Está en la página 1de 8

La política económica de la Dictadura Militar (1976-1983)

Profesor Sergio R. Gamboa

“En tiempos posmodernos, de eternos presentes y ciudadanías liquidas, vínculos


fugaces, gritos y fake news, el borramiento del pasado lejos de ser un accidente es el
centro de la propuesta, de la utopía (o distopía) libertaria. No quieren, no pueden
vincularse al pasado sencillamente porque el mismo desnuda el proyecto y muestra
las perversas consecuencias que tienen sus políticas para las clases populares.
Los tres neoliberalismos argentinos tienen tiempo y lugar, tienen proyectos de vida
truncados, exclusiones y dolor:
1. El proyecto de la dictadura (1976-1982).
2. El menemismo/Alianza (1989-2001).
3. Gobierno de M. Macri (2015-2019).
Los tres tienen en común gran parte del proceso de mercantilización que hoy
demanda con “aires frescos” la agenda libertaria y fundamentalmente sus
consecuencias, ese pasado del que los libertarios pretenden desligarse.
La caída de salario real y el aumento de la desocupación y la pobreza no son las
consecuencias evitables de políticas mal implementadas o incompletas, sino que son
los efectos de proyectos políticos, económicos y culturales que alienta la ley de la
selva y la lucha de todos contra todos, (cuyo arbitro no es ya Estado sino el Mercado).
Libertarios de hoy y neoliberales de ayer están al servicio de un mundo injusto,
desigual. Representan un proyecto fundamentalmente conservador, dado que las
políticas que promueven buscan resguardar los privilegios existentes. Lejos de sus
pretensiones disruptivas y antisistema son prosistema capitalista, al que consideran el
estadio final del desarrollo desconociendo su carácter esencialmente histórico”1

La política económica del Plan Martínez de Hoz (1976-1981)

En la madrugada del 24 de marzo de 1976 el gobierno constitucional de María Estela


Martínez de Perón, Isabel, fue depuesto por un golpe de Estado. Luego de un período

1
Andújar, Carlos. “Milei, Espert y Cia.: Libertarios de hoy, neoliberales de ayer” en Diario Página 12,
Buenos Aires, 8/01/2022
democrático de casi tres años (abierto con el gobierno peronista de Cámpora el 25 de
mayo de 1973).

Durante sus últimos meses, avasallado por la dinámica misma de una crisis múltiple, el
gobierno peronista de Isabel estuvo inmerso en un proceso precipitado de desgaste y
deslegitimación, que se manifestaba en un profundo descontento social y en la
permanentemente amenaza conspirativa de los militares. A medida que los rumores
avanzaban, el apoyo de la sociedad hacia el gobierno disminuía y las chances a una
salida institucional se agotaban.

El país se encontraba sumergido en una crisis económica de suma gravedad que se


expresaba a través de una inflación altísima. Acorde, se profundizaba una significativa
crisis social, ocasionada por el alto grado de descontento de amplios sectores de la
sociedad que se manifestaban a través de protestas u otros tipos de movilizaciones. A
esto se sumaba un factor general más: una crisis aguda del sistema político que afectaba
directamente a los partidos. Los partidos políticos eran vistos como actores incapaces de
brindar una solución al caos, lo cual provocaba, proporcionalmente, un importante
descrédito en el sistema democrático.

La última dictadura militar se propuso poner fin a los cuestionamientos abiertos


contra la legitimidad de orden político. Según este diagnóstico, la inestabilidad
política, la radicalización de amplios sectores de la sociedad y la violencia eran
resultado de un proceso iniciado con el ascenso del peronismo. A este análisis se
sumó un diagnóstico económico que tenía su origen en un modelo de economía
semicerrada y de fuerte intervención del estatal, centrado en la industrialización
sustitutiva.

El golpe militar del 24 de marzo del año 1976 produjo una transformación
profunda en la estructura económica argentina. Se terminó con el proceso de
sustitución de importaciones y se inició un nuevo modelo basado en la acumulación
rentística y financiera y en una “reprimarización” (producción de productos sin
valor agregado) de la economía. De tres a cuatro años necesitó el gobierno del General
Jorge Videla para llevar adelante esa “refundación” de la estructura socioeconómica del
país, (recordemos que los gobiernos del Proceso de Reorganización Nacional fueron
cuatro: Gral. Videla 1976-1981, Gral. Viola 1981, Gral. Galtieri 1981-1982 y Gral.
Bignone 1982-1983)

La principal forma en la que se instaló este modelo, que afectó y afecta aún hoy el
desarrollo argentino (y de los países latinoamericanos), fue a través del
endeudamiento externo. Así, en el año 1980 el total de la deuda externa de América
Latina ascendía ya a más de 200.000 millones de dólares, siendo Argentina el tercer país
más endeudado, luego de Brasil y México. Las políticas del gobierno militar del período
1976-1983 produjeron una serie de cambios drásticos en la sociedad argentina. Este
proyecto tenía determinantes sociopolíticos y económicos.

Se redefinió el papel del Estado en relación a la asignación de recursos, organizada


y efectivizada por las Fuerzas Armadas y sus actores civiles cómplices con la
Dictadura. El nuevo orden se pensó en base al liberalismo, (nuevamente como
modelo económico de las clases dominantes y de su brazo armado: Las Fuerzas
Armadas).

Este nuevo patrón de acumulación estuvo liderado por un nuevo grupo de poder
conformado por la oligarquía pampeana diversificada, (vieja oligarquía
pampeana, que durante el proceso de industrialización, impulsado por el primer
gobierno de Perón, invirtió parte de su capital en la industria local), junto con el
capital financiero internacional (bancos privados locales y externos).
Durante ese proceso y para asegurar su hegemonía, esos sectores ubicaron a sus
intelectuales orgánicos en puestos claves de gobierno: Pérez Companc, Bridas,
Acindar, Techint, Arcor, Loma Negra, Clarín, Macri, Bemberg, Bunge y Born,
entre otros.

Por el otro, el ministro José A. Martínez de Hoz buscó readaptar la economía en los
marcos de un tipo de división internacional del trabajo que se presentó como un retorno
a las fuentes: a la Argentina "abierta al mundo" de la época agroexportadora que
había construido la generación de 1880. La liberalización de los movimientos de
fondos y de las tasas de interés provocó un cambio en la rentabilidad de los distintos
sectores de la economía, perjudicando a las actividades productivas y alentando la
especulación. Además, se favoreció el proceso de fuga de capitales: entre 1976 y
1983 salieron del país 28.000 millones de dólares.

A partir 2 de abril de 1976, el programa de reestructuración política y económica


presentado por Martínez de Hoz vino a interrumpir el modelo sustitutivo, basado en
tres objetivos claros: la contención de la inflación a partir de una redistribución
regresiva del ingreso, una redefinición del papel del Estado en la asignación de
recursos en beneficio de ciertas fracciones del capital, y la generación de mayores
niveles de “eficiencia” y competitividad en la estructura económica.

Reforma financiera y Endeudamiento.

La puesta en marcha de este plan económico demandó la ejecución de lo que se conoció


como la Reforma Financiera: una medida impulsada a partir de junio de 1977, mediante
el establecimiento de un nuevo régimen para las entidades financieras. De esa manera,
el Estado argentino le transfirió al nuevo bloque de poder uno de los principales
instrumentos por los cuales se concentraban las transferencias intersectoriales de
recursos durante el periodo anterior. Es decir, con la descentralización de las
operaciones, todos los depósitos bancarios que estaban en manos del Banco
Central y que eran utilizados por el Estado de acuerdo a las necesidades de la
economía, volvían a los bancos que los habían tomado, con total libertad para
disponer de ese dinero.

Junto a ello, se liberaron las tasas de interés, quedando el Banco Central como
único garante de ellas en caso de quiebra. Esto desató un fuerte proceso de
especulación: los bancos tomaban deuda en el exterior, valorizaban esos recursos
en el mercado local para luego fugarlos al exterior, multiplicando de este modo sus
ganancias.

Por otra parte, el Estado argentino, al no contar más con las fuentes de
financiamiento que le otorgaba el control de los depósitos bancarios, comienza a
financiarse también a través del endeudamiento en el mercado financiero interno y
externo. De este modo, tanto la deuda externa privada como la estatal cumplieron
un papel fundamental en el comportamiento de la economía argentina. Así es como
ésta dejó de ser un instrumento para financiar la inversión productiva,
transformándose en un medio de especulación para obtener una renta financiera.

A su vez, con la Ley de Entidades Financieras se promovió la desaparición de las


sociedades de ahorro, crédito y consumo, las cuales se transformaron en compañías
financieras o cajas de crédito. Como consecuencia directa se produce una profunda
concentración y centralización del sistema bancario y financiero, que queda sometido al
libre juego de las reglas del mercado

Apertura externa del mercado de bienes y capitales.

Con la apertura externa de la economía al mercado de bienes y capitales, se


terminó de concretar la reestructuración económica y social iniciada en 1976. El
grupo de empresarios que intervino en el Estado, concentró su riqueza con
políticas tendientes a la eliminación de aranceles, la movilidad del capital, el
endeudamiento externo tanto privado como público, la transferencia o fuga de
capitales al exterior, y la posterior estatización de la deuda privada. La
especulación financiera se transformó en el eje de la economía en detrimento de la
producción industrial.

Fue así como se produjo el cierre de pequeñas y medianas empresas o la absorción de


las mismas por las grandes firmas. Estas modificaciones estructurales fueron decisivas
para el país, en tanto perduraron en el tiempo tras la recuperación democrática. Uno de
los impactos más importantes a nivel nacional, se tradujo en que más de veinte mil
establecimientos fabriles cerraron. Además, cayó un 20% la participación del
sector industrial en la riqueza del país y la ocupación disminuyó un 40%. Se
produjeron cierres de industrias y la destrucción de sus puestos de trabajos.

El terror en lo político, lo sindical y social

Las políticas represivas, laborales y económicas tuvieron como propósito sembrar


el terror para inmovilizar el activismo sindical y modificar de manera regresiva la
distribución del ingreso, acentuándose el poder de la dirección empresaria en los
lugares de trabajo. Los despidos, el aniquilamiento de la conflictividad laboral y la
derogación y modificación de la legislación preexistente, intentaron maximizar la
rentabilidad de ciertos sectores empresarios.
La represión del movimiento obrero no solo contó con la connivencia sino también
con el apoyo activo de grandes empresas que en muchos casos denunciaron a sus
trabajadores, entregaron fondos a las fuerzas represivas e incluso autorizaron la
instalación de centros clandestinos de detención en sus fábricas. El crecimiento en la
productividad de la mano de obra evidenciado en el período estuvo basado en una
mayor explotación de los trabajadores.

Este proceso perjudicó profundamente las condiciones de vida y de trabajo de la clase


obrera. Todas las políticas económicas en este tiempo estuvieron orientadas a limitar y
disciplinar la capacidad de crecimiento y movilidad en el mundo del trabajo. La
militarización de las industrias y la represión sistemática demuestra el ensañamiento con
los obreros, contra los sindicatos y los derechos de los trabajadores, para favorecer a la
contraparte en la puja de los intereses antagónicos. Aunque las políticas represivas se
extendieron a todas las actividades económicas, se concentraron en las actividades
industriales y en los servicios públicos esenciales, pilares claves de la organización
sindical de aquel momento.

En definitiva, la nueva estructura económica y social de la Argentina heredada de


la última dictadura reveló el objetivo refundacional que acompañó al gobierno
militar y se materializó en el despliegue de una estrategia económica definida y el
terrorismo de Estado: operar una modificación de la correlación de fuerzas
sociales vigente, afianzar el poder estructural de las fracciones económicas
predominantes y garantizar perdurablemente el disciplinamiento social de los
sectores populares.

Bibliografía

Canelo, Paula, “La política contra la economía: los elencos militares frente al plan
económico de Martínez de Hoz durante el Proceso de Reorganización Nacional (1976-
1981)”, en Pucciarelli, Alfredo (coord.), Empresarios, tecnócratas y liberales. La trama
corporativa de la última dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.

CONADEP, Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de


Personas, Buenos Aires, Eudeba, 1984.

Corradi, Juan, “El método de destrucción. El terror en la Argentina”, en Quiroga, Hugo


y Tcach, César (comps.), A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario,
Homo Sapiens, 1996.

Falcón, Ricardo, La resistencia obrera a la dictadura militar, en Quiroga, Hugo y Tcach,


César (comps.), A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario, Homo
Sapiens, 1996.

Mónaco, César y Benítez, Diego. “La Argentina del Proceso. Un texto introductorio a la
etapa 1975-1983”, en Luzzi Mariana. Problemas socioeconómicos de la Argentina
Contemporánea: desde 1976 hasta la actualidad. Los Polvorines. Universidad Nacional
de General Sarmiento. 2019.

Novaro, Marcos y Palermo, La dictadura militar 1976/1983. Del golpe de Estado a la


restauración democrática, Buenos Aires, Paidós, 2003.

Palomino, Héctor, “Los cambios en el mundo del trabajo y los dilemas sindicales”, en
Suriano, Juan (dir.), Dictadura y democracia (1976-1983), Buenos Aires, Sudamericana,
2005. Nueva Historia Argentina, Tomo X.

Quiroga, Hugo, El tiempo del ‘Proceso’. Conflictos y coincidencias entre políticos y


militares. 1976-1983, Rosario, Homo Sapiens-Fundación Ross, 2004.

- -----------, “El tiempo del ‘Proceso’”, en Suriano, Juan (dir.), Dictadura y democracia
(1976-1983), Buenos Aires, Sudamericana, 2005. Nueva Historia Argentina, Tomo X.

También podría gustarte