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Ausente

Por Santiago Amaya


1
“Simplemente nadie está a salvo” repetía y repetía ese hombre dentro de esa celda, a veces sentía compasión por él, trataba de descifrar a que se refería con
esa curiosa frase que parecía daba vueltas y vueltas dentro de mi cabeza, chocándose con las paredes de mi mente demasiado intranquila. A pesar de su
situación éramos extrañamente parecidos, ambos estábamos encerrados en nuestras mentes, siendo gobernados por quien sabe que o quien y lo más
importante, siempre acompañados de nuestra fiel soledad, esta nos hacía ver cosas las cuales nos atormentaban, despidiendo nuestros sueños con esta
dificultad para conciliarlos en las noches, noches increíblemente largas como el sufrimiento que sentíamos. Algunas diferencias remarcadas que notaba eran
mi “libertad” comparada con el sometimiento de este hombre, aunque al verlo todos los días me estaba sintiendo cada vez más como el, para nada lo
admiraba, ya que siento que mi situación es mucho mejor que la suya, pero no comprendía por que la soledad nos acompañaba teniendo en cuenta las
comodidades en las que vivía yo, el poder ir a mi casa, tener mi propia comida, tener mi propio espacio y salir a donde yo quisiera, a pesar de tener la
oportunidad de hacer todo esto, la única cosa que me impedía lograrlo era mi propia oscura y cerrada mente la cual decidió vivir al día y presenciar los días de
vida de aquel hombre.

Cada día después de terminar mi turno me dirigía a mi casa sin un propósito, me sentía incompleto, ya que mi vida ahora dependía de mi trabajo. Mis vecinos
ya ni me dirigían la palabra, la verdad no me afecta ya que hace unos años por salir rápidamente a mi trabajo dejé la puerta abierta y mi serpiente salió
sigilosamente hacia la casa de ellos, entro por un hueco de la ventana y engulló a todos sus pollos, me odian desde ese entonces. A veces pienso que
simplemente necesito un amigo o alguien con quien compartir, para nada es agradable esta soledad.

Hace unos años conocí a una chica, fue la primera vez en que mi vida no dependió del trabajo, hablamos por mucho tiempo, la acompañaba a su casa todos
los días con mucha alegría ya que sabía que ella sentía alegría al estar conmigo también. Era casi como un sueño, pero como saben las cosas buenas son tan
efímeras. Un día sentado en el lugar habitual para esperarla y así acompañarla a su casa estaba admirado viendo al cielo tan hermoso que había ese día, vi
pasar un avión lo cual se me hizo un tanto extraño ya que casi no pasaban por este lado de la ciudad, los aviones que salían por este lado eran salidas hacia
otro continente. Evitando distraerme más con las maquinas voladoras pensé que ya era un poco tarde y ella no salía, inició a llover y con toda la pena del
mundo regresé a mi hogar, bajo la puerta estaba una carta un poco estropeada por la lluvia, fue el peor momento de mi vida, era una carta de despedida
escrita por ella, nunca me avisó de su partida, se me rompió el corazón al saber que no la volvería a ver.

Volviendo con este hombre cada vez que lo veía parecía más y más callado, trataba de hablarle, pero no recibía respuesta alguna, ya había olvidado su voz, lo
único que recuerdo era que su voz era como la de un animal, un poco áspera, todo lo contrario, a su madre.

Una mañana normal en el trabajo estaba aguantando el cansancio ya que no había dormido nada esa noche, estaba con la taza de café en la mano cuando de
pronto un hermoso pájaro se posó sobre las ventanas con rejas a mi dado, inició a murmurar palabras sin sentido, probablemente estaba intentando decirme
algo así que me acerqué a él, tenía una muy dulce voz, similar a la de la chica que conocí, decía que era la madre del hombre y que estaba tratando de
comunicarse con él mientras que el simplemente no respondía haciendo que la madre acudiera a mi para darle el mensaje, yo también trataba de
comunicarme con el pero no respondía ni daba señales de entender lo que le decía. De pronto la madre no estaba y caí al suelo a llorar recordando el egoísmo
que emanaba yo con mi madre cuando estaba con ella, era ella sufriendo todos los días a causa de la soledad que estaba entrando en mí, soportándome
siempre con una expresión alegre independientemente de la situación que estuviéramos pasando, en los momentos difíciles cantaba y bailaba para
alegrarme, aunque nunca solté una sonrisa completa frente a ella, lamentablemente nunca supo fue la persona más importante para mí y eso ahora me
atormenta cada día.

Cada día notaba que me parecía más y más a ese hombre, su situación me parecía deplorable, tan deplorable como la mía, la soledad siempre ha sido parte de
mí, desde que tengo memoria, no tenía muchos amigos en la escuela, era alguien más bien callado, me ayudo a sacar rápidamente mi universidad y conseguir
este trabajo en el cual discretamente puedo conocer a muchas personas y sus historias.
Me había estado obsesionando mucho con saber como funcionaba la mente y la actitud de ese extraño hombre, me había apartado de el mundo ya que mi
trabajo no me permitía abrirme con la gente, claro que la s personas “normales” ya no me parecían interesantes. Nunca me había atrevido a entrar a la celda
de ese hombre hasta que un día decidí hacerlo, me senté a su lado en el suelo, al principio me parecía cansado, el hombre no hacía nada, hasta que el hombre
se percató de mi presencia, asintió con la cabeza y por un espacio de la celda hacia afuera estuvimos viendo el sol caer por un tiempo.

3
Sentado junto a él, el hombre por fin habló: “Mi nombre es Mario Benedetti, o por lo menos así me coloqué, soy un poeta y escritor no muy conocido, pero
según yo el mejor de los tiempos, ¿Por qué estoy aquí encerrado?, la verdad es por mi propia cuenta, al ser poeta siempre busco una manera de experimentar
cosas nuevas a diario, aunque puedo estar encerrado aquí en mi mente veo atardeceres cada segundo, vuelan rimas dentro de mi cabeza como aves sobre el
basto mar y adorno paisajes mientras camino por el bosque con un lápiz y una pluma. Como ves no me siento aprisionado en absoluto, la verdadera prisión es
la que te creas tu mismo con las rutinas, las ansiedades y demás cosas que afectan tu mente. Imagina que eres un mimo, la caja no existe, pero con la misma
imaginación con la que veo los bastos paisajes puedes crear una pared de hierro que te tape los ojos de todo lo hermoso que hay en la vida, de todas esas
experiencias que solo la mente te puede ocultar, es más en este momento puedes ver lo que hago” el hombre abrió sus brazos y me abrazó, sentí como si
estuviera en la mente del hombre.

Las luces estaban apagadas en un cuarto inmenso en el que estaba solo yo, de pronto una puerta se abrió, el hombre ahí parado me dio la bienvenida a lo que
él llamaba “Paraíso”, el hombre me dio la mano para salir de ese agujero negro en el que me hallaba. De lo primero que me percaté fue de ese hermoso
atardecer de el que tanto me hablaba, era el más hermoso que había visto en toda mi vida, el sol, entre dos montañas se posaba perfectamente en la casi
oscuridad que se estaba formando, mas de 16 planetas diferentes se posaban sobre este y más de un millón de cometas caían cual lluvia alumbrando la vista,
el hombre comentó que no era lo mejor de este plano, me llevó con el hasta una montaña la cual escalé junto a él, el hombre me mostró que tenía la
capacidad de llamar a un arcoíris que nos llevara de vuelta hacia abajo pero rechace la oferta y pedí seguir explorando, desde la montaña salté tan alto que
llegué al espacio, ahí crecí y crecí y jugué con los planetas que adornaban el sol, después de eso me encogí tanto que sentir las plumas suaves de el colibrí con
el que estaba volando me hizo sentir tan vivo que casi ni lo puedo explicar, después de un tiempo recorriendo ese paraíso el hombre con una sonrisa me envió
a él arcoíris que nos llevaría de nuevo abajo, sutilmente mientras caía le agradecí la vida de darme la oportunidad de encontrarme con este hombre el cual con
sus enseñanzas me mostró el mundo que es posible descubrir sin ser millonario o tener tiquetes de avión a todas partes. Al caer a tierra, tan rápido como
entre a este mundo, el hombre asintió y siempre recordaré estas ultimas palabras que dijo: “ Espero que mi legado y mis enseñanzas perduren por más que sea
en tu memoria, para que el mundo vea que la clave de la verdadera belleza de la vida se encuentra dentro de la mente de cada individuo”. Automáticamente
después de sus palabras desperté del fastuoso trance en el que me hallaba, en ese momento me percaté de que no percibía su respiración.
Fue muy triste el ver como una persona con tanto por enseñar pasaría sus últimos días en una celda, aunque viviendo su vida al máximo, mientras que yo, con
todas las posibilidades no disfrutaba de nada y básicamente el que parecía estar muerto en vida era yo, lo único que me alegra es que al fin y al cabo pude ver
una sonrisa en su rostro.
de gatos del mundo
Este certificado se otorga a

Pedro Armijo
en reconocimiento por ser el mejor cuidador de gatos del mundo.

6 de junio de 20XX
Pedro Armijo, vecino Fecha

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