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En 1983 concluye la dictadura cívico-militar, y como balance del período dejan sus dos áreas de acción como
los principales centros de conflictos: la lucha contra la subversión y la situación económica.
Económicamente, instauraron una aparente mejora, pero a la vez que introdujeron desequilibrios en los
mercados locales. Los únicos beneficiados fueron aquellos con intereses transnacionalizados (Bancos,
productores y comercializadores agropecuarios), quienes acrecentaron su poderío y autonomía.
Se dio un desmesurado endeudamiento externo: los empresarios no resistieron a la competencia externa, y se
endeudaron a altas tasas de interés, resultando en el cierre y quiebra de empresas nacionales. Se vio un
estancamiento en la producción del país, con un PBI en negativo, y resultó imposible contener la inflación.
Pero, desde el punto de vista político, la dictadura fue un éxito: logró terminar con el desempate hegemónico y
estableció una nueva forma de acumulación: la valorización financiera.
Para aplicar la valorización financiera fue necesario un golpe de Estado. Un modelo económico que atenta
directamente contra las clases populares no puede aplicarse en otro contexto que no sea el de una dictadura.
De lo contrario, la gente “reaccionaría”. Fue clave disciplinar y controlar a los sectores populares mediante la
desindustrialización, la concentración de ingresos, y la represión por secuestro, tortura y asesinato.
Durante el golpe militar, el sector dominante utilizaba las Fuerzas Armadas como instrumento político, pero los
sectores sociales comenzaron a cuestionar al PRN con la derrota de Malvinas y la crisis económica provocada
por la valorización financiera. Los militares habían perdido legitimidad, y con la valorización financiera ya
instalada, aceptaron la vuelta a la democracia. Los sectores dominantes encontraron una nueva forma de
imponer sus condiciones en el transformismo: se vincularon con funcionarios del gobierno para negociar
directamente, excluyendo las necesidades de los sectores populares.
Las medidas tomadas durante la dictadura provocaron un cambio estructural en Argentina, lo que condicionó al
gobierno de Alfonsín.
Alfonsín se encontraba bajo la presión de los intereses de los distintos grupos de poder de la década del ’80:
- Los empresarios se habían convertido en los acreedores internos del país: invertían en el Estado a cambio de
favores políticos y empresas públicas. Se establecen en el poder, empiezan a negociar con los presidentes.
- El Congreso, conformado mayormente por el partido peronista. Para el gobierno, la salida del estancamiento
era reestructurando el Estado: privatización de las empresas públicas y la apertura importadora de la
economía argentina. El gobierno lanza un plan de privatización, y éste es rechazado por la oposición.
- Los acreedores externos (FMI) quienes exigían el pago de los intereses y también el capital adeudado. Se
imponen los planes de conversión de deuda externa, dando origen a la privatización de empresas públicas
durante el gobierno de Menem.
- Fuerzas Armadas. Para evitar un levantamiento armado, durante el gobierno de Alfonsín se aprobaron dos
leyes en confrontación de los derechos humanos: la ley de obediencia de debida y de punto final.
- También se pone a la Iglesia en contra, por aprobar la ley de divorcio y la de responsabilidad parental.
- Sindicatos, también conformados por la oposición, realizaban constantes paros generales.
El mecanismo de la valorización financiera fue el que permitió el crecimiento de los grandes grupos
económicos. A base de la sobreexplotación de los trabajadores, disolviendo el capital industrial local, y
subordinando al Estado a sus intereses particulares, continuaron con la acumulación. Esto llevó al fracaso de los
planes económicos aplicados en la primera etapa del gobierno de Alfonsín. El Estado ignoraba las necesidades
de los sectores populares porque la economía del país se encontraba bajo el dominio de los acreedores
externos e internos.
El gobierno estableció vínculos con los empresarios a partir del transformismo: el Estado necesitaba de su
inversión y a los empresarios les resultaba funcional la política, una herramienta para maximizar sus utilidades.
Buscaban continuar con las beneficios que obtuvieron durante la dictadura militar.
La presiones de los acreedores externos no cesaban: se desataron disputas entre el FMI, que exigía la
normalización de los pagos de la deuda, y el Banco Mundial, que insistía en reformas estructurales. Cuando
Bush reemplaza a Reagan, se exigen ambos requisitos. En este contexto, los bancos extranjeros inician la
corrida cambiaria de febrero de 1989, luego de reiteradas advertencias al gobierno argentino para que
retomara los pagos de la deuda, desatando en la crisis hiperinflacionaria.
Esta crisis funcionó como un disciplinador social porque permitió la consolidación de la acumulación. No se hizo
en base del terror, como en la dictadura, sino que fue a partir de la inmovilización de los grupos sociales. Es
decir, la crisis hiperinflacionaria volvió a beneficiar al establishment económico y perjudicó a los sectores
populares.
El transformismo modela un sistema político que actúa solo para los intereses de los sectores dominantes: se
abandonó la identidad social histórica que definía a los dos partidos mayoritarios; apareció una nueva forma de
ingresos denominada “retornos” -> sobornos que le pagaban los sectores dominantes al sistema político para
alcanzar determinados provechos.
Todos los sectores dominantes se beneficiaron de la privatización. Para iniciar este proceso, se aplicaron la
Reforma Tributaria (generalizar el IVA, pero distribución de ingresos desigual -> impuestos del sector
dominante bajan, sector popular suben) y la Reforma de la Corte Suprema (amplía la cantidad
de miembros elegidos por el sector dominante, mayoría automática).
El proceso de privatizaciones en Argentina fue complejo, pero acelerado. La Ley de Reforma del Estado puso en
marcha la desregulación de la economía, que potenció la acumulación originaria. Tuvo el mayor alcance en
empresas públicas de Latinoamérica, privatizando hasta empresas de energía (YPF). Trajo consigo un
incremento ostentoso en el consumo de los integrantes del sistema, pero la distribución de ingresos no era
uniforme con los sectores populares.
Este avance en los sectores dominantes fue posible gracias a que el sistema político atravesó un proceso de
transformismo. Complicidad del sistema político al quedar subordinado a los intereses económicos de los
sectores dominantes. Sin el transformismo, no hubiese sido posible aplicar el modelo de valorización financiera.
La modificación más trascendente del transformismo argentino fue el vaciamiento social e ideológico de los
partidos políticos, dotándolos de un formato empresarial; la pérdida de la identidad social y de la militancia.
Pero, así y todo, se generó cierto consenso social: el Plan de Convertibilidad había controlado la hiperinflación
lo suficiente como para generar consumo nuevamente, permitiendo que la gente olvide la crisis. Pero en
realidad, ésta se seguía gestando por el constante endeudamiento para mantener el equilibrio.
La Alianza:
1999-2000: comienzan a perfilarse dentro del establishment dos proyectos alternativos a la Convertibilidad:
- La dolarización: impulsado por los capitales extranjeros, concebida como la “fase superior” de la
Convertibilidad. Garantizaba a los capitales radicados en el exterior, que en el país se mantendría el valor
en dólares de sus activos; y que las deudas del sector financiero no se acrecentarían. Integrarse
internacionalmente a través del ALCA, subordinando al Mercosur, por subordinación económica.
- La devaluación: Vinculado a los grupos locales, tenía como objetivo fundamental la devaluación y
aplicación de subsidios estatales para la producción local. Se sustenta de los grupos económicos locales y
los europeos asentados en la exportación.
Analizando la naturaleza de las propuestas enfrentadas, ninguna cuestiona al modelo de la valorización
financiera en profundidad. Integran reivindicaciones que sostienen los sectores populares, pero actúan en
función de los intereses de los sectores dominantes.
La Alianza intentó privilegiar la recomposición de la producción interna, tratando de romper con la lógica del
ajuste continuo. Por ejemplo, elevaron los impuestos a débitos y créditos bancarios para recomponer las
finanzas públicas, sin tener que recurrir a ajustes. Pero esto no significa que intentaron mejorar la situación de
los sectores populares, ya que la recomposición productiva tenía como objetivo a las grandes firmas, con
escaso impacto en la ocupación.
Las medidas provocaron el rechazo del sector financiero, reavivando la crisis y obligando a incorporar recortes
en el gasto público. Los sectores populares van dándose cuenta que el sistema político abandonó toda
preocupación por el desarrollo económico social, por la desocupación y distribución de ingresos.
A fines de 2001, se abre la puerta a una crisis similar a la de 1989 por el agotamiento de la Convertibilidad,
provocado por la valorización financiera: de gobierno, de régimen, y de acumulación, similar a la de 1989. Los
funcionarios de mayor rango relevaron sus puestos (de la Rúa y Cavallo, a partir del Corralito -congelamiento de
depósitos-, pierden el apoyo del pueblo, y renuncian); fue claro el deterioro de las condiciones de vida de los
actores populares; y se puso en evidencia que los dos sectores dominantes intentaban superarse el uno al otro:
los locales impulsaban por un cambio drástico, y los externos buscaban la profundización del funcionamiento
económico actual y del transformismo.
La reinstauración democrática de 1983 caracteriza a Argentina como una joven democracia, por provenir de un
régimen autoritario. Las jóvenes democracias se caracterizan por:
- El principio de incertidumbre: Toman un rumbo sin un patrón determinado, errático, que produce una alta
cuota de incertidumbre en la sociedad. En Argentina, cada cambio presidencial despierta inquietudes
respecto al futuro.
- Transferencia del control político, económico y social: Transferencia del poder económico mediante
privatizaciones de empresas estatales. Transferencia del poder social de la opinión pública como política de
Estado a los medios de comunicación.
- Capacidades delegadas: En cada alternancia se delegan poderes legislativos al ejecutivo para salvar la
situaciones críticas, de manera discrecional.
- Redistribución del capital: Las jóvenes democracias tienden a favorecer a los sectores empresariales para
mantener la gobernabilidad. Ej.: el neoliberalismo, ha aumentado la desigualdad y la concentración de
capital.
- Adecuación a las condiciones externas/las tendencias internacionales, que afectan directa o indirectamente
a los modelos de desarrollos que el país quiera implementar.
El problema del conurbano es analizado desde: 1. Su organización política, 2. la territorialización, y 3. la
informalidad laboral.
Para contra arrestar la informalidad laboral, existen políticas públicas que se podrían aplicar. Éstas son algunas
de ellas: el impulso en la inspección, para que las empresas sean más propensas a cumplir con los derechos de
los trabajadores, al enfrentar un mayor riesgo de ser multadas. Mejorar en cantidad y calidad la educación de la
fuerza laboral, para producir una mano de obra calificada. Facilitar el registro de empresas y trabajadores
impulsará la formalización. Organizar a los trabajadores informales, que las instituciones públicas no los
excluyan.
Svampa.
Aborda las transformaciones sufridas por los sectores populares.
En Argentina, el origen del movimiento popular se daría con el primer peronismo, entre 1946 y 1955. La
configuración de “lo popular” fue un proceso dado mediante la integración socio-económica y simbólica en
términos de “pueblo trabajador”. Se definieron dos grupos opuestos por un proceso de polarización política: el
peronismo y anti peronismo. Se constituyó un sector popular a partir del trabajador y de la figura del pobre,
aquellos que brindaban fuerza social nacional y los históricamente desposeídos. Pero, con la posterior crisis,
desindustrialización y empobrecimiento del mundo popular, se originó un proceso de descolectivización que
fue desarrollándose en diferentes fases. Entre la dictadura militar, el gobierno de Alfonsín y el de Menem,
debilitaron el movimiento peronista. La ola desindustrializadora vino con una crisis económica y de desempleo,
que permitió la violenta irrupción del neoliberalismo. Parecieron quedar pocos elementos del modelo
peronista: del bienestar social, los derechos sociales, el orgullo del trabajador industrial; porque los grupos se
descolectivizaron.
El neoliberalismo premiaba la individualidad, provocando que la gente busque el éxito propio, se desentienda
del otro. La lógica neoliberal provoca la pérdida de consciencia de clase social: no se piensa en las personas del
entorno, sino en uno mismo. Para mantener la consciencia social, uno debe mirar a su alrededor.