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DEDICATORIA ____________ 3 15 ______________________ 116
SINOPSIS ________________ 5 16 ______________________ 121
PRÓLOGO _______________ 6 17 _____________________ 129
1 ________________________ 7 18 ______________________137
2 ________________________15 19 _____________________ 145
3 ________________________ 21 20 _____________________ 152
4 _______________________ 29 21 ______________________ 161
5 _______________________ 35 22 _____________________ 168
6 ________________________41 23 ______________________175
7 _______________________ 50 24 _____________________ 184 4
8 _______________________ 55 25 _____________________ 194
9 _______________________ 68 EPÍLOGO ______________ 198
10 ______________________ 78 GRUDGE _______________ 200
11 _______________________ 84 NOTA DE LA AUTORA ___ 201
12 _______________________91 AGRADECIMIENTOS_____ 202
13 ______________________ 101 SOBRE LA AUTORA _____ 203
14 _____________________ 108
Odiaba el fuego. Odiaba cómo el humo envolvía mi cuerpo desnudo,
picando mi piel con brasas desafiantes. Odiaba el olor a carne quemada,
las cenizas pesadas en mi lengua, mi alma carbonizada como astillas en
lo más profundo de mi pecho.
ESTÁ MUERTA, JULIET.
NO HAY NADA MÁS QUE PUEDAS HACER…
Arrastrando mis pies sangrantes a través del concreto, caminé
hacia las llamas. El calor lamió mis mejillas. Las sirenas en la distancia
insultaban mis oídos.
MUERTA, MUERTA, MUERTA.
Todo esto comenzó porque tomé una decisión. Porque me enamoré.
Porque fui una chica solitaria que se aferró a hombres peligrosos.
ELLA ESTABA MUERTA POR

Malice Mafia #2
Odiaba el fuego. Odiaba cómo el humo envolvía mi cuerpo desnudo,
quemando mi piel con brasas desafiantes. Odiaba el olor a carne
quemada, las cenizas pesadas en mi lengua, mi alma carbonizada como
astillas en lo más profundo de mi pecho.
—Está muerta, Juliet —susurró Nick—. No hay nada más que
puedas hacer…
Lo aparté de un empujón y sollocé con fuerza y sin miramientos.
Arrastrando mis pies sangrantes sobre el concreto, caminé hacia el fuego.
El calor me lamió las mejillas. Las sirenas a lo lejos maldecían mis oídos.
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—Muerta, muerta, muerta —susurró Anthony mientras se mecía
de un lado a otro en el concreto.
William fue el único que me impidió saltar a las llamas. Envolvió
sus brazos a mí alrededor mientras yo gritaba. Lo odiaba por salvarme,
por amarme.
Todo esto comenzó porque tomé una decisión. Porque me enamoré.
Porque fui una chica solitaria que se aferró a hombres peligrosos.
Ella estaba muerta por su culpa.
Estaba rodeada por extremidades podridas y cortadas, cubiertas
de una mezcla rancia de sangre y barro. El aire olía de forma implacable.
Era un hedor que bailaba a nuestro alrededor. Terroso. Mortal.
Había una luna llena colgando ominosamente en el cielo nublado,
y Anthony aullaba como un lobo rabioso mientras atacaba el hoyo que
estábamos cavando con un afilado pico. En lugar de remover la tierra, se
limitó a golpear el suelo como si todavía estuviera descuartizando los tres
cuerpos para los que estábamos haciendo un hogar permanente.
—¡Pondremos la sala de estar junto a las lombrices, Juliet! —
exclamó entusiasmado. 7
Mi respiración era irregular. Con la piel resbaladiza por el sudor a
pesar del frío que se respiraba en el aire de enero, limpié mi frente con el
dorso de la mano antes de clavar mi pala afilada en la tierra y arrojarla
en el montón que se había acumulado fuera de la fosa. Estaba hecha un
desastre. La camiseta de algodón manchada de sangre que llevaba se
estiraba sobre mis pechos y subía por mi estómago contraído y vacío.
Aprendí la primera vez que vinimos aquí a no enterrar cuerpos con el
estómago lleno. Los mosquitos estaban atrapados en la red de mi cabello
enmarañado.
—¿Cuánto más profundo, jefe? —preguntó Anthony con una risita.
Miré alrededor de la propiedad privada que Nick compró hace dos meses
y suspiré. No importaba qué tan profundo enterráramos los cuerpos,
nadie vendría al nuevo patio de Anthony a desenterrar a las personas que
escondíamos. Las conexiones de los Civella eliminaban el miedo de esta
experiencia. No teníamos que preocuparnos por ser atrapados. No
teníamos que cubrir nuestras huellas. Podríamos poner una valla
publicitaria en la Interestatal 70 anunciando nuestros pecados, y nadie
pestañearía, nadie que quisiera vivir, de todos modos.
Se suponía que asesinar a alguien y esconder su cuerpo creaba un
subidón de adrenalina embriagador. Enviaba a una persona a la lucha o
a la huida con un simple chasquido de cuello. El acto prohibido era como
una droga para algunos, pero Anthony buscaba un subidón que nunca
conseguiría. Lo que hacíamos no era peligroso, no realmente. Y cuando
estabas en la palma del puño cerrado de la mafia, el asesinato no parecía
tan malo. Nadie iba en contra de la familia Civella. Estaban por encima
de la ley. Demonios, algunos días me preguntaba si estaban por encima
de Dios.
—No mucho más profundo —dije con dificultad. Me dolían los
músculos, pero me gustaba el ejercicio. Mi morbosa rutina semanal de
ejercicios comenzó hace unas semanas. Fue un cambio sin precedentes
en el estado mental de Anthony. Se levantaba decidido a bañarse en
sangre y vísceras. Anthony quería jugar con sus víctimas. Me sentaba en
su calabozo y observaba con aburrido horror cómo las vestía, les
preparaba fiestas de té y les hablaba. Y cuando los cuerpos en
descomposición estaban listos para ser desechados, decía que era
demasiado fácil dejarlos en la morgue. Quería trabajar. Quería trocearlos
y esconderlos como los asesinos seriales de mi podcast.
¿Y yo? Yo solo quería hacerlo feliz.
Estaba mal y era una pesadilla. No estaba segura de si estaba tan
inmersa en mi propia disociación que no podía comprender lo que estaba
sucediendo, o si mi amor por él logró vencer las probabilidades y superar
el horror de todo aquello.
No entendía qué lo desencadenaba. Todos estábamos tratando de
navegar por sus estados de ánimo en este momento. Anthony siempre
había sido una bomba de relojería juguetona. Pero últimamente sentía 8
que apenas lo conocía.
Agarré mi botella de agua y tomé un trago.
—¿Quiénes son estos tipos? —pregunté buscando entablar una
conversación. A Anthony le gustaba darle a los muertos vidas falsas. Creo
que eso hacía que todo el calvario fuera más fácil de manejar.
—Dillon era banquero —respondió antes de acercarse a mí y tomar
la pala de mi puño. Anthony era demasiado sexy como para describirlo
con palabras. Los jeans oscuros y la sudadera negra con capucha que
llevaba eran informales pero ceñidos, y se había vuelto más musculoso
en los últimos dos meses. Como siempre, llevaba un gorro en la cabeza y
una sonrisa en su boca—. Le gustaba engañar a su mujer con su socio.
Ella creía que estaba en la noche de póker, pero en realidad le estaba
dando por el culo al señor Nelson con su pequeña polla.
Mordí el interior de la mejilla y sonreí.
—Dillon suena divertido.
—Es genial en las fiestas. Oye, ¿crees que querrá venir a la fiesta
de cumpleaños de William la semana que viene? —Esta conversación
podría parecer extraña para algunos, pero estaba acostumbrada a que
Anthony hablara como si los muertos estuvieran todavía aquí. Era
perseguido por vidas que se habían ido hace tiempo. Aprendí hace meses
que era más fácil seguirle la corriente.
—Podemos enviarle una invitación. ¿Tiene esta tumba una
dirección postal? —respondí.
Se encogió de hombros.
—Creo que la tengo en mi agenda.
—¿Y qué hay de ella? —pregunté mientras señalaba con la cabeza
a otro cuerpo.
—¿No te acuerdas? —preguntó—. La perra Bertha estuvo ayer en
el almuerzo y tuvo la audacia de quejarse de tus sándwiches de ensalada
de huevo. No necesitamos esa negatividad en nuestras vidas, nena.
Anthony empezó a palear y no tardó en despojarse de su sudadera
y su camiseta negra. Su aliento caliente contra el aire frío proyectaba una
niebla profunda sobre su piel, y mis ojos se embriagaron con la vista de
su cuerpo esculpido. Anthony Civella era un dolor que no podía calmar.
Los músculos ondulados de su torso se flexionaban mientras arrojaba
tierra y cavaba más profundo. Humedecí mis labios, solo ligeramente
disgustada conmigo misma. Mientras él trabajaba, me senté junto a la
pila de cuerpos descuartizados. Debería haberme molestado. Algunos
días, rezaba para sentirme horrorizada por lo que estábamos haciendo.
Pero, curiosamente, mi humanidad murió cuando me enamoré.
Fue el precio que tuve que pagar por vender mi alma a tres monstruos.
A pesar de estar sentada en un campo de parcelas frescas y 9
mirando a uno de mis novios psicópatas, encontraba la normalidad en la
grotesca locura de todo esto. La muerte, la destrucción, el crimen y el
control me seguían a todas partes. Incluso ahora, sabía que Nick estaba
sentado en un Range Rover a 400 metros de distancia, observándome.
Rara vez me perdía de vista estos días, lo que hacía que fuera difícil tener
una relación igualitaria con sus dos hermanos.
Anthony, Nick y William todavía se peleaban por mí, pero ¿Nick?
Nick me reclamó. Destruyó la competencia.
—¿Tu sombra sigue observándonos? —preguntó Anthony,
refiriéndose a Nick. Luego recogió otro montón de tierra.
—¿Tú que crees? —repliqué. Anthony tenía la costumbre de hacer
preguntas de las que no quería la respuesta. Se suponía que estas noches
serían nuestras.
—Creo que pronto no dejará que vengas conmigo —refunfuñó
Anthony antes de patear la pared de tierra frente a él con su zapatilla—.
Cree que estoy empeorando. Tal vez sea cierto.
Era innegable que Anthony había experimentado un cambio en su
personalidad. Una parte de mí se preguntaba si estaba luchando con la
traición de Vicky más que el resto de nosotros. Antes de que ella tratara
de matarnos a todos, estaban muy unidos, y Anthony era el tipo de
hombre que dejaba que su dolor se cocine a fuego lento. Me di cuenta de
que algo pasaba hace dos meses cuando dejó de venir a desayunar con
la abuela. Luego, le pidió a Nick que le encontrara un terreno para poder
enterrar los cuerpos. Ahora, todos luchaban para encontrar traidores,
violadores y ladrones para que Anthony… jugara con ellos.
—No estás empeorando —mentí.
Anthony no se lo creyó ni por un segundo.
—Nick no estaría preocupado por tu seguridad si yo estuviera bien.
Se preocupa más por ti que por mí, sabes. Cuando se trata de ti…
Me dolía el corazón al ver a Anthony luchando tanto. Tal vez fue
por eso que vine voluntariamente aquí con él a enterrar cuerpos. No sabía
cómo mejorar las cosas. A veces el “felices para siempre” era solo un
estado de existencia. Hace seis meses, Nick, William, Anthony y yo
tomamos la decisión de intentar una relación entre todos. Pero era solo
el comienzo.
—No sé por qué tiene un palo en el culo sobre esto. Nick solía
excitarse con esta mierda contigo, ¿recuerdas?
Lamí mis labios cuando la cruda visión de mi primer asesinato
golpeó en mi pecho. El calabozo. Mis piernas encadenadas. La forma en
que mi pie pisoteó el maltrecho cráneo de mi víctima sin nombre hasta
que el último aliento escapó de sus labios ensangrentados. Nick me dijo
una vez que le resultó difícil mirar. Dijo que quería sacar su polla y
acariciarse al verme luchando por mi vida.
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—Lo recuerdo —susurré.
—Ya no —contestó Anthony siniestramente.
—Tal vez si hablaras de eso…
—¿Hablar de qué? ¿De qué vuelvo a tener pesadillas? ¿O ataques
de pánico? Uno no se mejora mágicamente de un día a otro.
—Nadie espera que lo hagas —argumenté—. Te amo, Anthony.
Miró a su alrededor y frunció el ceño.
—Estoy seguro de que esta no es la relación que imaginabas.
—Nada de mi vida actual es lo que imaginé. Estoy saliendo con tres
hombres peligrosos. La abuela trabaja con algunos de los mejores
médicos del mundo. Voy a la escuela de ciencias forenses mientras
trabajo por las noches en un club de sexo. Mientras tanto, paso mi tiempo
libre enterrando cuerpos con el hombre que amo. Soy una asesina. —La
última declaración hizo que mi garganta se cerrara. Carraspeé y
continué—: Mi mejor amiga no es mi mejor amiga después de todo. Creo
que Nick le está pagando a personas para que descarguen mi podcast,
porque ahora tengo diez mil suscriptores. Y la Perra Bertha dice que mis
sándwiches de ensalada de huevo no son buenos. Es mucho para
procesar, sí, pero no lo cambiaría por nada.
Después de un prolongado silencio, habló.
—A la mierda Bertha —gruñó Anthony, haciéndome sonreír—. Voy
a cortarle la lengua.
Me estremecí y coincidí con su afirmación. La mitad de la batalla
de lidiar con este mundo insano y mortal era fingir que todo era normal.
—Sabes, justo hoy, Nick me preguntó si arrastrarte a estos juegos
era realmente necesario.
Fruncí mi ceño sudoroso. Eso era nuevo para mí. Nick nunca solía
cuestionar lo que Anthony y yo hacíamos. Entendía que su hermano
tenía… mecanismos de afrontamiento únicos.
—No me importa venir aquí contigo, Anthony —respondí
suavemente, tratando desesperadamente de mantener la lástima fuera
de mi tono.
—¿No te importa? —resopló— Qué benévola eres. Aguantando a tu
loco novio y sus cadáveres. —Dejó caer la pala y salió del agujero con sus
fuertes brazos antes de acercarse a una pila de extremidades—. ¿Pero
hasta dónde llegarías por mí, eh? ¿Me dejarías follarte con el dedo pulgar
de Dillon? —Anthony levantó un brazo y lo agitó hacia mí. Las náuseas
se agolparon en mi estómago mientras la extremidad goteaba líquido por
toda la tierra.
Eché los hombros hacia atrás y levanté una ceja hacia él.
—Mi ginecólogo me lo desaconsejó —respondí secamente. No
cedería ante su ira. Anthony vivía persiguiendo moscas. 11
—Podría matar a mi hermano. ¿Me ayudarías a esconder su
cuerpo?
Me sobresalté ante el impacto de su afirmación. ¿Qué diablos? Mi
primer instinto fue reaccionar con ira, pero me calmé después de una
respiración tranquilizadora. Rezaba para que Anthony no viera la ira en
mis ojos.
—Tú no harías eso. Amas a tu familia.
—¿Hasta dónde puedo llegar, Juliet? ¿Hasta dónde puedo
presionarte? ¿Qué pasaría si te matara y te mantuviera para siempre?
Una linda muñequita encerrada en mi congelador. Un juguete para follar
que puedo sacar cuando quiera.
Sus palabras estaban destinadas a impactarme. Era una imagen
que me hacía sentir aún más enferma del estómago. Estaba dedicada a
este hombre y a los demonios en su mente. Lucharía para traerlo de
vuelta a mí cada maldita vez. Algunos podrían pensar que era patético,
pero no me importaba. Si estaba tratando de alejarme, no iba a funcionar.
Después de limpiar las manos en mis muslos, me levanté y me
acerqué a él. Anthony quería saber hasta dónde llegaría. Vivía en un
mundo de extremos. Y aunque sabía que me estaba alejando, no se lo
permitiría.
—¿Por qué quieres matarme, Anthony? —pregunté antes de
envolver mis brazos a su alrededor para darle un fuerte abrazo.
—Para no tener que compartirte. Odio escuchar que no soy lo
suficientemente bueno. Mis hermanos tienen días malos y nadie se
inmuta, pero yo tengo una mente mala, nena.
Presioné mi frente contra la suya y suspiré. Necesitaba tener una
charla con Nick y William. No era justo que Anthony se sintiera como un
extraño en esta relación.
—Si estuviera muerta, no podría hacer esto —susurré antes de
presionar mis labios contra los suyos para un casto beso—. O esto.
Mis labios rozaron su mandíbula y pasé mis manos por su espalda
desnuda.
—Tienes un punto muy válido —gimió. Abracé el sudor en su piel
y la muerte en su olor. Mordí suavemente su labio inferior y rocé con mis
dedos la cintura de sus jeans antes de apartarme con un movimiento
provocativo.
—Sé que prefieres a los muertos, Anthony. Los muertos no pueden
hacerte daño. No pueden burlarse de ti ni cuestionarte. Los muertos no
pueden juzgar. ¿Pero los vivos? —Hice una pausa para susurrar en su
oreja—. Los vivos pueden complacerte. Los vivos pueden devolverte amor.
Pasé las puntas de mis dedos por su pecho y por sus abdominales. 12
Me giré y presioné mi cuerpo contra el suyo, arqueando la espalda para
que mi trasero presionara su dura erección. Podía sentirla incluso a
través de la gruesa tela de sus jeans. Anthony lamió mi cuello antes de
succionar la sensible piel allí.
—Además —continué—. No puedes matarme, Anthony.
—¿Oh? —preguntó distraído mientras deslizaba las palmas de sus
manos por mis caderas.
—Tendrías que atraparme primero.
Y con esas palabras, me liberé de su agarre y comencé a correr a lo
largo de la propiedad para alejarme de él, esquivando parcelas de
enterramiento frescas y árboles altísimos a medida que avanzaba, todo
eso mientras reía histéricamente. Me emocionaba estirar las piernas y
sentirme juguetona. Una rama rebelde arañó mi mejilla y limpié las gotas
de sangre carmesí que goteaban de la herida. El viento azotó mi cabello
y me tomé un breve momento para mirar por encima de mi hombro y ver
si Anthony seguía persiguiéndome.
Le eché un breve vistazo y un cosquilleo de miedo atravesó mi
mente como un velo negro. Sus ojos eran salvajes. Su forma al correr era
cualquier cosa menos juguetona. Rígido. Enojado. Parecía un
depredador. Y por primera vez en mucho tiempo, tenía al hombre que
amaba.
Pensé que esto era solo una broma. Anthony siempre estaba
jugando conmigo, burlándose de mí. Pero esa sola mirada suya hizo que
mi corazón se acelerara. Balanceé mis brazos con fuerza y presioné mis
zapatillas de deporte en el suelo, aumentando la velocidad mientras el
terror se apoderaba de mí.
—¿Anthony? —jadeé antes de tropezar con una raíz.
Extendiendo las manos delante de mí, apenas logré atraparme
antes de luchar para volver a ponerme de pie. Unos gruesos dedos se
enroscaron en mi cabello y tiró de mi cuero cabelludo hasta ponerme de
pie.
—No vuelvas a huir de mí —dijo Anthony con una voz siniestra en
mi oreja. Sacudió la cabeza, como si tratara de despejar los pensamientos
oscuros de su mente—. ¿Sabes qué, Juliet? —preguntó—. Los muertos
no pueden devolverme amor, pero tampoco pueden huir.
Y con eso, presionó su boca contra la mía. El miedo y la lujuria se
enredaron en un complicado y palpitante nudo en mi pecho mientras
arrastraba mis uñas afiladas por su espalda. Me empujó contra el tronco
de un árbol áspero mientras yo gritaba. Era exigente y apasionado. La
ira, la lujuria y la posesividad inundaban su expresión mientras
perforaba mi labio con sus afilados dientes. Gemí y lo acerqué más. Podía
sentir cada temblor de su cuerpo musculoso y saborear el salado de la
sangre en mi lengua. 13
Sus ojos se llenaron de lágrimas y lo único que quería era quitarle
el dolor. ¿Cómo podría ayudarlo si no sabía qué hacer? Esto, aquí mismo,
era todo lo que podía darle. Mi cuerpo, mi paciencia, mi mente y mi
corazón. Él era el dueño de todo.
—Anthony —gemí cuando empujó mis leggings negros por mis
muslos, deteniéndose justo por encima de las rodillas. El frío brutal del
aire rozó mi desnudez, y él desabrochó sus pantalones.
Sacó su dura y palpitante polla y habló con un tono peligroso.
—No puedes dejarme.
Colocando su cuerpo justo entre mis piernas, apoyó una palma en
mi cuello. Respiré profundamente y separé tanto como pude mis piernas
restringidas.
—No iré a ninguna parte.
Empujó dentro de mí y apretó su mano alrededor de mi garganta,
presionando tan fuerte que mis ojos inmediatamente se llenaron de
lágrimas. Estaba tan sorprendida por el movimiento que ni siquiera pude
pronunciar una protesta. Me retorcí y apreté las manos contra su pecho
mientras me follaba con fuerza y crudeza. La corteza del árbol arañaba
mi espalda y las venas se acumulaban con una presión tan intensa que
podía sentir mi pulso desvaneciéndose en mi cabeza.
—Bonita y muerta, bonita y muerta —decía Anthony una y otra
vez. Sentí que mi mente se desvanecía. Mi vagina dolía con cada
embestida. Barro y sudor salado cubrían mi piel, el calor resbaladizo
pintaba mis muslos como un húmedo día de verano. Pegajoso. Incómodo.
—Bonita y muerta.
Sentí que mi visión se oscurecía. El pánico, como ácido, viajó por
mis venas palpitantes. No. Luché contra mi instinto de supervivencia.
Ciertamente, él no iba a matarme. Mi mente repasó su declive. Las
montañas de cuerpos. Los entierros. La insatisfacción. Anthony era un
hombre al límite desde hacía tiempo, pero yo no estaba preparada para
saltar.
Envolví mi mano alrededor de su muñeca, tratando de apartarla de
mi garganta, pero aún así no se detuvo.
Nuestros ojos se conectaron justo cuando sentí que mi conciencia
se derrumbaba. Esto estaba mal.
Y cuando mi mente se desvaneció en la nada, me pregunté si
Anthony Civella estaría alguna vez lo suficientemente entero como para
amarme.

14
Mi padre me dijo una vez que para sobrevivir en este mundo había
que tener instinto asesino. Me aferré a esa lección, clavando mis dientes
en la abundante carne de la violencia y sacudiendo a mis víctimas hasta
que se desangraran. Era un impulso sediento. Matar o morir. Sangrar o
huir. Era la misma forma en que un depredador podía percibir una
debilidad en otro o cómo las balas encontraban su objetivo. Se necesitaba
habilidad.
Era lo que me impulsaba a proteger a mi familia y a la persona que
amaba.
Todos pensaban que la vida en la cima de la cadena alimenticia era 15
estratégica y reflexiva. William seguro que adoptó ese enfoque de la vida.
Pero una hoja sin filo no corta. Y había muchos enemigos a los que tenía
que agarrar por el cuello si quería seguir en la cima.
Llevaba unas semanas sintiendo que mi familia estaba al borde de
algo terrible. Todos los días me despertaba con esa picazón de eliminar
la amenaza, pero también luchaba con el hecho de que estaba dejando
que esa amenaza entrara por la puerta principal y jodiera a mi chica.
Anthony estaba detrás de las líneas enemigas de su mente y se acercaba
a todos nosotros. No sabía cómo ayudar a mi hermano herido. Y fue en
contra de todos mis instintos que envié a mi Juliet a la línea de fuego
como un cordero, listo para ser sacrificado.
Mi guardia, Luca, estaba sentado frente a mí, vigilando desde el
asiento delantero. Lo había traído específicamente porque quería tener
unas palabras con él.
—Dime qué has observado esta semana.
Luca, un hombre alto, con la mente puesta en el asesinato y el
espíritu de un soldado, habló con un tono bajo. Era bueno en lo que hacía
y se guardaba sus opiniones para sí mismo la mayor parte del tiempo.
Realmente me importaba una mierda si estaba mal pagarle a alguien para
espiar a Anthony y Juliet.
—Ella no pasó la noche con él esta semana. Él no quiso volver a
meter los cuerpos en el congelador y ella no se sentía cómoda durmiendo
junto a ellos.
Maldije. Normalmente, priorizaba a Juliet por encima de todo.
—¿Estaba enfadado?
—Ella le dio un beso de buenas noches antes de subir las escaleras,
y él comenzó a cortar la pierna de alguien. Prácticamente trituró al
lamentable hijo de puta con un pico. Está enfadado, jefe.
Anthony había desarrollado una gran rabieta. Era difícil para mí
señalar la causa. Tal vez fue la traición de Vicky. Tal vez era toda una
vida de sangre y asesinatos. Todos estábamos atrapados en la locura. Era
demasiado para él.
—¿Has podido identificar algún factor desencadenante?
Luca se encogió de hombros.
—Cambia a diario. Ayer parecía estar bien. Le compró a Juliet su
helado favorito y vieron una película juntos. Hoy, quiso enterrar cuerpos.
Está peor cuando ella no está. Pero…
Su voz se desvaneció, indicando que estaba nervioso de decir la
siguiente parte. Todos mis hombres habían llegado a preocuparse por
Juliet. Ella era la reina de mi imperio, y exigía respeto de ellos.
—Pero ¿qué? —pregunté, sin estar seguro de querer escuchar la
respuesta. 16
—Pero no creo que sea saludable para ella, jefe. William cree que
Juliet necesita un descanso de todo esto. No quiero excederme, pero…
—Entonces no te excedas —lo interrumpí con un tono peligroso.
Sabía de sobra que mi pomposo hermano quería llevarse a mi chica de
viaje a Londres. No podía salir de Kansas City ahora mismo. Las cosas
iban mal con nuestros traficantes de armas. Nuestro territorio se estaba
expandiendo, y las dificultades iniciales entorpecían el manejo. No quería
que la robara por un período prolongado de tiempo—. Eso no va a ocurrir
—dije. Si Juliet necesitaba un descanso, podía tomarse unas malditas
vacaciones en mi polla.
Me quedé mirando el espejo retrovisor mientras Luca apretaba los
labios en una delgada línea. No entendía nuestra dinámica. Tres hombres
locos compartiendo una mujer. Era complicado.
Juliet era mía. Su cuerpo. Su alma. Su corazón, su futuro y su
coño.
Solo la compartía porque…
Porque…
No sabía por qué. Eso la hacía feliz, hacía que Anthony estuviera
saludable. Hacia a William audaz.
O lo hizo. Por un tiempo. Una vez más, nos encontrábamos en un
lío complejo. Era como poner un torniquete en una extremidad que se
estaba desangrando. Tal vez era el momento de cortar una pierna o dos.
—No los veo, jefe —dijo Luca desde el asiento del conductor.
Escudriñé la oscura noche en busca de señales de movimiento.
—Dame tus binoculares —exigí. Lo obligaba a vigilarlos aquí todas
las semanas porque todavía no soportaba verlo besarla o hacerla reír de
una forma que yo era incapaz de hacer. Fui hecho para hacer cosas
difíciles. Entrenado a una edad temprana para manejar la pérdida y la
decepción, probablemente era una de las pocas personas vivas capaces
de navegar por el dolor de compartir abiertamente al amor de mi vida.
Pero eso no significaba que quisiera un asiento en primera fila para todo
eso.
Ella era mía. Jodidamente mía. Solo les permitía tomar prestado
su corazón de vez en cuando.
Él pasó los binoculares al asiento trasero, y escudriñé la parcela
donde estaban cavando, solo para no encontrar nada.
—¿Los viste moverse? —pregunté. Luca se movió nervioso en su
asiento. Odiaba repetirme—. ¿Los viste jodidamente moverse, Luca?
Contéstame.
—Empezaron a besarse, así que desvié la mirada. Tienes la regla
de no verla desnuda, y yo…
Lo interrumpí saliendo de mi todoterreno y escudriñando la zona. 17
Nada. Ni en la fosa. Ni en la zona abierta. Nada.
Ese instinto que tenía rugió volviendo a la vida. Casi agarré mi
pecho para calmar el dolor como un maldito cobarde. Tomé los
binoculares de nuevo y escaneé los árboles. Vi un movimiento en el límite
de la propiedad que me hizo enfurecer.
Solté los binoculares y corrí por el barro con mi maldito traje de
cachemira italiana de mil dólares y mis zapatos Gucci. El frío de enero
abofeteaba mis mejillas y las ramas desnudas bailaban sobre mí. Cuanto
más me acercaba, más tiraban mis instintos de la parte más oscura de
mí.
Y cuando escuché la voz enloquecida de mi hermano, saqué la
glock de mi funda y quité el seguro. Fue una de esas decisiones rápidas
para las que me prepararon a una edad temprana. En ese momento supe
que lo mataría para salvarla.
—Bonita y muerta…
Corrí más fuerte. Tenía su mano envuelta alrededor del esbelto
cuello de mi chica.
—Bonita y muerta… —La follaba contra un árbol áspero y frío. Sus
ojos estaban cerrados. Su cabeza inclinada hacia atrás. Ella estaba
inconsciente.
—Bonita y muerta… —Esas palabras en su voz atormentada
resonaban en mi cabeza. Quería borrarlas de mi cerebro. Sin pensarlo, lo
derribé al suelo desde atrás, el movimiento lo separó de Juliet. Solté mi
arma y descargué mi puño contra su mandíbula. Luego lo golpeé de
nuevo. Y otra vez. Escuché el crujido en su nariz y la sangre salió a
borbotones.
—¿Qué mierda estás haciendo? —rugí antes de agarrarlo por el
cuello y obligarlo a sentarse y mirarme a los ojos. Su labio temblaba,
haciendo que pareciera el hermano pequeño al que solía arropar en la
cama después de una pesadilla.
—Yo… yo no…
Lo tiré de nuevo al suelo y casi vomité al ver su cuerpo. Toda su
existencia me enfermaba ahora. Agarré mi pistola una vez más y la
apunté justo entre sus ojos. Desde esta distancia, sabía que iba a
manchar mi traje con su materia cerebral. No sería la primera vez.
—¡Lo arruinas todo! —grité tan fuerte que mi rostro se sintió
caliente. Retrocedí y golpeé su sien con la pistola una. Dos veces.
Entonces apunté mi arma hacia él, y ese depredador en lo más profundo
de mis entrañas me suplicó que eliminara al bastardo, que acabara con
la tortura de su patética existencia y que salvara a Juliet.
Un gemido a mi espalda atrajo momentáneamente mi atención.
Juliet me necesitaba, pero presioné el cañón del arma contra su mejilla.
Quería romper cada huesos de su cráneo.
—Deberías haber muerto cuando te secuestraron —dije.
18
Y el imbécil asintió. Me miró con ojos suplicantes, rogándome que
terminara con su jodida vida.
Lástima que yo no fuera tan amable.
Anthony gritó tan fuerte que las venas de su cuello se abultaron.
Me alejé de él y se hizo un ovillo, con su polla aún fuera y blanda pero
reluciente por su coño empapado. Quería cortársela y dársela de comer
a un oso salvaje.
Lo ignoré por un momento y me dirigí a mi chica.
Mi chica.
Mi maldita chica. No debería haber dejado que llegara a este punto.
Se había derrumbado en el suelo, con los pantalones a la altura de las
rodillas, el cabello enmarañado, salvaje, con tierra adherida a los
mechones. Moretones furiosos con la forma de los dedos de Anthony
rodeaban su cuello.
Presioné el pulgar contra su cuello y suspiré aliviado al sentir el
dulce latido de su pulso. Su pecho subía y bajaba maravillosamente.
Estaba inconsciente, pero viva.
Subí sus pantalones porque ni siquiera la maldita madre
naturaleza podía ver a mi chica, MI CHICA, desnuda. Entonces, la tomé
en brazos.
—¿Ella está bien? —balbuceó Anthony. Seguía acostado de lado en
la tierra, con las manos cruzadas bajo la cabeza como un niño dormido.
—Apenas —gruñí antes de aplastarla contra mi pecho—. ¿Qué
diablos te pasa, Anthony? Puedes arruinar todos los cuerpos que quieras,
pero se supone que ella está fuera de los límites.
Empezó a sollozar. Las emociones hicieron que su cuerpo temblara.
Parecía un caballo cojo. Debatí conmigo mismo sobre qué hacer. Sacarlo
de su miseria sería una gentil misericordia en este punto. Era un
pensamiento jodido, pero la ira asesina estaba en el menú.
—¿Por qué estoy así? —preguntó antes de toser sangre. No estaba
sangrando lo suficiente en mi opinión.
Lo fulminé con la mirada.
—Porque eres jodidamente débil.
Anthony me miró. El momento de compasión había pasado hace
tiempo.
—Yo… yo
—Estás dejando que ganen —dije antes de maldecir. Mi chica
temblaba en mis brazos y quería que el médico de la familia la revisara
inmediatamente—. Cada maldito aliento que respiras es una victoria para 19
ellos. Has tomado una vida perfectamente buena y se la has entregado a
los jodidos demonios que viven en tu cabeza. Juliet está normalmente en
el camino. Es lo que me hizo…
Detuve mi discurso para mirar a la hermosa mujer en mis brazos.
—¿Amarla? —Anthony terminó por mí.
—No hables por mí —espeté antes de volver a mirarlo—. Juliet
puede soportar mucho, pero yo decido dónde pasa su tiempo, y no voy a
quedarme sentado viendo cómo te arruinas y la arrastras contigo. Desde
que Vicky se fue, tú…
—Todos jodidamente se van —dijo antes de llorar—. O se mueren.
O se lastiman. O… jodidas moscas. —Fruncí el ceño. No tenía tiempo
para adivinanzas o lo que sea de lo que estaba hablando. Juliet era la
que navegaba por su locura. No yo. Y a partir de ahora, tampoco lo haría
ella, nunca más.
—Bueno, ahora serás tú el que se vaya —dije.
Anthony se sentó y me miró.
—¿Qué?
—Estás fuera. Terminado. Si vuelvo a verte en mi territorio…
—¿Me estás echando? —Hubo una sobriedad en su tono que no
había estado allí durante semanas. Bien. Dejé que lo asimile.
—Si te veo en Kansas City, atravesaré tu cerebro con una bala.
Parecía confundido, casi sorprendido de que yo sugiriera tal cosa.
—Pero yo…
—No eres nadie. Ahora solo eres una amenaza para mi chica. Sal
de mi vista. No vuelvas. Si te atreves a respirar sobre Juliet, te mataré de
la forma más aburrida posible, haré un funeral público masivo para ti y
te enterraré en un cementerio con una lápida con tu nombre.
Morir de forma ordinaria era el mayor temor de Anthony.
Entregaría la muerte con una cazuela y una botella de vino barato. Sería
el espectáculo más mundano del año. Joder, le diría a Dios que hiciera
llover solo para enfadarlo.
Estaba acabado. Me importaba una mierda. Ella era la persona
más importante de mi vida. No compartía mis juguetes con personas a
las que les gustaba aplastar mierda con el puño.
Miré a mi patético hermano, una punzada de dolor atravesó mi
pecho al verlo. Sabía que yo era responsable del desastre de hombre en
que se había convertido, pero no iba a dejar que la culpa arruinara la
vida de Juliet.
Ya había dejado de lado a un hermano.
—No quiero volver a verte en esta ciudad nunca más —dije antes 20
de dar media vuelta y alejarme del hermano que más quería.
Nunca más.
Mis prioridades ya no estaban con él.
No, mi chica. MI CHICA necesitaba un salvador, y eso es lo que yo
jodidamente sería. Ella no era lo suficientemente fuerte como para
alejarlo, pero yo sí.
Mis ojos se sentían pegados. Una respiración entrecortada y un
gemido gutural escaparon de mis labios cuando descorrí la cortina de mi
conciencia. Me desperté con la sensación de haber comido un cuenco de
arena seca. Mi lengua se sentía como el lecho de un arroyo seco y me
dolía la garganta. No estaba desorientada, aunque me había despertado
en un lugar diferente al que estaba cuando me desmayé; la habitación
olía a la colonia de Nick y a ropa de cama limpia. La luz de la mañana se
asomaba por las persianas, bañando el espacio con un cálido resplandor
que me daba la bienvenida. La habitación me envolvía en familiaridad y
comodidad. Simplemente no tenía claro cómo había llegado aquí.
21
Estaba en casa.
Estaba viva.
Estaba… confundida.
Lentamente me incorporé y pasé los dedos por mi cuello, notando
la sensibilidad y el dolor punzante que sentía. Me aclaré la garganta e
hice una mueca de dolor. Estaba en la habitación de Nick, y mi cuerpo
desnudo se sentía gélido por el frío del aire.
—¿Hola? —grazné, preguntándome si había alguien al otro lado de
la puerta. Era raro que estuviera sola aquí.
No hubo respuesta.
Traté de calmar mi mente con la cabeza entre mis manos. Los
acontecimientos de la noche anterior seguían grabados en mi memoria.
Tallados en metal. Me había follado. No esperó el consentimiento o
incluso ver si estaba mojada. Y entonces, durante una serie de
embestidas punzantes y castigadoras contra el tronco de un árbol alto,
Anthony envolvió sus dedos alrededor de mi garganta y apretó lo
suficientemente fuerte como para hacerme perder el conocimiento.
Anthony casi me asesinó. Fue un pensamiento perturbador. Pensar
en eso se sintió como una traición, y no pude imaginarme diciendo la
verdad en voz alta. Mi lealtad se hizo añicos por la realidad de lo que
había hecho. El amor seguía ahí, pero también la desconfianza, la
vergüenza y el dolor. Nadie podía saber lo que había pasado. Si lo
supieran, no estaba segura de lo que harían. Durante las últimas
semanas, Anthony realmente había estado perdido, y no estaba segura
de sí lo encontraríamos.

En un tiempo, la oscuridad y el alma de Anthony se sintieron


catárticos y curativos. Había un propósito para su locura. Como era tan
bueno conmigo, era fácil compartimentar las cosas peligrosas que había
hecho. Pero esa bondad se sentía empañada ahora.
Me levanté lentamente de la mullida cama y me acerqué al espejo
de cuerpo entero de Nick. Después de encender la lámpara y
estremecerme ante la intensa luz, me tomé un momento para
observarme. Fue una experiencia extracorpórea, como ver un personaje
arruinado en una película u obra de teatro, no mi propio reflejo.
La parte inferior de mis ojos estaba oscura. Había una maraña de
cabello, retorcido en un moño. Mi piel fantasmal mostraba amargos
moretones alrededor de mi garganta. Me veía más delgada de lo que
recordaba. Más enferma.
Pellizqué la piel de mi estómago y fruncí el ceño. Mis labios
agrietados estaban partidos. Las puntas de mi cabello, sin brillo.
El amor era un parásito que estaba dejándome completamente
seca.
22
La ira y el resquebrajamiento se apoderaron de mí. No se suponía
que fuera de esta forma. Pero de alguna manera, había dejado de cuidar
de mí misma en la búsqueda de ayudar a Anthony, servir a Nick, y
construir la confianza de William. Todos éramos culpables de bailar con
nuestros deseos tóxicos, pero ésta era la primera vez que veía los efectos
en mi cuerpo con una perspectiva clara.
Y, sin embargo, mi primer instinto era ir hacia él, hacia Anthony.
Quería asegurarme de que estaba bien. Quería hablar de lo que había
sucedido y tratar de darle sentido a todo. Necesitaba su consuelo. ¿Por
qué no estaba abrazándome? ¿Por qué estaba sola?
Estaba muy jodida. Fui una víctima, pero mi corazón traidor me
hacía arrastrarme hacia el monstruo que me atacó anoche. En mi mente,
había creado dos versiones de Anthony: el hombre que amaba y el
hombre que se destruyó a sí mismo mientras buscaba la cordura.
Decidiendo no revolcarme, me vestí con una de las camisas
abotonadas de Nick y un cómodo par de pantalones de pijama que dejé
aquí la última vez que pasé la noche. El cuello de la camisa ocultaba
algunos de los moratones, pero cuando llegara a casa, tendría que
cubrirlos con un corrector. Después de cepillarme los dientes, salí del
dormitorio en busca de Anthony. Cada tictac del reloj hacía que el dolor
que sentía se enterrara más profundamente dentro de mí. ¿Estaba
preocupado por mí? ¿O estaba tan loco que ni siquiera se había dado
cuenta de que lo que había hecho estuvo mal?
Con pasos suaves y resignados, bajé a su sótano de muerte. Con
una exhalación temblorosa, empujé la puerta, preparándome para el
hedor de la descomposición. El miedo me paralizó en el momento en que
inhalé. Me recordaba demasiado a la noche anterior. Y por primera vez
en mucho tiempo, no metí mi experiencia en una cajita dentro de mí, dejé
que los temblores afloraran, dejé que el miedo me abrumara. Dejé que mi
humanidad asomara su fea cabeza y me recordara que nada de esto era
normal. Esto no era yo.
De algún modo, de alguna manera, necesitaba encontrarme a mí
misma de nuevo. Había perdido demasiado en estos últimos meses.
—Sabía que vendrías aquí primero —dijo una voz profunda desde
la oscuridad. La familiaridad y el tono me calmaron al instante. Mi refugio
seguro estaba aquí. Agarré la barandilla y descendí hacia él,
agradeciendo las tenues luces del sótano.
Sentado en una silla plegable debajo de una bombilla fluorescente,
Nick tenía las piernas abiertas y un vaso pequeño lleno de líquido ámbar
apoyado sobre su rodilla. Su rostro lucía inexpresivo. Su cabello rubio
estaba peinado hacia un lado y el vello facial áspero proyectaba sombras
a lo largo de la línea de su mandíbula.
—¿Qué haces aquí abajo? —pregunté antes de sentarme en su
regazo.
Aclarándose la garganta, bebió su bebida de un trago antes
23
abrazarme e inclinar mi cabeza hacia su pecho. Sus labios buscaron mi
cuello y me quedé paralizada por un momento, preocupada de que viera
las marcas. Perceptivo como era, se detuvo al sentir mi reacción antes de
lamer un punto sensible allí de todos modos.
—Estaba buscando a Anthony —dijo—. ¿Cómo estuvo tu noche
juntos?
Me preguntaba si podía sentir mi pulso acelerado ante su pregunta.
Quería evitar esta conversación el mayor tiempo posible. No estaba
preparada para vocalizar lo que me había hecho. Anthony y yo estábamos
escondidos en el bosque, y si me llevaba a casa, todavía había una
posibilidad de que nadie lo supiera. Me aferré tontamente a esa idea y
respondí.
—Bien —mentí.
Nick giró la cabeza y se quedó mirando la pared. A pesar de la
oscuridad del sótano, pude ver cómo tensaba su mandíbula.
—Estabas dormida cuando te trajo. Prácticamente desmayada.
Tragué saliva con nerviosismo. No podía decirle lo que realmente
había pasado. Se pondría furioso. Nick quería a su hermano más que a
nada, pero no estaba segura de que lo quisiera lo suficiente como para
pasar esto por alto. Solo había una persona sensata en esta familia con
la que podía hablar.
William.
—Estoy bastante cansada —dije, a pesar de que nuestra
interacción me estaba poniendo nerviosa. No le tenía miedo a Nick, no
como antes, pero estaba temblando. Puede que fuera una tontería, pero
mantuve la verdad lo más cerca posible de mi pecho. Si Nick no lo sabía,
era mejor.
—Dormiste como muerta —dijo Nick con amargura antes de dejar
su vaso de whisky vacío y levantarme. Me aferré con fuerza a su cuello
mientras subía las escaleras, sus pasos furiosos golpeaban el suelo de
madera a medida que avanzaba.
Una vez en el pasillo, tiré del cuello de mi camisa.
—¿A dónde me llevas? —pregunté.
—Te prepararé el desayuno. ¿Quieres un té para tu garganta?
Parece que te estás resfriando, Juliet.
—Eso estaría bien —dije, intentando que mi tono fuera claro.
Una vez en la cocina de gran tamaño, Nick pareció acomodarme de
mala gana en una de las sillas de la cocina. Luego, se inclinó por la
cintura hasta que quedó a la altura de mis ojos. Mi corazón se aceleró y
me perdí en su brutal mirada.
—¿Estás bien? —me preguntó. 24
Me estaba dando la oportunidad de decir la verdad. Lo sabía. Él lo
sabía. Pero el trauma que sentía era como cemento vertido en mi
garganta. No podía admitirlo ante mí misma, y mucho menos ante Nick.
Mis ojos de llenaron de lágrimas, pero me obligué a ser fuerte.
—Estoy bien —mentí—. Solo cansada y hambrienta. Ese té también
suena bien.
Nick apretó la mandíbula antes de enderezarse y dirigirse a los
armarios. Dejé salir el aire que estaba conteniendo cuando me dio la
espalda para sacar una tetera y una sartén. Observé mientras comenzaba
meticulosamente a preparar el desayuno en silencio. La habitación olía a
tocino y me encontré observando la puerta. ¿Dónde estaba Anthony? ¿Me
había dejado sin cuidado? Eso no parecía propio de él. Necesitaba hablar
con William.
—¿Un centavo por tus pensamientos? —preguntó Nick antes de
romper un huevo.
—¿Está William en casa? —Sabía que había trabajado en Eden's
Place anoche, pero por lo general me despertaba por las mañanas con un
beso en la mejilla antes de irse a dormir un par de horas. El turno de
noche lo hacía ser nocturno, pero lo hacíamos funcionar.
—Tenía trabajo que hacer —respondió Nick—. Estamos solos tú y
yo esta mañana. ¿Está bien?
Resoplé.
—Por supuesto que lo está. ¿Qué quieres hacer hoy?
Una vez que la comida terminó de cocinarse, apagó la hornilla y
dejó que se enfriara por un momento. Luego me sirvió una taza de té y
me la entregó, junto con un poco de crema y azúcar. Era tan doméstico
y frágil. Hace unos meses, nunca habría imaginado este momento, Nick
preparándome el desayuno en su cocina.
—Quiero cuidarte, Juliet —susurró suavemente.
Forcé una sonrisa y presioné mi mano contra su mejilla.
—Siempre cuidas de mí.
Nick deslizó la bebida caliente lejos de mí antes de levantarme y
ponerme sobre la mesa. Separando mis piernas, se situó entre mis
muslos y me miró a los ojos.
—¿Confías en mí, Juliet?
—Sí, confío.
—¿Me amas, Julieta?
Me acerqué y lo besé.
—Sí —susurré sobre sus labios con reverencia.
Nick tiró de mi moño desordenado, dejando al descubierto mi
25
cuello. Me puse rígida una vez más, pero él se limitó a pasar sus labios
por los moratones que tenía allí mientras deslizaba su mano por mi
muslo. Me estremecí cuando sus dedos separaron los pliegues de mi
coño. ¿También estaba lastimada allí?
—Entonces, ¿por qué, mi amor? ¿Por qué jodidamente me mientes?
—preguntó antes de hundir dolorosamente sus dientes en mi cuello y
succionar mi tierna piel. Grité de dolor cuando empezó a frotar mi clítoris
con furiosos movimientos circulares.
—¡Nick! —grité. Dolía muchísimo. Mi cuerpo se sentía roto y
maltratado. Se apartó de mí y miró su trabajo. Estaba segura de que
había quedado una ampolla ensangrentada en mi cuello por su boca
enfadada.
—¿Crees que no me daría cuenta? Estuve allí anoche. Sé lo que
pasó, vi lo que pasó. —Mierda. Por supuesto que lo sabía. ¿Por qué fingía
lo contrario? ¿Estaba tan absorta en salvar a Anthony y proteger la frágil
paz que manteníamos los cuatro que no podía ver la verdad a cinco
centímetros de mi rostro?
—Nick…
—No me llames así. Ahora soy Malice.
Fue como si me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Jadeé
y presioné la mano en mi boca para evitar que salieran fuertes sollozos.
—¿Malice? ¿Ahora volvemos a eso?
Se puso a escasos centímetros de mi rostro.
—¿Crees que no conozco cada cabello de tu cabeza? ¿El color de tu
piel cuando te salen moretones? ¿El miedo en tus ojos? ¿La forma en que
tiemblas cuando tienes miedo? Conozco cada maldito matiz de tu cuerpo,
Juliet. Conozco tu mente. De hecho, me he metido en cada jodida grieta
de tu alma y he construido un hogar allí. No solo me mentiste, sino que
has insultado nuestra relación fingiendo que no podía ver lo mucho que
estás sufriendo en este momento.
Las lágrimas caían por mis mejillas en forma de rayas calientes y
furiosas.
—No estoy sufriendo…
—¡No me mientas, Juliet! —rugió—. Has perdido peso. Estás
cubierta de moretones. Tienes bolsas debajo de los ojos. Perdiste ese
fuego.
Negué con la cabeza, la negación cayó sobre mí como una manta
en llamas.
—Ya no te compartiré más —dijo Nick-Malice—. Te está matando.
Levanté mi mirada hacia él.
—No puedes hacer eso. 26
—Estoy de acuerdo —dijo otra voz desde la entrada de la cocina.
Miré por encima del hombro de Malice y encontré a William, todo mi
cuerpo se llenó de alivio al verlo.
William se acercó a nosotros y puso una mano en el hombro de
Nick, apartándolo de mí con una fuerza bruta que hizo que mi boca se
abriera en estado de shock.
—¿Estás bien? —me preguntó William.
Me estremecí y lo miré fijamente con ojos llorosos. William llevaba
una camisa abotonada y una corbata suelta. Los tatuajes en su cuello
palpitaban a causa de las venas que allí se encontraban. Se quitó las
gafas de sol (las que siempre llevaba cuando yo trabajaba en la cafetería)
y me miró con ojos marrones tormentosos.
—Me estoy ocupando de ella —gruñó Malice.
—¿Lo estás haciendo? Porque por lo que vi, la estabas haciendo
llorar.
—¡Al menos no la estoy asfixiando!
Me estremecí y William se concentró en el movimiento. No podía
soportar toda la ira que flotaba a mi alrededor. La energía era como una
cuerda atada a mi cuerpo. Levantó la mano y empujó un mechón de
cabello caído detrás de mi oreja, sus ojos observaron cada detalle en mi
rostro. Me incliné hacia su contacto, haciendo que Malice resoplara.
Entonces, William se colocó entre Malice y yo.
—El rastreador de Anthony ha sido desactivado, Nick. ¿Dónde
está?
—A la mierda Anthony —espetó Malice.
Salté de la mesa y traté de moverme alrededor de William para
poder ver bien, pero él me bloqueó con su brazo extendido.
—Entiendo que estés enfadado. Yo también lo estoy. Pero él es un
peligro ahí fuera. Tenemos que conseguirle ayuda.
—Le he dado ayuda más que suficiente —gritó Malice—. ¿Quieres
saber dónde está? Lo envié lejos. Le prohibí entrar en nuestro territorio.
Anthony está muerto para mí, y si vuelve a mirar a Juliet, le arrancaré la
columna vertebral y la colgaré sobre la puerta principal como una corona
de Navidad.
Me quedé allí, incrédula.
—¿Lo enviaste lejos? —pregunté.
Malice me ignoró y se dirigió a William.
—Y si quieres unirte a él, adelante. Juliet ya no es propiedad
comunal. Mírala. Se está consumiendo tratando de salvarnos a todos.
—Eso jodidamente no lo decides tú, M-Malice —argumenté. 27
Dio un paso más cerca de mí, pero aún así, William se colocó entre
nosotros. Malice me miró.
—Yo tengo el control de todo lo que sucede aquí. Acostúmbrate a
eso.
—Anthony necesita ayuda —le supliqué.
—¡Tú también! —gritó.
William se mantuvo ecuánime, algo que había dominado durante
años de tratar con Nick.
—Estoy de acuerdo en que algo tiene que cambiar —comenzó. Sentí
que mi corazón se partía por la mitad—. Anthony fue demasiado lejos. No
quiero ver a Juliet herida más que tú.
—No estabas allí —dijo Malice antes de pasarse la mano por el
cabello. Sus venas estaban abultadas. Sus ojos estaban enloquecidos—.
No viste la forma en que envolvió sus manos alrededor de su cuello. No
viste cómo la folló mientras estaba desmayada.
William extendió la mano y sujetó la mía con fuerza mientras
Malice hablaba. Me fundí en la silenciosa solidaridad y el consuelo que
me ofrecía.
—¿Dónde está Anthony? —susurré. Todavía no podía entenderlo.
Tal vez si seguía preguntando, todo esto tendría sentido.
Malice me fulminó con la mirada.
—Se ha ido, Juliet. Y él no volverá.

28
Yo no era más que una pequeña y adorable víctima. Malice estaba
constantemente en guerra con su necesidad de control. Empecé esta
lucha en primera línea, y él me utilizó para reparar su pequeña familia
rota, pero se enfadó con los agujeros de bala en mi pecho. No podía tener
las dos cosas. No podía orquestar esta épica aventura amorosa entre
todos nosotros, y luego arrancar una parte de mi alma.
No fue hasta que William tiró de mi mano que me moví. Mis
doloridos pies estaban prácticamente pegados al suelo. Era una mujer
angustiada. Todo lo que había pasado me había dejado completamente
desorientada, casi aturdida. 29
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Malice.
Era extraño la facilidad con la que mi mente volvía a llamarlo por
su apodo depredador. El hombre que amaba no habría enviado a Anthony
lejos. Había vuelto a su mentalidad de jefe de la mafia. El enemigo. El
hombre que hacía que me orinase de miedo.
Siempre mi protector, William respondió por mí. Realmente no
estaba en el estado mental adecuado para responder.
—La llevaré a descansar, Nick —dijo William—. Mírala, está
temblando. Apenas se mantiene en pie. —Malice empujó a William para
llegar a mí. Pero el hombre que una vez consideré un guardaespaldas se
mantuvo sólido como una roca frente a mí—. Retrocede. Estás
empeorando las cosas.
—Si ella necesita que la cuiden, entonces seré yo quien lo haga —
gruñó Malice.
William apretó el puño como si estuviera preparándose para
enfrentarse a su hermano por esto. Puede que me sintiera en mi punto
más bajo, pero me negaba a arrodillarme a los pies de Malice. No era solo
un pequeño juguete dócil y deseable. Ya no.
—No. No quiero que Malice me cuide —dije en voz alta. Mi cuello
estaba rígido. Mis antebrazos tensos.
—Una maldita pena —espetó rápidamente. Demasiado, demasiado
rápidamente.
Di un paso atrás. Luego otro. William igualó cada zancada.
—¡He dicho que no! —grité. Un ruido ahogado escapó de mi
garganta—. No puedes decidir todo, Malice. No puedes controlar mi vida.
No puedes simplemente echar a las personas porque te molestan. Así no
es como funciona esto, así no es cómo funciona el amor. —Enderecé mi
espalda y lo miré fijamente, decidida a superar su coraza de odio
endurecida—. Siento haberte mentido. Debería haber sido sincera.
Supongo que tenía miedo de que castigaras a Anthony. No quiero
perderlo. —Cerró los ojos con frustración, así que rápidamente añadí—:
No quiero perder a ninguno de ustedes.
Malice miró al suelo.
—Anthony se perdió hace semanas. Acabo de cerrar la puerta
detrás de él. Lo hice para protegerte, y me niego a disculparme por eso.
—No necesito una disculpa, Malice. Necesito que me incluyas en
estas decisiones. No quiero que alguien haga juicios de valor en mi
nombre. Podríamos haber hablado de esto, pero me has eliminado
completamente de la ecuación. Ese es el problema.
La boca torcida de Malice me hizo desear suavizar su expresión con
la yema de mi pulgar.
—Estabas desmayada en la dura tierra con los pantalones por las
rodillas. No solo estabas incapacitada, sino que no estaba seguro de que 30
tomarías la decisión correcta. Mantengo lo que hice. Y lo haría de nuevo.
Las lágrimas, como pesas, cayeron por mis mejillas, haciendo que
cada gota se sintiera pesada. Dejé escapar una exhalación.
—En este momento, realmente necesito procesar todo esto. Me
gustaría ir con William un rato. Estás realmente volátil y…
—¿Vas a enterrar cadáveres con Anthony y dejas que te asfixie,
pero no dejarás que cuide de ti? —preguntó Malice antes de sujetar sus
brazos contra su estómago, como si pusiera una barrera entre nosotros.
Dejé escapar un suspiro y caminé alrededor de William para darle
un abrazo a Malice. Su piel se sentía caliente contra la mía, y el aromo
de su jabón corporal invadió mi nariz. Picante. Cálido. Sensual y
atrayente. Estaba rígido contra mi suave tacto, pero lo intenté de todos
modos.
—Amo a Nick. Pero ahora mismo, estoy enfadada con Malice.
También estoy dolida. Anthony…
Ante el quiebre en mi voz, cualquier ira concreta a la que Malice se
aferraba se desvaneció un poco. Envolvió sus brazos a mí alrededor y
apretó tan fuerte como pudo. Sus brazos eran como una jaula de metal.
Encontré su abrazo menos reconfortante de lo que solía ser. En todo caso,
me hizo sentir claustrofóbica.
Exhalé temblorosamente antes de hablar.
—Solo necesito a William ahora mismo, ¿de acuerdo?
Cuando me soltó casi inmediatamente, temí haber dicho algo
equivocado.
—Ya no me necesitas —dijo con amargura antes de dejar caer los
brazos a los lados. Esperaba que dijera algo más, pero giró sobre sus
zapatos de diseño y salió de la cocina sin decir nada más.
Me quedé mirando su espalda mientras caminaba, sintiéndome a
la vez insegura y aliviada. Quería recuperar a Nick y necesitaba que fuera
más comprensivo antes de tratar de hablar con él sobre esto. Ahora
mismo, los dos estábamos enfadados, y él estaba al límite. No podíamos
superar esto hasta que se calmara.
Tal vez era un doble estándar. Esperaba más de Nick que de los
demás. Tal vez era porque él era el líder de esta extraña dinámica de
relación que todos teníamos. Puse mucha confianza en él para que
manejara esto de manera justa y para hacer lo que fuera mejor para
todos. Realmente no podía entender por qué pensó que enviar a Anthony
lejos era una solución.
Abrumada por todas mis emociones, comencé a tambalearme.
Estaba funcionando con adrenalina y pensamientos sensibles. Cada
impulso que tenía me estaba partiendo en dos. Ir tras Anthony.
Inclinarme ante Malice. La única persona que no me jalaba hacia
ninguna dirección era…
31
—Shhh —arrulló William—. Todo estará bien. —Me levantó y me
acunó contra su pecho musculoso.
Empapé su suave camisa con lágrimas emocionales. La
devastación que sentía era casi demasiado para procesar. Nick, Anthony,
William y yo nos habíamos separado tan fácilmente; ¿cómo era posible?
Sabía que sería difícil cuando empezamos esta relación. No tenía una
hoja de ruta que seguir en esta situación, y sentía que les estaba fallando
a todos. Pero pensé que éramos más fuertes que esto. Mis hombres eran
implacables e invencibles. Entonces, ¿por qué dejábamos que este
obstáculo nos desbaratara por completo?
Había mucho trabajo jodidamente duro involucrado. Como tenía
que ser todo para todos todo el tiempo, aparentemente no quedaba nada
para mí. Se suponía que el amor era esa cosa mágica que se multiplicaba,
no está cosa retorcida y celosa en la que nos habíamos convertido:
hombres luchando por las migajas que componían mi corazón. Me sentía
utilizada. Me sentía egoísta. Estaba funcionando con medio corazón con
plenas intenciones.
—Señorita Cross, me mata escucharla llorar. —William me llevó a
su dormitorio, un lujoso espacio de gran tamaño con muebles
ornamentados, sábanas de seda y una cama con dosel frente a grandes
ventanas del piso al techo.
Me sentó en la cama, sacó una botella de agua Evian de su mini
nevera y me la entregó.
—¿Cómo vamos a recuperar a Anthony? —grazné, cambiando ya
mi mente al modo arreglo. El hecho de que Malice lo enviara lejos no
significaba que no fuera a perseguirlo—. ¿Tal vez deberías ir a buscarlo
un poco más? ¿Hasta dónde podría haber llegado?
Un suspiro escapó de los labios de William mientras se sentaba a
mi lado. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras pensaba en la forma de
arreglar esto.
—No voy a ir a buscarlo —susurró William—. No ahora mismo, al
menos.
Me senté erguida y me giré para mirarlo, la traición me atravesó.
—¿Por qué no?
Me miró fijamente.
—Porque me necesitas ahora mismo. Porque estoy enojado con él
y no estoy seguro de lo que haría si lo viera.
Luché con su respuesta. Entendía su ira hacia Anthony. Tenía mis
propios problemas con lo que sucedió anoche que necesitaba procesar.
Pero eso no significaba que fuera a descartarlo por completo. No había
sido tan malo como Malice lo hizo parecer.
O tal vez lo fue.
No. No fue tan malo. Anthony no era tan malo. Podríamos 32
solucionar esto.
—Estoy bien —mentí.
—No. No lo estás. Puedes mentirle a todos los demás, Juliet. Pero
a mí no me vas a mentir.
Desenrosqué la tapa de la botella de agua antes de dar un trago.
Refrescó mi garganta y me dio algo de tiempo para explorar lo que
sucedía. Tenía que convencerlos de que éramos más fuertes juntos.
William esperó pacientemente a que volviera a hablar.
—Tenemos que encontrar a Anthony, William. No está estable.
Podría herir a alguien o a sí mismo.
—Y si lo hiciera, nada de eso sería culpa tuya —replicó William de
manera tajante—. No puedes seguir asumiendo la responsabilidad de
todos. No solo es imposible, sino que es agotador para ti.
Fruncí el ceño y negué en señal de desaprobación.
—¿De qué estás hablando? Malice es el fanático del control. No me
hago responsable de nadie.
La comisura de la boca de William se torció con diversión, y me
pregunté qué lo había hecho sonreír, especialmente en un momento como
este.
—Señorita Cross, la vi casi matarse trabajando por el salario
mínimo en una cafetería para pagar la medicina de su abuela.
Eso no tenía nada que ver con esto.
—¿Qué otra opción tenía?
—Vicky era, es, ésta pequeña cosa rota que llora a sus padres. La
tomaste bajo tu ala y la cuidaste. Y cuando intentó matarnos a todos, te
culpaste.
Mis hombros se desplomaron.
—Ella no habría sido empujada al límite si…
—Si no fuera egoísta, egocéntrica y jodidamente loca —terminó por
mí.
Tenía razón. Sabía que tenía razón. Como resultado de pasar todo
este tiempo observándome, William me conocía mejor que nadie.
—Has estado tratando de arreglar a Anthony desde aquella primera
noche que lo viste en Eden's Place —dijo William con un susurro—. ¿Te
acuerdas de esa noche?
¿Cómo podría olvidarlo? Anthony parecía tan roto entonces. A
pesar del dolor que sentía, dejó que el mundo utilizara su cuerpo para
sus propios fines. A veces, cuando cerraba los ojos antes de acostarme,
no eran todos los cadáveres que habíamos enterrado lo que rondaba mi
mente. Era la visión de él en el escenario de Eden’s.
Respirando profundamente, le pregunté: 33
—¿Está mal querer ayudar a las personas que amas?
Sentí a William acercándome más a él y envolviéndome con su
brazo.
—No. Pero como Nick demostró abajo, a veces el amor y las mejores
intenciones pueden deformarse. Puede que no siempre entienda a mi
hermano, pero entiendo el miedo que siente. Una parte de él se siente
culpable por usarte como una tirita en la mente de Anthony. Está
aterrorizado de perderte. Anthony ha estado abusando del privilegio de la
culpa de Nick durante demasiado tiempo para salirse con la suya. Esta
confrontación es dolorosa, pero muy atrasada.
—Solo me está alejando —susurré—. Ambos lo hacen, y eso me
enfada.
—Está bien estar enojado con Anthony. Y entiendo que te sientas
molesta con Nick. Pero debes saber que estoy de acuerdo con su decisión.
Estaba enojada con Anthony. Sentía completamente el peso de esa
ira con cada trago. Mi garganta ardía por su traición. Esta angustia había
estado hirviendo a fuego lento desde anoche. Y en lo que respecta a
Malice, estaba cansada de que me mandara, manipulara y controlara.
Era hora de que las cosas cambiasen.
Esperé otro momento antes de volver a hablar.
—¿De verdad no vas a ayudarme a encontrar a Anthony? —
pregunté.
William besó mi frente. Aunque prácticamente estaba temblando
de ira, no pareció importarle.
—Anthony necesita luchar por sí mismo. Creo que el tiempo es lo
mejor que podemos darle en este momento. ¿Prefieres arrastrar a un
hombre roto de vuelta a su calabozo, o darle la bienvenida a un hombre
curado en tus brazos?
Lloré y limpié una lágrima perdida en la camisa de William.
Siempre era tan poético con sus palabras y sabía justo lo que tenía que
decir para derrumbarme y reconstruirme.
—Pero ¿qué pasa si nunca regresa? —dije con un escalofrío. La idea
de no tener más a Anthony en mi vida revolvía mi estómago. Quería
vomitar de solo vocalizar esas palabras.
—Es imposible mantenerse alejado de ti, señorita Cross —arrulló
William mientras frotaba mi hombro—. Y si lo hace, sigue sin ser tu
responsabilidad.
Me levanté del lado de William y luego me senté a horcajadas sobre
su regazo para darle un abrazo completo. Necesitaba toda la fuerza y el
consuelo que me ofrecía. Me abrazó con fuerza acercándome a él.
Acurrucándome en su cuello, lloré suavemente mientras lo respiraba.
Pasaron los minutos y William me abrazó todo el tiempo, 34
dejándome llorar, dejándome enojarme y consolándome.
—No crees que Nick habla en serio sobre no dejarnos estar juntos,
¿verdad? Lo regañé abajo, pero no me extrañaría que me encerrara en
una habitación en algún lugar para mantenerme a salvo —dije con un
resoplido.
William se rió.
—Lucharé con mi hermano por ti, Juliet. —Retrocedí y lo miré a los
ojos, absorbiendo su mirada determinada—. No parezcas tan
sorprendida.
Mordiendo mi labio inferior, contemplé las palabras que quería
decir.
—No sueles enfrentarte a él —finalmente decidí.
—Nunca he tenido una razón para pelear con él antes —dijo antes
de besar mi frente y tirar de mí de nuevo para abrazarme.
—No quiero que nadie pelee, William. Solo quiero que todos
estemos bien.
Abracé a William con fuerza durante lo que me parecieron horas,
mientras soltaba lentamente a Anthony.
Una vez conocí a un hombre que ganó su primer billón de dólares
antes de cumplir los treinta años. Era una especie de dios de la
tecnología, que desarrolló una aplicación que ahora tenía un hogar
permanente en todos los móviles de Estados Unidos. Admiraba a ese
hombre. Venía de la nada. No se crio con gente asustada por su nombre
ni con una cuchara de plata pegada a la lengua.
A mí me cayeron un puñado de ventajas en el regazo. Tengo éxito
porque nací para ello. Tuvo éxito porque se abrió camino hasta la cima
con un hacha sin filo.
Era un hombre bastante agradable, pero tenía algunas 35
peculiaridades particularmente molestas. Conducía un auto llamativo,
sólo salía con mujeres hermosas y exhibía su dinero como si estuviera
rogando que le robaran. Su mansión era impresionante, y cada segundo
de su día lo dedicaba a convencer a todo el mundo de que pertenecía al
club de los multimillonarios, un segmento de élite de la sociedad al que
no le importaban ni aceptaban nuevos miembros. Ni siquiera disfrutaba
de su éxito. Estaba demasiado ocupado tratando de convencer al mundo
de que lo merecía.
Lo llamaba el gran farsante.
Había cometido un error fatal. Todo el mundo sabía que no era más
que un farsante en cuanto entraba en una habitación. El bastardo
sobresalía como un pulgar dolorido por una simple razón: su traje no le
quedaba bien.
Cualquier hombre que se aprecie de serlo se hace un traje a
medida. No importaba la chaqueta que él llevara, ésta se ceñía a sus
hombros lo suficiente como para darle el aspecto de un niño pequeño
probándose el traje de boda de su padre. Era algo sencillo que ponía un
enorme cartel sobre su cabeza que decía NO VALE.
Las reglas de los ricos eran ridículas, pero hacían un gran trabajo
de vigilancia.
Hacía años que no hablaba con él. Probablemente ya tenía su
segundo o tercer billón. Eso es lo que pasa con los grandes montones de
dinero, que tienden a multiplicarse.
Al final, me enseñó una valiosa lección.
El dinero era sólo otra palabra para el poder.
Los impotentes gritan. La riqueza susurra.
Mi hermano utilizaba las cosas más finas de la vida, pero no era
una indulgencia. Tenía una reputación que mantener, y aunque
disfrutaba de las ventajas que le ofrecía nuestra singular vida, no se
desvivía por impresionar a nadie. Nicholas Civella construyó su imperio
sobre el miedo. Su poder provenía de un profundo pozo de intimidación
del que bebía con tanta regularidad que estaba seguro de que pronto se
secaría, pero le hacía un gran favor.
Vivíamos en un mundo moderno, y lo único eterno era un buen
traje y una billetera gorda. La lealtad era efímera. La sangre se secaba al
chocar con el hormigón. ¿Pero el dinero? El dinero duraba para siempre.
Me dirigí a su despacho, sin saber muy bien qué coño iba a hacer,
pero decidido a ello. Desde que podía recordar, había dejado que mi
hermano dirigiera mi vida. Pero esta vez había ido demasiado lejos.
—¿Señor? —Matteo, uno de nuestros hombres que trabajaba en
algunos de nuestros planes de limpieza, me detuvo en el pasillo.
—¿Qué? —refunfuñé. No estaba de humor para ocuparme del
problema que había surgido. Ni siquiera estaba en la descripción de mi 36
trabajo, pero todos acudían a mí cuando había un problema, a Nick
cuando había una solución, y a Anthony cuando había un cadáver con
el que jugar.
—La agencia de viajes en el centro comercial tiene un ladrón.
Estuve mirando los libros y no cuadra. —Teníamos un buen número de
agencias de viajes en el bolsillo como frentes de dinero. La del centro
comercial era la que más tenía en sus manos.
Froté mi nuca y sentí que mi ojo se crispaba de rabia.
—¿Lo sabe Nick? —pregunté. A mi hermano le gustaba eliminar el
problema antes de solucionarlo, pero eso creaba más problemas en el
futuro. Había que establecer la lealtad y asegurarse de que todas las
fugas en las tuberías estaban arregladas antes de demoler todo el puto
baño.
—No, señor.
—No se lo digas. Envíame los libros, el horario de trabajo y los
antecedentes de todos nuestros trabajadores allí. Me pondré en ello.
Gracias por avisarme.
Matteo se retorció un poco.
—Sí, señor. ¿Puede ser usted quien se lo diga a Malice, señor?
Ah, lo había olvidado. Matteo todavía se estaba ganando la
confianza de Nick y no se le permitía usar su verdadero nombre. Era una
mierda.
—Se lo diré cuando se encuentre al ladrón. Ve.
Matteo desapareció rápidamente, e hice una nota mental para que
lo siguieran. Todos eran sospechosos. La traición de Hale hace seis meses
lo demostraba. Cada vez más, la posición de Nick aquí se sentía
ceremonial. Podía estar sentado en el trono, pero yo llevaba la voz
cantante.
Cuando entré en la oficina de Nick, no me miró. Su rostro estaba
enterrado en su computadora, probablemente tecleando amenazas a
cualquier idiota que lo hubiera molestado hoy.
—¿Por qué no se le permite a Juliet salir de la propiedad? —exigí.
Si Nick se sorprendió por la ira en mi tono, no lo demostró. Sin embargo,
finalmente apartó los ojos de lo que estaba trabajando para mirarme.
—Normalmente no tengo que explicarte mis decisiones, hermano
—espetó antes de ajustarse su corbata.
Ignoré su respuesta. Quizá ya era hora de que empezara a dar
explicaciones.
—Juliet intentó ir a visitar a su abuela hoy. En cuanto llegó a la
puerta, un grupo de guardias la detuvo, la hicieron dar la vuelta. La única
razón por la que no está aquí rompiéndote el culo es porque está
demasiado enfadada para mirarte a los ojos. No puedes encerrarla. 37
Nick golpeó el escritorio con su puño y tuve que resistir el impulso
de poner mis ojos en blanco. Estas rabietas eran ridículas.
—Puedo hacer lo que me dé la gana en lo que a ella se refiere —
gritó.
¿Lo que le diera la gana? A la mierda.
Una rabia cegadora me recorrió. Ni siquiera me di cuenta de que
mis pies se movían. Mi mano rodeó su cuello, levantándolo de la silla.
Fue una emocionante experiencia extracorpórea en la que quise
deleitarme.
Durante años, soñé con hacer esto. Llevaba toda la vida burlándose
de mí, desafiándome a que le mostrara de lo que era capaz.
Abrió sus ojos con fascinación cuando lo arrojé contra la pared.
Era demasiado engreído para sentir el terror que yo quería que sintiera,
lo que sólo hizo que mi ira aumentara. Su mano buscó la pistola que
llevaba en la cadera, pero la intercepté e inmovilicé su muñeca contra la
pared.
—Por fin te han salido las pelotas, por lo que veo —gruñó en tono
sarcástico. Tuve que obligarme a no apretar más fuerte.
No lo entendía. No había forma de que pudiera contenerme más.
Mi hermano quería que diera un paso adelante y fuera un hombre. Me
preparaba, ponía el amor de mi vida delante de mi rostro como si fuera
una especie de golosina que podía mordisquear si era un buen perrito
que cumplía sus órdenes. Y funcionó, hasta ahora. Ahora, mordería la
mano que me alimentaba si fuera necesario. Mataría al hermano que me
controlaba si fuera necesario.
Ya no temía ir en contra de mi familia. Había llegado a aceptar que,
para ganarme un lugar en este mundo, tenía que luchar por él. Nick era
una broma. El hombre tenía un traje metafórico demasiado grande para
él. Yo era el mejor hombre de negocios. Yo era el que estaba construyendo
un imperio próspero con la ayuda del sentido común y el trabajo duro. Él
no era más que un músculo psicótico, y sabía con certeza que todos en
nuestra organización me respetaban diez veces más de lo que le temían
a él.
—¿Qué vas a hacer? ¿Pelear conmigo por ella? Ambos sabemos que
eres demasiado débil para enfrentarme. Y sabes que lo que estoy
haciendo es correcto. Tú la viste. —Nick tenía saliva acumulada en el
labio mientras hablaba. Resistí el impulso de sacar un pañuelo y
limpiarlo.
Sacudí mi cabeza con asco.
—Esa es la cuestión, Nick. No creo que estés manejando esto de la
manera correcta en absoluto. Crees que puedes mantener a todo el
mundo a salvo y contenido siempre que controles todos sus movimientos. 38
—Sonreí—. La seguridad de Juliet es mi máxima prioridad, pero su
felicidad es lo que va a hacer que me ame más de lo que nunca te amo a
ti.
Esas palabras hicieron que las venas de su cuello se abultaran. La
rabia que se cocía a fuego lento detrás de sus ojos oscuros salió a la
superficie, y empujó mi cuerpo, casi con la fuerza suficiente para
empujarme hacia atrás, pero no del todo.
—No sabes de qué coño estás hablando —gruñó.
—¿No lo sé? —pregunté en tono burlón—. Porque Juliet no quería
que la consolarás anoche: me quería a mí. Y cuanto más intentas
encerrarla, más va a correr directamente a mis brazos. Supongo que
debería darte las gracias. —Lo solté y enderecé mi corbata. Él posó la
mano sobre el arma que tenía a su lado, como si estuviera debatiendo si
dispararme. Podría intentarlo. Tendría una bala alojada en su cráneo
antes de que pudiera decidirse. Me había hecho más fuerte estos últimos
meses. Más sabio. Más rápido. Más peligroso—. Te deshiciste de Anthony.
La estás alejando. Puede que la hayas poseído al principio, pero ahora es
mía.
Nick me miró fijamente durante un largo momento. Mi corazón se
aceleró por la adrenalina de enfrentarlo y, finalmente, inclinó su cabeza
hacia atrás y se rió.
—Suenas igual que yo. Supongo que debería estar orgulloso. Por
fin das un paso al frente para ser un Civella en lugar de un cobarde.
Yo no era un Civella. Era un hombre profunda e irrevocablemente
enamorado de Juliet. Sea lo que sea que signifique eso, eso es lo que era.
Nick sacudió la cabeza.
—Tienes suerte de que esté dispuesto a ser el malo —escupió—.
Hablas mucho, pero a la hora de la verdad, no habrías podido tomar la
decisión que yo tomé. No habrías prohibido a Anthony. Sólo te beneficias
de mi difícil decisión. —Sentí que mis ojos se estrechaban ante sus
palabras. Ni siquiera podía discutir con él. La verdad era que me alegraba
que fuera él quien alejara a Anthony para que se aclarara. Eso no
significaba que quisiera que se fuera para siempre, pero tenía que aclarar
su mierda antes de arruinar a la señorita Cross.
—Puedes fingir que eres grande y malo. Adelante, entra aquí y trata
de intimidarme. No eres nadie. Sólo eres un arreglo temporal. Yo soy
quien toma las decisiones difíciles. Yo soy quien tiene su mejor interés en
su corazón. Y al final del día, cuando la mierda golpeé el ventilador, será
a mí a quien corra. Yo arreglo los problemas. Tú te escondes de ellos.
Anthony los crea. Así es como siempre ha sido. Así es como va a ser.
Que se joda Nick. Que se joda por encontrar mi mayor miedo y
explotarlo.
—No me voy a esconder. Ya no.
Nick me miró por debajo de la nariz, su labio curvado como si yo 39
fuera basura pegada a la suela de su zapato.
—Ya sabes que me encantan los buenos retos. —Sacó su teléfono
y marcó un número. Era tan propio de mi hermano dejar de conversar
para hacer lo que se le antojara—. Pequeño luchador —ronroneó
mientras se llevaba el teléfono a la oreja. Tuvo las bolas de llamar a Juliet.
Estaba realmente molesto con él. ¿A qué jugaba? Estiré mi cuello,
desesperado por escuchar su versión de la conversación.
—He oído que querías ir a visitar a la abuela. Siento haber tomado
más precauciones de seguridad. Supongo que fui un poco agresivo en ese
aspecto. ¿Qué tal si te acompaño y hablamos? Sé que estás enfadada,
pero...
Juliet lo cortó, pero no pude oír lo que decía. ¡Joder! El tiempo pasó.
De vez en cuando decía cosas como. Lo entiendo. Tienes razón. Y mi menos
favorita, también te amo.
Luego, sonrió antes de volver a hablar.
—Por supuesto. Haré que un auto te lleve ahora. —Colgó y luego
me sonrió. Enderecé mi espalda, preparándome para cualquier cosa
ignorante y presumida que hubiera planeado decir—. Gracias por el
consejo. Supongo que, por mucho que me duela decirlo, tenías razón en
una cosa. Encerrar a Juliet no hará que todo mejore. Necesita probar la
libertad. Como cuando le cortas las alas a un pájaro, pero abres la puerta
de su jaula de vez en cuando. —Estaba hirviendo de rabia. Se inclinó más
cerca para susurrarme amenazadoramente—. Tendrás que arrancarla de
mis frías y muertas manos antes de que te deje tenerla para ti sola.

40
A veces había que bailar con el diablo para sobrevivir a la canción.
Malice y yo jugábamos a un sofisticado juego del gato y el ratón. Sabía
que tenía que jugar bien si quería mi libertad, y él me mantenía con la
correa corta por miedo a que huyera definitivamente. Tenía
constantemente una sombra acechando detrás de mí. Autos blindados.
Guardias que seguían todos mis movimientos. La única persona que no
acechaba mi presencia era Malice. En los cuatro días transcurridos desde
que Anthony se había marchado, sólo habíamos hablado de pasada o a
través de mensajes de texto superficiales.
Eso me aterrorizaba y me dolía a la vez. A pesar de haber enviado 41
a Anthony lejos, todavía amaba a Nick. Seguía anhelando el consuelo que
me ofrecía. Me sentía extraña al no acudir a él con ese problema,
antinatural. Malice era exigente y contundente. Atravesaba muros de
concreto para llegar a mí, incluso si era yo quien los construía. Así que
el hecho de que me diera espacio parecía mal a un nivel visceral. Me
pregunté si era un truco. Me privaría de su presencia hasta que me
arrastrara hasta su cama, rogando por cualquier sobra que me diera. Y
teniendo en cuenta que ya no tenía a Anthony para hablar, me sentía
sorprendentemente sola. Por suerte, William estaba haciendo todo lo
posible para apoyarme mientras lo superaba.
Malice estaba dándome espacio para lamer mis heridas y navegar
por nuestra nueva normalidad. Pero mi tiempo era limitado. Pronto, nos
obligaría a los dos a enfrentarnos a esto. Al final me reclamaría. Siempre
lo hacía.
Rebusqué en mi bolso y saqué mi computadora, preparada para
una larga noche de estudio. Asistía a la Universidad de Kansas City a
tiempo parcial, algo que hacía que la abuela se sintiera increíblemente
orgullosa. Resultaba tan extraño que, cuando todo esto empezó hace seis
meses, aún mi piel se erizaba al pensar en deberle algo a Malice. Ahora,
él pagaba las facturas médicas de la abuela, sus servicios públicos, mis
estudios y cualquier otra cosa que mi corazón deseara. Era mi dueño, en
cuerpo y alma. Supongo que me había permitido ceder en estos últimos
meses. No me parecía mal, ya que éramos muy felices y estábamos
enamorados. Me convencí de que su apoyo no tenía ningún costo.
Pero ahora que las cosas se tambaleaban de nuevo, no podía
entender por qué me permitía ser tan codependiente de todos los
hombres Civella.
—¿Vienen los chicos a cenar? Estaba pensando en hacer el pastel
de lima, el favorito de Anthony —dijo la abuela mientras miraba la nevera
y hacía inventario de la comida que teníamos. Por supuesto, estaba
totalmente abastecida gracias a la entrega de comestibles que William
había coordinado para ella. A ninguno de los chicos le gustaba la idea de
que la abuela fuera andando a la tienda.
La abuela tenía muy buen aspecto. Tenía un brillo saludable en su
piel que no había estado allí durante años. Llevaba el cabello
perfectamente peinado con permanente y un elegante pantalón suave que
William había elegido para ella en Bloomingdales durante su viaje a
Nueva York. Todavía tenía ese ligero temblor en sus movimientos, pero la
medicina experimental estaba funcionando. Me sentía como si estuviera
a caballo entre su casa y la Mansión Civella. En realidad, no tenía un
lugar permanente donde quedarme. Era una mujer caprichosa que salía
con tres tipos y cuidaba de su abuela, pero por ahora funcionaba. Puede
que fuera parte de la razón por la que me sentía tan agotada. No estaba
muy segura de dónde estaba mi casa.
La casa de la abuela había recibido un gran cambio de imagen. Los
chicos habían sustituido el tejado y las ventanas, habían pintado los 42
paneles de madera de la fachada y habían instalado una rampa para la
silla de ruedas de la abuela en caso de que tuviera un mal día, algo que
no ocurría a menudo pero que era bueno tener. No tenía una habitación
en la Mansión Civella. Iba saltando de habitación en habitación. Tenía
ropa por todas partes, pero la falta de rutina estaba afectándome.
No le había dicho a la abuela que Anthony se había ido, sobre todo
porque no estaba muy convencida de que lo hiciera. En mi mente, fingía
que esto no era más que unas vacaciones. No era real. Él entraría por las
puertas en cualquier momento y volveríamos a la normalidad, lo que
fuera normal para nosotros.
—No. William está en el trabajo y Mal… Nick tiene una reunión.
Anthony está... —Ni siquiera pude obligarme a inventar una mentira.
La abuela dejó de buscar ingredientes y se giró lentamente para
mirarme.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó. Sentía el pecho como si alguien
hubiera clavado un martillo en el centro de mi esternón. Cada inhalación
era una especie de dolor cortante que revolvía mi estómago. No se me
daba bien mentirle. Ella tenía esa forma de ver la verdad incluso cuando
yo no quería admitirla. Nunca lo habíamos hablado, pero ella sabía en
qué estaban metidos mis hombres. El hecho de que yo evadiera algunas
de las partes más horripilantes de mi vida, no significaba que no me
abriera a ella.
—Salir con tres hombres es difícil, abuela —susurré—. No siento
que sea suficiente. —Nunca imaginé que tendríamos una conversación
así, pero por suerte ella había tenido mucho tiempo para acostumbrarse
a nuestra singular dinámica de relación.
Frunció su ceño antes de moverse lentamente para sentarse a mi
lado.
—Se supone que no eres suficiente, cariño —dijo suavemente antes
de estirar su mano para acariciarla—. La medida de una persona no es
lo que puede dar en una relación. Es cómo ama. No la cantidad.
Aparté los ojos y limpié una lágrima perdida.
—Anthony es...
—Problemático —terminó la abuela por mí—. Últimamente lo está
pasando, ya ni siquiera viene a ver a Jeffrey. —Al oír su nombre, la bola
de pelo negra levantó la cabeza de donde dormitaba en el suelo de la
cocina y maulló. Todavía recordaba cuando Anthony le regaló el gato.
Parecía una época tan feliz hace mucho tiempo.
Problemático no parecía una forma adecuada de explicar lo que era
Anthony.
—Nick lo envió lejos. William cree que Anthony necesita un tiempo
para trabajar en sí mismo antes de poder manejar una relación conmigo.
43
—Suena razonable —respondió la abuela con un ligero tartamudeo,
probablemente por el estrés de nuestra conversación—. Aunque Anthony
ocupa un lugar muy especial en mi corazón, tu felicidad y bienestar son
mi prioridad. William es un hombre muy inteligente, y si cree que
Anthony necesita tiempo, probablemente tenga razón. Y en cuanto a
Nick, ese hombre es terriblemente encantador pero un poco impulsivo.
Ya entrará en razón.
Impulsivo era una buena manera de decirlo. No quería contarle a
la abuela lo que había pasado en el cementerio. Ella amaba a Anthony
con dureza, pero cuando se trataba de mi seguridad, no se andaba con
rodeos. Quizá habían lavado mi cerebro, una víctima de abusos
condicionada a perdonar por amor. Tal vez todavía tenía la esperanza de
que él mejoraría de alguna manera. En cualquier caso, no quería que otra
persona que quería odiara a Anthony por lo que hizo cuando no estaba
en su sano juicio.
—Tengo la sensación de que algo pasó para que Nick y William
tomaran esta decisión —comentó mientras recorría mi piel con la mirada.
Me encorvé ligeramente, ocultando mis moretones desvanecidos con el
cuello de mi chaqueta—. Tengo la sensación de que esta es otra de esas
cosas que no quieres contarme.
Encogí mis hombros.
—Anthony me ama —espeté con toda la convicción que pude
reunir. No estaba segura de sí trataba de convencerme a mí misma o a la
abuela—. Todos me aman.
—Pero tienen que amarte de una manera que sea buena para ti,
¿de acuerdo? —dijo la abuela, con un tono más duro. Apretó sus labios
en una fina línea y vi cómo sus dedos temblaban sobre la mesa. No quería
molestarla, pero hablar de las cosas me hacía bien. La abuela tenía esa
forma de ayudarme a centrarme.
Aclaré mi garganta.
—Así que, pastel de lima, ¿eh? La verdad es que se me ha antojado.
Me dejó cambiar de tema amablemente.
—Sólo necesito una lata de leche condensada. ¿Quieres ir
corriendo a la tienda de comestibles por mí? —preguntó la abuela.
Dejé escapar un suspiro de alivio. Dar un paseo era justo lo que mi
cerebro necesitaba antes de sumergirse en una noche de estudio.
—Sí, puedo ir a buscar eso —respondí—. ¿Necesitas algo más?
La abuela se rascó la barbilla.
—Mataría por un poco de vino de caja, pero mi médico no quiere
que beba con esta medicación. ¿Crees que medio vaso podría estropear
algo? Oh, supongo que aún no tienes veintiún años. —Puso los ojos en
blanco de forma juguetona.
Tenía el número del doctor Fulbright en marcación rápida y, 44
gracias a mi aterrador novio, el pobre médico siempre contestaba al
primer timbrazo.
—¿Puedo preguntarle al doctor? —No mencioné que, gracias a los
hombres Civella, ya no necesitaba una identificación para el alcohol.
Prácticamente entraba en la tienda y me entregaban lo que quería.
La abuela sonrió.
—¡Noche de vino!
Me levanté y tomé mi cartera.
—Ya vuelvo.

Cuando salí por la puerta principal, vi que el guardia que suele


estacionarse fuera de la casa estaba dormido en el asiento delantero de
su auto. Estuve a punto de llamar a la ventana para avisarle de que me
iba, pero luego me di cuenta de que era una oportunidad demasiado
buena para dejarla pasar. Podía ir a un sitio sola por primera vez en días.
Así que me escapé.
Fue un viaje rápido. Sólo tenía que volver antes de que él se
despertara, y nadie se daría cuenta.
El aire frío de enero me envolvía mientras caminaba. Este invierno
había sido inusualmente cálido, pero esperaba que pronto cayeran
algunas nevadas. La tienda de comestibles estaba a unos treinta minutos
a pie, y mientras pasaba por los parques, los peatones y los edificios en
ruinas, mi mente vagaba por los pensamientos de Anthony, Malice y
William.
Intenté sentirme esperanzada. Quería que Anthony volviera.
Necesitaba que Malice me dijera que todo estaba bien. Agradecía la fuerza
de William en todo esto.
No fue hasta que llegué a la tienda de comestibles que mi teléfono
empezó a sonar. Puse los ojos en blanco cuando vi el nombre de Malice
en el identificador de llamadas. Nunca lo había cambiado desde que
compró mi teléfono. Había cambiado entre sus dos alter egos, pero en el
fondo de mi mente, siempre era Malice, siempre tambaleándose al borde
de la locura y la maldad.
—Hola, Malice.
—Estás en el Mercado Cosentino sin guardia. ¿Por qué?
Sonreí un poco para mis adentros. Era la primera vez que sonaba 45
enfadado desde nuestra pelea. Hay que reconocer que estaba cansada de
los mimos. Estaba lista para que este hervor llegara a su fin,
metafóricamente hablando.
—La abuela está haciéndome un pastel de lima, pero necesitaba
algunos ingredientes.
—¿Y has ido allí sola?
—Sí.
—Sin avisar a tu guardia.
—Sí.
Se quedó en silencio al otro lado. Oí el portazo de un auto en la
línea mientras marchaba al pasillo de la panadería y agarraba lo que
necesitaba. Ya que estaba aquí, decidí comprar también algunos
bocadillos para una noche de estudio.
—¿Malice? ¿Has terminado con la inquisición? —pregunté antes de
morderme el interior de mi mejilla. A ver si podía hacerse el bueno ahora
que había roto sus reglas.
—Quédate en la línea, Pequeña Luchadora —gruñó, y el sonido me
hizo vibrar. Me sentí como una boxeadora calentando para una pelea. La
adrenalina me hacía salivar por su ira.
Pasé mi dedo por los estantes, mirando los distintos paquetes de
galletas, golosinas y pasteles. Patatas fritas. También necesitaba patatas
fritas.
Mis caderas se balanceaban mientras caminaba por los suelos de
baldosas, examinando los pasillos mientras lo escuchaba resoplar en la
línea.
—Se me antojan bocadillos de queso, Malice. Y de chocolate.
¿Debería comprar algo sano mientras estoy aquí, ya sabes, para
equilibrarlo todo? Lo bueno con lo malo.
—Deja de hablar, Juliet.
Oh, estaba completamente enojado.
Maravilloso.
Estaba mirando una larga fila de comida chatarra cuando vino
hacia mí. El hombre era eficiente, lo reconozco. Había al menos cuarenta
y cinco minutos en auto desde la casa para llegar aquí. Debió de enterarse
de que me había ido unos dos minutos después de salir por la puerta, y
entonces se saltó todas las leyes de tráfico para interceptarme.
Tenía el cabello revuelto. Me miró fijamente mientras pisaba la
baldosa en mi dirección, con dos hombres voluminosos flanqueándole a
ambos lados.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a comprar al supermercado,
Malice? —pregunté despreocupadamente antes de dejar caer unos
Twinkies en mi carrito. Se puso delante de mí, con los brazos cruzados 46
sobre su amplio y musculoso pecho. Sus fosas nasales se agitaron con
un resoplido de ira. No se le escapó ninguna vocal ante mis sarcásticas
palabras—. ¿Te das cuenta de lo ridículo que es enfadarte conmigo por ir
al supermercado?
—He sido muy razonable, Juliet.
—En cierto modo, has sido inusualmente razonable, Malice —
respondí antes de reflejar su postura con un poco de desafío y enfado
propios—. Y, sin embargo, también me sigues a la tienda de comestibles.
Limitando a dónde puedo ir y cuándo. Estás evitando esto. ¿Tienes miedo
de mí, Malice? ¿Miedo de que, si te miro a los ojos, decida dejarte?
Se rió.
—No puedes dejarme —gruñó. Su respuesta arrogante era
esperada, pero también hizo que mi piel se erizara. Era jodido, pero pelear
con este hombre me ponía caliente.
Entonces, Malice se agolpó en mi espacio, y levanté la vista hacia
él, asegurándome de mantener mi boca asegurada en un ceño frustrado.
Lo desafiaba con mi lenguaje corporal a que hiciera algo con la escaldada
tensión que había entre nosotros. Era enero en Kansas City, pero me
sentía como si estuviera vadeando un furioso crisol de deseo.
—Dime lo que quieres, Pequeña Luchadora —espetó. El apodo
sentimental fue como un bálsamo en mi corazón.
—No lo sé.
—Sí, lo sabes. Siempre sabes lo que quieres; es algo que tenemos
en común.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Quiero que vuelva Anthony.
Si mis palabras lo afectaron, no lo demostró.
—¿Qué más?
—Quiero que vuelvas.
Extendió su mano y apretó mi mandíbula con su mano tatuada.
—¿Qué más?
—¿Que quiero volver a ser yo? Quiero volver a sentirme yo misma.
Besó mi frente antes de hablar.
—¿Y quién eres tú, Juliet?
No sabía cómo responder a su pregunta. ¿Era la chica que mató a
un hombre para salvarse? ¿Era una estudiante? ¿Una amante? ¿Una
trabajadora de un club de sexo? ¿Una nieta trabajadora dispuesta a
vender su alma para ayudar a sus seres queridos? ¿Era una víctima?
No. Sabía que no lo era. Nunca fui una víctima. Sobreviví, me 47
adapté y me recuperé.
—Soy una luchadora —susurré, la admisión se sintió a la vez
reconfortante y abrumadora.
—Bloqueen el pasillo —dijo Malice a sus guardias—. Dennos la
espalda. —Me confundió lo que dijo, pero lo comprendí rápidamente en
el instante en que su fuerte mano se posó en mi cintura de mis
pantalones de yoga. Jadeé cuando sus fríos dedos rozaron mi estómago,
encontrando la piel bajo mi chaqueta y mi jersey con facilidad.
—¿Qué estás haciendo?
—Recompensándote —ronroneó Malice.
Jadeé cuando introdujo sus dedos entre mis muslos. Rodeando su
cuello con mis brazos para estabilizarme, miré nerviosa a mi alrededor,
preocupada de que alguien nos viera.
Las patatas fritas cayeron de la estantería y se estrellaron contra el
suelo. Utilizó su mano libre para agarrarme el cabello. Tirando de mi pelo
hacia atrás, expuso mi cuello hacia él, besándome suavemente. No pude
resistir la sensación de su boca en mi piel. Me aferré a él, la ardiente
necesidad hizo arquear mi cuerpo para acercarme mientras él acariciaba
mi clítoris necesitado.
—Me encanta cómo te sientes contra mi palma, Pequeña
Luchadora. Caliente. Mojada. Necesitada. —Puntuó cada palabra
rodeando mi clítoris con la yema de su dedo. Mi cuerpo sufrió un espasmo
por el intenso placer.
—Joder, Malice —ronroneé mientras me aferraba a él con todas mis
fuerzas.
Había cierta emoción en saber que cualquiera podía pasar por allí
en cualquier momento. ¿Había cámaras? ¿Podría la gente ver la forma en
que mis labios carnosos se separaban en un jadeo? ¿Podrían ver su mano
tatuada deslizándose entre mis muslos y masajeando mi húmedo coño?
Malice empujó el cuello de mi camisa hacia abajo, rasgando el
suave algodón en el proceso y dejando al descubierto mi sujetador rosa
claro. Su boca caliente recorrió mi cuello, rozando mi clavícula y bajó
hasta que rozó con sus dientes la protuberancia de mis pechos.
Me agité, y cada movimiento de empuje de mis inhalaciones hizo
que mis tetas cayeran sobre su rostro desaliñado. Me lamió y chupó antes
de bajarme el sujetador y dejar al descubierto mi endurecido pezón.
—Eres mejor que cualquier fantasía, Pequeña Luchadora. Me
encanta explorar tu cuerpo. Mi cuerpo. Cada centímetro de ti es mío. —
Rodeó mi montículo con sus suaves labios y chupó con fuerza, y la
sensación me hizo vibrar profundamente.
No dejó de acariciarme ni una sola vez. El placer seguía creciendo,
creciendo, creciendo.
48
—Malice —gemí cuando mis ojos se fijaron en un movimiento al
final del pasillo. Un hombre de cabello blanco y moreno, con gafas
intentaba pasar, con la boca abierta mientras se ajustaba y miraba
fijamente. Uno de los guardias Civella lo apartó de un empujón.
Jadeé. Estaba muy mal lo excitada que estaba.
Malice volvió a reclamar mi atención follándome hábilmente con los
dedos con más fuerza. Empezamos a besarnos como animales rabiosos.
Juntando nuestros labios. Bailando nuestras lenguas. Apretando
nuestros cuerpos todo lo que podíamos. Lamió mi labio inferior como si
fuera un tesoro.
Un gemido escapó de mis labios y él lo ahogo entero antes de hablar
contra mi boca.
—Me encanta cómo suenas cuando te toco, Pequeña Luchadora.
Sus caricias se volvieron más rápidas. Más fuertes. La presión
seguía aumentando dentro de mí, y mis piernas temblaban. Sus dientes
me mordían, y el escozor parecía hacer que todo se sintiera aún mejor.
Dejé de besarlo para gemirle al oído, mi boca se cernía sobre él
mientras jadeaba tan fuerte que estaba segura de que toda la tienda de
comestibles podía oírnos.
—Sí, Pequeña Luchadora. Vente por mí. Di mi nombre. Mi
verdadero nombre.
Mi orgasmo fue un infierno salvaje y ardiente que desgarró mis
sentidos.
—Nick —grité antes de morder su hombro para amortiguar mis
gritos. Arqueé mi espalda y mis muslos temblaron. Me frotó durante todo
el orgasmo y sacó cada gramo de placer de mi cuerpo.
Casi me derrumbé allí mismo, en medio del pasillo de los aperitivos.
Lo rodeé con mis delgados brazos y Nick sacó su mano de entre mis
piernas, abrazándome con sensualidad, tocándome el culo mientras me
sujetaba con fuerza.
—Qué buena chica —elogió antes de separarse para saborear mi
placer. Ver cómo sus labios envolvían lentamente su dedo índice y
chupaban mis jugos hizo que mis ojos se sintieran pesados. Quería
quitarle el traje y follarlo.
Pero justo cuando estaba a punto de sugerirlo, sacó el dedo de su
boca, haciendo un ruido seco al hacerlo.
—Compraré la comida. Sube al auto.
Palidecí.
—¿Qué?
Malice extendió su mano hacia delante, como si fuera a rodearme
el cuello, pero se detuvo. Me pregunté si se estaba imaginando cómo me 49
asfixiaba Anthony. En su lugar, volvió a subirme el sujetador y me cubrió
con lo que quedaba de mi camiseta.
—Vuelve a ver a Ruthie, Juliet.
—¿Qué hay de...?
Malice sonrió, como si mi confusión lo complaciera.
—Todavía tenemos mucho que resolver, Pequeña Luchadora. Solo
quería darte una muestra de lo que te pierdes por mantener la distancia.
Y con esas palabras de despedida, se dio la vuelta, agarró el carrito
y se dirigió a la caja como si no acabara de follarme con los dedos en el
pasillo nueve.
«Zahau fue encontrada desnuda con las muñecas y los tobillos
atados con una cuerda gruesa. Le habían atado las manos a la espalda y
estaba amordazada. Pero eso no fue lo que hizo que su espantosa muerte
fuera tan memorable. Supuestamente, en su cuerpo desnudo estaba
escrita la inquietante frase: Ella lo salvó, ¿podrá él salvarla a ella?»
La voz de Juliet se detuvo, dejando que sus palabras
permanecieran en mis auriculares durante unos cuantos compases
mientras recorría las calles de Miami. Contuve la respiración, esperando
que volviera a hablar. Escuchar su podcast de crímenes reales era lo
único que me alegraba estos días. 50
Ella lo salvó, ¿puede él salvarla a ella?
Algo me decía que él no podía hacerlo. No cuando era el monstruo
del que ella tenía que huir.
Dejé que la voz de Juliet me inundara mientras seguía caminando.
Odiaba Miami. Era llamativo y ruidoso y algo hermoso, pero plástico en
ese sentido permanentemente temporal. Miami encarnaba la naturaleza
fugaz de la juventud. Gente guapa. Vidas hermosas. Bella arquitectura
de los años ochenta que ahora parecía de mal gusto.
Estaba sucia, la gente dejaba mierda en la acera allá donde iba.
Hermosas mujeres con una confianza abrumadora y pechos de silicona
llevaban hilo dental sobre sus pezones de panqueque y me sonreían
mientras pasaban circulando en sus patines retro. Era una ciudad llena
de personajes principales y narcisistas egoístas.
Probablemente me habría gustado más Miami si hubiera podido
disfrutar de los deliciosos camiones de comida que se alineaban en las
calles. Juliet y yo solíamos ir a un auténtico restaurante mexicano cada
martes de tacos. Si estuviera aquí, querría parar en cada camión y probar
algo. Pero ahora mismo, no podía digerir casi nada. Ni siquiera estaba
seguro de merecer el alimento, porque era un psicópata que caminaba,
hablaba, respiraba y mataba moscas.
Un hombre con zapatillas de caña alta y un bañador deportivo me
hizo una revisión sobre el hombro de camino a dondequiera que fuera, y
me imaginé rebanándole la yugular y dejando que se desangrara sobre el
pavimento. La desesperación temeraria corría libremente por mis venas.
Era un hombre en una misión sin saber qué coño estaba haciendo. Dejé
que mi cuerpo siguiera a mi mente en su deambular.
Cuando a la locura le crecían las piernas, había que dejarla correr.
Escapar era como un torniquete alrededor del cuello. Para salvar el
corazón, tenías que cortar la cabeza.
«Gracias por sintonizarnos. La próxima semana hablaremos de
Manuel Pardo, mejor conocido como el Mutilador de Miami, un ex policía
convertido en asesino en masa. Hasta la próxima, ¡cierren sus puertas con
llave!»
Juliet se despidió y yo pasé al siguiente episodio. Gracias que tenía
docenas de ellos grabados para que me obsesionara. Estos podcasts eran
lo único que me quedaba de ella. Elegí Miami por este episodio en
concreto. Fue uno de los primeros que Vicky me hizo escuchar, cuando
no sabía quién era Juliet Cross ni que era mi alma gemela.
Tuve la tentación de ir a matar sólo para que me dedicara un
episodio. Me daba escalofríos pensar en ella diciendo mi nombre. Oírla a
través de mis audífonos baratos y masturbarme mientras hablaba de los
montones de cuerpos que conducían directamente a mí.
Estaba jodido. Quería volver a verla pero
No quería
51
verla
de nuevo.
No quería
verla de nuevo.
Realmente no quería volver a verla pero también quería volver a
verla, pero no quería volver a verla, pero también realmente, realmente,
realmente quería, tocarla, y besarla, y estrecharla contra mí, pero no
demasiado, porque eso es lo que me metió en este maldito lío en primer
lugar.
Ella lo salvó. ¿Puede él salvarla a ella?
«Hola chicos, gracias por sintonizarnos» —dijo con una sonrisa.
Le respondí, porque hablar conmigo mismo en una calle de Miami
llena de gente ni siquiera estaba en la lista de las diez mayores locuras
que había hecho.
—Hola, preciosa. ¿Cómo estás? —La saludé.
«¡Estoy muy emocionada por el podcast de esta semana!»
Sonreí.
—Ojalá pudiera estar ahí contigo. ¿Recuerdas aquella vez que te
comí a media grabación? Me decepcionó mucho saber que estas cosas no
eran en directo.
«Antes de sumergirnos en nuestra discusión sobre el Mutilador de
Miami, me gustaría recordarte que siempre puedes localizarme en
crimegirl22@gmail.com».
Su voz era relajante. Invitadora. Tentadora.
—Ojalá fuera tan fácil —respondí—. Sólo quiero saber que estás
bien. Cada vez que cierro mis ojos, veo mis manos alrededor de tu cuello,
y tus ojos rodando hacia la nuca.
Una mujer que paseaba a su chihuahua se acercó al borde de la
acera para evitarme. No podía culparla. Tenía buenos instintos. Era un
monstruo. Arruiné todo lo bueno que tenía. Las voces en mi cabeza (las
almas de los muertos) me dificultaban funcionar como un ser humano
normal en la sociedad.
Quería ir a casa. Pero no podía ir a casa. Quería ir a casa. Pero no
podía ir a casa. Nunca podría ir a casa. A casa. A casa. Juliet estaba en
casa.
Sonaba como un drogadicto. Mi teléfono desechable pesaba en mi
bolsillo mientras Juliet seguía hablando. Debatí entre sacarlo y buscar
un cementerio en el que pudiera esconderme un rato. El silencio de las
lápidas tenía algo tranquilizador. Si no podía volver a casa, al menos
dejaría que los muertos me acogieran con sus criptas y sus gusanos.
52
No confiaba en los vivos. Miami era demasiado vibrante. Cada
inhalación me hacía sentir vivo. Seguí caminando sin rumbo, tirando de
mi gorra sobre mis orejas para intentar bloquear los sonidos de la gente
que vivía su vida como si no tuviera locura en la cabeza. Oh, no, ese soy
yo.
«Lo más interesante del Mutilador de Miami es que no se consideraba
un criminal. Era un ex policía y un veterano militar. Realmente pensaba
que estaba haciendo lo correcto». —La voz de Juliet era bonita cuando se
apasionaba por algo. Subía una octava y sus palabras empezaban a
mezclarse. Siempre me hacía sentir normal porque, como a mí, las cosas
oscuras y mortales la intrigaban. Diablos, a veces incluso la
reconfortaban.
Pensé que tal vez se debía a que su madre fue secuestrada cuando
era más joven, pero cuanto más la conocía, más me daba cuenta de que
era simplemente quien era.
«El Mutilador de Miami se llamaba a sí mismo héroe».
—Que se jodan los héroes, nena. Te gustan los villanos, ¿no?
Vuelve, vuelve, vuelve.
El hecho de que Juliet fuera capaz de amar a un hombre como
Nicholas Civella era prueba suficiente de que quería al malo. Era el villano
por excelencia. Era malo porque era un alma problemática. Yo luchaba
por controlar mis impulsos. Me daba un montón de excusas. Nick era
pura maldad. Disfrutaba causando caos y arruinando vidas. No se
preocupaba por emociones insignificantes como la culpa. Pensar en él me
hacía hervir la sangre. No estaba enfadado porque me hubiera echado.
Ni siquiera estaba enfadado porque quisiera proteger a nuestra chica.
Estaba enfadado porque tenía suficiente poder e influencia para
mantener su palabra. Lo que él decía era ley, y no había forma de evitar
el hecho de que yo fuera expulsado de la vida de Juliet. Aparecer era una
sentencia de muerte, y aunque estaba obsesionado con la idea de ser
enterrado (con la idea de estar vacío) no quería existir de ninguna forma
donde Juliet no estuviera.
Ella me daba un propósito. Cuanto más me alejaba de ella, más me
daba cuenta de lo muy jodido que estaba. Era una claridad que me ponía
enfermo.
Cuanto más tiempo pasaba sin hablar con ellos, más me
preguntaba por qué demonios William no había venido a por mí. Es decir,
sabía por qué. Sólo pensé que él y yo estábamos juntos en esto. Éramos
como el jodido equipo B en esta relación de grupo.
¿Estaba tan desesperado por las migajas del corazón de Juliet que
se olvidaría de la única persona que estaba de su lado?
Tenía que hacerlo mejor. Tenía que ser mejor. Nick no podía
odiarme para siempre. No iba a dejar que ninguno de los dos ganara. Él
me dejaría volver, eventualmente. Siempre lo hacía. Pero nunca me 53
perdonaría si volviera a poner a Juliet en peligro.
Por eso estaba aquí. En Miami. Caminando por el cemento caliente.
Perdiendo la cabeza. Porque quería volver, pero no podía volver, volver,
volver, volver. No hasta que estuviera mejor. Y lo más aterrador era que
no estaba seguro de ser capaz de mejorar.
Así que tenía que unirme a los vivos. Miami era como el corazón
palpitante de América. Si quería salir de la tumba, este era el lugar para
hacerlo.
Doblé la esquina hacia una calle menos poblada, a la que daban
sombra los imponentes edificios de arriba. Fuera de mi periferia, me fijé
en una mujer extrañamente vestida. Llevaba una sudadera. Aunque era
enero, esto era Miami. Hacía unos malditos treinta grados en el exterior.
Había considerado dejar mi gorra característica para darle un respiro a
mi sudorosa cabellera.
Tal vez era un imbécil paranoico. Tal vez me gustaba el drama, tal
vez quería que alguien me siguiera.
Tacha eso.
No, quería que Juliet me siguiera. Quería que persiguiera a mis
demonios y me obligara a volver porque no era lo suficientemente fuerte
como para resolver mis problemas y volver por mi cuenta. No podía
volver, volver, volver.
Aceleré. La chica con la capucha en la cabeza igualó mi ritmo. Giré
a la derecha al final de la calle, y ella también.
Tal vez Nick o William habían enviado un asesino tras de mí. Tal
vez tendría que defenderme. Tal vez podría encontrar algún objeto al azar
en la calle y usarlo para asesinarla. Probablemente no sería tan épico
como lo de Nick con el rizador, pero estaba lo suficientemente loco como
para superarlo.
Llegué a otra calle, y en el momento en que doblé la esquina, apreté
la espalda contra el duro ladrillo. Escuché. Esperé. Mi pulso palpitó en
mis venas con la adrenalina y la excitación. Me preguntaba si conseguiría
matar a alguien hoy. No era como Kansas City. La policía no estaba en el
bolsillo de Civella. Aquí había consecuencias. Aquí, era libre.
Ella dobló la esquina, y yo extendí la mano y agarré la tela suelta
de su capucha. Jadeando, trató de apartarse, pero la estrellé contra la
pared de ladrillos más rápido de lo que pudo luchar contra mí.
Su cabello rubio le cubría el rostro, pero percibí un aroma a
perfume caro y mi estómago cayó.
—Hola, hermano —dijo con voz áspera, esos ojos azules asomando
a través de la cortina de su cabello—. ¿Sigues enfadado porque intenté
matarte?
De ninguna manera. 54
Vicky.
Sonreí.
Eden’s Place se estremecía a medida que la música alternativa
resonaba por las paredes. Mientras me aplicaba un tono oscuro de lápiz
labial rojo en mi boca hinchada, sentí escalofríos recorrer mi espalda. Mis
labios se sentían delicados por haber sido jalados entre los dientes de
Nick, y tuve que cubrir un ligero moretón en mi cuello con corrector.
Mientras William se paraba detrás de mí, jugueteando con sus
gemelos, miraba fijamente mi espalda expuesta. La lencería que usaba
era del mismo tono que mi lápiz labial rojo en mi boca, un corsé de encaje
que se hundía en mi columna y se aferraba con fuerza a mi cuerpo.
—Eres el mejor regalo de cumpleaños —murmuró con reverencia 55
al tiempo que se humedecía los labios en agradecimiento. Me sonrojé por
su comentario y apliqué más iluminador en mis mejillas. Anthony y yo
habíamos planeado una gran celebración para William. Queríamos que
se sintiera amado. Importante. William necesitaba más seguridad que los
demás, y se suponía que esta noche sería para él.
Pero sin Anthony, el gesto se sentía mediocre. Seguía esperando
que Anthony asomara la cabeza y se riera de todos los actos sexuales
salvajes que él habría coordinado en el escenario para William. Habíamos
ido con un tema sensual del Cirque du Soleil en el club. Todos quisieron
una invitación.
Deseaba que Anthony estuviera allí para ver cómo nuestro arduo
trabajo fructificaba.
William no pidió mucho para su cumpleaños. Me costó encontrar
un regalo para el hombre que lo tenía todo, pero resulta que ya tenía lo
que quería:
Yo.
William pidió verme prepararme. Instaló un tocador elegante en su
oficina solo para poder tener una exhibición privada. Hice alarde de ello,
enrollando lentamente las medias de rejilla en mis suaves piernas.
Alisando mi cabello con movimientos suaves. Delineé mis ojos
seductoramente como un gato.
Ni una sola vez apartó los ojos de mí. Cautivé su atención,
atrapándolo en mi presencia. Me sentí atesorada. Me sentí poderosa.
Deseaba complacerlo.
No solo porque era su cumpleaños y lo amaba, sino también porque
tenía un favor que pedirle.
Tenía un plan para averiguar dónde estaba Anthony.
La idea se formó en mi mente y atormentaba mi alma. No podía
dejar de obsesionarme con eso. Sabía sin lugar a dudas que Anthony
estaba a mi alcance y necesitaba ayuda para conseguirlo. Habían pasado
casi dos semanas desde que se fue. Cada día que estaba ausente, lo
sentía alejarse más y más. Era imposible lograr que Malice cooperara. No
importó cuánto rogué, se negó a ceder.
—Tengo algo para ti —dijo William con voz áspera, sacándome de
mis pensamientos oscuros. Casi me sentí culpable por pensar en
Anthony cuando debería haberlo celebrado. Estaba siendo jalada en
tantas direcciones que era difícil concentrarme.
Miré a William a través del reflejo del espejo de mi tocador.
—Pensé que era tu cumpleaños —respondí tímidamente. Una de
las cosas que había llegado a comprender acerca de William era que le
encantaba dar más que recibir. Era un rasgo que poseía dentro y fuera
del dormitorio. Para un hombre decidido a ser egoísta con mi corazón, en 56
realidad, no era tan egoísta.
—Créeme —comenzó antes de caminar hacia mí mientras buscaba
en el bolsillo de sus pantalones—. Esto es tanto un regalo para mí como
para ti.
Su rostro reverente se iluminó cuando sacó una caja de terciopelo
y me la entregó. Lentamente me levanté de mi asiento y me acerqué a él.
El olor de su colonia me hizo la boca agua.
—¿Qué es esto? —pregunté en lugar de abrirlo. La forma y el
tamaño de la caja se parecían sospechosamente a un anillo de
compromiso. No estábamos allí todavía, ¿verdad? ¿Y por qué haría esto
ahora, cuando las cosas se sentían tan rotas entre todos nosotros?
William sonrió un poco antes de tomar la caja y abrirla. Un
hermoso anillo de diamantes amarillos engastado en platino y oro
amarillo me devolvió la mirada. Era un gran corte esmeralda, y tuve que
parpadear por todos los destellos que bailaban en la tenue luz de su
oficina.
—Nick te dio un collar —comenzó antes de sacar el anillo de la caja
y alcanzar mi mano. Mi mano izquierda Luego, mi dedo anular. Mi
corazón comenzó a latir con fuerza—. Quiero que te pongas algo mío
también. No voy a ponerte en una posición incómoda y preguntarte algo
para lo que aún no tienes respuesta.
Bajé la mirada mientras deslizaba el anillo en mi dedo. Ajuste
perfecto.
—William…
—Solo necesito saber que una parte de ti también me pertenece —
susurró antes de alcanzar suavemente mi barbilla para levantarla. Con
los ojos empañados, lo miré fijamente.
Estaba igualmente nerviosa y halagada. Fue muy considerado y
quería que William sintiera que nuestra relación era tan importante como
las demás. Él me conoció primero. Y en cierto modo, me conocía mejor.
Era una roca sólida de apoyo a la que me aferré desesperadamente.
Malice estaba muy decidido a controlarme, pero la verdad era que mi
corazón estaba compartido por igual entre todos ellos, y William
necesitaba saber que le pertenecía tanto como él me pertenecía a mí.
—Te amo —dije. Las palabras se sintieron inadecuadas para un
momento tan hermoso.
—También te amo. Ahora pregúntame lo que quieres preguntarme
—respondió.
El repentino cambio en la conversación hizo que mis cejas se
hundieran. ¿Cómo sabía que quería preguntar algo?
—¿Qué quieres decir?
57
—Has estado callada toda la noche. Siempre puedo notar cuando
algo atormenta esa hermosa mente tuya. —Levantó la mano y pasó su
pulgar por mi frente.
—Algo te está molestando. Déjame arreglarlo.
Me mordí el labio antes de volver a mirar el hermoso anillo que me
había dado. Se sentía incorrecto pedir su ayuda después de un regalo tan
considerado. Especialmente en su cumpleaños. Este anillo, y el dedo en
el que lo puso, parecían una declaración. ¿Qué clase de mujer era yo para
pedirle que me ayudara a rescatar a mi otro amante?
—Dígame, señorita Cross —insistió.
Las palabras brotaron como si fuera agua saliendo a chorros.
—Malice tiene la información de seguimiento de Anthony.
¿Recuerdas? No es como si se hubiera quitado el dispositivo del culo,
simplemente lo hizo donde ya no tienes acceso para ver dónde está. ¿Qué
pasa si irrumpimos en su oficina, robamos su computadora portátil y…?
La cara de William se desanimó, y al instante me arrepentí de lo
que dije. Tal vez ahora era el momento equivocado. Pero el hecho de que
William no esperaba que yo le preguntara por Anthony solo demostraba
que esta dinámica de compartir todavía tenía algunas arrugas que
necesitaban ser planchadas.
—Sé que todavía extrañas a Anthony —dijo William.
—¿Cómo no iba a hacerlo? Lo amo, William. No me voy a olvidar de
él.
El ceño fruncido de William se profundizó y sentí que se me partía
el corazón. Pensé que entre él y Nick (Malice), William sería el más
sensato y solidario con esto.
—¿Vas a ayudarme? —pregunté tentativamente. Tenía que
intentarlo.
—Vamos a disfrutar de la fiesta, ¿de acuerdo? —respondió—.
Podemos hablar de esto más tarde.
Crucé los brazos sobre mi pecho y lo miré.
—Nick y tú siguen retrasando esto. Estoy atrapada en la ciudad,
una prisionera atrapada entre ustedes dos. Pero no importa si pasan
semanas, meses o años. Todavía voy a luchar por Anthony. Y si eso
significa que tengo que huir para localizarlo…
—No digas eso —respondió William, su voz amenazante, casi
sonando como Malice. No vas a huir. Ambos sabemos que Malice no te
permitirá dar cinco pasos fuera de esta propiedad.
Arqueé mi ceja hacia él.
—¿Malice es el que me mantiene aquí? Siento que tienes mucho
que ganar con su posesividad.
—No voy a discutir esto esta noche. 58
Me parecía bien. No quería pelear en su cumpleaños.
—Bien. Pero no voy a dejar esto.
—No pensé que lo harías —respondió William con amargura antes
de alejarse de mí y caminar hacia la puerta.
Los celos que bullían a mi alrededor iban a hervirme viva, y no tenía
idea de cómo podríamos llegar a un lugar donde estuviéramos bien de
nuevo.

Sexo. Sudor. Luces parpadeantes y música que imitaba el ritmo de


follar en la parte trasera de un Mercedes Benz. El ambiente en Eden’s
Place era tántrico y erótico. Mujeres desnudas sobre zancos
deambulaban a nuestro alrededor. Hombres en forma con experiencia en
gimnasia levantaban a sus parejas y las moldeaban a sus cuerpos. Vi a
una mujer haciendo una parada de manos mientras le lamían el coño.
Estaba sentada en una silla de cuero, mis piernas cruzadas tan
apretadas que estaba apretando la necesidad que crecía en el vértice de
mis muslos. Era imposible no excitarse con todo el sexo y el libertinaje,
a pesar de mi tensa conversación con William antes.
Nick estaba de mal humor otra vez: Malice había venido a la fiesta
y había dejado a su alter ego más amable en casa. William había acercado
tanto su silla a la mía que estaba prácticamente en mi regazo, con el
brazo sobre mis hombros en un movimiento posesivo que se hizo eco de
nuestra conversación anterior. No importaba lo fuerte que presionara mi
costado, sentí la ausencia de Anthony como una pared de ladrillos entre
nosotros. No podría tener uno sin el otro.
Fue tenso, a pesar de la celebración. Una mujer con maquillaje de
payaso y un leotardo que le llegaba hasta los senos entregó un pastel
redondo con bengalas a modo de velas, y todo el club vitoreó a William,
lo que hizo que Malice se burlara.
William era el centro de atención. Los clientes del club se acercaron
para darle palmaditas en la espalda. Las mujeres con ojos brillantes
frotaron su cuello y presionaron sus senos contra su brazo mientras se
inclinaban para darle incómodos abrazos laterales de felicitación.
Algunos hombres incluso se acercaron para preguntarle sobre negocios,
lo que me sorprendió. Sabía que William dirigía el club y, a veces, tomaba
decisiones financieras para el negocio, pero ¿no deberían reconocer a
Malice si querían un trato?
Las mujeres sexys y la atención no me molestaban. William era un 59
enigma. Pero por alguna razón, molestaba absolutamente a Malice. A
medida que avanzaba la noche, más hombres que sabía que eran socios
comerciales del imperio Civella apenas le dedicaron una segunda mirada
a mi jefe de la mafia mientras hablaban con William sobre cosas con las
que no estaba familiarizado pero que aún parecían importantes. Fondos
de cobertura. Cargamentos. Traidores.
Mientras William hablaba con alguien sobre un envío misterioso en
Louisiana, tomé una copa de champán y fui a beber el dulce brebaje, pero
Malice me lo arrancó de los dedos y casi derramó el caro champán sobre
mi regazo.
—Bonita bisutería —dijo antes de pasar el pulgar por el anillo
reluciente que William me había dado. Sabía que esta joya en particular
enviaría a Malice a una pelea de meadas. Deslicé mi mano hacia atrás y
la escondí debajo de la mesa, pero Malice extendió la mano y me agarró
la muñeca—. Es hermoso —gruñó en un tono sarcástico y enojado—. Sin
embargo, no estoy seguro de que te quede bien —dijo. Me miró a los ojos,
desafiándome a decir algo. Mi corazón prácticamente galopaba por la
tensión.
Sentí a William inclinarse aún más cerca. Obviamente había
terminado su charla con los otros hombres para concentrarse en lo que
Malice estaba haciendo.
—Encaja perfectamente —dijo William antes de agarrar mi otra
mano y besar las puntas de mis dedos.
Malice asintió antes de examinar el anillo con sus ojos escépticos.
—Oh, es del tamaño correcto, sí, pero no se siente bien, ¿no? Es
demasiado llamativo. Hortera, casi.
William frunció el ceño. No quería que se arruinara el día de hoy.
—Me gusta —respondí. Traté de sonar lo más segura posible, a
pesar de que una gran cantidad de emociones amenazaban con
quemarme la garganta.
Malice fijó su mirada en mi rostro.
—¿Te gusta? —preguntó, aunque la pregunta se sintió cargada con
un significado más profundo que las simples palabras.
—Me gusta tanto como me gusta mi collar —respondí
intencionadamente antes de mirar la delicada cadena y el único diamante
que descansaba sobre mi clavícula. Aquel por el que Malice fue al infierno
y volvió.
—Creo que las dos piezas chocan —gruñó Malice—. Una parece
gritar su importancia. Intenta probar algo. Estoy seguro de que todo el
mundo mirará primero tu anillo. Es este tipo de declaración necesitada.
Casi patético en la forma en que ruega que alguien se siente y lo note.
Tragué saliva. William extendió la mano y rozó el diamante en mi
cuello, haciendo que mi piel se erizara. 60
—¿Y qué hay de este bozal arcaico y discreto alrededor de su
cuello? —preguntó William, respirando con dificultad. Aunque su tono
era sereno, había una severidad en sus palabras que se aferró a mis
sentidos.
—Podría ser simple, sí. Pero es una reliquia. Padre quería que yo
tuviera todo. Es algo que sería prudente recordar.
William se aclaró la garganta.
—El hecho de que alguien sea heredero al trono no significa que
sea el hombre más calificado para el trabajo.
—Pero aun así lo convierte en rey, ¿no?
Abrí la boca para hablar, pero se descorrió una cortina en el
escenario justo en frente de nosotros. Una sola cama tamaño king estaba
colocada en el medio. Al ver la suave ropa de cama blanca y las esposas
montadas en la cabecera, me pregunté qué había preparado William para
su cumpleaños. Ver los espectáculos en Eden’s Place siempre fue
divertido para mí. No me ponía celosa sabiendo que mis hombres estaban
viendo a otros artistas. Porque al final del día, venían a casa conmigo.
Estaba agradecida por la distracción.
William le indicó a un hombre que estaba parado en la esquina que
se acercara. Observé mientras le susurraba al oído. Malice agarró mi
muslo sensualmente. En poco tiempo, todo el club fue vaciado. Las
bebidas sin terminar estaban goteando sobre las mesas. Mujeres a medio
vestir, riéndose tontamente, salieron corriendo como ratones perseguidos
con una escoba.
Kelsey, mi compañera de trabajo y amiga, se detuvo junto a la mesa
al salir para guiñarme un ojo y entregarme una venda de seda.
—¡Niña, vas a tener una noche increíble! —siseó emocionada antes
de escapar.
—¿Qué sucede? —pregunté mientras veía a un grupo de artistas
entrar al camerino.
—Estaba pensando que podríamos divertirnos un poco, señorita
Cross. —La voz seductora de William se apoderó de mí—. Quería disfrutar
de todo lo que Eden’s Place tiene para ofrecer, menos la multitud. No
quería que nadie viera a mi chica.
Malice tomó un fuerte trago de su bebida y luego se ahogó
profundamente en sus frustraciones. El ceño fruncido en su rostro era
casi doloroso de ver. Miré alrededor. Efectivamente, las únicas personas
aquí éramos Malice, William y yo.
William se quitó la chaqueta del traje antes de aflojarse la corbata,
la emoción reverberando a través de sus grandes manos y forzando un
ligero temblor de anticipación en las puntas de sus dedos.
61
—Siéntete libre de irte, Nick —dijo William en un tono burlón—.
Planeo disfrutar plenamente de todas las festividades que ofrece mi
cumpleaños. —William me tendió la mano y yo la tomé.
Malice, sintiendo un desafío en las palabras de su hermano, habló
con firme determinación.
—Me encanta un buen espectáculo. Dondequiera que esté Juliet,
quiero estar.
Mi corazón se detuvo y de repente me sentí abrumada por los
nervios. Hasta ahora, habíamos mantenido los aspectos físicos de
nuestra relación estrictamente separados. Aparte de esa vez en la sala de
conferencias en la Mansión Civella, no habíamos hecho ninguna…
actividad grupal. Me ponía nerviosa tener una audiencia celosa
vigilándonos a William y a mí.
William sonrió, como si ese fuera su plan desde el principio.
—Como quieras. —Tiró de mi mano, pero me resistí. Malice y yo
todavía nos estábamos recuperando de todo, pero eso no significaba que
no hubiera amor entre nosotros. A veces, la lucha era solo un muro que
tenías que escalar para llegar al corazón de una relación.
Me solté del agarre de William y me cerní sobre Malice. Me había
condicionado para que pidiera permiso en momentos como este: su
posesividad era abrumadora a veces, y no estaba segura de si necesitaba
pedírselo ahora.
Pero no quería preguntarle. ¿Estaba tan mal amarlo, asegurarme
de que estaba bien, mientras seguía tomando mis propias decisiones?
Quería tener el control de mis propios anhelos. Mi propio cuerpo.
Mis propios deseos, necesidades y relaciones. Si quería encontrar a
Anthony y construir una vida para mí con cada uno de estos hombres,
necesitaba cortar las cadenas que Malice tenía sobre mí.
Esperó pacientemente, a que le pidiera permiso como siempre lo
hacía.
—Te amo, Nick —susurré antes de inclinarme para besarlo en la
mejilla. El hecho de que quisiera cambiar nuestra dinámica no
significaba que la ardiente adoración que tenía por él se evaporara de
repente. Éramos más fuertes juntos. Nuestro vínculo era algo que
eclipsaba a los demás, pero era hora de sacar a William de las sombras.
Era hora de encontrar a Anthony en la oscuridad.
Su espalda estaba rígida con anticipación. Había una expectativa
flotando en el aire helado entre nosotros.
Pero no le pediría permiso. No esta vez. Nunca más. Era la chica
que asesinó a un hombre para salvarse. No la chica que permitía que
alguien reclamara cada parte de ella.
William estaba sonriendo como un gato Cheshire cuando me di la
vuelta para seguirlo en el escenario. Mi próxima orden del día sería 62
trabajar en su lado vengativo. Solo porque estaba haciendo una
demostración de elegirlo a él, no significaba que no estaba eligiendo a
Nick. Me estaba eligiendo a mí misma y encontrando hogares iguales para
cada uno de los hombres en mi corazón.
Los parlantes se encendieron y una canción inquietante comenzó
a reproducirse a través de ellos. Las luces del escenario se encendieron,
bañando la cama con una brillante luz roja y ahogando la zona de
asientos de abajo en la oscuridad. No podía ver a Nick sentado allí, pero
podía sentir sus ojos intrusos bailando sobre mi piel.
Me paré al pie de la cama, la anticipación creciendo en mi
estómago.
—Sube a la cama —ordenó William. Tragué. Los ojos de Malice
estaban puestos en mi espalda. Me sentí rara e incómoda, dos
sentimientos que ninguna mujer quería experimentar mientras follaba.
William me esperó pacientemente mientras yo cerraba los ojos y
respiraba con firmeza.
Inhala.
Exhala.
Fue en ese breve momento de claridad que se me ocurrió una idea.
Si Malice deseaba mirar, entonces lo convertiría en un participante
activo.
Lentamente lo miré por encima de mi hombro y sentí una oleada
de adrenalina y confianza al verlo sentado en la mesa de cócteles. Tenía
las piernas separadas, las tenues luces de la habitación proyectaban
sombras a lo largo de su rostro y se agarraba la parte superior del muslo
como si intentara obligarse a permanecer quieto.
Luego me volví hacia William, quien parecía inseguro por primera
vez. Tenía ojos furtivos que seguían rebotando entre Malice y yo. Estaba
tratando de hacer una declaración sobre nuestra relación, pero yo
también. Estábamos todos juntos en esto.
Dando la espalda a Malice, lentamente, lentamente, lentamente me
incliné para desabrochar la hebilla de mis tacones. Me froté las piernas
mientras lo hacía. Mi postura amplia le dio a mi pequeño espectáculo un
toque de erotismo que me animó.
Luego, me quité los zapatos y los pateé a un lado. William se
arrancó la corbata del cuello y comenzó a desabrocharse la camisa de
vestir con movimientos metódicos. Me arrastré sobre el colchón,
arqueando la espalda mientras me acercaba a la cabecera. Música lenta
con un ritmo fuerte se filtraba a través de los parlantes, y rodé sobre mi
espalda.
—Tan hermosa —susurró William antes de arrastrarse sobre mí.
Envolvió su mano grande y venosa alrededor de mi muñeca y la levantó 63
hasta las esposas. Besó mi piel suave con sus labios exigentes antes de
atraparme. Luego hizo lo mismo con mi otra muñeca antes de ponerse de
pie y rodear mis tobillos con cuero.
Estaba completamente atada, y no se me escapó cómo esto era una
metáfora de mis relaciones. Esa familiar sensación de ansiedad me hizo
preguntarme si era la sensación de estar atrapada lo que aceleraba mi
corazón o el deseo. Tal vez ambos. Tal vez esta era la compensación por
el amor. Ataduras de cuero, esposas y un collar metafórico apretado con
fuerza alrededor de mi cuello.
Levanté la cabeza pero, desde este ángulo, ya no podía ver a Malice.
—Céntrese en mí, señorita Cross —exigió William. Lo miré a los
ojos de una manera desafiante. Él sonrió.
Acomodándose entre mis muslos, William desabrochó los broches
en mi coño, revelándolo con facilidad. Su cálido aliento envió un
escalofrío por mi espalda, y lo vi mientras rozaba sus exuberantes labios
sobre mí. Me mojé con anticipación. Chispas de necesidad se dispararon
a través de todo mi cuerpo, y me pregunté cuánto tiempo me haría
esperar hasta que me probara, me provocara burlonamente, me follara
con la lengua.
—Me encanta la sensación de tu cuerpo disfrutando de todo lo que
hago —dijo antes de besar la parte interna de mi muslo—. Hay algo en la
forma en que te tiemblan las piernas cuando te corres que se siente tan…
—Hizo una pausa para lamer una larga línea en mi raja—. Satisfactorio.
Me retorcí en la cama contra mis ataduras mientras William
envolvía sus brazos alrededor de mis muslos y los abría tanto como podía.
El aire frío de la ventilación superior se mezcló con su aliento
embriagador.
Anticipación.
Anticipación.
Anticipación.
Anticipación.
Inhala.
Exhala.
—Por favor —rogué.
—Porque lo pidió tan amablemente, señorita Cross —respondió
William antes de hundir su lengua caliente y húmeda. Rodeó mi clítoris.
Gimió ante mi sabor. Cada movimiento de su talentosa boca envió un
escalofrío rebotando a través de mi cuerpo tembloroso.
Lo observé con una especie de hambre. El sudor húmedo se
acumulaba en su frente mientras me lamía, saboreando cada probada
mientras me acercaba más y más a ese pico. Estaba rezando en el altar 64
de mi coño, adorando mi placer, extrayendo cada ofrenda de mi
resbaladiza necesidad con rápidos e intensos lametones de su lengua.
Tuvo que sujetarme con sus musculosos brazos. Estaba segura de
que saldría volando de la cama si no fuera por él y estas esposas.
Casi me había olvidado de Malice, con su presencia oscura y
melancólica observando el espectáculo.
Pero hizo notar su presencia. Lo conocía. Sabía que él no miraría
en las sombras. Quería atribuirse el mérito de cada gota de felicidad
arrancada de mi cuerpo. Lo vi acercarse al escenario antes que William.
Lo miré, mi boca entreabierta en éxtasis. Mis ojos estaban entrecerrados.
La sombra de Malice hizo que William se congelara, y siseé ante la
pérdida de tensión acumulada en mi clítoris.
—No, no —supliqué—. No te detengas.
William y Malice tuvieron un enfrentamiento silencioso. Esperé a
que pelearan. O que William le diga que se vaya a la mierda.
Pero quería esto.
Necesitaba esto.
—No soy realmente el tipo de hombre que se sienta y mira —dijo
Malice en un tono mortal.
William se limpió los labios en la parte interna de mi muslo antes
de responder.
—No soy realmente el tipo de hombre que comparte.
Malice se quitó la chaqueta del traje y la dejó caer descuidadamente
al suelo. Llevaba tirantes que quería alargarme y jalar hasta que
golpearan contra su pecho. Se desabrochó los gemelos y se los guardó en
los bolsillos. William continuó besando mi coño mojado mientras Malice
se arremangaba. Sentí que el entusiasmo se desvanecía en los
movimientos de Malice, pero me negué a dejar que esto nos descarrilara.
—Te deseo, Pequeña Luchadora —susurró antes de alcanzar la
hebilla de su cinturón y desabrocharlo. Con dedos ágiles, se desabrochó
el botón y luego metió la mano detrás de la cintura de sus calzoncillos
para sacar su dura y pesada polla. Malice luego se puso de rodillas sobre
el colchón y golpeó mis labios con la cabeza de su polla—. Pruébame —
exigió.
Miré a William, que estaba observando todos mis movimientos.
Sentí que esto era una prueba, de alguna manera. Sabía lo que tenía que
hacer.
Volviendo a centrar mi atención en Malice, abrí lentamente la boca
y empujó hasta que golpeó el fondo de mi garganta. Me atraganté un
poco, pero estaba decidida a que Malice se corriera. Se movió dentro y
fuera mientras usaba una mano para apoyarse contra la cabecera de
65
madera y la otra para acariciar mi pecho. Salieron saliva y gemidos de mi
boca. Me sentí tan bien. Tan pervertida. Tan deseada.
William aumentó su velocidad en mi clítoris, y cuando me vine, fue
duro y rápido. Dejé de chupar la polla de Malice solo para gritar de placer.
Ola tras ola de la fiebre rastrilló mi cuerpo. William se pavoneó mientras
me retorcía, todo mi cuerpo se debilitó por el maldito placer de todo.
William se levantó rápidamente y se quitó el resto de la ropa. Quería
verlo desvestirse, pero Malice me había robado por completo la atención.
Estaba entrando y saliendo de mi boca como si quisiera lastimarme la
garganta para que me despertara con el recuerdo de lo que se sentía al
tener su polla en mi lengua.
Gimió y se movió más rápido. William se colocó entre mí, luego
presionó mi entrada con su polla.
—¿Quiere que me folle su coñito necesitado, señorita Cross? —
preguntó.
Asentí. Lo quería más de lo que podía articular. Esto era lo que
necesitábamos.
—Dilo —exigió entonces.
Me sonrojé. Era difícil hablar con la boca llena. Malice tampoco se
rindió. Esto se sentía como una especie de concurso de meadas, y no
quería estropearlo.
Después de unos momentos de indecisión, finalmente cedí. Los
deseaba demasiado. Dejé de chuparle la polla a Malice para responderle
a William.
—Quiero que me folles, William —gemí.
La indecisión en su expresión me hizo preguntarme brevemente si
la había jodido. Pero finalmente, se metió dentro de mí, lenta y
peligrosamente.
Malice se impacientó y comenzó a follarme la boca con más veneno.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, pero no me sentía
incómoda. Me sentí poderosa. Necesaria. Usada y….
—Dime que solo me deseas a mí —exigió William mientras entraba
y salía de mí. Estaba golpeando ese punto profundo y penetrante dentro
de mí que hizo que mis piernas temblaran. Estaba cerca de correrme de
nuevo. Y si la polla retorciéndose de Malice era algún indicativo, él
también estaba cerca. William parecía estar al límite.
Pero no pude obligarme a decirlo.
William comenzó a moverse más lento. Me hizo gritar. Lo quería
más fuerte, más rudo. Quería que nos viniéramos todos.
—Dilo —exigió William. Lo miré. Cada músculo de su torso estaba
flexionado por salir y entrar en mí. Estaba empezando a perder esa 66
atadura de la emoción. Si se detenía ahora, perdería este momento para
siempre.
Gemí. Malice maldijo. Rápidamente me detuve, sintiéndome
desesperada por superar esto.
—Te deseo, William —gemí.
No dije exactamente lo que quería escuchar, no pude. Hacía tiempo
que había superado la idea de que solo podía conformarme con uno de
ellos.
William se volvió loco, entrando y saliendo de mi cuerpo como un
loco. Me moví para seguir chupando a Malice, pero se había ido.
Parpadeé dos veces.
La esposa alrededor de mi muñeca derecha se cayó.
Los ojos de William estaban cerrados.
Mi muñeca izquierda fue liberada.
William se corrió duro, cuerdas calientes de semen me llenaron y
todo su cuerpo se detuvo.
Mis tobillos fueron liberados.
Y Malice agarró el arma enfundada a su lado, retiró el seguro y
apuntó a la cabeza de William.

67
William agarró las sábanas y las envolvió alrededor de su cintura
antes de gruñirle a Malice.
—¿Qué diablos estás haciendo?
Los pantalones de Malice parecían estar a punto de caerse, ya que
el cinturón aún estaba desabrochado. Sus manos temblaban por la
adrenalina mientras apuntaba el cañón del arma a su hermano. Era
extraño verlo tan desaliñado, aunque estaba familiarizada con su
naturaleza desquiciada. Los había empujado demasiado lejos.
—¿A qué diablos estás jugando, William? ¿Crees que de repente 68
eres importante? ¿Mejor que yo? —preguntó Malice.
Doblé mis piernas hacia mi pecho, mi desnudez y la aguda punzada
de tensión me hicieron sentir demasiado expuesta por el momento.
—¡Estás jodidamente loco! —gritó William.
—Te mostraré lo jodidamente loco que puedo estar. No te necesito.
Ya me harté de compartir. Ya me harté de jugar este juego. Estás muerto
para mí, ¿oíste? Muerto. También puedes dejar de fingir que diriges el
lugar.
William respondió antes de que pudiera intervenir.
—¿Fingir? ¡Fingir! ¿Crees que estoy fingiendo dirigir las cosas?
Mientras tú estás matando gente y haciéndote enemigos, soy el que
realmente nos hace ganar dinero. Soy el que limpia tus desastres. Soy a
quien la gente realmente respeta. ¿Y sabes qué? —preguntó William,
saliva volando de su boca.
—¿Qué? —respondió Malice, su tono goteando con ira.
—Soy el que Juliet quiere, también. La acabas de escuchar. Te está
matando, ¿no? Saber que soy la mejor opción para ella. Saber que podría
ser más feliz conmigo…
—Te mataré —gruñó Malice.
Me había quedado atónita durante la mayoría de sus peleas, pero
logré encontrar mi voz.
—¡Basta! —grité, haciendo que ambos se giraran para mirarme.
Malice finalmente bajó su arma y respiré aliviada. Luego giró sobre
sus caros zapatos y se dirigió a la cama.
—Nos vamos. Te vienes a casa conmigo. Ya es suficiente.
—¡No la toques, maldita sea! —gritó William.
Estaba harta de este juego metafórico de tira y afloja.
Me levanté, semen derramándose por mi pierna por el movimiento
brusco. Malice sonrió, probablemente pensando que iba a irme con él,
pero negué con la cabeza.
—Me cansé —dije, de alguna manera milagrosamente manteniendo
mi voz firme—. Me cansé de esto. No voy dejar que se peleen por…
—No tenemos que pelear. Solo ven a casa conmigo… nosotros,
quiero decir —se quejó William.
Dejé escapar un grito de frustración que rebotó en las paredes. Fue
en carne viva, enojado y lleno de dolor.
—Ya hemos pasado por esto. Intentaste hacerme elegir cuando le
dijiste a Vicky. Estoy cansada de los juegos, William.
Malice sonrió triunfalmente y se me puso la piel de gallina.
—¡Y tú! Vas a alejar a todas las personas de tu vida hasta que solo 69
quedes tú en esa casa grande y vacía. No puedes controlar todo.
—¡Joder si no puedo! —se burló.
—No puedes controlarme. No si quieres estar conmigo. Puedes
capturarme. Encerrarme en tu dormitorio. Follarme. Arruinarme. Pero no
será amor. No será real. Solo serás tú y un cuerpo cálido.
Corrí hacia la pared donde estaba colgada una bata de seda negra
y me la puse mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.
—Dejé que Nick estuviera a cargo de esta relación porque supongo
que no tenía la confianza suficiente para decir lo que quería. Era más
fácil dejar que él tomara las decisiones, porque no quería lastimar a
nadie. Nunca quise lastimar a nadie…
Me limpié furiosamente una lágrima antes de inclinarme por la
cintura y dejar escapar un sollozo de frustración. Todas las emociones
que se habían estado acumulando dentro de mí se habían desbordado.
El dique que había construido alrededor de mi corazón se había roto
oficialmente. No había vuelta atrás ahora.
—Pero ahora Anthony se ha ido —dije con voz ahogada antes de
desmoronarme y sentarme en el suelo. Tanto Malice como William se
movieron para consolarme, pero se detuvieron cuando notaron que el otro
intentaba hacer lo mismo. Este era el problema. Su odio mutuo siempre
se interpondría en el camino de su amor por mí. Esta no es una forma de
vivir.
—Vámonos a casa, Pequeña Luchadora. Podemos hablar de esto.
¿De acuerdo? —dijo Malice, usando su voz más suave y amable que
calmó mi alma un poco.
—No. ¿Puedes llamar a Kelsey? —pregunté antes de apoyar mi
mejilla en mi rodilla doblada—. Quiero ir a casa con ella.
William inmediatamente sacó su teléfono celular de su bolsillo,
desesperado por hacer lo que yo deseaba. Malice maldijo.
—No creo que huir de nosotros sea la respuesta. Preferiría que
vinieras a casa, Juliet.
—Hemos terminado, Nick. —Usé su nombre real para realmente
llevar el punto a casa. Estaba tan exhausta que no tenía sentido alargar
esto. No estaba funcionando. Tal vez nunca funcionó.
Soltó una risa amarga.
—No hemos terminado.
Podía pensar lo que quisiera, pero mi corazón necesitaba espacio,
tal vez incluso de forma permanente.
—Probablemente no podría evitar que ninguno de ustedes hiciera
que me quedara. He estado encadenada en tu sótano, ¿recuerdas? Sé de
lo que eres capaz.
William comenzó a vestirse. Su silencio fue como un grito. Quería 70
saber lo que estaba pensando.
Malice continuó con sus amenazas.
—Estoy pagando las citas médicas y los medicamentos de Ruthie.
Demonios, estoy pagando por tu educación. Tu comida.
—Si quitaras todo eso, solo estarías confirmando lo que estoy
sintiendo en este momento. Estarías en tu derecho de parar. No puedo
obligarte a preocuparte por mí, Nick. Ya me cansé de dejarte tener el
mundo sobre mi cabeza a cambio de amor.
—Kelsey está aquí —dijo William en voz baja—. Pero estoy de
acuerdo con Nick, deberías volver a casa.
Miré su rostro solemne y sentí una punzante culpa por el dolor en
su expresión. Pero William siempre me querría para él solo. Malice
siempre querría controlarme. Anthony siempre se perdería en sus
demonios.
—Me voy a casa —susurré antes de levantarme del suelo y cruzar
el escenario, pasando a Malice, y bajando los escalones que conducían al
suelo. Kelsey estaba parada allí, esperándome. La pobre chica parecía
aterrorizada, y me sentí mal por ponerla en esta posición, pero no tenía
a nadie más. Probablemente era mi única amiga en estos días aparte de
mis hombres, e incluso entonces, solo hablábamos cuando estábamos de
turno juntas.
—Gracias —susurré.
Con ternura enlazó su brazo con el mío y comenzó a guiarme hacia
la puerta.
—El señor Civella no me va a asesinar por llevarte, ¿verdad? —
preguntó, su tono ligeramente burlón, pero había un borde en su postura
cuando rápidamente nos hizo salir por la puerta.
—No lo hará —le aseguré. Yo soy la persona con la que están
enojados. Yo era la persona que terminaba esto. Yo era la persona que se
alejaba de nuestra relación. Yo me estaba salvando.

Me envolví en la manta acogedora que Kelsey me dio y bebí té en


su acolchonado sofá mientras las noticias resonaban en su televisor de
pantalla plana. Quedarse aquí se sintió como la mejor opción. No quería
ir con la abuela, porque no estaba segura de cómo iba a explicarle que
había terminado con ellos. No podía mirarla a los ojos y decirle que las
citas médicas, la seguridad financiera y mis estudios habían terminado.
Había mucho que procesar.
71
Kelsey entró por la puerta principal con una bolsa de papel llena
hasta el borde con bagels y haciendo malabarismos con dos tazas de café
de la cafetería de la calle donde vivía.
—Entonces, no te asustes, pero el señor Civella tiene dos autos
estacionados afuera de nuestro edificio. Uno de sus matones insistió en
pagar el desayuno.
Negué con la cabeza. Tal vez Malice y William pensaron que esto
era solo una pelea. Solo una noche de ira que podrían esconder debajo
de la alfombra más tarde.
Pasé un dedo por el collar que Nick me había dado, luego llegué
detrás de mi cuello para desabrocharlo.
—Gracias por dejarme pasar la noche —dije en voz baja mientras
desviaba la mirada.
Sentí que el sofá se hundía a mi lado y miré la expresión
preocupada de Kelsey. Su cabello rubio extenso estaba recogido en un
moño de bailarina en la parte superior de su cabeza, y tenía puesto un
top corto y pantalones de yoga. En realidad, nunca la había visto fuera
de la ropa interior que nos obligaban a usar en Eden’s Place.
—Sé que nunca salimos fuera del trabajo, pero puedes hablar
conmigo. Parece que necesitas una amiga.
Dejé escapar una bocanada de aire antes de alcanzar uno de los
cafés y tomar un sorbo. Si iba a hablar de mis sentimientos, primero
necesitaba un poco de cafeína. La crema de avellana golpeó mi lengua y
cerré los ojos por el breve consuelo.
—Rompimos —dije una vez que el líquido caliente viajó por mi
garganta y calentó mi estómago.
—¿Quién? ¿Tú y Nick? ¿William? ¿O Antony? —Realmente nunca
me había avergonzado de nuestra dinámica. En el siniestro mundo
mafioso se aceptaba cualquier cosa. Las normas sociales no me
molestaban tanto, considerando que yo era una asesina. Pero
escucharlos a todos enumerados así hizo que el enorme agujero en mi
pecho creciera en tamaño. No solo estaba de luto por la pérdida de una
relación. Estaba de luto por tres.
Metí algo de cabello detrás de mi oreja, luego fruncí el ceño ante el
brillante anillo en mi mano izquierda. Me lo quité y lo puse en la mesa de
café de Kelsey junto al collar de Nick.
—Terminé las cosas con todos ellos, supongo —respondí, aunque
mi ruptura se sentía como la de Anthony.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
—Triste. Aliviada. Herida.
Kelsey sacó un bagel de arándanos y arrancó un trozo del pan dulce
antes de llevárselo a la boca. La observé masticar por un momento y no
podía decir si estaba tratando de pensar en algo que decir o si solo tenía 72
hambre. Por lo general, Kelsey era rápida y estaba a cargo. Fuera del
trabajo, se sentía más… ¿normal? ¿Relajada?
—¿Cuál es la mejor manera en que puedo ayudarte ahora? —
preguntó finalmente antes de tragar su comida.
Sonreí ante eso.
—Dime cómo voy a arreglar mi vida y seguir adelante con esto.
—¿Quieres seguir adelante?
Me humedecí mis labios.
—¿Sí? ¿No? ¿Quizás?
—Parece que deberías averiguar qué quieres primero.
Asentí.
—Quiero tomar el control de mi vida. Necesito averiguar cómo voy
a pagar mi escuela y la medicina de la abuela. Quiero mi propio trabajo.
Mi propio espacio. Quiero volver a tomar las decisiones en mi propia vida.
—Me detuve para mirar a Kelsey—. Y si, después de que resuelva todo,
pueden encontrar una manera de amarme sin pelear por mí o
controlarme, entonces eso también me gustaría.
Kelsey asintió.
—Suena bastante fácil. ¿Supongo que quieres renunciar a tu
trabajo en Eden’s Place?
Le di una mirada culpable.
—Va a ser muy difícil verlos todos los días. Ya estoy luchando por
no correr a la Mansión Civella y rogarles que me acepten de vuelta. No
creo que pueda trabajar allí y mantenerme fuerte.
—Me siento devastada por perderte, pero lo entiendo. Eso sí,
necesitas un trabajo decente que pague bien. Especialmente si quieres
volverte más independiente.
Mastiqué el interior de mi mejilla.
—Solía trabajar en un restaurante. Sin embargo, las propinas eran
una mierda. Sería difícil volver de Eden’s Place allá, pero supongo que
tengo opciones.
Kelsey arrugó la nariz y frunció el ceño.
—No. Tienes experiencia en uno de los clubs más elitistas de la
ciudad. También seré una referencia para ti. Podríamos conseguirte
fácilmente un trabajo de camarera o…
—No estoy segura de querer trabajar en un club —respondí
tímidamente—. No rechazaré el trabajo, pero si tuviera que elegir…
Kelsey sacó su teléfono y abrió su aplicación de notas. Era muy
propio de ella ser organizada y servicial. De repente me llené de una
gratitud abrumadora de que fuera la que estaba conmigo mientras 73
atravesaba esto.
—Pensemos —dijo mientras escribía—. Vas a ir a la escuela de
ciencias forenses. Tienes ese espeluznante podcast de asesinatos que me
da pesadillas.
—¿Escuchas mi podcast? —pregunté sorprendida.
—Duh. Soy una mujer moderna que intenta encontrar marido en
un mundo lleno de psicópatas. Es más o menos un manual sobre cómo
detectar señales de alerta. Además, me gusta apoyarte. Anthony me
alentó a hacerlo.
Mi corazón latió con fuerza ante la mención de Anthony. Kelsey
percibió el cambio en mi comportamiento y me palmeó el hombro.
—No sé qué pasó con él, pero eventualmente regresará. Ese hombre
no puede mantenerse alejado de ti.
—Gracias —articulé, demasiado emocionada para vocalizarlo.
Aclarándose la garganta, Kelsey continuó.
—Así que te gustan los asesinatos y los cadáveres. Mi hermano vive
al lado de una funeraria y mencionó que estaban contratando
recientemente. Ha estado tratando de convencerme de que abandone
Eden’s Place durante un tiempo.
Empezó a escribir antes de abrir la lista.
—Aquí está. Asistente funerario. Mil dólares a la semana. —Luego
escaneó la lista de trabajos—. Básicamente una secretaria del lugar. No
está mal. Probablemente se vería bien en un currículum para tus futuras
metas profesionales. Creo que podrías lograrlo fácilmente, y hablaré con
el vecino de mi hermano sobre ti. El tipo siempre está mirando mis tetas.
Ella escribió un poco más, y mi teléfono sonó.
—Acabo de enviarte la publicación. Sin embargo, tendría tu
solicitud lista para esta noche. Quiere contratar rápido.
Kelsey era eficiente, eso seguro.
—Cielos. Gracias —dije. Mil dólares a la semana no era mucho,
pero al menos ayudaría con las medicinas de la abuela.
—Ahora averigüemos tu situación escolar. Es el comienzo del
semestre, ¿sí? Asumo que el señor Civella ya pagó tu matrícula en su
totalidad.
La vergüenza me atravesó como un huracán.
—Sí.
—Estupendo. Por lo tanto, tiene un semestre completo para buscar
opciones de ayuda financiera y solicitar becas. No es como si él pudiera
recuperar el dinero, y algo me dice que no te pedirá que le pagues. Quiero
decir, siempre puedes vender ese anillo que William te dio y
probablemente te quede dinero. 74
No estaba segura de que me gustara esa idea. Quería resolver esto
por mi cuenta.
—Tienes razón. Tengo tiempo para resolver mis cosas de la escuela.
El resto de este semestre y todo el verano.
Kelsey se pavoneó.
—Parece que estás en el camino hacia la independencia.
Sí. Eso parecía. Podría hacer esto realmente. Ella continuó:
—Solo necesitas cortar los lazos con los hombres de Civella.
Sí. Era más fácil decirlo que hacerlo. Malice podría estar dejándome
lamer mis heridas aquí ahora, pero eventualmente vendría por mí.
O al menos, pensé que lo haría. La alternativa significaría que él
realmente no me amaba. Que yo era solo un bache en su vida, alguien
por quien no valía la pena luchar. ¿Era patético querer que él me quisiera
de vuelta? ¿Me hacía aún más egoísta de lo que ya era?
—Los guardias fuera de mi edificio de apartamentos son un poco
alarmantes. Esos hombres no te lo van a poner fácil, eso seguro. Aunque,
mi mente traviesa no puede evitar pensar en todas las formas deliciosas
en que podrían recuperarte.
Cogí una almohada cercana y juguetonamente se la lancé,
haciéndola chillar.
—¡Estaba bromeando! —insistió.
Ambas nos reímos por un momento, y me di cuenta de lo mucho
que extrañaba esto. Reír con una amiga, con alguien a quien no estaba
follando o tratando de arreglar. Casi se sentía como hablar con Vicky,
excepto que Kelsey era intuitiva y estaba más a mi nivel. Ella era
comprensiva. Vicky siempre estuvo demasiado ensimismada en su propia
vida para realmente escucharme. Era algo de lo que me di cuenta
completamente después de que ella intentó matarme.
Miré las joyas en la mesa de café y mi decisión de repente se hizo
muy evidente. Si iba a centrarme en mí misma, tenía que sentar un
precedente.
—Eso sí, si preguntan, diles que traté de convencerte de que
volvieras corriendo con ellos. Me gusta vivir y tener un trabajo, muchas
gracias —agregó Kelsey con un guiño.
Miré el anillo y el collar por un momento más antes de decidir ser
increíblemente imprudente. No estaba segura de si era el coraje lo que
me impulsaba a seguir adelante o el deseo de provocar a mis hombres
para que hicieran algo con respecto a su comportamiento ridículo, pero
una vez que se me ocurrió la idea, supe que solo había una opción.
Las agarré en mi puño, me puse las sandalias y me dirigí a la puerta
principal.
75
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Kelsey.
—Enfadar a un monstruo —respondí con facilidad antes de abrir
la puerta y pasar a través de ella.
Me moví rápidamente, sabiendo con total certeza que si disminuía
la velocidad o me detenía, perdería todo el coraje que tenía y correría con
mi metafórico rabo entre las piernas de regreso al departamento de Kelsey
y de regreso al aterrador mundo intermedio donde los hombres seguían
siendo míos. Si quería tomar las riendas de mi vida, necesitaban ver qué
tan seria era en esto.
Afuera, el aire fresco me asaltó como una bofetada. Se esperaba
una tormenta de invierno al anochecer. Mi suéter delgado y mi piel
expuesta se sentían como hielo contra la ráfaga de viento. Encontré el
auto Civella vigilándome y corrí hacia ellos.
Esperaba ver a uno de los hombres de Malice agarrando su café y
mirándome molesto, pero no, no era otro más que Nicholas Civella en el
asiento delantero. Jadeé cuando abrió la puerta y me paré en la fría calle.
—¿Has recobrado la cordura? —preguntó, su tono amargo y
vulnerable al mismo tiempo. Noté los círculos oscuros debajo de sus ojos.
La forma cansada en que me miró. La abrumadora derrota en su postura,
a pesar de sus palabras.
—No —respondí, parte de la valentía se filtró fuera de mi cuerpo
como una fuga en un neumático. Lento pero aún condenatorio—. Quería
darte esto.
Le entregué el collar y el anillo para que los tomara. Miró a mi
palma extendida y luego a mi cara.
—¿Se supone que esto te hará sentir mejor? —preguntó en un tono
tranquilo—. Es este un gesto simbólico que te ayuda a lidiar con la
mentira de que hemos terminado, ¿eh?
Aunque no sonaba enojado, las palabras que pronunció me
sacudieron.
—Solo quiero que entiendas lo en serio que hablo —tartamudeé
antes de estirar mi mano más lejos, casi chocando las puntas de mis
dedos contra sus abdominales.
—Sé tan seria como quieras, Pequeña Luchadora. Esto no ha
terminado.
—No tiene que haber terminado —respondí—. Me pondré este
collar de nuevo cuando dejes de tratar de controlar mis relaciones.
Cuando traigas a Anthony de vuelta. Y cuando vuelvas a ser Nick.
—¿Es un soborno?
—Un compromiso —discutí.
—¿Y mis hermanos también tienen que comprometerse, o soy solo
yo quien está siendo sometido a esto? 76
Una ráfaga de viento sopló a mi alrededor y me estremecí. Con un
suspiro de molestia, Malice se quitó el abrigo y me envolvió con él.
—Te vas a enfermar.
Inhalé el aroma de su colonia. El olor cálido y masculino me
envolvió con comodidad.
—Las expectativas que tengo para William y Anthony no son de tu
incumbencia —dije, mi voz temblaba por el frío.
Malice se inclinó más cerca.
—Tenemos una diferencia fundamental de opinión, Pequeña
Luchadora. Parece que piensas que eso no es asunto mío, y creo que cada
parte de tu existencia en esta roca giratoria en el espacio es asunto mío.
Aparté la vista para no tener que ver su mirada decidida. Era difícil
de mirar.
—Tómalo —dije con voz ahogada antes de sostener el collar cerca
de su pecho una vez más—. Solo tómalo, Malice.
Enojado, enroscó su mano alrededor de la mía.
—No.
Decidiendo que esto no tenía sentido, rápidamente abrí la puerta
del lado del conductor y la dejé caer en el asiento delantero. Respirando
pesadamente por la ansiedad de todo, finalmente me obligué a mirar su
expresión, pero me sorprendió ver que me estaba sonriendo.
—Entra, Pequeña Luchadora. Cogerás un resfriado mortal.
Asentí, sobre todo porque no estaba segura de qué más hacer. Lo
último que vi antes de girar y correr adentro fue a él lamiéndose los
labios. No pude evitar sentir que estaba tramando algo.
Algo me decía que yo gané esta batalla, pero él ganaría la guerra.

77
—Gracias a todos por sintonizarnos. Asegúrense de escucharnos
la próxima semana, tengo una entrevista con un detective privado que
trabajó con la familia Smith en la desaparición de Francesca Smith hace
casi una década. Hasta la próxima, cierren bien sus puertas.
Presioné detener mi grabación y me recliné en mi silla con un
profundo suspiro. Había grabado seis episodios esta semana. Desde que
rompí con los hermanos Civella, había estado experimentando esta
extraña montaña rusa de emociones, tambaleándome en algún lugar
entre la ansiedad, el miedo y la decepción. El primer día, William envió
una caja con mis pertenencias. Hizo que mi decisión se sintiera definitiva. 78
El tratamiento silencioso me estaba poniendo enferma del estómago, pero
también era extrañamente familiar. Me recordó los días en que pensaba
que él era solo un guardaespaldas melancólico para Vicky. No sabía cómo
manejarlo. Su rápido despido de mí fue como un castigo rápido y me hizo
sentir culpable por manejar las cosas de la forma en que lo hice.
Lo llamé una vez y le dejé un mensaje, haciéndole saber que estaba
disponible para reunirme si quería hablar de todo. Me aseguré de incluir
que estaba dispuesta a trabajar en esto si hacía algunos cambios, pero
el deprimente silencio que me recibió fue suficiente respuesta. Decir que
estaba devastada sería quedarme corta, pero tenía que mantenerme
fuerte. Primero, tenía que elegirme a mí misma.
Malice y yo nos habíamos hecho amigos por correspondencia.
Excepto que no estábamos escribiendo cartas, solo estábamos enviando
un collar de ida y vuelta. Todas las noches, lo dejaba en su buzón, y todas
las mañanas, lo regresaba al mío.
Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que las cosas se
intensificaran. Este juego lo entretendría solo un poco, pero muy pronto
subiría de nivel y tendría que navegar por su naturaleza vengativa.
Conseguí el trabajo en la funeraria, gracias a las tetas de Kelsey y
la determinación del dueño de ganar una cita con ella. Era extraño no ir
a Eden’s Place todas las noches. Y además de las clases, principalmente
me mantenía sola en la casa de la abuela. Por suerte, no había tenido
que hablar con ella sobre lo que estaba pasando con los chicos. Estaba
en Oklahoma con unos amigos en uno de los torneos de bingo más
importantes del país. Le había ido tan bien con el manejo de su
enfermedad de Parkinson que me sentí bien de que viajara con amigos y,
aparentemente, estaba en una buena racha ganadora.
Estaba sola. Tal vez por eso estaba poniendo toda mi atención en
mi podcast. Tenía suficientes episodios para tener de reserva en el mes.
Fui a abrir mi software de edición, ya que en realidad no tenía nada
más que hacer, pero un mensaje instantáneo sonó en mi chat de Google
y me detuve. Era mi correo electrónico de podcast. Ahora que tenía diez
mil suscriptores, no era raro que me enviaran correos electrónicos o
artículos, pero nunca antes había tenido una solicitud de chat.
Recé para no ver una foto de pene no solicitada y abrí la ventana.
Pest92: ¿Has oído hablar del nuevo asesino en serie en Miami?
Me enviaron un enlace de noticias e hice clic en él. Cuatro
asesinatos. Víctimas femeninas de unos treinta años. Sus cuerpos fueron
mutilados. Faltaban trozos de piel. Marcas de dientes en su carne… Lo
imprimí rápidamente, luego volví al chat. Estaba tan desconectada del
horror como atraída por el misterio.
Crimegirl: ¿La policía tiene alguna pista?
Pest92: Ninguna. Sin embargo, está subiendo de nivel. Empezó
hace unas tres semanas. 79
Espera. ¿Tres semanas? Ese fue el momento en que Anthony se
fue.
Crimegirl: Gracias por el dato. Lo miraré.
Fui a cerrar el chat, pero Pest92 respondió antes de que pudiera.
Pest92: Por supuesto. Me encanta tu podcast. Lo espero cada
semana. Aunque suenas triste últimamente.
Miré el mensaje por un largo momento, esa tristeza tormentosa
crecía dentro de mí. No quería que ninguno de mis oyentes supiera lo
molesta que estaba.
Crimegirl: Lo siento. He tenido unas semanas difíciles. Pronto
volveré a mi estado normal.
Pest92: ¿Quieres hablar de eso?
Sonreí. ¿Con un extraño al azar en Internet? Paso.
Crimegirl: ¿Y hacer que matarme sea más fácil para ti? ¿NO
has escuchado ninguno de mis podcasts? Regla uno, no te abras a
hombres extraños en Internet.
Pest92: ¿Quién dice que soy un hombre? Podría ser una abuela
inocente que se pasa los días jugando al bingo y las noches viendo la
televisión policiaca.
Crimegirl: Entonces, ¿puedo llamarte abuela?
Pest92: No, dañaría mi frágil masculinidad. Soy un tipo. Y tus
instintos son correctos. Probablemente no deberías contarme todos
tus secretos.
Debatí qué escribir a continuación por un momento. Estaba
disfrutando de la interacción humana y no estaba lista para volver al
silencio mundano y solitario.
Crimegirl: Supongo que podemos charlar siempre y cuando
prometas no ser estúpido sobre ocultar mi cuerpo cuando me mates.
Al menos, dale a las autoridades un desafío adecuado.
Pest92: Trato. Será el crimen del siglo. Entonces, dime qué
está mal.
Probablemente debería ir a un terapeuta sobre esto, pero ser
imprecisa no hace daño. Kelsey había estado trabajando toda la semana
para cubrir mis turnos, y solo necesitaba a alguien con quien ser un poco
patética por un momento.
Crimegirl: Pasando por una mala ruptura.
Pest92: Esas son las peores.
Sí, y yo estaba pasando por tres al mismo tiempo. Era un desastre 80
de enormes proporciones.
Crimegirl: Sin embargo, me ha dado mucho tiempo para los
podcasts. He grabado seis esta semana.
Pest92: Qué suerte la mía. Aunque, ¿qué dice de ti que te gusta
hablar de muertos cuando tienes el corazón roto? ¿Debería tener
miedo?
Me reí.
Crimegirl: Sé cómo esconder cuerpos donde nadie los
encontrará.
Pest92: ¿Tu ex lo sabe?
Podríamos haber estado bromeando, pero no se me pasó por alto
la ironía. Había enterrado cuerpos con mi ex, aunque el término ex no se
sentía exacto para lo que era Anthony.
Crimegirl: Lo sabe. Tal vez por eso se fue.
Pest92: Estaría loco si te dejara. ¿Una chica que puede
esconder un cuerpo y habla de un verdadero crimen? Calma mi
corazón latiente.
Crimegirl: También trabajo en una funeraria.
Bueno. Realmente necesitaba dejar de chatear con este chico. Era
inofensivo, pero me sentí como una sanguijuela de atención, aferrándome
a cualquier cosa que pudiera conseguir.
Pest92: ¿Una funeraria? ¿Cuánto tiempo has trabajado allí?
Crimegirl: Comienzo el lunes. Estoy emocionada.
Pest92: Espero que te vaya bien.
Me aclaré la garganta antes de escribir mi despedida. Tenía mucho
en qué pensar. Este desarrollo del asesino en serie hizo girar mis ruedas.
Era algo a lo que aferrarme y mantener mi mente ocupada por un
momento. Estaba esperando la distracción del dolor en mi corazón. Pero
también, algo seguía empujando en el borde de mi mente. El momento
era extraño. Probablemente estaba haciendo conexiones donde no había
ninguna, pero valía la pena investigar de todos modos.
Además, tenía que dejar el collar en la casa de Civella antes de
acostarme de todos modos.
Crimegirl: Me voy a la cama, Pest. Gracias por el consejo. Lo
miraré. Siéntete libre de enviarme información si surge.
Pest92: Dulces sueños.
Cerré mi computadora portátil y dejé escapar un suspiro. Era el
siguiente nivel patético estar en casa sin hacer nada un sábado por la
noche. Normalmente, William y yo estaríamos en el club, follando en su
oficina o bailando en el área principal. O Malice me llevaría a una cena
elegante. O Anthony y yo estaríamos enterrando cuerpos en la oscuridad. 81
Eché un vistazo a mi reflejo y decidí que al menos necesitaba
parecer que no me sentía miserable mientras pasaba por mi fase de mujer
fuerte e independiente si me encontraba con alguno de los chicos. No me
iba a volver loca, pero el pelo limpio era al menos lo mínimo para parecer
que tenía mis cosas bajo control.
Caminé hasta el baño y me bañé rápidamente, luego me afeité cada
centímetro de mi cuerpo. No me preguntes por qué. Una vez que me sentí
suave y limpia, cerré el grifo, me envolví en una toalla suave y me cepillé
el cabello mojado mientras caminaba de regreso a mi habitación.
Donde vi a un jodido hombre parado sobre mi escritorio.
Un grito se abrió paso por mi garganta, y presioné mi espalda
contra la pared con horror. Casi fui a agarrar un libro de texto cercano
para arrojárselo a la cabeza, pero cuando el extraño se giró para mirarme,
me di cuenta de que era Malice. O Nick. Cualquiera que sea su puto
nombre en estos días. No podía seguir el ritmo de las decisiones de mi
propia mente y su identidad alterada.
—¿Qué diablos haces aquí? —grité mientras jadeaba y me agarraba
el pecho.
—Se estaba haciendo tarde. No quería que caminaras hacia la
mansión en la oscuridad y pensé que te ahorraría la molestia de entregar
el collar.
—Maldito psicópata. Me aterrorizaste.
—La puerta de tu casa ni siquiera estaba cerrada con llave. Parece
una invitación si alguna vez vi una.
Sabía a ciencia cierta que la puerta de mi casa estaba cerrada con
llave. El imbécil probablemente todavía tenía una llave. Tenía que
cambiar las cerraduras. Tenía un pequeño ahorro de trabajar en Eden’s
Place y tenía planes para obtener un nuevo teléfono celular en mi propio
plan y asegurarme de que Malice no pudiera aparecer en mi casa sin
avisar nunca más.
—Tienes que irte.
Malice se llevó las manos a la espalda y me miró de arriba abajo.
Estaba diabólicamente guapo en su traje. Su cabello rubio estaba
perfectamente peinado, mientras que esos ojos esmeralda suyos me
desafiaban a decir algo, a hacer algo. La tensión entre nosotros se había
multiplicado por diez en el tiempo que estuvimos separados. Me sentía
débil y necesitada.
Su mirada acarició mi piel.
—¿Dónde está el collar, Pequeña Luchadora? —dijo con voz áspera.
Lo miré con enojo antes de dejar caer mis manos a mis costados.
Afortunadamente, mi toalla endeble permaneció firmemente en su lugar. 82
Si quería jugar este juego, entonces bien, lo jugaría. Me acerqué
lentamente, sintiéndome bochornosa y aterrorizada al mismo tiempo. Era
lo suficientemente consciente de mí misma para saber que estaba
jugando con fuego. Odiaba sentirme tan necesitada, tan entre dos
extremos. Una parte de mí quería salir de este ciclo tóxico. Una parte de
mí lo anhelaba como una droga.
—Está justo aquí —dije antes de llegar a mi mesita de noche,
inclinándome lo suficiente para darle una vista saludable de mi trasero.
Lo escuché sisear mientras me enderezaba—. ¿Feliz? —pregunté antes
de ofrecérselo. En algún momento, este juego tendría que parar. No
estaba segura de estar preparada para eso.
Me sonrió, la advertencia clara en su expresión.
—Sí —respondió suavemente—. Estoy muy feliz.
Malice me tiró a la cama con un solo movimiento. Mi mejilla golpeó
el colchón y mi toalla fue arrancada de mi cuerpo.
—¡Malice! —grité.
Deslizó su mano entre la cama y yo para envolver su mano
alrededor de mi garganta por una fracción de segundo antes de retirar su
mano como si mi piel fuera veneno.
Luché mientras presionaba su musculoso cuerpo contra el mío.
Gemí cuando sus labios rozaron el caparazón de mi oreja.
—Te he echado de menos, Pequeña Luchadora.
—Vete a la mierda y no me llames así —gruñí. Estaba tan
increíblemente excitada. La sensación de su cuerpo duro. La naturaleza
profunda y adictiva de sus palabras. Podía sentir los latidos de mi
corazón en mi coño, y el deseo resbaladizo pintaba el interior de mis
muslos. Fue vergonzoso y emocionante.
Malice metió su mano entre mis muslos. La dura intrusión de su
dedo me hizo gemir. No debería haberse sentido tan bien como lo hizo.
—¿Cuánto tiempo debemos jugar a estos juegos, Juliet? Me amas.
Me sacudí mientras acariciaba mi clítoris. El armazón de mi cama
barata chirrió debajo de mí mientras me decía verdades crueles al oído.
—Dime que me amas y te haré sentir bien, Juliet. Necesito
escucharlo.
Su demanda me hizo detenerme, a pesar del movimiento decadente
de sus dedos. Lentamente lo miré por encima de mi hombro.
—El amor nunca fue el problema, Malice —grazné—. Te amo, solo
necesito que me ames de la manera que merezco, no solo en tus términos.
Malice me miró fijamente, mordiéndose el labio para contener los
pensamientos que se arremolinaban en su hermoso cerebro. Estuvimos
suspendidos en el tiempo solo por un momento, pero vi una tierna 83
sensibilidad allí.
Pero tan rápido como sucedió el momento, pasó.
Me dio la vuelta sobre mi espalda, tiró de mi cabello mojado y me
obligó a arquearme hasta que sus labios calientes estuvieron en mi oreja
de nuevo.
Estaba jadeando, completamente agotada por la tensión entre
nosotros. Nunca lo había deseado más que en ese momento. Y tal vez eso
es lo que él quería.
—No te quites ese collar, Juliet. No te lo diré de nuevo.
Bajé la mirada, luchando contra su agarre en mi cabello,
sorprendida de ver el diminuto diamante descansando sobre mi piel.
¿Cómo me lo puso?
Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa. Pero me soltó y se alejó
de mí.
Aprendí que mi umbral para mantenerme alejado de Juliet era de
tres días. La noche que casi la tuve en su dormitorio, inmediatamente fui
a casa para lavar la debilidad de mi piel. Me molestaba lo difícil que era
para mí mantenerme firme. Fue frustrante sentirme fuera de control de
mis propias necesidades, cuerpo y mente. No podía dejar de pensar en
ella. No podía dejar de sentir anhelo por ella. No podía dejar de desearla.
Me negaba a ceder, en parte por mi propio orgullo y en parte porque
tenía algo que probarme a mí mismo. Nací y crecí para ser independiente.
Necesitaba saber que ni siquiera Juliet Cross podría retenerme como
rehén. 84
Estaba sentado en mi oficina, paseando por los pisos como un león
enjaulado cuando llegó su mensaje de texto.
Juliet: Tenemos que hablar. Voy para allá.
En el momento en que leí su mensaje, bajé corriendo las escaleras
y me senté en la sala de estar, esperando ansiosamente porque
aparentemente era incapaz de comportarme serenamente. Miré mi reloj
mientras escuchaba la puerta principal.
Solo tomaba unos veinte minutos llegar de su casa a la mía. A
menos que fueras un dios y pudieras decirle a la policía que cambiara
todas las luces rojas a verdes, entonces solo tomaba doce minutos.
La puerta traqueteó y me obligué a recoger el periódico de ayer. Era
un dominado. Mi polla quería vivir dentro de ella. Era un bastardo
necesitado desesperado por tenerla en mi corazón, cabeza y cama.
Escuché una voz profunda aclararse la garganta y puse los ojos en
blanco con decepción.
—Pensé que te habías mudado. ¿Por qué estás aquí? —pregunté,
sin molestarme en darme la vuelta, porque ya sabía que ese resople y
jadeo descontento era William. Había perfeccionado el arte de sonar
siempre como si alguien se hubiera cagado en su parabrisas.
El día que Juliet nos dijo a ambos que había terminado, empacó
sus cosas y se mudó a un loft en el centro, llevándose a algunos de mis
hombres con él. Sabía que eventualmente dejaríamos de vivir juntos, pero
la división de recursos y la división tácita de lealtad me puso la piel de
gallina. Lo estaba haciendo a propósito, dibujando una línea en la arena
para hacerme retorcerme.
Siempre había esperado que se madurara y fuera un hombre. El
desafío me emocionaba y me enfurecía. William Civella finalmente
encontró algo por lo que deseaba luchar.
—Juliet me pidió que me reuniera con ella aquí para hablar —
respondió en un tono frío. Lo miré por encima de mi periódico y me reí
entre dientes a pesar del veneno en mi pulso. ¿Por qué diablos quería
hablar con él? Pensé que venía aquí para rogar, no para tener una sesión
de terapia de grupo.
—Te has descuidado. ¿Sudaderas y una camisa arrugada?
¿Cuándo fue la última vez que te afeitaste? —pregunté. Tenía círculos
oscuros debajo de los ojos y barba en la línea de la mandíbula. Nunca lo
había visto tan... normal. No me sentaba bien.
—Y te ves como siempre, nada afectado —gruñó en respuesta—.
Frío. Cruel. Indiferente.
Apreté los dientes antes de ponerme de pie.
—Para que conste, no tengo una razón para estar amargado y
patético. Juliet y yo estamos trabajando en nuestras diferencias. La vi
hace unas noches, y supongo que se podría decir que nos reconciliamos.
85
Fue un golpe bajo. Y una completa mentira. Presumir de follar con
la chica que ambos amábamos estaba debajo de mí y, si era honesto
conmigo mismo, eso denigró nuestra relación. Pero William y yo siempre
estaríamos en un concurso de meadas. Y sabía en mi interior que él no
se había acercado a ella ni una vez desde nuestra pelea. William era el
rey de dominar el tratamiento silencioso. A veces lo enfadaba solo porque
disfrutaba la semana siguiente de completo silencio.
Nuevamente, debería ser feliz. Simplemente se sentía mal, también.
William frunció el ceño.
—Sin embargo, ella no se quedará aquí, ¿verdad? Y tú estás
esperando en la sala de estar como un cachorrito patético y abandonado.
Estoy seguro de que cualquier reunión física que compartieron fue
temporal y sin sentido.
Apreté mi puño a mi costado, queriendo nada más que molerlo a
golpes. Sobre todo porque tenía razón. Pensé que dejarla con ganas la
enviaría arrastrándose hacia mí, pero en cambio, solo hizo que nuestra
distancia se sintiera más intensa. Me estaba castigando a mí mismo, y
era jodidamente frustrante.
Me aclaré la garganta.
—Lo que sea que Juliet necesite, lo puedo manejar. Puedes irte.
Me miró, luego se acercó al sofá para sentarse, su propia protesta
tácita. Bien. Me senté en mi sillón reclinable, y los dos esperamos en
silencio a que apareciera Juliet, porque nos tenía a los dos agarrados de
las pelotas, hecho que me enfureció.
El tiempo pasó lentamente. Nos miramos el uno al otro. Resopló y
jadeó de fastidio. Me imaginé todas las formas creativas en que podría
matarlo.
Golpeando su cabeza entre el inodoro y el asiento una y otra vez.
Una fogata en el patio trasero con él en el asador, cocinándose
sobre la llama abierta.
Un cuchillo en la espalda.
Arrastrándolo con mi coche por la carretera.
Cuando se abrió la puerta principal, ambos saltamos de nuestros
asientos y nos quedamos allí como hombres a punto de ser emboscados.
Supuse que de alguna manera lo éramos. William tiró de su camisa y se
rascó la mandíbula. Me enderecé la corbata.
Y Juliet entró por la puerta como si fuera la dueña del lugar, vestida
con una falda lápiz negra, una blusa blanca y su cabello largo recogido
en un moño apretado. Parecía la bibliotecaria más follable que jamás
haya visto. Inmediatamente comencé a soñar despierto con inclinarla
sobre un escritorio y azotarla hasta que gritara.
86
William obviamente estaba teniendo la misma reacción que yo,
porque fue y se ajustó. Llevaba pantalones de chándal grises, que
básicamente era él rogándole a Juliet que mirara su entrepierna. Hijo de
puta desesperado.
Ella tragó nerviosamente. Tuve el repentino deseo de hundir mis
dientes en su cuello.
—Hola —dijo con voz ronca.
No respondimos, nuestro silencio fue la única solidaridad que
compartimos. Ambos estábamos en contra y a favor de ella. Peleando y
resintiéndola. Era jodidamente complicado, pero al final del día, ella era
mía.
William pasó una mano por su cabello, el movimiento hizo que el
dobladillo de su camisa se levantara un poco. Se lamió los labios como
un gato callejero hambriento mirando un tazón de crema y azúcar.
Malditos pantalones de chándal grises otra vez. Hice una nota mental
para comprar un par.
—Gracias a los dos por conversar conmigo hoy. No tengo mucho
tiempo para hablar porque mi turno en la funeraria comienza en una
hora.
El dedo de William se crispó. Lo estaba matando saber que ella ya
no estaba bajo su mando en Eden’s Place. Puede que me haya acercado
o no al dueño de la funeraria y le di un pequeño incentivo para que la
contratara. Si ella necesitaba sentirse independiente, entonces le daría
eso. Solo tenía que controlar cómo se sentía independiente, porque yo
tenía problemas. Era lo suficientemente hombre como para admitir que
el mundo giraba un poco mejor cuando yo era el que lo hacía girar. Parte
de nuestros problemas surgieron de cuánto controlaba su vida. Supuse
que eso solo significaba que necesitaba ser un poco más reservado al
respecto. Mi siguiente orden del día fue conseguirle una beca en la
escuela para que no se sintiera rara de que yo pagara su matrícula.
—Bueno, hablemos entonces —dije fríamente antes de sentarme.
Inmediatamente me arrepentí de elegir el sillón reclinable, porque eso
significaba que no tenía otra opción que deslizarse en el sofá de dos
plazas al lado de William.
Parecía maravillosamente incómoda, moviéndose de un lado a otro,
retorciéndose bajo nuestras intensas miradas y presionando sus
cremosas piernas juntas. Sabía que estaba excitada. Sabía que nos
extrañaba.
William permaneció en silencio, pero abrió las piernas para tocarla.
Me pregunté qué tan difícil sería serrucharle todas las extremidades.
Anthony solía quejarse de que los huesos eran difíciles de cortar.
—Estoy preocupada por Anthony —espetó Juliet. Por supuesto que
se trataba de él—. Hay un nuevo asesino suelto en Miami. 87
Incliné mi cabeza hacia un lado y modifiqué mi rostro a una
expresión neutral. Sabía a ciencia cierta que Anthony se estaba
escondiendo en Miami. Lo había estado vigilando porque los viejos
hábitos tardan en morir. Me dije a mí mismo que mantenía un registro
de su ubicación para asegurarme de que no volviera aquí, pero… no. Ni
siquiera podía admitir que me importaba.
—¿Qué tiene eso que ver con Anthony? —preguntó William. Juliet
parecía estar pendiente de cada palabra que decía. Hizo que mi pecho se
contrajera con una emoción desconocida. Tal vez el tratamiento
silencioso era el camino a seguir, obviamente la afectaba. Quería que me
mirara como una mujer hambrienta.
Sacó un teléfono celular que parecía increíblemente barato. ¿Qué
pasó con el que le compré? Maldita independencia. Necesitaba llamar a
la compañía telefónica y asegurarme de que tuviera un rastreador en
este.
—Porque en uno de los artículos hay una foto. Está en la escena
del crimen.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo y revisé el mensaje que acababa de
enviarme: un enlace a un artículo de noticias sobre un asesino en serie
suelto. Escaneé la imagen en la parte superior de la página web en busca
de la molesta y maldita sonrisa de mi hermano y fruncí el ceño cuando
lo vi en la esquina derecha. Cara abatida. Expresión cabizbaja. Se paraba
detrás de una línea de policía como una estatua.
—Entonces, él está en Miami. Y el asesino tiene un patrón de…
—Mutilar a mujeres inocentes —terminó William por ella—. La
última víctima fue estrangulada hasta la muerte.
Juliet pasó sus delicados dedos por su garganta, y al instante me
trajo de vuelta a la noche en la fosa común. Mis ojos se nublaron cuando
imaginé a Anthony follándola contra un árbol y asfixiándola hasta que
colapsó. Apreté mi teléfono en un ataque de ira y la pantalla se rompió
de inmediato.
—Eso no es todo —susurró ella—. Mira a su última víctima.
No podía desplazarme, así que esperé a que William resolviera su
ominosa solicitud por mí.
—No jodas —maldijo—. Esta mujer se parece a…
—Cora. Él mató a Cora —respondió Juliet.
Con toda la mierda que estaba pasando con nuestras relaciones,
ni siquiera había tenido tiempo de cazar adecuadamente a esa perra en
las últimas semanas. Lo último que supe es que estaba en Cuba
escondiéndose como la cobarde que era. Me levanté y agarré el teléfono
celular de la mano de William y miré la foto allí. Efectivamente, la sonrisa
traviesa de Cora se burló de mí a través de la pantalla. Quise tirar algo.
Había estado buscando durante meses a la rata que arruinó mi vida. 88
—¿Estás segura de que está muerta? Está de moda que la perra
finja su propia muerte —gruñí.
—Tengo un amigo que investiga el informe de la autopsia, pero todo
cuadra —respondió ella.
¿Amigo? ¿Qué tipo de amigo? ¿Este amigo tenía pene? Hice una
nota mental para matar a este amigo.
—¿Quién? —preguntó William. Oh, él también tenía curiosidad.
¿Cómo te está funcionando ese tratamiento silencioso ahora, imbécil?
—Alguien que me envía consejos para mi podcast. Él es el que envió
una pista sobre este caso, y estoy jodidamente preocupada de que
Anthony esté fuera de control. Tenemos que ir a buscarlo. Este asesino
es un desastre. —Se mordió el labio inferior entre los dientes y miró a
William—. Anthony está en Miami —susurró entonces—. Sabemos dónde
está. Podríamos…
—Podríamos no hacer absolutamente nada porque no lo dejaré
volver al redil —respondí, mi tono no dejaba espacio para el debate.
Obviamente, Juliet, mi pequeña luchadora, no se retiraba tan fácilmente.
—Lo traeré de vuelta, Malice. No me importa lo que digas —
presionó.
Fruncí el ceño. William se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en
la pantalla de su teléfono. El ratoncito silencioso parecía querer vomitar
o golpear algo.
—Podrías intentarlo —respondí encogiéndome de hombros—. Pero
sería increíblemente fácil para mí ponerte en una lista de exclusión aérea.
Tengo hombres apostados en todas las carreteras que salen de aquí. Por
favor, siéntete libre de probar los límites que he puesto a tu alrededor. El
hecho de que creas que eres libre no significa que realmente lo seas.
Ella frunció el ceño ante mis palabras, y al instante me arrepentí.
Hasta ahí lo de controlar su vida en secreto. Un paso adelante, cuarenta
pasos atrás.
—Si este es Anthony, podría ser una carga —dijo William. Lo odié
por arruinar mi discurso. Juliet tenía la mirada de ira más exquisita en
su rostro, y realmente quería memorizar la expresión para poder
masturbarme más tarde mientras pensaba en ella.
—Él es su propia carga ahora —gruñí.
Juliet negó con la cabeza y miró hacia el techo, probablemente
tratando de evitar que las lágrimas que se formaban en sus ojos se
deslizaran por sus mejillas rojas.
—¿Honestamente crees eso? —preguntó William—. Si es arrestado
y capturado, ¿qué crees que pasará? Comenzarán a investigar su pasado.
Solo sería cuestión de tiempo antes de que salieran a la luz todos los
crímenes que ha cometido, y cualquier cómplice caería en llamas junto a
él. Puede que tengas control sobre el Departamento de Policía de Kansas
89
City, pero no estás ni remotamente preparado para una investigación
federal.
El tono altivo de William hizo que Juliet asintiera con entusiasmo.
Sí, así que tenía razón. No quería precisamente que los federales se
metieran en mi vida. Tenía suficientes cadáveres en mi alma para pasar
la eternidad en el infierno, y no quería pasar mis preciosos años de vida
pudriéndome en una celda.
—Me encargaré de eso —respondí. No estaba exactamente seguro
de cómo iba a encargarme, pero lo haría. Tal vez dejar vivir a Anthony era
el error.
Ese pensamiento rebelde hizo que mi pecho se contrajera de dolor.
Yo era como Frankenstein. ¿En verdad podría matar a mi propia
creación? Anthony era así por mi culpa. Porque dejé que lo capturaran.
Porque en lugar de terapia, arrojé a la mujer que amaba a su regazo y
esperé que ella lo arreglara. Porque… porque yo arruinaba todo.
—No es posible que estés diciendo lo que creo que estás diciendo
—gritó Juliet mientras se ponía de pie. Sus piernas temblaban de rabia—
. No puedes matarlo, Malice. Nunca te lo perdonaría.
Miró a William, esperando que él la respaldara. Pero una vez más,
en un movimiento dolorosamente predecible, permaneció en silencio.
Aunque ella me malinterpretó, no estaría matando a Anthony; si iba a
matarlo, lo habría hecho en el cementerio, la dejé pensar eso. Todo era
posible en el futuro. Solo porque estaba dejando respirar a mis dos
hermanos ahora no significaba que continuaría permitiéndoles el
privilegio de la vida.
—Viniste a mí con un problema, y lo resolveré como mejor me
parezca, Pequeña Luchadora.
Se dio la vuelta y miró a William con enfado.
—¿Vas a hablarme? Vine aquí en busca de ayuda y…
William se puso de pie y giró el cuello antes de mirarla.
—Me llamaste para solucionar el problema de mi hermano. No
porque me extrañaras. La he estado persiguiendo desde el primer día,
señorita Cross. Si me quiere, ya sabe dónde encontrarme.
Se levantó y se dirigió a la puerta. Tenía que admitir que era un
movimiento audaz, una apuesta que ni siquiera estaba seguro de que
tomaría. Nunca se lo admitiría al bastardo, pero no estaba seguro de que
si tuviera la oportunidad, ella nos perseguiría.
—William —gritó a su espalda—. ¡William! —Ella me miró por un
momento antes de correr tras él.
Interesante.
90
Mi falda lápiz ceñida y mis tacones hacían difícil perseguir a
William por el camino de cemento. Marchaba delante de mí, un hombre
destruido en una misión. Sentí el zumbido de la ira en lo profundo de mis
venas.
—¡William! —grité mientras él abría de golpe la puerta trasera de
un Mercedes Benz y entraba. Llegué al coche antes de que pudiera
marcharse y golpeé la ventanilla con la palma de mi mano—. Maldita sea,
abre esta puerta ahora mismo.
Bajó un poco la ventanilla y me habló de una manera distante y sin
emociones que hizo que se me erizara la piel. 91
—Aléjese del auto, señorita Cross.
—No hasta que me hables. Te he llamado. Te envié mensajes de
texto. Desde tu cumpleaños, me has estado dando el tratamiento del
silencio. Obviamente todavía te importo, porque apareciste hoy. Pero eso
no es suficiente.
A través de la rendija de la ventana, lo vi negar con la cabeza.
—Apártate.
—¡Háblame! —grité. Se quedó inmóvil, como una estatua de
mármol tallada y atemporal. No sabía nada mejor que quedarse quieto y
posar—. ¿Quieres amarme, William? —exclamé con voz ronca—. ¿O
quieres ser amado? Porque hay una diferencia. Una gran diferencia. —
Una lágrima gorda y furiosa se deslizó por mi mejilla y quedó atrapada
en mi labio superior. La lamí—. Probablemente nunca te amaré de la
forma en que quieres que te amen, William. Me quieres solo para ti. Lo
entiendo. Pero nunca va a suceder. Puedes ignorarme todo el tiempo que
quieras. Pero no te hará bien con esto. No me recuperarás.
Esperé a que respondiera, pero fue como esperar respuestas sobre
la desaparición de mi madre. Todo fue inútil. Esta era la línea que dibujó
en la arena. Era la colina en la que algún día moriría. No podía obligarlo
a luchar por esto. Y ya no quería.
Silencio. Se quedó en silencio. No dijo una sola palabra sobre mi
declaración. Estaba controlando sus pensamientos porque sabía que la
falta de resolución era una tortura lenta y constante para mí. Lloré más
fuerte y rogué, pero él ignoró todo.
Luego, William subió la ventanilla y el conductor aceleró,
dejándome en una metafórica nube de polvo. Me enfermó verlo alejarse.
Se sentía como si William y yo hubiésemos estado peleando desde el día
que Vicky se fue. Era agotador, y tal vez una mujer más inteligente ya se
habría dado por vencida.
Pero a pesar de sus celos, su mal humor y su egoísmo, lo amaba.
Simplemente no sabía cómo nos encontraríamos en el medio. Mientras
caminaba el resto del camino y salía por la puerta principal de Civella,
pensé en lo jodida que había sido esa reunión. Supongo que fue una
estupidez de mi parte esperar un resultado diferente. Malice todavía era
igual de vengativo y estaba dispuesto a dejar que Anthony se matara.
Y si estaba en lo cierto, Anthony estaba en una ola de asesinatos
en Miami. ¿Cómo iba a localizarlo y detenerlo sin la ayuda de los Civella?
No pude evitar sentirme culpable por todo. Me había convertido en
esta enorme brecha entre todos los hermanos Civella. Uno por uno, los
desgarré.
Caminé por el barrio acomodado hacia la parada de autobús, muy
consciente de los hombres que estaban parados en la cima de la colina,
cuidándome la espalda. Malice no podía dejarlo pasar. Sus hombres
podrían haber mejorado en esconderse, pero eso no significaba que 92
hubieran dejado de seguirme. No era estúpida. Conocía su juego.
Pasé junto a una mujer que llevaba gafas negras, un gorro y ropa
oscura. Estaba inspeccionando un rosal, pero no pude evitar sentir que
tenía los ojos puestos en mí. Un escalofrío instintivo recorrió mi espalda
cuando pasé junto a ella.
—Vas a tener arrugas en el ceño —dijo su voz ronca. Era un tono
familiar que podía ubicar en cualquier lugar. Mis pies estaban
prácticamente pegados a la acera, y lentamente me giré para mirarla.
Gargantilla negra. Un tatuaje familiar de alas.
—¿Vicky? —solté cuando se bajó las gafas de sol de forma burlona
y me guiñó un ojo con su mirada cobalto.
—En carne y hueso —respondió—. Pero no lo digas demasiado alto.
Tenemos una audiencia.
Inmediatamente me estremecí. ¿Era otra emboscada? Cora
presumiblemente estaba muerta. Vicky nos vendió la última vez que la
vimos, y si estaba aquí ahora, era una mala noticia para todos. Sabía que
si gritaba, los hombres de la cima de la colina vendrían corriendo. Pero
desde su punto de vista, probablemente parecía que me había detenido
a charlar con un vecino.
La curiosidad fue lo único que me impidió alertarlos.
—Se supone que no deberías estar aquí —me apresuré a decir.
—Créeme, nunca quise volver, pero no tengo muchas opciones.
Sus palabras no deberían haberme lastimado. Sabía que habíamos
terminado. Ella trató de matarme. Pero aún escocía como una avispa en
mi camisa.
—Vete —dije.
—No. Tenemos que hablar.
La miré de arriba abajo, decidiendo que algo no estaba bien con
ella. En una fracción de segundo, decidí respirar hondo, preparándome
para gritar pidiendo ayuda. Pero ella rápidamente alcanzó mi codo, sus
delicados dedos apretando con tanta fuerza que estaba segura de que me
dejaría un moretón.
—No llamemos a la caballería todavía. Solo quería charlar.
La sacudí y me alejé.
—La última vez que quisiste hablar, me arrojaron a una camioneta
blanca y me desperté en un almacén rodeado de cuerpos.
Vicky agitó la mano con indiferencia y habló.
—Y traté de volarte por los aires. Sí. Lo sé. Pero ahora estoy en
terapia. Trabajando en mí misma y todo eso.
La miré boquiabierta. 93
—Genial. Pero aun así no voy a hablar contigo.
Retrocedí un paso hacia la Mansión Civella. Al menos allí estaba a
salvo. Malice y yo podríamos estar en una fase extraña, pero él tenía
bastante claro cuál era su posición con Vicky. Ella estaba muerta para
él, y si alguna vez regresaba, también estaría muerta para el resto del
mundo.
Vicky sonrió.
—Ambas sabemos que no puedes correr con tacones. Y aunque
tienes algunos ojos sobre ti en este momento, también sé que tú y mis
hermanos están en una mala racha. Quiero decir, ¿de verdad quieres
volver arrastrándote con esos imbéciles o quieres ponerte al día con tu
mejor amiga?
Me sentí como si estuviera en una especie de universo alternativo.
¿Cómo diablos estaba pasando esto realmente?
—Tienes una terrible comprensión de lo que significa ser una mejor
amiga.
—Supongo que podrías decir lo mismo —dijo mientras giraba una
sección rebelde de cabello rubio que se asomaba por su gorro—. Saliste
con mis tres hermanos mayores y rompiste el código de chicas.
Parpadeé dos veces. ¿Estaba hablando en serio en este momento?
—Eso no está ni remotamente al mismo nivel de lo que hiciste. Esa
noche en el almacén realmente molestó a Anthony. No ha sido el mismo
desde entonces.
Sacudí mi cabeza para liberarme de los pensamientos sobre
Anthony. Era demasiado doloroso hablar de él. En especial a Vicky.
—¿Parecía estar bien cuando lo dejé hace dos días? —respondió
Vicky antes de pulirse las uñas en su suéter.
Me burlé.
—¿Viste a Anthony hace dos días? —Ella estaba mintiendo
completamente. No había manera en el infierno.
—Lo hice —espetó—. Está en Miami, pero eso ya lo sabías, ¿no?
La miré boquiabierta como un pez, abriendo y cerrando la boca
tantas veces que pensé que atraparía una mosca. Vicky ignoró la mirada
de incredulidad en mi rostro y comenzó a hurgar en su bolso.
—En verdad creo que deberíamos ponernos al día. Sé que tienes
trabajo hoy, pero después nos vemos en nuestro lugar, ¿sí? Ven sola, por
favor —agregó rápidamente antes de mirar a los guardias, que ahora
caminaban hacia nosotras.
Se escapó antes de que pudiera decidirme a ir. Me enfadó que
tuviera información sobre mi mayor debilidad, Anthony.
Ambas sabíamos que esa migaja de información era suficiente para 94
que hablara con ella. Podría haber sido algo estúpido, pero iría al infierno
y regresaría por él.

Caminar hasta Dick’s Diner fue como andar de puntillas en un


sueño. Mi vida había cambiado mucho desde la última vez que pisé estos
suelos pegajosos. No había cambiado mucho aquí. Los mismos
pueblerinos de cuello azul seguían sentados en los reservados. El aire
olía a sirope y tocino y, a pesar del frío exterior, hacía calor y bochorno
en el momento en que franqueé las puertas delanteras.
Vi a Vicky casi de inmediato. Su pequeño cuerpo apenas llenaba la
cabina. ¿Había perdido peso? Estaba mirando un plato de papas fritas,
con una mirada vulnerable en su rostro. Siendo libre para examinarla en
la luz tenue, miré abiertamente por un momento su expresión retraída.
Tenía una taza de café intacta a su lado, y pude ver sus uñas sin
manicura golpeaban nerviosamente la mesa.
Parecía una versión más tenue de la luz brillante que solía ser mi
mejor amiga. Supuse que ambas habíamos cambiado en el último año.
Mis problemas parecían mayores y mi visión del mundo más
contaminada por los pecados que había cometido.
Nuestros ojos se encontraron, e inmediatamente puso una sonrisa
falsa en su rostro. Casualmente miró por encima de mi hombro, como si
buscara a alguien siguiéndome. Tuve que esforzarme por deshacerme de
mi equipo de seguridad hoy. Me escapé por la parte de atrás de la
funeraria y tomé seis autobuses diferentes para llegar aquí. Y por si acaso
Malice estaba rastreando mi teléfono, lo dejé en el trabajo.
Lentamente, me moví para sentarme frente a ella, una extraña
sensación de triste nostalgia me recorrió la piel mientras lo hacía. Se
sentía raro estar sentada aquí con ella sin William.
—Viniste —dijo sin aliento.
—¿Qué sabes sobre Anthony, Vick? —pregunté. No vine aquí para
reunirme y tener una conversación agradable. Esto era sobre Antony.
Perdió el derecho a ser mi amiga cuando intentó que nos mataran.
Se colocó el cabello rubio pálido detrás de la oreja.
—Supongo que me lo merezco —respondió—. Nunca ha sido sobre
mí, ¿hmm?
No iba a jugar con esa mierda de mártir.
—Toda mi vida fue sobre ti, toda nuestra amistad. Eras la única
persona, aparte de la abuela, en la que podía confiar y creer. Rompí tu 95
confianza, pero nos destruiste. No te sientes aquí y te hagas la víctima,
porque me iré y no miraré hacia atrás.
Los ojos de Vicky brillaron con ira, una expresión que me recordó
a Malice. En ese instante, vi lo estrechamente relacionados que estaban.
—Parece que a alguien le crecieron agallas. Apuesto a que estas
volviendo completamente loco a Nicholas. —Sonrió antes de lamerse los
labios brillantes—. Le encanta el desafío, pero odia no tener el control.
No se equivocaba, pero eso no quiso decir que me gustara su
comentario sobre mi relación. Sentí que estaba amargada y todavía
luchaba con todo, a pesar de su actitud indiferente.
Suspiré.
—Vicky, estoy aquí por Anthony. Sabes dónde está o no.
Presionó sus labios brillantes en una línea delgada y asintió.
—Se está quedando en mi condominio en Miami. Allí nos cruzamos.
Parecía apropiado que los dos hermanos excomulgados se encontraran.
Sentí un pequeño sentimiento de culpa de que Vicky haya sido
expulsada del redil, pero eso fue lo que deseaba, ¿no? Deseaba liberarse
de sus hermanos y la oportunidad de vivir una vida por su cuenta.
—¿Dónde está tu condominio? —pregunté, aunque probablemente
podría encontrarlo en alguna parte.
—Te lo diré —susurró—. Pero primero necesito tu ayuda.
Fruncí el ceño. Por supuesto que necesitaba algo. ¿Por qué más
estaba aquí?
—¿Qué necesitas?
Se movió en su asiento, aparentemente incómoda.
—Necesito protección, Juliet.
No esperaba esa respuesta. Dinero, tal vez. Poder. Influencia. Pensé
que ella había probado la libertad y se dio cuenta de que no era todo lo
que creía. Pero, ¿protección? No sonaba arrogante. Temblaba de miedo y
me encontré sintiéndome legítimamente preocupada por su bienestar.
—¿Qué sucede, Vicky? —pregunté—. ¿Quién está detrás de ti?
Cora está muerta. Lo vi.
Vicky frunció el ceño antes de tomar una papa frita de su plato y
darle un mordisco.
—Oh, ella está muy bien. Tan muerta como puede, supongo.
Anthony incluso irrumpió en la oficina del médico forense para robarse
un pequeño recuerdo.
Mi garganta se sintió increíblemente seca ante sus palabras.
—Entonces, es verdad. Anthony está teniendo una oleada de 96
asesinatos —murmuré mientras miraba la mesa. Me recliné en mi cabina
sin poder hacer nada. Maldición. Tal vez había ido demasiado lejos. No
estaba segura si me importaba. ¿Podría amar a un asesino en serie? ¿Lo
haría?
Vicky soltó una carcajada brutal.
—¡Eso quisiera él! Dios, estuvo abatido durante días cuando se
supo la noticia. Le di una regla estricta de no matar gente cuando dije
que podía quedarse conmigo.
Levanté la cabeza para mirarla.
—¿Anthony no es el causante de la oleada de asesinatos?
Negó con su cabeza.
—No, a menos que decida divertirse un poco mientras estoy aquí.
Dejé escapar un suspiro de alivio. Todavía había esperanza para
Anthony. Miré hacia el techo para ordenar mis pensamientos. Vicky
siguió hablando mientras yo disfrutaba de mi alivio por un momento.
—Está al tanto del asesino que deambula por las calles de Miami.
Anthony dijo que ha estado enviándote correos electrónicos al respecto…
—¿Qué?
Vicky agitó la mano con desdén, dejándome descubrir lo que eso
significaba por mi cuenta. Siguió hablando mientras me protegía de la
bomba que acababa de dejar caer en mi regazo. ¿Mi informante anónimo
era Anthony? Pest92… Todo este tiempo había estado preocupada por él
y me preguntaba si estaba bien, ¿y había sido él quien me enviaba
mensajes?
Fruncí el ceño. Vicky divagó.
—Empecé a recibir amenazas cuando Cora y yo nos separamos.
Arqueé una ceja hacia ella.
—¿Amenazas?
—Cora puede que sea una marioneta, pero el verdadero villano de
esta historia está vivito y coleando, amiga mía.
—No somos amigas —solté. Quería que esa línea en la arena fuera
tan clara como el día. Nunca volveríamos a ser amigas—. Y lamento
discrepar. Cora intentó matarnos. Y también estaba moviendo los hilos
de muchas otras muertes.
Vicky puso los ojos en blanco.
—Ella es una don nadie. La segunda vez que Malice puso una
enorme recompensa por su cabeza, salió huyendo como alma que lleva el
diablo. No puedo juntarme con cobardes. Ella no fue más que un medio
para un fin, y ni siquiera pudo hacer el trabajo. Claro, tenía seguidores y
dinero en efectivo, pero no es Civella. Sin embargo, su hermano…
97
—¿Hermano? —Busqué en mis recuerdos y de repente recordé la
única vez que vi a Cora. Había tratado de conectar, es decir, de
manipularme hablando de su hermano y de cómo ella lo cuidaba.
—¿No le disparó Malice cinco veces? Cora hizo que pareciera que
estaba postrado en cama —respondí.
Vicky tenía una mirada perdida en sus ojos.
—Se ha curado, supongo. Su cuerpo, al menos. Su mente es otra
historia. Es un monstruo, Juliet. En comparación, hace que mis
hermanos parezcan ositos de peluche.
—¿Lo conoces?
—Lo vi un par de veces mientras trabajaba con Cora. Nunca
olvidaré la primera vez que nos presentaron. —Vicky se quedó mirando
la mesa, como si estuviera reviviendo una experiencia traumática. Vi
cómo su pecho comenzaba a subir y bajar con ansiedad. Se movió en su
asiento y comenzó a morderse el labio. Esperé pacientemente a escuchar
lo que tenía que decir.
—Estaba encadenado. Sangre cubría su rostro. Su torso no era
más que un desastre de piel destrozada y cicatrices. Seguía masticando
algo como si fuera chicle, pero no lo era.
—¿Encadenado? ¿Qué quieres decir?
Vicky se estremeció.
—No puedo sacar la imagen de mi cerebro. Estaba masticando una
oreja cortada. El crujido del cartílago fue… inolvidable.
Dejó que sus palabras pendieran entre nosotras por un momento.
Me ahogué al darme cuenta de que el hermano de Cora era un completo
psicópata. Revisé los artículos de noticias que Pest92, o Anthony, me
habían enviado. Trozos de carne habían desaparecido de sus víctimas.
—¿Él es un caníbal? —pregunté. Decirlo en voz alta se sentía
ridículo. Mierdas como esas solo pasaban en las películas de terror o con
gente esnifando sales de baño. Estudiaba crímenes reales e incluso esto
me pareció extremo.
Ella asintió.
—Tenía cicatrices por todo el cuerpo y un labio partido. Cuatro
hombres lo vigilaban las veinticuatro horas del día. Por alguna razón, me
sentí mal por él.
Vicky cruzó los brazos sobre su pecho mientras yo respiraba el olor
a tocino.
—¿Te sentiste mal por él? —pregunté.
—Estaba encadenado por su poderosa hermana. Era espeluznante,
sí, pero lo que Cora estaba haciendo estaba mal. Supongo que pude
identificarme con él.
—Tus hermanos nunca te encadenaron, Vicky. 98
Echó chispas enojada por mis palabras.
—El hecho de que no puedas ver la jaula que construyeron a mi
alrededor no significa que no existió. Llevas el tiempo suficiente como
para darte cuenta de que no hay libertad para los Civellas. Malice es un
fanático del control paranoico.
Tenía razón, pero no quería darle la satisfacción de estar de
acuerdo con ella.
—Bien. Entonces, ¿qué tiene que ver este tipo con algo?
—Lo liberé —susurró—. Fue una decisión muy rápida. Estaba
saliendo por la puerta. Estaba sola por una vez. Yo solo... fue fácil, y yo…
—¿Liberaste al hermano caníbal de Cora? —pregunté, buscando
que lo aclarara. Tal vez Vicky tenía problemas de impulso. No podía
entender por qué diablos pensó en hacer eso. Entendí que se sintiera mal
por él, pero…
Ella asintió.
—Y ahora está dejando un camino de asesinatos. Sé a ciencia cierta
que él mató a Cora. Soy la siguiente.
—¿Por qué mataría a la persona que lo liberó? —pregunté. Eso no
tenía ningún sentido. En todo caso, sentiría la obligación de protegerla.
—No sé por qué. No está cuerdo. —Empezó a hurgar en su bolso y
sacó un sobre—. Encontré esto en mi auto.
Lo deslizó hacia mí, lo abrí con cuidado y saqué un trozo de papel
gastado cubierto con lo que parecía tinta roja. Las palabras “Te amo”
estaban escritas una y otra vez.
Le di la vuelta al papel y me quedé sin aliento ante el boceto allí.
Era un hombre hundiendo sus dientes en el muslo de una mujer,
arrancando los tendones y exponiendo la carne de su cuerpo. Era
sangriento y erótico pero también aterrador.
—Te consumiré como tú me has consumido —susurró, citando las
palabras al final de la página. Dejé caer el papel—. Asegúrate de lavarte
las manos. Eso no es tinta, es sangre —dijo en voz baja.
Rápidamente le pasé el papel, ella lo dobló y lo metió de nuevo
dentro de su bolso, como si no fuera nada.
—Necesito la ayuda de mis hermanos, Juliet. Este tipo es fuerte,
inteligente y letal. La policía lo llama descuidado con sus asesinatos,
pero, en realidad, es un genio. Anthony cree que está organizando
incendios en edificios abandonados para distraer a la policía mientras
secuestra a sus verdaderas víctimas. Y tiene que estar trabajando con
gente. Nadie tiene imágenes de él. Nadie nunca ve su rostro.
Mis pensamientos le daban vueltas a este problema. Aunque era
grotesco, no pude evitar querer localizarlo y llevarlo ante la justicia. Mi
mente zumbaba ya estaba diseccionando su nota, sus motivos y sus
hábitos. Este era verdaderamente un caso peculiar.
99
—No estoy segura de poder convencer a Malice y William para que
vayan a Miami —admití. Ya habían dejado claro que estaban cortando
lazos con sus hermanos distanciados. Si no iban a ir a rescatar a
Anthony, segura que no iban a estar ahí para Vicky. Era sálvese quien
pueda en estos días.
—No estoy segura de que cueste mucho convencerlos —respondió
Vicky antes de salir rápidamente de la cabina y ponerse de pie—. He visto
cómo te miran. Los tienes todos envueltos alrededor de tu dedo meñique.
Te juro que Anthony solo reproduce tu podcast en repetición.
Mi corazón se calentó ante eso. No quería nada más que verlo.
Vicky se pasó las manos por los costados y avanzó contoneándose
hacia la puerta. Confundida, me levanté rápidamente y comencé a
seguirla.
Una extraña sensación de déjà vu se apoderó de mí mientras la
seguía fuera del restaurante. Ni siquiera estaba segura de que ella pagara
su cuenta. Una vez más, la estaba persiguiendo bajo el manto de la
noche. El aire fresco me dio la bienvenida a la vez que mis tacones
resonaban en el concreto.
—¡Vicky! Entonces, ¿qué hacemos? Quiero hablar con Antony.
Siguió caminando hasta que se detuvo en un discreto auto Chevy
de cuatro puertas. Era plateado con matrícula de Florida.
—Tú misma lo dijiste —comenzó mientras buscaba en su bolso—.
No crees que puedas convencer a Nicholas y William para que vengan a
ayudarme. No puedo huir, porque él simplemente me encontrará, y ahora
Anthony también está en este lío.
—¿Qué quieres decir con que Anthony también está en este lío?
¿Qué no me estás contando? —pregunté. Mi voz fue un gemido
suplicante.
—El hermano de Cora sabe que Anthony me está ayudando —
dijo—. Serán necesarios los tres para derribar a este tipo. —Enderezó su
espalda y me miró. Vi la determinación en su mirada y brevemente me
pregunté cuál era su plan. No podía simplemente dejarlo todo e irme a
Miami. Necesitaba más información. Al menos, teníamos que intentarlo
con Malice y William.
—¿Qué vas a hacer? —pregunté.
—Irme.
—No puedes irte todavía. ¿Por qué incluso aparecer aquí si vas a
rendirte así?
Vicky me dio una sonrisa maliciosa, y de repente me sorprendieron
sus intenciones, literalmente. Sacó una piedra de su bolso, la miró
fijamente, luego retrocedió y la estrelló contra mi sien. El dolor atravesó
mi cráneo y sentí como si un terremoto estuviera ocurriendo en mis 100
células cerebrales.
Lo último que escuché fue a Vicky disculpándose.
—Lo siento, Juliet. Esta era la única manera.
No pude quedarme más en silencio. Cambié mis pantalones
deportivos por un traje a medida. Me afeité la cara. Me recompuse, subí
a mi auto y conduje por la ciudad hasta la casa de Juliet. Debí haberlo
hecho hace unos días, pero mi orgullo y mi ego estuvieron en guerra con
mi corazón. Una vez más, era el perdedor patético de nuestra historia.
Me tomó verla por el espejo retrovisor para darme cuenta de que mi
mierda vengativa nos estaba arruinando. Estaba disgustado conmigo
mismo. Era hora de ser un hombre y ser lo que la señorita Cross se
merecía. Era hora de acabar con mis hermanos y reclamar lo que era mío.
Era hora de luchar. Y si eso significaba que tenía que jugar sucio 101
para recuperar a Juliet, lo haría. Y empezaba ahora.
Llamé a la puerta. La abuela estaba fuera de la ciudad en un viaje
de bingo con sus amigos, pero se suponía que Juliet estaría aquí. No
había ninguna luz encendida en la casa. Saqué mi llave de repuesto y
entré. El fantasma de esta casa me saludó. Al inhalar, el eco de su
perfume llenó mis sentidos, y el tic-tac del reloj hizo que todo se sintiera
más siniestro. Habitaciones vacías, nevera vacía, mi corazón vacío
latiendo ruidosamente mientras caminaba por la casa. Era casi
medianoche, ¿dónde estaba?
Saqué mi teléfono celular y llamé a uno de mis hombres. Me habían
estado informando de su paradero. Podrían trabajar para mi hermano,
pero su lealtad era hacia mí. Era el hombre que firmaba sus cheques.
Era quien los ascendía a un lugar mejor. Y sabían que mi hermano era
voluble, susceptible de asesinar o despedir a cualquiera en el acto. La
única forma de ascender en la escalera de nuestro negocio era a través
de mí, y planeaba usar eso para todas mis ventajas.
—¿Dónde está la señorita Cross? —pregunté al momento en que la
línea conectó.
—Trabajando hasta tarde —respondió con brusquedad—. Es
jodidamente espeluznante fuera de la funeraria.
Esperé un momento y consideré sus palabras. Parecía extraño que
estuviera trabajando tan tarde.
—Ve a revisar el interior del edificio y ve si está allí y llámame.
Colgué el teléfono antes de que pudiera responder y fui a su
habitación. Inhalando el aroma de su perfume, pasé mis dedos sobre su
escritorio. Lazos para el cabello, aretes y un billete de diez dólares cubrían
la mesa. Una chaqueta que le compré hace dos meses estaba colgada del
respaldo de la silla de su escritorio, el escritorio mostrando una foto de
todos nosotros sentados en un marco delgado cubierto de polvo.
Un diminuto colchón individual que crujía y gemía cada vez que
alguien se sentaba en él estaba decorado con sábanas grises y una
almohada de espuma viscoelástica que yo le había pedido. Me acerqué a
su tocador y abrí el cajón lentamente. Se sacudió cuando lo hice. La
madera vieja estaba gastada y enojada.
Capas de encaje fino y seda provocadora me devolvieron la mirada.
Telas lisas, suaves, pequeñas, delicadas y sensuales. Pasé mi mano sobre
ellas e inhalé profundamente.
Unas bragas azul claro en particular me llamaron la atención, y la
levanté para inspeccionar. No pude evitar recordar todas las noches en
que la seguí a casa en mi auto después de su turno nocturno en Dick’s.
Comenzó bastante inofensivo. Me convencí de que asegurarme de que ella
estaba a salvo era proteger a Vicky. No era un maldito pervertido
codiciando a una chica de secundaria.
Me hice amigo de la abuela en la parada del autobús para poder
102
tener otro punto de vista del mundo de Juliet. Aprendí su rutina para
poder colarme en su casa y arreglar las cosas sin llamar la atención.
El refrigerador estaba funcionando mal, así que reemplacé las
bobinas del condensador sucias.
Un invierno brutal, sellé todas las ventanas para asegurarme de
que no hubiera corrientes de aire.
Envié cupones a su casa por comida.
Le pagué a otros clientes del restaurante para que le dejaran una
mejor propina.
Y de alguna manera, mientras hice todo esto, me enamoré de ella.
Agarré la tanga de encaje del cajón y me acerqué al colchón
individual. Mientras me sentaba, me las llevé a la nariz e inhalé. Olía
como su detergente mezclado con el aroma dulce de su perfume. Cerré
los ojos y la imaginé usándolas solo para mí.
Sus muslos cremosos. Su largo cabello castaño en ondas alrededor
de sus hombros. Sus ojos ahumados desafiándome a probarla.
Me recosté en el colchón y sentí que me ponía duro con esa
necesidad espasmódica de tocarla. Sentirla. Amarla. Necesitaba arreglar
esto, arreglarnos a nosotros.
Bajé la cremallera de mis pantalones lentamente y saqué mi polla.
No me había masturbado desde mi cumpleaños. Supongo que, de alguna
manera, estaba demasiado avergonzado para incluso masturbarme. En
realidad, me estaba jodiendo la mente saber que la compartía con Nick.
Tenía que compartir todo con él.
Supongo que, en realidad, no me asqueaba que fuéramos
hermanos. Dado mi trabajo en Eden’s Place, era un imbécil de mente muy
abierta. No se cruzaron espadas, y mi atención se centró por completo en
Juliet. Aparte de querer cabrear a Nick, fingí que él no estaba allí.
Lo que me arruinó toda la experiencia fue ver a Juliet desesperada
por complacernos a los dos en lugar de divertirse. Se tambaleó entre
preocuparse por estar en el medio, y dejarse ir. Y odié haberla hecho
pasar por eso.
Lo que de verdad quería era que ella se corriera una y otra vez.
Quería que me mirara con sus ojos muy abiertos llenos de lujuria.
Empecé a frotarme con su lencería de encaje mientras la imaginaba
en esa cama en Eden’s Place.
Si pudiera hacer las cosas otra vez, habría controlado la situación
y habría hecho que Nick la complaciera. La besara. La habría follado tan
duro que no podría ahogar cualquier mierda que mi ego la estuviera 103
obligando a decir. Quizás Anthony también habría estado allí, besando
sus curvas. Haciéndola sonreír, una hazaña por la que lo envidiaba.
Siempre era capaz de hacerla sonreír, y eso era lo que nuestro grupo se
estaba perdiendo últimamente.
Si pudiera empezar de nuevo, lo habría hecho por ella.
Y luego la habría arrancado de sus manos codiciosas y la habría
llevado a casa.
Quizás Nick tuvo la idea correcta. Manteniéndola complacida,
saciada y feliz mientras guardaba su alma para él solo.
Quería eso. Quería ser la persona a la que se despertaba mirando
todas las mañanas. Quería ser la persona a la que acudía con cada
problema. Quería verla vivir su mejor, más plena y auténtica vida
sabiendo que siempre sería a mí a quien corría al final del día.
Agarré mi eje con más fuerza, acariciando y gruñendo en su cama.
Me corrí vergonzosamente rápido, la promesa lujuriosa de control pesada
en mi mente mientras lo hacía. Chorros de semen empaparon la tela de
encaje de su ropa interior, y dejé escapar un suspiro de satisfacción una
vez que mi pulso se calmó.
El sonido de mi teléfono vibrando se mezcló con mi respiración
entrecortada. Agarré un pañuelo de papel de la mesita de noche y me
limpié la palma a medida que me sentía un poco disgustado conmigo
mismo. Nunca pensé que volvería nuevamente aquí, suspirando por una
mujer que se sentía fuera del alcance.
Al menos cuando era su extraño silencioso, aún tenía acceso a su
mente. Ahora, me preocupaba que nos hubiéramos convertido en nada.
Y no tenía a nadie a quien culpar más que a mí. Tomé mi teléfono para
contestar.
—¿Está allí? —pregunté, decidiendo pasar por alto la cortesía de
los saludos.
—No está aquí —respondió mi hombre—. No parece que nadie haya
estado aquí durante un par de horas.
Sentí que mis ojos se crisparon de ira. ¿Qué diablos les pasaba a
estos hombres incompetentes y su incapacidad para realizar una tarea
sencilla? Nicholas estaba perdiendo el control de su ejército, y Juliet
estaba sufriendo por eso.
—¿Nick lo sabe? —pregunté.
—Sí, señor —respondió con rigidez. Podía escuchar el terror en su
tono.
Colgué el teléfono y marqué el número de Ruthie rápidamente.
Aunque estaba fuera de la ciudad en su viaje de bingo, respondería por
mí. Nos habíamos hecho amigos a lo largo de los años y ella querría saber
dónde estaba Juliet.
Sonó, sonó y sonó. Finalmente, contestó el teléfono y su voz cálida 104
me saludó.
—¿William? —cantó. Era obvio que la había despertado—. ¿Por qué
estás llamando? ¿Juliet está bien?
Su pregunta me alertó instantáneamente de que no tenía idea de
dónde estaba Juliet. Esto no estaba bien. Dada la historia de Ruthie con
la madre de Juliet, no quería asustarla hasta que tuviéramos más
información. Pero si Ruth no sabía dónde estaba su nieta, entonces esto
era malo.
—¿William? —preguntó de nuevo—. ¿Está Juliet contigo?
Se me ocurrió una mentira rápidamente.
—Lamento llamarte tan tarde, Ruthie, pero quería decirte que ha
habido una pequeña fuga de gas en tu casa. Juliet y yo volveremos a mi
casa, pero no quería que te alarmaras si escuchabas que el departamento
de bomberos estaba aquí.
Dejó escapar un suspiro.
—Me alegra tanto que todos estén bien. Gracias por hacérmelo
saber. ¿Cuándo crees que lo arreglarán? Se supone que voy a volver
mañana a casa.
Comenzó a llegar otra llamada, y verifiqué la identificación antes
de responder. Nicholas.
—Debería tener todo arreglado antes de que llegues a casa, Ruthie.
Pero intenta mantenerte alejada hasta que pueda darte el visto bueno.
No quiero que te enfermes.
Pude escucharla sonreír a través de su tono.
—Gracias, William. Siempre nos cuidas. Intenta descansar un
poco, querido. Buenas noches.
Al segundo que colgó, respondí a la llamada de mi hermano.
—¿La encontraste? —pregunté. No tenía sentido bailar en torno a
la semántica de cómo supe que ella se había ido. Lo único bueno de que
mi hermano fuera un jodido fanático del control era que había una buena
posibilidad de que Juliet tuviera un rastreador en ella.
—No tiene su teléfono —gruñó Nick—. Esperaba que estuviera
contigo.
Una parte de mí quiso grabarlo diciendo eso para más tarde, pero
ahora no era el momento.
—Acabo de hablar por teléfono con Ruth y ella tampoco sabe dónde
está Juliet.
Nicholas maldijo.
—¿Por qué la involucrarías? Ruth no necesita estar asustada, ya
sabes cómo eso la enferma. 105
Puse los ojos en blanco. Mis dos hermanos tenían debilidad por esa
mujer.
—Por supuesto que no la preocupé innecesariamente. No quiero
provocarle un ataque de pánico. Inventé una mentira sobre una fuga de
gas en la casa y le aseguré que todo estaba bien. No hay necesidad de
asustarla hasta que tengamos más información. —Nicholas gruñó, su
acuerdo fue breve y enfurruñado—. Cora está muerta —agregué. No era
como si la perra pudiera volver de la tumba para perseguirnos. Cada
segundo que pasaba, mi corazón comenzaba a acelerarse más.
Cora no era necesariamente nuestra única enemiga, pero parecía
más probable que hiciera algo como esto. Aún recordaba vívidamente la
última vez que Cora secuestró a Juliet. Fue el peor día de mi vida. A pesar
de que la localizamos con bastante facilidad, aún me dolía el estómago
pensar en el estado en el que la encontramos, rodeada de cadáveres y un
Anthony riendo a carcajadas. No se merecía esto. No se merecía nada de
esto.
—Sigo pensando que esa perra fingió su muerte —respondió Nick
con brusquedad.
—De cualquier manera, Juliet se ha ido. Tenemos que encontrarla
—espeté. Cada segundo que pasaba era otra oportunidad para que le
sucediera algo.
—¿Crees que escapó deliberadamente de los guardias de
seguridad? Está realmente decidida a ser independiente —gruñó Nick.
Consideré sus palabras por un momento. Pero, ¿a dónde iría? Kelsey
estaba trabajando esta noche, así que sabía que Juliet no estaba con ella.
No era como si tuviera muchos amigos en la zona. Y definitivamente no
tenía ningún interés amoroso. A menos que derrochara dinero en un
hotel, lo cual no tenía sentido, se había ido.
Pensé en nuestra conversación anterior. Estaba muy decidida a
encontrar a Anthony. Pero ciertamente no se iría sin un auto, un plan o
incluso una idea de dónde estaba.
—Creo que es posible que escapara de ellos, pero a menos que
huyera de la ciudad, ya debería estar de regreso. Es medianoche, ¿dónde
podría estar?
Escuché un cristal rompiéndose, y me imaginé a Nick arrojando
algo contra la pared. Siempre era tan propenso a la ira, eso lo debilitaba
en tiempos de crisis. Era más probable que atravesara las paredes con el
puño que encontrar una solución real a nuestro problema. Era otra razón
más por la que sabía que era mejor líder que él.
—¿Qué vamos a hacer? —me preguntó.
Ni siquiera pude disfrutar de la impotencia en su tono, porque
estaba tan preocupado como él. Me sorprendió que quisiera pedir mi
106
opinión sobre el asunto. A Nick le gustaba fingir que estaba a cargo. Era
el gran jefe malo, pero yo era el estratega.
—Dijo que iba a ver a Anthony. Es posible que se fuera y dirigiera
a Miami.
No me gustaba la idea de que viajara sola, y no estaba muy seguro
si perseguir a nuestro hermano trastornado era la mejor idea. Pero era la
mejor suposición. A Juliet le apasionaba recuperar a Anthony, y si se
alejaba de los guardias y desaparecía, entonces probablemente se dirigía
allí.
—No hay nada en sus extractos bancarios. Ni alquiler de auto. Sin
hotel. Sin gasolina, comida ni nada. Además, en su calendario, dice que
mañana tiene un examen. Sé que está desesperada por llegar a Anthony,
pero nuestra chica es del tipo que planifica. No desaparecería
simplemente a menos que… —Su voz se interrumpió, como si la cortara
el cuchillo del pensamiento—. Dijo que estaba hablando con alguien.
Alguien le estaba dando información sobre el asesino en serie en Miami.
Casi se me cae el teléfono. Una oleada de emociones me inundó, y
me levanté de la cama rápidamente para buscar su computadora portátil.
Como era de esperar, estaba puesta en su escritorio.
—Estoy revisando su computadora ahora mismo —respondí antes
de ingresar su contraseña y abrir su chat.
Página tras página de teorías de un Pest92 me dio la bienvenida.
Algunos de los mensajes eran de naturaleza coqueta, y eso hizo que mi
pecho se contrajera. ¿Esta era la persona con la que estaba hablando?
Mientras le daba el tratamiento silencioso, alguien más se abalanzó y
alimentó sus pasiones. Todo esto se sintió demasiado coincidente. Era
una trampa. Nick se impacientó mientras yo examinaba los mensajes.
—Ha estado hablando con alguien sobre el asesino de Miami —dije.
Nick maldijo. Estaba leyendo los últimos mensajes cuando apareció una
burbuja de chat. Esta persona Pest92 estaba en línea, y me encontré
queriendo atravesar la pantalla y arrastrarlo para poder cortarle la cara.
Naturalmente, era un hombre celoso, y si pensaba que era malo saber
que mis hermanos estaban con la mujer que amaba, entonces era diez
veces peor saber que un completo extraño se estaba acercando a ella.
Sobre todo, porque ese extraño parecía tener motivos ocultos.
Pest 92: ¿Es William o Nick?
Maldije.
—Tenemos un problema —dije.
—¿Qué pasa? —preguntó Nick. Lo ignoré y escribí una respuesta.
No negociaba con terroristas, ni tenía tiempo de explicarle a mi hermano
lo que estaba pasando. Probablemente tenía cinco segundos para
convencer a esta persona de que me dijera dónde estaba Juliet y qué
quería.
107
—Espera —gruñí.
Juliet: William.
Pest 92: Esperaba que fueras tú. Juliet está a salvo. Nos vemos en
Miami.
Terminó la conexión rápidamente y me bloqueó.
—¡MIERDA! —rugí.
—Dime qué está pasando en este momento, o acabaré contigo —
exigió Nick. Me recosté en la silla de Juliet y traté de ordenar mis
pensamientos. ¿Qué demonios? ¿Todo esto era una trampa? ¿Y si esto
era una artimaña para alejarnos de Kansas City, para aislarnos de modo
que fuéramos débiles y vulnerables?
Honestamente, no me importaba. Iría a cualquier parte por Juliet.
Esta era la única pista que teníamos.
—Hermano, parece que vamos a Miami —le dije antes de colgar.
Aunque me había despertado hace una hora, mantuve los ojos
cerrados. Mientras descansaba mi cabeza contra la ventana traqueteante
del auto de Vicky, la luz de la mañana amenazaba con romper la barrera
de mi terquedad. Tenía curiosidad por saber dónde estábamos, pero no
estaba dispuesta a abrir los ojos para ver. Una vez que ella supiera que
estaba despierta, tendría que confrontarla sobre este plan estúpido, y
estaba demasiado enojada para lidiar con eso.
En el asiento del conductor, Vicky tarareaba una canción pop, solo
deteniendo su canto alegre para maldecir a los vehículos lentos de
dieciocho ruedas circulando por el carril rápido. Parecía extrañamente… 108
normal. Había esperado algún enfrentamiento siniestro o una trama
nefasta. No un viaje por carretera informal con alguien a quien solía
considerar una mejor amiga.
Me sentía atrapada en un limbo donde estaba enojada… pero al
mismo tiempo, no estaba enojada con ella por obligarme a ir con ella. Sí,
me dolía la cabeza como una perra, y podría haber sido un poco menos
contundente al respecto. Pero conducir hacia Miami, hacia Anthony, aún
se sentía como una victoria.
Estaba fuera de Kansas City. Me dirigía hacia Anthony. Habían
pasado semanas desde que lo había visto, y aunque me enfermaba
sentarme junto a Vicky en su auto, estaba deseando llegar al destino, por
tonto que fuera. Todo esto podría haber sido una trampa, pero algo en
mis entrañas me decía que no lo era.
Simplemente no podía imaginar lo que estaban pasando Malice y
William en este momento. Solo era cuestión de tiempo antes de que se
dieran cuenta de que me había ido, y temía las repercusiones en nombre
de Vicky.
—¿Vas a dejar de fingir estar dormida? Tengo que parar en una
gasolinera, y necesito asegurarme de que no vas a escapar —preguntó
Vicky en tono aburrido—. Ya te di un golpe desagradable en la cabeza, y
realmente no quiero volver a hacerlo. —Hizo una pausa, y esperé a que
continuara, sin estar dispuesta a renunciar a mi ardid de la siesta—. O
tal vez quiero darte otro golpe en la cabeza. —Se echó a reír, y sentí que
el auto ralentizó. La luz intermitente se encendió cuando salió de
cualquier autopista en la que estuviéramos.
—No necesito otro golpe en la cabeza. En realidad, no necesitaba el
primero —gemí antes de parpadear y sentarme. La luz brillante del día
hizo que mis ojos ardieran.
—En serio, no tenía tiempo para convencerte —discutió. Pasamos
un letrero que decía Tennessee—. Sabes lo decididos que pueden ser mis
hermanos. Tenía unos treinta minutos para sacarnos de Kansas City
antes de que todo el lugar fuera cerrado por los Civella. Dios sabe que
intenté huir muchas veces y nunca lo logré.
Vicky me sorprendió. A pesar de todos nuestros años siendo
mejores amigas y hablando de todo, esta era una parte de su vida que me
sorprendió por completo. Tenía en la punta de la lengua preguntarle
cuántas veces intentó escapar de su familia. Tenía miedo de la respuesta.
También quería saber por qué sentía que tenía que huir. Pero supongo
que sabía por qué. Era lo mismo que me motivó a ser independiente y
tomar partido en mi relación. Los amaba. Profundamente.
Irrevocablemente. Pero también me amaba.
Se detuvo en el estacionamiento de la parada de camiones. Una vez
que llegamos al surtidor, apagó el auto y se giró en el asiento del
conductor para mirarme. 109
—¿Vas a huir? —preguntó.
Negué con la cabeza. Era demasiado tarde para huir. Además,
quería ver a Anthony más que nada. Probablemente era una tontería de
mi parte, pero estar aquí se sentía bien.
—Eventualmente, tendré que llamar a mi abuela —respondí—. No
quiero que se preocupe.
Vicky me miró entrecerrando los ojos, sus ojos evaluadores
captando cada parte de mi expresión.
—Es justo. ¿Vas a llamar a mis hermanos?
Mordí mi lengua por un momento. Vicky tomó mi silencio como una
respuesta.
—¿En serio terminaste con ellos? Anthony no tenía claros los
detalles. ¿Finalmente te diste cuenta de que Nick es un imbécil
controlador y William es un marica celoso? Supongo que ya conoces a
Anthony. —No quería darle el privilegio de tener razón. El hecho de que
tuviéramos problemas no significaba que el amor no estuviera allí.
—En este momento estamos resolviendo algunas cosas —gruñí con
fuerza—. Salir con todos ellos es…
Vicky me interrumpió.
—¿Extraño? ¿Duro? ¿Imposible? Todos están locos y tienen el
rango emocional de un dedal.
—Toda relación tiene obstáculos —respondí.
—Cierto, pero Juliet, te conozco. Eres mejor que esto. Verte con
ellos se siente como… —Vicky hizo una pausa, aparentemente intentando
pensar en cómo describirlo—. Se siente como una mentira —decidió
finalmente.
—¿Qué te hace decir eso? —respondí con brusquedad antes de
cruzar los brazos sobre mi pecho.
Vicky se encogió de hombros.
—No lo sé. Eras esta chica ruda e independiente que se encargaba
de su mierda. Creo que la parte más difícil de enamorarte de mis
hermanos fue perderla. —Metió la mano en su bolso y sacó un billete de
veinte dólares, terminando nuestra conversación abruptamente—. Ve por
algo de comida, me muero de hambre.
Arrebatando el billete de veinte dólares de sus dedos, desabroché
mi cinturón rápidamente y alcancé la puerta, haciendo una pausa por
un momento para tener la última palabra.
—Sigo siendo ella.
Entré a la gasolinera sin esperar su respuesta, sin molestarme en
mirarla por encima del hombro cuando me fui.
Después de usar el baño y lavarme la cara magullada, fui a estirar 110
las piernas, examinando los pasillos sin prisa. Me odiaba por recordar
todos los bocadillos favoritos de Vicky. Reese’s. Chicharrones. Carne seca
con sabor a teriyaki. También compré algunas semillas de girasol con
sabor a pepinillo y dos donas, así como café y Coca-Cola Light.
El total ascendió a 23,47 dólares. Entregué el dinero en efectivo
que me había dado Vicky, luego metí la mano en mi bolsillo y saqué mi
billetera pequeña con mi tarjeta de débito. La miré por un momento.
Alguien se aclaró la garganta detrás de mí.
—¿Señora? Aún debes tres cuarenta y siete —dijo el empleado de
la estación de servicio. Tenía largo cabello rizado y una expresión de
cansancio en el rostro.
Sabía que al momento en que pasara mi tarjeta, Nick y William
sabrían dónde estaba. A estas alturas, tenían que estar controlando mi
banco para detectar cualquier transacción. Me sorprendió que Vicky no
me hubiera quitado la billetera mientras estaba inconsciente.
Miré por la ventana delantera brevemente a Vicky, quien estaba
bombeando gasolina y sonriéndole a un tipo que estaba parado frente a
la bomba frente a ella. Quizás quería que los alertara. Quería que vinieran
a Miami, después de todo. Sabía en mi interior que no podía confiar en
ella. Pero había una parte pequeña de mí que quería acercarse un poco
más a Anthony antes de alertarlos. Sentí que estaba traicionando a mis
hombres, pero necesitábamos un poco más de tiempo.
Entonces, después de un suspiro tembloroso, bailé entre mis
deseos de querer ver a Anthony, pero también de que los hombres que
amaba supieran que estaba a salvo, y le dije al asistente que sacara la
carne seca y pagué en efectivo.
Con un balanceo adicional en mis pasos, regresé al auto de alquiler
de Vicky mientras cargaba la bolsa de comida. Se estaba aplicando lápiz
labial en el asiento delantero cuando me senté a su lado.
—Tengo todos tus favoritos —respondí, sorprendiéndome con el
alivio en mi tono. Tendría que decirles a mis hombres en algún momento
dónde estaba. No podía dejar que se preocuparan por mí. Pero tomaron
una decisión cuando se negaron a dejarme ver a Anthony. Estaba
comprometida a encontrarlo, y eso significaba que tenía que confiar en
Vicky.
—Es lindo que aún recuerdes mis bocadillos favoritos. ¿Recuerdas
que solíamos hablar siempre de hacer viajes por carretera? —preguntó
antes de buscar en la bolsa y sacar una dona.
—Aun así, solo fueron puras palabras —dije en voz baja—. Nunca
íbamos a hacer un viaje por carretera. Nunca ibas a hablarme de tu vida.
Solo era la amiga con la que vivías medias verdades.
Vicky rasgó su dona glaseada con los dientes y masticó lentamente
el dulce y enfermizo desayuno mientras miraba sus muslos.
111
—Quería ir —respondió en voz baja—. Lo deseaba tanto que me
volvía loca.
Encendió el auto y regresó a la autopista silenciosamente.

—¿Nos detenemos a pasar la noche? Aún tenemos cinco horas


hasta que lleguemos a Miami —gemí. Mi espalda me estaba matando, y
cada músculo de mi cuerpo estaba rígido por estar sentada todo el día.
Vicky parecía estar a dos segundos de desmayarse y conducir hacia el
tráfico en el sentido contrario. Me ofrecí a conducir varias veces, pero ella
se negó.
—No podemos —dijo con un bostezo—. No tenemos mucho tiempo.
Si tuviera que adivinar, mis hermanos ya sacaron imágenes de seguridad
de la estación de servicio en la que nos detuvimos.
Me giré bruscamente hacia ella.
—¿Qué?
—Pueden ser unos imbéciles ingeniosos cuando quieren. Supongo
que, será útil cuando eliminen al hermano de Cora. Pero ahora mismo es
un dolor en el trasero. Todo el objetivo es llevar a todos mis hermanos a
Miami, pero primero en realidad tenemos que llegar allí. —Observé el
tráfico opuesto pasar, los faros rebotando en mi visión mientras absorbía
sus palabras—. Pareces preocupada —observó.
No tenía sentido mentirle. Hubo un tiempo en que le contaba a
Vicky todo sobre mi vida.
—Me preocupa que no lleguemos a Anthony a tiempo. Y también
me preocupa que te maten antes de que tengamos la oportunidad de
explicarlo. Creo que, una vez más, tomaste una decisión precipitada y…
—¿Esto es por golpearte con la piedra? —interrumpió.
Negué con la cabeza con frustración.
—Es por noquearme, mantenerme en la oscuridad todos esos años
y tratar que Cora nos mate.
Vicky tuvo la decencia de parecer avergonzada.
—Está bien —respondió a medida que miraba por el espejo
retrovisor—. Todo va exactamente según lo planeado.
—¿Y qué plan es ese?
Vicky pasó a un camión de marcha lenta y aceleró.
—Llevarte con Anthony. Es imposible trabajar con él mientras está
deprimido. Es como ver a un cachorro que ha sido pateado y abandonado. 112
Me rompe el corazón.
Puse los ojos en blanco.
—Me sorprende que te importe.
Vicky perdió parte de su valentía soñolienta ante mi tono.
—Por supuesto que me importa.
—Tienes una forma terrible de demostrarlo. ¿Debería enumerar
otra vez todas las mierdas que has hecho?
Vicky pisó los frenos y se detuvo en el arcén de la carretera.
Estábamos en algún lugar de Florida, la carretera abandonada estaba
oscura y el aire era bochornoso. Mi sentido del humor morboso me hizo
pensar que este era un gran lugar para deshacerse de un cadáver.
A Anthony le encantaría.
—¿Por qué nos detuvimos? —pregunté.
—Siento haber intentado matarte —espetó. Fue una disculpa tan
extraña y aparentemente carecía de sinceridad.
—Gracias. Ahora me siento mucho mejor —respondí con sarcasmo.
Afortunadamente, el auto estaba lo suficientemente oscuro como para
que Vicky no pudiera verme poner los ojos en blanco.
Vicky se inclinó sobre la consola central y me agarró del brazo.
—No tienes que perdonarme. Solo estoy pidiendo algo de la gracia
que les das a mis hermanos, ¿de acuerdo? Todos estamos cortados por
la misma tela. Sé por qué Anthony está aquí. Sé que Nick te llevó a un
maldito tiroteo y casi te matan. William te traicionó. Nadie es inocente
aquí. Y por mucho que te amo, la única diferencia entre mis hermanos y
yo es que no puedo distraerte con sexo caliente, aunque estoy dispuesta
si eso es lo que se necesita.
Resoplé ante eso. Los chicos eran buenos dándome sexo para que
los perdonara. Era patético y retorcido, pero podía ser honesta conmigo.
A pesar de sus pollas superiores, el flujo constante de orgasmos no era
la razón por la que seguía regresando.
—Vicky, los chicos nunca pretenden ser algo que no son. Dejaste
que tu mundo me tomara por sorpresa. Y pensé que éramos mejores
amigas. Superando cualquier dificultad. No creí que fuera posible que
algo se interpusiera entre nosotras.
—Estaba intentando protegerte —insistió de inmediato.
—Lo entiendo —presioné—. En serio, lo hago. Pero tu traición fue
más profunda que cualquier otra cosa que hayan hecho porque nunca
esperé que me lastimaras de esa manera.
Vicky se secó las mejillas. Estaba tan absorta en mi propio dolor
que no había notado que las lágrimas caían constantemente por su
rostro.
113
—Primero fuiste mía. —Observé a medida que se quitaba un trozo
de pelusa de sus pantalones negros—. No tenía nada. Sin identidad fuera
del apellido Civella. Sin libertad. Cada chico con el que salí estuvo
conmigo para acercarse a mis hermanos. Cada nota que obtuve en la
escuela fue porque la dirección de la escuela temía a Nicholas. Demonios,
incluso mis padres no eran míos. Querían que los hijos transmitieran el
apellido y dirigieran su imperio. ¿Sabes que Nick ya estaba pensando en
casarme potencialmente?
Sentí pena por Vicky. De verdad, lo hacía. Solo había estado en
esta vida durante seis meses, y la naturaleza asfixiante me estaba
matando. No podía imaginar por lo que estaba pasando.
Pero aun así…
—Pudimos haber hablado de ello. No tenías que ir a Cora.
Vicky tomó una servilleta de nuestra bolsa de comida rápida y se
sonó la nariz con fuerza.
—Estaba triste y en este estado retorcido de lucha o huida. Me
arrepiento de ello.
Entender de dónde venía me ayudó a superar la ira que sentía
hacia ella, pero aún había algo que me molestaba.
—¿Qué hay de Anthony? —pregunté.
—¿Qué hay de él?
Dejé escapar un suspiro áspero.
—Vicky, dijiste muchas cosas hirientes sobre él. Él te ama tanto, y
tu traición lo sacó de control. Eran cercanos. Como gemelos.
Ella asintió.
—Supongo que quería alejarte de él porque estaba celosa. Era un
halago para mi ego saber que podía comunicarme con él. Me encantaba
saber que Nick me necesitaba para calmarlo. Era lo único en lo que era
buena. De lo contrario, no me respetaban. Y me preocupo por él. Fue una
bofetada en la cara ver lo emocionado que estaba de verme. Después de
todo lo que hice, ¿sabes cómo me saludó?
—¿Cómo? —pregunté.
Ahogó su respuesta con un sollozo.
—Me abrazó, Juliet. Después de todo. Le dije que lo sentía, y él
dijo… —Podía escuchar las emociones en su voz. El dolor crudo
destrozándole la garganta—. Dijo que entendía. Estaba feliz de tenerme
de nuevo en su vida. Fue un perdón que no me merecía. Supongo que, si
alguien va a entender mi momento temporal de locura, sería él.
Mi corazón se conmovió por el hombre que amaba, el amigo que
perdí y el futuro que se sentía esperanzado e incierto al mismo tiempo.
Los motivos de Vicky aún me parecían inciertos. No podía decir si estaba 114
siendo genuina o si esto solo era otra trampa. Me molestaba que ya no
pudiera leer a nadie al pie de la letra. Pero tenía que ver a dónde iba esto.
Tenía que llegar a Anthony.
Sabía que, si quería seguir adelante, si quería trabajar para que
nuestra familia volviera a estar completa, tendríamos que dar un paso
hacia la gracia para llegar allí.
—Me esforzaré en perdonarte, pero nunca olvidaré lo que intentaste
hacer —prometí—. Y debes esforzarte por aceptar mis relaciones con tus
hermanos.
Vicky asintió con entusiasmo.
—Sí, creo que puedo hacer eso. Pero, ¿existe una relación? Ni
siquiera has intentado llamarlos una vez.
Estaba buscando información, pero no sabía cómo responderle.
Anthony se había ido. Dibujé una línea en la arena con Nick. William me
estaba dando el tratamiento silencioso. Era desgarrador y tóxico, pero
tenía la sensación de que todos encontraríamos el camino de regreso con
el tiempo.
—Es realmente simple —murmuré, aunque estaba lejos de la
verdad—. Los amo a todos. Solo necesito que me amen de la manera que
merezco.
Vicky puso el auto en marcha y volvió a incorporarse a la autopista.
—Maldita sea, así se hace. Dales duro, mejor amiga.

115
Cortinas amarillas.
Brillante. Cálido. De mal gusto.
No estaba seguro de cómo pagó Vicky por esta cápsula del tiempo
de condominio de la década de los ochenta. Pero tenía vistas al océano, y
si no tuvieras un alma como la mía, probablemente habrías disfrutado
de lo vibrante y lleno de vida que era el espacio.
Me daba comezón. Malditas cortinas amarillas.
Me quedé mirando el reloj. Sé gentil, gentil, gentil, me recordé
mientras tiraba de mi gorro. Mis nervios podridos estaban jodidamente
116
disparados. Juliet estaba cerca. Lo sentía en mis huesos. Nick y William
asaltarían este castillo, matarían al dragón y la llevarían de regreso a su
torre afilada.
Pronto no sería más que dientes y cenizas. Una escena del crimen
delicada, barrida debajo de la alfombra. Comida para gusanos. Compañía
para el muerto. El infierno sería una eternidad poniendo mi alma sobre
la de ella y saber que yo causé esto, nos arruiné.
—Gentil, gentil, gentil —susurré de nuevo.
Ahora tenía reglas.
No te quedes solo con Juliet.
No la toques.
No la lastimes.
Encontré terapia en el fondo de un duro arrepentimiento. Sané mi
mente porque tenía que hacerlo. La debilidad ya no era una opción. Mi
obsesión por la muerte estaba encerrada nuevamente en esa cajita
diminuta. Tuve que dejar salir mis problemas de abandono para que
hubiera suficiente espacio, pero afortunadamente encontré a mi hermana
en todo esto, por lo que mi miedo de quedarme solo nuevamente tenía un
sofá para dormir y cortinas amarillas para mirar.
Pronto. Juliet estaría aquí pronto.
Cansada. Herida.
Nick y William estaban a una hora de Miami. Les daba dos horas
antes de que un convoy estuviera estacionado frente al edificio de Vicky.
Tres horas antes de morir.
Pero no teníamos otra opción. Necesitábamos ayuda.
El pomo de la puerta delantera giró, y los tendones de mi cuerpo
se tensaron por la anticipación. Inhalé y miré la puerta hasta que se abrió
lentamente, crujiendo mientras lo hacía.
—¿Anthony? —llamó Juliet, su tono dulce lleno de alivio. Me
preparé para sus ojos marrones y…
—¿Qué mierda te pasó en la cara? —gruñí mientras caminaba
hacia ella. Extendió la mano para frotar los restos de sangre seca en su
sien y se estremeció cuando la alcancé.
—Podría hacerte la misma pregunta. Anthony, tienes un montón
de moretones descoloridos. Vicky me noqueó. Lo limpié, pero… —Envolví
mi mano alrededor de su muñeca y tiré de ella hacia el baño.
Tenía que quitarle la sangre.
Sanarla.
Ayudarla.
Maldita sea, protegerla de todo. 117
Incluyéndome.
—Anthony, estoy bien —chilló a medida que la levantaba y la
colocaba en el lavabo del baño. El estremecimiento que escapó de sus
labios al momento en que estuvo en mis brazos me puso duro como una
roca, pero ignoré la necesidad palpitante. Agarré una toallita, la mojé y
limpié su herida ligeramente, fijándome en las cosas que tenía bajo mi
control mientras ignoraba la tensión entre nosotros.
—Está magullado —dije con voz monótona—. ¿Dónde está Vicky?
—Herir a Juliet no era parte del plan.
—Está estacionando el auto en una playa pública para llevar a Nick
y William lejos por un tiempo y ganarnos algo de tiempo —respondió.
Dejé caer la toallita y di un paso atrás. Luego otro paso. Entonces
mi espalda golpeó la pared del baño.
—No podemos estar solos juntos. —Mi voz temblorosa hizo que la
habitación se sintiera más pequeña.
Juliet arqueó la ceja hacia mí.
—¿Qué quieres decir? Anthony, ¿por qué no podemos estar solos
juntos? —Odiaba que me hablara como a un animal salvaje. ¿No debería
estar exigiendo respuestas? ¿No debería odiarme por lo que hice?
Manteniendo mi espalda contra la pared, me alejé lo más lejos
posible de ella, deslizándome por el pasillo hacia la sala de estar. Ella me
siguió, presionando, presionando, presionando.
—Anthony, ¿qué pasa?
Una risa amarga escapó de mis labios.
—Todo. Quédate ahí. No puedes…
—¿No puedo qué?
—No puedo estar a solas contigo —forcé a salir antes de apretar la
mandíbula con tanta fuerza que estaba seguro de que me rompería todos
los dientes.
—Anthony, ¿no te fías conmigo? —preguntó Juliet a medida que se
acercaba—. ¿O has terminado conmigo?
Levanté mis manos como un escudo. Quería cerrar los ojos para no
ver las lágrimas brotar de sus grandes ojos hermosos.
—Juliet, no puedo lastimarte más.
Envolvió sus brazos alrededor de sí misma y casi se derrumbó en
el suelo.
—Pero me estás lastimando, Anthony. No estoy bien si tú no estás.
Te fuiste sin decir una palabra.
—También te estrangulé. Te… te follé. Ni siquiera estoy seguro si lo
querías o no. —Estaba tan disgustado conmigo que apenas podía 118
respirar. Me había convertido en lo que más odiaba—. Y aquí estás.
Mirándome con tanta compasión.
—¿Y qué si te compadezco? —respondió Juliet—. Te he extrañado
mucho. No tenía idea de dónde estabas o si estabas a salvo. Simplemente
te fuiste, y ahora ni siquiera…
Me acerqué a ella, apretando los puños con tanta fuerza que mis
uñas se clavaron en mi palma.
—Necesito que me odies —susurré—. Necesito que me grites. Me
temas. Me golpees…
Cortó mis palabras al marchar y abofetearme en la mejilla. El eco
resonó en mis oídos, y el dolor punzante en mi piel me hizo sisear.
Empujó mi pecho. Arañó mi cuello.
—¿Esto es lo que quieres, Anthony?
Se inclinó hacia adelante para arrastrar sus dientes afilados contra
mi cuello antes de succionar con fuerza la piel allí.
—Mierda —maldije, porque esto no se sentía como un castigo. Esto
se sentía como la maldita cosa más caliente que me haya pasado. Acunó
mi polla y me apretó por encima de los pantalones deportivos que estaba
usando.
—Te castigaré, si eso es lo que realmente quieres. Pero prefiero
amarte en su lugar.
Se sentía tan cálida. Podía sentir su pulso vibrante bajo su piel,
latiendo al compás de su corazón salvaje. Estaba viva y chisporroteando
de energía. No había ni una sola parte de ella que se sintiera muerta.
Y lo odié un poco. Ese era el problema conmigo. Se suponía que
respirar era lo más natural del mundo, pero no podía hacerlo sin pensar
en asfixiarme. Juliet estaba intentando resucitarme con su vitalidad
contundente.
—Espera —rogué. Apartándome de su agarre, me tomé un
momento y estabilicé mi respiración. No podía perder el puto control de
esta manera. Perder el control fue lo que me metió en este lío en primer
lugar—. Nos arruiné —dije ahogadamente.
Juliet me miró de arriba abajo, sus ojos suaves.
—Anthony, ¿quieres permanecer arruinado?
No negó que estábamos rotos sin posibilidad de reparación. Pero
ofreció la oportunidad de reconstruir.
—No puedo —susurré.
—No —dijo Juliet—. He dejado que me folles con frío en mi piel. He
enterrado cuerpos. He esperado. He bailado alrededor de tus necesidades
y no me quejé ni una sola vez. Y no está funcionando, Anthony. Así que,
o te sientes vivo conmigo o esta relación morirá.
119
Se lanzó hacia adelante como un maldito maremoto, sin darme un
momento para procesar sus palabras, su ultimátum. Sabía que, si me
daban la mitad de la oportunidad, huiría de una puta vez. Mi cabeza
estaba hecho un lío. No podía hacer esto. No podía ser lo que ella…
Me besó. Caliente. Húmedo. Aplasté mis brazos a mis costados y
presioné tan fuerte como pude. Tiró de la cinturilla de mis pantalones y
envolvió sus manos calientes alrededor de mi polla mientras me
prodigaba con su lengua danzante. Intenté quedarme quieto. En serio, lo
hice. Pero ella me frotó tan bien, que me sacudí en su palma. Al momento
en que un jadeo escapó de mis labios, profundizó el beso. Nuestra lucha
con la boca abierta por el dominio lentamente, lentamente, lentamente
aflojó cada articulación de mi cuerpo.
Relajé mis manos y me estiré para agarrar sus caderas. Sacó su
mano de mis pantalones, y gemí por la pérdida del contacto. Fijando sus
ojos en mí, levantó su palma y la lamió delicadamente desde la muñeca
hasta la punta de su dedo medio antes de continuar su trabajo
frotándome.
Mi mente era una corriente caótica de conciencia que no podía
controlar.
Y estábamos besándonos, chupando y follando con nuestras
lenguas, maldita sea, no podía respirar, era tan bueno y luego ella me
llevó poco a poco hasta la jodida pared amarilla que odiaba con su sol y
brillo, y luego me empujó contra ella y presionó su pulsante piel caliente
contra la mía a medida que me arrancaba la ropa, me desgarraba la
mente, me desgarraba el alma y sus manos en mi cuello y sus dientes en
mis labios respiraron; ella estaba respirando, respirando, respirando con
dureza, pequeñas pruebas de vida contra mi oído, gimiendo cuando
amasé su seno, suspirando cuando le arranqué la ropa de su cuerpo,
llorando cuando besé sus párpados con disculpas tiernas… no, no, no,
era mucho, era demasiado… no, no, no, podía sentir mi corazón
latiendo… no, no, no, se dio la vuelta y arqueó la espalda… sí, presionó
su culo contra mi polla balanceándose… miró por encima de su hombro
desafiándome a vivir.
Respiré.
Dentro y fuera.
Calmé mi mente.
Espera.
Espera.
Cada músculo de mi cuerpo se liberó, como veneno saliendo de mis
poros.
—Maldita sea —maldije antes de llevarla al sofá—. Te amo, Juliet.
—La acosté gentilmente y me puse encima de ella. La besé
profundamente. Me deslicé dentro de su coño resbaladizo. Dentro y fuera,
dentro y fuera. El sexo era una metáfora de la vida. Simplemente no era 120
lo suficientemente inteligente o lo suficientemente tranquilo para hacer
esa conexión en este momento.
—Lo siento mucho —sollocé mientras le hacía el amor.
—Te amo, Anthony. Podemos superar esto. Por favor, no me dejes
nunca más.
—Lo siento mucho —repetí a medida que pasaba sus dedos por mi
cabello y me miraba a los ojos con tanta devoción divina.
Gentil, gentil, gentil. Dentro y fuera. Dentro y fuera.
Lo iba a hacer mejor. Iba a estar mejor.
Iba a ser digno de esta mujer hermosa que no merecía.
—Entoooonces, ¿vamos a esperar aquí a que aparezcan? —
pregunté mientras estaba sentada en el regazo de Anthony. Vicky estaba
comiendo una taza de yogur en el sofá amarillo frente a mí. Esperé
pacientemente su respuesta mientras lamía la cuchara. Esto se sentía
extrañamente anticlimático para la situación. Después de viajar por
carretera durante casi dos días sin escalas por todo el país desde Kansas
City hasta Miami, había esperado que la reunión fuera un poco más
dramática. Anthony estaba frotando círculos pequeños en mi espalda con
su pulgar. Ni siquiera se había molestado en ponerse una camisa. Tenía
en la punta de la lengua pedirle que usara un chaleco antibalas. 121
—Quiero decir, en este punto, sería vergonzoso si no lo averiguaran
—dijo Vicky, con la boca llena de yogur—. ¿Han perdido su toque desde
que me fui?
Anthony se inclinó hacia adelante y besó mi cuello.
—Pronto estarán aquí —murmuró—. Nick no puede pasar más de
cinco minutos sin ver a Juliet.
Mordí mi labio inferior. La verdad era que, Nick y William no me
habían visto mucho estas últimas semanas. Había una inseguridad
persistente en el fondo de mi mente haciéndome preocuparme,
preguntándome si se habrían rendido conmigo. No es que los culpara.
Les di un ultimátum, y tenía que mantenerme firme.
—William probablemente querría ducharse y cortarse el cabello
para su gran reunión —resopló Vicky—. Pasaría por el barbero todas las
semanas antes de reunirnos en Dick’s Diner.
Sonreí ante sus insultos fraternales.
—¿Recuerdas su fase de colonia? —preguntó Anthony a medida
que arrugaba la nariz.
Vicky se atragantó.
—¡Lo peor! Tuvimos que rogarle que no se bañara en esa mierda.
Pero no puedes hablar, Anthony. Cuando tenías once años, Nick tuvo que
sujetarte y ponerte desodorante. ¿Por qué los adolescentes son tan
repugnantes?
Anthony se rio mientras negaba con la cabeza.
—Leí en línea que a las mujeres les encanta el almizcle natural de
un hombre.
Vicky lo apuntó con su cuchara.
—¿Nadie te ha dicho que no confíes en lo que lees en Internet?
Mierda, menos mal superaste esa etapa. Juliet podría pasar por alto un
montón de tus mierdas locas, pero de ninguna jodida forma ignoraría ese
hedor.
Sonreí con fuerza. Anthony se rio tanto que su cuerpo se
estremeció. Nunca había llegado a ver cómo interactuaban los hermanos
entre sí. Nuestra amistad se derrumbó y ardió tan rápido que me perdí
una mirada al interior de cómo eran antes de que Vicky nos traicionara
a todos. Fue agradable ver que tenían el potencial de ser normales. Me
pregunté cómo serían si la presión de dirigir su organización no recayera
sobre sus hombros.
Un zumbido llamó mi atención, y Vicky sonrió alegremente
mientras contestaba a su celular.
—Número desconocido —nos dijo antes de hablar con quienquiera
que estuviera al otro lado de la línea—. Hola, hermano mayor, gracias por 122
jugar conmigo a la búsqueda del tesoro más épica del mundo. ¿Te gustó
la nota que dejé en el auto de alquiler? Pensé que el código sería un buen
toque.
Señalé el teléfono, instándola en silencio a que lo pusiera en
altavoz. Ella asintió y obedeció alegremente.
—Vicky. Si lastimas un solo cabello…
—Sí, no estoy de humor para amenazas —se jactó, interrumpiendo
a Nick con facilidad. La forma despreocupada en que le habló a su
hermano me recordó a Anthony—. No hemos hablado en seis meses
enteros. ¿Qué pasó con “Hola? ¿Cómo estás?”
—Vicky, tengo un francotirador con los ojos fijos en ti. Por cierto,
es una camisa bonita. Es un soplo de aire fresco verte incorporando algo
de color a tu guardarropa.
Intenté saltar del regazo de Anthony para agacharme en el suelo,
pero él me mantuvo en mi lugar, sus manos firmes agarrando mis
caderas con facilidad. Lo miré cuando me susurró:
—Está fanfarroneando.
Vicky miró su camisola amarilla y sonrió.
—Hermano, me alegra que te esté gustando mi nueva vibra. Supuse
que como ahora estoy en Miami, necesitaba un poco de brillo en mi vida.
¿Por qué no vienes aquí y charlamos? Ya que nos tienes puestos los ojos,
sabes que Juliet está sana y salva. Solo queremos hablar.
—Vicky, podríamos haber hablado en Kansas City. No eres
exactamente el miembro más digno de confianza de nuestra pequeña
familia. —Su gruñido me hizo temblar.
Ella resopló.
—Eso es gracioso viniendo de ti. —Vicky sacó un vaporizador y dio
una calada larga, sus ojos prácticamente poniéndose en blanco a medida
que lo hacía—. Quería verte en mi territorio, hermano mayor. Creo que
es bueno que te desvíen de tu juego de vez en cuando. De otra manera,
nunca habrías dejado que Anthony o yo viéramos a Juliet.
Nick maldijo. No sabría decir qué personaje era hoy. El jefe asesino
de la mafia que mataba primero y luego hacía preguntas o el hombre
cariñoso que iría hasta los confines de la tierra por mí.
Hubo una pausa larga al otro lado del teléfono. Nick había armado
el silencio. Sabía cuánto tiempo dejar que el silencio se extendiera para
que su oponente se sintiera incómodo. Lo había visto hacerlo durante
muchos interrogatorios durante los últimos seis meses. Él esperó. Y
esperó. A medida que pasaron más segundos, Vicky se emocionó cada
vez más. La sonrisa regordeta en su rostro aumento, y se relajó en su
asiento. Parecía que Nick había conocido a su igual.
—¿Qué quieres? —peguntó Nick. Me pareció extraño que se
123
rompiera primero—. Y no me vengas con tonterías de que se trata de una
conversación. Sé a ciencia cierta que no quieres una reunión familiar. Así
que solo escúpelo, y acabemos con esto. Tengo planes para la cena.
Vicky se miró las uñas. Anthony pasó su dedo índice por mi brazo,
creando un abismo de piel de gallina que estalló por toda mi piel. Podía
sentir su aliento caliente en mi cuello mientras esperábamos a que Vicky
respondiera. Era extraño verla de esta manera. Estaba completamente
en su elemento. Estaba acostumbrada a que Nick, William y Anthony se
hicieran cargo a sus maneras respectivas. Sin embargo, Vicky era una
tormenta propia. Fue criada de la misma manera brutal que sus
hermanos y era más que capaz de manejarse sola en esta situación.
—Quiero una conversación. Sin armas. Estoy segura de que tienes
hambre de tanto viajar. ¿Puedo hacerte un sándwich? Vamos a tener una
charla, y puedes dejar todo tu enojo y guardaespaldas abajo. —Se puso
de pie y se acercó al frigorífico—. ¿Te gusta el salami, hermano? Por
supuesto que sí.
Otra voz cortó la línea. La reconocí de inmediato como William.
—Solo hablemos con ellos —dijo en voz baja. Me imaginé a Nick y
William discutiendo como siempre sobre cómo manejar la situación.
Después de apretar la mano de Anthony en mi cadera, me levanté y
caminé hacia Vicky. Me tendió su teléfono celular y lo tomé de su agarre.
—¿Nick? —llamé, usando su nombre real para apelar a su lado más
suave. En este momento no quería al jefe.
—¿Estás bien? Vi que estás magullada en las imágenes de la
cámara de seguridad en la estación de servicio —se apresuró a decir—.
¿Necesitas atención médica?
Le di a Vicky una mirada severa. En su entusiasmo por traerme
aquí estaba haciendo que las negociaciones fueran un poco más difíciles
de sortear.
—Estoy perfectamente bien. Anthony está aquí. Estoy a salvo. No
dejaría que me pasara nada. —Lo miré a los ojos desde el otro lado de la
habitación. Para mí era importante que Anthony me oyera decirles esto a
sus hermanos. Necesitaba saber que le confiaba mi seguridad, y
necesitaba que Nick y William también confiaran en él. Estaba cansada
de que esta familia se viniera abajo por mi culpa. Era hora de que todos
volviéramos a estar juntos.
—Juliet, no me gusta esto —dijo Nick con voz grave y severa. Había
una vulnerabilidad en su tono que me hizo romper.
—¿Confías en mí? —pregunté—. Nick, ¿confías en mí para
controlar la situación?
Confianza y control. Esos dos conceptos estaban agotando nuestra
relación. Luchó con eso, pero si alguna vez íbamos a tener una relación 124
segura y feliz, él tendría que aceptar mi liderazgo a veces.
—Confío en ti —dijo en voz baja—. Simplemente no confío en el
resto del mundo.
Lo entendía. Durante mucho tiempo, después de la desaparición
de mi madre, también luché por confiar. El mundo entero era mi enemigo.
Todos eran sospechosos. Y la gente que me importaba se volvió aún más
preciosa para mí. El miedo me hizo estrechar contra mi pecho a los que
amaba. Pero no era una forma de vivir.
—Confía en mí. Ven, cenemos juntos. Sin hombres. Sin armas. Sin
amenazas. Puedes estar enojado con Vicky por la forma en que manejó
esta pequeña reunión…
Vicky resopló, interrumpiendo mi pequeño discurso.
—Y qué si tengo un don para lo dramático —dijo poniendo los ojos
en blanco.
Continué.
—Pero realmente necesitamos hablar. Todos.
Nick se bañó en el silencio de mi declaración. Podía sentir mi
corazón acelerado. A diferencia de Vicky, luché con el espacio vacío
instalándose, hirviendo, bullendo, ardiendo entre nosotros. Ansiaba la
resolución y la paz.
—¿Nick? —Soné débil. Él no respondió. La línea se cortó, miré a
Vicky y me preocupé. ¿Qué significaba esto?
Sin embargo, fue Anthony quien habló.
—Ven a sentarte conmigo —me pidió en un tono cariñoso—. Lo
hiciste genial.
Me acerqué a Anthony con los hombros caídos, y me arrastré hasta
su regazo una vez más. Acunando mi cabeza contra su pecho, Anthony
acarició mi mandíbula y tarareó por un momento breve.
—Lo hiciste perfecto —dijo Vicky con una sonrisa—. Estarán aquí
en cualquier momento.
Resistí el impulso de resoplar. Nick ni siquiera pudo responderme.
La confianza y el control eran el catalizador de nuestra desaparición. Y
cuando salió a la luz, Nick se negó a abrir el puño.
—No va a venir. ¿Deberíamos escondernos? ¿Adónde siquiera
iríamos?
Vicky le dio los toques finales a su sándwich y le dio un gran
mordisco.
—Anthony es muy inteligente —comenzó antes de asentir en
nuestra dirección—. ¿Utilizándote como escudo humano? Brillante.
El pecho de Anthony retumbó por la risa atrapada en su garganta. 125
—No la estoy usando como escudo.
—Seguro. Quizás ahora podría sentarse en mi regazo. Creo que
entre nosotros dos, es más probable que Nick me mate. Juliet, ¿quieres
un abrazo? —No me divirtió la broma morbosa de Vicky. De hecho, estaba
a punto de decirle lo de mal gusto que era, pero un golpe suave en la
puerta principal me detuvo en seco.
Vicky enderezó la espalda y miró hacia la puerta. A pesar de su
acercamiento casual a todo este calvario, parecía nerviosa de repente.
Con mi oído pegado al pecho de Anthony, pude escuchar cómo su pulso
comenzó a acelerarse. Vicky se aclaró la garganta.
—La puerta está abierta —llamó. Su apartamento sin llave parecía
de alguna manera una metáfora. Vicky podría haberme traído aquí, pero
estaba invitando a la sanación a su vida. Incluso si era motivada por el
deseo de autoconservación, aquí estaba la oportunidad de ser mejores de
lo que éramos. Estaba la oportunidad de sanar.
El pomo giró lentamente, y contuve la respiración a medida que
William cruzaba el umbral.
Me sorprendió verlo aquí, aunque sabía que estaba abajo por lo que
escuché por teléfono. La última vez que lo vi, se fue en una nube de humo,
dejándome obsesionada con lo que significaba su silencio. Pensé que
habíamos terminado. Y odiaba no poder entender cuáles eran sus
motivaciones para estar aquí. ¿Estaba siguiendo órdenes? ¿O él…?
William casi se derrumba al suelo. Sus piernas temblorosas lo
llevaron hacia mí. Anthony, mi hombre intuitivo, me bajó de su regazo y
me acercó gentilmente a William. Sus brazos fuertes se envolvieron
alrededor de mi cuerpo, y me sentí segura y cálida a la vez. William besó
la suave piel de mi cuello.
La ternura con la que me abrazó y salpicó besos a lo largo de mi
piel expuesta se sintió inmaculada. Fue tan gentil conmigo, tratándome
como un tesoro en lugar de una confusión. Y cuando se apartó para fijar
su mirada en la mía, vi amor en sus ojos. Fue poderoso.
—Estaba tan preocupado —dijo atragantado. Era como si las
emociones lo estrangularan. Me sentí culpable por preocuparlo, pero de
alguna manera, una parte más oscura de mí sentía que necesitábamos
esto. William nunca iba a apreciar las partes de mí que tenía a menos
que temiera perderme.
—Estoy bien —respondí—. Lo prometo.
William tomó mis mejillas, se inclinó hacia adelante y presionó sus
labios suavemente contra los míos. La barba en su mandíbula rastrilló
mi piel suave. Sabía a café barato de una gasolinera. Envolví mis brazos
alrededor de su cuello y acaricié los cabellos despeinados de la parte
posterior de su cabeza. Me levantó un poco. Nuestros cuerpos al ras del
otro, y olvidé dónde estábamos, qué estábamos haciendo y por qué esta
reunión era tan importante. Solo era William. Solo era yo. Era cada 126
movimiento de su boca lo que sentí a medida que nuestra relación
mejoraba.
—¿Dónde está Nick? —interrumpió Vicky. Nos separamos, su beso
dejándome mareada y aturdida mientras William me acurrucaba en su
costado y envolvía su brazo alrededor de mis hombros. Ambos nos
volvimos para mirar a Vicky, quien tenía sus brazos delgados cruzados
sobre su pecho y una mirada de impaciencia en su rostro—. Lamento
arruinar la pequeña reunión, pero en realidad no quería vomitar en mi
cocina. Verlos besarse es como ver a un perro caminar sobre sus patas
traseras. —Se estremeció como lo hacen las hermanas—. Mal. Muy mal.
¿Dónde está Nick? —preguntó de nuevo.
William miró alrededor de la habitación, deteniéndose cuando sus
ojos se posaron en Anthony. Observé su enfrentamiento silencioso por
un momento breve. ¿Qué dirían? Nick fue quien envió lejos a Anthony,
pero William no necesariamente intentó detenerlo. Anthony era una
persona indulgente por naturaleza, pero aún no sabía cómo reparar el
puente que había entre ellos. Nick podría haberlo quemado hasta los
cimientos, pero William sostuvo el fósforo. Anthony avivó las llamas.
—Es bueno verte —dijo Anthony. No tenía miedo de recibir un golpe
en su orgullo y hablar primero. Era una de las muchas cosas que amaba
de él.
Vicky resopló molesta.
William me acercó más antes de responder.
—Nick está abajo. Tuvimos una pequeña discusión. Decidí subir
aquí, él decidió que quiere matarnos a todos, por supuesto, excepto a
Juliet.
—¿Por qué es toda una reina del drama? —preguntó Vicky en tono
exasperado. Dejó caer los hombros y dio otro bocado a su sándwich,
mordiéndolo con enojo mientras nos miraba.
William torció su cuello para ver el moretón en mi cara.
—Eres la última persona que debería llamar a alguien reina del
drama, Vicky —gruñó William—. ¿Qué es esto? —preguntó a medida que
señalaba el moretón.
Me sonrojé.
—Estábamos fuera de Dick’s Diner. No estaba segura si había
cámaras de video, así que tuve que hacer que pareciera convincente, o
no habrían venido.
—Queremos estar donde esté Juliet —argumentó William—.
Podrías haberla hecho volar en primera clase, y hubiéramos caminado
hasta Miami si era necesario.
Su declaración fue discordante, considerando nuestro último
encuentro.
—En realidad, no tenía los medios para eso. Además, recuerdas lo 127
mucho que Juliet y yo hablamos de hacer un viaje por carretera después
de la graduación. Quería ese tiempo con ella. Y en estos días tengo que
ser un poco reservada con mis viajes.
Mordí el interior de mi mejilla.
—¿Por qué? —preguntó una voz escalofriante. Cada músculo de mi
cuerpo se tensó y, me volví lentamente para mirar hacia la puerta
principal. Nick estaba allí de pie, con una pistola en una mano y un puño
cerrado en la otra. Estaba mirando fulminante alrededor de la habitación
brillantemente decorada—. Juliet —dijo en un tono autoritario—. Ven
aquí ahora mismo.
Vicky puso los ojos en blanco.
—Se obtienen más moscas con miel que con vinagre —le dijo. Sin
embargo, escuché un temblor ligero en sus palabras. No era tan fría como
intentaba retratar.
Me aparté un poco de William, y Nick debió pensar que me estaba
moviendo para caminar hacia su lado. Su rostro estalló en una sonrisa
oscura que hizo que la severidad de su expresión adquiriera un tono
siniestro. Parecía un villano que había ganado.
—¿Por qué no guardas esa pistola? —le dije.
La sonrisa en su rostro desapareció casi de inmediato. Levantó el
brazo y apuntó con el arma a Vicky. El tiempo pareció detenerse. Mi
corazón se aceleró, y me moví rápidamente para pararme frente a ella. La
traición en el rostro de Nick aplastó mi espíritu.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Por favor —le rogué—. Baja el arma.
Nick miró alrededor de la habitación con movimientos
espasmódicos y maníacos. Vi cómo se lamió el labio inferior.
—Esto es ridículo —dijo. Me estremecí, y él me tendió la mano libre
una vez más—. Ven aquí y no haré daño a nadie.
Sabía que estaba mintiendo.
—Nick. Solo necesitamos hablar. Todos. Vicky está en peligro —
dije. No era exactamente cómo quería explicarle las cosas, pero en ese
momento estaba mirando por el cañón de una pistola dirigida a alguien
que hace apenas seis meses intentó matarme.
—No me jodas, ¿ella está en peligro? —espetó—. Regresó a Kansas
City, te lastimó, te trajo aquí, ¿y ahora quiere tomar las decisiones?
Juliet, no podemos confiar en ella. La única persona en este mundo en
la que puedes confiar soy yo.
Negué con la cabeza.
—Confío en ti. Pero también confío en William. Y Anthony. —Miré
alrededor de la habitación, compartiendo una mirada tierna con ambos 128
antes de volverme hacia Nick—. Y puede que aún no confíe plenamente
en Vicky, pero le creo. Por favor, déjanos explicarlo.
Nick escaneó la habitación, como si evaluara las probabilidades en
su mente. Sabía que Anthony estaba desarmado. Vicky tenía una navaja
en el bolsillo, pero no una pistola. William probablemente estaba cargado,
pero no estaba segura de qué lado estaba.
—Tienes cinco minutos.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Todo lo que necesito son cinco minutos —respondió Vicky con
aire de suficiencia.
Vicky era una maldita mentirosa. Anthony era hombre muerto.
William era tan útil como un pañuelo de papel húmedo, ¿y yo? Mi yo
patético estaba sometido por un coño.
El hermano caníbal de Cora supuestamente estaba persiguiendo a
Vicky. Qué lástima. Quizás no debería haber estado trabajando con el
psicópata en primer lugar. A mi modo de ver, esto era el karma
trabajando a mi favor.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer? —preguntó William.
Todos me miraron. Este era el puto problema de nuestra familia. 129
Nadie quería escuchar a menos que fuera en sus términos. Solo se
sometían a mí si era para salvar su propio trasero. Nadie quería ser el
malo. Nadie quería ensuciarse las manos.
Miré a Juliet, que estaba sentada tranquilamente en el sofá junto
a William. Toda esta puta situación me cabreaba jodidamente. Ella
debería estar sentada a mi lado. Mientras nos dirigíamos al aeropuerto.
Mientras que todo este edificio ardía hasta los cimientos.
—No voy a hacer nada —respondí, aunque un poco engreído.
Tal vez empezarían a apreciarme más si dejaba de dejar toda
maldita cosa para ayudar. Estaba cansado. Acababa de pasar las últimas
veinticinco horas conduciendo hasta el puto Miami de todos los lugares
en busca de una chica que ni siquiera estaba en problemas. Quería tomar
el jet, pero William dijo que tendríamos más posibilidades de verlas en la
carretera si íbamos en caravana. Si nunca volvía a ver otro camión de
dieciocho ruedas, estaría bien para mí.
De acuerdo, estaba agradecido de que Juliet estuviera a salvo,
aparte del hematoma desagradable en el costado de su cara, Vicky
pagaría por eso, pero esto era ridículo. La única razón por la que no
estaba más enojado con Juliet era porque prácticamente la empujé a
hacer este truco. Estaba aquí por Anthony. Nos dijo que haría cualquier
cosa para recuperarlo, y debí haberla creído. La desafié a que saliera de
Kansas City y lo encontrara, y usó el primer chivo expiatorio que pudo
encontrar para llegar aquí. Pero, honestamente, ella no esperaba que me
quedara, ¿verdad? Vicky estaba usando a Anthony para llegar a Juliet y,
por extensión, a mí. No confiaba en mi hermana ni un poco.
—¿Qué quieres decir con que no vas a hacer nada? —preguntó
Juliet. Sobreestimaba mis instintos protectores. Cuando eché a Vicky de
nuestra familia, terminé. Mi árbol genealógico estaba envenenado. Vicky
quemó sus puentes, y ahora tenía que remar en su propio maldito bote—
. ¿No estás escuchando? El hermano de Cora está loco —presionó Juliet.
Le arqueé una ceja.
—¿Dices que le gusta la sangre? Le enviaré una botella de O-
negativo perfectamente añejado por ahorrarme la molestia de matar a
Cora. El enemigo de mi enemigo no es alguien a quien en realidad quiera
enojar. Quizás Vicky debería haber pensado en eso antes de empezar a
trabajar con ellos.
—No lo recuerdas, ¿verdad? —preguntó Vicky mientras me miraba
con los ojos entrecerrados.
—¿Qué recuerdo?
—Le disparaste. Cinco veces, para ser exactos.
—Le disparo a mucha gente.
La pierna de Vicky comenzó a rebotar de arriba hacia abajo, un
movimiento característico que me hizo saber que se estaba volviendo
jodidamente loca. 130
—Me envió cartas. Flores. Recibí una caja con un dedo meñique
cortado antes de venir aquí.
Fruncí el ceño.
—Siempre dijiste que querías un hombre que te prodigara con
regalos. Solo porque sean hechos a mano no significa que no sean tan
especiales —le respondí con sarcasmo.
—Eres un imbécil —gruñó Vicky.
Había una parte pequeña de mí, una parte minúscula en mi alma,
que sentía lástima por Vicky. Era como una memoria muscular. Después
de jurar cuidar de ella, era difícil separar esa responsabilidad persistente
en mi alma. Afortunadamente, era bueno ignorando la culpa. De lo
contrario, no podría llegar a la cima de esta cadena alimentaria.
—No solo es Vicky. Está matando a otros —dijo Anthony.
Miré a Anthony y tuve que obligarme a no lanzarme hacia su cuello
y apretar hasta que su cabeza saltara y rodara por el suelo de la sala.
—¿En serio estás intentando decirme que te preocupas de repente
por el valor de la vida humana? —pregunté con incredulidad antes de
levantar las manos en el aire—. ¿Tú? ¿De todas las personas sentadas
aquí estás diciéndome que él es una amenaza para la sociedad? ¿Te has
mirado últimamente al espejo?
—Tenemos que detenerlo. —Juliet tenía un hermoso ceño fruncido
en su boca besable. No quería nada más que follarla hasta que recuperara
algo de sentido común.
—No somos la policía. La última vez que lo comprobé, somos los
malos. No me importan las víctimas al azar en Miami de todos los lugares.
No está en nuestro territorio, así que no es nuestro problema. Deja que
el cartel se ocupe de él.
Juliet negó con la cabeza, y vi que se le formaban lágrimas en los
ojos. Mierda. Esa única y sangrante emoción era mi única debilidad en
este mundo. Podía manejar casi cualquier cosa excepto ver llorar a mi
chica. Suavicé un poco mi tono, aunque aún estaba bastante cabreado.
—Juliet, vámonos a casa. Incluso concederé asilo temporal a
Anthony y Vicky en Kansas City si eso significa que podemos salir de esta
mierda húmeda.
Anthony puso los ojos en blanco. Al menos estaba actuando con
normalidad estos días. Vicky siempre tenía ese efecto en él. Si Juliet
estaba jodidamente decidida a mantener al psicópata cerca, entonces
probablemente también necesitaba quedarme con Vicky, solo para tener
a alguien más para asegurarme de que no volviera a caer en la puta
mierda.
—No quiero volver a Kansas City —interrumpió Vicky—. De hecho,
me gusta estar aquí.
131
Siempre estaba buscando una discusión. Nunca quería aceptar la
solución fácil, incluso cuando estaba siendo generoso y servicial.
—O te quedas aquí y mueres, o vuelves a casa y vives. No voy a
discutir contigo, no voy a ayudarte. Este no es mi problema. Tienes suerte
de estar viva. De hecho, tanto tú como Anthony deberían estar mirando
a Juliet y besando sus malditos pies. Porque si a ella no le importaran
ninguno de los dos, ambos estarían a tres metros bajo tierra.
No era propio de mí admitir mis debilidades ante todo el mundo,
pero dejé que la verdad escapara en un momento de ira. Junto a Juliet,
William pareció presumido. Por supuesto, le gustó saber que era un
bastardo débil.
—Nick, me preocupo por las víctimas aquí —dijo en voz baja.
Escuchar mi verdadero nombre en los labios de Juliet me dio ganas de
empujarla contra la pared y saborear esas sílabas en su lengua—.
Tenemos que hacer algo.
Sentí que había una lucha oculta en guerra en su alma. Juliet
sentía empatía por las víctimas de los criminales. Lo que hacía que
nuestra relación fuera mórbidamente irónica. Cuando se enteraba de que
alguien estaba muriendo, no veía a un extraño, veía a su madre. Sin
importar lo mucho que había sanado de eso, era imposible para ella
seguir adelante. No tuvo cierre. Ni cuerpo. Ni respuestas. Solo una
persona desaparecida. Era devastador, y en momentos como este,
desearía poder retroceder en el tiempo y matar a quienquiera que haya
retorcido sus pensamientos de esta manera.
—No nos corresponde —dije en voz baja.
Juliet, que parecía querer elegir sus batallas, cerró la boca con
fuerza y cruzó los brazos sobre su pecho. Ya había ganado. Iba a dejar
que Anthony volviera a casa con nosotros, y la puerta estaba abierta para
Vicky. Sabía que si me presionaba más, atacaría las dos cosas que más
deseaba en este momento.
—Bueno, estoy tan feliz de haber conducido hasta aquí para tener
esta jodida discusión sin sentido —dije antes de aplaudir. No me gustaba
estar lejos de mi reino. Tenía demasiados enemigos ansiosos por tomar
el control, y tener a todos aquí era una oportunidad que nunca había
querido crear. Quizás ese fue el plan de Vicky desde el principio—.
Hablaré con mis hombres y tomaré un avión privado dentro de las
próximas dos horas. Si todos pudieran abstenerse de hacer algo estúpido
durante tan poco tiempo, sería muy apreciado.
Juliet suspiró profundamente y se frotó la frente con la punta de
los dedos. Esto estaba lejos de terminar. Tenía planes de llevarla de
regreso a mi casa, donde pertenecía, y azotarla. Luego, hacer que se corra
tan fuerte que se desmayara. Y luego despertarla solo para que pudiera
tragarse mi ira una vez más.
Asentí a William, sobre todo porque era la única persona en esta 132
habitación en la que al menos tenía una fracción de confianza. No dejaría
a Juliet fuera de su vista ni por un momento.
El edificio de condominios de Vicky era viejo y un peligro para la
salud. El moho estaba creciendo en la escalera, y había algunos
personajes bastante sombríos viviendo junto a ella. No era exactamente
lo que imaginé para mi hermana, y tuve que resistir el impulso de ignorar
sus deseos y sacarla de este lugar y ponerla en un lugar más seguro. Lo
cual era una compulsión extraña, considerando que ambos estuvimos
amenazándonos mutuamente con asesinarnos hace solo unos meses.
Supongo que, la sangre era más espesa que el agua y más fuerte que el
resentimiento.
Me dirigí al estacionamiento para ver a Luca, pero me detuve en
seco cuando noté a un hombre parado debajo de una farola, agarrando
una caja con un lazo rojo brillante. Tenía una actitud sombría que me
hizo arquear la ceja. Estaba a un par de metros de mis guardias, pero
dirigí mi atención por completo a este hombre extraño. Tenía cabello
oscuro, vestía ropa oscura y tenía ese aspecto furtivo a su alrededor.
Siguió torciendo el cuello de un lado a otro, mirando alrededor del
estacionamiento en busca de algo.
Mis instintos me gritaron. Algo andaba mal con este hombre.
Estaba temblando con fuerza y aferrando la caja en su mano como si
fuera un salvavidas.
Tenía las mejillas mojadas por las lágrimas y, a primera vista,
pensé que era un drogadicto.
Pero no, estaba angustiado.
Aún no se había dado cuenta de que lo estaba mirando, pero sacó
su teléfono y marcó un número frenéticamente.
—Señor, su auto no está aquí. —El hijo de puta debilucho tenía
una voz temblorosa y casi dejó caer la caja en sus brazos mientras
hablaba. Reconocía el miedo cuando lo veía. Demonios, yo causaba
miedo. Era producto de muchas pesadillas—. Hay gente mirando. No me
siento cómodo…
El tipo sollozó más fuerte. Quienquiera que estuviera en la otra
línea lo estaba asustando jodidamente.
—Por favor, no la lastimes —suplicó.
No pude evitar sentir curiosidad. Saberlo todo era otra lección que
me enseñó mi padre. Dijo que nunca debía avergonzarme de buscar
respuestas, porque cuanto más sabía, más poderoso era. Miami y todas
sus mierdas no eran de mi incumbencia, pero mi instinto me decía que
fuera a hablar con el tipo.
Saqué mi arma de mi funda y me acerqué a él lentamente. El cielo
nocturno me veló en la oscuridad, pero mis hombres estaban en sintonía 133
conmigo. Pasaron de apoyarse en el auto a enderezar la columna y seguir
mi movimiento. Levanté una mano, advirtiéndoles en silencio que se
quedaran atrás. Mi víctima estaba tan consumida con su llamada
telefónica que ni siquiera se había dado cuenta de que me estaba
acercando.
—Por favor. Déjala ir.
La súplica me hizo sonreír. Un sabio nunca mendigaría. Cuanto
más muestres tu mano, más fácil será para tus enemigos destruirte. Dejó
caer su teléfono celular y cayó de rodillas en un ataque de sollozos. La
caja aterrizó junto a él en el cemento a medida que me acercaba.
—¿Hay algún problema? —pregunté mientras lo observaba. Olía
como si no se hubiera duchado en un par de días y, a pesar de vivir cerca
de la playa, estaba pálido como un fantasma, como si toda la sangre se
hubiera drenado de su cuerpo.
—Tenemos que salvarla. Tenemos que salvarla. —El hombre estaba
divagando sobre algo, pero esta caja fue lo que llamó mi atención. Un
cierto hedor en el aire, un olor con el que estaba familiarizado pero que
no podía ubicar en ese momento.
Me agaché lentamente a medida que el hombre rompía por
completo en sollozos. Estaba tan angustiado que ni siquiera me miró, ni
siquiera reconoció mi presencia. Era extraño ser ignorado así. Era el tipo
de hombre que infundía terror en los demás, pero cualquier cosa que lo
tuviera agarrado por las bolas era mucho más aterradora que yo.
Quité la cinta roja sangre muy despacio de la caja antes de levantar
la tapa. Fui abofeteado de repente en la cara por el olor de la carne
podrida y fruta fermentada. Era un hedor dulce, en descomposición, y
agrio. Me dieron arcadas. El hombre dejó de llorar y se me quedó
mirando.
—Usted no quiere saber lo que hay allí —clamó.
Seguí levantando la tapa, y lo que vi hizo que se me cuajara el
estómago. En la caja había tiras de piel clavadas a un elegante cuadrado
de cartulina y tela. La piel tenía distintos tonos y había sido tallada en
una fuente tipográfica.
Vicky, decía.
Una mosca invadió el regalo elegante pero espantoso, y comenzó a
arrastrarse a lo largo de las letras cursivas. La piel estaba dura, como si
se hubiera conservado de alguna manera, pero era dolorosamente
identificable.
Dejé caer la tapa y me enderecé. El hombre había vuelto a llorar y
mecerse.
—¿Quién te dio esto? —gruñí. ¿Este era algún tipo de truco? Mi
primer instinto fue pensar que se trataba de Vicky intentando
convencerme de que emprendiera cualquier persecución salvaje que 134
fuera. Pero ni siquiera ella haría algo tan repugnante.
A pesar de mi tono enojado, el hombre ni siquiera se inmutó. Tomé
el cuello de su camisa y lo levanté de un tirón.
—Dime quién te envió —exigí. Su cuerpo cayó en derrota a medida
que me miraba con los ojos inyectados en sangre. Sus labios estaban
agrietados, y tenía una expresión desesperada en su rostro que conocía
bien. Era la mirada de un hombre que se había rendido por completo.
—El diablo —murmuró incoherentemente. Lo sacudí con todas mis
fuerzas.
—Dime —exigí de nuevo.
Más lágrimas corrieron por su rostro, y mocos gotearon de su nariz,
aterrizando en su labio superior. De cerca, pude ver los círculos oscuros
debajo de sus ojos. Tenía suciedad en la piel, y su camisa estaba
arrugada. Tenía suficiente grasa en el cabello para freír pollo.
—Va a comérsela —dijo—. Ya le quitó la mano.
Sentí que mis guardias estaban detrás de mí. Estaban en alerta,
listos para derribar a este tipo, aunque no estaban seguros de lo que
estaba pasando.
—¿A quién se va a comer? —pregunté. Se sintió como una pregunta
tonta, algo que nunca imaginé que saldría de mi boca.
—A mi esposa —sollozó. Su voz rota estaba cargada de tanta
emoción destripada—. Tiene a mi esposa. Se suponía que debía seguir a
esta señorita llamada Vicky. Se suponía que debía entregar este regalo.
Pero no pude encontrar su auto —divagó—. Solo soy un profesor de
inglés. No soy un investigador privado.
Mierda.
—Dime dónde está —exigí.
—N-no lo sé. Solo lo veo en ese teléfono.
Dejé caer al idiota y no me inmuté cuando se derrumbó una vez
más sobre el cemento. Uno de mis hombres tomó el teléfono celular y me
lo entregó. Naturalmente, la pantalla estaba rota. Maldita sea, inútil. Si
alguien tuviera a Juliet, no me sorprenderías sollozando en el cemento.
¿Cómo este hombre podía decir que amaba a su esposa y aun así darse
por vencido tan fácilmente?
Llegó un mensaje nuevo, y lo abrí. Había una sola imagen. La
composición estaba destinada a sorprender a cualquiera, pero mi
frecuencia cardíaca ni siquiera aumentó. Estaba insensible a la
destrucción y la muerte.
—Tu esposa está muerta —le dije en un tono aburrido. En la foto,
su cuerpo sin vida estaba sobre una mesa, y su pecho izquierdo había
sido cortado, dejando un agujero carnoso a su paso. Su piel suave estaba 135
despedazada y en carne viva. Sangre fresca y cálida cubría cada
centímetro de su cuerpo. Quienquiera que fuera esta persona, era
descuidada y engreída. No me atraparían ni muerto con evidencia
fotográfica de mi asesinato.
El hombre dejó escapar otro grito de derrota mientras miraba hacia
el oscuro cielo nocturno, llorando al cielo con ambas manos apretadas en
puños enojados. Ni siquiera podía obligarme a sentir simpatía por él. No
había piedad en mi mirada. Era débil. No era lo suficientemente fuerte
para proteger a los que amaba. Era la supervivencia de los despiadados.
—Déjame ver —suplicó. Me encogí de hombros. Un hombre más
amable probablemente le habría ocultado la imagen gráfica, pero
esconderse de la realidad nunca le hizo ningún bien a nadie.
Levanté el teléfono y él lo miró con ojos nublados.
—Nena —gruñó. Si hubiera sido posible morir de dolor, habría
dejado este mundo en ese preciso momento. Estaba horrorizado.
Aturdido. Estoy seguro de que era algo que lo atormentaría hasta el final
de sus días. Bien.
Guardé el teléfono rápidamente en el bolsillo y me volví para mirar
a Luca.
—Llévalo a un lugar seguro. Me gustaría hacerle algunas
preguntas.
Luca pareció en conflicto, pero asintió obedientemente.
—¿Nos quedaremos en Miami por un tiempo, jefe? —preguntó.
Saqué un porro de mi bolsillo y un encendedor. Esperó mi
respuesta mientras lo encendía y tomaba una calada lenta. Dejando que
el humo y la euforia llenaran mis pulmones, debatiendo mi respuesta
durante un buen minuto.
—Nos quedaremos aquí por un par de días.

136
Me sorprendió lo eficiente y organizado que podía ser mi hermano
cuando le convenía. Dejaba que las facturas y los extractos bancarios se
amontonaran en una pila en su escritorio, pero cuando se trataba de
torturar a un hombre, había asegurado un almacén en una hora y ya le
había arrancado cada uña de los dedos.
No quería estar de pie en este almacén húmedo, escuchando los
gritos espeluznantes mientras veía a mi hermano despedazar a un
hombre inocente en pedazos. No estaba seguro de que estuviera haciendo
esto para ayudar a Vicky. Creo que tenía un montón de ira reprimida
guardada en su alma, y este hombre era la víctima perfecta para 137
desatarla.
—Por favor. No sé dónde está —gritó el hombre. Nick estaba
realmente en su elemento, golpeando su palma con la punta de un
martillo a medida que veía al hombre por debajo de su nariz.
—Amabas a esta mujer, y dejaste que la lastimaran —se burló Nick.
No hacía falta ser un terapeuta para reconocer que mi hermano estaba
proyectando—. Si fueras un hombre, me dirías dónde está para que al
menos puedas morir sabiendo que vengaste su muerte.
—No lo sé —sollozó. Nick tomó impulso y golpeó las rótulas del
hombre sollozando con el martillo. Una especie de crujido estremecedor
hizo que la bilis subiera por mi garganta. Sus gritos llenaron el almacén
vacío, y uno de nuestros hombres se estremeció ante la brutalidad. Esto
solo era el principio. Nick sabía cómo prolongar la tortura. Lo haría sufrir,
pero lo mantendría con vida hasta que toda la esperanza fuera arrancada
de su cuerpo.
El hombre gritó hasta que su garganta estuvo en carne viva. Los
mosquitos me picaron y les di un manotazo mientras miraba el
espectáculo.
—Cobarde —gruñó Nick—. Nada más que un maldito cobarde.
Revisé mi reloj. No íbamos a ninguna parte con esto. Era obvio que
este hombre ya nos habría dado toda la información que tenía. Nick solo
necesitaba a alguien para darle una paliza.
—Me voy —respondí en un tono aburrido.
Nick, con las mangas arremangadas y sus ojos salvajes
prácticamente resplandeciendo en la noche oscura, giró sobre sus talones
para mirarme.
—No hemos terminado aquí —gruñó—. Aún tengo información que
necesito conseguir.
Miré al patético desastre de hombre en un montón arrugado en el
suelo y arqueé la ceja.
—Él no sabe una mierda. Su esposa fue secuestrada de un club
nocturno llamado Space. Sería mejor emplear mi tiempo mirando sus
imágenes de seguridad.
—Será mejor emplear tu tiempo donde sea que te diga que estés —
gruñó Nick. No le gustaba cuando tenía mejores ideas. Y ahora mismo,
estaba metido hasta las rodillas en su mierda.
Ya había superado esto. Quería resolver esto para poder volver con
Juliet. No me gustaba que estuviera en casa de Vicky con Anthony.
Aunque Nick hubiera colocado algunos guardias en su casa, no era lo
ideal.
—Entonces, ¿quieres que me quede aquí y te vea matar a este
hombre en lugar de ser realmente productivo? Solo quiero asegurarme de 138
que entiendo correctamente.
Mi razonamiento hizo que su labio se crispara con ira. El
resplandor de la única luz del techo dándole una mirada amenazadora.
—¿Recuerdas la primera vez que nuestro padre nos llevó a una sala
de interrogatorios? —preguntó Nick. Tuve una reacción visceral a su
pregunta. Mi estómago dio un vuelco y una ola de sudor rompió mis
poros. Tuve que tragarme los nervios mientras Nick continuaba—: Por
supuesto que lo recuerdas. ¿Cómo podrías olvidar?
Nick se acercó lentamente a mí.
—¿Cuál es tu punto? —pregunté con brusquedad.
—Eras tan débil. Papá quería que le rompieras el dedo, pero no
pudiste hacerlo. —Se paró cara a cara conmigo, con una mancha de
sangre en la cara y la banda sonora de su víctima gimiendo de fondo—.
¿No lloraste?
Incliné mi barbilla hacia arriba. Tenía unos putos siete años. A
diferencia de Nick, el mal no era algo innato en mi psique. Solo era un
niño normal que quería jugar videojuegos. Cuando papá me entregó el
martillo, quise vomitar. Se sintió mal.
En retrospectiva, comprendía que fue un momento decisivo en mi
infancia. Fue entonces cuando mi padre se dio cuenta de que no estaba
hecho para este trabajo. Fue entonces cuando me convertí oficialmente
en el eslabón más débil, la decepción. Esa misma noche, Nick mató a su
primer traidor, y ha tenido una mancha permanente de sangre en sus
manos desde entonces.
—Creo que este podría ser un momento de redención para ti,
William —dijo Nick con una sonrisita—. ¿Por qué no acabas con él por
mí?
Puse los ojos en blanco cuando Nick me tendió el martillo para que
lo tomara.
—He matado y torturado a muchos hombres a lo largo de los años.
No tengo nada que demostrarte.
Nick presionó el borde de metal del martillo contra mi mejilla a
medida que se inclinaba más cerca.
—Necesitas demostrar tu valía con cada respiro que tomas,
hermano.
Una rabia como un maremoto se acumuló en mi pecho. ¿No me
había probado ya? Me había estado encargando en silencio de muchas
cosas detrás de escenas sin ningún reconocimiento. Había construido
nuestro club. Incluso había compartido la mujer que amaba. Matar a este
hombre no significaba nada.
Por un momento, fantaseé con la idea de agarrar el martillo y 139
golpear el cráneo de Nick. Él era la fuente de todos mis problemas. La
vida sería mucho más fácil si se fuera. Ya no era la decepción de los siete
años. A pesar de que no podía quitarme de la cabeza el ceño fruncido de
mi padre, podía borrar la presunción de mi hermano.
Tomé el martillo y mantuve mi rostro vacío de toda emoción. Solo
era otra muerte. Solo otro grito. Otro hueso roto. Otro cuerpo para que
Anthony lo entierre.
No pude evitar sentirme pequeño en ese momento. Todos los ojos
estaban puestos en mí, y mi mente errante sintió la presencia de mi padre
en ese almacén. Casi podía imaginarlo parado en la esquina, frunciendo
el ceño con desaprobación.
—Vamos, William. Tuve mi primera muerte a tu edad.
—Es un traidor. Los hombres Civella no dejan vivir a los traidores.
—Maldita sea, no llores, William.
A medida que arrastraba mis pies por el suelo de cemento, mi traje
empezó a sentirse demasiado grande. Mis hombros se hundieron.
Respiré, el olor a orina como una bofetada en la cara.
La víctima estaba meciéndose en el suelo, sujetándose el muslo y
sollozando de dolor. Se desmayaría muy pronto. Me habría gustado que
lo hiciera. Este tipo de dolor era innecesario.
—Por favor, no me hagas daño —sollozó.
Miré por encima del hombro a mi hermano, que se frotaba las
manos con júbilo. Estaba tan jodido de la cabeza. Durante tanto tiempo,
quise su vida, su privilegio y aprobación. Pero aprendí por las malas que
no había solo un maldito camino hacia la cima. Era más inteligente.
Trabajaba más duro.
Me agaché para mirarlo a los ojos. Tenía un corte a lo largo de la
ceja. La herida abierta enviaba un flujo constante de sangre por su rostro.
Lo secó con el dorso de su mano mugrienta y gimió.
—¿Por qué tu esposa? —pregunté—. Podría haberse llevado a
cualquiera, ¿por qué se llevó a tu esposa?
Otro sollozo brotó de sus labios agrietados.
—N-no lo sé. Coraline no hizo nada malo. Era inocente.
¿Coraline? Ese nombre era demasiada coincidencia.
—¿Su nombre era Coraline? —pregunté mientras inclinaba la
cabeza hacia un lado. Tal vez podía relacionarme con este hermano. Tal
vez odiaba a su hermana tanto como yo lo hacía.
—Siguió llamándola Cora —gritó el hombre—. No lo entiendo. ¿Por
qué la lastimaría? Era tan amable y generosa. Iba a la universidad por 140
trabajo social. —Sollozó. El único crimen de la pobre mujer fue compartir
un nombre con una criminal. Este psicópata ni la vio, todo fue provocado
por su nombre.
Lo correcto sería sacarlo de su miseria. Una muerte rápida. No era
como mi hermano. Solo era un hombre con rencor. Dejé caer el martillo
al suelo, y resonó a mi alrededor. Nick gritó inmediatamente:
—¡Cobarde! Ni siquiera puedes…
El sonido de mi pistola saliendo de su funda lo detuvo en seco.
Apunté. Amartillé. Y disparé. La bala le dio justo entre los ojos, y el
hombre murió de manera eficiente. El tiempo era dinero… un lujo. No
tenía necesidad de torturar a este pobre idiota para demostrar lo que
valgo. Tenía que averiguar quién iba detrás de Vicky y demostrar mi valía
a Juliet.
Miré a uno de los hombres.
—Límpienlo. Vean si Anthony quiere tener el placer de enterrarlo.
—Quería poner a prueba a nuestro hermano menor con la tentación de
un cadáver para ver cómo lo manejaba. Me ayudaría a decidir el nivel de
precaución necesario para seguir adelante.
—Sí, jefe —dijo Gerald, uno de mis hombres.
—Yo soy el que manda por aquí —interrumpió Nick mientras
levantaba el brazo—. Quédate donde estás.
Gerald me miró, como si esperara que de todos modos le diera
permiso para seguir mis instrucciones. Estaba cansado de liderar en las
sombras.
—Hazlo —le dije antes de acercarme a mi hermano y envolver el
arma homicida en un pañuelo.
—No había terminado con él —gruñó Nick.
—Pero yo sí. A diferencia de ti, en realidad quiero encontrar a este
tipo y seguir adelante. Nick, no estoy aquí para jugar. Papá te eligió para
dirigir nuestra organización. Pero si aún estuviera vivo hoy, vería que soy
yo el que hace las mierdas.
Le arrojé el arma homicida en las manos antes de chocarlo con el
hombro a medida que salía por la puerta.

El apartamento de Vicky era pequeño. Su baño era diminuto y


estaba decorado con detalles en rosa neón por todas partes. Tuve que
usar su gel de ducha de manzana dulce, pero estaba feliz de limpiar la
sangre de mi piel. Cuando salí del baño, aferrando una toalla alrededor 141
de mi cintura, fui recibido por Juliet en el pasillo.
—¿Podemos hablar? —preguntó con voz temblorosa antes de mirar
a ambos lados del pasillo. Asentí, y ella me empujó hacia el baño lleno de
vapor antes de cerrar la puerta detrás de nosotros.
—¿Qué pasó ahí fuera? —preguntó. Estúpido de mí por pensar que
quería hablar de nuestra relación. Solo tenía curiosidad por saber qué
hice con Nick—. ¿Estás bien? Llegaste a casa cubierto de sangre, y tus
ojos…
Se estiró para pasar sus nudillos a lo largo de mis pómulos. A pesar
de que habíamos pasado las últimas dos semanas distantes y peleando,
ella vio el dolor en mi expresión y se estiró para calmarlo. Esta mujer.
Esta maldita sal de la tierra.
—Estoy bien. Nick está buscando respuestas. Nos quedaremos
aquí un par de días hasta que solucionemos esto. Después de descansar
un poco, podemos buscar un hotel con más espacio para todos nosotros,
pero ahora solo quiero quedarme en el sofá.
Juliet sonrió.
—Sabía que Nick se quedaría.
Su fe en él me cabreó en serio.
—Nick no está quedándose porque le importa una mierda sobre
Vicky o Anthony.
Me miró con ojos tiernos.
—Creo que le importa más de lo que deja ver. Creo que a ti también
te importa.
Miré hacia donde sus dedos ágiles descansaban sobre mi pecho.
—Por supuesto que me importa. A diferencia de mi hermano, no
pretendo lo contrario. Le envío dinero a Vicky; no es mucho, pero todos
los meses recibe un cheque anónimo depositado en su cuenta. Antes de
que Anthony perdiera la puta cabeza y te lastimara, le traje cuerpos. Y si
también me hubieras amado, te habría dado el mundo.
Juliet se acercó y me agarró por la barbilla, obligándome a mirarla
a los ojos. Y maldita sea, qué mirada tan decidida y hermosa tenía.
—También te amaba. Aún lo hago, lo sabes.
—También los amabas a ellos —repliqué, sintiéndome una vez más
como ese niño pequeño que nunca fue lo suficientemente bueno, nunca
fue elegido.
—William, no cambia el hecho de que te amo. Has sido mi extraño
silencioso. Me siento segura contigo. Siento que puedo ser mi yo más
auténtico cuando estoy en tu presencia. Sé que lo que te estoy pidiendo
es egoísta —dijo, su voz empezando a quebrarse—. Has tenido que
compartir todo lo que te han dado con tu familia. Y no estoy segura de
ser suficiente. 142
Era suficiente para mí. Era más que suficiente.
Era jodidamente seguro que estar sin ella me hacía pensar que iría
al infierno y volvería solo por ella. También aguantaría a mis hermanos
idiotas por ella. Pero no podía ser la segunda línea. No podía permitir que
esta relación fuera una cosa más que mi hermano controlaba. Había
terminado de dejar que él dirigiera mi vida. De hecho, cada vez más,
sentía que tal vez era mi turno de estar a cargo.
—Te amo —susurré. La declaración fue dolorosa de decir, pero aun
así manifiestamente cierta.
—También te amo —dijo antes de ponerse de puntillas y besarme
profundamente. Su pequeño pijama ajustado dejaba la mayor parte de
su piel expuesta, y cuando aplastó su piel contra la mía, jadeé ante el
contacto suave.
Esto no se sintió como un momento de recuperación. Cuando nos
besamos, no me sentí abrumado por la claridad. No se sintió bien, pero
tampoco se sintió mal. Solo sabía que la amaba y ella me amaba. Y a
Anthony. Y a Nick.
Tal vez nunca tuve la intención de entenderlo. Tal vez se suponía
que debía seguir luchando, seguir trabajando para robarla para mí.
Mi toalla cayó al suelo, y ella enganchó los dedos detrás de sus
sedosos pantalones cortos y los tiró hacia abajo. Tiré del dobladillo de su
camisa y la saqué de sus hombros. Frenético. Lejos de ser romántico.
Cada movimiento que ella hacía era como para intentar demostrar algo.
Estaba demasiado ansiosa. Demasiado receptiva. Estaba desesperada
por recuperarme.
Pero estaba demasiado cansado para reclamarle. Si tenía algo que
demostrar, la dejaría trabajar mi cuerpo con el de ella. Me devoraría
egoístamente su culpa y determinación, porque al final del día, no podía
resistirme.
Ella cambió de posición.
Se subió al tocador del baño.
Separó los muslos, me alineó en su entrada y echó la cabeza hacia
atrás cuando me estrellé dentro de su apretado coño húmedo.
—Sí —siseó. No pude evitar preguntarme si en realidad estaba aquí
conmigo o imaginando a alguien más.
Le di un beso lascivo con la boca abierta. Nuestras lenguas
bailaron.
—Abre los ojos —exigí.
Abrió sus párpados pesados.
—Tómelo todo, señorita Cross.
No fue una follada romántica. Estaba acostumbrada a las perlas, 143
las sábanas de raso, las camas con dosel. Champán. Fresas cubiertas de
chocolate.
Entré y salí de golpe. Mis movimientos calculados fueron tan
eficientes como el asesinato que había cometido antes. Sabía dónde
golpear para hacerla correrse duro en mi polla. Sabía cómo tocarla. Sabía
que cuando gruñía, jadeaba y gemía, se le aceleraba el pulso. Le
encantaban los sonidos que yo hacía.
Afortunadamente, no volvió a declararme su amor eterno. No
quería abaratar el momento con la realidad de que solo tenía un tercio de
su corazón. Ella me dejó. Ella los quería.
Solo rómpele el dedo, William.
No es tan difícil.
Si quieres ser un Civella, tienes que aguantarlo.
¿Por qué no puedes parecerte más a tu hermano?
Aferró mi espalda, clavando sus uñas largas en mi piel caliente. Me
arañó, como si fuera lo único que la sostenía en su lugar.
—Sí, sí, sí —gritó a medida que se corría sobre mi polla. Echó la
cabeza hacia atrás, montó la ola de felicidad y sentí que finalmente me
ablandé. No había placer en esto. Maldita sea, mi mente no podía hacerlo.
Salí y me incliné para recoger mi toalla, envolviéndola alrededor de
mi cintura mientras ella se enderezaba para mirarme.
—¿Vas a…? —No se molestó en terminar la pregunta vergonzosa.
No me corrí. No me excité.
—Estoy cansado —dije—. Iré a dormir en el sofá. Intenta descansar
un poco.
Alcanzó mi brazo mientras intentaba alejarme.
—Me acostaré contigo. ¿Podemos abrazarnos?
—Necesito dormir si voy a encontrar a este tipo. He estado
conduciendo todo el día… —Persiguiéndote, quise agregar. Siempre
estaba persiguiéndola.
—Ah —respondió, decepcionada—. Está bien. Descansa un poco.
Asentí y casi me fui, pero como me sentía como un idiota, me
detuve para besarla en la mejilla. En realidad, amaba a esta mujer. Solo
necesitaba reorganizar mi cerebro y tomar el control de mi vida.
Necesitaba deshacerme de la competencia.
—Buenas noches, señorita Cross —susurré.
—Buenas noches —respondió ella.
Y cuando me fui, fingí no ver las lágrimas en sus ojos.

144
Encontré que el club nocturno era ruidoso y sin clase. Apuesto a
que dejan entrar a cualquiera en este agujero infernal. Estos idiotas ni
siquiera cobraron por la entrada, no es que su clientela pudiera pagarlo.
Por lo general, era William quien se burlaba de las clases bajas,
pero cuando algunos de los universitarios grasientos se tambalearon por
tomar coca en el baño, me di cuenta de que me había vuelto un snob. La
gente era asquerosa. Preferiría estar en Eden's Place, viendo follar al
talento que teníamos mientras acariciaba la parte superior del muslo de
Juliet a medida que se sentaba en mi regazo.
—¿Qué puedo traerte de beber? —me gritó el cantinero. Sí, gritó. 145
Porque esta música estaba tan jodidamente alta que la única forma en
que podía escucharlo era si se rasgaba las cuerdas vocales.
—Tequila y lima —respondí. No es mi bebida preferida habitual,
pero esta noche estaba haciendo las cosas de manera diferente. La fiesta
estaba en pleno apogeo, tenía sangre en las manos y les dije a mis
guardias que se quedaran en el estacionamiento. Necesitaba tiempo para
mí, tiempo para pensar, tiempo para procesar. Tiempo para beber y
maldecir a mi familia por ser tan jodidamente patética. William era como
el duro golpe de la sobriedad después de una larga noche de fiesta. Él
tenía soluciones reales, y yo solo tenía esta maldita ira.
Así que vine aquí, pedí las imágenes e intenté no vomitar por el olor
a perfume barato, vómito y alcohol. El sexo estaba en el aire. Sexo
pegajoso, repugnante y desesperado.
¿Mencioné lo mucho que odiaba este club?
Al menos tenía un par de tragos corriendo por mis venas para
hacerlo soportable. Estaba zumbado y me importaba un carajo el hoy.
Solo necesitaba que el gerente, que aceptó un fajo de billetes, me
trajera las imágenes para poder largarme de aquí y encontrar al hermano
caníbal de Cora. Ni siquiera teníamos un maldito nombre para el imbécil.
¿Qué tan aterrador podría ser si no tuviera nombre? Había estado
devanándome los sesos, intentando recordar al tipo al que le disparé
cinco veces hace unos años. Me sorprendió que sobreviviera. Debe ser un
imbécil decidido a levantarse y salir del infierno de esa manera. No es de
extrañar que fuera un maldito psicópata.
Un hombre imponente se acercó a la barra y se paró a mi lado,
rozando su brazo contra el mío. Me molesté y me aparté de él. Todos en
este maldito club querían invadir mi espacio. Lo odiaba. Si fuera
inteligente, me iría a casa, me follaría a mi chica y trataría de descubrir
cómo diablos ser digno de ella.
El hombre a mi lado no tuvo que ordenar. El cantinero le dio un
vistazo y luego le sirvió un vaso de maldita leche. Sí. Eso fue raro. Mis
sentidos psico estaban hormigueando. Ni siquiera tenía que observarlo
realmente para saber que algo andaba mal. Me giré para mirarlo justo
cuando tomaba un sorbo de su bebida. Tenía la piel bronceada, los ojos
inyectados en sangre y dos cejas pobladas como pubis de los setenta en
la cara. Parecía familiar, de una manera extraña. Sus ojos pequeños y
brillantes recorrieron la barra, y no estaba seguro si era el club o su ropa
se aferraba a un olor a podrido enfermizo.
Luego me miró de frente, un desafío en sus ojos marrones mientras
metía la mano en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero. Resistí el
impulso de agarrarlo por la nuca y darle un rodillazo en la barbilla.
Quería preguntarle a este imbécil qué carajo estaba mirando, pero la
música estaba tan alta que tendría que gritar y probablemente repetirme.
El silencio era la mejor opción.
146
El ambiente era tenso a nuestro alrededor a pesar de que una
canción pop burbujeante rugía a través de los parlantes del club. Mujeres
a medio vestir bailaban unas sobre otras, pero él sorbía su leche como
un psicópata. Y cuando bajó el vaso, quedó un bigote blanco que se limpió
con el dorso de la mano. Quería preguntar quién era. Por qué me estaba
mirando. Si estuviéramos en mi territorio, ya habría hecho que lo
arrastraran fuera de aquí y lo golpearan hasta que le quedara una
pulgada de vida por mirarme de esa manera persistente. Pero la música
estaba alta. La sala estaba abarrotada. No tenía a la policía en mi bolsillo.
Sacó una bolsa de plástico del interior de su chaqueta a medida
que sonreía. Así que era un drogadicto. Típico. Lo miré, preguntándome
cuál era su droga preferida. Parecía del tipo que esnifaba sales de baño.
No fue hasta que vi un dedo verde con una uña perfectamente pintada
en un tono rojo rubí que me di cuenta de lo que estaba pasando.
Sonrió divertido, revelando lentamente los dientes afilados y los
labios agrietados mientras sacaba el dedo de su bolsa de plástico y lo
mojaba en la leche. La leche blanca se volvió turbia por la invasión rancia.
Sentí la necesidad repentina de vomitar.
Este hombre era el hermano de Cora. Este hombre era el caníbal.
Estaba justo frente a mí, con las bolas contra la pared, mojando un dedo
en su leche como si fuera una delicada bolsa de té.
Luces estroboscópicas iluminaron su rostro. Un millón de palabras
se quedaron atrapadas en mi lengua. Con él parado justo aquí, sentí que
una ola de familiaridad me invadía. Era obvio que estaba relacionado con
Cora. Tenía la misma mirada determinada en sus ojos que detestaba. Un
recuerdo pasó por mi mente y pensé en la noche en que le disparé. Fue
una de esas muertes impulsivas. Quería que Cora pagara. Quería que
sufriera como yo.
Me enojó que sobreviviera y se convirtiera en esta cosa repugnante
que mataba y consumía gente.
Pero esto era bueno. Podría matarlo. Podría terminar con esto y
volver a mi vida. Solo necesitaba sacarlo de este club y en algún lugar
podría clavarle un cuchillo en el globo ocular.
Chupó el dedo, eliminando cada gota de leche de la piel podrida
con su boca desagradable. Se sentía como una especie de invitación
arrogante. Quería que supiera quién era. Estaba jodido, pero probó su
boca con esa cosa como si fuera una polla y estaba intentando hacer que
el dedo cortado se corriera. Su lengua se arremolinó alrededor de la
almohadilla, y aunque no podía oírlo por encima de la música, estaba
casi seguro de que estaba gimiendo. La vista era grotesca y erótica. No
me asqueaba a menudo, pero este hombre me revolvió el estómago. Me
arrepentí de las bebidas que había tomado.
Luego se inclinó más cerca de mí, su aliento rancio lavó mi piel
como contaminación. Un segundo. Dos segundos. Necesité toda la
moderación que poseía para no dispararle aquí y ahora. Se quedó 147
mirando mi boca. Mi cuello. Mi vaso de whisky.
Luego dejó caer el dedo en mi bebida antes de enderezarse. Me
negué a lucir disgustado. No tenía miedo de los enfermos. Mi hermano
amaba a los muertos. Pero había algo desquiciado en este tipo. No estaba
seguro si era su total desprecio por mi poder lo que confirmaba su locura,
o los cuerpos que le gustaba masticar.
De cualquier manera, necesitaba aprender una lección.
Todos necesitaban aprender una lección.
No era alguien con quien podías joder.
Tal vez estaba proyectando mis problemas, como afirmó William,
pero este hijo de puta que me desafió fue la gota que colmó el vaso.
Giró sobre sus zapatillas New Balance y comenzó a caminar entre
la multitud hacia la salida trasera. Naturalmente, lo seguí. Después de
todo, eso es lo que quería. Estaba más que feliz de mostrarle con quién
diablos se estaba metiendo. Nunca tuve la oportunidad de matar a Cora,
pero terminaría con su linaje como ella intentó terminar con el mío.
Atravesamos un pasillo trasero, él manteniendo un ritmo constante
mientras caminaba y yo empujando a través de la multitud para seguirlo.
No fue hasta que salimos, donde el aire húmedo de Miami resopló por mi
cuello, que hablé.
—Así que eres el hermano de Cora, ¿hmm? ¿Su asesino tiene un
nombre? Me gustaría saber a quién agradecer por deshacerse de ella.
La luz del techo parpadeó, una rata corrió por el pavimento hacia
un montón de basura podrida. El hombre se volvió hacia mí.
Su chaqueta de cuero estaba ceñida a su cuerpo. Vestía jeans
blanqueados y tenía un tatuaje en la mano que parecía un corazón
anatómico. Su voz era suave, clara y de un tono ligeramente más alto que
el mío.
—Mis amigos me llaman Norman.
Fruncí el ceño.
—No somos amigos.
Sus dedos largos se crisparon a su lado.
—No, supongo que no. Supongo que, en todo caso, somos
enemigos. Casi me matas.
No estaba desconcertado.
—Te lo merecías —respondí.
Norman inclinó la cabeza lentamente hacia un lado.
—La muerte es una experiencia liberadora. Lo creas o no, estoy
agradecido por ti, Nick. Mi hermana idiota vio a la familia Civella como
una competencia, pero creo que podrías ser mi salvador.
Eché los hombros hacia atrás, intentando obtener información 148
mientras me veía igualmente tranquilo e intimidante. Podría haber estado
completamente loco y hablando en círculos, pero este hijo de puta sería
fácil de derribar.
—Entonces, ¿también crees que Cora es una imbécil? Me alegro de
que estemos en la misma página. —Me tambaleé un poco en el cemento.
Mierda, necesitaba una siesta.
Sus labios se curvaron. Ah. Su hermana era un tema delicado.
Tomé nota mental de eso.
—Mi hermana me encerró —gruñó—. Deseaba tanto tener poder,
pero en realidad era una aficionada. Me sorprende que casi te
derrumbara.
Así que, tal vez el tipo no era del todo malo. Al menos reconoció que
su hermana era un fraude.
—Tuvo ayuda —respondí.
—Vicky —siseó a medida que ponía los ojos en blanco. Me
preocupaba que tuviera una erección en ese mismo momento con solo
decir el nombre de mi hermana. Repugnante—. ¿Le gustó mi regalo?
Apreté la mandíbula, obligando a mi mente a calmarse antes de
responder.
—Norman, seré honesto. Tu elección de regalos necesita algo de
trabajo. ¿Cora no te enseñó cómo cortejar a una mujer?
Una vez más, el rostro de Norman se contrajo de rabia ante la
mención de su hermana. Catalogué su debilidad en mi mente.
—En realidad, no me enseñó nada. Simplemente me encerraron
cuando comencé a desarrollar cierto gusto por la muerte. Estaba
completamente solo. Encadenado como un animal. Muriendo de hambre.
Ni siquiera podía culpar a Cora por sus acciones. Hubo muchas
veces en las que vi a Anthony avanzando poco a poco hacia el fondo, y
debatí si encerrarlo en su pequeña mazmorra de la perdición.
—Ella contrató gente para matar a mis padres —respondí—. Estoy
de acuerdo en que era una total imbécil. —Sus dedos temblaron más a
su lado. Me pregunté qué significaba eso—. Así que la asesinaste. Eres
libre. ¿Ahora frecuentas este agujero de mierda y llevas chicas a tu casa
para follártelas? ¿Comértelas? No te estoy juzgando, Norman, solo intento
descifrarte. Todo el mundo tiene sus vicios. Algunos son simplemente
más repugnantes que otros. —Mi visión se nubló un poco.
Norman sonrió. Sus labios se apretaron tanto que pensé que se
romperían y sangrarían. Tenía líneas de risa en su rostro que se sentían
fuera de lugar.
—Mi hermana quería entenderme. También quería controlarme.
Podía relacionarme con eso. Mis propios hermanos eran un dolor
en el culo. Necesitaban dirección y supervisión constantes. 149
—Supongo que tú y Vicky tienen mucho en común —insistí—. La
controlé y ella también tomó represalias. Obviamente no tuvo tanto éxito
como tú. ¿Es por eso que la estás siguiendo? ¿Enviando notas de amor
grabadas en piel? —Lamí mis labios secos. Mi lengua se sentía pesada.
Norman no se inmutó ante mi acusación. Esta conversación se
estaba volviendo aburrida. No sabía por qué me molestaba en
entretenerlo. Ambos sabíamos que no saldría de este callejón con vida.
Llámame engreído, pero era el más letal de los dos.
—Vicky es mía —respondió, inclinando la cabeza—. Ella me liberó,
así que voy a liberar su alma de su cuerpo.
Esa fue una declaración escalofriante. Este tipo necesitaba un
psiquiatra.
—Es una pena que estés completamente loco, Norman.
Probablemente podríamos haber sido amigos. Pero que quieras matar a
mi hermana es en realidad un inconveniente en este momento. Estoy
intentando recuperar a mi chica, y no puedo hacerlo contigo corriendo
por ahí, bebiendo leche y mordiendo dedos en los bares.
Sonaba como Anthony, burlándome del peligro con humor.
Respondió con fuerza y voz fría.
—Hago lo que quiero. Ya nadie me controla. Ni Cora, ni tú. Nadie.
Alcancé mi arma casualmente para poder dispararle al lamentable
hijo de puta y terminar con esto. Es hora de volver a Kansas City. Hora
de…
Norman se lanzó hacia adelante con una velocidad imposible. Tal
vez fueron las bebidas en mi sistema, pero había una naturaleza lenta en
la forma en que procesaba sus movimientos. Mi propia mano se sentía
como si se hubiera separado de mi cuerpo mientras se cernía sobre mi
arma.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Norman—. Sabes que la gente de
este club nocturno me ama. Desde que heredé todo el dinero de Cora, he
hecho muchos amigos. Los camareros son realmente geniales
preparando bebidas a pedido mío.
La rabia era lo único que me impulsaba hacia adelante. Iba a
empujar su pecho, y simplemente salió de mi alcance.
—¿Me drogaste? —Cobarde.
—Es más fácil lidiar con las personas cuando están cansadas, ¿no
crees? —Norman respondió antes de sacar… algo de su bolsillo interior.
No pude entender bien qué era. Era completamente blanco, nítido y
suave—. Me gusta…
—¿Un hueso? —tartamudeé.
El callejón pareció inclinarse hacia un lado, e incliné mi cuerpo
para enderezarme. 150
—¿Te gusta? —preguntó Norman—. A Cora nunca le gustó cuando
jugaba con mi comida.
Parpadeé dos veces cuando tomó lo que parecía una parte tallada
y puntiaguda del hueso y la lamió.
—Estás realmente jodido, ¿lo sabías? —La baba goteaba de mi boca
a medida que hablaba.
Norman frunció el ceño.
—Fui hecho de esta manera. Me disparaste cinco veces. Pero
mejoré. Me hizo más fuerte. ¿Sabes lo que me hizo más fuerte, Nick?
Me derrumbé en el pavimento de rodillas. Podía sentir mi cuerpo
entrando y saliendo de la conciencia.
—Nada desarrolla huesos fuertes como la leche. —Echó hacia atrás
su arma y me apuñaló en el estómago.
El dolor fue instantáneo. Lo que sea que me había dado no fue
suficiente para apagar esa punzada de agonía aguda que me atravesó.
Grité y me apuñaló de nuevo, esta vez en el brazo.
—Te voy a hacer un favor, Nick —dijo antes de lamer su arma.
Intenté rodar debajo de él, pero me inmovilizó fácilmente—. Voy a llevarte
al borde de la muerte. Es un regalo, de verdad. Te daré lo que me has
dado. —Me apuñaló de nuevo, esta vez en el muslo. Grité de dolor, pero
estaba perdiendo el conocimiento—. Voy a darte una perspectiva nueva.
Una oportunidad nueva de vida.
Lo último que escuché cuando me apuñaló una y otra vez fue:
—De nada, Nick.

151
El Mercy Medical en el centro de Miami estaba repleto de personas
con diversas lesiones y enfermedades. Era como marinar en una olla
gérmenes y enfermos. Me senté en la incómoda sala de espera del área
de emergencias mientras personas tosiendo se acurrucaban en sus sillas
a mi lado. Alguien borracho hasta la saciedad había vomitado en el
vestíbulo principal, y un conserje descontento estaba intentando
limpiarlo.
Odiaba los hospitales.
Cuando mamá desapareció, la abuela y yo fuimos a todos los
hospitales dentro de un radio de treinta kilómetros para ver si estaba allí. 152
Nunca olvidaría la sensación de desesperanza de cruzar las puertas y no
encontrarla.
En la esquina de la sala de espera, Anthony caminaba de un lado
a otro. De ida y vuelta. De ida y vuelta. Me mareé al verlo. William no
estaba aquí. Se había ido hace una hora con un equipo de hombres para
mirar la escena del crimen. Me di cuenta de que no quería dejarme, pero
todos queríamos respuestas. Todos queríamos a alguien a quien culpar.
No me atreví a llorar. Llorar significaría que Malice, Nick, estaba
realmente en mal estado. Estaba decidida a convencerme de que estaba
bien. Nick era un dios entre los hombres. En mi mente, él era
indestructible. Aunque las múltiples puñaladas en su maltrecho cuerpo
requirieron cirugía de emergencia, sabía que lo superaría. Tenía que
superar esto. Otra alternativa simplemente no era una opción.
Fue la reacción de Vicky la que me dejó perpleja. Para alguien que
nos quería a todos muertos hace solo seis meses, no estaba manejando
bien la noticia. Se mecía en su asiento con lágrimas ardientes corriendo
por sus mejillas sonrojadas. Hasta este momento, no pensé que se
preocupara particularmente por sus hermanos. Pensé que sólo eran un
medio para un fin. Después de todo, nos quería muertos. Pero tal vez era
necesario casi perder a alguien para darte cuenta de lo que tenías.
—¿Crees que está bien? —preguntó por decimoquinta vez. Cada vez
que esa pregunta repetida escapaba de su garganta áspera, un poco de
mi resolución de ser fuerte se desvanecía.
—Tiene que estarlo —respondí. Porque la alternativa significaría
que Nick muriera antes de que él y yo tuviéramos la oportunidad de
mejorar, antes de que sanáramos y creciéramos. Teníamos tanta vida por
delante. Lo amaba. Profundamente. No podía irse. Me negaba
rotundamente a ese resultado.
Anthony se acercó a mí. Había estado extrañamente callado desde
que recibimos la noticia y manejamos hasta aquí. La única señal de
miedo que podías sentir en su cuerpo era la forma en que sus piernas
temblaron en el viaje en auto hasta aquí. No podía quedarse quieto, y de
vez en cuando lo escuché murmurar por lo bajo.
—Va a estar bien —nos aseguró Anthony a ambas—. Bien, bien,
bien, bien, bien, bien, bien, bien, bien.
Tomé la mano de Anthony y me levantó de mi asiento para
envolverme en un abrazo. Un hombre murmurando para sí mismo y
expulsando flemas nos silbó.
—Juliet, voy a ser fuerte por ti.
La promesa que escapó de los labios de Anthony me sorprendió.
—De acuerdo —respondí, mi voz se quebró. No supe cómo
responder a eso. Anthony siempre fue el que me obligaba a ser fuerte.
Nunca me había permitido darle el control de mi seguridad como a los 153
demás. Era discordante relajarse en sus brazos fuertes y confiar en él.
Anthony terminó nuestro abrazo para sostenerme con el brazo
extendido, sus manos agarrando mis hombros mientras me miraba
fijamente a los ojos.
—Estoy aquí para ti. Voy a ser fuerte para ti. —Su dedo índice
golpeó ligeramente mi hombro, la única grieta en su fachada fuerte.
Por el rabillo del ojo, vi que Vicky arqueaba las cejas con sorpresa.
Anthony me acomodó en mi asiento y se agachó hasta que estuvo al nivel
de mis ojos.
—No has comido. Voy a traerte un bocadillo. Y café. ¿Tienes frío?
—preguntó—. Sí. Necesitas comer. —Antes de que pudiera responder,
estaba dando vueltas y caminando hacia una máquina expendedora que
tenía una fila de tres personas.
—Mierda. —Vicky se atragantó. Más lágrimas se habían derramado
de sus ojos—. Esperaba que estuviera perdiendo la cabeza en este
momento. Ni siquiera ha intentado entrar en la morgue del hospital. Estoy
impresionada.
Metí la mano en mi bolso y agarré un pañuelo. Mientras se lo
entregaba, hablé.
—Me alegra que lo hayas encontrado cuando escapó. No estaba en
un buen lugar. Creo que ambos se ayudaron.
Vicky se sonó la nariz.
—Si Nick muere —comenzó, sus palabras se alzaron como una
pregunta, no estábamos seguros de cómo le iba en la cirugía—. Se
necesitará un ejército para devolverle la cordura a Anthony.
Puede que estuviéramos un poco destrozados, pero la familia
Civella era un ejército, una fuerza impenetrable que podía sobrevivir a
cualquier cosa.
O al menos eso esperaba.
Sintiéndome un poco impotente, me estiré para agarrar la mano de
Vicky. Quería que estuviéramos mejor, aunque todavía no me atrevía a
perdonarla. Habíamos estado yendo y viniendo en nuestra amistad,
oscilando entre el resentimiento y la confianza, pero en el centro de las
cosas, había un destello de perdón… esperanza… y amor.
—Él va a estar bien. Estamos todos juntos en esto.
Me apretó la mano justo cuando William entraba por la puerta
giratoria eléctrica en la entrada de la sala de emergencias. Cuando
William se acercó, Anthony traía un puñado de bocadillos y los dejó en
nuestro regazo.
—¿Encontraste algo? —pregunté a William mientras se acercaba.
La mirada solemne en su rostro no era alentadora.
154
—Luca recogió al dueño de la discoteca y lo está interrogando
ahora. Hablé con alguien del Departamento de Policía de Miami, y parece
que algunas de las chicas que fueron secuestradas frecuentaban ese club
con regularidad. Las pistas han sido difíciles de seguir porque el
propietario del club ha estado borrando imágenes y registros de su
presencia allí.
Cerré mi mano en un puño, y mis piernas comenzaron a temblar,
enviando todos los bocadillos que Anthony acababa de traerme al
desagradable piso del hospital. Afortunadamente, la mayoría de ellos
estaban en bolsas de plástico. Ignorando a William, Anthony se arrodilló
en el suelo y comenzó a levantarlos nuevamente a medida que susurraba
para sí mismo:
—Bien, bien, bien, bien, bien, bien, bien, bien.
William lo miró, pero no dijo nada. Y cuando Anthony se puso de
pie, su expresión estaba vacía de toda emoción, como si hubiera forzado
a controlar todos los pensamientos oscuros en su mente.
—Antes de que todos llegaran aquí, estaba investigando un poco.
Todas las víctimas, o al menos lo que quedó de ellas, fueron encontradas
en callejones donde no había cámaras. Obviamente tiene conexiones o
un conocimiento amplio de la escena de Miami. Sin embargo, no creo que
cometa ninguno de sus asesinatos en la ciudad.
William cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Por qué no?
Anthony golpeó el piso de baldosas con el pie y respondió:
—Según el médico forense, tres de los cuerpos tenían un residuo
muy específico en la piel.
Vicky apoyó la barbilla en su puño.
—¿Qué tipo de residuo? —preguntó.
—Algas —respondió Anthony, su voz fue un tartamudeo—. Como
de un pantano.
William asintió y sacó su teléfono celular para escribir un mensaje
a alguien.
—Haré que mis hombres investiguen. ¿Alguna noticia del médico?
Ha estado en cirugía durante seis horas. —¿Ya había pasado tanto
tiempo? El tiempo se movía lentamente, como la melaza. Mi estómago
gruñó y Anthony me dirigió una mirada mordaz.
—Come, o te daré de comer como a un pajarito.
Agarré un paquete de mezcla Chex de su brazo y lo abrí con fuerza.
Apenas podía saborear la comida salada en mi lengua, pero sabía que
necesitaría mi energía si iba a estar al cien por ciento para Nick.
Vicky también agarró una manga de galletas de la pila y comenzó
a masticarla nerviosamente. 155
—Esto es mi culpa —espetó con la boca llena—. Todo es mi culpa.
La chica que era antes de conocer a los hermanos Civella habría
intentado consolarla, diría que nada de esto era su culpa. Pero me había
endurecido un poco. Sentí empatía por Vicky y reconocí que su viaje de
crecimiento personal y amor comenzó desde un mal lugar. Ella era la
razón por la que estábamos en este lío, y no iba a aliviar su culpa
diciéndole lo contrario. Sin embargo, iba a apoyarla mientras madurara
a partir de esto.
Anthony y William comenzaron a susurrar entre ellos, y mi
atención se centró en un médico que caminaba hacia nosotros. Al
instante me puse de pie, todo mi cuerpo en alerta máxima.
—Está fuera de cirugía —dijo el médico una vez que estuvo lo
suficientemente cerca. Tenía un par de canas que asomaban a través de
su gorro y llevaba una máscara. El sudor de su frente insinuaba que
había pasado muchas horas trabajando duro en el cuerpo masacrado de
Nick—. Estaba un poco preocupado por la herida de su abdomen, pero
tiene mucha suerte de que no haya llegado a su intestino grueso. Sin
embargo, la puñalada en su brazo cortó una arteria importante y fue
difícil de reparar. Le dimos una transfusión de sangre y lo cosimos lo
mejor que pudimos. Falta una parte de su hombro. Como si la carne
hubiera sido arrancada. Va a necesitar injertos de piel para esa área, pero
no pudimos hacerlo durante la cirugía. Tiene suerte de estar vivo.
Casi me derrumbé del alivio. Vicky habló primero.
—¿Podemos verlo?
El médico asintió.
—Ahora lo están trasladando a una habitación. Síganme.
Anthony agarró mi mano y entrelazó sus dedos con los míos,
dándome su fuerza. William estaba a mi espalda, listo para apoyarme,
pero Vicky se quedó donde estaba, moviéndose de un lado a otro.
—Tal vez debería quedarme aquí —dijo—. Podría molestarlo o…
Pasé mi brazo por el de ella para tranquilizarla.
—Ven. Vamos a verlo.
La habitación de hospital de Nick era del tamaño de su vestidor en
la mansión. Había una silla junto a la cama del hospital que ocupaba
actualmente porque Anthony tenía la misión de cuidarme. William estaba
de pie junto a la puerta, respondiendo las llamadas telefónicas de sus
hombres cada vez que entraban. Había una pista, lo último que supe,
pero eso fue hace una hora, y estaba demasiado exhausta para lidiar con
el estrés de encontrar al hombre responsable de hacerlo.
Anthony se paró detrás de mí, pasando suavemente sus dedos por
mi cabello y rascando mi cuero cabelludo de una manera que me dieron
ganas de quedarme dormida. Si no fuera por el pitido constante de las 156
máquinas a las que Nick estaba conectado, probablemente me habría
desmayado hace un rato.
Vicky estaba sentada en el suelo con la espalda contra la pared en
el rincón más alejado. Apoyaba la mejilla contra las rodillas y se asustó
cada vez que Nick gruñó, lo cual sucedió con bastante frecuencia.
Los médicos nos advirtieron que podría descansar durante horas.
El sol se asomaba por las persianas y proyectaba sombras sobre su piel.
Había perdido mucha sangre y necesitaba tiempo para recuperar su
energía. Pero ya era de tarde, y todavía estaba dormido.
—Tal vez deberías ir a casa y… —comenzó Anthony.
—No voy a dejarlo —le dije en un tono tranquilo. Mi voz estaba
espesa por el sueño—. Se despertará pronto. Además, me siento más
segura aquí con todos ustedes.
Miré por encima del hombro y vi a Anthony hinchar el pecho con
orgullo.
—Siempre te mantendré a salvo. Ese imbécil no te hará daño —
gruñó.
—Nada se siente correcto —murmuró Vicky—. Odio que estemos
en este lío. Los traje a todos aquí porque estaba demasiado asustada para
llamar a la puerta. Mamá y papá estarían revolcándose en sus tumbas.
Se horrorizarían al saber que no pude volver a casa.
Los hombros de Anthony cayeron. William sacó un palillo de
dientes de su bolsillo y comenzó a masticarlo nerviosamente.
—Nick dejó en claro que no podíamos ir a casa. No es tu culpa —
dijo Anthony—. Tampoco es mi culpa.
William se aclaró la garganta, como si quisiera decir algo. El ruido
pasivo-agresivo hizo que Vicky levantara la cabeza y lo mirara fijamente.
—¿Hay algo que te gustaría decir? —preguntó.
William se quitó el palillo de la boca y la miró.
—Hay muchas cosas que me gustaría decir, ninguna de las cuales
sería útil en este momento. —William partió el palillo entre el pulgar y el
índice antes de arrojarlo a un bote de basura cercano.
Vicky, aparentemente imperturbable por la rabieta de William,
comenzó a hablar.
—Verás, William, ese es tu problema. Tal vez si hablaras por una
vez en tu vida…
Las divagaciones frustradas de William interrumpieron el insulto
de Vicky.
—Tal vez si por una vez en tu vida vinieras a mí con tus problemas
en lugar de confiar en Nick, no estaríamos en este lío. Tal vez si dejara de
actuar por impulso. Tal vez si… 157
—¿Qué habrías hecho, William? ¿Eh? Has tenido tu cabeza metida
en el trasero de Nick toda nuestra vida. Me sorprende que no le hablaras
de Juliet todos esos años. A veces, creo que la única razón por la que no
lo hiciste fue porque tenías demasiado miedo de su reacción. No acudí a
ti porque vives a la sombra de Nick. Eres su perrito faldero.
William negó con la cabeza.
—Te habría ayudado. Si hubiera sido mi puerta en la que
aparecieras, te habría ayudado.
Anthony agarró mi hombro, como si tocarme de alguna manera lo
mantuviera unido.
—No me ayudaste —dijo en un tono suave, tan bajo que estaba
segura de que fui la única que lo escuchó. William no dijo nada en
respuesta a eso. Había una gran diferencia entre Anthony y Vicky. Vicky
no estaba compitiendo por mi atención.
William comenzó a caminar por la habitación pequeña, haciendo
que las cuatro paredes que nos rodeaban parecieran cerrarse. Mi
respiración se volvió superficial y Anthony comenzó a masajearme la
nuca.
—Nick nunca debería haber estado solo en ese club —dijo
William—. Fue arrogante. Impulsivo.
—¿Qué hay de nuevo en eso? —respondió Vicky sarcásticamente—
. El imbécil nos alejó a todos, fue solo y se lastimó. Odio que incluso me
importe.
Nick se movió en la cama del hospital y contuve la respiración.
Tosió un par de veces, el sonido acompañado de un grito ahogado y un
gemido. Imaginé que le dolían las heridas. El anestesiólogo nos avisó que
iba a tener tos por estar intubado. Después de un grito inquietante, abrió
los ojos.
—No pedí que les importara —dijo con voz áspera,
melodramáticamente.
Habría puesto los ojos en blanco ante el drama de todo esto si no
estuviera tan aliviada de que estuviera despierto. Vicky gateó hasta que
estuvo de pie. Anthony tomó un vaso de agua de una mesa cercana y se
lo entregó a Nick. William miró hacia el pasillo y le hizo señas a una
enfermera. Mientras veía a todos entrar en acción, recordé una vez más
que esta familia estaba profundamente interconectada. Se movían como
un equipo.
—Ese hijo de puta me apuñaló —gruñó Nick antes de tomar
débilmente el vaso de la mano extendida de Anthony y tomar un sorbo.
Cuando terminó de beber el agua, Anthony tomó el vaso y sujeté la
mano de Nick. Solo quería sentir que estaba vivo, que era real.
158
—Los médicos no pudieron identificar con qué te apuñalaron —
respondió Anthony con voz juguetona—. Todas las voces en mi cabeza
están haciendo apuestas sobre lo que fue. ¿Un estilete? ¿Un picahielos?
Vicky reprimió una sonrisa. Solo Anthony puede bromear en una
situación como esta. Nick tosió de nuevo, luego hizo una mueca. Me
pregunté si necesitaba más analgésicos.
—¿Dónde está esa enfermera? —se quejó William.
—Me apuñaló con un hueso —gruñó Nick. El rostro de Anthony se
iluminó como un árbol de Navidad.
—¿Un hueso? ¿Qué tipo de hueso? ¿Lo afiló? ¿Era humano,
animal, sintético…?
Nick levantó su mano temblorosa para evitar que Anthony
divagara.
—Era un hueso humano que había afilado en la punta.
Anthony asintió con entusiasmo.
—Oh, eso es enfermizo. Quiero conocer a este tipo.
Vicky cruzó los brazos sobre el pecho y soltó un resoplido.
—¿Vas a pedirle un autógrafo? —le preguntó a Anthony en un tono
sarcástico.
—Estaba pensando en ver si quería ser entrevistado para el podcast
de Juliet, muchas gracias. Nunca he conocido a un verdadero caníbal.
Hago muchas cosas con cadáveres, pero no comérmelos.
Me froté las sienes con la mano libre y Nick me apretó suavemente.
—Tenemos que averiguar dónde vive —respondió Nick. Ya estaba
en modo venganza. Podía ver el fuego en sus ojos.
—Ya estoy en ello. Luca está confirmando su ubicación mientras
hablamos.
—¿Has conseguido una casa segura o un cuartel general? —
preguntó Nick.
—Sí.
—¿Refuerzos?
—En camino.
—Nadie puede saber que estoy aquí… —dijo Nick con los dientes
apretados.
—Ya me ocupé de ello —dijo William—. No necesitamos que tus
enemigos sepan que estás débil.
No sabría decir si Nick estaba orgulloso de William por hacerse
cargo o molesto por ello. Nick miró alrededor de la habitación a cada uno 159
de nosotros. La camisa de William estaba arrugada. Vicky tenía los ojos
inyectados en sangre. Estaba a dos segundos de colapsar por el
agotamiento, el hambre y la preocupación. Anthony se escondía detrás
de una sonrisa juguetona, pero por dentro estaba destrozado por lo que
pasó.
Nick miró nuestras manos unidas antes de dirigirse a la habitación.
—Todos ustedes no tenían que estar aquí —dijo. Hubo un impulso
defensivo en sus palabras que hizo que mi corazón se ablandara un poco
hacia él. Nick pensaba que tenía que dirigir el mundo solo.
—Por supuesto que teníamos que hacerlo —respondió Anthony
solemnemente.
—Por mucho que quieras deshacerte de nosotros, ya deberías saber
que es imposible —intervino Vicky.
Llevé su mano a mis labios y lo besé.
—Te amo —susurré con reverencia.
William permaneció en silencio, pero había una declaración
tormentosa en su mirada. Me pregunté si Nick podría ver la verdad justo
frente a él. Era amado. Su familia se dedicaba a él. No tenía que conseguir
la lealtad, ya estaba allí.
Nick pareció conmovido, pero ni una sola lágrima cayó de sus ojos.
No esperaba menos del despiadado líder de la mafia.
—¿Cuánto tiempo crees que tengo que quedarme aquí? —le
preguntó a William.
William dejó escapar un silbido bajo.
—Al menos unos días. Tienes lesiones bastante graves. También te
dio un mordisco —añadió William a regañadientes—. Quieren poner un
injerto de piel sobre la herida.
El labio de Nick se curvó con furia.
—Quiero salir de aquí lo más rápido posible. Voy a matar a ese hijo
de puta.

160
Anthony finalmente me convenció de ir al hotel que William nos
consiguió y descansar. Prácticamente tuvo que sacarme a rastras de la
habitación del hospital de Nick, pero la verdad es que estaba demasiado
cansada para dar mucha pelea.
Vicky se quedó a hablar con Nick. No estaba exactamente segura
de lo que quería decirle, pero sabía que necesitaban tiempo juntos para
resolver sus problemas. Vicky y yo no estábamos completamente
recuperadas de lo que había hecho, pero estaba trabajando en sus
problemas y tratando de redimirse. Me alegré de que estuviera haciendo
un esfuerzo. También ayudó que Nick estuviera prácticamente atado a la 161
cama del hospital, por lo que no podía huir de cualquier confrontación
que ella quisiera tener. Casi dudé en dejar a Nick con ella mientras estaba
en un estado tan vulnerable, pero Anthony me aseguró que no pasaría
nada.
Me apoyé en Anthony mientras nos dirigíamos a la habitación del
hotel. No era seguro para ninguno de nosotros regresar al condominio de
Vicky ya que Norman sabía dónde vivía.
Las puertas del ascensor se abrieron y Anthony me levantó en sus
brazos como si fuera una muñeca de trapo.
—Tienes tanto sueño —murmuró a medida que me llevaba por el
largo pasillo alfombrado del hotel de cinco estrellas hacia nuestra
habitación. Apoyé la cabeza en su pecho y tomé el cuello de algodón de
su camiseta con mis dedos.
—Solo necesito una siesta rápida, y luego podemos volver al
hospital —dije en voz baja, mi voz áspera por el par de días largos.
—Una siesta. Algo de comida. Una ducha. Tal vez también algunos
zapatos nuevos. Las zapatillas de Vicky son demasiado grandes para tus
pies —se rio. Tuve que robarle algunos de sus pantalones de yoga y un
top corto porque no me permitió empacar una maleta antes de irnos.
William se había encargado de ir a buscarnos algunos suministros y
prometió traerme ropa que en realidad me quedara bien.
—¿Cuándo te volviste tan mandón? —pregunté con voz suave.
—Solo estoy intentando cuidar de ti —respondió Anthony antes de
dejarme suavemente frente a la puerta del hotel. Alcancé su mano justo
cuando estaba a punto de hurgar en su bolsillo en busca de la tarjeta
llave de la habitación del hotel.
—Sabes que no necesito que me cuides, ¿verdad? —pregunté.
Anthony tomó mis mejillas con sus manos.
—Estar obsesionado con tu bienestar es mejor que mi obsesión con
otras cosas.
—¿Crees que tal vez usas tus obsesiones para ignorar las cosas que
te molestan de verdad? —pregunté. Por lo general, no era tan directa con
Anthony. Siempre había seguido su ejemplo, pero no esta vez.
—Estoy seguro de que tienes razón —admitió de mala gana
mientras desviaba la mirada. Esperé a que continuara.
—Simplemente no quiero convertirme en otra tirita, Anthony. Te
amo demasiado para eso.
Asintió.
—Me molesta que Nick fuera solo a ese club —dijo Anthony—. Me
molesta que este idiota espeluznante sea en lo que podría haberme
convertido. ¿Quién sabe lo que habría hecho si hubiera dejado que mi 162
mente continuara por el camino que estaba antes de que Nick me enviara
lejos? —Anthony presionó su frente contra la mía—. Me molesta que te
haya hecho daño. Que te siguiera lastimando. Me molesta que Vicky se
haya ido. Que nuestros padres estén muertos. Que fui secuestrado,
abusado y arrojado con una pila de cadáveres fríos. Me molesta que sea
el jodido de nuestra familia. Me molesta que no sea más que el chico de
la limpieza. Me molesta que me guste ser el chico de la limpieza.
Anthony se apartó de mí y sacó la llave del hotel de su bolsillo antes
de abrir la puerta. Me quedé allí en asombro silencioso por su honestidad,
sin saber qué responderle.
Parecía que Anthony no quería que respondiera, solo quería sacarlo
de su pecho. Me tomó de la mano y atravesó el umbral que conducía a la
extravagante suite del hotel. Lo primero que vi fueron unas ventanas
enormes del piso al techo con vistas al océano. En la sala de estar había
un gran candelabro de cristal, asientos de cuero, una mesa de comedor
y una colección de champán que probablemente costaba más de lo que
ganaba en un mes en la funeraria. Bueno, probablemente ahora había
perdido mi trabajo. No tenía mi teléfono celular para revisar, pero estaba
segura de que había un mensaje de voz enojado de mi nuevo jefe
esperándome.
—Necesito llamar a la abuela. Probablemente esté preocupada —
murmuré.
—William la llamó antes. Dijo que decidimos pasar un par de días
en Miami. Pareció emocionada de que hicieras un viaje y quiere que la
llames pronto.
—¿Tal vez después de la siesta? —sugerí. Si la llamaba ahora,
probablemente me derrumbaría y tendría que explicarle todo lo que
estaba pasando. No quería que se preocupara por mí, no cuando todo
seguía siendo tan intenso.
—Creo que es una buena idea. —Anthony caminó hacia la ventana
de vidrio e instantáneamente presionó su rostro contra ella. La niebla de
su aliento y la mancha de sus dedos dejaron marcas por todo el vidrio
prístino. Luché contra el impulso de reírme—. Dios —comenzó antes de
darse la vuelta para mirarme—. William realmente está perdiendo su
toque. Este lugar parece un hotel de dos estrellas. Ni siquiera nos recibió
un mayordomo.
Lamí mis labios.
—Supongo que ha estado un poco ocupado —le seguí el juego—.
Capturar asesinos y todo eso.
—Pero olvidar las rosas importadas de Perth. Es tan impropio de
él.
—Supongo que tendremos que perdonarlo por esta choza —dije a
medida que miraba juguetonamente a los muebles finos y el diseño 163
elaborado. Pero sólo por esta vez.
—De acuerdo —respondió Anthony con un arqueo elegante de la
nariz.
Ambos estallamos en un ataque de risa que casi pareció quitarme
el peso de los hombros, aunque solo fuera por un momento. Pero el alivio
duró poco. Mi sonrisa se convirtió en un bostezo profundo. La expresión
juguetona de Anthony cayó una vez más en seriedad.
—Vamos a llevarte a la cama —dijo antes de aplaudir.
Empezó a caminar hacia mí, pero se detuvo en la mesa del
comedor. No lo había notado antes, pero había una caja bien envuelta
sobre la mesa.
—Quizás después de todo no ha perdido completamente su toque.
¿Deberíamos ver qué regalo nos dejó William? —preguntó con picardía—
. Apuesto a que es un consolador dorado. Sabes cuánto amo los
consoladores.
Me reí de su broma y me acerqué lentamente a la mesa para ver
cuál era el regalo. La caja grande era de color negro mate con una cinta
rojo sangre en la parte superior. Ni siquiera estaba segura de cómo
William tuvo tiempo para comprar algo. Todos habíamos estado tan
ocupados con el hospital, buscando la casa de Norman y todas las otras
tonterías en el medio, así que me sorprendió.
Mi instinto tenía esta sensación premonitoria de terror. Anthony
iba a levantar la tapa y estaba en la punta de mi lengua decirle que no.
Un escalofrío espeluznante recorrió mi piel. Algo en esto se sentía mal.
Anthony arrojó la tapa a un lado y miré por encima del hombro para ver
qué había dentro.
—¿Un plato de cena? —preguntó Anthony—. ¿Tienen algún fetiche
del que no estoy al tanto? —Alcanzó el plato y lo recogió. La porcelana
blanca se veía—… ¿Un plato sucio? —preguntó Anthony—. Hay algo rojo
manchado por todas partes. Como salsa de bistec. Quizás William
necesite venir aquí y descansar.
—Deja eso, Anthony —le dije.
—¿Qué? —preguntó. Le arranqué el plato de las manos y lo arrojé
al suelo. Fragmentos de porcelana se esparcieron por todo el suelo de
baldosas.
Miré en la caja una vez más y encontré un tenedor y un cuchillo.
Se veían… extraños. Marfil blanco blanqueado tallado a la perfección.
—¿Eso es? —comenzó Anthony—. Ciertamente no es…
Un sonido en una de las habitaciones conectadas de la suite nos
hizo girar sobre nuestros talones. Anthony, aparentemente reconociendo
el peligro en el que estábamos, se puso en alerta máxima. Toda la ligereza
en su expresión se evaporó por completo. Sabía exactamente de dónde 164
procedía este regalo. Y no era William.
Anthony se llevó el dedo a los labios. Quienquiera que haya estado
aquí ya sabía dónde estábamos. Observé la puerta principal. Anthony
siguió mi mirada y negó con la cabeza. ¿Estaba pensando que alguien
también estaba ahí fuera? ¿Esto era una emboscada? ¿Una trampa?
Anthony envolvió sus manos alrededor de mi muñeca y tiró de mí
hacia la ventana. Se movió con una certeza tranquila que pareció tan
impropio de él, y en mi miedo frenético, me di cuenta de que esta era la
parte del trauma de Anthony que lo convertía en un sobreviviente. Nunca
lo había visto reaccionar así, pero fue interesante verlo procesar la
situación en cuestión de segundos.
A diferencia de él, mi pulso estaba acelerado. Mi piel estaba fría
como el hielo. La adrenalina que corría por mis venas hizo que mis huesos
temblaran de miedo. Solía estar desconectada de mis reacciones al terror.
Ahora, era todo en lo que podía concentrarme. Encontrar mi humanidad
tuvo sus consecuencias.
El sonido del crujido de vidrio bajo mis zapatos pareció tan fuerte
como un grito. No pude evitar sentir que Norman o una colección de mis
peores pesadillas iban a salir de cada grieta oscura que esta suite de hotel
tenía para ofrecer.
Anthony metió la mano en su bolsillo y sacó una navaja.
—Anthony —susurré—. Tenemos que salir de aquí. —En lugar de
responderme, Anthony me empujó detrás de él, sujetándome entre la
ventana de vidrio y su cuerpo duro.
La puerta principal se sacudió. El miedo hizo que mis ojos
comenzaran a lagrimear, y aferré la cintura de Anthony. Mirando por
encima de su hombro, esperé al monstruo que estaba al otro lado. El
tiempo pareció ralentizarse. Pensé en Nick, en William. Pensé en las
relaciones rotas que compartimos y mis posibilidades cada vez menores
de repararlas.
Anthony flexionó los músculos, levantó los hombros y amplió su
postura. Estaba preparado para luchar contra quienquiera que estuviera
aquí.
Lentamente, la puerta del ático se abrió con un chirrido.
Contuve la respiración.
Esperando.
Esperando.
Esperando.
William entró pavoneándose con una mano sosteniendo su teléfono
en la oreja y la otra llena de bolsas de compras.
—¡Contesta tu maldito teléfono, Luca! Quiero esas coordenadas
ahora —dijo al receptor. Me relajé instantáneamente al ver a William, 165
pero Anthony se tensó aún más. Los ojos de William recorrieron la
habitación y, cuando se posaron sobre nosotros, colgó el teléfono
inmediatamente. Sin una palabra, dejó caer las bolsas de la compra y
sacó una pistola—. ¿Qué está sucediendo? —preguntó.
Anthony miró el plato hecho añicos en el suelo y luego volvió a
mirar a William antes de susurrar:
—Tuvimos un invitado.
Un crujido aleatorio en el pasillo me hizo estremecer. Un grito
ahogado rebotó en mi boca, y Anthony se puso alerta, cortando el aire
con su navaja.
—¿Dónde está tu arma? —le susurró William.
Detrás de él, pude ver las puntas de las orejas de Anthony ponerse
rojas.
—No confiaba en mí mismo para llevar una.
¿Qué significaba eso? ¿Le preocupaba lastimar a alguien más?
¿O a él mismo?
William apretó la mandíbula. Sabía que estaba sintiendo la tensión
de estar aquí. Sólo teníamos unos pocos hombres. Algunos tenían que
quedarse con Nick, el resto intentaba encontrar al asesino. Pensamos que
estábamos a salvo, pero…
—Quédate aquí. —Observé la espalda de William mientras se
dirigía lentamente hacia la fuente del sonido. Apoyó la mano en la puerta
del dormitorio y la abrió, con el arma levantada y el dedo en el gatillo.
Una vez que pudo ver el interior, hizo un barrido de la habitación
con los ojos antes de cruzar el umbral y entrar en la habitación.
—Voy a mantenerte a salvo, Juliet —prometió Anthony.
Asentí y me aferré a él, esforzando mis sentidos por los sonidos en
la habitación de al lado.
Podía escuchar una puerta deslizarse abriéndose. Estaba tan en
sintonía con cada ruido que me hizo temblar.
—¡Mierda! —gritó William desde el interior de la habitación—.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
Mi pulso se disparó. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo se
estaba volviendo loca.
—¿Qué está sucediendo? —grité.
Un silencio que pareció extenderse por kilómetros me respondió.
—¡William! —chillé—. ¡Respóndeme!
—Vengan aquí. Norman se fue hace mucho tiempo —dijo William
finalmente. Anthony dejó escapar un suspiro de alivio, pero todavía no 166
podía quitarme el miedo de los huesos. ¿En serio William había revisado
en todas partes? Aún había más habitaciones aquí.
Anthony me guio a la habitación y al instante me abofeteó un hedor
familiar. Levanté el cuello de mi camiseta sobre mi nariz. Había pasado
un tiempo desde que había estado cerca de ese olor asqueroso y podrido,
desde la noche en que Anthony se fue.
—Si querías visitarme, todo lo que tenías que hacer era preguntar.
Cena a las seis de la tarde. No llegues tarde —dijo William. En su mano
había una hoja de papel con palabras de color rojo sangre garabateadas
en ella. A los pies de William estaba un espectáculo que me horrorizó. La
cabeza cortada de Luca estaba en el suelo. Sus ojos y boca estaban
cosidos, y su piel normalmente bronceada parecía ser una mezcla de
verde y gris.
Presioné el dorso de mi mano contra mi boca y sentí que mi
estómago vacío se revolvió. Mi reacción al verlo fue extraña. Fue como
abrir las puertas a mi humanidad y dejar que los horrores de lo que vi
salieran a raudales. William dejó caer la carta y se movió para
consolarme. Anthony miró fijamente mi reacción, como si fuera un
rompecabezas que no pudiera resolver.
Había estado entumecida por un tiempo, pero ahora podía sentir el
terror. No había sentido de la sangre y la muerte. Ya no estaba siguiendo
los movimientos.
Anthony saltó a la acción cuando William me aplastó contra su
pecho. Arrancando una sábana de la cama, cubrió la cabeza cortada con
ella, ocultándola de la vista. Sabía que todavía estaba allí.
—Estás a salvo —murmuró William—. El sonido solo fue la cabeza
cayendo desde el estante superior al suelo. Vamos a irnos ahora, ¿de
acuerdo? Regresaremos a Kansas City y nos reagruparemos.
Asentí mientras me aferraba a él.
William se volvió hacia su hermano y ladró una orden.
—Limpia esto. Necesitamos llevarlo de vuelta con su familia para
un entierro apropiado.
Me alejé y traté de estabilizar mi respiración.
Anthony dejó escapar un suspiro.
—No puedo.
William se congeló.
—¿Por qué no?
Anthony me miró por un momento prolongado, un mensaje en su
mirada que luché por descifrar.
—Eso ya no es lo que soy. No puedo… —Dejó que las palabras 167
flotaran en el aire, mezclándose con el hedor a muerte que nos rodeaba.
William pareció entender las palabras que Anthony no podía
vocalizar.
—Enviaré a alguien para que se encargue. Vamos al hospital. —
Anthony dejó escapar un suspiro de alivio. Necesitábamos hablar más de
esto, pero estaba demasiado ansiosa por irme. No quería que cambiara
por completo quién era para mí.
—Vamos —rechinó Anthony con los dientes apretados antes de
salir de la habitación.
William envolvió su brazo alrededor de mis hombros, y lo seguimos.
Solo quería dejar esta ciudad para siempre.
—¿Dónde diablos está mi arma? —gritó Malice. Estaba lleno de
venganza y la violencia corría por sus venas.
Vicky estaba sentada de nuevo en el suelo, sacudiendo la cabeza
con molestia.
—Nick, ¿qué vas a hacer? ¿Disparar en el hospital? —respondió,
poniendo sus ojos en blanco.
Nick golpeó los cables conectados a él con furia.
—Necesito matar algo. Y estoy cansado de este maldito lugar.
Puedo limpiarme solo el trasero, muchas gracias. 168
—¿Te limpian el trasero aquí? —preguntó Anthony emocionado—.
¿Tienes que hacer una cita para ese servicio, o debería ser apuñalado? —
El labio de Nick se torció, como si estuviera intentando contener una
sonrisa. Me pregunté cuántas veces en el transcurso de sus vidas
Anthony calmaría la situación con su humor. ¿Era genuino o un
mecanismo de supervivencia?
—Ya hablé con un médico en casa que puede atenderte al final del
día —respondió William—. También contraté a una enfermera para que
viajara en el avión privado con nosotros. —Estaba distraído por un
mensaje de texto que acababa de llegar, sin siquiera mirar a su hermano
enojado.
—No me iré a casa hasta que este tipo esté muerto —respondió
Nick, su voz como el acero. De alguna manera, sabía que diría eso.
—Sí, lo harás —respondió William, su tono aburrido.
—Creo que William tiene razón, Nick —dije—. Deberíamos volver a
Kansas City. Ahí tenemos más recursos.
William comenzó a escribir agresivamente en su teléfono mientras
estaba parado a mi lado.
—Honestamente, nunca deberíamos habernos ido de Kansas City
—se quejó.
Vicky apretó los puños. Durante la última hora, William le había
hecho pequeños comentarios sin parar. Yo también estaba frustrada por
estar en esta situación, pero él necesitaba dejarlo ir. Vicky sinceramente
parecía exhausta. ¿Cuándo fue la última vez que comió? Por suerte, fue
la voz tranquila de Anthony la que respondió.
—Volver a casa no se sentía como una opción. Déjalo, William —
dijo.
William dejó de mirar su teléfono celular para recorrer la habitación
con la mirada.
—Si yo estuviera a cargo, habría sido una opción.
Mi boca se abrió. Esta era la primera vez que lo escuchaba tomar
descaradamente una posición en cuanto a tener el control de todo.
Anthony sonrió. Nick pareció listo para sacar la aguja intravenosa de su
brazo y empujarla a través del ojo de William.
—Pero no estás a cargo. Y aún no lo estás. Yo tomo las decisiones,
y no voy a huir de este imbécil. Si se parece en algo a Cora, entonces es
pura palabrería y nada de juego. Tuvo suerte conmigo, pero apuesto a
que es tan patético como su hermana.
Vicky negó con la cabeza y abrazó sus rodillas contra su pecho.
—No se parece en nada a Cora —murmuró.
169
—¿Y qué sugieres que hagamos, Nick? ¿Asaltar su casa con
nuestros hombres y acabar con él? Estaríamos caminando directamente
hacia una trampa. Ciertamente no eres capaz de manejar una emboscada
en este momento —solté. Necesitábamos salir de aquí y reagruparnos.
—Eso es exactamente lo que estoy sugiriendo —respondió Nick
antes de mirar su bata de hospital y dejar escapar un gruñido gutural—
. A la mierda este lugar. —Se quitó algunos de los monitores pegados a
su pecho, haciendo que las máquinas se descontrolaran.
Me pellizqué el puente de la nariz cuando una enfermera entró
corriendo en la habitación. Tenía cabello gris ralo, mejillas sonrosadas y
ojos como el fuego.
—Señor Civella, si tengo que decirle una vez más que no se quite
los monitores… —cortó con descaro.
—Quiero que me liberen. Consígueme el papeleo de alta —espetó
Nick, interrumpiéndola.
Arqueó su ceja fina hacia él.
—¿Quiere que lo den de alta? Acaba de tener una cirugía mayor.
¿Se da cuenta de que lo apuñalaron cinco veces?
Nick cuadró los hombros hacia ella, pero no se encogió.
Quienquiera que fuera esta enfermera, era ruda.
—Sí —comenzó Nick—. También tuve un psicópata que
literalmente me mordió el hombro. Pero quiero salir de este hospital,
quitarme esta bata y alejarme de ti.
Se acercó a Nick y lo miró fijamente. Si no lo conociera mejor, diría
que Nick estaba un poco impresionado por su tenacidad.
—Si se va de aquí sin supervisión médica, se puede romper los
puntos. Podría tener una hemorragia interna, y cuando se dé cuenta de
que se está muriendo, será demasiado tarde. Ahora, mis colegas
trabajaron muy duro para traerlo de vuelta de entre los muertos,
literalmente, y no voy a sentarme aquí y dejar que arruine todo nuestro
arduo trabajo porque es un niño terco.
Anthony dejó escapar un silbido bajo. William pareció querer tomar
notas sobre cómo esta enfermera estaba manejando a Nick. Sin
restricciones, Nick respondió.
—Es importante que obtenga esos papeles de alta pronto,
enfermera Luan.
—Creo que voy a estar ocupada durante las próximas horas. Lo
haré tan pronto como pueda, señor Civella —dijo antes de enderezar la
columna vertebral, girar sobre sus talones y marcharse fuera de nuestra
habitación.
—Quiero ser ella cuando sea grande —dijo Anthony al momento en
que se fue. Nick tomó un vaso de su mesita de noche y se lo arrojó a su
hermano. Por suerte, estaba vacío.
170
—No estás en posición de realizar una emboscada —dijo William.
—Creo que deberías escuchar a tu enfermera —intervine. Nick me
miró con los ojos en rendijas y me observó. Su mirada me hizo sentir
como si lo estuviera traicionando. Pero William tenía razón; ir tras
Norman en este momento era una mala idea. Estábamos cansados. Sólo
teníamos un puñado de hombres. No sabíamos qué tipo de arsenal tenía
Norman bajo la manga—. Sé que quieres vengarte de él, pero…
—No lo entiendes —gruñó Nick.
Me acerqué a él y traté de agarrar sus manos, pero se estremeció
fuera de mi alcance, con una mueca de dolor en su rostro cuando lo hizo.
—Entonces explícanoslo.
Nick miró de lado a lado, como si las paredes se cerraran sobre él.
—No podía moverme —espetó—. Me drogó y… —Nick comenzó a
rascarse las palmas de las manos.
—Está bien sentirse inestable.
Nick me interrumpió.
—¿Inestable? Me apuñaló con el hueso. Ni siquiera pude
contraatacar. Estaba indefenso y solo pude quedarme allí y aceptarlo.
Esta vez, fue Anthony quien se adelantó para consolar a su
hermano.
—Solo quieres volver a sentir que tienes el control —dijo con
ternura.
Nick desvió la mirada. Me pregunté si alguna vez Nick se sintió
completamente fuera de control. Pero estas últimas semanas, todo lo
relacionado con su vida se le había escapado de las manos. Ya no estaba
bajo su control. Anthony giró en espiral. Vicky volvió. William lo estaba
desafiando. Norman fue la maldita guinda de un pastel muy podrido.
—No puedo ir a casa hasta que esté muerto —dijo Nick en voz baja.
—Lo atraparemos —respondió William—. Tienes que pensar como
un líder en este momento. No tenemos la mano de obra. ¿Cómo se supone
que debemos proteger a Juliet y Vicky?
Anthony miró a William durante mucho, mucho tiempo.
—Puedo proteger a Juliet y Vicky. —Luego se agachó para mirar a
Nick, una conversación tácita entre ellos. Deseaba tener acceso a sus
pensamientos—. Lo que sea que quieras hacer, te apoyo. Sé lo que es
intentar volver a casa después de que tu mundo está completamente
destrozado. Si no manejas esto ahora, es posible que nunca vuelvas a
sentirte normal.
—Esto es una locura. Juliet, hazlos entrar en razón —argumentó
William.
Me aclaré la garganta antes de hablar. 171
—Estoy de acuerdo con William. Deberíamos irnos a casa.
Vicky, que había estado callada todo este tiempo, finalmente habló.
—Aún nos encontrará allí. He pasado semanas esquivando a este
tipo. Cuanto más tiempo le demos para planificar y actuar, más fácil le
resultará derribarnos, y nos derribará si no hacemos algo. Sé que esto es
mi culpa y es mucho pedir, pero creo que deberíamos quedarnos.
William levantó las manos y las dejó caer a los costados con
exasperación. Me sentí de la misma manera. Quedarse se sentía mal.
Cada sentido de autoconservación que poseía prácticamente me rogaba
que me largara de Miami y me reagrupara. Teníamos más recursos en
Kansas City. Teníamos aliados, armas y la policía en el bolsillo. Este tipo
estaba trastornado, y no sabíamos exactamente hasta dónde llegaba su
alcance. Por lo que ya habíamos reunido, había hecho algunas
conexiones en la comunidad. Necesitábamos volver a nuestro territorio.
Allí éramos intocables.
Miami nos hacía sentir… vulnerables. Prácticamente, normales.
Este lugar nos despojaba de nuestros títulos y poderes, nos obligaba a
mirar la tierra debajo de nuestras uñas. De hecho, solo éramos cinco
personas rotas navegando en un mundo peligroso.
—¿Qué sabes de él? —pregunté a Vicky. Si Nick estaba decidido a
quedarse, entonces en realidad necesitábamos apoyarnos en el
conocimiento interno de Vicky sobre él.
Tragó pesado, el movimiento haciendo bailar el tatuaje en su cuello.
—Sé que está obsesionado conmigo. Aproximadamente un mes
después de que lo dejé libre, comenzó a enviarme miembros amputados,
notas ensangrentadas y otros obsequios espantosos. Siempre estaban
envueltos en una caja con papel bonito y atados con un lazo.
Anthony apoyó el puño bajo la barbilla mientras escuchaba.
—Se enorgullece de su trabajo —murmuró Anthony—. Toma
pequeños trozos del cuerpo hasta que no queda nada.
—¿Qué quieres decir? —pregunté. Por el rabillo del ojo, vi a Nick
estremecerse. No pude evitar pensar en el desordenado montón de carne
sacado de su hombro.
Anthony respondió.
—Cuando irrumpí en la oficina del médico forense para ver si
realmente era Cora, le faltaban trozos de carne. Intenté ver si regresó a
la escena del crimen después del hecho, pero nunca lo vi, pero la policía
anunció un intento de allanamiento tres días después. Al principio, pensé
que fue mi visita. Tuve cuidado, pero la mierda pasa, ¿sabes? Pero este
tipo no fue tan bueno como yo. —Anthony hizo una pausa para guiñarme
un ojo—. Ni siquiera pudo entrar en la cámara frigorífica. La policía
publicó imágenes de seguridad del tipo y… 172
Sacó su teléfono y buscó el artículo antes de mostrárselo a Nick.
—Norman —gruñó.
—¿El cuerpo de Cora fue el único que dejó atrás? ¿O tienen otros?
—El cuerpo de Cora es la única evidencia que tienen que aún es
útil. Todas las demás víctimas quedaron hechas pedazos. Apenas queda
algo. —Anthony movió su peso de un lado a otro, como si admitiera que
esto era incómodo para él.
—Norman odia a Cora. Elige víctimas que se parecen a ella.
Demonios, eligió a alguien solo por tener un nombre similar —agregó
Vicky.
—No había terminado con ella —susurré—. Algo sucedió y tuvo que
dejarla atrás. Apuesto que lo está matando no poder terminar lo que
empezó.
William se aclaró la garganta.
—Todo esto está muy bien, pero no cambia nada. No sé por qué
estamos perdiendo el tiempo incluso hablando de esto. Nuestro mejor
curso de acción es irnos a casa.
Nick miró a su hermano, y fue una mirada tan llena de ira que
incluso me estremecí.
—Entonces vete a casa, William. Eso es lo que haces, ¿verdad?
Huyes.
William dio un paso hacia Nick, con el puño a su costado.
—Y tú alejas a la gente —replicó—. Creo que es una tontería
quedarse aquí. Una vez más, solo te preocupa tu propia venganza y estás
demasiado ciego para pensar en la seguridad de los demás.
—Matarlo nos protege a todos. Deja de ser tan cobarde —dijo Nick
antes de tomar un sorbo de agua. El insulto pesado se asentó entre los
cinco como un peso en el pecho—. Aunque eres un dolor en mi culo, te
necesito aquí. Eres mi mano derecha y vamos a necesitar de todos
nosotros para hacer esto.
William pareció sorprendido de que Nick admitiera esto. No estaba
segura de que Nick alguna vez hubiera dicho que necesitaba a su
hermano.
—¿Quieres que me quede? —preguntó William. No podía decir si
estaba siendo genuino o no, porque su tono sonó sarcástico.
—Quiero que todos trabajemos juntos para acabar con él. Quiero
superar esto —respondió Nick antes de mirar a su hermana.
Vicky asintió antes de hablar.
—Juntos.
Anthony se encogió de hombros.
—Eres mi viaje a casa. Mientras Juliet esté a salvo, en realidad no 173
me importa nada más —dijo antes de mirarme.
No sabía cómo hablar, pero sentí que era mi turno de convencer a
Nick de que era una idea terrible. Sin embargo, me sentí en conflicto. Me
negaba a dejar a alguien atrás. Mirando a William, dejé escapar un
suspiro.
—Sigo pensando que deberíamos irnos a casa —dije. William sonrió
ante mi apoyo—. Pero no quiero que nos separemos nunca más. Estaré
donde esté la mayoría y los apoyaré como sea necesario.
Si tenía alguna esperanza de que nuestra relación se reparara y
fuera más fuerte que antes, tenía que trabajar con todos ellos en esto. A
pesar de mis dudas, sentí un rayo de esperanza. Vicky estaba de vuelta.
Anthony estaba de vuelta. William y Nick todavía tenían algunas
diferencias que resolver, pero estaban cerca de encontrar una forma
nueva de prosperar juntos. Por mucho que odiara admitirlo, Nick
experimentando un poco de vulnerabilidad podría haber sido bueno para
él. Me enamoré de él porque parecía un dios entre los hombres, pero
fueron sus vulnerabilidades humanas las que me hicieron querer
desgarrar su alma y comprenderlo.
Al final del día, estos cuatro hermanos simplemente luchaban con
un mundo oscuro y tortuoso. Se les enseñó a navegar la muerte y el poder
con crueldad.
William se miró los zapatos antes de encontrarse con mi mirada.
—Supongo que nos quedamos —respondió en voz baja.
Abrí la boca, sin saber qué decir, pero se fue antes de que pudiera
descifrar mis palabras. Sentí su frustración y traición con cada paso que
puso entre nosotros.
—Entonces —comenzó Anthony—, supongo que ahora tenemos
que descubrir cómo robar el cuerpo de Cora, ¿no? —Cuando ninguno de
nosotros respondió, sus cejas se hundieron—. Quiero decir, es la única
manera, ¿verdad? Si Norman quiere terminar lo que empezó, apuesto a
que será un poco imprudente al hacerlo. Probablemente no será fácil
ponerle las manos encima, pero en realidad no conozco ningún otro cebo
que lo saque de su zona de confort. Además, dado que es mi plan, me
gustaría tener la oportunidad de preguntarle a qué sabe el cerebro. Pasé
por toda una fase zombi y siempre he tenido curiosidad.
Me reí. Nick apretó la mandíbula.
—Parece bastante obsesionado conmigo —dijo Vicky—. Solo digo,
si necesitas un cebo…
Nick la interrumpió.
—Absolutamente no. Nos llamaste aquí para ayudarte, y vamos a
ayudarte. Ponerte en peligro no es una opción. 174
Los ojos de Vicky se humedecieron. Me pregunté si Nick se daba
cuenta de lo mucho que necesitaba oír eso de él. No pude evitar ver una
vez más ese rayo de esperanza enconándose entre nosotros.
Estaba asustada. Pero estábamos todos juntos.
Me senté en el borde de la cama mientras veía a Nick intentar
quitarse la ropa. Quería levantarme y ayudarlo, pero también disfrutaba
viendo su terquedad. Mientras se movía, gemía de dolor, y supe sin duda
que necesitaba seguir hospitalizado. Su determinación de salir y
deshacerse de Norman iba a abrir uno de sus puntos y retrasar su
curación.
—¡Mierda! —maldijo antes de dejar caer las manos a los lados. El
hecho de que se estuviera moviendo ahora mismo era un testimonio de
su tenacidad. A Nick no le gustaba parecer frágil. Lo estaba matando
sentirse tan indefenso. Tal vez necesitaba este momento. Tenía que 175
reconocer que algunas cosas estaban fuera de su control.
—¿Quieres ayuda? —pregunté a medida que lo observaba
abiertamente.
—No seas condescendiente conmigo —me contestó. Me levanté
lentamente y me acerqué a él. La habitación estaba a oscuras, aparte de
una pequeña lámpara de mesa en la mesita de noche. Alquilamos una
casa en un suburbio de Miami con un nombre falso. Nick envió un
mensaje a su casa para que vinieran aún más hombres, y en ese
momento estaban haciendo turnos para caminar en círculos alrededor
del perímetro. Me sentía relativamente segura, pero cada ruido me hacía
estremecer y mirar por encima del hombro.
Norman encarnaba todo lo malo que había pasado mi vida
investigando. Había leído sobre asesinos siniestros y todas las formas que
adoptaban. Pero era aterrador pensar que pronto nos encontraríamos
cara a cara con el verdadero caníbal. Me preguntaba qué lo hizo ser así.
¿Fue su hermana controladora? ¿El trauma de estar encerrado y casi
morir? ¿O siempre fue algo innato en él? Una llama pequeña que avivó
hasta que se convirtió en un infierno rugiente que desgarró su psique.
Nick no me miró cuando me acerqué a desabrochar su camisa. Su
orgullo lo mataría.
Teníamos que cambiar la gasa de su hombro, ya que había
sangrado a través de ella.
—Me gustaría que descansaras —le dije en voz baja. No intentaba
hacerlo sentir menos hombre, simplemente lo amaba.
—Si fueras mi enfermera, tal vez me habría quedado en ese maldito
hospital —murmuró antes de acercarse lenta y pausadamente a rozar mi
mejilla con el pulgar. Cada movimiento le hacía hacer una mueca de
dolor, pero aun así, se acercó a mí. Me incliné hacia su toque,
completamente consumida por el alivio de que siguiera aquí, de que
siguiera haciéndome enojar con su actitud decidida y controladora.
Una vez que se quitó la camisa del cuerpo, lo acompañé
suavemente hasta una silla y lo senté.
—Te cambiaré el vendaje —dije antes de retirarme al baño
adyacente a por el botiquín.
En el espejo del baño, vi mi reflejo e hice una mueca. Tenía un
aspecto horrible. Tenía el cabello enmarañado en la parte superior de la
cabeza. La ropa me quedaba un poco pequeña; tuve que ajustarla para
que me quedara bien, pero seguía sin estar bien. Tenía los ojos inyectados
en sangre y las mejillas hundidas. La tensión de este mundo me estaba
matando una vez más.
Volví a entrar en el dormitorio, con el botiquín en la mano, y resistí
las ganas de llorar cuando vi a Nick. Tenía los hombros encorvados y
parecía inquieto. Su rostro estaba fijado en una mueca permanente de
dolor. Probablemente no conseguiría dormir esta noche porque estaría
176
demasiado consumida viendo cómo sus pulmones se movían de arriba
hacia abajo mientras descansaba. No me gustaba el hecho de que no
estuviera monitoreado en un hospital, pero también me sentía impotente
para detenerlo.
Se estremeció cuando le toqué el hombro suavemente.
—Vamos a limpiar esto, ¿de acuerdo? —susurré.
Me costó mucho no vomitar en cuanto le quité las vendas. Cómo
estaba funcionando ahora, era un milagro. Podía ver las marcas de los
dientes grabadas con fuerza en su piel. El pus y la sangre se escurrían.
¿Y si se infectaba? Me apresuré a limpiar la herida y a vendarla,
intentando hacerlo lo más rápido posible para aliviar parte del dolor que
Nick estaba experimentando.
—Háblame —susurró. Sentí que necesitaba la distracción.
—Ni siquiera sé de qué hablar —dije con impotencia—. Las cosas
están raras entre nosotros. Estoy enfadada porque te fuiste del hospital.
Me enoja que nos quedemos aquí en Miami.
—Tengo que hacer esto, Juliet —dijo con voz ronca.
Terminé de vendarlo y di la vuelta para mirarlo de frente. Me
arrodillé a sus pies, lo miré a los ojos y hablé.
—No tienes nada que demostrarme. Sé que eres fuerte, capaz e
invencible.
Nick bajó la mirada a la alfombra por un momento breve, y quise
abrir su mente para entender lo que estaba pensando.
—Mi padre me enseñó a no dejar nunca vivo a un enemigo —
admitió.
No pude evitar preguntarme si Nick se sentía fracasado. Sus padres
lo presionaron tanto para que dirigiera su imperio, protegiera a sus
hermanos y siguiera todas esas reglas arcaicas en su afán de poder. Nick
era un hombre moldeado por las enseñanzas de su padre. Tuvo que
endurecerse para manejar el tipo de vida que vivía, pero lo rompió.
—Eres tan hermosa, ¿lo sabías? —murmuró—. Quiero enfadarme
contigo. Quiero castigarte.
Tomé su mano y me apretó suavemente.
—Entonces, ¿los dos estamos enfadados con el otro? —pregunté—
. ¿Eso significa que debo dormir en el sofá esta noche? —De ninguna
manera iba a dormir en el sofá, pero teníamos que resolver esto. No
habíamos tenido la oportunidad de hablar de todas las cosas que se
acumulaban entre nosotros como una montaña que ninguno de los dos
quería escalar. Si por mí fuera, pasaría por encima de nuestros
problemas para llegar a donde él estaba.
—Quédate conmigo esta noche —susurró Nick.
Lo ayudé a despojarse de los calzoncillos y nos dirigimos a la cama 177
grande con sábanas lujosas que había en el centro de la habitación. Lo
ayudé a tumbarse antes de arrastrarme sobre el colchón a su lado. No
podía apoyar la cabeza en su pecho, pero enhebró sus dedos entre los
míos y me abrazó con fuerza.
—Haría cualquier cosa por ti —susurró Nick. Para algunos, la
declaración parecería una promesa vacía, pero sabía lo serio que estaba
siendo Nick. Yo era su mayor debilidad. Giró la cabeza para mirarme, y
pude ver su expresión amable en la elegante habitación oscura—. Quiero
casarme contigo —susurró.
Sabía que era sincero, pero la frase me hizo reír. Los analgésicos
debían de haber hecho efecto.
—Sabes que primero tienes que pedírselo a la abuela —respondí.
—Voy a trabajar duro para ser digno de ti —dijo entonces.
—Nick, esa es la cuestión, nunca te pedí que te probaras a ti
mismo. Solo te quería a ti. No necesito los muros que estás dispuesto a
construir a mi alrededor. No necesito tu seguridad financiera. No necesito
tu protección, ni tus regalos. Necesito tu tiempo, tu amor y tu aceptación.
Necesito espacio para respirar, y confianza. Más que nada, necesito
confianza.
Me apretó la mano con las pocas fuerzas que tenía. Intuí que pronto
se quedaría dormido.
—Podrías tenerlo todo. Todo de mí —respondió con cortesía. Me
moví para besarlo en la frente. Sus palabras dulces y creíbles, pero solo
el tiempo nos daría la oportunidad de aprender y crecer en nuestra
relación de forma que volviéramos a estar sanos.
—Vete a dormir —susurré.
Y Nick obedeció.

Desperté cuando alguien tocó mi hombro con su dedo ligero.


Toque, toque, toque. Abrí lentamente mis ojos pesados, y la visión
sombría de Vicky de pie sobre mí me hizo jadear de miedo. Durante un
tiempo, ella fue la protagonista de mis pesadillas, y en mi estado de
somnolencia, casi olvidé que estábamos intentando estar mejor de nuevo,
intentando siendo la palabra clave.
Después de llevarse el dedo índice a los labios, me sonrió con
maldad antes de señalar la puerta con la cabeza. Miré a Nick y vi que
dormía plácidamente, o al menos tan plácidamente como podía, dadas
las circunstancias. Su rostro hermoso seguía retorcido por la agonía,
como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no pudiera escapar.
178
Con un suspiro somnoliento, me levanté de la cama y la seguí por
la puerta del dormitorio hasta el salón luminoso. Tuve que parpadear
para aliviar el escozor de las luces duras. Anthony y William se habían
marchado hacía horas, antes de que nos durmiéramos, y todavía no
habían salido. Los dos estaban trabajando en nuestra trampa para
atrapar a Norman y eliminarlo.
Vicky me habló con cautela mientras yo bostezaba.
—Siento despertarte, pero Anthony quería que me asegurara de
que habías cenado. No estoy segura de que hayas comido nada hoy.
Luego señaló una mesa llena de tacos y arroz español. Al verlo, mi
estómago retumbó y se me hizo la boca agua de inmediato.
—Gracias —dije, aclarando mi garganta.
Vicky se sentó a la mesa y tomó un tenedor. Tras ella, sentí
inquietud ante la perspectiva de pasar toda una comida a solas con ella.
Había algo íntimo en el ritual de compartir la comida que me hacía sentir
cautelosa. Durante nuestro viaje por carretera, permanecimos en silencio
la mayor parte del tiempo. Aunque tenía hambre, no estaba segura de
poder comer cordialmente con ella. Quería confiar en ella, pero no lo
hacía. Quería volver a amarla, pero no podía. Tenía que forzarme a no
enfadarme con ella por las heridas de Nick. No era directamente su culpa,
pero sus acciones impulsivas condujeron a la gigantesca bola de nieve de
la que estábamos huyendo.
—Solía traerte tacos de Dick, ¿te acuerdas? —preguntó Vicky con
una sonrisa. Parecía desesperada por hacer contacto visual conmigo y
conectar—. Estaba ese camión de tacos que siempre te gustaba. —Asentí
antes de tomar mi comida y darle un mordisco. Estaba muy buena. Una
explosión de sabor rebotó a lo largo de mi lengua, y tuve que resistir el
impulso de gemir. No me había dado cuenta del hambre que tenía. Era
difícil digerir la comida con la visión de la cabeza cortada de Luca
ahogando mi mente con el miedo. Sin embargo, agradecí la reacción
normal al trauma. Era mejor que estar insensible a todo.
—De nada —dijo Vicky. Asentí con entusiasmo, aunque todavía
había una reticencia en mi pecho. Estar a solas con Vicky se sentía mal.
Me miró fijamente, esperando que volviera a hablar. Pero prefería el
incómodo silencio. Al menos, así era auténtica conmigo misma. Forzar
una conversación superficial con Vicky no me gustaba.
Se aclaró la garganta.
—Entonces, ¿cómo estaba Nick? —preguntó.
Dejé mi taco y la miré fijamente.
—Tenía mucho dolor. Le cambié algunas vendas, pero
sinceramente ahora debería estar en un hospital. Estoy nerviosa por él.
Todo esto me parece muy imprudente. Deberíamos estar en un avión de
vuelta a Kansas City ahora mismo. Ni siquiera estoy segura de que
179
deberíamos haber venido aquí.
La expresión juguetona de Vicky cayó en territorio neutral.
—Me culpas —dijo—. Entiendo por qué. Solo tenía la esperanza de
que estuviéramos mejorando.
No sabía cómo explicarle lo que sentía. El perdón venía en oleadas.
Era una cosa de ida y vuelta con la que luchaba. Una parte de mí quería
recuperar a mi amiga. Durante mucho tiempo dependí mucho de ella.
Pero entonces recordé lo que sentí al estar encadenada a esa silla en el
almacén, el fuego besando mi piel mientras sollozaba. No pude evitar
pensar en Anthony y en su constante caída en la locura instigada por su
traición todos esos meses atrás.
Pero decir todo esto en voz alta era como golpear a un caballo
muerto. Vicky sabía lo que hacía. Ninguna cantidad de vocalización de
mis quejas iba a mejorar esto. Pero obligarme a sentir algo que no podía
sentir también estaba mal. El perdón era un arma de doble filo, y seguía
sacando el arma de mi espalda.
Vicky buscó mi rostro con sus ojos. Ver su mirada inquisitiva me
hizo enfadar. Se aclaró la garganta.
—Mi padre solía decirme que era demasiado impulsiva para este
negocio —dijo—. Me ponía a prueba todo el tiempo y me hacía preguntas
solo para ver cómo respondía. No tardó en darse cuenta de que no
encajaba en este mundo. Me aburrí del ajedrez. Busqué el camino más
fácil y perezoso hacia el éxito. Todos mis hermanos tuvieron que matar a
alguien antes de ser iniciados. Pero yo no.
Me enderecé de nuevo en mi asiento, en parte sorprendida de que
se abriera sobre su vida. Su pasado siempre había sido un secreto para
mí. Nunca me habló de sus hermanos, su educación, sus miedos o sus
remordimientos. Durante mucho tiempo de nuestra amistad, lo único
que escuché fueron referencias vagas a sus padres. Era extraño oírla
hablar específicamente de sus padres.
—Mis hermanos son buenos con los puños. Él los entrenó para ser
asesinos y conquistadores. A mí me entrenaron para ser una
manipuladora. Un juguete deseado. Al crecer, mi mayor fuerza fue mi
apariencia. —La correa de su camiseta de tirantes se deslizó sobre su
hombro.
Agarró una tortilla y arrancó un trozo, llevándoselo a la boca con
una mirada distante.
—Mi madre quería más para mí. Sabía lo que les podía pasar a las
chicas atractivas en este mundo. Quería mucho a mi padre. Pero no
quería la misma vida para mí. —Mantuve la boca cerrada, demasiado
asustada para hablar y arruinar el momento. Me dolía saber más sobre
la chica que se convirtió en mi mejor amiga, y luego me traicionó. 180
—Mis hermanos no lo entendieron, ¿sabes? Tenían sus propias
luchas. Sus propias responsabilidades. Pero cuando Nick se hizo cargo,
se puso peor. Entristecí a mi madre. Ella era la única persona que
intentaba activamente sacarme de aquí. No solo se esperaba que fuera
una cara bonita para el imperio, sino que Nick era aún más controlador
que mi padre. No lo culpo por ello. Estaba asustado, y con razón. Pero
era como estar enterrada viva.
—Tú querías salir —dije en voz baja.
Dejó escapar un suspiro y miró por la ventana el cielo nocturno.
Desde su lugar en la mesa de la cocina, parecía etérea.
—No me di cuenta en ese momento, pero me apoyé mucho en ti
para tener una sensación de normalidad y libertad. También fui un poco
egoísta al respecto. Nuestra amistad no se trataba de amistad, sino de
escapar. Me daba vértigo tener un secreto de Nick. Me hizo sentir una
sensación de independencia que nunca había tenido.
¿Qué estaba diciendo? ¿Esto significaba que nunca fuimos amigas
de verdad?
—¿Recuerdas el podcast que hiciste sobre las mujeres que se
quebraron? —me preguntó.
Asentí. Era uno de mis podcasts más populares. A la sociedad le
encantaba oír hablar de mujeres que perdieron la cabeza por completo.
Los hombres lo hacían todos los días, pero cuando una mujer finalmente
se rompía, se rompía maravillosamente. Era como una tormenta
destructiva que arrasaba con todo a su paso.
—Me quebré, Juliet. Fue feo, despiadado y doloroso. Me arrepiento
de haber acudido a Cora, pero tienes que entender que ella se sentía como
mi única opción. Había intentado huir, y Nick me detuvo. Había intentado
superar mi estatus en este mundo criminal, pero mi padre me recordó
constantemente que no era más que un cuerpo caliente para un hombre.
No fui criada para sentirme como una princesa. Fui criada para sentirme
como un activo.
—¿Alguna vez te preocupaste por mí? —le pregunté. Necesitaba
saberlo. Por aquel entonces, la vida era como aguantar la respiración, y
verla una vez a la semana era el único momento en el que podía boquear
para seguir respirando. Me sentía sola y apenas sobrevivía.
—Me importaba. Todavía me importa. Te quiero. Pero cuando
hablábamos de mis hermanos y de cómo exigías que te trataran como te
mereces, me hizo darme cuenta de que fui tan mala como ellos. Hice que
me conocieras en mis términos. Vi lo sola que estabas e hice lo que estaba
entrenada para hacer: te manipulé. Fue una mierda. Pero estaba tan
adicta a la sensación de libertad que no me importó. Sin embargo, me
arrepiento.
—Tus hermanos están aprendiendo. Creo que tú también podrías 181
aprender.
Vicky asintió.
—Si quieres saber de mi pasado, te lo diré. Si quieres espacio, te lo
daré. Si quieres perdonarme, me costaría sentirme merecedora de tu
perdón, pero lo aceptaría amablemente. Verte enseñarles a mis hermanos
a amarte me hizo darme cuenta de que quiero aprender a ser tu amiga.
—Lo estoy intentando —dije suavemente—. Solo se necesita
tiempo. Pero, ¿hablas en serio? ¿Puedo preguntarte cualquier cosa?
Ella sonrió.
—Cualquier cosa.
—Háblame de tu relación con tus hermanos. Hace unos meses
estabas dispuesta a matarlos a todos. Estoy intentando entenderlo.
Vicky asintió, el movimiento haciendo que parte de su cabello rubio
pálido cayera de su moño desordenado.
—Son todo lo que tengo —respondió encogiéndose de hombros—.
En conjunto, no son la familia que habría elegido para mí. Pero son la
familia que tengo. —Me pregunté si por eso le resultaba extraño que los
eligiera activamente todos los días.
Continuó.
—Le digo a todo el mundo que soy más unida a Anthony, pero es
mentira —respondió—. Los dos fuimos rechazados por la familia,
fracasos por derecho propio. Así que nuestros padres nos juntaron
mientras se centraban en los niños en los que realmente podían confiar
para dirigir su imperio. Eso no significa que nos quisieran menos,
simplemente no veían el sentido de invertir en relaciones con nosotros.
Anthony y yo nos entendemos, pero entre tú y yo, en realidad estoy más
unida a William.
—¿William? —pregunté con escepticismo. Tenía sentido. William
había confiado en Vicky cuando empezamos a salir. William también era
la persona en la que Vicky confió para presentarme. Sin embargo, quería
escuchar su perspectiva al respecto.
—William se preocupa por mí, pero no me asfixia. Siento que puedo
ser yo misma a su lado. Es el hermano mayor con el que puedo contar.
Probablemente por eso está tan enfadado porque no acudí a él cuando
Norman empezó a acosarme. Supongo que soy la que más lo admira de
todos ellos, por es muy difícil. Mi traición les dolió a todos, pero a William
le dolió de otra manera.
—¿Y qué pasa con Nick? Hoy querías hablar con él, ¿de qué
hablaron? —pregunté.
—Nick es un imbécil —dijo Vicky sin ninguna duda—. Pero creo
que ahora lo entiendo mejor. Solía pensar que era un superhéroe
invencible. Pero ahora creo que solo está asustado. Asustado de
decepcionar al fantasma de nuestro padre. Asustado de meter la pata y 182
hacernos daño. Asustado de perderte. Asustado de estar solo. Todo lo que
hace está motivado por el miedo.
Me resultaba difícil imaginar que Nick tuviera miedo de algo.
Parecía tan frío como una piedra e inamovible. Como un árbol orgulloso
con raíces profundas.
—¿Y qué hay de ti, Vicky? —pregunté—. ¿Quién eres tú? Mañana
vamos a derribar a Norman. Luego, todos vamos a empacar y tratar de
volver a nuestras vidas. ¿A qué vida vas a volver?
Mi pregunta pareció sorprenderla. Prácticamente estaba colgando
en el borde de mi asiento, esperando su respuesta.
—Voy a volver a mi libertad —respondió al instante. Después de
todo, la libertad era lo único que quería. Es lo que la motivó a hacer lo
que nos hizo—. Pero también voy a ser una mejor hermana y amiga.
Ahora que estoy fuera de este mundo de locos, puedo verme con claridad.
Se inclinó sobre la mesa, mirándome fijamente.
—La verdad es que todos somos un producto de este mundo jodido,
Juliet. Parte de amarlos significa amar también su maldad. Anthony casi
te mata. Nick te controló. William te rompió el corazón. Has decidido que
son perdonables. Solo espero que un día puedas ver que yo también lo
merezco. No se trata de ser bueno o malo. Se trata de darse cuenta de
que todo lo que tenemos es el uno al otro. Somos mejores juntos. Me tocó
estar lejos de ellos para darme cuenta.
Me costó mucho reconocer lo que hizo Vicky, pero mi instinto me
decía que estaba siendo muy auténtica y genuina conmigo. Aunque mi
instinto humano más básico era guardar rencor, sentí que su honestidad
nos impulsaba a una realidad nueva. Una amistad nueva. Nunca
volveríamos a ser lo que éramos, pero quizás una vez que saliéramos de
este lío, podríamos ser más.

183
Fue una tarde espeluznante para un funeral falso. Fue una
producción dramática ambientada en un cementerio en ruinas. El lugar
de descanso final de Cora no era más que un terreno en ruinas y una
placa con las palabras:
Aquí yace una perra que murió.
El título fue idea de Nick. Le molestaba que estuviéramos siguiendo
con tanta ceremonia para una mujer que hizo de su vida un infierno.
Regresaría a la tierra de la misma forma en que vivió: sin complicaciones,
olvidable y con el propósito de algo mucho más grande que ella. Era un
chivo expiatorio para cosas más grandes. 184
El dueño del cementerio nos dio rienda suelta en la tierra por una
tarifa generosa. Incluso nos dejó usar su depósito de cadáveres en la
propiedad. El lugar era barato y se estaba cayendo a pedazos, pero
también en su mayoría fuera de la red. No teníamos que preocuparnos
de que nadie viniera aquí para ver lo que estábamos haciendo.
No habría palabras de esperanza susurradas con reverencia,
sacerdote, ni oraciones dichas sobre su cuerpo maltratado esta noche.
Nick quería arrojarla al suelo como basura olvidada a un lado de la
carretera. Quería que su cuerpo se derrumbara y se contorsionara
cuando golpeara el suelo solo para que pasara el resto de su vida
incómoda, ni siquiera descansando.
Y luego, al atardecer, esperábamos a que llegara Norman.
La morgue era una casa de ladrillo de dos niveles que parecía haber
visto días mejores. En el último piso vivía el dueño del cementerio, y en
el primer nivel estaba la funeraria. Al final de un pasillo largo y oscuro
era donde se realizaban las cremaciones y embalsamamientos. El polvo
cubría todas las superficies del espacio.
—¿Cuánto falta para que se cave el hoyo? —preguntó Nick a
William. Vicky y yo estábamos sentadas en una mesa inestable. En
realidad, no había hablado desde que llegamos. No estaba segura de lo
que podía decir. No estaba de acuerdo con esto. Y no me gustaba sentirme
como un blanco fácil.
William estaba mirando un folleto sobre ataúdes y no se molestó
en levantar la vista cuando respondió.
—Debería estar listo en unos treinta minutos más. Las cámaras de
visión nocturna están instaladas y todos los hombres saben dónde
esconderse. El obituario de Cora se publicó temprano esta mañana, y la
policía ha hecho una declaración de que irá a su lugar de descanso final.
Si él está mirando, sabrá que está aquí.
Golpeé mi pie en los pisos de madera. William lo había logrado todo.
Me sorprendió que lograra que la policía de Miami entregara el cuerpo de
Cora. Su eficiencia me impresionó. Su efectividad y profesionalismo
ayudaron a Nick y también lo irritaron.
Me sentía muy bien con las cosas hasta que William continuó.
—Pero, por supuesto, lanzamos este plan idiota en poco más de un
día. No tenemos mucha mano de obra, y este tipo probablemente sabrá
que estamos aquí esperándolo. Es una trampa estúpida, y no puedo
esperar a que falle para que todos podamos irnos a casa.
—Si falla, es tu culpa —gruñó Nick.
—Cierto —continuó William—. Los planes que funcionan son
tuyos, y los que fallan son míos. ¿Cómo pude haberlo olvidado?
Sentí que Nick estaba sufriendo. Se negó a tomar ningún
medicamento y se arriesgó al estar consciente para el trabajo de esta 185
noche, pero apenas podía caminar. No estaba segura de lo que pensaba
que estaría haciendo esta noche. Lo más probable es que uno de sus
hombres capturara a Norman, y Nick saldría arrastrando los pies para
ponerle la última bala en el cráneo.
—Aún no sé por qué tuvimos que hacer esto de noche —dijo
Anthony. Estaba paseando por los pisos junto a la puerta principal, con
los brazos cruzados sobre el pecho. Cada pocos minutos, tiraba hacia
abajo de su gorro.
Su malestar era inusual para mí. Anthony típicamente prosperaba
en lugares como este. Pero ni una sola vez hizo una broma o pidió tomar
fotografías del crematorio. Ni siquiera había abierto el ataúd de Cora para
mirar dentro.
Anthony estaba intentando cambiar, y esta experiencia se sintió
como poner a un alcohólico en una habitación llena de whisky caro.
El sol se estaba poniendo afuera, arrojando un brillo brumoso
sobre las lápidas. Iba a haber una tormenta esta noche. William suspiró
y frotó sus gemelos.
—Entonces, si no aparece, ¿podemos irnos a casa?
—Aparecerá —murmuró Anthony.
—¿Qué te hace estar tan seguro? —preguntó William. Nick cerró
los ojos. Estaba respirando con dificultad. Dentro y fuera, dentro y fuera.
No me importaba si tenía que arrastrarlo al jet privado y pegarlo con cinta
adhesiva a un asiento. Nos íbamos a casa después de esto. Quería que
un médico lo revisara pronto.
—Es una obsesión —graznó Anthony—. Lo entiendo.
—No te pareces en nada a él —dijo Vicky en voz baja, intentando
tranquilizar a su hermano. Aprecié que ella le dijera eso. Tal vez si
Anthony lo escuchaba lo suficiente, comenzaría a confiar en mí otra vez.
El teléfono de William sonó y se aclaró la garganta.
—El hoyo está listo. Terminemos con esto. El pendejo no viene. Solo
otra noche de insomnio persiguiendo tonterías.
William se puso de pie, y Nick también se puso de pie lentamente.
Sus extremidades temblaron mientras lo hacía.
—Iré contigo. Quiero despedirme de la perra.
—No estás en posición de caminar…
—¡Dije que voy! —rugió Nick, interrumpiendo a William—. Y estoy
cansado de oírte quejarte de este plan. O estás dentro o estás fuera,
William. Puedo hacer esto sin ti si es necesario.
Las cejas de William se levantaron.
—Ah, puedes, ¿eh? Apenas puedes caminar, Nick. ¿Y tú ibas a
organizar este lío? ¿Encontrar un cementerio a punto de hundirse que 186
nos permita pagarles una suma global para que podamos hacer cosas
turbias en su propiedad? ¿O ibas a llamar al periódico y poner un
obituario en el último minuto? Pregúntame cómo conseguí el cuerpo,
Nick.
Nick se veía tan pálido. Apenas podía ponerse de pie.
—William —susurré en advertencia—. Suficiente, por favor.
William me miró, el hielo en su mirada me hizo erizarme.
—Me voy. Todos ustedes obviamente tienen esto manejado. Hice mi
parte.
—¡William! —gritó Vicky mientras corría hacia la puerta.
Se detuvo y la miró.
—¡Déjame en paz, Vicky! Las mierdas eran mejores cuando no
estabas —dijo con una voz de acero antes de salir por la puerta principal
hacia su auto.
Vicky negó con la cabeza, pero no pareció desconcertada por sus
palabras.
—Es una reina del drama —respondió—. Estará de vuelta.
—Una vez que esté mejor, voy a patearle el trasero —se quejó Nick.
—Oooo —interrumpió Anthony—. Podrías, ya sabes, darle las
gracias por ayudarte.
Ignorando la broma de Anthony, Nick caminó con cuidado hacia la
puerta. Me levanté, lista para ayudarlo en caso de que se cayera.
—Quédate —exigió mientras me señalaba—. Estoy bien. Me
aseguraré de que desechen su cuerpo y regresaré. Quiero hacer esto solo.
Negué con la cabeza.
—Podemos ir…
—¡Dije solo! —gritó Nick—. Yo solo… necesito…
Anthony miró a Nick.
—¿Estás persiguiendo moscas, Nick? —preguntó.
Las emociones subieron por mi garganta como un exorcismo, y de
repente volví a la noche en que me escapé con mis pensamientos y tuve
un colapso mental completo. Los chicos habían estado allí para mí,
aplastando moscas imaginarias como si pudieran vencer a los demonios
en mi mente por pura voluntad.
Odiaba que Nick quisiera hacer esto solo, pero también lo entendía.
Nick se miró las manos.
—No ahuyento moscas, Anthony. Pongo bombas en sus pechos y
las veo iluminar el cielo como jodidos fuegos artificiales —murmuró antes
de salir arrastrando los pies por la puerta. 187
Al momento en que la puerta se cerró, me moví de mi lugar a la
ventana para poder mirar la espalda de Nick mientras caminaba hacia el
lugar del entierro a unos quince metros de distancia.
—Va a romper todos sus puntos —murmuré para mí.
—Estoy segura de que podríamos encontrar una aguja e hilo por
aquí en alguna parte. La morgue probablemente esté llena de cosas —
respondió Vicky con sarcasmo—. También traje el botiquín de primeros
auxilios. Está por aquí en alguna parte… —Por el rabillo del ojo, la vi
ponerse de pie y comenzar a buscarlo.
Me moví para seguir mirando la espalda de Nick. Deambuló
lentamente por el cementerio, sin que ninguno de sus hombres se
atreviera a ayudarlo por temor a que ejerciera su autoridad y les
demostrara cuán capaz era con una hábil bala alojada entre sus ojos.
Anthony se movió para permanecer a mi espalda, y sentí su aliento
cálido descender por mi cuello expuesto.
—Estará bien —susurró Anthony.
Me di la vuelta y lo enfrenté.
—Seguro que tienes mucha paciencia y comprensión por el hombre
que te envió lejos.
Anthony sonrió.
—No lo culpo por enviarme lejos. Necesitaba trabajar en algunas
cosas. Y en este momento, solo necesita luchar contra sus demonios. Así
como él me ha dado espacio para procesar mi propia mierda una y otra
vez, yo le estoy dando espacio para que haga lo mismo. Ten gracia para
él.
Tomé las mejillas de Anthony.
—Eres demasiado bueno, Anthony —dije.
Agarró mis dos manos y las bajó con gentil precaución.
—No lo soy —susurró. Estaba a punto de preguntarle qué pasaba,
pero el grito estridente de Vicky nos detuvo a ambos en seco.
Anthony se dio la vuelta cuando su súplica demoledora se
interrumpió abruptamente y quedó amortiguada. Salté a la acción y me
moví a su lado para ver qué estaba pasando, justo cuando una figura en
la sombra comenzó a arrastrar a Vicky por el pasillo. Sus piernas
patearon y resbalaron cuando un hombre altísimo la jaló por las axilas.
Tenía cinta adhesiva sobre la boca, pero sus ojos muy abiertos
expresaban el miedo que sentía.
¿Pensé que estábamos seguros? William hizo revisar el perímetro
dos veces.
Nos alcanzó mientras se deslizaba en la oscuridad. Los marcos de
los cuadros que cubrían las paredes se cayeron y los cristales se hicieron
añicos a su alrededor. Anthony entró en acción y los persiguió. Me tomé 188
un momento extra para abrir la puerta principal, me incliné sobre el
umbral y dejé escapar un grito escalofriante.
—¡¡¡Ayuda!!!
Ni siquiera esperé a ver la reacción de Nick. El cielo nocturno se
estaba poniendo sobre el cementerio, y los sonidos de los cuerpos
luchando me espolearon hacia adelante. Mis pies golpearon contra los
pisos de madera de la funeraria, y bombeé mis brazos a medida que corría
hacia donde desaparecieron Anthony, Vicky y el hombre en sombras. Un
estruendo fuerte me rodeó, sacudiendo las paredes para quitarles el polvo
y la suciedad mientras caía. Sonó como un maldito cañón estallando.
Mis palmas tocaron el suelo y me obligué a levantarme, ignorando
la aguda sensación del vidrio clavándose en mi piel. Luego tropecé por el
pasillo largo y atravesé el edificio, mi piel se erizó con piel de gallina a
medida que avancé. Mi corazón se aceleró al ritmo de mis pies, y un
manto de oscuridad total cubrió mi visión.
En la entrada de la morgue, choqué con algo sólido y grité de dolor
cuando ambos caímos al suelo. Anthony maldijo. Grité cuando mi piel se
raspó contra el concreto.
—Vete de aquí —siseó Anthony mientras me ayudaba a levantarme.
En algún lugar de la habitación resonante, escuché a Vicky luchar
contra su mordaza de cinta adhesiva. Sus gemidos no eran más que
aullidos ahogados.
—Estoy tan contento de que todos pudiéramos encontrarnos —dijo
una voz tranquila desde la oscuridad.
Agarré el brazo de Anthony, el terror que me recorría me hizo
apretar tan fuerte que mis uñas casi perforaron su piel.
—Muestra tu maldita cara —gritó Anthony.
—Como desees —respondió Norman antes de encender las luces.
Mis pupilas gritaron por la rápida invasión de brillo, pero escaneé la
habitación rápidamente en busca de Vicky.
La máquina de cremación con sus puertas de metal y su
impresionante panel de pantalla táctil estaba en el otro extremo de la
habitación, y justo en frente de ella, un hombre vestido con un suéter y
pantalones estaba parado allí. Sus dedos ágiles estaban envueltos
alrededor de un cuchillo afilado que sostenía en el cuello de Vicky. Pateó
y golpeó, intentando desesperadamente alejarse de él, pero sus
movimientos bruscos hicieron que cortara su piel suave. Se volvió
instantáneamente complaciente cuando se dio cuenta de la facilidad con
la que podía cortarle la yugular.
—Encantado de conocerte, Anthony —dijo Norman antes de
lamerse los labios y mirarnos—. Mi hermana me contó historias de ti.
—Cierra la puta boca —dijo Anthony antes de sacar su navaja de 189
su bolsillo y apuntar a Norman—. ¿Cómo entraste aquí?
Norman se humedeció los labios.
—Estoy acostumbrado a esperar en lugares tranquilos y oscuros.
Nadie sabía que ya estaba aquí. Si hubieras pasado menos tiempo
discutiendo y más tiempo haciendo un buen uso de tu cerebro, tal vez
podrías haberlo evitado. Cora te hizo sonar como si fueras invencible.
Pero dejas que tus diferencias te distraigan. Suerte mía, supongo. —
Luego, Norman simplemente nos sonrió a los dos mientras usaba su
mano libre para llegar detrás de él y encender la máquina de cremación.
Un estallido fuerte indicó que la jaula de metal llena de fuego infernal se
había puesto en marcha—. Cora dijo que le recordabas a mí. Dijo que te
arrojaron a una pila de cuerpos fríos y te sentiste como en casa —dijo
Norman. La forma en que habló me puso la piel de gallina. Era sin vida.
La naturaleza monótona de esto tenía matices espeluznantes, como
hablar con el mal.
—Deja ir a Vicky.
—No puedo hacer eso. Vicky nunca será libre en este cuerpo. Ella
es como yo. —Norman se agachó hasta que su rostro quedó al nivel del
de Vicky. Observé con horror mientras arrastraba su lengua por su cuello
para lamer la sangre de allí a medida que gemía. Intentó escapar, pero el
cuchillo afilado volvió a cortarle la piel, haciendo que más sangre le
resbalara por el pecho.
Anthony dio un paso adelante, incitando a Norman a actuar. El
hombre enloquecido se puso de pie y soltó el cuchillo para tirar del cabello
de Vicky, obligando a que lágrimas calientes de terror rodaran por sus
mejillas sonrojadas. La habitación estaba cada vez más caliente.
—Pensé que querías a Cora —comencé, intentando ganar tiempo.
¿Dónde estaban Nick y sus hombres?
Norman me miró, ladeando la cabeza hacia un lado de una manera
evaluadora que hizo que mi estómago se retorciera de disgusto.
—Voy a tener a Cora. Consumiré cada pedacito de ella hasta que
no sea nada. Ella pagará, no te preocupes. Simplemente no podía dejar
que mi pequeña mascota sufriera más.
Norman levantó a Vicky. Sollozó con fuerza, pero no podía escuchar
sus gritos de ayuda debido a la cinta. La única evidencia de su angustia
era la forma en que sus grandes ojos derramaban lágrimas. Sus piernas
temblaban. Su pecho subía y bajaba.
Anthony dio otro paso más cerca, su cuchillo levantado, cuando
Norman presionó un botón para abrir la puerta de la máquina de
cremación. El calor y el fuego escaparon de la puerta en oleadas fuertes.
Me estremecí ante el intenso resplandor abrumador. Anthony puso su
cuchillo en su boca y se abalanzó sobre los pies de Vicky, intentando
agarrarla y alejarla del psicópata que intentaba ponerla en el fuego.
Golpeó y golpeó a Norman, quien pareció imperturbable por sus
190
movimientos. Era imposiblemente fuerte, sus huesos como el acero.
Anthony agarró su cuchillo y se movió para apuñalar a Norman,
pero él se hizo a un lado y pateó la mano de Anthony, haciendo que el
cuchillo se esparciera por el suelo. Anthony lo siguió con la mirada,
momentáneamente lo suficientemente distraído como para que Norman
lo aprovechara.
Levantando su pie para hacer palanca, Norman golpeó con su bota
la cara de Anthony. Su bota aterrizó con feroz eficiencia, apartando a
Anthony de Vicky. Una salpicadura de sangre se esparció a lo largo de
los azulejos blancos de la nariz de Anthony, y me moví para ayudarlo,
pero Norman gritó:
—¡Alto! —Me congelé en el lugar, paralizada por mi miedo. Anthony
gimió. ¿Dónde diablos estaban Nick o William?
Norman luego levantó a Vicky y comenzó a empujarla hacia la
entrada en llamas. Su cabello se chamuscó y el humo llenó la habitación.
Anthony intentó levantarse pero titubeó.
—¡No! —grité mientras miraba alrededor de la habitación en busca
de algo que pudiera usar como arma. Cerré mis manos en puños y decidí
luchar por nuestras vidas justo cuando Norman empujó a Vicky de
cabeza al fuego.
Mi corazón se detuvo. El tiempo se hizo más lento. Las llamas
crepitantes gimieron.
Fue una especie de silencio agudo que me atormentaría por el resto
de mi vida. No gritó, no podía gritar.
La parte inferior de su cuerpo se contrajo mientras él continuaba
empujando y empujando.
Quemada, quemada, quemada.
Tuve un momento de vacilación, pero luego corrí hacia él. Sin
armas. Desesperadamente decidida a salvar a Vicky. Arremetiendo
contra su cuerpo alto, lo derribé lo suficiente como para soltar su agarre
sobre su cuerpo.
Norman y yo rodamos por el suelo. Su cuerpo duro fue un gran
peso contra el mío mientras lanzaba puñetazos en todas direcciones, ni
siquiera segura si mis golpes estaban haciendo algo. Tomó la delantera y
me presionó contra el concreto, empujando su muslo entre mis piernas
en el proceso. Por el rabillo del ojo, vi a Anthony gritar mientras intentaba
sacar a Vicky del fuego.
Sus miembros estaban quietos.
Demasiado quietos.
Enseñando los dientes, Norman avanzó poco a poco, sus pequeños
ojos fijos en mi cuello mientras lo hacía. Me sacudí y pateé. El humo
caliente llenó mis pulmones y mi visión se volvió borrosa.
191
—Me encanta cuando pelean —dijo Norman—. También te liberaré,
preciosa.
Iba a morderme la yugular, pero lo empujaron lejos de mí. Anthony
se paró sobre mí como un ángel de la muerte furioso, el fuego
construyéndose como alas detrás de él.
Me arrastré por el suelo hacia lo que podía ver de los zapatos de
Vicky. La habitación se había enturbiado tanto con el humo que la
zapatilla blanca era todo lo que podía ver.
Fuego. Demasiado fuego.
Anthony tiró a Norman al suelo, y me arrastré lejos de la pelea.
Necesitábamos salir de allí. El edificio en ruinas ni siquiera tenía
rociadores contra incendios en funcionamiento. Pronto, todo este lugar
estaría envuelto en llamas como el cuerpo de Vicky.
Estaba en modo de supervivencia, mis habilidades de
procesamiento estaban tan embotadas por el miedo y la adrenalina que
casi no me di cuenta de hacia dónde me estaba arrastrando.
Su piel carbonizada.
Su ropa quemada.
Su músculo y carne expuestos.
Sangre, mucha sangre.
Llamas consumiendo el aire a su alrededor.
Piernas que de vez en cuando se contraían por los nervios fallando.
Un hedor ahumado que olía a cabello quemado y vómito.
Vicky estaba muerta.
Un minuto, estaba viva.
Al siguiente…
Grité.
Y grité.
Mi garganta estaba seca.
El calor acarició mi cuerpo como un beso adormecedor.
Había alcanzado mi umbral de dolor.
—¡¡¡Juliet!!! —gritó Anthony.
Mi piel siseó, y me di cuenta de que mi camisa se había incendiado.
Anthony había estado luchando con Norman, pero lo empujó antes de
correr hacia mí para ayudarme a quitarme la ropa. Se abrió una puerta
lateral, creando un vacío de humo cuando Norman huyó. Anthony
arrancó la ropa de mi cuerpo, mi piel expuesta ardió en protesta, y
Anthony tiró de mi sostén deportivo mientras me empujaba hacia la
puerta abierta.
192
—¡Vicky! —sollocé.
Anthony me echó sobre su hombro y corrió hasta que el aire frío de
la noche nos recibió con alivio. Fue como cortar la brida que estaba
alrededor de mis pulmones. Los hombres nos rodearon mientras me
lanzaba en el aire. Mi corazón era esta cosa a medio latir que lloraba, oh,
lloraba.
—¡Muévanse! —gritó William antes de separarme de Anthony. Nick
estaba ladrando órdenes pero apenas estaba de pie. Intentó llegar a mí
desesperadamente. El tiempo pasó lentamente, y cuando su mano
aterrizó en mi brazo, grité.
—¿Dónde estabas?
—Norman detonó una bomba en la tumba —dijo William—. Se
disparó cuando gritaste. Nick estaba lo suficientemente lejos solo para
noquearlo, pero cuatro de nuestros hombres…
Ni siquiera podía procesar toda la muerte.
—¡Vicky! —sollocé mientras sostenía mi cabeza.
Odiaba el fuego. Odiaba cómo el humo envolvía mi cuerpo desnudo,
picando mi piel con brasas desafiantes. Odiaba el olor a carne quemada,
las cenizas pesadas en mi lengua, mi alma carbonizada como astillas en
lo profundo de mi pecho.
—Está muerta, Juliet —susurró Nick—. No hay nada más que
puedas hacer…
Lo empujé lejos de mí y sollocé fuerte e imprudentemente.
Arrastrando mis pies sangrantes sobre el concreto, caminé hacia el fuego.
El calor lamió mis mejillas. Las sirenas a lo lejos maldecían mis oídos.
—Muerta, muerta, muerta —susurró Anthony a medida que se
mecía de un lado a otro.
William fue el único que me impidió saltar a las llamas. Envolvió
sus brazos alrededor de mí mientras gritaba. Lo odié por salvarme, por
amarme.
Todo esto comenzó porque tomé una decisión. Porque me enamoré.
Porque era una chica solitaria aferrada a hombres peligrosos.
Ella estaba muerta por ellos.

193
Hola. Soy Anthony Civella.
Lo siento, mi mente está repleta de gente en este momento. Te daría
un asiento, pero simplemente no hay espacio. Ah. Bueno. Sí, párate en
la esquina junto al vagabundo muerto que encontré hace tres años. Hola,
Jacob. ¿Cómo estás? Saluda a tu esposa de mi parte.
Mi corazón está acelerado. Necesito concentrarme. Sé lo que tengo
que hacer.
A veces, los sin vida me llaman Wrath. Supongo que puedes
llamarme así si quieres. Estoy pasando por un cambio de nombre en este 194
momento. Gentil, gentil, gentil.
¿Pueden todos callarse de una puta vez? Estoy intentando
concentrarme. Ah, ¿tienes curiosidad por saber qué sigue? A estas alturas
ya deberías saber que soy una bomba de relojería a punto de estallar.
¿Acaso la cordura no es voluble? No contestes eso, amigo.
Estoy agarrando el volante con fuerza. La locura o tal vez la ira son
como ondas de choque dificultando la conducción. Afuera está oscuro.
Mi teléfono está sonando. Están pasando demasiadas cosas. Demasiados
sonidos. Demasiados pensamientos fluyen por mi mente.
¿No odias cuando la gente no deja de hablar? ¡Cállate, estoy
intentando escuchar!
—¿Hola? —respondo.
—¿Dónde estás? —pregunta William—. Juliet está preguntando
por ti, te necesita, Anthony. Ahora no es el mejor momento para volverse
jodidamente loco.
Chicos, actúa como si yo tuviera el control. Qué gracioso.
—William, esta es la razón por la que todo nuestro grupo es
perfecto. Necesito que estés ahí para ella ahora mismo. Actualmente
estoy en un safari por el desierto de Florida.
William maldice.
—Maldita sea, Anthony. No está preguntando por mí. Ella te quiere.
¿No puedes ser normal por una vez?
Me hormiguea la columna vertebral.
—Ooh, suenas como papá.
—¡Anthony, Vicky está muerta! —grita William.
Shhh, está bien, chicos. Solo está enojado. No lo dice en serio. No
sabe lo que me he propuesto hacer.
Venganza. Venganza. Venganza.
—Estaré pronto ahí. Deja de llamarme —digo antes de colgar el
teléfono.
Probablemente fue una mierda de mi parte irme de allí para dejar
que Nick y William se ocuparan de las secuelas. Lo sé, lo sé. Había tantos
cadáveres esperando que los saludara. Los amara. Los enterrara. Mis
pobres amigos, ahora uno con la tierra. Ensangrentados. Maltratados.
Golpeados y magullados.
Mi teléfono suena de nuevo. ¿Te importaría ponerlo en silencio por
mí? Gracias. De hecho, arrojémoslo por la ventana. Bueno. Adiós, celular.
Aprieto mi agarre en el volante. Me rio para mis adentros. Obligo a
que mis ojos se sequen. No hay tiempo para las lágrimas. Solo ira.
Entonces, tal vez se estén preguntando hacia dónde nos dirigimos. 195
Quizás estés enojado conmigo por no quedarme con Juliet. Quizás pienses
que he perdido la cabeza. ¿Cómo puedo perder algo que tengo tan
claramente? Todos ustedes aquí no existirían sin ella.
Florida es un pozo negro pantanoso. Es tan húmedo. Odio este
lugar. Norman compartió su dirección con tanta libertad. Si viviera en
una choza rodeada de caimanes, me avergonzaría. ¿Sabes lo que amo de
mi hermana? Ella nunca se avergüenza. Entra en una habitación y se
adueña de esa mierda, ¿sabes? Siempre me dice que tengo que
aceptarme.
La aceptación es un concepto muy divertido. ¿Cómo puedes
aceptar algo inevitable? La aceptación solo significa algo si tienes una
opción. Si te sucede a ti, solo es existir. Vivir. Respirar.
Conduzco por la carretera sinuosa. Los mosquitos que son
prácticamente del tamaño de mi mano golpean mi parabrisas. Salpican
los hijos de puta chupasangre. Hoy voy a matarlo. ¿Alguna vez has
matado a alguien? Es más fácil de lo que piensas. Los huesos se rompen.
Las venas estallan. Los ojos se abren. Las tripas se derraman. Los cuellos
se rompen. Somos una especie dolorosamente vulnerable. No se necesita
mucho.
Enciendo mis luces altas cuando entro en su camino. No tiene
sentido esconderse. Quiero que sepa que voy a por él. ¿Crees que siente
miedo? A veces me asusto. ¿Están conmigo? Hagamos esto juntos, ¿de
acuerdo? Terminaré con su vida. Míralo a los ojos para que nunca lo
olvidemos.
Salgo de mi auto.
Me apoyo en la puerta del lado del conductor.
Ahora, todos cállense. El espectáculo está a punto de comenzar.
Busquen las palomitas de maíz.
Norman sale como si nos hubiera estado esperando. Mira esa
sonrisa engreída. ¿Crees que si le cortamos la boca de la cara, podríamos
coserla de nuevo en forma de ceño fruncido? Odio su sonrisa. Sonreía
cuando mató a Vicky, ¿sabes?
—¿Solo, Anthony? —grita.
Está bien, amigos. No lo escuchen. El hecho de que no pueda verlos
no significa que no estén allí.
—Nunca estoy solo. Espero que estés listo para morir, Normy.
—Estás enojado por Vicky. Lo entiendo. Quizás algún día lo
entiendas —dice Norman.
Tiene una pistola en la mano.
Solo traje la navaja que me regalaron para mi decimotercer
cumpleaños.
No confío en mí con las armas, ¿sabes? 196
Norman tiene sangre en la mejilla.
¿Pertenece a Vicky?
—Anthony, ¿por qué estás aquí?
¿Creen que Norman y yo somos similares? Ciertamente estoy más
cuerdo que él, ¿verdad? Estoy buscando una validación aquí, amigo. Lo
mínimo que pueden hacer es decirme que no estoy al mismo nivel que un
puto caníbal.
Supongo que podríamos quedarnos aquí y hablar más con él. Pero
tengo un propósito al estar aquí. Tenemos un propósito. Voy a matarlo.
—Norman, Norman, Norman —digo mientras hago girar mi navaja
entre mis dedos—. Nunca vas a ser libre. Te encerraré y te mantendré en
mi sótano por toda la eternidad.
¿Les importaría sostener esto? Es una caja de dolor. Manténganla
apretada contra su pecho para que pueda hacer lo que es necesario.
Atrapado. Va a quedar atrapado. Norman tiene la decencia de
parecer un poco incómodo.
Entro en mi auto y lo pongo en reversa. Me observa. Me observa.
GRITA. ¿Están prestando atención? Ésta es la parte crucial. Norman está
a punto de morir. Siéntense. Abran sus ojos. Presten atención.
Retrocedo, retrocedo, retrocedo. Las ruedas gruñen cuando
retrocedo como una honda. Agarra su arma con más fuerza. Pongo el
auto en marcha. Él apunta. Me agacho antes de pisar el acelerador.
Balazos. Crujido. Estoy masticando vidrio. Un motor chirría llevado
al límite. El pantano chapotea. Conduzco el auto hacia adelante y me
estrello contra su cabaña destartalada que ha visto días mejores.
El techo colapsa. Las paredes se derrumban. El arma de Norman
se dispara de nuevo. Whoosh, cerca de mis oídos.
¿Están todos bien? ¿Sí? Bueno.
Salgo del auto. El olor a gas filtrándose me llena los pulmones. Me
encanta. Inhalen profundamente, chicos. Dróguense con los humos.
Libertad vertiginosa.
VICKY ESTÁ MUERTA.
El suelo cruje bajo mi pie.
Apuñala al bastardo.
VICKY ESTÁ MUERTA.
Mata al dragón.
VICKY ESTÁ MUERTA.
Encuentro su cuerpo empujado entre la pared y el capó de mi auto.
Tiene sangre en la boca.
Levanto mi cuchillo. 197
Es hora de irse, chicos. Ahora solo hay espacio para mí. Les di mi
locura, y ustedes me la devolvieron. Adiós, amigos.
Vicky está muerta. Corto.
Vicky está muerta. Salpica como el mosquito. ¡Salpica!
Vicky está muerta.
Me aferré a Juliet como si estuviéramos en un barco a punto de
hundirse. Traté de ser su balsa salvavidas, pero ella seguía preguntando
por los lastres que la hacían hundirse.
—¿Anthony ha vuelto a llamar? —sollozó mientras se aferraba a mi
camisa. La costosa blusa italiana estaba empapada de mocos y lágrimas.
Le acaricié el cabello con mis dedos.
—Todavía no —susurré. Decepcionarla dolía más que mi propia
sensación de traición. Él se fue. Simplemente se fue sin decir una
palabra. ¿Se preocupaba siquiera por Juliet, por nosotros?
198
—¿Cómo está Nick? —graznó.
Observé los vendajes en su estómago. Tenía algunas quemaduras
allí, y estaba programado que le pusiera más ungüento en la próxima
hora.
—Él está bien. Debería ser dado de alta del hospital por la mañana.
Le dije que llamarías pronto.
Nick se comportó sorprendentemente obediente cuando los
paramédicos dijeron que necesitaba que lo revisaran. La culpa era una
enfermedad desagradable, ¿sí? Apuesto a que no podía mirar a Juliet en
este momento. No podía enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Él era la razón por la que Vicky murió.
Él era la razón por la que Anthony se había ausentado sin permiso.
Él era la razón de cada onza de dolor y sufrimiento que había
soportado nuestra familia, y ya había tenido suficiente.
—Me alegra que estés aquí —susurró Juliet mientras me
acariciaba—. Es solo que no puedo creer que ya no esté.
Mi pecho podría haber sido abierto en ese mismo momento, y aun
así no me habría dolido tanto como la realidad. Vicky no era perfecta,
pero era nuestra responsabilidad protegerla. Nick la jodió demasiadas
veces para contar. Ella estaba muerta a causa de su negligencia y orgullo.
A la mierda su control.
Me incliné para besar la frente de Juliet. Más lágrimas corrían por
sus mejillas, y quise atraparlas todas en una botella y ahogar a mis
hermanos en su tristeza.
Era el momento de una nueva era.
De un nuevo liderazgo.
De un nuevo maldito rey.
Sería el heredero del legado de mi padre.
Yo estaba a cargo ahora.

Fin

199
Malice era un HOMBRE ROTO . Un líder con una corona agrietada.
200

William era un OPORTUNISTA . Un hombre rencoroso.

Anthony era un SUPERVIVIENTE . Un amante con esperanza.

Soy un PEÓN y depende de mí recordarles a estos hombres que juntos


son más fuertes.

Solo rezo para que esta lucha por el poder no nos destroce a todos.

Grudge (Malice Mafia #3)


Siento que les debo una explicación.
Cuando escribí por primera vez Malice, tenía toda la intención de
que fuera un libro independiente.
Nunca imaginé que estos personajes les gustarían tanto como lo
han hecho. Decir que me ha sorprendido la respuesta sería un
eufemismo. Estoy increíblemente agradecida por su apoyo. Desearía
poder abrazar a todos y cada uno de ustedes por arriesgarse con mi libro.
Dicho esto, he leído las críticas y he escuchado sus peticiones.
Sentían que había más historia que compartir, y no quiero defraudarlos
nunca. Así que recogí los cabos sueltos y corrí con ellos.
Pero a mi manera, por supuesto.
Quería que Vicky fuera comprendida. No necesariamente redimida.
Ni siquiera que le gustara. Pero sí comprendida. Ninguno de estos
personajes es el héroe de la historia. Pero quería mostrar que todos tienen
orígenes dolorosos y traumáticos que los han convertido en los villanos
que son hoy. Puede que a algunos no les guste que la haya traído de
vuelta, pero me pareció auténtico para los personajes. Juliet no podía
limitarse a exigir más en sus relaciones con los chicos, sino que también 201
tenía que revisar sus amistades.
Gracias por leer. Tengo muchos planes para el último libro de esta
serie. Wrath trataba de que Anthony aceptara y se adaptara a su trauma.
Grudge es sobre William asumiendo su poder. Nick también está en el
camino de la curación. Aunque no sea lo que espera.
Gracias por tu paciencia con esta serie. Gracias por tu cariño.
Gracias por cada crítica y palabra amable.

Con amor,

Cora
Este libro no habría sido posible sin el apoyo y el amor de mi
equipo, Christina Santos, Savannah Richey y Christine Estevez. No
podría hacer lo que hago sin ellas.
Me gustaría agradecer especialmente a Rita Reese, Katie Friend, Meggan
Reed, Lauren Campbell y Claire Jones por la lectura beta. Gracias por los
mensajes nocturnos, de ánimos y las llamadas. Estoy muy agradecida
por cada una de ustedes y realmente aprecio todas las horas que
dedicaron a leer mis manuscritos desordenados.
Agradezco a todos aquellos con quienes he tenido el placer de trabajar
durante este libro. Me gustaría reconocer especialmente a mi editora,
Helayna Trask. Ella siempre se toma el tiempo para sumergirse en los
mundos que creo y asegurarse de que sean perfectos para todos ustedes. 202
También me gustaría agradecer a los dedicados miembros de The Zone y
Cora's Crew.
CoraLee June es una escritora romántica de éxito en ventas a
nivel internacional, que disfruta con proyectos interesantes,
desarrollando personajes reales, crudos y con los que se pueda
relacionar. Es licenciada en Literatura Inglesa por la Universidad
Estatal de Texas y ha tenido un intenso interés por la literatura desde 203
su juventud. Actualmente reside con su marido y sus dos hijas en
Dallas, Texas, donde disfruta de largos paseos por el pasillo de los
helados en su supermercado local.

Malice Mafia:
1. Malice
2. Wrath
3. Grudge
204

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