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En el cuarto capítulo, designado “El texto como unidad semántica”, percibimos que
se atraviesa una especie de controversia al pretender demarcar la naturaleza del texto, tal
como lo puntualiza el escrito trabajado, “La cualidad de textura no queda definida por la
dimensión”. (p.5), en concreto, según las líneas anteriores, la complejidad radica en evitar
reducirlo a una colección de oraciones, puesto que “el texto es un concepto semántico”.
(“p.5”). Continuando con esta noción, en las siguientes líneas se realiza una confrontación
con la oración, la cual también atraviesa esta dificultad, en la cual, no se puede ni se debe
aminorar como una especie entidad fonológica, dado que realmente “es una unidad
lexicogramatical que se realiza en el sistema fonológico, que posee su propia jerarquía de
unidades”. (p.5).
Por otro lado, en este apartado se contraponen las nociones de unidad semántica y
unidad gramatical, en la cual surge el interrogante de si se puede establecer una estructura
jerarquizada semántica, igual a la estructura gramatical. Lo anterior quiere decir, que la
estructura gramatical está compuesta por categorías como las palabras, las frases, o las
cláusulas que describíamos en el capítulo número tres. Sin embargo, no se podría establecer
una configuración igual de inteligible y definida con respecto al texto. A pesar de esta
“limitación” se propone el concepto de simultaneidad, en el sentido de que, aunque el texto
carezca de una estructura jerárquica, su significado se interrelaciona y se configuran en un
entramado que terminan por complejizar sus diferentes aspectos comunicativos.
Por ejemplo:
Los adultos trabajan mientras los niños juegan, ya que en los días de Halloween
no hay clases.