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Malice Mafia #2
Odiaba el fuego. Odiaba cómo el humo envolvía mi cuerpo desnudo,
quemando mi piel con brasas desafiantes. Odiaba el olor a carne
quemada, las cenizas pesadas en mi lengua, mi alma carbonizada como
astillas en lo más profundo de mi pecho.
—Está muerta, Juliet —susurró Nick—. No hay nada más que
puedas hacer…
Lo aparté de un empujón y sollocé con fuerza y sin miramientos.
Arrastrando mis pies sangrantes sobre el concreto, caminé hacia el fuego.
El calor me lamió las mejillas. Las sirenas a lo lejos maldecían mis oídos.
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—Muerta, muerta, muerta —susurró Anthony mientras se mecía
de un lado a otro en el concreto.
William fue el único que me impidió saltar a las llamas. Envolvió
sus brazos a mí alrededor mientras yo gritaba. Lo odiaba por salvarme,
por amarme.
Todo esto comenzó porque tomé una decisión. Porque me enamoré.
Porque fui una chica solitaria que se aferró a hombres peligrosos.
Ella estaba muerta por su culpa.
Estaba rodeada por extremidades podridas y cortadas, cubiertas
de una mezcla rancia de sangre y barro. El aire olía de forma implacable.
Era un hedor que bailaba a nuestro alrededor. Terroso. Mortal.
Había una luna llena colgando ominosamente en el cielo nublado,
y Anthony aullaba como un lobo rabioso mientras atacaba el hoyo que
estábamos cavando con un afilado pico. En lugar de remover la tierra, se
limitó a golpear el suelo como si todavía estuviera descuartizando los tres
cuerpos para los que estábamos haciendo un hogar permanente.
—¡Pondremos la sala de estar junto a las lombrices, Juliet! —
exclamó entusiasmado. 7
Mi respiración era irregular. Con la piel resbaladiza por el sudor a
pesar del frío que se respiraba en el aire de enero, limpié mi frente con el
dorso de la mano antes de clavar mi pala afilada en la tierra y arrojarla
en el montón que se había acumulado fuera de la fosa. Estaba hecha un
desastre. La camiseta de algodón manchada de sangre que llevaba se
estiraba sobre mis pechos y subía por mi estómago contraído y vacío.
Aprendí la primera vez que vinimos aquí a no enterrar cuerpos con el
estómago lleno. Los mosquitos estaban atrapados en la red de mi cabello
enmarañado.
—¿Cuánto más profundo, jefe? —preguntó Anthony con una risita.
Miré alrededor de la propiedad privada que Nick compró hace dos meses
y suspiré. No importaba qué tan profundo enterráramos los cuerpos,
nadie vendría al nuevo patio de Anthony a desenterrar a las personas que
escondíamos. Las conexiones de los Civella eliminaban el miedo de esta
experiencia. No teníamos que preocuparnos por ser atrapados. No
teníamos que cubrir nuestras huellas. Podríamos poner una valla
publicitaria en la Interestatal 70 anunciando nuestros pecados, y nadie
pestañearía, nadie que quisiera vivir, de todos modos.
Se suponía que asesinar a alguien y esconder su cuerpo creaba un
subidón de adrenalina embriagador. Enviaba a una persona a la lucha o
a la huida con un simple chasquido de cuello. El acto prohibido era como
una droga para algunos, pero Anthony buscaba un subidón que nunca
conseguiría. Lo que hacíamos no era peligroso, no realmente. Y cuando
estabas en la palma del puño cerrado de la mafia, el asesinato no parecía
tan malo. Nadie iba en contra de la familia Civella. Estaban por encima
de la ley. Demonios, algunos días me preguntaba si estaban por encima
de Dios.
—No mucho más profundo —dije con dificultad. Me dolían los
músculos, pero me gustaba el ejercicio. Mi morbosa rutina semanal de
ejercicios comenzó hace unas semanas. Fue un cambio sin precedentes
en el estado mental de Anthony. Se levantaba decidido a bañarse en
sangre y vísceras. Anthony quería jugar con sus víctimas. Me sentaba en
su calabozo y observaba con aburrido horror cómo las vestía, les
preparaba fiestas de té y les hablaba. Y cuando los cuerpos en
descomposición estaban listos para ser desechados, decía que era
demasiado fácil dejarlos en la morgue. Quería trabajar. Quería trocearlos
y esconderlos como los asesinos seriales de mi podcast.
¿Y yo? Yo solo quería hacerlo feliz.
Estaba mal y era una pesadilla. No estaba segura de si estaba tan
inmersa en mi propia disociación que no podía comprender lo que estaba
sucediendo, o si mi amor por él logró vencer las probabilidades y superar
el horror de todo aquello.
No entendía qué lo desencadenaba. Todos estábamos tratando de
navegar por sus estados de ánimo en este momento. Anthony siempre
había sido una bomba de relojería juguetona. Pero últimamente sentía 8
que apenas lo conocía.
Agarré mi botella de agua y tomé un trago.
—¿Quiénes son estos tipos? —pregunté buscando entablar una
conversación. A Anthony le gustaba darle a los muertos vidas falsas. Creo
que eso hacía que todo el calvario fuera más fácil de manejar.
—Dillon era banquero —respondió antes de acercarse a mí y tomar
la pala de mi puño. Anthony era demasiado sexy como para describirlo
con palabras. Los jeans oscuros y la sudadera negra con capucha que
llevaba eran informales pero ceñidos, y se había vuelto más musculoso
en los últimos dos meses. Como siempre, llevaba un gorro en la cabeza y
una sonrisa en su boca—. Le gustaba engañar a su mujer con su socio.
Ella creía que estaba en la noche de póker, pero en realidad le estaba
dando por el culo al señor Nelson con su pequeña polla.
Mordí el interior de la mejilla y sonreí.
—Dillon suena divertido.
—Es genial en las fiestas. Oye, ¿crees que querrá venir a la fiesta
de cumpleaños de William la semana que viene? —Esta conversación
podría parecer extraña para algunos, pero estaba acostumbrada a que
Anthony hablara como si los muertos estuvieran todavía aquí. Era
perseguido por vidas que se habían ido hace tiempo. Aprendí hace meses
que era más fácil seguirle la corriente.
—Podemos enviarle una invitación. ¿Tiene esta tumba una
dirección postal? —respondí.
Se encogió de hombros.
—Creo que la tengo en mi agenda.
—¿Y qué hay de ella? —pregunté mientras señalaba con la cabeza
a otro cuerpo.
—¿No te acuerdas? —preguntó—. La perra Bertha estuvo ayer en
el almuerzo y tuvo la audacia de quejarse de tus sándwiches de ensalada
de huevo. No necesitamos esa negatividad en nuestras vidas, nena.
Anthony empezó a palear y no tardó en despojarse de su sudadera
y su camiseta negra. Su aliento caliente contra el aire frío proyectaba una
niebla profunda sobre su piel, y mis ojos se embriagaron con la vista de
su cuerpo esculpido. Anthony Civella era un dolor que no podía calmar.
Los músculos ondulados de su torso se flexionaban mientras arrojaba
tierra y cavaba más profundo. Humedecí mis labios, solo ligeramente
disgustada conmigo misma. Mientras él trabajaba, me senté junto a la
pila de cuerpos descuartizados. Debería haberme molestado. Algunos
días, rezaba para sentirme horrorizada por lo que estábamos haciendo.
Pero, curiosamente, mi humanidad murió cuando me enamoré.
Fue el precio que tuve que pagar por vender mi alma a tres monstruos.
A pesar de estar sentada en un campo de parcelas frescas y 9
mirando a uno de mis novios psicópatas, encontraba la normalidad en la
grotesca locura de todo esto. La muerte, la destrucción, el crimen y el
control me seguían a todas partes. Incluso ahora, sabía que Nick estaba
sentado en un Range Rover a 400 metros de distancia, observándome.
Rara vez me perdía de vista estos días, lo que hacía que fuera difícil tener
una relación igualitaria con sus dos hermanos.
Anthony, Nick y William todavía se peleaban por mí, pero ¿Nick?
Nick me reclamó. Destruyó la competencia.
—¿Tu sombra sigue observándonos? —preguntó Anthony,
refiriéndose a Nick. Luego recogió otro montón de tierra.
—¿Tú que crees? —repliqué. Anthony tenía la costumbre de hacer
preguntas de las que no quería la respuesta. Se suponía que estas noches
serían nuestras.
—Creo que pronto no dejará que vengas conmigo —refunfuñó
Anthony antes de patear la pared de tierra frente a él con su zapatilla—.
Cree que estoy empeorando. Tal vez sea cierto.
Era innegable que Anthony había experimentado un cambio en su
personalidad. Una parte de mí se preguntaba si estaba luchando con la
traición de Vicky más que el resto de nosotros. Antes de que ella tratara
de matarnos a todos, estaban muy unidos, y Anthony era el tipo de
hombre que dejaba que su dolor se cocine a fuego lento. Me di cuenta de
que algo pasaba hace dos meses cuando dejó de venir a desayunar con
la abuela. Luego, le pidió a Nick que le encontrara un terreno para poder
enterrar los cuerpos. Ahora, todos luchaban para encontrar traidores,
violadores y ladrones para que Anthony… jugara con ellos.
—No estás empeorando —mentí.
Anthony no se lo creyó ni por un segundo.
—Nick no estaría preocupado por tu seguridad si yo estuviera bien.
Se preocupa más por ti que por mí, sabes. Cuando se trata de ti…
Me dolía el corazón al ver a Anthony luchando tanto. Tal vez fue
por eso que vine voluntariamente aquí con él a enterrar cuerpos. No sabía
cómo mejorar las cosas. A veces el “felices para siempre” era solo un
estado de existencia. Hace seis meses, Nick, William, Anthony y yo
tomamos la decisión de intentar una relación entre todos. Pero era solo
el comienzo.
—No sé por qué tiene un palo en el culo sobre esto. Nick solía
excitarse con esta mierda contigo, ¿recuerdas?
Lamí mis labios cuando la cruda visión de mi primer asesinato
golpeó en mi pecho. El calabozo. Mis piernas encadenadas. La forma en
que mi pie pisoteó el maltrecho cráneo de mi víctima sin nombre hasta
que el último aliento escapó de sus labios ensangrentados. Nick me dijo
una vez que le resultó difícil mirar. Dijo que quería sacar su polla y
acariciarse al verme luchando por mi vida.
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—Lo recuerdo —susurré.
—Ya no —contestó Anthony siniestramente.
—Tal vez si hablaras de eso…
—¿Hablar de qué? ¿De qué vuelvo a tener pesadillas? ¿O ataques
de pánico? Uno no se mejora mágicamente de un día a otro.
—Nadie espera que lo hagas —argumenté—. Te amo, Anthony.
Miró a su alrededor y frunció el ceño.
—Estoy seguro de que esta no es la relación que imaginabas.
—Nada de mi vida actual es lo que imaginé. Estoy saliendo con tres
hombres peligrosos. La abuela trabaja con algunos de los mejores
médicos del mundo. Voy a la escuela de ciencias forenses mientras
trabajo por las noches en un club de sexo. Mientras tanto, paso mi tiempo
libre enterrando cuerpos con el hombre que amo. Soy una asesina. —La
última declaración hizo que mi garganta se cerrara. Carraspeé y
continué—: Mi mejor amiga no es mi mejor amiga después de todo. Creo
que Nick le está pagando a personas para que descarguen mi podcast,
porque ahora tengo diez mil suscriptores. Y la Perra Bertha dice que mis
sándwiches de ensalada de huevo no son buenos. Es mucho para
procesar, sí, pero no lo cambiaría por nada.
Después de un prolongado silencio, habló.
—A la mierda Bertha —gruñó Anthony, haciéndome sonreír—. Voy
a cortarle la lengua.
Me estremecí y coincidí con su afirmación. La mitad de la batalla
de lidiar con este mundo insano y mortal era fingir que todo era normal.
—Sabes, justo hoy, Nick me preguntó si arrastrarte a estos juegos
era realmente necesario.
Fruncí mi ceño sudoroso. Eso era nuevo para mí. Nick nunca solía
cuestionar lo que Anthony y yo hacíamos. Entendía que su hermano
tenía… mecanismos de afrontamiento únicos.
—No me importa venir aquí contigo, Anthony —respondí
suavemente, tratando desesperadamente de mantener la lástima fuera
de mi tono.
—¿No te importa? —resopló— Qué benévola eres. Aguantando a tu
loco novio y sus cadáveres. —Dejó caer la pala y salió del agujero con sus
fuertes brazos antes de acercarse a una pila de extremidades—. ¿Pero
hasta dónde llegarías por mí, eh? ¿Me dejarías follarte con el dedo pulgar
de Dillon? —Anthony levantó un brazo y lo agitó hacia mí. Las náuseas
se agolparon en mi estómago mientras la extremidad goteaba líquido por
toda la tierra.
Eché los hombros hacia atrás y levanté una ceja hacia él.
—Mi ginecólogo me lo desaconsejó —respondí secamente. No
cedería ante su ira. Anthony vivía persiguiendo moscas. 11
—Podría matar a mi hermano. ¿Me ayudarías a esconder su
cuerpo?
Me sobresalté ante el impacto de su afirmación. ¿Qué diablos? Mi
primer instinto fue reaccionar con ira, pero me calmé después de una
respiración tranquilizadora. Rezaba para que Anthony no viera la ira en
mis ojos.
—Tú no harías eso. Amas a tu familia.
—¿Hasta dónde puedo llegar, Juliet? ¿Hasta dónde puedo
presionarte? ¿Qué pasaría si te matara y te mantuviera para siempre?
Una linda muñequita encerrada en mi congelador. Un juguete para follar
que puedo sacar cuando quiera.
Sus palabras estaban destinadas a impactarme. Era una imagen
que me hacía sentir aún más enferma del estómago. Estaba dedicada a
este hombre y a los demonios en su mente. Lucharía para traerlo de
vuelta a mí cada maldita vez. Algunos podrían pensar que era patético,
pero no me importaba. Si estaba tratando de alejarme, no iba a funcionar.
Después de limpiar las manos en mis muslos, me levanté y me
acerqué a él. Anthony quería saber hasta dónde llegaría. Vivía en un
mundo de extremos. Y aunque sabía que me estaba alejando, no se lo
permitiría.
—¿Por qué quieres matarme, Anthony? —pregunté antes de
envolver mis brazos a su alrededor para darle un fuerte abrazo.
—Para no tener que compartirte. Odio escuchar que no soy lo
suficientemente bueno. Mis hermanos tienen días malos y nadie se
inmuta, pero yo tengo una mente mala, nena.
Presioné mi frente contra la suya y suspiré. Necesitaba tener una
charla con Nick y William. No era justo que Anthony se sintiera como un
extraño en esta relación.
—Si estuviera muerta, no podría hacer esto —susurré antes de
presionar mis labios contra los suyos para un casto beso—. O esto.
Mis labios rozaron su mandíbula y pasé mis manos por su espalda
desnuda.
—Tienes un punto muy válido —gimió. Abracé el sudor en su piel
y la muerte en su olor. Mordí suavemente su labio inferior y rocé con mis
dedos la cintura de sus jeans antes de apartarme con un movimiento
provocativo.
—Sé que prefieres a los muertos, Anthony. Los muertos no pueden
hacerte daño. No pueden burlarse de ti ni cuestionarte. Los muertos no
pueden juzgar. ¿Pero los vivos? —Hice una pausa para susurrar en su
oreja—. Los vivos pueden complacerte. Los vivos pueden devolverte amor.
Pasé las puntas de mis dedos por su pecho y por sus abdominales. 12
Me giré y presioné mi cuerpo contra el suyo, arqueando la espalda para
que mi trasero presionara su dura erección. Podía sentirla incluso a
través de la gruesa tela de sus jeans. Anthony lamió mi cuello antes de
succionar la sensible piel allí.
—Además —continué—. No puedes matarme, Anthony.
—¿Oh? —preguntó distraído mientras deslizaba las palmas de sus
manos por mis caderas.
—Tendrías que atraparme primero.
Y con esas palabras, me liberé de su agarre y comencé a correr a lo
largo de la propiedad para alejarme de él, esquivando parcelas de
enterramiento frescas y árboles altísimos a medida que avanzaba, todo
eso mientras reía histéricamente. Me emocionaba estirar las piernas y
sentirme juguetona. Una rama rebelde arañó mi mejilla y limpié las gotas
de sangre carmesí que goteaban de la herida. El viento azotó mi cabello
y me tomé un breve momento para mirar por encima de mi hombro y ver
si Anthony seguía persiguiéndome.
Le eché un breve vistazo y un cosquilleo de miedo atravesó mi
mente como un velo negro. Sus ojos eran salvajes. Su forma al correr era
cualquier cosa menos juguetona. Rígido. Enojado. Parecía un
depredador. Y por primera vez en mucho tiempo, tenía al hombre que
amaba.
Pensé que esto era solo una broma. Anthony siempre estaba
jugando conmigo, burlándose de mí. Pero esa sola mirada suya hizo que
mi corazón se acelerara. Balanceé mis brazos con fuerza y presioné mis
zapatillas de deporte en el suelo, aumentando la velocidad mientras el
terror se apoderaba de mí.
—¿Anthony? —jadeé antes de tropezar con una raíz.
Extendiendo las manos delante de mí, apenas logré atraparme
antes de luchar para volver a ponerme de pie. Unos gruesos dedos se
enroscaron en mi cabello y tiró de mi cuero cabelludo hasta ponerme de
pie.
—No vuelvas a huir de mí —dijo Anthony con una voz siniestra en
mi oreja. Sacudió la cabeza, como si tratara de despejar los pensamientos
oscuros de su mente—. ¿Sabes qué, Juliet? —preguntó—. Los muertos
no pueden devolverme amor, pero tampoco pueden huir.
Y con eso, presionó su boca contra la mía. El miedo y la lujuria se
enredaron en un complicado y palpitante nudo en mi pecho mientras
arrastraba mis uñas afiladas por su espalda. Me empujó contra el tronco
de un árbol áspero mientras yo gritaba. Era exigente y apasionado. La
ira, la lujuria y la posesividad inundaban su expresión mientras
perforaba mi labio con sus afilados dientes. Gemí y lo acerqué más. Podía
sentir cada temblor de su cuerpo musculoso y saborear el salado de la
sangre en mi lengua. 13
Sus ojos se llenaron de lágrimas y lo único que quería era quitarle
el dolor. ¿Cómo podría ayudarlo si no sabía qué hacer? Esto, aquí mismo,
era todo lo que podía darle. Mi cuerpo, mi paciencia, mi mente y mi
corazón. Él era el dueño de todo.
—Anthony —gemí cuando empujó mis leggings negros por mis
muslos, deteniéndose justo por encima de las rodillas. El frío brutal del
aire rozó mi desnudez, y él desabrochó sus pantalones.
Sacó su dura y palpitante polla y habló con un tono peligroso.
—No puedes dejarme.
Colocando su cuerpo justo entre mis piernas, apoyó una palma en
mi cuello. Respiré profundamente y separé tanto como pude mis piernas
restringidas.
—No iré a ninguna parte.
Empujó dentro de mí y apretó su mano alrededor de mi garganta,
presionando tan fuerte que mis ojos inmediatamente se llenaron de
lágrimas. Estaba tan sorprendida por el movimiento que ni siquiera pude
pronunciar una protesta. Me retorcí y apreté las manos contra su pecho
mientras me follaba con fuerza y crudeza. La corteza del árbol arañaba
mi espalda y las venas se acumulaban con una presión tan intensa que
podía sentir mi pulso desvaneciéndose en mi cabeza.
—Bonita y muerta, bonita y muerta —decía Anthony una y otra
vez. Sentí que mi mente se desvanecía. Mi vagina dolía con cada
embestida. Barro y sudor salado cubrían mi piel, el calor resbaladizo
pintaba mis muslos como un húmedo día de verano. Pegajoso. Incómodo.
—Bonita y muerta.
Sentí que mi visión se oscurecía. El pánico, como ácido, viajó por
mis venas palpitantes. No. Luché contra mi instinto de supervivencia.
Ciertamente, él no iba a matarme. Mi mente repasó su declive. Las
montañas de cuerpos. Los entierros. La insatisfacción. Anthony era un
hombre al límite desde hacía tiempo, pero yo no estaba preparada para
saltar.
Envolví mi mano alrededor de su muñeca, tratando de apartarla de
mi garganta, pero aún así no se detuvo.
Nuestros ojos se conectaron justo cuando sentí que mi conciencia
se derrumbaba. Esto estaba mal.
Y cuando mi mente se desvaneció en la nada, me pregunté si
Anthony Civella estaría alguna vez lo suficientemente entero como para
amarme.
14
Mi padre me dijo una vez que para sobrevivir en este mundo había
que tener instinto asesino. Me aferré a esa lección, clavando mis dientes
en la abundante carne de la violencia y sacudiendo a mis víctimas hasta
que se desangraran. Era un impulso sediento. Matar o morir. Sangrar o
huir. Era la misma forma en que un depredador podía percibir una
debilidad en otro o cómo las balas encontraban su objetivo. Se necesitaba
habilidad.
Era lo que me impulsaba a proteger a mi familia y a la persona que
amaba.
Todos pensaban que la vida en la cima de la cadena alimenticia era 15
estratégica y reflexiva. William seguro que adoptó ese enfoque de la vida.
Pero una hoja sin filo no corta. Y había muchos enemigos a los que tenía
que agarrar por el cuello si quería seguir en la cima.
Llevaba unas semanas sintiendo que mi familia estaba al borde de
algo terrible. Todos los días me despertaba con esa picazón de eliminar
la amenaza, pero también luchaba con el hecho de que estaba dejando
que esa amenaza entrara por la puerta principal y jodiera a mi chica.
Anthony estaba detrás de las líneas enemigas de su mente y se acercaba
a todos nosotros. No sabía cómo ayudar a mi hermano herido. Y fue en
contra de todos mis instintos que envié a mi Juliet a la línea de fuego
como un cordero, listo para ser sacrificado.
Mi guardia, Luca, estaba sentado frente a mí, vigilando desde el
asiento delantero. Lo había traído específicamente porque quería tener
unas palabras con él.
—Dime qué has observado esta semana.
Luca, un hombre alto, con la mente puesta en el asesinato y el
espíritu de un soldado, habló con un tono bajo. Era bueno en lo que hacía
y se guardaba sus opiniones para sí mismo la mayor parte del tiempo.
Realmente me importaba una mierda si estaba mal pagarle a alguien para
espiar a Anthony y Juliet.
—Ella no pasó la noche con él esta semana. Él no quiso volver a
meter los cuerpos en el congelador y ella no se sentía cómoda durmiendo
junto a ellos.
Maldije. Normalmente, priorizaba a Juliet por encima de todo.
—¿Estaba enfadado?
—Ella le dio un beso de buenas noches antes de subir las escaleras,
y él comenzó a cortar la pierna de alguien. Prácticamente trituró al
lamentable hijo de puta con un pico. Está enfadado, jefe.
Anthony había desarrollado una gran rabieta. Era difícil para mí
señalar la causa. Tal vez fue la traición de Vicky. Tal vez era toda una
vida de sangre y asesinatos. Todos estábamos atrapados en la locura. Era
demasiado para él.
—¿Has podido identificar algún factor desencadenante?
Luca se encogió de hombros.
—Cambia a diario. Ayer parecía estar bien. Le compró a Juliet su
helado favorito y vieron una película juntos. Hoy, quiso enterrar cuerpos.
Está peor cuando ella no está. Pero…
Su voz se desvaneció, indicando que estaba nervioso de decir la
siguiente parte. Todos mis hombres habían llegado a preocuparse por
Juliet. Ella era la reina de mi imperio, y exigía respeto de ellos.
—Pero ¿qué? —pregunté, sin estar seguro de querer escuchar la
respuesta. 16
—Pero no creo que sea saludable para ella, jefe. William cree que
Juliet necesita un descanso de todo esto. No quiero excederme, pero…
—Entonces no te excedas —lo interrumpí con un tono peligroso.
Sabía de sobra que mi pomposo hermano quería llevarse a mi chica de
viaje a Londres. No podía salir de Kansas City ahora mismo. Las cosas
iban mal con nuestros traficantes de armas. Nuestro territorio se estaba
expandiendo, y las dificultades iniciales entorpecían el manejo. No quería
que la robara por un período prolongado de tiempo—. Eso no va a ocurrir
—dije. Si Juliet necesitaba un descanso, podía tomarse unas malditas
vacaciones en mi polla.
Me quedé mirando el espejo retrovisor mientras Luca apretaba los
labios en una delgada línea. No entendía nuestra dinámica. Tres hombres
locos compartiendo una mujer. Era complicado.
Juliet era mía. Su cuerpo. Su alma. Su corazón, su futuro y su
coño.
Solo la compartía porque…
Porque…
No sabía por qué. Eso la hacía feliz, hacía que Anthony estuviera
saludable. Hacia a William audaz.
O lo hizo. Por un tiempo. Una vez más, nos encontrábamos en un
lío complejo. Era como poner un torniquete en una extremidad que se
estaba desangrando. Tal vez era el momento de cortar una pierna o dos.
—No los veo, jefe —dijo Luca desde el asiento del conductor.
Escudriñé la oscura noche en busca de señales de movimiento.
—Dame tus binoculares —exigí. Lo obligaba a vigilarlos aquí todas
las semanas porque todavía no soportaba verlo besarla o hacerla reír de
una forma que yo era incapaz de hacer. Fui hecho para hacer cosas
difíciles. Entrenado a una edad temprana para manejar la pérdida y la
decepción, probablemente era una de las pocas personas vivas capaces
de navegar por el dolor de compartir abiertamente al amor de mi vida.
Pero eso no significaba que quisiera un asiento en primera fila para todo
eso.
Ella era mía. Jodidamente mía. Solo les permitía tomar prestado
su corazón de vez en cuando.
Él pasó los binoculares al asiento trasero, y escudriñé la parcela
donde estaban cavando, solo para no encontrar nada.
—¿Los viste moverse? —pregunté. Luca se movió nervioso en su
asiento. Odiaba repetirme—. ¿Los viste jodidamente moverse, Luca?
Contéstame.
—Empezaron a besarse, así que desvié la mirada. Tienes la regla
de no verla desnuda, y yo…
Lo interrumpí saliendo de mi todoterreno y escudriñando la zona. 17
Nada. Ni en la fosa. Ni en la zona abierta. Nada.
Ese instinto que tenía rugió volviendo a la vida. Casi agarré mi
pecho para calmar el dolor como un maldito cobarde. Tomé los
binoculares de nuevo y escaneé los árboles. Vi un movimiento en el límite
de la propiedad que me hizo enfurecer.
Solté los binoculares y corrí por el barro con mi maldito traje de
cachemira italiana de mil dólares y mis zapatos Gucci. El frío de enero
abofeteaba mis mejillas y las ramas desnudas bailaban sobre mí. Cuanto
más me acercaba, más tiraban mis instintos de la parte más oscura de
mí.
Y cuando escuché la voz enloquecida de mi hermano, saqué la
glock de mi funda y quité el seguro. Fue una de esas decisiones rápidas
para las que me prepararon a una edad temprana. En ese momento supe
que lo mataría para salvarla.
—Bonita y muerta…
Corrí más fuerte. Tenía su mano envuelta alrededor del esbelto
cuello de mi chica.
—Bonita y muerta… —La follaba contra un árbol áspero y frío. Sus
ojos estaban cerrados. Su cabeza inclinada hacia atrás. Ella estaba
inconsciente.
—Bonita y muerta… —Esas palabras en su voz atormentada
resonaban en mi cabeza. Quería borrarlas de mi cerebro. Sin pensarlo, lo
derribé al suelo desde atrás, el movimiento lo separó de Juliet. Solté mi
arma y descargué mi puño contra su mandíbula. Luego lo golpeé de
nuevo. Y otra vez. Escuché el crujido en su nariz y la sangre salió a
borbotones.
—¿Qué mierda estás haciendo? —rugí antes de agarrarlo por el
cuello y obligarlo a sentarse y mirarme a los ojos. Su labio temblaba,
haciendo que pareciera el hermano pequeño al que solía arropar en la
cama después de una pesadilla.
—Yo… yo no…
Lo tiré de nuevo al suelo y casi vomité al ver su cuerpo. Toda su
existencia me enfermaba ahora. Agarré mi pistola una vez más y la
apunté justo entre sus ojos. Desde esta distancia, sabía que iba a
manchar mi traje con su materia cerebral. No sería la primera vez.
—¡Lo arruinas todo! —grité tan fuerte que mi rostro se sintió
caliente. Retrocedí y golpeé su sien con la pistola una. Dos veces.
Entonces apunté mi arma hacia él, y ese depredador en lo más profundo
de mis entrañas me suplicó que eliminara al bastardo, que acabara con
la tortura de su patética existencia y que salvara a Juliet.
Un gemido a mi espalda atrajo momentáneamente mi atención.
Juliet me necesitaba, pero presioné el cañón del arma contra su mejilla.
Quería romper cada huesos de su cráneo.
—Deberías haber muerto cuando te secuestraron —dije.
18
Y el imbécil asintió. Me miró con ojos suplicantes, rogándome que
terminara con su jodida vida.
Lástima que yo no fuera tan amable.
Anthony gritó tan fuerte que las venas de su cuello se abultaron.
Me alejé de él y se hizo un ovillo, con su polla aún fuera y blanda pero
reluciente por su coño empapado. Quería cortársela y dársela de comer
a un oso salvaje.
Lo ignoré por un momento y me dirigí a mi chica.
Mi chica.
Mi maldita chica. No debería haber dejado que llegara a este punto.
Se había derrumbado en el suelo, con los pantalones a la altura de las
rodillas, el cabello enmarañado, salvaje, con tierra adherida a los
mechones. Moretones furiosos con la forma de los dedos de Anthony
rodeaban su cuello.
Presioné el pulgar contra su cuello y suspiré aliviado al sentir el
dulce latido de su pulso. Su pecho subía y bajaba maravillosamente.
Estaba inconsciente, pero viva.
Subí sus pantalones porque ni siquiera la maldita madre
naturaleza podía ver a mi chica, MI CHICA, desnuda. Entonces, la tomé
en brazos.
—¿Ella está bien? —balbuceó Anthony. Seguía acostado de lado en
la tierra, con las manos cruzadas bajo la cabeza como un niño dormido.
—Apenas —gruñí antes de aplastarla contra mi pecho—. ¿Qué
diablos te pasa, Anthony? Puedes arruinar todos los cuerpos que quieras,
pero se supone que ella está fuera de los límites.
Empezó a sollozar. Las emociones hicieron que su cuerpo temblara.
Parecía un caballo cojo. Debatí conmigo mismo sobre qué hacer. Sacarlo
de su miseria sería una gentil misericordia en este punto. Era un
pensamiento jodido, pero la ira asesina estaba en el menú.
—¿Por qué estoy así? —preguntó antes de toser sangre. No estaba
sangrando lo suficiente en mi opinión.
Lo fulminé con la mirada.
—Porque eres jodidamente débil.
Anthony me miró. El momento de compasión había pasado hace
tiempo.
—Yo… yo
—Estás dejando que ganen —dije antes de maldecir. Mi chica
temblaba en mis brazos y quería que el médico de la familia la revisara
inmediatamente—. Cada maldito aliento que respiras es una victoria para 19
ellos. Has tomado una vida perfectamente buena y se la has entregado a
los jodidos demonios que viven en tu cabeza. Juliet está normalmente en
el camino. Es lo que me hizo…
Detuve mi discurso para mirar a la hermosa mujer en mis brazos.
—¿Amarla? —Anthony terminó por mí.
—No hables por mí —espeté antes de volver a mirarlo—. Juliet
puede soportar mucho, pero yo decido dónde pasa su tiempo, y no voy a
quedarme sentado viendo cómo te arruinas y la arrastras contigo. Desde
que Vicky se fue, tú…
—Todos jodidamente se van —dijo antes de llorar—. O se mueren.
O se lastiman. O… jodidas moscas. —Fruncí el ceño. No tenía tiempo
para adivinanzas o lo que sea de lo que estaba hablando. Juliet era la
que navegaba por su locura. No yo. Y a partir de ahora, tampoco lo haría
ella, nunca más.
—Bueno, ahora serás tú el que se vaya —dije.
Anthony se sentó y me miró.
—¿Qué?
—Estás fuera. Terminado. Si vuelvo a verte en mi territorio…
—¿Me estás echando? —Hubo una sobriedad en su tono que no
había estado allí durante semanas. Bien. Dejé que lo asimile.
—Si te veo en Kansas City, atravesaré tu cerebro con una bala.
Parecía confundido, casi sorprendido de que yo sugiriera tal cosa.
—Pero yo…
—No eres nadie. Ahora solo eres una amenaza para mi chica. Sal
de mi vista. No vuelvas. Si te atreves a respirar sobre Juliet, te mataré de
la forma más aburrida posible, haré un funeral público masivo para ti y
te enterraré en un cementerio con una lápida con tu nombre.
Morir de forma ordinaria era el mayor temor de Anthony.
Entregaría la muerte con una cazuela y una botella de vino barato. Sería
el espectáculo más mundano del año. Joder, le diría a Dios que hiciera
llover solo para enfadarlo.
Estaba acabado. Me importaba una mierda. Ella era la persona
más importante de mi vida. No compartía mis juguetes con personas a
las que les gustaba aplastar mierda con el puño.
Miré a mi patético hermano, una punzada de dolor atravesó mi
pecho al verlo. Sabía que yo era responsable del desastre de hombre en
que se había convertido, pero no iba a dejar que la culpa arruinara la
vida de Juliet.
Ya había dejado de lado a un hermano.
—No quiero volver a verte en esta ciudad nunca más —dije antes 20
de dar media vuelta y alejarme del hermano que más quería.
Nunca más.
Mis prioridades ya no estaban con él.
No, mi chica. MI CHICA necesitaba un salvador, y eso es lo que yo
jodidamente sería. Ella no era lo suficientemente fuerte como para
alejarlo, pero yo sí.
Mis ojos se sentían pegados. Una respiración entrecortada y un
gemido gutural escaparon de mis labios cuando descorrí la cortina de mi
conciencia. Me desperté con la sensación de haber comido un cuenco de
arena seca. Mi lengua se sentía como el lecho de un arroyo seco y me
dolía la garganta. No estaba desorientada, aunque me había despertado
en un lugar diferente al que estaba cuando me desmayé; la habitación
olía a la colonia de Nick y a ropa de cama limpia. La luz de la mañana se
asomaba por las persianas, bañando el espacio con un cálido resplandor
que me daba la bienvenida. La habitación me envolvía en familiaridad y
comodidad. Simplemente no tenía claro cómo había llegado aquí.
21
Estaba en casa.
Estaba viva.
Estaba… confundida.
Lentamente me incorporé y pasé los dedos por mi cuello, notando
la sensibilidad y el dolor punzante que sentía. Me aclaré la garganta e
hice una mueca de dolor. Estaba en la habitación de Nick, y mi cuerpo
desnudo se sentía gélido por el frío del aire.
—¿Hola? —grazné, preguntándome si había alguien al otro lado de
la puerta. Era raro que estuviera sola aquí.
No hubo respuesta.
Traté de calmar mi mente con la cabeza entre mis manos. Los
acontecimientos de la noche anterior seguían grabados en mi memoria.
Tallados en metal. Me había follado. No esperó el consentimiento o
incluso ver si estaba mojada. Y entonces, durante una serie de
embestidas punzantes y castigadoras contra el tronco de un árbol alto,
Anthony envolvió sus dedos alrededor de mi garganta y apretó lo
suficientemente fuerte como para hacerme perder el conocimiento.
Anthony casi me asesinó. Fue un pensamiento perturbador. Pensar
en eso se sintió como una traición, y no pude imaginarme diciendo la
verdad en voz alta. Mi lealtad se hizo añicos por la realidad de lo que
había hecho. El amor seguía ahí, pero también la desconfianza, la
vergüenza y el dolor. Nadie podía saber lo que había pasado. Si lo
supieran, no estaba segura de lo que harían. Durante las últimas
semanas, Anthony realmente había estado perdido, y no estaba segura
de sí lo encontraríamos.
28
Yo no era más que una pequeña y adorable víctima. Malice estaba
constantemente en guerra con su necesidad de control. Empecé esta
lucha en primera línea, y él me utilizó para reparar su pequeña familia
rota, pero se enfadó con los agujeros de bala en mi pecho. No podía tener
las dos cosas. No podía orquestar esta épica aventura amorosa entre
todos nosotros, y luego arrancar una parte de mi alma.
No fue hasta que William tiró de mi mano que me moví. Mis
doloridos pies estaban prácticamente pegados al suelo. Era una mujer
angustiada. Todo lo que había pasado me había dejado completamente
desorientada, casi aturdida. 29
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Malice.
Era extraño la facilidad con la que mi mente volvía a llamarlo por
su apodo depredador. El hombre que amaba no habría enviado a Anthony
lejos. Había vuelto a su mentalidad de jefe de la mafia. El enemigo. El
hombre que hacía que me orinase de miedo.
Siempre mi protector, William respondió por mí. Realmente no
estaba en el estado mental adecuado para responder.
—La llevaré a descansar, Nick —dijo William—. Mírala, está
temblando. Apenas se mantiene en pie. —Malice empujó a William para
llegar a mí. Pero el hombre que una vez consideré un guardaespaldas se
mantuvo sólido como una roca frente a mí—. Retrocede. Estás
empeorando las cosas.
—Si ella necesita que la cuiden, entonces seré yo quien lo haga —
gruñó Malice.
William apretó el puño como si estuviera preparándose para
enfrentarse a su hermano por esto. Puede que me sintiera en mi punto
más bajo, pero me negaba a arrodillarme a los pies de Malice. No era solo
un pequeño juguete dócil y deseable. Ya no.
—No. No quiero que Malice me cuide —dije en voz alta. Mi cuello
estaba rígido. Mis antebrazos tensos.
—Una maldita pena —espetó rápidamente. Demasiado, demasiado
rápidamente.
Di un paso atrás. Luego otro. William igualó cada zancada.
—¡He dicho que no! —grité. Un ruido ahogado escapó de mi
garganta—. No puedes decidir todo, Malice. No puedes controlar mi vida.
No puedes simplemente echar a las personas porque te molestan. Así no
es como funciona esto, así no es cómo funciona el amor. —Enderecé mi
espalda y lo miré fijamente, decidida a superar su coraza de odio
endurecida—. Siento haberte mentido. Debería haber sido sincera.
Supongo que tenía miedo de que castigaras a Anthony. No quiero
perderlo. —Cerró los ojos con frustración, así que rápidamente añadí—:
No quiero perder a ninguno de ustedes.
Malice miró al suelo.
—Anthony se perdió hace semanas. Acabo de cerrar la puerta
detrás de él. Lo hice para protegerte, y me niego a disculparme por eso.
—No necesito una disculpa, Malice. Necesito que me incluyas en
estas decisiones. No quiero que alguien haga juicios de valor en mi
nombre. Podríamos haber hablado de esto, pero me has eliminado
completamente de la ecuación. Ese es el problema.
La boca torcida de Malice me hizo desear suavizar su expresión con
la yema de mi pulgar.
—Estabas desmayada en la dura tierra con los pantalones por las
rodillas. No solo estabas incapacitada, sino que no estaba seguro de que 30
tomarías la decisión correcta. Mantengo lo que hice. Y lo haría de nuevo.
Las lágrimas, como pesas, cayeron por mis mejillas, haciendo que
cada gota se sintiera pesada. Dejé escapar una exhalación.
—En este momento, realmente necesito procesar todo esto. Me
gustaría ir con William un rato. Estás realmente volátil y…
—¿Vas a enterrar cadáveres con Anthony y dejas que te asfixie,
pero no dejarás que cuide de ti? —preguntó Malice antes de sujetar sus
brazos contra su estómago, como si pusiera una barrera entre nosotros.
Dejé escapar un suspiro y caminé alrededor de William para darle
un abrazo a Malice. Su piel se sentía caliente contra la mía, y el aromo
de su jabón corporal invadió mi nariz. Picante. Cálido. Sensual y
atrayente. Estaba rígido contra mi suave tacto, pero lo intenté de todos
modos.
—Amo a Nick. Pero ahora mismo, estoy enfadada con Malice.
También estoy dolida. Anthony…
Ante el quiebre en mi voz, cualquier ira concreta a la que Malice se
aferraba se desvaneció un poco. Envolvió sus brazos a mí alrededor y
apretó tan fuerte como pudo. Sus brazos eran como una jaula de metal.
Encontré su abrazo menos reconfortante de lo que solía ser. En todo caso,
me hizo sentir claustrofóbica.
Exhalé temblorosamente antes de hablar.
—Solo necesito a William ahora mismo, ¿de acuerdo?
Cuando me soltó casi inmediatamente, temí haber dicho algo
equivocado.
—Ya no me necesitas —dijo con amargura antes de dejar caer los
brazos a los lados. Esperaba que dijera algo más, pero giró sobre sus
zapatos de diseño y salió de la cocina sin decir nada más.
Me quedé mirando su espalda mientras caminaba, sintiéndome a
la vez insegura y aliviada. Quería recuperar a Nick y necesitaba que fuera
más comprensivo antes de tratar de hablar con él sobre esto. Ahora
mismo, los dos estábamos enfadados, y él estaba al límite. No podíamos
superar esto hasta que se calmara.
Tal vez era un doble estándar. Esperaba más de Nick que de los
demás. Tal vez era porque él era el líder de esta extraña dinámica de
relación que todos teníamos. Puse mucha confianza en él para que
manejara esto de manera justa y para hacer lo que fuera mejor para
todos. Realmente no podía entender por qué pensó que enviar a Anthony
lejos era una solución.
Abrumada por todas mis emociones, comencé a tambalearme.
Estaba funcionando con adrenalina y pensamientos sensibles. Cada
impulso que tenía me estaba partiendo en dos. Ir tras Anthony.
Inclinarme ante Malice. La única persona que no me jalaba hacia
ninguna dirección era…
31
—Shhh —arrulló William—. Todo estará bien. —Me levantó y me
acunó contra su pecho musculoso.
Empapé su suave camisa con lágrimas emocionales. La
devastación que sentía era casi demasiado para procesar. Nick, Anthony,
William y yo nos habíamos separado tan fácilmente; ¿cómo era posible?
Sabía que sería difícil cuando empezamos esta relación. No tenía una
hoja de ruta que seguir en esta situación, y sentía que les estaba fallando
a todos. Pero pensé que éramos más fuertes que esto. Mis hombres eran
implacables e invencibles. Entonces, ¿por qué dejábamos que este
obstáculo nos desbaratara por completo?
Había mucho trabajo jodidamente duro involucrado. Como tenía
que ser todo para todos todo el tiempo, aparentemente no quedaba nada
para mí. Se suponía que el amor era esa cosa mágica que se multiplicaba,
no está cosa retorcida y celosa en la que nos habíamos convertido:
hombres luchando por las migajas que componían mi corazón. Me sentía
utilizada. Me sentía egoísta. Estaba funcionando con medio corazón con
plenas intenciones.
—Señorita Cross, me mata escucharla llorar. —William me llevó a
su dormitorio, un lujoso espacio de gran tamaño con muebles
ornamentados, sábanas de seda y una cama con dosel frente a grandes
ventanas del piso al techo.
Me sentó en la cama, sacó una botella de agua Evian de su mini
nevera y me la entregó.
—¿Cómo vamos a recuperar a Anthony? —grazné, cambiando ya
mi mente al modo arreglo. El hecho de que Malice lo enviara lejos no
significaba que no fuera a perseguirlo—. ¿Tal vez deberías ir a buscarlo
un poco más? ¿Hasta dónde podría haber llegado?
Un suspiro escapó de los labios de William mientras se sentaba a
mi lado. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras pensaba en la forma de
arreglar esto.
—No voy a ir a buscarlo —susurró William—. No ahora mismo, al
menos.
Me senté erguida y me giré para mirarlo, la traición me atravesó.
—¿Por qué no?
Me miró fijamente.
—Porque me necesitas ahora mismo. Porque estoy enojado con él
y no estoy seguro de lo que haría si lo viera.
Luché con su respuesta. Entendía su ira hacia Anthony. Tenía mis
propios problemas con lo que sucedió anoche que necesitaba procesar.
Pero eso no significaba que fuera a descartarlo por completo. No había
sido tan malo como Malice lo hizo parecer.
O tal vez lo fue.
No. No fue tan malo. Anthony no era tan malo. Podríamos 32
solucionar esto.
—Estoy bien —mentí.
—No. No lo estás. Puedes mentirle a todos los demás, Juliet. Pero
a mí no me vas a mentir.
Desenrosqué la tapa de la botella de agua antes de dar un trago.
Refrescó mi garganta y me dio algo de tiempo para explorar lo que
sucedía. Tenía que convencerlos de que éramos más fuertes juntos.
William esperó pacientemente a que volviera a hablar.
—Tenemos que encontrar a Anthony, William. No está estable.
Podría herir a alguien o a sí mismo.
—Y si lo hiciera, nada de eso sería culpa tuya —replicó William de
manera tajante—. No puedes seguir asumiendo la responsabilidad de
todos. No solo es imposible, sino que es agotador para ti.
Fruncí el ceño y negué en señal de desaprobación.
—¿De qué estás hablando? Malice es el fanático del control. No me
hago responsable de nadie.
La comisura de la boca de William se torció con diversión, y me
pregunté qué lo había hecho sonreír, especialmente en un momento como
este.
—Señorita Cross, la vi casi matarse trabajando por el salario
mínimo en una cafetería para pagar la medicina de su abuela.
Eso no tenía nada que ver con esto.
—¿Qué otra opción tenía?
—Vicky era, es, ésta pequeña cosa rota que llora a sus padres. La
tomaste bajo tu ala y la cuidaste. Y cuando intentó matarnos a todos, te
culpaste.
Mis hombros se desplomaron.
—Ella no habría sido empujada al límite si…
—Si no fuera egoísta, egocéntrica y jodidamente loca —terminó por
mí.
Tenía razón. Sabía que tenía razón. Como resultado de pasar todo
este tiempo observándome, William me conocía mejor que nadie.
—Has estado tratando de arreglar a Anthony desde aquella primera
noche que lo viste en Eden's Place —dijo William con un susurro—. ¿Te
acuerdas de esa noche?
¿Cómo podría olvidarlo? Anthony parecía tan roto entonces. A
pesar del dolor que sentía, dejó que el mundo utilizara su cuerpo para
sus propios fines. A veces, cuando cerraba los ojos antes de acostarme,
no eran todos los cadáveres que habíamos enterrado lo que rondaba mi
mente. Era la visión de él en el escenario de Eden’s.
Respirando profundamente, le pregunté: 33
—¿Está mal querer ayudar a las personas que amas?
Sentí a William acercándome más a él y envolviéndome con su
brazo.
—No. Pero como Nick demostró abajo, a veces el amor y las mejores
intenciones pueden deformarse. Puede que no siempre entienda a mi
hermano, pero entiendo el miedo que siente. Una parte de él se siente
culpable por usarte como una tirita en la mente de Anthony. Está
aterrorizado de perderte. Anthony ha estado abusando del privilegio de la
culpa de Nick durante demasiado tiempo para salirse con la suya. Esta
confrontación es dolorosa, pero muy atrasada.
—Solo me está alejando —susurré—. Ambos lo hacen, y eso me
enfada.
—Está bien estar enojado con Anthony. Y entiendo que te sientas
molesta con Nick. Pero debes saber que estoy de acuerdo con su decisión.
Estaba enojada con Anthony. Sentía completamente el peso de esa
ira con cada trago. Mi garganta ardía por su traición. Esta angustia había
estado hirviendo a fuego lento desde anoche. Y en lo que respecta a
Malice, estaba cansada de que me mandara, manipulara y controlara.
Era hora de que las cosas cambiasen.
Esperé otro momento antes de volver a hablar.
—¿De verdad no vas a ayudarme a encontrar a Anthony? —
pregunté.
William besó mi frente. Aunque prácticamente estaba temblando
de ira, no pareció importarle.
—Anthony necesita luchar por sí mismo. Creo que el tiempo es lo
mejor que podemos darle en este momento. ¿Prefieres arrastrar a un
hombre roto de vuelta a su calabozo, o darle la bienvenida a un hombre
curado en tus brazos?
Lloré y limpié una lágrima perdida en la camisa de William.
Siempre era tan poético con sus palabras y sabía justo lo que tenía que
decir para derrumbarme y reconstruirme.
—Pero ¿qué pasa si nunca regresa? —dije con un escalofrío. La idea
de no tener más a Anthony en mi vida revolvía mi estómago. Quería
vomitar de solo vocalizar esas palabras.
—Es imposible mantenerse alejado de ti, señorita Cross —arrulló
William mientras frotaba mi hombro—. Y si lo hace, sigue sin ser tu
responsabilidad.
Me levanté del lado de William y luego me senté a horcajadas sobre
su regazo para darle un abrazo completo. Necesitaba toda la fuerza y el
consuelo que me ofrecía. Me abrazó con fuerza acercándome a él.
Acurrucándome en su cuello, lloré suavemente mientras lo respiraba.
Pasaron los minutos y William me abrazó todo el tiempo, 34
dejándome llorar, dejándome enojarme y consolándome.
—No crees que Nick habla en serio sobre no dejarnos estar juntos,
¿verdad? Lo regañé abajo, pero no me extrañaría que me encerrara en
una habitación en algún lugar para mantenerme a salvo —dije con un
resoplido.
William se rió.
—Lucharé con mi hermano por ti, Juliet. —Retrocedí y lo miré a los
ojos, absorbiendo su mirada determinada—. No parezcas tan
sorprendida.
Mordiendo mi labio inferior, contemplé las palabras que quería
decir.
—No sueles enfrentarte a él —finalmente decidí.
—Nunca he tenido una razón para pelear con él antes —dijo antes
de besar mi frente y tirar de mí de nuevo para abrazarme.
—No quiero que nadie pelee, William. Solo quiero que todos
estemos bien.
Abracé a William con fuerza durante lo que me parecieron horas,
mientras soltaba lentamente a Anthony.
Una vez conocí a un hombre que ganó su primer billón de dólares
antes de cumplir los treinta años. Era una especie de dios de la
tecnología, que desarrolló una aplicación que ahora tenía un hogar
permanente en todos los móviles de Estados Unidos. Admiraba a ese
hombre. Venía de la nada. No se crio con gente asustada por su nombre
ni con una cuchara de plata pegada a la lengua.
A mí me cayeron un puñado de ventajas en el regazo. Tengo éxito
porque nací para ello. Tuvo éxito porque se abrió camino hasta la cima
con un hacha sin filo.
Era un hombre bastante agradable, pero tenía algunas 35
peculiaridades particularmente molestas. Conducía un auto llamativo,
sólo salía con mujeres hermosas y exhibía su dinero como si estuviera
rogando que le robaran. Su mansión era impresionante, y cada segundo
de su día lo dedicaba a convencer a todo el mundo de que pertenecía al
club de los multimillonarios, un segmento de élite de la sociedad al que
no le importaban ni aceptaban nuevos miembros. Ni siquiera disfrutaba
de su éxito. Estaba demasiado ocupado tratando de convencer al mundo
de que lo merecía.
Lo llamaba el gran farsante.
Había cometido un error fatal. Todo el mundo sabía que no era más
que un farsante en cuanto entraba en una habitación. El bastardo
sobresalía como un pulgar dolorido por una simple razón: su traje no le
quedaba bien.
Cualquier hombre que se aprecie de serlo se hace un traje a
medida. No importaba la chaqueta que él llevara, ésta se ceñía a sus
hombros lo suficiente como para darle el aspecto de un niño pequeño
probándose el traje de boda de su padre. Era algo sencillo que ponía un
enorme cartel sobre su cabeza que decía NO VALE.
Las reglas de los ricos eran ridículas, pero hacían un gran trabajo
de vigilancia.
Hacía años que no hablaba con él. Probablemente ya tenía su
segundo o tercer billón. Eso es lo que pasa con los grandes montones de
dinero, que tienden a multiplicarse.
Al final, me enseñó una valiosa lección.
El dinero era sólo otra palabra para el poder.
Los impotentes gritan. La riqueza susurra.
Mi hermano utilizaba las cosas más finas de la vida, pero no era
una indulgencia. Tenía una reputación que mantener, y aunque
disfrutaba de las ventajas que le ofrecía nuestra singular vida, no se
desvivía por impresionar a nadie. Nicholas Civella construyó su imperio
sobre el miedo. Su poder provenía de un profundo pozo de intimidación
del que bebía con tanta regularidad que estaba seguro de que pronto se
secaría, pero le hacía un gran favor.
Vivíamos en un mundo moderno, y lo único eterno era un buen
traje y una billetera gorda. La lealtad era efímera. La sangre se secaba al
chocar con el hormigón. ¿Pero el dinero? El dinero duraba para siempre.
Me dirigí a su despacho, sin saber muy bien qué coño iba a hacer,
pero decidido a ello. Desde que podía recordar, había dejado que mi
hermano dirigiera mi vida. Pero esta vez había ido demasiado lejos.
—¿Señor? —Matteo, uno de nuestros hombres que trabajaba en
algunos de nuestros planes de limpieza, me detuvo en el pasillo.
—¿Qué? —refunfuñé. No estaba de humor para ocuparme del
problema que había surgido. Ni siquiera estaba en la descripción de mi 36
trabajo, pero todos acudían a mí cuando había un problema, a Nick
cuando había una solución, y a Anthony cuando había un cadáver con
el que jugar.
—La agencia de viajes en el centro comercial tiene un ladrón.
Estuve mirando los libros y no cuadra. —Teníamos un buen número de
agencias de viajes en el bolsillo como frentes de dinero. La del centro
comercial era la que más tenía en sus manos.
Froté mi nuca y sentí que mi ojo se crispaba de rabia.
—¿Lo sabe Nick? —pregunté. A mi hermano le gustaba eliminar el
problema antes de solucionarlo, pero eso creaba más problemas en el
futuro. Había que establecer la lealtad y asegurarse de que todas las
fugas en las tuberías estaban arregladas antes de demoler todo el puto
baño.
—No, señor.
—No se lo digas. Envíame los libros, el horario de trabajo y los
antecedentes de todos nuestros trabajadores allí. Me pondré en ello.
Gracias por avisarme.
Matteo se retorció un poco.
—Sí, señor. ¿Puede ser usted quien se lo diga a Malice, señor?
Ah, lo había olvidado. Matteo todavía se estaba ganando la
confianza de Nick y no se le permitía usar su verdadero nombre. Era una
mierda.
—Se lo diré cuando se encuentre al ladrón. Ve.
Matteo desapareció rápidamente, e hice una nota mental para que
lo siguieran. Todos eran sospechosos. La traición de Hale hace seis meses
lo demostraba. Cada vez más, la posición de Nick aquí se sentía
ceremonial. Podía estar sentado en el trono, pero yo llevaba la voz
cantante.
Cuando entré en la oficina de Nick, no me miró. Su rostro estaba
enterrado en su computadora, probablemente tecleando amenazas a
cualquier idiota que lo hubiera molestado hoy.
—¿Por qué no se le permite a Juliet salir de la propiedad? —exigí.
Si Nick se sorprendió por la ira en mi tono, no lo demostró. Sin embargo,
finalmente apartó los ojos de lo que estaba trabajando para mirarme.
—Normalmente no tengo que explicarte mis decisiones, hermano
—espetó antes de ajustarse su corbata.
Ignoré su respuesta. Quizá ya era hora de que empezara a dar
explicaciones.
—Juliet intentó ir a visitar a su abuela hoy. En cuanto llegó a la
puerta, un grupo de guardias la detuvo, la hicieron dar la vuelta. La única
razón por la que no está aquí rompiéndote el culo es porque está
demasiado enfadada para mirarte a los ojos. No puedes encerrarla. 37
Nick golpeó el escritorio con su puño y tuve que resistir el impulso
de poner mis ojos en blanco. Estas rabietas eran ridículas.
—Puedo hacer lo que me dé la gana en lo que a ella se refiere —
gritó.
¿Lo que le diera la gana? A la mierda.
Una rabia cegadora me recorrió. Ni siquiera me di cuenta de que
mis pies se movían. Mi mano rodeó su cuello, levantándolo de la silla.
Fue una emocionante experiencia extracorpórea en la que quise
deleitarme.
Durante años, soñé con hacer esto. Llevaba toda la vida burlándose
de mí, desafiándome a que le mostrara de lo que era capaz.
Abrió sus ojos con fascinación cuando lo arrojé contra la pared.
Era demasiado engreído para sentir el terror que yo quería que sintiera,
lo que sólo hizo que mi ira aumentara. Su mano buscó la pistola que
llevaba en la cadera, pero la intercepté e inmovilicé su muñeca contra la
pared.
—Por fin te han salido las pelotas, por lo que veo —gruñó en tono
sarcástico. Tuve que obligarme a no apretar más fuerte.
No lo entendía. No había forma de que pudiera contenerme más.
Mi hermano quería que diera un paso adelante y fuera un hombre. Me
preparaba, ponía el amor de mi vida delante de mi rostro como si fuera
una especie de golosina que podía mordisquear si era un buen perrito
que cumplía sus órdenes. Y funcionó, hasta ahora. Ahora, mordería la
mano que me alimentaba si fuera necesario. Mataría al hermano que me
controlaba si fuera necesario.
Ya no temía ir en contra de mi familia. Había llegado a aceptar que,
para ganarme un lugar en este mundo, tenía que luchar por él. Nick era
una broma. El hombre tenía un traje metafórico demasiado grande para
él. Yo era el mejor hombre de negocios. Yo era el que estaba construyendo
un imperio próspero con la ayuda del sentido común y el trabajo duro. Él
no era más que un músculo psicótico, y sabía con certeza que todos en
nuestra organización me respetaban diez veces más de lo que le temían
a él.
—¿Qué vas a hacer? ¿Pelear conmigo por ella? Ambos sabemos que
eres demasiado débil para enfrentarme. Y sabes que lo que estoy
haciendo es correcto. Tú la viste. —Nick tenía saliva acumulada en el
labio mientras hablaba. Resistí el impulso de sacar un pañuelo y
limpiarlo.
Sacudí mi cabeza con asco.
—Esa es la cuestión, Nick. No creo que estés manejando esto de la
manera correcta en absoluto. Crees que puedes mantener a todo el
mundo a salvo y contenido siempre que controles todos sus movimientos. 38
—Sonreí—. La seguridad de Juliet es mi máxima prioridad, pero su
felicidad es lo que va a hacer que me ame más de lo que nunca te amo a
ti.
Esas palabras hicieron que las venas de su cuello se abultaran. La
rabia que se cocía a fuego lento detrás de sus ojos oscuros salió a la
superficie, y empujó mi cuerpo, casi con la fuerza suficiente para
empujarme hacia atrás, pero no del todo.
—No sabes de qué coño estás hablando —gruñó.
—¿No lo sé? —pregunté en tono burlón—. Porque Juliet no quería
que la consolarás anoche: me quería a mí. Y cuanto más intentas
encerrarla, más va a correr directamente a mis brazos. Supongo que
debería darte las gracias. —Lo solté y enderecé mi corbata. Él posó la
mano sobre el arma que tenía a su lado, como si estuviera debatiendo si
dispararme. Podría intentarlo. Tendría una bala alojada en su cráneo
antes de que pudiera decidirse. Me había hecho más fuerte estos últimos
meses. Más sabio. Más rápido. Más peligroso—. Te deshiciste de Anthony.
La estás alejando. Puede que la hayas poseído al principio, pero ahora es
mía.
Nick me miró fijamente durante un largo momento. Mi corazón se
aceleró por la adrenalina de enfrentarlo y, finalmente, inclinó su cabeza
hacia atrás y se rió.
—Suenas igual que yo. Supongo que debería estar orgulloso. Por
fin das un paso al frente para ser un Civella en lugar de un cobarde.
Yo no era un Civella. Era un hombre profunda e irrevocablemente
enamorado de Juliet. Sea lo que sea que signifique eso, eso es lo que era.
Nick sacudió la cabeza.
—Tienes suerte de que esté dispuesto a ser el malo —escupió—.
Hablas mucho, pero a la hora de la verdad, no habrías podido tomar la
decisión que yo tomé. No habrías prohibido a Anthony. Sólo te beneficias
de mi difícil decisión. —Sentí que mis ojos se estrechaban ante sus
palabras. Ni siquiera podía discutir con él. La verdad era que me alegraba
que fuera él quien alejara a Anthony para que se aclarara. Eso no
significaba que quisiera que se fuera para siempre, pero tenía que aclarar
su mierda antes de arruinar a la señorita Cross.
—Puedes fingir que eres grande y malo. Adelante, entra aquí y trata
de intimidarme. No eres nadie. Sólo eres un arreglo temporal. Yo soy
quien toma las decisiones difíciles. Yo soy quien tiene su mejor interés en
su corazón. Y al final del día, cuando la mierda golpeé el ventilador, será
a mí a quien corra. Yo arreglo los problemas. Tú te escondes de ellos.
Anthony los crea. Así es como siempre ha sido. Así es como va a ser.
Que se joda Nick. Que se joda por encontrar mi mayor miedo y
explotarlo.
—No me voy a esconder. Ya no.
Nick me miró por debajo de la nariz, su labio curvado como si yo 39
fuera basura pegada a la suela de su zapato.
—Ya sabes que me encantan los buenos retos. —Sacó su teléfono
y marcó un número. Era tan propio de mi hermano dejar de conversar
para hacer lo que se le antojara—. Pequeño luchador —ronroneó
mientras se llevaba el teléfono a la oreja. Tuvo las bolas de llamar a Juliet.
Estaba realmente molesto con él. ¿A qué jugaba? Estiré mi cuello,
desesperado por escuchar su versión de la conversación.
—He oído que querías ir a visitar a la abuela. Siento haber tomado
más precauciones de seguridad. Supongo que fui un poco agresivo en ese
aspecto. ¿Qué tal si te acompaño y hablamos? Sé que estás enfadada,
pero...
Juliet lo cortó, pero no pude oír lo que decía. ¡Joder! El tiempo pasó.
De vez en cuando decía cosas como. Lo entiendo. Tienes razón. Y mi menos
favorita, también te amo.
Luego, sonrió antes de volver a hablar.
—Por supuesto. Haré que un auto te lleve ahora. —Colgó y luego
me sonrió. Enderecé mi espalda, preparándome para cualquier cosa
ignorante y presumida que hubiera planeado decir—. Gracias por el
consejo. Supongo que, por mucho que me duela decirlo, tenías razón en
una cosa. Encerrar a Juliet no hará que todo mejore. Necesita probar la
libertad. Como cuando le cortas las alas a un pájaro, pero abres la puerta
de su jaula de vez en cuando. —Estaba hirviendo de rabia. Se inclinó más
cerca para susurrarme amenazadoramente—. Tendrás que arrancarla de
mis frías y muertas manos antes de que te deje tenerla para ti sola.
40
A veces había que bailar con el diablo para sobrevivir a la canción.
Malice y yo jugábamos a un sofisticado juego del gato y el ratón. Sabía
que tenía que jugar bien si quería mi libertad, y él me mantenía con la
correa corta por miedo a que huyera definitivamente. Tenía
constantemente una sombra acechando detrás de mí. Autos blindados.
Guardias que seguían todos mis movimientos. La única persona que no
acechaba mi presencia era Malice. En los cuatro días transcurridos desde
que Anthony se había marchado, sólo habíamos hablado de pasada o a
través de mensajes de texto superficiales.
Eso me aterrorizaba y me dolía a la vez. A pesar de haber enviado 41
a Anthony lejos, todavía amaba a Nick. Seguía anhelando el consuelo que
me ofrecía. Me sentía extraña al no acudir a él con ese problema,
antinatural. Malice era exigente y contundente. Atravesaba muros de
concreto para llegar a mí, incluso si era yo quien los construía. Así que
el hecho de que me diera espacio parecía mal a un nivel visceral. Me
pregunté si era un truco. Me privaría de su presencia hasta que me
arrastrara hasta su cama, rogando por cualquier sobra que me diera. Y
teniendo en cuenta que ya no tenía a Anthony para hablar, me sentía
sorprendentemente sola. Por suerte, William estaba haciendo todo lo
posible para apoyarme mientras lo superaba.
Malice estaba dándome espacio para lamer mis heridas y navegar
por nuestra nueva normalidad. Pero mi tiempo era limitado. Pronto, nos
obligaría a los dos a enfrentarnos a esto. Al final me reclamaría. Siempre
lo hacía.
Rebusqué en mi bolso y saqué mi computadora, preparada para
una larga noche de estudio. Asistía a la Universidad de Kansas City a
tiempo parcial, algo que hacía que la abuela se sintiera increíblemente
orgullosa. Resultaba tan extraño que, cuando todo esto empezó hace seis
meses, aún mi piel se erizaba al pensar en deberle algo a Malice. Ahora,
él pagaba las facturas médicas de la abuela, sus servicios públicos, mis
estudios y cualquier otra cosa que mi corazón deseara. Era mi dueño, en
cuerpo y alma. Supongo que me había permitido ceder en estos últimos
meses. No me parecía mal, ya que éramos muy felices y estábamos
enamorados. Me convencí de que su apoyo no tenía ningún costo.
Pero ahora que las cosas se tambaleaban de nuevo, no podía
entender por qué me permitía ser tan codependiente de todos los
hombres Civella.
—¿Vienen los chicos a cenar? Estaba pensando en hacer el pastel
de lima, el favorito de Anthony —dijo la abuela mientras miraba la nevera
y hacía inventario de la comida que teníamos. Por supuesto, estaba
totalmente abastecida gracias a la entrega de comestibles que William
había coordinado para ella. A ninguno de los chicos le gustaba la idea de
que la abuela fuera andando a la tienda.
La abuela tenía muy buen aspecto. Tenía un brillo saludable en su
piel que no había estado allí durante años. Llevaba el cabello
perfectamente peinado con permanente y un elegante pantalón suave que
William había elegido para ella en Bloomingdales durante su viaje a
Nueva York. Todavía tenía ese ligero temblor en sus movimientos, pero la
medicina experimental estaba funcionando. Me sentía como si estuviera
a caballo entre su casa y la Mansión Civella. En realidad, no tenía un
lugar permanente donde quedarme. Era una mujer caprichosa que salía
con tres tipos y cuidaba de su abuela, pero por ahora funcionaba. Puede
que fuera parte de la razón por la que me sentía tan agotada. No estaba
muy segura de dónde estaba mi casa.
La casa de la abuela había recibido un gran cambio de imagen. Los
chicos habían sustituido el tejado y las ventanas, habían pintado los 42
paneles de madera de la fachada y habían instalado una rampa para la
silla de ruedas de la abuela en caso de que tuviera un mal día, algo que
no ocurría a menudo pero que era bueno tener. No tenía una habitación
en la Mansión Civella. Iba saltando de habitación en habitación. Tenía
ropa por todas partes, pero la falta de rutina estaba afectándome.
No le había dicho a la abuela que Anthony se había ido, sobre todo
porque no estaba muy convencida de que lo hiciera. En mi mente, fingía
que esto no era más que unas vacaciones. No era real. Él entraría por las
puertas en cualquier momento y volveríamos a la normalidad, lo que
fuera normal para nosotros.
—No. William está en el trabajo y Mal… Nick tiene una reunión.
Anthony está... —Ni siquiera pude obligarme a inventar una mentira.
La abuela dejó de buscar ingredientes y se giró lentamente para
mirarme.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó. Sentía el pecho como si alguien
hubiera clavado un martillo en el centro de mi esternón. Cada inhalación
era una especie de dolor cortante que revolvía mi estómago. No se me
daba bien mentirle. Ella tenía esa forma de ver la verdad incluso cuando
yo no quería admitirla. Nunca lo habíamos hablado, pero ella sabía en
qué estaban metidos mis hombres. El hecho de que yo evadiera algunas
de las partes más horripilantes de mi vida, no significaba que no me
abriera a ella.
—Salir con tres hombres es difícil, abuela —susurré—. No siento
que sea suficiente. —Nunca imaginé que tendríamos una conversación
así, pero por suerte ella había tenido mucho tiempo para acostumbrarse
a nuestra singular dinámica de relación.
Frunció su ceño antes de moverse lentamente para sentarse a mi
lado.
—Se supone que no eres suficiente, cariño —dijo suavemente antes
de estirar su mano para acariciarla—. La medida de una persona no es
lo que puede dar en una relación. Es cómo ama. No la cantidad.
Aparté los ojos y limpié una lágrima perdida.
—Anthony es...
—Problemático —terminó la abuela por mí—. Últimamente lo está
pasando, ya ni siquiera viene a ver a Jeffrey. —Al oír su nombre, la bola
de pelo negra levantó la cabeza de donde dormitaba en el suelo de la
cocina y maulló. Todavía recordaba cuando Anthony le regaló el gato.
Parecía una época tan feliz hace mucho tiempo.
Problemático no parecía una forma adecuada de explicar lo que era
Anthony.
—Nick lo envió lejos. William cree que Anthony necesita un tiempo
para trabajar en sí mismo antes de poder manejar una relación conmigo.
43
—Suena razonable —respondió la abuela con un ligero tartamudeo,
probablemente por el estrés de nuestra conversación—. Aunque Anthony
ocupa un lugar muy especial en mi corazón, tu felicidad y bienestar son
mi prioridad. William es un hombre muy inteligente, y si cree que
Anthony necesita tiempo, probablemente tenga razón. Y en cuanto a
Nick, ese hombre es terriblemente encantador pero un poco impulsivo.
Ya entrará en razón.
Impulsivo era una buena manera de decirlo. No quería contarle a
la abuela lo que había pasado en el cementerio. Ella amaba a Anthony
con dureza, pero cuando se trataba de mi seguridad, no se andaba con
rodeos. Quizá habían lavado mi cerebro, una víctima de abusos
condicionada a perdonar por amor. Tal vez todavía tenía la esperanza de
que él mejoraría de alguna manera. En cualquier caso, no quería que otra
persona que quería odiara a Anthony por lo que hizo cuando no estaba
en su sano juicio.
—Tengo la sensación de que algo pasó para que Nick y William
tomaran esta decisión —comentó mientras recorría mi piel con la mirada.
Me encorvé ligeramente, ocultando mis moretones desvanecidos con el
cuello de mi chaqueta—. Tengo la sensación de que esta es otra de esas
cosas que no quieres contarme.
Encogí mis hombros.
—Anthony me ama —espeté con toda la convicción que pude
reunir. No estaba segura de sí trataba de convencerme a mí misma o a la
abuela—. Todos me aman.
—Pero tienen que amarte de una manera que sea buena para ti,
¿de acuerdo? —dijo la abuela, con un tono más duro. Apretó sus labios
en una fina línea y vi cómo sus dedos temblaban sobre la mesa. No quería
molestarla, pero hablar de las cosas me hacía bien. La abuela tenía esa
forma de ayudarme a centrarme.
Aclaré mi garganta.
—Así que, pastel de lima, ¿eh? La verdad es que se me ha antojado.
Me dejó cambiar de tema amablemente.
—Sólo necesito una lata de leche condensada. ¿Quieres ir
corriendo a la tienda de comestibles por mí? —preguntó la abuela.
Dejé escapar un suspiro de alivio. Dar un paseo era justo lo que mi
cerebro necesitaba antes de sumergirse en una noche de estudio.
—Sí, puedo ir a buscar eso —respondí—. ¿Necesitas algo más?
La abuela se rascó la barbilla.
—Mataría por un poco de vino de caja, pero mi médico no quiere
que beba con esta medicación. ¿Crees que medio vaso podría estropear
algo? Oh, supongo que aún no tienes veintiún años. —Puso los ojos en
blanco de forma juguetona.
Tenía el número del doctor Fulbright en marcación rápida y, 44
gracias a mi aterrador novio, el pobre médico siempre contestaba al
primer timbrazo.
—¿Puedo preguntarle al doctor? —No mencioné que, gracias a los
hombres Civella, ya no necesitaba una identificación para el alcohol.
Prácticamente entraba en la tienda y me entregaban lo que quería.
La abuela sonrió.
—¡Noche de vino!
Me levanté y tomé mi cartera.
—Ya vuelvo.
67
William agarró las sábanas y las envolvió alrededor de su cintura
antes de gruñirle a Malice.
—¿Qué diablos estás haciendo?
Los pantalones de Malice parecían estar a punto de caerse, ya que
el cinturón aún estaba desabrochado. Sus manos temblaban por la
adrenalina mientras apuntaba el cañón del arma a su hermano. Era
extraño verlo tan desaliñado, aunque estaba familiarizada con su
naturaleza desquiciada. Los había empujado demasiado lejos.
—¿A qué diablos estás jugando, William? ¿Crees que de repente 68
eres importante? ¿Mejor que yo? —preguntó Malice.
Doblé mis piernas hacia mi pecho, mi desnudez y la aguda punzada
de tensión me hicieron sentir demasiado expuesta por el momento.
—¡Estás jodidamente loco! —gritó William.
—Te mostraré lo jodidamente loco que puedo estar. No te necesito.
Ya me harté de compartir. Ya me harté de jugar este juego. Estás muerto
para mí, ¿oíste? Muerto. También puedes dejar de fingir que diriges el
lugar.
William respondió antes de que pudiera intervenir.
—¿Fingir? ¡Fingir! ¿Crees que estoy fingiendo dirigir las cosas?
Mientras tú estás matando gente y haciéndote enemigos, soy el que
realmente nos hace ganar dinero. Soy el que limpia tus desastres. Soy a
quien la gente realmente respeta. ¿Y sabes qué? —preguntó William,
saliva volando de su boca.
—¿Qué? —respondió Malice, su tono goteando con ira.
—Soy el que Juliet quiere, también. La acabas de escuchar. Te está
matando, ¿no? Saber que soy la mejor opción para ella. Saber que podría
ser más feliz conmigo…
—Te mataré —gruñó Malice.
Me había quedado atónita durante la mayoría de sus peleas, pero
logré encontrar mi voz.
—¡Basta! —grité, haciendo que ambos se giraran para mirarme.
Malice finalmente bajó su arma y respiré aliviada. Luego giró sobre
sus caros zapatos y se dirigió a la cama.
—Nos vamos. Te vienes a casa conmigo. Ya es suficiente.
—¡No la toques, maldita sea! —gritó William.
Estaba harta de este juego metafórico de tira y afloja.
Me levanté, semen derramándose por mi pierna por el movimiento
brusco. Malice sonrió, probablemente pensando que iba a irme con él,
pero negué con la cabeza.
—Me cansé —dije, de alguna manera milagrosamente manteniendo
mi voz firme—. Me cansé de esto. No voy dejar que se peleen por…
—No tenemos que pelear. Solo ven a casa conmigo… nosotros,
quiero decir —se quejó William.
Dejé escapar un grito de frustración que rebotó en las paredes. Fue
en carne viva, enojado y lleno de dolor.
—Ya hemos pasado por esto. Intentaste hacerme elegir cuando le
dijiste a Vicky. Estoy cansada de los juegos, William.
Malice sonrió triunfalmente y se me puso la piel de gallina.
—¡Y tú! Vas a alejar a todas las personas de tu vida hasta que solo 69
quedes tú en esa casa grande y vacía. No puedes controlar todo.
—¡Joder si no puedo! —se burló.
—No puedes controlarme. No si quieres estar conmigo. Puedes
capturarme. Encerrarme en tu dormitorio. Follarme. Arruinarme. Pero no
será amor. No será real. Solo serás tú y un cuerpo cálido.
Corrí hacia la pared donde estaba colgada una bata de seda negra
y me la puse mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.
—Dejé que Nick estuviera a cargo de esta relación porque supongo
que no tenía la confianza suficiente para decir lo que quería. Era más
fácil dejar que él tomara las decisiones, porque no quería lastimar a
nadie. Nunca quise lastimar a nadie…
Me limpié furiosamente una lágrima antes de inclinarme por la
cintura y dejar escapar un sollozo de frustración. Todas las emociones
que se habían estado acumulando dentro de mí se habían desbordado.
El dique que había construido alrededor de mi corazón se había roto
oficialmente. No había vuelta atrás ahora.
—Pero ahora Anthony se ha ido —dije con voz ahogada antes de
desmoronarme y sentarme en el suelo. Tanto Malice como William se
movieron para consolarme, pero se detuvieron cuando notaron que el otro
intentaba hacer lo mismo. Este era el problema. Su odio mutuo siempre
se interpondría en el camino de su amor por mí. Esta no es una forma de
vivir.
—Vámonos a casa, Pequeña Luchadora. Podemos hablar de esto.
¿De acuerdo? —dijo Malice, usando su voz más suave y amable que
calmó mi alma un poco.
—No. ¿Puedes llamar a Kelsey? —pregunté antes de apoyar mi
mejilla en mi rodilla doblada—. Quiero ir a casa con ella.
William inmediatamente sacó su teléfono celular de su bolsillo,
desesperado por hacer lo que yo deseaba. Malice maldijo.
—No creo que huir de nosotros sea la respuesta. Preferiría que
vinieras a casa, Juliet.
—Hemos terminado, Nick. —Usé su nombre real para realmente
llevar el punto a casa. Estaba tan exhausta que no tenía sentido alargar
esto. No estaba funcionando. Tal vez nunca funcionó.
Soltó una risa amarga.
—No hemos terminado.
Podía pensar lo que quisiera, pero mi corazón necesitaba espacio,
tal vez incluso de forma permanente.
—Probablemente no podría evitar que ninguno de ustedes hiciera
que me quedara. He estado encadenada en tu sótano, ¿recuerdas? Sé de
lo que eres capaz.
William comenzó a vestirse. Su silencio fue como un grito. Quería 70
saber lo que estaba pensando.
Malice continuó con sus amenazas.
—Estoy pagando las citas médicas y los medicamentos de Ruthie.
Demonios, estoy pagando por tu educación. Tu comida.
—Si quitaras todo eso, solo estarías confirmando lo que estoy
sintiendo en este momento. Estarías en tu derecho de parar. No puedo
obligarte a preocuparte por mí, Nick. Ya me cansé de dejarte tener el
mundo sobre mi cabeza a cambio de amor.
—Kelsey está aquí —dijo William en voz baja—. Pero estoy de
acuerdo con Nick, deberías volver a casa.
Miré su rostro solemne y sentí una punzante culpa por el dolor en
su expresión. Pero William siempre me querría para él solo. Malice
siempre querría controlarme. Anthony siempre se perdería en sus
demonios.
—Me voy a casa —susurré antes de levantarme del suelo y cruzar
el escenario, pasando a Malice, y bajando los escalones que conducían al
suelo. Kelsey estaba parada allí, esperándome. La pobre chica parecía
aterrorizada, y me sentí mal por ponerla en esta posición, pero no tenía
a nadie más. Probablemente era mi única amiga en estos días aparte de
mis hombres, e incluso entonces, solo hablábamos cuando estábamos de
turno juntas.
—Gracias —susurré.
Con ternura enlazó su brazo con el mío y comenzó a guiarme hacia
la puerta.
—El señor Civella no me va a asesinar por llevarte, ¿verdad? —
preguntó, su tono ligeramente burlón, pero había un borde en su postura
cuando rápidamente nos hizo salir por la puerta.
—No lo hará —le aseguré. Yo soy la persona con la que están
enojados. Yo era la persona que terminaba esto. Yo era la persona que se
alejaba de nuestra relación. Yo me estaba salvando.
77
—Gracias a todos por sintonizarnos. Asegúrense de escucharnos
la próxima semana, tengo una entrevista con un detective privado que
trabajó con la familia Smith en la desaparición de Francesca Smith hace
casi una década. Hasta la próxima, cierren bien sus puertas.
Presioné detener mi grabación y me recliné en mi silla con un
profundo suspiro. Había grabado seis episodios esta semana. Desde que
rompí con los hermanos Civella, había estado experimentando esta
extraña montaña rusa de emociones, tambaleándome en algún lugar
entre la ansiedad, el miedo y la decepción. El primer día, William envió
una caja con mis pertenencias. Hizo que mi decisión se sintiera definitiva. 78
El tratamiento silencioso me estaba poniendo enferma del estómago, pero
también era extrañamente familiar. Me recordó los días en que pensaba
que él era solo un guardaespaldas melancólico para Vicky. No sabía cómo
manejarlo. Su rápido despido de mí fue como un castigo rápido y me hizo
sentir culpable por manejar las cosas de la forma en que lo hice.
Lo llamé una vez y le dejé un mensaje, haciéndole saber que estaba
disponible para reunirme si quería hablar de todo. Me aseguré de incluir
que estaba dispuesta a trabajar en esto si hacía algunos cambios, pero
el deprimente silencio que me recibió fue suficiente respuesta. Decir que
estaba devastada sería quedarme corta, pero tenía que mantenerme
fuerte. Primero, tenía que elegirme a mí misma.
Malice y yo nos habíamos hecho amigos por correspondencia.
Excepto que no estábamos escribiendo cartas, solo estábamos enviando
un collar de ida y vuelta. Todas las noches, lo dejaba en su buzón, y todas
las mañanas, lo regresaba al mío.
Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que las cosas se
intensificaran. Este juego lo entretendría solo un poco, pero muy pronto
subiría de nivel y tendría que navegar por su naturaleza vengativa.
Conseguí el trabajo en la funeraria, gracias a las tetas de Kelsey y
la determinación del dueño de ganar una cita con ella. Era extraño no ir
a Eden’s Place todas las noches. Y además de las clases, principalmente
me mantenía sola en la casa de la abuela. Por suerte, no había tenido
que hablar con ella sobre lo que estaba pasando con los chicos. Estaba
en Oklahoma con unos amigos en uno de los torneos de bingo más
importantes del país. Le había ido tan bien con el manejo de su
enfermedad de Parkinson que me sentí bien de que viajara con amigos y,
aparentemente, estaba en una buena racha ganadora.
Estaba sola. Tal vez por eso estaba poniendo toda mi atención en
mi podcast. Tenía suficientes episodios para tener de reserva en el mes.
Fui a abrir mi software de edición, ya que en realidad no tenía nada
más que hacer, pero un mensaje instantáneo sonó en mi chat de Google
y me detuve. Era mi correo electrónico de podcast. Ahora que tenía diez
mil suscriptores, no era raro que me enviaran correos electrónicos o
artículos, pero nunca antes había tenido una solicitud de chat.
Recé para no ver una foto de pene no solicitada y abrí la ventana.
Pest92: ¿Has oído hablar del nuevo asesino en serie en Miami?
Me enviaron un enlace de noticias e hice clic en él. Cuatro
asesinatos. Víctimas femeninas de unos treinta años. Sus cuerpos fueron
mutilados. Faltaban trozos de piel. Marcas de dientes en su carne… Lo
imprimí rápidamente, luego volví al chat. Estaba tan desconectada del
horror como atraída por el misterio.
Crimegirl: ¿La policía tiene alguna pista?
Pest92: Ninguna. Sin embargo, está subiendo de nivel. Empezó
hace unas tres semanas. 79
Espera. ¿Tres semanas? Ese fue el momento en que Anthony se
fue.
Crimegirl: Gracias por el dato. Lo miraré.
Fui a cerrar el chat, pero Pest92 respondió antes de que pudiera.
Pest92: Por supuesto. Me encanta tu podcast. Lo espero cada
semana. Aunque suenas triste últimamente.
Miré el mensaje por un largo momento, esa tristeza tormentosa
crecía dentro de mí. No quería que ninguno de mis oyentes supiera lo
molesta que estaba.
Crimegirl: Lo siento. He tenido unas semanas difíciles. Pronto
volveré a mi estado normal.
Pest92: ¿Quieres hablar de eso?
Sonreí. ¿Con un extraño al azar en Internet? Paso.
Crimegirl: ¿Y hacer que matarme sea más fácil para ti? ¿NO
has escuchado ninguno de mis podcasts? Regla uno, no te abras a
hombres extraños en Internet.
Pest92: ¿Quién dice que soy un hombre? Podría ser una abuela
inocente que se pasa los días jugando al bingo y las noches viendo la
televisión policiaca.
Crimegirl: Entonces, ¿puedo llamarte abuela?
Pest92: No, dañaría mi frágil masculinidad. Soy un tipo. Y tus
instintos son correctos. Probablemente no deberías contarme todos
tus secretos.
Debatí qué escribir a continuación por un momento. Estaba
disfrutando de la interacción humana y no estaba lista para volver al
silencio mundano y solitario.
Crimegirl: Supongo que podemos charlar siempre y cuando
prometas no ser estúpido sobre ocultar mi cuerpo cuando me mates.
Al menos, dale a las autoridades un desafío adecuado.
Pest92: Trato. Será el crimen del siglo. Entonces, dime qué
está mal.
Probablemente debería ir a un terapeuta sobre esto, pero ser
imprecisa no hace daño. Kelsey había estado trabajando toda la semana
para cubrir mis turnos, y solo necesitaba a alguien con quien ser un poco
patética por un momento.
Crimegirl: Pasando por una mala ruptura.
Pest92: Esas son las peores.
Sí, y yo estaba pasando por tres al mismo tiempo. Era un desastre 80
de enormes proporciones.
Crimegirl: Sin embargo, me ha dado mucho tiempo para los
podcasts. He grabado seis esta semana.
Pest92: Qué suerte la mía. Aunque, ¿qué dice de ti que te gusta
hablar de muertos cuando tienes el corazón roto? ¿Debería tener
miedo?
Me reí.
Crimegirl: Sé cómo esconder cuerpos donde nadie los
encontrará.
Pest92: ¿Tu ex lo sabe?
Podríamos haber estado bromeando, pero no se me pasó por alto
la ironía. Había enterrado cuerpos con mi ex, aunque el término ex no se
sentía exacto para lo que era Anthony.
Crimegirl: Lo sabe. Tal vez por eso se fue.
Pest92: Estaría loco si te dejara. ¿Una chica que puede
esconder un cuerpo y habla de un verdadero crimen? Calma mi
corazón latiente.
Crimegirl: También trabajo en una funeraria.
Bueno. Realmente necesitaba dejar de chatear con este chico. Era
inofensivo, pero me sentí como una sanguijuela de atención, aferrándome
a cualquier cosa que pudiera conseguir.
Pest92: ¿Una funeraria? ¿Cuánto tiempo has trabajado allí?
Crimegirl: Comienzo el lunes. Estoy emocionada.
Pest92: Espero que te vaya bien.
Me aclaré la garganta antes de escribir mi despedida. Tenía mucho
en qué pensar. Este desarrollo del asesino en serie hizo girar mis ruedas.
Era algo a lo que aferrarme y mantener mi mente ocupada por un
momento. Estaba esperando la distracción del dolor en mi corazón. Pero
también, algo seguía empujando en el borde de mi mente. El momento
era extraño. Probablemente estaba haciendo conexiones donde no había
ninguna, pero valía la pena investigar de todos modos.
Además, tenía que dejar el collar en la casa de Civella antes de
acostarme de todos modos.
Crimegirl: Me voy a la cama, Pest. Gracias por el consejo. Lo
miraré. Siéntete libre de enviarme información si surge.
Pest92: Dulces sueños.
Cerré mi computadora portátil y dejé escapar un suspiro. Era el
siguiente nivel patético estar en casa sin hacer nada un sábado por la
noche. Normalmente, William y yo estaríamos en el club, follando en su
oficina o bailando en el área principal. O Malice me llevaría a una cena
elegante. O Anthony y yo estaríamos enterrando cuerpos en la oscuridad. 81
Eché un vistazo a mi reflejo y decidí que al menos necesitaba
parecer que no me sentía miserable mientras pasaba por mi fase de mujer
fuerte e independiente si me encontraba con alguno de los chicos. No me
iba a volver loca, pero el pelo limpio era al menos lo mínimo para parecer
que tenía mis cosas bajo control.
Caminé hasta el baño y me bañé rápidamente, luego me afeité cada
centímetro de mi cuerpo. No me preguntes por qué. Una vez que me sentí
suave y limpia, cerré el grifo, me envolví en una toalla suave y me cepillé
el cabello mojado mientras caminaba de regreso a mi habitación.
Donde vi a un jodido hombre parado sobre mi escritorio.
Un grito se abrió paso por mi garganta, y presioné mi espalda
contra la pared con horror. Casi fui a agarrar un libro de texto cercano
para arrojárselo a la cabeza, pero cuando el extraño se giró para mirarme,
me di cuenta de que era Malice. O Nick. Cualquiera que sea su puto
nombre en estos días. No podía seguir el ritmo de las decisiones de mi
propia mente y su identidad alterada.
—¿Qué diablos haces aquí? —grité mientras jadeaba y me agarraba
el pecho.
—Se estaba haciendo tarde. No quería que caminaras hacia la
mansión en la oscuridad y pensé que te ahorraría la molestia de entregar
el collar.
—Maldito psicópata. Me aterrorizaste.
—La puerta de tu casa ni siquiera estaba cerrada con llave. Parece
una invitación si alguna vez vi una.
Sabía a ciencia cierta que la puerta de mi casa estaba cerrada con
llave. El imbécil probablemente todavía tenía una llave. Tenía que
cambiar las cerraduras. Tenía un pequeño ahorro de trabajar en Eden’s
Place y tenía planes para obtener un nuevo teléfono celular en mi propio
plan y asegurarme de que Malice no pudiera aparecer en mi casa sin
avisar nunca más.
—Tienes que irte.
Malice se llevó las manos a la espalda y me miró de arriba abajo.
Estaba diabólicamente guapo en su traje. Su cabello rubio estaba
perfectamente peinado, mientras que esos ojos esmeralda suyos me
desafiaban a decir algo, a hacer algo. La tensión entre nosotros se había
multiplicado por diez en el tiempo que estuvimos separados. Me sentía
débil y necesitada.
Su mirada acarició mi piel.
—¿Dónde está el collar, Pequeña Luchadora? —dijo con voz áspera.
Lo miré con enojo antes de dejar caer mis manos a mis costados.
Afortunadamente, mi toalla endeble permaneció firmemente en su lugar. 82
Si quería jugar este juego, entonces bien, lo jugaría. Me acerqué
lentamente, sintiéndome bochornosa y aterrorizada al mismo tiempo. Era
lo suficientemente consciente de mí misma para saber que estaba
jugando con fuego. Odiaba sentirme tan necesitada, tan entre dos
extremos. Una parte de mí quería salir de este ciclo tóxico. Una parte de
mí lo anhelaba como una droga.
—Está justo aquí —dije antes de llegar a mi mesita de noche,
inclinándome lo suficiente para darle una vista saludable de mi trasero.
Lo escuché sisear mientras me enderezaba—. ¿Feliz? —pregunté antes
de ofrecérselo. En algún momento, este juego tendría que parar. No
estaba segura de estar preparada para eso.
Me sonrió, la advertencia clara en su expresión.
—Sí —respondió suavemente—. Estoy muy feliz.
Malice me tiró a la cama con un solo movimiento. Mi mejilla golpeó
el colchón y mi toalla fue arrancada de mi cuerpo.
—¡Malice! —grité.
Deslizó su mano entre la cama y yo para envolver su mano
alrededor de mi garganta por una fracción de segundo antes de retirar su
mano como si mi piel fuera veneno.
Luché mientras presionaba su musculoso cuerpo contra el mío.
Gemí cuando sus labios rozaron el caparazón de mi oreja.
—Te he echado de menos, Pequeña Luchadora.
—Vete a la mierda y no me llames así —gruñí. Estaba tan
increíblemente excitada. La sensación de su cuerpo duro. La naturaleza
profunda y adictiva de sus palabras. Podía sentir los latidos de mi
corazón en mi coño, y el deseo resbaladizo pintaba el interior de mis
muslos. Fue vergonzoso y emocionante.
Malice metió su mano entre mis muslos. La dura intrusión de su
dedo me hizo gemir. No debería haberse sentido tan bien como lo hizo.
—¿Cuánto tiempo debemos jugar a estos juegos, Juliet? Me amas.
Me sacudí mientras acariciaba mi clítoris. El armazón de mi cama
barata chirrió debajo de mí mientras me decía verdades crueles al oído.
—Dime que me amas y te haré sentir bien, Juliet. Necesito
escucharlo.
Su demanda me hizo detenerme, a pesar del movimiento decadente
de sus dedos. Lentamente lo miré por encima de mi hombro.
—El amor nunca fue el problema, Malice —grazné—. Te amo, solo
necesito que me ames de la manera que merezco, no solo en tus términos.
Malice me miró fijamente, mordiéndose el labio para contener los
pensamientos que se arremolinaban en su hermoso cerebro. Estuvimos
suspendidos en el tiempo solo por un momento, pero vi una tierna 83
sensibilidad allí.
Pero tan rápido como sucedió el momento, pasó.
Me dio la vuelta sobre mi espalda, tiró de mi cabello mojado y me
obligó a arquearme hasta que sus labios calientes estuvieron en mi oreja
de nuevo.
Estaba jadeando, completamente agotada por la tensión entre
nosotros. Nunca lo había deseado más que en ese momento. Y tal vez eso
es lo que él quería.
—No te quites ese collar, Juliet. No te lo diré de nuevo.
Bajé la mirada, luchando contra su agarre en mi cabello,
sorprendida de ver el diminuto diamante descansando sobre mi piel.
¿Cómo me lo puso?
Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa. Pero me soltó y se alejó
de mí.
Aprendí que mi umbral para mantenerme alejado de Juliet era de
tres días. La noche que casi la tuve en su dormitorio, inmediatamente fui
a casa para lavar la debilidad de mi piel. Me molestaba lo difícil que era
para mí mantenerme firme. Fue frustrante sentirme fuera de control de
mis propias necesidades, cuerpo y mente. No podía dejar de pensar en
ella. No podía dejar de sentir anhelo por ella. No podía dejar de desearla.
Me negaba a ceder, en parte por mi propio orgullo y en parte porque
tenía algo que probarme a mí mismo. Nací y crecí para ser independiente.
Necesitaba saber que ni siquiera Juliet Cross podría retenerme como
rehén. 84
Estaba sentado en mi oficina, paseando por los pisos como un león
enjaulado cuando llegó su mensaje de texto.
Juliet: Tenemos que hablar. Voy para allá.
En el momento en que leí su mensaje, bajé corriendo las escaleras
y me senté en la sala de estar, esperando ansiosamente porque
aparentemente era incapaz de comportarme serenamente. Miré mi reloj
mientras escuchaba la puerta principal.
Solo tomaba unos veinte minutos llegar de su casa a la mía. A
menos que fueras un dios y pudieras decirle a la policía que cambiara
todas las luces rojas a verdes, entonces solo tomaba doce minutos.
La puerta traqueteó y me obligué a recoger el periódico de ayer. Era
un dominado. Mi polla quería vivir dentro de ella. Era un bastardo
necesitado desesperado por tenerla en mi corazón, cabeza y cama.
Escuché una voz profunda aclararse la garganta y puse los ojos en
blanco con decepción.
—Pensé que te habías mudado. ¿Por qué estás aquí? —pregunté,
sin molestarme en darme la vuelta, porque ya sabía que ese resople y
jadeo descontento era William. Había perfeccionado el arte de sonar
siempre como si alguien se hubiera cagado en su parabrisas.
El día que Juliet nos dijo a ambos que había terminado, empacó
sus cosas y se mudó a un loft en el centro, llevándose a algunos de mis
hombres con él. Sabía que eventualmente dejaríamos de vivir juntos, pero
la división de recursos y la división tácita de lealtad me puso la piel de
gallina. Lo estaba haciendo a propósito, dibujando una línea en la arena
para hacerme retorcerme.
Siempre había esperado que se madurara y fuera un hombre. El
desafío me emocionaba y me enfurecía. William Civella finalmente
encontró algo por lo que deseaba luchar.
—Juliet me pidió que me reuniera con ella aquí para hablar —
respondió en un tono frío. Lo miré por encima de mi periódico y me reí
entre dientes a pesar del veneno en mi pulso. ¿Por qué diablos quería
hablar con él? Pensé que venía aquí para rogar, no para tener una sesión
de terapia de grupo.
—Te has descuidado. ¿Sudaderas y una camisa arrugada?
¿Cuándo fue la última vez que te afeitaste? —pregunté. Tenía círculos
oscuros debajo de los ojos y barba en la línea de la mandíbula. Nunca lo
había visto tan... normal. No me sentaba bien.
—Y te ves como siempre, nada afectado —gruñó en respuesta—.
Frío. Cruel. Indiferente.
Apreté los dientes antes de ponerme de pie.
—Para que conste, no tengo una razón para estar amargado y
patético. Juliet y yo estamos trabajando en nuestras diferencias. La vi
hace unas noches, y supongo que se podría decir que nos reconciliamos.
85
Fue un golpe bajo. Y una completa mentira. Presumir de follar con
la chica que ambos amábamos estaba debajo de mí y, si era honesto
conmigo mismo, eso denigró nuestra relación. Pero William y yo siempre
estaríamos en un concurso de meadas. Y sabía en mi interior que él no
se había acercado a ella ni una vez desde nuestra pelea. William era el
rey de dominar el tratamiento silencioso. A veces lo enfadaba solo porque
disfrutaba la semana siguiente de completo silencio.
Nuevamente, debería ser feliz. Simplemente se sentía mal, también.
William frunció el ceño.
—Sin embargo, ella no se quedará aquí, ¿verdad? Y tú estás
esperando en la sala de estar como un cachorrito patético y abandonado.
Estoy seguro de que cualquier reunión física que compartieron fue
temporal y sin sentido.
Apreté mi puño a mi costado, queriendo nada más que molerlo a
golpes. Sobre todo porque tenía razón. Pensé que dejarla con ganas la
enviaría arrastrándose hacia mí, pero en cambio, solo hizo que nuestra
distancia se sintiera más intensa. Me estaba castigando a mí mismo, y
era jodidamente frustrante.
Me aclaré la garganta.
—Lo que sea que Juliet necesite, lo puedo manejar. Puedes irte.
Me miró, luego se acercó al sofá para sentarse, su propia protesta
tácita. Bien. Me senté en mi sillón reclinable, y los dos esperamos en
silencio a que apareciera Juliet, porque nos tenía a los dos agarrados de
las pelotas, hecho que me enfureció.
El tiempo pasó lentamente. Nos miramos el uno al otro. Resopló y
jadeó de fastidio. Me imaginé todas las formas creativas en que podría
matarlo.
Golpeando su cabeza entre el inodoro y el asiento una y otra vez.
Una fogata en el patio trasero con él en el asador, cocinándose
sobre la llama abierta.
Un cuchillo en la espalda.
Arrastrándolo con mi coche por la carretera.
Cuando se abrió la puerta principal, ambos saltamos de nuestros
asientos y nos quedamos allí como hombres a punto de ser emboscados.
Supuse que de alguna manera lo éramos. William tiró de su camisa y se
rascó la mandíbula. Me enderecé la corbata.
Y Juliet entró por la puerta como si fuera la dueña del lugar, vestida
con una falda lápiz negra, una blusa blanca y su cabello largo recogido
en un moño apretado. Parecía la bibliotecaria más follable que jamás
haya visto. Inmediatamente comencé a soñar despierto con inclinarla
sobre un escritorio y azotarla hasta que gritara.
86
William obviamente estaba teniendo la misma reacción que yo,
porque fue y se ajustó. Llevaba pantalones de chándal grises, que
básicamente era él rogándole a Juliet que mirara su entrepierna. Hijo de
puta desesperado.
Ella tragó nerviosamente. Tuve el repentino deseo de hundir mis
dientes en su cuello.
—Hola —dijo con voz ronca.
No respondimos, nuestro silencio fue la única solidaridad que
compartimos. Ambos estábamos en contra y a favor de ella. Peleando y
resintiéndola. Era jodidamente complicado, pero al final del día, ella era
mía.
William pasó una mano por su cabello, el movimiento hizo que el
dobladillo de su camisa se levantara un poco. Se lamió los labios como
un gato callejero hambriento mirando un tazón de crema y azúcar.
Malditos pantalones de chándal grises otra vez. Hice una nota mental
para comprar un par.
—Gracias a los dos por conversar conmigo hoy. No tengo mucho
tiempo para hablar porque mi turno en la funeraria comienza en una
hora.
El dedo de William se crispó. Lo estaba matando saber que ella ya
no estaba bajo su mando en Eden’s Place. Puede que me haya acercado
o no al dueño de la funeraria y le di un pequeño incentivo para que la
contratara. Si ella necesitaba sentirse independiente, entonces le daría
eso. Solo tenía que controlar cómo se sentía independiente, porque yo
tenía problemas. Era lo suficientemente hombre como para admitir que
el mundo giraba un poco mejor cuando yo era el que lo hacía girar. Parte
de nuestros problemas surgieron de cuánto controlaba su vida. Supuse
que eso solo significaba que necesitaba ser un poco más reservado al
respecto. Mi siguiente orden del día fue conseguirle una beca en la
escuela para que no se sintiera rara de que yo pagara su matrícula.
—Bueno, hablemos entonces —dije fríamente antes de sentarme.
Inmediatamente me arrepentí de elegir el sillón reclinable, porque eso
significaba que no tenía otra opción que deslizarse en el sofá de dos
plazas al lado de William.
Parecía maravillosamente incómoda, moviéndose de un lado a otro,
retorciéndose bajo nuestras intensas miradas y presionando sus
cremosas piernas juntas. Sabía que estaba excitada. Sabía que nos
extrañaba.
William permaneció en silencio, pero abrió las piernas para tocarla.
Me pregunté qué tan difícil sería serrucharle todas las extremidades.
Anthony solía quejarse de que los huesos eran difíciles de cortar.
—Estoy preocupada por Anthony —espetó Juliet. Por supuesto que
se trataba de él—. Hay un nuevo asesino suelto en Miami. 87
Incliné mi cabeza hacia un lado y modifiqué mi rostro a una
expresión neutral. Sabía a ciencia cierta que Anthony se estaba
escondiendo en Miami. Lo había estado vigilando porque los viejos
hábitos tardan en morir. Me dije a mí mismo que mantenía un registro
de su ubicación para asegurarme de que no volviera aquí, pero… no. Ni
siquiera podía admitir que me importaba.
—¿Qué tiene eso que ver con Anthony? —preguntó William. Juliet
parecía estar pendiente de cada palabra que decía. Hizo que mi pecho se
contrajera con una emoción desconocida. Tal vez el tratamiento
silencioso era el camino a seguir, obviamente la afectaba. Quería que me
mirara como una mujer hambrienta.
Sacó un teléfono celular que parecía increíblemente barato. ¿Qué
pasó con el que le compré? Maldita independencia. Necesitaba llamar a
la compañía telefónica y asegurarme de que tuviera un rastreador en
este.
—Porque en uno de los artículos hay una foto. Está en la escena
del crimen.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo y revisé el mensaje que acababa de
enviarme: un enlace a un artículo de noticias sobre un asesino en serie
suelto. Escaneé la imagen en la parte superior de la página web en busca
de la molesta y maldita sonrisa de mi hermano y fruncí el ceño cuando
lo vi en la esquina derecha. Cara abatida. Expresión cabizbaja. Se paraba
detrás de una línea de policía como una estatua.
—Entonces, él está en Miami. Y el asesino tiene un patrón de…
—Mutilar a mujeres inocentes —terminó William por ella—. La
última víctima fue estrangulada hasta la muerte.
Juliet pasó sus delicados dedos por su garganta, y al instante me
trajo de vuelta a la noche en la fosa común. Mis ojos se nublaron cuando
imaginé a Anthony follándola contra un árbol y asfixiándola hasta que
colapsó. Apreté mi teléfono en un ataque de ira y la pantalla se rompió
de inmediato.
—Eso no es todo —susurró ella—. Mira a su última víctima.
No podía desplazarme, así que esperé a que William resolviera su
ominosa solicitud por mí.
—No jodas —maldijo—. Esta mujer se parece a…
—Cora. Él mató a Cora —respondió Juliet.
Con toda la mierda que estaba pasando con nuestras relaciones,
ni siquiera había tenido tiempo de cazar adecuadamente a esa perra en
las últimas semanas. Lo último que supe es que estaba en Cuba
escondiéndose como la cobarde que era. Me levanté y agarré el teléfono
celular de la mano de William y miré la foto allí. Efectivamente, la sonrisa
traviesa de Cora se burló de mí a través de la pantalla. Quise tirar algo.
Había estado buscando durante meses a la rata que arruinó mi vida. 88
—¿Estás segura de que está muerta? Está de moda que la perra
finja su propia muerte —gruñí.
—Tengo un amigo que investiga el informe de la autopsia, pero todo
cuadra —respondió ella.
¿Amigo? ¿Qué tipo de amigo? ¿Este amigo tenía pene? Hice una
nota mental para matar a este amigo.
—¿Quién? —preguntó William. Oh, él también tenía curiosidad.
¿Cómo te está funcionando ese tratamiento silencioso ahora, imbécil?
—Alguien que me envía consejos para mi podcast. Él es el que envió
una pista sobre este caso, y estoy jodidamente preocupada de que
Anthony esté fuera de control. Tenemos que ir a buscarlo. Este asesino
es un desastre. —Se mordió el labio inferior entre los dientes y miró a
William—. Anthony está en Miami —susurró entonces—. Sabemos dónde
está. Podríamos…
—Podríamos no hacer absolutamente nada porque no lo dejaré
volver al redil —respondí, mi tono no dejaba espacio para el debate.
Obviamente, Juliet, mi pequeña luchadora, no se retiraba tan fácilmente.
—Lo traeré de vuelta, Malice. No me importa lo que digas —
presionó.
Fruncí el ceño. William se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en
la pantalla de su teléfono. El ratoncito silencioso parecía querer vomitar
o golpear algo.
—Podrías intentarlo —respondí encogiéndome de hombros—. Pero
sería increíblemente fácil para mí ponerte en una lista de exclusión aérea.
Tengo hombres apostados en todas las carreteras que salen de aquí. Por
favor, siéntete libre de probar los límites que he puesto a tu alrededor. El
hecho de que creas que eres libre no significa que realmente lo seas.
Ella frunció el ceño ante mis palabras, y al instante me arrepentí.
Hasta ahí lo de controlar su vida en secreto. Un paso adelante, cuarenta
pasos atrás.
—Si este es Anthony, podría ser una carga —dijo William. Lo odié
por arruinar mi discurso. Juliet tenía la mirada de ira más exquisita en
su rostro, y realmente quería memorizar la expresión para poder
masturbarme más tarde mientras pensaba en ella.
—Él es su propia carga ahora —gruñí.
Juliet negó con la cabeza y miró hacia el techo, probablemente
tratando de evitar que las lágrimas que se formaban en sus ojos se
deslizaran por sus mejillas rojas.
—¿Honestamente crees eso? —preguntó William—. Si es arrestado
y capturado, ¿qué crees que pasará? Comenzarán a investigar su pasado.
Solo sería cuestión de tiempo antes de que salieran a la luz todos los
crímenes que ha cometido, y cualquier cómplice caería en llamas junto a
él. Puede que tengas control sobre el Departamento de Policía de Kansas
89
City, pero no estás ni remotamente preparado para una investigación
federal.
El tono altivo de William hizo que Juliet asintiera con entusiasmo.
Sí, así que tenía razón. No quería precisamente que los federales se
metieran en mi vida. Tenía suficientes cadáveres en mi alma para pasar
la eternidad en el infierno, y no quería pasar mis preciosos años de vida
pudriéndome en una celda.
—Me encargaré de eso —respondí. No estaba exactamente seguro
de cómo iba a encargarme, pero lo haría. Tal vez dejar vivir a Anthony era
el error.
Ese pensamiento rebelde hizo que mi pecho se contrajera de dolor.
Yo era como Frankenstein. ¿En verdad podría matar a mi propia
creación? Anthony era así por mi culpa. Porque dejé que lo capturaran.
Porque en lugar de terapia, arrojé a la mujer que amaba a su regazo y
esperé que ella lo arreglara. Porque… porque yo arruinaba todo.
—No es posible que estés diciendo lo que creo que estás diciendo
—gritó Juliet mientras se ponía de pie. Sus piernas temblaban de rabia—
. No puedes matarlo, Malice. Nunca te lo perdonaría.
Miró a William, esperando que él la respaldara. Pero una vez más,
en un movimiento dolorosamente predecible, permaneció en silencio.
Aunque ella me malinterpretó, no estaría matando a Anthony; si iba a
matarlo, lo habría hecho en el cementerio, la dejé pensar eso. Todo era
posible en el futuro. Solo porque estaba dejando respirar a mis dos
hermanos ahora no significaba que continuaría permitiéndoles el
privilegio de la vida.
—Viniste a mí con un problema, y lo resolveré como mejor me
parezca, Pequeña Luchadora.
Se dio la vuelta y miró a William con enfado.
—¿Vas a hablarme? Vine aquí en busca de ayuda y…
William se puso de pie y giró el cuello antes de mirarla.
—Me llamaste para solucionar el problema de mi hermano. No
porque me extrañaras. La he estado persiguiendo desde el primer día,
señorita Cross. Si me quiere, ya sabe dónde encontrarme.
Se levantó y se dirigió a la puerta. Tenía que admitir que era un
movimiento audaz, una apuesta que ni siquiera estaba seguro de que
tomaría. Nunca se lo admitiría al bastardo, pero no estaba seguro de que
si tuviera la oportunidad, ella nos perseguiría.
—William —gritó a su espalda—. ¡William! —Ella me miró por un
momento antes de correr tras él.
Interesante.
90
Mi falda lápiz ceñida y mis tacones hacían difícil perseguir a
William por el camino de cemento. Marchaba delante de mí, un hombre
destruido en una misión. Sentí el zumbido de la ira en lo profundo de mis
venas.
—¡William! —grité mientras él abría de golpe la puerta trasera de
un Mercedes Benz y entraba. Llegué al coche antes de que pudiera
marcharse y golpeé la ventanilla con la palma de mi mano—. Maldita sea,
abre esta puerta ahora mismo.
Bajó un poco la ventanilla y me habló de una manera distante y sin
emociones que hizo que se me erizara la piel. 91
—Aléjese del auto, señorita Cross.
—No hasta que me hables. Te he llamado. Te envié mensajes de
texto. Desde tu cumpleaños, me has estado dando el tratamiento del
silencio. Obviamente todavía te importo, porque apareciste hoy. Pero eso
no es suficiente.
A través de la rendija de la ventana, lo vi negar con la cabeza.
—Apártate.
—¡Háblame! —grité. Se quedó inmóvil, como una estatua de
mármol tallada y atemporal. No sabía nada mejor que quedarse quieto y
posar—. ¿Quieres amarme, William? —exclamé con voz ronca—. ¿O
quieres ser amado? Porque hay una diferencia. Una gran diferencia. —
Una lágrima gorda y furiosa se deslizó por mi mejilla y quedó atrapada
en mi labio superior. La lamí—. Probablemente nunca te amaré de la
forma en que quieres que te amen, William. Me quieres solo para ti. Lo
entiendo. Pero nunca va a suceder. Puedes ignorarme todo el tiempo que
quieras. Pero no te hará bien con esto. No me recuperarás.
Esperé a que respondiera, pero fue como esperar respuestas sobre
la desaparición de mi madre. Todo fue inútil. Esta era la línea que dibujó
en la arena. Era la colina en la que algún día moriría. No podía obligarlo
a luchar por esto. Y ya no quería.
Silencio. Se quedó en silencio. No dijo una sola palabra sobre mi
declaración. Estaba controlando sus pensamientos porque sabía que la
falta de resolución era una tortura lenta y constante para mí. Lloré más
fuerte y rogué, pero él ignoró todo.
Luego, William subió la ventanilla y el conductor aceleró,
dejándome en una metafórica nube de polvo. Me enfermó verlo alejarse.
Se sentía como si William y yo hubiésemos estado peleando desde el día
que Vicky se fue. Era agotador, y tal vez una mujer más inteligente ya se
habría dado por vencida.
Pero a pesar de sus celos, su mal humor y su egoísmo, lo amaba.
Simplemente no sabía cómo nos encontraríamos en el medio. Mientras
caminaba el resto del camino y salía por la puerta principal de Civella,
pensé en lo jodida que había sido esa reunión. Supongo que fue una
estupidez de mi parte esperar un resultado diferente. Malice todavía era
igual de vengativo y estaba dispuesto a dejar que Anthony se matara.
Y si estaba en lo cierto, Anthony estaba en una ola de asesinatos
en Miami. ¿Cómo iba a localizarlo y detenerlo sin la ayuda de los Civella?
No pude evitar sentirme culpable por todo. Me había convertido en
esta enorme brecha entre todos los hermanos Civella. Uno por uno, los
desgarré.
Caminé por el barrio acomodado hacia la parada de autobús, muy
consciente de los hombres que estaban parados en la cima de la colina,
cuidándome la espalda. Malice no podía dejarlo pasar. Sus hombres
podrían haber mejorado en esconderse, pero eso no significaba que 92
hubieran dejado de seguirme. No era estúpida. Conocía su juego.
Pasé junto a una mujer que llevaba gafas negras, un gorro y ropa
oscura. Estaba inspeccionando un rosal, pero no pude evitar sentir que
tenía los ojos puestos en mí. Un escalofrío instintivo recorrió mi espalda
cuando pasé junto a ella.
—Vas a tener arrugas en el ceño —dijo su voz ronca. Era un tono
familiar que podía ubicar en cualquier lugar. Mis pies estaban
prácticamente pegados a la acera, y lentamente me giré para mirarla.
Gargantilla negra. Un tatuaje familiar de alas.
—¿Vicky? —solté cuando se bajó las gafas de sol de forma burlona
y me guiñó un ojo con su mirada cobalto.
—En carne y hueso —respondió—. Pero no lo digas demasiado alto.
Tenemos una audiencia.
Inmediatamente me estremecí. ¿Era otra emboscada? Cora
presumiblemente estaba muerta. Vicky nos vendió la última vez que la
vimos, y si estaba aquí ahora, era una mala noticia para todos. Sabía que
si gritaba, los hombres de la cima de la colina vendrían corriendo. Pero
desde su punto de vista, probablemente parecía que me había detenido
a charlar con un vecino.
La curiosidad fue lo único que me impidió alertarlos.
—Se supone que no deberías estar aquí —me apresuré a decir.
—Créeme, nunca quise volver, pero no tengo muchas opciones.
Sus palabras no deberían haberme lastimado. Sabía que habíamos
terminado. Ella trató de matarme. Pero aún escocía como una avispa en
mi camisa.
—Vete —dije.
—No. Tenemos que hablar.
La miré de arriba abajo, decidiendo que algo no estaba bien con
ella. En una fracción de segundo, decidí respirar hondo, preparándome
para gritar pidiendo ayuda. Pero ella rápidamente alcanzó mi codo, sus
delicados dedos apretando con tanta fuerza que estaba segura de que me
dejaría un moretón.
—No llamemos a la caballería todavía. Solo quería charlar.
La sacudí y me alejé.
—La última vez que quisiste hablar, me arrojaron a una camioneta
blanca y me desperté en un almacén rodeado de cuerpos.
Vicky agitó la mano con indiferencia y habló.
—Y traté de volarte por los aires. Sí. Lo sé. Pero ahora estoy en
terapia. Trabajando en mí misma y todo eso.
La miré boquiabierta. 93
—Genial. Pero aun así no voy a hablar contigo.
Retrocedí un paso hacia la Mansión Civella. Al menos allí estaba a
salvo. Malice y yo podríamos estar en una fase extraña, pero él tenía
bastante claro cuál era su posición con Vicky. Ella estaba muerta para
él, y si alguna vez regresaba, también estaría muerta para el resto del
mundo.
Vicky sonrió.
—Ambas sabemos que no puedes correr con tacones. Y aunque
tienes algunos ojos sobre ti en este momento, también sé que tú y mis
hermanos están en una mala racha. Quiero decir, ¿de verdad quieres
volver arrastrándote con esos imbéciles o quieres ponerte al día con tu
mejor amiga?
Me sentí como si estuviera en una especie de universo alternativo.
¿Cómo diablos estaba pasando esto realmente?
—Tienes una terrible comprensión de lo que significa ser una mejor
amiga.
—Supongo que podrías decir lo mismo —dijo mientras giraba una
sección rebelde de cabello rubio que se asomaba por su gorro—. Saliste
con mis tres hermanos mayores y rompiste el código de chicas.
Parpadeé dos veces. ¿Estaba hablando en serio en este momento?
—Eso no está ni remotamente al mismo nivel de lo que hiciste. Esa
noche en el almacén realmente molestó a Anthony. No ha sido el mismo
desde entonces.
Sacudí mi cabeza para liberarme de los pensamientos sobre
Anthony. Era demasiado doloroso hablar de él. En especial a Vicky.
—¿Parecía estar bien cuando lo dejé hace dos días? —respondió
Vicky antes de pulirse las uñas en su suéter.
Me burlé.
—¿Viste a Anthony hace dos días? —Ella estaba mintiendo
completamente. No había manera en el infierno.
—Lo hice —espetó—. Está en Miami, pero eso ya lo sabías, ¿no?
La miré boquiabierta como un pez, abriendo y cerrando la boca
tantas veces que pensé que atraparía una mosca. Vicky ignoró la mirada
de incredulidad en mi rostro y comenzó a hurgar en su bolso.
—En verdad creo que deberíamos ponernos al día. Sé que tienes
trabajo hoy, pero después nos vemos en nuestro lugar, ¿sí? Ven sola, por
favor —agregó rápidamente antes de mirar a los guardias, que ahora
caminaban hacia nosotras.
Se escapó antes de que pudiera decidirme a ir. Me enfadó que
tuviera información sobre mi mayor debilidad, Anthony.
Ambas sabíamos que esa migaja de información era suficiente para 94
que hablara con ella. Podría haber sido algo estúpido, pero iría al infierno
y regresaría por él.
115
Cortinas amarillas.
Brillante. Cálido. De mal gusto.
No estaba seguro de cómo pagó Vicky por esta cápsula del tiempo
de condominio de la década de los ochenta. Pero tenía vistas al océano, y
si no tuvieras un alma como la mía, probablemente habrías disfrutado
de lo vibrante y lleno de vida que era el espacio.
Me daba comezón. Malditas cortinas amarillas.
Me quedé mirando el reloj. Sé gentil, gentil, gentil, me recordé
mientras tiraba de mi gorro. Mis nervios podridos estaban jodidamente
116
disparados. Juliet estaba cerca. Lo sentía en mis huesos. Nick y William
asaltarían este castillo, matarían al dragón y la llevarían de regreso a su
torre afilada.
Pronto no sería más que dientes y cenizas. Una escena del crimen
delicada, barrida debajo de la alfombra. Comida para gusanos. Compañía
para el muerto. El infierno sería una eternidad poniendo mi alma sobre
la de ella y saber que yo causé esto, nos arruiné.
—Gentil, gentil, gentil —susurré de nuevo.
Ahora tenía reglas.
No te quedes solo con Juliet.
No la toques.
No la lastimes.
Encontré terapia en el fondo de un duro arrepentimiento. Sané mi
mente porque tenía que hacerlo. La debilidad ya no era una opción. Mi
obsesión por la muerte estaba encerrada nuevamente en esa cajita
diminuta. Tuve que dejar salir mis problemas de abandono para que
hubiera suficiente espacio, pero afortunadamente encontré a mi hermana
en todo esto, por lo que mi miedo de quedarme solo nuevamente tenía un
sofá para dormir y cortinas amarillas para mirar.
Pronto. Juliet estaría aquí pronto.
Cansada. Herida.
Nick y William estaban a una hora de Miami. Les daba dos horas
antes de que un convoy estuviera estacionado frente al edificio de Vicky.
Tres horas antes de morir.
Pero no teníamos otra opción. Necesitábamos ayuda.
El pomo de la puerta delantera giró, y los tendones de mi cuerpo
se tensaron por la anticipación. Inhalé y miré la puerta hasta que se abrió
lentamente, crujiendo mientras lo hacía.
—¿Anthony? —llamó Juliet, su tono dulce lleno de alivio. Me
preparé para sus ojos marrones y…
—¿Qué mierda te pasó en la cara? —gruñí mientras caminaba
hacia ella. Extendió la mano para frotar los restos de sangre seca en su
sien y se estremeció cuando la alcancé.
—Podría hacerte la misma pregunta. Anthony, tienes un montón
de moretones descoloridos. Vicky me noqueó. Lo limpié, pero… —Envolví
mi mano alrededor de su muñeca y tiré de ella hacia el baño.
Tenía que quitarle la sangre.
Sanarla.
Ayudarla.
Maldita sea, protegerla de todo. 117
Incluyéndome.
—Anthony, estoy bien —chilló a medida que la levantaba y la
colocaba en el lavabo del baño. El estremecimiento que escapó de sus
labios al momento en que estuvo en mis brazos me puso duro como una
roca, pero ignoré la necesidad palpitante. Agarré una toallita, la mojé y
limpié su herida ligeramente, fijándome en las cosas que tenía bajo mi
control mientras ignoraba la tensión entre nosotros.
—Está magullado —dije con voz monótona—. ¿Dónde está Vicky?
—Herir a Juliet no era parte del plan.
—Está estacionando el auto en una playa pública para llevar a Nick
y William lejos por un tiempo y ganarnos algo de tiempo —respondió.
Dejé caer la toallita y di un paso atrás. Luego otro paso. Entonces
mi espalda golpeó la pared del baño.
—No podemos estar solos juntos. —Mi voz temblorosa hizo que la
habitación se sintiera más pequeña.
Juliet arqueó la ceja hacia mí.
—¿Qué quieres decir? Anthony, ¿por qué no podemos estar solos
juntos? —Odiaba que me hablara como a un animal salvaje. ¿No debería
estar exigiendo respuestas? ¿No debería odiarme por lo que hice?
Manteniendo mi espalda contra la pared, me alejé lo más lejos
posible de ella, deslizándome por el pasillo hacia la sala de estar. Ella me
siguió, presionando, presionando, presionando.
—Anthony, ¿qué pasa?
Una risa amarga escapó de mis labios.
—Todo. Quédate ahí. No puedes…
—¿No puedo qué?
—No puedo estar a solas contigo —forcé a salir antes de apretar la
mandíbula con tanta fuerza que estaba seguro de que me rompería todos
los dientes.
—Anthony, ¿no te fías conmigo? —preguntó Juliet a medida que se
acercaba—. ¿O has terminado conmigo?
Levanté mis manos como un escudo. Quería cerrar los ojos para no
ver las lágrimas brotar de sus grandes ojos hermosos.
—Juliet, no puedo lastimarte más.
Envolvió sus brazos alrededor de sí misma y casi se derrumbó en
el suelo.
—Pero me estás lastimando, Anthony. No estoy bien si tú no estás.
Te fuiste sin decir una palabra.
—También te estrangulé. Te… te follé. Ni siquiera estoy seguro si lo
querías o no. —Estaba tan disgustado conmigo que apenas podía 118
respirar. Me había convertido en lo que más odiaba—. Y aquí estás.
Mirándome con tanta compasión.
—¿Y qué si te compadezco? —respondió Juliet—. Te he extrañado
mucho. No tenía idea de dónde estabas o si estabas a salvo. Simplemente
te fuiste, y ahora ni siquiera…
Me acerqué a ella, apretando los puños con tanta fuerza que mis
uñas se clavaron en mi palma.
—Necesito que me odies —susurré—. Necesito que me grites. Me
temas. Me golpees…
Cortó mis palabras al marchar y abofetearme en la mejilla. El eco
resonó en mis oídos, y el dolor punzante en mi piel me hizo sisear.
Empujó mi pecho. Arañó mi cuello.
—¿Esto es lo que quieres, Anthony?
Se inclinó hacia adelante para arrastrar sus dientes afilados contra
mi cuello antes de succionar con fuerza la piel allí.
—Mierda —maldije, porque esto no se sentía como un castigo. Esto
se sentía como la maldita cosa más caliente que me haya pasado. Acunó
mi polla y me apretó por encima de los pantalones deportivos que estaba
usando.
—Te castigaré, si eso es lo que realmente quieres. Pero prefiero
amarte en su lugar.
Se sentía tan cálida. Podía sentir su pulso vibrante bajo su piel,
latiendo al compás de su corazón salvaje. Estaba viva y chisporroteando
de energía. No había ni una sola parte de ella que se sintiera muerta.
Y lo odié un poco. Ese era el problema conmigo. Se suponía que
respirar era lo más natural del mundo, pero no podía hacerlo sin pensar
en asfixiarme. Juliet estaba intentando resucitarme con su vitalidad
contundente.
—Espera —rogué. Apartándome de su agarre, me tomé un
momento y estabilicé mi respiración. No podía perder el puto control de
esta manera. Perder el control fue lo que me metió en este lío en primer
lugar—. Nos arruiné —dije ahogadamente.
Juliet me miró de arriba abajo, sus ojos suaves.
—Anthony, ¿quieres permanecer arruinado?
No negó que estábamos rotos sin posibilidad de reparación. Pero
ofreció la oportunidad de reconstruir.
—No puedo —susurré.
—No —dijo Juliet—. He dejado que me folles con frío en mi piel. He
enterrado cuerpos. He esperado. He bailado alrededor de tus necesidades
y no me quejé ni una sola vez. Y no está funcionando, Anthony. Así que,
o te sientes vivo conmigo o esta relación morirá.
119
Se lanzó hacia adelante como un maldito maremoto, sin darme un
momento para procesar sus palabras, su ultimátum. Sabía que, si me
daban la mitad de la oportunidad, huiría de una puta vez. Mi cabeza
estaba hecho un lío. No podía hacer esto. No podía ser lo que ella…
Me besó. Caliente. Húmedo. Aplasté mis brazos a mis costados y
presioné tan fuerte como pude. Tiró de la cinturilla de mis pantalones y
envolvió sus manos calientes alrededor de mi polla mientras me
prodigaba con su lengua danzante. Intenté quedarme quieto. En serio, lo
hice. Pero ella me frotó tan bien, que me sacudí en su palma. Al momento
en que un jadeo escapó de mis labios, profundizó el beso. Nuestra lucha
con la boca abierta por el dominio lentamente, lentamente, lentamente
aflojó cada articulación de mi cuerpo.
Relajé mis manos y me estiré para agarrar sus caderas. Sacó su
mano de mis pantalones, y gemí por la pérdida del contacto. Fijando sus
ojos en mí, levantó su palma y la lamió delicadamente desde la muñeca
hasta la punta de su dedo medio antes de continuar su trabajo
frotándome.
Mi mente era una corriente caótica de conciencia que no podía
controlar.
Y estábamos besándonos, chupando y follando con nuestras
lenguas, maldita sea, no podía respirar, era tan bueno y luego ella me
llevó poco a poco hasta la jodida pared amarilla que odiaba con su sol y
brillo, y luego me empujó contra ella y presionó su pulsante piel caliente
contra la mía a medida que me arrancaba la ropa, me desgarraba la
mente, me desgarraba el alma y sus manos en mi cuello y sus dientes en
mis labios respiraron; ella estaba respirando, respirando, respirando con
dureza, pequeñas pruebas de vida contra mi oído, gimiendo cuando
amasé su seno, suspirando cuando le arranqué la ropa de su cuerpo,
llorando cuando besé sus párpados con disculpas tiernas… no, no, no,
era mucho, era demasiado… no, no, no, podía sentir mi corazón
latiendo… no, no, no, se dio la vuelta y arqueó la espalda… sí, presionó
su culo contra mi polla balanceándose… miró por encima de su hombro
desafiándome a vivir.
Respiré.
Dentro y fuera.
Calmé mi mente.
Espera.
Espera.
Cada músculo de mi cuerpo se liberó, como veneno saliendo de mis
poros.
—Maldita sea —maldije antes de llevarla al sofá—. Te amo, Juliet.
—La acosté gentilmente y me puse encima de ella. La besé
profundamente. Me deslicé dentro de su coño resbaladizo. Dentro y fuera,
dentro y fuera. El sexo era una metáfora de la vida. Simplemente no era 120
lo suficientemente inteligente o lo suficientemente tranquilo para hacer
esa conexión en este momento.
—Lo siento mucho —sollocé mientras le hacía el amor.
—Te amo, Anthony. Podemos superar esto. Por favor, no me dejes
nunca más.
—Lo siento mucho —repetí a medida que pasaba sus dedos por mi
cabello y me miraba a los ojos con tanta devoción divina.
Gentil, gentil, gentil. Dentro y fuera. Dentro y fuera.
Lo iba a hacer mejor. Iba a estar mejor.
Iba a ser digno de esta mujer hermosa que no merecía.
—Entoooonces, ¿vamos a esperar aquí a que aparezcan? —
pregunté mientras estaba sentada en el regazo de Anthony. Vicky estaba
comiendo una taza de yogur en el sofá amarillo frente a mí. Esperé
pacientemente su respuesta mientras lamía la cuchara. Esto se sentía
extrañamente anticlimático para la situación. Después de viajar por
carretera durante casi dos días sin escalas por todo el país desde Kansas
City hasta Miami, había esperado que la reunión fuera un poco más
dramática. Anthony estaba frotando círculos pequeños en mi espalda con
su pulgar. Ni siquiera se había molestado en ponerse una camisa. Tenía
en la punta de la lengua pedirle que usara un chaleco antibalas. 121
—Quiero decir, en este punto, sería vergonzoso si no lo averiguaran
—dijo Vicky, con la boca llena de yogur—. ¿Han perdido su toque desde
que me fui?
Anthony se inclinó hacia adelante y besó mi cuello.
—Pronto estarán aquí —murmuró—. Nick no puede pasar más de
cinco minutos sin ver a Juliet.
Mordí mi labio inferior. La verdad era que, Nick y William no me
habían visto mucho estas últimas semanas. Había una inseguridad
persistente en el fondo de mi mente haciéndome preocuparme,
preguntándome si se habrían rendido conmigo. No es que los culpara.
Les di un ultimátum, y tenía que mantenerme firme.
—William probablemente querría ducharse y cortarse el cabello
para su gran reunión —resopló Vicky—. Pasaría por el barbero todas las
semanas antes de reunirnos en Dick’s Diner.
Sonreí ante sus insultos fraternales.
—¿Recuerdas su fase de colonia? —preguntó Anthony a medida
que arrugaba la nariz.
Vicky se atragantó.
—¡Lo peor! Tuvimos que rogarle que no se bañara en esa mierda.
Pero no puedes hablar, Anthony. Cuando tenías once años, Nick tuvo que
sujetarte y ponerte desodorante. ¿Por qué los adolescentes son tan
repugnantes?
Anthony se rio mientras negaba con la cabeza.
—Leí en línea que a las mujeres les encanta el almizcle natural de
un hombre.
Vicky lo apuntó con su cuchara.
—¿Nadie te ha dicho que no confíes en lo que lees en Internet?
Mierda, menos mal superaste esa etapa. Juliet podría pasar por alto un
montón de tus mierdas locas, pero de ninguna jodida forma ignoraría ese
hedor.
Sonreí con fuerza. Anthony se rio tanto que su cuerpo se
estremeció. Nunca había llegado a ver cómo interactuaban los hermanos
entre sí. Nuestra amistad se derrumbó y ardió tan rápido que me perdí
una mirada al interior de cómo eran antes de que Vicky nos traicionara
a todos. Fue agradable ver que tenían el potencial de ser normales. Me
pregunté cómo serían si la presión de dirigir su organización no recayera
sobre sus hombros.
Un zumbido llamó mi atención, y Vicky sonrió alegremente
mientras contestaba a su celular.
—Número desconocido —nos dijo antes de hablar con quienquiera
que estuviera al otro lado de la línea—. Hola, hermano mayor, gracias por 122
jugar conmigo a la búsqueda del tesoro más épica del mundo. ¿Te gustó
la nota que dejé en el auto de alquiler? Pensé que el código sería un buen
toque.
Señalé el teléfono, instándola en silencio a que lo pusiera en
altavoz. Ella asintió y obedeció alegremente.
—Vicky. Si lastimas un solo cabello…
—Sí, no estoy de humor para amenazas —se jactó, interrumpiendo
a Nick con facilidad. La forma despreocupada en que le habló a su
hermano me recordó a Anthony—. No hemos hablado en seis meses
enteros. ¿Qué pasó con “Hola? ¿Cómo estás?”
—Vicky, tengo un francotirador con los ojos fijos en ti. Por cierto,
es una camisa bonita. Es un soplo de aire fresco verte incorporando algo
de color a tu guardarropa.
Intenté saltar del regazo de Anthony para agacharme en el suelo,
pero él me mantuvo en mi lugar, sus manos firmes agarrando mis
caderas con facilidad. Lo miré cuando me susurró:
—Está fanfarroneando.
Vicky miró su camisola amarilla y sonrió.
—Hermano, me alegra que te esté gustando mi nueva vibra. Supuse
que como ahora estoy en Miami, necesitaba un poco de brillo en mi vida.
¿Por qué no vienes aquí y charlamos? Ya que nos tienes puestos los ojos,
sabes que Juliet está sana y salva. Solo queremos hablar.
—Vicky, podríamos haber hablado en Kansas City. No eres
exactamente el miembro más digno de confianza de nuestra pequeña
familia. —Su gruñido me hizo temblar.
Ella resopló.
—Eso es gracioso viniendo de ti. —Vicky sacó un vaporizador y dio
una calada larga, sus ojos prácticamente poniéndose en blanco a medida
que lo hacía—. Quería verte en mi territorio, hermano mayor. Creo que
es bueno que te desvíen de tu juego de vez en cuando. De otra manera,
nunca habrías dejado que Anthony o yo viéramos a Juliet.
Nick maldijo. No sabría decir qué personaje era hoy. El jefe asesino
de la mafia que mataba primero y luego hacía preguntas o el hombre
cariñoso que iría hasta los confines de la tierra por mí.
Hubo una pausa larga al otro lado del teléfono. Nick había armado
el silencio. Sabía cuánto tiempo dejar que el silencio se extendiera para
que su oponente se sintiera incómodo. Lo había visto hacerlo durante
muchos interrogatorios durante los últimos seis meses. Él esperó. Y
esperó. A medida que pasaron más segundos, Vicky se emocionó cada
vez más. La sonrisa regordeta en su rostro aumento, y se relajó en su
asiento. Parecía que Nick había conocido a su igual.
—¿Qué quieres? —peguntó Nick. Me pareció extraño que se
123
rompiera primero—. Y no me vengas con tonterías de que se trata de una
conversación. Sé a ciencia cierta que no quieres una reunión familiar. Así
que solo escúpelo, y acabemos con esto. Tengo planes para la cena.
Vicky se miró las uñas. Anthony pasó su dedo índice por mi brazo,
creando un abismo de piel de gallina que estalló por toda mi piel. Podía
sentir su aliento caliente en mi cuello mientras esperábamos a que Vicky
respondiera. Era extraño verla de esta manera. Estaba completamente
en su elemento. Estaba acostumbrada a que Nick, William y Anthony se
hicieran cargo a sus maneras respectivas. Sin embargo, Vicky era una
tormenta propia. Fue criada de la misma manera brutal que sus
hermanos y era más que capaz de manejarse sola en esta situación.
—Quiero una conversación. Sin armas. Estoy segura de que tienes
hambre de tanto viajar. ¿Puedo hacerte un sándwich? Vamos a tener una
charla, y puedes dejar todo tu enojo y guardaespaldas abajo. —Se puso
de pie y se acercó al frigorífico—. ¿Te gusta el salami, hermano? Por
supuesto que sí.
Otra voz cortó la línea. La reconocí de inmediato como William.
—Solo hablemos con ellos —dijo en voz baja. Me imaginé a Nick y
William discutiendo como siempre sobre cómo manejar la situación.
Después de apretar la mano de Anthony en mi cadera, me levanté y
caminé hacia Vicky. Me tendió su teléfono celular y lo tomé de su agarre.
—¿Nick? —llamé, usando su nombre real para apelar a su lado más
suave. En este momento no quería al jefe.
—¿Estás bien? Vi que estás magullada en las imágenes de la
cámara de seguridad en la estación de servicio —se apresuró a decir—.
¿Necesitas atención médica?
Le di a Vicky una mirada severa. En su entusiasmo por traerme
aquí estaba haciendo que las negociaciones fueran un poco más difíciles
de sortear.
—Estoy perfectamente bien. Anthony está aquí. Estoy a salvo. No
dejaría que me pasara nada. —Lo miré a los ojos desde el otro lado de la
habitación. Para mí era importante que Anthony me oyera decirles esto a
sus hermanos. Necesitaba saber que le confiaba mi seguridad, y
necesitaba que Nick y William también confiaran en él. Estaba cansada
de que esta familia se viniera abajo por mi culpa. Era hora de que todos
volviéramos a estar juntos.
—Juliet, no me gusta esto —dijo Nick con voz grave y severa. Había
una vulnerabilidad en su tono que me hizo romper.
—¿Confías en mí? —pregunté—. Nick, ¿confías en mí para
controlar la situación?
Confianza y control. Esos dos conceptos estaban agotando nuestra
relación. Luchó con eso, pero si alguna vez íbamos a tener una relación 124
segura y feliz, él tendría que aceptar mi liderazgo a veces.
—Confío en ti —dijo en voz baja—. Simplemente no confío en el
resto del mundo.
Lo entendía. Durante mucho tiempo, después de la desaparición
de mi madre, también luché por confiar. El mundo entero era mi enemigo.
Todos eran sospechosos. Y la gente que me importaba se volvió aún más
preciosa para mí. El miedo me hizo estrechar contra mi pecho a los que
amaba. Pero no era una forma de vivir.
—Confía en mí. Ven, cenemos juntos. Sin hombres. Sin armas. Sin
amenazas. Puedes estar enojado con Vicky por la forma en que manejó
esta pequeña reunión…
Vicky resopló, interrumpiendo mi pequeño discurso.
—Y qué si tengo un don para lo dramático —dijo poniendo los ojos
en blanco.
Continué.
—Pero realmente necesitamos hablar. Todos.
Nick se bañó en el silencio de mi declaración. Podía sentir mi
corazón acelerado. A diferencia de Vicky, luché con el espacio vacío
instalándose, hirviendo, bullendo, ardiendo entre nosotros. Ansiaba la
resolución y la paz.
—¿Nick? —Soné débil. Él no respondió. La línea se cortó, miré a
Vicky y me preocupé. ¿Qué significaba esto?
Sin embargo, fue Anthony quien habló.
—Ven a sentarte conmigo —me pidió en un tono cariñoso—. Lo
hiciste genial.
Me acerqué a Anthony con los hombros caídos, y me arrastré hasta
su regazo una vez más. Acunando mi cabeza contra su pecho, Anthony
acarició mi mandíbula y tarareó por un momento breve.
—Lo hiciste perfecto —dijo Vicky con una sonrisa—. Estarán aquí
en cualquier momento.
Resistí el impulso de resoplar. Nick ni siquiera pudo responderme.
La confianza y el control eran el catalizador de nuestra desaparición. Y
cuando salió a la luz, Nick se negó a abrir el puño.
—No va a venir. ¿Deberíamos escondernos? ¿Adónde siquiera
iríamos?
Vicky le dio los toques finales a su sándwich y le dio un gran
mordisco.
—Anthony es muy inteligente —comenzó antes de asentir en
nuestra dirección—. ¿Utilizándote como escudo humano? Brillante.
El pecho de Anthony retumbó por la risa atrapada en su garganta. 125
—No la estoy usando como escudo.
—Seguro. Quizás ahora podría sentarse en mi regazo. Creo que
entre nosotros dos, es más probable que Nick me mate. Juliet, ¿quieres
un abrazo? —No me divirtió la broma morbosa de Vicky. De hecho, estaba
a punto de decirle lo de mal gusto que era, pero un golpe suave en la
puerta principal me detuvo en seco.
Vicky enderezó la espalda y miró hacia la puerta. A pesar de su
acercamiento casual a todo este calvario, parecía nerviosa de repente.
Con mi oído pegado al pecho de Anthony, pude escuchar cómo su pulso
comenzó a acelerarse. Vicky se aclaró la garganta.
—La puerta está abierta —llamó. Su apartamento sin llave parecía
de alguna manera una metáfora. Vicky podría haberme traído aquí, pero
estaba invitando a la sanación a su vida. Incluso si era motivada por el
deseo de autoconservación, aquí estaba la oportunidad de ser mejores de
lo que éramos. Estaba la oportunidad de sanar.
El pomo giró lentamente, y contuve la respiración a medida que
William cruzaba el umbral.
Me sorprendió verlo aquí, aunque sabía que estaba abajo por lo que
escuché por teléfono. La última vez que lo vi, se fue en una nube de humo,
dejándome obsesionada con lo que significaba su silencio. Pensé que
habíamos terminado. Y odiaba no poder entender cuáles eran sus
motivaciones para estar aquí. ¿Estaba siguiendo órdenes? ¿O él…?
William casi se derrumba al suelo. Sus piernas temblorosas lo
llevaron hacia mí. Anthony, mi hombre intuitivo, me bajó de su regazo y
me acercó gentilmente a William. Sus brazos fuertes se envolvieron
alrededor de mi cuerpo, y me sentí segura y cálida a la vez. William besó
la suave piel de mi cuello.
La ternura con la que me abrazó y salpicó besos a lo largo de mi
piel expuesta se sintió inmaculada. Fue tan gentil conmigo, tratándome
como un tesoro en lugar de una confusión. Y cuando se apartó para fijar
su mirada en la mía, vi amor en sus ojos. Fue poderoso.
—Estaba tan preocupado —dijo atragantado. Era como si las
emociones lo estrangularan. Me sentí culpable por preocuparlo, pero de
alguna manera, una parte más oscura de mí sentía que necesitábamos
esto. William nunca iba a apreciar las partes de mí que tenía a menos
que temiera perderme.
—Estoy bien —respondí—. Lo prometo.
William tomó mis mejillas, se inclinó hacia adelante y presionó sus
labios suavemente contra los míos. La barba en su mandíbula rastrilló
mi piel suave. Sabía a café barato de una gasolinera. Envolví mis brazos
alrededor de su cuello y acaricié los cabellos despeinados de la parte
posterior de su cabeza. Me levantó un poco. Nuestros cuerpos al ras del
otro, y olvidé dónde estábamos, qué estábamos haciendo y por qué esta
reunión era tan importante. Solo era William. Solo era yo. Era cada 126
movimiento de su boca lo que sentí a medida que nuestra relación
mejoraba.
—¿Dónde está Nick? —interrumpió Vicky. Nos separamos, su beso
dejándome mareada y aturdida mientras William me acurrucaba en su
costado y envolvía su brazo alrededor de mis hombros. Ambos nos
volvimos para mirar a Vicky, quien tenía sus brazos delgados cruzados
sobre su pecho y una mirada de impaciencia en su rostro—. Lamento
arruinar la pequeña reunión, pero en realidad no quería vomitar en mi
cocina. Verlos besarse es como ver a un perro caminar sobre sus patas
traseras. —Se estremeció como lo hacen las hermanas—. Mal. Muy mal.
¿Dónde está Nick? —preguntó de nuevo.
William miró alrededor de la habitación, deteniéndose cuando sus
ojos se posaron en Anthony. Observé su enfrentamiento silencioso por
un momento breve. ¿Qué dirían? Nick fue quien envió lejos a Anthony,
pero William no necesariamente intentó detenerlo. Anthony era una
persona indulgente por naturaleza, pero aún no sabía cómo reparar el
puente que había entre ellos. Nick podría haberlo quemado hasta los
cimientos, pero William sostuvo el fósforo. Anthony avivó las llamas.
—Es bueno verte —dijo Anthony. No tenía miedo de recibir un golpe
en su orgullo y hablar primero. Era una de las muchas cosas que amaba
de él.
Vicky resopló molesta.
William me acercó más antes de responder.
—Nick está abajo. Tuvimos una pequeña discusión. Decidí subir
aquí, él decidió que quiere matarnos a todos, por supuesto, excepto a
Juliet.
—¿Por qué es toda una reina del drama? —preguntó Vicky en tono
exasperado. Dejó caer los hombros y dio otro bocado a su sándwich,
mordiéndolo con enojo mientras nos miraba.
William torció su cuello para ver el moretón en mi cara.
—Eres la última persona que debería llamar a alguien reina del
drama, Vicky —gruñó William—. ¿Qué es esto? —preguntó a medida que
señalaba el moretón.
Me sonrojé.
—Estábamos fuera de Dick’s Diner. No estaba segura si había
cámaras de video, así que tuve que hacer que pareciera convincente, o
no habrían venido.
—Queremos estar donde esté Juliet —argumentó William—.
Podrías haberla hecho volar en primera clase, y hubiéramos caminado
hasta Miami si era necesario.
Su declaración fue discordante, considerando nuestro último
encuentro.
—En realidad, no tenía los medios para eso. Además, recuerdas lo 127
mucho que Juliet y yo hablamos de hacer un viaje por carretera después
de la graduación. Quería ese tiempo con ella. Y en estos días tengo que
ser un poco reservada con mis viajes.
Mordí el interior de mi mejilla.
—¿Por qué? —preguntó una voz escalofriante. Cada músculo de mi
cuerpo se tensó y, me volví lentamente para mirar hacia la puerta
principal. Nick estaba allí de pie, con una pistola en una mano y un puño
cerrado en la otra. Estaba mirando fulminante alrededor de la habitación
brillantemente decorada—. Juliet —dijo en un tono autoritario—. Ven
aquí ahora mismo.
Vicky puso los ojos en blanco.
—Se obtienen más moscas con miel que con vinagre —le dijo. Sin
embargo, escuché un temblor ligero en sus palabras. No era tan fría como
intentaba retratar.
Me aparté un poco de William, y Nick debió pensar que me estaba
moviendo para caminar hacia su lado. Su rostro estalló en una sonrisa
oscura que hizo que la severidad de su expresión adquiriera un tono
siniestro. Parecía un villano que había ganado.
—¿Por qué no guardas esa pistola? —le dije.
La sonrisa en su rostro desapareció casi de inmediato. Levantó el
brazo y apuntó con el arma a Vicky. El tiempo pareció detenerse. Mi
corazón se aceleró, y me moví rápidamente para pararme frente a ella. La
traición en el rostro de Nick aplastó mi espíritu.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Por favor —le rogué—. Baja el arma.
Nick miró alrededor de la habitación con movimientos
espasmódicos y maníacos. Vi cómo se lamió el labio inferior.
—Esto es ridículo —dijo. Me estremecí, y él me tendió la mano libre
una vez más—. Ven aquí y no haré daño a nadie.
Sabía que estaba mintiendo.
—Nick. Solo necesitamos hablar. Todos. Vicky está en peligro —
dije. No era exactamente cómo quería explicarle las cosas, pero en ese
momento estaba mirando por el cañón de una pistola dirigida a alguien
que hace apenas seis meses intentó matarme.
—No me jodas, ¿ella está en peligro? —espetó—. Regresó a Kansas
City, te lastimó, te trajo aquí, ¿y ahora quiere tomar las decisiones?
Juliet, no podemos confiar en ella. La única persona en este mundo en
la que puedes confiar soy yo.
Negué con la cabeza.
—Confío en ti. Pero también confío en William. Y Anthony. —Miré
alrededor de la habitación, compartiendo una mirada tierna con ambos 128
antes de volverme hacia Nick—. Y puede que aún no confíe plenamente
en Vicky, pero le creo. Por favor, déjanos explicarlo.
Nick escaneó la habitación, como si evaluara las probabilidades en
su mente. Sabía que Anthony estaba desarmado. Vicky tenía una navaja
en el bolsillo, pero no una pistola. William probablemente estaba cargado,
pero no estaba segura de qué lado estaba.
—Tienes cinco minutos.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Todo lo que necesito son cinco minutos —respondió Vicky con
aire de suficiencia.
Vicky era una maldita mentirosa. Anthony era hombre muerto.
William era tan útil como un pañuelo de papel húmedo, ¿y yo? Mi yo
patético estaba sometido por un coño.
El hermano caníbal de Cora supuestamente estaba persiguiendo a
Vicky. Qué lástima. Quizás no debería haber estado trabajando con el
psicópata en primer lugar. A mi modo de ver, esto era el karma
trabajando a mi favor.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer? —preguntó William.
Todos me miraron. Este era el puto problema de nuestra familia. 129
Nadie quería escuchar a menos que fuera en sus términos. Solo se
sometían a mí si era para salvar su propio trasero. Nadie quería ser el
malo. Nadie quería ensuciarse las manos.
Miré a Juliet, que estaba sentada tranquilamente en el sofá junto
a William. Toda esta puta situación me cabreaba jodidamente. Ella
debería estar sentada a mi lado. Mientras nos dirigíamos al aeropuerto.
Mientras que todo este edificio ardía hasta los cimientos.
—No voy a hacer nada —respondí, aunque un poco engreído.
Tal vez empezarían a apreciarme más si dejaba de dejar toda
maldita cosa para ayudar. Estaba cansado. Acababa de pasar las últimas
veinticinco horas conduciendo hasta el puto Miami de todos los lugares
en busca de una chica que ni siquiera estaba en problemas. Quería tomar
el jet, pero William dijo que tendríamos más posibilidades de verlas en la
carretera si íbamos en caravana. Si nunca volvía a ver otro camión de
dieciocho ruedas, estaría bien para mí.
De acuerdo, estaba agradecido de que Juliet estuviera a salvo,
aparte del hematoma desagradable en el costado de su cara, Vicky
pagaría por eso, pero esto era ridículo. La única razón por la que no
estaba más enojado con Juliet era porque prácticamente la empujé a
hacer este truco. Estaba aquí por Anthony. Nos dijo que haría cualquier
cosa para recuperarlo, y debí haberla creído. La desafié a que saliera de
Kansas City y lo encontrara, y usó el primer chivo expiatorio que pudo
encontrar para llegar aquí. Pero, honestamente, ella no esperaba que me
quedara, ¿verdad? Vicky estaba usando a Anthony para llegar a Juliet y,
por extensión, a mí. No confiaba en mi hermana ni un poco.
—¿Qué quieres decir con que no vas a hacer nada? —preguntó
Juliet. Sobreestimaba mis instintos protectores. Cuando eché a Vicky de
nuestra familia, terminé. Mi árbol genealógico estaba envenenado. Vicky
quemó sus puentes, y ahora tenía que remar en su propio maldito bote—
. ¿No estás escuchando? El hermano de Cora está loco —presionó Juliet.
Le arqueé una ceja.
—¿Dices que le gusta la sangre? Le enviaré una botella de O-
negativo perfectamente añejado por ahorrarme la molestia de matar a
Cora. El enemigo de mi enemigo no es alguien a quien en realidad quiera
enojar. Quizás Vicky debería haber pensado en eso antes de empezar a
trabajar con ellos.
—No lo recuerdas, ¿verdad? —preguntó Vicky mientras me miraba
con los ojos entrecerrados.
—¿Qué recuerdo?
—Le disparaste. Cinco veces, para ser exactos.
—Le disparo a mucha gente.
La pierna de Vicky comenzó a rebotar de arriba hacia abajo, un
movimiento característico que me hizo saber que se estaba volviendo
jodidamente loca. 130
—Me envió cartas. Flores. Recibí una caja con un dedo meñique
cortado antes de venir aquí.
Fruncí el ceño.
—Siempre dijiste que querías un hombre que te prodigara con
regalos. Solo porque sean hechos a mano no significa que no sean tan
especiales —le respondí con sarcasmo.
—Eres un imbécil —gruñó Vicky.
Había una parte pequeña de mí, una parte minúscula en mi alma,
que sentía lástima por Vicky. Era como una memoria muscular. Después
de jurar cuidar de ella, era difícil separar esa responsabilidad persistente
en mi alma. Afortunadamente, era bueno ignorando la culpa. De lo
contrario, no podría llegar a la cima de esta cadena alimentaria.
—No solo es Vicky. Está matando a otros —dijo Anthony.
Miré a Anthony y tuve que obligarme a no lanzarme hacia su cuello
y apretar hasta que su cabeza saltara y rodara por el suelo de la sala.
—¿En serio estás intentando decirme que te preocupas de repente
por el valor de la vida humana? —pregunté con incredulidad antes de
levantar las manos en el aire—. ¿Tú? ¿De todas las personas sentadas
aquí estás diciéndome que él es una amenaza para la sociedad? ¿Te has
mirado últimamente al espejo?
—Tenemos que detenerlo. —Juliet tenía un hermoso ceño fruncido
en su boca besable. No quería nada más que follarla hasta que recuperara
algo de sentido común.
—No somos la policía. La última vez que lo comprobé, somos los
malos. No me importan las víctimas al azar en Miami de todos los lugares.
No está en nuestro territorio, así que no es nuestro problema. Deja que
el cartel se ocupe de él.
Juliet negó con la cabeza, y vi que se le formaban lágrimas en los
ojos. Mierda. Esa única y sangrante emoción era mi única debilidad en
este mundo. Podía manejar casi cualquier cosa excepto ver llorar a mi
chica. Suavicé un poco mi tono, aunque aún estaba bastante cabreado.
—Juliet, vámonos a casa. Incluso concederé asilo temporal a
Anthony y Vicky en Kansas City si eso significa que podemos salir de esta
mierda húmeda.
Anthony puso los ojos en blanco. Al menos estaba actuando con
normalidad estos días. Vicky siempre tenía ese efecto en él. Si Juliet
estaba jodidamente decidida a mantener al psicópata cerca, entonces
probablemente también necesitaba quedarme con Vicky, solo para tener
a alguien más para asegurarme de que no volviera a caer en la puta
mierda.
—No quiero volver a Kansas City —interrumpió Vicky—. De hecho,
me gusta estar aquí.
131
Siempre estaba buscando una discusión. Nunca quería aceptar la
solución fácil, incluso cuando estaba siendo generoso y servicial.
—O te quedas aquí y mueres, o vuelves a casa y vives. No voy a
discutir contigo, no voy a ayudarte. Este no es mi problema. Tienes suerte
de estar viva. De hecho, tanto tú como Anthony deberían estar mirando
a Juliet y besando sus malditos pies. Porque si a ella no le importaran
ninguno de los dos, ambos estarían a tres metros bajo tierra.
No era propio de mí admitir mis debilidades ante todo el mundo,
pero dejé que la verdad escapara en un momento de ira. Junto a Juliet,
William pareció presumido. Por supuesto, le gustó saber que era un
bastardo débil.
—Nick, me preocupo por las víctimas aquí —dijo en voz baja.
Escuchar mi verdadero nombre en los labios de Juliet me dio ganas de
empujarla contra la pared y saborear esas sílabas en su lengua—.
Tenemos que hacer algo.
Sentí que había una lucha oculta en guerra en su alma. Juliet
sentía empatía por las víctimas de los criminales. Lo que hacía que
nuestra relación fuera mórbidamente irónica. Cuando se enteraba de que
alguien estaba muriendo, no veía a un extraño, veía a su madre. Sin
importar lo mucho que había sanado de eso, era imposible para ella
seguir adelante. No tuvo cierre. Ni cuerpo. Ni respuestas. Solo una
persona desaparecida. Era devastador, y en momentos como este,
desearía poder retroceder en el tiempo y matar a quienquiera que haya
retorcido sus pensamientos de esta manera.
—No nos corresponde —dije en voz baja.
Juliet, que parecía querer elegir sus batallas, cerró la boca con
fuerza y cruzó los brazos sobre su pecho. Ya había ganado. Iba a dejar
que Anthony volviera a casa con nosotros, y la puerta estaba abierta para
Vicky. Sabía que si me presionaba más, atacaría las dos cosas que más
deseaba en este momento.
—Bueno, estoy tan feliz de haber conducido hasta aquí para tener
esta jodida discusión sin sentido —dije antes de aplaudir. No me gustaba
estar lejos de mi reino. Tenía demasiados enemigos ansiosos por tomar
el control, y tener a todos aquí era una oportunidad que nunca había
querido crear. Quizás ese fue el plan de Vicky desde el principio—.
Hablaré con mis hombres y tomaré un avión privado dentro de las
próximas dos horas. Si todos pudieran abstenerse de hacer algo estúpido
durante tan poco tiempo, sería muy apreciado.
Juliet suspiró profundamente y se frotó la frente con la punta de
los dedos. Esto estaba lejos de terminar. Tenía planes de llevarla de
regreso a mi casa, donde pertenecía, y azotarla. Luego, hacer que se corra
tan fuerte que se desmayara. Y luego despertarla solo para que pudiera
tragarse mi ira una vez más.
Asentí a William, sobre todo porque era la única persona en esta 132
habitación en la que al menos tenía una fracción de confianza. No dejaría
a Juliet fuera de su vista ni por un momento.
El edificio de condominios de Vicky era viejo y un peligro para la
salud. El moho estaba creciendo en la escalera, y había algunos
personajes bastante sombríos viviendo junto a ella. No era exactamente
lo que imaginé para mi hermana, y tuve que resistir el impulso de ignorar
sus deseos y sacarla de este lugar y ponerla en un lugar más seguro. Lo
cual era una compulsión extraña, considerando que ambos estuvimos
amenazándonos mutuamente con asesinarnos hace solo unos meses.
Supongo que, la sangre era más espesa que el agua y más fuerte que el
resentimiento.
Me dirigí al estacionamiento para ver a Luca, pero me detuve en
seco cuando noté a un hombre parado debajo de una farola, agarrando
una caja con un lazo rojo brillante. Tenía una actitud sombría que me
hizo arquear la ceja. Estaba a un par de metros de mis guardias, pero
dirigí mi atención por completo a este hombre extraño. Tenía cabello
oscuro, vestía ropa oscura y tenía ese aspecto furtivo a su alrededor.
Siguió torciendo el cuello de un lado a otro, mirando alrededor del
estacionamiento en busca de algo.
Mis instintos me gritaron. Algo andaba mal con este hombre.
Estaba temblando con fuerza y aferrando la caja en su mano como si
fuera un salvavidas.
Tenía las mejillas mojadas por las lágrimas y, a primera vista,
pensé que era un drogadicto.
Pero no, estaba angustiado.
Aún no se había dado cuenta de que lo estaba mirando, pero sacó
su teléfono y marcó un número frenéticamente.
—Señor, su auto no está aquí. —El hijo de puta debilucho tenía
una voz temblorosa y casi dejó caer la caja en sus brazos mientras
hablaba. Reconocía el miedo cuando lo veía. Demonios, yo causaba
miedo. Era producto de muchas pesadillas—. Hay gente mirando. No me
siento cómodo…
El tipo sollozó más fuerte. Quienquiera que estuviera en la otra
línea lo estaba asustando jodidamente.
—Por favor, no la lastimes —suplicó.
No pude evitar sentir curiosidad. Saberlo todo era otra lección que
me enseñó mi padre. Dijo que nunca debía avergonzarme de buscar
respuestas, porque cuanto más sabía, más poderoso era. Miami y todas
sus mierdas no eran de mi incumbencia, pero mi instinto me decía que
fuera a hablar con el tipo.
Saqué mi arma de mi funda y me acerqué a él lentamente. El cielo
nocturno me veló en la oscuridad, pero mis hombres estaban en sintonía 133
conmigo. Pasaron de apoyarse en el auto a enderezar la columna y seguir
mi movimiento. Levanté una mano, advirtiéndoles en silencio que se
quedaran atrás. Mi víctima estaba tan consumida con su llamada
telefónica que ni siquiera se había dado cuenta de que me estaba
acercando.
—Por favor. Déjala ir.
La súplica me hizo sonreír. Un sabio nunca mendigaría. Cuanto
más muestres tu mano, más fácil será para tus enemigos destruirte. Dejó
caer su teléfono celular y cayó de rodillas en un ataque de sollozos. La
caja aterrizó junto a él en el cemento a medida que me acercaba.
—¿Hay algún problema? —pregunté mientras lo observaba. Olía
como si no se hubiera duchado en un par de días y, a pesar de vivir cerca
de la playa, estaba pálido como un fantasma, como si toda la sangre se
hubiera drenado de su cuerpo.
—Tenemos que salvarla. Tenemos que salvarla. —El hombre estaba
divagando sobre algo, pero esta caja fue lo que llamó mi atención. Un
cierto hedor en el aire, un olor con el que estaba familiarizado pero que
no podía ubicar en ese momento.
Me agaché lentamente a medida que el hombre rompía por
completo en sollozos. Estaba tan angustiado que ni siquiera me miró, ni
siquiera reconoció mi presencia. Era extraño ser ignorado así. Era el tipo
de hombre que infundía terror en los demás, pero cualquier cosa que lo
tuviera agarrado por las bolas era mucho más aterradora que yo.
Quité la cinta roja sangre muy despacio de la caja antes de levantar
la tapa. Fui abofeteado de repente en la cara por el olor de la carne
podrida y fruta fermentada. Era un hedor dulce, en descomposición, y
agrio. Me dieron arcadas. El hombre dejó de llorar y se me quedó
mirando.
—Usted no quiere saber lo que hay allí —clamó.
Seguí levantando la tapa, y lo que vi hizo que se me cuajara el
estómago. En la caja había tiras de piel clavadas a un elegante cuadrado
de cartulina y tela. La piel tenía distintos tonos y había sido tallada en
una fuente tipográfica.
Vicky, decía.
Una mosca invadió el regalo elegante pero espantoso, y comenzó a
arrastrarse a lo largo de las letras cursivas. La piel estaba dura, como si
se hubiera conservado de alguna manera, pero era dolorosamente
identificable.
Dejé caer la tapa y me enderecé. El hombre había vuelto a llorar y
mecerse.
—¿Quién te dio esto? —gruñí. ¿Este era algún tipo de truco? Mi
primer instinto fue pensar que se trataba de Vicky intentando
convencerme de que emprendiera cualquier persecución salvaje que 134
fuera. Pero ni siquiera ella haría algo tan repugnante.
A pesar de mi tono enojado, el hombre ni siquiera se inmutó. Tomé
el cuello de su camisa y lo levanté de un tirón.
—Dime quién te envió —exigí. Su cuerpo cayó en derrota a medida
que me miraba con los ojos inyectados en sangre. Sus labios estaban
agrietados, y tenía una expresión desesperada en su rostro que conocía
bien. Era la mirada de un hombre que se había rendido por completo.
—El diablo —murmuró incoherentemente. Lo sacudí con todas mis
fuerzas.
—Dime —exigí de nuevo.
Más lágrimas corrieron por su rostro, y mocos gotearon de su nariz,
aterrizando en su labio superior. De cerca, pude ver los círculos oscuros
debajo de sus ojos. Tenía suciedad en la piel, y su camisa estaba
arrugada. Tenía suficiente grasa en el cabello para freír pollo.
—Va a comérsela —dijo—. Ya le quitó la mano.
Sentí que mis guardias estaban detrás de mí. Estaban en alerta,
listos para derribar a este tipo, aunque no estaban seguros de lo que
estaba pasando.
—¿A quién se va a comer? —pregunté. Se sintió como una pregunta
tonta, algo que nunca imaginé que saldría de mi boca.
—A mi esposa —sollozó. Su voz rota estaba cargada de tanta
emoción destripada—. Tiene a mi esposa. Se suponía que debía seguir a
esta señorita llamada Vicky. Se suponía que debía entregar este regalo.
Pero no pude encontrar su auto —divagó—. Solo soy un profesor de
inglés. No soy un investigador privado.
Mierda.
—Dime dónde está —exigí.
—N-no lo sé. Solo lo veo en ese teléfono.
Dejé caer al idiota y no me inmuté cuando se derrumbó una vez
más sobre el cemento. Uno de mis hombres tomó el teléfono celular y me
lo entregó. Naturalmente, la pantalla estaba rota. Maldita sea, inútil. Si
alguien tuviera a Juliet, no me sorprenderías sollozando en el cemento.
¿Cómo este hombre podía decir que amaba a su esposa y aun así darse
por vencido tan fácilmente?
Llegó un mensaje nuevo, y lo abrí. Había una sola imagen. La
composición estaba destinada a sorprender a cualquiera, pero mi
frecuencia cardíaca ni siquiera aumentó. Estaba insensible a la
destrucción y la muerte.
—Tu esposa está muerta —le dije en un tono aburrido. En la foto,
su cuerpo sin vida estaba sobre una mesa, y su pecho izquierdo había
sido cortado, dejando un agujero carnoso a su paso. Su piel suave estaba 135
despedazada y en carne viva. Sangre fresca y cálida cubría cada
centímetro de su cuerpo. Quienquiera que fuera esta persona, era
descuidada y engreída. No me atraparían ni muerto con evidencia
fotográfica de mi asesinato.
El hombre dejó escapar otro grito de derrota mientras miraba hacia
el oscuro cielo nocturno, llorando al cielo con ambas manos apretadas en
puños enojados. Ni siquiera podía obligarme a sentir simpatía por él. No
había piedad en mi mirada. Era débil. No era lo suficientemente fuerte
para proteger a los que amaba. Era la supervivencia de los despiadados.
—Déjame ver —suplicó. Me encogí de hombros. Un hombre más
amable probablemente le habría ocultado la imagen gráfica, pero
esconderse de la realidad nunca le hizo ningún bien a nadie.
Levanté el teléfono y él lo miró con ojos nublados.
—Nena —gruñó. Si hubiera sido posible morir de dolor, habría
dejado este mundo en ese preciso momento. Estaba horrorizado.
Aturdido. Estoy seguro de que era algo que lo atormentaría hasta el final
de sus días. Bien.
Guardé el teléfono rápidamente en el bolsillo y me volví para mirar
a Luca.
—Llévalo a un lugar seguro. Me gustaría hacerle algunas
preguntas.
Luca pareció en conflicto, pero asintió obedientemente.
—¿Nos quedaremos en Miami por un tiempo, jefe? —preguntó.
Saqué un porro de mi bolsillo y un encendedor. Esperó mi
respuesta mientras lo encendía y tomaba una calada lenta. Dejando que
el humo y la euforia llenaran mis pulmones, debatiendo mi respuesta
durante un buen minuto.
—Nos quedaremos aquí por un par de días.
136
Me sorprendió lo eficiente y organizado que podía ser mi hermano
cuando le convenía. Dejaba que las facturas y los extractos bancarios se
amontonaran en una pila en su escritorio, pero cuando se trataba de
torturar a un hombre, había asegurado un almacén en una hora y ya le
había arrancado cada uña de los dedos.
No quería estar de pie en este almacén húmedo, escuchando los
gritos espeluznantes mientras veía a mi hermano despedazar a un
hombre inocente en pedazos. No estaba seguro de que estuviera haciendo
esto para ayudar a Vicky. Creo que tenía un montón de ira reprimida
guardada en su alma, y este hombre era la víctima perfecta para 137
desatarla.
—Por favor. No sé dónde está —gritó el hombre. Nick estaba
realmente en su elemento, golpeando su palma con la punta de un
martillo a medida que veía al hombre por debajo de su nariz.
—Amabas a esta mujer, y dejaste que la lastimaran —se burló Nick.
No hacía falta ser un terapeuta para reconocer que mi hermano estaba
proyectando—. Si fueras un hombre, me dirías dónde está para que al
menos puedas morir sabiendo que vengaste su muerte.
—No lo sé —sollozó. Nick tomó impulso y golpeó las rótulas del
hombre sollozando con el martillo. Una especie de crujido estremecedor
hizo que la bilis subiera por mi garganta. Sus gritos llenaron el almacén
vacío, y uno de nuestros hombres se estremeció ante la brutalidad. Esto
solo era el principio. Nick sabía cómo prolongar la tortura. Lo haría sufrir,
pero lo mantendría con vida hasta que toda la esperanza fuera arrancada
de su cuerpo.
El hombre gritó hasta que su garganta estuvo en carne viva. Los
mosquitos me picaron y les di un manotazo mientras miraba el
espectáculo.
—Cobarde —gruñó Nick—. Nada más que un maldito cobarde.
Revisé mi reloj. No íbamos a ninguna parte con esto. Era obvio que
este hombre ya nos habría dado toda la información que tenía. Nick solo
necesitaba a alguien para darle una paliza.
—Me voy —respondí en un tono aburrido.
Nick, con las mangas arremangadas y sus ojos salvajes
prácticamente resplandeciendo en la noche oscura, giró sobre sus talones
para mirarme.
—No hemos terminado aquí —gruñó—. Aún tengo información que
necesito conseguir.
Miré al patético desastre de hombre en un montón arrugado en el
suelo y arqueé la ceja.
—Él no sabe una mierda. Su esposa fue secuestrada de un club
nocturno llamado Space. Sería mejor emplear mi tiempo mirando sus
imágenes de seguridad.
—Será mejor emplear tu tiempo donde sea que te diga que estés —
gruñó Nick. No le gustaba cuando tenía mejores ideas. Y ahora mismo,
estaba metido hasta las rodillas en su mierda.
Ya había superado esto. Quería resolver esto para poder volver con
Juliet. No me gustaba que estuviera en casa de Vicky con Anthony.
Aunque Nick hubiera colocado algunos guardias en su casa, no era lo
ideal.
—Entonces, ¿quieres que me quede aquí y te vea matar a este
hombre en lugar de ser realmente productivo? Solo quiero asegurarme de 138
que entiendo correctamente.
Mi razonamiento hizo que su labio se crispara con ira. El
resplandor de la única luz del techo dándole una mirada amenazadora.
—¿Recuerdas la primera vez que nuestro padre nos llevó a una sala
de interrogatorios? —preguntó Nick. Tuve una reacción visceral a su
pregunta. Mi estómago dio un vuelco y una ola de sudor rompió mis
poros. Tuve que tragarme los nervios mientras Nick continuaba—: Por
supuesto que lo recuerdas. ¿Cómo podrías olvidar?
Nick se acercó lentamente a mí.
—¿Cuál es tu punto? —pregunté con brusquedad.
—Eras tan débil. Papá quería que le rompieras el dedo, pero no
pudiste hacerlo. —Se paró cara a cara conmigo, con una mancha de
sangre en la cara y la banda sonora de su víctima gimiendo de fondo—.
¿No lloraste?
Incliné mi barbilla hacia arriba. Tenía unos putos siete años. A
diferencia de Nick, el mal no era algo innato en mi psique. Solo era un
niño normal que quería jugar videojuegos. Cuando papá me entregó el
martillo, quise vomitar. Se sintió mal.
En retrospectiva, comprendía que fue un momento decisivo en mi
infancia. Fue entonces cuando mi padre se dio cuenta de que no estaba
hecho para este trabajo. Fue entonces cuando me convertí oficialmente
en el eslabón más débil, la decepción. Esa misma noche, Nick mató a su
primer traidor, y ha tenido una mancha permanente de sangre en sus
manos desde entonces.
—Creo que este podría ser un momento de redención para ti,
William —dijo Nick con una sonrisita—. ¿Por qué no acabas con él por
mí?
Puse los ojos en blanco cuando Nick me tendió el martillo para que
lo tomara.
—He matado y torturado a muchos hombres a lo largo de los años.
No tengo nada que demostrarte.
Nick presionó el borde de metal del martillo contra mi mejilla a
medida que se inclinaba más cerca.
—Necesitas demostrar tu valía con cada respiro que tomas,
hermano.
Una rabia como un maremoto se acumuló en mi pecho. ¿No me
había probado ya? Me había estado encargando en silencio de muchas
cosas detrás de escenas sin ningún reconocimiento. Había construido
nuestro club. Incluso había compartido la mujer que amaba. Matar a este
hombre no significaba nada.
Por un momento, fantaseé con la idea de agarrar el martillo y 139
golpear el cráneo de Nick. Él era la fuente de todos mis problemas. La
vida sería mucho más fácil si se fuera. Ya no era la decepción de los siete
años. A pesar de que no podía quitarme de la cabeza el ceño fruncido de
mi padre, podía borrar la presunción de mi hermano.
Tomé el martillo y mantuve mi rostro vacío de toda emoción. Solo
era otra muerte. Solo otro grito. Otro hueso roto. Otro cuerpo para que
Anthony lo entierre.
No pude evitar sentirme pequeño en ese momento. Todos los ojos
estaban puestos en mí, y mi mente errante sintió la presencia de mi padre
en ese almacén. Casi podía imaginarlo parado en la esquina, frunciendo
el ceño con desaprobación.
—Vamos, William. Tuve mi primera muerte a tu edad.
—Es un traidor. Los hombres Civella no dejan vivir a los traidores.
—Maldita sea, no llores, William.
A medida que arrastraba mis pies por el suelo de cemento, mi traje
empezó a sentirse demasiado grande. Mis hombros se hundieron.
Respiré, el olor a orina como una bofetada en la cara.
La víctima estaba meciéndose en el suelo, sujetándose el muslo y
sollozando de dolor. Se desmayaría muy pronto. Me habría gustado que
lo hiciera. Este tipo de dolor era innecesario.
—Por favor, no me hagas daño —sollozó.
Miré por encima del hombro a mi hermano, que se frotaba las
manos con júbilo. Estaba tan jodido de la cabeza. Durante tanto tiempo,
quise su vida, su privilegio y aprobación. Pero aprendí por las malas que
no había solo un maldito camino hacia la cima. Era más inteligente.
Trabajaba más duro.
Me agaché para mirarlo a los ojos. Tenía un corte a lo largo de la
ceja. La herida abierta enviaba un flujo constante de sangre por su rostro.
Lo secó con el dorso de su mano mugrienta y gimió.
—¿Por qué tu esposa? —pregunté—. Podría haberse llevado a
cualquiera, ¿por qué se llevó a tu esposa?
Otro sollozo brotó de sus labios agrietados.
—N-no lo sé. Coraline no hizo nada malo. Era inocente.
¿Coraline? Ese nombre era demasiada coincidencia.
—¿Su nombre era Coraline? —pregunté mientras inclinaba la
cabeza hacia un lado. Tal vez podía relacionarme con este hermano. Tal
vez odiaba a su hermana tanto como yo lo hacía.
—Siguió llamándola Cora —gritó el hombre—. No lo entiendo. ¿Por
qué la lastimaría? Era tan amable y generosa. Iba a la universidad por 140
trabajo social. —Sollozó. El único crimen de la pobre mujer fue compartir
un nombre con una criminal. Este psicópata ni la vio, todo fue provocado
por su nombre.
Lo correcto sería sacarlo de su miseria. Una muerte rápida. No era
como mi hermano. Solo era un hombre con rencor. Dejé caer el martillo
al suelo, y resonó a mi alrededor. Nick gritó inmediatamente:
—¡Cobarde! Ni siquiera puedes…
El sonido de mi pistola saliendo de su funda lo detuvo en seco.
Apunté. Amartillé. Y disparé. La bala le dio justo entre los ojos, y el
hombre murió de manera eficiente. El tiempo era dinero… un lujo. No
tenía necesidad de torturar a este pobre idiota para demostrar lo que
valgo. Tenía que averiguar quién iba detrás de Vicky y demostrar mi valía
a Juliet.
Miré a uno de los hombres.
—Límpienlo. Vean si Anthony quiere tener el placer de enterrarlo.
—Quería poner a prueba a nuestro hermano menor con la tentación de
un cadáver para ver cómo lo manejaba. Me ayudaría a decidir el nivel de
precaución necesario para seguir adelante.
—Sí, jefe —dijo Gerald, uno de mis hombres.
—Yo soy el que manda por aquí —interrumpió Nick mientras
levantaba el brazo—. Quédate donde estás.
Gerald me miró, como si esperara que de todos modos le diera
permiso para seguir mis instrucciones. Estaba cansado de liderar en las
sombras.
—Hazlo —le dije antes de acercarme a mi hermano y envolver el
arma homicida en un pañuelo.
—No había terminado con él —gruñó Nick.
—Pero yo sí. A diferencia de ti, en realidad quiero encontrar a este
tipo y seguir adelante. Nick, no estoy aquí para jugar. Papá te eligió para
dirigir nuestra organización. Pero si aún estuviera vivo hoy, vería que soy
yo el que hace las mierdas.
Le arrojé el arma homicida en las manos antes de chocarlo con el
hombro a medida que salía por la puerta.
144
Encontré que el club nocturno era ruidoso y sin clase. Apuesto a
que dejan entrar a cualquiera en este agujero infernal. Estos idiotas ni
siquiera cobraron por la entrada, no es que su clientela pudiera pagarlo.
Por lo general, era William quien se burlaba de las clases bajas,
pero cuando algunos de los universitarios grasientos se tambalearon por
tomar coca en el baño, me di cuenta de que me había vuelto un snob. La
gente era asquerosa. Preferiría estar en Eden's Place, viendo follar al
talento que teníamos mientras acariciaba la parte superior del muslo de
Juliet a medida que se sentaba en mi regazo.
—¿Qué puedo traerte de beber? —me gritó el cantinero. Sí, gritó. 145
Porque esta música estaba tan jodidamente alta que la única forma en
que podía escucharlo era si se rasgaba las cuerdas vocales.
—Tequila y lima —respondí. No es mi bebida preferida habitual,
pero esta noche estaba haciendo las cosas de manera diferente. La fiesta
estaba en pleno apogeo, tenía sangre en las manos y les dije a mis
guardias que se quedaran en el estacionamiento. Necesitaba tiempo para
mí, tiempo para pensar, tiempo para procesar. Tiempo para beber y
maldecir a mi familia por ser tan jodidamente patética. William era como
el duro golpe de la sobriedad después de una larga noche de fiesta. Él
tenía soluciones reales, y yo solo tenía esta maldita ira.
Así que vine aquí, pedí las imágenes e intenté no vomitar por el olor
a perfume barato, vómito y alcohol. El sexo estaba en el aire. Sexo
pegajoso, repugnante y desesperado.
¿Mencioné lo mucho que odiaba este club?
Al menos tenía un par de tragos corriendo por mis venas para
hacerlo soportable. Estaba zumbado y me importaba un carajo el hoy.
Solo necesitaba que el gerente, que aceptó un fajo de billetes, me
trajera las imágenes para poder largarme de aquí y encontrar al hermano
caníbal de Cora. Ni siquiera teníamos un maldito nombre para el imbécil.
¿Qué tan aterrador podría ser si no tuviera nombre? Había estado
devanándome los sesos, intentando recordar al tipo al que le disparé
cinco veces hace unos años. Me sorprendió que sobreviviera. Debe ser un
imbécil decidido a levantarse y salir del infierno de esa manera. No es de
extrañar que fuera un maldito psicópata.
Un hombre imponente se acercó a la barra y se paró a mi lado,
rozando su brazo contra el mío. Me molesté y me aparté de él. Todos en
este maldito club querían invadir mi espacio. Lo odiaba. Si fuera
inteligente, me iría a casa, me follaría a mi chica y trataría de descubrir
cómo diablos ser digno de ella.
El hombre a mi lado no tuvo que ordenar. El cantinero le dio un
vistazo y luego le sirvió un vaso de maldita leche. Sí. Eso fue raro. Mis
sentidos psico estaban hormigueando. Ni siquiera tenía que observarlo
realmente para saber que algo andaba mal. Me giré para mirarlo justo
cuando tomaba un sorbo de su bebida. Tenía la piel bronceada, los ojos
inyectados en sangre y dos cejas pobladas como pubis de los setenta en
la cara. Parecía familiar, de una manera extraña. Sus ojos pequeños y
brillantes recorrieron la barra, y no estaba seguro si era el club o su ropa
se aferraba a un olor a podrido enfermizo.
Luego me miró de frente, un desafío en sus ojos marrones mientras
metía la mano en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero. Resistí el
impulso de agarrarlo por la nuca y darle un rodillazo en la barbilla.
Quería preguntarle a este imbécil qué carajo estaba mirando, pero la
música estaba tan alta que tendría que gritar y probablemente repetirme.
El silencio era la mejor opción.
146
El ambiente era tenso a nuestro alrededor a pesar de que una
canción pop burbujeante rugía a través de los parlantes del club. Mujeres
a medio vestir bailaban unas sobre otras, pero él sorbía su leche como
un psicópata. Y cuando bajó el vaso, quedó un bigote blanco que se limpió
con el dorso de la mano. Quería preguntar quién era. Por qué me estaba
mirando. Si estuviéramos en mi territorio, ya habría hecho que lo
arrastraran fuera de aquí y lo golpearan hasta que le quedara una
pulgada de vida por mirarme de esa manera persistente. Pero la música
estaba alta. La sala estaba abarrotada. No tenía a la policía en mi bolsillo.
Sacó una bolsa de plástico del interior de su chaqueta a medida
que sonreía. Así que era un drogadicto. Típico. Lo miré, preguntándome
cuál era su droga preferida. Parecía del tipo que esnifaba sales de baño.
No fue hasta que vi un dedo verde con una uña perfectamente pintada
en un tono rojo rubí que me di cuenta de lo que estaba pasando.
Sonrió divertido, revelando lentamente los dientes afilados y los
labios agrietados mientras sacaba el dedo de su bolsa de plástico y lo
mojaba en la leche. La leche blanca se volvió turbia por la invasión rancia.
Sentí la necesidad repentina de vomitar.
Este hombre era el hermano de Cora. Este hombre era el caníbal.
Estaba justo frente a mí, con las bolas contra la pared, mojando un dedo
en su leche como si fuera una delicada bolsa de té.
Luces estroboscópicas iluminaron su rostro. Un millón de palabras
se quedaron atrapadas en mi lengua. Con él parado justo aquí, sentí que
una ola de familiaridad me invadía. Era obvio que estaba relacionado con
Cora. Tenía la misma mirada determinada en sus ojos que detestaba. Un
recuerdo pasó por mi mente y pensé en la noche en que le disparé. Fue
una de esas muertes impulsivas. Quería que Cora pagara. Quería que
sufriera como yo.
Me enojó que sobreviviera y se convirtiera en esta cosa repugnante
que mataba y consumía gente.
Pero esto era bueno. Podría matarlo. Podría terminar con esto y
volver a mi vida. Solo necesitaba sacarlo de este club y en algún lugar
podría clavarle un cuchillo en el globo ocular.
Chupó el dedo, eliminando cada gota de leche de la piel podrida
con su boca desagradable. Se sentía como una especie de invitación
arrogante. Quería que supiera quién era. Estaba jodido, pero probó su
boca con esa cosa como si fuera una polla y estaba intentando hacer que
el dedo cortado se corriera. Su lengua se arremolinó alrededor de la
almohadilla, y aunque no podía oírlo por encima de la música, estaba
casi seguro de que estaba gimiendo. La vista era grotesca y erótica. No
me asqueaba a menudo, pero este hombre me revolvió el estómago. Me
arrepentí de las bebidas que había tomado.
Luego se inclinó más cerca de mí, su aliento rancio lavó mi piel
como contaminación. Un segundo. Dos segundos. Necesité toda la
moderación que poseía para no dispararle aquí y ahora. Se quedó 147
mirando mi boca. Mi cuello. Mi vaso de whisky.
Luego dejó caer el dedo en mi bebida antes de enderezarse. Me
negué a lucir disgustado. No tenía miedo de los enfermos. Mi hermano
amaba a los muertos. Pero había algo desquiciado en este tipo. No estaba
seguro si era su total desprecio por mi poder lo que confirmaba su locura,
o los cuerpos que le gustaba masticar.
De cualquier manera, necesitaba aprender una lección.
Todos necesitaban aprender una lección.
No era alguien con quien podías joder.
Tal vez estaba proyectando mis problemas, como afirmó William,
pero este hijo de puta que me desafió fue la gota que colmó el vaso.
Giró sobre sus zapatillas New Balance y comenzó a caminar entre
la multitud hacia la salida trasera. Naturalmente, lo seguí. Después de
todo, eso es lo que quería. Estaba más que feliz de mostrarle con quién
diablos se estaba metiendo. Nunca tuve la oportunidad de matar a Cora,
pero terminaría con su linaje como ella intentó terminar con el mío.
Atravesamos un pasillo trasero, él manteniendo un ritmo constante
mientras caminaba y yo empujando a través de la multitud para seguirlo.
No fue hasta que salimos, donde el aire húmedo de Miami resopló por mi
cuello, que hablé.
—Así que eres el hermano de Cora, ¿hmm? ¿Su asesino tiene un
nombre? Me gustaría saber a quién agradecer por deshacerse de ella.
La luz del techo parpadeó, una rata corrió por el pavimento hacia
un montón de basura podrida. El hombre se volvió hacia mí.
Su chaqueta de cuero estaba ceñida a su cuerpo. Vestía jeans
blanqueados y tenía un tatuaje en la mano que parecía un corazón
anatómico. Su voz era suave, clara y de un tono ligeramente más alto que
el mío.
—Mis amigos me llaman Norman.
Fruncí el ceño.
—No somos amigos.
Sus dedos largos se crisparon a su lado.
—No, supongo que no. Supongo que, en todo caso, somos
enemigos. Casi me matas.
No estaba desconcertado.
—Te lo merecías —respondí.
Norman inclinó la cabeza lentamente hacia un lado.
—La muerte es una experiencia liberadora. Lo creas o no, estoy
agradecido por ti, Nick. Mi hermana idiota vio a la familia Civella como
una competencia, pero creo que podrías ser mi salvador.
Eché los hombros hacia atrás, intentando obtener información 148
mientras me veía igualmente tranquilo e intimidante. Podría haber estado
completamente loco y hablando en círculos, pero este hijo de puta sería
fácil de derribar.
—Entonces, ¿también crees que Cora es una imbécil? Me alegro de
que estemos en la misma página. —Me tambaleé un poco en el cemento.
Mierda, necesitaba una siesta.
Sus labios se curvaron. Ah. Su hermana era un tema delicado.
Tomé nota mental de eso.
—Mi hermana me encerró —gruñó—. Deseaba tanto tener poder,
pero en realidad era una aficionada. Me sorprende que casi te
derrumbara.
Así que, tal vez el tipo no era del todo malo. Al menos reconoció que
su hermana era un fraude.
—Tuvo ayuda —respondí.
—Vicky —siseó a medida que ponía los ojos en blanco. Me
preocupaba que tuviera una erección en ese mismo momento con solo
decir el nombre de mi hermana. Repugnante—. ¿Le gustó mi regalo?
Apreté la mandíbula, obligando a mi mente a calmarse antes de
responder.
—Norman, seré honesto. Tu elección de regalos necesita algo de
trabajo. ¿Cora no te enseñó cómo cortejar a una mujer?
Una vez más, el rostro de Norman se contrajo de rabia ante la
mención de su hermana. Catalogué su debilidad en mi mente.
—En realidad, no me enseñó nada. Simplemente me encerraron
cuando comencé a desarrollar cierto gusto por la muerte. Estaba
completamente solo. Encadenado como un animal. Muriendo de hambre.
Ni siquiera podía culpar a Cora por sus acciones. Hubo muchas
veces en las que vi a Anthony avanzando poco a poco hacia el fondo, y
debatí si encerrarlo en su pequeña mazmorra de la perdición.
—Ella contrató gente para matar a mis padres —respondí—. Estoy
de acuerdo en que era una total imbécil. —Sus dedos temblaron más a
su lado. Me pregunté qué significaba eso—. Así que la asesinaste. Eres
libre. ¿Ahora frecuentas este agujero de mierda y llevas chicas a tu casa
para follártelas? ¿Comértelas? No te estoy juzgando, Norman, solo intento
descifrarte. Todo el mundo tiene sus vicios. Algunos son simplemente
más repugnantes que otros. —Mi visión se nubló un poco.
Norman sonrió. Sus labios se apretaron tanto que pensé que se
romperían y sangrarían. Tenía líneas de risa en su rostro que se sentían
fuera de lugar.
—Mi hermana quería entenderme. También quería controlarme.
Podía relacionarme con eso. Mis propios hermanos eran un dolor
en el culo. Necesitaban dirección y supervisión constantes. 149
—Supongo que tú y Vicky tienen mucho en común —insistí—. La
controlé y ella también tomó represalias. Obviamente no tuvo tanto éxito
como tú. ¿Es por eso que la estás siguiendo? ¿Enviando notas de amor
grabadas en piel? —Lamí mis labios secos. Mi lengua se sentía pesada.
Norman no se inmutó ante mi acusación. Esta conversación se
estaba volviendo aburrida. No sabía por qué me molestaba en
entretenerlo. Ambos sabíamos que no saldría de este callejón con vida.
Llámame engreído, pero era el más letal de los dos.
—Vicky es mía —respondió, inclinando la cabeza—. Ella me liberó,
así que voy a liberar su alma de su cuerpo.
Esa fue una declaración escalofriante. Este tipo necesitaba un
psiquiatra.
—Es una pena que estés completamente loco, Norman.
Probablemente podríamos haber sido amigos. Pero que quieras matar a
mi hermana es en realidad un inconveniente en este momento. Estoy
intentando recuperar a mi chica, y no puedo hacerlo contigo corriendo
por ahí, bebiendo leche y mordiendo dedos en los bares.
Sonaba como Anthony, burlándome del peligro con humor.
Respondió con fuerza y voz fría.
—Hago lo que quiero. Ya nadie me controla. Ni Cora, ni tú. Nadie.
Alcancé mi arma casualmente para poder dispararle al lamentable
hijo de puta y terminar con esto. Es hora de volver a Kansas City. Hora
de…
Norman se lanzó hacia adelante con una velocidad imposible. Tal
vez fueron las bebidas en mi sistema, pero había una naturaleza lenta en
la forma en que procesaba sus movimientos. Mi propia mano se sentía
como si se hubiera separado de mi cuerpo mientras se cernía sobre mi
arma.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Norman—. Sabes que la gente de
este club nocturno me ama. Desde que heredé todo el dinero de Cora, he
hecho muchos amigos. Los camareros son realmente geniales
preparando bebidas a pedido mío.
La rabia era lo único que me impulsaba hacia adelante. Iba a
empujar su pecho, y simplemente salió de mi alcance.
—¿Me drogaste? —Cobarde.
—Es más fácil lidiar con las personas cuando están cansadas, ¿no
crees? —Norman respondió antes de sacar… algo de su bolsillo interior.
No pude entender bien qué era. Era completamente blanco, nítido y
suave—. Me gusta…
—¿Un hueso? —tartamudeé.
El callejón pareció inclinarse hacia un lado, e incliné mi cuerpo
para enderezarme. 150
—¿Te gusta? —preguntó Norman—. A Cora nunca le gustó cuando
jugaba con mi comida.
Parpadeé dos veces cuando tomó lo que parecía una parte tallada
y puntiaguda del hueso y la lamió.
—Estás realmente jodido, ¿lo sabías? —La baba goteaba de mi boca
a medida que hablaba.
Norman frunció el ceño.
—Fui hecho de esta manera. Me disparaste cinco veces. Pero
mejoré. Me hizo más fuerte. ¿Sabes lo que me hizo más fuerte, Nick?
Me derrumbé en el pavimento de rodillas. Podía sentir mi cuerpo
entrando y saliendo de la conciencia.
—Nada desarrolla huesos fuertes como la leche. —Echó hacia atrás
su arma y me apuñaló en el estómago.
El dolor fue instantáneo. Lo que sea que me había dado no fue
suficiente para apagar esa punzada de agonía aguda que me atravesó.
Grité y me apuñaló de nuevo, esta vez en el brazo.
—Te voy a hacer un favor, Nick —dijo antes de lamer su arma.
Intenté rodar debajo de él, pero me inmovilizó fácilmente—. Voy a llevarte
al borde de la muerte. Es un regalo, de verdad. Te daré lo que me has
dado. —Me apuñaló de nuevo, esta vez en el muslo. Grité de dolor, pero
estaba perdiendo el conocimiento—. Voy a darte una perspectiva nueva.
Una oportunidad nueva de vida.
Lo último que escuché cuando me apuñaló una y otra vez fue:
—De nada, Nick.
151
El Mercy Medical en el centro de Miami estaba repleto de personas
con diversas lesiones y enfermedades. Era como marinar en una olla
gérmenes y enfermos. Me senté en la incómoda sala de espera del área
de emergencias mientras personas tosiendo se acurrucaban en sus sillas
a mi lado. Alguien borracho hasta la saciedad había vomitado en el
vestíbulo principal, y un conserje descontento estaba intentando
limpiarlo.
Odiaba los hospitales.
Cuando mamá desapareció, la abuela y yo fuimos a todos los
hospitales dentro de un radio de treinta kilómetros para ver si estaba allí. 152
Nunca olvidaría la sensación de desesperanza de cruzar las puertas y no
encontrarla.
En la esquina de la sala de espera, Anthony caminaba de un lado
a otro. De ida y vuelta. De ida y vuelta. Me mareé al verlo. William no
estaba aquí. Se había ido hace una hora con un equipo de hombres para
mirar la escena del crimen. Me di cuenta de que no quería dejarme, pero
todos queríamos respuestas. Todos queríamos a alguien a quien culpar.
No me atreví a llorar. Llorar significaría que Malice, Nick, estaba
realmente en mal estado. Estaba decidida a convencerme de que estaba
bien. Nick era un dios entre los hombres. En mi mente, él era
indestructible. Aunque las múltiples puñaladas en su maltrecho cuerpo
requirieron cirugía de emergencia, sabía que lo superaría. Tenía que
superar esto. Otra alternativa simplemente no era una opción.
Fue la reacción de Vicky la que me dejó perpleja. Para alguien que
nos quería a todos muertos hace solo seis meses, no estaba manejando
bien la noticia. Se mecía en su asiento con lágrimas ardientes corriendo
por sus mejillas sonrojadas. Hasta este momento, no pensé que se
preocupara particularmente por sus hermanos. Pensé que sólo eran un
medio para un fin. Después de todo, nos quería muertos. Pero tal vez era
necesario casi perder a alguien para darte cuenta de lo que tenías.
—¿Crees que está bien? —preguntó por decimoquinta vez. Cada vez
que esa pregunta repetida escapaba de su garganta áspera, un poco de
mi resolución de ser fuerte se desvanecía.
—Tiene que estarlo —respondí. Porque la alternativa significaría
que Nick muriera antes de que él y yo tuviéramos la oportunidad de
mejorar, antes de que sanáramos y creciéramos. Teníamos tanta vida por
delante. Lo amaba. Profundamente. No podía irse. Me negaba
rotundamente a ese resultado.
Anthony se acercó a mí. Había estado extrañamente callado desde
que recibimos la noticia y manejamos hasta aquí. La única señal de
miedo que podías sentir en su cuerpo era la forma en que sus piernas
temblaron en el viaje en auto hasta aquí. No podía quedarse quieto, y de
vez en cuando lo escuché murmurar por lo bajo.
—Va a estar bien —nos aseguró Anthony a ambas—. Bien, bien,
bien, bien, bien, bien, bien, bien, bien.
Tomé la mano de Anthony y me levantó de mi asiento para
envolverme en un abrazo. Un hombre murmurando para sí mismo y
expulsando flemas nos silbó.
—Juliet, voy a ser fuerte por ti.
La promesa que escapó de los labios de Anthony me sorprendió.
—De acuerdo —respondí, mi voz se quebró. No supe cómo
responder a eso. Anthony siempre fue el que me obligaba a ser fuerte.
Nunca me había permitido darle el control de mi seguridad como a los 153
demás. Era discordante relajarse en sus brazos fuertes y confiar en él.
Anthony terminó nuestro abrazo para sostenerme con el brazo
extendido, sus manos agarrando mis hombros mientras me miraba
fijamente a los ojos.
—Estoy aquí para ti. Voy a ser fuerte para ti. —Su dedo índice
golpeó ligeramente mi hombro, la única grieta en su fachada fuerte.
Por el rabillo del ojo, vi que Vicky arqueaba las cejas con sorpresa.
Anthony me acomodó en mi asiento y se agachó hasta que estuvo al nivel
de mis ojos.
—No has comido. Voy a traerte un bocadillo. Y café. ¿Tienes frío?
—preguntó—. Sí. Necesitas comer. —Antes de que pudiera responder,
estaba dando vueltas y caminando hacia una máquina expendedora que
tenía una fila de tres personas.
—Mierda. —Vicky se atragantó. Más lágrimas se habían derramado
de sus ojos—. Esperaba que estuviera perdiendo la cabeza en este
momento. Ni siquiera ha intentado entrar en la morgue del hospital. Estoy
impresionada.
Metí la mano en mi bolso y agarré un pañuelo. Mientras se lo
entregaba, hablé.
—Me alegra que lo hayas encontrado cuando escapó. No estaba en
un buen lugar. Creo que ambos se ayudaron.
Vicky se sonó la nariz.
—Si Nick muere —comenzó, sus palabras se alzaron como una
pregunta, no estábamos seguros de cómo le iba en la cirugía—. Se
necesitará un ejército para devolverle la cordura a Anthony.
Puede que estuviéramos un poco destrozados, pero la familia
Civella era un ejército, una fuerza impenetrable que podía sobrevivir a
cualquier cosa.
O al menos eso esperaba.
Sintiéndome un poco impotente, me estiré para agarrar la mano de
Vicky. Quería que estuviéramos mejor, aunque todavía no me atrevía a
perdonarla. Habíamos estado yendo y viniendo en nuestra amistad,
oscilando entre el resentimiento y la confianza, pero en el centro de las
cosas, había un destello de perdón… esperanza… y amor.
—Él va a estar bien. Estamos todos juntos en esto.
Me apretó la mano justo cuando William entraba por la puerta
giratoria eléctrica en la entrada de la sala de emergencias. Cuando
William se acercó, Anthony traía un puñado de bocadillos y los dejó en
nuestro regazo.
—¿Encontraste algo? —pregunté a William mientras se acercaba.
La mirada solemne en su rostro no era alentadora.
154
—Luca recogió al dueño de la discoteca y lo está interrogando
ahora. Hablé con alguien del Departamento de Policía de Miami, y parece
que algunas de las chicas que fueron secuestradas frecuentaban ese club
con regularidad. Las pistas han sido difíciles de seguir porque el
propietario del club ha estado borrando imágenes y registros de su
presencia allí.
Cerré mi mano en un puño, y mis piernas comenzaron a temblar,
enviando todos los bocadillos que Anthony acababa de traerme al
desagradable piso del hospital. Afortunadamente, la mayoría de ellos
estaban en bolsas de plástico. Ignorando a William, Anthony se arrodilló
en el suelo y comenzó a levantarlos nuevamente a medida que susurraba
para sí mismo:
—Bien, bien, bien, bien, bien, bien, bien, bien.
William lo miró, pero no dijo nada. Y cuando Anthony se puso de
pie, su expresión estaba vacía de toda emoción, como si hubiera forzado
a controlar todos los pensamientos oscuros en su mente.
—Antes de que todos llegaran aquí, estaba investigando un poco.
Todas las víctimas, o al menos lo que quedó de ellas, fueron encontradas
en callejones donde no había cámaras. Obviamente tiene conexiones o
un conocimiento amplio de la escena de Miami. Sin embargo, no creo que
cometa ninguno de sus asesinatos en la ciudad.
William cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Por qué no?
Anthony golpeó el piso de baldosas con el pie y respondió:
—Según el médico forense, tres de los cuerpos tenían un residuo
muy específico en la piel.
Vicky apoyó la barbilla en su puño.
—¿Qué tipo de residuo? —preguntó.
—Algas —respondió Anthony, su voz fue un tartamudeo—. Como
de un pantano.
William asintió y sacó su teléfono celular para escribir un mensaje
a alguien.
—Haré que mis hombres investiguen. ¿Alguna noticia del médico?
Ha estado en cirugía durante seis horas. —¿Ya había pasado tanto
tiempo? El tiempo se movía lentamente, como la melaza. Mi estómago
gruñó y Anthony me dirigió una mirada mordaz.
—Come, o te daré de comer como a un pajarito.
Agarré un paquete de mezcla Chex de su brazo y lo abrí con fuerza.
Apenas podía saborear la comida salada en mi lengua, pero sabía que
necesitaría mi energía si iba a estar al cien por ciento para Nick.
Vicky también agarró una manga de galletas de la pila y comenzó
a masticarla nerviosamente. 155
—Esto es mi culpa —espetó con la boca llena—. Todo es mi culpa.
La chica que era antes de conocer a los hermanos Civella habría
intentado consolarla, diría que nada de esto era su culpa. Pero me había
endurecido un poco. Sentí empatía por Vicky y reconocí que su viaje de
crecimiento personal y amor comenzó desde un mal lugar. Ella era la
razón por la que estábamos en este lío, y no iba a aliviar su culpa
diciéndole lo contrario. Sin embargo, iba a apoyarla mientras madurara
a partir de esto.
Anthony y William comenzaron a susurrar entre ellos, y mi
atención se centró en un médico que caminaba hacia nosotros. Al
instante me puse de pie, todo mi cuerpo en alerta máxima.
—Está fuera de cirugía —dijo el médico una vez que estuvo lo
suficientemente cerca. Tenía un par de canas que asomaban a través de
su gorro y llevaba una máscara. El sudor de su frente insinuaba que
había pasado muchas horas trabajando duro en el cuerpo masacrado de
Nick—. Estaba un poco preocupado por la herida de su abdomen, pero
tiene mucha suerte de que no haya llegado a su intestino grueso. Sin
embargo, la puñalada en su brazo cortó una arteria importante y fue
difícil de reparar. Le dimos una transfusión de sangre y lo cosimos lo
mejor que pudimos. Falta una parte de su hombro. Como si la carne
hubiera sido arrancada. Va a necesitar injertos de piel para esa área, pero
no pudimos hacerlo durante la cirugía. Tiene suerte de estar vivo.
Casi me derrumbé del alivio. Vicky habló primero.
—¿Podemos verlo?
El médico asintió.
—Ahora lo están trasladando a una habitación. Síganme.
Anthony agarró mi mano y entrelazó sus dedos con los míos,
dándome su fuerza. William estaba a mi espalda, listo para apoyarme,
pero Vicky se quedó donde estaba, moviéndose de un lado a otro.
—Tal vez debería quedarme aquí —dijo—. Podría molestarlo o…
Pasé mi brazo por el de ella para tranquilizarla.
—Ven. Vamos a verlo.
La habitación de hospital de Nick era del tamaño de su vestidor en
la mansión. Había una silla junto a la cama del hospital que ocupaba
actualmente porque Anthony tenía la misión de cuidarme. William estaba
de pie junto a la puerta, respondiendo las llamadas telefónicas de sus
hombres cada vez que entraban. Había una pista, lo último que supe,
pero eso fue hace una hora, y estaba demasiado exhausta para lidiar con
el estrés de encontrar al hombre responsable de hacerlo.
Anthony se paró detrás de mí, pasando suavemente sus dedos por
mi cabello y rascando mi cuero cabelludo de una manera que me dieron
ganas de quedarme dormida. Si no fuera por el pitido constante de las 156
máquinas a las que Nick estaba conectado, probablemente me habría
desmayado hace un rato.
Vicky estaba sentada en el suelo con la espalda contra la pared en
el rincón más alejado. Apoyaba la mejilla contra las rodillas y se asustó
cada vez que Nick gruñó, lo cual sucedió con bastante frecuencia.
Los médicos nos advirtieron que podría descansar durante horas.
El sol se asomaba por las persianas y proyectaba sombras sobre su piel.
Había perdido mucha sangre y necesitaba tiempo para recuperar su
energía. Pero ya era de tarde, y todavía estaba dormido.
—Tal vez deberías ir a casa y… —comenzó Anthony.
—No voy a dejarlo —le dije en un tono tranquilo. Mi voz estaba
espesa por el sueño—. Se despertará pronto. Además, me siento más
segura aquí con todos ustedes.
Miré por encima del hombro y vi a Anthony hinchar el pecho con
orgullo.
—Siempre te mantendré a salvo. Ese imbécil no te hará daño —
gruñó.
—Nada se siente correcto —murmuró Vicky—. Odio que estemos
en este lío. Los traje a todos aquí porque estaba demasiado asustada para
llamar a la puerta. Mamá y papá estarían revolcándose en sus tumbas.
Se horrorizarían al saber que no pude volver a casa.
Los hombros de Anthony cayeron. William sacó un palillo de
dientes de su bolsillo y comenzó a masticarlo nerviosamente.
—Nick dejó en claro que no podíamos ir a casa. No es tu culpa —
dijo Anthony—. Tampoco es mi culpa.
William se aclaró la garganta, como si quisiera decir algo. El ruido
pasivo-agresivo hizo que Vicky levantara la cabeza y lo mirara fijamente.
—¿Hay algo que te gustaría decir? —preguntó.
William se quitó el palillo de la boca y la miró.
—Hay muchas cosas que me gustaría decir, ninguna de las cuales
sería útil en este momento. —William partió el palillo entre el pulgar y el
índice antes de arrojarlo a un bote de basura cercano.
Vicky, aparentemente imperturbable por la rabieta de William,
comenzó a hablar.
—Verás, William, ese es tu problema. Tal vez si hablaras por una
vez en tu vida…
Las divagaciones frustradas de William interrumpieron el insulto
de Vicky.
—Tal vez si por una vez en tu vida vinieras a mí con tus problemas
en lugar de confiar en Nick, no estaríamos en este lío. Tal vez si dejara de
actuar por impulso. Tal vez si… 157
—¿Qué habrías hecho, William? ¿Eh? Has tenido tu cabeza metida
en el trasero de Nick toda nuestra vida. Me sorprende que no le hablaras
de Juliet todos esos años. A veces, creo que la única razón por la que no
lo hiciste fue porque tenías demasiado miedo de su reacción. No acudí a
ti porque vives a la sombra de Nick. Eres su perrito faldero.
William negó con la cabeza.
—Te habría ayudado. Si hubiera sido mi puerta en la que
aparecieras, te habría ayudado.
Anthony agarró mi hombro, como si tocarme de alguna manera lo
mantuviera unido.
—No me ayudaste —dijo en un tono suave, tan bajo que estaba
segura de que fui la única que lo escuchó. William no dijo nada en
respuesta a eso. Había una gran diferencia entre Anthony y Vicky. Vicky
no estaba compitiendo por mi atención.
William comenzó a caminar por la habitación pequeña, haciendo
que las cuatro paredes que nos rodeaban parecieran cerrarse. Mi
respiración se volvió superficial y Anthony comenzó a masajearme la
nuca.
—Nick nunca debería haber estado solo en ese club —dijo
William—. Fue arrogante. Impulsivo.
—¿Qué hay de nuevo en eso? —respondió Vicky sarcásticamente—
. El imbécil nos alejó a todos, fue solo y se lastimó. Odio que incluso me
importe.
Nick se movió en la cama del hospital y contuve la respiración.
Tosió un par de veces, el sonido acompañado de un grito ahogado y un
gemido. Imaginé que le dolían las heridas. El anestesiólogo nos avisó que
iba a tener tos por estar intubado. Después de un grito inquietante, abrió
los ojos.
—No pedí que les importara —dijo con voz áspera,
melodramáticamente.
Habría puesto los ojos en blanco ante el drama de todo esto si no
estuviera tan aliviada de que estuviera despierto. Vicky gateó hasta que
estuvo de pie. Anthony tomó un vaso de agua de una mesa cercana y se
lo entregó a Nick. William miró hacia el pasillo y le hizo señas a una
enfermera. Mientras veía a todos entrar en acción, recordé una vez más
que esta familia estaba profundamente interconectada. Se movían como
un equipo.
—Ese hijo de puta me apuñaló —gruñó Nick antes de tomar
débilmente el vaso de la mano extendida de Anthony y tomar un sorbo.
Cuando terminó de beber el agua, Anthony tomó el vaso y sujeté la
mano de Nick. Solo quería sentir que estaba vivo, que era real.
158
—Los médicos no pudieron identificar con qué te apuñalaron —
respondió Anthony con voz juguetona—. Todas las voces en mi cabeza
están haciendo apuestas sobre lo que fue. ¿Un estilete? ¿Un picahielos?
Vicky reprimió una sonrisa. Solo Anthony puede bromear en una
situación como esta. Nick tosió de nuevo, luego hizo una mueca. Me
pregunté si necesitaba más analgésicos.
—¿Dónde está esa enfermera? —se quejó William.
—Me apuñaló con un hueso —gruñó Nick. El rostro de Anthony se
iluminó como un árbol de Navidad.
—¿Un hueso? ¿Qué tipo de hueso? ¿Lo afiló? ¿Era humano,
animal, sintético…?
Nick levantó su mano temblorosa para evitar que Anthony
divagara.
—Era un hueso humano que había afilado en la punta.
Anthony asintió con entusiasmo.
—Oh, eso es enfermizo. Quiero conocer a este tipo.
Vicky cruzó los brazos sobre el pecho y soltó un resoplido.
—¿Vas a pedirle un autógrafo? —le preguntó a Anthony en un tono
sarcástico.
—Estaba pensando en ver si quería ser entrevistado para el podcast
de Juliet, muchas gracias. Nunca he conocido a un verdadero caníbal.
Hago muchas cosas con cadáveres, pero no comérmelos.
Me froté las sienes con la mano libre y Nick me apretó suavemente.
—Tenemos que averiguar dónde vive —respondió Nick. Ya estaba
en modo venganza. Podía ver el fuego en sus ojos.
—Ya estoy en ello. Luca está confirmando su ubicación mientras
hablamos.
—¿Has conseguido una casa segura o un cuartel general? —
preguntó Nick.
—Sí.
—¿Refuerzos?
—En camino.
—Nadie puede saber que estoy aquí… —dijo Nick con los dientes
apretados.
—Ya me ocupé de ello —dijo William—. No necesitamos que tus
enemigos sepan que estás débil.
No sabría decir si Nick estaba orgulloso de William por hacerse
cargo o molesto por ello. Nick miró alrededor de la habitación a cada uno 159
de nosotros. La camisa de William estaba arrugada. Vicky tenía los ojos
inyectados en sangre. Estaba a dos segundos de colapsar por el
agotamiento, el hambre y la preocupación. Anthony se escondía detrás
de una sonrisa juguetona, pero por dentro estaba destrozado por lo que
pasó.
Nick miró nuestras manos unidas antes de dirigirse a la habitación.
—Todos ustedes no tenían que estar aquí —dijo. Hubo un impulso
defensivo en sus palabras que hizo que mi corazón se ablandara un poco
hacia él. Nick pensaba que tenía que dirigir el mundo solo.
—Por supuesto que teníamos que hacerlo —respondió Anthony
solemnemente.
—Por mucho que quieras deshacerte de nosotros, ya deberías saber
que es imposible —intervino Vicky.
Llevé su mano a mis labios y lo besé.
—Te amo —susurré con reverencia.
William permaneció en silencio, pero había una declaración
tormentosa en su mirada. Me pregunté si Nick podría ver la verdad justo
frente a él. Era amado. Su familia se dedicaba a él. No tenía que conseguir
la lealtad, ya estaba allí.
Nick pareció conmovido, pero ni una sola lágrima cayó de sus ojos.
No esperaba menos del despiadado líder de la mafia.
—¿Cuánto tiempo crees que tengo que quedarme aquí? —le
preguntó a William.
William dejó escapar un silbido bajo.
—Al menos unos días. Tienes lesiones bastante graves. También te
dio un mordisco —añadió William a regañadientes—. Quieren poner un
injerto de piel sobre la herida.
El labio de Nick se curvó con furia.
—Quiero salir de aquí lo más rápido posible. Voy a matar a ese hijo
de puta.
160
Anthony finalmente me convenció de ir al hotel que William nos
consiguió y descansar. Prácticamente tuvo que sacarme a rastras de la
habitación del hospital de Nick, pero la verdad es que estaba demasiado
cansada para dar mucha pelea.
Vicky se quedó a hablar con Nick. No estaba exactamente segura
de lo que quería decirle, pero sabía que necesitaban tiempo juntos para
resolver sus problemas. Vicky y yo no estábamos completamente
recuperadas de lo que había hecho, pero estaba trabajando en sus
problemas y tratando de redimirse. Me alegré de que estuviera haciendo
un esfuerzo. También ayudó que Nick estuviera prácticamente atado a la 161
cama del hospital, por lo que no podía huir de cualquier confrontación
que ella quisiera tener. Casi dudé en dejar a Nick con ella mientras estaba
en un estado tan vulnerable, pero Anthony me aseguró que no pasaría
nada.
Me apoyé en Anthony mientras nos dirigíamos a la habitación del
hotel. No era seguro para ninguno de nosotros regresar al condominio de
Vicky ya que Norman sabía dónde vivía.
Las puertas del ascensor se abrieron y Anthony me levantó en sus
brazos como si fuera una muñeca de trapo.
—Tienes tanto sueño —murmuró a medida que me llevaba por el
largo pasillo alfombrado del hotel de cinco estrellas hacia nuestra
habitación. Apoyé la cabeza en su pecho y tomé el cuello de algodón de
su camiseta con mis dedos.
—Solo necesito una siesta rápida, y luego podemos volver al
hospital —dije en voz baja, mi voz áspera por el par de días largos.
—Una siesta. Algo de comida. Una ducha. Tal vez también algunos
zapatos nuevos. Las zapatillas de Vicky son demasiado grandes para tus
pies —se rio. Tuve que robarle algunos de sus pantalones de yoga y un
top corto porque no me permitió empacar una maleta antes de irnos.
William se había encargado de ir a buscarnos algunos suministros y
prometió traerme ropa que en realidad me quedara bien.
—¿Cuándo te volviste tan mandón? —pregunté con voz suave.
—Solo estoy intentando cuidar de ti —respondió Anthony antes de
dejarme suavemente frente a la puerta del hotel. Alcancé su mano justo
cuando estaba a punto de hurgar en su bolsillo en busca de la tarjeta
llave de la habitación del hotel.
—Sabes que no necesito que me cuides, ¿verdad? —pregunté.
Anthony tomó mis mejillas con sus manos.
—Estar obsesionado con tu bienestar es mejor que mi obsesión con
otras cosas.
—¿Crees que tal vez usas tus obsesiones para ignorar las cosas que
te molestan de verdad? —pregunté. Por lo general, no era tan directa con
Anthony. Siempre había seguido su ejemplo, pero no esta vez.
—Estoy seguro de que tienes razón —admitió de mala gana
mientras desviaba la mirada. Esperé a que continuara.
—Simplemente no quiero convertirme en otra tirita, Anthony. Te
amo demasiado para eso.
Asintió.
—Me molesta que Nick fuera solo a ese club —dijo Anthony—. Me
molesta que este idiota espeluznante sea en lo que podría haberme
convertido. ¿Quién sabe lo que habría hecho si hubiera dejado que mi 162
mente continuara por el camino que estaba antes de que Nick me enviara
lejos? —Anthony presionó su frente contra la mía—. Me molesta que te
haya hecho daño. Que te siguiera lastimando. Me molesta que Vicky se
haya ido. Que nuestros padres estén muertos. Que fui secuestrado,
abusado y arrojado con una pila de cadáveres fríos. Me molesta que sea
el jodido de nuestra familia. Me molesta que no sea más que el chico de
la limpieza. Me molesta que me guste ser el chico de la limpieza.
Anthony se apartó de mí y sacó la llave del hotel de su bolsillo antes
de abrir la puerta. Me quedé allí en asombro silencioso por su honestidad,
sin saber qué responderle.
Parecía que Anthony no quería que respondiera, solo quería sacarlo
de su pecho. Me tomó de la mano y atravesó el umbral que conducía a la
extravagante suite del hotel. Lo primero que vi fueron unas ventanas
enormes del piso al techo con vistas al océano. En la sala de estar había
un gran candelabro de cristal, asientos de cuero, una mesa de comedor
y una colección de champán que probablemente costaba más de lo que
ganaba en un mes en la funeraria. Bueno, probablemente ahora había
perdido mi trabajo. No tenía mi teléfono celular para revisar, pero estaba
segura de que había un mensaje de voz enojado de mi nuevo jefe
esperándome.
—Necesito llamar a la abuela. Probablemente esté preocupada —
murmuré.
—William la llamó antes. Dijo que decidimos pasar un par de días
en Miami. Pareció emocionada de que hicieras un viaje y quiere que la
llames pronto.
—¿Tal vez después de la siesta? —sugerí. Si la llamaba ahora,
probablemente me derrumbaría y tendría que explicarle todo lo que
estaba pasando. No quería que se preocupara por mí, no cuando todo
seguía siendo tan intenso.
—Creo que es una buena idea. —Anthony caminó hacia la ventana
de vidrio e instantáneamente presionó su rostro contra ella. La niebla de
su aliento y la mancha de sus dedos dejaron marcas por todo el vidrio
prístino. Luché contra el impulso de reírme—. Dios —comenzó antes de
darse la vuelta para mirarme—. William realmente está perdiendo su
toque. Este lugar parece un hotel de dos estrellas. Ni siquiera nos recibió
un mayordomo.
Lamí mis labios.
—Supongo que ha estado un poco ocupado —le seguí el juego—.
Capturar asesinos y todo eso.
—Pero olvidar las rosas importadas de Perth. Es tan impropio de
él.
—Supongo que tendremos que perdonarlo por esta choza —dije a
medida que miraba juguetonamente a los muebles finos y el diseño 163
elaborado. Pero sólo por esta vez.
—De acuerdo —respondió Anthony con un arqueo elegante de la
nariz.
Ambos estallamos en un ataque de risa que casi pareció quitarme
el peso de los hombros, aunque solo fuera por un momento. Pero el alivio
duró poco. Mi sonrisa se convirtió en un bostezo profundo. La expresión
juguetona de Anthony cayó una vez más en seriedad.
—Vamos a llevarte a la cama —dijo antes de aplaudir.
Empezó a caminar hacia mí, pero se detuvo en la mesa del
comedor. No lo había notado antes, pero había una caja bien envuelta
sobre la mesa.
—Quizás después de todo no ha perdido completamente su toque.
¿Deberíamos ver qué regalo nos dejó William? —preguntó con picardía—
. Apuesto a que es un consolador dorado. Sabes cuánto amo los
consoladores.
Me reí de su broma y me acerqué lentamente a la mesa para ver
cuál era el regalo. La caja grande era de color negro mate con una cinta
rojo sangre en la parte superior. Ni siquiera estaba segura de cómo
William tuvo tiempo para comprar algo. Todos habíamos estado tan
ocupados con el hospital, buscando la casa de Norman y todas las otras
tonterías en el medio, así que me sorprendió.
Mi instinto tenía esta sensación premonitoria de terror. Anthony
iba a levantar la tapa y estaba en la punta de mi lengua decirle que no.
Un escalofrío espeluznante recorrió mi piel. Algo en esto se sentía mal.
Anthony arrojó la tapa a un lado y miré por encima del hombro para ver
qué había dentro.
—¿Un plato de cena? —preguntó Anthony—. ¿Tienen algún fetiche
del que no estoy al tanto? —Alcanzó el plato y lo recogió. La porcelana
blanca se veía—… ¿Un plato sucio? —preguntó Anthony—. Hay algo rojo
manchado por todas partes. Como salsa de bistec. Quizás William
necesite venir aquí y descansar.
—Deja eso, Anthony —le dije.
—¿Qué? —preguntó. Le arranqué el plato de las manos y lo arrojé
al suelo. Fragmentos de porcelana se esparcieron por todo el suelo de
baldosas.
Miré en la caja una vez más y encontré un tenedor y un cuchillo.
Se veían… extraños. Marfil blanco blanqueado tallado a la perfección.
—¿Eso es? —comenzó Anthony—. Ciertamente no es…
Un sonido en una de las habitaciones conectadas de la suite nos
hizo girar sobre nuestros talones. Anthony, aparentemente reconociendo
el peligro en el que estábamos, se puso en alerta máxima. Toda la ligereza
en su expresión se evaporó por completo. Sabía exactamente de dónde 164
procedía este regalo. Y no era William.
Anthony se llevó el dedo a los labios. Quienquiera que haya estado
aquí ya sabía dónde estábamos. Observé la puerta principal. Anthony
siguió mi mirada y negó con la cabeza. ¿Estaba pensando que alguien
también estaba ahí fuera? ¿Esto era una emboscada? ¿Una trampa?
Anthony envolvió sus manos alrededor de mi muñeca y tiró de mí
hacia la ventana. Se movió con una certeza tranquila que pareció tan
impropio de él, y en mi miedo frenético, me di cuenta de que esta era la
parte del trauma de Anthony que lo convertía en un sobreviviente. Nunca
lo había visto reaccionar así, pero fue interesante verlo procesar la
situación en cuestión de segundos.
A diferencia de él, mi pulso estaba acelerado. Mi piel estaba fría
como el hielo. La adrenalina que corría por mis venas hizo que mis huesos
temblaran de miedo. Solía estar desconectada de mis reacciones al terror.
Ahora, era todo en lo que podía concentrarme. Encontrar mi humanidad
tuvo sus consecuencias.
El sonido del crujido de vidrio bajo mis zapatos pareció tan fuerte
como un grito. No pude evitar sentir que Norman o una colección de mis
peores pesadillas iban a salir de cada grieta oscura que esta suite de hotel
tenía para ofrecer.
Anthony metió la mano en su bolsillo y sacó una navaja.
—Anthony —susurré—. Tenemos que salir de aquí. —En lugar de
responderme, Anthony me empujó detrás de él, sujetándome entre la
ventana de vidrio y su cuerpo duro.
La puerta principal se sacudió. El miedo hizo que mis ojos
comenzaran a lagrimear, y aferré la cintura de Anthony. Mirando por
encima de su hombro, esperé al monstruo que estaba al otro lado. El
tiempo pareció ralentizarse. Pensé en Nick, en William. Pensé en las
relaciones rotas que compartimos y mis posibilidades cada vez menores
de repararlas.
Anthony flexionó los músculos, levantó los hombros y amplió su
postura. Estaba preparado para luchar contra quienquiera que estuviera
aquí.
Lentamente, la puerta del ático se abrió con un chirrido.
Contuve la respiración.
Esperando.
Esperando.
Esperando.
William entró pavoneándose con una mano sosteniendo su teléfono
en la oreja y la otra llena de bolsas de compras.
—¡Contesta tu maldito teléfono, Luca! Quiero esas coordenadas
ahora —dijo al receptor. Me relajé instantáneamente al ver a William, 165
pero Anthony se tensó aún más. Los ojos de William recorrieron la
habitación y, cuando se posaron sobre nosotros, colgó el teléfono
inmediatamente. Sin una palabra, dejó caer las bolsas de la compra y
sacó una pistola—. ¿Qué está sucediendo? —preguntó.
Anthony miró el plato hecho añicos en el suelo y luego volvió a
mirar a William antes de susurrar:
—Tuvimos un invitado.
Un crujido aleatorio en el pasillo me hizo estremecer. Un grito
ahogado rebotó en mi boca, y Anthony se puso alerta, cortando el aire
con su navaja.
—¿Dónde está tu arma? —le susurró William.
Detrás de él, pude ver las puntas de las orejas de Anthony ponerse
rojas.
—No confiaba en mí mismo para llevar una.
¿Qué significaba eso? ¿Le preocupaba lastimar a alguien más?
¿O a él mismo?
William apretó la mandíbula. Sabía que estaba sintiendo la tensión
de estar aquí. Sólo teníamos unos pocos hombres. Algunos tenían que
quedarse con Nick, el resto intentaba encontrar al asesino. Pensamos que
estábamos a salvo, pero…
—Quédate aquí. —Observé la espalda de William mientras se
dirigía lentamente hacia la fuente del sonido. Apoyó la mano en la puerta
del dormitorio y la abrió, con el arma levantada y el dedo en el gatillo.
Una vez que pudo ver el interior, hizo un barrido de la habitación
con los ojos antes de cruzar el umbral y entrar en la habitación.
—Voy a mantenerte a salvo, Juliet —prometió Anthony.
Asentí y me aferré a él, esforzando mis sentidos por los sonidos en
la habitación de al lado.
Podía escuchar una puerta deslizarse abriéndose. Estaba tan en
sintonía con cada ruido que me hizo temblar.
—¡Mierda! —gritó William desde el interior de la habitación—.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
Mi pulso se disparó. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo se
estaba volviendo loca.
—¿Qué está sucediendo? —grité.
Un silencio que pareció extenderse por kilómetros me respondió.
—¡William! —chillé—. ¡Respóndeme!
—Vengan aquí. Norman se fue hace mucho tiempo —dijo William
finalmente. Anthony dejó escapar un suspiro de alivio, pero todavía no 166
podía quitarme el miedo de los huesos. ¿En serio William había revisado
en todas partes? Aún había más habitaciones aquí.
Anthony me guio a la habitación y al instante me abofeteó un hedor
familiar. Levanté el cuello de mi camiseta sobre mi nariz. Había pasado
un tiempo desde que había estado cerca de ese olor asqueroso y podrido,
desde la noche en que Anthony se fue.
—Si querías visitarme, todo lo que tenías que hacer era preguntar.
Cena a las seis de la tarde. No llegues tarde —dijo William. En su mano
había una hoja de papel con palabras de color rojo sangre garabateadas
en ella. A los pies de William estaba un espectáculo que me horrorizó. La
cabeza cortada de Luca estaba en el suelo. Sus ojos y boca estaban
cosidos, y su piel normalmente bronceada parecía ser una mezcla de
verde y gris.
Presioné el dorso de mi mano contra mi boca y sentí que mi
estómago vacío se revolvió. Mi reacción al verlo fue extraña. Fue como
abrir las puertas a mi humanidad y dejar que los horrores de lo que vi
salieran a raudales. William dejó caer la carta y se movió para
consolarme. Anthony miró fijamente mi reacción, como si fuera un
rompecabezas que no pudiera resolver.
Había estado entumecida por un tiempo, pero ahora podía sentir el
terror. No había sentido de la sangre y la muerte. Ya no estaba siguiendo
los movimientos.
Anthony saltó a la acción cuando William me aplastó contra su
pecho. Arrancando una sábana de la cama, cubrió la cabeza cortada con
ella, ocultándola de la vista. Sabía que todavía estaba allí.
—Estás a salvo —murmuró William—. El sonido solo fue la cabeza
cayendo desde el estante superior al suelo. Vamos a irnos ahora, ¿de
acuerdo? Regresaremos a Kansas City y nos reagruparemos.
Asentí mientras me aferraba a él.
William se volvió hacia su hermano y ladró una orden.
—Limpia esto. Necesitamos llevarlo de vuelta con su familia para
un entierro apropiado.
Me alejé y traté de estabilizar mi respiración.
Anthony dejó escapar un suspiro.
—No puedo.
William se congeló.
—¿Por qué no?
Anthony me miró por un momento prolongado, un mensaje en su
mirada que luché por descifrar.
—Eso ya no es lo que soy. No puedo… —Dejó que las palabras 167
flotaran en el aire, mezclándose con el hedor a muerte que nos rodeaba.
William pareció entender las palabras que Anthony no podía
vocalizar.
—Enviaré a alguien para que se encargue. Vamos al hospital. —
Anthony dejó escapar un suspiro de alivio. Necesitábamos hablar más de
esto, pero estaba demasiado ansiosa por irme. No quería que cambiara
por completo quién era para mí.
—Vamos —rechinó Anthony con los dientes apretados antes de
salir de la habitación.
William envolvió su brazo alrededor de mis hombros, y lo seguimos.
Solo quería dejar esta ciudad para siempre.
—¿Dónde diablos está mi arma? —gritó Malice. Estaba lleno de
venganza y la violencia corría por sus venas.
Vicky estaba sentada de nuevo en el suelo, sacudiendo la cabeza
con molestia.
—Nick, ¿qué vas a hacer? ¿Disparar en el hospital? —respondió,
poniendo sus ojos en blanco.
Nick golpeó los cables conectados a él con furia.
—Necesito matar algo. Y estoy cansado de este maldito lugar.
Puedo limpiarme solo el trasero, muchas gracias. 168
—¿Te limpian el trasero aquí? —preguntó Anthony emocionado—.
¿Tienes que hacer una cita para ese servicio, o debería ser apuñalado? —
El labio de Nick se torció, como si estuviera intentando contener una
sonrisa. Me pregunté cuántas veces en el transcurso de sus vidas
Anthony calmaría la situación con su humor. ¿Era genuino o un
mecanismo de supervivencia?
—Ya hablé con un médico en casa que puede atenderte al final del
día —respondió William—. También contraté a una enfermera para que
viajara en el avión privado con nosotros. —Estaba distraído por un
mensaje de texto que acababa de llegar, sin siquiera mirar a su hermano
enojado.
—No me iré a casa hasta que este tipo esté muerto —respondió
Nick, su voz como el acero. De alguna manera, sabía que diría eso.
—Sí, lo harás —respondió William, su tono aburrido.
—Creo que William tiene razón, Nick —dije—. Deberíamos volver a
Kansas City. Ahí tenemos más recursos.
William comenzó a escribir agresivamente en su teléfono mientras
estaba parado a mi lado.
—Honestamente, nunca deberíamos habernos ido de Kansas City
—se quejó.
Vicky apretó los puños. Durante la última hora, William le había
hecho pequeños comentarios sin parar. Yo también estaba frustrada por
estar en esta situación, pero él necesitaba dejarlo ir. Vicky sinceramente
parecía exhausta. ¿Cuándo fue la última vez que comió? Por suerte, fue
la voz tranquila de Anthony la que respondió.
—Volver a casa no se sentía como una opción. Déjalo, William —
dijo.
William dejó de mirar su teléfono celular para recorrer la habitación
con la mirada.
—Si yo estuviera a cargo, habría sido una opción.
Mi boca se abrió. Esta era la primera vez que lo escuchaba tomar
descaradamente una posición en cuanto a tener el control de todo.
Anthony sonrió. Nick pareció listo para sacar la aguja intravenosa de su
brazo y empujarla a través del ojo de William.
—Pero no estás a cargo. Y aún no lo estás. Yo tomo las decisiones,
y no voy a huir de este imbécil. Si se parece en algo a Cora, entonces es
pura palabrería y nada de juego. Tuvo suerte conmigo, pero apuesto a
que es tan patético como su hermana.
Vicky negó con la cabeza y abrazó sus rodillas contra su pecho.
—No se parece en nada a Cora —murmuró.
169
—¿Y qué sugieres que hagamos, Nick? ¿Asaltar su casa con
nuestros hombres y acabar con él? Estaríamos caminando directamente
hacia una trampa. Ciertamente no eres capaz de manejar una emboscada
en este momento —solté. Necesitábamos salir de aquí y reagruparnos.
—Eso es exactamente lo que estoy sugiriendo —respondió Nick
antes de mirar su bata de hospital y dejar escapar un gruñido gutural—
. A la mierda este lugar. —Se quitó algunos de los monitores pegados a
su pecho, haciendo que las máquinas se descontrolaran.
Me pellizqué el puente de la nariz cuando una enfermera entró
corriendo en la habitación. Tenía cabello gris ralo, mejillas sonrosadas y
ojos como el fuego.
—Señor Civella, si tengo que decirle una vez más que no se quite
los monitores… —cortó con descaro.
—Quiero que me liberen. Consígueme el papeleo de alta —espetó
Nick, interrumpiéndola.
Arqueó su ceja fina hacia él.
—¿Quiere que lo den de alta? Acaba de tener una cirugía mayor.
¿Se da cuenta de que lo apuñalaron cinco veces?
Nick cuadró los hombros hacia ella, pero no se encogió.
Quienquiera que fuera esta enfermera, era ruda.
—Sí —comenzó Nick—. También tuve un psicópata que
literalmente me mordió el hombro. Pero quiero salir de este hospital,
quitarme esta bata y alejarme de ti.
Se acercó a Nick y lo miró fijamente. Si no lo conociera mejor, diría
que Nick estaba un poco impresionado por su tenacidad.
—Si se va de aquí sin supervisión médica, se puede romper los
puntos. Podría tener una hemorragia interna, y cuando se dé cuenta de
que se está muriendo, será demasiado tarde. Ahora, mis colegas
trabajaron muy duro para traerlo de vuelta de entre los muertos,
literalmente, y no voy a sentarme aquí y dejar que arruine todo nuestro
arduo trabajo porque es un niño terco.
Anthony dejó escapar un silbido bajo. William pareció querer tomar
notas sobre cómo esta enfermera estaba manejando a Nick. Sin
restricciones, Nick respondió.
—Es importante que obtenga esos papeles de alta pronto,
enfermera Luan.
—Creo que voy a estar ocupada durante las próximas horas. Lo
haré tan pronto como pueda, señor Civella —dijo antes de enderezar la
columna vertebral, girar sobre sus talones y marcharse fuera de nuestra
habitación.
—Quiero ser ella cuando sea grande —dijo Anthony al momento en
que se fue. Nick tomó un vaso de su mesita de noche y se lo arrojó a su
hermano. Por suerte, estaba vacío.
170
—No estás en posición de realizar una emboscada —dijo William.
—Creo que deberías escuchar a tu enfermera —intervine. Nick me
miró con los ojos en rendijas y me observó. Su mirada me hizo sentir
como si lo estuviera traicionando. Pero William tenía razón; ir tras
Norman en este momento era una mala idea. Estábamos cansados. Sólo
teníamos un puñado de hombres. No sabíamos qué tipo de arsenal tenía
Norman bajo la manga—. Sé que quieres vengarte de él, pero…
—No lo entiendes —gruñó Nick.
Me acerqué a él y traté de agarrar sus manos, pero se estremeció
fuera de mi alcance, con una mueca de dolor en su rostro cuando lo hizo.
—Entonces explícanoslo.
Nick miró de lado a lado, como si las paredes se cerraran sobre él.
—No podía moverme —espetó—. Me drogó y… —Nick comenzó a
rascarse las palmas de las manos.
—Está bien sentirse inestable.
Nick me interrumpió.
—¿Inestable? Me apuñaló con el hueso. Ni siquiera pude
contraatacar. Estaba indefenso y solo pude quedarme allí y aceptarlo.
Esta vez, fue Anthony quien se adelantó para consolar a su
hermano.
—Solo quieres volver a sentir que tienes el control —dijo con
ternura.
Nick desvió la mirada. Me pregunté si alguna vez Nick se sintió
completamente fuera de control. Pero estas últimas semanas, todo lo
relacionado con su vida se le había escapado de las manos. Ya no estaba
bajo su control. Anthony giró en espiral. Vicky volvió. William lo estaba
desafiando. Norman fue la maldita guinda de un pastel muy podrido.
—No puedo ir a casa hasta que esté muerto —dijo Nick en voz baja.
—Lo atraparemos —respondió William—. Tienes que pensar como
un líder en este momento. No tenemos la mano de obra. ¿Cómo se supone
que debemos proteger a Juliet y Vicky?
Anthony miró a William durante mucho, mucho tiempo.
—Puedo proteger a Juliet y Vicky. —Luego se agachó para mirar a
Nick, una conversación tácita entre ellos. Deseaba tener acceso a sus
pensamientos—. Lo que sea que quieras hacer, te apoyo. Sé lo que es
intentar volver a casa después de que tu mundo está completamente
destrozado. Si no manejas esto ahora, es posible que nunca vuelvas a
sentirte normal.
—Esto es una locura. Juliet, hazlos entrar en razón —argumentó
William.
Me aclaré la garganta antes de hablar. 171
—Estoy de acuerdo con William. Deberíamos irnos a casa.
Vicky, que había estado callada todo este tiempo, finalmente habló.
—Aún nos encontrará allí. He pasado semanas esquivando a este
tipo. Cuanto más tiempo le demos para planificar y actuar, más fácil le
resultará derribarnos, y nos derribará si no hacemos algo. Sé que esto es
mi culpa y es mucho pedir, pero creo que deberíamos quedarnos.
William levantó las manos y las dejó caer a los costados con
exasperación. Me sentí de la misma manera. Quedarse se sentía mal.
Cada sentido de autoconservación que poseía prácticamente me rogaba
que me largara de Miami y me reagrupara. Teníamos más recursos en
Kansas City. Teníamos aliados, armas y la policía en el bolsillo. Este tipo
estaba trastornado, y no sabíamos exactamente hasta dónde llegaba su
alcance. Por lo que ya habíamos reunido, había hecho algunas
conexiones en la comunidad. Necesitábamos volver a nuestro territorio.
Allí éramos intocables.
Miami nos hacía sentir… vulnerables. Prácticamente, normales.
Este lugar nos despojaba de nuestros títulos y poderes, nos obligaba a
mirar la tierra debajo de nuestras uñas. De hecho, solo éramos cinco
personas rotas navegando en un mundo peligroso.
—¿Qué sabes de él? —pregunté a Vicky. Si Nick estaba decidido a
quedarse, entonces en realidad necesitábamos apoyarnos en el
conocimiento interno de Vicky sobre él.
Tragó pesado, el movimiento haciendo bailar el tatuaje en su cuello.
—Sé que está obsesionado conmigo. Aproximadamente un mes
después de que lo dejé libre, comenzó a enviarme miembros amputados,
notas ensangrentadas y otros obsequios espantosos. Siempre estaban
envueltos en una caja con papel bonito y atados con un lazo.
Anthony apoyó el puño bajo la barbilla mientras escuchaba.
—Se enorgullece de su trabajo —murmuró Anthony—. Toma
pequeños trozos del cuerpo hasta que no queda nada.
—¿Qué quieres decir? —pregunté. Por el rabillo del ojo, vi a Nick
estremecerse. No pude evitar pensar en el desordenado montón de carne
sacado de su hombro.
Anthony respondió.
—Cuando irrumpí en la oficina del médico forense para ver si
realmente era Cora, le faltaban trozos de carne. Intenté ver si regresó a
la escena del crimen después del hecho, pero nunca lo vi, pero la policía
anunció un intento de allanamiento tres días después. Al principio, pensé
que fue mi visita. Tuve cuidado, pero la mierda pasa, ¿sabes? Pero este
tipo no fue tan bueno como yo. —Anthony hizo una pausa para guiñarme
un ojo—. Ni siquiera pudo entrar en la cámara frigorífica. La policía
publicó imágenes de seguridad del tipo y… 172
Sacó su teléfono y buscó el artículo antes de mostrárselo a Nick.
—Norman —gruñó.
—¿El cuerpo de Cora fue el único que dejó atrás? ¿O tienen otros?
—El cuerpo de Cora es la única evidencia que tienen que aún es
útil. Todas las demás víctimas quedaron hechas pedazos. Apenas queda
algo. —Anthony movió su peso de un lado a otro, como si admitiera que
esto era incómodo para él.
—Norman odia a Cora. Elige víctimas que se parecen a ella.
Demonios, eligió a alguien solo por tener un nombre similar —agregó
Vicky.
—No había terminado con ella —susurré—. Algo sucedió y tuvo que
dejarla atrás. Apuesto que lo está matando no poder terminar lo que
empezó.
William se aclaró la garganta.
—Todo esto está muy bien, pero no cambia nada. No sé por qué
estamos perdiendo el tiempo incluso hablando de esto. Nuestro mejor
curso de acción es irnos a casa.
Nick miró a su hermano, y fue una mirada tan llena de ira que
incluso me estremecí.
—Entonces vete a casa, William. Eso es lo que haces, ¿verdad?
Huyes.
William dio un paso hacia Nick, con el puño a su costado.
—Y tú alejas a la gente —replicó—. Creo que es una tontería
quedarse aquí. Una vez más, solo te preocupa tu propia venganza y estás
demasiado ciego para pensar en la seguridad de los demás.
—Matarlo nos protege a todos. Deja de ser tan cobarde —dijo Nick
antes de tomar un sorbo de agua. El insulto pesado se asentó entre los
cinco como un peso en el pecho—. Aunque eres un dolor en mi culo, te
necesito aquí. Eres mi mano derecha y vamos a necesitar de todos
nosotros para hacer esto.
William pareció sorprendido de que Nick admitiera esto. No estaba
segura de que Nick alguna vez hubiera dicho que necesitaba a su
hermano.
—¿Quieres que me quede? —preguntó William. No podía decir si
estaba siendo genuino o no, porque su tono sonó sarcástico.
—Quiero que todos trabajemos juntos para acabar con él. Quiero
superar esto —respondió Nick antes de mirar a su hermana.
Vicky asintió antes de hablar.
—Juntos.
Anthony se encogió de hombros.
—Eres mi viaje a casa. Mientras Juliet esté a salvo, en realidad no 173
me importa nada más —dijo antes de mirarme.
No sabía cómo hablar, pero sentí que era mi turno de convencer a
Nick de que era una idea terrible. Sin embargo, me sentí en conflicto. Me
negaba a dejar a alguien atrás. Mirando a William, dejé escapar un
suspiro.
—Sigo pensando que deberíamos irnos a casa —dije. William sonrió
ante mi apoyo—. Pero no quiero que nos separemos nunca más. Estaré
donde esté la mayoría y los apoyaré como sea necesario.
Si tenía alguna esperanza de que nuestra relación se reparara y
fuera más fuerte que antes, tenía que trabajar con todos ellos en esto. A
pesar de mis dudas, sentí un rayo de esperanza. Vicky estaba de vuelta.
Anthony estaba de vuelta. William y Nick todavía tenían algunas
diferencias que resolver, pero estaban cerca de encontrar una forma
nueva de prosperar juntos. Por mucho que odiara admitirlo, Nick
experimentando un poco de vulnerabilidad podría haber sido bueno para
él. Me enamoré de él porque parecía un dios entre los hombres, pero
fueron sus vulnerabilidades humanas las que me hicieron querer
desgarrar su alma y comprenderlo.
Al final del día, estos cuatro hermanos simplemente luchaban con
un mundo oscuro y tortuoso. Se les enseñó a navegar la muerte y el poder
con crueldad.
William se miró los zapatos antes de encontrarse con mi mirada.
—Supongo que nos quedamos —respondió en voz baja.
Abrí la boca, sin saber qué decir, pero se fue antes de que pudiera
descifrar mis palabras. Sentí su frustración y traición con cada paso que
puso entre nosotros.
—Entonces —comenzó Anthony—, supongo que ahora tenemos
que descubrir cómo robar el cuerpo de Cora, ¿no? —Cuando ninguno de
nosotros respondió, sus cejas se hundieron—. Quiero decir, es la única
manera, ¿verdad? Si Norman quiere terminar lo que empezó, apuesto a
que será un poco imprudente al hacerlo. Probablemente no será fácil
ponerle las manos encima, pero en realidad no conozco ningún otro cebo
que lo saque de su zona de confort. Además, dado que es mi plan, me
gustaría tener la oportunidad de preguntarle a qué sabe el cerebro. Pasé
por toda una fase zombi y siempre he tenido curiosidad.
Me reí. Nick apretó la mandíbula.
—Parece bastante obsesionado conmigo —dijo Vicky—. Solo digo,
si necesitas un cebo…
Nick la interrumpió.
—Absolutamente no. Nos llamaste aquí para ayudarte, y vamos a
ayudarte. Ponerte en peligro no es una opción. 174
Los ojos de Vicky se humedecieron. Me pregunté si Nick se daba
cuenta de lo mucho que necesitaba oír eso de él. No pude evitar ver una
vez más ese rayo de esperanza enconándose entre nosotros.
Estaba asustada. Pero estábamos todos juntos.
Me senté en el borde de la cama mientras veía a Nick intentar
quitarse la ropa. Quería levantarme y ayudarlo, pero también disfrutaba
viendo su terquedad. Mientras se movía, gemía de dolor, y supe sin duda
que necesitaba seguir hospitalizado. Su determinación de salir y
deshacerse de Norman iba a abrir uno de sus puntos y retrasar su
curación.
—¡Mierda! —maldijo antes de dejar caer las manos a los lados. El
hecho de que se estuviera moviendo ahora mismo era un testimonio de
su tenacidad. A Nick no le gustaba parecer frágil. Lo estaba matando
sentirse tan indefenso. Tal vez necesitaba este momento. Tenía que 175
reconocer que algunas cosas estaban fuera de su control.
—¿Quieres ayuda? —pregunté a medida que lo observaba
abiertamente.
—No seas condescendiente conmigo —me contestó. Me levanté
lentamente y me acerqué a él. La habitación estaba a oscuras, aparte de
una pequeña lámpara de mesa en la mesita de noche. Alquilamos una
casa en un suburbio de Miami con un nombre falso. Nick envió un
mensaje a su casa para que vinieran aún más hombres, y en ese
momento estaban haciendo turnos para caminar en círculos alrededor
del perímetro. Me sentía relativamente segura, pero cada ruido me hacía
estremecer y mirar por encima del hombro.
Norman encarnaba todo lo malo que había pasado mi vida
investigando. Había leído sobre asesinos siniestros y todas las formas que
adoptaban. Pero era aterrador pensar que pronto nos encontraríamos
cara a cara con el verdadero caníbal. Me preguntaba qué lo hizo ser así.
¿Fue su hermana controladora? ¿El trauma de estar encerrado y casi
morir? ¿O siempre fue algo innato en él? Una llama pequeña que avivó
hasta que se convirtió en un infierno rugiente que desgarró su psique.
Nick no me miró cuando me acerqué a desabrochar su camisa. Su
orgullo lo mataría.
Teníamos que cambiar la gasa de su hombro, ya que había
sangrado a través de ella.
—Me gustaría que descansaras —le dije en voz baja. No intentaba
hacerlo sentir menos hombre, simplemente lo amaba.
—Si fueras mi enfermera, tal vez me habría quedado en ese maldito
hospital —murmuró antes de acercarse lenta y pausadamente a rozar mi
mejilla con el pulgar. Cada movimiento le hacía hacer una mueca de
dolor, pero aun así, se acercó a mí. Me incliné hacia su toque,
completamente consumida por el alivio de que siguiera aquí, de que
siguiera haciéndome enojar con su actitud decidida y controladora.
Una vez que se quitó la camisa del cuerpo, lo acompañé
suavemente hasta una silla y lo senté.
—Te cambiaré el vendaje —dije antes de retirarme al baño
adyacente a por el botiquín.
En el espejo del baño, vi mi reflejo e hice una mueca. Tenía un
aspecto horrible. Tenía el cabello enmarañado en la parte superior de la
cabeza. La ropa me quedaba un poco pequeña; tuve que ajustarla para
que me quedara bien, pero seguía sin estar bien. Tenía los ojos inyectados
en sangre y las mejillas hundidas. La tensión de este mundo me estaba
matando una vez más.
Volví a entrar en el dormitorio, con el botiquín en la mano, y resistí
las ganas de llorar cuando vi a Nick. Tenía los hombros encorvados y
parecía inquieto. Su rostro estaba fijado en una mueca permanente de
dolor. Probablemente no conseguiría dormir esta noche porque estaría
176
demasiado consumida viendo cómo sus pulmones se movían de arriba
hacia abajo mientras descansaba. No me gustaba el hecho de que no
estuviera monitoreado en un hospital, pero también me sentía impotente
para detenerlo.
Se estremeció cuando le toqué el hombro suavemente.
—Vamos a limpiar esto, ¿de acuerdo? —susurré.
Me costó mucho no vomitar en cuanto le quité las vendas. Cómo
estaba funcionando ahora, era un milagro. Podía ver las marcas de los
dientes grabadas con fuerza en su piel. El pus y la sangre se escurrían.
¿Y si se infectaba? Me apresuré a limpiar la herida y a vendarla,
intentando hacerlo lo más rápido posible para aliviar parte del dolor que
Nick estaba experimentando.
—Háblame —susurró. Sentí que necesitaba la distracción.
—Ni siquiera sé de qué hablar —dije con impotencia—. Las cosas
están raras entre nosotros. Estoy enfadada porque te fuiste del hospital.
Me enoja que nos quedemos aquí en Miami.
—Tengo que hacer esto, Juliet —dijo con voz ronca.
Terminé de vendarlo y di la vuelta para mirarlo de frente. Me
arrodillé a sus pies, lo miré a los ojos y hablé.
—No tienes nada que demostrarme. Sé que eres fuerte, capaz e
invencible.
Nick bajó la mirada a la alfombra por un momento breve, y quise
abrir su mente para entender lo que estaba pensando.
—Mi padre me enseñó a no dejar nunca vivo a un enemigo —
admitió.
No pude evitar preguntarme si Nick se sentía fracasado. Sus padres
lo presionaron tanto para que dirigiera su imperio, protegiera a sus
hermanos y siguiera todas esas reglas arcaicas en su afán de poder. Nick
era un hombre moldeado por las enseñanzas de su padre. Tuvo que
endurecerse para manejar el tipo de vida que vivía, pero lo rompió.
—Eres tan hermosa, ¿lo sabías? —murmuró—. Quiero enfadarme
contigo. Quiero castigarte.
Tomé su mano y me apretó suavemente.
—Entonces, ¿los dos estamos enfadados con el otro? —pregunté—
. ¿Eso significa que debo dormir en el sofá esta noche? —De ninguna
manera iba a dormir en el sofá, pero teníamos que resolver esto. No
habíamos tenido la oportunidad de hablar de todas las cosas que se
acumulaban entre nosotros como una montaña que ninguno de los dos
quería escalar. Si por mí fuera, pasaría por encima de nuestros
problemas para llegar a donde él estaba.
—Quédate conmigo esta noche —susurró Nick.
Lo ayudé a despojarse de los calzoncillos y nos dirigimos a la cama 177
grande con sábanas lujosas que había en el centro de la habitación. Lo
ayudé a tumbarse antes de arrastrarme sobre el colchón a su lado. No
podía apoyar la cabeza en su pecho, pero enhebró sus dedos entre los
míos y me abrazó con fuerza.
—Haría cualquier cosa por ti —susurró Nick. Para algunos, la
declaración parecería una promesa vacía, pero sabía lo serio que estaba
siendo Nick. Yo era su mayor debilidad. Giró la cabeza para mirarme, y
pude ver su expresión amable en la elegante habitación oscura—. Quiero
casarme contigo —susurró.
Sabía que era sincero, pero la frase me hizo reír. Los analgésicos
debían de haber hecho efecto.
—Sabes que primero tienes que pedírselo a la abuela —respondí.
—Voy a trabajar duro para ser digno de ti —dijo entonces.
—Nick, esa es la cuestión, nunca te pedí que te probaras a ti
mismo. Solo te quería a ti. No necesito los muros que estás dispuesto a
construir a mi alrededor. No necesito tu seguridad financiera. No necesito
tu protección, ni tus regalos. Necesito tu tiempo, tu amor y tu aceptación.
Necesito espacio para respirar, y confianza. Más que nada, necesito
confianza.
Me apretó la mano con las pocas fuerzas que tenía. Intuí que pronto
se quedaría dormido.
—Podrías tenerlo todo. Todo de mí —respondió con cortesía. Me
moví para besarlo en la frente. Sus palabras dulces y creíbles, pero solo
el tiempo nos daría la oportunidad de aprender y crecer en nuestra
relación de forma que volviéramos a estar sanos.
—Vete a dormir —susurré.
Y Nick obedeció.
183
Fue una tarde espeluznante para un funeral falso. Fue una
producción dramática ambientada en un cementerio en ruinas. El lugar
de descanso final de Cora no era más que un terreno en ruinas y una
placa con las palabras:
Aquí yace una perra que murió.
El título fue idea de Nick. Le molestaba que estuviéramos siguiendo
con tanta ceremonia para una mujer que hizo de su vida un infierno.
Regresaría a la tierra de la misma forma en que vivió: sin complicaciones,
olvidable y con el propósito de algo mucho más grande que ella. Era un
chivo expiatorio para cosas más grandes. 184
El dueño del cementerio nos dio rienda suelta en la tierra por una
tarifa generosa. Incluso nos dejó usar su depósito de cadáveres en la
propiedad. El lugar era barato y se estaba cayendo a pedazos, pero
también en su mayoría fuera de la red. No teníamos que preocuparnos
de que nadie viniera aquí para ver lo que estábamos haciendo.
No habría palabras de esperanza susurradas con reverencia,
sacerdote, ni oraciones dichas sobre su cuerpo maltratado esta noche.
Nick quería arrojarla al suelo como basura olvidada a un lado de la
carretera. Quería que su cuerpo se derrumbara y se contorsionara
cuando golpeara el suelo solo para que pasara el resto de su vida
incómoda, ni siquiera descansando.
Y luego, al atardecer, esperábamos a que llegara Norman.
La morgue era una casa de ladrillo de dos niveles que parecía haber
visto días mejores. En el último piso vivía el dueño del cementerio, y en
el primer nivel estaba la funeraria. Al final de un pasillo largo y oscuro
era donde se realizaban las cremaciones y embalsamamientos. El polvo
cubría todas las superficies del espacio.
—¿Cuánto falta para que se cave el hoyo? —preguntó Nick a
William. Vicky y yo estábamos sentadas en una mesa inestable. En
realidad, no había hablado desde que llegamos. No estaba segura de lo
que podía decir. No estaba de acuerdo con esto. Y no me gustaba sentirme
como un blanco fácil.
William estaba mirando un folleto sobre ataúdes y no se molestó
en levantar la vista cuando respondió.
—Debería estar listo en unos treinta minutos más. Las cámaras de
visión nocturna están instaladas y todos los hombres saben dónde
esconderse. El obituario de Cora se publicó temprano esta mañana, y la
policía ha hecho una declaración de que irá a su lugar de descanso final.
Si él está mirando, sabrá que está aquí.
Golpeé mi pie en los pisos de madera. William lo había logrado todo.
Me sorprendió que lograra que la policía de Miami entregara el cuerpo de
Cora. Su eficiencia me impresionó. Su efectividad y profesionalismo
ayudaron a Nick y también lo irritaron.
Me sentía muy bien con las cosas hasta que William continuó.
—Pero, por supuesto, lanzamos este plan idiota en poco más de un
día. No tenemos mucha mano de obra, y este tipo probablemente sabrá
que estamos aquí esperándolo. Es una trampa estúpida, y no puedo
esperar a que falle para que todos podamos irnos a casa.
—Si falla, es tu culpa —gruñó Nick.
—Cierto —continuó William—. Los planes que funcionan son
tuyos, y los que fallan son míos. ¿Cómo pude haberlo olvidado?
Sentí que Nick estaba sufriendo. Se negó a tomar ningún
medicamento y se arriesgó al estar consciente para el trabajo de esta 185
noche, pero apenas podía caminar. No estaba segura de lo que pensaba
que estaría haciendo esta noche. Lo más probable es que uno de sus
hombres capturara a Norman, y Nick saldría arrastrando los pies para
ponerle la última bala en el cráneo.
—Aún no sé por qué tuvimos que hacer esto de noche —dijo
Anthony. Estaba paseando por los pisos junto a la puerta principal, con
los brazos cruzados sobre el pecho. Cada pocos minutos, tiraba hacia
abajo de su gorro.
Su malestar era inusual para mí. Anthony típicamente prosperaba
en lugares como este. Pero ni una sola vez hizo una broma o pidió tomar
fotografías del crematorio. Ni siquiera había abierto el ataúd de Cora para
mirar dentro.
Anthony estaba intentando cambiar, y esta experiencia se sintió
como poner a un alcohólico en una habitación llena de whisky caro.
El sol se estaba poniendo afuera, arrojando un brillo brumoso
sobre las lápidas. Iba a haber una tormenta esta noche. William suspiró
y frotó sus gemelos.
—Entonces, si no aparece, ¿podemos irnos a casa?
—Aparecerá —murmuró Anthony.
—¿Qué te hace estar tan seguro? —preguntó William. Nick cerró
los ojos. Estaba respirando con dificultad. Dentro y fuera, dentro y fuera.
No me importaba si tenía que arrastrarlo al jet privado y pegarlo con cinta
adhesiva a un asiento. Nos íbamos a casa después de esto. Quería que
un médico lo revisara pronto.
—Es una obsesión —graznó Anthony—. Lo entiendo.
—No te pareces en nada a él —dijo Vicky en voz baja, intentando
tranquilizar a su hermano. Aprecié que ella le dijera eso. Tal vez si
Anthony lo escuchaba lo suficiente, comenzaría a confiar en mí otra vez.
El teléfono de William sonó y se aclaró la garganta.
—El hoyo está listo. Terminemos con esto. El pendejo no viene. Solo
otra noche de insomnio persiguiendo tonterías.
William se puso de pie, y Nick también se puso de pie lentamente.
Sus extremidades temblaron mientras lo hacía.
—Iré contigo. Quiero despedirme de la perra.
—No estás en posición de caminar…
—¡Dije que voy! —rugió Nick, interrumpiendo a William—. Y estoy
cansado de oírte quejarte de este plan. O estás dentro o estás fuera,
William. Puedo hacer esto sin ti si es necesario.
Las cejas de William se levantaron.
—Ah, puedes, ¿eh? Apenas puedes caminar, Nick. ¿Y tú ibas a
organizar este lío? ¿Encontrar un cementerio a punto de hundirse que 186
nos permita pagarles una suma global para que podamos hacer cosas
turbias en su propiedad? ¿O ibas a llamar al periódico y poner un
obituario en el último minuto? Pregúntame cómo conseguí el cuerpo,
Nick.
Nick se veía tan pálido. Apenas podía ponerse de pie.
—William —susurré en advertencia—. Suficiente, por favor.
William me miró, el hielo en su mirada me hizo erizarme.
—Me voy. Todos ustedes obviamente tienen esto manejado. Hice mi
parte.
—¡William! —gritó Vicky mientras corría hacia la puerta.
Se detuvo y la miró.
—¡Déjame en paz, Vicky! Las mierdas eran mejores cuando no
estabas —dijo con una voz de acero antes de salir por la puerta principal
hacia su auto.
Vicky negó con la cabeza, pero no pareció desconcertada por sus
palabras.
—Es una reina del drama —respondió—. Estará de vuelta.
—Una vez que esté mejor, voy a patearle el trasero —se quejó Nick.
—Oooo —interrumpió Anthony—. Podrías, ya sabes, darle las
gracias por ayudarte.
Ignorando la broma de Anthony, Nick caminó con cuidado hacia la
puerta. Me levanté, lista para ayudarlo en caso de que se cayera.
—Quédate —exigió mientras me señalaba—. Estoy bien. Me
aseguraré de que desechen su cuerpo y regresaré. Quiero hacer esto solo.
Negué con la cabeza.
—Podemos ir…
—¡Dije solo! —gritó Nick—. Yo solo… necesito…
Anthony miró a Nick.
—¿Estás persiguiendo moscas, Nick? —preguntó.
Las emociones subieron por mi garganta como un exorcismo, y de
repente volví a la noche en que me escapé con mis pensamientos y tuve
un colapso mental completo. Los chicos habían estado allí para mí,
aplastando moscas imaginarias como si pudieran vencer a los demonios
en mi mente por pura voluntad.
Odiaba que Nick quisiera hacer esto solo, pero también lo entendía.
Nick se miró las manos.
—No ahuyento moscas, Anthony. Pongo bombas en sus pechos y
las veo iluminar el cielo como jodidos fuegos artificiales —murmuró antes
de salir arrastrando los pies por la puerta. 187
Al momento en que la puerta se cerró, me moví de mi lugar a la
ventana para poder mirar la espalda de Nick mientras caminaba hacia el
lugar del entierro a unos quince metros de distancia.
—Va a romper todos sus puntos —murmuré para mí.
—Estoy segura de que podríamos encontrar una aguja e hilo por
aquí en alguna parte. La morgue probablemente esté llena de cosas —
respondió Vicky con sarcasmo—. También traje el botiquín de primeros
auxilios. Está por aquí en alguna parte… —Por el rabillo del ojo, la vi
ponerse de pie y comenzar a buscarlo.
Me moví para seguir mirando la espalda de Nick. Deambuló
lentamente por el cementerio, sin que ninguno de sus hombres se
atreviera a ayudarlo por temor a que ejerciera su autoridad y les
demostrara cuán capaz era con una hábil bala alojada entre sus ojos.
Anthony se movió para permanecer a mi espalda, y sentí su aliento
cálido descender por mi cuello expuesto.
—Estará bien —susurró Anthony.
Me di la vuelta y lo enfrenté.
—Seguro que tienes mucha paciencia y comprensión por el hombre
que te envió lejos.
Anthony sonrió.
—No lo culpo por enviarme lejos. Necesitaba trabajar en algunas
cosas. Y en este momento, solo necesita luchar contra sus demonios. Así
como él me ha dado espacio para procesar mi propia mierda una y otra
vez, yo le estoy dando espacio para que haga lo mismo. Ten gracia para
él.
Tomé las mejillas de Anthony.
—Eres demasiado bueno, Anthony —dije.
Agarró mis dos manos y las bajó con gentil precaución.
—No lo soy —susurró. Estaba a punto de preguntarle qué pasaba,
pero el grito estridente de Vicky nos detuvo a ambos en seco.
Anthony se dio la vuelta cuando su súplica demoledora se
interrumpió abruptamente y quedó amortiguada. Salté a la acción y me
moví a su lado para ver qué estaba pasando, justo cuando una figura en
la sombra comenzó a arrastrar a Vicky por el pasillo. Sus piernas
patearon y resbalaron cuando un hombre altísimo la jaló por las axilas.
Tenía cinta adhesiva sobre la boca, pero sus ojos muy abiertos
expresaban el miedo que sentía.
¿Pensé que estábamos seguros? William hizo revisar el perímetro
dos veces.
Nos alcanzó mientras se deslizaba en la oscuridad. Los marcos de
los cuadros que cubrían las paredes se cayeron y los cristales se hicieron
añicos a su alrededor. Anthony entró en acción y los persiguió. Me tomé 188
un momento extra para abrir la puerta principal, me incliné sobre el
umbral y dejé escapar un grito escalofriante.
—¡¡¡Ayuda!!!
Ni siquiera esperé a ver la reacción de Nick. El cielo nocturno se
estaba poniendo sobre el cementerio, y los sonidos de los cuerpos
luchando me espolearon hacia adelante. Mis pies golpearon contra los
pisos de madera de la funeraria, y bombeé mis brazos a medida que corría
hacia donde desaparecieron Anthony, Vicky y el hombre en sombras. Un
estruendo fuerte me rodeó, sacudiendo las paredes para quitarles el polvo
y la suciedad mientras caía. Sonó como un maldito cañón estallando.
Mis palmas tocaron el suelo y me obligué a levantarme, ignorando
la aguda sensación del vidrio clavándose en mi piel. Luego tropecé por el
pasillo largo y atravesé el edificio, mi piel se erizó con piel de gallina a
medida que avancé. Mi corazón se aceleró al ritmo de mis pies, y un
manto de oscuridad total cubrió mi visión.
En la entrada de la morgue, choqué con algo sólido y grité de dolor
cuando ambos caímos al suelo. Anthony maldijo. Grité cuando mi piel se
raspó contra el concreto.
—Vete de aquí —siseó Anthony mientras me ayudaba a levantarme.
En algún lugar de la habitación resonante, escuché a Vicky luchar
contra su mordaza de cinta adhesiva. Sus gemidos no eran más que
aullidos ahogados.
—Estoy tan contento de que todos pudiéramos encontrarnos —dijo
una voz tranquila desde la oscuridad.
Agarré el brazo de Anthony, el terror que me recorría me hizo
apretar tan fuerte que mis uñas casi perforaron su piel.
—Muestra tu maldita cara —gritó Anthony.
—Como desees —respondió Norman antes de encender las luces.
Mis pupilas gritaron por la rápida invasión de brillo, pero escaneé la
habitación rápidamente en busca de Vicky.
La máquina de cremación con sus puertas de metal y su
impresionante panel de pantalla táctil estaba en el otro extremo de la
habitación, y justo en frente de ella, un hombre vestido con un suéter y
pantalones estaba parado allí. Sus dedos ágiles estaban envueltos
alrededor de un cuchillo afilado que sostenía en el cuello de Vicky. Pateó
y golpeó, intentando desesperadamente alejarse de él, pero sus
movimientos bruscos hicieron que cortara su piel suave. Se volvió
instantáneamente complaciente cuando se dio cuenta de la facilidad con
la que podía cortarle la yugular.
—Encantado de conocerte, Anthony —dijo Norman antes de
lamerse los labios y mirarnos—. Mi hermana me contó historias de ti.
—Cierra la puta boca —dijo Anthony antes de sacar su navaja de 189
su bolsillo y apuntar a Norman—. ¿Cómo entraste aquí?
Norman se humedeció los labios.
—Estoy acostumbrado a esperar en lugares tranquilos y oscuros.
Nadie sabía que ya estaba aquí. Si hubieras pasado menos tiempo
discutiendo y más tiempo haciendo un buen uso de tu cerebro, tal vez
podrías haberlo evitado. Cora te hizo sonar como si fueras invencible.
Pero dejas que tus diferencias te distraigan. Suerte mía, supongo. —
Luego, Norman simplemente nos sonrió a los dos mientras usaba su
mano libre para llegar detrás de él y encender la máquina de cremación.
Un estallido fuerte indicó que la jaula de metal llena de fuego infernal se
había puesto en marcha—. Cora dijo que le recordabas a mí. Dijo que te
arrojaron a una pila de cuerpos fríos y te sentiste como en casa —dijo
Norman. La forma en que habló me puso la piel de gallina. Era sin vida.
La naturaleza monótona de esto tenía matices espeluznantes, como
hablar con el mal.
—Deja ir a Vicky.
—No puedo hacer eso. Vicky nunca será libre en este cuerpo. Ella
es como yo. —Norman se agachó hasta que su rostro quedó al nivel del
de Vicky. Observé con horror mientras arrastraba su lengua por su cuello
para lamer la sangre de allí a medida que gemía. Intentó escapar, pero el
cuchillo afilado volvió a cortarle la piel, haciendo que más sangre le
resbalara por el pecho.
Anthony dio un paso adelante, incitando a Norman a actuar. El
hombre enloquecido se puso de pie y soltó el cuchillo para tirar del cabello
de Vicky, obligando a que lágrimas calientes de terror rodaran por sus
mejillas sonrojadas. La habitación estaba cada vez más caliente.
—Pensé que querías a Cora —comencé, intentando ganar tiempo.
¿Dónde estaban Nick y sus hombres?
Norman me miró, ladeando la cabeza hacia un lado de una manera
evaluadora que hizo que mi estómago se retorciera de disgusto.
—Voy a tener a Cora. Consumiré cada pedacito de ella hasta que
no sea nada. Ella pagará, no te preocupes. Simplemente no podía dejar
que mi pequeña mascota sufriera más.
Norman levantó a Vicky. Sollozó con fuerza, pero no podía escuchar
sus gritos de ayuda debido a la cinta. La única evidencia de su angustia
era la forma en que sus grandes ojos derramaban lágrimas. Sus piernas
temblaban. Su pecho subía y bajaba.
Anthony dio otro paso más cerca, su cuchillo levantado, cuando
Norman presionó un botón para abrir la puerta de la máquina de
cremación. El calor y el fuego escaparon de la puerta en oleadas fuertes.
Me estremecí ante el intenso resplandor abrumador. Anthony puso su
cuchillo en su boca y se abalanzó sobre los pies de Vicky, intentando
agarrarla y alejarla del psicópata que intentaba ponerla en el fuego.
Golpeó y golpeó a Norman, quien pareció imperturbable por sus
190
movimientos. Era imposiblemente fuerte, sus huesos como el acero.
Anthony agarró su cuchillo y se movió para apuñalar a Norman,
pero él se hizo a un lado y pateó la mano de Anthony, haciendo que el
cuchillo se esparciera por el suelo. Anthony lo siguió con la mirada,
momentáneamente lo suficientemente distraído como para que Norman
lo aprovechara.
Levantando su pie para hacer palanca, Norman golpeó con su bota
la cara de Anthony. Su bota aterrizó con feroz eficiencia, apartando a
Anthony de Vicky. Una salpicadura de sangre se esparció a lo largo de
los azulejos blancos de la nariz de Anthony, y me moví para ayudarlo,
pero Norman gritó:
—¡Alto! —Me congelé en el lugar, paralizada por mi miedo. Anthony
gimió. ¿Dónde diablos estaban Nick o William?
Norman luego levantó a Vicky y comenzó a empujarla hacia la
entrada en llamas. Su cabello se chamuscó y el humo llenó la habitación.
Anthony intentó levantarse pero titubeó.
—¡No! —grité mientras miraba alrededor de la habitación en busca
de algo que pudiera usar como arma. Cerré mis manos en puños y decidí
luchar por nuestras vidas justo cuando Norman empujó a Vicky de
cabeza al fuego.
Mi corazón se detuvo. El tiempo se hizo más lento. Las llamas
crepitantes gimieron.
Fue una especie de silencio agudo que me atormentaría por el resto
de mi vida. No gritó, no podía gritar.
La parte inferior de su cuerpo se contrajo mientras él continuaba
empujando y empujando.
Quemada, quemada, quemada.
Tuve un momento de vacilación, pero luego corrí hacia él. Sin
armas. Desesperadamente decidida a salvar a Vicky. Arremetiendo
contra su cuerpo alto, lo derribé lo suficiente como para soltar su agarre
sobre su cuerpo.
Norman y yo rodamos por el suelo. Su cuerpo duro fue un gran
peso contra el mío mientras lanzaba puñetazos en todas direcciones, ni
siquiera segura si mis golpes estaban haciendo algo. Tomó la delantera y
me presionó contra el concreto, empujando su muslo entre mis piernas
en el proceso. Por el rabillo del ojo, vi a Anthony gritar mientras intentaba
sacar a Vicky del fuego.
Sus miembros estaban quietos.
Demasiado quietos.
Enseñando los dientes, Norman avanzó poco a poco, sus pequeños
ojos fijos en mi cuello mientras lo hacía. Me sacudí y pateé. El humo
caliente llenó mis pulmones y mi visión se volvió borrosa.
191
—Me encanta cuando pelean —dijo Norman—. También te liberaré,
preciosa.
Iba a morderme la yugular, pero lo empujaron lejos de mí. Anthony
se paró sobre mí como un ángel de la muerte furioso, el fuego
construyéndose como alas detrás de él.
Me arrastré por el suelo hacia lo que podía ver de los zapatos de
Vicky. La habitación se había enturbiado tanto con el humo que la
zapatilla blanca era todo lo que podía ver.
Fuego. Demasiado fuego.
Anthony tiró a Norman al suelo, y me arrastré lejos de la pelea.
Necesitábamos salir de allí. El edificio en ruinas ni siquiera tenía
rociadores contra incendios en funcionamiento. Pronto, todo este lugar
estaría envuelto en llamas como el cuerpo de Vicky.
Estaba en modo de supervivencia, mis habilidades de
procesamiento estaban tan embotadas por el miedo y la adrenalina que
casi no me di cuenta de hacia dónde me estaba arrastrando.
Su piel carbonizada.
Su ropa quemada.
Su músculo y carne expuestos.
Sangre, mucha sangre.
Llamas consumiendo el aire a su alrededor.
Piernas que de vez en cuando se contraían por los nervios fallando.
Un hedor ahumado que olía a cabello quemado y vómito.
Vicky estaba muerta.
Un minuto, estaba viva.
Al siguiente…
Grité.
Y grité.
Mi garganta estaba seca.
El calor acarició mi cuerpo como un beso adormecedor.
Había alcanzado mi umbral de dolor.
—¡¡¡Juliet!!! —gritó Anthony.
Mi piel siseó, y me di cuenta de que mi camisa se había incendiado.
Anthony había estado luchando con Norman, pero lo empujó antes de
correr hacia mí para ayudarme a quitarme la ropa. Se abrió una puerta
lateral, creando un vacío de humo cuando Norman huyó. Anthony
arrancó la ropa de mi cuerpo, mi piel expuesta ardió en protesta, y
Anthony tiró de mi sostén deportivo mientras me empujaba hacia la
puerta abierta.
192
—¡Vicky! —sollocé.
Anthony me echó sobre su hombro y corrió hasta que el aire frío de
la noche nos recibió con alivio. Fue como cortar la brida que estaba
alrededor de mis pulmones. Los hombres nos rodearon mientras me
lanzaba en el aire. Mi corazón era esta cosa a medio latir que lloraba, oh,
lloraba.
—¡Muévanse! —gritó William antes de separarme de Anthony. Nick
estaba ladrando órdenes pero apenas estaba de pie. Intentó llegar a mí
desesperadamente. El tiempo pasó lentamente, y cuando su mano
aterrizó en mi brazo, grité.
—¿Dónde estabas?
—Norman detonó una bomba en la tumba —dijo William—. Se
disparó cuando gritaste. Nick estaba lo suficientemente lejos solo para
noquearlo, pero cuatro de nuestros hombres…
Ni siquiera podía procesar toda la muerte.
—¡Vicky! —sollocé mientras sostenía mi cabeza.
Odiaba el fuego. Odiaba cómo el humo envolvía mi cuerpo desnudo,
picando mi piel con brasas desafiantes. Odiaba el olor a carne quemada,
las cenizas pesadas en mi lengua, mi alma carbonizada como astillas en
lo profundo de mi pecho.
—Está muerta, Juliet —susurró Nick—. No hay nada más que
puedas hacer…
Lo empujé lejos de mí y sollocé fuerte e imprudentemente.
Arrastrando mis pies sangrantes sobre el concreto, caminé hacia el fuego.
El calor lamió mis mejillas. Las sirenas a lo lejos maldecían mis oídos.
—Muerta, muerta, muerta —susurró Anthony a medida que se
mecía de un lado a otro.
William fue el único que me impidió saltar a las llamas. Envolvió
sus brazos alrededor de mí mientras gritaba. Lo odié por salvarme, por
amarme.
Todo esto comenzó porque tomé una decisión. Porque me enamoré.
Porque era una chica solitaria aferrada a hombres peligrosos.
Ella estaba muerta por ellos.
193
Hola. Soy Anthony Civella.
Lo siento, mi mente está repleta de gente en este momento. Te daría
un asiento, pero simplemente no hay espacio. Ah. Bueno. Sí, párate en
la esquina junto al vagabundo muerto que encontré hace tres años. Hola,
Jacob. ¿Cómo estás? Saluda a tu esposa de mi parte.
Mi corazón está acelerado. Necesito concentrarme. Sé lo que tengo
que hacer.
A veces, los sin vida me llaman Wrath. Supongo que puedes
llamarme así si quieres. Estoy pasando por un cambio de nombre en este 194
momento. Gentil, gentil, gentil.
¿Pueden todos callarse de una puta vez? Estoy intentando
concentrarme. Ah, ¿tienes curiosidad por saber qué sigue? A estas alturas
ya deberías saber que soy una bomba de relojería a punto de estallar.
¿Acaso la cordura no es voluble? No contestes eso, amigo.
Estoy agarrando el volante con fuerza. La locura o tal vez la ira son
como ondas de choque dificultando la conducción. Afuera está oscuro.
Mi teléfono está sonando. Están pasando demasiadas cosas. Demasiados
sonidos. Demasiados pensamientos fluyen por mi mente.
¿No odias cuando la gente no deja de hablar? ¡Cállate, estoy
intentando escuchar!
—¿Hola? —respondo.
—¿Dónde estás? —pregunta William—. Juliet está preguntando
por ti, te necesita, Anthony. Ahora no es el mejor momento para volverse
jodidamente loco.
Chicos, actúa como si yo tuviera el control. Qué gracioso.
—William, esta es la razón por la que todo nuestro grupo es
perfecto. Necesito que estés ahí para ella ahora mismo. Actualmente
estoy en un safari por el desierto de Florida.
William maldice.
—Maldita sea, Anthony. No está preguntando por mí. Ella te quiere.
¿No puedes ser normal por una vez?
Me hormiguea la columna vertebral.
—Ooh, suenas como papá.
—¡Anthony, Vicky está muerta! —grita William.
Shhh, está bien, chicos. Solo está enojado. No lo dice en serio. No
sabe lo que me he propuesto hacer.
Venganza. Venganza. Venganza.
—Estaré pronto ahí. Deja de llamarme —digo antes de colgar el
teléfono.
Probablemente fue una mierda de mi parte irme de allí para dejar
que Nick y William se ocuparan de las secuelas. Lo sé, lo sé. Había tantos
cadáveres esperando que los saludara. Los amara. Los enterrara. Mis
pobres amigos, ahora uno con la tierra. Ensangrentados. Maltratados.
Golpeados y magullados.
Mi teléfono suena de nuevo. ¿Te importaría ponerlo en silencio por
mí? Gracias. De hecho, arrojémoslo por la ventana. Bueno. Adiós, celular.
Aprieto mi agarre en el volante. Me rio para mis adentros. Obligo a
que mis ojos se sequen. No hay tiempo para las lágrimas. Solo ira.
Entonces, tal vez se estén preguntando hacia dónde nos dirigimos. 195
Quizás estés enojado conmigo por no quedarme con Juliet. Quizás pienses
que he perdido la cabeza. ¿Cómo puedo perder algo que tengo tan
claramente? Todos ustedes aquí no existirían sin ella.
Florida es un pozo negro pantanoso. Es tan húmedo. Odio este
lugar. Norman compartió su dirección con tanta libertad. Si viviera en
una choza rodeada de caimanes, me avergonzaría. ¿Sabes lo que amo de
mi hermana? Ella nunca se avergüenza. Entra en una habitación y se
adueña de esa mierda, ¿sabes? Siempre me dice que tengo que
aceptarme.
La aceptación es un concepto muy divertido. ¿Cómo puedes
aceptar algo inevitable? La aceptación solo significa algo si tienes una
opción. Si te sucede a ti, solo es existir. Vivir. Respirar.
Conduzco por la carretera sinuosa. Los mosquitos que son
prácticamente del tamaño de mi mano golpean mi parabrisas. Salpican
los hijos de puta chupasangre. Hoy voy a matarlo. ¿Alguna vez has
matado a alguien? Es más fácil de lo que piensas. Los huesos se rompen.
Las venas estallan. Los ojos se abren. Las tripas se derraman. Los cuellos
se rompen. Somos una especie dolorosamente vulnerable. No se necesita
mucho.
Enciendo mis luces altas cuando entro en su camino. No tiene
sentido esconderse. Quiero que sepa que voy a por él. ¿Crees que siente
miedo? A veces me asusto. ¿Están conmigo? Hagamos esto juntos, ¿de
acuerdo? Terminaré con su vida. Míralo a los ojos para que nunca lo
olvidemos.
Salgo de mi auto.
Me apoyo en la puerta del lado del conductor.
Ahora, todos cállense. El espectáculo está a punto de comenzar.
Busquen las palomitas de maíz.
Norman sale como si nos hubiera estado esperando. Mira esa
sonrisa engreída. ¿Crees que si le cortamos la boca de la cara, podríamos
coserla de nuevo en forma de ceño fruncido? Odio su sonrisa. Sonreía
cuando mató a Vicky, ¿sabes?
—¿Solo, Anthony? —grita.
Está bien, amigos. No lo escuchen. El hecho de que no pueda verlos
no significa que no estén allí.
—Nunca estoy solo. Espero que estés listo para morir, Normy.
—Estás enojado por Vicky. Lo entiendo. Quizás algún día lo
entiendas —dice Norman.
Tiene una pistola en la mano.
Solo traje la navaja que me regalaron para mi decimotercer
cumpleaños.
No confío en mí con las armas, ¿sabes? 196
Norman tiene sangre en la mejilla.
¿Pertenece a Vicky?
—Anthony, ¿por qué estás aquí?
¿Creen que Norman y yo somos similares? Ciertamente estoy más
cuerdo que él, ¿verdad? Estoy buscando una validación aquí, amigo. Lo
mínimo que pueden hacer es decirme que no estoy al mismo nivel que un
puto caníbal.
Supongo que podríamos quedarnos aquí y hablar más con él. Pero
tengo un propósito al estar aquí. Tenemos un propósito. Voy a matarlo.
—Norman, Norman, Norman —digo mientras hago girar mi navaja
entre mis dedos—. Nunca vas a ser libre. Te encerraré y te mantendré en
mi sótano por toda la eternidad.
¿Les importaría sostener esto? Es una caja de dolor. Manténganla
apretada contra su pecho para que pueda hacer lo que es necesario.
Atrapado. Va a quedar atrapado. Norman tiene la decencia de
parecer un poco incómodo.
Entro en mi auto y lo pongo en reversa. Me observa. Me observa.
GRITA. ¿Están prestando atención? Ésta es la parte crucial. Norman está
a punto de morir. Siéntense. Abran sus ojos. Presten atención.
Retrocedo, retrocedo, retrocedo. Las ruedas gruñen cuando
retrocedo como una honda. Agarra su arma con más fuerza. Pongo el
auto en marcha. Él apunta. Me agacho antes de pisar el acelerador.
Balazos. Crujido. Estoy masticando vidrio. Un motor chirría llevado
al límite. El pantano chapotea. Conduzco el auto hacia adelante y me
estrello contra su cabaña destartalada que ha visto días mejores.
El techo colapsa. Las paredes se derrumban. El arma de Norman
se dispara de nuevo. Whoosh, cerca de mis oídos.
¿Están todos bien? ¿Sí? Bueno.
Salgo del auto. El olor a gas filtrándose me llena los pulmones. Me
encanta. Inhalen profundamente, chicos. Dróguense con los humos.
Libertad vertiginosa.
VICKY ESTÁ MUERTA.
El suelo cruje bajo mi pie.
Apuñala al bastardo.
VICKY ESTÁ MUERTA.
Mata al dragón.
VICKY ESTÁ MUERTA.
Encuentro su cuerpo empujado entre la pared y el capó de mi auto.
Tiene sangre en la boca.
Levanto mi cuchillo. 197
Es hora de irse, chicos. Ahora solo hay espacio para mí. Les di mi
locura, y ustedes me la devolvieron. Adiós, amigos.
Vicky está muerta. Corto.
Vicky está muerta. Salpica como el mosquito. ¡Salpica!
Vicky está muerta.
Me aferré a Juliet como si estuviéramos en un barco a punto de
hundirse. Traté de ser su balsa salvavidas, pero ella seguía preguntando
por los lastres que la hacían hundirse.
—¿Anthony ha vuelto a llamar? —sollozó mientras se aferraba a mi
camisa. La costosa blusa italiana estaba empapada de mocos y lágrimas.
Le acaricié el cabello con mis dedos.
—Todavía no —susurré. Decepcionarla dolía más que mi propia
sensación de traición. Él se fue. Simplemente se fue sin decir una
palabra. ¿Se preocupaba siquiera por Juliet, por nosotros?
198
—¿Cómo está Nick? —graznó.
Observé los vendajes en su estómago. Tenía algunas quemaduras
allí, y estaba programado que le pusiera más ungüento en la próxima
hora.
—Él está bien. Debería ser dado de alta del hospital por la mañana.
Le dije que llamarías pronto.
Nick se comportó sorprendentemente obediente cuando los
paramédicos dijeron que necesitaba que lo revisaran. La culpa era una
enfermedad desagradable, ¿sí? Apuesto a que no podía mirar a Juliet en
este momento. No podía enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Él era la razón por la que Vicky murió.
Él era la razón por la que Anthony se había ausentado sin permiso.
Él era la razón de cada onza de dolor y sufrimiento que había
soportado nuestra familia, y ya había tenido suficiente.
—Me alegra que estés aquí —susurró Juliet mientras me
acariciaba—. Es solo que no puedo creer que ya no esté.
Mi pecho podría haber sido abierto en ese mismo momento, y aun
así no me habría dolido tanto como la realidad. Vicky no era perfecta,
pero era nuestra responsabilidad protegerla. Nick la jodió demasiadas
veces para contar. Ella estaba muerta a causa de su negligencia y orgullo.
A la mierda su control.
Me incliné para besar la frente de Juliet. Más lágrimas corrían por
sus mejillas, y quise atraparlas todas en una botella y ahogar a mis
hermanos en su tristeza.
Era el momento de una nueva era.
De un nuevo liderazgo.
De un nuevo maldito rey.
Sería el heredero del legado de mi padre.
Yo estaba a cargo ahora.
Fin
199
Malice era un HOMBRE ROTO . Un líder con una corona agrietada.
200
Solo rezo para que esta lucha por el poder no nos destroce a todos.
Con amor,
Cora
Este libro no habría sido posible sin el apoyo y el amor de mi
equipo, Christina Santos, Savannah Richey y Christine Estevez. No
podría hacer lo que hago sin ellas.
Me gustaría agradecer especialmente a Rita Reese, Katie Friend, Meggan
Reed, Lauren Campbell y Claire Jones por la lectura beta. Gracias por los
mensajes nocturnos, de ánimos y las llamadas. Estoy muy agradecida
por cada una de ustedes y realmente aprecio todas las horas que
dedicaron a leer mis manuscritos desordenados.
Agradezco a todos aquellos con quienes he tenido el placer de trabajar
durante este libro. Me gustaría reconocer especialmente a mi editora,
Helayna Trask. Ella siempre se toma el tiempo para sumergirse en los
mundos que creo y asegurarse de que sean perfectos para todos ustedes. 202
También me gustaría agradecer a los dedicados miembros de The Zone y
Cora's Crew.
CoraLee June es una escritora romántica de éxito en ventas a
nivel internacional, que disfruta con proyectos interesantes,
desarrollando personajes reales, crudos y con los que se pueda
relacionar. Es licenciada en Literatura Inglesa por la Universidad
Estatal de Texas y ha tenido un intenso interés por la literatura desde 203
su juventud. Actualmente reside con su marido y sus dos hijas en
Dallas, Texas, donde disfruta de largos paseos por el pasillo de los
helados en su supermercado local.
Malice Mafia:
1. Malice
2. Wrath
3. Grudge
204