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Introducción a las ideas filosóficas Prof.

Olaya Fernández Guerrero y José María Aguirre Oraa

TEMA 3. PLATÓN

1. Biografía
Nace en el año 428-7 a. C., se cree que en la isla de Egina, pero vivió desde su
infancia en Atenas, en una familia de buena posición.
Fue discípulo de Crátilo durante un tiempo, y a través de él conoció las doctrinas de
Heráclito, Empédocles y Anaxágoras. A los veinte años empezó a frecuentar la compañía
de Sócrates, amistad que duró unos diez años, hasta la condena a muerte del maestro.
Después de morir Sócrates, Platón se fue a Mégara, donde conoce al filósofo Euclides.
Hacia 390 a. C. se va a Egipto, y de allí a Cirene, donde conoce al matemático Teodoro.
Desde Mégara marcha a Italia, donde entra en contacto con grupos pitagóricos. Estuvo
algún tiempo en Siracusa y regresó luego a Atenas, donde fundó su Academia. En ella se
estudiaba durante quince años: matemáticas los diez primeros y filosofía los cinco últimos.
Allí se formaron los matemáticos más importantes de aquel tiempo.
Platón murió en el 347 a. C., a los 81 años de edad. Nunca se casó ni tuvo hijos.

2. Platón y sus diálogos


Es la primera voz importante en la historia del pensamiento, por la cantidad de textos
suyos que conservamos: más de veinte diálogos y algunas cartas. El problema principal
para acercarnos a Platón son los repetidos tópicos del platonismo.
Platón desarrolla su filosofía bajo la forma del diálogo. De ese modo puso en boca
de personajes de su tiempo distintas consideraciones sobre el ser, la justicia o la bondad.
La filosofía de Platón es la suma del discurso de todos los interlocutores, incluida la suma
de sus contradicciones. De ahí su modernidad: asume que la filosofía se construye
colectivamente y que nunca tiene la última palabra sobre una cuestión. Su obra sigue
interesando porque incluye muchos temas de los que la filosofía sigue ocupándose hoy.
En la época de Platón, la escritura era poco usual para la comunicación de ideas. El
contacto intelectual se establecía a través del encuentro físico entre ciudadanos. Y Atenas
ofrecía posibilidades para esos encuentros. El pensamiento era transformado en lenguaje.
Frente a la tradición anterior (Heráclito, Parménides), que era recibida con actitud de
pasividad, se da con Platón un giro importante: la filosofía se instala radicalmente en el
lenguaje, en la palabra; el lenguaje de los diálogos es propiedad de una comunidad,
objeto de controversia y análisis.

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El diálogo de Platón es la manifestación del espacio mental en el que se produce el


lenguaje. Le sigue pareciendo que la escritura es inferior con respecto al habla, pero
traslada sus diálogos al papel para superar lo que el diálogo tiene de efímero. El valor
concedido al diálogo se entiende a partir del contexto democrático surgido a partir del
siglo V a. C., ya que el diálogo supone la eliminación del lenguaje dogmático. La verdad
se desvela en la coincidencia de pareceres y en la discusión, sin que nadie limite ese
discurso. Todo es revocable y discutible (los sofistas llevaron esto al extremo).
El diálogo también es importante por una segunda razón. La filosofía está aquí en
sus albores, no ha cristalizado aún en un sistema explicativo amparado por la tradición.
En esa fase embrionaria, el pensamiento sobre las cosas tenía que pasar por un periodo
de pruebas y tanteos, y el diálogo era el que mejor permitía esa creación compartida,
crítica.
Los diálogos son un mensaje emitido y criticado, contradicho. Es un pensamiento
roto por la presión de los intereses, posición social, que defiende cada interlocutor. En
esos diálogos la lengua se somete a juicio, se revisan sus términos, el significado de los
‘conceptos’ (recordemos que la filosofía consiste también en hacer historia de los
conceptos y sus significados…). El discípulo de Sócrates tenía que empezar por
investigar el lenguaje para detectar la ‘ideología’ depositada en él… Para lograr este
resultado, la forma del diálogo era la más oportuna; convertir el discurso en discusión,
sembrar la duda sobre el significado convencionalmente atribuido a las palabras. Esa
inseguridad, esa ruptura inicial con lo ‘establecido’, abría el camino para conseguir otras
seguridades basadas en otros fundamentos más sólidos que la creencia común (Doxa).
Esa exploración de la lengua impregna todos los diálogos que Platón escribió, según
indica Emilio Lledó en su introducción a la obra platónica editada en Gredos. Se trata de
emprender la ‘segunda navegación’; sobrepasar la interpretación convencional de las
cosas, deshacerse de los prejuicios y sume rgirse en ellas para entenderlas desde
dentro.
Los diálogos de Platón tienen la estructura de ruptura constante con lo enunciativo-
predicativo, hay un intento de ‘ir al fondo de las cosas’ porque el saber filosófico va más
allá de lo comúnmente tomado como certeza.
Los diálogos pertenecen a la vida real, los problemas surgen al hilo de la
conversación, y la presentación del pensamiento es interrumpida por la vida. El diálogo
transcurre en un espacio teórico compartido, familiar, de todos los interlocutores. Pero lo
que menos interesa es saber quién habla en los diálogos, si Platón o Sócrates, porque
cuando la filosofía se configura como pregunta y no como dogma, el pensamiento se0

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dinamiza e importa menos a quién pertenece o de quién surge: pertenece a todos, se


construye colectivamente.
La pregunta platónica es desde el lenguaje y hacia el lenguaje: se formula
verbalmente hacia un interlocutor que va a responder. La pregunta y la respuesta no
miran a la realidad, ni investigan ni experimentan, sino que intentan clarificar el lenguaje.
Platón asume que damos nombres a las cosas en función de ciertas características que
presentan. Eso le lleva a preguntarse por el ‘ser’ de esas características, las condiciones
generales que provocan que las cosas presenten esas cualidades y no otras. Esa
constitución general es denominada por Platón ‘eidos’ (ideas).
Los contenidos de los diálogos de Platón son muy diversos:
- Cuestiones políticas y sociales: los problemas de la democracia, los mitos griegos que
habían reconstruido una historia ideal, la felicidad, la justicia, la bondad, la virtud (areté).
- Planteamientos científicos: matemáticas, el cambio de la realidad, el poder de los
sentidos, la memoria…
- El arte, la belleza y la función de los artistas.
- La educación y la libertad pedagógica.
- El Amor como base y estímulo de la vida humana.
- La muerte y la supervivencia, las creencias religiosas.
- El conocimiento y las ideas.
- La personalidad humana y las pautas por las que se rige.

3. La teoría del conocimiento


Para los presocráticos, la ciencia se contraponía a la opinión. La ciencia consistía
para ellos en un conocimiento fijo, estable, cierto y necesario. El problema surge al tratar
de buscar en el orden de la realidad elementos capaces de fundamentar el conocimiento
científico, así entendido: ¿cómo hacer ciencia a partir de una realidad en constante
mutación? Parménides y Heráclito intentaron dar las primeras respuestas a estas
cuestiones, pero ninguno de ellos da gran valor al conocimiento sensible como
fundamento. Sócrates tampoco llegó a solucionar esta cuestión. Según el método
dialéctico establecido por Sócrates, y que Platón hereda, la vía de acceso a la ciencia
venía dada por la razón, en el orden lógico, conservando las esencias de las cosas y
prescindiendo de sus particularidades sensibles.
En sus primeros diálogos, Platón empieza a abordar este problema desde un doble
aspecto lógico y ontológico. Trata de superar la movilidad de Heráclito y aplicar la fijeza y
estabilidad del ser de Parménides a los objetos científicos.

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Platón establece un correlato entre ser y conocer, de modo que los grados de
conocer se ajustan exactamente a los grados de ser: a mayor ser, mayor ciencia será
necesaria para conocerlo. Establece además que solo el ser es cognoscible (el no-ser no
puede conocerse). En el plano intermedio entre el ser y el no-ser introduce Platón la
categoría del llegar-a-ser, que corresponde al ser en movimiento (esta tesis será muy
importante en la ontología de Aristóteles). El no-ser se corresponde con la ignorancia, el
ser con la ciencia, y el llegar-a-ser con la Doxa.
Con la teoría de las Ideas, la realidad queda dividida en dos grandes sectores:
- el mundo superior supraceleste (hiperuranio), en el que se hallan las Ideas (reales,
subsistentes, perfectas, puras, eternas, inmutables, inmóviles y solo perceptibles por
la inteligencia). Las ideas tienen existencia real, son las razones objetivas, el modelo
de todas las cosas y el fundamento de toda verdad.
- el mundo cósmico, visible, dividido a su vez en dos secciones: 1) la región celeste,
formada por once esferas giratorias superpuestas que se mueven en el éter y en las
que se ubican los planetas y astros, que son seres incorruptibles y divinos,
perfectos. Los astros y planetas son morada de los dioses y de los demonios. 2) el
mundo físico terrestre, que es el mundo de los seres sensibles, compuestos de los
cuatro elementos (agua, tierra, aire, fuego) y materiales, móviles, sujetos al cambio,
la generación y la corrupción.

Esta jerarquización del ser se corresponde con una jerarquización del saber. Platón
tiene un concepto ascendente de la ciencia, que entiende como ‘ascensión hacia el ser’.
Hay tres grados de conocimiento:
- Conocimiento sensible. El de los seres materiales.
- Conocimiento racional discursivo. Sobre el número y sobre la cantidad (aquí
entran en juego la imaginación y la razón discursiva).
- Conocimiento racional intuitivo. Que versa sobre los seres carentes de materia y
cantidad. Esos seres se captan mediante el entendimiento.
Dice Platón que la ciencia perfecta solo se da en el último grado, en el conocimiento
de las Ideas, que son inmateriales e incuantificadas y que solo se perciben mediante el
entendimiento. Este concepto ascendente de la ciencia lo simbolizó Platón a través de
dos alegorías: la línea dividida en segmentos y el mito de la caverna.

 La línea dividida en segmentos:


- Mundo visible: Imágenes, sombras. Les corresponde la imaginación y la conjetura.

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- Mundo visible: Objetos materiales, sensibles y visibles. Imágenes de animales, plantas y


cosas artificiales. Les corresponde la creencia. En este grado entra la Física.
- Mundo inteligible: Objetos inteligibles para cuya búsqueda el alma se sirve de los objetos
del mundo visible. Se corresponde con la razón discursiva (matemáticas).
- Mundo inteligible: Objetos inteligibles que el alma aprehende sin recurrir a lo sensible.
Les corresponde la inteligencia pura y la ciencia perfecta, que es la dialéctica. El
conocimiento directo de las ideas se logra de este modo.

 Mito de la caverna: los hombres se asemejan a prisioneros encadenados en


una cueva, que solo ven sombras proyectadas por la tenue luz de una hoguera a sus
espaldas. Así permanecen hasta que alguien les libera de sus cadenas y pueden salir a
contemplar la luz del sol. Del mismo modo los hombres viven encerrados en su cuerpo
hasta que la Filosofía y la Dialéctica les liberan de sus cadenas y les permiten contemplar
el mundo de las Ideas. Platón atribuye a los filósofos la misión de sacar a los hombres de
la caverna.

La dialéctica tiene en Platón varios aspectos lógicos y ontológicos.


En la vertiente lógica, diremos que la dialéctica es el arte de la discusión por medio del
diálogo. Una vez fijado el objeto de la discusión, se examinan ordenadamente todas sus
características, por medio de preguntas y respuestas, hasta llegar a una conclusión.
La dialéctica es un modo de investigación en común y un método de enseñanza.
Pero Platón confiere también a la dialéctica una dimensión ontológica, al atribuir
existencia y realidad a los conceptos abstractos: las Ideas. Así, la dialéctica queda
convertida en ontología, es una ciencia suprema (noesis) que se ocupa de las entidades
trascendentes del mundo ideal que se encuentran más allá de todo lo que percibimos por
los sentidos, la imaginación y la razón discursiva (dianoia).
Al grado supremo de Ser (Ideas) le corresponde el grado supremo de conocimiento
(dialéctica). La dialéctica permite que la inteligencia ascienda hasta los grados más
elevados del saber y que pase de lo múltiple a lo uno, de lo contingente a lo necesario, de
lo móvil a lo inmutable, etcétera. Una vez que la dialéctica llega a conocer las Ideas, su
trabajo consistirá en reducirlas todas a su último principio de unificación. Las ideas están
también jerarquizadas, de las más generales a las más particulares. En La República
Platón afirma que la idea suprema es la de Bien: principio último del que dependen y
participan todas las cosas en diversos grados. El logos surge de esa captación conjunta
de las Ideas, conectadas todas unas con otras.

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El filósofo es el que consigue alcanzar ese conocimiento absoluto. Platón le atribuye


además la tarea de guiar a otros en ese camino ascendente. Sin embargo, debido al
lastre que supone el cuerpo, el alma solo podrá alcanzar la ciencia perfecta cuando quede
libre de su envoltura, tras la muerte.

4. El mundo de las Ideas


La teoría de las Ideas es el eje central de la filosofía de Platón. Con esta teoría trata
de superar las antítesis entre lo uno y lo múltiple, lo móvil e inmóvil, necesario y
contingente, relativo y absoluto, ser y no-ser, etcétera. La influencia de Heráclito hace que
Platón perciba con intensidad la movilidad y contingencia del mundo físico. Le parece que
no es posible, debido a esa mutación constante, tener un conocimiento científico de las
entidades del mundo físico: los objetos de la ciencia no se conocen por los sentidos, sino
por el entendimiento. En sus primeros diálogos emplea el método socrático: método
inductivo, que va de lo particular a lo general, llegando a formular conceptos universales.
En la siguiente fase de su pensamiento, Platón atribuye existencia real a esos conceptos:
no tienen solo valor mental, lógico y abstracto, sino también valor ontológico: son
entidades reales que se sitúan en un mundo superior al físico. La realidad queda así
dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: el mundo de las Ideas, superior, eterno
e inmutable; y el mundo físico, visible, variable y corruptible. El mundo ideal es el mundo
de lo perfecto: lo definido, lo medido.
En el diálogo Hippias mayor empieza Platón a desarrollar esta teoría a propósito de
la idea de belleza. En el Menón se habla de la ‘reminiscencia’ como prueba de la
preexistencia de las ideas en el alma. En el Cratilo menciona la existencia de realidades
inmutables, idénticas, eternas, que están por encima del fluir de las cosas particulares del
mundo físico.
El Banquete marca un avance importante: aún no usa la palabra ‘idea’, pero habla
de que el amor conduce al filósofo hasta la única ciencia verdadera que consiste en la
contemplación de la ‘Belleza en sí’, a la que atribuye todos los rasgos que luego asignará
a las ideas.
El Fedón habla de otras ideas y detalla sus caracteres; además, aquí emplea por
primera vez el término ‘eidos’ (idea). Afirma Platón que el mundo superior se compone de
las esencias mismas: conociendo esas realidades, el alma conoce verdaderamente el ser.
Por el contrario, en el mundo visible todo es mudable, andamos por él como en tinieblas.
Lo que este mundo físico tiene de ser lo recibe por participación, por similitud con las
realidades del mundo superior. En este diálogo da varios argumentos para demostrar la

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existencia de ese mundo superior: la teoría de la reminiscencia y la existencia de la


ciencia, sobre todo.
En el Libro V de la República se delimita aún más claramente la contraposición entre
los dos mundos y se habla de la jerarquía de las ideas: la de Bien ocupa el lugar más
elevado (es la fuente del ser y la esencia de las cosas), y por debajo de ella están Justicia
y Belleza.
El Fedro es un nuevo esfuerzo para establecer la distinción entre ambos mundos. El
Ser no es uno, sino múltiple, y está representado principalmente por las Ideas, que son
estables, inmóviles, inmutables, intangibles e inteligibles. Dice Platón que en la parte
inferior del mundo de las ideas existen las almas, a las que sitúa en carros tirados por
caballos alados, y avanzando en movimiento circular por las once esferas de los cielos. La
comitiva de almas, encabezada por Zeus, llega hasta el extremo del cielo, desde donde
se contemplan las Ideas, situadas fuera del cielo (hiperuranio). Las almas inferiores, las
de los humanos, como están arrastradas por un caballo bueno y otro malo, pueden perder
el equilibrio y dejar de contemplar las ideas (los dioses gozan permanentemente de su
visión).
En el Teeteto, Platón trata de mostrar, por reducción al absurdo, que si solo existiera
el mundo fenoménico no se podría explicar cómo se produce la ciencia. La conclusión del
diálogo es que si no hay ideas, no hay ciencia.
En el Parménides, Platón problematiza su teoría de las ideas. Se presupone que
existen los dos mundos, el superior y el inferior, a lo que Parménides plantea tres críticas,
tres dificultades para explicar la relación entre los dos mundos:
1) la participación de las cosas terrestres en las ideas suprasensoriales es absurda,
porque no puede ser parcial (en ese caso, la Idea se encuentra a la vez en muchas cosas
distintas a ella), y tampoco total (porque entonces la Idea pierde su unidad, se disgrega en
tantas partes como cosas participan de ella).
2) Si las cosas participan de las ideas, esa pluralidad que se genera requiere ser
subsumida en una unidad, en una nueva Idea, y de ese modo las ideas se multiplican
hasta el infinito.
3) Si existiese el mundo ideal, las Ideas serían incognoscibles para los seres
humanos, ya que éstos no tienen en sí mismos las formas del mundo ideal, solo pueden
conocer los objetos determinados del mundo sensible.
A pesar de esas críticas, Platón sostiene que no puede haber ciencia si no existe un
objeto estable y permanente.

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En el Sofista se introducen modificaciones en el concepto de Ser para superar


algunas de las dificultades planteadas en el Parménides. Los eleáticos habían
interpretado el Ser como monismo: el Ser es uno y estático, no existen la pluralidad y el
movimiento. Platón mantuvo mucho tiempo esta concepción eleática del Ser, pero en el
Sofista intenta superar esa noción. Quiere salvar el grado de realidad de las entidades
móviles del mundo sensible, para no reducir ese movimiento a pura ilusión de los
sentidos. Justifica la pluralidad de los seres físicos a partir de la multiplicidad real de las
Ideas: cada cosa es idéntica en sí misma y diversa de las demás. Además, rompe con el
estatismo e inmutabilidad de las Ideas y afirma que estas tienen dinamismo, vida y
pensamiento (el Ser no es puramente estático ni puramente dinámico: movimiento y
quietud se comunican con el Ser). Finalmente, hace posible la comunicabilidad de las
Ideas con el mundo físico: el Ser se comunica a todos los géneros de seres, sin por ello
dividirse entre ellos ni perder su identidad. Además, todos los seres participan del
movimiento y la quietud.
En el Timeo, Platón desarrolla su teoría sobre el surgimiento del mundo físico por
obra del Demiurgo, que modela los seres sensibles a imagen de las Ideas. En cuanto a la
organización de las Ideas, Platón sitúa en el escalafón más alto varias de ellas, ideas
simples sin mezcla de no-ser: Belleza, Bien, Ser, Uno. En un segundo grado aparecen
ideas que expresan los elementos que entran en la composición: mónada-díada, unidad-
pluralidad, igualdad-desigualdad, grande-pequeño, movimiento-quietud, generación-
corrupción, etcétera. En tercer grado están las ideas compuestas superiores: justicia y
logos. El cuarto grado lo integran las ideas compuestas inferiores: números ideales,
figuras geométricas perfectas, par-impar, animal eterno. En el quinto nivel están las ideas
correspondientes a todas las especies naturales de cosas que existen en el mundo físico:
alma cósmica, divinidades astrales, almas humanas, seres vivientes, etcétera.

4. Teoría ética: amor y ascetismo


La teoría de las Ideas también permite entender la ética de Platón. Las creencias
escatológicas en la preexistencia, la inmortalidad y transmigración de las almas le
proporcionan elementos para explicar cómo superar la relatividad de los seres sensibles y
llegar al conocimiento del Absoluto. A través del Amor y la Virtud el ser humano puede
seguir un camino ascendente similar al del conocimiento y que converge en el mismo
punto.
En el Menón aparece indicada por primera vez la propuesta de que la dialéctica no
es solo un método racional, sino que es el arte de despertar en el alma el recuerdo de los

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conocimientos que tenía antes de unirse al cuerpo. Por lo tanto, el objeto de la dialéctica
es evocar el mundo supracelestial a través de la reminiscencia. En el Banquete la filosofía
aparece como una ‘locura divina’ que diviniza a los humanos y los conduce al
conocimiento de la belleza trascendente. El amor (eros) es hijo de poros (riqueza) y penía
(pobreza). Para Platón la filosofía es amor, y consiste en un intermedio entre la posesión
de la ciencia perfecta, la de los dioses, y la ignorancia perfecta, que consiste en no sentir
ningún interés por conocer nada.
El proceso ascensional del Amor tiene cuatro grados:
- el amor al cuerpo bello de la persona amada conduce al amor de una belleza física
impersonal
- del amor a la belleza física se pasa al amor por la belleza moral de las almas
- de ahí pasamos al amor de los sentimientos y pensamientos bellos
- la fase final es el amor a la belleza absoluta, trascendente y suprasensible, que es
causa de la belleza de todas las cosas

Estas reflexiones sugieren que Platón experimenta la insuficiencia de la razón pura


como medio de conocimiento teórico y práctico, y recurre a otros elementos de carácter
sentimental y pasional. Su filosofía invita a combinar la dialéctica racional, la
reminiscencia, el amor, la belleza y la virtud, ya que todos esos métodos sirven para llegar
a conocer las realidades del mundo de las Ideas. Después de El Banquete, Platón se va a
centrar más en describir el mundo de las Ideas, en recrearlo a través de mitos, fábulas,
poesías… y menos en demostrar racionalmente su existencia, ya que le parece que el
argumento de la reminiscencia cumple esa función.
El mundo trascendente se convierte en un postulado, en una aspiración afectiva, y la
filosofía se tiñe así de un sentido moral: el camino de la filosofía es el camino de la virtud.
Platón no se conforma con el conocimiento racional sino que aspira al retorno del alma al
estado feliz primitivo, desvinculado de los lastres materiales y disfrutando de la
contemplación directa del mundo superior: ese es el modelo de felicidad platónica. La
felicidad total no puede lograrse en esta existencia mundana, en la que el alma está
encadenada al cuerpo. La virtud consiste en despertar las reminiscencias y en purificar el
alma, preparándola para su completa separación del cuerpo y liberándola del ciclo de
transmigraciones. La filosofía adquiere así un sentido catártico.
El anhelo purificador conlleva un desprecio de las cosas mundanas. La filosofía se
transforma en meditatio mortis, preparación para la muerte. Para Platón la muerte tiene un
sentido positivo, es la liberación de todos los males y el verdadero filósofo no debe

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temerla sino prepararse para ella: aprender a morir, purificar el alma para que viaje más
ligera una vez separada del cuerpo. El filósofo consigue evadirse del mundo sensible al
mundo inteligible, donde están las verdaderas realidades.
En el Fedro se matiza un poco este sentido ascético, y se afirma que el filósofo
actúa no mediante la mortificación sino por los caminos del amor y de la ciencia. Las
almas destinadas a encarnarse en cuerpos de filósofos son las que lograron entrever algo
de las realidades del mundo superior, y conservan una leve reminiscencia de lo
contemplado en su existencia anterior. Una vez unidas al cuerpo, reconstruyen sus
recuerdos por medio de la dialéctica.
La ‘reminiscencia’ se distingue de la memoria en que la memoria conserva
sensaciones, mientras que la reminiscencia conserva los contenidos de las Ideas que el
alma poseía antes de venir a este mundo. Esos recuerdos se enturbian al unirse al
cuerpo, pero el alma conserva innata su ciencia, que debe evocarse a través del
recuerdo. Para Platón, conocer es recordar. La teoría de la reminiscencia aparece en el
diálogo Menón.

6. La teología
La noción platónica de lo divino es bastante vaga. No tiene la noción de un Dios
personal, trascendente e infinito, sino que vemos en él diversas personificaciones finitas
de lo ‘divino’.
Para Platón ser viviente equivale a ser divino: todo lo que existe tiene una cierta
divinidad. A mayor elevación en el grado del ser, mayor grado de divinidad. La noción de
lo divino es muy difusa, y se relaciona con su noción de vida. Las ideas son divinas; la
más divina es la de ‘Bien’. El grado de divinidad desciende conforme nos alejamos del
mundo ideal superior, pero todas las cosas son de algún modo ‘divinas’ en la medida en
que participan de ese mundo superior. También es divino el Demiurgo, y las cosas del
Universo que este ha creado. El alma es también divina.
Platón da varias pruebas de la existencia de lo divino:
- Por la Dialéctica se llega a conocer el mundo de las Ideas ‘divinas’. El puesto más
alto lo ocupa la Idea de Bien, que es como “el sol del mundo inteligible”, y a la que se
atribuyen rasgos de divinidad: es el Ser supremo, incorpóreo, sin figura ni color, solo
perceptible por el entendimiento.
- Por el camino del amor se llega a conocer la Idea de Belleza, que también es
divina.

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- La existencia del mundo sensible exige la existencia de una causa eficiente ‘divina’,
papel que cumple el Demiurgo. Platón formula el principio de causalidad: todo lo que
existe tiene una causa, y también el mundo sensible ha de tenerla. Establece la distinción
entre el ser eterno e inmutable: lo que siempre es y no ha tenido nunca origen; y el ser
mutable, efímero, que nace y perece: lo que siempre se está haciendo y nunca es. Lo
primero se aprehende con la inteligencia; lo segundo, con los sentidos.
- El orden y armonía del Universo revelan la existencia de una causa inteligente
divina. Platón rechaza que ese equilibrio pueda surgir por azar.
- El movimiento del Universo tiene que haber surgido de algún modo: si las Ideas
son inmóviles, inmutables, de ellas no surge el movimiento, sino que es el Demiurgo el
que, antes de crear a los demás seres sensibles, crea el Alma cósmica universal, que se
mueve a sí misma y es la causa primera del movimiento de todo lo demás.
Según Platón, el principal atributo de lo divino (de las Ideas) es la inmutabilidad, de la que
se derivan la eternidad, incorruptibilidad y perfección. Las Ideas son simples, vivientes,
inteligentes y perfectísimas.

7. El origen del mundo sensible: el Demiurgo


Platón sitúa al Demiurgo entre los dos mundos, y le atribuye la tarea de ‘ordenar el
mundo’. Ese ser inferior a las Ideas es el responsable de crear el mundo sensible,
introduciendo en la materia un reflejo de los arquetipos ideales. El mundo sensible tiene
relativo orden, porque es copia del mundo ideal, pero tiene también imperfecciones,
porque su creador es de categoría inferior a las Ideas.
Platón asume que desde la eternidad han existido tres clases de entidades: el
mundo de las Ideas, el Demiurgo que siempre se ha deleitado en su contemplación, y la
materia en la que se agitaban los elementos mezclados y en desorden. Entre el mundo de
las Ideas y la materia hay Espacio, un amplio lugar vacío. El Demiurgo ordena la materia,
la reorganiza, modelándola conforme a la Idea de Viviente eterno. El resultado son los
cosmos sucesivos que se repiten en ciclos de 10.000 años (según la concepción de
Heráclito y Empédocles). El espacio es como un gran recipiente o receptáculo vacío en el
que el Demiurgo introduce los seres que va modelando.
El Demiurgo empieza a ordenar movido por la bondad: es bueno, y quiso hacer que
todas las cosas fuesen semejantes a él en la medida de lo posible. Lo primero que crea
es el Alma cósmica, que funciona como principio de la vida y el movimiento ordenado del
Universo. A continuación, el Demiurgo toma la masa amorfa de cuatro elementos (agua,
tierra, aire y fuego) y hace con ellos una gran bola, a la que da movimiento de rotación.

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Una vez formados por separado el Alma y el Cuerpo del mundo, el Demiurgo los une y el
mundo comienza a vivir. La obra prosigue con la creación de las esferas celestes, siete en
total, en las que se sitúan los astros divinos y los planetas.
Platón distingue cuatro especies de vivientes: los dioses celestes, formados de
fuego; las almas humanas, que corresponden a la tierra; las aves, que son del aire; y los
peces, del agua.
La parte racional e inmortal de las almas humanas fue creada por el Demiurgo
aprovechando los restos de la creación del Alma cósmica. Hizo el mismo número de
almas que de astros errantes, asignando uno a cada una. A los dioses inferiores les
encargó la labor de crear el cuerpo humano, que estos formaron combinando los cuatro
elementos. Además, crearon la parte mortal del alma, vinculada a lo pasional y dividida en
dos partes: la parte irascible y la parte concupiscible.
Para Platón, el alma humana es una entidad inmaterial distinta al cuerpo. Aparece
además como la parte esencial del ser humano: es el principio del movimiento y vida del
cuerpo. La parte racional del alma es simple e inmortal, mientras que las otras dos partes,
irascible y concupiscible, son mortales. Lo propio de la parte racional del alma es el
pensamiento, por el cual se pone en relación con las realidades inteligibles.
En el Fedro, la unión entre alma y cuerpo se explica como un castigo por haber perdido el
control y dejarse arrastrar por la concupiscencia. La unión de alma y cuerpo es violenta, y
por ello tiende a separarse de él para volver a su estado primitivo.

8. Ética y política
Dice Platón que todos los hombres aspiran a la felicidad, al Sumo Bien, que él
identifica con la búsqueda de la sabiduría y la virtud.
Defiende un equilibrio entre placer y sabiduría: la sabiduría es el principal elemento
de la felicidad, pero el placer en pequeñas dosis también es positivo. Para equilibrar
ambas variables, los criterios son la medida, la verdad y la belleza; la mezcla dosificada
de placer y sabiduría, armonizados en la vida virtuosa, darán por resultado la felicidad
mundana.
El ser humano deberá cultivar la Dialéctica, conocimiento de las Ideas que le remitirá
a la idea suprema de Bien. El sabio que así procede alcanzará la felicidad interior, la
autosuficiencia. Platón asume que el Bien supremo es accesible al ser humano por la vía
intelectual, por contemplación directa después de la muerte, y por recuerdo indirecto en
este mundo a través de la reminiscencia.

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Platón sostiene que al Sumo Bien se llega por la práctica de la virtud. No la define
con tanto detalle como hizo Aristóteles, pero ya cita algunos rasgos que su discípulo
ampliará. En sus primeros diálogos la virtud se define en términos de armonía: es justicia
y proporción que imitan la armonía cósmica. También habla de la virtud empleando
símiles médicos, como ‘salud del alma’. En otros diálogos la define como purificación: la
virtud tiene un sentido ascético, consiste en desprenderse de las pasiones inferiores y
purificarse, separar el alma del cuerpo todo lo posible y preparar así la separación
definitiva.
En el mundo de las Ideas, y en concreto en la idea de Bien, hallamos la norma
suprema para la virtud platónica. El Bien es la medida más exacta para discernir lo bueno
de lo malo. Platón habla de diferentes virtudes, aunque no deja claro cuál de ellas
considera superior; cita la justicia, la prudencia o sabiduría, la fortaleza o valor, la
templanza…
Platón también dedicó varias obras a la política. Asume que el ser humano aislado
no se basta a sí mismo; necesita vivir en sociedad para lograr su perfección espiritual y
material. Una vez agrupados los humanos en sociedad, esta se organiza bajo el modelo
de ciudades (polis) en las que comienzan a dividirse las funciones y trabajos: aparecen
los oficios, que cubren las necesidades materiales. La ciudad sigue creciendo y aparecen
otras necesidades derivadas de las relaciones con otras ciudades (navegación, comercio).
Además surgen conflictos expansivos que motivan la aparición de los guardianes, con
función defensiva. El propio desarrollo de la ciudad requiere otra función muy importante,
la de gobierno, que deberá ejercer una minoría selecta. Para Platón, el mejor ciudadano
es el que considera que su propio interés está subordinado al bien común de la ciudad.
Platón divide la ciudad en tres estamentos sociales que han de estar gobernados por
una parte distinta del alma: la clase de los trabajadores y obreros (guiados por la parte
concupiscible), los guardianes (a los que corresponde la parte irascible) y los gobernantes
(orientados por la parte racional). Cada uno de esos grupos debe recibir una educación
específica enfocada a ejercer adecuadamente las funciones que le son propias.
La justicia se define como una virtud del alma por la que el individuo consigue
equilibrar las distintas partes que lo constituyen. Igualmente, la ciudad está integrada por
distintas partes (clases sociales), y la justicia consistirá en lograr que todas ellas convivan
armoniosamente. La justicia es la garantía del bien común.
Platón afirma que la ley es pensamiento razonado, lógico, que brota de la razón
verdadera y recta, que se plasma por escrito y es aceptada por el pueblo como norma

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Introducción a las ideas filosóficas Prof. Olaya Fernández Guerrero y José María Aguirre Oraa

común de la ciudad. El objeto de la ley es el bien común de la ciudad, por encima de los
intereses particulares de los individuos.
Es muy importante la función educadora, que imbuye a cada clase social los
contenidos y actitudes que le ayudarán a cumplir su tarea, y que ha de despertar la
reminiscencia. Los guardianes deben ser educados con una combinación de gimnasia,
música y poesía, para equilibrar las fuerzas físicas. En un segundo ciclo, los más aptos
estudian aritmética, geometría, astronomía y música. El tercer ciclo formativo comienza a
los treinta años, solo para los más inteligentes, y se ocupa de estudiar la Dialéctica. Los
más aptos de ellos, cuando cumplan cincuenta años, podrán ocupar el puesto de
gobernantes de la ciudad, que ejercerán por turnos. El gobierno debe pertenecer a los
filósofos, porque son los que mejor conocen la justicia y el bien y están por ello más
capacitados para aplicar esos principios.
En cuanto a los modos de gobierno, los clasifica de mejor a peor según este orden:
aristocracia (gobierno de los mejores), timocracia (poder ejercido por los militares),
oligarquía (gobierno de los ricos), democracia (el poder reside en el pueblo, y esto hace
que lleguen al poder los menos capacitados), tiranía (poder ejercido por los más violentos,
que se aprovechan del desorden general).

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