi ha traspasado la puerta, se dirige a
ella.
—¡Basta! —Hope alza la palma de las manos en dirección a todos los
presentes—. Mi hija ha desaparecido —dice mirando a Sasha, la cual
fulmina a la suya con la mirada y después se acerca a nosotros—. Necesito
que la encontremos.
—Está bien, verás cómo solo es un malentendido —comenta Cassandra,
a la cual todos miramos con una ceja arqueada—. Perdón.
—Niniano, ¿es posible que tu gente la tenga? —pregunto cuando él se
acerca.
—No, eso no estaba dentro del plan, Marie nunca fue un objetivo.
—Ya, bueno, y tú tenías que matar a mi hija, no acostarte con ella —
espeta Connor antes de que Nick apoye una mano en su hombro.
—¿Habrías preferido que la matara?
—¿Me está hablando a mí? —Connor mira a su mujer, la cual está a
punto de perder la cabeza—. ¿El niñato este me está hablando a mí?
Hope me mira y yo asiento, ambos abandonamos el salón sin perder ni
un solo segundo más, encontrando a Vladimir al teléfono ya saliendo por la
puerta principal.
—Como si tienes que levantar cada puta piedra del fondo del río
Hudson, ¡encuentra a mi nieta!
—Hope y yo vamos a seguir el localizador —informo a mi padre ya
junto a los coches.
—Bien, yo voy detrás.
—Esperad, tenemos que dividirnos. —Sasha me habla desde lo alto de
las escaleras—. Sé que no puedes pensar con claridad, pero esto podría ser
una trampa, Hell. Si vamos todos al mismo punto... —No acaba la frase y sé
a lo que se refiere.
—Dejadme ayudar. —Nino se acerca y Gabi viene tras él—. Me quedan
algunos contactos fieles, puedo pedirles que pongan a los suyos a echar un
vistazo por los alrededores de ese lugar, a ellos no los conocen.
Dudo, dudo mucho, ¿por qué fiarme de este chico que hace nada intentó
matar a mi hijo? ¿Quién me dice a mí que esto no lo haya montado él, que
se esté infiltrando para enterarse de cómo nos movemos, de nuestros puntos
débiles y nuestras defensas?
Miro a mi padre, el cual está negando con la cabeza, sé que él no confía
en nadie, sé que, si él siguiese al mando de este imperio, no dejaría que
nadie fuera de la familia interfiriese, pero no puedo arriesgar a todos. Si
Sasha tiene razón, pueden estar esperándonos con explosivos y armas para
acabar con todos nosotros.
—Hazlo, que Gabi te dé mi número, llámame cuando estén situados.
Esta es la localización —digo mostrándole la pantalla del aparato.
—De acuerdo. —Nino asiente y se aleja para llamar por teléfono.

DANTE

Salto al coche de mi padre antes de que este pise el acelerador, cierro la


puerta y rezo para que a Asia no se le ocurra seguirme con mi prima, o vete
a saber.
—Para el coche —pide entonces mi madre—. Abajo, Dante.
—No pienso quedarme comiendo pollo frito mientras mi hermana está
secuestrada, si soy de esta familia, lo soy del todo.
Veo cómo mis padres intercambian una mirada cómplice y, una vez más,
desearía poder saber lo que piensan, aunque lo imagino cuando, tras abrirse
las vallas de seguridad, Hell pisa a fondo el acelerador y sale derrapando de
la propiedad.
Asia me llama, pero no se lo cojo, ahora mismo necesito tener la mente
clara, concentrarme en todo lo que mis padres me han enseñado; en todo el
entrenamiento.
Cuando estamos cruzando el puente de George Washington, que une
Manhattan con Nueva Jersey, me giro en los asientos traseros para mirar a
través del cristal trasero. No me sorprendo al ver el 4x4 de Sasha, el furgón
de mi abuelo y otros tres más que identifico como los de nuestros escoltas.
Puede que ser una mafia no sea el sueño de ningún niño cuando es pequeño,
pero yo no podría estar más orgulloso de la familia que tengo.
—Es ahí. —Mi madre señala un edifico al final de la carretera, cogiendo
un camino secundario y ligeramente enterrado entre árboles—. Hell.
—Ya lo sé.
A pesar de haber estado entrenando durante meses, me impresiona ver
lo que sucede a continuación. Los seis vehículos se detienen paralelamente,
mi madre saca la pistola de su pantalón y la carga, su rostro está más serio
que nunca; mi padre la imita, y lo mismo hacen mi abuelo, mi tío Nathan,
Kibo y Sasha.
Atrás, cuatro hombres salen de cada furgón, cargados hasta los dientes
con armas que a mí no me han enseñado a utilizar.
—Sasha y Nathan por detrás con Kibo —ordena mi padre—. Dante,
Hope, V conmigo por delante. El resto repartíos y cuatro quedaos aquí. Ya
sabéis lo que tenéis que hacer.
Trago saliva y aparto los brazos cuando mi madre se acerca y llena los
bolsillos de mis pantalones vaqueros con cargadores, la sigo y me quedo
petrificado al ver el arsenal que hay en el maletero. Todos nos cargamos
hasta los dientes y comenzamos a aproximarnos al edificio siguiendo en
todo momento las indicaciones del patriarca.
Cuando llegamos a la puerta, mi padre y V intercambian una mirada al
ver cómo es el lugar, supongo que recordando algo que yo desconozco; V
entra el primero, camina con templanza, con firmeza y sin titubear. Yo no
puedo dejar de mirar a mi madre, ahora mismo estoy entre impresionado,
fascinado y acojonado a partes iguales, la adrenalina no me deja hilar dos
pensamientos seguidos.
—¡No me toques!
El rostro de mi madre se descompone, al igual que el de mi padre y mi
abuelo. Los tres disparan sin haber ni tan siquiera llegado al lugar del que
provienen los gritos de mi hermana pequeña, y corremos. Corremos como
no hemos hecho en la vida, yo al menos.
Cuando llegamos, Sasha ya está dándose de hostias con una mujer que
no he visto en mi vida. Ambas ruedan por el suelo y ninguna parece tener la
intención de rendirse. Mi padre dispara a un hombre que alza el arma hacia
nosotros, le da en un hombro y provoca que caiga de espaldas, corre hasta
él y le da el tiro de gracia.
Kibo busca mi mirada, asiento en su dirección y ambos nos unimos a la
lucha de nuestros padres.
—¡Saca a tu hermana de aquí! —grita Hope por encima del sonido de
las balas.
Me escondo detrás de una columna y veo a mi madre junto a Nathan a
uno metros, agachados tras un coche destartalado, disparando a otro grupo
de hombres que acaba de llegar.
Sasha le da un puñetazo más a la mujer, saca su navaja y, sin ninguna
delicadeza, la pasa por su cuello provocando que todo se llene de sangre. A
continuación, mira a Marie, que está en una esquina de la estancia, se ha
caído de la silla, pero sigue atada.
—¡Cubridme! —grita la rubia, y no espera a comprobar que la hemos
escuchado, corre hasta Marie y, en ese momento, mi abuelo se tira sobre su
propia hija cuando un hombre se abalanza a por ella.
Vladimir gira ya en el suelo y dispara tres veces en el pecho del
susodicho, intercambia una mirada con su hija y entre los dos sueltan a
Marie. Todos seguimos disparando para que puedan llegar hasta nosotros,
Sasha empuja a mi hermana contra mi pecho y yo guardo la pistola para que
no se asuste, ya que su rostro refleja el terror en su esencia más pura.
—Tranquila, peque, vamos, voy a sacarte de aquí. —Intento sonreír para
que se mueva, pero ella solo se tira a mi pecho y rompe a llorar con más
fuerza sin soltarme—. Tenemos que irnos, venga.
Kibo nos sigue sin dejar de disparar a su espalda, antes de salir, giro el
rostro y me encuentro con la mirada de mi padre, indicándome que no me
detenga, que me marche.
XLVI
ASIA

La mansión entera está alerta, Connor no se despega del teléfono,


Nicholas está intentando convencer a Allie de que se vaya al dormitorio,
pero ella no obedece, dice que no piensa irse a ninguna parte. Por otro lado,
Gabi y Cassandra hablan sobre lo que ha pasado, al parecer, la segunda
sabía algo sobre los Ivankov, pero no hasta el punto en el que se
encontraban. Nos encontramos, soy parte de la familia.
Richard se ha ido porque ha dicho que no puede soportar tanta tensión,
que esto es una locura, que deberían llamar a la policía para que se
encarguen de Marie y no sé cuántas cosas más. Creo que no está muy feliz
con la vida que lleva su marido.
En cuanto a Nino, tampoco ha dejado el teléfono tranquilo, habla en
italiano, así que no sé lo que está diciendo, pero nunca lo había visto
chillando como lo está haciendo ahora.
Una oleada de disparos inesperados hace que todos nos agachemos,
Connor busca a su hija y es el encargado de guiarnos a todos al interior del
despacho, la única parte blindada de la casa aparte de la sala del pánico que
tienen en el sótano.
—¡Peter! —Nicholas habla por el walkie-talkie—. ¿¡Podéis
contenerlos!?
—¡No lo sé! ¡Son dos furgones y un camión!
—¡Camila! —Miro a mi alrededor alterada al no verla en el despacho—.
¿¡Dónde está mi amiga!?
—Creo que ha ido al servicio hace unos minutos —contesta Cassandra.
—¡Atiéndeme! —Gabi chasquea los dedos frente a su cara y le entrega
un arma que acaba de sacar de la vitrina del despacho—. Tu padre fue
traficante de armas, lo sabías ¿no? —pregunta y la chica asiente—. Bien,
pues lo llevas en la sangre.
—Tengo que encontrar a Camila —hablo para mí misma mientras
camino hacia la puerta del despacho, la abro, pero me encuentro con Nino
al otro lado.
—¿A dónde vas? Vuelve dentro —indica caminando para hacerme
retroceder.
—No encuentro a Camila —explico nerviosa
—Seguro que se ha escondido, tienes que entrar. ¡Vamos! —exclama
cuando una granada se cuela por una de las ventanas principales.
Se tira sobre mi cuerpo y Nicholas cierra la puerta con rapidez, pegando
su cuerpo a ella después. Enseguida escuchamos una fuerte explosión y la
puerta retumba y se mueve, pero resiste.
—¡Llama a tu gente! —Connor mira a Nino y acepta la pistola que su
propia hija le pasa.
—¡Los he mandado a Nueva Jersey! —contesta él con frustración.
—¡Están llegando Hell y los demás! —La voz de uno de los escoltas nos
llega a través del aparato que ha rodado hasta debajo de una mesa.
—Madre mía, Vladimir va a entrar en cólera cuando vea la que están
liando en su casa.
Asiento ante el comentario de Nicholas y observo cómo no le quita los
ojos de encima a su novia, la cual ya está con el arma lista para lo que sea
necesario. Me resulta curioso porque Allie no tiene ninguna pinta de
pertenecer a este mundo, sé que les ha costado mucho estar juntos, pero
deben amarse de verdad para haber podido superar tantos inconvenientes.
—Vamos, tenemos que ayudarlos a entrar —dice Connor.
Y todos asentimos. Gabi me da una lección de diez segundos sobre
cómo cargar el arma y disparar, aunque para lo poco que me explica, me
habría servido con lo que he visto en las películas. Madre mía, no sé si
todas las armas serán iguales, pero esta que me ha dado pesa como mil
demonios.
—¡Vamos, vamos! —grita Nino apuntando más allá de los setos y
disparando junto al resto de los hombres cuando los furgones y los coches
de la familia llegan hasta la propiedad.
Gabi se posiciona a su lado, junto a su padre, y yo al otro lado de Nino.
El primer disparo que hago en toda mi vida, acaba pinchando la rueda del
coche de Vladimir, el cual me lanza una mirada perpleja antes de echar a
correr junto al resto de su familia hacia el interior de la casa.
—¡Entra y ponte a cubierto! —Me insta el más anciano de la casa tras
quitarme el arma de las manos.
—¡Dante! —Lo llamo cuando se queda rezagado junto a su madre y su
padre, caminando marcha atrás hasta llegar a las escaleras.
Todos retroceden poco a poco hasta que las puertas principales están
cerradas.

DANTE

Mis padres corren hacia el interior del despacho con el único propósito
de poner a salvo a Marie, mi madre se agacha junto a ella en el suelo, que se
encuentra tapando sus oídos con las manos sin dejar de llorar, y Hope la
inspecciona y la abraza mientras susurra para que intente calmarse. Hell las
observa y puedo notar cómo su rostro se va tornando rojo de ira, las venas
de sus brazos sobresalen al igual que la del cuello, y eso no es buena señal.
Intercambia una mirada con mi abuelo, ambos buscan a Sasha y a
Nathan, y los tres desaparecen por la puerta del despacho sin decir nada
más.
—¿¡A dónde vais!? —Trato de ir tras ellos, pero Nick me lo impide.
—¿Estás bien?
Abro los brazos para envolver a Asia con ellos cuando corre hasta mí,
está temblando y muerta de miedo.
—¿Y tú? ¿Te ha pasado algo?
—Estoy bien, pero necesito encontrar a Camila, estaba con nosotras
cuando el tiroteo ha empezado, y la he perdido de vista.
—Seguro que se ha escondido.
—¡Tapaos los oídos! —grita Connor tras asomarse por un rincón de las
cortinas.
Todos obedecemos y, segundos después, un fuerte estruendo sale
disparado del interior de nuestra casa justo antes de que varias explosiones
suenen fuera de la propiedad.
Nick abre las puertas del despacho y yo me quedo inmóvil al ver a mi tía
Sasha, a Nathan, a mi abuelo y a mi padre, los cuatro con una rodilla en el
suelo y cada uno con un bazuka sobre el hombro.
Se levantan y, cuando dejo de prestar atención a Asia, esta sale
corriendo fuera del despacho gritando el nombre de su amiga como loca.
—¡Vuelve aquí! —Corro tras ella a la parte trasera de la casa, pero lo
que sucede a continuación se escapa por completo de mi poder.
Cuatro hombres avanzan por el jardín con sus pistolas en alto, nuestros
escoltas están tirados sobre la hierba, muertos, y Asia paralizada con los
pies clavados al suelo.
Un disparo entra y la atraviesa, Asia cae sobre mis brazos y yo siento
que abandono mi propio cuerpo. Igual que una visión borrosa cuando estás
soñando, me veo a mí mismo desde arriba, gritando a la vez que disparo sin
control a los cuatro hombres que ahora están a no más de dos metros de mí.
Acierto de lleno en el pecho de dos de ellos, el tercero me apunta a mí,
pero enseguida cae cuando alguien se aproxima por mi espalda disparando
también, haciendo que los restantes mueran en el acto.
XLVII
DANTE

—¡Asia! —Palmeo sus mejillas después de tirar el arma al suelo, Nino


se arrodilla a mi lado y entonces compruebo que ha sido él quien me ha
salvado y ha matado a esos dos hombres—. No se despierta —digo con la
voz temblorosa.
—Tengo nociones de medicina, me instruyeron para estos casos —
informa el italiano con seguridad.
—¿¡Qué ha pasado!? —Mi padre corre hasta nosotros y se lleva las
manos a la cabeza al ver a todos sus hombres de seguridad desparramados y
muertos por el jardín, a continuación, ve a los cuatro encapuchados que
están más cerca de nosotros y, finalmente, a Asia—. ¿Tiene pulso?
—Sí, tenemos que tumbarla y mirarle la herida, sé detener hemorragias,
pero necesito algunas cosas —habla Nino.
—La hostia. —Gabi se cubre la boca al llegar también y ver el
panorama, tras ella vienen la rubia y Connor.
—Vamos, llevémosla dentro —insta mi padre.
Yo no puedo apartar mis ojos de ella, deseando tener poderes que hagan
que abra los ojos y me enseñe esas pupilas estrelladas que me hacen perder
el sentido.
Yo mismo la llevo hasta la mesa del despacho y la tumbo sobre ella, los
demás intercambian comentarios, expresiones y maldiciones, pero no presto
atención a nadie, solo necesito que Asia se despierte, que me mire y me
diga que todo va a estar bien.
—De acuerdo, va a sobrevivir. —Nino me habla a mí directamente—.
Te lo prometo, la bala ha atravesado su brazo.
—¿Y por qué no despierta?
—Se ha desmayado.
—Quitaos. —Sasha rodea la mesa, destapa un bote con una esponja
dentro impregnada en algo que huele horriblemente fuerte y lo coloca bajo
la nariz de Asia—. Arriba, ovejita.
—Gracias a Dios. —La respiración vuelve a mis pulmones cuando mi
unicornio entreabre los ojos despacio, se humedece los labios y enseguida
dibuja una mueca de dolor—. Estás bien, te han disparado.
—¿¡Qué!? —Intenta ponerse de pie, así que entre Nino y yo la
ayudamos a incorporarse.
—Tengo que coserte, así que igual prefieres quedarte tumbada —apunta
el italiano.
—No, tengo que verlo. Cuando me cosieron la rodilla al caerme de la
bici, tuve que mirar todo el rato, no puedo estarme quieta si no sé lo que me
hacen.
—Como quieras. —Nino me mira y se da cuenta de que tengo el
corazón dividido porque mi hermana sigue llorando desconsoladamente en
una esquina del despacho, junto a mi madre—. Ve, yo me encargo.
Voy hasta donde se encuentran y Marie me abraza en cuanto me agacho
frente a ella, mi madre acaricia mi rostro y me dedica una sonrisa derrotada.
—Estoy muy orgullosa de ti —señala antes de ponerse en pie e ir hasta
mi padre para fundirse en un abrazo con él.
—Estás a salvo, nadie va a volver a hacerte daño —prometo a mi
hermana pequeña.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué me han secuestrado y todos tenéis tantas
pistolas? No entiendo nada.
—Tienes una familia poco convencional, eso es lo que pasa.
—Me está llamando mi padre —anuncia Cassandra con cara de
acojonada.
—Joder, sí que ha tardado, cómo se nota que ese también tiene gente en
todas partes. —Hell se rasca la nuca y alarga la mano para que Cass le pase
su teléfono—. Tu hija está bien —contesta sin saludar—. Lo sé, lo siento
muchísimo, te aseguro que no teníamos… Ya… Lo lamento, Ryder… De
acuerdo, adiós.
—Está que se sube por las paredes, ¿verdad? —adivina Sasha.
—Cualquier cosa que imagines es poco, no me extrañaría que se
presentase aquí. Lo llamaré en unas horas cuando esté más calmado.
Cassandra se aleja un poco para hablar con él, y los gritos del tatuado
llegan hasta nuestros oídos cuando ella se separa el teléfono de la oreja.
Permanezco junto a mi hermana, aunque consigo que se ponga en pie y
camine hasta su padre, el cual la abraza y trata de tranquilizarla después de
sentarse con ella en el sofá. Mi madre viene hasta mí y me sujeta las
mejillas, hace que levante la barbilla y busca mi mirada.
—Has hecho lo que tenías que hacer —señala convencida.
—Nunca había matado a nadie. —Trago saliva y ella me abraza,
acaricia mi cabeza y después busca mis ojos nuevamente.
—Si no hubieses disparado, ellos lo habrían hecho, y ahora Asia y tú
estaríais muertos. Nunca es buena idea acabar con la vida de otra persona,
en esta familia no somos asesinos, no buscamos enfrentamientos, pero sí
nos defendemos. Y cuando atacan a un miembro de la familia, nos atacan a
todos. Has hecho lo que tenías que hacer —repite, y sé que lo hace porque
necesita convencerme, sabe que, si no lo hace, estaré pensando en esto en
bucle.
—Te quiero, mamá. —La abrazo otra vez y ella me guiña un ojo antes
de señalar a Asia con la cabeza.

ASIA

—Gracias, Nino —digo cuando termina de vendarme.


—Bueno, pues ya eres oficialmente una Ivankov —comenta Sasha
sentándose sobre la mesa de un salto—. ¿Cómo estás?
—Preocupada por mi amiga.
—Seguro que se ha largado en cuanto ha empezado todo el jaleo.
—¿Y si ha sido ella la que lo ha iniciado? —Nathan me observa sin
apartarse de su hijo, el cual está fumando delante de la familia sin
importarle ya que lo vean.
—¿Cami? —Frunzo el ceño, confusa.
—Sí, puede que ella sea quién ha orquestado todo esto.
—¿Te has vuelto loco?
—¡Loca te has vuelto tú saliendo a por ella así! —exclama Dante, y su
ataque me pilla por sorpresa—. ¡Podrían haberte matado!
—Bueno, calmémonos —pide su madre acariciándole la espalda.
—¡No sé dónde está mi amiga, y ahora la acusáis de ser ella la que ha
organizado todo esto! —Me bajo de la mesa y camino hasta él hecha una
furia.
—¡No era el puto momento de salir a buscarla! —Sujeta mis mejillas y
se me hace añicos el corazón cuando veo cómo sus ojos se humedecen—.
Te podrían haber matado —repite, en esta ocasión apenas en un susurro.
—Lo siento —digo antes de abrazarlo aun con el dolor insoportable del
brazo.

Ha pasado una hora más o menos desde el ataque, Marie se ha quedado


dormida en el sofá y el resto está reunido en el despacho, lo que parece ser
su segunda casa.
Hell nos ha pedido a Cassandra y a mí que nos quedemos en la sala por
si Marie despierta, así que ambas estamos sentadas en el sofá viendo una
película sin prestarle atención, mientras ellos hablan de sus cosas.
—Menuda bienvenida... —comento por hablar de algo y conocerla un
poco.
—Sí, las cosas nunca son fáciles con esta familia, si hubieses escuchado
el cabreo de mi padre.
—Oh, todos lo hemos escuchado, te lo aseguro. —Sonrío y ella
conmigo, entonces se lleva los dedos a los labios para que bajemos el tono
cuando Marie se revuelve.
—¿Conoces a los Ivankov desde hace mucho?
—Sí, desde siempre, diría yo. Mi padre y Hell se han llevado siempre
muy bien, hemos pasado muchas vacaciones juntos.
—Por lo que veo, con quien mejor te llevas es con Kibo, ¿no? Parece
haber química entre vosotros. —Alzo las dejas de modo sugerente y ella
dibuja una sonrisa tonta.
—Kibo es genial, es mi mejor amigo, hablamos casi todos los días y,
bueno, no voy a negar que hemos tenido nuestros momentos... Ya me
entiendes.
—Lo sabía, se os ve a la legua.
—¿De qué crees que están hablando? —inquiere Cassandra y señala la
pared junto a la que se encuentra el despacho.
—¿Ahí dentro? De nada bueno. —Dibujo una sonrisa cansada y ella
asiente con resignación—. Siento que hayas llegado en este momento, la
verdad es que lo mejor para ti sería que te mantuvieses lo más lejos de esta
familia, pero sé que no vas a hacerlo.
—¿Por qué dices eso?
—Bueno, parece que toda mujer que entra en la vida de un Ivankov,
acaba marcada. —Me encojo de hombros y señalo la herida de mi brazo—.
Es cuestión de tiempo que te toque.
—Vale, no me asustes —pide y su sonrisa ahora es incómoda—. A ver,
sé defenderme y eso, no soy un ratoncito asustado, pero espero que lo de
esta noche sea un hecho aislado y no se convierta en algo habitual...
—Ya, yo también. —Asiento, aunque lo hago más por ella que por mí
misma, soy perfectamente consciente de que esto solo acaba de empezar.
XLVIII
DANTE

Mi madre cierra la puerta después de comprobar que Marie sigue


dormida en el sofá, Asia y Cass se han quedado con ella, y lo prefiero así,
necesito estar centrado y cuando tengo a Asia cerca, solo pienso en ella y en
protegerla.
—Vale, lo de esta noche no puede repetirse —habla Connor—. No sé
quién cojones ha sido, pero menuda cagada.
—Nos ha pillado por sorpresa a todos —comenta mi padre desde la silla
tras su escritorio—. Sasha, tenías razón con que era una trampa, aunque al
final has acabado viniendo con nosotros.
—No he podido quedarme, es mi sobrina, Hell.
—Lo sé, y gracias por haberla soltado. Y a ti, papá —dice mirando a
Vladirmir, el cual ahora está sentado en una de las sillas con el rostro
pensativo.
—Mi casa destrozada otra vez, exactamente igual que hace dieciocho
años.
—Lo recuerdo, no es algo que se olvide con facilidad. —Hope asiente y
camina para sentarse junto a mi padre.
—¿De verdad creéis que esto ha sido un simple asalto más? —insiste el
más mayor de los presentes, se apoya en su bastón para levantarse y pasa su
mirada por cada uno de nosotros—. Esto lleva firma.
—Oleg está muerto —asegura Sasha—, os lo puedo asegurar.
—Esto lleva firma —repite mi abuelo negando con la cabeza—. Es
exactamente su estilo, Kozlov está detrás de esto. Padre o hijo, me da lo
mismo.
—O hija —interviene Nathan—. ¿Qué hay de esa amiga de Asia?
—¿Camila? —Gabi frunce el ceño—. Esa chica no tiene mucho
potencial que digamos, es demasiado básica para preparar esto.
—Y ¿dónde se ha metido? —Hell nos dirige una mirada—. Porque no
ha vuelto a aparecer.
—No lo sé... —Kibo se muerde el labio y dibuja el mismo semblante
pensativo que el resto—. Lo que está claro es que Niniano no ha sido —
aclara ahora mirando al italiano, el cual se encuentra en una esquina del
despacho, sentado en la silla más alejada.
—No. —Lo miro y me levanto del sofá para acercarme a él, que
también se pone en pie—. Gracias por salvarnos a Asia y a mí. —Le
ofrezco la mano y él la estrecha sin decir nada.
—En esta familia sabemos perdonar, De Luca —señala el patriarca—.
Lo que no toleramos es la deslealtad. Antes eras parte de la 'Ndrangheta,
pero si te quedas con nosotros, todo eso debe desaparecer de tu vida. No te
conocemos, pero sí a tu padre. —El italiano atiende a lo que Hell dice sin
moverse de su asiento—. Lamento que aquello sucediese así y que hayas
crecido sin él, pero nosotros no iniciamos aquella guerra. Y me temo que él
lo ha aprovechado para usaros a tu hermana y a ti.
—Gabriella me ha dicho que está en Attica —indica antes de tragar
saliva, nervioso—. ¿Tienes... alguna prueba de eso?
Mi padre le hace un gesto a Sasha y esta camina hasta la estantería
donde están todos los libros y archivos que usan habitualmente, abre uno de
los cajones y saca una carpeta amarilla. Camina hasta Nino y se la entrega
tras sostener su mirada unos segundos, sin embargo, cuando él la va a
aceptar, la rubia echa la mano hacia atrás.
—Vuelve a intentar matar a mi hija, y esparciré tus huesos por toda
Calabria.
El moreno asiente sin ninguna duda en sus ojos y toma la carpeta, la
abre y todos guardamos silencio observando cómo pestañea repetidamente
cuando las lágrimas amenazan sus ojos. Desde aquí puedo ver la foto de
Donatello en la penitenciaria.
—Esto no tiene sentido, ¿por qué engañarme? —Nino niega con la
cabeza y le devuelve la carpeta a Sasha cuando decide que no quiere saber
más—. Podría haber utilizado a cualquiera para acabar con vosotros.
—Tú eres su hijo —señala Hope—. Debió pensar que no tendrías
problema en infiltrarte y acabar con nosotros desde dentro.
—Toda mi vida ha sido una mentira. —Resopla y saca el paquete de
tabaco de su cazadora, pero está vacío, así que yo cojo el que Kibo ha
dejado sobre la mesilla y se lo paso—. Gracias. ¿Se puede fumar aquí? —
pregunta directamente a mi padre.
—Sí.
—No sé qué pensar, de verdad que ahora mismo no puedo... —Se rasca
la frente y observa a Gabi cuando esta se levanta para acercarse a él, pero
entonces Connor arquea una ceja y ella se muerde las mejillas por dentro,
cierra los ojos y vuelve a sentarse—. Necesito asimilar todo esto, Hell.
—Es comprensible, pero tenemos que dejar claros los términos. O te
quedas, y eso implica meterte hasta el fondo, o te marchas.
—Bueno, si hubiese querido joderos, habría dejado que esos tíos
perforasen la cabeza de Dante hace unas horas.
—O tal vez lo has salvado para ganarte nuestra confianza. —Connor
habla desde el otro lado de la mesa con los brazos cruzados.
—Sé que me odias por lo que ha pasado con Gabriella, pero no es lo que
parece. —Nino vuelve a dirigirse a Connor sin pudor alguno—. Eres su
padre y, como tal, mereces mi máximo respeto. Entiendo que no me quieras
cerca de tu hija, pero yo no me iré a ninguna parte a menos que ella me lo
pida.
—Y eso no va a pasar. —Mi prima se levanta, ahora sí, ignorando la
cara perpleja de su padre, camina hasta Nino y le da un abrazo.
—La madre que me pario —murmura Connor dejándose caer en la silla
que ocupaba su hija hasta ese momento.
—Que corra el aire. —Sasha hace un movimiento con la mano después
de suspirar con resignación.
—Interpreto esto como que estás con nosotros —afirma Hell.
—Hasta el final —decide Niniano sin soltar a Gabi.
—Bien, entonces ahora lo que necesitamos es saber quién cojones está
detrás del ataque de hoy. ¿Puede ser la 'Ndrangheta por haberse enterado de
que estabas aquí? —inquiere Nathan.
—No, ya se habían llevado a Marie cuando yo he llegado.
—Tiene razón. —Coincido con el italiano, algo que nunca hubiese
imaginado—. Han tenido que secuestrar a Marie hace horas, Nino ni
siquiera había venido a la mansión. Tiene que haber sido alguien que
conozca nuestras rutinas, que supiera que hoy nos íbamos a reunir todos.
—Hagamos una lista de posibles sospechosos, mañana quiero que todos
presentemos al menos dos nombres, ¿de acuerdo? No penséis en amistades,
no podemos fiarnos de nadie —advierte Hell, y todos asentimos—. Bien,
todo el mundo a dormir. Ya he avisado a los obreros, estarán trabajando
toda la noche para dejar la fachada como Dios manda lo antes posible, así
que poneos tapones para los oídos.
—Todas las habitaciones están preparados. Kibo, duerme con Cass, no
creo que le apetezca pasar la noche sola después de todo esto —comenta
Hope.
—No. —Sasha alza el dedo cuando Gabi abre la boca—. Ni lo sueñes.
Niniano duerme en el cuarto de la otra esquina, el que está más lejos del
tuyo.
—Lo que tú digas. —La rubia pone los ojos en blanco y todos
abandonamos el despacho bajo la promesa de pensar en sospechosos para
mañana.

NINO

Espero en una esquina del dormitorio al que Sasha me ha traído


mientras ella mira por la ventana para asegurarse de que los escoltas están
donde deberían, a continuación, hace un gesto con la mano para que camine
más hacia el interior de la estancia.
—No muerdo —señala con el rostro serio—. A menos que me den
motivos. —Se acerca sobre los mismos zapatos que utiliza su hija, me
observa en silencio unos segundos y yo sostengo su mirada sin pudor—.
¿Me vas a dar motivos, De Luca?
—No.
—Mi hija es lo más sagrado que tengo en la vida, y estoy segura de que
antes de llegar a Nueva York te has estudiado bien el curriculum de todos
los miembros de esta familia. —Espera a que la interrumpa, pero solo
asiento con la cabeza—. Contarle cosas sobre nuestro pasado fue una
jugada muy inteligente por tu parte, sé que no entiendes el motivo por el
cual les ocultamos todo eso durante todos estos años, pero no debiste abrir
la boca, no te correspondía.
—Lo sé, siento haberlo hecho.
—Pedir perdón es de valientes, lo dejaré correr. Sin embargo —añade
levantando un dedo frente a mi rostro—, si vuelves a pasarte de la raya,
aunque sea un milímetro, no dudaré en cortarte el cuello. ¿Me he expresado
con claridad?
—¿Como hiciste con Oleg Kozlov? —inquiero sin dejar que me
intimide, he estudiado mucho a esta mujer, sé que la gente cobarde no tiene
nada que hacer con ella.
—Exactamente igual que hice con él.
Asiento y decido no provocarla más, conozco los límites y es capaz de
mandarme a dormir a la calle si considera que la estoy faltando al respeto.
Camina hasta la puerta para marcharse, pero justo se encuentra con
Gabriella correteando por el pasillo hacia aquí.
—¿Qué haces? Te he dicho que…
—Cinco minutos, por favor, mamá —suplica ella uniendo las manos
sobre su pecho.
—Tienes un minuto y con la puerta abierta —indica antes de lanzarme
una mirada de advertencia y alejarse por el pasillo.
—¿Cómo estás? —La rubia se acerca y entorna un poco la puerta sin
llegar a cerrarla, tira de mi mano hacia el baño para que no se nos vea y
acaricia mi mejilla.
—Confundido, enfadado, preocupado, triste… —contesto con la mirada
perdida.
—Oye, no vas a estar solo, aquí estoy para lo que necesites.
—Necesito que mi hermana vuelva a Calabria con el resto de la familia,
no quiero que esté aquí, si no me encuentran a mí, al final irán a por ella
para hacerme salir.
—Bien, pues mañana mismo nos encargaremos de eso. ¿Qué más?
—Tengo que ir a ver a mi padre —digo y ella aparta la mirada—. ¿Qué?
—Nada, si es lo que quieres, pues hazlo, pero no creo que sea buena
idea.
—¿Por qué?
—Él ha montado todo esto, Nino —señala con la expresión seria—. Lo
primero que hará cuando le digan que lo has traicionado será mandar que te
maten. Yo también he estudiado tu organización, eh, no creas que aquí solo
estudias tú. —Dibuja una pequeña sonrisa para hacerme reír.
—Estoy muy confundido, Gabriella. —Dejo escapar una bocanada de
aire y voy hasta la cama para sentarme en el borde, apoyo los codos en las
rodillas y miro al suelo—. Te juro que no puedo creer que haya terminado
aquí, en la casa de la familia con la que tenía que acabar y… —Alzo la
cabeza para mirarla, embobado por la belleza tan dolorosa que me hipnotiza
como a un imbécil—. Y loco por la primera persona que me mandaron
matar.
—Deja de decirlo que al final me lo voy a terminar creyendo —dice
arqueando una ceja a la vez que tuerce la sonrisa.
—La modestia no te pega.
—Ya, sé que estás loco por mí desde aquel día en la fiesta de mi
cumpleaños.
—Y tú por mí. —Me incorporo y aproximo mi boca a la suya, pero,
entonces, tras ella, puedo ver cómo Sasha nos observa con los brazos
cruzados desde el otro lado de la barandilla de la planta superior—. Tu
madre es intimidante, y eso, viniendo de alguien que ha crecido en una
organización criminal, es todo un halago.
Gabriella voltea la cabeza y suspira al ver a su madre.
—Me encantaría poder dormir contigo, pero no quiero que te manden a
la calle de una patada. —Se pone en pie y yo la imito, nos observamos unos
segundos y se da la vuelta para marcharse.
Yo camino hasta la puerta, espero a ver cómo Sasha intercambia una
mirada con ella y después me mira a mí. No parece tener intenciones de
moverse, así que cierro la puerta y decido que, sea como sea, esta noche no
la voy a pasar solo.
XLIX
GABI

Observo desde la cama cómo la puerta del dormitorio que ocupo cuando
duermo en la mansión se abre despacio, Nino entra en silencio y cierra
detrás de él, mira a su alrededor y da varios pasos para coger una silla y
colocarla bajo el manillar. Sonrío negando con la cabeza y retiro la sábana,
me deleito con el movimiento de sus brazos cuando los mueve para quitarse
la camiseta blanca de manga corta, la deja caer en el suelo y, a
continuación, se deshace de las zapatillas y de los pantalones vaqueros
negros. Cuando ya solo se encuentra ataviados con unos bóxer negros que
dejan poco a la imaginación, trepa por la cama, yo solita separo las piernas
y él se tumba sobre mí.
Sus labios se unen a los míos sin bienvenidas de por medio, la humedad
de su lengua me pide permiso y, por supuesto, se lo concedo. Acaricia mi
pierna con una mano mientras que con la otra busca mis muñecas para
sujetarlas por encima de mi cabeza.
—Lo llevas claro —digo con una ceja arqueada.
—Si me tocas, no te follo. Elige. —Sus oscuros ojos negros me
inspeccionan decidido.
—¿Qué clase de elección es esa?
—Un muy sencilla si tienes en cuenta todo lo que quiero hacerte. —Pasa
la lengua por sus labios a la vez que se separa un poco para bajar la vista
por mi vientre hasta abajo.
—No prometo nada —digo sujetando las barras de madera del cabecero
para controlar los impulsos.
Nino lleva la boca hasta mi cuello y comienza a regalarme besos
húmedos, acompañados de su respiración caliente y de lo que sus dedos ya
han empezado a hacer entre mis muslos. Jadeo y aprieto la madera para
sustituirla por su pelo, que es lo que tengo ganas de tocar en realidad.
—Lo estás haciendo muy bien —susurra sobre mis labios, pero no me
deja besarlo, en su lugar, desciende y desabrocha la bata de seda que llevo,
separándola para dejarme completamente desnuda—. Habría apostado toda
mi fortuna a que estabas desnuda.
—Y no la habrías perdido —digo con la misma voz que la suya.
Ríe sobre mis pechos, provocando una pequeña vibración que termina
por encenderme, rodea ambos pezones con su lengua y no les dedica mucho
más tiempo, ya que su destino era claro desde que traspasó la puerta del
dormitorio.
—Déjame tocarte —suplico con los ojos cerrados cuando su lengua roza
mi clítoris de forma inesperada.
—No —contesta antes de perderse por completo en mi interior.
Juguetea con sus labios, rozando, acariciando y lamiendo sin otorgarme
descanso alguno, yo clavo las esquinas de la cama en las palmas de mis
manos porque estoy segura de que, si lo toco, se detendrá y es capaz de
dejarme así.
Sus dedos me penetran con firmeza provocando un gemido demasiado
alto para el lugar en el que nos encontramos, me quito la almohada de
debajo de la cabeza y la coloco encima de mi boca para que no se me
escuche. Siento calambres gratamente conocidos comenzando a formarse
por todo mi cuerpo, especialmente entre los muslos, y él también lo sabe.
—Ni se te ocurra —digo retirando la almohada de mi cara cuando se
detiene.
Observo cómo se levanta, baja la única ropa interior que le queda y una
promitente erección me deja claras sus intenciones, de modo que sonrío y
espero a que saque un condón de su cartera.
—¿De verdad no quieres que te toque? —Paso la lengua por mis labios
y me incorporo, él no habla solo sostiene mi mirada y se acerca al borde la
cama.
Sujeta todo mi pelo rubio con una mano y lo coloca hacia un lado
cuando mi boca rodea su polla hasta que siento cómo me roza la garganta.
Alzo la mirada y me humedezco aún más al ver su cara de placer, continúo
algunos minutos más, dejando que él sea quien marca el ritmo con su mano
en mi cabeza.
Entonces, sujeta mi mano y hace que me ponga de pie, mira a su
alrededor y posa la vista sobre un tocador que hay a unos pasos, con un
espejo en frente. Me guía hasta allí y me empuja con suavidad contra él, se
coloca a mi espalda y sus dedos vuelven a provocar un infierno en mis
adentros al mismo tiempo que, con la otra mano, me gira el rostro para
poder besarme. Mis ojos se encuentran con los suyos en el espejo, sujeta mi
cadera y no duda al penetrarme de una estocada firme y profunda.
—¡Ah!
Coloca una mano sobre mi boca y rodea mi cuello con la otra, me folla
sin despegar sus ojos de los míos a través de nuestro reflejo, aumentando si
es posible el orgasmo cuando no tardo en correrme. No retira la mano de mi
boca hasta que dejo de gemir, y es entonces cuando él comienza, me empuja
contra el tocador y coloca una mano en mi espalda al mismo tiempo que me
sujeta por la cintura con la otra. Un bote de colonia cae a la alfombra por el
movimiento, pero no se detiene, se corre sin emitir más sonido que unos
cuantos gruñidos bajos; se mantiene dentro de mí y hace que me incorpore
para apoyar su frente en mi cabeza.
—¿Se te ha olvidado donde estamos? —pregunta después de retirarse el
condón y dejar que me dé a vuelta.
—Como si pudiera controlar lo que hago cuando me corro.
—Creo que a tu padre le daría un infarto si entra y nos ve follando —
comenta antes de caminar hacia el cuarto de baño.
—Mala suerte, yo también los he escuchado a ellos. Muchas veces —
especifico con una mueca de asco por imaginarme a mis padres haciendo lo
mismo que acabamos de hacer nosotros ahora mismo.

KIBO

Estoy nervioso, ¿por qué estoy nervioso? Ni que fuera la primera vez
que voy a dormir con Cassandra. Aunque, haciendo memoria, la última vez
nos besamos, y fue cuando después decidimos que solo seríamos amigos,
que era lo que más nos convenía y lo mejor para los dos.
Alcanzo a ver a través de la puerta entreabierta del cuarto de baño cómo
se quita la camiseta para ponerse el pijama que le ha dejado Gabi. Siempre
he pensado que tiene una piel perfecta, ella dice que quiere tener tantos
tatuajes como su padre, algo que me da completamente igual, es su cuerpo y
puede hacer lo que quiera con él, pero Ryder dice que debe cumplir los
dieciocho primero. Su madre no tiene ninguno, algo que contrasta mucho
cuando los ves a los dos juntos, son una pareja curiosa, aunque se ve a la
legua lo enamorados que están.
—¿Cuál es mi lado? —Cassandra se acerca a los pies de la cama.
—Ese —indico señalando el lado contrario hacia el que ruedo a
continuación.
Estaba tumbado en el medio mientras imaginaba todas las cosas que no
haremos esta noche, hicimos una promesa.
—¿A qué viene esa cara? —Ríe y aparta el edredón para meterse dentro
—. ¿Me lo parece a mí, o estás nervioso?
—No digas gilipolleces. —Me uno a su carcajada y espero a que se
tumbe para girarme hacia ella y mirarla—. ¿Cómo estás tú? Ya sabes,
después de todo lo de hoy…
—Pues tengo hambre —comenta y ambos volvemos a reír—. Se
suponía que me habían invitado a una cena, y al final ni cena ni nada, solo
disparos y explosiones.
—Es verdad, ¿pedimos una pizza?
—Dudo que a tu familia le parezca bien que un desconocido se acerque
en una moto de reparto. Deja, deja, que todavía lo disparan y tenemos otra
desgracia. —Niega con la cabeza y sonríe—. Primero cuéntame a qué ha
venido todo eso y después bajamos a ver qué tenéis los Ivankov en la
nevera.
—Es complicado, Cass. —Dejo escapar una bocanada de aire y me
tumbo boca arriba—. Todo empezó con la llegada de los De Luca, los
ataques, enfrentamientos, todo. Mi tío Hell y Sasha mandaron al padre de
Nino a prisión, y él fingió estar muerto para alimentar el odio de sus hijos y
mandarlos a por nosotros. —Giro el rostro hacia ella—. A matarnos, vamos.
—Vivís una puta película. —Traga saliva y se acerca más a mí—. ¿Te
haces una idea de lo que haría mi padre si supiera todo lo que hay detrás?
—susurra.
—Ryder es consciente de todo esto, Cass, él mismo estuvo aquí cuando
aún no habíamos nacido.
—Ya lo sé, pero no está aquí ahora.
—¿Se te ha olvidado lo que prometimos la última vez que compartimos
cama? —digo al ver sus claras intenciones—. De hecho, fuiste tú la que lo
propuso.
—Las cosas cambian —señala antes de posar sus labios sobre los míos.
Acaricio su cabello con mis manos y ella se acerca más, de modo que
coloca su cuerpo casi por completo sobre el mío. Soy consciente de que no
tendría que estar haciendo esto, pero sus besos siempre han sido adictivos
para mí, Cass tiene algo que ninguna otra chica consigue darme, aunque no
sabría explicar lo que es con claridad. Supongo que me siento yo mismo a
su lado, sabe lo que decir en cada momento para subirme el ánimo y hacer
que deje de pensar en mis mierdas. Que solo piense en ella.
L
DANTE

Acaricio el pelo de Asia cuando algunos rayos de sol se cuelan entre el


día nublado y me dan en los ojos, no quiero despertarla, este es mi
momento favorito del día. No hay nada que me calme tanto como su
respiración apaciguada cuando duerme, es algo fascinante.
—Buenos días —dice con voz adormilada a la vez que alza la cabeza
para mirarme.
—Buenos días. —Sonrío y la abrazo—. ¿Has podido descansar? ¿Qué
tal el brazo?
—Bien, me duele poco, con los analgésicos y los antibióticos que me ha
conseguido Sasha, estaré como nueva enseguida. Soy fuerte.
—Sé que lo eres, Asia. —La observo embobado—. Eres increíble.
—Calla, tonto. ¿Hoy es sábado o domingo? Últimamente no sé ni en
qué día vivo.
—Sábado, esta noche hay una fiesta en el Upper East Side, se celebra
todos los años.
—¿Qué fiesta? Qué raro que Gabi no vaya —comenta y se levanta de la
cama.
—¿Gabi? No se la perdería ni con un tiro en cada pierna. Es la fiesta de
las debutantes, en mi opinión una tradición machista y estúpida, pero algo
imperdonable entre la élite de la ciudad. —Pongo los ojos en blanco y
también salgo de la cama.
—Dudo mucho que Sasha la deje ir con todo lo que ha pasado.
—Sasha nunca la ha dejado ir, no quiere que su hija aparezca como
debutante, siempre ha dicho que Gabriella solo está disponible para ella
misma, que nadie necesita saber más.
—Qué mujer tan inteligente es tu tía, ¿por qué dices entonces que Gabi
no se la perdería? Si no la ha dejado ir nunca —inquiere.
—Le prometió que este año sí.
—Suerte con eso —dice con una sonrisa antes de meterse en el cuarto
de baño.
Saco ropa limpia del armario y me peino un poco, o me despeino, mejor
dicho, en el espejo que hay en el dormitorio. Entonces escucho la puerta de
al lado abrirse, así que salgo para darle los buenos días a la rubia.
—¿Ya se ha levantado Gabi? —pregunta Sasha cuando me ve.
—Ni idea, nosotros acabamos de sacar el culo de la cama.
—Voy a despertarla.
—Ya voy yo, nena. —Connor le da un beso en la cabeza y yo me acerco
tras él para asomarme a la planta principal y ver si Hell ya anda por ahí,
algo más que claro dado las horas que son—. Gabriella, ¿por qué has
cerrado con llave?
Giro al escuchar a su padre tocando la puerta repetidas veces e,
involuntariamente, mi mirada se desvía hasta la puerta cerrada donde se
supone que está durmiendo Nino. Dios mío, esto se va a poner muy feo.
—¿Qué pasa? —pregunta mi tía caminando con un albornoz rojo
cubriendo su cuerpo.
—Tu hija no contesta y no me abre.
—Gabi, tienes 3 segundos antes de que te corte la tarjeta de crédito por
el medio —habla Sasha pegada a la puerta—. Uno, dos…
—¡Espera! —grita mi prima al otro lado—. Bajad a desayunar, ahora
voy.
—Abre.
—¡Estoy desnuda, mamá! Acabo de salir de la ducha.
—Pues te tapas y abres, no pienso moverme de aquí. —Mira a su
marido y sus ojos realizan el mismo recorrido que los míos segundos antes.
—Ve a ver —dice Connor como si le leyese la mente.
Sasha camina descalza hasta la habitación de Nino, toca un par de veces
y gira el pomo. Cierro los ojos cuando se da la vuelta y su expresión cambia
a una más enfurecida aún, negando en dirección a su marido.
—Tira la puerta —pide a Connor.
—Nena, quizá podríamos...
—O tiras la puerta o reviento la cerradura de un disparo.
—¿¡Qué dices, mamá!? —exclama Gabi desde dentro.
—Niniano De Luca, año de nacimiento me es indiferente, año de su
muerte, dos mil diecinueve. —Kibo se acerca riendo, pero pide perdón con
las manos cuando su tía lo fulmina con la mirada.
Se apoya en la barandilla a mi lado y aguarda a ver el espectáculo.
—Sasha. —Hope entra en escena en ese momento al salir de la
habitación de mi hermana pequeña, con la que ha debido pasar la noche—.
No quiero disparos en esta casa, ¿queda claro?
—Mi hija está encerrada en su habitación con un jodido miembro de la
'Ndrangheta, la sacas tú por las buenas, o la saco yo por las malas —
contesta haciéndose a un lado para dejar que mi madre se acerque.
—Gabi, cariño, tienes a todos un poco nerviosos por aquí —habla
entonces la pelirroja—. Lo mejor será que abras y afrontes esto como una
persona adulta. ¿No dices siempre que ya no eres una niña? Pues
demuéstralo.
Hay un silencio eterno de varios segundos, en los cuales Sasha trata de
tomar bocanadas de aire junto a Connor, que creo que en cualquier
momento se tirará por la barandilla para abajo.
El pomo gira en ese momento y la puerta se abre despacio, Sasha se
aproxima y termina de empujarla haciendo que su hija retroceda.
—¿Dónde está? —pregunta Connor entrando también.
Kibo y yo nos asomamos, no queremos perdernos nada.
—Estoy aquí —habla el italiano sentado en el sillón que hay en un
rincón de la habitación mientras se ata los cordones de sus botas marrones.
—Mamá, por favor, hablemos como adultas —solicita Gabi acojonada,
no me gustaría estar en su pellejo ahora mismo—. Deja que te lo explique.
Sasha estalla entonces en una carcajada a la vez que sus ojos se inundan
de lágrimas, ¿está llorando y riendo al mismo tiempo? Mi madre sonríe y se
acerca a ella, la abraza y le dice algo al oído.
—No puedo —dice mirando a Connor, el cual tan solo niega con la
cabeza—. Es que no puedo, sería demasiado hipócrita por mi parte. Si lo
más grave que va a hacer nuestra hija es meter en su habitación a un
narcotraficante, creo que podré dormir tranquila por las noches. ¿Tú no?
—No quiero que lo haga y punto, mientras viva bajo mi techo, tendrá
que seguir mis normas. —El moreno niega con la cabeza y Sasha lo sigue
por el pasillo.
—Así solo conseguirás alejarla de nosotros, ¿es que acaso no tienes
memoria? —espeta ella provocando que él se detenga en seco y se gire para
mirarla—. Gabriella tiene diecisiete años, Connor, ¿te cuento lo que hacía
yo con su edad?
—Yo quiero saberlo —contestamos Kibo, Gabi y yo a la vez.
—¿Y se supone que por eso yo tengo que ser más permisivo con ella?
Porque tú a su edad... —Connor deja la frase en el aire y los dos ignoran
nuestro comentario.
—No, pero sí más comprensivo. Parece mentira que no conozcas a tu
propia hija, Connor, si no quieres que haga algo, entonces no se lo prohíbas.
Prohibir algo a un Ivankov es darle el permiso para hacerlo a escondidas,
créeme, sé de lo que hablo.
—Edúcala tú entonces —dice antes de darse la vuelta—, porque parece
que a mí se me da de pena.

CONNOR

Sasha me sigue al interior de la habitación y cierra la puerta tras ella, me


doy la vuelta para enfrentarla y todavía siento cómo las mariposas
revolotean en mi estómago cada vez que estamos juntos. Sasha tiene ese
magnetismo que no la deja pasar desapercibida, es un puto imán que me
atrae a ella desde el día que la conocí.
—Sé que no me entiendes —digo sentándome en el banco acolchado
que hay a los pies de la cama.
—Te equivocas, te entiendo perfectamente. —Camina hasta mí y coloca
los dedos en mi barbilla para que la alce y la mire—. Eres un padre
maravilloso, Connor.
Apoya las manos en mis hombros y se sienta a horcajadas sobre mi
cuerpo, su frente se pega a la mía y ambos respiramos en silencio algunos
segundos.
—Nunca podré agradecerte lo suficiente el que todos estos años hayas
permanecido a mi lado —habla buscando mi mirada—. Sabes que te amo
con locura, soy consciente de todo lo que has hecho por mí, de cómo has
aceptado todo lo que implicaba ser mi novio y después mi marido. Sé que
soy una mujer complicada.
—Todo lo que he hecho ha sido porque estoy tan enamorado de ti como
el primer día, Sasha, pero estamos hablando de nuestra hija, ella...
—Vale. —Coloca dos dedos sobre mis labios—. Entiendo que quieras
protegerla, que quieras que sea una adolescente normal, pero, cariño, es que
no lo es. —Sus ojos me transmiten lástima—. Gabi no es una niña, aunque
por su edad deba serlo. En esta familia, por desgracia, la infancia no dura
mucho. Sé que la tuya fue muy diferente y que tú querrías que la de tu hija
fuese igual, pero eso es imposible.
Hace una pausa en la cual deposita un beso en mis labios y acaricia mi
pelo, yo no puedo dejar de perderme en sus ojos; hemos tenido esta
conversación tantas veces...
—Hace tiempo que te dije que ya iba siendo hora de que Gabi supiese
cosas, que se implicase en todo esto. Mira la diferencia que ha habido
cuando han secuestrado a Marie y cuando han intentado matar a nuestra
hija.
—No me lo recuerdes —digo y hago que se ponga en pie para poder
levantarme yo también.
—Gabriella está hoy viva por todo lo que le he enseñado, Connor. Si
hubiese seguido tus indicaciones y hubiese pospuesto su entrenamiento,
nuestra hija estaría ahora muerta. Igual que Marie si no hubiésemos ido a
por ella.
—Sasha. —Le lanzo una mirada de advertencia, sabe que no me gusta
ese tono de voz que está empleando.
—No, Connor. Si lo que quieres es que me avergüence o me arrepienta
de haber instruido a mi hija en cómo usar un arma o cómo defenderse, no lo
voy a hacer, porque gracias a eso está viva.
—Joder. —Me froto los ojos y vuelvo a sentarme, no sé ni qué decir, sé
que tiene razón, pero no soy capaz de afrontar que mi hija tenga que pasar
el resto de su vida alerta. Como su madre.
—Las cosas son así. —Se encoge de hombros resignada—. Lo sabías
cuando empezaste conmigo, lo sabías cuando aceptaste ser mi marido y lo
sabías cuando decidimos tener a nuestra hija. No puedes venir diecisiete
años después e intentar cambiar la realidad.
LI
GABI

—Otra vez están discutiendo por mi culpa. —Cierro los ojos para
tragarme las lágrimas y mi tía Hope me abraza.
—Cariño, no es tu culpa, ellos tienen muchas cosas que hablar. No es
fácil tener hijos en esta familia, dímelo a mí —comenta e intercambia una
mirada con Dante, el cual ahora está contando a Asia lo que ha pasado,
supongo—. Vosotros no os ponéis en nuestro lugar y es normal, no tenéis
que hacerlo, tenéis que vivir vuestra vida y cometer vuestros propios
errores.
—¿¡Y por qué mi padre no lo entiende!?
—Porque él no ha crecido aquí, él tuvo una adolescencia normal fuera
de este mundo, y no quiere que tú tengas que pasar por todo lo que pasó tu
madre.
—Pero es que yo no tengo por qué seguir todos los pasos de mi madre.
—Suspiro y niego con la cabeza—. Voy a hablar con ellos.
—Esa es una decisión muy valiente, adelante. —Hope me guiña un ojo
y me acompaña hasta la puerta de mis padres, la cual toco con los nudillos
antes de entrar.
—¿Podemos hablar? —pregunto con un nudo en la garganta.
—Claro, pasa. —Mi madre asiente con la cabeza y se acerca más a mi
padre para mirarme.
—Lo siento, sé que me dijiste que no me acercara a Nino, pero no es
algo que pueda controlar tan fácilmente. —Agacho la cabeza, pero entonces
ella camina hasta mí, me alza la barbilla y me hace una señal para que
continúe—. Siento haberos decepcionado.
—No lo has hecho —dice con seguridad—. Entiendo lo que sientes,
Gabriella, mejor de lo que puedas imaginar. Sé que piensas que solo
queremos prohibirte cosas o que crees que estamos aquí para amargarte la
existencia, pero no es así. Nosotros te queremos más que a nada en el
mundo, eres nuestra hija.
—Tienes miedo de que me pase todo lo que le pasó a mamá —hablo
ahora a mi padre, el cual ni siquiera se ha puesto en pie cuando he entrado
—. No quiero que te pases la vida temblando cada vez que atravieso la
puerta de la calle, que contengas la respiración desde que me marcho hasta
que vuelvo.
Se me parte el corazón cuando veo cómo pestañea y algunas lágrimas
caen de sus ojos, así que me acerco hasta él y me arrodillo para poder
abrazarlo. Mi madre nos observa y asiente al mismo tiempo que limpia sus
propias lágrimas.
—Te prometo que seré más cuidadosa, papá. Te lo contaré todo y
volveré a pedirte consejos como cuando era más pequeña, pero necesito que
tú me prometas a mí que dejarás de tratarme como a una niña. Si no quieres
verme con Nino, está bien, lo respetaré, pero eso no quiere decir que no
vayamos a estar juntos fuera de casa, quiero ser sincera contigo. —Limpio
sus lágrimas y sostengo su mirada—. No voy a volver a mentirte, solo
quiero que intentes ponerte en mi lugar y pienses en qué hubieseis hecho
mamá y tú si el abuelo os hubiese prohibido estar juntos.
Ambos miramos a Sasha cuando suelta una carcajada, entonces se
acerca y nos ofrece una mano a cada uno, miro a mi padre y los dos nos
ponemos en pie.
—¿Tienes algo que decirle a tu hija? —Le pregunta ella.
—Que eres todo mi mundo y te quiero más que a nada. —Deja escapar
una bocanada de aire y separa los brazos para envolvernos a las dos con
ellos.

DANTE

Contra todo pronóstico, los Ivankov se van de gala.


Cuando le he contado a mi padre que hoy era la gala de debutantes en
Manhattan, ha llegado a la conclusión de que, antes que una lista con
posibles sospechosos, mejor ir en persona y echar un vistazo a todos los
presentes. Está completamente seguro de que la persona que nos atacó el
otro día, y la que nos ha estado jodiendo, es el hijo o hija de Oleg, y cree
que está entre nuestros amigos.
Asia está muy preocupada porque Camila no aparece, desde el ataque no
ha vuelto a saber nada de ella, yo he insistido en que seguro que se ha
marchado porque está acojonada y necesita unos días para asimilarlo todo;
sin embargo, empiezo a temer que eso no sea verdad. ¿Y si es ella la hija
perdida de Oleg? ¿Es solo una casualidad que haya estado presente en todas
las ocasiones que nos ha pasado algo? ¿Cómo sabemos que no se acercó a
Asia con el objetivo de llegar a nosotros? Después de todo, Nino lo hizo.
—Mi unicornio es lo más precioso de todo el jodido planeta —aseguro
cuando sale del dormitorio de Sasha ataviada con su vestido.
Es granate y tiene dos piezas, una falda larga hasta el suelo, la cual
abraza cada una de sus curvas, y una especie de top, no sé si los llaman así,
de encaje con manga larga, la cual tapa la venda más o menos, pero con
toda la espalda al descubierto. Está sublime.
—Tú también estás muy guapo —dice con una pequeña sonrisa antes de
moverse para dejar que Gabi salga tras ella.
—Vamos, anímate, verás como Camila se presenta allí por sorpresa. ¿Le
mandaste la dirección y todos los datos para que la dejen pasar?
—Sí, pero no ha contestado a ninguno de mis mensajes.
—Dejad paso a la reina. —Gabi camina con su esbelta figura sobre los
nuevos Ivankova que estrenó hace solo unos días, ataviada con un vestido,
también largo, pero muy diferente al de Asia.
Este es negro hasta los tobillos, pero completamente lleno de
transparencias. Tiene como hojas secas de árboles decorando cada rincón
para que no se vea su cuerpo por debajo, es las zonas más estratégicas; y la
parte superior se une con la inferior en un vertiginoso escote en forma de
uve prácticamente hasta el ombligo. Está preciosa.
—La reina está detrás de ti, cariño. —Mi madre sonríe cuando Sasha
arquea una ceja detrás de su hija, la cual se hace a un lado igual de sonriente
y realiza una reverencia frente a la rubia.
El vestido de Sasha no podía ser de otro color que rojo, hasta los pies,
escotado sin llegar a la exageración y tan sexy como elegante. Todo lo que
la representa.
—¿Y Cassandra? —cuestiona Kibo tras el improvisado desfile.
—Ha dicho que no necesitaba mi ayuda, estará en su habitación —
contesta Sasha encogiéndose de hombros—. ¿Vamos? Está bien llegar
tarde, pero no hoy, esto es una misión de reconocimiento. —Mira a su hija
—. No vamos de fiesta, sabes que odio esa mierda de las debutantes.
—Que sí, venga, vamos bajando. Ve a por Cass, Kibo —pide la pequeña
rubia a su primo mayor.
Todos descendemos las escaleras para reunirnos con el resto, excepto mi
madre, que ha decidido quedarse con Marie porque a ella no le apetecía
salir.
Mi hermana va a necesitar un tiempo para reponerse de todo esto, hemos
considerado la idea de contratar un psicólogo, pero ha sido ella misma la
que lo ha declinado. Mis padres tuvieron una conversación con ella en la
que le explicaron todo lo que pudieron sobre el motivo por el que la han
secuestrado y no fueron a la policía, el motivo por el que fuimos nosotros
mismos los que la rescatamos.
—He escuchado comentarios en el colegio... —dijo cuando, al fin,
consiguió dejar de llorar—. Pero me parecían locuras.
—Bueno, no lo son. —Hell acarició su cabeza con cariño—. No
queríamos que te enterases así, estábamos esperando a que fueses un poco
más mayor para compartir todo esto contigo.
—Pues el plan os ha salido de perlas. —Usó el sarcasmo, como siempre
que está nerviosa, pero enseguida cambió la expresión cuando mis padres se
miraron entre ellos—. ¿Voy a morir?
—Por supuesto que no —respondió Hope con seguridad—. Esto ha
pasado porque nos hemos relajado, no pensábamos que fuesen a ir a por ti,
ha sido culpa nuestra.
—No volverá a suceder —decretó el patriarca.
El caso es que esto va a ser todo un proceso, así que mamá se queda hoy
con ella, no es necesario que venga, todos los demás acudiremos.
—Oye, Nick y yo llevamos días intentando hablar con vosotros —
comenta mi tía Allie cuando vamos a salir a por los coches, ella tampoco
viene—. Pero con todo lo que ha pasado, pues...
—No lo digas. —Sasha se tapa la boca con una enorme sonrisa—. ¡Una
mini Dolly!
Nick y Allie rompen a reír, así que todos lo damos por hecho y nos
acercamos para felicitarlos y abrazarlos. Nos cuentan que hace un par de
meses que lo saben y que por eso Allie ha estado tan ausente, no quieren
correr el riesgo de que pueda pasarle algo, y todos lo entendemos.
—Venga, Hope y yo cuidaremos de Marie, pasadlo bien y tened cuidado
—pide la nueva mamá tras besar a Nick, el cual dice que la ama y sale de la
casa junto a mi padre.
—¡Cassandra! —grita Kibo por cuarta vez desde la entrada de la
mansión.
—¡Estoy, estoy!
Miramos hacia las escaleras y la mandíbula de mi primo cae casi hasta
el suelo al verla, yo reprimo una risa y los dejo solos antes de reparar en su
aspecto. Me queda claro que no necesita la ayuda de nadie al comprobar
que se ha puesto unos pantalones de seda negros, unidos a una especie de
corsé y un lazo del mismo tejido rodeando su cintura; lo cierto es que está
espectacular, y dudo que ninguna otra asistente a la fiesta tenga los ovarios
de presentarse en pantalones. Cómo se nota que no es de aquí.

Los coches se detienen frente a la alfombra roja del Museo


Metropolitano de Arte, el cual las familias más ricas alquilan anualmente.
Todos salimos y vamos adentrándonos bajo las indicaciones de los
organizadores, tras dar nuestros respectivos nombres en la entrada.
—Bien, dispersaos —indica la rubia—, todos atentos a los teléfonos.
Gabi y Nino se alejan cuando la primera divisa a su mejor amigo, Oscar,
y su amiga, Verónica. Los observo mientras camino con Asia sujeta a mi
brazo, cualquiera de los dos podría ser, ambos estuvieron en la fiesta de La
Cueva, aunque, ¿quién cojones no estuvo en esa fiesta?
Oscar proviene de una familia desestructurada, por lo que tengo
entendido. Lo ha criado su tía ricachona, la cual se apiadó de él cuando era
un niño, así que de sus orígenes no es que se sepa mucho. Sin embargo, ha
sido fiel a Gabi desde que llegó a Nueva York y entró en la Trinity hace
cuatro años. ¿Puede alguien esperar por su venganza cuatro años? No lo sé.
En cuanto a Verónica, en apariencia todo es normal, nunca me han
comentado nada sobre que sea adoptada o algo que pudiese explicar que su
padre fuese Oleg, así que no lo sé. De todas formas, la teoría de que todo
esto lleva la firma Kozlov no es más que una suposición de mi abuelo y mi
padre, no tenemos confirmación alguna; de modo que, para mí, el culpable
podría ser cualquiera.
—Me siento observada —comenta Asia cuando nos adentramos en el
salón principal.
—Eso es porque estás quitándole la respiración a los acompañantes de
todas las debutantes, preciosa. Mira cómo te miran, ni siquiera disimulan.
—Señalo a un par de chicos a unos pasos de nosotros.
—Calla, qué vergüenza. —Se sonroja y aparta la mirada, me vuelve tan
loco que no sé ni cómo expresarlo.
—No te imaginas lo afortunado que me siento por ser yo el que te lleva
del brazo, Asia. —Me detengo para poder mirarla a los ojos e instarla a que
baile con la canción que está sonando en el grupo musical que han
contratado—. Eres, sin duda, lo mejor que me ha pasado en muchísimo
tiempo.
—Los dioses te bendijeron con el don de la palabra además del de la
belleza. —Ríe y se acerca para besarme.
Giro el rostro al escuchar la carcajada de mi primo y de Cassandra, y
veo que ya ha encontrado a nuestros amigos, de modo que rodeo la cintura
de mi novia con un brazo y la llevo hasta ellos.
Kenan, Sean, Grigori, Kurt, Jerry, Tabitha y algunas amigas más chocan
sus copas de champagne a la vez. Sabrina y sus abejas se unen al grupo al
mismo tiempo que Asia y yo llegamos hasta ellos.
—Buenas noches —saluda mi unicornio con una sonrisa, a todos menos
a las últimas, que las ignora por completo.
—Buenas. —Mis amigos le dan dos besos y chocan mi mano.
—Hasta que al final la reina de Nueva York ha decidido honrarnos con
su presencia. —Sabrina echa un vistazo a Sasha, la cual está besando los
labios de su marido mientras ambos bailan en la pista.
—Me alegra ver que estás aprendiendo la escala jerárquica de esta
ciudad —comenta Asia sin borrar la mejor sonrisa falsa que podría haber
imaginado.
—Vamos, chicas, tengo cosas mucho más interesantes que hacer que
perder mi tiempo aquí. —Sabrina la fulmina con la mirada— Esto no ha
terminado —promete en voz baja y se aleja junto a sus secuaces.
Dudo que ella sea la responsable de todo esto, no es tan inteligente y,
mucho menos, paciente. Aunque, con todo lo que he visto en tan poco
tiempo, nada me sorprendería, esta chica tiene demasiado odio dentro…
Nos sentamos alrededor de la mesa redonda que lleva nuestros nombres
y comenzamos a charlar de forma animada, Kibo hace manitas con
Cassandra y eso me hace sonreír, ya era hora, joder. Sé que lleva pillado por
ella muchos años, pero la distancia les impedía estar juntos.
De vez en cuando intercambio miradas con mi padre, que se encuentra
junto a mi tío Nathan y junto a Nick en lo alto de las escaleras, apoyados en
las barandillas mientras hablan y observan todo desde la distancia. Sasha y
Connor se pasean, bailan, ríen y fingen divertirse, pero, lo cierto es que a mí
no pueden engañarme, están igual de alertas que todos los demás.
—¿De verdad crees que alguno de ellos es el responsable de toda esta
mierda? —Kibo susurra en mi oído disimuladamente cuando todos ríen por
una broma que ha hecho Sean.
Observo detenidamente a mis amigos, a algunos los conozco de toda la
vida, mientras que otros no llevan más de dos, tres o cuatro años con
nosotros. Me niego a creer que durante tanto tiempo nos han estado
engañando, que han jugado con nosotros. Son mis amigos, joder, ¿por qué
ellos y no Oscar o Verónica? ¿Por qué no Sabrina o cualquiera de sus
abejas? ¿Por qué no Camila? La que, por cierto, no ha aparecido y sigue sin
responder...
Sasha hace un gesto con la cabeza cuando el organizador de la gala se
sube al escenario y empieza a hablar por el micrófono para dar su discurso
de bienvenida.
—Kibo, ven un momento. —Lo llamo para que se levante conmigo, y
me doy cuenta de cómo Sean, Kenan y Grigori nos miran—. Ahora
volvemos, no sé qué querrá decirnos mi tía. —Río para quitarle
importancia.
Atravesamos las mesas llenas de los padres de las debutantes, sus
acompañantes y demás invitados, hasta llegar al rincón donde está ahora
toda mi familia, Gabi incluida.
—¿Tenéis algo? —Nos pregunta mi padre.
—Papá, dudo mucho que sea alguno de ellos, esto es desesperante, no
puedo estar sin confiar en mis propios amigos.
—Tiene que ser alguno de ellos, o de los tuyos, Gabi —insiste Sasha
negando con la cabeza—. Es que no puede ser nadie más, ¿quién sabía que
nos reuníamos para la cena el día del secuestro de Marie?
—Pues todos, Sasha —contesta Kibo—. Tenemos un grupo de
Whatsapp, joder.
—No podemos perder más tiempo, chicos —anuncia entonces el
patriarca—. Hemos venido aquí con un objetivo claro y no pienso largarme
sin saber quién secuestró a mi hija y atacó mi casa. Venga, cada uno a lo
suyo, nos vemos cuando la gala termine.
SEGUNDA PARTE
«Eterna condena»
I

GABI

Cuando la fiesta de las debutantes termina, mi familia se reúne para


volver a casa y hablar sobre todo lo que hemos observado, pero lo cierto es
que yo no he llegado a ninguna conclusión; me niego a pensar que mis
mejores amigos sean unos traidores.
—¿Qué vamos a hacer? —Nino habla en voz baja mientras bajamos las
escaleras del edificio hacia los coches que ya nos esperan.
—No lo sé, ¿crees que puedan ser Oscar o Verónica?
—Ella no, pero él... —Intercambia una mirada conmigo y espera a que
estemos dentro de vehículo para seguir hablando—. Oscar proviene de una
familia desestructurada y no sabes una mierda de su familia, Gabriella.
—¿Crees que es Oscar? —Mi madre se gira en el asiento delantero
después de arrancar el coche, mi padre va de copiloto.
—No lo sé, joder. —Niego con la cabeza—. Yo... lo dudo, siempre ha
sido fiel, mamá.
—No sabe nada de su familia —insiste Nino a mi lado—. Podría ser él
perfectamente.
—No podemos arriesgarnos —habla mi padre cuando la reina se
incorpora al tráfico después de que el coche de los escoltas se ponga en
marcha delante nuestro—. No vuelvas a contarles nada, Gabriella. Ni un
puto detalle de la familia o de los planes que hagas, ¿estamos?
Asiento en silencio y bajo la mirada cuando siento cómo Nino entrelaza
sus dedos con los míos. No quiero provocar a mi padre y le he prometido
que delante de él no tendré muestras de cariño desmesurado con Nino, así
que me contengo de besar sus labios.

Las próximas semanas pasan volando, tanto que cuando quiero darme
cuenta ya ha pasado la Navidad y el invierno ha comenzado a azotar Nueva
York con toda su fuerza. Estas semanas han sido sorprendentemente
tranquilas en la mansión Ivankov, desde que fuimos a la fiesta de
debutantes, en noviembre, el plan para cazar al traidor o la traidora se
detuvo. Mi abuelo tuvo una conversación con sus hijos y acordaron no dejar
de lado los negocios familiares, puesto que últimamente todo había girado
en torno a lo sucedido desde verano, y no podíamos permitirnos mostrarnos
débiles frente a otras familias, puesto que entonces intentarían arrebatar a
mi abuelo y a mi familia en general, todo por lo que han luchado desde hace
tantos años.
Debido a todo esto, se acordó mantenernos alerta frente absolutamente
todo el mundo, todos nuestros amigos y conocidos, e informar acerca de
cualquier sospecha que tuviésemos, por mínima que fuese. El abuelo dice
que las cosas hay que hacerlas con cabeza, así que imagino que es lo que
están haciendo; yo, sinceramente, solo espero que esto no nos estalle en la
cara y nos arrepintamos de haber esperado tanto para pasar a la acción.

COLTON

Cierro la maleta y corro hasta la ventana de mi dormitorio para expulsar


el humo y tirar el cigarro que me estaba fumando, como mi padre me
vuelva a pillar, no me dejará ir a Nueva York con ellos.
—¿Cómo vas? Salimos en… —Entra con el ceño fruncido y se rasca los
ojos, pasa por mi lado a la vez que me dirige una mirada acusatoria y se
asoma a la ventana del ático en el que vivo desde que nací, donde mis
padres ya vivían antes que yo—. Te lo advertí.
—Joder, papá, es un cigarro, no estoy fumando hierba —protesto y
expulso una bocanada de aire.
—Josh, el avión nos está esperando. —Mi madre se acerca por el pasillo
—. ¿Qué hacéis?
—Colton no viene —decreta él y se cruza de brazos.
—¿Cómo que no viene? Claro que viene, ¿con quién vamos a dejarlo?
Alice y Rick van, y solo no se va a quedar. Además, ¿por qué no viene?
—¿Se lo dices tú o se lo digo yo? —Arquea mi padre una ceja en mi
dirección.
—Oye, lo hablamos en el coche de camino al aeropuerto. Venga, sabes
que odio que tengan que esperar por nosotros —habla y se da la vuelta.
—Que no viene, Wendy.
—¡Vamos! —grita ya desde el salón.
—Olvídate de salir por ahí con tu primo, ya te lo digo —advierte él en
mi dirección antes de seguir a su mujer.
Wendy y Josh son los padres que me tocaron, y son geniales la mayor
parte del tiempo, pero es cierto que desde que cumplí los diecisiete se han
vuelto un poco más estrictos y controlan cada puta cosa que hago. Mi primo
Greg tiene ahora veinte recién cumplidos, y siempre nos hemos llevado
como hermanos, salimos juntos y compartimos amigos, pero es que mi tío
Rick nunca ha sido tan pesado como lo está siendo últimamente mi padre.
Este fin de semana vamos a Nueva York porque es el cumpleaños de
Connor, el mellizo de tía Alice, que es la madre de mi primo Greg, y
quieren darle una sorpresa. Mi madre y Connor tienen una amistad desde
que eran adolescentes, a pesar de que mi padre no puede ni verlo, y mucho
menos al hermano de Connor, Jackson; tuvieron problemas bastante serios
cuando yo aún no había nacido. El caso es que mamá tiene ganas de verlo, y
mi padre ha dicho que no quiere que vaya sola porque la familia de la mujer
con la que Connor se casó, es un poco especial.
Connor se mudó a Nueva York con su hermano hace mucho tiempo, y
desde entonces vive allí y rehízo su vida con Sasha Ivankova, la diosa de
muchos de mis compañeros de clase. Yo prefiero a su hija, Gabriella,
digamos que nos conocimos a fondo el año pasado, en una de las visitas que
hicieron a San Francisco para que Connor pudiese visitar a su sobrino y su
hermana.
Serán interesantes estas mini vacaciones a Nueva York.

GABI

—Menos mal que dejé todo preparado para mañana, Asia está siendo de
gran ayuda —comenta mamá al detenerse en un semáforo mientras
volvemos de cenar todos en un restaurante.
—¿Mañana? —Mi padre la observa confundido.
—¿Estás de coña? —Ríe ella—. ¿Pensabas que me iba a olvidar de tu
cumpleaños?
—Nena, no. —Niega él con la cabeza—. ¿Te crees que están las cosas
para celebrar cumpleaños?
—Las cosas están para celebrar la vida, cariño. Cada puto día hay que
dar las gracias por seguir respirando, así que el día en el que cumples
cuarenta y dos años no va a pasar desapercibido.
—Dime que no has montado una fiesta.
—No he montado una fiesta —habla ella, pero su sonrisa a través del
espejo retrovisor evidencia lo contrario.
—Gracias a Dios —contesta él aliviado.
—No he montado una fiesta, lo ha hecho Asia.
—No me jodas, Sasha —reprocha él suspirando—. ¿Cuánta gente y
dónde? ¿Te haces una idea del cabreo que se va a pillar mi hermana? Le
dije a Alice que no íbamos a hacer nada especial este año y que no viniese.
—No seas tonto y déjate llevar.
—¿Que me deje llevar por ti? —Arquea él una ceja—. Dime una sola
vez en la que eso haya salido bien. Solo una.
—Exagerado. —Mi madre pone los ojos en blanco y aguarda a que las
vallas metálicas se abran para acceder a la mansión cuando llegamos—. Ya
están aquí —informa con una sonrisa malvada.
—¿Quién está aquí? Sasha, no. —Mi padre se lleva las manos a la
cabeza cuando la tía Alice sale por la puerta principal con una sonrisa
enorme—. Nena. —Mira a mi madre y niega con la cabeza sin poder evitar
emocionarse—. Te ha tenido que costar mucho convencer a tu hermano de
esto, pero te amo por ello.
—Sal a abrazar a tu hermana, anda.
—¡Sorpresa! —Alice salta al cuello de mi padre y ambos se funden en
un abrazo, tras ella sale mi primo Greg, el cual baja las escaleras hacia mí
para llenar mi cara de besos. Rick nos espera apoyado en la puerta sin
mucha emoción en su rostro.
—¡Has crecido! —Río gritando cuando Greg me levanta del suelo.
—Hola. —Nino se acerca por detrás de mí.
—Nino, te presento a mi primo Greg, es la familia que tengo en San
Francisco.
—Lo sé. —Asiente él con una sonrisa y estrecha su mano.
Claro, ¿cómo no iba a saberlo? Tuvo que investigar mucho, estoy segura
de que conoce más detalles de mi vida que cualquier otra persona, y eso me
resulta un tanto escalofriante. Sin embargo, supongo que no le quedó otra
que investigar a la persona que debía matar cuando llegó a Nueva York.
—Hola. —Alice saluda a mi madre con dos besos y luego me abraza a
mí. El trato que tienen entre ellas es cordial y poco más, nunca he querido
preguntar el por qué.
Al igual que Rick con mi padre, incluso ha habido veces en las que han
estado a punto de llegar a las manos, pero sé que no lo han hecho por Greg
y por mí. Soy consciente de que mi madre no es la única con un pasado, mi
padre también tuvo el suyo en San Francisco y, al parecer, Rick estuvo muy
implicado en él. Para mal.
—¿Y esto? —Dante y Asia se bajan del coche junto a Hell, Nick, Kibo
y Nathan.
—¿Lo sabías? —El tío Nate mira a Hell, confuso.
—Joder, el cumpleaños de Connor —masculla él—. Se me había
olvidado. —Escucho que contesta antes de acercarse con una sonrisa para
saludar a todos.
—Connor, te he traído una sorpresa —anuncia la tía Alice con notable
emoción en su voz—. Está dentro.
—¿Qué sorpresa, Alice? —pregunta Sasha entornando los ojos.
—Lo siento, es su día —responde la otra encogiendo sus hombros.
Todos caminamos al interior de la casa y me quedo petrificada en la
entrada, como si mis pies no pudiesen seguir avanzando de repente cuando,
sentado en las escaleras del hall, las que van a la segunda planta de la
mansión, veo a Colton, riendo mientras teclea algo en su teléfono. Su
mirada se alza, pero su cabeza no, provocando esas arrugas en su frente que
fueron las encargadas de hacer que hace exactamente un año nos liásemos
en San Francisco.
—A este no lo conozco —comenta Nino pasando por mi lado al ver que yo
no me muevo.
II
DANTE

Apoyo las manos en la espalda de mi prima para hacer que entre en la


casa de una vez, sigo su mirada y veo el motivo por el que se ha quedado
petrificada. Un chico que no conozco en persona, pero que sí reconozco por
fotos que he visto en las redes sociales de Greg, está en medio del hall de
mi casa.
Se pone en pie y se aproxima con una sonrisa ladeada en su rostro,
sujeta a Gabi por la cintura, la cual no mueve ni un mechón de su pelo, y
deposita un beso en su mejilla.
—Explícame cómo puedes estar más guapa que la última vez que te vi
—dice mirándola solo a ella.
Suceden diferentes cosas a la vez, y no sé ni para dónde mirar.
Por un lado, Niniano fija la vista en Colton, creo que se llamaba,
después de escuchar lo que acaba de decirle a Gabi. No tanto por lo que ha
dicho, si no por cómo Gabi ha reaccionado, o no lo ha hecho, para ser más
exactos.
Por otro lado, Connor se queda igual de sorprendido que su hija al ver a
Wendy esperándolo con los brazos separados y una sonrisa de absoluta
felicidad. A ella sí la conozco, he escuchado hablar de esta morena en
varias ocasiones, sé que Sasha no estará muy feliz con esta sorpresa...
—¡Estás loca! —grita él abrazando a su amiga mientras Sasha y Josh, el
padre de Colton, los observan con el rostro contraído.
—Tenía que venir, hace un año que no nos vemos —contesta Wendy
tras separarse—. Siento que no hayamos avisado —dice esto mirando ahora
a Sasha y Hell—, pero queríamos que fuera una sorpresa—. ¿Os pillamos...
bien?
—No, no nos pilláis bien —contesta Sasha cruzando sus brazos—.
Debisteis avisar.
—Bueno, ya están aquí, así que mejor que se vayan instalando —sugiere
Hell lanzando una mirada a su mujer—. Nosotros al despacho, tenemos que
hablar.
—¿Todo bien? —Alice frunce el ceño hacia Connor, el cual asiente con
una sonrisa.
—Sí, que Gabi os diga dónde podéis dormir, vais a tener que compartir
habitación con vuestros hijos, estamos un poco concurridos por aquí estos
días.
—No hay problema, podemos irnos a un hotel si no.
—No digas tonterías. —Se gira hacia Gabi y le señala las escaleras—.
Llévalos a las habitaciones.
Entro en el despacho con el claro convencimiento de que estamos
demasiadas personas en esta casa ahora mismo. La familia bajo el mismo
techo es algo con lo que he crecido, pero ellos solo son familia de Connor...
No me agrada que estén por aquí sin saber lo que pueda pasar.
—Creo que deberían irse al hotel —sugiero a mi padre cuando entro al
despacho.
—Solo van a ser dos noches, el lunes se marchan —comenta Hope—.
Además, mañana es el cumpleaños de Connor, entre la celebración y eso,
cuando queramos darnos cuenta se ha pasado el fin de semana.
—¿Dónde va a ser? —Connor mira a su mujer, la cual está ahora de
brazos cruzados con un cabreo de los mil demonios—. Ni se te ocurra
cabrearte ahora porque ha venido Wendy, yo no lo sabía.
—Tu querida hermana es poquito hija de puta —dice alzando las cejas
—. La invito para que te dé una sorpresa y puedas ver a tu sobrino, y
aparece con esta tía que sabe que no puedo ni verla.
—Te recuerdo que también ha venido Josh, ¿crees que eso me hace la
más mínima gracia? Y no llames hija de puta a mi hermana —advierte con
un dedo.
—¡Basta! —Vladimir entra y lanza su bastón contra la mesa—. ¿¡Es que
tenéis todavía veinte años!? ¿¡Acaso no sois conscientes de en lo que
estamos metidos!?
Todos los presentes guardan silencio. Nathan, Kibo y Cassandra están
compartiendo asiento en el sofá, mientras que Asia, mis padres y yo
estamos de pie junto a la mesa del despacho; Sasha y Connor se encuentran
cada uno en una esquina.
—Hace poco tiempo que secuestraron a mi nieta, por el amor de Dios —
continúa mi abuelo—. ¿En qué momento se te ocurrió que meter a seis
desconocidos en casa iba a ser buena idea? —Acusa a su hija y la rubia
traga saliva, pero no aparta la mirada ni cambia su compostura.
—Es el cumpleaños de mi marido, papá, y pienso celebrarlo.
—Vas a hacer lo que te salga de las narices, como has hecho toda la
vida.
—Bueno, a ver, vamos a poner las cartas sobre la mesa y a organizarnos.
—Mi madre da un par de pasos adelante para colocarse ligeramente entre
Vladimir y Sasha—. Por un lado, tenemos el cumpleaños de Connor, que en
dos días habrá pasado y toda su familia estará de regreso a San Francisco.
—Y por el otro lado tenemos al cabronazo que nos está jodiendo —
interviene mi tío Nicholas entrando al despacho, supongo que Allie se habrá
quedado con Gabi ayudando a que los invitados se instalen.
—Quien quiera que sea lleva casi tres meses sin dar señales de vida,
¿creéis que se estará preparando para echarse encima de nosotros con todo
lo que tiene? —reflexiona la pelirroja.
—De eso no tengas ninguna duda, mi amor —responde mi padre.
Gracias a Dios, y a los negocios de la familia, que tenemos una mansión
que hace honor a su propio nombre, porque, de lo contrario, no sé dónde
meteríamos a tanta gente.
—Necesitamos hacer una lista con los sospechosos que hemos reunido
durante este tiempo. —Hell se sienta en su silla y coge un bolígrafo, alza la
mirada hacia todos y comienza a escribir.

ASIA

Todos nos miramos los unos a los otros, esperando que alguien empiece
a hablar, pero nadie lo hace. ¿Por qué? Bueno, porque eso implica acusar a
sus propios amigos.
—Oscar —apuesta Nino convencido—. Ese tío no me gusta nada,
Gabriella no conoce su pasado ni sus orígenes.
—De acuerdo —dice Hell a la vez que escribe sobre la hoja blanca de
papel—. Más.
—¿Verónica? —sugiere Kibo.
—Lo dudo mucho, conozco a su madre y jamás habría estado con un
tipo como Kozlov —responde Sasha con una expresión de asco al
pronuncia el apellido ruso.
—Vuestros amigos, hijo. —Nathan mira a Kibo, y este hace lo propio
con mi rubio antes de apoyar los codos en sus rodillas y suspirar.
—Joder —masculla y niega con la cabeza—. No lo creo, pero, no sé,
¿Kenan, Grigori o Sean?
—Gracias, sé que esto no es fácil para vosotros. —El padre de mi novio
sigue anotando antes de alzar la cabeza hacia nosotros.
—¿Grigori? —pregunta Dante perplejo—. Es tu mejor amigo, tío.
—¡Yo que sé! —Kibo se levanta y se rasca la cabeza—. He dicho ellos
tres por lo que habéis dicho de los orígenes y eso. Bah, no lo sé, de verdad
—dice mirando a Hell—. Es que pondría la mano en el fuego por todos
ellos.
—Sabrina —intervengo con seguridad—. Me odia, y no lo disimula.
Está loca por Dante, cosa que tampoco se esfuerza en ocultar, quizá esté
resentida por haber sido rechazada.
—Es una opción, pero su odio tiene que venir de mucho antes —
comenta Hope—. Esto no es por ti, Asia, es por toda la familia. Aunque no
debemos olvidar que no sabemos si el, o la responsable, tiene algo que ver
con Oleg, solo es una teoría.
—Así es. —Asiente su marido—. Sabrina podría ser responsable al
igual que el resto.
—¿Mackie?
Dante mira a su primo en cuanto él pronuncia el nombre de su ex novia,
abre la boca para contestar, pero vuelve a cerrarla al no encontrar palabras.
—Piénsalo, tío —reflexiona Kibo—. Ella siempre ha odiado todo esto
demasiado, pero nunca se alejaba. Siempre se quedaba contigo a pesar de
no soportar a nadie de la familia, ¿cómo sabemos que no se acercó a ti para
tenerte controlado y enterarse de todo? ¿Es casualidad que los ataques
hayan empezado justo después de que lo dejaseis?
—Eso tendría mucho sentido —apoya Sasha pensativa—. Siempre
pensé que era una chica muy observadora y preguntona, aunque después iba
de mosquita muerta.
—Odiamos a las mosquitas muertas. —Hope alza una ceja en dirección
a la rubia y ambas asienten.
—Tengo otra sospechosa —comenta Nino tras acercarse a mí, y yo
niego porque ya sé lo que va a decir—. Lo siento, pero que una persona
desaparezca de un momento a otro y ni siquiera se encuentre su cuerpo…
no es normal, Asia.
—¿¡Su cuerpo!? —exclamo mirando a Dante—. ¿¡Qué hablas de
cuerpo!?
—Hay dos opciones —continúa el italiano loco—. Uno, que ella sea la
responsable y se marchase justo antes del tiroteo; y dos, que esté muerta.
—¡No está muerta!
Dante pasa los brazos por mi cintura para abrazarme, sé que estoy
montando un numerito, pero, joder, decirme de buenas a primeras que la
única amiga real que he tenido en Nueva York podría haber perdido la
vida... No es algo como para tomarse a cachondeo.
—De momento tenemos estos sospechosos —habla Hell ignorando mi
momento de niña llorona—. Oscar, Kenan, Grigori, Sean, Sabrina,
Mackenzie y Camila.
—Bien, ahora solo nos queda descartar —sentencia Hope.
III
GABI

He prometido comportarme delante de mi padre, y la puerta de su


dormitorio está entreabierta, así que no quiero arriesgarme a cagarla de
nuevo.
—Buenas noches. —Asomo la cabeza un poco hacia delante y le doy un
rápido beso en los labios, ambos sonreímos y él se marcha caminando hacia
atrás para mirarme antes de meterse en su cuarto.
Yo me dejo caer en la cama y suspiro, hemos tenido un pequeño
desencuentro porque ha querido saber quién es Colton y el motivo por el
que me ha dejado sin palabras. Dice que me conoce y que sabe que eso no
es sencillo, así que no ha parado de insistir hasta que le he contado la
pequeña mentira de que solo somos amigos, pero que no me esperaba verlo;
que me ha pillado por sorpresa.
Falso.
Colton y yo nos enrollamos como si el mundo se fuese a terminar
mañana en Presidio Park hace menos de un año, cuando estuve visitando a
Greg y a mis tíos en San Francisco.
Recuerdo que mi primo me invitó a salir con él y sus amigos, entre los
cuales estaba, por supuesto, Colton. Hicimos una barbacoa y después ellos
empezaron a beber, yo todavía no había cumplido los dieciséis, me faltan
dos semanas, así que no bebí. Greg me dijo que lo hiciera si quería, que él
no le contaría nada a mis padres, pero Sasha tiene un olfato de sabueso, sé
que me habría olido el alcohol nada más entrar por casa.
El caso es que yo no necesito el alcohol para animarme, así que
enseguida entré en confianza y me puse a bailar junto a ellos. Lo cierto es
que me parecieron unos chicos muy simpáticos y divertidos, aunque Greg
no me quitase el ojo de encima y advirtiese a todos que, como se les
ocurriera tocarme un pelo de la cabeza, les cortaba las manos.
Eso explicaría a la perfección el hecho de que él no sepa que esa misma
noche Colton y yo nos enrollamos cuando él me acompañó a casa; Greg se
quedó con una chica, así que su primo se ofreció a llevarme. Y lo hizo,
aunque no sin antes explorar mi boca en profundidad.
Me encantó, joder, ¿para qué negarlo? Es de esos chicos que tienen un
encanto innato y que, cuando quieres darte cuenta, ya te han ganado. ¡No
hay más que verlo! Y yo soy débil, muy débil... Aquello se quedó ahí
porque mi madre me llamó por teléfono y me dijo que me quería en casa en
cinco minutos; si no me hubiese llamado... Bueno, tal vez la cosa habría
sido diferente.

Me sobresalto cuando el pomo de la puerta gira sin mucho cuidado y, la


misma sonrisa traviesa que ha puesto al verme hace unas horas, entra en mi
habitación sin pedir permiso.
—¿Qué coño haces aquí? —digo levantándome de la cama a la vez que
me ato a la cintura la bata de seda blanca—. Vete antes de que alguien te
vea.
—¿Alguien o tu novio? —pregunta torciendo la sonrisa.
—Eres un descarado. —Cruzo los brazos y levanto la barbilla tal y
como mi madre me ha enseñado—. ¿Qué quieres?
—Nada. —Se encoje de hombros y pasa por mi lado, ojea la habitación,
camina hasta mi cama y entonces sonríe de esa forma.
—Colton, en serio. —Intento no reírme, pero no puedo evitarlo, la
comisura de mis labios se curva y eso solo es un motivo más para que él se
acerque a mí.
—Ahí está.
—¿El qué?
—La sonrisa que me cautivó hace un año, en medio de la noche debajo
de una farola que tintineaba. —Sus palabras son igual que el hierro
candente—. Aún recuerdo el olor de tu perfume. —Aspira por la nariz muy
cerca de mi rostro—. Estuve soñando contigo durante semanas, ¿sabes?
—Tienes que irte —insisto, aunque mi risa hace que no suene nada
convincente.
—Que va, no tengo que hacerlo. —Niega con la cabeza y me sigue hasta
la puerta—. Nadie se enteró hace un año —susurra—, ¿por qué tendrían
que hacerlo ahora? Dame un motivo para que te deje dormir y no sea el
motivo de tu insomnio.
—¿Qué te parece que mis padres están durmiendo en la habitación de al
lado? —Río en voz baja alzando las cejas.
—Vaya, y yo que pensaba que me ibas a decir que es porque tienes
novio. —Ladea la sonrisa, se acerca, deposita un beso en mi mejilla y se
marcha.
Me odio a mí misma por no haber respondido eso, cojo una almohada
del sillón y la tiro contra la pared, con tan mala suerte que le doy a unas
cuantas fotos y estas caen al suelo provocando demasiado ruido.
—¡Joder!
En cuanto suelto ese grito, me tapo la boca y pataleo en silencio en el
suelo como cuando era pequeña, rabiosa y frustrada por haber perdido el
control de la situación.
—¡Gabi! —Mi madre entra corriendo en mi dormitorio segundos
después con su arma preparada para disparar.
—¡Baja eso, loca! —exclamo agachándome.
—¿Qué ha pasado?
—¿¡Gabriella!? —Nino aparece tras ella, y a su lado, mi padre.
Enseguida toda la casa se despierta, las luces se encienden iluminando el
cielo del Bronx, y yo quiero cargarme a Colton Matthews.
—¿Qué pasa? —El susodicho sale de su habitación bostezando—. ¿Es
que en esta casa no se duerme?
Le lanzo una mirada asesina y él me guiña un ojo cuando nadie repara
en él, se da la vuelta y regresa a su habitación, no sin antes lanzar un beso a
Cassandra, la cual ríe y lo sigue a su dormitorio después de decirle algo a
Kibo. Recuerdo entonces que ambos son amigos debido a que sus padres
siempre han sido como hermanos, tengo entendido que Ryder y Josh
también tuvieron su propia historia en San Francisco años atrás.

CASSANDRA

—No hagas ruido —susurra Colton señalando a sus padres en la cama,


ambos dormidos y abrazados.
Coge el edredón con el que se estaba tapando él en el sofá cama y abre
despacio las puertas del balcón para que ambos salgamos. Yo tiro un par de
almohadas en el suelo y él nos tapa a los dos después de que nos sentemos.
—¿Qué has liado ahora? —inquiero acusatoriamente después de que se
encienda un cigarro y me lo pase.
—No sé de qué hablas. —Finge inocencia, pero lo conozco desde que
nació, solo le saco un año y sé de lo que es capaz.
—Venga, Colton, he visto cómo te miraba Gabi. ¿Os habéis liado?
—Qué cosas tienes —dice negando con la cabeza y sujetando mi mano
para acercarse el cigarro a los labios—. Sabes que mi corazón es tuyo,
princesa, no sería capaz de fijarme en nadie más.
—¡Cállate! —exclamo dándole un empujón cariñoso mientras estallo en
una carcajada.
—¡Shh! —Rodea mi cuello con su brazo para pegarme a su pecho y
taparme la boca con la mano—. No grites.
Ambos reímos en voz baja y él va bajando la mano poco a poco, pero no
me despega de su cuerpo; puedo sentir el calor que desprende y debo
admitir que siempre he pensado que tiene una sonrisa demasiado atrayente.
—Eres la persona más peligrosa con la que podrían encerrar a una chica
con novio en una habitación —digo con diversión sin moverme.
—¿Es que me has puesto los cuernos y me lo dices con ese descaro? —
Alza las cejas ofendido y yo ríe mientras niego con la cabeza.
—No tienes remedio.
—Y te encanta. —Me da un beso en la frente y yo tomo una bocanada
de aire antes de apoyarme en su cuello.
Es demasiado complicado explicar mi relación con Colton, hemos
estado a punto de liarnos tantas veces, que he perdido la cuenta, pero nunca
lo hacemos. ¿Por qué? No sabría afirmarlo con seguridad y no es algo que
hayamos hablado, pero creo que ambos tenemos miedo de que, después,
nuestra amistad se vaya a la mierda.
IV
ASIA

Estoy viviendo en una casa de locos.


No sé la cantidad de personas que hay en la mansión en estos
momentos, lo que sí sé, es que hay demasiadas hormonas y demasiados
conflictos pasados como para que la fiesta de esta noche no acabe en
desgracia.
Sasha ha confiado en mí para que empiece a encargarme de la
organización de algunas fiestas puntuales de La Cueva, como la esta noche
en la que Connor cumple años.
Me dio vía libre y me dijo que usase mi imaginación, tras hablar un
poco con Connor de forma disimulada e intentar averiguar sus gustos a
través de diferentes personas, descubrí que Halloween es su festividad
favorita y, teniendo en cuenta que el último no se ha podido celebrar por lo
tensas que estaban las cosas, se me ha ocurrido montar una especie de "casa
del terror".
Sasha no me ha dado presupuesto, me dijo que no reparase en gastos
porque su marido se merece todo lo mejor, así que llevo un par de semanas
firmando cheques a su nombre. Reconozco que ha sido divertido y me he
sentido poderosa, a pesar de que ese dinero no fuese mío. Lo cierto es que
La Cueva ha quedado transformada y parece sacada de una película de
terror, espero no haberme pasado.
—Tienes todo listo, ¿verdad? —Sasha entra en el dormitorio que
comparto con Dante sin preocuparse por llamar a la puerta.
—Sí —contesto terminando de vestirme, Dante sigue en la ducha.
—Me han pasado la factura esta mañana —comenta acercándose con el
ceño fruncido, trago saliva y no sé ni dónde meterme, pero entonces cambia
la expresión y la sustituye por una sonrisa—. Joder, Asia, tendrías que verte
la cara —dice rompiendo a reír.
—No me vuelvas a hacer eso —pido llevándome la mano al pecho.
—Has gastado poco, no sé cómo has conseguido montar semejante
espectáculo con ese dinero, pero te felicito. —Sonríe y se da la vuelta para
marcharse.
—¿Has visto un fantasma? —Me pregunta el rubio tras salir del baño
únicamente con una toalla blanca rodeando su cadera.
—Los que vas a ver tú esta noche. —Río y paso los brazos por detrás de
su cuello para besarlo.
—Estoy seguro de que Connor va a flipar, es un loco de Halloween y de
las películas de terror.
—He contratado actores para que se disfracen de asesinos de Slasher,
espero que no le dé un infarto.
—¿Infarto? —Ríe soltándome para vestirse—. Espera que no se haga
amigo de ellos.

DANTE

Bajamos a desayunar, pero la mesa está llena de gente, así que cogemos
unas tostadas y, tras poner una buena ración de huevos revueltos y bacon en
un plato, salimos al jardín. Aquí no es que haya mucha menos gente, así que
nos colocamos en dos hamacas que arrastramos hasta la mesa de metal para
estar junto al resto.
—Esto parece el parque de atracciones en hora punta —comenta Nino
cuando Colton sale poco después de nosotros.
—Y que lo digas. —Kibo pega un bocado a su sándwich de queso
cuando Cassandra sale al jardín tras Colton, corretea hasta él y lo empuja a
la piscina.
—¡La has cagado, princesita! —grita él en medio de una carcajada, y
sale del agua de un salto comenzando a dar vueltas alrededor de la piscina
para perseguir a la hija de Ryder.
—¿Qué se traen estos dos? —Doy un trago al vaso de zumo de mi
primo, el cual me lanza una mirada asesina sin responder—. Tranquilo,
seguro que solo son amigos.
—Me parece a mí que este chico tiene muchas amigas —comenta mi
prima sin darse cuenta de la mirada que le lanza Niniano.
—Joder, cómo hemos empezado el día, eh. —Miro a Asia y esta sonríe,
traga lo que tenía en la boca y se inclina para darme un beso que le
devuelvo encantado.
Desayunamos observando y, reconozco que, riendo también, cómo
Colton y Cassandra se divierten dentro del agua; todos menos Kibo, el cual
prefiere coger su comida y terminársela dentro de la casa. Gabriella, por su
parte, solo les dirige miradas de desagrado, sin darse cuenta de que sus
celos son demasiado evidentes para el ex miembro de la 'Ndrangheta que la
contempla indignado.
Poco después, el recién llegado de San Francisco sale del agua cuando
su padre lo llama desde la puerta de la cocina, se dirige hasta él,
intercambian algunas palabras y un par de risas, y regresa para lanzarse al
agua. Sin embargo, baja un poco sus gafas de sol al darse cuenta de que
Gabi lo está observando, así que sonríe de medio lado y camina hasta ella.
—Te juro por Dios que como se te ocurra si quiera pensarlo, te mato —
indica ella al ver las intenciones del otro.
—Lo estás deseando. —Colton sacude su pelo sobre la cabeza de la
rubia, salpicando también a Nino, el cual tensa la mandíbula.
Esto no va a tener un final feliz.
—¡Ni se te ocurra! —exclama Gabi cuando Colton la sujeta por detrás
para levantarla del banco, pero no es que las risas de mi prima ayuden a
frenarlo—. ¡Para, no!
—Te ha dicho que la sueltes —dice el italiano llenando sus pulmones de
aire.
—¡Colton, te juro que te mato! —Ambos continúan vacilando, ajenos al
drama que se avecina cuando Niniano se pone en pie.
—¡Te ha dicho que la sueltes! —repite dando un empujón al hombro de
Colton.
Este retira las manos del cuerpo de Gabi, se quita las gafas de sol
despacio y lo observa al mismo tiempo que hace un movimiento con la
cabeza para retirarse los mechones de pelo mojado de sus ojos.
—¿Cuántas veces te tienen que pedir las cosas para que las entiendas?
—continúa Niniano, de modo que le doy mi plato a Asia y me pongo en pie.
—¿Tú eras? —pregunta el de San Francisco llevándose la mano a la
oreja.
—Venga, ya está. —Me interpongo entre los dos y miro directamente a
Nino, el cual está debatiéndose entre rompe la cara a Colton, rompérnosla a
los dos, o darse la vuelta.
—¿A ti no te han enseñado lo que es el respeto en tu casa? —insiste el
italiano sin retroceder.
—A mí sí ¿sabes tú lo que es el sentido del humor? —Colton borra la
sonrisa de su rostro y es entonces cuando sé que yo solo no voy a poder
separarlos.
—¿Qué está pasando? —Connor sale de la cocina en ese momento—.
¿Nino?
—Nada, ha intentado tirar a Gabriella al agua cuando ella no quería.
—A ver... —Gabi se rasca la cabeza, incómoda.
Sé que quiere decir que no ha sido para tanto, que estaban jugando y
Nino ha reaccionado así por celos, pero no quiere sacarle la cara a Colton
porque entonces el otro se enfadaría.
—No se te ocurra ponerle las manos encima a mi hija, te lo advierto —
habla Connor acercándose a Colton, el cual da un paso atrás y lo mira de
arriba abajo—. ¿Me quieres decir algo?
—¡Eh! —Josh se une a la partida en ese momento. Avanza descalzo por
encima del césped, y Connor parece olvidarse del pequeño Matthews
cuando el mayor aparece—. ¿Qué puto problema tienes con mi hijo? Como
no te atreves con el padre, tienes que ir a por él, ¿o cómo va la cosa?
V
DANTE

—Este día tenía que llegar. —Sasha se acerca con un pedazo de sandía
en la mano.
—No, por favor, qué cruz —dice Wendy caminando tras ella.
—Déjalos. —La rubia levanta el brazo para impedir que la morena vaya
hasta su marido—. Si te metes, me veré obligada a hacer lo mismo, y
ninguna de las dos queremos eso, ¿verdad?
—¿Y vas a dejar que se den de hostias así, sin más? ¿Qué ejemplo es
ese para nuestros hijos?
—O dejamos que se den de hostias solo los padres, o añadimos a las
madres. —Gira para mirarla, y yo rezo para que Hope aparezca pronto.
—Matthews, ¿por qué será que siempre que vienes me traes problemas?
—masculla Connor acercándose a su rostro.
—Te aseguro que en esta ocasión venía en son de paz, es tu cumpleaños
y mi mujer quería verte, muy en contra de mi voluntad, debo añadir. —
Hace una pausa en la que Connor sonríe orgulloso—. Pero ¿qué se supone
que debo hacer cuando te enfrentas a mi hijo de diecisiete años?
—No me he enfrentado a él.
—Que va. —Josh se carcajea e intercambia una mirada con Wendy, la
cual está ahora hablando con Sasha—. Algún día tú y yo tendremos una
seria conversación, pero no será delante de mi hijo, eso te lo puedo
asegurar.
—¿Temes que vea lo cobarde que es su padre? —cuestiona cuando Josh
se da la vuelta, y yo me apresuro a coger a Asia y levantarla de la hamaca
para alejarnos unos metros.
Josh gira sobre sus talones, sonríe y echa la cabeza hacia atrás, sostiene
la mirada de Connor y se prepara para el puñetazo que este intenta asestar
en su rostro, el cual esquiva por los pelos.
—¡Connor! —Su hermana Alice entra corriendo en el jardín seguida por
su marido Rick y su hijo Greg—. ¡Siempre lo mismo contigo!
—¿¡Tenías que traerlo a mi cumpleaños!? —grita él cuando Colton y
Rick apoyan la mano en el pecho de Josh para obligarlo a retroceder.
—¡Te he traído a Wendy, joder! ¡Josh viene en el paquete!
—Pues menudo paquete de mierda —masculla Connor, provocando que
Josh se libre de su hijo y de su amigo, y se tire sobre él, cayendo ambos al
agua.
—¡Mamá! —exclama Gabi al ver que la rubia está dando un bocado a la
sandía, esta hace un gesto con la mano para que su hija se tranquilice.
—¿Te parece normal la que has preparado? —inquiere Colton
avanzando hacia Nino—. Conozco a Gabriella lo suficientemente bien
como para saber cuándo habla en serio y cuándo no. Recuérdalo la próxima
vez que se te ocurra montarle una escenita de celos.

GABI

Madre de Dios, no me puedo creer que todo esto haya pasado porque
Colton me haya intentado tirar a la piscina, si lo llego a saber, me dejo,
joder.
Solo quería jugar un rato, ¿qué tiene de malo? No sé por qué Nino se ha
puesto así, ni siquiera sabe que Colton y yo nos liamos en San Francisco, ni
que anoche se metió en mi habitación. Si se ha puesto así sin tener toda esa
información... Santo cielo.
Cassandra sale del agua cuando mi padre y Josh caen en la piscina, se
dan puñetazos y saltan el uno sobre el otro. Alice, la hermana de Connor,
maldice y discute con mi madre, porque una insiste en hacerlos parar y la
otra dice que no, que deje que se peguen y zanjen sus asuntos de una vez.
—Pero ¿qué cojones? —Hell aparece en escena con un brazo por
encima de los hombros de Hope, el cual enseguida retira para correr hasta el
borde de la piscina—. ¡Connor! ¡Connor!
—¿Qué ha pasado? —Hope habla directamente a la reina de la casa, y
niega con la cabeza cuando esta le ofrece un mordisco de su sandía.
—Lo de siempre, ya sabes que Connor y Josh no son muy amigos. Al
final tenían que darse, era inevitable.
—Y tú aquí, ¿tan tranquila? —reprocha la pelirroja apoyando las manos
en sus caderas.
—¿Qué quieres que haga?
—¡Pues pararlos! —exclama Wendy a su lado.
—No me grites en el oído —contesta mi madre sin mirarla.
—Dios, no te soporto, te lo juro —dice ella antes de aproximarse
también a la piscina.
—Pues no sé para qué coño vienes a ver a mi marido. —Sasha le lanza
una mirada de odio, la cual es ignorada por Wendy ya que se encuentra a
unos metros.
Me llevo las manos a los oídos cuando Hell, que había entrado en el
interior de la casa, regresa segundos después con su arma en la mano;
levanta la pistola hacia el cielo y dispara. Colton cubre a Cassandra con su
cuerpo de forma instintiva, al igual que Nino hace conmigo y Dante con
Asia.
—Fuera del agua. Los dos —ordena el patriarca cuando Josh y Connor
dejan de pegarse y lo miran.
Ambos se alejan y sale cada uno por un lado de la piscina, Wendy se
acerca para observar las heridas de Josh, pero mi madre no despega los pies
del suelo, solo mira a Connor con detenimiento sin abrir la boca.
—¿Dónde cojones os pensáis que estáis? —Mi tío Hell los mira furiosos
y su mujer se aproxima para quitarle la pistola de la mano sin interrumpirlo
—. ¡Delante de los chavales os vais a dar de hostias! —grita y nos señala a
todos—. ¿¡Estáis de coña!?
—Ha sido culpa mía, Hell, lo siento —dice Connor negando con la
cabeza, Josh solo lo fulmina con la mirada y se mete en la mansión cuando
Wendy tira de su mano y llama a Colton para que los siga.
—Entiendo que tengas tu pasado con ese tío, pero esta es mi casa,
¿estamos? Si no quieres que estén aquí, los echas, pero no te pones a darte
de hostias delante de tu hija.
Connor asiente y se acerca a mí, me pide perdón y, tras depositar un
beso en mi frente, camina hasta mi madre, la cual pone los ojos en blanco y
le señala la puerta para ir tras él después. Supongo que intenta hacer el
papel de buena esposa, después de todo.
—¿Qué pasa? ¿A dónde vas? —Kibo sujeta el brazo de Cassandra
cuando esta se dirige a la casa.
—A ver a Colton. Que te cuente tu prima lo que ha pasado —dice
mirándome a mí con expresión acusatoria.
—¿Otra vez te vas detrás de ese tío? —masculla tensando la mandíbula,
y Cassandra arquea una ceja, incrédula.
—¿Qué tío? ¿Mi amigo dices? Sí, otra vez. Y si tienes algún problema,
dale una vuelta antes en la cabeza para no soltarme algo de lo que después
te arrepientas. —Le hace un gesto con la mano para que la deje pasar—. Si
me disculpas.
Kibo se acerca a nosotros con el rostro furioso, apoya un pie en el banco
y se sienta sobre la mesa de metal, junto a Dante, Asia, Nino y yo.
—Tenemos que sacar a esta gente de casa, como sea —sentencia
mirando a Nino, el cual asiente con seriedad.
—Calma, joder. —Dante niega con la cabeza y levanta las manos para
pedir un poco de cordura, supongo—. Colton y Greg no tienen la culpa de
las movidas que tuviesen sus padres con Connor, al igual que nosotros no la
tenemos por lo que los nuestros pudieran hacer en el pasado.
—Ya lo sé —dice Kibo—, pero es que no lo aguanto. Lleva aquí una
jodida noche y mira todo lo que ha pasado ya.
—¿Qué ha pasado? Porque, que yo sepa, lo único que el chaval ha
hecho ha sido intentar tirar a Gabi al agua y, lo siento Niniano, pero no
parece que ella lo estuviese pasando mal.
—Dante, no jodas, eh. —Kibo le lanza una mirada acusatoria.
—No me jodáis vosotros, estáis los dos celosos porque ha intentado
ligar con Gabi y con Cassandra, y eso os reconcome por dentro. —Sus
palabras dejan callados a los dos aludidos—. Parece mentira, de verdad.
¿Creéis que con peleas vais a conseguir que una tía se fije en vosotros?
Cambiad de táctica, coño. Vamos —dice a Asia ofreciéndole su mano.
VI
ASIA

Sigo a Dante al interior de la casa y ambos vamos a la habitación para


lavarnos los dientes tras desayunar, cierro la puerta cuando estamos dentro
y lo observo con una sonrisa.
—¿Por qué me estás mirando así? —consulta con la boca llena de pasta.
—“¿Creéis que con peleas vais a conseguir que una tía se fije en
vosotros?” —repito su discursito y él rompe a reír, manchando todo el
espejo—. ¿Tengo que recordarte todas las veces que tú has querido golpear
a Nino?
—No es lo mismo —contesta tras enjuagarse con agua.
—¿Por qué? —Paso tras él y acepto mi cepillo cuando me lo ofrece.
—Porque Niniano es un De Luca, en cuanto llegó, Gabi se enteró de
quién era y supimos que estaban aquí por nosotros. Es cierto que no me
hacía ni puñetera gracia que se acercase a ti, pero, mira, tenía mis razones.
Te recuerdo que nos secuestró y trató de matarnos, no podía soportar verlo
cerca de ti porque estaba seguro de que tenía segundas intenciones.
—Bueno, de todas formas, te ha quedado muy bien. —Río y él me lanza
la toalla.
—Solo conocen a Colton desde ayer por la noche, obviamente están
jodidos porque solo lleva aquí una noche y ya tiene a mi prima y a
Cassandra que les tiemblan las piernas cada vez que se acerca.
—¿En serio?
—Las conozco. —Asiente y se deja caer en la cama cuando apoyo las
manos en su pecho y lo hago retroceder—. Y Kibo está bastante pillado por
Cass, pero Colton y ella se conocen de toda la vida también, y se han visto
mucho más a menudo. Ryder y Josh son como hermanos, se ven casi todos
los meses.
—¿Y tú por qué sabes todo eso?
—Por Kibo, él habla con Cassandra a diario, y le cuenta cuándo va a
San Francisco o cuándo ellos van a Arizona.
—¿Y tu prima? ¿Crees que le gusta Colton más que Nino?
—No, creo que lo de Colton es pura atracción, pero con el italiano tiene
algo más intenso. No la he visto con nadie como con él, si te digo la verdad.
—Bueno, pues tendremos que intentar que no se maten en la fiesta de
esta noche —concluyo—, bastante sangre falsa va a haber. No quiero de la
de verdad.

Estoy nerviosa, quiero que todo salga tal y como lo he planeado, pero
temo que algo se tuerza y la fiesta se vaya a la mierda. La casa del terror ha
quedado espectacular, he usado las tres salas por las que pasa la gente al
entrar en La Cueva, donde normalmente se les prepara, se les da la ropa,
etc., para que sean las antesalas de la casa.
¿Quiénes serán los participantes? Bueno, la lista es larga:
Hell, Hope, Dante, Marie, Sasha, Connor (obviamente), Gabi, Nino,
Nathan, Kibo, Nick, Allie y yo, por parte de la familia. Además, se nos han
unido por parte de San Francisco y de Arizona, Cassandra, Wendy, Colton,
Alice y Greg; Josh y Rick han salido a cenar.

—Todos preparados —anuncia Sasha cuando ya hemos bajado de los


coches y nos encontramos en la puerta de La Cueva, todos me observan—.
Ignóralos —indica refiriéndose a los paparazzi que buscan la mejor
fotografía de la Reina de la lencería y el vicio de Nueva York.
—Vale, bien, bueno, es una casa del terror, pero con premio final —
comienzo la explicación, y Sasha frunce el ceño, esto no se lo he contado
—. Tenemos que hacer dos equipos.
—La acabas de cagar —espeta Connor con una sonrisa de lástima
pillándome totalmente por sorpresa, desvía la mirada hacia Sasha y,
entonces, veo cómo las comisuras de sus labios se van curvando poco a
poco.
—¿Has preparado una competición, Asia? —inquiere la rubia
caminando hacia mí con un tono divertido en su voz.
—Bueno… ¿sí? ¿Pasa algo?
—Sasha es tremendamente competitiva —explica Hell negando con la
cabeza.
—Navilimpiadas de Halloween. —Nicholas se aproxima y se posiciona
frente a la rubia—. Tú y yo tenemos algo pendiente, primita.
—Bueno, ya tenemos a los dos capitanes. —Hope la señala sonriente—.
¿Vais a repetir la táctica de hace dieciocho años?
—¿De qué habla? —pregunto a Dante, pero este se encoje de hombros.
—Hicimos una especie de competición por Navidad hace mucho
tiempo, y el equipo de Sasha ganó al de Nick —informa Hope
rememorando sus recuerdos.
—Vaya… no tenía ni idea. —Sonrío avergonzada—. Si queréis
podemos dejar eso a un lado y simplemente…
—¿Disculpa? —Sasha se lleva la mano al pecho—. No, no, hay
competición. ¿Verdad, cariño? —Arquea la ceja en dirección a Connor, el
cual está riendo al mismo tiempo que se acerca a ella y deposita un beso en
sus labios.
—Por supuesto, pero, ¿esta vez me vas a dejar estar en tu equipo?
—Claro que sí.
—Entonces me apunto.
—Bien, pues en total somos dieciocho. —Miro a Connor ahora—. He
intentado que viniese tu hermano Jackson, pero me ha dicho que trabajaba
esta noche, lo siento.
—No te preocupes. —Sonríe, y veo cómo Colton intercambia algunas
palabras en voz baja con su primo Greg, al mismo tiempo que el rostro de
Wendy se contrae y lanza una mirada a Alice.
—Oye, ¿se puede hacer esto dentro? Porque al final voy a tener que
hacer algo con ellos, y no me apetece salir en primera plana mañana —
comenta Sasha señalando con la cabeza los fotógrafos.
—Mmm… —Recuerdo que al comienzo ya está todo ambientado como
Elm Street y el actor de Freddy Krueger es el primero en aparecer—. Por
poder se puede, pero ya empieza la casa ahí.
—Da igual, vamos —insiste la rubia.
—Está bien, seguidme.
Abro la puerta principal y soy la primera en entrar para comprobar el
estado de todo, a continuación, les hago una señal con la mano y les pide
que se coloquen al fondo, justo por donde Krueger saldrá cuando lo vea
oportuno.
—Una cosa —digo cuando ya están todos dentro esperando indicaciones
—. Dejad las armas en ese cesto, por favor. —Lo señalo con el dedo—. Me
niego a que disparéis a alguien cuando os asusten.
—No, yo no. —Sasha niega con la cabeza—. No voy a entrar
desarmada, no me fío de nadie.
Todos asienten, así que no insisto y me pregunto qué les habrán
explicado a Colton y Greg para que no se sorprendan con todo el tema de
las armas. Antes, cuando Hell ha disparado al cielo, no se han inmutado; a
ver, sí, pero no han hecho preguntas al respecto. Supongo que sus padres, en
su momento, les explicarían lo que creyeron indispensable y necesario.
—De acuerdo, Sasha y Nicholas os tenéis que colocar sobre esa marca.
—Señalo un círculo iluminado con la luz artificial de dos farolas.
—Asia, esto es una pasada. —Me felicita Dante, y el resto se unen a su
enhorabuena.
—No vas a echarme sangre o algún mejunje de esos encima, ¿verdad?
—cuestiona la reina antes de meterse en la marca.
—No, tranquila. De momento no. —Sonrío con malicia y ella me lanza
una mirada asesina—. Elegid a vuestro equipo.
—Empiezo yo —decide ella, y Nick simplemente ríe sin rebatirla—.
Connor.
—¿¡Eliges a papá antes que a mí!? —protesta Gabi ofendida, pero Sasha
la ignora y besa los labios de su marido.
—Te toca, Nick —indico.
—Hell. —Abre los brazos y hace una señal divertida para que él se
acerque, provocando que todos los presentes rían.
—Gabriella —continúa la rubia, y su hija se acerca dando saltitos para
abrazar a sus padres.
—Niniano.
—Ya empezamos —dice Hope riendo por la elección de Nick—. Vas a
hacer lo mismo que te hizo Sasha hace dieciocho años, solo que al revés y
usando a su hija, ¿verdad?
—La venganza se sirve bien fría. —Nick guiña un ojo a su prima, y esta
trata de calmar a su hija, la cual ahora protesta porque el italiano no va a
estar en su equipo.
—Elijo a la oveja —habla Sasha orgullosa, y todos los adultos rompen
en una carcajada que nosotros no entendemos, supongo que son cosas
relacionadas con aquellas Navilimpiadas que jugaron ellos años atrás.
—No te va a funcionar otra vez —asegura Nick cuando Allie se
posiciona junto a Sasha—. Elijo a Nathan, ven aquí, primito.
—Pues yo a Hope.
—Dante, conmigo —comunica Nicholas.
—¡Asia! —exclama entonces Sasha con entusiasmo, yo me lamento por
no poder compartir esta experiencia con mi novio, pero camino hasta el
equipo de la reina.
—Kibo.
—Sasha, la niña conmigo —advierte Hope a su amiga.
—Venga, Marie, más te vale ser buena jugadora. —Le dice su tía
cuando la pequeña de la familia se acerca y abraza a su madre.
—Bien, San Francisco —comienza Nick pasando su mirada por encima
de los que quedan—. Wendy conmigo —dice entonces, y casi puedo ver
cómo se mueven los engranajes de su cerebro pensando en sus tácticas de
juego.
—Mi amor, ¿vas a dejar a mi hermana ahí? —Connor mira a su esposa.
—Shh, esto es una competición. Elijo a Colton —indica tras echar un
vistazo al equipo de su primo y comprobar que Nino está allí.
Apostaría a que está intentando separar a las parejas para que el
miembro contrario se desconcentre y no pueda pensar en el juego. Ha
elegido a Colton porque Nino está en el equipo de Nicholas, y sabe que
estará pensando todo el rato en Gabi y no será de ayuda.
—No me lo puedo creer —protesta Connor tras ver la elección de la
rubia.
—Elijo a Greg —sigue el capitán, y el susodicho camina y se coloca
junto a Wendy.
—¡Cassandra! —exclama Sasha, de nuevo emocionada—. Madre mía,
lo estás haciendo de pena, eh —ríe en dirección a su primo.
—Alice conmigo, equipos cerrados —sentencia Nick tras observarlos.
—¡Mujeres contra hombres! —grita Sasha, y juro que nunca la había
visto tan emocionada desde que la conozco.
—Bueno, no del todo —apunta Connor meneando la cabeza y obviando
el hecho de que Colton es el único chico entre tanta chica, aparte de él.
Sasha sabe jugar bien sus cartas, la expresión de Nino y Kibo ahora
mismo es ideal para ser dibujada sobre un lienzo en blanco.
VII
COLTON

Me coloco tras Cassandra y paso los brazos por sus hombros, acerándola
a mí, ella sonríe y gira el rostro para depositar un beso en mi mejilla.
—Estarás contento —señala echando un vistazo a todas las chicas del
equipo—. No te has visto en una así en tu vida.
—Sabes que sí —contesto y ambos rompemos a reír—. Quizá quieras
mantener las distancias para que tu noviecito no se enfade. —Lo señalo con
la cabeza y ella sigue mi mirada, comprobando cómo Kibo no es capaz de
disimular sus celos.
—No es mi novio —espeta con decisión—. Y no lo será si sigue
comportándose así. —Niega con la cabeza y se mueve para colocarse a mi
lado, sin apartar mis brazos de su cuerpo—. Tú y yo somos amigos, si Kibo
no puede aceptar eso ahora que no tenemos nada serio, entonces imagina
cómo sería en una relación.
—Por eso eres mi chica favorita —digo antes de sonreír y abrazarla.
—Qué bien hueles siempre, capullo. —Me da un empujón amistoso y,
de pronto, suelta un grito ahogado cuando un actor disfrazado de Freddy
Krueger sale de detrás de mí—. ¡Joder, que me da un infarto! —exclama a
la vez que rompe a reír y se lleva la mano al pecho.
—Hostia. —Lo miro y me maravillo por lo bien logrado que está—.
Tío, eres idéntico al de verdad.
Acerca las cuchillas de sus dedos a mi cara y yo doy un par de pasos
atrás, no me fio ni un pelo de la gente que haya contratado esta familia,
adoro demasiado mi cara como para arriesgarme.
—Joder, Asia. —Connor aplaude y el resto lo imita, haciendo que la
chica que ha montado la fiesta realice una pequeña reverencia y se sonroje.
Su novio camina hasta ella y le dice algo en el oído antes de besarla.
—Bueno, vamos ¿o qué? —Sasha se acerca hasta la puerta que da a la
siguiente sala, y su equipo la sigue, así que yo también.
—Entonces gana el equipo que antes llegue a la última sala —informa
Asia antes de separarse del rubio—. Buena suerte a todos.
Sasha abre la puerta con decisión, y no se inmuta cuando un grito suena
a su izquierda, gira la cabeza y aparta la calavera que ha salido disparada de
un manotazo. Connor sonríe y trata de darle la mano, pero ella declina la
oferta con un gesto de la cabeza, incitando a su marido a que se centre.
—Joder. —El cumpleañero no deja de maravillarse con la ambientación
que tiene cada rincón—. Esto es Crystal Lake —comenta al ver todo el
decorado.
—Atentas entonces, Jason Voorhees debe de estar a punto de aparecer
—señalo y Cassandra se acerca más a mí—. Tranquila —río cuando coge
mi brazo para que la sujete—. ¿Desde cuándo te dan miedo las casas de
terror?
—No me dan miedo, es que hueles muy bien, ya te lo he dicho —miente
y ríe conmigo.
—Aquí hay una pregunta —comunica Gabi tras acercarse a una puerta
oculta entre un montón de árboles falsos.
—¿Cuál es? —Su madre va hasta ella.
—¿Quién es el asesino original de Viernes 13? —Lee en voz alta.
—Pues Jason —contesta Marie al lado de su madre—. El loco ese de la
máscara.
—No. —Connor niega con la cabeza y se acerca a su hija—. La asesina
original es la madre de Jason, la señora Voorhees.
En ese momento la puerta cede sola, y Connor sonríe orgulloso antes de
acercarse hacia su mujer, la cual le hace un gesto, satisfecha, para que la
bese.
—Pasa, cariño. —Hope apoya la mano en la espalda de Marie para que
vaya delante.
Yo voy el último, por detrás de Cassandra, la cual no me suelta ni
cuando tenemos que atravesar un estrecho callejón perfectamente
ambientado en los lugares donde asesinaba Jack el Destripador.
—¡Ahh!
Todos miramos hacia adelante cuando la más pequeña se cae de culo al
ver al recién mencionado asesino de Londres, el cual la amenaza con un
cuchillo, espero que falso.
—¡Quítamelas, quítamelas! —grita moviéndose como una loca cuando
se da cuenta de que ha caído contra unas telarañas repletas de esos insectos
que mi mejor amiga tanto detesta.
—Me muero. —Cassandra agita las manos y empieza a hiperventilar—.
Dime que son falsas.
—La madre que me parió. —Sasha sacude la cabeza y lanza una mirada
asesina hacia Marie y hacia Cass.
—Ya está, cielo. —Hope la ayuda a ponerse de pie—. Son de mentira,
mira, no...
—Me quiero ir. —Niega con la cabeza frenéticamente mirando a su
madre.
—Pero hija...
—Llévatela —pide Sasha poniendo los ojos en blanco.
—Vale, retroceded y que os lleven directamente al final, esperadnos allí
—indica Asia con una sonrisa cómplice—. Lo siento si te ha asustado.
—Has hecho un trabajo espectacular. —Hope le guiña un ojo y se
marcha con su hija desandando los pasos.
—¿Podemos seguir o alguien más necesita un desfibrilador? —La rubia
mira directamente a Cassandra, la cual finge una sonrisa y niega con la
cabeza.

DANTE

Camino orgulloso por cada nuevo detalle que veo, no tengo palabras
para el increíble trabajo que ha hecho mi unicornio. De hecho, no sabía que
conociese tanto el mundo Slasher, para ser sincero.
—Me parece que nos van a vomitar —comenta Wendy tras señalar el
cartel de una calle en una esquina—. 3500 Prospect Noroeste.
—¿Qué es? —cuestiona su sobrino Greg—. ¿Dónde estamos?
—En El Exorcista —sentencio al reconocer la imagen de la casa al
doblar una esquina.
—Que vomiten a Nino —bromea Kibo—. Así lo despeinan un poco,
que siempre va muy repeinado. —Todos rompemos a reír, menos el
susodicho que simplemente lo ignora.
—Ahí viene. —Señalo con la cabeza hacia una puerta que se abre, por la
cual aparece una actriz idéntica a la niña del papel que protagoniza esta
sala.
—Ay no. —Alice se esconde detrás de su hijo, el cual ríe e ignora las
malas caras que le dedican Nino y Kibo.
No me gusta un pelo que esos dos se hayan propuesto hacerle el vacío a
Greg, por mucho que Colton no les guste, su primo no tiene la culpa de
nada, joder. Además, Kibo no es la primera vez que lo ve, ya ha venido en
alguna ocasión para pasar tiempo con Gabi, así que no entiendo este
comportamiento ahora.
—Ponte ahí, mamá. —Greg señala una farola junto a la fachada de la
casa, y ella obedece porque la niña se acerca a nosotros.
En ese momento todos estallamos en una carcajada cuando una mezcla
de no sé qué, baña a la pobre mujer de pies a cabeza. Wendy se lleva las
manos a la boca para no reír y se queda petrificada unos segundos antes de
ir hasta ella.
—¡Greg! —grita Alice, y el susodicho se sujeta el estómago por no
poder parar de reír al ver a su madre pringada de algo que simula ser
vómito.
—Ojo con Asia —comenta Hell—, recordadme que no me meta nunca
con ella.
—Pues yo estoy rezando para que también vomiten a Sasha —confiesa
Nick sin dejar de reír.
—Se la carga —expresa mi padre—. No creo que Asia se arriesgue.
—Ese cabrón tiene que estar gozándola.
Miro hacia Kibo cuando escucho cómo habla con Nino, su mandíbula se
encuentra tensionada y la del italiano la imita al oír esas palabras.
—Espero que Gabriella sea mucho más lista que Cassandra —comenta
Niniano con rabia.
—Tanto que te han entrenado para fingir indiferencia ante enemigos —
digo frente a él—, ¿y no te han enseñado a controlar los celos?
—No estoy celoso —espeta, y yo rompo a reír.
—Hostia, y decías que los Ivankov mentimos de pena. Os sugiero a los
dos que cambiéis de actitud, porque ni Cassandra ni mi prima son chicas a
las que podáis controlar o decir con quién pueden hablar. Os mandarán a
tomar por el culo a los dos. —Niego con la cabeza y vuelvo junto a Greg, el
cual está escondiéndose detrás de la niña del exorcista para que su madre no
lo alcance.
—Se supone que la que tiene que acojonarnos es ella. —Nicholas la
señala y la pobre actriz intenta asustarnos de nuevo—. Pero Alice da más
miedo.
—A ver, aquí hay una pregunta —anuncio tras inspeccionar el lugar—.
¿Cuál es el nombre de la niña esta?
—Pues la niña del exorcista —contesta el italiano con cara de
aburrimiento.
—No, joder, el puto nombre de la niña.
—Yo lo sabía. —Wendy se muerde el labio y cierra los ojos—. Es algo
con erre. Ra… no, Ro…
—Venga, guapa, piensa. —Nick la insta y todos nos ponemos a sugerir
nombre al aire, pero ninguno es el correcto.
—¡Regan! —exclama entonces ella—. ¡Es Regan!
—¡Bien hecho! —Mi tío Nicholas choca su mano cuando una puerta
nueva se abre.

Pasamos por unas pocas salas más, resolviendo preguntas, viendo


asesinos de Slasher y riendo más que asustándonos. Bueno, todos menos mi
primo y Nino, que han estado todo el rato atrás del todo, hablando de sus
cosas y sin apenas participar. Me ponen de una mala hostia que he tenido
que morderme la lengua. He preferido no decir nada porque Asia no está en
este equipo y no los está viendo, pero, si hubiese estado aquí, me habría
parecido una falta de respeto que pasasen así de todo. Al menos que finjan
que se divierten, me he quedado dormido durante noches mientras ella
permanecía despierta organizando todo esto, joder.
—¿Eso son gritos? —inquiere mi padre cuando ya estamos en la última
sala de todas, la cual está ambientada a lo Matanza de Texas—. Son ellas,
han ganado —dice sonriendo al reconocer la voz de Sasha.
—¿Otra vez? —Nicholas maldice y yo río de nuevo al ver cómo Alice
sigue intentando quitarse todo el pringue de encima.
Resolvemos la pregunta acerca de la herramienta que usa el asesino de
esta película para matar, y todos salimos por la puerta de forma apresurada
cuando, el sonido de una motosierra tras nosotros, nos indica que
Leatherface se ha unido a la fiesta.
—¡Hemos ganado! —comunica mi tía en cuanto nos reunimos al final
—. ¡Otra vez! —Salta sobre el cuerpo de su primo y éste la sujeta
rompiendo a reír.
—Te odio —dice él con diversión.
—¿Y Hope y Marie? —pregunta mi padre al ver que no están.
—Tu cachorra se ha meado encima nada más empezar, así que Hope se
la ha llevado fuera —responde la rubia poniendo los ojos en blanco—. Así
que os hemos ganado con dos jugadoras en el banquillo —continúa
fanfarroneando.
—¿Dónde está Cassandra? —Kibo da un vistazo a su alrededor—. Y el
de San Francisco.
—Eso, ¿y mi hijo? —averigua Wendy.
—Se han quedado charlando con Michel Myers —ríe Allie mientras
acaricia su barriga—. Cass quería probarse la máscara, así que al final le
han convencido y se han quedado haciéndose fotos.
Kibo suspira y se aleja para salir por la última puerta, que supongo dará
ya a la parte de La Cueva donde nos esperan mi hermana y mi madre. Todos
lo seguimos y yo paso un brazo tras los hombros de Asia para acercarla a
mí.
—Enhorabuena, cada hora de sueño perdida ha merecido la pena. —
Sonrío y ella me da las gracias antes de besarme—. No sabía que fueras
fanática de todo esto.
—Porque no lo soy, pero sabía que Connor sí, así que he buscado un
montón de información para que todo se acercase a la realidad todo lo
posible. Sabía que él lo valoraría.
—¿Y lo ha hecho?
—Sí, ha estado dándome las gracias todo el rato, es un encanto.
—Bueno, ¿y mi premio? —Sasha se aproxima haciendo un gesto con las
manos en dirección a Asia, y esta ríe mientras pasa por detrás de la barra y
saca una caja.
—¿Qué es esto? —La rubia la abre con curiosidad y sonríe con cariño al
ver una corona preciosa, con brillantes y un montón de piedrecitas.
—Tu corona, reina. —Asia se encoge de hombros y sale de la barra para
colocarse a su lado, se la quita de las manos y se la pone.
—¿Cómo sabías que ganaría? —Sasha frunce el ceño—. O que sería la
capitana.
—Bueno, me arriesgué —contesta mi unicornio—. Tú me has enseñado
a darlo todo y has confiado en mí para que prepare la fiesta de tu marido,
así que yo también he confiado en que tú ganarías.
Mi tía no dice nada, solo sonríe y traga saliva antes de acercarla a su
cuerpo y abrazarla, entonces se quita la corona para observarla mejor y Asia
hace un gesto para que el resto del equipo ganador se acerque y entregarles
las medallas que hay en la caja.
—Esto no ha sido barato —comenta la rubia alzando las cejas—. No has
podido pagar esta corona y todo lo que has preparado con el dinero que has
gastado.
—La corona la he encargado yo con el adelanto que me diste de mi
trabajo —confiesa con una sonrisa, y yo termino de enamorarme todavía
más, camino hasta ella y la beso.
Sasha se ha quedado sin palabras, así que musita un “gracias” y se da la
vuelta para que su marido la admire y la llene de besos.
VIII
CASSANDRA

Cuando regresamos a la sala final junto al resto, busco a Kibo para


preguntarle qué tal ha ido todo y si se ha divertido, lo veo sentado en uno de
los sofás junto a Nino, Gabriella, Dante, Asia y Greg, así que voy hacia
ellos.
—O sea que la reina Sasha ha ganado —comento sentándome junto a
Kibo, paso una mano por su brazo para engancharme a él, pero hace un
gesto para apartarme, así que arqueo una ceja y me levanto.
—Espera —dice siguiéndome hasta la barra.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan imbécil, Kibo?
—¿Qué quieres que haga? No puedo evitarlo.
—¿El qué? ¿Ser imbécil? —Me cruzo de brazos y bajo un poco la voz
cuando Colton y su padre giran la cabeza hacia nosotros.
—Desde que ese tío ha llegado, no te has despegado de él.
—Kibo, vino anoche —recuerdo con las cejas alzadas—. No lleva aquí
ni veinticuatro horas.
—Exacto, y ya te tiemblan las piernas en cuanto se te acerca.
—¿Disculpa? —Suelto una carcajada amarga y me llevo la mano al
pecho, incrédula—. Dime que no has dicho lo que acabo de escuchar.
—Es lo que veo, lo siento.
—Pues ve a que te revisen la puta vista —sugiero acercándome más a él
—. Colton es mi mejor amigo desde que tengo memoria, hacía tiempo que
no lo veía y me apetece pasar tiempo con él. Si no puedes entender eso,
entonces es tu jodido problema.
—Pensaba que tu mejor amigo era yo —objeta sin expresión alguna en
su rostro.
—No me acuesto con mis mejores amigos. —Me doy la vuelta y me
meto en el cuarto de baño, cerrando con pestillo por si se le ocurre
seguirme.
Me echo un poco de agua en la nuca y niego mirándome al espejo, llevo
aquí un fin de semana y ya echo de menos a mi madre. Me pregunto qué
habría hecho ella si mi padre le hubiese montado un numerito de celos
como los que Kibo me lleva montando desde que Colton llegó. ¡Que no ha
pasado ni un día!
—¿Me abres? —La voz de Wendy me llega desde el otro lado de la
puerta, así que la dejo pasar—. ¿Estás bien?
—Más o menos. —Me fuerzo a sonreír y ella frunce las cejas—. Echo
de menos a mi madre, necesito que me aconseje y… No sé, ella insistió
mucho en que no me viniese a estudiar a Nueva York, no quiero darle la
razón tan pronto.
—¿Qué ha pasado, Cass?
—Eso me gustaría a mí saber. —Me siento sobre la tapa del retrete y
suspiro—. Kibo está rarísimo, de repente tiene celos de Colton y me parece
super injusto porque no lo conoce.
—¿De Colton mi Colton? —consulta sorprendida—. Pero si vosotros
siempre os habéis llevado así. A ver, entiendo que mi hijo es un poco… —
Se muerde el labio y tuerce la mirada, buscando la palabra adecuada—. Un
poco como su padre —ríe segundos después—. Pero no sé, tú eres como
una hermana para él, dudo que tenga un interés más allá que el simple
vacile que tiene con todo el mundo, con la diferencia de que vosotros os
conocéis de siempre.
—Pues eso le he dicho a Kibo, pero no lo entiende.
—Bueno, nosotros nos vamos el lunes, así que no te preocupes, Colton
no será un problema para vuestra relación. Aunque…
—Ya sé lo que me vas a decir.
—¿Qué te voy a decir?
—Pues lo mismo que me diría mi madre, seguramente.
Wendy sonríe y asiente, tira de mi mano para que me levante y me
coloca frente al espejo; entonces retira mi larga cabellera castaña hacia atrás
y apoya las manos en mis hombros.
—Conocí a Alexis cuando las dos éramos muy jóvenes, tendrías que
haber visto la facilidad con la que convencía a tu padre de cualquier cosa.
—Ríe con añoranza y yo sonrío al imaginarlo, aún hoy es capaz de hacer lo
que quiere con papá—. Los dos pasaron por momento difíciles, pero eso fue
precisamente lo que más los unió. Si crees que Kibo es un chico que merece
la pena, entonces haz que entienda que, la confianza, es lo más importante
en una pareja. —Se encoge de hombros y yo me giro hacia ella—. Y si no,
que nos lo pregunten a Josh y a mí.
—No me imaginaba que él y Connor se llevasen tan mal.
—Las cosas entre esos dos nunca han sido sencillas, ya se detestaban
incluso antes de que yo llegara. Tienen su propia historia, pero, como todo
el mundo, ¿no? Tú céntrate en hacer y estar con quien te haga feliz, lo
demás da igual.
—Gracias. —La abrazo y ambas salimos del cuarto de baño.
Tengo claro que Kibo me gusta, pero esta nueva versión celosa y
posesiva no, así que espero que solo sea algo pasajero y que se disculpe,
porque ni él ni nadie me va a impedir o va a controlar con quién hablo o
salgo.

ASIA

Pongo la música y los altavoces comienzan a retumbar, toda la familia


se pone en pie y empieza a bailar. Me siento feliz de ver cómo Sasha y
Connor se besan y murmuran cosas, ha sido difícil ver lo mal que lo han
pasado los días que han estado sin hablarse, estos dos nacieron para no
separarse en la vida.
Nino y Gabi hablan en un rincón, él sentado en una baqueta y ella de
pie, por su postura sé que intenta hacerse la dura, pero el italiano… Pues es
italiano, así que no le conlleva mucho esfuerzo hacerla sonreír y dejar que
la bese.
Wendy y Alice se han marchado para que la segunda pueda ducharse y
quitarse la peste de encima, pobre, agradezco que la palanca del vómito
falso no se haya accionado cuando Sasha se ha colocado debajo sin saberlo.
Estoy segura de que los chicos del control la han visto por las cámaras y no
han tenido narices de echarle el vómito por encima.
Colton está bailando con Greg, Nicholas y Allie, cantan la canción a
voces y provocan que todos los demás rompamos en carcajadas por lo mal
que lo hacen. Tras ellos, un poco alejados, Kibo habla con Cassandra, la
cual no parece estar muy contenta.
—¿Será Kibo capaz de arreglarlo? —inquiero entre los brazos de Dante.
—Eso espero, sé que está loco por ella. Si es que mira a Colton —señala
riéndose al ver cómo salta sobre los hombros de Greg y finge ser un
vaquero sobre su caballo—. Cass solo es una amiga para él, y con Gabi lo
único que ha hecho ha sido tontear un poco, pero este tío no ha venido para
eso.
—Bueno, no tiene pinta de ser un chico al que le falte la compañía
femenina —expreso mirándolo, y giro el rostro al ver que Dante no contesta
y tiene una ceja arqueada—. Es guapo, tengo ojos en la cara como para
darme cuenta.
—Tienes unos ojos preciosos, eso es lo que tienes —dice besándome
después.
—No hay nadie más atractivo y que me ponga más que mi rubio —
murmuro sobre sus labios.
—No hace falta que lo jures —bromea entre beso y beso—. Y si no, que
se lo pregunten a tus vecinos, no sé si las paredes de la habitación de tu
apartamento sean lo suficientemente gordas como para que no te escuchen
gritar cuando te corres.
Baja las manos hasta mi trasero y me pega a él, desliza los labios por la
comisura de los míos y los arrastra hasta llegar a mi oído.
—Desde luego, las de la mansión no lo son, así que vamos a tener que
poner remedio a estos días de ayuno, preciosa.
—¿Se te ocurre algo? —averiguo interesada cuando mira a su alrededor.
—Estamos en La Cueva, digo yo que, si hay un buen sitio donde follar,
ese es este. —Tuerce la sonrisa y entrelaza sus dedos con los míos—.
Vamos.
IX
ASIA

Lo sigo sin oponer resistencia y disimula cuando sus padres nos miran,
pero enseguida vuelven a lo suyo y nosotros aprovechamos para ir hacia las
escaleras que dan a la segunda planta. Aquí no hay paredes y todo está lleno
de camas redondas, otras con dosel y sofás que incitan a la lujuria por todas
partes.
—Arriba —dice él y me insta a correr, pero se detiene entre los dos
tramos de escaleras y me empuja contra la pared.
Su lengua me consume, me atrapa y me lleva hasta mis sitios diferentes.
Recorre mi cuerpo con sus manos y regresa arriba para sujetarme por la
cabeza y no dejar que me separe de él ni un centímetro.
Retrocedemos sin dejar de besarnos hasta que nos topamos con el
primer escalón, entonces vuelve a entrelazar nuestros dedos y me lleva
hasta la primera puerta de las muchas habitaciones que hay en La Cueva. La
abre sin prestar atención al interior y, cuando estamos dentro, vuelve a
cerrarla y se gira para observarme.
—«¿Quién os condujo o quién os alumbraba, al salir de esa noche tan
profunda que ennegrece los valles del infierno?» —relato uno de mis
párrafos favoritos del poema del Purgatorio de Dante, de la Divina
Comedia, mientras retrocedo hasta que mis piernas tocan la cama.
—«¿Se han quebrado las leyes del abismo?» —continúa él, dejándome
completamente sorprendida—. «¿O el designio del cielo se ha mudado y
venís, condenada, a mis grutas?»
—No me lo puedo creer. —Sonrío sobre sus labios cuando continúa con
las siguientes líneas.
—Me llamo Dante, preciosa, ¿acaso pensabas que no conocería el
Purgatorio?
Su boca me atrapa de manera hambrienta y de un empujón me tira sobre
la cama, se quita su camiseta y la deja caer en el suelo antes de tumbarse
sobre mí y llenar de besos cada rincón de mi piel.
—Estoy loco por ti, Asia —susurra al regresar a mi boca.
Separo más las piernas cuando la yema de sus dedos asciende por mi
muslo, pierde la mano por interior del vestido y me acaricia por encima de
la ropa interior. Rompo el beso para jadear y me dejo caer en la lujuria de su
mirada, puedo notar cómo me humedezco y él no pregunta antes de tirar
hacia debajo de la goma y hundirse dentro de mí. Encorvo la espalda y trato
de no gritar para no darle la razón, pero no puedo evitarlo y eso solo
provoca que el ritmo de sus dedos se alterne entre uno calmado y otro más
rápido.
—¿Has visto todo lo que tenemos aquí? —Su voz parece llegada del
mismo purgatorio del cual proviene su nombre—. Elige algo.
Se pone de pie y yo me apoyo en los codos para echar un vistazo a la
mesa que hay a unos pasos, nunca había subido aquí, aunque sí había
escuchado hablar sobre la cantidad de juguetes sexuales que se ofrecen,
todos ellos nuevos y en sus respetivos envoltorios.
—Nunca he probado nada de esto —confieso mientras me coloco de
rodillas para quitarme el vestido.
—Si te soy sincero, yo tampoco. —Ríe y coge un consolador al azar, el
cual parece tener algunos botones pequeños—. ¿Qué te parece este? —Lo
lanza sobre el colchón y termina de desnudarse mientras yo curioseo el
vibrador.
Mi rubio se coloca de rodillas sobre la cama completamente expuesto y
preparado para mí, no me avergüenzo ni disimulo al ver la prominente
erección que me ofrece, así como tampoco me contengo cuando me dan
ganas de meterla en mi boca. Los labios de Dante dibujan una o, pero sus
ojos no se separan de los míos cuando introduzco su miembro en mi boca
hasta donde la garganta me lo permite.
—Joder, Asia —gruñe y sus dedos se pierden entre los mechones de mi
pelo cuando lo sujetan con fuerza y tira hacia atrás.
Él decide cuando me deja acercarme y cuando no, él decide cuándo mi
lengua lo alcanza y cuando solo necesita mirarme.
—Túmbate —pide poco después.
Se posiciona a mi lado y busca mis labios para distraerme mientras
coloca el vibrador en el punto preciso y, entonces, lo enciende.
—¡Ah! —Echo la cabeza hacia atrás y él aprovecha para mordisquear y
lamer mi cuello, justo ahí donde sabe que me pierdo.
Puedo notar cómo me penetra con el aparato al mismo tiempo que no
deja de vibrar, y es demasiado para mí, no tardo más de unos pocos minutos
en tener un orgasmo que solo sirve para darle la razón en cuanto al elevando
todo de mis gemidos.
—Sabes que ahora voy a follarte, ¿verdad? —señala haciendo que me
coloque de costado a la vez que él se tumba tras de mí.
—No tenía ninguna duda de ello —digo antes de besarlo.
Echo la mano hacia atrás para buscarlo, pero siento cómo se está
colocando el preservativo, así que la subo para sujetar su cabeza y él mismo
se encarga de penetrarme con fuerza cuando está correctamente
posicionado.
—¿Te gusta así? —murmura en mi oído mientras me lo hace, primero
despacio y después más deprisa.
—Sí —jadeo con los ojos cerrados.
El ritmo de sus caderas aumenta, y sé que su orgasmo está cerca
minutos después cuando lleva los dedos hasta mi clítoris y comienza a jugar
con él.
—Quiero que te corras conmigo.
Lo miro y no despego mis pupilas de las suyas hasta que me veo
obligada a cerrar los ojos cuando los calambres hacen que todo mi cuerpo
convulsione más que antes. El rubio gruñe en mi oído y eso solo hace que el
orgasmo sea aún mayor.
Me dejo caer extasiada y paso la lengua por mis labios para
humedecerlos y tragar saliva, entonces abro los ojos y veo el cartel sobre la
cama, identificador de que acabamos de follar como nunca en una
habitación llamada “La luxure”.

GABI

Aspiro en profundidad cuando el olor a bacon entra por debajo de la


puerta y llega hasta mi cama, me levanto el antifaz rosa a tiempo de ver
cómo Nino sale del cuarto de baño desnudo, secándose el pelo con una
toalla blanca. Me relamo y apoyo los codos en el colchón para mirar mejor,
él finge no darse cuenta y saca un bóxer azul marino del cajón, se lo pone y
después observa su reflejo en el espejo para peinarse como le gusta.
—¿Tienes hambre? —consulta con voz sosegada al mismo tiempo que
rodea la cama para besarme.
—Tenía hambre hace un momento cuando el bacon ha invadido la
habitación, pero ahora que te he visto desnudo, estoy famélica. —Reímos y
rodeo su cuerpo para tirarlo sobre mí.
—¿Ya me has perdonado? —Acaricia mis labios y se coloca de costado.
—¿Por ser un celoso posesivo y paranoico?
—Sí, aunque lo de paranoico... —Se calla al ver cómo alzo una ceja,
suspira y deposita un beso en mis labios—. Lo siento, sé que Colton no
significa nada para ti, pero no puedo evitar molestarme cuando veo cómo
trata de meterse en tus bragas.
—No me gustan las bragas.
—Tanga, me has entendido, joder. ¿Puedes tomarme en serio un
minuto? —Frunce el ceño y yo río para quitar hierro al asunto.
—Número uno: Colton no significa nada para mí, aparte de un chico con
el que compartí algunos ratos cuando fui a San Francisco. Y número dos:
no quiere meterse en ninguna parte, simplemente es un chico travieso al que
le gusta divertirse, pero dudo que lo haga con malicia.
Me levanto de la cama para ir hacia el cuarto de baño a lavarme los
dientes, Nino termina de vestirse y, por cómo me mira de reojo, sé que
prefiere dar el tema por zanjado. Los de San Francisco se marchan en unas
horas, así que ¿para qué darle más vueltas al asunto?
Cuando entramos en el comedor, la mayoría de la gente ya está aquí,
desayunando algunos sentados en las sillas, otros de pie y varios en el sofá.
Lo cierto es que tengo ganas de que la calma regrese un poco a la casa, hay
demasiadas personas y es bastante caótico. Además, a estos no les gusta
todo el tema del crimen organizado y de las armas, de modo que hemos
tenido que disimular todo lo que hemos podido, y resulta agotador.
—Bueno, chicos, nosotros tenemos que ir yendo hacia el aeropuerto ya
—comenta Wendy cuando nos ve aparecer, se dirige a su hijo y le acaricia
la cabeza para llamar su atención. Colton asiente y busca a Cass con la
mirada.
Observo cómo Kibo se da la vuelta rabioso, sé que se muere de celos y,
por experiencia, eso solo conseguirá que Cassandra se aleje de él; no es una
chica a la que pueda controlar, en eso se parece a mí.
—¿Cuándo voy a volver a verte? —Colton le habla en voz privada
cuando ella se acerca cabizbaja—. Oye, no se te ocurra ponerte a llorar.
—Te he echado muchísimo de menos y ahora... —Traga saliva y lo
abraza, Colton hunde los dedos en su cabello y cierra los ojos—. Es que ha
sido tan poco tiempo, que se me ha pasado volando.
—Verás cómo antes de que te des cuenta, estamos comiendo alitas de
pollo fritas en el malecón. —Le guiña un ojo y pestañea varias veces, si no
fuera porque creo que es imposible, pensaría que Colton también se ha
emocionado por tener que despedirse.
Vuelven a abrazarse y Kibo pasa por delante de nosotros para salir al
jardín, ignorando las palabras en voz baja de Dante, el cual, supongo, le está
diciendo que disimule y no se comporte como un loco celoso.
Tras separarse de Cass, aunque sin soltar sus dedos entrelazados, Colton
me mira, después mira a Nino y de nuevo regresa a mí. Sé que, si él no
estuviese, probablemente soltaría algún comentario sarcástico para
ruborizarme, pero evita hacerlo por Nino. Tan solo me guiña un ojo y se
gira hacia su madre, Wendy, cuando escuchamos cómo se despide de mi
padre.
—¿Queréis que os haga una foto? —Sasha arquea una ceja con los
brazos cruzados—. Así podrás pegarla en tu carpeta cual colegiala
enamorada.
—Me alegra ver que no has cambiado, sigues siendo igual de zorra —
contesta Wendy con una sonrisa irónica. Mi madre, para sorpresa de todos,
solo se carcajea y le muestra su dedo corazón antes de dar otro bocado a su
tostada llena de mermelada de albaricoque.
—Os espero en el coche, no tardéis. —Es lo único que dice Josh antes
de desaparecer por la puerta.
La tía Alice se despide de su hermano y después de mí, también abrazo
a mi primo Gregg y los acompañamos hasta la puerta principal, donde Josh
está guardando las maletas con ayuda de nuestro chófer.
—Cielo, prométeme que me llamarás si necesitas hablar —pide Wendy
a Cassandra, la cual asiente y se limpia las lágrimas—. Y no se te ocurra
dejar de ser tú misma. Por nadie. —Especifica antes de besar su frente e ir
hacia el vehículo.
El último en montar es Colton, que se ve incapaz de soltarse de su mejor
amiga, la cual no puede dejar de llorar. Ambos se dicen que se quieren, él
besa la frente de ella y se monta en el asiento trasero, pidiendo a nuestro
chófer que arranque antes de volver a bajarse de él.
Hasta la próxima, San Francisco.
X
3 MESES DESPUÉS

NINO

No me doy cuenta de lo agotado que estoy de entrenar hasta que Gabi


entra en el gimnasio de la mansión con un batido de proteínas, lo deja sobre
la mesilla de metal reflectante y me lanza una toalla, la cual aterriza sobre
mis pectorales.
—¿Piensas batir algún récord? —observa al mismo tiempo que pasa la
lengua por sus labios para recoger los restos de líquido que han quedado
tras dar un sorbo.
—¿A qué te refieres?
—Llevas casi tres horas aquí metido.
—No me había dado cuenta, pero sí, estoy cansado. —Me seco el sudor
y camino hasta ella para aceptar la bebida, la sigo con la mirada mientras se
coloca delante del enorme espejo que su madre mandó instalar hace años y
me busca con los ojos—. ¿Tus padres han decidido algo ya acerca de lo de
irnos a vivir tú y yo solos?
—Sí, y no suelen ponerse de acuerdo casi nunca, pero en esto coinciden.
—Suspira y niega con la cabeza—. Dicen que soy una cría y que no piensan
permitir que viva sola con un chico, y menos sabiendo todo lo que nos
rodea.
—Comprendo, era de esperar. No me sorprende en absoluto su decisión.
—Extiendo la mano para que se acerque—. Además, los mensajes
amenazadores que no habéis dejado de recibir durante los últimos meses, no
ayudan mucho.
—Lo sé, encima no somos capaces de averiguar de dónde proceden.
—Es imposible —interviene Dante al entrar en el gimnasio preparado
para entrenar junto a Asia—, siempre usan un móvil de prepago distinto y
la señal viene de diferentes repetidores. Sea quien sea, sabe bien lo que
hace.
—Sasha está desesperada —comenta Asia tras subirse a la cinta de
correr—, si la vieseis en el trabajo… Ha despedido a cuatro empleados esta
semana.
—Joder. —El rubio niega con la cabeza y coge un par de pesas.
—Lo que no entiendo es por qué no ponéis vigilancia a todas las
personas de las que sospecháis —reflexiono en voz alta—. Han pasado más
de tres meses y estamos igual, ¿a qué espera Hell para actuar?
—No quiere precipitarse y dar un paso en falso —contesta su hijo—, no
tenemos pruebas ni hilos de los que tirar. Aunque vigilásemos a todos, ¿de
qué serviría? No podemos seguir a todo el puto instituto, debemos esperar a
que cometa algún error y se descubra algo que nos sirva de ayuda.

El tic de mi pierna no para mientras aguardo en el coche en frente del


instituto, estoy harto de no hacer nada y de ver cómo todos los Ivankov
mantienen acaloradas discusiones, padres con hijos, acerca de quién podría
ser la persona que ha estado jodiéndonos a todos estos meses. El mensaje
que mandaron a Connor sobre mi encuentro en el servicio con Gabi, o el
rumor acerca de que Richard andaba metido en el narcotráfico, solo fueron
el comienzo.
Estas semanas quien quiera que sea ha ido sobre todo a por Sasha, se las
ha ingeniado para lanzar falsas noticias de que la marca Ivankova es un
fraude, que se usa para lavar dinero ilegal, que las modelos usadas para la
publicidad son prostitutas de los clubs de la familia y muchas más cosas del
estilo. La familia apenas puede dar un paso sin que algún paparazzi lo
aborde con preguntas sobre la reina de la moda.
—¿Y este a dónde cojones va? —Me pregunto a mí mismo en el interior
del vehículo cuando diviso a lo lejos cómo Connor detiene su coche en el
parking del instituto, ¿viene a recoger a Gabi?
Voy a salir cuando de repente la persona de la cual sospeché desde el
inicio baja las escaleras traseras, mirando hacia todos lados como queriendo
asegurarse de que nadie se percata de lo que va a hacer.
Connor entra en el interior del colegio, tal vez ha venido a hablar con
algún profesor, no tengo ni idea, lo que llama mi atención es que quien ha
estado jodiéndonos se agacha junto al 4x4 de mi suegro, abre la mochila
que lleva y se pone a manipular algo que desde aquí no alcanzo a ver.
Saco mi móvil para llamar a Gabi, esto no me gusta nada, aún no ha
llegado la hora de salida, de modo que en el aparcamiento todavía no hay
casi nadie, pero si lo que esa persona está colocando es lo que creo que es,
tengo que sacar a todo el mundo de aquí.
—¿Qué quieres? —susurra mi chica en voz baja—. Estoy en clase.
—Tu padre acaba de entrar en el colegio, tienes que salir, está pasando
algo.
—Que estoy en medio de un examen.
Escucho otra voz de fondo y a Gabi disculpándose, después ruidos y a
continuación de nuevo su voz al otro lado del altavoz.
—¡Me acaban de echar de clase, Nino! ¡Y me han suspendido! ¿¡Se
puede saber qué es tan importante y dónde coño estás!?
—Sal al aparcamiento. No, espera, no salgas, entro yo.
Me aseguro de que nadie me vea y corro al interior de la Trinity, Gabi
me espera junto a las taquillas con las manos extendidas en señal
interrogante y una expresión furiosa.
—Tenemos que buscar a tu padre y avisar al director, están poniendo
una bomba en su coche —explico a la vez que tiro de su mano en dirección
contraria al parking.
—Pero ¿¡qué dices!? —Frena en seco y yo trato de que camine, pero
ella señala la puerta de al lado, haciendo que recuerde que aquí también se
encuentran Dante, Asia y Kibo.
Sin dudarlo ni un momento, abre la puerta de par en par, toda la clase la
observa, pero nadie dice nada, solo el profesor. Sin embargo, Dante, Asia y
Kibo se levantan sin necesidad de que Gabi o yo abramos la boca, supongo
que nuestro rostro habla por sí solo.
—Están poniendo una bomba en el coche de Connor, tenemos que sacar
a todo el mundo de aquí —informo mientras caminamos hacia el despacho
del director.
—¿Quién? —inquiere el rubio.
—No lo sé —miento. Necesito obtener pruebas reales de la identidad de
la persona que lo ha hecho, o no me creerán, pensarán que me he
equivocado o que la he confundido.
Atravesamos la puerta que separa el pasillo en dos mitades, yo el último,
en ese mismo instante la sirena que indica el final de las clases suena y todo
se vuelve una jungla.
El pasillo se llena de alumnos en pocos segundos, nosotros nos miramos
sin saber cómo actuar, pero todo termina de empeorar al ver a Connor
saliendo del cuarto de baño y yendo hacia la salida. El rostro de Gabi se
desencaja y todos empezamos a gritar su nombre, algo en vano puesto que
hay muchísimo ruido.
Dejo a todos atrás y corro, me abro paso entre la gente, salto mochilas
tiradas en el suelo y empujo cual jugador de rugby. Sé que Gabi y el resto
vienen por detrás, escucho cómo advierten a la gente que corran, que se
alejen, la voz de Asia gritando "bomba" queda muy por detrás de mí cuando
al fin llego al aparcamiento.
—¡Connor! —Vacío mis pulmones en el grito más desgarrador que he
dado hasta la fecha—. ¡Una bomba! ¡Connor!
La gente que me escucha y advierte el pánico en mi cara echa a correr
despavorida, yo ignoro a todo el mundo, tan solo me centro en llegar hasta
él, quien, al parecer, lleva los auriculares puestos; por un instante me
pregunto qué canción estará escuchando.
Entonces, sujeta la manilla del vehículo y alza la mirada, sus ojos se
cruzan con los míos y no me detengo a pesar de ser consciente de que en
cualquier instante esa bomba puede llevarnos a los dos por delante. Su
rostro se contrae al ver a todo el mundo corriendo, algo de lo que no se
había percatado hasta el momento.
Mi cuerpo impacta con fuerza contra el suyo apenas unos segundos
antes de que el cielo se tiña de fuego y humo negro.
XI
SASHA

Mi móvil suena sobre el mostrador de la entrada de mi oficina, donde


acabo de dejar una nueva pila de currículums, estoy harta de la gente
incompetente.
—Hola, ¿Sasha?
—Sí, ¿qué pasa? —contesto. Me muerdo el borde de la uña postiza
mientras miro a mi ayudante, el cual se ha quedado para cotillear.
—Oye, tienes que venir, ha pasado algo...
Por su voz sé que se trata de algo grave, de modo que únicamente cojo
mi bolso y salgo corriendo hacia las escaleras sin despegarme del teléfono.
—Hope, ¿puedes ser más precisa? —suplico bajando los escalones.
—No voy a decírtelo por teléfono, ven a casa —contesta antes de colgar.
No intento volver a llamarla porque sé que habrá apagado el móvil, y
eso únicamente me confirma que se trata de algo grave de verdad.
Derrapo por el garaje para subir la cuesta que da a la calle principal del
Upper, pero todo está colapsado de coches, y es entonces cuando, a través
del cristal, veo una enorme cortina de humo a lo lejos, en el lado opuesto a
Central Park. Una nausea sube por mi garganta al pensar que puede
proceder del colegio de mi hija, de modo que enciendo la radio y termino de
marearme al escuchar lo que dicen, junto al sonido de sirenas y helicópteros
en el aire.
—«Hace apenas unos minutos una bomba ha estallado en el
aparcamiento de la Trinity School, institución a la que acuden numerosos
jóvenes de la élite de Nueva York. No tenemos más detalles, solo sabemos
que acababan de finalizar las clases y los alumnos se disponían a dar por
terminado el día escolar. La policía y el cuerpo de bomberos...»
Dejo de escuchar. La vista se me nubla y necesito salir del coche, el
ruido en la calle es ensordecedor, huele a gasolina y la gente grita y aprieta
el claxon de sus vehículos, queriendo avanzar por una vía totalmente
anegada.
Miro a mi alrededor, necesito llegar hasta mi familia, ahora mismo
robaría un puto helicóptero si pudiese llegar hasta alguno, pero lo que más a
mano tengo es la moto de un hombre que teclea en su móvil como si no
tuviese ninguna prisa, de modo que corro hasta él sobre mis Ivankova
negros y me detengo a su lado.
—Bájate, necesito tu moto.
—¿Qué dices? Lárgate, anda. —Ríe y no levanta ni la mirada.
—Bájate. —Pego el cañón de mi 9mm a su frente, y entonces sí que alza
la vista y casi juraría que se está meando encima.
Me deja hasta el casco, pero no lo cojo, acelero a fondo y me meto entre
los coches, esquivando personas, señales y saltándome todos los semáforos.
Atravieso Manhattan y, por un momento, pienso en ir al colegio, pero Hope
me ha dicho que vaya a la mansión, y lo que ella dice es como una biblia
sagrada para mí, de modo que no dudo y cruzo el puente, Mott Haven y no
me detengo hasta llegar a las puertas de la mansión.
Me bajo porque no tengo tiempo de esperar a que me abran, y corro
despavorida hasta la puerta principal, la cual está abierta y un médico
saliendo por ella.
—¿Qué coño ha pasado? ¿Dónde está Gabi? —inquiero cuando entro en
la mansión.
—¡Mamá! —Mi niña corre hasta mí, separo mis brazos y ella llora
desconsolada sobre mi pecho, lo que hace que una punzada de dolor en mis
entrañas me haga soltarla de golpe y buscar su mirada.
—Connor —digo en cuanto comprendo su angustia. Ella rompe a llorar
de nuevo con más fuerza, el resto de mi familia me observa con la misma
expresión—. ¿Dónde está? ¡Que alguien me diga qué ha pasado!
—Han puesto una bomba en su coche —habla entonces mi hermano
mayor, mi protector, el que siempre ha velado por mí y por mi mellizo—.
Está vivo —dice a la vez que tira de mi mano para abrazarme.
—Nino le ha salvado la vida —interviene Hope secando las lágrimas
que no sabía que estaba derramando—, ambos están en el dormitorio, el
médico acaba de verlos.
Corro escaleras arriba y abro puertas hasta que los encuentro a ambos en
una de las habitaciones de invitados, donde hay dos camas individuales. En
cuanto Connor me ve, sus ojos se inundan de lágrimas y yo me apresuro
para que él no haga movimientos. Su pierna derecha está vendada hasta el
muslo, al igual que parte de la cabeza; tiene moratones tanto en la cara
como en el pecho.
—Nena, lo siento —balbucea a la vez que acaricia mi pelo cuando
escondo el rostro en su cuello—. Debí ser más cuidadoso, no esperaba que
fuesen a…
—Shh. —Coloco un dedo sobre sus labios e inspecciono su rostro—.
¿Cómo te encuentras? ¿Qué ha pasado?
—Me siento como si una manada de rinocerontes me hubiese pateado el
culo. —Tose y se lleva la mano al pecho con una mueca de dolor—.
Niniano me ha salvado, no me di cuenta de nada porque llevaba la música
puesta, hasta que vi a todo el mundo corriendo por el aparcamiento y él
hacia mí, con la cara descompuesta señalando el coche. Se abalanzó encima
de mí y me empujó unos cuantos metros hasta el césped, entonces la bomba
explotó. Hell dice que, una de dos, o el mando de accionamiento sufrió un
retroceso y por eso no impactó de inmediato, o la persona que lo puso en
realidad no quería matarnos.
Volteo el rostro hacia el italiano cuando escucho el llanto de Gabi junto
a él, acariciando su mano. Beso los labios de mi marido con cuidado y me
levanto de su cama para acercarme a Nino.
—¿Cómo está él?
—El médico ha dicho que puede tardar unas horas en despertar, cayó
sobre Connor, de modo que se llevó el mayor impacto —informa Hell desde
la puerta.
—Su cara… —Mi hija pasa los dedos por encima de un apósito que
recorre el rostro de su novio desde la barbilla hasta por encima de la ceja
derecha, pasando por el ojo y la mejilla.
—Tendrá una cicatriz sexy que lo hará inigualable —aseguro buscando
la mirada de mi pequeña, ella suelta una pequeña carcajada llena de
lágrimas y asiente—. Ha salvado la vida de tu padre, eso nunca se nos
olvidará.

DANTE
—De acuerdo, ¿qué tenemos? ¿En qué punto estamos? —Nos reunimos
en el despacho, agotados mentalmente por los últimos meses sin nuevas
averiguaciones.
—Esto nos está llevando demasiado tiempo —comenta mi tío Nick
acariciando la barriga de Allie, cuyo embarazo avanza con éxito.
—Esta gente es profesional, ha pasado mucho tiempo y no hemos
podido averiguar un puto nombre. —Miro a mi padre, quien se encuentra
rascando su barbilla, pensativo, sentado en su silla tras el escritorio—. Tal
vez sea hora de abrir nuestras miras…
—¿A qué te refieres? —cuestiona mi unicornio. Hoy está especialmente
preciosa, se ha hecho unos tirabuzones que le adornan el rostro de un modo
angelical que me vuelve loco.
—Todos estamos seguros de que nuestros amigos no son, que no nos
traicionarían, quizá por eso no hemos avanzado.
—¿Ahora dudas de ellos? —Kibo alza las cejas, ofendido—. Yo sigo
estando completamente convencido de que ninguno de ellos sería capaz de
estar detrás de esto.
—Solo puedes confiar en la familia, hijo —dice su padre a la vez que
palmea su hombro.
—Yo estoy dispuesta a todo —interviene Gabi—, solo quiero encontrar
al cabrón que le ha hecho esto a mi padre y a Nino. Pienso rajarle la
garganta yo misma.
—Eso no será necesario. —Sasha ojea la pantalla de su móvil cuando
suena, pero lo ignora—. Y recordad todos que puede ser una mujer, no
sabemos de quién se trata, no tenemos ni puta idea, joder.
—Si hasta ahora hemos estado alerta, a partir de hoy os quiero a todos
con mil ojos. —Hell se pone en pie—. Cualquier cosa rara que veáis, por
pequeña que sea, algo que os haga desconfiar, que no os cuadre. —Nos
observa mientras camina—. Obedeced a vuestro instinto, esto tiene que
acabar, hoy han sido Connor y Nino, pero mañana podríamos ser cualquier
de nosotros. Un bebé está creciendo en el vientre de Allie, debemos poner
fin a esta mierda cuanto antes.
XII
NINO

Pego mi espalda a la pared de fuera del vestuario y contengo la


respiración, aguardo nervioso a que la persona que vi en el aparcamiento
deje su mochila en la taquilla y salga junto al resto, y me aproximo con
cuidado.

Aún no me acostumbro a mi nueva imagen cada vez que mi reflejo se


proyecta en los espejos a mi paso, la marca que atraviesa mi rostro está
cicatrizando bien, y debo agradecer que al menos no he perdido la visión.
Gabi deposita besos en todo mi rostro cada vez que me ve mirándome a mí
mismo, repite que me hace aún más sexy y que no hubiese soportado que
aquella bomba acabase conmigo o con su padre. Sasha y Connor, el cual
también está recuperándose, me dieron las gracias y por su forma de
hacerlo, me dejaron claro que esto es algo que nunca olvidarán.
Supongo que salvar la vida de tu suegro te da muchos puntos en la
familia.

—Vamos, vamos. —Me repito a mí mismo en voz baja a la vez que trato
de abrir la taquilla—. Bien, ¿dónde tienes el móvil?
Lo encuentro en el bolsillo exterior de la mochila, conecto a él el equipo
que me enseñaron a usar en la ‘Ndrangheta hace años y espero ansioso a
que cargue. En cuanto las tres lucecitas verdes se encienden y la Tablet me
refleja todo el sistema operativo del móvil, lo desconecto y vuelvo a dejarlo
todo donde estaba.
He pinchado el teléfono.
Subo las escaleras sin levantar sospechas, me reúno con Gabi en la
cafetería y beso sus labios adelantándome a su pregunta.
—Estaba en el baño, ¿ya has acabado? —Observo su bandeja con la
manzana terminada y el plato de puré de patatas casi vacío.
—Sí, esto está bastante tranquilo, las animadoras y los jugadores se
están preparando para el partido de hoy. Espero que Dante y Kibo sean
capaces de centrarse, todo esto los tiene super ausentes.
—Como a todos…
—¿No sabes nada de tu hermana? —cuestiona como cada día desde que
Fio regresó a Italia.
—No, no me habla, supongo que tomé mi elección al quedarme a tu
lado y no marchar con ella.
—Siento que tuvieses que elegir. —Acaricia mi rostro y apoya su frente
en la mía antes de besarme—. Sabes que esta es tu familia, mis padres te
quieren como a uno más, has hecho más por nosotros que muchas otras
personas que decían ser aliados.
—Por desgracia es muy difícil encontrar alguien en quien confiar de
verdad.
—Yo confío en ti, Nino. —Sostiene mi mirada.
—Y yo en ti.

Después de dejar a Gabi en la mansión para estar con sus padres, me


marcho con la excusa de que tengo que hacer unas compras. Esta noche han
organizado una cena, quieren pasar una velada tranquila y disfrutar los unos
de los otros, últimamente las cosas han sido tan complicadas que se les ha
olvidado lo que es disfrutar como si no sucediese nada; como si nadie
quisiese matarlos.
Permanezco en el interior del vehículo aparcado en el centro comercial,
aguardando a que la persona a quien le he pinchado el móvil se despierte de
la siesta y me dé las pruebas que necesito. Me he metido en la cámara y en
el micrófono, de modo que tengo acceso a todo lo que suceda siempre que
lleve el teléfono encima.
—Despierta, tengo que marcharme. —La voz de una mujer se escucha a
lo lejos.
—¿A dónde vas?
La imagen de la persona en cuyo móvil me he metido, lo coge para,
supongo, mirar la hora o ver sus notificaciones, apareciendo su rostro de
lleno en pantalla. Ajeno a que yo estoy al otro lado.
A continuación, se ve cómo camina con el aparato entre sus dedos hasta
dejarlo de nuevo sobre alguna superficie que me muestra el techo de lo que
parece ser el salón.
—¿Los has visto en el instituto?
—Sí.
—¿Y? ¿Te han comentado algo? ¿Sospechan de alguien?
—Están más perdidos que al principio.
—Estás haciendo un buen trabajo, cariño.

ASIA

—¿Se puede saber qué miras? —Dante acaricia mi mejilla y me observa


mientras vemos un programa en la televisión.
—A ti. Sigo sin acostumbrarme a tu belleza.
—Qué tonto eres. —Sonrío y le beso.
—Soy tan afortunado de tenerte que a veces se me olvida, y lo siento
por eso.
—¿Qué pasa? ¿A qué viene esto? —Me incorporo y frunzo el ceño.
—No pasa nada, sin contar lo obvio, es solo que siento que a veces no te
digo lo suficiente que te quiero. Que te has convertido es una de las
personas más importantes de mi vida, Asia.
—Tú también para mí, rubio.
Nos observamos en silencio durante algunos segundos, hasta que Sasha
nos llama para que nos levantemos a cenar. Dante tira de mi mano y ambos
nos acercamos hasta la mesa, llena ya de comida deliciosa que huele de
maravilla, toda cocinada por el servicio de la casa.
—Menuda pinta tiene todo. —Hell aspira el aroma por la nariz y
acaricia el trasero de su mujer, le guiña un ojo y se sienta a su lado.
—Me alegra ver que pensáis en las embarazadas, tengo que comer por
dos —bromea Allie antes de llenar su boca con un puñado de patatas fritas
—. Así me estoy poniendo, madre mía.
—Amor, estás más preciosa que nunca, y rellena de una criatura que me
va a hacer el hombre más feliz del mundo. —Besa el dorso de su mano y
ella ríe.
—Oye, ¿estás bien? —Gabi busca la mirada de Nino, el cual se
encuentra ausente desde que ha llegado hace un rato.
Asiente con la cabeza sin decir nada, y acepta una copa de vino que le
pasa su suegro.
—Venga, a comer, que esto se enfría y no sabe igual. —Nick alza su
vaso y todos brindamos con una sonrisa.
La cena avanza con tranquilidad, reímos y hacemos comentarios sin
importancia en un ambiente relajado que hacía tiempo que no se daba por
aquí. Las parejas se besan y todos bromeamos tratando, en silencio, de no
hablar sobre lo que lleva volviendo locas nuestras vidas desde hace meses.
Sin embargo, supongo que eso es imposible cuando tratan de matarte.
—Mamá, ¿puedo irme ya a mi cuarto? Tengo que estudiar. —Marie se
retira de la mesa un rato después y Hope asiente con una sonrisa.
—Bueno, ¿alguien tiene algo nuevo que contar? —pregunta entonces
Vladimir.
—Yo… —Gabi evita alzar la vista—. No sé, lo he estado pensando y
creo que Grigori podría ser el traidor. Lo siento, Kibo —añade cuando su
primo la mira con incredulidad.
—¿De qué cojones estás hablando? ¿Por qué él y no cualquiera de tus
amigos?
—Piénsalo, no sabemos nada de él.
—Tú no sabrás nada de él, yo conozco toda su vida, he estado en su
casa, conozco a su madre y…
—¿Y a su padre? —Hell se limpia la boca con una servilleta y une sus
dedos sobre la mesa tras apoyar los codos en el borde.
—¿Qué pasa con él?
—No lo conoces, no sabes quién es, en realidad podría haberse
inventado una vida y ser un completo desconocido. Ser el traidor.
—Dejadlo en paz, no es él —advierte cerrando los ojos y tratando de
hablar de un modo calmado—. ¿Dante?
—No sé qué decir… —Mi rubio duda, sé que quiere apoyarlo, pero que
está igual de perdido que el resto.
—De puta madre, ¿tú también? —Se pone en pie y da un fuerte golpe
sobre la mesa.
—Siéntate, Kibo. —Le ordena su abuelo con voz sosegada—. Obedece,
chico.
—¡Podría ser cualquiera! —exclama aún de pie mirándonos a todos—.
¡Dadme una prueba, solo una, de que él es el traidor!
—Kibo, siéntate. —Nino también se levanta, y ahora todas las miradas
se centran en él.
—¿Y tú qué tienes que decir?
Entonces el italiano se aleja unos pasos, la familia al completo guarda
silencio y espera a que regrese con una tablet en sus manos, la cual coloca
en el centro de la mesa. Alza la mirada hacia Kibo y musita un “lo siento”
antes de darle al play.
XIII
DANTE

A medida que los segundos pasan y la grabación que Nino nos muestra
avanza, el rostro de Kibo se descompone poco a poco. Grigori habla con
tanto odio e ira acumulada que todas nuestras sospechas, aquellas que todos
tuvimos en algún momento, pero tratamos de negarnos a nosotros mismos,
se descubren.
—No imaginas lo que me está costando, cada vez que los veo solo tengo
ganas de destrozarlos y acabar con ellos uno a uno —dice a su madre con
furia y asco.
Al parecer se trata de la grabación de una conversación que ambos han
tenido, supongo que Nino le habrá pinchado el teléfono para poder disipar
sus dudas. Ha sido el único capaz de pensar con objetividad.
—Oleg estaría muy orgulloso de ti, todo este tiempo merecerá la pena
—responde su madre.
—Eso espero. Ellos son los responsables de que no pudiese conocerlo,
me lo arrebataron igual que a un perro y esa… hija de puta lo torturó de la
forma más ruin.
La frágil copa de cristal que se encuentra entre los dedos de Sasha
estalla en pedazos, la rubia ni siquiera cambia de expresión cuando uno de
los pedazos rasga la palma de su mano. Su rostro está cargado de la misma
furia que las palabras del traidor a quien ahora podemos poner nombre y
cara.
—Relájate, no quiero que te dé otro brote y luego no puedas controlarte.
Todavía no ha llegado el momento de que todo se descubra.
—¿¡Cuándo!?
Grigori aparece en la pantalla de la tablet cuando se pone de pie,
entonces su madre se aproxima a él y le ofrece un cigarro, ambos se lo
encienden y vuelven a desaparecer de la cámara.
—Pronto, ya tengo pensado el próximo paso. De esta no van a poder
librarse.
Nino pulsa de nuevo la pantalla y esta se apaga, imagino que no hablan
de nada más que pueda interesarnos ahora mismo. Gabi no aparta las manos
de su boca, atónita y sin saber qué decir, como la mayoría.
—Ese niñato ha firmado la sentencia de su muerte —promete Sasha, y
se levanta para coger una servilleta con la que limpiarse la sangre y
presionar el corte superficial.
—Hijo… —Mi tío Nathan posa la mano sobre el hombro de Kibo, por
cuyo rostro caen unas cuantas lágrimas que no se esfuerza por ocultar.
—Lo siento —dice Kibo negando con la cabeza—. No… Yo… Debí
darme cuenta.
—Eh, espera. —Lo llamo cuando se levanta y se aleja con paso
apresurado, da un portazo y coge su moto.
—Déjalo —pide Hell—, necesita tiempo.
—Vergüenza me da que haya tenido que venir un italiano a descubrir
quién intenta matar a mi familia. —V se rasca el tabique nasal, los años le
pesan más que nunca—. Ese cabrón debe estar danzando en su tumba.
—Estaba claro que esto era obra de un Kozlov —reflexiona Hope,
sosegada y serena—. Grigori es peligroso, más que su padre porque su
juventud le da una valentía y una inmadurez que lo convierte en
impredecible.
—Pero por lo que hemos escuchado, actúa bajo las órdenes de su madre
—comenta Allie—. Dudo que haga nada sin su consentimiento.
—Esa mujer…
—¿La conoces? —Hell mira a mi abuelo con una ceja arqueada—. No
me digas que…
—Recuerdo su cara, ha envejecido, pero sigue siendo la misma de hace
veinte años. Se escapó de la furgoneta cuando Jax la estaba trasladando a
uno de los clubs, la dimos por muerta después de encontrarla unas horas
más tarde y ver que le habían dado una paliza.
—Dios Santo —murmura mi madre en un gesto reprobatorio.
Yo intento borrar de mi memoria toda la información acerca de lo que
mi abuelo le hizo a mi madre y el modo en el que mis padres se conocieron,
sigo sintiendo una punzada de dolor cuando recuerdo que Vladimir Ivankov
conseguía la mayoría de su capital ilegal secuestrando y prostituyendo a
mujeres. Es algo que nunca podré olvidar ni perdonar, simplemente intento
dejarlo apartado en un lugar oscuro y escondido en lo más profundo de mi
cerebro.
—O sea que de alguna forma ella llegó hasta Oleg —observa Nick
pensativo—, debió de quedarse embarazada y él la ayudaría con el chaval
hasta que Sasha se lo cargó.
—Una lástima no haberle cortado los…
—Nena. —Connor interrumpe a su mujer cuando Gabi la mira confusa.
—Debe morir —decreta Vladimir—, y pronto.

KIBO

Me duele el corazón.
Detengo la moto en frente de la mansión un rato después, tras dar una
vuelta con la moto y estar a punto de ir a casa de Grigori. Quisiera gritarle
cuánto le odio, preguntarle cómo ha sido capaz de hacerme esto, para mí se
había convertido en un hermano, han sido dos años de amistad, ¡dos años!
Tanto tiempo para descubrir ahora que todo ha sido falso, que su odio por
mí y por mi familia es tan grande como lo era mi sentimiento de amistad y
de lealtad hacia él.
Habría matado por alguien que quiere matarme. Irónico.

—Hola, cielo. ¿Cómo estás? —Cass se levanta de las escaleras donde


estaba esperándome y se acerca para abrazarme cuando no respondo.
—Es… surrealista. —Niego con la cabeza y dejo que me guíe hasta el
jardín trasero donde nos sentamos en un banco—. Lo he metido en mi casa,
con mi familia, Cass. Le he contado todo acerca de nosotros, me he abierto
con él como no lo había hecho con nadie.
—Te entiendo, y siento mucho que te haya sucedido esto, sé lo que
Grigori significaba para ti. Dime cómo puedo ayudarte. —Pasa los pulgares
por mis mejillas y me mira.
—Ya me ayudas estando aquí —respondo y busco sus labios.
Nos quedamos un rato abrazados y tumbados en una de las hamacas del
jardín; sé que mi familia está ahí dentro, en el despacho, puedo verlos a
través de las cristaleras planeando cómo matar a quien era, hasta hoy, mi
mejor amigo. No estoy preparado para eso.
—¿Qué… piensas hacer? Con Grigori. —Cass habla como con miedo,
con precaución, tratando se no ser insensible, supongo.
—Matarlo. Sé que es lo que debemos hacer, pero tengo demasiados
sentimientos encontrados. Él no es la persona que yo creía, mi amigo no
existe, nunca ha existido, al menos no como yo lo consideraba. En su lugar
es el hijo del hombre que más ha hecho sufrir a mi familia, que secuestró
y… no quiero ni pensarlo. —Sacudo la cabeza, furioso y rabioso por la
impotencia—. Me siento tan imbécil y tan utilizado. ¿Por qué se acercó a
mí en lugar de a Dante? Supuso que yo sería más débil, más fácil de
engañar.
—Eh, no pienses eso. —Se apoya en el codo para buscar mi mirada—.
Eres un buen chico, noble y con un gran corazón.
—Pues quizá debería ser más hijo de puta para que no me pasen estas
cosas.
—En ese caso yo nunca me habría fijado en ti.
La observo unos segundos, suspiro y me levanto de la hamaca, ella me
imita y me sigue cuando camino al interior de la mansión. Mi familia está
planeando acabar con el enemigo y no pienso dejarla sola. La familia es
sagrada; no se la abandona, no se le traiciona y no se le falla.
XIV
NINO

Me bajo del coche en el centro comercial para comprar algunas cosas


para Gabi, quiero levantarle un poco el ánimo y sé que no hay nada que lo
consiga como un buen conjunto de lencería o unos zapatos.
Estos últimos dos días han sido bastante inestables para todos, desde que
descubrieron que Grigori es el traidor, no han parado de ingeniar formas
para acabar con él, matarlo y eliminar del todo la estirpe de los Kozlov, algo
que creyeron que ya había logrado cuando Sasha mató a Oleg hace ya casi
dos décadas.

Estoy cerca de la puerta cuando me detengo al divisar a unos metros a


alguien que conozco bien, se baja las oscuras gafas de sol y me hace un
gesto con la cabeza para que nos apartemos a una zona con menos gente. Su
caro traje italiano apenas se mueve sobre su cuerpo a medida que camina,
expulsa el humo de un cigarrillo y se voltea para mirarme.
—Pietro, ¿qué haces aquí? —pregunto a la vez que ojeo a mi alrededor,
estoy seguro de que no ha venido solo.
—Qué decepción, primo. —Chasquea la lengua y me observa con
desagrado—. ¿Cuándo te has convertido en la putita de los Ivankov?
—¿Te envía tu padre? ¿Acaso no ha tenido los huevos de venir el mismo
a matarme?
—Marco Manzotti es un hombre ocupado, la ‘Ndrangueta invade toda
su vida, como si no lo supieses ya. Además, no queremos matarte, somos
familia.
—¿Y qué es lo que queréis?
—Que regreses con nosotros, me envían para reconducirte por el buen
camino. —Sonríe con sarcasmo, pasa la lengua por sus labios y se acerca un
paso—. Esa chica no vale que eches toda tu vida por la borda, primo. La
familia te da otra oportunidad.
—Pues dile a la familia de mi parte que pueden meterse su oferta por el
culo —hablo cerca de su rostro.
—¿Desde cuando eres tan mal hablado?
—Adiós, Pietro. —Me doy la vuelta para marchar, pero su voz me
detiene.
—La mataremos.
—Si se os ocurre intentar si quiera ponerle un dedo encima, sabéis que
acabaré con todos vosotros, me habéis entrenado bien.
Rompe en una carcajada y niega con la cabeza, da una calada y me
observa en silencio aún si borrar el gesto divertido de su rostro.
—Sabían que contestarías algo semejante, de modo que te ofrecen otro
trato. Deja a Gabriella Ivankova, aléjate de toda la familia y prometen
inmunidad para ella.
—No voy a hacer eso, Pietro.
—Sabes que no podrás protegerla toda la vida, Niniano. —Su expresión
se torna seria y sé que no bromea—. Si hay algo que caracteriza a la
‘Ndrangueta es la paciencia y la codicia, no pararán hasta que todos los
Ivankov mueran. La pregunta es si dejarás que te arrastren con ellos.
—Dejadlos en paz, mi padre está vivo, encarcelado. No lo mataron, solo
lo entregaron a las autoridades, nos engañaron.
—Aunque eso fuese cierto, de igual forma acabaron con su vida al
entregarlo. Son unos chivatos y la ley frente a los traidores es muy clara. Yo
ya te he dado el mensaje, ahora queda en tu mano qué hacer. Si dejas a
Gabriella, te prometo en nombre de toda la familia que no sufrirá ningún
daño, pero si no lo haces, morirá al igual que su madre y todos los Ivankov.
Sostiene mi mirada algunos segundos y entonces se marcha con paso
tranquilo, elegante y sosegado; si no supiese que es adoptado, creería que
lleva por su cuerpo la sangre de Anna y Marco Manzotti.

No puedo dejar a Gabriella, la amo, nunca pensé que me pasaría esto


con la persona que me mandaron matar, pero ha sucedido. ¿Y ahora debo
dejarla? Ni hablar. Ella es todo mi mundo ahora, no podría… Sin embargo,
conozco a la `Ndrangueta, sé que cumplirán con su palabra de dejarla con
vida si me alejo de ella, de igual forma que la matarán si no lo hago.
—¡Joder! —Golpeo el volante con los puños una y otra vez, furioso e
impotente, perdiendo los papeles como pocas veces he hecho, deseando
poder echar el tiempo atrás y… y no lo sé. ¿No haberla conocido? No, eso
jamás. Todo ha merecido la pena, cada instante a su lado, a pesar de lo que
suceda de ahora en adelante.

Las continuas ganas de llorar me impiden tragar con normalidad cuando


Gabi se queda dormida entre mis brazos mientras vemos una película, el
resto de la familia ya se ha ido a la cama, excepto Sasha, Connor y Hope
que están hablando en el jardín, y Hell que debe estar con sus papeles en el
despacho.
—Te amo —susurro en voz casi imperceptible, dejo la nota que le he
escrito en su regazo y me levanto con sumo cuidado para que no se
despierte.
La observo durante varios minutos desde la puerta, con la cazadora
puesta y las llaves de la moto ya en mi mano, tratando de memorizar todos
sus rasgos y disfrutar de estos últimos instantes. Entonces se remueve un
poco y decido marcharme antes de que abra los ojos, encuentre la nota y se
vuelva loca. Porque sé que lo hará.

GABI

Despego los parpados y busco a Nino a ambos lados del sofá, ¿dónde se
ha metido?
—¿Nino? —llamo mientras me incorporo para levantarme, entonces un
papel cae al suelo y mi estómago se revuelve—. «Gabriella, lamento haber
vuelto tu vida un caos y siento dejarte a través de una nota, pero me he
dado cuenta de que no estoy enamorado y que lo mejor para todos es que
desaparezca de tu vida. Lo siento.»
Alzo la cabeza con los ojos prácticamente fuera de sus órbitas y corro
hasta la puerta gritando su nombre, me resbalo porque voy en calcetines y
estoy a punto de caerme, sin embargo, logro recuperar el equilibrio y salgo
por la puerta principal que estaba medio abierta. Lo encuentro caminando
hacia su moto, se detiene cuando me escucha y su rostro está vacío de
expresión alguna al girarse.
—¿¡Qué mierdas es esto!? —exclamo tirándole la nota a la cara—.
¡Habla!
Sus labios no se despegan, escucho la voz de mi madre por detrás, pero
la ignoro, supongo que la casa entera ha debido despertarse con mis gritos.
—¿¡Acaso no piensas decir nada!? ¿¡Pensabas dejarme con una puta
nota!? ¡Cobarde! —Lo empujo y retrocede varios pasos, sus ojos están
llenos de lágrimas, pero no pestañea para que no se derramen como las mías
—. ¡Di algo! ¡Nino! —Golpeo su pecho con todas mis fuerzas, sujeto sus
mejillas con mis manos y trato de crear alguna reacción por su parte, pero
solo llora.
Entonces sus manos rodean mis muñecas y con suavidad me aleja de su
cuerpo, se sube a la moto y murmura un “lo siento” antes de ponerse el
casco. Intento sujetarlo, pero mi padre me agarra por la cintura y me levanta
cuando empiezo a patalear y a gritar como una loca en pleno ataque
psicótico. El vehículo desaparece por el camino y las puertas metálicas se
cierran tras él, solo entonces papá me suelta y yo caigo de rodillas en el
suelo, mis piernas no pueden sujetarme. Tan solo siento los brazos de mi
madre rodeando mi cuerpo, también de rodillas a mi lado, busca mi mirada
y sus ojos me transmiten seguridad, comprensión y amor. No dice nada, tan
solo me mira y después me abraza de nuevo.
—Entrad todos en casa —ordena sin separarse, no sé quién ha
contemplado la escena, me da igual, obedecen excepto mi padre y mi tía
Hope—. Vamos a levantarnos y a entrar poco a poco.
Dejo que sus palabras me guíen y los cuatro vamos hasta mi dormitorio,
me encuentro sin fuerzas, con una opresión en el pecho y la incapacidad
para respirar con normalidad debido a los llantos intermitentes. Me estoy
ahogando.
—Gabriella, mírame. —Mi madre sujeta mi barbilla con fuerza y me
obliga a no separar mis ojos de los suyos—. Respira conmigo, ¿de acuerdo?
Despacio. —Asiente y trato de imitar la forma en la que coge aire por la
nariz y lo expulsa por la boca, sin embargo, recuerdo de nuevo la cara de
Nino y me doy cuenta de que no me acuerdo de cómo ha sido nuestro
último beso.
—Cariño, tienes que calmarte, bebe un poco de agua.
Cojo el vaso que me tiende mi tía Hope y bebo un par de sorbos entre
llanto y llanto, mi madre acaricia mi cabeza y con su mirada me indica que
beba un poco más.
—Buena chica, ahora vamos a tumbarnos tú y yo.
Me acurruco en la cama con ella frente a mí, no sé si nos hemos
quedado solas, solo sé que sus manos sujetando las mías son lo único que
me sostienen. Me mira en silencio varios minutos, aguardando paciente a
que deje de llorar, o al menos que lo haga con menos ansiedad.
—¿Cómo te llamas? —pregunta entonces—. Vamos, dime tu nombre.
—Gabriella —musito.
—¿Qué más?
—Ivankova.
—Gabriella Ivankova, ¿sabes lo que eso significa? —continúa, y sé lo
que intenta, así que asiento—. Bien, tenías una vida absolutamente
maravillosa antes de que Niniano llegase a ella, ¿la recuerdas?
—No. —Rompo a llorar de nuevo al imaginar cómo será mi vida sin él.
—Tranquila, lo harás —asegura con convicción, como si ella hubiese
pasado por lo mismo que estoy pasando yo ahora—. Te has convertido en el
mayor orgullo de mi vida, Gabi, y eso, viniendo de mí, es algo excepcional.
—Su sonrisa se me contagia un poco—. Eres fuerte, preciosa,
independiente y muy inteligente, sabes que puedes conseguir cualquier cosa
que te propongas, y que tu vida no depende en absoluto de un chico. La
experiencia en esta familia te ha enseñado que la vida es igual de fugaz que
lo que tarda una bala en salir de la recámara, que debemos agarrar cada
momento y exprimirlo como si no fuese a repetirse jamás, y que todo lo que
vivimos, todo, sucede por algo. Niniano llegó a tu vida porque así debía
suceder. —Hace una pausa cuando las lágrimas me invaden una vez más—.
Él tenía que enseñarte lo que es el amor, y el desamor. Lo que es sufrir una
decepción, y levantarte mucho más fuerte. No lo culpes ni pienses que esto
es algo que no vas a superar, él te ha hecho un regalo maravilloso, y ha sido
la experiencia de sentirte viva. Porque no hay nada que te haga sentir más
viva que el amor.
—Quiero que vuelva —sollozo y ella asiente.
—Lo sé, sé que ahora mismo solo sientes que lo necesitas y no ves
cómo será tu día a día sin él, solo ves ese vacío. No voy a decirte que no te
va a costar superarlo y que habrá días en los que creas que no puedes
soportar la tristeza; lo que sí puedo prometerte, es que esto lo superaremos
juntas como que nuestro apellido es Ivankova.
XV
DANTE

—No podemos esperar más, tenemos que ir a por ese cabrón —mascullo
entre dientes, furioso y aún dolido.
Es cierto que yo no tenía con Grigori la misma confianza que Kibo, pero
lo consideraba un buen amigo, alguien cercano en quien confiar y con quien
contar. No sé cómo he podido ser tan estúpido, cómo no nos hemos dado
cuenta ninguno de las intenciones que había tras cada uno de sus gestos de
amistad desinteresados. Já! Hijo de puta, no solo ha dejado hundido a mi
primo, sino que ha hecho que todos desconfiemos aún más de todo el
mundo. Esto nos ha desestabilizado, pero da igual, nos repondremos como
siempre lo hacemos, juntos, en familia.
—Hay que planear algo sólido, cariño. —Mi madre suspira y mira a su
marido—. Ese chico puede ser peor que su padre, Hell, tiene mucho rencor
acumulado desde hace demasiados años, al igual que su madre. Deberíamos
actuar con cautela.
—¿Qué propones? —Sasha entra con una expresión agotada—. Gabi se
acaba de dormir.
—¿Cómo está? —cuestiona Connor, el cual ha considerado que
necesitaban un momento a solas madre e hija.
—Mal, el chico que pensaba que la quería la ha dejado abandonada de
buenas a primeras, ¿cómo va a estar? —Le lanza una mirada de reproche
que no llego a entender, pero entonces cierra los ojos un segundo y Connor
se acerca para abrazarla—. Lo siento, esto ha removido demasiadas cosas
del pasado.
—Gabi saldrá de esta —habla él tras depositar un beso en los labios de
la rubia—. Es igual de fuerte que su madre, y nos tiene a todos nosotros
para recordarle cuánto vale.
Sasha asiente y los dos se vuelven hacia nosotros.
—Lo de Nino no tiene sentido —dice entonces Kibo desde la esquina
donde se encuentra con Cassandra—. Ese chaval está enamorado de verdad,
han tenido que amenazarle o algo para que la deje y se aleje de nosotros.
—Lo sé —asiente Sasha—, pero no quiero decirle nada a Gabi porque
entonces iría como una loca a buscarle. ¿Creéis que ha sido Grigori?
—Lo dudo —digo yo negando con la cabeza—. Nino no se habría
dejado amenazar por él, no le tiene miedo. Solo hay alguien a quien el
italiano teme.
—La ‘Ndrangheta. —Asia juguetea con mi pelo sentada sobre mis
rodillas en una silla—. Han tenido que ser ellos.
—Exacto —coincido—. De alguna forma se han puesto en contacto con
él y han debido convencerle de que la deje, puede que le hayan prometido
inmunidad para ella a cambio, venir solo a por nosotros y dejar con vida a
Gabi.
—¿Qué pasa? —Mi padre responde a una llamada de teléfono y todos
guardamos silencio para ver de qué se trata—. ¿Cuándo? ¿Estáis seguros?
De acuerdo.
—¿Quién era, mi amor? —inquiere Hope.
—Han visto a Pietro Manzotti merodeando por el Bronx.
—Lo sabía. —Chasqueo la lengua, furioso.
—Ese cabrón ha tenido que venir en nombre de la familia, lo habrán
mandado para intentar que Nino regrese con ellos, o para que se quite de en
medio —reflexiona mi primo.
—Maravilloso, dos familias queriendo matar a la mía. La noche mejora
por momentos. —Vladimir Ivankov se enciende un puro sin apartar la
mirada de la ventana, hay tormenta y la lluvia maltrata los cristales con
fuerza—. Apartaremos a los italianos por el momento, hay que acabar con
Kozlov, esto está durando demasiado.
—Opino igual —concuerda mi padre, y mi madre asiente—. Tenemos la
ventaja de que él no sabe que lo hemos descubierto, podríamos hacerlo
venir aquí y pegarle un tiro. Rápido y eficaz.
—Ese chaval no es tan idiota como pensamos, si levantamos la mínima
sospecha y cree que lo sabemos, desaparecerá. —El abuelo se acerca
apoyado en su bastón—. Hay que darle unas vueltas a esto, proceder con
cabeza.

GABI
Me observo en el espejo varios segundos, sin llegar a comprender por
qué Nino me ha hecho esto. ¿Cómo ha sido capaz de dejarme? No solo eso,
sino que encima lo ha hecho a través de una nota. Si algo conozco a Nino, y
creo que lo conozco mucho, sé que puede tener defectos, pero cobarde no es
uno de ellos. Mi italiano jamás hubiese hecho algo así de no ser por algún
motivo oculto, tiene que haber una razón para no haber sido capaz de
dejarme a la cara, y la única que se me ocurre es que en realidad no quería
dejarme. Me ama, lo sé, está tan enamorado de mí como yo de él. Me
jugaría toda mi colección de zapatos.
—Esto no se va a quedar así. —Me digo a mí misma antes de secarme
las lágrimas con rabia y tirarme en la cama para alcanzar mi teléfono en la
mesilla del lado contrario. Lo desbloqueo y sonrío al comprobar que el
localizador del móvil de Nino sigue encendido—. Vas a tener que decírmelo
todo a la cara.
Entro al cuarto de baño, me refresco y aplico una crema calmante para
bajar la hinchazón de los párpados, a continuación, abro los cajones de
maquillaje y me concentro en arreglar este desastre de cara. Nino no se va a
librar de mí sin darme una explicación, si realmente no está enamorado, va
a tener que decírmelo y no a través de una maldita nota.
Me visto con un pantalón cómodo de deporte, unas botas negras y una
sudadera a juego, sport, pero con clase. Bajo las escaleras despacio, pero
retrocedo deprisa porque la puerta del despacho está abierta y toda la
familia está dentro, si mis padres me ven, no me dejarán salir a estas horas,
y menos sabiendo a dónde me dirijo. Me conocen. De modo que miro a mi
alrededor y se me ocurre ir hacia la puerta del jardín para salir por ahí y
rodear la casa.
—¿A dónde va, señorita? —Uno de los escoltas me ve entonces, al
llegar a la fachada principal.
Es el más joven de todos, Ash, creo que tiene unos veintidós años, y ha
estado echándome miradas indiscretas desde el primer día que llegó. Decido
recurrir a mis armas naturales puesto que no puedo dejar que vaya a avisar a
mis padres.
—Necesito que me guardes un secreto —murmuro aproximándome a él,
estoy calada porque no he cogido un paraguas, y él está igual de mojado.
Reconozco que no es nada feo, pero mi corazón tiene dueño italiano.
—¿Cuál?
—Verás, tengo que estudiar para un examen y no quiero preocupar a mi
familia, pero me va bastante mal en la asignatura, no quiero suspender. Y
una amiga me ha dicho que puedo pasar la noche con ella y que me
explicará todo lo que no entiendo.
—No te creo. —Se muestra desconfiado y me tutea, voy a tener que
esforzarme más.
—De acuerdo. —Sonrío y acaricio su pecho bajo el traje y la corbata
que lleva—. He quedado con un chico.
—¿Niniano?
—No, otro. Nino me ha dejado y no pienso quedarme en la cama
llorando, merezco algo mejor, ¿no te parece?
Duda algunos segundos, dirige su mirada hacia la puerta principal de la
mansión y después vuelve a mirarme a mí.
—Y deduzco que no quieres que tus padres se enteren de que vas a salir.
—Deduces bien, ¿vas a ayudarme o me vas a delatar? —Me cruzo de
brazos, empezando a cansarme, tengo que irme ya.
—De acuerdo, pero te llevo yo.
—Ni de coña.
—No voy a dejar que te escapes sola, a medianoche, lloviendo y sin
escolta, Gabriella. Te llevo a donde sea y espero a que termines de… lo que
sea a lo que vas.
—Joder, está bien —acepto a regañadientes, sé que no va a cambiar de
idea—. Vamos, cogeremos un taxi.
—No, tengo el coche fuera de la barrera exterior.
Asiento y lo sigo fingiendo que no estoy haciendo nada malo cuando el
resto de los hombres de seguridad me ven, supongo que al ir con Ash no se
sorprenden mucho de que salga a estas horas.
—¿A dónde vamos? —pregunta cuando ya estamos dentro del vehículo.
—Al hotel Kimpton en Manhattan.
Me lanza una mirada recelosa, pero evita hacer comentarios y se pone
en marcha. Conduce bajo la lluvia y sé que quiere decir algo, aunque no se
atreve por miedo a pasar la línea del respeto con la hija y sobrina de sus
jefes.
—Vamos, suéltalo —digo después de unos minutos.
—No tengo nada que decir.
—Mientes.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Que eres una chica preciosa, divertida y
que Niniano no es consciente de lo que ha perdido esta noche? Ya lo sabes.
Sonrío y lo miro, él no aparta la vista de la carretera, pero de igual forma
le doy las gracias por lo que yo ya me había dicho a mí misma.
—Te espero aquí, no tengas prisa, pero ten el móvil cerca y llámame si
necesitas cualquier cosa, ¿de acuerdo? —pide un rato después cuando
llegamos a la dirección que le he dado.
—Sí, gracias por traerme y por no delatarme, Ash.
—Espero que no me cueste el puesto de trabajo.
—No lo hará.
Me bajo del coche y entro en el hotel, decidida a no marcharme de aquí
sin la explicación que he venido a buscar.
XVI
GABI

Me escondo tras un carro de maletas al ver a Nino dirigirse hacia las


escaleras, pensaba sobornar al recepcionista para que me dijera en qué
habitación está, pero la suerte se ha puesto de mi lado.
Corro y me felicito mentalmente por haberme puesto las botas y no unos
zapatos, puesto que puedo acercarme sin hacer ruido. Subo peldaño tras
peldaño, aprovechando que hay varias personas y puedo pasar
desapercibida, asomo la cabeza para comprobar que no lo he perdido de
vista y me dispongo a seguirlo sin disimular.
—Nino —llamo cuando ya ha abierto la puerta de su dormitorio.
Gira la cabeza y se sorprende al verme, mira hacia ambos lados del
pasillo y enseguida me sujeta por la mano y me mete con rapidez a la
habitación.
—¿Qué haces aquí? ¿Te ha visto alguien?
—¿Quién se supone que no tiene que verme? —Arqueo una ceja—.
Sabía que me estabas ocultando algo, dime qué pasa.
—No pasa nada, Gabi. —Suspira y se apoya en la pared, quiere
mantener la distancia—. Ya te lo dije.
—No, no me dijiste una mierda, lo escribiste que es diferente. —Me
acerco a él y lo obligo a mirarme cuando agacha la cabeza—. ¿No me
quieres?
—Gabi…
—Mírame a los ojos y dime que no estás enamorado de mí.
—No estoy enamorado de ti —dice entonces con una frialdad que no
conocía. Bueno, sí, pero nunca la había tenido conmigo.
—No te creo. —Niego con cabeza, decidida a que todo esto es una
mentira.
Aproximo mi rostro al suyo despacio, sus ojos no se apartan y por un
segundo nuestros labios se tocan, pero entonces gira la cabeza y me
rechaza.
—¿Qué ha cambiado de repente? Hace unas horas todo estaba bien,
llevamos meses durmiendo abrazados, compartiéndolo todo. ¡Dime qué
narices te ha pasado para querer echar todo eso por la borda! ¿Acaso todo
ha sido una mentira? ¿Me has utilizado como a Asia? —hablo sola, ya que
él no responde a nada—. No, tu hermana se ha marchado y no te habla, has
repudiado a tu familia, no hubieses hecho todo eso a menos que me
quisieses de verdad. ¿O en realidad sí que te habla y me lo has estado
ocultando? ¡Habla! ¡Di algo! —exclamo golpeando su pecho.
—Te he dicho que no estoy enamorado de ti, Gabriella. No te quiero.
—¡Intentaste matarme y yo te salvé la vida, maldito desagradecido! —
Una furia interna comienza a subirme por los brazos—. ¡No tienes ni puta
idea de lo que estás dejando escapar! Te vas a arrepentir de esto, te lo juro.
Me doy la vuelta y abro la puerta para marcharme, no me siento capaz
de volver a mirarlo, así que salgo corriendo sin cerrarla, bajo las escaleras y
no me permito llorar hasta que estoy en la calle. Apoyo las manos en las
rodillas y grito, saco toda la rabia y la impotencia que tengo dentro y
camino en dirección contraria a donde se encuentra el coche de Ash.
—¡Gabriella! —Su voz me llama algunos metros por detrás—. ¡Espera!
Corre hasta mí y me detiene, sus manos sujetan mis brazos y me
impiden seguir caminando, busca mi mirada y entonces me abraza al ver
que estoy llorando. No dice nada y yo estoy agotada, dejo que me lleve
hasta su 4x4, pero en lugar de arrancarlo, me pasa un paquete de pañuelos.
—Has venido a ver a Niniano, ¿verdad?
—Me ha utilizado, todo este tiempo ha estado jugando conmigo.
—Mereces a un tío que sepa valorarte —dice girando mi rostro por la
barbilla, sus ojos son marrones claro y lleva barba de varios días—.
Tómatelo como un aprendizaje, una experiencia, y deja de llorar.
Por un segundo pienso que va a besarme, pero no lo hace, enciende el
motor y se pone rumbo a la mansión. Apenas hablamos en el camino de
regreso, tan solo cuando vuelve a aparcar en el mismo lugar de antes.
—Si aceptas mi consejo, vuelve a tu rutina y olvídate de ese chico.
Algunas personas dicen que el amor duele, pero yo no estoy de acuerdo,
creo que cuando alguien te quiere, no te hace sufrir, y es lo que estás
haciendo ahora, sufrir.
—Gracias por acompañarme, y gracias también por aguantar mi rabieta.
Hablaré con mi tío para que te ascienda, me vendrá bien tenerte cerca. —
Sonrío con desgana y él me guiña un ojo antes de que nos bajemos del
coche.

Esta noche ha sido dura, pero también me ha hecho más dura a mí. Si
Niniano no me quiere, o si es tan cobarde de fingir que no lo hace por el
motivo que sea, entonces no merece que yo derrame ni una sola lágrima por
él. Sigo pensando que sucede algo más, que hay algo detrás de esto, pero, al
menos por mi parte, creía que teníamos la suficiente confianza como para
contárnoslo todo. Me equivocaba.

ASIA

Tras comer todos juntos, mi rubio y yo subimos al dormitorio a ver una


película y pasa lo que suele pasar últimamente por lo cansados que estamos:
nos quedamos dormidos. Al despertar, decido darme una ducha para
espabilarme, Dante me besa cuando salgo del cuarto de baño y echa un
vistazo por la ventana al escuchar un coche, supongo que serán Nick y
Allie. Han quedado en reunirse todos para tener en cuenta las ideas que ha
tenido cada uno acerca de cómo acabar con Grigori y con su madre de una
vez por todas, sin pequeños ataques ni la mínima opción de fracasar. Tiene
que ser algo eficaz, rápido y limpio, según las palabras del patriarca.
Vladimir ha insistido en numerosas ocasiones en que no se le puede
subestimar, que estamos pensando que es un crío con rencor, pero en
realidad es capaz de todo.
—Esa falda te hace un culazo espectacular —susurra de repente mi
rubio favorito al mismo tiempo que pega su entrepierna a mi trasero.
—Ya veo que te gusta. —Río y giro la cara para besarle.
Una de sus manos me sujeta con suavidad por el cuello mientras que la
otra se pierde por debajo de la tela, acaricia mis muslos y se adentra bajo
mis bragas. Sus labios recorren la línea de mi mandíbula, llegan hasta el
lóbulo de mi oreja y lo sujetan mientras sus dedos alcanzan la zona más
sensible de mi cuerpo.
—Dante, te están esperando —murmuro sin mucho entusiasmo por
detenerle.
—Pues que esperen.
Masajea mi clítoris con delicadeza, de la forma que tantas veces ha
comprobado que resulta efectiva para hacerme perder el sentido.
Cuando empezamos, hace ya meses, al principio se notaba que
temíamos hacerlo mal, tanto él como yo, en especial el sexo oral, pero a
medida que la confianza fue creciendo más, empezamos a comunicarnos y a
enseñarnos mutuamente lo que nos gusta, cómo nos gusta, lo que no, lo que
nunca haríamos o las fantasías que tenemos. Y es que creo que debe ser así.
Me resulta imposible entender que una pareja sea capaz de darse placer sin
comunicación, ¿cómo puede saber la otra persona que no me gusta algo si
no se lo digo? O ¿cómo puede saber él si a mí me apetece probar algo
nuevo si no me lo pregunta? Ahí está el secreto, en el respeto y en la
comunicación. Es básico.
—No pienso bajar hasta haber hecho que te corras. —Sus palabras
susurradas en mi oído consiguen humedecerme tanto como sus dedos—.
Hasta que me regales ese gemido que se ha convertido en una adicción para
mí y sienta cómo te deshaces en mis manos.
—¡Dante! —grita su madre desde la planta inferior—. ¡Baja, vamos!
—Venga, tienes que ir —digo sujetando su mano por la muñeca para
que se detenga.
—Shh, imagina mi lengua entrando y saliendo de ti —insiste
aumentando la velocidad de sus dedos—. Yo desnudo sobre tu cuerpo,
follándote como te gusta.
—Ahh…
—Justo así. —Una pequeña risa ronca acompañada de sus dientes
tirando de mi oreja son clave para que me retuerza bajo sus brazos.
—Dante… Joder.
Su mano sube de mis pechos hasta mi boca y la cubren para tratar de
silenciar el grito que sabe que va a salir de mi garganta, intento moverme y
las piernas me tiemblan, pero él me sostiene y no detiene el movimiento de
sus dedos hasta que mi clítoris está tan hinchado que el simple tacto me
resulta doloroso. Solo entonces deja que me dé la vuelta, sonríe al ver mis
ojos entrecerrados y me besa con cariño.
—Ahora podemos irnos.
XVII
ASIA

—El ambiente está caldeado —comenta Cassandra en voz baja cuando


Dante y yo llegamos a la planta principal, la mayoría están ya en el
despacho.
—Están desesperados, como no pillen pronto a ese ruso y acaben con él,
no sé qué pasará, Dante tiene hasta pesadillas por las noches.
—¿Y si los dejamos solos y nos vamos a estudiar a la biblioteca? Tengo
que terminar un trabajo para la universidad y necesito sacar unas fotocopias
de algunos libros.
—Vale, voy a decírselo a Dante, así aprovecho yo también porque en
esta casa me resulta muy complicado concentrarme. —Le hago un gesto
con los ojos y ella sonríe asintiendo, supongo que es consciente de a lo que
me refiero.
—Rubio —llamo cuando se adelanta algunos pasos—, me marcho con
Cass un rato, vamos a la biblioteca.
—No me parece buena idea que salgáis solas. —Frunce el ceño y mira a
la hija de Ryder cuando Kibo se le acerca.
—Solo vamos a estudiar, tenemos que buscar algunas cosas en los libros
que no vienen en internet. —Me adelanto a lo que ya sé que me va a decir
—. Además… Ya sabes que me cuesta estudiar aquí, Dante. Últimamente es
complicado concentrarse en medio de tantos gritos, armas y rodeada de
escoltas.
—Lo siento. —Suspira y sé cómo se debate entre dejar que me marche
sin protección o mandar a que nos sigan.
—No tienes la culpa, yo elegí quedarme a tu lado con todas las
consecuencias. —Me pongo ligeramente de puntillas para besarlo.
—Dante, venga —llama su padre a unos metros.
—Va, tranquilo —digo mientras me alejo sin dejar de mirarlo—, te
llamo, ¿vale? Te quiero.
—No te separes del móvil, te quiero.
No se queda convencido, pero valoro que confíe en mí, sabe que es algo
importante en nuestra relación; que, a pesar de las circunstancias, me
sobreproteja lo menos posible y me dé la independencia que toda pareja
debe tener. Sé que no siempre es viable debido al modo de vida que llevan
tanto su familia como él, y también soy consciente del futuro que me espera
si decido permanecer a su lado, cosa que pienso hacer, pero ¿qué puedo
decir? Lo amo. Simple, pero real.
—Kibo dice que tengamos cuidado y bla, bla —señala Cass de camino a
mi coche, sí, Hope me ha comprado un coche como regalo adelantado de
cumpleaños.
—Dante igual, pero bueno, solo vamos a la biblioteca, no vamos a salir
de ahí, así que ya le he dicho que esté tranquilo. ¿Cómo llevan tus padres
toda esta situación? —pregunto mientras pongo el coche en marcha y me
dirijo hacia las barreras de la mansión.
—Fatal, cada día me toca convencerlos de que estoy bien, me hacen
prometerles mil veces que no ha pasado nada, que no me han hecho nada y
que todo va estupendamente.
—¿Y te creen? —Arqueo una ceja con incredulidad.
—No, por eso es la misma historia todos los días, a veces no les cojo el
teléfono, pero es incluso peor, son capaces de presentarse aquí.
—Hay que entenderles, debe ser duro tener a tu hija casi en la otra punta
del país y rodeada de mafiosos. Yo no creo que pudiese pegar ojo por las
noches.
—¿Y los tuyos?
—¿Quién? ¿Mis padres?
—Sí, ¿qué opinan de tu relación con Dante?
—No saben nada.
—¿En serio? —Se inclina en el asiento para mirarme.
—A ver, saben que estoy con Dante, pero nada respecto a la familia y
todo eso.
—Vaya, ¿y te sientes bien mintiéndoles?
—Pues no —espeto. Este tema es delicado para mí—. He estado a punto
de contarles la verdad tantas veces que he perdido la cuenta, pero al final
nunca lo hago porque sé que vendrían y les pondría en peligro. Cada
persona que se relaciona con los Ivankov dibuja una diana en su cabeza, y
ahora yo soy parte de ellos. No pienso involucrar a mis padres en algo que
solo me concierne a mí, yo decidí formar parte de la familia, no ellos.
—Pero ellos son tu familia.
—Por supuesto, por eso no lo hago, porque los quiero y quiero que sigan
con vida. ¿Cambiamos de tema?
—Perdona, no pretendía hacerte sentir mal, es solo que…
—Da igual. —Decido cortarla y hablar de otra cosa, pronto será mi
cumpleaños y nunca lo he pasado sin ellos, así que prefiero evitar ese tema
todo lo posible.

CASSANDRA

No insisto ya que veo que el tema de sus padres es duro para ella, no
imagino lo que sería mi vida si tuviese que guardar secretos con los míos.
Supongo que no tiene nada que ver, mi padre es Ryder Black, conocido
en todo Arizona por ser un prestigioso abogado, lo que poca gente sabe es
que cuando tenía pocos años más que yo, su negocio era la compra venta de
armas, dominaba todo Flagstaff, hacía lo que quería. Bueno, menos la zona
en la que un tal Ronnie hacía lo mismo, creo que tenían la ciudad dividida o
algo así, nunca han querido darme muchos detalles, pero a lo largo de los
años he ido averiguando cosas a través de mi madre y de los amigos de
ellos. Como que ese cabrón mató a su mejor amigo y eso ayudó a que mis
padres se acercasen más y terminasen enamorados.
La cuestión es que venimos de mundos diferentes, Asia nunca había
estado relacionada con todas estas cosas hasta que conoció a Dante; yo, en
cambio, provengo de una familia donde me han enseñado a cuidarme y a
defenderme sola, Ryder se ha encargado de instruirme desde pequeña, no
con armas, aunque sí que sé manejarlas, pero sí en el cuerpo a cuerpo, en la
defensa personal. Imagino que es previsor.
Sin embargo, la muerte de su amigo le cambió la vida, la forma de
pensar y de ver el mundo. Se retiró de las armas y se centró en su carrera de
derecho, y desde entonces no volvió a tocar una pistola, al menos no por
negocio como hasta entonces. Aunque sí que me han contado que antes de
que yo naciera tuvieron que acudir en la ayuda de los Ivankov alguna vez,
algo que a mi madre no le hizo ninguna gracia, y ese es parte del motivo por
el que no está feliz con mi mudanza a su casa y a su ciudad. Si sigo aquí es
por mi padre, él la convenció de dejarme venir y de darme la oportunidad,
pero sé que discuten cada día y ella lo culparía eternamente si me sucediese
algo… Es complicado.
—Vamos a aquella, hay menos gente —sugiero señalando la mesa más
al fondo de la segunda planta.
—No pensé que la biblioteca fuese a estar tan llena —protesta Asia. Le
cuesta mucho concentrarse cuando ve movimiento a su alrededor.
—Podemos buscar lo que necesitamos y seguir en tu apartamento, nos
vendrá bien pasar un rato alejadas del mundo Ivankov. —Pongo los ojos en
blanco, reconozco que hay momentos en los que me agobia y me produce
ansiedad tanta incertidumbre y personal de seguridad por toda la casa.
—Me parece bien —dice y deja su mochila encima de la mesa—. Iré a
por el libro que necesito y tú haz lo mismo, sacamos unas fotocopias y listo.
—Hecho. —Asiento y me dirijo hacia la zona donde veo un letrero
pequeño que me indica la sección en la cual supongo que encontraré lo que
busco.

ASIA

Mientras recorro los pasillos, mi mente divaga por todo lo vivido desde
que llegué a Nueva York, el modo en el que mi vida ha dado un giro radical
y cómo ya no podré volver a ser la misma Asia que aterrizó en Nueva York
con una maleta llena de sueños y esperanzas. Ahora los tengo, eso no
cambiará, pero soy consciente de que es complicado y que ser parte de los
Ivankov, supone sacrificar muchas cosas.
Por otro lado, aunque no se lo he dicho a Dante porque no quiero que se
sienta más culpable de lo que ya se siente, llevo días pensando en que no
queda nada para mi cumpleaños y que mis padres no han parado de decirme
que van a venir a verme diga yo lo que diga. ¿Quiero que lo hagan? Por
supuesto, los echo de menos cada día. ¿Tengo miedo? También, no podría
vivir sabiendo que les ha sucedido algo por mi culpa, por mi decisión de
enamorarme —aunque eso no se pueda decidir— de un futuro vor v zakone.
Tras unos minutos, tanto Cassandra como yo damos con lo que
necesitamos y hacemos las fotocopias antes de coger nuestras cosas e ir
hacia el ascensor. Dos hombres entran justo antes de que se cierren las
puertas mecánicas, su aspecto no me gusta nada y por la posición que
toman los hombros de Cass, me doy cuenta de que se ha puesto alerta.
XVIII
ASIA

Intercambio miradas con Cass en silencio, nuestros dos acompañantes


no se mueven y casi parece que ni respiran, pero, entonces, un par de
segundos antes de que el ascensor llegue a la planta subterránea donde
hemos aparcado, el más alto pulsa el botón de “STOP”. Casi no me da
tiempo a reaccionar cuando sus cuerpos parecen activarse de repente para
sujetarnos, o Dios sabe para qué. Sin embargo, Cassandra se adelanta,
apoya su mano en mi hombro y golpea con la pierna a uno de ellos en sus
partes bajas.
—Hija de puta —farfulla adolorido mientras se lleva las manos a los
testículos, su espalda se dobla y cae de rodillas al suelo.
Entonces, el otro extiende los brazos hacia nosotras y yo aprovecho que
mi amiga le da un mordisco en la mano y le realiza una llave que, muy
probablemente, le haya enseñado su padre, para volver a pulsar el botón del
ascensor y salir corriendo cuando las puertas se abren. Giro la cabeza un
segundo para asegurarme de que Cass me sigue y ambas atravesamos el
parking casi desierto con la intención de alcanzar mi coche. No es muy
tarde, pero ya ha anochecido y como la biblioteca está en el centro, supongo
que la gente viene andando o en transporte público.
—¡Corre, Asia, no te detengas! —grita cuando vuelvo a mirar hacia
atrás.
Los hombres nos siguen, pero, a pesar de que les sacamos ventaja, no
sirve de nada puesto que, antes de que podamos alcanzar mi vehículo, un
furgón oscuro nos corta el paso con brusquedad, la puerta trasera se abre y
varias personas con capuchas tiran de nosotras hacia el interior. Nos están
secuestrando.

DANTE

Miro mi reloj de muñeca por quinta vez, me estoy impacientando


porque no sé nada de Asia y hace rato que debería haber vuelto, o haberme
llamado, sin embargo, ni siquiera contesta a mis llamadas o mensajes.
—¿Estás bien, cariño? —Mi madre se percata de mi ansiedad y se
acerca cuando el resto de la familia aún sigue planeando qué hacer con el
hijo de puta de Grigori.
—Estoy preocupado por Asia, no me contesta y hace rato que tendría
que haber vuelto.
—¿Qué pasa? —Sasha se acerca al ver la cara de mi madre, la cual ha
cambiado drásticamente al escucharme.
—Dante no sabe nada de Asia y no le coge el teléfono.
—Localízala —ordena la rubia.
—No me gusta invadir así su intimidad. —Me rasco la nuca, lo he
pensado varias veces, pero no me agrada la idea de espiarla de esa manera.
—Hazlo, joder, ¿para qué coño queremos los localizadores si no los
usamos? —insiste impaciente a la vez que me quita el móvil para hacerlo
ella misma.
—No da señal —digo tras algunos segundos en los que la pantalla no da
dirección alguna.
—Esto no es bueno. —Sasha niega con la cabeza y se gira para llamar a
mi padre, supongo, pero la sujeto por la mano.
—Espera, joder, igual solo es un problema de cobertura, dejad que vaya
a su casa a comprobar si están allí. Llamaré a Kibo ahora para ver si sabe
algo de Cass, ella tampoco ha regresado aún.
Mi primo se ha marchado hace un rato, no sabemos dónde, pero desde la
traición de Grigori, hay ocasiones en las que necesita aislarse y estar solo,
así que tratamos de no agobiarlo.
—No me parece buena idea, hijo.
—Mamá, por favor, ya no soy un niño, deja que me ocupe de esto. Si
voy y no está, os llamaré, lo prometo.
—Llama a Kibo primero —pide preocupada—, y pregúntale.
—Vale. —Acepto porque lo cierto es que necesito saber si ha hablado
con Cass.
—Dime —contesta enseguida desde el otro lado del altavoz.
—Oye, ¿tienes noticias de Cassandra? Asia aún no ha vuelto y no me
coge el móvil, y tampoco tiene señal el localizador.
—No, yo también llevo un rato intentando hablar con Cass, pero nada.
—Joder, vale, voy a ver si están en casa de Asia y te aviso. Adiós.
—De acuerdo.
Mi madre y mi tía intercambian una mirada, la rubia niega, pero
finalmente mi madre suspira y asiente ante mi petición muda de dejarme
marchar, me da un beso en la frente y yo me voy corriendo hacia el garaje
para coger mi moto.
Intento no pensar en nada de camino a Manhattan, no ponerme en lo
peor porque entonces no podré pensar con claridad, aunque lo cierto es que
Asia es muy cuidadosa para estas cosas y sabe que es importante no
desconectarse del mundo, ni de mí, cuando está sola. Para bien o para mal,
es una Ivankov y eso tiene sus consecuencias.
Detengo la moto frente a la fachada del edificio donde mi padre le
alquiló un apartamento hace meses, cuando nos enteramos de lo de Nino, la
‘Ndrangueta y todo eso, parece que fue en otra vida; el portero me abre la
puerta principal al verme.
—Buenas, ¿sabes si Asia ha venido?
—Le diría casi seguro que no, señorito Ivankov.
—De acuerdo, gracias.
La respiración se me atasca en la garganta a medida que subo en el
ascensor.
—No pienses, no pienses, todo está bien, por favor, que esté en casa —
murmuro con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la pared.
Toco el timbre un par de veces, pero no se escucha ningún movimiento
dentro, así que accedo con mi llave.
—¿Asía? Asia, ¿estás aquí? —pregunto a la vez que recorro el
apartamento—. ¡Joder! —Me siento en el sofá y trato de calmarme, de
pensar dónde podría haberse metido y el motivo por el que no me contesta
las llamadas. Todo me lleva a la misma conclusión, la cual se confirma
cuando un mensaje suena en el teléfono entre mis manos. Me pongo de pie
mientras el corazón me palpita en las sienes y siento que me va a explotar,
es un video. Me acaban de mandar un video desde un número que no tengo
en la agenda, y me tiemblan tanto las manos que no soy capaz de abrirlo.
—Por favor, por favor… —susurro con los ojos cerrados, respiro y
pulso en la pantalla.
Mi rostro empalidece y un escalofrío me sube por la espalda, noto una
acumulación de sentimientos tan grande que algunas lágrimas salen de mis
ojos; no sé si son de tristeza, miedo, culpabilidad, de rabia. Asia y
Cassandra se encuentran sentadas en dos sillas, ambas atadas, amordazas y
llenas de golpes, sangre y suciedad; lloran y un hombre las sujeta
bruscamente de la cabeza por detrás obligándolas a que miren a la cámara.
—Tienes media hora para venir a la dirección que te he mandado, hazlo
solo y desarmado, o ambas morirán.
El video termina con esa indicación de alguien que conozco bien, o creía
que conocía. Grigori habla desde detrás del móvil con el que ha grabado la
escena, sin tener los cojones de enfocarse a sí mismo, confirmando lo
cobarde y rata que es.
Ahora sí lloro de rabia.
Lloro y grito, golpeo la mesa del centro y doy vueltas por el salón sin
saber qué hacer, sin saber qué decisión tomar. Sé que no es un farol y que es
capaz de cualquier cosa, no obstante, también soy consciente de que yo solo
no voy a ser capaz de liberarlas. Grigori tiene muy clara su misión, tanto
que ha sido capaz de bordar el puto papel de amigo durante dos años. ¡Dos
años! Es una puta locura, joder, por eso estoy seguro de que no estarán solo
él y el otro hombre que salía en el video, debe haber llevado al menos a
media docena más, de modo que no voy a poder hacer nada sin la ayuda de
mi familia. Y no debo. La familia es sagrada; no se la abandona, no se la
traiciona y no se la falla. Así que no lo pienso más y pulso sobre el nombre
de Hell Ivankov en la pantalla de mi móvil.
—Dante, ¿qué pasa, hijo?
—Papá, os necesito, han secuestrado a Asia y Cass.
XIX
ASIA

Hablo conmigo misma, me repito que las lágrimas no me van a sacar de


aquí, que la ansiedad no va a desatarme y los gritos no me liberarán.
La estancia en la que estamos parece ser una vieja tienda, aunque no
sabría decir de qué porque que hay diferentes objetos por todas partes, los
cuales no tienen nada que ver unos con otros. Sin embargo, poco después,
cuando mis ojos ya se han acostumbrado un poco a la penumbra, advierto
algo que podría ayudarnos a salir de aquí en el caso de que pudiésemos
solarnos las manos: unas navajas. Descansan apoyadas dentro de un
expositor en el interior de una vitrina de cristal, las hay de todas las formas,
tipos y tamaños.
—Sé lo que piensas —farfulla Cass a mi lado tras seguir mi mirada, no
es sencillo entenderla a través de la mordaza que divide su boca en dos por
lo apretada que está—. No podremos soltarnos, ya lo he intentado.
—Pues tenemos que seguir intentándolo.
No hablamos mucho más puesto que el esfuerzo es doloroso, tengo la
garganta seca por todo lo que he llorado al principio, y la mandíbula
molida.
—Tranquila, Asia, tu Romeo está en camino. —Se carcajea Grigori
frente a mí. Sale de detrás de un mostrador, con un cigarrillo sujeto entre
sus labios y la pistola en la mano. Saca el cargador, lo comprueba y vuelve
a introducirlo—. ¿Crees que vendrá solo como le he pedido? La verdad es
que tengo mis dudas —reflexiona en voz alta sin que nadie le pregunte—.
Ese concepto de familia y de unidad de mierda que tienen podría ser un
problema si le lleva a tomar la decisión equivocada; sin embargo, me
decanto más por su lado narcisista y de héroe, te quiere como un perrito —
ríe y apoya una mano en mi hombro—, dudo que vaya a ponerte en peligro.
Bueno, en más peligro. —Vuelve a reír y de nuevo desaparece por la misma
puerta trasera que ha entrado.
Yo, en cambio, confío en Dante y sé que tomará la decisión correcta. A
pesar de que sé que es perfectamente capaz de liberarnos y de cuidar de sí
mismo —ya me lo demostró cuando Nino nos encerró en aquel maletero—,
el rubio sabe que esto no puede hacerlo solo si quiere que todos salgamos
con vida, que hay muchas más posibilidades de lograrlo con toda la familia.

HELL

No puedo creer que estemos pasando de nuevo por esto, demasiados


recuerdos se apelotonan en mi cabeza al pensar en Asia y Cassandra dentro
de ese lugar, muertas de miedo y llenas de hematomas. Esto es algo que, por
muy fuertes que sean, las perseguirá toda la vida, es como si fuesen
pequeños traumas que se van acumulando; y es necesario encerrarlos todos
en la caja de Pandora de nuestras cabezas para poder continuar viviendo. Lo
que mis hermanos, mi mujer y yo pasamos cuando teníamos más menos la
edad de nuestro hijo ahora, Gabi, Kibo, Asia… Aquello no puede repetirse,
no va a repetirse. Por mi vida que pienso acabar con cada hijo de puta que
se le ocurra traer más desgracia a esta familia.
—Mi amor, ¿estás bien? —Hope acaricia mi pierna mientras conduzco
hacia la dirección que Dante nos ha dado.
—Sí, no te preocupes.
—Demasiados recuerdos —habla Sasha desde el asiento de atrás.
Los tres intercambiamos una mirada a través del espejo retrovisor, no es
necesario decirlo en voz alta para saber lo que pensamos.
—¿Creéis que Dante será capaz de controlarse? Cuando vea a Asia… —
Nate no quiere terminar la frase.
—Sabe lo que está en juego —respondo seguro de mi hijo.
—Ya, pero no hemos tenido más que diez minutos para planearlo, Hell.
—Lo hará bien —apoya mi hermana—. Tiene la sangre caliente, pero es
inteligente. De lo contrario, no nos habría contado nada y hubiese venido él
solo.
—Habría sido una muerte segura —insiste Nathan.
—Cuando la vida de la persona que amas está peligro, te da lo mismo si
la muerte es segura o una opción, no piensas, solo actúas. —Hope traga
saliva y yo sujeto su mano para que detenga el tembleque de piernas que
tiene, deposito un beso en sus nudillos y trato de transmitirle mi seguridad.
Sé de sobra de lo que habla.
Mi mente se transporta a hace casi veinte años, al día exacto en el que
casi matan a la mujer de mi vida por querer salvarme a mí, por acudir a una
cita donde tres rusos pensaban acabar conmigo. Expuso su vida sin
pensárselo ni un segundo, me dejó en la cama, dormido, y salió a hurtadillas
sin meditarlo y sin ningún miedo a la muerte, armada tan solo con un
cuchillo de cocina.
—Quita tus manos de ella si no quieres un billete directo al infierno,
hijo de puta —ordené con la pistola en alto en cuanto llegué al punto de
encuentro algunos minutos después y ver que la tenían sujeta, tras despertar
y ver una llamada a mi móvil, la cual ella había respondido por mí mientras
yo descansaba a su lado, ajeno a todo.
Marqué ese número de vuelta y el ruso me dijo lo mismo que le debió
decir a ella, por eso supe el sitio al que Hope se estaba dirigiendo en aquel
momento.
—Bueno, creo que todos sabemos lo que va a pasar, así que podríamos
ahorrarnos el tiempo de los insultos y las amenazas absurdas —comentó el
que pareció ser el jefe.
Y ahí fue donde la situación dio un giro inesperado, todo sucedió en
cuestión de segundos, en los que Hope y yo nos dijimos mil cosas con la
mirada, en silencio, y juntos conseguimos acabar con ellos.
—¿Te han hecho algo? —pregunté sin soltarla cuando corrí hasta ella
tras matar a los rusos.
—Estoy bien.
—No estás bien. —Me restregué el pelo, recapitulando lo que acababa
de pasar—. ¿¡Cómo coño se te ha ocurrido hacer algo así!?
—Te dije que no dejaría que nadie te hiciera daño.
—Por Dios, tú… tú… —Caminé de un lado para otro, sin encontrar las
putas palabras—. ¡Podrían haberte matado!
—¡Ya lo sé! —gritó de repente— ¿¡Crees que no tenía miedo!? ¿¡Que
no pensaba que iban a matarme!? ¡Pues sí, lo pensaba! ¿¡Pero, sabes qué!?
¡Que me da igual, Hell! ¡Me da igual! ¿Y quieres saber por qué? Porque si
te matan, ya no me quedará nada.
—¿Por qué coño tienes que ser tan testaruda?
—¡Porque te quiero, Hell! —espetó. Mi cuerpo giró de modo
automático ante esa confesión que nunca antes nos habíamos hecho—. Te
quiero.
—Repítelo —solicité mientras caminé hasta ella y levanté su barbilla.
Negó con la cabeza—. Necesito que lo repitas.
—¿Por qué?
—Porque yo también te quiero.
Y así fue como ambos descubrimos que, desde ese día, no habría nada ni
nadie que fuese a ser capaz de separarnos, así fuese en esta vida como en la
siguiente.
XX
GABI

Ignoro a mi padre cuando toca la puerta de mi dormitorio por segunda


vez, estoy hecha una furia porque no me han dejado ir a ayudar a Asia y
Cass. ¿Por qué Kibo puede ir y yo no? Han ido todos menos mi padre y yo,
al cual han dejado conmigo como si necesitase una puta niñera. Bueno, y
con Marie, pero ella es como si viviese en sus mundos de unicornios y
nubes de algodón; a veces me pregunto si es tonta y no se entera de lo que
pasa en sus narices, o si se lo hace porque es más sencillo fingir que no sabe
nada.
—Cariño, por favor. —Connor entra cuando no le respondo, suspira al
verme tumbada en la cama con el móvil y la expresión seria—. ¿Por qué no
bajas al salón y vemos juntos una película?
—Sí, claro, vamos a ver una comedia mientras toda nuestra familia se
juega la vida. ¡Qué divertido! —Finjo una sonrisa que borro un par de
segundos después—. Tu mujer está allí también, ¿eres consciente de eso?
¿Tan poco te importa que dejas que vaya sin ti a poner su vida en peligro?
—Basta, Gabriella —espeta con voz autoritaria—. Voy a decirte dos
cosas y no las repetiré, así que espero que me escuches con atención. —Se
acerca un par de pasos y yo permanezco callada, mi padre siempre es el más
blando de los tres, cuando discuto con mi madre no interfiere a menos que
las cosas se salgan de contexto, pero trata de mostrarse neutral y no perder
nunca los papeles—. Lo primero es que tu madre es una mujer
completamente independiente y con capacidad de sobra para defenderse y
cuidar de sí misma sin mi ayuda ni la de nadie —dice, y juraría que tiene un
nudo en la garganta—. ¿De verdad piensas que no me muero por dentro
cada vez que la veo con una puta pistola entre las manos? Con navajas
escondidas por la ropa y preparada para salir a la calle a… —Cierra la boca
y agacha la cabeza, exhala un suspiro y vuelve a mirarme—. No sabes nada
de la vida, Gabi, nada. La vida al lado de tu madre es como estar dentro de
un parque de atracciones lleno de montañas rusas, las cuales pueden fallar
en cualquier momento y mandar tu vida a tomar por el culo. Pero es una
vida que yo elegí al permanecer a su lado, una vida que elegí y acepté
después de muchas dudas. Y lo segundo, ¿dudas de si Sasha me importa?
¿De verdad?
Quiero hablar y pedirle perdón, pero ahora la que tiene un nudo en la
garganta y la que no es capaz de abrir la boca, soy yo.
—Criarte ha sido lo más maravilloso, y a la vez difícil, que he hecho en
toda mi vida. Tu madre y yo nos hemos pasado noches enteras en vela,
hablando y discutiendo sobre cuánto debías saber y cuándo. He suplicado y
llorado por intentar convencerla de que las armas y toda esta vida quedase
fuera de tu educación, sin embargo, es algo inevitable teniendo en cuenta el
apellido que llevas. ¿Sabes por qué eres Gabriella Ivankova y no Gabriella
Andrews? —pregunta en medio de su monólogo, yo tan solo niego con la
cabeza—. Porque eso te hace poderosa, eso te hace temible y el día de
mañana servirá para que la gente te respete sin necesidad de hacer nada. Me
ha costado mucho, muchísimo —ríe con lástima—, asumir y aceptar lo que
eso significa, no te haces una idea. —Chasquea la lengua y se sienta en el
borde de la cama, sin mirarme. Apoya los codos en las rodillas y se rasca la
cabeza. No lo dudo, me inclino para abrazarlo y él me rodea con su cuerpo.
—Lo siento, soy una idiota, sabes que la mitad de las veces no pienso
las cosas que digo. Sé que mamá y tú os queréis mucho, puedo verlo en
cada mirada y cada gesto, pero es que a veces…
—Sé que no es fácil. —Me interrumpe girándose para colocar una
pierna ligeramente flexionada sobre el colchón, hacia mí—. Y también sé
que lo que ha pasado con Niniano no te lo esperabas, que te sientes perdida
y muy triste.
—Es que no me lo creo, papá, no entiendo nada. Deja a su familia, la
traiciona por mí, ¿y ahora me deja porque no está enamorado? —cuestiono
completamente desconcertada.
—No sabes lo que ese chico debe estar sintiendo ni los motivos por los
cuales actúa así, cariño.
—¿Eso qué quiere decir? —Entorno los ojos cuando traga saliva y mira
hacia otro lado—. ¿Qué sabes, papá? Le han obligado a dejarme, ¿verdad?
—Yo no he dicho eso, Gabi, para porque te veo venir —advierte con el
dedo y se levanta de la cama.
—Pero has dicho…
—No. —Me interrumpe—. Se acabó el tema, si Niniano te ha dejado ha
sido porque él lo ha decidido, sea cual sea el motivo debes respetarlo.
Asiento en silencio para no preocuparlo, pero esto solo confirma mis
sospechas; estoy segura de que mi madre, o seguramente toda la familia,
conoce los motivos reales que han llevado a que el chico que se jugó la vida
para salvar a mi padre, me haya dejado de la noche a la mañana.
—Si cambias de idea y te apetece ver una película conmigo, estaré en el
salón —informa antes de cerrar la puerta de mi dormitorio. Bueno, el
dormitorio que tengo en casa de mis tíos.
En cuanto escucho cómo baja las escaleras, me levanto de la cama y
corro para asomarme por la ventana, la abro y veo que Ash está patrullando
a unos metros.
—Ash —llamo en un susurro, enseguida alza la cabeza—. Invéntate una
excusa y sube —ordeno, él mira a sus costados y dibuja una mueca confusa
—. Te necesito, por favor.
Duda unos segundos, pero finalmente asiente y desaparece de mi vista al
voltear la casa; espero que sea un buen actor.
Me quito el pijama y rebusco en el armario algo que ponerme, lanzo
cosas por el aire y trato de calmar mi cabeza, que ahora mismo está
funcionando demasiado deprisa como para ordenar mis ideas.
La puerta suena entonces.
—¡Pasa! —digo sin mirar.
—Aquí me tienes.
Me levanto para hablar con él, me pareció un chico encantador el otro
día y, en cuanto mi padre ha dicho todo eso, no lo he dudado ni un
momento al pensar en acudir a Ash para que me ayude.
—Joder. —Gira la cabeza y se da la vuelta, entonces me doy cuenta de
que estoy en ropa interior—. No quiero que me despidan, Gabriella,
¿puedes vestirte?
—Sí, perdona. —Me decido por una falda corta azul y una sudadera que
Nino me regaló—. Ya.
—¿Qué quieres? —inquiere tras mirarme.
—Tienes que ayudarme otra vez.
—No voy a ayudar a que te escapes para ir a ver a un tío por el que
desde que se fue, no has parado de llorar.
—No es lo que piensas, le han obligado a dejarme, Ash, han debido de
amenazarle de alguna forma, necesito hablar con él. Por favor —suplico
acercándome para sujetar sus manos y ponerle ojitos.
—No sé, Gabi… —Niega con la cabeza y suspira—. Aunque quisiera,
no sabría cómo ayudarte, tu padre está en el salón y tu abuelo en el
despacho.
—¿Te han visto subir?
—No.
—De acuerdo, haremos lo siguiente…
XXI
DANTE

Detengo la moto en la zona vieja de Queens, junto a la puerta de la


dirección que me han dado; por lo poco que queda en el escaparate y el
estado de las cosas que veo, parece ser una vieja tienda de objetos de
coleccionista, pero claramente se encuentra abandonada. Me quito el casco
y lo sujeto con firmeza, preparado para usarlo como arma y golpear a quien
se interponga entre Asia y yo. Bueno, y Cassandra.
A pesar de lo que Grigori me ha dicho, sí vengo armado, no solo con mi
Glock, sino también con un par de navajas, una regalada por mi padre y otra
por mi abuelo. Hell, Hope y Sasha están solo a unos metros, escondidos al
otro lado de la calle tras un camión que hay aparcado; y un poco más allá se
encuentran mi tío Nick, Kibo y su padre. El resto de hombres aguardan
instrucciones del jefe metidos en los coches, al final de la calle.
Giro la manilla oxidada y la empujo con el pie, pesa, así que le doy con
más fuerza hasta que la abro del todo y puedo ver parte del interior.
Enseguida escucho las voces de Asia y Cass a unos metros, balbucean y no
entiendo bien lo que dicen, pero son ellas, así que no dudo en correr en esa
dirección.
—¡Cuidado! —grita entonces mi chica mirando a mi espalda. Sin
embargo, no me da tiempo a voltearme, lo que imagino debe ser la culata de
un arma me golpea con tanta fuerza que mi cerebro desconecta.

Lo próximo que mis ojos ven es a una mujer desconocida, rubia, de unos
cincuenta y cinco o sesenta años. Su cabellera dorada se mueve recogida en
una coleta alta, va vestida toda de negro y parece sacada de alguna película
de karatecas o maestros del kung-fu. Golpea y dispara a los hombres de
Grigori con soltura y agilidad mientras trato de ponerme en pie a pesar de
mi visión borrosa, me apoyo en una rodilla y saco mi arma de la tobillera, la
alzo para disparar, pero entonces la mente me hace dudar de lo que ven mis
ojos. La desconocida ha dejado KO a todos. La puerta por la que he entrado
se abre al mismo tiempo que ella cruza una mirada conmigo, duda un
instante y finalmente sale corriendo por detrás justo antes de que mi padre,
mi madre y Sasha entren en la tienda.
—¿Qué cojones ha pasado? —Hell inspecciona el lugar con su arma
preparada, a la vez que mi madre desata a Asia y Cass, y Sasha se asegura
de que todos los hombres que están tirados en el suelo, sigan inconscientes
o muertos.
—No-no lo sé, joder. —Aún sigo confuso y me quema la cabeza.
—No te toques —pide mi padre sujetando mi mano—. Tienes una
brecha. ¿Quién ha hecho todo esto? —Señala a los hombres.
—Dante, ¿estás bien? —Asia se levanta y ambos caminamos el uno
hacia el otro, ignoro a mi padre y la abrazo, es lo único que necesito hacer
en este momento. Lo demás puede esperar.
—Lo siento mucho, lo siento —repito una y otra vez, entre beso y beso,
salado y húmedo por las lágrimas de ambos—. ¿Cómo estás?
—Estoy bien, debí hacerte caso. —Se lamenta y yo envuelvo su cuerpo
con mis brazos a la vez que me giro al escuchar cómo Kibo entra en la
tienda junto a mis tíos y corre hacia Cassandra, de la que me había olvidado
completamente.
—Dante, céntrate. —Sasha tira de mi brazo y chasquea los dedos frente
a mi rostro—. Si tú estabas inconsciente, ¿quién ha hecho todo esto?
—No lo sé, joder. Cuando he abierto los ojos aún veía borroso y estaba
confundido, pero juraría que ha sido una mujer mayor, rubia y hermana
gemela de Jackie Chan.
—Sí, yo no la había visto en mi vida —coincide Asia con el ceño
fruncido, y Cass asiente con la cabeza—. Pero les ha dado a todos una
buena paliza y, no sé, juraría que…
—¿Qué pasa, Asia? —Mi madre acaricia su pelo cuando deja de hablar.
—No… No lo sé, lo cierto es que su rostro se me hacía algo conocido
—reflexiona, pero parece confusa.
Yo no puedo decir nada porque apenas la he visto bien, entre la
oscuridad del lugar y la hostia que me han dado en la cabeza, tengo que dar
gracias de haber podido diferenciar el color de su pelo.
—Bueno, podemos seguir con esta conversación en la mansión —
sugiere Nick—, Grigori no está entre los presentes, así que no me extrañaría
que apareciese de repente.
Una lluvia de balas parece ser invocada por sus palabras.
—¡Nicholas! —Le reprende mi tía Sas—. ¡Dios, eres gafe!
—¡Por la puerta de atrás! —exclama mi madre—. ¡Vamos, vamos!
Ella, Hell y Sasha abren fuego hacia la parte frontal de la tienda, por
donde hemos entrado, agazapados tras el mostrador. Nos cubren y todos nos
vamos alejando sin dejar de disparar a la nada, ya que no se ve más que la
oscuridad de la noche. Nos agachamos y saltamos un pequeño muro trasero
para salir al callejón, oigo cómo mi padre habla por teléfono con sus
hombres, no más de tres palabras antes de colgar. En ese instante se escucha
cómo varias ruedas chirrían en el asfalto a lo lejos, corremos y salimos a la
calle principal, donde ya no parece haber nadie. No dudamos en aprovechar
la ventaja y subirnos a los furgones, nos alejamos de la zona y son los
hombres de seguridad quienes permanecen unos minutos más, asegurando
el perímetro.
No sé lo que ha pasado esta noche, pero cuando esa mujer me ha mirado
a los ojos… Da igual, creo que el golpe me está haciendo delirar.

GABI

—No sé, Gabi… —Niega con la cabeza y suspira—. Aunque quisiera,


no sabría cómo ayudarte, tu padre está en el salón y tu abuelo en el
despacho.
—¿Te han visto subir?
—No.
—De acuerdo, haremos lo siguiente…
—Lo que deberías hacer es quedarte aquí tranquila y no meternos en
más problemas a ninguno de los dos. —Me interrumpe con los ojos
cerrados a la vez que pellizca su nariz y suspira.
—¿Vas a ayudarme o no?
—Sí, voy a ayudarte no ayudándote a escapar, Gabi.
—Ash, por favor. —Doy golpecitos con el pie en el suelo, impaciente.
—Lo siento, en serio, pero no voy a colaborar en esto. —Chasquea la
lengua y se da la vuelta, camina hasta la puerta y la cierra tras de sí.
—¡Joder! —gruño en voz baja tirando un cojín contra la pared.
Me siento en el borde de la cama y pienso, trato de reflexionar de ese
modo que ni mi madre ni yo sabemos hacer, pero de la forma en que tantas
veces mi padre ha querido enseñarme. «Piensa dos veces antes de actuar,
cariño. Y si es necesario, tres.» Suele decirme a menudo…
—Vale, de acuerdo, puede que no salga de esta casa, pero de una forma
o de otra, vamos a hablar.
Salgo de mi dormitorio y bajo las escaleras hasta el salón, sonrío al ver a
mi padre sentado en el sofá, con una foto de él y de mi madre entre las
manos; la acerca a sus labios y deposita un beso en ella antes de alzar la
cabeza hacia mí.
—Hola, princesa, ¿estás mejor? —cuestiona y da palmaditas en el
asiento a su lado.
—Sí, papá, ¿cómo estás tú? ¿Mamá no ha llamado aún? —Me siento a
su lado y dejo que me abrace.
—No, pero no te preocupes, estarán bien. Seguro que en cualquier
momento aparecen por la puerta con Asia y Cass.
—¿De cuándo es esta foto? —Se la quito de las manos y la inspecciono.
—Hace unos diecisiete años, en un viaje que hicimos a la selva de Costa
Rica. —La comisura de sus labios se encorva y acaricia la silueta de su
mujer, la cual aparece a su lado, ambos tirados en el medio del barro, con la
cara y toda la ropa manchada pero una enorme sonrisa de felicidad en sus
rostros.
—Parecíais muy contentos a pensar de estar llenos de barro —río y su
emoción parece invadirme.
—La noche anterior me había dicho que estaba embarazada,
acabábamos de enterarnos de que íbamos a ser padres —confiesa y yo
separo bien mis ojos por la sorpresa.
—¡O sea que yo salgo en esta foto! —exclamo y vuelvo a mirarla—.
Bueno, en cierta forma, ya me entiendes.
—Por supuesto. —Asiente sonriente y besa mi frente—. Te quiero
muchísimo, Gabi.
—Y yo a ti, papá. Siento lo mal que os lo hago pasar a veces.
—No te preocupes, eres digna hija de tu madre.
Ambos reímos y decido dejar mis planes para más tarde, me quedo junto
a él y vemos la película, la comentamos y tratamos de estar entretenidos
hasta que, un rato después, la valla exterior suena.
XXII
ASIA

Llegamos a la mansión en silencio, supongo que cada uno perdido en


sus propios pensamientos y reflexiones. Cass es la que más ausente parece,
creo que esta noche ha cambiado algo para ella, me pregunto si habrá
llegado a la conclusión de que venir aquí no fue una buena idea, tal y como
decía su madre. Espero que no, a Kibo le daría algo si, tras perder al que
consideraba su mejor amigo y experimentar la mayor de las traiciones, la
pierde también a ella; ha sido su gran apoyo este tiempo y creo que está
empezando a enamorarse, si es que no lo está ya.
—Unicornio, ¿de verdad estás bien? —habla Dante cerca de mi rostro
cuando el coche se detiene para esperar a que se abran las vallas de la
mansión.
—Sí, no te preocupes más. —Sonrío a la vez que acaricio su mejilla,
acerco mis labios y los poso sobre los suyos—. Y no te culpes, que te
conozco.
—Tarde.
—Bueno, pues deja de hacerlo, tú me advertiste y yo decidí irme de
todas formas, en todo caso sería culpa mía, no tuya.
—El único responsable de esto es el hijo de Oleg, él será quien pague
por todos estos meses en los que nos ha vuelto locos sospechando que se
trataba de alguien cercano —concluye Hope antes de abrir la puerta para
bajarse.
—En cierto modo así es —digo yo con lástima tras ver a Kibo bajándose
del otro vehículo—. Pobre, no se merece esta mierda, no volverá a confiar
en nadie.
—Lo hará, solo necesita tiempo y espacio. —Mi rubio pasa un brazo por
mis hombros y me acerca para besar mi frente—. Vamos.
Ya en el interior de la mansión, el silencio parece ser uno más de la
familia. No sé si por cansancio, por preocupación o porque nadie sabe bien
qué decir. Lo de esa mujer rubia que nos ha ayudado esta noche, ha sido,
como poco, muy raro; y lo peor de todo es que me resulta familiar, aunque
no consigo saber de qué.
Cuando entramos, Gabi y Connor salen del salón para abrazar a Sasha,
les contamos lo sucedido y Kibo entrelaza sus dedos con los de Cass, le
dice algo al oído y ambos se retiran hacia las escaleras.
—Joder, como Ryder se entere de lo que le ha pasado a su hija, vendrá a
por ella y nos cortará los huevos a todos —apunta Nicholas cuando estamos
ya casi todos en el despacho.
—¿No se lo has contado? —Le pregunta Nathan a su hermano mayor.
—No. —Hell niega con la cabeza, chasquea la lengua y encoge sus
hombros—. ¿Para qué? Cass ya está sana y salva, ¿por qué preocuparle?
—Mi amor, creo que tiene derecho a saberlo —interviene Hope, la
responsable de poner un poco de cordura y sentido común en esta familia
—. ¿Tú no querrían saberlo si a alguno de tus hijos les sucediese algo?
—Pues sí, pero joder… —Se rasca la nunca y deja escapar un suspiro
agotado—. Vamos a dormir, mañana le llamo y pienso cómo explicárselo.
—Venga, todo el mundo a la cama —apoya la pelirroja antes de cerrar
los ojos cuando su marido rodea sus hombros y deposita un beso en su
frente.

RYDER

Admiro el trasero de mi mujer mientras toma el sol en el jardín de


nuestra casa, aún hay ocasiones en las que me siento abrumado por cuánto
la amo, por cómo llena de felicidad mi vida y cada día me hace ser mejor
persona.
—Eres un pervertido, ¿lo sabías? —apunta con una sonrisa y los ojos
cerrados bajo las gafas de sol.
—Claro que lo sé, y tú desde que me conoces. —Camino sobre el
césped hasta colocarme justo frente al sol, arrojando algo de sombra en ella.
—¿Por qué no usas esas manos tatuadas para ponerme crema?
—¿Dónde quieres que la ponga exactamente? —pregunto con tono
juguetón al mismo tiempo que me arrodillo a su lado.
—Por todas partes, mi vida. —Se inclina sonriente para besarme.
—Tus deseos son mis órdenes —contesto y río a la vez que acepto el
bote que me pasa, voy a echan un poco en mis manos cuando mi móvil
suena sobre la mesa que hay junto a la barbacoa—. Un momento, voy a ver
si es Cass.
Camino de vuelta unos metros y me sorprendo al ver en pantalla el
nombre de mi contacto en Nueva York, frunzo el ceño puesto que no es
habitual que me llame, no es una de esas personas con las que tengo
relación regularmente.
—Hola, ¿qué pasa? —pregunto al descolgar.
Noto cómo se descompone mi rostro a medida que va hablando, Alexis
se levanta y se acerca realizando una pregunta muda con la mirada, doy las
gracias a mi contacto y miro a mi mujer.
—¿Qué pasa? ¿Quién era?
—Han secuestrado a Cass, pero ya está a salvo —explico mientras me
preparo para su reacción.
—¿¡Qué!? —Se lleva las manos a la cabeza—. ¡Te dije que no era una
buena idea! ¡Te supliqué que no la dejásemos marchar con ellos! ¡Esa gente
es la mafia, Ryder!
Asiento con la cabeza en silencio, tiene razón y yo no quise escucharla,
pensé que nuestra hija merecía la oportunidad de tener una vida normal
donde ella quisiera; no volcar en ella nuestros miedos ni hacer que pagase
por nuestras experiencias del pasado.
—Lo siento, gatita. —Le ofrezco mi mano para que se acerque, pero
niega con la cabeza.
—La quiero de vuelta, Ryder —ordena con autoridad—. Quiero a
Cassandra en casa mañana mismo.
—Claro, voy a reservar un vuelo para Nueva York.
Entro en casa de forma apresurada, abro el portátil y empiezo a teclear
para coger el primer vuelo que hay hoy. Alexis me sigue, se coloca a mi
lado y observa la pantalla con los brazos cruzados, su semblante es de
preocupación a la par que enfado.
—¿Hell no te ha llamado?
—¿Crees que si me hubiese llamado no te lo habría dicho? —La miro
incrédulo, suspira y señala el ordenador con el dedo.
—Coge ese, sale en tres horas.

Después de preparar una bolsa pequeña y asegurarme de que tengo todo


lo que necesito, voy a la cocina para tomarme un café antes de marcharme.
Alexis aparta la mirada de la sartén donde está cocinando un poco de bacon,
y la dirige hacia mí; apenas hemos hablado desde que mi contacto me ha
llamado y me ha explicado todo. Que secuestraron a Asia y a Cassandra, y
que los Ivankov las rescataron a las pocas horas sin que sufrieran daño
alguno. Me da igual, Hell debió llamarme en cuanto lo supo, ¿quién coño se
cree que es para ocultarme algo así? El juró protegerla, si la dejé irse a
Nueva York y convencí a Alexis, fue precisamente por eso.
—Me voy, volveré con Cass, te lo prometo —digo ya desde la puerta,
está enfadada y prefiero no forzar la situación. Sin embargo, se da la vuelta
y deja el tenedor sobre la encimera antes de acercarse.
—Ten cuidado —pide y se pone de puntillas para rodear mi cuello con
sus brazos.
—Lo siento, gatita, te quiero —murmuro con la cabeza enterrada bajo
su pelo.
—Y yo a ti. —Sujeta mi rostro y me besa—. Vuelve pronto.
—He reservado dos vuelos para mañana.
XXIII
DANTE

Todos estamos desayunando de forma intermitente, medio sentados,


medio levantados. Asia está apoyada en la pared mientras se bebe un zumo
de naranja, Cass es la tercera vez que le ha dicho a Kibo que no tiene
hambre, el cual tampoco ha podido probar bocado, Sasha, Connor y Gabi
comen tostadas con crema de cacahuete y el resto va y viene.
—¿Y ahora quién viene? —Mi tío Nick mueve la cortina de la ventana
para asomarse a la entrada, donde la valla metálica ha empezado a abrirse.
—Seguro que es mi padre —informa Cass a la vez que se levanta
nerviosa y se dirige a la entrada de la mansión; el resto la seguimos.
Llego a tiempo de ver cómo Hell abre antes de que suene el timbre, y un
hombre tatuado que resulta fácilmente reconocible lo observa con dureza
unos segundos antes de Cass aparezca en escena.
—¿Quién te crees que eres para no informarme de que han secuestrado a
mi propia hija? —Arremete contra mi padre dándole un par de toques en el
pecho con el dedo—. Espero que tengas la maleta hecha porque nos vamos
en cinco minutos —le dice a su hija mientras entra en la casa y se acerca a
ella para abrazarla—. ¿Estás bien?
—Sí, papá, ya te lo he dicho por teléfono, no hacía falta que vinieses
hasta aquí…
—Y yo te he dicho que iba a venir a buscarte. ¿Tienes idea de cómo está
tu madre? ¿De cómo ha pasado todo este tiempo que llevas viviendo aquí?
Donde supuestamente iban a cuidar de ti como si de una hija más te
tratases. —Esto último lo dice mirando a Hell, el cual todavía no ha abierto
la boca porque sabe que Ryder tiene toda la razón para sentirse así.
Si hubiese sido yo el secuestrado, mi hermana o cualquiera de mis
primos, toda mi familia —no solo mi padre— habría movido cielo y tierra,
y se habría armado hasta los dientes para rescatarme; básicamente lo mismo
que hemos hecho cuando han secuestrado a Asia y Cass.
—Lo siento mucho, Ryder —habla por fin—. No tengo excusa, debí
haber prestado más atención al cuidado de tu hija, sé que te lo prometí. Lo
lamento de verdad.
Se miran a los ojos y el tatuado chasquea la lengua al mismo tiempo que
niega con la cabeza, imagino que no le responde porque ya no hay forma de
echar el tiempo atrás, mi padre se ha disculpado, así que, bueno, poco más
se puede hacer ya.
—Venga, hija, coge tus cosas, tenemos el vuelo en unas horas.
—¿Cass? —En ese momento Kibo traga saliva y toca el brazo de su
mejor amiga, por no decir la chica de la que está enamorado.
Como Ryder se la lleve de vuelta a Arizona, a mi primo le va a dar algo,
acaba de perder a su mejor amigo, el puto traidor de Grigori que lleva años
fingiendo para acabar con toda mi familia, si Cass se va ahora, mi primo se
hundirá aún más.
—Yo… lo-lo siento Kibo —solloza y lo mira—. Sé que no nos ha
pasado nada, pero estas horas ahí atada en una silla, con esos tíos
apuntándonos con sus pistolas, metiéndonos en una furgoneta con la cara
tapada… —Se seca las lágrimas de angustia y retrocede un paso con las
manos alzadas cuando el moreno intenta abrazarla—. Sé que me lo
advertiste y que debí ser más prudente, pero esto me ha hecho darme cuenta
de que no quiero vivir toda mi vida con miedo, teniendo que tener cuidado
y sin poder ir a estudiar a una biblioteca o a comerme un helado por pánico
a que me secuestren o algo peor. —Su cabeza se agita mientras habla, a la
par que sus manos—. Tú… yo… —No parece encontrar las palabras—. Te
quiero mucho, Kibo, a toda tu familia, pero no quiero esta vida para mi
futuro, y tampoco quiero que mis padres estén en una constante pesadilla
por si vuelve a pasarme algo. Lo siento… Lo hemos intentado, pero…
—Por favor, Cass, no te rindas tan pronto… —suplica mi primo
mientras es casi palpable el pozo de tristeza y oscuridad en el que está a
punto de caer.
—Hijo, es suficiente. —Nathan sujeta su hombro con una mano y le
clava ligeramente los dedos en señal de apoyo.
—Bueno, venga, tenemos que marcharnos, Cassandra —insiste Ryder
agitado.
—De verdad que lo siento. —Esta vuelve a mirar a Kibo y se da la
vuelta para subir a la habitación donde ha estado dejando sus cosas durante
este tiempo.
KIBO

No puedo dejar que se marche así, ella no. Subo las escaleras y la sigo
hasta la habitación, mi padre me llama a mi espalda para que lo deje estar, y
escucho cómo Ryder resopla, pero me da igual.
—No me lo pongas más difícil, por favor —suplica ella cuando me ve
entrar en el dormitorio.
—Te lo pido y te lo suplico si hace falta, no te vayas así. —Sostengo sus
manos entre las mías y las beso sin dejar de mirarla a los ojos—. Esto que
tenemos es…
—Lo sé, Kibo, te lo aseguro, y me parte el puto corazón tener que irme,
pero no soy Asia, no soy Allie, no soy Hope, y mucho menos soy Sasha. —
Niega y suelta sus manos—. Esta vida no es para mí, cada una es
completamente libre de tomar la decisión que mejor le parezca o que le diga
su corazón, pero para mí, el amor no lo vale todo.
—Por favor…
—Lo siento, tengo que irme, mi padre es capaz de subir a buscarme.
Intenta darme un abrazo y besarme, pero no puedo, no quiero pensar que
esto es una despedida y que será la última vez que la vea, la toque o la bese.
Interpongo las manos entre los dos y me dedica una mirada triste, sé que las
lágrimas que está derramando son reales, sé que me quiere y también sé
que, en otras circunstancias, se quedaría a mi lado, pero supongo que su
amor no es tan grande como el mío.
Tiene razón en algo que ha dicho, ella no es como el resto de las mujeres
de esta familia, las cuales sí luchan por amor y forman parte del círculo de
personas que tienen la firme creencia de que el amor es la fuerza que mueve
el mundo, que no hay nada que el amor no pueda vencer. Supongo que no
soy lo suficientemente importante para ella.
Me quedo sentado en la cama viendo cómo sale por la puerta, ni siquiera
la sigo esta vez, ¿para qué? No pasan más de un par de minutos hasta que
escucho cómo el motor se pone de nuevo en marcha y las vallas se abren
otra vez, esta vez para dejar que el amor de mi vida desaparezca.
—Eh —dice Dante poco después cuando entra en la habitación—. Dime
qué necesitas, si puedo hacer algo para que sientas mejor, sabes que estoy
aquí.
—Bienvenido al mundo de los Ivankov abandonados. —Gabi se apoya
en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
—Joder, Gabi, en serio. —Mi primo la reprende y ella se encoge de
hombros.
—¿Qué pasa? No he dicho nada que no sea verdad.
—Un poquito de sensibilidad, coño.
—Dejadlo, es igual —contesto sin ganas mientras me levanto.
—¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? —Me ofrece el rubio.
—No, prefiero esta solo, voy a salir a correr un rato.
Bajo la escaleras con mis primos por detrás, y no me sorprendo al ver
que el resto de la familia está en el despacho, hablando y trabajando en los
negocios familiares, como si lo que acaba de pasar ya fuese algo olvidado,
algo que no me ha roto en mil pedazos.
—Hijo, ¿cómo estás? —Mi padre sale en cuanto me ve, junto a Sasha y
mi tía Hope. Hell, Connor y Nick me miran desde el interior del despacho.
—Esto es una mierda, Kibo, lo sé —interviene Sasha—, pero la vida
está llena de momento en los que sientes que solo cambias de mejilla para
que te sigan dando hostias. Lo que tienes que hacer…
—Tal vez si dejaseis de matar, vender droga y extorsionar a la gente,
podría llevar una puta vida normal en la que la gente que me rodea no se
ponga en peligro cada vez que dobla la esquina.
—Hijo, por favor… —Mi padre intenta sujetarme cuando abro la puerta
de la mansión para irme y alejarme de todo, pero Hope lo llama.
—Déjalo, Nate, necesita tiempo. —Escucho que le dice mientras bajo
las escaleras principales, me doy la vuelta antes de subirme a la moto de mi
primo, cuyas llaves siempre deja puestas, y los miro.
—Lo siento —digo y pongo el motor en marcha, mi padre y Hope me
observan desde fuera, y Sasha desde detrás de ellos—. Supongo que es el
precio que hay que pagar por ser un Ivankov, ¿verdad? —Acelero y la
gravilla bajo las ruedas sale disparada al mismo tiempo que yo salgo de la
propiedad, sé que pueden matarme y que corro peligro, pero parece que
todo eso forma parte del apellido que mi padre me otorgó el día que me
adoptó, así que cuanto antes lo asuma, mejor.

DANTE
Asia se lava los dientes mientras me mira desde el cuarto de baño,
puedo percibir algo en ella que me dice que no está bien, aunque supongo
que después de un secuestro, es lo normal. La han secuestrado, se han
llevado a la fuerza y han maltratado al amor de mi vida; aunque pueda
sonar exagerado, es lo que siento, y no puedo creer que haya sido tan
estúpido de no haber prevenido esta situación. Sé que intenté que no se
fuese a la biblioteca sin protección, pero debí haber insistido.
—Déjalo ya, Dante —dice después de apagar la luz y apartar el edredón
para tumbarse a mi lado.
—¿A qué te refieres?
—Deja de culparte.
—¿Tan transparente soy? —Sonrío y coloco su pelo tras la oreja.
—Para mí, sí.
—Lo siento mucho, Asia, esto no tendría que haber sucedido —lamento
mientras hago un gesto para que se apoye en mi pecho.
—Ya, bueno... pero ha pasado, y ya no podemos hacer nada.
—Sé que preguntarte si estás bien es algo absurdo, pero, ¿cómo te
sientes? Sé que estás mal, que algo está pasando por esta cabecita.
—No lo sé, Dante. —Suspira y se incorpora un poco para mirarme —.
Me han secuestrado, es algo muy fuerte.
—Lo sé.
—A ver, soy consciente, y lo he sido desde el primer día, de que estar
contigo es peligroso, que formar parte de tu familia es, cuanto menos,
arriesgado. —Se encoge de hombros, yo no sé ni qué decir —. Pero lo
cierto es que esto ha sido como una bofetada de realidad, ¿sabes? Como un
enorme "abre los ojos" del destino —continúa y dibuja unas comillas en el
aire.
—No sé qué decir aparte de que lo siento, ojalá hubiese sido yo, no te
mereces pasar por esto. —Chasqueo la lengua y dejo escapar una bocanada
de aire a la vez que me apoyo en el colchón para levantarme —. Si supiese
que cortar contigo y separarme de ti, sería la solución, te prometo que lo
haría sin dudarlo. —Y lo cierto es que estoy siendo completamente sincero.
Ella niega y se levanta para acercarse a mí —. Pero no serviría de nada
porque todo el mundo sabe lo loco que estoy por ti, te usarían para hacerme
daño de igual forma que ha hecho Grigori esta vez. Ese hijo de puta...
—Tranquilízate y deja de decir estupideces, sabes que no me refería a
eso y que no quiero que lo dejemos. Te amo, Dante. —Frunce los labios en
una media sonrisa, yo sostengo sus mejillas y la beso.
—Te amo, te amo —murmuro sobre sus labios —. Dime si hay algo que
pueda hacer para que te sientas mejor.
—Bueno, me gustaría salir de aquí unos días, de la mansión.
—De acuerdo... —Dudo porque no me parece la mejor idea, y menos
con lo que acaba de pasar.
—No sé, siento que necesito reconectar conmigo misma y encontrar el
balance entre lo que es necesario y lo que yo necesito, no sé si me
entiendes.
—Claro que sí, unicornio. —Asiento y la guio de vuelta a la cama.
—Es que hace solo unos meses que llegué a Nueva York con un montón
de planes y de sueños y, bueno...
—Todo se ha ido a la mierda por estar conmigo.
—No me malinterpretes, no cambiaría nada de lo que hemos vivido y si
volviese atrás, tomaría las mismas decisiones, pero... Sí, todo se ha ido a la
mierda.
Sé que intenta ser lo más clara posible sin ofenderme, sin embargo, lo
que ella no sabe, es que es imposible que algo de lo diga pueda llegar a
hacerme daño; tiene razón en todo y me sorprende que quiera seguir
conmigo.
—¿Qué te parece si nos vamos al apartamento que alquilamos para ti en
Manhattan? Eso sí, con seguridad en la recepción del edificio. Podríamos
celebrar tu cumpleaños.
—Pensaba que no te acordarías —dice con una sonrisa.
—¿Que no me acordaría de tu cumpleaños? —Frunzo el ceño y ella se
encoje de hombros—. No voy a mentirte a estas alturas, mi plan era
organizarte una gran fiesta, lo que una diosa como tú se merece, pero creo
que después de lo que ha pasado, no tienes muchas ganas, ¿me equivoco?
—Lo primero, gracias. —Me besa en los labios unos segundos—. Y lo
segundo, me conoces bien, no me apetece mucho meterme en ningún sitio
rodeada de gente felicitándome y tener que fingir que todo está bien.
—No te preocupes, mañana se lo digo a Sasha y páramos todos los
preparativos. Dios, me matará por habértelo contado. —Sonrío y ella se
disculpa con la mirada.
—Gracias por entenderme.
—Buscaría a quien pudiese fabricar una máquina y bajarte la luna si me
lo pidieras.
—Idiota. —Ambos reímos y nos besamos antes de abrazarnos
tumbados, la yema de mis dedos acaricia su brazo y permanecemos así
hasta que nos dormimos.
XXIV

HELL

Me encuentro con la mirada perdida en algún punto del despacho, ese


que durante tantos años ocupó mi padre, mi despiadado y cruel padre,
Vladimir Ivankov, el cual se convirtió en otra persona el día que mi mujer
me regalo lo más grande que tengo en la vida, mis hijos. Mi hijo, Dante, el
mismo al que pretendo legar este negocio que tantas desgracias ha traído a
nuestra vida.
—Mi amor, ¿estás bien? —Hope se acerca y acaricia los tirabuzones
cortos de mi cabello, sonrío y la sujeto por las caderas para colocarla
apoyada en la mesa del escritorio, entre mis piernas.
—Estaba pensando en que es increíble que la mujer más preciosa,
buena, cariñosa, fuerte y generosa del mundo siga conmigo después de
tanto tiempo.
—Hell. —Dibuja una pequeña sonrisa, pero insiste—. ¿Qué pasa?
Suspiro agotado, pero agotado de verdad, no físicamente como cuando
corres una maratón, si no mentalmente, cansado de la vida, de delinquir, de
pelear a cada segundo por correr un instante por delante de la muerte.
Cansado de este negocio.
—No quiero que Dante tenga que vivir la misma vida que nosotros.
—De acuerdo. —Se inclina hacia delante con el ceño fruncido—. No sé
lo que se está pasando por tu cabeza, Hell, pero sabes que no voy a
cuestionar nada de lo que tenga que ver con la seguridad de nuestros hijos.
—Tal vez esté desvariando por el agotamiento, no lo sé. —Niego y
reposo la cabeza en el respaldo del butacón con los ojos cerrados—. Sueño
con un futuro para Dante y para Marie en el que no tengan que mirar por
encima de su hombro cada vez que salgan a tomar un helado, que puedan
tener hijos con la libertad de saber que nadie va a perseguirlos o a intentar
secuestrarlos a la salida del colegio, que… —No sigo, no es necesario, sé
que Hope me entiende mejor que nadie, son las mismas preocupaciones que
tuvimos nosotros, y seguimos teniendo, desde el día que nacieron.
—Marie está segura en Reino Unido, el colegio al que la hemos
mandado tiene la mayor seguridad de todo el continente, mi amor. —Se
detiene un instante y frunce los labios cuando la miro—. Pero sé que no te
refieres a eso.
—Tenemos que dejarlo, Hope. Esta vida, este negocio, este mundo.
—Te aseguro que si pudiese pedir un deseo en esta vida sería ese, pero
¿cómo? Me pasé todo el comienzo de nuestra relación suplicándotelo,
pidiendo que lo dejases, que nos alejásemos de todo esto, y siempre me
decías que era una vida de la que no se podía salir.
—Y es así. —Vladimir entra en el despacho apoyado en su bastón, con
el mismo gesto cansado que le llevo notando casi a toda la familia desde
que nos enteramos de la traición de Grigori, desde que supimos que el
legado de Kozlov no terminó con Oleg.
—Tiene que haber alguna forma —digo a la vez que me giro un poco
hacia él, no nos sorprendemos por su irrupción, es esta casa y en esta
familia no hay secretos.
—Sí, en ataúdes. —Fruta su nariz y se aprieta el tabique hacia arriba—.
En la mafia se entra, pero nunca se sale, hijo; tan solo con los pies por
delante. Es un fiero destino.
Mi mujer y yo lo observamos unos segundos en silencio, V nos mira a
los dos con lástima, como quien mira a un cordero que va directo al
matadero, y entonces niega con la cabeza y se da la vuelta para marcharse.
—Te traeré algo para el dolor de cabeza —habla entonces Hope, voy a
preguntarle cómo sabe que me duele, pero ella se adelanta con una sonrisa y
un “te conozco” antes de irse.
Me inclino hacia delante para sacar el cuaderno de contactos y ponerme
a trabajar un poco, necesito despejar mi mente y concentrarme en lo que
siempre me han enseñado: el negocio familiar.
Estoy rebuscando entre los viejos papeles de V porque ayer se me cayó
un poco de café sobre mi agenda y no se ven algunos números de teléfono
que necesito, los cuales no guardo en mi móvil por razones obvias.
Sabemos que llevamos décadas con los teléfonos pinchados, la pasma ya no
sabe qué hacer para pillarnos. Entre varias hojas gastadas y llenas de
cuentas, encuentro un pequeño sobre amarilleado por el tiempo, pero lo que
de verdad llama mi atención es que, con una caligrafía casi perfecta, está
escrito mi nombre en el centro; no dudo en abrirlo y sacar el papel de
dentro.
“Mi querido y pequeño rey, no imaginas lo que es sentir cómo creces dentro de mí. A veces, cuando
te mueves al escuchar mi voz, me pregunto cómo es posible sentir tanto amor por alguien que ni
siquiera has visto; luego me doy cuenta de mi error. Yo te he visto, Hell, he soñado contigo tantas
veces, que no puedo contarlas. He imaginado lo que será nuestra vida cuando te conviertas en un
hombre, he fantaseado con la idea que compartir contigo los momentos en los que tú vayas a ser
padre. Te digo con seguridad que será el momento más importante de tu vida, y nada será igual
después de ese día. Estoy deseando vivir cada minuto de tu vida contigo, enseñarte, consentirte y
quererte. Qué poquito queda, mi amor.
Te ama, tu madre.
Ekaterina Tretianova”

Apenas puedo leer el final porque las lágrimas empañan mis ojos,
pestañeo y unas cuantas salen y caen por mis mejillas. La leo tres veces
más, y voy a empezar una cuarta cuando Hope vuelve de la cocina, supongo
que con la pastilla que ha ido a buscar; al ver mi estado, su rostro se
descompone.
—¿Qué ha pasado? ¿Es por Marie? —Deja el vaso de agua y el
analgésico sobre la mesa y coge la carta cuando se la tiendo. La lee en
silencio y traga saliva, sus ojos también se empañan, pero se resiste a
pestañear para no llorar, entonces me la entrega de nuevo y, sin decir nada,
se arrodilla entre mis piernas y me abraza.
—Es lo más bonito que he leído en muchísimo tiempo, mi amor, tu
madre estaría muy orgullosa de ti. —Seca mis lágrimas, y voy a contestar
cuando mi padre regresa, esta vez con teléfono pegado a la oreja. Sin
embargo, cuelga de inmediato.
—¿Qué pasa?
Aparto a Hope para ponerme en pie y me aproximo a mi padre con la
carta en la mano, con el dorso me limpio el rostro y se la muestro para que
me dé una explicación. Sé que el tema de mi madre es bastante tabú, de
hecho, nunca he hablado de ella con mi padre más de un minuto o dos
seguidos, puesto que no ha superado su muerte y dudo que algún día lo
haga. Cuando era joven y acababa de conocer a Hope… Bueno, de lo que
pasó, recuerdo que tuvimos una conversación en la que me dijo que mi
amor por ella terminaría por matarla, que es lo que pasa en esta familia.
Aquello me hizo replantearme muchas cosas, mi madre murió por estar con
mi padre, la mataron por ser su novia, su vida no les importaba lo más
mínimo, lo único que querían era hacer daño a V; y lo consiguieron, porque
aquello fue el detonante para que se convirtiese en el hombre duro, cruel y
despiadado que fue durante tantos años. Sin embargo, mi amor por Hope y
el suyo por mí, era demasiado fuerte como para alejarnos, fuimos
incapaces, y a día de hoy, no me arrepiento de absolutamente nada porque
aquello me ha dado a mis dos hijos.
—¿Dónde has encontrado esto? —masculla con la mandíbula
tensionada tras verla, no necesita leerla, supongo que lo ha hecho cientos de
veces ya como para reconocerla con solo verla en mis manos.
—¿Por qué nunca me la diste, papá? —Rompo a llorar y el mundo se
me viene encima, no sé por qué, para muchos solo será una carta, pero para
mí es todo lo que tengo de mi madre, palabras que van dirigidas a mí, cosas
que ella quería que supiese—. No tenías ningún derecho a ocultármela.
Veo cómo Hope se lleva la mano a la boca para que no se escucho como
está llorando, sé que quiere venir y abrazarme, pero no quiere inmiscuirse
en este momento con mi padre, algo que debió suceder hacer muchísimos
años.
—Hijo, yo… —Se da la vuelta y se lleva las manos a la cara, está
destrozado, pueden dispararle, torturarle, hacerle lo que quieran, pero si
realmente hay algo que le duele a Vladimir Ivankov, es mi madre.
Rodeo su cuerpo para ponerme frente a él y le retiro las manos de la
cara, sus ojos están enrojecidos e inundados de lágrimas, jamás le había
visto así. Nos miramos un par de segundos, y siento que con esta mirada me
dice las miles de cosas que todos estos años no ha sido capaz de pronunciar,
las cosas que le han llevado a cometer actos atroces que ambos sabemos
que jamás podré perdonarle, y las cosas que, desde que yo tenía dos años y
mi madre murió, mataron su humanidad.
Entonces nos abrazamos, y algo sucede dentro de los dos.
Los sollozos de Hope son casi más fuertes que los nuestros, que ya es
decir.
—Lo siento, lo siento muchísimo, hijo —balbucea, sujeta mi rostro con
sus manos y pega mi frente a la suya—. Lo siento todo. Tu madre… es que
no…
Rompe a llorar de nuevo, Hope coge una silla de la mesa grande y se la
acerca para que se siente cuando se tambalea un poco, entonces sucede otra
cosa que jamás me hubiese imaginado.
—Lo siento, Hope. —Sujeta las manos de mi mujer y las rodillas le
fallan, cae frente a ella deshecho en lágrimas, suplicando que le perdone por
lo que los tres sabemos, por lo que hizo con ella cuando llegó a nuestra
vida.
Nunca le había llegado a pedir perdón de verdad, no de esta forma, no
con esta sinceridad. Nada de lo que diga o haga podrá cambiar lo que
sucedió, pero sé que para Hope era muy importante ver el verdadero
arrepentimiento del hombre que la compró y la prostituyó cuando solo era
una adolescente.
—Nunca me perdonaré lo que te hice, cada día pienso en que algo así le
hubiese sucedido a mi Katia y… Lo siento tanto —gimotea y Hope tan solo
asiente mientras llora y, con una mano sostiene las de él y con la otra
acaricia su cabeza rapada.
—Levanta, vamos —pide ella a la vez que me mira, yo me seco de
nuevo las lágrimas y me acerco para que entre los dos le ayudemos a
ponerse en pie y a sentarse en la silla que Hope le ha traído.
Cuando ya lo tenemos sentado, mi mujer coge la jarra de agua que
solemos tener en la mesa, y sirve dos vasos para darnos uno a cada uno
antes de ponerse uno para ella. Cojo el de mi padre después de que le haya
dado unos sorbos y él mismo saca del bolsillo su pañuelo de tela con sus
iniciales bordadas para secarse la cara. Guardamos unos segundos de
silencio, en los cuales mi mujer y yo nos miramos y tratamos de recuperar
la normalidad en la respiración; Vladimir tiene la vista perdida en el suelo,
pero pestañea cuando suena su teléfono.
XXV
HOPE

—Qué raro —comenta el que sigue siendo el patriarca de la familia, ese


hombre que tanto mal ha traído a mi vida, pero hacia quien tengo tantísimos
sentimientos contradictorios—. Me está llamando Scott —dice mirando
directamente a su hijo.
—Scott, ¿nuestro infiltrado en la policía? —pregunta Hell a la vez que
frunce el ceño, su padre asiente—. Qué raro, sabe que no tiene que llamar a
menos que pase algo grave, pon el manos libres.
Vladimir asiente y desliza el dedo por la pantalla para descolgar al
subinspector que, desde que apenas era tan solo un cadete, tenemos en
nómina dentro del Departamento de Policía de Nueva York, en el área del
narcotráfico.
—Ivankov, no tengo mucho tiempo —habla de forma apresurada.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué saben? —pregunta Hell, dejando claro que
está el altavoz puesto.
—Hola, Hell, lamento deciros que la DEA se ha hecho con las
suficientes pruebas como para desmantelaros todo, ya nos son pruebas
circunstanciales como hasta ahora, y no puedo hacer nada, se escapa de mi
poder.
—¿Es una puta broma? —V se tensa y a mí empiezan a entrarme
retortijones, de modo que me siento en la silla de la que se ha levantado él
—. Te pago más que a cualquier otra persona por hacer que todo lo tangible
desaparezca, arréglatelas, haz lo que tengas que hacer, paga a quien tengas
que pagar, ¡pero arréglalo!
—Lo siento mucho, llevo años trabajando para vosotros y sabéis que no
os llamaría si fuese algo que yo pudiese solucionar, que es lo que he estado
haciendo todo este tiempo, pero ya no hay forma de seguir eliminando
pruebas sin que sospechen de mí, Vladimir. Solo te quieren a ti, no están
interesados en Hell ni en el resto de la familia, creen que, si tú caes, el resto
irá detrás. Lo siento, estáis solos a partir de ahora.
—No se te ocurra pensar que… ¿Scott? ¡Scott! ¡Cabrón! —exclama y
lanza el móvil contra el sofá cuando se da cuenta de que ha colgado.
—¿Cómo es esto de grave? —les pregunto muerta de miedo.
—En una escala del uno al diez, yo diría que un millón. —Mi marido se
rasca la cabeza y mira a su padre—. No le digamos nada todavía a los
demás, tenemos que pensar.
—Yo me ocupo de esto —anuncia entonces V mientras camina hacia la
salida.
—¿Cómo que tú te ocupas? ¿qué vas a hacer? ¡V!
—¡No hagáis nada! —ordena a su hijo ya desde la puerta de la mansión.
—¿Qué narices acaba de pasar?
—No lo sé. —Mi marido se frota los ojos y da un sorbo al vaso de agua.
—Nunca había visto a tu padre así, de hecho, desconocía que tuviese
humildad, la verdad… —confieso en un suspiro.
—Ese no era Vladimir Ivankov —dice y hace una pausa para mirarme
—. No al menos el que conocemos. No sé, tal vez después de cuarenta años
con la guardia en alto, por una vez ha sido capaz de ser el chaval que fue
antes de perder a mi madre.

KIBO

Dejo de trotar y bajo el ritmo de mis pies para ir caminando cada vez
más despacio hasta detenerme por completo, doy un trago de la fuente que
hay a un costado del camino empedrado de Central Park, por donde salgo a
correr desde que mi mundo empezó a caer en picado, y me siento en un
banco. Solo hace una semana que Cass se marchó, y ya siento que fue en
otra vida; sigo sin comprender por qué no quiso luchar un poco más por lo
nuestro, quizá sea un egoísta por querer que permaneciese a mi lado, pero
es lo que yo hubiese hecho en su lugar. Ella rompió la mitad de mi corazón,
la mitad que seguía sana tras la traición de Grigori, él fue el responsable de
machacar y pisotear la poca confianza que podía tener en las personas. Si
dos de las que más quería y en quien más confiaba me han fallado, ¿cómo
voy a volver a confiar en alguien? No, eso es imposible. Tan solo quiero ir a
por él, acabar con su vida igual que él quiso hacer con la mía y la de toda
mi familia. Esto tiene que acabar ya, se ha alargado demasiado, mi familia
me pide paciencia y prudencia, pero ya no me queda de eso.
—No fallas ni un día, campeón. —La risa de Deb, la chica con la que
coincido cada día desde que empecé a correr por aquí, me llega cuando se
detiene a unos metros.
—Tú tampoco —digo sonriendo mientras me recuesto en el banco y
espero a que llegue hasta mi lado.
—¿Qué puedo decir? Me gusta estar en forma. ¿Cuál es tu excusa?
Se quita los auriculares inalámbricos y veo cómo detiene la música en
su móvil, después da un trago de la botella que lleva y, a continuación, se
seca el sudor de la frente con el dorso de su mano; los mechones rubios que
se han soltado de la coleta de su pelo caen mojados a cada lado de su rostro,
entonces me mira.
—¿Eh? —pregunto distraído.
—Que cual es tu excusa para venir a correr todos los días.
—Me ayuda a… no sé. —Suspiro—. Supongo que lo hago como
terapia, ¿sabes?
—Sí, sé a lo que te refieres. ¿Algo que necesitas olvidar? —Sonríe y me
escudriña con sus ojos—. No es algo, es alguien, ¿verdad? Venga, confiesa.
—Me da un toque amistoso con la pierna y yo respondo a su gento con una
sonrisa.
—Algo así.
—¿Cómo se llama?
—Cassandra. Se llama Cassandra —confieso mientras alzo las cejas y
me encojo de hombros—. Ella… Bueno, no éramos exactamente pareja,
pero lo que fuese terminó hace una semana cuando se largó de la ciudad.
—Vaya, siento oír eso. —Permanecemos mirándonos un par de
segundos—. ¿Te apetece que comamos algo? Hay un puesto de perritos
calientes muy cerca.
—No sé. —Dudo y ella se pone en pie.
—¡Venga! —insiste riendo—. Dicen que son de lo mejorcito de todo
Nueva York. —Hace énfasis en la palabra “todo” —. No querrás ser el
responsable de que no los pruebe, ¿verdad?
—Jamás —río y también me levanto—. No podría vivir con el peso de
saber que te has perdido los mejores perritos de la ciudad por mi culpa.
—Bien dicho.
Pasamos la tarde juntos, un par de horas, no más, pero lo suficiente para
ayudarme a desconectar un poco y sentirme como un chico normal. Sin
embargo, no bajo la guardia, no puedo, supongo que es la costumbre, ¿no?
Saber que, al mínimo momento de debilidad, podrían intentar matarme. A
pesar de eso, trato de disfrutar del momento, vivir el aquí y ahora con esta
chica de la que apenas sé nada, pero que, por un rato, consigue hacerme
sentir bien. No voy a ser hipócrita, no quiero nada con nadie y tampoco
estoy preparado, pero tener una amiga o una compañera de entrenamiento,
no creo que sea tan mala idea. ¿Verdad?
—¿Hace mucho que no hablas con ella? —me pregunta después de
comernos un helado.
—Solo me respondió un par de mensajes después de irse, para decirme
que había llegado bien a Arizona y que sentía cómo habían acabado las
cosas. No me ha vuelto a contestar desde entonces.
—Vaya, ¿y tú has seguido escribiéndola?
—Sí, pero se acabó. —Exhalo y me froto los ojos—. Se acabó.
—Bueno, si te apetece puedo darte mi número y, así, cada vez que
tengas ganas de escribirla a ella, puedes escribirme a mí. Como amiga,
tranquilo. —Curva la comisura de los labios y dos hoyuelos se le forman a
cada lado de las mejillas—. Tranquilo, Kibo, nadie muere por amor.
XXVI

DANTE

Termino de cortar la pizza casera que hemos hecho Asia y yo en su


apartamento de Manhattan, y ambos nos servimos algunos trozos en un
plato. Lo llevamos a la mesita de enfrente del sofá y nos sentamos, ella
recoge sus piernas para sentarse más cómodamente y yo le acerco el plato
cuando ya está colocada.
—Gracias, amor.
—Veamos qué obra de arte hemos cocinado —digo mientras cojo un
trozo y lo coloco frente a ella para que choque el suyo con el mío antes de
llevárnoslo a la boca.
—Dios mío —farfulla con la boca llena—. ¡Está buenísima!
—No tanto como tú —río después de tragar—. Sabes que vas a ser mi
prostre, ¿verdad? —Alzo las cejas y ella me tira un beso con diversión.
Cenamos tranquilamente mientras vemos una película, hacemos bromas
y trato de que se encuentre lo más cómoda posible, que se olvide de que
Mike, uno de nuestros hombres de seguridad, está en la recepción del
edificio y que, aparcado fuera, hay un furgón con dos hombres más. Intento
que se sienta una chica normal, algo muy complicado teniendo en cuenta
quienes somos…
—Acompáñame —pido después de un rato, cuando ya nos encontramos
tumbados en el sofá.
—¿A dónde? —Frunce el ceño con desconfianza.
—Vamos, levanta.
Acepta mi mano y deja que la guíe hasta el cuarto de baño del
dormitorio, pongo un poco de música de fondo y comienzo a besarla
mientras voy retirando poco a poco su ropa. Enseguida capta el mensaje
puesto que ella hace el mismo trabajo conmigo. Meto los dedos por debajo
de las gomas de sus bragas y me arrodillo al mismo tiempo que las bajo y
voy dejando besos húmedos por su vientre y sus muslos. Sujeta mis manos
y tira de mí hacia arriba, me besa y retrocede conmigo hasta estar dentro de
la ducha, donde abre el grifo y ambos nos pegamos más cuando sale el
chorro de agua frío durante unos segundos.
—Oh, Dios —gruño al sentir cómo rodea el grosor de mi polla con su
mano ya experta para mí—. Me vuelves loco, Asia.
La beso e imito su gesto, mis dedos tantean entre sus piernas sin llegar a
tocar nada concreto, acaricio su pubis y voy metiendo un dedo poco a poco.
La humedad que siento dentro de ella es muy diferente a la del agua que cae
sobre nosotros, me hace jadear. El movimiento de su mano es constante, y
el de mi dedos también.
—Quiero sentirte dentro —musita con sus labios sobre los míos.
—Primero vas a correrte así.
Con mi mano rodeo su cuello con delicadeza, sujetándolo, pero sin
apretar, como sé que le gusta. La hago retroceder hasta que su espalda toca
la pared, saco los dedos para levantar su pierna y hacer que la apoye en un
costado de la ducha, donde hay un pequeño banco de mármol. Ahora sí. Mi
mano se aventura de nuevo y me dejo llevar por ese lado más primitivo que
sale cuando la excitación es tan grande. Dibujo círculos sobre su clítoris sin
detenerme, dejo que sus gemidos sean mi sintonía, que ella me pida lo que
necesita en cada instante solo con mirarme, con el modo de mover las
caderas, de alejarse y acercarse. Noto cómo estoy muy cerca, sus
movimientos y la presión que ejerce sobre mi miembro es demasiado
perfecta como para poder soportarlo un minuto más.
—Voy a correrme —informo con frente apoyada en la suya.
—Yo también —jadea y, segundos después, ambos alcanzamos el
orgasmo, uno en la mano del otro.

ASIA

Hace un rato que me he despertado al escuchar unas sirenas de policía


en la calle, pero estoy tan a gusto en la cama, que ni si quiera me he
movido. Dante duerme a mi lado igual que un bebé, solo le falta sonreír. Es
tan guapo, en un mes será junio y hará un año que nos conocimos en
aquella fiesta en La Cueva, la cual cambió mi vida para siempre, y aún hoy
me sigue impactando la sincronía que tienen sus facciones, lo atractivo que
está incluso dormido con un poco de babilla en la comisura del labio.
Sonrío para mí misma y me acurruco a su lado, por acto reflejo levanta el
brazo para hacer sitio en su pecho, e inspira tras colocar la nariz entre mi
pelo.
—Feliz cumpleaños, mi unicornio —susurra antes de elevar mi barbilla
para depositar un beso en mi labios.
—Gracias, rubio. —Lo abrazo con una sonrisa en el rostro y
permanecemos así hasta que, de repente, suena el timbre—. ¿Eh? ¿Serán tus
padres?
—Lo dudo —dice con el ceño fruncido—. Quédate aquí.
Asiento, aunque no obedezco. En cuento se pone unos calzoncillos y
sale descalzo de la habitación, yo me cubro con la bata de seda que me
regaló Sasha —bueno, en realidad me llenó el armario de ropa—, y me
asomo para poder ver quién se encuentra al otro lado de la puerta.
—Mmm… hola, buscamos a Asia —habla una voz que de inmediato me
revuelve las tripas por los nervios.
—¿Mamá?
—¡Hija, felicidades! —exclama con su excéntrica voz mientras entra en
el apartamento y me abraza.
—Felicidades, cielo. —Mi padre no está tan contento, supongo que por
haberse encontrado con Dante ataviado únicamente con unos ajustados
bóxers.
—Pero… yo no… ¿Por qué no me habéis dicho que veníais? ¿Y cómo
os han dejado pasar? —cuestiono esto último mirando directamente a
Dante, y al mismo tiempo le dedico un gesto que espero que entienda como
que quiero que sea disimulado porque mis padres no conocen ningún detalle
de la vida de la familia de mi novio.
—Porque nos habrías dicho que no viniésemos, igual que llevas
haciendo desde hace meses hija. —La voz de mi padre es más autoritaria
que a lo que me tiene acostumbrada—. Hace un siglo que no te vemos,
¿cómo íbamos a perdernos tu cumpleaños? Basta fue ya el chasco de no
verte en Navidad…
—Lo siento… os dije que tenía muchos exámenes a la vuelta y que tenía
que estudiar. Por favor, sentaos, voy a vestirme —digo mientras señalo los
sofás con la mano.
—Sí, será mejor que os vistáis —farfulla sin mirarme.
Cuando entramos en el dormitorio y cierro la puerta, Dante se me rasca
la frente y me mira a la vez que forma una línea con los labios.
—Lo sé, no es necesario que digas nada. Date prisa, vístete, por favor,
mis padres nunca me habían visto en esta situación. —Doy vueltas de un
lado para otro buscando mis bragas—. Dios mío, qué vergüenza.
—Preciosa, para un momento —pide y me sujeta por los hombros—.
¿Qué vas a hacer? No es buena idea que permanezcan aquí…
Sé que no lo es, que lo mejor sería que no me viesen con ellos en la calle
para que no los asociasen conmigo y, por ende, poner sus vidas en peligro,
pero ¡yo qué sabía que iban a venir! No he parado de pedirles que no lo
hicieran, que ya iría yo cuando pudiese, usando siempre la maldita y falsa
excusa de los estudios y los exámenes, cuando no recuerdo la última vez
que me senté a estudiar; bueno, sí, hace unos días y me secuestraron.
—¡No lo sé! —exclamo en voz baja—. No le digas nada a la familia, me
iré por ahí a comer con ellos e intentaré que se marchen hoy mismo.
—No te lo crees ni tú, no van a irse tan pronto, Asia. Llevan casi un año
sin verte, lo raro es que no se hayan presentado antes.
—¿¡Y qué hago!?
—Imagino que no le has hablado de los Ivankov, ¿verdad?
—No, ni siquiera sabe tu apellido, sería capaz de buscaros en internet.
—Pongo los ojos en blanco porque así es mi padre.
—Pues no lo sé, supongo que querrán pasar unos días contigo,
acompañarte en tu cumpleaños. Solo espero que no quieran conocer a mis
padres… —Dibuja una mueca con la boca.
—No, no, no. —Muevo la cabeza de forma frenética—. De eso nada. —
Me recojo el pelo en una coleta baja lo saco por fuera del jersey que me he
puesto—. Les voy a sugerir que nos quedemos en casa, a ver si los
convenzo. Les digo que tengo ganas de que me cocinen algo, ¡yo qué sé!
—De acuerdo, ¿quieres que me vaya o me quedo?
—Yo quiero que te quedes, pero supongo que mi padre estará más
cómodo si te vas. Lo siento. —Agacho la cabeza y él se acerca para elevar
mi barbilla y besarme.
—No te preocupes, pero llámame enseguida si pasa algo o si vais a salir,
por favor. Sabes que no es por control de control de novios, o sea, que no es
de ese control tóxico tipo… Bueno, que no es que quiera saber dónde estás
en todo momento, que yo…
—Shh. —Coloco un dedo en sus labios—. Respira —río y él relaja un
poco los hombros con una sonrisa—. Lo sé, te quiero.
—Yo también te quiero. Vamos, me despediré de ellos y volveré cuando
me digas.
—Está bien, vamos.
XXVII

SASHA

Recorro el pene de mi marido con la lengua, desde la base hasta la


punta, sé cuánto le gusta que varíe el ritmo, que lo haga lento y la
introduzca hasta la garganta, y de repente que aumente la velocidad. Y es
así como lo hago. Y también es así como logro que se corra en mi boca
pocos minutos después, asegurándome de que ninguna gota resbale al caro
sofá que tenemos en la habitación de la mansión.
—Mamá, ¿me vas a dejar los zapatos que…? ¡Agg, socorro, mis ojos!
—Gabriella se tapa la cara con las manos y finge una arcada mientras se da
la vuelta—. ¡Qué asco! ¿¡Cómo sois tan asquerosos!? ¡No vas a poder pagar
un psicólogo que me borre este trauma!
—Te jodes, te he dicho mil veces que aprendas a llamar a las puertas
antes de entrar —contesto después de tragar y pasarme el dorso de la mano
por los labios—. Si tus padres están en su habitación con la puerta cerrada,
cosa que nunca hacemos, ¿qué te hace pensar que únicamente estaremos
hablando?
—¡Guarros! —grita de nuevo, pero no se va, tan solo permanece de
espaldas a nosotros, Connor se ha escabullido correteando al cuarto de baño
con la mano sobre sus partes íntimas.
—Más te vale que no te encuentre nunca haciéndole una felación a
ningún chico, avisada quedas —advierto y termino de abrocharme la bata
alrededor de mi cintura desnuda. ¿Qué quieres? Márchate —digo dándole
un toque en el hombro tras acercarme a ella.
—¡No me toques! ¡Dios, que vomito!
—¡Pues lárgate!
—¡Que quiero que me dejes los zapatos para el cumple de Asia!
—¿¡Y tiene que ser en este momento!? ¡Estoy desnuda y tu padre acaba
de co…!
—¡Ahhh! ¡Mis oídos!
—Pero ¿qué está pasando aquí? —Hell sube las escaleras con las manos
separadas en un gesto interrogativo.
—¡Hoy no ceno, estoy enferma! —grita mi hija mientras se marcha
dando zancadas por el pasillo. Mi hermano me mira y realiza una pregunta
muda.
—Nada, le estaba haciendo una mamada a Connor y ha entrado sin
llamar.
—Por el amor de Dios, Sasha, ¿no sabes lo que son los pestillos?
—Intento educar a mi hija, joder. Que aprenda a llamar a las puertas,
verás cómo la próxima vez se lo piensa dos veces antes de volver a entrar.
—Alzo las cejas y cierro para ir a ver si mi marido sigue vivo o si le ha
dado un infarto.

GABI

Cierro de un portazo mi habitación y corro a lavarme la cara para


intentar borrar esa traumática y asquerosa imagen de mis retinas. Joder, sé
que tienen sexo y esas cosas, ¡pero son mis padres! ¡Puaj! Es que no sé qué
me ha dado más asco, si ver a mi madre de rodillas y con todo el… ¡Dios,
es que voy a vomitar de verdad!
Entonces suena mi móvil, y eso detiene mi arcada. Corro a cogerlo
pensando que será Nino, sí, aún tengo la vaga esperanza de creer que todo
ha sido una pesadilla y él regresará, pero no. Hace dos semanas que me dejó
y desde entonces no he tenido noticias suyas. Mi mente y mi corazón siguen
perteneciéndole, ¿qué hago? No puedo evitar recordar cada uno de los
instantes que compartí a su lado, para muchos puede sonar cursi o
exagerado, pero para mí… No sé, Nino ha sido una transición en mi vida,
no soy la misma que era antes de conocerlo.
Ni de lejos.
—Dime.
—Tu madre sigue adelante con mi fiesta de cumpleaños, ¿verdad?
—Asia, no te esfuerces, sabes que no hay nadie que pueda convencerla
de no dar una fiesta, además, que sepas que, por ir divina, acabo de pillar a
mis padres manteniendo relaciones sexuales. —Dibujo una mueca de asco
al recordarlo.
—¿Qué dices?
—Sí, mi madre hincando rodilla como una profesional. No superaré esa
imagen en mi vida. ¿Ya se han ido tus padres?
—Sí, acabo de dejarlos en el aeropuerto, han sido dos días muy largos,
he intentado salir de casa lo mínimo.
Por su voz, sé que no ha tenido que ser fácil para ella. Asia echa de
menos a su familia a diario, y estoy segurísima de que ha estado encantada
al tenerlos a su lado, pero también sé que va a vivir aterrada durante un
tiempo, pensando que nuestros enemigos van a usarlos para hacerla daño y,
por ende, a mi familia.
—Bueno, ahora piensa en la fiesta de mañana, va a ser genial, ya verás.
Podremos desconectar de todo y divertirnos por una noche como si el
mundo no fuese a terminar de repente… —Pongo los ojos en blanco
porque, en realidad, eso es lo que puede suceder.
—Estoy segura de que tu madre se encargará de contratar el doble de
seguridad.
—¿El doble? Já. La Cueva va a ser peor que Alcatraz.
—Qué exagerada —ríe al otro lado de la línea, pero lo cierto es que, en
esto, no exagero. Quizá en otras cosas sí…
—Supongo que me lo habrías dicho, pero… ¿sabes algo de Nino?
—Pues no, se lo ha tragado la tierra. —Suspiro y me dejo caer en la
cama—. Lo echo de menos, Asia.
—Ya lo sé, no quiero pensar cómo estaría yo si me faltase tu primo.
—Tranquila, ese no te deja ni aunque le pongan una pistola en la cabeza,
está completamente enamorado de ti. Nunca le había visto así con ninguna
chica.
—El sentimiento es mutuo.
—Lo sé. Bueno, ¿ya te has decidido entre los dos vestidos para mañana?
—Más o menos, Dante dice que me quedan bien los dos, así que no es
de mucha ayuda, a ti te gusta más el azul, ¿verdad?
—¡Obvio! Es que no sé ni cómo puedes estar en duda aún, con eso y
con los Ivankova blancos de la última colección vas a estar deslumbrante.
—¿Tú qué te vas a poner?
—¡Sorpresa! —río con ella y nos despedimos enseguida cuando mi
abuelo nos convoca a todos en el despacho.
Me coloco en el lado opuesto a mis padres porque aún soy incapaz de
mirarlos sin que mi rostro dibuje una mueca automática de asco, mi primo
Kibo me pregunta qué me pasa, pero no quiero rememorarlo de nuevo, así
que le quito importancia con un gesto de la cabeza. A mi otro lado está
Hope y a su lado Hell, y sentado en la silla tras el escritorio se encuentra el
abuelo.
—Sé que no voy a convenceros para que no deis la fiesta de mañana, así
como sé que no es una buena idea y que, conociendo la trayectoria de esta
familia, es muy probable que algo suceda. —Se calla y se pone en pie,
apoyado en su bastón rodea la mesa y se sirve una copa de algún licor—.
Dicho esto, os pido que seáis prudentes —dice antes de hacer una pausa y
mirarnos a todos—. Estamos muy cerca de acabar con ese niñato y con su
madre, no la caguéis.
—¿Cerca? —pregunto con una ceja arqueada—. ¿Qué me he perdido?
Hasta hace una semana, querías esperar, abuelo. Nos has repetido muchas
veces que no nos precipitásemos y fingiésemos normalidad. ¿Qué ha
cambiado?
—No hagáis preguntas, simplemente obedeced.
Frunzo el ceño y miro a mi madre, la cual tiene la misma expresión que
yo, le susurra algo a mi padre y se va del despacho, no antes de dedicarme
una mirada ofendida. ¡Encima! ¡He sido yo la que se ha traumado, no ella!
Sea lo que sea que tiene mi abuelo entre manos, sé que la fiesta de
mañana será muy grande y que nos vendrá bien a todo fingir un poco de
normalidad por una noche.
XXVIII

DANTE

Admiro la belleza del amor de mi vida mientras termina de hacerse unos


tirabuzones, me observa a través del espejo y está a punto de quemarse
mientras me quito la toalla que rodeaba mi cintura para vestirme.
—Si lo prefieres, voy desnudo, eh.
—Vale, yo también iré desnuda —señala y deja la plancha sobre la
encimera—. Así vamos a juego, ¿qué te parece?
—Que mejor nos vestimos —advierto mientras se acerca a mí,
sonreímos y sostengo su trasero con mi mano para atraerla a mi entrepierna.
—De acuerdo, vístete entonces. —Ríe antes de regresar a su tarea, me
parece tan complicado eso que se está haciendo en el pelo, yo seguramente
me quemaría diez veces y no conseguiría un rizo definido.
Un rato después bajamos las escaleras de la mansión, lugar al que
volvimos cuando Asia pudo conseguir que sus padres se marchasen. No fue
fácil. La parte buena es que consiguió convencerlos de que todo iba bien y
no se enteraron de nada de lo relacionado con mi familia, que era lo que
más nos preocupaba a ambos. Hemos estado hablando y sabemos que un
secreto como este no puede esconderse para toda la vida, pero bueno…
Asia dice que cuanto más pueda alargar el momento, mejor. Conoce a su
padres y sabe cómo reaccionarán, que querrán que se vaya de Nueva York y
que se aleje de todo lo relacionado conmigo.
Eso no pasará.
—Se supone que yo siempre soy la más guapa y sexy de las fiestas —
dice Gabi al salir de su dormitorio y vernos en la entrada principal de la
mansión—, pero hoy me he esforzado mucho para no quitarte
protagonismo. —Mira a Asia y ambas ríen.
—Cualquiera lo diría con ese vestido que te has puesto —señala.
—Oye, pues es el más normalito que tengo, ¡no te quejes! Si hubieses
visto mi primera opción… A Nino le habría vuelto loco.
Nos quedamos en silencio, la verdad es que no sé qué responder a eso y
Asia parece que está igual que yo, sorprendida. Entonces mi prima fuerza
una sonrisa y termina de bajar las escaleras.
—Él se lo pierde. —Se encoje de hombros y saca el móvil del escote—.
Vamos a hacernos una foto, que el mundo entero sepa que hoy es tu
cumpleaños.

La música resuena en los altavoces de La Cueva, Sasha no ha reparado


en gastos, para no variar, así que no falta de nada; desde luces de todos los
colores que se van alternando para crear la atmósfera perfecta y que bailan
al ritmo de los sonidos, hasta humo que brota de los orificios que hay por
las paredes y permanece a nuestros pies, sin llegar a subir y a dificultar la
visión.
—Madre mía, la rubia se supera cada vez —comenta Kibo, el cual ha
invitado a una chica que ha conocido corriendo por Central Park. Dice que
solo son amigos, a mí me da igual, lo que me importa es que lo noto un
poco más animado.
—La verdad es que tu madre es increíble. —Asia mira a Gabi y está se
encoje de hombros mientras da un sorbo de su pajita.
—No está mal.
—¡Venga ya! —insiste mi unicornio—. ¿Tanto te cuesta reconocerlo?
—¡Que sí! ¡Que es una pasada! —Mi prima pone los ojos en blanco y se
acaba la copa ignorando que la pajita se le cae al suelo—. Voy a por otra.

ASIA

Bailo sin parar toda la noche, me divierto como hacía mucho tiempo que
no lo hacía y, por una vez, consigo creerme durante unas horas que soy una
chica normal y corriente. Aquella joven que llegó a Nueva York con el
sueño de estudiar y poder ir a la mejor universidad, la misma que hizo una
amiga llamada Camilla, la cual desapareció y nunca más supo de ella, la
chica que conoció a sus vecinos italianos, que luego resultaron ser
miembros de la mafia calabresa y casi la matan. Aquella. Tan lejana, tan
desconocida… Dios mío, me ha cambiado tanto la vida en casi un año, que
siento una nausea subiéndome por el estómago, aunque seguramente se
deba a las copas de whiskey que llevo tomadas.
—Ey, ey, despacio. —Mi rubio me sostiene por la cintura y besa mis
labios—. Igual deberíamos bajar el ritmo, ¿qué te parece?
—Me parece una buena idea, odio vomitar y creo que voy por ese
camino. —Río mientras él asiente con la cabeza y ríe conmigo.
—¿Te apetece que nos sentemos un rato y comamos un pedazo de tarta?
—Claro, me vendrá bien y aún no la hemos probado.
—Kibo, vamos a sentarnos —avisa a su primo, el cual asiente con una
sonrisa y continúa bailando con su amiga. No recuerdo el nombre.
Dejo que Dante me guíe entre la gente, personas que conozco y otras
que no, pero todas ellas me saludan y felicitan a mi paso. Se me engancha el
encaje del vestido con el anillo de una chica, y al tirar se rasga ligeramente,
ambas sonreímos un tanto ebrias y nos detenemos para soltar la tela sin
crear más desastre, nos pedimos perdón y por fin llego hasta los sofás. Me
dejo caer y mi novio me ayuda a sentarme mejor antes de decirme que va a
por la tarta, asiento y cierro los ojos cuando besa mi frente antes de alejarse.
A unos metros observo cómo Gabi y Sasha mantienen una acalorada
discusión, la rubia mayor señala a la barra del bar y después a su hija,
mientras que ésta última, apunta con el dedo a su madre y le dice algo.
Sasha señala las escaleras que llevan a la planta superior de La Cueva,
donde se encuentran los dormitorios que se usan en las fiestas… Bueno,
esas fiestas tan conocidas de este lugar, y después le dice algo a un par de
camareros antes de fulminar con la mirada a su hija y alejarse.
—¡Ya estoy aquí! Menos mal que hemos decidido sentarnos y probar la
tarta, porque apenas queda un poco —ríe y coloca un plato frente a mí—.
¿Qué pasa? ¿Qué mirabas?
—Gabi y Sasha. —Me encojo de hombros y él pone los ojos en blanco.
—Nada nuevo, ¿no? —pregunta al mismo tiempo que me tiende una
cuchara, yo niego con la cabeza y sonrío antes de coger un pedazo.
—¡Madre mía, está deliciosa! —exclamo cubriendo mi boca con la
mano.
—Tú sí que lo estás.
Nos reímos y acercamos los labios para darnos un pequeño beso antes
de seguir comiendo, de reojo veo cómo Gabi se saca una petaca de debajo
del vestido.
XXIX
GABI

La fiesta avanza con normalidad, mi madre ha creado un fuerte en el


exterior del edificio y un perímetro de seguridad, que ni los militares serían
capaz de entrar sin que nos enterásemos con diez minutos de antelación.
Echo mucho de menos a mi italiano, quizá por eso estoy bebiendo sin
control, un nudo se forma en mi garganta cada vez que veo a Dante con
Asia, besándose y susurrándose cosas al oído, o a mis padres, o a Hell y
Hope, o incluso a mi primo Kibo con esa amiga que ha traído —pretenderá
que nos creamos que solo le gusta como amiga—. Me quema por dentro el
saber que yo eso no lo tengo, que Nino decidió abandonarme después de
habernos salvado la vida mutuamente, después de haber desafiado a dos
mafias para estar juntos. A día de hoy me sigo preguntando si tan poco
signifiqué para él.
—Ponme otra —pido al camarero cuando se acerca en la barra.
—¿Estás segura? —Frunce un poco el ceño y se aleja cambiando el
rostro cuando mira por encima de mi hombro.
—¿Qué te crees que estás haciendo?
Pongo los ojos en blanco al escuchar la voz de mi madre, qué pesada de
verdad, no hay fiesta que no tenga que aguármela.
—Divertirme como todo el mundo, ¿esto no es una fiesta? Pues es lo
que hago.
—¿Divertirte y beber hasta perder la consciencia es lo mismo para ti? —
Arquea una ceja y apoya las manos en sus caderas.
Lo cierto es que, incluso borracha, no puedo evitar reconocer lo jodida
reina que es mi madre. Lo poderosa que parece y lo preciosa que está
siempre, sin necesidad de arreglarse en exceso como hoy, que le ha
preocupado más la seguridad del sitio y no ha pensado en su look, se ha
puesto unos pantalones vaqueros rasgados, un top de seda negra por encima
del obligo y, por supuesto, unos Ivankova. Y sigue pareciendo una diosa,
aunque igual lo borracha que estoy y las luces que la apuntan desde atrás y
desde arriba, colaboran en este efecto angelical.
—Oye —dice chasqueando los dedos frente a mí—. ¿Me estás
escuchando?
No, madre, estaba embobada por tu maldita perfección, ¿qué decías?
—¡Que sí! Te he escuchado, ¿vas a dejar que me lo pase bien o vas a
venir a fastidiarme la fiesta como siempre?
—Gabriella, no te lo estás pasando bien, mira el moco que llevas, joder.
—¡Que estoy bien! Solo quiero bailar y olvidarme de cualquier italiano.
—Aparto la mirada después de decir eso, no debí decir eso, lo que faltaba
para que mi madre se apiade de mí, lo último que quiero es que me tenga
lástima.
—Chicos, ni una gota más de alcohol para mi hija, ¿entendido? —
ordena a los camareros, los cuales asienten cual perrillos. Maldita sea.
—¿En serio, mamá?
—Tienes dos opciones —dice y da un par de pasos para acercarse más a
mí—. Seguir la fiesta sin la necesidad de beber más alcohol, o subir esas
escaleras de ahí, meterte en una habitación y dormir la mona hasta que nos
vayamos. Tú eliges. —Vuelve a mirar a los camareros y les insiste en que
no me vendan nada más, me fulmina con la mirada unos segundos y se
pierde entre la gente.
—Maldita sea —mascullo y me giro hacia a los camareros, pero estos se
disculpan con la mirada y continúan atendiendo al resto de la gente—.
Lástima para ti que yo sea más lista —digo mientras saco la petaca que me
he metido dentro de la liga, sabía que, una vez más, mi madre intentaría
aguarme la fiesta. Doy un trago, pero compruebo que está vacía, con las
prisas olvidé llenarla antes de salir de casa—. ¡Agh!
Observo a la gente, todos ríen y se divierten, se están pasando bien
mientras que yo soy una desgraciada, no puedo quitarme a Nino de la
cabeza y estoy amargada. Siento cómo me viene el bajón y presiente que el
alcohol me va a subir de golpe, así que me dirijo a las escaleras y subo hasta
la primera habitación que encuentro. Una vez dentro, me doy cuenta de que
es la que tiene ambientación griega, la cama tiene dosel y todo está
decorado en tonos azules y blanco mármol. Abro una de las chocolatinas
que hay sobre una mesita, dentro de una cesta hecha con paja, y me la
zampo de un bocado; repito el proceso con otras dos mientras me mantengo
sentada en el sillón que hay junto a la cama, no quiero tumbarme porque
entonces el mareo será brutal. Aquí estoy bien.
Me encuentro cantando en voz alta la canción que estaba sonando abajo
cuando subía, mientras ojeo las redes sociales y lo que los invitados suben a
sus historias. Entonces, me llega un mensaje de un número que no tengo
guardado, lo abro esperanzada y sintiendo cómo el corazón se me va a salir
del pecho, ¿será él?
—Que sea de Nino, por favor, que sea de Nino —suplico en voz alta
antes de abrirlo.
Frunzo el ceño y arqueo una ceja a medida que voy leyendo lo que pone
y, descubro, al final, de quién proviene: Camilla.

“Hola, Gabriella, estoy en peligro y necesito que vengas a recogerme, sé que ha pasado mucho
tiempo, pero te lo explicaré todo. Por favor, ayúdame, estoy en el polígono 3 que hay a las afueras de
Queens, dirección sur. Te lo pido, por favor, necesito tu ayuda. Camilla.”

—¿Perdón? —digo en voz alta y me pongo de pie—. ¿Y esta qué quiere


ahora? ¿Pero no estaba muerta?
Medito unos instantes y vuelvo a leer el mensaje, me mordisqueo la
punta de la uña, sin llegar a morderla, algo que he descubierto que hago
cuando estoy nerviosa. La verdad es que sería un regalo alucinante, traerle a
Camilla, Asia se volvería loca, lo pasó fatal cuando desapareció. Dice que
está en peligro, pero recuerdo que era una exagerada y una intensa, seguro
que hay un perro detrás de alguna valla y no para de ladrar, eso es el peligro
para ella.
Pongo los ojos en blanco y decido acudir, si me cruzo con mi madre le
diré que marcho para casa, seguro que se alegra.
Bajo las escaleras e intento no cruzarme con nadie que me haga
preguntas, consigo llego hasta la puerta que da a la habitación pre-salida,
pero me topo de frente con uno de los guardias.
—Señorita —dice al verme.
—Me voy a casa, esta fiesta me aburre.
—¿Lo sabe su madre?
—Pues claro, es la que me ha invitado amablemente a que me marche
—digo con los brazos cruzados, y finjo tambalearme un poco para que
piense que estoy tan borracha que por eso mi madre me ha mandado para
casa. Pero lo cierto es que el mensaje de Camilla y las tres o cuatro
chocolatinas, me han bajado un poco el efecto del alcohol.
—No sé qué hacer, creo que debería decirle a la señora Ivankova que se
va a marchar. —Mueve los labios de forma dubitativa y mira a mi espalda,
seguro que deseando ver a alguien que pueda darle una orden más directa.
—Tú mismo, la he visto subiendo a una de las habitaciones con mi
padre, pero si quieres interrumpirlos, allá tú.
—No, no, de acuerdo —acepta enseguida—, le diré a uno de los
guardias que la lleve a casa, señorita.
—No, cogeré un taxi. —Paso por su lado y atravieso la segunda puerta,
camino por el pasillo empedrado y salgo a la calle. Él me sigue y dice algo,
pero lo ignoro.
—Gabriella, ¿qué haces aquí fuera? —me pregunta entonces Ash, el
cual no sé para qué se ha traído a la fiesta en lugar de dejarlo cuidando de la
mansión.
—Me marcho a casa, esta fiesta es una mierda.
—Te llevo.
—Que no, qué pesados sois todos con llevarme, ¿queréis que mi madre
se entere de que habéis dejado una brecha en el perímetro?
Se miran entre varios guardas y dudan, pero Ash es demasiado
insistente.
—Prefiero que se cabree por eso antes de saber que he dejado que te
marchases en un taxi.
—Joder, no me voy a librar de ti, ¿eh? —Suelto un suspiro y él niega
con la cabeza—. Bueno, pues ve a por el coche y recógeme a la vuelta, me
estoy meando y paso de volver a entrar.
—¿Cómo dices?
—¿Qué pasa? No será la primera vez que hago pis en un callejón, no
soy ninguna princesita eh, si es eso lo que te crees.
—De-de acuerdo, no tardaré, tengo el coche en la calle de al lado, no te
alejes.
—Pues hombre, no voy a mear aquí delante vuestro, ¿o es que acaso
queréis verme desnuda? —Alzo una ceja y me cruzo de brazos mirando a
todos los que están prestando atención a la conversación. La mayoría
apartan la mirada, intimidados, pero Ash me conoce más que el resto.
—Sé lo que intentas, por favor, no te vayas muy lejos, no tardaré.
—Que sí, venga.
Camino hacia el callejón donde he dicho que iba y, una vez estoy dentro,
corro por él hasta la calle que sale por el otro lado del edificio, miro a
ambos lados y tuerzo la esquina cuando veo que un taxi desciende la
velocidad, lo llamo con la mano y frena. Me alegro de no tener que dar
vueltas buscando un taxi libre porque está empezando a llover y tiene pinta
de que va a ser de esos diluvios de primavera que te calan hasta los huesos.
—Buenas noches, ¿a dónde te llevo? —pregunta el hombre a través del
espejo retrovisor.
Le doy las indicaciones del polígono y me pregunta si estoy segura de
querer ir ahí, que es una apartada y bla bla, le digo que sí y se pone en
marcha. Miro hacia atrás por las ventanas para asegurarme de que nadie me
ha visto, y me relajo en el asiento los minutos que tardamos en llegar hasta
el lugar. Pruebo a llamar al número desde el que me ha llegado el mensaje,
pero nadie responde.
—Ya hemos llegado, es aquí. ¿Está segura de que no quiere que la
espere?
—Estoy segura, gracias. —Le pago y me bajo del vehículo amarillo, el
señor aguarda unos segundos y se marcha cuando el hago un gesto con la
mano—. Bueno, Camilla, más te vale que esto no sea una broma —digo en
voz alta mientras me adentro en el polígono.

XXX

GABI

Estoy mojada de pies a cabeza, y me daría igual si no fuese porque estos


zapatos no pueden mojarse, maldita sea. Apresuro el paso hasta estar dentro
de lo que parece una vieja fábrica abandonada, en desuso. Tengo la
sensación de haber estado aquí antes, pero supongo que es por el parecido
que guarda al sitio que me llevó Nino cuando quiso secuestrarme, aunque sé
que no es el mismo porque estaba en la dirección opuesta.
—¿Camilla?
Instintivamente me llevo la mano a la cartuchera que llevo bajo el
vestido para coger el arma, la borrachera se me ha pasado casi del todo y
creo que no ha sido buena idea venir aquí sola, mierda.
—¡Camilla! ¿Estás aquí?
—Aquí está —anuncia una voz a mi espalda—, pero a diferencia de ti,
ella no está sola. —Grigori se carcajea, la supuesta amiga de Asia camina
junto a él, pero ni me mira, tiene los ojos clavados en el suelo y creo que
está llorando.
—Lo siento mucho, Gabriella, me ha obligado a…
—¡Cállate! —exclama y le da un bofetón tirándola al suelo.
Camilla se hace un ovillo y deduzco que no es la primera vez que la
trata de esta forma, por su aspecto estoy segura de que la ha tenido
secuestrada todo este tiempo y esperaba el momento oportuno para usarla a
su favor.
—Hijo de puta —mascullo mientras saco la pistola; para mi desgracia,
no tengo tiempo ni de cargarla, puesto que me sujetan por detrás y un brazo
rodea mi cuello inmovilizándome en el acto.
—Qué suerte para mí que no seas tan lista como tu madre, ¿cómo se te
ocurre venir sola a un polígono por la noche? Desde luego mi madre tenía
razón, tu arrogancia y narcisismo te hacen completamente temeraria. Suerte
para mí.
—Espero que sepas rezar —digo mientras me arrastran hasta él.
—¿Por qué crees que debería rezar?
—Porque cuando mi madre se entere de esto, matarte será su octavo
pecado capital.

SASHA

Hace rato que no veo a Gabi y eso no me gusta nada, mi hija es igual
que un tiburón blanco, por muy peligrosa que sea, es mejor verla porque
cuando no la ves, es cuando de verdad tienes que preocuparte.
—¿Has mirado en las habitaciones? —pregunto a mi marido cuando
regresa de dar una vuelta por todo el club— Le dije que se fuese a dormir la
mona si no quería seguir divirtiéndose sin alcohol.
—En las habitaciones no está —anuncia entonces mi hermano mellizo.
—En los baños tampoco —dice Asia, la cual también ha ido a buscarla
junto a Dante.
—De acuerdo, necesito un momento. —Cierro los ojos y me aparto unos
metros, tengo que respirar para contener los nervios y que estos no me
nublen el cerebro.
—Voy a preguntar a los de seguridad, han tenido que verla si ha salido.
—Ya lo hago yo. —Me adelanto a mi hermano mayor y voy hacia la
puerta de salida, me extraña que cuando el guarda me ve, exhala aire y
aparta la vista. Sé que lo hace porque sus hombros se elevan un poco y su
postura corporal cambia, se pone alerta.
—¿Dónde está Gabi?
—Ella… Bueno, ella quería marcharse.
—¿¡Y la habéis dejado!? —Lo aparto de un empujón y salgo hacia el
pasillo que da a la calle, mi familia me acompaña.
—Señora Ivankova, lo siento muchísimo —dice Ash cuando me ve, es
el guardia más joven que tenemos y sé que Gabi se lleva bien con él.
—¿Dónde está? —interroga Connor, la vena de su cuello palpita cada
vez que pasa sangre, puedo ver que está haciendo tanto esfuerzo por
contener los nervios como yo.
—Quería marcharse en taxi, pero le dije que no, que yo la llevaría a casa
y que me esperase. Fui a por el coche y cuando volví, ella ya no estaba. —
Puedo notar lo agobiado y preocupado que está, pero ahora mismo me da
igual.
—Localízala —pido a mi marido—, el anillo, no se lo quita nunca.
Recuerdo la discusión que tuve con mi marido hace unos años cuando
quise instalar un localizador en el anillo que le regalamos por su
decimocuarto cumpleaños, él decía que eso era un ataque a su privacidad,
yo solo alcé una ceja y le recordé lo que significaba ser un Ivankov. Aceptó,
por supuesto.
—No lo lleva —anuncia entonces Asia con la misma preocupación—.
Se lo ha quitado antes de salir, ha dicho que no le pegaba con el vestido.
—¡Es un anillo de oro blanco, por el amor de Dios, pega con todo! —
grito comenzando a desesperarme.
—Tranquilízate, mi amor, por favor, así no vamos a encontrarla. —
Connor me da un abrazo y mi hermano mayor decide encargarse de dar la
fiesta por finalizada, mandar a todo el mundo para casa y reunirnos en la
mansión.
*

Ha pasado más de hora y media desde que vi a mi hija por última vez,
solo puedo repetir en mi cabeza una y otra vez la última conversación que
tuvimos, una discusión, como de costumbre. No quiero llorar porque
entonces me vendré abajo y seré inservible, no podré concentrarme y se me
nublará el juicio. Lo primero que he hecho al llegar a casa ha sido correr a
su habitación para ver si estaba dentro, dormida y ajena a la preocupación
que nos estaba causando a todos, pero nada más lejos de la realidad, ni
siquiera ha pasado por casa.
—¡Os dije que algo pasaría! —exclama mi padre completamente
furioso.
—V, así no ayudas. —Hell le hace un gesto con la cabeza y después se
acerca a mí para abrazarme.
—Yo tengo una idea, pero no sé si os parecerá absurda —dice Asia
desde un rincón. Todos la miramos expectantes—. ¿Y si llamamos a Nino?
Él la quiere, estoy segura de que la dejó por algún motivo diferente al que le
dijo a ella, seguro que le obligaron o… —Se calla al ver cómo los mayores
nos miramos entre nosotros.
—¿Lo sabíais? —pregunta Dante, su padre asiente—. O sea que Gabi
tenía razón, le obligaron a dejarla.
—Eso da igual ahora, hijo —interviene Hope—, lo importante es que
Niniano nunca ha dejado de quererla y es posible que tampoco haya dejado
de cuidarla —añade mirándome a mí—, quizá sepa dónde la tienen, Sasha.
—¿Pues a qué estamos esperando? ¿Quién tiene su número?
—Yo, espera —dice Dante mientras saca su móvil del pantalón, pulsa en
la pantalla y se lleva el teléfono al oído—. ¿Nino?
XXXI

DANTE

Me llevo el móvil a la oreja y suena un par de veces hasta que alguien al


otro lado descuelga, pero no dice nada, solo escucho su respiración.
—¿Nino?
—Hola, Dante.
—Han secuestrado a Gabi —digo sin rodeos, no hay tiempo que perder.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? Espera, voy a poner el altavoz, estamos todos aquí. —
Pulso en la pantalla y dejo el móvil sobre la mesa.
—Habla, Niniano. ¿Sabes dónde tienen a mi hija? —Connor habla por
todos.
—Sí, no me he separado de ella desde que me marché, aunque ella
piense que sí. He estado cuidándola desde la distancia, todo lo alejado que
he podido para no poner su vida en peligro.
—Pues no la has cuidado muy bien porque la han secuestrado —espeta
la rubia antes de que Hope le haga una señal con las manos.
—Nino, ¿sabes donde está? —repite mi madre con el tono más calmado.
—La tiene Grigori.
—¡Joder! —grita Connor tirando un vaso contra la pared, algo muy
poco propio de él.
—La tienen en el polígono 3 del camino viejo de Queens. ¿Lo conocéis?
—Yo sé dónde está —interviene mi tío Nick, el cual acaba de bajar al
despacho para reunirse con nosotros después de estar con Allie en la
habitación, está ya de ocho meses, a punto de dar a luz.
—Pues vamos —digo yo sin dudarlo.
—A ver, un momento, esto necesita una organización, no quiero
chapuzas —pide el patriarca—. No quiero perder a nadie esta noche,
¿estamos?
—No vamos a perder a nadie, papá —dice Sasha mientras abre la vitrina
de cristal y empieza a repartir munición—. ¿Quién viene?
—Todos —dice Kibo.
—Todos no —me apresuro a decir—, Asia no viene.
—Y Allie tampoco —añade Nick, aunque eso era obvio.
—Te quedas cuidando de ella, ¿de acuerdo? —Sostengo las manos de
mi unicornio y limpio un par de lágrimas que caen por sus mejillas—. Sé
que no quieres que vaya, pero…
—Tienes que hacerlo, lo sé. —Me abraza, acaricio su pelo y deposito un
beso en su frente—. Vuelve conmigo.
—Lo haré, y traeré a Gabi con nosotros, te lo prometo.
—Tengo a seis hombres que aún me son leales después de dejar la
‘Ndrangheta, os esperamos en la entrada de la carretera del camino, daos
prisa. —Cuelga y yo me guardo el teléfono en el bolsillo.
—Debemos esperar a que lleguen todos los hombres que teníamos en La
Cueva, Sasha, no podemos ir solos y aquí apenas nos quedan siete u ocho
—recuerda mi madre, la voz de la razón.
—No pienso esperar ni un minuto más, a saber lo que ese hijo de puta le
está haciendo a mi niña, como sea igual que su padre y… —Se muerde el
labio inferior y sus ojos se cristalizan, entonces Connor sale corriendo hacia
los coches y esa es nuestra señal para no esperar por nadie más. Me despido
de nuevo de Asia y me subo en el coche de mis padres, donde también
vienen Kibo y el tío Nathan. Delante nuestro va Connor junto a Sasha, mi
abuelo, Nick y uno de nuestros hombres de seguridad; y tras nosotros va un
vehículo más con los pocos hombres que quedaban en la mansión. Todos
los de La Cueva ya han sido avisados para ir a la mansión a proteger a Asia
y Allie, por si esto es una distracción y pretenden atacarnos por dos lados
después de dividirnos.

—Mirad, ahí está Nino —señalo cuando lo veo a lo lejos, alumbrado por
los faros del coche de Connor.
Detenemos los vehículos y corremos hacia ellos, Nino ya está armado
hasta los dientes y todos preparados para adentrarnos en el polígono, aun a
sabiendas de que esto será, muy probablemente, una trampa.
—¿Cuántos hombres tiene? —pregunta mi padre.
—No lo sabemos con seguridad, no hemos podido acercarnos más sin
que nos viesen.
—Joder, o sea que puede que eso esté lleno de rusos —comenta Nick
rascándose la mejilla con la misma mano con la que sostiene el arma—.
Bueno, que sea lo que Dios quiera, vamos.
—Esperad, tenéis que saber algo. —Nos detenemos ante su voz y lo
miramos impacientes—. Camilla está con Grigori. Ella le mandó un
mensaje a Gabi para hacerla venir aquí.
—¿Cómo dices? —Levanto las cejas y giro ligeramente el rostro para
agudizar el oído, creo que me falla porque lo que acabo de escuchar no
puede ser cierto.
—Debió secuestrarla hace meses, y la ha tenido encerrada hasta poder
usarla como señuelo, ella no tiene nada que ver, es una víctima, no la
disparéis.
—Esto tiene que ser una puta broma —masculla Sasha—, esa niñata ha
engañado a mi hija para que el ruso la secuestrase, ¿y me pides que no le
haga daño?
—Sasha, te está diciendo que la ha obligado. —Mi padre coloca una
mano en su hombro, pero la rubia se aparta y pone rumbo a la fábrica.
—No te separes de mí —me pide mi madre, yo asiento y todos nos
encaminamos hacia la oscuridad de la noche bajo un cielo que ha decidido
soltar el diluvio universal, como si supiese que la lluvia lo hace todo mucho
más dramático.
A medida que nos vamos acercando se puede ver mejor la fábrica, es de
color amarillento por fuera y está llena de grafitis, algunos parecen más
recientes y otros están borrados por las inclemencias del tiempo, por no
mencionar las innumerables heces de ave que hay por todas partes. Deben
usar este lugar para guarecerse. Hay muchos huecos que algún día debieron
ser puertas, pero que ahora apenas son espacios abiertos que dejan entrever
el interior del lugar, para poder acceder, hay que subir una altura puesto que
la fábrica no está a pie de calle, sino que está ligeramente elevada; supongo
que por algún lugar habrá unos escalones de acceso, pero no vamos a
ponernos a buscarlos. Mi padre sube de un salto y ayuda a subir a mi madre,
y lo mismo hacemos con mi abuelo, el cual debe estar echando en falta su
bastón. Por dentro es un lugar igual de machacado que por fuera, con
muchas ventanas en la parte superior, pero pequeñas y cuyos cristales están
medio rotos, lo cual me hace mirar al suelo y hacer una señal al resto para
que tenga cuidado de no pisar los restos y, por ende, hacer ruido.
Nino se dirige a sus hombres con señales de la mano, se nota que todos
han sido igualmente instruidos y parecen un comando profesional. Los
Ivankov somos más de improvisar.
XXXII

HELL

Intentamos acercarnos de la forma más sigilosa posible para tener a


nuestro favor el factor sorpresa, ya que no sabemos cuántos hombres habrá,
y al menos poder aprovechar el primer golpe. Hemos pactado tomar
diferentes posiciones para disparar todos a la vez y acabar con el mayor
número de rusos posible de una vez, pero, ¿a quien queremos engañar? Esta
es una familia de sangre caliente, los planes rara vez se cumplen.
Nos colocamos tras diferentes paredes, junto a los huecos que algún día
fueron puertas, y aguardamos la señal de Vladimir. Miro a Sasha y le pido
paciencia, sé que toda la sangre se le agolpa en las manos ahora mismo, en
el dedo que tiene sobre el gatillo; hace amago de asomarse para mirar, e
intento que se esté quieta, pero es demasiado tarde. El ruido que se escucha,
seguido de un grito de Gabi y el rostro de Sasha, me deja claro que acaban
de golpear a su hija y que nuestro plan del factor sorpresa se ha ido a la
mierda.
Sasha saca todo el cuerpo y realiza el primer disparo, todos nos
preparamos y, tras meses de prudencia y de organización, empieza la batalla
final. Y todo apunta a que será un desastre.
—¡Hija de puta! —grita Grigori llevándose una mano a la oreja, a la
cual le falta la mitad debido al disparo de Sasha.
Gabi se agazapa a la pata de la mesa de metal a la cual está atada cuando
el ruso intenta levantarla para llevársela, se agarra con todas sus fuerzas y
no se suelta. Grigori le da otra bofetada y Sasha pierde la cabeza, al igual
que su marido. Empezamos a disparar y los cuerpos comienzan a caer
inertes al suelo, un grupo nuevo de rusos aparecen en escena cuando el
cabecilla grita algo en su idioma. Entre balas alcanzo a ver cómo Camilla se
agacha y se marcha corriendo. Ellos no tienen apenas donde esconderse
porque se encuentran de cara a la pared del fondo, solo tienen el hueco de
una puerta, mientras que nosotros tenemos varias, además de muros y
columnas de piedra viejas y desgastadas. Las aprovechamos para cubrirnos
a medida que vamos avanzando hacia ellas, Nino es un tirador de puta
madre, veo cómo acaba con dos hombre de una vez antes de volver a
resguardarse.
—¡No toques a mi hija! —grita la rubia mientras dispara una y otra vez,
pero se agacha para cambiar de cargador cuando se queda sin balas.

DANTE

La piedra de las paredes y las columnas a nuestro alrededor salta por los
aires con cada disparo que recibimos, es la primera vez que me veo en una
de estas, y mi primo Kibo también. En sus ojos puedo ver el miedo, está a
mi lado, su brazo roza el mío por lo apretados que estamos para que la
pared nos cubra a los dos.
—¿A la de tres? —digo apoyando mi frente en la suya. Asiente y es él
quien cuenta.
—Una, dos y tres. ¡Ahh! —grita a la vez que saca el cuerpo para poder
disparar.
Acierta en un ruso que cae desplomado en el suelo y lo celebramos con
un asentimiento cuando volvemos tras la pared.
Entonces, tras él veo cómo Sasha y Connor se dedican una mirada,
Connor niega con la cabeza suplicante y todo sucede deprisa. Sasha
murmura un “te amo” y coge impulso para levantarse del bajo muro en el
que está metida, pero en ese momento, mi abuelo, que estaba observando la
escena desde otro punto, y el cual conoce de sobra a su hija, se adelanta.
—¡Kozlov! —grita saliendo a pecho descubierto con dos
ametralladoras, una en cada mano.
—¡Papá! —exclaman Sasha y el tío Nathan a la vez.
Vladimir aprovecha el cuerpo de un ruso que acaba de matar, para
colocárselo frente a él e ir avanzando, tira una de las armas y usa el cuerpo
del hombre como escudo mientras sigue avanzando y disparando con la
otra. Nos damos cuenta de lo que intenta hacer, de modo que todos salimos
de nuestros escondites y comenzamos a disparar sin parar, para cubrirle y
que le dé tiempo a llegar hasta Grigori, el cual sigue intentando separar a
Gabi de la mesa para llevársela.
Vamos avanzando sin bajar el arma, obligando a los rusos a no poder
asomarse para dar tiempo a mi abuelo de llegar hasta el pequeño hijo de
puta. Cuando lo hace, tira el cuerpo que ha estado usando de escudo y se
lanza sobre Grigori, lo sujeta para que deje en paz a su nieta y se enfrascan
en un cuerpo a cuerpo con armas de por medio, la metralleta de mi abuelo
es muy útil para distancias largas, pero demasiado grande para distancias
cortas. Un disparo resuena entonces entre ellos dos, y ambos caen al suelo.
Todos nos quedamos paralizados una fracción de segundo, pero aparecen
más rusos por todas partes y nos vemos obligados a seguir con el
enfrentamiento sin saber si mi abuelo ha disparado a Grigori, o si ha sido él
quien ha disparado a V. Nos vamos acercando y el corazón se me detiene
cuando Kozlov se mueve y se quita de encima el cuerpo ensangrentado de
Vladimir, lo empuja a un lado y se levanta. Gabi grita y trata de acercarse a
él, pero está atada y no llega.
—¡Abuelo! ¡Abuelo, despierta! —solloza desesperada, intenta soltarse
las bridas de las muñecas, pero la sangre de los cortes resbala por su piel, y
la mesa es demasiado pesada para poder moverla por sí sola.
Mi padre y mis tíos tienen la mirada desencajada ante la escena del
cuerpo de Vladimir inmóvil, yo quiero correr, pero mi madre me sujeta y se
tira sobre mí detrás de una columna. Entonces, desde el lado opuesto, desde
nuestra espalda, una oleada nueva e inesperada de disparos empieza a
resonar en la lúgubre fábrica. Me giro y veo que son unas ocho o nueve
personas vestidas completamente de negro, con chalecos antibalas y
pasamontañas. Disparan con precisión y entre ellos, los pocos hombres que
nos quedan vivos a nosotros y los pocos que le quedan también a Nino,
conseguimos reducir a los rusos contra todo pronóstico.
Mi padre se tira sobre la espalda de Grigori cuando este trata de escapar
al ver que no le quedan hombres, y entre él y Nick lo reducen en el suelo.
Nicholas lo sujeta para que mi padre pueda acercarse a ver a Vladimir, y el
sonido de los disparos da paso al sonido ahogado de los llantos.
XXXIII
DANTE

Sasha corre con un cuchillo para cortar las bridas, y ella y su hija se
abrazan, Connor se une a ellas, Gabi se seca las lágrimas furiosa y se
levanta del suelo, le quita la pistola a su padre y camina hasta Kozlov, el
cual está soltando maldiciones en ruso mientras Nick tiene su rodilla sobre
su cuello, tumbado boca abajo.
—¡Gabi, no! —Sasha le levanta el brazo y el disparo que iba a parar en
la cabeza de ese cabrón, termina perdido en algún lugar de la fábrica—. Si
haces esto, nunca podrás borrarlo de tu cabeza, recordarás este momento el
resto de tu vida. Dame la pistola.
—Ha matado al abuelo —llora desconsolada y rabiosa.
—Dámela.
Gabi obedece y no aparta los ojos de su madre, Nathan se encuentra
arrodillado junto a V, llorando mientras Hope lo abraza, Hell está con ellos,
aunque pendiente de la decisión de su hermana pequeña, sabe que Grigori
debe morir ahora; yo creo que estoy en shock, en parte por lo de mi abuelo,
pero también por la mujer rubia que ha vuelto a ayudarnos y nadie parece
haberle dado importancia. Antes de marcharse, se ha quitado el
pasamontañas dejándome ver que, una vez más, ha sido ella la que nos ha
salvado, con la diferencia de que en esta ocasión estaba llorando cuando se
ha marchado. ¿Quién es y por qué a nadie le importa?
—No mires, Gabi, por favor. —Sasha pide a su hija algo que sabe que
no hará, se resigna y coloca la pistola sobre la cabeza de Grigori, mira a
Gabi y esta no separa la mirada del cuerpo del ruso ni cuando la rubia
aprieta el gatillo y los sesos se desparraman por el suelo.

Kozlov hijo ha muerto.

Entonces sí, en ese momento toda la familia nos reunimos alrededor del
cuerpo de Vladimir, algunos lloran y otros tienen la mirada perdida, como si
esto solo fuese un mal sueño. Él no quería hacer esto, no quería que se
celebrase una fiesta y no quería que hoy perdiésemos a nadie. Y a quien
hemos perdido es a él.
—Levanta hija, venga. —Sasha y Connor tiran de ella para que se aleje
del cuerpo de su abuelo, a quien está abrazada y no para de pedir perdón.
Se pone en pie y, por su mirada, creo que ve a Nino por primera vez, que
no había reparado en su presencia hasta ahora, porque enseguida rompe a
llorar con más fuerza cuando él se acerca y la envuelve en sus brazos.
—No puedes morir así. —Hell se limpia las lágrimas y se coloca de
rodillas a su lado—. Nate, sigue taponando la herida —pide a su hermano
mientras se pone a realizarle la RCP.
El abuelo tiene un disparo en el estómago y ha perdido mucha sangre,
pero no sería la primera vez que sobrevive a un arma de fuego. Sin
embargo, en esta ocasión pinta muy mal, aunque es cierto que las otras
veces no sé cómo fue porque yo ni siquiera había nacido.
—Hope, comprueba su pulso y dime cuando sientas algo.
Mi madre obedece en silencio y sostiene la muñeca de mi abuelo, coloca
dos dedos en ella y niega con la cabeza, de modo que mi padre continúa.
—¿Dónde está Marcel? ¡Que venga! —grita mirando a Sasha, la cual
asiente y se lleva el móvil a la oreja.
Marcel es uno de nuestros hombres de seguridad más veteranos, tiene
más de cincuenta años y hace más de la mitad que fue instruido en medicina
para las situaciones en las que pasa algo y la familia no puede acudir al
hospital porque harían demasiadas preguntas. No tarda mucho en llegar,
unos veinte minutos, durante los cuales no hemos dejado de realizar la RCP
al abuelo, se han ido turnando entre mi padre, Nate y Nick.
—¿Tiene pulso? —pregunta cuando llega, derrapa con la moto dentro de
la fábrica y se quita la mochila que traía puesta.
—Débil, pero sí —informa mi madre.
Marcel comienza a sacar cosas, le pone una vía y suero, le mira con
diferentes aparatos y pide que metan el coche hasta dentro para moverle lo
menos posible. Decido acompañar a mi tío Nick y ambos corremos hasta
uno de los furgones, bordeamos la fábrica para buscar otra entrada que no
tenga el muro que hemos saltado antes, y encontramos una entrada que
supongo sería para meter la mercancía cuando esta fábrica funcionaba.
Subimos la rampa y entramos hasta donde están los demás, no se preocupa
por evitar los cadáveres y noto cómo pasamos por encima de ellos.
Evito pensarlo.
—Vamos a levantarlo por los pies, el torso y la cabeza, intentad que se
mueva lo menos posible.
Entre unos cuantos conseguimos meter al abuelo en el coche y Marcel
va atrás con él, taponando la herida y controlando sus constantes vitales.

GABI

—No se puede morir, esto ha sido mi culpa, no se puede morir —


balbuceo casi sin sentido con la mirada perdida en el asiento delantero del
coche.
—Haremos todo lo posible porque eso no suceda. —Nino me tiene entre
sus brazos y no para de acariciar mi cabeza mientras me susurra cosas en el
oído.
Esto debe ser un sueño, uno en el que el abuelo muere y Nino vuelve a
mi lado, como tantas veces he soñado y deseado. Me refiero a lo segundo,
pero si lo primero debe pasar para que lo segundo suceda, prefiero no
volver a ver al hombre del que estoy enamorada nunca más.
—¿Cómo…? ¿Cuándo has…? —Lo miro, pero no me salen las
palabras, estoy demasiado confusa y preocupada y no soy capaz de
expresarme con claridad.
—Siempre he estado contigo, Gabi —confiesa—. Me amenazaron con
matarte si no me alejaba de ti, prometieron inmunidad para ti, dejarte fuera
del paquete. No podía arriesgarme.
—¿De quién hablas? ¿Kozlov?
—No, la ‘Ndrangheta. Querían ir a por toda tu familia porque pensaban
que ellos habían matado a mi padre, pero los convencí de que solo lo habían
entregado. Aun así, dijeron que eso era traición y que os matarían
igualmente, pero que a ti te dejarían vivir a cambio de que me alejase de ti.
—Pero no han venido a por nosotros, no hemos recibido ningún ataque
de ellos —digo en voz más alta, mi madre me mira por el espejo retrovisor
y se gira hacia mí.
—¿Seguro que estás bien? ¿No te ha…? —Cierra los labios con fuerza y
traga saliva.
—No me ha tocado, no al menos de esa forma, solo me ha golpeado.
Ella asiente y vuelve a mirar hacia delante, veo cómo mi padre aparta
una mano del volante y busca la de su mujer, se la lleva a los labios y
deposita un beso en los nudillos. Entonces me sorprende ver algo que no
pasa muy a menudo: mi madre llorando. Se pasa la mano por la cara para
secar las lágrimas y baja la ventanilla para que le dé el aire. Sé que ella tuvo
una historia con el padre de Grigori, que fue la responsable de matarlo y
que algo pasó en aquella época, nunca han querido darme detalles, pero
supongo que no fue nada agradable y que, a día de hoy, sigue marcando la
vida de los dos.
XXXIV

ASIA

Ya he ido al cuarto de baño tres veces y estoy tomándome una tila


cuando escucho el sonido metálico de las barreras exteriores al abrirse.
Salgo corriendo de la habitación de Allie y le pido que baje despacio, pero
yo no puedo esperarla, necesito saber qué ha pasado y abrazar a Dante.
Porque está vivo, tiene que estarlo.
Abro la puerta principal de la mansión y bajo las pocas escaleras
alargadas hasta el camino empedrado de fuera, está parando de llover, pero
aun caen algunas gotas. No sé en qué coche viene cada uno, así que tan solo
permanezco de pie esperando que todos salgan. Un grito se me atasca en la
garganta al ver cómo entre Nick y Hell sacan a Vladimir, está lleno de
sangre y lleva una vía puesta.
—Asia. —Me giro y rompo a llorar al ver a Dante, corre hasta mí y nos
abrazamos—. Estoy bien, Gabi está bien y Grigori muerto —anuncia
mientras sostiene mis mejillas para besarme.
—Tu abuelo…
—Tiene el pulso débil, pero vamos a salvarlo.
—Le han disparado por mi culpa —dice Gabi acercándose echa un mar
de lágrimas.
—¡Gabi! —exclamo y corro a abrazarla—. Dios mío, estás llena de
golpes.
—Estoy bien, yo solo quería hacerte un regalo de cumpleaños,
Camilla…
—Vamos dentro. —Dante la interrumpe y yo me quedo pálida e
inmóvil, ¿qué tiene Camilla que ver con todo esto?
—¿Porque ha nombrado a Cami? —pregunto a mi novio mientras me
lleva escaleras arriba.
—Lo siento —continúa llorando Gabi, la cual no se separa de los brazos
de Nino, me alegra ver que al menos esto se ha resuelto.
—Ven —solicita Dante guiándome hasta uno de los sillones del
despacho.
—No voy a sentarme, dime qué ha pasado.
—Camilla está viva, Grigori la secuestró hace meses y la ha usado hoy
para atraer a Gabi. Le mandó un mensaje pidiéndole ayuda y mi prima
estaba demasiado borracha como para aplicar la lógica y no irse sola a un
polígono abandonado, solo quería traértela por tu cumpleaños.
—Esto no-no… Ella no, yo… —Mi corazón se acelera y noto que estoy
metiendo más oxígeno del normal en mi cuerpo, pero aun así siento que me
ahogo. Intento hablar, pero apenas me sale un hilillo de voz y Dante me
insta a sentarme.
—Respira despacio. —Hope se arrodilla frente a mí y sujeta mi rostro
con una mano—. Eso es, inspira, expira. Echa todo el aire y siente cómo los
pulmones se vacían y vuelven a llenarse de aire.
Dante permanece a mi lado sin soltarme la mano, no puedo creerme que
esto esté pasando, que mi mejor amiga haya estado meses secuestrada y que
no me haya dado cuenta, que incluso llegase a dudar de que ella era la
traidora. No podré perdonarme esto nunca.
—¿Dónde está? Ella-ella, ¿dónde está? —les pregunto segundos
después—. ¿Ha…?
—No, creemos que está viva, Hell la vio marcharse corriendo cuando
los disparos comenzaron, pero no tenemos ni idea de donde puede estar,
Asia —explica Hope y me insta a beber un poco de agua.
—Ahora no te preocupes por eso. —Dante me da un beso en la frente y
Hope nos dice que va a ver cómo sigue Vladimir.
—¿Que no me preocupe? ¿Cómo no voy a preocuparme? Si está metida
en todo esto es por mí, por ser mi amiga.
—No es tu culpa, amor, por favor, tienes que quitarte eso de la cabeza o
no podrás estar nunca en paz. Mira, en todo caso si alguien tiene la culpa
aquí soy yo, todo esto es por mí y por mi familia, Camilla, Cassandra, tú, y
cualquier otra persona que sea parte de nuestra vida está en peligro por
nosotros. Así que, si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí.
—Es culpa mía porque yo elegí quererte, Dante.
—Eso no se elige, Asia. El amor no es algo que puedas activar y
desactivar a tu antojo, sucede, estés o no preparada para ello.
—Lo siento. —Niego con la cabeza y me abraza cuando empiezo a
llorar otra vez, Dios mío, esto tiene que ser una pesadilla, no puede estar
pasando.

HELL

Han pasado unas cinco horas desde que llegamos a la mansión.


Permanezco de pie con los brazos cruzados a los pies de la cama de mi
padre, observando cómo Marcel vigila sus constantes vitales, las cuales,
gracias a Dios, se mantienen estables. Al llegar, le hizo varias trasfusiones
de sangre y consiguió detener la hemorragia, dice que sobrevivirá, que solo
necesita descansar.
—Tengo que hablar con la familia, ¿te quedas aquí? —le pregunto.
—Claro, ve tranquilo.
—Gracias por todo, Marcel. —Palmeo su espalda y voy hacia las
escaleras para reunir a todos en el despacho, debo contarles lo que nos dijo
Scott sobre la DEA.
—…pero mamá, es que no lo entendéis, es la segunda vez que la veo. —
Dante parece desesperado antes algo que le está contando a mi mujer en la
cocina.
—¿Qué sucede?
—El grupo que nos ha ayudado al final en la fábrica, los que han
aparecido vestidos de negro y después se han marchado sin decir nada —
comenta Hope, yo asiento y alzo las cejas—. Tu hijo insiste en que hay algo
raro y que ha visto otra vez a la mujer rubia que nos ayudó cuando
secuestraron a Asia y Cass.
—Han debido ser alguna de las bandas con las que colaboramos, hijo.
Sabes que son numerosas y que nos deben favores, habrán acudido en
nuestra ayuda —acaricio su nuca y él suspira.
—No, papá, estoy seguro de que es otra cosa.
—¿Qué cosa?
—No lo sé, pero la mujer rubia se ha marchado llorando, y es la segunda
vez que nos ayuda sin decir nada. Además, parecían un comando super
profesional, cómo se movían y todo…
—Te sorprendería lo preparadas que pueden estar algunas bandas.
Venga, vamos al despacho, tengo que contaros algo.
Mi hijo niega con la cabeza y se queda hablando con Asia unos
segundos antes de seguirnos, aguardo unos minutos a que estemos todos y
miro en silencio el rostro maltratado de mi sobrina. Un nudo se forma en mi
garganta, me acerco a ella y beso su frente antes de abrazarla.
—El abuelo se va a poner bien, siento muchísimo que hayas tenido que
pasar por esto, Gabi.
—Estoy bien, tío, no te preocupes, soy fuerte como mamá. —Fuerza una
pequeña sonrisa y yo beso a mi hermana antes de regresar junto a Hope
para contar todo a la familia.
—Bueno, ¿qué pasa ahora? Todo ha terminado ya, ¿no? —Nick acaricia
la barriga de Allie, ambos sentados en el sofá.
—Aún tenemos frentes abiertos —comienzo, y el rostro de algunos
cambia—, no os lo he contado antes porque V me pidió que esperase, pero
lo sucedido hoy lo cambia todo.
—Dilo ya, joder —presiona Sasha con un gesto de las manos.
—Scott llamó para informarnos de que la DEA ha reunido las pruebas
suficientes como para echar todo esto abajo, quieren a V.
Un silencio sepulcral se instala de pronto en el despacho, rostros
desencajados, miradas nerviosas, bocas que se abren para decir algo sin ser
capaces de articular palabra. Ni tan siquiera Sasha.
—Todos los documentos ilegales, el blanqueo, la extorsión, el tráfico de
armas, la droga… Todo está firmado por V, todo está a su nombre, no hay
nada a nombre de los demás —comienza Hope. Hace un rato hemos tenido
una conversación reveladora que podría salvarnos de todo esto.
—Vladimir Ivankov es el vor, él es la cabeza. —Miro a mis hermanos
—. Si la cortamos, no habrá nada que perseguir, el imperio de los Ivankov
habrá acabado.
—¿Estáis queriendo decir que finjamos la muerte de papá? —Nathan da
un paso al frente y me mira a mí y después a Sasha, la cual está
mordiéndose el labio y asintiendo con la cabeza.
—Es perfecto, la DEA quiere a V, pero si V muere, no tendrán nada.
—¿Y cómo sabéis que no vendrán a por los demás? —pregunta Kibo no
muy convencido—. Aquí todos sacamos tajada de ese dinero, dinero ilegal,
por cierto.
—No todo —explica Hope—. Tenemos el hotel que es legal y que
factura muchísimo dinero, tenemos la empresa de telecomunicaciones y la
de vehículos de alta gama…
—Y tenemos Ivankova y La Cueva —continúa Sasha con una sonrisa
temeraria—. Es puñeteramente perfecto. Y la oportunidad de dejar todo lo
ilegal, cortar el tráfico de todo y salirnos del negocio. Con Vladimir muerto,
nadie sospechará, pensarán que hemos querido dejarlo y seguir con nuestra
vida, no es como cuando teníamos veinte años, Hell. Esto puede ser nuestra
salida.
XXXV

DOS DÍAS DESPUÉS

DANTE

La gente se extiende por todo el cementerio Woodlawn, ha venido


tantísima gente que se pierde más allá de la vista. Amigos, conocidos,
miembros de bandas aliadas, otros no tan aliados, supongo que para
comprobar con sus propios ojos que el patriarca Ivankov ha caído. A pesar
de que me he despedido de mi abuelo hace un rato y lo he dejado viendo las
noticias sentado en su butacón, vivir esto es como si realmente estuviese ahí
abajo, en la tumba sobre la que ahora están echando tierra y la cual tiene su
nombre y apellido gravado en letras de oro.
Cuando mi padre le contó la idea, enseguida la aceptó y dijo que le
parecía la mejor forma de borrarse el mapa y que todos pudiésemos llevar
una vida normal. Aun no hemos pensado cómo lo haremos para que nadie
lo reconozca, pero supongo que estará unos meses encerrado en la
propiedad y que después se hará alguna operación en la cara para cambiarla
y no parecerse al Vladimir que el mundo conoce.
Por otro lado, hemos despedido a más de la mitad de los hombres de
seguridad, tan solo conservamos a los más veteranos y de confianza, al
resto se le ha dado una buena comisión y se le ha agradecido sus fieles
servicios. Si queremos normalidad, debemos aparentarla.
Aun está el tema de la ‘Ndrangheta, pero Nino nos ha dicho que tiene a
un par de personas dentro y que por el momento están atendiendo otros
asuntos más importantes para ellos, que, si deciden dar el paso de venir a
por nosotros, lo sabremos con antelación.
—Gracias a todos por venir —dice mi padre cuando la lápida ya está
cubierta por completo y todos hemos pasado a tirar una flor dentro—. Mi
padre estaría feliz de saber que tantos amigos e incondicionales han acudido
al día de su despedida. Su memoria siempre será recordada.
Nos abrazamos entre nosotros y fingimos tristeza todo lo que podemos,
a Gabi se le escapa una risilla que creo que solo alcanzo a ver yo, me bajo
las gafas de sol que todos llevamos para hacerle un gesto y que se
comporte. Nino aprieta su mano y ella pide perdón con los labios.
—¿Por qué no se pira todo el mundo ya? —susurra Sasha cuando la
gente todavía permanece a nuestra espalda.
—Shh. —Mi padre besa mi frente y aprovecha para hablar sin que le
lean los labios—. Hay un furgón de la DEA detrás de aquellas lápidas, no
miréis y disimulad.
Alzo los ojos despacio, aunque sé que con las gafas no se ve a dónde
estoy mirando, y efectivamente allí están, con su coche inconfundible y dos
hombres dentro de él.
Aguardamos un rato más hasta que la última persona se marcha,
entonces lo hace también el cura tras darnos el pésame de nuevo de uno en
uno; minutos después, el coche de la DEA se aleja y por fin nos quedamos
solos.
—Dios mío, qué pesados, pensé que no se irían nunca —espeta Gabi
quitándose las gafas de sol y relajando la postura.
—No seas imprudente —pide su padre—. No sabemos si habrá más
agentes vigilando, mejor vayámonos ya a la mansión.
—Sí, será lo mejor —coincide mi madre.
Nos damos la vuelta para irnos, pero detenemos el paso al ver a una
mujer acercarse con un papel entre las manos, ¡la mujer rubia! Miro a mis
padres y ambos fruncen el ceño, al igual que el resto de la familia.
—¿Quién es esa? ¿Alguien la conoce? —pregunta Sasha.
—Yo no —contesta su hermano mellizo.
—Es la mujer rubia de la que os he hablado —susurro, y entonces a mi
padre se le desencaja el rostro.
A medida que se va acercando, mi padre está más pálido y yo no
entiendo nada, mi madre sujeta su brazo y le pregunta si sabe quién es, pero
él está mudo. Los demás tampoco entendemos nada, hasta que ella se
detiene a un metro de mi padre. Entonces rompe a llorar con más fuerza de
la que ya lo hacía a medida que se aproximaba, intenta tocar a mi padre,
pero duda un par de veces y retrocede la mano, hasta que finalmente da un
paso y lo abraza.
HELL

Cada célula de mi cuerpo se activa y las hormonas viajan por mi cuerpo


mandándome diferentes mensajes, unas me dices una cosa y otras me dicen
otras, pero todas ellas se unen para provocar que cada pelo de mi cuerpo se
erice cuando esta mujer me abraza. Su olor, el tacto de sus dedos en mi nuca
y el sonido de su llanto. Siento como si me diesen una bofetada y regresase
cuarenta años atrás, no quiero creerlo. Esto no. No puede ser cierto.
—Lo siento muchísimo —solloza—. Hell, lo siento tanto.
La separo de mí y miro sus ojos, al pestañear me doy cuenta de los míos
están inundados de lágrimas, y a mi lado puedo ver cómo mi mujer se cubre
la boca con las manos y murmura un “no puede ser”, lo que termina por
disipar mis dudas.
—¿M-mamá? —pregunto, aunque el hecho de verme a mí mismo en
ella es la única respuesta que necesito.
—Mi vida. —Me abraza de nuevo, pero yo estoy paralizado, me obligo
a reaccionar y a mover mi cuerpo, a rodear el suyo con mis brazos y hundir
la nariz en su cabello para aspirar en profundidad.
—Hostia puta. —Escucho a Sasha a unos metros—. Es ella, es
Ekaterina.
—¿Eres tú de verdad? ¿Estás aquí o estoy soñando? —Consigo decir
entre gimoteos. A mi lado escucho los llantos de Hope y de mi hijo, ellos
saben, en especial mi mujer, lo que mi madre significa para mí. Que ahora
esté aquí es… Es imposible.
—No estás soñando, hijo mío, soy yo. —Levanta mis manos para
besarlas y sus piernas flaquean cuando, tras de mí, lee el nombre de la
lápida—. No, no, no. —Llora y se acerca hasta ella, cayendo de rodillas
cuando llega—. Lo siento, lo siento, mi amor.
—Deberíamos llevarla a la mansión —dice entonces Hope—. Hell,
vámonos. —Busca mi mirada para hacerme reaccionar, para hacerme
reconectar con la realidad y el ahora—. Vamos.
Asiento y me acerco a… ¿mi madre? La sostengo para ayudarla a
levantar y entre Hope y yo conseguimos llevarla hasta el coche. El resto de
la familia nos sigue en silencio, dudo que ninguno sepa qué decir.
El trayecto en el coche desde el cementerio hasta casa es corto puesto
que no está muy lejos, pero mi mujer conduce puesto que yo no puedo dejar
de mirar a mi madre. No soy capaz ni tan siquiera de parpadear por si ella
se desvanece.
—Lo siento tanto, hijo, intenté llegar antes, pero no encontraba el sitio.
—¿De qué hablas?
—Tú eres la que ha estado ayudándonos, ¿verdad? —Dante habla desde
el otro lado del asiento, mi madre sonríe con tristeza y asiente—. Cuando
secuestraron a Asia y a Cass, y el otro día con Gabi.
—Así es, pero llegué tarde y ahora Vlad ha muerto. —Rompe a llorar de
nuevo y yo la abrazo.
La verdad es que no sé ni por qué no le he dicho todavía que está vivo,
supongo que una parte de mí está tan confusa y tienen tantísimas preguntas,
que no soy capaz de ordenar mi cabeza. Mi hijo me mira como queriendo
decirme algo, supongo que lo mismo, la pregunta de por qué no le decimos
que no ha muerto. A estas alturas lo mejor es que lo vea por ella misma.
Dios mío, V, no sé cómo va a reaccionar cuando la vea, temo que le dé
un infarto y muera de verdad.
XXXVI

VLADIMIR

Cierro el periódico y apago la televisión cuando escucho abrirse la


puerta principal de la mansión. No quiero ni pensar la cantidad de gente que
ha debido ir a decirme adiós, seguro que más de la mitad felices por saber
que he dejado el negocio, buitres carroñeros, si vosotros supieseis. A mí no
se me mata tan fácilmente.
—¿Ya habéis terminado de enterrarme? —pregunto a la vez que salgo
del despacho para recibirlos.
—¿Vlad?
El vaso de agua que llevo en la mano se me cae cuando la sangre deja de
llegar de golpe a mis músculos, se me nubla la vista y tengo que agarrarme
al marco de la puerta para no caerme. Siento un fortísimo pinchazo en el
corazón y no puedo tragar porque la respiración se me atasca en la garganta
seca, sin una gota de saliva.
Solo ha existido una persona en mi vida que me llamase así, y murió
llevándose mi alma con ella.
—¿Estás vivo?
Ekaterina se alza frente a mí de igual forma que aparece cada noche en
mis sueños desde hace casi cincuenta años, pestañeo para asegurarme de
que no me he quedado dormido en el sillón o, peor, he muerto y estoy en la
otra vida.
—No lo sé —contesto con total sinceridad—. Creo que-que estoy
muerto. —Miro confuso a mi hijo Hell, el cual está hecho un mar de
lágrimas, se pasa los dedos por los ojos y me sonríe.
—Estás vivo, papá. Estáis vivos los dos.
—¿Kat?
—No puede ser cierto. —Corre hasta mí y ambos nos abrazamos como
cuando teníamos diecisiete años.
He recordado aquel último abrazo cada día desde que la perdí,
procurando no olvidar los hoyuelos de sus mejillas al reír, el candor de su
risa y color de su cabello cuando hondeaba al viento subida a mi moto,
recorriendo las calles de Rizhsky.
—¿Eres tú? —Sostengo sus mejillas y beso sus labios por primera vez
desde que morí junto a ella—. ¿Cómo es posible? Mi padre me dijo que…
yo te vi, estabas muerta.
—Lo siento tanto, mi amor, me obligaron, lo siento muchísimo. ¿Podrás
perdonarme?
—Creo que deberíamos sentarnos y aclarar todo esto, ma-mamá. —Hell
balbucea con razón, nunca ha pronunciado esa palabra, al menos no desde
que tenía dos años, y no lo recuerda.
Ella asiente y los cuatro nos dirigimos al interior del despacho, veo
cómo Hope le dice algo a mi hijo, lo abraza y después de guiñar un ojo a mi
nieto, cierra las puertas y nos deja solos.

HELL

Nos quedamos en silencio durante al menos un par de minutos,


Vladimir, Dante y yo solo podemos mirarla a ella, y ella a nosotros.
Entonces pestañeo y me seco las lágrimas, aclaro mi garganta y sirvo un
vaso de agua para cada uno, mi padre lo rechaza pero ella, mi madre, lo
coge con una sonrisa y dar unos tragos antes de inclinarse para dejarlo sobre
la mesita baja de cristal.
—No sé ni por dónde empezar —dice después de llenar sus pulmones
de aire.
—¿Por qué me mentiste? —V lanza una pregunta directa que, en
realidad, es el centro de la cuestión, el verdadero motivo por el que hemos
vivido sin ella.
—Dios. De acuerdo. —Apoya los codos en sus rodillas y parece que se
prepara para comenzar su relato—. ¿Recuerdas que mi padre era el director,
por decirlo de alguna forma, de la FSKN?
—¿Qué es eso? —inquiere Dante mientras mi padre asiente.
—Es el equivalente ruso de la DEA, el Servicio Federal Ruso de
Fiscalización de Estupefacientes. Cuando era adolescente, mi padre era el
alto cargo y quien tomaba las decisiones de absolutamente todo —continúa,
los tres la escuchamos atentos—. Vlad, cuando nos conocimos yo no lo
sabía, y no fue hasta casi dos años después y con un bebé ya —solloza
mientras me sonríe con lástima y acaricia mi mejilla—, cuando me enteré
de que la FSKN estaba detrás de tu padre y de toda tu familia. Tenían todo
tipo de pruebas, al parecer había un infiltrado que llevaba año y medio entre
vosotros, y pasaba toda la información para haceros caer.
—¿Quién era? —V tensiona la mandíbula y cierra los ojos para contener
el aliento.
—Ya da igual, murió hace mucho.
—Dime quién…
—Por favor, escúchame —interrumpe ella sosteniendo sus manos—.
Sabes que mi padre no te quería, que intentó separarnos por todos los
medios, pero siempre a su manera, de forma sutil y sin llamar la atención.
—Se calla un momento y niega con la cabeza, en ella se percibe la tristeza
de los fantasmas del pasado, los cuales es notable que no han dejado de
perseguirla todos estos años—. El día que me enteré de que iban a asaltaros
en mitad de la noche, le supliqué llorando que no lo hiciese, que pensase en
mí, en nuestro bebé y en cómo me arruinaría la vida si te mandaba a la
cárcel para siempre.
—Te vi muerta —insiste el patriarca con lágrimas en los ojos.
—Fue un montaje —confiesa al fin, V cierra los ojos y se levanta del
sofá, llora con más fuerza y niega para sí mismo. Mi madre también se pone
en pie y se revuelve el pelo desesperada, Dante y yo tan solo observamos la
escena como si no estuviésemos aquí—. Mi padre me obligó a fingir mi
muerte y a dejarte, dejar Rusia y venirme a Estados Unidos a cambio de
dejar en paz a tu familia. Le supliqué que me dejase quedarme con Hell,
pero se negó en rotundo, lo despreciaba por ser hijo tuyo, nunca lo
reconoció como nieto. Él estaba obsesionado conmigo, Vlad, lo sabes,
siempre lo supiste. Era un hombre frío y manipulador, le daba igual tirar
años de trabajo y de investigación policial a la basura si así conseguía
alejarme de ti y de tu vida. ¿Recuerdas el incendió que hubo en la sede
principal de la FSKN? Lo provocó él, quemó todas las pruebas que había en
contra de tu familia después de asegurarse de que tú me vieses muerta.
—No, ¡no! ¿¡Por qué!? Toda una vida sin ti… ¡yo me-me volví loco! —
grita mirándola angustiado, yo me obligo a que el sonido de mis llantos no
sea notable para no interrumpirles, esto… Esto es demasiado.
—Lo sé. Por eso nunca fui capaz de volver.
XXXVII

HELL

—Yo hay algo que no entiendo —interviene entonces Dante—. ¿Ahora


eres parte de la DEA como tu padre? Porque las dos veces que nos has
ayudado ha quedado muy claro que se te da de puta madre, y la forma en la
que te movías y disparabas… Era profesional.
—No soy de la DEA —dice y mira a Vladimir—, ya no.
—¿Eso qué significa?
—Que lo he sido durante muchos años, cuando mi padre me arrastró a
Estados Unidos tras fingir mi muerte, me reclutó. Me entrenó y no paró
hasta que me convertí en una de sus mejores agentes.
—No, no, no puede ser, Kat, por el amor de Dios, dime que no es
verdad.
—Lo siento muchísimo —solloza—. Me he pasado la vida a vuestro
lado, desde que supe que te traías todo el imperio a Nueva York, he usado
mi influencia para salvaros de muchas situaciones en las que os tenían en el
punto de mira. ¿Cómo creéis si no que Scott habría podido pasaros
tantísima información?
—No me jodas —digo yo sin pensarlo—. ¿Scott trabaja para ti?
—Así es, yo le pedí que os ayudase y que os transmitiese todo lo que yo
iba averiguando. Las redadas, las entregas, las identidades de los agentes
infiltrados, todo. Supongo que era mi forma de redimirme por haber… Por
haber creado al despiadado Vladimir Ivankov. —Mis padres se sostienen la
mirada y sé que V tiene los sentimientos divididos ahora mismo, que, por
un lado, siente la traición más grande de su vida, pero, por el otro, le da
igual porque el amor incondicional que tiene por ella, puede con todo.
—¿Por qué nunca volviste? ¿Cómo has podido estar todos estos años
observándonos desde la distancia? No soy capaz de entender que hayas sido
capaz de ver crecer a tu hijo, ver… todo lo que supongo que has visto y…
quedarte ahí, plantada.
—Lo siento tanto, Vlad —insiste sin ser capaz de contener el llanto—.
Supe que mi supuesta muerte te había destrozado, que fue el detonante para
convertirte en un hombre cruel capaz de… No podía volver. —Niega y coge
aire de forma entrecortada—. No me sentía con el derecho de reaparecer en
tu vida después de haber sido la causante de tantísimo dolor y de tantísimas
muertes.
—No tenías el derecho de decidir por mí, Kat. Me habría pasado mil
vidas enteras en la cárcel antes de verte muerta en mitad de la calle. Me
mataste contigo. —Mi padre se rompe y cae sobre la silla que tiene tras él,
hago amago de acercarme, pero dejo que sea ella la que se arrodille frente a
él y lo abrace.
Permanecen varios minutos así, llorando y pidiéndose perdón,
susurrándose cosas que quedan entre ellos y que no necesito saber. Es
posible que mi madre haya cometido muchos errores en su vida, pero, a
estas alturas del juego, ¿Quién no los ha cometido? Es mi madre y lo único
que me importa es que está viva y está aquí. La familia es lo primero.

DANTE

La familia regresa al despacho un rato después, mi abuela —dios, qué


raro— se encarga de dar explicaciones al resto y de hacer un resumen
rápido de todo lo que nos ha contado anteriormente a los tres. Mi madre
abraza a mi padre y después a mí, se sienta junto a nosotros y todos los
presentes escuchan el relato de Ekaterina en silencio. Sasha cambia de
expresión continuamente, pero, por primera vez, es capaz de callarse y
escuchar todo antes de hablar.
—O sea que traicionaste a mi padre.
—Sí, lo hice —asume y la rubia asiente con la cabeza y con los labios
apretados.
—¿Sabes que una de las cosas más importantes de esta familia es la
lealtad?
—Lo sé, Sasha, y nunca podré pedir perdón las suficientes veces. —Se
mantiene serena, aunque sé que está esforzándose por no seguir llorando, V
permanece a su lado y no dice nada, pero sé que él ya la ha perdonado, que
sería capaz de bajar al infierno y volver a subir por ella. Bueno, en cierto
modo es lo que ha hecho—. Mirad, soy consciente de todo el daño que os
he causado, en especial a vosotros dos —dice mirándonos a mi padre y a mí
—, y entendería perfectamente que no quisieseis volver a saber nada más de
mí. Al fin y al cabo, no he formado parte de vuestra vida, así que no me
necesitáis en ella.
—Te equivocas —intervengo y me adelanto para sostener sus manos—.
Yo sí te necesito, y te perdono, mamá. —Trago saliva para no seguir
llorando, pero no lo consigo cuando ella me abraza y sus lágrimas empapan
mi cuello—. Eres parte de la familia, y eso es algo sagrado. —Miro a
Sasha, la cual asiente en silencio captando el mensaje, después, me giro
hacia mi padre y espero la reacción del patriarca, el cual suspira y cierra los
ojos antes de hablar.
—Te amé cuando era un solo un crío, Kat —recuerda mientras se acerca
a ella—. Habría muerto por ti y, honestamente, si hay algo que me mantuvo
con vida fue la venganza y el odio. Te equivocaste y no tenías ningún
derecho a tomar aquella decisión por mí. —Hace una pausa y se muerde los
labios, traga saliva y expira—. Te amé en la vida y te amé en la muerte,
llegué a repudiar a mi propio hijo por el dolor que me producía mirarlo a los
ojos y verte a ti en ellos. He sobrevivido con tu recuerdo, comportándome
de la forma más temeraria y deseando que algún día me volasen la cabeza
para poder reunirme contigo. Y ahora estás aquí. —Se encoge de hombros y
una lágrima sale de su ojo al pestañear—. Me da igual que sea en la vida o
en la muerte porque nunca podré dejar de amarte, Kat.
Mi madre da unos pasos hasta él y le separa los brazos para envolverse
con ellos cuando V rompe a llorar una vez más. Estoy seguro de que hoy ha
llorado más que en toda su vida junta, y que no se había sentido así desde el
día en el que la creyó muerta.
Hoy marcará un antes y un después en la vida de los Ivankov.
XXXVIII

GABI

—¿Entonces puedo llamarte abuela?


—Gabriella, por Dios —reprocha mi madre dándome un golpe suave
que me despeina.
—¿Qué? Es para saberlo, joder. Ekaterina es muy largo, mejor abuela, o
abu.
La familia ríe entre lágrimas y me alegra de poner una nota de humor
entre tanto drama. Suficiente he tenido con el secuestro, aunque si algo ha
tenido de bueno es que Nino ha regresado
—Puedes llamarme como quieras —sonríe ella.
—Pues gracias por ayudar a salvarme la vida, abu. —Voy hasta ella y le
doy un abrazo.
—Sí, gracias por eso. —Asiente mi madre—. No sé cómo habríamos
salido de allí sin ti y tus hombres. Que, por cierto, si ya no eres parte de la
DEA, ¿Quién son ellos?
—Son colegas de profesión que se convirtieron en amigos fieles con el
paso de los años, yo hace dos que ya no pertenezco a la DEA, pero ellos sí,
así que me ayudan cuando lo necesito. Y… bueno, sobre eso, me gustaría
proponeros algo.
Todos la miramos extrañados sin saber a qué se refiere, nos pide que nos
sentemos y nos dice que lo que va a ofrecernos es una decisión muy
importante que debemos tomar juntos conociendo bien todas las
consecuencias.
—¿De qué se trata? —inquiere el tío Hell.
—Quiero ofreceros la posibilidad de empezar de nuevo, de dejar esta
vida atrás y convertiros en personas anónimas en otra parte del mundo.
Nuevas identidades.
Nos miramos entre todos, confusos y, al menos yo, sin llegar a entender
bien a qué se refiere. No hablará de mudarnos, ¿no?
—Explícate —pide el abuelo.
—Lo he pensado bien mientras… bueno, cuando creía que habías
muerto. Creo que la mejor forma de que todos comencéis de nuevo y os
salgáis del negocio limpios, asegurándoos de que la DEA no aparecerá con
algo nuevo dentro de unos meses, es desapareciendo. He consultado con
conocidos en diferentes países sin tratado de extradición, y el mejor es
Cuba.
—Oye, oye, un momento —interrumpo yo mirando a mi madre
anonadada—. ¿Quieres que nos vayamos a vivir a Cuba?
—Solo os pido que lo penséis, reflexionad. Nunca podréis vivir
tranquilos, no aquí, ni en Nueva York ni en ningún otro estado. Siempre
habrá confidentes, chivatos y vendidos que querrán sacar tajada a través de
vosotros, las ratas abundan y lo sabéis.
—Eso es cierto —asiente mi madre.
—¡Mamá! ¡No puedes hablar en serio! —reclamo enfadada, yo no
quiero marcharme, esta es mi ciudad y mi casa, aquí soy popular, me
conoce todo el mundo.
—Gabi, escucha la propuesta, por favor. —Nino aprieta mi mano y me
pide calma a través de la mirada, voy a rechistar, pero acaricia mi pelo y me
susurra que me tranquilice.
—Se que es un cambio muy grande, y que algunos de vosotros tenéis
familia fuera de aquí. —Mira a Asia y a Allie, la cual no ha querido
perderse este momento—. No habría problema en conseguir identidades
nuevas para ellos también, si es lo que deseáis.
—Yo no-no puedo. —Asia mira Dante, el cual asiente y besa su frente
—. A ver, yo te quiero, os quiero a todos y-y sois como mi familia, pero…
Dios, estamos hablando de borrarme del mapa, desaparecer. Tengo
dieciocho años, mis padres, ellos-yo no…
—Tranquila, preciosa, no tienes que dar explicaciones. —Mi primo
vuelve a besarla y mira a su padre, el cual suspira.
—Esto es muy complicado, mamá.
—Lo sé, por eso os he dicho que reflexionéis acerca de ello y me digáis
algo cuanto antes —dice Ekaterina—. Lo tengo todo preparado, tan solo
debéis aceptar y llamaré a este número. —Coge un bolígrafo del escritorio y
lo anota—. Sabe qué hacer y tiene identidades preparados para todos,
podríamos desaparecer esta misma noche. —Esto último lo matiza mirando
a Asia y después a Allie, la cual se acaricia la barriga en silencio.
—Yo voy —decide a quien mi madre bautizó como Dolly hace años—.
No quiero una vida llena de peligros para mi hijo, estoy harta de vivir con
miedo y de huir —confiesa mirando a Nick, el cual sonríe y deposita un
beso en sus labios mientras ambos acarician la barriga de Allie.
—Nosotros vamos —repite el moreno, y a su lado veo cómo mis padres
hablan en susurros, espero que no se les ocurra decir lo que creo.
—Nosotros también. —Kibo mira a su padre, el cual se muestra
dubitativo, supongo que en gran parte por su ex marido Richard, de quien se
divorció hace unos meses y con quien apenas mantiene ya contacto. No ha
sido nada fácil para él y tampoco para Kibo, pero se han sentido muy
juzgados y, en parte, traicionados por él.
—Si es lo que quieres, hijo, yo no tengo más que añadir, nos unimos —
decreta el mellizo de mi madre.
—Mientras mi nombre no sea Julia Alberta o algo por el estilo, cuenta
con nosotros. —Mi madre levanta la mano y pone los ojos en blanco, mi
padre la observa en silencio y se sostienen la mirada, hasta que finalmente
asiente.
—¿¡Hola!? ¿A alguien le importa lo que yo opine? —cuestiono
incrédula.
—Mientras seas menor de edad y tu seguridad dependa de nuestras
decisiones, no. —Sasha se cruza de brazos y yo me levanto de las piernas
de Nino para salir del despacho.
—Gabi, espera —pide él corriendo tras de mí—. Espera, por favor.
—Me parece alucinante que apoyes esta locura —le reprocho—.
Primero me dejas sin darme explicaciones y ahora te parece bien que me
obliguen a dejarlo todo a mí.
—Apoyaré cualquier decisión que implique tu seguridad.
—¿Por eso me dejaste? —Entorno los ojos, enfadada.
—Ya te lo he explicado, y comprendo que estés disgustada, pero lo
repetiría mil veces porque te prefiero enfadada y viva, que alegre y muerta.
—Me desafía con la mirada y me deja ahí plantada para regresar al
despacho.
Intento controlar mis impulsos y hablar conmigo misma en silencio para
tomar las riendas de mi inestabilidad emocional, sé que marcharnos y
empezar de cero no es una idea del todo mala, pero dejar todo esto atrás…
Miro a mi alrededor, la mansión, el lugar donde me crie, donde nací y
donde aprendí todo lo que sé. Sin embargo, esto no tiene ningún sentido
para mí sin las personas que están en el despacho, si ellos se marchan, no
hay nada que me retenga aquí.
—¡Está bien! —Me rindo con un grito—. ¡Pero quiero elegir mi
nombre!
XXXIX

DANTE

Todos han decidido ya que aceptan la propuesta de Ekaterina, excepto


mis padres, Asia y yo. Bueno, obviamente mi hermana Marie va en el
paquete, pero ahora mismo está en el internado más seguro de Reino Unido
y no vamos a meterla en esto hasta que la decisión está tomada. ¿Por qué no
lo hemos hecho todavía? Por Asia, porque yo no puedo irme sin ella y mis
padres no se irán sin mí. De modo que, sí, estamos jodidos.
—Cálmate, por favor —le pido por enésima vez desde que nos hemos
venido a la habitación para poder hablar.
—No puedo calmarme, Dante, no puedes dejar en mis hombros la
responsabilidad del futuro de tu familia.
—Y no lo estoy haciendo, es nuestra decisión. Tú decidiste permaneces
a mi lado a pesar de saber lo peligroso que era, renunciaste a ver a tus
padres durante meses por mi culpa. ¿De verdad esperabas que yo me fuese
a largar ahora y a dejarte a ti?
—No puedo, Dante.
Sujeta mis mejillas y me besa, su mano acaricia mi nuca por encima del
pelo y después me mira a los ojos.
—Yo tampoco.
—Toc, toc.
Miramos hacia la puerta cuando esta se abre ligeramente y mi abuela
asoma la cabeza con una pequeña sonrisa.
—¿Puedo pasar?
—Sí.
—Me gustaría hablar un momento con Asia, pero puedes quedarte si lo
deseas, hijo —me dice a mí, yo asiento y me coloco tras ella cuando
arrastra una silla para sentarse frente a Asia.
—Tenía tu edad cuando me mudé a Nueva York, hundida y miserable
por haber tenido que abandonar al amor de mi vida y a mi hijo de dos años
en Rusia. Aquel dolor… —Niega con la cabeza—. Aquello no puede
compararse a nada. Asía, sé que estás loca por mi nieto, os he visto juntos y
conozco la complicidad que se esconde tras vuestras miradas; así como
también sé cuánto quieres a tus padres y que ellos son la única familia que
te queda.
Sus ojos se cristalizan a medida que mi abuela continúa hablando, nunca
pensé que viviría una escena como esta.
—Quiero proponerte algo.
—¿El qué? —pregunta ella ya entre lágrimas.
—Si así lo deseas, te ofrezco la posibilidad de marcharte a Cuba con una
nueva identidad, pero sin la necesidad de perder a tus padres. Es un riesgo,
no voy a mentiros —dice mirándonos a ambos—, pero ya lo he hablado con
Hell y con Hope y están dispuestos a correrlo. Podrás comunicarte con ellos
mediante un teléfono satelital, contarles todo lo sucedido y darles la
oportunidad de decidir si quieren viajar a Cuba contigo. Sé que te gustaría
hablarlo con ellos en persona, pero no hay tiempo para eso, de modo que te
ofrezco esta opción. Dante tiene que marcharse, no puede quedarse aquí.
—No pienso irme sin ella —digo a su espalda.
—Debes hacerlo, no puedes quedarte aquí y hacer que tus padres se
queden contigo, es cuestión de seguridad, Dante. Sé que la amas, pero amar
también consiste en dejar marchar a veces. —Nos mira a los dos unos
segundos y se levanta para ir hacia la puerta—. Pensadlo.
—Yo no puedo vivir sin ti, Asia, no quiero. —La abrazo y ambos nos
desahogamos durante unos minutos—. Me quedaré contigo, no tienes que
decidir nada, no hagas caso a lo que te ha dicho mi abuela, me da igual. Mis
padres pueden irse, yo me quedaré aquí.
—Te matarán, os matarán a todos. —Cierra los ojos y se frota la cara—.
Me iré, no puedo poner el peligro a mis padres, ellos no saben nada de tu
familia. —Camina por la habitación mientras habla—. A ellos siempre les
ha encantado el sur, seguro que cuando se lo cuente, lo dejan todo y se
vienen —habla nerviosa, casi intentando convencerse a sí misma.
—Lo siento. —Apoyo los codos en las rodillas y escondo el rostro en
mis manos.
—No es tu culpa —dice a la vez que se agacha frente a mí—. No me
obligaste a quererte, Dante. —Se encoge de hombros—. Todas las
decisiones que he tomado desde que te conocí, han sido mías, y de nadie
más. De modo que, al igual que tú tienes que cargar con las consecuencias
de tus actos, y tu familia también, yo debo hacer lo mismo.
Asiento en silencio y Asia me abraza, deposito besos en el hueco de su
cuello y acaricio su cabello. Poco después nos levantamos y no tardamos
mucho en hacer una maleta cada uno, al igual que han hecho los demás
mientras nosotros hablábamos.
—Oye, ¿pero va en serio lo de que solo podemos llevar una maleta? —
pregunta Gabi desde la puerta de su habitación, Sasha va a contestar cuando
todos se giran a mirarnos.
—¿Y bien? —Mi padre nos observa desde el pasillo.
—Nos vamos. —Asia asiente con una pequeña sonrisa y todos lo
celebran del mismo modo, mi padre y mi madre se acercan y nos dan un
abrazo a cada uno.
—Todo saldrá bien —promete mi madre antes de besar la frente de mi
novia.
—¿¡Hola!? —Gabi levanta la mano—. ¡En una maleta no me caben ni la
mitad de los zapatos! ¡Mamá!
—¿Qué hija? ¿qué quieres ahora? —cuestiona la rubia con
exasperación. Su hija señala su maleta imposible de cerrar y lloriquea como
si fuese obvio—. Lo sé, ¿a mí me lo vas a decir? Te recuerdo que tengo más
ropa y, por supuesto, más zapatos que tú, pero es lo que hay. Imagina que
tienes que salir corriendo porque te vas a otra ciudad con una identidad
nueva y que solo puedes llevar una maleta con tus cosas favoritas. ¡Anda
mira! Si es eso lo que está pasando. —Gabi fulmina a su madre con la
mirada y vuelve a su habitación—. ¡Mete ropa cómoda, no se te ocurra
llenarla de vestidos y mini faldas!
—Las nuestras ya están —informo a mis padres—. ¿Las meto en el
coche?
—Sí, hijo. Tenemos dos furgones listos aparcados en la parte de atrás,
John te ayudará, está organizando todo.
—De acuerdo.
Los cuatro bajamos las escaleras y Asia y yo nos dirigimos al jardín
trasero para salir a la calzada donde están aparcados, mientras mi padre va a
recibir al repartidos que nos ha traído cinco o seis pizzas para picar algo
antes de marchar.
Un rato después, y cuando los coches ya están completamente cargados,
mi abuela ya ha dado el okay a su contacto y los pasaportes y demás
documentos que necesitamos para las nuevas identidades ya están listos, los
recogeremos en el aeropuerto donde nos está esperando un avión privado
para llevarnos a nuestra nueva vida en cuanto nos comamos las pizzas y nos
despidamos de la mansión.
Esto se acaba.
XL
ASIA

Observo cómo la familia ríe y se besa, se abrazan y comparten recuerdos


mientras todos comemos alrededor de la mesa del despacho. Yo tan solo
finjo, no puedo ser hipócrita, debo reconocer que este final me entristece y
que desearía poder estar compartiendo esto con mis padres. Ellos lo son
todo para mí, pero ese es también el motivo por el que no puedo quedarme.
De acuerdo, es posible que, si regreso con ellos y dejo atrás a los Ivankov,
nunca suceda nada y nadie resulte herido, pero, ¿y si no? ¿Y si en cuanto
llegue a mi casa Grigori me encuentra y los mata en venganza por todo lo
sucedido? ¿Quién puede asegurarme un porcentaje de probabilidades? En
realidad, me da igual, porque con que tan solo haya un 1% de posibilidades
de que mis padres paguen las consecuencias de mis decisiones, no puedo
arriesgarme. Además, en el otro lado están mis sentimientos por Dante y la
responsabilidad de ser consecuente con todos mis actos en los últimos
meses. Amo a ese rubio, quiero compartir mi vida con él, vivir la vida con
él y, ¿por qué no? Algún día formar una familia juntos. No sé, creo que mi
posición es la más complicada de entre todos ellos, joder.
—Preciosa, dime que estás bien, por favor —me pide Dante tras apartar
un mechón de pelo de mi cara.
—No lo estoy —confieso con una pequeña sonrisa—, pero lo estaré. No
vuelvas a decirme que lo sientes. —Me adelanto colocando los dedos sobre
su boca, él sonríe y tan solo me da un beso y me dice que me quiere.
Voy a decirle que yo también, pero entonces mi voz queda silenciada
cuando algo estalla contra la fachada de la cocina y todo sale volando por
los aires. Un ola de humo y ceniza invade el despacho, todos nos tiramos al
suelo y en menos de cinco segundos y de asegurarnos de que todos estamos
bien, la familia Ivankov entra en modo automático.
—¡Hell, reparte la vitrina! —ordena su padre desde la otra punta de la
estancia.
—¡Nick, lleva a Allie al furgón y largaos de aquí! —grita Sasha
mientras carga su arma y se aproxima agachada hasta la ventana del
despacho—. ¿¡Cuantos hay!? —pregunta a los pocos hombres que nos
quedan.
—¡Dos coches bien cargados! —contestan desde el exterior—. ¡Ataque,
cúbranse!
—¡Todos al suelo! —Ekaterina se tira sobre el cuerpo de Dante y, por
consiguiente, sobre el mío.
Parte de la fachada del despacho explota en mil pedazos, cayendo sobre
todos nosotros, a excepción de Allie y Nick que hace unos segundos
corrieron hacia la parte trasera. Miro a mi alrededor y no veo nada más que
humo y piedra, ladrillos y cristales. Toso cuando Ekaterina se levanta y nos
libera, Dante me pregunta si estoy bien, y en cuanto le digo que sí, me
tiende un arma y me besa los labios susurrando un “te quiero”.
—¿¡Estáis todos bien!? —Connor ayuda a su hija a levantarse, pero él
cojea y un hilillo de sangre le cae por la cabeza, además de rasguños y
cortes en brazos y pecho, donde tiene la camiseta rota.
—¡Sí! —van contestando los demás, casi todos heridos, pero
conscientes.
—¡Todos a los furgones! ¡Hay que salir de aquí! —exclama Ekaterina.
—¡Debemos defendernos! —Sasha comienza a disparar, pero no es nada
a comparación con las armas con las que nos están atacando.
—¿¡Con qué!? —le contesta su marido—. ¡Habéis despedido a casi
todos los hombres, Sasha! ¡Tenemos que irnos! —Tira de ella, pero se
resiste unos segundos, hasta que finalmente suelta un grito de frustración y
ella, Connor y Gabi caminan agachados hacia la salida entre los escombros.
—¡Vamos! —Ekaterina nos insta a que les sigamos, miro a Dante y a
Hell, el cual está terminando de coger todas las armas y la munición de la
vitrina, y repartiéndosela entre él y su mujer. Entonces nos devuelven la
mirada y señalan la puerta para que sigamos al resto de la familia.
Corremos, nos detenemos y nos agachamos cuando vuelven a atacar, y
continuamos corriendo cuando paran para recargar sus armas, supongo.
Todos estamos ya saliendo por el jardín trasero para subirnos a los furgones
donde nos esperan Allie y Nick, cuando me giro al escuchar un grito de
Hell.
—¡Mamá! ¿¡Qué haces!?
Nos detenemos y giramos la cabeza para ver qué es lo que sucede,
entonces Ekaterina, la cual estaba regresando a la mansión, nos mira y corre
hasta nosotros con una bomba en las manos.
—¿Qué haces con eso? —Vladimir levanta las manos hacia ella
despacio—. Dámela, puede explotar, ¿estás loca?
—Vlad, si detono esta bomba, todo explotará y el mundo entero pensará
que los Ivankov han muerto. Borrados del mapa de verdad, sin preguntas
sobre donde estaréis, sin preguntas sobre qué habrá sucedido con el
negocio, nada. Todo desaparecerá.
La familia toma la decisión en pocos segundos, se miran entre ellos y
asienten los unos a los otros, todos nos subimos a los furgones excepto Hell,
Hope y Vladimir. Dante permanece con una pierna dentro y otra fuera.
—Voy a colocarla en la entrada junto a las escaleras y vuelvo, la
detonaré a distancia cuando estemos lo suficientemente lejos.
—Te acompaño —dice Vladimir.
—No. —Ekaterina niega, pero V ya está caminando hacia el interior, de
modo que ella lo sigue, ambos medio agachados y cubriéndose en los
pedazos de fachada que hay caídos en el interior de la casa.

VLADIMIR

Me coloco frente a mi la única mujer que he amado en mi vida cuando


comienzan de nuevo los disparos. Ya no escucho voces fuera, de modo que
imagino que todos nuestros hombres han muerto, pero borro ese
pensamiento de mi cabeza de inmediato porque no puedo permitirme ahora
mismo sentir lástima. Ya habrá tiempo de llorar.
—Aquí es suficiente, venga, déjala —le digo cuando llegamos a una
esquina de las escaleras. Ella asiente y deja cuidadosamente la carga de
dinamita en el suelo, la cual reconozco como una de las nuestras después de
mirarla bien. Voy a preguntarle de dónde la ha sacado, pero después de
conocer toda su historia y las habilidades y conocimientos que ha debido
adquirir en la DEA durante todos estos años, me abstengo.
—Activada, vamos. —Asiente mirándome cuando la luz roja se
enciende.
Corremos de vuelta a los furgones y, tras cerrar las puertas, Nick arranca
el de delante y Sasha en el que vamos nosotros. Salimos de la propiedad y
cuando estamos lo suficientemente alejados, Kat le pide que se detenga para
apretar el detonador. Todos miramos atrás para echar un ultimo vistazo al
que ha sido nuestro hogar durante toda una vida, cuya fachada ha sido
restaurada en tantísimas ocasiones y donde nos hemos resguardado cuando
el mundo se caía a nuestro alrededor.
—Maldita sea —masculla entonces, la miro y veo cómo pulsa el
detonador dos y tres veces seguidas, pero nada sucede.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—No lo sé, se ha debido soltar algún cable, debo volver. —Lo dice al
mismo tiempo que sale del coche y comienza a correr.
—¡No! ¡Kat! —exclamo al mismo tiempo que voy tras ella.
—¡Mamá! —Escucho a mi hijo a mi espalda y me giro para pedirle que
nos espere en el furgón, veo cómo quiere salir corriendo, pero Hope y
Dante lo sujetan.
—¡No vengas! ¡Ahora volvemos! —grito y me doy la vuelta para ir a
buscar a mi mujer, no pienso volver a perderla.
—¡Vete de aquí! —Kat me hace señales con las manos cuando ve que
me acerco.
—No voy a dejarte —aseguro al llegar hasta ella, se encuentra agachada
frente a la bomba, cuya luz ya no está roja.
—Mi amor, no funciona el detonador a distancia. —Niega con la cabeza
y traga saliva—. Lo siento.
—Pues déjala y vámonos, venga. —Tiro de ella para que se levante,
pero en ese momento escuchamos voces de nuestros enemigos acercándose.
Grigori grita el nombre de nuestro hijo con una ira en su voz que sé que no
parará hasta verlo muerto.
—Márchate, por favor, déjame arreglar todo lo que he causado en todos
estos años —suplica ella acariciando mi rostro.
—¿¡De qué estás hablando!? —susurro en voz baja porque ya están
cerca.
—Todo esto es culpa mía, Vlad, yo hice que te convirtieses en esto y
que tu vida y la de nuestro hijo haya estado impregnada de dolor y muerte.
Déjame compensároslo, detonaré la bomba y, no solo os darán por muertos,
sino que Kozlov y los suyos también lo estarán y nuestra familia podrá estar
a salvo.
—¡Ni hablar! ¿Estás loca?
—¡Ya casi están aquí! ¡Vete! —Me empuja, pero me sujeto a la
barandilla y niego con la cabeza.
Y sin saber por qué, sonrío. Acaricio su rostro y beso sus labios, y a
pesar de estar rodeado de balas, de estruendos y de dolor como lo he estado
durante casi toda mi vida, por primera vez me siento en paz.
—Lo haremos juntos —decreto.
—No. —Llora porque sabe que la decisión está tomada y que, aunque
cambiase de idea, tampoco tendría tiempo para irme ya. Entonces mira por
encima de mi hombro y veo que susurra un “te quiero”.
Me giro para ver a donde está mirando, mi corazón se encoge al ver que
Hell ha conseguido zafarse de Hope y está al otro lado del jardín, su rostro
está descompuesto e inundado de lágrimas. Entonces coge impulso para
correr hacia nosotros, niego con la cabeza y repito las palabras de mi mujer.
Digo a mi hijo que le quiero como pocas veces he hecho durante mi vida, y
le guiño un ojo con una sonrisa. Me giro para volver a mirar a Kat,
apoyamos la frente el uno en la del otro y nos besamos.
—¿Juntos? —pregunta ella sin abrir los ojos.
—Juntos.
Ambos pulsamos el detonador a la vez, con una sonrisa y sabiendo que
nos espera toda una muerte por delante, dando sentido una vez más al
tatuaje que llevo en mi muñeca: Memento Mori.
XLI
HELL

El impacto de la bomba me golpea igual que si de un muro de cemento


se tratase, salgo disparado por los aires unos cuantos metros, el golpe contra
el suelo es igual de duro que el impacto de la bomba, pero no tanto como
acabar de ver cómo tus padres dan su vida para salvar la tuya y la de toda la
familia. Me incorporo como puedo, pero las lágrimas me impiden ver con
claridad lo que tengo delante, me nublan la vista y lo veo todo borroso.
Paso mi brazo por el rostro para intentar despejarlas, pero solo consigo
llorar más la ver lo que tengo delante. La mansión en la que crecí hecha
pedazos, derruida por completo y convertida en una amasijo de piedras y de
recuerdos.
Y entre ellos, mis padres.
Me agacho sin poder despegar la vista de la escena, revolviendo mi pelo
y maldiciendo. Grito una y otra vez, dejo que el inmenso agujero que hay
en mi interior salga a modo de lágrimas y gritos.
—¡Hell! ¡Hell!
—¡Papá!
Las voces de mi mujer y mi hijo me reactivan, consiguen que me ponga
en pie y me lleven hasta ellos. Dejo que la mansión arda a mi espalda,
decidido a que el fuego, la muerte y el infierno se queden atrás; regreso
junto a ellos, consiguiendo verlos cuando el humo se va disipando con el
viento. Ambos corren hasta mí, toda la familia ha salido de los furgones y
se encuentra con la expresión contraída.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —inquiere Hope tras besarme.
—¿Dónde está papá? —Sasha se acerca mientras sus manos están
alzadas a la defensiva—. Hell, ¿do-dónde está?
Rompo a llorar mientras niego con la cabeza, mi mujer se lleva las
manos a la boca y cada uno reacciona como su cuerpo le pide. Sasha me
golpea.
—No, no, no, no —solloza mientras da puñetazos a mi pecho con los
ojos cerrados—. Yo la abrazo hasta que consigo que se detenga y ambos
caemos de rodillas al suelo. Nate se acerca y tiro de su camiseta para que
poder abrazarle también.
—¿Por qué…? ¿Qué ha pasado? —Mi hermano pequeño se seca las
lágrimas, en vano, y los tres nos levantamos del suelo.
—No lo sé. —Niego con la cabeza—. No me ha dado tiempo a llegar —
sollozo y Hope sostiene mis manos en señal de apoyo—. Me han mirado
con una sonrisa y-y he visto a Grigori y a sus hombres aparecer al otro lado,
y entonces han detonado la bomba juntos.
—No lo entiendo, tenía el detonador a distancia —balbucea Sasha.
—Se han ido juntos. —Todos miramos a Nicholas, el cual tiene una
pequeña sonrisa en su rostro, se encoge de hombros cuando me mira a mí
—. Tus padres tenían claro que querían estar juntos, les daba igual donde.
Supongo que el detonador a distancia no funcionaba y que habrán
escuchado o visto cómo Grigori se acercaba. Han querido regalarnos una
vida nueva, Hell.

DANTE

En el coche solo se escuchan llantos, mi madre está abrazando a mi


padre y diciéndole cuanto le quiere, cómo vamos a poder comenzar de cero
y lo bien que va a ir todo a partir de ahora. Yo creo que estoy un poco en
shock, Asia me mira cada pocos segundos y no suelta mi mano; el tío Nick
va conduciendo en silencio mientras Allie se acaricia la barriga. Volar
estando de ocho meses no es lo más recomendable, pero es un vuelo de
poco más de tres horas desde Nueva York hasta La Habana, y a estas alturas
del partido… Es lo menos arriesgado que hemos hecho.

Llegamos al aeropuerto y Allie se encarga junto a Nick y Asia de


recoger todos los documentos que necesitamos, se reúnen con el contacto
de la abuela y regresan al poco rato. Nos indican por qué puerta debemos
salir para coger el avión privado y entre todos nos dirigimos en silencio
hacia allí. Llevamos tres carritos cargados de maletas y, como un día me
dijo Asia, de sueños, solo que estos están rotos. Supongo que el tiempo todo
lo cura, ¿no? Eso dicen al menos, y estoy seguro que mientras estemos
juntos, todo saldrá bien.
GABI

El viaje en avión pasa despacio, aunque sé que a todos nos viene bien
detener el tiempo. Por primera vez, estando aquí arriba, a tantas millas del
suelo y sin poder hacer otra cosa que esperar, sabiendo que nadie va a poder
atacarnos a esta distancia, siento que todo estará bien. Nino no suelta mi
mano y su sonrisa y sus besos me reconfortan. Miro a mi alrededor con un
nudo en la garganta porque la ausencia de mi abuelo siempre fue notable,
no era un hombre que pasase desapercibido, cuando estaba en un mismo
lugar que tú, lo notabas, aunque no hablase. Bueno, pues también se nota
cuando no está. Sin embargo, todas estas personas que hay aquí conmigo
son lo más importante del mundo para mí, me ha costado darme cuenta y sé
que aún me queda mucho por madurar, pero sé que ellos son todo lo que
necesito, y que da igual donde estemos, mientras lo hagamos juntos.

KIBO

Me he odiado a mí mismo durante noches enteras, me he


autocompadecido e incluso he llegado a romper espejos a puñetazos por no
ser capaz de soportar mi propio reflejo. Yo traje a Grigori a esta familia, yo
le facilité las cosas para jodernos la vida, fue a mí a quien utilizó y a quien
engañó durante dos años enteros. Me ha costado mucho tiempo perdonarme
y darme cuenta de que fui un simple peón y que, si no hubiese sido yo,
habría sido otro. Grigori Kozlov tenía claro que quería acabar con mi
familia, le daba igual el precio que tuviese que pagar, así que sé que habría
encontrado la manera de llegar hasta nosotros.
La muerte de mi abuelo me duele, sé que no fue un buen hombre y que
hizo cosas muy malas durante su vida, pero también sé que ha dedicado los
últimos quince años a intentar resarcirse. El fin no justifica los medios, y
hay cosas que hizo que lo perseguirán allá donde esté, pero era mi abuelo y
me quería. Protegió a toda la familia durante su vida, y lo hizo hasta su
muerte.

NATHAN
Me duele el corazón. Mi padre siempre me dijo que era débil, me
machacó durante toda mi adolescencia para que creciese, para que me
hiciese fuerte y me convirtiese en un hombre. Con el tiempo me di cuenta
de que lo único que quería era prepararme para ser capaz de hacer frente a
la vida que me iba a tocar vivir. Vladimir nunca supo demostrar su amor, al
menos no durante la primera mitad de su vida, pero sí después. Los últimos
años pasó de ser un hombre huraño, duro y cruel, a ser un abuelo para sus
nietos y un padre para sus hijos. Nos enseñó lo que era ser padres y cómo
no debíamos educar a nuestros hijos, cómo evitar comportarnos de la
misma forma que él hizo con nosotros, y cómo criar y enseñarles a
defenderse en este mundo desde el cariño y el amor. No sé cómo los demás
recordarán a Vladimir Ivankov, yo lo haré como un padre sacrificado,
resignado y con un inmenso amor por su familia.

SASHA

Mi estado de ánimo es más inestable que una novata con mis tacones.
Paso del llanto a la rabia en minutos, sé que Connor ya no sabe cómo
animarme ni qué decirme, pero lo cierto es que, aunque necesite estar sola,
lo amo por aguantarme y no separarse de mí. Estoy orgullosa de cómo se lo
está tomando Gabi y de la hija tan fuerte que he criado. Creo que yo soy la
persona que más ha entendido siempre a mi padre, supe leer entre líneas
cuando era una niña y me expresaba su amor de maneras que para otros
solo sería desprecio. Siempre fui consciente de que lo que sucedía en el
negocio no estaba bien, de que había cosas que no debían hacerse, pero mi
padre me educó para cuidar de la familia, y creo que él pensaba que esa era
la única manera de cuidar de nosotros. La supuesta muerte de Ekaterina le
dejó vacío por dentro, creó a un hombre sin sentimientos, cruel y que lo
único que quería era asegurarse de no volver a perder a nadie más. Sin
embargo, también creo que durante muchos años nos trató de forma
incorrecta y nos alejó de él por no ser capaz de demostrar su amor, por
pensar que el amor era una debilidad. Y eso me lo traspasó a mí. Me costó
mucho darme cuenta de que amar no es de cobardes, si no de todo lo
contrario, y eso, en cierta forma, se lo debo también a él. Ha tomado la
decisión de abandonar este mundo de la mano del amor de su vida, y eso es
algo que nunca jamás podré reprocharle porque yo no imagino una mejor
forma de morir.

HOPE

La muerte de Vladimir ha traído demasiado recuerdos a mi cabeza. Y no


buenos precisamente. Es el hombre que más me ha hecho sufrir en la vida,
la persona que peor me ha tratado y me ha hecho sentir asco de mí misma.
Vladirmir Ivankov me compró cuando apenas tenía dieciocho años, me
prostituyó y me obligó a hacer cosas que jamás podré olvidar. Nada de eso
tiene justificación alguna, nada. Toda mi vida he tratado de guardar aquel
capítulo bajo llave en el ático de mis recuerdos porque también fue el
desencadenante para conocer a Hell. Lo mejor que me ha pasado en la vida.
Hell es el hombre más bueno, generoso, cariñoso, fuerte, comprensivo,
atento y cuidadoso que he conocido, y es el hijo de Vladimir. ¿Si pasar por
todo aquel infierno valió la pena por haberle conocido? No, nada lo vale,
nadie debería pasar por lo que yo pasé. Sin embargo, sucedió, y él fue quien
me sacó de aquello. Tarde, sí, pero me sacó. Sé que él mismo nunca podrá
perdonarse aquella hora de más que tardó en entrar en aquella habitación,
pero se ha dedicado a compensármelo durante cada hora de cada día del
resto de su vida. ¿Si lamento la muerte de Vladimir? Sí, lo lamento, pero no
me duele. Lo único que puedo agradecerle es haberse sacrificado por darnos
una oportunidad al resto, haber sido fiel a su legado de que la familia es,
siempre, lo primero.

HELL

Mi padre se ha ido. Esta vez para siempre. Ha casi muerto en tantas


ocasiones, que todavía pienso que en cualquier momento quizá aparece por
la puerta y nos dice que estaba escondido en el cuarto de baño del avión.
Pero no, Vladimir Ivankov ha muerto, y mi madre también. Mi madre, Dios
mío, apenas la recupero para volver a perderla. Supongo que el hecho de
tener su muerte tan asumida desde que nací, hace esto algo más soportable,
pero no por ello menos doloroso. En tan pocas horas me había dado tiempo
a hacer tantísimos planes con ella, me la imaginaba en tantas situaciones
cotidianas… Pero debo ser fuerte. Por mi familia. Ahora más que nunca
cobran sentido sus palabras, sus lecciones y su legado.
V ha tenido una vida muy complicada, sé que no ha debido ser fácil
estar siempre alerta, arriba, al pie del cañón, a defensiva. Hay cosas que
nunca jamás le perdoné y nunca podré hacerlo, cosas que no soy capaz ni de
verbalizarlas. ¿Si he llegado a odiar a mi propio padre? Por supuesto. Le he
odiado y repudiado. ¿Si he deseado que muriese? Nunca. Vladimir ha
cuidado de esta familia como ha podido durante toda su vida, hasta el final.
Nos ha dado la oportunidad que nos quitó al entrar en este negocio, nos ha
dado la posibilidad de comenzar de cero y tener una vida normal, algo que
nunca creímos posible. Y, pase lo que pase, y estemos donde estemos, sé
que seremos felices porque estaremos juntos, porque somos una familia, y
eso es sagrado para los Ivankov.
EPÍLOGO

10 AÑOS DESPUÉS

DANTE / MARCOS

—April, ¿dónde está tu prima? —Acaricio la cabeza de mi hija cuando


se acerca corriendo hasta mí, su eterna sonrisa se me contagia y la cojo en
brazos mientras salgo al jardín.
—Ya se van —explica a la vez que señala el coche de Nicholas a unos
metros.
Camino hasta allí y la dejo en el suelo para que vaya a jugar, le hago un
gesto a mi tío y realizo una pregunta muda, a lo que él se encoje de
hombros y señala a su mujer.
—No quiere esperar, dice que así nos dará tiempo a montar la tienda
antes de que anochezca.
Allie sale de su casa con una bolsa al hombro y una nevera portátil en la
mano, me sonríe y se hace a un lado para esquivar a las dos niñas cuando
pasan correteando.
—¡Maddi, te vas a caer! Hasta que no se abra la cabeza no aprenderá. —
Suspira y le da las cosas a su marido para que continúe llenando el coche—.
Marcos, ¿estáis seguros de que no podéis acompañarnos?
—Sí, Elena tiene la reunión con el corresponsal de España mañana, así
que es imposible. La próxima vez.
—¿Qué tal le va con el reportaje ese que está haciendo? Por más que le
pregunto, no suelta prenda.
—Está contenta, a mí tampoco me cuenta nada —río y me siento en un
tronco que hay en el suelo—. Dice que hasta que no le publiquen el
artículo, nada, que no quiere gafarlo. Ya sabes cómo es.
Aun después de haber pasado tantos años, me cuesta llamar a mi
unicornio por el nombre que pone en su pasaporte, aquel con el que le
bautizaron el día que nos regalaron vidas nuevas, de la mano de, también,
nuevas identidades. Yo soy Marcos y ella es Elena; tuvimos una preciosa
niña hace cuatro años, a quien pusimos April, el cual habría quedado muy
bien con nuestro apellido real, el que siempre tendremos, pero nada bien
con los que nos impusieron y que ahora lleva nuestra hija: Guzmán
Navarro. Sí, aquí se usan dos apellidos, ¿no es de locos?
El tío Nick se convirtió en el tío Darío, y Allie en Isabella. Ella dio a luz
a un niña a las dos semanas de aterrizar en Cuba, no tenían claro qué
nombre ponerle porque hasta que no nació no supieron que sería una niña, y
todos pensamos que sería niño. Finalmente se decidieron por Maddison, el
cual tampoco queda nada bien con el apellido que le ha tocado: Santos
Ortega. Sim embargo, es el precio que debemos pagar por vivir en paz y
tranquilos.
Tengo que reconocer que cuando vivíamos en Nueva York, jamás me
hubiese imaginado que nuestra vida pudiese dar un cambio tan brusco. Allie
y yo seguimos juntos y más enamorados que nunca, nuestra hija no fue
buscada, pero se convirtió en el mayor regalo cuando llegó. Los tres
vivimos en una casa a pocos metros de la de mis padres, donde viven con
mi hermana Marie, la cual ahora es Bianca y tardó casi un año en aceptar
todo lo sucedido. Ahora está feliz, lleva unos meses saliendo con un tal
Eduardo que ha pasado todos los controles familiares, así que mi padre y yo
le dimos luz blanca. Cosas que nunca cambiarán.
Hell pasó a llamarse Hugo Guzmán Castaneda, y mi madre dejó de
firmar como Hope para empezar a hacerlo como Anabel Sierra Bravo. No
voy a mentir, cuando estamos a solas en casa o una comida familiar, a veces
se nos escapan nuestros verdaderos nombres, pero desde el inicio
acordamos intentar acostumbrarnos a nuestras nuevas identidades para no
cagarla en público y poner en peligro nuestra nueva vida.
—Felicitadme —pide Sasha tras bajarse de la moto en la que va y viene
a trabajar.
—¿Por qué? —pregunta su marido, el cual estaba leyendo un libro en la
tumbona que tiene frente a su casa.
—He conseguido las telas que quería y todos me decían que sería
imposibles importarlas desde Estados Unidos. Se nota que no me conocen
—fanfarronea mientras se pone las gafas de sol.
Sí, por si no se había notado todavía, al llegar nos habían asignado dos
casas literalmente encima de la arena, en la playa. Se encuentran a una
media hora de Playa Larga, una zona muy deshabitada y extremadamente
tranquila; todo lo opuesto a Nueva York. Por la parte delantera tienen un
jardín y dan a una carretera muy poco transitada, solo por la gente que vive
por la zona, repartidores, etc., y por la trasera, da a la playa. Con el paso de
los meses y cuando conseguimos asentarnos y normalizar nuestras cuentas,
decidimos comprar tres casas más, justo las que estaban a los costados y
que se encontraban en venta desde hacía bastante tiempo.
El dinero nunca ha sido problema porque, a pesar de haber dejado el
negocio familiar y los demás ingresos legales que teníamos como La
Cueva, Ivankova, el hotel, etc., teníamos muchísimo dinero en paraísos
fiscales, por supuesto. La mayoría, de hecho. La abuela se encargó de dar
instrucciones precisas sobre cómo cambiar la titularidad de aquellas cuentas
a las nuevas identidades cuando planeó todo. Si a eso le sumas la increíble
diferencia que hay entre el valor del dólar americano y el peso cubano…
Bueno, podría decirse que tenemos liquidez como para vivir siete vidas sin
trabajar. Aun así, trabajamos.
Mi tía Sasha, ahora Mía Guzmán, compró un establecimiento en Playa
Larga y montó su tienda de ropa, inspirada por supuesto en la moda
neoyorquina. Aunque eso nadie lo sabe. Nate, también conocido como
Fabián, se dedica a montar excursiones en barco para los turistas, y Kibo,
alias Jaime, le ayuda llevando la parte económica y la página web. En
cuanto a mi prima Gabi y a Nino, a quienes se les conoce como Daniela
Olivera y Ulises Campo, hace meses que no los vemos porque dedican gran
parte de su tiempo a viajar y a recorrer los rincones cubanos.
Cada uno buscamos algo que nos entusiasmase y, por fortuna y gracias
al dinero que tenemos, pudimos montar negocios o, como mi preciosa
Elena, sacar la carrera de periodismo que tanto deseaba. No pudo ir a la
universidad de sus sueños, pero es la mejor reportera que jamás conoceré,
apasionada, intuitiva y trabajadora.

Somos felices.

HELL

Disfruto del sonido de las olas, no muy fuerte pero lo suficientemente


relajante después de todo el día trabajando. Con los ojos cerrados dejo que
el mar despeje mi mente y me haga sonreír; cómo me ha cambiado la vida.
Tal vez no me creáis, pero llevo años sin tocar un arma, sin sentirme
amenazado y sin tener que llevar cargadores repartidos por los bolsillos de
los vaqueros; aunque, bueno, no es que los use muy a menudo, ya que aquí,
en Playa Larga, donde llevo viviendo junto a mi familia desde que dejamos
Estados Unidos, la temperatura media es de más de veinticinco grados.
Cada día dedico unos minutos a imaginar lo que estarán haciendo mis
padres allá donde estén, lo felices que se sentirán al saber que, gracias a
ellos, tuvimos la oportunidad de comenzar de cero y, hoy, casi diez años
después, nuestro pasado como reyes de la mafia parece que fue en otra vida.
Ahora soy abuelo de una preciosa niña que está creciendo feliz, sin conocer
la maldad y sin temer por su vida, con la inocencia intacta, tal y como yo
hubiese deseado criar a mis hijos.
—¿En qué piensa el rey de mi vida sentado en su pedacito de playa a la
luz del atardecer? —Mi mujer arrastra la arena con sus pies y se deja caer a
mi lado. Sonríe, pero sonríe de verdad, tranquila, apaciguada y feliz.
—Pensaba en una conversación que tuvimos hace unos treinta años. —
Paso un brazo por detrás de su espalda y muevo las piernas para que se
recueste y poder abrazarla.
—Recuérdamela —pide con los ojos cerrados y su cabeza apoyada en
mi pecho.
—Tú llorabas y me suplicabas que dejase mi mundo atrás, temías por mi
vida cada vez que cruzaba la puerta y yo te decía que no soy un hombre que
huye. Que de la mafia nunca se sale y siempre habrá enemigos que te
buscarán donde estés.
Hope suspira, entrelaza sus dedos con los míos y se lleva una de mis
manos a sus labios para besar el dorso.
—¿Y ahora qué piensas de aquella conversación?
—Que, si me hubiesen dicho que ahora estaríamos aquí, en paz y
felices, no lo hubiese creído. Te quiero tanto, Hope, no viviré las suficientes
vidas como para demostrártelo.
—Lo haces cada día, Hell. Perdón, Hugo. —Me saca la lengua y ambos
reímos, sé que intenta quitar hierro al asunto y que no nos pongamos
nostálgicos.
—A ti en lugar de Elena podría haberte tocado Esperanza, es lo que has
sido para mí desde el día que te conocí. Mi dosis de esperanza. —Sostengo
su mentón para besarla, y lo hacemos durante algunos minutos más,
sonriendo y bromeando sobre nombres que nunca nos pertenecerán.
—¡Abuelos! —Apri salta sobre nosotros de repente, nos giramos para
cogerla y los tres nos revolcamos en la arena.
—Cuidado, cariño, que los abuelos ya están mayores —vacila mi hijo
antes de lanzarme una pelota de fútbol.
—¿Mayores? Ahora veremos quién está mayor. —Me levanto y le hago
una señal para que se coloque, comienzo a correr con la pelota y él trata se
quitármela, entonces se unen mi hermano y mi sobrino.
De lejos escuchamos las risas del resto de la familia, unos animan a
Dante y otros a mí. Connor, Sasha, Marie y Nick se unen al partido
improvisado. Asumo el rol de portero y caigo al suelo tratando de parar un
gol que me lanza mi hija. Todos lo celebran y yo me tomo unos segundos
para observarles y disfrutar, sonreír al cielo y dar las gracias por la
maravillosa vida que tengo.
Da igual lo que piense el mundo, cómo nos llamen, cómo firmemos o
cómo nos conozcan, porque para nosotros, para la familia, siempre seremos
los Ivankov.

FIN
CARTA DE AGRADECIMIENTO
Me parece increíble estar escribiendo los agradecimientos de la última
parte de esta saga, la cual, no solo me ha cambiado la vida a mí, sino a
muchas más personas. Gracias a estos libros, he conocido a gente
maravillosa, lectoras que ahora son buenas amigas y a otras/os escritoras/es
magníficas/os.
Por todo ello, no puedo cerrar esta etapa sin dar las gracias, por
supuesto, a mi madre y a mi hermana, por estar siempre en los momentos
más duros y en los días en los que no era ni capaz de tocar una tecla. Os
quiero tanto…
A ti, mi pelirroja, Adriana, o Arizona para mí. Los Ivankov son los
responsables de que tú y yo nos conociésemos, y que hoy tenga en ti a una
amiga y una hermana; así que doy las gracias por el momento en el que
Placeres Violentos llegó a tus manos. Tus consejos, sugerencias, emociones,
e incluso presiones (jajaja) me han alegrado el camino, siempre te estaré
agradecida por no soltar mi mano.
A vosotras, Maialen, Paloma y Marina, por vuestras innumerables
locuras y momentos dramáticos que tantas ideas locas me han aportado a lo
largo de los años, gracias por emocionaros con cada pedacito que os he
mandado, por vivirlo con tantísima intensidad y motivarme a continuar. Sin
vosotras no hubiese sido lo mismo.
Y a todas mis lectoras que durante los pasados años han seguido
mandándome mensajes de apoyo, felicitándome por cada libro y siendo
fieles a pesar de mis momentos de bajón y de bloqueo. Gracias por vuestra
comprensión y, sobre todo, por vuestra paciencia.

Por último, pero no menos importante, gracias a vosotros, Hell, Hope,


Nathan, Nick, Allie, Connor, Vladimir, Dante, Kibo, Gabi, Asia, pero en
especial, gracias a ti, mi reina, Sasha. Podría extenderme una página entera
con motivos por los que te doy las gracias, pero lo resumiré: gracias por ser
tú.

Siempre Ivankov.
Os quiere,

Nerea Vara
OTRAS OBRAS DE LA AUTORA

CLANDESTINO
Gracias a la numerosa fortuna que sus padres les dejaron, Wendy y Rick
han podido vivir sin problemas. Ella es rechazada por la universidad a la
que pretendía ir, así que decide que ya es hora de volver a San Francisco,
tras cuatro años estudiando en París. Su hermano lleva una vida llena de
vicios. Es dueño de un concesionario de vehículos y le sobra el dinero.
Cuando Wen le dice que quiere volver a casa, se alegra por volver a tenerla
cerca pero no por los problemas que pueda causarle.
Él vive con su mejor amigo, Josh. Wendy y Josh nunca se han soportado y
esto es algo que preocupa a Rick inmensamente. Josh es igual que él,
vicioso y con una vida nada recomendable para su hermana. Su día a día
consiste en trabajar unas pocas horas y dedicar el resto del tiempo al juego,
las fiestas, los coches, las peleas y a las mujeres, sobre todo a las mujeres.
Puede controlar a su hermana, mantenerla lejos de ese mundo oscuro... o al
menos eso cree él.

Aunque pronto se dará cuenta de que la dulce y pequeña Wen ha crecido, y


ya no es la misma de hace cuatro años...

ERES MI DOSIS
Stephen Sinclaire decidió cerrar su corazón el día que lo hicieron añicos
cuando solo era un adolescente. Desde entonces se rige por tres reglas que
nunca incumple: él manda, no repite con la misma y jamás suplica. Dedica
su vida a su carrera en la NBA, hasta el día en el que su rodilla sufre
grandes daños y debe cambiar de profesión...
Alyssa Mills se muda a Charlotte para acudir a la mejor universidad de
interpretación y de paso, poder huir de su novio maltratador. Ríe, se
divierte, acude a fiestas de fraternidades y vive bajo el continuo temor de
ser encontrada por él. Hasta que un nuevo profesor se une a la plantilla y
hace que comience a ver el mundo con otros ojos.
Amor, lucha interna de sentimientos y verdaderas amistades, en una historia
que te demostrará cómo la edad y las circunstancias le importan bien poco
al corazón.

VIDA PRESTADA
Savannah vivía alejada del mundo. No conocía nada más allá de su
comunidad y sus costumbres Amish.
Mason Fox era el chico del momento, la sensación. La persona por la cual
las fans cometían verdaderas locuras. Tenía todo lo que un joven pueda
desear: dinero, fama, diversión...
Cada uno vivía en su propio cielo. ¿Qué sucede cuando te sacan de tu zona
de confort? ¿Cómo hacer frente a una vida prestada? Una historia
cautivadora repleta de primeras veces.

LA ATRACCIÓN DE COOPER

Alaska. Una ciudad condenada a estar cubierta de nieve la mayor parte del
tiempo.
Una chica independiente y feliz, con una vida normal y cotidiana. Su única
preocupación, divertirse con sus amigos y aprobar los exámenes. Tres
chicos nuevos llegan al instituto envueltos en un halo de misterio, ocultan
un secreto. Secreto que defenderán a toda costa, no tienen más remedio...
Taylor descubrirá unas flores muy poco comunes, con cientos de leyendas
medievales a sus espaldas. ¿Tendrán éstas algo que ver con el secreto de los
Elliott? ¿Qué ocurrirá cuando a la chica risueña le entre la curiosidad?

Déjate llevar por esta historia llena de amor y misterio, y descubre cómo
Taylor y Cooper luchan contra sus sentimientos.

TOXIC
Él amaba las armas, quería su vida de traficante al margen de la ley, a pesar
de que su padre fuera el jefe de policía. No pertenecía a nada ni a nadie,
solo él, sus amigos y su carrera de Derecho para algún día marcharse lejos.

Ella era terca y ambiciosa. Trabajaba duro cada noche sobre la barra de un
bar, bailando y aguantando las groserías de los clientes tras la barra. Tan
solo tenía a su mejor amigo, el cual la apoyaba incondicionalmente, y su
carrera de Medicina. Su sueño era ayudar a los demás.

Dos mundos totalmente opuestos, para un único desenlace. ¿Te lo perderás?

CAZADOR
No llevaba el demonio dentro, pero su crueldad era brutal.
No estaba poseído, pero su mente era tremendamente perturbadora.
No deseaba matar, simplemente su sed era incontrolable.
Era su naturaleza, la esencia de su vida. Él era un cazador.

Kieran Norwood es un vampiro. Eso es así por mucho que él trate de


ocultarlo, y se esfuerza. Ha logrado mantenerlo en secreto frente a su padre
y sus dos hermanos, vive en una ciudad grande y no le cuesta pasar
desapercibido; si no cuentas el reguero de cadáveres que cada vez lo
señalan más de cerca. Su vida, sin embargo, se complica cuando su padre le
comunica que tendrá que compartir techo con la hija adoptada de su tío, el
cual forma parte del ejército y estará fuera por tiempo desconocido. Kieran
no sabe cómo podrá controlar su sed, sus letales ganas de despedazar a las
chicas como ella. Valerie sigue el patrón, es exactamente igual que las
chicas que han ido cayendo en las redes de Kieran para satisfacerle de
formas perturbadoras y luego servirle de cena. ¿Podrá esta vez el vampiro
controlar sus impulsos animales, o se convertirá Valerie en un nuevo caso
para la policía de Calgary?

También podría gustarte