Está en la página 1de 19

Abordaje Psicoterapéutico Cognitivo Conductual para el Trastorno por Estrés

Postraumático

Katherine Bueno, Natalia Gómez, Alejandra López & Fabiana Mejía

Universidad Católica de Pereira

Nota del autor

Estudiantes de séptimo semestre del programa de psicología, facultad de ciencias

humanas, sociales y de la educación, Universidad Católica de Pereira.

Este escrito es producto del trabajo de clase denominado “Abordaje Terapéutico de los

Trastornos Psicológicos”, dirigido por la profesora Martha Juliana Villegas Moreno. Los

derechos patrimoniales de este producto corresponden al Programa de Psicología de la UCP, los

derechos morales a sus autores.

Alejandra López Galvis

alejandra2.lopez@ucp.edu.co
Introducción

A partir de la información epidemiológica sobre el Trastorno por Estrés Postraumático

(TEPT), se puede evidenciar la prevalencia e incidencia del mismo a nivel global y nacional. En

primer lugar, con respecto a cifras a escala mundial, se encuentra una prevalencia de 4.4% y una

incidencia de 7.2% para el TEPT en Australia durante el año 2011 (Bados, 2015). Según la

Organización Mundial de la Salud (2013), para este año un 3.6% de la población mundial padece

TEPT. De manera similar, en el año 2016 se encuentra una prevalencia del TEPT de 3.5% en el

mundo (Rojas, 2016), así como una prevalencia de 15.2% entre los veteranos de la guerra de

Vietnam (Chimunja et al., 2018).

Posteriormente, en el año 2017, para los países de Europa, Asia, África y América Latina,

se observa una prevalencia del TEPT que oscila entre el 0,5% y el 1,0% (Pineda et al., 2017).

Adicionalmente, partiendo de encuestas de salud mental realizadas en Australia, Bélgica,

Francia, Alemania, Israel, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Irlanda del Norte, Portugal, España,

Holanda, Estados Unidos, Brasil, Bulgaria, Colombia, Líbano, México, Rumania, Sudáfrica,

Irak, Perú, China y Ucrania, se encuentra una prevalencia del TEPT de 3.9% en la población

mundial (Koenen et al., 2017).

En cuanto al año 2020, según investigaciones realizadas en países como Estados Unidos,

Sudáfrica, China, Reino Unido, Ruanda, Gambia, Nigeria, Uganda, Haití y Zimbabwe, se reporta

una prevalencia del TEPT de 28% entre personas diagnosticadas con el virus de

inmunodeficiencia humana (VIH) (Tang et al., 2020). También, se encuentra una prevalencia

entre el 6,1% y el 9,2% para la población adulta de Estados Unidos y Canadá (Johnson et al.,

2020). Además, en una población de iraquíes desplazados a países occidentales y Turquía, se

reporta una prevalencia del TEPT entre el 8% y el 37%, y de 55%, respectivamente; en el caso
de niños y adolescentes iraquíes desplazados, se presenta una prevalencia del 10% (Richa et al.,

2020).

Actualmente, en el año 2021, se observa una incidencia del TEPT de 16.4% entre los

trabajadores sanitarios, pacientes, y población general en países como China e India, a partir de

la pandemia del COVID-19; de igual manera, para esta misma muestra, los índices de

prevalencia del TEPT son de 19% para los trabajadores sanitarios, 15.7% para la población

general y 20.3% para los pacientes (Fan et al., 2021). Este último dato difiere de la tasa de

prevalencia del TEPT presentada en otro estudio, en pacientes hospitalizados con COVID-19 en

China, la cual es de 13.2% (Chen et al., 2021).

Con respecto a las cifras epidemiológicas a nivel nacional, se evidencia en el 2013 una

prevalencia del TEPT de 52.2% en el personal militar de la ciudad de Medellín (Pineda et al,

2017). Posteriormente, en el año 2018, se estima una prevalencia de 9.9% en adolescentes y

adultos víctimas del desplazamiento forzado por el conflicto armado, de las ciudades de

Medellín, Bogotá y Buenaventura (Castaño et al., 2018). En el año 2020, se ve una prevalencia

del TEPT de 35% para las mujeres víctimas del desplazamiento forzado por el conflicto armado

en Santa Marta (Ferrel et al., 2020). Asimismo, se presenta una prevalencia mayor, de 80%, para

las mujeres víctimas de esta muestra que además sufrieron de abuso sexual (Ferrer et al., 2020).

A nivel del eje cafetero, según un estudio realizado en Pereira en instituciones vinculadas

al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), se encuentra que, entre los menores de

edad institucionalizados por vulneración de derechos, el 64.5% presenta un diagnóstico de TEPT

(Trejos y García, 2020). Sin embargo, se puede observar un vacío frente a las estadísticas

epidemiológicas del TEPT a nivel regional y local, así como la necesidad de realizar más

investigaciones para una mayor claridad sobre las tasas de prevalencia e incidencia del TEPT en
estas zonas geográficas.

Cabe resaltar que las tasas de prevalencia del TEPT pueden variar según los instrumentos

empleados, la operacionalización de los criterios diagnósticos, las características del país y la

información sociodemográfica (Bados, 2015). Además, estas cifras suelen ser mayores en

personas que han experimentado algún evento traumático y en las mujeres, puesto que se

encuentran más expuestas a experimentar eventos traumáticos relacionados con el abuso sexual

(Richa et al., 2020; Bados, 2015).

Para finalizar, es relevante abordar el TEPT, ya que este, al igual que otros trastornos

mentales, presenta una alta prevalencia que genera una carga psicológica, social y económica, así

como aumenta la probabilidad de enfermedades físicas (OMS, 2004); asimismo, el TEPT

presenta una alta comorbilidad con otros trastornos, como la ansiedad y la depresión, y trae

consigo una gran discapacidad (Chen et al., 2021; OMS, 2004). Por ende, se plantea la necesidad

de crear políticas para la prevención y promoción de la salud mental, con el fin de mitigar la

prevalencia e incidencia, tanto de los síntomas del TEPT como del trastorno en sí (OMS, 2004).

Abordaje teórico

El Trastorno por Estrés Postraumático ha sido caracterizado durante más de 100 años

bajo distintos términos, atribuyendo síntomas similares a diferentes experiencias traumáticas

(Foa et al., 1989). Desde una perspectiva cognitivo-conductual, el TEPT hace referencia a la

respuesta de un individuo ante un evento traumático, como la guerra, accidentes, desastres

naturales, tortura, agresión, abuso físico y sexual, crimen, muerte repentina de una persona

cercana o recibir un diagnóstico de enfermedad potencialmente mortal (Beck y Clark, 2012;

Astin y Resick, 2002); es pertinente mencionar que “(…) un acontecimiento se define como
traumático cuando ha implicado la muerte o una lesión grave o la amenaza de muerte o lesión y

el individuo experimenta un fuerte afecto negativo en respuesta al suceso” (Astin y Resick, 2002,

p. 171). Cabe resaltar que este trastorno puede desarrollarse en cualquier etapa de la vida, aunque

es más prevalente en la adolescencia y adultez temprana (Beck y Clark, 2012).

Entre las características principales del TEPT se encuentra la reexperimentación de

síntomas intrusos relacionados con el trauma, los cuales se refieren a recuerdos intrusivos,

repetitivos e involuntarios acerca del evento traumático que se presentan en forma de flashbacks

o pesadillas, acompañados de miedo y terror (Beck y Clark, 2012; OMS, 2014). También, se

presenta la evitación y el embotamiento emocional, que se basa en evitar los pensamientos,

recuerdos, situaciones o emociones -como el miedo, vergüenza, culpa, rabia y tristeza- asociados

al trauma (Beck y Clark, 2012; OMS, 2014; Astin y Resick, 2002). Adicionalmente, se halla la

persistente hiperactivación, la cual consiste en la hipervigilancia -estado persistente de alerta- y

sobresaltos desmedidos de la persona ante posibles nuevas amenazas, generando un aumento de

la frecuencia cardiaca, sudor, respiración rápida y mareos (Beck y Clark, 2012; OMS, 2014;

Astin y Resick, 2002).

En este sentido, otros síntomas que se presentan a nivel fisiológico son la dificultad para

conciliar el sueño y la concentración, pérdida de apetito y agotamiento (Astin y Resick, 2002;

Pieschacón, 2006). Por otro lado, se observa la afectación en el funcionamiento diario en

distintas esferas como la social, laboral y educativa, pues las relaciones interpersonales se

deterioran por la falta de confianza y apego hacia las demás personas; esto último disminuye la

capacidad para disfrutar la vida, ser productivo y planificar el futuro, llevando a un descenso en

la calidad de vida (Astin y Resick, 2002; Pieschacón, 2006; Beck y Clark, 2012).
Referente a los factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de padecer el

TEPT, se evidencian los trastornos psiquiátricos previos, tanto del individuo como de su familia,

y el historial de trauma infantil (Beck y Clark, 2012). Además, pueden influir las características

del acontecimiento traumático -nivel de implicación personal, proximidad geográfica al evento y

gravedad de este-, la reacción emocional de la persona frente al trauma -intensidad en el miedo,

indefensión, horror, culpa o vergüenza-, y su nivel de apoyo social (Beck y Clark, 2012).

En cuanto al origen y mantenimiento del TEPT, es posible tomar como referencia 3

teorías explicativas: teoría conductual del aprendizaje, teoría del procesamiento de la

información y teoría del procesamiento emocional. En primer lugar, la teoría conductual del

aprendizaje plantea que los síntomas del TEPT se desarrollan y mantienen a partir de principios

del condicionamiento clásico y operante, pues el evento traumático, como estímulo

incondicionado (EI) que genera una respuesta incondicionada (RI) de temor, es asociado con el

recuerdo del trauma y otros estímulos que se relacionan a este, convirtiéndose en estímulos

condicionados (EC) que producen la misma respuesta de temor como respuesta condicionada

(RC) (Keane et al., 1985; Astin y Resick, 2002; Beck y Clark, 2012). Asimismo, en busca de

evadir los estímulos relacionados al trauma que generan malestar, se desencadenan conductas de

escape y evitación, entre las que se encuentran el abuso de sustancias y alcohol, con el fin de

disminuir el malestar emocional de manera momentánea, aunque a largo plazo esto produce un

mantenimiento del problema (Astin y Resick, 2002; Pieschacón, 2006).

Desde la teoría cognitiva del procesamiento de la información, la cual se enfoca en los

procesos de codificación, organización, almacenamiento y recuperación de la información, los

síntomas del TEPT son producto del conflicto entre la información del evento traumático y los
esquemas previos de la persona sobre sí misma, los otros y el mundo (Resick y Schnicke, 1992;

Astin y Resick, 2002). En este sentido, la información del trauma no se procesa completamente

para evitar la reestructuración de los esquemas, lo que permite la persistencia de recuerdos

intrusivos, el mantenimiento de los síntomas del trastorno, al evadir estos síntomas intrusos y sus

emociones asociadas, y la no reelaboración de la memoria del evento (Resick y Schnicke, 1992;

Astin y Resick, 2002).

En otra instancia, la teoría cognitiva del procesamiento emocional propone que el TEPT

se desarrolla a partir de la configuración de una estructura de temor en la memoria, en la cual se

organiza la información de un acontecimiento traumático -información de los estímulos temidos,

las respuestas y la interpretación de ambos- (Astin y Resick, 2002; Foa et al., 1989). Esta

estructura de temor se activa con cualquier evento o estímulo relacionado con el trauma,

generando que el individuo interprete la información como una amenaza, por lo que

posteriormente despliega conductas de escape y evitación; esto a su vez permite el

mantenimiento de los síntomas, pues el evitar impide reorganizar la estructura de temor (Astin y

Resick, 2002; Foa et al., 1989).

Por último, y en concordancia con el modelo cognitivo, Beck y Clark (2012) exponen

que, luego de experimentar un evento traumático, se pueden crear esquemas maladaptativos

acerca de sí mismo -vulnerabilidad, incompetencia, responsabilidad sobre el trauma-, los otros -

insensibilidad, desconfianza-, el mundo -como peligroso o sin sentido-, el trauma y los síntomas

del trastorno; por esto, se busca emplear estrategias maladaptativas de control, que contribuyen

al desarrollo y mantenimiento de los síntomas del TEPT, pues se evita transformar las

valoraciones y creencias negativas.


Evaluación

El proceso de evaluación del TEPT desde el modelo cognitivo-conductual pretende

recolectar tanto los datos sociodemográficos del paciente como la información relacionada con el

TEPT que permita indagar sobre la naturaleza e historia del trauma, los síntomas y su gravedad,

las creencias de sí, los otros, el mundo y el futuro relacionadas con el trauma, las valoraciones

negativas de los pensamientos, imágenes y recuerdos intrusos relacionados con el trauma y las

estrategias maladaptativas de control de los síntomas (Beck y Clark, 2012; Zayfert y Becker,

2008). Asimismo, el proceso de evaluación busca reconocer la afectación del TEPT en el

funcionamiento diario en distintas esferas -social, laboral, educativa- (Zayfert y Becker, 2008).

Para obtener esta información de manera clara y precisa, es necesario emplear

instrumentos como entrevistas, inventarios y autoinformes. Entre los más destacados se

encuentra la Escala TEPT Administrada por el Clínico (CAPS), la cual es una entrevista clínica

estructurada diseñada por el Centro Nacional para el TEPT, considerada por Beck y Clark (2012)

y Zayfert y Becker (2008) como la herramienta más recomendada para el diagnóstico del TEPT.

Esta consta de preguntas estructuradas para evaluar la presencia de un trauma -definido desde el

DSM-V-, la aparición, frecuencia, gravedad y duración de los síntomas del TEPT, las

características asociadas a este -culpa y disociación-, y el deterioro en las áreas social y

ocupacional (Beck y Clark, 2012; Zayfert y Becker, 2008; Pieschacón, 2006).

En adición a lo anterior, se encuentran la Escala Diagnóstica de Estrés Postraumático

(PDS) y el Listado de Comprobación TEPT (PCL), autoinformes desarrollados por Foa et al.

(1997) y el Centro Nacional para el TEPT, respectivamente, con el fin de evaluar la frecuencia y

gravedad de los síntomas del TEPT en el último mes, para determinar un diagnóstico de TEPT
(Beck y Clark, 2012; Pieschacón, 2006). De igual manera, para la medición de los síntomas se

pueden emplear la Escala de Impacto del Acontecimiento-Revisado (IES-R) y la Escala de

Mississippi para el TEPT Relacionado con el Combate (MPTSD), las cuales evalúan la

sintomatología intrusiva y evitativa, la reexperimentación e hiperactivación, y los síntomas del

TEPT relacionados con el combate, respectivamente (Beck y Clark, 2012).

Con respecto a la evaluación de las cogniciones, se hace uso del Inventario de

Cogniciones Postraumáticas (PTCI) diseñado por Foa et al. (1999), para evaluar los

pensamientos y creencias relacionadas con el trauma a partir de 3 subescalas: cogniciones

negativas sobre el self, en la cual se incluye la visión general negativa de sí mismo, cambio

permanente percibido, alienación de sí mismo y otros, desesperanza, interpretación negativa de

los síntomas y autoconfianza; cogniciones negativas sobre el mundo, en la que se incluyen

conceptos como desconfianza en los otros y mundo inseguro; y autoinculpación por el trauma

(Foa et al., 1999; Beck y Clark, 2012). En este punto es relevante indagar también por las

creencias sobre el self, los otros y el mundo previas al trauma, para así comprender cómo estas se

han transformado (Beck y Clark, 2012).

Por último, es necesario valorar el estado físico del paciente en cuestión, los trastornos

comórbidos y los problemas asociados, lo cual se puede realizar a través del Programa de

Entrevista de Trastornos de Ansiedad (ADIS) de DiNardo, Brown y Barlow (1994), entrevista

estructurada que evalúa la comorbilidad que se puede presentar con el TEPT, como los

trastornos del estado de ánimo, ansiedad y consumo de sustancias (Pieschacón, 2006; Zayfert y

Becker, 2008). Adicionalmente, es posible emplear otros instrumentos que se consideren

pertinentes para medir la comorbilidad, como el Test de Actitudes Alimentarias (EAT) para los
trastornos alimenticios, el Inventario de Depresión de Beck para la depresión, entre otros (Beck y

Clark, 2012; Zayfert y Becker, 2008).

Diagnóstico

CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DEL TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

DSM – V Trastorno de estrés postraumático 309.81 (F43.10)


-Criterios aplicados a adultos, adolescentes y niños mayores de 6 años:
A. Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, en una (o más)
de las formas siguientes:
1. Experiencia directa del suceso(s) traumático(s).
2. Presencia directa del suceso(s) ocurrido a otros.
3. Conocimiento de que el suceso (s) traumático(s) ha ocurrido a un familiar próximo o a un
amigo íntimo. En los casos de amenaza o realidad de muerte de un familiar o amigo, el suceso(s)
ha de haber sido violento o accidental.
4. Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso(s) traumático(s) (p. ej.,
socorristas que recogen restos humanos; policías repetidamente expuestos a detalles del maltrato
infantil). *Este criterio no se aplica a la exposición a través de medios electrónicos, televisión,
películas o fotografías, a menos que esta exposición esté relacionada con el trabajo.
B. Presencia de uno (o más) de los síntomas de intrusión siguientes asociados al suceso(s)
traumático(s), que comienza después del suceso(s) traumático(s):
1. Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso(s) traumático(s). *En
el caso de los niños mayores de 6 años, se pueden producir juegos repetitivos en los que se
expresen temas o aspectos del suceso(s) traumático(s).
2. Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado
con el suceso(s) traumático(s). *En los niños, pueden existir sueños aterradores sin contenido
reconocible.
3. Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el sujeto siente o actúa como
si se repitiera el suceso(s) traumático(s). (Estas reacciones se pueden producir de forma continua,
y la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia del entorno presente). *En los
niños, la representación específica del trauma puede tener lugar en el juego.
4. Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que
simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso(s) traumático(s).
5. Reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a
un aspecto del suceso(s) traumático(s).
C. Evitación persistente de estímulos asociados al suceso(s) traumático(s), que comienza tras el
suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por una o las dos características siguientes:
1. Evitación o esfuerzos para evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o
estrechamente asociados al suceso(s) traumático(s).
2. Evitación o esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones,
actividades, objetos, situaciones) que despiertan recuerdos, pensamientos o sentimientos
angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso(s) traumático(s).
D. Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo asociadas al suceso(s) traumático(s),
que comienzan o empeoran después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por
dos (o más) de las características siguientes:
1. Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso(s) traumático(s) (debido típicamente
a amnesia disociativa y no a otros factores como una lesión cerebral, alcohol o drogas).
2. Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre uno mismo, los demás o el
mundo (p. ej., “Estoy mal,” “No puedo confiar en nadie,” “El mundo es muy peligroso”, “Tengo
los nervios destrozados”).
3. Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias del suceso(s) traumático(s)
que hace que el individuo se acuse a sí mismo o a los demás.
4. Estado emocional negativo persistente (p. ej., miedo, terror,
enfado, culpa o vergüenza).
5. Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas.
6. Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
7. Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (p. ej., felicidad, satisfacción o
sentimientos amorosos).
E. Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso(s) traumático(s), que
comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o
más) de las características siguientes:
1. Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se
expresan típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos.
2. Comportamiento imprudente o autodestructivo.
3. Hipervigilancia.
4. Respuesta de sobresalto exagerada.
5. Problemas de concentración.
6. Alteración del sueño (p. ej., dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto).
F. La duración de la alteración (Criterios B, C, D y E) es superior a un mes.
G. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras
áreas importantes del funcionamiento.
H. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej.,
medicamento, alcohol) o a otra afección médica.
Especificar si:
Con síntomas disociativos: Los síntomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés
postraumático y, además, en respuesta al factor de estrés, el individuo experimenta síntomas
persistentes o recurrentes de una de las características siguientes:
1. Despersonalización: Experiencia persistente o recurrente de un sentimiento de desapego y
como si uno mismo fuera un observador externo del propio proceso mental o corporal (p. ej.,
como si se soñara; sentido de irrealidad de uno mismo o del propio cuerpo, o de que el tiempo
pasa despacio).
2. Desrealización: Experiencia persistente o recurrente de irrealidad del entorno (p. ej., el mundo
alrededor del individuo se experimenta como irreal, como en un sueño, distante o distorsionado).
*Para utilizar este subtipo, los síntomas disociativos no se han de poder atribuir a los efectos
fisiológicos de una sustancia (p. ej., desvanecimiento, comportamiento durante la intoxicación
alcohólica) u otra afección médica (p. ej., epilepsia parcial compleja).
Especificar si:
Con expresión retardada: Si la totalidad de los criterios diagnósticos no se cumplen hasta al
menos seis meses después del acontecimiento (aunque el inicio y la expresión de algunos
síntomas puedan ser inmediatos).
-Criterios aplicados a niños menores de 6 años:
A. En niños menores de 6, exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o
amenaza, en una (o más) de las formas siguientes:
1. Experiencia directa del suceso(s) traumático(s).
2. Presencia directa del suceso(s) ocurrido a otros, especialmente a los cuidadores primarios. *No
incluye sucesos que solamente se han visto en medios electrónicos, televisión, películas o
fotografías.
3. Conocimiento de que el suceso(s) traumático(s) ha ocurrido a uno de los padres o cuidadores.
B. Presencia de uno (o más) de los síntomas de intrusión siguientes asociados al suceso(s)
traumático(s), que comienzan después del suceso(s) traumático(s):
1. Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso(s) traumático(s). *Los
recuerdos espontáneos e intrusivos pueden no ser necesariamente angustiosos y se pueden
expresar como recreación en el juego.
2. Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado
con el suceso(s) traumático(s). *Puede resultar imposible determinar que el contenido aterrador
está relacionado con el suceso traumático.
3. Reacciones disociativas (p. ej., escenas retrospectivas) en las que el niño siente o actúa como si
se repitiera el suceso(s) traumático(s). (Estas reacciones se pueden producir de forma continua, y
la expresión más extrema es una pérdida completa de conciencia del entorno presente.) La
representación específica del trauma puede tener lugar en el juego.
4. Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que
simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso(s) traumático(s).
5. Reacciones fisiológicas importantes a los recordatorios del suceso(s) traumático(s).
C. Ha de estar presentes uno (o más) de los síntomas siguientes, que representan evitación
persistente de los estímulos asociados al suceso(s) traumático(s) o alteración cognitiva y del
estado de ánimo asociada al suceso(s) traumático(s), que comienza o empeora después del
suceso(s):
Evitación persistente de los estímulos
1. Evitación o esfuerzos para evitar actividades, lugares o recordatorios físicos que despiertan el
recuerdo del suceso(s) traumático(s).
2. Evitación o esfuerzos para evitar personas, conversaciones o situaciones interpersonales que
despiertan el recuerdo del suceso(s) traumático(s).
Alteración cognitiva
3. Aumento importante de la frecuencia de estados emocionales negativos (p. ej., miedo, culpa,
tristeza, vergüenza, confusión).
4. Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas, que incluye
disminución del juego.
5. Comportamiento socialmente retraído.
6. Reducción persistente de la expresión de emociones positivas.
D. Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso(s) traumático(s), que
comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o
más) de las características siguientes:
1. Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresa
típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos (incluidas pataletas
extremas).
2. Hipervigilancia.
3. Respuesta de sobresalto exagerada.
4. Problemas con la concentración.
5. Alteración del sueño (p. ej., dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto).
E. La duración de la alteración es superior a un mes.
F. La alteración causa malestar clínicamente significativo o problemas en la relación con los
padres, hermanos, compañeros u otros cuidadores, o en el comportamiento en la escuela.
G. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej.,
medicamento o alcohol) u otra afección médica.
Especificar si:
Con síntomas disociativos: Los síntomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés
postraumático y el individuo experimenta síntomas persistentes o recurrentes de uno de los
cuadros siguientes:
1. Despersonalización: Experiencia persistente o recurrente de un sentimiento de desapego, y
como si uno mismo fuera un observador externo del propio proceso mental o corporal (p. ej.,
como si se soñara; sentido de irrealidad de uno mismo o del propio cuerpo, o de que el tiempo
pasa despacio).
2. Desrealización: Experiencia persistente o recurrente de irrealidad del entorno (p. ej., el mundo
alrededor del individuo se experimenta como irreal, como en un sueño, distante o distorsionado).
*Para utilizar este subtipo, los síntomas disociativos no se han de poder atribuir a los efectos
fisiológicos de una sustancia (p. ej., desvanecimiento) u otra afección médica (p. ej., epilepsia
parcial compleja).
Especificar si:
Con expresión retardada: Si la totalidad de los criterios diagnósticos no se cumplen hasta al
menos seis meses después del acontecimiento (aunque el inicio y la expresión de algunos
síntomas puedan ser inmediatos).
CIE -11 6B40 Trastorno de estrés postraumático
Entidad padre: Trastornos específicamente asociados con el estrés.
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es un trastorno que puede desarrollarse después de la
exposición a un evento o serie de eventos extremadamente amenazantes u horribles. Se caracteriza
por todo lo siguiente: 1) volver a experimentar el evento traumático o eventos en el presente en
forma de recuerdos vívidos intrusivos, flashbacks o pesadillas, que suelen ir acompañados de
emociones fuertes o abrumadoras, en particular el miedo o el horror, y sensaciones físicas fuertes;
2) evitar pensamientos y recuerdos del evento o eventos, o evitar actividades, situaciones o
personas que recuerden el evento o eventos; y 3) percepciones persistentes de una amenaza actual
acentuada, por ejemplo, como lo indica la hipervigilancia o una reacción de sobresalto aumentada
ante estímulos como ruidos inesperados. Los síntomas persisten durante al menos varias semanas y
causan un deterioro significativo en el funcionamiento personal, familiar, social, educativo,
ocupacional u otras áreas importantes.
Inclusiones
● Neurosis traumática
Exclusiones
● Reacción al estrés agudo (QE84)
● Trastorno de estrés postraumático complejo (6B41)

Tratamiento

La intervención cognitivo-conductual para el TEPT se enfoca en la reducción de la

ansiedad y los síntomas asociados a este, así como en el mejoramiento del funcionamiento social

y ocupacional, a través de la modificación de las creencias disfuncionales en relación al trauma,

la reconstrucción de la memoria del trauma asociada con una menor amenaza y angustia, y la

sustitución de las respuestas maladaptativas de evitación por unas más adaptativas, de manera
que la persona logre aceptar el evento traumático y recuperar el sentido de control sobre el

mismo (Pieschacón, 2006; Beck y Clark, 2012). Para alcanzar esto, se emplean diversas técnicas

dirigidas a los distintos componentes conductuales, cognitivos, fisiológicos y emocionales del

TEPT, que se recogen en 3 principales intervenciones que han mostrado ser eficaces para el

tratamiento de los síntomas del TEPT: Entrenamiento en Inoculación de Estrés (EIE), Terapia de

Exposición Prolongada (EP) y Terapia del Procesamiento Cognitivo (TPC).

En primer lugar, el EIE es una intervención basada en la teoría conductual del

aprendizaje que tiene como propósito guiar al paciente en la comprensión y control de las

reacciones de temor asociadas al trauma; esto por medio de 3 fases: fase educativa -presentación

de información desde la teoría del aprendizaje sobre el desarrollo de las respuestas de temor y las

señales desencadenantes-, fase de adquisición de habilidades de afrontamiento -aprendizaje de

técnicas como la respiración diafragmática, relajación muscular progresiva, habilidades de

solución de problemas, detención del pensamiento, ensayo encubierto, diálogo interno,

reestructuración cognitiva, representación de papeles y modelado encubierto para el control de

las respuestas de temor-, y fase de aplicación -aplicación de las habilidades a situaciones

cotidianas que generen ansiedad- (Astin y Resick, 2002).

En segundo lugar, la EP es una intervención basada en la teoría conductual del

aprendizaje y del procesamiento emocional, que tiene como objetivo reducir las respuestas de

miedo y ansiedad, desmentir las creencias negativas asociadas al trauma, reducir las respuestas

de evitación, aumentar la capacidad de afrontamiento y facilitar el procesamiento del recuerdo

traumático (Villavicencio y Montalvo, 2011; Beck y Clark, 2012; Astin y Resick, 2002; Zayfert

y Becker, 2008). La EP consta de una fase educativa sobre los síntomas del TEPT, un

entrenamiento en técnicas de relajación y la aplicación de técnicas de exposición en imaginación


e in vivo, para ayudar al paciente a confrontar los estímulos temidos, ya sea en la realidad o en el

recuerdo, hasta disminuir las respuestas de temor (Astin y Resick, 2002; Pieschacón, 2006).

Estudios como el de Gómez-Gutiérrez et al. (2018) y Villavicencio y Montalvo (2011) dan

cuenta de la eficacia de este tratamiento, pues en ambos casos las pacientes muestran una

disminución o eliminación de los síntomas del TEPT y una mejora significativa en sus distintas

áreas de funcionamiento.

En tercer lugar, la TPC es una intervención basada en la teoría del procesamiento de la

información, que busca modificar las creencias disfuncionales relacionadas con el trauma y

facilitar la expresión del afecto, identificando los conflictos entre la nueva información y los

esquemas previos y permitiendo el procesamiento completo de la información del trauma

(Villavicencio y Montalvo, 2011; Astin y Resick, 2002; Resick y Schnicke, 1992). Esta terapia

se constituye de 3 componentes: componente educativo -se explican los síntomas del TEPT junto

con la teoría del procesamiento de la información y se le pide al paciente describir por escrito el

significado del evento-, componente de exposición -se le pide al paciente escribir el evento

traumático incluyendo pensamientos, emociones y sensaciones, para posteriormente leerlo-, y

componente cognitivo -se entrena en la identificación de pensamientos y afecto y se ponen a

prueba creencias maladaptativas en relación a la seguridad, confianza, poder, estima e intimidad,

sugiriendo unas más adaptativas- (Resick y Schnicke, 1992; Beck y Clark, 2012).

Por otro lado, se presenta una intervención reciente en el tratamiento del TEPT,

denominada como la terapia de Reprocesamiento y Desensibilización Sistemática por medio de

Movimientos Oculares (EMDR), desarrollada por Shapiro (2001), la cual permite el

procesamiento de la información del trauma, y la reestructuración cognitiva en relación al


mismo, a través de los movimientos oculares laterales (Astin y Resick, 2002; Pieschacón, 2006).

Esta terapia no se encuentra sustentada en un marco teórico sólido y preciso, sin embargo,

diferentes investigaciones resaltan su efectividad en el tratamiento del TEPT, como es el caso del

estudio de Mevissen et al. (2020), en el cual, a partir de la aplicación de la EMDR en familias

con discapacidad intelectual moderada, se evidencia una reducción significativa de los síntomas

relacionados al trauma y una mejora en el funcionamiento diario.

Por último, se encuentra que la Terapia Cognitivo-Conductual Centrada en el Trauma

(TCC-CT) es una de las intervenciones más investigadas y suele usarse en los casos de niños y

adolescentes con diagnóstico de TEPT; en esta se emplean las técnicas ya conocidas de

exposición, relajación y control de la ansiedad y el estrés, y reestructuración cognitiva,

incluyendo además en la fase educativa la participación de los padres (Villavicencio y Montalvo,

2011). Cabe resaltar que, a nivel general, el diseño del tratamiento siempre busca ajustarse a las

necesidades del paciente y se recomienda durante todo su proceso de aplicación evaluar

periódicamente los progresos del paciente (Beck y Clark, 2012; Astin y Resick, 2002).
Referencias

Asociación Americana de Psiquiatría. (2014). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del
DSM-5. American Psychiatric Publishing.
Astin, M. y Resick, P. (2002). Tratamiento cognitivo-conductual del Trastorno por Estrés
Postraumático. En: Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos
psicológicos. Vol. 1 Trastornos por ansiedad, sexuales, afectivos y psicóticos (p. 171-
209). Siglo XXI de España Editores, S. A.
Bados, A. (2015). Trastorno por Estrés Postraumático. Universidad de Barcelona.
Beck. A. T. y Clark, D. A (2012). Terapia Cognitiva para Trastornos de Ansiedad. Desclée de
Brouwer, S. A.
Castaño, G., Sierra, G., Sánchez, D., Torres, Y., Salas, C. y Buitrago, C. (2018). Trastornos
mentales y consumo de drogas en la población víctima del conflicto armado en tres
ciudades de Colombia. Biomédica, 38, 70-85.
Chen, Y., Huang, X., Zhang, C., An, Y., Liang, Y., Yang, Y. y Liu, Z. (2021). Prevalencia y
predictores de trastorno de estrés postraumático, depresión y ansiedad entre pacientes
hospitalizados con enfermedad por coronavirus 2019 en China. BMC Psychiatry, 21 (80),
1-8.
Chimunja, L., Fuentes, S. C., Ruiz, E. M. y Castrillón, H. (2018). Enfermedad mental y factores
asociados en oficiales del Ejército Nacional de Colombia en conflicto armado. Index de
Enfermería, 27 (4), 211-215.
DiNardo, P. A., Brown, T. A. y Barlow, D. H. (1994). Anxiety Disorders Interview Schedule-for
DSM-IV: Lifetime Version (ADIS-IV-L). Psychological Corporation/Graywind
Publications Incorporated.

Fan, F. C., Zhang, S. Y. y Cheng, Y. (2021). Incidence of psychological illness after coronavirus
outbreak: a meta-analysis study. Journal of Epidemiology and Community Health
Publicado primero en línea, 1-7.

Ferrel, F. R., Ferrel, L. F., Cañas-Herazo, C. V., Barros, M. A. Yáñez, H. (2020). Estilo de vida y
estrés postraumático en mujeres desplazadas víctimas de abuso sexual en Santa Marta,
Colombia. Revista Cubana de Salud Pública, 46 (1), 1-20.

Foa, E. B., Steketee, G. y Rothbaum, B. O. (1989). Behavioral/Cognitive Conceptualizations of


Post-Traumatic Stress Disorder. Behavior Therapy, 20 (2), 155-176.

Foa, E. B., Tollin, D. F., Ehlers, A., Clark, D. M. y Orsillo, S. M. (1999). The Posttraumatic
Cognitions Inventory (PTCI): Development and Validation. Psychological Assessment,
11, 303-314.

Foa, EB, Cashman, L., Jaycox, L. y Perry, K. (1997). The validation of a self-report measure of
post-traumatic stress disorder: the post-traumatic diagnostic scale. Psychological
assessment, 9 (4), 445–451.
Gómez-Gutiérrez, M., Chaparro-Morillo, G., Martín-de-Francisco, C. y Crespo, M. (2018).
Tratamiento cognitivo-conductual de un caso de estrés postraumático por accidente
ferroviario. ¿Éxito terapéutico o evitación? Clínica y Salud, 29 (2), 101-104.
Johnson, S.U., Ebrahimi, O.V. y Hoffart, A. (2020). Síntomas de trastorno de estrés
postraumático entre los trabajadores de la salud y los proveedores de servicios públicos
durante el brote de COVID-19. PLoS ONE, 15 (10), 1-13.
Keane, T.M., Zimering, R.T. y Caddell, J.M. (1985). A Behavioral Formulation of Posttraumatic
Stress Disorder in Vietnam Veterans. The Behavior Therapist, 8, 9-11.
Koenen, K. C., Ratanatharathorn, A., Ng, L., McLaughlin, K. A., Bromet, E. J., Stein, D. J.,
Karam, E. G., Meron,A., Benjet, C., Scott, K., Atwoli, L., Petukhova, M., Lim, C.,
Aguilar-Gaxiola, S., Al-Hamzawi, A., Alonso, J., Bunting, B. … Kessler, R. C. (2017).
Posttraumatic stress disorder in the world mental health surveys. Psychological Medicine,
47 (13), 2260–2274.
Mevissen, L., Ooms-Evers, M., Serra, M., de Jongh, A. y Didden, R. (2020). Feasibility and
potential effectiveness of an intensive trauma-focused treatment programme for families
with PTSD and mild intellectual disability. European Journal of Psychotraumatology, 11
(1), 1-11.
Organización Mundial de la Salud. (2004). Prevención de los trastornos mentales:
intervenciones efectivas y opciones de políticas: informe compendiado.
https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/78545/924159215X_spa.pdf?
sequence=1&isAllowed=y
Organización Mundial de la Salud. (2014). Evaluación y manejo de los trastornos relacionados
específicamente con el estrés: Módulo de la Guía de Intervención mhGAP. Washington,
DC. Recuperado de:
https://www.minsalud.gov.co/sites/rid/Lists/BibliotecaDigital/RIDE/INEC/INTOR/guia-
evaluacion-mh-gap-estres.pdf
Organización Mundial de la Salud. (2018). Clasificación Internacional de Enfermedades para
Estadísticas de Mortalidad y Morbilidad, Edición 11. OMS.

Organización Mundial de la Salud. (6 de agosto de 2013). La OMS publica unas directrices


sobre la atención de salud mental tras los eventos traumáticos.
https://www.who.int/mediacentre/news/releases/2013/trauma_mental_health_20130806/
es/
Pieschacón, M. (2006). Estado del Arte del Trastorno de Estrés Postraumático. Suma
Psicológica, 13 (1), 67-84.
Pineda, L. P. y Bonilla, M. F. (2017). Trastorno de Estrés Postraumático en personal de las
Fuerzas Militares y Policías, revisión sistemática [Tesis de Maestría, Universidad del
Rosario]. https://repository.urosario.edu.co/bitstream/handle/10336/13504/PinedaJulio-
LinaPaola-2017.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Resick, P. A. y Schnicke, M. K. (1992). Cognitive Processing Therapy for Sexual Assault
Victims .Journal of Consulting and Clinical Psychology, 60 (5), 748–756.
Richa, S., Herdane, M., Dwaf, A., Bou Khalil, R., Haddad, F., El Khoury, R., Zarzour, M,.
Kassab, A., Dagher, R., Brunet, A. y El-Hage, W. (2020). Exposición a traumas y
prevalencia de TEPT entre solicitantes de asilo y refugiados yazidíes, cristianos y
musulmanes desplazados al Kurdistán iraquí. PLoS ONE, 15 (6), 1-10.
Rojas, M. (2016). Trastorno de Estrés Postraumático. Revista Médica de Costa Rica y
Centroamérica, 73 (619), 233-240.
Shapiro, F. (2001). Eye Movement Desensitization and Reprocessing: Basic Principles,
Protocols and Procedures (2nd ed.). Guilford Press.
Tang, C., Goldsamt, L., Meng, J., Xiao, X., Zhang, L., Williams, A. B. y Wang, H. (2020).
Global estimate of the prevalence of post-traumatic stress disorder among adults living
with HIV: a systematic review and meta-analysis. BMJ Open, 10 (4), 1-11.
Trejos, J. y García, C. (2020). Trastorno de estrés postraumático en menores internados por
maltrato en cinco instituciones ICBF- Pereira. Revista Médica de Risaralda, 26 (1),23-27.
Villavicencio, C. P. y Montalvo, C. K. (2011). Tratamiento Cognitivo Conductual del Trastorno
por Estrés Postraumático en un Caso de una Adolescente Víctima de Agresión Sexual.
Clínica Contemporánea, 2 (1), 39-56.
Zayfert, C. y Becker, C. B. (2008). Terapia cognitivo-conductual para el tratamiento del
trastorno por estrés postraumático. Editorial El Manual Moderno.

También podría gustarte