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Katty Carolina Villegas Lamus

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DE MUERTOS VIVIENTES Y OTROS HORRORES

Para mi era normal pensar que la vida no vale la pena, que la existencia es solo algo pasajero,
producto del azar y que por tanto, también es un pensamiento sin importancia, considerar qué
sucedería si desaparecieras por un tiempo, y te alejaras de todo… así me pasaba los días,
vagando despierta durante horas mirando por la ventana de mi habitación, tras los enormes
barrotes que custodiaban la puerta principal de mi dormitorio y solo imaginarme las miles de
formas en las que podría dejar de existir y me pudiera escapar de esta realidad tan basta y
agobiante en la que vivo, ya que no creía que existiese manera humanamente posible de
escapar viva de mi cautiverio.

Por muchos años he estado encerrada, solo acompañada de mis pensamientos depresivos,
tratando de no pensar, ingeniándomelas día tras día para cambiar este tormento pero, poco a
poco entendí que la plaga que azotaba al mundo no tendría cura y que tal vez moriría de la
desesperación por seguir soñando con un planeta donde pudiéramos vivir sin miedos, sin
limitaciones, haciendo lo se nos ocurriera, viviendo nuestra libertad como antes de que los
zombis se esparcieran por toda la tierra causando terror a su paso.

Les impresionaría cuantas cosas puede imaginar una mente llena de pensamientos negativos
y visiones oscuras de la vida, por lo general, reprimía todos esos sentimientos y todas esas
ideas para tratar de no cometer una estupidez, para intentar complacer a aquel guardián de mi
cárcel y que no terminara por quitarme la vida, pero ya era suficiente, no podía soportar las
risas de los niños a través de las paredes de mi sombría habitación, sentir su alegría y gozo
por la vida.

Pero un día me cansé y decidí escaparme, robé su llave en uno de esos cortos periodos de
tiempo en los que venia y encendía unas viejas velas que estaban dentro de la habitación, me
miraba como con codicia, me acariciaba las piernas, los brazos y el cuello, cada vez que lo
hacía me llenaba de escalofríos solo quería que parara, que me dejara de tocar y que solo me
dejara ir, en cada visita tapaba mi boca con un pañuelo negro que llevaba en su bolsillo y con
sus repugnantes manos llenas de sangre seca por el pasar del tiempo intentaba alcanzar
aunque fuera solo un poco de mi carne y aunque yo me encontraba tras unos enormes
barrotes que no le permitían tocar mi cuerpo en su totalidad, la sola posibilidad de sentir su
piel (o lo que quedaba de ella) junto a la mía, me producía náuseas.
Katty Carolina Villegas Lamus
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En esos momentos de desesperación, solo podía pensar en mi hermano y mi madre, ya no
recordaba su voz y tenia un vago recuerdo de sus rostros, en ocasiones me recordaba con
ellos cuando hacíamos viajes a la playa, imaginaba que estábamos jugando sobre la arena y
mojando nuestros pies en el mar. Por ellos había resistido todo este tiempo, había luchado
aun cuando ya no tenia fuerzas y por ellos tendría que escapar también.

Este hombre, que sinceramente no sé si estaba muerto, vivo o muerto en vida, era un zombi
pálido, lleno de cicatrices, podredumbre en su piel y tenía un rostro tenebroso dormía todo el
día, aunque la luz no era su punto débil, pero había alguien durante casi todo el día,
organizando, corriendo muebles aquí y allá, yo escuchaba los pasos y en algunas ocasionas
se oía el balbuceo de aquel horrible monstruo soñando quien sabe qué cosas. Para poder
escapar ahora que ya tenia la llave, necesitaba que esa persona se fuera, así nadie se daría
cuenta hasta que aquel hombre se despertara.

Pasaron las horas, vi como el sol llegaba a lo mas alto y empezaba a descender, estaba
demasiado asustada, nerviosa pero también sentía alegría de pensar en volver a ver a mi
familia, en recuperar mi vida y mi libertad, ya eran muchos años de estar aquí encerrada.
Cuando por fin escuche la puerta cerrarse aun quedaban rayos de luz afuera, entonces metí la
llave en la cerradura y salí muy cuidadosamente, debía encontrar la salida rápido pero sin
hacer ruido… después de unos minutos encontré la puerta de salida, pero nunca imagine que
la casa en la que estaba fuera tan grande.

Intenté abrir la puerta pero estaba cerrada con llave, al lado de la puerta había una ventana
grande, ya no había tiempo, el sol casi se escondía, así que rompí la ventana y salí corriendo
lo mas que pude, corrí por mucho tiempo sin pensar a donde iba, luego de media hora de
correr, intente ubicarme en la ciudad, sabía que estaba en Bucaramanga, pero todo había
cambiado demasiado, los zombis habían dañado todo a su paso… entonces vi un señor que
parecía estar vivo, me acerqué lentamente y al corroborar que no era un zombi, le pregunté si
sabía de un camino seguro para llegar hasta donde recordaba que era mi casa, con el temor
de que la horrible plaga que nos azotaba desde hace años se hubiese llevado a mi familia con
ellos… después de un poco mas de una hora de caminar llegue a la que era mi casa (la cual
estaba irreconocible, toda en ruinas), vi el auto de mi madre y mi corazón se acelero, toqué a
la puerta insistentemente y me abrió un muchacho que tenía barba y era más alto que yo, casi
no lo reconozco porque cuando todo pasó era apenas un niño, él tardó un tiempo en
reconocerme, pero cuando se dio cuenta de que era su hermana me abrazo con fuerza y
Katty Carolina Villegas Lamus
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llamó a mama. Cuando alcancé a ver el rostro de mamá, corrí a sus brazos… al fin estábamos
juntos de nuevo!

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