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Feliz cumpleaños

Hace mucho, mucho tiempo un hada entró a mi habitación durante la noche. En ese entonces yo
era un chiquillo como cualquier otro, hace años que había dejado de mojar la cama, pero me
faltaban muchos otros para encender un auto por mi cuenta. Era un chico cualquiera; tanto así
que las niñas apenas comenzaban a llamarme la atención. Emma era una amiga y jugaba rudo,
Carol era delgada, mucho más delgada que yo, y era rápida. Solo eran amigas, no tenía idea (o al
menos no podía explicármelo) que una mujer pudiera ser algo más. ¿Novios? ¿Novias?
¿Divorciarse? Para mí todo eso sonaba a plática de adultos, y así lo era; pero esa noche cuando el
hada entró a mi habitación mi mundo tomaría un camino que jamás imaginé, un camino que no
puedo asegurar hacia donde me está llevando, pero espero que sea hacia ti.
Ya era pasada la medianoche cuando ese “algo” de nuestros cerebros que permanece alerta
mientras dormimos empezó a gritarme que definitivamente había algo en la habitación que no
debería de estar ahí. Esa tarde había estado persiguiendo a mi hermano mayor con una espada de
plástico, fingiendo que él era un dragón y yo debía de matarlo. Lo que no consideré al perseguirlo
era que en algún momento el dragón se enfadaría de ser perseguido, se voltearía y me mordería
en la cara dejando una valiente cicatriz; claro que eso es lo que diría cuando la gente preguntase.
No les iba a decir que en realidad mi hermano se volteó hacia mí con cara de toro y yo al estar
escapando de él me corrí hacia mi cuarto tropezando en las escaleras con la cara al suelo. La
cicatriz lo confirma. ¿Qué estaba diciendo? Cierto… Ya había escuchado que cuando te golpeas en
la cabeza a veces ves cosas locas, cuando me golpeé lo único loco que presencié fue grito y la cara
que puso mi mamá al verme sangrando, de esa tarde no recuerdo mucho más; pero estoy seguro
de que ya era pasada la medianoche cuando desperté, y si todas las visiones que los locos tienen
son como la que yo tuve esa noche, entonces creo que todo el mundo debería de estar loco al
menos una vez en su vida.
¿Han imaginado alguna vez un hada? Quiero decir ¿De verdad se han imaginado cómo se ve?
Durante buena parte de mi infancia y adolescencia estuve obsesionado con eso. Leí los ensayos de
Tolkien acerca del país de las hadas, me remonté a los hermanos Grimm e inclusive más atrás
hasta Shakespeare. Ninguno de ellos coincidía con el otro. Tolkien hablaba de hadas que se
convirtieron en elfos, los hermanos Grimm escucharon las antiguas tradiciones y Shakespeare nos
condenó con la imagen gentil e infantil de estos seres. Lo que vi en mi habitación no era nada de
eso. Ella era… polvo de estrellas. Estaba vestida con la estela de un cometa; era un vestido que
ningún artesano, sastre o herrero podría confeccionar jamás. Su piel brillaba como porcelana a la
luz de la luna que entraba por la ventana. Dios, su rostro era tal que si los ángeles no se ven como
ella, estaré muy decepcionado el día en que me encuentre con uno. Cuando vi sus ojos supe que
aquello que estaba en mi habitación había tenido que salir del mundo del que vienen las cosas
bonitas de la vida. Brillaban, diminutos destellos de todos los colores explotaban dentro de sus
ojos. Más adelante encontraría una palabra que se acercaría a describir aquellos ojos que eran
como ópalos.
Uno podría decir por la manera en la que hablo de ella que caí irremediablemente enamorado de
ella, y quizás así lo hice, pero no duraría mucho, esta hada no había venido a enamorarme. Cuando
empezó a caminar hacia mi pude sentir el característico olor a tierra mojada repentinamente.
Cada paso que daba hacia mi despertaba un elemento más del mundo que se desplegaba
alrededor. Un paso más y el viento acariciando mi cara, otro paso y el sonido de un rio corriendo
en las cercanías. Yo estaba perdido en sus ojos y así continué haciéndolo mientras ella se acercaba
a mí y el mundo a mí alrededor se transformaba. Cuando la tuve a un brazo de distancia, ella se
inclinó hacia mí y me regaló la mirada más tierna que me han dado en toda mi vida, eran la mirada
de una madre, me hizo sentir vivo. Fue entonces que desplegó sus alas.
Debo de darle en este punto de mi relato un acierto a Shakespeare, ya que las alas de la hada eran
tal como el bardo nos convenció a todos. Esos surcos y prolongaciones, todo estaba ahí. Pero vaya
que esas alas no eran frágiles: Eran enormes. Tan enormes que cubrieron la habitación entera, y
cuando comenzó a doblarlas atrayéndolas hacia mí, empezó a envolverme la visión del mundo que
a través de la finura de esas alas comenzaba a volverse real. El cuarto, mi habitación desapareció,
y en su lugar me encontraba en una colina que se levantaba sobre un valle extenso, tan extenso
que llegaba hasta las faldas de unas montañas lejos en el horizonte. A mi espalda un bosque
frondoso se extendía tupido y frio. El rio que había escuchado en mi habitación corría colina abajo
hasta un lago y a la orilla del lago había una casa.
Podía haberme pasado el resto de mi vida sentado en esa colina viendo los días ir y venir. No hacía
frio, no hacía calor y tampoco tenía hambre. Pero mi calma fue interrumpida cuando una niña,
quizás de la mitad de mi edad salió corriendo del bosque en dirección a la casa del lago. Salió
corriendo tan rápido que no pude verle la cara, segundos después salió del mismo bosque un
hombre cargando en brazos a un bebé. No parecían verme, quizás ni siquiera existía para ellos y
tal vez eso fue lo que me hizo seguirlos hasta la casa. El hada había desaparecido.
Cuando abrí la puerta de la casa junto al lago sentí mi corazón latir, más tarde y cuando fuera más
viejo leería la frase “El hogar es donde el corazón pertenece” y es por eso que sigo buscándote.
Adentro de la casa había fotografías colgadas en marcos. En todas ellas estaba retratada una
mujer con una sonrisa increíble, tan increíble que creí que era otra hada, pero no, yo comenzaba a
convencerme de ella no era fantasía. Eran memorias que no me pertenecían y sin embargo con
cada foto que veía, con cada imagen que entraba a través de mis ojos, un nuevo recuerdo
despertaba en mi memoria. Eran como fuegos artificiales iluminando una vida que yo aún no había
vivido .No tarde mucho en recorrer los pasillos de la casa y poco a poco fui encaminándome hacia
una puerta cerrada. Detrás de esa puerta escuchaba el sonido de un piano y la música de la
imaginación creando melodías que solamente un corazón libre y lleno de vida podría crear. Tenía
tanto miedo de abrir la puerta. No me malentiendan, no era el miedo que le tuve a mi hermano
cuando me miró con cara de toro. Era el mismo miedo que tendría muchos años adelante cuando
me encontrara frente a tu puerta por primera vez; ya empezaba a recordarlo. Tú saldrías sin
esperar verme y yo sonreiría como a ti te gustará que lo haga. Ese es el tipo de miedo que hace
arder a la llama de la vida.
Dentro de la habitación cerrada una mujer reía mientras levantaba en brazos al bebé que el
hombre estaba cargando cuando salió del bosque. La niña, la que era más chica que yo tenía los
mismos ojos que su mamá. Será hermosa. Ella se sentó en el piano y con la misma maestría con la
que su madre tocó durante su infancia y su adultez, comenzó a tocar una melodía que yo ya había
escuchado antes y nunca le había puesto atención, pero que ahora no olvidaría jamás. Era una
canción de cumpleaños. Cuando el hombre se unió con su voz a la melodía y las palabras
comenzaron a salir de su boca lo miré. Justo ahí, en el lado derecho de su cabeza había una
cicatriz. La misma cicatriz que me hice al caer contra las escaleras. Entonces lo entendí. Estaba
viviendo fuera de mi mundo, estaba viviendo en Fantasía, donde el pasado es presente y los
recuerdos del futuro son entregados a aquellos que viven para servir a esas fuerzas imparables
que luchan contra el silencio de la nada. Yo entendería un día que Fantasía es para los amantes,
para los soñadores, para los músicos, para los escritores, para todos aquellos que gozan de vivir
soñando y sueñan con vivir en el mundo donde los sueños se convierten en realidad.
En un abrir y cerrar de ojos volví a mi habitación. Todo había desaparecido. El lago, la casa, la
música, los niños, ella. Me sentí abrumado y furioso por más tiempo del que me he sentido jamás,
y la verdad es que no pasó más de un minuto antes de que me diera cuenta de que el hada estaba
sentada en mi cama, mirándome como me había mirado antes de mandarme a Fantasía. El enojo
se perdió dentro de la belleza de sus ojos y la tristeza se ahogó en todos los recuerdos de la vida
que tenía por vivir: De tu rostro, de tu sonrisa, de la calidez de tus abrazos, de la vida por delante.
Tenía diez años en ese entonces y desde esa noche recuerdo que un día te conoceré y me
conocerás. Recuerdo que no tendremos una amistad común, será explosiva; pero de esas
explosiones nacerán las experiencias más profundas que tendremos jamás. Recuerdo que serás
Francine o Fernanda, pero en realidad serás la chica imposible, que tenderás a banalizar las cosas
serias, pero también serás la persona más fiel que conoceré en mi vida. Recuerdo que te lastimaré
y me culparé tanto por eso durante tanto tiempo. Recuerdo que me extrañarás tanto que un día te
irás lejos, hasta un lugar en donde no pueda encontrarte; pero también recuerdo que el día en que
junte el valor suficiente para hacerlo saldré a buscarte y estoy seguro de que te encontraré.
Eso fue lo que recordé y me propuse eternamente no dejarlo en una fantasía. Vivirte, verte,
sentirte fue lo que me hizo preguntarle al hada la única cosa que quería saber en todo el mundo. -
¿Es ella real?- le pregunté. No sé si asintió con la cabeza, pero no dejó de sonreír mientras se
desvanecía. En el lugar donde había estado sentada justo hace un instante, dejó una pequeña
brújula hecha de madera y por aguja, una piedra de sol apuntando en una dirección. No supe
cómo funcionaba hasta que cumplí 18 años. Desde que la tuve la cargué a todos lados, y aquella
mañana en la reunión de primer año estaba vuelta loca, giraba de un lado hacia otro, al igual que
mi cabeza. Se detuvo en un instante apuntando directamente hacia ti. Desde entonces he confiado
ciegamente en que apunta hacia donde el corazón pertenece.
Han pasado casi 20 años desde que el hada entró a mi habitación y me llevo al país de las cosas
bonitas. Desde entonces te busqué, te conocí y te perdí. Te fuiste y te encontré. Me acobardé y
volví a perderte. Nunca podré estar completamente seguro de si el hada me jugó una mala broma
al darme una probada del país de Fantasía. Pero cada vez que la brújula cambia de dirección, cada
vez que hay una montaña, un lago o un desierto que cruzar para acercarme a ti, recuerdo la noche
en la que te conocí, mucho antes de saber siquiera tu nombre y me enamoré de los recuerdos que
vivía por tener. ¿Por qué te estoy contando esto? Estoy cruzando la frontera de un país cuyo
nombre no me importa. La luna entra por la ventana del compartimiento y brilla con la misma luz
que brilló este mismo día hace exactamente 20 años. Mientras miró la piedra en la brújula
apuntando hacia ti, te recuerdo y en esta noche deseo con todo mi corazón que tengas un feliz
cumpleaños.

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