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3
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Índice
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Sinopsis
Una propuesta peligrosa
El jefe de la mafia de Las Vegas, Nico Toscani, está acostumbrado a
obtener lo que quiere, ya sea la Ciudad del Pecado bajo su dominio o a una
hermosa mujer en su cama. Pero cuando se encuentra a su pareja en la
hermosa y testaruda Mia Cordano, hija de un Don rival, todas las apuestas
están echadas...
Sexy hacker, Mia, lucha por liberarse de los lazos de la mafiay de su
despiadado padre... Pero no puede resistirse al poderoso y seductor Nico, que
no se detendrá ante nada para poseerla. Con sus familias encerradas en una
guerra brutal por el control de la ciudad, Mia y Nico entran en un juego
prohibido. ¿Se rendirán a la pasión que arde entre ellos y se arriesgarán a
destrozar a sus familias? ¿O Nico se verá obligado a traicionar a la única mujer
que le quema la sangre?
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Uno
A
ctúa normal.
Mia corrió por el Casino Italia, entre novias, recién casados,
viejos con billeteras abultadas, y mujeres jóvenes en minifalda.
Pasó junto a máquinas tragaperras, mesas de dados, y una de las
salas de póker con las apuestas más altas en el centro de Las Vegas. Atravesó
las hordas de hombres amontonados en el foso de la fiesta admirando a una
sexy repartidora de cartas de blackjack bailando alrededor de un tubo. Y,aun
así, no pudo encontrar la salida.
Lo que estaría bien si dirigieras un casino y quisieras mantener a tus
clientes atrapados en una interminable fiesta. Pero no tanto si hackeaste su
sistema de seguridad y apuñalaste a un guardia en el proceso.
No estaba bien en absoluto.
Se detuvo junto a una mesa de ruleta para recobrar el aliento. Una mujer
rubia en un tutú rosado se quejaba a un trabajador del casino porque la
camarera no había regresado con su bebida. Mia quiso decirle que llevara sus
fichas a cualquier otra mesa. La ventaja de la casa1en la ruleta era la mayor de
todos los juegos en el casino. Pero ya había causado suficientes problemas por
hoy. Se suponía que era un trabajo de infiltración simple; entrar en la sala de
control, insertar el USB, y regresar a la oficina para hackear el sistema.No
había oportunidad de vengar a cada mujer que recibió un pellizco en el trasero
por parte de algún bastardo asqueroso.
Y no, Mia no “se lo merecía” por llevar una pequeña falda negra, medias de
rejilla, y un corsé tan ajustado que sus senos amenazaban con desbordarse.
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La ventaja de la casa es el beneficio que el casino recibe por cada apuesta realizada en todos
los juegos. Por ejemplo, si apuesta un dólar en cualquier juego, nunca verá realmente ese dólar
de nuevo en su totalidad, sino que conseguirá, a lo sumo, 95 centavos de dólar devueltos.
cuando el guardia en la sala de control decidió expresar su gratitud de manera
sexista.
Así que ahora tenía un adorable pequeño corte en sus pantalones de
seguridad, cortesía del cuchillo que siempre llevaba en una funda atada a su
muslo. La autodefensa era una necesidad para una chica que creció en una
familia de la mafia, y el hábito había hecho que sacara el cuchillo antes que su
cerebro pudiera apretar el freno. Gran cosa. Le daría crédito al tipo, algunas
historias que contar entre cervezas con los chicos después del trabajo. ¿Quién
sabría que estaría tan enojado? ¿O que un hombre de su tamaño podía correr
tan rápido?
—Te tengo. —Una mano húmeda y pegajosa la agarró del hombro, tirando
de ella hacia atrás con tanta fuerza que tropezó en sus tacones de diez
centímetros, que no estaba acostumbrada a usar. Deslizó la mano hacia su
muslo, pero esta vez el guardia estaba preparado. Agarró su muñeca y retorció
su brazo en su espalda—. Te llevaré a ver al jefe. Tiene tolerancia cero con los
ladrones.
—No estaba robando.
—Estabas haciendo algo que no está bien. —Con su mano libre, encendió
su radio y anunció en voz alta que había atrapado al “perpetrador”.
La gente se giró y la miró. Las mejillas de Mia enrojecieron y se centró en
el suelo brillante y embaldosado, en la música indefinible en bucle, y en las
luces intermitentes de las máquinas tragaperras. Todo para no atraer más la
atención. Nunca conseguiría otro contrato de ciber-seguridad si alguien
descubría que había sido atrapada en su propia prueba de penetración. El
éxito de su negocio como hacker y consultora de seguridad dependía de
mantener un bajo perfil, y ser llevada por un guardia de seguridad a través de
un casino de alta gama en un traje algo provocativo, era de tan alto perfil como
podría ser.
Su captor la llevó junto a dos guardias de seguridada través de un
conjunto de puertas corredizas de vidrio, hacia el salón de juegos de apuestas
altas del Casino Italia. Hombres en trajes de etiqueta bebían copas de bourbon
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para que pudiera ver que había sacado dos ases y un diez del arriesgado
sorteo, consiguiendo un full2.
Corriendo el riesgo de tener razón en su evaluación, se inclinó por encima
y empujó todas sus fichas hacia adelante. Sus senos rozaron su hombro y su
cuerpo se tensó, pero no fue nada en comparación con la corriente de
electricidad que surgió por sus venas ante el pequeño toque.
—Doscientos mil —anunció el repartidor.
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Es una combinación de tres cartas del mismo valor más una pareja distinta. La mano Q, Q, Q,
4, 4 sería un full de damas y cuatros. El valor del full depende primeramente del valor del trío.
No hay empate en ésta combinación.
Mia casi lloró. Doscientos mil dólares podrían darle un nuevo apartamento
que no tuviera un hongo gigante creciendo en el techo, debido a las tuberías
agujereadas en el piso superior, que el propietario de la pocilga se rehusaba a
reparar. Doscientos mil dólares podrían llevarla a ella y a su pequeña hermana,
Kat, lejos de Las Vegas y establecerlas con una nueva vida anónima donde no
estuvieran siendo vigiladas constantemente por su familia criminal de la mafia.
Doscientos mil dólares podrían comprarle una oficina más grande y pagar
empleados adicionales que pudieran ocuparse de la cantidad creciente de
trabajo que su compañía de ciber seguridad estaba generando. Doscientos mil
dólares la liberarían.
—Es una jugadora —murmuró el hombre cuando uno de sus compañeros
de juego canceló la apuesta.
—Tal vez solo tengo suerte.
—La gente afortunada no es atrapada intentando hackear mi sistema
informático. —En un movimiento rápido se puso de pie, levantó al hombre
sentado a su lado y aplastó su rostro contra la mesa—. Los ladrones no tienen
sitioen mi casino. —Sangre salpicó el fieltro verde y el hombre se tambaleó
hacia atrás, sosteniendo su nariz rota. Solo le tomó unos segundos. El silencio
llenó la habitación. La adrenalina subió a través del cuerpo de Mia,
congelándola en su lugar mientras su mente intentaba conciliar semejante
violencia brutal en un lugar tan sofisticado y elegante. Tenía razón en que el
exterior civilizado del Sr. T no reflejaba su interior. Era el más peligroso de los
depredadores. Hermoso por fuera, pero mortal por dentro.
El Sr. T ni siquiera sudó, pero Mia podía ver las venas palpitando en su
cuello, su ira contenida estrictamente bajo control.
—Caballeros. —Dio el más breve de los asentimientos a los hombres en la
mesa—. El gerente de mi casino, Vito, estará con ustedes en breve para
enfrentar esta inconveniencia. —Se volvió a Mia, manteniéndola en el lugar con
su estrecha y fría mirada—. Ven.
Su voz no dejaba argumento, ni la mano firme que colocó en la parte
inferior de su espalda, o la ligera presión que ejerció para dirigirla hacia donde
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quería que fuera. Era incluso más alto de lo que había pensado, más de uno
noventa, ancho y musculoso. Inhaló bruscamente ante su toque, inhaló el
fresco y especiado aroma de su perfume. Dada la violencia que acababa de
desatar en el salón privado, había esperado algo salvaje y almizclado que
reflejara ese primitivo y salvaje lado de su naturaleza.
—¿Dónde vamos?
—A mi oficina.
Vaciló, volvió la mirada al hombre en la alfombra de felpa, su camisa
blanca cubierta de sangre.
—¿Solos?
—Sí, bella. Solos.
Ella era puro sexo.
Cabello oscuro. Ojos oscuros. Curvas en todos los lugares correctos. Piel
cremosa. Senos casi estallando de su corsé. Esa pequeña falda apenas
cubriendo su trasero. Esos altos pómulos y mejillas sonrosadas. Esas malditas
piernas largas en esas malditas medias, los tacones...
Nico no prestó mucha atención al uniforme que su administrador del
casino había elegido para las camareras, pero en ella era tan malditamente
sexy que su polla se endureció en el momento que entró al salón.
Por lo general, no se involucraba con los tramposos del casino, los
ladrones, o los estafadores que pensaban que podían evadir los cientos de
cámaras y el sistema de seguridad más avanzado que había instalado cuando
renovó el viejo casino Lucky Duck en Freemont Street, pero,normalmente, los
soldados de las familias criminales rivales no eran tan estúpidos como para
entrar en su casino y mucho menos intentar hacer trampa en una mesa de
altas apuestas donde Nico estaba sentado, tampoco sexys mujeres intentaban
piratear su sistema informático.
Quería saber todo sobre ella. ¿Qué estaba haciendo en la sala de control
del casino? ¿Por qué no se estremeció cuando perdió los estribos en la mesa de
póquer? ¿Y por qué le era tan malditamente familiar?
Nico se armó de valor para hacer lo que se debía mientras caminaba con
la hermosa mujer a través de su casino, una cacofonía de fascinante
estimulación, campanas sonando, luces tipo sirena intermitentes, las ruedas
de las máquinas tragaperras zumbando, sonidos digitales de pitidos, a veces
sonidos simulados de cambio sonando, todo destinado a cautivar y atrapar,
dando la impresión de que todos eran ganadores.
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corto tiempo, por su nonna4 después que su madre murió, Nico tenía un gran
respeto por las mujeres, y la brutalidad del ataque de Don Cordano contra la
joven Mia lo sorprendió y lo consternó. Sin pensarlo, tuvo que intervenir para
defenderla. Ella envolvió sus brazos alrededor de él, abrazándolo con fuerza. Y
en ese momento, en medio del horror, a los dieciocho años, Nico cobró vida.
Sintió una sensación de propósito y valor que nunca sintió como un hijo
bastardo, era un protector y esa princesa de la mafia de dieciséis años que se
sentía tan bien en sus brazos, era a quien debía proteger. Cuando su padre
apuntó su arma contra Danny, Nico le tapó los oídos y presionó su rostro
contra su pecho para ahorrarle el horror de ser testigo de la muerte de su
3 Nombre que se da a un miembro de una familia mafiosa que ha realizado el juramento de
fidelidad a la Cosa Nostra.
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Abuela en italiano.
novio. Y luego le fue arrebatada, y la vida como la había conocido terminó con
el estallido de una pistola.
No tenía ningún deseo de rehacer esa noche, o de escuchar lo que ella
tuviera que decir, si era que lo lamentaba o se disculpaba, le agradecía o le
hacía acusaciones. No solo había perdido a su padre, sino también la
halagadora visión de una vida que podría haber sido más que solo seguir los
pasos de su padre, una vida con un propósito y plenitud. Una vida con amor.
Mia era un brutal recordatorio del vacío que había sentido desde esa
noche, el agujero negro que se había abierto en su pecho y que no había podido
llenar sin importar cuántas mujeres se llevara a la cama o cuánto éxito lograra.
Ahora solo vivía para vengar a su padre y tomar su lugar como jefe de la
familia.
Dejando caer el bolígrafo, arrojó la arrugada carta sobre su escritorio y
descargó su frustración.
—¡Santo Cristo! Le dije a Vito que contratara a la mejor firma de seguridad
cibernética en la ciudad ¿y te contrató a ti?
Mia cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Qué quieres decir con eso?
Nico hizo un gesto desdeñoso con la mano, tratando de no concentrarse
en ninguna parte de su hermoso cuerpo.
—Primero que nada, eres una Cordano. Segundo, eres mujer.
Ella dio un resoplido indignado.
—¿Y eso qué? Las mujeres pueden ser hackers. Una mujer escribió el
primer virus C Sharp. Las mujeres hablan en DefCon, una de las reuniones de
hackers más prestigiosas del mundo. Si no estás familiarizado con nosotras, es
porque la mayoría de las mujeres hackers están interesadas en la tecnología
por lo que hacen, y no para poder romperlo o ver a la gente sufrir. No estamos
interesadas en el ciber-vandalismo. No hay nada inteligente en el
desmantelamiento de un sistema, y todo bueno en ayudar a las empresas a
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protegerse contra los ciber ataques, que es por lo que Vito me contrató.
—Hackear es para hombres. Esto... —Hizo un ligero gesto a su atuendo—.
El trabajo de seguridad es para hombres. Es un negocio peligroso. Implica
habilidad, engaño, concentración e inteligencia.
Sus ojos brillaron, y cruzó al otro extremo para inclinarse sobre su
escritorio.
—¿Inteligencia? Fui la primera de mi clase en la UCLA. Si te hubieras
molestado en leer el currículum que le envié al gerente de tu casino, hubieras
visto que he tenido contratos con corporaciones multinacionales, con gobiernos
estatales y locales. Incluso fui invitada a presentar una oferta al FBI. Obtuve
esos contratos. Dirijo un negocio muy exitoso con la ayuda de dos empleados
en sitio y un equipo flotante de cinco piratas informáticos en línea.
Hizo una pausa para respirar, y Nico intentó apartar la mirada de sus
hermosos senos, ahora a solo centímetros de su rostro, pero ella no se lo
permitió.
—Este…—Tomó sus senos sobre el corsé y les dio un apretón, enviando
toda la sangre de Nico a su ingle—…atuendo ridículo, soy yo haciendo mi
trabajo y la única razón por la que me atraparon fue porque tu guardia de
seguridad tiene la misma actitud anticuada, sexista y misógina que tú y
decidió pellizcar mi trasero. Le clavé mi cuchillo en el muslo para defenderme
como cualquier mujer siendo acosada sexualmente tiene derecho a hacer.
Por primera vez en sus veintiocho años, Nico no tuvo nada que decir.
Cautivado, en trance, y ferozmente excitado por la enfurecida y hermosa mujer
inclinada sobre su escritorio conel rostro ensombrecido con furia indignada
casi olvidó que era el enemigo, la hija del hombre que más odiaba en el mundo.
—Si no me hubiera distraído —continuó, enderezándose para la
lamentable decepción de Nico—. Habría estado dentro y fuera de su sala de
control y pirateando tu sistema mientras hablamos.
—Exactamente. —Sin poder contener la feroz excitación recorriéndolo,
Nico empujó su silla hacia atrás y rodeó su escritorio obligándola a retroceder
unos pasos. Se acomodó en el borde del escritorio frente a ella, con los brazos
cruzados y las piernas abiertas, de nuevo controlando la habitación, y a ella
misma—. Estabas distraída. Un hombre no se habría distraído.
Sus labios se apretaron, caminó descaradamente entre sus piernas
abiertas. La electricidad crujió entre ellos, provocando un calor sofocante en la
habitación.
Desacostumbrado a ser desafiado de ninguna manera, y nunca por una
mujer, Nico no pudo decidir si estaba coqueteando con él o estaba a punto de
arrancarle la garganta.
Ella le dio una sonrisa que fue de inmediato sensual y dulce.
—Entonces, dices… —Dejó caer su mano hasta que colgó justo debajo de
su entrepierna—… que, si te agarrara ahora mismo, ¿no te distraerías?
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Es la aplicación de ordenadores y equipos de telecomunicación para almacenar, recuperar,
transmitir y manipular datos, con frecuencia utilizado en el contexto de los negocios u otras
empresas.
corporaciones que hacían negocios con los jefes de la mafia. Cuando el trabajo
se hizo demasiado para manejarlo sola, contactó con algunos de sus amigos
hackers en línea y contrató a Jules y a la madre soltera, Christine, para
ayudarla con el trabajo en el terreno. Ahora tenían un flujo constante de
trabajo de calidad, pero, debido a que trabajaban de un contrato a otro, la
pérdida del Casino Italia los golpearía duro este mes.
—Creo que será mejor que devuelva el atuendo. —Arrojó la bolsa que
contenía la ropa de bailarina gogó dela que se había apropiado en la habitación
de cambios del casino—. No quiero ser acusada de robarlo,aunque el contrato
permita usar el equipo y el atuendo de la compañía.
Jules sacó el atuendo de la bolsa y se rio.
—Desearía haber estado allí. Nunca te he visto en nada como esto.
—Y nunca querrías hacerlo. —Mia no se vestía para mostrar su cuerpo. Al
crecer en un hogar de la mafia, se dio cuenta rápidamente que las mujeres
tenían poco respeto.
Cuando nada de lo que hizo pudo atrapar la atención que tan
desesperadamente ansiaba de su padre, le había expresado su disgusto
haciendo burla de la ropa rosada, con volantes y femenina que esperaba que
las mujeres usaran, dándole su propio estilo punk rock, y forjándose un
camino en una comunidad en línea casi totalmente dominada por hombres.
—A tu padre le encantaría.
Mia tomó el vestido y lo volvió a poner en la bolsa.
—Tal vez debería usarlo para la cena familiar el miércoles por la noche.
Entonces no tendría que perder mi tiempo justificando mis elecciones de vida.
Cada vez que llevo mi ropa punk a casa, a papá le da una apoplejía de rabia y
se niega a hablarme. —Detestaba ir a casa para las cenas familiares con su
abusivo padre dominante y su fría madre distante, que aceptó su lugar como
subordinada de su marido y no decía nada sobre las muchas amantes que
tenía. Mia podría haberle perdonado eso, después de todo, había sido criada en
una muy tradicional familia de la mafia. Pero no podía perdonar a su madre
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—Don Toscani.
La bilis subió por la garganta de Nico mientras se agachaba para besar el
anillo del meñique de su tío, el símbolo de su poder como jefe de la familia del
crimen Toscani. Presionó sus labios en el frío racimo de diamantes y se
estremeció por el impulso de quitar la banda del dedo de Santo. Ese anillo era
de Nico, el legado de su padre, transmitido de hijo mayor a hijo mayor por
su propio beneficio.
8 Los hackers de sombrero gris buscan y descubren fallas en el código que más tarde saben
valía su peso en oro, y los fuertes sobornos que pagaba a Santo, evitaban que
su tío enviara a sus ejecutores a derrumbar a Nico mientras dormía.
Para el padre de Nico lo primero había sido el respeto, el honor, y asegurar
la continuación de la institución, la supervivencia de la familia. Había
protegido a las personas en su territorio, incluso cuando los exprimía por
dinero en efectivo. A Santo le importaba un comino alguien, excepto él mismo y
su hijo, Tony, ahora su subjefe y sentado a la izquierda de Nico.
—Bien. —Santo alcanzó un puro, moviendo hábilmente su muñeca para
presumir su Rolex de oro. Para Santo todo era cuestión de apariencias. Su
mansión, en una lujosa comunidad protegida de Summerlin, con
espectaculares vistas de Las Vegas Strip, estaba rodeada por una cerca
eléctrica de veinte metros de alto. Se la había comprado a una estrella de
películas poco después de su autoproclamo como jefe de la facción de Las
Vegas de la familia Toscani en Nueva York, cuando había sido hecha oficial.
Nunca resistía la oportunidad de decirles a sus invitados sobre la gente famosa
que lo había honrado en sus salones de mármol, o de las fiestas en sus tres
piscinas, o sobre jugar tenis en la pistaubicada en los árboles al otro extremo
de su propiedad de dos acres.
Alguien tocó la puerta del estudio y Santo hizo una pausa en la
conversación. Una mujer entró, llevando una bandeja de espresso y biscotti.
—Su espresso, Sr. Toscani. —Puso la bandeja sobre una mesa auxiliar y le
sirvió a Santo, a Charlie Nails y a Tony.
—¿Alguna cosa para usted, señor? —Se volvió hacia Nico justo cuando
Tony se levantó de su asiento.
—¡Stupida cagna9! El expreso está frío. Ya te advertí sobre eso.
Tony golpeó a la mujer con tanta fuerza que tropezó, y Nico la atrapó
cuando caía.
Ella le dio una sonrisa agradecida debajo de sus lágrimas, y la ayudó a
ponerse de pie y a poner la bandeja en sus manos.
—Vete.
Nico estaba horrorizado, pero no sorprendido por el comportamiento de
Tony. Se había ganado el apodo “Tony Crackers” no por su amor a los
bocadillos, sino porque todos pensaban que estaba loco. Nico lo conocía desde
que eran niños, e incluso entonces, tenía claro que algo estaba mal con su
primo. Tony había sido atrapado torturando animales a una edad temprana,
pasando de insectos a roedores y luego a las mascotas de la familia.
Suficientemente inteligente como para esconder sus tendencias psicopáticas de
sus maestros y los trabajadores sociales, logró pasar la escuela y luego se
retiró para unirse a la empresa familiar donde forzó su voluntad con violencia
en vez de palabras. Era conocido por ser inestable, dejándose llevar por la furia
ante la más pequeña de las razones, y su equipo era uno de los más
sangrientos de la ciudad.
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9 Estúpida puta.
apellido de la familia. Cualquier persona que no pagara, o que se descubriera
dirigiendo negocios desconocidos, se vería en un automóvil dando un paseo al
océano, con un par de zapatos de cemento.
Charlie Nails frunció el ceño ante la falta de tacto de Tony, pero Tony dejó
en claro, cuando fue nombrado subjefe, que le importaba un comino lo que el
viejo pensara de él. Charlie Nails llevaba a cabo el papel de consigliere para el
padre de Nico, y luego para Santo después de él. El consigliere se suponía que
era un amigo cercano, de confianza y confidente, un anciano estadista de la
familia, pero su apoyo a Santo lo hacía un traidor ante los ojos de Nico.
—¿Esto es todo? —repitió Tony revisando el sobre—. Esto es la mitad de lo
que nos trajiste el mes pasado. —Compartió una mirada con Charlie Nails y
sonrió—. Pensé que te imaginabas como un mafioso de estilo antiguo. En los
viejos tiempos, los casinos eran una licencia para imprimir dinero. Esto es
apenas suficiente para pagar a nuestro personal.
Nico se armó de valor para mostrar un exterior calmado mientras estaba
furioso por dentro.
—Eso es solo el dinero del casino. —Metió la mano en el bolsillo de su
traje cruzado, y sacó un segundo sobre—. Esto es de los otros negocios y el
pago de mi equipo.
Santo entornó los ojos cuando Nico arrojó el segundo sobre la mesa.
Aunque no era un hombre inteligente, como el padre de Nico, Santo tenía un
sexto sentido para cuando era estafado.
—¿Eso es todo?
No, por supuesto que no era todo. A pesar del riesgo, Nico tenía varios
negocios aparte, incluyendo un pequeño edificio en el que el principal
desarrollador de condominios en la ciudad contrataba exclusivamente
diseñadores de interiores controlados por los asociados de Nico, dándole a Nico
una parte de cada trabajo realizado. Su conexión con el sindicato de
trabajadores siderúrgicos también le daba una línea en el rápido desarrollo de
la construcción de nuevos casinos, con una ola de multimillonarios extranjeros
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—No le faltes el respeto a tu tío —le advirtió Charlie Nails—. Tiene sus
razones para hacer lo que hace y no son de tu incumbencia.
Nico le lanzó una mirada mordaz. Además de algunos juegos de azar y
préstamos menores de usura, Charlie Nails, el abogado, dirigía el legítimo
bufete de abogados y ayudaba a la familia con problemas legales y también con
el enlace con importantes figuras compradas, como políticos o jueces. Había
sido un amigo confiable y cercano del padre de Nico, pero Nico no tenía
tolerancia para un hombre que vendería su lealtad al mejor postor.
Santo levantó una mano para silenciar a Charlie Nails.
10
Primo.
—Debería saber que sus acciones llevaron a este matrimonio. Don
Cordano tiene los ojos en su hija. Cuando supo que había sido vista contigo,
Nico, me llamó con preocupaciones sobre su seguridad. Nos acusó de ignorar
las reglas sobre la santidad de las mujeres y los niños en la faida.
—Eso es una mierda y lo sabes. Ella estuvo ahí por negocios. Su
seguridad nunca estuvo en riesgo.
Santo agitó una mano desdeñosa.
—Ambas partes han perdido muchos soldados en esta guerra sin sentido.
Don Cordano tiene miedo por la vida de su hijo, Dante, como temo por la vida
de mi Tony. Compartimos nuestras preocupaciones y discutimos una tregua.
Como muestra de buena fe, ofreció a una de sus hijas en matrimonio con la
familia Toscani. No era una oportunidad que estaba preparado para dejar
pasar. Los Cordano tienen un punto de apoyo sólido en el comercio de drogas.
El matrimonio nos unirá. Don Cordano piensa ganar fuerza a través de la
unión, pero Dante es débil, indigno de liderarnos. Una vez que Dante y el Don
estén fuera del camino, Tony tendrá derecho a liderar por matrimonio y se hará
cargo como jefe. Juntos, él y yo apartaremos a las otras familias de la Cosa
Nostra y tomaremos el control de la ciudad.
Nico sacó la pluma de su bolsillo y la giró alrededor de su pulgar mientras
luchaba por ocultar su enojo. Su padre tenía la intención de heredarle el
bolígrafo a Nico cuando se volviera un hombre hecho y derecho, justo a como
su padre había hecho con él. Pero no había vivido para ver ese día. Nico solo
comenzó a llevar el bolígrafo cuando creció, y tenía la intención de dejárselo a
su hijo.
—Mi padre aún no ha sido vengado —escupió—. ¿Y qué hay de todos los
soldados y capos que perderán sus vidas? Arrastraste a esta familia al
comercio de drogas, lo que va contra las reglas de la Cosa Nostra. Todo lo que
mi padre intentó hacer por la familia, lo deshiciste. Pero esto... traicionar a las
otras familias de la Cosa Nostra, en una guerra total por el control de la
ciudad... ¿cuántos quedarán de pie al final?
Charlie Nails, tranquilo hasta ese momento, se pasó una mano por su
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plateado cabello.
—Tengo que estar de acuerdo, Santo. No solo por el padre de Nico,
Máximo, sino porque nuestra participación en el comercio de drogas ya nos ha
llevado a llamar la atención del FBI. Cuando Máximo era jefe, pudimos volar
bajo el radar. Si expandimos nuestra operación de drogas, y los cuerpos
comienzan a acumularse, se pondrá difícil para nosotros. Incluso si nuestros
hombres no son golpeados en la guerra civil que propusiste, terminarán en la
cárcel.
—¡Cazzo 11 ! —Aún más volátil que de costumbre, Tony alcanzó el arma
enfundada a su lado, y Santo levantó una mano.
—Detente. Charlie Nails es viejo y lento, y Nico está tal vez molesto porque
le robaste a su mujer. Pero entiende que este es un sacrificio que debe hacerse
por la famiglia.
El estómago de Nico se apretó con el pensamiento de su primo loco casado
con Mia, la chica que una vez sostuvo, temblando en sus brazos, que se había
vuelto una hermosa mujer que despertó un anhelo en él que hacía tiempo creía
muerto. ¿Su padre, Don Cordano, entendería el riesgo? ¿El peligro en el que
estaba?
—¿Ella estuvo de acuerdo con esto?
Santo se rio.
—Don Cordano asegura que hará su deber con su familia. Eso es todo lo
que nos importa. Igual que Tony hará su deber con los nuestros para asegurar
que los Toscani nunca se queden sin jefe en la línea de sangre pura. Nos
reuniremos con ellos en la Trattoria de Vincenzoel jueves por la noche para
finalizar todo, y quieren que estén casados en cuando podamos arreglarlo.
—Ella es un jodido y caliente trasero. —Tony hizo un gesto de bombeo
lascivo con el puño—. No será difícil golpearla y mantener la línea Toscani en
marcha.
La implicación era clara. Santo nunca renunciaría. Acababa de declarar a
Tony su sucesor para dirigir a la familia, y si Tony tenía un hijo, Nico perdería
el control de la familia para siempre. No solo eso, una vez que Santo se aliara
con los Cordano, ya no necesitaría los sobornos de las operaciones comerciales
de Nico. Ya no necesitaría a Nico, al hijo ilegítimo del hombre asesinado por la
misma familia que ahora buscaba como aliado.
Lo que significaba que, en los próximos días, los asociados de Don Toscani
llevarían a Nico a dar un paseo del cual nunca volvería, y Mia quedaría a
merced de un cruel y vicioso hombre, y de una familia que la vería como nada
más que un medio para un fin. No desearía ese destino para ninguna mujer,
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especialmente para la mujer con la que había conectado hace mucho tiempo,
una mujer que lo hacía sentir digno de la forma en que un hijo bastardo nunca
había esperado sentir.
—La línea pura Toscani. —Tony repitió las crueles palabras de su padre,
como si leyera los pensamientos de Nico.
—Si ya terminamos aquí...—Nico no esperó una respuesta. Se levantó y
les dio el asentimiento de respeto a Charlie Nails y a su tío. Había aprendido
cuando niño que no debía levantarse ante Tony, pero no podía tolerar ninguna
falta de respeto a su madre muerta. Una salida rápida era la única alternativa
11
Literalmente significa “polla”, es una expresión utilizada para mostrar desacuerdo o protesta
vulgarmente.
a una pelea que probablemente terminaría con uno de ellos muerto. Su madre
había sido el amor de la vida de su padre, pero nunca habían podido casarse.
Para honrar a su familia, el padre de Nico había aceptado un matrimonio
político, igual que Nico en los próximos meses.
Nico solo podía esperar que su nueva esposa le diera hijos para que
ningún hijo de su goomah, amante, soportara el mismo estigma que él.
—Anunciaremos la boda después de la iglesia en la casa de nonna María
este domingo —gritó Santo tras él—. Podrías ser el padrino.
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Tres
Benito “Benny” Romano estacionó su Chrysler blanco 300 fuera de un
pequeño bungaló circular al final de Sunrise, una pequeña comunidad en las
afueras de Las Vegas. Al otro lado de la calle, una transacción de drogas se
llevaba a cabo entre dos chicosde no más de catorce y un distribuidor que era
solo uno o dos años mayor. Un perro sarnoso yacía en el pasto frente a la casa,
y una vieja camioneta estaba estacionada en el camino de entrada.
Maldición. Gabe estaba aquí. Nunca estaba aquí los martes. ¿Habría
perdido su otro maldito trabajo?
Cerró la puerta y atravesó la maleza hasta la acera, deteniéndose para
mover el triciclo roto de Daisy y recoger al señor Tickles, que había sido
abandonado en la tierra. Cristo. Le daba a Ginger suficiente dinero cada mes
para pagar un lugar decente para ella y su hija, Daisy, en una bonita zona de
la ciudad. Pero, por supuesto, con Gabe cerca, tenía otros planes para ese
dinero.
—¡Papi! —La puerta se abrió de golpe, y Daisy voló a sus brazos, su largo
cabello rubio en un lío enredado, y sus manos de seis años pegajosas de
dulces.
—Hola, nena. ¿Qué estás haciendo despierta tan tarde? —La tomó en
brazos y le dio un abrazo, con cuidado de no magullarla. Estaba demasiado
delgada, pero parecía no importar cuánto dinero le diera a Ginger, Daisy nunca
subía de peso.
—¿Ya terminaste de atrapar a los malos hoy? ¿Trajiste algo para comer?
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—Ella envolvió sus delgados brazos alrededor de su cuello y rebotó contra él—.
Solo había frijoles en el armario para cenar hoy, y ya los comí tres veces esta
semana para la cena.
—¡Ginger! —gritó su nombre con enojo, porque sabía que estaría en la
habitación con Gabe y no quería que ese tren de relación chocara en su
rostro—. Tengo un sándwich en mi bolsa. Papá te alimentará bien.
Solo lamentaba su elección de carrera cuando se trataba de Daisy. Había
estado encubierto en la mafia cuatro años cuando conoció a Ginger en un bar y
la llevó a casa por la noche. La naturaleza de su trabajo de policía encubierto
significaba que no podía tener una relación normal, por lo que vivía en
relaciones de una noche. No había esperado que una noche llevara a un
compromiso de por vida en la forma de una niña pequeña.
—Sí. —Ginger salió al porche, y cruzó los brazos debajo de sus generosos
senos, casi reventando de su top sin mangas color rosa. Esos senos fueron por
qué terminó en su cama en primer lugar. Daisy fue cómo terminó en su vida.
—¿Qué diablos hiciste con el dinero que te di la semana pasada? Daisy
dice que solo la estás alimentando con frijoles.
Ginger ni siquiera tuvo la decencia de verse culpable. En cambio, se
encogió de hombros.
—Las cosas son caras. Tengo que pagar el alquiler, los servicios públicos,
los pagos del automóvil, el perro tuvo que ir al veterinario...
—¿Llevaste al perro al veterinario en vez de alimentar a nuestra hija?
—Sabía que viviría. Scamper no. —Le dio la mirada, esa maldita mirada
que lo sacaba de sus casilla, la mirada de una mujer intrigante que le dijo a un
hombre que estaba tomando la píldora, cuando no lo hacía, porque era el
primer hombre decente que se cruzaba en su camino y quería conservarlo—.
No tienes derecho a venir aquí y criticar la forma en que crío a Daisy. Elegiste
tu trabajo antes que criar a tu hija. Los criminales de las Vegas pasan más
tiempo contigo que ella.
Abrazó a Daisy contra su pecho.
—Ya te lo dije cien veces, Ginger. No son las horas. Es el peligro. Estoy
haciendo cosas que podrían volverse contra ti y Daisy, y no quiero que salgan
lastimadas.
Ella soltó una carcajada.
—¿Qué? ¿Temes que alguien venga a tirar abajo nuestra puerta porque le
diste una multa de estacionamiento? Solo te gusta elogiarte cuando ambos
sabemos que no eres nadie. Un patrullero que nunca dejará la calle.
Un día le diría la verdad. Le diría cómo había subido rápidamente entre
las filas de la policía de Las Vegas hasta convertirse en detective, y cómo
incluso eso no fue suficiente para alimentar su necesidad de adrenalina. Le
diría cómo le habían ofrecido un trabajo encubierto, y después que el trabajo
31
sean malos.
No sabía qué tan mal podrían ser las cosas para ella con su madre
drogadicta y el perezoso de Gabe en la casa, pero era todo lo que podía darle
por el momento.
Cuatro
—C
ariño. Ha pasado mucho tiempo. —Gina Cordano, la
madre de Mia, y la perfecta esposa de la mafia, besó las
mejillas de Mia y se acomodó en el fresco vestíbulo de
mármol de su hogar renacentista italiano en la exclusiva y lujosa comunidad
de Henderson.
Desde el exterior, la casa lucía como muchas de las otras casas de lujo en
el área cerrada, con impresionantes vistas y acceso a los hoyos estilo cañón del
Campo de Golf de Campeonato de Río Seco. Sin embargo, la seguridad en la
residencia Cordano incluía cercas de alambre, cámaras con CCTV12,y guardias
las veinticuatro horas, así como arbustos de tres metros de altura para mayor
privacidad.
Alfio, el principal ejecutor de su padre, cerró la enorme puerta de catedral
detrás de ella y puso el código de seguridad. Antes que entendiera lo que hacía
su padre para ganarse la vida, Mia siempre se había sorprendido por las
familias de sus amigos que no se encerraban en sus casas a todas horas del
día. Habitualmente, dejaban las puertas y ventanas abiertas, y vagaban en sus
patios sin el beneficio de los guardaespaldas o cámaras. Tenían una libertad
que ella deseaba desesperadamente y sabía que nunca tendría.
Mia arrugó la nariz ante el abrumador aroma del perfume de su madre y
le dio un abrazo obediente, haciendo todo lo posible para no romperle el vestido
de lino. No es que importara. Su madre tenía un gran armario y se cambiaba
cinco o seis veces al día en su papel de símbolo del poder de su esposo.
—Te ves bien, mamá. ¿Es un Prada?
35
12
Tecnología de videovigilancia de circuito cerrado diseñada para supervisar una diversidad de
ambientes y actividades.
13
Prenda interior femenina de tela rígida, y a veces con aros, que se usa para dar vuelo a las
faldas.
hebillas plateadas. Mia lo había combinado con medias de encaje y sus botas
de suela ancha favoritas hasta la pantorrilla con rosas rojas bordadas a los
lados.
—Tu padre estará decepcionado al verte vestida como una estrella punk
rock. Tengo algo de la última temporada Chanel arriba en la habitación libre.
¿Por qué no subes y encuentras algo qué ponerte? No está de buen humor esta
noche.
No está de buen humor era el código familiar para decir que ya había
sacado parte de sus frustraciones en mamá, lo que explicaba por qué su base
de maquillaje era tan gruesa y usaba un suéter. La madre de Mia sabía todos
los trucos para ocultar los hematomas. Era parte de ser una buena esposa.
Aunque su matrimonio no fue arreglado, la madre de Mia descubrió
rápidamente que había sido tomada por su suavidad y encanto. Su marido se
había casado con ella solo por su apariencia y conexiones, y el amor que le
había profesado murió el día que dijo “Sí, acepto”.
Aun así, había cumplido su deber como la buena princesa de la mafia
para la que había sido criada. Le había dado a su marido el hijo requerido, y
dos innecesarias hijas, había encontrado y decorado una casa digna de su
condición de jefe de la mafia, crio a sus tres hijos y se aseguró de estar siempre
bien arreglada e impecablemente vestida, el accesorio perfecto para el brazo del
marido en funciones de la mafia. Obedientemente, mantenía la boca cerrada
cuando él pasaba tiempo con sus amantes, y, a cambio, disfrutaba de los
beneficios de su estado como doña de la mafia. Era una existencia fría y vacía,
una parte en la que Mia no quería tomar lugar.
—Llevo vestido así no me golpeará —dijo Mia sin rodeos—. A menos que
decida que ahora me quiere en rosa o Chanel cuando venga de visita, eso es
todo lo que haré. Ni siquiera vendría a casa si no fuera por ti y Kat. —O el
hecho de que su padre enviaría a sus soldados a perseguirla simplemente
porque no toleraba la desobediencia en ninguna forma.
Los labios de su madre se tensaron.
—Necesitas aceptar quién eres y las responsabilidades que vienen con ser
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mujer en una familia de la mafia. Tenemos nuestro lugar, y tu vida será mucho
más fácil si solo lo aceptas y…
—No lo hagas —interrumpió Mia. Nunca había podido entender cómo su
madre podría querer para sus hijas la vida que llevaba. ¿Cómo podía no desear
que fueran libres para tomar sus propias decisiones?
—No quiero ver que te hagan daño, cariño.
—Entonces debiste haberlo detenido cada vez que me golpeó, o cuando me
rompió el brazo y me lastimó tanto que tuve que pasar cinco días en el hospital
pretendiendo que me habían asaltado. —Su voz se elevó con la angustia que
siempre sentía cuando pensaba en esa noche—. Debiste haber estado ahí la
noche que mató a Danny y dejó esta marca en mi garganta. —Tocó la cicatriz
en su cuello—. Pero no estuviste. Y la única razón por la que no me mató esa
noche es porque Nico Toscani me salvó y perdió a su padre como resultado de
eso.
Tomó un aliento tembloroso y pasó junto a su madre para dirigirse a la
gran escalera mientras los recuerdos volvían a inundarla.
Papá había estado tan enojado cuando irrumpió en el restaurante de Luigi
esa noche, desesperada por salvar a Danny,aunque sabía que no había ninguna
posibilidad. Y, sin embargo, los golpes que le había dado cuando suplicó por la
vida de Danny, frente a Don Toscani y su hijo, no fueron nada en comparación
con lo que le hizo para asegurar su silencio después de la muerte de Danny, un
silencio para proteger a Dante de un trato que le habían ordenado hacer. Nico no
había podido salvarla mientras su padre la marcaba con su navaja. Había
estado de rodillas, acunando el cuerpo de su padre moribundo que había tratado
de salvar a Nico de la ira de su padre.
—Tu padre quiere verte cuando llegue Dante —le dijo su madre—. Hubo
un cambio de planes para la cena. Dile a Kat que solo seremos ella y yo esta
noche. Tú y Dante saldrán con tu padre.
Mia vaciló, tentada a preguntar por qué su padre querría perder una
noche cenando con ella y Dante. Nunca había pasado tiempo con ella sin el
resto de la familia presente, excepto cuando estaba golpeándola por alguna
percepción de incumplimiento de las reglas. Pero ¿realmente lo quería saber?
No tenía nada que ver con su padre siendo bueno, ¿por qué arruinar estos
pocos preciosos momentos que tenía para pasar con su hermana
preocupándose de algo que pronto descubriría?
—¿Kat? —Caminó por el amplio pasillo alfombrado y empujó la puerta del
dormitorio de Kat, solo para ser envuelta en un mar rosa. Kat era todo lo que
se esperaba que fuera la hija de la mafia, y como resultado, había escapado del
abuso de su padre al crecer. Pero incluso si Kat no hubiera abrazado su lado
femenino con la misma pasión con la que Mia lo despreciaba, su padre no la
hubiera lastimado. Delgada y frágil, con cabello oscuro y ojos color avellana
abiertos de par en par, Kat tenía una naturaleza amable, una voz suave y una
37
cuerpo delgado y gruesa mata de cabello gris, estaba a su lado junto con el
musculoso jefe de guardaespaldas de Dante, Rev, que había estado con la
familia casi diez años.
—Papá. —Mia inclinó la cabeza con respeto, sin querer comenzar la
reunión con un golpe o una bofetada, que significaría que estaría más centrada
en el dolor que en la verdadera razón por la que había sido convocada a la
casa. Vio a Dante de pie junto a la ventana, y lo saludó con una sonrisa—.
Hola, Dante.
Alto y delgado, con cara larga y delgada y pómulos cincelados, Dante
llevaba la pesada carga de ser el heredero de la familia. Aunque no había
heredado el mal genio de su padre, o su vena despiadada, Dante nunca
dudaba en cumplir las demandas de su padre y nunca lo desafiaba, incluso
cuando Mia estaba obligada a soportar el peso de su rabia. Cuando era niño,
fue un divertido hermano mayor que bromeaba, pero había cambiado cuando
su padre lo obligó a entrar en esa vida a la edad de nueve años, enviándolo a
hacer recados para él y sus hombres. Después de eso, se había distanciado y
alejado, y todavía echaba de menos al Dante que solía conocer.
Dante le dio un brusco asentimiento, y la sonrisa de Mia se desvaneció.
—¿Qué pasa?
—¡Madre di Cristo! —gruñó su padre, antes que Dante pudiera
responder—. Te ves como si estuvieras vestida para Halloween. —Respiró
profundo y bramó—. ¡Gina! ¡Ven aquí!
La madre de Mia, que, sin duda estaba esperando cerca de la puerta por si
era convocada, entró rápidamente con su rostro pálido y desdibujado.
—¿Pasa algo?
—Te dije que te aseguraras de que estuviera debidamente vestida. Mírala.
Es una vergüenza para la familia. ¿Cómo demonios se supone que debo sacarla
luciendo así?
—Mi dispiace 14 —balbuceó mamá—. Pensé que quisiste decir que la
querías en un vestido, y está usando uno. Le ofrecí darle algo de Chanel de la
temporada pasada…
—Cállate la boca. —Se levantó de la silla, subiéndose las mangas. La piel
de Mia picó en advertencia, y su madre soltó el gemido más suave. Después de
años de abuso, todos conocían las señales, y había aprendido a no huir porque
correr siempre lo empeoraba.
Mia le lanzó una mirada a Dante, notando la falta de tensión en sus
hombros, el desinterés en su rostro. Era más alto que su padre, más joven,
más fuerte, el primogénito y único hijo. Si fuera Dante, protegería a su madre,
los protegería a todos. Tumbaría a su padre y le diría que nunca tocara a su
madre otra vez.
Sin previo aviso, la imagen de Nico llegó a su mente, sus hombros anchos
40
14
Lo siento.
—No la toques. —Mia dio un paso atrás, colocándose entre su padre y su
madre. El sobresalto y la incredulidad nublaron el rostro de su padre, y luego
una furia como nunca antes retorció su expresión.
—Chica estúpida. Quítate del camino. Tu madre sabía exactamente lo que
quería. Eligió desafiarme. Será castigada, así aprenderá a no hacerlo de nuevo.
—Fue mi elección vestirme así. —Dio un paso atrás, empujando a su
madre detrás de ella—. Si alguien debe ser castigada debería ser yo.
—Dio mio15, me alegro de deshacerme de ti. —Cerró la distancia entre ellos
en dos pasos rápidos, y golpeó el rostro de Mia tan duro que su cabeza rebotó a
un lado. Todavía tambaleándose por el golpe, no pudo evitar que golpeara a su
madre y luego la pateara cuando cayó al piso—. Dante. Toma mi chaqueta y
recoge a tu hermana. No tenemos tiempo para conseguirle ropa nueva. —Pasó
por encima de la madre de Mia, y miró hacia atrás sobre su hombro—. Gina, la
próxima vez que use las palabras “vestida adecuadamente” la quiero vestida
como tú.
—Por supuesto, Battista. —Mamá se limpió la sangre en la esquina de su
labio y se obligó a sentarse, con las piernas cruzadas debajo de la lujosa
alfombra roja—. Mi dispiace. No volverá a suceder.
—No por esto, no ocurrirá. —Le disparó a Mia una mirada de disgusto
mientras Dante la estabilizaba con una mano firme en su codo. Después de
algunas palabras de despedida para el Lobo, caminó por el pasillo, cortando
una oscura sombra a través de la luz en su traje italiano hecho a medida.
—¿A dónde vamos? —Con la mejilla palpitante, Mia siguió a su padre por
el pasillo con Dante, Rev, y Alfio ocupando la retaguardia.
—A la Trattoria de Vincenzo.
Sorprendida porque respondiera, Mia se calló cuando salieron de la casa.
Rev se subió al asiento del conductor de la limusina familiar, y Alfio se instaló
en el asiento del pasajero a su lado. El padre de Mia se sentó en la parte
posterior con Mia y Dante frente a él.
—Quiero que mantengas la boca cerrada cuando lleguemos allí —dijo el
41
15 Dios mío.
—¿Tiempo para qué?
Su rostro se tensó.
—Es hora de hacerte jodidamente útil para la familia. Te vieron la otra
noche en un casino con Nico Toscani vestida como una puta. Deshonraste a la
familia. Me faltaste al respeto…
—Estaba trabajando. —Se atrevió a interrumpirlo—. Estaba haciendo una
prueba de penetración…
—Cierra la maldita boca —ladró—. Te involucraste con los jodidos
Toscani, ahora te involucrarás con ellos de por vida. Me diste una oportunidad
para contactar a Don Toscani y negociar una tregua para ponerle fin a la
guerra entre nuestras familias. Le ofrecí un matrimonio para sellar el trato.
Combinaremos nuestras operaciones de narcotráfico para expulsar a los
cárteles y las pandillas callejeras de una vez por todas, no solo aquí en la
ciudad, sino en todo el estado. No solo eso, finalmente podremos entrar en la
industria del juego a través del casino de su sobrino. Es el lugar perfecto para
lavar nuestro dinero.
Se quedó sin aliento.
—¿Me estás pidiendo que me case con Nico Toscani?
—No te lo estoy pidiendo. Te lo estoy ordenando. —Se pasó la mano por el
cabello—. Y no es con ese hijo bastardo que le puso precio a mi maldita cabeza
con quien te vas a casar. Es con Tony. Un hijo por matrimonio. Quiere
conocerte esta noche. No eres fea. Te hiciste una mercancía comercial. Será
mejor que pueda verte más allá de tu ropa ridícula.
—¿Crees que trabajé duro en la escuela y construí un negocio para poder
ser una mercancía comercializable? —Su voz se elevó en tono, aunque sabía
que lo irritaría.
—¿Por qué diablos más lo harías? —Se reclinó en su asiento, su camisa de
seda luchando contra su ancho pecho, con su enorme estomago colgando
sobre su cinturón—. Eres una mujer. Tu único valor para mí es político.
Necesitamos esta alianza para terminar la faida y aumentar el poder de la
42
famiglia. Una vez estés casada con Tony, su primo bastardo no será una
amenaza, no podrá derribar a la familia y ya no tendrá el poder de retar a
Santo. Me sorprendería que todavía estuviera vivo cuando regreses de tu luna
de miel.
Todos esos años de intentar probarse su valor, de obtener la aprobación
de su padre, de mostrarle que era buena como hija, habían sido en vano.
Nunca la había visto como algo más que una pieza de propiedad para ser
mantenida y negociada. En su corazón siempre lo supo, pero escuchar las
palabras de sus labios la hacía sentir enferma por dentro. Quería terminar con
esto, con él, con su enferma y retorcida familia rota, con las reglas y los códigos
y la cultura de la Cosa Nostra. Había peleado duro por su pequeño pedazo de
independencia, y no sobreviviría si se la quitaban.
—No me voy a casar con Tony Crackers. —Miró a Dante en busca de
ayuda, pero él continuó mirando por la ventana. Su culpa. Dante nunca se
había enfrentado a su padre. Claramente, no estaba dispuesto a comenzar
ahora—. No tengo interés en casarme, y ciertamente no con un psicópata. Los
periódicos ahora están llamándolo el carnicero. Cada vez que tiene una disputa
con alguien, termina no solo muerto, sino masacrado.
Su padre agitó una mano desdeñosa.
—Te casarás con quien te diga que te cases, y harás lo que te diga que
hagas. Todos tenemos que sacrificarnos. Este es el tuyo. Nos sentaremos,
tendremos una buena cena, haremos los planes... Invité a Don Falzone, el Don
de la facción de las Vegas de los Falzone de Nueva York para que esté allí como
testigo del final de la faida y de la promesa de matrimonio. Los Falzone son la
otra única familia lo suficientemente fuerte como para desafiarnos por el
control de la ciudad, pero una vez que se den cuenta del poder de nuestra
alianza, lo pensarán dos veces antes de tratar de abrirse paso en nuestro
territorio.
¿Su avaricia no tenía fin? Podía leer entre líneas. Una vez que sacara a
Don Toscani y a Tony, la familia Falzone sería la siguiente. Bueno, se negaba a
ser un peón en su juego.
—Tengo un negocio que dirigir y una vida que vivir lejos de la famiglia. No
me involucraré.
Sus ojos oscuros se volvieron fríos y duros.
—Olvídate de tu pequeño hobby. Estarás cuidando a tu esposo, teniendo a
sus hijos, decorando su casa, arreglando esa una mata de cabello... Haciendo
toda la mierda que las mujeres hacen para que los hombres se vean bien. Si tu
negocio está ganando dinero, entonces Dante se hará cargo.
La incredulidad se convirtió en ira en un latido.
—Ese es mi negocio. Yo lo puse. Pagué por todo. Hice los contactos.
Conseguí los contratos. De ninguna forma se lo entregaré a Dante. No sabe
nada de piratería ni de seguridad. Ni siquiera puede encender su maldita
43
computadora.
Debió haber sabido lo que venía, prepararse para el impacto, pero la ira
anuló el instinto, así que cuando la golpeó, no hubo nada para protegerla de su
puño.
—Cristo. —Estrelló su puño en el lado de su cabeza—. ¿Cuántas malditas
veces tengo que golpearte esta noche? Después de todos estos malditos años,
todavía no sabes tu lugar. Cuando comenzaste a hacer trabajos para mis
amigos, esos negocios se convirtieron en un negocio de la mafia. Las mujeres
no hacen negocios con la mafia. Las mujeres se quedan en casa, con la boca
cerrada, las piernas abiertas, y haciendo lo que se les dice.
Aturdida, Mia respiró a través del dolor, esperó hasta que pudo ver
claramente de nuevo, hasta que sus oídos no estaban sonando y su cabeza ya
no estaba difusa.
—No puedes obligarme —dijo—. La palabra “Acepto” nunca saldrá de mis
labios. Pégame todo lo que quieras. Nunca me casaré con la mafia. —Miró a su
hermano—. ¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera, Dante? —exigió—. ¿Por
qué no hiciste algo?
—Lo hice. —Dante se giró lentamente para mirarla—. Se suponía que era
Kat.
—Dio mio. —Su corazón se hundió en su estómago. La dulce, inocente,
alegre Kat—. Él la destruiría.
—Pero no a ti. —La culpabilidad cruzó el rostro de Dante tan rápido que
se preguntó si la había visto—. Eres fuerte. Inteligente. Una superviviente. Si
alguien puede atravesar esto, eres tú.
Tenía razón. Kat no sobreviviría una semana con Tony Crackers. Era
confiada, generosa, inocente, un alma artística que no sobreviviría a los rigores
de la vida de la mafia.
Rev se detuvo frente a Vincenzo’s, un conocido restaurante italiano y el
lugar de reunión de la mafia en las afueras de la ciudad y bordeando un
polígono industrial. La ubicación le daba un aire de privacidad y mantenía
alejados a los turistas, pero la comida se mantenía para aquellos que lo
conocían y que volvían por más.
El padre de Mia se volvió para mirarla, su expresión oscura con
advertencia.
—Sal de la limusina y encuéntrate con el chico de Toscani o envío a Rev y
a Alfio por Kat.
—No te atrevas a tocarla —escupió Mia cuando abrió la puerta. Tenía que
haber una salida y la encontraría, pero mientras tanto, mantendría a Kat tan
lejos de este lío como fuera posible—. Te odio.
44
16 Idiota.
con su arrogancia de motorista, pero era ferozmente leal, y no había nadie a
quien Nico prefiriera tener en su espalda.
Nico nunca había visto a Frankie con una mujer. Ni con prostitutas. Ni
con novias. Ni aventuras de una noche. Si no fuera por el hecho de que una
vez, después de haber bebido demasiado, Frankie le confió que había una
mujer que quería pero que no podía tener, Nico lo habría presionado más a
menudo para unirse a ellos en sus fiestas.
—Tú te lo pierdes —dijo Luca—. La última vez tuvimos a seis chicas
nadando desnudas en la piscina del patio de Nico.
Nico se detuvo frente a Il Tavolino, un restaurante italiano de las antiguas
Vegas que parecía que había visto días mejores. Metió su arma debajo de la
chaqueta de su traje para apartarla de la vista.
—Entonces, esta es la cosa de la que les hablé. —Una cosa en la mafia era
un acto ilegal que era mejor no decir—. Un amigo mío, Lennie, es el dueño de
este lugar. Dice que tiene un problema. —Un amigo mío le decía a Luca y a
Frankie que Lennie era un civil a diferencia de un amigo nuestro, un hombre
hecho dentro de la mafia. Por lo general, los “amigos” de Nico se le acercaban
cuando tenían un problema, en lugar de que Nico fuera a verlos, pero se decía
que Lennie servía el mejor cannoli de la ciudad, y Nico era un fanático de los
dulces.
Gianni “Big Joe” De Cicco estaba esperándolos en la entrada principal.
Bastante musculoso, algunos centímetros más bajo que Nico y calvo como una
piedra, Big Joe había obtenido su apodo debido a su parecido con un policía
amigo de la mafia, que se llamaba “Little Joe”. Era un asociado de la mafia que
había estado con la familia Toscani durante diez años, tres de ellos con el
equipo de Nico, y había demostrado ser leal, honesto, y digno de confianza.
Nico planeaba revelarle el funcionamiento interno de la organización cuando
las cosas se calmaran, para que Big Joe pudiera convertirse en un hombre
hecho.
—Justo a tiempo —dijo Nico—. Comenzaré a pensar que eres un policía
por la forma en que nunca llegas tarde. Luca siempre está arrastrando los pies,
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dados. Mi amigo al final de la calle, dice que le paga todas las semanas y que lo
ayuda con los problemas de seguridad. Solo me preguntaba si podría entrar en
eso también.
Nico evitó reírse. Cuando había limpiado el restaurante del amigo de
Lennie, había enviado a los ladrones y las drogas aquí con el único propósito
de hacer que Lennie llamara y pidiera la misma protección que los Toscani le
ofrecieron a su amigo. El objetivo final era reventarlos, una estafa clásica en la
que la mafia se ofrecía a limpiar el lugar por una tarifa fija semanal, y luego
con el tiempo, ofrecían a dejar la tarifa por una parte del negocio. Mientras la
mafia se abría paso en el negocio, separarían las mesas para su uso
permanente, ordenarían exceso de suministros a crédito para venderlas en el
mercado negro, y lavar dinero a través de una contabilidad creativa. Cuando la
reputación y el crédito del propietario eran fusilados, el edificio sería
incendiado por el dinero del seguro.
Nico no destruía civiles inocentes, y ahora que estaba aquí, tampoco
quería destruir a Lennie. Quemar el restaurante sería una maldita tragedia.
Los objetos de colección que Lennie había reunido era irremplazable.
—Te diré lo que voy a hacer. —Nico describió un plan en el que Big Joe
vendría todos los días durante una o dos semana para eliminar a los ladrones y
limpiar el lugar. Nico se aseguraría de que Lennie nunca más fuera molestado,
y a cambio, Lennie le daría el veinte por ciento del negocio y la mejor mesa de
la casa cada vez que Nico se detuviera para comer.
Frankie, Luca y Big Joe lo miraron como si le hubiera crecido otra cabeza.
Usualmente esa discusión sucedía meses después de la primera visita, cuando
el dueño dependía de la mafia para su protección y no tenía salida. Pero Nico
no tenía la intención de seguir el juego hasta su inevitable conclusión. Quería
una parte del Il Tavolino, pero quería que Lennie lo dirigiera.
—Sr. Toscani. Por favor. —Lennie levantó las manos—. Veinte por ciento
es demasiado alto. Estoy hasta el cuello de deudas. ¿Qué tal si le pago algo
cada semana y viene cuando quiera para una comida por parte de la casa?
Con un suspiro, Nico se levantó.
—Vienes a mí por ayuda. Pero cuando te ofrezco mi protección, ¿negocias?
—Nico sacó una caja de fósforos que había tomado cuando entró—. ¿Eso suena
respetuoso para ti? Me desvío de mi camino para verte, ¿y me insultas? ¿Es así
como tratas a un socio comercial? ¿A tus clientes? No creo que valga la pena
salvar este negocio. ¿Qué tal si quemo el maldito lugar ahora? —Encendió un
fósforo y lo lanzó sobre el mantel blanco de algodón. Big Joe, Luca y Frankie
saltaron mientras el mantel estallaba en llamas.
—No. No. Por favor, no lo queme —rogó Lennie, cayendo de rodillas
mientras el camarero se apresuró con un extintor de fuego—. Lo siento, Sr.
Toscani. Por favor. Fue una oferta muy generosa. No estaba pensando.
Nico levantó una mano, advirtiéndole al camarero que diera la vuelta.
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Sería una pena dejar que el restaurante y todos los preciosos objetos de
colección ardieran, pero se tenían que hacer sacrificios para asegurarse que
nadie, nunca, desafiara su autoridad. Nico le decía a la gente cómo sería. No
había negociación.
—Tienes razón. Fue generoso. Demasiado generoso. —Nico miró las llamas
bajar por el mantel y lamer la banqueta de terciopelo rojo mientras el sudor
perlaba la frente de Lennie—. Tomaré el treinta por ciento del negocio, y Luca
aquí será el gerente. Serás su asistente y podrás enseñarle todo lo que necesita
saber sobre tu negocio.
Nico no miró a Luca, sabiendo que su amigo no estaría feliz con el plan.
Luca ya tenía un restaurante que dirigir, así como sus otros negocios. Pero
había cambiado ese pequeño lugar y lo había convertido en uno de los mejores
restaurantes italianos en la ciudad. Nico no tenía duda de que también podría
lograr ese éxito con Il Tavolino.
—Sí, por supuesto. Gracias Sr. Toscani. —Lennie miró nerviosamente las
llamas. Un segundo más y la cabina se incendiaría, los aspersores se
encenderían, los objetos de colección serían destruidos, el departamento de
bomberos aparecería y toda la noche resultaría ser una pérdida de tiempo. Nico
le hizo un gesto al camarero y el fuego fue extinguido rápidamente mientras
Lennie se marchitaba en el piso con un murmurado gracias.
Luca tocó a Nico en el hombro y habló en voz baja en su oído.
—Recibí una llamada de uno los asociados que enviamos a vigilar La
Trattoria de Vincenzo. Don Toscani y Tony están allí junto con Don Cordano y
su hija, además de un montón de guardaespaldas. Pero escucha esto. Don
Falzone también está allí. Puede que esté ocurriendo otra cosa, algo más
grande que solo una boda ¿Quieres ir a verlo? Está a solo un par de cuadras de
distancia.
Nico había estado intentando pensar todo el día en una manera de detener
la boda. El matrimonio supondría un gran obstáculo en su búsqueda para
vengar a su padre. Y pensar en su tentadora sexy con Tony lo hacía querer
golpear algo. Tal vez si no la hubiera conocido antes, si no hubiera visto que el
coraje de fuego que mostró en su oficina era la verdad de su esencia, no le
hubiera dado un segundo pensamiento a su unión. Después de todo, su
matrimonio con Rosa Scozzari le daría el poder de derrocar a su tío y a Tony,
incluso con la alianza Cordano. Pero algo sobre Mia lo intrigaba, algo mucho
más profundo que su belleza, y estaba decidido a descubrir qué era antes que
Tony o algún otro bastardo mafioso se la robaran.
—Iremos a dar un paseo. —Nico pasó junto a un Lennie estupefacto y se
dirigió a la puerta.
—No tengo problema en hacer estallar a ese cabrón de Tony, si quieres —
dijo Frankie, justo detrás de él. Frankie tenía más muertes bajo su cinturón
que cualquier otro ejecutor Toscani, y no tenía remordimientos para apretar el
gatillo. Y, sin embargo, era el hombre más leal y confiable que Nico conocía. No
51
19
Virgen.
—Por favor —suplicó Mia, la palabra cayó de sus labios antes que pudiera
atraparla—. Está desarmado, indefenso, y parece que podría morir por sus
lesiones de todos modos. ¿De verdad quieres su muerte en tu conciencia?
—Tengo muchas muertes en mi conciencia —dijo sin levantar la vista—.
Ninguna de ellas me mantiene despierto por la noche.
—Pero esta lo hará. —Apretó los dientes, apenas creyendo que estaba
tratando de salvar la vida del hombre que había querido obligarla a un
matrimonio que no quería—. Sé qué tipo de hombre eres. Te vi esa noche en
Luigi’s House. Me mostraste tu humanidad, tu compasión. Si no haces esto por
él, hazlo por mí. Por favor, no me hagas verlo.
—No sabes nada de mí. —Los ojos de Nico se oscurecieron casi hasta el
negro, y en ese momento le creyó. Ella cambió la noche que Danny murió.
Quizás él también lo hizo. Frankie tiró de su cabello, echando su cabeza hacia
atrás.
—Eres una jodida perra loca. Quieres que perdone una vida después de
que acabas de matar a todos estos hombres. Deberías estar feliz de que esté
terminando el trabajo.
—No lo hice. Te lo dije. Mira las paredes, las mesas, los... —Su voz se
rompió—. Cuerpos. Mi padre. Eso no fue hecho con la pistola que estoy
sosteniendo. Fue con un rifle de asalto. Lo escuché.
—Entonces, ¿cómo es que todos fueron alcanzados, tu padre todavía está
vivo, y no tienes ni un rasguño?
Se preguntó eso también, pero no tenía respuesta.
—No lo sé.
Frankie soltó su cabello, y volvió a presionar el arma contra su cabeza.
—Última vez. Suelta el arma. No titubearé en apretar el gatillo.
—No la dejaré caer hasta que Nico me dé su palabra de que no matará a
mi padre.
Nico la estudió, su rostro era una máscara inexpresiva.
55
chocolate que su nonna usaba para mojar su biscotti. Era totalmente diferente
a la joven que había tenido en sus brazos la noche en que murió su padre. Y,
sin embargo, tenía el mismo coraje y determinación, el mismo sentido de
justicia y fuerza interna. Pero ahora estaba unido a un montón de sensualidad
y una generosa porción de descaro.
Se rio entre dientes, recordando el veneno que se había derramado de sus
bonitos labios mientras la arrastraban al vehículo. Era un infierno de
luchadora. Frankie se vio obligado a atar sus manos con una corbata para
salvarse de lesiones graves.
Pero¿qué haría con ella? No era una dócil y mimada princesa de la mafia,
preparada para seguir la oferta de su padre. Demonios, no se sorprendería si
hubiera apretado el gatillo para salirse del matrimonio, en cuyo caso, tendría
derecho a vengarse en nombre de la familia Toscani, como lo hizo el nuevo jefe
de la familia del crimen Falzone. ¿Se la habría ofrecido al mejor postor? Si era
inocente, tendría que dejarla ir. Las reglas de la mafia prohibían involucrar a
las mujeres en los negocios. Ni siquiera podía mantenerla como rehén, o
cambiarla por el hombre que debería haber matado esta noche.
Definitivamente era una mujer. Sus ojos recorrieron su cuerpo,
demorándose en su escote, donde su vestido rasgado apenas escondía la
hinchazón de sus pechos, antes de bajar a sus botas negras de cuero de
mierda con flores bordadas. Cristo. Esas malditas botas lo llamaban, le
hablaban del lado salvaje que había heredado de su madre y reprimido en un
intento por convertirse en todo lo que su padre esperaba que fuera.
Arrancó los ojos y miró su rostro, marcado por el ancho hematoma en
toda su mejilla, su ojo morado, la sangre salpicada en su cabello y piel. Sintió
un parpadeo de ira ante las lesiones que había sufrido. Realmente irónico,
teniendo en cuenta que puede que tuviera que matarla.
Nico mantenía su posición como el capo más poderoso de la familia con
actos directos de violencia o con actividades llevadas a cabo en su nombre. La
reputación lo era todo. En el momento en que mostrara misericordia o
intentara ser gente de paz, sus soldados más jóvenes y más viciosos tomarían
las riendas del poder. Había cometido un inusual error táctico esta noche
cuando dejó ir a Don Cordano, y las repercusiones podían ser severas. No
podía cometer el mismo error nuevamente.
—¿Cuál es la noticia? —Frankie y Luca se unieron a él en la mesa de
billar mientras daba su tiro. Nico pensaba mejor cuando sus manos estaban
ocupadas, y el juego era el favorito de su grupo.
—Tony está vivo. —Observó las cuatro bolas cayendo en el bolsillo de la
esquina—. Está en el hospital bajo vigilancia. El Vincenzo's está lleno de
policías. Nuestro hombre en el departamento de policía me da actualizaciones
regularmente. La policía terminó con el estacionamiento del restaurante y
están peinando el área. No han encontrado el arma homicida todavía. Piensan
que fue un tirador y se las arregló para acercarse mucho antes de abrir fuego.
58
Mia torció las muñecas tratando de aflojar las cuerdas que aseguraban
59
padre, era la hija de Battista Cordano, realeza de la mafia, y sabía bien que no
debía mostrar miedo.
—Entonces, esta es la verdadera tú. —Nico apuntó vagamente a la ropa de
Mia—. No es lo que esperaba.
La indignación le dio coraje para superar su miedo.
—Disculpa si no me ajusto al estereotipo de la típica princesa de la mafia.
Algo frío y peligroso se movió en sus ojos oscuros.
—Lo entendí cuando entré a Vincenzo’s y te vi parada en medio de una
masacre con un arma. —La mirada de Nico se deslizó sobre su cuerpo,
deteniéndose abiertamente en su pecho, donde el vestido rasgado apenas
ocultaba sus senos—. Parece que atraes problemas a donde sea que vas.
—Es esta vida. No importa cuánto intente huir, siempre parece
encontrarme.
Todo negocios, él agarró una silla de una mesa cercana, sentándose a
horcajadas frente a ella, y descansó sus brazos en la parte posterior. Ella miró
a la deriva sus poderosos antebrazos, cabello suave, muñecas fuertes y tatuaje
Toscani. Sexy. Nunca pensó que los brazos de un hombre pudieran ser
excitantes, pero no podía quitar la vista y llevarla hacia otro lado.
—¿Qué estabas haciendo allí? Dímelo. —Su voz era de acero puro, afilada
y mordaz.
Un escalofrío de emoción le recorrió la columna. Quería obedecer y
resistir, ambos al mismo tiempo, pero una vida de secretos en la mafia anuló
su deseo.
—No puedo decírtelo.
—No quiero lastimarte, bella. —Estiró la mano y le tocó la mejilla.
Incapaz de leer sus intenciones, Mia se estremeció.
—Shhh. —Pasó el pulgar suavemente sobre su piel y lo sostuvo para que
lo mirara—. Sangre.
La sangre de papá. Una ola de emoción amenazó con romper sus paredes
por su voz ronca y toque suave después de todos los horrendos eventos de la
noche. Bajó la cabeza para que no la viera vacilar.
—No estaba allí por consentimiento. Bueno, no por un consentimiento
real. Entonces, ahora que sabes la verdad, puedes dejarme ir.
—No.
—¿Podrías al menos pensar al respecto? —Inclinó la cabeza hacia el lado,
viéndolo a través de sus pestañas, odiándose a sí misma por hacerlo. Pero esta
era una cuestión de vida o muerte, y no podía dejar que el orgullo se llevara su
única ventaja.
Sus ojos chispearon, divertidos.
61
—Si mataste a esos hombres, morirás, ya sea por mi mano o por otra. Si
no lo hiciste, entonces estás más segura aquí conmigo, hasta que el tirador te
encuentre.
—¿Entonces me secuestraste y me ataste, para protegerme? —Casi se rio
de la ironía. Solo en la muerte podría finalmente ser igual a un hombre en el
mundo de la mafia.
—Algunos podrían decir que estoy protegiéndome a mí mismo. —Extendió
la mano y metió un cabello rebelde detrás de su oreja, su toque fue tan gentil,
casi una caricia.
Un deseo incontrolable se juntó en su estómago. Anticipación y miedo
comenzaron una guerra dentro de ella mientras su toque se detenía.
—¿Tienes miedo de que agarre un arma e intente disparar para salir de
una habitación llena de mafiosos?
Sus dedos se arrastraron por su cuello, descansando en el hueco de la
base de su garganta. Ella sintió el latido de su expuesto pulso, mientras el
calor recorría su cuerpo.
—No le tengo miedo a las chicas con pistolas, bella. No saben cómo
disparar o no tienen lo que se necesita para apretar el gatillo.
—Entonces nunca has conocido a una mujer como yo. —Su voz ronca y
gutural traicionó su deseo.
Él se inclinó, susurrando en su oreja, su voz peligrosamente seductora.
—No, pero estoy deseando que lleguemos a conocernos.
Su cuerpo se volvió calor líquido, pero antes que pudiera replicar, él se
levantó y rodeó su silla.
Sintió sus manos en las muñecas y las cuerdas cedieron. Le masajeó los
antebrazos, pasando suavemente los pulgares sobre su tierna piel. Su toque
envió una chispa eléctrica a través de ella, malvada y caliente ¿Cómo se sentiría
tener esas manos en sus partes más íntimas, su poderoso cuerpo cubriendo el
suyo?
—¿Me dejarás ir?
—Te dejaré limpiarte. —La condujo por un pequeño pasillo en el lateral de
la casa club y le hizo un gesto hacia un asqueroso baño decrépito con todas las
tuberías oxidadas y el papel tapiz pelado—. Puedes lavarte aquí.
Sacada de balance por el repentino cambio de actitud de Nico, Mia se
volvió para cerrar la puerta, solo para encontrarlo en ella.
—¿Puedo tener algo de privacidad?
—No. —Se inclinó contra la puerta, cruzó los brazos, sus músculos se
tensaron debajo de su fina camisa de algodón. Sus pezones se tensaron con su
mirada inquebrantable.
62
—Claro que sí, Sr. Toscani. —Big Joe miró a Mia, y por un segundo vio la
preocupación parpadear en su rostro.
—¿Tiene... a una... una mujer civil ahí dentro? ¿Ella es su...?
—Mi prisionera. —Nico se alejó sin otra mirada en dirección a Mia—.
Asegúrate de atarla cuando la lleves de vuelta a su silla. Podría verse
inofensiva, pero en el momento en que te distraigas llevará un cuchillo a tus
bolas.
Deseó tener su cuchillo ahora, mientras él se alejaba como si nada
hubiera sucedido entre ellos. Pero tal vez lo había imaginado. Después de todo,
¿qué podría pasar entre dos familiares rivales, uno de los cuales era un
misógino peligroso, bastardo de la mafia, y el otro un hacker punk rock que no
podía distinguir un Gucci de un Gaultier?
—Entonces, ¿qué hiciste para ser secuestrada por la mafia? —Big Joe
tomó el lugar de Nico en la entrada, su rostro arrugado con consternación—.
Nunca antes habíamos tenido prisionera a una mujer.
—Piensa que maté a seis hombres con una ametralladora.
—Jesucristo. —Big Joe soltó una larga respiración—. ¿Lo hiciste?
—Por supuesto que no. ¿Me veo como una asesina?
Big Joe se encogió de hombros.
—Todo tipo de gente mata por todo tipo de razones. No hay realmente un
aspecto para ellos. Quizás fue un crimen pasional, o a veces las personas que
han sido abusadas simplemente se rompen.
—La única persona a la que quiero matar apasionadamente en este
momento es a Nico. —Se volvió al fregadero para lavarse los brazos y cuello,
tomándose su tiempo mientras formulaba un plan. Quizás Nico tenía razón en
que sería un objetivo afuera, pero era mejor un objetivo en movimiento que un
pato sentado.
—¿Conoces al señor Toscani?
—Pensé que sí. Ahora no estoy tan segura. —Inclinó la cabeza hacia un
lado, intentando forzar un sonrojo—. ¿Podrías darme un minuto para... eh...
usar el baño?
Big Joe negó y pateó la piedra que sostenía abierta la maltratada puerta.
—Lo siento, amor. No va a suceder. El Sr. Toscani dijo que no te dejara
sola.
Maldición. Necesitaba esa puerta cerrada. Se apresuró a encontrar una
forma de convencerlo para que la dejara sola y se le ocurrió la única cosa que
nunca, en un millón de años, se habría imaginado diciendo, una traición a
todo por lo que había estado luchando cuando se dio comprendió que su padre
la despreciaba por ser una chica.
64
suplicante y eso hizo que Mia se encogiera. Dante se volvía una persona
diferente por completo cuando estaba en un juego grande.
—Tendremos que hacerlo en otro momento. Iré a dar una clase de
codificación para niñas por la tarde al centro comunitario. Tendré que salir
inmediatamente después del servicio.
Dante la miró parpadeando sobre su vestido floral de encaje negro, con su
capa inferior negra, mangas profundas con cuello en V y encaje. Lo había
emparejado con calcetines negros hasta la rodilla, un par de zapatos Doc
Martens de suela gruesa y adornados con joyas.
Mia se tensó bajo su escrutinio. Su padre nunca se contuvo al expresar su
desdén por sus opciones de vestimenta.
—Al menos te vestiste de negro. —Dante estiró su mano y Mia dejó
escapar un silencioso aliento. No era del todo el hijo de su padre.
—Siempre uso negro —dijo ella—. Es por el tipo de mundo en el que
vivimos.
código a la vez. Nico nunca había sentido ese tipo de pasión, excepto en su
deseo de vengar a su padre. No cambiaría la vida de la mafia por nada, pero
estaba malditamente seguro de que sus ojos no se iluminaban cuando hablaba
de reventar a Lennie Minudo para poder hacerse cargo del restaurante Il
Tavolino o de chocar algunas palmas en unión para asegurar que las
compañías que controlaba ganaran las ofertas para la construcción de nuevos
casinos. Él era la oscuridad para su luz, desmantelando el mundo, una cancha
a la vez.
Después de dejarla, se sentó en su auto esperando a Frankie. ¿Cómo
llegaría a casa? Aunque había algunas familias alrededor del centro
comunitario, no era del tipo que dejaba a una mujer para que caminara sola
por ahí. Ya había visto a algunos miembros de una pandilla callejera de poca
monta, a un traficante de drogas que se había quedado sin su territorio hace
unos años, y a un de personajes del inframundo que solo se destacarían para
alguien que se movía en los mismos círculos. ¿Y qué tal su auto? Sus labios
tiraron de una sonrisa cuando recordó su Mustang vintage. Si no tuviera que
hacer una demostración de su estatus, estaría usando un vehículo vintage,
también. No un Mustang, sino algo lujoso y cómodo con una cucharada de
exclusividad y estilo, tal vez un Dean Facel Vega de Martin HK500 con motor
V8, o el Dual-Ghia que a Dean Martin le encantaba. O, si quisiera algo más
cerca de casa, el TBird de Sinatra.
Hizo una llamada rápida a un mecánico que le debía un favor. Le dijo que
tenía dos horas para recoger el vehículo de Mia, arreglarlo y regresarlo al
centro comunitario, dejando en claro que fallar no era una opción. Hace unos
años, el chico había ido a él pidiendo ayuda porque otro taller había abierto en
el camino y había perdido todo su negocio. Nico había enviado un par de
mafiosos a darle al nuevo dueño del taller una visita, explicándole que no había
lugar para otro taller en el vecindario. Tal vez le gustaría mudarse. El chico
mostró un poco de actitud, diciéndole a los muchachos de Nico que se fueran.
Su taller se incendió al día siguiente. Una falla eléctrica. El mecánico entendió
que le había vendido su alma al diablo, y Nico acababa de llamarlo para cobrar.
Vio a Frankie caminando hacia el vehículo y bajó la ventana.
—Con todo respeto...
—No. —Nico levantó la mano—. Estás a punto de decir algo irrespetuoso,
y ahora mismo no estoy de humor para gritar en la calle. Soy muy consciente
de los riesgos.
Levantó la vista. Vio a Mia a través de la ventana con un grupo de niñas a
su alrededor. Cada vez que se giraba, otra estaba aferrada a su ropa. No la
habría vinculado con el tipo de criar niños, pero obviamente la adoraban. Pero
entonces, ¿quién no lo haría? Cuando Frankie dejó en claro que no iba a irse,
Nico dejó su vehículo y bebieron un par de expresos en un pequeño café a la
vuelta de la esquina. Justo cuando estaba a punto de llamar al mecánico y
recordarle el significado de mantener su palabra, vio un destello rojo y las
79
20 Muchas gracias.
21 Por favor.
—Bien. —Levantó un pequeño disco similar a una placa de circuito—. Me
hicieron un regalo.
Nico no sabía qué demonios era, pero la hacía feliz, así que sonrió.
—Muy bien.
Era una conversación banal. Normal. Y, sin embargo, no eran personas
normales viviendo en un mundo normal. Incluso cuando hablaba estaba
viendo peligro en autos sospechosos, merodeando por la calle, agentes
encubiertos, francotiradores en el techo, mafiosos dando un paseo...
Ella escondió el regalo en el interior de su bolso, inquieta con la
cremallera.
—Supongo que será mejor que me vaya. Es mi día libre y tengo cosas que
hacer.
No quería que se fuera, pero no podía pensar en una razón para pedirle
que se quedara, y no quería ponerla más en peligro.
Ella abrió su auto, vacilando.
—¿Cómo lo encendiste sin una llave? —Él puso su mano en su bolsillo,
toqueteando la llave de repuesto que el mecánico hizo para él—. Tengo muchos
amigos. Tienen muchas habilidades y muchos de ellos me deben favores.
—Supongo que te debo uno ahora.
Su sangre se calentó, precipitándose en su frialdad, su tono suave y
sensual tan potente como si hubiera agarrado su pene. Cuando ella cerró la
distancia entre ellos, todo lo que pudo hacer fue mantener sus manos a los
lados. No le hizo arreglos a su auto para que le debiera, pero si quería pagar la
deuda, no se quejaría.
—¿Qué tal esto? —Puso sus manos en su pecho, se inclinó y besó su
mejilla.
Su autocontrol se hizo añicos. Su beso fue tan inesperado, tan
increíblemente dulce; su cuerpo reaccionó antes que su mente pudiera
procesar el peligro. En un momento de trastorno donde cedió a la locura que
81
—¿Tienes un informe escrito para mí? —Jack levantó una ceja, y Ben se
encogió de hombros.
—No hubo tiempo. —Dejó de archivar hace mucho tiempo, no pudiendo
traicionar a su equipo. Ahora solo le daba a Jack breves actualizaciones
verbales selectivas que satisfacían sus obligaciones, pero mantenían a su capo
y a su equipo fuera de la línea de fuego.
Jack se mordió los labios y dejó escapar una larga respiración.
—Me están presionando. Necesitan saber lo que está pasando.
—Te traeré algo la próxima semana.
Joder. Había terminado con esto. Con vivir mintiendo, de responder por
otro nombre, de luchar por mantenerse en lo recto y estrecho cuando pasó diez
años viviendo en lo gris.
—Me aseguraré de que todos entiendan que quieres salir. Y no te están
pidiendo quedarte años aquí. Solo un par de meses, y entonces serás libre.
Ben se recostó en su asiento y suspiró. Por supuesto que no solo se
alejaría. Era policía desde que cumplió ocho años, cumplió un sueño que había
tenido durante todo el tiempo que podía recordar. Su padre había sido policía
antes de haber sido asesinado en cumplimiento del deber: padre soltero
después que la madre de Ben murió dando a luz. Con ningún pariente para
cuidarlo, Ben había terminado en cuidado de crianza, pero la aplicación de la
ley era su sueño, una forma de mantener la memoria de su padre viva. Seguir
con el trabajo era la cosa correcta de hacer. Lo honorable. Y si significaba que
también podía proteger a su jefe, y a sus amigos más cercanos en el equipo,
bien, eso estaría bien, también.
—Está bien. Pero si escucho algo sobre cómo terminar, me alejaré.
—Buen hombre.
—Necesito un favor personal, sin embargo. —Envolvió sus manos en la
taza para calentarlos, aunque su café se había enfriado hacía tiempo—. Esto es
solo entre tú y yo. Si no es algo que puedes hacer personalmente, entonces
dímelo, y encontraré otra manera.
Instantáneamente serio, Jack asintió.
—Cualquier cosa. Todos estos años nunca pediste un favor y se te debe
suficiente.
—Te lo dije antes, Ginger se fue con un chico nuevo, Gabe. Tengo un mal
presentimiento sobre ese tipo. Mi buen instinto me ha mantenido vivo todos
estos años. No me gusta cómo trata a Ginger. No me gusta cómo mira a mi
pequeña. ¿Puedes revisarlo? ¿Ver si tiene antecedentes? ¿Alguna conexión? He
sido un padre de mierda, pero si es un peligro para mi pequeña, quiero sacarla
de ahí.
85
de semana y el domingo después del funeral, tropecé con Nico... —Se calló, sin
querer decir más.
Pero ya era demasiado tarde.
—¿Nico? ¿El tipo jefe de la mafia que te atrapó en la prueba del bolígrafo?
—Sí. —Tocó el teclado, corrigiendo los errores de Jules—. Me ayudó
trabajando en mi auto cuando no arrancó, me llevó a mi clase de codificación,
y luego consiguió que alguien arreglara mi auto mientras enseñaba y lo tuvo
listo para mí cuando salí.
Silencio.
—¿Jules?
—¿No es ese el mismo tipo que te secuestró y te ató, y del que tuviste que
escapar de la ventana de un baño? ¿El que describiste como el capo más
peligroso y poderoso de la ciudad y enemigo mortal de tu familia?
Mia se encogió de hombros, de repente arrepintiéndose de finalmente
decidir compartir la historia con Jules.
—Me dijo que lo sentía.
—Estoy segura que sí —murmuró Jules—. Siente que te hayas escapado.
—No fue así.
—¿Dijo las palabras? —Jules levantó una ceja burlona—. ¿Se puso de
rodillas y te suplicó tu perdón? ¿Dijo: “Mia, siento muchísimo haberte
secuestrado, amenazado con matarte, atado a una silla y obligarte a escapar por
la ventana y volar para salvar tu vida. Fue terriblemente malo de mi parte.
Nunca lo haré de nuevo. Por favor, por favor perdóname”?
—No. Pero me besó. Fuera del centro comunitario. Nunca me habían
besado así en mi vida. Ni siquiera sabía que un beso…
—¿Besaste al jefe de la mafia enemiga en medio de la calle? —Jules pasó
los dedos a través de la raya rosada de su cabello, su señal reveladora de
agitación.
—Técnicamente, es un capitán, no el jefe. No sé quién será su jefe.
Probablemente su primo, Tony, porque era el subalterno y usualmente el
segundo se convierte en jefe. Y estábamos en la acera, no en medio de la calle.
Su guardaespaldas estaba de pie allí mismo. Y sí, es un Toscani. Fue un poco
arriesgado...
—¿Un poco arriesgado? —La voz de Jules subió un tono—. No es que
entienda la política de la mafia, pero he visto West Side Story y Romeo y Julieta.
No terminan bien. ¿Y las películas de El Padrino? Incluso peor. No hay felicidad
alguna después. No corren por un campo de flores ni cabalgan hacia la puesta
de sol juntos. No dicen “Sí, acepto” y nueve meses después aparece un bebé
mafioso y todos los mafiosos beben champaña juntos y bailan la Macarena en
el bautizo. Todo son balas, zapatos de cemento, menciones en periódicos,
89
guapo, pero un poco intenso, y tenía amigos interesantes con él, un tipo
motero, uno musculoso con una gorra de los Giants, una atractiva de rubia, y
un par de chicos en negro.
—Tres conjeturas que podrían ser. —Jules soltó una risita desde su
escritorio fuera de la oficina de Mia—. A alguien le gusta el aperitivo
demasiado, está de vuelta por más. ¿Quieres que guarde el fuerte mientras vas
a encontrarte con tu hombre?
—No es mi hombre —gritó Mia.
—Tenemos una reunión en media hora, y tengo trabajo por hacer. No solo
voy a dejar todo y a salir corriendo porque apareció. —¿Realmente pensó que
sería tan fácil? ¿Un beso y estaba a su disposición? ¿Qué había de la disputa
de su familia, del secuestro o del hecho de que había emitió una vendetta
contra su padre que había restringido sus movimientos por los pasados diez
años? ¿Qué pasaría si eso fuera todo lo que Mia quería? Solo un beso.
Después de la reunión, envió a Chris y a Jules a casa, y llamó al barman,
un amigo que estaba más que dispuesto a hacer un pequeño reconocimiento
por ella. Nico todavía estaba allí, dijo. Jugando billar con sus amigos, tomando
unas copas, y charlando con las damas.
Claramente, estaba listo para esperarla afuera. Era hora de tomar el
control de la situación. Completó su trabajo del día y arregló su oficina. Antes
de cerrar, se acomodó el cabello en una cola de caballo, e hizo un rápido
chequeo de su ropa, camiseta sin mangas negra con encaje semi-transparente,
con paneles en la parte delantera y trasera, pantalones negros de combate
vagamente envueltos con cinturones y cadenas con incrustaciones, y botas de
cuero negro con cordones.
Patea traseros. Eso debería desalentarlo si estaba aquí para una
repetición de la actuación de lo que sucedió fuera del centro comunitario. Los
mafiosos no iban por las piratas punk con botas de suela gruesa. Iban por
mujeres que parecían atractivas, bien vestidas, y que pudieran aumentar su
poder y estado poniendo a otros mafiosos celosos.
Bajó las escaleras y se detuvo en la entrada de la habitación de billar,
mirando a través de la multitud por Nico.
Lo vio de inmediato, sentado en una mesa en su elegante traje, totalmente
ocupado en una conversación en su teléfono, sus manos ondeando en el aire
como si la persona en el otro extremo pudiera ver su agitación. Mia se bebió
cada delicioso centímetro de su poderosa presencia mientras caminaba a
través del bar para encontrar al mafioso que había venido a llamar.
91
22En el original A booty call, que se puede entender como una llamada para sexo o una llamada
para una bota.
Lennie del trabajo de seguridad que estaban haciendo, de repente fue de baja
prioridad.
—Todo sobre ti es interesante —dijo—, ¿qué sugieres?
—Un favor. —Ella lamió sus labios y levantó una ceja perfecta—. ¿Puede
tu enorme ego manejar perder con una chica?
—No perderé. —Nico casi se sintió mal por la apuesta. Después de la
muerte de su padre, había hecho su camino a través de su dolor en las salas
de billar de las Vegas, jugando hasta que estuvo lo suficientemente bien como
para considerar ser un profesional. No es que alguna vez se fuera de la Mafia,
por más tentadora que fuera una carrera profesional civil como jugador de
billar.
Ella rio, una risa baja y sexy que sintió profundamente en su pecho.
—Tan arrogante.
—Te encanta —bromeó—. Nunca conociste a un hombre como yo, un
hombre que pueda desafiarte y respetarte, un hombre digno de una mujer
como tú.
—¿No? —Su sonrisa se desvaneció, bajó la cabeza y alejó la mirada.
Antes de que Nico pudiera cuestionarla, ella se inclinó sobre la mesa para
dejar las bolas, dándole una perfecta y hermosa vista de su exuberante trasero
descrito en lentejuelas negras y envuelto en cadenas. Su top rodó hacia arriba,
y alcanzó a ver de piel cremosa y la curva sensual donde cintura se unía con
cadera. Abrumado con el impulso de tocarla, curvó una mano sobre su cadera,
pasando su pulgar sobre la piel desnuda de su espalda baja.
Ella miró por encima del hombro, dándole esa mirada sensual, y muy
ligeramente movió su trasero, haciendo que las cadenas en su correa
traquetearan.
—¿Te gusta así?
Luca ahogó una risa, recordándole a Nico que no estaban solos. El calor
inundó sus venas, e instantáneamente se apoderó de imágenes de Mia en la
94
desnuda sobre la mesa de billar con sus manos en sus caderas y su pene
dentro de ella.
También se imaginaba golpeando a los muchachos bebiendo cerveza en la
esquina, quienes no le habían quitado los ojos a ella desde que había entrado
por el pasillo.
—¿Los conoces? —Hizo un gesto a los hombres que le llamaron la
atención.
Mia les lanzó una rápida mirada.
—Sí, están mucho aquí. Me han pedido que me una a ellos un par de
veces, pero siempre lo rechazo. Algo sobre ellos hace que mi piel se erice. Pero
no parecen poder tomar un “no” por respuesta.
Nico no necesitó escuchar más que eso.
—Frankie. Luca. —Inclinó la barbilla en dirección de la no deseada
audiencia. Las palabras no fueron necesarias.
Ellos lo respaldarían y vigilarían a Mia, también.
—Scusa23, bella. —Taco de billar en mano, se acercó a los dos hombres,
evaluando su tamaño y fuerza. El rubio tenía centímetros sobre él en altura,
pero poco en forma de músculo, mientras el rapado en su musculosa camisa,
tenía los brazos cubiertos y parecía que sabía cómo pelear.
—Caballeros. Parecen muy interesados en nuestro juego.
—Es un país libre. Podemos ver cualquier cosa que queramos. —El rubio
bebió su cerveza mientras el rapado sonreía de lado.
—Miren algo más.
El rapado inclinó su cuello de lado a lado, una señal universal de desafío
en ese lado primario de él que no podía ignorar.
—¿Nos detendrás, chico de traje? ¿Tienes miedo de que tus amigos te vean
perder por un hombre de verdad? He probado esa vagina...
Nico no escuchó el resto de sus palabras. Abrumado por una posesividad
que era a la vez salvaje y feroz, golpeó su taco de billar sobre el de cabeza
rapada, rompiendo el palo en dos.
—Santa maldita mierda. Vas a pagar por eso. —Aparentemente no
afectado por el golpe, el rapado saltó de su silla así que casi se levantó detrás
de él.
Frankie se acercó a Nico para lidiar con el rubio mientras Nico pasaba su
puño en el rostro malhumorado del rapado. Joder. Se sentía bien liberar a la
bestia. Contrarrestó con golpe entrante y un gancho izquierdo y golpes se
intercambiaron hasta que vio una abertura para barrer la pierna del rapado.
Siguiéndolo hasta el suelo, Nico se soltó, ajeno a todo menos a la necesidad de
asegurarse de que el bastardo nunca mirara en dirección de Mia otra vez. Para
cuando el cabeza rapada gemía en el suelo, su rostro cubierta de sangre, Luca
96
—No sé si es porque fuiste tú o porque lo hiciste por mí, pero fue tan
excitante, que todo lo que quiero hacer es quedarme a solas contigo, arrancarte
la ropa y…
Y no podía esperar. Ni un segundo más. Tenía que tenerla.
Ahora.
Diez
S
abía que estaba en problemas incluso antes de que agarrara su
mano. Era como un león enjaulado cuando regresó de la pelea, solo
medio centrado en el juego, la otra mitad en ella. Si no hubiera sido
tan bueno en el juego, podría haber usado su distracción en su ventaja, pero él
no solo era bueno, era sorprendente. De nivel profesional. No un tirador recto
como ella.
Ahora le debía un favor al mafioso y mientras apretaba su brazo alrededor
de su cintura, no tenía ninguna duda de cuál sería el favor.
—¿Hay alguien en tu oficina? —Su aliento tan caliente contra su cuello,
haciéndola temblar, a pesar del calor en la habitación. Su estómago era un
nudo nervioso, su excitación creció también mientras su mano libre se
deslizaba sobre sus curvas. Sus dedos jugando con el dobladillo de su camisa,
juntándola en su espalda mientras deslizaba su mano debajo del algodón,
explorando su piel desnuda con una caricia susurrada. Posesiva. Como si el
resto de la tarde fuera una conclusión no hecha. Que, después de golpear a un
hombre para protegerla, lo era.
—No. —Lo deseaba, lo había deseado desde que entró al salón de billar, y
no tenía miedo de decirlo. Usualmente mantenía sus conexiones discretas y de
corta duración para proteger a sus citas de su padre. Pero este no era un
hombre que necesitara protección. Este era el hombre al que su padre temía.
Con un gemido, la hizo girar, dejó caer su mano a su cintura y hundió sus
caderas en su trasero, mientras el caliente y sonido sensual de “The Sour” de
Peder sonaba por los altavoces. Estaba mojada tanto del conocimiento de que
98
Nico dejó escapar un suspiro lento y desigual después de otro cuando Mia
le mostró alrededor de su oficina. Aunque trató de prestar atención, su mente
no estaba en las paredes de ladrillo o la vista o los pisos terminados de pino.
Necesitaba reagruparse, calmar la mierda. Nunca había sido tan agresivo en su
búsqueda de una mujer.
Nunca estuvo tan cerca de perder el control. Pero diablos, cuando
apareció en la sala de billar, sus planes de dejarla se fueron por la ventana.
Era la mujer sensualmente más atractiva que alguna vez había conocido, bella,
valiente y fuerte, y la deseaba, quiso tocarla más de lo que necesitaba respirar.
¿Qué había en ella que lo había volteado de adentro hacia afuera? Era
más que sus atributos físicos lo que llegaban a él. Mucho más. Y eso la hacía
peligrosa.
Por otras razones que no eran obvias, necesitaba mantenerse alejado de
ella. No era solo porque era la hija de su enemigo o porque lo distraía de su
objetivo, sino porque le recordaba que tenía corazón. Después de ver a su
101
padre morir en sus brazos, había bloqueado duro esa parte de sí mismo. Había
perdido a ambos de sus padres y no estaba preparado para pasar por ese tipo
de dolor de nuevo.
—Así que aquí es donde Jules y Chris, mis dos empleadas en el lugar,
trabajan —dijo ella, sin darse cuenta, que él solo escuchaba a medias—. Tengo
a seis piratas informáticos en línea que me ayudan muy bien desde lugares
remotos.
—¿Dónde trabajas?
—Por aquí. —Mia entró en una oficina, escondida detrás de una fría pared
de vidrio. Nico la siguió y escuchó pacientemente mientras describía su puesta
a punto con cuatro pantallas y tres discos duros, así como los pedazos que
había recogido en los últimos años.
—¿Entonces puedes probar mi sistema desde aquí? —Nico se instaló en la
silla de Mia, dándole la bienvenida al momento de reunir sus pensamientos.
—Sí, pero necesito esa USB que llevé al casino para poner de nuevo en tu
disco duro para terminar la prueba. Tu guardia de seguridad, Louis, me la
quitó.
Nico sacó su teléfono y le envió un mensaje rápido a Louis, mejor conocido
como Mikey Muscles.
—Cinco minutos. Estará hecho.
Ella lo miró desconcertada.
—¿Quieres probar tu sistema ahora?
—Estoy interesado en lo que haces, Bella. No solo lo que hay debajo de tu
ropa, aunque todavía planeo quitártela antes de que termine la noche.
Riendo, Mia le hizo señas a Nico para que se cambiara a la silla de
repuesto.
—Entonces necesitarás mover tu ser alfa y dominante hacia la otra silla.
Necesito sentarme al frente y al centro para correr las pruebas.
Con un gruñido de desaprobación, Nico se movió hacia un lado y pasó su
brazo sobre la silla de Mia, tratando de encontrar una posición que no fuera
demasiado restrictiva para su pene dolorosamente erecto.
—Veo que tienes que hacer el reclamo de tu silla, incluso si no estás
sentado en ella.
Divertida, ella se instaló a su lado y recogió sus auriculares.
—¿Para qué son esos?
—Necesito música cuando trabajo. —Hizo clic en una aplicación en su
pantalla—. Me ayuda a concentrarme. ¿Quieres escuchar?
Curioso, Nico tomó el audífono ofrecido y lo puso en su oreja.
—¿Qué escuchas? —preguntó Mia desplazándose por su lista de
102
—No le doy bailes de regazo a los que usan traje. —Ella alcanzó su corbata
y hábilmente deshizo el nudo, sacándola del cuello de Nico con un suave
silbido. Sus dedos apretaron fuertemente sus caderas, y toda su sangre corrió
a su ingle.
—Desnúdame, Mia —exigió—. Quiero penetrarte hasta el olvido.
Ella empujó su chaqueta sobre sus hombros, y la soltó lo suficiente para
dejarla caer al asiento detrás de él.
—Dime lo que te gusta —dijo ella suavemente.
—Tú.
—Tú me gustas, también —murmuró ella desabrochando los botones de
su camisa uno por uno, sus manos suaves en exquisita tortura en su piel.
—Dime otra canción que te guste. Algo moderno. —Ella tiró de su camisa
fuera de sus pantalones, la separó, sus manos alisaron su pecho. Él
desabrochó su pistolera y puso su arma en el escritorio antes de quitarse la
camisa.
A diferencia de muchos de los mafiosos en su equipo, Nico se ejercitaba
todos los días. No solo porque se enorgullecía de su apariencia, sino también
porque la violencia era parte de su vida y tenía que estar en la parte superior
de su condición física para poder hacer cumplir su voluntad de una manera
que reuniera respeto.
—“Thunderstruck” de AC/DC. —Era cómo se sentía ahora con esta
hermosa, sexy mujer en su regazo, con sus cálidas manos contra su pecho, sus
caderas rechinando contra él mientras se movía con el ritmo. Una deliciosa
agonía.
—¿Te gusta AC / DC?
—Me gustaba tanto, que una vez arrojé un ladrillo a través de la ventana
de Luca para poder escucharlo mejor.
Mia se sentó.
—¿Acaba de hacer una broma, señor Jefe de la Mafia?
—No hago bromas, Mia. Pregúntaselo.
Su sonrisa se desvaneció.
—No creo que vaya a suceder. Olvidas quién soy.
El estómago de Nico se apretó en un nudo. No olvidaba quién era. Pero no
le importaba eso. Era la hija de su enemigo. La deseaba. Fin de la historia.
Mia se echó hacia atrás, estudiando su desnudo pecho.
—Tienes tatuajes —dijo con deleite. Sus dedos trazaron las líneas de la
palabra escrita debajo de su pecho. “Confianza”—. ¿Por qué elegiste eso?
—Si no confiamos en nuestro mundo, no tenemos nada.
106
24Asesor en italiano.
Desesperada, miró alrededor de la habitación.
—¿Qué tal el armario? Podrías esconderte allí. O en una de las oficinas
vacías…
—No me esconderé.
—¡Nico! —Su voz se elevó de tono—. No puede encontrarte aquí. Lo sabes.
Sabes lo que significa.
—Si no estuviera preparado para lidiar con las consecuencias —dijo de
manera uniforme—, nunca habría venido.
Atrapada en una vorágine de emoción, ira, miedo y frustración, agarró
una pluma de su escritorio y se la arrojó.
—Pero yo no estoy preparada. No lo he pensado. Y ahora alguien va a salir
herido.
Sus ojos se clavaron en ella, fríos como el hielo.
—Le tienes miedo.
—Tengo más miedo a perder mi libertad e independencia que a ser
lastimada. —También tenía miedo de abrirse, de mostrar cualquier debilidad,
vulnerabilidad, incluido su interés en un hombre que no debería desear. Su
padre encontraría una manera de voltear esta aventura con Nico en su contra.
Ya sea a través del dolor o de la humillación, la lastimaría. Y Nico... Su
estómago dio un vuelco. No podía pasar por la situación de Danny de nuevo.
No podía ver morir a otro hombre que le importaba.
—Entonces te ha lastimado.
Se estremeció ante su tono letal. Tenía razón, pero nunca lo admitiría.
Varias veces, su padre había enviado a Wolf para castigar a Mia por su
desobediencia cuando no podía hacerlo él mismo, y parecía disfrutar de la
tarea. Wolf no tenía límites. No había línea que no cruzara. Nació en la mafia
sirviendo como consigliere para su abuelo al final de su reinado y por todos los
años que su padre había estado en el poder. A pesar de estar a principios de
109
25
Cabeza de familia temporal.
libertad que el Don te permitió se fue. Volverás a la casa y ayudarás a Dante
hasta que Don Cordano decida lo contrario.
—¿Y si no voy?
—¿De verdad quieres probarme? —Pasó un áspero dedo sobre la pequeña
cicatriz en su rostro, un recordatorio de la noche en que la golpeó y le cortó la
mejilla con su anillo.
—Jódete. —Le dio una palmada a su mano, alejándola.
—Tal vez la próxima vez. —Estiró el brazo, pero antes incluso que sus
dedos tocaran su piel, ya no estaba frente a ella. En cambio, Nico lo tenía
arriba contra la pared, con una mano alrededor de su garganta y la otra en el
gatillo de un arma que apuntaba al ejecutor en la entrada.
—Suelta tu arma o le romperé el jodido cuello.
El ejecutor puso su arma en el suelo y Frankie apareció, sujetando sus
manos detrás de su espalda. Big Joe se inclinó para agarrar el arma, su pecho
agitado como si acabara de correr un maratón.
—Hay dos más abajo —resopló Big Joe—. Luca está lidiando con ellos.
—¿Te atreverías a tocar a la hija de tu Don? —Nico presionó el cañón de
su arma contra la garganta del Lobo.
—¿Te atreverías a tocar a una mujer Cordano, escoria Toscani? —Soltó un
bufido cuando la mano de Nico se apretó alrededor de su cuello—. En
cualquier caso, es una zorra y una puta. Adecuada para un bastardo Toscani.
Nico se movió rápidamente. En un momento Wolf estaba contra la pared,
y luego estaba magullado y sangriento en el suelo, su boca una ruina de
dientes.
—Big Joe. Sácala de aquí. —Nico asintió en dirección a Mia, su voz
desprovista de cualquier cosa que no fuera fría furia letal mientras sacaba el
arma de su funda.
—Vamos, amor. Vamos. —Big Joe hizo un gesto hacia la puerta.
111
Mia negó.
—No iré a ninguna parte. Esta es mi oficina. Es mi pelea.
—Llévatela. —La orden aguda de Nico despertó miedo en su corazón—.
Ahora.
—No me ordenarán nada. Ni mi padre. Ni El Lobo. Ni nadie. —Tensó su
espalda—. No saldré de mi oficina sin garantías, especialmente si planeas
matar al consigliere de mi familia a sangre fría.
—Tu oficina estará a salvo. —Sin embargo, no la miró, pero no necesitaba
ver sus ojos para saber que la muerte estaba dentro de ellos—. Confía en mí.
Confianza. La palabra que estaba grabada en su piel. Pero la confianza no
era fácil en su mundo, tenía que ser ganada, y no confiaba en él. Todavía no.
—Lo siento, Nico. No puedo hacer eso.
Su enojo fue un cuchillo que cortó a través de su corazón. La tensión
engrosó el aire entre ellos, y un curioso silencio llenó la habitación. Nadie le
decía que no a un jefe de la mafia, especialmente a uno que se había ganado su
posición de poder a través de sangre y dolor. Pero Mia había crecido desafiando
a su padre. No importaba cuántas veces la castigara, nunca retrocedía. Cada
cena familiar era un campo de batalla. Cada interacción una pelea. No sabía
por qué se sentía obligada a desobedecerlo, solo sabía que el día que se
rindiera sería el día que perdería el poco respeto que tenía por sí misma. Ni
una vez se rompió, y estaba segura como el infierno que no iba a romperse esta
noche.
Se estremeció ante la mirada glacial de Nico, solo cuando su sangre se
enfrió en advertencia se dio cuenta del error táctico que había cometido. En
casa, solo con su familia al alcance del oído, podría desafiar o faltarle el respeto
a su padre sin hacerle perder la compostura, pero aquí, frente a los Toscani y
los Cordano, había dejado a Nico sin ninguna opción.
—Oye, ¿tienes empleados que puedan venir y ayudar? —preguntó Big Joe
suavemente, su voz baja, zalamera, como si estuviera tratando de aliviar la
tensión—. Podrían asegurarse de que nuestros muchachos no tocan nada que
no deben, y tal vez hacer un poco de limpieza y cerrar cuando nos hayamos
ido.
—Sí. Mi amiga, Jules. —Mia le disparó a Big Joe una mirada de
agradecimiento. Obviamente, muy políticamente consciente que usó mucho
lenguaje específico para sugerir una salida que le diera a Nico una opción sin
causar ofensa o falta de respeto.
—¿Qué piensa, señor Toscani? —Se volvió hacia Nico—. Es mi jefe, y si
dice que la saque de aquí, entonces conseguiré que se vaya. La arrojaré sobre
mi hombro y la cargaré si tengo que hacerlo. Pero conseguir a su amiga puede
ser otra posibilidad. —Su mirada se dirigió a Wolf y de nuevo a Nico—.
Después que termine, por supuesto.
112
mi asociada.
—Bueno, entonces me embriagaré, y me descontaré todas las bebidas.
Mia abrió la boca para refutarle a Jules de nuevo, pero tenía que aceptar
que tenía razón. A pesar de todas sus protestas, y todas las razones por las
cuales estaba mal, quería ver a Nico otra vez. Simplemente no era fácil bajar la
guardia. El examen de seguridad le dio una excusa para salir detrás de las
paredes que la habían protegido por tanto tiempo, abrirse, y tomar el único
riesgo que siempre había tenido miedo de tomar.
—Parece que tendremos que comprar también algunas copas. —Jules le
dio a su brazo un apretón y entraron.
El Casino Italia era una mezcla de lo viejo y lo nuevo. Tonos de gris y rojo
dominaban la exclusiva decoración. A Mia le gustaba la única mezcla
joven/modera y la vibra Rat Pack de las Vengas con el entretenimiento en vivo
y máquinas tragaperras antiguas con palancas, no tanto las repartidoras con
poca ropa reventando sus ceñidos trajes cuando se inclinaban sobre las mesas
de juego.
Además a los efectos de sonido y de otros ruidos: aplausos, vítores,
sirenas y silbatos, el casino tocaba una combinación suave, repetitiva de
música fácil de escuchar, así como de un optimista y estimulante top 40 de
éxitos, todos psicológicamente diseñados para manipular a los clientes para
soltar la cantidad máxima de efectivo.
Mia tenía que admitir que la renovación del casino fue una jugada
inteligente. El renacimiento del centro estaba en su apogeo. A solo unas pocas
cuadras, dos de los hoteles más antiguos de la ciudad eran reconstruidos, y la
experiencia de la calle Freemont comenzaba a atraer a la multitud más joven y
rica de la ostentosa grandiosidad que era la Strip.
Condujo a Jules más allá del enorme bar del centro donde cantineras
vestidas en bikini giraban con la intrusiva música de tempo rápido sobre la
habitación de altas apuestas. Louis estaba parado como guardia de la puerta
en su uniforme azul de seguridad, con la cabeza afeitada desde la última vez
que lo vio.
—Soy de HGH Enterprises. —Mia le entregó su tarjeta, esperando que
Louis no la reconociera ahora que estaba vestida con ropa normal—. Estoy
buscando a Nico Toscani. Es un asunto de negocios. ¿Está aquí esta noche?
Louis sonrió.
—¿Planea irrumpir en la sala de control de nuevo? ¿O está aquí para
bailar?
—Fueron negocios —espetó—. Y lo solucionamos. ¿Nico está en la sala de
las apuestas grandes o no?
—No, señorita. —Sacó su localizador—. Veré si puedo rastrearlo.
Un momento se convirtió en cinco minutos, y con Jules impaciente por
117
Sammy cayó al suelo y gimió. Nico sacudió la cabeza y dos asociados que
vigilaban al otro lado de Luca y Mikey Muscles lo recogieron por los hombros y
lo arrastraron lejos. Por lo general, Frankie lidiaba con escoria como Sammy,
pero después de recibir el mensaje de Vito diciendo que Mia estaba en el
casino, Nico necesitaba una salida para su frustración, y Sammy tuvo la
desgracia de intentar irse con prisa en el momento equivocado.
Durante cuatro días, Nico había intentado quedarse lejos de Mia. La Cosa
Nostra venía antes que la familia de sangre y la familia de sangre venía antes
que el hombre. Con su sucesión colgando en la balanza y un acuerdo con los
Scozzari sicilianos por ser honrado, Nico no tenía tiempo de perseguir a una
hermosa y sexy hacker con una locas botas y ropa punk, y un dudoso gusto
por la música, que lo ponía tan malditamente duro cuando se negaba a aceptar
lo que decía, que no podía pensar con claridad.
—¿Qué vas a hacer con él? —Frankie le entregó la billetera de Sammy a
Luca y se apoyó contra la pared. Encendió un cigarrillo, y el labio de Nico se
curvó. Se había negado a pedirle a Frankie que renunciara. Empapado en
violencia y oscuridad, el ejecutor Toscani tenía pocos vicios y poca tolerancia a
las sugerencias sobre cómo vivir la vida que los Toscani le habían dado
después que sus padres fueron asesinados en un salvaje ataque de la mafia
rusa. Si quería pasar días con un cigarrillo en una mano, y una botella en la
otra, ¿quién era Nico para juzgarlo? Todos habían dado su vida por la mafia.
Todos habían sufrido. Y sin embargo, nunca se iban. La mafia era su familia.
Hasta que la muerte los separara.
—Algo público. —Ajustó el nudo en su corbata y alisó su chaqueta.
Odiaba pelear en un jodido traje, pero la presentación; la bella figura; era tan
importante como la acción y sin la fachada de civilidad, asustaría a los civiles y
los alejaría.
Luca metió la billetera en su bolsillo.
—¿Quieres que Frankie lo haga? ¿O quieres abrir los libros y darle el
contrato a Big Joe?
Big Joe había puesto lo necesario en los diez años de servicio con la
familia Toscani para convertirse en un hombre, tres de esos con el equipo de
Nico. Lo único entre él y su botón era un asesinato por contrato. No siempre
había sido de esa manera. En los viejos tiempos, un buen trabajador podía
hacerse únicamente participando en una ejecución y sin tirar del gatillo de
verdad. Big Joe era un sólido trabajador. Un buen tipo. Leal. Confiable.
Tranquilo. No fumaba, no consumía drogas, bebía, pero nunca conducía,
discutía, pero nunca le había levantado la mano a algún miembro del equipo.
Era el mafioso perfecto en un mundo de hombres imperfectos.
—No estoy listo para abrir los libros todavía. —Nico solo aceptaba nuevos
chicos cuando tenía el tiempo y los recursos para apoyarlos. Pero ahora, con
120
—Aprieta.
Él rio y la abrazó más fuerte meciéndola de un lado a otro hasta que
pensó que se podría marear. Buscó un objeto estacionario para concentrarse
para hacer que las náuseas desaparecieran y encontró la mirada de un jefe de
la mafia en su lugar.
Nico.
Una escalofriante emoción la recorrió. No había sentido nada así desde la
secundaria cuando el chico de último año del que había estado enamorada
apareció en su juego de fútbol solo para verla jugar.
Pero, a diferencia de ese chico que le había pedido salir después del juego,
Nico no estaba sonriendo.
Se tomó su tiempo examinando su cuerpo, su escrutinio exhaustivo y
ávido, su mirada caliente persistente en la desnuda extensión de la piel entre la
parte superior de sus medias y la parte inferior de su vestido.
Maldición. Nico era de lejos el hombre más impresionante en el bar, el
hombre más hermoso que alguna vez había visto. Estaba impecablemente
vestido, como de costumbre, en un traje oscuro perfectamente ajustado y
corbata de seda azul, pero su cabello oscuro estaba ligeramente alborotado,
solo rogando ser acariciado. Esa pequeña imperfección insinuaba el salvajismo
que ondulaba debajo de la superficie, el depredador que la miraba con hambre
en los ojos.
Su mirada cayó, fija en la mano en su trasero.
Ah. Un error de cálculo. No quería que el buen hombre consiguiera sangre
en su camisa.
—Realmente lo siento. —Gentilmente quitó las manos de Richard—. Mi
novio llegó. —Dirigió su atención al bar—. Mi amiga, Jules, es soltera, sin
embargo, y está buscando enredarse con alguien esta noche. Es la de la raya
rosa en su cabello. Y gracias por el baile.
Antes que pudiera responder, lo empujó suavemente en dirección de Jules
y se volvió justo cuando el mar de bailarines se separaba, movidos a un lado
por los dos fornidos guardias que habían aparecido de la nada. Nico dio un
paso en el espacio apenas despejado de su nuevo amigo.
—Che cazzo fai… ¿Qué mierda estás haciendo?
Ella levantó una ceja por las fuertes palabras ¿Incluso se dio cuenta que
estaba hablando italiano o cuan sexys las maldiciones podían sonar en el
lenguaje del amor?
—Bailando.
—Ya no. —La envolvió con un brazo y la atrajo hacia sí, reclamándola con
su cuerpo. Sus caderas se movieron al ritmo de “Unsteady” de XAmbasadores
tan suave que eran uno con el ritmo, y sintió el golpeteo del deseo entre sus
123
muslos.
—Tal vez quiera terminar mi noche con Richard. —Puso sus brazos
alrededor de su cuello—. Fue muy amable.
Nico resopló.
—Te lo comerías vivo.
—No sabes nada de mí —dijo, indignada. ¿Por qué no podría tener a un
buen tipo como Richard? Podrían ver películas, salir a caminar en el parque,
construir una casa con una valla blanca, tener bebés...
Porque ella pertenecía a la Mafia, y nunca la dejarían ir.
—Sé todo lo que necesito saber acerca de ti —le susurró al oído, sus labios
rozando su sensible piel—. Sé que estarás donde el peligro esté. Sé que no
tienes miedo a tomar riesgos o no estarías en mi casino. Sé que un hombre
como ese te aburriría hasta las lágrimas.
Ella se estremeció, bebiendo su profunda y rica voz. Sus bragas estaban
mojadas con su deseo, y estaba malditamente segura que Richard, con su baile
de zombie y pantalones holgados, no abrió el grifo. Ni una gota.
Sus miradas se encontraron, sus ojos eran tan oscuros que eran casi
negros. Mia tomó un profundo aliento, desesperada por aire. No sabía si era el
alcohol en su sangre, el pesado ritmo de la música, la oscuridad a su
alrededor, o el hecho que se sentía como si estuvieran solos a pesar del mar de
gente, pero se sentía excitada cuando estaba con Nico, viva de una manera que
o había sentido desde que Danny murió. Era una sensación adictiva y
embriagadora, cuanto más tenía, más quería.
—De hecho, vine por tu sistema de seguridad.
—Tonterías —Empujó un muslo grueso entre sus piernas—. Viniste a
verme.
—No puedo acceder al sistema sin ti, entonces sí, vine a verte.
Ya no estaban bailando, pero sus cuerpos seguían moviéndose,
ondulando, su mano en su trasero, sus labios en su oreja.
—Me deseas. Puedo sentir tu humedad contra mi muslo, el calor de tu
cuerpo. Puedo oler tu excitación, bella.
Lo deseaba. Y por la presión de su erección contra sus caderas, la deseaba
también. ¿Por qué jugar? Ella era audaz en los negocios, ¿por qué no podía
serlo con su vida personal, también?
—¿Qué harás al respecto?
—Dio mio, pruebas los límites de un hombre. —Le agarró el cabello, tiró de
su cabeza hacia atrás—. Te diré lo que voy a hacer. Esta noche voy a follarte
como la chica mala que eres. Vas a aprender a quién perteneces. Tu voz estará
ronca de gritar tu placer. Y cuando terminemos, me pedirás más.
124
Mia intentó controlar el tren de lujuria desbocaba que iba hacia un caótico
destino de quitarse la ropa en medio del bar.
Nico estaba diferente esta noche. Salvaje. Crudo. Incontenible.
—Quería decirte que tu contraseña no es segura. —Tomó una exaltada
inhalación, luchando contra su propio deseo—. Realmente debería tener una
mezcla de letras mayúsculas y minúsculas, algunos símbolos y números.
—A la mierda la contraseña. —Le acarició el cabello con su nariz, pasando
una posesiva mano sobre la curva de su cadera—. Alguien irrumpe en mi
sistema, me roban. Si me roban, mueren.
—Así que, simplemente lo restableceré para el señor Jefe de la Mafia,
entonces, ¿está bien?
Su mano se deslizó debajo de su vestido para deslizarse por el interior de
su muslo.
—Sigue hablando de negocios, y voy a encontrar algo más para que haga
esa boca inteligente.
Ella gimió suavemente y sus ojos brillaron con calor sensual.
—Eso es correcto, bella. Dime lo mucho que me deseas, y te daré lo que
necesitas.
—Parece que te complace darme órdenes. No aprecié lo que hiciste en mi
oficina.
—Te mantuve a salvo. —Debajo de su vestido, su dedo empujó el algodón
empapado de sus bragas a un lado mientras mantenía su cuerpo cerca,
protegiéndola de la vista—. Siempre te mantendré a salvo. Y odiarás cuánto te
gustará. Ahora, date la vuelta o deslizaré mi dedo en tu coño caliente y húmedo
y te haré venir duro aquí mismo, en la pista de baile.
Dado que un “no” no parecía ser una opción, se giró mirando fijamente la
multitud hirviendo delante de ellos. Nico tiró de ella contra él, de espaldas a su
frente, y sus manos en su cintura, abarcaron su estómago. No perdió ni un
segundo mientras los mecía de un lado a otro, girando sus caderas contra ella
con movimientos pecaminosamente sexys que solo había visto en la pantalla
grande.
—Buena chica. —Se inclinó, dejando ligeros besos a lo largo de la sensible
curva de su cuello. Mia se perdió en la sensación; el golpeteo del bajo vibrando
a través de su cuerpo, el dulce deslizamiento del alcohol a través de sus venas,
la energía de la multitud bailando con la fiesta que eran las Vegas, y el calor
que era Nico presionado contra ella.
—No soy una niña.
—No, no lo eres. Eres toda una mujer. Mi mujer. —Envolvió su cabello
alrededor de su mano y tiró de su cabeza al lado, exponiendo su cuello para el
erótico mordisco de sus dientes Un temblor desgarró su cuerpo. A la mierda su
125
papá. A la mierda su familia. Nadie podía evitar que tomara lo que quería, y
deseaba a este hombre. Al enemigo. Oscuro, peligroso y completamente
delicioso.
Se volvió en sus brazos, y sus pechos se presionaron contra su pecho, sus
pezones tensos y palpitantes. Nico agarró su trasero y tiró de ella contra él. Su
mirada ardiente la golpeó, derritiéndola de adentro hacia afuera. Él se
humedeció los labios, inclinándose hasta que pudo sentir el calor de su aliento
sobre sus labios, hasta que estuvo tan cerca que solo tenía que estirarse para
alcanzar un poco de su sabor.
—Nos vamos —murmuró él, segundos antes que sus labios se
encontraran.
—Bien. Vámonos. —Acarició su cuello, respirando el fresco aroma de su
colonia—. Creo que me dista una habitación. Usaremos esa.
—No. —Apretando los dientes, gentilmente separó sus manos de donde se
habían hundido en su trasero muy apretado—. Te llevaré a cenar.
Lo miró desconcertada.
—No necesito ser llevada a cenar. Estaré muy feliz con subir las escaleras,
quitarnos nuestra ropa, y continuar lo que comenzamos.
—Mereces más. —Entrelazó su mano y la guio a través de la multitud—.
Pero no te confundas, bella. Voy a complacerte como el infierno esta noche.
126
Trece
—Q ué bueno verlo, señor Toscani. Ya tengo la mejor mesa de la
casa lista para usted y su invitada. —Lennie abrió la puerta y
Mia siguió a Nico a Il Tavolino.
Siempre alerta, Nico verificó a los otros comensales cuando Lennie los
condujo a su mesa. ¿Ese tipo de camisa de bolos escondería un arma debajo de
su mesa? ¿Ese de traje dirigiéndose al baño sacará un arma de debajo de su
chaqueta? ¿Los dos chicos en ropa deportiva junto a la barra estaban
espiando, o simplemente se detuvieron para comer algo después de ir al
gimnasio?
Lennie los sentó frente al escenario, y Big Joe se sentó en una mesa a una
distancia discreta. Era el segundo par de ojos de Nico, y Nico confiaba en él
para que arreglara que los guardias estuvieran en cada entrada del edificio.
—¿Qué vamos a comer hoy, Lennie? —Alejó el menú ofrecido.
Lennie hizo algunas sugerencias que Nico ignoró.
—¿Sabes qué? Te diré lo que vamos a comer. Prepárame un poco de
prosciutt, un poco de antipasti, algo de arancini, una poco de caponata, polenta
con gorgonzola, algo de pollo masala, luego cuando hayamos terminado con
eso, tráenos un pequeño salmonete en salsa de cebolla. ¿Qué tal eso?
—Muy bien, señor.
Mia tosió discretamente y él notó su ceño fruncido. Había pedido mucha
comida. ¿No era suficiente?
127
Mia contra la pared. Pega su cuerpo contra el suyo y la besa tan duro que
jadea para respirar.
Treinta segundos: Nico se estira bajo el vestido de Mia y le arranca las
bragas. Mia se felicita por no usar sus cómodos calzones de algodón.
Veinte segundos: Nico tira de los lazos sosteniendo su vestido cerrado,
bajando los tirantes de los hombros sobre los brazos de Mia. El vestido cae al
sucio piso de la oficina. Nico gruñe de placer mientras la ayuda a salir de él.
Diez segundos: El sujetador es quitado rápidamente. Nico le dice a Mia
que se deje las media y las botas. Mia adivina que no es porque esté
preocupado por el piso que se ve como si nunca hubiera sido lavado.
Cinco segundos: Nico dice: “Abre las piernas para mí, bella”.
Finalmente.
Un segundo: Nico observar con atención el cuerpo desnudo de Mia,
haciendo que se sobrecaliente. Sus ojos se abren cuando nota su tatuaje.
Pausa en la sexy cuenta regresiva.
—Madonna. —Nico suspira la palabra, y un repentino pánico recorre a
través del cuerpo de Mia. Estaba lista ahora. Estaba mojada ahora. Lo deseaba
ahora.
—Folla ahora. Mira más tarde. —Alcanza su cinturón.
—No. —Nico le sujeta la muñeca y retira su mano. Con su mano libre,
rastrea las delicadas líneas del tatuaje de su costado, siguiéndolo hasta los
pétalos de rosa que cubren su cadera—. ¿Hasta dónde va?
Medio se gira para mostrarle el delicado patrón de flores que se extiende
de sus costillas, por su costado y sobre su cadera, las últimas parras terminan
solo al lado de su montículo.
—Hermoso —murmura.
—Las flores son lirios de tigre. —Se sonroja, un poco avergonzada por su
intenso escrutinio—. Son las únicas flores que continuarán creciendo en el
jarrón después de ser cortadas. El significado de Los lirios tigres que más me
gustó fue: “Te reto a amarme” —Bajó la cabeza, encogiéndose de hombros—.
Como que resumen todos mis problemas emocionales creciendo en el tipo de
familia en que lo hice. Me dan esperanza.
Nico presionó un suave beso en cada una de las flores, bajando por su
cadera.
—Si tuviera que recoger una flor para ti, esta sería ella. Audaz, hermosa y
salvaje.
Su excitación cayó a un ritmo lento y palpitante y ella se volvió para
mostrarle el resto de su tatuaje para que no se distrajera de nuevo. Sus dedos
colgaron sobre su cadera derecha.
—Esta es mi pieza favorita.
132
—Molto bella. —Estudió el intrincado diseño tribal que se abría paso sobre
el frente de su cadera, debajo de donde sus pantalones deberían haber estado,
y debajo de su muslo, entrelazando mariposas rosadas, rosas y espinas con las
palabras “Ámame como soy” marcadas en la parte superior—. Escondes mucho
debajo de la ropa. —Se agachó frente a ella, trazando el ala de una mariposa
con su lengua cálida y húmeda, enviando un delicioso escalofrío por su
columna.
—Bueno, no puedo tener tatuajes donde mi padre podría verlos o me
mataría. Esto es todo mío. Algo que nunca podría quitarme. Todos mis secretos
para que los veas.
—Eres una obra de arte. Podría mirar tu hermoso cuerpo durante horas.
—Presionó un beso en su estómago, y ella pasó sus dedos a través de su suave
y grueso cabello.
—Podrías hacer otras cosas con mi cuerpo durante horas, también. —
Levantó una ceja en una sugerencia esperanzada, animado por el deseo
desnudo en su rostro. Si no le daba lo que estaba necesitando pronto, tendría
que tomar las cosas en sus propias manos.
Él soltó una risa oscura.
—No tienes idea.
En un movimiento fluido, se levantó y la cargó contra él, una mano debajo
de su trasero, la otra detrás de su cabeza, sosteniéndola inmóvil para un beso
feroz y perverso.
Ella jadeó cuando sus dientes le mordieron el labio. Al instante, la lúgubre
oficina, sin ventanas, y los aromas de levadura y grasa rancia se desvanecieron
debajo de una inundación de necesidad tan extrema que descaradamente giró
sus caderas contra la firme cresta de su pene.
—Si sigues moviendo ese coño contra mí no tendré más remedio que
follarte tan duro que todo el mundo en el restaurante sabrá lo que está
pasando. —Con dos fáciles pasos de sus largas piernas, la llevó al escritorio.
Con un movimiento de su fuerte brazo, lo despejó de lápices, bolígrafos y
papeles—. Te vas a familiarizar mucho con este escritorio porque cada vez que
me siente en mi oficina, pensaré en lo sexy que te viste esa noche cuando te
atrapamos en el casino, lo duro que estaba cuando te tuve de pie entre mis
piernas, como te quería desnuda frente a mí, tu coño desnuda, rogándome que
te hiciera venir.
—Pensé que estarías pensando en cuán lista estaba para cortar tus bolas
con mi cuchillo.
Soltó un bufido de risa mientras la recostaba en la fría y dura superficie,
colocando sus botas en el borde.
—Me deseabas. Así como sé que me deseas ahora. Extiende esas piernas.
Muéstrame cuán mojada estás para mí. Muéstrame cuándo deseas mi polla.
Tan arrogante. Una deliciosa emoción de desafío se disparó a través de ella
133
Sus manos viajaron por sus costados, trazando las vides y las flores.
Cuando llegó a sus pechos, se inclinó sobre su cuerpo y lamió y chupó sus
pezones hasta que sintió su excitación aumentar de nuevo.
—Ahora. —Se levantó sobre sus codos, y retrocedió. Temiendo que se le
negara, le dio lo que sabía que quería—. Por favor, Nico.
—Me gusta escuchar a mi hacker fuerte y sexy rogando por mi polla. —
Cuidadosamente se quitó la chaqueta y la corbata, colgándolos en la silla
mientras se levantaba. Ella se mordió el labio cuando se quitó la camisa para
revelar su pecho tonificado, tatuado y musculoso.
—Un día quiero lamer todos tus tatuajes —murmuró sus ojos cayeron a
su cintura mientras desataba su cinturón.
—No creo que durara lo suficiente para que los lamieras todos una vez que
me toques con esa pequeña lengua rosa. Te tendría de rodillas tan rápido,
mostrándome qué más podría hacer esa boca, que no tendrías tiempo para
respirar. —Empujó sus finos pantalones y el bóxer abajo para revelar su
gruesa y pesada polla.
—Oh. —Ella dejó escapar un suspiro de anticipación.
—Cristo. Pruebas la fuerza de voluntad de un hombre hasta el límite. —
Nico sacó un condón de su bolsillo trasero y lo abrió. Empuñó su pene,
bombeando la dura carne hasta que un hilillo de líquido pre seminal relució en
la parte superior y rodó el condón sobre la resbaladiza cabeza.
—No me hagas esperar más.
Nico movió su rostro hacia arriba y aplastó sus labios en ella, su lengua se
sumergió profundamente en su boca.
—Recuéstate —murmuró contra sus labios—. Quiero verte y a esas
malditas medias sexys cuando esté dentro de ti. —Con una mano firme sobre
su pecho, la empujó hacia atrás. El abrasador calor en sus ojos mientras su
mirada atormentaba su cuerpo la asustaba y la excitaba. No tenía dudas que la
follaría con la misma despiadada intensidad, el poder apenas contenido que lo
había hecho el mafioso más temido de la ciudad.
Un escalofrío recorrió su columna, y Nico se inclinó hacia adelante,
pasando sus labios a lo largo de la línea tensa de su cuello.
—Shh.
—Te deseo tanto. —Ella gimió suavemente—. Estoy tan mojada. Nunca
había deseado a un hombre tanto.
Las manos alrededor de sus tobillos hicieron que extendiera las piernas.
—No hay hombres para ti. No en el pasado. No ahora. No en el futuro.
Solo yo, y voy a follarte con tanta fuerza que nunca lo olvidarás. Me vas a
sentir por días, bella, por dentro y por fuera.
136
Su propio corazón le dolía porque mañana se suponía que era uno de sus
días con Daisy. Pero cuando el jefe llamó y le dijo que tenía guardia mañana,
no pudo decir que no. Había tenido guardia todo el día de hoy, también. Ahora
era tarde, demasiado tarde. Pero tal vez podría pasar y darle las buenas
noches. Darle un abrazo Tal vez aún estaría despierta. Ginger siempre salía el
viernes por la noche.
Media hora más tarde, se detuvo fuera de la casa de Ginger. Todas las
luces estaban encendidas, y la música resonaba a través de las ventanas. No
había posibilidad que Daisy durmiera con todo eso. Tocó, pero cuando nadie
respondió, abrió la puerta y entró.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Ginger levantó la vista del sofá,
arrastrando sus palabras cuando Ben entró en la sala de estar. Su camisa
estaba levantada alrededor de su cuello mostrando sus pechos y tenía una
manta sobre sus piernas. Su cabello era un enredo loco alrededor de su
cabeza, y sus ojos estaban dilatados y tan anchos que se veían negros. Una
aguja yacía en la alfombra al lado de la lata de cerveza vacía, y Ben luchó
contra el impulso de gritar para no perturbar a Daisy.
—¿Estás inyectándote cuando nuestra pequeña está en la casa? Cristo,
Ginger. Cúbrete. Mírate. Que jodidos le pasó a esa chica dulce que conocí en
un bar hace siete años.
—Gabe me rescató de la monotonía de la maternidad. —Ginger se bajó la
camisa, chupando su cigarrillo—. Deberías tomar una dosis en algún
momento. Tiene contactos para cosas de buena calidad. Podría ayudarte a
sacarte el palo de tu puto trasero. ¿Y qué diablos estás haciendo aquí de todos
modos? ¿Qué hora es?
—Estoy aquí para darle las buenas noches. —Ben se dio la vuelta,
sintiéndose enfermo. Tenía que conseguir salir de este caso por Daisy. Ginger
era un desastre esperando suceder. Y Gabe...
—Ben. —Gabe salió al pasillo frente a la puerta de Daisy. Estaba usando
nada más que un par de pantalones sueltos alrededor de sus estrechas
caderas, su miembro claramente delineado por la delgada tela. Era todo
tatuajes, pectorales tonificados y músculo liso, el tipo de cuerpo que todos los
hombres soñaban tener si comieran diez kilos de proteína en polvo, un
suministro constante de esteroides, y no tuvieran trabajo, por lo que podrían
pasar doce horas al día en el gimnasio.
Ben frunció el ceño cuando Gabe no salió inmediatamente de su camino.
—Estoy aquí para ver a Daisy.
Gabe inclinó el cuello de un lado a otro, haciéndolo tronar.
—Tuvo un día ocupado. Está dormida.
Cada vello en la parte posterior del cuello de Ben se puso de punta, cada
terminación nerviosa se encendió con una advertencia, cada instinto que lo
había mantenido vivo por diez años en una organización que lo mataría si
140
Jack. Era un tipo recto. Nunca se iba por esa mierda de la psicología ¿Qué
diablos estaba pasando?
—Escucha, Ben. —La voz de Jack cayó a un tono bajo y engatusador—.
Ven al restaurante en este momento y alguien irá a recogerte. Ya terminé con
todo el papeleo para protección de testigos. Serás enviado lejos hasta que la
situación haya terminado y esté todo resuelto y hagan todos los arrestos. No
estoy seguro de cuánto tiempo pasará, pero estarás a salvo hasta que suceda.
Si Jack le hubiera hecho esa oferta hace semanas, Ben habría
aprovechado la oportunidad. Había deseado eso. Quería salirse. Pero ahora que
se lo ofreció, se dio cuenta que no era lo que quería en absoluto, y no podía
creer que le había estado rogando a Jack que lo hiciera suceder.
—¿Qué pasará con Daisy?
—Ella no puede ir contigo por la orden de custodia. La única forma sería
si te llevaras a Ginger también, pero supongo que eso no va a suceder.
—De ninguna manera. —No podía soportar estar cerca de Ginger durante
diez minutos, mucho menos para siempre.
—Así que Daisy se mantendrá en su actual situación…
—No. —Apenas logró mantener su voz baja para no despertar el sueño de
su hija en el auto—. Absolutamente no.
Pudo escuchar el suspiro de exasperación de Jack.
—Bueno, ¿entonces qué? No vendrás. Daisy no puede ir contigo porque se
consideraría secuestro infantil ¿Qué sugieres?
—Conseguiré una puta orden judicial. —Miró hacia la ciudad a la que
había venido desde que dejó los hogares de adopción, su estúpida cabeza
adolescente llena de sueños de derrocar la mafia—. Mantendré mi cabeza baja
y haré mi trabajo. Te llamaré diez jodidas veces por semana si quieres.
Presentaré los malditos informes. Mientras tanto, vas a presionar más para que
servicios sociales vaya a ver a Daisy. Cuando Daisy sea mía otra vez, entonces
es cuando me sacarás. Mientras tanto, lidiaré con Gabe.
—¿Lidiarás con Gabe? —La voz de Jack se elevó en el tono—. ¿Qué
demonios significa eso?
—Significa que voy a averiguar qué está pasando, y que si ese maldito
lastimó a mi niña de cualquier manera, las calles se pintarán de rojo con su
sangre.
—Jesucristo —gritó Jack—. Somos policías, Ben. No justicia de vigilantes.
Te daré dos semanas para resolver todo, luego con orden de custodia o no,
estás fuera.
—No me arrincones cuando mi niña está en riesgo —le advirtió—. Si el
departamento está preocupado por mí, dile que tire de algunas cuerdas con el
juez.
144
con la familia Scozzari en Sicilia. Si Tony se casaba con Mia, la novia siciliana
de Nico sería la única forma en que podría salvar a la familia de cierta
destrucción. Con la alianza Scozzari, Nico podría vengar la muerte de su padre
y las muertes de cualquier Toscani que cayeran como soldados de los Cordano
en la guerra.
Nico sacó la pluma de su bolsillo y la giró sobre su pulgar. Tenía que
poner sus sentimientos personales a un lado, igual que su padre había hecho.
Aunque Papá amaba a la madre de Nico, Papá amaba más a su familia. Se
había casado con su esposa por la poderosa alianza que vino con la unión, y no
pondría en riesgo la seguridad de la familia, incluso por la mujer de su
corazón.
Toda su vida, Nico había querido ser como su padre, un hombre de honor
y respeto, de autoestima y lealtad, dedicado a la familia, un hombre cuya
sangre había corrido a través de los dedos de Nico cuando los malditos
Cordano le dispararon por la espalda.
¿Deber o deseo?
¿Ruina o venganza?
—Mia. —Mamá abrió la puerta, vestida de luto por respeto con los jefes
caídos. Muchas esposas de la mafia vestían de negro todo el tiempo para
honrar a los hermanos, primos, maridos o padres que había muerto en las
interminables guerras de poder—. Qué bueno verte de nuevo tan pronto.
—¿En serio, mamá? —Mia pasó al lado de su madre y fue al pasillo
mientras Rev se dirigía a la oficina de su padre—. ¿Realmente crees que estoy
aquí para una reunión social de visita? Rev fue enviado para arrastrarme aquí
contra mi voluntad. Me dijo que papá lastimó a Kat. ¿Dónde está?
—Te están esperando en la oficina de tu padre. —La madre de Mia tragó
duro y retorció su pulsera de oro alrededor de su muñeca. Mia recordó la
noche en que su padre le dio el brazalete a mamá, elogiándola como una buena
esposa. Solo después que descubrió que mamá lo había visto con su amante,
pero cumplió con su deber y mantuvo la boca cerrada.
Mia miró el brazalete.
—¿Qué tan malo es? —Su madre nunca se inquietaba o sudaba ni
aparecía algo menos que totalmente interesada en lo que una persona tenía
para decir. Había perfeccionado su aspecto al de una muñeca de porcelana a
pesar que estuviera destrozada por dentro.
—Tu padre está muy estresado. —Mamá le dio una sonrisa débil—.
152
Todavía está recuperándose de sus heridas, y el pobre Dante manejó mal algo
que tenía que ver con el negocio, ya sabes que no es bueno con los números, y
perdimos a nuestro consigliere.
—¿Wolf está muerto?
—Eso me temo. Encontraron su cuerpo esta mañana.
Mia sintió un escalofrío por sus venas. ¿Realmente Nico lo había matado?
Nunca lo había visto tan enojado como cuando Wolf la amenazó, incluso la
noche que había tenido su arma en la cabeza de su padre en el restaurante.
Pero, ¿de verdad le sorprendía? Incluso ella sabía de la brutal reputación de
Nico en un conflicto casi bárbaro. Su padre había tenido miedo de Nico por
años, sin salir de la casa sin guardaespaldas, y manteniendo a la familia
encerrada detrás de una alta valla de alambre.
—Y, por supuesto, te vieron en público con Nico Toscani, que es solo una
cosa más para agregar a su estrés.
Mia miró a su madre y miró hacía el pasillo. Mamá acababa de darle la
advertencia justa que la siguiente media hora sería mala. Muy mala. Tal vez
peor que cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Tuvo el repentino y
abrumador impulso de pedir ayuda. Pero solo una persona podría ayudarla y
era la última persona que cruzaría esa puerta.
Nico
Se había abierto a él, y le gustaba por quien era, con su de cabello negro
teñido y su tatuaje, sus himnos feministas, su ropa punk y la actitud que
sacaba lo peor de la ira de su padre. Estaba interesado en su trabajo,
respetaba su negocio, y hacía que se sintiera femenina y fuerte. Se sentía bien
cuando estaba con él. Como dos mitades completas. Como la mujer que estaba
destinada a ser. Una mujer lo suficientemente poderosa para enfrentar a su
padre y ganar. Sola.
—Está bien. —Respiró hondo y caminó por el pasillo, con su madre
siguiéndola detrás—. Puedo hacer esto.
—Sé fuerte, cariño.
Mia miró por encima del hombro cuando llegó a la puerta de la oficina de
su padre.
—Siempre he sido fuerte, mamá. Simplemente no sé si sea suficiente.
Un guardia que Mia no reconoció le permitió entrar en la oficina, y se
tambaleó hacia atrás con la explosión de calor. Su padre había cerrado las
gruesas cortinas de terciopelo y encendido un fuego en la chimenea. Cuatro
guardias estaban de pie poniendo atención cerca de las ventanas, y otros dos
estaban parados detrás de su silla. Él usaba su traje oscuro habitual y corbata
azul, su ancho rostro enojado estaba torcido en un ceño fruncido.
No había nada que sugiriera que había sufrido una herida de bala que
puso en peligro su vida hace poco más de dos semanas, y se preguntó cuán
153
mal había sido lastimada Kat, quien estaba sentada en una silla.
—Papá. Me alegra ver que estás en casa. Kat, ¿estás…?
—No me mientas, Mia. —Su padre la cortó con un grito de ira—.
Aprovechaste mi ausencia para ser una puta con los Toscani una vez más. Y en
el momento en que termine contigo, ciertamente, no estarás contenta de nada.
Bueno, al menos no le aventó cosas. Se puso rígida y encontró su mirada
con una de las suyas.
—Estoy haciendo trabajo para su compañía.
—Suficiente. —Golpeó su puño sobre su escritorio—. El guardia que fue
con Wolf a tu oficina después que te negaste a las solicitudes de ayuda de
Dante me dijo qué sucedió. Nico Toscani estaba contigo. Él atacó a Wolf, y
ahora está muerto.
—Fue trabajo —insistió ella.
Dios, oh dios. Por favor no dejes que Nico lo haya matado.
—¿Es eso lo que llamas trabajo? —Dante cerró la distancia entre ellos, y
sostuvo su teléfono. Hizo una mueca cuando vio una foto de Nico y de ella
besándose fuera de su edificio de apartamentos de una forma que ni siquiera
podría ser remotamente fingida o de negocios.
—Comenzó como un negocio —dijo silenciosamente.
Con la cara roja y temblando de rabia, Dante se volvió hacia ella.
—Traicionaste a la familia con el enemigo. Él quiere Papá muerto.
—Técnicamente, te quiere muerto a ti —murmuró, lo suficientemente
silencioso para que solo él pudiera escuchar, molesta que Dante se atreviera a
regañarla. Sí, había cruzado la línea, pero era la línea de su padre, no la suya.
Dante levantó la mano como para golpearla, y la ira estalló a través de
ella. Si se atrevía a tocarla, desataría un infierno como nada que hubiera
experimentado alguna vez antes. Había sufrido a través de los años el abuso de
su padre; no iba a aceptarlo de él.
—No, Dante —dijo Papá—. Es muy estúpida para ver que la está usando
para llegar a mí. Golpearla no va a enseñarle nada. —Hizo un gesto hacia Rev y
al guardia más cercano a la ventana—. Pon a Kat sobre la mesa.
—¿Qué? —Mia hizo un movimiento hacia su hermana, sin darse cuenta
que dos guardias habían ido detrás de ella. La agarraron por los brazos,
sujetándola.
—Ya terminaste con Nico Toscani —gruñó Papá—. No lo verás de nuevo.
Le prometí a los Toscani una novia Cordano y no mancharé el honor familiar
por retractarme de mi palabra. Te casarás con Tony, como acordamos. Y luego
Nico pagará por lo que hizo.
—No me casaré con él.
Papá se rio.
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—Oh, creo que lo harás. Eres una chica fuerte, pero tienes corazón débil.
Mia miró horrorizada como Rev y el guardia arrastraban a Kat a la gran
mesa de reunión al lado de la oficina de su padre.
—Déjala en paz.
—Dante —La mirada de papá no fue a ella—. Quítate el cinturón. Golpea a
Kat hasta que Mia cambie de opinión.
—¡No! —Mia luchó contra los guardias deteniéndola, dándose cuenta
demasiado tarde por qué su padre tenía a tantos en la habitación—. Ella no
tiene nada que ver con esto. Esto es entre tú y yo. —Miró a su hermano—. No
hagas esto, Dante. Puedes decir que no.
—No, no puedo. —Con lúgubre determinación, se desabrochó el cinturón y
se lo quitó mientras los dos guardias ponían a Kat boca abajo sobre la mesa.
—¡Dante! —La voz suave de Kat se elevó para sollozar—. Por favor. No.
—Lastímame a mí. —Mia se revolvió en los brazos de los guardias,
pateando y retorciéndose para alejarse—. Lo que sea que estés planeando.
Házmelo a mí. Hazme daño a mí. —Luchó, intentando sacar su cuchillo, pero
los guardias también eran fuertes, su agarre demasiado firme.
—Ese es el problema. —Papá se inclinó de vuelta en la silla y suspiró—.
No puedo lastimarte. Nadie puede lastimarte. Cuanto más te venzo, más fuerte
te vuelves. Incluso cuando te rompí el maldito brazo, empacaste tu bolso con
una mano y te alejaste. Así que pensé que fue tuve suficiente contigo. Te dejé a
los lobos. Y qué haces. Traes deshonor a la familia. Le abres las piernas a un
hombre que proclamó una vendetta que nos ha costado muchas vidas. Un
hombre que quiere matar a tu padre. Y cuando trato de terminar la guerra,
organizando un buen matrimonio, te niegas a obedecer. Te rehúsas a cumplir
tu deber con tu familia. Hasta que amenacé a Kat. Entonces fue cuando me di
cuenta que te estaba dando el tipo equivocado de dolor.
Asintió, y Dante azotó su cinturón sobre los muslos de Kat, golpeándola
justo debajo de su falda floral de algodón; el chasquido del cuero en la carne
fue tan agudo como el disparo de un arma.
El grito de Kat hizo eco a través de la habitación, atravesando el corazón
de Mia.
—No. —Miró a Dante horrorizada—. Dante, no hagas esto.
El rostro de Dante se tensó, y se dio vuelta, pero no antes que viera la
oscuridad en sus ojos. Si había algo de bondad en su hermano, se había ido
ahora, destruido igual que su padre destruyó a tantos.
Dante golpeó a Kat una y otra vez. Sus gritos llenaron la habitación, sus
llamados por Mia, por su madre, por piedad. La bilis subió a la garganta de
Mia, enojo, frustración y odio retorcían sus entrañas, pero no podía decir las
155
palabras para obligarla a unirse a Tony de por vida, porque cuando Kat
estuviera en su lugar, ¿quién la protegería si Mia se iba?
—Detente. —Su padre levantó una mano y Dante dejó caer su cinturón,
con el pecho agitado, con un brillo de sudor sobre su frente—. Esperaba no
llegar a esto, pero Mia obviamente necesita otra forma de persuasión Rev, dale
a Dante el atizador del fuego.
—No. —La palabra cayó de sus labios en un susurro agonizante y vio
horrorizada mientras Rev levantaba el atizador.
—Tú y Kat no son nada para mí —dijo su padre—. Nada más que
propiedades que utilizaré para ganar una alianza que aumentará el poder y la
riqueza de esta familia y pondrá fin a esa ridícula venganza que ha tomado
demasiado tiempo. Una vez que estés en manos de Tony se deshará de Nico por
mí, y no te distraerás de tus deberes como su esposa.
El horror se convirtió en ira, y mordió a uno de los guardias deteniéndola.
Él la soltó con un grito, y ella se las arregló para usar la distracción para
alejarse del segundo guardia. Pero él fue rápido. Antes que pudiera moverse
hacia Kat, agarró su cabello. Sin hacer caso del dolor, Mia arañó, se retorció y
pateó en un intento de liberarse. Estatuas derribadas. Floreros destrozados. Si
necesitaba romper su brazo para salvar a Kat lo haría. Si perdía un puñado de
cabello, que así fuera. Y si la mataban, al menos no sufriría el dolor de ver a
Dante destruir lo único bueno que quedaba, lo hermoso en su
retorcida, fea familia.
—¡Basta! —gritó su padre, riendo—. Che cazzo fai, ¿qué diablos estás
haciendo? ¿Por qué no dejas de pelear conmigo y aceptas que nunca ganarás?
—Porque esto destruirá a Dante tanto como nos destruirá a Kat y a mí. —
Sintió otro par de brazos a su alrededor, cuerdas giraron alrededor de sus
tobillos y muñeca—. Estoy luchando para salvarnos a todos.
Los labios de Dante se retorcieron en una mueca.
—Llegaste demasiado tarde para salvarme. Me destruí la noche en que me
probé a mí mismo.
Rev sopló en el atizador y se iluminó con un rojo brillante.
—¡Mamá! —gritó Kat, luchando en la mesa—. ¡Mia! ¡Ayuda!
—Cállate, Kat. Ella no vendrá. —Dante le levantó la camiseta rosa—.
Deberías saber eso para ahora.
—Lo haré —gritó Mia—. Lo que sea que quieras. Me convertiré en una
Toscani. Tendrás tu maldita alianza. Tienes mi palabra. Deja que Kat se vaya.
—Excelente. —Su padre le hizo un gesto a Rev—. Dale el atizador a Dante.
—¿Qué? —Mia se hundió en los brazos que la sostenían—. No. Dije que lo
haría.
—Quiero asegurarme que honrarás tu promesa —dijo su padre—. Porque
si no apareces para la boda, este será el menor de tu sufrimientos. —Miró a su
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hermano—. Hazlo.
—¿Qué te pasó, Dante? —La voz de Mia era densa por la derrota cuando
levantó el atizador—. ¿En qué te has convertido?
—Soy el monstruo que papá siempre quiso que fuera. —Presionó el
ardiente atizador contra la espalda baja de Kat, y Mia cayó de rodillas,
ahogándose en el grito de su hermana.
Dieciséis
M
ia se alisó el vestido rosa brillante de Chanel mientras caminaba
por las escaleras al comedor privado de Bella Via, un nuevo
ultramoderno restaurante italiano en West Flamingo Road. El
golpeteo de sus tacones rosas sonaba suavemente sobre la madera dura.
Su madre le había dado el ridículo vestido hace años, cuando todavía
tenía la esperanza de que Mia aceptara su papel como princesa de la mafia,
pero ni siquiera había sacado el vestido de la bolsa hasta esta noche. Se
tambaleó un poco en el último escalón y lo golpeó la barandilla con una de sus
uñas recién pintadas mientras la agarraba.
Diablos. Sabía que no duraría. Simplemente no fue hecha para la alta
costura. Bien, sería mejor que se acostumbrara a ella. Si todo iba según lo
previsto, haría lo que había jurado no hacer, casarse en la mafia. Pero lo haría
en sus propios términos.
—Srta. Cordano. —Un camarero vestido de manera formal con esmoquin
se inclinó cuando cruzó el rellano—. Su reunión está esperando.
—Grazie. —Mia forzó una sonrisa, orando por no romper la gruesa capa de
maquillaje que Jules le había aplicado antes de salir de su apartamento.
¿Cómo usaba su madre estas cosas todos los días? Con el cuello alto de la
camisa, la ajustada falda y la chaqueta apretada, se sentía atrapada. Si alguno
de los matones de su padre la encontraba aquí, no habría forma de que esto
funcionase. Tendría que ahorcarse con el collar de perlas falsas que adornaba
su cuello. Casi se quería colgar ahora. Aunque estaba perfectamente arreglada
157
por fuera, por dentro estaba gritando, desesperada por ser libre.
—Bien, bien, bien, bien. —Tomó aire, intentando calmar su corazón
palpitante. Esto no era un gran problema. Las personas pedían ayuda todo el
tiempo. No significaba que fuera débil, solo que finalmente había encontrado
un problema que no podía resolver por su cuenta. Y no era como si estuviera
pidiendo ayuda de un extraño. Conocía a Nico. Le gustaba.
Claro, era poco convencional pedirle a alguien que se casara contigo
después de una cita, pero ¿no había dicho que le gustaba eso de ella? Y no
sería para siempre. Solo hasta que Tony encontrara a otra persona para
casarse y ella encontrara una manera de mantener a Kat a salvo. Ni siquiera
tendrían que vivir juntos. Podrían seguir adelante con sus vidas separadas y
simplemente dar la imagen de familia de vez en cuando, para que su unión
pareciera legítima. Aunque no sabía si Nico sería capaz de estar en una
habitación con su padre sin querer apretar el gatillo.
—¿Está bien, señorita? —El camarero miró por encima del hombro y Mia
asintió.
—Sí, gracias. Indíqueme el camino.
Lo siguió por el pasillo, haciendo una pausa mientras abría la puerta. Dejó
un mensaje en el casino de Nico el día después de que su padre marcara a Kat
tan brutalmente. Cuando pasaron cuatro días y no supo nada de él, ni vio a
Big Joe o a su equipo fuera de su oficina o apartamento, comenzó a
preocuparse. ¿Solo había sido una conquista para él? ¿Había perdido el interés
después de conseguir lo que quería de ella? En el momento que Vito llamó para
decirle que Nico se reuniría con ella el viernes, casi había perdido las
esperanzas de que su plan funcionase. Pero no quería decir que no lo
intentara.
Tomando una respiración profunda, entró en el comedor privado. Había
escogido Bella Via por su mezcla de tibio minimalismo, contemporáneo y
fresco. Las sillas acolchadas industriales rodeaban las largas mesas de madera
rústica. Paredes blancas contrastaban con un pulido suelo de madera,
mezclando lo tradicional y lo moderno sin problema. Esperaba que Nico
hubiera captado el mensaje.
Lo observó al entrar en la habitación. Su traje de noche era negro
medianoche, profundo y brillante, y la corbata era una mezcla de burdeos y
azul. Se había cortado el cabello desde la última vez que lo vio, y echaba de
menos los mechones que caprichosamente insinuaban la naturaleza salvaje
que escondía en el interior.
Siempre te mantendré a salvo.
Dios, lo había echado de menos. El impulso de correr a sus brazos y
rogarle que hiciera que los monstruos desaparecieran fue casi abrumador.
Se levantó de la mesa para saludarla, y ella cruzó rápidamente la
158
salvo y su mente enfocada en lo que tenía que hacer para asegurar el éxito y la
supervivencia de la familia.
Si Mia se casaba con Tony, formaría parte de la familia. Nico la vería todos
los domingos en las reuniones familiares de casa de nonna María. La vería
como la vio hoy, todo lo que amaba de ella escondido bajo la capa de una
respetable esposa de la mafia, todo lo que quería, aplastado bajo el peso de la
tradición, sus alas recortadas cuando acababa de ser libre. ¿Cómo podría
soportar ver su fuego lejos? ¿Qué haría si viera la insinuación de un hematoma
en su hermoso rostro?
Tony no sería el “loco” de la familia en exclusiva si ocurría eso.
—¿No amabas a Gina? —Luca se había casado con Gina en una boda
rápida después de embarazarla. Nunca había expresado su descontento sobre
la situación, y parecían felices juntos, especialmente cuando Matteo nació,
pero no era el tipo de mujer que habría elegido para Luca. Demasiado
descarada. Demasiado fuerte. Demasiado superficial. Demasiado necesitada.
Luca había llevado dos teléfonos, uno solo para contestar sus constantes
llamadas, y el otro para los negocios.
—¿Quién diablos sabe? —Luca bajó la cremallera de su chaqueta, y Nico
se dio cuenta de que nunca habían hablado de la muerte de Gina antes. Nunca
había sido testigo de la destrucción total de un hombre hasta que fue con Luca
a identificar su cuerpo. Había asumido que el amor había aplastado el alma de
Luca, pero ahora se preguntaba si algo más había pasado.
Las manos de Nico se apretaron alrededor de la barandilla. Toda su vida
fue sobre el deber familiar, el honor y la venganza, y lo mejor para la familia
era hacerse a un lado mientras Tony se casaba con Mia. El matrimonio
proporcionaría un beneficio a corto plazo en forma de tregua entre las familias,
y a largo plazo en forma de mayor seguridad familiar y poder, después que se
casara con la chica Sicilia y lidiara con Don Cordano y Tony de forma
permanente. Tenía perfecto sentido comercial. Sería lo que su padre habría
hecho. Pero no se alineaba con el anhelo en su corazón.
—No quiero hablar de ella —dijo Luca—. Me importó lo suficiente como
para casarme con ella cuando pude irme. Y me dio a Matteo. Cuando nació,
pensé que tal vez en realidad hay un cielo e hice algo bien en mi triste vida
porque Dios me envió un ángel propio.
—Sí, conozco esa sensación. —Big Joe se unió a ellos en la barandilla—.
La primera vez que me di cuenta de que tenía corazón fue cuando sostuve a mi
hija en mis brazos. Algún día tal vez encontraré una mujer que me haga sentir
así, y mi puto corazón comenzará a latir de nuevo.
El corazón de Nico había comenzado a latir en el momento en que puso los
ojos en Mia, y se detuvo cuando la entregó a Tony.
—Sus talentos están desperdiciados en la mafia. —Nico montó su moto—.
Ustedes dos deberían estar escribiendo putas tarjetas de felicitación.
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Nico quería vengarse, pero quería más a Mia. La venganza se había vuelto
vacía, ciega a lo que estaba pasando a su alrededor, sorda a los rumores en la
calle mientras Tony secretamente reunía más y más poder en anticipación al
día en que Santo fue golpeado. Si entraba en el juego, no estaría de espaldas
en la lucha por el control de la familia. Si estuviera pensado y planeando por
adelantado, habría asegurado su poder el día que Santo murió. Mia le ofrecía
más que la oportunidad de salvar a su familia. Podría salvarla a ella. Podría
salvarse a sí mismo. Podría hacer que su corazón latiera de nuevo, y podría
cederlo.
—¿Dónde vamos, jefe? —Luca montó su moto.
—De vuelta a la ciudad. Me casaré esta noche.
Diecisiete
B
ang. Bang. Bang.
—¡Mia! Soy Nico. Abre la puerta.
Bang. Bang. Bang. Golpeó de nuevo la puerta de la
habitación del motel. Big Joe le había confirmado que Mia estaba dentro con su
hermana. No tenían tiempo que perder.
Escuchó el cerrojo deslizarse y las cadenas sonaron. La puerta se abrió y
entró con Luca y Frankie detrás.
—Vamos. Si yo pude encontrarte, tu padre no tardará mucho. —Se giró,
sobresaltado cuando vio su arma. Si había esperado una rota, llorosa y
aterrorizada mujer, estaba en un muy triste error. Había venido a salvar a una
gata, y encontró una tigresa en su lugar.
—Deja eso. —Agitó una mano desdeñosa—. Tenemos que irnos ahora
mismo.
—Jules llamó y me dijo que vendrías. Fuera. —Retrocedió, empujando a
una chica detrás de ella. Más alta que Mia, y delgada, compartía el largo
cabello y ojos oscuros, pero su rostro era más ovalado que en forma de
corazón, y llevaba ligera ropa cubierta de flores, un contraste obvio con el
atuendo negro de Mia: todo cuero, cadenas y cordones.
—No tenemos tiempo para esto —dijo impacientemente—. Estoy aquí para
ayudar. —Nico se pasó una mano por el cabello. Le había tomado todo el día
rastrearlas usando su red de contactos y llamadas pidiendo favores—. Ven. —
165
—Está bien. El sexo puede ser parte del trato. Me ayudará a encontrarte
algo atractivo.
—¿Algo? —Le mordió suavemente el pezón, y ella jadeó.
—Tu ego es tan grande que tengo que dar un paso atrás para no pisarlo.
No voy a alimentarlo más.
—No hay un ego más grande que el que existe al tener una hermosa mujer
de acuerdo con una falsa propuesta de matrimonio para no tener que casarse
con un psicópata —dijo divertido—. ¿Terminamos con las condiciones? —Movió
su muslo entre sus piernas abiertas. La deseaba tanto que apenas podía
respirar, su cuerpo zumbaba con la necesidad de reclamarla para que todos
supieran que estaba bajo su protección.
—¿Mataste al Lobo?
Guau. No vio eso venir, y sirvió para bajar su excitación una muesca.
—Los asuntos comerciales no se comparten con las esposas —reprendió
amablemente—. Aceptaste seguir las reglas.
—No soy tu esposa todavía.
—Pero lo serás, y las reglas aplican ya. Hazme cualquier pregunta, Bella.
Haz cualquier demanda. Pero no esa.
Ella apretó los dientes, presionó sus labios juntos, casi lamentó lo que
estaban a punto de hacer. Mia tendría que pelear duro para encajar en el
molde de una esposa de la mafia, y no quería ver sus alas cortadas de ninguna
manera.
—Voy a necesitar una botella de vodka antes de la ceremonia, y un vaso.
Nico la besó suavemente, aliviado de haber evitado su pregunta sobre el
Lobo.
—Justo lo que siempre quise. Una novia borracha.
Ella se rio, la tensión finalmente dejó su rostro.
—¿Cuándo quieres hacerlo?
—Son las Vegas. La pregunta no es cuándo podemos casarnos, sino
¿cuántos Elvis quieres en tu boda?
guardaespaldas, incluyendo a Louis, quien ahora sabía que era miembro del
equipo de Frankie y pasaba por el apodo de Mikey Muscles. Y una dama de
honor que no paraba de hablar.
—Todavía no puedo creer esto. —Jules negó mientras el oficiante asociado
a la familia del crimen Toscani, dirigía a Nico para que se parara en la vulgar
capilla de las Vegas—. En un momento me estoy enfriando con algo de Netflix y
boom, dos horas más tarde estoy de pie en una capilla con Elvis y un montón
de mafiosos. Nico seguro no pierde el tiempo. —Se inclinó y susurró al oído de
Mia—: No tienes que hacer esto. Puedo sacarte de la ciudad. Tengo amigos que
te aceptarían. Nunca quisiste casarte con la mafia. No te atrapará ahora.
Cargada de nervios, Mia ni siquiera intentó responder a Jules, que no
había parado de hablar desde que llegaron a la pequeña capilla de bodas
propiedad de un “amigo” de Nico. Fue todo lo que alguna vez imaginó que su
boda sería. Jarrones gigantes llenos de plantas de plástico, falsas columnas
griegas, explosión de flores de seda y un elevado escenario rojo brillante. Fotos
de las Vegas decoraban las paredes de color crema, con recuerdos vulgares de
las Vegas y un retrato de Elvis en un barato marco de madera. Detrás del
escenario, una rosa gigante, adornada con luces rojas intermitentes dándole a
la habitación un perpetuo resplandor de bar de striptease. Con cada aliento
inhalaba aromas a incienso, sudor, y perfume barato. Era tan falso como el
matrimonio que iba a tener.
Mia acarició el horrible vestido de poliéster recortado en lentejuelas y
cuentas de plástico, pero había poco que pudiera hacer para someter la gigante
falda, mucho menos los hombros acolchados o las mangas de cordero. Nico
había sugerido ir por el vestido más tradicional para que nadie tuviera dudas
sobre la autenticidad de la boda. Todo bien y bueno para el hombre que usaba
un elegante esmoquin negro. No tan bueno cuando su idea de la tradición
significaba ser víctima de una explosión de merengue en retroceso a los años
80. Como si Pussy Riot pudiera verla ahora...
—Oh. Mi. Dios. —Jules llenó el incómodo silencio cuando el oficiante
indicó que estaba listo para comenzar—. Voy a llorar.
Kat se secó las mejillas con un pañuelo de papel y Big Joe le puso una
reconfortante mano en el hombro. Nico había ordenado a Big Joe que llevase a
Kat a su apartamento y la cuidara después de la boda, pero Big Joe había ido
un paso más allá y tomó a Kat bajo su ala. La estaba mirando mientras Mia y
Nico obtenían la licencia de matrimonio y alquilaban ropa, y posó para las fotos
que esperaba nunca vieran la luz del día. Mia estaba segura que Kat estaría a
salvo con él. Había mostrado su lado protector cuando se enfrentó con Rev en
el centro comunitario, pero toda la cosa del policía todavía preocupaba y picaba
en su mente. La mayoría de los mafiosos les mentían a sus familias sobre lo
que hacían, pero Big Joe era un tipo muy directo, tan blanco y negro, que no
era difícil imaginar que realmente fuera policía.
Aun así, una injustificada acusación podría tener serias repercusiones.
Quizás después que la boda terminara y el polvo bajara, lo llevaría a un lado y
171
—Prueba.
Nico torció los labios, intentando recordar un lugar donde se hubiera
quedado o una foto que hubiera visto o algo que hubiera resonado en él
cuando se estaba adaptando fuera del hotel.
—IlTavolino.
Ella rio, inclinándose contra su hombro. Sintió una necesidad
abrumadora de llevarla a la habitación, desnudarla y mantenerla piel a piel,
encontrando la conexión que los unió en primer lugar. Pero sabía que no debía
presionarla. El sexo era el elefante blanco en la habitación entre ellos, la
consumación del matrimonio. Si necesitaba ir despacio, se lo daría. Control. Lo
ejercía cada minuto de cada día. Solo que era mucho más difícil con Mia, quien
lo hacía querer dejarse ir y disfrutar de la racha salvaje que corría por sus
venas.
—¿Quieres vivir en un restaurante?
—En ese restaurante. Es tipo las Viejas Vegas, Hollywood, y los días
dorados de la mafia todo envuelto en uno.
Ella apoyó una mano sobre su pecho, directamente sobre su corazón.
—Digamos que tienes una oficina de estilo Il Tavolino donde puedes fingir
que eres un gánster de la vieja escuela. ¿Qué hay del resto de la casa? ¿Cómo
es el Nico moderno? Comienza con un color. ¿Qué hay de negro? —Sonó tan
esperanzada que casi no quería responder.
—De color morado oscuro. —Agitó su mano sobre la habitación—. Suelos
de granito pulido, paredes oscuras, muebles negros y púrpura, tuberías
expuestas en el techo pintado de negro, muchas luces pequeñas que se vieran
como estrellas.
—Industrial —dijo ella—. Moderno.
—Con chimenea. —Empezó a meterse en ello mientras una habitación
tomaba forma en su mente—. Con gruesas alfombras moradas frente a ella.
—Romántico. —Se deslizó hacia abajo hasta que recostó con su cabeza en
su regazo. Nico acarició su cabello, contemplando la ficticia habitación de sus
sueños.
—Con ventanas del suelo al techo en todas partes y una pared ocupada
con una gran obra de arte.
Mia levantó la vista.
—¿Arte callejero? ¿Vintage? ¿Arte pop? ¿Bellas Artes?
—Picasso. Blue Nude. Simple. Limpio, pero sensual.
Ella extendió la mano, pasando su dedo a lo largo de su mandíbula.
—Triste, pero erótico. Primitivo. Él era uno de los “animales salvajes”,
178
¿Sabías eso?
—No. —Él atrapó su dedo, llevándolo a sus labios, sonriendo—. ¿Estás
diciendo que soy una bestia salvaje?
Se rio.
—Creo que tienes un lado salvaje o hubiéramos pasado uno del otro. Soy
la oveja negra de la familia, por si no lo notaste. Incluso cuando era una niña,
no encajaba. Estaba más interesada en bloques y trenes y matemáticas y
juegos de computadora que en ropa o maquillaje. Era una chica que era todo lo
que mi padre quería en un hijo.
Él presionó su palma contra su mejilla.
—Yo era todo lo que mi padre quería en un hijo legítimo. No quería ningún
recordatorio de mi madre después de su muerte, aprendí a esconder ese lado
de mí.
—¿Cómo era ella?
—Era el amor de su vida. —Se inclinó y besó a Mia ligeramente en los
labios. Sabía a vodka, travieso y dulce—. No le importaba cómo se suponía que
una amante de la mafia debía actuar. Bebía whisky en vez de vino, vestía ropas
locas y coloridas, le encantaba jugar... —Se sentía inusualmente sensiblero con
sus reminiscencias incómodamente expuestas, pero si Mia necesitaba eso de
él, no se lo negaría.
—Un licor fuerte como yo. Creo que le hubiera gustado. —Mia se sentó a
horcajadas sobre su regazo. Nico luchó contra su instinto de cerrarse y tomar
el control. No era vulnerable, y ella lo estaba empujando hasta el borde.
—¿Cómo murió?
—Conductor ebrio. Íbamos por el camino en el Valle de Fuego. Nuestro
auto se fue por un acantilado. Sobreviví sin un rasguño, pero ella no. Él se
estrelló en la siguiente esquina, así que nunca pagó por su crimen.
—Oh, Dios, Nico. Qué horrible. —Presionó un beso suave en su cuello y él
miró la ciudad, atrapado en un recuerdo que había enterrado hace mucho
tiempo. Silenciosos susurros. Voces enojadas. Su nonna con una ira como
nunca antes había visto. Su padre llevó a Nico a vivir con ella. Incluso de niño,
sabía que era visto como un deshonor para la legítima esposa de su padre al
tener la evidencia de su aventura bajo su techo.
—Nunca tuviste justicia por tu padre, tampoco —dijo ella en voz baja.
—No. —Se dio cuenta de lo que había estado molestándola toda la noche,
por qué había sido tan cuidadosa a su alrededor—. Estas preocupada por la
vendetta.
—¿Vas a matar a mi padre?
Si le hubiera hecho esa pregunta antes de la ceremonia habría respondido
179
El peor bar de mala muerte de todos los bares de mala muerte, Red 27
estaba agitado cuando Mia entró, arrastrando a Nico detrás. Si hubiera un
cielo en la tierra, este lo sería. Góticos con crestas hawks, fanáticos Daken26
con cabellos de punta y fiesteros con aletas de tiburón27 de todas las formas y
colores, estaban dispersos a través del bar tenuemente iluminado. Más en la
pequeña pista de baile, unas pocas hadas punk con adornos y corsés
pavoneaban sus cosas, y en las sombras, cerca de los baños, una gorda que
usaba ropa raída y un chaleco sospechosamente acolchado le dio a Nico una
mirada cautelosa.
Su abrevadero favorito era una cornucopia de inframundo excéntrico con
delicias punk en parlantes a todo volumen. Con música lo suficientemente
fuerte como para hacer que los oídos sangraran.
Mia se inclinó para gritar en el oído de Nico.
—Prepárate para una noche punk enferma, de la nueva ola, de cielo gótico
180
y de rock.
Nico echó un vistazo y puso un posesivo brazo alrededor de sus hombros.
—¿Aquí es donde te gusta ir?
—Me encanta —gritó por encima de la música y de ruidosa la multitud—.
Es crudo, y real, y pecaminoso. Es la verdadera Vegas que los turistas no ven,
el polo opuesto al glamur y al brillo. —Se detuvo en el menú de bebidas
garabateado en marcador negro en el rasgado papel de pared.
—Punk, rock e ira. —Nico levantó un pie con bota. Mia había insistido en
que se pusiera sus jeans, camiseta y chaqueta de cuero con sus botas de
26
Personaje de comic.
27
Tipo de cresta.
motociclista, pero incluso así vestido, parecía demasiado ordenado para Red 27
y luchó con la urgencia de estirarse y despeinar su cabello—. Mis pies están
pegados al suelo y parece que un etiquetador se volvió loco en las paredes.
Ella se rio, no por sus palabras, sino porque estaba claramente
observando todo, desde el psicodélico grafiti de pintura en aerosol en las
paredes, a los sujetadores de todas las formas y colores que colgaban de los
pilares, y a los vulgares móviles en los techos y los centavos pegados al suelo.
El aire era grueso con humo, la iluminación apenas suficiente para ver, y con
cada aliento, jalaba los aromas de lúpulo, hielo seco y el inconfundible olor a
mariguana o a porro.
—Vamos a la barra. —Lo llevó a través de la multitud, y más allá del
gastado escenario elevado donde un desdentado Big Bang de cabello largo
estaba destrozando la canción de “Jesus of Suburbia”. Bordeó la atascada mesa
de billar en la lejana esquina, y se acercó a la barra revestida de pegatinas,
donde el camarero, King, un hípster envejecido con gorro de lana y su larga
barba teñida de verde, se inclinó y le dio un beso.
—Bienvenida, amiga.
Pum. Nico lo tenía por el cuello y medio fuera de la barra antes que Mia
tuviera la oportunidad de presentarlo.
—Déjalo. —Tiró de la muñeca de Nico, alejando su mano de la garganta de
King.
—Lo siento. —Llegó al otro lado de la barra para enderezar el cuello de
King—. No sale mucho.
—Oye, no hay problema. —King levantó las manos, con las palmas hacia
adelante en la universal señal de rendición—. Solo estoy siendo amable,
hombre. Tenemos una política de manos fuera hasta las cinco a.m. Es
entonces cuando los clubes cierran y los strippers vienen en busca de un poco
de diversión.
—Tú. —Mia se volvió y le pegó a Nico en el pecho—. Bájale unas mil
181
la deliciosa sensación que se movía dentro, sus firmes golpes enviando fuego a
través de su sangre corriendo.
Nico gimió, el sonido desenfrenado y erótico. Ella jadeó cuando aceleró sus
embestidas. Sus músculos se apretaron, una espiral de necesidad fuera de
control.
Sus labios se encontraron en un beso de choque, para-causar-moretones,
y cuando se acercó a la cúspide, él metió una mano entre ellos y deslizó el
pulgar sobre su clítoris.
—Oh, Dios. Sí. —Ella enterró el rostro en su hombro cuando llegó al
clímax. Una exquisita oleada de placer que barrió su cuerpo, limpiando y
alejando todo, excepto la exquisita sensación de su firme pene empujando, su
embriagador aroma masculino, el sonido de su aliento y los músculos duros
como roca que se tensaron cuando se corrió, latiendo y palpitando dentro de
ella.
La abrazó después de la carrera, poseyéndola con una mirada de intenso
placer y satisfacción mientras jadeaban sus respiraciones, con su ropa sudada
y empapada entre sus cuerpos.
—No es como me imaginé una noche de bodas. —Le dio un suave beso en
la frente.
—Yo tampoco.
—Jodidamente perfecta.
Alguien golpeó la puerta.
—¡Oigan! Salgan de ahí. Algunos tenemos que orinar. Vayan a la barra
donde todos los demás lo hacen.
Nico la miró con curiosidad.
—¿La gente tiene sexo en la barra?
—He visto algunas escenas con clasificación X.
Una sonrisa lenta, astuta y sensual atravesó su rostro. Un puro jefe de la
mafia.
—¿Quieres ver otra?
185
Diecinueve
—¿Estás bien, Kat? ¿Necesitas algo? —Ben se detuvo en la entrada de su
sala. Había llevado a Kat a su casa después de la boda de Nico y Mia, y
después de ver un poco de televisión con ella, estaba listo para una ducha fría
y luego irse a la cama.
Maldito infierno. No había podido dormir desde ese encuentro con Gabe y
Mia, y seguro no iba a poder hacerlo con una hermosa mujer en la habitación
contigua. Aunque estaba seguro de habérselas arreglado para hablar y salir
limpio de la gran revelación de Gabe sobre su trabajo como policía, la
preocupación se atoró en la parte posterior de su mente y había planeado
encontrarse con Jack esa noche para hablar sobre sus opciones. Después de
una llamada a su abogado, se dio cuenta que su plan para esperar una
audiencia de custodia no estaba en las cartas. Habían pensado en días, pero
su abogado dijo que podría tomar meses.
—En realidad, necesito ayuda para curar la herida en mi espalda, si no te
molesta. —Kat levantó la vista del negro sofá de cuero y sonrió.
Ben se derritió. Dios, era hermosa. Alta y esbelta, con largo cabello
castaño, ojos oscuros, profunda piel oliva y un cuerpo para morirse. Morir era
la palabra operativa, Nico lo había instruido para proteger a la gatita hasta
asegurarse que estuviera en casa, y tenía la sensación de que tomar ventaja de
la inocente cuñada de Nico de diecinueve años, no contaba como mantenerla a
salvo.
—No hay problema. Hice un curso de primeros auxilios en mi día.
186
hija perfecta. Hacía y decía todo lo que un padre esperaba de una princesa de
la mafia. Pero la otra noche, me di cuenta de que era un esfuerzo
desperdiciado. Me lastimó para llegar a Mia, y no importó que hubiera sido
todo lo que quería que fuera, porque lo que quería que fuera era nada. Debería
haber sido solo yo. Como Mia.
Con su mano libre, desabrochó los dos primeros botones en su blusa, y el
pulso de Ben dio una patada.
—No puedo imaginar a un padre haciendo lo que te hizo. —Se deslizó
hacia el lado del sofá, quitando su mano, y estirándose para poner una
almohada como barrera entre ellos. Era increíblemente encantadora, grácil,
suave y gentil. Como un ángel. Y había estado viviendo en el infierno.
—Bueno, entonces no te hablaré de todas las otras cosas que sucedieron
en nuestra casa. —Desabrochó otro botón—. Somos tan disfuncionales como
una familia puede ser. Mi padre es un tirano, un monstruo en todo el sentido
de la palabra, y también lo son los hombres que trabajan con él.
Ben quería mirar a cualquier lado excepto a la media luna expuesta de su
perfecto pecho, la suave pendiente, el exuberante oleaje de la fruta prohibida.
Vio la TV, intentando concentrarse en la pantalla y no el pulso de deseo
golpeando a través de sus venas.
—No te voy a morder. —Kat se rio ligeramente—. Puedes acercarte.
—Estoy bien. Voy a tomar una ducha e ir a la cama. —Empuñó la
almohada, respirando por la boca para no inhalar el fresco aroma floral de su
perfume. Algo definitivamente no estaba bien aquí. ¿Pensaba que le debía por
cuidarla? ¿O buscaba un poco de consuelo?
Ella dejó que su camisa se deslizara por sus brazos para revelar un
sujetador rosado de encaje.
—Guau. —Él levantó las manos en un gesto de protección—. Iré a la otra
habitación si quieres cambiarte.
—No quiero cambiarme. —Quitó la almohada de su regazo y tomó su
mano—. Quiero divertirme un poco. Contigo. Eso es lo que he estado tratando
de decirte. Lo que ves... este paquete... la ropa femenina... no soy yo. Es lo que
hice para sobrevivir. Quiero saber quién soy realmente contigo.
El estómago de Ben se tensó y gentilmente liberó su mano. Si hubiera sido
otro, en otro lugar, en otro momento, no la habría rechazado. Pero esta
vulnerable jovencita acababa de pasar por una experiencia traumática. No era
lo correcto de hacer.
—Cariño. Eres una chica hermosa, pero le di a Nico mi palabra de que te
mantendría segura, y eso incluye mantenerte segura de mí. Tendría mi cabeza
si supiera que te toqué.
Ella se inclinó sobre el sofá, poniendo la cabeza en su hombro.
188
puedes cocinar, que en tu apartamento parece que estalló una bomba, y que
usas una camiseta Calamity Jane28 para ir a la cama. Me gusta escuchar tu
música y penetrarte en una oficina sucia y en un aún más desagradable bar de
mala muerte. Despertaste a la bestia, bella. No te negarás a mí.
—Prométeme que no exagerarás. —Mordisqueó su labio inferior—. Tienes
tendencia a reaccionar de forma exagerada en ciertas situaciones.
¿Exagerar? Siempre estaba en control, se enorgullecía de permanecer en
calma en circunstancias difíciles.
—¿En qué situaciones?
Mia había sufrido mucho abuso, pero el sexo con Nico había sido una
revelación. La persecución era emocionante. Dándose a sí misma a Nico,
dejándolo tomar el control, excitada de una manera que nunca había
imaginado antes. No se sentía como una mujer cediendo, sentía más,
simplemente porque sabía que, si le decía que parara, lo haría. Nunca había
sentido ese tipo de confianza con un hombre antes. Ese tipo de seguro. De
empoderamiento.
Pero él no le daba todo. No dejaba libre a la bestia. Su impresionante
autocontrol se extendía al dormitorio, también.
Se le hizo la boca agua ante la idea de Nico crudo y desenfrenado. Tiró
suavemente de su cabello, instándolo a ponerse de pie.
—¿Así que irías más lejos? ¿Más duro? ¿Si no pensaras que me rompería?
—No quiero lastimarte, bella. De ninguna manera.
—Me duele ahora. —Tomó su mano, bajándola entre sus muslos para que
pudiera sentir su humedad. Nico gimió y se hizo cargo, como sabía que haría,
deslizando un grueso dedo a lo largo de sus pliegues. Su eje estaba duro,
sobresaliendo hacia ella desde el nido en sus rizos. Con una fuerza increíble
apartó su mano—. Supongo que será mejor que me prepare para el trabajo.
Se volvió y se alejó, dándole una buena vista.
—Puedes salir por tu cuenta.
—Mia... —Dio un gruñido de advertencia y sus pies se pusieron en
marcha. Riendo, ella corrió a través de la sala de estar y se dirigió a la
habitación.
Él maldijo en italiano mientras tropezaba con los libros, con el equipo de
computadora, y con la ropa esparcida por el suelo. Pero fue rápido, llegando a
la habitación antes que pudiera cerrar la puerta de golpe.
—Te arrepentirás de esto.
El corazón de Mia palpitaba, y retrocedió hasta la cama.
—¿Cuánto?
Se lanzó, alcanzándola. Mia cayó de vuelta en la cama, dejando salir el
aliento. Su juego era aún más emocionante por el hecho de que estaban
desnudos, sin algo que lo detuviera de reclamarla si podía fijarla a la cama. ¿Y
no era eso lo que quería? ¿Pelear y ser sometida por un hombre lo
suficientemente fuerte como para vencerla, lo suficientemente gentil como para
no causarle ningún dolor?
—Cristo, Mia. No quieres jugar este juego conmigo.
—Aparentemente sí, o no estaría peleando contigo desnuda en la cama. —
Se empujó hacia arriba solo para tener su cuerpo regresándola al colchón.
Mia se torció debajo de él, arañando su espalda, tirando de su cabello,
pero sus esfuerzos solo parecieron infligirlo. Dos veces se sacudió de su
194
Ayer por la noche, fue fácil hacerle la promesa a Mia de perdonar a su padre.
Pero ahora, a la luz del día, con las expectativas de todo su equipo reflejadas en
el rostro de Luca, y aún más evidencia de la brutalidad de Don Cordano, que
era una amenaza para Mia mientras tomara aliento, Nico se preguntó si era
una promesa que podría mantener.
—Mejor nos movemos con ese plan —insistió Luca—. Recibí información
de que Don Cordano está en Nueva York ahora mismo. Adivina por qué está
allí, aparte de recibir su bendición para una gran boda italiana que
misteriosamente no tendrá novia.
Nico no necesitó tres conjeturas. Si Tony y Mia se hubieran casado, Nico
habría sido considerado una amenaza para la estabilidad de la alianza. A
Nueva York no le gustaba la inestabilidad de ningún tipo, y Don Cordano no
tendría problemas en obtener su consentimiento para golpearlo.
—Tendremos que hacerlo público más pronto que tarde. —Nico quería
mantener su unión secreta siempre y cuando fuera posible, no solo para que le
diera tiempo dar la noticia a los Scozzari y suavizar la situación política, sino
porque quería mantener a Mia para sí mismo, sin carga y sin mancha por las
expectativas tradicionales puestas en las esposas de la mafia.
—¿Qué vas a hacer? —Luca resopló una risa—. ¿Poner un anuncio?
—Voy a hacer lo que todos hacen después de fugarse. —Su estómago se
apretó—. Iremos a conocer a sus padres.
—¿Y es entonces cuando saltarás sobre Don Cordano?
Nico no pudo responder. No había decidido aún si iba a golpear al
bastardo, o le daría la mano.
198
Veintiuno
L
a mano de Mia tembló mientras empujaba la puerta de entrada de la
casa familiar.
—No hables —dijo a Nico sobre su hombro—. No a menos que
te haga una pregunta.
Se enderezó la corbata y alisó su chaqueta antes de seguirla. Luca y
Frankie se unieron a ellos en el pasillo junto con los tres guardias armados de
los Cordano, que los siguieron después de palmearles en busca de armas.
—No exageres. Dante no es el chico malo aquí. Puede actuar un poco
oficioso porque está al cargo mientras papá está lejos, pero no se parece en
nada a él.
La mandíbula de Nico se apretó y pudo ver el pulso palpitar en su cuello.
—Golpeó y marcó a tu hermana, te hizo sufrir, y no intervino cuando tu
padre intentó forzarte a casarte con mi primo.
Mia se volvió hacia él mientras uno de los guardias cerraba la puerta.
—Sé que puedes mantener la calma bajo presión. Viste mi tatuaje de los
Dodgers, y todavía estoy viva.
Nico apretó los labios.
—Si te toca, o te lastima de cualquier manera, o si dice algo...
Ella tomo un respiró hondo, y luego otro.
199
ser libre.
El corazón de Mia se hundió en su estómago, y sus palabras salieron de
manera horrorizada en un susurro.
—No lo sabía.
—No quería que lo supieras. —Su madre retorció la pulsera alrededor de
su muñeca—. No te lo estoy diciendo para hacerte sentir mal. Hice lo que
cualquier madre hubiera hecho. Pero nunca pienses que una mujer no es
fuerte porque no puedes verla pelear. Hay tanta fuerza en soportar como en
confrontar. Hay fuerza en seleccionar tus batallas y saber cuándo alejarte. Hay
fortaleza al aceptar tus limitaciones y dejar que alguien te ayude. Una mujer
fuerte se fortalece por el dolor que enfrentó y ganó, debido a las batallas que
peleó y que nadie ve, cayendo y retrocediendo otra vez, sonriendo por la
mañana como si no hubiera estado llorando por la noche. Lamento no haberte
enseñado eso. Pensaste que te había abandonado cuando, de hecho, estaba
detrás de ti, apoyándote en cada paso del camino.
—Mamá… —La voz de Mia se quebró, se rompió, y envolvió a su madre en
un abrazo.
—Si esto es real, entonces estoy feliz porque estarás a salvo —murmuró
su madre en su oído—. Pero no lo presiones más. Algunas batallas no podemos
pelearlas solas. —Besó a Mia en la mejilla y dijo—: Iré por algo para tus
invitados. Si no tenemos la oportunidad de hablar antes que te vayas, dile a
Kat que la extraño.
—Lo haré, mamá. —Su ira disminuyó tan rápido como había fluido, el
espacio vacío se llenó de admiración en su lugar.
—Ella también te echa de menos.
Se unió a Nico en el vestíbulo y se dirigió por el pasillo hacia el estudio de
su padre con sus hombres, y el guardia de su padre ocupando la retaguardia.
—Está saliendo bastante bien —susurró Nico—. Quizá incluso podamos
ver tu habitación. —Le pellizcó el trasero y Mia le pegó en la mano.
Luca y Frankie se rieron entre dientes detrás de ellos.
—Compórtate. Todavía tenemos que lidiar con Dante.
La sonrisa de Nico se desvaneció para ser reemplazada por un fruncido
ceño.
—Él no te tocará. Nadie te tocará. Nadie te lastimará. Eres mi esposa y te
protegeré con mi último aliento agonizante.
Mia se rio a pesar de su ansiedad.
—Deberías estar en el cine. ¿Quién habla así? Solo hemos estado casados
por tres días.
—Yo.
202
cerró cuando se dio cuenta de lo que realmente temía, una verdad que había
jurado llevarse a la tumba.
—Dante. Yo no...
—Rev. —La voz de Dante entró en pánico mientras se alejaba del
escritorio, poniendo a Rev delante de él. Rev sacó el arma de su funda, y en un
latido, Nico había empujado a Mia detrás de su espalda.
—No vinimos aquí a pelear. —La voz de Nico era calmada y plana—.
Estamos desarmados. Tus guardias tomaron nuestras armas antes de entrar a
la casa.
—Papá los matará a los dos —dijo Dante desde atrás de la espalda de
Rev—. Cometiste el mayor error de tu vida, Mia.
Mia se encogió por su cobardía. Si su madre realmente había recibido
golpes para protegerlos a todos, entonces Dante había estado escondiéndose
toda su vida. Incluso ahora se escondía detrás de su guardaespaldas frente a
un hombre desarmado. No tuvo que mirar a Nico y sus hombres para
comprobar qué tan poco respetaban Dante, porque había perdido el poco
respeto tenía por él cuando azotó a Kat con su cinturón. No tenía espinas y era
débil, y si algo le sucedía a su padre, la familia no sobreviviría con Dante al
cargo.
—¿Ni siquiera vas a estrechar la mano de tu cuñado? —Luca resopló con
disgusto—. No le faltas el respeto. No le faltes al respeto a tu familia. No le
faltes al respeto a la familia Toscani. Y no le faltes al respeto a tu hermana.
Nico evaluó a Dante con una mirada fría.
—Esto no será olvidado.
Mia le lanzó a Nico una mirada irritada.
—No pudiste evitarlo, ¿verdad? —murmuró en voz baja—. Tenías que
amenazarlo.
A pesar del momento y de la potencial situación volátil, los labios de Nico
se curvaron muy ligeramente en las esquinas.
—Soy lo que soy. —Pasó sus dedos por su espalda—. Terminamos aquí.
—Espera. —Dante salió de detrás de Rev—. No es fácil dejar de lado una
venganza que duró diez años, especialmente cuando está dirigida a mi padre.
—Miró a Mia—. ¿Este matrimonio es real?
—Tengo un certificado. —Sacó el documento oficial de su bolso y lo
sostuvo para que lo viera—. Y un anillo. Nunca te he mentido, Dante, y sabes
que nunca te pondría en peligro.
Dante cruzó la habitación hacia Nico y tendió su mano. No era la forma
italiana habitual de felicitaciones o de saludo, especialmente cuando le dabas
la bienvenida a alguien a la familia, pero dadas las circunstancias, aceptó que
fue lo mejor que pudo hacer.
204
después que voló a Nueva York esta mañana. Acordamos que ha habido
demasiado derramamiento de sangre, y que la guerra entre los Cordano y los
Toscani debe terminar. Y la única forma de eso es honrar los viejos acuerdos
que fueron hechos antes que mi padre muriera. Después de que tu matrimonio
sea anulado, tomaré a tu novia.
—Estás loco. —Mia miró de Tony a Nico y de vuelta a Tony—. No puede
ser anulado sin mi consentimiento, y no lo daré.
—Puede suceder si una de las partes acepta la anulación, y creo que Nico
querrá hacerlo. —Tony les dio una sonrisa astuta y Nico se preparó para la
gran revelación—. Después de todo —continuó Tony—, ¿quién querría casarse
con una mujer que te lleva al hombre que mató a tu padre, un hombre que has
estado esperando destruir por diez años, el objetivo de una venganza que te
honró cumplir, y se queda allí mirando cómo le estrechas la mano?
Dante.
Nico sintió el suelo romperse bajo sus pies. Todos estos años, planeando y
pensando, frustrado porque sus pedidos para vengar a su padre fueron
rechazados una y otra vez, y había estado detrás del hombre equivocado. Con
razón los jefes de Nueva York lo habían rechazado. Debieron haberlo sabido.
Como Mia.
Una mirada a su expresión culpable fue toda la respuesta que necesitó, y
su traición le dolió más que el conocimiento de que esa venganza había estado
cerca.
—No creo que los jefes de Nueva York rechacen tu solicitud para matar al
verdadero asesino de tu padre —dijo Tony—. Después de todo, no era un
hombre hecho cuando disparó a tu padre por la espalda, y esperaste mucho
tiempo.
Nico se obligó a detener la emoción que subía por su pecho y transformó
su rostro en una máscara inexpresiva. No le daría la satisfacción de saber qué
tan profundo su espada había ido. No mostraría debilidad. Ni enojo. Ni miedo.
A pesar de que esta farsa con Mia estaba hecha, nadie vería su dolor. Los
dejaría con la impresión de que sabía lo de Dante, y que nada podría arrancar
a Mia de su lado. Les haría creer que tenía un plan maestro incluso aunque se
había hecho añicos por dentro.
—Vamos, bella. Terminamos aquí.
Por última vez, Nico tomó la mano de la mujer que había sido su esposa
por unos cortos y gloriosos días.
La mujer a la que había abierto el corazón.
La mujer que lo traicionó.
209
Veintidós
—¿D ónde diablos está? —Nico golpeó su puño sobre el capó
de su SUV.
Había sacado el vehículo más grande para
acomodar a todos los hombres y las armas que pudo
llevar después de confirmar que ese puto Dante era el hombre que había
estado buscando. Después de firmar los malditos documentos de anulación,
terminando su matrimonio con Mia, había conducido por la ciudad con Frankie
y Mikey Muscles en busca de Dante. Pero hasta ahora no habían encontrado a
su hombre.
Su hombre. El final de su búsqueda de venganza. El maldito bastardo que
había estrechado su mano.
Algo en su mente lo molestaba. ¿Cómo diablos supo Tony que le había
estrechado la mano a Dante? No era el saludo tradicional que un hombre le
daría a un nuevo cuñado. Tal vez Dante le pasó los detalles de la reunión a
Don Cordano, quien se los pasó a Tony. Tal vez Tony tenía un espía en la casa
Cordano. O tal vez la traición de Mia era incluso más profunda de lo que había
pensado.
—¿Qué demonios le está tomando tanto tiempo a Luca?
Habían estado esperando diez minutos en el estacionamiento fuera de un
bar. Se rumoraba que Dante iba frecuentemente a apostar en la trastienda,
pero hasta ahora no había aparecido.
210
Frankie negó.
—Rev es una amenaza para Nico. Ha estado preguntando por ahí,
tratando de encontrar lugares donde Nico pasa tiempo. Tratará de golpear a
Nico antes de que Nico alcance a Dante, y no sucederá en mi guardia. También
es el traficante de drogas que vendió algunas malas cosas a amigos míos y los
mandó anticipadamente a su tumba. El bastardo es un desperdicio de espacio
y el mundo será un lugar mejor cuando se haya ido.
Rev. Gabe.
El hombre que hizo que Ginger se enganchara con las drogas para que no
pudiera ser la madre de Daisy. El hombre que Ben estaba malditamente seguro
había tocado a su niña de una manera muy mala. Y ahora tenía una pistola en
la mano y sería su vida o la vida de un pedazo de mierda que merecía lo que
recibiera.
Si apretaba el gatillo, Daisy estaría segura. Podría hacer que Ginger se
limpiara. Y no habría ninguna amenaza para Nico. Un criminal habría sido
llevado ante la justicia. Pero Ben habría cruzado la línea que pensó que nunca
cruzaría. Se convertiría en un hombre hecho.
—¿Nico quiere esto? —Aunque no era extraño a la violencia, con una
merecida reputación de cruel y despiadado en el castigo de aquellos que se lo
cruzaban, Nico no mataba indiscriminadamente. Ni mataba por miedo. Incluso
si Rev fuera una amenaza, este golpe no era el estilo de Nico.
—Olvídalo. —Frankie lo ignoró—. La protección de Nico es responsabilidad
de este equipo. Tú me reportas y yo te digo que esta no es una puta opción. Si
no quieres ser hecho, ¿qué diablos has estado haciendo con los Toscani
durante los pasados diez años, o con nosotros los últimos tres?
Entonces Nico no autorizó el golpe. Tal vez esa era su salida. Sí, le
reportaba a Frankie porque Frankie lo reclutó, pero también trabajaba con
Nico directamente. Y si había algo que sabía, es que el jefe no estaría feliz con...
—¿Estás dentro o estás muerto?
—Está bien. De acuerdo. Sí, estoy dentro. —Todavía tenía tiempo de
encontrar una salida, si quería una.
Mikey Muscles los condujo al bar, un típico lugar lúgubre de reunión
criminal lleno de los peores elementos del inframundo de Las Vegas. El aire era
denso con el hedor y los porros, y con cuerpos sucios, y voces gritando una
canción de death metal. Con los altavoces ahogando todo menos los sonidos
más fuertes. El camarero levantó la vista de la usada y astillada barra, y
asintió.
—Lo veo —murmuró Mikey Muscles cuando llegaron a la habitación de
atrás—. Está en una mesa contra la pared, frente a la puerta. Nos verá en 3...
2... 1… —Se movió y Ben levantó su arma.
219
la camisa. Mia recordó lo distraída que estaba mirando sus antebrazos cuando
la ayudó a arreglar el auto. Nunca había imaginado que todas sus fantasías
sobre él ese día se hicieran realidad. O todas sus pesadillas.
Después que terminó la llamada, se quedó en el otro extremo de la
habitación, mirando hacia la ventana. Para un hombre que estaba
constantemente en movimiento, su silencio la alarmó. Podía ver el estrés
grabado en las líneas de su rostro, el conjunto de su mandíbula y el
levantamiento de sus hombros. Podía sentir su dolor.
—¿Todo está bien?
—Son negocios.
Le dolió el corazón por su desdeñoso tono. Esperaba no darle más
problemas con lo que vino a hacer aquí, aunque si era honesta consigo misma,
era solo una excusa para verlo.
—Vine a devolver esto. —Se quitó el anillo y lo puso en su escritorio al
lado de su bolígrafo plateado cuando se volvió para mirarla—. No me siento
bien quedándomelo. Y, francamente, estoy aliviada. Era tan grande que me
sentía como si alguien me fuera a saltar encima en cualquier momento con una
sierra eléctrica preparada para cortarme la mano y conseguirlo.
Vio el temblor más débil de una sonrisa, y luego su rostro se puso en
blanco de nuevo.
—Era temporal. Algo que tenía por ahí.
—Sí, tengo anillos de compromiso de cinco mil dólares alrededor de mi
casa, aunque no puedo encontrarlos debajo de las cajas de pizza. —Mia forzó
una risa, aunque apenas podía respirar por la tensión en la habitación. ¿Por
qué diablos había venido? Jules la había impulsado con su discurso, pero
ahora que estaba sentada frente al hombre que se sentía traicionado por sus
elecciones, podía ver que había sido un gran error. No había esperado que la
perdonara, y claramente no estaba feliz de tenerla aquí.
—Creo que será mejor que me vaya. Jules está afuera, probablemente
causando problemas. —Se levantó y caminó hacia la puerta.
—Si tuviera la oportunidad, habría escogido algo diferente para ti —dijo
Nico en el silencio—. Platino, no oro.
—¿Tal vez con algunos cráneos? —sugirió ella, mientras un rayo de
esperanza parpadeaba en su pecho.
—Algo poco convencional. Un pequeño diseño steampunk, con un
diamante negro en el centro y rosado en alguna parte.
La emoción brotó en su garganta.
—Suena muy específico.
223
—Lo es.
—Bueno, ahora podrás comprar una docena de anillos. —Miró el anillo en
el escritorio, ya extrañando la conexión que representaba.
Caminó hasta el escritorio, y recogió el bolígrafo.
—Solo necesito uno.
—¿Para tu prometida? —Avergonzada, levantó la mano—. No respondas
eso. No es mi asunto. Solo vine para regresarte el anillo y decirte que lo siento.
No tuve la oportunidad de decirte eso antes. Pero lo siento profundamente. Era
una elección imposible. Mi hermano no es una buena persona. Es débil,
egocéntrico y cruel, y cometió un terrible, indecible, imperdonable error contigo
que lastima mi corazón de solo pensarlo. Pero es mi hermano, y aunque creo
que debería pagar por lo que hizo, no podía simplemente ofrecértelo en bandeja
de plata. Dijiste que estabas dispuesto a dejar de lado la venganza contra mi
padre. Esperaba que extendieras ese perdón a Dante. La muerte no es la única
forma de obtener justicia.
Nico le dio la vuelta al bolígrafo con su pulgar.
—No me diste la opción.
—Lo sé. Y merecías tener esa elección. Pero no podía correr el riesgo.
Espero que algún día puedas perdonarme.
—No confiaste en mí. —Recogió el anillo y lo puso en su bolsillo.
—Confío en ti conmigo. No creo que me lastimaras nunca. Pero no, no
confío en ti con la vida de Dante. Tu reputación te precede.
—Tan leal —La miró fijamente mientras giraba la pluma—. No necesitaría
una alianza si todos mis hombres fueran tan leales como tú.
—Lo son. —Le dio una mirada de pregunta—. Por lo que he visto y oído, te
admiran y respetan, y están orgullosos de ser parte de su equipo.
—Aparentemente no todos. —Su garganta se apretó cuando tragó—. Tengo
mi propia imposible elección qué hacer.
Mia nunca lo había visto tan conflictuado. Deseaba abrazarlo, pero tomó
el anillo y dejó claro que lo que tenían había terminado. Darle comodidad física
no era lo correcto de hacer. Ya no para ella. Y no era suya—. Lo siento, Nico.
—Malditamente yo también.
Sacó un folleto de bienes raíces de su bolso y lo dejó caer sobre su
escritorio, su gran intento de hacer algo bueno con el daño que le había hecho.
—Aquí hay algo que puede alegrarte. El Desert Dream saldrá a la venta.
Cuando no respondió, lo presionó.
—Era uno de los hoteles favoritos del Rat Pack, y uno de los últimos
hoteles donde las antiguas Vegas se “encuentran” con Hollywood que quedan.
Su mandíbula se apretó.
224
—Vito, consígueme una reunión con el agente de bienes raíces que está
llevando la venta del Hotel Desert Dream. —Nico atravesó su casino, lanzando
órdenes a Vito sobre su hombro.
—Sí, señor.
225
mesa de dados.
Frankie estaba jugando en las apuesta de línea, una estrategia segura y
una que tenía las mejores probabilidades de ganar.
—¿Qué está pasando con los capos? —preguntó en voz baja.
Frankie dio un paso atrás, lejos de la multitud.
—Tenemos a cinco capos que votarán entre tú y Tony el domingo después
de la iglesia. También tienes un voto, y Charlie Nails romperá el empate.
Tenemos cuatro para ti y uno en contra si puedes traer la alianza Cordano a la
mesa.
Se levantó una ovación y el crupier empujó una pila de fichas en dirección
de Luca.
—¿Qué pasa si no traigo la alianza? —Había estado reflexionando sobre la
alianza durante los pasados días. Dejando a un lado las cuestiones personales,
los Cordano no eran un buen ajuste para los Toscani, al menos no de la forma
en que Nico quería liderar las cosas. Estaban fuertemente en el comercio de las
drogas y estaba decidido a no ir por ese camino. Era una tentación fácil, su
padre le había dicho, pero el dinero fácil venía con grandes riesgos.
Frankie levantó una ceja.
—Sin la alianza, entonces tienes un voto seguro, tal vez dos de tu lado. La
operación de drogas es una gran fuente de ingresos y será difícil sobornar a los
capos contra eso.
—Si la votación no nos sale bien, puede que tenga que romper con la
familia —dijo—. No me involucraré en el comercio de droga. Hay demasiados
jugadores, tríadas, cárteles, pandillas callejeras, rusos, albaneses, todos
queriendo una pieza del pastel. Los federales estarán por todos lados. Y los
riesgos de una larga sentencia de prisión desgarrarán a la familia. Dile a un
chico que tiene una opción de veinte años entre rejas o delatar a su equipo, y
adivina qué camino tomará.
Había pensado mucho sobre su posición después de descubrir que toda la
administración de la facción de Las Vegas de la familia Cordano no tenía
honor. Nico tenía un equipo sólido. Hombres leales, todos excepto uno. Y un
imperio en crecimiento que ahora se jactaba de tener el cincuenta por ciento en
empresas legítimas. Sí, todavía ansiaba la venganza, pero Mia lo había hecho
ver cuán vacía se había vuelto su vida en la búsqueda de ese objetivo, y cómo
la tradición podía ser a la vez una comodidad y una carga.
Podía mirar hacia delante y no hacia atrás, forjar un nuevo camino. Y si
eso significaba romper con la familia para salvarlos, entonces eso es lo que
haría.
—A dónde vayas, iré —dijo Frankie—. Necesitas a alguien para respaldarte
incluso cuando no sabes que necesitas a alguien en tu espalda.
Compartieron una mirada, y Nico sintió un apretón en el pecho. Todavía
227
tenía que lidiar con Big Joe. Y no podía atrasarlo mucho más tiempo. El
maldito Frankie y su naturaleza sobreprotectora.
Frankie se había salido del registro y había dado a Big Joe la asignación
de derribar a Rev en lo que se suponía era un golpe preventivo para proteger a
Nico. Frankie había oído en el subterráneo que Don Cordano había puesto
precio a su cabeza, y Rev era su primera opción para el trabajo.
Pero Big Joe lo había jodido congelándose cuando debería haber apretado
el gatillo. Rev escapó, pero no antes de decir que Big Joe era policía. La
explicación de Big Joe fue fácil, era la cubierta que le había dado a su ex, ahora
novia de Rev, para sacarla de su espalda, pero toda la situación no se sentía
bien con Nico. Necesitaba llamar a Big Joe para llegar al fondo, pero parte de él
no quería saber si era cierto. Le gustaba Big Joe. Confiaba en él. Lo
consideraba un amigo. Antes de hablar con él, necesitaba establecer qué haría
si Big Joe era policía. Don Cordano claramente no se habría compungido
ordenando el tradicional castigo de la Cosa Nostra para Wolf, y con los años,
Nico había repartido su montón de corbatas sicilianas. Pero diez años de
perseguir la venganza para su padre casi le había costado su alma. ¿Cuánto le
costaría castigar a uno de sus mejores amigos, también?
Después de otros diez dolorosos minutos viendo a Luca ganar más fichas
ante la adulación de la borracha multitud, dejó el casino. Condujo sin rumbo y
por las calles de Las Vegas, yendo a cualquier lugar menos al ático frío y
austero del hotel al que llamaba casa. Cuando finalmente terminó fuera del
apartamento de Mia, se dio cuenta de que aquí era a dónde había estado yendo
todo el tiempo. Sin embargo, con todo lo que había sucedido, la necesitaba. A
pesar del dolor que sentía, la deseaba. Ella movía su alma, le llenaba el
corazón y le daba sentido a una vida que había perdido en la venganza.
Durante diez años, Nico había enterrado sus necesidades bajo capas de
autocontrol. Pero Mia había quitado esas capas una por una. Abriéndolo.
Vulnerable. Capaz de amar.
Necesitaba su apoyo y su fuerza. Su cuidado y compasión. Necesitaba la
conexión que calmaba la bestia y lo hacía sentir completo. Necesitaba perdonar
y olvidar para poder ver un camino claro cuando llegara el momento de
enfrentar la traición de nuevo.
La amaba. Y necesitaba que lo supiera.
Mia se despertó con una mano sobre la boca. Inhaló profundamente para
gritar, y Nico murmuró en su oído:
228
Con una pierna entre sus muslos se inclinó y cerró la boca en su pezón,
chupando con tirones duros de su boca. Sintió cada tirón exquisito bajo su
vientre y arqueó la espalda, saboreando la conexión que sentía cuando estaba
con él, esa sensación de rectitud que experimentó la primera vez que se
conocieron.
Él presionó sus pechos juntos, lamiendo un pezón y luego el otro,
excitando ambos hasta que la humedad goteó entre sus piernas. Justo cuando
pensó que no podía soportar más, se deslizó hacia abajo, mordisqueándola y
besándole el estómago hasta que agitó sus caderas, intentando llevarlo al lugar
al que quería que fuera.
Con una mano todavía sosteniendo sus muñecas, Nico se arrodilló entre
sus piernas y pasó el pulgar entre sus labios. Chupó su pulgar, metiéndoselo
dentro de la boca, lo chupó profundamente para mostrarle lo que quería hacer,
cómo podía alejar su dolor.
Un gruñido bajo y ronco retumbó a través de su pecho. Se bajó de la
cama, y se quitó la ropa con eficiente rapidez. Pero cuando se sentó al borde de
la cama con la intención de hacer realidad la promesa de su boca, la presionó
sobre las suaves sábanas y se colocó entre sus muslos separados.
Ríndete a mí, su cuerpo exigió silenciosamente.
Cedió con un suspiro, se recostó, y se abrió al más temido mafioso en Las
Vegas.
Con dedos suaves acarició a lo largo de los lados de sus labios, deslizando
su humedad arriba y alrededor de su clítoris. Sus caderas se movieron
inquietas en la cama, y gimió, instándolo a que entrara.
Nico se instaló entre sus muslos, sus hombros anchos empujando sus
piernas separadas, su aliento caliente con promesa. Mia pasó los dedos por su
cabello, empujándolo hacia abajo con una súplica silenciosa.
La besó profunda, íntimamente, su lengua empujó dentro de ella. Jadeó y
se resistió contra él, dándose a sí misma el placer de su sensual boca.
Levantando sus caderas, la llevó al borde mientras lamía y chupaba,
alternando empujes profundos de su lengua en su centro con toques de ligeros
en su clítoris. Todos sus músculos temblaban de anticipación, su estómago se
hizo un nudo.
Sintió su grueso dedo abriéndola, deslizándose lentamente, torturándola
con placer. Sus piernas temblaban incontrolablemente y agregó un segundo
dedo, metiéndolo duro y rápido en ella. Su trasero se empujó fuera de la cama,
y se movió hacia él, el hambre sacándola de control.
La presionó hacia abajo, sosteniéndola en su lugar. Sus dedos entraron y
salieron; su lengua frotó fuerte y rápido, enviándola más y más alto, su
excitación alcanzó un pico justo cuando chupó su clítoris con su boca.
Rompió el silencio con su nombre en los labios, ondulando pulso tras
231
—Deséame suerte.
—No necesitas suerte—dijo Kat—. Tienes fuerza. Me tienes a mí. Y ahora,
tienes a Nico.
Con el corazón latiendo con fuerza, Mia abrió la puerta y entró a la oficina
de su padre. Esta vez no había fuego en la chimenea, aunque las cortinas aún
estaban cerradas. Tenía dos guardias con él que no reconoció, y estaba
sentado, como de costumbre, detrás de su escritorio.
—Escuché que te casaste con Nico Toscani. —Sus ojos oscuros brillaron
mientras la ira se deslizaba sobre su rostro.
—Sí.
—No soy tonto, Mia. Sé que lo hiciste para zafarte del matrimonio con su
primo. Eres una chica estúpida si pensaste que podrías desafiarme. —
Garabateó en un pedazo de papel delante de él, como si su conversación no
fuera más que una charla banal.
—En parte tienes razón. —Enderezó sus hombros—. Al principio, lo hice
para no tener que casarme con Tony, y para salvar a Kat de cualquiera de tus
abusos, pero me importó cuando me casé con él, y ahora lo amo. Así que si
crees que voy a aceptar que el matrimonio sea anulado, piénsalo de nuevo.
Igual que con todos los matrimonios de la Cosa Nostra, es para siempre.
—Siempre solo dura hasta que uno de ustedes esté muerto. —Miró hacia
arriba y la sostuvo congelada con la cruel sonrisa de sus labios—. Eso te da
alrededor de una hora para disfrutar de tu felicidad matrimonial.
El pavor se deslizó sobre ella, dejando piel de gallina en su estela.
—¿Qué vas a hacer?
Le dio una sonrisa arrogante.
—La pregunta no es lo que voy a hacer, es ¿qué hiciste tú? Envié a alguien
para lidiar con el problema. No puedo dirigir un negocio cuando Dante está
siendo perseguido por la ciudad por ese bastardo Toscani, quien simplemente
no puede renunciar a la patética venganza a la que se ha aferrado durante diez
jodidos años. —Su fachada tranquila se deslizó y golpeó su puño sobre el
escritorio—. Tampoco tolero que mi propia hija me falte al respeto y esté
decidida a deshonrar a la familia.
—¿Le pusiste un contrato de muerte?
Su padre se rio.
—No puse un contrato de muerte sobre él. Le puse una trampa. Volví su
puta búsqueda de venganza contra él. Lo envié a cazar por la ciudad con pistas
falsas sobre Dante, y esta noche lo sacaré de su miseria. Sabe dónde está, e irá
directo a liquidarlo. Excepto que Dante no es quien terminará muerto. Y solo
para asegurarme de que nada salga mal, pedí un poco de ayuda. No soy el
único que se beneficiará si Nico Toscani desaparece. El resto de su familia
quiere deshacerse de él, también.
234
Lo miró horrorizada.
— ¿Estás trabajando con Tony?
—Pronto será mi nuevo yerno, y es un hombre que comparte mi visión de
cómo hacer que la Cosa Nostra sea grandiosa de nuevo en Las Vegas.
La furia se levantó en su pecho como una bola de fuego.
—Si lo lastimas, te destruiré. Todo lo que has construido, todo lo que
tienes, te lo quitaré. No descansaré hasta que no seas nada.
—Otra vendetta. —Su padre levantó una mano—. No tengo miedo de ti,
Mia. Eres mujer, y por alguna razón nunca has podido aceptarlo. No eres una
amenaza para mí. Soy más grande que tú, más fuerte que tú, y más poderoso
de lo que puedas imaginar. Te conozco desde el día que naciste, y aunque
estabas desesperada por probarte ante mí, tu compasión fue un defecto fatal.
Nunca podrás apretar un gatillo y tomar la vida de un hombre. Y hasta que lo
hagas, nunca serás suficiente, nunca serás digna de mi respeto. Nunca serás
tan buena como un hijo.
Por alguna razón, sus palabras no la lastimaron como solían hacerlo. Sí,
era mujer. Y nunca se había dado cuenta de lo fuerte que podía ser hasta que
encontró a Nico otra vez. En las pasadas semanas, había aprendido cómo
abrazar lo que significaba ser mujer, y encontró un hombre que la aceptaba y
la amaba por lo que era.
—No quiero tu respeto—escupió—. Especialmente si evalúas a un hombre
por su capacidad para tomar una vida. —Sus manos se cerraron en puños tan
apretados que sus uñas se clavaron en sus palmas—. El carácter hace a un
hombre, no las circunstancias de su nacimiento o el poder que posee o su
capacidad de disparar un arma. Se trata de laselecciones que haces y cómo
tratas a las personas a tu alrededor, se trata de la misericordia que muestras
cuando has sido perjudicado y las cosas que haces cuando nadie está
alrededor para verte. Tú no tienes carácter. No hay nada sobre ti que respete o
admire. No me importa lo que pienses de mí ya, porque no pienso nada de ti.
Se movió para irse, pero uno de los guardias la agarró de los brazos. Antes
de poder detenerlo, puso un par de esposas alrededor de sus muñecas.
—¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo? Intentó correr, pero el guardia la
agarró y la obligó a volver a la silla.
—Te quedarás aquí hasta que sepa que nuestro pequeño problema fue
resuelto—dijo su padre. Entonces te prepararás para tu boda mañana. Tony y
yo no vemos ninguna razón para perder el tiempo. —Hizo un gesto a los
guardias—. Átenla a la silla. Uno de ustedes vendrá conmigo. El otro se
quedará fuera de la puerta y la vigilará. —Miró a Mia y sonrió—. Honestamente
puedo decir que nada me complacería más que entregarte en tu maldita boda.
235
Vito negó.
—No señor. Nada. Le dimos las bebidas usuales, y casi se terminó una
botella de bourbon. No estuvo interesado en la comida ni en las chicas que
enviamos. ¿Es posible que no sepa que eres el dueño del casino?
—Posible, pero poco probable. —Nico miró las cámaras de seguridad en
vivo en su computadora y amplió la vista en la sala de altas apuestas. Su ojo
en el cielo era de alta tecnología, podía ver los movimientos de las manos de los
repartidores. Los repartidores eran a menudo los mayores tramposos en el
casino, atraídos por el acceso fácil al dinero y la distracción de las multitudes.
Reconoció a Dante de inmediato, estudió sus ojos inyectados en sangre, el
rastrojo en su barba. Parecía un hombre en autodestrucción. Si realmente
quería morir, había venido al lugar correcto.
Revisó el arma en su funda y se puso la chaqueta.
—Vamos.
—Quizás deberíamos esperar a Frankie. —Luca revisó su teléfono—. Me
envió un mensaje de texto diciendo que está en camino. Debería estar a solo
veinte minutos.
—Dante podría haberse ido en veinte minutos. —Nico todavía no había
decidido qué haría cuando se encontrara con Dante cara a cara, esta vez
sabiendo que había matado a su padre—. Vito, llama y asegúrate de tener
seguridad extra en la sala de altas apuestas. Diles que desalojen a todos,
excepto a los jugadores en la mesa de Dante.
—Sí, señor. Iré y me aseguraré de que todo esté listo. ¿Quiere que las
cámaras estén apagadas en esa habitación?
—Sí, apágalas. Louis estará a cargo de la sala de control esta noche. Dile
lo que está pasando.
—Muy bien, señor. —Vito acarició su cabello plateado mientras se
apresuraba fuera de la oficina de Nico.
—Luca, tienes mi espalda. —Se levantó, una breve imagen de Mia
parpadeó en su mente. Todavía la deseaba en este escritorio. Tal vez cuando
todo esto terminara, haría realidad cada maldita fantasía que había tenido la
primera vez que entró a su oficina.
—Siempre tengo tu espalda. —Luca lo siguió fuera de la oficina—. Podría
no impedirte cometer errores estúpidos, pero te puedo prometer que no
enfrentarás las consecuencias solo.
—Eso es jodidamente hermoso—dijo Nico secamente, mirando por encima
del hombro.
Luca sonrió.
—Un poco como yo.
237
Veintiséis
—J
esucristo, qué desastre. —Jack caminó hacia el lado del
porche mientras los paramédicos sacaban el cuerpo de
Ginger de la casa. El equipo forense se había ido hacía
poco, y a Ben acababan de darle permiso para entrar.
Echó un vistazo al vehículo donde Daisy estaba acurrucada en el asiento
trasero con su manta. Le había hecho prometer mirar su libro de cuentos
hasta que le dijera que levantara la cabeza. No quería que el último recuerdo de
su madre fuera de los asistentes de la ambulancia sacando una bolsa para
cadáveres en una camilla.
—Lo siento, Ben. —Jack le dio una torpe palmadita en la espalda mientras
caminaban a la sala de estar, donde había encontrado a Ginger muerta en el
sofá. Aunque tendrían que esperar los resultados de la autopsia, el equipo
forense había estado bastante seguro de que había tomado una sobredosis del
mismo producto contaminado que recientemente inundaba las calles.
—Me duele que se haya ido y que Daisy no tenga madre, pero aparte de
eso ella no era nada para mí. Y estoy jodidamente enojado con Rev por darle
esa mierda contaminada. —Se encogió de hombros—. Cristo, Jack. Si hubiera
puesto una bala en su pecho cuando tuve la oportunidad, esto no habría
pasado. Todavía pienso que algo estaba pasando con él y Daisy. El bastardo
merecía morir.
—No digas eso. —Jack miró hacia la ventana cuando la ambulancia se
alejó—. Hiciste lo correcto. No era una amenaza para ti ni para otra persona en
238
ese momento. Y, probablemente, ni siquiera sabe que las drogas que le compró
a Ginger estaban contaminadas. Hemos tenido un aumento de llamadas sobre
sobredosis en las semanas pasadas de un lote letal de drogas que entró en la
ciudad, un cóctel tóxico de fentanyl y otros opiáceos. Tuvimos veinticuatro
sobredosis en las primeras veinticuatro horas, y los números están subiendo.
—Nico todavía no me ha llamado. —Ben retrocedió a la puerta—. Pero
cuando lo haga, será mi final.
La llamada era una orden formal para que un hombre hecho se reportara
con sus superiores, por lo general, para poder ser disciplinado, en otras
palabras: recortado. Ben no estaba hecho, pero Frankie había usado la
terminología cuando se le ordenó que se quedara en Las Vegas hasta que Nico
lo contactara, por lo que se imaginó que el resultado final sería el mismo.
—La oferta todavía está allí para sacarte. Tienes una pequeña niña en la
cual pensar y ahora no tiene madre. Hablé con un juez y ahora es una simple
formalidad que tengas la custodia. Podrá ir a donde sea que vayas.
Ben negó.
—No podré jugar a la familia feliz en un suburbio si estoy mirando sobre
mi hombro constantemente, durmiendo con una puta pistola debajo de mi
almohada, preocupado sobre si el chico al otro lado de la calle ya lavó su
automóvil ayer, o si ese plomero lleva una llave inglesa o un rifle de asalto. Si
sales de la mafia y asumen que eres culpable, entonces sé cómo terminará eso.
Un día, un Chrysler 300C se detiene en la puerta, entran dos tipos, pum, pum,
estoy muerto, y Daisy es huérfana, si la dejan vivir. De lo que hablamos antes
es un mejor plan. Daisy se quedará contigo y tu esposa, irá a la misma escuela,
verá a los mismos amigos, y yo tomaré mis posibilidades con Nico. Si resulta
mal, tengo una tía en Florida que dice que puede recibir a Daisy.
—¿Qué tan buenas son esas probabilidades si averigua que has sido
encubierto por diez años? —Jack se volvió hacia Ben y se cruzó de brazos.
—A él solo le importarán los tres años que estuve en su equipo —dijo Ben,
su mirada vigilante en Daisy—. Y le diré que no lo delaté. Nunca se involucró
con el tráfico de drogas, Jack. Sin prostitución. Sin tráfico humano. Sin
negociación de armas. Dirige un casino limpio. No digo que no se haya pasado
de la raya. No digo que no sea un delincuente, es probable que tenga uno de
los mayores recuentos de cuerpos en la ciudad. Y las cosas que le hizo a la
gente con las que se cruzó, bueno, me asustan como la mierda. Pero es justo, y
hay líneas que no cruza. No es un maldito asesino como Tony, que mata solo
por el placer de matar. Nico es un chico malo que solo golpea a los malos. No
es un santo, pero tampoco es un pecador.
—¿Estás tratando de convencerme a mí o a ti mismo?
Buena pregunta. Había luchado por los pasados tres años sobre la línea
entre lo bueno y lo malo. ¿Cómo podía pensar en Nico como un buen hombre
cuando se ganaba la vida violando la ley? ¿Qué era malo y qué estaba bien?
239
podía toca mis juguetes. No tenía nada para abrazar por la noche, y no quería
estar sola ahí.
Ben sintió al instante alivio de que su peor pesadilla no se hubiera hecho
realidad, y enojo porque Gabe usara los juguetes de su hija, los juguetes que
había comprado para ella, como lugar para esconder sus drogas.
—¿Sabes lo que hizo con ellos?
Daisy asintió.
—Se los dio a su amigo que venía de visita todo el tiempo. Pensaron que
no estaba escuchando, pero lo hacía porque me gustaba despedirme de los
juguetes que el amigo de Gabe se llevaba.
Ben sintió erizarse la piel de su nuca.
—¿Alguna vez viste a su amigo? ¿Recuerdas cómo se veía?
—Sí. Era plateado.
Si no puedes localizarlo, prueba con Vito. El suyo es el único otro número que
tengo del casino.
—Sin respuesta para Nico. Le enviaré un texto. —Kat escribió rápidamente
y luego se movió por el teléfono de Mia y presionó el número de Vito—. Alguien
está respondiendo. —Sostuvo el teléfono en la oreja de Mia, y soltó un suspiro
de alivio cuando Vito dijo hola.
—Necesito hablar con Nico. Es urgente. Creo que alguien está detrás de él.
—Mia intentó mantener sus piernas quietas mientras Kat tiraba de las cuerdas
alrededor de sus tobillos.
—El señor Toscani está en una reunión en su oficina con Frankie y Luca—
aseguró Vito—. Dio instrucciones estrictas de no ser molestado. Hay dos
guardias fuera de su puerta y otros dos en el ascensor. —Se rio entre dientes—
. Estoy seguro de que usted, más que nadie, sabe cuán seguro es el casino,
especialmente después que nos envió el informe final de la prueba.
Implementamos todas sus sugerencias de inmediato. Le aseguro que el Sr.
Toscani está perfectamente a salvo, pero me aseguraré de que todos los
guardias vigilen por actividades sospechosas.
—Gracias, Vito.
—Un placer, señorita Mia.
Kat terminó la llamada y cortó las cuerdas.
—Aquí tienes.
Mia movió sus pies para aumentar su circulación.
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que el guardia se despierte?
—Mamá le dio muchas pastillas por lo que creo que bastante, pero no creo
que papá esté fuera por mucho. Le dijo a mamá que mantuviera la cena
caliente.
—Ayúdame y enciende la computadora. Le mostraré cuán poderosa puede
ser una mujer. —Se instaló en el asiento de su padre con las manos todavía
esposadas detrás de la espalda, y miró la pantalla—. No se desconectó. Qué
conveniente. Esa es una contraseña menos que tengo que hackear.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Kat.
—Algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. Entraré y arruinaré
todo con un solo clic. —Le indicó a Kat que encendiera la conexión de escritorio
remoto y la hizo llamar a Jules.
—Necesito ayuda para descifrar un par de contraseñas y piratear las
cuentas bancarias de mi padre. ¿Estás despierta para un poco de diversión con
sombrero negro? Solo contraseñas. No quiero que toques nada en los sistemas.
No quiero que te metas en problemas por mi culpa.
Jules se rio.
—He estado esperando este momento desde el día que me atrapaste
242
—Solo puedo suponer que viniste aquí a buscarme. —Nico nunca había
245
visto a un hombre que se viera tan destrozado como Dante: corbata oblicua,
camisa arrugada, cabello revuelto... Completamente diferente al hombre que le
había estrechado la mano en la casa familiar Cordano.
—Me estabas buscando. —Dante levantó sus cansados ojos inyectados en
sangre, su rostro pálida y sin brillo como si su vida hubiera sido succionada—.
Pensé en salvartedel problema. Aquí estoy.
Entonces esto era todo. Cara a cara con el asesino de su padre después de
diez largos años.
Las cámaras de seguridad estaban apagadas. Nadie lo detendría. Dos
hombres leales estaban a su espalda. Si sacaba su arma y le disparaba ahora,
su padre finalmente sería vengado. Era todo lo que siempre había deseado,
todo lo que había soñado desde el momento en que sostuvo su cuerpo sin vida
entre sus brazos.
Su mano se deslizó cerca de su cintura, donde su arma estaba enfundada.
Le había hecho una promesa a Mia. Una promesa a él mismo. Si apretaba el
gatillo, estaría de vuelta donde comenzó. Tenía que ser de otra manera.
—¿Qué estás haciendo aquí?—Bajó su mano, estudiando al hombre al
otro lado de la mesa—. Un hombre que disparó a otro por la espalda, y luego se
escondió detrás de su padre durante diez años, no es el tipo de hombre con el
coraje deenfrentar su propia muerte.
—Quizás estás equivocado. —Dante revolvió el bourbon en su vaso—. Tal
vez terminé con la vida de la mafia y quería hacer una cosa valiente antes de
morir.
—Las circunstancias pueden cambiar—dijo Nico—. Pero no el carácter de
un hombre.
Dante soltó una risa amarga.
—Una vez cobarde,siempre cobarde. Tienes razón sobre eso. Siempre tuve
demasiado miedo de hacer frente a mi padre. Hacía lo que sea que me
ordenara, incluso cuando estaba gritando por dentro. Mia piensa que mi padre
me engañó para disparar a tu viejo. Pero la realidad es que sabía que no estaba
armado. Solo que no tuve elección. ¿Sabes qué le hace a un hombre cuando va
en contra de su conciencia? Se come tu alma hasta que no queda nada, hasta
que te conviertes en nada más que el instrumento de la voluntad de otra
persona.
—¿Estás diciendo que no fue tu culpa?—Nico resopló su burla—. ¿Que te
obligó a hacerlo? Esa es una forma cobarde de verlo. Siempre tenemos una
opción. Son las elecciones que hacemos en la vida lo que nos definen.
Se apartó del taburete. Dante era un hombre patético, roto. No necesitaba
su muerte. Mia le había mostrado una vida más allá del vacío de la venganza.
—O, a veces, son las elecciones lo que hacen que nos maten. —Dante
246
La puerta se abrió, solo una grieta, y luego más. Louis miró a Mia y sus
ojos se agrandaron.
—Jesús. La mujer del cuchillo. —Intentó empujar la puerta y cerrarla,
pero Mia metió su pie y se abrió paso a empujones.
—Es Sra. Toscani para ti. Y no estoy aquí para causar problemas. Estoy
tratando de encontrar a Nico. Está en algún lugar del casino, y está en
problemas.
Louis miró hacia el mar de monitores tras él.
—No puedo dejarte entrar. Esta es un área segura.
—¿Me estás tomando el pelo? Me dejaste entrar cuando estaba vestida
como una gogó.
Louis apretó los labios.
—Y pagué un gran precio por eso. Aún tengo putos hematomas.
—¿Nico te golpeó?
Su rostro se volvió duro.
—No hablo de negocios con mujeres.
Ah. Está bien. Era una “mujer”.
Pero no cualquier mujer. Era la reina de la mafia.
—Te llamas Mikey Muscles, ¿no es así?
Louis la miró cautelosamente.
—Sí.
—Bueno, Mikey Muscles, la esposa de tu capo te está diciendo que la
dejes entrar. ¿Realmente quieres que averigüe que me dijiste que no? Es
posible que te haya golpeado antes, pero eso no será nada comparado con lo
que te hará cuando le diga que te negaste a dejarme entrar. Y cuando termine
contigo, si queda algo, será mi turno. El cuchillo con el que te apuñalé no es mi
única arma.
—Joder. —Abrió la puerta—. Ahora es como si tuviera dos malditos jefes.
—Eres dura —susurró Kat mientras alcanzaban la puerta—. Quiero ser
igual que tú.
—Déjala abierta—dijo Louis. —No quiero que nadie diga que estuve solo
en una habitación con la esposa del jefe.
Después de perder cinco minutos buscando a Nico, Mia levantó las
manos.
—¿Dónde está? ¿Qué tipo de sistema es este? Pensé que podías rastrear a
una persona desde el momento en que entraba en el casino.
—Podemos hacerlo. —Louis se rascó la cabeza—. Pero no está aquí.
248
—Estaciónate allí. —Nico se inclinó sobre el asiento y dirigió a Big Joe por
un polvoriento camino en la frontera de Nevada. —Apaga las luces.
Big Joe detuvo el auto. Una luna llena se había levantado detrás de ellos
mientras conducían fuera de Las Vegas, lanzando un triste resplandor plateado
a través de la noche de ébano.
Hermosa. Nico hizo una nota mental para venir al desierto por la noche en
algún momento cuando no estuviera planeando golpear a alguien o tirar un
cuerpo.
Mikey Muscles encendió su gran foco y lo colocó en el capó del vehículo
mientras Nico y Frankie salían del auto. Frankie abrió la puerta de Big Joe y lo
instó a moverse con un movimiento de su pistola.
254
haría reír pensar en ti sentado en un taxi de camionero. —Su voz cayó baja con
arrepentimiento. Extrañaría a Big Joe.No podía imaginar al equipo sin él—.
Sabes que no puedes regresar.
—No tiene que dar un paseo. Me tiene a mí. —Las manos de Kat
encontraron sus caderas y miró a Nico. No podía creer cuánto había cambiado
en un período tan corto de tiempo. Se fue la suave y gentil gatita, y en su lugar
había una leona que había aprendido a usar sus garras. No le había dicho a
Mia sobre sus planes para Big Joe, pero ahora que Kat los había entendido,
solo podía imaginar su reacción.
Y podía imaginarse lo que haría para calmar a su pequeña tigresa.
—Así que esto es un adiós. —Big Joe estrechó la mano de Nico—. Hablaba
en serio cuando dije que fue un honor.
La emoción brotó en el pecho de Nico.
Esta era la parte del negocio que no disfrutaba. Cuando lo político se
volvía personal. Cuando perdía a un amigo.
—Si alguna vez dejas de ser policía, sabes dónde encontrarme. —Nico
abrió la puerta.
—Si alguna vez dejas de ser un mafioso...—Big Joe negó—. Nah. Nunca
sucederá. Naciste para serlo.
258
Veintinueve
A
ctúa como una esposa de la mafia...
... con una actitud de punk-rock.
Mia pasó a los guardias de seguridad y entró a la sala de altas
apuestas en el Casino Italia, clavando firmemente sus tacones altos en el suelo
recién pulido. La policía había llegado rápidamente después de la llamada al
911, pero no lo suficientemente rápido. Solo encontraron el cuerpo de Vito, al
que le disparó un oficial encubierto en el cumplimiento del deber, junto a un
invitado inocente, Luca, en la sala de altas apuestas. Como testigo ocular, y
actriz consumada, Kat Cordano, explicó que había estado jugando solo con
Luca cuando el loco Vito irrumpió y comenzó a disparar sin provocación
después de ordenar que las cámaras fueran apagadas.
El cuerpo de Dante fue “encontrado” en un auto quemado en el desierto al
día siguiente, su muerte se informó como consecuencias de la guerra civil entre
familias de la mafia.
Aunque Mia no podía perdonar sus crímenes, estaba contenta de que
Dante al menos hubiera encontrado paz, y lo recordó por el hermano amante
de la diversión que solíaser.
Vio a Nico de inmediato, sentado en el lado opuesto de una mesa de
blackjack. Lo estudió por un momento, intensamente consciente de la fuerza
oculta detrás de ese traje a medida, del poder que ahora ejercía como jefe de
una nueva facción familiar, la intrepidez con la que había entrado en la guerra
con Tony y su equipo.
259
—Tengo algo que vale mucho más. —La guio a través del casino,
señalando las nuevas mejoras que estaba probando para la remodelación del
Hotel Desert Dream. Abrió elascensor con su tarjeta llave, y momentos más
tarde estaban en el décimo piso.
—Pensé que íbamos a salir. —Miró alrededor de la recién decorada oficina,
tan diferente de la primera vez que estuvo aquí. Madera oscura, rico cuero y
alfombra berber color crema oscuro habían reemplazado la decoración fría y
funcional, y las paredes ahora eran una colorida mezcla de carteles de viejas
películas y fotografías de gánsteres de los días cuando la mafia gobernaba la
Franja.
—Nos quedaremos. —Después de cerrar la puerta, se instaló en la silla de
cuero detrás de su nuevo escritorio de roble.
—¿Por qué me pediste que me vistiera? Podría haber venido directamente
del trabajo. Tuve que dejar a Jules a cargo para poder llegar a casa temprano y
cambiarme.
Una sonrisa lenta y sensual se extendió en su rostro.
—He estado imaginando este momento desde la primera vez que
caminaste en mi oficina. Las cosas que quería hacerte esa noche, bella... —
Lamió sus labios como un depredador a punto de darse un festín—. Quiero
todo. Ahora.
—¿Quieres esa noche otra vez?
—Sí, pero esta vez no saldrás por la puerta.
Ella se estremeció en deliciosa anticipación por la mirada perversa en sus
ojos. Oh, sí. Estaba totalmente de acuerdo con su plan.
—Siéntate—Hizo un gesto hacia la silla frente a ella, su tono mezclado con
el mismo trazo de orden que había escuchado esa primera noche.
Mia apretó los labios, intentando recordar cómo había pasado su primer
encuentro.
—Prefiero estar de pie.
Nico expresó su disgusto con un ceño fruncido.
—Siéntate—dijo secamente—. O te obligaré a sentarte.
—¿Estás tratando de excitarme?
Él luchó contra un ladrido de diversión.
—Eso no es lo que dijiste. Recuerdo cada palabra. Me preguntaste si
quería romperte la nariz, y te dije que eras demasiado encantadora para
hacerlo.
—¿Ese es un halago? —Arqueó una ceja y puso una mano en su cadera,
tirando de su vestido solo lo suficiente como para darle una pista de lo que
estaba escondido debajo. Aunque no continuó, recordaba su conversación,
261
ardiente beso.
Mia se derritió contra el calor y la fuerza de su cuerpo.
—Me gustarían tres Elvis esta vez, dos botellas de vodka, y una bonita y
larga ceremonia religiosa, así podré verte luchar con tu autocontrol. Y aún me
gustaría consumar nuestro matrimonio en el baño de Red 27.
Nico rio entre dientes.
—Todo lo que quieras.
—¿Lo que quiera?—Lo miró, a su tierna expresión, a la suavidad en sus
ojos.
31
Querida.
—Sí. —Apretó sus brazos alrededor—. Te daré cualquier cosa. Mi cuerpo.
Mi corazón. Mi alma. Todo lo que tengo, todo lo que soy, es tuyo.
—Quiero un para siempre—susurró.
—Cara mia. —Rozó sus labios en un beso gentil—. Ya tienes un para
siempre. Te lo di la primera vez que te sostuve en mis brazos.
Fin.
264
Próximo libro
L
uca Rizzoli casi fue destruido por una brutal traición que le costó su
familia. Ahora es un despiadado jefe del crimen en la ciudad del
pecado que lucha para que nada toque su helado corazón, hasta que
un ardiente encuentro con una hermosa desconocida enciende su pasión. Una
noche no es suficiente para un hombre que toma lo que quiere, pero su
misteriosa tentadora se escabulle.
265
por una sobredosis en una bañera del Hotel Golden Dreams esa misma noche.
Luca no había estado preparado para el trauma emocional de la muerte de
Gina.
Claro que le importaba, disfrutaba pasando tiempo con ella, y juntos
tenían un hijo de dos años. Pero no la amaba, nunca había fingido amarla, y
sus acusaciones de un matrimonio vacío llevándola a las drogas y a otros
hombres casi lo habían destruido.
Casi.
Fue su disparo de despedida lo que había hecho el daño real. Su engreído
exceso de confianza lo había cegado a lo que estaba pasando justo debajo de su
nariz.
Tambaleándose por el impacto e incapaz de compartir las profundidades
de la traición de Gina con su mejor amigo, Nico Toscani, ahora autoproclamado
jefe de la familia del crimen Toscani, se había descarrilado. Envió a Matteo a
vivir con su madre, y se dedicó a entumecer el dolor.
Vivió ferozmente. Vivió en grande. Vivió para el momento. Mujeres. Peleas.
Bebidas alcohólicas. Dados. Asumió los trabajos más peligrosos, y se
encargaba de los deudores más atrevidos.
Su actitud hacia el riesgo se volvió casi caballeresca mientras buscaba
incansablemente la restauración del honor de la familia, destruido por su
padre hacía muchos años, demostrando ser el más leal a los caporegimes de
Nico.
De ahí el error que lo había llevado a su situación actual.
Apretando los dientes, se movió en la incómoda cama de hospital. El dolor
atravesó su pecho y contuvo un gemido. Podría haberse ahorrado mucho dolor
si hubiera estado usado un chaleco antibalas cuando se interpuso en la
trayectoria de la bala que iba al corazón de Nico. Pero a veces, en el pozo de la
desesperación, eso era mucho más atractivo.
Un resplandor amarillo pálido parpadeó en la puerta y su pulso dio un
salto sacándolo del mar de lamentación.
La enfermera Rachel lo visitaba todas las noches para darle alivio a otro
tipo de dolor.
Incluso herido y roto, su orgullo se alzaba por los continuos cuidados y
atenciones a su persona, y con su vida yendo hacia abajo, no había tenido que
poner mucho esfuerzo en convencer a la joven enfermera de arrodillarse y
envolver sus regordetes labios alrededor de la única parte de su cuerpo que no
le dolía.
Luca tenía un don para seducir a las mujeres.
Dulces palabras fluían fácilmente de su lengua. Su sonrisa podía hundir
miles de naves. Era una delgada, mala, máquina de pelear, pero su pene era lo
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Angelo. Durante los pasados cuatro años, se había perdido. Ahora, fue
encontrado.
—Estás mirando.
Su cálida y rica voz se deslizó a través de él como un suave whisky
canadiense que termina en su paladar con un susurro de calor.
—Solo me preguntaba, bella, —levantó la mirada hacia los ojos azules y
suaves enmarcados en pestañas doradas y gruesas—, ¿quién dispararía a un
ángel?
Sarah
Castille
Sarah Castille es una autora
galardonada que escribe romance
contemporáneo y suspense romántico con
héroes alfa tremendamente sexys y
mujeres que los domestican.
Sus libros tienen apareció en las listas
de los más vendidos de USA Today y New York Times.
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