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Cárcamo1 y Estay1
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Universidad de La Frontera, Departamento de Psicología
según cifras del último Censo (INE, 2017), y el total de la población adolescente de 14 a 18 años es de
más de 1 millón. Mientras que un 40% de los adolescentes chilenos ha sufrido al menos dos tipos de
victimización (Guerra et al., 2019), y un 26,4% ha sufrido algún episodio de victimización sexual
(Pinto-Cortez & Guerra, 2019). A su vez, la victimización con mayor prevalencia en este grupo etario
adversas infantiles generan un riesgo acumulativo que impacta tanto en su funcionamiento como a
Las “Experiencias Adversas en la Infancia” (ACES, por sus siglas en inglés) ha sido una
conceptualización ampliamente estudiada en los últimos 20 años, desde que Felitti et al. (1998) abre
Experiences Study), donde dan cuenta de la amplia prevalencia de este tipo de vivencias en 13 mil
constructo aborda diversas experiencias sobre abuso, negligencia, disfunción familiar y riesgo psico-
social. En adolescentes chilenos estas experiencias son frecuentes, y constituyen un riesgo para el
desarrollo de trastornos psicopatológicos (Guerra et al., 2019; Pinto-Cortez et al, 2018). Además, en
adultos chilenos al menos un 88% había experimentado al menos un ACE antes de los 18 años, y esto
delictivo.
La evidencia reporta que las ACES son frecuentes e interrelacionadas (Finkelhor et al., 2015),
León & Cárdenas, 2021; Narvey et al., 2021) y se asocia a diversos problemas de salud física y
mental, conductuales y psiquiátricos a lo largo de la vida (Dierkhising et al., 2019). Junto a ello, las
investigaciones dan cuenta de la relación existente entre estas experiencias y el contacto con el
sistema judicial, la comisión de delitos, un inicio delictual temprano y crónico (Baglivio et al., 2014;
Baglivio et al., 2015; Baglivio & Epps, 2016; Bonner et al., 2019; Craig et al., 2017; Craig et al.,
2020; Huei-Jong et al., 2021; Narvey et al., 2021; Pérez et al., 2018). Tan sólo en Chile, la Fiscalía
reporta que en el primer semestre se determinó como medida de internación provisoria a 161 jóvenes
a nivel nacional, y existe un total de 5.788 infractores de ley conocidos (Ministerio Público de Chile,
2022).
A pesar del exponencial interés por este campo de estudio, y la vasta literatura actualizada
sobre ACES y diversas poblaciones, aún resulta un tópico incipiente en regiones de habla hispana
(Vega-Arce y Núñez-Ulloa, 2018), ya que la mayoría de los estudios encontrados son extrapolables a
población de Norteamérica y Europa (Doorn et al., 2020). Si bien, han ido en aumento los estudios
realizados en Chile sobre la temática, aún existe un vacío importante para conocer en detalle la
asociación reportada por la literatura entre ACES y conducta social adolescente. Es por lo descrito
conlleva para la salud física y mental, así como el efecto en las trayectorias vitales, es que resulta
relevante estudiar la asociación existente entre las experiencias adversas infantiles, el autocontrol y las
conductas sociales adolescentes, así como explorar el valor predictivo que poseen estas experiencias
adolescentes infractores sancionados. Dado lo anterior, es que surge la siguiente interrogante: ¿La
comparative analysis between Chile and Brazil”). A continuación, se expondrá una exhaustiva
revisión teórica-empírica sobre las experiencias adversas infantiles a nivel internacional y nacional, el
entre las ACES y el autocontrol, así como también, con la conducta antisocial. Para luego presentar
los objetivos generales y específicos del estudio, junto a las hipótesis planteadas. Por último, se
Las “Experiencias Adversas en la Infancia” (ACES, por sus siglas en inglés) es un término
utilizado en investigación en ciencias de la salud en los últimos años, y fue acuñado por Felitti et al.
(1998) en su estudio epidemiológico (The Adverse Childhood Experiences Study), quien lo define
como aquellas experiencias repentinas o prolongadas vividas a temprana edad que abarcan el abuso
privado de libertad). En este estudio los autores dan cuenta que más de la mitad de 13.494
estadounidenses habían vivido al menos un ACE y un 6,2% reportó 4 o más, junto a ello, uno de los
hallazgos más impactantes fue el curso dosis-respuesta, es decir, que se evidenció que a mayor
Figura 1.
Actualmente el concepto de ACE ha sido nutrido por las aportaciones de los investigadores
Finkelhor et al. (2013), quién considera que vivir en pobreza aumenta los riesgos negativos a lo largo
del ciclo vital, y según Merrin et al. (2020) aumentan las tasas de exposición a violencia y de delitos
autoinformados. Es por ello que se incorporan variables socioculturales dentro de las experiencias
adversas, tales como: estatus socioeconómico bajo, victimización de pares, aislamiento o rechazo de
La evidencia reporta que las ACES son frecuentes e interrelacionadas (Finkelhor et al., 2015),
León & Cárdenas, 2021; Narvey et al., 2021) y se asocia a diversos problemas de salud física y
ACES y Adolescencia.
La adolescencia constituye una etapa del desarrollo vital marcada por un rápido crecimiento
manera, es una ventana de mayor plasticidad, susceptible a cambios significativos (Méndez y Silvers,
2021; Williams, 2020), pero, así como son momentos de oportunidad de crecimiento y aprendizaje,
también es un periodo de vulnerabilidad para experiencias estresantes (Piekarski et al., 2017). En esta
línea, Williams (2020) señala que las experiencias traumáticas constantes desde la primera infancia
desarrollo adecuado de la corteza prefrontal, por ende, ejerce un retraso en el desarrollo de funciones
epigenética, alteraciones en el sistema inmunitario y disminución del volumen cerebral (Soares et al.,
2021), predicen dificultades en la salud mental infantil y adolescente ( Scully et al., 2020), problemas
(Andersen et al., 2022; Henry et al., 2021; Scully et al., 2020), el funcionamiento cognitivo
2021; Ziv et al., 2018). Aunque en una reciente revisión sistemática se concluye que la relación
existente entre las ACES y la psicopatología estaría mediada por factores cognitivos, como creencias
patógenas, esquemas desadaptativos, etc (Doorn et al., 2020). Por otro lado, Fagan (2022) al estudiar
entre 766 a 773 jóvenes y cuidadores de alto riesgo que participaron en los Estudios Longitudinales de
Abuso y Negligencia Infantil (LONGSCAN), encontró que los estudiantes que informaron un número
mayor de ACE tenían más probabilidad de informar de la mayor presencia de 4 tipos de victimización
acoso relacional, acoso físico, ser amenazado con un arma y ser víctima de robo.
según cifras del último Censo (INE, 2018), y el total de la población adolescente de 14 a 18 años es de
más de 1 millón, siendo más hombres (51%) que mujeres (49%). Mientras que en la región de La
Araucanía esta población es de 70 mil y en Los Ríos es de 28 mil, replicándose cifras nacionales con
una mayor prevalencia de varones (INE, 2018), de los cuales 19 mil y 10 mil, respectivamente,
MINEDUC, 2019).
Según lo publicado por la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB, 2022) sobre
referencia a una condición dinámica entre la interacción de diversos factores protectores y de riesgo
región de La Araucanía al menos 3.740 adolescentes tienen un IVM Alto y 9.614 un IVE Muy Alto,
mientras que en la región de Los Ríos estás cifras descienden a un total de 1.347 adolescentes con un
maltrato por sus cuidadores y un 65% ha sufrido al menos 1 victimización comunitaria indirecta, a su
vez, las mujeres son más victimizadas que los hombres (Consejo Nacional de Infancia, 2018),
además, un 24% reportó al menos una victimización sexual, siendo las minorías migrantes, étnicas o
adolescentes chilenos se asocia a síntomas depresivos y conductas autoagresivas (Guerra et al., 2019),
Por otro lado, la adolescencia constituye una etapa compleja, donde existe un crecimiento
ley, los autores reportan que cerca del 90% son varones, con una edad promedio de 17,3 años y un
inicio delictivo a los 11 años, de los cuales un 52% estaban sancionado en medio libre, junto a ello, se
distinguen dos grandes grupos; el de Delincuencia Transitoria, caracterizada por un bajo enganche
En Chile, durante el año 2020 el Servicio Nacional de Menores (SENAME, 2021) ejecutó
8.820 atenciones por sanciones en medio libre, dirigidas a varones mayores de edad, de las cuales 550
se realizaron en La Araucanía y 166 en Los Ríos. Mientras que, se efectuaron 1.881 atenciones por
sanciones privativas de libertad, donde el 94% fue dirigida a hombres, mayores de 18 años y con
predominio de delitos contra la propiedad (85,5%), en la región de Los Ríos fueron atendidos 17
adolescentes y en La Araucanía un total de 81. En cifras más actuales, Fiscalía reporta que en el
primer semestre se determinó como medida de internación provisoria a 161 jóvenes a nivel nacional,
además, existe un total de 5.788 infractores de ley conocidos (Ministerio Público de Chile, 2022).
La conducta social en la adolescencia es de suma importancia para esta etapa del ciclo vital,
ya que el adecuado desarrollo de habilidades sociales conlleva un fortalecimiento en todo ámbito del
individuo y mejora la interacción con su entorno (Sosa y Salas-Blas, 2020). A lo largo de los años los
exhaustivamente su asociación con las ACES a nivel internacional. Un estudio longitudinal en niños
en situación de pobreza, confirmó la asociación entre múltiples ACES (≥3) y un mayor riesgo de
problemas conductuales frecuentes e intensos en la adolescencia (Choi et al., 2019). Por su parte,
Garduno (2021), evidencia que la exposición a determinados ACES, en este caso el abuso físico, ser
amenazado, el abuso sexual y vivir con un cuidador deprimido o inestable mentalmente, tienen un
efecto inmediato en los comportamientos desviados, aunque señala que los factores protectores
Se ha encontrado que aquellos niños/as con mayor acumulación de adversidades (≥3) son
más propensos a ser arrestados y cometer conductas antisociales en la adolescencia tardía (Yazgan et
al., 2021), aumenta la probabilidad de consumo de sustancias (Afifi, 2020), y el desarrollo de un
apego ansioso o evitativo (Protic et al., 2020). No obstante, Oliveira et al. (2021) refieren que el
impacto de las ACES estaría mediada por los rasgos antisociales de los adolescentes, en cambio, Eos
(2021) menciona que este impacto difiere según la situación socio-económica de las familias, y en
aquellas con mayor desventaja, las ACES son más prevalentes y sólo predecían una asociación a
pandillas. Por el contrario, Connolly (2020) en su estudio señala que luego de controlar los factores
y comportamiento asocial se encuentra subestimada por las características particulares de los grupos
familiares.
Si bien, las investigaciones dan cuenta que el efecto acumulativo de ACES puede variar en
diferentes grupos, hay evidencia de que están altamente relacionadas al contacto con el sistema
judicial (Baglivio et al., 2014; Baglivio & Epps, 2016; Craig et al., 2020), a la comisión de delitos
(Huei-Jong et al., 2021; Narvey et al., 2021; Bonner et al., 2019), la reincidencia (Craig et al., 2020),
junto a un mayor promedio de condena (Craig et al., 2017). Además, las ACES predicen un inicio
delictual temprano, una trayectoria más grave y crónica (Baglivio et al., 2015; Craig et al., 2017;
Pérez et al., 2018). También aumenta la probabilidad de involucrarse con pandillas y un consumo
actual de drogas (Wolff et al., 2020), a tener una desviación sexual y ser un peligro para sí mismo
como para otros (Jahic et al., 2021), mientras que en infractores graves, un hogar caótico, el abuso
sexual y físico constituyen factores de riesgo para la agresion sexual, la violencia de pareja y
Malvaso et al. (2021), por su parte, tras realizar una revisión sistemática de 124 estudios
muestra combinada de más de 200 mil jóvenes involucrados en la justicia, el 86,2% había
que las probabilidades de experimentar al menos un ACE aumenta 12 veces para los jóvenes
patrones de adversidad infantil más complejos que los hombres (Haahr-Pedersen et al., 2020), y son
más vulnerables a reportar más ACES (Baglivio et al., 2015), con un promedio de 4 ACES (Baglivio
et al., 2014), a su vez, tienen mayor prevalencia en exposiciones al abuso sexual, negligencia física y
emocional, abuso de sustancias en el hogar y vivir con un familiar con problemas de salud mental
(Baglivio et al., 2014; Haahr-Pedersen et al., 2020). Junto a ello, las ACES predijeron la reincidencia
después de 12 meses en las mujeres (Baglivio & Epps, 2016), y se asoció a reincidencia por violencia
intrafamiliar (Craig et al., 2020). Por último, las mujeres evidenciaron mayores dificultades
Por otra parte, la autorregulación es definida como un proceso donde el sujeto determina un
objetivo final deseado, genera las medidas, pensamientos, emociones, actitudes y comportamientos
para avanzar hacia la meta, monitoreando este progreso (Inzlicht et al., 2021). El trauma en la primera
Actualmente, la evidencia científica apunta que una mayor exposición al trauma se asocia con
una menor autorregulación (Lackner et al., 2018). En esta línea, Logan-Greene et al (2020)
comunitaria, que aquellos con mayores niveles de exposición a ACES presentaban mayores
Asimismo, los autores Meldrum et al. (2022) al analizar los datos del estudio Apoyo a las relaciones y
entornos saludables de los adolescentes (SHARE, por sus siglas en inglés), detectaron que
experimentar una mayor variedad de ACES está inversamente asociado con el autocontrol, además
hallaron que el maltrato está más fuertemente asociado con déficits en el autocontrol que los ACES
de disfunción doméstica, un patrón observado en cada una de las dos muestras analizadas.
Recientemente, los autores analizaron dos trayectoria del control de impulsos y la búsqueda
de sensación en dichos adolescentes, dando cuenta que de una heterogeneidad significativa en las
delincuencia que es explicado parcialmente por la pertenencia a una trayectoria dual de control de
control de impulsos del joven disminuye mientras que su trayectoria de búsqueda de sensaciones
Por otra parte, Fine et al (2018) informan que a menor autorregulación existe una mayor
presencia de reincidencia, es decir, una fuerte relación negativa entre ambos constructos. Asimismo,
rabia, hostilidad e incapacidad de inhibir la conducta, son un mayor predictor de la delincuencia y las
conflictos reales y/o anticipados entre dos metas contrapuestas, por ello, tiene el objetivo de anular o
inhibir impulsos no deseados (Inzlicht et al., 2020; Gross et al., 2015). El autocontrol como factor de
vulnerabilidad para transgredir las normas sociales es propuesto por Gottfredson y Hirschi (1990) en
su Teoría General del Crimen, en la cual postulan que para la mayoría de los actos delictivos,
caracterizado por su versatilidad más que por especialización, existe una ausencia de la planificación,
y que estos serían intentos de aumentar la probabilidad de obtener una gratificación inmediata o el
En esta línea, proponen que estos actos tienden a ser fáciles de cometer, es decir, que uno de
los ejes centrales de esta teoría es el principio de oportunidad (característica de la situación), pero
también abordan características psicológicas que dejan una mayor vulnerabilidad a las personas para
cometer un delito siendo el constructo central el autocontrol y los rasgos asociados a este, por
ejemplo; perspectiva a corto plazo; poca diligencia, persistencia y tenacidad; una tendencia a ser
activo y aventurero, una tendencia a ser egocéntrico, indiferente o insensible (Gottfredson y Hirschi,
1990). Aunque, también la teoría postula que el autocontrol es resultado de la socialización, y una
crianza efectiva que inculca el autocontrol durante la infancia (Inzlicht et al., 2020).
Vazsonyi y Jiskrova (2018) al analizar los datos del estudio longitudinal del NICHD sobre
Cuidado Infantil Temprano y Desarrollo Juvenil de Estados Unidos reportan que el autocontrol se
estabiliza durante la infancia tardía, y que después de este periodo su tasa de cambio a lo largo del
tiempo no aumenta, además, hallan una relación bidireccional entre autocontrol y desviación,
hipotetizando que esta relación se encuentra mediada por factores genéticos y ambientales que
comparten ambos constructos. En un reciente estudio con 224 adolescentes australianos infractores
mayores de 14 años, se reportó que un 92% reportó al menos 1 ACE, 89% experimentó una
combinación de maltrato y disfunción doméstica, y un 88% reportó más de 4 ACES, a su vez, los
autores destacan que 2/3 de los jóvenes mantiene rangos clínicos de sintomatología traumática, uso de
Por otra parte, en un reciente estudio, Chapple et al. (2021) dan cuenta que la acumulación de
ACES resulta crítica para el desarrollo del autocontrol, existiendo una relación dosis-respuesta
negativa entre ambas, es decir, que a mayor presencia de ACES existirá un menor autocontrol,
además reportan en cuanto a las diferencia de género que hombres presentan menor autocontrol que
las mujeres. En esta línea, Jones et al. (2022) al analizar los datos del estudio longitudinal de familias
experimentado ACES antes de los 5 años se relaciona con un bajo autocontrol, esto luego de controlar
datos sociodemográficos y factores familiares, asimismo, hallaron que las mujeres adolescentes
presentaban un mayor autocontrol que los varones. A su vez, los eventos traumáticos tienen un doble
efecto sobre el autocontrol, ya que el evento por sí mismo, junto a la reacción psicológica y emocional
predicen bajo autocontrol, aunque pareciera ser que no coincide con el desarrollo antisocial (Pechorro
et al., 2021), además, el autocontrol se correlaciona negativamente con la ira y la agresión (Zhou,
2018).
Por su parte, Xie et al. (2020) encontraron en una muestra de 585 infractores juveniles chinos
que los rasgos de dureza e insensibilidad emocional son un mediador del autocontrol y que este
último concepto modera la relación entre maltrato infantil y nivel de agresión, existiendo una relación
moderadora secuencial entre estos constructos, lo cual concuerda con estudios recientes del mismo
autor (Xie y Su 2022). Por ello, resulta necesario el abordaje del autocontrol como elemento esencial
para la prevención de la violencia juvenil (Zhou, 2018), siendo necesario intervenciones informadas
sobre el trauma para responder a estas agresiones (Pechorro et al. 2021), y el papel que cumple
necesita ser abordado en los programas de rehabilitación forense (Xie et al., 2020).
Como se ha evidenciado anteriormente, la literatura da cuenta del efecto que las experiencias
adversas en la infancia tienen en el desarrollo de niños, niñas y adolescentes, tanto a nivel biológico,
asociación entre este tipo de experiencias y la acumulación de estas con el comportamiento antisocial
adolescente, así como del efecto perjudicial sobre el desarrollo del autocontrol, constructo asociado a
la comisión de delitos. Esto no se puede replicar al evaluar la efectividad de esta asociación a través
de programas de intervención, según Finkelhor (2015), aún no está claro los tipos de intervenciones
adecuadas para mejorar las consecuencias. Por otro lado, Lorenc et al. (2021) analizaron 96 revisiones
sistemáticas sobre intervenciones en ACES, encontrando que existe limitada evidencia sobre la
efectividad de las intervenciones en niños y adolescentes víctimas de ACE, sobre todo a nivel
Relevancia.
van en aumento, y las existentes han contribuído significativamente en la comprensión del fenómeno
y su impacto en la salud mental (Pinto-Cortez et al., 2019), aún existe un vacío empírico importante
sobre estas experiencias presentes en las trayectorias vitales de los adolescentes, sobre todo en
adolescentes en contacto con la ley. Es por lo anteriormente mencionado que resulta de gran
relevancia visibilizar el concepto de las ACES y sus implicancias en el curso vital de los adolescentes,
Es por ello que el presente estudio buscará dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿La
siguiente objetivo general: Examinar la asociación entre la acumulación de ACEs con el bajo
autocontrol y el comportamiento social autorreportado en adolescentes integrados al sistema escolar y
sancionados por la ley de responsabilidad penal juvenil (LRPJ) del centro-sur de Chile.. Este se
sistema escolar y sancionados por la LRPJ del centro-sur de Chile. 2) Examinar el grado de asociación
adolescentes integrados al sistema escolar y sancionados por la LRPJ del centro-sur de Chile. 3)
autocontrol entre grupos según autorreporte de conducta social en adolescentes integrados al sistema
H1: Existe una correlación positiva entre la acumulación de ACES y la expresión de conductas
H2: Existe una correlación negativa entre el autocontrol y la asociación entre los adolescentes que
H3: El grupo de adolescentes infractores de ley presenta una fuerte correlación positiva entre la
escolarizados.
Metodología
El estudio se enmarca dentro del enfoque cuantitativo, y cuenta con una metodología
correlacional descriptiva, el cual corresponde a un diseño transversal, de grupos naturales (Ato et al.,
(IVM) como vulnerables según los criterios de JUNAEB, en la Región de La Araucanía existen 3.740
adolescentes con IVM Alto y 9.614 con IVE Muy Alto, mientras que en la Región de Los Ríos hay
1.347 con IVE Alto y 3.488 con IVE Muy Alto. Por otro lado, la segunda muestra será recopilada
posterior autorización del Servicio Nacional de Menores, el cual está a cargo de la tutela legal de los
jóvenes en conflicto con la ley penal. Durante el 2020 los adolescentes atendidos por sanciones en
medio libre fueron de 550 y 81 por sanciones privativas de libertad en La Araucanía, mientras que en
generarán protocolos de acción ante eventos constitutivos de delitos en contra de los adolescentes,
develación de un evento traumático no resuelto y/o riesgo actual e inminente, se realizarán las
educacionales.
Plan de análisis
El primer paso será ejecutar un análisis descriptivo con las medidas de tendencia central en
ambas muestras estudiadas, para dar cuenta de la consistencia e interpretabilidad de las respuestas. En
segundo lugar, se analizará la prevalencia de las ACES en las muestras obtenidas a través del cálculo
del Odds de Ratio. En tercer lugar, se efectuará un análisis correlacional para establecer el grado de
asociaciones existentes entre ACES con el bajo autocontrol y las conductas sociales. En cuarto lugar,
se intentará predecir a través de una regresión logística el impacto de las distintas ACES en el
multifactorial para examinar el impacto de las ACES en tres grupos (Adolescentes sancionados,
jóvenes escolarizados que reportan una alta ejecución de conductas antisociales y los que reportan una
baja conducta antisocial). Finalmente, se utilizará el programa estadístico JASP para efectuar todos
los análisis.
Instrumentos
población chilena del instrumento Sucesos de Vida Estresantes (CSVE) efectuada Lucio et al (2013),
la EEA cuenta con 25 reactivos, incluyendo afirmaciones como “Mi hermano se fue de la casa”, “Me
golpearon violentamente otros chicos/as”, etc. Las autoras hallaron que esta escala cuenta con un
α= .909 y un β= .910, la EEA presenta evidencia de validez de constructo a través de dos modelos de
análisis factorial , sin embargo, como parte de este estudio, se realizará un pilotaje para obtener
(WHO, 2018), el cual posee 13 categorías incluyendo las diez experiencias descritas por Felitti et al
(1998), dos experiencias descritas por Finkelhor et al. (2015) (acoso escolar y violencia comunitaria),
y por último, incluye la violencia colectiva. Este instrumento fue adaptado por Ramírez et al (2022),
Escala guía de entrevista estructurada desarrollada por Pérez-Luco et al. (2011), citado en
Pérez-Luco et al., 2012), aborda las formas de actuación delictiva del adolescente infractor, la cual
contiene 63 reactivos en forma de preguntas, las cuales están orientadas a indagar diferentes tipos de
frecuencia de realización de algún delito, otorgando siete posibles rangos (antes de los 8 años, 8-9, 10-
12, 13-14, 15- 16, 17-18, 19 o más). Asimismo, el instrumento finaliza con 26 etiquetas que
diferencian distintos roles asociados al mundo criminal. Este instrumento presenta validez de
constructo e índice de consistencia interna con alfa de Cronbach de α= .95 para Hurtos y robos; α= .8
dimensiones principales: Comportamiento Prosocial (CPRO), por ejemplo “En mi curso me han
considerado como buen compañero/a” o “He esperado mi turno sin problemas”; Comportamiento
Antisocial Total (CAT, delitos, transgresiones contra la propiedad, transgresión contra las personas,
comportamiento abuso de pares; y consumo de alcohol y drogas), por ejemplo: “Sacaba antenas o
radios de los autos” o “he reaccionado violentamente con un compañero”; y por útimo, Víctima de
Abuso de Poder (VAP), como el “Me han golpeado en los recreos” o “Me he sentido aislado/a por
mis compañero/as”.
infractores (N=264), con una confiabilidad de α= .77 para las escalas principales (CAT y CPRO) y α=
.65 para las demás subescalas. La cual demostró ser un instrumento con adecuadas propiedades
psicométricas, confiable por consistencia interna y estabilidad de la medida, junto a validez interna y
Escala de Bajo Autocontrol desarrollada por Grasmick, Tittle y Arneklev (1993), es de los
instrumentos de referencia para evaluar el bajo autocontrol, el cual contiene veinticuatros ítems,
contando con seis dimensiones (Impulsividad, Temeridad, Egoísmo , Temperamento Difícil, Tareas
Simples y Actividades Físicas), la escala original posee un alfa de Cronbach entre α=.80 y α=.81. La
versión en español de Juan Antonio Rodríguez realizada en Venezuela, mantiene el instrumento con
veinticuatro ítems, en forma de frases con un tipo de respuesta de tipo Likert con 4 opciones;
Absolutamente Claro, Claro, Falso y Absolutamente Falso. Incluyendo reactivos como: “Hago lo
que me da placer en el momento aunque eso implique sacrificar metas importantes” y “Hago
actividades arriesgadas para divertirme”, la escala obtiene un Alfa de Cronbach entre α=.83 y α=.84.
Resultando con un mejor ajuste para evaluar este constructo un modelo multidimensional (Rodriguez,
2012).
Referencias.