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NOCTEM

Mi nombre es Noctem y quiero contar como fue que por un mal de amor creé la noche.
Antes, en utopía y el resto del mundo lo que no conocemos como “la noche” no existía y,
para sustituirla todos teníamos derecho a un parpadeo cada cierto tiempo, todos teníamos
cientos de velas y casi llegando a su final, colocábamos un par de alfileres así, cuando la
encendíamos dábamos por hecho el comienzo de nuestros días y las actividades que este
conllevaba, cuando los alfileres caían en señal de que casi se consumía dábamos un
parpadeo para despojarnos de todo el cansancio y las emociones malas que habíamos
experimentado a lo largo de toda la vela. Era una tradición sumamente fuerte pues se tenía
la creencia de que si malgastabas más de un segundo descansando serías castigado por
desperdiciar tu vida, si a algo le teníamos era a la muerte y gozaríamos de cada segundo en
dónde ella no estuviese presente. Y, a decir verdad no podría estar más feliz con la vida que
llevo, sinceramente llevaba varias velas sin necesitar cerrar mis ojos pues la llegada de
Somnus cambió todo para mí, todo mi tiempo se basaba en venerar a sus ojos perfectos y
sus labios tan jugosos, gozaba demasiado de hacer poemas para él, murales e incluso
canciones, él tenía una vida más ocupada por lo que no siempre mis ojos eran dignos de
chocar con los suyos y eran esos días en los que más tiempo tenía para inmortalizar su
belleza en lo que se me viniera a la mente, figuras de barro, bailes y obras de teatro, si
había algo que me apasionara más que verlo feliz era enseñarles a las personas de utopía
que podían hacer arte también, siendo partícipes de mis obras o ayudando en mis murales.,
Al final, tenía a el mejor espectador para mí, con unas manos que sin duda arreglarían todo
aquello que esté mal en este mundo y un par de piernas que me acompañarían a cualquier
lugar.
Aún recuerdo que en una ocasión él olvidó mencionarme si al día siguiente estaría o no
ocupado por lo que ingenuamente fui a buscarlo tratando de entregarle una pintura en
dónde le regalaba los anillos de Saturno. Fue así como descubrí que no era la única chica
que habitaba su corazón, la imagen de una pelirroja bebiendo de sus labios me dejó helada,
suspiré y fue así como él notó mi presencia, no quería saber más de él así que corrí a mi
casa, grande fue mi sorpresa cuando al cerrar la puerta me percaté de que mi vela estaba a
nada de sonar y no dudé en cerrar los ojos y tomar el descanso que tanto necesitaba, era la
primera vez en mucho tiempo que tenía cansancio físico y no era un cansancio normal, no
me dolían las manos por tallar su rostro en un par de árboles o la garganta por cantar las
canciones que le había hecho, me dolía el pecho y la cabeza, no tenía explicación para esto
que sentía, podía jurar que nadie más había sentido esto que aquél día me dejó en el piso…
Sequé mis lágrimas y prendí mi siguiente vela de inmediato, esta vez el día se me fue
viendo segundo a segundo la vela, anhelaba el instante en el que se acabara para poder
cerrar los ojos y desaparecer de esta realidad en dónde nuestros latidos ya no coincidían, la
vida, el destino, el amor, como quieran llamarle aquel día me jugó sucio pues cuando la vela
cesó y cerré los ojos, imaginé a Somnus caminando a mi lado mientras le desfilaba los
murales que le había hecho a sus venas y por un impulso quizá tan tonto como el destino
mismo, cerré los ojos más de una vez aquella vela, ya nada me importaba y decidí
permanecer con los ojos cerrados hasta que mi siguiente vela se consumiera a la mitad,
realmente estaba cansada y ya no sabía que hacer con la mitad del tiempo que tenía, me
encontraba desahuciada y con una desesperación tan grande, que caí rendida con los ojos
cerrados. Así pasé unas cuantas velas más hasta que un día mi madre entró a mi casa y
me vió tirada en una esquina con los ojos cerrados, el grito que pegó aquella vez lo
recuerdo tan bien que en ocasiones siento como perfora mi cerebro de nuevo, me gritó
patanerías, no volví a verla más, decía que no quería tener nada que ver conmigo, con
alguien que desperdiciaba su vida por alguien que se encontraba gozando la suya sin
importarle mi corazón.
Así pasé tanto tiempo, a veces acostada sobre mis pinturas y otras entre mis cuadernos,
pero siempre con los ojos cerrados delirando como Somnus seguía tomando mi mano y
proclamándome un amor eterno como el sol hasta que, mientras estaba palpando una taza
con su rostro, cerré los ojos y en lugar de verlo feliz junto a mi lo vi con aquella caucásica
caminando, fue devastador para mí percatarme de que tenía una sonrisa nueva, no lo
recordaba con tantos dientes a la intemperie, su sonrisa era genuina y por más que me
doliera, por fin era feliz. Cuando comprendí esto último, noté que algo posaba en dos de sus
pestañas, había un búho entre las líneas de sus ojos, él, al darse cuenta de que noté su
presencia borró lo que acababa de ver y me llevó a su lado, se presentó como la muerte
mientras me explicaba que había llegado el momento en el que alguien ocupara mi lugar en
la tierra, alguien que si gozara de estar viva, di un par de brincos y asentí eufórica por su
desición, después de lo que vi no tenía interés en pertenecerle a la tierra, la muerte dejó de
ser un búho y se convirtió en fuego, un fuego furioso por mi imprudencia y, con las alas
quemadas, sacó de uno de sus ojos toda la oscuridad que este portaba y la aventó al cielo
diciéndome que tendría un castigo tan grande como mi delito, ahora la mitad del día estaría
en una oscuridad absoluta en dónde el frío sería mi única compañía, haciéndome a mi y a
miles de personas estúpidas la mayor parte de su vida pues sin la luz que el sol nos
regalaba inocentemente todo el tiempo no seríamos capaces de hacer la gran cosa y yo,
todas las noches vería a Somnus transitar por todas las maravillas que le hice estando
enamorada de la mano de alguien más…
Habían noches en las que la muerte se paraba en mi ventana observándome y susurrando
si era feliz ahora que no tenía a nadie ni de día ni de noche pues todos me odiaban por
quitarles vida, yo no sentía culpa alguna pues la decisión de acabar con los días fue ella
pero no me atrevía a mencionárselo por miedo a que le hiciera algo más a personas que no
tenían nada que ver en este embrollo. Una noche, la muerte invadió los delirios que otras
personas tenían durante la noche y fue así como quedó estupefacta al darse cuenta de que
todos soñaban conmigo, al finalizar sus actividades todos alucinaban con algún día tener la
fuerza y la creatividad que yo en vida demostré porque sin duda ahora la muerte no era la
única que parecía representar a alguien sin vida. La vergüenza la invadió y corrió hacia mi
casa llorando porque había castigado a alguien que sólo había amado sin medir las
consecuencias, nos tomó un par de noches hacernos amigas, y con su ayuda creé el
amanecer y atardecer para demostrar que había tregua entre el frío de la noche y el calor
inconmensurable del día, pinté un par de pecas en el cielo para no olvidar aquellas
promesas que solo se quedaron flotando, le hice un abrigo a la muerte para que tapara sus
alas quemadas y ella en vez de seguir en mi ventana, creó a la luna para estar siempre ahí
sentada y observar de día a aquellos que deciden morir de la manera más bella. Amando
sin medida.

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